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“Mi padre era más pudoroso de lo que la gente piensa” “Mi padre era más pudoroso de lo que la gente piensa” CHARLOTTE CHARLOTTE GAISNSBOURG GAISNSBOURG Babelia 956 Babelia 956 NÚMERO 956. EL PAÍS, SÁBADO 20 DE MARZO DE 2010

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“Mi padre era más pudoroso de lo que la gente piensa”“Mi padre era más pudoroso de lo que la gente piensa”

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E Lectura exclusiva Babelia adelanta el próximo lunes un capítulo de Like a Rolling Stone: Bob Dylanen la encrucijada (Global Rhythm), de Greil Marcus.

E Encuentro digital El miércoles, a las 18:30, el autor argentino Alan Pauls charlará con los lectoresde su novela Historia del pelo (Anagrama).

EEl blog de Babelia en ELPAÍS.com incluye noticias, comentarios, análisis, recomendaciones, imágenesy voces del mundo de la literatura, las artes plásticas, el cine, el teatro y la música.

Amedeo Furst yel ‘burka’ literario

EN PORTADA Carlos Galilea 4

Charlotte Gainsbourg La actriz y cantante, hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin, habla en unaentrevista realizada en París sobre su última película —Anticristo, de Lars von Trier— y su nuevo disco, IRM —con“sonidos duros mezclados con otros más orgánicos” y canciones “en torno a la memoria, la muerte…”—, surgidode su experiencia hospitalaria tras sufrir en 2007 una hemorragia cerebral. Foto: Jean-Baptiste Mondino

IDA Y VUELTA Delibes, a lo lejos Antonio Muñoz Molina 7

EL LIBRO DE LA SEMANA José Manuel Sánchez Ron 8

La chica Einstein, de Philip Sington

La mujer que mató a Paul Valéry Benjamín Prado 11

Clásicos en la batidora Carmen Mañana 12

Sergio Olguín: la construcción de un escritor Leila Guerriero 14

PENSAMIENTO Ganarse la vida Javier Gomá Lanzón 15

CRÓNICAS DE AMÉRICA LATINA ¡Ándale, Andes! Andrés Neuman 16

SILLÓN DE OREJAS El ‘blues’ no me deja vivir, ‘babe’ Manuel Rodríguez Rivero / Max 17

ARTE Entrevista con Isidro Blasco Fietta Jarque 18

LLAMADA EN ESPERA Prêt-à-porter Estrella de Diego 19

PURO TEATRO ‘Madre Coraje’: la guerra de las mujeres Marcos Ordóñez 22

DIOSES Y MONSTRUOS El febril cronista de la infamia Carlos Boyero 23

LA MUERTE de J. D. Salinger ha puesto de moda el tema de losartistas que evitan cualquier contacto con el público, bien seaen persona o a través de los medios de comunicación. Se hacenlistas: Pynchon, que no habla en televisión; Joseph Beuys, quese envolvía en sábanas para que nadie lo viera; Philip Roth, quese precia de no haber sonreído jamás en una foto. De todos losesquivos que en el mundo han sido, ninguno me fascina tantocomo Amedeo Furst. De Furst me habló por primera vez Santia-go Gamboa, hace ya mucho tiempo, y me hizo jurar que norevelaría su secreto. Hoy rompo mi palabra, porque convieneque se sepa de él. Amedeo Furst es un gran autor del CantónTicino y un artista de tan extrema discreción que no sólo no hasido fotografiado nunca, sino que nadie lo ha visto jamás. Sucaso es tan especial, y llega tan lejos su discreción, que nuncaha querido publicar ningún libro, porque no sólo no quiere quelo vean, sino que tampoco quiere que lo lean, pues para élescribir no es más que una forma sutil de exhibicionismo, en elque incluye incluso a aquellos escritores que, aunque no sedejen ver, cometen la desvergüenza de publicar. Ustedes sepreguntarán cómo se ha tenido noticia de las tesis de Furst, ode su nacionalidad, e incluso de su nombre, si nunca las haescrito ni expuesto de viva voz. Yo también me lo pregunto. Enrealidad hay quienes sostienen que sus libros sí existen y queson magníficos, pero que nadie está seguro de cuáles son, puessuele publicarlos en editoriales menores y bajo nombres abso-lutamente anodinos, en oscuros idiomas que muy pocos en-tienden, como el muinane y el vasco. A mí esto no me consta.Los escritores secretos, en realidad, tienen un modelo impor-tante: el más grande de todos los escritores invisibles es Dios. ElEspíritu Santo ha dictado, al oído de apóstoles y profetas, algu-nos de los más sugestivos textos literarios: versículos del NuevoTestamento, proverbios de los Salmos, profecías de los mayas,versos del Cantar de los Cantares, suras del Corán… ¿Y quién loha visto nunca? Nadie, porque el Altísimo no se deja ver y, ensentido estricto, ni siquiera tiene nombre. Dios es tan famoso, yvive en boca de todo el mundo, tanto de devotos como dedetractores, gracias precisamente a su invisibilidad. Los escrito-res que no se dejan ver se quieren volver invisibles, como Dios,y como Él hablar solamente a través de la Palabra. No hay cultomás puro y más profundo que el culto por aquello que no seconoce. Un rostro humano, indudablemente, humaniza. Notener cara ni cuerpo, en cambio, en cierto sentido diviniza.Muchos adoran a los grandes escritores escurridizos, a esosque, de algún modo, viven bajo el burka del anonimato sinrostro, como esas bellas imágenes de Mahoma velado. El meca-nismo psicológico de su idolatría, si uno lo piensa bien, esbastante elemental: cuando un escritor, un intelectual, no sesiente suficientemente reconocido por los medios, cuando leparece que no hay correspondencia entre la popularidad deunos mediocres y la propia oscuridad (siendo él un genio com-parado con tantos deficientes mentales), entonces su predilec-ción, y más aún su devoción, se concentra en esos escritoresque, pudiendo ser célebres, se resisten a cualquier apariciónmediática, y se esconden en una austera intimidad, rechazan-do los premios, odiando la televisión, los periódicos, las entre-vistas y en general cualquier aparición pública. “Ése sí es untipo digno, pulcro, discreto; no como otros…”, recalcan losartistas oscuros e incomprendidos. En aquellos que a pesar deser célebres no se dejan celebrar está su desquite. Aunque éstossean invisibles voluntarios, los invisibles involuntarios se sien-ten vengados por los famosos escurridizos. O

Héctor Abad Faciolince (Medellín, 1958) acaba de publicar Traiciones de lamemoria (Alfaguara.Madrid, 2010. 272páginas. 19,50euros) yenabril publicaráEl amanecer de un marido (Seix Barral. Barcelona, 2010. 232 páginas. 18 euros).

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Babelia956Héctor Abad Faciolince

Obra de la serieShangai, at last

(2009), de IsidroBlasco.

SUMARIO

2 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

“La complicación de la segunda película surge de mí mismo. Me lo he puesto muy difícil”, señala Juan Antonio Bayona. Foto: Consuelo Bautista

ALGUIEN LE CONTÓ la historia con lágrimas en los ojos, y la emoción que le transmitió es laque Juan Antonio Bayona quiere conservar y hacer llegar al espectador con su segundolargometraje, que está preparando desde hace meses y que espera empezar a rodar elpróximo mes de agosto. Tras el éxito de El orfanato, Bayona, de 34 años, se enfrenta a unfilme dramático y conmovedor basado en hechos reales, los que se vivieron tras latragedia del tsunami de Indonesia, que en diciembre de 2004 provocó la muerte de275.000 personas. “El corazón de la historia, que es muy potente, habla de cosas muyprimarias, con experiencias cercanas a la muerte”, asegura Bayona en su nueva viviendarecién estrenada en el Eixample de Barcelona, un espacio de amplios salones y techosaltos y esos magníficos suelos de mosaico, en el mismo edificio al que también se hamudado su coguionista y colaborador Sergio Sánchez. Suben y bajan, entran y salen enun ajetreo agradable y casero. En las estanterías, perfectamente ordenadas, libros dereferencia, como uno de Andrew Wyeth, el pintor de los grandes paisajes americanos, unapreciosa edición reciente de Peter Pan o Conversaciones imaginarias con mi madre, deldibujante Juanjo Sáez, se abren hueco con un gran póster de Superman —“yo haría un

filme de Superman encantado”, asegura— que compró el año pasado en Cannes, junto aun muñeco de ET, la creación de Steven Spielberg a la que el hermano de Bayona le haplantado una chapita de Star wars. “Hay que buscar la vida de la película, encontrar susentido porque la realidad no existe en el cine”, asegura Bayona ante una bandeja depastelitos que ha encargado para desayunar con la periodista y que ha colocado en unainmensa mesa redonda, “ideal para reunirse”. “Me gusta rodearme de gente a la hora detrabajar, quiero oír la opinión de todos”, dice el director, que dejará durante unos meses ymuy a su pesar su casa de Barcelona para trasladarse a Madrid a seguir con la preparacióndel filme, del que todavía no hay título. No se le ve inquieto ni abrumado ante el reto quele espera, después de que El orfanato arrasara en la taquilla y se convirtiera en el filmemás taquillero de 2007 en España. “La complicación de la segunda película surge de mímismo. Me lo he puesto muy difícil, tanto a nivel técnico como por el hecho de quevayamos a rodar en inglés. Además, quiero cambios radicales en cuanto al movimiento dela cámara”, dice mientras en su tocadiscos suena música de Patrick Doyle y asegura que legustaría hacer cine en Estados Unidos, “pero sin tener que pagar peajes”. Rocío García O

La búsqueda de la vida en cada películaJuan Antonio Bayona prepara su segundo filme “con experiencias cercanas a la muerte” basadas en el tsunami de 2004

EL RINCÓN

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 3

La hija de la mítica pareja Serge Gainsbourg-Jane Birkin, Charlotte, sufrió en 2007 un accidenteque le provocó un derrame cerebral. De aquello surgió IRM, un disco “muy clínico y altiempo muy poético”, y su papel en el filme Anticristo, de Lars von Trier. Por Carlos Galilea

Charlotte Gainsbourg (Londres,1971). Foto: Jean-Baptiste Mondino

Unaire de familiaC

RUZA LA CALLE de Montalem-bert y entra en el hotel conpaso decidido. Nada la dis-tingue de cualquier otra esti-losa chica parisiense. Visteinformal y el maquillaje es

imperceptible. Pero estos días le va a cos-tar más pasar desapercibida porque su ima-gen para la campaña del nuevo perfumede Balenciaga —ella es la musa de NicolasGhesquière, director artístico de la casa—llega hasta el último rincón de Francia.

A sus 38 años —nació el 21 de julio de1971 en Londres—, Charlotte Gainsbourgtiene un aire juvenil y un encanto indefini-ble. Tímida, aparenta una fragilidad ro-mántica aunque su mirada sea firme y lasonrisa traviesa. Se disculpa por mascarchicle. “Estoy intentando dejar de fumar.Saben a pimienta y te calma”, explicamientras lo guarda cuidadosamente enuna cajita.

Su nuevo disco se titula IRM, siglas deuna imagen por resonancia magnética. En2007, Charlotte Gainsbourg sufrió un acci-dente de esquí náutico. Semanas despuésempezó a sentir fuertes dolores de cabezaque dispararon la alarma: una hemorragiacerebral que nadie había detectado, y quela llevó al quirófano, estuvo a punto decostarle la vida. “Yo no sabía lo que era unIRM”, dice con esa voz dulce que Madon-na utilizó en What it feels like for a girl,“pero desde el accidente se convirtió enalgo muy familiar. Para una de las cancio-nes quise partir de una secuencia de so-nidos de IRM. Me gustan mucho esossonidos duros mezclados con otros másorgánicos. Titular el disco IRM se nos ocu-rrió al ver que teníamos unas cuantas can-ciones que giraban en torno a la memoria,la muerte… Me pareció algo muy clínicoy, al mismo tiempo, muy poético, eso deimagen por resonancia magnética”.

Los ruidos que se oyen encerrado den-tro de la máquina “son muy angustiosos. Yesos exámenes han marcado el ritmo demi vida durante bastante tiempo. Cadavez que quería tranquilizarme porque sen-tía pánico, y no sabía si tenía o no unproblema, iba a hacerme la prueba. Habíasiempre un antes y un después del IRM”.

Sin saber nada, Beck, productor del dis-co, escribió en un papel la letra de Mas-ter’s hands (“Drill my brain / All full ofholes / And patch it before it leaks”). “Paramí es lógico mirar a alguien como mentor,mirar hacia arriba, a quien admiras”, ase-gura ella. “Nunca me he sentido igual encuestión de talento, siempre por debajo,pero así es como me gusta trabajar. Creoque me acostumbré a ese tipo de relacióncon los directores de cine porque sientesque estás a su servicio”. Beck Hansen, queen 2002 sampleó la canción Melody en Pa-per tiger, reconoce la influencia de SergeGainsbourg en su música. “Casi no habla-mos de ello. Sentí que había un gran respe-to por el trabajo de mi padre, pero preferíno saberlo porque me dejaba mayor liber-tad para ir en otra dirección”.

“Beck tenía una especie de banco dedatos con ritmos y sonidos que había gra-bado antes de que yo llegara a Los Ánge-les. Una biblioteca sensacional. Y cada vez

partíamos de un ritmo. Elegíamos una per-cusión, se sumaba otro instrumento, y alfinal una melodía”, explica. Beck firma so-lo todas las composiciones, salvo una enla que comparte autoría con CharlotteGainsbourg, una canción canadiense delos años setenta que el californiano le hizodescubrir a la francesa, y La collectionneu-se con fragmentos de poemas de Apollinai-re. “Él escribía en su rincón sin parar y yole miraba de reojo (se ríe) porque me costa-ba escribir algo. Exagero un poco, peropara la suma de trabajo que él aportaba yollegaba con tres palabras. Grababa la voz ypasábamos a otra cosa aunque la canciónno estuviera terminada. Después se graba-ban las cuerdas. Y ahí cada canción toma-ba una dimensión diferente porque Becktrataba los violines de una forma bastanteoriginal. Eran músicos clásicos y él los bru-talizaba un poco con el fin de obtener soni-dos no demasiado melodiosos. Después

yo regresaba a París y él seguía trabajandoen cada una de las canciones. Lo que esta-ba bien es que teníamos las sesiones detrabajo —desde cinco días hasta tres sema-nas— y cuando yo regresaba a París volvíasin nada. No sabía lo que había hecho. Yera una sorpresa cuando me enviaba dis-tintas mezclas. Yo ya había tomado ciertadistancia y al regresar a Los Ángeles partía-mos hacia otra aventura porque mi estadode ánimo era diferente”.

Con 15 años se llevó el César a la mejoractriz revelación por L’effrontée, primerode sus más de treinta papeles en películascomo La bûche —César a la mejor actrizsecundaria—; La ciencia del sueño, de Mi-chel Gondry; 21 gramos, de Alejandro Gon-zález Iñárritu; I’m not there, de Todd Hay-nes, o Persécution, de Patrice Chéreau.También con 15 grabó su primer disco,Charlotte forever; sin embargo, el segun-do, 5:55, tardó veinte años en llegar. ¿Noquería cantar? “Ni por asomo”, respondecategórica. “Tenía una relación de amor-odio. Me atraía mucho y a la vez lo recha-zaba. Recuerdo que cuando Portishead sa-

có su primer disco pensé: ‘Si pudiera traba-jar con ellos’. Sólo tras conocer al dúo Air,y pensar en un proyecto común, se tornóposible”.

“Mi primer disco lo había hecho conmi padre, gracias a mi padre, a causa demi padre, para mi padre. Y, sin él, no veíapor qué y me parecía imposible. Tampococonsideraba la música mi profesión. Qui-zá si el primer disco se hubiera vendidobien habría grabado otro, pero la cosa que-dó así” (se ríe). “Tengo la impresión de nohaber demostrado nada en la música. Mesiento muy orgullosa de los discos que hehecho, pero he sido apoyada por Air, porBeck, y no me veo aún en una posiciónlegítima. Me falta el valor de atreverme adecir que me siento cantante. Es más fácildecir: ‘No sé hacerlo, lo hago de todosmodos, pero no sé hacerlo”, dice riendocomo una adolescente pillada en un pe-queño renuncio.

Suele utilizar música para preparar suspapeles en el cine. “Me ayuda mucho ainspirarme. Para Anticristo fue fácil. Escu-ché mucha música clásica, prácticamentesólo música clásica, y todo aquello queestuviese muy cargado. Mahler, sinfoníasde Beethoven, Carl Orff…”. La polémicapelícula de Lars von Trier, por la que ganóel premio de interpretación en el Festivalde Cannes 2009, fue su primer rodaje trasla dolencia. No parecía lo más indicadoprotagonizar una historia de locura progre-siva, pérdida de un hijo, violencia sexualhasta la mutilación genital… Se ríe al oír laobservación. “Al contrario. Había pasadoun año preocupándome de mi salud, eraverano, y no sabía lo que iba a hacer. Esta-ba un poco taciturna cuando mi represen-tante me dijo que había una actriz que yano iba a hacer la película, que me leyese elguión y que si me apetecía viajase a Dina-marca para hablar con el director. Queríaolvidarme de mí, hundirme en algo másfuerte que mis preocupaciones. Y esa pelí-cula era tan violenta que me arrastró aotro mundo”.

Por ella se quedaría en casa sin hacergran cosa. Necesita que otros la motiven.“Me apetece ir hacia personas que tienentalento. Y poder colaborar con ellas. Soybastante perezosa. Cuando tengo una obli-gación, me encanta trabajar, pero si de-pende de mi voluntad no hago nada. Diríaincluso más, busco acabar con todo lo quetengo en la cabeza”, cuenta riendo, “mebusco ocupaciones para no pensar”.

“Tengo muchas ganas de tirarme alagua, pero he perdido algo de inocencia.Como actriz viví una primera etapa en laque era completamente ingenua. Me dabaun poco igual ser actriz, lo que me gustabaera estar en un equipo. En determinadomomento actuar se convirtió en algo muyserio y empecé a tener cada vez más mie-do de hacerlo mal. Y si no te arriesgas a sermala, es fácil, te quedas a medio camino”,dice con una carcajada. “Mi accidente meha vuelto muy miedosa en relación con mipropia muerte. Me preocupaba mucho lade los demás, pero la mía… Al estar tancerca de ella me di cuenta de hasta qué

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“Mi primer discolo había hecho conmi padre, graciasa mi padre, a causa demi padre, para mi padre”

“Tengo la impresión de nohaber demostrado nadaen la música. Me falta elvalor de atreverme a decirque me siento cantante”

EN PORTADA / Entrevista

4 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

La hija de la mítica pareja Serge Gainsbourg-Jane Birkin, Charlotte, sufrió en 2007 un accidenteque le provocó un derrame cerebral. De aquello surgió IRM, un disco “muy clínico y altiempo muy poético”, y su papel en el filme Anticristo, de Lars von Trier. Por Carlos Galilea

Charlotte Gainsbourg (Londres,1971). Foto: Jean-Baptiste Mondino

Unaire de familiaC

RUZA LA CALLE de Montalem-bert y entra en el hotel conpaso decidido. Nada la dis-tingue de cualquier otra esti-losa chica parisiense. Visteinformal y el maquillaje es

imperceptible. Pero estos días le va a cos-tar más pasar desapercibida porque su ima-gen para la campaña del nuevo perfumede Balenciaga —ella es la musa de NicolasGhesquière, director artístico de la casa—llega hasta el último rincón de Francia.

A sus 38 años —nació el 21 de julio de1971 en Londres—, Charlotte Gainsbourgtiene un aire juvenil y un encanto indefini-ble. Tímida, aparenta una fragilidad ro-mántica aunque su mirada sea firme y lasonrisa traviesa. Se disculpa por mascarchicle. “Estoy intentando dejar de fumar.Saben a pimienta y te calma”, explicamientras lo guarda cuidadosamente enuna cajita.

Su nuevo disco se titula IRM, siglas deuna imagen por resonancia magnética. En2007, Charlotte Gainsbourg sufrió un acci-dente de esquí náutico. Semanas despuésempezó a sentir fuertes dolores de cabezaque dispararon la alarma: una hemorragiacerebral que nadie había detectado, y quela llevó al quirófano, estuvo a punto decostarle la vida. “Yo no sabía lo que era unIRM”, dice con esa voz dulce que Madon-na utilizó en What it feels like for a girl,“pero desde el accidente se convirtió enalgo muy familiar. Para una de las cancio-nes quise partir de una secuencia de so-nidos de IRM. Me gustan mucho esossonidos duros mezclados con otros másorgánicos. Titular el disco IRM se nos ocu-rrió al ver que teníamos unas cuantas can-ciones que giraban en torno a la memoria,la muerte… Me pareció algo muy clínicoy, al mismo tiempo, muy poético, eso deimagen por resonancia magnética”.

Los ruidos que se oyen encerrado den-tro de la máquina “son muy angustiosos. Yesos exámenes han marcado el ritmo demi vida durante bastante tiempo. Cadavez que quería tranquilizarme porque sen-tía pánico, y no sabía si tenía o no unproblema, iba a hacerme la prueba. Habíasiempre un antes y un después del IRM”.

Sin saber nada, Beck, productor del dis-co, escribió en un papel la letra de Mas-ter’s hands (“Drill my brain / All full ofholes / And patch it before it leaks”). “Paramí es lógico mirar a alguien como mentor,mirar hacia arriba, a quien admiras”, ase-gura ella. “Nunca me he sentido igual encuestión de talento, siempre por debajo,pero así es como me gusta trabajar. Creoque me acostumbré a ese tipo de relacióncon los directores de cine porque sientesque estás a su servicio”. Beck Hansen, queen 2002 sampleó la canción Melody en Pa-per tiger, reconoce la influencia de SergeGainsbourg en su música. “Casi no habla-mos de ello. Sentí que había un gran respe-to por el trabajo de mi padre, pero preferíno saberlo porque me dejaba mayor liber-tad para ir en otra dirección”.

“Beck tenía una especie de banco dedatos con ritmos y sonidos que había gra-bado antes de que yo llegara a Los Ánge-les. Una biblioteca sensacional. Y cada vez

partíamos de un ritmo. Elegíamos una per-cusión, se sumaba otro instrumento, y alfinal una melodía”, explica. Beck firma so-lo todas las composiciones, salvo una enla que comparte autoría con CharlotteGainsbourg, una canción canadiense delos años setenta que el californiano le hizodescubrir a la francesa, y La collectionneu-se con fragmentos de poemas de Apollinai-re. “Él escribía en su rincón sin parar y yole miraba de reojo (se ríe) porque me costa-ba escribir algo. Exagero un poco, peropara la suma de trabajo que él aportaba yollegaba con tres palabras. Grababa la voz ypasábamos a otra cosa aunque la canciónno estuviera terminada. Después se graba-ban las cuerdas. Y ahí cada canción toma-ba una dimensión diferente porque Becktrataba los violines de una forma bastanteoriginal. Eran músicos clásicos y él los bru-talizaba un poco con el fin de obtener soni-dos no demasiado melodiosos. Después

yo regresaba a París y él seguía trabajandoen cada una de las canciones. Lo que esta-ba bien es que teníamos las sesiones detrabajo —desde cinco días hasta tres sema-nas— y cuando yo regresaba a París volvíasin nada. No sabía lo que había hecho. Yera una sorpresa cuando me enviaba dis-tintas mezclas. Yo ya había tomado ciertadistancia y al regresar a Los Ángeles partía-mos hacia otra aventura porque mi estadode ánimo era diferente”.

Con 15 años se llevó el César a la mejoractriz revelación por L’effrontée, primerode sus más de treinta papeles en películascomo La bûche —César a la mejor actrizsecundaria—; La ciencia del sueño, de Mi-chel Gondry; 21 gramos, de Alejandro Gon-zález Iñárritu; I’m not there, de Todd Hay-nes, o Persécution, de Patrice Chéreau.También con 15 grabó su primer disco,Charlotte forever; sin embargo, el segun-do, 5:55, tardó veinte años en llegar. ¿Noquería cantar? “Ni por asomo”, respondecategórica. “Tenía una relación de amor-odio. Me atraía mucho y a la vez lo recha-zaba. Recuerdo que cuando Portishead sa-

có su primer disco pensé: ‘Si pudiera traba-jar con ellos’. Sólo tras conocer al dúo Air,y pensar en un proyecto común, se tornóposible”.

“Mi primer disco lo había hecho conmi padre, gracias a mi padre, a causa demi padre, para mi padre. Y, sin él, no veíapor qué y me parecía imposible. Tampococonsideraba la música mi profesión. Qui-zá si el primer disco se hubiera vendidobien habría grabado otro, pero la cosa que-dó así” (se ríe). “Tengo la impresión de nohaber demostrado nada en la música. Mesiento muy orgullosa de los discos que hehecho, pero he sido apoyada por Air, porBeck, y no me veo aún en una posiciónlegítima. Me falta el valor de atreverme adecir que me siento cantante. Es más fácildecir: ‘No sé hacerlo, lo hago de todosmodos, pero no sé hacerlo”, dice riendocomo una adolescente pillada en un pe-queño renuncio.

