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Pasaron Pasaron 75 años 75 años Tres cuartos de siglo después Tres cuartos de siglo después de la sublevación del 18 de la sublevación del 18 de julio, testigos de aquel día de julio, testigos de aquel día narran cómo fue. Dos soldados narran cómo fue. Dos soldados de bandos contrarios se reúnen y abrazan de bandos contrarios se reúnen y abrazan Solo en España hubo guerra civil Por Julián Casanova Por Santos Juliá Por Ángel Viñas Qué sabía y qué hizo la República el 18 de julio José Luis Rodríguez Viñals (a la izquierda en la imagen), excombatiente nacional que entró con las fuerzas del caudillo en Madrid, y Alfredo Salas Viu (con gafas), aviador republicano. Foto: Gorka Lejarcegi Franco, conspiración y asesinato Domingo EL PAÍS 17.07.11 Domingo EL PAÍS 17.07.11

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PasaronPasaron75 años75 años

Tres cuartos de siglo despuésTres cuartos de siglo despuésde la sublevación del 18de la sublevación del 18

de julio, testigos de aquel díade julio, testigos de aquel díanarran cómo fue. Dos soldadosnarran cómo fue. Dos soldados

de bandos contrarios se reúnen y abrazande bandos contrarios se reúnen y abrazan

Solo en Españahubo guerra civilPor Julián CasanovaPor Santos Juliá Por Ángel Viñas

Qué sabía y qué hizola República el 18 de julio

José Luis Rodríguez Viñals (a la izquierda en la imagen), excombatientenacional que entró con las fuerzas del caudillo en Madrid, y Alfredo Salas

Viu (con gafas), aviador republicano. Foto: Gorka Lejarcegi

Franco, conspiracióny asesinato

Domingo EL PAÍS 17.07.11Domingo EL PAÍS 17.07.11

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LA GUERRA CIVIL NO COMENZÓ PARA TODOS EL MISMO DÍA. EL GOLPE SE EJECUTÓ ENTRE EL 17 Y EL 21 DE

JULIO DE 1936. TESTIGOS DE AQUEL MOMENTO NARRAN PARA EL PAÍS CÓMO LES LLEGÓ LA NOTICIA Y LO QUE

HICIERON. DOS EXCOMBATIENTES DE LOS BANDOS ENFRENTADOS SELLAN SU ENCUENTRO CON UN ABRAZO

Escúchame, así vivíel 18 de julio

Por LUIS GÓMEZ

La mayoría recuerda aquel sába-do 18 de julio de 1936 como undía de mucho calor. Un calorespantoso. Pasados muchosaños, abuelas de Córdoba conta-ban a sus nietos para un trabajo

del instituto que “la gente sabía que iba aempezar la guerra porque unos días antescorrían estrellas por el cielo”. La memoriade aquel fin de semana es imprecisa y hayuna razón que lo explica: el inicio de la gue-rra, o el golpe, no acaeció para todos el mis-mo día, ni a la misma hora. Cuando testigosaún vivos echan la vista al pasado, 75 añosatrás para ser exactos, sitúan el comienzo dela contienda el día en el que vieron algúnmuerto por la calle o tuvieron noticias porsus padres de que algo grave estaba pasan-do en España. A casi todos, la noticia lesllegó por los periódicos (previa censura) y,sobre todo, por la radio.

No fue el caso de Emilio Caballero, quevive en París desde hace muchos años. Él seencontró de bruces con la guerra: estabatrabajando en el campo cuando le vinierona llamar porque unos guardias civiles se esta-ban llevando gente. Sucedió en Mahora, pro-vincia de Albacete. Pudo ser entre el 19 y el25 de julio, porque allí la sublevación duróuna semana y terminó fracasando. La cues-tión es que Emilio Caballero se encontró enun camión con una escopeta en la mano.No recuerda mucho más. Todo lo que habíahecho hasta entonces era pintar la hoz y elmartillo en algunas tapias del pueblo. Pocodespués estaba en Teruel defendiendo jun-to a varios compañeros un nido de ametra-lladora que no sabía manejar. Se salvarondos. “Nos abrasaron”, dice. Fue un supervi-viente durante años: formó parte de unabrigada mixta que actuó durante la guerracomo fuerza de choque. Pasó a Francia. Lue-go fue enviado al campo de concentraciónde Gusen, vecino a Mauthausen, el campoen el que solo uno de cada nueve prisione-ros salvó la vida. Y él superó todos esos obs-táculos. Tiene 94 años y su mujer advierteque no se le haga hablar mucho porque yase cansa.

Así que Emilio Caballero se encontró conla guerra de cara un día impreciso de media-dos de julio. Probablemente no fue el día 18.Sí lo fue para José Utrera Molina, que tenía10 años aquel día y se encontraba jugandoal fútbol cuando escuchó lo que parecíanunos fuegos artificiales. En Málaga, la suble-vación duró dos días y fracasó. Recuerdauna sensación extraña las primeras horas, lapreocupación de sus padres por otros miem-bros de la familia que residían en distintospuntos de España, la impotencia a la horade comunicar con ellos, la falta de noticias.Supo que a las 48 horas de aquellas explosio-nes, al padre de su amigo Ignacio Burgos lotiraron a la calle por un balcón. Para JoséUtrera, presidente de la Fundación Francis-co Franco, dos veces ministro con CarreroBlanco (Vivienda y Secretaría General delMovimiento), el comienzo de la guerra signi-

ficó siete meses encerrado en casa sin salir.La sublevación estalló el día 17 en Meli-

lla. El 17 a las 17 horas fue la orden de salidaemitida por el general Mola. Según algunoshistoriadores, el citado general concediócierta flexibilidad a los destacamentos de lasdemás provincias para que cada cual eligie-ra según las circunstancias la fecha y la horaen la que podían divulgar el bando de gue-rra. Otros autores sostienen que la disper-sión de fechas fue consecuencia de ciertaincompetencia por parte de los sublevados.Por lo que respecta al día 18 de julio, aqueldía solo se sublevaron cinco capitales deprovincia; la mayor parte (24) lo hizo el día19, si bien una mayoría durante la madruga-da del 18 al 19, según las cifras que aporta elhistoriador Francisco Alía Miranda en su li-bro Julio de 1936 (editorial Crítica), uno delos más recientes sobre el golpe.

Aquel fin de semana de mediados de ju-lio de 1936 hubo normalidad en algunas par-tes de España. En otras, tiroteos y víctimas.El domingo 19, mucha gente acudió a lasplayas de la Albufereta y de San Juan enAlicante, según cuenta la prensa local. Nomuy lejos de Madrid, en la sierra de Navace-rrada, se celebró la tradicional prueba ciclis-ta de la Subida a los Puertos, que se adjudi-có el ciclista sevillano Antonio Montes. Ellunes 20 abrieron los comercios en muchospuntos de España como si tal cosa. El 21hubo mercado en Madrid, el principal objeti-vo de los sublevados: se había producido yael asalto al cuartel de la Montaña con untrágico balance de muertos.

Las noticias se extendieron por la radio alresto de España de una forma confusa ycontradictoria, porque junto a la subleva-ción sobrevino una campaña propagandísti-ca por ambas partes. Cada uno utilizó lasondas en su provecho: los sublevados, paraanunciar su victoria, y el Gobierno, para afir-mar que una sublevación había estallado enÁfrica y estaba siendo eficazmente neutrali-zada. El historiador Francisco Alía cuentacómo la exclusiva del golpe llegó antes alextranjero que a España, merced a un cableenviado por Lester Zifren, el corresponsalde United Press en Madrid. Utilizó unas pala-bras clave para evitar la censura. Donde serefería a la enfermedad de su madre quisodecir lo siguiente, una vez traducido el men-saje: “Legión extranjera de Melilla se suble-va. Declarada la ley Marcial”.

Las comunicaciones por teléfono queda-ron interrumpidas tras el golpe. Entre Ma-drid y Barcelona, donde los milicianos logra-ron evitar la revuelta en numerosos enfrenta-mientos armados, no se restablecieron has-ta el día 22 de julio. Ese día se firmaronlargas colas en la central telefónica de genteque buscaba noticias de sus familiares enotras partes de España.

La radio vaciló durante horas. Hubo de-masiado optimismo. “De nuevo habla el Go-bierno para confirmar la absoluta tranquili-dad en toda la Península”, escuchó CarmenArrojo el 18 de julio en su casa de la calle deBailén (Madrid), donde aún vive a sus 93años. Recuerda la orden que le dio su padrea su madre al escuchar los mensajes: “La

chica, que no salga de casa”. Y recuerda so-bre todo el discurso de Dolores Ibárruri, Pa-sionaria, por radio a última hora, cuandoselló el famoso “¡No pasarán!”. “No era unasublevación. Era una guerra”, afirmó su pa-dre, interventor en el Ayuntamiento. Car-men, con 18 años y perteneciente como suhermano a las Juventudes Socialistas, con-venció a su madre para que la dejara salir acomprar víveres. Su hermano se había mar-chado a Navalperal para incorporarse a lasmilicias, “porque pensaban que las fuerzasde los sublevados vendrían por el Norte”.Durante aquel paseo por las calles de Ma-drid se acercó a la plaza de San Andrés,donde vio a unos falangistas refugiados enel interior de una iglesia pegando tiros a lacalle. Tiempo después, su casa de Bailén se

convirtió en un observatorio de artillería yella, con 18 años, terminó organizando uncomedor para combatientes primero, variostalleres de confección más tarde y una guar-dería para niños huérfanos por los bombar-deos bien avanzada la guerra. La voz de Car-men fluye todavía con un aire juvenil y a lamemoria no le falla un detalle.

La sublevación triunfó en Galicia el 20 dejulio. En una misma jornada cayeron las cua-tro provincias. “Esos días el cielo se pusorubio (rojo)”, recuerdan en la casa deFerreirós de Arriba donde vive DanielVisuña, más conocido en el pueblo comoBenito. A sus 99 años es el último naturalde O Courel vivo de los que formaron en

las columnas gallegas que marcharon ha-cia Asturias. El Ayuntamiento de Folgosodo Courel, en el sureste de Lugo, fue toma-do por la Guardia Civil y falangistas almando del capitán López de Haro. DanielVisuña no fue precisamente voluntario:“Voluntario, hostias. De aquí llevaron a OCourel entero, y yo venía de hacer la milien Marruecos”. Fue soldado de infantería,jefe de cocina en Teruel y acabó entrandoen Barcelona. La metralla que le surca lafrente no sabe de dónde vino.

Dos parroquias más abajo, en Seoanedo Courel, vive todavía José Isauro Parada,de 90 años, otro de los últimos voluntariosgallegos de la Guerra Civil. “¿Era usted fran-quista?”. “Era, claro. Por nada. Tenía 15años, aquí se supo que empezó el jaleo porla radio. Para enterarnos fue uno de Seoanea Quiroga [junto a Pedrafita, otro de losayuntamientos de O Courel] con una pisto-la pequeña en el bolsillo del chaleco. Luegoesto se llenó de soldados, y los que estabandel lado de los comunistas marcharon to-dos”. Parada salió de Ferrol en 1938, paróen Palma de Mallorca y acabó en Cartage-na, ya con la guerra terminada. “No disparéuna sola vez, pero en Cartagena me obliga-ron a ver cómo fusilaban a dos presos repu-blicanos. Uno era de Ferrol. A ese hubo quepegarle cuatro tiros”. Parada acabó de carte-ro en la Comandancia de Cartagena.

El estallido de la guerra no pareció seruna sorpresa para nadie en España. Un cli-ma de sublevación antecedió al 18 de julio.El propio golpe tardó en ejecutarse entre eldía 17 y el día 21 de julio. Nadie discute quela sublevación militar fue un suceso espera-do. Al Gobierno habían llegado numerosasnoticias de encuentros entre jefes militares,de transporte de armas por la frontera deNavarra para nutrir a los requetés. Era ungolpe anunciado y de ahí se derivan algunostraslados de altos mandos y cómo el Gobier-no se procuró a militares fieles en los princi-pales acuartelamientos de Madrid.

