Parsons T., Bales R. y Shils E. - Apuntes sobre la teoria de la acción

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- -- -- . .". ..... , Apuntes sobre la teoría de la acción Talcott Parsons Robert F. Bales Edward A. Shils Amorrortu editores Buenos Aires

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Apuntes sobre la teoría de la acción Talcott Parsons Robert F. Bales Edward A. Shils

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Direct?r de la bi~lioteca de sociología, Luis A. Rigal ,Workmg Papers In the Theory 01 Action Talcott ~arsons, Robert F. Bales, Edward A. Shils, 1953 TraduCClon, María Rosa Vigan6 de Bonacalza

Unica edición en castellano autorizada por The Free Press Nue. va York, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n? 11.723. © Todos los derechos reservados por Amorrortu editol'es S. C. A., Luca 2223, Buenos Aires.

La repl'Oducción total o parcial de este libro en forma idéntica o -modifica~a, escrita a máquina P?t el sistema multigraph, mi. meógrafo, Impreso, etc., no autorIzada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe sel' previamente solici tada.

Impreso en la Argentina. Printed in Argentina.

Prólogo

La presente publicación no debería considerarse un libro en el sen­tido usual del vocablo, sino exactamente un conjunto de Apuntes, como su título implica. Tal vez con la única excepción del primer artículo, constituye una serie de proyectos de trabajo escritos a • medida que se iban desarrollando en ellos las ideas teóricas, y a los que todavia no se reelaboró como para que formen una totalidad l6gicamente bien integrada o probada empíricamente, salvo de modo fragmentario. Recibimos con agrado la sugerencia de la Free Press para publicar estos artículos en su forma actual, porque esperamos sacar provecho de los debates que provocatán entre los miembros de grupos profesionales interesados en el tema y con inclinación a la teoría. Creemos que tales debates acele­rarán el proceso de desarrollo teórico y nos capacitarán pata alcan­zar luego, en un lapso más breve de lo que ser1a posible de otra manera, un resultado más integrado y completo. Dada su 1ndole de apuntes de trabajo, no intentamos aqu1 presen­tar los antecedentes que harían que el lector no familiarizado con nuestras obras anteriores los comprendieran con mayor facilidad; ello requerida mucho espacio y no armonizaría con el propósito de este volumen. Los más importantes se hallarán en tres publicaciones previas: Bales, Interaction Process Analysis (Addison Wesley Press, 1950); Parsons y Shils (editores), Hacia una teoría gene!'al de la acción (Kapelusz, 1951), especialmente la parte II de Par­sons y Shils, «Valores, motivos y sistemas de acción», y Parsons, El sistema social (Revista de Occidente, 1966). Tampoco hemos intentado revisar los primitivos artículos a la luz de avances teó­ricos posteriores. Con el agregado de unas pocas notas editoria­les, se los dejó tal como fueron escritos originalmente y en el or­den en que se los redactó. Reservamos el intento de presentarlos en forma más coherente para una posterior ocasión. Las circunstancias que llevaron a los autores a colaborar en la presente publicación son, sucintamente, las que siguen. Los tres autores mantuvieron estrecho contacto durante varios años. El en­foque de Bales para el análisis de la interacción en pequeños grupos tuvo como origen la misma tradición de teoría sociológica que el examen de Parsons y Shils sobre los niveles más macrosw

cópicos de la estructura y funcionamiento de los sistemas sociales. Aunque Bales no participó formalmente en Hacia una teoría gene-

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rol de la acción, 10 hizo de modo activo en muchos de los debates sobre l.os que se basó ese libro, siendo notable su contribución en tales ocasiones. Intensivos análisis adicionales fueron llevados a cabo por Parsons y Bales a propósito del escrito siguiente del primero de ellos, El sistema social, especialmente los capítulos sobre los procesos de socialización y sobre conducta desviada y control social. Además, en la primavera de 1950·51 intervinimos con Charles Morris y algunos otros colegas en un grupo informal de discusión sob!'e la teo!'ía de! simbolismo en relación con la acción, que mucho incidió en nuest!'o pensamiento. G!'ande es nuestra deuda, en particulnr, con el profesor Morl'is. El p1'ime!' artículo de la serie, «El superego y la teorla de los siste­mas sodales», * se incluye porque constituye una transición entre las anteriores publicaciones de Parsons',y Ja fase más reciente, en la que colaboraron los presentes autores. Fue escrito en mayo de 1951, para una asamblea de la American Psychiatric Association, y el tema que abordaba nos pareció apropiado para esta ocasión. Se ocupa, sin embargo, de problemas muy generales de teoría. Espe~ ramos que su inclusión ayude al lector a entender la línea de desa~ 1'1'0110 de la cual resultaron las principales ideas expuestas en los siguientes artículos. A principios del otoño de 1951 Parsons volvió sobre el tema del simbolismo -en parte con respecto al desarrollo teórico para un proyecto de investigación empírica sobre movilidad social-, redac~ tanda, en consulta continua con Bales, el' artículo que aquí aparece como capítulo 2. Esta empresa arrojó nueva luz sobre la signifi­cación del esquema de var1ables~pautas) aclarando cada vez más su íntima relación con el esquema de caregorías de Bales para el análisis del proceso-de interacción. La repentina comprensión de que los cuatro problemas sistémicos enunciados por Bales eran fundamentalmente análogos a una nueva combinación particular de cuatro de las variablesMpautas (excluyendo auto-orÍentación versus orientación a la colectividad, y podían considerarse como formulaciones alternativas de las dimensiones de un espacio tetra~ dimensional, constituyó el gran paso hacia la consolidación de los dos esquemas. Fue en esencia este insigbt, que siguió en forma casi inmediata a la terminación del artículo sobre simbolismo, el que nos llevó a formular el primer trabajo en colaboración (capí­tulo 3 de este libro), escrito en noviembre de 1951. Con esta consolidación, se hizo claro casi al instante que el esque~ ma de variablesMpautas, los cuatro problemas sistémicos, las doce categorías del proceso de interacción, la tipología de las orlenta~ dones desviadas desarrollada en El sist~ma social de Parsons, y el

* Publicado primitivamente en la revista Psychiatry, febrero de 1952. Agra· decemos a sus directores la gentileza de permitirnos reproducirlo aquí.

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correspondiente paradigma de los procesos de control social, podían reunirse, todos ellos, en un único esquema analítico si~uien~o las líneas esbozadas en nuestro attículo sobre las cuatro dlmenslOnes. Estos insights, que aparecieron muy pronto tras la «aI?ertura» inicial, nos dejaron, sin embargo, con muchos y complejOS pro~ blemas teóricos irresueltos. El segundo artículo escrito en cola~ boración (capítulo 5) es en esencia e! documento de la etapa siguiente "en la elaboración de estos problemas y de los progresos alcanzados como resultado de varios meses de esfuerzo para nevar a término las implicaciones de la consolidación teórica previa. Los lineamientos principales de este articulo fuerol1 trazados por Parsons y Bales entre abl'il y mayo de 1952. No obstante, ape~as fue posible esbozar una sección introductoria antes de la pa:uda. de Bales a Europa, para ejercer la docencia en el Salzburg Sen:l~ar. Mientras tanto, se había convenido con Shils para que este V1nlera desde Cambridge a principios del verano, a fin de reanudar su colaboración anterior con Parsons sobre el trabajo teórico general. Ellos se encargaron de continuar desarrollando el esquema proyec· tado por Parsons y Bales, pero antes, de alcanzar, a título pr?vi~ sional estas conclusiones se produ)"eron avances bastante amplIOS.

" , 1 Parsons y Shíls redactaron un primer borrador de este artlCl1 o; revisado con detenimiento por los tres autores cuando Bales regreso de Europa, hasta llegar a la versión actual. ., El capítulo 5 desarrolla los primeros avances en dos dIreCCiOnes principales. La primera es el uso del esquema tetradimensiona1 en el análisis del proceso de la acción como tal, que culmina con una clarificación del análisis del movimiento de fases del proceso, tanto en su aspecto motivacional cuanto en el cultural~simbólico. La segunda tendencia importante es la articulación del esquema di­mensional con el análisis de la estructura de sistemas, especialmente sistemas sociales, tal como fue desarrollado en trabajos previos -sobre todo en El sistema social y, a nivel más microscópico, en 1 nteraction Process AnalYsis-. Las dos direcciones de esta am~ pliación se reúnen, sobre tod.o, mediante una cuidadosa elaboración de los niveles microscópico y macroscópico de referencia al sistema y del modo en que se articulan entre sI. En realidad, consideramos que esta es, tal vez la clave más importante para la elucidación teórica en este campo. Debe ponerse de relieve que el trabajo teórico documentado en este conjunto de artículos avanzó en forma concomitante y en la más estrecha conexión con cada uno de nuestros intereses de inves~ tigación empírica. Ciertos resultados empírico, del trabajo de Bales sobre pequeños grupos fueron la fuente, en realidad, de algunos de los principales insights que enunciamos en forma más genetal en los ptimeros artículos. El nivel de análisis de la interacción nos proporcionó por doquier un punto de referencia empfrico y estable, ayudándonos a desentrañar algunos de los problemas semánticos,

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bastante resbaladizos, vinculados con el hecho de que el esquema conceptual tratado se aplica en niveles microscópico y macroscó~ pico de los sistemas de acción. El artículo de Bales (capítulo 4) fue escrito en mayo de 1952 para esta serie. Esperamos que ayude al lector a ver más concretamente la relevancia empírica de algunas de las ideas más abstractas de la teoría general, en particular aque~ Has que tratan sobre el problema de un sistema en equilibrio, y tal vez incluso a compartir parcialmente nuestro entusiasmo por disponer de un modo de producción de datos tan directamente ligados al nivel más abstracto de la teorfa. Shils también estuvo trabajando sobre grupos primarios y otros problemas en e! análisis de la estructura social. Al mismo tiempo, gran parte de! papel que le cupo a Parsons en el trabajo estuvo relacionado estrechamente con el proyecto que, en colaboración con Samue! A. Stouffer y Florence Kluckhohn, y con la ayuda de un pequeño cuerpo de auxiliares y los miembros de un seminario de investigación para graduados, está llevando a cabo en el campo de la movilidad social. A este respecto, la tenta~ tiva de delinear la estructura de los roles ocupacionales como un sistema de referencia nos impulsó a analizar el sistema social, en su conjunto, más profundamente de 10 que suponíamos necesario. En el capítulo 5 se incluye una breve explicación del correspon~ diente enfoque sobre la clasificación de los roles ocupacionales. La exposición y el tratamiento más c,!mpletos de los datos se reservan para futuras publicaciones, teladonadas con el proyecto sobre movilidad. Es imposible reconocet de manera adecuada nuestra deuda con muchas otras personas. Este trabajo, fue realizado en su totalidad, en medio de continuos dehates con numerosos colegas y estudian~ tes y, como ya señalamos, guarda una conexión Íntima con nuestra investigación empírica, y por ende con nuestros colaboradores en esa tarea. Sin su ayuda no habríamos podido cumplir con nuestra misión específica.

T. P. R. F. B. E.A. S.

Cambridge, Massachusetts Octubre, 1952

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1. El superego y la teoría de los sistemas sociales •

Talcott Parsons

Tal vez, en el sentido más amplio, la contribución del psi~oa~~lisis a las ciencias sociales consisti6 en una enorme profundlzaclOn y entiquecimiento de nuestl'O entendimiento de la motivación huma~ na. Este enriquecimiento implicó una influencia tan penetrant~ y generalizada que sería casi imposible rastrear sus muchas ramIfI~ caciones. En este artículo opté por decir algunas palabras ~cerca de un aspecto particular de esa influencia, la ejercida a tra~es del concepto psicoanalítico de superego, a ~ausa de_ su ,r~levancla par~ ticularmente directa con respecto a los Intereses teorlCOS centrales de mi propia especialidad dentro de las ciencias sociales, la teoría sociológica. En realidad, este concepto con~tituye ~no de los pun~ tos más importantes para establecer relaclOnes dIrectas entre el psicoanálisis y la sociología, y es en este sentido que deseo analizarlo. . El psicoanálisis, al igual que otras tradiciones del pensamlen~o psicológico, se ha concentrado de manera natural en el estudlO de la personalidad del individuo corno centro de su marco de re~ ferencia. La sociología, en cambio, se interesó primordialmente, y en forma igualmente natural, en las pautas de la conducta de una pluralidad de individuos en la medid~ que cons~ituyen, ~o que t~n~ demos a llamar, cada vez más, un SIstema SOCIal. DebIdo a dlfe~ rendas históricas de perspectiva y puntos de partid~, .los es.q~e.mas conceptuales a donde se arribó desde estas do~ pOSlClOnes tnlcIales no han sido, en general, congruentes entre SI, y este hecho o~a~ sionó una gran cantidad de malentendidos. Sin embargo, ~rabalos teóricos recientes 1 muestran que, de acuerdo con tendenCias con~ vergentes de pensamiento, es posible reunir las principales ten'­dencias teóricas de estas disciplinas bajo un marco comú?- de referencia, llamado por algunos sociólogos la «teoría de la aCCIón».

* En sus partes &ustandales, este ensayo fue leído ~n, la reuni~n. de 1.a Sección PsÍcoanalítÍca de la American Psychiatric ASSOClatlon, en Cm~lfln~t1. Ohio, el 7 de mayo de 1951. El tema de esa reun~ón era (¡La co~tl'1bUC16n del psicoanálisis a las ciencias sociales». Fue publicado en PsychJatry, vol. XV, n~ 1, febrero de 1952. 1 Véase Taleott Parsons y Edward A. Shils, comps., Towtlrd a C,eneral Tbeory 01 Action, Cambridge: Hat;'ard University Press, 1951. ~!ftlCttl tina teorfa general de la acción, Bs. AIres: Kapelusz, 1968.) Tamblen ~aleott Parsons, Tbe Social System, Glencoe, Ill.: Free Press, 1951. (El sIstema social, Madrid: Revista de Occidente, 1966.)

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Deseo enfocar el análisis del concepto de superego en la perspec­tiva de este intento de unificación teórica. Un~ de las principales razones para la selección de este concepto resIde en el hecho de que j históricamente, se centró en él un pro­ceso real de convergencia. Es precisamente a causa de este hecho al menos en parte, que el descubrimiento freudiano de la inter~ nalización de los valores morales como elemento esencial de la estructura de la personalidad misma constituyó un hito tan crucial en el ?esarrollo de las ciencias de la conducta humana. Aunque es posIble encontrar ottas formulaciones similares en la literatura del mismo período, la que convergió de manera más espectacular con la teorla del superego de Freud fue la del rol social de l.s normas morales, del sociólogo francés Emile Durkheim -teoría qu,: constituyó una de las piedras angulares del desarrollo pos­tenor de la teoría sociológica-o Los insights de Durkheim en esta materia antecedieron escasa­~e~t; a los de Fr~ud.2 Durkheim partió del concepto de que el mdlvlduo1 como mIembro de la sociedad, no es totalmente libre par~. tomar s~s propia~ decisiones morales, sino que está «cons­trerudm> en CIerto sentIdo a aceptar las orientaciones comunes a la ~ociedad de la que es miembro. Tras una serie de intentos para lnterpretar la naturaleza de :st~ cons~ri¿~ión) Durkheim concluye por centrarse en dos caractensttcas prmclpales del fenómeno: pri­mero, que las reglas morales «constriñem~ la conducta funda­ment?~mente, por la au~oridad moral, antes que a través' de una coerC10n externa cualqUIera; y segundo, que la efectividad de la autoridad moral sería inexplicable si no se supusiera que las pautas de valo!" --como diríamos ahora- fueron internalizadas como parte de la personalidad. Durkheim como resultado de ciertas peculiaridades terminológicas en las' que no necesitamos detenernos aquí, tendió a identificar la «sociedad» como tal con

2 Los ins~ghts de I?urkh.eim. fueron e~presados daramente por primera vez en, un art.1culo, «DeterrnmatlOn du Falt moral», publicado en la Revue de Metaphystque et de Morate en 1906; luego los desarrolló mucho más en Les formes élémentaires de la vie religielise, su ultimo libro (París: F. Al­~;~8::12; Las formas elementales de la vida religiosa, Bs, Aires: Schapíre,

~l priJ~l:r, artículo fue reimpreso ,en el libro Sociologie et Philosophie, edi. C1ón dmglda por, Charles Bougle (París: F, Alean, 1929). Su tema fue elaborado co~ mas ~etalle en las conferencias dictadas en la Sorbona en 1906, y publtcadas postuma~ente con el título VEducation morate (París: F. Alea.n, 1925; La edtlca~ton moral, Bs. Aires: Schapire, 1970). D.urkheun tuvo profunda lpfh;encla en la obra del psicólogo suizo J ean FIaget) que desarrolló su ctlterJO desde el punto de vista psicológico. Véase esp. The Moral ludgmeJ1t 01 the Child (Glencoe Ill,: Free Press 1948) Presumo que el lector p,siquíatra está familiarizad~ con las obras r~levante~ de Fl'eud; agreguemos, sm embargo, que dos de los análisis más importantes del superego se encuentran en The Ego (llld the Id (Londres: Hogarth Press, 1949) y New Introductory Leclures on Psychoallalysis (Nueva York: Norton, 1933).

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el sistema de normas morales. En este sentido tan especial del término sociedad, es significativo que expusiera la fórmula ex­plícita de que «la sociedad solo existe en las mentes de los individuos». En la obra de Durkheim apenas se sugieren los mecanismos psico­lógicos de la internalízación y el lugar que ocupan los valores morales internalizados en la estructura de la personalidad misma. Pero esto no desvirtúa el fenómeno masivo de la convergencia de los insigbts fundamentales de Freud y Durkheim, no solo en lo que se refiere a la importancia fundamental de los valores mora­les en la conducta humana) sino también a la internalízación de estos valores, Esta convergencia) a partir de dos puntos iniciales distintos e independientes por completo, merece figurar como uno de los. hitos verdaderamente fundamentales del desarrollo de la moderna ciencia sociaL Es comparable a la convergencia entre los resultados del estudio experimental de la reproducción de las plantas, llevado a cabo por Mende!, y los de! estudio mi­croscópico de la división celular -que llevó -al descubrimiento de que los cromosomas son los portadores de los genes-o Solo cuando pudieron reunirse esos dos cuerpos tan distintos de cono­cimiento científico se tuvo una idea concreta sobre la moderna ciencia de la genética, La convergencia del pensamiento de Freud y de Durkheim puede servir para enunciar el problema de este artículo, que es el si­guiente: ¿Cómo puede analizarse el fenómeno fundamental de la internalización de las normas morales de modo de maximizar el grado de generalidad de las implicaciones de la formulación, tanto para la teorla de la personalidad como para la teorla de! sistema social? Porque si es posible enunciar lo esencial del problema de modo suficientemente generalizado, el análisis probada ser igual­mente relevante en ambas direcciones. De esta forma, contribuiría a la integración de la teoría psicoanalítica de la personalidad y de la teoría sociológica del sistema social, y por lo tanto al mayor . desarrollo de un esquema conceptual que es, en esencia, com{m a ambas. El principal punto de partida del esfuerzo por vincular estos dos cuerpos de teoría es el análisis de ciertos rasgos fundamentales de la interacción de dos o más -personas, concebido el proceso de interacción en sí como un sistema. Una vez puesto en claro 10 esencial de tal sistema interactivo, las implicaciones del análisis pueden llevarse hasta el fin en ambas direcciones: el estudio de la estructura y del funcionamiento de la personalidad como sis­tema, en relación con las otras personalidades, y el estudio del funcionamiento del sistema social en tanto sistema. Puede presu­mirse que, en el pasado, la dificultad para coordinar estas dos ramas de pensamiento radicó en que no se había llevado a cabo este análisis; y esto no se había hecho porque «quedaba en medio

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de los dos banquitos».-* Por una parte, Freud y sus discípulos, al concentrarse en la personalidad individual, no consideraron ade­cuadamente las implicaciones de la interacción del individuo con otras personalidades para formar un sistema. Por el otro lado, Durkheim y los otros sociólogos, al concentrarse en el sistem.a sodal como sistema, no consideraron sistemátÍcamente las imph­eadones del hecho de que es la interacción de las personalidades 10 que constituye el sistema sodal que les interesaba, y que, por ende, un análisis apropiado del proceso motivacional en un sis­tema de esa indole debe tener en cuenta los problemas de la per­sonalidad. Esta circunstancia parecería explicar por qué se des­

. cuidó tan seriamente este tema. Ante todo, puede señalarse que es preciso concebir que dos per~ sanas intetactuantes constituyen objetos una para la otra en dos aspectos fundamentales, y en un tercet ~specto que se deriva, en cierto sentido, de los dos primeros. Estos son: 1) percepción cog~ nitiva y conceptualización, la respuesta a la pregunta qué es el objeto, y 2) catexis -afecto o avetsión-:-, la resl?uesta a la pte· gunta qué significa el objeto en un sentld~ emoclor:aL El te~.'Cer modo mediante el cual una persona se orIenta haCIa un objeto es por la evaluación -la integración de los significados cognitivo y catéctico del objeto para formar un sistema, incluyendo la es~ tabllidad de un sistema de esa especie en el tiempo-o Cabe sos· tener que es imposible una relación estable entre d?s o l'?ás obje· tos si no están presentes estos tres modos de orIentacIón para ambas partes de la relación.3

Si se consideran las condiciones de las que depende un sIstema tal de interacción estable y mutuamente orientado, se llega a la conclusión de que, a nivel humano, esta mutualidad de infer· acción debe estar mediada y estabilizada por una cultura comlm -es decir, por un sistema de símbolos c~múnmente compartidos, y cuyos significados ambas partes los entIenden de un modo bas~ tante concordante-o La existencia de dichos sistemas de símbolos -en especial, aunque no exclusivamente, en CUa1;to están involu· crados en el lenguaje- es común a todas las SOCIedades humanas conocidas. Por más que los sistemas de símbolos en funciona· miento de la sociedad puedan haberse desarrollado primero, están implícitos en la socialización de todo niño. Cabe presumir que la prominencia de los sistemas de símbolos comunes es tanto una

* En. inglés, il has lallen between two SIOO/S, hace referencía. al refrán «(Between two stools, the breech comes 10 the grotmd», vale deCir, textual­mente, «Cuando queda entre dos banquitos, el trasero se viene al suelo». (N. del E.) . . d 3 Un mayor desarrollo de este punto de part}da anaHtlco y e las tazones para asumirlo se encontrarán en Parsons y Shils, comps., Toward a Cenernl Theory 01 Action, op. cit. Véase esp. 1~ «General Statement)~ y la parte II. «Values, Motives and Systems oí Acttom>. El lector tambIén puede con­sultar El sistema social, op. cit,

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consecuencia como una condición de la extrema plasticidad y sen· sitividad del organismo humano, las que a su vez son condiciones esenciales de su capacidad para aprender y, concomitantemen~e, para aprender mal. Estas características del organismo humano m­traducen un elemento de extrema inestabilidad potencial en el proceso de interacción humana, lo cual requiete mecanismos es~ tabilizadores si el sistema interactivo, como sistema, ha de fun­cionar. Los elementos de la cultura común tienen significación con re· ferencia a los tres modos de orientación de la acción. Algunos de ellos tienen significación principalmente cognitiva, otros prin­cipalmente catéctica -expresan significados emocionales o afec­to-- y unos terceros principalmente evaluativa. La regula~ió~ nor~ mativa para el establecimiento de estándares es caractenstlca de todas las partes de la cultura; por 10 tanto, exis~e un modo a~e­cuado de simbolizar toda orientación de la aCCIón en cualquier cultura dada. Esto es esencíal, en verdad, para --la comunicación misma: si ha de haber comunicación efectiva, deben observarse las convenciones del lenguaje. Es un hecho familiar pata la teoría psicoanalítica que la catexis de una persona hacia un objeto humano -es decir, lo que el objeto significa emocionalmente pata la ~ersona- d.epende de la responsividad de ese objeto. Debe conSIderarse caSI como ~n axioma que, a la larga, es difícil (si no imp?sible) am?r sm ser amado; más difícil es ver que hay un paralehsmo caSI dnecto, en este aspecto, entre catexis y cognición. Después de todo, la catexis de una persona hacia un objeto inanimado, tal co~~ un objeto alimenticio, no depende dírectame?-te de la r,esponslvldad del objeto; es sin duda un antropomorfismo sugenr que a un biftec le gusta ser comido en el mismo sentido en que a un hom· bre hambriento le gusta comer el biftec. De manera análoga, la cognición del objeto inanimado por una persona no depende directamente de la cognición recíproca de la persona pOI' parte del objeto. Pero cuando el ?bjeto ~s otra persona, am~~s. co~o ego y álter, constituyen un Sistema tntera~t.lvo. La cuestlOn reSIde en saber qué es el álter, en sentido COgOlttvo, desde el punto de vista del ego, y viceversa. Es evidente que la respuesta a esta pre­gunta debe tomar en cuenta el lugar -o «status», como !o 11a· man los sociólogos- del ego y del álter .en la estructura del slstem~ interactivo. Por 10 tanto, cuando yo dIgo que una persona es mi madre, o mi amigo, o mi alumno, ~stoy cara~terizan~~ a es~ pel'­sona como un participante en un Sistema de lOteraCClQn SOCIal en el que yo también estoy invo!uc.rado. ~ . Así no solo las actitudes catectlcas de las personas entre SI, SlOO

tam'bién sus imágenes cognitivas, son funciones de su interacción en el sistema de relaciones sociales; en un sentido fundamental, el mismo otden de relaciones se aplica en ambos casos.

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Un sistema social es, pues, una función de la cultura común, que no solo forma la base de la intercomunicación de sus miembros, sino que define -y así en cierto sentido determina- los status relativos de esos miembros, Dentro de limites sorprendentemente amplios. no hay significaci6n intrínseca alguna de las petsonas entre sí independiente de su interacción reaL En la medida que estos status telativos están definidos y regulados en términos de una cultU1'a común. es válida la siguiente afirmaci6n, en apa~ riencia parad6jica: solo puede entenderse 10 que son las personas en términos de un conjunto de creencias y sentimientos que de~ finen 10 que ellas deberían ser, Aun cuando esta proposición es verdadera solo de un modo muy general. resulta clucial para el entendimiento de los sistemas sociales, En este contexto debe comprenderse la gran significación de los estándares morales en la cultura común de los sistemas de inter~ acci6n social. Los estándares morales, como núcleo del aspecto evaluativo de la cultura común, constituyen la esencia de los me~ caoísmos estabilizadores del sistema de interacción sociaL Estos mecanismos funcionan, además, para estabilizar no solo actitudes --es decir, los significados emocionales de las personas entre sí­sino también categorizaciones- las definiciones cognitivas de 10 que las personas son en un sentido socialmente significativo-o Si el enfoque ptecedente es correcto, .el lugar del superego como patte de la estructura de la personali'dad debe entenderse en tér~ minos de la relaci6n entre personalidad y cultura común total, en virtud de la cual llega a ser posible un sistema estable de interw acción social a nivel humano, Cuando Freud se centraba en el elemento de los estándares morales, revelaba poseer una idea to~ talmente correcta del problema, Tal elemento es, en verdad, central y crucial, pero parece que la concepci6n de Fteud fue demasiado limitada. La ineludible conclusión es que no solo los estándares morales, sino todos los componentes de la cultura co~ mttn, están internalizados como parte de la estructura de perso~ nalidad. En realidad, los estándares morales no pueden ser se­parados, en este aspecto, del contenido de las pautas de orienw

taci6n que ellos regulan; como he señalado, tanto el contenido de las definiciones de las. actitudes catécticas como el de las defiw niciones de los status cognitivos tienen significación cultural y, por ende, normativa, Este contenido es cultural y aprendido, No puede entenderse ni 10 que el objetn humano es, en los aspectos más significativos, ni Jo que significa desde el punto de vista emow cional, como algo dado independientemente de la naturaleza del mismo proceso interactivo; y la significación de las normas mo~ rales mismas se relaciona en forma considerable con este hecho, Parecería que el insigbt de Freud en este campo sufri6 serios obs~ táculos, en la medida que pensaba en términos de un marco de referencia que relacionaba una personalidad con su situaci6n o

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ambiente sin hacer referencia específica al análisis de la interw , . acci6n social de las personas como sistema, Est~ perspectiva, CL1~O predominio era en su ép?ca abrumador, eX'p~I~~ dos c~r~ctens~ ticas de su teOl'Ía, En prImer lugar, la defllllclon cognltlva del universo de objetos no parece haber sido un problema para Fre~?, Lo incluy6, en su totalidad, en la «realidad externa», con relaclon a la cual las «funciones del ego» constituyen un proceso de adap~ tación, No tomó explícitamente en cuenta el hecho de q~e el marco de l'eferencia en términos del cual se conocen los objetos, y por consiguiente al cual se adaptan, es cultural, y por 10 tanto no se puede dar P~l' sentado que es algo dado, sino que deb~ ser internalizado como una condición del desarrollo del fUnClOn?~ miento maduro del ego, En este aspecto parece correcto deCIr que Freud introdujo una separaci6n irreal entre el su?etego y d ego -en realidad, es difícil definir en su te?ría las h?eas ~e~ marcatorias entre eIlos-, A la luz de las antetlOres conslderaclO~ nes la distinci6n que establece Freud entre el superego y el ego -que el primero está internalizado, por identificaci~n, y que el último parece estar formado por respuestas a ~a reahd,ad externa más que por cultura internalizada- resulta msostemble; Estas respuestas· son, sin duda, respuestas aprendidas; pero la llltern~; lización es una clase especial de aprendizaje que Fl'eud pareclO confinar al supel'ego, . , Si este argumento suscita interrogantes respecto de la funclon cognitiva, y por ende respecto de la temía del ~go, hay ipso fact? implicaciones para el superego, El punto esenCIal parec~ ser el sIw guiente: la concepción de Freud implicaría que el objeto, como cognitivamente significativo, está dado independientement: de la cultura internalizada del actor, y que por lo tanto los es~andares del superego se aplican a él. Esto no toma en cuenta el grado en que la constitución del objeto y su evaluación moral son parte integrante de las mismas pauta~ cu~turales fU,nda:ne,r:.tales; da al superego una apariencia de arbItrarIedad y dlSoc13clOn ;Id resto de la personalidad -en particular del ego-- que no esta mu~r de acuerdo con los hechos, E! segundo problema de la teoría de Freud se refi~re a la rela­ción de la catexis o el afecto con el superego, En CIerto sentIdo, es el anverso de su relaci6n con la cognici6n, Aql1í, la pregunta es tal vez análoga a la de la transmisi6n de la luz en física: ¿cón:o puede medirse la significaci6n catéctica del objeto en ausenCIa de contacto biológico directo? La confusi6n ~cerc~ de este pr<; blema bien puede ser una de las fuentes del ,e~fasls de 1: teorla fteudiana en la sexualidad, dado que esta ultIma entrana, por regla general, ese contacto directo, Para Frelld, los objetos, incluso los humanos, tien::Iea: ,a s~: algo inerte sobre los cuales se coloca una «carga» de slg111flcaclOn ca~ téctica, Se considera al proceso como expresivo de los instintos

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? libido del actor, pero el elemento de mutualidad tiende a ser Juzgado a~ce~orlo y casi arbitrario. Esto se vincula con el hecho de ~ue, SI blenFreud -en especial, en la Interpretación de los sueno;- contl'lbu,Y6 enormemente a la teoría del simbolismo ~at~ctI~o o expreSiVO, la extensión de esta teoría enfrenta una IimJtaclón sorprendente. Cabe afirmar que la base de ello reside en ~ue Fl:e~ud, en ,el contexto emocional, tendió a confirmar su c?l1s1deraClOl1 d~l s!mbolismo a sus funciones directamente expre~ slvas, y ?O COntInuo desarrollando 'el análisis de sus funciones CO~ mU.Olea tlvas .. El s~mbolo del sueño siguió siendo para él el pro­tOtIpo del s1mbolIsmo afectivo. Quizá se deba a este hecho en buer:a medid~, que, Freu,d no acentuara el aspecto de la cuÚura comun en dicho SImbolIsmo; su tendencia fue, en cambio, in~ tentar .demostt~r que sus ol'Ígenes provienen de significados intrín~ se~os lnde~endlentes del ptoceso interactivo y de su cultura co~ mUll, En l.meas. generales, el tenor del análisis del afecto fue re~ cakar e! msl~mlento fundamental de! individuo en su lucha soH­tan a con su Id:! Este modo t~tal de considerar el problema de la catexis parece tener una serie de consecuencias paralelas a las esbozadas antes con respecto a la cognición; tiende a disociar al superego de las fuent~: de afecto, Esto se deriva del hecho de que Freud no aprecIO, aparentemente, la presencia y significación de una cul­tura ~omún de si~bolismo expresivo~afectivo y la consecuente nec,e,sldad de cOl~slderar el componente emocional de la inter­aCCIon como medrado por este aspecto de la cultura común Por 10 .ta.nto, debe cons,i?erarse que el .aspecto del superego q~e se re~ler,e ,a la tegulaclOn de las reaCCIOnes emocionales define los prmclplOs reg,ulado~es de este sistema interactivo, Es una parte mt~gral del s!mboltsmo de la expresión emocional, no algo por enCIma, anterIOr, y separado del mismo, La finalidad general de esta critica es dejar en claro que Freud al formular; ~l. concepto del superego, solo dio los primeros pa~os en el analtsls del rol de la cultura común en la personalidad. La estru.ctura de su, esquem,a, t~órico le impidió ver las posibilidades de exte,nder ellTIlSmO analtsIs fundamental, de la internalización de los . ~standares morales -que aplicó al superego- a la internali~ Zacton del marco de referencia cognitiva para las relaciones inter~ personales y para el sistema común de simbolismo expresivo' de Igual modo, le impidió ver el grado en el que estos tres eleme~tos de la cultura común están integrados entre sí Quizá,s este suma1'io análisis s~ compl'end~ m~jor mediante algu~ nos eJ~mplos de l? que se entiende por SIstema cognitivo de re­ferenCIa o categorlzación, y por sistema de simbolismo expresivo,

4 Sin. duda, esta opinió!I ~ue modificada en el pensamiento psicoanalítico postetl~r, pero es el prmclpal marco de referencia dentro del que Freud 1ntroduJo el concepto de supel'ego.

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considerando a ambos como partes de la cultura común ínter· naHzada. Uno de los casos más notables del primero es el de la categori­zación sexual -es decir, el aprendizaje del rol sexual-o Freud habla de la «bisexualidad» original de! niño. Se presume que postuló una dualidad constitucionalmente dada de orientación, En términos del presente enfoque, podría explorarse por 10 menos una hipótesis alternativa posible,5 Esta hipótesis es que algunos de los p1'incipales hechos que Freud interpretó como manifesta~ ciones de bisexualidad constitucional pueden explicarse teniendo en cuenta que la categorización de las personas humanas en dos sexos -incluyendo la categorización que el actor hace de sí mismo, tomándose como punto de referencia- no está, excepto en sus puntos de referencia somáticos, biológicamente dada, sino que debe ser aprendida por el niño en su significación psicológica. Los niños de ambos sexos comienzan su vida manteniendo una relación en esencia análoga con la madre; este_ hecho es funda~ mental y Freud no se equivocaba al asignarle tanta importancia. Puede sugerirse entonces que el proceso por el cual el varón aprende a diferenciarse a sí mismo de la madre en términos se~ xuales, y en este sentido a «identificarse~> con el padre, mientras la niña aprende a identificarse con la madre, es un proceso de apl'endizaje, Una faceta importante del proceso de crecimiento es la internalización del propio 1'01 sexual como parte decisiva de la imagen de sí mismo, Bien puede suceder que este modo de con­sidel'al' el proceso convierta al supuesto de la bisexualidad consti~ tucional en algo al menos parcialmente superfluo como explicación de la identíficaCÍóp sexual del individuo, Ello podría constituir una ventaja. En todo caso, tiene la gran utilidad de vincular direc· tamente la determinación de la categorización sexual con la estruc~ tura de roles del sistema sodal, tanto en sentido teórico como empírico. Todo sociólogo apreciará esto) famíliarizado como está con la trascendencia de la diferenciación y constitución del rol sexual para la estructura social. Un ejemplo del segundo 1'01) el del simbolismo expresivo coml'm,. puede encontrarse en términos del proceso por el cual se crea una actitud recíproca de amor entre la madre y el niño. Freud-, al parecer en forma enteramente correcta, señala que el origen de la actitud de amor del nmo se encuentra en su dependencia de la madre respecto de las fuentes más elementales de gratificación, tales como el alimento, las comodidades elementales y la seguri· dad, Gradualmente, en el proceso de interacción, llega a formarse en el niño un sistema de expectativas sobre la continuación y re~ petición de estas gratificaciones, expectativas enlazadas entre sí

5 De ninguna manera se quiere señalar con esto que no haya ningtíIJ ele· mento de bisexualidad constitucional, sino solo que algunas de las cosas que Fl'eud le atribuyó pueden explicarse sobre otros fundamentos,

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como resul tado de que una variedad de tales gra tificaciones pro­viene de una fuente única, la madre. En este proceso, se puede suponer que mucho antes del desarrollo del lenguaje cor:1ienza a producirse un proceso de generalización, d~ modo que cIertos actos de la madre son interpretados como signos d~ _que puede~ esperarse acciones gratifican tes -por ejem­plo, el mno llega a 111terpretal' sus pisadas cercanas o el tono de su voz-. Se sugiere qt~e una de las principales razones por las que el componente erótIco de la relación del niño con la madre es tan impor~ante, resi?e en que, siendo el contacto corporal un .specto esencJaI del cUld.do del niño, las gratificaciones eróticas ,,~umen fácilmente una significación simb6lica. El elemento eró. tIco tiene una propiedad muy -importante: es relativamente di­fuso, y. cu~h¡l.uier tipo de con:acto corporal afectuoso 10 despierta. Esta difuSIvldad 10 hace particularmente -adecuado como vehículo de significados simb~H.c?s. Por 10 tant?_, a causa de este proceso se produce una tranS1ClOn gradual del centro de atención del niño que pasa de la estimulación erótica como tal a la actitud de l~ madre, expresada por la estimulación eróticamente placentera. ?ol~ ~uando se ~~ producido esta transición puede decirse con jUsttcla que el nmo se ha vuelto dependiente del amor de la n:adre, y no simplemente de los placeres específicos que ella le dIspensa. Solo cuando se ha alcanzado este nivel, la actitud amo­rosa puede servir como motivación para aceptar disciplinas, dado qt;e .entonces puede p~;manecer estable -aun cuando se hayan eltm~nado de la re!aclOn muchas gratificaciones específicas que prevlamente contema-. El punto esenci~l para ~os pro~~sitos que nos ocupan es que, en su aspecto afect1vo, la lllteraCC10n del niño con la madre no es únicamente un proceso de gratificación mutua de necesidades' de P?l:te ~;l ni.ño, /e~ también un proceso de aprendizaje de la' sig­n~ÍlcaclOn slmbohca de un complicado sistema de actos prove­n.lentes de la ~nadre ~de 10 que denotan respecto de lo que ella sl.e_nte, y de como son 1nterdependientes con los mismos actos del runo, y por ]0 tanto, en parte, consecuencias de estos. Es decir, se ~~ desarr?I1ado entre ambos un complejo lenguaje de comuni­CaCl?n emoclO~a1. Solo .cuando el niño ha aprendido este len­guaJe ~/ un lllvel relatIvamente complejo, puede decitse que aprendIo a /amar a su madre o a ~e?ender del amor que ella Sienta por el. Hay, pues, ~na tranSlClOn desde la «dependencia del placer» a la «dependenCIa del amor». Un aspecto importante de aprender a amar y a ser amado es la internalización de una c~~tura c~mún de sim?olismo exp~es~vo, que hace posible que el nm~ e~plese y comuntque sus sent1mIentos, y entienda además los sentIm1entos de la madre hacia él. Parecerf~ que. s.o10 cuando se internaliza un sistema cognitivo de referenCIa suÍlClentemente desarrollado y un sÍstema de sÍmbolis-

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mo expresivo, se echan los cimientos d:l desarrollo ~: un super­ego; porque recién entonces pue:de dec1rse que el mno es ca~az de entender, tanto en sentido cognitivo como emocional, el SIg­nificado de las prescripciones y prohibiciones que se le imponen. El niño debe madurar hasta el punto en que pueda comenzar a desempeñar un rol responsable en un sistema de interacción social, donde pueda entender que 10 que la gente siente es una función de su propia conformidad y de la de los otros con estándares de proceder mutuamente sostenidos. Solo puede desarrollar una an­siedad significativa cuando ha llegado a depender del amor de su madre, por cuanto entonces podda poner en peligro .1a seguridad de ese amor si no vive de acuerdo Con las expectatlvas que eila tiene en 10 que respecta a ser un buen niño. Las anteriores consideraciones tienen importantes implicaciones para la naturaleza del proceso de identificación en la medida que este es el principal mecanismo por el cual se adquiere el superego. Si nuestro análisis es correcto, el problema crucial concierne al proceso de Ínternalización de la cultura común, incluyendo s~s tres componentes principales ---el sistema cognitivo de referenCIa, el sistema de simbolismo expresivo y el sistema de estándares morales-o En primer lugar, parecería evidente que únicamer;te se pueden internalizar sistemas de símbolos culturales. Un objeto puede ser catectado, conocido y valorado, pero no puede como ta~ ser in­cluido en la personalidad; para 10 único que resulta apropIada esta terminología es para llamar la atención sobre el hecho de q?e la cultura común es tealmente parte de la personalidad del obJe· to, pero solo un aspecto de ella, no su totalidad. Cabe afirI?ar que dos personas están identificadas una con otra en la med1da que comparten componentes importantes de la cultura común. Pero dado que en el sistema social los roles están diferenciados, de­bería advertirse que siempre reviste gran interés especificar cuáles son los elementos comunes de la cultura. En segundo lugar, conviene señalar que el aprendizaje de la cultura común puede llevar a asumir, o bien un rol idéntico al del objeto de identificación, o bien un rol diferenciado del rol de ese objeto. Así, en el caso del niño vis a vis con su madre, el aprendizaje de categorización sexual lo capacita para entender y aceptar que, respecto del sexo, él es diferente de ella. Los .estánda­res de conducta apropiada para ambos sexos son compartldos por sus respeétivos miembros, pero su aplicación está ~iferenc.iada. El uso del término identificación ha sido con Í1'ecuencla amb1guo, dado que se denotaba con él una· semejanza tanto en estándares como en aplicación. Desde este punto de vista, es corople~amente correcto hablar de un niño que aprende su rol sexual medIante la identificación con la madre -en cuanto aprende la categorización sexual parcialmente de ella- y por el hecho de que él y ella per-

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tenecen a diferentes categOl'ías sexuales, lo cual tiene importantes repercusiones en la conducta del niño. Esto es diferente de la identificación con su padre, en el sentido de que aprende que con respecto al sexo está clasificado junto con su padre y no con su madre. En tercer lugar, parece haber excelentes evidencias de que si bien la identificación no puede significar llegar a ser el objeto, depende, en tanto internalizadón de cultura común, de la catexis positiva del objeto. Las consideraciones antes reseñadas ofrecen algunas sugerencias con respecto al motivo de que esto sea así. La intel'l1alización de una pauta de cultul'a no implica simplemente conocel'la como un objeto del Inundo extel'fiO; implica lncol'po. t'arIa a la estructura real de la personalidad ComO tal. Esto signi, fica que la pauta de cultura debe estar integrada con el sistema afectivo de la personalidad, La cultura, sin embargo, es un sistema de símbolos generalizados y de sus significados. A fin de que tenga lugar la integración con el afecto, o sea la internalización, la prppia organización afectiva del individuo debe alcanzar niveles de generalización de orden elevado. El principal mecanismo por el cual se lleva esto a cabo parece ser la fOl'mación de adhesiones con otras personas -es decir, la comunicación emocional con otros de modo que el lndi. viduo esté sensibilizado a -las actitudes d~ los otros, no simple. mente a sus actos específicos, con su significación intrínseca de gratificación·privación. En otras palabras, el proceso de forma. ción de adhesiones es en sí mismo, inherentemente, un proceso de generalización del afecto. Pero, a su vez, esta generalización es realmente un aspecto importante del proceso de simbolización de los significados emocionales -es decir, es un proceso de adqui. sidón de una cultura-o La dificultad -'intrínseca de la creación de pautas culturales es tan grande que el,niño sólo puede adquirir una compleja generalización cultural a través de la interacción con otros que ya la posean. La catexis de un objeto corno un aspecto focal de la identificación es, por 10 tanto) otra manera de designar el desatl'olIo de la motivación para la -internalización de las pautas culturales, al menos para una fase crucial de este proceso. Las condiciones de socialización de una persona son tales que no es posible asegurar las gratificaciones derivadas de su catexis de objetos, a menos que, junto con la generalizaci6n de los signifi~ cados emocionales y su comunicación) desarrolle también una ca. tegorización cognitiva de los objetos, incluyéndose a sí mismo, y un sistema de normas morales que regule las relaciones entre él y el objeto (un superego), Este modo de considerar el proceso de identificación permite tal vez aclarar un rasgo confuso del mé­todo de tratamiento de Freud. Se recordará que este autot niega ]a posibilidad de que el niño muy pequeño pueda catectar objetos,

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y habla de identificación, en contraste a la c~texis de objet~s, como «la forma más temprana de vínclllo emocional con un obJel,

1 'd ·f' . , 1 padre en a to». Se refiere entonces a a 1 ent! lCaelOn con e .. . situación edípica como una reversión a la forma más «pnm1tlva» de relación con un objeto. . dh .; d 1 Puedo concordar con el criterio de que la primera a eSlOll. e niño a la madre y su posterior catexis de ella no son la IDlsda cosa' parece probable que la adhesión más temprana se~, por. e­cirIo' así :pl'ecultural mientras que la verdadera catexlS obJetal implica la internaliza~ión de un sistema cultural de símbolos. Pelo parece en extremo dudoso que la relación con. el padre en , a situaci6n edípica pueda describirse COrl'~ctam:nte .como, una 1:e~ versión a un nivel presimbólico. Resulta impOSible investigar ~qU1 este problema en su totalidad; señalemos, empero, 9,!-le .la sltua· ción edípica podría interpretarse mejor como la tenslOn Impuesta al niño cuando se 10 obliga a dar un importante paso adelante en el crecimiento en cuyo pl'oceso el padre se convierte en el fOCal

J • • de que e de sus sentimientos amblvalentes) 'preclsament~; a causa la niño no se atreve a poner en pelIgro su relaclOn amorosa con . madre. Aunque bajo tal tensión podrían. esperarse pautas r.~re­sivas de reacción, estas no son la esenCia del. pl'oceso d; 1 e~~ tificación; por importantes que sean, constituyen fenomen secundarios. 1 Si la explicación precedente del contenido internalizado de a per· sonalidad y de los procesos de identificaci~n están. en. la senda correcta) parecería entrañar la necesidad de introdUCIr Ciertas. mo· dificaciones en la teoría estructul'al de Fl'eud so?!:e la pe~sona!tdlld, El primer punto es que no solo el sup,erego e~ta i~t~rn~I;zado -~s decir, que se lo ha tomado en po~esion pOl' l.?e~tlfIcaci~n a par.ur de objetos sociales catectados- S1nO que estan 1nvolucrad?s o~ros componentes importantes, que presumiblement~ d~ber1an lllc~u:rse en el ego -en especial el si.stema de c.atego:-Izaclones c?gnlt1vas del universo de objetos y el SIstema de slmbohsmo expreSlVO-. Si esto es conecto) sería menester quizás añ~dir una segunda mo~ dificación importante a la concepción freudIana del ego. El ele· mento de organización, que es la propiedad esencial del ~go, no se derivaría entonces del «principio de realidad)} -es de<.:n-, de res· puestas adaptativas al mundo externo Y, solo a él--:, smo de dos fuentes fundamentales: el mundo externo como amb~ente'y. la ~,!-ll~ tura común que se adquiere a partir de los ,objetos de ld;n~lftcaclOn. Ambos se adquiel'en sin duda, del extenor; pero el ultImo com· ponente del ego es, e~ origen Y: car~cter, más semejante al superego que a las lecciones de la expenenCia. ..' ; En tercer lugar, se presentan problemas slmdares en cuat;to al 1I~ mÍte entre el ego Y el id. Respecto de lo que puede neceSitarse en relación con esto se encuentra una clave en las frecuentes tefe· rencias del ptopi~ Fl'eud a 10 que aquí llamamos «símbolos expte~

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-sivos», como representantes ante el ego de los impulsos del id. Una impli:ac1ón .neces~ria del ~náli~i~ anterior parecería ser que estas eC?oclones sunboltzadas y sunbohcamente organizadas no solo .son representantes ante el ego; también deberían considerarse como partes integrales del ego. Tal vez suene como una conclusión relaR :tivamente radical -o sea que las emociones, o el afecto a nivel hUR mano adulto normal, deben considerarse como un sistema simbóR licomente generalizado, que nunca se trata de «impulsos del id» corno tales-o El afecto no es una expresión directa de la motÍ­v~ción-impulso, sino que lo implica solo en cuanto está organizado e mtegrado tanto con la experiencia de realidad del individuo como con Ins pautas cultmales que aprendi6 a través de los procesos de identificación. En términos más generales, el dtedo de personalidad desanoIlado ~n ~ste at~tícul? parece es.tar bastante de acuerdo con el nuevo y ,crecle~nte enfasls que la mIsma teoría psÍcoanalítica otorga a la psiR co.log1a del eg~, y a los problemas de su integración y funcionaR mIento como s1stema. Fundamentalmente, la teoría estructural de Freud estaba sin duda en lo cierto, por cuanto formulaba daraR mente los tres puntos principales de referencia de la teoría de la personalidad -las necesidades del organismo, la situación externa y las pautas de la cultura-. Dadas las tradiciones intelectuales .dentro de las cuales tuvo lugar el propio desarrollo teórico de Freud era lógico que el elemento cultural, tal como lo formuló en el ,concepto del superego, fuese el último de los tres que se desarro-llase y el más difícil de adaptar, ' Sin, ;mbargo, a la luz del desarrollo de la teoría más general de la aCCIon, el elemento cultural debe por ci~~to ocupar (como intenté demostrar) un lugar central. Porque si en las formulaciones de Freud el ego y el id se consideran por s~parado, no hay un puente ,adecuado entre la teoría de la personalidad y el análisis teórico de la cultura y del sistema social. El supel'ego ofrece exactamente ese puente, porque no se 10 puede explicar sobre ninguna otra base más que la de la adquisición a partir de otros seres humanos y a través del proceso de interacción social. ' Lo que hicimos en este ensayo fue, en esencia, examinar el con­'cepto del superego a la luz de los cuerpos teóricos que van to­mando forma en las áreas de la cultura y del sistema social, inten­tando observar Íntegramente las implicaciones de la aparición del '5u~erego en ~el ~ensamiento de Freud para la teoría -de la perso­nalIdad en SI mIsma. El resultado fue sugerir ciertas modificacio­nes en la propia teoría freudiana de lá personalidad.6 En este sentido, nuestro ensayo incluye bastantes críticas a Freud,

6. T~1 vez el. ~~ctor vea mejor .la naturaleza d~ estas modificaciones con la 'slgmente reVlSlon del famoso dtagrama de Freud sobre la personalidad como sistema, qu.e incluyó en The Ego and the Id (op. cit., pág. 29), Y que :aparece reVISado en las New Introductory Lectmes (op. cit., pág. 111). Las

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que podrían parecer fuera de lugar en un trabajo que se ocupa de las contribuciones del psicoanálisis a la ciencia social. No obstante, de ninguna manera es intención del autor hacer que esto parez~a un artículo principalmente crítico. En ciertos puntos fue neces~tlo acentuar ese aspecto, dado que el lector psiquiatra o psicoanahsta probablemente no esté bien familiarizado con aquellos desarrollos de la teoría sociológica que guardan un vínculo muy importante CO? el concepto del superego. El propósito esencial, empero, es conttlR buir a establecer una base común para el análisis teórico de la con­ducta humana, que pueda servir para unificar todas las ciencias que se ocupan de esta mateda. El hecho s6lido y fundamental es que Fl'eud formul6 el concepto del superego y lo adapt6 a su análisis general de la motivaci6n humana: sobre este hecho y las formulaciones paralelas en el campo de la sociología debemos construir. Creo que puede decirse con certeza que estamos ahora

dos versiones de Freud difieren en que solo la última incluye al SUlJerego; con esta, pues, haré la comparación. Primero, en el diagrama de Freud el supere!?o está colocad? a un. lado del ego. Aquí se lo trata como el centro del SIstema cultural tnternalizado, y por ende se 10 ub~ca en un lugar ~entra,l. Segundo, el nuevo dIagrama que sugiero sIgue a .Freud en cuanto t!~ta al superego como parte esencial del ego, pero extiende esta concepclon de modo de incluir como parte del ego a los tres componentes de la cultura internalizada. Tercero se introduce una distinción que Freud no toma en cuenta en abso­luto; a' saber, aquella que existe. entre los eleme~tos cultura1~s ef!-, tanto estén internalizados en la personalIdad, y como objetos de la sltuaClOn:

Ob;etos culttlrales

1 Sistema cognitivo de referencia

2. Estándares morales comunes 3. Simbolismo expresivo

Sujeto intemalizado y objetos sociales

1. Imágenes internalizadas del yo­objeto 2. Superego 3. Afecto simb6licamente organizado

Considero al yo orientado tant? hacia el áIter como a la sit~aciór: no social, que incluye a los "bjetos fíSICOS y cultur~les. !\mbas onent~clOr:~S com­prenden cognición y catexis, y ambas estan sUjetas a la estImaClon eva· luativa; pero estas orientaciones serán nwtuas solo en el caso en que el álter sea un objeto. Según mi opinión, el ego incluye, por 10 tanto, los tres dementas de la cultura comt'in y la represión los atraviesa, Además, no hay razón alguna por la cual no incumbirían al inconsciente grandes partes de la cultura común, reprimidas o no. La posición aquí considerada parecería implicar que la integración de la personalidad como 1m sistema .debería ser. vista como la función del ego; pero, si!,JUiendo a Freud, es 19ualm~nte Importante :-ya 10 o?seryamos antes~ que el ego enfrente tres cam~nos,. por así deCld?, y este su¡eto a presiones provenientes de las rres dIreCCIones -es deCIr, del propIO or­ganismo del individuo (id), de la situación externa, y de los SIstemas de símbolos ínternalizados de la cultura-o Estoy en deuda con el Dr, James Olds por su ayuda en el dibujo del diagrama.

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en condiciones de colocar a la teoría de la personalidad y a la del sistema social dentro de un esquema conceptual general esen­cialmente análogo. La contribución de Freud, con su concepto del superego, fue uno de los factores trascendentales que lo hicieron posible.

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2. La teoría del simbolismo en relación con la acción

Talcott Parsons

El punto de partida de este artículo es e! hecho de que las dis­ciplinas que incluyen la teoría de la acción no han desarrollado un tratamiento coherente del contenido, como algo distinto de los significados, del simbolismo expl'esivo. Intentamos sugetir un enfoque para este problema e indicar su relevancia para el de la generalización, por cuanto este concepto ha sido el centro de in­terés de la teoría del aprendizaje. Enfocaremos nuestra inquietud teórica directa sobre este proble­ma a nivel de la interacción social culturalmente pautada. A este respecto intentamos poner en cIaro (El sistema social, capítulo IX y passim) que, en general, debe considerarse que el acto particu­lar motivacionalmente-intentado posee significación simbólica en un sentido expresivo, con relación a la actitud que tanto el álter como el ego interpretan que «manifiesta». Así, deben considerarse dichos actos simbólicos, en este nivel de interacción cultural, como los prototipos de los símbolos expresivos. Otros objetos adquieren significación simbólica en el sentido expresivo por aso~ ciación con actos simbólicos. Nuestro' problema, aquí, es doble. Primero, analizar con mayo! especificidad el modo en que una actitud en este sentido, y sus relaciones con los actos que la «expresam>, están constituidas por los componentes más elemen~ tales de la acción, con especial referencia a la teoria más general del simbolismo y sus relaciones con el marco de referencia de la acción. Segundo, y teniendo como fondo un análisis tal, nos interesa abordar los problemas de las pautas de generalización de! simbolismo expresivo que arrojarán alguna luz sobre la orga~ nización de su contenido, y no simplemente sus referencias «subjetivas». Podemos empezar siguiendo a Monis (y a muchos otros, por cierto) cuando afirma que un símbolo, como miembro especial de la clase más amplia de los signos, es; en términos de la acción, un objeto situacional, ° un hecho, o un-aspecto del mismo, que está asociado en diversas formas con el proceso de la acción. La pa~ labra «asociado» indica que el objeto o hecho simbólico, en el contexto particular en cuestión, no es el principal objeto-meta in­trínsecamente significativo u objeto de catexis·, aunque en otro contexto sí pueda serlo. En esto, así como en muchas otras co­nexiones, es vital mantener constantes los puntos de referencia.

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Según ello, un símbolo debe ser consid~rado, por ~sí ~ecirlo, corno si estuviera «suspendido entre» el impulso motiVaCIOnal o la disposición-necesidad del actor y ~l objeto o esta~o-meta, es decir, las relaciones con el (los) ob)eto(s) de catexlS que son primarias desde el punto de vista motivacional, en el proceso re­levante de acción. Inevitablemente está «asociadm> con ambos. Además, como Morris señala, es lógico que debamos considerar al actor para quien el símbolo es significativo como un punto cog~ nitivo de referencia~ el «intérprete».! .. Se sigue que un símbolo siempre tiene significados «cognitIVOS» y «expresivos». La distinción entre el simbolismo cogniti~~ y .ex­presivo, que es tan fundamental para la teoría de la aCClon, lm~ plica una diferencia de primacía relativa de significación. d~ los dos órdenes de significado, no de «clases» separadas y. dIstmt~s, si por esto se entiende que los componentes de los dos tipOS estan completamente separados entre sí. En el tipo cognitivo, según. esta interpretación, la principal referencia de signific~do es el ~n1ver~ so situacional de objeto~, mientras que en el tIpO expr~slvo .la referencia principal son las propias «motivaciones» o «¡ntenclO­nes» del actor, lo que Morris llama su «disposición ~ respo~de~»: Pero pese a la primacía de una de las dos referenCIas de Slgnlft­cado, la otra también está siempre involucrada, por la propia n~­turaleza del caso. Por ejemplo, en los casos más claros de J?tl­mada cognitiva, donde el interés predominante del aet?t reSide en la solución de un problema cognitivo, podemos deCir q:ue el significado motivacional del complejo simbólico, o «actitudlOa1», para nuestros propósitos posteriores,. esta:á c~racterizado por la «disposición a conocer» sin referencIa prlmana a otros compo~ nentes de disposición-necesidad del sistema moti.,:acio~al. ~el ac~ toro Tratar a un símbolo de este modo, en accton, SignIfICa no solo decir que en términos de estándares cult~rales debe s~r «apropiado» para el objeto u objeto~ relevantes, SInO que, al r;rus­mo tiempo, y como símbolo expresl.vo, ?ebe e>:pr~~ar la actttud apropiada. A la inversa, donde la prlmaCla de slgnlftcado sea :;­presiva, el símbolo no solo debe ser pertinente. como, expresi.~n de la actitud que es su «referente» primario, SlnO que tambIen debe ser apropiado a la «situación», es decir, al contexto en el que tiene lugar la actividad expresiva; o sea que debe ser parte. de un sistema de objetos integrado simbólicamente -en este sentido, «significativamente»- si recordamos que el símbolo siempre es en sí mismo un ob¡eto situaciol1al. Este es un aspecto de lo que queremos decir cuando hablamos de la integración del sistema de acción al nivel de «significado». ~ La conducta-signo de cualquier tipo (abarcando «señales» o sImbo-

1 En este campo, citaremos como obra de referencia general la de Charles Mortis, Signs, Lal1guage olld Behavior, Nueva York: Prentice-HaIl, 1946. (Signos, ICJ1gtla;e y conducta, Es, Aires: Losada, 1963.)

