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    Patagonia, una regin sin realidad?

    Resignificacin de un ecosistema desde la economa y la poltica. Proceso histrico,consecuencias y riesgos.

    Guillermo Gutirrez *

    Everything in this southern continents has been effected on a grand scale...Darwin

    IntroduccinDesde que Occidente conoci la Patagonia, la regin ha sido un territorio inquietante. Lasleyendas de la Tierra del Fuego, los barcos tragados por las tormentas del estrecho de LeMaire, la ciudad de los Cesares siempre rediviva, o las mesetas infinitas, esa tierraenorme atrajo las miradas de los europeos o de sus descendientes americanos con suaura de promesas, las mismas que rodean a toda esperanza pionera.

    Como en otras regiones fuertes del planeta, estas caractersticas no solo atrajeron tantoa los aventureros romnticos como a los intereses que dan vuelta al mundo procurandoinversiones y negocios.Buscadores de oro y cazadores de lobos marinos forman parte del lote romntico; enparalelo o superpuestos a ellos, avanzaron quienes haban descubierto la otra cualidad dela Patagonia: sus espacios infinitos. La valoracin de estos espacios no fue importantepara la Corona espaola, de la cual dependa la regin hasta 1810, al menos en lospapeles. Luego, durante los aos posteriores a la Independencia, caracterizados por lasguerras sociales, nadie, desde la emergente Argentina, tuvo en cuenta ese valor ni ningnotro; la regin estaba demasiado lejos de los focos de conflicto. Esos fueron los aos enque la Patagonia naveg sin controles, autnoma de cualquier poder estatal, y en los

    intereses permanentes de Chile por incorporarla a su soberana.Recorrida y estudiada sistemticamente por viajeros ingleses, la mirada de stos sediriga atenta, precisamente, a la vastedad de esos espacios y las oportunidades quepodan ofrecer a los inversores britnicos. Era el momento en que la avasalladorarevolucin industrial, desde las aceras y las textiles de Inglaterra, Blgica y Francia,requera una creciente masa de materia prima para su funcionamiento.En 1880 se consolid un nuevo bloque de poder en la Argentina. Su ncleo estaba enBuenos Aires pero era parte de una nueva articulacin a escala mundial, estrechamenteligada a dicha revolucin industrial. Estos factores determinaban una distribucininternacional del trabajo diferente a la que rega en la etapa mercantil; ese nuevo bloquehistrico nacional quera ser parte, desde un rol protagnico, de ese orden mundial quehegemonizaba paulatinamente gentes y continentes.En ese esquema el rol del pas estaba fijado por las conveniencias de intereses locales yforneos: su destino sera el de productor y exportador de alimentos y fibras, eimportadores de manufactura fabricada en los pases industrializados. Pero el desarrollode este modelo requera ms recursos territoriales. La Patagonia y el Chaco, hastaentonces olvidados, se transformaron en un nuevo horizonte. Era el escenario en el quedeberan asentarse las oleadas pobladoras que respondieran, con su trabajo, al nuevoesquema agroexportador.El obstculo principal era que esos lugares ya estaban habitados por pueblos originarios.El poder metropolitano haba mantenido con ellos relaciones de negociacin o conflicto,

    segn las circunstancias. Las nuevas exigencias del mercado tornaban imposible esaforma de relacin, por lo que era imprescindible disciplinarlos o bien desalojarlos.

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    En el espritu de la poca tambin subyaca una falsa conciencia burguesa, donde lailustracin, la idea del progreso infinito, se mezclaba contradictoriamente con eldarwinismo y la filosofa de la supervivencia de los ms aptos. Esta doble conciencia,oscilando entre el imperio del nuevo esquema econmico internacional y las proclamasilustradas, impuso entonces la necesariedad de un discurso justificatorio para explicar loque se avecinaba: la eliminacin lisa y llana de grandes contingentes de esos pobladores

    originarios, o bien su sometimiento como habitantes subsidiarios.La base de esta operacin discursiva fue la resignificacin de los espacios que seplanificaba conquistar. Se trataba de explicitar, con argumentos cientficos, lo que enrealidad eran determinaciones de poltica econmica y tambin de poltica, a secas.

    En el caso de la Patagonia esta resignificacin fue totalizadora, ya que se concretsobre dos dimensiones: poblacin y naturaleza. El ncleo de esta operacin, de netocorte ideolgico, fue la reinterpretacin de una categora, el desierto. Este trmino, queen el pasado colonial se refera bsicamente al pensamiento de lejana, pas a sersinnimo tanto de espacio sin gente, como de lugar estril, sin vida.Ninguna de estas interpretaciones se corresponda con la realidad de la Patagonia en esa

    poca. En verdad, era un territorio habitado desde milenios atrs por poblacionesoriginarias, donde tambin germinaban interesantes experiencias de poblamientollevadas a cabo por europeos y criollos.Por otro lado, su naturaleza presentaba una proverbial heterogeneidad de escenarios desde los bosques al mar, los valles aluvionales, generosamente regados por ros, lasmesetas ridas, los microclimas., que desmentan a ojos vistas su cualificacin dedesierto, salvo en ciertos nichos especficos.El poder militar, poltico y econmico avanz de todos modos, sin reparo ante estasrealidades objetivas. Para ello cont con una intelectualidad funcional a sus intereses, queelabor las razones segn la necesidad de la etapa.

    Este discurso justificador fundament la ocupacin territorial y el desalojo de sus gentes,imponiendo leyes de tierras, concentrando las mismas en las manos de pocospropietarios; aplic proyectos funcionales al modelo agroexportador principalmente lamonoproduccin ovina dedicada a la lana; y alcanz tal preponderancia, que pudoimponer un imaginario que se mantiene hasta la fecha.Por otro lado, el impacto de esas acciones fue tan contundente, que la resignificacingenerada en el plano simblico se transform en una realidad. El desierto pintado comoausencia de personas jams foment el poblamiento, en tanto los usos de la tierraderivados del mismo desertificaron grandes porciones del espacio productivo.El resultado es que hoy en da, efectivamente, podemos hablar la Patagonia como un

    desierto que crece.Si bien en la Argentina podemos citar otros ejemplos, la magnitud de la superficiealcanzada y el corto lapso en que ocurri vuelven paradigmtico este proceso deresignificacin poltica de un ecosistema.Las consecuencias estn a la vista:Despoblamiento: casi 800.000 kilmetros cuadrados caracterizados por ser uno de losescenarios con menos densidad poblacional del planeta;Desertificacin: grandes extensiones al borde de la degradacin irreversible;Integracin dbil: se mantiene el imaginario de otredad y lejana y a la vez es pblica unaincipiente vocacin secesionista por parte de algunos actores polticos de la regin.Nueva resignificacin del territorio: se recicla, renovada, la categora de desierto, ahora

    de la mano de intereses inmobiliarios y negocios de venta de tierras a extranjeros. stoscompran espacios vacos, como resguardo ante un mundo en el que 3.000 millones deexcluidos son una amenaza creciente.

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    En un momento en que el ALCA ataca a Amrica Latina, el reciclaje de estas variablespone en duda no slo la unidad nacional sino tambin proyectos como el MERCOSURque, an con limitaciones, son pasos hacia otro tipo de integracin. Para el nuevo bloquede poder internacional, consolidado a niveles diferentes despus de las guerras deAfganistn e Irak, la Patagonia puede implicar la resolucin de problemas y la formulacin

    de planes, desde la ubicacin compulsiva de masas de pobres hasta el mantenimiento deespacios deshabitados destinados a basureros nucleares, reservas de minerales olugares de resguardo de los ricos y poderosos. Son opciones diferentes y la debilidadactual del status patagnico abre el abanico de oportunidades.Como en el proceso concretado desde 1880, puede estar ocurriendo una nuevaelaboracin discursiva cuyo ncleo es la resignificacin de gentes y territorios; y al igualque en ese pasado cercano, la operacin simblica puede reificarse una vez ms,transformando los fantasmas en realidades.

    1. La construccin simblica como ejercicio de poderEn las ltimas dcadas del siglo XIX se consolid el imaginario de que la Patagonia era

    un territorio lejano, deshabitado y yermo. No es que este imaginario fuera novedoso;desde mucho antes la idea del desierto y lo que estaba ms all de la frontera eranconceptos habituales tanto en el perodo colonial, como en los aos posteriores a 1810.Lo distintivo a partir del perodo con eje en 1880 es que esta categora de desierto nofue una simple calificacin de lo desconocido, sino una verdadera operacinresignificadora de un conjunto poblacional y del ecosistema en que habitaban.

    No se trataba de un desierto interpretado como tal desde la ignorancia, ni por los datosdisponibles: fue una elaboracin discursiva, fundamentada en la necesidad de dar unsentido especfico al territorio patagnico, a partir de los intereses del bloque dominanteconsolidado en Buenos Aires 1880.Este bloque histrico emergi tras vencer a las burguesas y las oligarquas del interiorargentino, interrelacionadas desde el Virreinato con la produccin y el comercio interior, yfuertemente vinculadas a las metrpolis de la costa del Pacfico, a Cartagena de Indias oa los mercados de Brasil. Este nuevo actor social, en fuerte alianza con inversionistasbritnicos, conjugaba los crculos locales del poder econmico, poltico, y los intelectualesde la poca comprometidos con el establishment. Se haba ido afianzando conforme seconsolidaba un nuevo modelo econmico mundial que estableca nuevas reglas ynecesidades de vinculacin entre la Argentina y los mercados mundiales de losemergentes pases industriales.Esta novedosa interrelacin marcaba tambin redefiniciones en el perfil de la produccin

    y las exportaciones argentinas, que a su vez determinaban cambios en las formas decontrol y uso de los recursos naturales y el territorio.Desde la independencia de Espaa, en un periodo marcado por cruentas guerras civiles,ese control era relativo; haba diversos centros de poder en las provincias, y en definitivalas llamadas Provincias Unidas del Ro de la Plata ejercan una hegemona limitada,dentro de una franja geogrfica estrecha y demarcada por fronteras lbiles.En 1880, con la federalizacin de la ciudad de Buenos Aires, concluy este largo ciclo deguerras interiores y un nuevo espritu de la poca, imbuido de las ideas del progreso y elpositivismo, empuj a los actores polticos y sociales a insertarse en un mundo delineadopor la industria inglesa, la cultura francesa y la pujanza de los norteamericanos.Como un anticipo del destino de las clases dominantes argentinas, ese ncleo poltico

    intelectual era bsicamente de mentalidad colonizada. Acept acrticamente las reglas deljuego que convenan a las burguesas centrales, asumiendo como destino manifiesto esanueva divisin internacional del trabajo y el rol de productor primario para el pas.