Suele utilizar música para preparar suspapeles en el cine. “Me ayuda mucho ainspirarme. Para Anticristo fue fácil. Escu-ché mucha música clásica, prácticamentesólo música clásica, y todo aquello queestuviese muy cargado. Mahler, sinfoníasde Beethoven, Carl Orff…”. La polémicapelícula de Lars von Trier, por la que ganóel premio de interpretación en el Festivalde Cannes 2009, fue su primer rodaje trasla dolencia. No parecía lo más indicadoprotagonizar una historia de locura progre-siva, pérdida de un hijo, violencia sexualhasta la mutilación genital… Se ríe al oír laobservación. “Al contrario. Había pasadoun año preocupándome de mi salud, eraverano, y no sabía lo que iba a hacer. Esta-ba un poco taciturna cuando mi represen-tante me dijo que había una actriz que yano iba a hacer la película, que me leyese elguión y que si me apetecía viajase a Dina-marca para hablar con el director. Queríaolvidarme de mí, hundirme en algo másfuerte que mis preocupaciones. Y esa pelí-cula era tan violenta que me arrastró aotro mundo”.

Por ella se quedaría en casa sin hacergran cosa. Necesita que otros la motiven.“Me apetece ir hacia personas que tienentalento. Y poder colaborar con ellas. Soybastante perezosa. Cuando tengo una obli-gación, me encanta trabajar, pero si de-pende de mi voluntad no hago nada. Diríaincluso más, busco acabar con todo lo quetengo en la cabeza”, cuenta riendo, “mebusco ocupaciones para no pensar”.

“Tengo muchas ganas de tirarme alagua, pero he perdido algo de inocencia.Como actriz viví una primera etapa en laque era completamente ingenua. Me dabaun poco igual ser actriz, lo que me gustabaera estar en un equipo. En determinadomomento actuar se convirtió en algo muyserio y empecé a tener cada vez más mie-do de hacerlo mal. Y si no te arriesgas a sermala, es fácil, te quedas a medio camino”,dice con una carcajada. “Mi accidente meha vuelto muy miedosa en relación con mipropia muerte. Me preocupaba mucho lade los demás, pero la mía… Al estar tancerca de ella me di cuenta de hasta qué

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“Mi primer discolo había hecho conmi padre, graciasa mi padre, a causa demi padre, para mi padre”

“Tengo la impresión de nohaber demostrado nadaen la música. Me falta elvalor de atreverme a decirque me siento cantante”

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 5

E Vea el videoclip Heaven can wait ydos actuaciones en directode Charlotte Gainsbourg y su IRM.

punto me aterraba. Y no me gustó verque no era nada valiente. Yo pensabaque a medida que uno va envejeciendoaparecía una especie de serenidad, perohe visto a gente mayor tener mucho mie-do a la muerte. Y no hay nada más terrorí-fico para mí que imaginar que cuantomás se acerque más miedo tendré. Es unfeo descubrimiento que he hecho no ha-ce mucho”, asegura con una sonrisa.

Su estreno en el mundo de la canción,con 13 años, fue un éxito yun escándalo: Lemon in-cest, grabada a dúo con supadre. Ella estaba interna yse libró del lío. Hoy, con lacorrección política, y el con-trol social, cabe preguntar-se si Serge Gainsbourg nohubiera acabado ante un tri-bunal. “Es verdad. Piensoque ahora resultaría muychocante. Creo que hoy te-nemos más miedo a las con-secuencias de nuestros ac-tos. Parece tonto decirlo, pe-ro tenemos miedo hasta defumar. Como si cada unode nuestros actos fuera aser juzgado. Y nos da miedoque nos juzguen. Mi padrelo hizo de una forma provo-cadora, pero con mucho pu-dor. Es un texto hermoso.Muy explícito. Dice ‘elamor que nunca haremosjuntos’. Es un amor puro depadre-hija, hija-padre. Lointeresante de los textos esque nos perturben”.

PREGUNTA. ¿Se imagi-na lo que hubiera pensadosu padre al escuchar el dis-co o viéndola en Anticris-to?

RESPUESTA. (Largo si-lencio antes de contestar).No, no lo sé. Era más pudo-roso de lo que la gente pien-sa. Tenía un lado sexualmuy marcado, y hablabamucho de ello, pero lo decaer en cierta vulgaridadcreo que no le gustaba na-da. Así que todo el lado por-nográfico de la película… Asaber si no la hubiera detes-tado (se ríe).

P. ¿No está cansada deque le pregunten por su él?

R. No, aunque en el ex-tranjero me siento másabierta. En Francia siempre ha sido máspesado para mí. Si estoy en otro país y mehablan de él, me alegra la idea de que loconozcan porque él tenía la impresión deque sólo se le conocía en Francia. Es comosi yo viviera su excitación por ser reconoci-do en otros lugares. Y eso me gusta mucho.

Durante años soñó convertir la casa desu padre en la Rue de Verneuil, que haconservado intacta, en un museo. Del pro-yecto se encargó el arquitecto Jean Nouvel.“Pensaba que es lo que mi padre quería.Mi madre y otras personas me dijeron queél había dicho que su casa era un museo yque había pensado incluso donarla al Esta-do. Reflexioné y me di cuenta de que esono era vivible para mí. Y cuando estaba apunto de concretarse di marcha atrás. Ne-cesité todo ese tiempo para comprender-lo”. Al final ganó la necesidad de guardarpara ella esa parte íntima, secreta, de SergeGainsbourg. “Sí, pero es muy extraño por-que es igual que guardar un mausoleo. Esuna pequeña casa, a dos pasos de la mía, ala cual voy rara vez. Y cuando voy me inva-den los recuerdos, su presencia. Es todauna decisión ir y después salir y cerrar lapuerta. No es algo que haga fácilmente. Aveces me pregunto por qué la guardo. Peroestoy pillada. No puedo venderla y no pue-do vivir en ella. La guardo y hago como sino estuviera ahí”. Suele ir sola. “Lo que memolestó de la idea del museo es que fui allímucho con gente y tenía la impresión deser un agente inmobiliario”, dice riendo.“Era horroroso. Me sentía fatal haciendoeso. Luego soñaba con que él estaba en su

casa. Había algo de entrar en la casa dealguien. Y todavía tengo esa sensación: lade que estoy entrando en su casa”.

En los últimos meses las librerías deFrancia se han llenado de títulos quetratan sobre la vida y obra del autor deJe t’aime moi non plus… Y la películafrancesa anunciada como el evento deeste primer trimestre del año es Gains-bourg, vie héroique, que ha dirigido elconocido dibujante Joann Sfar.

P. ¿La ha visto?R. No, no quiero verla.

P. El director le llegó a ofrecer unpapel…

R. Me dijo que quería que yo hiciera demi padre. Me quedé tan impresionada queno le dije que no. Durante varias semanasme dejé tentar por esa idea. Hasta que com-prendí que era imposible. Después mantu-ve una relación muy complicada con elproyecto porque no quería leer el guión. Ycuando lo leí no me gustó. Pensé que nome gustaba porque yo conocía demasiadoa mi padre y el resultado nunca podría

acercarse a lo que fue. Me daba tanto mie-do ese proyecto que, al final, me lavé lasmanos. Vale, él hace su película, pero yono quiero saber nada.

A Charlotte Gainsbourg todos los france-ses la han visto crecer. Junto a su padre y asu madre, la actriz Jane Birkin. “Como mu-jer me ha intimidado mucho. Sin querer.Yo era demasiado consciente de su bellezay, como en mi familia la belleza física tienemucha importancia, se habla continua-mente de ello, sentía al crecer que teníarasgos poco agraciados y eso me

acomplejó muchísimo. Hasta hoy. Todavíame cuesta decirme: ‘Qué más da, es micara y ya’. Cuando me dicen que me parez-co a ella me siento tan halagada (se ríe),pero al mismo tiempo me digo: ‘Mierda, aver si dejan ya de compararnos’. Admiro sutrabajo, su voluntad, y lo que hace conorganizaciones humanitarias de forma es-pontánea. Yo no hago nada y me sientomuy egoísta”.

El cine, para ella, es su madre. “La veíaensayar, aprenderse los textos, a veces laayudaba. Y ella me llevaba a rodajes en losque podía esconderme y mirarla actuar.Había un lado muy mágico. La debí deidolatrar un poco. No demasiado porque sino no hubiera seguido esta profesión, perolo suficiente para darme ganas de hacerlo.Era algo divertido y positivo, una fuente deplacer. Por eso siento una enorme grati-tud. Nunca tuve la menor dificultad coneste trabajo de actriz”. Charlotte Gains-bourg —sus primeras películas las rodabadurante las vacaciones escolares— asegurano haber ido a ninguna escuela de actores.

No sólo echa mucho de menos a supadre. También a sus abuelas. La paterna,Olia Bessman, judía de origen ruso —“memarcó mucho. La perdí cuando yo tenía 13años. Vivía en París e íbamos a verla todoslos domingos. Tenía acento ruso y nos pre-paraba comida rusa. Había unas tradicio-nes familiares tan fuertes. La adoraba. Ytenía la impresión de parecerme mucho aella físicamente. Yo quería ser judía, sentíaque pertenecía a ese mundo”—; la mater-na, la británica Judy Gamble, actriz del

West End londinense y musa de NoelCoward, falleció hace seis años —“la descu-brí mucho más tarde porque de pequeñayo era muy obstinada y no quería hablaringlés, hacía como si no entendiera el idio-ma. Sin ella, todo un lado de la culturainglesa se ha ido para mí. Y he tardado enser consciente de ello”—.

Charlotte Gainsbourg prefiere cantaren inglés. “Me aleja de las referencias pa-ternas, de todos los textos que escribió yque continúan tan presentes. Tengo la im-presión de que cada palabra hace referen-

cia a algún texto suyo. Yeso me bloquea. Con el in-glés me siento más libre.También hay que tener encuenta que me dirigí a gen-te de la que me gustan suscanciones, su manera de es-cribir, como Beck o JarvisCocker”.

Sus dos hijos, Ben, de 12años, y Alice, de 7, estánpresentes en el disco. El ni-ño se puso a la batería sinsaber que le grababan; ellase divertía con el interfonodel estudio haciendo vocesde monstruos. “Se grababaen casa de Beck, estabansus hijos por todas partes,los míos, y los grabábamosen cuanto podíamos. Cuan-do nacieron yo no queríadecir sus nombres. Al na-cer mi hija dijeron que sellamaba Alice Jane y nuncase llamó así, pero como yono quería decir su nombreno podía rectificar”, cuentariendo. “Yvan [el actor y ci-neasta Yvan Attal, su com-pañero desde hace veinteaños, y padre de sus hijos]escribió una película en laque teníamos un hijo y es-tuvo probando a muchosniños hasta decidir que fue-se Ben. Me hice muchaspreguntas porque teníamiedo de exponerles, deno saber las consecuen-cias. Tengo la impresión deque es otra época. Yo logréprotegerme —pedía que lacambiaran de colegio cadaaño— con ayuda de mi ma-dre. Hoy con Internet y to-do lo que la gente cuentame parece que es muchomás duro. Me dije que ha-bía que guardarlo en secre-to, pero al mismo tiempo

que no nos estropeara el placer de vivircosas juntos”.

Por primera vez se ha subido a un esce-nario para unos conciertos. En enero sepresentó en Nueva York y ahora está ilusio-nada preparando la gira que comienza enabril. “Todavía me da un poco de miedo.Me pareció mucho más fácil que cantaren París porque no sentía que me iban ajuzgar. Me siento bien en Francia, perohay un esnobismo, que yo también debode tener, de juzgar todo lo que vemos. EnNueva York la gente es más abierta o yono la veía juzgarme o quizá es que medaba igual. Pese a ser una ciudad en laque hay de todo, son mucho más indul-gentes”.

“Cambio de parecer cada día. Me aver-güenza decirlo, pero me pueden dar lavuelta como una crepe. Soy fácilmente ma-nipulable. Y de hecho me encanta que memanipulen”, añade con una carcajada.“Me gusta no tener certezas. Pensar algo ylo contrario. A veces desestabiliza un pocoporque no te sientes bien anclado. Por esotengo siempre la impresión de flotar, deno tener del todo los pies en la tierra”. O

IRM, de Charlotte Gainsbourg, está editado porBecause Music/Warner. www.charlottegains-bourg.com.

Viene de la página 4

+ .com

Jane Birkin y Serge Gainsbourg, fotografiados en 1972 con su hija Charlotte. Foto: Alain DeJean / Sygma / Corbis

“Mi accidente me havuelto muy miedosa enrelación con mi propiamuerte. No me gustó verque no era nada valiente”

“Prefiero cantar en inglésporque me aleja de lasreferencias paternas, delos textos que escribió ycontinúan tan presentes”

EN PORTADA / Entrevista

6 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

MIGUEL DELIBES era uno de esoshombres que dan la sorpresade ser más altos de lo que unohabía imaginado. Era más alto

en persona y tenía una cara saludable yjovial, con el lustre rojizo de quien pasamucho tiempo al aire libre, y en cuanto seempezaba a hablar con él se deshacía elmalentendido de esa expresión quejumbro-sa de las fotografías. Alto y robusto, máscolorado por comparación con la palidez decasi todos los demás, lo vi una vez moversea grandes zancadas por un salón oficial, conuna chaqueta de pana, con una corbata denudo más bien descuidado, mostrando sinapuro su irritación por uno de tantos chan-chullos culturales españoles. Estaba honda-mente irritado pero se mantenía tranquilo,con la ecuanimidad del desencanto y delsentido común, porque era un hombre cor-dial al que no puedo imaginarme arrastradopor la bronca española, por la interjección yel mal modo que entre nosotros se confun-den tantas veces con la valentía. A MiguelDelibes los escritores más jóvenes había-mos empezado a no leerlo porque nosparecía demasiado español y demasiadocastellano, cuando nosotros aspirábamostan ansiosamente a ser cosmopolitas, perolo cierto es que en sus actitudes, en su mis-ma presencia, había algo que lo volvía ajenoal modelo de escritor español al que esta-mos más acostumbrados. En España gustanlos personajes chulescos, quizás por un hábi-to muy antiguo de servilismo al que manda,y la mala educación se considera un sínto-ma de autenticidad, hasta de recia hombría.En España conviene ser arrogante, porqueal que no lo es tiende a mirársele por enci-ma del hombro, y porque es un país pompo-so en el que hinchar el pecho y ahuecar lavoz gana inmediatas simpatías. En Españael desdén sarcástico se interpreta como unsigno seguro de inteligencia, y el franco entu-siasmo por algo, la abierta admiración, sontan perjudiciales como la llaneza.

En un país así, Miguel Delibes resultabauna anomalía. A nosotros se nos pasó lacostumbre de leerlo porque teníamos la as-piración de convertirnos cuanto antes ennovelistas anglosajones, pero lo cierto esque quien más se parecía en sus actitudes a

un novelista inglés o americano era MiguelDelibes. Miguel Delibes vivía retirado escri-biendo y dando largos paseos por el campo.Era escritor porque escribía libros, no por-que interpretara el personaje público de es-critor a la manera española, a la manerafrancesa o latinoamericana. España es unpaís perezoso en el que siempre tienen éxitolas coartadas para no leer a alguien. Delibes,se decía, era costumbrista y escribía sobre elcampo, y el campo era una antigualla bo-chornosa para quienes aspirábamos a am-bientar nuestras novelas en las grandes me-trópolis internacionales: nosotros, que en lamayor parte de los casos no habíamos he-cho más viajes al extranjero que los que nospagaba el Ministerio de Cultura. Si Delibeshubiera sido propenso a los exabruptos desoberbia quizás le habríamos hecho más ca-so. Pero por no tener ni siquiera tenía unaleyenda: no podía decirse que hubiera per-tenecido a la cultura antifranquista, no sehabía exiliado; no circulaban sobre él esashistorias de malditismo etílico que tantocontribuyen entre nosotros a cimentar unafama literaria. Miguel Delibes vivía en Valla-dolid como un funcionario y era padre defamilia numerosa. La vejez y la enfermedadlo fueron volviendo discretamente invisible.

Una mañana de sábado, en la quietudalgo tibetana de una gran biblioteca univer-sitaria, he repasado alguno de los libros su-yos que más me gustaron. El silencio y lalejanía, la rara conciencia de que Miguel De-libes acaba de morir, afilan el recogimientode la lectura, su cualidad de regreso a unlugar muy querido que uno dejó de frecuen-tar hace demasiado tiempo. Me gusta ver enla estantería, en el edificio donde hay tantosmillones de volúmenes a los que esta maña-na casi nadie se acerca, los lomos alineadosy familiares, la tipografía y la encuaderna-ción de los viejos libros de Destino, en edi-ciones que en algunos casos son las mismasque yo leía de muy joven en otra bibliotecamucho más humilde al otro lado del océa-no. En las cosas que se han escrito sobreMiguel Delibes estos días no ha sido infre-cuente un cierto tono de condescendencia:el novelista de la vieja Castilla, el cronista deun mundo rural extinguido, el hombre bon-dadoso y sencillo. Pero las mejores novelas

de Miguel Delibes desprenden un fulgor ca-si doloroso, en el que la belleza del mundonatural y el desamparo de los inocentes sonprofanados con mucha frecuencia por la fa-talidad que persigue a los que no tienennada, por la brutalidad de los fuertes, por elcambio de los tiempos, que arrastra porigual lo mejor y lo peor, y que en un paíscomo la España de los años sesenta trajooleadas simultáneas de prosperidad y devas-tación. El costumbrismo es una falsificaciónazucarada de lo singular, de lo aparentemen-te primitivo. Lo que hay en las grandes nove-las de Miguel Delibes no es costumbrismo

sino observación meticulosa de las vidas hu-manas y de los trabajos y las ensoñacionesde la gente común; un oído tan exacto paralos nombres de las cosas, de los animales ylas plantas, como para los matices del habla.Pero el resultando, siendo tan verídico, tie-ne el poderío y la originalidad de una com-pleta invención literaria. De quien está cer-ca Miguel Delibes en El camino, en Las

ratas, en Diario de un cazador, en La morta-ja, es de Juan Rulfo y de su aspereza alucina-da. Pero aunque su Castilla puede ser tansevera y violenta como la Jalisco de Rulfo,también hay en ella, en el modo en que unpersonaje huele la resina de un pinar en elviento un poco antes del amanecer o ve as-cender misteriosamente un búho sobre lasramas de un olivo, una sugestión de paraísoque no se pierde nunca del todo. Y los paisa-jes campesinos de Delibes no están fueradel tiempo ni al margen de la explotación deunos hombres por otros, ni a salvo de ladestrucción que provocan con la misma efi-cacia la negligencia y la codicia. Quizás nohay tarea más difícil para un novelista que lade mirar el mundo integralmente con losojos de un personaje y la de dejar a un ladosu propia voz y transmutar su escritura enuna voz del todo ajena a él mismo. En lanovela contemporánea española no haymiradas o voces más verdaderas que las delas criaturas inventadas de Miguel Delibes:un niño asustado por la cercanía de laedad adulta, una criada pobre, un bedel deinstituto aficionado a la caza, un retrasadomental, un hombre viejo que va viendoaproximarse el final tedioso de la vida, unaesposa provinciana comida por el rencor.En Los santos inocentes, el relato, el habla,el punto de vista, el interior de la concien-cia, se funden y se transforman en un soloflujo narrativo, entrecortado de ritmos depoema en prosa.

En el silencio de la biblioteca oigo mipropia voz murmurando unas líneas de Mi-guel Delibes que se convierten, tan lejos, enuna oración funeraria. O

Delibes, a lo lejosPor Antonio Muñoz Molina

Miguel Delibes, en 1993, año en el que fue galardonado con el Premio Cervantes. Foto: Chema Conesa

En las grandes novelasde Delibes hay observaciónmeticulosa de los trabajosy las ensoñacionesde la gente común

IDA Y VUELTA

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 7

El oficinistaGuillermo SaccomannoSeix Barral. Barcelona, 2010201 páginas. 18 euros

Por J. Ernesto Ayala-Dip

A PROPÓSITO de la publicación de El buendolor (2001), el escritor argentino Guiller-mo Saccomanno defendió su admiraciónpor John Cheever, y de paso dio pistas so-bre lo que él piensa del hecho literario. Elescritor nunca disimuló su canon literarioargentino: Roberto Arlt, Manuel Puig y Ro-dolfo Walsh, autores tras cuyos respectivosestilos encontramos una profunda re-flexión sobre la realidad argentina, las sem-piternas patologías de su pequeña burgue-sía y su violencia política. A su vez, detrás

de su prosa aparentemente sencilla, direc-ta, con ese laconismo cortante de los quedesconfían del dispendio de las palabras, elhoy premiado con el Biblioteca Breve porsu novela El oficinista no esconde su teoríade la escritura: la escritura es forma. Conci-be toda operación literaria como un esla-bón ineludible entre la realidad y la ficción.Es decir, como si nos dijera que se traicionala verdad y se gana en verosimilitud nove-lesca: una manera de descubrir una verdadmás esencial. Una novela suya fue galardo-nada en la Semana Negra de Gijón con elPremio Dashiell Hammett el año pasado.Me refiero a 77. Dicho título hace referen-cia al invierno de 1977 en Argentina: a suterror político encarnado en una represióninfernal. En esa novela ya veíamos el trata-miento que hacía Saccomanno de la reali-dad cotidiana en convivencia con un terror

institucionalizado. Pues bien, en El oficinis-ta este paisaje vuelve a sernos familiar. Sóloque esta vez hay costuras en la trama y eldibujo del protagonista que evidencian de-masiado un manierismo en la forma nove-lesca, una contención excesivamente rebus-cada en una escritura que parece buscarmás efectismo que profundidad humana.Desde las primeras páginas de El oficinista,a su protagonista (un personaje, junto a sumujer, probablemente muy en la línea en-tre expresionista y canallesca de algunos deRoberto Arlt) lo hallamos inmerso en unaescenografía digna de Blade Runner. Y merefiero a la película que se hizo basándoseen la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan losandroides con ovejas eléctricas?, y no a lanovela en sí. Perros clonados y helicópte-ros que casi rozan las ventanas de los edifi-cios son un artificio demasiado evidente yya no digamos innecesario para la historiade un oficinista que se engaña a sí mismoenamorándose de una compañera de ofici-na. Me ha llamado la atención que en lacontraportada se haga referencia a Ballard

y a Dostoievski. Ballard era un estilista quedotó a la frase literaria de toda la fuerza, elcolor y la plasticidad de su imaginaciónantiutópica. Característica ésta que falta ab-solutamente en la novela de Saccomanno.Y de Dostoievski me parece que el autorargentino debió poner más empeño enplasmar en su relato alguna oración subor-dinada que expresara más el pretendidocalado filosófico de su héroe. Su tiempo ysu espacio no son reconocibles. Ambigüe-dad premeditada. Pero esta pretendidaatemporalidad en el tratamiento de la vio-lencia de Estado la pone en entredicho elmismo narrador omnisciente cuando se ha-ce explícita referencia a una práctica de lajunta militar genocida: arrojar desde avio-nes a presos políticos al mar. Dado que esel oficinista quien teme pasar por la mismaexperiencia en boca del narrador omnis-ciente, uno se pregunta: ¿cómo lo pudosaber, si eso se supo años más tarde de ladictadura? Novela correcta en general y unexhibicionismo injustificado en la gestiónde su despojamiento formal. O

La chica EinsteinPhilip SingtonTraducción de María Fernández SotoAlfaguara. Madrid, 2009491 páginas. 19,50 euros

Por José Manuel Sánchez Ron

EN 1987, PRINCETON University Press publi-caba el primer volumen de The CollectedPapers of Albert Einstein. Contenían unasorpresa: 51 cartas que Albert Einstein yMileva Maric, su futura esposa (se casaronen 1903), intercambiaron entre 1897 y1902. Habían sido puestas poco antes adisposición de los editores por los herede-ros de uno de los dos hijos de Einstein yMaric, Hans Albert (1904-1973). La corres-pondencia valía su peso en oro (y no esmetáfora: en noviembre de 1996, Chris-tie’s de Nueva York las vendió por 442.500dólares). Las misivas que se intercambia-ron los dos enamorados permitían cono-cer detalles preciosos acerca de las lectu-ras e ideas de Albert, todavía lejos de suexplosión creadora de 1905. Pero la grannoticia residía en un dominio más íntimo:las cartas mostraban que en algún mo-mento a comienzos de 1902 Mileva tuvouna hija de Albert, denominada en susescritos “Lieserl”, de cuya existencia no sehabía tenido noticia antes.