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los en el se~tido de Morris) implica una cierta diferenciación de ]a f~:ma mas elemental del sistema de acción, y también la ex~ tenSlOll del proceso de acción en el tiempo de modo tal q d . 1 . 1 ,ue a -qU1er~ re eVa1;.cta e concepto de expectativa (y memoria). En el para~lgma ~1~S elemental, solo es posible diferenciar cognición y cateXlS ana~lt1Camente. El proceso de acci6n como tal es el acto consumatono o proceso de gratificación. Al objeto se 10 conoce com~ «adecuad? p,ata un~ relación gratifican te» y se lo catecta en el mIsmo acto IndIferencIado. Pero las, dife.l~enciad?ne~ ndicionales del sistema de acción hacen que la S1t.uacl~n en s~ ~rHsma se ;01:ne diferenciada respecto de las bases de mteres cog1Htlvas y catectlcas, En el caso expresivamente relevaI;te ~ay una dife~enciación entre 10 que puede llamarse obje­tos p,.~martos. de ~atexls y ot~os o~jetos. El criterio para distinguir un obJet~ pnmarlO d: ~~texls resIde. en que la relación específica co~ ~el mIsmo es .condlclOn de .un proceso consuma torio de gratifi­caclon: Otros obJetos (es deCir) hechos) cualidades y desempeños de obJetos) p.ueden adquirir entonces significación como signos respect? del s~gnif~cado catéctico o expresivo, así como cognitivo, ~el objeto pnmarlO de catexis. Así) para dar un ejemplo muy sImple, tomar un alimento puede ser considerado como un acto consuma torio. Oler la comida que se está cocinando 110 es un acto ~onsumatorio en, el mismo sentido. El objeto de la percepción olfatIva no es ~r: objeto primario ~e catexis, sino un signo, para nuestros proposltos. Adquiere una connotación «agradable» a causa de su asociación con el significado gratificante del acto consu~a.torio. En términos cognitivos 110 significa únicamente la ptobabdldad de que ptonto se habrá de comer ese alimento sino q.ue la percepción del signo en sí provoca el «tono afectívo>~ sus­cItado por el mismo objeto primario de catexis, o al menos un aSl?ecto de este, y. de ~a misma «cualidad». Análogamente, otros o?Jetos. o hechos sltuaclOnales pueden adquirir, mediante el condi­CIOnamIento pavloviano clásico, el mismo significado de signo aun cuando no estén «intrínsecamente» relacionados con el act~ consumatorio. Lo ;tue suele denominarse simbolismo cognitivo entraña el tra­tamIento del actor s610 con respecto a su capacidad como «cono­cedor» ° «intérprete», y más allá de esto implica una asociación entre el signo y el objeto o «referente» principal. La motivación del intérprete <~se mantiene constante» de un modo particular y por .10 general. está implícita. Además l esta motivación tiene dna cualidad espeCial llamada «neutralidad afectiva» en nuestra ver­sión de la teoría de la acción, de modo que no se asocia fácil­mente con los tonos afectivos de los que se ocupa por 10 común el análisis de la catexis. Por otra parte, no es posible mantener constante este factor en el caso de primacía expresiva en la re­lación de significación correspondiente a los signos. El problema

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se torna más complejo que en el caso cognitivo. Por un lado, debe incluir las bases de asociación entre el objeto principal y el objeto.signoJ en virtud de las cuales el signo puede negar a «re­presentar~> al objeto principal. Por atto lado, también debe in· volucrar una 1'efel'encia de significado para la significación expre­siva o gratificante del objeto principal que está «generalizada» al objeto.signo. Diremos, entonces, que el objeto-signo debe estar asociado con el objeto principal, y así en cierto sentido significarlo o represen­tarlo en el aspecto cognitivo; es decir, los dos objetos deben tener «algo en común» en virtud de lo cual están asociados, o sea «se corresponden mutuamente). Pero además el objeto-signo debe estar catectado en un sentido secundario, a fin de tener signifi­cación motivacional para el actor que establece una relación espe­cífica con él, relación que en cierto aspecto y hasta un punto dado es «gratificante».2 Por 10 tanto, la asociación de objetos situa­cionales es un conjunto de componentes de la felación simbólica, y otros conjunto está formado por la «transferencia de catexis) al ohjeto.signo, o quizá mejor por la «participación» de ese objeto­signo en la catexÍs del objeto principal. Esta explicación, extremadamente simple, de la estructura fun­damental de las relaciones de los signos en la acción, en términos de su aspecto expresivo, presenta una falla primordial: no da cuenta de los dos modos en los que estos componentes elementa· les llegan a organizarse en sistemas de un orden más elevado de complejidad. Ellos son, respectivamente, su Ínvolucración en la interacción de dos o más actores, y la organización de las orien­taciones de un actor respecto de una pluralidad de objetos de significación catéctica, de forma tal que sus orientaciones consti­tuyen un sistema organizado y no un conjunto de «respuestas» fortuitas a estímulos desvinculados entre sí. Ambos están inevita­blemente involucrados en los sistemas de acción al nivel cultural humano, y existe, por ende, una cierta arbitrariedad con l'especto a cuál ha de considerarse en primer lugar. Pero comenzaremos con la interacción, ya que en ella se centra nuestro interés. No es necesario comentar la mutua interdependencia de los ac­tores para las gratificaciones esenciales. Simplemente supondre­mos que algunos actos o cualidades del álter, o las consecuencias instrumentales directas e inmediatas de dichos actos, constituyen procesos consumatorios de gratificación del ego, algo por 10 cual el álter es en este sentido un objeto primario de catexis para el ego; por supuesto, esto también se cumple en el caso inverso. El primer punto esencial es la dependencia que la gratificación del ego tiene en esté caso respecto de la acción del áIter, y el

2 Si la relación es privacional se aplican esencialmente las mismas con­sideraciones.

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segundo la interpretación que el ego hace de esa dependencia; naturalmente, lo mismo se aplica, viceversa, en ambos puntos. En primer lugar, la dependencia solo puede ser significativa si la acción está orientada hacia las expectativas, y por ende hay un elemento de incertidumbre involucrado, en cierto sentido, en el sistema de expectativas. Es decir, la gratificación del ego debe deM

pender de 10 que el álter pueda hac~r o no; si existiera completa segmidad con respecto a esto, nunca surgirían los tipos de pl'O~ blemas de significado que estamos considerando. La cuestión puede residir en la presencia o ausencia física del álter en deltas lugares y momentos, o en los diversos desempeños ante el ego o en relación con este. Pero el punto esencial es que 10 que «hace» el álter o no hace, o «cómo» 10 hace, implica una diferen­cia gratificacional para el ego, y que en el sistema de expectativas del ego existe por lo menos la posibilidad de que el álter deje de hacer algo o lo haga erróneamente. Cabe afirmar que, ante la incertidumbre en este sentido, el ego, por la propia naturaleza del caso, estará «interesado» cognitiva y afectivamente en los signos que puedan indicar qué es 10 más probable que ocurra, dentro de las posibilidades inherentes a la situación, Y en la medida que se interprete que las diferencias entre las posibilidades dependen de algo que haga el álter, el inte­rés se centrará, como es natural, en los signos que indiquen qué es 10 más probable que este último haga, Esto lleva al segundo punto, o sea la interpretación que da el ego al significado de lo que hace el álter, tanto en el contexto de catexis primaria como en el contexto de signos, En el primer caso el «problema de significado». está planteado principalmente por la diferencia de las relaciones específicas alternativas entre el ego y el álter, o las consecuencias directas de esas relaciones, con­sideradas en su significación gratificacional; en el segundo, es la indicación de la probabilidad o posibilidad de una diferencia la que 10 plantea, Pero el proceso de signos también implica cierto grado de generalización. Un objeto ya no es siempre significativo para el ego, tínicamente en términos de sus posibilidades de ,g~'a­tificación o privación consumatorias directas; también sigmÍlca diversas probabilidades de gratificación o privación por parte de otros objetos distintos, Pero si esta generalización existe para el ego, también debe existir para el álter, y l~ cuestión s: o~igina en la forma en que se entrelazan las respectlvas generalizaCiOnes. En otras palabras, ¿tienen los signos, en su significación expre­siva significados «privados» para cada actor, o hay algo seme­jant~ a un significado común? Si es asf, ¿de qué condiciones depende? El problema está bastante claro con referencia al aspec~o cog­nitivo, y la cognición siempre es un componente del Signo o sfmbolo expresivo concreto. El punto esencial es que la «percep-

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ción» del mismo signo deoería «señalar» la misma propiedad o propiedades del mismo objeto o das: de,objetos de que ,se ~rata, «contexto» dado etc. El caso expreSiVO mtroduce comphcaclOnes adicionales, a las' que ya hemos aludido; o sea qu: el objeto-signo no solo está cognitivamente asociado con el deslgnatl1?1 o. refe­rente, sino que la significación catéctica del obj~to pnmano de catexis está generalizada al objeto-signo, que adqutere de ese, I??­do una catexis secundaria. Por 10 tanto, en este nivel, la condlclOn para que un objeto-signo tenga significación común ,para el ego y el áIter, es que posea catexis primaria o secunda.na por 'pa~t: de ambos, de modo tal que cada uno pueda «sentm> la sl?n1fl­cación que tiene para el otro, J?ebe suscita,r ,en ~~mbos l~s n:l!mOS sentimientos es decir expectativas de gratIf1caciOn o privaclOn, o al menos se~timientos complementarios; es decir,. ambos de,?en catectarIo en formas que estén integradas con el SIstema motiva­cional de cada uno vis a vis el del otro, Ahora podemos introducir otra generalizaci~n o postu!ado. Dos, o más objetos que sean catectados con la misma cualIdad de. Sig­nificación catéctica, y que en términos expresivos t~ngan ~l mIs,mo orden de significado para el ego, tenderán a aSOCIarse slmbó!tca­mente entre si. La catexis del objeto-signo propenderá, enton;es, a genera1izarse a la catexis de personas asociadas con él. 51 el objeto-signo es en sf mismo un .desempe~o -el cas? más impor­tante para nosotros-, su catexlS tendera a generalIZarse al alt~r hasta donde este último sea interpretado como el actor, vale dec1r, como el objeto social a quien se interpreta como el «responsable» del desempeño-signo catectado. Aquf es crudal la mutualidad del proceso interactivo, O sea, en la medida que uno de los propios desempeños del ego sea una «expresión» de su motivación, y pueda ser interpretada pOi' este o el álter como un signo o sfmbolo expresivo respecto de eS,a motivación, cabe sostener que en cierto sentido está «external~­zando» su motivación, Esto es verdadero en dos aspectos, Pri­mero, él «opera:» sobre la situación para ponerla más de acuerdo con sus disposiciones-necesidad motivac1onales. Este es el aspecto del desempeño que consiste en esforzarse por alcanzar la ~eta, Pero en segundo lugar, al mismo tiempo y precisamente medIante los mismos actos, él «manifiesta» sus motivaciones, les «da ex­presióm>, en el sentido de que para él y para el áIter produce un «signo visible:» de lo que quiere o no quiere, de 10 que se esfuerza por lograr o trata de evitar, Asf considerado, entonces, la con­dición de un conjunto de sfmbolos expresivos comunes es que la generalización de la significación catéctica se extienda en ambas direcciones, tanto a los sistemas motivacionales del ego como a los del áIter, de modo tal que los significados sean congruentes entre si. Como bien se .sabe, cualquier actor dado se muestra en el proceso

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de interacción .con una capacidad doble. Por un lado es la entidad moti~ada, otientadora, «el que actúa», quien quiere cosas, hace e1ecclOnes, etc. Por otro lado es el objeto de orientación tanto para sí mismo como para el álter. POi' consiguiente, uno 'de los aS1?ectos d~l aet,or como objeto, es decir de lo que llamamos un objeto socIal, s.temp~·e debe implicar al autor de desempeños, y por ende a qUlen tl~ne las motivaciones cuyos desempeños son mterpt:tados c~mo sIgnos expresivos. Además, respecto del mis­mo objeto socIal, debe haber un modo de discriminar cuáles desempeños, y cuáles propiedades de los mismos son en realidad signos adecuados de tipos dados de motivación, ; cuáles son ine­levaI?tes para este contexto de significación; cuáles cualidades son «aptl~des» r.elevantes ~<de desempeiim> y cuáles no 10 son. Así el o~Jeto socIal, como objeto de catexis primaria y como autor de sIgnos expresivos, debe dividirse en aspectos más o menos r~Ievant~s pata la interpretación motivacional. Esta es la ya cono­clda varIable-pauta de adscripción-adquisición, vista en su con­texto más elemental de cualidad-desempeño. 3

La interpretación de un desempeño o de su consecuencia como expresivos de la motivación del autor o sea como un signo es o~ro m~do de decir que ese desempefio está relacionado con' las ~<1ntenclOnes» del autor. En otras palabras, afirmar que es posible mterpl'e;tar .~n acto del á1t;r como un signo expresivo respecto de su motIvaclon, y que el alter «intentó hacerlo» y/o dar lugar a una consecuenCIa relevante, son dos modos de decir la misma COsa.

Por lo tanto, en la interacción todo desempefio tiene un doble aspe~cto, con relación al cual puede. darse una diferencia de pti­mac.I~. ~or una p~l:te ~~ un .act~ ~orlentado a la optimización del eqUlI.lbr~~ de. grat1~lCa;lOn-pt1VaClOn del ego; esto puede llamarse su slgmf1cacIó~ «111tr111seca~>. Por otra parte es un signo, que puede .estar orIentado a la comunicación con el álter (o con el ego mIsmo), y que en los casos más desarrollados simboliza el intento motivacional del. autor, ~l vínculo entre los dos aspectos es muy estrec?o en la InteraCCIón, dado que, presumiblemente, solo. al ~omunlcarse con el álter el ego puede influir las propias ~Ot1yaclOnes de aquel en una dirección favorable para sus grati­ÍlcaclOnes. De ahí que la significación intrínseca pl'Íma1'Ía de un de~empeño dado puede ser comunicarse con el álter' en este caso COInciden la significación intrínseca y la sinibólica. ' ~o debe olvidarse que cuando aquí hablamos de comunicación slem~re h~y un comp?nente cognitivo, pero el rasgo distintivo del sImboltsmo eXpl'eSlVO es su comunicación de «afecto» o de «sentimiento». A causa de que el signo expresivo, particularmente

3 En estos artículos se usan, en general, los términos cualidad-desempeño a Causa de sus más amplias connotaciones.

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el desempeño-signo, tiene significado tanto catéctico como cogni­tivo para el ego y para el álter I la «interpretación» del mismo por parte del ego no implica solo su «comprensión»» cognitiva, sino que debe «despertar» en el ego el sentimiento correspon­diente a la motivación del álter cuando desempeña el acto. Es crucial el hecho de que lo que se comunica no es solo com pl'ensión de motivos en sentido cognitivo, sino que es la mutualidad de significados afectivos, Unicamente en la medida que esto sea así cabe hablar con propiedad de simbolismo expresivo, Pero dado que el signo es un objeto, y que siempre hay cognición como parte del proceso de acción, el objeto·signo también se interpreta siempre en términos cognitivos para su significado COgl1ÍtiVO res­pecto de su autor como objeto, el que, por naturaleza, debe incluir sus motivos. Resulta muy fácil confundirse en este punto. Es preciso aclarar algo más. Un conjunto de signos o símbolos expresivos, en este sentido, llegan a organizarse en un sistema. Como tal, una condición principal para que cümplan su función comunicativa, ya sea en el aspecto cognitivo o expresivo, es nece­sariamente que los actores interactuantes estén orientados a la conformidad con los estándares normativos. Si ha de darse una comunicación efectiva, deben observarse las «convenciones» del sistema simbólico, 10 mismo que en el caso del lenguaje. No es posible dar a un acto expresivo, por un capricho arbitrario, «cual­quier antiguo significado», y no obstante sel' comprendido. Los significados se van estableciendo en el proceso de interacción, cuya estabilidad se ve perturbada por los intentos de redefinición, ASÍ, cuando dos niños están «jugando bruscamente», diremos que un golpe que sobrepasa cierto nivel de intensidad es un «acto agresivm>, mientras que si no se llega hasta ese punto puede tratarse de una «broma» amistosa. El niño que excede el límite puede «encolerizar» a su compañero si lo golpea demasiado fuerte, aunque no intentase hacetlo (si bien, concretamente, es posible que haya, por supuesto, un motivo agresivo inconsciente), a causa de que ha violado la convenci6n establecida sobre el significado expresivo de un acto, La respuesta normal a dicho cambio de significado es la imputación de intención al actor; así, «al golpearme tan fuerte debes haber intentado he1'Írme~>. Hasta donde tienen primacía las funciones expresivo-comunicativas de los procesos simbólicos, la generalización de los requisitos nor­mativos de un sistema de símbolos expresivos constituye están­dates estimativos. Veremos más adelante que esta organización de símbolos expre­sivos, conforme a estándares estimativos en un nivel cultural, no es meramente «externa» al actor, sino que llega a ser, por «inter­nalización», una parte constitutiva de su propia estluctura de personalidad. Ahora podemos volvernos al problema de la organización de los

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símbolos expresivos en el sistema de orientación del actor indi­vidual. Desde cierto punto de vista, esto puede considerarse como el problema de 10 que conforma la catexis de un objeto. Freud señaló con absoluta exactitud que la catexis objetal, en el sentido de una relación «de amor», no podía considerarse como un fenó­meno primitivo; solo se desarrolla como resultado de un complejo proceso. Generalmente se concuerda en que hay gratificaciones elementales de impulsos «primados». Así, ninguna criatura humana, como tampoco ningún otro animat puede sobrevivir sin alimento, y la carencia de este más allá de ciertos límites da lugar sin duda a una «angustia», en forma independiente de todo proceso de apren­dizaje. Pero en términos del anterior paradigma elemental de simbolismo expresivo, el objeto significativo del impulso más elemental de hambre no es la «madre», ·sino que en ptlmer lugar está el objeto-alimento en sí mismo, por ejemplo la leche, y luego el pezón como fuente inmediata de la leche. La criatura también tiene otros impulsos primarios; es decir, adopta estados en los que se hace imperativo algún reajuste de su relación con la situa­ción, como en el caso de su búsqueda de abrigo, seguridad, etc. Pero, como bien se sabe, no hay razón alguna para creer que el universo de objetos que incluye los objetos de catexis para estos impulsos esté «estructurado» para el niño al modo adulto. La criatura no «ama a su madre» porque ella sea la fuente principal de las gratificaciones primarias; en el sentido relevante del vo­cablo, la madre todavía no existe como objeto para el niño. Es arriesgado reconstruir el proceso por el cual ella llega a ser dicho objeto, peto podemos exponer nuestro argumento teórÍc? en los siguientes términos. La gratificación de los impulsos pri­marios acontece en un plazo coordinado. Por 10 tanto, los actos consumatorios son precedidos por acontecimientos que fácilmente pueden servir como signos de la próxima gratificación, y por su­puesto esto siempre ocurre en un contexto. La madre como agente de estas gratificaciones es una generali~ación obvia a partir de la secuencia de hechos que llevan a los actos consumatorios, y a partir del contexto en el que ocurren, Según los principios que dejamos enunciados, se puede presumir entonces que los diversos actos con los cuales la madre se prepara para alimentar a la cria· tura, hasta donde esta última los pueda observar, y los rasgos de aquella como organismo durante la alimentación -por ejemplo su pecho, sus brazos que sostienen al bebé, etc,- llegan a consti~ tuil' signos, que adquieren una catexÍs secundaria con respecto a los objetos alimenticios primarios. Lo mismo se aplicará a otros procesos de gratificación, en cane· xión con los cuales la criatura «depende» de la madre, como decimos comúnmente. Los procesos de generalización de los que hablamos no solo tenderán entonces a constituir un complejo

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de signos y símbolos respecto de cada necesidad pl'imar~a ~e gratificación, y los procesos y objetos que llepan a est?; slmb~: licamente asociados con los actos consumatol'lOS; tambien hab~a una tendencia a alcanzar algún tipo de integraci?n. ~el ::ompleJo con respecto a la autoría comtín de los actos Stgmflcatwos y. al hecho de que las cualidades observables, de los actos y del OIga· nismo de la madre, guardan cohesión por cuanto pe:tene;:eJ?- a un tínica abieto. En consecuencia, la madr:, c~mo, obJet~ UnlCO, no es solo quien alimenta, sino también qUlen ~ImI,H,.a, abng?, etc. Del tratamiento que hemos dado a la generahzaclOn afectiva. s.e deduce que, en la medida que exis~a un tono cO?Iún de graufi­cación para los diversos actos y cualidades y sus sIn:bolos, pese a la diversidad de objetos primarios, originales y particulares" est~s pueden formar un complejo de compon;ntes .mutu~me~t~ sImbo­licos. La alimentación, por lo tanto, esta aSOCIada slmbohcamente con el aseo y la protección, y viceversa. . Cuando hablamos de una adhesión a «la madre» como algo dls~ tinto de una necesidad o deseo de alimento, abrigo, etc., lo que presumiblemente queremos dar a, entender, e? .est~ sentido, ~s un sistema generalizado de expectativas de graUfIcaciOnes ~soC1adas, y la catexis de cualidades y desempeños simbólicos aso~lados con la gratificación, que está organizada respecto ~e un ~bJeto de ~a situación, la madre. En consecuencia, una actttud haCIa la roa.dte como objeto {mico debe consideral'se, desde el punto. de vista psicológico, como algo compuesto, un sistema org3mza~0, en virtud del cual sus diversas cualidades y desempenos aIslados están generalizados simbólicamente entre sí. En este niv:l, y e? cierto sentido la distinción antes establecida entre el obJeto. pr~­mario de cat:xis y el objeto~signo o simbólico deja de ser ~1~n1-ficativa dentro del complejo organizado, excepto para pl'OposltOS especiales de análisis. Podemos suponer que estamos tra~ando con un sistema qU<1, como tal, tiene propiedades que mantIenen sus límites. Existe un sentido en el que el sistema es eatectado como sistema, y sus componentes en su condición de componentes del sistema. También se deduce del análisis precedente de los aspectos rele" vantes de la interacción, que uno de los ejes pr~marios de la organización de este sistema de desempeños y cualidades mutua­mente simbólicos del objeto-madre, serán ~~s formas .en q~e se interpreten dichos desempeños como expreslOn de las ztJten~tones de la madre, y otras cualidades están asociad~s con esta; mten­ciones. Solo cuando se haya formado un conjunto de slmbolos de esta índole, respecto de 10 que han de interpretar~e c?,.mo sus intenciones, puede tener lugar un sistema de. comurucaclo.n muy generalizado entre la madl'e y el niño, en los nIveles expreSiVOS. Debemos recordar ahora que un sistema tal de símbolos ?eb.e tener un aspecto normativo. No solo debe aprenderse el «Slgm-

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fieado» de los simbolos, sino que tanto la comunicación cam I 'f" , o as gratl lcaClOlles contmgentes dependen de su uso apropiado I d ' dI" 1 ' va e ~C1t1 e mantenllntento, e la conformidad con los estándares del Ststema. En ,realidad, esta o1'ientación a los estándares parece ser la fu~nte prImaria de las propiedades que mantienen los límites del, s1stema. E,s decir que la acción está controlada con referencia a Ciertas propIedades-pautas del sistema. Este. comp?nente normativo no es únÍcamente una condición del funcIOnamIento del sistema como tal, sino también el oríaen de un ele~lento fU~ldamental de flexibilidad en dichos siste;as, La genel'al1Za,clón slm~ólica significa la .catexis de todos los COlnpo­nentes-obJeto ,del Sistema en cuanto provocan la misma cualidad de tono ,afectIVo, Ento,n~es".?e~troJ' de los límites impuestos por l~s, neceSIdades, de, ~ratIftcaclOn tntnnsecas del ego, existe la posi~ bdldad de SUStl.tuclOn de l~n objeto por otro, y aun de ]a extl'usión de algunos objetos del SIstema, así corno la inclusión de otros nuevo~, Hasta der,to grado (que no debe darse por supuesto empÍl'lCa1,nente) objetos nuevos, o transferencias de catexis den~ tro del 5Ist,ema, ~ueden ser los «equivalentes» de la catexis origi~ nal. Es deCIr, el,s,lstema, a través de los procesos de cambio, puede mantene!-' estabIlIdad en su «contenido objetal» y la distribución de ca~exI~ .. entre los elementos~objetos .componentes, Este modo de orga?;ZaC10~1 de l?s símbolos expresivos puede cumplir, pues, una f~nclon p!-,lmol'? .. IaI en e~ proceso de socialización, ya que me­dIant~ la mc1uslOn de objetos nuevos en la integración simbólica del SIstema expresivo se hace posible aprender a catectal' dichos objeto~ n,uevos, y a la inversa, pueden abandonarse objetos viejos y sustltU1rlos por otros nuevos sin excesiva perturbación, siem­pre y cuando no se desol'ganice el sistema catéctico en sí. Esto parecería constituir un aspecto sumamente crucial del mecanismo nO,rma! de su?titución, mientl'as que las pel'turbaciones del equili~ brlO d~ un SIstema de esa índole son aspectos esenciales de 105 meca,Olsmos de desplazamiento y proyección, El SIstema de significacl.os expresivos debe estar organizado o «pautado>~ er; un doble s,entido; para tener las propiedades que hemos a~rlbUldo a la, catexIS d~ lo qUt: en este sentido es un objeto «com:l?leJo»; es deeIl', un objeto en relación al cual existe una plurah?ad de cat~xis primarias, y un complejo de simbolismo expreSIVO. ~n ,PtlII?-;r lugar, los objetos simbólicos no pueden t~ner u~a dtstrtbucton al azar respecto de sus significados expl'e~ s~vo~, smo que deben constituir un sistema simbólicamente signi. fIcatlvo: En segundo Jugar, estas «pautas» deben tener un aspecto n?rmatlvo; o sea que deben ser en alto grado pautas de orienta. ct6n de valor, Si se tienen bien presentes ,estas consideraciones, parece -que por esta vía hemos alcanzado SImultáneamente una interpretación de lo que queremos decir por la internalización de las pautas de orien~

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tación de valor, y por la actitud de un objeto ~ocial como foco pl'imario de la significación catéctica de ese objeto en la perso­nalidad y en el proceso de interacción, En realidad, se trata esencialmente de dos aspectos de la misma cosa, Por internalización de una pauta de orientación de valor queremos decir que, en la orientación hacia un aspecto o «sector» dado, de la situación, se ha formado un sistema de significaciones de objeto mutuamente simbólicas, de modo tal que las relaciones entre los objetos simbólicamente significativos, por una parte, y :ntre los significados catécticos de los objetos, por la otra, SIguen pautas de ol'ganización que S011 al mismo tiempo estr~cturaln;ente constitutivas y normativas, O sea que una pauta está mterna1tz~da en tanto generaliza las relaciones entre objetos que en el, ser;t~do expresivo son mutuamente simbólicos, o bien entre los slgnIf}ca­dos catécticos de estos objetos, o ambas cosas, Una pauta as! es la pauta de organización de un sistema catectado de objetos ele~ mentales simbólicamente significativos y sus significados expre­sivos, Dicha gene1'alización implica que el objeto particular no puede sel' segregado del sistema del cual es parte; que ,por lo tanto los objetos nuevos deben «encajan> en la pauta del sIste~a, y que los objetos viejos tienen un cierto elemento d~ «equlva~ lenela» a lo largo de los «gradientes de pau tas» del sIstema. ~a internalización de una pauta solo significa, entonces, que los stg-1lilicados de los obietos catectados están organizados en sistemas pautados, y por ende no pueden ser tratados separadam~nte; y que hay un elemento de flexibilidad según el cual las propIedades intrínsecas de los distintos objetos pueden ser menos importa.nte,s que el «ajuste» de un objeto cmllqulera al sistema pautado. Slg11l~ fíea bien a las claras que el actor estará «dispuesto» a catectar objetos que se ajusten a las pautas ya establecidas en el s~stema, Y a evitar o a catectar negativamente a aquellos que sean 111compa­tibles con la organización del sistema, o amenacen perturbarla, En otras palabras la internalización de las pautas es un modo de expresar el he~ho de que el sistema de orientación catéctica ,de un actol' logró una estabilidad relativa de organización como SIstema que mantiene sus límites, al nivel de procesos simbólico~expre~ sivos, Pero tras esto hay otra implicación, a saber: que la «confo:midad» con la pauta llega a poseer significación afectiva, mechante el proceso que hemos llamado generalización simbólica del afe~to; Esto implica que la no conformidad, expres,ada en la a~teraclón de los significados simbólicos de actos expreSIV?S y de objetos n~ sociales vinculados simbólicamente con los mIsmos, rep1'esentara una perturbación del equilibl'io del sistema, el cual producirá tendencias para restablecer ese equilibrio, Más allá de ciertos niveles de complicación, debe entenderse que, en este contexto, los mecanismos de aprendizaje, defensa y ajuste, son formas se~

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gún las cu~les pueden dichos sistemas reorganizarse. Natural~ ment~) u~ ~ sistema actitudinal de este tipo es un subsistema de la Ol'ganlza~lOn de la personalidad total, y deben tenerse en cuenta sus relaclOnes con los otros subsistemas Por lo tanto uno d 1 , , d . " e os C!ltenos . e l~ternalización es que la alteración del equilibrio del s1stema . sImbolico cat.ec~ado producirá un efecto perturbador para el acto1. s~ mantenImIento se ha tornado importante desde el punto de vIsta emocional, y entraña siempl'e la conformidad con las pautas. E! asp~cto actitudinal del fenómeno que hemos analizado consti­tuye slmplemel1te la ol'ganizad6n de catexis con respecto a la estructura de los o~ietos en la si~ttaci6n, Dimos un ejemplo al habla:. de la formaCIón de una actltud hacia la madre pOI' parte d.e~ fimo. En este, sent~d.~, pues, ,una actitud es el aspecto dispo­sIclOnal de un~, dISPOSI?I?n-neCesldad o de un complejo de ellas; es la ?rganlzaclOn ,slmbohcamente generalizada de catexis respecto de, o,b)etos compleJos, que no son en sí mismos objetos «primarios» Orl~Ina!es de cat,exis, ~~no que, ~'equieren tanto una organización aprendida de or~ent~;lOn cog~:tlVa hacia el universo de objetos c?m.o una orgamzaclOn, tamben aprendida, de componentes ca­tectlcos con respecto a dichos objetos aprendidos. E/n, nuestra tradición ~ntelectual, pese a la gran sofisticación filo~ sofJca sobre. la «falacIa de la materialización inadecuada» existe un? fuerte 1n~1inación «realista», y tendemos a suponer ~ue un objeto «es» SImplemente 10 que da a entender que es, Por serio que sea el_problema e,n conexión con los objetos no sociales, en 10 9ue atane a los objetos sociales tal inclinación es doblemente pelIgrosa. ,H~n:os destacado varias veces que, dentro de los lími­tes ,~e varIab,ilIdad d.e la estructura de los sistemas interactivos de a~Cl?n, el objeto socIal es lo que se ha definido que es; está cons­tItmdo, en sus prop~edades cognitivas, por las orientaciones mu­tuas de los actores 1nteractuantes y por la internalización de las pautas relevantes de orientación, Así, ser «madre» en el sentido d~ st~t~l~-r,ol social no.~mp1ica m~ramente ser el progenitol' hem­bra ,b1010gIco ?e un mno dado, SInO desempeñar un cierto rol en el SIstema SOCIal. Lo que el objeto es en estos aspectos no l'eside meramente en la «significación de 10 que hace», según la definen las/ ~autas de valor de la cultura. Esta es la esencia de la famosa maXlma de W. 1. Thomas acerca de que una «situación definida co~o real es real en sus consecuencias», y del teorema de Dude­helm ,respecto de que las «representaciones colectivas» mismas constttuyen ~a «rea~dad» de la sociedad, en virtud de la cual esta es una «realtdad sU! genel'is) relacionada con los factores ambien­tales y de la personalidad, Por consiguiente, ~na acti~lld s?cial, vale decir dirigida a los álte­res en, el proceso lnter?cttvoJ Involucra la constitución cognitiva del obJeto o clase de objetos; pero también implica la organización

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catéctica a la que nos hemos referido, según la cual los diversos componentes del objeto complejo están integrados simbólicamente entre sí como símbolos expresivos J cada uno de los cuales p;tede suscitar la reacción emocional apropiada al objeto como totaltdad, en su condición de sistema complejo, . ' Es evidente que nuestro análisis del problema del sunbolismo expresivo nos condujo directamente a algunos de los problemas de la organización de los sistemas de acción. Esto nos llev~ otra vez a la teoría más general, desarrollada en Valores, motIVOS y sistemas de acción y en El sistema social. En esencia, 10 que hemos hecho fue mostrar de qué m040 la teoría del simbolismo encaja en esa teoría más general. Es~a tn~er-Pretación si es correcta tiene dos importantes tipos de ImplIca-" , dones. Primero, los conceptos a los que se otorga tanta Impor-tancia en el análisis de los problemas generales de la es:~~tura de los sistemas de acción deben tener relevancia para el anahsls de los procesos simbólicos en acción. Segundo, la: consideraciór; d,e estos conceptos con respecto a los procesos simbólicos, contrlbul~ tia en sumo grado a nuestra interpretación de su naturaleza y ubicación general dentro de la teoria de la acción, , Tratamos de demostrar que las pautas de organización d~ los ~l?­nWcados mutuamente simbólicos deben ser pautas de 01'tentaczon de valor y que son, en esencia, de dos clases: 1) l~s 9-ue se refieren a las relaciones de asociación entre «objetos prmclpales» y objetos-signo, y 2) las que se refieren a la organiz~ción de los significados catécticos con respecto a objetos compleJOS" . / Por 10 tanto, si lo anterior es válido, estas pautas de onentaclon de valor deben ser las mismas que probaron ser capaces. d: C??­ceptualización en términos de las variables~pautas y la dlstmclon entre las dos clases fundamentales de pautaje organizacional de los sistemas de símbolos, tiene que ser análoga a la que se formuló a propósito de la asimetría simétrica del sistema de variables-pautas. y en realidad, al considerar los problemas de esta .ma?~ra,,}a estructura de los sistemsa simbólicos en acción y la slgmf1cacIon de las mismas variables-pautas se aclaran en forma mucho más satisfactoria, Podemos empezar por el problema de la asociación símbólic~ entre objetos principales y objetos-signo, Recordemos que los ,SIstemas de símbolos primariamente cognitivos son un caso especIal de la teoría más general del simbolismo, Todos los sistemas de símbolos tienen un aspecto cognitivo, el cual debe ser formulado en las «leyes de asociación» de designatum y objeto simbólico, Es s,;ges­tivo que el símbolo cognitivo específico no necesite asemejarse de ningún modo al objeto al cual se refiere, Así la «pal~bra» mesa, sea corno combinación de sonidos o como símbolo VIsual en su forma escrita, no guarda ninguna semejanza física con un ejemplo cualquiera de la clase de objetos a los que designa, Las pautas

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de orden por las cuales se constituyen sistemas de símbolos cogni­tivos deben ser, empero, «congruentes» con las pautas de orden en los sistemas-objeto a los que aluden. El elemento de «arbitra­riedad" en la elección del símbolo particular no puede, por lo tanto, hacerse extensivo a los modos de combinación de dichos símbolos en sistemas. En general, decimos que los símbolos cogni­tivos están ordenados en términos de las propiedades comunes de los objetos, y de sus interrelaciones, en la medida que estas puedan enunciarse como proposiciones generales o universales, independientes de las relaciones particnlares de los obietos con el ego como punto de referencia. Este tipo de sistema de símbolos implica que en el centro del moderno conocimiento racional -por arbitrarios que sean los dispositivos a través de los cuales nombra a los objetos- hay pautas definidas mediante las que asocia objetos, sus propiedades y relaciones. Estas son las pautas que en nuestro esquema llamamos tmiversalistas. El modo universalista de pautaje asociativo es fundamental cuan­do se aborda el contenido desde el punto de vista de la validez de las proposiciones, interés metodológico dominante de la ciencia y la filosofía modernas. Pero en términos de significación para la acción, hay una segunda base de asociación de objetos y de sus propiedades que se entrecruza con la primera; a saber, su 1'elación particular con un actor dado, individual o c01ectivo, tomado como punto de referencia. Por lo tanto, pese a sus propiedades e interre­laciones concebidas en forma uníversalista (o al menos indepen­dientemente de ellas), los objetos pueden guardar mutua corres~ pondencia a causa de la propiedad común de pertenecer al mismo sistema relacional respecto de un actor dado j por ejemplo, algu~ nos objetos físicos) diferentes en otros aspectos, tienen la propie­dad común de ser «posesiones del ego». En nuestros términos, esta es la hase o aspecto particularista de la organización de los objetos en sistemas relativos a la acción y sus intereses, aspecto que se entrecruza con el universalista. Los objetos que en térrni~ nos universalistas están clasificados juntos o asociados entre sí, pueden estar separados en términos particularistas, y viceversa. El particularismo es, por ende, un principio del ordenamiento de los objetos en sistemas, así como de sus propiedades y relaCiones mutuas, y se aplica tanto al ordenamiento de las relaciones de los referentes-símbolo y de los símbolos mismos entre sÍ, como al ordenamiento de las relaciones «intrínsecas» de los objetos con respecto a sistemas de acción, independientemente de sus signi­ficaciones simbólicas. Cabe sostener, entonces, que cuando los: objetos están asociados simbólicamente entre sÍ, debe haber im-· plícitas consideraciones universalistas de elección, como también· consideraciones particularistas, y, en diferentes contextos, debe­f2xistir alguna clase de decisión evaluativa de prImacía con res­pecto a ellos. En alguhos contextos, una propiedad común defi-

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nida en forma universalista y compartida por el objeto pr~nc.i?al y por el objeto-signo puede ser la base «apropiad~» de .asoctaC10n; en otros, puede serlo una r~la~ión común p~rtlCUlarlsta cot; el ego. Para dar un ejemplo muy sImpl~, la .semeJanza de un obJe.to alimenticio con los que ya fueron 111g~t1dos y gustados. previa­mente predispone al actor para que SU1']a en el la neceSIdad del hambre. Pero, al mismo tiempo, puede ser relevante saber «a quién pertenece» el alimento; S?lo cua~ldo s.e agrega a las pro­piedades universalistas. el crlter~o parttculansta respecto de 1~ posesión real ° potenCIal, el objeto se torna totalmente «ap.to piado» para la gratificación del ha".'bre. De~e ser tant~ «el tipo correcto» de comida como «mI com1da). O s~ se qU1ere ~omat en cuenta otra base particularista de preferenclA en c~estlOnes. de comida, un niño puede estar dispues:o a. aceptar. el allJ~ento. SI ,~e 10 ofrece su propia madre -vale deCIr,. Si es elegl~o po~ ~l.crlteno de un medio particularlsticamente relaCionado de dlSpo11lb¡\,~ad del objeto- pero rechazar, en cambio" ese mismo alimento SI se 10 ofrece otra persona. ~ . . d Según la terminología de la teona del. a~;endIzaJe,. estos mo. os universalistas y particularistas de asoCIaC10n de objetos constitu~ yen dos «gradientes de generalizació? diferentes) . .El actor concede su atención e incluye a otros objetos en la misma clase como objetos de ~u atención y motivación, si se «corres~onden mutua~ mente» en virtud de algún criterio. Tiene tendenCIa a atender a los objetos que, en virtud del criterio relevante, se corresponden en formas iguales o similares. Lo que hacen los concept~s ~e universalismo y particularismo es distinguir dos tipos de :rtt~~·to distintos mediante los cuales puede tener lugar la generahzacton, desde el punto de vista de un actor dado. A fin de entende! el proceso de generalización es necesatio .sab~r cuál de estos upos de criterio es relevante para la generahzaclón del a_cto~. La relevancia de esta variable-pauta para la generaltzac16n no se limita al caso de las asociaciones simbólicas, pero por. supuest? lo incluye, ya sea la primacía en la s~gn.i~icac.ión ~s~mbó~lca cogm­tiva o expresiva; puesto que tal asoctaclOn simbohca s~empre es, en un aspecto, agrupación de objetos dentro de una mtsma el.ase. Hay una importante diferencia, no obstante, entre los d?~ tipos de primacía en las relaciones simbólicas. E~ .. el casa cogm:lvo, el problema de la validez es el foco de la relac:on con l~s estand~:es normativos mientras que en el caso expreSiVO el estandar co~re~­pondiente ~s esa «adecuación» expresiva o estimativa .. Esto slgm­fica que las interrelaciones «intrínsecas) de los o~Jetos Y sus propiedades no necesitan desempeñar un papel. promlOel!-t.e en la simbolización expresiva. Desde el punto de VIsta cogmt1vo, las propiedades por las cuales los objetos es~án aso~iados pueden tener una significaci6n totalmente «superfiCIal») y s111 embarg? es posible que el complejo cumpla sus fundon,s simbólico-expreSIvas

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á la perfección, Así, parece indudable que en el ritual religioso cristiano, la semejanza entre el vino tinto y la sangre, por ser ambos líquidos de un color muy próximo, es esencial para la asociación simbólica del vino con la «sangre de Cristo», Natural~ mente, para el bioquímico las diferencias entre aquel y esta son mucho más importantes que sus semejanzas. Pero como base de asociación simbólica, el parecido es suficiente. Sin embargo, la «superficialidad» de las semejanzas desde el punto de vista de ciertos intereses cognitivos, no debe hacer creer que para que oeutra la asociación simbólica, carece de importancia que haya o no algulta similitud, Es evidente que de .]0 anterior no se des­prende esta conclusi6n, por cuanto e! problema reside en la signi­ficación de las semejanzas en un contexto funcional dado, Que los parecidos en cuestión sean <ü1'iviales» en un contexto cogniK

tivo científico no dice nada, en un sentido u otro, acerca de su significación o adecuación en una clase particular de contexto simbólico-expresivo, Tampoco dice nada sobre el grado en que la asociación simbólica pueda prescindir por completo de los gra­dientes de generalización, El análisis de este artículo indica que estos son puntos realmente cruciales. y que su estudio resultará esclarecedor, cuando se los examine en el contexto apropiado. Sin embargo, la distinción de gradientes universalistas y particu~ laristas de generalización no agota las bases de asociación de los objetos, y por ende de las asociaciones de los referentes~signo, En forma continua hemos acentuado, precisamente con respecto a los objetos, la importancia capital que tiene para la teoría de la acción (y, en particular, por las razones antes esbozadas, con refe~ renda al simbolismo expresivo) el problema de las intenciones de los actores, Porque un acto del álter que sea interpretado como «intencional» por el ego -y también por el álter, en términos de la cultura común- es necesariamente y en sí mismo un sím~ bolo expresivo, cualquiera fuere su significación intrínseca, En cambio, una propiedad o cualidad del álter, en tanto objeto social, que no sea interpretada como una expresión de sus intenciones, solo se convierte en un símbolo expresivo mediante procesos espe­cíficos de asociación, y tal vez no tf;nga el mismo orden de signi­ficación. De ahí entonces que la discriminación básica entre los objetos (incluyendo acontecimientos), que se interpreten como consecuencias de intenciones motivacionales, y los que no se in­terpretan de esa manera, siempre debe estar involucrada en las bases de la asociación de los objetos entre sí, es decir, en el hecho de ser reunidos en una misma clase, Donde están envueltas las intenciones, lo que corresponde a las propiedades comunes de los objetos ubicados en una misma clase, aparte de este factor, es la existencia de una autoría comtín de los acontecimientos que constituyen la acción, o de los objetos a los que se interpreta como resultados de la misma, o las carac-

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" d 's de teristicas comunes de subsistemas de las motivaC10nes e m~ un actor, Los objetos están asociados, pues, por ser expr~~~~~l~~ de la motivación del mismo acto1', 10 cual es uga bas~ p~r.. r rista; o por ser expresiones de la misma clase, e l°t1vac~on 100 parte de una pluralidad de actores -por eJemp o, amlst~ agresividad (base uníversalista)-. Por otra tart~) Jos d~~~~~

ueden a todas luces estar agrupados en una c ase ~n ep~n 1 de ~ente del hecho de constituir expresiones d.e las l~ntenclOn~~icu~ cualquier actor, otra vez sobre una base uDlversa lsta o pa

larista, d ' , , d .. ión Esta 01' supuesto es la variable~pauta de a Sct1pC10n~a qU,ls1c

cua;d~ se la apli~a como la distinción básica entre cuahdjd { desempeño Es obvio que también se aplica al problema e a

1, : ~ En consecuencia no tenemos, tan solo dos bases genera 1zac10n, " t s dos posibles de clasificaci6n de objetos, S1110 cuatro, y~ ¿ue, es da na distinciones de variables~pautas se entrecruzan, píO UClen o u tabla cuádruple de posibilidades, " ' 1 c­Desde luego, este es el marco de referenc~a baslco para a esti"U o tura del universo de objetos, y en espeCIal de. l?~ actores c~~e_

b' '1 Sirve as! para ordenar las pOSlbihdades de , , o Jetos SOCIa es, '1 E 1 slhca~ gorización de status en el sistema SOCIa, ste esq~:ma. e i a -de torio se encontrará en las páginas 142~43 de la veíslon lbg

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El sistema social, donde se analizan en detal1~ ~s su c a~elc:i , Aq í 10 novedoso es simplemente el t11stght de q

clOnes, u , ' /' l' d n la aso-mismo marco fundamental de referenCIa est~ lmp l~a o/ ~ . ue , " d obJ'etos con respecto a las relaCIones slmbohcas, q ,

claCl0n e _ '1' en tre dado que las relaciones de referentes-sIgno son re aCI~nes, 6 d objetos, el marco de referencia subY,acente el1; la orga~tb'1Ci s~~ el los símbolos y de sus referentes-objeto en SIstemas, e e . l mismo que subyace en la organización de los objetos socia es

mismos en sistemas. . 1 l' es de Para esta parte de nuestro problema, entonces, as re ~ClO?~ de objeto a objeto y las dos variables-pautas de c~tegonza:¡W~do' status nos suministran las bases para un tratam~endo 1 or e~nid~ constituyen el 'marco de referencia para una teorla e ,cont d de 10s sistemas simbólicos, tanto cognitivos com~ exp/reslvos, A'd~ más se considera que el problema de la generalIzaclon en síUtl o psic~lógico es un aspecto de la misma área general de -prob ~md' Los objetos solo pueden simbolizarse unos a otros sh estan t e alguna manera agrupados en la misma clase, y lo que. ,ac~t;- es ~~ variables-pautas es formular las bases posibles dl! cl~:tflcM?n ~e

uedan servir como gradientes para la generahzaclOn, as a . ~ fante se incluirán algunas de las implicaciones de este hecho ,pa,ra el análisis y la clasificación de los mecanismos de! aprendIzaJe,

defensa y ajuste, d dI' d del pro­Pero hasta ahora apenas nos hemos ocupa o e a m.tia / ' blema, la mitad que está explícita en los casoS de pnmacla cog111-

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tiva, La otra mitad está constituida por e! problema de la genera­lización de catexis involucrada en la organización, en sistemas ordenados, de los objetos primarios y separados de catexis, y de los símbolos expl'esivos que hayan recibido una catexis secundaria con respecto a los primeros. Aquí las variables-pautas «actitudinales» ocupan el lugar que co­rresponde a las variables de categorización de objetos en el caso de la asociación de objeto a objeto. La" proposición clave es que la catexis llega a estar organizada con relación a la estructura del universo de objetos. Hay dos procesos correlativos: la construc­ción de «objetos complejos» mediante la definición cognitiva de la situación, y la generalización de catexis, a partir de objetos ele­mentales o primarios y objetos-signo elementales, hacia estos objetos complejos, como sistemas que mantienen sus límites. La variable-pauta de difusividad-especificidad define las posibili­dades alternativas de organización de catexís respecto de la l1ni~ dad-objeto concreta como unidad; por ejemplo, la persona como objeto social. 0, por otra parte, las define respecto de un tipo de interés o base «fundonal». El niño aprende a «amar a la madre» en una relación difusa, sin referencia específica a ninguna de las muchas gratificaciones de las cuales ella es la fuente. En cambio, le agrada la aparición del carrito de helados en la calle, porque es la fuente de un objeto o tipo particular de objeto de gratifi~ cación de un «interés» particular. Puede haber una difusa «pe~ numbra» de catexis del conductor del carrito, pero ese conductor es, principalmente, «el hombre que tiene el helado». Por supues~ to, esto puede generalizarse a los empleados de la heladería, y en realidad a todos los expendedores de los objetos alimenticios deseados; pese a ello, sigue siendo una relación específica en el sentido de las va1'iables~pautas. El modo específico de la organí~ zadón de catexis, entonces, atraviesa la situación en tanto sistema de objetos concretos separados, y agrupa en una misma clase a todos los que tengan un tipo particular de significaci6n catéctica, ignorando otros aspectos y potencialidades de gratificación de esos mismos objetos. La otra variable~pauta actitudinal es la de afectividad versus neu~ ttalidad afectiva. Como sabemos, esta no se vincula con la esfera de significación catéctica del objeto, sino con la clase de signifi~ cación catéctica respecto de una decisión-orientación fundamen~ tal; por ejemplo, si se aprovecharán o no las oportunidades de gratificación en un momento y una situación dados. Natural~ mente, la significación general surge de las exigencias de la orga~ nización de catexis en sistemas, El aprovechamiento de todas las oportunidades de gratificación que se presenten sería incompatible con una organización estable. Así, tomando un ejemplo familiar, la gratificación erótica' mutua es algo potencial entre dos adultos normales cualesquiera de sexo opuesto; pero si el componente

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erótico está integrado en forma fundamental, y necesariamente simbólica, con los otros componentes en una a~hesióI? a~lo~os~ difusa hacia un objeto particular, el aprovecham1ento mdiscrm.u~ nado de las oportunidades de gratifi~ación erótica .coI? .otros obJe~ tos disponibles entra en serio co~flicto con el .s;gm/tcado de la gratificación erótica en el complejO de la relaciOn amoro~~. Un aspecto del efecto perturbador de este conflicto es la, ;:eacc!on de celos que produce en la parte «injuriada~> de la relacl~n" Sm em~ bargo, para las personas casadas, por ejemplo, es practlcamente imposible no tener contactos con personas del St;X;O ~l~uesto 9ue presentan oportunidades potenciales par~ la gratI~lcaclO~ er9t1ca. En un contexto tal, la actitud de neutralidad afectlva ~eslde en la capacidad emocional para inhibir la disposición~necesldad poten~ cialmente activada, . 1 En este contexto de la relevancia del simbolismo expresIvo en ~ modo afectivo de organización catéctica de la~ actitudes, la, pern~l­sivid:ld para la gratificación significa, simb6hcan:ente, la ,mt:g,tu· ci6n de la gratificación particular dentro de un SIstema sl~bohco estable, de modo que el aprovecbamiento de la oportuntdad d nci perturbe e! equilibrio de! sistema, En camblO" ~a neutrah, ~ afectiva significa, simbólicamente, que la gratlflcaclO~ ~n cuestbt no encajaría eri la parte relevante del sistema catectIco esta e del actor, d En consecuencia, estas dos variables·pautas producen, cua~ o. ~se cruza su clasificación cuatro modos principales de orgamzaclon de los sistemas actituclinales de los actores. Dividen el universo ,de objetos en fOl'ma cuádruple; por un lado "n objetos ,c?mplejos difusamente catectados, y en clases de objetos espe~lflcament~ catectados; por otro, en objetos y ocasiones donde ex!ste perml· sividad para la gratificación directa, y en objetos y ocaSIones «pr~~ hibidos» donde se requiere «disciplina». Tal vez el punto. mas importa~te es que estos tipos de significación catéctica de obJe,tos no son intrínsecos a la «naturaleza» de los mism~s, en sent1d~ situacional~cognitivo. Para cada aspecto de un objeto q~e ~ste formulado en términos de las variables~pautas de categOt1ZaCl?n de status, existe, por la naturaleza de la acción, una a!te~n.attva abierta o una serie de alternativas, en lo que atañe al s~gnlhcado catécti~o que el objeto va a adquirir para un actor partIcular, en una clase particular de relación con él. Así la. persona. del sex~ opuesto puede ser, «Íntríns~camt;nte», una pos~ble pareja se~a\, pero este hecho no determma SI él o ella seran cat~ctados tea· mente como un objeto erótico: esto debe ser detern;ll~ado po: la ol'ganización de! sistema actitudinal d,e! ego, Descnblr la orIen­tación en términos de neutrahdad afectIva es U? modo d~ expresar que esta potencialidad de catexis no se verifica en dicho caso particular. Es en este sentido fundamental q~e la estructura del universo de objetos y la estructura de las actItudes con respecto

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al mismo, deben considerarse como variables independientes entre sÍ. El C(\SO de la neutralidad afectiva trae a colación un importante problema referente al pautaje de los sistemas simbólico-expresi­vos. En el caso de la afectividad, el becho de permitirse la grati­ficación significa que la estabilidad de la organización del sistema simbólico no está amenazada por el acto grattticante particular, o por la perspectiva de que ocurra. A causa de ello, la actividad afectiva como tal no se orienta específicamente al mantenimiento de las pautas, o a la conformidad con las mismas. Es decir, no está en discusión el problema de la conformidad. En cambio, en el caso de la neutralidad afectiva, existe, pOl' definición, un con­flicto potencial entre el interés por una gratificación particular y la estabilidad del sistema catécrico. En esta situación, la orienta­ción p:lede tomar la forma de un sentimiento de «obligación» con respecto al mantenimiento de la pauta; de modo que, en cierto sentido, cabe afirmar que la neutralidad afectiva constituye la «catexis de la pauta». Sin embargo, esta es una afirmación elíp­tica. Una pauta no es un objeto en cuanto está internalizada, y en sentido estricto, solo puede catectarse a los objetos, A estos efectos, el enunciado cabal sería que el sistema organizado de catexis objetal está estructurado de tal modo, que el aprovecha­miento de la oportunidad de gratificación en cuestión crearía una perturbación en el sistema. Por 10 tanto, el actor está moti­vado para no actuar de esta mane,ra; su interés en la estabilidad de su sistema de orientación catéctica es mayor que su interés en el objeto potencial. La «decisión» es espontánea, sin sentimientos de conflicto, hasta donde la «pauta esté internalizada», y esto es lo que se quiete decir por catexis de la pauta; o sea que no hay suficiente motivación para actuar en· forma incompatible con la pauta. En este sentido~ la organizacIón de la catexis siempre invo­lucra pautaje en los sistemas simbólicos. Siempre hay pues, un aspecto afectivamente neutral en toda estructura de actitudes, que es siempte selectiva en 10 que concierne a su permisividad respecto de las gratificaciones poten~iales. Finalmente, el análisis anterior nos da una excelente base para interpretar ciertas facetas de la significación de la quinta variable~ pauta (auto-otientación versus orientación a la colectividad), as! como de las razones por las cuales esta ocupa un lugar especial en el sistema; no debería clasificarse directamente ni con la pareja actitudinal ni con la de categorización de status. La razón primor­dial reside en que conceptualiza la convergencia de los dos corn~ ponentes fundamentales de orientación en la estructura del mismo sistema social. Esto presenta dos aspectos. El primero es la cons­titución de la colectividad como un objeto. Todas las otras clases de objetos tienen bases exteriores al sistema de interacción, y analíticamente independientes del mismo. Los objetos físicos, por

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definición, son independientes del proceso de interacción, ~or esenciales qqe puedan resultar para este, y sin emba;'~o es ,pOSible que constituyan a menudo, «productos» de la aCClOll o mterac­ci6n pasada. Además, la cultura, en su significación objet~l~ es «separable» a causa de su incorporación en los símbolos .f¡sl~os del sistema de acción' esto es fundamental para la comumcaclón y la difusión cultural: Por otra parte, la persona1ida~ está «apo­yada» en el organismo biológico, y sus pr?blemas son ~nsep~rables de los del organismo. Pero una colectlvldad solo eXiste ~t cons­tituye un sistema organizado de inter-ac.ción; ésta es la úmca ?ase

de su constitución como objeto. Es ObVlO que de~e~de d~ o~J~tos físicos de la cultura heredada y de las cal'actel'lStlcas bl.loglcas de los' actores individuales; pero estos objetos, aparte de l~ o~g~­nizadón de sistemas de interacción social, 11unca. ::onStltull'an colectividades por sí mismos. O sea que la colec,t1vtdad, como objeto, no es independiente; únicamente las actitudes de. sus miembros la crean y la sostienen. Después de todo, esta es la idea básica de las últimas obras de DUl'kheim. El segundo aspecto es el anverso del anterior: en la. medida que constituyen colectividades, existe una ~elación ~spectal e/otr:: las actitudes y el objeto complejo de catexIS, El objeto ~n SI mlS~O no es nada más que el modo de integración de los ~lstemas Slm­

bó1ico-catécticos de los miembros. Pero, en este sentId,o, ~~ todas las orientaciones simbólico-catécticas de los actores mdlvlduales son parte constitutiva directa de las colectividades de .las cuales son miembros. Por consiguiente, es esencial que eXista en la teoría de la acción una conceptualización fundamental sobre la distinción entre aquellos componentes actitudinales que son parte constitutiva de las colectividades, y aquellos que no lo S?~. Quere­mos decir pal'fe constitutiva, no simplemente «condl~l~nes de la existencia o del funcionamiento efectivo de }as, co1ect1Vld.ades», La distinción es fundamental. Esta es la base ultima de la tmpor­tancia de la teoría sociológica como ciencia. Dicho de ,;n modo ligeramente diferente, el concepto de orientaci?l1 .col~ct1va es el centro del fenómeno básico de la integración 11lstituclOnal de la motivación. Para nuestro contexto, la implicación más importante que s~ obtiene a partir de estas consideraciones reside en el eSc1?reCl­miento del hecho siguiente: si las colectivida~es) como objetos, están constituidas por las actitudes de sus mlembros, ello 1ebe significar que las mismas son tipos especiales de integrado~ ~ (mte­gl'ates) de complejos simbólicos de significado, en la acepClOn que nosotros le damos. Esto es 10 que Durkheim quiere decir con su famosa máxima acerca de que «la sociedad solo existe en las mentes de los individuos». Si queremos entender las bases sobre las cuales se erigen las colectividades, debemos entender el sim­bolismo expresivo.

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Con esto hemos estudiado la fundamelltaci6n analítica mns impar. tante de este artículo, En esencia, lo que hemos hecho fue inte. gl'al', en forma mucho más ajustada que antes, a la teoría del simbolismo con la te01'la general de la acción, y obtener dettas implicaciones de esta integración para una serie de pl'Oblemas teóricos en el campo de la acción, En particular, mostramos la importancia fundamental del aspecto expresivo de los sistemas simbólicos, y de qué manera el desarrollo de sistemas de simbo~ Jización expresiva es el modo primario de organización de los componentes catécticos de la o1'Íentación motivacional de la ac­ción. El fenómeno que llamamos internalizacÍón de pautas se pto­duce mediante la organización simbólica de estos componentes, Además, tratamos de mostrar que las variables-pautas constituyen precisamente las pautas de organización de estos sistemas simbó~ licos, Ellas expresan los modos en que P1leden generalizarse las relaciones simbólicas, en conexión con los aspectos actítudinal y de categorización de objetos, respectivamente, Sobl'e este hecho descansa la significación de las variables~pantas, dent1'o de la teo~ ría de la acción,

A modo de conclusión, intentaremos indicar la relevancia empí~ tica de este análisis para algunas áreas de problemas de la teoría de la acción, Ante todo, consideraremos el problema de la «acción simbólica», en el sentido que se le asigna en el ritual teligioso, Desde cierto punto de vista, el rasgo principal de dicha acción es su doble «inutilidad»: en primer lugar, no contribuye instrumen~ talmente a ninguna meta empírica -por ejemplo, las ceremonias fúnebres no devuelven la vida al muerto, ni ayudan a disponer del cadáver, ni implican tomar los recaudos para «hacerse car­go» de sus funciones instrumentales_; y en segundo lugar, no gratifican directamente ninguna necesidad catéctica «primada». Por otra parte, el duelo puede activar sentimientos de culpa con respecto al difunto, pero la ceremonia fúnebre no permite «hacer restituciones» en forma directa

J o «resarcirlo»,

Sin embatgoJ la significación catéctica de dicha acción simbólica se adara en términos de su relación con los sistemas de simbo­lismo expresivo que hemos analizado, Puede ser que la gratifi~ cación directa de un complejo activado de necesidades esté blo­queada, en parte por la natutaleza de la situación (1<J. muerte, verbigracia, elimina al objeto del campo situacional), y en parte por la estructura normativa del sistema social (por ejemplo, es inadmisible el acting-out directo de hostilidad contra los miem­bros del endogrupo), En consecuencia las reacciones emocionales relevantes se expresan mediante actos que pertenecen al mismo sistema simbólico, Los actos y los objetos simbólicamente asocia~ dos están vinculados con el centro primario de la «perturbación» a 10 largo de los gradientes relevantes de generalización, En un sentido, entonces, la acción simbólica es «gratificación sustituti~

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va}) o incluso «gratificación ilusoria», Pero debe obrars¿ cd~ mu~ho cuidado al interpretar una f6rm~la tal. He.m¿, trtUe;. a

011er en clato que una vez que un slstem~ a~t;tu ma l ~rganizarse totalmente a través de la internahzaclOll ,de pauta~, e

, , t de la integridad de las pautas del ststema mIsmo mantemmlen ° . , , deJ' a de tener pa el lugar preponderante, La «catexlS prImarIa» ~~u significación independiente original. Por 10 tant~, y en ,u~ sentido muy real la oportunidad para expresar emoclOn~s «sm~e bólicamente» no' es un sustituto «de segunda clase}; S1110 q1n puede ser «10 genuino». Su significación exacta debe J~garse'bí el contexto del sistema total de acción del cual es ~arte, dPd~ el que solo se lo pueda considerar como un «sustItutO}> es punto de vista genético,o! '. De cualquier modo, la teoría del s~mbolismo expreSIVO ¿Hes ~,t?~

uesta debe suministrarnos critenos sobre las clases e ,?C I~s ;;mbólica que serán «funcionalmente adecuadaS)~, ~:tol cr¡t~~~o son de dos órdenes, Primero, en el aspecto actltu ma ,e 1 emocional de la acción debe ser de tal índole que expresle as

d 1 . d E s gundo lugar en e casO reacciones actitu ina es apropIa as. n, e l l' , , dIos de las pautas de categorización de obJet~s" ,~ sedecyon ob~ etos símbolos debe ser compatible con la def1l1IClOn e 1 os. J, ~

. . t en este caso a sltuaclOn primarios de catexls, que constl uyel

dI' b l' o de la activante Por ello, es obvio que e uso e san o 1sm Td d familia ~n la Iglesia Católica permite generalizar ¡"on flcl,' "­los sentimientos generados en la familia hacia la es e,ra d~ 19l~d:~ el sacerdote, como «padre», puede actuar ~ ma~era p 1 sustitutivo aun cuando no desempeñe las funclo~es l11strum

denta es

de un verdadero padre. Naturalmente, 10 mIsmo suce e con «María, la Madre de Dios»; lo que aquí se acentlí~, pOd SUPb~st~~ es la maternidad, Debe considerarse a la seleccI6n ,e o Je.t~ simbólicos, incluyendo a los actos, una result,a,nte .de la ll1terac;:lOn de diversas variables. La ocasión para la aCClon ptual ce¿trdr l~~ tendencias de reacción sobre componentes particulares ~ sp siciónMnecesidad, Como señalamos, _es posible que por varI~s r.azo~ nes esté bloqueada la vía más directa de descarga ~, en ter~-l1nc: de necesidad la de «primera prioridad}>; pero el SIstema rmbo~ lico-catéctico 'está tan organizado que el impuls~ se, trans Ier~b: otro «circuito», donde los canales están lib.res \ C~~CUlto q~d ~ de estar integrado satisfactoriamente con la diSposlclOn~necesl a primera prioridad). 1 .. s En segundo término, nos referiremos brevemente a os mecan! -mas de aprendizaje, defensa y ajuste, aunque este es, un cam~o tan vasto que solo podremos dar aquí alg~mo~ ~ sugerencIas, Co,nslded; mas ante todo el mecanismo de sustltuclOn como mecamsmo

e sin Dio lOa duda, un problema capital para la i~terpretación -del ~!~t~u!' ocupan fas gratificaciones infantiles en la personalidad adulta,

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aprendizaje. En esencia, diremos que este es el nombre que se le ?a al.proceso .de extensiól1 del sistema simbólico-expresivo a fin de mclUlr un objeto nuevo. O tal vez, que este es uno de los princi­pales aspectos; el otro seda el proceso de abandono de un objeto viejo, es decir, de algunas de sus significaciones catécticas. Vemos que, en el caso de la extensión, el requisito más importante de sustituciór: exitosa será la aptitud simbólica del nuevo objeto, su congruencIa con la estructura de pautas del complejo simbólico. Vale decir, debe ser la clase correcta de objeto, y en las formas apropiadas. La cuestión puede residir en su capacidad «intrinseca» de gratificación, como en el caso de la comida, pero todos sabemos que aun tratándose de preferencias o aversiones con respecto a los alimentos, el aspecto simbólico es fundamental. En realidad, casi se podría sostener que por importante que sea este aspecto intrínseco, el objeto no será catectado con buenos resultados a menos que sea factible integrarlo en el sistema simbólico. El aspecto de la sustitución referente al abandono debe distin­guirse del aspecto referente a la extensión. Aquí se trata de los n;otiv~)S del abandono. Puede ser una cuestión de simple cambio sl~uaclOnal, como por ejemplo, la falta de disponibilidad de los allIl-?entos acostumbra~os en un país extranjero. Por otra parte, es posl~le que se neceSIte inhibir, a causa de que el objeto viejo contmúa formando parte de la situaci'ón. Nuevamente debería­mos distinguir aquí entre el caso en que se requiere inhibir por­q?e, por algún motivo, el objeto particular ya no resulta apro­pIado, y aquel otro en que el abandono es una parte necesaria de un proceso de reorganización de la estructura de pautas del sistema catéctÍco. En este último caso se incluye, a todas luces, el abandono de los objetos infantiles de adhesión; la continuación del mismo tipo de adhesión a la madre es incompatible con las nuevas demandas que implica el hecho de ser «adulto», debido, por ejemplo, a que está incluido un componente de dependencia que bloquearía la independencia. Aq'lí no hablaríamos, probable­mente, de una sustitución simple. El desplazamiento puede interpretarse como una sustitución a lo largo de un gradiente de generalización simbólica, en el que el objeto nuevo es sin duda un «óptimo alcanzable» (second best); es decir, existe una razón motivacional fundamental para preferir un objeto primario, pero su catexis es incompatible con necesi­dades motivacionales en conflicto. El ejemplo tan familiar de la hostilidad en relación con la solidaridad endogrupal ilustrará este aspecto. Desde el punto de vista motivacional, odiar al chivo expiatorio no es tan agradable como 10 sería odiar a los de la propia índole, pero es mejor que no expresar de ninguna manera los impulsos agresivos; las relaciones simbólicas implican que exi.ste una equivalencia parcial y algún tipo de gratificación ge­nmna. Por supuesto, el desplazamiento puede ocurrir sin seguir

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ninguno de los gradientes de generalización asociatlVa simbó~i~a. Si sabemos que se ha producido un desplazamiento, e! reqUIsIto general de la congruencia simbólica de las pautas deberá propor­cionarnos claves muy importantes con respecto al fo~o del afecto desplazado. Así, en el antisemitismo, el fuerte énfaSIS puesto en el «carácter» y las prácticas comerciales del judío nos llevan a sospechar que, en las raíces del antisemi~ismo, el problema de ~a «adecuación» tenía mayor preponderanCia que el problema mas particularista de la seguridad. El ju.dío no .consti~uye. un símbolo apropiado para la falta de amor difuso, S1110 ~as b~en pa;a . un sentimiento de fracaso en esferas de desempeno unlversahstlca-mente pautadas. .-Mientras el desplazamiento puede considerarse el apela~lVo del proceso más generalizado de sustitución simbólica del objeto ~ue «realmente» se desea por uno menos satisfactorio, la proyecclOn, en cambio es un mecanismo más especializado; de hecho, es un caso especial de desplazamiento. Aquí, el núcleo principal es la intenci6n motivacional, y el elemento que se desplaza, la, at;to­da de la acci6n expresivamente significativa.5 Por c.onsl~U1et;­te el hecho de que ocurra la proyección nos permIte mEer1r q~e hay un conflicto fundamental en la personalidad de! act.o~ con respecto a su propia responsabilidad sobre las aCClQnes prohIbidas; es decir, la proyección parecería imposible sin un poderoso factor de culpa en la personalidad. Esto significa c1aramet;~e que la res­ponsabilidad por el desempeño es un foco de tensl~n: . Por último, diremos algunas palabras sobre las poslbIltdades .del uso de este esquema en el análisis del llamado ~enómeno «(PSlC_O­somático». Es evidente que 10 que hemos denommado desempe~o opera siempre a través de la «conducta» del organismo, a traves de alteraciones en el estado del mismo que, a su vez, alteran sus relaciones con el ambiente. En consecuencia, cada desempeño, ca­da acto intencional o motivado, en nuestro sentido, incluye un cambio «somático» que en cierto aspecto es en sí mismo un .sím­bolo expresivo. Por ende, todo cambio en el estado del o.,;,gamsmo que neva a cabo una acción motivada, o que está ~soclado con tal acción por las vías de asociación que hemos anahza~~, ~u.ede catectarse como un símbolo expresivo. Los procesos ÍlslOlo?lCOS de comer de movel' el cuerpo, de proferir sonidos, etc., en CIerto aspecto siempre son, por su propia naturaleza, símbolos expre-

sivos. . d 1 Existe una estl'Uctura de este aspecto simbólico-expresIvo e a función corporal que se integra «nOl;malmente» co?- el ~istema de orientación catéctica del actor, que mcluye, o, mejor dicho, es la organización de sus sentimientos sobre la «normalidad» de sus

5 Por lo tanto, esto involucra no solo actitudes hacia el objeto sino también la categorización del mismo.

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estados corporales. Pero las mismas consideraciones anteriores con respecto a la «acción simbólica» se aplican, como es obvio a las posibilidades de «usar» los estados corporales -y los cambios que en ellos se producen- como canales de simbolización expreM siva sustitutiva cuando están bloqueados, por cualquier razón, los canales de expresión considerados normales. Muchas de estas sus­tituciones pueden tomarse como algo completamente normal, y ocurren en forma continua; además, sin duda tienen mucho que ver con los aspectos fisiológicos de la emoción. Los cambios cor­porales que aparecen en los estados de miedo serían un excelente ejemplo. Sin embargo, cuando existen elementos conflictivos en la personalidad, los desplazamientos sobre estados corporales pueden constituir ocasionalmente soluciones parciales apropiadas del con­flicto, así como pueden serlo los desplazamientos sobre otros objetos. Es posible que esto sea cierto, en especial, cuando un «acting-out» más directo y manifiesto provoque particularmente ansiedad. Por supuesto, tales cambios corpotales motivados deben ajustarse a las condiciones de control «voluntario» de los procesos orgánicos, hasta donde estos sean conocidosj peto luego, a su vez, ellos pueden dar lugar a consecuencias fisiológicas adiciona­les, no controladas voluntariamente. La ingestión de alimentos es algo que se controla a voluntad, en el sentido usual, pero, con toda seguridad, esto no ocurre en general con las consecuencias fisiológicas de una deficiencia persistente de vitaminas. Este paM rece ser el principio esenciaL En consecuencia, la relevancia de la teoría del simbolismo expre­sivo para el campo psicosomático procede de la proposición recién enunciada acerca de que cualquier cambio corporal puede ser un símbolo expresivo si constituye un objeto de percepción, y puede estar motivacionalmente controlado o asociado simbólicamente con la acción intencional. Los aspectos de la <<imagen corporah> tenM drán, pues, esta clase de significación, y existirán diversas catexis de los sub-objetos del cuerpo organizadas en varios complejos actitudinales, Las formas en que estas partes del cuerpo y estos procesos corporales están integrados. simbólicamente con el sisteM ma motivacional del actor nos proporcionan, por lo tanto, un modo de entender por qué tal fenómeno somático particular adquirió la clase de significación qüe, tiene para el actor y, si este 10 controló, por qué lo hizo de determinada manera. Entonces puede pasarse al análisis fisiológico de las consecuencias. Estos fenómenos serían sencillamente inexplicables y permanecerían en el misterio si no se da a la teoría de la acción alguna aplicación, siguiendo los lineamientos indicados.