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    Este rol planteaba una nueva exigencia: expandir las fronteras. La produccin primariaque requeran los mercados externos, en el marco de las provincias histricas, erademasiado limitada. Haba una nica alternativa: avanzar con ese fin hacia los territoriospatagnicos y chaqueos. Pero el cumplimiento de esa empresa no era, por cierto, unproyecto sencillo, porque se trataba de la ocupacin militar, la subordinacin violenta o laexpulsin de las poblaciones originarias, y finalmente la ejecucin de un marco legal que

    permitiera repartir las tierras a los actores sociales funcionales al nuevo modeloeconmico mundial.Para realizarlo, deba elaborarse una justificacin slida, que no slo legitimara lasacciones ante la opinin contempornea sino tambin previendo el futuro. Porque, en laconciencia del poder y la intelectualidad de la poca subyaca muy arraigada la misinhistrica de esa generacin, orgullosa de haber superado la tirana de Rosas y labarbarie de los caudillos, arrimndose a los admirados crculos culturales de Pars yLondres.A partir de esa necesidad se desarroll la elaboracin y la puesta en prctica de unaoperacin discursiva, cuyo eje era el avance civilizador. Sobre qu? Toda guerra deinvasin necesita que el invasor construya, previamente, su enemigo, de modo que

    cualquier accin se legitimara por la esencia inhumana del adversario. iEn el caso de la Patagonia, la invasin se legitim construyendo un adversario que,fundamentalmente, no eran las gentes, sino el espacio que lo habitaban: el desierto. Setrataba de conquistar ese desierto y, en tanto aliados del mismo, hacer algo con losgrupos humanos que all se encontraban.Esta definicin de que la Patagonia era un desierto fue central en la elaboracin deldiscurso justificatorio. Y que el verdadero enemigo era, precisamente, esa condicin dedesierto, que necesitaba ser ocupado, vencido, y modificado. Porque si el principalenemigo hubieran sido los habitantes, entonces no se explicaba la condicin de desiertode la regin.Como indica Carla Lois, el significado habitual del trmino "desierto" referido a un"espacio vaco", en una operacin no explcita, se hace extensible a "vaco decivilizacin". En efecto, el concepto de desierto remite a un espacio vaco y deshabitado.Claro que, aunque resulta llamativo que pueda llamarse desierto a un rea en la que lapresencia de los indgenas era fuerte y constantemente reconocida, puede suponerse quela existencia de formas de organizacin social, econmica y poltica incongruentes con losparmetros de aquellas formas de organizacin del mundo capitalista occidental habilite ageneralizar la acepcin figurativa especificada en un diccionario de la poca. (Segn elDiccionario de la Lengua Castellana de la Real Academia Espaola en su 13 edicin de1899, el trmino desierto proviene del latn desertus (p.p. de desrre) y significa"Despoblado, solo, inhabitado/ Lugar, paraje, sitio despoblado de edificios y gentes/

    Predicar en desierto fr. fig. y fam. Dirigir la palabra a oyentes no dispuestos a admitir ladoctrina o a los consejos que les dan" (Real Academia Espaola, 1899: 340)....... elnfasis estaba puesto en el referente emprico territorial: la ausencia de civilizacin eraasumida como un "vaco" y legitimaba la conceptualizacin como "desierto", dotndolo deun sentido muy laxo que nada deca sobre los habitantes del lugar. De esta forma,ignorando la existencia de poblacin indgena, es que se construye el vaco y,consecuentemente, el desierto. (Lois, 1999) Esta autora tambin seala la contradiccinexpresada en... la expresin "salvajes que pueblan el desierto" presente en documentosdel Ejrcito (Servicio Histrico del Ejrcito- S.H.E., caja 2, Documento 769)

    2. Un desierto poblado

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    El punto es que la justificacin de la campaa del desierto, como ocupacin de lo que seproclamaba desocupado, slo pudo sostenerse desde una interpretacin forzada, quegiraba permanentemente en torno a contradicciones y negacin tanto de la historia, comode la realidad del momento. La regin ya estaba poblada desde miles de atrs: Laregin patagnica estuvo constantemente poblada desde hace unos 12.500 aos. A lallegada de los espaoles existan dos grupos principales con una frontera aproximada en

    el ro Chubut: hacia el Norte, los GNN-A-KNNA (Tehuelche Septentrionales), hastalos ros Limay y Negro; hacia el Sur los AONIKENK (Tehuelche Meridionales) hasta elestrecho de Magallanes. En 1520 Hernando Magallanes, en su viaje hacia el estrecho,recal en Puerto San Julin (50 lat.Sur), en la actual provincia de Santa Cruz, dondeocurri el primer encuentro con los nativos. Antonio Pigaffeta, cartgrafo y cronista de laexpedicin los describe as: "...Tan grande era ese hombre, que nuestra cabeza apenas lellegaba a la cintura..." (Aizen/ Tam Muro 1992)

    Esa poblacin originaria, habitante desde el ro Negro hacia el sur, perviva y seentrelazaba con los occidentales:En el siglo XIX la dependencia de los productos queofreca el blanco era cada vez ms importante, y los viajes a Carmen de Patagones y

    Punta Arenas se convirtieron en el eje del funcionamiento econmico. Los asentamientosagrupaban una cantidad mayor de individuos y la territorialidad de las bandas ya no fuetan definida. La caza del guanaco y el and sigui siendo importante como sustento ycon fines comerciales. (Llancafilo1993)

    Claro que los representantes de los intereses metropolitanos tuvieron una visin distinta;para ellos, aquellas gentes diferentes no eran verdaderamente poblaciones a considerarpor una razn fundamental: eran disfuncionales al desarrollo del modelo capitalista, en elmismo sentido que Sarmiento haba afirmado que la sangre de gaucho slo serva paraabonar el suelo.

    En la operacin resignificadora de la regin, desconocer esa poblacin sobre la cual seiba a actuar con la violencia militar implicaba negarla en su condicin de humanidad;estaban all desde hace miles de aos, pero ese hecho era negado porque tambin se lesnegaba la categora de personas.Tampoco hubo reconocimiento para la creciente poblacin de otro origen, fuera stecriollo o europeo, que paulatinamente iba ocupando espacios en esas tierras. Es notableque muchos historiadores o cronistas actuales siguen ignorando lo que ocurri en esedesierto, hasta la llegada de las tropas, de los salesianos, o de la fundacin formal deciudades. Todo lo anterior es confinado en el reducido espacio de etngrafos yarquelogos, o como narrativa pintoresca. El mismo relato de George Musters ((1911) es

    analizado a partir de la experiencia aventurera del viajero conviviendo con tehuelches, obien por las sospechas de su condicin de agente ingls; nunca es visto desde laperspectiva en que los tehuelches se relacionaron con un ingls, o cmo en el relato deste aparecen las relaciones de los indgenas con los chilenos de Punta Arenas, loshabitantes de las Malvinas o el establecimiento del comandante Piedrabuena en IslaPavn. Son objetos etnogrficos y nunca sujetos de un sistema de relaciones con elambiente y los otros actores de ese escenario, en una realidad rica en complejidadesculturales, ecolgicas y polticas.Por el contrario, el relato de Thomas Falkner, S.J., publicado en 1774 ii, fue elogiado comoaporte cientfico ineludible en la medida en que este trabajo es funcional a la idea mticasobre la regin. Rey Balmaceda afirma que las consecuencias de... esta obra son muy

    significativas en la historia del conocimiento geogrfico de la Patagonia... (ReyBalmaceda, 1960). Historiadores adscriptos al nacionalismo catlico, como AquilesYgoborne, que califica a Falkner como una fuente imperecedera... por los estudios

    mailto:[email protected]:[email protected]
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    geogrficos, etnogrficos y lingsticos que contiene... (Ygoborne, 1977). Todas estasvaloraciones obvian el hecho de que Falkner comete errores enormes en suDescription.. debidos principalmente a que su obra se basa en relatos de otros,describiendo regiones en las que jams estuvo. Y si bien es cierto que su obra inspir aotros viajeros cientficos Villarino, Viedma fue ms por el halo de romanticismo propiodel espritu de la poca que por los datos geogrficos que brind.

    3. Barbarie y civilizacin: la invencin de un enemigoLa resignificacin de esos territorios como desiertos motoriza en las clases dominantesel concepto de oposicin irreducible entre salvajes y civilizados. Se consolida la ideade un conflicto que debe ser resuelto para, de una vez por todas, encauzar esosdesiertos hacia el progreso, segn se lo define en los crculos de la burguesa y laintelectualidad metropolitana.La profundizacin de los estudios histricos demuestra que en realidad desde la coloniase daba una relacin compleja entre cristianos y las diversas agrupaciones de poblacinoriginaria, y de stas entre s. Los conflictos existan, pero no con carcter antagnico.En ese sentido es muy importante el trabajo de Roulet y algunos historiadores

    mendocinos que cita la autora, investigando las relaciones entre los pehuenches deNeuquen y Mendoza y sus relaciones con los espaoles mendocinos en el siglo XVIII. Susinvestigaciones sobre los pehuenches fronterizos desmitifican la idea de una sociedadirreductiblemente dual indgenas/blancos - solamente relacionada en el conflicto.Otro testimonio importante sobre las interrelaciones entre la poblacin indgena y losblancos lo brinda Woodbine Parish, en 1852. (Parish, 1958) Su narracin del viaje delcoronel Garca, en 1824, hacia las Salinas Grandes, en la llanura bonaerense, indica elpermanente estado de negociacin entre las autoridades de Buenos Aires y los diversoscaciques, as como la existencia de numerosos establecimientos de cristianos que tantoconvivan como entraban en conflicto con los indgenas. Tambin incorpora un datointeresante: las consecuencias de reemplazar la sal de origen local por la importadadesde las islas de Cabo Verde. El efecto de estas importaciones fue la interrupcin de lasexpediciones a las Salinas Grandes y, consecuentemente, de esas relaciones entreindgenas y blancos.Ms cercano en el tiempo, otro caso destacable de las interrelaciones existentes entreindgenas y blancos fue el de los galeses que colonizaron el valle del ro Chubut; no slose vincularon amistosamente con los tehuelches: en varias ocasiones dependieron deellos para sobrevivir:Un punto particular en el desarrollo de la colonia fue su relacin conlas tribus indgenas, en especial con los tehuelches, quienes slo en una ocasin -porerror al creerlos argentinos- atentaron contra un pequeo grupo de colonos). Lascampaas del general Roca en 1879 y del general Winter en 1883 sirvieron para

    demostrar, segn opinin del capitn del Flora visiblemente consternado por el trato dadoa los indios, la "innata crueldad de la raza iberoamericana". Segn estos informes, el tratohumano de los colonos galeses para con los indios y sus buenas relaciones generaroncierto malestar en el gobierno argentino, los militares e incluso la opinin pblica, quepredicaban y proponan masacres indiscriminadas. Sin embargo, debe mencionarse comocontrapeso de estas crticas, y como se ha sealado en un captulo anterior, que lalegacin britnica en Buenos Aires peda reiteradamente al gobierno argentino queinterviniera activamente para tratar de frenar los ataques de los indios a los colonosingleses establecidos en el sur de la provincia de Buenos Aires, quienes se quejaban porla falta de proteccin gubernamental. Las relaciones de los galeses con los indgenasdeban ser bastante fluidas a tenor de los informes oficiales britnicos y de las cartas que

    los caciques indgenas les hacan llegar a los dirigentes de la colonia galesa. Endiciembre de 1865, a poco de establecidos los colonos, el cacique Antonio de los indiospampas enviaba una misiva a Jones. En ella le haca saber de forma muy pedaggica y