La guerra tardó en convertirse en partede la vida cotidiana de los españoles hastaque pudiera hablarse de frentes, de movi-mientos de tropas, de reclutamiento. JoséLuis Rodríguez Viñals tenía 16 años aquel 18de julio. Pasaba el verano en un cortijo cercade Montemolín, al sur de Badajoz. Prepara-ba el último curso de bachillerato con unpárroco de Zafra. Le habría gustado ser mé-dico. Recuerda una mañana con cortes deluz: “Sería mi madre quien puso la radio,recuerdo que se trataba de una de la marcaEmerson y escuché noticias no habituales.Recuerdo también que la radio emitía músi-cas militares por la tarde. Y recuerdo a mispadres preocupados”.

Dos o tres días después llegó a su casauna cuadrilla de hombres armados con esco-petas para llevarse a su padre a presentarseante el comité local. José Luis le acompañó.Su padre suplicó ser encerrado en el Ayunta-miento de Montemolín y accedieron a susúplica. “Cuando vi a unas mujeres echan-do gasolina junto a la puerta del Ayunta-miento, quedé vacunado del todo”, confiesaJosé Luis Rodríguez. Algunas personas evita-

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Emilio Caballerose encontró la guerrade bruces: de trabajaren el campo a llevar unaescopeta en un camión

José Utrera Molinajugaba al fútbol el día18 en Málaga cuandooyó algo parecido aunos fuegos artificiales

Carmen Arrojo escuchóel discurso deLa Pasionaria. Su padrele dijo a su madre: “Lachica no sale de casa”

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ron aquel conato de incendio y su padrellegó a ser liberado posteriormente cuan-do Badajoz pasó a manos de los subleva-dos. Unos años antes, José Luis habíasido testigo de cómo una turba “acuchi-llaba de todas las formas posibles a unguardia civil que terminó desangrado ca-si a mis pies” y cómo semanas despuésun grupo de gente despavorida puño enalto hacían de las suyas por las calles deZafra. “Mi padre vio llegar con optimis-mo la República, pero poco después co-menzó a quejarse de lo que estaba suce-diendo en la provincia: quema de siem-bras, tala de árboles, palizas, muertes,agresiones, quema de iglesias. Puedo de-cir que para entonces lo había visto to-do”.

Alfredo Salas tenía un año más queJosé Luis. Vivía en Madrid, en la calle deEloy Gonzalo. Había acabado en juniosus estudios de bachillerato. Tambiénquería ser médico. De los 15 compañe-ros de clase del Instituto Escuela, dondeestudiaba, ligado a la Institución Libre deEnseñanza, seis terminaron siendo médi-cos. Él era el pequeño de 10 hermanos.Recuerda por aquel entonces la confu-sión de noticias en Madrid, el sonido dealgunos disparos, pasear con su novia yver algunos muertos en la calle, probable-mente fusilados. “Recuerdo un clima deterror aquellos días”. El comienzo y elfinal de la guerra le pilló en su casa de lacalle de Eloy Gonzalo.

José Luis fue reclutado por el ejércitode Franco en 1938, cuando cumplió los18 años. Su instrucción apenas duróunas semanas, “lo suficiente para apren-der el manejo de un fusil y de las bombasde mano”. A mediados de noviembre fueenviado al frente de Madrid. Allí estuvohasta el final de la guerra. Alfredo tuvoun recorrido más largo. “Se evacuó Ma-

Alfredo Salas Viu, a la izquierda (y arribacon atuendo de piloto republicano), se abra-za con José Luis Rodríguez Viñals, de quiense reproduce una foto de cuando era comba-tiente nacional. Foto: Gorka Lejarcegi.

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“No lo dudé. Me alisté el 18”José María Sáenz de Tejada, excombatiente del bando nacional y ex jefedel Estado Mayor del Ejército cree que la Guerra Civil fue “inevitable”

drid en noviembre”, recuerda. Su familia setrasladó a Denia (Alicante), y allí su amigoRómulo Negrín, hermano del líder socialistaJuan Negrín [que más tarde fue jefe del Go-bierno republicano], le convenció para ha-cerse piloto. Nunca había volado. El hechode tener estudios le permitió superar un exa-men. Y así acabó en Moscú tras un largoviaje y un primer periodo de formación detres meses. Nuevo examen para ser pilotode caza, que suspende en las pruebas físi-cas, ante lo cual debió continuar su aprendi-zaje como observador de bombarderos du-rante casi seis meses.

Son testigos vivos. Memoria de aquellaguerra, de la “guerra de nuestros abuelos”,como tituló el profesor Aurelio Mena He-rrero un trabajo que mandó realizar en1995 a sus alumnos de bachillerato delinstituto Mariano José de Larra, de Aluche(Madrid). Aurelio le pidió a los estudiantesque entrevistaran a sus abuelos, y el traba-jo, condensado como un pedazo de me-moria oral, se divulga a través de Internet.Aurelio, ya jubilado, se había inspirado envarios autores que utilizaron la memoriaoral para algunas de sus obras (Benito Pé-rez Galdós, por ejemplo, a la hora de escri-bir Trafalgar), pero sobre todo tomó notadel primer y casi único libro de memoriasorales sobre la guerra civil española, elescrito por el historiador inglés RonaldFrazer (Recuérdalo tú, recuérdalo a otros,editorial Crítica). Siendo la Guerra Civiluno de los acontecimientos bélicos conmayor bibliografía (solo superado, segúnalgunos autores, por la II Guerra Mun-dial), hay escasez de testimonios orales deambos bandos.

Siempre ha habido entre los expertosun debate entre historia y memoria, y estaha estado protagonizada en los últimosaños por testimonios del bando republica-no como producto de la actividad de múlti-ples asociaciones cívicas. “Los nietos hanprotagonizado la memoria”, explica el his-toriador Manuel Ortiz Heras, de la Univer-sidad de Castilla-La Mancha, “pero solodesde un bando, porque el bando que ga-nó se reivindicó y tuvo una transición tran-quila. La izquierda llegó pronto al podertras el franquismo y no consideró una prio-ridad recuperar la memoria. Se cambiaronlos nombres de algunas calles y poco más.

No hubo ajuste de cuentas. La memoriano es una metodología que goce de presti-gio. Ahora es tarde”. Pere Ysas ha trabaja-do estos años en el CEFID (Centre d’Estu-dis sobre les Èpoques Franquista iDemocràtica), de la Universidad Autóno-ma de Barcelona, donde se han recopila-do y grabado multitud de testimonios so-bre la guerra y el franquismo. “Ha habidomuchos proyectos de recogida de testimo-nios orales, pero ha sido un empeño tar-dío. Se empezó a trabajar en ello en losaños ochenta. Lo que hay es una notabledispersión. No existe un gran centro de lamemoria. Hay un patrimonio no agrupa-

do sin un proyecto común que lo hayaconducido”, reconoce Ysas. Finalmente,Manuel Ortiz se pregunta si hay una histo-ria oficial que se enseñe en los institutos:“El problema está en la calle. ¿Qué historiade la Guerra Civil nos han contado?¿Quién se ha leído un libro sobre la GuerraCivil? Porque en las clases de historia seha pasado de puntillas por esta parte denuestra historia. La mayoría de los jóve-nes sufren una ignorancia supina sobreeste conflicto”.

Volvamos sobre José Luis Rodríguez y

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Por NATALIA JUNQUERA

E l 18 de julio de 1936, José MaríaSáenz de Tejada era un chaval de16 años que acababa de terminarel bachiller, pero asegura que no

lo dudó: “Oí por la radio que declaraban elestado de guerra y me alisté voluntario esedía en el tercio Nuestra Señora de Balbane-ra de La Rioja. No me arrepiento en absolu-to. Mis padres estaban muy orgullosos”.

Era prácticamente un niño, pero luchóen el frente de Somosierra y en Cataluñacomo alférez provisional de infantería. Suhermano, dos años mayor, también se alis-tó. “Los republicanos lo capturaron en labatalla de Teruel y estuvo 14 meses prisio-nero. Fue un golpe durísimo para mi fami-lia. Cuando el ejército republicano trasla-daba a sus prisioneros a Francia, logró es-capar al monte y se entregó a los naciona-les, pero estos no se fiaban y lo llevaron aun campo de concentración en Manresacon los presos republicanos. Encontrarloallí en febrero de 1939 y abrazarlo fue unade las mayores emociones de mi vida. No

me dieron permiso para sacarlo porquedecían que tenía que venir un auditor, pe-ro fui a por él y nos escapamos”.

Sáenz de Tejada asegura que a lo largode la guerra solo temió por su vida en elfrente de Cataluña. “Recuerdo saludar aun capitán de requetés y a las dos horasver cómo lo traían convertido en un cadá-ver”. A él no le asustaba disparar. “No sepiensa demasiado. En realidad había muypocas ocasiones de enfrentarse al enemi-go. Yo no tuve nunca la sensación de ha-ber matado a alguien”.

Como en casi todas las familias, en lasuya también estaban divididos. “Lo máslamentable para mí fue la pérdida de unprimo mío en Madrid. Estaba en el bandorepublicano y murió por fuego [del bando]nacional el día que cumplía 20 años. Fueuna sensación extraña enterarme. Su her-mano y yo estuvimos luchando en el mis-mo frente: yo, en el bando nacional, y él,con los republicanos, pero ninguno lo su-po hasta mucho después”.

Asegura que la contienda no le cambió,aunque confiesa que antes de participaren ella, él quería ser juez, no militar. Hoy,

con 90 años cumplidos, el teniente gene-ral Sáenz de Tejada, jefe del Estado Ma-yor del Ejército entre 1984 y 1986, siguepensando que la Guerra Civil “fue inevita-ble”. “Había dos Españas absolutamenteirreconciliables que se odiaban. Éramosenemigos. La República hacía políticassectarias en materia de religión, la Gene-ralitat de Cataluña cometía grandes abu-sos, quemaban iglesias y colegios... y ma-taron a Calvo Sotelo. Para entonces, elalzamiento ya llevaba tiempo preparán-dose, pero aquel asesinato fue determi-nante”. “Hay pocas guerras necesarias”,añade, “pero algunas lo son: contra elterrorismo, la tiranía y el narcotráfico. Ymuchas son, además, inevitables a causade los líderes de la humanidad”.

Preguntado por lo que ocurría fueradel frente de batalla, en los pueblos don-de los falangistas paseaban y fusilaban ajornaleros por ser considerados de iz-quierdas, Sáenz de Tejada responde: “Enambas zonas se cometieron muchos dis-parates y hubo fusilamientos. No quieroanalizar en este momento si hubo másen un sitio que en otro”.

No le ha gustado la ley de memoriahistórica. “Fue una ley innecesaria y creoque en parte tenía algo de revancha”. “Esbueno que los familiares tengan la posibi-lidad de recuperar los restos, pero no megusta que se creen ambientes para en-frentarnos otra vez”. “Las dos Españas yano existen. Este país se ha reconciliado.Sí echo en falta concordia en los políti-cos, más enfrentados entre ellos que elconjunto de los españoles. La sociedadespañola es mucho más sensata”. !

José María Sáenz de Tejada.

“Hay una notabledispersión de testimoniosorales. No existe un grancentro de la memoria”,dice Pere Ysas

“El problema está en lacalle. ¿Qué historia de laGuerra Civil nos hancontado? ¿Quiénha leído un libro?”