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Apéndice •

El análisis anterior de los problemas del simbolismo nos lleva inevitablemente a reconsiderar las relaciones sistemáticas entre las variablesMpautas. Durante largo tiemp? fue eyidente que no cons­tituían un mero catálogo, sino, en aIgun sentldo, un Sistema. Esto se presentó por primera vez en la «asimetrí~ s~métrica)~ ~~e rela­cionaba universalismo-particularismo Y adSCl'lpClÓn-adqulsICI?n, so­bre todo con la situación objetal, y especificidad-difusivldad Y afectividad-neutralidad con la organización de la motivación. Cada vez se hizo más notorio que esta polaridad tenia profundos fun­damentos, y nuestro examen anterior recorrió ~un la:g~ trecho en el camino conducente a poner en claro en que conSlstIan, exacta­mente esos fundamentos. Se dio otro paso significativo al mos~rar por q~é la quinta variable-pauta, auto-orie.ntación versus ot1~n­tacÍón a la colectividad, no pertenecía a ninguna de las pareJ3s sino que ocupaba un lugar propio, Señalamos q~e .esto se fUll,?a.ba en que de todas las clases de objetos, la colectIVidad es la unlca que no' se centra, de suyo, sobre componentes independi~ntes del sistema de interacción, sino que está const1tuid~ precls~~ente por ese sistema, y es por 10 tanto un modo de mtegraclOn del mismo. . Ahora se nos presenta otra relación sistemática de extrema, ~n:­portanda entre las parejas «primarias~> mismas. Todo. ~l anahsls del simbolismo tiene su punto de partIda en la concepClOn de. que un objeto-signo siempre tiene significados cognit,iyos y expresl:'os. Las relaciones entre las variables-pautas en cuestlOn se nos apa~ece ahora como una generalización de esta idea. Como ya hemos dicho muchas veces la acción es un sistema 1'elaciol1al, y todo acto debe organizar a t~dos los componentes primarios de ese sistema. :ela~ donal. El hecho de que todo símbolo tenga significados cogmtlvos y expresivos es un caso especial de un principio más general (t~m; bién esto 10 hemos dicho repetidas veces, aunque no se exa.mmo su significación para las variables-pautas). Volvam?s a enunc13rlo: todo pautaje de organización de un sistema de aCCión deb; poseer tanto su aspecto «cognitivo» -es decir, una referenCIa a los componentes situacionales del sistema de acción- como su as~ec­to «expresivo» -o sea, la ref~rencia ~ }os comp~nentes motIva­cionales del sistema-o Pero la 1ntegraclon de un s1stema dep.ende de que estos dos aspectos mantengan ciertos tipos de relaclOnes mutuas. Las «coordinadas» con respecto a las cuales ello puede

6 Este apéndice fue escrito pocos dfas después de concll!-~do el. artícu1° precedente. Su contenido podría incorporarse a u~~, verSlOn revlsa~a. e dicho artículo, pero, dado que documenta la translclO~, entre e?te ultlhl? yel que figura a continuaci6n (capítulo 3), nos pareclO prefenbledPu.!­carlo sin cambios. Fue redactado apenas uno o dos días antes de a qultlr los insights básicos del capítulo 3.

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t~ner lugar -vale dec~r! que se defina y analice el proceso en el slstema- deben pel'rnlt1r la referencia en ambas direcciones. Pero consideremos este punto, concretamente en conexión con las mismas variables-pautas. Hemos visto qu~ el universalismo­particularismo distingue dos «gradientes» diferentes, a lo largo d~ ,los cuales pue~en organizarse las relaciones inst!umental.cog­n1tl\:a~ con los objetos. El particularismo, por ejemplo, pone de manIfIesto el hecho de la pertenencia· común a un sistema rela­cional único relativo al ego. Esto tiene su contraparte en la alter­nativa difusa de la variable especificidad-difusividad. Lo funda­mental, ~quí, es la organ~~ación de catexis, de intereses expresivos en térmInos de su relaclOfl con el objeto concreto como ta1j de modo que la pauta de su organización debe hncer lugar a una variedad indefinida de tipos de interés. Esta es la contraparte expresiva del particularismo cognitivo. Desde el punto de vista cognitivo, el ego ve a la situación en forma particularista cuando la organiza con telación a sus intereses motivacionnles, con todas las variedades motivacionales que estos puedan presentar; desde el punto de vista expresivo, catecta la situación en forma «difusn» cuando la organiza con respecto al objeto particular de catexis. El principio de las pautas es el mismo en ambos casos, porque en ambos se trata de organizar los componentes de la acción con referencia a un objeto particular. A pesar de ello deben dístin~ guirse, dado que en el proceso de interacción cada unidad actuante es a la vez un objeto y un actor que se orienta, y entre ellos existe una variabilidad independiente. El hecho de que deba haber dos focos de variables~pautas -que en este sentido especial son «particularistns»- y no uno, es consecuencia de que la signifi~ cación objetal del actor debe distinguirse del aspecto motivacional de la orientación. Probablemente también sea consecuencia de la «dobl~ c~n.tingen;ia». Cualquiera sea el ~érmino que usemos para el «prlOClplO» mas general, es menester: que existan dos «campos de aplicación», ya que debe considerarse' a, la misma unidad en dos formas variables independientemente. Estb es inherente al marco de referencia. Una relación similar se establece entre- el universalismo por un lado y la especificidad por otro. El uniyersalismo designa cogniti~ vamente la organización de los sistemas de objetos mediante at,.i~ butos comunes independientes del sistema relacional particular del ego. Deben ser atributos que posean la misma propiedad, rela~ tiva a su carácter común, para el ego y para el álter. Es necesario que se dé una «abstracción» a partir de la perspectiva específica. Análogamente, en el caso de la especificidad existe una «abstrac~ cióm> de la totalidad de la posible significación catéctica del objeto, que está centrada en una base específica de interés moti­vacional, e ignora otras potencialidades para eatectar el objeto. Pero, por la misma c¡:¡racterística, se agrupa a todos los objetos

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que gratifican el mismo interés; no es que se los «clasifiq?e» juntos en sentido cognitivo, sino que se los «trata como, equl~a~ lentes» en un contexto motivacional. Según nuestra termmolog1a, tienen significados expresivos equivalentes. Otra vez tenemos, entonces, un «principio» común que sub~ace bajo los aspectos cognitivo y expresivo de la estruct~ra .d~ O:l,en~ tación' en este caso se trata de que la «base de slgmhcaClOm) debe ~er independie~te de la particularidad de un objeto único y de su sistema relacional. . Las relaciones correspondientes a las otras dos parejas, o sea adscripción-adquisición y afectividad-neutralidad, son menos p~ten~ tes, pero resultan muy claras si se las estudia en forma apropIada. Tal vez lo fundamental sea aquello que destacamos antes: un desempeño en la interacción siempre es, por su propia naturaleza,. un signo expresivo. Siempre es un signo visible que expresa la.s «Íntenciones) del autor. Pero es un signo en el contexto cogll1~ tivo, algo que debe observarse e interpretarse .. En el contexto expresivo es una expresión de afecto; es el «act1llg~out) de una disposición~necesidad, allí mismo, en la situación inmediata. Solo es un símbolo expresivo para el ego a causa de que es un~ e~~re~ sión de afecto. hacia el álter, y viceversa. Si el afecto está mhlbldo y no puede expresarse, es evid~nte que la acción no puede ser. ~n símbolo expresivo para el álter, respecto del afecto en cuest~on. En otras palabras, nuevamente encontramos que las alternat1vas correspondientes d~ las dos variables~pautas son casos de un «principio» común, que ahora se expresa así: el conocimiento que debe adquirirse de la significación motivacional de los h~chos para la acción ha de ser, en un caso, cognitivo -cuando se 1l1ter~ preta el significado motivacional de un acto- y en otro caso, expresivo -al permitir que la motivación se introduzca en la acción-o Las cualidades y la neutralidad afectiva están vinculadas de modo similar. Las cualidades de un objeto, que se distinguen de sus desempeños, son aquellos rasgos del mismo que resultan irr.ele~ van tes para la motivación de un actor -si este es un objeto social son las cualidades de sí mismo como actor; si no, las de cualq~ier actor- y deben considerarse en forma independiente de dicha significación. En el aspecto expresivo, la pauta corres~ pondiente es la contención; vale decir, la inhibición de la .«d:.s~ carga» de las disposiciones en la acción. Obviamente, mngun rasgo del sistema motivacional puede estar desvinculado de la motivación; pero en la situación particular, los compone~te~ .del sistema motivacional bien pueden ser apartados de la slgmftca~ ción motivacional directa. O sea que no están motivando directa~ mente el acto especifico en cuestión. Esto es 10 que queremos decir cuando hablamos de neutralidad afectiva; un motivo poten­cial deja de operar en la situación específica dada.

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Ya se ha demostrado de maneta suficiente la necesidad funcional de 10 anterior para la personalidad como sistema. Aquí, el prin­cipio común es, sin duda, la <<irrelevancia» ,del acto especifico, o de la secuencia especifica de acci6n de que se trate, para la moti~ vaci6n, Se sobrentiende que esa irrelevancia puede ser solo rela~ tiva, y que las disposici6n-necesidad expresada en forma inmediata está conectada dinámicamente con otras, formando un sistema. Puede extraerse una importante conclusi6n. El esquema de las variables-pautas comenz6 incluyendo cinco parejas de conceptos. Se demostr6 que en el sentido relevante en la actualidad, hay una pareja, auto-ol'ientaci6n versus orientación a la colectividad, que tiene significación derivativa, aunque este hecho posea una impor­tancia te6rica fundamental. Ahora probamos que, en tm sentido y en Ult nivel, las otras cuatro parejas qued,an reducidas tan solo a dos, mediante relaciones que cortan transversalmente el aparea­miento mismo. Por cierto, no debe interpretarse este aserto como que la distinción cognitivo-expresiva perdió su significación; pero, si se 10 toma en cuenta de modo sistemático, podemos visualizar ciertas relaciones entre los conceptos subyacentes, que no eran visibles previamente. De esto surge que el «eje» principal del sistema de varÍables­pautas, como sistema, se reduce 'á la cuesti6n de la primacía -----dentro del marco objetal-motivacional de referencia- entre dos parejas de alternativas de la organización de los componentes de la acción en el nivel más fundamental. Debe tenerse bien presente el hecho de que todavía se trata de parejas. La primera se esta­blece entre el elemento de generalización en el sentido más usual -es decir, «rasgos comunes prescíndentes de relaciones especí­ficas con un objeto-actor particular»~ y, a la inversa, el enfoque sobre objetos particulares: por un lado, como objetos, y por otro, como focos de organización de los intereses motivacionales. La segunda pareja gira en torno de la significaci6n de lo que hemos llamado, según los casos, motivación, afecto, «acting-out», etc., por una parte, y por otra, aquellos aspectos o factores del sistema a los que se interpreta como independientes de esta referencia. En otras palabras, la distinción cognitiva-expresiva nos propor­ciona una coordenada fundamental del marco de referencia, COl-­

tada en forma transversal por la acción recíproca de las dos parejas de alternativas, cada una de las cuales involucra clara­mente referencias cognitivas y expresivas. A todas luces, nuestro análisis deja hasta ahora muchos problemas irresueltos; pero no cabe dudar de que estamos frente a un verdadero sistema, algu~ nos de cuyos rasgos parecen bastante claros, aunque presente también muchos puntos oscuros.

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3. Las dimensiones del espacio-acción

T.lcott Parsons y Robert F. B.les

Durante largo tiempo confiamos en que la teoría de la cond~~ta social humana, que técnicamente llamamos teoría de la aC~l~n, cumpliese un proceso de convergencia. hacia un esquema ~eot1co general aplicable -por lo menos en Ciertos aspectos esenclales­a todo; los temas desde las muestras más pequeñas de conducta animal experimen;almente controlada hasta el análisis de procesos sociales en gran escala. Para citar solo aquellas obras en las. que no tuvimos participación personal, todas las-- cuales e1tuv1el'On dominadas por esta perspectiva, mencionemos: La est1'U:tul'a de la acci6n social; Interacctioll Pl'ocess Analysis, y dos hbro.s .. re­cientemente publicados: Hacia una teoría general de.za accton y El sistema social. En la breve historia de esta tendenCia de pensa­miento, tuvo lugar un grado notable de coincidencia entre~ ele­mentos teóricos provenientes de diversas fuentes. Este attlculo tiene como finalidad documentar un nuevo paso 1 en este largo proceso' creemos que el mismo nos acercará de manera percep­tible a la posibilidad de considerar la interacción social en forma generalizada.

1

Hay cinco áreas principales de trabajo a las que .ú~timamente se relacion6 entre sí de modo mucho mas clato y defmIdo que antes, aunque ya se sabía que existía entre ellas amplia conexió~; Di~has áreas son: 1) un conjunto de categorías para la obsel'vacl?n d1rec­ta y la clasifícaci6n de la interacción social; 2) un conJunto . ~e variables-pautas para la clasificación de los dilemas de elecc10n en la acción; 3) un paradigma para la clasificación de a,spectos de la conducta desviada en sistemas sociales institucionalIzados; 4) un paradigma similar pata la clasificación de aspectos del control social y 5) algunos trabajos recientes sobre la naturaleza del simb¿lismo y su relación con la interacción. Podemos comenzar

1 Como hemos advertido en el Prólogo, este artículo fue. ~s;rito en - t;lo­viembre de 1951. Desde entonces no se le hizo ninguna reVlSlOn sustanclal, sometiéndoselo tan solo a correcciones formales.

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co~ un breve esbozo de cada uno de estos cinco puntos, a fin de onentar al lector hacia el meollo del análisis. 1. En primer lugar, uno de nosotros, basándose en amplios fun­damentos de te01'Ía sociológica, trabajó durante varios años en el examen intensivo de los procesos de interacción en pequeños gru~ pos; el estudio incluyó el desarrollo de métodos de observación empírica y de análisis teórico. Este enfoque fue publicado en forma preliminar en el libro Interaction Process Analysis, 2 Aquí no centramos nuestro interés en los métodos empíricos sino en el esquema teórico involucrado. El enfoque esencial fue la 'concepción del pequeño grupo como un sistema social en funcionamiento, Se sostuvo que un sistema tal debel'Ía tener cuatro «problemas fun­cionales» principales, descriptos, respectivamente, como los de adaptación a condiciones de la situación externa, de control ins~

Figura 1

"" l. Ullcllra 6olidaridad. e]e~a el status de lo!! dcmó., ¡¡yuda, otorga recompeUSIIS,

Area sooloemooion~l: Á 2. Mlles/ra /iber/lcl6n de tenrión, bromea,

Reaociones ríe, muestra salidacci6n, PosilivlU

. , 3, Eslá de aCller(/o. muestra aceptaCión paslva, comprende, acude, consiente •

"" •• lface wgerenc1a., indicaciones, respl'-tando lit nutonomU, dl' los demál,

Arca de tareas: B 5. Da opinionl,", I!VII!ÚIl, analiza, expreJa Intenta! ~entimiento' y dl'sco~,

d. Respuesta

...... 6. r~~f:"c~~!:rn,o~~::1j~~'," Información,

8 ,.; o d , I

7. ~ft:, :~f:~!~?61l.¡Dfonnación. repetí-

Area de 8. Pide opinión, evnlullción. nnillisis, e¡c-tarea.\': e Pregunlns prl'sión de senlimlentos .•

) 9. Pide $ugerendas. Indicaciones, l'oBibles ¡-modos de acción.

10. E$ló en des~cllerdo, muestra rechazo pa-sivo, formalismo, se abstiene de nyudBf.

Aren ¡ocioemociona!, D 11. Munlra tensión, pide ayuda, se ~retira

lleaccioncs del cnmpo •. Negativas

12. Muestra ant¡¡gonlsmo, disminuye la posi-

"'-cióu de los demás, defiende o afirma su yo,

trumental sobre partes de la situación en el desempeño de las ta~eas orientad.as a las metas.' del manejó y expresión de senti­mlentos y tenSiones de los m1embros, y del mantenimiento de la integración social de los miembros entre sí como una colectividad solidaria, Con relación a este complejo de problemas sistémicos 1

2 Por Robert p, Bales. Cambridge, Mass.: Addison-Wesley Press, 1950.

60

se logró una clasificación de los tipos de acción en doce categorías, expuestas en la figura 1, Se observará que están distribuidas en cuatro grupos de tres categorías cada uno y, además, que el con­junto total está ordenado simétricamente según diversos princi~ píos, de los cuales mencionaremos dos, Primero, cada uno de los doce tipos está clasificado según que su significación sea .:<positiva» o <<negativa»; esto, desde el punto de vista de lo que indica la ocurrencia del acto con l'especto al estado en que se halla la solu­ción del problema particular tratado. Esta es la diferencia entre los que están sobre la línea central (1·6) Y los que están por debajo de ella (7-12). Segundo, se dividió a cada mitad consi­derando la mayor relevancia directa para los problemas de adap­taci6n y control instrumental (4·9) o para los problemas de expresión de reacciones emocionales y tensiones, así como el man~ tenimiento de la integración del grupo (1-3,10-12). Este conjunto de categorías se usó ampliamente en la observación empírica y en el análisis de situaciones de interacción en pequeños grupos. Desde el principio fue notorio que sus fundamentos ha~ brían de encontrarse en la teoría sociológica general, aunque no se elaboró de manera cabal su· relación precisa con otros esquemas conceptuales. 2, El otro autor se ocupó principalmente, durante un largo pel

dado, de una serie de conceptos que llamó «variables-pautas». En la monografía Valores, motivos y sistemas de acción (en colabo~ ración con Edward Shils) s se mostró que este esquema consti­tuía, en su nivel particular de abstracción, un sistema completo; que estaba basado en el marco fundamental de referencia de la teoría de la acción, y que al mismo tiempo podía usarse como una base de clasificación, no solo de los elementos estructurales de los sistemas· sociales, sino también de las pautas de orientación de valor de la cultura y de las disposiciones~necesidad de la personalidad. Este esquema fue aún más desarrollado y aplicado en El sistema social; en realidad, allí se 10 usó como marco principal de refe­rencia para el análisis de la estructura de los sistemas sociales, En esos trabajos se dan las definiciones y clasificaciones básicas de estos conceptos. Aquí no nos detendremos a examinarlas: remi­timos al lector a esas dos publicaciones. Sin embargo, debemos reseñar brevemente ciertas propiedades generales de esos concep­tos y de sus interrelaciones.

3 Esta monografía constituye la parte II del libro Toward a General Tbeory 01 Actioll, Parsons y Shils, comps., Harvard University Press. 1951. El esquema de variables-pautas está especiahnente desarrollado en el cap. 1, pág, 76 Y sigs., pero se 10 usa a 10 largo de toda la monografía. También hay una reseña mús breve en el libro de Parsons The Social System (The Free Press, 1951, cap. n. pág. 58 y sigs.), aparte de usárselo en toda esta obra.

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En un primer momento, se consideró que formulaban los prind~ pales dilemas de elección en aquellas situaciones en las que no era posible que la acción «avanzara simultáneamente en todas las direcciones». Pensamos que una otientación determinada de acción debía involucrar, en cada aspecto, una elección entre dos alterna· tivas. Además, estos cinco dilemas de elección guatdan definidas inter:elaciones. Dos de ellos (los que se refieren a la expresión afectlva versus la neutralidad afectiva y a la especificidad versus la difusividad) tienen que ver con los dilemas que el actor en­frenta cuando decide cómo organizará sus actiltldes hacia los obie­tos) y especialmente sus actitudes hacia los objetos sociales, o sea los otros actores. ~ De este modo, es necesario que una disposición-necesidad dada hacia un objeto catectado determinado, en una oportunidad tam­bién determinada, sea aliviada o inhibida a través de la acción' no pueden ocurrir ambas cosas. Análogamente, el objeto mism~ puede ser catectado como un objeto total en términos de todas las posibles significaciones catécticas relevantes, o solo con relación a un tipo específico dado de interés de gratificación. Una segunda pareja de dilemas, universalismo versus particula­rismo y cualidad adscrlpta versus desempeño, 4 se refieren en cambio, a los dilemas que enfrenta el actor cuando decide c6mo organizará a los mismos ob¡etos en relaciones mutuas y en relación con los intereses motivacionales del actor . .Así, es posible que en un proceso dado de acción, un objeto sea significativo a causa de sus propiedades generalizadas, independientemente de la relación específica con ,el ego, el actor; o bien, por otro lado, puede ser significativo precisamente a causa ,de las propiedades particulares que se derivan en forma específica de su relación, como objeto, con él. En el primer caso su significación es universalista; en el segundo, particuIarista. De igual modo, un objeto puede ser signi­ficativo ,a causa de las cualidades adscriptas al mismo, con inde­pendencla de su desempeño como actor; o bien puede serlo en términos de su desempeño con relación a alguna meta o interés, o a la forma en que 10 logra. La quinta variable-pauta, auto-orientación versus orientación a la colectividad, no forma pareja con ninguna otra, y por 10 tanto no pertenece ni al aspecto actitudinal de la clasificación ni al aspecto situacional o de categorización objetal. Esto se debe a que se refiere más a los problemas internos del sistema de interacción que a los problemas internos de cada acto considerado aislada­mente, Se ocupa de la orientación del actor individual en relación con algún área particular de actividad: si aquella es directamente parte constitutiva de su solidaridad co.n otros en una colectividad,

4 En las obras citadas, esta pareja se denomina adscripción versus ad. quisición, Aquí parece preferible adoptar los términos más generales de cualidad versus desempeño, Así se los usará a lo largo de este volumen.

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o si permanece o se torna independiente de esta dentro de ciertos límites, Por ende, no es preciso tener en cuenta esta quinta va­riable-pauta en lo que atañe a los propósitos más generales del análisis de los sistemas de acción, 5

Como señalamos, este esquema de variables-pautas demostró su aptitud para proporcionar un marco de referencia al análisis ge. neralizado de los aspectos estructurales de los sistemas de acción, así se trate de sistemas sociales o de personalidades, y en este sentido; fue ampliamente utilizado. También se demostró que pro­venía en forma directa del mateo más general de referencia de la acción, como se ve en la figura 2, extraída de Valores) motivos y sistemas de acción.

Figura 2

Agrupamiento de variables-pautas

Orientación de valor

Colectividad, sí mismo

Orientación motivacional

3 Y 4. En la obra del mismo autor se observa el desarrollo, en los dos vltimos años, de un segundo esquema conceptual muy importante, parcialmente documentado en El sistema social.6 Se trata del denominado «paradigma del proceso motivacional», Co­menzó con el supuesto de que un proceso de interacción, estabili­zado en torno a la conformidad con una estmctura normativa de pautas, tenderá a conservar ese estado estable a menos que se lo perturbe, Concretamente, sin embargo, siempre habrá tendencias a la desviación y, en forma recíproca, el actor mismo u otros

5 Volveremos al problema de la posición de esta variable-pauta más ade­lante, en el capítulo 5. 6 Capítulos VI y VII, Como referencia se puede exponer la siguiente re­presentación esquemática del esquema de vadables·pautas. Se publicó en cada una de las dos obm anteriores, Toward a General Theo/'y 01 Actiofl y The Social System,

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tenderán a contrarrestar dichas tendencias mediante procesos re­equilibradores. 3. Además) se sostuvo que ni las tendencias hacia la desviación ni las tendencias hacia el re~equilibrio ~es decir, hacia el «control sociah>- se darían en direcciones o formas fortuitas., Se demostró que la desviación involucraba cuatro direcciones básicas; por un lado, según que la necesidad fuera expresar alienación de la pauta normativa -incluyendo el repudio de la adhesión al álter como objeto-, o el mantenimiento de una conformidad compulsiva con esa pauta normativa y la adhesión al álter; por otro lado, según la inclinación activa o pasiva del modo de acción, Esto produjo cuatro tipos direccionales: agresividad y retirada en el aspecto alienativo, y desempeño y aceptación compulsivos en el ca~ so de la conformidad compulsiva. Por añadidura, se mostró que este paradigma, establecido en forma independiente, es igual en esencia al propuesto anteriormente por Merton pata el análisis de la estructura social y la anomia. 1 .

4. En el análisis del control social se prestó especial atención a los procesos de psicoterapia, estimándose que podían enunciarse cua­tro condiciones fundamentales para una psicoterapia exitosa. Pti­mero, el psicoterapeuta debe constituir un «apoyo» para su pa­ciente; debe «aceptado» como persona. En segundo lugar, debe consentir ciertas acciones y expresiones de sentimientos que no serían aprobadas en el trato social corriente. Tercero, debe ser capaz de negar reciprocidad a algunas de las «proposiciones» que le haga el paciente -con respecto a ser tratado como amigo per­sonal, padre o madre, amante, antagonista personal, etc.- y mos­trarse dispuesto a ello. Por último, debe manejar la situación en términos de su significación como sistema de recompensas para el paciente, y especialmente en términos de la aprobación, por parte del terapeuta, de la acción del paciente, en tanto sancionada por su autoridad profesional. También se observó que este paradigma, derivado del análisis del proceso terapéutico, podía generalizarse y constituir un paradigma general de los procesos de control social, en la medida q!le estos operen sobre los sistemas de sentímü;nto de los actores y no por la vía del «principio de realidad». Así se afirmó en El sistema social, 8 y se mostró que desde el punto de vista estructural este paradigma de control social guardaba directa correspondencia con el de la desviación. En suma, se consideró que, a nivel paradigmá­tico, se había logrado un esquema co~pleto para el análisis del equilibrio motivacional de un sistema • social y que, además, este paradigma era independiente de las estructuras de los roles com~

7 Véase R. K. Metton, Social Theory l.md Social Strtlcture, The Fr~e Press, cap. IIl. (Teoría y estructura sociales, México: Fondo de Cultura Econ6mica. ) 8 Apéndice al capítulo VII.

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.,

plementarios particulare~ en los qt;te oper~b~ .. Todavía no poclí~n formularse, empero, las mterconeXlQnes dmamlcas entre las var1a­bIes involucradas en el paradigma, ni tampoco elaborarse adecua­damente sus relaciones con la estructura de roles, expresadas en términos de variables-pautas. . 5. Finalmente, Bales y yo nos interesamos durant: mu:ho tiempo por averiguar el lugar que ocupa la teorí? del s1mb?l1smo en la teoría de la acción en general y de los s1stemas SOCIales en par­ticular. La obra de Mead, de Cooley, de Morris sobre tod.o, y también de varios otros autores, proporcionaba importantes lmea­mientos. Los trabajos que culminaron en la monograHa Valores, motivos y sistemas de acci6n produjeron un esclarecimiento sus­tancial en este campo, en especial al mostrar el grado en que debe considerarse que la cultura constituye los sistemas de símbolos comunes y sus referencias de significado. A pesar de ello, no pensamos que se hubiera integrado de manera adecuada el análisis del proceso simbólico con la teoría general de la acción. Por último, un trabajo muy reciente 9 aclar~ aúr;- más estos problemas; dicho trabajo contribuyó mucho a la smteslS ge­neral que queremos describir en este artículo. Tal v~z los puntos más importantes sean los siguientes. Primero, .es eV1dent~ que In distinción entre símbolos cognitivos y expteslvos, esenCIal para muchos propósitos, no puede juzgars.e u~a distit~ción radical entre «clases», sino que se trata de la p1'tmacta .relatrya ?~ los comp~­nentes comunes. Es decir, todo símbolo tiene slgOlftca~os C?gnl­tivos y expresivos; «se refiere» a los objetos y hechos sItunClOna­les y a la vez «expresa» las actitudes de uno o más actores ... Segundo, en el proceso de interacción tod? desempeño ~anlf¡esto de un actor es, en cierto aspecto, un s1mbolo expreS1V? Esto implica que un proceso de interacció~ solo puede or?aDlzarse y estabilizarse en términos de una serIe de «convenCiones» que definan los significados comunes de las interacciones n;-utuas, te­niendo en cuenta su potencialidad como símbolos expreS1VOS. Toda interacción sea verbal o no, involucra, en un aspecto fundam~n­tal la acci6n de «hablar» un lenguaje simbólico, que transmlta sig~ificados cognitivos y expresivos. . . Tercero el proceso de interacción no puede estabthzarse a menos que, ta~to en el aspecto actitudinal como en el objetal .de la organización de la acción, los participantes elaboren complel?S ~e actitudes, actos simbólicos y objetos que pose?n referenCIa sl I?bo­líca mutua' en virtud de los mismos,'es pos1ble que los objetos elementale~ de catexis, los objetos secundarios de interés,! los componentes motivacÍonales de este último lleguen a organ1zarse en sistemas. En el sentido más estricto, la «estructura» de un sistema de acción está constituida pot el pautaje de estas referen:-

9 Capitulo 2 de esta obra.

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c~as simbólicas. Además, con esto se aclara que cuando nos refe~ r~mos a la «internalización» de una pauta cultural 10 expresamos simplemente el ?ec~o de la or~aJ1ización de estos componentes e!em~n.tales, .ffiotlvaclOnales y ob1etales el) términos de referencias simboltcas mutuas. Por lo tanto, hablar de la «catexis de una pauta» es un modo elíptico de hablar de la <dnversión» emocional del a~tor en el mantenimiento de un cierto tipo de pautaje de este SJstema ?e orientación, de los modos en que están organiza~ dos sus proplOS componentes motivacionales y de la relación que guarda el sistema objetal con él. Esta ~~la1'Uci6n adi~ional sobre la involucración del simbolismo en la aCClOll nos alli\l1o el. camino para ver, con mucha más claridad que antes, que la; varIables-pautas están profundamente implica­das en lo que aqm hemos llamado la organización simbólica mutua ~e los co~ponentes, de . ~a acción, Los requisitos para la estabi­hda~ de dIcha orgamzaclO11 son tales, que deben existir relaciones ·part1cul~res entre los componentes actitudinales y sÍtuacÍonales de t;n SIstema de acción. Se mostró que estos tipos de relaciones podIan formularse en términos de las combinaciones de un COffi­

poner;te de las variables-pautas desde el punto de vista actitudil10l ~el sI,stema, con UI1 componente similar por parte del aspecto sltuaclOnal o de categorización de objetos. Este modo de conside~ rar las variables-pautas, mediante una clasificación que atraviesa­completamente las que figuraban en los numerosos análisis previos d.e problemas estructurales, abrió el camino a esta nueva sínte­SIS de los componentes teóricos de los sistemas de acción,

II

Las relaci0r:e~ esenciales que deseamos analizar están representa­d.a;s esquer:natIc~mente en la figura 3, a excepción de la involucra­C10n de} SImbolIsmo, Ella muestra que es posible considerar a las categonas del proceso de interacción desarrolladas por Bales y al paradigma motivacional elaborado por Parsons, como modos dife­rentes de conceptualizar la misma cosa, en todos los aspectos clavee.. La forma que adopta la organización del esquema gira en torno a los «problemas funcionales de los sistemas sociales» pl'O~ puest?s por Bales, y a las variables-pautas de Parsons y Shils c?m?~nadas de manera específica; en este contexto, ambos modelo; slg111Ílcat;t, en lo esencial, la misma cosa, Estas afirmaciones necesi­tan conSIderable explicación, ~a concepció~ f~ndamental subyacente en los dos esquemas ori­gmales es la SigUIente: un proceso de interacción social en marcha

10 Por supuesto, en la misma forma, a su «institucionalizaci6m>.

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puede describirse provechosamente comparándolo con un sistema hipotético en estado de equilibrio cambiante, Si no se introduce ningún elemento nuevo en el sistema, el proceso de interacción permanecería inalterado, según la «ley de inercia» enundada en El sistema social. 11 Pero desde un punto de vista teórico, un equi­librio estático de esa índole solo se da en casos limitados. De hecho, siempre se están introduciendo nuevos elementos, que pue­den clasificarse en tres rubros. Primero, ya sea a través de los miembros del grupo o desde el exterior, se introducen nuevas informaciones mediante la percepción y cognición de la situación; tales informaciones influyen sobre las orientaciones de los miem~ bros. Segundo, las personalidades de los miembros solo parcial­mente son parte constitutiva directa del proceso de grupo; en. el sistema interactivo se introducen elementos nuevos _en especlfil, en la forma de juicios de valor y reacciones emodonales- a través de los procesos de interdependencia entre el sistema social constituido por la interacción del grupo y los sistemas de perso· nalidad de los miembros. Tercero, la situación en la que opera el grupo y cada uno de sus miembros puede cambiar en diversos aspectos, y han de producirse procesos de adaptación a estos cambios, así como intentos de controlarlos. Cuando se introduce un elemento nuevo en el sistema, se per­turba de alguna manera las expectativas de uno o más de sus miembros -a menos que, como puede ocurrir, de antemano ·se lo haya dado «por descontadQ)-. Pero si el sistema ha de recu­perar el equilibrio, es necesario que tenga lugar un proceso de ajuste a esta perturbación, a la nueva situación, A tal proceso de perturbación y ajuste se lo concibe como «oscilandO) alrede~ dor de un estado de equilibrio del sistema, un equilibrio cam­biante, La acción de uno de los miembros, o un hecho sítuacional que perciben uno o más de los miembros, introduce un nuevo elemento que es una perturbación; esto da lugar a una «i-eücción» que puede tener dos direcciones: una opuesta, en el sentido de que tiende a restaurar el equilibrio, o una similar, si tiende a pel'tl1t~ bario aún más. La complejidad de la interdependencia de los ele­mentos del sistema es tal, que muy rara vez una reacción restau­rará el equilibrio por completo. Incluso en sistemas relativamente estables, puede haber una larga serie de procesos de acción y l'eacción como los mencionados, los cuales tenderán, empero, a disminuir su alcance al conducir hacia un estado estable, Con todo, esta tendencia hacia un acercamiento asintótico al estado estable se verá continuamente interrumpida por la introducción de una serie total de elementos nuevos en el sistema, y no solo por el inicial. Las dos series de categorías o paradigmas a las que se llegó en

11 CapItulo VI, págs. 204-5 de la versión inglesa.

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forma independiente, pero que aquí se reunieron en un esquema único, 110 intentan formular las pautas de sucesión de los díferen~ tes modos de acción y reacción en el sistema; 12 se trata en esencia de formular las dimensiones a lo largo de las cuales tiene lugar el «movimiento» o proceso en el sistema, en el entrelazamiento de acción y reacción, A fin de mostrar esto es menester explicar con mayores detalles desde qué punto de vista exactamente se for­muló, en un ptincipio, cada una de estas series de categorías y, por lo tanto, cuáles son las modificaciones necesarias para que se las pueda comparar en forma directa. En la tabla esquemática de la figura 3 se conserv6 la terminolog(a original. Es importante observar que, en ciertos aspectos, estos términos designan Casos especiales antes que el más general. Las categorías de Bales fueron formuladas con el propósito de observar, en forma microscópica y directa, el proceso de inter­acción en pequeños grupos. Constituyen un esquema para la cla~ sificación de lo que hace un actor en términos de la unidad más pequeña factible de observación. En ·la tabla, los términos son abreviaciones de estos tipos de acción; el actor «muestra solida­ridad», «hace una sugerencia», «pide orientación», etc. En cada caso se clasifica al acto según cuál sea, a juicio del observador el rasgo primario del acto concreto. Se reconoció cabalmente que no es necesario que dicho rasgo sea el único significativo; pero, en sentido operacional, no pareció factible intentar la identificación y registro de más de uno de tales rasgos para cada unidad de observación. Desde este punto de vista, los rasgos más significativos de las cate~ gorías de Bales son su clasificación concerniente a la polaridad positiva~negativa, y a los cuatro problemas sistémicos antes men~ cionados (integración, expresión, il1strumentalidad y adaptación). La distribución simétrica de las categorías en secciones «orienta~ das a las tareas» (las del medio en la distribución de Bales) y secciones «socio-emocionales» (las de los extremos) tiene, como veremos, gran importancia, junto con la polaridad y la diferen­ciación interna dentro de cada sección. Para llegar a las otras series de categorías ~las que provienen de trabajos recientes de Parsons y Shils- se partió de un punto de vista distinto. Fueron formuladas para un análisis más macroscó~ pico, y también constaban de dos secciones a las que se elaboró en forma independiente, reuniéndolas más tarde. La diferencia de nivel con respecto a las categorías de Bales estriba esencialmente en que este autor estaba interesado en el nivel microscópico de estudio del proceso de interacción como tal. Por supuesto, detrás estaba la amplia estructura de roles del sistema social, enmarcando las orientaciones de los miembros

12 Más adelante se considera este problema, en los capítulos 4 y 5.

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1

del pequeño grupo; 13 pero 10 que se intentaba exp~ícitamente era hacer una abstracción de la estructura institucion.ahzada de r?~e~. A Parsons, en cambio, le interesaba de modo dIrecto el ~nal~sls de la desviación y del control social respecto de las pautas t11sttttt~ cionalízadas de la estructura social como tal. Además, en tanto que la tipología de la desviación de Patsons está de ta~ modo formulada que es posible aplicarla a cualquier rol desvl.ado e~ el sistema la tipología de los elementos de control s~clal esta formulada' desde el punto de vista del rol institucionahzado del doctor o terapeuta, y luego generalizada a otros sistema~ de rol~sj enuncia miÍs bien In pauta «satísfnctorif\» que la «no sat1sfac~ona» (o desviada). Por consiguiente, es la menos «generali.zada) ?e-las diversas clasificaciones incluidas en la tabla. Estas d¡feren~las . ~n cuanto al grado de abstracción y a la dirección de su aphr;aclOn

concreta ayudan a explicar el hecho de que las doce categorlas de Bales establezcan algunos distingos que no se incluyen en las ocho de Parsons

J Y también la asimetría en la compatación del carácter

«activO) y «pasivo» de los t~pos de acción. 14. .

La primera sección del esquema de Parsoos es el 'paradtgm~ de la «desviación». Una vez que se puso en claro la Importancta que tiene para los sistemas sociales la internalización de las pautas nor~ mativas de la cultura común, se fue desarrollando gradualmente la concepción de un sistema de interacción estabilizado ~n torno a la conformidad con un conjunto dado de pautas po;'mattva~~ Se­gún la ley de inercia, un sistema tal permanecera sm ~ambl0s a menos que se introduzcan perturbaciones. Pero. ~tI~lqmera .sea la fuente de la perturbación, el trastorno de! eq';¡]lbtlo d~l sistema tiene que tener lugar en una de las pocas direcclOnes def¡mbles. El problema, entonces, fue definir qué era, en términos de la natu~ raleza del sistema estabilizado mismo, 10 más importante de estas direcciones. El primer iltsight importante a este l'especto fue que. la ~~obre­conformidad» debía definirse como desviación. La altenaClOl1, la disposición a apartarse de la pauta de conducta conformista -:s decir de la interacción estabilizada- podía entonces formar pareja con 1~ «conformidad compulsivm>, o sea la disposición a mantenerla a pesar de las tensiones, que harían imposible empero una co~fo~~ midad total. Por lo tanto, este paradigma fue formula~o en terml­nos de una teoría de la motivaciónj el foco de la mIsma estaba constituido por las concepciones de intern~lización. de }a, pauta y de la naturaleza ambivalente de las reaCClOnes pSlcologtcas a la

tensi6n. . ' . , d 1 d Después se introdujo la conce~clón d; que la d:recclOn e a es-viación podía ser activa o paS1Va, aSl se prodUjese en el aspecto

13 Namrahnente, este problema es relevante para la generalizad6n culmral de los descubrimientos de Bales. 14 Vuelven a considerarse estos problemas en el capítulo 5.

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de la alienación o en el de la sobre~conformidad o conformidad compulsiva. Lo que esto significaba era que, con respecto a las expectativas estabilizadas (es decir, a la pauta institucionalizada) el ego podía desviarse «tqmando activamente la situación en sus manos) -haciendo más en sus intentos por controlarla que lo que las expectativas le pedían- o podía hacerlo en dirección pa~ siva, quedándose corto en el grado de control activo que exigía la expectativa de roL Estos dos ejes de diferenciación produjeron la clasificación cuá~ dtuple que se expusO en la figura 3 bajo el encabezamiento de desviaci6n. En este punto se señal6 que era evielente que hahía una convergencia con el bien conocido paradigma de Mertoú sobre las relaciones entre estructura social y ~momia. 15 También se mostró que podía elaborarse otra subdivisión significativa de los tipos de desviación, utilizando la distinción adicional en cuanto al foco de tensión: si este residía en las relaciones con el objeto social (con el álter como persona) o en la pauta hacia la cual se esperaba conformidad. Realmente, ello acercaba mucho esta clasi~ ficación en su totalidad a la de los mecanismos de ajuste de la personalidad. lO

La segunda sección del paradigma motivacional de Parsons se refería al proceso de control social. Como se advirtió, fue elabo~ rada, en primera instancia, en conexión con un intento de enunciar algunas de las condiciones de una psicoterapia exitosa. 17 Lo toma~ mas prestado directamente de la literatura psiquiátrica, Y en espe~ cial de los conocimientos adquiridos en el curso de la capacitación psicoanalítica. Se distinguieron cuatro condiciones esenciales (que, por supuesto, debían combinarse de modo apropiado). Primero, se trataba de constituir un «apoyo» para el paciente, en el sentido de aceptarlo como persona; debía existir una actitud «de ayuda», «de comprensión», y no de castigo, por parte del terapeuta. En segundo lugar, la permisividad implicaba que el terapeuta debía estar dispuesto a consentir, derrtto de ciertos límites, la expresión de sentimientos y de una conducta al menos verbal, que de ordi~ narío estarían inhibidos en las otras relaciones socialmente inter~ activas del paciente. En este sentido, se suspenden las sanciones negativas y por ende se permite que el paciente exprese abierta~ mente sus deseos, actitudes y creencias desviados. Tercero, la per~ misividad del terapeuta no debe ser simplemente negativa, sino que también debe abstenerse de corresponder a algunas de las proposiciones del paciente, a saber, las que están basadas en ex-

15 Metton, op. cit. 16 Véase Values, Motives ond Systems 01 Actio1J, cap. n, pág. 125 y sigs., y tabla de la pág. 255, Y Tbe Sodal System cap. VII, pág. 259. 17 Véase Tbe Sodal System, caps. VII y X; también dllness and the Role of the Phisician», en American JOllrnal 01 Orthopsychiatry, julio de 1951.

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pectativa.,:; refere~t.es a que el terapeuta se encargará de ciertos .desempenos mamfIestos, que pueden ser gratificantes o frustran~ tes desde el punto de vista del paciente. Como dicen a menudo los psiq~iatras, no debe perr.nitil' que se 10 «seduzca» en tal correspon~ Jenc:a .. Cuando 10 permIte, se trata de una «contratransferencia}>. Por ult1mo, ~l terapeuta de"?e manejar con cuidado las recompensas de la;, que ~lspone, en particular las que están involucradas en sus prop1as actitudes de aprobación o desaprobación hacia la conducta del paciente, dado qu'e la gelleralización a lo largo de este eje es, como se ~abe, tan funda,mental para la interacción, En general, debería consIderarse a la «Interpretación» como una intervención ~e~ibe1'ada ;t; la situación, ya que, en parte, no persigue como u.nico proposlto ayudar a aclarar insights,. sino recompensar al pa~ Clente P?r el íusight obtenido mediante su «trabajo» exitoso, o neg~r dIcha recompensa cuando esta' ha sido esperada por el paCIente. ' Tam?ién se demostró 18 que este paradigma podía genetalizarse, y conslde~ar que establece rasgos esenciales de los procesos de con­trol soc1al y de sod~1ización, en la medida que esta última implica conc~etan;ente reaccIOne: a las tensíones. Por ejemplo, en las cere­momas funebres el sosten toma la forma de declaraciones simbó~ lic~s de solidaridad en~r~ !os deudos y las colectividades a las que pertenecen; hay permIsIvIdad, dado .que se consienten e incluso se prescriben «reacciones de pesar» que excedan el nivel normal de d.emos~ratividad emocional; se niega reciprocidad a sentimien­tos ~t;debldament~ ~xtremos. de dolot, desespetación y a veces hostIlIdad, y por ultimo, el SIstema de recompensas está definida~ me~te esttucturado, de modo de premiar el «(retorno» a la reanu­d~clón del «normal». funcionamiento s?cial. Si se quiere otro ejemplo, puede analIzarse desde el mIsmo punto de vista la cultura de los jóvenes en nuestra sociedad. La solidaridad del g:upo de pares brinda al. individuo un sostén que no guarda VInc,u}o estrecho con la socIedad adulta, respecto de la cual siente tenslon. Con todo, y dentro de ciertos límites la sociedad adulta es clar~:nente permis.iva en. lo que se refier~ a los «caprichos» de los Jovenes. Al mIsmo tIempo, la negación de reciprocidad es muy grande, tanto dentro del propi.o grupo cultural de los jóvenes, como con respecto a los adultos; fInalmente, el sistema de recom~ pensas está estructurado por lo corriente en favor de un «creci~ miento» exitoso. Vemos, pues, .que los .paradigmas de desviación y de control social pueden coordI?ar~e dll-ectamente. en la.forma indicada en la figura 3. En estos tetm111os, cabe consIderar a cada tipo direccional de act~ desviado co.mo un mo.d? posible de introducción de pertur~ baclones en un SIstema eqUIlIbrado de interacción. Luego, la cate-

18 The Social System, cap. VII, sección final.

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goría correspondiente en el paradigma de control social seda un modo en que puede tener lugar una tendencia contrarrestante hacia el re-equilibrio. Desde este punto de vista, por 10 tanto, un acto agresivo es una perturbación del equilibrio, en el sentido de que debilita la solidaridad de las partes hacia la relación interac~ tiva. Si la solidaridad es débil, o está deteriorada, un acto de sostén puede ser un modo de reforzarla. En segundo lugar, apar­tarse de 'cualquier manera del cumplimiento de las expectativas normales es otra forma de perturbación; debe hacerse algún ajuste en el sistema, que <üome el lugar» de los desempeños esperados. La permisividad) por otra parte, es una forma de «apartamiento equilibrante») pues mediante la suspensión de las sanciones-nega~ tivas permite la liberaci6n de la tensión, sin llevar a los actores implicados hacia el antagonismo u otro desempeño desviado. Ter~ cero, el desempeño compulsivo es otra forma aún de perturbar el equilibrio; aunque esté ostensiblemente de acuerdo con las expec~ tativas del rol, «(se excede en el cumplimiento» de su parte y crea dificultades de ajuste para los otros elementos. Así, en una situa­ción competitiva, si un competidor realiza un esfuerzo extra dema­siado grande puede obligar a los otros a realizar también un esfuerzo extra. El equilibrio de un sistema depende de que los niveles de desempeño de los diversos participantes estén «engra~ nadas», así que el desempeño excesivo de uno de ellos es pertur­bador, si no es ajustado por los restantes. Análogamente, la negación de reciprocidad para un desempeño desviado, o, a la in­versa, la inttoducci6n de un desempeño necesario donde se produjo un apartamiento, constituye un paso hacia el re-equilibrio. Por último, puede considerarse que la aquiescencia compulsiva permite que la conducta sea ilegítimamente recompensada; se aprueba lo que en realidad no cumple con los estándares requeridos. El reverso de ello es, a su vez, volver a establecer las recompensas en una relación apropiada con el desempeño, absteniéndose de recompen­sar desempeños inferiores a 10 corriente, y premiando en forma positiva lo que satisface el estándar. El punto de vista a partir del cual se formuló originalmente este paradigma introdujo un «erro!' sistemático», en el sentido de que los procesos de desviación y control social constituyen una clase especial muy importante de los procesos más generales de pertur­bación y l'e-equilibtio en la interacción social. En una perspectiva más amplia, la «perturbación» no necesita ser una desviación; así, todo proceso que implique la resolución de tareas en un grupo entraña necesariamente perturbaciones, que no constituyen una contravención a alguna norma reconocida; sería el caso de la introducción de nuevas informaciones en el sistema. Como puede verse, las categorías de Bales formulan este caso más general de los «movimientos» perturbadores menores en el proceso relativa­mente estable.

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1 , Debe tenerse muy en cuenta que en el proceso real de interacción la sucesión de actos perturbadores y re-equilibran tes no sigue esta pauta específica de secuencia. El problema de las leyes que go­biernan la secuencia es un tema diferente, que no podemos abordar en este artículo. Atendiendo a nuestros propósitos actuales, solo queremos decir que para toda perturbación existe un modo corres­pondiente de proceso de re-equilibrio, y viceversa. El proceso de interacción es un proceso de acción y reacción, y las direcciones de las perturbación y del re-equilibrio se corresponden directa­mente, VIlO de los frutos de In ubicacióIl de los paradigmas de desviación y control social en este contexto más general del equilibrio del proceso de interacción, es la nueva l~z que anoja sobre la signi­ficación del distingo entre actividad y pasividad, y por lo tanto la inclusión de estas categodas en el paradigma. El equilibrio social-o en términos más amplios, el equilibrio de la acción como ta1- es un proceso en marcha que presupone ciertos niveles pre~ vistos y continuos de desempeño en los momentos adecuados. Desde el punto de vista del equilibrio del sistema, tal como lo estamos analizando, cabe considerar a la fase «activa» del proceso como una aceleración de la velocidad del proceso de acción, en tanto que la fase «pasiva» es una deceleracióll, un retardo de esa velocidad. En ambos casos se produce una perturbación del equi· librio que, a su vez, exige un proceso de reajuste en todo el sistema. Además, esta perturbación puede «encajar» o no en' una pauta estable de desarrollo. Ya veremos la importancia que tiene la introducción, en el esquema conceptual general, ·de una con· cepción de cambio en la velocidad con uno de sus componentes originales, aunque cuando se formularon por primera vez los para­digmas de desviación y control social, no se veía con claridad cuál el'a la significación de este hecho. Ahora debemos atender a los problemas que presentan las diroen· siones del marco de referencia de la acción, ya que se llegó a estos conceptos partiendo-de dos fuentes diferentes: los problemas funcionales de un sistema social, enunciados pol' Bales,lO y las variables-pautas de Parsons y Shils. Tal vez la convergencia de estas dos líneas de pensamiento represente el aspecto más impor­tante de la síntesis que describimos, aspecto subyacente bajo la categorización del proceso interactivo que acabamos de examinar. Dentro del esquema de Bales, la parte que tiene aquí relevancia más directa es la clasificación de los cuatro problemas funcionales del sistema social, que constituyó a su vez la base de la clasiH~ cación de tipos de actos, con propósitos de observación. Como se recordará, se trataba de los problemas «adaptativos», «instrumen­tales», «expresivos» e «integrativos». Bales señaló qlle los tres

19 Véase Interaction Process Al1alysis, cap. n, pág. 49 Y sigs., y cap. V.

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primeros podían considerarse como fases de la adaptación del sistema social a su situación, las expectativas de desempeño del grupo y las necesidades motivacionales de sus miembros como personalidades, respectivamente. En cambio, al cuarto se lo debe considerar como un problema que surge de la complejidad del mismo sistema interactivo, en tanto sistema internamente diferen­ciado. Se señaló de manera explícita que el «progreso» con res~ pecto a cualquiera de los otros tres problemas sistémicos (o a una combinación de ellos) podría acarrear tensiones crecientes en torno a la integración del sistema, y requerir por ende una acción específicamente orientada a restaurar esa integración. A la luz ele estos elesarrollos hay un hecho curioso por su aparente ironía: Bales reservó el término dimensión para una serie conexa, pero diferente, de conceptos que se referían, en esencia, a los mo­dos o focos de diferenciación de los sistemas sociales en sentido es­tructural, con relación al acceso a los recursos, control de la acción, prestigio, e identificación de un individuo dentro del grupo. Es decir, estos eran los principales ejes de diferenciación de roles en el sistema, pero no, como ahora podemos ver, las dimensiones del proceso de acción como tal. Ya vimos que los conceptos de variables-pautas de Parsons y Shils no fueron desanollados desde el principio con referencia al análisis del proceso de interacción como tal, sino al análisis de la estructura social. Después de hacer considerable uso de los conceptos en ese nivel, se puso al fin de manifiesto que tenían una esfera más extensa de aplicación y que, como sistema, se fundaban directamente en el mismo marco de referencia de la acción. 20 Señalamos antes que en ese nivel y en esa referencia, fueron ampliamente utilizados para el análisis estructural de los sistemas sociales y de las personalidades, así como de las articu­laciones estructurales entre ellos. Durante un prolongado período se hizo cada vez más evidente la existencia de algún nexo fundamenta1 21 entre las polaridades del sistema de va1'iables-pautas, tal como habían sido elaboradas; es decir, el polo motivacional o actitudinal, que fue analizado _en términos de las categorías de afectividad-neutralidad y de especi­ficidad~difusividad, y el polo situacional o de categorización de objetos, que involucraba las categorías de universalismo-particu­larismo y de adscripción-adquisición -o bien, empleando una ter­minología que parece más adecuada para nuestros propósitos, de cualidad-desempeño-. Solo el análisis cuidadoso de las relaciones de las val'iables-pautas con la generalización y el pautaje simbóli­cos reveló cuál es, con exactitud, este nexo intersistémico; también demostró que en realidad él formula, de atta -maneta, 10 mismo

20 Véase Vaflles, Motives and Systems 01 Action, cap. 1. 21 Más adelante, en el c!:pítulo 5, se demostrará que existe más de un nexo de este tipo.

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que la clasificación de problemas sistémicos de Bales) incluyendo una correspondencia precisa en el mímero de categorías. Por lo tanto, es preciso revisar brevemente las consideraciones de mayor relevancia en la teoría del simbolismo, expuestas con más dete~ nimiento en otro artículo. 22

Su importancia concierne al campo del simbolismo expresivo, área muy descuidada, por desgracia, en la teoría de la acción. Los punR

tos de partida capitales son los ya señalados: que todo símbolo tiene referencias de significado tanto expresivas como cognitivas, y que todo acto o desempeño manifiesto de un actor es en cierto aspecto tm símholo expresivo, cualesquiera que se.n sus otrns sig­nificaciones o su significaci6n <dntrÍnsec,1). Sin embargo, rara vez los símbolos se dan de modo aislado; ellos se organizan en sistemas, en virtud de los cuales el actor puede orientarse en y hacia su situación. Tales sistemas de símbolos deben organizarse tanto en el contexto de referencia cognitiva ---como modos de ordenar el universo de objetos con respecto a su significación' para las orientaciones o «intereses» del actor~ cuanto en el contexto de referencia éxptesiva -como modos de ordenat sus actitudes, o sea su catexis, hacia los objetos. Además, 10 fundamental es que ambos aspectos deben estar articuladosj deben organizarse a fin de formar un sistema tÍnico de orientación del actor. A su vez, este sistema debe organizarse en torno a ejes que incluyan las referencias cognitivas y las catécticas por igual. La organización de las significaciones simbólicas en sistemas es en esencia lo que los psicólogos han llamado generalización. Tiene lugar con respecto a pautas de generalización según las cuales, en la referencia cognitiva, los objetos son por un lado discriminados y por otro clasificados conjuntamente, y en la teferencÍa expre~ siva, se discrimina o segrega a los componentes motivacionales, y se los organiza también conjuntamente. En la referencia cognitiva hay dos modos entrecruzados de discri~ minar y organizar las referencias de -·símbolos. Uno está definido por la variable universalismo-particularismo j el otro por la de cualidad-desempeño. La organización universalista es el tipo más familiar de pauta de la organización cognitiva; se trata de clasificar juntos a los objetos -y a la inversa, de discriminarlos- en virtud de las propiedades comunes que sean significativas con indepen­dencia de cualquier relación específica del objeto con el ego; por ejemplo, en términos de formas, colores o tipos de conducta comu~ nes. En cambio, el modo particularista de Ol'ganización se produce en términos de la pertenencia común de los objetos a un contexto

22 En The Social System, cap. IX, se hizo un primer intento por hacer avanzar un poco más el análisis en este campo. Las presentes observaciones tienen su punto de partida en ese tratamiento. Se encontrarán desarrollos adicionales en el artículo de Parsons, La teoría del simbolismo en relación con la acción, que constituye el capítulo 2 de este volumen.

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I ! relacional específico referido al ego; por ejemplo, en virtud de

que todos son «posesiones del ego». Todo objeto o hecho concreto puede tratarse en términos de su significación universalista o parw

ticularista para el ego. El otro modo de discriminar tipos de organización cognitiva de símbolos deriva de que el objeto -vale decir, un hecho o algún otro objeto asociados a un hecho- sea considerado o no como un desempeño de un objeto social, o significativo como consecuen w

cía de un desempeño, y por ende como una expresión de las intenciones del actor implicado. Los desempeños como objetos o propiedades de objetos de la situn­ción de ncción constituyen el nexo fundamental entre los aspectos situacional y motivacional del sistema de acción. Si se generalizan las intenciones «mal1ifestadas» en un desempeño dentro de una pauta de intenciones de desempeño, al actor se le imputa, no una serie de intenciones separadas, sino una actitud que, en estos tér­minos, solo puede entenderse como un caso -de la generalización simbólica de catexis, contraparte expresiva de la generalización cognitiva. A su vez, la generalización de catexis se organiza en torno a dos­parejas entrecruzadas de modos alternativos. Por un lado está la organización de catexis particulares y de los símbolos asociados a ellas en torno al objeto concreto total como una entidad -un objeto social, en el caso más importante-o Esto es 10 que está implícito cuando hablarnos de una actitud de amor o de estima, de odio o de desprecio, por una persona como tal. Por otro lado, los: mismos componentes catéoticos fundamentales, catexis objeta les y sus símbolos asociados, pueden organizarse en torno a tipos parti­culares de interés motivacional que entrecrucen la particularidad del objeto concreto, de modo que pueda catectarse a cualquier objeto que satisfaga las especificaciones del tipo de interés, inde~ pendienteinente de sus atributos en otros aspectos. La segunda pareja de modos alternativos de organización de la generalización catéctica se tefiere a si debería permitirse que cual­quier interés catéctico -ya sea en un objeto concreto difusamente catectado o en un tipo de significación gratificacional- se libere en la acción (desempeño) manifiesta en la situación específica dada, o si debe inhibirse en aras de la integración del sistema de acción. El caso afectivo constituye el permiso para «seguír»~ la «luz verde» para la acción manifiesta positiva, en tanto que el caso «neutral» es la duz roja», la señal para detenerse y esperar. El supuesto es que el objeto referido está deÍinidamente catectádo. Por consiguiente, en este caso, «neutralidad» no significa «indife~ rencia» sino precisamente la existencia de «tensión»; hay un im­pulso al que se desea descargar en la acción, pero al mismo tiempo" existe una fuerza inhibítoria de algún tipo. La significación que" encerraba este conjunto de hechos no fue apreciada de inmediatol'

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sino en una etapa más reciente del desarrollo de este esquema conceptual. Por lo tanto, y teniendo debidamente en cuenta las peculiaridades terminológicas, que reflejan la vía de desarrollo particular seguida por cada concepción, podemos afirmar que la afectividad está vinculada de manera directa con el desempeño; en efecto, a dife­rencia de la neutralidad, ella significa) desde el punto de vista motivacional del esquema conceptual, la liberación de un impulso en conducta manifiesta real. El desempeño, en cambio, es la conducta correspondiente vista desde el punto de vista del obser­vador; vale decir, es lo mismo que la afectividad con el actor, visto más como un ob¡eto que como un agente de la acción. 23

Este vínculo entre afectividad y desempeño proporciona el proto" tipo para tratar todos los componentes de l~s variables"pautas en términos de sus relaciones a través del eje motivacional"situacional, en vez de tratarlos como si estuvieran confinados a uno u otro lado del mismo. Si, de esta manera, se empareja a la afectividad con una contra­parte proveniente del lado cognitivo-situacional del sistema (el desempeño), sería lógico emparejar a su «compañera» la neutra" lidad afectiva, con el componente correspondiente en el otro lado (la «cualidad», o bien, en la terminología anterior, la «adscrip" ción» ). La significación de este segundo emparejamiento parece residir en el vinculo entre el proceso dinámico, por una parte, y su potencialidad y consecuencias por la otra. Desde el punto de vista motivacional o «fenomenológicü», la afectividad representa la motivación en acción, y la neutralidad, la motivación lista a entrar en acción. En cambio, el desempeño, en términos del actor como objeto, lo representa a este en el proceso de actuación, mien­tras que las cualidades representan sus atributos en dos sentidos: hasta donde se complete la acción y-Ias cualidades relevantes cons­tituyan por ende consecuencias del proceso de acción, o hasta donde representen aquellos rasgos o attibutos del actor como objeto que no se emplean en ese momento en el desempeño, y que incluyen a los que potencialmepte pueden ser alterados me" diante el desempeño. Por consiguiente, otra vez podemos decir que el hecho de emparejar un elemento de una variable-pauta, en el lado motivacional del sistema, con el correspondiente en el lado situacional

J nos permite obtener la perspectiva de observar

fenómenos esencialmente similares desde dos difetentes atalayas. Sintetizaremos este aspecto del sistema diciendo que un sistema de acción está involucrado en 10 que llamaríamos fases de desarrollo. Desde la perspectiva de lo que puede ocurrir, o estar a punto de ocurrir, el sistema o cualquier unidad dada de él se encuentra

23 El actor en cuesti6n puede ser el ego o el álter. Como ejecutante, el ego es un objeto tanto para sí mismo como para el álter.

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en un «estado de tensión». Esto significa que si se dan ciertas condiciones de motivación, y no se alterao, el sistema, en un sentido relevante, puede sobrellevar un proceso de cambio defi­nido en lo que atañe a su dirección; es decir, a igualdad de otros factores, solo puede cambiar en dirección de una «reducción de la tensión». En segundo lugar, tenemos la fase de proceso real de cambio, formulada según este punto de vista como afectividad o como desempeño. Finalmente, se da la etapa en la que se com­pleta el cambio, que desde el punto de vista de lo que ocurrió en el sistema, desde el punto de vista del nuevo estado, es un c~n­junto de cualidades de los objetos que la campaneo; en camblO, desde el punto de vista de lo que puede ocu1'1'ir en la próxima fase del proceso, es un aspecto neuttal del sistema de motivación~ es tensión que todavía no se ha liberado en la acción.24

Estas dos articulaciones a través del sistema representan 10 que en el sentido más inmediato es el aspecto «dinámico» del ptoceso. Este último comienza con tensión, la cual es liberada en la acción manifiesta y se producen consecuencias, que a su vez son los puntos de referencia para los estados de tensión que motivarán las próximas series de desempeños. Pero este paradigma no for­mula otros dos rasgos esenciales del proceso sistémico: la relación de ese proceso con los rasgos «intrínsecos» de la situación en la que tiene lugar, y su relación con el estado de integración (o de ausencia de ella) del ptopio sistema relevante de acción. El primeto de estos dos puntos de referencia adicionales puede formularse en términos de la relación entre intereses motivaciona­les especificas y aqueI10s rasgos de los objetos situacionales que son intrinsecamente apropiados para su gratificación, o que la amenazan; por ejemplo, en términos de los componentes de espe" cificidad y universalismo en las varlables"pautas. Podría inter­pretarse que esta conexión implica que la genetalización de los intereses catécticos -es decir, su articulación en sistemas actitu­dinales- debe «orientarse» a las características intrínsecas del universo de objetos disponibles. Cabe suponer que esta es la con­cepción fundamental presente en las teorías de «refuerzo» del aprendizaje; es decir, que un pautaje de orientación a los objetos que no esté «recompensado» -o sea, que no establezca una rela­ción gratificante con los objetos~ debe introducir una tensión en el sistema de acción. Pero, desde otra perspectiva, esto es lo mismo que la organización simbólica de la cognición de objetos en términos de aquellos rasgos o propiedades intrínsecas suyos que sean independientes de cualquier relación particular con el ego, y sobre todo de sus «deseos». Este aspecto de la organización de la acción como sistema se refiete, en especial, a la te1evancia de

24 Esta concepción del proceso de fases será elaborada con mayol' am" plitud en el capitulo 5.

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Jo que está dado en la situación para su plasmación. En cierto sentido, es el reverso de las cualidades. que son consecuencias de -desempeños anteriores. Se trata de las cualidades de una situación que, como quiera que hayan sido producidas, deben afectar o «condicionan> las consecuencias motivacionales de un acto, y por 10 tanto afectar también el estado de tensión que constituye el punto de partida motivacional de la acción subsiguiente. Esto es otro modo de decir que el éxito alcanzado en la adaptación a las exigencias situacionales de un sistema de acción es interdependienM te con los estados de tensión que motivan el desempeño futuro. Por último, el mismo sistema de acción puede tener grados ma~ yores o menores de integración, que cambian en función de estos otros tres aspectos del proceso de acción: fOlmación y reducción de tensiones, adaptación, y desempeño instrumental real. En un sistema de interacción social, el foco del problema de integración reside en la solidaridad de los miembros entre sí, que puede aumentar o disminuir. Lo opuesto de la solidaridad es el antaM gonismo o la agresión desplegada hacia el álter, donde la relación con el proceso de tareas exija apoyo mutuo antes que interfeM renda mutua. El concepto de difusividad formula la organización del sistema motivacional o catéctico de un actor con respecto a un objeto particular como entidad concreta, sea" el álter como persona o la colectividad de la cual ambos son miembros. En uno u otro caso, por parte de la estructura del sistema objetal, la inclusión del álter o de la colectividad en el sistema relacional particularista del ego -y el ajuste de su motivación a la solidaridad de ese sistema- constituye la integración del sistema de acción en tér­minos de las propias motivaciones del ego como tales, y también en términos de las relaciones que con él y entre sí mantienen los objetos relevantes. 25

Ahora debe resultar evidente que las cu·atro combinaciones de los componentes de variables-pautas que entrecruZan el sistema, y que acabamos de reseñar, son idénticas a los cuatro problemas sistéM micos del análisis de Bales, que sustentan su clasificación de las categorías de acción. Esta convergencia no se sostiene tan solo basándose en el resumido análisis precedente, sino que también sirve para unificar. el sistema de categorías de Bales y las categoM rías del paradigma motivacional de Parsons, internamente en cada caso, y a la vez en su relación mutua. Esto nos indica que ellos formulan algo que tiene capital trascendencia para la teoría de la acción. He aquí nuestra siguiente pregunta: ¿cuáles son estas cuatro categorías sistémicas?