Por entonces, la “hija desconocida” deEinstein podía estar aún viva. Se hicieronesfuerzos por encontrarla, por averiguar sihabía sido dada en adopción o si habíamuerto al poco de nacer. Hasta la fechano existen respuestas a estas preguntas…salvo las imaginadas, como en esta exce-lente novela de Philip Sington, La chicaEinstein.

Como el título sugiere, Sington da vidaa “Lieserl”, convirtiéndola en uno de losdos personajes centrales de su novela (elotro es un psiquiatra). Aunque importan-tes, no son éstos, naturalmente, los únicosmimbres en que se basa esta entretenidahistoria, que busca combinar elementosnarrativos tan viejos como la humanidad:el misterio y el amor. Así, también desem-peñan papeles destacados en ella el mo-mento histórico en el que se sitúa la trama(el de la Alemania nazi), la teoría de larelatividad general einsteniana y persona-jes reales. Además de Einstein y Mileva,aparecen dos que merece la pena mencio-nar: Max von Laue, un físico de Berlínmuy apreciado por Einstein, y el otro hijode Einstein y Maric, Eduard (1910-1965).

Tras el divorcio de sus padres, Eduard,un joven intelectualmente muy dotado, pa-deció trastornos emocionales. En 1932 su-

frió un ataque de esquizofrenia, siendo in-ternado en un centro psiquiátrico, la clíni-ca Burghölzli de Zúrich (que aparece en Lachica Einstein). Inicialmente no se quedóallí, pero el año siguiente volvió a ser ingre-sado, finalmente de forma permanente.Einstein, ya un exiliado de la Alemania na-

zi, visitó a Eduard por última vez en mayode 1933, cuando hizo una breve visita aSuiza desde su refugio en Bélgica, Le Coqsur Mer (que también se menciona en lanovela), pocos meses antes de viajar a Esta-dos Unidos, país que ya nunca abandonó.

Para cualquiera que se haya acercado a

la biografía de Einstein, la figura deEduard y las relaciones que mantuvo consu padre constituyen motivo de interés.Recordemos que un esquizofrénico no esuna persona que viva permanentementealienada del mundo. Con frecuencia sonpersonas conscientes y sensibles, así que:¿qué pensó Eduard del comportamientoque tuvo con él su mundialmente famosoprogenitor? Desgraciadamente, no sabe-mos mucho de esto. Carl Seelig (1894-1962), un adinerado escritor y crítico dearte suizo que publicó en 1952 una magní-fica biografía de Einstein, debió saber bas-tante, ya que para obtener más informa-ción sobre Einstein, y con el permiso de

éste, visitó en la clínica a Eduard y, siendocomo era un hombre compasivo, hizo loque el gran físico nunca quiso hacer: conti-nuó visitando hasta su propia muerte aEduard. Sin embargo, apenas dejó cons-tancia en su biografía, o en otros lugares,de lo que supo.

¿Qué nos queda, por tanto? Callar oimaginar. Y en este punto surge, salvadorao pecadora, la literatura, que no se ve cons-treñida por la carencia de datos factuales,circunstancia que Sington ha aprovecha-do bien. La caracterización que ha cons-truido de la personalidad y pensamientosde Eduard es uno de los aspectos máslogrados y sugerentes de su novela, o almenos los que los interesados en el mun-do de Albert Einstein más apreciarán. Yaunque de ellos sí dispongamos de muchamás información, las personalidades deque ha dotado a Einstein y a Maric, menosconvencionales que las al uso habitual-mente, no dejan de tener sus elementosde plausibilidad. Las miserias de “lo ocul-to”, que sabemos no escasearon en la vidade Einstein (y no sólo con su misteriosa yperdida hija), toman así protagonismo ensu biografía, aunque sea en la ficción. O

Efecto y forma

Albert Einstein vito por Tulio Pericolli.

Las miserias de lo ocultoAlbert Einstein tuvo una hija de la que nunca se supo nada, salvo su mención en la correspondencia con quien llegaría a sersu esposa. Sobre la existencia de esa hija y la del físico y su familia, Philip Sington ha creado una excelente novela

EL LIBRO DE LA SEMANA

8 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 9

Por Iury Lech

ENSAYO. EL PODER DE las imágenes ha sus-citado en todas las civilizaciones un senti-miento antagónico de admiración y re-chazo, de placer y censura, tanto como siretratasen lo bello, deformasen la naturale-za, preservasen la realidad o manipulasenlas certezas utilizando la reflexión y la pro-paganda. En una sociedad rendida a “lassimulaciones visuales, los estereotipos, lasilusiones, las copias, las reproducciones,las imitaciones y las fantasías”, tal comosugiere Mitchell en su polémico y formati-vo libro Teoría de la imagen, la cultura dela imagen ha desplazado a la humanidadde las palabras hacia una representaciónvisual que nos sitúa en un medio infrahu-mano, despojado de jerarquías pero tam-bién de capacidad crítica. El autor no in-tenta construir una teoría, sino establecerlas diferencias entre imagen y lenguaje, y

desvelar las consecuencias del enfrenta-miento pasivo entre espectador y lector,reasentar la iconología en su perspectivade ciencia de las imágenes.

La imagen se ha convertido en cons-tructora de la realidad y en emisora de lacomunicación, aunque a menudo no sesabe si lo que se ve en las pantallas repro-duce la realidad o son meros atisbos parapoder comprenderla. La mirada, sostieneArlindo Machado en El sujeto en la panta-lla, es un quiasma, el entrecruzamientoentre uno y la alteridad, donde “el videntey lo visible funcionan, en relación con lamirada, como el derecho y el revés”, y unono existe sin el otro, ambas partes son par-tes del otro. Todo forma parte de un mon-taje que apunta a privilegiar los conteni-dos que satisfagan las ansias de comodi-dad del receptor, que con la llegada de lodigital incluso ha sustituido al tradicionalnarrador por los programas de ordenador.

El cine, como exploración de realida-des paralelas, provoca en el espectador lanecesidad de salirse de sí mismo y propo-ne un nomadismo interior, desplazamien-tos mentales entre las fantasías personalesmenos reconocibles y las imágenes másheterodoxas que provienen del exterior, al-quimia que hasta el presente ha manteni-do su exitoso secreto, tal como destacaHasta donde el cine nos lleve, una sistemati-zada recopilación cinéfila que, tomandocomo modelo la literatura de viajes, propo-

ne la alternativa de un “cine de viajes”,filmes que proyectan la mirada desde laoscuridad de las salas hacia un punto infi-nito que quizás en última instancia permi-ta una transliteración del destino del ho-mo itinerantis. El privilegiado protagonis-mo del imaginario del cine, que de atrac-ción de feria ha pasado a convertirse enventana abierta a sinfín de paisajes metafó-ricos, recibe un lúcido y sintético estudioen la ampliada y revisada edición de Eldiscurso cinematográfico, de Ismail Xavier,un clásico entre los textos ensayísticos de-dicados a este arte audiovisual, que delimi-ta la historia del cine como la historia delas ideas cinematográficas, la cual se deba-te entre lo transparente y lo opaco, ofre-ciendo un discurso plural, desarrollado entorno a las relaciones entre cine, invencióne ideología. Pero la imagen fílmica no sóloposee componentes de evasión o de inter-pelación conceptual con las tensiones, lostraumas, las obsesiones o las visiones apo-

calípticas de cada época.También como la creaciónde mitos. La experiencia ci-nematográfica tiene mu-cho que aportar en el ámbi-to de la educación y del sa-ber, tal como refleja EstherGispert en su comprometi-do despliegue teórico con-tenido en Cine, ficción yeducación, para quien “laintroducción del cine de fic-ción en la educación plan-tea un doble reto: por unlado, aceptar la posibilidadde construir discursos deconocimiento a través de laficción y, por otro lado, con-vertir el cine documentalen un objeto de estudio yno reducirlo a un simplesustituto de la realidad”.

No obstante, el proble-ma no reside tanto en lapropia imagen sino en lapercepción de quien mira.Si se está de acuerdo enque la imagen en movi-miento ha sido y es una delas formas más trascenden-tales para representar larealidad y contar sucesosficticios nunca acaecidospero que nos sirven comosistema de alerta, tambiénse ha convertido en un sis-tema perverso, entregado ala creación de contextosfraudulentos, que parten

principalmente del medio publicitario co-mo creador de necesidades inútiles o de latergiversación del devenir histórico. De es-te hecho deja constancia el demoledor tex-to De la miseria humana en el medio publi-citario, que ataca con virulencia los abusosy excesos de la industria de la publicidad ydel consumismo ciego, cáncer enquistadoen nuestro modo de vida infantil y respon-sable último de los peligros a los que sedebe enfrentar la humanidad ante unaanunciada devastación del mundo, curio-samente escenario repetido hasta la sacie-dad en decenas de películas del llamadogénero catastrofista. O

Teoría de la imagen.W. J. T.Mitchell. Traducciónde Y. Hernández Velázquez. Akal. Madrid, 2009.377 páginas. 38 euros. La imagen. Análisis y repre-sentación de la realidad. R. Aparici, J. FernándezBaena, A. García Matilla, S. Osuna Acedo. Gedisa.Barcelona, 2009. 329 páginas. 34 euros. Hastadonde el cine nos lleve. Viajes y escenarios depelículas. Jesús Lens, Francisco J. Ortiz. Almed.Granada, 2009. 266 páginas. 19 euros. El sujeto enla pantalla. Arlindo Machado. Gedisa. Barcelona,2009. 222 páginas. 18 euros. El discurso cinemato-gráfico. La opacidad y la transparencia. IsmailXavier. Manantial. Buenos Aires, 2009. 288 pági-nas. 22,90 euros. Cine, ficción y educación. EstherGispert. Laertes. Barcelona, 2009. 217 páginas. 15euros.De la miseria en el medio publicitario. Gru-poMarcuse. Traducción de J. Rodríguez Hidalgo.Melusina. Barcelona, 2009. 206 páginas. 10 euros.

Crisis crónica. La construcciónsocial de la Gran RecesiónEnrique Gil CalvoAlianza. Madrid, 2009230 páginas. 18,50 euros

ENSAYO. LA GRAN RECESIÓN no ha sido unacrisis “excepcional” sino “cíclica”, aun-que muy aguda. Los Gobiernos evitaronlo peor con su rápida intervención, perogeneraron efectos perversos. Como lahinchazón de deuda pública, activadapara salvar a entidades privadas, que haredundado en lo de “casi siempre, priva-tización de los beneficios y socializa-ción de las pérdidas”. Ésta parece ser latesis fundamental de Enrique Gil Calvoen su sugerente y bien escrito Crisis cró-nica. Pero no es eso lo más interesantedel libro. Lo que lo diferencia de losbuenos trabajos ya publicados sobre laactual crisis es la perspectiva: la del so-ciólogo, no la del economista. En el dra-ma que nos presenta, pululan más prota-gonistas que el homo economicus y susleyes. Figuran, sí, los “autores materia-les”, los banqueros de inversión de WallStreet, culpables de la perversión delsistema financiero, que “en lugar decrear valor transformando el riesgo enseguridad”, generó rentabilidad “me-diante la conversión de la seguridad enriesgo”. Junto a ellos, aparecen los “cóm-plices encubridores” (las autoridades) ylos “cooperadores necesarios” (los perio-distas). Así, las redes sociales y mediáti-cas serían al menos corresponsables de“la creación de las burbujas especulati-vas” y de su estallido. La descripción deesas burbujas es notable. Son fenóme-nos “sólo controlables en la primera fa-se de su crecimiento, mientras las redesimplicadas sigan siendo todavía minori-tarias”. Cuando los inversores atraídospor la especulación aumentan, los acon-tecimientos se precipitan “y las autorida-des dejan de poder asegurar el llamadoaterrizaje suave, con lo que la burbuja sehincha hasta que escapa de todo con-trol y su estallido resulta inevitable, ce-sando como las epidemias y los incen-dios, cuando ya no queda base socialsin afectar”. Lo más destacable es segu-ramente la radiografía del comporta-miento del periodismo, crítica para laque Gil Calvo está bien equipado comoarticulista y columnista. Recuerda quepor “pura deformación profesional”—sólo son noticia las malas noticias—la prensa “tiende a crear expectativasalarmistas con preferencia sobre las pro-picias”. Y al competir por crear esas ma-las expectativas, los medios “se van con-tagiando unos a otros el síndrome delalarmismo” que acaba tiznando a todala sociedad. Una causa oculta de esealarmismo es que los medios temen“hundirse y desaparecer”, arrastradospor su propia crisis. Pues al cabo, lacrisis de la prensa es otro ejemplo deburbuja especulativa. Y al final, los pe-riodistas se han contagiado de “los peo-res vicios que se acostumbran a usar enInternet”, entre ellos, “el sectarismomás vitriólico y nihilista”. La prensa haperdido “su monopolio de resumir unavez al día las noticias ocurridas”: lo queha ocurrido. Se centra ahora en el quéva a pasar, en “construir las expectati-vas de futuro”. Y en la definición e inter-pretación de esa realidad que viene, losmedios se imponen a los Gobiernos, gra-cias a su hábil manejo de la estructuraargumental del relato de terror. De for-ma que el periodismo, tantas veces auto-considerado alguacil de las crisis, quedaen estas páginas convenientemente al-guacilado. Xavier Vidal-Folch

Una vida presente:estudios sobre Julián MaríasAntonio Pérez Quintanay Luis Miguel Pino Campos (editores)Universidad de La Laguna, 2009. 12 euros

ENSAYO. JULIÁN MARÍAS murió el 15 de di-ciembre de 2005 a los 91 años. En la peri-pecia de su vida y en su obra nos queda laexperiencia de la parte más importantedel drama español del siglo XX: SegundaRepública, franquismo y democracia. Deconvicción republicana y católica, hubode habérselas mal con todos: con los exce-sos de las dos Españas. Pero sí fue amigode lo mejor de ambas partes: Besteiro yLaín Entralgo. Entre izquierdas y dere-chas, Marías no parece en este libro elpersonaje ambiguo que se pintó a veces.Si uno elige ser sí mismo, lo que sea, nopuede implicarse en el negocio de nadie.La soledad es el sino de los seres excepcio-nales, siempre independientes, gusten ono. (Además, como él decía: no se debeintentar contentar a los que no se van acontentar). Es verdad que Marías pudoexiliarse sólo interiormente, pero tampo-co exiliado exterior es a la fuerza sinóni-mo de héroe, ni de intelectual de valía. Y,en cualquier caso, el exilio exterior notiene la exclusividad de ambos títulos, ymenos de su impartición automática. Loque le sucedió en Canarias cuando estu-vo allí de conferencias es paradigmático:sus conocidas peripecias con el obispoPildain de Las Palmas o con el goberna-dor civil franquista de Tenerife son sim-plemente payasales por parte de éstos, sino fueran a la vez tan lamentables: cartasadmonitorias, amenazas, descalificacio-nes, intentos de suspensión. En cualquiercaso, ni merecen resarcirse, tampoco ésees el sentido de este libro. Que se presen-ta como un homenaje a Marías desde Ca-narias, efectivamente, pero se trata de unhomenaje desinteresado y universal. Fru-to de un curso dedicado en noviembre de2006 a su figura en la Universidad de LaLaguna, que si bien podía considerarsereconocimiento institucional por las per-sonalidades implicadas en la oficialidadde su gestación, por lo que interesa alcontenido concreto del libro enmarca aMarías en un contexto objetivo tanto ensu pensar como en su biografía. (Inclusotiene la elegancia de no publicar, a peti-ción de la propia autora, la intervenciónde dimensión más personal de su compa-ñera de estudios y amiga, la profesora

canaria María Rosa Alonso Rodríguez).Recoge artículos de José Luis Abellán,Agustín Andreu, Helio Carpintero, LuisMiguel Pino y Antonio Pérez, dedicados,respectivamente, a algún avatar biográfi-co del exilio interior de Marías, a su antro-pología de corte cristiano, a la vertientehistórico-filosófica de su pensar, a la pre-sencia de Ortega en sus Memorias (de lasque este libro toma el título) y a las críti-cas y ataques de que fueron objeto tantoél como su maestro en la España “triste yoscura” de la posguerra. Este último ar-tículo, del profesor Pérez Quintana, esbroche de oro del libro: en sus cuarentapáginas se relata pormenorizada y magis-tralmente el “ambiente irrespirable” de larealidad social de los años cuarenta y cin-cuenta en la España franquista, situandoa Marías, en general, en lo que fuera latensión esencial de su “circunstancia”:un liberal frente a la dictadura, un intelec-tual católico frente al nacionalcatolicis-mo. Siempre un valiente y fiel defensordel laico Ortega, a veces incomprendidohasta por don José mismo. Isidoro Reguera

Fotograma de 2012, de Roland Emmerich. Foto: Columbia Pictures

Los lenguajes de la imagenLIBROS / Ensayo

10 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

Corona & Coronilla.Poemas a Jean VoilierPaul ValéryEdición bilingüeTraducción de Jesús MunárrizPostfacio de Bernard de FalloisHiperión. Madrid, 2009416 páginas. 25 euros

Por Benjamín Prado

POESÍA. NUNCA ES TARDE para empezar atener mala suerte, y Paul Valéry empezóa tenerla a los 67 años, cuando se cruzócon la mujer a la que escribió los textosque forman Corona & Coronilla y a laque se entregó de forma obsesiva, tantoen prosa —“nosotros somos todo, el res-to no existe más que por error”, dice enuna carta— como en verso: “No hay ideamía que tú no extermines”, le dice enuno de sus versos; y en otro: “Vivir sin tiun día me lo vuelve de hierro”. No pareceque la célebre inteligencia del autor de Elcementerio marino fuese rival para lasmaquinaciones de aquella Jeanne Lo-viton que escribió pocos libros pero co-leccionó muchos escritores, a la queFrançois Mauriac definió como “el últi-mo gran personaje novelesco de su épo-ca”; que antes de llegar a la cama deValéry había pasado por las de Jean Gi-raudoux, Curzio Malaparte, Saint-JohnPerse, el académico y novelista EmileHenriot, el dramaturgo Pierre Frondaie oel filósofo Bertrand de Jouvenel; y a lacual se llegó a considerar involucrada enla muerte de su último amante, el editorRobert Denoël, asesinado de un tiro cuan-do los dos iban juntos en un coche. Louis-Ferdinand Céline la acusó de ser cómpli-ce de aquel suceso, y otros sospecharonde ella cuando se supo que Denoël acaba-ba de convertirla en máxima accionistade su empresa, algo que ella aprovechó,poco después, para venderle el 90% de

sus participaciones a la competencia, esdecir, a Gallimard. Esas dudas razona-bles la acompañaron toda su vida, quefue larga: murió a los 93 años, en 1996.Para entonces ya había roto muchos cora-zones, entre otros el de Valéry, que nosobrevivió a la noticia de que lo abando-naba para casarse con otro. Al parecer,según se cuenta en Corona & Coronilla,durante los siete años que duró su rela-ción siempre se habían visto en domin-go, y ella eligió uno alegre y soleado parahundirle su puñal: “Oh bien amada, / ohdía hermoso, / a él acudí / como a unatumba”. Eso sí, aunque prescindió delpoeta se quedó con sus poemas, y vendiólos manuscritos a buen precio a una uni-versidad japonesa. Allí estuvieron hastaque un editor francés acudió al rescate.Hizo bien, porque Valéry siempre impor-ta, aunque se trate de esta colección detópicos sobre el amor desigual, donde elcreador de La joven parca aparece comoun enamorado con recursos, cuyos pasos“bajan los peldaños” que llevan al “sedo-so cáliz” de Loviton —en otros poemas“algodonosa estancia”, “dulce corola”,“juguete barroco”, “redil”, “flor” o “vasode sombra viva”— , y cuyo “alma obede-ce su secreto aroma”, que lo colma perono le sacia: “Cuando te bebo más, miFontana sin fondo, / más me reduzco ala exigencia de beberte”. La cosa, sin em-bargo, acabó mal: ella, tal vez aburrida deaquel “amor… sin vigor” que reconoceValéry, levantó el vuelo, y él, después dellamarla “amiga extrema, oh supremaenemiga”, “serpiente entre las flores y gu-sano en la fruta”, no superó el golpe, sesintió vacío sin la mitad aventurera de sudoble vida y murió sintiéndose un estor-bo trágico, incapaz de salvar ese “horri-ble demasiado tarde” del que habla enuna carta y sólo con fuerzas ya para fir-mar su rendición: “Yo creía que estabasentre la muerte y yo. / No sabía que esta-ba entre la vida y tú”. O

La mujer que matóa Paul Valéry

Mi nombre es JamaicaJosé Manuel FajardoSeix Barral. Barcelona, 2010349 páginas. 19 euros

NARRATIVA. A PARTIR DEL trastorno emocio-nal que vive su amigo y colega SantiagoBononí durante un congreso de historia-dores celebrado en Tel Aviv en el otoñode 2005, Dana Serfati —sobre quien re-cae la narración— se verá obligada aatenderlo y acompañarlo en el viaje devuelta a París y en otra serie de gestionesy desplazamientos que también llevanaparejados una búsqueda y una explora-ción de índole psicológica y existencial.El sentimiento de culpa por el trágicoaccidente mortal que sufre su hijo hun-de a Santiago en una locura moral que lelleva a vivir situaciones límite al creerseun redentor obsesionado por la virtud yla pureza, y salir así cual nuevo DonQuijote a deshacer entuertos. Y tam-bién, a salirse de sí mismo, adoptandouna nueva identidad: Jamaica.

La indagación que lleva a cabo Danaen torno a la posible procedencia de estaobsesión le obliga a releer un lejano do-cumento histórico en el que podría en-contrar algunas claves: la extensa Rela-ción de la guerra de Bagua —donde senarra una insurrección inca en la zonaamazónica de Perú, firmada por DiegoAtauchi en 1631, teniendo como fondo laexplotación y la masacre de los conquis-tadores españoles—, cuya transcripcióny paráfrasis alterna con el presente, yviene a convertirse en una micronovela(de aventuras) dentro de la novela.

Los paralelismos y las resonancias entreuna y otra historia, a las que se les sumanotras protagonizadas por algunos persona-jes secundarios —un amigo y empresariovasco secuestrado por ETA, la abuela deDana superviviente de los campos nazis—,u ocasionales, más “el ruido de los recuer-dos” o los retazos de la vida cotidiana conlos enfrentamientos entre padres e hijos,van trazando “los paisajes invisibles de laHistoria” y “el río de sangre de la Humani-dad”, desde la persecución inquisitorial delos judíos en España hasta los enfrenta-mientos entre los palestinos encerrados enlos campos de refugiados y el ejército israe-lí o las revueltas de los jóvenes emigrantesen las banlieus que rodean París. Es la natu-raleza de la guerra y la violencia y la ley delgueto lo que José Manuel Fajardo (Grana-da, 1957) explora en los sucesivos relatosque traman esta novela, cuyos protagonis-tas viven una época de confusión en la queven morir el mundo en que nacieron yemerger un mundo nuevo basado en otrasreglas. Ana Rodríguez Fischer

Zonas húmedasCharlotte RocheTraducción de Richard GrossAnagrama. Barcelona, 2009206 páginas. 16 euros

NARRATIVA. UNA CONOCIDA presentadora de

la televisión alemana escribe una novela es-candalosa que se convierte en un éxito millo-nario. Se llama Charlotte Roche (Wycombe,1978) y su obra se centra en la vida íntimade una joven de 18 años que es operada dehemorroides en un hospital. Los presupues-tos narrativos son desinhibición total y afánde crear revuelo poniendo contra las cuer-das el llamado “buen gusto”, a base de expo-ner el más amplio y exhaustivo catálogo desecreciones femeninas. Para ello crea a He-

len, hija de una familia rota que no acepta eldivorcio de sus padres. De hecho, el librocomienza con su deseo de volver a unirlosen la vejez. Zonas húmedas —que no es unalegato feminista— cuenta cosas extravagan-tes, ingeniosas a veces, sobre defecar, lavar-se o no, tener la regla, depilarse, sufrir doloro gozar cómo y dónde. Hay inteligencia enél, desde luego: críticas a la moral higiénicay sexual dominante, e incluso reflexionesfilosóficas, pues Helen, como buena alema-

na, ha sido educada para pensar. ¿Pero esematerial extremo, entre la pornografía y losórdido, funciona como novela? A medias.Al modo de Houellebecq, Roche apuestapor la novela de “ideas” (aquí la idea delcuerpo como instrumento ilimitado), perodiluye la “idea” en un pobre líquido am-niótico narrativo: personajes artificiales, es-cenas infladas, escasa sugerencia. Y es unalástima, porque el esfuerzo es interesante, lavoz juvenil casi creíble y la soledad de Helenescalofriante. José Luis de Juan

Un acto de amorHoward JacobsonTraducción de Santiago del ReyMiscelánea. Barcelona, 2009395 páginas. 21 euros

NARRATIVA. MÁS DE UN CINÉFILO recordarálas secuencias de El paciente inglés en queKristin Scott Thomas y Juliette Binoche na-rran a medias, gracias a una sucesión deflash-backs, la historia del rey Candaulo.También es probable que más de un letrahe-rido recuerde cómo Anthony Powell —otroinglés— contaba la misma historia de aquelrey infeliz en Una danza para la música deltiempo, cuando el protagonista contempla-ba la escena en los frescos de un palazzoveneciano.