Imagen actual de Carmen Arrojo, sobreviviente de la Guerra Civil. En su juventud (foto superior) organizócomedores y talleres en el Madrid que resistía los ataques franquistas. Foto: Carlos Rosillo

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“No imaginábamos una guerra”Santiago Carrillo, exlíder del PCE, pensó que el golpe se aplacaría“en días” y achaca el largo conflicto bélico a Alemania e Italia

Por NATALIA JUNQUERA

E l 18 de julio de 1936 Santiago Ca-rrillo, que con 21 años era diri-gente de las Juventudes Socialis-tas Unificadas, llegaba a Irún des-

de París para afrontar una sublevación queya esperaba y que confiaba se resolvería endías. “Sabíamos que la iba a haber, peropensábamos que con la fuerza pública, lasmilicias y las tropas regulares se aplacaríapronto. No imaginábamos que aquel díaempezaba una guerra civil de tres años”.

Carrillo se unió a un batallón de volun-tarios que iba a Aguilar de Campóo (Palen-cia) y después, a otro de comunistas y so-cialistas dirigido por el socialista vasco Ful-gencio Mateos en el frente de Ochandiano(Vizcaya). “Fuimos a reforzarlo porquetras el primer bombardeo franquista se ha-bía producido allí una desbandada de re-publicanos”, recuerda el exdirigente delPCE, que ha cumplido ya los 96. “Pasé pormuchos bombardeos y tiroteos, pero nome hirieron. Yo no había hecho el serviciomilitar, no sabía ni palabra del ejército, ni

de estrategias. Hice mis guardias, y dispa-ré, pero no mucho porque en Euskadi hu-bo más bombardeos que combates”. Mástarde fue comisario político en el BatallónLargo Caballero y en el Octubre: “Teníauna pistola, pero mi función era básica-mente la de alentar a la gente”. Carrilloasegura que en un bombardeo en Navalpe-ral de Pinares (Ávila) impidió que los mili-cianos mataran a siete soldados de Francoque habían capturado: “Eran rifeños. Aque-llos moros me parecían altos como casas”.

Cuenta que donde más terror vio fueen Madrid. “El Gobierno huye el 6 de no-viembre a Valencia y los generales fran-quistas empiezan a decir que Madrid va aser liberado por las cuatro columnas delEjército de África y la quinta oculta en laciudad. Y cunde el pánico. La gente conmiedo hace muchas barbaridades y huboquien salió a la calle a matar a fascistasque conocían”. Y añade: “La diferencia en-tre los excesos en Madrid esos días y larepresión de Franco es que Franco no re-primió solo durante la guerra y para defen-derse. Seis años después seguía sacando agente de la cárcel para fusilarla”.

Preguntado por la matanza de Pa-racuellos, Carrillo responde: “Yo me ente-ré después porque me lo contaron diplo-máticos extranjeros que estaban en Ma-drid. Miaja y yo habíamos decidido trasla-dar a Valencia a los militares presos en lacárcel Modelo porque las tropas franquis-tas estaban a 200 metros de la prisión y, osacábamos a los presos de allí o los hubie-ran liberado y perdíamos Madrid. En eltraslado, fuera de mi jurisdicción, ataca-ron al convoy. Nadie sabe exactamentequiénes fueron y los milicianos antifascis-tas que les custodiaban no hicieron loque tenían que hacer: jugarse la vida ydefenderles. Pero ni Miaja ni yo ordena-mos nada semejante”.

Para Carrillo su peor recuerdo de laguerra se refiere a las semanas finales: elllamado golpe de Casado, cuando un gru-po de anarquistas y socialistas se rebelóel 5 de marzo de 1939 contra el Gobiernode Juan Negrín para negociar la inminen-te derrota republicana. “Me dolió horro-res que mi padre participara en la Juntade Casado por el Partido Socialista deMadrid”, confiesa. Carrillo se enteró ese

mismo día de la muerte de su madre.Está convencido de que “sin el apoyo

de Alemania e Italia a Franco, la subleva-ción no habría derivado en Guerra Civil yen cualquier caso, la habría perdido”.Hoy, 75 años después del golpe militar,cree que “en España todavía hay algunosnostálgicos que defienden a Franco y lasublevación y los nostálgicos son peligro-sos. En el mismo Partido Popular, porejemplo, aún hay quien no ha roto deltodo con el franquismo”. !

Alfredo Salas, uno en la infantería de Fran-co y el otro en la aviación republicana.Ambos coincidieron en Madrid el mismodía del final de la contienda. José Luis esta-ba en las trincheras de la Casa de Campo.“Ya se notaba poco movimiento. Una se-mana antes apenas se pegó un tiro, asíque el día 30 de marzo de 1939 nos dieronórdenes de entrar en Madrid en fila indiapor las dos aceras y con el arma cargada”.José Luis perteneció a las primeras tropasque entraron en Madrid. Se dirigieron a laplaza de España y allí les ordenaron colo-car una bandera en la boca de un cañón.“Me encontré un ambiente sucio y ham-

briento. Triste. Gente macilenta. Lo queme sorprendió fue cómo a las pocas horasapareció una multitud con banderas na-cionales y de Falange”.

Alfredo no debió de estar muy lejos enaquel momento. Esperaba acontecimien-tos en su casa de la calle Eloy Gonzalo.Estaba de permiso: tantos meses de forma-ción en Rusia apenas sirvieron de algo. Nollegó a entrar en combate por falta de bom-barderos: “Se quedaron en la frontera y nopasaron a España”. Así que la espera laconsumió entre la academia de San Javier

(Murcia) y un aeródromo de Cuenca. Te-nían un Katiuska bastante machacadoque utilizaban para hacer vuelos de entre-namiento. Le dio tiempo a casarse. Su mu-jer por entonces estaba embarazada.

José Luis y Alfredo no se conocieronhasta que, 75 años después, aceptaron ha-cerse una foto juntos para este reportaje.Ninguno de los dos puso el más mínimoreparo ni quiso saber algún detalle delotro. “Tenga en cuenta que yo no le heguardado enemistad a nadie del otro ban-do”, diría después José Luis, “aquella gue-rra fue inevitable y muchos combatieronen un bando por razones geográficas”. Lacita tuvo lugar en el cerro de Garabitas, alcaer la tarde, un lugar cercano a la Casa deCampo, donde se mantuvo el frente delasedio al Madrid republicano durante casitres años.

Ambos habrían podido ser médicos, pe-ro la guerra cortó sus estudios. José Luisterminó siendo abogado, y Alfredo, empre-sario, después de haber hecho otra mili enel norte de África, experiencia que le sirviópara ser cónsul de Uganda. Sus andanzasle permitieron conocer idiomas. Todavíaestá convencido de que puede hacerse en-tender en ruso.

La cita entre estos dos excombatientesresultó entrañable. “¡Dame un abrazo,compañero!”, rompió el hielo José Luis. Yse abrazaron. Alfredo le pidió el brazo aJosé Luis para caminar. Y del brazo dieronvueltas mientras cada uno apoyaba la otramano en un bastón. Posaron para la foto yse comentaron circunstancias de aqueldía del final de la guerra: cada uno estabaen un punto muy distante de Madrid. Tra-taron de identificar por dónde se extendíael frente alrededor de la Casa de Campo,con alguna dificultad, porque la ciudad hacambiado demasiado en tantos años. Ha-blaron con la camaradería propia de dosexcombatientes, salvo que fueron enemi-gos en aquella guerra. Quedaron en versea solas cualquier día de estos. Se intercam-biaron los teléfonos y, cuando se despidie-ron entre risas, José Luis le dijo a Alfredo:

—¡Pero que conste que sigo siendo unfranquista acérrimo!

—¡Y yo un republicano!..., pero modera-do, eso sí. !Este reportaje ha contado con la colaboraciónde Óscar Iglesias.

P

Santiago Carrillo.

Daniel Visuña, combatiente nacional, muestra una foto suya durante la guerra. Foto: Óscar Gómez.

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José Luis Rodríguezformó parte delas primeras tropasque entraron en Madridel 30 de marzo

Alfredo Salas se formócomo observador debombarderos en Rusia.No entró en combatepor falta de aviones

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PESE A DISPONER DE INFORMACIÓN POLICIAL SOBRE LOS PREPARATIVOS GOLPISTAS, EL GOBIERNO NO SUPO

QUÉ CAMINO TOMAR TRAS LA SUBLEVACIÓN. CUANDO LOS PARTIDOS CAYERON EN LA CUENTA DE QUE ERA

NECESARIO UN GABINETE DE UNIDAD, LOS REBELDES CONTROLABAN YA MÁS DE LA MITAD DEL TERRITORIO

T odo el mundo hablaba de ella, pe-ro, al final, la rebelión militar dejulio de 1936 constituyó para to-dos, incluso para quienes habían

conspirado o trabajado por ella, un aconte-cimiento asombroso en su magnitud, incier-to en su desarrollo. Todo el mundo la espe-raba, pero nadie había previsto que la rebe-lión se convirtiera, por no triunfar pero tam-bién por no ser aplastada, en pórtico de unarevolución y comienzo de una guerra. Quela rebelión militar no triunfara se debió, ensustancia, a la incompetencia de los conspi-radores, a sus improvisaciones, divisiones yvacilaciones; pero que no fuera aplastada sedebió, en primer lugar, a la incompetenciadel Gobierno y a la política de esperar y verseguida, hasta el día de su estallido, por lasfuerzas que lo apoyaban.

1. La espera

El Gobierno de la República, presidido porSantiago Casares Quiroga, celebró su acos-tumbrada reunión el viernes, 10 de juliode 1936. El ministro de Comunicaciones yMarina Mercante, Bernardo Giner de losRíos, entregó al presidente unas notas conabundante documentación sobre las con-versaciones captadas por la policía entrelos militares que conspiraban contra la Re-pública. La sublevación militar, dijo el pre-sidente a los reunidos, puede ser inmedia-ta, quizás mañana o pasado. Se quedarontodos perplejos ante la noticia, más aúncuando Casares les informó de las largashoras de meditación que el presidente dela República, Manuel Azaña, y él mismohabían dedicado al seguimiento de laconspiración. Azaña y Casares decidieron,ante esos informes, que solo existían dosopciones: abortar el movimiento ordenan-do la detención inmediata de todos losimplicados o esperar que la conspiraciónestallase para yugularla y destrozar de unavez la amenaza constante que desde sunacimiento venía pesando sobre la Repú-blica. Optaron por la segunda.

Esperar que la sublevación se produje-ra para yugularla fue lo que en agosto de1932 habían decidido también ManuelAzaña, como presidente del Gobierno yministro de la Guerra, y Santiago Casares,como ministro de la Gobernación, antelos informes policiales sobre una inminen-te rebelión encabezada por el general San-jurjo. Esa era su experiencia en rebelionesmilitares y esa fue su invariable posicióndesde que, a raíz del triunfo del FrentePopular en las elecciones de febrero de1936, corrieron rumores y circularon noti-cias sobre una nueva, y más amplia, cons-piración militar. Mejor, esperar a que die-ra la cara. Ellos la conocían y habían toma-do medidas preventivas que consideraronsuficientes para desarticularla: algunas de-tenciones, varios cambios de destino, as-censos, nombramientos al frente de laGuardia Civil y de la sección de Asalto dela Policía Gubernativa; ellos dejaron quelos implicados más notorios siguieran ade-lante con sus planes; ellos creían tener enmano los resortes de poder suficientes pa-ra sofocar la rebelión, cuya máxima direc-

ción se atribuía otra vez a Sanjurjo, inme-diatamente que se produjera.

Esta línea estratégica era compartidapor los partidos del Frente Popular, harecordado Manuel Tagüeña (comunista ydestacado estratega militar durante la Gue-rra Civil); como lo era también por losanarquistas y sindicalistas de la FAI y laCNT, que esperaban la sublevación mili-tar para “salir a la calle a combatirla porlas armas”. La reiterada negativa de Fran-cisco Largo Caballero a incorporar alPSOE a un gobierno de coalición bajo pre-sidencia socialista se basaba en la obceca-da seguridad de que cuando los republica-nos fracasaran y se vieran obligados a di-mitir, todo el poder vendría a sus manos.El guion de la llegada en solitario de lossocialistas al Gobierno contemplaba, co-mo fase intermedia, un movimiento de laderecha para conquistar violentamente elpoder. Y si Casares, ante las noticias que lellegaban, había optado por esperar, LargoCaballero, ante los informes de inminenterebelión respondía: si los militares “sequieren proporcionar el gusto de dar ungolpe de Estado por sorpresa, que lo den”.Que lo den, porque a la clase obrera unidanadie la vence.

