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“El Día D murieron muchos más civiles franceses “El Día D murieron muchos más civiles franceses que soldados británicos y estadounidenses” que soldados británicos y estadounidenses” Beevor desembarca Beevor desembarca en Normandía en Normandía Babelia 928 NÚMERO 928. EL PAÍS, SÁBADO 5 DE SEPTIEMBRE DE 2009

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“El Día D murieron muchos más civiles franceses“El Día D murieron muchos más civiles francesesque soldados británicos y estadounidenses”que soldados británicos y estadounidenses”

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DE NOCHE suenan los teléfonos y escucho las voces quellaman desde el país donde nací.

Me anuncian la muerte de una persona que conocíen mi infancia o juventud e, inmediatamente, siento ladesaparición de un paisaje. La superficie que se desga-ja deja en la niebla un torso, los brazos, los pies quefueron dos caminos paralelos. El roble y la higuera sonojos borrados cuando las frases salen del teléfono yentran en mis oídos.

En mis visitas a Lesaka, compruebo que los terrenos sehan encogido. Las púas de los alambres que delimitabanlas praderas sujetan ahora unos retales blancos, y el vien-to bate esos jirones de las ropas de los ausentes.

Otras llamadas siguen despegando las calles del pue-blo, y aumenta el grupo de hombres y mujeres quepasean en mi memoria al despedirse de una patria dehuecos.

Pronto seré el viejo que llevará en un bolsillo toda laextensión de su tierra.

El bosque asfaltadoCUANDO CUMPLÍ veinte años, la placidez enterraba el aireque yo quería respirar. Puse en mi maleta un cuaderno deapuntes musicales, algunos libros, un traje y dos mudas,y subí al tren nocturno con destino a la capital.

Parábamos en estaciones de luces tan débiles comolas del régimen político que moría en el país, y a ellas seopusieron las chispas de los mecheros de tres jóvenessentados frente a mí. Cerrada la puerta del compartimen-to, liaron cigarrillos después de ablandar unas bolas aro-máticas que mezclaban con hebras de tabaco. Vi las sus-tancias en sus manos abiertas: el mismo gesto de loslabradores para confirmar la caída de la lluvia.

La llegada a Madrid fue una colisión. Las dimensionesde la urbe y las prisas de sus habitantes me paralizaron.Parece que aquí cada uno va a su incendio, pensé. Hastaentonces ignoraba la vida veloz, pero también descubrí elremanso de las identidades desteñidas, porque los intru-sos éramos la tribu mayor.

Durante dos noches dormí a la intemperie, en unbanco de madera, anestesiado por el frío invernal. Altercer día, me resucitó del pasmo un hombre envejecidoy con dejo gallego. Me ofreció refugio en su casa, a la quenos dirigimos calentados por un rápido hermanamiento.

Sin miedo de mis melenas y libros, sólo me pidió queno alterase su orden de republicano al acecho. Él perdiga-ba la carne en una cazuela, y juntos escuchábamos lasradios extranjeras y el tráfico de los roedores nacionales.Los ratones buscaban migas o tasajos; nosotros, restos dealivio en las emisoras portuguesas.

Nunca le pregunté el nombre, pero guardo la enseñan-za silenciosa. Me fui de su cobijo en cuanto la costumbrese instaló entre nuestras palabras. En la despedida, yocargaba con menos páginas y una certeza: me conveníarecorrer a solas mi camino de pequeño coleccionista deasombros. O

Los dos últimos libros del poeta Francisco Javier Irazoki (Lesaka,Navarra, 1954) son Los hombres intermitentes (poemas en prosa, 2006)y La nota rota (semblanzas de cincuenta músicos, 2009), ambospublicados por Hiperión. Los dos textos de este artículo pertenecenal libro que escribe actualmente, Los descalzos, una suerte de conti-nuación de Los hombres intermitentes. Irazoki reside en París.

EN PORTADA Guillermo Altares 4

Antony Beevor El autor de Stalingrado y Berlín publica su larga investigación sobre el desembarco de Norman-día. “Contar la historia desde abajo es la única forma de narrar las consecuencias de los acontecimientos sobre lagente corriente”, afirma Beevor en una entrevista en su casa de Londres. Su libro El Día D —que sale a la venta elpróximo jueves— está lleno de testimonios que surgen desde el dolor de la guerra para hacernos mucho más humanoel pasado. Portada: imagen del desembarco del 6 de junio de 1944. Foto: Archivos Nacionales de Canadá /Robert F. Sargent

IDA Y VUELTA Desolación de volver Antonio Muñoz Molina 7

EL LIBRO DE LA SEMANA Deseo de ser punk, de Belén Gopegui J. Ernesto Ayala-Dip 8

En busca de pronombres Amelia Castilla 9

Entrevista a Isabel Allende Rocío Ayuso 12

Cuatro cajas para conservar el fuego Xoán Abeleira 14

CRÓNICAS DE AMÉRICA LATINA Virtuality literario C@za de letras Guadalupe Nettel 15

SILLÓN DE OREJAS Por tres bragas, un libro Manuel Rodríguez Rivero 16

ARTE Lo antiguo, siempre de moda Estrella de Diego 17

Retrato enérgico de Maruja Mallo Xosé Manuel Lens 18

EXTRAVÍOS Prohibido Francisco Calvo Serraller 19

MÚSICA Entrevista a Leo Brouwer Elisa Silió 20

OIGO LO QUE VEO Noël Coward o la vida como obra de arte Luis Suñén 21

PURO TEATRO Me llamo Vera Waltser, como todo el mundo Marcos Ordóñez 22

OPINIÓN Cono Sur, mon amour (diario de viaje) Andrés Neuman 23

E Lecturas, música e imágenes Primeras páginas de El Día D, de Antony Beevor; La isla bajo el mar, de Isabel Allende;Deseo de ser punk, de Belén Gopegui; El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, y En la cocina, de Monica Ali. Fotogalería de laretrospectiva de Maruja Mallo en Vigo. Tema del compositor cubano Leo Brouwer.

Gente que caminaen mi mente

+ .com

Babelia928Francisco Javier Irazoki

El racimo de uvas (1944),de Maruja Mallo, que seexpondrá en Vigo, proce-dente de una colecciónparticular.

SUMARIO

2 EL PAÍS BABELIA 05.09.09

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El diseñador Juan Duyos, en su taller de la calle de Hortaleza de Madrid. Foto: Samuel Sánchez

A VECES LAS IDEAS se cruzan en nuestro camino y uno sólo tiene que atreverse aatraparlas. Paseando por la playa de Tarifa, el diseñador Juan Duyos (Madrid, 1968)recogió una caracola de la arena. Tras darle muchas vueltas a esa joya marina, decidióenviar la pieza al taconero. La colección de zapatos de ante, en tonos pastel, con lostacones de madera tallada en forma cónica, reposa ahora sobre su mesa de trabajo. Setrata del complemento de la colección que presenta en Nueva York, dentro de laSemana de la Moda, y que se exhibirá en la Biblioteca Municipal a mediados deseptiembre, y que posteriormente viajará hasta Madrid y Londres. También los tejidosde algodón de estampado hawaiano, con los que ha realizado la base del vestuario, se leaparecieron de pronto. En este caso, en una tienda vintage callejeando por Nueva York.Como siempre se ha movido con un ojo en el pasado y otro en el futuro, Duyos empezóa diseñar su colección primavera-verano 2010 fusionando la cultura tiki y las camisasaloha con gasas y organzas. El resultado final no está exento de la ironía fina que suelenevocar sus prendas. Apoyado en la mesa de trabajo donde “se cuece todo” su trabajo,centrado en una línea de moda, otra de camisetas y sudaderas, y una tercera de puro

diseño a base de licencias con ópticas, marcas de bolsos, trajes de novias o, incluso,luces para adornar las calles y un árbol de Navidad, Duyos aclara que la mayor parte delos creadores viven de ese tipo de contratos. “La moda no se acaba en una falda o unachaqueta. Personalmente la entiendo como un estilo de vida y creo que todo lo quehago lleva impreso mi ADN. Es una idea que en Tokio entienden muy bien: como aalguien le guste un diseñador, hasta las cortinas del baño llevan su firma”. Ahora quecumple su décimo aniversario como diseñador, Duyos recuerda con especial cariño susinicios con Manuel Piña. “La generación de los noventa ha heredado lo bueno y lo malode los creadores de los años ochenta, pero ahora, al menos, tenemos un poco más claroel tema comercial, un error que ellos pagaron caro”. Sin duda fue en esa década en laque se gestó el principio de la moda de España tras “cuarenta años de parón yendo amisa”. El reto ahora pasa por sobrevivir a una crisis que también ha alcanzado a lamoda: “Se ha acabado la alegría de antaño, pero creo que podremos sujetar nuestraempresa. Hasta el momento, notamos un bajón de un 30% en todo lo que hacemos”,concluye bajo la atenta mirada de Pandora, su bulldog francés. Amelia Castilla O

Entre organzas y algodones hawaianosEl diseñador Juan Duyos ultima su presentación en la Semana de la Moda de Nueva York

EL RINCÓN

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Beevor viajaal Día DEl gran historiador británico de la II Guerra Mundial investiga el desembarco deNormandía en 1944, la batalla más famosa del siglo XX. El autor ofrece novedades sobreel tremendo sufrimiento de los civiles y sobre la actitud de los aliados. Por Guillermo Altares

TAL VEZ NO SEA la batalla másimportante de la historia. Segu-ramente Salamina, Waterloo oStalingrado fueron más decisi-vas. Sin embargo, el 6 de juniode 1944, cuando la mayor flota

nunca vista llegó a las costas francesas parael desembarco de Normandía, se ha conver-tido en una fecha emblemática. Muchos re-cuerdan de memoria el nombre de las cincoplayas: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. ElDía D ha sido mitificado por películas comoEl día más largo o Salvar al soldado Ryan,por políticos e investigadores y por los milesde turistas que se acercan cada año a lascostas del norte de Francia. No obstante,Antony Beevor (1946), el historiador quecon Stalingrado y Berlín. La caída, 1945 con-virtió la II Guerra Mundial en best sellers, seha atrevido a volver a aquella batalla. Esmás, ha encontrado cosas nuevas que con-tar, datos inéditos.

Como ocurre con los títulos anteriores,su libro se lee sin pausa y está lleno detestimonios que surgen desde el dolor de laguerra para hacernos mucho más humanoel pasado. El éxito en el Reino Unido fuefulminante. La conversación tiene lugar ensu casa londinense de Fulham, acogedora,con mermeladas a medio preparar en lamesa de la cocina. Sólo hay una preguntasin respuesta: ¿cuál será su siguiente libro?Asegura que, por contrato, no puede hablarde su próximo trabajo sobre la II GuerraMundial. Pero confiesa que tiene tres librosplaneados y sí puede confesar de qué va eltercero: Napoleón.

PREGUNTA. Una de las novedades desu nuevo libro es la insistencia en el sufri-miento de los civiles durante aquella bata-lla. ¿Por qué no se había investigado has-ta ahora?

RESPUESTA. Tenemos que enfrentarnosa la terrible paradoja de que una democraciaen una guerra puede llegar a matar a mu-chos civiles, porque la presión de la prensa yel Parlamento en casa para reducir las bajaspuede forzar a los comandantes a utilizarmayor potencia en los bombardeos. Y eso eslo que sucedió en Francia. Churchill estabamuy preocupado por este tema porque de-cía que los franceses les iban a odiar y trata-ba de convencer a los responsables de losataques aéreos para que intentasen mante-ner bajo el número de víctimas, que llegarona ser 15.000 antes de la invasión. Y durantela batalla subieron más todavía. No sé cómovan a reaccionar los lectores estadouniden-ses ante el dato de que en el Día D murieronmuchos más civiles franceses que soldadosbritánicos y estadounidenses. Debo decirque a mí me chocó porque todos tenemosmitificado el Día D, pero cuando uno descu-bre las víctimas de la batalla de Normandíaes terrible. Eso no minusvalora la valentíade los soldados o la importancia de la bata-lla. Se montó un escándalo porque utilicé lapalabra crimen de guerra para describir el

bombardeo de Caen y hay que ser muy cui-dadoso con esta expresión, lo que dije esque estaba cerca del crimen de guerra. Perolo que es cierto es que el bombardeo noconsiguió nada y fue estúpido desde el pun-to de vista militar porque si quieres capturaruna ciudad rápidamente no deberías destro-zarla. Y sólo hubo bajas entre los civiles.

P. Cuando dice que una democraciapuede provocar bajas civiles ¿puede apli-carse a lo que ocurre en Afganistán?

R. En cierta medida, sí. Naturalmenteque los bombardeos, aéreos y de artillería,son mucho más precisos ahora pero es unacuestión de lo buena que es la informaciónde los servicios secretos para identificar losobjetivos. Cuando combates en una guerraasimétrica, la habilidad para identificar alenemigo es muy difícil, casi imposible, co-mo vimos en Vietnam. Volviendo a Norman-día, uno de los problemas es que los coman-dantes, Montgomery, Eisenhower y Bradley,estaban mal informados sobre la precisiónde los bombardeos. Cuando se produce elsegundo bombardeo de Caen, en la nochedel 17 de julio, tuvieron el mismo problemaque en Omaha, donde las defensas alema-nas quedaron intactas. Los aviones vinierondesde la retaguardia, tenían miedo a dejarcaer las bombas sobre las tropas y por unossegundos no alcanzaron a los alemanes sinoque cayeron sobre la ciudad de nuevo.

P. ¿No tenía miedo de publicar otrolibro sobre el desembarco de Normandía,no sólo por obras anteriores como la de

Max Hastings, sino porque es una batallade la que todo el mundo tiene una ima-gen idealizada?

R. No tenía miedo porque los grandeslibros sobre el tema salieron al principio delos años ochenta, sobre todo los de JohnKeagan y Max Hastings. Aunque son muybuenos, ha surgido mucho material inédito,sobre todo los relatos de los soldados, y losestadounidenses eran extraordinarios en es-to, ya que hay cientos de entrevistas realiza-das después del combate. Además, escribohistoria de una forma completamente dife-rente de Max, estoy más interesado en en-tender cómo era el combate desde la mira-da de los soldados que en describir la batalladesde un punto de vista estratégico. Otro demis objetivos era explicar por qué Norman-día es diferente de lo que la gente suele pen-sar. Después de escribir Berlín, estaba enWashington y el historiador militar oficial dela batalla, Martin Blumenson, me dio la pri-mera idea para el libro porque me sugirióque hiciese una comparación entre la luchaen el frente del Este y en Normandía. Me dicuenta de que era una forma importante demirar la batalla porque fue mucho más sal-vaje de lo que pensamos.

P. Siempre se ha pensado que la verda-dera lucha tuvo lugar en el Este. ¿Qué datosle llevaron a cambiar de opinión?

R. Hubo momentos en el frente del Esteen que la lucha fue muy intensa y la cifra demil muertos por división al mes era muchomás alta, pero uno siempre asume que los

muertos en el frente del Este eran tantosque el combate en el Oeste era muchísimomenos intenso. Pero no era así: Normandíafue muy salvaje. Y también está el asunto dela muerte de prisioneros y las bajas psicoló-gicas. El problema en Estados Unidos, y notiene nada que ver con los veteranos sinocon los escritores que crearon posterior-mente el mito de la mejor generación, esque se ha convertido en algo casi sagrado,la imagen de que cada hombre en OmahaBeach era un héroe. Pero es una sentimenta-lización. Cuando tienes a un soldado muyjoven, que se enfrenta por primera vez alcombate y se encuentra con explosionespor todos lados, es normal que esté deso-rientado. No tiene nada que ver con la co-bardía, que es cuando tienes a un oficialque huye y deja morir a sus soldados. Jamásdiría que un soldado que se derrumba enmitad de la batalla es un cobarde, es unareacción muy humana.

P. ¿Llegaron a ser muy frecuentes losasesinatos de prisioneros?

R. El problema con este tema es que notenemos datos precisos y nunca los tendre-mos. Pero me chocó mucho la forma enque, cuando lees entrevistas con soldadosestadounidenses, hablaban francamentede ello, incluso en las entrevistas que hizoStephen Ambrose, aunque luego no apare-cen en sus libros.

P. Pero sí en una secuencia de Herma-nos de sangre, la serie basada en su librosobre la 101º División Aerotransportada.

R. Muestran uno o dos casos, pero pudohaber muchos. Los SS mataron a más decien canadienses en los primeros momen-tos de la batalla y entonces se produjo uncírculo vicioso de venganzas. Pero es impo-sible tener datos, porque aparecerán siem-pre como muertos en acción. Sólo se puedehacer basándote en entrevistas y por refe-rencias en algunos informes oficiales, perono es posible hacerse una idea de la frecuen-cia con que ocurrían.

P. ¿Qué películas sobre el Día D legustan?

R. Cuando Newsweek me encargó unacrítica de Salvar al soldado Ryan, les chocómuchísimo que fuese negativa. Creo que losprimeros 20 minutos son una recreación es-pectacular de cómo es una batalla, pero elresto es una serie de lugares comunes deHollywood, tipo Doce del patíbulo. No mepareció serio. Lo interesante es lo que dijoSpielberg cuando se estrenó la película: quela II Guerra Mundial era el momento defini-tivo en la historia y que el Día D era el mo-mento definitivo de esa guerra, lo que esuna interpretación muy americana del con-flicto, por decirlo amablemente. No apare-cen rusos ni británicos. Spielberg forma par-te de la generación de Vietnam y por eso estan importante la batalla de Normandía, laliberación de Europa, porque era un mo-

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Antony Beevor presentará El Día D en el Hay Festival de Segovia el próximo día 26. Foto: Bernardo Pérez

Un soldado estadounidense fotografiado por Robert Capa en Saint-Sauveur-Le-Vicomte el 16 de junio de 1944. Foto: Robert Capa © 2001 By Cornell Capa / Magnum Photos

“Normandía fue muysalvaje. Murieron muchosmás civiles francesesque soldados británicosy estadounidenses”

“Jamás diría que unsoldado que se derrumbaen mitad de la batallaes un cobarde,es una reacción humana”

EN PORTADA / Entrevista

4 EL PAÍS BABELIA 05.09.09

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Beevor viajaal Día DEl gran historiador británico de la II Guerra Mundial investiga el desembarco deNormandía en 1944, la batalla más famosa del siglo XX. El autor ofrece novedades sobreel tremendo sufrimiento de los civiles y sobre la actitud de los aliados. Por Guillermo Altares

TAL VEZ NO SEA la batalla másimportante de la historia. Segu-ramente Salamina, Waterloo oStalingrado fueron más decisi-vas. Sin embargo, el 6 de juniode 1944, cuando la mayor flota

nunca vista llegó a las costas francesas parael desembarco de Normandía, se ha conver-tido en una fecha emblemática. Muchos re-cuerdan de memoria el nombre de las cincoplayas: Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. ElDía D ha sido mitificado por películas comoEl día más largo o Salvar al soldado Ryan,por políticos e investigadores y por los milesde turistas que se acercan cada año a lascostas del norte de Francia. No obstante,Antony Beevor (1946), el historiador quecon Stalingrado y Berlín. La caída, 1945 con-virtió la II Guerra Mundial en best sellers, seha atrevido a volver a aquella batalla. Esmás, ha encontrado cosas nuevas que con-tar, datos inéditos.

Como ocurre con los títulos anteriores,su libro se lee sin pausa y está lleno detestimonios que surgen desde el dolor de laguerra para hacernos mucho más humanoel pasado. El éxito en el Reino Unido fuefulminante. La conversación tiene lugar ensu casa londinense de Fulham, acogedora,con mermeladas a medio preparar en lamesa de la cocina. Sólo hay una preguntasin respuesta: ¿cuál será su siguiente libro?Asegura que, por contrato, no puede hablarde su próximo trabajo sobre la II GuerraMundial. Pero confiesa que tiene tres librosplaneados y sí puede confesar de qué va eltercero: Napoleón.

PREGUNTA. Una de las novedades desu nuevo libro es la insistencia en el sufri-miento de los civiles durante aquella bata-lla. ¿Por qué no se había investigado has-ta ahora?

RESPUESTA. Tenemos que enfrentarnosa la terrible paradoja de que una democraciaen una guerra puede llegar a matar a mu-chos civiles, porque la presión de la prensa yel Parlamento en casa para reducir las bajaspuede forzar a los comandantes a utilizarmayor potencia en los bombardeos. Y eso eslo que sucedió en Francia. Churchill estabamuy preocupado por este tema porque de-cía que los franceses les iban a odiar y trata-ba de convencer a los responsables de losataques aéreos para que intentasen mante-ner bajo el número de víctimas, que llegarona ser 15.000 antes de la invasión. Y durantela batalla subieron más todavía. No sé cómovan a reaccionar los lectores estadouniden-ses ante el dato de que en el Día D murieronmuchos más civiles franceses que soldadosbritánicos y estadounidenses. Debo decirque a mí me chocó porque todos tenemosmitificado el Día D, pero cuando uno descu-bre las víctimas de la batalla de Normandíaes terrible. Eso no minusvalora la valentíade los soldados o la importancia de la bata-lla. Se montó un escándalo porque utilicé lapalabra crimen de guerra para describir el

bombardeo de Caen y hay que ser muy cui-dadoso con esta expresión, lo que dije esque estaba cerca del crimen de guerra. Perolo que es cierto es que el bombardeo noconsiguió nada y fue estúpido desde el pun-to de vista militar porque si quieres capturaruna ciudad rápidamente no deberías destro-zarla. Y sólo hubo bajas entre los civiles.

P. Cuando dice que una democraciapuede provocar bajas civiles ¿puede apli-carse a lo que ocurre en Afganistán?

R. En cierta medida, sí. Naturalmenteque los bombardeos, aéreos y de artillería,son mucho más precisos ahora pero es unacuestión de lo buena que es la informaciónde los servicios secretos para identificar losobjetivos. Cuando combates en una guerraasimétrica, la habilidad para identificar alenemigo es muy difícil, casi imposible, co-mo vimos en Vietnam. Volviendo a Norman-día, uno de los problemas es que los coman-dantes, Montgomery, Eisenhower y Bradley,estaban mal informados sobre la precisiónde los bombardeos. Cuando se produce elsegundo bombardeo de Caen, en la nochedel 17 de julio, tuvieron el mismo problemaque en Omaha, donde las defensas alema-nas quedaron intactas. Los aviones vinierondesde la retaguardia, tenían miedo a dejarcaer las bombas sobre las tropas y por unossegundos no alcanzaron a los alemanes sinoque cayeron sobre la ciudad de nuevo.

P. ¿No tenía miedo de publicar otrolibro sobre el desembarco de Normandía,no sólo por obras anteriores como la de

Max Hastings, sino porque es una batallade la que todo el mundo tiene una ima-gen idealizada?

R. No tenía miedo porque los grandeslibros sobre el tema salieron al principio delos años ochenta, sobre todo los de JohnKeagan y Max Hastings. Aunque son muybuenos, ha surgido mucho material inédito,sobre todo los relatos de los soldados, y losestadounidenses eran extraordinarios en es-to, ya que hay cientos de entrevistas realiza-das después del combate. Además, escribohistoria de una forma completamente dife-rente de Max, estoy más interesado en en-tender cómo era el combate desde la mira-da de los soldados que en describir la batalladesde un punto de vista estratégico. Otro demis objetivos era explicar por qué Norman-día es diferente de lo que la gente suele pen-sar. Después de escribir Berlín, estaba enWashington y el historiador militar oficial dela batalla, Martin Blumenson, me dio la pri-mera idea para el libro porque me sugirióque hiciese una comparación entre la luchaen el frente del Este y en Normandía. Me dicuenta de que era una forma importante demirar la batalla porque fue mucho más sal-vaje de lo que pensamos.

P. Siempre se ha pensado que la verda-dera lucha tuvo lugar en el Este. ¿Qué datosle llevaron a cambiar de opinión?

R. Hubo momentos en el frente del Esteen que la lucha fue muy intensa y la cifra demil muertos por división al mes era muchomás alta, pero uno siempre asume que los

muertos en el frente del Este eran tantosque el combate en el Oeste era muchísimomenos intenso. Pero no era así: Normandíafue muy salvaje. Y también está el asunto dela muerte de prisioneros y las bajas psicoló-gicas. El problema en Estados Unidos, y notiene nada que ver con los veteranos sinocon los escritores que crearon posterior-mente el mito de la mejor generación, esque se ha convertido en algo casi sagrado,la imagen de que cada hombre en OmahaBeach era un héroe. Pero es una sentimenta-lización. Cuando tienes a un soldado muyjoven, que se enfrenta por primera vez alcombate y se encuentra con explosionespor todos lados, es normal que esté deso-rientado. No tiene nada que ver con la co-bardía, que es cuando tienes a un oficialque huye y deja morir a sus soldados. Jamásdiría que un soldado que se derrumba enmitad de la batalla es un cobarde, es unareacción muy humana.

P. ¿Llegaron a ser muy frecuentes losasesinatos de prisioneros?

R. El problema con este tema es que notenemos datos precisos y nunca los tendre-mos. Pero me chocó mucho la forma enque, cuando lees entrevistas con soldadosestadounidenses, hablaban francamentede ello, incluso en las entrevistas que hizoStephen Ambrose, aunque luego no apare-cen en sus libros.