25 Resultará evidente que las consideraciones que se acnban de revisar re­capitulan, en esencia, 10 _dicho en el apéndice al capíht10 2.

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III

Bush 26 fue el primero en sugerir que lo que aquí tenemos son las dimensiones de un espacio tetl'adimensional, en el sentido matemático de ese término. Nos gustaría suponer, de ahora en adelante, que esta interpretación es conecta, y tratar de desarrollar las implicaciones de este supuesto para la naturaleza de las variaM bIes involucradas y del sistema teórico al que pertenecen. Además, supondremos que el espacio así definido es ~<euclidiano}>, en el sentido de que es «rectilíneo>} -aunque sus dimensiones sean cuatro en vez de tres-; que existe una variación lineal continua a lo largo de cada una de las dimensiones, y q"""e el tiempo se introduce en el análisis del proceso esencialmente\ ,e la misma manera en que lo hace en la mecánica clásica. Más que intentar la justificación de estos supuestos sobre bases generales, los probaremos para ver si «funcionan}} en el sentido de que, apli~ cados al contenido de la teoría de interacción social, sirvan para organizar y generalizar nuestro conocimiento en este campo. Sobre estos supuestos, un aspecto fundamental del proceso en un sistema de acción debe ser el «movimiento» de las unidades o «partículas» en el espacio; es decir, el cambio de ubicación según 10 definen y describen las cuatro coordenadas espaciales. A fin de describir determinadamente un proceso de esa índole; debemos estar en condiciones de ubicar la unidad en el espacio con respecto a un punto de origen, y por lo tanto a otras unidades en un sistema, como también de describir el cambio de ubicación que se ha producido en el curso de dicho proceso. Es decir, tenemos que describir la ubicación en un tiempo inicial, ft, y una diferencia de ubicación en un período posterior, t2. Cada ubicación se ha de describir en términos de cuatro enunciados de hecho lógicaM

mente i11dependientes, uno para cada una de las cuatro coordeM nadas; el cambio de ubicación debe ser definible, pues, como cambio respecto de cada una de esas cuatro coordenadas. Por supuesto, es enteramente admisible que en un caso particular concreto de cambio no se produzcan alteraciones con' respecto a una, dos o aun tres coordenadas. Esto podi-ía describirse geomé~ tricamente diciendo que el movimiento fue paralelo a una o más coordenadas. En términos matemáticos tal posibilidad constituye una prueba del carácter «ortogonal» de un espacio. Para cada dimensión, describiremos el cambio de ubicación con dos series de términos. Por un lado, considerando el proceso en la perspectiva de una descripción «fenomenológica}} del sistema motivacional del actor, 10 describiremos como si involucrase un cambio en el equilibrio de gratificacÍónMprlvación del actor, es decir, un incremento o decremento de gratificación o satisfacción

26 Dr. Robert R. Bush, en discusión personal con los autores.

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en sentido relevante. Por otro lado, también se describirá el mismo proceso desde el punto de vista «conducta!», como un cambio en la ol'ganización de las relaciones entre el actor y el sistema objeta! sÍtuadonal. Los términos de los «problemas sistémicos» de Bales no discriminan entre estas dos perspectivas; en cambio, los de las variables-pautas de Parsoos están emparejadas precisamente en relación con este eje; en cada pareja, un ítem describe el aspecto fenomenológico del proceso, y el otro el aspecto conductal. A fin de aclarar el significado de este procedimiento es menester definir el término «unidad» y caracterizar qué es ID que queremos decir con él, en sus relaciones con los sistemas de acción. Cabe distinguir ante todo tres significados del término: 1) una unidad de medida, tal como un centímetro o un grado de temperatura en la escala centígrada; 2) una unidad de proceso o cambio concretamente observable respecto de un sistema, que puede ser mensurable o no en términos de una unidad simple de medición, con el caso 1). Así, un cambio de un centímetro en la posición de un cuerpo, o la elevación de la temperatura de un líquido en un grado centígrado, pueden constituir una unidad observable de proceso; .3) la partícula o parte~unidad de un sistema. En este caso se interpreta a los procesos observados en 2) como «mani~ festaciones» en el sistema de procesos que involucran una o más unidades en el tercer sentido. Así, puede interpretarse que la longitud de una línea en una placa fotográfica mide la trayectoria de un planeta con respecto a la rotación de la tierra -la línea de luz no es el planeta, sino que se la interpreta como una mani~ festación observable del cambio de ubicación del planeta-o En este análisis no nos ocuparemos del primer significado del término unidad, sino del tercero, y de la relación entre este y el segundo. Podemos suponer que lo que realmente observamos sobre los sistemas de acción son los «actos» o «desempeños mani~ fiestas». Dividimos a los objetos de estas observaciones en unidades -que pueden ser los actos-unidades conductale, del procedimiento de observación de Bales, o un sistema de tales actos~unidades de cualquier grado de complejidad-.. En este orden de cosas, es esencial advertir que 10 que se observa no es solo el «hecho del desempeño» en sí mismo, sino al actor que 10 realiza y al actor que sirve de «blanco», individual o colectivo, a quien se dirige el acto. Además, el procedimiento de.observación coloca a este hecho en un contexto -está ubicado en una secuencia de tales actos, de modo que está relacionado con hechos precedentes en el sistema y, mediante el concepto de «expectativas}), con una estimación de las probabilidades concernientes a los hechos futuros. Nos podemos referír a esta unidad como el rol conductal mínimo. Es la unidad de observación en el proceso de interacción, pero no es la unidad o partícula del sistema de acción en el sentido teórico; parí passu, estos hechos observados no son las ubicaciones

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o movimientos de la unidad sistémica en el espacio de acción, sino manifestaciones de estas ubicaciones y movimientos. De esas ma­nifestaciones debemos inferir qué cambios han ocurrido en las variables intervinientes del sistema de acción. Entonces, la unidad que es la partícula del sistema es una entidad «hipotética», 27 y no ha de confundirse con las unidades de observación. A ella de­ben atribuirse la ubicación y el cambio de ubicación en el \ ."pacio de acción, así como las otras propiedades a las que nos referl~'.:::mos más tarde; por ejemplo, la velocidad de cambio de ubicación, el cambio en la velocidad de cambio, y la «fuerza motivacional» o importancia relativa en el sistema. Llamaremos a esto unidad sis­témica, a diferencia de la unidad conductal. Cuando lo que está en consideración es un sistema de interacción social, la unidad sistémica siempre es un 1'01,28 mientras que si se trata de un sistema de personalidad, la unidad es una disposición~ necesidad. Un movimiento de acción simple, al que se concibe como pa"rte de un sistema de interacción sodal, es un rol mínimtl en este sentido sistémico más que en el sentido conductal. Análo~ gamente, puede considerarse que un acto manifiesto simple, visto en su contexto, en una personalidad como sistema, es una mani~ festación de un movimiento de una o más unidades de disposición~ necesidad del sistema de personalidad. Por último, debería ser completamente evidente que estas dos unidades sistémicas invo­lucran la integración de la energía orgánica de los «impulsos» con el pantaje cultural. Más adelante volveremos a analizar la signifi~ cación que ello tiene. Algunos de los problemas metodológicos impHcitos en esta forma de considerar el proceso de acción se examinarán después con más detalle. Sin embargo, siguiendo estos supuestos, podemos tra· tar de formular ahora, tan precisamente como sea posible, qué significa el cambio de ubicación de una unidad sistémica con res~ pecto a cada una de las cuatro dimensiones, de la siguiente manera (en el capltulo 5 de esta obra se han alterado levemente -y cree­mos que perfeccionado-- los términos que designan las dos pri~ meras dimensiones):

1. La dimensión instrumental de obtención de metas, M, que ca~ racteriza el grado de involucración de la motivación, en términos afectivos, en procesos de ~esempeño manifiesto. La ubicación B de la unidad sistémica, una ubicación subsiguiente, difiere de la ubicación A antecedente en que, en términos feno­menológicos, ha ocurrido o se ha producido para el actor en cuestión un incremento o un decremento de gratificación, con

27 Al menos se acerca al concepto de acto-unidad desarrollado por Parsons en The Structure 01 Social Actioll, esp. cap. n. 28 Para la aclaración de estos conceptos véase TOUJard a General Tbeory 01 Action, parte T, cap. T, la Declaración general y la parte TI.

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respecto a la consumación de una orientación a una meta particu~ lar y dada; es decir, según los índices relevantes, se juzga que la unidad sistémica está más cerca o más lejos de una ubicaci6n a la que se define como el estado de gl'atificadón consumatoria con relación a la meta de una disposición-necesidad particular. Esto en el caso de un actor individual; si se trata de un actor colectivo, el correspondiente estado-meta es una organización óptima de los niveles de gratificación de las disposiciones-necesidad de los acto­res componentes. Expresado en té~'minos conductales, B difiere de A en que está más cerca o más lejos de una ubicación definida como «logro de metas». La relación del ego con su situación -o, si el actor es una colectividad, de esa colectividad en su rol colec­tivo relevante- cambió, ya s.ea acercándose a la relación del estado-meta o alejándose de ella. 2. La dimensión expresiva, E, que caracteriza el componente de orientación de neutralidad-cualidad; es decir, el grado de tensión de la motivación, tal como es neutralizado por la inhibici6n. Fenomenológicamente, la ubicación B de la unidad sistémica di­fiere de la ubicación A en que la tensión se ha reducido o ha «aumentado». Con esto se quiere decir que un sistema de impulsos motivacionales -cuya descarga a través del desempeño está inhi­bida, por la neutralidad de la orientación a objetos de gratificación consumatoria potencial distintos del estado-meta específico al que nos referimos en 1- aumenta o _decrece respecto de su «fuerza», es decir, respecto de la «presión para descargarse en la acción». En términos conductales, esto puede enunciarse como un incre­mento o decremento de «realización». Esto significa que las «cua­lidades» establecidas en la relación del actor con el universo de objetos son consecuencias del proceso de desempeño, pero, una vez establecidas, ya no constituyen aspectos de ese desempeño, sino que se han vuelto independientes de él. Esto implica una estrecha conexión entre las consecuencias del proceso previo y los subsiguientes estados de tensión. 3. La dimensión adaptativa, A, que caracteriza el grado de apren­dizaje cognitivo del interés -la relevancia específica de las pro­piedades de los objetos situacionales-, La ubicación B difiere de la ubicación A en cuanto se ha producido un incremento de la gratificación recompensatoria o de la privación con respecto a un interés motivacional específico, o a un tipo de tales intereses. Ello implica que _este incremento es independiente de la gratificación propia de la consumación de la meta, con la que no debe confundirse. 2() Enunciado en términos conductales, el ,cambio ha tenido lugar en la org'cmización de la relación del actor (individual o colectivo) con la situación. El actor «aprendió» por

29 Probablemente sea legítimo considerar a este incremento como un equi­valente del refuerzo secundario, en tanto que el del logro de metas equi­valdría al refuerzo primario.

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la experiencia, y está mejor adaptado a la situación. Con esto decimos que la adaptación aprendida y la recompensa secundaria son la misma cosa considerada desde dos puntos de vista dife­rentes. 4. La dimel1si6n integraHva, 1, que caracteriza el nivel de inte­gración difusa-pal'ticularista del acto-unidad sistémica en el sistema. La ubicación B difiere de A en que se ha producido un incremento o decremento de la «optimización de gratificación» 30 para el sistema, sí se trata de una personalidad, o de «ajuste» de las unidades en el sistema, tratándose de un sistema sotÍa!. En uno u otro caso, se trata del equilibrio consiguiente total del sistema de acción en el cual está integrada la unidad particular. En térmi­nos conducta1es, esto significa que se ha producido un incremento o decremento de la realización de los valores del sistema en tanto sistema; es decir, en esa posición la unidad ha contribuido a esa realización. Por 10 tanto, aquí se considera la integración sistémica carpo una dimensión en la teoría de la acción, y no simpleme .. nte como un «fenómeno».

Creemos que estas cuatro direcciones del movimiento o cambio de ubicación de la acción son las dimensiones de un espacio. Para completar la descripción y el análisis de los acontecimientos en este marco de referencia debemos especificar ciertos hechos adi­cionales acerca de las unidades (concebidas como ubicadas y en movimiento en dicho espacio) y acerca de los sistemas compuestos por una pluralidad de tales unidades, que juntas constituyen un sistema. La primera cuestión, de valor particularmente estratégico) reside en lo que se quiere decir con «velocidad de cambio de ubicación de una unidad en el espado» y, estrechamente relacionado a esto, con «cambio en la velocidad de cambio de dicha ubicacióm>, En ambos casos suponemos que ya se ha definido adecuadamente qué se entiende por la «dirección» de un proceso: la dirección de un cambio es la «resultante» de los movimientos con refel'encia a las cuatro coordenadas espaciales. Podemos abordar el primer problema en dos niveles: uno «abso­luto» y otro «relativo». A juicio nuestro, el problema sobre la velocidad de cambio puede ser, en un sentido absoluto, un «seudo­problema». Esta afirmación implica que todo sistema) como ya hemos señalado varias veces, se inclina hacia un nivel o tendencia establecidos de proceso; o sea, los procesos tienden a seguir adelante sin alteraciones) a menos que se los interfiera. En térmi­nos de la acción, expresamos_ que un proce$O tal tiende a tener sus niveles establecidos de «desempeño». El problema puede enunciarse de un modo relativista si se supone

30 Values, Motives and Systems 01 Actiolt, cap. lI, pág. 121.

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esta tendencia a la constancia o «inercia». Lo importante es, en~ tonees, ubicar los puntos de referencia con respecto a los cuales pueden medirse"las variaciones en esta velocidad de proceso. Esto, a su vez, parece inseparable del problema de la definici6n de los puntos de origen con referencia a los cuales puede determinarse la ubicaci6n en el espacio de acci6n. En el espacio euclidiano tridimensional, la elecci6n de un punto de origen es en principio completamente arbitraria y) por consi~ guiente, el punto de referencia para la medición de la velocidad del cambio en la velocidad también lo es. Ahora bien: parece al menos dudoso que esto sea apUcable al espacio de acción tal como 10 definimos y a la concepción de velocidad de proceso en dicho sistema. El problema parece conectarse con el hecho de que, en algún sentido, el espacio de la teoría de la acción posee «límites» que no tienen sus análogos en el espacio de la mecánica clásica. Debe llamarse la atención sobre tres de estos rasgos limitantes. El primel'o está implícito en la concepción del logro de metas de un acto-unidad sistémico. La dimensión de cercanía allogro de dicha meta, o su opuesta, parece implicar que existe un estadO' (con referencia a la meta particular propuesta) en el que se la alcanzó) y esto contradice la concepción de extensión indefinida del pro­ceso en esta dirección. Si la meta en cuestión ha de ser relativizada, debe existir alguna clase de cambio en el punto de referencia. Por supuesto, esto no excluye de ninguna manera la posibilidad de una relación próxima e íntima (<<nesting» relationship) entre me­tas, problema que sin duda requiere una investigación especial. La segunda «condición limitante) se refiere a la dimensión de la tensión. Cualquiera que sea la verdad sobre los límites superiores de tal tensión, existe, sin duda, una concepción en que la tensión declina hacia un punto cero. A la inversa, parecería que el con­cepto de tensión negativa carece de sentido. A la luz del análisis anterior, tal vez podamos afirmar que estos dos límites se com­plementan mutuamente. En cierto sentido, parecen significar que un sistema de acción no es un sistema «auto-subsistente). Hay un «insumO) (input) de energía o «fuerza» en el sistema, que pre­sumiblemente proviene del organismo en sentido biológico. Esto aparece en el sistema como el estado de «tensión» concerniente tanto al sistema como al acto-unidad. No obstante, en este sentido, la tensión corre sobre un gradiente declinante en dirección al logro de la meta. Si solo hubiera una meta en el sistema de acción, el logro de la misma y el punto cero de tensión serían idénticos. Pero un sistema de acción es un sistema compuesto por muchas de esas unidades; es decil', roles o disposiciones-necesidad, cada una con su meta. Por 10 tanto) el estado de tensión de cualquier unidad particular éxpresa cierto equilibrio «económico» o distri~ butivo entre la energía a la que se permite intervenir en el desem-

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peño relativo a la meta particular del acto-unidad particular, y otras metas o «intereses) del sistema. En apariencia, esta es la razón fundamental por la que la reducción y el aumento de la tensión deben tratarse como si variaran en forma independiente con respecto a1logro de metas. El tercer rasgo limitante del sistema se refiere a la dimensión integrativa. Evidentemente, esta dimensión debe su importancia al hecho de que en la teoria de la acción nos ocupamos de 10 que se ha llamado sistemas que mantienen sus limites, en tanto que los sistemas de la mecánica clásica no son de ese tipo, Dadas las leyes de conservación de la materia y de enel'gía, én la mecánica un sistema no puede «dejar de existir»; solo puede «cambian). Pero un sistema que mantiene sus límites puede dejar de existir, en el sentido de asimilarse a su ambiente; es decir, cuando desa­parece la distinción entre los fenómenos que están dentro y fuera de los límites. La desintegración de un sistema tal consiste precisamente en esta desaparici6n de la diferetlcia entre los estados «internos) y el ambiente. No otra cosa significa la muerte en sentido biológico. El diferencial entre los estados internos y externos no puede man­tenerse sino mediante un proceso continuo de intercambio a tM.vés de los límites. En este intercambio, el sistema de acción «consu­me) el insumo de energía proveniente de fuentes extrasistémicas, es decir, del organismo. También incluye los procesos adaptativos merced a los cuales se satisfacen las «necesidades funcionales» del sistema de acción, «utilizando» los recursos de la situación, los «medios) de que se dispone en la situación, En esencia, cabe concebir al proceso adaptativo, o el «apl'endízaje» al que nos referimos antes, como el proceso por el cual los medios llegan a ser utilizables y a utilizal'se en la acción. Vist~s las casas desde esta perspectiva, -existe obviamente una relac1ón fundamental entre los aspectos integrativos de un sistema que mantiene sus límites y los aspectos adaptativos. Por su propia naturaleza, el movimiento a lo largo de estas dos dimensiones debe estar relacionado, pero igualmente no puede ser idéntico. ~xcep~o dentro de límites muy estrechos, es presumiblemente ImpOSIble un aumento en la integración del sistema que no haga referencia a las consideraciones adaptativas' sería como un orga­nismo que continuara utilizando energía sin 'ingerir alimentos. Por otra parte, si se careciera de procesos integrativos, la adaptación constituiría simplemente la disolución del sistema su asimilación al ambiente. ' Es posible aclarar algo más el problema del proceso de límites. Debemos suponer a todas luces la existencia de dos fuentes funda­mentales de influencia sobre un sistema de acción, provenientes del exterior. La primera es el flujo de energía que llega al sistema desde el organismo u organismos implicados. Este factor no está

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i tóriceptualizado en ninguna de las cuatro dimensiones del procesO' dentro del sistema mismo, lo que equivale a afirmar que puede afectar la velocidad, pero no la dirección de estos procesos; nG es, digamos, un factor de <wrientacióm>. La segunda fuente fundamental de influencia procedente del exte­rior se da a través de los procesos adaptativos, conceptualízados con respecto al movimiento de las unidades (y del sistema) a 1<> largo de la tercera dimensión analizada. Aquí tiene lugar, a través de los límites, el «insumo» cognitivo, es decir, la entrada de «información» al sistema. Nuevamente debe clasificarse a este insumo en términos de dos fuentes, diferentes en lo fundamental) aunque no como canales. La primera se refiere a la «percepción>>-) por parte del actor, de los objetos no sociales y no simbólicos. Un sistema de acción que solo interactúe con un ambiente de no~acción, está limitado a la percepción~cognidón, en este sentido~ 'como su fuente de «información». Correspondientemente, la di­'mensión instrumental formula el proceso de límites de un sistema "tal en la dirección opuesta; por ejemplo, respecto de 10 que el :sistema produce, su «producto» (output), el cual, en términos ,del sistema mismo, es su propia realización de valores, a diferencia Ide la relación adaptativa con el ambiente; en lugar de adaptación, 'esto es control. "En cambio, si se concibe a un sistema de acción interactuando con otros sistemas de acción, aparecen complicaciones adicionales -y para nosotros, fundamentales- de los procesos de intercambio en los límites. Podemos formular una de ellas diciendo que, en este caso, el insumo a través de los procesos adaptativos entraña la información proveniente de otros sistemas de acción, por con­ducto de los medios simbólicos; por lo ta~to, se interpreta a algu­nos de los objetos de la situación como símbolos con significados intencionales, que les otorgó algún actor. Recíprocamente, por supuesto una parte fundamental del producto del sistema consis­tirá en donmunicaciones con otros sistemas de acción: personali­dades, colectividades, o subsistemas de los mismos. Tanto el insumo como el producto de la comunicación pueden te­ner, para el sistema, la misma significadón esencial que la percep­ción de los objetos situacionales de un modo puramente adapta­tivo, o el mismo significado que el control de estos en aras de las metas instrumentales. Pero no es necesario que ello sea así en un caso particular,"y para las interrelaciones de los sistemas totales de acción no puede ser asÍ. La explicación reside en que, como ya hemos señalado, un desempeño en los procesos de interacción ad­quiere necesariamente significado como símbolo expresivo; no se comunica tan solo «información» en el sentido puramente cogni­tivo sino las intenciones del actor, vale decir, sus actitudes. Sin embargo, la estabilización de la mutualidad de las actitudes está sujeú a la condición que, en los sistemas sociales, llamamos

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«solidaridad». En esencia, esto es 10 que queremos decir por integración de un Sistema de acción; es la organizaciótl de las catexis de los subsistemas para constituirse en un sistema) de modo que ya no hay simplemente comunicación expresiva entre sistemas, sino que lo que antes eran sistemas separados de acción ahora se han convertido, hasta cierto punto, en un sistema que estableció límites frente al exterior, a lo que es para él la situación externa. Entonces, dentro de todo sistema de este tipo se dan pro­cesos adaptativos y procesos de desempeño instrumental de las unidades de rol o de disposición-necesidad, unas frente a otras y frente al sistema del que son parte. Pero también hay comunica­ción expresiva y variaciones de la integración como una función del factor expresivo. El problema de lo que significa la velocidad de un proceso de acción debe enfocarse a la luz de todas estas consideraciones. Una velocidad constante afectará la utilización en el sistema de acción del insumo de energía proveniente del orgf!nismo u organismos involucrados. De potencialidad «neutral», esto se «convertirá» en afectividad-desempeño, logro de metas, y por último consecuen­cias. Una velocidad constante constituirá un flujo estabilizado de dicha energía a través del sistema, produciendo una velocidad esta­bilizada de desempeño para las unidades en cuestión y para el sistema como tal. Todavía no contamos con medidas técnicas ge este flujo, pero el análisis anterior nos proporciona una definición suficientemente precisa de lo que significa como para que el pro­blema del diseño de medidas no presente ninguna dificultad in­superable En sus aspectos cruciales, la segunda pregunta, referente al cambio en la velocidad del proceso de acción, ya fue contestada. Por ejem­plo, 10 que denominamos «actividad» debe entenderse como la aceleración de esta velocidad con respecto a un flujo estabilizado dado del proceso, en tanto que «pasividad» es la deceleración, el retardo del "proceso, con respecto a expectativas estabilizadas. Hay una última cuestión relativa a las unidades de los sistemas de acción y a sus relaciones mutuas, a la que por 10 menos debe­mos intentar responder aquí. Se trata del siguiente interrogante: ¿ qué se quiere decir con «fuerza motivacional» o potencial de una unidad sistémica? Partamos de la necesidad antes señalada de distinguir entre las dimensiones de logro de metas y de reducción de tensión, a causa de que la energía motivacional del sistema debe distribuirse entre una pluralidad de unidades. En un sistema de acción, una condi­ción de orden -es decir) de equilibrio- reside en que esta distti­bución esté determinada, pero no es forzoso que sea pareja. En esencia, se trata de la importancia relativa de las divel'sas unidades del sistema, en términos de su influenda sobre los procesos que en él tienen lugar. En términos de sistema social, esto parece acer-

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carse a 10 que significa el poder de un actor -individual o colec­tivo- en un rol. En términos de personalidad es menester una concepción correspondiente del potencial de acción relativo de la. diferentes disposiciones-necesidad en el sistema. En cambio, el prestigio, en el sistema social, no es este potencial, sino un aspecto de la serie de consecuencias de procesos anteriores dentro del sistema por los cuales las unidades se ad,aptaron dlferencialmente a sus situaciones, y as! encajaron en la integración del sistema. Este es el ordenamiento del sistema de recompensas en términos dife~ rendales, que por naturaleza debe estar relativamente bien inte­grado con el sistema de poder, pero sil). ser la misma cosa. Partiendo, en ]0 esendal, de consideraciones análogas, hemos deri­vado un intento de solución al problema sobre el punto de origen para el análisis de los procesos en el espacio-acción. Con carácter provisional, podemos decir que a causa de los rasgos limitan tes del espacio que acabamos de reseñar, el punto de origen no puede ser arbitrario. El rasgo capital de estos límites consiste en que debe haber distribución de energía dentro de un sistema, y que es­te sistema debe estar Ol'ganizado con respecto a esa distribución y a los componentes en ella involucrados. Para cada proceso par­ticular, tanto la tensión o dimensión expresiva como la dimensión integrativa formulan esta referencia a los rasgos del sistema en su conjunto. Por ende, el punto de origen debe ser relativo al sistema particular que se está analizando. A título tentativo, sugerimos que para un sistema dado, puede haber un solo punto de origen, Cambiar este último, entonces, significaría pasar a otro punto sis­témico de referencia. Además creernos que este hecho es funda­mental para la teoría de la acción y su historia. Mantener constan­tes los puntos sistémicos de referencia -es decir, los puntos de origen- probó ser una de las fuentes más prolíficas de dificul­tades -en este campo. Diferentes tratamientos del mismo problema, o de distintos problemas, tendieron a ser inconmensurables debido a que no se mantuvieron constantes dichos puntos. Sin duda, esto desempeñó un gran papel en el notable fracaso de la ciencia social para progresar acumulativamente. El hecho de que el punto de origen deba ser relativo al sistema particular que se analiza tiene una importante implicación. Tanto en la definición de las unidades de! sistema como en la del mismo sistema, incluimos una serie de pautas de la cultura que están internalizadas e institucionalizadas. Por lo tanto, el análisis más­elemental de los procesos de equilibrio' en los sistemas de acción debe suponer la constancia de estas pautas culturales. Los proble· mas de cambio en la cultura misma, que, naturalmente, tienen una' abrumadora significación empírica, deben incluir consideraciones. adicionales en las que aquí no intentarnos introducirnos. Hay otro problema relevante sobre el punto de origen: su relación con la posición del observador. Para la teoría de la acción, en sus:

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niveles simbólicos 31 es esencial que el observador se comunique con sus sujetos d~ observación a través de canales simbólicos! en forma directa o indirecta. Por consiguiente, el punto de or1gen para el análisis que un observador haga de un sistema ~e proceso de acción dehe ser tal, que lo incluya a él mismo en el sIstema que analiza. En términos de sistema social, esto significa que el rol del observador debe analizarse y tratarse explícitamente como parte del sistema. Este criterio confirma la opinión, común en el pasado, de que la interdependencia del material observado con el observador es un rasgo esencial de las ciencias de la acción, a Cliferencia de lo qu~e ocurre en las ciencias físicas, por lo menos en el caso de la meca­nica clásica. Pero no podemos estar de acuerdo con quienes, como Wiener 32 sostienen que este es un obstáculo fundamental para el prog~eso de nuestro campo. En nuestro opinión, la teoría del sistema social, merced a su análisis de roles, posee. los recursos para tratar adecuadamente los problemas. Como qU1er~ ~ue sea, esta consideración explica muy bien algunas de las dlf¡cul~ades que se produjeron en el campo de la psicología de la personalIdad, a causa de su fracaso para tomar en cuenta el rol del observador. Realmente esta es una de las demostraciones más espectaculares de que la t~o1'Ía de la acción es un esquema conceptual simple, y de que el estudio de la personalidad, más allá de ciertos límites, se ve seriamente obstaculizado si no hace uso explícito de la teoría de los sistemas sociales, aun cuando la interacción de la persona­lidad en cuestión con otras, no se estudie en ningún otro aspecto que e! implícito en e! hecho de ser obsetvada. Desde cierto ángulo, las consideraciones que acabamos de repasar pueden resumirse diciendo que el sistema teórico del que aquí nos ocupamos está caracterizado por una asimetría fundamenta~. A nivel teórico, se trata de una notable confirmación de la vahdez de nuestras deducciones, que la asimet1'Ía en cuestión resulte ser, precisamente, un aspecto de la «asimetría simétrica» del esquema de va1'iables-pautas elaborado en Valores, motivos y sistemas de acción por primera vez, y luego desarrollado y utilizado en El sistema social. El punto de partida crucial es el hecho de que en cada <<exuemi­dad» del sistema de acción (la extremidad de organización acti­tudinal y la de organización objetal), tal como se lo formula en términos de las variables~pautas, exista una tabla cuádruple de las posibilidades fundamentales de combinación de los componentes. Se las ha enunciado como las principales clasificaciones de los valores personales y sociales, respectivamente, o de actitudes y de categorizaciones de status. (Véase Vafores, motivos y sistemas de acción, figuras 3 y 4.)

31 The Social System, cap. XII; 111teraction Process Analysis, cap. II. 32 En conferencias públicas en la Universidad de Harvard y en otras partes.

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Sí como se suponía en las primitivas tablas clasificatorias de com­binaciones de variables-pautas, fuera posible la existencia de combi· naciones «fortuitas» a través del sistema, se obtendrían dieciséis «dimensiones». posibles en vez de cuatro. La limitación de dichas combinaciones a las cuatro que hemos examinado -10 cual implica excluir tres cuartas partes del total de posibilidades lógicas­entraña, bien a las claras, ciertos supuestos o postulados básicos. El primer supuesto subyacente bajo la exclusión de algunas de estas posibilidades lógicas deriva de! becho de que, desde e! prin­cipio, se trató a los componentes mismos de las variables-pautas en forma de parejas, de modo tal que cada una de ellas expresa una opción única. Además, y en segundo lugar, con referencia a los <dados» del sistema, cada pareja llega a estar asociada con una pareja del otro lado; no hay ningún cruzamiento entre estas pare~ jas complementarias. Esto significa que afectividad~neutra1idad solo se empareja con desempeño~cualidad, y especificidad-difusivi~ dad solo con universalismo-particularismo. Cada uno de estos em~ parejamientos, y la exclusión de la otra posibilidad, implica un postulado. Se trata, precisamente, de los postulados que antes obtuviéramos, a partir de las consideraciones sobre la existencia de límites en el espacio-acción. El primero de estos postulados es el siguiente: un sistema de acción involucra un proceso unidireccional. En nuestras palabras, el sistema «se alimenta» continuamente de «energía», y la «gasta». No hay ninguna reversión natural de este proceso, proveniente de fuentes situadas dentro del sistema mismo. La energía se convierte en logro de metas y en consecuencias, pero estas últimas no pue~ den convertirse ditectamente en energía. Esto se puede expresar de otra manera, diciendo que de las dieciséis «tegiones» del espacio situadas entre coordenadas por encima y por debajo de un punto de origen, el postulado excluye una determinada región negativa. Vale decir, los decrementos en las dimensiones instrumental y ex­presiva deben detenerse en el punto cero. Donde la tensión es cero, no hay acción, y no puede haber, motivación para el desem~ peño. Solo cabe hablar de una distribuci611 de la tensión en el sistema, y no de un déficit absoluto. Además, la acción debe dete­nerse en el momento en que se logran todas las metas. El segundo postulado se refiere a la relación entre los movimientos en las dimensiones- adaptativa e integrativa. También excluye a una regi6n -negativa del espacio como ubicación para un acto-unidad. Con esto se dice, esencialmente, que la, integración no puede ser negativa. La razón es casi obvia, sobre la base de los supuestos anteriores. Cuando la dimensión integrativa llega al punto cero, el sistema deja de existir como tal; es decir, desaparecen sus límites y queda asimilado al ambiente. En términos de acción, se diluye la distinción entre actor y situación; el sistema sólo es situación para otro ti otros actores.

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Por lo tanto, las limitaciones con respecto a las combinaciones de las variables-pautas a través del sistema constituyen, en 10 funda­mental, modos de formular los dos hechos cruciales acerca de ese sistema que destacáramos. El primero es que se trata de un sistema que «COnsume» energía o fuerza motivacional; a un sistema de acción como tal no se aplica, pues, la ley de conservación de la energía. El segundo se refiere a que es un sistema que exige una organización respecto de la situación o ambiente, organización que inhibe el intercambio completamente «libre» entre los sistemas interno y externo. Si se detiene la entrada de energía o se desin~ tegra la organización por completo, el sistema, como sistema dis­tintivo, que mantiene límites, deja de existir. Debería resultar evidente que los sistemas de acción 110 solo han de considerarse como sistemas que mantienen sus límites por com~ paración con los sistemas de no-acción -pOi' ejemplo, los fisico­químicos o biológicos- sino también por comparación con otros sistemas de acción. En este sentido, la muerte de un individuo constituye la terminación de su personalidad como sistema empí­rico de acción, concomitantemente con la disolución del organismo en tanto sistema biológico que mantiene sus límites. Esta parece ser la única forma en que puede «morir» radicalmente una perso­nalidad como sistema de acción. Pero un sistema social puede dejar de existir por la desaparición de sus límites tanto con respecto a las personalidades-miembros como a. otros sistemas sociales. En este sentido, toda colectividad es un SIstema social. Para este contexto surge aquí la significación de la quinta variable~pauta: auto-orientación versus orientación a la colectividad; o sea, el hecho fundamental de que un sistema social puede disolverse y aun así dejar intactas las propiedades de mantenimiento de límites con respecto a las personalidades cons~ tituyentes y a otras colectividades en las que están involucradas. Esta variable-pauta conceptualiza el hecho básico de que hay un nivel especial de integración dentro de (y no simplemente de) los sistemas de acción; o sea que los actores individuales interactuan~ tes no solo constituyen tm sistema social, sino un sistema de -siste~ mas sociales, de colectividades, cada una de las cuales puede surgir y disolverse como consecuencia de procesos que tienen lugar dentro del sistema de interacción. Las personalidades, tal como las conocemos, no podrían desarrollarse si no quedaran involucra­das en colectividades, en el sentido que ahora les damos. Pero esto no significa que la supervivencia de la personalidad como un sistema que mantiene sus límites esté ligada a la supervivencia de cualqu~er colectividad particular. Junto con el proceso unidirec~ cional y la necesidad de organización a nivel más general, puede verse en ello una tercera propiedad fundamental de los sistemas de interacción. Hemos enfocado nuestro análisis, de modo de1iberad~, en la in-

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teracción de una pluralidad de actores individuales. Sin embargo, de vez en cuando observamos que existe un caso más general de acción, aparte de la interacción en este sentido. Es el nivel tratado por lo común en la «psicología de la conducta». Con todo, creemos que la propiedad de integraci6n de la colectividad que surge con la interacción social está en la base de las propiedades de las perso­nalidades humanas como sistemas de acción, así como las de los sistemas sociales. Más específicamente, el rol de los procesos simM

bálicos, a diferencia de los procesos-signos más elementales, parece estar ligado en forma intrínseca con la interacción y la integración de! individuo en las colectividades. Desde este punto de vista, la psicología de 1. personalidad, a diferencia de la psicología de la con­ducta, debe ser, por naturaleza, psicología social. No puede abs­trael'se de la involucracÍón del individuo, no solo en la interacción social, sino en colectividades que tienen la propiedad de solida­ridad. Tal vez esto sea otro modo de decir que la personalidad humana debe tener un «superego».

IV

Confiamos en haber logrado definir, hasta ahora, un espaelo, las unidades que deben ubicarse en él, la naturaleza del cambio de ubicación y, por último, de los sistemas de unidades a los cuales, en tanto sistemas, se concibe como moviéndose en forma inter­dependiente con respecto a la ubicación, dirección y velocidad de cambio de ubicación. El siguiente problema se refiere a si estarnos en situación de enunciar algunas de las condiciones generales que gobiel'nan el equilibrio de dichos sistemas. Esto es lo que significa esencialmente enunciar las «leyes» de un sistema; es decir, esta­blecer ciertas generalizaciones fundamentales sobre la naturaleza de los procesos equilibrantes, que permitan deducil', mediante su aplicaci6n, la índole y direcciones de los cambios que tendrán lugar en un sistema luego de lo qu~ hemos llamado un~ perturbaci6n de su equilibrio, y suponiendo que en realidad el sistema recupera tal equilibrio. Quisiéramos señalar que algunas de dichas generalizaciones están implícitas en nuestro análisis previo, y solo es necesa1'Ío expli­citarlas. La primera es el aserto de que un proceso de acción, que incluya interacción entre una pluralidad de actores, tenderá a seguir ade­lante sin cambios a menos que se 10 obstaculice ° desvíe; es decir, a menos que se introduzca en el sistema 10 que hemos definido como perturbación. Esta generalización fue explícitamente enuncia­da por Parson" " quien hizo de ella el punto básico de referencia

33 The Social S)Istem, cap. VI.

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para el tratamiento del proceso motivacional en el sistema social. Es obvia su estrecha semejanza con la ley de inercia de la mecánica clásica¡ con ella no se hace sino enunciar de otro modo uno de los aspectos del postulado fundamental: que estamos tratando con sistemas equilibran tes. La segunda generalización o ley estaba claramente implícita cuando nos ocupamos del proceso de interacci6n como tal. Se refiere a que una vez que se ha introducido una perturbación en un sistema equilibrado, tenderá a producirse una reacción dirigida a restaurar el equilibrio del sistema. Cualitativamente hemos supuesto siempre que la reacción tenderá a ser de dirección opuesta a la de la per­turbaci6n Ol'iginal; este es el significado esencial de la polaridad total del esquema para el análisis de la interacción que aquí expu­simos. Un modo de expresarlo es decir que los mecanismos de control social deben contrarrestar la desviación. ;Podemos sugerir, a manera de hipótesis, que la reacción no solo es opuesta en direc· ción a la perturbación, sino que en cierto sentido su fuerza moti· vacional es cuantitativamente igual. Ello entrañaría un paralelismo directo entre tal generalización y la ley de acción y reacción de la mecánica. Es difícil concebir que el equilibrio se mantenga sin esta igualdad cuantitativa. Hasta donde sabemos, esa generaliza· ción no había sido enunciada explícitamente para todos los sistemas de acción, pero no hace mucho Bales la convirtió en un supuesto fundamental, cuando intentó construir un modelo matemático para ciertas catacterísticas empíricas del proceso de interacción. 3"-

La tercera generalización concierne a los cambios en las velocidades de los procesos de acción. Decir que tales cambios dependen de algo a menudo llamado «esfuerzo» se acerca bastante al sentido común. En La estructura de la acción social, Parsons otorgó a ese factor esfuerzo un lugar prominente, y ahora se 10 puede identÍ­ficar con el de actividad.pasividad, tal como 10 analizamos en este artículo. Este último reemplazaría al primero a causa de que está expresado en términos de la relación de! factor esfuerzo con e! equilibrio del sistema de acción. Se sostiene que un aumento o una disminución del esfuerzo, respecto de la velocidad establecida del proceso de acción, constituirá una perturbación del equilibrio, posibilidad que se introdujo directamente en e! paradigma de in­teracción expuesto en la figura 3. Lo que se necesita es un enun· ciado cuantitativo, y otra vez querríamos expresar aquí, en forma hipotética, que el cambio en la velocidad del proceso de accÍón es directamente proporcional a la magnitud de la fuerza motivacional añadida o retirada de la unidad en cuestión. En su forma cualita· tiva, cabe sostener que conocemos bastante bien 10 que significa empíricamente la generalización. La implementación y verificación del enunciado cuantitativo deben

34 En el capftulo 4 se bosqueja una versión de este modelo.

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aguardar el desarrollo de medidas satisfactorias de la velocidad del proceso de acción, y por ende de los cambios en esa velocidad. Sin embargo, conociendo en forma precisa 10 que queremos medir) no hay razón alguna para pensar que esto representará una tarea insuperable, Otra vez resulta obvia la semejanza de esta generali~ zación con la ley de aceleración de la mecánica clásica. Por último, también estaba implícita en nuestro análisis una geneM

ralización sobre los aspectos integrativos de los sistemas de acción; es decir, que debe existir un mínimo de compatibilidad estructural de las pautas de organización de las diferentes partes del sistema. En términos dinámicos, 10 expresaríamos diciendo que la super­vivencia de un elemento de pauta dentro de un sistema de acción será, en parte, una función de su contribución a la integración del sistema. A su vez, esto significará que una vez surgida una pauta de organización de esa índole, tenderá a mantenerse en el sistema o a ser eliminada del mismo en función de su contribución, de su compatibilidad con otras, a fin de formar un sistema integrado. Puede llamarse a esto ley de integración sistémica. Por desgracia, en este momento no vemos con claridad cómo darle una formu­lación cuantitativa, pero esto se logrará a su debido tiempo. En su aspecto fenomenológico -aplicado a los sistemas de perso­nalidad- esta generalización parecería ser la «ley de efecto», según la versión formulada por Olds en el capítulo II de Valores, motivos y sistemas de acción. 35 Ella dice que la confirmación o eliminación (extinción) de una pauta aprendida en un sistema de personalidad es una función del hecho de que el sistema es un sistema; es decir, un sistema que mantiene sus límites o, como decimos aquí, que debe mantener, como sistema, un nivel de integración. En la versión conductal, y sobre todo con respecto a los sistemas sociales, esta es la tan mentada satisfacción de los «pl'errequisitos funcionales» de los sistemas como condición de su supervivencia. No se trata, pues, de nada nuevo. Nos gustaría presentat aquí un interrogante, aunque no podamos resolverlo: ¿no tendrá alguna significación general de importancia el hecho de que, en un sistema que usa un espacio tetradimensio­nal, encontremos cuatro generalizaciones básicas que son esenciales para definir las condiciones de equilibrio de un sistema descripto en términos de ese espacio? Parece probable que la razón resida en que la mecánica clásica tenía tres leyes fundamentales de movi­miento, y operaba en términos de un espacio tridimensional. Ade­más, nuestras tres primeras generalizaciones guardan una clara ana­logía con las tres leyes newtonianas, en tanto que la cuarta tiene que ver, a todas luces, con la cuarta dimensión del espacio-acción, la única que carece de correlato en el espacio de la mecánica

.35 . Págs. 123-4 de la versi6n inglesa. En esta monografía escrita en ca· laboración no se aclar6 a quién pertenecía cada punto específico, pero aquí debemos reconocer que fue Olds quien aportó esta idea.

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clásica. Por otra parte, también parece evidente que la necesidad de la cuarta di~ensión y de la cuarta ley, proviene de que estamos t~atando con Sistemas que mantienen sus límites. Si es correcto todo esto, que por ahora incluye francamente un eleme~to esp:culativo, parecería probable la existencia de una analogla muy lmportante entre el esquema desarrollado en este ar­tículo ¡.la mecánica clásica. Si este supuesto resiste diversas prue.;. bas CrltlCa~" tendt!a. ~in duda implicaciones de largo alcance, por cu~nto abrIrla P?slbdldades de sistematización cuantitativa y cuali~ tatlva que est~rla? mucho más allá de las q1fe se lograron hasta ahora en las CIenCIas de la acción, Para. ~uestra conveniencia, expondremos sucintamente las cuatro condicIones generalizadas, o leyes de equilibrio que acabamos de reseñar.

1. ,El, princip~o de inercia: Un pl'Oceso dado de acción se manten­dra SIn ~amb1Os en s,u velocidad y dirección, a menos que se vea obstacu1t~a~o.o desvwdo por fuerzas motivacionales opuestas. 2. El prtnctpto de acción y reacción: Si en un sistema de acción se produce un cambio en la dirección de un proceso, aquel tenderá a se~ co~trarrestado por un cambio complementario igual en fuerza motzvaczonal y opuesto en dirección. 3. El principio de esfuerzo: Todo cambio en la velocidad de un proceso de ac~ión. es directamente proporcional a la magnitud de la fuerza motIvaCIonal aplicada o retirada. 4. El pri1tci~io ~~ integración sistémica: Todo elemento pauta (mo­do .~e orgamZ~ClOn de los componentes) dentro de un sistema de' aCClOn, tendera a ser confirmado en su ubicación dentro del sis­tema ~ ~ s?r ~liminado (suprimido), en función de su contribución al eqUlhbrlO lntegrativo del sistema.

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Si el es.quema teó~ico que. ;staI?~s exponiendo posee el grado de g.enerahdad y de lr:tegraclOn !oglca que consideramos que tiene. S111 duda, co.n el tIempo sera posible derivar mediante su uso toda ~na serIe de hipótesis para el tratamiento de los problemas et;npírIcos. Intentado en ~ste artículo nos llevaría demasiado lejos. SIn ?mbargo, ya hemos V1sto que el proceso simbólico tiene impar­::ancla fundamental para toda la empresa en la que estamos empe­nadas; creemos nuestro deber, pues, relacionar brevemente el esque.t;Ja general con este campo. En 'prImer lugar, el tratamiento de la acción como cambio de ubi~ caClón en un .espacio tetradimensional nos proporciona un nuevo modo de de[¡nIr 10 que queremos decir por diversas clases de

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:«<1Ct05 simbólicos»; en segundo lugar, podemos derivar hipótesis respecto de las condiciones que contribuirán a que un objeto situa­cional adquiera diferentes tipos de significación simbólica. Exami­nemos ante todo la definición de actos simbólicos. Tanto en el contexto cognitivo como en el cat~ctico, la simboli. zación consiste en atribuir una significación «secundaria» a un objeto situacional -secundaria con respecto a lo que podemos llamar un objeto «príncipah> de catexis, o a una meta-o fl6 Dicho en términos de acción manifiesta -vale decir, de conducta- un acto principal de ese tipo es lo que denominamos un «desempeño», un cambio de ubicación en la dimensión instrumental de logro de metas. También un acto simbólico debe involucrar algún movi~ miento en esa dimensión; debe constituir un desempeño observa~ ble. Pero el acto será simbólico en la medida que el movimiento en esta dimensión sea pequeño con relación al que se haya pl'Odu~ cido en una o más de las otras. Además, nuestro esquema dimensional nos proporciona lma base para discriminar tres clases diferentes ele actos simbólicos, según la dimensión que tenga mayor movimiento -exceptuando la ins­tmmental-. Así, diremos que un acto dado es primariamente un «síll1bolo expresivo» si el movimiento principal ocurre en la di· ll1e~sión expresiva o de reducción de tensiones; o sea que mientras el 1ncremento en el logro instrumental de metas es pequeño, el de la expresión o reducción de tensión es grande. I?e igu~l mo?~o, el .act? será prim~rí~mente un «símbolo cognitivo» Si la drffi:l1slOn prlnclpal de mOVimIento es la de adaptación y no

,la expreSiva. O sea que el acto será primariamente significativo para el incremento de la adaptación o «aprendizaje» cognitivo que ha producido, en tanto que el incremento en el logro instrumental de metas será, también en este caso, pequeño. Por consiguiente la acción orientada principalmente a 10 largo de la dimensión adapta~ tiva podrá llamarse acción «investigadora». Por último, 10 que se ha denominado «simbolismo evaluativO}> 87

en la me~ida en que .esté compuesto por actos manifiestos (o ;ea, desempenos), puede interpretarse como el caso en que la principal ?imensión de movimiento es la integrativa; se produce un gran mcremento (o decrer:nento) de la integración sistémica) compa~ rada con el pequeño incremento de logro instrumental. Los lecto~ res familiarizados con la obra de Durkheim advertirán en seguida que, a nivel de sistema social, ese incremento relativamente grande de integración es el que se producía en un sistema social, según este autor, .a través de ciertos tipos de ritual religioso. A nivel de la personalIdad, podemos pensar que es el caso de ciertos «ritua· les» que cumplen la función de reducir la ansiedad. Probablemente

36 En el capítulo 5 se analizará si no debería considerarse simbolizado al objeto principal mismo. 37 The Social System, cap. IX.

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-se pueda interpretar dicha ansiedad como un índice del peligro de desintegración sistémica. Por otra parte, si este modo de enfocar el problema es ade~ cuado; debería ser evidente que solo en ciertos casos puede consi~ derarse a la acción simbólica como un proceso de «gratificación sustitutiva»: serían aquellos casos en que el sistema mismo estu~ vi:ra integrado en forma imperfecta, de modo tal que el movi~ mIento «normal» a 10 largo de una o más dimensiones se encon~ trara «bloqueadO}>. Por supuesto, la interpretación de estas afir­macio~es involucra problemas complejos, que reservaremos para un examen posterior. ~l reverso de~ I~ ,precedente clasificación de tipos de actos simbó­l~cos es el an.ahsls de las bases sobre las cuales los objetos situa~ clOnales adqUieren significación simbólica. Podemos decir que dicha sig?ifi~ación se adquiere a través del proceso denominado «gene~ tal!zaclón de catexis». Cuando un objeto principal -es decir, un o?Jeto~meta u otro que se catecte como tal, aunque no se trate directamente de esa forma- adquiere relevancia emocional, los otros o?jetos de Ja situación -objetosMmedios,·o simplemellte los asoclaclos de alguna manera con nquel- también se catectan ele modo tal que se crea un «complejo simbólico» alrededor del ob· jeto «principal». Dich? . de un modo 1igeramente distinto: un objeto no puede a.dqu~rlr ~st~ .cat~xis secundaria si no está asociado con una expe~ rl~nc~a slgluflcat~va del acto1', es decir, la catcxis de un objeto prlnclpal y los lncrementos o decrementos de gratificación con respecto al mismo. En consecuencia, el tipo de significación sim~ bólica que adquiere, y los estándares de su selección o rechazo c?m? sín;boIQ. significativo, dependerán del tipo de «experiencia sl.gmftcattva» con la que se ha asociado al objeto. SI la experiencia significativa es el logro instrumental de la meta -;-0 se~, si el movimiento más grande de acción se produce en esa dlmensIón- los objetos asociados se catectarán principalmente en términos de su significación instrumental de medios como símbolos cognitivo-adaptativos; esto, si eHos mismos no son intrínsecamente significativos como objetos-medios. Son signos que señalan, desde el punto de vista instrumental, los rasgos significativos del uni­verso sÍtuacional. En cambio, si la principal experiencia significativa ocurre en la dimensión del cambio en el nivel expresivo de tensión, los objetos tende:án a se.r catectados primariamente como símbolos expresivos -temendo SIempre presente que el símbolo concreto es expresivo y cognitivo al mismo tiempo-o Importa señalar que el movimiento puede seguir una dirección positiva o negativa. Por 10 tanto, los símbolos cognitivos o expresivos pueden servir como «adv.erten­cias» de privaciones temidas, o como «promesas» de gratificaciones esperadas. Entonces, por la misma generalización de catexis, el

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objeto simbólico provoca un sentimiento análogo al que suscita el objeto principal, aunque no necesariamente con igual intensidad. De aquí que un símbolo expresivo pueda ser directamente disfru~ tado o temido en sí mismo. Esto tiene suma importancia; no es solo cuestión del «referente» al que apunta el símbolo. Finalmente, si el contexto primario de experiencia significativa es el de integración sistémica -en términos de sistema social, la ex~ perlencia de aumentar o disminuir la solidaridad con otros en la colectividad; en términos de persona1idad~ la de reducción o incre­mento del conflicto-, el objeto catectado secundariamente ten­derá a ser un símbolo «evnluntivo», Así, podemos referirnos a una experiencia de «conversión religiosa» como la de un senti­miento de solución de conflictos, yal simbolismo religioso a ella asociado como el simbolismo evaluativo para el converso. La fórmula general para el establecimiento de significación sim­bólica en un objeto es, entonces, que el objeto debe ser experi­mentado como parte de la situación en la que se ha producido un movimiento significativo de acción, con un gran incremento de gratificación o de privación al menos en una dirección. El tipo primario de significación simbólica adquirida por el objeto depen­derá así de la dimensión que haya tenido el mayor movimiento. Por último, el movimiento puede tener dirección positiva o nega­tiva; en consecuencia, la significación de los símbolos estará dife~ renciada con relación a esta polaridad, Un símbolo puede ser catectado positivamente y denotar posibilidades o esperanzas de gratificación; o bien serl" negativamente y denotar posibilidades y temor de privaciones, Desde este punto de vista, lo que a veces se denominó «ansiedad básica» es una pauta de generalización de simbolismo negativo que está, sobre todo, profundamente involu­crada con la integración de la ,personalidad como sistema.

VI

Este artículo se ha dilatado tanto que· solo cabe agregar unas pocas cosas, a modo de conclusión. La prueba última de la importancia de la síntesis de elementos teóricos antes separados que aquí hemos esbozado, se encontrará, sin duda, en la más amplia codi­ficación del saber empírico existente, así como en un mayor desarrollo del conocimiento generalizado a través de la investiga~ ción. Ambos autores esperan dedicar sus afanes a estas cuestiones, pero aquí no es posible exponer las sugerencias actuales formu­ladas, a modo de ensayo, en esta dirección. Debemos limitarnos a enunciar algunas consideraciones generales que apreciarfamos que el lector tuviera en cuenta al evaluar este artículo. La primera, y en ciertos aspectos la más importante, se refiere a

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la esfera de aplicabilidad del fundamental esquema conceptual emergente. Juzgamos que el nuevo nivel de generalización teórica presentado en este artículo confirma rotundamente nuestro criterio anterior, respecto de que la teoría de la acción es un eSCJ-uema conceptual no ligado a ningún «niveh> particular del estudIO del proceso de acción, desde 10 microscópico hasta lo macroscópico. A nuestro modo de ver, el esquema aquí desarrollado es aplicable, en sus aspectos básicos a todo: desde los fenómenos de la «psico­logía de la conducta» e~ los niveles animal e infantil presimbólicos, hasta el análisis de los sistemas sociales en gran escala. La clave principal de los alcances de esta aplicabilidad reside en el h,;cho de que es posible considerar que algo es un sistema en un nlvel, pero en el nivel siguiente, «más elevado», pasa a ser un punto de referencia, es decir, una «partícula» o unidad sistémica de un sistema mayor. Así, desde el punto de vista de la psicología ele~ mental de la conducta, lo que llamamos disposición-necesidad es un sistema complejo de componentes motivacíonales y culturales; pero desde el punto de vista del análisis de un subsistema más complejo de una personalidad, o de la personalidad total C?ffiO

sistema, puede tratársela como una partícula, como una umdad sistémica en el sentido mencionado. Una condición esencial de este tratamiento es que la disposicíón~necesidad en sí misma es un sistema que mantiene sus límites. Análogamente, desde cierto punto de vista, puede considerarse que la unidad-rol mínima de un sistema de interacción social es un sistema complejo, compuesta por los indispensables componentes de disposición-necesidad de las personalidades del ego o del álter, y de algunos componentes situacionales_ Pero desde el punto de vista del análisis de un sistema de interacción se convierte tam­bién en una unidad sistémica, a la que puede tratarse como unidad en su involucración en el resto del sistema. Esto puede verificarse para constelaciones de roles cada vez más complejas; es posible tratar, en fía, la colectividad misma como un actor. En .esencia, esto implica que aunque resulte obvio que la colectividad es, desde otro punto de vista, un sistema complejo, como una unidad en un proceso de interacción, también puede ser abordada como una unidad sistémica ubicable en un espacio-acción y a la que cabe analizar en interdependencia con otras unidades del mismo sistema. Tal vez este sea el rasgo crucial de la generalidad del esquema conceptual expuesto. Aunque en ciertos aspectos dicha generalidad fue evidente durante largo tiempo -lo cual quedó documentado en nuestras anteriores publicaciones- ahora estarnos en condi~ dones de afirmarla (y enunciar su base metodológica) con mucha mayor precisión que antes. No se debe interpretar empíricamente esta generalidad de aplica­ción, desde el nivel microscópico hasta el macroscópico, sin aten-

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der en forma debida a los fenómenos que emergen en diferentes niveles de organización de los sistemas de acción. Repetidamente observamos que el aspecto más fundamental de estos últimos es, tal vez el desarrollo de una verdadera simbolización y, por lo tanto de la posibilidad de la cultura. Con esto se relaciona íntima· ment~ la capital diferencia de referencia sistémica, en el caso de que el sistema sea una personalidad o un subsistema de ella, o cuando se trata de una sociedad d de uno de sus subsistemas. Al usar el esquema, es preciso tener bien presentes todas estas cues­tiones. También reviste particular importancia comprender que, como ya señaláramos, este no es exactamente un esque~a para el annlisis del cambio cultural -aunque habrá de descubrlrse, a no dudarlo, que constituye una parte esendal del esquema necesario para dicho análisis-o Los fenómenos de la cultura, su desarrollo y cambio, involucran factores que no están formulados directa~ mente en él. Concentramos nuestra atención en los procesos de equilibrio de sistemas de acción cuidadosamente definidos (hipo~ téticos, en verdad, en sentido estricto). Al hacerlo también tuvi· mos sumo cuidado en no implicar que existe alguna presunción inherente con respecto a que los sistemas empíricos deben per~ manecer en equilibrio, o retornar a un estado dado si el equilibrio fue perturbado. Usamos el concepto de sistema en equilíbrio como mero modelo teórico. Al menos en cÍertos niveles, el proceso de ca'robio cultural es a todas luces un ejemplo de destrucción de un equilibrio inicial dado y su reemplazo por un nuevo estado del sistema. El análisis de tales procesos requiere dar otros pasos más, aparte de los que aquí expusimos; creemos, empero, que se contri· buirá mejor al éxito de ese análisis si se amplía el esquema que hemos desarrollado, que si se 10 sustituye por un tipo de esquema totalmente diferente. Aclaremos que hemos llevado nuestro aná· lisis solo hasta cierto punto, que es menester sobrepasar para que sea factible dar ciertos tipos de aplicaciones al esquema. Pese a quedar esto pendiente, podemos señalar dos campos de trabajo en otras direcciones de urgente y extrema relevancia. Du· rante mucho tiempo considetamos que los principales obstáculos opuestos al desarrollo acumulativo de las ciencias de la acción no residían primariamente ni en las dificultades para descubrir los hechos necesarios, ni en ninguna limitación metodológica propia del estudio científico de la conducta humana; pOl' el contrario, tajes obstáculos se hallaban, en primer término, en la definición de las variables de significaci6n suficientemente generalizada cuya medi· ción revestía la máxima importancia~ y luego en el diseño de téc~ nicas para medir de manera precisa esas variables. Creemos que la mayor y más directa contribución' de este artículo es el progreso que registra hacia esa meta. El esquema que expusimos parece implicar que para un proceso sistémico dado en el campo de la acci6n, y a fin de llevar a cabo un análisis muy generalizado que

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'permita la obtención de ded~cciones de~inidas) se p~ecisaría un número relativamente pequeno de medldas. Es dectr, de"?emos definir un sistema, así como el número y carácter de las "';1n1da~;s en ese sistema. Debemos ubicar a cada unidad en el espaciO-acclon con respecto a un punto de origen. (y por l~ ta?,to con respec~o a otras unidades)) y medir los camblos de ublcaclOn de cada U~ldad ~n el transcurso del tiempo. Por último, tendríamos que medIr la.s velocidades del proceso de acción y los cambios en esas velocl~

~d~, 'dd Señalamos que no hay ninguna probabilidad de que las .~111 a e~ conductales

j que tienen que sel' las unidades de obseryaclOn empl~

rica, sean las unidades sistémicas. Esto equivale a af~rmar que es dificil que la teoría de la acción pueda bacer algo Sln el uso de variables intervinientes. Pero ya se ha progresado mucho en el desarrollo de medidas para ciertas unidades conduct,ales, así C~}t;n0 en la tarea de relacionarlas con el concepto del sistema teorlco respecto del cual se las juzgue significativas, . Pensamos que el esquema aquí propuesto está bastant~/lnt~grado como para justificar, en diversos niveles, un esfuerzo mtenslVO en pro del desarrollo de estas medidas de unidades conductal;s, ~uya significación teórica específica se puede, en nuestros term1nOS, demosttar, Indicamos también que el esfuerzo puede tomar otro rumbo que producida resultados muy fructíferos; nos referimos a 10~ trabajos sobre las interconexiones lógicas de las variables de un sistema de este tipo. Nuevamente, pensamos que nuestra elaboración teórica progresó hasta un punto tal que es dable esperar, de esta c~ase de trabajos, mucho más frutos que en el pasado; parec; 'promIso~ ria, en particular, la construcción de modelos matematlcos para diversas partes del esquema teórico. , No debe asignársele a alguna de estas tareas tanta trascendenCIa como para excluir la codificaci6n del conocimiento. ~xistente o ~a extensión del esquema teórico al dominio del anáhsIs del cambIO que tiene lugar en el carácter fundamental de los sistemas (vale decir, aquel cambio especial, que entraña la alteración de los com­ponentes culturales). Pero creernos probable que, a corto p~a.z?, los esfuerzos aplicados a los trabajos matemáticos y de medlclon produzcan grandes adelantos científicos.

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4. El problema del equilibrio en - 1 pequenos grupos

Robert F, Bales

Este articulo tiene como finalidad exponet alguoos descubrimien­tos empíricos, a pottir del programa de observación de pequefios grupos llevado a cabo en el Laboratorio de Relaciones Sociales de Harvard, y analizar su relevancia para la teoria del equilibrio desarrollada en otros lugares de esta colección de apuntes,

Método

Ya se han publicado algunos de estos hallazgos en artículos ante~ riares, a los cuales remitimos al lector interesado en detalles aquí omitidos.2 Asimismo, descontamos la ·familiaridad del lector con el método de observación, registro y análisis usado en el estu~ dio directo del proceso de interacción, tal como se da en nuestros pequeños grupos de laboratorio. 3 Exponemos las categadas de

1 El Laboratorio de Relaciones Sociales de la Universidad de Harvard facilitó la investigación a que se hace referencia en este artículo. La Rand Corpol'ation, de Santa Mónica, California, proveyó los fondos para el pro­yecto de ,observación actualmente en curso, Estoy en deuda con Philip E. Slater, Asistente de Investigación en el Laboratorio de Relaciones So­ciales, en especial por su trabajo en la última parte de este artículo, sobre problemas de especialización de rol, y eJ;l general por las interesantes dis­cusiones que hemos mantenido sobre la investigación en su totalidad. Tam­bién es grande mi deuda con Christoph Heinicke, miembro del Consejo de Investigaciones en Ciencias Sociales, por sus perspicaces ideas iniciales sobre la naturaleza de la lucha de status, tal como aparece en las series de reu­niones de nuestros gtupOS, En artículos posteriores describiremos este fenómeno. 2 Bales, Robert F., «A Set of Categol'Íes far the Analysis of Small Group Interaction», en American Sociological Review, vol. XV, n~ 2, abril de 1950, pig" 257-263, Bales, Robert F,> y Strodtbeck, Fred L., <~Phases in Group Problem Solving», en !oumal o/ Abl10rmal al1d Social Psychology, vol. 46, n'.' 4, octubre de 1951, pág" 485-495, Bales, Robert P., Strodtbeck, Fred L., MilIs, Theodore M" y Roseborough, Mary, «Channels of Communication in SIriall Groups~), en American Socio· ¡ogical Review, vol. 16, n~ 4, agosto de 1951, págs, 461·468. Bales, Robert F,. «Sorne Statistical Problems of Small Gtoup Research))., en Joumal 01 the American Statistical Arsociatioft, vol. 46, n~ 255, septiembre de 1951, p'g', 311-322, 3 Bales, Robert F., In/eraction Process Al1alysis. A Me/bod lor the Study o/ SmalJ Groups, Cambridge, Mass.: Addison.Wesley Press, 1950.

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1

observación en el diagrama 1. Algunos aspectos de sus funda­mentos teóricos en la teoría general de la acción ya fueron anali­zados en los capítulos previos.

Diagrama 1

Serie de categorías usadas para la observación directa del proceso de interacción

Areas de problemas:

Arca 30c1oemooiol\lll

exprcslvo_ iotegrativll: Rencciones

Pos!tivllll

Area de tareas Instrumental­adaptativa.: Intentos de Respuesta

AJea de tareas instrumental ~ adaptativa 1 Preguntas

Area SQeioemodon~1

expreslvo­mlcgratu,.a.: Reacciones

Negativas

A

B

e

D

Categorias de observación:

l. ~lu!!&lra '(lUddrldad. elevn ti ~tatus de .r:,------, l(Js tlemd~, IlY\ldl~. otorgn recompensas,

2. lIIuestra /ibcraciún de tensión. bromea, rie, muestra sntisracción.

3.' Estd ¡fe acuerdo, muestra :leeptnción pasiv:l, comprende, :leude, consiente.

4. Hllce sugcrene/IIB, indic:lciones, r~spc- ~ tando la autonomía de los demás. r-

5. Da opiniones, evalúa, analiza, expresa :;-}

~6-,-~-':-:,_i:-::-:-~-':-Y_'-~~::-:-::~~67,,-.-C¡"~f'-'-m-,,~"~,,-,~., :::: repite, adara, confinna. a b

7. ~¡g~, ~~j~f:~~~~?¿n.información, repetí- ~ I 8. Pide opini6n, evaluación, analisis, e%' ~

presión de sentimiento!.

e d (! f

9. Pid" 4l1gcrcncias, indicaciones, posibles k.-modos de acción. l'

10: Está en desacuerdo, mllestra rechazo pa­sivo, formalismo, 311 a.bstiene de a~·udor.

.11, Muestra Icns{6n, pide ayuda, se cretlrn del climpo, ..

Subclasificación de los problemas sistémicos con respecto a los cuales resulta más relevante cada par de categorías:

a. Problemas de orientación d. Problemas de decisión b. Problemas de evaluación c. Problemas de control

e. Problemas de manejo de la tensión f. Problemas de integración

Condiciones de la observación

Se estudiaron numerosos tipos de grupos, tanto en su marco na­tural como en el laboratorio, obteniéndose algunas de las genera~ lizaciones por analizar antes de comenzar esta serie de observacio­nes. Sin embargo, para los fines expositivos será más simple limitar la descripci6n de las condiciones en que más válidas resultan dichas generalizaciones a la serie de grupos actualmente bajo observación, dado que estos se constituyeron específicamente con el propósito de reunir las condiciones apropiadas.