De esta manera, republicanos, socialis-tas y anarcosindicalistas se mantuvierondesde principios de junio en una agotado-ra espera de la rebelión, los primeros repi-tiéndose que era necesario que el granoestallase para así extirparlo mejor; los se-gundos, convencidos de que la iniciativade los militares abriría a la clase obrera laspuertas del poder cabalgando sobre unahuelga general; los terceros, decididos aresponder en la calle con las armas. Lasvoces de alerta que llegaban de gentesmás cautas cayeron en oídos sordos. Nohabía más que esperar.

2. La resistencia

Una semana después, el viernes, 17 de julio,Santiago Casares informó al Consejo de Mi-nistros de que la rebelión, tan esperada portodos, había triunfado en Melilla y que erade temer su triunfo en el resto de las plazasde África. Había terminado la espera, losrebeldes habían salido a la calle y se habíanhecho rápidamente con el control de la si-tuación, pero el Gobierno, sin saber quéhacer, se limitó a publicar en la mañana del18 un comunicado en el que daba ya lasedición por sofocada. Por la tarde, Casaresconvocó a consulta en consejillo a los minis-tros, al presidente de las Cortes, Diego Mar-tínez Barrio, y a los dirigentes de las dosfacciones en las que había quedado dividi-do y bloqueado el partido socialista, Francis-co Largo Caballero e Indalecio Prieto. Larebelión, mientras tanto, se había extendi-do por la península, sin que los comunica-dos sobre su control ni el decreto licencian-do a las tropas de las guarniciones subleva-das hubieran servido más que para confun-dir en unos casos y paralizar en otros a losgobernadores civiles, que trataban de conte-nerla por medio de las escasas fuerzas deorden público y de militares leales bajo susórdenes.

De manera que lo que el Gobierno te-nía a la vista en la tarde del sábado, día18, excedía con mucho lo esperado; másaún, lo que ocurría en África y lo que sehabía extendido a la península daba lamedida de la estrategia suicida seguidapor el Gabinete y los partidos y sindicatosque le servían de apoyo al haber confiadotodo a la acción de las fuerzas de policía yGuardia Civil o a los efectostaumatúrgicos de una huelga general. Losrebeldes, que tal vez creyeron en un pri-mer momento que bastaría con un pro-nunciamiento al viejo estilo, comenzarona matar a mansalva cuando tropezaroncon los primeros obstáculos: decenas demilitares fueron asesinados por sus com-pañeros de armas en las primeras horas

de la rebelión. Y cuando se comienza ma-tando a los compañeros de acuartelamien-to o asesinando a los superiores en elmando, no hay marcha atrás: al salir delos cuarteles a la calle, se sigue matando ose muere en el empeño.

Ante la evidencia de que aquella rebe-lión nada tenía que ver con un pronuncia-miento al estilo de Primo de Rivera o deSanjurjo, el presidente del Gobierno nosupo qué camino tomar, salvo el de ladimisión. Militantes de sindicatos, parti-dos, juventudes y milicias habían comen-zado a echar mano a pistolas y fusiles y asalir ellos también a la calle para resistiren grupos informales a la acción subversi-va de los militares. Exigían armas aunquenadie en el Ejecutivo estaba dispuesto a

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Qué sabía y qué hizola República el 18 de julio

POR SANTOS JULIÁ

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entregarlas. Más aún: Manuel Azaña, antela dimisión de Santiago Casares, trató deformar un Gobierno de “unidad nacio-nal”, desde Miguel Maura por la derechaa Indalecio Prieto por la izquierda, presidi-do por Martínez Barrio, con suficiente au-toridad para negociar con los cabecillasde la rebelión. Maura rechazó la oferta yPrieto consultó con su partido, que le vol-vió a negar su autorización. Martínez Ba-rrio siguió adelante, solo para recibir delos rebeldes la respuesta de que era tarde,muy tarde, y ser acusado de traición porlos leales en una multitudinaria manifes-tación que exigía su dimisión en la maña-na del domingo 19. Dimitió pues, a lasseis horas de formar su Gobierno, dejan-do en manos de Manuel Azaña la dramáti-

ca decisión de distribuir armas a gruposya armados o renunciar a la máxima ma-gistratura de la República.

3. La revolución

Azaña optó esta vez por lo primero. Hablópor teléfono con Lluis Companys y recibióuna respuesta tranquilizadora: la rebeliónestá vencida en Barcelona, le dijo el presi-dente de la Generalitat; sólo quedaba unnúcleo de resistencia en la antigua Capita-nía General. Sin tiempo ni razón para abrirlas reglamentarias consultas, el presidentede la República convocó al Palacio Nacio-nal a los dirigentes de los partidos y de lossindicatos obreros con objeto de resolver lacrisis de manera que todos se sintieran com-

prometidos en la fórmula que se adoptase.La respuesta fue desalentadora: no habráGobierno de unidad. De la reunión saldrásu correligionario y amigo José Giral investi-do como presidente de un Gabinete similara los anteriores en su composición exclusi-vamente republicana. Largo Caballero, quetambién había acudido a la cita, rechazópor tercera vez la participación socialista ysólo prometió su apoyo a Giral bajo la condi-ción de que procediera a repartir armas alos sindicatos.

Paradójicamente —es Manuel Tagüeñaquien habla de nuevo— la sublevación mili-tar había desencadenado la revolución quepretendía impedir, y el poder efectivo pasóa manos de los grupos armados, anarquis-tas, socialistas y comunistas, que engrosa-

ron rápidamente sus filas. El Gobierno repu-blicano se mantuvo en pie, pero la Repúbli-ca se eclipsó, huérfana de poder. En el exte-rior, el nuevo Gobierno, que envió emisa-rios a Francia para gestionar la compra dearmas, tropezó de inmediato con la farsa dela no intervención. En el interior, el poderdel Estado se desvaneció ante la patrullaque, en cada localidad, controlaba la saliday entrada de forasteros o que en las callesde la ciudad detenía a los transeúntes y lesexigía la documentación, cumpliendo fun-ciones de policía, de juez y de verdugo sincontrol superior alguno. Era un nuevo po-der, fragmentado, atomizado, cuyo alcanceterminaba en las afueras de cada pueblo oen las calles de cada ciudad. Un poder quefue capaz de aplastar la sublevación allí don-de pudo contar con la colaboración demiembros de las fuerzas armadas y de or-den público, como había ocurrido en Barce-lona, Madrid o Valencia, pero incapaz dehacer frente a los rebeldes allí donde losguardias civiles y los policías tomaron tam-bién el camino de la rebelión.

Constituiría, sin embargo, un error atri-buir al reparto de armas el origen de estarevolución, sobrada de fuerza para destruir,carente de unidad, de dirección y de propó-sito para construir un firme poder político ymilitar sobre lo destruido. Ante todo, por-que desde la tarde del mismo día 18, auto-móviles y camionetas “erizados de fusiles”habían comenzado a circular por las callesde Madrid y Barcelona. De hecho, en Cata-luña, la CNT y la FAI festejaron el 18 de juliocomo el día de la revolución más hermosaque habían contemplado todos los tiem-pos. No fue el reparto de armas, fue la rebe-lión militar que, como escribió Vicente Rojo[jefe del Estado Mayor republicano], pulveri-zó en sus fundamentos jurídicos y moralesla autoridad del Estado, lo que abrió anchocampo a una revolución movida en las pri-meras semanas por el propósito de liquidarfísicamente al enemigo de clase, compren-diendo en esta denominación al Ejército, laiglesia, los terratenientes, los propietarios,las derechas o el fascismo; una revoluciónque soñaba edificar un mundo nuevo sobrelas humeantes cenizas del antiguo.

El daño para la República fue que esarevolución, en manos de grupos armadoscon pistolas, fusiles y algunas ametrallado-ras, era por su propia naturaleza impotentepara oponer una defensa eficaz del territo-rio allí donde los rebeldes disponían de tro-pas para pasar a la ofensiva. Los militares loentendieron enseguida y buscaron en la Ita-lia fascista y la Alemania nazi los recursosnecesarios para convertir su rebelión, queno fracasaba del todo pero que tampocoacababa de triunfar, en una guerra civil. Alos partidos, sindicatos y organizaciones ju-veniles que resistieron la rebelión les costómás tiempo, y no pocas luchas internas,convencerse de que la revolución sucumbi-ría si el resultado de la guerra era la derrota.Para cuando lo entendieron y se incorpora-ron al Gobierno con el propósito de iniciaruna política de reconstrucción del Ejércitoy del Estado, la República, abandonada porlas potencias democráticas, había perdidoya más de la mitad de su territorio. !

Consejo de Ministros del 12 de mayo de 1936, el últimopresidido por Manuel Azaña al ser nombrado jefe delEstado. Sentados, de izquierda a derecha: José Giral,

Carlos Masquelet, Augusto Barcia, Azaña, Antonio de Lara,Gabriel Franco, Santiago Casares y Marcelino Domingo. Depie, de izquierda a derecha: Manuel Blasco, Enrique Ramos,

Mariano Ruiz Funes y Plácido Álvarez. Foto: Efe

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Francisco Largo Caballero (con sombrero oscuro) asiste a un mitin en Madrid, en abril de 1936. A la derecha, Indalecio Prieto tras rechazar el encargo de formar Gobierno que le ofreció Azaña en mayo de 1936. Fotos: Efe

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CON LA MUERTE DEL GENERAL BALMES, VÍCTIMA DE UN SUPUESTO ACCIDENTE, SE INICIÓ LA EJECUCIÓN DEL

GOLPE DE ESTADO DE JULIO DE 1936. A PARTIR DE AHÍ SE PRODUJERON LA ESCALADA DE FRANCO

A LA CÚPULA DEL PODER Y LA CADENA DE TÓPICOS CON LA QUE SE HA PRETENDIDO JUSTIFICAR SUS ACTOS

N o se necesita indicar año. Día ymes apuntan a la Guerra Civil, elparteaguas de nuestra historiacontemporánea. Catástrofe para

la inmensa mayoría. Ningún partido la rei-vindica hoy. Sin embargo, todavía hay políti-cos, comentaristas y algún que otro historia-dor que la justifican como inevitable.

Los mitos tras el 18 de julio

Tal justificación cuenta con una largatradición. Durante 35 años España ente-ra se vio obligada a comulgar con la inter-pretación de los vencedores. Duranteotros tantos años historiadores del másvariado pelaje la hemos contrastado, pe-nosamente, con la evidencia relevantede época. Salvo para algunos autores,los tres grandes mitos franquistas del 18

de julio no han resistido la contrastación:—Desde las elecciones del Frente Popu-

lar de febrero de 1936 la República funciona-ba en condiciones de crisis, con un Gobier-no desbordado por las masas y en una situa-ción en la que la democracia había desapa-recido de España.

—La Patria se despeñaba por la senda dela revolución, impulsada por los malvadoscomunistas y por socialistas bolchevizados.En el primer caso, con el invalorable apoyode Moscú, siempre atento a penetrar por elbajo vientre de Europa.

—El ejército y los sectores más sanos dela sociedad no tuvieron otro remedio quealzarse en armas contra un Gobierno quehabía perdido su legitimidad, si es que algu-na vez la había tenido.

Los tres mitos se subsumen en uno solo:la culpa de la guerra, inevitable, recayó en

las izquierdas. Tal fue la piedra berroqueñasobre la cual se asentó la “legitimidad deorigen” del régimen orgullosamente auto-proclamado del “18 de julio”. El nuevo Esta-do de Franco.