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    grfica de la existencia de distintas comunidades nativas en la zona que podandiferenciarse, a su juicio, por la estatura. Los "chilenos" -bajitos-, los "pampas" a la que lperteneca y que se vestan con mantas de guanaco, y los "tchuelcha" -los ms altos- yque hablaban una lengua diferente a las de los dos anteriores. En realidad la carta estabadestinada a comunicarles a los nuevos pobladores la situacin respecto de la propiedadde las tierras sobre las que pretendan asentarse, y el deseo de los indgenas de

    comerciar con ellos. El comercio llegara a ser bastante fluido y los indgenas aportaranpieles de zorro, plumas de avestruz, y mantas de guanaco...En otro de los informes sealados, el del capitn del barco de S.M. Flora, se adjuntabauna carta traducida de Sayhueque, dirigida el 3 de abril de 1881 a Lewis Jones, lder dela comunidad y presidente de la colonia. En ella, el cacique indgena acusaba recibo de lacarta enviada por Jones el 3 de marzo de ese mismo ao, aconsejando a los tehuelchesmantener la paz y cordialidad con el gobierno argentino y con los colonos galeses.Sayhueque agradeca los consejos y sealaba que l y su pueblo haban mantenido supalabra por ms de veinte aos, pero que las crueldades infligidas a su pueblo de la manode los generales Linares y Villegas eran insostenibles. Tres aos antes de la misiva, estosgenerales con la excusa de castigar desmanes cometidos por los tehuelches, apresaron a

    tres jefes y sesenta y ocho hombres. De nada sirvi que el cacique demostrara que nohaban sido los suyos sino los pichi-hwi de la tribu del jefe Namum-Cura los causantes delos desmanes..

    En marzo de 1881, poco despus de recibir la carta de Jones, grupos de militaresargentinos se adentraron de forma sigilosa en los campamentos tehuelches y asesinarona numerosas personas. El cacique tehuelche, en vez de reaccionar, ya que haba firmadoun pacto con el gobierno argentino, decidi retirarse para evitar ms derramamiento desangre). As, el cacique tehuelche Sayhueque se vio despojado de sus tierras, de suganado y de parte de su gente por lo que peda al presidente de la colonia de galeses queintercediera en su favor ante el gobierno argentino.

    En septiembre de 1883 el general Winter, despus de su exitosa campaa contra losindgenas, march sobre la colonia haciendo ostentacin de su botn de guerra: 103indgenas con sus familias. Los colonos conocan a muchos de los detenidos e intentaroninterceder por ellos ante el general, pidindole sobre todo que no los deportase. Pero denada sirvi, fueron conducidos a Buenos Aires, y all los hombres cedidos al ejrcito y lasmujeres y nios distribuidos entre familias e instituciones.( Escud / Cisneros, 2000)Nada de esto ocurra a espaldas del mismo gobierno que proclamaba la condicindeshabitada de la Patagonia, ya que fue el mismo estado el que realiz las concesionesde tierras a la citada colonia galesa, y foment el proyecto motorizado, principalmente, porLewis Jones. El primer establecimiento de estos colonos fue en la hoy ciudad de Rawson(en idioma gals Tre-Rawson) fundada en 1865. Francisco Moreno habla de su

    precariedad, luego de visitarla, y cita entre las principales construcciones ... un molino detrigo a vapor, el almacn que surte a la colonia; la comisara nacional...(Moreno, 1969),comisaria cuya existencia demuestra, en esa poca muy anterior a la campaa deocupacin, que haba una presencia del estado an en una aldea incipiente.

    Vemos entonces que una serie de datos de los cuales citamos algunos representativos-desmienten la condicin de desierto-como sinnimo de despoblado de esos territorios-tanto como la afirmacin de que los indgenas eran enemigos irreconciliables de losblancos. Desde la llanura bonaerense, casi a las puertas de Buenos Aires, hasta lacordillera al oeste o el lejano estrecho de Magallanes en el sur, haba un importantemovimiento de gente, fueran indgenas, chilenos, comerciantes criollos; hay varios casos

    de tehuelches que estudiaron en las escuelas anglicanas de las islas Malvinas, y queoficiaron de traductores o lenguaraces, ya que este intercambio generalizado de etnias ypersonas haca habitual el bilingismo o el trilingismo, registrndose lenguaraces que

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    hablaban hasta cinco idiomas, incluido el ingls. Hacia 1860 el cacique tehuelcheCasimiro ostentaba dos grados de coronel: del ejrcito argentino y del chileno, que deesta forma disputaban los favores de uno de los dos mximos jefes de esa etnia. El otrocacique, Orkeke, se mova con fluidez entre Punta Arenas, isla Pavn (desembocaduradel ro Santa Cruz, donde funcionaba el pequeo establecimiento del Comandante LuisPiedrabuena) y Neuquen, donde se asentaban los loncos mapuches que controlaban los

    pasos cordilleranos a Chile. Y desde 1853 la Compaa Chilena Cocham, se dedicabaa la cra de vacunos al sur del ro Manso, en territorio argentino, a travs de cuyo pasoconducan arreos a Valparaso o ms al norte. Cuando aos ms tarde esta Compaasolicita al Gobierno de Buenos Aires la propiedad de las tierras, se les niega la posibilidady es expulsada del territorio.

    En un trabajo anterior seal cmo la franja de la cordillera andina patagnica era unazona de contacto e intercambio entre ambas laderas, y no una barrera. Incluso yaavanzado el control metropolitano sobre esta regin, hasta la dcada de 1920 se prolongun sistema de integracin entre esta regin argentina y las poblaciones de la vertienteoccidental de los Andes. (Gutirrez, 2002)

    Si la idea de desarrollar y llevar el progreso a los territorios hubiera sido verdaderamentecoherente con el discurso civilizatorio, bastaba con impulsar esas y otras experiencias enmarcha (la colonizacin galesa, la de Isla Pavn, de los valles de la cordillera, etc.) ynegociar la adjudicacin y uso de las tierras con los diversos grupos mapuche, tehuelche,con los contingentes de criollos desplazados desde las pampas bonaerenses, y otros.Que esto era factible lo demuestran las solicitudes de tierras que diversos jefes indgenasrealizan despus de la ocupacin militar. En verdad, para los mapuche disponer de tierrapara las tareas agrcolas era inherente a la recuperacin de un pasado no muy lejano. Elciclo completo de la gran nacin que los espaoles llamaron araucanos fue desde unestado sedentario, artesanal y agrcola (debilitado por la guerra con los conquistadores),pasando por la asimilacin del caballo, funcional a su transformacin en expropiadoresde ganado vacuno y equino en la regin pampeana, con destino al comercio y la propiaalimentacin. En el siglo XIX ya eran grandes comerciantes de ganado y comenzaban areciclar el sedentarismo, esta vez en los contrafuertes orientales de los Andes y en ciertaszonas de la provincia de Buenos Aires: La extensa regin que se extenda al sur del roColorado, as como la zona andina en la que se asentaban importantes cacicatos, era labase territorial de un sistema en transicin, que se daba en el marco del capitalismoemergente en el territorio nacional en la segunda mitad del siglo XIX. Este marcoarticulaba complejas interacciones de varios modos de produccin: el mercantilismo delos grupos indgenas que expropiaban ganado en la regin pampeana y lo vendan enChile, la economa de caza en la meseta, la recoleccin, prcticas agrcolas y artesanales

    en la zona andina, y la introduccin de la revolucin industrial a travs de la manufacturaque se compraba o intercambiaba en los boliches desparramados en esas extensiones.Este complejo sistema, a su vez, articulaba con el emergente capitalismo en los territorioscontrolados por el gobierno de Buenos Aires que, a pesar de su discurso contra el indio,tambin realizaba acciones que facilitaran esa articulacin, como lo fue la declaracin depuerto franco de Carmen de Patagones en 1856, en el que la actividad naval seintensific en forma notable. A raz de ello crecieron las exportaciones, se diversific laproduccin agrcola (adems de trigo se cultivaban frutales, legumbres, papas, tabaco yvid) se intensific el trueque con los indgenas, que proporcionaba grandes ganancias alos comerciantes; y se import toda clase de bienes de consumo (Martnez de Gorla,1970, citada por Vapnarsky, 1983, pg. 19). Dada la escasa poblacin blanca en la zona

    hacia mediados del siglo XIX, es evidente que ese comercio y las importaciones tenanque dirigirse a otros consumidores, no registrados en ninguna estadstica... (Gutirrez,2002)

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    La campaa del desierto fue entonces la planificada creacin de un enemigo,categorizado como el desierto por lo deshabitado pero, paradjicamente, corporizado enlos habitantes de ese desierto. La reificacin como personas del espacio vaco lestransfera esa condicin de enemigo.Con este tipo de elucubracin sofstica se desestructur cualquier opcin negociadora

    que, obviamente, habra debido reconocer tanto los derechos preexistentes de laspoblaciones originarias como su capacidad de evolucin hacia un desarrollo propio.Especialmente, en el plano institucional, hubiera sido de pleno derecho reconocer elantecedente poltico de la Confederacin de Salinas Grandes, as como los tratadosestablecidos con ella por la Confederacin Argentina con capital en Paran, cuandoBuenos Aires era un estado secesionado del resto de las provincias argentinas.Organizada en 1835 por Calfucur, lonco proveniente de Chile, estaba ubicada en lascercanas del lago Epecun (famoso por sus aguas curativas) en la provincia de BuenosAires. Pervivi hasta 1877, cuando su hijo Namuncur fue derrotado en la batalla de SanCarlos, en este mismo territorio bonaerense. En cuarenta y dos aos de existenciadispuso de un verdadero poder, que ejerci a poco ms de trescientos kilmetros de la

    ciudad de Buenos Aires, y avanzaba hacia la constitucin de un sistema de Estado cuyodesarrollo ulterior es difcil de imaginar desde este presente. Indicador de este poderconstituido es la mencionada alianza que establece con la Confederacin Argentina, conintercambio de embajadores y acuerdos propios de los negocios entre dos estados. Estosacuerdos establecidos de estado a estado tenan bastante antigedad, ya que seremontan a un pacto previamente establecido con Juan Manuel de Rosas, gobernador deBuenos Aires hasta 1852. Las memorias del ex cautivo de los indgenas, SantiagoAvendao, brinda al respecto valiosos testimonios sobre la calidad de estasnegociaciones. (Meinrado Hux, 1999)

