Penetración imperialista | Pedro Muñiz

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El Perú ganará con la desaparición del parlamentarismo político, arcaico carromato tirado por bueyes que nose adapta al ritmo acelerado de la época que debe reflejarse en los organismos de la nación. Por eso la crisis del parlamentarismo clásico no sólo se experimenta en el Perú, sino que tiene ostensible generalidad. En todos los países que hemos conocido, en este “turismo forzado” que es la deportación, constatamos idénticos síntomas. Por evidente falta de conocimiento de la propia realidad se produce un exceso de legislación que, no teniendo respaldo económico, queda sin cumplimiento. Hay además otra doble causa: defecto en técnica, que entraba con sus procedimientos morosos o empíricos la maquinaria del Estado, e inconveniencia en el sistema, que conduce a una inadecuada representación e intervención de las fuerzas económicas de la colectividad. El tipo del parlamento actual constituido con criterio cuantitativo o geográfico, une en su representación términos heterogéneos, y no permite la conveniente exteriorización de las diversas fuerzas vivas que concurren al sostenimiento de la nacionalidad. Un propietario o un gamonal —por ejemplo— representa no sólo a su clase y a los diversos matices de ella, sino también, siendo elegido por la colectividad inclasificada, debe representar los intereses de otras clases cuyos problemas no conoce o le son antagónicos. Frente a este absurdo el aprismo plantea su fórmula concreta: Parlamento Funcional como consecuencia de un nuevo régimen integral. Por lo demás, el régimen funcional determinará un Estado altamente tecnificado. Haya de la Torre dijo en su discurso-programa del 23 de agosto de 1931, lo siguiente: “Queremos un Estado en el cual cada hombre participe sin abandonar su función vital de trabajador; queremos un Estado en el cual el técnico y el experto dirijan las actividades estatales, a fin de poder rumbar científicamente hacia un nuevo camino que resuelva nuestros grandes problemas. Trataremos de organizar un Estado técnico; trataremos de acercarnos a la democracia funcional. Este es el principio fundamental del aprismo en cuanto a la organización del Estado”. Fuente: MUÑIZ, Pedro, Penetración imperialista, Ediciones Ercilla, pp. 5-11; 109-123.

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PRÓLOGOI

Desde su iniciación, la doctrina y el movimiento apristas sufrieron los embates tanto de la reacción conservadora de nuestra América y, en especial, del Perú, en donde el Aprismo ha adquirido hasta hoy su mayor volumen, como del organismo máximo de la III Internacional moscovita. El realismo y la solvencia de las tesis apristas, la lucha heroica sostenida para instaurarlas se han impuesto al fin a las mentes más claras del continente y del mundo. Las masas populares encauzan hoy sus reivindicaciones dentro de los marcos doctrinarios y tácticos del Aprismo, y no está lejano el día en que, de todos los veinte pueblos de Indoamérica, surja potente y avasallador, imponiendo la unidad y la justicia social que inscribe en sus estandartes.

El Aprismo ha definido claramente su personalidad autónoma y sus características netamente autóctonas. No ha importado ni doctrinas, ni hombres, ni métodos de lucha. Los ha descubierto de nuestra propia realidad y gracias a la interpretación marxista del fenómeno histórico de América. Fecundado por la sangre de miles de mártires y por él esfuerzo apostólico de cientos de militantes, tiene asegurado el lugar indiscutible que le corresponde como único guía de los trabajadores manuales e intelectuales de Indoamérica.

La doctrina aprista tiene por base la apreciación del fenómeno de penetración imperialista, que mantiene sujetos a los pueblos de economía retrasada y colonial. La primera tesis aprista es, por

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consiguiente, la lucha antiimperialista. Pero, no la entiende en su faz puramente negativa y de simple protesta. El imperialismo tamo fenómeno económico moderno, es una fuerza expansiva de los países industrialmente muy desarrollados, dominados por la concentración financiera del capital o sea la última etapa del sistema capitalista sobre los de economía incipiente. Opuesto a él se levanta el Aprismo, que considera como forma eficaz de lucha la organización de nuestra economía, mediante un nacionalismo antiimperialista que salve nuestra riqueza y la explote para beneficio de las grandes mayorías populares, víctimas del atraso, la ignorancia y la miseria, impuestas por la situación colonial de nuestras repúblicas.

Así, aparece el Aprismo como un movimiento constructivo, serio y capaz de conducir a los pueblos y naciones oprimidos de América, a la ansiada meta de progreso, bienestar, soberanía e independencia económica. Como doctrina completa y método de acción realista, el Aprismo en el Perú, al par que los otros movimientos afines del continente, ha enfocado todos los problemas que le conciernen. De esta manera se encuentra frente al problema de la penetración imperialista en el terreno de la minería, con una de las expresiones peculiares de este proceso.

IIDurante todo el periodo colonial de nuestra América, el eje principal de su vida económica lo formaba la minería, que llegó a ser una industria extractiva opulenta, dentro de la estructura indígena empobrecida, eminentemente agraria. España, metrópoli colonial, vivía en la etapa mercantilista que se caracteriza por la sobreestimación de los metales, preciosos, oro y plata preferentemente. “La política colonial nace con una finalidad estrecha y precisa: la conquista del oro”, escribe Gonnard (Historia de las doctrinas económicas, pág. 63). Su empleo como moneda y para el atesoramiento, determinó la febril busca de estos metales.