P. Pero sí en una secuencia de Herma-nos de sangre, la serie basada en su librosobre la 101º División Aerotransportada.

R. Muestran uno o dos casos, pero pudohaber muchos. Los SS mataron a más decien canadienses en los primeros momen-tos de la batalla y entonces se produjo uncírculo vicioso de venganzas. Pero es impo-sible tener datos, porque aparecerán siem-pre como muertos en acción. Sólo se puedehacer basándote en entrevistas y por refe-rencias en algunos informes oficiales, perono es posible hacerse una idea de la frecuen-cia con que ocurrían.

P. ¿Qué películas sobre el Día D legustan?

R. Cuando Newsweek me encargó unacrítica de Salvar al soldado Ryan, les chocómuchísimo que fuese negativa. Creo que losprimeros 20 minutos son una recreación es-pectacular de cómo es una batalla, pero elresto es una serie de lugares comunes deHollywood, tipo Doce del patíbulo. No mepareció serio. Lo interesante es lo que dijoSpielberg cuando se estrenó la película: quela II Guerra Mundial era el momento defini-tivo en la historia y que el Día D era el mo-mento definitivo de esa guerra, lo que esuna interpretación muy americana del con-flicto, por decirlo amablemente. No apare-cen rusos ni británicos. Spielberg forma par-te de la generación de Vietnam y por eso estan importante la batalla de Normandía, laliberación de Europa, porque era un mo-

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Antony Beevor presentará El Día D en el Hay Festival de Segovia el próximo día 26. Foto: Bernardo Pérez

Un soldado estadounidense fotografiado por Robert Capa en Saint-Sauveur-Le-Vicomte el 16 de junio de 1944. Foto: Robert Capa © 2001 By Cornell Capa / Magnum Photos

“Normandía fue muysalvaje. Murieron muchosmás civiles francesesque soldados británicosy estadounidenses”

“Jamás diría que unsoldado que se derrumbaen mitad de la batallaes un cobarde,es una reacción humana”

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mento en que los estadounidenses eran losbuenos y los alemanes los malos.

P. ¿Usted cree que nuestra fascinaciónpor la II Guerra Mundial viene de ahí?

R. Hay sin duda un elemento de esto,aunque hay muchas más razones para expli-car por qué es tan importante en la concien-cia colectiva de las naciones, de nuestrapropia historia. La II Guerra Mundial estambién peligrosa porque se ha convertidoen una referencia para todos los conflictoscontemporáneos. Eso es peligroso porquelos políticos pueden hacer comparacionescomo la de Bush, que equiparó el 11-S conPearl Harbour. Y estaba buscando una gue-rra contra un país, cuando era un problemade seguridad contra Al Qaeda. Blair hizo co-sas similares. Una tentación para los políti-cos es considerar que la II Guerra Mundialfue una buena guerra, una guerra justa yespecialmente para los estadounidenses,que la utilizan mucho en los discursos imi-tando el tono de Churchill. Pero también esmuy peligroso porque produce paralelismosfalsos. Antes de la última guerra del Golfo,fui contactado por todos los diarios del Rei-no Unido, empezando por el FinancialTimes y acabando en The Sun, que me pidie-ron una comparación entre la batalla de Bag-dad y Stalingrado. Y dije una y otra vez queno iban a tener nada que ver. La guerra aho-ra no tiene nada que ver con aquel conflicto.Estos paralelismos son engañosos y peligro-sos. Cuando empecé a trabajar en Stalingra-do era el 50º aniversario del final de la IIGuerra Mundial, en 1995, y habían publica-do muchos libros y ninguno se vendió. To-do el mundo se quedó extrañado del éxitodel mío y lo discutí con otros historiadores ycon amigos. Una de las conclusiones a lasque llegué es que vivimos en una sociedadposmilitar y que la gente, al no tener expe-riencia en el servicio militar, no sabe cómofunciona esto. Luego hay una fascinaciónante la pregunta: ¿qué hubiese hecho de ha-ber estado allí? ¿Hubiese sobrevivido psico-lógica, física o moralmente? ¿Me hubiese ne-gado a matar prisioneros o civiles si me lohubiesen pedido? Hay un elemento perso-nal. Pero también había otro que surgió enun debate que se ha producido de nuevoeste año: ¿por qué hay tantas novelas británi-cas ambientadas en el pasado? ¿Por qué fun-ciona tan bien la historia? Robert McCrumbescribió un texto en The Observer en el quedecía que los libros ambientados en el pasa-do tienen tanto éxito porque el gran elemen-to del drama humano es la elección moral yahora vivimos en una época donde se plan-tean muchas menos elecciones morales.Entonces, los escritores deciden ambientarhistorias en el pasado donde las elecciones

morales son posibles. Y la II Guerra Mundialera puro drama humano, en el peor sentidodel término. No sólo por los millones demuertos, sino porque millones de vidas cam-biaron totalmente durante el conflicto.Cuando estaba trabajando en los ArchivosNacionales franceses, tardé mucho tiempoen lograr el permiso para leer los informesde la DST, la policía política. Había un párra-fo en el que se contaba la historia de lamujer de un granjero alemán que fue encon-trada en París, sin hablar nada de francés,que había conseguido colarse en un trenque devolvía a Francia a víctimas de cam-pos de concentración. Y la razón es que esta-ba completamente enamorada de un prisio-nero francés que trabajó en su granja y conel que tuvo una historia y no podía vivir sinél. Lo siguió hasta París. La cantidad de pre-guntas que quedan abiertas por este únicopárrafo es enorme: ¿qué ocurrió con su mari-do? ¿Cómo mantuvo esa historia de amorilegal bajo las leyes nazis? ¿Le encontró? ¿Es-taba casado? Este párrafo es toda una nove-la. Y te das cuenta de la importancia decontar la historia desde abajo, porque es laúnica forma de narrar las consecuencias delos acontecimientos sobre la gente corriente,ya sean soldados o civiles. Son las consecuen-cias de las decisiones de Hitler, Stalin o decomandantes como Patton o Montgomery.

P. Volviendo al Día D, uno se preguntaleyendo su libro si la invasión fue un éxitode los aliados o un fracaso de los alemanes.

R. Eso se puede decir de todas las bata-llas, quién ganó y quién perdió. Se ha forja-do una idea inexacta de que el Día D teníaque ser necesariamente una victoria y no esasí, los peligros eran enormes pese a que losaliados tuviesen una fuerza muy superior.Uno debe recordar que si no llegan a teneresa pequeña ventana en el tiempo que per-mitió desembarcar el 6 de junio, el desem-barco hubiese tenido que retrasarse durantesemanas. Y es increíble que los alemanes noutilizasen los submarinos, que la Armadaconsiguiese cruzar sin bajas. Una lecciónmuy importante es comprender que nada esinevitable, es una lección crucial para todohistoriador y tienes que transmitir eso a loslectores. Los planes del Día D fueron meticu-losos y todo estaba muy pensado, y aun asíse cometieron fallos en el lado aliado. Perolos grandes errores desde el punto de vistade los alemanes tuvieron que ver con elec-ciones, con saber si los aliados iban a desem-barcar en Normandía o el Pas de Calais o silas divisiones acorazadas debían lanzarsehacia las playas o esperar en la retaguardia,que era el gran debate en la cúpula del man-do alemán. Y también fueron desastrosaslas interferencias de Hitler en la batalla. Pe-ro, una vez que los aliados lograron estable-cerse en sus cabezas de playa, la suerte esta-

ba echada. Como reconoció Rommel, la ba-talla se iba a decidir en las primeras 24 ho-ras. De hecho, fue él quien inventó la expre-sión “el día más largo” y no Cornelius Ryan.

P. ¿Por qué se ha estudiado menos ladestrucción que la batalla de Normandíaprovocó?

R. Bueno, la mayoría de los historiadoresfranceses reconocen que la batalla de Nor-mandía salvó en realidad al resto de Fran-cia. La estrategia de rechazar cualquierretirada hizo que el Ejército alemán fuesedestruido en Normandía y que no lucha-se durante su retirada. Eso sí, para losnormandos fue un desastre.

P. ¿Cuánto tiempo pasó en los escena-rios de la batalla?

R. La primera vez que fui al Memorial deCaen pensé que iba a conseguir todo el ma-terial en unas dos semanas. Qué optimista.En realidad, me pasé meses en Caen, ibatodas las semanas desde Kent. Lo más im-portante está en el Memorial, porque nosólo es un gran museo, sino que tiene unarchivo extraordinario. Se ha concentradocasi todo allí, los soldados alemanes, britá-nicos, canadienses, estadounidenses hanenviado allí sus diarios, pero también losciviles franceses. Todos estos testimonioscontienen relatos de los bombardeos, delsufrimiento y me pasé semanas y semanasleyéndolos. Mirar el terreno a veces no esbueno porque los escenarios han cambiadotanto que pueden entrometerse en tu imagi-nación, pero en otras ocasiones no, comoocurre con Omaha Beach, donde se ve muyclaramente aquello a lo que se enfrentaban.

P. ¿El papel de la Resistencia en la bata-lla de Normandía fue más o menos impor-tante de lo que creemos?

R. Tuvieron una contribución importan-te en el corte de las comunicaciones alema-nas. El problema es que la importancia es-tratégica de las guerrillas es siempre difícilde cuantificar. Eisenhower, de una maneramuy diplomática, respondió cuando le pre-guntaron por el papel de la Resistencia:“Mejor de lo esperado, menos de lo anun-ciado”. Creo que fue injusto, porque el pro-pio Patton reconoció el enorme papel de laResistencia en Bretaña, por ejemplo, dondefue una resistencia armada, lo que permitiódesplazar a algunas de sus divisiones y em-plearlas para el ataque en el Sena. Inevita-blemente, Normandía no ofrecía las condi-ciones para una resistencia armada. Enparte porque los granjeros normandoseran anti Laval pero bastante pro Pétain.Eran muy conservadores en todos los senti-dos de la palabra, no sólo políticamente. Loque querían era salvar sus granjas y no pro-vocar reacciones de los alemanes. Sin em-bargo, fueron extremadamente generososcon los refugiados. En los pescadores sí quehubo mucha más resistencia, porque erantotalmente anti Vichy.

P. En cuanto a los comandantes alia-dos, la imagen de Montgomery en su librono es muy positiva.

R. Montgomery era una persona muy ex-traña, psicológicamente muy compleja. Suvanidad era extraordinaria, imposible deconcebir. He sido atacado por algunos admi-radores de Montgomery y he recibido cartasinsultantes, pero muchos otros me han di-cho que tengo toda la razón. En una de ellas,un lector me contaba que en el colegio fueMontgomery a dar una charla y que al cabode un rato se dio cuenta de que un niño sehabía dormido. Y empezó a gritar: “Profe-sor, profesor, se ha dormido un niño, tieneque ser castigado”. El niño se despertó porlos gritos y Montgomery dijo: “Entonces em-pezaré desde el principio”. Eisenhower tuvoel trabajo más difícil de todos, que era man-tener unidos a todos estos personajes:Patton, Bradley, Montgomery, que se detes-taban entre ellos. Por no hablar de los co-mandantes de la aviación. O

El Día D. La batalla de Normandía. Antony Bee-vor. Traducción de Teófilo de Lozoya y Juan Ra-basseda. Crítica. Barcelona, 2009. 704 páginas. 29euros. Se publica el próximo día 10.

El escritor participa en el Hay Festival de Segoviael 26 de septiembre.

www.antonybeevor.com.www.2gm-normandie.com/accueil.php.www.memorial-caen.fr/portail/index.php.

Viene de la página anterior

Ilustración de Fernando Vicente.

“La guerra ahora notiene nada que vercon aquel conflicto.Los paralelismos sonengañosos y peligrosos”

“Contar la historia desdeabajo es la única forma denarrar las consecuenciasde los acontecimientossobre la gente corriente”

EN PORTADA / Entrevista

6 EL PAÍS BABELIA 05.09.09

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DESDE UNA ESQUINA en la zona desombra en la que me he apoyadopara leer el periódico miro laplaza que he recordado e imagi-

nado tantas veces, la que está igual dearraigada en mi memoria infantil que enlos mundos de ficción que he ido inventan-do a lo largo de mi vida, hasta el punto deque a veces ni yo mismo sé distinguir en quémedida estoy invocando un recuerdo verda-dero o proyectando sobre el pasado un epi-sodio de novela. Vista con ojos objetivos, laplaza no tiene nada o casi nada de extraordi-nario, salvo la torre del reloj, que forma par-te de una muralla medieval. Es una plazaaustera, menos andaluza que castellana,con soportales en dos lados, con edificiospoco memorables que sin embargo, en con-junto, dan una modesta impresión de carác-ter, de lugar verdadero. En los soportalessolía haber carritos en los que se vendíanpipas, cacahuetes tostados, pequeños jugue-tes; también se vendían y se alquilaban te-beos. Había una farmacia, una tienda delanas, un almacén de tejidos, la sede de unbanco en el que trabajaba de cajero el padrede un amigo mío. Íbamos a verlo y estabadetrás de su ventanilla con barrotes dora-dos, y a mí me impresionaba lo blancas queeran sus manos, por contraste con las de mipadre, y la velocidad asombrosa a la quecontaba los billetes.

En la zona central de la plaza se levantasobre una base de figuras alegóricas talla-das en piedra la estatua en bronce del gene-ral Saro, picoteada de agujeros de disparos.En los primeros años veinte el general Sarodirigió no sé qué campaña victoriosa en laguerra de Marruecos; en el verano de 1936un pelotón anarquista lo fusiló en efigie,dado que ya estaba muerto. Durante años,con motivo de alguna de las muchas refor-mas que la plaza ha padecido, la estatuadesapareció, porque algún analfabeto concargo municipal —en la política española elanalfabetismo es un mérito casi tan valora-do como la desvergüenza— debió de pen-sar que siendo de un militar tenía que serde un militar franquista. Me cuentan que sepensó sustituirla por una escultura másacorde con los nuevos tiempos de regla-mentaria cultura andaluza, un monumentoal penitente. El general Saro sobrevivió, dra-

mático y sereno, con sus agujeros negrosde disparos en la cabeza y en el pecho y sumirada hacia el sur, pero a su alrededor laplaza que desde hace mucho ya no lleva sunombre fue sometida a una de esas moder-nizaciones que gustan tanto a las autorida-des locales: de los jardines, de los bancos,de las acacias y los aligustres sobre cuyascopas sobresalía la cabeza del general noquedó ni rastro, si bien en su lugar se pusie-ron unos coquetos maceteros de hierro for-jado con la “U” de Úbeda artísticamenteinscrita en cada uno de ellos, y se coronótodo con la boca enorme de un aparca-miento subterráneo y con la torre del ascen-sor correspondiente.

La primera vez que vi lo que habíanhecho con esa plaza que era el corazón demi ciudad se me puso en la garganta unnudo de congoja. Ahora vuelvo y la miro yla costumbre no mitiga el escándalo. Conla lógica peculiar de la renovación urbana,se ha considerado que en una ciudad don-de hay varios meses de calores saharianossu plaza central no necesita árboles, salvoun par de naranjos escuálidos que difícil-mente pueden prosperar en los inviernosmesetarios. A mediodía, desde mi esquinaa la sombra, alzando los ojos del periódico,veo a la gente que se atreve a cruzar laplaza arriesgándose a un síncope, buscan-do a toda prisa el alivio de los soportales.Aparte de sus ventajas estéticas, el aparca-miento tiene la virtud práctica de atraermás tráfico hacia el centro de la ciudad,atascando las calles estrechas que llevan aél, algunas de las cuales están además le-vantadas gracias a la misma catástrofe de

obras en gran medida innecesarias que azo-ta al país entero. Algunos de los coches quehacen cola para entrar en el aparcamientollevan las ventanillas abiertas y emiten avolumen sísmico una música de discotecaal parecer muy del agrado de los policíasmunicipales que pastorean el tráfico.

En las noches calurosas, con los balco-nes abiertos, la música de los coches, losrugidos de las motos y la algarabía alcohóli-ca del botellón animan las plazuelas y loscallejones de mi barrio de San Lorenzo, quede otro modo estarían sumidas en un anti-cuado silencio. Iglesias y palacios se vanhundiendo literalmente en el abandonomientras se tiran ríos de dinero cambiandosin ninguna necesidad antiguos pavimentosenlosados o empedrados por groseros baldo-sones de terrazo. Vuelvo a la hermosa plazade Santa María y no puedo cruzar su limpiaperspectiva porque está entera convertidaen una zanja. Un amigo que vive en la ciu-dad me cuenta que los trabajadores, comono disponen de instalaciones con aseos,usan como urinario la fachada de la iglesiadel Salvador.

En el curso de una generación se hadestruido para siempre lo que tardó siglosen hacerse. Lo que se está robando a quie-nes vengan detrás no es una memoria sen-timental y un paisaje urbano que fue úni-co, sino también una forma de disfrute dela vida y de prosperidad. Donde hubo pers-pectivas de huertas y de casas blancas quellamaban desde los caminos lejanos ahorahay bloques horrendos que se amontonanlos unos sobre los otros para mayor benefi-cio de los constructores. Viajando por Eu-ropa uno descubre con envidia cómo en

pueblos pequeños y en ciudades provin-ciales el cuidado en la preservación de lomás valioso del legado del tiempo es per-fectamente compatible con el progresotecnológico y tiene la ventaja práctica dehacer la vida más gustosa y crear una dura-dera riqueza: en España se empieza porarrasarlo todo. Cuanto más se alimenta-ban los orgullos locales y las lealtades ver-náculas a lo largo de los últimos treintaaños más impunemente se han destruidolos paisajes. El orgullo local separado de laconciencia cívica es paletería, igual que elpatriotismo sin ciudadanía es fanatismo.Se inventan pasados y se alimentan nostal-gias rústicas al mismo tiempo que se impo-ne la ignorancia y se borran las huellas delpasado verdadero, el que habría sido tanfértil para mejorar el porvenir.

Hace treinta años, en una de tantasidas y venidas, volví a mi ciudad para vo-tar por primera vez en mi vida en unaselecciones municipales. Pensábamos quela democracia iba a traer a las ciudades unaire limpio de ilustración y racionalidad,espacios públicos rescatados del abando-no y la roña franquista de los especulado-res. Me paseo por Úbeda, entre zanjas ymugre, entre el deterioro de lo abandona-do y la ostentación palurda de lo que nohabía necesidad de cambiar, me adhiero auna pared para que no me atropelle uncoche con la música a todo volumen enuna calle estrecha. Ya sé que en todas par-tes sucede lo mismo, que el gobierno delas ciudades españolas es un grosero catá-logo de venalidad e incompetencia: perosólo en ésta el escándalo político se meconvierte en íntima desolación. O

Desolación de volverPor Antonio Muñoz Molina

Iglesia de El Salvador, en Úbeda (Jaén). Foto: Santi Burgos

En el curso deuna generaciónse ha destruido parasiempre lo que tardósiglos en hacerse

IDA Y VUELTA

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Deseo de ser punkBelén GopeguiAnagrama. Barcelona, 2009187 páginas. 15 euros

Por J. Ernesto Ayala-Dip

HACE UNOS AÑOS se publicó un libro delescritor inglés Nick Hornby titulado 31canciones. En él defendía sin ambages lamúsica pop. Nos decía, entre otras co-sas, que extasiarse con Sebastian Bachno impide hacerlo con Van Morrison oSantana. Hornby citaba Smoke, una bellí-sima canción del grupo Ben Folds Five.Y recuerdo que afirmaba que esa can-ción era la mejor que había escuchadonunca sobre la muerte de una relaciónsentimental. Canciones inolvidables lashay también en la película Once. Cancio-nes de rock lidiando con la vida y unabanda musical que eriza la piel. BelénGopegui vuelve a la narrativa con unanovela generacional, Deseo de ser punk.Y lo hace apelando a esa magnitud evoca-tiva que suelen tener las mejores letras ymelodías de rock. En esta nueva novela,Gopegui hace que el rock no sea unamúsica de fondo. O una anécdota. O unrelleno de ambientación. Aquí el rock esun lugar. Un territorio esencial. Una for-tificación desde donde atacar más quedefenderse. Resulta encomiable la opera-ción de sostén estructural que ha logra-do Belén Gopegui con el rock en su rela-to. Una operación similar a la que logróhacer con el dinero en La conquista delaire. O con el deseo en Tocarnos la cara.O con la corrupción en Lo raro. El rocken Deseo de ser punk es un eje. Martina,la adolescente de 16 años que está escri-biendo una carta a un chico de su curso(la novela que leemos), define la rela-ción con sus padres y con el mundo engeneral en función de una canción. Larelación con los adultos (beligerante oamical) es siempre mediante un títulomítico o un disco imborrable. Y con esecaudal de música iracunda, Martinaquiere atentar en un acto final contra elconformismo de la sociedad que la ro-dea.

Hablé antes de Deseo de ser punk co-mo de una novela de generación. Lasverdaderas novelas generacionales sonlas intergeneracionales. Las que estu-dian la colisión entre dos mundos anta-gónicos por edad y hábitos vivenciales.Una novela generacional a secas, que lashay, es un ejercicio literario autocompla-ciente y egoísta. Martina no ataca a suspadres. Ni los desprecia por su aburgue-samiento. Convive y confraterniza desdela discrepancia y la lucidez de su ingenui-

dad con sus dolores particulares. Asumesus penas, aunque no las comparta. Dis-crepa de las melodías de rock que marca-ron su juventud, pero respeta y hastaadmira que sus vidas tengan alguna me-lodía para aferrarlos a los recuerdos, losbuenos y los malos. Su inteligencia es sugenerosidad emocional. Hay un persona-je en la novela que ya está muerto cuan-do ésta comienza. Es Lucas, el padre dela mejor amiga de Martina. Es posibleque Lucas haya sido el padre que siem-pre deseó tener Martina, en la medidaen que los hijos a veces elegimos a nues-tros verdaderos padres. Lucas es la metá-fora del milagro del entendimiento gene-racional a partir de una canción de rock.“Hay una parte donde nunca nos abra-zan”, recuerda Martina que un día ledijo Lucas. No es un fragmento de can-ción inolvidable, pero merecería serlo.