    4 El objetivo: expansin del modelo agroexportadorEn 1880 culmina en territorio argentino la larga guerra poltica y social iniciada en 1813,cuando en la Asamblea Constituyente celebrada en Buenos Aires son rechazados losdiputados de la Banda Oriental (hoy Uruguay), representantes del caudillo Artigas yvoceros de una propuesta de fuerte contenido popular. A partir de ese momento sesuceden una serie de enfrentamientos entre las provincias que constituan el antiguoVirreinato del Ro de la Plata y Buenos Aires, asiento de la burguesa comercial y de larepresentacin de los grandes ganaderos de la pampa hmeda.Este perodo pas a la historiografa oficial, de corte liberal, como la anarqua, todo unconcepto ideolgico porque se basa en un dualismo regresivo: la civilizacin centrada enBuenos Aires enfrentada al atraso y barbarie del interior primitivo. Es un concepto que

    omite las etapas constitutivas de la sociedad nacional, ocultando que hasta mediados delsiglo XIX Buenos Aires era una pequea aldea al servicio del contrabando, en tanto en lasregiones interiores se desarrollaban industrias, artesanas y actividades productivas,muchas de ellas orientadas hacia el eje de comercializacin Lima Cartagena de Indias.Fue el perodo de preeminencia de la banda del Pacfico, en poca en que la corona deEspaa estaba en manos de los Austria. El ncleo integrador de Amrica del Sur estabaen las ciudades y producciones del interior, altamente vinculadas a centros de irradiacincultural como el Alto Per, Crdoba, Tucumn, y Asuncin del Paraguay. La sucesinencarnada en los Borbones no slo implic la invasin napolenica a Espaa: fue el iniciode la hegemona de la burguesa mercantil y la oligarqua ganadera en Buenos Aires, y elciclo de la importacin de manufactura britnica desplazando y desquiciando las

    industrias regionales.

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    Las guerras civiles y sociales dieron lugar a la secesin del Estado de Buenos Aires,enfrentado a la Confederacin Argentina desde 1853 hasta 1862. Desde ese ao quedafijada una nueva unidad poltica y territorial, la Nacin Argentina.En los hechos, esto signific la consolidacin de un bloque dominante de nuevo tipo,compuesto por comerciantes y ganaderos estrechamente vinculados a los interesesbritnicos, y motorizador de una economa de productos primarios destinados a la

    exportacin y de importacin de maquinonufacturas (utilizo aqu el acertado concepto dePorto Gonalves, que distingue lo hecho por mquinas de las manufacturas, hechas conlas manos).Es importante sealar que en este proceso la oligarqua ganadera bonaerense tambinsufre una profunda transformacin, porque pasa de ser exportadora de productos conmuy bajo grado de tecnificacin, exportados a los mercados de Brasil y Caribe bsicamente carne salada destinada a la alimentacin de los esclavos a convertirse enproveedora de mercados ms exigentes, determinndose cambios en su modeloproductivo, en las relaciones internas de las empresas agropecuarias y en lasvinculaciones internacionales.Esto repercute en la masa trabajadora del campo, cuyo actor principal hasta ese momento

    es el gaucho cerril, de cultura nmada y con un fuerte apego a las formas libertarias. Estamasa trabajadora mantiene determinado tipo de relaciones con la antigua oligarquaganadera bonaerense, en los que mezclaban el paternalismo con derechos que esegaucho considera inalienables.Como dice Ernesto Goldar, en un artculo publicado en ocasin del 100 aniversario delMartn Fierro,Los obreros -aquellos que disponen para vender slo su fuerza de trabajo-absorben una larga etapa, que precede a la urbanizacin, trabajando en la estancia,empresa ganadera en gran escala destinada a la exportacin. All el pen se desempeacon destreza en las infinitas tareas rurales. La estancia es la fbrica de esos tiempos,institucin nacional que se opone a las diversas formas de especulacin mercantil tpicade las ciudades y desarrolla una tendencia progresista en la economa argentina. Esverdad que ya para esta poca, donde Juan Manuel de Rosas orienta desde el poder eldestino capitalista ganadero del pas, han pasado al olvido los tiempos de la Colonia,cuando la tierra y el ganado cimarrn no eran de nadie. Ahora la tierra es ajena y elgaucho debe conchabarse por salario... (por esa razn)... la nueva burguesa ganaderarosista que engendra al proletariado rural como polo de su mismo proceso obtiene laadhesin de ste durante treinta aos.El Martn Fierro comienza e insiste en la memoria idlica de ese perodo que pas:

    "Ricuerdo!... qu maravilla!Como andaba la gauchada

    Siempre alegre y bien montadaY dispuesta pael trabajo..."

    La estancia de los aos cuarenta que describe Fierro es la de altos salarios, en una etapadonde la demanda es superior a la oferta de brazos, como corresponde a toda economacapitalista en ascenso. Entonces el gaucho-pen poda vivir con cierta independenciaeconmica ya que dispona de un lote para levantar su rancho, de un pequeo rodeo devacunos o lanares y de tropilla ("El gaucho ms infeliz / Tena tropilla de un pelo") ya queera costumbre contratar al pen y su instrumento de trabajo. La transformacin de eseproceso cimentado en el mercantilismo no solo se determina por la dependencia crecientede la exportacin de materia prima; tambin se vincula con la necesidad de la nueva clase

    dominante emergente de llevar adelante su proceso de conquista de los territorios queestn mas all de la frontera. Se trata entonces de convertir a esa peonada libre enmano de obra no ya para el trabajo, sino para la guerra: En otras palabras: el desarrollo

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    burgus a la europea. Buenos Aires, interpretando la codicia de los especuladores, desatauna cruenta guerra social, primero contra el indio y luego contra el gaucho. En esta vastaoperacin de despojo utiliza a uno contra el otro. El indio, para quien la idea dereproduccin de riqueza es completamente ajena, vive en un sistema de cooperacinprimitiva donde el robo de ganado que proporciona el maln satisface los instintoselementales.("Luego la matanza empieza" -recuerda Fierro- "Tan sin razn ni motivo / que

    no queda animal vivo / De esos miles de cabezas"). La civilizacin blanca pasa a laofensiva y destruye a los antiguos habitantes de las pampas, convirtiendo a los fortines engrandes estancias.... La acumulacin capitalista necesita de la violencia. La militarizacinbrutal del gaucho implica el robo "legal" de sus pocas tierras, la expropiacin de ganado ytropilla y el envo -estrategia de separarlo polticamente como masa opositora- hacia lafrontera, volteando su rancho y dispersando a la familia.(Goldar, 1972)

    Esta operacin de violencia sobre el gaucho prefigura la que pocos aos despus seemplear con las poblaciones indgenas. Al gaucho se lo tomar como soldado mediantela leva forzada; se lo obliga a enfrentarse con quienes prcticamente son sus iguales:como dice Romain Gaignard (1989) ....El araucano de la pampa, montado a caballo,

    tena caractersticas propias: vestido como el poncho y el chirip (...) con botas de potro,se pareca mucho al jinete mestizo, el gaucho. Sus armas eran idnticas (...) Haba unadiferencia: el gaucho se alimentaba con carne de vaca, y el araucano come carne decaballo; los soldados de los fuertes despojados de todo, viven como sus adversarios, delganado y de la caza. As, cuando los desertores gauchos de la frontera buscaban refugioen las tolderas indgenas, las pocas diferencias casi desaparecan.

    Una vez terminada esa guerra, competir con los vencidos por los pocos puestos detrabajo en las estancias u ocupando las escasas tierras marginales, aquellas que no lesinteresan a los grandes propietarios, principalmente porque los pobres que se asientanen ellas seran el ejrcito laboral de reserva, utilizable estacionalmente en la esquila uotras tareas. Como veremos en un punto posterior, ste fue el mecanismo principal desubsuncin del trabajo al capital en la regin.

    5. Decoro y poltica de tierrasEl general Julio Argentino Roca fue el responsable de disear y conducir el plan deocupacin militar, mediante el cual Buenos Aires pudo someter a su dominio los territoriospatagnicos. Era el ministro de guerra del presidente Avellaneda, pero sobre todoprefiguraba el lder que necesitaba aquel bloque dominante emergente, capaz de unificarlas facciones polticas con los intereses econmicos.

    Su fundamentacin de la campaa que planeaba emprender no escatim optimismosobre el futuro de la tierra a conquistar. En 1878 solicita al Congreso de la Nacin la leyque permitira para que autorice las operaciones que haran factible la traslacin de lafrontera sur a los ros Negro y Neuquen. En un mensaje relativamente breve sintetizaacabadamente la ideologa de las clases dominantes de aquel entonces: ....nuestropropio decoro como pueblo viril nos obliga a someter cuanto antes, por la razn o por lafuerza, a un puado de salvajes que destruyen nuestra principal riqueza y nos impidenocupar definitivamente, en nombre de la ley del progreso y de nuestra propia seguridad,los territorios ms ricos y frtiles de la repblica. Las ventajas de esta operacin sonevidentes. bastara abrir una carta cualquiera de la Pampa para ver que el ro Negro espor s mismo una barrera natural; y que sera la lnea mas corta, segura y econmica y

    que, una vez ocupada, hara perder en poco tiempo hasta el significado de la palabrafrontera, cuando no se trata de naciones extraas, puesto que para la RepblicaArgentina no hay otra frontera que las cumbres de los Andes y el ocano. .... la

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    seguridad y garantas perfectas que sern la consecuencia de la ocupacin del ro Negro,la poblacin podr extenderse por vastas planicies y los criaderos multiplicarseconsiderablemente bajo la proteccin eficaz de la nacin, que slo entonces podrllamarse duea absoluta de las pampas argentinas... Y an quedarn al pas, comocapital valioso, la conquista de quince mil leguas cuadradas que se ganarn para lacivilizacin y trabajo productor; cuyo precio ir creciendo con la poblacin hasta alcanzar

    proporciones incalculables. (Roca, 1878)

    Con todo, es muy reveladora la dialctica del general Roca en lo que hace a su manejode razones contradictorias. Roca habla del desierto pero tambin de lugares...inmejorables para la ganadera y la colonizacin. Abundan pastos de varias clases; elagua dulce y clara se encuentra en grandes lagunas, al pie de los mdanos de arena ydonde se ve la superficie, se oculta tan de cerca, que basta levantar algunas paladas detierra para que surja en abundancia del seno de la tierra... (Roca, 1878)Y esto lo dice dela regin por donde corre el ro Chadileuv, en el oeste pampeano, una de las zonas msridas del pas.Tambin son muy reveladoras las contradicciones en que incurre: el puado de salvajes

    es descrito minuciosamente, en un prrafo del discurso, por lugares, tribus y suscaciques, desde la llanura pampeana a los contrafuertes andinos, para concluir en estafrase sorprendente en la perspectiva de la conquista militar que se propone emprender:Quedan an otras agrupaciones de esta raza, la ms viril de la Amrica del Sur, y una delas ms avanzadas, despus de los Incas, en los valles andinos, al E. De la Cordillera,entre el ro grande y el Neuquen; pero son de poca consideracin y se someternfcilmente a condicin de que se les deje en posesin de sus tierras, que son de las msfrtiles de la Repblica, favorecidas por un clima muy benigno. El contenido guerrero delproyecto tambin se contradice con la informacin de que Roca dispone:Como se ve, laPampa est muy lejos de hallarse cubierta de tribus salvajes, y stas ocupan lugaresdeterminados y precisos. Su nmero es bien insignificante, en relacin al poder y losmedios de que dispone la Nacin.