Ahora le llega el turno a Howard Jacob-son, también hijo de Albión, que en Un actode amor vuelve sobre lo que le aconteció almismo monarca. No es la única referencialibresca de esta extraordinaria novela, y noestaría bien que lo fuera porque FelixQuinn, el protagonista y narrador, es un anti-cuario de libros londinense cuya relación

con la vida pasa por el tamiz de la literatura.Aparte de la evidente Venus de las pieles, deSacher-Masoch, también nos recuerda otrasobras que abordan el asunto, como El curio-so impertinente de Cervantes, Ulises de Joy-ce o el Otelo de Shakespeare. La referenciavisual, por otra parte, es el famoso Colum-pio de Fragonard, de la Colección Wallace.Quien lo recuerde comprenderá por qué.

Todas estas historias sirven de aderezo auna obra que retoma el antiguo tema delmarido que desea mostrar la belleza de suesposa a otro hombre, como hizo el rey Can-daulo. O incluso llegar más lejos, como haceeste Felix Quinn que, como su propio nom-bre indica a medias en latín y a medias eninglés, es una “reina feliz”. Feliz porque cla-mando “¡cornudos del mundo, uníos!” mani-pula hasta ver cumplidos sus deseos de ce-ñir una corona ciertamente real.

Pero ¿qué puede provocar estos deseos?Ésa es la cuestión, y las respuestas son tanvariadas como un catálogo de las pasioneshumanas. Hay muchas respuestas posiblesporque las ansias raras no se sacian con unagratificación simple e inmediata, ni tampo-co se explican con una razón sencilla. Porello el protagonista recurre a los aforismosy a las paradojas para dar cuenta de cómose siente y de lo que le sucede: “Sólo losenfermos están sanos”. Así se forja este rela-to blindado que no permite más dudas quelas que el mismo Quinn plantea ni másjuegos que los que él propone: escenas na-rradas como reales con la advertencia deque sólo son imaginadas, cambios magis-trales de la primera a la tercera persona, yotras virguerías que sólo están al alcancede este narrador autobiográfico, omnis-ciente y lúcido, en el fondo proustiano,que personifica como pocos a la locurarazonando. En un thriller psicosexual deesta enjundia civilizadora se perdona quesea la sangre de Cristo lo que se transustan-cie en agua (¿?) y que el jerez venga de Portu-gal. Imprescindible. Fernando Castanedo

Paul Valéry (1871-1945). Foto: Roger Viollet

LIBROS / Narrativa y Poesía

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 11

Por Carmen Mañana

QUÉ PENSARÍA Jane Austen si su-piera que un estadounidense—Seth Grahame-Smith— hareescrito su novela Orgullo yprejuicio en versión zombi? ¿Có-mo reaccionaría ante la conver-

sión de su heroína, Elizabeth Bennet, enasesina de seres del averno? Quizá se revol-vería en su tumba, y hasta se levantaría,convirtiéndose ella misma en muerta vi-viente, para ajustar cuentas. O tal vez, co-mo asegura y espera el autor norteamerica-no, “tendría sentido del humor de sobrapara reírse de todo”. Sea como fuere, Orgu-llo y prejuicio y zombis (Umbriel), que asíse llama la obra de Grahame-Smith, se haconvertido en un pequeño fenómeno litera-rio. Fue el tercer libro de ficción más vendi-do en Estados Unidos durante varias sema-nas, según el listado de The New York Times;Natalie Portman va a protagonizar su adap-tación al cine, y lo más importante, ha espo-leado una nueva tendencia literaria. No, nose trata simplemente de versionar a los clási-cos, algo tan antiguo como la literatura mis-ma, sino de hacerlo a medio camino entre laparodia y la gamberrada. La receta: mezclarobras cumbre con elementos de ciencia-fic-ción o terror. Un ejercicio que los estadouni-denses han bautizado como mash up (bati-burrillo). Así, los zombis se han mezcladocon Bernarda Alba y sus hijas, HuckleberryFinn o el Lazarillo de Tormes; y criaturasmarinas enamoran a las protagonistas deSentido y sensibilidad. Nadie se salva. Inclu-so Hamlet es revisado en formato Facebook.“Puede que muchos consideren estos librosun sacrilegio literario. Pero el valor del sacri-legio es un atractivo en sí mismo”, apuntaEduardo Hojman, editor de Umbriel. Antes,grandes de la literatura, de Dante a Molière,ya mezclaron lo sublime con lo esperpénti-co. Pero aquellos ejercicios no admiten com-paración con este nuevo fenómeno.

Orgullo y prejuicio y zombis nació en unahoja de libreta. El editor de Quirk BooksJason Rekulak colocó en una columna gran-des clásicos y en otra, subgéneros, comorobots, piratas, indios… “Al unir Orgullo yprejuicio con zombis resultó un titular tanatractivo que decidí que había que buscar aalguien que escribiese una novela para él”,recuerda Rekulak. El encargo recayó en Gra-hame-Smith que, como él mismo reconoce,no había sido capaz de terminar la novelade Austen en el instituto. No le quedó másremedio que leerla antes de versionarla. “Te-níamos miedo de que a los fans de Austenles pareciese un sacrilegio, y a los amantesde los zombis, una cursilada. Al fin y al cabo,era coger algo casi sagrado y hacer una bro-

ma con ello”, cuenta Rekulak. Pero el mashup triunfó. Tanto que Grahame-Smith fuefichado por Grand Central, perteneciente aHachette, que le ofreció un adelanto de me-dio millón de dólares (más de 350.000 euros)por su siguiente novela, Abraham Lincoln:vampire hunter, según el diario británicoThe Guardian. El director Tim Burton lleva-rá a la gran pantalla el libro. Quirk Books,por su parte, buscó repetir el éxito con Senseand Sensibility and Sea Monster, tambiénbasada en Austen, y prepara el lanzamientode Pride and Prejudice and Zombies: Dawnof the Dreadfuls, una precuela de Orgullo yprejuicio y zombis. Otras editoriales trataronde explotar el filón con títulos como The

Undead World of Oz o Adventures of Huckle-berry Finn and zombie Jim.

Versionar a los clásicos no es nada nue-vo. Frankenstein es una revisión del mito dePrometeo; Ulises, de James Joyce, de LaOdisea, de Homero… La literatura griegaconsistía en distintas interpretaciones delas mismas historias orales. “Platón hablacon curiosidad en El banquete de obras iné-ditas, que no estaban basadas en historiasya existentes. Eran casos tan anecdóticosque ni siquiera han llegado hasta nosotros”,argumenta Javier Azpeita, de 451. Su edito-rial publica recopilaciones de versiones:¡Mío Cid!, Comedias de Lope, Leyendas deBécquer… En el tomo dedicado a El Lazari-llo de Tormes, por ejemplo, las interpretacio-nes corren a cargo, entre otros, de MartínCasariego y Marta Rivera de la Cruz. Versio-nes ortodoxas que no tienen nada que vercon esta nueva e insolente tendencia.

El Lazarillo Z, matar zombis nunca fuepan comido (Debolsillo) sí cumple todos losrequisitos del subgénero. En esta novela,una epidemia zombi asuela la España delsiglo XVI y el Lazarillo se dedica a aniquilarmuertos vivientes. “La historia empieza enun hospital psiquiátrico donde ingresa untipo que se hace llamar Lázaro GonzálezPérez de Tormes. Esa misma noche hay unepisodio de canibalismo y al día siguiente seencuentra un manuscrito donde el hombrecuenta su verdadera historia”, adelanta sueditor. Jaume Bonfill no oculta que la ideaera hacer Orgullo y prejuicio y zombis conun clásico español. Ya se sabe, si una fórmu-la funciona… “No nos llegó una propuesta yla publicamos. Este libro surgió al revés, dela necesidad de tener algo así en nuestrocatálogo”. Barajaron títulos como La Regen-ta y Don Juan Tenorio, pero finalmente ven-ció El Lazarillo.

Según el autor y crítico Justo Navarro, laclave del éxito de estos libros está en querescatan elementos de la vieja literatura ylos adaptan al mundo actual, a la velocidadde las imágenes del cine americano, la inme-

diatez televisiva, al vértigo de los videojue-gos y a la urgencia de los mensajes verbaleselectrónicos. “Ahora la literatura tiene queconvencer y conquistar el mercado. Me re-cuerda al paso de la Antigüedad clásica a laEdad Media cristiana. La literatura cristianamedieval quería convertir a muchos, con losmodos de hablar de la mayoría, con mayorcomprensibilidad y eficacia, y ya no le ser-vían los modos de la literatura latina clási-ca”, argumenta. El editor Juan Azpeita estáde acuerdo en que “hay más posibilidadesde que los lectores de novedades se acer-quen a los clásicos a través de estas versio-nes”. Eduardo Hojman lo confirma: “Orgu-llo y prejuicio es un libro del que todo elmundo ha oído hablar, incluso puede quehaya visto la versión cinematográfica, peroque poca gente ha leído. Su lenguaje es muyárido, sobre todo para los jóvenes, y toda laparte de zombis derriba esas barreras”. Co-

mo cuando las hermanas Bennet, en mitadde un baile, se abren paso “decapitandozombi tras zombi mientras avanzan”. Perosalvo pequeñas libertades como ésta, la no-vela es bastante fiel a la original. Tanto que,según asegura Rekulak, algunos profesoresestadounidenses desesperados han sustitui-do la versión de Austen por la zombi en sus

clases. No es el único caso. Sarah Schme-lling es la autora de Ophelia join the group:maidens who don’t float, que reinterpreta enformato Facebook desde La Odisea hastaLolita, pasando por Jean Eyre. Por ejemplo,Hamlet en versión red social sería así: “Ham-let se pregunta si debe continuar existiendo.O no / Hamlet piensa que Ofelia sería más

feliz en un convento / Ofelia ha eliminado‘princesa malhumorada’ de sus intereses /Hamlet ha publicado un evento: una obraque es totalmente ficticia y de ningún modoes sobre mi familia / El Rey ha comentado elestado de Hamlet: ‘¿Qué te pasa?”. “Los pro-fesores lo utilizan como herramienta paraintroducir a los clásicos, especialmente a los

autores más difíciles como Shakespeare”, ex-plica la autora. Todo comenzó con una en-trada de Schmelling en su blog. Tuvo tantoéxito que le animó a escribir un libro entero.“A la gente le gusta la parodia, y si ademásdisfrutan con los clásicos, siempre es atracti-vo verlos desde otro punto de vista. Mi libroes simplemente algo divertido que puedecomplementar a las novelas pero nunca re-emplazarlas”.

Con el mismo espíritu, Jorge de Barnola,Roberto Bartual y Miguel Carreira perpetra-ron La casa de Bernarda Alba zombi. En estaversión, Adela, Angustias, Martirio y el restode sus hermanas no pueden salir de casapor el luto y porque al caer el sol aparecenlos muertos vivientes. Además, Bartual ela-boró una ucronía para el prólogo. En ella sesugiere que la obra original es z, escrita porPepín Bello, y que Lorca la utilizó como ba-se para una sosa versión sin seres de ultra-tumba. “Lo políticamente correcto es unadictadura que domina la literatura españo-la. Por eso quisimos hacer esta gamberrada,con sencillez, fantasía y sin ínfulas”, relataDe Barnola. De momento, La casa de Bernar-da Alba zombi sólo puede leerse en la Red(http://bernardaalbazombi.blogspot.com/).Más de nueve mil personas ya se la handescargado gratis. Y es que Internet ha sidoel punto de partida y catalizador de estatendencia. Rekulak reconoce que en el casode Orgullo y prejuicio y zombis no hubo unde boca en boca sino un de pantalla en pan-talla. “No lo hubiésemos conseguido sin In-ternet”, asegura. Su editor español, EduardoHojman, señala que estas obras triunfaronprimero en la Red. Los medios convenciona-les se hicieron eco después confirmando latendencia: “Es muy significativo que fueranantes un best seller en Amazon que en lalista de cualquier periódico”. O

Orgullo y prejuicio y zombis. Jane Austen y SethGrahame-Smith. Traducción de Camilla BatllesVin. Umbriel Editores. Madrid, 2009. 381 páginas.16 euros. www.orgulloyprejuicio.com. Lazarillo Z.Matar zombis nunca fue pan comido. Lázaro Gon-zález Pérez de Tormes. Debolsillo. Madrid, 2010.192 páginas. 7,95 euros. El Lazarillo de Tormes.Martín Casariego Córdoba, Nicolás Casariego,Marcos Giralt Torrente y Francisco Casavella. 451Editores. Zaragoza, 2007. 155 páginas. 12,50 eu-ros. La casa de Bernarda Alba zombi. FedericoGarcía Lorca. Edición de Jorge de Barnola. Intro-ducción de Roberto Bartual y Miguel Carreira.http://bernardaalbazombi.blogspot.com/.

Clásicos enla batidora

El patizambo, de José de Ribera, y Cabeza de zombi, deEstíbaliz Mintegi, del libro Lazarillo Z.

La Red ha impulsado un nuevo fenómeno basado en la mezcla paródica y disparatadade obras de Shakespeare, Austen, Lorca… con zombis, ciencia-ficción y terror

Algunos profesores deEEUU desesperadoshan sustituido la versiónde Austen por la zombi

LIBROS / Reportaje

12 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

Por Carmen Mañana

QUÉ PENSARÍA Jane Austen si su-piera que un estadounidense—Seth Grahame-Smith— hareescrito su novela Orgullo yprejuicio en versión zombi? ¿Có-mo reaccionaría ante la conver-

sión de su heroína, Elizabeth Bennet, enasesina de seres del averno? Quizá se revol-vería en su tumba, y hasta se levantaría,convirtiéndose ella misma en muerta vi-viente, para ajustar cuentas. O tal vez, co-mo asegura y espera el autor norteamerica-no, “tendría sentido del humor de sobrapara reírse de todo”. Sea como fuere, Orgu-llo y prejuicio y zombis (Umbriel), que asíse llama la obra de Grahame-Smith, se haconvertido en un pequeño fenómeno litera-rio. Fue el tercer libro de ficción más vendi-do en Estados Unidos durante varias sema-nas, según el listado de The New York Times;Natalie Portman va a protagonizar su adap-tación al cine, y lo más importante, ha espo-leado una nueva tendencia literaria. No, nose trata simplemente de versionar a los clási-cos, algo tan antiguo como la literatura mis-ma, sino de hacerlo a medio camino entre laparodia y la gamberrada. La receta: mezclarobras cumbre con elementos de ciencia-fic-ción o terror. Un ejercicio que los estadouni-denses han bautizado como mash up (bati-burrillo). Así, los zombis se han mezcladocon Bernarda Alba y sus hijas, HuckleberryFinn o el Lazarillo de Tormes; y criaturasmarinas enamoran a las protagonistas deSentido y sensibilidad. Nadie se salva. Inclu-so Hamlet es revisado en formato Facebook.“Puede que muchos consideren estos librosun sacrilegio literario. Pero el valor del sacri-legio es un atractivo en sí mismo”, apuntaEduardo Hojman, editor de Umbriel. Antes,grandes de la literatura, de Dante a Molière,ya mezclaron lo sublime con lo esperpénti-co. Pero aquellos ejercicios no admiten com-paración con este nuevo fenómeno.

Orgullo y prejuicio y zombis nació en unahoja de libreta. El editor de Quirk BooksJason Rekulak colocó en una columna gran-des clásicos y en otra, subgéneros, comorobots, piratas, indios… “Al unir Orgullo yprejuicio con zombis resultó un titular tanatractivo que decidí que había que buscar aalguien que escribiese una novela para él”,recuerda Rekulak. El encargo recayó en Gra-hame-Smith que, como él mismo reconoce,no había sido capaz de terminar la novelade Austen en el instituto. No le quedó másremedio que leerla antes de versionarla. “Te-níamos miedo de que a los fans de Austenles pareciese un sacrilegio, y a los amantesde los zombis, una cursilada. Al fin y al cabo,era coger algo casi sagrado y hacer una bro-

ma con ello”, cuenta Rekulak. Pero el mashup triunfó. Tanto que Grahame-Smith fuefichado por Grand Central, perteneciente aHachette, que le ofreció un adelanto de me-dio millón de dólares (más de 350.000 euros)por su siguiente novela, Abraham Lincoln:vampire hunter, según el diario británicoThe Guardian. El director Tim Burton lleva-rá a la gran pantalla el libro. Quirk Books,por su parte, buscó repetir el éxito con Senseand Sensibility and Sea Monster, tambiénbasada en Austen, y prepara el lanzamientode Pride and Prejudice and Zombies: Dawnof the Dreadfuls, una precuela de Orgullo yprejuicio y zombis. Otras editoriales trataronde explotar el filón con títulos como The

Undead World of Oz o Adventures of Huckle-berry Finn and zombie Jim.

Versionar a los clásicos no es nada nue-vo. Frankenstein es una revisión del mito dePrometeo; Ulises, de James Joyce, de LaOdisea, de Homero… La literatura griegaconsistía en distintas interpretaciones delas mismas historias orales. “Platón hablacon curiosidad en El banquete de obras iné-ditas, que no estaban basadas en historiasya existentes. Eran casos tan anecdóticosque ni siquiera han llegado hasta nosotros”,argumenta Javier Azpeita, de 451. Su edito-rial publica recopilaciones de versiones:¡Mío Cid!, Comedias de Lope, Leyendas deBécquer… En el tomo dedicado a El Lazari-llo de Tormes, por ejemplo, las interpretacio-nes corren a cargo, entre otros, de MartínCasariego y Marta Rivera de la Cruz. Versio-nes ortodoxas que no tienen nada que vercon esta nueva e insolente tendencia.

El Lazarillo Z, matar zombis nunca fuepan comido (Debolsillo) sí cumple todos losrequisitos del subgénero. En esta novela,una epidemia zombi asuela la España delsiglo XVI y el Lazarillo se dedica a aniquilarmuertos vivientes. “La historia empieza enun hospital psiquiátrico donde ingresa untipo que se hace llamar Lázaro GonzálezPérez de Tormes. Esa misma noche hay unepisodio de canibalismo y al día siguiente seencuentra un manuscrito donde el hombrecuenta su verdadera historia”, adelanta sueditor. Jaume Bonfill no oculta que la ideaera hacer Orgullo y prejuicio y zombis conun clásico español. Ya se sabe, si una fórmu-la funciona… “No nos llegó una propuesta yla publicamos. Este libro surgió al revés, dela necesidad de tener algo así en nuestrocatálogo”. Barajaron títulos como La Regen-ta y Don Juan Tenorio, pero finalmente ven-ció El Lazarillo.

Según el autor y crítico Justo Navarro, laclave del éxito de estos libros está en querescatan elementos de la vieja literatura ylos adaptan al mundo actual, a la velocidadde las imágenes del cine americano, la inme-

diatez televisiva, al vértigo de los videojue-gos y a la urgencia de los mensajes verbaleselectrónicos. “Ahora la literatura tiene queconvencer y conquistar el mercado. Me re-cuerda al paso de la Antigüedad clásica a laEdad Media cristiana. La literatura cristianamedieval quería convertir a muchos, con losmodos de hablar de la mayoría, con mayorcomprensibilidad y eficacia, y ya no le ser-vían los modos de la literatura latina clási-ca”, argumenta. El editor Juan Azpeita estáde acuerdo en que “hay más posibilidadesde que los lectores de novedades se acer-quen a los clásicos a través de estas versio-nes”. Eduardo Hojman lo confirma: “Orgu-llo y prejuicio es un libro del que todo elmundo ha oído hablar, incluso puede quehaya visto la versión cinematográfica, peroque poca gente ha leído. Su lenguaje es muyárido, sobre todo para los jóvenes, y toda laparte de zombis derriba esas barreras”. Co-

mo cuando las hermanas Bennet, en mitadde un baile, se abren paso “decapitandozombi tras zombi mientras avanzan”. Perosalvo pequeñas libertades como ésta, la no-vela es bastante fiel a la original. Tanto que,según asegura Rekulak, algunos profesoresestadounidenses desesperados han sustitui-do la versión de Austen por la zombi en sus

clases. No es el único caso. Sarah Schme-lling es la autora de Ophelia join the group:maidens who don’t float, que reinterpreta enformato Facebook desde La Odisea hastaLolita, pasando por Jean Eyre. Por ejemplo,Hamlet en versión red social sería así: “Ham-let se pregunta si debe continuar existiendo.O no / Hamlet piensa que Ofelia sería más

feliz en un convento / Ofelia ha eliminado‘princesa malhumorada’ de sus intereses /Hamlet ha publicado un evento: una obraque es totalmente ficticia y de ningún modoes sobre mi familia / El Rey ha comentado elestado de Hamlet: ‘¿Qué te pasa?”. “Los pro-fesores lo utilizan como herramienta paraintroducir a los clásicos, especialmente a los

autores más difíciles como Shakespeare”, ex-plica la autora. Todo comenzó con una en-trada de Schmelling en su blog. Tuvo tantoéxito que le animó a escribir un libro entero.“A la gente le gusta la parodia, y si ademásdisfrutan con los clásicos, siempre es atracti-vo verlos desde otro punto de vista. Mi libroes simplemente algo divertido que puedecomplementar a las novelas pero nunca re-emplazarlas”.

Con el mismo espíritu, Jorge de Barnola,Roberto Bartual y Miguel Carreira perpetra-ron La casa de Bernarda Alba zombi. En estaversión, Adela, Angustias, Martirio y el restode sus hermanas no pueden salir de casapor el luto y porque al caer el sol aparecenlos muertos vivientes. Además, Bartual ela-boró una ucronía para el prólogo. En ella sesugiere que la obra original es z, escrita porPepín Bello, y que Lorca la utilizó como ba-se para una sosa versión sin seres de ultra-tumba. “Lo políticamente correcto es unadictadura que domina la literatura españo-la. Por eso quisimos hacer esta gamberrada,con sencillez, fantasía y sin ínfulas”, relataDe Barnola. De momento, La casa de Bernar-da Alba zombi sólo puede leerse en la Red(http://bernardaalbazombi.blogspot.com/).Más de nueve mil personas ya se la handescargado gratis. Y es que Internet ha sidoel punto de partida y catalizador de estatendencia. Rekulak reconoce que en el casode Orgullo y prejuicio y zombis no hubo unde boca en boca sino un de pantalla en pan-talla. “No lo hubiésemos conseguido sin In-ternet”, asegura. Su editor español, EduardoHojman, señala que estas obras triunfaronprimero en la Red. Los medios convenciona-les se hicieron eco después confirmando latendencia: “Es muy significativo que fueranantes un best seller en Amazon que en lalista de cualquier periódico”. O

Orgullo y prejuicio y zombis. Jane Austen y SethGrahame-Smith. Traducción de Camilla BatllesVin. Umbriel Editores. Madrid, 2009. 381 páginas.16 euros. www.orgulloyprejuicio.com. Lazarillo Z.Matar zombis nunca fue pan comido. Lázaro Gon-zález Pérez de Tormes. Debolsillo. Madrid, 2010.192 páginas. 7,95 euros. El Lazarillo de Tormes.Martín Casariego Córdoba, Nicolás Casariego,Marcos Giralt Torrente y Francisco Casavella. 451Editores. Zaragoza, 2007. 155 páginas. 12,50 eu-ros. La casa de Bernarda Alba zombi. FedericoGarcía Lorca. Edición de Jorge de Barnola. Intro-ducción de Roberto Bartual y Miguel Carreira.http://bernardaalbazombi.blogspot.com/.

Clásicos enla batidora

El patizambo, de José de Ribera, y Cabeza de zombi, deEstíbaliz Mintegi, del libro Lazarillo Z.

La Red ha impulsado un nuevo fenómeno basado en la mezcla paródica y disparatadade obras de Shakespeare, Austen, Lorca… con zombis, ciencia-ficción y terror

Algunos profesores deEEUU desesperadoshan sustituido la versiónde Austen por la zombi

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 13

Por Leila Guerriero

AQUÍ VEMOS a Sergio Olguín, 17años, de traje, oficiando de maes-tro de ceremonias en la entrega depremios de la primera escuela ar-

gentina de sommeliers. El hombre parado asu derecha es Santiago Olguín, fundador dela escuela y también su padre. Aquí vemos aSergio Olguín, nueve años, escribiendo loque después llamará “mi primera novela”,dedicada a su perro, Lobo. Aquí vemos aSergio Olguín en un aula de la Facultad deFilosofía y Letras de la Uni-versidad de Buenos Aires, apunto de dejar de ser unalumno de la Facultad de Fi-losofía y Letras de la Univer-sidad de Buenos Aires. Aquívemos a Sergio Olguín inter-poniéndose entre su padre ysu madre, que blande un ce-nicero en clara actitud ame-nazante. Aquí vemos a Ser-gio Olguín en diciembre de2009, en Guadalajara, Méxi-co, recibiendo el Premio Tus-quets, que acaba de obtenercon su novela Oscura monó-tona sangre, de manos de laeditora Beatriz de Moura.