Una doble tenaza contra las reformas

La conspiración antigubernamental se desa-tó en serio en 1932. Abortado el golpe delgeneral Sanjurjo en agosto, los desconten-tos pronto reanudaron sus actividades sub-versivas. Las vastas reformas políticas, socia-les, culturales y económicas del bienio pro-gresista constituyeron un desafío inacepta-ble. Sobre todo las últimas, con su promesade reforma agraria que una buena parte delas derechas trató de aguar todo lo posible.Lo demostró hace muchos años AlejandroLópez. En 1933 monárquicos, militares y car-

listas establecieron prometedores contactosoperativos con la Italia fascista. En marzode 1934 (¡atención a esta fecha!) Mussoliniprometió su apoyo, en dinero y material,ante una sublevación mejor preparada. Alprincipio no fue necesaria llevarla a la prácti-ca. El vaciado de las reformas se haría desdeel Gobierno. El catolicismo político, nuclea-do en torno a la CEDA, se encargó de impul-sar la tarea en el denominado bienio negro.

Esta estrategia pudo dar resultado. La ul-terior revolución en octubre de 1934 permi-tió desmantelar a una izquierda exasperaday provocada por la paralización de las refor-mas. Las represalias chocaron incluso al em-bajador británico. En diciembre de 1935, ellíder cedista, José María Gil Robles, ministrode la Guerra y que se había rodeado demilitares hiperconservadores, pensó que te-nía a su alcance la presidencia del Gobier-

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Franco, conspiración y asesinatoPOR ÁNGEL VIÑAS

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no. Hélas! El presidente de la República, Ni-ceto Alcalá Zamora, le vetó. No se fiaba deél. Algunos generales y jefes empezaron in-mediatamente a pensar de nuevo en la apar-tada insurrección. A las iniciales reunionesse invitó a un general hoy olvidado y quehabía participado en las operaciones de As-turias, Amado Balmes. No asistió.

El momento no era propicio. No cuandoiban a convocarse unas elecciones genera-les que las derechas confiaban en ganar. Enfebrero de 1936 sus expectativas se frustra-ron. El triunfo lo obtuvo la coalición delFrente Popular. La reacción fue pavloviana:había que derribar por la fuerza al nuevoGobierno, sin ministros socialistas o comu-nistas, y apoyado por toda la izquierda.

De forma un tanto optimista, el nuevocerebro de la futura sublevación, el gene-ral Emilio Mola, sucesor del general Ma-nuel Goded, la previó para abril. Dema-siado pronto. Había que contribuir acrear el adecuado clima de inestabilidad.Los pistoleros se aplicaron a ello aprove-chando la impaciencia que la paraliza-ción de las reformas había generado. Encuatro meses se registraron mínimos deentre 262 víctimas mortales y algo másde 351, según Rafael Cruz y Eduardo Gon-zález Calleja, respectivamente. Cifras im-portantes. Más aún si se desglosan pororigen y adscripción político-ideológica.En las causadas por atentados y actuacio-nes de la fuerza pública, particularmentefuera de las grandes ciudades, predomi-naron las de izquierda (un mínimo de un42%), indicio de por dónde iban los tiros.La competencia intersindical socialista-anarquista lubrificó la agitación social.Las huelgas fueron notables en Madrid y,desde aquí, su impacto se repercutió so-

bre el resto del país. Todavía hoy se lepresenta en estado de anarquía.

Destrucción de los mitos franquistas

La investigación ha identificado, entreotros, los siguientes extremos:

1. La izquierda no recurrió al apoyo extran-jero. Los conspiradores, sí. Tras las eleccio-nes intensificaron sus conexiones con la Ita-lia fascista. También promovieron la intoxi-cación del Gobierno británico. En el primercaso para conseguir el apoyo prometido eincluso más. En el segundo, para que aislasea su homólogo español.

2. La actitud de los malvados bolcheviquesquedó demostrada en los mensajes de laKomintern a su microagencia de Madrid,que tutelaba al PCE. Antonio Elorza y MartaBizcarrondo los sacaron a la luz hace másde diez años. Muchos fueron interceptadospor los servicios de inteligencia británicos.Reflejan lo mismo: apoyo a la Repúblicaburguesa, apoyo a los republicanos modera-dos y de izquierda, apoyo al Frente Popular.Moderación a todo trapo. Santos Juliá acla-ró brillantemente el papel de los socialistas.El próximo libro de Julio Aróstegui sobreLargo Caballero rematará la tarea. No me-nos brillantemente.

3. Franco no desempeñó un papel de prime-ra línea en la preparación de la sublevación.Lo hizo Mola desde Pamplona por cuentade Sanjurjo, exiliado en Portugal. Francoocupó un lugar secundario.

4. En contra de lo aducido en la mayorparte de la literatura, Franco decidió sumar-

se a la sublevación hacia mitad de junio.Necesitaba, eso sí, dejar su puesto de co-mandante general de Canarias con sede enTenerife para, siguiendo las instruccionesde Mola, ponerse a la cabeza del ejército deMarruecos.

5. La trama civil le proporcionó el medio desalida: un avión que se fletó en Londres gra-cias al apoyo económico de Juan March.Franco sondeó a finales de junio o princi-pios de julio a su compañero, el general Bal-mes, a la sazón subordinado suyo como co-mandante militar de Las Palmas. Todo hacepensar que Balmes no quiso secundarle.

6. El golpe no estalló ni el 17 ni el 18 dejulio. Estalló, en realidad, el 16 cuando Bal-mes sufrió un accidente y el avión ya estabaen Gando. Franco empezó su ascenso haciala cúspide con un asesinato. Balmes empe-ro no murió en el acto y, naturalmente, reco-noció a su asesino. Ingresado en la Casa deSocorro, pidió no un médico o un sacerdotesino un juez o un notario. Cabe imaginar laconsternación de los conspiradores que lerodeaban. Entre ellos figuraba quien iba aser el juez militar que se encargó de la ins-trucción del caso, un comandante llamadoPinto de la Rosa, ligado por lazos familiarescon la esposa del general. A esta, ya le habíadicho el marido que era un hombre “muypeligroso”.

7. Durante el franquismo estuvo de modapresentar la muerte violenta, a manos deunos electrones libresde la Guardia Civil yde Asalto, del proto-mártir José Calvo Sote-lo como evidencia delgrado de depravacióndel Gobierno. El únicocrimen de Estado fueel inducido por Fran-co. Quienes no mecrean, aduciendo queno he encontrado nin-guna orden suya escri-ta, como si hubiera de-bido reflejarla en pa-pel, deben saber queen la sentencia de unconsejo de guerra enCanarias los subleva-dos reconocieron pala-dinamente que no to-do se ponía por escri-to. Lógico.

La sublevación fra-casó como golpe de Es-tado. Se afirma quesus promotores no ha-bían pensado en unaguerra civil. Hay indi-cios que permiten in-tuir lo contrario. Lareversión de las re-formas republicanasbien lo merecía. En loque nadie había pen-sado fue en que Franco pudiera encara-marse hacia la cúspide.

Un ascenso imparable

Naturalmente, Franco no lo hizo guiado porla mano de Dios. Resultó de un prosaicoproceso determinado esencialmente por lossiguientes factores:

1. Muerte en accidente de Sanjurjo en losprimeros días de la sublevación. Esta quedóacéfala. Fue el factor esencial.

2. Llegada a manos de Franco de la ayudamilitar italiana (prometida a los monárqui-cos, entre ellos Calvo Sotelo, y a los carlis-tas) así como de la más rápida —e inespera-da— que le envió un personaje tan pocorecomendable como Hitler.

3. Fracaso de su competidor, el generalGoded, en Barcelona en condiciones queha examinado pormenorizadamente la te-sis todavía no publicada de Jacinto MerinoSánchez.

4. Rápida apreciación de que la sublevaciónhabía de desarrollarse bajo la bandera bico-lor, una concesión a los ímprobos esfuerzos

desplegados por los monárquicos durantela etapa conspiratorial. Franco, a diferenciade Mola, no debió nada a los carlistas.

5. Fulgurantes éxitos militares en Andalucíay Extremadura, impulsados por la “columnade la muerte” (caracterización de FranciscoEspinosa en una impactante monografía)frente a masas desorganizadas de campesi-nos y milicianos sin la menor experiencia decombate y prácticamente desarmados. Mo-la, en cambio, fracasó en tomar Madrid. Nopor azar Franco le dosificó cuidadosamentelos vitales suministros exteriores.

6. Apreciación exacta de que sus conmilito-nes no podían prescindir de él. En septiem-bre ya hablaba con diplomáticos italianosautodefiniéndose como jefe de un futuroGobierno que sería proclive, ¡cómo no!, a laItalia fascista. Ya lo habían prometido mo-nárquicos, militares y carlistas. El generalAlfredo Kindelán, monárquico, le puso en elcamino del mando único.

Mientras tanto la “no intervención” ha-cía estragos contra la República. El mismomes Azaña llegó a considerar que se habíaperdido la partida. Igual valoración hicie-ron los servicios secretos militares soviéticoy británico. Lógico. La actitud de la únicagran potencia que hubiera podido torceralgo la evolución quedó reflejada en un in-forme de la inteligencia militar británica(MI-3). En él se presentó la lucha en Españabajo la eufónica y significativa fórmula derebels versus rabble (rebeldes contra chus-

ma). Esta última, por su-puesto, despreciable.

La Guerra Civil, bá-sicamente de columnasdirigidas por militaresprofesionales y alimenta-das en el caso de Francodesde el inagotable vive-ro de feroces tropas ma-rroquíes trasladadas enaviones italianos y ale-manes, hubiera debidoterminar hacia octubrede 1936. Quizá un pocomás tarde. En Londres,por si las moscas, ya sepreparaba el reconoci-miento de los derechosde beligerancia de los su-blevados tan pronto co-mo tomaran Madrid.

La capital no cayó.Con dos meses de retra-so frente a las decisionesde Hitler y de Mussolini,Stalin puso en marcha elpoderoso rodillo sovié-tico. Temporalmente almenos, salvó a la Repú-blica. Los republicanosno ignoraron lo que ellosignificaba y redoblaronsu aproximación a lasdemocracias. Vano in-tento. Fue entonces

cuando la contienda se convirtió en, ya sí,una auténtica guerra civil. En las cunetasquedaron millares y millares de víctimas,asesinadas en caliente por los defensoresde valores conexos con “una concepción deEspaña católica y libre de los ataques de larevolución comunista” (según uno de losautores del reciente Diccionario BiográficoEspañol).

¿Y la revolución? No hubiera habido lamenor posibilidad de que se produjera an-tes del golpe. La desataron el semifracaso deeste y el colapso de los mecanismos coerciti-vos gubernamentales. Para muchos observa-dores extranjeros sus víctimas demostra-ron, sin embargo, la aparente exactitud delas profecías previas.

La responsabilidad por la guerra recaesobre quienes desencadenaron la subleva-ción. Claro que, probablemente, hubierandeseado que sus víctimas se hubieran deja-do matar sin resistencia. Donde no la encon-traron, mataron sin pensárselo dos veces.Todo para salvar a España. !(Agradezco a Julia Balmes Alonso-Villaverde y a sushijas, Pilar y Julia, así como a mi colega de Facultad,la profesora Rosa Faes, sus informaciones y las fotospara este artículo).Ángel Viñas, catedrático de la Universidad Complu-tense de Madrid, prepara una edición ampliada deLa conspiración del general Franco.