Puede que el lector crea que Martinaesté buscando un lugar exacto en el mun-

do sólo para ser feliz. Pero las cuestionesque sublevan a Martina, desde las recien-tes barricadas de jóvenes en Atenas has-ta la prosperidad de plástico a que laconduce la sociedad de consumo, sonalgo más complejas. En Después de lateoría, el teórico inglés Terry Eagletonreflexiona sobre la felicidad: “La felici-dad se refiere a vivir y actuar bien, nosólo a sentirse bien”. Ello es el núcleo dela felicidad aristotélica. Me parece quepara Martina la felicidad es ser justa. Sudeseo de ser punk no está en la línea devenir al mundo sólo para pasárselo“guay”, sino más bien en una tesiturapolítica. Por eso nos dice Eagleton: “Co-mo todos nuestros deseos son sociales,tienen que situarse en un contexto másamplio, que es la política. La políticaradical es la reeducación de nuestros de-seos”. En cierta manera, los deseos deMartina son románticos. Su incomodi-dad con el mundo es romántica. Y eseromanticismo es el que canaliza su irahacia el bien, afila su percepción de lasarbitrariedades y hace que sus posibleserrores, los suyos, sean la materia de supureza desmitificadora. La belleza de De-seo de ser punk estriba en su cálculo,como exigía Italo Calvino de las buenasnovelas, cálculo y buena definición. Elarte de cuadrar la impotencia de losaños jóvenes con los deseos más impres-cindibles. O

El hombre que amaba a los perrosLeonardo PaduraTusquets. Barcelona, 2009575 páginas. 22 euros

Por Javier Goñi

EN AGOSTO DE 1940, Trotski en su casa-forta-leza de Coyoacán, en México DF, ultimabaun libro sobre Stalin, que dejó inacabado;incluso la introducción: “La primera cuali-dad de Stalin era una actitud despectivahacia las ideas. La idea había…”, y ahí sequedó, pues como es sabido el 20 de agostoun tal Frank Jacson o Jacques Mornard, enrealidad el comunista español Ramón Mer-

cader del Río, le asesinó clavándole en lacabeza un piolet (Padura) o un zapapico(según Julián Gorkin, autor del muy céle-bre, por razones que ahora no hacen al ca-so, Cómo asesinó Stalin a Trotsky). Me de-tengo en Gorkin: en la contracubierta deuna edición barata de 1965, se escribe:“…la obra es una verdadera novela de ac-ción, cuya base real hace más dramáticaesta historia”. Esta historia, el asesinato deTrotski, es lo que cuenta Leonardo Padura,autor de una estimable serie policiaca, en laque radiografía moralmente —quédensecon el adverbio— Cuba. El hombre queamaba a los perros es, sí, el relato pormeno-rizado del asesinato de Trotski, contadocon gran nervio narrativo —es en sí misma

una apasionante novela de lealtades, u obe-diencias: no es lo mismo, y traiciones, ytambién, claro, una película: la hizo Loseyen 1972—; es también una pormenorizadareconstrucción de los últimos años de lavida errante de Trotski, presintiendo queStalin le alcanzaría; y es, por último, la histo-ria de un joven cubano, Iván, para quien lavida es un callejón sin salida y que conoceen 1977, en una playa, a un hombre queamaba a los perros, que pasea dos viejosgalgos rusos, dos borzois, esos animalesque tanto amó —también— Trotski, comoama —también— el cubano a los perros engeneral. Ese misterioso español, enfermo yabandonado, le confía su secreto; el lectorya lo adivina enseguida, Iván tarda más: esRamón Mercader, quien falleció en Cubaen 1978. Los perros, pues, con una insisten-cia que a mí no me acaba de convencer,unirán las tres historias y con las tres Padu-ra ha escrito una ambiciosa novela, que se

lee con mucho interés, aunque tal vez sehubiera beneficiado con una mayor capa-cidad de síntesis. La parte del Trotski hu-yendo es muy prolija, como si Padura nohubiera acertado al manejar la mucha do-cumentación; la parte de Mercader no selibra tampoco de un exceso de datos, aun-que es la que mejor fluye; y, por fin, la partecubana, con la que Padura está comprome-tido moralmente, es por sí misma una nove-la: es acertado ese “efecto mariposa” de lautopía socialista y cómo aquella barbarieestalinista acaba, tantos años después, tan-tos sueños rotos después, tanta sangre de-rramada después, perjudicando las vidasanónimas como las de Iván o Ana, su mu-jer, también ella amaba a los perros. El úni-co pero, pues, aunque estructural, que ca-bría hacer es éste, que nos da seiscientaspáginas, donde caben tres novelas, y el to-tal se resiente algo. En cambio, la ambiciónse le reconoce. O

SABEMOS QUE Martina ha leído El guardián en el centeno. La novela de Belén Gopeguitiene bastante del calado conmovedor que Salinger volcó en su novela capital. Perono tiene su empeño satírico. No lo necesitaba. Si Holden Caulfield tiene 17 años, laheroína de Gopegui tiene un año menos. Los dos relatos están escritos en primerapersona. Y los dos reproducen el lenguaje exacto de su adolescencia. Además Marti-na, como Holden, tiene a alguien a quien llorar en silencio. Holden a su hermanomenor Allie y Martina a Lucas, el padre de su amiga Verónica. En cierta manera Allie yLucas encarnan ese duelo del corazón que a un adolescente iracundo lo puedepostrar en la desorientación o salvarlo del naufragio. No sé si el lector recuerda que elasesino de John Lennon confesó que la lectura de la novela de Salinger inspiró suabsurdo crimen. No sé si Martina conoce este trágico detalle. Pero intuimos que ellanunca disparará al rockero. J. E. A.-D. O

El grito de Trotski

Jóvenes punkis en el Madrid de los años ochenta. Foto: María Arribas

No disparen sobre el rockero

Territorio rockBelén Gopegui construye una fortificación desde donde atacar más que defenderse.La belleza de su nuevo libro, Deseo de ser punk, que se publica la semana próxima, estribaen su cálculo, como exigía Calvino de las buenas novelas, cálculo y buena definición

EL LIBRO DE LA SEMANA

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Por Amelia Castilla

EN ALGUNAS ALDEAS todavía dicenagora por ahora; o procuro de ve-nir, se les dije o andé. El españolvulgar lo mantienen vivo las perso-

nas mayores. Muchos de esos rasgos dialec-tales, propios de las diferentes zonas ruralesde España, pueden desaparecer con el pasodel tiempo y, en especial, por el efecto conta-minante del habla que ejercen la televisióno la radio. “Los medios proponen la univer-salidad de la lengua”, asegura Inés Fernán-dez Ordóñez, catedrática de Lengua Españo-la en el departamento de Filología Españolade la Universidad Autónoma de Madrid ydirectora del Corpus Oral y Sonoro del Espa-ñol Rural (COSER), un proyecto en el quelleva embarcada desde 1990 y cuya finalidades documentar el uso del léxico para suestudio pero, en ningún caso, para reflejar-lo en la gramática. Fernández Ordóñez dis-pone de más de 900 horas de grabaciónrealizadas en 700 enclaves de diferentes zo-nas, hasta ahora en el centro y norte penin-sular. Más de treinta pueblos se encuen-tran colgados en la red con archi historiaoral que da pie también a la vo sonoro ytexto (www.uam.es/coser). Los testimo-nios —a disposición del que quieraescucharlos— documentan una antropo-logía social y a aspectos etnográficos.

“Más que una lengua monolítica, el espa-ñol es una lengua estandarizada y con mu-chas complejidades, pero la mejor manerade documentar la variación lingüística es através de una grabación”. Fernández Or-dóñez (Madrid, 1961) y cuatro de los miem-bros de su equipo, estudiantes de diferentescarreras, se encuentran en la provincia deAlbacete en una de esas excursiones, finan-ciadas por la Universidad Autónoma de Ma-drid y dedicadas a la captura de rasgos dia-lectales que hayan penetrado en el habla.Con ellos han viajado desde Madrid otros25 alumnos que se han repartido en los dis-tintos coches por la provincia. Cada grupobusca a los informantes al azar. Se miransobre todo aldeas pequeñas y se recurre aun cuestionario que abarca temas como lamatanza del cerdo, las fiestas populares, lospartos en casa o las celebraciones de despe-

dida de los mozos que partían para la mili.El equipo, que acompaña a Fernández

Ordóñez en esta tarde de sábado, da cuentade los postres, en un bar de carretera, conun atlas encima de la mesa en el que trazanla ruta hasta Zulema, una aldea albaceteñade unos cincuenta vecinos. Se les nota prác-tica. No resulta complicado llegar hasta Vir-ginia, una octogenaria de pelo corto, senta-da en el porche de su casa, con una de esasbatas veraniegas que se ponen en La Man-cha encima de la ropa. Apenas unas frasespara justificar el proyecto y el equipo ya estásentado en el salón-comedor de la viviendacon la grabadora digital en marcha: “¿Y có-mo preparan aquí la morcilla?”, preguntacon naturalidad la futura académica. En es-te caso, la informante da un uso perfecto alos pronombres átonos y se ajusta al mode-lo de la zona donde no existe el todavía, sólousan el aún, y en la conversación ha salidoel uso del adverbio agora en vez de ahora.

La penetración sociolingüística nunca esuniforme. La catedrática sitúa la base delespañol moderno en Castilla oriental, en zo-nas como Soria o Guadalajara y no en Valla-dolid como creen muchos. De entre los ras-gos subestándares que se introducen en elhabla, unos se mantienen y otros se extin-guen por la influencia de las personas cul-tas. Como en otras cuestiones de la vida, elprestigio y el rango social también condicio-nan el uso de la lengua. “Las clases conmayor poder adquisitivo fijan el universo

lingüístico. Ellas controlan los modelos aluso; las de alto nivel utilizan el español másacadémico, mientras que las clases mediasencajan entre los que recurren cotidiana-mente a diminutivos, acabados en ico o enino, pero borran usos como caersen”.

Fernández Ordóñez comenzó a buscarpronombres tras leer un artículo de la profe-sora norteamericana Flora Klein sobre eluso del español en el que se consideraba el

laísmo y el leísmo como una desviación.Aquello picó su curiosidad hasta el extremode que decidió empezar con las grabacionesbuscando la respuesta en su origen. “Perse-guíamos el límite lingüístico y empezamospor delimitar el área donde se daba. Busca-mos en Cantabria, Asturias, Castilla y PaísVasco y, en medio de toda esa complejidadde sistemas dialectales, comprobamos que

donde aparecían los pronombres existía elmovimiento de matices”. Se dicen cosas co-mo “la madera está seco” o “la lana lo lavasbien”. Otro de los fenómenos identificadosen los encuestados de la zona de Castilla laVieja es la sustitución del imperfecto delsubjuntivo por el condicional: “Si tendríadinero me compro un coche”. Los mayoressiguen usando términos como dijon, puson,vinon o se les dije y se les di. Cada zonaposee su sesgo geográfico, aunque hay ras-gos muy extendidos como el uso del infiniti-vo con oraciones subordinadas —procurode venir—, así como el famoso dequeísmo—le dije de que viniera—. Con todo, Fernán-dez Ordóñez cree que se debe ser tolerantecon todas las formas de hablar. “No se debeimponer un estándar. En muchos casos,más que de fallos se puede hablar de cosasmal comprendidas incluso en la propia gra-mática, puesto que se basan en la lenguaescrita y no en la oral. Muchas de estas cues-tiones sólo afloran si partes de la versióngenuina que es el lenguaje rural”.

De las grabaciones se desprende tam-bién que, además de las constantes poráreas geográficas, se dan las propias de ca-da individuo y que la sensibilidad lingüísti-ca depende de la movilidad. “A más contac-tos mayor movilidad en el uso y la adopciónde rasgos externos y de uniformidad”. Lasmujeres son más sensibles a los cambioslingüísticos que los hombres y, de entre lashipótesis posibles, una de las respuestas esque suelen ser las encargadas de transmitirvalores, pero también que ellas se encuen-tran menos focalizadas en una actividadconcreta, lo que les permite tener mayorescontactos y relaciones. Al margen de otrashipótesis biológicas, algunas feministas loconsideran como el intento de conseguirmayor poder, para compensar otras desi-gualdades. Claro que esto sólo sucede en lassociedades occidentales.

Fernández Ordóñez ocupará en la RealAcademia la silla P, vacante tras el falleci-miento del poeta Ángel González. Su trayec-toria de saber filológico se mueve entre elhabla rural y el medievalismo, en el quedestaca como una especialista en la figurade Alfonso X el Sabio. Todavía anda dándo-le vueltas al discurso de ingreso, pero barajala posibilidad de montar una historia didac-tológica sobre la historia de la lengua, do-cumentando la formación del español. Latendencia más importante defiende que elespañol es el castellano, pero, a su juicio, setrata de una idea no totalmente cierta, basa-da en el deseo de Menéndez Pidal de con-vertir Castilla en España. Su tesis sostieneque el español es una suma de influencias yuna lengua de convergencia y confluencia.Lo cuenta mientras el equipo se retira haciael hostal de carretera donde se alojan. O

A INÉS FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ las fotos no le hacen justicia. En directo cuestaimaginarla como una catedrática o como académica de la Española, dado suaspecto juvenil y la humildad con que expone sus conocimientos. Habla bajito,con sentido del humor y sabe ganarse a “los informantes” que acaban contandoobra y milagros de su vida ante la grabadora. Resume los avances en el conoci-miento de ciertos fenómenos gramaticales sujetos a la variación dialectal, como elmapa de la morcilla. El trozo de tripa de cerdo relleno de sangre cocida ycondimentado con especias y arroz o cebolla sirve en este caso para decantar laprocedencia del informante. Se trata, dice, de uno de los aspectos que más varía yno precisamente por los condimentos, que también, sino por la manera deelaborarla. “Oyéndoles hablar sabes si proceden de Aragón, León o Castilla. Así,en Albacete la sangre se prepara bien removida antes de cocerla, en Salamanca(Alaraz) se menea o se mueve bien movida para que no se cuaje, mientras que enHuércanos (La Rioja) después de chumarrar el cerdo, se bate la sangre”. A. C. O

El mapa de la morcilla

En busca de pronombresLas mujeres son más sensibles a los cambios lingüísticos y en las aldeas semantiene vivo el castellano vulgar. Son datos recogidos del Corpus Oraly Sonoro del Español Rural que dirige la académica Inés Fernández Ordóñez

Imagen de la España rural en los años ochenta. Foto: Avelino Estévez

Cada zona posee susesgo geográfico, pero losmayores usan términoscomo dijon, pusono se les dije y se les di

LIBROS / Reportaje

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Armonía de las esferasJoscelyn Godwin (editor)Atalanta. Girona, 2009619 páginas. 49,50 euros

Dioses y mitos de la IndiaAlain DaniélouFotos de Raymond Burniery Jacques CloarecPrólogo de Chantal MaillardTraducción de Antonio RodríguezAtalanta. Girona, 2009544 páginas. 39,50 euros

Por Isidoro Reguera

ENSAYO. ES CURIOSO que los autores que pre-tenden ofrecer serenamente otro modelode racionalidad futura que el moderno, acu-diendo a las fuentes históricas del pensar,hayan de recurrir a la ciencia más avanza-da, a las últimas teorías sobre el átomo o larelatividad, para encontrar un parangóncon la sabiduría oscura y perdida de otrostiempos. Lo demás no está a su altura, diría-mos, y una cosa y otra son tan profundascomo oscuras. Por hablar de autores intro-ducidos en España por Atalanta, esto suce-día con los dáimones de Harpur, con elpsiquismo astral de Tarnas y sucede ahoracon el alma del mundo platónica o con laviejísima sabiduría hindú.

Resulta, por desgracia, como apunta Da-niélou, que, por modernidad, se rechazaconocer las fuentes del saber humano, y lainjustificable ignorancia que ello producehace que ese saber profundo parezca supe-rado, sin conocerlo. No se sabe muy bienpor qué, porque tampoco “se nos exige quevolvamos a las creencias de la Antigüedado a las supersticiones de la Edad Media,sino que entremos en empatía con las men-tes más elevadas de cada época y tratemosde reformular sus intuiciones de maneraacorde con nuestro tiempo”, escribe God-win. Es decir, se trata de “expandir la men-te más allá de la cosmovisión común enque está atrapada la mayor parte de la mo-dernidad, en una época en que claramentese agota un ciclo de mundo y otro nuevoestá todavía por nacer”. De ampliar las pers-pectivas de los esfuerzos por descubrir elenigma del universo, el lugar del ser vivo enél y los medios para realizar su destino: lascuestiones humanas de siempre. Eso bus-

can expresamente estos dos libros desdedos tradiciones milenarias: una comienzacon Platón, la otra muchísimo antes.

Godwin presenta una edición españolade su compilación de los textos históricosmás preclaros sobre el tema de la armonía,o música, de las esferas. Todos ellos pue-den entenderse como un comentario al pa-saje del Timeo en que Platón describe có-mo el Demiurgo forjó el Alma del Mundodividiendo la substancia primordial en in-tervalos armónicos. La armonía musicalrefleja esa armonía cósmica, hay algo musi-cal en el cosmos y algo cósmico en la músi-ca: este motivo se convirtió en un back-ground científico y místico que recorrenuestra cultura desde antiguo. (Piénsese,por ejemplo, en la “lira cósmica” de SanAtanasio y en la de Kepler). En el fondo lascosas no han cambiado mucho, y, en talcaso, para peor: igualmente oscuras peromás feas. “Donde en un tiempo se abríanlas puertas de los cielos se encuentran aho-ra los agujeros negros, dispuestos a tragar-lo todo en el olvido. Donde antaño losángeles de los planetas conducían sus ca-rros astrales, ahora unas fuerzas sin senti-do impulsan estrellas y planetas hacia susino inexorable. Y el canto o la palabracreadora de Dios se reduce a un big bangmitológico que ni siquiera los científicoscomprenden”.

A Daniélou, tras 25 años de vida y estu-dio en la sociedad hindú tradicional, a suregreso a Occidente, en 1960, le sorprendela “increíble ignorancia” del mundo cristia-no del significado de los ritos y mitos, o elcarácter primitivo e infantil de sus concep-tos filosóficos y teológicos. Y “sólo en lasciencias más avanzadas, las matemáticas,la cibernética, la biología, la ciencia del áto-mo”, encuentra nociones que se parecen alas que manejaba en la India. La India hasabido preservar un saber milenario, unabúsqueda cosmológica, religiosa, mística yfilosófica que en algún momento fundacio-nal constituyó la experiencia común degran parte de la humanidad, incluida Ate-nas, y que en cuanto tal búsqueda siguesiendo la misma hoy. Es el saber del hindui-smo, la “religión eterna”, lejana a cualquierdogmatismo y exclusividad. Este libro, unclásico, es como una enciclopedia de esareserva de conocimiento originario. Una“iconografía del panteón hindú” lo llamó elmismo autor. O

El nacimiento del periodismopolítico. La libertad de imprenta enlas Cortes de Cádiz (1810-1814)José Álvarez Junco y Gregorio de la FuenteAsociación de la Prensa de MadridMadrid. 2009. 422 páginas. 41,50 euros

ENSAYO. EN MÁS DE CUATROCIENTAS pági-nas de apretadísima letra, 170 de ellasde notas, Álvarez Junco y De la Fuentereconstruyen los avatares de la libertadde imprenta y de la primera prensa polí-tica en torno a la Constitución de Cádizde 1812. La minuciosidad del análisis, laexhaustiva búsqueda de fuentes y la do-sis de estudio del pensamiento políticoen el periodo, más las notas biográficassobre los principales personajes, hacende este libro una pieza de todo puntonecesaria para un conocimiento con de-talle de la historia de nuestro primer libe-ralismo y de la propia prensa en España.Dada la acumulación de datos, de todopunto imprescindible pero que gravitasobre el lector, sería útil que los autores,por uno u otro cauce, redujesen la obraa una exposición más didáctica que depaso permitiría apreciar mejor las con-clusiones del análisis. Los aspectos másdiscutibles de la obra se encuentran enlas referencias al periodo anterior a1810. La cita de José Antonio Maravalldesvía la atención de lo que el propiohistoriador, y otros siguiendo su estela,debidamente silenciados, mostraronacerca de la importancia de ese pensa-miento reformador preliberal, cuyo finpor otra parte no sólo se debe al temorante la Revolución Francesa. Hay recono-cimientos difíciles de asumir; de ahí talvez el relato superficial sobre el significa-do del estallido de pensamiento defen-sor de la libertad política, coincidentecon los meses de optimismo de la guerrade Independencia, y en especial con lapublicación del Semanario Patriótico.Llegó 1810 y se hizo la luz. Antonio Elorza

Salir del Callejón del GatoManuel MontobbioIcaria. Barcelona, 2008228 páginas. 16 euros

ENSAYO. SALIR DEL CALLEJÓN DEL GATO es unambicioso ensayo, muy documentado ycon pretensión exhaustiva, sobre la go-bernanza mundial. Escrito por el mismoautor de Metamorfosis de Pulgarcito (unrelato sobre el proceso de paz en El Sal-vador), el diplomático Manuel Montob-bio, acarrea tesis, se define. La tesis: el

mundo global nacido del 9-11 (muro deBerlín) y del 11-9 (Torres Gemelas) hacambiado los paradigmas, políticas e ins-trumentos de la sociedad internacional.Ha cristalizado miradas/discursos asimé-tricos entre Oriente y Occidente, coarta-das para la confrontación, percepcionesque responden más que a la realidad aldeseo, el sesgo o el prejuicio. Y ha pues-to de relieve la necesidad de una gober-

nanza internacional para una sociedadcada vez más internacional. Que debeejercerse según algunos principios: derespeto al otro y de tolerancia; de inter-culturalidad, fusión y mestizaje; pero so-bre la matriz de principios propios de latradición liberal, que no es monopoliode Occidente. Y alumbrando e incenti-vando niveles de gestión política múlti-ples, como múltiples son las culturas ylas identidades: el mundial, el supraesta-tal, el estatal, el regional, la red civil yciudadana. En el camino hacia esas con-clusiones, Montobbio ilumina con fuer-za algunos fenómenos de calado. Así, la“generalización planetaria del Estado co-mo modelo de organización política”,aunque atraviese un rol declinante. O lavisión del islam, que es “para el occiden-tal la única civilización que ha venidohistóricamente a su encuentro, a su con-quista, con la que ha tenido que lucharpor el territorio y la supervivencia”. O ladescripción de los “valores asiáticos” co-munitaristas. O la apuesta por las identi-dades no identitarias, en la estela deAmin Maalouf, reivindicando una “ciu-dadanía cosmopolita”: “Nosotros somostodos, y no nosotros frente a o contra losotros; los otros son también nosotros, ynosotros somos los otros: somos todos”.Amén. Xavier Vidal-Folch

Una breve historia de la sombraCharles WrightTraducción y prólogode Jeannette L. ClariondDVD. Barcelona, 2009190 páginas. 12 euros

POESÍA. LA ESCRITURA DE CHARLES Wright(Pickwick Dam, Tennessee, 1935) aseme-ja una suma de estratos donde el mundovisible se abre a un mundo más grande einvisible, pero su aguda capacidad des-criptiva hace que su poesía sea fruto deuna declarada energía material y física.Su profundidad viene de eso que Keatsllamó “a creación o el hacerse del alma”,“cuerpo y alma” juntos “en búsqueda dela Verdad, / el centro del corazón de laRealidad”. Sus poemas son una cadenade momentos precisos, pero el hilo quelos une nace de la discontinuidad de lodisperso: “Nuestros días son como hilossueltos, / el paño es ancho y profundo”.Wright sabe acomodar al ritmo instau-rando una música distintiva, donde nom-bres y verbos son como polillas y salta-montes en nuestro campo de visión: “Lapalabra que aún desconozco, breve, car-gada de infinito, / silente y sin culpa es-parcida en el pasto reseco”. Como pila-res de las nubes, la palabra “contiene eluniverso. / Lo visible lleva en sus hom-bros lo invisible”. El poema es un viajede descubrimiento, todas las cosas sonlas mismas y diferentes, “un mismo fue-go aquí y allá, ceniza y el destino final dela ceniza”. Las imágenes mantienennuestros ojos abiertos. Para CharlesWright la trascendencia reside en la irre-ductible realidad del mundo, en la mor-talidad de la existencia, pues “el tiempoes breve”. Una poesía memorable y elo-cuente que nos guía “inexplicablementea la gracia”. Jeannette L. Clariond nosofrece una luminosa versión de un libroesencial, que incluye además un apén-dice impagable con las cartas entreWright y Charles Simic, otro grande de lapoesía norteamericana, en las que ha-blan y polemizan, con sutil inteligencia,sobre el valor de la imagen y la metáfora.Antonio Ortega

Sabiduría antiguay ciencia nueva

Ganapati. Khajuraho, siglo X, imagen del libro Dioses y mitos de la India, de Alain Daniélou.

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En la cocinaMonica AliTraducción de Eugenia VázquezDuomo ediciones. Barcelona, 2009561 páginas. 19,50 euros

Por José Luis de Juan

NARRATIVA. PRECEDIDA POR la fama de sucomedia étnica Siete mares, trece ríos,y la sutil orquestación de tipos y eco-nomía de lenguaje de Azul Alentejo,su segunda novela, tan diferente a laanterior que parecía escrita por dife-rente mano, llega ahora En la cocina,donde Monica Ali (Dhaka, Bangla-desh, 1967) intenta un nuevo registrocon la ambición de retratar la socie-dad londinense desde el vientre deuna cocina. Gabe Lightfoot, 42 años,chef del hotel Imperial, se enfrenta auna crisis existencial. Tiene a su car-go un irritante lumpen multirracial ydebe tratar con jefes sin escrúpulos.Se ha asociado con un cínico dipu-tado laborista y un empresario aburri-do para abrir su propio restaurante. Yentonces un friegaplatos muere en unsucio rincón de sus dominios. Estehecho, junto con el cáncer terminalde su padre, le golpean y despiertan.Tal vez por eso refugia en su casa aLena, inmigrante que pasó por su co-cina tras huir de la mafia de la prosti-tución. A partir de ahí, la caída de

Gabe se vuelve inminente y conmue-ve al lector.