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'Los grupos observados incluyen entre dos y diez personas, aun­·que también se recogieron datos para algunos integrados por tres a seis personas. Se trata de grupos experimentales de discusi6nj -cada uno de ellos se reunió cuatro veces. Los sujetos son estu­diantes del sexo masculino de la Universidad de Harvard, recluta­dos por medio de la agencia de empleo estudiantil; en el caso típico, no se conocían entre s1 antes del primer encuentro. En cada una de las cuatro sesiones, el grupo examina y discute un «caso de relaciones humanas}>, diferente en cada reunión. Se trata de un tesumen de cinco páginas con datos acerCa de una per­Salla que tiene un empleo administtativo en el que se halla en diti­-cultades con sus subordinados, y sobre la cual los superiores ejercen presión a fin de lograr la realización de una tarea técnicamente importante. Los resúmenes para cada discusión de caso se distri­buyen a los sujetos por separado. Una vez finalizada su lectura, -el experimentador recoge la copia mecanografiada. La forma de presentación es tal que los sujetos no están específicamente seguros .de que todos se hallan en posesión de los mismos hechos; empero, se les asegura que cada uno conoce un resumen exacto de estos, aunque tal vez incompleto. Se les pide que se consideren a sí mismos como miembros del staff administrativo de la autoridad central que aparece en el caso. Esta les habría solicitado que se reunieran y lo analizaran, propor­cionándole la respuesta a estas dos preguntas: 1) por qué las personas en cuestión se comportan como 10 hacen, y 2) qué debe­ría él hacer, Se les" solicita tomar una decisión en cuarenta minu­tos, No se designa ningún líder. El experimentador-anfitrión deja el recinto. La discusión se sigue a través de un cristal de visión unilateral y se registra con un grabador, La interacción observada "Se apunta siguiendo las categorías del diagrama 1. Después de la sesión los miembros llenan un cuestionario donde se les formulan preguntas sobre sus reacciones, su estado de satisfacción, sus relaciones mutuas y sus opiniones sobre el grupo de discusión correspondiente. La tarea concreta particular tiene ciertas características abstractas "que son importantes para producir una variedad de conducta diver­sificada, Al comenzar la observación, "no están resueltos, en su mayor parte, los problemas de "orientación) evaluación y control. Más específicamente:

a. Con respecto a la orientación, los miembros del grupo tienen -cierto grado de ignorancia e inseguridad acerca de los hechos des­tacables, pero poseen individualmente hechos relevantes para tomar su decisión, La única manera de arribar a una orientación o defi­nición cognitiva común es a través de la interacción. b. Con respecto a los problemas de evaluación, los miembl'os del grupo poseen, por 10 común, valores e intereses algo distintos,

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1,-",

y la tarea es tal que involucra algunos valores e intereses diferen· tes, como criterios mediante los cuales han de juzgarse los hechos y ~l ~~rso de acción propllesto. Nuevameme, el problema de llegar a ]UlClOS comunes de valor, necesarios para un plan concreto, debe resolverse a través de la interacción y solo a través de ella, e, Con respe:to a los problemas de control -es decir, los inten­tos de los miembros para influir directamente la acción de cada uno de los ot,ros y llegar a un plan concreto-, la aceptación de la tarea determ1l1a en la mayoría de los casos una presión bastante fuerte en pro de una decisión grupal, con la expectativa de que la excelencia de la decisión puede ser y será evaluada por cada llno de ellos y por el experimentador, de modo que la misma afectará su status, Existen varias decisiones o soluciones alternativas posi. bIes,. con grados .inciertos de frustración o satisfacción potencial aSOCIados a las dIversas elecciones.

Esta.s condiciones abstractas, cuyo énfasis v-aría según las circuns· tanclas, se presentan -en una forma bastante análoga a esta­en muchas conversaciones de grupo, grupos de trabajo, comisiones, y otros casos semejantes. Cuando a las tareas o problemas grupales les falta alguna de las tres características abstractas que hemos descripto (a, b, c) decimos que están «Uuncos», Si las tres están notoriamente presentes, consideramos que es un problema «com­pleto». Creemos que estos problemas completos nos proporcionan u?a mejor oportunidad para explorar la gama e interconexiones de diversas clases de conducta social; por ese motivo, se han comen­zado a desarrollar normas empíricas y un cuerpo de teoría en torno a este conjunto particular de condiciones a manera de tarea están­dar de diagnóstico. Una vez establecida 'esta coordenada de base pueden describirse otras series de condiciones -de las cuales s~ esperan resultados diferentes- como modificaciones, acentuacio­nes o reversiones de las condiciones de laboratorio, Cuanto más aprendamos sobl'e los efectos típicos de la tarea diagnóstica par­ticular que empleamos, más capaces seremos de usar las discre­pancias respecto de nuestras pautas básicas típicas de interacción observada corno indíca~ores diagnóstico de las personalidades, la cultu.ra y la organ.ización de roles de los participantes, dado que todos estos conjuntos de condiciones influyen sobre la manera en que se produce realmente la interacción, Algunas de las principales uniformidades de conducta que hemos en~~n~rado se expondrán, en forma sucinta, para cada modo de analtsls de los que nos ocuparemos más adelante, El espacio no permite presentar evidencias detalladas. En general, las pautas descriptas y ejemplificadas se refieren a uniformidades aproxima­das. o promedio, obtenidas en agregados de gran cantidad de seSIOnes de grupo, que se realizaron bajo condiciones externas va­riables al azar, Por otra parte, rigen con mayor uniformidad, y en

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rr--1'1

1\· particular, en las condiciones cOlIlpletas d~ l~ tarea estándar de I diagnóstico que hemos descripto con anteriOrIdad. ! i

El perfil de actividad y el problema del equilibrío

Una característica interesante de la interacción es la distribución del número total de actos en las doce categorías, según la cualidad. Se llama perfil a una distribución de este tipo en tasas ~orcen~a­les basadas en el total. En el cuadro 1 se presenta una ¡[ustraUva comparación de los perfiles de grupo de ~os grupos. de ci:,co hombres cada uno, trabajando en la tarea estandar de dIagnóstico.

Cuadro 1

Perfil de UII grupo «satisfechol> y de un grupo «no satisfecho» en un caso de tarea de discusión

PERFILES DE REUNION EN PORCENTAJES

No Promedio Promedio de Satisfecho o tasas por TIPO DE ACTO satisfecho o o de ambos secciones

1. Muestra solidaridad 0,7 0,8 0,7 2. Mues~ra liberación de

7,3 25,0 tensión 7,9 6,8 3. Está de acuerdo 24,9 9,6 17,0

.04. Hace sugerencias 8,2 3,6 5,9 5. Da opiniones 26,7 30,5 28,7 56,7 6. Proporciona orientación 22,4 21,9 22,1

7. Pide orientación 1,7 5,7 3,8 8. Pide opiniones 1,7 2,2 2,0 6,9 9. Pide sugerencias 0,5 1,6 1,1

10. Está en desacuerdo 4,0 12,4 8,3 11. Muestra tensión 1,0 2,6 1,8 11,4 12. Muestra antagonismo 0,3 2,2 1,3

Porcentaje total 100,0 100,0 100,0 100,0 Puntaje bruto total 719 767 1.486

'* El más alto de los dieciséis grupos, Después de la reunión, los miembros clasificaron su propia satisfacción por la solución con un promedio de 10,4, según una escala que oscilaba entre O y un máximo po~i~le ?e 12, ** El más bajo de los dieciséis grupos. En él, la clasIftcacIón de satisfac­ción comparable fue de 2,6.

En este ejemplo, el grupo «satisfecho» obtuvo una tasa más alta de sugerencias seguidas más a menudo por reacciones positivas y menos a menudo por reacciones negativas, que el «no satisfecho», Sin embargo, los perfiles producidos por los grupos no exhiben una diferencia completa y radical. El perfil producido por e! pro· medio de estos dos grupos ilustra!Ívos tipifica aproximadamente

108

)

los promedios de agregados mayores, en condiciones estándar de laboratorio, Los Intentos de Respuesta -es decir, proporcionar orientación, opiniones y sugerencias- siempre son más numero­sos que sus Preguntas conexas -es decir, pedir orientación, opiniones o sugerencias-o Análogamente, las Reacciones Positivas -o sea estar de acuerdo, mostrar liberación de tensión y soli­daridad- por lo común son más abundantes que las Reacciones Negativas -estar en desacuerdo, mostrar tensión y antagonismo-o Intuitivamente resulta indudable que el proceso sería contraprodu­cente y autolimitativo si hubiera más preguntas que respuestas y más reacciones negativas que positivas. En promedio, pata los grupos examinados, las relaciones de las cantidades, tornadas por secciones, son aptoximadamente similares a las del cuadro, Pueden considerarse dichas relaciones como el resultado final de una serie repetitiva de ciclos, cada uno de los cuales consiste en: 1) una perturbación inicial del sistema (preci­pitada por la introducción de una idea, opinión o sugerencia nueva al grupo), seguida de 2) una «serie menguante de retroalimen· taciones» y correcciones, según se termine con la perturbación, se la equilibre, o sea asimilada por otras partes o miembros del sis­tema, Los Intentos de Respuesta -a los que por el momento po­dríamos llamar «Actos Iniciales»- dan cuenta de poco más de la mitad de la actividad total (e! 57 por ciento), correspondiendo la atta mitad, aproximadamente, a las Preguntas y Reacciones Po­sitivas y Negativas. Considerando por separado a las Reacciones, y suponiendo que constituyen e! 50 por ciento del total, cerca de la mitad de las mismas (o sea el 25 por ciento) son Positivas, y terminan pre­sumiblemente con la perturbación introducida por la acción inicial. La otra mitad de las Reacciones no logra eliminar la perturbación. Asimismo, de esta porción que .no acaba con ella, alredor de la mitad (el 12 por ciento del total) son Reacciones Negativas, que precipitan típicamente otro Intento de Respuesta, comenzando así una repetición del ciclo, Del hipotético 13 por dento remanente, cerca de la mitad (7 por ciento) son Preguntas, que también pre­cipitan típicamente otro Intento de Respuesta. Si aproximadamente el 7 por ciento de los Intentos de Respuesta son contestación di­recta a las Preguntas, bien podría llamarse a estas últimas «Reac­ciones», quedando así la relación de l6s «Actos Iniciales» con las -«Reaccion.es» alrededor de 50-50, como supusimos ·antes. Se podría decir que, cuantitativamente (así como cualitativamente, por defi­nición), la interacción es un proceso que consiste en acciones segui~ das de reacciones, El balance de acción· y reacción es uno de los l \ problemas de equilibrio de! sistema.

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Cuadro 2 Matriz de Tendencias Proactivas (probabilidades de producto para un insumo dado). 16 reuniones de grupos

compuestos por 5 personas cada uno

Categoría del acto anterior (tipo insumo)

1 2 3 4

1 MUESTRA SOLIDARIDAD, eleva el status

Categoría del acto siguiente (producto)

5 6 7 8 9 10 11

Total (porcentaje)

12

de los demás, ayuda, otorga recompensas: 6,8 9,1 22,7 29,5 18,2 4,5 2,2 6,8 99,8 2 MUESTRA LIBERACION DE TENSION,

bromea, rie, muestra satisfacción: 1,6 37,5 1,6 6,3 21,9 9,4 0,8 1,6 2,3 3,1 3,9 10,2 lOO). 3 ESTA DE ACUERDO, muestra aceptación

pasiva, comprende, acude, consiente: 3,0 4,6 6,6 9,7 41,6 22,1 2,8 2,1 0,7 5,1 0,8 0,8 99,9

4 HACE SUGERENCIAS, indicaciones, res-petando la autonom,ía de los demás:. 2,6 4,8 1,6 55,6 19,3 9,6 1,0 2,6 0,6 1,0 1,0 0,3 100,0

5 DA OPINIONES; evalúa, analiZa, expresa sentimientos y deseos: 2,3 4,4 1,6 5,0 60,1 17,0 1,8 4,4 0,7 0,9 1,4 0,3 99,9

6 PROPORCIONA ORIENTACION, infor-mación, repite, aclara, confirma: 0,2 2,1 0,2 3,4 22,6 61,4 4,7 2,8 1,3 0,4 0,8 0,2 100,1

7 PIDE ORIENTACION, información, repe-tición, confirmación: 1,1 1,1 1,1 6,5 19,4 38,7 21,5 7,5 1,1 1,1 1,1 100,2

8 PIDE OPINION, evaluación, análisis, ex-presión de sentimientos: 3,2 9,7 31,2 26,9 4,3 19,4 2,2 2,2 1,1 1002

9 PIDE SUGERENCIAS, indicaciones, posi- ' bIes modos de acción: 3,2 6,5 16,1 22,6 19,4 3,2 19,4 6,5 3,2 100,1

10 ESTAENDESACUERDO,muestrarech",o pasivo, formalismo, se abstiene de ayudar: 1,2 2,5 1,6 6,6 51,4 21,8 4,1 2,5 0,8 1,6 5,3 0,4 99,8

11 :MUESTRA- TENSION, pide ayuda, se «re-tira del campo»: . 4,2 2,1 8,3 45,8 35,4 2,1 2,1 100,0

12 MUESTRA ANTAGONISMO, disminuye el status de los demás, defiende o afirma suyo: 5,927,5 5,919,6 7,8 5,9 2,0 3,921,6 IDO,!

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Cuadro 3 .Matriz de Tendencias Reactivas (probabilidades de producto para un insumo dado). 16 reuniones de grupos com­

puestos por 5 personas cada uno

Categoría del acto anterior (tipo insumo)

1 2 3 4

Categoría del acto siguiente (producto)

5 6 7 8 9 10 11

Total (porcentaje)

12

1 MUESTRA SOLIDARIDAD, eleva el status de los demás, ayuda, otorga recompensas: 28,4 11,9 3,0 13,4 14,9 11,9 4,5 4,5 3,0 1,5 3,0 100,0

2 MUESTRA LIBERACION DE TENSION, bromea, ríe, muestra satisfacción: . I 0,7 68,2 3,2 3,1 10,2 6,7 2,2 1,5 0,3 1,7 0,6 1,5 99,9

3 ESTA DE ACUERDO, muestra aceptaClon pasiva, comprende, acude, consiente: 0,6 2,7 15,9 8,5 40,8 21,4 2,3 3,0 0,9 2,7 1,0 0,2 100,0

4 HACE SUGERENCIAS, indicaciones, res-petando la autonomía d~ los demás: 1,3 6,7 46,0 8,6 9,2 8,8 2,3 1,5 1,5 12,4 1,3 0,4 100,0

5 DA OPINIONES, evruua, analiza, expresa sentimientos y deseos: 0,6 4,3 48,9 2,2 19,2 6) 23 28 03 11,8 0)6 0,6 99,9

6 PROPORCIONA ORIENTACION, infor- ' , , mación, repite, aclara, confirma: 0,6 5,8 35,0 3,6 15,2 24,0 5,6 1,3 0,4 5,7 1,1 1,7 100,0

7 PIDE ORIENTACION, información, repe-tición, confinnación: 1,0 5,6 07 10 O 73 7 56 1 O 03 1 6 0,7 100,2

8 PIDE OPINION, evaluación, ana1isis, ex- ' , , , , , , presión de sentimientos: 1,5 5,4 9,2 2,4 459 13 2 107 3 O 0,5 4,4 2,0 2,0 100,2

9 PIDE SUGERENCIAS, indicaciones, posi- ' , , , bIes modos de acción: 13,2 35,8 28,3 9,4 1,9 1,9 3,8 3,8 1,9 100,0

10 ESTA EN DESACUERDO, muestra reeh",o pasivo, formalismo, se abstiene de ayudar: 0,3 6,6 12,4 5,2 25,0 13,5 3,6 2,0 0,3 24,2 3,9 3,0 100,0

11 MUESTRA TENSION, pide ayuda, se «re-tira del campo»: 4,1 7,2 5,2 2,1 39,2 22,7 2,1 4,1 4,1 9,3 100,1

12 MUESTRA ANTAGONISMO, disminuye el status de los demás, defiende o afirma su yo: 1,0 18,1 4,8 3,8 12,4 11,4 1,0 3,8 5,7 1,9 36,2 100,1

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Tendencias de actos-a-actos y el problema del equilibrio

Examinando las frecuencias con que cada tipo de actividad tiende a ser seguido por cada uno de los otros tipos es posible lograr una ~comprensión más detallada de las tendencias equilibrantes a traves de las cuales surgen los perfiles característicos. En los cua­dros 2 y 3 se exponen dos matrices de insumo-producto que mues­tran estas tendencias de actos-a-actos. Tales matrices particulares se obtuvie,ron me:c:ed a las tabula~iones basadas sobre las «grabacio­nes de mteracclOn», correspondientes al total de las dieciséis sesio­nes ~umplidas) en esta serie de observación, por los cuatro grupos de CincO hombtes cada uno. Se considera que el número total de actos-productos (output acts) que ocurrieron después de cada acto de tipo ins~r,no (input type 01 ~ct) constituye el 100 por ciento, y las probablhdades para cada tIpO acto-producto derivan de una descomposición en porcentajes. Se observará que se exponen dos matrices; a una se la denomina Matriz de Tendencias Pl'oactivas y a la otra Matriz de Tendencias Reactivas. Por supuesto) se podría producir una matriz única omitiendo esta distinción, pero aquella no tendría en cuenta que la acción «cambia de manos» en ciertos puntos, pasa de un miemw bro a otro. Y este hecho resulta crucial, dado que el problema del equilibrio de los sistemas sociales no implica simplemente la conw secución de un cierto «balance» en la relación mutua de tipos de actos. cualitativamente diferentes) como muestra el perfil. Al misw mo tiempo. -y c:m carácter igualmente intrínseco~ es un pro­blema relativo a CIerto balance del modo en que estas actividades se distribuyen entre miembros distilltOS. Para las matrices ex­puestas, el distingo entre «proac~ióm> y «reacción» depende de la oscilación miembro-a-miembro de la actividad. Simplemente, se llama «proactivo» al acto que es continuación directa del tiltimo acto, siendo ambos producidos por el mismo miembro_ El acto que sigue inmediatamente al último acto de otro miembro se llama «reactivo». Esta distinción está basada en un~ sugerencia de Murray:

Sugiero [ ... ] que se use el término proacción, en contraste con el de reacción, para designar una acción que no sea iniciada por la situación externa confrontante sino espontáneamente desde adentro. Es probable que una acción de este tipo forme parte de un programa de series) guiado por alguna fuerza direccional (pro­pósito) subsidiaria a un propósito orientado hacia un punto más distante. Como regla, una proacción no es simplemente homeostá~ tica, en el sentido de que sirva para reintegrar al organismo a un equilibrio antes disfrutado o a un estado de bienestar_ Si tiene éxito, su resultado es la adición o producci6n de algo: un nuevo

112

", agregado si se trata de una construcción física) o más dinero en "" el banco, o un mayor grado de cohesión social, u otro capitulo de

una novela, o la formulación de una nueva teoría. Los integrados ,de series, de planes, estrategias e intentos de proacciones dirigidos a metas distantes constituyen una gran parte del sistema del ego) el

. orden establecido de la personalidad, que inhibe impulsos y renun-cia a cursos de acción que interfieran el progreso a 10 largo de las líneas elegidas en la vida. 4

Aunque la definición operacional de este distingo, con el objeto de tabular los datos procedentes de los registros de la interacción, no corresponda con exactitud a la distinción teórica de Murray la idea básica es la misma. En la interacción cara a cara resulta 'vá­lido, en general, sostener que el primer acto de una persona pro­ducido a continuación del último acto de alguna oUa está «pro­vocado» por este, que cumple el papel de <<estlmulm>, y tiene as! una cualidad «reactiva» frente a él. A la inversa, también es sufi· cientemente cierto que a medida que una persona continúa hablan­do su actividad tiende a cambiar hacia una cualidad «proactiva», dirigida adaptativa e instrumentalmente al logro de finalidades más distantes. Ahora la actividad está dirigida hacia la situación confrontante externa, incluyendo la situación externa al grupo en su conjunto, más que iniciada por ella en forma inmediata, como en el «caso reactivo». Se advertirá al pasar que el término «inicia­ción de la acción» es ambiguo, por cuanto a menudo se 10 define empíricamente como la suma de todos los tipos de actividad «pro­ducidos» por un individuo específico, pero por lo común trae aparejada la connotación teórica de «proacción». La Matriz de Tendencias Proactivas muestra bien a las claras que cuando la misma persona continúa bablando, después de haber producido un acto de orientación, opinión o sugerencia, hay una alta probabilidad de que prosiga con el mismo tipo de actividad (probabilidades de alrededor de 0,61, 0,60 Y 0,55), presumible­mente en un «programa de series» conexo, según la expresión de Murray. Y aunque no continúe con esa misma categoría de acti­vidad, sigue siendo relativamente alta la probabilidad de que 10 haga con uno de los tres tipos llamado Intentos de Respuesta. Si su acto anterior fue una Pregunta de algún tipo y continúa haR blando . ~1 mismo en vez de ceder la palabra a ~tra persona, las probabIlIdades más altas son de que repita, o de que adelante un Intento de Respuesta. Las tendencias a continuar proactivamente en el área de In!entos de Respuesta son en verdad muy fuertes, aun cuando el mIembro haya comenzado su participación con una Reacción frente al otro. Como todos sabemos un acto de acuerdo ,

4 Murray, Henry A., «Toward a Classifícation of Interactions» en Parsons 'f Shils, comps., Toward a General Theory 01 Action Harvard University Press, 1951, págs. 439-440. '

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es a menudo un modo de «interceptar la puerta con el pie» a fin de «entrar» y exponer las propias ideas. Y en forma similar, cuando se ha estado en desacuerdo, es muy probable que se COn­tinúe y «diga por qué». En cualquiera de estos casos, es notable la tendencia a presentar los argumentos en términos de «opinión» en vez de «hechos». Aunque la Reacción precedente haya estado muy involucrada en el área afectiva existe una apreciable tendencia a continuar en esa misma área. Si el acto anterior fue un despliegue de antagonismo, es probable que el acto presente sea otro del mismo tipo, a menos que pase de largo y desemboque en una liberación de tensión; cualquiera de ellos es más probable que un retorno directo al área de tareas. Análogamente, cuando el último acto fue de liberación de tensión, es probable que el próximo acto sea otro de ese mismo tipo, siendo no obstante apreciable la tendencia a continuar con un acto de antagonismo (posiblemente una broma). Una vez que se ha puesto en marcha un ciclo tal de antagonismo y de liberación de tensi6n, la tendencia aparente es que continúe hasta que se «desangre» el mayor potencial de tensión implícita y llegue a un nivel sustancialmente más bajo. Se dan ciclos similares entre la exhibición de tensión y la exhibi­ción de liberación de tensión, aunque estos no aparecen en la matriz debido a que, según nuestra convención para los puntajes (que ahora hemos cambiado), tanto las «bromas» como las risas se clasifican en la categorfa dos. En la actualidad clasificamos a las bromas en la categoría uno o en la doce, teniendo en cuenta si el blanco de la broma es miembro del grupo inmediato o está fuera de él. Creemos que esta convenci6n representa de manera más satisfactoria la dinámica afectiva del proceso, pero como resul~ tado del cambio introducido obtenemos muchos más puntajes en la categoría uno que antes, y unos pocos más en la categoría doce. Este cambio de puntaje sólo implica que, sobre la hase de la expe­riencia y la intuición, suponemos ahora que una de las razones por las cuales antes era tan bajo el número de actos en estas dos categorías (del Ol'den del uno o dos por ciento) obedecía a que, en nuestro tipo particular de grupos, el manejo del afecto positivo y negativo se producía, típicamente, más «en broma» que «en serio:+. Sin embargo, ya sea en broma o en serio, estos ciclos de actividad afectiva, una vez comenzados, tienden a «continuar», así como lo hacen las «series» de actividad instrun1ental-adaptativa. Tal como vemos el problema, la actividad instrumental-adaptativa del participante anterior tiende a crear tensiones en el actual parti­cipante, hasta el punto en que se introduce en el proceso y pasa a una actividad de relevancia expresivo-integrativa, que tiende a «desangrar» la tensión hasta que él mismo cambia el foco y con­tinúa otra vez con la actividad instrumental-adaptativa. El proble­ma del equilibrio es, en esencia, el problema de cómo establecer

114

ordenamiel1tos (o una «6rbita de actividad») mediante los cuales , eLsisterna cumpla un ciclo repetitivo; dentro de él todas las per­

turbaciones originadas en una fase se reducen en alguna otra. El , ... , d:llelna de todos los sistemas de acción es que no puede reducirse

'ninguna perturbación sin originar otra. :La"pel'sonalidad individual es un sistema de acción de este tipo, y en-ola Matriz Proactiva pueden verse algunas de sus tendencias ~íclicas. No obstante, la combinaci6n de dos o más personalidades en interacción también es un sistema de acción. En realidad, es en este nivel en el que puede considerarse que las propiedades sisté­

, . micas están más completamente articuladas en la conducta obser­, vable manifiesta. El «pasaje» de conducta reactiva a conducta pro-­

activa puede observarse en la persona individual mientras dure su participación, pero el pasaje de proactiva a reactiva es más notable en aquellas coyunturas del proceso en que la acción cambia de manos. Cuando ocurre esto, lo que pasa con la cualidad de la acción puede verse en la Matriz de Tendencias -Reactivas. Si el acto anterior de otro miembro fue un Intento de Respuesta, hay probabilidades muy altas de que el acto presente sea una Reacción Positiva, específicamente un acuerdo, en vez de conti~ nuar en el área de tareas; con todo, la persona que reacciona muestra tendencias apreciables a continuar directamente con opi­niones o información adicionales. Las probabilidades (para estos grupos) de reacciones positivas sobrepasan en alto grado las pro­~abilidades de reacciones negativas; esto se cumple en la genera­hdad de los casos, con excepción de ciertos gr'upos ocasionales. Teóricamente, tendemos a suponer que el predominio de reaccio­nes positivas sobre las negativas es una condición para el equilibrio o mantenimiento del estado constante del sistema. El razonamiento sería más o menos el siguiente: suponemos que las metas instlu­mental-adaptativas del sistema implican el mantenimiento de un cierto nivel de ~<producto de ejecución», y que este nivel tiende a disminuir sin la aplicación continua y exitosa de esfuerzo, energía y actividad a las realidades de la situación externa. Pero el nivel de ejecución no puede mantenerse mucho tiempo si no 3e man­tiene también el nivel de satisfacción difusa, que depende del logro de las metas expresivo-integrativas. La «órbita» estable completa tendrá que incluir libel'ación de tensión, gratificación y una re­troalimentación de sanciones positivas a b( s) persona (s) que ejecuta(n) las actividades instrumentales, de modo tal que las «:efuel'ce» (en el sentido de la teoría del aprendizaje), ffiante­Oléndolas, ya sea en lo mismo que están haciendo, o generalizando en forma apropiada a partir de sus ejecuciones anteriores. Las reacciones negativas tienden a inhibir la conducta que las precedió, pero no proporcionan las bases para constituir una órbita estable y positivamente definida. Su generalización tampoco ayuda dema­siado para encontrar esa órbita. Solo tiende a invalidar o a irIhibir

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posibles 6rbitas no experimentadas, en tanto continúa la 'fluctua~ ci6n inestable del sistema, de «búsqueda» o de «ensayo y erro!'».,, __ Además, cada fracaso y cada reacción negativa tienden a proddcit:; por del'echo propio perturbaciones y de este modo reducen direc- '. tamente los niveles de satisfacción. Suponiendo una equivalencia' cuantitativa entre las unidades de acci6n observadas (una suposi­ción sin muchos fundamentos, pero no inconcebibleL se podría concluir que cada reacción negativa requeriría al menos una reac­ción positiva, simplemente para contrarrestar las perturbaciones introducidas por la primera. Sobre la base de estos supuestos, si las reacciones positivas solo son iguales a las negativas, el sistema apenas se las arregla para contrarrestar las perturbaciones introducidas por la «fricción» de sus propios instrumentos de control, y los niveles de ejecución y satisfacción tenderán a disminuir a causa de la falta de esfuerzo y actividad instrumental aplicados de manera constructiva y exitosa a la situación del sistema. Se acaba por ver que dichos niveles solo podrán mantenerse en estado constante si se encuentra una órbita en la que las reacciones positivas pesen más que las negativas; el grado de preponderancia requerido dependerá entonces de facto­res tales como los niveles de expectativa o aspiración, la severidad de las demandas situacionales, y la habilidad o recursos de los actores respecto de las aspiraciones y las demandas de la situación. De esta formulación teórica se.infiere, obviamente, que los niveles de satisfacción de los miembros, al finalizar un intento de reso­lución de problemas, serán una función del grado en que las reac­ciones positivas excedieron a las negativas durante el proceso. Los dos perfiles ilustrativos antes presentados demuestran esta rela­ción. Hay muchos modos de construir índices simples a partir del balance de las tasas en los perfiles, el cual da predicciones de satisfacción razonablemente buenas. _ Todavía no sabemos cuál es, en general, el mejor. Hemos probado algunos, cuyas correlaciones con la satisfacción promedio al término de las reuniones tienden a fluctuar entre 0,6 y 0,8. Otra inferencia posible es que los puntajes de satisfacción de los miembros individuales tenderan a ser una función de la preponde­rancia de las reacciones positivas sobre las negativas que cada uno de ellos haya recibido. Todavía no hemos explorado con deteni­miento esta hipótesis, pero existen indicios de que los miembros de status más elevado tienden a recibir proporciones relativamente más altas de reacciones positivas, y en general tienen puntajes más altos de satisfacción. Como hipótesis de trabajo, creemos que el grado de satisfacción tiende a ser más alto en los miembros de status más elevado, y a decrecer a medida que disminuye el statuS. Sin embargo, ciertamente no habría que esperar (basándonos en la teoría) correlaciones perfectas, ora entre los perfiles de todo el grupo y las satisfacciones promedio al término de las reuniones,

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entre las reacciones positivas recibidas por cada miembro y sus 'satisfacciones también al-término de las reuniones. La razón es que se ignoran, por lo corriente, los niveles de los cuales se partió; además, pensamos que están involucrados otros factores, tales como la severidad de las demandas situacionales, las habilidades o recursos de los miembros, y el contenido y rigor de los niveles de expectativa o aspiración. Todavía queda mucho por hacer en este sentido. En la Matriz de Tendencias Reactivas se advertirá que la tenden­cia a contestar con una Reacción Positiva o Negativa a un Intento de Respuesta aumenta, desde un ptimer acto en que se propor­ciona orientación, a otro en que se dan opiniones, y a uno más en que se ofrece una sugerencia. Se podría decir que la «urgencia» por producir una Reacción Positiva o Negativa crece a medida que las proacción se hace más «directiva» o «constrictiva». La proba­bilidad de que un acto en que se proporcione orientación provoque un desacuerdo es solo de 0,06 aproximadamente; en cambio, un acto de opinión tiene una probabilidad de alrededor de 0,12, y la

. de un acto de sugerencia es algo mayor aún. Pero es menos pro­bable que este acto de sugerencia provoque un acuerdo, en com­paración con un acto de opinión. Si se construye un índice en que se represente la probabilidad de desacuerdo como un porcentaje de la probabilidad de acuerdo, dicho índice se elevará de 0,16, en respuesta a un acto de orientación, a 0,24 en respuesta a uno de opinión, y a 0,26 en respuesta a uno de sugerencia. La diferencia entre los dos últimos es muy pequeña, pero en la dirección espe­rada. Debe señalarse que en la Matriz Proactiva la probabilidad de que un miembro continúe con un acto de opinión después de un desacuerdo es muy alta (0,51). En consecuencia, en la Matriz Reactiva las respuestas a una opinión son a menudo respuestas a una opinión emitida en apoyo de un desacuerdo previo. Si se aco­metiera la tarea de separar aquellos casos en los que se dan actos de orientación, opinión y sugerencia sin que medie un desa­cuerdo previo, es probable que las diferencias entre ellos resulta­rían mayores. Para la teoría de los problemas del equilibrio en pequeños grupos son fundamentales las nociones siguientes: es probable que la proacción provoque reacción; la probabilidad de reacción aumenta a medida que el proceso pasa desde los problemas de orientación a los de evaluación y control; y la reacción tenderá a volverse hacia el lado negativo en la medida que las implicaciones de los actos se hagan más «directivas» y «constrictivas». El problema presenta muchas facetas, y las soluciones también se elaboran en muchas direcciones; esto se verá más adelante, cuando se analice el modo en que la participación tiende a estar distribuida entre los miem­bros, y cómo tiende la cualidad de la actividad a atravesar una serie de fases que constituyen un ciclo cerrado en el tiempo;

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asimismo, lo veremos al observar de qué manera afecta ~el~,~,ú~~71P de miembros el proceso, cómo tienden a aparecer los rendados, y cómo tiende a cambiar la estructura de roles a lo de una serie de reuniones. En lo Matriz de Tendencias Reactivas puede verse que las proba- . bilidades de que una Pl'egurita que surja en otra persona provoque un Intento de Respuesta complementario o afín son muy altas. Tal vez no haya nada notable en ello, pero proporciona evidencias respecto de un tipo de «continuidad razonable» en el proceso: el sistema persiste en una dirección instrumental~adaptatlva de mo~ vimiento una vez comenzada, a pesar de que la acción cambie de manos de un miembro a otro. Las Preguntas proporcionan un medio de desviar el proceso hacia la dirección instrumental~adapta~ tiva de movimiento, con una baja probabilidad de que se provoque una reacción afectiva; además, constituyen un modo sumamente eficaz de trasladar la iniciativa al otro. Sin embargo, nuestra impresión es que, en proporción, el número -de preguntas que surgen de un intento anticipa torio consciente para guiar de este modo el proceso es pequeño en nuestros gru­pos. Probablemente aparecen más a menudo después de haberse producido tensiones a causa de fracasos previos, como ~esultado de desacuerdos, controversias y «retractaclOnes» de tentativas pre~ maturas por proseguir en forma más «directiva». Las Preguntas suministran una «salida neutral» -un procedimiento para «poner punto fina!», utilizado como último. recurso cua?do se prevén reacciones negativas en el caso de contlnuar uno mIsmo-. Al me~ nos esta forma de considerar el proceso explica bastante bien por qué las tasas de Preguntas son en ge~eral tan bajas (cerca de l~ mitad de las de las Reacciones Negativas). Las Preguntas consti­tuyen la última de las «series m~nguantes de retroalime~taciones» que hemos mencionado, y solo tlenden a ser puestas en Juego des~ pués de! fracaso de controles más directos y obvios para equilibr~r e! sistema. Dado que tienden a impedir que e! que pregunta conti­núe exponiendo sus ideas, brindan e~casas oportunidades p~ra ele­var el status propioj por el contrariO, ceden esta 01?ortufl1~ad al 'otro. Así, podría suponerse que habrá una tendenc1a a eV1tarlas -excepto como último recurso- en los casos en que haya mucha competencia, como sucede por lo córriente en nuestros grupos -carentes en un principio de líderes. Los que poseen un status alto fijo, o los que hayan aceptado esencialmente un status bajo, pue­den «permitirse el lujo» de hacer Pregun.tas, pero no aquellos que están en lo más reñido de la competenc1a. La tendencia a que el antagonismo provoque antagonismo es m~~ cho más notable cuando la acción cambia de manos (en la MatrlZ Reactiva) que cuando continúa la m~sma pe:sona (en .la. ~atriz Proactiva). Análogamente, en la MatrIZ Reactiva, la exhlblclOn de solidaridad tiende a provocar una reacción similar. Cada tipo

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.fecto señalado tiende a llevar a una liberación de tenslOn, ~lase de actividad, una vez desatada, tiene muchas más ; ~~~~:!¡~~~~e~ de continuar que cualquier otro tipo. «La risa es

;~', , como se dice comúnmente. En este contexto se trata ejemplo de la tendencia del sistema a continuar con la

, de movimiento que ha adoptado, a menos que se vea por otros factores. Se lo interpreta como un mecanismo

p~r el cual tienen lugar en un corto lapso cambios masivos en el ,nivel de tensión, y lo típico es que aparezca solo periódicamente~

'. con períodos intermedios de vigorización de la tensión, como se señalará más adelante al analizar el movimiento de fases. '~a interpretación de la tasa de liberación de tensión para grupos 'dados es un problema muy discutido. Consideramos que una «tasa moderada» (de alrededor del 7 u 8 por ciento) está asociada con el logro exitoso del equilibrio luego de sufrir los riesgos normales. Las tasas muy bajas nos llevan a esperar un alto grado de tensión residual, y las muy altas a buscar fuentes extraordinarias de ten­sión. La medición de los niveles de satisfacción, llevada a cabo mediante preguntas formuladas con posterioridad a las reuniones, parecería mostrarnos el camino para entrar a este problema, pero ya hemos indicado los complejos determinantes de la satisfacción. Sin embargo estos problemas de interpretación son generales, no específicos de ciertos tipos de actos o resultados de actos. Las implicaciones totales de una teoría del equilibrio, como recurso interpretativo, residen en que los determinantes de cualquier parte del proceso, o de cualquier resultado del mismo, son complejos, y deben buscarse en alguna suerte de complicado balance del sis~ tema como totalidad, más que en una maximización o minimiza­ción de factores supuestamente aislados. En este tipo de enfoque, para comprender un fenómeno "epe/ido hay que mostrar de qué manera encaja en un sistema -o constelación de sistemas entre~ lazados- como uno de los eslabones de un ciclo de actividades u órbita repetitiva y cerrada, que constituye el estado constante de cambio de! sistema, a medida que su equilibrio se perturba y restablece en forma persistente.

La matriz quién-a-quién y el problema del equilibrio

Es posible lograr un mayor desarrollo de! problema de! equilibrio examinando más detenidamente el modo en que la participación tiende a distribuirse entre los miembros. Llamamos «matriz quién~ a-quién» al número total de combinaciones posibles diferentes de la persona que está hablando y la persona a quien se dirige, para un período dado. El sistema de puntaje comprende los actos que

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se encaminan tanto al «grupo en su conjuntO» como a individuos .. .ji especificas. '

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En el cuadro 4 presentamos> a manera de ejemplo, una matriz que b·.S ..... '" ~ ,~ '" .... ~

reúne una serie de 18 sesiones de grupos compuestos por seis '" '" "' N .... .... .... " • N •

hombres, en todos los tipos de actividad. Esta matriz se obtiene ci

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mediante el ordenamiento jerárquico de los miembros de cada " ~

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sesión, según las cantidades totales de participación producidas, y " o ~

luego se suman conjuntamente todas las categorías de una persa-~ e '" Ol

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na, las de dos personas, las de una persona que habla con las de ~ 'Vg~ '" .... ..,. a

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dos personas, etcétera. " ".; o o ~

.... '" · Bajo condiciones distintas, la pauta de distribución difiere minu-

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ciosamente. Por ejemplo, en los grupos carentes de algún líder <>..

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designado, la participación tiende ,por lo general a ser más iguaU- '" · ~

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taria que en los grupos con líderes ya nombrados y de alto status. o o o

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Pese a estas diferencias, la distribución de las cantidades totales .., '" 00 '" '" ~ '" '"

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de participación de cada miembro, así como la pauta de quién <:> " N (;; ..,. ~ o B

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"' N • f-< .S N .... ~ N H

habla -y cuánto- a quién (y c6mo, cualitativamente) parece " ~

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janzas entre los grupos, y ciertas gradaciones regulares según el o'" ~'N '"

tamaño del grupo. " '" !::; N $ '" '" '" H

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o~ "' .... ..,. N '" " '" '" Estas generalizaciones pueden ejemplificarse, en parte, haciendo ~ ~~

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referencia al cuadro 4. Si se ordena jerárquicamente a los compo-~ " '~

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nentes de los grupos según la cantidad total hablada por cada uno -iJ " ~ '" r-. N ..,. ~ .... '" ~ • • '" <:> ~

00 " (<<jerarquía básica de iniciativa») ,. veremos que se les habla en

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cantidades proporcionales a su' orden jerárquico. En términos ge-,,~

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nerales, se devuelve a cada individuo aproximadamente la mitad 'N <:> '" '" "' "' '" '" o • ~~ • '0

de lo que él dio, Se recordará que cerca de la mitad de toda 2:: ti u ~

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interacción es «reactiva», y que cada persona pasa cierta parte de oo~ '"

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su tiempo reaccionando frente a los actos iniciales de los otros. Sin "h o "' ~ "' N

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embargo, el tiempo empleado en reaccionar frente a otros indí-~ '" N ~ ~ '" '" "" ;g ~ ~ :i:

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junto difiere según la jerarquía del miembro. Los perfiles de los g. .:'

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descendemos en la jerarqu.1a. Las personas ubicadas en jerarquías ,~ ~ " • N ~~ I

altas tienden a tener más Intentos de Repuesta proactivos en sus ~

perfiles y a dirigir más actos hacia el grupo en su conjunto que las 'N ~ 00

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" '" '" " O O" ubicadas en jerarquías bajasj por su parte, estas últimas tienen

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más «Reacciones}>, positivas y negativas, y dirigen la mayoría de '" '" MH

sus actos a individuos específicos. La diferenciación cuantitativa -2 8..a ""

en la participación está acompañada por la diferenciación cualita- .~ o"

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tiva de los roles de los miembros, o es sintomática de la misma. ~ &t<lg • U

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Por ejemplo, el individuo que está clasificado en el primer lugar ,~ § ...... '" • • H m U ~ ~ ~

de la jerarquía tiende a ofrecer a personas específicas más infor-.~~ <:<l 15 8 (:j 0..8 ~ "

maciones y opiniones de las que recibe; por el contrario, los ~~.~ N "'

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'3 ""' individuos situados en las categorías más bajas manifiestan más

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concordancias o discordancias, y demandan mayor cantidad de f-< • "

información que la que reciben.

120 121

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1,1

Cabría esperar, pues, que la cantidad de participación esté rela~ donada con la jerarquía de status de los miembros. Típicamente, encontramos que el orden que se produce al clasificar a los indi~ viduos, según su «jerarquía básica de iniciativa», en las cantidades totales de participación guarda una correlaci6n bastante alta con el orden que se obtiene si se utilizan sus propias clasificaciones res~ pecto ~ cada uno de los otros, en 10 referente a «productividad»; es deCIr, quién tiene las mejores ideas, y quién hace más por guiar eficazmente la discusión. Norfleet 1) y Bass 6 informan sobre ha~ llazgos similares, con correlaciones de aproximadamente 0,95 en cada caso. Strodtbeck 7 encuentra, por añadidura, una relaci6n bastante confiable entre la cantidad de actividad demostrada y la probabilidad de vencer en decisiones controvertidas, lo cual es un tipo de medida de poder o influencia. Parece estar suficientemente bien establecida la correlación empírica entre el status en algún sentido generalizado, y las cantidades de participaci6~ dadas y recibidas, aunque por cierto no ha de esperarse, en general una

1 " f ' corre aClOn per ecta. Una vez establecidas, esas generalizaciones aproximadas pueden usarse típicamente para producir una valiosa información adicional de diagn6stico, como mostraremos luego. Tal vez algún grupo específico, o algunos tipos peculiares de grupos, presenten excep~ ciones en uno o más aspectos, según las condiciones en vigencia. Las excepciones a la regla empírica' insinúan al investigador que debe buscar condiciones excepcio11-ales. Por ejemplo, a veces se encuentran excepciones particulares a la correlación esperada entre cantidades dadas y recibidas, en los casos en que uno de los miembros discrepa de continuo con los otros, y de este modo tiende a atraer o recibir una cantidad desproporcionada de comu~ nicación. Festinger y Thibaut B produjeron experimentalmente este efecto. También encontramos excepciones semejantes a la genera~ lización cuando dos miembros que interactúan mucho y están de acuerdo en alto grado forman un subgrupo o coalición frente a un tercer miembro a quien se rechaza o se deja de lado. Obviamente, el tamaño del grupo es una importante condición que afecta la distríbuci6n de actividades. De estas indicaciones surge que, cuando'se trata de grupos dt;- más de cinco personas, el indl~

5 Norfleet, Barbara, «lnterpel'sonal ReL'rtions and Group Productivity» en ]OIlr1wl 01 Social Issues, vol. IV, n~ 2, primavera de 1948, págs. 66-69'. 6 Bass, Bcrnard B., <{An Analysis of Leaderless Group Discussiom) en ]ol/mal 01 Applied Psychology, n~ 33, 1949, págs. 527-533. ' 7 Strodtbeck, Fred L., d-Iusband-Wife Interaction over Revealed Diffe­rences», en American Sociological Review, vol. 16, n? 4, agosto de 1951, págs, 468-473, 8 Fcstinger, Lean, y Thibaut, John, «lnterpersonal Communication in Smal1 Gr~ups») en Festingel' y otros, Theory alle! Experiment in Social Commtmi­callOlI, Research Center fol' Group Dynamics, Institllte fOl" Social Reseal'ch University of Michigan, Ann Al-bol', 1950, págs. 37-49_ '

122

,viduo situado en el lugar más alto de la jerarquia tiende a hablar r: mucho más COn el grupo como totalidad que con individuos espe~

cHicos, como se ve en el cuadro 4. Todos los otros miembros tienden a hablar más con individuos específicos (y particulal.'mente con el que está situado en el lugar más alto de la jerarquía) que con el grupo como totalidad, Cada individuo tiende a bablar a cada uno de los otros en una cantidad que es una función de probabilidad, tanto de su propia jerarquía respecto de las obser­vaciones dirigidas al exterior, como de la jerarquía del otro res~ pecto de la recepci6n de la comunicación. fI A medida que aumenta el tamaño del grupo, una propotción cada vez mayor de la acti­vidad ~iende a dirigirse al individuo que ocupa el lugar más alto de la Jerarquía, y una proporción cada vez menor a los otros miembros; a su vez, quien ocupa el lugar más alto de la jerarquía tiende a dirigir muchas más observaciones al grupo en su conjunto, y a exceder en gran medida su parte proporcional. En otras pala~ bras, la pauta de comunicaci6n tiende a «centralizarse» en torno de u~,- líder, a través del cual fluye la mayor parte de la comu­lllcaClOn. Pero si la situación es tal que los participantes esperan interacción pareced.a existir un límite, de aproximadamente el 50 por cient¿ para qu~en ocupa el lugar más alto de la jerarquía; al parecer, esto se relaCiona ~on la tendencia general a que la interacción, con ta~es e~pectat1vas, llegue a una conclusión sistémica en la que, por aSl deCirlo, cada «acción» de un miembto tienda a ser combatida mediante una «reacción» que parta de algún otro. Aun cuando el individuo situado en el lugar más alto de la jerarquía inicie la mayoría de las acciones, debe contar con que ha de recibir una «l'etroalí~lentación de reacciones», positivas y negativas, que ten~ derón a 19ualar la cantidad de acci6n que él inicia, Bien puede ser que las expectativas de «igualdad» que se presentan tan a menudo en los grupos de nuestl'a cultura se refieran más a este balance total de acci6n y reacción que a una igualdad de las cantidades de producto (output) de todos los miembros, que en la práctica nunca se encuentra. P~r lo tanto, puede considerarse que la diferenciación entre los m1embros con respecto a roles y status diferenciados está íntíma~ ~ente re1aci?nada con el problema del equilibrio. Una vez que el SIstema comIenza a moverse en una dirección, la tendencia a seguir en ella -a menos que se presenten fuerzas opuestas- se refle~ ja en la tendencia de miembros determinados a continuar pro~ a~tuando} a r:o ser que los contengan otros miembros. Las Reac~ ClOnes Negativas parecen actuar como un modo de contención presumiblemente a través de los mecanismos del aprendizaje. S~

9 Véase Keller, Joseph B., «Comment on <lChannels of Communication in Small Grollps"», en American Sociological Review vol. 16 n~ 6 diciem~ bre de 1951. ' , 1

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aparición regular debe considerarse como una contención del en­sanchamiento de las diferencias de status, así como un resultado de «errores objetivos» y de intentos por realizar tareas que no logran suscitar una respuesta favorable sobre otra hase. Pero si de acuerdo con nuestra hip6tesis el sistema 110 puede mantener un estado constante sin que preponderen las reacciones positivas sobre las negativas, en el sistema equilibrado se recompensará una cantidad mayor de intentos de realizar tareas, que los que son castigados, y tales intentos han de ser llevados a cabo por personas específicas. Aquí se inserta la importancia crucial de la «generalizaci6n» en el sentido de la teoría del aprendizaje. En cuanto una persona dada «toma el rumbo correcto» y recibe Reacciones Positivas de los otros miembros, se reforzará su direcci6n de movimiento y tenderá a seguir hablando. «Generalizará» a partir de las premisas, lógicas y emocionales, subyacentes bajo su exitoso intento original. Este es el «punto de emergencia» del sistema de símbolos comunes o de cultura grupal, así como de la diferenciación de roles. Y l'ecí~ procamente, los otros miembros «generalizarán», a partir de los primeros intentos de aquel (que en cierto sentido los gratifican) hacia una expectativa de una conducta aún más eficaz por parte del mismo. El miembro comienza a labrar un <áol especializado». El «status» del miembro comenzará a elevarse en la medida que se considere que la actividad que ejecuta es importante en térmi­nos de los problemas funcionales del grupo, sus metas y normas de valor. Habrá una «generalización» a partir del desempeiío es­pecífico de la persona hacia una «posición» adscripta cualitativa en el gmpo, que guarda una relación jerárquica con otras posicio­nes desarrolladas en forma análoga. Al parecer, es de este modo como han de entenderse las tendencias hacia una diferenciación grosel"a de las cantidades de participación dadas y recibidas, las diferencias cualitativas por categorías, y sobre todo, la emergencia de «un individuo que ocupe el lugar más alto de la jerarquía», cuya actividad es, en cantidad y cualidad, radicalmente discontinua con respecto a los intervalos jerárquicos~ más o menos iguales, existentes entre los otros miembros. Un sistema no puede lograr un estado constante sin generalización, pero la acción de está última produce una diferenciación de roles que introduce nuevas tensiones. El precio de la ejecución-_es el status diferenciado. Sin embargo, no debe supOl1erse que porque la generalización, en sus diversos aspectos, haya dado C01110 resultado un statlls y un rol adscriptos para una persona, esta tenga ahora una posición estable. Existen, en apariencia, numerosos'modos en que ella puede debilitarse y estar sujeta a cambios posteriores, de los cuales cabe mencionar a dos como probables. El primero consiste en que, sin modificar su conducta especiali­zada de rol, los efectos de la misma impliquen tensiones ambi-

124

~ -, de algún tipo para los otros miembros, que gradualmente , los lleven a cambiar su percepción del sujeto de que se trate, o las

actitudes hacia este, o la conducta hacia él dirigida. El segundo es que los efectos psicológicos producidos por el mantenimiento 'de una posición dada pueden dar como resultado cambios gradua" les en su conducta (sea por un «exceso de confianza)>, por «des­contento» o de otra forma), que se «abrirán paso» a la postre entre las percepciones estereotipadas de su rol previamente esta­blecido, volviéndose obvios para los otros miembros, y modifi­cando las actitudes de estos hacia aquel. En otras palabras, el pro­blema del equilibrio es relevante en los niveles más macroscópicos de la estructura de roles y en los cambios extendidos en el tiempo, así como en los niveles más microscópicos que veníamos anali­zando. Más adelante, estudiaremos e! desarrollo de! problema del equilibrio en estos niveles. No obstante, tal vez sea útil exponer primero, a manera de ensayo, una muestra del tipo de modelos estadísticos que hemos estado «manejandm>, modelos que ignoran estos problemas más macroscópicos del equilibrio, concernientes al «cambio (en gran escala) de la esttuctura social».

Mode!o estadístico para explorar e! problema de! equilibrio en la matriz

Algunas de las características del hipotético proceso de apl'endizaje que acabamos de describir pueden formalizarse superficialmente en términos de un modelo estadístico. El que presentamos más abajo es el quinto de una serie de modelos explorados de manera infor­mal y descartados a medida que sus deficiencias obligaban a tomar una conciencia más clara de los supuestos que parecen necesarios para «l'eproducir}) las características del proceso corriente, tal como lo encontramos empíricamente. Este modelo no ha sido todavía examinado a fondo, y de ninguna manera se cree que haya de ser el último de la serie. Simplemente se lo expone como un paso más en 10 que se espera resulte la dirección correcta. Lo llamaremos T 5 (T por «temporario»); toma como dadas las ten­dencias acto-a-acto representadas en las Matetias Proactiva y Reac" tiva, enuncia ciertos supuestos adicionales sobre los efectos de los mecanismos de aprendizaje y de la generalización tal como los analizamos anteriormente y, considerando que estos supuestos son válidos, intenta determinar si la matriz quién-a-quién que encon­tramos para los grupos de cada tamaño resultará ser el estado de equilibrio del sistema. No se han empleado matemáticas formales. El modelo se expone de modo de poder hacer un fácil cálculo «Mantecado». Por lo tanto, los resultados obtenidos serán muy «aproximados». Sin

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embargo, bastaron para mostrar que los modelos anteriores. :~CI' podían ser satisfactorios, y esto es todo lo que se requiere para.: ir adelante. Para aligerar la tarea, empleamos típicamente un:' "; grupo real de personas, entregando a cada una de ellas una serie' idéntico de Motrices Proactivas y Reactivas (con 10 cual quedan borradas todas las «diferencias debida a la personalidad») y una tabla de números al azar. El proceso avanza a través de una serie de eleccIones probabilísticas, según un conjunto de «Reglas de Orden» administradas pOi' el experimentador. Otra persona toma nota de los puntajes determinados por las elecciones probabiHs~ ticas, y después se tahulan y analizan estos puotajes de la misma forma en que analizamos los pUlltajes reales. A fin de evitar cualquier malentendido, repitamos esto: el grupo de personas no es l1ecesal'io en ningún sentido -toda la operación está definida por reglas y elecciones probabilísticas, y para llevarla a cabo basta un ayudante de estadística-o Sin embargo, hacer los cálculos como si se tratara de un juego ofrece' un marco excelente para señalar las deficiencias específicas y artificialidades del modelo. Las probabilidades de las Matl'ices Proactiva y Reactiva dadas anteriormente se traducen, para usal' en el modeJo, a tramos de números al azar, de modo que puede hacerse una elección pro­babilística a partir de una tabla de tales números. Por ejemplo, tomemos las probabilidades de lo que ocurrirá a continuación de un acto de la Categoría 1 en la Matriz Proactiva, Las probabílída­des aumentan a 1.000, Para representar esta distancia se "'1man los números al azar 001 a 1.000. La probabilidad de que el ,cto­producto esté en la Categoría 1 es cero en la tabla, de modo que no se asigna ningún tramo de números al azar. La probabilidad de que el producto esté en la Categoda 2 es de 0,068, de modo que para representarla se toma el tramo de números al azar comprendido entre 001 y 068. La probabilidad de un producto en la Categoría 3 es de 0,091, representándola con el tramo de números al azar comprendido entre 069 y 159, Y así sucesiva­mente.

Modelo T5

Los dos primeros elementos del modelo son las dos matrices de acto-a-acto, l'epresentadas en términos de números al azar:

La Matriz de Tendencias Proactivas (Véase cuadro 2)

La Matriz de Tendencias Reactivas ( Véase cuadro 3)

126

dos elementos siguientes del modelo son dos tablas que no "tepres;entan las tendencias como en los casos anteriores, sino las : oportunidades que surgen' del orden de status, y son n:odificadas

. ',por un proceso de «aprendizaje», tal como se exphca en las Reglas de Orden,

La Tabla de Opol'ttlnidades Pl'oactivas

Esta tabla contiene una serie de probabilidades, una p(!xa cada individuo, basta 1. Inicialmente la probabilidad de cada individuo

es de....!. donde N == número de miembros en el grupo. Sin em-N'

bargo, a los fines de este modelo, se designa al I?divid~lo ~ com? «Líder», y se le da un tratamiento especial, segun se 11ldlC~ .mas adelante, En el caso en que sea necesario aumentar la probabihdad de un· individuo, como sucede en el Paso "8 de las Reglas de Orden, se aplica una ponderación adecuada, que aumenta la pro­babilidad de un individuo dado y disminuye la de cada uno de los otros; después de la operación, las probabilidades todavía su­man 1, Prácticamente en este Modelo T 5 el cambio se realizará siguiendo un método m'uy poco elaborado. Se utiliza una serie de tarjetas marcadas con los números de identificación de los miembros, Al principio se pone en un sombrero un número igual de tarjetas (digamos 10) para cada individuo. Cuando se está por bacer una elección probabilística, se extrae una tarjeta, y después se la coloc.a otra vez en el sombrero. Cuando se quiere aumentar la probabi­lidad de un individuo, se agrega una tarjeta con su número a las que ya están en el sombrero, Matemáticamente, esta es una ponderación muy poco apropiada; sin embal'go, este método mecánico permite ejecutar Hcilmente la operación.

La Tabla de Opol'tttnidades Reactivas

Esta tabla contiene una serie de probabilidades, una para cada individuo, hasta 1. La probabilidad de cada individuo se establece

1 en -, donde N == número de miembros en el glupO. Estas pro-

N babilidades no se cambian. En la práctica, las prob<;lbilidades se repl'esentarán asignando a cada individuo un Uamo apropiado de números al azar, y las elec­ciones se harán a partir de una tabla de números al azar. A continuación figura la tabla que se usará para un grupo de seis individuos:

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Números al azar

001 - 167 168 - 333 334 - 500 501 - 667 668 - 833 834 - 1000

Reglas de Orden para T,

Proacción:

Individuo designado

1 2 3 4 5 6

1. Se elige a un individuo cualquiera en la Tabla de Oportunidades Pl'oactivas, y el Proceso continúa con el Paso 2. 2. Se elige la cualidad de la proacción de un individuo mediante las probabilidades procedentes de su Matriz de Tendencias Proac­tivas, de la fila de actos~insumos precedentes, * y el Proceso con~ tÍnúa con el Paso 3. 3. La proacción se dirige a un blanco dado de la siguiente manera: a. Si el individuo acaba de recibir una Reacción Positiva (o si su acto presente es el primero de un ciclo), el acto presente se dirige al grupo en su conjunto, y el Proceso continúa con el Paso 4. b, Si el individuo acaba de recibir una Reacción Positiva, y ahora está continuando, el acto presente se dirige al grupo en su conjun­to, y el Proceso continúa con el Paso 4. c. Si e! individuo acaba de ofrecer un Intento de Respuesta, for­mular una Pregunta o producir una Reacción Negativa ante un individuo específico o ante el grupo en su con;unto, el acto pre w

sente se dirige ahora al mismo blanco, y el Proceso continúa con el Paso 4.

Elección de Proaccíón o Reacc'i6n:

4. Se extrae probabílístícament~ el número de un individuo de la Tabla de Oportunidades Proactivas, y se torna una decisión de la siguiente manera: a. Si el número del individuo es el del individuo que acaba de hablal',*-J: se le permite continuar la Prodcción y el Proceso vuelve al Paso 2.

~* Si no hubiera ningún acto precedente -es decir, si es el primero del cÍ­clo-, se lo elige arbitrariamente como un acto de la Categoría 6. ** Si quien ha producido el último acto es el grupo en su conjunto --<:omo en la Categol'Ía 2- puede considerarse que cualquier individuo elegido acaba de hablar.

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: b. En cambio, si el número es diferente del que le corresponde al individuo que acaba de hablar, se pide a este que se detenga y se elige a otro individuo para continuar con una Reacción, y el Pro~ ceso avanza al Paso 5.

Reacción:

5. Se excluye de la Tabla de Oportunidades Reactivas al indivi­duo que acaba de hablar y de esta misma tabla se elige proba­bilísticamente a otro individuo. El Proceso continúa entonces con e! Paso 6. 6. Se elige la cualidad de la Reacción del individuo en su Matriz de Tendencias Reactivas, en la fila de actos~insumos pl'ecedences, y el Proceso continúa con el Paso 7. 7. La teacclón se dirige a un blanco dado de la siguiente manera: a. El acto se dirige al individno que acaba de hablar, y el Proceso continúa con el Paso 8, a menos que se aplique la excepción men~ cionada en b. b. Si el acto mencionado en a pertenece a la Categoría 2 (Libe~ ración de Tensión), se permite a cada uno de los otros indivi~ duos del grupo dirigir un acto de la Categoría 2 a la misma per­sona (pero el receptor de estas risas no se dirige a sí mismo un acto de este tipo). El Proceso continúa con el Paso 8.

Recompensa y Castigo

8. Según la cualidad de! acto, y quien 10 reciba, es posible cam­biar la Tabla de Oportunidades Proactivas de la siguiente manera: a. Si el «Líder» recibe el acto, sea cual fuera la cualidad de este t11timo, se lo «recompensa» con un aumento en su probabilidad de hablar nuevamente en la Tabla de Oportunidades Proactivas, y el Proceso continúa con el Paso 4. b. En el caso de que cualquiet otro miembro reciba el acto, puede hacerse o no un cambio, de esta forma: 1, Si recibe una Reacción Positiva, se lo recompensa, como antes, y el Proceso continúa con el Paso 4. 2. Si recibe una Reacción Negativa, se 10 castiga con una dismí~ nución en su probabilidad de hablar nuevamente en la Tabla de Oportunidades Proactivas, y el Pmceso continúa con el Paso 4. 3. Si recibe una Pregunta o Ult Intento de Respuesta, no se intto~ duce ningún cambio y el Pmceso continúa con el Paso 4.

En el momento de escribir este artículo, el modelo particular que acabamos de ver no tenía un .período suficientemente largo de existencia como para suministrar datos mostrables. Sin embargo,

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incluye un rasgo q~e los modelos anteriol'~s .n~ pl'esentab~n: el hecho de designar, a una persona desde el prmClplO, como «LIder». También supone que no se producirá cambio alguno ~o,n ~'especto al liderazgo, y, por cierto, que los probl~n:as del eql1lh.brlO en l. organización ele los roles, una vez especIaltzados los mismos,. son mucho m~lS simples de lo que, según sabemos, oc,urre en reahdad. Más adelante analizaremos algunas de estas cuestlOnes. . , Al «Líder» se lo recompensa con un aumento en su probabilIdad de hablar cada vez que él habla, haciendo casO omiso de la r~s~ puesta. A todos los otro~ ,individuos se lo~ recompensa ~ua?-do reciben una respuesta posItiva, y se los castlga, con una dlsml,nu. ción en la' probabilidad, cuando recibe una respuesta negativa. Todos comienzan en igualdad de condiciones, per? cada u~o ~uen~ ta, digamos, con 10 tarjetas, de modo que un castIgo no ehm111a la probabilidad de hablar nuevamente. La «racionalización» del modelo, hasta donde ella alcanza, es la siguiente: por 10 que podemos ver, cualquiet ~o,delo que ~e ase· meje, en líneas generales, a este sólo producIra l~ menclOnada discontinuidad radical entre quien ocupe el lug~r mas .elevado de la jerarquía y los otros si de alguna manera se smgulal'lza a aquel, a los fines de un tratamiento distintivo. De otro modo no puede tomar la delantera como 10 hace, Naturalmente, podrí~n. estable~ cerse las probabilidades de hab~ar sobre una base emplnca, pero esto anularía el propósito del modelo, excepto ~omo recur?o pa~a obtener distribuciones por muestreo. Cabe confiar en la eXIstencIa de una serie de supuestos que regulen el proceso de tal mod,o, ql~e los gradientes empíricos apar~zcan como un, estado de eqUIlibrIO del sistema. El problema res1de en descubrIr alguna de esas se~ 1'Íes de supuestos, . d' Uno de los procedimientos consistiría en emplea~' las matrIces a 1~ donales que usan los miembros para hablar a qUIen ocup~ el ~ugar más elevado de la jerarquía. Esto involucraría constrl11r dIchas matrices de manera que aumente, para el sujeto que ocupa ese lugar elevado, la probabilidad de recibir acuerdos, en vez de desa­cuerdos; o, incluso, llevarla a un punto en que no se reCIban de~ sacuerdos. Sin embargo, empíricamente sabemos que esa perso,na recibe desacuerdos -en realidad: los recibe más que cualqu.l;r otro miembro, en cifras absolutas, precisamente ~orque tambIen en cifras absolutas recibe más acuerdos-o Su razon acuerdos/ de~ sacuerdos puede ser, empero, algo más elevada que la de los otros miembros. . , di ( . Creo, no obstante, que para los otros miembro: en el gra ente ~I bien no en el caso del líder) esto se efectuara en .forma automa~ tica merced al funcionamiento del modelo. Es deCIr, una ~ersona obtiene la oportunidad de tomar la delantera cuando reCIbe un acuerdo. Los que se adelantan tendrán totales más elevad.os de cantidades dadas -o viceversa, los que poseen altas canttdades

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~,.<'dadas también habrán recibido más acuerdos, ya que este es el mecanismo por el cual han tomado la delantera-o Hasta cierto punto, sin embargo, todo se mantendrá bajo control mediante los desacuerdos, excepto para el individuo que ocupe el lugar más elevado de la jerarquía. Este recibirá la probabilidad total de acuerdos en el modelo, en tanto que a los otros, como dijimos, se los mantendrá bajo control. Puede racionalizarse en diversas formas la recompensa que recibe cada vez que habla, quien ocupa el lugar más elevado. Se puede suponer que el líder es la persona que está hablando como la expresión de una serie coherente de normas, y está recompensado internamente por el «conocimiento de que está en 10 cierto», sin importar cuál sea la respuesta de los otros. Por el mismo motivo, puede recibir desacuerdos y antagonismos sin abandonar sus ten~ dencias de autoiniciativa y autorecompensa, Si su status es el más alto del grupo, y él es la fuente de autoridad, es como si {(no pudiera hacer nada mal», y los desacuerdos provenientes de los otros miembros son señales, simplemente, de que se han confun~ dido, o están en un error, o se han desviado. Por lo tanto, el trabajo del líder consiste en «permanecer inmutable», y corregir las desviaciones mediante su propia actitud coherente y la admi~ nistración de recompensas y castigos. A causa de que su status es el más alto, sus respuestas positivas y negativas funcionan como recompensas y castigos para los oUos miembros; pero no ocurte lo mismo a la inversa. Varias serían las fuentes originales de esa posición. Podrían pre­ceder de algunas reacciones afectivas positivas iniciales de los miembros hacia el líder. En este caso ellfder es el blanco principal del afecto positivo en el grupo -la «estrella sociométúca}>-. También podrían proceder de la identificación del líder con una serie de normas o con un sistema coherente de símbolos) donde tanto el líder como los miembros se identifican con el sistema de símbolos y, a su vez, los miembros identifican al líder como el «verdadero portavoz e intérprete» de dicho sistema. Estas dos fuentes involucral'Ían una especie de «generalizacióm> de la 'res­puesta. En el primer caso, la generalización organiza las respuestas afectivas de agrado, de modo tal que el líder «agrada}> persistente~ mente pese a la variabilidad de su conducta. En el segundo caso, las respuestas afectivas de evaluación y de acuerdo con las propo~ siciones verbales o simbólicas están de tal manera generalizadas, que también se piensa que las nuevas proposiciones vinculadas apropiadamente con el conjunto de símbolos existentes -o «dedu~ cidas» de él- fuerzan el acuerdo. Existe tal vez un tercer caso; todo 10 que tiende a «aislan> a una persona dada de las influencias ordinarias que los hombres ejercen entre sí mediante recompensas y castigos, tenderá a producir un «Punto de Arquímedes» para el cambio y reajuste del sistema en

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torno de un elemento inflexible y estable. Cabe pues a la p~rsona1idad psicótica o semipsicótica, o a la neurotlcaJ como respuestas a los requerimientos tanto como en los casos anteriores. Por que si alguien desea manejar un sistema en ser capaz de «aceptarlo» -es decir, aceptar g?nismos, sin renccio~ar del modo usual-o Desde el punto de VIsta formal, la negatIva por parte del terapeuta a asumir una' reciprocidad total en su relación con el paciente es un caso análogo por su cualidad de «inamovible». Sin embargo, el terapeuta difier~ a menudo de otros líderes y personas que influyel1 en la conducta de los demás en cuanto adopta un rol inamovible «pasivo» en vez de uno «activo», como sucede con ell1del' carismático. El carácter preliminar de esta especulación l'esulta obvio. A todas luces, pasa por alto las complicaciones introducidas por el hecho de que el rol de «Líder», en el sentido de la persona que tiene <~las mejores ideas» o que «hace más por guiar la discusión», no tIende a ser la estrella sociométrica, como veremos más adelante en este mismo artículo. Simplemente, este modelo T5 no es 10 bastante complicado como para manejar dicho problema. Sin em­bargo, tal vez indique de qué modo la tentativa de lograr modelos más formales puede desempeñar un papel en la aclaración de los supuestos implícitos en el tipo de teoria del equilibrio hacia la cual apuntamos, y dar algún indicio con respecto a cómo pueden mane~ jarse formalmente a medida que se vuelven demasiado complicados para una comprensión intuitiva.