    Las poblaciones originarias no son, entonces, ninguna barrera a la civilizacin. ComoRoca admite en otras partes de su exposicin, ya hay numerosos ejemplos deconvivencia con grupos indgenas.

    Claro que las razones profundas estaban en otro lugar. Una de esas razones era lacuestin geopoltica, que Roca reduce a un prrafo cuya contundencia ahorra palabras:La importancia poltica de esta operacin se halla al alcance de todo el mundo. No hayargentino que no comprenda, en estos momentos, agredidos por las pretensiones

    chilenas, que debemos tomar posesin real y efectiva de la Patagonia, empezando porllevar la poblacin al ro Negro que puede sustentar en sus mrgenes numerosos pueblos,capaces de ser en poco tiempo la salvaguardia de nuestros intereses y el centro de unnuevo y poderoso Estado federal, en posesin de un camino interocenico fcil y baratoa travs de la Cordillera por Villa Rica, paso accesible en todo tiempo.iii

    La otra razn profunda no podr leerse directamente en este discurso de Roca, sino en laley en que se aprueba su solicitud, sancionada el 4 de octubre de 1878:Artculo 1: Autorizase al Poder Ejecutivo para invertir hasta la suma de un millnseicientos mil pesos (1.600.00 pesos) en la ejecucin de la ley 23 de agosto de 1867, quedispone el establecimiento de la lnea de fronteras sobre la margen izquierda de los ros

    Negro y Neuquen, previo sometimiento o desalojo de los indios brbaros de la pampa,desde el ro Quinto y el Diamante hasta los antes mencionados. Artculo 2: Este gasto seimputar al producido de las tierras pblicas nacionales que se conquisten en los lmites

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    determinados por esta ley; pudiendo el Poder Ejecutivo, en caso necesario, disponer delas rentas generales en calidad de anticipo.El artculo 5 establece el verdadero sentido:Queda autorizado el Poder Ejecutivo para levantar sobre la base de las tierras a que serefieren los artculos anteriores una suscripcin pblica por el importe de la cantidadexpresada en el artculo 1 la cual ser destinada a los gastos que demande esta ley.Este enunciado es detallado en los artculos siguientes: en el 8, se establece que el

    mismo procedimiento se ejecutar A medida que avance la actual lnea de fronteras...mensurando y levantando planos, y dividindose en lotes de diez mil hectreas. En el 9,queda claro quelos suscriptores o tenedores de ttulos, podrn pedir... la amortizacin desus ttulos por adjudicacin de lotes de tierra.Luego se enuncian diversas facilidades depago a los suscriptores de ttulos, y que la mensura estar a cargo del gobierno, que porsu parte se reservarlos terrenos necesarios para la creacin de nuevos pueblos y parael establecimiento de los indios que se sometan.

    El historiador ingls Ferns resume el proceso: Entre 1878 y 1881 se llevaron a feliztrmino tres lneas de poltica, que produjeron un gran efecto en la esfera econmica. Laprimera fue la resuelta y triunfante accin del gobierno nacional para derrotar a los indios

    y ampliar la frontera hasta ms all del ro Negro. ...tanto en el norte como en el sur losindios haban puesto lmites efectivos al uso de los recursos de la tierra y la colonizacin.En 1872, (la ciudad de) Baha Blanca estuvo a punto de ser destruida por los salvajes.Desde el punto de vista econmico, el dominio que los indios tenan de la parte meridionalde la provincia de Buenos Aires y del norte y el oeste de Santa Fe significaba elmantenimiento de una forma primitiva de produccin y el envo del supervit de esaproduccin primitiva a Chile. En 1878-79 el general Roca puso fin a esta situacin. Lassalidas de Roca penetraron profundamente en territorio indio. En las campaas sedestruyeron aldeas indias y se dio muerte a muchos hombres y mujeres jvenes. El restose dispers a travs de la comunidad o fue empujado hacia los distantes desiertos de laPatagonia. La derrota de los indios tuvo el efecto secundario de reducir a la nada eldecadente poder de los gauchos en la poltica. En 1874, el Cnsul britnico inform queel que manejaba el arco, el cuchillo y el lazo haba dejado de representar un papelprominente en historia del pas, de manera que el gaucho de las pampas debe cederahora ante la autoridad respaldada por los soldados disciplinados y sus fusiles deretrocarga(Ferns, 1968)En 1881 la avanzada de las tropas del general Roca, al mando del general ContadoVillegas, lleg a las orillas del lago Nahuel Huapi y de ese modo qued concluida lacampaa del desierto. Los resultados fueron presentados como la conquista de esedesierto. Salvo algunas escaramuzas posteriores, el enemigo estaba vencido.Los aspectos pendientes de ese plan, en materia de control de la poblacin indgena y

    criolla, comenzaron a cerrarse cuando el gobierno aplic, desde 1911, el reclutamientode los varones a las fuerzas armadas como Servicio Militar Obligatorio, en posicinsiempre subalterna y muchas veces humillante. La conscripcin fue la herramientadefinitiva de control como expresin clara del dominio de clase mediante laestratificacin rgida entre oficiales, suboficiales y soldados rasos reemplazando al viejosistema de leva, ms brutal pero menos sistemtico; a la vez, desde el estatuto delegislacin militar impuso a las viejas tradiciones indgenas y criollas valores importados el juramento a la bandera, la defensa de la Patria, el uniforme, el respeto de jerarquas, lasubordinacin a un sistema externo- que fijaron claramente los marcos de la sumisinsocial y cultural. No es casual que en muchas agrupaciones indgenas las tradiciones ycostumbres fueron sostenidas y transmitidas por las mujeres, que no hacan el servicio

    militar.

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    Roca fue el general ms joven en la historia del Ejrcito Argentino, aunquefundamentalmente era un poltico. Las campaas militares lo catapultaron a la presidenciade la Repblica, desde donde contribuy a la conformacin de ese nuevo bloquedominante. Habiendo nacido en Tucumn, una provincia cuya historia estaba cargada deindustrias y vida universitaria, lleg a Buenos Aires no para defender y revitalizar losintereses del interior, castigado por la hegemona de la burguesa portuaria, sino para

    fortalecer el modelo propuesto por ella. Esta postura es un clsico argentino: la mayorade los presidentes, antes y despus, han sido provincianos que rpidamente se pusieronal servicio de los intereses asentados en la metrpoli. Desde Sarmiento, nacido en SanJuan, a Menem, en La Rioja, el federalismo fue un eslogan de los mandatariosprovincianos oscurecido por las prcticas centralistas. Como paradoja, los masfederalistas de los presidentes fueron bonaerenses, nacidos en las cercanas de la CapitalFederal: Hiplito Yrigoyen y Juan Domingo Pern.La culminacin de la conquista del desierto no result en polticas que impulsaran laulterioridad lgica de ese enunciado: poblarlo. Para ello habra sido necesario poner enmarcha las ideas de algunos ilusionados contemporneos de esos acontecimientos,como el mismo general Villegas. Este militar a la antigua idealiz un futuro que no se

    cumpli, de granjas y cultivos, a cargo de el inteligente agricultor teniendo en su manolas herramientas y tiles modernos que en el da ofrecen el progreso de la industria...(Villegas, 1974)

    6. Falsa conciencia y subordinacin de los vencidos

    Villegas nunca pudo entender la relacin entre la guerra que haba comandado,eliminando y desplazando a las poblaciones originarias (que de por s ya eraninteligentes agricultores en los contrafuertes de la cordillera), y el modelo que seproyectaba aplicar en la Patagonia. Porque a pesar de las contradicciones mencionadas yla evidente falsa conciencia de los conductores del proceso, en el fondo prevaleca unpensamiento racista y promotor de la exclusin.Esta ideologa, enmascarada por los ya analizados discursos legitimadores, no se resolvimeramente en el plano simblico o cultural, sino en cuestiones muchos ms palpables. Alas operaciones del Ejrcito le sucedieron otras, con un objetivo muy claro: aplicarpolticas de tierras que favorecieran la apropiacin de grandes superficies por parte de unreducido nmero de propietarios. Este objetivo estaba prefigurado desde varios aosantes: Una de las primeras medidas tomadas por Gobierno Nacional fue la de darmarco legal para la expansin territorial mediante la ley N 215 de 1867 que dispuso eltraslado de la frontera a los ros Negro y Neuquen, lo que recin se ejecut terminada laguerra del Paraguay, medida complementada con la creacin de la Gobernacin de la

    Patagonia, segn ley N 954 de 1878. Antes de las operaciones militares la ley 947 de1878 haba dispuesto la creacin de ttulos de suscripcin pblica amortizables con lapropiedad de lotes de tierra en las zonas que se fueran conquistando, los que fueroncotizados a bajo precio. Con posterioridad se dictaron las leyes de derechos posesorios(N 1552 de 1882), de premios militares (N 1628 de 1885), de liquidacin (1891), detierras (N 4167 de 1903) entre las ms importantes. el resultado de las aplicaciones deestas leyes, segn Jacinto Oddone, fue que entre 1876 y 1903 unas pocas personas sefavorecieron con 7.601.680 Has en Ro Negro y 4.450.035 en Chubut, de un territoriocalculado por el autor nombrado en 19.980.000 has. y 22.440.000 has. respectivamente.En no pocos casos la aplicacin de estas leyes posibilit concentraciones de tierras enmanos de escasas personas, dando lugar a manejos especulativos. En ese sentido, la

    llamada ley de premios militares tena en cuenta a aquellos que haban participado enlas campaas militares. La extensin de tierras a ser otorgadas dependa del grado; porejemplo un soldado reciba 100 has. y un cuarto de manzana en el futuro pueblo. En