El general Franco (primer plano, centro de lafoto) y el general Balmes (primer plano, derechade la foto) con otros jefes militares, en mayo de

1936. Foto: archivo de la familia Balmes

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El general Balmes, muerto en extrañascircunstancias la víspera de la subleva-ción. Foto: archivo de la familia Balmes

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EL FASCISMO Y EL COMUNISMO ERAN MUY DÉBILES EN ESPAÑA ANTES DEL GOLPE DE 1936. ALCANZARON

VERDADERA INFLUENCIA SOLO GRACIAS A LA REBELIÓN MILITAR Y LA LUCHA POSTERIOR. LA SUBLEVACIÓN DE

JULIO FUE LA ÚNICA QUE CAUSÓ UNA CONTIENDA FRATRICIDA EN LA CONVULSA EUROPA DE LOS AÑOS 20 Y 30

Solo en España hubo guerra civil

E n los primeros meses de 1936, lasociedad española estaba muy frag-mentada, con la convivencia bas-tante deteriorada, y como pasaba

en todos los países europeos, posiblementecon la excepción de Reino Unido, el rechazode la democracia liberal a favor del autorita-rismo avanzaba a pasos agigantados. Nadade eso conducía necesariamente a una gue-rra civil. Esta empezó porque una subleva-ción militar contra la República quebró lacapacidad del Estado y del Gobierno republi-canos para mantener el orden. La divisióndel Ejército y de las fuerzas de seguridadimpidió el triunfo de la rebelión, el logro desu principal objetivo: hacerse rápidamentecon el poder. Pero al minar decisivamentela capacidad del Gobierno para mantener elorden, ese golpe de Estado dio paso a laviolencia abierta, sin precedentes, de los gru-pos que lo apoyaron y de los que se opo-nían. Era julio de 1936 y así comenzó laGuerra Civil española.

No fue la crónica anunciada de una frus-tración secular que, necesariamente, teníaque acabar en una explosión de violenciacolectiva. La historia de España no discurrióen esos años al margen de la europea, nofue ajena a las transformaciones sociales,económicas, políticas y culturales vividas enel resto del continente. Casi ningún país eu-ropeo resolvió entonces sus conflictos por lavía pacífica.

Entre 1910 y 1931 surgieron en Europavarias repúblicas, regímenes democráti-cos, o con aspiraciones democráticas, quesustituyeron a monarquías hereditarias es-tablecidas en esos países secularmente. Lamayoría de ellas, y algunas muy significati-vas como la alemana, la austriaca y la che-ca, se habían instaurado como consecuen-cia de la derrota en la I Guerra Mundial.La serie había comenzado en Portugal,con el derrocamiento de la monarquía en1910, y la española fue la última en procla-marse. La única que subsistió como demo-cracia en esos años hasta el estallido de laII Guerra Mundial, fue la de Irlanda, crea-da en 1922. Todas las demás fueron derri-badas por sublevaciones militares contra-rrevolucionarias, movimientos autorita-rios o fascistas. Pero el golpe militar dejulio de 1936 fue el único que causó unaguerra civil. Y esa es la diferencia que con-viene explicar: por qué hubo una guerracivil en España.

Habrá que comenzar por una afirmaciónobvia. Sin la sublevación militar de julio de1936, no habría habido una guerra civil. Vis-ta la historia de Europa de esos años, y la delas otras repúblicas que no pudieron mante-nerse como regímenes democráticos, lo nor-mal es que la República española tampocohubiera podido sobrevivir. Pero eso no losabremos nunca porque la sublevación mili-tar tuvo la peculiaridad de provocar una

fractura dentro del Ejército y de las fuerzasde seguridad. Y al hacerlo, abrió la posibili-dad de que diferentes grupos armados com-pitieran por mantener el poder o por con-quistarlo.

La Guerra Civil se produjo porque el gol-pe de Estado militar no consiguió de entra-da su objetivo fundamental, apoderarse delpoder y derribar al régimen republicano, yporque, al contrario de lo que ocurrió conotras repúblicas del periodo, hubo una resis-tencia importante y amplia, militar y civil,frente al intento de imponer un sistema au-toritario. Sin esa combinación de golpe deEstado, división de las fuerzas armadas yresistencia, nunca se habría producido unacontienda civil.

La Guerra Civil fue, por consiguiente, pro-ducto de una sublevación militar que puedeexplicarse por la tradición intervencionista

del Ejército en la política y por el lugar privi-legiado que ocupaba dentro del Estado,cuestionado por la legislación republicana,frente a la cual reaccionó. Ese golpe militarencontró resistencia porque la sociedad es-pañola de 1936 no era la de 1923, cuando lasublevación de septiembre de ese año delgeneral Miguel Primo de Rivera se habíavisto favorecida por la abstención generaldel Ejército, la debilidad del Gobierno, lapasividad de la opinión pública, que no re-sistió, y, sobre todo, por el consentimientodel rey Alfonso XIII.

En 1936 había en España una Repúbli-ca, cuyas leyes y actuaciones habían abier-to la posibilidad histórica de solucionarproblemas irresueltos, pero habían encon-trado también, y provocado, importantesfactores de inestabilidad, frente a los quesus gobiernos no supieron, o no pudie-ron, poner en marcha los recursos apro-piados para contrarrestarlos. Frente a unnivel de movilización política y social tanamplio como el inaugurado y creado porel régimen republicano, el golpe de Esta-do no podía acabar, como tantas veces enla historia de España, en una mera vueltaal orden perdido, apoyado en los valorestradicionales. Si se quería echar la Repú-blica abajo, se necesitaba una nueva ver-sión, violenta, antidemocrática y antiso-cialista, creada ya por el fascismo en otroslugares de Europa, que cerrara la crisis y

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POR JULIÁN CASANOVA

VHombres y mujeres de una de las milicias organizadas en la zona republicana, tras la sublevación militar de julio de 1936. Foto: Keystone / Getty Images

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La sociedad española de1936 no era la mismaque aceptó pasivamentela dictadura de Primode Rivera en 1923

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tapara de verdad todas las fracturas abier-tas, o agrandadas, por la experiencia repu-blicana.

Hasta que llegó la Segunda República enabril de 1931, la sociedad española se man-tuvo bastante al margen de las dificultades ytrastornos que sacudían a la mayoría de lospaíses europeos desde 1914. España no ha-bía participado en la I Guerra Mundial y nosufrió, por tanto, la fuerte conmoción queesa guerra provocó con la caída de los impe-rios y de sus servidores, la desmovilizaciónde millones de excombatientes y el endeu-damiento para pagar las enormes sumas dedinero dedicadas al esfuerzo bélico.

En el continente europeo, tras la I Gue-rra Mundial, la caída de las monarquías, lacrisis económica, el espectro de la revolu-ción y la extensión de los derechos políticosa las masas hicieron que un sector importan-te de las clases propietarias percibiera lademocracia como la puerta de entrada algobierno del proletariado y de las clases po-bres. Temerosos del comunismo, se inclina-ron hacia soluciones autoritarias.

Ocurrió además que esos nuevos regíme-nes parlamentarios y constitucionales se en-frentaron desde el principio a una fragmen-tación de las lealtades políticas, de tipo na-cional, lingüístico, religioso, étnico o de cla-se, que derivó en un sistema político conmuchos partidos y muy débiles. La forma-ción de gobiernos se hizo cada vez más difí-cil, con coaliciones cambiantes y poco esta-bles. En Alemania ningún partido consiguióuna mayoría sólida bajo el sistema de repre-sentación proporcional aprobado en laConstitución de Weimar, pero lo mismopuede decirse de Bulgaria, Austria, Checos-lovaquia, Polonia o España durante los dosúltimos años de la República. La oposiciónrara vez aceptaba los resultados electoralesy la fe en la política parlamentaria, a pruebaen esos años de inestabilidad y conflicto, seresquebrajó y llevó a amplios sectores deesas sociedades a buscar alternativas políti-cas a la democracia.

El fascismo y el comunismo, los dosgrandes movimientos surgidos de la Pri-mera Guerra Mundial y que iban a prota-gonizar dos décadas después la Segunda,apenas tenían arraigo en la sociedad espa-ñola durante los años de la República y noalcanzaron un protagonismo real y rele-

vante hasta después de iniciada la GuerraCivil.

El fascismo apareció en España mástarde que en otros países, sobre todo si lareferencia son Italia y Alemania, y se man-tuvo muy débil como movimiento políticohasta la primavera de 1936. Durante losprimeros años de la República, apenas pu-do abrirse camino en un escenario ocupa-do por la extrema derecha monárquica ypor la derechización del catolicismo políti-co. El triunfo de Hitler en Alemania, sinembargo, atrajo el interés de muchos ultra-derechistas que, sin saber todavía muchodel fascismo, vieron en el ejemplo de losnazis un buen modelo para acabar con laRepública. El que iba a ser el principalpartido fascista de España, Falange Espa-ñola, fue fundado por José Antonio Primode Rivera, hijo del dictador, el 29 de octu-bre de 1933.

También estaba ausente de la sociedadespañola por esos años el comunismo, laotra gran ideología y movimiento políticoque salió de la I Guerra Mundial. El PartidoComunista de España (PCE), fundado a co-mienzos de los años veinte siguiendo losprincipios esenciales de la Internacional Co-munista, llegó a la República con un recorri-do corto, comparado con el socialismo y elanarquismo, y con una organización queaglutinaba a unos cuantos centenares demilitantes. En las dos primeras elecciones,en junio de 1931 y noviembre de 1933, noconsiguió ningún diputado y comenzó a ad-quirir presencia en la sociedad española porprimera vez en 1934 cuando la Kominterncambió su política de “clase contra clase”,de crítica a la democracia burguesa, por laformación de frentes antifascistas. En laselecciones de febrero de 1936, integrado enla coalición del Frente Popular, el PCE obtu-vo 17 diputados (de 470 que tenía el parla-mento español). No era todavía un partidode masas, pero había roto el aislamiento.

En definitiva, solo gracias a una guerracivil, el comunismo y el fascismo acabaronteniendo una notable influencia en la políti-ca y en la sociedad española de los añostreinta. Antes de la sublevación militar dejulio de 1936, ni fascistas ni comunistas tu-vieron fuerza para desestabilizar a la Repú-blica. En la primavera de ese año, tras laselecciones ganadas por el Frente Popular, la

violencia hizo acto de presencia con algu-nos atentados contra personajes conocidosy los choques directos armados entre gru-pos políticos de la izquierda y de la derechaplasmaban en la práctica, con resultadossangrientos en ocasiones, los excesosretóricos y la agresividad verbal de algunosdirigentes. Los dos partidos con más presen-cia en el Parlamento, el socialista y la CEDA,tampoco contribuyeron durante esos prime-ros meses de 1936 a la estabilidad política

de la democracia y de la República. La políti-ca y la sociedad españolas mostraban sig-nos inequívocos de crisis, lo cual no signifi-caba necesariamente que la única salida fue-ra una guerra civil.

No hay, en suma, una respuesta simple ala pregunta de por qué del clima de euforiay de esperanza de 1931 se pasó a la guerracruel y de exterminio de 1936-1939. La ame-naza al orden social y la subversión de lasrelaciones de clase se percibían con mayorintensidad en 1936 que en los primerosaños de la República. La estabilidad políticadel régimen también corría mayor peligro.El lenguaje de clase, con su retórica sobrelas divisiones sociales y sus incitaciones a

atacar al contrario, había impregnado gra-dualmente la atmósfera española. La Repú-blica intentó transformar demasiadas cosasa la vez: la tierra, la Iglesia, el Ejército, laeducación, las relaciones laborales. Suscitógrandes expectativas, que no pudo satisfa-cer, y se creó pronto muchos y poderososenemigos.

Ningún conflicto, protesta social o dis-turbio ocurrido durante la Segunda Repú-blica, antes de la sublevación militar dejulio de 1936, disponía de la capacidadorganizativa y armada para emprenderuna acción sostenida contra el poder esta-blecido. Las guerras civiles, en la historia,no surgen necesariamente como resulta-do de situaciones caóticas, que es lo quelos sublevados de julio de 1936 y las visio-nes neofranquistas en la actualidad pre-tenden demostrar que había en España enla primavera de aquel año.

Mientras las fuerzas armadas defendie-ron a la República y obedecieron a sus go-biernos, pudo mantenerse el orden y losintentos militares/derechistas o revolucio-narios de subvertirlo fracasaron, aunquefuera, como en la revolución de Asturias deoctubre de 1934, con un coste alto de san-gre. El golpe de muerte a la República se lodieron desde dentro, desde el seno de susmecanismos de defensa, los propios milita-res que rompieron el juramento de lealtad aese régimen en julio de 1936.