Sergio Olguín nació en1967, se crió en un suburbiode clase media de la ciudadde Buenos Aires llamadoLanús, estudió Letras, traba-ja en periodismo desde 1984,fundó una revista culturalque hizo época, publicó cin-co libros y es el ganador dela quinta edición de un pre-mio que dos veces se fallódesierto. Eso dicen los datos.Lo demás —su infancia y lanostalgia de aquella infancia; la fe en laamistad entre los hombres y el desconcier-to por el amor de las mujeres; el abandonode su padre; la militancia contra la críticaliteraria; los gustos que marcan su bitácora(el fútbol y la fotografía, las letras clásicas, laliteratura francesa, las mujeres hermosas yel juego llamado Age of Empire)— no sonlos datos. Son la vida. Que fue así.

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LA CASA DE Sergio Olguín en Lanús era unacasa de mujeres: una madre y tres herma-nas de las que él era el hermano menor. Lamadre leía y Olguín leía y nadie más leíaporque sus hermanas no leían y porque supadre, dice, era casi analfabeto.

—Así y todo llegó a tener y dirigir restau-rantes, y abrió la primera escuela de somme-liers de la Argentina. Yo fui el maestro deceremonias en la entrega de diplomas. Peroen 1978 mi viejo se fue de casa con unachica de veintipico. Mi mamá casi lo mata.Le quiso tirar un cenicero, yo me interpuse ygritaba: “No, mamá, no lo lastimes”. Mi vie-jo volvió al año, pero cuando él se fue empe-cé a escribir. Tenía un perro, Lobo, y escribíuna novela: Lobo, mi buen amigo. El perroera un peligro. No se dejaba vacunar y anda-ba mordiendo a la gente. Pero en la novelayo inventaba que le gustaban las golosinas,que era buenísimo.

Su infancia transcurrió leyendo, escri-biendo, andando en bicicleta y jugando alfútbol con amigos. A los 16 quería ser perio-dista y consiguió serlo en Familia Cristiana,una publicación de la Congregación de lasHijas de San Pablo. Él, ateo confeso y blasfe-mo con empeño, llegó allí con 17 años, sefue con 22 y lo recuerda, sin ironía, como ungran momento.

—La directora era una monja progresistafantástica. Yo escribía sobre todo lo que mepidieran, y todo me parecía interesante.Mientras, empecé a estudiar Letras. Me inte-resaba la literatura, pero la carrera te forma

como crítico y yo despreciaba a los críticos.Decía que eran lo más bajo de la cadenaalimentaria.

A fines de los ochenta abandonó Letras—“casi como parte de mi militancia contrala carrera”— y lo despidieron de FamiliaCristiana. Con la indemnización, y dos com-pañeros de la facultad, hizo una revista quenació para durar sólo dos números y queduró diez años: V de Vian. Llevaba en porta-da, siempre, la foto de una mujer desnuda, yartículos sobre libros, cine, televisión, ade-más de dardos contra la crítica literaria yuna columna —¿Cuánto vale tu silencio?—

firmada por Santiago Pazos, un periodistadesconocido que lanzaba azotes contra es-critores varios: Mempo Giardinelli, HéctorBianciotti, Juan Martini, Tomás Eloy Martí-nez, Ernesto Sabato, el mismo Olguín.

—Pazos no soportaba la corrección políti-ca, la literatura aburrida y el ego. Cuandouna revista organizó un concurso de cuen-tos y anunció que el primer premio era unacena con Abelardo Castillo, Pazos escribióque entonces el segundo premio debían serdos cenas con Abelardo Castillo y el tercero,sexo con Abelardo Castillo.

La verdadera identidad de Pazos fue guar-dada con celo, y sólo se supo quién era afines de los noventa. Pero saberlo antes hu-biera sido simple. Santiago es el segundonombre de Sergio, y Pazos el apellido mater-no de Olguín. Santiago Pazos fue, todo eltiempo, Sergio Olguín.

—¿Tuviste problemas cuando se supoque eras vos?

—No. ¿Me iban a venir a pegar? Estamoshablando de escritores.

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CUANDO V DE Vian cerró, en 1999, Olguínestaba casado, se ganaba la vida como perio-dista y había publicado un libro de relatos,Las Griegas (Vian Ediciones, 1998), que con-tenía ya los temas que volverían en sus nove-las: el mundo femenino incomprensible, lasolidaridad entre amigos, el poder comouna de las formas del sexo. Siguieron seis

antologías de cuentos y, en 2002, Lanús(Norma y Tusquets), una novela que cuentala historia de Adrián, un hombre joven queregresa al barrio —Lanús— para desentra-ñar los misterios que rodean la muerte deun amigo y descubre que las caras del bien ydel mal han sido barajadas de forma enlo-quecida en torno a una historia de amor yamistad anclada en esa patria que a Olguínle importa tanto: la infancia. “Éramos nuevey creíamos en los ovnis. También creíamosque si caminabas por el cordón de la vereday te caías hacia la calle, alguien muy queridose te iba a morir. (…) Todo lo que supe

sobre mis amigos, sobre lo que tenía quehacer y qué no hacer, sobre lo importante ylo trivial de la vida, lo aprendí jugando a lapelota”, escribe en Lanús.

—Las partes de la infancia son muy au-tobiográficas. Yo creo que la escribí parano olvidar. Si no, ahora no me acordaríade nada.

En 2002 escribió Filo (Tusquets) que es,por un lado, la historia de un hombre joven—Santiago— atraído por varias mujeres—incomprensibles—, con un grupo de ami-gos capaz de enfrentarse a todo por salvar alque está en riesgo y, por el otro, una críticaácida a la carrera de Letras. Siguió El equipode los sueños (Norma y Siruela), una novelajuvenil narrada con la voz de un adolescentede clase media, enamorado de una chicaque vive en un barrio pobre. El protagonistase interna en ese barrio con un grupo decompañeros fieles para recuperar la pelotaque alguna vez fue de Diego Maradona(que, por cierto, nació en el sitio donde trans-curre la trama, Villa Fiorito), y que acaba deser robada al padre de la niña de sus ojos.

—El protagonista de El equipo… y susamigos son tipos muy puros, como esosjóvenes de las novelas medievales, dis-puestos a cualquier cosa con tal de ayudara los otros. Me gusta más la idea del héroeacompañado que la del héroe solitario.

Mientras sus libros empezaban a tradu-cirse al alemán, al francés y al italiano, es-cribió Springfield (Norma, 2007: Vivir enSpringfield, Siruela), otra novela juvenil ysaga de El equipo…

—Aunque en la Argentina hay un prejui-cio con la literatura juvenil, yo disfruto mu-cho de escribirla. No soy un tipo muy queri-do por los sectores más intelectuales, relacio-nados con Filosofía y Letras, pero no meinteresan esos lectores. Me interesa el lectorcomún. Y no me gusta escribir para los con-vencidos. Me parece que a un lector hay quedesafiarlo todo el tiempo. No hacérsela fácil.

Sea como fuere, después de haberse de-dicado, desde 1984, casi sólo al periodismo,

en un tiempo breve Sergio Olguín escribiócinco novelas. Y lo hizo no sólo siendo pa-dre de dos hijos, periodista y editor, sino encondiciones aterradoras: en un escritorio yuna computadora que están de cara a lapuerta de entrada de su casa, junto a lacocina, cerca del televisor y la heladera.

—Escribo rodeado de todo el mundo, encualquier momento. Lo echo a mi hijo San-tiago de la computadora, juego media horaal Age of Empire, y cuando de la cabeza seme borran el periódico, la calle, los proble-mas, me pongo a escribir.

Fue ahí, en ese escritorio y en el tiempoque le deja su trabajo comoeditor de cultura en el diarioCrítica, que escribió una no-vela, la llamó Oscura monóto-na sangre, y ganó, con ella, elPremio Tusquets, por deci-sión del jurado formado porJuan Marsé, Almudena Gran-des, Jorge Edwards, ÉlmerMendoza y Beatriz de Moura.

Oscura monótona sangrecuenta la historia de Andra-da, un empresario de éxito,un hombre de clase alta quevive con su mujer y su hija enun barrio elegante de BuenosAires, que se interna un día—por insatisfacción, por abu-rrimiento, por curiosidad—en un barrio peligroso en bus-ca de prostitutas menores deedad. Encuentra a una—Daiana—, y desde enton-ces no cesa de imaginar lasformas en las que podría serfeliz con esa mujer improba-ble. Regresa a buscarla, perotodo se malogra y terminamatando con un matafuegoa un chico de 12 años queintenta robarle. “Fue un solo

golpe (…) Pegó en la cara del chico. Ruidode platos rotos. Ruido de un vidrio que sehace trizas”. Durante los días posteriores lopreocupa ser vinculado con el crimen, peropronto entiende que eso no va a suceder yvuelve a concentrar sus esfuerzos en Daiana.

—No es igual la reacción de los mediosante la muerte de una persona de clase me-dia que ante la de un chico pobre. Hay unajerarquización de la muerte. Por su parte, An-drada es un tipo que desafía al destino y re-suelve todo a fuerza de plata. Lo que en lasotras novelas se consigue con la solidaridadde los amigos, en ésta se consigue por el dine-ro. Pero Andrada no me parece repugnante.Ésa es una de las enseñanzas de George Sime-non: vos podés trabajar con los seres másabyectos, pero la peor complicidad es la quepuede establecer el autor con el lector, encontra del personaje. Andrada es un tipocomplejo, que se hizo solo. Para construirlotomé cosas de mi viejo. Flaco favor le hagodiciendo eso, pero él también era un tipo quese hizo desde abajo. Y siempre me apoyó yme alentó a escribir. Cuando murió, en 2003,encontré que había guardado, en el cajón deun mueble de su cuarto, todos mis libros.

—¿Los leía?—No sé. Nunca me dijo. Pero los guar-

daba en el mismo cajón en el que guarda-ba la ropa fina.

Y ahí, entre el candor del barrio y loslibros traducidos al francés, entre el Age ofEmpire y las novelas de George Simenon,entre un padre casi analfabeto y un padreque guardaba los libros del hijo en el mismocajón en que guardaba la ropa fina, estánlas claves de Olguín: de su vida, de sus li-bros. Que es como decir la misma cosa. O

Oscura monótona sangre. Sergio Olguín. Tus-quets. Barcelona, 2010. 192 páginas. 16 euros.

E Primeras páginas de Oscuramonótona sangre, de Sergio Olguín.

Sergio Olguín: la construcción de un escritor“No me gusta escribir para los convencidos. Me parece que a un lector hay que desafiarlo todo el tiempo.No hacérsela fácil”, afirma el autor argentino, que ganó con la novela Oscura monótona sangre el V Premio Tusquets

+ .com

Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967) publica Oscura monótona sangre. “Escribo rodeado de todo el mundo, en cualquier momento”, afirma. Foto: Diego Levy

Escribió cinco novelas encondiciones aterradoras:ante la puerta de entrada desu casa, junto a la cocina

LIBROS / Perfil

14 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

LA LOCUCIÓN “ganarse la vida” indicaque la vida no es un regalo. Soña-mos, sí, con una “vida regalada”,pero en la inmensa mayoría de los

casos pesa sobre nosotros la obligación detrabajar para lograr una posición en el mun-do. Durante algunos años, la infancia y laadolescencia, vivimos en una situación deociosidad subvencionada por los padres,por el Estado. Pero la educación que recibi-mos tiene la finalidad de hacernos autóno-mos, dotarnos de los instrumentos paravalernos por nosotros mismos. Ésa es la pa-radoja que sienten los padres cuando deverdad se comprometen en la formación desus hijos: su extraña misión consiste encrear individuos distintos de ellos, indepen-dientes. Sabemos que hoy a la juventud leresulta difícil y costoso obtener ingresos pa-ra pagar esa independencia —piso, alimen-tos, ocio— y eso explica actitudes dilatoriasque prorrogan la permanencia en el hogarfamiliar y que permiten a esa juventud laaplicación de todos sus medios económicosa la última de las partidas (el ocio), compati-ble a menudo con una reclamación de liber-tad sin límites en lo tocante a los estilos devida, no sólo independientes, sino muchasveces contrapuestos a los de los padres sub-vencionadores de las otras dos partidas (pi-so, alimentos). Pero hay que reconocer tam-bién que el imperativo de “ganarse la vida”y de desarrollar alguna especialización pro-fesional ha carecido, desde el romanticismoa esta parte, de todo prestigio cultural y mo-ral. El romanticismo nos ha legado al me-nos dos duraderos errores: el primero, com-prender la subjetividad según el modelo delartista; y el segundo, comprender al artistasegún el modelo del genio. El resultado es laextendida creencia de que el verdaderohombre es aquel que, como el genio, viveexclusivamente para su propio mundo y susnecesidades interiores. En consecuencia, elmodo de ganarse la vida se le antoja a estesujeto moderno —artista genial en poten-cia— algo enojoso, indigno de él, un acci-dente de la vulgar exterioridad ajena a sumundo. Si abandona su vida regalada, serásin convicción y forzado por razones mera-mente utilitarias, mezquinas, cuyos detallesvelará por pudor.

Mi tesis, que he desarrollado en otro lu-gar, es que el modo en que uno se gana lavida y —tan importante como lo primero—la disposición, positiva o negativa, de confor-midad, rebeldía o resentimiento respecto aldeber de ganársela y el medio elegido por

cada uno para hacerlo, dentro de las limita-das posibilidades que la sociedad le ofrece,determina esencialmente en el hombre laconstitución de su personalidad y de sumundo interior.

Los manuales de historia de la literatura,de la filosofía, del arte o de la música presupo-nen generalmente la tesis contraria, la ro-mántica. Tras una rápida y vergonzante notaalusiva a las circunstancias biográficas delautor, en la que es mucho más fácil conocersus amoríos y aventuras eróticas, general-mente extramatrimoniales, que el modo co-mo se ganó la vida, esas historias se sumer-gen apresuradamente en el estudio de suobra y su mundo artístico. Se diría que enellas los movimientos filosóficos, las escuelas

literarias, los estilos artísticos, se sucedenconforme a leyes espirituales inmanentes, yque los creadores flotan en un continuumcultural, sin que el modo en que se ganan lavida tenga una aparente influencia en su per-sonalidad y en su obra. El análisis marxistatrajo en su día un saludable realismo a losestudios culturales, pero fue miope al impera-tivo existencial y moral involucrado en la de-cisión sobre cómo “ganarse la vida” porque,conforme a su método, diluía lo individualdel mundo poético en ideología de clase.

¿De verdad es indiferente para la com-prensión de las obras maestras de nuestracultura que durante siglos los creadores lasprodujeran por encargo de la Corona, lascasas nobles, la Iglesia o las instituciones

municipales? ¿Qué significado existencial yartístico atribuimos a que Beethoven se sa-cudiera el viejo mecenazgo y tratara de ga-narse la vida con los ingresos producidospor la venta de sus partituras y de sus estre-nos, o que los impresionistas franceses hi-cieran lo propio poco después con sus lien-zos? ¿Qué es la bohemia de Baudelaire sinouna toma de postura sobre cómo debe elartista moderno ganarse la vida? ¿Es irrele-vante para su creación que el artista puedapermitirse vivir de las rentas heredadas(Lord Byron, Tolstói), case con una mujerque las tenga (Thomas Mann) o se las cedanadmiradoras (Rilke), o que, por el contrario,se vea obligado a desarrollar una actividadproductiva, socialmente pautada y no orien-tada al cultivo de su mundo interior? ¿Care-ce de importancia estética que esa actividadsea el objeto mismo de su vocación, como,para el novelista, escribir libros o folletinesde consumo masivo (Balzac, Dickens), decuyo éxito depende enteramente su subsis-tencia? ¿O que, no pudiendo vivir sólo de su

arte, funja de hombre de letras en los perió-dicos, las revistas literarias o las editoriales(T. S. Eliot)? ¿O que, fuera del ámbito cultu-ral, acceda de grado o por fuerza a emplear-se como alto ejecutivo de una empresa (Gilde Biedma) o como técnico competente enella (Kafka), o sea él mismo un empresarioemprendedor (Charles Ives) o un funciona-rio público, de la Universidad (la inmensamayoría de los filósofos contemporáneos) odel servicio diplomático (Claudel, Neruda)?

Yo leería con avidez —y creo que proyecta-ría nueva luz sobre el fenómeno creativo—una historia de la cultura desde la perspectivade cómo se ganaron la vida poetas, novelis-tas, dramaturgos, pintores, filósofos y músi-cos, y de su propia disposición íntima de iden-tificación o rechazo hacia el modo elegido oimpuesto de hacerlo, que incluyera extensasy minuciosas precisiones sobre cómo ambosaspectos —modo y disposición interior— de-terminaron el tipo de hombre que el artistaen último término es, y cómo contribuyerondecisivamente a conformar su mentalidad, susentimentalidad y, en suma, su mundo perso-nal. La usual exposición de un resumen desus obras, su contexto y la cadena de influen-cias entre creadores sería aquí secundaria. O

Javier Gomá Lanzón (Bilbao, 1965) es autor deEjemplaridad pública (Taurus, 2009); Imitación yexperiencia (Pre-Textos, 2003; Crítica, 2005), pre-mio Nacional de Ensayo de 2004, y Aquiles en elgineceo (Pre-Textos, 2007). Es director de la Fun-dación Juan March desde 2003.

Ganarsela vidaQué significado atribuimosa que Beethoven tratarade vender sus partituras

Ilustración de Albert Robida: Francisco I de Francia compra la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Castillo de Cloux, 1516.

Por Javier Gomá Lanzón

¿Es irrelevante que elartista pueda vivir de lasrentas heredadas o que sevea obligado a desarrollaruna actividad productiva?

PENSAMIENTO

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 15

El autor argentino, galardonado con el Alfaguara de novela enmarzo de 2009 por El viajero del siglo, narra en ellibro Cómo viajar sin ver, que se publicará esta primavera, su periplo latinoamericano del último año. Fragmentossobre Ciudad de México y Lima forman parte de su experiencia de “transmigrante”. Por Andrés Neuman

Del diario de la gira del XII Premio Alfaguara.Impresiones de México DF y Lima

Ciudad de México,catástrofes exitosas

ME DISPONÍA A tomar algún apunte originalsobre el país, cuando desde el duty free delaeropuerto se acercan para ofrecernos tequi-la en vasitos de plástico.

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EL HISPANOMEXICANO Eulalio Ferrer, falleci-do hace poco, fue el capitán másjoven de la Guerra Civil y asesor polí-tico de Felipe González. Hace un parde décadas publicó un ensayo de re-velador título: De la lucha de clases ala lucha de frases: de la propagandaa la publicidad. Si se le ocurrió esaidea colaborando con la socialdemo-cracia antifranquista, ¿cómo habríatitulado hoy nuestro pragmatismoposmoderno? Propongo De la luchade frases a la leche de fresas: de lapublicidad al hipermercado.

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“SI LO PIENSAS BIEN”, dice alguien,“Franco fundó México”.

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NUESTRO COCHE rodea el parque yel lago de Chapultepec. Pienso enRamón Gaya, que tras la GuerraCivil se exilió en México. Pienso ensu delicada serie de acuarelas so-bre ese mismo lago. Por supuesto,no veré Chapultepec: viajo casi sinver, veo todo de paso. De algúnmodo, eso homenajea a los hispa-nomexicanos de la República. Val-ga esta omisión visual del lago, laimposibilidad de contemplarlo, co-mo recuerdo de lo que Gaya nopudo ver en España, de todo lo queno le dejaron ver.

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HABLAMOS DE LA truncada adapta-ción cinematográfica de Pedro Pá-ramo a cargo de Mateo Gil, que ibaa contar con la participación deGael García Bernal. Según me di-cen, hubo discrepancias entre Es-paña y México a la hora de enfocarla película. “La familia Rulfo”, cuenta al-guien, “habla susurrando”. Los españoleshablan gritando. No es extraño que no secomprendieran.

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MÉXICO LINDO. Librería del aeropuerto. Tí-tulos en primera fila, de izquierda a dere-cha: Historias de impunidad; Los cómpli-ces del presidente; País de mentiras; El retode Calderón y el nuevo mapa del narcotráfi-co; Las FARC en México; Las historias másnegras del narco, impunidad y corrupciónen México; Crónicas de sangre; Los brujosdel poder, y un explosivo etcétera. Se diríaque hay más entusiasmo que indignación

hacia los crímenes, escándalos y catástro-fes. No sé si esta bibliografía denuncia unnegocio o funda otro.

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UNA DE LAS novelas más exitosas del año esMéxico acribillado, de Francisco Martín Mo-reno. Narra el asesinato del presidente Obre-gón que, recién reelegido, murió masacra-do por seis clases distintas de bala, es decir,por media docena de matones. Quienes obien experimentaron un milagroso accesotelepático, o bien habían recibido las mis-mas instrucciones de los mismos jefes. Al

año siguiente se fundó el PRI, que goberna-ría durante 70 años de distinto calibre.

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RELLENO EL FORMULARIO para salir de Méxi-co. Leo el encabezamiento: “Forma migra-toria para turista, transmigrante, visitantepersona de negocios o visitante conseje-ro”. No me interesa el turismo, no sé ha-cer negocios, no puedo dar consejos. Megustaría ser un transmigrante.

Lima, club y copia

“AQUÍ LA CLASE ALTA”, dice alguien, “siguesiendo Un mundo para Julius. Los gira-

soles viven mirando al sol. Ellos vivenmirando hacia Miami”.

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LOS MEDIOS PERUANOS son los únicos quedejaron en segundo plano la muerte deMichael Jackson. Curiosamente lo hicie-ron por razones musicales: el mismo díaen que el Rey del Pop se durmió parasiempre en su habitación, la popularcantante folclorista Alicia Delgado fueencontrada sin vida en su domicilio.Ella también tenía 50 años, y las circuns-tancias de su muerte fueron igual de

extrañas. Las sospechas recaen en su su-puesta amante, la cantante Abencia Me-za, alias Pistolita, acusada de ordenar su

asesinato. La globalización tiene sus ma-tices. El folclore también.

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LLEGAN HASTA AQUÍ las noticias sobre lafosa donde en teoría descansan, o secansan, los restos de Lorca. Por un mo-mento me siento de vuelta en Granada.Más allá del amor por la poesía lorquia-na, que en Latinoamérica es unánime,me sorprende el interés por el caso judi-cial. “Aquí”, me explican, “también tene-mos nuestros muertos de guerra y nues-tras fosas escondidas”.

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BAJO A PLAYA REDONDO. Corro ha-cia el mar, el mar sin nadie. Lasplayas en invierno tienen algoconmovedor y disponible. Nosrecuerdan un mundo póstumo,la vida sin nosotros. Piso la are-na dura. Miro el agua fría delPacífico. ¿Cómo se puede vivirsin mar? Eso nos preguntamoscada vez que lo miramos. Al otrolado del horizonte se torturaba alos miembros del MRTA, en unaisla tan remota y presente comoesta neblina.

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El maestro José Watanabe, falleci-do hace un par de años, dejó algu-nos poemas inéditos. Uno de ellosdecía: “Miradas / sin ideas, las pie-dras / no iban a ser recordadasnunca por ese hombre. / Cuandose fue, / las tres siguieron inmacu-ladas sobre la arena”.

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CASA-MUSEO DE Ricardo Palma. En-cuentro un poemita que José Zorri-lla le dedicó a su hija, la narradoray periodista Angélica Palma. Vani-doso como de costumbre, el poetaescribió de puño y letra: “En tuPatria, la del Sol, / te habló tu pa-dre de mí, / y por verme te antojas-te / a venir con él aquí”. Don Zorri-lla no podía evitar homenajearse,ni siquiera cuando se trataba dehomenajear a otro.

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¿LOS POLVOS AZULES?, preguntoimaginando una orgía entre pitufos, ¿yqué demonios es eso? Y mi amigo melleva. Me lleva al mercado de Los PolvosAzules. Él lo define como “un mall infor-mal”. Es decir, un unformall. Aquí se ven-de todo, todo, todo. Pero falso. Una répli-ca pirata del mundo. Una versión clan-destina del capitalismo. Me acerco a unpuesto de discos. Un adolescente pregun-ta por qué cierto disco es más caro queotros. “Ah”, contesta la dependienta,“¡porque ésa es copia original!”.