Los grandes virreinatos españoles de América tenían una mayor importancia en función a la riqueza de sus yacimientos. El de Nueva España o México y el del, Perú, que comprendía hasta muy entrada, la Colonia, toda la costa del Pacífico sudamericano, contaban con ricos asientos minerales, como los de Potosí, Huancavelica, Sombrerete, etc.

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En tanto que países como los del Plata, sin vetas auríferas o argentíferas, hacían una vida lánguida, no obstante sus posibilidades de desarrollo agrícola. Sólo después de mucho tiempo, con el cambio de situaciones en la economía europea, conquistan la atención de la Corte de Madrid, y devienen colonias mayores.

Una vez alcanzada la emancipación política, se produce un cambio económico interesante, dentro de la misma industria minería. Se intensif ican los inventos mecánicos, que demandan, a su vez, dentro de sus complejas manifestaciones, otra suerte de productos minerales. El aumento de la producción en todos los órdenes, el crecimiento de la población europea y la dilatación mundial de la esfera de actividad industrial, imponen el empleo del zinc, del plomo, del estaño, etc.

Surgen las grandes instalaciones metalúrgicas. Con el invento del motor de explosión, de combustión interna, nace el empleo gigantesco de los hidrocarburos, petróleo y sus derivados, que reemplazan al carbón en barcos y ferrocarriles. El financiamiento de tan colosales empresas es facilitado mediante la centralización de capitales en manos de un puñado de grandes Bancos. Así se produce una nueva conquista “pacífica”, “sin dolo”, por parte de aquellos países sobreindustrializados que, paulatinamente, van ejerciendo soberanía económica sobre la riqueza del subsuelo latinoamericano, y, por consiguiente, política, implantando una nueva forma de coloniaje.

IIIEl problema minero del Perú presenta tres aspectos esenciales. Dentro del económico propiamente dicho, y técnico, debemos considerar el desplazamiento del pequeño y mediano minero nacionales por la gran empresa extranjera monopolista. En cuanto a la cuestión técnica, se plantea la necesidad de una explotación eficiente y el apoyo del Estado para fortificar, mediante consejo y ayuda de organismos especiales, la economía minera propiamente nacional. No debe olvidarse todo lo referente al crédito minero, transportes, mercados, etc. El segundo aspecto es el que se vincula con los trabajadores mineros. Este es uno de los más graves. Marx, en “El Capital”, pág. 426. reproduce la opinión

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de Liebig, que se condensa así: “Los trabajadores de las minas de la América del Sur, cuya tarea diaria (quizá la más pesada del mundo) consiste en sacar a la superficie sobre sus espaldas, una carga de mineral de ciento ochenta a doscientas libras de peso, desde una profundidad de 450 pies, viven solo de pan y habas. Preferirían alimentarse de pan sólo; pero sus amos, habiendo descubierto que con pan no pueden trabajar fuertemente, los tratan como a caballos y los obligan a comer habas; las habas son, proporcionalmente, mucho más ricas en fosfato de cal.” Naturalmente, este cuadro se ha modificado desde mediados del siglo pasado, pero constituye un testimonio histórico sobre la forma tradicional de la explotación de la mano de obra en esta industria. A consecuencia del fenómeno imperialista, los obreros nativos ganan diez veces menos, por las mismas tareas que los del país inversor. Por ejemplo, los costos de producción de una libra de cobre eran en 1929 de 6 a 6,5 centavos en Chile, y en la actualidad son de 3 centavos. En los Estados Unidos ascienden a 8 centavos, en parte por el bajo salario del obrero indoamericano. (Véase “La Industria del Cobre en Chile” diario “La Hora”, Santiago, 20/VIII/1935).

Finalmente, el tercer aspecto es el político, que no sólo se circunscribe a la acción constructiva del nuevo Estado, la representación funcional de los intereses mineros dentro del mismo, sino el contralor de las poderosas empresas monopolizadoras extranjeras, contrarias al interés nacional.

A todos estos problemas aporta soluciones el Programa Mínimo o Plan de Acción Inmediata del Partido Aprista Peruano. No sólo enumera fórmulas más o menos generales, sino que concreta los principales puntos que interesa resolver dentro de un futuro próximo y los relaciona con el plan de intensificación de la productividad del país. El Congreso Nacional del Partido, que lo sancionó, integrado por trabajadores manuales e intelectuales, fue una auténtica representación de las fuerzas productoras del Perú, en la que estuvo representado el interés económico y técnico de la minería. Por eso, el presente libro del compañero Pedro E. Muñiz, ingeniero de minas, es una revista panorámica de todos los aspectos del gran problema minero del Perú y de sus relaciones con toda la fundamentación aprista. Al análisis de la cuestión, hecho con profundidad y versación, se une la aportación crítica constructiva para un trabajo futuro.

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IVEl compañero Pedro E. Muñiz, no necesita de presentación ante las masas de nuestro Partido. Pero, no debo olvidar en estas palabras prológales, el bosquejo de su vigorosa vida de luchador. Quiero así presentarlo como uno de los tantos ejemplos de vidas generosas, entregadas con absoluta abnegación a la causa de la redención de las mayorías productoras de nuestra América.

Estudiante distinguido de la Escuela de Ingenieros de Lima, fue uno de los directores del movimiento estudiantil, y alcanzó a ser Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú (1924), en jornadas inolvidables, en que la generación joven templó su espíritu de lucha. Por eso fue uno de los primeros en alistarse en las filas del Partido al iniciarse su segunda gran etapa en 1930. Elegido Representante a Congreso Constituyente por el Departamento de Lima fue exilado a los dos meses de trabajo, después de una brillante defensa que hiciera ante el Congreso, de la posición aprista frente a la tiranía de Sánchez Cerro, que se iniciaba. Deportado a Colombia, se radica en ese país hermano, y publica, bajo el título “Lo que es el Aprismo”, un libro sobre nuestro movimiento, en unión del compañero Carlos Schowing, médico, Representante por Huánuco. Abandona Colombia a fines de 1932, a raíz del conflicto de Leticia, y deja en ese pueblo un caudal de simpatías y de vínculos, debido a su gran capacidad intelectual y moral.