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    muchos casos el titular del bono lo venda por un precio mnimo a acaparadores, quelograron concentrar grandes extensiones de tierra... de manera que el acceso a la tierrapblica dependi de los intrincados vaivenes legales, convirtindose stos en radicadoreso expulsores de poblacin. Los ms afectados fueron los pioneros blancos de quienes losinspectores de tierras dicen: El criollo es tan bueno para el trabajo como para manejar elfusil en defensa de la patria... lo que pasa (con las tierras) es que siempre se les reserva

    la peor parte: lo que otros desechan. Tambin los antiguos dueos de la tierra se vieronafectados, sintetizando el pensamiento (del historiador regional) J. Ripa: contra losremington opusieron su coraje y sus lanzas, contra los papeles estaba vencidos desdeel primer rengln escrito.(Masera, 1998)Las consecuencias para esas poblaciones originarias fueron dramticas: en el caso de lostehuelche, los pusieron prcticamente al borde la extincin, en tantos los mapuche sevieron forzados a reducciones en campos pobres, destierros a Chile, Buenos Aires oCuyo, o el arrinconamiento en campos marginales.El estado y el ejrcito argentino reivindicaron siempre la Campaa del Desierto comogesta patritica. Si bien en los ltimos aos, como consecuencia de la organizacin y lasreivindicaciones de los pueblos originarios, ya no aparecen muchos elogios pblicos sobre

    dicha campaa, se sigue aceptando que la misma fue la causa del derrumbe de lasnaciones indgenas. Esta mitologa de la gesta patritica sigue alimentando los programasescolares y los actos oficiales.Indudablemente hubo un factor militar que determin la perdida de la soberana de estospueblos sobre sus territorios ancestrales; pero fue un instrumento, en verdad, de loscambios profundos originados en la disolucin de la sociedad colonial y la emergencia dela burguesa metropolitana.Como dice Carlos Falaschi hay un conflicto de lgicas de vida que est hoy presente yque ya lo estaba en aquel momento: por un lado, una visin economicista y de mercadomundialy por otro, una concepcin humanista, comunitaria,social y de ecologa integral,porque...La cuestin de la diferenciay de los diferentesno se reduce -obviamente- arasgos distintivos exteriores, con criterio folclrico. Ella est instalada fundamentalmenteen lofilosfico-cultural(cosmovisin, tradiciones, escala de valores y las expresionesde todo tipo) de un pueblo originario y sus comunidades. Recordamos siempre aquellafrase paradjica y magistral de un lder maya en la visita del Papa: Porque todos somosiguales, tenemos derecho a ser diferentes. Igualdad jurdica y diferencia cultural,antropo-diversidad en la bio-diversidad, como riquezas de la comunidad planetaria...(Falaschi, 1999)

    Francisco P. Moreno, contemporneo de aquella guerra y explorador de la regin, citaextensamente la versin indgena sobre las relaciones de ellos con los blancos.

    Recurriendo a su memoria, recuerda las palabras del cacique Chacayal: Dios nos hahecho nacer en los campos y stos son nuestros; los blancos nacieron al otro lado delAgua Grande y vinieron despus que stos que no eran de ellos, a robar los animales ybuscar la plata de las montaas. Esto dijeron nuestros padres y nos recomendaron quenunca olvidramos que los ladrones eran los cristianos y no sus hijos. En vez de pedirnospermiso para vivir en los campos nos echan, y nos defendemos; y si es cierto que nos danraciones, stas son slo un pago muy reducido de lo mucho que nos han quitado. Ahorani eso quieren darnos, y como concluyen con los animales silvestres, esperan quemuramos de hambre y no robemos. El indio es demasiado paciente y el cristianodemasiado orgulloso. Nosotros somos dueos y ellos son intrusos. Es cierto queprometimos no robar y ser amigos, pero con la condicin de que furamos hermanos

    Todos saben que pasaron dos aos, pasaron tres aos y que hace cerca de veinte que noinvadimos, guardando los compromisos contraidos. pero ya es tiempo que cesen deburlarse... los huesos de nuestros capitanes, asesinados por los huincas, blanquean el

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    camino de Choeleachel (sic; se refiere a Choele Choel, en el valle medio del ro Negro) ypiden venganza; no los enterramos porque debemos tenerlos siempre presentes para noolvidar la falsa cristiana" (Moreno, 1969)Ese choque de ticas promovi, en aquellos aos, variadas contradicciones entreprotagonistas de esos acontecimientos. El mismo Moreno escriba En el camino del (ro)Colorado a Carmen de Patagones es donde ms se notan las depredaciones de los

    salvajes; caadones sombros, rodeados por arbustos oscuros, son los sitios que ellosprefieren para sus crmenes... para afirmar dos pginas despus: En los centrospoblados no se conocen (o no se quieren admitir) los instintos generosos del indio. Yo,que he vivido entre ellos, s que el viajero no necesita armas mientras habite el humildetoldo... El indio puro no es el malvado que asola las fronteras, muchas veces impulsadopor terceros que se llaman cristianos. Su mayor deseo es aprender todo lo que,compatible con su carcter, pueda ensearle el europeo, y si con su familia llega aconseguir algunas comodidades, no vuelve jams a su vida nmade. (Moreno, 1969)

    Otro tanto ocurra con Roca, que propona ir a buscar al indio en su guarida, guaridadonde habitaba el ncleo, precisamente, de esta raza... la ms avanzada..., y que

    coincida con aquellos que para Moreno era el indio puro.... El libro en que Morenorealiza estas observaciones es producto, despus de todo, de ... (sus) comunicaciones alMinistro de Relaciones Exteriores Dr. Bernardo de Irigoyen (entre 1876 y 1877) Memoriade Relaciones Exteriores 1877, tomo III, es decir, previo al proyecto de Roca. Es difcilsuponer que ste no conoca esos conceptos de quien, como viajero ilustre al servicio delgobierno, figuraba entre los intelectuales prestigiosos de la poca. Por el contrario, deestos conceptos contradictorios emerge la dicotoma entre las ideas profundas de losactores que motorizan la ocupacin de la Patagonia: reconocen la condicin humana deaquellos cuyas tierras van a invadir, matndolos, apresndolos, expulsndolos, y a la vezno pueden eludir sus compromisos de clase, que los lleva a realizar una empresa que,lejos de ser civilizadora, es en verdad el plan de los grandes intereses locales y forneosde la poca.Con todo, era intelectualmente ms honesta esta expresin de las contradicciones ticasque suscitaba el conflicto, que la ideologa transformada en historiografa pseudo-cientfica que fue surgiendo con los aos, abrevadero de la versin oficial de la historia.Uno de los intelectuales que sobresali en la elaboracin del mito del indio salvaje fue,sin duda, Estanislao Zeballos. Sus libros reflejan tanto la visin de ese desierto feraz ydespoblado las quince mil leguas (Zeballos 1958) como el carcter de la guerralibrada contra los pobladores originarios: Levalle y Freyre despedazan a Namuncur y loarrojan a Chile; Villegas desaloja a los temidos y valerosos indios de Pincn, y presenta aste en Buenos Aires, prisionero, en medio del asombro general; Racedo no deja un

    salvaje en el pas ranquelino... y hasta los crneos de Callvucur y de Mariano Rosas, losdos grandes generales de Tierra adentro, exhumados solemnemente por Levalle yRacedo, vienen a formar parte de mi coleccin histrica... Seis meses han bastado paraque veinte mil indios desaparezcan de la faz de los desiertos... (Zeballos, 1954)Otro historiador serio segua afirmando, sesenta aos despus de aquellos hechos:Lafrontera era la lnea separativa del territorio civilizado con el que detentaba la barbarie.Atrs de la lnea de fortines, jalones visibles de la frontera, se gozaba de una relativaseguridad; al frente de ellos era tierra adentro, planicie, bosque, o montaa, ocupadas porel indio, y a la que solo poda entrarse conociendo palmo a palmo el terreno, el rumbo decada rastrillada, las costumbres del indio, la distribucin de las aguadas, pastos, etc.,nada de esto deba ser un misterio insondable para quien se decidiera a internarse en el

    desierto y afrontar los mltiples y graves peligrosa que lo aguardaban. El desierto era parala memoria de los cristianos un pas ignoto, misterioso, con encrucijadas peligrosas ytraidoras asechanzas. A l se llegaba o por caminos indescifrables; en l moraba el indio,

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    enemigo oscuro, incomprensible, siempre exasperado y que pretenda ser la rachasiniestra segadora de seres humanos, de poblaciones, de intereses... El indio era figuraaterradora, cuyo desprecio por la vida civilizada, cuya sombra resolucin de exterminio,cuya fortaleza fsica era innegable y cuya astucia y coraje fueron proverbiales,custodiaban la inmensidad de las pampas, cual fatdica y vengadora sombra (Pastor,1942)

    Este tipo de afirmacin ideolgica no se limit, con el correr de los aos, a efectospuramente simblicos. Fue til a la renovada justificacin de atropellos: los desalojosviolentos, el avance de los alambrados nocturnos, que en una sola noche quitabanenormes porciones de campo a las familias o las comunidades, y las famosas razzias dela guardia fronterizaque, amparada por la potestad del estado, desaloj cientos defamilias pobres en la dcada de 1930, quemando casas, expulsando a la gente en nochesde terror y despojndolos de sus campos. Si bien estas operaciones podan ser materiade intervenciones judiciales, las mismas eran y son - costosas y complejas para elindgena o el criollo que vive en medio de la meseta o la cordillera, sin recursoseconmicos ni vinculaciones. En el mejor de los casos un juicio ganado implica aos y

    aos de lucha.Por otro lado, a pesar de los enunciados progresistas se mantiene un status de las tierrasque flota como una amenaza sobre el campesinado pobre que, mayoritariamente, vive encampos fiscales. El status de ocupante con permiso precario o con permiso de pastajetiene el poder de una espada sobre las esperanzas y seguridad de los pobres de loscampos de la Patagonia, ya que... La jurisdiccin que poseen los Estados nacional oprovinciales sobre las llamadas tierras fiscales tiene su origen en el artculo 2342 delCdigo Civil, donde se reconoce que son bienes de los estados particulares (provincias)todas las tierras que, estando situadas dentro de los lmites territoriales de la repblica,carecen de otro dueo. Se basa este artculo en el principio romanista del DominioEminente del Estado por el cual todo lo que no corresponde en propiedad a particularespertenece al Estado en virtud de una cierta facultad omnipresente de ste ltimo.Las provincias patagnicas cuentan con una enorme cantidad de estas tierrasdenominadas fiscales que, al menos con apariencia legal, los Estados provinciales ynacional creen poder disponer libremente, tal como si fueran tierra de nadie.Solamente Ro Negro cuenta con cuatro millones y medio de hectreas de las tierrasdenominadas fiscales, que conforman por lo tanto la cuarta parte de la extensinprovincial. Todas ellas se encuentran ocupadas, de una forma o de otra, por pobladoresindividuales y sus familias, en muchos casos pequeos productores de origen indgenaque solo cuentan con el denominado permiso precario de ocupacin.Los progresistas principios rectores de las leyes provinciales de tierras en la Patagonia

    mencionan conceptos tales como La tierra es un instrumento de produccin, consideradaen funcin social mencionan luego como fin que la tierra sea de propiedad del hombreque la trabaja, siendo asimismo base de su estabilidad econmica, fundamento de suprogresivo bienestar y garanta de su libertad y dignidad(Art. 2, ley 279 de Ro Negro).Uno de los medios para aplicar estos principios es la clasificacin de la tierra rural enagrcola, pastoril y forestal, segn que el destino previsto para la misma sea la siembra,cra de animales o forestacin. Dentro del mismo concepto, la ley habla de unidadeconmica, refirindose como tal al predio que por su superficie, calidad de tierra,ubicacin, mejoras y dems condiciones de explotacin, racionalmente trabajada por unafamilia agraria... le permita subvenir a sus necesidades, a su mejoramiento social y unaevolucin favorable de la empresa.