Monica Ali quería hacer una novelade ideas trufada de personajes vivos,una metáfora del Londres contempo-ráneo; quería mostrar la pérdida deidentidad británica y el empuje sordode las masas foráneas que sobrevivenen el sótano. Lo ha conseguido a me-dias. Su modelo podría ser Casa deso-lada, del gran Dickens, donde unamansión se convierte en el espejo deun mundo imperial que empieza adesmoronarse. El problema es que laescritora partió de una idea o varias—cocinadas a fuego lento o rápido,según los casos—, dejando en segun-do plano la verdadera sustancia nove-lesca, el pulso negro de la vida, tandickensiano. Los diálogos la traicio-nan y algunos personajes (el pastele-ro Albert, la jamaicana Oona, el pérfi-do maître Gleeson, la novia cantanteCharlie) rezuman estereotipos. So-bran páginas y tramas secundarias.La tensión inicial se va diluyendo y elprotagonista pierde consistencia amedida que gana heroísmo de mane-ra un tanto forzada. En contraparti-da, la novela tiene buena prosa, bri-llantes escenas de cocina (tema quepodría haber hecho más “visible”, endetrimento del tema borroso del pa-dre), páginas divertidas, y deja intac-to el prometedor futuro de Ali para lacomedia. O

Cocina inglesa

La princesa de ClèvesMadame de La FayetteTraducción de Emma CalatayudNórdica Libros. Madrid, 2009224 páginas. 16,50 euros

NARRATIVA. LA INTENSIDAD es uno de losingredientes fundamentales del amor pa-sional. Pero puede llegar a ser tambiénsu peor enemigo. La princesa de Clèvesencarna la historia de un amor corres-pondido y sin embargo irrealizable, pre-cisamente porque el concepto de amorque se impone la protagonista es dema-siado alto. Publicada en 1678 por Marie-Madeleine Pioche de la Vergne, condesade La Fayette (París, 1634-1693), la autorapresenta el amor como un sentimiento pe-ligroso cuando se vive con radicalidad ysin máscaras ni intrigas bajo el telón defondo de la corte francesa, en la que elamor, omnipresente, aúna lealtades e inte-reses, la pasión del duque de Nemourspor la esposa del príncipe de Clèves estácondenada al fracaso. En vez de sucumbira ese sentimiento tan parisiense y elegirla vía clandestina, la señora de Clèvesseguirá la senda más escarpada: negarseal amor para preservar su honestidad.Mientras la Corte se entrega al juego amo-roso y lo utiliza como fuente de poder, elpersonaje de la princesa de Clèves, descon-fiada, pero no indiferente, como ya señalóAlbert Camus, resulta extraño. La historiade esta pequeña joya de la literatura queedita ahora Nordica, considerada como laprimera novela psicológica y moderna,arranca con cierta simplicidad, pero sevuelve intrincada conforme avanza. Aleja-da de los rituales amorosos contemporá-neos, el desenlace sugiere que para salirindemnes de las pasiones, conviene sermenos exigentes y más ingeniosos.Inmaculada de la Fuente

¿Qué pequeño ciclomotorde manillar cromadoen el fondo del patio?Georges PerecTraducción de Marisol Arbuésy Hermes SalcedaAlpha Decay. Barcelona, 200986 páginas. 13 euros

NARRATIVA. EN ESTA BREVE NOVELA GeorgesPerec regresa a su mejor época, si bienacentuando su tendencia al sarcasmo y ala vez procurando que la acritud de fon-do nunca se trasforme en amargura, ynunca se transforma porque Perec tieneel propósito de poner en ridículo todaforma de solemnidad, y especialmente lasolemnidad militar, y de huir, por mediode un lenguaje chirriante, punzante ydescodificador, de toda posible tenta-ción trascendente. La novela quiere ser,y de alguna manera lo es, un “modo deempleo”, o mejor: un manual sobre cómolibrarse de la guerra y cómo evadirse delas oleadas de muerte que toda guerra ge-nera. La acción transcurre en París duran-te los días que antecedieron a la guerra de

Argelia, pero su atmósfera recuerda laépoca que precedió a la Primera GuerraMundial, como si Perec le hubiese queri-do dar a su historia un cierto aire retro, amedio camino entre el dadaísmo y el exis-tencialismo más delirante. El narrador esun auténtico “cómico de la lengua” al quele encantaría contarnos una historia tandiscontinua como demencial pero, comoél mismo clama en la página 32: “¡Ah! ¡Lite-ratura! ¡A qué torturas, a qué tormentosnos condena tu sacrosanto amor por lacontinuidad…!”. Mas no se alarme al lec-tor amante de los sobresaltos, pues aquí lacontinuidad es sólo parcial y la novela seconvierte en una danza de palabras pro-yectándose hacia un punto final que noresuelve nada y que a la vez no deja nadaen su sitio. Jesús Ferrero

El relámpago inmóvilPedro García MontalvoDestino. Barcelona, 2009357 páginas. 19,50 euros

NARRATIVA. ESTA NOVELA ARRANCA con unextraño duelo pues dos se baten y uno deellos ni siquiera se sabe contendiente. EsMadrid y dos familias de notables, la delsenador Mateo Salazar y la del empresa-rio Cecilio Toval, han sufrido desgracias.El primero se duele del desgarro terribleque supone la pérdida de sus dos nietas,

el segundo de una investigación financie-ra que ha arrasado no sólo negocios sinosalud, familia y relaciones. Mientras Sala-zar trata de redimir la pena con sereni-dad, Toval clama venganza, y en su me-moria odiada está el propio Salazar,pues él fue quien ordenó investigar losnegocios del empresario. Sí, en El relám-pago inmóvil, de Pedro García Montalvo(Murcia, 1951), habita el infortunio, y eneste drama de inicio nada desdeñable la

venganza es la protagonista. Sin embar-go, el proceso que se sigue para su esce-nificación resulta muy discreto, pues elimpulso vengador que debiera alimentarel texto no se afianza y hay entradas ysalidas de personajes que resultan ocio-sas para la trama y que alejan del odio

que se persigue, motor imprescindibleen el argumento. Es un contratiempoque en El relámpago inmóvil haya vocesdiscordantes y embrollos difíciles de sos-tener, pues amortiguan tanto cualquierpretexto de destrucción como la intensi-dad del dolor de los padres de las niñas.Los mejores momentos de esta novelatienen que ver con algunos de los silen-cios a los que se ven abocados Salazar yToval, esos que se producen en la sole-dad de una fiesta, durante un paseo o enel falso descanso de un atardecer, y querecrean tanto una memoria dolida y depesadumbre donde se masculla el dolorpero también el intento de seguir adelan-te (Salazar), como la venganza codiciosade un verdugo (Toval) cuyo auténticodrama tal vez se deba al hecho de que suvíctima no llegue a reconocerle comotal. María José Obiol

Los veinticuatro díasKalman BarsyPre-Textos. Valencia, 2009264 páginas. 17 euros

NARRATIVA. LA TRAYECTORIA VITAL del escri-tor Kalman Barsy es bastante similar a ladel protagonista y narrador Lászlo Bene-dek, de su novela Los veinticuatro días.Ambos nacen en Budapest, ambos emi-gran con sus familias a Argentina en1949, y ambos se establecen en PuertoRico durante varios años. Es evidenteque la voz narradora del protagonista essuya y nada tiene que ver con la de Kal-

man Barsy. Pero conviene recordarlo alos lectores de este libro porque no siem-pre el uso de una primera persona despe-ja las dudas sobre su probable carga auto-biográfica. Cuando el lector lea la solapade este libro creerá estar frente a un textoconfesional, dada la coincidencia entre lavida del autor y la del protagonista. Barsydivide su libro en veinticuatro capítulos,que son los días transcurridos entre supartida de Buenos Aires y su llegada a lacapital de Hungría, entre viajes en avióny ferrocarriles ya en territorio europeo.Lászlo Benedek está dos veces separado.Su segunda mujer lo acusa de maltrato ylo expulsa de su casa. Entre los múltiplesrecuerdos familiares, lleva consigo unamascarilla de su padre cuando era joven.Su propósito es enterrarla en el pueblonatal de su padre. El relato, día por día,consigna reflexiones introspectivas, cultu-rales, recuerdos familiares. No son bala-díes sus experiencias amorosas. No lo sonpara el narrador, aunque al lector puedanparecerles desustanciadas a fuerza de sertan frondosas (y también fantasiosas) ycon tan pocos fundamentos espirituales,que sexuales sí lo son. Me parece que elautor quiso imitar cierto registro centro-europeo muy al estilo de Milan Kundera,sin contar que el sensualismo del checo loes sobre todo de la inteligencia en coli-sión iluminadora con el cuerpo y la histo-ria. Y no me quiero poner demasiado polí-ticamente correcto ni tiquismiquis, perodescribir a una crítica literaria, por unavez que salen, como “extraordinariamen-te fea y posmoderna”, me suena a un malgusto de los que desbrevan cualquier lec-tura. Y para terminar, no entiendo que aeste libro se le haya otorgado el PremioNovela corta José María Pereda. Si miidea de novela corta no es demasiadoequivocada, ésta no lo es nunca. No haysu exigencia formal, es decir, ni su concen-tración de caracteres humanos, ni su apre-tada dirección argumental. J. E. Ayala-Dip

Monica Ali retrata el Londres multirracial de la actualidad. Foto: Leila Méndez

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Por Rocío Ayuso

ELLA DICE QUE no, pero a Isabel Allen-de le sigue doliendo su último li-bro. Aunque sea un poco. Ese pocoque justifica la tisana caliente con

la que calma sus entrañas en lo que a sim-ple vista es una agradable mañana de vera-no en Sausalito, California (Estados Uni-dos). La razón de su dolor tiene título: Laisla bajo el mar, su última obra. “Me enfer-mé del estómago. Fue brutal. Estuve malcasi dos años y no me sabían decir de qué.Hasta que terminé de escribir el libro, yahora estoy sana como un peral”, afirmaesta chilena menuda de 66 años. Es autorade 19 libros y ha vendido más de 51 millo-nes de ejemplares en 27 idiomas (ademásde esas otras ediciones piratas que sabe queexisten aunque no tiene ni una copia). Peroescribir todavía duele. “La isla bajo el mares sin duda el libro más doloroso que heescrito nunca. Paula fue doloroso, pero enotro sentido. También fue una terapia, unaredención”, afirma de la obra que dedicó asu hija muerta. “Pero aquí no hay reden-ción. La esclavitud no tiene redención. Ysigue sin tenerla porque en la actualidadhay millones de mujeres que siguen siendoesclavas”. La isla bajo el mar es Guinea, esese lugar con el que los esclavos soñabancuando les sacaban hasta la sangre en lascolonias, ese paraíso donde al menos susespíritus encontraban la paz tras la brutali-dad con la que se veían acortadas sus vidas.También es la evocación que hace soporta-ble la vida de Zarité, la protagonista de laúltima novela de Allende, una joven esclavadel Congo que nos hará ver el Saint Domin-gue de 1770 a 1793, antes de ser Haití oRepública Dominicana, y el Nueva Orleansde principios del siglo XIX. “Lo que allí pasóen esos años fue para enfermar al más sa-no”, agrega con otro sorbo de manzanillaantes de hacerse ella misma la preguntasobre qué se le había perdido en ese mo-mento de la historia, en esos parajes, paradedicarle dos años de su vida. Nada o todo.Así son las novelas de Isabel Allende. Semi-llas que están en ella y que un día, no sabe

cómo, florecen. “No me acuerdo si fue dur-miendo o recién despertada, pero un díatuve un sueño muy poderoso donde vi aZarité. Así, como está descrita en el libro,alta, segura. Y ya no la tuve que inventar”,recuerda de ese momento de inspiracióndel que nació un personaje que en su opi-nión no tiene nada que ver con ella.

Rascando más hondo es fácil dar con elmomento en el que la semilla de La islabajo el mar fue plantada en el seno de laescritora chilena. Data de la investigación

que hizo para El Zorro (2005). Fue entoncescuando descubrió la existencia de esa Nue-va Orleans de principios del XIX donde exis-tía una clase media negra, libre y educada,fruto de la llegada de los más de 10.000exilados que salieron huyendo de la revolu-ción de Haití, “un colectivo que incluía a lasfamilias blancas, sus concubinas de color ylos hijos de sangre mezclada”. El tema, ob-viamente, se quedó con ella. “Te hace enten-der todo el odio y el resentimiento racialque existe en este país”, afirma de ese Esta-

dos Unidos al que mudó su residencia en1988 y donde tiene su hogar. Y en cuanto aque Isabel Allende, sobrina del asesinadopresidente de Chile Salvador Allende, naci-da en Lima en 1942, que se exilió en 1975 aVenezuela, periodista, feminista y una delas escritoras más populares en español delas últimas décadas, no se parece a Zarité,habría mucho que hablar. Menciona la pala-bra libertad y sus ojos se iluminan. “Tienesrazón. Me parezco a ella en esa búsquedade la libertad que siempre me ha motivado.Mi obsesión desde pequeña con ser inde-pendiente, que nadie me mandara, que na-die me pagara la cuenta en el restaurante,que nadie me pregunte dónde he estado”,deja salir de su estómago liberando lo quequeda del libro en su interior.

Isabel Allende encontró la libertad en suslibros. Primero en esos que leyó de chica,cuentos de hadas, clásicos rusos o, por siem-pre, las obras completas de Shakespeare.“Las leí incluso cuando no podía entender-las, cuando para mí no eran más que histo-rias de amor”, se deleita. Henri Troyat y suMientras la tierra exista le hizo pensar quequería escribir. Pero fue bastantes años mástarde y cuando no sabía muy bien qué hacercon su vida cuando encontró su propia voz.“La literatura me dio esa voz que se va pro-fundizando o afianzando con cada libro.Puedo decir con certeza que mi vida cambiócon La casa de los espíritus. Sin su éxitocompletamente milagroso nunca sería escri-tora. Antes me sentía muy frustrada, atrapa-da en un destino mediocre. Pero La casa delos espíritus me dio la oportunidad de escri-bir y con cada libro encuentro un universonuevo, un sitio donde me siento cómoda”,afirma cual declaración de independenciade ese momento en el que se separó parasiempre de la sociedad “católica, conserva-dora, patriarcal y cerrada” en la que se crió.

La isla bajo el mar también acerca a laescritora una vez más a ese mundo espiri-tual que tanto le interesa. O le intriga. Aquíes el vudú, las loas. En La casa de los espíri-tus fue esa carta que se puso a escribir a suabuelo moribundo la que instigó el cambio.En Paula, su hija, fallecida en 1992 víctimade un ataque de porfiria. “En mis libros hay

una presencia de la muerte muy fuerte por-que soy de la opinión de que el mundo esmás de lo que vemos. Se muere mi hija y nopuedo creer que se muera todo. No hablode religión ni de fantasmas pero, como dicemi madre, la inteligencia es ser capaz de verlas cosas detrás del espejo”, intenta explicarde ese otro hilo de conexión que enlaza suobra. Libertad, espiritualidad y maternidad.Ésa es la tercera constante que se repite conAllende y a mucha honra porque, como laescritora no se cansa de repetir, sus logrosno son sus libros sino el amor que compar-te con los suyos. “Para mí la maternidad esmuy importante. Soy madre, abuela, sue-gra, hija y matriarca”, asegura en esa ofici-na que comparte con su segundo marido,el abogado y ahora también escritor Wi-lliam Gordon, rodeada de las diferentes edi-ciones de sus libros así como de las fotogra-fías de todos aquellos que significan algo ensu vida.

Se trata de una oficina excesivamenteordenada, como quien dice para las visitas,aunque Allende recibe más bien pocas. Has-ta la llegada del verano la escritora se encie-rra en esa caseta junto a la piscina que reser-va para escribir en su casa de San Rafael(Estados Unidos). Una hibernación literaria

que empieza como un reloj cada 8 de ene-ro. “El 7 saco todo lo que tiene que ver conel libro anterior para que no me contaminey me encierro con el nuevo”, dice de unasjornadas en ocasiones de hasta 12 horasdesde que su perra Olivia la despierta tem-prano (“a las 6.30 ya estamos en pie”) hastaque su esposo la llama para cenar y disfru-tar juntos del atardecer y un vaso de vino. Aveces ni eso. “Si Willie tiene algún progra-ma, me dan las 12. Uno ya no tiene vida”,suspira. Es un proceso metódico y dondesólo conviven con la escritora su ordena-dor, el diccionario de sinónimos, el de in-glés-castellano para evitar los anglicismospropios de alguien que lleva tanto tiempoen Estados Unidos y el silencio. Con mayús-culas. Un extraño silencio que no acepta elsonido de una radio ni una nota de música,pero es inmune al ruido que puedan hacersus nietos en la piscina. Ése hasta le gustapara escribir. También invita a su retiro alresultado de toda la investigación que haido recopilando sobre su futuro libro, unproceso de dos años que en esta ocasiónincluyó la obra de Alejo Carpentier y la deMadison Smartt Bell, Toussaint-Louverture:A Biography. Siempre prefiere buscar susreferencias históricas en otras novelas más

que en libros de texto o buscadores de In-ternet. “Una información más orgánica”,dice. Y lo suyo sigue siendo las anotacionesy los subrayados. Nada de complicarse lavida con tecnologías más modernas. La do-

mina la misma razón que la frena a la horade escribir en inglés. “La ficción ocurre enel vientre y si lo proceso demasiado se mepone duro”, afirma, como si no supiéra-mos todavía que Allende escribe desde susentrañas.

Eso no evita las críticas. Los que la desca-lifican por ser demasiado popular. O esosotros que ni la llaman escritora y prefieren

el término de “escribidora”. La autora nopierde el tiempo con esas críticas, segurade que no pueden acabar con su marcadosentido de la independencia. “Por eso hesido tan feliz en California. Porque a nadiele importa un pepino lo que haga”, se expla-ya, alejada de las críticas más sarnosas. Lealegra haber escrito de todo, “ficción, infan-til, memorias; cada libro es un experimen-to”, y sabe sus limitaciones. “Me costaríamucho escribir la historia de una señora deun suburbio de Chicago”, reconoce. Lo su-yo, admite, es mágico. Como la realidad.No confundir con un tipo de literatura. “Lodel realismo mágico era antes. Ahora no séhacia dónde estamos evolucionando, perosí sé que existe una generación urbana deescritores que se reencuentra. La de Ga-briel García Márquez no era urbana”, perfi-la de las nuevas voces de la literatura latino-americana influidas por lo visual y por loinmediato.

Para Allende, los años de profesión nohacen el proceso más fácil. Quizá si siem-pre hiciera lo mismo. Pero cada libro tienesus necesidades. Y hay que encontrar esavoz que a veces no aparece. Como tras lamuerte de su hija, que no pudo escribirdurante tres años. O cuando empezó esa

otra novela, una historia que transcurría enla Segunda Guerra Mundial y en los años dela resistencia española mezclada con los re-cuerdos de su madre. “No pude dar con eltono”, se lamenta del reciente fracaso. Enese momento, todo a la papelera y a empe-zar de nuevo. “Si no lo boto de la compu-tadora tendré la tentación de reutilizarlo ynunca queda bien”. La edad tampoco facili-ta las cosas. “A mi edad la gente se jubila”,dice con un mohín, aunque no suena muyconvencida de que ése sea su futuro. Demomento piensa bajar el ritmo. En lugarde un libro por año, uno cada dos paratener más tiempo para su familia. Peroabandonar la literatura, nunca. “Hay algomaravilloso en el lenguaje. ¡Cómo nos va-mos a comunicar tan sólo por mensajes detexto!”, se rebela de un medio en el queencuentra su nirvana. Menos cuando due-le. Pero eso es pasajero. “Cada novela sequeda conmigo hasta el próximo libro. Yluego, chao pescao”. O

La isla bajo el mar. Isabel Allende. Plaza & Janés.Barcelona, 2009. 512 páginas. 23,90 euros.

Con 51 millones de libros vendidos, la narradora chilena es una de lasmás exitosas del mundo. Desde su casa en California, habla de latrastienda de su escritura, responde a sus críticos y explica la conexióncon su nueva novela, La isla bajo el mar, en la cual aborda la esclavitud

Isabel Allende

“La ficciónocurre enel vientre”

“La isla bajo el mar es el libro más doloroso que heescrito nunca”, afirma Isabel Allende. Foto: Lori Barra

“Lo del realismomágico eraantes. No sé hacia dóndeevolucionamos, pero hayuna generación urbana deautores que se reencuentra”

“Un día tuve un sueñomuy poderosodonde vi a Zarité,alta, segura. Y yano la tuve que inventar”

“En mis libros hay unapresencia de la muertemuy fuerte porque soy dela opinión de que el mundoes más de lo que vemos”

LIBROS / Entrevista

12 EL PAÍS BABELIA 05.09.09

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Por Rocío Ayuso

ELLA DICE QUE no, pero a Isabel Allen-de le sigue doliendo su último li-bro. Aunque sea un poco. Ese pocoque justifica la tisana caliente con

la que calma sus entrañas en lo que a sim-ple vista es una agradable mañana de vera-no en Sausalito, California (Estados Uni-dos). La razón de su dolor tiene título: Laisla bajo el mar, su última obra. “Me enfer-mé del estómago. Fue brutal. Estuve malcasi dos años y no me sabían decir de qué.Hasta que terminé de escribir el libro, yahora estoy sana como un peral”, afirmaesta chilena menuda de 66 años. Es autorade 19 libros y ha vendido más de 51 millo-nes de ejemplares en 27 idiomas (ademásde esas otras ediciones piratas que sabe queexisten aunque no tiene ni una copia). Peroescribir todavía duele. “La isla bajo el mares sin duda el libro más doloroso que heescrito nunca. Paula fue doloroso, pero enotro sentido. También fue una terapia, unaredención”, afirma de la obra que dedicó asu hija muerta. “Pero aquí no hay reden-ción. La esclavitud no tiene redención. Ysigue sin tenerla porque en la actualidadhay millones de mujeres que siguen siendoesclavas”. La isla bajo el mar es Guinea, esese lugar con el que los esclavos soñabancuando les sacaban hasta la sangre en lascolonias, ese paraíso donde al menos susespíritus encontraban la paz tras la brutali-dad con la que se veían acortadas sus vidas.También es la evocación que hace soporta-ble la vida de Zarité, la protagonista de laúltima novela de Allende, una joven esclavadel Congo que nos hará ver el Saint Domin-gue de 1770 a 1793, antes de ser Haití oRepública Dominicana, y el Nueva Orleansde principios del siglo XIX. “Lo que allí pasóen esos años fue para enfermar al más sa-no”, agrega con otro sorbo de manzanillaantes de hacerse ella misma la preguntasobre qué se le había perdido en ese mo-mento de la historia, en esos parajes, paradedicarle dos años de su vida. Nada o todo.Así son las novelas de Isabel Allende. Semi-llas que están en ella y que un día, no sabe

cómo, florecen. “No me acuerdo si fue dur-miendo o recién despertada, pero un díatuve un sueño muy poderoso donde vi aZarité. Así, como está descrita en el libro,alta, segura. Y ya no la tuve que inventar”,recuerda de ese momento de inspiracióndel que nació un personaje que en su opi-nión no tiene nada que ver con ella.

Rascando más hondo es fácil dar con elmomento en el que la semilla de La islabajo el mar fue plantada en el seno de laescritora chilena. Data de la investigación

que hizo para El Zorro (2005). Fue entoncescuando descubrió la existencia de esa Nue-va Orleans de principios del XIX donde exis-tía una clase media negra, libre y educada,fruto de la llegada de los más de 10.000exilados que salieron huyendo de la revolu-ción de Haití, “un colectivo que incluía a lasfamilias blancas, sus concubinas de color ylos hijos de sangre mezclada”. El tema, ob-viamente, se quedó con ella. “Te hace enten-der todo el odio y el resentimiento racialque existe en este país”, afirma de ese Esta-

dos Unidos al que mudó su residencia en1988 y donde tiene su hogar. Y en cuanto aque Isabel Allende, sobrina del asesinadopresidente de Chile Salvador Allende, naci-da en Lima en 1942, que se exilió en 1975 aVenezuela, periodista, feminista y una delas escritoras más populares en español delas últimas décadas, no se parece a Zarité,habría mucho que hablar. Menciona la pala-bra libertad y sus ojos se iluminan. “Tienesrazón. Me parezco a ella en esa búsquedade la libertad que siempre me ha motivado.Mi obsesión desde pequeña con ser inde-pendiente, que nadie me mandara, que na-die me pagara la cuenta en el restaurante,que nadie me pregunte dónde he estado”,deja salir de su estómago liberando lo quequeda del libro en su interior.

Isabel Allende encontró la libertad en suslibros. Primero en esos que leyó de chica,cuentos de hadas, clásicos rusos o, por siem-pre, las obras completas de Shakespeare.“Las leí incluso cuando no podía entender-las, cuando para mí no eran más que histo-rias de amor”, se deleita. Henri Troyat y suMientras la tierra exista le hizo pensar quequería escribir. Pero fue bastantes años mástarde y cuando no sabía muy bien qué hacercon su vida cuando encontró su propia voz.“La literatura me dio esa voz que se va pro-fundizando o afianzando con cada libro.Puedo decir con certeza que mi vida cambiócon La casa de los espíritus. Sin su éxitocompletamente milagroso nunca sería escri-tora. Antes me sentía muy frustrada, atrapa-da en un destino mediocre. Pero La casa delos espíritus me dio la oportunidad de escri-bir y con cada libro encuentro un universonuevo, un sitio donde me siento cómoda”,afirma cual declaración de independenciade ese momento en el que se separó parasiempre de la sociedad “católica, conserva-dora, patriarcal y cerrada” en la que se crió.

La isla bajo el mar también acerca a laescritora una vez más a ese mundo espiri-tual que tanto le interesa. O le intriga. Aquíes el vudú, las loas. En La casa de los espíri-tus fue esa carta que se puso a escribir a suabuelo moribundo la que instigó el cambio.En Paula, su hija, fallecida en 1992 víctimade un ataque de porfiria. “En mis libros hay

una presencia de la muerte muy fuerte por-que soy de la opinión de que el mundo esmás de lo que vemos. Se muere mi hija y nopuedo creer que se muera todo. No hablode religión ni de fantasmas pero, como dicemi madre, la inteligencia es ser capaz de verlas cosas detrás del espejo”, intenta explicarde ese otro hilo de conexión que enlaza suobra. Libertad, espiritualidad y maternidad.Ésa es la tercera constante que se repite conAllende y a mucha honra porque, como laescritora no se cansa de repetir, sus logrosno son sus libros sino el amor que compar-te con los suyos. “Para mí la maternidad esmuy importante. Soy madre, abuela, sue-gra, hija y matriarca”, asegura en esa ofici-na que comparte con su segundo marido,el abogado y ahora también escritor Wi-lliam Gordon, rodeada de las diferentes edi-ciones de sus libros así como de las fotogra-fías de todos aquellos que significan algo ensu vida.

Se trata de una oficina excesivamenteordenada, como quien dice para las visitas,aunque Allende recibe más bien pocas. Has-ta la llegada del verano la escritora se encie-rra en esa caseta junto a la piscina que reser-va para escribir en su casa de San Rafael(Estados Unidos). Una hibernación literaria

que empieza como un reloj cada 8 de ene-ro. “El 7 saco todo lo que tiene que ver conel libro anterior para que no me contaminey me encierro con el nuevo”, dice de unasjornadas en ocasiones de hasta 12 horasdesde que su perra Olivia la despierta tem-prano (“a las 6.30 ya estamos en pie”) hastaque su esposo la llama para cenar y disfru-tar juntos del atardecer y un vaso de vino. Aveces ni eso. “Si Willie tiene algún progra-ma, me dan las 12. Uno ya no tiene vida”,suspira. Es un proceso metódico y dondesólo conviven con la escritora su ordena-dor, el diccionario de sinónimos, el de in-glés-castellano para evitar los anglicismospropios de alguien que lleva tanto tiempoen Estados Unidos y el silencio. Con mayús-culas. Un extraño silencio que no acepta elsonido de una radio ni una nota de música,pero es inmune al ruido que puedan hacersus nietos en la piscina. Ése hasta le gustapara escribir. También invita a su retiro alresultado de toda la investigación que haido recopilando sobre su futuro libro, unproceso de dos años que en esta ocasiónincluyó la obra de Alejo Carpentier y la deMadison Smartt Bell, Toussaint-Louverture:A Biography. Siempre prefiere buscar susreferencias históricas en otras novelas más

que en libros de texto o buscadores de In-ternet. “Una información más orgánica”,dice. Y lo suyo sigue siendo las anotacionesy los subrayados. Nada de complicarse lavida con tecnologías más modernas. La do-

mina la misma razón que la frena a la horade escribir en inglés. “La ficción ocurre enel vientre y si lo proceso demasiado se mepone duro”, afirma, como si no supiéra-mos todavía que Allende escribe desde susentrañas.