Se traslada al Ecuador, y en pleito desbordé tiránico, que lanzaba al Perú a la guerra fratricida con Colombia, recibe la consigna del Comité Ejecutivo del Partido, que dirige heroicamente la guerra a la tiranía y a la guerra, de reintegrarse al Perú. Abandona Guayaquil y clandestinamente se introduce al Perú, en donde ocupa valientemente su puesto de dirigente. Trabajando lo encuentra la amnistía parcial, que se da en agosto de 1933, y no asume, a pesar del mandato legal y popular, la representación legítima que el pueblo le había conferido en los comicios del 11 de octubre de 1931.

Integra el organismo máximo del Partido, con el cargo de Secretario Nacional de Defensa, y contra él se desencadena, muy especialmente, la persecución que reinicia en la persona de algunos líderes del Partido, el paranoico altoparlante del civilismo, José Rivagüero. Desde la persecución, y burlando las celadas de la brigada política del despotismo

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cleptómano, contribuye a la organización de los cuadros del Partido, encargados de salvaguardar la integridad de nuestro movimiento de los embates de la reacción civilista. En su puesto de combate y dirección, nos apresan, en noviembre de 1931, junto con los compañeros Coronel César E. Pardo, Luis Alberto Sánchez y Alberto Marticorena, en una celada en que se conjugan la infamia, la traición y el oro del civilismo gobernante. Testigo soy de la entereza y valor moral de Pedro E. Muñiz, que estaba dispuesto a resistir a balazos, de no mediar la vida de quienes, encerrados, estábamos prácticamente inermes.

Preso y deportado a Chile, Pedro E. Muñiz no abandona el estudio y la preparación doctrinaria y contribuye con sus conocimientos especializados, a la obra de cultura que realiza el Comité Aprista de Santiago. Fruto de ese esfuerzo es el presente libro, que, no obstante su esquematismo en algunos puntos y la falta de datos más copiosos que no ha podido presentar debido a su violenta salida del Perú, es un aporte hermoso y útil a la propagación y esclarecimiento de las ideas apristas.

Relievar las partes mejor tratadas de la exposición, y elogiar sus méritos didácticos, sería una anticipación innecesaria al lector y un agravio a la sincera modestia de Pedro E. Muñiz. Debo sí, advertir en la portada del libro, que no es un trabajo circunscrito y especializado al punto minero. La doctrina aprista se encuentra bosquejada en rápidos y certeros lineamientos, que nos permiten relacionar todos los problemas de la peruanidad, expresión concreta y particular de un sólo país indoamericano, con las ideas generales del Aprismo, en su proyección presente y futura en el país y en nuestra América. Por eso, este libro viene a ser un verdadero manual aprista, con el que se enriquece nuestra bibliografía y el acervo ideológico de nuestro movimiento.

Así cumple Muñiz con una parte de su contribución, que no se limita a la teoría, sino que comprende la práctica y el ejercicio de la lucha política... Porque como integrante del “equipo energético” del movimiento, según la denominación certera de Antenor Orrego, sabe bien que si nuestra causa es noble, alta y justa, debe estar iluminada por una concepción doctrinaria, garantía de éxito y perennidad.

CARLOS MANUEL COX

Santiago de Chile, agosto de 1935

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VI.— ALGUNAS TESIS APRISTASComo método filosófico el aprismo es la interpretación marxista de la realidad indoamericana. Nos referimos al marxismo dialéctico, que es negación y es continuación, en manera alguna al que Haya de la Torre llama “marxismo congelado”. Nuestros postulados fluyen en esa realidad investigada, utilizando como instrumento de interpretación el materialismo dialéctico. En ellos se recoge la raíz económica del dolor de millones de explotados. La imprecación romántica que se perdiera en el vacío o adquiriera sonoridades demagógicas, se hizo “doctrina y método de acción realista”. Afirmamos los pies en la tierra, porque la especulación doctrinaria estaba destinada a resolverse en acción y la acción en lucha. El aprismo, imperativo histórico y obra colectiva, tiene en Víctor Raúl Haya de la Torre, jefe y fundador de nuestro partido, al mejor intérprete de una conciencia multitudinaria que él ayudó a plasmar y también, al más sacrificado y hábil capitán de nuestra hermosa gesta libertaria.

Para continuar desarrollando esta charla específica no es necesario enunciar íntegramente la teoría aprista; bastará con referirnos a algunas tesis fundamentales, principalmente, a aquellas que tienen vinculación directa o indirecta con el problema minero que estudiamos. No será necesario profundizarlas en el razonamiento. Ustedes las conocen perfectamente. El compañero Haya de la Torre las ha desarrollado todas con precisión y elocuencia inigualables, en ellas se encuentran la directriz dinámica, el lineamiento doctrinario, la esencia procesal de nuestro movimiento.