A partir de ese momento, comenzaronuna lucha violenta para conquistar el po-der. El destino de España se decidió porlas armas. Y el resultado ya lo sabemos. Laatormentada vida política y social de laRepública fue sustituida por una historiade degradación y asesinato en masa. Pormucho que se hable de la violencia queprecedió a la Guerra Civil para tratar dejustificar su estallido, está claro que en lahistoria de España del siglo XX hubo unantes y un después del golpe de Estado dejulio de 1936. Bastaron tres años para quela sociedad padeciera una oleada de vio-lencia y desprecio por la vida sin preceden-tes. Y de allí surgió la paz de Franco, elEstado de terror, la continuación del Esta-do de guerra, un régimen de crimen e inti-midación. !Julián Casanova es autor de Europa contra Europa,1914-1945 (editorial Crítica).

Voluntarios nacionalistas entran en Zamora brazo en alto, siendo correspondidos del mismo modo por los que les recibían en la calle, en fecha no determinada del verano de 1936. Foto: EfeH

Ni fascistas nicomunistas tenían fuerzapara desestabilizar elpoder republicanopor sí mismos

La atormentada vida dela República fuesustituida por unahistoria de degradacióny asesinato en masa

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¿Es posiblecerrar las fosasde la memoria?Un enfrentamiento civil deja heridas inclusoen cada familia. Sería preciso trascender las

lecturas interesadas e intentar, al menos,un relato común de lo ocurrido

Por JOSÉ ANDRÉS ROJO

T odavía hoy algunos balazos pare-cen conservar intacto su poderdestructivo. Durante las primerassemanas de este mes se exhumó

una fosa común de más de treinta metrosde largo en Gumiel de Izán (Burgos). Lahipótesis de que allí estuvieran enterradosun grupo de ferroviarios que fueron asesina-dos el 18 de agosto de 1936 es una de lasque se barajan para poder llegar a estable-cer la identidad de aquellos muertos queyacen, uno detrás de otro, en un parajeconocido como La Legua. Los investigado-res han establecido, a partir de las vainas defusil y las balas rotas encontradas junto alos huesos, que muchos de ellos cayeronallí mismo de un disparo en la cabeza. Sonesos balazos los que siguen resonando por-que todavía no se sabe a quiénes se lleva-ron por delante. Se han encontrado un cru-cifijo, que pudo haber pertenecido a unfranciscano de la zona al que trataban derojo por criticar la miseria en la que vivíanlos campesinos, y un corsé ortopédico, queacaso perteneció a un maquinista de la esta-ción de Aranda de Duero.

Las fosas con los restos de los que fue-ron asesinados por las fuerzas franquistasha sido seguramente uno de los temas rela-cionados con la Guerra Civil que más pre-sentes han estado en la sociedad españoladurante estos últimos años. Fueron mu-chos nietos de los que padecieron el conflic-to los que, en un momento dado, pregunta-ron por sus abuelos. Y es ahí donde empeza-ron las respuestas vagas o los silencios y sehizo evidente, según cuentan muchos delos que se embarcaron en estos procesos,un miedo que seguía vivo en los supervi-vientes pese al tiempo transcurrido.

La torpeza a la hora de gestionar política-mente la legítima demanda de muchos fa-miliares para recuperar a sus muertos, ypoder así volver a enterrarlos y realizar eseduelo postergado desde hace tanto tiempo,ha generado numerosas tensiones que pare-cían desaparecidas, y que subieron de in-tensidad cuando el juez Baltasar Garzón,

ante la alarmante falta de eficacia de la lla-mada Ley de la Memoria Histórica para re-solver estos problemas, decidió intervenir.No son, sin embargo, solo las fosas las quehan reclamado la atención de una sociedadque cada vez tiene menos que ver con laque padeció la dictadura de Franco y que,por tanto, se pregunta por el sentido de lapervivencia de algunos símbolos que si-guen glorificando aquel régimen. Un grupode expertos está discutiendo qué hacer conel Valle de los Caídos, el complejo monu-mental donde está enterrado Franco.

Setenta y cinco años después del golpede Estado de los militares rebeldes, hay to-davía otras cuestiones que siguen abiertas.La manera de contar lo que sucedió enton-ces es una de ellas. Hace poco, la presenta-ción de un Diccionario biográfico españolrealizado por la Real Academia de la Histo-ria levantó una fuerte polémica. En el trata-miento dado en ese trabajo a algunos de losprotagonistas de la guerra (el propio Fran-co, entre ellos), más que la búsqueda de unescrupuloso rigor histórico, lo que prevale-

ce es el afán por dulcificar las asperezas delos responsables del golpe, con lo que serescatan algunos elementos que han carac-terizado la versión de los vencedores. Encuanto a los vencidos, algunas de las entra-das (como la de Manuel Azaña) están llenasde errores y recurren, para definir la activi-dad de Negrín, por ejemplo, a fórmulas pro-pias de los propagandistas de la dictadura yse refieren a su Gobierno como “práctica-mente dictatorial”.

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Fosa de Gumiel de Izán, de más de 30 metros, en la que se han hallado 59 esqueletos. Foto: Óscar Rodríguez

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Parece que hoy seintenta construir nuevastrincheras invisiblespara seguir librandouna vieja guerra

Crucifijo encontrado en la fosa de Gumiel de Izán (Burgos). Foto: Óscar Rodríguez

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Las fosas, el Valle de los Caídos, el Diccio-nario biográfico español: hay momentos enque parece que hoy se intentara construirde nuevo unas trincheras invisibles paraseguir librando una vieja guerra, y volverasí a servirse del pasado para sortear lasbatallas del presente. El problema acaso re-sida en la manera de volver la vista atrás.Porque hay muchas manerasde plantearle preguntas al pa-sado. Una de ellas lo que su-braya es una deuda pendien-te, y quiere hacer cuentas.Puede ocurrir, sin embargo,que al hacerlas se utilicen losvalores de hoy para saldar losasuntos de entonces.

En el afán de reclamarleuna deuda pendiente al pasa-do, la que conoce la afrentasuele ser la memoria indivi-dual (ahora que cada vez que-dan menos de los que vivie-ron el conflicto, lo que perma-nece es muchas veces su rela-to de lo ocurrido). Una me-moria, la individual, que essiempre legítima, pero que se-lecciona y se construye tam-bién alrededor de unos cuan-tos olvidos, que es capricho-sa, que engrandece algunosdetalles y minimiza otros. Se-guramente todos los derrota-dos en la Guerra Civil miranese pasado con ira, y es lógi-co que en determinados ca-sos tengan todo el derechode exigir reparaciones. Perola memoria individual nadatiene que ver con las llama-das memoria colectiva, histó-rica, externa, social: “Nadierecuerda ni puede recordarlo sucedido fuera del ámbitode su propia existencia”, de-cía Francisco Ayala. Y tienerazón: ¿cómo recordar lo quehan vivido otros?

Esa otra memoria, la quequiere convertirse en la deunos cuantos (un grupo, unatribu, una asociación, una na-ción), es siempre una cons-trucción interesada y sueleservir para establecer los ras-gos de una identidad común,definir las claves de pertenen-cia a una colectividad deter-minada, y muchas veces seconcreta en abstraccionescargadas con la dinamita delo exclusivo.

Comunistas, anarquistas,nacionalistas, socialistas, sin-dicalistas, carlistas, falangis-tas, franquistas, republica-nos, y vaya usted a saberquién más, siguen sirviéndo-se de la Guerra Civil para re-forzar sus propios relatos (yasea como víctimas, ya sea co-mo salvadores) sobre lo que pasó, y parajustificar o adornar su discurso sobre el pre-sente. Preguntarle al pasado por una cuen-ta pendiente conduce a seguir situando ladiscusión en el terreno político. Y así, 75años después de que empezara todo, si-guen imponiéndose aquellas versiones enlas que predomina el blanco y negro y sedifuminan los grises.

Hay otra manera de relacionarse con elpasado. No tanto reclamar una deuda pen-

diente, como preguntarse por lo que de ver-dad ocurrió. Es lo que hacen los historiado-res, y han sido muchos los que en los últi-mos años han contribuido a revelar las múl-tiples aristas de un conflicto habitualmentemuy confuso por las interpretaciones queunos y otros dieron sobre lo que pasó parajustificar sus respectivos comportamientos.

No siempre es posible dar una explica-ción unívoca a hechos complejos, pero esono significa que valga cualquier relato, y mu-cho menos que el esfuerzo por acercarsecon el mayor rigor a los hechos signifiqueamenazar, como se ha dicho, la libertad deexpresión del historiador. ¿Por qué hubouna guerra? Podrá haber infinidad de mati-ces en la respuesta, pero esta se produjoporque un grupo de militares, con un am-plio respaldo civil, no consiguió que triunfa-

ra el golpe de Estado con el que pretendíantomar el poder y detener así las reformasque había puesto en marcha la República.¿Qué régimen se impuso al terminar el con-flicto? Una dictadura personalista, que seapoyó en el Ejército, en la Iglesia y en unpartido único, y que desencadenó una bru-tal represión para garantizar su continuidad.

Entre el golpe y la victoria final de Fran-co se sucedieron acontecimientos de muydistinto calado. Lo que, en cualquier caso,produjo la rebelión de los militares fue laviolenta exigencia a la que se sometió acada español para que tomara partido. Pormal que fueran las cosas, por duras quehubieran sido las amenazas que la Repúbli-

ca padeció en sus peores mo-mentos, solo el golpe de julioimpuso la obligación de de-cantarse: o ellos o nosotros.La rebelión destruyó las es-tructuras de mando del Ejérci-to, y no era fácil saber a quéatenerse ni tener plena certe-za sobre cuántos de los uni-formados seguían obedecien-do al régimen legal. Los pri-meros en caer, las primerasvíctimas de los golpistas, fue-ron sus compañeros de ar-mas. En una tesitura de totaldescontrol, y ante un alar-mante vacío de poder, el Go-bierno decidió repartir armasa la población para combatira los golpistas. La violenciavengadora de muchos de es-tos grupos armados se dirigiócontra los representantes delantiguo poder: sacerdotes,guardias civiles, policías, pa-tronos, administradores defincas. La República ya no so-lo debía combatir contra lastropas del ejército rebelde,que contaron desde muypronto con el apoyo materialde Italia y Alemania, sino quetuvo también que poner cotoa los desmanes que se esta-ban produciendo entre los su-yos.

Lo más grave de una gue-rra civil es que, de alguna ma-nera, se produce en el inte-rior de cada familia. Los quecompartieron el mismo pande pronto se ven situados endiferentes trincheras y les to-ca luchar por su superviven-cia muchas veces en contrade los suyos. Es difícil repararel dolor que todo eso compor-ta, cerrar esa inmensa herida.Pero el paso del tiempo quizálo que permita saber es cómosucedieron de verdad las co-sas. ¿Será posible algún díaestablecer en relación a laGuerra Civil algunos puntosque estén más allá de las dis-tintas interpretaciones y delas lecturas interesadas, y sepueda, por tanto, trascenderlas distintas memorias colec-tivas para volver al terreno dela historia?

Seguramente el desafíopendiente siga siendo el devolver a los hechos, y eso pa-

sa por la lenta y paciente demolición de losmitos y leyendas que construyeron los ven-cedores (y también los vencidos) sobre supapel en aquel terrible drama. Que hayasido la propia Real Academia de la Historiala que no haya sabido ser extremadamentedelicada con un material tan inflamable so-lo confirma cuánto les queda por hacer alos españoles para volver al pasado conhonradez y coraje para entender lo que deverdad pasó. !