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EN LA SALA DE EMBARQUE leo Elogios crimi-nales, recopilación de crónicas de Julio Vi-llanueva Chang, que en su biografía afir-ma (o recomienda) vivir en Lima comoquien estuviese permanentemente de visi-ta. El libro finaliza con una juiciosa adver-tencia: “Ser curioso no es una ocupaciónpara declarar ante un funcionario de mi-graciones”. Ser cronista, tampoco. O

Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977) es autor deUna vez Argentina (Anagrama) y El viajero del siglo(Premio Alfaguara 2009). Los fragmentos de estapágina pertenecen a su próximo libro, Cómo viajarsin ver (Latinoamérica en tránsito), que publicaráAlfaguara en mayo. www.andresneuman.com.

¡Ándale, Andes!

María en el lago de Chapultepec (2003), de Maya Goded. Foto: Maya Goded / Magnum

Nuestro coche rodea ellago de Chapultepec. Piensoen Ramón Gaya, en sudelicada serie de acuarelassobre ese mismo lago

CRÓNICAS DE AMÉRICA LATINA

16 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

CELEBRO QUE vayan remitiendo losadversos meteoros que habíantransformado Madrid en un reme-do zarzuelero de Los Ángeles de

Blade Runner (con la ultra taurina Esperan-za Aguirre sustituyendo a Daryl Hannah enel papel de Pris, una replicante nexus-6 connivel mental B), enfrascado en la lectura dePalabra de cine, de José Luis Borau (Penínsu-la), mientras escucho a través de mi neolíti-co reproductor de deuvedés una recopila-ción de blues (electrificados) de MuddyWaters (1913-1983). Disfruto con la larga nó-mina de expresiones tomadas del séptimoarte con las que hemos ido salpicando nosólo nuestro lenguaje cotidiano, sino tam-bién el de los medios, el de la novela, el de lapoesía, el de la crítica. Me entero, de paso,de la impropiedad de algunas frases hechas,como “gastas menos que Tarzán en corba-tas” (de hecho la criatura de Edgar Rice Bu-rroughs lucía una en Tarzán en NuevaYork), o constato la dudosa pertinencia deotras que usé profusamente en mi adoles-cencia, como “la cagaste, Burt Lancaster” o“corres menos que el caballo del malo”. Encuanto a Muddy Waters, leo en Blues, lamúsica del Delta del Mississippi (Turner), deTed Gioia, que “ningún otro cantante habíacantado sobre sí mismo con tanta vehemen-cia y con tanta satisfacción por lo que unoes”. Como Walt Whitman, Muddy Waters—cuyo nombre de nacimiento, McKinleyMorganfield, parece más apropiado para unmagnate del ferrocarril de California— noparó de celebrarse y cantarse a sí mismo,aunque también demostró una singular sen-sibilidad para reflejar las penas y las alegríasde los suyos. El libro de Gioia, un necesariocomplemento de su imprescindible Historiadel Jazz (publicada por Turner en 2002), tra-za, sin olvidar la anécdota ni el dato biográfi-co, un completísimo recorrido por los oríge-nes y la evolución de la música popular másinfluyente (también en el rock, de Presley aClapton y más allá) del siglo XX, analizandono sólo técnicas y estilos, sino también con-textos e influencias. Si les gusta el blues nose lo pierdan: es con mucho lo mejor que seha publicado en España desde la inencontra-ble Historia del Blues, de Paul Oliver (Nostro-mo, 1976).

HerejesALGUNOS CRONISTAS refieren que durante elConcilio de Constanza (1414-1418) más desetecientas putas acudieron de toda Alema-nia para aliviar las urgencias de los máximosrepresentantes de la Iglesia de Cristo, ocupa-dos el resto de su tiempo en reparar losestragos del Gran Cisma (véase la apasionan-te historia del papado Los guardianes de lasllaves del cielo, de Roger Collins, Ariel) y encondenar las ideas del hereje Wyclif y de suinfluyente discípulo Hus (a quien, por cier-to, mandaron asar en la hoguera pública).Parece ser que el recuerdo del escándalo

provocado por aquel tomate sexual-eclesiás-tico tuvo mucho que ver en la definitiva ins-tauración del celibato en el orden sacer-dotal, lo que ocurrió (eclosión protestantede por medio) en el Concilio de Trento(1545-1563). Me temo que a lo largo de lahistoria (incluyendo la larguísima parte dela que no tenemos memoria escrita) el sexoha sido una pasión bastante más poderosaque el deseo de consagrarse a Dios. Los pro-testantes, conscientes de lo difícil que resul-ta obviar las violentas exigencias centradaspartibus pundendis, decidieron ignorar la re-flexión de San Pablo (1 Corintios) según lacual el soltero tenía menos distraccionesque el casado para ocuparse de las cosas delSeñor, y permitieron, al contrario que sucompetencia directa, que sus pastores eligie-ran estado. Otros, como la secta cristiana delos skoptsy (Dostoievski menciona en El idio-ta a uno de ellos, propietario de una casa decambio), prefirieron cortar por lo sano y op-taron por castrarse, lo que no deja de resul-tar una solución un poco gore. A pesar de lascrecientes y cada vez más extendidas de-mandas contra abusos pedófilos llevados acabo por sacerdotes católicos, no crean queyo me inclinaría por una medida tan radical.Pero sí pienso que a los curas se les debieraliberar del celibato obligatorio y compulsi-vo: así serían menos las tentaciones rijosasen el confesionario o en las aulas. Bueno, esuna simple sugerencia que elevo a la jerar-quía católica española sin pretender moles-

tar demasiado, sabedor de que esta tempo-rada está muy ocupada en procurar que nose difunda (más) el libro Jesús; aproxima-ción histórica (PPC, Grupo SM, 9 edicionesvendidas), de Juan Antonio Pagola, que noes precisamente un nuevo Hus (aunque hayquien lo considera una especie de Arrio ne-gador de la divinidad de Cristo). A lo queparece, eso sí que es un peligro, y no lo delos niños tocados y abusados.

AdolescentesQUERIDOS PADRES o abuelos: ¿permanece amenudo su hijo/a, o nieto/a adolescente en-cerrado en su cuarto, con la música del mpo del iPod a todo volumen, mientras pordebajo de la puerta se expande por toda lacasa un humo dulzón e intenso que, comogaseosa y lejanísima magdalena proustiana,les trae a la memoria la edad (entonces algosuperior: el tiempo se acelera) en que uste-des se reunían con contemporáneos paraescuchar la música que les gustaba (desde,pongamos, King Crimson o Pink Floyd has-ta Guns N’Roses o Clash)? ¿A sus hijos lessalen sin parar repulsivos granos y espini-llas, duermen como plantígrados hibernan-tes, se enamoran compulsivamente en el res-to de su tiempo libre y cultivan en casa unsilencio desdeñoso que sólo hacen añicospara mofarse ferozmente de las opiniones yrequerimientos de sus mayores (ustedes)?¿Les asombran sus repentinos cambios de

humor, la facilidad con que sostienen unacosa e, inmediatamente, la contraria (inclu-yendo risas y llantos), la vehemencia de ob-sesiones y gustos (ropa, música, comida,amigos) que mañana serán arrumbados pa-ra siempre? ¿Les angustia que esos insufri-bles vástagos, ahora desconocidos e infesta-dos por el insidioso virus de la adolescencia,se conviertan en unos tarambanas estúpi-dos y —lo que es peor— incapaces de “saliradelante”? ¿Contemplan con espanto la po-sibilidad de que sigan viviendo a su costamás allá de la edad en la que ustedes losengendraron? No sufran más. Encuentrenexplicación (aunque no remedio) a sus zozo-bras en un auténtico manual que lo aclaracasi todo: Adolescentes, una historia natural(Duomo), un vademécum en el que DavidBainbridge, profesor de anatomía y clínicaveterinaria (ojo: he escrito veterinaria) enCambridge sostiene que la adolescencia esel gran momento en la vida de todos losanimales superiores, la erupción del volcáninterno que dará paso al esplendor (es undecir) de la madurez. La adolescencia, argu-menta Bainbridge (un darwinista con ciertatendencia a verlo todo bajo tal prisma), noes un invento “cultural” moderno, sino unfenómeno biológico presente en el reino ani-mal. Nosotros —ustedes y yo— también fui-mos igualmente odiosos, insoportables ycreativos. Entérense de por qué. Y, mientrastanto, tómense un lexatín de vez en cuando:no hay mal que cien años dure. O

El ‘blues’ no me deja vivir, ‘babe’

Ilustración de Max.

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 17

Por Fietta Jarque

HABITAR ES el verbo. Lo sustanti-vo en la obra de Isidro Blascoson todas las habitaciones, estu-dios, calles y hasta personas de

su entorno más íntimo. Su mujer, sus hi-jas, su padre. Este madrileño afincado enNueva York desde hace quince años echala vista atrás en una exposición que reúne46 obras realizadas en la última década.Curiosamente, no se ve una “evolución”en ellas. “La verdad es que siempre hehecho lo mismo”, dice Blasco. “Las prime-ras piezas eran quizá más ingenuas, tal vezla idea no estaba tan madura, pero estabaahí. Siempre es la misma idea que ha idocambiando de forma aunque la he ido am-pliando con otros campos como la fotogra-fía, la arquitectura o el vídeo. Es lo queestamos intentando expresar en la exposi-ción: la misma idea bajo diferentes for-mas. Estoy muy contento con ella y porhaber podido rescatar obras que hace tiem-po que no veía, y darles un sentido nuevo,como si las hubiera hecho ahora”.

Las perspectivas contrahechas, las imá-genes despedazadas, multiplicadas, y lasconstrucciones precarias son los elemen-tos distintivos en la obra de Blasco. Y tam-bién algo invisible como es la fugacidaddel momento. De ahí el título de la exposi-ción, Aquí huidizo. Lugar y tiempo. “Estambién el título de uno de los vídeos quepresento, Elusive, here, que traducido lite-ralmente no sonaba bien. Huidizo expresamejor la idea que está detrás de todo esto:la búsqueda y la mirada sobre esos lugaresque habitamos. El estudio, la casa, un ho-tel, sitios que de alguna manera tienennuestra huella por haber estado ahí. Hagofotos de esas esquinas y de esos lugarespara mis trabajos. Los primeros que hiceen los años noventa estaban vacíos, no

había nada en el cuarto más que la pared yel techo o el cielo. Luego se han ido llenan-do de todos los objetos que hay en eseinterior. Pero la idea era siempre la denuestro paso. Una idea ingenua, claro, por-que realmente no dejamos nada. A lo me-jor una mancha en la pared. En realidad,se trata del tiempo presente que se esfu-ma, que no lo puedes retener. Es el pasopor la vida. Es un poco frustrante y mitrabajo habla de esa frustración. De lo ina-sible. La vida se te va y el presente es ina-prensible”.

Son esculturas muy físicas. Inmediatas.Piezas que muestran lo que son sin esperar

el análisis del significado. Ni siquiera elreconocimiento de los sitios representa-dos. “Mientras trabajo me interesa más laarquitectura, las construcciones que estána mi alrededor, hacer las fotos y la laboriosi-dad artesanal que hay en todo ello. Eso meencanta y paso horas y horas haciéndolo.Es muy gratificante. No me pongo a pensardemasiado mientras hago la obra”, explica.

Sin embargo, la fase de recopilación delmaterial tiene unas condiciones. “Necesi-to el enganche con el lugar en el que hevivido, aunque haya sido por poco tiempo.Para mí es necesario un periodo de con-templación, fijarme en la ranura en la pa-

red, el desnivel del suelo, una marca en laesquina. Es lo que le da sustancia al traba-jo”, afirma Blasco. “Me he cambiado mu-cho de casa porque en Nueva York es todotan caro que terminas yendo de un lugar aotro casi de año en año. Tanto de estudiocomo de casa. Últimamente está tambiénmuy presente la casa de mi padre en Ali-cante. Quizá porque llevo ya quince añosen Estados Unidos y tengo un poco denostalgia por España. He estado yendo averla con frecuencia, mirando, fotografian-do, haciendo vídeos”.

Pero las paredes tienen dos caras y enocasiones este artista busca la que estáoculta. “No todo está tan centrado en mí, aveces pido a mis vecinos que me permitanfotografiar sus casas. Son gente cercana,de alguna manera, y me interesa porquesus pisos —el de arriba o el de abajo—suelen tener la misma distribución que elmío y así comparo la manera en que vivi-mos unos y otros. Es por el tema arquitec-tónico y porque eres consciente de lo quehay al otro lado de la pared. Oyes ruidos, teimaginas y entonces les pido permiso parahacer fotos. Ése es el mundo donde trans-curre mi trabajo”.

Le gusta trabajar con las manos, levan-tar demenciales construcciones de madera.“Huyo de todas las técnicas de la carpinte-ría normal. Soy una especie de anticarpinte-ro. Cuando trabajo con profesionales queme ayudan les tengo que dar instruccionespara que no lo hagan como tienen que ha-cerlo. Enseguida te quieren hacer la caja enla madera para que encaje con la otra y nose vea la unión. Pero yo quiero que sí se veala unión de forma basta y espontánea. Notiene que parecerse a un producto útil. Hayque alejarse de eso”.

Anticarpintería y meta-arquitectura.Juegos, al fin, alejados de la perfección.“Hice un doctorado en arquitectura en losaños noventa y después fui a Nueva York,

donde seguí otros cursos afines. Hayideas, como la relación entre el interior yel exterior del edificio, que me interesanplantear en mis obras. O Gaudí, que esuna referencia importantísima en mi tra-bajo, así como Gordon Matta Clark. Loscubistas… siempre he pensado que si Es-paña ha aportado algo a la historia del artees el cubismo como idea de creación. To-do eso forma parte de mi lenguaje”.

Las formas curvas de Gaudí no parecentener mucha relación con las estructurasrectas y en precario equilibrio de IsidroBlasco, pero él lo toma en cuenta en otrosentido. “En el último vídeo que he hechohay una alusión a Gaudí. Se ven las manosde un señor que pone cemento a un lava-bo de una forma que no se debe hacer,cubriéndolo todo, como hacía Gaudí consus fachadas, ignorando la estructura quehay dentro. Al final es como un giganteciego que lo va modificando todo”.

“No hay curvas en mi trabajo pero síuna intención de cubrir lo que hay a tualrededor, situándote tú al centro. Lo quepasa es que mi trabajo son todo paneles, yahí entra el elemento cubista de romper lasuperficie visual. Hay una curva pero es amodo de pantalla, algo concéntrica”.

¿Un collage tridimensional? “Es tridi-mensional y hay imágenes, sólo que estántodas hechas por mí. Además, tampocome considero fotógrafo. Son deliberada-mente espontáneas, no pretendo que seanbuenas porque perderían toda la fuerzadel momento que busco. Si modifico algola imagen es en el ordenador. Quizá misobras están más cercanas a los pop-ups,esos libros infantiles que al abrirlos desplie-gan formas tridimensionales de cartón. In-tento que la imagen fotográfica no sea pla-na, pero que tampoco tenga el volumen dela realidad. Es algo entre medias, que meparece más dinámico e indefinido”.

Vivir en Nueva York ha sido determi-

nante para su trayectoria, desde que sefue en 1995. “Vivir ahí para mí ha significa-do aprender”, comenta Blasco. “En esaépoca, España no era lo que es ahora. Enlo artístico ha mejorado muchísimo, porentonces estaba más cerrada culturalmen-te. En Nueva York he podido mantener losojos abiertos a todo lo que sucede en laescena del arte porque todos pasan porahí. Y además van con todo, a dejarse elpellejo. Es una ciudad en la que es fácilintegrarse. Apenas tienes una direcciónpostal fija, ya eres de ahí, aunque hablesfatal el idioma o tengas pinta de extranje-ro. Da igual, te aceptan”.

En lo profesional ha visto una manerade ingresar y hacerse un lugar. “En elmundo del arte hay varias capas o circui-tos y si no entras en uno te integras enotros. En España es muy cerrado. Ahí haymuchos círculos, desde los más alternati-vos —donde puedes trabajar, quedartetoda la vida y ser feliz— hasta los máselitistas. Además puedes pasar de uno aotro y eso lo entienden y saben hastainstituciones como el MOMA. Siemprehay alguien a quien descubrir. Es lo queme gustó de Estados Unidos y la razónpor la que me he quedado ahí”.

No ha sido fácil, pero ha sabido entrar.“Vivir ahí es muy caro y al principio traba-jas en lo que sea para subsistir. Pero contrabajo y tesón consigues vivir de lo quehaces, porque la gente compra arte. Haymuchos coleccionistas de ahí y de fuera,que van a las galerías”.

Uno de sus últimos trabajos, tituladoAt last, está centrado en una estancia enShanghai. “Se está construyendo a tal velo-cidad en Shanghai que la veo como eraNueva York en los años treinta. El cambioha sido brutal y muy rápido. Ahora hay unplan urbanístico más racional que en losaños noventa, cuando estuve por primeravez. ¿Por qué la titulo At last (Por fin)?

Creo que porque hay un relevo. Ahora hayotros centros para el arte, fuera de NuevaYork, como Londres, Berlín, Pekín o Shan-ghai. En Shanghai sienten que son el cen-tro del mundo ahora mismo, y lo dicen,también en Pekín. Está por ver, pero es unfenómeno de hoy”, continúa. “Ahí lo quehice fueron fotos de la calle, no del estu-dio o la vivienda que tenía. Quizá porqueel cambio que está sucediendo se ve enlos exteriores, y también porque para ellosla diferencia entre espacio público y priva-do es distinto del nuestro. Tienen cocinascompartidas con los vecinos, en sus casasno hay esos límites de los espacios”.

El vídeo ha ampliado los límites de sutrabajo en los últimos años. “Es un desa-rrollo natural de la misma idea. Así comoincorporé la fotografía, pensé en que po-día haber también vídeo. Es el crecimien-to del mismo lenguaje. Mis vídeos son es-táticos, sobre lo que pasa en ese momentoen la habitación. Aunque los últimos tie-nen una acción basada en textos que escri-bí en los años noventa. Es un experimentoque quizá no tenga mucho que ver con elresto de mi trabajo. Hablan sobre el viaje ymis experiencias”.

En uno de los vídeos el que habla es supadre, Arcadio, también artista, y cuentaque la familia desciende de San Isidro La-brador. “Es la historia que cuenta mi pa-dre, no sé si será así. Por eso me llamoIsidro, es una tradición familiar. Estoy ha-ciendo un documental sobre la vida de mipadre y ésta es la primera parte. Me gustamucho cómo cuenta las historias, es unapersona que ha vivido mucho y tiene cier-ta una humanidad muy intensa”. O

Isidro Blasco. Aquí huidizo. Organizada por laConsejería de Cultura de la Comunidad de Ma-drid. Sala Alcalá 31. Madrid. Hasta el 16 de mayo.

Mi casa en mil pedazos

LLAMADA EN ESPERA Prêt-à-porter

“Necesito un periodode contemplación,fijarme en la ranuraen la pared, una marcaen la esquina”

“Si España haaportado algoa la historia del artees el cubismo comoidea de creación”

HA LLEGADO a mis manos, regalo de unaamiga muy querida, cierto libro que pesea su título, Lecturas no obligatorias, debe-ría figurar en un lugar preeminente detoda biblioteca. Su autora, la premio No-bel polaca Wislawa Szymborska, tal vezmás conocida por su poesía, recoge unaserie de artículos cortos que no son sinolas críticas publicadas en un diario locala volúmenes variopintos y con frecuen-cia irrelevantes, que nadie de su catego-ría se suele dignar comentar: desde untratado sobre jardinería o un manual pa-ra empapelar la propia casa hasta textos“menores” sobre Vermeer o Montaigne.Es posible que la palabra “críti-ca” no sea del todo adecuadapara esas piezas exquisitas: laautora se considera una lecto-ra amateur —qué mejor cate-goría de lector— y por tantono obligada a evaluar las cosasque lee. Las comenta sin más.O sin menos, pues su miradafresca, inesperada, hace quelas lecturas más banales seconviertan en un delicioso pa-seo por la imaginación deSzymborska.

Un buen ejemplo es el co-mentario sobre Vida diaria enVarsovia durante la Ilustra-ción, que comienza con una fra-se muy aguda: “Soñamos, ¡pe-ro tan negligentemente, tan ala ligera!”. Nada más cierto:cuando deseamos vivir en unaépoca pasada no tenemos encuenta que no aterrizaríamosen el castillo de un noble y que,incluso allí, no habría medici-nas, ni higiene, ni luz…

En este momento puedenverse en Madrid y París dos ex-posiciones en las quesoñamos… con ser dueños deuno de los fabulosos trajes queen ellas se exponen. Una es lamuestra de Fortuny y Madra-zo, el diseñador de los años veinte afinca-do en Venecia e hijo del pintor Fortuny yMarsal, quien le representa siendo niño,premonición casi, sobre la lujosa tela ro-sa en un salón japonés —cuadro que datítulo al texto de Pérez Rojas en el catálo-go de la exposición del Museo del Tra-je—. La otra es un recorrido por creacio-nes y memorabilia de uno de los grandestalentos e indiscutibles estrellas de Dior,el inefable Yves Saint Laurent —YSL—,al cual dedica una retrospectiva el PetitPalais parisiense. Se trata de dos pro-puestas antitéticas, como las décadas ylos estilos de vida a los cuales correspon-de la ropa, si bien en ambos casos des-piertan en el visitante la urgencia porposeer los objetos que se exhiben. Y ocu-rre de una manera imperativa, más que

con un cuadro o una fotografía, quizásporque tuvo razón Freud al hablar delfetichismo del tacto y los tejidos que él,como buen médico del XIX, de otro tiem-po, circunscribía a las pulsiones femeni-nas, las que se quedan ancladas en senti-dos inferiores, fuera de la vista.

En esto no tuvo razón Freud, pese a lobrillante de sus intuiciones, porque to-dos los visitantes, ellos y ellas, sueñandel mismo modo con tocar las fabulosastelas de Fortuny y recorrer, con los de-dos al menos, el deslumbrante minivesti-do al estilo Mondrian del apasionanteYSL, quien se retrató joven, guapo y des-

nudo para publicitar su nueva línea deperfume causando furor en aquel mo-mento; creando, igual que con su smo-king para mujeres, una nueva forma decontar la moda, que llega a los rinconesdel corazón —de eso supo mucho YSL—,incluso a aquéllos donde no entra el “ar-te” que sólo entra por los ojos.

Miramos embobados la ropa inalcan-zable: qué le vamos a hacer. Nos confor-maremos con un frasco vintage de RiveGauche o hasta con uno cualquiera dela perfumería de abajo. Aunque pues-tos a soñar, ¿por qué no desear un vesti-do de los expuestos? Ay, ¡los sueños a laligera de los que habla Szymborska! Senos ha olvidado pedir nuestra talla y lasoñada prenda, después de consegui-da, no nos vale. O

Por Estrella de Diego

Isidro Blasco fragmenta imágenes de espacios arquitectónicos y compone unas esculturas caleidoscópicas. Tras quinceaños de residencia en Nueva York, el artista madrileño despliega en una retrospectiva los trabajos de la última década

Detalle de traje Delphos (1920), de M. Fortuny y Madrazo.

Isidro Blasco (Madrid, 1962), ante una de sus obras en la exposición Aquí huidizo, en la sala madrileña Alcalá 31. Foto: Santi Burgos

ARTE / Entrevista

18 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

Por Fietta Jarque

HABITAR ES el verbo. Lo sustanti-vo en la obra de Isidro Blascoson todas las habitaciones, estu-dios, calles y hasta personas de

su entorno más íntimo. Su mujer, sus hi-jas, su padre. Este madrileño afincado enNueva York desde hace quince años echala vista atrás en una exposición que reúne46 obras realizadas en la última década.Curiosamente, no se ve una “evolución”en ellas. “La verdad es que siempre hehecho lo mismo”, dice Blasco. “Las prime-ras piezas eran quizá más ingenuas, tal vezla idea no estaba tan madura, pero estabaahí. Siempre es la misma idea que ha idocambiando de forma aunque la he ido am-pliando con otros campos como la fotogra-fía, la arquitectura o el vídeo. Es lo queestamos intentando expresar en la exposi-ción: la misma idea bajo diferentes for-mas. Estoy muy contento con ella y porhaber podido rescatar obras que hace tiem-po que no veía, y darles un sentido nuevo,como si las hubiera hecho ahora”.