El imperialismo y sus aliadosLos apristas, por ser marxistas, por propugnar la justicia social, somos anti-imperialistas. El imperialismo es fenómeno económico que sólo opiniones interesadas se atreven a negar. En las conversaciones anteriores hemos citado casos concretos, que se refieren a la minería en nuestro país y al proceso de absorción realizado con detrimento de los productores

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peruanos y de la economía nacional. Hemos probado que la minería es el más importante conducto de la penetración imperialista en el Perú. Pero no es único. El imperialismo es un block de acción integral. Además del Jefe de nuestro partido, los compañeros Seoane, Sánchez, Cox, Heysen y Magda Portal, lo han estudiado en sus múltiples aspectos, en bien documentados libros y folletos.

El economista Hobson desde el año 1903 precisó la acepción del vocablo “imperialismo” en su sentido moderno, definiéndolo como “el uso de la maquinaria del gobierno a favor de los intereses privados, principalmente capitalistas, a fin de asegurar para ellos las ganancias económicas fuera de su país”. El profesor norteamericano Harry Elmer Barnes, del Smith College, autor del libro “La Génesis de la Gran Guerra”, dice: “El imperialismo significó en una época control imperial por intermedio de agentes políticos, ¿significa eso ahora? Necesariamente, no. Hoy día el imperialismo es más un fenómeno de penetración económica”. Norman Thomas, Director de la Liga de Democracia Industrial de los EE. UU., se expresa así: “La vigorosa política imperialista de los tiempos modernos es una consecuencia de las grandes reservas que los capitalistas tienen en los países industriales. El imperialismo comienza por la explotación de los obreros del país imperialista, y después va a explotar a los trabajadores de otros países. Sin embargo, el imperialismo tiende a impulsar el sistema de ganancias, porque consigue mercados y fuentes de producción de materia prima, aunque actúa psicológicamente como un tóxico para los trabajadores”.

Nuestro compañero Haya, dice: “Es la etapa de la expansión del capitalismo, por ende resultado o efecto de un sistema”. Y aclarando más el concepto, en su libro “Por la Emancipación de la América Latina”, agrega: “Llamamos imperialismo a la exportación de capitales de los grandes centros industriales como Inglaterra, Estados Unidos, etc., hacia los países no desarrollados económicamente, con el objeto de invertir esos capitales y hacerlos producir por el trabajo barato de los brazos nacionales o nativos”.

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El economista mexicano Silva Herzog afirma que “el imperialismo es un fenómeno económico independiente de la buena o mala voluntad de los hombres”. Así es, en elmsentido amplio que el determinismo materialista le asigna.

Pero no en lo que se refiere a la voluntad de los hombres que constituyen nuestras castas gobernantes. Porque estando éstas formadas por grupos minoritarios, que atienden a sus intereses y no a los de la nacionalidad, necesitan del apoyo imperialista para mantenerse en el poder. Puestos en el dilema de gobernar vinculando el Estado a las mayorías nacionales o al capital extranjero, prefieren la participación económica y el respaldo que les ofrece este último. Así, por voluntad de ellos, el Estado resulta instrumento del imperialismo.

La concentración de capitales produce en su etapa avanzada en algunos países una verdadera plétora de valores. A consecuencia de ello, las inversiones en esos países tienen cada vez más reducidas utilidades. Por acción natural se produce la expansión económica, fuerza centrífuga descongestionante que pone en movimiento valores que no pueden permanecer improductivos. Fundamentalmente, los capitales buscan mercados de inversión, pero también las mejores utilidades. Por eso vienen a nuestros pueblos —como dijera Manuel Seoane— “no en misión caritativa o cristiana”, sino de explotación. Y el sometimiento económico deviene en sojuzgamiento político. Además, los impele la necesidad de obtener materias primas para sus industrias y la lucha mundial por la consecución de mercados de producción y consumo.

Del conocimiento profundo del fenómeno imperialista se desprenden consecuencias de valor inestimable para conducir, desde el Gobierno la política económica de la nación. Nuestros desconocieron este aspecto fundamental o no tuvieron interés en utilizarlo en contra de sus aliados los banqueros y capitalistas extranjeros. Especialmente en minería, siendo factor de primer orden la influencia imperialista, es indispensable tenerla muy en consideración, para elaborar científicamente, cualquier plan de acción minera en nuestros países indoamericanos.

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Dosificar la acción antiimperialista, controlar el capital extranjero, utilizar en beneficio nacional la competencia entre los imperialismos, requiere no sólo la agilidad proteica de estadistas de “vuelo”, asesorados por técnicos capaces, sino también captar plenamente el problema imperialista en toda su complejidad.

El imperialismo, primera y última etapa.— Coexistencia de edades económicasLenin fundamentó una tesis marxistamente exacta para los países de economía altamente desarrollada: “El imperialismo es la última etapa del capitalismo”. Nuestro jefe, Víctor Raúl Haya de la Torre, que sabe ver en la noche aún antes que amanezca para todos, con exacto conocimiento de la realidad indoamericana, “descubrió” otra tesis económica, de extraordinaria importancia teórica: “El imperialismo es la primera etapa del capitalismo en los pueblos de economía dependiente”. Hay en ella tal exactitud que, para quien conoce nuestro medio económico, resulta obvia la argumentación. Recuerda el procedimiento de Colón para “poner de punta un huevo”.