Eso no evita las críticas. Los que la desca-lifican por ser demasiado popular. O esosotros que ni la llaman escritora y prefieren

el término de “escribidora”. La autora nopierde el tiempo con esas críticas, segurade que no pueden acabar con su marcadosentido de la independencia. “Por eso hesido tan feliz en California. Porque a nadiele importa un pepino lo que haga”, se expla-ya, alejada de las críticas más sarnosas. Lealegra haber escrito de todo, “ficción, infan-til, memorias; cada libro es un experimen-to”, y sabe sus limitaciones. “Me costaríamucho escribir la historia de una señora deun suburbio de Chicago”, reconoce. Lo su-yo, admite, es mágico. Como la realidad.No confundir con un tipo de literatura. “Lodel realismo mágico era antes. Ahora no séhacia dónde estamos evolucionando, perosí sé que existe una generación urbana deescritores que se reencuentra. La de Ga-briel García Márquez no era urbana”, perfi-la de las nuevas voces de la literatura latino-americana influidas por lo visual y por loinmediato.

Para Allende, los años de profesión nohacen el proceso más fácil. Quizá si siem-pre hiciera lo mismo. Pero cada libro tienesus necesidades. Y hay que encontrar esavoz que a veces no aparece. Como tras lamuerte de su hija, que no pudo escribirdurante tres años. O cuando empezó esa

otra novela, una historia que transcurría enla Segunda Guerra Mundial y en los años dela resistencia española mezclada con los re-cuerdos de su madre. “No pude dar con eltono”, se lamenta del reciente fracaso. Enese momento, todo a la papelera y a empe-zar de nuevo. “Si no lo boto de la compu-tadora tendré la tentación de reutilizarlo ynunca queda bien”. La edad tampoco facili-ta las cosas. “A mi edad la gente se jubila”,dice con un mohín, aunque no suena muyconvencida de que ése sea su futuro. Demomento piensa bajar el ritmo. En lugarde un libro por año, uno cada dos paratener más tiempo para su familia. Peroabandonar la literatura, nunca. “Hay algomaravilloso en el lenguaje. ¡Cómo nos va-mos a comunicar tan sólo por mensajes detexto!”, se rebela de un medio en el queencuentra su nirvana. Menos cuando due-le. Pero eso es pasajero. “Cada novela sequeda conmigo hasta el próximo libro. Yluego, chao pescao”. O

La isla bajo el mar. Isabel Allende. Plaza & Janés.Barcelona, 2009. 512 páginas. 23,90 euros.

Con 51 millones de libros vendidos, la narradora chilena es una de lasmás exitosas del mundo. Desde su casa en California, habla de latrastienda de su escritura, responde a sus críticos y explica la conexióncon su nueva novela, La isla bajo el mar, en la cual aborda la esclavitud

Isabel Allende

“La ficciónocurre enel vientre”

“La isla bajo el mar es el libro más doloroso que heescrito nunca”, afirma Isabel Allende. Foto: Lori Barra

“Lo del realismomágico eraantes. No sé hacia dóndeevolucionamos, pero hayuna generación urbana deautores que se reencuentra”

“Un día tuve un sueñomuy poderosodonde vi a Zarité,alta, segura. Y yano la tuve que inventar”

“En mis libros hay unapresencia de la muertemuy fuerte porque soy dela opinión de que el mundoes más de lo que vemos”

EL PAÍS BABELIA 05.09.09 13

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Por Xoán Abeleira

DEL SURREALISMO O superrealismo(esa pulsión de nuestro espírituque, sepámoslo o no, anda a lacaza y captura de una porción

de lo maravilloso, de lo sagrado, de lo queestá, ciertamente, muy “por encima de larealidad” vulgarizada) cabe decir lo mis-mo que de su auténtico aliado político, elanarquismo: que a pesar de haber muertoinfinidad de veces siempre vuelve a rena-cer, con convulsiva rebeldía. Los llamadoscríticos de arte, los enterradores “que ba-bean sobre él” como si fuese una reliquia,intentaron sepultarlo en, al menos, tresocasiones: en 1939, coincidiendo con elestallido de la Segunda Guerra Mundial yla dispersión de sus miembros; en 1966,tras la desaparición física de su elementoaglutinador, y en 1969, con la disolucióndel último grupo “oficial”. Pero ya duranteel Mayo Francés, con la declaración de laPlataforma de Praga, comenzó a gestarsepor todo el mundo una nueva serie de“guerrillas” dispuestas a perpetuar la insu-rrección. Incluidas las españolas.

Desde los inicios del movimiento, loscreadores de la península Ibérica, con susdistintas lenguas y sus distintas culturas, sehan mostrado especialmente receptivos atan beneficiosa influenza, hasta el punto deque sería muy fácil trazar una suerte de ár-bol genealógico que, partiendo de los añosveinte, llegase hasta nuestros días. Y esa (a)filiación no se ha roto. Al contrario. El inte-rés por esa “inmensa fuerza de ruptura”,lejos de haberse disuelto en la supuesta asi-milación (o sea, en el intento por banalizar-la para neutralizarla) a la que la ha sometidola sociedad capitalista, se ha agigantado conel tiempo. También en el ámbito editorial.

Pues si existe una característica común atodas las “células” surrealistas que hubo yque, sin duda, habrá, bajo una u otra apa-riencia, es su deseo de conjugar la teoríacon la praxis; la insurgencia de la palabracon el combate a pie de calle. Y, en eso,España tampoco ha sido una excepción.Aunque los suplementos literarios suelenhacer oídos sordos a sus llamados, lo ciertoes que existe un puñado de editoriales inde-pendientes, dedicadas a ampliar y difundirel legado surrealista.

Gens y Ángel Zapata, por ejemplo, aca-ban de hacernos un regalo excepcional:André Breton y los datos fundamentalesdel surrealismo. A pesar de los treinta añostranscurridos desde su publicación origi-nal, la obra de Michel Carrouges no haperdido ni un ápice de intensidad. La suyaes no sólo una de las obras más apasiona-das y apasionantes que se han escrito so-bre el tema sino un auténtico paradigmadel género ensayístico. Del punto supre-mo a la alquimia verbal, del azar objetivoa la escritura automática, Carrouges abor-da, con impresionante lucidez, todas y ca-da una de las “bases” de “una filosofía queno es tal, en el sentido académico (…),

una revuelta radical contra la civilización”imperialista.

¿Y Ali Ahmad Said Asbar, el poeta sirioconocido como Adonis? ¿Aún no han leídoSufismo y surrealismo? ¡Qué cosa magis-tral! Sí: es verdad que existen “sobredosisde belleza” capaces de “elevar el ritmocardiaco, causar vértigo e incluso alucina-ciones”: el síndrome de Stendhal. Y estalámpara de Aladino es buena prueba deello. Su lectura nos provoca literal, cons-tantemente, excitándonos la inteligencia yla imaginación de tal manera que, por mo-mentos, no hay más remedio que cerrar elgrifo. Sobre todo en el capítulo IV, cuandoAdonis relaciona la escritura automáticacon la locución teopática. Xath, según suexcelente traductor, “en alusión a las pala-bras que profiere el sujeto poseído por ladivinidad”.

Con semejante entusiasmo recorda-mos que… en abril de 2005, el Grupo Su-rrealista de Madrid, “un proyecto políticode vida poética”, celebró sus veinte años

de lucha al “pleno margen” de la culturainstitucional, recopilando sus invocacio-nes a la Resistencia en un volumen titula-do Los días en rojo. Ahora, la editorial Pepi-tas de Calabaza, vinculada a él, pone ennuestras manos otras dos bombas incen-diarias. Dos arte/factos que, junto con elanterior, conforman una suerte de tríadasubversiva. Un mismo hilo dorado cosesus páginas: la pervivencia de esa derivaespiritual que llevaba siglos existiendoantes de que Apollinaire le diese un nom-bre y Breton la acrisolase en unasOeuvres complètes que, en realidad, casininguno de los que escupen sobre sutumba ha leído.

La nueva edición de Razonado desor-den parece más necesaria que nunca. Enella, Ángel Pariente nos ha hecho el inmen-so favor de reunir los textos más significati-vos de la primera etapa del primer gruposurrealista de París (el último está siemprepor venir), añadiendo una cronología yuna bio/bibliografía de los autores y de losprincipales firmantes de los mismos. Situa-do entremedias en el tiempo, entre el ma-nantial y el océano que no cesa de expan-dirse, ¿Qué hay de nuevo, viejo? recoge,por su parte, un buen número de los tex-tos y las declaraciones del Movimiento Su-rrealista estadounidense: el grupo impul-sado por Franklin y Penelope Rosemontque, durante sus más de cuatro décadasde actividad ininterrumpida, ha apoyadoy promovido toda “nueva expresión de re-belión, cualquiera que sea la forma queésta tome”. Tremendo(s). O

André Breton y los datos fundamentales del su-rrealismo. Michel Carrouges. Traducción de Án-gel Zapata. Gens. Madrid, 2008. 372 páginas. 20euros. Sufismo y surrealismo. Adonis. Traduccióny notas de José Miguel Puerta Vílchez. Edicio-nes del Oriente y del Mediterráneo. Madrid,2008. 340 páginas. 19 euros. Días en rojo. GrupoSurrealista de Madrid. Pepitas de Calabaza. Lo-groño, 2005. 240 páginas. 10,50 euros. Razonadodesorden: textos y declaraciones surrealistas(1924-1939). Varios autores. Edición y traducciónde Ángel Pariente. Pepitas de Calabaza. Logroño,2008. 304 páginas. 20 euros. ¿Qué hay de nuevo,viejo? Textos y declaraciones del Movimiento Su-rrealista de Estados Unidos (1967-1999). GrupoSurrealista de Chicago. Pepitas de Calabaza. Lo-groño, 2008. 188 páginas. 12,50 euros.

Los huesos de DescartesRussell ShortoTraducción de Claudia CondeDuomo Ediciones. Barcelona, 2009306 páginas, 19,50 euros

Por Luis Fernando Moreno Claros

EL FILÓSOFO FRANCÉS por excelencia,René Descartes (1596-1650), autor delcelebrado Discurso del método, soste-nía que “el frío agarrota el pensamien-to”. Con macabra ironía murió de lasconsecuencias de un catarro que co-gió en la gélida Estocolmo, en el mesde febrero de 1650. ¿Qué hacía allíquien acuñó la célebre sentencia“pienso, luego existo”? La razón deaquel viaje fue que la reina Cristina deSuecia, ávida de aprender filosofía ydemás ciencias, lo había invitado a suCorte para recibir de él clases particu-lares. Pero la estoica soberana le orde-naba levantarse a las cinco de la ma-drugada, hora a la que ella queríaaprender aritmética. Descartes perma-necía de pie frente a la reina en mediode una habitación congelada despuésde haberse desplazado por callejas ba-tidas por la nieve y el frío; acostumbra-do a climas más cálidos, enfermó ymurió a los pocos días. El entierro secelebró en Estocolmo. Y allí hubieranpermanecido sus restos si los amigosfranceses de Descartes, ya una celebri-dad en toda Europa, no hubieran re-clamado el regreso de sus despojos ala patria.

A partir de este hecho, lo que suce-de años más tarde con los huesos delgran hombre y, en particular, con sucráneo, que desapareció durante eltraslado a Francia, retornando añosmás tarde tras extrañas aventuras, eslo que desvelará Russell Shorto en es-te libro inteligente, entretenido y delque puede aprenderse mucho, puesen él su autor repasa las ideas religio-sas y científicas dominantes en Euro-pa a lo largo de varios periodos históri-cos, desde la época de los primeros“cartesianos” hasta la RevoluciónFrancesa y el avance de la ciencia enlos siglos XVIII y XIX, con la Ilustra-ción y la Revolución Industrial, paraterminar en nuestros días, con un epi-sodio en la academia de estudios facia-les de Tokio.

Descartes sostenía que el dominiode la naturaleza por parte del hombrelo conduciría a la libertad; expuso unmétodo científico basado en la razónque eclipsó al de Aristóteles, clausuróla Edad Media e inauguró la Moderni-dad. En realidad, Shorto se sirve de lasperipecias de los huesos y el cráneode Descartes —algo muy anecdóti-co— como hilo conductor de una his-toria que pretende remachar la impor-tancia de lo que el mundo modernodebe al gran científico y pensador. Elpensamiento y las ciencias europeasrepresentadas por nombres tales co-mo Spinoza, Voltaire, Rousseau, Loc-ke, Cuvier, Newton, Franklin, Jeffer-son y tantas otras celebridades nuncahubieran nacido sin “Cartesio”, yaque éste sentó las bases para fran-quear el paso a los avances científicos,reducir al absurdo la superstición yhasta contribuir al advenimiento de lademocracia. Hacia el final del libro,en conversación con Ayaan Hirsi Ali,Shorto observa que el mundo islámi-co jamás tuvo un Descartes, de ahí suatraso en tantos aspectos. En suma,una lectura aleccionadora, y una ma-nera amena de recordar a los lectoreslo más positivo de nuestro mundo oc-cidental. La traducción es loable, noasí la edición general de un libro quese deshoja con facilidad. O

El magisteriode Descartes

Cuatro cajas para conservar el fuego

Carta de André Breton a Théodore Fraenkel, con autorretrato del autor, expuesta el año pasado en la muestra Los escritores diseñan del Museo Berardo de Lisboa.

El interés por esa“inmensa fuerza deruptura” se ha agigantadocon el tiempo. Tambiénen el ámbito editorial

LIBROS / Ensayo

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Un nuevo concurso-taller literario online, abierto a los menores de cuarenta años que escriben,ofrece la posibilidad de descubrir talentos aún desconocidos. La idea es darles la oportunidad detrabajar su manuscrito y, quizás, publicar un libro al final del certamen. Por Guadalupe Nettel

DÓNDE Y CÓMO se adquiere el ofi-cio de escritor? ¿Sirven de algolos talleres literarios o son, comomuchos imaginan, lugares omi-

nosos donde se pierde la autoestima y la feen uno mismo? ¿Será cierto, como afirmanalgunos, que sólo la lectura en soledad con-fiere las herramientas necesarias para es-cribir una buena novela? El inicio de Palín-dromos, la inquietante película de ToddSolondz, recrea perfectamen-te la atmósfera de matadero,un poco sádica, un poco abo-chornada, que suele haber eneste tipo de lugares. Debo ad-mitir que en la adolescenciayo era más que afecta a estetipo de tertulias. Entre máscrueles mejor. Me gustaba asis-tir a las sesiones en que un tex-to era analizado frase por fra-se, para extirparle las rimas,las cacofonías y los lugares co-munes. Recuerdo que uno deesos profesores tenía por cos-tumbre quedarse dormido enplena clase, mientras sus alum-nos leían con tartamudeantetimidez su más reciente relato.Otro aseguraba con fingido en-tusiasmo que el texto sólo ne-cesitaba dos cortes, uno trans-versal y otro vertical, antes deromper el manuscrito ante lamirada atónita de los partici-pantes. Sin embargo, el hechode frecuentar estos lugares mepermitió descubrir que no to-dos los talleres son de tipo cas-trante y despiadado. Algunossí enseñan con mesura la ver-dadera autocrítica —tan indis-pensable a la labor del escri-tor— otros, incluso, propicianla creatividad.

Son muchos los escritoresque frecuentaron durante sujuventud talleres literarios y sa-lieron no sólo indemnes sinovictoriosos de ellos. Raymond Carver, porejemplo, se formó en el taller de John Gard-ner quien a partir de entonces se convirtióen su mentor. Muchos poetas asistieron alde Rafael Alberti quien disfrutaba organizan-do tertulias para poetas incipientes, tantoen España antes de la guerra como en Argen-tina y en su visita a México donde uno de losparticipantes, por cierto, fue Octavio Paz.Entre los talleres más interesantes de losque he escuchado hablar, está el seminario

de escritura creativa que dirigía Allen Gins-berg en el Instituto Naropa de Colorado y elOuLiPo (cuyas siglas significan Taller de Lite-ratura Potencial), uno de los fenómenosmás interesantes que han dado las letrasfrancesas del siglo XX, iniciado por Ray-mond Queneau y el matemático FrançoisLe Lyonnais.

Los concursos han jugado también unpapel importante en los inicios literarios.

Uno de los casos más sonados es el de Ca-brera Infante, quien obtuvo con su primeranovela, Tres tristes tigres, el Premio Bibliote-ca Breve. Eduardo Lago debutó como nove-lista de una forma similar, presentándose alPremio Nadal. No olvidemos que AndrésNeuman se dio a conocer a la edad de veinti-dós años con la novela Bariloche, finalistadel Premio Herralde. Gracias al concurso denueva novela que organiza el diario Página12 surgió recientemente Aurora Venturini,

autora de Las Primas, novela magnífica ydesconcertante, reeditada en España en2009 por la editorial Caballo de Troya. Estaautora de ochenta y cinco años que atesoravarias novelas inéditas, y celebrada ya por lacrítica internacional, habría permanecidoen el anonimato hasta el final de sus días deno haber mandado su libro a concurso.

Dentro de las propuestas más novedosasque hay actualmente en nuestro idioma es-

tá el Virtuality literario C@za de letras, queinventó el escritor mexicano Sealtiel Alatris-te y la dirección de literatura de la UNAM.Se trata de un concurso-taller online([email protected]) en el quepueden participar todas las personas de ha-bla hispana, menores de cuarenta años, sinimportar su nacionalidad ni su lugar de resi-dencia. A parte de la edad y la lengua, elrequisito indispensable es contar con un li-bro de cuentos aún sin terminar, pero avan-

zado por lo menos en un setenta por ciento.Este Gran Hermano literario, cuya convoca-toria está abierta hasta el 14 de septiembre,tiene varias etapas de selección. Los libros ylos autores elegidos se van descartando po-co a poco, de modo que los participantesdeben intentar permanecer en activo el ma-yor tiempo posible. El taller también tienealgo de Second Life, pues para participar enél no sólo es necesario inventar un seudóni-

mo sino también una biogra-fía apócrifa, es decir, la histo-ria imaginada del personajeque representará al escritordurante su participación en eltaller. Como su nombre lo indi-ca, C@za de letras tiene por ob-jetivo descubrir talentos aúndesconocidos, darles la oportu-nidad de trabajar su manuscri-to y, quizás, publicar un libroal final del certamen (la edi-ción corre a cuenta de Alfagua-ra México en coedición con laUNAM). Pero sólo uno de ellosse llevará el premio final, queconsiste en cien mil pesosmexicanos, el equivalente acinco mil quinientos euros.

A diferencia de los talleresliterarios clásicos en los quelos participantes deben apare-cer físicamente, en éste lo úni-co que cuenta es la palabra es-crita, incluso la identidad delescritor es ficticia y es proba-ble que esta circunstanciaaminore la timidez y el miedo,razones principales que desa-niman a un escritor en ciernesa inscribirse en un taller. To-dos los editores sueñan condescubrir a esos novelistas deinigualable talento que aún nohan publicado nada y los nove-listas que aún no han publica-do nada suspiran por un edi-tor que reconozca el valor desus manuscritos y apueste por

ellos. ¿Cómo pueden estas dos figuras en-contrarse? ¿Existen espacios para ello? Inter-net, que ha demostrado ser de gran ayudapara la formación de parejas de enamora-dos, quizás sirva también para propiciar es-te tipo de encuentros. O

Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973) esautora, entre otras obras, del libro de relatos Péta-los y otras historias incómodas y de la novela Elhuésped (ambos en Anagrama).

‘Virtuality’ literario ‘C@za de letras’

Vista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Foto: Efe

CRÓNICAS DE AMÉRICA LATINA

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Burlando a la ParcaJosh BazellTraducción de Benito Gómez IbáñezAnagrama. Barcelona, 2009320 páginas. 18 euros

Por Francisco Solano

LA TENDENCIA ACTUAL a usar la primerapersona, sobre quien recae toda la ac-ción, está propiciando la aparición reite-rada de un tipo de voz narradora másbien cínica, deliberadamente enfangadaen su propia sátira, muy propensa a mos-trarse simpática con el lector para reca-

bar su complicidad. Así, las ingeniosida-des y humoradas —que incluyen bro-mitas sobre la desgracia ajena— se ex-hiben una y otra vez no por exigenciasde la trama, sino porque lo lenguarazparece hoy acreditar seguridad y firme-za. De lo que se trata es de decir conprofusión, venga o no a cuento, gilipo-llas, capullo, tonto del culo, y a la vezalardear de una abstrusa erudición so-bre cualquier tema.

Éste es el perfil de Peter Brown, elpersonaje narrador de Esperando a laParca. En su juventud trabajó de asesinoa sueldo de la mafia; ahora es cirujanode un hospital de Manhattan, gracias a

un programa de protección de testigosdel FBI. Su apacible situación se compli-ca al encontrarse a un paciente mafioso,con un cáncer irreversible que lo mataráen tres meses. El mafioso, a quien leespera una operación inútil, amenazacon delatarlo si no lo mantiene con vida.Sin duda que la situación puede dar mu-cho de sí, pero sirve sólo de pretextopara que el doctor, en capítulos alter-nos, destape sus habilidades de expediti-vo mamporrero, mientras nos deleita,en los restantes capítulos, sobre lo absur-damente que funciona la sanidad en Es-tados Unidos, un sistema sanitario que“gasta el sesenta por ciento de sus fon-dos en gente que nunca más volverá asalir del hospital”.

Algo sin duda atrayente, cabe decirmorboso, tienen los hospitales, pueshan propiciado varias series de televi-

sión muy exitosas. Y ese mismo éxitopersigue esta novela, con su mezcla desanidad y mafia, un cóctel para todos losgustos. Lo cierto es que Josh Bazell, filó-logo y médico, ha cegado con esta suprimera novela a la crítica estadouniden-se, que no ha vacilado en declararla uncombinado de House y Los Soprano. Lacosa no podía estar más a mano. Perodesconfíe el lector; Tony Soprano no semerece este descrédito. Esperando a laParca es demasiadas cosas y ninguna: espoliciaca sin atreverse a confiar en elgénero, circunstancialmente moralistapara justificar las groserías, insisten-temente graciosa y en consecuencia rei-teradamente aburrida, y lo peor es que aesta miscelánea no ha sido invitada laverosimilitud, y por ello resulta muy for-zado para el lector creerse lo que estáleyendo. O

YA ESTAMOS (CASI) todos de vuelta.Asfixiados de calor, estupefactosante lo breve de lo bueno (Gra-cián se equivocaba) y haciendo

esfuerzos para controlar nuestros mate-riales psíquicos mejor de lo que lo haceIsabel Coixet con los cinematográficosen su Mapa de los sonidos de Tokio, esapelícula que podría haber sido hermosasi su autora no se hubiera empeñado encontarnos todo, todo, y el resto. Ya esta-mos aquí: con nuestros buenos propósi-tos de cambiar de vida, nuestros rostrosmenos tensos por el efecto balsámicodel descanso, nuestra estima más firmepor la frecuentación estacional del sexotras once meses de cansancios a la vuel-ta del trabajo. Y es que en vacacioneshasta las parejas más sólidas se redescu-bren y se enroscan y copulan, lo que esprueba evidente de que sí hay otro mun-do posible. En el planeta Libro, sin em-bargo, todo sigue más o menos igual.Contrastando con la prudencia que pre-side la rentrée francesa (“sólo” 659 nue-vas novelas, incluyendo las traduccio-

nes), nuestros editores parecen decidi-dos a conseguir el palmarés de la sobre-producción en el hipotético Guiness deloficio. No se dan cifras de conjunto (yase sabe: la transparencia se considerapecado), pero a juzgar por las programa-ciones, las noticias de “apuestas” y losejemplares de “ediciones en pruebas”que se amontonan junto a mi sillón deorejas, aquí sigue sin haber crisis. Y, ade-más, siempre nos quedará nuestra pro-verbial capacidad de improvisación. Miamiga Inés Illán, titular de filología lati-na en la Universidad de Oviedo y autorareciente de un libro singular y fenicio(Armensallé del tejido y de la escritura,Editorial Universo, Mieres), me remiteuna fotografía tomada por un amigo su-yo en el mercadillo del Fontán, ese ámbi-to novelesco en el que Pérez de Ayalacifraba el comercio de “todas las murmu-raciones y cuentos de la ciudad”. La fotoes de un puestecillo de ropa interior ba-rata, y en ella se muestra una mesa cu-bierta de montones de braguitas y tan-gas de coquetones diseños y atractivoscolores. Junto a ellas, un cartel colocadosobre una pila de libros de poesía aún

intonsos (quizás rescatados deun polvoriento almacén) gritaa los posibles clientes: “Por lacompra de tres bragas rega-lamos un libro”. No está malcomo reclamo: tomemos notapara cuando se inicie el desfilede devoluciones desde la libre-ría al almacén. O quizás habríaque plantearse una alterna-tiva: por la compra de tres li-bros (devueltos), un par de bra-gas. Al fin y al cabo, la nuestra(ya) no es una época trágica—como señalaba D. H. Law-rence en el incipit de El aman-te de Lady Chatterley—, sinotan sólo posliteraria. O eso pa-rece.