El movimiento de fases y el problema del equilibrio

Los cambios en la cualidad de la actividad, a medida que los gru­pos se mueven a través del tiempo en el intento de solucionar sus problemas, pueden namarse pautas de fase. La pauta de las fases difiere minuciosamente en condiciones distintas. No obstan~ te, estos cambios en cualidad .parecen estar sujetos a influencias sistémicas que producen semejanzas entre los grupos. Un aumento de las actividades orientadas a las tareas en los primeros momen­tos de una sesión -vale decir, Preguntas e Intentos de Respues­ta- parece constituir una perturbación del equilibrio de un siste~ ma, la cual se compensa posteriOl'mente mediante un aumento de las actividades socioemocionales -es decir, Reacciones tanto Po­sitivas como Negativas-. Parte de nuestras observaciones previas al desa1'1'oIlo de la tarea estándar de diagnóstico fueron registradas por secuencia temporal. Se dividió a cada sesión aprovechable en tres partes iguales, deter~ minándose la cantidad de cada tipo de actividad en cada una de

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de cada seSlOn. Se dividieron las reuniones en dos que se ocupaban de problemas totales (esencial~e~te

pt'oblen,as de análisis y planeamiento cuya meta era una deCIslón de.grUp(), tal como se desctibió para la tarea estándar de diagn6s­

que se ocupaban de tipos más truncos o especializados

{!/· ... ~~n~'f~;~~'~~:~ Los gmpos que trabajaron con problemas totnles -H a mostrar un típico movimiento de tases a 10 largo de

sesión: el proceso tendió a moverse cualitativamente desde un énfasis relativo en los intentos de resolver problemas de orienta­ción (<<qué es») a intentos de resolver problemas de evaluación

, ,( «qué es lo que opinamos sobre eso») y subsiguientemente a ·intentos de resolver problemas de control (<<qué haremos al res~ pecto»). Las frecuencias relativas de las 1'eaCciOl1es negativas (desacuerdo, tensión y antagonismo) y de las reacciones positi­vas (acuerdo, liberación de tensión y exhibición de solidaridad) tendieron a aumentar en forma concomitante con aquellas transi~ ciones. El diagrama 2 sintetiza los datos de -todas las sesiones de grupo examinadas en el estudio de fases.

Diagrama 2 40¡;-O-----------35 ._.-,,...0-'-'---0 Evaluación

30 ~ Reacciones .. .-. .......... .-. Positivas

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Oúel1tación

. Control

~. """""'Reacciones

. Negativas ..

FASE

La teoría subyacente con respecto al motivo por el cual el movi~ miento de fases que acabamos de describir es característico de las condiciones totales, implica, nuevamente, una fundamentación ra­cional del equilibrio sistémico. Un individuo puede estar orientado cognitivamente hacia una situación y hablar de ella con otros en términos cognitivos, sin comprometerse a sí mismo (o al otro cuando está de acuerdo) en una evaluación de dicha situación, o en un intento por controlarla. Pero si habla al otro en términos evaluativos, trata de comprometerse, así como de comprometer al

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otro con cierta orientación previa dada por sentado; y además, si indi~a un modo de controlarla mediante una acción cooperativa conjunta, supone tanto una orientación como una evaluación pre~ vÍas. Cuando los miembros del grupo no han resuelto, en 10 sus~ tancial, los problemas que implica llegar a una ol"Íentación y una evaluación comunes de la situación, los intentos de control encontrarán resistencia' por parte de los otros y provocarán frus­tración en la persona que intenta ejercer el control. A menos que exista oposición proveniente de factores organizacionales cultu­rales, de personalidad o grupales, las personas ínteractuantes, pro­bablemente en todos los casos, tienden a evitar o A retirarse de este tipo de orientaci6n, creador de frustraciones, volviendo sobre sus pasos y retomando un análisis evaluativo y de orientaci6n, hasta que los problemas anteriores sean resueltos. Además de los problemas referentes a las tareas, los miembros de cualquier grupo cooperativo tienen que resolver, y mantener ~e­sueltos, problemas relativos a sus relaciones mutuas, en 10 ~oclal

. y emocional. Los esfuerzos por solucionar problemas de O1'lenta­ción, evaluación y contml estáil involucrados en la tarea, por 10 que tienden a pmducir una diferenciación de los roles de los par­ticipantes, tanto respecto de las funciones que desempeñan como de sus cantidades brutas de participación. Ya hemos descripto algunos de los principales rasgos de esta diferenciación al exponer los hallazgos concernientes a la mati'iz. Los tipos cualitativos y cuantitativos de diferenciación tienden a llevar aparejadas impli­caciones de status que pueden amenazar o perturbar el orden o balance existente de relaciones' de status entre los miembros. El desacuerdo y el íntento de cambiar las ideas y valore~ existentes pueden ser necesarios, instrumentalmente, para la tentatIva de reso~ lución de los problemas de tareas; sin embargo, quizá conduzcan a ansiedades o antagonismos personalizados y perjudiquen la soli~ daridad básica del grupo. Cabe suponer que este menoscabo, o la amenaza del mismo, tiende a aumentar a medida que el grupo abandona su énfasis sobre pro~ blemas de orientación cognitiva, menos exigentes y de más fácil solución, para desplazarlo a problemas de evaluación, y se vuelve todavfa más agudo cuando se acentúan especialmente los proble~ mas de control. Esta noción, corno se recordará, ya había aparecido al examinar las tendencias acto-a-acto. Al parecer, este supuesto constituye un modo más generalizado de enunciar los descubri~ mientos a que arribaron algunos otros estudios .. Po~ ejemplo, ~~p­pitt 10 encontró, en los clubes de niños, que baJO CIertas c.ondlclO~ nes se producían reacciones negativas frente al controlo hderazgo

10 Lippitt R «An Experimental Study of Authoritarian and Democratic Group At:Uospheres), en Stud. Topolog. Vector Psychol.} n~ 1, University of Iowa Study of Child Welfare, 1950, pág. 16.

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"autocrático, en tanto que Rogers 11 y sus colaboradores hallan una minimización de reacciones negativas, por parte de los dientes, cuando el consultor se limita a tipos no directivos de actividad --o, según nuestras categorías, a una actividad orientadora más que evaluativa o de control-o Puede considerarse este supuesto como una generalización 4el vínculo entre el grado de control y las reacciones negativas; pensamos, por ello, que resulta aplicable a diferentes momentos en el proceso de un mismo grupo, y no simplemente a diferencias entre los grupos. ASÍ, una serie de cam­bios en las relaciones socioemocionales de los miembros tenderán a ponerse en movimiento, a causa de presiones que surgen ini~ dalmente en las demandas de la tarea o situación externas. A medida que se tornen más agudos, dichos problemas socioemocio~ nales tende1'án a expresarse en la interacción· manifiesta: de ahf la tasa creciente de reacciones negativas. Sin embargo, en la última parte del período)inal, y suponiendo que los intentos de los miembros por lograr control sobre los otros y sobre la situación externa hayan sido exitosos y se haya logrado arribar a una decisión final, las tasas en las Categorías 1, 2 Y 3 también alcanzan su máximo. En otras palabras, se podría esperar que la exitosa recuperación del grupo implique la confirmación de su acuerdo y la liberación de las tensiones surgidas en sus es~ fuerzos previos orientados a las tareas, reparando el daño que sufriera su estado de consenso y de integración social. Al término de las sesiones es tan frecuente observar bromas y risas, que casi podría tomárselas como una señal de que el grupo ha completado 10 que considera que es un esfuerzo orientado a las tareas, y que está listo para dispersarse o para abordar un nuevo problema. Esta actividad de último momento completa un ciclo de operaciones que involucra la feliz solución tanto de los problemas referidos a las tareas como de los problemas socioemocionales que el grupo en~ frenta. Asf se explica la aparente incongruencia que implica prede­cir un máximo de reacciones negativas y positivas en la tercera fase. Las reacciones negativas tienden a ceder ante las reacciones positivas en la parte final de' la tercera fase, que no está muy bien definida.

Los cambios en la estructura de roles y el problema del equilibrio

Examinaremos ahora una serie de cambios de rol que tienen lugar en «el peldaño siguiente» de esa escalera que conduce de los con~

11 Rogers, C. R., Counselil1g tmd Psychotherapy; New Concepts in Practice, Boston: Houghton Mifflin, 1942.

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textos microscópicos a los macroscópico.s, y a la cual puede apli. carse la teoría general de los sistemas de acción. Entre un acto y el siguiente, los cambios cualitativos de los mismos se producen a un nivel muy microscópico, en 10 que se refiere al lapso involucrado. Los cambios en las tasas de los actos de diversos tipos) en el curso de una única sesión, se producen a un nivel más macroscópico. Como hemos visto, puede aplicarse a ambos casi el mismo tipo de teoría sistémica general, tomando debida cuenta de los cambios de condiciones que, sin duda, serán característi­cos de todo ascenso o descenso en la escalera microscópico-macros­cópico, Ahora podemos subir otro peldaño de Ja escaJera, a fin de analizar los cambios que tienen lugar entre una y otra sesión, en un lapso de cuatro reuniones. Y para este-análisis, no nos concen­traremos en las tasas de interacción, a fin de acentuar el estudio de roles más «generalizadós» o parcialmente «estructurados», tal como se reflejan en las clasificaciones obtenidas al término de las reuniones y en las elecciones mutuas de los miembros. En publi­caciones posteriores expondremos un tratamiento mucho más deta­lIado de los cambios producidos dentro del Japso de Jas cuatro reuniones, usando tanto las tasas de interacción como las medi­ciones efectuadas al término de las reuniones. En esencia, la fundamentación racional empleada para las clasifi­caciones y elecciones hechas por los miembros, a nuestro pedido, al término de las sesiones, tiene sus raíces en los cuatro tipos de problemas sistémicos analizados en otros artículos de esta sede, como «dimensiones» a lo largo de las cuales se produce el cambio del sistema -las dimensiones instrumental, adaptativa, integrativa y expresiva-o Para nuestros propósitos, unimos las dimensiones instrumental y adaptativa con el objeto de obtener un «polo» de especialización: el polo instrumental-adaptativo. Por otro lado unimos las dimensiones integrativa y expresiva para obtener el polo integrativo-expresivo. En torno del polo instiumental-adaptativo distinguimos dos tipos de toles. El primero es un rol que acentúa la ejecución específica­mente orientada a las tareas y qedicada a-los problemas que en­frenta el grupo con respecto a la situación externa. En términos del tipo de tareas que damos a nuestros grupos, este rol parece estar bastante bien definido operacionalmente mediante las respuestas a la pregunta: «¿Quién aportó las mejores ideas para solucionar el probJema? Sírvase clasificar. a los miembros por orden ... Inclú­yase usted». El segundo tipo de rol instrumental~adaptativo que distinguimos acentúa la regulación o manipulación del proceso de grupo al servicio de la ejecución orientada a la tarea -rol que se asemeja al de «presidente», o tal vez, en un sentido más general, al de «ejecutivo», en contraste con el de «especialista técnico» que implica el primer tipo de rol mencionado-o Tratamos de llegar al segundo tipo de rol mediante esta pregunta: «¿Quién hizo más

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'por guiar la discusión y activarla eficazmente? Sírvase clasificar a : los miembros por orden ... Inclúyase usted».

También distinguimos dos subtipos de roles en torno del polo integrativo-expresivo, pero esta vez se trata de una distinción en términos de «positivo-negativo» en vez de «externo-interno», como en el caso anterior. Las preguntas formuladas en este caso perte­necen. a un tipo bastante ortodoxo de elección sociométtica; son esenclalmente los siguientes: «¿Con quiénes simpatizó usted, por orden de primacía?» y «¿Quiénes le disgustaron, por orden de primacía?», aunque Jas formuJamos de un modo algo más compli­cado, cuya descripción exhaustiva resultada ahota innecesaria. También omitiremos Ja descripción detallada de Jos métodos de puntaje -invirtiendo el orden, es posible obtener puntajes eleva­dos para los individuos clasificados en Jos lugares más altos y puntajes bajos para los clasificados en los Jugares inferiores-o ~st~ ~e hace en aras de una más fácil comprensión intuitiva del SlgmfJcado de los datos. Me referiré a los individuos que ocupan el rango más alto como a «los que teciben la mayor cantidad de votos», sacrificando en cierta medida la precisión en favor de la conveniencia. Siguiend0 la línea de pensamiento encarnada en el modelo estadís­t!CO .de probabilidad para reproducir la matriz, y en su «raciona­hzac16n», se podrian hacer las siguientes clases de inferencias: dado que un individuo puede recibir acuerdos por adelantar ideas que interesan a los otros miembros, o por dar sugerencias neutrales cuyo contenido esté referido al procedimiento más que a la tarea, o simpl,emente a causa de que resulta emocionalmente simpático a la gente, y dado que el acuerdo tiende a estimular al individuo para que siga adeJante y habJe más, podríamos suponer que dichas personas tenderían a tener tasas más al tas de participación. A la inversa, dado que el desacuerdo tiende a desalentar la conversa­ción del individuo y es a menudo una manifestación de antipatía, podríamos suponer que dichas antipatías tienden a centrarse en torno a las personas que poseen bajas tasas de participación. Y como el modelo no implica la incompatibilidad de estos diversos roJes (saJvo Ja incompatibilidad entre Simpatía y Antipatía) cabría suponer que el mismo individuo -«El Líder»- recibiría la ma­y.oría de los votos en los tres roles: Mejores Ideas, Guía y Más SImpatía, y que otro -«El Chivo Expiatorim>-, el último del montón, recibida la menor cantidad de votos en todos estos roles virtuosos, pero la mayor en Antipatías. El supuesto más simple es que los votos correspondientes a cada uno de estos roles se ordenarán según la Jerarquía Básica de Iniciativa -la jerarquía de las cantidades totales de participación demostrada-o A un grupo de este tipo Jo podríamos llamar «grupo simplemente orga­nizado», significando así que, cualquiera que sea el criterio de status elegido, ubicará a los individuos en el mismo orden jerár~

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quieo de status relativo. Pero los que conocen bien la falta de esa integración perfecta de los diversos criterios de status en sistemas sociales más grandes, sospecharán sin duda que tampoco los pe· queños grupos están tan «simplemente organizados». Sin embargo, encontramos evidencias sobre un apreciable grado de correlación positiva de dichos diversos criterios de status con la Jerarquía Básica de Iniciativa, y la noci6n de «grupo simplemente organi· zado» fue adoptada a manera de hipótesis de trabajo para el primer ordenamiento y examen de los datos. Se obtuvo una primera penetraci6n en 10 que ahora consideramos uno de los problemas básicos de la estructura de roles, al tabular los datos de doce reuniones llevadas a cabo por grupos de cinco personas cada uno (doce, en lugar de dieciséis, a causa de las ausencias en cuatro reuniones). No se hizo ninguna distinción con respecto a cuáles eran las reuniones representadas en la serie de cuatro; tampoco se mantuvo la identidad de los individuos entre una y otra reunión. Simplemente tomamos cada reuni6n, arde· namos' a los individuos según las cantidades totales de participa· ci6n demostrada, y registramos «el númel'O de votos recibidos» en cada rol. Luego se fusionaron los datos para todos los individuos ubicados en el primer lugar con respecto a los actos totales inicia­dos; para todos los individuos ubicados en el segundo lugar, y así sucesivamente para los cinco. El hecho de que José Pérez se elasi· fieara en el lugar más alto en la primera reunión, en el segundo lugar en la reunión siguiente, etcétera, fue ignorado. Los datos se representan en el diagrama 3. Ante todo cabe señalar que existe una graduación general de los votos, en lo que a Mejores Ideas y Guía se refiere, según la Jerar~ quía Básica de Iniciativa, tal como se esperaba pot la hipótesis de trabajo. Segundo, observemos que estas dos curvas están casi jun­tas y que se mueven del mismo modo, indicando la falta relativa de segregación entre estos toles. Pero existe una divergencia con respecto a la predicción de la hipótesis de trabajo: en ambas curvas el segundo individuo está situado, inexplicablemente, en un lugar bajo. Ahora bien: una divergencia más seria aún se presenta en tétminos de la curva de Simpatías. El individuo que en las otras curvas estaba ubicado en el primer lugar, aquí ocupa inexplicablemente una posición baja, y el segundo individuo es quien ostenta el lugar superior por un margen insignificante, pero que basta para dar a luz esta idea: ¿Habrá algún motivo por el cual la segunda per· sana, ubicada inexplicablemente en un lugar bajo en Mejores Ideas y Guía, sea también la Más Simpática? ¿Es posible que esté evi­tando tener gran participación en el área instrumental·adaptativa? ¿Es posible que el individuo que 'más participa y que recibe la maY0l'Ía de los votos en cuanto a Mejores Ideas y Guía provoque antipatías y pierda simpatías? Aquí observamos la curva de Antí-

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patías. Contrariamente a la predicción de la hipótesis de trabajo, quien está ubicado en el primer lugar en Mejores Ideas y Guia recibe la mayO/' cantidad de Antipatías, cantidad que va descen­diendo en orden, basta que llegamos al último individuo (en Me­jores Ideas y Guía), donde la curva se eleva. Esta vuelta hacia aniba es compatible con la hipótesis del chivo expiatorio. 12 Vol­viendo a la curva de Simpatías, vemos que, aunque el segundo individuo recibe más muestras de simpatía que el primero (según sus ubicaciones en Mejores Ideas y Guía), en realidad ambos están

Diagrama 3

«Número total de votos recibidos» en cada uno de los cuatro roles, fusiona­dos ,1)ara los individuos de cada Jerarquía Básica de Iniciativa con respecto a cada -reunión. (Datos provenientes de doce reuniones mezcladas de gtupos

compuestos por cinco hombres cada uno.)

• Número total de YolOS recibidos>

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Todos los: individuos de cada jerarquía básica de iniciatiVa.

más bajos en términos de la expectativa de una curva de gradua­ción uniforme. Se refuerza así la nueva hipótesis: debe existir algo concerniente a la alta participación y especialización en lo técnico y ejecutivo que tiende a provocar bostilidad.

12 Se encuentran curvas similares para grupos de 3 y 4 personas. Los grupos de 6 individuos introducen una complicaci6n especial, a un nivel de sud· leza que resulta inapropiado para estas generalizaciones preliminares.

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Estamos tratando aquí, a mi juicio, el mismo problema de equili­brio que encontramos antes al intentar la comprensi6n de las uni­formidades del perfil, de la matriz y del movimiénto de fases. El movimiento en la direcci6n instrumental-adaptativa tiende a tras­tornar el equilibrio elel sistema, y si el sistema ha de cumplir el ciclo total y recobrar el equilibrio deben elaborarse mecanismos de recuperaci6n. Cuanto más «directiva» y «constrictiva» es la cuali­dad de la actividad, mayores son las probabilidades de que suscite reacciones negativas. Si un individuo comienza a especializarse perceptiblemente en esta dirección, las reacciones negativas tende­rán a centrarse en torno a él. El desplazamiento de las hostilidades hacia un chivo expiatorio, ubicado en el último puesto de la es­tructura de status, parece ser uno de los mecanismos por los cuales pueden desviarse y descargarse las actitudes ambivalentes hacia el especialista instrumental-adaptativo, o sea el «individuo que ocupa el lugar más elevado de la jerarquía». Centrar el afecto positivo en un individuo secundado es otro mecanismo mediante el cual se puede restablecer la solidaridad del grupo -su integración como una colectividad de personas-o Un individuo de este tipo pue­de ser cálido, receptivo, dar respuestas, otorgar recompensas; puede «conciliar» y «curar las heridas», sin desviar demasiado el movi­miento del sistema del que se considera necesario en la direcci6n instrumental-adaptativa. Puede hacer esto debido a que no asume la «responsabilidad» del movÍmiento del sistema en estas direccio­nes, sino que la deja librada al especialista técnico y ejecutivo. Pero, ¿qué ocurre si suponemos que el hombre más simpático no está dispuesto a hacer esto? ¿Si la percepción de las simpatías de los otros «se le sube a la cabeza» y lo estimula a «hacerse cargo» de las tareas del especialista técnico o ejecutivo? Por la posición que detenta, puede atraer suficiente apoyo, en tanto que la del «individuo que ocupa el lugar más elevado de la jerarquía» es vulnerable a causa de la hostilidad latente o manifiesta centrada en él. O bien supongamos, por el contrario, que el individuo que ocupa el lugar más elevado de la jerarquía es emocionalmente incapaz de resistir la hostilidad; o no puede tolerar el hecho de que sea otro, y no él, quien más agrade a los demás. Es presumible que ha de estar bajo tensión, :Y que tratará de «socavan> la posi­ci6n de su rival más próximo. He aquí las simientes de una lucha fundamental de status, potencialmente muy perjudicial tanto para el logl'o instrumental-adaptativo del grupo como para su íntegra­ción afectiva. Según mi opinión actual, esta es la esencia de la lucha de status pol' la que pasan nuestros grupos en el curso de las cuatro reuniones. La primera sesi6n se lleva a cabo, típicamen­te, en forma bastante cauta y tentativa, y a su tél'mino tienden a encontrarse los «grupos simplemente organizados» de los que hablamos. En la segunda sesi6n se pone en tela de juicio, a través de una lucha de status, la estructura de roles cristalizada (aunque

140

no en forma completa) en la primera; el resultado de esa lucha puede ser la confirmación de la primera estructura) o. u~ ~nter­cambio de las posiciones de status entre los dos o tres mdlvlduos ubicados en los puestos superiores. Si se «mantiene}} la estructura original, el grupo puede comenzar a <mivelarse}), disminuY7odo la lucha de status. Si un nuevo individuo, llega a la cúspIde, en la tercera sesión se pone en tela de juicio la nueva estructura. Aparentemente algunos grupos llegan a una estructura diferen­ciada bastante estable, y otros nunca 10 consiguen. Las cosas van «de mal en peor», y en la última sesión se superan ~odas .l~s marcas de desacuerdo, antagonismo, tensión, tal vez lIberacion de tensión, y otros signos de extrema tirantez e incapacidad para alcanzar una estructura equilibrada de roles. 13 Sin embargo, según nuestros datos la estructura estable nunca está «simplemente or­ganizada}). Má~ bien es una estructura en la que han surgido toles diferenciados, en la que un especialista «contrarrestm} la pertur­bación que otro ha causado al equilibrio y a su vez depende. de otro para eliminar las tensiones que él mismo crea; la constelaci6n total de especialistas es tal que permite o ay.uda al sistema. a .esta­blecer una órbita completa en sus dimenslOnes de mOVImIento necesario. ' Además tienden a encontrarse con bastante frecuencia soluciones p~obabl~mente «típicas», que en grupos más antiguos y perman~n­tes pueden dar origen a ordenamientos culturales y a constelacIO­nes de símbolos que los sustentan, y que incluy~n el ritual eX1?lí­cito. Existen tres constelaciones sumamente ubicuas, en senudo intercultural, que quizá sean significativas a este respecto. Son los tabúes del incesto, los tabúes del tótem y los rituales, y las pau~ tas refetidas al chivo emisatio. Por supuesto, en el marco experi­mental de los pequeños grupos no apal'ece nada que se asemeje con­cretamente a estos complejos culturales tan complicados y elabora­dos; pero es posible encontl'ar ciertos equivalentes funcionales. Hay razones para creer que existe un ordenamiento con el c~al sería factible impedir o estabilizar la lucha de status entre el prIn­cipal líder instrumental-adaptativo y el individuo más simpático. Se trataría de la formación de una especie de «coalición» entre ellos de modo tal que los dos estén tácitamente de acuerdo, por así d~cirIo en no socavar la posición del atto; ello implica también no ser «deducidos}> por intentos de formar una coalición con miembros de status inferiores, a fin de desplazarse mutuamente. Si es posible plasmar aque11a coalici6n, los miembros de los status bajos encontrarán bastante difícil rebelarse, derribar a los que ocupan los principales puestos, o desarrollar las normas del gmpo en una dirección diferente.

13 Esta discusión de los cambios de estructura por reuniones se basa en descubrimientos que aparecerán en un artículo aparte.

141

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En términos funcionales, ¿no guarda esto alguna semejanza con el tabú del incesto, como mecanismo afín en la familia nuclear? Al menos en algunos de 'sus aspectos, ¿no es el tabú del incesto una especie de coalición entre el padre (que en algunos sistemas farni~ liares es comparable al principal especialista técnico y ejecutivo) y la madre (que, análogamente, es el blanco más importante del afecto positivo)? Una coalición tal constituiría un poderoso meca~ nismo para forzar la socialización del niño, al colocarlo en una posición que le obliga a aceptar la autoridad y los valores del padre a fin de obtener una gratificación, en vez de permitirle C?flSerVar y desarrollar en demasía un vínculo afectivamente grati-6cante con la madre, vínculo que no le daría suficiente incentivo para adquirir las habilidades, los valores y otras características del rol adulto. Pienso que bien puede ser que la ubicuidad del tabú del incesto, tal como se lo aplica en la familia nuclear, sea simple~ mente otro caso del problema mucho más general del equilibrio. Algo semejante sucede con los tabúes del tótem y los rituales. AqUÍ no po~emos intentar el examen adecuado de este problema, pero la aCCIón de matar al tótem en ciertos rituales sugiere sin duda un despliegue ritual de agresión contra las principales figuras de autoridad, y la acción de comerlo puede considerarse como una «anulación» -una reaceptación del blanco de la agresión, después de todo-o En algunos casos, como documenta extensamente Fta~ ziet, se mata al mismo rey, que así se convierte en el chivo emi­sario; en otros, como sabemos, se sacrifica a alguna persona o grupo de bajo status. Estos hechos son bien conocidos, y a cierto nivel se los comprende en forma bastante cotrecta. Aquí, el único énfasis novedoso (si es que hay alguno) reside en la suge~ renda de que estas pautas, que· adoptan formas diversas y son elaboradas culturalmente, pueden considerarse como casos particu­lares de mecanismos relevantes para el problema mucho más gene~ ra1 del equilibrio, problema que tiene analogías en todos los niveles, desde el más microscópico al más macl'Oscópico. En este mom~nt? se trata, fl'~nca y obviamente, de especulaciones; pero tal vez mdIquen, por ejemplo, algunos de los modos en que el estudio de los pequeños grupos puede tendel' un puente entre los conceptos y generalizaciones más abstractos de la teoría de ]a acción) por un lado) y por otro 'los problemas más concretos y elaborados de los sistemas sociales a gran escala. Retrotrayéndonos al nivel de los pequeños grupos -y al punto en que los númel'OS rigurosos están todavía muy alejados del airoso vuelo de las es~ pec~laciones- creo que puede ser provechoso señalar, de manera sucInta, algunos de nuestros descubrimientos anteriores en relación con el insight surgido de la tenue evidencia del diagrama 3. Los hallazgos recogidos en nuestros grupos de cinco sujetos nos llevaron a investigar los datos de que disponíamos sobre grupos comparables de otros tamaños; tales datos correspondían en ese

142

momento a 61 reuniones de grupo: catorce grupos en los que se completaron 4 sesiones para cada uno, y dos grupos que solo cumplieron 2 y 3 sesiones respectivamente. De los primeros ca­torce grupos, cinco estuvieron integrados por 6 personas, cuatro por 5 personas, otros cuatro por 4 personas, y uno por 3 personas. Los dos grupos restantes estaban compuestos por 3 personas cada uno. Nuestr9 análisis versa sobre cinco roles, que, por hipótesis, tienen potencialidades para el liderazgo, y se pueden inferir en forma simple de nuestros datos. Son ellos:

1. El Máximo Iniciador, es decir, el individuo que inicia la mayor parte de la interacción, según está determinado por la «matriz quién~a-quién». En adelante se designará a este rol como .. MI. 2. El individuo que recibe la mayor parte de la interacción (desig­nado MR), según está determinado por la matriz quién-a-quién. 3. El individuo que <<tiene las mejores ideas» (designado IM), según resulta de las clasificaciones hechas por los miembros en los cuestionarios que se respondieron al término de las reuniones. 4. El individuo que «hace más po!' guiar la discusión» (designado G), según resulta de las clasificaciones obtenidas en los cuestio~ narios mencionados. 5. El individuo más simpático (designado S), según resulta de las clasificaciones sociométricas de los mismos cuestionarios. 14

Ahora nos preguntamos, ¿cuál de estos roles representa «El LÍ~ der»? Creo que nuestros descubrimientos indican que esta pl'e~ gunta no tiene sentido, dado que en todos los casos se trata de roles de «liderazgo». Sin embargo, pensar en términos de «Utl

¡¡det» no solo es tradicional sino que también resulta útil, y puede darse una respuesta parcial a esa pregunta. Al concluir la última reunión de cada grupo, se incluyó en el cuestionario una sección en la que se pedía a los sujetos que se clasificasen, incluyéndose ellos mismos, con respecto a quien consideraban ellídel' del grupo) tomando en cuenta las cuarto reuniones. Basándonos en estas cla~ sificaciones podíamos obtener una noción aproximada sobre cuál de los ci.q.co roles era considerado por los suietos como el que se telacionaba más íntimamente con un «Iiderazgm> general. Lamentablemente, los datos disponibles sobre este problema son bastantes inadecuados, ya que solo contamos con diez grupos separados que tenían clasificaciones utilizables de «líder». Con todo, el cuadro 5 muestra los resultados, que al menos son suge­rentes. Las cifras representan el número de casos en los que el «¡¡det» elegido correspondi6 al individuo que desempeñó el rol en

14 Debe acentuarse que en toda la exposición que sigue solo atenderemos a los individuos que ocupan el lugar más elevado de la jerat'quía, respecto de cacla uno de estos criterios.

143

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decimales están ocasionados por los vínculos entre cuestión con mayor frecuencia durante las cuatro í~r~~~l~~fl nes de rol; en nuestros datos, la incidencia de los estadísticamente pequeña pero metodológicamente prov?cativa~_":,, El cuadro 5 señala que, para los sujetos, los roles referIdos a las ,', Mejores Ideas y a Guía están asociados muy estrechamente con el liderazgo, y que el rol referido a Simpatía es el ~ue m.e~nos s,e asocia con el liderazgo. Puede encontrarse una conhrmaclOfl adl~ donal a esta hipótesis en el hecho de que en ningtÍn casO el «líder» era e! Hombre de Ideas ni e! Hombre Guía. Por 10 tanto, la falta absoluta de asociación entre el rol de Simpatía y el liderazgo puede haberse debido a que estos dos casos fuel'Ou también los ánicos en qu~ la misma persona desempeñó e! rol de Simpatía y el rol de Guía o e! de Ideas.

Cuadro 5

El concepto de liderazgo para el sujeto

(lO casos)

Tipos de rol

MI (Máximo iniciador)

MR (i'vláximo receptor)

1M (J deas mejores)

G (Guías)

Número de grupos en los cuales la persona descripta como «líder» de. sempeñó el rol más consecuente· mente durante las cuutro reuniones

5,3

5,5

7,5

7,5 -----------------------

S (Simpatía) 2,0

Los datos de los gtupos de cinco personas indicaron algu~a espe~ cializacÍón de 1'01 en cuanto el de Simpatía estaba diferencIado de los otros por act~r. El cuadro 6 muestra el grado de diferenciación de rol para los cinco roles utilizados. Aquí las cift;as repre~e~tan el número de casos (en porcentajes) en que el mIsmO md1Vldu? desempeñó cualquier par de roles. ~uevame?t~ se pone de m~n1~ fiesta que el rol de Simpatía es el mas espeCializado, en el sentI~o de que es menos probable que e! individuo que 10 desempena también desempeñe, simultáneamente, otro rol.. Los ,dos roles que, según la opinión de los sujetos, guardan relaCIón ~as estrecha con e! liderazgo -Ideas y Guía- solo eran desempenad?s por el Hombre Más Simpático e! 30 por ciento y el 27 por Ciento del tiempo, respectivamente.

144

Cuadro 6

Mat1'Íz ele correspondencia de roL

de reuniones en las que el mismo individuo desempeñ6 cada tipo de combinación de dos roles

(61 casos)

MI MR 1M G S

MI 62,3 60,3 44,6 25,4

MR 62,3 45,6 35,6 37,7

1M 60,3 45,6 54,9 30,0

G 44,6 35,6 54,9 27,0

S 25,4 37,7 30,0 27,0

Totales 192,6 181,2 190,8 162,1 120,1

Es bastante sotpl'endente que las cifras sean tan bajas, dado que en aquellos roles determinados por las clasificaciones de los sujetos (IJ\tI G y S) existe, al parecer, una tendencia a pasar de una clasi~ ficaclón a otra. Por ejemplo, parece probable que si al sujeto A le agrada más el sujeto B, y lo clasifica en una posición alta en lo que respecta a Guía, tendrá cierta inclinación a adjudicarle u~a posición alta en Mejores Ideas. Sea como fuere, la correspondencIa más estrecha entre estos tres roles es la existente entre IM y G -que solo es del 54,9 por ciento--, mientras que la cifra más alta en toda la matriz es 62,3 por ciento (MI y MR). Los totales de! cuadro 6 ofrecen una tosca medida de! grado en que es probable que cada rol esté asociado con otros, o, a la inversa, del grado en que está especializado. Una vez más, el rol de Simpatfa muestra una mínima correspondencia con otros roles. El rol de Simpatía no solo está diferenciado por actol' de los otros roles en el cuadro general, sino que también muestra una, dife~ rendación creciente con el correr del tiempo. Esto se cumple, en especial, si se 10 compara con los dos roles de «liderazgo», Ideas y Guía. El cuadro 7 presenta la tendencia temporal de la corres~ pondencia entre los roles de Simpatía y de Ideas y los roles de Simpatía y de Guía. Los porcentajes indican el número de casos: en que se dio dicha correspondencia, por sesiones, y el diagrama 4 representa gráficamente estas tendencias. Puesto que los roles de Ideas y Guías son roles «lideres» por igual, pero diferenciados por actor en grado considerable, tal vez sería útil promediar las dos series de cifras. Es decir, el grado ape~ nas moderado de correspondencia entre Ideas y Guía significa que cuando Simpatía tiene un grado mayor de asociación con una de ellas se produce una merma parcial de su asociación con la otra.

145

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Cuadro 7

Cambios temporales en el porcenta;e de casos en los que el ról' S coincide COI1 los roles IM y G

(61 casos)

Número de la reuni6n 1 II III IV

S con 1M 64,4 18,8 23,3 10,7

S con G 40,6 35,6 12,0 17,9

Diagrama 4

Cambios temporales en el porcentaje de casos en los cuales el Hombre Más Simpático desempeFió otros roles (por reunión)

70

\ \

--., .....

30

\ 20

10

o

146

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X \ ,~ <"'.

,

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TI III IV Reunión

S-IM -­

S·G ---

Diagrama 5

,Cámbio temporal en el porcentaje de casos en los cuales el Hom~ 'bre Más Simpático desempeñó roles "Liden, (IM y G), Prome­

dio de las dos curvas del diag,'ama 4 (por reunión)

60~----T-----T---~

50~----b---~----~

40~~~~----~---!

30~--~~----~------i

20 ~---I--~-I----l

10 ~---I----I----l

O~ __ ~~ __ ~~ __ ~ 1 II III IV

Reunión

Esto se ve en el diagrama 4, donde las dos curvas muestran una fuerte tendencia a divergir en cada punto. La curva del diagrama 5 se obtiene promediando las dos series de cifras; podría decirse que representa el cambio en la correspon­dencia, a lo largo del tiempo, entre el rol de Simpatía y el rol «Líder» (como se sugirió en el cuadro 5). Tal vez este sea el hecho más sorprendente que hayamos presentado sobte la incompatibi­lidad de los dos roles. Al término de la primera sesión, el individuo a quien se consideró como ({Líder» tiene cerca del 50 por ciento de probabilidades de ser también el Más Simpático. Desde aquí en adelante sus probabilidades bajan en forma regular y precipitada, hasta que al concluir la cuarta sesión solo tiene un 14 por dento de probabilidades, y estas todavía siguen en descenso. Pueden exponerse algunos otros datos en relación con la pregunta:

147

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¿Cuál es el grado general de especialización de rol en estos gnlpos, y cómo cambia en el transcurso de! tiempo? El cuadro 8(a) muestra el número de casos (en porcentajes) en los cuales una, dos, tres, cuatro y cinco personas desempeñaron, respectivamente, los cinco roles, y e! promedio para los 61 casos. El cuadro 8(b) muestra cómo cambió esta disttibución en el tiempo, y el dia­grama 6 ·presenta la tendencia temporal promedio.

Cuadro 8

Distribución de roles entre los miembros

(61 casos)

Número de personas

1

2

3

4

5

2,52

Cambios

Número de personas I

1 25,0

2 37,5

3 31,3

4 6,3

5

Número promedio 2,19 de personas

a)

Porcentaje de casos en los cuales se distribuyeron los cinco roles entre el número. designado de individuos

8,2

39,3

45,9

4,9

1,6

Número promedio de individuos que desempeñan los dnco roles

b) temporales (por reunión)

II III IV 6,3

43,8 33,3 42,9

43,8 60,0 50,0

6,3 6,7

7,1

2,50 : 2,73 2,71

El número promedio de personas que desempeñaban los cinc? roles era de 2 52 pero este promedio tendió a aumentar con el tIempo, mostrando ~n incremento en la especialización de rol. Sin duda, el

148

, 'cambio representado en el diagrama 6 es pequeño, peto lo intere­sante es que resulta considerablemente mayor que el cambio por tamaño, que aparece en el cuadro 9.

Diagrama 6

1 ndice de especialización de rol (por reunión)

Número promedio

2,80

2,70

de 2,60 individuos

que desempeñan

los cinco 2,50 roles

2,40

/ /

/ /

1/ 2,30

2,20

2,00 1 II 1I1

Reunión

i--

IV

A partÍr de estos hallazgos, podemos concluir que algún grado de especialización de rol es la regla para grupos de este tipo, y que dicha especialización tiende a incrementarse con el tiempo. En nuestros datos, el «grupo simplemente organizado», en el cual un «líder» desempeña los cinco roles, es un caso comparativamente

149

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Cuadro 9

Indice de especialización de rol por tamaño (61 casos)

Tamaño del grupo

.3 individuos

4 indivIduos

, individuos

Número promedio de individuos que desempeñan

los cinco roles

2,50

2,50 6 individu'-o-s~~~~~-

2,59

Diagrama 7

Cambios temporales en el porcentaje de casos en los cuales un individuo desempeíia los cinco mIes (por reunión)

25

20

15

10

5

O

~. \ \ \

J

"-

'\ II III

Reunión IV

raro, y cuando aparece tiende a .desintegrarse andando el tiempo, como se representa en el diagrama 7. Estos descubrimientos preliminares son importantes para distin­guir entre los diferentes tipos de situaciones de liderazgo. A modo de ensayo, podríamos adelantar la proposición de que los métodos

150

sociométricos tradicionales para determinar los «líderes» solo re­sultan apropiados cuando no existe ninguna tarea instrume~tal específica y definida. No bien se introduce una tarea de este tIpo, surge una demanda para el desempeño de los nuevos roles creados

'. por la misma. Al principio, el h?mbre más simp~tico puede desem­peñar dicbos roles, pero a medlda que pasa el tiempo,. se ptoduce una separación: 1) pasa al primer plano algún atto. mlembto, ~ue desempeña con más éxito estos nuevos roles, o blen,2) el hder sociométrico se convierte en un líder de tareas y dela de ser el más simpático, Parecería que estUviéramos untando, en esencia, el mismo pr?" blero. de equilibrio que nos ayuda a entel1c1er los niveles mas microscópicos del perfil, de la matriz quién-a"quién y del movi" miento de fases. Observamos en esa oportunidad que a medida que la cualidad de la acción pasa de la orientación a la evaluación, y de aquí al control, las reacciones negativas aumentan. Cada transición -casi podríamos decir cada acto -instrumental- per­turba en ciei'to grado el equilibrio logrado por el sistema. Cuanto mayor sea la perturbación, más pronunciadas se harán las reac­ciones negativas (y por 10 tanto se intensificará la necesidad de actos reequilibrantes). El Hombre de Ideas es quÍen más tiende a producir actos perturbadores del equilibrio -a causa de su cons­tante movimiento hacia la meta instrumental- y por ende quien más probabilidades tiene de suscitar hostilidad. Sin embargo, el valor de la tarea que desempeña es tan grande para el grupo que se imponen severas limitaciones a la cantidad de hostilidad que se le puede dirigir, y, como resultado de esto, buena parte de la misma puede desplazarse hacia algún otro individuo de status bajo. Pero esta hostilidad produce, al mismo tiempo, tirantez en los sentimientos amistosos del grupo hacia el Hombre de Ideas, disminuyendo así su posición sociométtlca.

Cuadro 10

Número de casos en los que el individuo que desempefja en la primera sesión los roles 1M y S abandolla el "01 S o el rol 1M,

o ambos, en la segunda sesi6n

Abandona el rol S

O

(10 casos)

Abandona el rol 1M

9

Abandona ambos roles

Como ya hemos dicho, esta tendencia hacia la incompatibilidad entre el estrellato socio métrico y el liderazgo instrumental puede manejarse de dos modos. En el cuadro 10 aparecen los únicos datos disponibles sobre las frecuencias relativas de estas alterna-

151

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tivas; dicho cuadro trabaja con diez casos, en los que el mismo individuo desempeñó los roles de Idea y Simpatía en la primera sesión) pero en la segunda se vio involucrado en algún cambio de rol. Estas cifras sugieren que no es probable que un individuo renuncie a su alta posición de popularidad a fin de convertirse en un líder instlUmentaI. Incluso podríamos conjeturar (aunque ello implique dar un salto bastante grande) que el origen de su esfuerzo por lograr el liderazgo' sociométrico residió, en primer término) en cierta incapacidad fúndamental para «aceptar) la hos-' tilidad. Parece que hemos llegado n un punto en que la investi­gación de las factores de la personalidad puede integrarse muy eficazmente con el estudio de los pequeños grupos. Iniciamos el desarrollo de un cuadro sistemático de la constelación de los roles dinámicamente relacionados que el proceso de grupo tiende a generar COfia consecuencia de sus tendencias equilibran­tes. Nos gustaría saber algo más sobre los factores de la persona­lidad que hacen que determinados individuos busquen obtener tipos determinados de roles en esta constelación, o intenten apar­tarse de ellos.

152

5 - El movimiento de fases en relación con la motivación, la formación de símbolos y la estructura de roles Talcott Parsons, Robert F. Bales y Edward A. Shils

I. Introducción

En este .rtfculo, el (,Itimo de l. serie de apuntes de trabajo inclui­dos en esta colecci6n, 1 intentamos nuevamente analizar a fondo nuestros principales conceptos, ajustando sus relaciones lógicas, eliminando incompatibilidades hasta donde podamos hacerlo, ex­trayendo nuevas deducciones, y tratando, en general, de elaborar una estrnctura teórica más coherente y rigurosa que la que ya teníamos. Apenas es necesario decir que n-o estamos completa­mente satisfechos de los resultados. Hay muchas dificultades que nos impiden extraer deducciones suficientemente rigurosas; de esas díficultades) conocemos algunas, y sin duda habrá otras sobre las que esperamos que nuestros colegas nos llamen la atenci6n. Consi­deramos esto, simplemente, como otra plataforma para trabajar, y esperamos que el lector 10 vea de la misma manera. En particular, digamos que se han introducido algunos cambios ell la termino­logía, que señalaremos donde corresponda. Procederemos a partir del análisis del capítulo 3, utilizando los conceptos fundamentales que se desarrollaron allí y en otras partes de nuestro trabajo. Recordemos los más importantes: la concep~ ci6n de las cuatro dimensiones, que corresponde a los cuatro pro­blemas sistémicos de Bales y que están definidas en términos de los c.onceptos de las variables-pautas de Parsons y Shils; la con~ cepclón de ubicación y movimiento; las categorías de interacción de Bales) articuladas también con los conceptos de las variables­pautas; los paradigmas para el análisis de la desviaci6n.y el control social, según las anteriores publicaciones de Parsons, y el análisis del simbolismo y del proceso simbólico desarrollado en el capí­tulo 2. Nuestro análisis de los sistemas que mantienRl;l sus límites, com­puestos por una pluralidad de unidades o «partículas», se basó en cuatro supuestos principales. El primero de ellos es el principio de inercia; es decir, que una unidad o «partícula» siempre tiende a moverse en la misma dirección a una velocidad constante, a menos que se la desvíe u obstaculice. Dado que atañe a la conducta de unidades en sistemas, este es, desde el punto de vista empírico,

1 Tal vez resulte útil repetir que los artículos de esta colecci6n fueron impresos en el orden cronológico en que se escribieron.

153

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un caso límite. Dicha constancia de dirección y mOVImIento no puede mantenerse durante cierto período en ningún caso concreto de proceso sistémico, dado que la interdependencia de las unidades es la esencia misma de la concepción de sistema. En consecuencia, aquí resulta relevante la analogía con la concepción de órbita en mecánica. Hallándose el sistema en estado estable, la unidad ten­derá a seguir una pauta de cambios de dirección sucesiva, a medida que sus relaciones con las otras unidades del sistema y con la situación externa se vayan modificando a lo largo del tiempo. Esta secuencia puede ser oscilatoria o cíclica, o adoptar alguna otra forma; pero siempre involucrará cambios de dirección (y de veJo. cidad). Además, estos cambios no se producirán enteramente sin orden ni concierto; siempre seguirán una pauta, aunque puedan entremezclarse con ella algunos elementos aleatorios. Esta concep~ ción de la órbita del proceso de acción es inherente a la del movi~ miento de fases, que será el principal objeto de nuestra exposición subsiguiente. Se aplica a un tiempo a la unidad y al sistema en su conjunto, distinción esta última que atañe a los puntos de refe­rencia y no a la estructura concreta de los procesos. En segundo lugar, suponemos el principio de que la acción y la reacción tenderán a ser de igual «fuerza» y dirección opuesta. Interpretamos esto como una nueva versión de la concepción del equilibrio sistémico, o una premisa subyacente bajo esa concep­ción. De manera. análoga a lo que ocurría con el principio de inercia, tampoco el enunciado de este principio implica que las acciones y las reacciones siempre han de ser empíricamente igua~ les y opuestas; lo que implica es que si no lo son, se presenta un problema. La concepción del equilibrio da a entender que si faltan esas características, el origen de la discrepancia, el exceso o déficit de «insumo», debe 'estar situado fuera de la sede de variables que constituyen el estado estable del sistema. Por ejemplo, en un pro­ceso de interacción de pequeño grupo, la fuente de la discrepancia puede estar en el cambio situaciona1 o en el sistema de persona­lidad de uno de los miembros. . Tercero, suponemos un principio de aceleración que dice que los cambios de la velocidad de proceso deben explicarse por la acción de «fuerzas» sobre (o en) la unidad o unidades en cuestión. Un aumento de velocidad implica un «insumo» de energía originada fuera de la unidad de que se trata; una disminución de velocidad implica una pérdida de energía, un «producto» de algún tipo pro­veniente de la unidad. Retomaretl;los este problema de insumo y producto, con referencia a los sistemas de acción, después de exponer los fundamentos adecuados para su examen, En cuarto lugar suponemos el principio de integración sistémica, Tal como nosotros lo interpretamos, significa que, independiente­mente de la operación de los otros tres principios, existe un imperativo con respecto a los sistemas de acción que exige que los

154

elementos-pauta en la organización de sus componentes sean com~ patibles entre sí mientras mantienen los límites del sistema frente a su situación externa. Expresado en forma algo diferente, la con­secuencia de la coexistencia continua de pautas incompatibles o conflictivas entrañará, en los casos más moderados, tendencias hacia el cambio de estado y hacia bajos niveles de integración, y, en los casos extremos 1 la disolución del sistema,2 Por lo tanto, suponemos que la incorporación de una nueva pauta en conflicto con otra ya exis-tente en el sistema -incluyendo, naturalmente, el desarrollo de inversiones emocionales en ambos casos- determi­nará tendencias hacia In soluci6n del conflicto. La solución más radical sería la extrusión de una u otra pauta; pero sin llegar a esto, pueden encontrarse 'diversos tipos de adaptación y ajuste, los cuales importarían un cambio del estado del sistema.

Orientaciones p,rincipales hacia los problemas

Una concepción central en nuestro esquema es que la acción es un proceso que constituye (o que ocurre en) sistemas que mantienen sus límites, concebidos dentro de un marco dado de referencia. Este marco de referencia involucra, sobre todo, las cuatro dimen­siones que obtuvimos en el capítulo 3 al reunir los cuatro proble~ mas sistémicos de Bales y cuatro de las cinco variables-pautas de Parsons y Shils. Los dos postulados que analizamos en ese capítulo, subyacentes bajo las antítesis de variables-pautas, significan que las dimensio­nes no integran una mera lista, sino dos parejas de opuestos. De ahí que su orden no sea arbitrario, Recordemos los dos postula­dos: primero, el del carácter unidireccional del proceso de acción, desde el insumo motivacional hada la gratificación, y segundo, el de la independencia de las exigencias adaptativas e integrativas, que ahora interpretamos como implícito en el supuesto de que estamos trabajando con sistemas que mantienen sus límites, o como otra forma de expresar esto mismo. Ya señalamos que una cantidad dada de energía motivacional no puede gastarse en un proceso instrumental y, al mismo tiempo, «almacenarse» para su uso posterior: son dos direcciones indepen~ dientes de su flujo. De manera análoga, si ha de activarse dicha energía, esta no puede dedicarse a la manipulación de objetos

2 En el capítulo .3 señalamos que este principio de integración sistémica era un enunciado más general de lo que en psicología se denotaba con la «ley del efecto». Aquí desearíamos señalar que se trata fundamentalmente de 10 mismo que la «selección naMal», tal como es empleado ese prin­cipio en la moderna teoría biológica, y que su importancia es resultado de la existencia de sistemas que mantienen sus límites, propiedad compartida por los organismos y los sistemas de acción,

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(incluyendo otras unidades en el sistema) en un sentido instru~ mental, y, al mismo tiempo y en igual grado, a la expresión de actitudes de solidaridad o antagonismo hacia ellos. Ambos compo­nentes están presentes, pero no se los puede maximizar en forma simultánea; es en este sentido que son antitéticos. Esta no es sino otra manifestación de las antítesis generales inherentes al esquema original de variables-pautas, según las cuales una orientación no puede ser máximamente universalista y particularista al mismo tiempo, como tampoco puede se! afectiva y neutral a la vez. Suponemos que las dimensiones son, esencialmente, coordenadas direccionales con referencia a las cuales se analizar el proceso de acción. La energía motivacional que se introduce en el sistema a partir de un organismo no puede operar simultáneamente en todos los posibles procesos que van a integrar el sistema. Debe ubicál'sela en forma específica, en el sentido de que debe asignársele a una o más unidades del sistema. Pero en un momento dado esta unidad debe estar ubicada en algún punto definido del espacio de acción, y moverse -es decir, cambiar sus propiedades- de manera deH· nída. El esquema dimensional supone que es menester «almacenar» la energía en un depósito, o «gastada» transfotmándola en grati· ficadón (satisfacción). Es preciso que exista un equilibrio entre estas dos cosas, dado que, por definición (si las dimensiones son independientes), es imposible que el mismo cuanto de energía siga ambas direcciones a la vez. De igual modo, existe una alter· nativa básÍca entre la orientación a las exigencias adaptativas y a las exigencias integrativas. La primera involucra la primacía de los componentes instrumental-cognitivos del sistema de orienta­ción; la segunda, la primacía de los componentes expresivos, o sea que ambas no pueden ostentar esa primacía al mismo tiempo. Por lo tanto, dentro de este marco de referencia dimensional, con­cebimos que el proceso ocurre en un sistema al cual se considera como punto de referencia. El sistema opera metced a la interacción de sus unidades miembros. Todo cambio de estado de una unidad -es decir, en su ubicación con respecto a alguna o a todas las dimensiones, en su carga de energía, etc.- afectará a las otras unidades del sistema, y a su vez, los efectos de estos efectos sobre las otras unidades «retroaHmentarám> a la unidad original. En este punto pensamos en un proceso «circular» continuo de interdepen­dencia, al que se analiza en términos del concepto de equilibrio. Debido al rol dominante que tiene el simbolismo en la acción, y del cual hemos hablado tan a menudo, asignamos al proceso de comunicación un papel particularmente crucial en los mecanismos de este proceso de equilibrios y desequilibrios interdependientes. Las doce categorías de interacción de Bales han de interpretarse principalmente como tipos de comunicación, consideradas dentro de este marco de referencia, y es a través de ellas que se dan los procesos de «retroalimentación».

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partir ce estas premisas tunclamentales -un esquema tettacll~ mensiona\, y la concepci6n de un sistema de unidades intetdepen­dientes, que mantiene sus límites- concluimos de inmediato que debe tratarse a los sistemas de acci6n como sistemas diferen­ciados. En seguida se aclara que esta diferenciación se efectuará de dos maneras. Dado que nos ocupamos de procesos que ocurren en un orden temporal, debernos tratar a los sistemas y a los proce­sos de sus unidades corno cambiantes a lo largo del tiempo. Llama­remos fases de la pauta de acción a las principales uniformidades de proceso que ocurren en un período dado, en contraste con aquellas uniformidades que lo preceden o lo siguen en el tiempo; dedicaremos gran parte de nuestra exposición subsiguiente al aná· lisis de estas fases. 3

La diferenciación del proceso de acción a 10 largo del tiempo es uno de los dos modos principales de dicha diferenciación; el otro se refiere a la diferenciación de las pautas que son relativamente constantes a h'avés del tiempo. En esencia" podemos decir que tales constancias son elementos repetitivos en las pautas de fase u órbita del proceso. Cuando afirmamos que una unidad está dife­renciada de las otras con respecto al liderazgo en el proceso de ejecución de una tarea, no queremos dar a entender que esa unidad -por ejemplo, el miembro de un pequeño grupo- no despliegue actividad alguna en la esfera socioemocional, sino que en general despliega mayor cantidad de cierto tipo de actividad respecto de 10 que hacen otros en el grupo, y que estas actividades están con­centradas en ciertas fases del proceso sistémico. Cuando hablamos de pautas estructurales de un sistema de acción, nos referimos a estas uniformidades de pauta que se repiten a través de una suce­sión de movimientos de fase o de ciclos de los mismos. En adelante consideraremos,- pues, que las pautas de fase y la diferenciación estructural de los sistemas derivan de raíces comunes, propias del carácter general del proceso de acción, y son dos formas de análisis de los mismos fenómenos concretos J desde dos perspectivas algo diferen tes. Sin embargo, al analizar las fases es esencial tener muy en cuenta la diferencia entre las fases del cambio de estado del sistema como tal, por un lado, y las de cada unidad del sistema, por otro. Suponemos que las fases del estado sistémico son resultantes de cambios de fase en las unidades, que también son sistemas. No existe correspondencia unívoca entre la fase de un sistema y las fases de las unidades constituyentes, en ningún momento. Por el contrado, el hecho de que unidades diferentes hayan de encon­trarse, en cualquier instante, en fases diferentes de sus pautas de proceso, es inherente a la concepción de proceso sistémico diferen·

3 En el capítulo 4 se encontrará un análisis empítico de las fases en pe­queños gtupos.

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dado. A fin de tener bien presente esta distinción, nos hemos tomado la libertad de pedir en préstamo a la mecánica el término «órbita» para designar a la pauta de fase de una unidad en el sistema, a diferencia de la det sistema en su conjunto. Una órbita es, pues, una pauta de estados sucesivamente diferenciados ,de la unidad de un sistema, analizada en relación con el esquema dlmen~ sienal: por un lado, se la compara y articula con las pautas de fase de las órbitas de otras unidades, y por otro lado, con la pauta de fase del sistema como tal. Naturalmente la distinci6n entre unidad y sistema es relativa. Lo que en térmi1;os de un punto de referencia es una unidad) siempre puede considerarse como un sistema desde otro punto de referen­cia; este criterio de las relaciones macroscópicas y microsc6picas es capital en todo nuestro tratamiento de la acción. Pero dentro de esta relatividad es esencial tener en claro siempre cuál es la referencia sistémica; hay que saber si nos estamos refiriendo al sistema como tal, al sistema dentro del cual está funcionando, o a los sistemas de las unidades que lo constituyen. Las concepciones del proceso de acción y de las relaciones ent~e las unidades en los sistemas constituyen un marco de referencIa importante para nuestro análisis."Hay dos serie de consideraciones conexas entretejidas con esto, pero que requieren un análisis algo distinto. La primera tiene que ver con la dualidad básica del marco de referencia de la acción, una dualidad que consiste en el hecho de que todo fenómeno involucra la relación del actor y la situación o el objeto. La segunda se refiere a la posici6n crucial de los procesos simbólicos en el marco de referencia de la acción. Desde el principio hemos insistido en que la. acción eS,un proce~o unidireccional. Esto no excluye la eXistenCia (y la ImportancIa fundamental) de una dualidad de aspectos en este proceso. Hemos deducido el carácter unidireccional del proceso de la naturaleza de la energía motivacional -el hecho de que se la <~gasta» en la acción-o Siempre dimos por sentado, y luego 10 anahzaremos con más detalle, que si bien no se trata de una ley de conservación de energía motivacional, sí es una le.y de «equivalencia}), en el sentido de que esta energía no desaparece simplemente, sino qu «produce»­algún tipo de consecuencias; vale decir, que existe un balance de insumo y producto. Aunque todavía no 10 podamos probar, cree~ mas que se trata de un balance cuantitativo, que finalmente demos~ trará ser reducible a una equivalencia numérica. En realidad, cree~ mos que un postulado de ese tipo es inherente a la concepción misma de equilibrio (la cual, obviamente, es el foco de todo nuestro análisis), y que el principio de la equivalencia de la acción y la reacción, enunciado en el capítulo 3, no es sino una manifes­tación de este postulado. En 10 que sigue, pretendemos enfocar la conceptualización de este balance de un modo acorde con nuestro postulado del proceso

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unid.ireccional) usand.o los conceptos ue gratificación y satisfacción para designar los productos que equilibran el insumo de todo pro­ceso de acción. Pero este aspecto de nuestro esquema conceptual no toma en cuenta sino una faceta de la dualidad de actor y objeto. Sugerimos que no solo existe un proceso con respecto So

la creación de estados motivacionales en las unidades de los siste~ mas de acción (como consecuencia de la inversión de energía motivacional en su acción) sino que también debe haber un pro­ceso con referencia a los objetos, y sus relaciones con el sistema de acción deben cambiar a través de la acción, del mismo modo en que 10 hace el estado motivacional de los actOl'es. Todo nuestro análisis de estos problemas se centra en los procesos y los sistemas de acción. Por lo tanto, consideramos necesario distinguir dos clases fundamentalmente diferentes de consecuencias del proceso de acción, hasta donde concierne a los componentes objetales. Por un lado, pensamos en cambios en las relaciones que unen al sistema o a las unidades motivadas en el sistema con los objetos que incluye dicho sistema. o con una o más unidades como objetos. Basándonos en la terminología de El sistema social. nos referiremos a este proceso en términos de la categoría de «pose­siones», subdividida en recul'sos y recompensas. La segunda clase ~e refiere a las propiedades del sistema y de sus unidades consti­tuyentes en tanto sean ellas mismas objetos. Aquí hablamos de los procesos de aprendizaje en su sentido más amplio, como los pro~ cesos a través de los cuales cambian las propiedades de los sistemas de acción, y del producto de dichos procesos como «ejecuci6n» (accomplishment), a diferencia de la «adquisición» (achievement) de relaciones valiosas con los objetos de posesión. Ya hemos es­tablecido los fundamentos del cdlerio según el cllal la ejecuci6n consiste en el cambio en la pauta simb6lica de los componentes de significado de un sistema de acción; cuando se alcanzara un estado estable. hablaríamos de un sistema de personalidad «inter~ nalizadm) y de un sistema social «institucionalizadm). Si consideramos al proceso de aprendizaje como un proceso de producto, en contraste con los insumas de energía motivacional, de percepción de objetos, de recursos y recompensas (las dos cate­garfas primarias de posesiones), 10 trataremos como «opuesto» en direccionalidad de los procesos motivacionales de insumo. No debe interpretarse que esto contradice el carácter unidireccional del pro~ ceso de acción. Se refiere a lo que ocurre con los componentes a partir de los cuales se forman los sistemas de acción; a la produc­ción, a partir de los objetos y de su sistema anterior de relaciones, de una nueva pauta de estas relaciones que, por sí misma, produce nuevos objetos antes inexistentes. Los procesos de desempeño a través de los cuales la energía moti­vacional se transforma en gratificación y satisfacción. y los pro­cesos de adquisición de posesiones y de aprendizaje mediante las

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que se producen nuevos objetos y nuevas relaciones forman el ¡ocus de los mecanismos del proceso de En esencia, tratamos de proporcionar un marco de referencia para el desarrollo de análisis más detallados de las pautas de interdepen­dencia involucradas en los procesos de acci6n. . . La distinción entre los aspectos de desempeño y de aprendlza)e en el proceso de acción sustenta otra clasificación de los tipos d~ proceso en sistemas) que surgió de nuestro trabajo y a la que ~nah­zaremos después algo más detenidamente. En general) consIdera­mos que el tipo de análisis expuesto por Bales sobre los procesos de interacción en pequeños grupos, y cuya formulación más ex~ tensa aparece en el capítulo 4, suminist:a un, mo~el? para el p~o­ceso típico de desempeño, en el cual el mteres pnnc1pal ,no reside en los cambios de las propiedades del grupo y de sus unidades-rol constituyentes, sino en el desempeño de la tarea -es decir, en el logro de una meta del sistema, según la terminología aquí adop­tada-, Creemos que el tipo general de análisis aquí desarrollado puede hacerse extensivo, desde el estudio microscópico de peque­ños grupos, bajo condiciones controladas y por lapsos c.ortos, al estudio de fenómenos sociales a lo largo de extensos pel'lOdos; y, con las modificaciones adecuadas, al análisis de la personalidad corno sistema. Sin embargo, el análisis de Bales ,aún no ha incluido los casos en que se establecen ch'culos viciosos d~ desyiaciór;, n~ tampo"co los procesos mediante los cuales es posl?le Invertir dichos Circulas viciosos -o sea los procesos de terapIa y otras fotmas de control social-o Mientras trabajábamos en la preparación de este artículo obtuvimos un resultado completamente inesperado: la pauta básica de fases desarrollada por Bales en el estudio de pequeños grupos, y que parece poder generalizarse más allá de ese campo, demostró corresponder con notable exactitud a los procesos básicos de con­trol social y de socialización si se la aplicaba en sentido inverso. Es decir: las pautas de conducta características de las últimas fases de un proceso de desempeño (liberación de te~sión y la afir­mación de solidaridad) deben aparecer en las prImeras fases de los procesos de control social y de socialización; solo cuando s,e elaboran sus consecuencias es posible que tenga lugar el aprendi­zaje de contenido específico. ~odría~os decir que en el cas? del desempeño, los procesos de orlentacIOn a la tarea crean tensIOnes socioemocionales a las que se debe elaborar antes de que el ~rupo esté listo para una nueva fase del logro de la meta. En cambIO, ~n el caso del aprendizaje debe establecerse un fundamento sOCI0-

emocional antes de poder asimilar orientaciones más específicas. En las secciones II y III se examinará todo esto con algún detalle. Reservamos para la sección final de este capítulo el tratamiento más minucioso de la estructura de los sÍstemas de acción, con el propósito de acentuar tan enérgicamente como sea posible que el

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."'-_ •. ". estructural no es) desde el,\?unto de vista teórico) inne­pendlente del análisis del proceso, sino Clue utiliza los mismos componentes y relaciones fundamentales. Sobre todo, observamos que las tases del proceso sistémico derivan de las mismas raices de las cuales se obtienen los modos de di\erendad6n estructural de los sistemas. 'Pensamos que esta proposición crucial no resultada totalmente clara pata el lector, a menos que lo condujésemos a través del análisis total del proceso antes de enfrentarlo con nues­tro enfoque del análisis de la estructura sistémica. ' Concluyendo estas notas introductorias creemos conveniente refe~ ritnos a las dificultades que implica l~ presentación del tipo de análisis que nos ocupa. Nuestra concentración en los sistemas y

> en sus propiedades significa que la exposición discu1'siva posee limitaciones int1'Ínsecas. Debemos adoptar alguna forma tabular que haga posible al lector la aprehensión simultánea de las inte1'1'e~ laciones de diversos factores. Pero, ante la ausencia de un modelo matemático adecuado, cualquier forma factiblé" que se elija invo~ luc1'a, de suyo, elementos de arbitrariedad que se convierten fácil~ mente en distorsiones. Teniendo en cuenta esto, y a" fin de contrarrestar cualquier ten~ dencia a reificar un esquema como el que elegimos y exponemos en las secciones subsiguientes, preferimos decir explícitamente que es arbitrario, que existen muchos tipos posibles de modelos ade4 cuados a las ideas fundamentales, algunos de los cuales hemos experimentado, y que estamos buscando otros. Consideramos que en la etapa actual de desarrollo de este tipo de teoría es impor4 tante ser sumamente pragmáticos acerca de estas cuestiones y ensayar diversos proyectos. Solo de ese modo estaremos protegidos contr.a ~na prematura rigidez de las formulaciones, que pueden constltU1r un método de presentación artificioso más que una con­secuencia inherente de las relaciones en la materia de que se trate. Este problema en particular atañe a las relaciones entre las cate­gorías de interacción de Bales y los otros componentes de nuestro esquema conceptual; o sea los problemas sistémicos y las variables~ pautas reinterpretadas como dimensiones, las catego1'Ías del insumo y producto, los paradigmas de desviación y control social, y la categorización de estructura. Hace mucho que sabíamos que las categorías de interacción constituían «Índices» más deta11ados de las variables del sistema que juzgamos decisivas. Ahora nos parece que no existe un único modo «correctO}> de relacionar dichos Índi­ces con las variables fundamentales, sino muchos. Pero antes de que podamos limitarnos confiadamente a una de las posibilidades e ignorar las otras, será menester trabajar más en esta dirección.