Antes de la conquista existía el tipo de propiedad colectiva sobre el suelo y los metales no tenían valor económico. La invasión española importó formas feudales de explotación agraria y minera. La independencia política conquistada hace un siglo no produjo la emancipación económica. Las formas feudales y aun las correspondientes al Incario continuaron en la república. Haya de la Torre, enunciando esta otra importante tesis de la coexistencia de edades económicas en el Perú, dice, en su discurso del 23 de agosto de 1931, lo siguiente: “no constituimos una entidad homogénea; nuestro desenvolvimiento económico y social no ha sido el desenvolvimiento de los pueblos europeos que han pasado, sucesivamente, de un período a otro y que han ido recorriendo una curva perfectamente clara. Nosotros no hemos vivido, como los pueblos de Europa, la sucesión del período de la barbarie por el período feudal, del período feudal por el período mercantil, del período mercantil por el período burgués, y del periodo burgués por el período industrial. En nuestro país coexisten, conviven todas

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las etapas del desarrollo económico y social del mundo. Tenemos dentro de nuestras fronteras, desde el caníbal y el bárbaro, hasta el señorito que vive la vida civilizada. Somos conciudadanos del campo y somos compatriotas del señor feudal que está detrás de las montañas. Alguna vez he dicho que quien quiera viajar a través de la historia no tiene sino que viajar de Lima al Oriente”.

Ante esta realidad, que es generalizable, no se puede hablar económicamente de que en Indoamérica hay capitalismo. Habrá formas incipientes de capitalismo autóctono, pero no una edad económica característicamente capitalista. Las formas capitalistas existentes corresponden al imperialismo. Con el capital extranjero recién se inicia nuestro desarrollo capitalista, se crean nuevas industrias, se tonifican las ya existentes, que comienzan a explotar intensamente nuestras riquezas naturales y al trabajador, y se estrecha el monopolio de los medios de producción.

Las tesis antiimperialistas y su confrontaciónFrente al imperialismo, que marcha en trayectoria ascendente, no aparecen sino dos soluciones que miran al futuro.

Descartamos por suicida continuar en el entreguismo del presente, en cualquiera de sus variantes. Una fórmula radical que implique la extinción del sistema capitalista del que el imperialismo es consecuencia. O la fórmula transaccional que —en la imposibilidad de destruir un sistema cuyas raíces están fuera de nuestra órbita, en la que sólo se encuentran las ramas— lo modifica en lo que nos atañe y es posible, mediante formas de capitalismo de Estado, controlando al imperialismo por la acción concertada de los pueblos de Indoamérica en Estados Defensas integrados por las mayorías productoras.

El aprismo sostiene marxistamente que la “destrucción del sistema capitalista debe producirse en sus mismos centros de origen, y que América Latina no es zona característicamente capitalista”. Esta consideración nos obligaría a esperar que los proletarios de los grandes centros industriales destruyeran el sistema que es causa de nuestra subordinación. Resignarnos

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a esperar la realización de lo que en muy poco depende de nosotros, es pasividad y negativismo principalmente, si se tiene en cuenta, que entre tanto se podría aliviar la opresión de millones de explotados.

Además, hay otra consideración realista. La transformación radical implicaría, también, la dictadura del proletariado. Como nuestros países son económicamente coloniales, es incipiente nuestro industrialismo y el proletariado incapaz, aún, para gobernar. Sólo la gran industria puede crear al gran proletariado, con conciencia de clase y capacidad para imponer su dictadura.

Ayer leíamos en nuestro seminario de Estudios Económicos un interesante capítulo de Bujarin: “La concentración y centralización del capital, como condición del nuevo orden social”. Anoté una cita que viene muy a propósito: “La concentración y centralización de la producción, da lugar a una producción verdaderamente social”. Hay otra cita que es aún más explícita: “Si esta centralización, de la producción no existiera y el proletariado se adueñara del poder, en un momento en que la producción estuviera todavía desparramada en centenares de miles de pequeños talleres con dos o tres obreros, sería imposible organizar la producción sobre base social. Tanto más se desarrolla el capitalismo, y tanto más centralizada está la producción, con tanta más facilidad podrá el proletario regirla después de su victoria final”.

Cabría una tercera solución simplista. Procurar transformar cada uno de los países indoamericanos sometidos al imperialismo, en una potencia industrial. Las objeciones son múltiples. La competencia industrial ya existente en el mundo no lo permitiría, principalmente en esta época de crisis debido a sobreproducción. Haya de la Torre, certeramente, señala otra razón: “la imposibilidad de erigir simultáneamente y con poder semejante veinte potencias industriales, sin caer en el peligro de nueva dependencia de las menos ricas o más débiles”.

Queda en pie nuestra tesis: el Estado antiimperialista constituido por la alianza de clases explotadas en los países de Indoamérica, que confrontan idéntica situación. Haya de la Torre, dice: “el anti-imperialismo implica una etapa previa de transición y de lucha

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larga y difícil. Corresponde a lo que sería la dictadura proletaria en los países industriales en tránsito al socialismo”.

El compañero Luis Alberto Sánchez, en “Cuestiones elementales del aprismo”, precisa el sentido teórico y el alcance de esta tesis. Dice: “El aprismo sostiene que si defender y apuntalar el capitalismo es un crimen, negarlo y suprimirlo por decreto es una utopía. Es un hecho que, mediante la interferencia del capital imperialista, se inicia la era de industrialización y desarrollo económico indoamericano. Se forma ya una burguesía, pero, a la vez se inicia un proletariado. Realistamente, pues, hay que aceptar como hecho ese advenimiento capitalista, pero en vez de adoptar la actitud de cómplices de él, aprovecharlo, reducirlo, controlarlo, utilizarlo en nuestro provecho y no en el de las castas parasitarias y minoritarias, aliadas del imperialismo. Acelerar el paso de la etapa. Hay que combatir, pues, al imperialismo y adoptar una actitud defensiva para poder construir, en seguida, una nueva estructura político-social, más justa y más humana”.