Las perspectivas contrahechas, las imá-genes despedazadas, multiplicadas, y lasconstrucciones precarias son los elemen-tos distintivos en la obra de Blasco. Y tam-bién algo invisible como es la fugacidaddel momento. De ahí el título de la exposi-ción, Aquí huidizo. Lugar y tiempo. “Estambién el título de uno de los vídeos quepresento, Elusive, here, que traducido lite-ralmente no sonaba bien. Huidizo expresamejor la idea que está detrás de todo esto:la búsqueda y la mirada sobre esos lugaresque habitamos. El estudio, la casa, un ho-tel, sitios que de alguna manera tienennuestra huella por haber estado ahí. Hagofotos de esas esquinas y de esos lugarespara mis trabajos. Los primeros que hiceen los años noventa estaban vacíos, no

había nada en el cuarto más que la pared yel techo o el cielo. Luego se han ido llenan-do de todos los objetos que hay en eseinterior. Pero la idea era siempre la denuestro paso. Una idea ingenua, claro, por-que realmente no dejamos nada. A lo me-jor una mancha en la pared. En realidad,se trata del tiempo presente que se esfu-ma, que no lo puedes retener. Es el pasopor la vida. Es un poco frustrante y mitrabajo habla de esa frustración. De lo ina-sible. La vida se te va y el presente es ina-prensible”.

Son esculturas muy físicas. Inmediatas.Piezas que muestran lo que son sin esperar

el análisis del significado. Ni siquiera elreconocimiento de los sitios representa-dos. “Mientras trabajo me interesa más laarquitectura, las construcciones que estána mi alrededor, hacer las fotos y la laboriosi-dad artesanal que hay en todo ello. Eso meencanta y paso horas y horas haciéndolo.Es muy gratificante. No me pongo a pensardemasiado mientras hago la obra”, explica.

Sin embargo, la fase de recopilación delmaterial tiene unas condiciones. “Necesi-to el enganche con el lugar en el que hevivido, aunque haya sido por poco tiempo.Para mí es necesario un periodo de con-templación, fijarme en la ranura en la pa-

red, el desnivel del suelo, una marca en laesquina. Es lo que le da sustancia al traba-jo”, afirma Blasco. “Me he cambiado mu-cho de casa porque en Nueva York es todotan caro que terminas yendo de un lugar aotro casi de año en año. Tanto de estudiocomo de casa. Últimamente está tambiénmuy presente la casa de mi padre en Ali-cante. Quizá porque llevo ya quince añosen Estados Unidos y tengo un poco denostalgia por España. He estado yendo averla con frecuencia, mirando, fotografian-do, haciendo vídeos”.

Pero las paredes tienen dos caras y enocasiones este artista busca la que estáoculta. “No todo está tan centrado en mí, aveces pido a mis vecinos que me permitanfotografiar sus casas. Son gente cercana,de alguna manera, y me interesa porquesus pisos —el de arriba o el de abajo—suelen tener la misma distribución que elmío y así comparo la manera en que vivi-mos unos y otros. Es por el tema arquitec-tónico y porque eres consciente de lo quehay al otro lado de la pared. Oyes ruidos, teimaginas y entonces les pido permiso parahacer fotos. Ése es el mundo donde trans-curre mi trabajo”.

Le gusta trabajar con las manos, levan-tar demenciales construcciones de madera.“Huyo de todas las técnicas de la carpinte-ría normal. Soy una especie de anticarpinte-ro. Cuando trabajo con profesionales queme ayudan les tengo que dar instruccionespara que no lo hagan como tienen que ha-cerlo. Enseguida te quieren hacer la caja enla madera para que encaje con la otra y nose vea la unión. Pero yo quiero que sí se veala unión de forma basta y espontánea. Notiene que parecerse a un producto útil. Hayque alejarse de eso”.

Anticarpintería y meta-arquitectura.Juegos, al fin, alejados de la perfección.“Hice un doctorado en arquitectura en losaños noventa y después fui a Nueva York,

donde seguí otros cursos afines. Hayideas, como la relación entre el interior yel exterior del edificio, que me interesanplantear en mis obras. O Gaudí, que esuna referencia importantísima en mi tra-bajo, así como Gordon Matta Clark. Loscubistas… siempre he pensado que si Es-paña ha aportado algo a la historia del artees el cubismo como idea de creación. To-do eso forma parte de mi lenguaje”.

Las formas curvas de Gaudí no parecentener mucha relación con las estructurasrectas y en precario equilibrio de IsidroBlasco, pero él lo toma en cuenta en otrosentido. “En el último vídeo que he hechohay una alusión a Gaudí. Se ven las manosde un señor que pone cemento a un lava-bo de una forma que no se debe hacer,cubriéndolo todo, como hacía Gaudí consus fachadas, ignorando la estructura quehay dentro. Al final es como un giganteciego que lo va modificando todo”.

“No hay curvas en mi trabajo pero síuna intención de cubrir lo que hay a tualrededor, situándote tú al centro. Lo quepasa es que mi trabajo son todo paneles, yahí entra el elemento cubista de romper lasuperficie visual. Hay una curva pero es amodo de pantalla, algo concéntrica”.

¿Un collage tridimensional? “Es tridi-mensional y hay imágenes, sólo que estántodas hechas por mí. Además, tampocome considero fotógrafo. Son deliberada-mente espontáneas, no pretendo que seanbuenas porque perderían toda la fuerzadel momento que busco. Si modifico algola imagen es en el ordenador. Quizá misobras están más cercanas a los pop-ups,esos libros infantiles que al abrirlos desplie-gan formas tridimensionales de cartón. In-tento que la imagen fotográfica no sea pla-na, pero que tampoco tenga el volumen dela realidad. Es algo entre medias, que meparece más dinámico e indefinido”.

Vivir en Nueva York ha sido determi-

nante para su trayectoria, desde que sefue en 1995. “Vivir ahí para mí ha significa-do aprender”, comenta Blasco. “En esaépoca, España no era lo que es ahora. Enlo artístico ha mejorado muchísimo, porentonces estaba más cerrada culturalmen-te. En Nueva York he podido mantener losojos abiertos a todo lo que sucede en laescena del arte porque todos pasan porahí. Y además van con todo, a dejarse elpellejo. Es una ciudad en la que es fácilintegrarse. Apenas tienes una direcciónpostal fija, ya eres de ahí, aunque hablesfatal el idioma o tengas pinta de extranje-ro. Da igual, te aceptan”.

En lo profesional ha visto una manerade ingresar y hacerse un lugar. “En elmundo del arte hay varias capas o circui-tos y si no entras en uno te integras enotros. En España es muy cerrado. Ahí haymuchos círculos, desde los más alternati-vos —donde puedes trabajar, quedartetoda la vida y ser feliz— hasta los máselitistas. Además puedes pasar de uno aotro y eso lo entienden y saben hastainstituciones como el MOMA. Siemprehay alguien a quien descubrir. Es lo queme gustó de Estados Unidos y la razónpor la que me he quedado ahí”.

No ha sido fácil, pero ha sabido entrar.“Vivir ahí es muy caro y al principio traba-jas en lo que sea para subsistir. Pero contrabajo y tesón consigues vivir de lo quehaces, porque la gente compra arte. Haymuchos coleccionistas de ahí y de fuera,que van a las galerías”.

Uno de sus últimos trabajos, tituladoAt last, está centrado en una estancia enShanghai. “Se está construyendo a tal velo-cidad en Shanghai que la veo como eraNueva York en los años treinta. El cambioha sido brutal y muy rápido. Ahora hay unplan urbanístico más racional que en losaños noventa, cuando estuve por primeravez. ¿Por qué la titulo At last (Por fin)?

Creo que porque hay un relevo. Ahora hayotros centros para el arte, fuera de NuevaYork, como Londres, Berlín, Pekín o Shan-ghai. En Shanghai sienten que son el cen-tro del mundo ahora mismo, y lo dicen,también en Pekín. Está por ver, pero es unfenómeno de hoy”, continúa. “Ahí lo quehice fueron fotos de la calle, no del estu-dio o la vivienda que tenía. Quizá porqueel cambio que está sucediendo se ve enlos exteriores, y también porque para ellosla diferencia entre espacio público y priva-do es distinto del nuestro. Tienen cocinascompartidas con los vecinos, en sus casasno hay esos límites de los espacios”.

El vídeo ha ampliado los límites de sutrabajo en los últimos años. “Es un desa-rrollo natural de la misma idea. Así comoincorporé la fotografía, pensé en que po-día haber también vídeo. Es el crecimien-to del mismo lenguaje. Mis vídeos son es-táticos, sobre lo que pasa en ese momentoen la habitación. Aunque los últimos tie-nen una acción basada en textos que escri-bí en los años noventa. Es un experimentoque quizá no tenga mucho que ver con elresto de mi trabajo. Hablan sobre el viaje ymis experiencias”.

En uno de los vídeos el que habla es supadre, Arcadio, también artista, y cuentaque la familia desciende de San Isidro La-brador. “Es la historia que cuenta mi pa-dre, no sé si será así. Por eso me llamoIsidro, es una tradición familiar. Estoy ha-ciendo un documental sobre la vida de mipadre y ésta es la primera parte. Me gustamucho cómo cuenta las historias, es unapersona que ha vivido mucho y tiene cier-ta una humanidad muy intensa”. O

Isidro Blasco. Aquí huidizo. Organizada por laConsejería de Cultura de la Comunidad de Ma-drid. Sala Alcalá 31. Madrid. Hasta el 16 de mayo.

Mi casa en mil pedazos

LLAMADA EN ESPERA Prêt-à-porter

“Necesito un periodode contemplación,fijarme en la ranuraen la pared, una marcaen la esquina”

“Si España haaportado algoa la historia del artees el cubismo comoidea de creación”

HA LLEGADO a mis manos, regalo de unaamiga muy querida, cierto libro que pesea su título, Lecturas no obligatorias, debe-ría figurar en un lugar preeminente detoda biblioteca. Su autora, la premio No-bel polaca Wislawa Szymborska, tal vezmás conocida por su poesía, recoge unaserie de artículos cortos que no son sinolas críticas publicadas en un diario locala volúmenes variopintos y con frecuen-cia irrelevantes, que nadie de su catego-ría se suele dignar comentar: desde untratado sobre jardinería o un manual pa-ra empapelar la propia casa hasta textos“menores” sobre Vermeer o Montaigne.Es posible que la palabra “críti-ca” no sea del todo adecuadapara esas piezas exquisitas: laautora se considera una lecto-ra amateur —qué mejor cate-goría de lector— y por tantono obligada a evaluar las cosasque lee. Las comenta sin más.O sin menos, pues su miradafresca, inesperada, hace quelas lecturas más banales seconviertan en un delicioso pa-seo por la imaginación deSzymborska.

Un buen ejemplo es el co-mentario sobre Vida diaria enVarsovia durante la Ilustra-ción, que comienza con una fra-se muy aguda: “Soñamos, ¡pe-ro tan negligentemente, tan ala ligera!”. Nada más cierto:cuando deseamos vivir en unaépoca pasada no tenemos encuenta que no aterrizaríamosen el castillo de un noble y que,incluso allí, no habría medici-nas, ni higiene, ni luz…

En este momento puedenverse en Madrid y París dos ex-posiciones en las quesoñamos… con ser dueños deuno de los fabulosos trajes queen ellas se exponen. Una es lamuestra de Fortuny y Madra-zo, el diseñador de los años veinte afinca-do en Venecia e hijo del pintor Fortuny yMarsal, quien le representa siendo niño,premonición casi, sobre la lujosa tela ro-sa en un salón japonés —cuadro que datítulo al texto de Pérez Rojas en el catálo-go de la exposición del Museo del Tra-je—. La otra es un recorrido por creacio-nes y memorabilia de uno de los grandestalentos e indiscutibles estrellas de Dior,el inefable Yves Saint Laurent —YSL—,al cual dedica una retrospectiva el PetitPalais parisiense. Se trata de dos pro-puestas antitéticas, como las décadas ylos estilos de vida a los cuales correspon-de la ropa, si bien en ambos casos des-piertan en el visitante la urgencia porposeer los objetos que se exhiben. Y ocu-rre de una manera imperativa, más que

con un cuadro o una fotografía, quizásporque tuvo razón Freud al hablar delfetichismo del tacto y los tejidos que él,como buen médico del XIX, de otro tiem-po, circunscribía a las pulsiones femeni-nas, las que se quedan ancladas en senti-dos inferiores, fuera de la vista.

En esto no tuvo razón Freud, pese a lobrillante de sus intuiciones, porque to-dos los visitantes, ellos y ellas, sueñandel mismo modo con tocar las fabulosastelas de Fortuny y recorrer, con los de-dos al menos, el deslumbrante minivesti-do al estilo Mondrian del apasionanteYSL, quien se retrató joven, guapo y des-

nudo para publicitar su nueva línea deperfume causando furor en aquel mo-mento; creando, igual que con su smo-king para mujeres, una nueva forma decontar la moda, que llega a los rinconesdel corazón —de eso supo mucho YSL—,incluso a aquéllos donde no entra el “ar-te” que sólo entra por los ojos.

Miramos embobados la ropa inalcan-zable: qué le vamos a hacer. Nos confor-maremos con un frasco vintage de RiveGauche o hasta con uno cualquiera dela perfumería de abajo. Aunque pues-tos a soñar, ¿por qué no desear un vesti-do de los expuestos? Ay, ¡los sueños a laligera de los que habla Szymborska! Senos ha olvidado pedir nuestra talla y lasoñada prenda, después de consegui-da, no nos vale. O

Por Estrella de Diego

Isidro Blasco fragmenta imágenes de espacios arquitectónicos y compone unas esculturas caleidoscópicas. Tras quinceaños de residencia en Nueva York, el artista madrileño despliega en una retrospectiva los trabajos de la última década

Detalle de traje Delphos (1920), de M. Fortuny y Madrazo.

Isidro Blasco (Madrid, 1962), ante una de sus obras en la exposición Aquí huidizo, en la sala madrileña Alcalá 31. Foto: Santi Burgos

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 19

Cristina LucasLetargo revolucionarioEspacio IniciarteIglesia de Santa LucíaSanta Lucía, s/n. SevillaHasta el 10 de abril

¿LA LIBERTAD guiaba al pueblo o huía de él?Alguien hizo esta valiosa observación ante elvídeo. Delacroix tenía clara la respuesta. Cris-tina Lucas también. En su vídeo-comentarioal cuadro del pintor francés queda claro quea la fiesta de la revolución sucede el miedo ala libertad. A las gloriosas jornadas de 1830,que el cuadro celebra, siguió el capitalismocalculador. Había que razonar, esto es, pre-ci-sar y de-finir, o lo que es igual, recortar yponer límites. No es sólo una depravaciónburguesa. Bien lo sabemos. El afán de ordenes más profundo —dijeron Deleuze y Guatta-ri— que el interés de clase. De ahí que enLiberté raisonnée, Cristina Lucas acierte: pe-rece la libertad a manos de sus seguidores ysus verdugos son varones: en nuestro narci-sismo, sacrificamos fácilmente el deseo alafán de orden. ¿Es el homenaje a una mártiro el exorcismo de una poseída? Quizá la res-puesta esté enfrente, en ¡Habla! Aquí no gol-pea a Moisés el martillo de Buonarroti, sinoque, con un gran mazo, una mujer destruyela reproducción de la escultura. Con la cabe-za de Moisés cae al mismo tiempo la delpatriarca y la del legislador. El segundo ví-deo sirve, pues, de contrapunto al primero.

El tercer trabajo, producido para esta mues-tra, está más escondido. El vídeo reelabora dosobras distantes en el tiempo. Una de ellas, laperformance de Shigeko Kubota, Vagina pain-ting. La filmación recoge a una joven que, conórgano tan decisivo, traza firmes rasgos enblanco sobre negro. Así aparecen dos lumino-sas palabras: Big Bang. Una inteligente puestaal día del lienzo de otro francés, Courbet, dán-dole carácter cósmico. Las tres obras tejenuna muestra unitaria. El humor vehicula un

discurso riguroso que, con imágenes cuida-das, señalan hacia ese personaje que impul-sa y no habla: el deseo. El antiguo templo,sin duda un lugar, ha sido bien estudiadopara alojar a huésped tan enigmático comocercano. J. B. Díaz-Urmeneta

Luis FernándezLa belleza de lo efímeroFundación Cristino de VeraSan Agustín 18. La Laguna, TenerifeHasta el 22 de mayo

HAY UNA CORRIENTE de la pintura del si-glo XX que se desarrolla a un costado delexperimento vanguardista, el relato princi-pal del arte contemporáneo, una posiciónestética que se asienta en la certidumbre de

que la conexión con los clásicos no se haroto. Luis Fernández y Cristino de Vera sondos de los nombres españoles más destaca-dos de esta tendencia que hace unas déca-das comenzó a adquirir más visibilidad. Porello no es extraño que una de las primerasexposiciones de la recién inaugurada funda-ción del segundo en Tenerife sea una delprimero. La muestra pone el acento en loscuadros que Luis Fernández realiza a partirde los años cuarenta del siglo XX, cuando yase encuentra en pleno dominio de su lengua-je. La naturaleza muerta y el motivo barrocode la vanitas, tan caro también a Cristino deVera, se convierten en los asuntos sobre losque gira continuamente su obra como obse-siva confrontación con el misterio de las apa-riencias y como obstinada empresa de darcuenta de la exterioridad con los reducidosrecursos de la pintura. Mariano de Santa Ana

LatitudesMaestros latinoamericanosen la colección FEMSASala de Exposiciones BBVAPaseo de la Castellana, 81. MadridHasta el 16 de mayo

PODRÍA PARECER que una exposición que reú-ne a los grandes personajes latinoameri-canos del arte moderno y contemporáneo

tiene poco que ofrecer a quienes conocenrazonablemente bien la obra de artistas co-mo Diego Rivera, Frida Kahlo, Wifredo Lam,Roberto Matta, Joaquín Torres García, Gua-yasamín o Botero. Pero la exposición queahora se presenta en las salas del BBVA tie-ne la virtud de permitir redescubrir lo mejorde todos éstos —y otros más— a través deobras elegidas de manera que salta comoevidencia el porqué del lugar que ocupan enla historia. En cada caso se trata de impor-tantes pinturas, no de una colección denombres. De la etapa europea de Diego Rive-ra hay un impresionante retrato cubista, Elgrande de España (El ángel azul) (1914), y deFrida Kahlo, una compleja pintura que reco-ge su impresión al llegar a Nueva York. Deotro de los maestros “sobreexpuestos”, el

ecuatoriano Oswaldo Guayasamín tieneuna de las más sobrias y potentes entre suspinturas, un paisaje, Quito negro (1976), yde Fernando Botero una Santa Rosa de Li-ma (1977) con la sutil ironía que le merecióel aprecio internacional. Latitudes reúnetambién obras de las surrealistas RemediosVaro, Leonor Fini y Leonora Carrington, em-parentadas por la delicadeza de sus univer-sos oníricos. La abstracción de la segundamitad del XX también queda subrayada através de Jesús Rafael Soto, Lanelli o Pater-nosto. Una muestra, no un muestrario. F. J.

Claes Oldenburg yCoosje van BruggenIvorypress Art+BooksComandante Zorita, 48. MadridHasta el 17 de abril

Por Francisco Calvo Serraller

UNA MUESTRA de medio centenar deobras, entre esculturas, dibujos y acuare-las, de Claes Oldenburg (Estocolmo, 1929)y de la que fue su mujer y estrecha colabo-radora Coosje van Bruggen (Groninga,1942-Nueva York, 2009), porta el interésen su propio enunciado. Lo único sorpren-dente es tan sólo que no se exhiba en ungran museo, pero acredita, en todo caso,el criterio y la pujanza del centro Ivo-rypress, que está consiguiendo ser un lu-gar de referencia internacional, algo ade-más corroborado por haber emprendidola iniciativa conjuntamente con la galeríaPace Wildenstein y haber logrado que seexhiba en la Biblioteca Nacional la mara-villosa escultura Clarinete inclinado, queforma parte de la serie inicial titulada Elcuarto de música (2000), creada como ho-menaje a los instrumentos musicales es-meradamente pintados por Vermeer.

En cualquier caso, el motivo central deesta exposición es el que se expresa en laconvocatoria: El escritorio europeo, un con-junto de esculturas y obras sobre papel através del cual este par de artistas esta-dounidenses, de origen europeo —sueco,Oldenburg; Van Bruggen, holandesa—, re-flexionan sobre la conflictiva identidad po-lítica actual de nuestro continente, analiza-da desde el otro lado del Atlántico. Eviden-temente, este conjunto, realizado en 1990,tiene un calado bastante más hondo queel antes descrito, porque, sin desmentirlo,aborda la naturaleza del tiempo históricoy, sobre todo, como muy bien se apunta

en el texto de su presentación, la transfor-mación de “los recuerdos en reliquias”.

¿Y qué mejor al respecto que la amalga-ma escultórica de una escribanía, una plu-ma, un tintero y un secante antiguos, uncalendario de mesa roto y una balanzapara cartas, todo con un aire muy de laIlustración? Con variantes, cada una deestas esculturas se nos presentan, en efec-to, como un relicario conminatorio, quenos enfrenta al paisaje desolado de unaperdida memoria, cuyo cuerpo está he-cho trizas, pero cuyo espíritu preserva elsentido elegiaco ante el borrado horror delo sacrificado. Esta instalación o, lla-mémosla así, “teatro de la memoria”, esuna manifestación de la espléndida madu-rez de Oldenburg-Van Bruggen, cuando lamonumentalización de objetos cotidia-nos trascendió el mero efecto pop y tocaotras dimensiones, conceptual y material-mente, más sofisticadas y complejas.

Los materiales empleados son los in-

dustrialmente “crudos”, como el poliés-ter, el acero, la madera, pigmentados conlátex, pero la factura es más sutil y la cartasimbólica, sin renunciar al humor y la iro-nía, no termina en el simplemente sorpre-sivo chiste, fundamental en una reflexiónde esta profundidad, por mucho que sepresente con un desenfadado tono de cor-dialidad lúdica. Por lo demás, refuerza mu-cho la calidad y el sentido de este sober-bio conjunto escultórico los dibujos quelo acompañan como una especie de cua-derno de notas de su elaboración, perotambién como un desarrollo autónomo.Creo, en definitiva, que estamos ante unaexposición verdaderamente significativa eimportante del mejor Oldenburg-Van Bru-ggen, a la que se suma la escultura antesmencionada de la Biblioteca Nacional yun par de ediciones de El cuchillo barco(1986), que se exhibió en Madrid casi haceun cuarto de siglo y la versión tridimensio-nal más reciente, fechada en 2008. O

Relicario de la memoria

Cuando no duermo, yo sueño (1955), de Wifredo Lam.

Imagen del vídeo Liberté raisonnée, de Cristina Lucas.

Naturaleza muerta, de Luis Fernández.

Varias de las esculturas de El escritorio europeo, de Oldenburg y Van Bruggen. Foto: A. Maranzano

ARTE / Exposiciones

20 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

DESCUBRIR AHORA A este vibrafonista y te-clista etíope es otra prueba de nuestro tanintermitente interés por lo africano. Naci-do en 1943, Mulatu Astatke “renació” ha-ce pocos años por participar en la B.S.O.de Flores Rotas (Jim Jarmusch) y su poste-rior conexión con los británicos The He-liocentrics. Esta recopilación, subtitulada

como The Story of Ethio Jazz 1965-1975,narra su camino hasta hermanar Occiden-te con las melodías pentatónicas y la tradi-ción de su país. Desde su vida de estudian-te en la vibrante escena londinense de lossesenta. Su aprendizaje en Nueva Yorkjunto a músicos latinos. Y todo lo quepuso en práctica al regresar a una bullicio-sa Addis Abeba prerrevolución de 1974.Difícil contarlo en estos veinte temas, pe-ro en el hipnotismo de Yèkèrmo Sew,Nètsanèt o Yègellé Tezeta se encuentra lamejor síntesis de su logro. Jaume R. Salas

FUNDADOR DE Solera, CRAG y Cadillac,José María Guzmán, músico de largo re-corrido siempre posicionado entre elpop clásico y el rock acústico, es un crea-dor que en sus obras personales va a suaire, dejando que sus diferentes persona-lidades se superpongan, pero uniéndo-las por ese enorme buen gusto que siem-pre ha sido su seña de identidad. Así que29 de febrero (su bisiesto natalicio) nosorprende, pero sí emociona por esereencontrarnos con su habitual desplie-gue de armonías vocales, melodías per-fectas, guitarras prístinas y esas historiassuyas que van de lo amoroso a lo costum-brista, pasando por lo irónico y lo socialmientras derrocha calidad por doquier.Vamos, que Guzmán sigue como siem-pre, firmando pop inteligente y atempo-ral para minorías selectas. J. P.