PatéticoAEROPUERTO DE NEWARK, NuevaJersey, rebautizado tras el 11de septiembre Newark LibertyInternational Airport (de éldespegó el vuelo 93 de la Uni-ted Airlines que acabó miste-riosamente estrellado en uncampo de Pensilvania). Un no-lugar inmenso y odioso en elque he tenido que combatirmuchos tedios y tragarme nopocas humillaciones (a cuentade la siempre manipulable se-guridad) en los últimos años.Encaramados en altísimos ta-buretes frente a mesas que se-mejan setas de larguísimospies, algunos viajeros espera-mos el anuncio de salida denuestro vuelo de vuelta mien-tras consumimos enormes can-tidades de café aguado. La da-ma sesentona y elegante de lamesa vecina extrae de un bol-so grande como el mundo unflamante Sonyreader, le da albotón de inicio, recupera lapágina en que se quedó, y sepone a leer uno de los librosvirtuales almacenados en losentresijos tecnológicos de sus283 gramos de peso y 300 dóla-res de precio. Los demás viaje-ros la observamos con envidiamatizada de curiosidad. Ella,consciente de la expectación,sonríe suavemente, da otro sor-bo al contenido de su vaso depapel, y sigue leyendo las lí-neas virtuales que le transmi-ten la que imagino historia inmortal. Derepente, cuando ya no la estaba mi-rando, escucho un ruido sordo y, un ins-tante después, una especie de lamentoapagado. Observo a la dama en cuclillasjunto al pie de su seta gigante, recogien-do del suelo el artilugio empapado decafé, y tratando de reanimar, mediantela presión compulsiva de todos sus boto-

nes, la pantalla ahora obstinadamenteciega. Nadie abandona su mesa para ayu-dar a la dama, que, tras unos instantes,recoge el bolso y el cadáver electrónico yescapa del campo de setas, como huyen-do de una vergüenza. Al poco, las mesasde mis vecinos se pueblan de libros conhojas. Me da la impresión de que los quelos leen sonríen. Y hay quien deja caer el

suyo y, luego, lo recoge y sigueleyendo. Hasta que los fabri-quen irrompibles e impermea-bles estamos salvados, piensocon la patética esperanza delnáufrago a quien una enormeola acaba de depositar sano ysalvo en la playa de la isla de-sierta.

ProgramaCONOZCO A Elena Ramírez des-de hace tiempo. La conocíenmendando pruebas y corri-giendo estilos en Alfaguara yAguilar, y he seguido su traba-jo en los últimos años comodirectora de Seix Barral, dondeha sabido conciliar con inteli-gencia los planteamientos denegocio de un gran grupo (Pla-neta) con un interés nunca de-creciente por la literatura con-temporánea (con una indi-simulada querencia hacia laproducción norteamericana).No todo lo que publica me pa-rece bien, pero en todo deja suhuella personal, algo que nosiempre puede predicarse delos responsables de otros se-llos literarios. En su programapara esta rentrée otoñal alter-nan grandes novelas (y recupe-raciones) de los nombres señe-ros de su “fondo de armario”extranjero —Don DeLillo, Phi-lip Roth, Kenzaburo Oé— conlos últimos trabajos de autoresimportantes, como Lorrie Moo-re o Sebastian Faulks, y nuevasentregas de otros que han pro-porcionado a su sello pingüesbeneficios (como Sam Savage,el autor de la —para mí— insu-frible Firmin) o llevan caminode convertirse en best sellers(como The Numerati, de Ste-phen Baker). En lo que respec-ta a la literatura española eltrimestre seixbarralino tam-bién se presenta deslumbran-te: además de la esperada no-vela de Antonio Muñoz Molina(La noche de los tiempos, ennoviembre), y de un libro derelatos de Eduardo Mendoza(Tres vidas de santos, octubre),me llama la atención El mapade la vida (septiembre), unanueva novela de Adolfo García

Ortega en la que se cuenta una historiade amor contra el telón de fondo de latragedia del 11-M. No puedo decirlesmás porque todavía no la he leído, peroaún conservo en mi recuerdo el buensabor que me dejaron las dos últimas desu autor: El comprador de aniversarios(Ollero y Ramos, 2003) y Autómata (Bru-guera, 2006). O

Miscelánea inverosímil

Por tres bragas, un libro

Ilustración de Max.

A juzgar por lasprogramaciones, lasnoticias de “apuestas” ylos ejemplares de“ediciones en pruebas”,aquí sigue sin haber crisis

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

16 EL PAÍS BABELIA 05.09.09

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LA ANTIGÜEDAD es un país inmensoseparado del nuestro por un lar-go intervalo de tiempo”, escribíaD’Harcanville a finales del si-

glo XVIII en su prólogo a los volúmenespara la colección de Sir William Hamilton,intento ilustrado de ordenar y clasificar lagran colección arqueológica del caballeroinglés, a veces más conocido a travésde la novela El amante del volcán, deSusan Sontag, como el marido de Em-ma —la que sería amante de Nel-son—. Hamilton se había trasladado aNápoles en misión diplomática hacia1765, cultivando desde muy prontolas que iban a convertirse en sus gran-des pasiones, los volcanes y las vasi-jas. Estas últimas eran entonces relati-vamente fáciles de atesorar al ser aúnincipiente la pasión por las civilizacio-nes de la antigüedad que tan de modapondrían las grandes expediciones co-loniales inglesas y francesas de finalesde 1700, aquellas que hacían gala defalso cientifismo y objetividad.

Puede que ese viaje dramático ha-cia la antigüedad como país extranje-ro fuera más radical si cabe que laaventura “exótica” de Cook: ¿qué haymás lejano, y por tanto más imposiblede alcanzar, que lo que ha dejado deser? Lo había escrito Gautier en unacarta a propósito de Salambó, la obracumbre sobre la más extinguida delas civilizaciones, la menos conocida,Cartago: “Existen dos significados deexotismo: el primero es el gusto delexotismo en el espacio, el gusto porAmérica, las mujeres amarillas, etcéte-ra. El gusto más refinado, la supremacorrupción, es el gusto por el exotis-mo en el tiempo: por ejemplo, a Flau-bert le hubiera gustado fornicar enCartago. Por lo que a mí respecta, na-da me excitaría más que una momia”.

Y, sin embargo, esa pasión hacia lasmomias de la cual hacía gala necrófilaGautier en los años sesenta de 1800 nosería siempre tan intensa ni de la mis-ma naturaleza. Basta con echar un vis-tazo a otra de las grandes colecciones,la de Sigmund Freud, cuyas antigüeda-des egipcias, griegas y romanas fueronparte esencial de sus investigacionessobre el inconsciente. La colección, na-da desdeñable, había sido reunida poralguien que no era ni mucho menosrico, siempre carcomido, además, porgastar su no tan abundante patrimonioen esos objetos que le obsesionaban enlugar de pensar en el bienestar de sufamilia —ah, las culpas del psicoana-lista…—. Pese a todo, en la Viena deaquellos años alguien como Freud se lopodía permitir.

De hecho, a finales del XIX, recuer-da Lynn Gamwell, las antigüedadeseran baratas en Viena, en parte porquelos objetos a disposición no escasea-ban —era fácil “sacarlos” de Grecia oEgipto para ponerlos a la venta— y porquepara el gusto de la capital austriaca, goberna-da entonces por el estilo Biedermeier, losrestos arqueológicos no eran signo de distin-ción. Baste con recordar que en los añosveinte del XX una vasija griega no superabaen esa ciudad el equivalente a 200 dólaresfrente a los 5.000 o 10.000 que, siempre se-gún la misma autora, podía costar a finalesde los ochenta del XX. Se podría, además,decir que entre el nacimiento y la muerte deFreud se asiste al establecimiento de la ar-queología moderna: si en 1839 Troya es aúnun mito —el primer viaje de Schliemanndata de 1873—, en 1939 y tras el descubri-miento de la tumba de Tutankamón en1922, los grandes museos de arqueología,incluidos los de El Cairo y Atenas, son unarealidad.

Las culturas extinguidas se iban, pues,poniendo de moda al ritmo de los descu-brimientos —o a medida que los ojos ávi-dos del poder así lo decidían en función de

los botines de guerra que desde finalesdel XVIII fueron llegando a las capitalescoloniales por excelencia, París yLondres—. Porque no todas las civilizacio-nes extinguidas valían lo mismo, ni valíansiquiera igual que las obras maestras deOccidente. Lo iba a probar un curioso he-cho ocurrido en el Louvre en 1911 que en

apariencia poco tenía que ver con los obje-tos arqueológicos.

Tras el tan publicitado robo de La Gio-conda —supuestamente para devolverla asu país de origen, por cierto— se pusierona hacer recuento de las obras y observaronabrumados que el cuadro no era lo únicoque faltaba. Numerosas estatuillas arqueo-lógicas —íberas, sobre todo— habían sidosustraídas y el propio Guillaume Apollinai-re, el “inventor” del cubismo, era llamadoa declarar bajo sospecha de complicidadcon el secretario belga Géry Pieret, quienvisitaba el museo con demasiada asidui-dad como quien va a una tienda bien surti-da. Quizás hubieran debido tomar en serioel ofrecimiento que solía hacer a Marie Lau-rencin, vizcondesa de Noailles y protectorade los vanguardistas: “Señorita Marie…voy a Louvre. ¿Se le ofrece alguna cosa?”.

¿Qué se nos ofrece a nosotros de lascivilizaciones extinguidas? ¿Egipto, Meso-potamia, los etruscos…? ¿Por qué propi-

cian largas colas mostrando a veces obje-tos rituales, delicados, diminutos, frag-mentarios? ¿Por qué llenó Tutankamónlos museos donde fue mostrado en su giratriunfal de los setenta del XX? ¿Por quésólo con oír la palabra Tutankamón esta-mos todos con la chaqueta en la mano,dispuestos a correr a ver lo que sea? ¿Por

qué llena Egipto como llenaron todas ycada una de las exposiciones que fue mos-trando el Palazzo Grassi en Venecia —delos etruscos a los fenicios— o, más intere-sante, por qué se dedican ahora los es-fuerzos del Palazzo Grassi al arte contem-poráneo? ¿Buscando más visitantes, másprestigio? ¿Será que cada vez es más com-plicado obtener préstamos arqueológicos

de los grandes museos o que ya no quedancivilizaciones antiguas por “revisar” y ma-nufacturar?

Ciertamente, hay un top ten para la Anti-güedad que tiene que ver con la propiapolítica colonial desde el XVIII. Si Egipto yGrecia, junto a Mesopotamia, ocupan el pri-mer puesto en fascinaciones populares y

prestigio social, etruscos y fenicios lossiguen. Después van apareciendo lascivilizaciones americanas, hasta ahoraun filón menos explotado, de las cua-les aztecas e incas se han llevado lamáxima popularidad, muy superior alos olmecas, por ejemplo. En estos mo-mentos —y quizás por algunos de losproblemas planteados y relativos a lospréstamos—, se vuelven los ojos hacialas antiguas civilizaciones del continen-te africano que, aunque más comple-jas para el gran público por la evolu-ción diferente de sus manifestaciones“artísticas”, algunas de las cuales sobre-viven hoy casi idénticas, están empe-zando a ser percibidas como la penúlti-ma fascinación hacia lo que fue.

Pues no nos engañemos. No esnuestra curiosidad arqueológica la quenos hace esperar horas para ver losrestos de otras vidas que fueron antes.Es más bien un deseo semejante al delos ilustrados por visitar ese país in-menso que es la Antigüedad; es el vérti-go de hallarse frente a lo extinguido, lasuprema corrupción en palabras deGautier: ver lo mismo que debieronver en tiempos de Tutankamón. Quéextraño… Bien visto y como alguienbromeaba, ¿qué hizo ese rey de extraor-dinario sino morir joven? El halo de lomaldito es lo que coloca al niño-faraónen el número uno del estrellato de laAntigüedad —eso y los muertos quefue dejando a su paso hasta descubrirla tumba y el ajuar funerario que hoycustodia el Museo de El Cairo—. Esigual que Moctezuma, violento e inten-so, a cuya vida y muerte misteriosa vaa estar dedicada una exposición que elMuseo Británico londinense preparapara este otoño: otra estrella que segu-ro atrae público, si bien nunca comoTutankamón, claro.

Lo único que se puede decir —peseal cambio de rumbo del Palazzo Gras-si— es que la arqueología sigue de mo-da. Y junto a la arqueología las exigen-cias —muy justas— de la devoluciónde piezas a sus legítimos propietarios.Éste es el caso ahora tan comentadode los “mármoles exilados”, los frisosque Elgin se llevó de la Acrópolis y quetienen un lugar que los aguarda elo-cuente en ese edificio horrendo, un in-sulto para la vista, vulgar, excesivo,más innecesario todavía por su proxi-midad a una de las construccionesmás deslumbrantes del mundo. Nun-ca he visto una cosa tan espantosa y,aunque toda mi simpatía anticolonial

está con la reivindicación de regreso al paísde origen de cualquier objeto, prefiero queesta obra se quede donde está, en el Británi-co, antes de que vuelva a ese espécimen delpeor gusto, pasmarote-cristalera nunca visto.

Dejando a un lado lo oportuno o menosdel edificio, parece básico preguntarse hastaqué punto puede ser preciso desmantelarlas colecciones, si hasta las conformadaspor saqueos tienen su propia historia queforma parte de la historia del objeto. En esecaso habría que reclamar también lo com-prado por un valor inferior al real, lo pro-cedente de expolios privados… Las cosasentonces serían otras. No sé si mejores opeores: otras. Mientras tanto, se observacierta reticencia a los préstamos, no sea quelos objetos no regresen a casa —ocurre yacon los cuadros confiscados por los nazisque han acabado en museos de prestigio amenudo a partir de ventas legales—. En fin,que como diría el secretario de Apollinaire,ni al Louvre se va a poder ir de compras. O

Vista del nuevo Museo de la Acrópolis de Atenas, obra del arquitecto Bernard Tschumi. Foto: Louisa Gouliamaki / France Presse

Lo antiguo, siempre de modaLas exposiciones arqueológicas son como viajes al pasado que siguen atrayendo a grandes públicos. Por Estrella de Diego

¿Por qué sólo con oírla palabra Tutankamónestamos todos conla chaqueta en la mano,dispuestos a ver lo que sea?

ARTE / Exposiciones

EL PAÍS BABELIA 05.09.09 17

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Por Xosé Manuel Lens

EN ESTOS MISMOS meses, haceexactamente 17 años, se reali-zaba la primera retrospectivainstitucional en España sobreMaruja Mallo (Viveiro, Lugo1902-Madrid, 1995), preinau-

gurando el Centro Galego de Arte Contem-poránea. Justo un año antes, en 1992, conmotivo del 90º aniversario de la artista, lagalería Guillermo de Osma de Madrid reali-zaba una muestra de su obra y editaba unlibro que descubría todo su imaginario crea-tivo junto a episodios olvidados. La obra deMaruja Mallo, no siempre comprendida ensu globalidad y en parte inexplicablementeolvidada, abrió un nuevo centro de arte ypermitió, en su momento, subrayarsu importancia ofreciéndole un me-recido reconocimiento pocos añosantes de su fallecimiento. Una nue-va exposición, organizada por la Fun-dación Caixa Galicia en Vigo, permi-te repensar y analizar sus trabajos,proponiendo un encuentro con suscaminos conocidos mientras se in-vestiga e innova en nuevas reflexio-nes decisivas sobre su obra, paracompletar el retrato, plural y comba-tivo, de esta imprescindible artista.

Es precisamente en la portadadel catálogo publicado en 2002 so-bre su serie Naturalezas vivas dondeencontramos una sugerente instan-tánea: Maruja Mallo retratada en lasplayas de Chile, con algas sobre sucuerpo como mágica vestimenta. Una ima-gen que nos sirve para narrar claramentesu personalidad, su imaginativa presencia,casi atemporal, imprevisible. Maruja Mallo,autora paradigmática en la creación con-temporánea española, queda definida porsu compleja trayectoria, su complicidad ge-neracional, las diferentes etapas artísticasque interpreta desde un tono personal y elcompromiso social y político. Escalas quecomponen el enérgico retrato que persigueesta exposición, el de una mujer activa, in-conformista.

Esta retrospectiva, la más completa reali-zada hasta la actualidad, permite asentarlas diferentes claves acreditadas, al tiempoque esclarece nuevos aspectos de su traba-jo, adentrándonos en sus grandes referen-tes mientras impulsa conductos interpreta-tivos poco desarrollados hasta el momento.De esta forma, los comisarios FernandoHuici y Juan Pérez de Ayala investigandesde bocetos hasta obras, cuadernos,anotaciones, fotografías y bibliografía pa-ra componer nuevas perspectivas, algu-nas especialmente clarificadoras, de su len-guaje. Se trata de precisar su trayectoriapartiendo de un recorrido que se exige cro-nológico pero que se apoya, se ilumina, de-lante de escenas temáticas, desde los añosveinte a sus últimas composiciones.

Las dos sedes de la exposición exhibenejes que se nivelan de forma constante, sealimentan de referencias al tiempo que re-calan en otras vías de captura teórica. Suce-

de así con lo popular, la ordenación geomé-trica, las representaciones de la naturalezay los retratos, aspectos conceptuales querotan en su itinerario. Resulta definitoria surelación con el componente colectivo, conun registro popular transformado en mani-fiesto, plasmado en su libro Lo popular enla plástica española a través de mi obra(1939). La materia referida a lo natural seafirma como otro de sus pilares, desde pai-sajes periféricos, escenas simbólicas, bode-gones simétricos hasta mundos espaciales,oníricos. Relatos que se ordenan, como ve-remos, en esquemas y arquitecturas queevolucionan en su trayectoria. Inquieta laconstrucción de un orden, una identidad,un armazón conceptual que se mantienecomo guión creativo, en prototipos, cons-trucciones, máscaras e iconos del mar o dela tierra. Estructuras que también afectan asus retratos, temática imprescindible quecompleta su repertorio, donde prevalecenlas protagonistas femeninas en grandes fi-guras, alegóricas, como enigmáticas muje-res de perfil o danzando bajo esquemasgeométricos en Estrellas de mar (1952).

Su itinerario se construye a partir deconstantes estructuradas como espejo osombra, registro o acusación, de su momen-to. Presenciamos sus inicios marcados por

la atmósfera que vive Madrid a finales delos años veinte, donde participa de formaactiva. Será la época de la Residencia deEstudiantes, la amistad con Lorca, MaríaZambrano o Concha Méndez, y posterior-mente con Rafael Alberti y Ortega y Gasset.Su obra bebe de la emoción que respiranesas décadas, despega de energía creativa,desclava lo real para exhibir impecablescomposiciones de realismo mágico. Estostrabajos unen aspectos perennes con otrosque madurarán, y desvelan su aspiraciónpor evidenciar lo popular, provocar desdeel componente social, en representacionesdonde predomina la colectividad, junto aldeporte o el estudio de la figura. El propioOrtega y Gasset abre los salones de la Revis-ta de Occidente para exponer en 1928 suspinturas, inaugurando una colaboraciónque seguirá en las portadas realizadas parala revista en años inmediatos. Los delicadosy esquemáticos dibujos que ilustran esasportadas murmuran, como veremos, unanueva etapa.

Acompañada de Benjamín Palencia y Al-berto Sánchez redescubre las periferias, losmárgenes oscuros de la ciudad. La denomi-nada Escuela de Vallecas, donde se inscribeen una primera etapa, aporta temas de terri-torios olvidados, que condensa en la serie

Cloacas y campanarios, lugares donde Ma-ruja Mallo ofrece su mirada de anatomíasy fragmentos seniles. Estas obras la acom-pañan en una intensa estancia en París,donde expone en la galería Pierre Loeb yentra en contacto con Breton, dejando im-pregnarse del Surrealismo que, como posi-cionamiento, estuvo presente en sus traba-jos aunque no siempre con la definitoriaimportancia con la que muchas veces seetiqueta su estilo. Sin embargo, resultanincuestionables los postulados que adop-ta en esa estancia sobre los estudios mate-máticos de Torres-García y del ensayistaMatila C. Ghyka, definitorios de forma in-mediata y en su trayectoria posterior, queadvertimos en los bocetos de sus cerámi-cas, los retratos bidimensionales o los bo-degones del exilio.

La etapa de tremendismo de las perife-rias, que describe Rafael Alberti en La Gace-ta Literaria, muda inmediatamente en natu-ralezas y anatomías de esquemas, recurre aformas sintéticas, frugales, que manifies-tan su ordenación geométrica. Nuevasobras que, junto a su creciente seducciónpor la escenografía y el determinante traba-jo con la cerámica, detectamos en Esquele-to (1933) o Arquitectura mineral (1933), di-bujos que maceran la mirada experimentalque brillará en años venideros.

Implicada con la República, participa co-mo docente en las Misiones Pedagógicas,que la acercan a su tierra natal. Allí la sor-prende el comienzo de la Guerra Civil, quela obliga a iniciar, como a otros artistas eintelectuales, un largo exilio en Iberoaméri-ca. En este viaje le acompañan bocetos deLa religión del trabajo, novedosa serie deobras donde quedan integradas todas susobsesiones, la naturaleza, el orden y la vida,claves que reiteran su estilo definitivo. Lasorpresa del trigo (1936) resume mínimoscomponentes de gran intensidad poética yArquitectura humana (1937) concilia símbo-lo y naturaleza, precepto y poética. Magnífi-cos trabajos dominados por la línea y lacomposición fundamental, sin adjetivos,donde siguen vigentes los fundamentos deTorres-García y Ghyka.

América llena de color sus obras, seacentúa lo onírico, lo esotérico, lo cósmico.Naturalezas terrenales y marítimas retratansus décadas de exilio, que constatamos enel mural del cine Los Ángeles de BuenosAires o en sus Naturalezas vivas de con-chas, flores y algas, de misterios y vida. Denuevo las algas, que visten su cuerpo en lasfotografías en las playas de Chile, idean tam-bién una simbólica e invisible arquitecturade vida, de tránsitos y órdenes pensados.

Esta exposición, junto al completo catá-logo y el audiovisual realizado por AntónReixa sobre su obra, reconocen la intensatrayectoria de Maruja Mallo, no siempre es-cuchada con la detenida importancia histó-rica. Se recuperan ahora las múltiples vocesde esta mujer transgresora, vitalista e inde-pendiente. O

Maruja Mallo. Casa das Artes y Fundación CaixaGalicia. Policarpo Sanz, 15 y 21. Vigo. Del 10 deseptiembre al 10 de enero de 2010.

La artista fue una mujer activa, inconformista, independiente y transgresora que exploróel imaginario creativo del siglo XX. Una gran retrospectiva recorre sus caminos conocidosy sus territorios olvidados. La exposición reúne en Vigo pinturas, bocetos, cuadernos,anotaciones, fotografías y publicaciones que permiten ampliar la perspectiva sobre su figura

“DEMOSTRAR EL espíritu por la ausen-cia del espíritu, demostrar la idea porla ausencia de la idea, demostrar lavida por la ausencia de la vida, tal erala paradójica tarea de la obra de arte.En consecuencia, era la tarea y la ca-racterística de la belleza”. A esta elucu-bración sobre la misión paradójicadel arte se entregaba el escritor Shun-suké Hiroki, protagonista de El colorprohibido (Alianza), la única novelano traducida al castellano hasta ahoradel célebre autor japonés Yukio Mishi-ma (Tokio, 1925-1970). Escrita entre1950 y 1953, cuando Mishima inicia-ba su feraz carrera literaria, jalonadapor éxitos no exentos de polémica, lareluctancia comparativa que suscitóesta novela no creo que se debiera altratamiento descarnado del erotismohomosexual, ni a la descripción proli-ja de los ambientes en los que éste sedesenvolvía, sino a la compleja urdim-bre con que está entretejida su ac-ción, cuyo trasfondo último es el des-doblamiento último de un escritor, deunos 65 años, el antes citado Shun-suké Hiroki, de horrible fealdad, y lacriatura que imagina, un tal YuichiMinami, encarnación de la más pletó-rica juventud y belleza, al que va autilizar como arma letal contra elmundo al que no ha parado de despre-ciar en su ya dilatada existencia.

Aunque la narración de esta pugnaes profusa en lances y anécdotas, aveces, muy enrevesadas, no se tardaen percibir que todo ello no es sinouna excusa para que el escritor, tra-sunto de Mishima, se lance a las digre-siones más extremas y peligrosas so-bre el fatal desencuentro del arte y lavida, cuyo único e instantáneo mo-mento de conjunción es la muerte.

Quince años después de que Mi-shima se diera pública y cruentamuerte, mediante el tradicional mé-todo del seppuku la mañana del 25de noviembre de 1970, cuando sólocontaba 45 años, el cineasta estado-unidense Paul Schrader (Grand Ra-pids, Michigan, 1946) acometió larealización del prodigioso filme Mi-shima. Una vida en cuatro capítulos,ahora en exhibición tardía en nues-tras pantallas.