La doble economía nacionalDentro de la coexistencia de edades económicas en el Perú, hay dos tipos fundamentales de acusadas características. La economía autóctona o propiamente nacional, correspondiente a pequeñas industrias de técnica primitiva, desprovistas de respaldo en capitales y sin efectiva organización. De otro lado, la economía extranjera representada por las grandes compañías imperialistas, The International Petroleum Co., Cerro de Pasco Copper Corporation, The Northern Mining & Smelting Co., en lo que se refiere a la minería, de técnica refinada, con grandes capitales, en posesión de todos los elementos concurrentes a la industria, y con estupenda organización moderna.

Ante esa realidad la lucha económica entre los dos tipos o formas es inevitable y el resultado es fatal para la economía que hemos considerado como nacional. Lo hemos visto en la minería. La gran industria extranjera ha absorbido prácticamente a la pequeña industria extractiva nacional.

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Nuestros mineros perforan a mano, es decir sin máquinas, y extraen sus productos de la mina en carretilla o en capachos; carecen de instalaciones de energía eléctrica y aire comprimido, no pueden realizar labores de importancia como los grandes socavones de desagüe o los llamados de “cortada”, transportan sus productos utilizando llamas o malos caminos carreteros; no tienen oficinas de concentración ni fundiciones; dirige la explotación un práctico, o en el mejor de los casos un solo ingeniero; están obligados a vender o consignar sus minerales en condiciones inequitativas, etc. En otros casos, el minero nacional, para mejorar su equipo, ha de adquirir los medios modernos de explotación de las compañías imperialistas que tienen interés en absorberlo. Contrariamente, las empresas extranjeras disponen de todos los recursos conducentes a reducir los costos de explotación, por el empleo de instalaciones y maquinaria perfeccionada, por la división y especialización del trabajo, por la centralización y mayor capacidad en la dirección y en el control, por el empleo de medios propios conexos a la explotación como son oficinas de concentración, fundiciones, ferrocarriles, cable-carriles y magníficas carreteras, etc.

Hay además otro factor sumamente importante. Mientras nuestros mineros proceden por tanteos y empíricamente en la determinación de riquezas, que estando ocultas en el subsuelo son de difícil y compleja apreciación, las compañías imperialistas tienen equipos especializados de geólogos, petrólogos, metalografistas, ensayadores, topógrafos, etc., provistos de microscopios, teodolitos, reactivos químicos, sondas diamantíferas para la investigación, y hasta de los delicados y costosos aparatos para los modernísimos procedimientos de cateos geo-físicos, magnéticos, eléctricos, etc. Esta diferencia de técnica establece una desproporción inmensa, no sólo para la búsqueda y exploración de las sustancias metálicas, sino también en los casos de ventas de minas. La empresa extranjera compradora sabe lo que adquiere aún en sus posibilidades futuras; nuestros mineros generalmente no tienen elementos para apreciar el valor real de la mina que venden.

No exageramos al decir que la Cerro de Pasco Copper Corporation, por ejemplo, tiene “reports” de las riquezas mineras nacionales

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mucho más completos y precisos que los que existen en la Dirección de Minas y en el Cuerpo de

Ingenieros de Minas y Aguas. Realmente el Estado se encuentra ante las grandes compañías mineras en una situación parecida, salvadas las distancias, a la del pequeño minero nacional que vende su mina.

En un discurso Haya de la Torre comparó en imágenes gráficas, la economía extranjera a un tractor moderno, mientras que la economía nacional estaba representada por el primitivo arado de palo. Dijo también que ambas tenían una relación de ritmo económico como de diez a uno. Ante esta diferencia de ritmos la economía extranjera gravita con mayor intensidad en la vida de la nación. Nuestros gobiernos se inclinaron deferentes a ese lado, en vez de procurar compensar las diferencias y “establecer el desarrollo de una economía total y armónica dirigida por el propio Estado”.

Nuestra posición frente a este importante problema ha sido definida en muchas ocasiones. No es la actitud simplista de pretender cerrar las puertas al capital extranjero, ni es tampoco la de continuar entregados a él. Permítaseme leer un fragmento de la conferencia pronunciada por el Jefe el día 23 de agosto de 1931. Dice:

“Esto es, compañeros y conciudadanos, lo fundamental en el gran problema económico y político del país, el desequilibrio económico y la falta de un Estado representativo de los intereses propiamente nacionales: Estado que no excluya, sea dicho con toda claridad, la intervención de los intereses extranjeros en el país, porque esa intervención, por propugnar una técnica superior, significa progreso, impulso y aliento para el desarrollo de nuestra propia economía. Pero es fundamental también, que esa cooperación de las fuerzas económicas más desarrolladas esté en equilibrio, porque si llega a un cuerpo débil, a un cuerpo sin fuerzas propias, significaría lo que la transfusión de sangre con exceso en un cuerpo débil para soportarla: en vez de darle vida le daría muerte”.

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La economía deformadaNuestra economía no solamente está deformada por el predominio del capital imperialista sino, también, porque éste nos impone monocultivos o monoexplotaciones. El capital extranjero que viene a los países económicamente coloniales, se interesa solamente por la explotación de algunas industrias extractivas o de materias primas, las que tecnifica y desarrolla. Pero, al mismo tiempo, le conviene tener mercados para la colocación de sus productos manufacturados, razón por la que nos impide un industrialismo armónico, que podría establecerle alguna competencia o que le restaría mercado.