    A travs de ste ltimo concepto, basado en cierto criterio lgico, se pretende justificar eldespojo de miles de pequeos minifundistas y pequeos productores de la Patagoniadado que, segn fundados estudios encomendados a empresas transnacionales, en

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    internacional y las campaas de apoyo a nuestra causa. Existe una contradiccinfundamental entre lo legal y lo que es real. El Estado es muy fuerte jurdicamente, perodbil moralmente ya que es responsable de la condicin de miseria de mi pueblo" (Rossi,2001)

    7. Resignificacin simblica y cosificacin del discurso

    El resultado de estas polticas fue que en un siglo se devast el patrimonio natural detoda una regin, proveedor de alimento y abrigo durante miles de aos.En pocas dcadas la ejecucin de polticas enmascaradas en aquel discurso reific lasacciones simblicas. Como resultado, del discurso se derivaron acciones muy concretas ,que materializaron la categora desierto; las prcticas ordenadas desde la resignificacinsimblica lo sometieron a un proceso de construccin de un desierto real, por el procesodefinido como desertificacin.

    En el pasado, las sucesivas oleadas de poblamiento originario, y sus diferentesdesarrollos de la cultura material, haba armonizado el uso de ese patrimonio natural coninstrumentos tecnolgicos apropiados y una nivelacin demogrfica acorde con esas

    variables. Desde los pequeos grupos de cazadores y recolectores que deambulaban porlas mesetas, a los agricultores y artesanos de ambas laderas de la cordillera, la lgica deapropiacin les permita un aprovechamiento material coherente con la disponibilidadsustentable de recursos. Esto no puede calificarse como menor desarrollo cultural, sinotodo lo contrario; esas poblaciones elaboraron y aplicaron un aparato cultural concapacidad de utilizacin racional del patrimonio, segn un equilibrio entre posibilidadesexistentes y demandas.La idea de culturas inferiores o superiores es el producto de la lgica del evolucionismounilineal, que instal la medicin desde la pirmide de la Revolucin Industrial; diferentesera la categorizacin si aceptramos que las nicas culturas superiores yevolucionadas son aquellas que pueden brindar satisfaccin material y espiritual a susactores, sin afectar la base patrimonial de las generaciones futuras, y sin plantearse laacumulacin y reproduccin del capital como medida de progreso.En ese sentido, no es casual que una de las formas mas elevadas de sustentabilidadalcanzada por la humanidad haya sido el ayllu andino. Como bien sealaron los estudiosde Nathan Wachtel en Per, este sistema se estructuraba como una complementacinvertical de la economa andina que asociaba las culturas escalonadas desde el nivel delmar hasta una altura de ms de 4.000 metros. Este modelo de archipilago verticalrepresenta, seguramente, uno de las experiencias ms exitosas de sustentabilidadeconmica y agraria, factible a partir de un soporte ideolgico y cultural; este soportepermita la convergencia entre una determinada concepcin sobre el aprovechamiento de

    la naturaleza y los principios sociales de reciprocidad y redistribucin de los bienes entrelos diferentes actores sociales, garantizando tanto el bienestar material como elsostenimiento del aparato ceremonial que cimentaba el sistema (Wachtel 1973). Quinpodra afirmar que estas culturas originarias eran inferiores?Por otra parte, si tomamos toda la poblacin originaria existente en la Patagonia argentinay chilena, desde el ro Maule hacia el sur, y desde el sur de la provincia de Mendoza haciael extremo meridional, comprobamos que en la poca de la conquista de Amrica seregistraba un proceso evolutivo de gran complejidad, mensurable tanto por las tecnologasque se iban perfeccionando, como por las formaciones polticas en progreso. La grannacin que los espaoles llamaron araucanos se encontraban, en el siglo XVI, en unproceso formativo estatal y eran la avanzada de cambios que se extendan,

    paulatinamente, a otras poblaciones patagnicas. Existan formas importantes decomercio a ambos lados de la cordillera, que siguieron vigentes hasta fines del siglo XVIII

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    con plena participacin de los espaoles residentes en Mendoza, en Argentina, y en Talcay otras ciudades chilenas.

    En las ltimas dcadas del siglo XIX los pases industrializados europeos requeraninsumos, fibras y alimentos, pero la produccin chocaba con sus espacios territorialeslimitados. A Inglaterra o Blgica les interesaba ms mantener la masa de obreros

    industriales trabajando en las fbricas que producir alimentos para esos obreros y fibraspara esas fbricas. En una serie de cambios rpidos, estos intereses se concretaron enun esquema de desplazamiento - las ovejas primero y las vacas despus - a los grandesterritorios de ultramar, fueran colonias o semicolonias.Se trat de un gigantesco proceso de redistribucin internacional del trabajo, que casiinmediatamente se reprodujo hacia el interior de la Pampa Hmeda: las ovejas dejaronespacio a las vacas y los cereales, que requieren los mejores suelos que ofrece esaregin y dan mayores ganancias por superficie utilizada.El ganado ovino fue transferido hacia los territorios que, en las perspectivas del negociode la agroexportacin, no sirven para los vacunos ni para los cereales, al menos en laescala requerida por los nacientes frigorficos o los primeros silos de granos.

    La Patagonia apareca como la mejor opcin para aplicar ese cambio productivo de granmagnitud. Pas a la historia econmica como el "proceso de desmerinizacin" de loscampos de la provincia de Buenos Aires, que consisti en el traslado de miles de ovejasa los recin conquistados territorios al sur del ro Colorado.La produccin lanera fue, probablemente, la demostracin ms clara de la dependencianacional con respecto al modelo de Cobden, adaptando tierras y personas a los interesesdel capitalismo europeo. Como tempranamente lo analizaba Ricardo Ortiz en su HistoriaEconmica de la Argentina, en 1815 el consumo de lana de la emergente industriainglesa era de diez millones de libras...en 1800, el consumo mundial (incluida Inglaterra)tan slo era de 2 millones de libras.... Este formidable aumento se reprodujo en formaexponencial, por lo que (condujo) ... a eliminar de las majadas inglesas los tiposproductores de lana y a cambiarlos por los productores de carne. A principios del siglo XIXGran Bretaa comenz pues a practicar la poltica... de afianzar en su territorio laproduccin de carne, dejando a las regiones ms alejadas del mundo la tarea de producirlana... (Ortiz, 1955). Luego, la demanda de esa creciente masa de bocas por alimentarempezara a requerir los aportes de las carnes y los cereales provenientes de otroscentros productivos.Puede parecer una poltica altamente racional que los ovinos fueran desplazados desde ellitoral y la regin bonaerense (las grandes pampas frtiles) hacia la Patagonia, cuando sevaloriz el vacuno y la oveja de raza Lincoln, destinados a la produccin de carne paraexportacin, facilitada por la tecnologa del fro. Y hay efectivamente racionalidad, si

    enfocamos la cuestin desde los intereses agroexportadores, que planificaron laproduccin segn la demanda externa.Pero las conclusiones son muy diferentes si el enfoque se realiza desde el desarrollointerno de la regin, y desde una poltica integradora del territorio nacional, que planificaraequilibradamente las estrategias productivas por ecoregin.Teniendo en cuenta las enormes distancias que caracterizan al territorio argentino, estpendiente una planificacin que garantice, ante todo, la seguridad alimentaria mediante laautonoma productiva en cada zona. La propuesta de la complementariedad ecolgicaentre regiones que Gudynas plantea para el mbito internacional (Gudynas, 2000) serade muy difcil aplicacin en la Patagonia, porque los costos de transporte son tan grandesque es preferible promover la diversificacin productiva, an con importantes gastos en

    tecnologa invernaderos, obras de riego, etc. . La produccin intensiva de tomates bajocubierta, en Ro Grande, Tierra del Fuego, por parte de los salesianos, o en Punta Arenas

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    por la Facultad Agraria, no son simplemente experiencias sino respuestas a la necesidadde contar con alimentos frescos en la misma zona.

    8. Ocupacin del territorio y lmites del modeloLa forzada reinterpretacin del desierto como espacio deshabitado qued agotada alcompletarse la subordinacin de las poblaciones originarias. Se trataba ahora de poner en

    marcha las anunciadas medidas que permitiran la radicacin de agricultores, labradores,industriosos trabajadores que, en forma equilibrada, daran un nuevo sentido a esosespacios vacos.Esto presentaba un problema: los tenedores de bonos con que se haban financiado laguerra, las grandes compaas ganaderas principalmente inglesas y losespeculadores, tenan otras ideas con relacin a los territorios anexados al control delgobierno nacional. Para ellos, el eje de esos intereses era la concentracin de las tierras,no la distribucin entre un ejrcito de pequeos o medianos productores.Ante esa realidad, la Patagonia no poda mantener esa imagen de tierra de promisin,donde uno obtena agua mediante unas pocas paladas en la arena, como dijera Roca.Se sum entonces una segunda resignificacin, aplicada esta vez a los escenarios

    naturales: volva a ser un desierto, reducido a una sola aptitud, la produccin ganaderaextensiva, excluyente de cualquier otro emprendimiento.Al igual que el imaginario de los espacios sin gente, esta definicin chocaba tambin conla historia. Adems de una serie de plantas nativas (como la quinua, tubrculos, frutos)que se utilizaban como alimentos, de cereales implantados en lugares aptos, y de otrasposibilidades productivas que podran haber sido impulsadas, dando lugar a unpoblamiento equilibrado, tambin en materia ganadera hay ejemplos de opciones. Lasmesetas y la cordillera patagnicas fueron tempranamente receptivas de abundantesvacunos: Los espaoles decidieron la construccin de un fuerte en Pennsula Valds. Laempresa se concreta el 7 de octubre de 1783 sobre el Golfo San Jos. Fundan laEstancia Del Rey, trayendo los primeros animales: 9 vacunos, 36 novillos y bueyes y 24caballos desde Carmen de Patagones en el navo Dragn. Estas sern las primeras vacasarribadas en forma oficial a la Patagonia. Con el transcurrir de los aos, los indioscomienzan a acosar a los espaoles, principalmente para robarle los caballos. Sinembargo, el 8 de diciembre de 1808, en un violento maln, los naturales se llevan latotalidad de los caballos y ms de 600 vacunos, quedando, segn la crnica, bastanteremanente. Los peridicos ataques posteriores diezmaron a los espaoles, a quienes proltimo los indios vencieron quemando el fuerte.Pasaran muchos aos sin antecedentesde lo ocurrido con los vacunos de la pennsula, hasta que en 1815 un ingls, LibanusJones. Cazador de lobos marinos, explora sus costas y descubre gran cantidad de vacas;vuelve en 1818 y hace una extensa exploracin, calculando que en la regin peninsular