Con una puesta en escena sobria yrefinada, que evoca la estética de Ro-bert Wilson, y con la música de PhilipGlass, esta película es un prodigioso eimplacable viaje al interior mismo delconflictivo escritor japonés, o, lo quees lo mismo, al corazón de lo quenarra en su amplia, variada y fervoro-sa producción literaria. En este senti-do, tomando como punto de referen-cia el día del suicidio de Mishima,cada uno de los capítulos del filme deSchrader, titulados La belleza, Arte,Acción y Armonía de la pluma y laespada, son excursiones al núcleo dealgunas de sus novelas, apenas entre-veradas con concisos datos biográfi-cos retrospectivos.

De manera que, más que un docu-mental, se trata, en efecto, de una in-mersión dostoievskiana al infiernoanímico de Mishima, atrapado en lamás aguda paradoja existencial, quees la del artista abocado como tal fatal-mente a la muerte. En un momentodel filme, y reproduciendo literalmen-te lo escrito por Mishima, le oímosdecir: “Pronto descubrí que la vidaconsta de dos elementos contradicto-rios: uno era el de las palabras, quepueden cambiar el mundo, y el otroera el propio mundo, que nada tieneque ver con las palabras”. He aquí lamejor paráfrasis de ese peligroso ca-mino sin retorno hacia lo prohibidoque es el arte. O

EXTRAVÍOS

Prohibido

Por Francisco Calvo Serraller

Retrato enérgicode Maruja Mallo

Arriba, Mensaje del mar (1937). Debajo, a la izquierda,Elementos para el deporte (1927). A la derecha, Cabezade negra (1946). Todos son óleos de Maruja Mallo.

Maruja Mallo, con manto de algas, en Chile (fotografía sin fecha).

ARTE / Perfil

18 EL PAÍS BABELIA 05.09.09

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Por Xosé Manuel Lens

EN ESTOS MISMOS meses, haceexactamente 17 años, se reali-zaba la primera retrospectivainstitucional en España sobreMaruja Mallo (Viveiro, Lugo1902-Madrid, 1995), preinau-

gurando el Centro Galego de Arte Contem-poránea. Justo un año antes, en 1992, conmotivo del 90º aniversario de la artista, lagalería Guillermo de Osma de Madrid reali-zaba una muestra de su obra y editaba unlibro que descubría todo su imaginario crea-tivo junto a episodios olvidados. La obra deMaruja Mallo, no siempre comprendida ensu globalidad y en parte inexplicablementeolvidada, abrió un nuevo centro de arte ypermitió, en su momento, subrayarsu importancia ofreciéndole un me-recido reconocimiento pocos añosantes de su fallecimiento. Una nue-va exposición, organizada por la Fun-dación Caixa Galicia en Vigo, permi-te repensar y analizar sus trabajos,proponiendo un encuentro con suscaminos conocidos mientras se in-vestiga e innova en nuevas reflexio-nes decisivas sobre su obra, paracompletar el retrato, plural y comba-tivo, de esta imprescindible artista.

Es precisamente en la portadadel catálogo publicado en 2002 so-bre su serie Naturalezas vivas dondeencontramos una sugerente instan-tánea: Maruja Mallo retratada en lasplayas de Chile, con algas sobre sucuerpo como mágica vestimenta. Una ima-gen que nos sirve para narrar claramentesu personalidad, su imaginativa presencia,casi atemporal, imprevisible. Maruja Mallo,autora paradigmática en la creación con-temporánea española, queda definida porsu compleja trayectoria, su complicidad ge-neracional, las diferentes etapas artísticasque interpreta desde un tono personal y elcompromiso social y político. Escalas quecomponen el enérgico retrato que persigueesta exposición, el de una mujer activa, in-conformista.

Esta retrospectiva, la más completa reali-zada hasta la actualidad, permite asentarlas diferentes claves acreditadas, al tiempoque esclarece nuevos aspectos de su traba-jo, adentrándonos en sus grandes referen-tes mientras impulsa conductos interpreta-tivos poco desarrollados hasta el momento.De esta forma, los comisarios FernandoHuici y Juan Pérez de Ayala investigandesde bocetos hasta obras, cuadernos,anotaciones, fotografías y bibliografía pa-ra componer nuevas perspectivas, algu-nas especialmente clarificadoras, de su len-guaje. Se trata de precisar su trayectoriapartiendo de un recorrido que se exige cro-nológico pero que se apoya, se ilumina, de-lante de escenas temáticas, desde los añosveinte a sus últimas composiciones.

Las dos sedes de la exposición exhibenejes que se nivelan de forma constante, sealimentan de referencias al tiempo que re-calan en otras vías de captura teórica. Suce-

de así con lo popular, la ordenación geomé-trica, las representaciones de la naturalezay los retratos, aspectos conceptuales querotan en su itinerario. Resulta definitoria surelación con el componente colectivo, conun registro popular transformado en mani-fiesto, plasmado en su libro Lo popular enla plástica española a través de mi obra(1939). La materia referida a lo natural seafirma como otro de sus pilares, desde pai-sajes periféricos, escenas simbólicas, bode-gones simétricos hasta mundos espaciales,oníricos. Relatos que se ordenan, como ve-remos, en esquemas y arquitecturas queevolucionan en su trayectoria. Inquieta laconstrucción de un orden, una identidad,un armazón conceptual que se mantienecomo guión creativo, en prototipos, cons-trucciones, máscaras e iconos del mar o dela tierra. Estructuras que también afectan asus retratos, temática imprescindible quecompleta su repertorio, donde prevalecenlas protagonistas femeninas en grandes fi-guras, alegóricas, como enigmáticas muje-res de perfil o danzando bajo esquemasgeométricos en Estrellas de mar (1952).

Su itinerario se construye a partir deconstantes estructuradas como espejo osombra, registro o acusación, de su momen-to. Presenciamos sus inicios marcados por

la atmósfera que vive Madrid a finales delos años veinte, donde participa de formaactiva. Será la época de la Residencia deEstudiantes, la amistad con Lorca, MaríaZambrano o Concha Méndez, y posterior-mente con Rafael Alberti y Ortega y Gasset.Su obra bebe de la emoción que respiranesas décadas, despega de energía creativa,desclava lo real para exhibir impecablescomposiciones de realismo mágico. Estostrabajos unen aspectos perennes con otrosque madurarán, y desvelan su aspiraciónpor evidenciar lo popular, provocar desdeel componente social, en representacionesdonde predomina la colectividad, junto aldeporte o el estudio de la figura. El propioOrtega y Gasset abre los salones de la Revis-ta de Occidente para exponer en 1928 suspinturas, inaugurando una colaboraciónque seguirá en las portadas realizadas parala revista en años inmediatos. Los delicadosy esquemáticos dibujos que ilustran esasportadas murmuran, como veremos, unanueva etapa.

Acompañada de Benjamín Palencia y Al-berto Sánchez redescubre las periferias, losmárgenes oscuros de la ciudad. La denomi-nada Escuela de Vallecas, donde se inscribeen una primera etapa, aporta temas de terri-torios olvidados, que condensa en la serie

Cloacas y campanarios, lugares donde Ma-ruja Mallo ofrece su mirada de anatomíasy fragmentos seniles. Estas obras la acom-pañan en una intensa estancia en París,donde expone en la galería Pierre Loeb yentra en contacto con Breton, dejando im-pregnarse del Surrealismo que, como posi-cionamiento, estuvo presente en sus traba-jos aunque no siempre con la definitoriaimportancia con la que muchas veces seetiqueta su estilo. Sin embargo, resultanincuestionables los postulados que adop-ta en esa estancia sobre los estudios mate-máticos de Torres-García y del ensayistaMatila C. Ghyka, definitorios de forma in-mediata y en su trayectoria posterior, queadvertimos en los bocetos de sus cerámi-cas, los retratos bidimensionales o los bo-degones del exilio.

La etapa de tremendismo de las perife-rias, que describe Rafael Alberti en La Gace-ta Literaria, muda inmediatamente en natu-ralezas y anatomías de esquemas, recurre aformas sintéticas, frugales, que manifies-tan su ordenación geométrica. Nuevasobras que, junto a su creciente seducciónpor la escenografía y el determinante traba-jo con la cerámica, detectamos en Esquele-to (1933) o Arquitectura mineral (1933), di-bujos que maceran la mirada experimentalque brillará en años venideros.

Implicada con la República, participa co-mo docente en las Misiones Pedagógicas,que la acercan a su tierra natal. Allí la sor-prende el comienzo de la Guerra Civil, quela obliga a iniciar, como a otros artistas eintelectuales, un largo exilio en Iberoaméri-ca. En este viaje le acompañan bocetos deLa religión del trabajo, novedosa serie deobras donde quedan integradas todas susobsesiones, la naturaleza, el orden y la vida,claves que reiteran su estilo definitivo. Lasorpresa del trigo (1936) resume mínimoscomponentes de gran intensidad poética yArquitectura humana (1937) concilia símbo-lo y naturaleza, precepto y poética. Magnífi-cos trabajos dominados por la línea y lacomposición fundamental, sin adjetivos,donde siguen vigentes los fundamentos deTorres-García y Ghyka.

América llena de color sus obras, seacentúa lo onírico, lo esotérico, lo cósmico.Naturalezas terrenales y marítimas retratansus décadas de exilio, que constatamos enel mural del cine Los Ángeles de BuenosAires o en sus Naturalezas vivas de con-chas, flores y algas, de misterios y vida. Denuevo las algas, que visten su cuerpo en lasfotografías en las playas de Chile, idean tam-bién una simbólica e invisible arquitecturade vida, de tránsitos y órdenes pensados.

Esta exposición, junto al completo catá-logo y el audiovisual realizado por AntónReixa sobre su obra, reconocen la intensatrayectoria de Maruja Mallo, no siempre es-cuchada con la detenida importancia histó-rica. Se recuperan ahora las múltiples vocesde esta mujer transgresora, vitalista e inde-pendiente. O

Maruja Mallo. Casa das Artes y Fundación CaixaGalicia. Policarpo Sanz, 15 y 21. Vigo. Del 10 deseptiembre al 10 de enero de 2010.

La artista fue una mujer activa, inconformista, independiente y transgresora que exploróel imaginario creativo del siglo XX. Una gran retrospectiva recorre sus caminos conocidosy sus territorios olvidados. La exposición reúne en Vigo pinturas, bocetos, cuadernos,anotaciones, fotografías y publicaciones que permiten ampliar la perspectiva sobre su figura

“DEMOSTRAR EL espíritu por la ausen-cia del espíritu, demostrar la idea porla ausencia de la idea, demostrar lavida por la ausencia de la vida, tal erala paradójica tarea de la obra de arte.En consecuencia, era la tarea y la ca-racterística de la belleza”. A esta elucu-bración sobre la misión paradójicadel arte se entregaba el escritor Shun-suké Hiroki, protagonista de El colorprohibido (Alianza), la única novelano traducida al castellano hasta ahoradel célebre autor japonés Yukio Mishi-ma (Tokio, 1925-1970). Escrita entre1950 y 1953, cuando Mishima inicia-ba su feraz carrera literaria, jalonadapor éxitos no exentos de polémica, lareluctancia comparativa que suscitóesta novela no creo que se debiera altratamiento descarnado del erotismohomosexual, ni a la descripción proli-ja de los ambientes en los que éste sedesenvolvía, sino a la compleja urdim-bre con que está entretejida su ac-ción, cuyo trasfondo último es el des-doblamiento último de un escritor, deunos 65 años, el antes citado Shun-suké Hiroki, de horrible fealdad, y lacriatura que imagina, un tal YuichiMinami, encarnación de la más pletó-rica juventud y belleza, al que va autilizar como arma letal contra elmundo al que no ha parado de despre-ciar en su ya dilatada existencia.

Aunque la narración de esta pugnaes profusa en lances y anécdotas, aveces, muy enrevesadas, no se tardaen percibir que todo ello no es sinouna excusa para que el escritor, tra-sunto de Mishima, se lance a las digre-siones más extremas y peligrosas so-bre el fatal desencuentro del arte y lavida, cuyo único e instantáneo mo-mento de conjunción es la muerte.

Quince años después de que Mi-shima se diera pública y cruentamuerte, mediante el tradicional mé-todo del seppuku la mañana del 25de noviembre de 1970, cuando sólocontaba 45 años, el cineasta estado-unidense Paul Schrader (Grand Ra-pids, Michigan, 1946) acometió larealización del prodigioso filme Mi-shima. Una vida en cuatro capítulos,ahora en exhibición tardía en nues-tras pantallas.

Con una puesta en escena sobria yrefinada, que evoca la estética de Ro-bert Wilson, y con la música de PhilipGlass, esta película es un prodigioso eimplacable viaje al interior mismo delconflictivo escritor japonés, o, lo quees lo mismo, al corazón de lo quenarra en su amplia, variada y fervoro-sa producción literaria. En este senti-do, tomando como punto de referen-cia el día del suicidio de Mishima,cada uno de los capítulos del filme deSchrader, titulados La belleza, Arte,Acción y Armonía de la pluma y laespada, son excursiones al núcleo dealgunas de sus novelas, apenas entre-veradas con concisos datos biográfi-cos retrospectivos.

De manera que, más que un docu-mental, se trata, en efecto, de una in-mersión dostoievskiana al infiernoanímico de Mishima, atrapado en lamás aguda paradoja existencial, quees la del artista abocado como tal fatal-mente a la muerte. En un momentodel filme, y reproduciendo literalmen-te lo escrito por Mishima, le oímosdecir: “Pronto descubrí que la vidaconsta de dos elementos contradicto-rios: uno era el de las palabras, quepueden cambiar el mundo, y el otroera el propio mundo, que nada tieneque ver con las palabras”. He aquí lamejor paráfrasis de ese peligroso ca-mino sin retorno hacia lo prohibidoque es el arte. O

EXTRAVÍOS

Prohibido

Por Francisco Calvo Serraller

Retrato enérgicode Maruja Mallo

Arriba, Mensaje del mar (1937). Debajo, a la izquierda,Elementos para el deporte (1927). A la derecha, Cabezade negra (1946). Todos son óleos de Maruja Mallo.

Maruja Mallo, con manto de algas, en Chile (fotografía sin fecha).

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Por Elisa Silió

LEO BROUWER (La Habana, 1939) sedefine como un “romántico del si-glo XXI”. “Lo que equivale a conti-nuar como un posmoderno que no

escinde sino que unifica. Soy un hombre demi entorno. He pasado más de cincuentaaños trabajando con el arte sonoro: inician-do proyectos, tocando, dirigiendo. Condujeinvestigaciones, planes de creación, grupossonoros. Soy dado a hacer cosas nuevas y enmis ratos libres compongo música, ahoracomo quehacer fundamental”, se presentaBrouwer, que a los setenta años anda gra-bando sus últimas obras en Londres.

Y coincidiendo con este 70º cumpleañosredondo —los 35 años dobles que dice él—se suceden los homenajes. En São Paulo seha institucionalizado un festival con su nom-bre; y entre Madrid y Córdoba la SGAE cele-brará seis conciertos gratuitos de guitarra,cámara, coro y sinfónico, este último con laOrquesta de Extremadura dirigida por elmaestro. Además, la entidad ha editado ypresenta un libro —Leo Brouwer. Caminos

de la creación, de las musicólogas Marta Ro-dríguez Cuervo y Victoria Eli— y dos discos:un integral para piano-trío, Leo Brouwer. Pic-tures At another Exhibition, interpretadopor el B3 Brouwer Trío, y Leo Brouwer: Inte-gral para Cuarteto de Cuerdas, de un grupode La Habana.

Dice componer para comunicarse conlos demás de una manera integradora. “Con-sidero la vida como una composición com-pleta; el paisaje, la arquitectura, incluso elritmo de la gente cuando camina y habla. Yesto lo transfiero en música. Ésta es una demis obsesiones: la forma como complejidaduniversal. La guitarra será siempre mi granpasión, dirijo orquestas y me reconforta, pe-ro componer es la esencia que revelo y queme identifica. Es una extensión de mí”.

En 1978, en la Cinemateca de Cuba, elintérprete rompió todos los esquemas consu recital De Bach a los Beatles. “Fue un retollenar cada noche dos mil lunetas con unaguitarra sola”, cuenta ahora. Un solista quetocaba como toda una orquesta y sin prejui-cios para llevar al escenario composicionesdel genio alemán junto a temas pop. Y enesa línea ecléctica sigue este amante delflamenco, convencido de que, de tanto re-petirse, las ideas estereotipadas se han con-vertido en “mentiras-verdades”. “Al igualque se habla de la ‘España de pandereta ycastañuelas’, nos referimos a la ‘Cuba demaracas y bongo’. Lo cubano hondo hasido violado por la visión turística”, sostie-ne Brouwer, que ha dirigido un centenar deorquestas, entre ellas la de Córdoba(1992-2001). Sobre ésta y el régimen castris-

ta no ha querido pronunciarse en esta entre-vista cibernética.

Calcula que el 90% de las programacio-nes de las cámaras, sinfónicas y conciertospara piano o guitarra resulta tedioso porqueel esfuerzo es nulo. “Los monográficos sonpara especialistas o para un homenaje quese justifica por el concepto. El programa cro-nológico —Renacimiento, Barroco, luegoun gran clásico o romántico para finalizarcon la obra moderna o de granenvergadura— es ya muy aburrido”, confie-sa el pedagogo y promotor cultural.

“Siempre he realizado programas dondeel público escuchase algo nuevo y la grantradición con enfoques distintos. Por ejem-plo, las variaciones a través de la historia, lospaíses y su música”, cuenta orgulloso Brou-wer, ex director de la Orquesta SinfónicaNacional de Cuba (1981-2003). Tambiénmezcla cuando es él quien compone. Suobra La tradición se rompe… pero cuestatrabajo (1967) hace honor a su título. “Esuna visión del universo sonoro de todos lostiempos, de las grandes tradiciones y las mo-dernidades. Incluso los grandes clásicos, alsimultanear sus voces, se transforman enun magma sonoro contemporáneo. Termi-na con un acorde medieval en reposo. Nosupieron cómo clasificarla”, rememora.

Ya en 1955 Brouwer incluyó sus prime-ros guitarreos en los programas diseñadosde manera cronológica por su profesorIsaac Nicola. El oído lo heredó de su madre,Mercedes, que de niño le hacía ritmos ymelodías que derivaron en conciertos fami-liares con cuatro años, y de su padre, Juan,científico y guitarrista aficionado. “Perosiempre me atrajo una sonoridad anteriorque relaciono con una cierta memoria an-cestral”, puntualiza. “Mi padre me enseñólo primero en la guitarra, desde cómo secolocan las manos hasta la interpretaciónde oído de repertorio de concierto, como lasDanzas españolas de Granados, o las mazur-cas y preludios de Tárrega. Las aprendió deoído y las tocaba sin un error”, se asombra.

En unos días Brouwer ya tocaba farrucasy tanguillos, “lo que me apasionaba y meapasiona: el flamenco”. Hasta que se cruzóen su vida su maestro, Nicola, que le dio unaclase a través de la historia de la música.“Fue del Renacimiento hasta el siglo XX y yocomprendí de inmediato que ése era mimundo. Desde la segunda pavana de Luisde Milán mi mentalidad cambió. Era el uni-verso sonoro que me apasionaba. Significómétodo, disciplina, calidad y rigor”, recuer-da. Triunfó la revolución y becado marchó aestudiar composición en la Juilliard Schoolof Music de Nueva York, y música antiguacon el laudista Joseph Iadone. Después fuea Hartford, Connecticut, donde enseñó gui-tarra a cambio de estudios. “Me relacionécon todo un ambiente musical, acceso a in-formación: grandes bibliotecas, partituras,conciertos y conferencias”.

Los musicólogos dividen su obra en tresetapas. En su primera, desde 1955 hasta Elo-gio de la danza (1964), usó las formas musi-cales tradicionales y elementos del folclore.“Después dicen que me adscribí a la van-guardia, y en una etapa que llega a nuestrosdías, una de nueva simplicidad”. Brouwerevolucionó hacia la vanguardia cuando ladescomposición de las estructuras en su mú-sica, en su opinión, “se atomizó y rompió”.“Cada vez me hacía más abstracto y herméti-co. No podía comunicarme, y como esto

para mí es fundamental, fue como una vuel-ta a casa, suavicé un poco mi estilo, quizáscon algo de simplicidad”. Pero se niega ahablar de minimalismo: “No le haría justi-cia. Algunos compositores hicieron esta mú-sica antes de que el término se inventara. Labase está en los países del Tercer Mundo, enJapón y en las Américas, fuera de la Europaoccidental. De cualquier forma, el concepto

de música minimalista es demasiado estre-cho para explicar este movimiento. Mi nue-va manera es parte de un movimiento gene-ral hacia la simplicidad, basada en la músicade nuestros países”.

Compone “pensando en la guitarra co-mo una orquesta y en la orquesta como sifuera una guitarra”. Música incluso cuandoha estado delicado de salud y no podía abrirlos ojos: “Componía aun sin escribir ni unanota”. Proporciona la receta mágica: “Lacomposición contemporánea para el instru-mento debería acometerse con miras a lasobras capitales de los maestros de hoy queya son clásicos —Ligeti, Lutoslawski, Duti-lleux, Adams, Lindberg, Torgue, Mac Mi-llan…—, en vez de seguir los criterios comer-ciales del mercado, que se basan en músicadescafeinada del repertorio cinematográfi-

co, de las canciones de amor o de los ritmosexcitantes”. Y Brouwer, premio Nacional deCine 2009 en Cuba, de este repertorio cine-matográfico sabe un rato. Es autor de unassetenta bandas sonoras, la más conocida Co-mo agua para chocolate (Alfonso Arau,1992). “Si he visto las imágenes de dos o tresfilmes antes de componer es mucho. Algu-nas hasta por teléfono, como el documentalHanoi Martes 13, de Santiago Álvarez”. Lamejor música para el cine es para él “la queno se escucha, la que se integra al todo de lacinta”. “Un músico que no es mi favorito,pero efectivo para el cine, es Michael Ny-man”, reconoce, y halaga a “Newman, deAmerican Beauty, Gabriel Yared o desconoci-dos eslavos y de Oriente Próximo”.

Sus planes son inagotables. Conciertosen La Habana, Holanda, París, Brasil… Ysiempre sobrevolando desde hace veinteaños la composición de una ópera. “Podríaser un homenaje al kitsch o en otro momen-to ser un homenaje a la historia, o hablarcon mi propio lenguaje”, deshoja la margari-ta. “Continúo trabajando en obras corales,una pieza para flauta sola que dedicaré aNiurka González, una de percusión, otra pa-ra arpa… Espero descansar en los avionesporque tengo que componer y mucho”. O

Conciertos enMadrid. Selección Brouwer para guita-rra. Ricardo Gallén, guitarrista. Centro Cultural Ni-colás Salmerón (15 septiembre). Homenaje a LeoBrouwer. 70º aniversario. Orquesta de Extremadura,dirigida por Brouwer. Auditorio Nacional de Músi-ca (25 de septiembre). Entrada gratuita.Conciertos en el Gran Teatro de Córdoba: Home-naje a Leo Brouwer. 70º Aniversario. Ricardo Gallén,guitarrista. (16 de septiembre). Leo Brouwer. Losnegros brujos se divierten. Música de Cámara (17 deseptiembre). Cuadros de otra Exposición. B3:Brouwer trío (día 18). Rondas, refranes y trabalenguasLeo Brouwer. Coro Ziryab (día 19). Entrada gratuita.

Leo Brouwer“Lo cubano hondoha sido violado porla visión turística”El 70º aniversario del músico cubano se celebra enEspaña con seis conciertos, dos discos y un libro

El guitarrista, director de orquesta y compositor cubano Leo Brouwer. Foto: Instituto Complutense de Ciencias Musicales

En 1978, en laCinemateca de Cuba,Brouwer rompiólos esquemas con su recital‘De Bach a los Beatles’

Compone pensandoen la guitarra comouna orquesta y en laorquesta como si fuerauna guitarra

MÚSICA / Entrevista

20 EL PAÍS BABELIA 05.09.09

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MARIA JOÃO PIRES nunca deja de sorprenderporque nunca se repite. En su nueva graba-ción lanza una mirada serena al último lega-do de Chopin. No hay complacencia ni con-cesiones banales: concibe la Tercera Sonatacomo puerta de entrada a un Chopin másvisionario, turbador e inquietante, cuya ten-sión interior revela de forma admirable. Lagran pianista portuguesa huye de los clichésrománticos, explora la modernidad latenteen una selección de nocturnos, marzurcas yvalses sin desperdicio. Una de las grandesbazas del programa es la sorprendente inter-pretación de la Sonata para violonchelo ypiano en sol menor, opus 65 junto al jovenviolonchelista ruso Pavel Gomziakov, cuyaaustera sonoridad y finura de estilo permi-ten redescubrir la belleza sonora y la trans-parencia de una escritura que demasiadosintérpretes se cargan con excesos románti-cos de dudoso gusto. Javier Pérez Senz

Béla BartókConciertosPierre BoulezDeutscheGrammophon

Dohnányi-KodályThe Hungarian AlbumGuarneri QuartetSony-RCA. CD

Markevitch-Stravinski-AmargósLive EmotionsThe World OrchestraJosep VicentColumna Música. CD

Karl BöhmBeethoven. Sinfonía 7(ensayo e interpretación)Dvorák. Sinfonía 9DVD Medici

EL CUARTETO GUARNERI, una de las referen-cias mundiales en el ámbito cuartetístico,ofrece con este The Hungarian Album unregalo sorprendente, mayúsculo, a los aman-tes de la densa y trascendente música decámara europea del primer cuarto del si-glo XX. Las piezas: Cuartetos de cuerda nú-meros 2 (1906) y 3 (1926) de Ernö Dohnanyi(1877-1950) y Cuarteto número 2 (1916) deZoltan Kodály (1882-1967), son soberbias,de una factura sabia, solidísima y, siendoobras relativamente poco divulgadas entrenosotros, constituirán un grato descubri-miento para muchos. La interpretación delCuarteto Guarneri, realzada por una magní-fica toma de sonido, es impresionante porpotente a la vez que matizada. Xavier Pujol

Frédéric ChopinSonata nº 3, Mazurkasy otras obrasMaria João PiresDeutscheGrammophon

PIERRE BOULEZ CONCLUYE su ciclo Bartókcon un suntuoso programa concertante.Sorprende el equilibrio sonoro y el refina-miento tímbrico que obtiene en una obra

de complejas dinámicas como el Concier-to para dos pianos, percusión y orquesta,defendido con brillantez por los pianistasTamara Stefanovich y Pierre-Laurent Ai-mard, los percusionistas Nigel Thomas yNeil Percy, y la Orquesta Sinfónica deLondres. En el resto del programa —Con-cierto número 1 para violín y Conciertopara viola, completado por Tibor Serly—Boulez cuenta respectivamente con dosimaginativos solistas, Gidon Kremer y Yu-ri Bashmet, junto a una Orquesta Filarmó-nica de Berlín que deslumbra por perfec-ción y transparencia sonora. Boulez logralos más poderosos contrastes dinámicossin violentar ni enturbiar la intensidadlírica y las tensas atmósferas dibujadaspor el genial compositor húngaro. J. P. S.