Como nuestra economía gira alrededor de la economía dependiente del extranjero, el fisco nacional ha vivido siempre subordinado a la explotación de uno o de pocos productos. En algunas épocas del guano y el azúcar, en otras del cobre y algodón o del petróleo; también el caucho lo fue durante algunos pocos años, aquellos de la fugaz ilusión del “oro negro”. A consecuencia de ello, sin poder estabilizar nuestra economía, hemos estado sujetos a las contingencias de crisis que no podíamos controlar.

Manuel Seoane, divulgando este aspecto de nuestra economía, decía que el Perú era como un niño que tuviera brazos poderosísimos, que podrían representar al petróleo y al algodón desarrollados por el imperialismo, pero con un corazón débil, miope y de piernas atrofiadas, que eran las otras industrias vitales. Decía, irónicamente, tener brazos fuertes es interesante, pero más aún conviene un organismo bien equilibrado o compensado. Para ello interesa, sin debilitar los brazos, procurar que metódicamente la gimnasia fortalezca las piernas, que el corazón se habitúe al ejercicio, y no olvidarse de buscar a un buen oculista, que, desde luego, no tendrá galones de comandante ni le faltarán dedos para estadista1.

Para remediar la deformación económica precisa un plan integral, por el cual el Estado procurará en lo que sea posible crear un industrialismo más armónico. Desde luego no industrialismo 1 El tirano Sánchez Cerro era comandante, y le faltaba un dedo de la mano derecha.

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artificial, sino aquel que nos estaría permitido. Para ello el aprismo tiene su plan que desarrollará en el gobierno, corresponde a la estrategia económica, y en el cual la minería como industria madre cumplirá, seguramente, un importante rol.

El Estado-Defensa y otras tesis de acción constructiva. Las tesis apristas que incompleta y rápidamente hemos revisado en esta charla, son propiamente de planteamiento de nuestra realidad. De ellas se desprenden postulados de política económica, que también son de tesis de acción constructiva. Desarrollaremos algunas de éstas, las indispensables para continuar desenvolviendo nuestro tema específico: la minería peruana y el aprismo.

La dinámica antiimperialista requiere de un órgano esencial: el Estado-Defensa o Estado antiimperialista. Concepción original opuesta al Estado-Yugo, aliado o encubridor del imperialismo. Para realizar sus funciones el nuevo Estado debe, en primer término, representar los auténticos intereses de la colectividad. Esto implica la integración en el Estado de las mayorías productoras nacionales, conformándolo por la alianza de clases explotadas por el imperialismo.

Para precisar el concepto leamos dos párrafos del manifiesto que el Jefe de nuestro Partido dirigió a la peruanidad en febrero de 1932:

“El Estado, de acuerdo con la tendencia económica del aprismo, tendería a conseguir y mantener el equilibrio de ambos sectores de la economía en el país, por un control científico basado en la previa investigación de las verdaderas necesidades nacionales y en el fortalecimiento de un sistema propio. Utilizaría para el desarrollo de nuestra economía interna todas las experiencias técnicas que aporta la economía extranjera. Aprovecharía la capacidad directora, organizadora y de colaboración de las clases medias, impulsándolas, ayudándolas, defendiéndolas y controlándolas en su desarrollo. Situadas las clases medias ante el dilema de perecer aplastadas por el avance, siempre creciente de la economía imperialista extranjera, o vivir bajo la defensa del Estado que las apoyaría e impulsaría, interviniéndolas, serían factores de progreso económico, sin la amenaza de convertirse

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en incontroladas fuerzas de explotación. El Estado que las salva, defiende a su vez a las otras clases, a las clases productoras, base de la riqueza, que necesitan de la escuela experimental, del trabajo organizado y técnicamente perfeccionado, para desarrollarse clasistamente, enriqueciendo su conciencia y elevando su nivel de cultura”.

“El Partido Aprista Peruano, representativo de los intereses de las tres clases mencionadas, que constituyen cuantitativa y cualitativamente las fuerzas vivas de la nación, las organiza, disciplina y educa orientándolas hacia el dominio del Estado, al que todas ellas quedarían definitivamente vinculadas económica y políticamente.”

El nuevo Estado así constituido será una democracia basada en el trabajo: Democracia Funcional. El socialista argentino Marianetti, en su libro “La Conquista del Poder”, dice: “La democracia de la clase obrera es la democracia de los hombres que carecen de propiedad; la democracia burguesa es la democracia de los propietarios”. Nuestra democracia funcional será más amplia, por estar impuesta por la alianza de clases explotadas. Basada en la producción realizará efectivamente y superará el concepto de la democracia política fundada en una teórica igualdad jurídica. El mismo Marianetti agrega: “Se descubrió que esta libertad que había sido aclamada en las barricadas de la Revolución, no significaba para las grandes masas de desposeídos, sino la libertad de morirse de hambre; que la igualdad no significaba más que la explotación; y que la fraternidad se convirtió en una competencia sin piedad para la mayor conquista de ganancias.”

Realizar esta nuestra concepción de la democracia funcional implica una previa clasificación de los productores nacionales, partiendo de la división fundamental en manuales e intelectuales. Para ello no bastará organizarlos horizontalmente atendiendo a sus actividades profesionales, sindicatos de obreros textiles, de obreros mineros, de médicos o de ingenieros en general, etc. Se requerirá una organización vertical, determinada por la producción, en la que se realizará también la integración de las clases aliadas. Por ejemplo, el mecánico que trabaja permanentemente en los pozos petroleros, no intervendrá en la vida del Estado como

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miembro del sindicato general de mecánicos, que casi nada tiene que ver con la extracción del petróleo, sino como integrante de la industria petrolera. El químico que trabaja en una hacienda cañavelera participará en la acción estatal —sujeto desde luego, a lógica y realista concatenación—, como miembro de la industria en que presta sus servicios.