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n. El sistema como punto de referencia

En esta sección nos gustada tratar detalladamente la i~;~~:~~~~: de tener en cuenta la variedad de posibles referencias. Pensamos que el esquema conceptual de la teoría de acetan puede aplicarse a un ámbito que abarca desde los sistemas con'. ductales de los organismos elementales hasta los sistemas cultu­rales y sociales más complejos, y, a nivel humano, desde los pro­cesos elementales de aprendizaje en la criatura hasta los procesos de desarrollo de cambio histórico en las sociedades más complejas. En todo momento, el esquema trabaja por lo menos con dos «niveles» adyacentes: el nivel de unidad y el de sistema. Hay que tener en claro si el «punto de referencia» de nuestros conceptos es la unidad o el sistema de unidades, pues de otro modo nos encontraremos invadidos de sutiles ambigüedades semánticas, harto difíciles de resolver. La esfera microscópica-macroscópica, centro de nuestra atención en este artículo, está atravesada por la complicación implícita en las relaciones entre los sistemas sociales y las personalidades como sistemas. Dado que aquí nuestro interés inmediato reside solo en los sistemas de interacción social, no exploraremos a fondo este aspecto del problema; para ello, remitimos allector al tratamiento que del mismo hicieron Parsons y Shils en Valores, motivos y sistemas de acción. Aquí solo es menester acentuar que no cree~ mos que una personalidad sea un microcosmos de un sistema social, y a la inversa, que una sociedad sea una «~royecciór:» de las personalidades de sus miembros. Aunque ademas de ser mter­dependientes se penetran mutuamente, las personalidades y los sistemas sociales constituyen referencias sistémicas independientes, y ninguna de ellas es reducible a los términos de la otra. Esto se dará por sentado a lo largo de toda la exposición que desarrolla~ remos en las páginas que siguen. En nuestro examen de las relaciones microscópico-macroscópicas, el punto de referencia que trataremos de mantener a lo largo de todo este artículo -y que deberá ser adoptado para la lectura de las tablas y para descubrir los referentes apropiados de los conceptos- es el sistema. Concebimos a todo sistema formado por dos o más unidades o miembros ínteractuantes, y enclavado en una situación ambiental. Típicamente, cada unidad tiene con­tacto directo con algunas partes de la situación que constituye el ambiente del sistema en su conjunto, pero no son todas las partes. De igual modo) cada unidad tiene contacto directo con otras uni­dades pero no necesariamente con todas. Puede decirse que el sistema en su conjunto cambia la relación que mantiene con su situación solo (J través de la interacci6n de sus unidades entre sí y con entidades externas al sistema. Análogamente, se concibe que el sistema cambia su estado interno solo a través de la

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··.~'teloac'oión de sus unidades. La t\gura 1 representa la relaci6n estos tétminos. .

}?osici.6n del sistema con tespecto a su situad.ón. se desctibe ,'; e~ .fun~\.6n de \as cuatro dimensiones, "'j a la iU'Jersa·. las cuatro

d\mens;ones son aquellas dentro de \as cuales se mueve eL sistema. Las u?l.dades mueven el sistema, peto sus propias ubicaciones están espec~hcadas solo con reterencia a su efecto sobre el movimiento del Sistema. Cuando hablamos de «adaptación), nos reterimos a

Figura 1

El sistema) las unidades miembros y la situación

la adaptación del sistema como totalidad a su situación lo cual se logra merced a la interacción de las unidades miembros: Cuando ?abIam~s de actividad adaptatÍva~instrumental nos referimos a la mteraCCIón de las unidades miembros consideradas en términos de su relevancia para la adaptación del sistema. y así sucesivamente para cada, ~na de las otras dimensiones y tipos de actividad. Nues­tr~ prol?OSlto es no ~ablar nunca de una unidad sin implicar la eXl~tenCla de otl'as untdades con las cuales está en interacci6n. Es lmportante advertir que al colocar al sistema en el centro de!

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análisis se trata al miembro como una unidad; es decir, se con­sidera ~ la unidad como algo indiferenciado, como si no fuera un sistema sino una partfcula, y solo se la describe según su relación con otras partículas o sistema de partículas. Mantener este punt? de vista es en extremo difícil, a menos que se superen los hábi­tos de pensamiento de «sentido común», .ya que otl'O de ~t;estros postulados fundamentales dice que cual,\Uler cosa que se d!¡a para ser tratada como una unidad a los fmes de un aná11s18 dado también puede ser considerada, con un cambio adecuado del 'punto de referel1cia, como un sistema constituido a su vez por UnIdades miembros de algún tipo. Basándonos en este supuesto, sostenemos que d esquema conceptual puede aplicarse en todos los puntos de una amplia esfera de sistemas microsc?picos y ;nac:oscóp}C?S; mas cuando se aplica dicho esquema a un sIstema m~s mIcroscop1CO o más macl'Oscópico, cambia el punto de ref~r~ncta, y en conse­cuencia también cambian los referentes emp1t1COS de todos los conceptos y todas las variables.4 Y sea cual fu~re el punto de vista que se adopte, siempre existirán unidades ml~mbros gue, desde ese punto de vista, no serán analizadas como s1ste~1as sInO q~e se las considerará como unidades o partículas, con CIertas propIeda­des dadas que no son objeto de discusió~. ~l mant~nimie?to de esta perspectiva constituye una de las ~t1nclpales diferenCias en­tre el análisis teórico técnico que aquí mtentamos efectuar, y el tratamiento de los mismos materiales empíricos por medio del «sentido común». Un breve ejemplo sería el siguie,nte: la in.teracción de ~~ pequeño grupo de personas, considerada como sIstema y clas1fIcada con referencia al sistema que ellas integran. Esto es 10 que hace Bal~s cuando clasifica las actividades del grupo que observa, Las Uni­

dades miembros son las personas, en su capacidad de actores en ese grupo. Se trata a las personas como unidades, ~e identifica a cada una con un número y se atribuyen actos particulares a una persona particular como una unidad. Expresado .al revés: 110 se atribuye el acto a alguna parte de una person~hdad, c~mo por ejemplo al ego, o al inconsciente, o a una necesIdad p~rtlcular, o a algo semejante. Esto implicaría. trata; . a. la perso~ahdad C?tnO sistema en un nivel inadecuado -de anahsls. Despues se obtiene una descripción de las propiedades de una persona. o unidad dada sumando su «perfil» -todos los actos que ha eJecutado-, pero' en este momento del análisis no se conoce en 9ué medida el perfil es una función de las diferentes partes o necesIdades de la persona en su entrelazamiento con cada una de las otras, y en qué medida es una función de~ la p~sición que. la persona ocupa en el grupo. Más adecuado serIa deCIr que se tiene un cuadro de

4 El lector observará que la teoría de la mecánica ap,lica un procedimiento que, desde el punto de vista lógico, es exactamente Igual.

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l~ «¿r~ita}) que esa persona ha recorrido con referencia al proceso slste~1co o grupal en su conjunto, 10 cual es el punto de refe~ renC1a. Si se desea explicar las propiedades de algo a 10 que antes se tra~aba como. unidad en otros términos que no sean los de su calIdad ~e mIembro del sistema, entonces se cambia el punto de referencta, y se trata a la antigua unidad como sistema. Asi, tal vez se desee cambiar el punto de referencia y central' el análisis ~n uno de los individuos, considerándolo un sistema de persona­hd~d y no el ocupante de un 1'01 único. 5 Se tratará a la persa. nahdad c?mo .algo .c?mpuesto ~or unidades miembros de alguna cla~~, qll1Z~ dlSposlclOnes-necesldad. Ahora se investigará la re­laclon del s1stema -la personalidad- con su situación en térmi~ nos de l~ int~racción ~e las disposiciones~necesidad, d~, los tipos d.e confllctos mtemos lnvolucrados, de las transacciones y coali~ ClOnes entre necesidades, y de la estructura resultante. Nunca se d~be ~a?lar de una. disposición"necesidad sin dar por sentado otras dlSposlclOnes~necesldad con las cuales interactúa aquella. Por otro lado, se padr1a desear una mejor comprensión de la conducta de un grupo, comparada con la que se obtendr1a si se 10 c.onsiderase al nivel de sistema, y pasar a un nivel más macros~ CÓpICO, tomando como punto de referencia el sistema que consti~ tuye alguna orgauización mayor de la cual el grupo forma parte. En este .caso, la organización mayor es el sistema -el punto de tefe­:en~la- ~ ahora ~e trata al grupo particular como una unidad I-,:dlferencwda, en mteracción con otras unidades que forman un s1stema mayo~. En .este nivel nunca se hablará de este grupo sin supon~r la eXistenCIa de otros grupos (unidades) con los cuales aquel mteractúa. Por consiguiente cuando nos referimos a una entidad considerándola una unidad, hacemos abstracción de su estructura ~ procesos internos, y atribuimos todas las observacio­nes a la UnIdad como tal. Pero esto no implica que la misma no tenga, como unidad, algunas propiedades. Por supuesto, en el curso real de una investigación el análisis se efectuará a tantos niveles como se desee o se estime necesa1'Ío peto siempre ha de tenerse candencia de los diversos niveles así como h~ de ~antenerse bien en claro qué es lo que se toma c~mo punto sIstém1Co de referencia cuando se intenta aplicar estos con­ceptos al ~aterial empírico de que se dispone. Si no se tiene en c1~ro. el fllVel, cada concepto tendrá múltiples referentes, las des~ crlpC10nes dadas para un referente o un fragmento aislado de

5 Subrayamos que la «personalid$_d», como sistema total de ciclos de acción y l'e~cción, 110 .e,s un siste!I}a más microscópico que el pequeño grupo en un cl.cIo d: ~cclon y reacclon simple. Imaginamos que la gama que va de 10 mlcroscoplco, a l~ macroscópico involucra el lapso requerido para que tenga lugar algun ctclo relevante de acción y reacción del sistema, y se pueda tomar en cuenta el número de unidades miembros necesarias.

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conducta estarán en conflicto entre sí, y el resultado confusión intolerable. Por ejemplo, puede decirse que un concreto de un individuo coloca el énfasis sobre el logro de' l~ meta como parte de un «acting-out» neurótico (cuando se toma :: a la 'personalidad del individuo como punto sistémico de refe- ,¡ renda); o que el énfasis es de tipo il1tegrativ.o, com<;~ acto de' transacdón (cuando se considera al proceso de mteraccton de un pequefio grupo como punto sistémico de referenciaj o bien que se trata de un énfasis adaptativo-instrumental, como el caso de ~n ítem dentro de un informe de hechos que se entrega a un superJOr (esto, si 'e cOllsidera a la organizaci6n mayor como punto, sisté· mico de referencia), Esto es simplemente otro modo de decir que solo existe una forma para describir la conducta en este esquema conceptual, y es en términos relacionales -es decir, en ~eladó~ con algún sistema al que se toma como punto de referencIa---:-. Sl se desean hacer mediciones desde distintos puntos de referencIa, se comprenderá que es fácil que las mismas difieran entre sí. Ahora debemos atender a un punto general estrechamente relacio­nado con 10' que estamos tratando, aunque no idéntico; nos refe­rimos a que inevitablemente, cuando se habla de un sistema, se da por supuesto cierto lapso temporal. El sistema consiste en la interacción de las unidades, y esto significa que antes de que se pueda describir algún estado del sistema en ~u conjunto, o al~ún cambio de estado, es menester completar algun proceso de accI6n y reacción de las unidades. Esto es importante para comprender las figuras y los diagramas que siguen, Se da por ~entado ,un lapso, y los casilleros que describen diferentes fases del SIstema tl.enen una relación temporal mutua, así como un punto de referenCia que es un sistema formado por las unidades miembros. Si suponemos que para construir nuestras categorías debemos tener en cuenta, como mínimo lógico, siquiera dos unidades miembros, parece forzoso concluir que nuestro lapso habrá de involucrar al menos cuatro segmentos temporalmente distintos: 1) un segmento dur~nte el cual se describe al sistema como una estructura latente, ltsta en potencia para funcionar de alguna manera; 2) un segmento du~ rante el cual actúa una unidad miembro; 3) un segmento durante el cual reacciona la otra unidad miembro, y 4) un segmento durante el cual se describe al sistema en términos de su estructura latente resultante, posiblemente con algunos cambios con respecto a su estado anterior. Es probable que el número de etapas de interacción entre los dos segmentos latentes sea, en realidad, bas~ tante más alto que el mínimo de dos mencionado. Todo 10 que deseamos acentuar aquí es que el proceso, con el tiempo, completa un ciclo, y aun cuando el contenido del estado latente sea al fi?~al distinto de 10 que era al principio, ambos son latentes. TambIen debe enfatizarse que el segundo estado latente de ninguna manera es, necesariamente, el estado final del sistema o subsistema en

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_,-,cuesúón. El ciclo entte la latend .. 3 1. "j \a \atenda 4: es un movi~· _,-miento oscilatorio microscópico dentro ele otro macroscópico que,

a su vez) también puede mostrar esta tendencia oscilatoria. "La exposidón sobre una tabla particular comienza con un ~dnsu~-

mm> de algún tipo en el casülero de latencia', se sigue el proceso· a través de las otras tres fases, involucrando acciones y reacciones, de las unidades miembros, y se demuestra que un «producto» de cierta índole tiene su origen en algún resultado del casillero. de latencia. En otras palabras, los segmentos temporales 1 y 4,. tal como se describieron, están representados en el casillero de latencia, y los otros casilleros de las figuras describen hechos en los segmentos temporales 2 y 3. El lector notará, en especial,~ que no se puede colocar a los cuatro segmentos temporales des-criptos en relación unívoca con los cuatro casilleros que representan las fases del movimiento sistémico. El casillero de latencia cumple «doble servicio» al representar a los dos estados inferidos corres~ pondientes al «antes~> y al «después». Debe quedar clato que, en al~n momento, toda serie finita de conceptos construida para. apltcarse a un proceso unidireccional infinito de hechos empíricos. tendrá que ignorar las diferencias temporales, y tratar la conclusión de una serie de hechos como el comienzo de un nuevo ciclo comparable en cierta medida con el último cumplido. ' Así, aunque en la primera parte de esta sección hemos analizado las referencias sistémicas como si solo fueran relevantes para las-, interrelaciones de las unidades y el sistema en un instante dado, ese concepto de referencia sistémica es aplicable también a la­es~a~a intertemporal. Se trata, en verdad, de una complicación adICIOnal de los problemas más elementales de referencia sistémi­ca. Así como algunos de esos problemas surgen de la coexistencia simultánea de unidades, sus subsistemas inclusivos y sus siste­mas aún más inclusivos, también hay problemas de referencia sistémica en los cuales las unidades, los subsistemas, los sistemas, etc., se extienden a 10 largo de una dimensión temporal, mante­niéndose siempre relativamente constante el número y las propie­dades de las unidades. Muchos problemas macroscópicos no son problemas de un sistema en gran escala, con una estructura más grande y diferenciada; en realidad, muchos de ellos son problemas. de referencia sistémica principalmente intertemporales. Los movi~ mientas microfásicos de unidades o de sistemas están enclavados en movimientos macrofásicos de 6rdenes variables de inclusividad. Un sistema del tipo de un pequeño grupo o de una familia tiene su secuencia característica de movimientos de fase a 10 largo de una 80Ja hora. Tiene sus característicos movimientos de fase más exten-80S a 10 largo de una semana, un mes un año o en períodos más dilatados. 6 Cada fase más inclusiva 'o macros;ópica está com-·

ti La dase de fenómenos a la que nos referimos fueron denominados por'

167

1

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puesta por una serie de mOVImIentos microfásicos, y ,,, órhit, de la unidad o del sistema en la microfase tienen formas': están correlacionadas con la rnacrofase. No existe, empero;!: correlación unívoca entre las fases particulares de los niveles 1, ';:

microscópicos y más macroscópicos. En realidad, mientras un :sis~'~ tema está en una macrofase determinada, es probable que 'sus subsÍstemas temporales estén atravesando una serie total de ciclos,:'.': de microfases. . ' A veces enunciaremos nuestras descripciones en términos de un pequeño grupo al que se considera el punto sistémico de referen­cia' otras veces en' tél'minos de organizaciones mayores donde los' grupos son unidades miembros, o en términ'os de persona1i~ dades, o de un espacio temporal más amplio, o de un lapso muy breve de obsel'vación. Algunas ideas se comprenden con mayor facilidad en un nivel que en otro, y en general trataremos .de elegir el camino más fácil. Confiamos en tener al lector sobre av~s? cuando cambiemos el punto sistémico de referencia, pero admIt1-mas sin reservas que nosotros mismos tenemos bastantes conf~­siones respecto de este problema, que difícilmente podremos eli­minar en su' totalidad.

IIJ. Relación de las fases con las variables-pautas

En el capitulo 3 afirmamos que existen ciertas afinidades inhe­rentes entre las alternativas de variables-pautas actiturunales (a) y las que están orientadas hacia los objetos (o). Se trataba de las siguientes:

1. Afectividad (a) 2. Neutralidad (a) 3. Especificidad (a) 4. Difusividad (a)

Desempeño (o) Cualidad (o) Universalismo (o) Particularismo (o)

A estas las definimos como las dimensiones del espacio-acción. Parecería encontrarse un segundo conjunto de afinidades entre las alternativas de variables-pautas cuando se las agrupa a lo largo de la línea actitud-objeto. Son las siguientes:

1. Especificidad (a) 2. Afectividad (a) 3. Difusividad (a) 4. Neutralidad (a)

Desempeño (o) Particularismo (o) Cualidad (o) Universalismo (o)

los investigadores de los ciclos económicos <mndas largas» y «ondas cortas». Véase J. Schumpeter, Business Cycles. "

168

Clue dio origen al \?resente attku\o, este 'seguna.o

~5¡E~~~' ~~ aelC\.uiti.ó una slgrulicac.ión Clue no advetümo~ al " el c.apitulo 3. 1?ueQen mend"onar~e aClui elo~ a~\?ecto~ lm-

'Pata el aná\i~l~ ~u'osigulente. lugat, c.uanQo ~e c.om'oinan com\?onente~ a.e caela una

-a:;-e' -'a :-o-~- Qimemáone~, ~e ve Clue guardan relación con el oraen a.e los ptoceso~ ele fa~e. PO!: c)emplo, vetemo~ que la Qlmensión aa.a\?­"~tativa len términos ele variables-pauta~) e~pedfiddad-univer~alis-

mo) es el centro de la fa~e adaptativa. "Pero la te1adón de la especificidad con el desempeño ~eñala la elirecdón "de la transición hada la ¡ase subsiguiente de logro de metas, en tanto que la re1ad6n de universalismo con neutralidad apunta a la relación con la fase antecedente de latencia. En segundo lugar, estas combinaciones son importantes para ana­lizar las direcciones de los procesos de formación e integración de símbolos en el curso del aprendizaje. Más adelante se elabol'urán ambos aspectos de esta significación. Existen otras posibilidades lógicas y empíricas de agrupamientos a 10 largo de la línea actitud-objeto, pero no parecen poseer las afinidades inherentes que pudieron discernirse en las dos series de agrupamientos ~nteriores, y en especial en la primera. . Al examinar los dos ordenamientos, encontramos que cada va1'1a­bIes actitudinal está vinculada con dos diferentes categorizaciones ob¡etales. (Por ejemplo, en el primer ordenamiento, especificidad está vinculada con universalismo, y en el segundo con desempeño.) Análogamente, cada categorización ob¡etal está vinculada con dos variables actitudil1ales. (Por ejemplo, universalismo con especifiR cidad y neutralidad.) Por lo tanto, estas cuatro variables consti­tuyen un agrupamiento, formado por dos descripciones actitudiR nales y dos descripciones objetales. Combinando de esta forma los dos ordenamientos anteriores se obtienen los cuatro agrupa­mientos siguientes:

1. Especificidad (a) - Neutralidad (a) - Universalismo (o) Desempeño (o). 2. Afectividad (a) - Especificidad (a) - Particularismo (o) Desempeño (o). 3. Difusividad (a) - Afectividad (a) - Particulatismo (o) - Cua­lidad (o). 4. Neutralidad (a) - Difusividad (a) - Cualidad (o) - Univer­salismo (o).

Los agrupamientos de variables-pautas obtenidos de- esta manera definen las fases del sistema que es nuestro punto de referencia. Para obtener la figura 2 representamos los agrupamientos de va­riables-pautas dentro de cada casillero, damos a este un nombre apropiado, y trasladamos la designación de la variable-pauta a los

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costados de la tabla. La descripción de la vatiabl~;Í' casillero se lee, entonces, por referencia a la que le c01'1'espondan. Las cuatro fases se definen, "C«'. ""L de la actividad manifiesta asociada, del tipo de ór.i~ntacii6l! los objetos y del tipo de actitud, de esta manera:

Fase A = actividad InstrumentalwAdaptativa asociada e', onla'!

de Adaptación máxima. La orientación hacia los o~ie;;~,,~:it~:~~~ zada por Universalismo y Desempeño. La :D

por Especificidad y Neutralidad. Fase M c= actividad Instrumental-Expresiva asoci.da con de Integ/'ación sistémica máxima. 7 La orientación hacia losi, tos caracterizada por Desempeño y Particularismo. La racterizada por Afectividad y Especificidad. Fase 1 ::::::: actividad Integl'ativo.Expresiva asociada con la fase de Integración sistémica máxima. La orientación hacia los objetos caracterizada por Particularismo y Cualidad. La actitud caracteri· zada por Difusividad y Afectividad. Fase L :::::: actividad SimbóIico~Expresiva asociada con la fase de Latencia máxima. La orientación hacia los objetos caracterizada por Cualidad y Universalismo. La actitud caractetizada por Neu­tralidad y Difusividad.

Las relaciones mutuas de estas variables están representadas en la figura 2, junto con desctipciones algo más extensas sobre la natu­raleza del proceso característic'o de cada fase. Se observará que cada fase está definida por una combinación determin'ada de cuatro alternativas de VAriables-pautas, dos de las cuales se refieren al modo en que se ha categorizado a los objetos en la actividad pertinente a cada fase, y las otras dos a la clase de actitud obser­vada haci¡:t los objetos en esa fase. Se observará también que las parejas de variables~pautas que catacterizan a cada una de las di­mensiones, según se trataron en el capítulo 3, aparecen aquí de la misma forma. Puede considerarse a una «fase» como el estado cambiante del sistema en el curso de algún intervalo de tiempo, cuando su movimiento en una dimensión dada está maximizado respecto de su movimiento en las otras tres dimensiones. Las fases se describen técnicamente según la especificación de la dirección y la cantidad de movimiento que tiene lugar, dentro del intervalo temporal, en cada una de las cuatro dimensiones j pero por razones de conve­niencia se las designa en términos de la dimensión de mayor movimiento. A. un acto se 10 concibe ejerciendo cierta influencia

7 Aquí se distingue a la integración sistémica de la integración de «pautas», que es el punto central del análisis al nivel cultural. En este artículo, a menos que se especifique otra cosa, el término «integradóm> se referirá a la integración del sistema.

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'f' '1"."" en las relaciones de un sistema con su situación

E'peciticidnd . (Desempei'io)

Cualidad (Difudvld~d )

L

Univetsll1isll\o (Neutralidad)

l." 4.

Manipulaci6n de objetos l",tTllment"l~

adaptativa

Lalenle~J\ecePlor lnlcgmctóll de slguificado y regulAci6n de

IInergll\ Aumento y descarga

de tensi6n

Neutmlldatl ,Unlvcnallsmo)

/:

Dir~cci6n del fluID de energía

(proceso de de3e¡u,peiio)

Med\vldad (Parlic\\\nrhmo)

2.

Desempeiio y gratificacion

consur>lntnrlos in$tmn ... ntl\l~

eX!lrcsivos

3., Mnnipulacion

de signos Inlegrntlvo_ ,~presl ... a

Partlculnr!smD (Afectividad)

M

Dc<mnpe;;o (Especificidad)

Dlfuslvldnd (Cualidad)

Clave

1. A -: Fase adaptativa 2. M - Fase de gratilicacJ6n-meta

3. 1.- Fase integrfttiva ..¡. L - Fase de mantenimiento la·

tente de pautas

blremos de esta manera a las categorías de interacción de Bales. Por otra parte, un acto dado puede tener componentes apreciables de más de una fase y, de este modo, tender a «impulsar el sistema»-

8 E~to parece sustentar la atribución (a menudo vaga) de «significaci6n fun.clOl].al~> a un llctO. La vaguedad resulta atribuible a menudo a especifi­caCIones Inadecuadas de las referencias sistémicas.

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hacia una nueva fase. Como luego veremos, este caso tiene suma importancia para el análisis de la desviación y del control social. Puede considerarse que los problemas sistémicos, tal como se des~ criben en artículos anteriores, se refieren a la maximización del movimiento del sistema en cada tina de las cuatro dimensiones. Dado que no es posible que todas las fases tengan preponderancia simultánea, el sistema atraviesa fases o ciclos temporales en los 'cuales primero predomina una dirección de movimiento y luego otra. Los actos manifiestos están ~<dirigidos a» o «asociados con» la'solución de problemas sistémicos, y según la frecuencia con que ocurran lo mantienen dentro de fases determinadas o lo trasladan de una fase a otra. Estos tipos de acci6n manifiesta o de catego­rías de interacción están caracterizados por tipos determinados de actitudes, que pueden describirse mediante las vadables~pautas. Como hemos visto, estas también "describen las dimensiones. Por lo tanto, las clasificaciones que hemos expuesto están estrecha­mente vinculadas entre sí, y en realidad consideramos que sim­plemente describen aspectos diferentes de la misma cosa, Analiza­remos ahora cada fase en forma más detallada. A. Adaptaci6n, Una adaptación exitosa involucra: a) un ajuste del sistema a las inflexibles «demandas de la realidad», y b) una transformación activa de la situación externa al sistema, En ambos casos se da un énfasis consiguiente en la orientación cognitiva. El eventual dominio de la situación externa a través de la actividad insttumental requiere juicios «realistas» en términos de predic­ciones generalizadas respecto de la conducta de los objetos, Por ello es necesario que la relación de los actores con los objetos sea ulli¿ersalista, es decir, que conozca las caracterís~icas del objeto en relación con los otros objetos, o como un mIembro de una clase de objetos con características predecibles, Además, si se busca «dominar» la situación y no tan solo «ajustarse» a ella, es preciso que estas propiedades uriiversalfsticamente definidas se perciban y traten en contextos específicos, que resulten relevantes para intereses-meta dados. De ahí que el carácter de la actitud tienda a estar caracterizado por la especificidad del interés. La actividad instlumental involucra algún tipo de manipulación de los objetos que cambia sus relaciones mutuas, a diferencia de los meros cambios de ajuste del sistema como actor en relación con aquellos. Las relaciones mutuas de los objetos no cambiarán del modo deseado a menos que realmente estén conectados entre sí según un vínculo de «causa y efecto» más o menos determinado. En la actividad instrumental, el actor manipula los objetos, y se considera a las relaciones como «causas» a fin de obtener ciertos «efectos». Para los actores, por ende, el énfasis en la orientación hacia el objeto tÍende a constituir" una «definición oper~cional» del objeto¡ qué efectos produce o producirá cuando 10 manIpula de un modo dado. En la interacción sodal, estos objetos incluyen,

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naturalmente) personas a las que se considera en términos de lo que están haciendo) de cómo se están desempeñando, qué pueden o van a hacer, y abarcan tanto el desempeño del ego como el del álter. Según nuestra terminología, esto implica una orientación hada el objeto en términos de su desempeiio. Por (-¡ltimo, en este contexto, donde la meta no se ha alcanzado todavía y se debe trabajar con los objetos en forma «realista», es necesario inhibir las reacciones afectivas o emqdonales hada los objetos, a fin de evitar ser distraído por otras metas, hacer elecciones inadecuadas en cuanto al tratamiento a dar a los objetos, o aminorar en forma prematura los esfuerzos insu·umentales. Por consiguiente, la actiM tud tiende a estar caractetizada por una cierta inhibición o neutraM

liJad, manteniendo el afecto neutral, en cierto grado. M. Gratificación de la meta o disf!'llte del estado de meta. En la fase del logro de la meta, dos de estas características permanecen iguales y las otras dos cambian, El interés en el objeto es todavía segmentado o específico, considerándoselo desde el punto de vista de lo que hace en pro de la gl'atificación de la necesidad -es decir, en términos de desempeño-o Pero las otras dos variables cambian. Ellogl'O de la lpeta involucra intrínsecamente una actividad grati­ficante. Es la fase culminante de una secuencia de actividades preparatorias. Toda actividad instrumental~adaptativa antetior es~ taba asociada con una inhibición de las tendencias hacia una grati­ficación prematura; es decir, se las ejercía con una actitud de neutralidad. Entonces, cuando están a punto de cumplirse las acti­vidades culminantes, se suspende la inhibición en torno a la gra~ tificación y la afectividad cubre la actividad consumatoria de meta. Análogamente, la relación con el objeto ya no tiende a ser uniM versalista, o a interesarse en la pl'edicción realista de los efectos ulteriores o de la relación con los otros objetos, Da lugar a una relación de particularismo en la que el objeto es un objeto-meta, al cual se ha de poseer, consumir, disfrutar o apreciar, y su relación particular con el ego es muy importante, 1. Integraci6n. La posesión de dos características comunes, y el cambio de otras dos, hace que la fase de actividad integrativa esté vinculada con la de gratificación de meta, así como esta lo estaba con la adaptativa. La actitud hacia el objeto tiene un tono afectivo, y la relación con el mismo es particularista. La integración exitosa implica una serie determinada de relaciones entre las unidades miembros del sistema, de modo tal que este conserva y refuerza su carácter de mantenedor de límites como entidad singular. La actividad expresiva asociada con el problema integrativo entraña una discriminación entre los objetos sociales que son miembros del sistema y los que no lo son, o bien, con respecto a los objetos no sociales, los que son o no posesiones, Implica una adhesión afectiva generalizada y durable con los miembros del sistema, en

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lugar de la atribución univel'salista de propiedades e~'~e~~:~ con los no miembros. Por 10 tanto, la relación con el caracteriza por particularismo y afectividad. Sin embargo, el interés específico en metas específicas, propio la fase de logro de la meta, da lugar, en la fase integrativ3i a interés difuso; hay una tendencia a considerar al objeto en nos de su cualidad difusa o global, y no por s:uuldt,:~~[::~~~ti~;~:: cífico en relación con una meta específica. La a rista al objeto, que acentúa su carácter de miembro mismo sistema al cual pertenece el ego, en vez de su rol o status especifico en el sistema, involucra toda una constelación interrelacionada de intereses mantenidos en común. Se evalúan como secundarios a los elementos de interés más específico en la adhesión, los que deben operar naturalmente, en todo sistema integrado. La adhe­sión del ego 'se dirige al álter en su cualidad difusa de miembro del sistema, más que al álter como ocupante de un status específico o respecto de su desempeño de un rol específico. El caráct~r de la actitud está señalado, pues, pOl: la difusividad, y 10 que Importa en el objeto es su cualidad. . L. Latencia. Durante los períodos en que se suspende la mterac· ción, existe el impetativo de mantene~' las pautas cult~rales y motivacionales si se ha de renovar el s1stema. Puede dec1rse que en dichos perf~dos estas pautas están en estado de latencia, en el sentido de que no son visibles, tosca .Y posit~~amen.te, como lo son cuando el sistema se encuentra en mteracCion activa. No obs­tante mientras el grupo mantenga su vida ellas están en operaci6n. En l~ fase latente operan, sobre todo, como límites con respecto a los compromisos con otros sistemas de acción, que de otro modo podrían estorbar o impedir la reactivación del sistema. Dicho de un modo algo diferente, un sistema enfrenta, como pre­condición para su existencia continua, la necesidad de. mantener y renovar las pautas motivacionales y cu.lturales que son lllherent~s a su interacción como sistema. Esto l11cluye tanto su mantem­miento en una condición de latepcia como su expresión en otras condiciones. Además, 10 último involucra la expresión de las mo­tivaciones y de las pautas culturales inherentes al sistema. y a las unidades. Estas motivaciones y pautas culturales de la umdad, en sí mismas, pueden estar en conflicto con las inherentes a~ ~istema, peto su expresión periódica es por lo común un prerrequlslto para el funcionamiento continuo o tenovado de aquel. Sin embargo, el mantenimiento de las J?autas motivacionales y culturales no solo es necesario cuando el Sistema está en un estado de calma o suspensión, sino también cuando predor~i~a una ~ase particular de acción. Así, en la fase de prepo~d.eranc1a mtegratlva, las pautas cognitivas adecuadas para la actiV1dad de. la fase ~ (instrumental.adaptativa) estarán en suspenso, es ~ecIr, subo.rdi­nadas; por el contrario, en la fase de preponderanCIa adaptatIvo-

174

,u,.s\tlllrlen.\a1 \as Ci\le estatán. en sus\?enso setán. \as \?a\ltas caté.cÚ.~ ac\b.esi.ón. a los ob)etos. "En este senúd.o es\?eda\) existe a.e

':'El-[;;(u*tl:la~~t~ase latente a\ltante cualquier tase ae interacción activa. [y slstémlco del mantenimiento o la renovación de las

"pautas en esta situación de interacción activa guarda una deHnida semelanza con el problema sistémico del mantenimiento durante la suspensión de la interacción. En realidad, queda abierto a la interpretación si deberíamos tomar esto como la !ase de latencia de una unidad del sistema, considerada como un subsistema. Aná­logamente, cabe considerar a la expresión simbólica de una pauta, en la fuse de latencia del sistema, como la fase de gratificación­meta de una unidad en su proceso subsistémico. La fase latente es la fase de reposo relativo «antes}) y «después», por contraste con las fases intermedias del ciclo. Se podría decir que está caracterizada por «inactividad}), {I pero esto es solo rela­tiVOj más exacto sería afirmar que es una fase en la que no se observa interacción entre las unidades) como miembros del sistema que es el punto de referencia. Sin embargo, las unidades del sis­tema son en sí mismas sistemas, e internamente son activas; se forman y descargan tensiones, se mantienen y consolidan las pau­tas, etcétera. Aunque la interacción entre las unidades miembros es mínima, pueden ocurrir actos expresivos a los que sea posible considerar como Índices del estado subjetivo o pauta latente de la unidad miembro como una entidad motivada, y a través de ello, del sistema. Estos actos expresivos son la externalización de un estado motivacional interno de la unidad en relación con algún objeto catectado. Los actos no están dirigidos a las consecuencias para el sistema. En lo que atañe a la unidad, lo que importa es su estado cualitativo autónomo. Aun cuando dichos actos (si fueran directamente observables) ocasionaren movimiento físico, e in­cluso extremo movimiento físico, no constituyen un movimiento del sistema de unidades miembros que se toma como punto de referencia. Así, a menos que se produzca una interacción entre los miembros, estos actos no mueven al sistema hacia su adapta· ción, hacia el logro de la meta, o hacia la integración sistémica, sino que lo dejan en el mismo estado pautado latente. Sin embargo, los estados internos de las unidades miembros de esta clase, o sea pautas latentes, involucraron en su temprano proceso de formación, y mediante el aprendizaje, la actividad ma­nifiesta tanto hacia las otras unidades miembros como hacia los objetos externos. Por 10 tanto, el estado latente está «orientado a los objetos». Esto se demuestra por el hecho de que, ante objetos externos originalmente catectados, o ante algún signo o símbolo de los mismos tal como el actor los visualiza internamente, pueden provocarse actos expresivos. Pero lo importante acerca del objeto

9 Como se verá después, no se asigna ningún tipo de interacción manifiesta a esta fase.

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no es 10 que puede hacer si se lo manipula en forma adecuada sinO. más bien lo que ya hace con el estado emocional del actor, merced a las asociaciones que lleva aparejadas. En otras palabras, la orien­tación al objeto se da primariamente en términos de su cualidad. En esto la fase L es semejante a la fase 1, con la cual compatte una segunda característica: el carácter difuso de los numetosos intereses que pueden estar involucrados o amenazados, o que pueden presionar en aras de la gratificación de la meta. A diferencia de la fase 1, empero, la actividad interna de las unidades miembros en la fase latente se caracteriza por la nellt/'a­lidad mlÍs que por el afecto libremente expresado. Desde el punto de vlstá de su significacl6n pata el sistema, el rasgo primario de la fase latente es ese depósito latente de potencial motivacional pautado pero inhibitorio de que consta: un fondo de tensión cre­ciente o decreciente disponible para ser utilizado en la acción. Por lo tanto, la fase latente se caracteriza por una cautelosa neutralidad o inhibición de actitudes, que puede no obstante convertirse en afectividad mediante una actividad que implique liberación de tensión y que funcione como «válvula de escape». Sin embargo, incluso en estos casos de apertura afectiva, la función de los actos expresivos resulta ser a menudo la conservación y regulación de la energía de conformidad con una pauta latente, y no simplemente el «gasto» de energía o la libefación de tensión. En 10 que se refiere a la neutralidad cautelosa, la fase latente comparte un rasgo con la fase adaptativa, que será el próximo paso del sistema. Tam­bién comparte con esta fase la característica de una orientación universalista hacia los objetos, lo que equivale a afirmar que se ha <dllternalizadO» el significado del objeto: se ha conectado a los signos y símbolos que lo representan con los signos y símbolos que representan, cognitiva y afectivamente, a otros objetos, y toda la constelación de símbolos y significados constituye una estructura simbólica generalizada e interrelacionada. Se considera al objeto en su relación con los objetos a él asociados, y se lo manipula tanto mediante reglas lógicas como a 10 largo de gradientes de generalización catéctica. El objeto, incluyendo al sistema y a sus unidades como objetos, pertenece a una clase de objetos que, de un modo u otro, equivalen a él ~la señal de una orientación uruversalista-. En realidad, esta clase de «internalización» es una precondición de latencia, así como una caracterización de la misma. Las fases de las que hemos hablado no son meras descripciones de los posibles estados diferentes de los sistemas. Existen entre ellas relaciones dinámicas y determinadas, como consecuencia del flujo unidireccional de la energía motivacional. En los sistemas se da una tendencia general a moverse hada la fase M (logro de la meta), sea a través de la fase A (adaptativa) o de la fase 1 (inte­grativa). Después de una prolongada acción en una de las fases, la economía sistémica necesita pasar a otra fase, a fin de restablecer

176

el equilibrio del sistema y resolver los ?roblem.s desatendidos mientras el sistema estaba en la tase anterior. Es posible establecer ciertas generalizaciones con respecto a la se­cuencia de las fases, a partir de la investigación empírica del tipo reseñado en el capítulo 4. La secuencia que aquí usamos como modelo para la exposición parece aplicarse, en general, a los nive~ les microscópico y macroscópico de diversos contextos sustantivos. Sin embargo, este modelo de secuencia de fases no nos compro­mete con el aserto de que no hay ninguna otra secuencia posible. Por el contrario, es indudable que existen otras secuencias; más adelante, en las secciones sobre terapia y socializacióu, nos ocupa­remos de algunas revel'siones de este modelo. Todo 10 que pre~ tendemos sostenel' es que existen relaciones dinámicas entre las fases en el otden en que las hemos pl'esentado. Esta pa1'ticalm' relación dinámica parece depender del hecho de que cada una de las fases posee ciertas semejanzas o consecuencias con respecto a orientaciones actitudinales u objetales, en relación con sus vecinos adyacentes. Creemos que estas consecuencias tienden a ser uno de los factores actuantes en el pasaje del sistema de una fase particular a otra. Por otro lado, un factor obvio es que cuando la actividad se concentra mucho en una fase, digamos la adapta­tiva, tiende a crear déficit particularmente agudos en su «opuesta» -en este caso, la integrativa-. Esta tendencia a que las fases opuestas se alternen en rápida sucesión puede verse en las secuen­cias acto-a-acto, tal como se observan en el nivel que expusieron las categorías de interacción de Bales. Los datos que se presentan en el capítulo 4 muestran que la opinión --clasificada con respecto a su asociación con el problema adaptativo (ver más adelante)­alterna rápidamente con acuerdo y desacuerdo -clasificados con respecto a su asociación con el problema integl'ativo (ver también más adelante )-. A lo largo de la reunión, tal como se describe en el capítulo 4, el énfasis tiende a pasar desde la fase de adapta­ción (énfasis en la orientación) a la de gratificación-meta (énfasis en sugerencias y liberación de tensión), con un toque de último momento en la de integración (énfasis en la solidaridad). Supo­nemos que el orden empírico de las fases depende del equilibrio y de la fluctuación de los insumas provenientes del exte1"Íor del sistema, así como de las interdependencias dinámicas internas; por 10 tanto, los movimientos regulares de fase son, en cierto modo, un caso límite, que depende de una inusitada estabilidad de los in­sumas, de una sistema relativamente cerrado, y de muchos otros factores. Con toda probabilidad, las pautas de fase también ten­derán a diferir según el lugar que ocupe el sistema en el orden temporal microscópico-macroscópico, y según una cantidad de fac­tores desconocidos, tales como la «facilidad de comunicación» entre las unidades del sistema, el número de unidades, etc. Pese a estas reservas, a los fines de la exposición continuaremos tratando

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al movimiento de fases A -* M -* 1 -> L como zado» y manuable. La anterior exposición esquemática indica una soluciÓn. problema terminológico que nos ha importunado d~~:~~br~u~ tiempo, y que, como es frecuente, vemos ahora que dificultad sustantiva. Nos referimos al uso de los términos mentah> y «expresivo». El primero mostró una tendencia a" lo que en sentido dimensional hemos llamado tativo e instrumental, sin quedar ningún término designar el estado de gratificaci6n de la meta; ocurrió con respecto al término "expresivo, y lo que en dimensional llamamos integrativo y expresivo. "i

En el capitulo 3 usamos estos términos para distinguir dos de los cuatro problemas sistémicos, a los que también definimos como las dimensiones formuladas por la combinación de los componen­tes de variables-pautas de desempeño, afectividad y cualidad­neutralidad, respectivamente. Al mismo tiempo, usamos estos dos términos para designar amplias tendencias de «rureccionalidad» con respecto a la orientación de la acción; es decir, instrumen­tal, con referencia al interés en el logro de metas específicas en relación con exigencias adaptativas, y, correspondientemente, ex­presivo, con referencia al «acting-out directo» de una disposición­necesidad o de una pauta internalizada, sin aludir a un estado­meta que exija la manipulación adaptativa para alcanzarlo. En la exposición siguiente, proponemos evitar la confusión reser­vando estos dos términos para los últimos significados. Por lo tanto, hablaremos de las cuatro dimensiones denominándolas adap­tacÍón, gratificación-meta, integración sistémica y mantenimiento latente de pautas . .Esros vocablos toman ahora el lugar de los que anteriormente designaban los «cuatro problemas sistémicos», como los llamara Bales. En forma tabular:

Adaptación: anteriormente, «problema adaptativo» de Bales (uni. versalismo-especificidad) . Gratificación-meta: anteriormente,. «problema instrumental» de Bales (desempeño-afectividad). Integración: anteriormente, «problema integrativo» de Bales (par­ticularismo-difusividad) . Mantenimiento latente de pautas: anteriormente, «problema ex­presivo» de Bales (cualidad-neutralidad).

El término gratificación-meta casi se explica por sí mismo, en tanto que el de latencia acentúa la variabilidad con respecto a la cual, por un lado, se mantienen en reserva la motivación y la pauta, y por otro se liberan en la acción. Esto concuerda con el uso del término neutralidad, en el sentido de variable-pauta, como una de sus designaciones.

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IV. Relación de las fases con las categorías de interacción

En esta sección consideramos las relaciones entre las categorias de interacci6n de Bales y los conceptos más generales de fases y movimiento de fases, introducidos anteriormente. Tal vez sea mejor comenzar con el siguiente problema: ¿en qué punto de la escala de tratamiento micro-a~macroscópico de los sistemas son estas categorías descripciones apropiadas de la interacción de las unidades miembros? Los nombres asignados a las categorfas intentan describir actos manifiestos de comunicación, en especial, pero no exclusivamente, verbales, y en situaciones de discusión cata a cara. Comúnmente, se las ha usado en relación con un referente sistémico constituido por un pequeño grupo de personas, en comunicación directa a lo largo de un lapso aproximado de una a tres horas. Se categoriza a cada acto conductal que tiene lugar en términos de su tipo de relevancia para ese sistema de unidades miembros, y de las metas que se sabe o se supone que son el foco de ejecución esperada durante ese período. Es obvio que dichas reuniones de un pequeño número de personas en períodos limitados de interacción se «insertan», típicamente, en contextos sistémicos mayores, que involucran grandes cantidades de gente trabajando durante extensos periodos hacia metas más generales y distantes. Los miembl'os a menudo están en roles «re~ presentativos», como los delegados o líderes de subgrupos que son las unidades miembros del sistema mayor. Esto se cumple incluso en los grupos constituidos en ellaboratorlo. Los sujetos ya tienen algún tipo de vínculo con el experimentador -o experimentado­res- en el momento en que comienza su interacción técnicamente observada, sea porque son sus alumnos, porque los ha contratado o porque simplemente los ha persuadido para que vayan y parti~ cípen en el experimento. En sentido temporal, son, al principio·y al final, personas en el rol de «sujetos» frente al «experimenta­dor», y en segundo término (o en el ínterin), miembtos de un

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grupo que él les ha pedido que formen. Parte de su conducta mutua puede comprenderse mejor por referencia a este contexto sistémico circunvalan te. Uno de los problemas estratégicos básicos en la investigaci6n ex­perimental de pequeños grupos es cómo manejar esto del modo que resulte más eficaz a los fines de la investigación. Por ejemplo, puede intentarse que esta relación con el sistema circunvalante sea tan estable e inalterable como fuese posible, mediante el uso de un expetimentador-anfittión y la estandarización de los proce­dimientos de reclutamiento, incorporación de miembl'Os e instruc­ciones para la tarea, Puede intentarse minimizar la interacción adicional entre e! pequeño grupo como unidad y el resto de! equipo de experimentadores y observadores, apelando a pantallas monofásicas de observación. Pueden incluirse procedimientos de observación diseñados específicamente para el análisis de contenido de aquellos aspectos de la conducta que parecen ser, en forma más directa, una función de las relaciones del grupo de sujetos con el experimentador, y tomar esto en cuenta cuando se inter­pretan los resultados, Y así por el estilo, En la práctica no existe nada semejante a un grupo estérlI, aislado, sin relación con con­textos sistémicos mayores, Sin embargo, no se debe caer en la trampa de suponer que todo lo que ocurre en un pequeño grupo ha de atribuirse a «influencias externas», En el período en que los miembros están en contacto comunicativo directo, uno influye realmente en el otro, y parti­cipan en un «sistema de interacción» tangible que, en mayor o menor grado, tiene las propiedades generales de todos los sistemas de interacción social, cualquiera sea el lugar que ocupen en la escala microscópica-macroscópica, Las categotías de interacción, tal como Bales las desarrolló y utilizó, se describen verbalmente para uso de un observador en un nivel de concreción y especificidad apropiado para un tipo de sistema más bien microscópico; est,án basadas, empero, en la concepción de que existen .propiedades generales de los sistemas de acción, y se supone que tienen formas afines en otros niveles de análisis. Esta concepción se mantuvo desde el principio, y la presente sección es un intento de elaborar en forma más sistemática, y mostrar con mayor claridad, sus rela­ciones con otras categorias generales obtenidas desde diferentes puntos de partida en otros niveles de análisis sistémico; en par~ ticular, las variables~pautas de ParSOl1S y Shils, En cierto sentido, cabe afirmar que en muchos pequeños grupos no sucede otra cosa que mera conversación, Los miembros discuten verbalmente, y la meta conCl'eta de tal reunión en particular es arribar a alguna clase de «decisión», o a una serie de ellas. Los miembros tienen otros trabajos y actividades como parte de una organización mayor, y se encuentran periódicamente para infor­marse sobre cómo van las cosas, para desenmarañarlas, allanar

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sus diferencias y llegar a ciertos entendimientos o acuerdos res~ pecto a c6mo van a continuar cuando se separen, En el contexto de la organizaci6n mayor como punto sistémico de referencia, la reunión aislada de los miembros puede tener primariamente una significación «illtegrativa», En forma típica, su trabajo «adapta~ tivo~il1strtlmental» para la organización los separa físicamente, y los pone bajo diversas clases de presiones o frustraciones, o los lleva a hacer nuevos inventos o avances que no pueden ser absorbidos o tomados en cuenta por las otr~s unidades de la orga~ nización hasta que los miembros se vuelven a reunir a los fines de una «reintegración». Cuando se reúnen, hablan de estos temas, Las actividades significativas para la organización mayor -inclu­yendo, por supuesto, tanto las no verbales como las verbales­son el tema de conversación en las reuniones, Se bace referencia a estas actividades mediante el uso de signos y símbolos, pero en su mayor parte no constituyen «lo que se está haciendo ahora», «Lo que se está haciendo ahora» es conversar 0- manipular símbo­los, 10 cual tiene una meta reintegrativa con respecto a la orga­nización mayor. Se puede decir que los miembros presentes «l'e­presentam> el sistema macroscópico (la organización mayor), y «se hace referencia» al mismo en el sistema microscópico (la reunión del grupo) mediante el uso de símbolos. Diríamos que la relación típica entre la manipulación de símbolos y el sistema de interacción más amplio que aquella guía y, en cierto sentido, controla (corno un servomecanismo) es de tipo microscópica. La relación de dicho microcosmos con el macrocos­mos es en extremo compleja y sutiL Por ejemplo, podemos adver­tir que el microcosmos no es un mero reflejo o mapa del macr04 cosmos, sino también una parte constitutiva del mismo, La figura 3 ofrece una burda representación de ello.

Figura 3

Relación de microcosmos a macrocosmos

.1 A M:

.J ID L r-I-

1 i i

Llamemos «universo de hechos» al sistema maCroscópico de acción y de objetos sobre el cual estamos especulando, Representémoslo con la figura total. Las fases del sistema total o <<universo de hechos» están representadas por los cuadrantes grandes, A, M, 1

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'1

I

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y L, con los significados que antes les dimos. El «universo ae SUD, .•

bolos» usado en la comunicación ~nterpersonal dentro del está representado por los cuadrantes pequeños al m, i y 1. Todos,: estos se encuentran en el cuadrante grande I, y «a» es un símbolQ (o un agrupamiento de símbolos) referido a «A»; «m» tiene una" relación similar con «M~>, y así los otros, de modo tal que cada cuadrante grande está representado por un pequeño cuadrante con la misma designación literal. Ahora podemos decir que I, al estar constituida por los cuadrantes a, m, i y 1, es un microcosmos del macrocosmos A, M, I, L. Pero, al mismo tiempo 1 así como también sus partes constituyentes, son una parte dei t~tal, A, M, I, L, Esta es la clase de !'elaci6n que suponemos que guarda la comunicación interpersonal con los sistemas más macroscópicos de acción en los cuales está inserta. Querernos decir que la Ínteracción o la comunicación interpersonal es un microcosmos en relación con uno o más sistemas macros­cópicos. Los roles organizacionales de cada una de las personas involucradas en la convetsación constituyen una serie de sistemas más macroscópicos, y sus «personalidades totales» constituyen una serie de sistemas todavía más macroscópicos, El sistema de roles que forman el sistema de interacción del pequeño grupo es incluso otro punto sistémico de referencia, no. necesariamente más ma~ro­cósmico que los sistemas de personalIdad (de hecho, es pos1ble que sea menor) pero sí más macrocósmico que el interc.ambio manifiesto acto-a-acto de símbolos. Todavía hay otro: el slstema 'que incluye al expetimentador o experimentadores, si los hubiera, El contenido de los símbolos intercambiados (o presentes) en el proceso de comunicación manifiesta puede analizarse en términos de su referencia a cualquiera de estos sistemas, o a todos ellos, Típicamente, hará referencia a todos estos sÍsten:~s) aunque, a veces de manera muy oscuta, result~ndo su aprehenslOn) en la prac~ tica, imposible para el observador, Es muy importante acentuar que solo contamos con instrumentos sÍstemáticos para analizar una fracción del contenido que presumiblemente incluye este inter­,cambio de símbolos, Cabe suponer que hay un número infinito· de técnicas de análisis de contenido potencialmente posibles, como también que es muy grande el número de las que resultarían útiles en la práctica, De esta cantidad -virtual e indefinidamente grande de modos de -análisis del contenido sÍmbólico la serie de categorías de Bales es solo uno, Está diseñado para' aprehender la referencia de los símbolos a un único sistema -el que está ligado por la interacción manifiesta de los miembros presentes en sus toles como miembl'os del grupo, a 10 largo de un lapso u?ificado 'po!' las ,metas ~~e esperan llevar a cabo dentro de un penodo hmitado de In,terac~lOn

mutua, Es típico que el estado~rneta se cumpla solo «s1mbóltca· mente»; por ejemplo, mediante un acuerdo general respecto de

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.,ug'"e.nC'la, relativas a alguna ac.tividad que se etectuará solo más . El acuerdo en torno a las sugerencias es el estado-meta del

"sist:~1a que ,es el punto de referencia, \,)ara los \,)ropósitos de obser. vaClon técmca, Con respecto a las reterendas sistémicas más ma~ croscópicas, \,)robablemente sea mejor considerar a dicho estado como una parte constitutiva de la actividad de una tase inteoratlva siguiendo la linea de los ejemplos antes presentados, b ,

Las, ;at~gorlas de interac.ción de Bales son categorias de comuni-caclo .. n 1nte,rperson~L Se considera que el período de comunicación en Sl es ~<1ntegrat1vQ}> en 10 que atañe a su tipo de significación para, el, s~ste?,a como totalidad, (Obsérvese que decimos su tipo de s1gn1Í1cac16n. No Se supone que haya de producir, necesaria~ men~e, un grado mayol' de integración; en realidad, puede ocurrir preCIsamente 10 contrario, Dentro de cada tipo de significación, o en cada una de las dimensiones que hemos analizado se deben dfstinguir las direc~iones positivas y negativas de movi~iento,) El SIstema macroscópICO al cual se pueden referir "los símbolos invo~ lucra actividades adaptativas y de logro de metas que no son, ~orzosaf?enteJ actos d~ comunicación interpersonaL Durante la fase Integ;atIva de este s1stema. mayor, la comunicación se usa para referIrse a estos actos, La mteracción implica el uso de símbolos que se refieren a los actos de todo tipo, relevantes pata el sistema en todas sus fases. Así, el movimiento del sistema a 10 largo de cada una de sus fases está «reflejado en») «simbolizado por», así como plane~do, controlado, ejecutado, consolidado y mantenido latente mediante la manipulación de símbolos, A causa de esta relación peculiar de los actos de comunicación con el movimiento del sistem,a total, P?demos usar a estos actos, que son observables, para segUlt el mOVImiento y el estado del sistema referente par~ tes del cual no son observables, ' Sobre este tipo de supuestos se basa la significación generalizada que otorgamos a los descubrimientos acerca del modo como habla l~ ~gente entre sí en .10s pequeños grupos, Las categorlas de interac­CIOn son casos partIculares de los tipos de movimiento que espe­ramos encontrar en los sistemas de acción en el sentido más amplio, Los diagramas de la figura 4 debe~ considerarse ahora co~o una «ampliación» de la porción del diagrama marcado «a, m, 1, 1» en la fIgura anterior, Observamos primero que la figura contiene cuatl'o diagramas más pequeiíos, cada una de los cuales incluye, a su vez, cuatro casi­lleros, Cada .uno de estos está seiíalado con una letra (A, M, 1 o, ~)', abreVIaturas de, ~as cuatro. fases sistémicas, o problemas s1ste,mlco...,s, de Adaptaclon, Gratiflcación~MetaJ Integración y La­tenc1a, En esto, los Cuatro diagramas son exactamente iguales y, por así decirlo, se pueden unir simple'mente «poniendo uno encima del atto», Los dos diagramas superiores llevan como rótulo «Tipos positi-

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vos». Esto significa que los actos clasificados s~:~&~~';~~;~:~d!'~~ contenidas en sus casilleros deben considerarse alguna unidad miembro se ha movido en dirección P~:S1~~~~lti:;~ la solución de los problemas sistémicos. A los lo

Figura 4

Fases en el uso de símbolos en el proceso de comunicaci6i, interpersonal . ,,'

TIpOS POSITIVOS

Orientado á las pautas o a las tateas

«fulen/Di de ReSpllnfa!)

A N trnlhlarl Ale<:fividn.d M

" ."

d 'Especificida Dl."sempl'iio

Difuslvldad Cualic.!'nd

,1 L

Universalismo

1

~~O;~~ci(lll~ orientación

t , " AUment~ It el nivel de e~ rt'alización latente del ego

Partl"'-llarismo

2

t+E1 ego hacl'

)'o sugerencias

" t 3 I

El ego ~. da

opiniones

"

Especificidad Desempei,o

Difnsividlld G!ualidad

TIPOS NEGATIVOS

Orientado a las personas o sodoemodonnl

«Reacciones positivas»

4 ~."" 3 .¡, ~\~~:~tde~ El álter satisfacción - mu~str~ laten!.. solidaridad del ego

Orientado a 10:5 personas o socioemociol1al

«Reacciolles NegalivrlS) ..