Sumrrá3Ao vivoFree Code

Mulatu AstatkeNew York - Addis -LondonStrut / Popstock

MorenteFlamenco en directoUniversal

Guzmán29 de febreroCadillac / Karonte

CHAMPÁN Y ROCK EUROPEO Vero letrismo

TRAS LA REEDICIÓN de Omega y la renova-da experimentación de Pablo de Málaga,el maestro del Albaicín había expresadosu deseo de redondear una suerte detrilogía con un disco de cante tradicio-nal. Lo ha hecho rescatando grabacionesde diferentes fechas, registradas en dis-tintos lugares y con guitarras acompa-ñantes como las de Juan y Pepe Habi-chuela, Rafael Riqueni y David Cerredue-la. La dispersión en los orígenes de estoscantes rescatados no resta, sin embargo,unidad a la grabación, por más que, se-gún han avanzado los años, la voz deEnrique haya cambiado. El Morente deldirecto —curiosamente, este disco es suprimera entrega oficial en ese formato—se enriquece de la oposición entre la tra-dición o el homenaje a los maestros y lacreación propia, algo de lo que el can-taor no se puede zafar. En sus recitales,Enrique nunca canta de la misma formay siempre deja algún rastro de su propiacosecha. Contamos, pues, en esta selec-ción, con piezas que son irrepetibles porla propia naturaleza de su origen y entrelas que se desgranan la versatilidad ycreatividad del artista en el terreno tradi-cional. Y hay mucho donde elegir. Unose puede quedar con el susurrante diálo-go con Riqueni, en la serrana del maes-tro de la Matrona o en las dos tandas desoleares —de Cádiz a Triana— junto aPepe Habichuela. El patriarca Juan sesuma a él en granaínas y malagueñas, yel corte junto a Cerreduela, por tangos,es la potente muestra de su directo másreciente. Pero hay más, por ejemplo, lanana interpretada en familia en la queEnrique no se resiste a experimentar: lamelodía de Amargura de Font de Morajunto a las palmas por bulerías que evo-can a las aparecidas en Omega o en Elpequeño reloj. Un artista inquieto inclu-so a la hora de entregar un disco que seentiende como antología de directos. Fer-mín Lobatón

LO MEJOR QUE tienen: el descaro. ManuelGutiérrez (piano), Xacobe Martínez (con-trabajo) y LAR Legido (batería), gallegosellos, tocan un jazz que tiene alma, cora-zón y vida. Jazz sin complejos. Cada unade sus interpretaciones es una declara-ción de principios: Believe in Trane. Susreferencias saltan a la vista. Que Sumrá3suene a otros tríos de la posmodernidadjazzística no significa que carezcan devida propia. Habrá que seguirlos muy decerca. Chema García Martínez

Por Juan Puchades

JULIO BUSTAMANTE lleva más de treintaaños convertido a su pesar en plato excel-so para minorías, lo que se conoce comoun “artista de culto”. Sus canciones since-ras y originales pasman a músicos de dife-rentes generaciones y escenas. Como su-cede con los integrantes de Ciudadano,grupo indie valenciano, cuyos componen-tes bien podrían ser sus hijos treintañerosy quienes hace ya unos años que descu-brieron la obra de este vitalista patriarcadel pop de la ciudad de Valencia. Trascoincidir en algunos escenarios, el añopasado, y gracias a las Fallas, se dio lafeliz coincidencia de que tres componen-tes de Ciudadano (Xema Fuertes, CayoBellveser y Jorge Pérez; este último tam-bién integrante del dúo Tórtel) y Julio Bus-tamante comenzaran a rasgar juntos susguitarras: huyendo del ruido de los petar-dos, se encontraron en la localidad resi-dencial de El Vedat y de la forma másnatural comenzaron a tocar, a mostrarsecanciones inéditas, a tocarlas entre to-dos… Vieron que aquello funcionaba yconectaron la grabadora. En dos días tu-vieron cuatro temas listos. Decidieronprobar qué pasaba si seguían armandotemas y en el local de ensayo de Ciudada-no, en Lliria, y en casa de Xema Fuertes,en el valenciano barrio de Patraix, Maderi-ta fue tomando forma como grupo altiempo que iban grabando, de forma case-ra, su primer disco, Vivir para creer. Unaobra preciosa, dominada por las guitarrasacústicas, los juegos vocales y por un deli-

cioso espíritu folk algo hippy. “Es un dis-co premeditadamente campestre, concanciones muy desnudas”, explica XemaFuertes. “No nos hemos mirado en nin-gún espejo, nos queríamos centrar en lamúsica tradicional en general, por esohan salido habaneras, rancheras, country,folk norteamericano… todo a nuestra ma-nera”, añade Bustamante. “Suena a gru-po un poco raro porque cantamos to-dos”, razona Pérez; “en cuanto a textos, lomismo, suena compacto. No parecen dife-rentes personas componiendo, nos po-dríamos intercambiar las canciones. Sue-na a grupo”. Y tiene razón, Maderita tieneuna sonoridad propia, en la que se une latradición del folk anglosajón con la medi-terránea bajo un prisma netamente pop.Prueba de ellos son las dos únicas versio-nes que han grabado: No te equivoques,lectura del It ain’t me, babe de Bob Dylan,y Cims i abismes, del valenciano Pep La-guarda, miembro como Bustamante deaquel rock mediterrani de finales de losaños setenta.

¿Pero músicos de diferentes generacio-nes se entienden bien? “Haciendo músicano hay edad”, responde rápido Bustaman-te, mientras Fuertes explica: “Tiene másmarcha que nosotros, cuando vamos atocar, Julio es el trasnochador”. De lo queno cabe duda es de que en la mirada deJulio Bustamante se refleja la ilusión deverse implicado en un proyecto que sabetiene mucha magia. Tanto que finalizanla charla contando que el segundo discoya está orientado. O

Vivir para creer. Maderita. El Volcán.

Por Sabino Méndez

Julio Bustamante, a la izquierda, con los miembros de Ciudadano.

LUCIO BATTISTI fue uno de los cantantes y compositoresitalianos más populares de los setenta. Su fuerte era una voztemperamental muy expresiva que, con el solo concurso deuna guitarra acústica, extraía toneladas de seca pasión auna pieza. Las composiciones desgarradas, por tanto, leiban al pelo. Ahora bien, lo propio de Battisti no era elhistrionismo de tragedia cósmica sino el drama cotidiano,contenido, la pasión fuerte y sobria que bruscamente esta-lla. Se hizo famoso con Il mio canto libero, una especie dehimno romántico que, cuando salió, conectaba con las difu-sas ansias de libertad de aquel momento, cada vez máscomplejo e industrioso.

Ahora tenemos la suerte de que Mogol, su letrista yco-compositor de toda la vida, nombre de prestigio en Italia(cuya colaboración en el último disco de Celentano se haaireado a diestro y siniestro como publicidad para vender-lo) ha editado un pequeño disco-libro, que Sony ha tenidola gentileza de distribuir, con dos compacts y un pequeñocuaderno dedicado a su trabajo con Battisti. En él, el autorescribe un texto de comentario sobre cada canción, reco-

giendo y enmarcando su trabajo a través de los años junto alcantante. Los CD nos ofrecen además muchas de las maque-tas y grabaciones que hizo junto a él, generando las cancio-nes codo con codo, con momentos de excelente naturali-dad y verdad a pie de estudio. Pero la joya infrecuentesiguen siendo las páginas del texto que acompaña. Mogol,con una mezcla de modestia y orgullo artesanal, comentacon una minuciosidad obsesiva de qué manera se compusocada una de las canciones, cuál era su intención al hacerlasy el anecdotario de la suerte que corrieron junto a Battisti.El efecto es algo parecido a tener entre manos aquellasdeliciosas introducciones explicativas que hacía a sus can-ciones Vinicius de Moraes en aquel inolvidable disco titula-do La Fusa (¿qué me dices, entrañable chaval? ¿Qué aún nohas escuchado ese doble imprescindible? ¿Pero qué estáshaciendo con tu vida, hombre?). Ese espejismo nos permi-te, a través de los breves textos de Mogol, ver desfilar todauna época y aparecer ante nosotros secretos de backsatgey anécdotas impagables como, por ejemplo, cuando dositalianos (Battisti y Mogol) van al encuentro de Pete Town-

shend de The Who para intentar venderle una canción.El recientemente fallecido Eric Rohmer escribió que Bee-

thoven era una línea recta y que Mozart, una línea curvaporque la vida y experiencia humanas (la naturaleza, al fin yal cabo) se compone inevitablemente de ambas cosas.Usando esa alegoría tan pictórica se entiende el matrimo-nio artístico de Battisti-Mogol. La voz de Lucio era una línearecta hacia la emoción, y las elucubraciones de Mogol eranlas sinuosidades, propias de la vida humana que le dabansustento. Quizá esa alegoría pueda hacer comprender me-jor cómo en el pop y rock comercial italiano tenemos unode los principales patrimonios musicales europeos de lasegunda mitad del siglo veinte en cuanto a melodías inolvi-dables. Fue toda una generación, dentro de un mercadomuy pequeño, de compositores de música popular de ex-cepcional sensibilidad, sentido del contraste melódico ycapacidad de evocación, que supieron dar un uso adaptadoa lo popular de los mecanismos de la música clásica. O

I Capolavori di Battisti & Mogol. Mogol Edition. Sony.

Las felices casualidadesJulio Bustamante y tres miembros de Ciudadanoforman Maderita, una propuesta a contracorriente

MÚSICA / Discos

EL PAÍS BABELIA 20.03.10 21

Por Pilar Lozano

UNA MELENA roja alborotada, una sonrisagrande, unas piernas sugestivas; es lo quemuestra el cartel de la XII edición delFestival Iberoamericano de Teatro de Bo-gotá que subió el telón ayer. Un homena-je claro a Fanny Mikey, la gestora de estaidea, que cada dos años congrega a lomejor de las artes escénicas; Fanny murióen agosto de 2008.

“Es el festival que hubiera querido Fan-

ny, el que tenía en mente”, dice Anamartade Pizarro, su mano derecha durante 15años; esta antropóloga de 58 años se en-frentó el reto de mantener vivo este sue-ño. En honor de Fanny, Antonio Canalesestrenará, con su compañía de flamenco,Soledad, piedras y cielo; en la lista de invi-tados estará Frank Castorf, un director ale-mán que ella siempre soñó traer a Bogotá.

“Ni para iniciados ni para eruditos; esun evento que acoge al gran público”, co-menta Anamarta de Pizarro al resaltar ladiversidad como esencia del evento. La

estrella este año, aventuran a señalar algu-nos, será el actor catalán Sergi López. Seanuncia como una verdadera joya del tea-tro su monólogo Non-Solum. Cataluña yBaleares son los invitados especiales. Gra-cias a un acuerdo con el Instituto RamonLlull, vendrán nueve espectáculos: teatro,danza, circo, música y galas de poesía cata-lana. Àlex Rigola, con su adaptación paralas tablas de 2666, obra póstuma del chile-no Roberto Bolaño; La pantera imperial,música y teatro de Carles Santos, y el ho-menaje a Chavela Vargas de la cantanteConcha Buika están en la lista de los espec-táculos más esperados.

Esta lista de los grandes incluye tam-bién La última cinta de Krapp, de SamuelBeckett, adaptada, dirigida diseñada y ac-tuada por el norteamericano Robert Wil-son, y La guerra, del actor, dramaturgo ydirector italiano Pippo Delbono.

Y una novedad: por primera vez, laobra que abrió esta gran fiesta estuvo diri-gida por un colombiano: Alejandro Gonzá-lez Puche. Dirigió La vida es sueño, unmontaje del teatro Kaman de la Repúblicade Tartaristán.

Esta edición del festival abrió las puer-tas para coproducciones y para que pro-ductores y directores extranjeros vengan abuscar talento colombiano. “El festival lle-gó a un estado de madurez propicio parainternacionalizar el teatro colombiano”,concluye Anamarta de Pizarro. Con estedesfile de 288 compañías —74 extranje-ras—, Bogotá adquiere un aire distinto;dejan de ser tan grises estos días de Sema-na Santa. O

XII Festival Iberoamericano de Teatro de Bogo-tá. Homenaje a Fanny Mikey. Hasta el 4 de abril.www.festivaldeteatro.com.co/

TENGO SENTIMIENTOS contradicto-rios acerca de Madre Coraje. Deltexto de Brecht (en muy buenatraducción de Buero, por cierto)

y de la puesta de Gerardo Vera en el Valle-Inclán. O sea, que tengo una actitud muybrechtiana: digamos que comprendo adistancia. Creo, de entrada, que el espec-táculo de Vera está entre susmejores trabajos. Y que esun gran avance tras el desba-rajuste de Platonov. La direc-ción es muy limpia y sus lí-neas muy claras: se entiendetodo. La atmósfera de guerra,de caos, de tiniebla, es impre-sionante. Hay ideas formida-bles, perfiles e imágenes quete atraviesan. El añadido ini-cial, por ejemplo, ese cabaretinterrumpido por los bom-bardeos, donde reina YvettePottier, un personaje a menu-do opaco, secundario, peroque Carme Conesa, fantásti-ca de voz, de intención, dedibujo, ha convertido, guiadapor Vera, en un ave rapazcon zapatos rojos de tacón al-to, una superviviente nata, ca-si la hermana puta de La Co-raje. Y, más tarde, la mismísi-ma muerte ambulante: cuan-do se arranca el sombrerito yvemos emerger, casi literal-mente, su desmochada cala-vera. Me vuelve, y cómo, esecráneo mondo y terrible, y lalluvia que cae sobre Ingolds-tad durante la escena, medi-da con metrónomo, del entie-rro del general Tilly, y la dan-za de las pantallas, enmarca-das como cuadros, que danrapidez a los cambios y creannuevos espacios. Álvaro Luna, el responsa-ble de las filmaciones, es un artistazo yaquí se ha superado: las imágenes en blan-co y negro de La Coraje y sus hijos, empu-jando el carro por los campos de batalla,insertas en viejos documentales, tienenuna calidad excepcional. Pero, y ahí empie-zan los sentimientos contrapuestos, mar-can un excesivo contraste con lo que suce-de “abajo”. Ejemplo capital: el famoso gritomudo de La Coraje, que por un instante“pasa” a la pantalla y se hace infinitamentemás doloroso así atrapado. En otras pala-bras: las imágenes te dan ganas de que sigala película, no la obra. Y es que a esta obranunca he acabado de verle la punta. Tengoclaro que la guerra es una cosa muy mala:no necesito que me lo repitan treinta ve-ces. A la hora de mostrar su perversa mecá-nica, me quedo de largo con Un hombre esun hombre. Mensajería aparte, es obvioque la función tiene un gran personaje cen-

tral sobre el que Brecht no parece acabarde saber a qué carta quedarse. “Los especta-dores del año 49 y de los años siguientes”,dice BB, “no vieron los crímenes de La Co-raje, ni su ansia de sacar provecho del nego-cio de la guerra”. ¿Qué crímenes, qué prove-cho, frente a Krupp y compañía? ¿Venderpan, cinturones, botas, algún saquito de

balas? Tampoco estoy de acuerdo con Veracuando califica a La Coraje de hija de puta.Anna Fielding es una mula de carga quehace lo que puede para salir adelante. Vale,pierde a sus hijos por descuido y por rega-teo, pero se niega a abandonar a su hijacuando podría hacerlo. Cierto que su apela-

tivo confunde un poco: la Grushka de Elcírculo de tiza sí era una verdadera MadreCoraje. En la Fielding veo a una de nuestrasabuelas, las que sufrieron la guerra, daigual en qué bando. Y ahí entramos en loque podría ser la esencia de la interpreta-ción de Mercè Aránega que, de nuevo, sus-cita dobles sentimientos: me gusta lo que

evita pero no me acaba de convencer loque consigue. Evita el lucimiento a todacosta, ponerse por encima del personaje, ymuestra un tono neutro muy convincente.Su trabajo podría calificarse de lineal: nohay “arco dramático”, no hay grandes cam-bios entre principio y final, pero me pre-gunto hasta qué punto cambia el persona-je. La guerra la acorazó frente al horrordesde muy pronto: lástima que Vera hayaprescindido de casi todas las canciones, pe-ro sobre todo de la Balada de la Gran Capi-tulación, que es su breviario, su poéticavital. No creo que La Coraje pueda permitir-se cambiar: si se para se cae, se viene abajo.Por supuesto que se da cuenta de todo loque pasa y le pasa, pero, como nuestrasabuelas, tiene que sobrevivir. Brecht nosentimentaliza su dolor: su opción sólopuede ser “gritar para dentro”, seguir ade-lante hasta que ese grito enmudecido leperfore la tripa. Entiendo todo eso. Y en-

tiendo, como espectador, que puede sermás dura la mineralidad que el desgarro.Ahora bien, me gustaría que esa minerali-dad me sacudiera un poco más. Me pasatres cuartos de lo mismo con los persona-jes masculinos: están muy bien Carrión (ElPredicador), y Cunill (El Cocinero), y AbelVitón (El Sargento), y Vidarte (El General),

y Críspulo Cabezas y MarioAngulo, los hijos, pero ningu-no me atrapa plenamente.Me interesan sus historias,les escucho porque se hacenescuchar, y no encuentro esachispa veloz y duradera quetantas otras veces imprimióBrecht a sus criaturas. Deacuerdo, no son Galy Gay, niMatti, ni Schweyk, pero qui-zás Vera tampoco haya sabi-do insuflarles la vida precisa.

Las mujeres, personajes yactrices, son las auténticasdueñas de esta función. Meatrapa (a ratos, aunque me-nudos ratos) la fuerza deMercè Aránega: cuandoecha las cartas con la cruznegra, cuando ha de recono-cer sin descubrirse el cadá-ver de Caradequeso, cuandose empeña en confundir, ensu definitiva mineralización,a una hija muerta con unahija dormida. Me atrapa laYvette de Carme Conesa, y,desde luego, la muda Katrininterpretada por Malena Al-terio. ¿A quién no le gustaKatrin, a quién no le perforael corazón su bondad, supoesía, su valor? Es Gelsomi-na cuando se prueba los za-patos rojos, y Juana de Arcoen la escena del tambor, qui-

zás el clímax más emotivo de todo el tea-tro de Brecht. Para una actriz es un roltodavía más difícil que el de La Coraje,porque ni siquiera tiene palabras para ex-presar lo que siente. Precioso personaje,conmovedor trabajo. Ah, y soberbio final:cae de los telares una cortina rojo sangre,la cortina de la mucha muerte; se abre alfondo el portón de la entrada de decora-dos, y Aránega sale empujando su carro ala plaza de Lavapiés y se pierde en la no-che, en la guerra permanente. O

Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht. Direc-ción de Gerardo Vera. Centro Dramático Nacio-nal. Teatro Valle-Inclán. Madrid. Hasta el 11 deabril. cdn.mcu.es

La fiesta del teatroen Bogotá

Escena de Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht, dirigida por Gerardo Vera en el Teatro Valle-Inclán de Madrid.

E Escenas de Madre Coraje, deBrecht, con montaje de Gerardo Vera.

Las imágenes de La Corajey sus hijos empujando elcarro por los campos debatalla, insertas en viejosdocumentales, tienenuna calidad excepcional

+ .com

‘Madre Coraje’: la guerra de las mujeresTal vez no sea la mejor obra de Bertolt Brecht, pero es una de las mejores puestas de Gerardo Vera. Tresgrandes personajes femeninos —La Coraje, Katrin, Ivette— y una impresionante atmósfera de caos y tiniebla

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

22 EL PAÍS BABELIA 20.03.10

LA PRUDENCIA de salvaguardar la ima-gen que deseas poseer de un artistaque te ha regalado cosas impaga-bles, el temor al desencanto, a cons-

tatar que una obra que te fascina puedehaber sido creada por alguien que sólo teprovoca sensaciones desagradables en ladistancia corta, me aconseja siempre rehuirel conocimiento en la vida real de artistasque pertenecen a mi particular mitología.

No siempre lo consigues. Las circunstan-cias o la excesiva curiosidad muy de vez encuando te colocan enfrente de tus leyen-das. También puede ocurrir que su presen-cia, su personalidad y sus palabras no tedecepcionen en ese encuentro, que en esarelación forzosamente epidérmica el ser hu-mano te parezca estar a la altura de suobra.

Hace doce años una editorial me propu-so presentar, junto a mi amiga Rosa MaríaMateo, las turbadoras memorias de JamesEllroy, Mis rincones oscuros, y extrañamen-te acepté. Con cierta dosis de morbo poraveriguar si el creador de un universo tancompulsivo como salvaje en el que la co-rrupción es la regla común, habitado poruna violencia que abomina de las coartadasmorales, en el que todos los personajes danmiedo aunque en ese fango colectivo algu-nos de ellos estén en posesión de un códigoque no se rige por los valores comunes sinopor una ética individualista e inquebranta-ble, guardaba cierto parecido con las volcá-nicas criaturas de sus perversas ficciones.Anda cerca. Su presencia física era intimi-dante, la gestualidad arrogantemente secay cáustica su lengua, no regalaba sonrisasni intentaba caer bien a nadie, soltaba bar-baridades con naturalidad, sin huellas depose o deseo de escandalizar. Manifestabasin complejos no haber leído nunca a Ham-mett y su desdén por Chandler. Sin embar-go, Thomas Harris, glorioso inventor deHannibal Lecter y poco más (aunque El dra-gón rojo sea una novela que devoras sinesfuerzo), le parecía el maestro actual de lanegrura. Podías disentir de casi todo su dis-curso, pero lo verdaderamente antipáticoera su actitud de feroz converso con la nico-tina, el alcohol y otras adictivas sustancias.No se limitaba a expresar verbalmente suodio. También exigía que no se fumara enlos restaurantes donde compartíamos ce-na. Y echando furtivo humo en el lavabo oen la puta calle recordabas que Ellroy habíapasado la mitad de su atormentada existen-cia consumiendo con voraz desesperacióntodas las cosas que ahora anatemizaba conel odioso fervor del que finalmente ha vistola luz.

Afortunadamente para la literatura, esaaversión hacia todo lo que distorsiona elcerebro y transforma la conducta no le haimpedido al sobrio Ellroy crear una prosa

demoledora y relacionada permanente-mente con el vértigo, extraer pavoroso rea-lismo de argumentos, sentimientos y vio-lencia que rozan el delirio, retratar congenialidad la cara oscura de su país, encon-trar un lirismo perturbador en conductas y

profesiones abominables, ser el inimitablebaluarte de la incorrección política y vital,construir con capacidad de hipnosis tra-mas diabólicas y personajes que están másallá del bien y del mal.

Las seis primeras novelas de Ellroy apun-

taban poderosas maneras. Percibías que nomamaba de nadie, que su estilo y su univer-so eran tan genuinos como eléctricos. Perola perfección, la sensación de que no necesi-tas mirar la firma para saber quién es elautor, también de que estás ante un clásico,llega con el maravilloso cuarteto de Los Án-geles, con la envolvente descripción de ladécada de los cincuenta en esa ciénaga or-gullosamente amoral en la que policías, polí-ticos y gánsteres se disputan el pastel conidéntica y tenebrosa metodología. La DaliaNegra, El gran desierto, LA Confidential yJazz blanco son de esas novelas que vasreleer siempre con perdurable fascinación.

Pero a Ellroy esa escritura debería deparecerle demasiado exuberante, psicológi-ca, explicativa. Consecuentemente, en laposterior trilogía que integran América, Seisde los grandes y la recién publicada Sangrevagabunda, depura su estilo hasta hacerloconceptual. Le sirve para introducirte conaliento brutal en la historia de un país através de los crímenes más trascendentes(los hermanos Kennedy, Luther King) y de

las maquiavélicas conjuras de los múltiplesasesinos. Su imaginación puede resucitar alos muertos sin peligro de que las querellasle cierren la boca. Y nadie sale bien paradoen esta implacable radiografía. Todo des-prende olor a metástasis, a fiebre colectiva,a ilimitado escepticismo sobre la honradezy la transparencia de los que protagonizanla Historia.

Puedo entender que aquellos lectoresque se inicien en Ellroy con las casi 800páginas de Sangre vagabunda se sientandesconcertados por esa prosa dura y satura-dos de violencia. Para sus ancestrales admi-radores, esta novela obsesiva y salvaje es uncoherente festín, la facultad de expresar lomáximo con lo mínimo. Pero despierta unatemible duda. ¿De qué va a escribir estemago rabioso a partir de ahora? ¿De quéforma? Suena a punto final. O

Sangre vagabunda. James Ellroy. Traducción deMontserrat Gurguí y Hernán Sabaté. Ediciones B.Barcelona, 2010. 944 páginas. 25 euros. www.face-book.com/pages/James-Ellroy/.

El febril cronista de la infamiaLa imaginación de James Ellroy puede resucitar a los muertos sin peligro de que las querellas le cierren la boca.Sangre vagabunda, novela obsesiva y salvaje, es un coherente festín donde el escritor expresa lo máximo con lo mínimo

Farol de Wilshire Boulevard (1950), de la exposición Los Ángeles de Julius Shulman, en Sala Canal de Isabel II (Madrid).

Nadie sale bien paradoen esta implacableradiografía.Todo desprende olora metástasis colectiva

DIOSES Y MONSTRUOS Por Carlos Boyero

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