El régimen funcional no es una superestructura seudo funcional, sobre una infraestructura sistematizada en forma distinta, como pretendiera la llamada Asamblea Constituyente que todavía sesiona en el Perú. Fórmula transaccional absurda, imaginada precipitadamente para oponerla al planteamiento teórico que hicieron los parlamentarios apristas en el año 1932. Nuestro parlamento funcional lleva como corolario obligado el regionalismo económico. Además, será el resultado de una organización estatal que ascendiendo de los sindicatos verticales, municipios y consejos regionales, culmine en el parlamento.

El Perú ganará con la desaparición del parlamentarismo político, arcaico carromato tirado por bueyes que no se adapta al ritmo acelerado de la época que debe reflejarse en los organismos de la nación. Por eso la crisis del parlamentarismo clásico no sólo se experimenta en el Perú, sino que tiene ostensible generalidad. En todos los países que hemos conocido, en este “turismo forzado” que es la deportación, constatamos idénticos síntomas. Por evidentefalta de conocimiento de la propia realidad se produce unexceso de legislación que, no teniendo respaldo económico, queda sin cumplimiento. Hay además otra doble causa: defecto en técnica, que entraba con sus procedimientos morosos o empíricos la maquinaria del Estado, e inconveniencia enel sistema, que conduce a una inadecuada representación e intervención de las fuerzas económicas de la colectividad.

El tipo del parlamento actual constituido con criterio cuantitativo o geográfico, une en su representación términos heterogéneos, y no permite la conveniente exteriorización de las diversas fuerzas vivas que concurren al sostenimiento de la nacionalidad. Un propietario o un gamonal —por ejemplo— representa no sólo a su clase y a los diversos matices de ella, sino también, siendo elegido por la colectividad inclasificada, debe representar los

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intereses de otras clases cuyos problemas no conoce o le son antagónicos.

Frente a este absurdo el aprismo plantea su fórmula concreta: Parlamento Funcional como consecuencia de un nuevo régimen integral.

Por lo demás, el régimen funcional determinará un Estado altamente tecnificado. Haya de la Torre dijo en su discurso-programa del 23 de agosto de 1931, lo siguiente:

“Queremos un Estado en el cual cada hombre participe sin abandonar su función vital de trabajador; queremos un Estado en el cual el técnico y el experto dirijan las actividades estatales, a fin de poder rumbar científicamente hacia un nuevo camino que resuelva nuestros grandesproblemas. Trataremos de organizar un Estado técnico; trataremos de acercarnos a la democracia funcional. Este es el principio fundamental del aprismo en cuanto a la organización del Estado”.

Constituido así el Estado-Defensa podrá realizar su función esencial de vigoroso órgano de relación entre el capital extranjero imperialista y la nacionalidad. Desde luego, en lo interno, está llamado a liquidar la feudalidad económica subsistente en el país. Inicialmente, por la planificación y dirección aprista de nuestra economía, controlará la producción, circulación y distribución de la riqueza.

La defensa de nuestra economía demanda todavía un término más avanzado. Es necesario crear formas de capitalismo de Estado, no sólo porque representan una primera etapa hacia el socialismo, sino porque ellas señalanel camino que, en Indoamérica, sigue líneas de menor resistencia para alcanzar la progresiva nacionalización de lasfuentes de producción. Por lo demás, no se trata de innovación peligrosa ni sin precedentes. Durante la guerra europea, prácticamente todos los Estados beligerantes adoptaron un intervencionismo estatal, que en cierto grado ha subsistido después. En muchos países, Alemania, Italia, y desde luego Rusia, existen minas, fábricas, etc., que son explotadas directamente por el Estado.

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El New Deal del actual gobierno de los Estados Unidos corresponde en forma bastante acusada a propósitoscolectivistas y a un marcado intervencionismo gubernamental. En nuestro mismo país, desde hace muchos años, la sal está “estancada” y hay un monopolio de cigarrillos y fósforos. En Chile vemos que la nacionalización de los ferrocarriles está dando apreciables resultados. En Colombiapudimos observar que la municipalización de los serviciosde energía eléctrica y tracción, era el único medio de impedir que estos servicios públicos pasaran de las manos de capitalistas colombianos a los de la “Electric Bond & Share”. Como dato sumamente interesante y revelador, les informaré que las municipalidades colombianas se asociaban espontáneamente entre sí, para realizar mejor esta acción defensiva.

En el caso de nuestra minería, que ya hemos estudiado anteriormente en todos sus detalles, el dilema es fatal: el minero nacional acepta la intervención efectiva y el control estatal que lo salva, o se resigna a la pauperización que inexorablemente le impondrá el fenómeno imperialista.

En lo económico nuestra trayectoria ha sido rápidamente esbozada. Hasta sociológicamente nuestro pueblo está preparado y es apto para la transformación que preconizamos. Tiene una herencia comunitaria que arranca desde el ancestro incaico. Quizá por ella se podría explicar, en aventurada hipótesis, el pertinaz empeño, la permanente aspiración de un gran sector de nuestros conciudadanos, que aspiran a vivir dependiendo del fisco. Podría resultar que lo que hasta ahora pareció tara volitiva, fuera realmente una innata y conveniente disposición al régimen colectivista.

Fuente:

muñiz, Pedro, Penetración imperialista, Ediciones Ercilla, 1935, pp. 5-11; 109-123.

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