    pastan unas dieciocho mil cabezas... Por otra parte, este autor seala . ... la importantecantidad de hacienda que posean los naturales est registrada en una carta que elcacique Sayhueque le enva desde Limay a Lewis Jones, lder de la colonia galesa delValle del ro Chubut, fechada el 3 de abril de 1881 y donde le solicita su ayuda parapeticionar ante las autoridades la devolucin de sus haciendas; le informa que ha sidoatacado por el ejrcito argentino y despojado de sus bienes, dice (sic) ... lo mismo quetodos mis animales, hasta 50 mil cabezas entre vacunos, yeguarizos y ovejas (KennethBerwyn, 2001). En el mencionado trabajo, se proporcionan una serie de datos quecorroboran que, hasta muy entrado el siglo XIX, hay relatos y testimonios sobre grandestropas de ganado vacuno cimarrn, que precedieron en muchos aos a la implantacin delas ovejasiv. Por lo visto, esta hacienda haba encontrado un equilibrio muy interesante en

    esos territorios. La posibilidad de haber desarrollado un recurso alimentario, de cueros,etc., destinado a un potencial mercado interior de la Patagonia qued defenestradacuando el modelo exportador determin el destino lanero de la regin, al igual que el

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    desarrollo de tecnologa que promoviera una agricultura destinada a producir los forrajesnecesarios para dicha actividad. Al da de hoy se sigue reproduciendo la situacin; salvoen campos de la cordillera, los lotes vacunos son escasos, y la mayor parte del comerciose abastece desde la Pampa y Buenos Aires, con altos precios y severas restriccionessanitarias.

    El modelo extractivo agroexportador aplicado desech toda opcin que mantuviera ofomentara diversificacin, multiplicando su incapacidad para generar ocupacin ypoblamiento. Salvo en el valle de los ros Limay y Negro, y en la baja cuenca del roChubut, la definicin demogrfica sigue siendo la poblacin escasa.

    En la meseta y la precordillera los nucleamientos humanos se constituyeron en torno a lasestaciones de ferrocarril, escuelas, aguadas, puertos del atlntico. Salvo los lugaresbeneficiados por alguna actividad especial, como el turismo o la pesca martima, hasta laactualidad tuvieron muy poco crecimiento e incluso disminucin por xodo; de hecho,predominan los nucleamientos que el censo categoriza como poblacin rural agrupada,y no ciudades. Un estudio reciente de la investigadora Marcela Bentez, informa que en

    Ro Negro y Neuquen desaparecern, en poco tiempo, dieciocho pueblos y aldeasv.En el sector continental ms lejano, la provincia de Santa Cruz, la produccin de ovinosse inici en 1877, cuando llegaron las primeras majadas. Frigorficos faenadores de esteganado se instalaron en Puerto Deseado, San Julin y Ro Gallegos, lo que implic unacierta diversificacin en el marco mismo de la cultura ovina ya que los emprendimientosno slo se dedicaron a la lana, sino tambin a la carne. Hubo tambin experimentacionesya que se probaron diferentes razas. Sin embargo, esto no fue suficiente para superarlas condiciones de despoblamiento. Hoy en da, con una densidad de 0,7 habitantes porKm2. , la poblacin provincial se concentra en la capital, Ro Gallegos, en algunasconcentraciones urbanas de la costa: Puerto Deseado, San Julin, ComandantePiedrabuena, Caleta Olivia, una ciudad turstica en la cordillera, Calafate, y una ciudad deservicios en el interior, Gobernador Gregores. Con una superficie de 243.943 Km2, laprovincia apenas supera los 200.000 habitantes.

    Las causas parecen perdidas en el tiempo, pero son las mismas que afectaron todo esteproceso. El periodista J. M. Borrero, describe las matanzas de indios y obreros por partede los estancieros de este modo, en 1928: Leyenda?. Yo no s. All estndesparramados los crneos y los fmures de los indios cados un da en las proximidadesde Cabo Domingo, lugar saliente en el costado oriental de Tierra del Fuego, sobre lastierras ocupadas por los Menendez Behety. La verdad es que Tierra del Fuego, comoSanta Cruz, se ha ido despoblando lentamente desde cincuenta aos atrs,

    desapareciendo sus vigorosas poblaciones indgenas para dar paso, no a otras razas quefueran a suplantarlas, sino al ganado ovino que da la rica lana fueguina, cuyo preciosupera al de todas las dems que se producen en el mundo. Sed de oro debi tenerquien concibi como nica solucin para fomentar la cra del ganado lanar la matanza delos indios de Tierra del Fuego y Santa Cruz...en los cerebros cuya nica obsesin es eloro, los medios para realizar una idea no se discuten o, para mejor decir, resultan todosbuenos. Matar indios? Mataron tantos los conquistadores de Amrica... y se han seguidomatando... No siendo cristianos los indios, tampoco ha de ser pecado delante de Diosdejar el tendal de indios muertos, adultos y nios, lo que sea que coma y comprometa unariqueza en ciernes... La necesidad de despoblar para tener dominio absoluto sobre latierra, donde deban pacer y reproducirse tranquilamente millones de ovejas, que han de

    dar cada ao bolsas de oro de buena ley. (Borrero, 1957)Tambin en 1928 el agrnomo Muello, en un pormenorizado estudio sobre la economasantacrucea, afirma: ...si cotejramos el nmero de habitantes que Santa Cruz contiene

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    en su enorme extensin territorial, de inmediato se pone en evidencia que los principiosesenciales de la Ley de Tierras, que fueron los de acrecentar la poblacin humana, nose han cumplido para mal de aquellas regiones. De haberse limitado a 20.000 hectreasel mximum de cada concesin, el nmero de habitantes acusara cifras muy elevadas ysus progresos en todas sus manifestaciones seran ms acentuados, si se tiene en cuentael extraordinario inters que hay en obtener lotes de ocho leguas, con la concurrencia, en

    muchos casos, de varias personas que disputan la misma tierra. Co0mo exponente de lapotencialidad econmica de Santa Cruz se cita con cierta frecuencia a las poderosascompaas annimas, que poseen extensiones territoriales enormes que han obtenidoviolando las disposiciones legales. Estas compaas tienen en su mayor parte susdirectorios en el exterior, procuran por todos los medios ensanchar sus dominios, querepresentan otros tantos latifundios. Teniendo en cuenta que la tierra es el primerinstrumento y la principal base de trabajo humano y en consecuencia como propiedad delEstado es de utilidad pblica, pertenece a los habitantes del pas. En pocas manos oacaparada en grandes extensiones, como sucede entre nosotros, constituye el feudalismoargentino contrario a nuestra forma de gobierno. Las mejores tierras estn enajenadas.Puede asegurarse que el Estado se ha desprendido ya de sus mejores extensiones en los

    territorios y que, considerada por su valor, slo queda en su poder una parte mnima, enproporcin a su patrimonio primitivo. (Muello, 1928) viCoincidentemente, como seal de la dependencia que recorra Amrica Latina, esemismo ao Maritegui sealaba en el Per, alertando sobre las monoproducciones: y elriesgo que implicaban para la seguridad alimentaria de la poblacin: El desarrollo decultivos industriales, de una agricultura de exportacinaparece ntegramentesubordinado a la colonizacin econmica de los pases de Amrica Latina... las mejorestierras de los valles de la costa (peruana) estn sembradas de algodn y caa, noprecisamente porque sean apropiadas slo para estos cultivos, sino porque nicamenteellos importan en la actualidad a los comerciantes yanquis e ingleses. el mismopequeo propietario, o pequeo arrendatario, se encuentra empujado al cultivo delalgodn por esta corriente que tan poco tiene en cuenta las necesidades particulares de laeconoma nacional.El desplazamiento de los tradicionales cultivos alimenticios(es)una de las causas ms visibles del encarecimiento de las subsistencias de laspoblaciones(Maritegui, 1928)Un empresario con larga trayectoria en la provincia de Chubut seala razones similares alas de Muello para explicar la falta de crecimiento de la poblacin, a pesar de ser ese unobjetivo central de la conquista de la Patagonia:Las tentativas para radicar masas decolonos tuvieron siempre escaso xito por desconocimiento de las tierras; slo losgaleses afrontaron las dificultades y pudieron radicarse realizando una obra digna delmayor encomio, por la tenacidad y unin de sus habitantes que formaron un ncleo

    cooperativo para la colocacin de sus productos. Por lo general se parti de la idea deenviar agricultores provistos de tiles de labranza como se haba hecho en otras zonasdel pas, sin estudiar previamente esas tierras, los cursos de agua y las posibilidades deabastecerse de la misma a los lugares en que se fundaban las colonias, y sin vas decomunicacin para dar salida a la produccin y abastecimiento de los elementosnecesarios para el afincamiento de las poblaciones estables. Tenemos el caso de lapennsula Valds (en la costa de la provincia del Chubut), que obligaban al concesionarioa colonizar esas tierras con colonos y tengo en mi poder una subdivisin de tierras enchacras de 650 Hs. De suelo gredoso y sin aguas dulces a las orillas de la caleta Valds,que en aquel entonces hubiese sido apta para una colonia pesquera a orillas del mar.Todo se hizo a la buena de Dios sin estudios previos de las grandes extensiones de

    tierras de la Patagonia a pesar de los esfuerzos realizados por algunos preclaros hombresde gobierno y de los intrpidos habitantes que se arriesgaron a establecerse en esoslugares desrticos y solitarios del sur.(Ferro, 1978)

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    Esta falta de planificacin fue, en verdad, aparente, ya que doce dcadas despus lasituacin es igual o ms grave. Las tierras patagnicas no slo siguen esperando loshabitantes que garantizaran su desarrollo; salvo Tierra del Fuego- y muy levementeNeuquen- el promedio regional es de fuerte drenaje de poblacin rural hacia loscinturones de pobreza de los centros urbanos:

    Patagonia Poblacin Rural y Poblacin Urbana, Totales en el mbito de Nacin yProvincia, segn los Censos de los aos 1991 y 2001

    Pas Provincias-Aos

    TotalPoblacinUrbana

    TotalPoblacinRural

    TotalRuralAgrupada

    TotalRuralDispersa

    TotalPoblacin

    ARGENTINA

    Ao 1991 28.436.110 4.17