» 16 de julio. El general Anselmo Balmes, jefe militar de GranCanaria, muere de un disparo en extrañas circunstancias y en elmomento en que Franco precisaba de un pretexto para salir deTenerife sin despertar sospechas. En Gran Canaria le aguardabael avión Dragon Rapide, contratado por los conspiradores.» 17 de julio. Franco preside las exequias de Balmes en LasPalmas. Por la tarde, en Melilla, un grupo de mandos detiene algeneral Manuel Romerales, jefe de la circunscripción orientaldel protectorado español en Marruecos, por no apoyar larebelión (le fusilaron semanas más tarde). También arrestan algeneral Agustín Gómez Morato, principal mando militar español

en el norte de África, y comienzan los encarcelamientos oasesinatos de personas incluidas en las listas negras.» 18 de julio. Se sublevan varias guarniciones peninsulares.Franco vuela a Marruecos en el Dragon Rapide, pero pernocta enCasablanca, fuera de la zona del protectorado español. Fuerzasdel “director” del golpe, Emilio Mola, detienen al general DomingoBatet, jefe de la VI Región (Burgos), gran parte de cuyo territoriopasa a manos rebeldes. (Batet fue ejecutado meses después).» 19 de julio. Franco recala en Tetuán y lanza una proclama:“España se ha salvado (…) Podéis enorgulleceros de serespañoles, pues ya no caben en nuestro solar los traidores”. El

golpe se extiende. Dimite el jefe del Gobierno, Santiago Casares,y el designado para sustituirle, Diego Martínez Barrio, fracasa ensus gestiones con jefes sublevados (Mola, Miguel Cabanellas)para frenar el movimiento. Se forma otro Gobierno, encabezadopor José Giral, que da curso a la exigencia de sindicatos ypartidos políticos para armar a sus milicias.» 20 de julio. El general José Sanjurjo, protagonista de unaintentona en 1932 y probable jefe del Estado si hubiera triunfadoel golpe de 1936, muere al estrellarse el avión que había ido arecogerle a Portugal. La sublevación fracasa en Madrid yBarcelona, se lucha en Andalucía y otras zonas. El Gobiernomanda barcos al Estrecho para impedir el paso del ejército deÁfrica a la península. Franco realiza su primera petición urgentede aviones y pertrechos a Italia y otros países. !

Francisco Franco en 1937. Lleva el símbolo falangista prendido en el bolsillo de su uniforme. Foto: Archivo Hulton / Getty Images

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Hechos clave en el golpe de julio del 36

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Que la Real Academiade la Historia no hayasido extremadamentedelicada confirmacuánto queda por hacer

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Por M. COMES y M. CENTENO

E ra 24 de agosto de 1936, díade San Bartolomé. Mi ma-dre y mi tío estaban trabajan-do en el campo cuando pa-

só una camioneta y se los llevó. A éllo mataron en la cuneta y nadie haencontrado sus restos. Tenía 13años”.

Mercedes González contesta al te-léfono rápidamente, como si estuvie-ra esperando a que alguien la llama-ra para poder contar la historia quesu madre le narró antes de morir. Esla historia de su tío, Dionisio Martí-nez, que siendo solo un niño conocióla muerte. Su crimen, ser hijo de unhombre de izquierdas. Había regresa-do al pueblo por vacaciones y esosdos meses de verano eran la antesalade su adolescencia. En septiembreiba a cumplir 14 años y empezaría aestudiar en otro colegio, el de SanJuan de Dios, en Madrid. “Estabamuy emocionado”, dice Mercedes re-cordando el testimonio de su madre.Pero Dionisio nunca llegó a esa es-cuela. Nunca se hizo adulto.

La madre de Mercedes oyó cómole pegaban cinco tiros a su hermanopequeño sin poder intervenir. Luegoescuchó cómo arrastraban el cuerpo.Nunca lo encontraron. “Con el tiem-po, llegamos a la conclusión de quelo tiraron a los alrededores de Fuente-cén [a una hora de Burgos], porquese desviaron para volver a Aranda deDuero (Burgos)”.

Niños que nunca crecieron, ado-lescentes que nunca llegaron a madu-rar e historias, escondidas en las fo-sas, en las que el protagonista es unmuchacho de no más de 13 años.

Félix Gálvez tenía esa edad cuan-do le mataron. Era una tarde de juliode 1939 y la guerra ya había acabado.Los hombres del pueblo volvían a ca-sa, a Menasalbas (Toledo), cabizbajos y aba-tidos por la derrota. Félix quiso ir a recibir asu hermano Pedro, de apodo Reniega. “Sa-lió con el puño en alto como lo hacían losrepublicanos”, recuerda hoy la sobrina deambos hermanos. Los hombres regresabancon sus familias sin imaginar que su vidaterminaría esa noche. El pueblo había cam-biado de bando, de republicano a nacional.Los amigos y vecinos se convirtieron en ver-dugos. Y Félix fue una de las víctimas.

Los soldados republicanos aún no ha-bían puesto un pie en su casa cuando fue-ron sorprendidos por escuadrones de veci-nos falangistas. Se los llevaron a una peque-ña casa cuartel y allí los torturaron. Entrelos detenidos había cuatro menores, tresidentificados: Juan Gómez, de 16 años; Pe-dro Gálvez, de 17, y su hermano Félix, de13. En la madrugada del 3 al 4 de julio, aFélix lo ataron junto con el resto de deteni-dos y los condujeron al cementerio, a latapia que durante los siguientes 72 añossería su tumba.

Los hermanos Gálvez tuvieron un golpede suerte cuando uno de los detenidos con-siguió desatar la cuerda que los apresaba.Vieron su oportunidad y salieron corriendocampo a través. Pedro había estado en elfrente y sabía manejar la situación. Corrióhasta desaparecer en la sierra sin darsecuenta de que su hermano pequeño no leseguía. Félix había puesto rumbo a casa.Un vecino que lo vio lo denunció. Los falan-gistas no tardaron en apresarlo de nuevo.Fueron a la tapia del cementerio y le pega-ron varios tiros antes de arrojarlo a la fosajunto con los otros fusilados.

“Fue una vergüenza lo que pasó en esepueblo”. Antonia Moreno, sobrina de loshermanos Gálvez, relata el horror que su-frieron sus familiares. Sentada en el salónde su casa de Toledo, a 38 kilómetros deMenasalbas, recuerda la historia tal y comose la contaba su padre, Serapio Moreno,primo de Félix y Pedro. Lo que pasó la no-che de los fusilamientos se supo gracias aque Pedro consiguió escapar.

Carlos, el hijo de Antonia, comenta queFélix, a pesar de ser un crío, tenía vocaciónpolítica. “Pertenecía a la UGT. Durante laguerra era aficionado a dar mítines por lascalles del pueblo”, cuenta. Su madre, Anto-nia, sentencia que eso no es motivo parafusilar a un niño: “¿Qué mal puede hacerun chiquillo de 13 años?”.

Abrir una fosa conlleva muchos proble-mas: luchas con los Ayuntamientos y con

los vecinos, conseguir los medios para ini-ciar la exhumación... Una vez se resuelvenllegan otros: identificar los cuerpos y, loque es todavía más difícil, determinar losaños que tenían en el momento de su muer-te. Marina Martínez-Betinillos, estudiantede Antropología, llegó a Fontanosas (Ciu-

dad Real) para realizar esta ta-rea como objeto de su tesis doc-toral. “Es muy complicado. Laedad se precisa analizando losdientes molares, y en muchasocasiones se les han caído”, ex-plica. Cuenta que hay otras fór-mulas para averiguarla, comoexaminar la parte de la pelvis,el cráneo y la longitud de loshuesos, pero estas pautas sonmenos fiables. Nada como losdientes. Si le ha salido el tercermolar, tiene 18 años o más.

Julián López, doctor en An-tropología Social por la Univer-sidad Complutense de Madrid,opina que las fuerzas naciona-les intentaron hacer pasar pormayores de edad a los niñosfusilados. “Eran casos muchomás duros y con una contesta-ción social mucho mayor, in-cluso en una dictadura”, seña-la. Además, el franquismo in-tentaba ofrecer una imagen po-sitiva de los niños, aunque fue-ran hijos de vencidos. “Por esolo ocultaban”, concluye Lópezpor teléfono.

Miguel Ángel Melero, histo-riador y miembro del equipode trabajo de la Memoria Histó-rica de la Universidad de Mála-ga, explica que a los menoresno se les podía condenar amuerte porque la ley franquis-ta no lo permitía, aunque po-dían ser fusilados cuando eranacusados por rebelión, por ayu-dar a los rojos (que era lo máscomún) o por auxiliar a los gue-rrilleros.

Lo demuestran unos docu-mentos de la Memoria Históri-ca de Valladolid. A CeledonioMaroto, de 16 años, lo fusila-ron por ser socialista. Fue dete-nido el 28 de agosto de 1936 en

Ataquines (Valladolid) junto a otros 10 veci-nos del pueblo. Al día siguiente, los sacarondel calabozo para llevarlos a la cárcel deSalamanca, pero en el kilómetro 19 de lacarretera de Peñaranda el coche paró y allímismo los ejecutaron. Un peón recogió loscuerpos en un carro y los llevó a Fuente elSol, también en Valladolid. Intentó ente-rrarles en el cementerio, pero las autorida-des locales lo evitaron. Prefirieron meterlosen una fosa en el extramuro del camposan-to. Sesenta y nueve años después, entre el16 y el 19 de marzo de 2005, fue posibleexhumar los cuerpos y contar la historia deCeledonio.

Juan Gómez Sánchez, de 16 años, erapastor y no enarbolaba bandera alguna. Es-taba en el lugar equivocado en el momentoinapropiado. Así lo cuenta Salud Gómezmientras juguetea con el hueso de un níspe-ro en su casa de Menasalbas. Para ella esduro recordar la historia que se llevó a sutío Juan. Sus ojos azules hablan por sí solos.

Juan regresaba del monte con su madrey sus ovejas cuando un escuadrón lo apre-só. “¿Adónde van con ese niño?”, preguntóuna vecina. Su madre le quiso dar una man-ta, pensaba que el niño solo iba a pasar unanoche en el calabozo, pero no lo dejaron yle dijeron que a donde iba “no le iba a hacerfalta”. Juan fue uno de los 16 fusilados tole-danos y, al igual que Félix y Dionisio, unavíctima demasiado joven de la guerra.

Las heridas se están cerrando. Los restosde las víctimas de Menasalbas ya han vuel-to a su tierra. Esta vez fueron sepultadoscon dignidad. Todos juntos, para no olvidarla barbarie. !

Ofrenda de flores en la fosa de Menansalbas, donde se encontró el cadáver de Félix Gálvez. Foto: F E Foro por la Memoria

En España se han abierto 231 de las másde 2.300 fosas comunes que se estimaexisten desde la Guerra Civil. El Ministeriode Justicia calcula que unas 100.000personas desaparecieron en la contienda.Diez años después de la apertura de laprimera fosa común, en 2000, se hanexhumado 5.277 cadáveres. La fosa másgrande de España se encuentra en Málaga,en el cementerio de San Rafael, y hastaoctubre del 2009 se habían encontrado

restos de 2.840 personas; 349 eran demenores de 10 años. “Los niños enterradosaquí murieron por inanición, enfermedad oen algún bombardeo, pero al ser familiaresde personas consideradas rojas los tirabana la fosa”, explica Rafi Torres, presidenta dela asociación de la Memoria Histórica deMálaga.En Castilla-La Mancha y Castilla y Leónfueron fusilados unos 40 menores, segúnla Asociación para la Memoria Histórica.

Muertos tirados a la fosa

75 años después

Niños frente al pelotón de ejecuciónLa Guerra Civil segó la vida de cientos de menores. Sus historias permanecen en el olvido.Muchas veces, la falta de descendencia apaga la llama del recuerdo

Oyó cómo le pegabancinco tiros a su hermano.El crimen del niño de13 años era ser hijo deun hombre de izquierdas

14 EL PAÍS DOMINGO 17.07.11