Por Ángel Carrascosa

LA ROYAL OPERA House, en el Covent Gar-den londinense, ha estrenado en 2004 y2008 dos de las óperas más notables de losúltimos tiempos: The Tempest, del pujantejoven Thomas Adès (Londres, 1971), y TheMinotaur, del maduro Harrison Birtwistle(Accrington, Lancashire, 1934), uno de losmayores creadores musicales de nuestrotiempo. Ambas se basan en asuntos remo-tos, arduos de tratar donde los haya: laprimera, en la pieza teatral homónima,una de las más complejas y crípticas deShakespeare (que transcurre precisamen-te en “una isla remota”). La segunda inda-ga en un bien conocido e inquietante mitode la Grecia antigua. Thomas Adès, niñomimado de la música inglesa desde susmismos comienzos (de va-rias de cuyas obras se haocupado el director de laOrquesta Filarmónica deBerlín, Sir Simon Rattle),es un compositor dotadode múltiples recursos y deun sólido bagaje técnico,que ha concebido median-te un lenguaje expresivo yno especialmente abstru-so esta su segunda ópera,partitura de gran efecto—pero no efectista, puessu rigor es innegable— so-bre un texto de MeredithOakes que condensa conacierto el en su integridadimpracticable texto sha-kespeariano. El álbum, dedos compactos, recogemateriales sonoros de lareposición de 2007 en elmismo teatro, dirigiendoasimismo el compositor, ycuenta con un reparto vo-cal muy destacado: el barí-tono Simon Keenlyside co-mo Prospero, el tenor IanBostridge como Caliban,la soprano Kate Royal(Miranda), el tenor TobySpence (Ferdinand) o lasoprano ligera Cyndia Sieden (Ariel); estaúltima canta con casi inexplicable perfec-ción un rol infinitamente agudo. De todosmodos es una lástima que no se haya pu-blicado una versión filmada de esta pro-ducción, a cargo de Tom Cairns.

Sí lo ha sido la de The Minotaur, proba-blemente una de las óperas (la décima desu autor) más admirables e impresionan-tes de las dos o tres últimas décadas. Setrata de la producción del estreno, un acier-to pleno de Stephen Langridge gracias a suesencialidad escenográfica y a su sobreco-

gedora potencia dramática (una plasma-ción descarnada hasta el horror, que haaconsejado advertir en la caja de los doscompactos: “Contiene escenas de naturale-za violenta y sexual”). Sobre un texto dehonda penetración psicológica del poetaDavid Harsent, Birtwistle, un compositoral que la edad no ha moderado, sino todolo contrario, la radicalidad de su lenguaje,ha estructurado en sabia progresión undrama desgarrado y aterrador que le ron-daba desde hacía mucho tiempo y al quele han impelido una balada del dramatur-go Friedrich Dürrenmatt y los dibujos dela Minotauromaquia de Pablo Picasso. Lainterpretación musical es también de altovoltaje, gracias sobre todo a la medida pe-ro apasionada dirección de Antonio Pappa-no y a un elenco de cantantes de grannivel con alto rendimiento actoral: el barí-

tono Johan Reuter en el papel de Teseo, lasoprano Christine Rice (Ariadna), el tenorPhilip Langridge (Sacerdote) y el contrate-nor Andrew Watts (Sacerdotisa-serpiente),pero sobre todo a la elogiadísima y real-mente colosal encarnación que el bajo SirJohn Tomlinson realiza del personaje pro-tagonista, Asterios o el Minotauro, mitadhombre mitad bestia. O

Adès: The Tempest. Keenlyside. Sieden, Bostridge,Adès. EMI, 2 CD.Birtwistle:TheMinotaur.Tomlin-son, Pappano, S. Langridge. Opus Arte, 2 DVD.

OIGO LO QUE VEO Noël Coward o la vida como obra de arte

JOSEP VICENT (Altea, 1970) se está revelandocomo una de las figuras a tener muy encuenta en el panorama de los jóvenes direc-tores de orquesta españoles. Su disco LiveEmotions al frente de la Orquesta Mundialde Juventudes Musicales ha obtenido recien-temente el Premio de la Unión FonográficaIndependiente al mejor álbum clásico. EnLive Emotions, que incluye como pieza fuer-te La consagración de la primavera, de Stra-vinski, y que se completa con dos piezasbreves, Cinema Ouverture, de Igor Markevit-ch, y la Obertura per la Pau, de Joan AlbertAmargós, el conjunto alcanza unos nivelesde competencia y rendimiento verdadera-mente profesionales. La dirección se benefi-cia de la formación como percusionista deVicent y resulta absolutamente precisa en lorítmico sin resultar por ello dura o carentede matices expresivos. X. P.

OTRO INAPRECIABLE documento filmado deKarl Böhm (1894-1981), uno de los mayoresdirectores de su época, con ensayos —quéinteresante es ver a una gran batuta en lapreparación de una obra— y la subsiguienteinterpretación de la Séptima sinfonía de Bee-thoven, una versión sobria pero vibrante de1966 con la Sinfónica de Viena. Doce añosposterior es la Sinfonía del Nuevo Mundo deDvorák, una de las propuestas más persona-les y fascinantes de que hay constancia do-cumental, ahora con una suntuosa Filarmó-nica de Viena. Á. C.

Por Luis Suñén

Thomas Adès, autor de The Tempest. Foto: Nigel Luckhurst

HASTA HACE unos días estuvo abierta en el Museum ofPerformance and Design de San Francisco una exposi-ción titulada Star Quality que rendía homenaje a NoëlCoward en un contexto de curiosa recuperación ameri-cana del autor de Vidas privadas. Su inauguración coin-cidía con el estreno en Houston de Breve encuentro, laópera de André Previn basada en la pieza teatral delpropio Coward, además de con la vuelta a Broadway deBlithe Spirit, una película sobre Easy Virtue y la reedi-ción de su correspondencia.

En una sala casi secreta se podían ver fotografías,manuscritos y cartas, pero también objetos personalescomo un par de batas de fular o unas zapatillas borda-das por Merle Oberon que nunca se calzó aquel actor,dramaturgo y cantante nacido en el sur de Londres yllamado por sus amigos The Master porque todo lohacía bien.

Del pequeño papel en The Goldfish, cuando tenía

diez años, a la foto en Las Vegas entre Judy Garland yLauren Bacall habían pasado casi cincuenta, que empe-zaron el día que su madre decidió que ese niño tanguapo saldría de pobre y lo llevó a trabajar al teatro. Alo largo de ese tiempo surgen algunas obras maestrasde un estilo quién sabe si de verdad recuperable. Y detablas algo más frívolas canciones maravillosas comoLondon Pride, Poor Little Rich Girl o Parisian Pierrot,que explican algo de una época —la de la Europa de losaños veinte y treinta, la del mundo de después de laSegunda Guerra Mundial— y se escuchan desde aquí ydesde ahora como algo demasiado lejano en la geogra-fía y en la historia. La voz de Coward hace aflorar esacuriosa nostalgia por lo que no se vivió, ese deseo dehaber nacido en otra parte y en otro momento, eseabsurdo de querer ser más ajenos y más viejos de loque somos, pertenecer al último tiempo que fue capazde hacer promesas.

Noël Coward fue un duro trabajador de la escena,pero también alguien empeñado en hacer de la vidauna pequeña obra de arte. Se fue cuando debía, justoantes de que hubiera que explicar qué es ese glamour—algo imposible de aplicar hoy en día a ninguna pre-sunta estrella— que él poseyó con la misma naturali-dad con que lo defendía, gratuito e indefinible. Triunfóy cayó clamorosamente y, cuando hizo falta, supo le-vantarse él solo. Tuvo amigos —con Gertrude Lawren-ce, Alfred Lunt y Lynn Fontanne podría escribirse unanovela— y admiradores —Lawrence de Arabia—, lehicieron caballero de la Orden del Imperio Británico ymurió rico y feliz.

En la Noël Coward Foundation dicen que todos losdías, en algún lugar del mundo, se representa una obrasuya o se canta alguna de sus canciones. Durante todasu vida le escribió a su madre una carta a la semana.Nunca olvidó que ella tenía la culpa de todo. O

Shakespeare y el MinotauroBirtwistle compone un drama desgarrado y aterrador.The Tempest, de Adès, es una partitura de gran efecto

MÚSICA / Discos

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LA QUE DICE SER y llamarse LidiaGonzález Zoilo, el que dice sery llamarse David Franch y laque dice ser y llamarse Móni-

ca Pérez te dicen que forman parte delColectivo 96º (exacto, la graduacióndel alcohol etílico) y que fueron a Mar-sella, en febrero de 2008, para entrevis-tarse con Vera Waltser. Las luces desala están encendidas, como si el es-pectáculo no fuera un espectáculo.Un encuentro, una charla, un juego.La sala es Versus Teatre, de Barcelona;antes se estrenó en el ciclo RadicalsLliure. El espectáculo (o encuentro ocharla o juego) se llama Dar patadaspara no desaparecer, gran título. Tedicen que Vera Waltser, quizás primalejana de Robert Walser (la “t” se lecayó a Robert durante un bombardeoy nunca volvió a recuperarla), es unaescritora suiza especializada en biogra-fías. Te dicen que le han pedido queimagine las biografías de la que diceser y llamarse Lidia González Zoilo ydel que dice ser y llamarse David Fran-ch. La frase que utilizo antes de susnombres no es una cláusula retórica,porque a los diez minutos veremosuna entrevista en la que David Franchhabla de teatro en el Canal 33, y elDavid Franch televisivo no se pareceen lo más mínimo al que está antenosotros esta noche, de lo que se dedu-ce que uno de los dos no es DavidFranch. ¿Es Franch, por cierto, un ape-llido judío? Lo sería plenamente conuna “k” final, pero igual su padre laperdió también durante un bombar-

deo. David Franch (el que dice ser yetcétera) elige, a petición de Vera Walt-ser, una obra artística a modo de auto-rretrato: el busto de un soldado (judío,probablemente) que combatió contralos nazis en 1943, y que se encuentraen un parque de Marsella. Vera Walt-ser hace preguntas oblicuas, encargatareas y, a partir de todo ello, escribelas biografías de L y D: posibles falsasautobiografías verdaderas que ellos re-citan con la naturalidad extrema delactor no profesional, o, mejor, con lanaturalidad extrema del actor profesio-nal. Vera Waltser describe a DF descri-biéndose como “una montaña de his-torias escritas por otros, con bandassonoras compuestas por otros. Deshu-manizado, como una pieza fabricadaen 1972 con las ideas, los sueños, y lasactitudes de su generación, diseñadapor las industrias de la música y lamoda”. Mientras M (o sea, Mónica Pé-rez) lee los textos de Vera Waltser (esdecir, se convierte en Vera Waltser), Lcubre el cuerpo desnudo de D con pas-ta de papel mojado (páginas de libros,carátulas de discos) hasta convertirlo enuna estatua. La acción de VW pedía: “Des-cribe tu cuerpo”. D dijo: “Mi cuerpo escomo un vertedero”. L dijo: “Mi espaldaestá llena de marcas familiares, como unálbum de familia”. Una luz/lupa amplíalas imágenes de ese álbum, mientras L

habla de todos ellos, su cuerpo descuarti-zado entre influencias familiares, losojos del padre, las manos de la madre, laapatía, el mal genio, los sueños: “Heredésus sueños, los sueños que tenían paramí y también los sueños que no tuvie-ron”. Vemos los rostros familiares. ¿Ésaes realmente su familia? Y esa niña… sí,

podría ser ella, desde luego. Pero no, se-guro que me están engañando otra vez,aunque si vuelvo a mirar esa imagen y lacomparo con el rostro de L, quizás… Que-rría saber más de esa familia, de esa nove-la familiar. ¿Por qué pienso también enuna familia judía? Una familia de infeli-ces niños prodigiosos, como los Glass o

los Tanembaum. Ahora hay, magia po-tagia, dos espectáculos: el que siguedesarrollándose en el escenario delVersus Teatre, una noche de verano, yel que empieza a crearse en mi cabe-za, en las cabezas de cada uno de no-sotros. Mientras ellos bailan para Wal-tser y ella les construye identidades,nosotros somos un caleidoscopio gi-gante que las combina, descompone,reajusta o difumina, y las mezcla conlas nuestras. Ése es el gran logro deDar patadas para no desaparecer, porencima del narcisismo de eternos ado-lescentes (¿falso narcisismo verdade-ro?), de las otras ventanas que entre-abren para mostrar un paisaje aborta-do o previsible o metafóricamente re-dundante (L convertida en un cuerpociliciado por alambre de espino, Demulando a Bruce Lee para no desapa-recer), de los juegos fáciles (“Vera Wal-tser está esta noche entre nosotros, enel extremo de la tercera fila, junto alpasillo”) paliados por los juegos inge-nuos y felices: llamar a nuestros móvi-les, contarnos un secreto, pedirnos unadjetivo que les defina. Y en el terciofinal, la filmación que vuelve a recolo-car las piezas y descolocar dudas ycertidumbres: el vídeo del viaje a Mar-sella, los lugares que creíamos imagi-nados, la estatua (¿real, ficticia?) en elparque, la casa de Vera, su nombre yapellido en el buzón, sube M por lavieja escalera, llama al timbre, la puer-ta se entreabre, una voz francesa(¿con un leve acento suizo?) la saludadesde dentro, la puerta se abre del

todo, la claridad blanca ciega el objeti-vo, fundido en blanco, fin. Notas dis-persas antes de cerrar y dar carpetazoal archivo del Moleskine veraniego.Una: Stockholm, en el Borrás. Versiónbarcelonesa, contemporánea, de Mi-rando hacia atrás con ira, dirigida porMarc Martínez. Se llama Stockholmporque es el nombre de una cama deIkea. Fantásticos actores, sobre todoel trío protagonista, Andrés Herrera,Rosa Boladeras, Juan Carlos Vellido,pero los lamentos nihilistas de JimmyPorter siguen siendo tan pelmazos co-mo hace cincuenta años. Dos: Girafes,en el Lliure. Clausura de la trilogíaanimalística de Pau Miró. Una ideasensacional, narrada de refilón: un ni-ño presuntamente abducido por extra-terrestres vuelve a la Barcelona de loscincuenta convertido en enigmáticovendedor de lavadoras para salvar asu madre de un destino esclavo. So-berbios Anna Alarcón y Carles Flaviáen ambos roles; función desballesta-da por una segunda trama con traves-

tís en cabaret ramblero que no pega nicon cola. Tres: Decepción grande, tam-bién en el Lliure: Jordi Casanovas inven-ta un género prescindible, el grunge-camp, en Julia Smells Like Teen Spirit,impensable cruce entre La señorita Juliay la versión cutre de La (olvidadísima)leyenda de Lylah Clare, de Aldrich. O

Me llamo Vera Waltser, como todo el mundoMientras ellos bailan para Waltser, una escritora suiza especializada en biografías, y ella les construye identidades,nosotros somos un caleidoscopio gigante que las combina, descompone, reajusta o difumina, y las mezcla con lasnuestras. Ése es el gran logro de Dar patadas para no desaparecer, gran título que se ha visto en Barcelona

Escena de Dar patadas para no desaparecer, del Colectivo 96º. Foto: Pau Pascual

Hay, magia potagia,dos espectáculos: el quesigue en el escenarioy el que empieza acrearse en las cabezasde cada uno de nosotros

Vemos los rostrosfamiliares. Querría sabermás de esa familia,de esa novela familiar.¿Por qué pienso tambiénen una familia judía?

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

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Buenos Aires,el virus delapocalipsisPISO EL AEROPUERTO de Ezeiza y automáti-camente, como quien cambia el dial deuna radio, me escucho hablar y pronun-ciar en porteño. Paso del asertivo “bue-nos días” español al deslizante “buennndíííaaa…” argentino. ¿Por qué el día serádiverso en España y único en Argentina?¿Un país plurinacional se saluda en plu-ral y un país centralista, en singular?

***He aterrizado el día delas elecciones. Todos loscandidatos acudieron alprograma Gran Cuñado,mezcla de Gran Hermanoy guiñoles políticos, paraencontrarse con su doble.Fueron momentos par-ticularmente honestos dela campaña: la políticaprofesional se asumió co-mo parodia.

***Viendo el éxito del parti-do de Macri, se diríaque al país lo tienta vol-ver al menemismo. Es-cribo macrista en miportátil y el Word me co-rrige: machista. A vecesel corrector ortográficoparece un detector ideo-lógico.

***Leo Pájaros en la boca,el nuevo libro de Saman-ta Schweblin. Los suyospodrían ser los mejorescuentos argentinos de migeneración. Secos. Du-ros. Contundentes. La bri-llantez de su realismo merecuerda a Guillermo Sac-comanno. Su peculiari-dad, a otra gran narrado-ra que en realidad es suantípoda: Hebe Uhart. Enel libro anterior de Schwe-blin apaleaban a un pe-rro. En éste aplastan auna mariposa. Amboscuentos parecen decirnos: sin condolenciano hay país.

***La mayor preocupación política ante la gri-pe no es sanitaria, sino económica. Paseopor las calles disponibles, temerosas. Piensoen los paisajes apocalípticos de Plop de Ra-fael Pinedo o El año del desierto de PedroMairal. Cines, teatros, librerías y tiendas es-tán semivacíos. El pánico ha disuadido a losclientes. Súbitamente queda muy clara larelación entre autoridad y mercado: el con-sumo depende del orden.

***En Argentina las mascarillas se llaman barbi-jos. Extraño, porque aquí, acá, no se dicebarbilla sino mentón o pera. Se supone quese llaman así por la barba, pero los barbijosson unisex. Como los virus y el miedo. Leoen el blog de Marcelo Figueras, autor denovelas conmovedoras como Kamchatka oLa batalla del calentamiento, y que acaba depublicar Aquarium: “Si vendiese barbijoscon la leyenda Michael Jackson tenía razónme llenaría de dinero”.

***Nos lavamos las manos. Nos lavamos lasmanos. Desde el estallido de la gripe A, nodejamos de lavarnos las manos. Al fin nues-tras costumbres coinciden con nuestrosprincipios.

***Domingo por la tarde. Partido decisivodel Torneo Clausura. No han cerrado elestadio, pero el partido se interrumpe por

otra alerta: caen toneladas de granizo.Los equipos de Vélez y Huracán se reti-ran. La gente espera. La gripe calla. Elcielo ruge. El agua golpea. El césped alber-ga a una pelota apátrida en el círculo cen-tral. Un fotógrafo salta al campo, patina yse acuesta boca abajo en mitad de la can-cha. Quiere retratar a la pelota, testigo deldesalojo, rodeada de granizo. Frente altelevisor en un café del aeropuerto, pien-so que debería ganar Huracán: no sólojuega mejor, sino que tiene nombre deapocalipsis. Alguien me mira a mí. Yo mi-ro la pantalla. Dentro de la pantalla, elpúblico mira al fotógrafo. El fotógrafocontempla la pelota. Lo que mira la pelo-ta es el misterio del país.

Montevideo, mateen la catedralLLEGO A MONTEVIDEO coincidiendo con losfestejos del centenario de Onetti. Para hacer-le justicia al maestro, quizá sería preferibleun funeral o una protesta.

***La obra de Onetti es tan perdurable como eldolor, la tristeza o la desesperación. Nadieha esculpido así en castellano esas realida-des invisibles. Tampoco nadie ha adjetiva-do el mundo con una maldad tan exacta.Recuerdo El astillero, si se puede decir así,con turbia nitidez. Al leerlo pensé: esto es loque habría escrito Camus si le hubieran gus-tado las metáforas.

***Recorremos en coche las afueras. “¿Viste lapelícula Whisky?”, me pregunta el conduc-tor. Le contesto que sí y que me parecióexcelente. “Bueno”, dice él señalando másallá de la ventanilla, “acá la tenés”.

***Montevideo es una posibilidad de lluvia.Por suerte la amabilidad de los montevidea-nos es una posibilidad de techo.

***“¡Qué frío!”, dice uno, “¡no puede ser!”. “Elinvierno también es la realidad, che”, contes-ta otro.

***En la calle Ellauri, barrio pijo o pituco, está

el shopping de Punta Carretas, que antes erauna cárcel. El penal es inquietantementeagradable. Tonos pastel, hilo musical rela-jante, escaparates bien iluminados, escale-ras mecánicas, mesas con refrescos. Losreos hacen túneles.

***Saliendo del antiguo penal, como si hubiéra-mos vuelto a los setenta, una chica me entre-ga unos panfletos y se aleja corriendo. Lospanfletos dicen: “Viajá a las estrellas sabo-reando la nueva Whopper Trek. Aros de ce-bolla y salsa barbacoa picante”.

***Advertencia a las puertas de la catedral:“No está permitido entrar con mate en eltemplo”.

Santiago deChile, el ordenensimismadoLO PRIMERO que me llama la atención deChile, sin haber aterrizado, es el formulariode aduanas. Parece hecho para confirmar laimagen del país en el exterior: profesionali-dad, progreso, legalidad, orden. Está mejordiseñado que el argentino, que es largo yredundante. También supera al español. Elimpreso chileno es breve y razonable. Mo-derno, con letra grande, casilleros amplios.Tiene cierta vocación de lucimiento, de lava-do de cara, de aquí no pasa nada.

***Rodeada, protegida, separada por el vi-gor de la cordillera, un poco como miGranada, Santiago se ensimisma.

***Cierta impenetrabilidad, una vigilanciade algo que no se sabe qué es.

***Uruguay: “Tu novela va a gustar muchoacá”. Chile: “Probablemente no la vendere-mos”. Argentina: “Hiciste una muy buenacomunicación del libro”.

***“Los que éramos muy jóvenes cuandolos libros de Bolaño llegaron a Chile”,me dice el periodista, “fuimos embesti-dos, iluminados por él. Pero a los que no

eran tan jóvenes les pasó todo lo contra-rio”. No es lo mismo ser embestido queatropellado. Y que te iluminen no esigual a que te eclipsen.

***Noto que aquí tienden a fotografiar a losescritores en contrapicado, haciéndolesmirar desde arriba a quien los mira. ¿Signi-fica algo?

***Hojeo suplementos culturales. Me entre-tengo comparándolos con los de Argenti-na. Si el tono predominante en las rese-ñas argentinas es la exhibición doctoral,en Chile lo frecuente es la agresión casca-rrabias. Unas parecen destinadas a de-mostrar que el crítico es más inteligente

que el autor. Las otras, a disuadir a laseditoriales de seguir distribuyendo el li-bro en el país. Al entusiasmo o al placerles queda poco espacio.

***“En la universidad”, me cuenta ella, “miprofesor de filosofía nos subía décimaspor ir a las marchas en contra del abor-to”. Pienso que es una ironía o una hipér-bole, pero ella me mantiene la miradacon absoluta seriedad.

***Bolaño afónico de vivir. Bolaño muerto derisa, muerto.

***En el aeropuerto veo una edición inglesade Cathedral of the Sea, de Ildefonso,Ildefóunso, Falcones. Best sellers. Au-toayuda. También hay otras cosas: narra-tiva chilena contemporánea (Lemebel,Simonetti, Fuguet), antologías de Neru-da y Mistral. Esto último podría pareceruna obviedad. Pero, sinceramente, norecuerdo que en los aeropuertos españo-les se vendan recopilaciones poéticas deLorca o Juan Ramón o Aleixandre, quetambién fue Premio Nobel. Puedo escri-bir los diarios más tristes esta noche.

***El chileno habla a solas. El argentino hablapara sí mismo. O

Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) es autor delas novelas El viajero del siglo (Premio Alfaguara2009), Bariloche y Una vez Argentina (Anagrama).

Imagen tomada en Buenos Aires en 2003. Foto: Natacha Pisarenko

Cono Sur, ‘mon amour’ (diario de viaje)Impresiones de tres capitales americanas: Buenos Aires, Montevideo y Santiago de Chile. Por Andrés Neuman

OPINIÓN

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