'1

A A Neutralidad Afect¡\'¡d~d /M U!li\l~r.a1i.mo Pllrticuhlrismo

, El ego I-a. El .. go

E"llecificid"d pide ,_ - I ' pide D"sempeiio . orientación I 71 sugerenci~s

Difusi\'idBd Cna1id~d

L

- t ~. / t

Espccirtc1dad D .. ~e~\peñ(>

Dj{uslvidnd Cualidad

L

, El oÍlter El áHer está en. «- - m\1e~!ra desacuerd" V t .. os'''O

I ,"'1 :

inferiores se los denominó «Tipos negativos», vale decir, en una dirección que se aparta de la soluci6n de los problemas sistémicos, de modo tal que los problemas se tornan todavía más agudos de 10 que eran. . . . Los dos diagramas de la izquierda se denomman «TIpOS orientados

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Q '3. \a't. 'tatea'5))·. \e'5 '3.c.'tcw, c:.\ai\\\.c.aue'5 '5t.'E;\ln. \a't. tate-o ?,~:I:;;¿~\:~~ en. '5U'5 cas\l\eta'2. '2.an. con.s\.<1eta<1o'2. (,(Uesem'Qeñ.o'5))­.c mie.mbro, dlügido'5 a la solución. de un 'Qroblema '2.\sté.~

como está definido por las pautas de valor comunes a u""dad<ts miembros, ademá'2. de '2.er constitutivos de esa solu-

o preparatorios de la misma. Los dos diagramas de la derecba' han totulado (,~Tipos otlentados a \as personas))'. los actos de

estos tipos son consiaerados como sanciones de alguna unl.da<i sisté.mica) dir1gidas en torma de reaccione.s al desemºeño del miembro que habló o actuó en. último lugar. :Estas elos c..\isündones transversales tlun a cada uno ele. los di\\gt'a~ maS su nombre típico peculi.ar. Los tipos de desempeños oti.en~ tados a las pautas o a las tareas se llaman (~Preguntas») e «Intentos de Respuesta». Los tipos de sanciones orientad.os a las personas se denominan «Reacciones Positivas}) y «Reacciones Negativas»). Se fldvertirá que la clasificación completa supone que el sistema está compuesto por lo menos por dos unidades miembros, a las cuales nos referimos) cuando es necesario mantener una perspectiva clara, como ego y áIter. Se observará que el casillero 4 de cada uno de los diagramas no contiene tipos de interacción manifiesta. La fase latente es aquella que represe.r.ta el estado inferido de la unidad antes de que apa~ rezca la interacción manifiesta, y su estado posterior a la sanción reactiva. Las variables incluidas en los casilleros de la fase latente' en estos diagtamas son las de «insumo» y «producto». En este análisis) a diferencia del que se expondrá más adelante, en la sec­ción VI, los insumas y productos se determinan solo con referencia a una unidad miembro: el ego. Deberían determinarse con respecte> a cada unidad miembro si se desea hablar de los insumas y productos del sistema como totalidad. Las dos variables de insumo­producto expuestas son «ejecución» y «satisfacción», que se ana1i~ zarán en seccÍones posteriores de este artículo. No es posible exponer rigurosamente, en un diagrama de esta, clase, las relaciones entre el estado latente, el desempeño, la sanción y el estado resultante; pero mediante las flechas intenta­mos sugerir, de manera aproximada, cómo creemos que funciona el proceso. Por ejemplo, comencemos con el estado latente dd ego, tal como se muestra en el casillero 4 del diagrama de «Inten-. tos de Respuesta». Si se produce un incremehto del nivel de ejecu~ ción latente del ego, en la forma de una percepción, un insight o al­go semejante, es probable que a esto siga un desempeño manifiesto­en el cual el ego ofrezca un intento de respuesta a algl1n problema que enfrenta el sistema. Hace una observación, o una serie de ellas, que el observador clasifica como «proporcionar ol'ientaci6m>, «dar opiniones» o «hacer sugerencias». Se infiere que los tres'. tipos han surgido de algún cambio en el estado latente del ego y que «se encaminan» a la gratificación dr:: la meta sistémica. El

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proporcionar orientación tiene lugar por medio de un énfasis en los problemas adaptativos del sistema; dar opiniones, por un énfa­sis en los problemas integtativos, mientras que al hacer sugeren­cias se avanza díl'ectamente hacia el estado-meta, sin rodeos adap­tativos o integl'ativos. Pasemos ahota al álter, quien recibe la comunicación. En el dia­grama no mostramos lo que ocutre con el estado latente del áIter, debido a que ello introduce una complicación excesivaj pero supongamos que la observación del ego aumenta el nivel de satis­facción del álter, y este responde con una teacción positiva me­diante el acuerdo, la exhibición de solidaridad o la liberación de tensión. Imaginemos que, cualquiera que sea la reacción de este tipo que reciba el ego, ella tendrá un valor de recompensa para él, y el resultado será un aumento en su nivel latente de satisfacción. Creemos que, a su vez, este incremento de satisfacción tendrá repercusiones adicionales, por cuanto recompensa el desem­peño que provocó la reacción favorable del álter. Ahora está confirmada la ejecución del ego, y además, dado que tanto él como el álter son partes de un sistema solidario, el áIter está ahora comprometido con el contenido de la tarea propia del desempeño del ego, aumentando el nivel de ejecución del sistema de dos, y no tan solo del sistema del ego. Ego y álter tienen ahora un ítem adicional de «cultura común», una reacción positiva común a una serie de símbolos que pueden percibir conjuntamente y que cual­quiera de los dos puede seguir manipulando para influir sobre el otro y para guiar en forma conjunta su actividad común, a modo de una unidad operativa. Uno o más de sus «problemas sistémicos», según el tipo de acto involucrado, avanzó en estas circunstancias otro paso hacia la solución. Ha cambiado el estado 1atente de cada uno, y el sistema está preparado para otro ciclo, de acuerdo con los potenciales del estado latente. Dimos un ejemplo en términos de un ciclo de actividad positiva, pero el lector puede delinear la misma articulación esencial de 11echos para ciclos negativos, mixtos o de otro tipo. Remitimos al capítulo 4, que incluye datos sobre secuencias de actividad y un modelo estadístico que producirá ,secuencias aproximadamente iguales a las observadas, distribuidas de modo bastante semejante entre los miembros. En dicho capítulo también se exponen datos 'Sobre la relación que existe entre las secuendas observadas y la 'Satisfacción, de acuerdo con las mediciones efectuadas después de la reunión. Examinemos ahora la definición de cada categoría en términos de las variables-pautas. Las designaciones en dichos términos están ubicadas en cada diagrama precisamente corno 10 estaban en los ,diagramas anteriores, salvo los «opuestos», tal como «neutralidad versus afectividad», están situados directamente uno frente a otro, "3 fin de facilitar la lectura de la distinción entre las categorías. La

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combinad6n de \as c.uatto, C\.ue caractertza cada casillero es exac-tamente la misma C\.ue antes. ) Debe comprenderse con clar:i.dad que no contamos con ningún «punto absoluto», en términos del cual puedan definirse la «neu­tralidad absoluta» o la «afectividad absoluta» u otros conceptos análogos, si es que en realidad dichos puntos absolutos tienen significado teórico. Son relativos, como todos nuestros conceptos; todo lo que puede decirse es que un acto tiene un tono mayor o menor de afectividad que algún otro o que un grupo de otros actos, y la experiencia nos dice que podemos confíar en estos juicios en grado suficiente para los propósitos de la investigación. Pero la clasificación, que aquí es la operación básica de medición, se hace comparando al acto con oUos actos. Al clasificar a la conducta real mediante esta serie de categorías, no se hace una comparación, sino una serie de compataciones. Esto no quiere decir que el observador realice conscientemente una serie num~r~da de .comparaciones antes de clasificar al acto; por el contrarlO, trabaja en forma rápida y mediante una serie de aprehensiones inmediatas e intuitivas del «sentido» de la acti­v.i~a~. N? obstante, algo semejante al contenido de esta aptehenN slOn mtU1t1va puede reducirse a una serie de operaciones lógicas. Ante todo, podernos decir que determina si el acto es principal­n:;nte una proacción (un desempeño), o una reacción (una san­clOn). Concretamente, sabemos que todo desempeño tiene un elemento de sanción, y viceversa; pero lo que determina la cla­sificación es el énfasis relativo. En comparación con las reacciones, estos actos que colocan el énfasis en el desempeño tienden hacia ~l polo A, en contraposición al polo 1, con el énfasis en la tarea mstrumental-adaptativa, y así poseen la combinación característica de variables-pautas de la fase A. En un se¡Itido muy general, el grupo total de proacGÍones o desempeJlos tiende hacia la Neutra­lid~d y la Especificidad en la actitud, y a una orientaci6n Univer­sahsta y de Desempeño hacia el objeto en comparación con el grupo total de reacciones o sanciones, que tienden hacia la Afecti­vidad y la Difusividad en la actitud y a una orientación Particu­lari~ta y de. Cualidad hacia los objetos. En los diagramas no se lr;~tca, medtante deSIgnaciones de variables-pautas, esta «inclina­clOn» general de las dos mitades del conjunto de categorías hacia A.. e 1 respectiv~mente, peto ello está involucrado en el supuesto de que las reaCClOnes pueden actuar como sanciones ---capaces de t~?er un valor de recompensa o de castigo, por su anterior asociaN c~on con los estados-meta (y, en consecuencia, por la «expecta. tlva» )-. A e~ta primera ~icot0!TIización lógica sigue una segunda, que COnsIste .~n determmar SI un acto está más cerca, por así decirlo, de la soluclOn del problema de la gratificación de la meta o más lejos de la misma que los otros actos con los que se lo compara. La

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comparacIón se establece dentro de la mitad de las derivad. de la primera elecci6n. Es si la hace dentro del conjunto de categarlas de si el acto es una Pregunta o un Intento bio, si se la hace dentro del conjunto de sanciones, el acto es una Reacción Negativa o una Reaccióll Positi'va. Ahora se ha ubicado al acto en uno de los cuatro cOlljulntos, uno compuesto por tres categorías. La siguiente operación consiste en ubicar al acto en comparación con los otros actos ese mismo conjunto. Le corresponderá una de las tres categorías.! _, Estas tres categorías están especificadas por las combinaciones de:' var1ables~pautas de los casilleros A, M, e 1 en cada uno de los cuatro diagramas de la figura 4. Comencemos con los Intentos de Respuesta. Si un acto es un Intento de Respuesta j lo comparamos con otros actos de este tipo y preguntamos: ¿Qué parangón existe entre ellos respecto de la actitud? Si un tono afectivo es más neutral, se supone que se lo debe clasificar dentro de los que proporcionan orientación. Después preguntamos: ¿Qué parangón existe respecto de la orientación hacia los objetos que involucra? Si es más uni~ versalista y acentúa los estándares cognitivos, se confirma su clasificación entre los que proporcionan orientación. En caso de conflicto, se otorga prioridad clasificatoria a la actitud. La presen~ cia de un tono afectivo marcado es suficiente para determinar que no se lo debería colocar entre ·los que proporcionan orien~ tación. Si el acto no es de los que proporcionan orientación, enfren~ tamos una elección final respecto de su clasificación entre los que dan opiniones o entre los que haceri sugerencias. Comparamos al acto con otros de estos dos tipos y preguntamos: ¿Qué parangón existe entre ellos respecto de la actitud? Si el interés actitudinal expresado es específico, y está enfocado rigurosamente en la meta, suponemos que 10 debemos clasificar entre los que hacen stlgeren~ cias. Después preguntamos: ¿Qué paJ;angón existe respecto de la orientación hacia los objetos? La clasificación queda confirmada si se considera a los objetos en términos de su desempeño espe~ rada y no en términos de sus cualidades difusas. En caso de conflicto, se da prioridad clasificatoria a la actitud. Cualquier vaguedad o falta marcada de especificidad decide a clasificar al acto entre los que dan opinión, antes que entre los que hacen sugerencias. Por consiguiente, y en comparación con otros Intentos de Res~ puesta, dar opiniones está caracterizado por una actitud afectiva difusa hacia el aspecto cualitativo de los objetos; estas caracte~ rísticas 10 apartan tanto del hacer sugerencias como del propor~ cionar orientación, que tienen en común un interés específico en el estado~meta y una evaluación del objeto en tétminos de su

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}\i¡:~lli~~~,~t6atwo a\ \o\',to .le ese esta.lo-meta. L\e\',amos a \a ¡'e ünal .le\ acto mediante un \,tOceso de cOffi\,arac\ones ,:,fite"",, dentto de la sección de Intentos de Res\,ue'ta. En compa­

con los otros actos en su sección, dar opiniones está signado actitud afectiva dihisa hada los objetos en su relación

.'f,.rl~c\llansta cualitativa con el ego. Pero esto sólo es en compa~ con otros Intentos de Respuesta. Como 'Ya señalamos, toda·

'via 'pertenece a la mitad. del con\unto de categorías refertda al desempeño, la cual se caracteriza por un. interés neutral específico en objetos definidos universaltsticamente por sus características de desempeñoj la otta mitad del conlunto, en cambio, se ocupa de las sanciones reactivas. Es evidente que nos encontramos en una dificil posición con res~ pecto al uso de las palabras. Comenzamos a sentir la necesidad de un modelo representacional, al estilo de un «espaciO}) en términos del cual puedan representarse simultáneamente todas las relaciones, en lugar de serlo en términos del 'resultado de una serie de clasificaciones dicot6micas. El hecho de tener que repre-sentar cuatro dimensiones nos impide constl'uir un modelo físico satisfactorio, tal como el «sólido de colores», donde solo han de representarse tres dimensiones. Tal vez la representación matemá~ tica no solo sea deseable sino también necesaria a los fines de un mayor progreso técnico en esta dirección. Consideremos ahora las Reacciones Positivas. Supongamos que las dos primeras clasificaciones llevaron a identificar al acto como una Reacción Positiva. El problema se remite, pues, a averiguar cuál de los tres tipos de reacción positiva es la adecuada. El pro~ cedimiento es exactamente el que ya describimos: se compara el acto con otros que corresponden a la misma sección. ¿Qué paran~ g6n existe respecto de la actitud? Si su tono afectivo es más neutral, existe la presunción de que se lo puede clasificar como un acto de acuerdo. Luego: ¿qué parangón existe respecto de la orientación hacia los objetos? Si se evalúa al objeto -por lo co~ mún, el desempeño anterior del otro- en términos de estándares universalistas, o sea más en tértIÚnos de su validez cognitiva que por su tono afectivo, como base para la reacción o juicio, entonces queda confirmada la clasificación del acto como un acuerdo. En caso de conflicto entre los dos criterios, se da prioridad al criterio actitudinal. Cualquier señal de tono afectivo mateado es suficiente para cambiar la clasificación y usar una de las otras dos catego1'Ías. Si el acto no es un acuerdo, el problema reside en avetiguar si es una exhibición de liberación de tensión o una muestra de soli~ daridad. El criterio decisivo surge en relación con la rigurosidad de meta implicada. Cuanto más «desnuda» y directamente explo~ siva sea la expresión del afecto -alivio por la gl'atificación~, mayores serán los fundamentos pata clasificarlo como exhíbh;ión de liberación de tensión. Se supone que en la fase o estado

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latente se pone freno a estas tensiones afectivas' están «alteri,ado,,) a una c?llstelación de vías simbólicas que canalizan el una Sel'le de otros objetos, dándoles a todos ellos una cuali,iad ~lob~l difusa por las conexiones de asociación afectiva y genera. l~zaclón Instrumental. Cuando por cualquier razón se eleva repeil­tmarnente la te~sión afectiva, esta tiende a «desbordar sus canales u~uales» ~ a salI~ el; forma precipitada mediante un flujo expresivo dU'eet?, sm desvlaclOnes instrumentales o integrativas, directamen­te hacta el estado de gratificación-meta. Se abre brecha a través de su difuso aferramiento y termina en un despliegue de afecto «des­nudo» o más específico. El objeto es tal que mediante un desem­peño presente. o significación gratificatoria inmediata puede incitar al afecto haCIa su p:opio desempeño o «acdng-out» específico. Conci'etamente, el objeto es, por 10 común, el acto precedente de otra persona. En un acto de liberación de tensión se considera al objeto en su significación segmentaría. POi' ejemplo, cuando una persona ~ompe a reír d~ r~p~nte, a veces exclama: «¡Qué es 10 que has dicho!» o «¡Que hiCiste!» en vez de «¡Eres tan có­mico!» Se aplica el énfasis al contenido de 10 que se ha dicho o hecho (desempeño específico) más que a la cualidad difusa del actor como pei'sona. Cuando el énfasis se coloca sobre este último al acto se lo clasifica como una muestra de solidaridad. ' Por consiguiente, en comparación con las otras Reacciones Positi­vas, el mostrar solidaridad está caracterizado por una actitud afec­tiva difusa hacia los aspectos cuali~ativos del objeto, El afecto está «canalizado» en dirección integrativa, en vez de «desparramarse» simplemente a diestro y siniestro. Se alaba o ensalza a la otra persona por 10 que ella es; el afecto se fija en ella como un ser global, como un miembro de la colectividad, como una parte del yo en sentido amplio; y en general es menos marcado, más contro~ lado; está más integrado con otros intereses y valores -por cierto, en comparación con la liberación directa de tensión, está más cerca, en sentido real, de la latencia,. y más lejos del logro específi­co de la meta-, Estimo innecesario analizar en detalle los tipos negativos. En gene­ral, sus caracterfsticas de variable-pauta son exactamente las mis­mas que las de sus tipos positivos afines, La única diferencia es que son indicadores de que el sistema, al menos en el momento precedente, se ha alejado en vez de acercarse a la solución positiva de los problemas sistémicos A, M e I. Las categorfas que acabamos de considerar son adecuadas para un nivel muy microscópico de análisis del movimiento de fase de las unidades miembros dentro de pequeños grupos. Para muchos otros tipos de análisis necesitamos una catacterización más molar de la actividad que tiene lugat en períodos más prolongados. Los miem­bros mismos de los grupos «generalizan» hacia períodos más molares a medida que construyen su cultura común. «Desempe-

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. {(sanciones)} son tétminos muy amplios, particularmente , cuando existe un sistema de valores más generalizados definan los roles de las unidades miembros. En la pr6xima

secci6n volveremos al problema del movimiento de tases en su ,.relación con los valores generalizados del sistema como m'arco de referencia dentro del cual tienen lugar los desempeños de rol y las sanciones de las unidades 1n1.embros en roles d1.terencianos.

v. El control normativo del movimiento de fases

En la sección precedente hemos delineado una clasificación de los principales tipos de interacción social manifiesta, en términos de las clases de relación funcional que suponemos que tienen con el movimiento real del sistema a lo largo de sus diversas fases. Con­sideraremos ahora el hecho de que ese movimiento no es simple­mente «rea!>}, sino que, en grado considerable, está regulado y controlado pOi' una estructura de valores institucionalizados, o nOi'mas. Estas normas suministran una base de «expectativas legí­timas» comunes a las unidades miembi'os, en función de las cuales es posible medir de modo aproximado la «conformidad,) y la «desviación». Como especificaciones de 10 que constituye la conformidad en la conducta y en la actitud, puede decirse que las notmas regulan las relaciones entre desempeño y sanciones; definen las relaciones de adecuación compatibles con una fase dada del sistema o con el cambio a nuevas fases. Las normas expresan la ól'bita 'adecuada de desempeño de una unidad a través de diversas fases, y las sanClOnes adecuadas para mantenerla en esa órbita, En la figura 5 se expone una clasificación de los valores por fase.lo

El aspecto de desempeño de la norma es una especificación de cómo debe actuar la unidad miembto durante las fases dadas (el ca!ácter de ,la actitud y la orientación hacia los objetos que otros miembros tIenen derecho a espera!' de él), en tanto que el aspecto

10 o.bservará el lector que esta clasificación difiere algo de la que Parsons y Shtls (véase Values, Motives ... , figuras 3 y 4, págs. 249 y 251) Y Parsons solo. (Tbe Sodal Sy~tem, cl,l~dros 2a, pág. 102, y 2e, pág. 108) usaron anterIormente. Las discrepanCIas parecen provenir de dos fuentes principales: 1) En la clasificación anterior la categorización objetal y las variables-~au!as actitu~linaIes se trataron po~' separado; todavía no sabíamos que constltUlan un sistema de cuatro dimensiones. Aquí se incluye a las ~atro e~ ,eu?a clasificación, 2) Tampoco teníamos presentes ciertas rela· ClOnes ?1I1~mICas de estos v!ll.ores con el proceso sistémico y, por 10 tanto, la coptlnll1dad de la~ tranSICIones. ,entre ellas y las pautas de «ajuste» de los t!POS de desempeno y de .s~nclOn. No nos ocuparemos de explicar cómo se hiZO e:.:~ctamente la tranSICión; solo esperamos evitar una confusión al lector pOOlendolo en antecedentes del cambio.

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de sanci~n es una especificación de la clase de reacciones q~~ : su .v~ez, tle?e derecho a es?~rar de los ot1'OS (sus actitudes y taclOn hacIa él y sus actiVIdades), según su conformidad o

Figura 5

Tipos de valores de desempeño adecuados a cada fase

A

Espedfiddarl Desempeño

Cualidad Difusividad

L

Universalismo Neutralidad

Valores de adquisición

4

Valores adscriptivos

Afectividad Particularismo

2

Valores de apreciación

Valores moral­

integrativos

M

1

Tipos de valores de sanción ade.cuados a cada fase

A

Especificidad Desempeño

Cualidad . Difusividad

L

Universalismo Afectividad Neutralidad Particularismo

1

4

Valóres de aprobaci6n

Valores de estima

2

3

Valores' de respuesta

Valores de aceptación

M

1

viadón. Puede considerarse que las normas de un sistema consti­tuyen un precipitado cultural de los primeros ciclos de desempefio y acción producidos en el sistema, que hayan dado como resultado

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,'a'tlsl:ac"lón y e)ecudón. Son producto del '3.ptena.tza)e, y condición estado constante.

Seña'letI10S Ciue al ttatat a \as normas en relac.lón con el control ptocesos de acción, no limitamos. nuestta atención exc\nsi­

'Vamente al sistema como punto de referenda, sino que traba)amos con la relación entre la articulación del sistema y los ptocesos de acción de sus unidades. Tal como nosotros las interpretamos, las normas son propiedades del sistema. Cuando se considera al siste­ma como un objeto, las normas son aspectos primordiales de su estructura: sus pautas de otientación de valor. Pero en lo que atañe al proceso sistémico, se refieren a las relaciones dinámicas de las unidades en tre sí. Lo esencial es que las órbitas de las distintas unidades están dife­renciadas una de otra ~tomo expondremos, con más detalle, en la sección VIII~; en cualquier momento, las diferentes unidades pueden encontrarse en diferentes fases de sus órbitas. La principal función de las normas es mantener a estos variados movimientos de fase de las unidades en' armonía mutua y en armonía con el movimiento mayor de fase del sistema en su totalidad. Por lo tanto, desde el punto de vista del sistema, su función es integra­tiva. Los valores en cuestión son siempre, en un aspecto, valores moral-integrativos; pero están «aplicados» en cada uno de los principales contextos funcionales del sistema, Los valores de adquisición, por ejemplo, regulan los desempeños. de toda unidad del sistema, desde el punto de vista de su compa­tibilidad con las necesidades adaptativas del sistema en su con­junto; las sanciones de fl.probación o desaprobación refuerzan estos valores al recompensá'r un desempeño determinado o al cas­tigado, El hecho de que los miembros del grupo <<ostenten en común» estos valores -es decir, que estén institucionalizados en el sistema -hace de ellos el fOGO de este proceso l'egulatorio. Ahora podemos bosquejar los rasgos sobresalientes de cada uno de los cuatro tipos de norma, Esta reseña será breve, a causa de que repite en esencia, en términos normativos, nuestra anterior descripción de cada fase. Podemos llamar «instrumental» a la primera, Esta es la combinaci6n de los valores de las variables adecuadas a: la fase de adquisición adaptativo-instrumental del proceso de acción. Su valor adquisición prescribe, por un lado, que el desempeño se adhiera a estándares universalistas en la evalua­ción ·cognitiva de los hechos relevantes de la situación, y por otro, la inversión del esfuerzo adecuado para el logro de la meta, por­que solo en estos términos puede el desempeño maximizar su contribución a las funciones adaptativas del sistema. En cambio, el «valor aprobación» prescribe las sanciones que mantienen la neu­tralidad afectiva, tanto al evaluar las existencias situacionales como base para el acuerdo o el desacuerdo (es decir, objetividad), co­mo en especificidad de la orientación, el «mantenerse en la pista»

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y no ser distraído por otros intereses, Se observará que las normas no aclaran nada acerca de la integración de este proceso con otros intereses, excepto negativamente, al impedir su interferencia, Al segundo tipo de norma podemos llamarlo <mormas que legiti­man estados-meta-unidad específicos», o normas «permisivas», Las mismas gobiernan la acción en la fase en que la unidad se aproxima al logro consumatorio, y en la cual el problema de su integración con otras unidades del sistema comienza a inmiscuirse en la grati­ficación, a no ser que la gratificación de metas específicas esté legitimada, siquiera temporariamente, Para el sistema, los valores apreciativos de esta fase tienen la función de resguardar un grado suficiente de gratificación y liberación de tensión, a los fines de una posterior desviación hacia propósitos adaptativos e integrati­vos. En cambio, los valores de respuesta describen en términos normativos la clase de reacción que el actor tiene derecho a esperar de los otros, cuando su libre reacción afectiva es un com­ponente inherente de sus metas. Por supuesto, los dos valores son, desde el punto de vista motivac~onal, congruentes entre sí, y tienden a contribuir a la distribución de gratificación entre las unidades miembros, mediante su interacción directa en esta fase -con cada uno de los otros, En la tercera fase hablamos de normas moral-integrativas. Aquí, el énfasis en el desempeño cedió lugar al énfasis en una evaluación de la cualidad de los objetos. Ya no se coloca el acento en el hecho de que una unidad logre o disfrute en forma directa un estado-meta específico, sino más bien en su congruencia con otras metas del sistema y en la solidaridad .. de las unidades miembros entre sí como una colectividad moral, en la que existe cierta adhesión común y generalizada a una constelación de metas y valores, ordenadas de algún modo congruente, De acuerdo con los valores mOl'al-íntegl'atívos de esta fase, el desempeño debe consistir en la expresión de valores y en la manipulación de símbolos que externalicen y refuercen la congruencia y solidaridad deseadas. Según los valores de esta fase, la sanción adecuada es la acepta­cíón; se considera que la exhibición de solidaridad por parte del ego exige reciprocidad en términos difuso-afectivos. El manteni­miento de la relación entre la integración sistémica y los sistemas de pautas de valor de las unidades es, por consiguiente, el proble­ma crucial que esta norma enfrenta. Finalmente, en la cuarta fase hablamos de normas «adscriptivas­cualitativas». Aquí se completa el proceso de internalización o institucionalización de la nueva ejecución; el sistema puede fun­cionar como una unidad sobre nuevas basesJ y estar listo para una nueva fase de desempeño instrumentaL El área crucial de «desempeño» -hasta donde podamos hablar de desempeño en esta fase- es la relación entre las pautas recientemente estable­cidas y la cambiante situación; el problema consiste en la preser-

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:-:--------------------~";. ¡'¡ ¡

vadón y expresión latente de estas pautas internalizadas o institu­cionalizadas, en forma tal que no implique violencia alguna para las mismas y permita, al mismo tiempo, que el sistema se mueva hacia fases adyacentes cuando la situación lo requiera. Se espera que el ego manifieste o ejemplifique los valores culturales inter­nalizados que le están adscriptos. El área crucial de sanción es la de la evaluación difusa de la unidad a la luz de la pauta sistémica institucionalizada. El ego espera que se le tenga estima por lo que «es», más que por 10 que «hace». La definición de estas normas para una fase particular de la órbita de la unidad también abarca, como ya hemos dicho, la actividad adecuada a esa fase. Sin embargo, el flujo cambiante de insumas extra-sistémicos en cada fase pondrá en movimiento cambios hacia otras fases J y por lo tanto comenzará a activar otros valores. Se producirá una nueva fase. Como consecuencia de estos cambim de insumo acumulados, debe tener lugar una transición a la releo vancia de alguna otra norma. Cada fase tiene -sus propias norma::; que regulan la acción de la unidad en dicha fase, y que también regulan -ya sea positiva o negativamente- las relaciones de esa fase del sistema con las otras, Para que el sistema esté ordenada­mente en equilibrio, la pauta de valor contenida en el sistema normativo de cualquier fase debe ser relativamente consistente (en pautas) y por 10 tanto, mantener suficiente compatibilidad empírica con las pautas de valor de las fases subsidiarias. El siste­ma normativo de la fase principal debe permitir o facilitar una transición «suave» hacia la próxima fase del sistema. En nuestro esquema expresamos esta posibilidad mostrando que algunas va­riables-pautas "comparten las pautas de valor de las fases adyacen­tes. Así, tanto los valores de adquisición como los valores apre­ciativos tienen en común una «especificidad» de interés en el «desempeño» de los objetos. Esta necesidad de procesos de transición entre el predominio de diferentes normas parecería replantear, en términos más formales, la proposición fundamental que destacamos en Valores) motit'os y sistemas de acción y en El sistema social, respecto de que ningún sistema de acción puede estar perfectamente integrado en términos de pautas de valor; en su sistema de control debe existir una pluralidad de dichas pautas. En realidad, ahota sostendríamos que todos los tipos principales de pautas normativas adecuadas a cada fase deben estar representados en cualquier sistemas; pero su pro­minencia relativa en el sistema como totalidad, al igual que en las diferentes fases, puede sin duda variar ampliamente. La forma exacta en que se distribuye la incidencia relativa en los diferentes tipos de sistema es un problema concernien'te a la estructura y que consideraremos brevemente en una sección posterior. 11

11 Hay otro rasgo de las normas que resulta notable a la luz de la historia del esqtlema de variables-pautas. En las primeras etapas de su desarrollo

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::1

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Antes de embarcarnos en esta serie de problemas es preciso) pel'o, profundizar algo más los aspectos dinámicos de las fases proceso. . Todavía no hemos analizado de manera adecuada los equilibrios' de «insumo» y «producto» asodados con el proceso, y por ende las consecuencias de los diferentes órdenes de variación en las condiciones que influyen en ~ un sistema. Estrechamente relacio­nadas con estas cuestiones hay otras que hasta el momento hemos descuidado por completo: el examen de los procesos de cambio en el contenido simbólico mismo, con sus relaciones con el aspecto de pauta de los sistemas simbólicos. Ahora nos ocuparemos de ellas.

VI. Insumo y producto, y las relaciones entre la motivación y la formación de simbolos

Consideraciones generales sobre la motivación

Antes de introducirnos en un análisis más detallado de los proble­mas de insumo y producto, resultará útill'ecapitular sucintamente algunos de nuestros supuestos básicos sobre el proceso motivacio­nal. Ya los hemos expuesto en detalle en nuestros anteriores escritos, pero será pertinente resumir aquellos rasgos que guarden una especial relación con el problema que ahora abordamos. Podernos comenzar con lo que quizá parezca un supuesto radical en torno a la motivación, o sea que, a los propósitos de la teoría de la acción, es preferible tratar a la motivación como si estuviera «originalmente» indiferenciada con respecto al sistema en el cual se la usa. Según esta concepción, la motivación consiste, para la personalidad como sistema, en un «impulso» unitario simple «ha­cia la gratificación»; se trata simplemente de un impulso para «conseguir algo», para nivelar el estado existente de tensi6n moti­vacional. De este modo, se supone que la especificación de metas, el contenido de 10 que quiere el actor, proviene no de alguna

~en Values, motives ... -, nos empeñamos en elaborar las mismas com· binaciones de los cuatro componentes de las variables-pautas que las que­describían el movimiento de fases. En ese momento no conseguimos fun­damentar de maneta satisfactoria la significación de estas combinaciones, que ahora reaparecen en un lugar sumamente significativo del esquema conceptual. Debe dirigirse la atención, en particular, a las combinaciones involucradas en lo que aquí denprrunamos normas instrumentales e inte­gratívo-sistémicas, las que caracterizan muy ajustadamente 10 que en gran parte de la literatura sociológica se ha considerado como tipos polares de estructura institucional, cuya versión más conocida es tal vez la dicotomIa Gemeinschaft-Gesellschaft de Tonnies.

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.·~~ttuctuta inherente al sistema motivacional como tal, sino de las >«otlentaciones» t{ue se han desarrollado en los proc.esos mismos :. de acción. La especit\cac\6n de una meta es un producto del , : «aprendiza1e». En resumen, consideramos a la motivación como

un «nulo de energía» que parte del organismo en tanto sistema fisiológico. Este flujo de energía está organizado, distribuido y utilizado en y por la personalidad como sistem.a de acción y) a través de esto, por cualquier sistema de interacción social que sea el punto de referencia para el análisis particular. Este «flujo» puede seguirse en la figura 7. Ahora resulta obvio que, para la personalidad como sistema, las necesidades del organismo imponen una cierta especificidad empí­rica de las meta-acci6n. Sin embargo, este elemento biológico en la estructura del sistema-meta empírico será tratado aquí como una sede de puntos de referencia para la organización de la acción mediante la orientación. Por el momento, la importancia empírica relativa de una serie de elementos biol6gicamente organizados en la acción, y de los componentes que se derivan del sistema de orientaci6n aprendida, puede quedar pendiente para su discusi6n posterior. Un segundo supuesto básico es que este flujo de enel'gía motiva­cional se torna diferenciado dentro de una «corriente ramificada» a través de los procesos de aprendizaje, en el curso de los cuales se desarrolla un sistema de orientación. En las figuras 7 y 8 se representa el proceso de aprendizaje. Cuando hablarnos de «ca­texis», nos referimos a la distribución de significación emocional entre los objetos de la situación. En forma concomitante, existe el proceso de cognición del universo de objetos que, al nivel de la acción, es el foco primado de los mecanismos de adaptación a la situación. El sistema de orientación está formado por el apren­dizaje de las orientaciones catécticas y cognitivas. Las relaciones entre cogniciones y catexis están organizadas por el proceso de evaluación. Dicho proceso establece dos clases de conexiones. En relación con la unidad del sistema de acción en sí (digamos, una disposición-necesidad particúlar en una personali­dad), la evaluaci6n da como l'esultado un compromiso de la ener­gía motivacional de la unidad con el contenido particular de la orientación de meta, la cual es constitutiva de un proceso concreto de acción. Al mismo tiempo, la evaluación se introduce en la determinación de las relaciones de la unidad de disposición-nece­sidad partículat con atta') unidades de disposición~necesidad del sistema. El hecho de que las metas que son empíricamente importantes para la teoría de la acción sean siempre metas «secundarias» o aprendidas presupone el desarrollo de un sistema de pautas simbó­licas que gobierna las relaciones de las unidades y objetos miem­bros en la fase consumatoria. (Cabe imaginar que, al menos en los

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casos más importantes, los objetos son «objetos complejos» del, tipo analizado en el capítulo 2, y, en concordancia con ello, la ol'Íentación catéctica no es tan solo una catexis «elemental» o «prlmitiva~» sino una «actitud», en el sentido de una pauta de valor expresivo-simbólica, La gratificaci6n o satisfacción prove­nientes del logro efectivo o de la adhesión de amor a un ser humano pertenecen, bien a las claras) a esta categoría.) Lo que quisimos significar cuando habhmos de «compromiso» con una meta es esta especificación del estado-meta consuma torio, en tér­minos de una «definición de la situación» expresiva, cognitiva y simbólicamente organizada, No es posible definir la «dirección» primaria o elemental del proceso de acción hacia el estado de logro de meta, sin un elemento 'de compromiso simbólicamente organizado; es decir, la especificación de la orientación-meta. La especificación del estado-meta no es sino el primer paso, empe­ro, en el enunciado de las cuatro fases diferenciadas que deben tomarse en cuenta al analizar el proceso motivacional. A conti­nuación tenemos que considerar otros dos elementos: las dos series de exigencias del logro de metas. La confluencia de estas series de exigencias constituye la condición del mantenimiento de un ~stado constante del proceso de acción de un sistema. Ambas involucran problemas que surgen de la escasez, y por lo tanto, de la necesidad de distribución. Las llamaremos «exigencias del área de orientación a la tarea» y «exigencias del área socioemocionah) de un sistema de acci6n. Más específicamente, son las exigencias de adaptaciów y de integraci6n. La primera serie de condiciones -la solución de los problemas adaptativos del área de orientación a la tarea- surge del hecho de que un estado-meta es un estado de relaciones entre las unidades miembros del sistema y un conjunto de objetos situacionales. La estabilidad de estas relaciones no solo depende de la estabilidad de las orientaciones motivacionales de las unidades miembros, vale decir, de su «compromiso» con la meta, sino también de la esta~ bilidad de los factores situacÍonales mismos en relación con el sistema. Se impone una tarea importante, dado que no es presu~ mible que estas relaciones «se queden donde están» sin procesos de control y/o adaptación por pnrte de una o más de las unidades miembros. Entonces, en interés de la maximización de la gratifi­cación y de la satisfacción en el curso del tiempo, debe desviarse cierta cantidad de energía desde la gl'atificacÍón-meta directa a la manipulación de los factores situacionales, o sea, a la actividad «instrumental», En consecuencia, y a igualdad de otros factores, la maximización de la gratificación-meta es una funci6n del equilibrio entre actividad consumatoria y actividad instlumentaL El «éxito» de esta actividad instrumental reside, pues, en la adaptación ade­cuada a las exigencias de una situación variable. Vistas en estos términos, la actividad cOl1sumatoria y la actividad

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instrumental tienen un. rasgo común: ambas tratan a las disposl­ciones~necesidad relevantes de las unidades miembros en tanto eSbll1 orientadas a ciertas metas específicas. En la actualidad, pen­samos que las disposiciones-necesidad en cuestión controlan alguna parte importante del aparato motor del organismo; así como de otros recursos -control que, en cierto grado, puede ser incompa­tible con otras unidades de disposición-necesidad que operan si~ multáneamente en dicho organismo-o Las oportunidades para que las disposiciones-necesidad se introduzcan en la acción mani~ fiesta constituyen un recurso escaso de la personalidad como sistema; son recursos que deben ser distribuidos. Sin embargo, las fases en que tienen lugar los desempeños presentan la siguiente diferencia: en la fase consumatoria la relación con el objeto es «intrínsecamente» gratificante (o privacional), 'mientras que en la fase instrumental existe una distancia mayor o menor de un estado~ meta tal,.y la actividad está encaminada a alterar las relaciones entre los· objetos sistémicos en dirección al estado-meta. Esto implica una «inhibición» de las tendencias hacia la gratificación o aversión directas, en dos sentidos: por un lado, la postergación de la consumación-meta primaria hasta que se haya producido una situación más favorable; por otro, el rechazo de oportunidades secundarias -tal vez para la gratificación de otras disposiciones~ necesidad- que se presentan a 10 largo del camino, ya que su aceptación podría interferir en la eficacia de la . actividad ins­trumental. La segunda serie de condiciones para el mantenimiento de un estado constante consiste en el cumplimiento de aquellas exigen~ cias a las que está expuesta la gratificación de una disposición­necesidad particular, como resultado de la presencia de otras unidades en el mismo sistema. Estas son las exigencias del área socioemocional y constituyen el problema integrativo. Las unidades de un sistema pueden ser otras disposiciones-necesidad en la per­sonalidad del ego) o en otras personalidades (álteres) en un sis­tema de interacción social, o ambas. Aquí el problema es sumamen~ te parecido al del aspecto adaptativo, Dada la pauta de expectativa de una unidad miembro, no hay ninguna garantía de que «perma­nezcan invariables» las relaciones con otras unidades de las cuales depende el cumplimiento de la expectativa. Por lo tanto, serán necesarios procesos de ajuste, sea mediante el control positivo de la unidad relevante o de su acomodación a la misma. Tal vez esto sea más fácil de seguir al nivel de la comunicación interpersonal que al nivel de la interacción de las disposiciones-necesidad dentro de la personalidad; cambiemos, pues, el punto sistémico de refe­rencia y adoptemos el de~ pequeño grupo cuyas unidades miem­bros son personas. Los modos de adaptación a las nuevas exigencias situacionales sistémicas consisten en la comprensión cognitiva de los objetos

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catectados y en la manipulación instrumental de las relaciones que mantienen entre sí y con el sistema. Por otro lado, pensamos que el ajuste a otras unidades miembros 'opera también a través de la cognición, peto involucra en forma preponderante la comunicación expr~siva; es deci~, obtener y dar sanciones positivas significativas, y evitar las negatIvas, de patte de las otras unidades miembros. Los procesos adaptativos operan a través de la regulación de las consecuencias no sistémicas situacionaIes de la inversión de motiM vación en un proceso determinado de logro de metas, bajo condiM ci,ones variables; los procesos integrativos, en cambío, operan me­dlante el desplazamiento de la distribución de energía motivacional entre «Cáilales» de e111pleo alternativos, es decir, alentando o desa­lentando la actividad de determinadas unidades miembros. Una sanción consiste en una manipulación «intencional» (en el sentido que se le di~ra en el capítulo 2) que una unidad miembro hace de los símbolos expresívos -que representan, para otra unidad miembro, objetos «secundarlos» de catexis conectados con objetos primarios por la vía de la generalización. Dicha manipulación sim­bólica «drena» energía al proporcionar canales adecuados de cate­xis, o impide su drenaje en canales disfuncionales al retirar opor­tunidades potenciales para la catexis, u otras oportunidades para el gasto de energía. (Debe reconocerse que la unidad concreta del sistema de acción es, empíricamente, un objeto del proceso adaptativo y a la vez del integl'ativo. Es un objeto adaptativo en la medida en que su orientación motivacional no esté sujeta a la influencia expresiv~, pero solo responde a cambios en las condiciones situacionales.) El cuarto foco de la diferenciación del proceso de acción se refiere al problema de la «tensión». Suele suponerse que el término tensión solo ha de ser utilizado para referirse al estado orgánico del sistema fisiológico, en tanto se defina este último en términos fisiológicos; ahora bien: aunque esto tiene suma impottancia desde el punto de vista empírico, para nuestros propósitos teóricos dicho uso del término está <;xcluido por nuestro supuesto sobre el carácv ter indiferenciado de la motivación «original» de la acción. Como resultado de este supuesto, nuestra atención se dirige con mayor facilidad hacia un conjunto fundamental de problemas, que pueden pasarse totalmente por alto o comprenderse muy mal. En esencia, tales problemas giran en torno al hecho de que la unidad del sistema de acción, la disposiciónvnecesidad del miembro de un grupo social, es, desde un punto de vista diferente, en sí m;sma un sistema, el cual se halla dotado de su propia serie de condiciones de equilibrio. Esta concepción tiene capital importancia, en vista de que soste­nemos la aplicabl1idad microscópica-macroscópica de la teoría de la acción. En este campo, la mayoría de los problemas más elemenM tales de la acción involucran dos niveles adyacentes. La unidad es

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el «nivel más baiO), en tanto que el «sistema» es el más alto ele los dos. 12

La tensión, tal como preferiríamos emplear el vocablo) exi?te en cuanto la «posicióm> real de una o más unidades del SIstema implica una discrepancia respecto de la posición qu~ deber~~ 07u­par en términos de las necesidades de sus propIOS ~qllilibtlos como sistemas. La tensión es así una palabra vaga y reSidual, que designa el estado de la reserva motivaci,~nal disp01~ible para su uso, ° que presiona en favor de la expreSlOn, en el SIstema que .se considera. Naturalmente, la <üensión» es el resultado de mecanlS­mos intet'nos de la unidad, así como sus reacciones directas frente al sistema mayor de unidades del que forma parte. Pero e~ t~a~a~ miento de la unidad como tal y no como un sistema signift.ca que, en ese nivel de análisis, solo nos referimos a las COJ1SeClteI1Cl~s de la operación de esos mecanismos intel'nos, y no a los me.canis­mas en sí. Por lo tanto, se toma como dado al resultado fmal y se lo llama «tensÍóm>. Para trabajar explícitamente con esto, sería necesario cambiar la refel'encia sistémica, de modo que 10 que anteriormente se trataba como unidad ahora fuese tratado como sistema. Una de las principales fuentes de dificultades que se p~esentan cuando se pretende operar de manera metódica en 10 atinente a las referencias sistémícas reside en que, de hecho y en forma típica, la integración de un sistema de pa~tas simból~cas desborda el subsistema que, en ese momento, está s1endo conSIderado como una unidad. Por ende, en la mayoría de los problemas del proceso de interacción social es difícil trabajar explícitamente con las per­sonalidades de los actores participantes en su calidad de sistemas distintos, y para muchos propósitos es innecesario hacerlo. En tal caso se atribuirá un nivel de tensión al actor, y no a alguna disp~sición-necesidad particular, involucrada, como expectativa de rol en este proceso particular de interacción. Se supone que, en sedtido relevante, la personalidad del actor está suficientemente bien integrada como para que, en caso de no distinguir cu.ál ~e sus disposiciones-necesidad está en juego, no resulte de ello nt?gun error grave. En cambio, para otros problemas, como los que 1l1VO­

lucran un conflicto de roles, dicha distinción tendría enorme importancia. Si la unidad es en sí misma un sistema del nivel más bajo de la escala, tratarla corno una <mnidad», análoga a la partícula, significa

12 La variable-pauta de auto-orientaci6n versus orientaci6n a la colectividad, deliberadamente omitida en las combinaciones que desempeñan el papel principal en este análisis, deriva su significaci6n más import-;¡nte en pro· blemas donde es !lecesario considerar en forma explícita un tercer Olvel, of<superior» al nivel de la refe:~ncia sistémic~ ,usual. La va1'iab!s-pauta de auto-orientaci6n versus orientaclon a la coleCtiVIdad es una funclon del he­cho de que el sistema que se examina está integrado en otro aún más am­plio, del cual otros sistemas comparables también son unidades,

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tratarla como si fuera un sistema integrado. En este contexto, le adscribimos una pauta integrada que afecta todas sus «referen~ das», su especificación o compromiso de meta, las pautas de orientación adaptativa o integrativa. De esta concepción de la unidad surge nuestra cuarta dimensión, la de «latencia». En tétminos de la teoría de la acción, esta pauta integrada significa las «cualidades» de esa unidad como objeto en todas sus tefe· rendas relevantes al proceso de acción. Esto a su vez consiste, de hecho, en el sistema cultural o simbólico de pautas de la unidad, suponiendo que está integrada, o que posee «consistencia de pau~ la». Esto es lo que queremos dedr cuando hablamos de la rele­vanda de In dimensi6n de latenda del sistema de acci6n. Una nnidad «tiende» a lograr la meta con la cual está comprometida. También «tiende» a adaptarse a las exigencias situacionales e inte~ grativas. Pero igualmente «tiende» a mantenerse y a «expresarse»; es decir, a permanecer estable y, en su oportunidad, a «actuar» (act out) en fundón de sus propias cualidades, su propia pauta simbólica de integración de significado, no solo en' la gratificación. meta sino también en otros aspectos. Al par de la diferenciación de un sistema de acción en partes o unidades miembros, con una distribúción estabilizada de energía motivacional y un proceso estabilizado de acción y gratificación, tiene lugar el desarrollo de un sistema de expectativa, Este concep­to se refiere simplemente a un aspecto decisivo de los procesos de un sistema en equilibrio, que es el supuesto de su persistencia inalterada. Interpretaremos 10 que los psicólogos llaman «frustra­ción» como una perturbación en el equilibrio del sistema, desde el punto de vista de alguna unidad particular de disposición~necesidad bajo consideración. El desequilibrio es la obstrucción o desviación del proceso de flujo de energía con respecto al desempeño y la gratificación, Basándonos en estos supuestos, podemos extraer una importante inferencia en cuanto a la naturaleza de la reacción a la frustración, en este sentido. Suponemos que la tendencia de un sistema cuyo equilibrio ha sido perturbado será restaurar dicho equilibrio, eli~ minando la fuente de la perturbación. La frustración de cualquier unidad será resultado de algún cambio en su relación con los obje­tos catectados, incluyendo otras unidades. La catexis del objeto u objetos tenderá a continuar; solo desaparecería después de un pl'Oceso de aprendizaje que incluyera extinción, es decir, el arribo a un nuevo equilibrio. Esta catexis continuada producirá una ten~ denCÍa a cambiai' la nueva relación con el objeto, propendiendo a una restauración de la telación antigua, mediante el control de la relación con el objeto. Al mismo tiempo, se producirá un esfuerzo para reducir la catexis de la vieja vía frustrante de acción, En esto se funda el análisis del proceso sistémico cuando, generalizando, sostiene que la reacción a una experiencia frus-

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tre.nte es, por naturaleza, ambivalente en. lo que a ~structura ~tañe, El paradigma pata el aná\1.sis de la conducta desvlada tEl ststema social, capítulo 7) formula) con r~s?~cto a c~~lquier pa~ta d~~a de expectativa, las principales poslblhda~es logicas de onentaclOn en una situación tal de frustración; primero, con respecto a la primacía de los componentes positivos o negativos de la estructura motivacional frustrada y ambivalente) y segundo, con respec~o a la movilización de energía motivacional dentl'O de esta Unl,dad particular de disposición~necesidad, o al retiro. de energía de dicha unidad. Más adelante estudiaremos este problema con mayor de~ tenimiento.

C011sideraciones generales sobre el i11sumo )1 el producto

La dualidad básica del marco de referencia de la acción -entre actor y situación, actitud y objeto, e.t;-.- ha sustentado todo nuestro análisis de los sistemas de aCClOn y de los pl'ocesos que dentro de ellos tienen lugar, Ahora deseamos hacer ~e esta dua· lidad el punto de partida pata un análisis algo m~s riguroso que el anterior, en lo que conciel'ne a dos aspectos uupol'tantes de este proceso sistémico, a sabet: 1) el proceso de I?/ que le ~curre a la motivación o al impulso en el curso de la aCClOn, y, p~t otro lado, 2) cómo cambian los objetos sus signi!ica~os simbóltcos,'y este significado modificado llega a ser part~ l~tr!nSec~ del pautaJe del proceso de acción o de la estructura slstemica misma, A este respecto debe tenerse en cuenta que] como hemos seña~ado repetidas veces, 10 que quel'emo~ decir Po.I' estruct~ra de los siste· mas de acción como objetos SOCiales conSiste, preCisamente, en su pautaje como sistemas de significados simbólico,s .. ~~r lo tanto, ~l cambio en el significado simbólico es por defllliClOn un, ~~mblO en la estructura del sistema actor·situación, en su condlclOn de sistema de objetos, Es conveniente enfocar estos problemas en términos de las c~n~ cepciones de «insumm> y «productm>. Cuando habl~mos de «1n~ summ>, queremos decir 10 que se iritrod~;e en cualqUier ,sector del proceso de fases de un sistema de aCClon, y que prOViene tanto desde el exterior del sistema como desde su estado precedente; se trata de variaciones en las cuales influirán los procesos del sist~ma. Cuando hablamos de «producto», por el contrario, nOS referlm~s a cambio en el estado resultante del sistema o de su situación -es decir de otros sistemas de acción y de objetos no sociales- obser~ vabl~s al final del período, y que, pueden considerarse com~ canse· cuendas del proceso sistémico. Situarse .en el pU,nto de VIsta .del insumo-producto no es, pues, un modo llldependient~ ~e anah~at el proceso sistémico, sino más bien un modo de descr1bir las dife·

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rencias entre el estado de partida y el estado final de un ciclo consi,derando al sistema desde «afuera», es decir, desde el punt~ de VIsta de un observador; además, es una tentativa de evaluar los balances entre lo que «entra» al'comienzo de un ciclo y 10 que «resulta» al final, incluyendo los cambios en las propiedades del sÍstema mismo, tal como los ve un observador externo, Deseamos ~antenel' rigurosamente este punto de vista, y no hablar nunca de insumo o producto como algo que ocurre dentro de un ciclo sisté­I?ico de ~ase, sino como algo que Ocurre entre el comienzo y el fmal de dlCho segmento temporal del proceso, Sin embargo, debe­mos, recordar que las referencias sistémicas son, para el caso, arbi­u'arias. y pueden modificarse. Por 10 tanto 10 que es en un nivel el proceso de interacción entre las unidades de un 'sistema -e~ decir, analizado como desempeño y sanción- puede considerarse como el balance de insumo-producto de cualquier unidad dada, cuando se trata a esta como un subsistema con su propio período de fase desde un punto de vista externo. Pero cuando hablemos de este modo, siempre estará involucrado un cambio de referencia sistémica, En el análisis de insumo-producto, el foco no es el proceso de interacción, sino las consecue11cias implícitas ,en deter­minado sector temporal de dicho proceso: por un lado, su «costo» respecto de 10 que ha sido «consumido», y por otro, su resultado, o, siguiendo con la terminología económica, su producto (pro~ duct).* Los conceptos de insumo y producto son de suyo cuantitativos, y confiamos en que su empleo constituya un nuevo paso hada el análisis de los aspectos cuantitativos del proceso de acción. En este aspecto, la referencia fundamental está dada por una impli~ cación del concepto de equilibrio, del que hicimos abundante uso. Aludo a la proposición que dice que, para el estado estable, los insumas de un sistema deben ser equilibrados a 10 largo del tiempo por los productos; dicho en forma inversa: cualquier exceso o déficit en una categoría de insumo exigirá cambios en el estado del sistema que, a menos que sean equilibrados con el tiempo, se reflejarán en cambios dentro de una o más categorlas de su pro­ducto. Juzgamos que esta proposición deriva a su vez, principal­mente, de uno de los cuatro principios enunciados en el capítulo 3 y que reDetimos al comienzo de este, o sea el de aceleración o es­fuerzo. En esencia, este· principio sostiene que, si se introducen «recurSOS» en un sistema, debe explicarse 10 que ocurra con ellos, ya sea que como consecuencia se produzca un cambio en la situa. ción o en el estado del sistema, o en ambos; y a la inversa para el caso de' que se retiraran l'ecursos. Este enfoque del problema apunta a la concepción subyacente de algún tipo de principio de conservación; no ·se trata aquí de conservación de energía, a causa

* Véase N. del E. de pág. 205.

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ele nuestra concepdón de proceso unidireccional, sino de una con­servación de insumas, en el sentido de que, si los ide~tificamos, debemos explicarlos. Dichos insumas no se evaporan ni tampoco, en sentido relevante, el proceso sistémico «crem) simplemente cosas nuevas, sin referencia al «algO») del que proceden. Nuestro primer problema, por lo tanto, es definir las principales categorías de insumo y producto, porque solo entonces podremos acercarnos a la definici6n y análisis de las «transformaciones}) que ocurren en el curso de un proceso de acción. Por el lado del insumo, debemos pensar primero en el estado inicial del. sistema al principio de un «período contable», y luego en los tnSU~os provenientes del exterior -para el producto, análogamente, e~1ste la distinción entre el estado final del sistema y el del «exterIor», es decir, de la situación que no está definida como parte del ~~s­tema-o Al relacionar uno con otro, es fundamental la concepClOfl de equilibtio en el estado estable. Nuestro postulado básico es que, en el estado estable, los insumas y productos en su conjunto se equilibrarán a lo largo del tiempo, y que el cambio en una cate­garfa será compensado por un cambio «equivalente» en otras categorías. . . ~ Cuando consideremos las clases de insumo y producto sera me­jor efectuar un corte transversal en la distinción de situaciones sistémicas, y hablar de dos categorías fundamentales en cada una de ellas: 1) el insumo de energía motivacional o impulso y sus «productos resultantes» (output products) , * y 2) el insumo de propiedades y relaciones objetales, y las consecuencias producidas.

La economía de insumo-producto de la energía motivacional

El insumo motivacional que proviene del estado antecedente del sistema debe considerarse no como una cantidad absoluta, sino co­mo una proporci6n de flujo que tiene un volumen «total» y una distribución asignativa entre los distintos canales que se hubi~ran establecido. Midiendo el producto en los términos motivacionales correspondientes, debe concebíl'selo en conexión con la pregunta siguiente: ¿se modificaron, a lo largo del período que se está examinando, ese volumen y esa distribución? El uso de la proporción de flujo de energía motivacional como

* Aparece aquí una insoslayable ambivalencia terminológica. Dentro de la jerga económica, en castellano suele emplearse el término «p1'Oducto» tal?to para designar el bien o mercancía que resulta de un proceso productivo (product) como el conjunto de esos productos o otltPUfj este último vocablo debería traducirse, en rigor, por «produccióm> y no por «producto», petü su difundido uso en la expresión acuñada ({análisis de insumo-producto» puede justificar que hayamos elegido esta versión. (N. del E.)

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punto de referencia concuerda con nuestra concepción de la acción desd~ esta pers~ectiva, ~omo proc;so unidireccional que consume energla. Con.ceblmos a dIcha energw, convertida en cambios en el e~tado del sistema. o de ~u sitLlaci6n, a partir de lo que hubiera St~? de no pl'OclUClrse elmsuIno de energía. Parte de la misma se dIrIge, entonces, al mantenimiento del sistema en un estado esta­~le! y parte a la alteración de ese estado y de la situación. Por ultImo, nos resta comparar la proporción de insumo motivacional al final del período con la del comienzo. Al hablar sobre el producto del proceso motivacional, debemos hacer pOi' 10 tanto una distinción entre 10 que ha ocurrido con la enetgÍa co?sum~da y con la proporción de flujo energético. L1ama~ re~os satls!acclón a la medida de la relación entre energía consu­mIda y producto en el mantenimiento o cambio del estado del complejo situacional sistémico. El nivel de gratificación del sistema será la medida del potencial motivacional comparativo -es decir las proporciones~ de flujo y distribución- en los dos puntos extre~ n;os de un penado. Ambos conceptos requieren algunas aclara­CIOnes. Debe vincularse a ambos con las pautas normativas del sistema pe~'o en diferentes formas. La satisfacción es, en esencia, la relació~ eXIstente entre las expectativas nornlativamente definidas de de~ sempeño -expectativas de rol en el caso del sistema social- y el producto teal de un proceso de desempeño, evaluado en térmi­nos de las normas del sistema. En cambio, la gratificación es el estado motivacional de las unidades del sistema -el del sistema como. totalidad es su suma algebraica:--, considerado en términos del 111Vel de tensión, que es función a su vez, según sabemos del balance entte el insumo motivacional de la unidad y su «c~nsu­mo». A este respeto es necesario tener en claro que todo proceso es, en un sistema de acción, un proceso de interacción entre uni. dades! por lo .tanto, mientras nuestro análisis de insumo-producto se refIere al SIstema como totalidad, el sistema no «actúa»: solo 10 hacen las unidades. En consecuencia, todos los insumas están distribuidos entre las unidades y todos los productos provienen de las unidades. 13

Esto nos lleva a otra serie de consideraciones sobre los insumas motivadonales y los productos. Cabe presumir que al comienzo de un período contable cada unidad del sistema tiene un potencial

13 Nuestro modo de concebir la relación entre satisfacción y gratificación brinda una base teóri;~ a la famosa generalización empírica de Durkheim acerca de que la «fellcldad» no puede aumentar acumulativamente con el t!e!l]po. Lo 9ue. más adelante analizaremos como los productos de adqui. slcI~n y reahzac~6.n I;~lede llevar a resultados ac~mulativos, pero la satis­faCCIón y la graufrcaclOn son razones o tasas relativas a una base de estado e~table, y amb~s están ligadas. al potencial de producto-energía del orga. ntsmo que, segun cabe presumIr, solo secundariamente es función del pro­ceso de acción.

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motivacional (o proporción de flujo) determinado con una serie dada de «compromisos» mediante las pautas de valor. Pero supo­nemos que esto puede ser sumado o restado a través de influencias externas. Aquí solo nos l'eferimos a las influencias que provienen del exterior del sistema) pero los mecanismos fundamentales pa~ recen ser los mismos, ya sea que el proceso desborde los límites del sistema o sea interior a este. Esencialmente, este equilibrio opera a través de la disponibilidnd variable y del compromiso con lo que llamamos objetos~recompensa. La presencia de un objeto~ recompensa positivamente catectado tiende a «atraer» más energía motivacional hacia la unidad o proceso sistémico; su retiro, o la presencia de un objeto negativamente catectado, tiende a llevada hacia afuera ~a «elevar la tensión» u originar una transferencia a atta salida-o Entonces, los objetos-recompensa disponibles que provienen del exterior del sistema constituyen la segunda fuente de insumas motivacionales. Suponemos que este proceso incluye lo que llamamos comunicación expresiva. _ Sin embargo, dicho ptoceso parece estar sujeto a una restricción fundamental. Suponemos que toda energía motivacional se origina en organismos. No vemos ninguna razón para creer que en tonto motivación (a diferencia del producto de adquisición o ejecución) pueda ser transfel'ida desde un sistema de personalidad (que es el sistema de acción de un organismo simple) a otro. Si esto es correcto, el efecto de la disponibilidad variable de objetos-tecom­pensa es cambiar la asignación de energía motivacional entre las unidades de disposición-necesidad de la misma personalidad, pero no entre personalidades. Por lo tanto, en un sistema de interacción social existe una clase muy especial de proceso de límites que está funcionando continuamente, el cual consiste en el balance de los insumas motivacionales y los productos entre el sistema de disposición-necesidad involucrado en las participaciones particula­res de rol de los miembros y el resto de sus personalidades. Cree~ mas que la regulación de estos balances es uno de los aspectos más importantes del proceso equilibrante.

Cualidades )1 ¡"elaciones de los objetos

El insumo de energía motivacional y lo que ocurre con él en el curso del proceso sistémico es solo un aspecto del problema total de insumo y producto; el otro es el balance entre el estado inicial y el terminal del sistema y de la situación, en su condición de objetos para el observador y también para sus actores componentes. El sistema es, en cualquier momento, un objeto que tiene propie­dades como tal y relaciones con otros objetos, y que es divísibl,e en partes -sus unidades- que poseen tanto propiedades como relaciones mutuas. Estas propiedades del sistema como unidades

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1

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en el punto inicial, sea cual fuere el modo de desglosarlas, cons~. tituyen una clase fundamental de insumas en el proceso sistémico del pe1'Íodo contable. La «ayuda» o «estorbo» al proceso, atribuible a objetos de la situación, constituye al mismo tiempo un segundo tipo de insumo. Llamaremos al primero condiciones sistémicas, y al segundo rectlrsos (facilities.) Sugerimos que la utilización de los objetos en la acción tiene lugar merced a dos tipos fundamentales de proceso; primero) el de la percepción de los objetos, y segundo, el de su control instrumental. La percepción) a través de los procesos cognitivos del sistema de personalidad, reditúa un producto de información que es una alteración en la condtd6n del sistema; es decir una serie de propiedades del sistema. También es esencial comprender que el procesamiento de la per· cepción objetal directa a fin de convertirse en información puede ser abreviado mediante la comunicación cognitiva. En este caso se interpreta a los objetos percibidos como símbolos y se incorporan sus significados al sistema. Podemos decir que a través de este canal entra un insumo de información al sistema, pero dehe distinguírselo del insumo de percepción. El control instrumental involucra la «inversión» de energía moti~ vacional en grado superior al que exigiría la percepción o com~ prensión de la información, al cambiar la relación del objeto con el sistema (incluyendo el cambio de sus propiedades), encarni~ nándose hacia lo que definimos como adquisición o ejecución. Los insumas de percepción o información se transforman en pro~ duetos de «conocimiento» como una propiedad sistémica, la cual puede ser «almacenada» en la memoria o externalizada en forma simbólica (por ejemplo, al «ponerla por escrito» y «archivarla»). En el último caso se da un proceso de comunicación de sí mis· mo-a-si-mismo (self-to-self) a lo largo del tiempo, con la creación de objetos simbólicos y su posterior percepción como pasos inter· medios. Los insumas de recursos están combinados con la información, y a la vez, con el compromiso de la energía motivacional para adquirir o::ontrol instrumental. El resultado del proceso adoptará, entonces) alguna combinación de dos formas. Una es el cambio evaluado en las cualidades de los objetos, independientemente de sus relaciones con el sistema -es decir) evaluado en términos universalistas-. Esto es lo que queremos decir por eiecución. Este cambio en las cualidades de los objetos sociales es un tipo particularmente im~ portante, y dentro de él incluimos, otra vez) el cambio en las cualidades del sistema de acción que es el punto de referencia. Cuando no se ha creado otra cosa que información) estamos traba­jando con el contenido de significado; pero si se trata de un cambio en la estructura de pautas del sistema, hablamos de inter­nalízación -si es una personalidad- y de institucionalización

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.-S1 es un sistema social-o Suponemos que solo estas últimas pautas pueden definir y controlar los límites de un sistema de acción. El segundo tipo básico de producto, en términos de objeto) es el cambio particularísticamente evaluado en relación con los objetos. Puede designarse a dichas relaciones mediante la categoría de posesión) que a su vez es subdivisible en recursos y objetos·recom~ pensa. Llamaremos adquisicióu al conjunto de ambas; la adquisi­ción es, entonces) el balance entre las relaciones evaluadas de posesión de objetos atribuible al sistema al final del perlodo con­table, en comparación con el principio. El aspecto de la adquisición que concierne a los recursos se refiere, pues, a la capacidad de desempeño del sistema (hasta donde cuentan los medios) ¿ha aumentado o disminuido?). Por atto lado, el aspecto que atañe a la recompensa se refiere a la estabilidad de las expectativas de gratificación (¿ qué parangón existe entre su balance en relación con las expectativas de desempeño al comienzo y al final del periodo?) . La figura 6 presenta en forma de tabla las relaciones básicas de insumo y producto que acabamos de reseñar.

Desempe1io )1 aprendizaje como procesos sistémicos

Esta explicación de los procesos de insumo y producto en conexión con el estado estable de un sistema de acción) nos capacita pata obtener una cierta perspectiva sobre las l'elaciones de los procesos de desempeño y aprendizaje, como se los denomina en la termino­logía psicológica, y conceptos afines) tales como los de socialización y cambio social. Ambos tipos de proceso están formulados en términos de lo que ocurre con un complejo de situación sistémico en su aspecto de sistema de objetos que) recordémoslo, es un sistema pautado de relaciones de significado~símbolo. Ambos se refieren a las formas en que un sistema de objetos llega a organizarse en relación con un proceso de flujo motivacional, y a procesos de cambio en ese modo de organización. Empíricamente y con palabras muy simples, podemos decir que los procesos de desempeño son aquellos en los que el cambio desde el punto de vista de los valores del sistema en el universo de objetos y la l'elacÍón de dicho sistema con el mismo, excede el cambio en las cualidades del sistema mismo como objeto. Por el contrario, un proceso d,e aprendizaje es aquel en el cual el cambio significativo en el sistema excede al de la situación. Esta forma de considerarlo pone en claro que el desempeño y el apren~ dizaje son, a nuestro criterio, dos aspectos del mismo proceso, y ambos están continuamente funcionando en todos los sistemas de

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acción', -pot ende) hay que consicletat que la üis,t1nctón es) o bien analítica, o bien un asunto de balances cuantitativos. La distinciótl analítica y su relación con el equilibrio cuantitativo señalan, empero, una implicación fundamental de la dualidad del marco de referencia de la acción, punto del cual parte esta expo­sición. En esencia, esta dualidad deriva de las direcciones del pro­ceso de acción respecto de la pauta de fases. Podemos decir que, dada la especificación de otientación-meta para el sistema (y por ende para sus unidades), el <<impulso» directo del flujo de energía motivacional es lograr el estado-meta, que, por definición, es unn l'elaci6n del sistema con los objetos sltuacÍona­les; es, en consecuencia, un impulso para cambiar la situación relativa al sistema. La petiodicidad de las fases del proceso es atribuible, entonces, al hecho de que estos cambios tienen conse­cuencias en el interior del sistema, a las que nos refe1'Ímos diciendo que afectan sus estados de integración y de tensión (es decir, genel'alización); solo en el caso límite estos dos ·procesos pueden «anularse mutuamente» por completo, de modo que el logro de la meta continúe ininterrumpido en una única dirección y por un largo período. En realidad, toda estabilización regularizada de este proceso de desempeño requiere no solo 10 que hemos Hamado especificación de la meta, sino también una pauta estabilizada con respecto a los procesos de adaptación, de integración sistémica y de mantenimiento latente de las pautas y manejo de la tensión. A este complejo total de pautas aludimos al hablar de la «estruc­tura de carácter» de una personalidad o del «sistema de valores» institucionalizado de un sistema social. Pero esta estructura de pautas de significado simbólico no es tan solo algo «dado» y estático, excepto para propósitos específicos. Se alcanza en el proceso mismo de acción y cambia como una función de sus variables. Si supone un ciclo particular de fase, este cambio es el proceso de aprendizaje. Significa que la motivación no se gasta simplemente en. la gratificación relativa a objetos-meta ca­tectados ni se utiliza solo en el control instrumental, sino que la catexis está generalizada desde objetos-meta anteriores a objetos asociados, instlumentales o de otro tipo, de modo tal que los mis­mos adquieren nuevos significados que se O1'ganizan y estabilizan. Las figuras 7 y 8 dan una visión esquemática del proceso moti­vacional y del proceso de sistema objetal, respectivamente, mos­trando las direcdonalidades opuestas de sus aspectos de desempeño y aprendizaje. Si para analizar el desempeño tomamos la fase de latencia de la figura 7 como punto de referencia, podemos imaginar una afluencia estabilizada de energía motivacional que se «distri­buye» en canales establecidos. Esto puede continuar en una de estas tres formas, o en una combinación de las mismas: 1) «direc­tamente hasta el fin» por «acting out» hacia una fase consumato­ría que, si no se ha establecido la relación de objeto-meta primaria,

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debe ser «simb6lica»; o bien, dando un «rodeo», vía 2) desempeño instrumental, o 3) desempeño integrativo-expresivo. Suponemos que, dada una meta sistémica, 10 normal es que predomine. el desempeño instrumental hasta que se alcance la fase consumatorla, y que el sistema pase entonces a actividades integrativas. Durante este proceso -que, l'ecordémoslo, es un «modelo»­.consideramos que el gasto de energía es balanceado poco .a poco mediante la satisfacción en la adquisición y ejecución. Sin embar­go, también suponemos que cuando el proceso de fases se aparta

Figura 7

Fases de modificación del estado motivacional de un sistema

A

Especlflc!dad Desempeña

C\lalidad Dif\lsivJdad

L

4

UnivNsalismo Neutralidad

a. CanalizlI.cion instru­mental-adaptativa dI! la motivadón como tm medio hacia el logro de In meta,

b, Oeneralizncl6n de ca- , te:ds 11 105 objetos­medios, refueno se­mmdarjo de PQutas Instn>mcnlales,

a. Afloencia de motivR_ ción en \In sistema de .• c;males. simbóli_ camente pautado. ,

b. Integraci6n de la ca­texis de objetos-me­dios, objetos-mela y objetos eXl,lfe'S1vo-sim­b6lioos en pautas .co~ }>ereotes de signifi_ cado.

Clave

2

3

Afectividad Particuhnismu

a. Gralificació>l·meta a traves del desempeño consumatorio en rela­ci6n con objetos ya calectados,

b. lIefucrzn primario lI.' través de la experien~ cia de gmliricaci6n, incluyendo recompen_ sa condiciunal.

a. Canalización inlegra­liva de la motivación en solidarid~d me­diante la comunica­dón expresiva entre unidades.

b. Generalización de la catex;s a objetos aso­ciados " inlegmción en sistema p3rticnln­Ti sta. Condiciona_ miento' c1á,ico.

a. Aspecto del desempeño. b. Aspecto del aprendizaje .

M

. de una «línea recta», esto se refleja en un balance cambiante, que adopta aproximadamente la siguiente estructura: el impulso para ir desde la latencia hacia una fase adaptativa está dado por un «alza de tensi6n», que significa una disminución de los niveles de gratificaci6n. Esto se equilibra mediante una combinaci6n del aumento de los niveles de satisfacci6n (sobre todo a través de la adquisición) y la perspectiva de un producto gratificante. A me~

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dida que se acerca la fase consumatoria, el nivel de gratificaci6n se eleva temporariamente por encima del punto de equilibrio. No obstante, la satisfacción alcanzada con el logro de este nivel de gratificación depende del grado de concordancia del estado del sistema y del estado de la situación con los «valores» del sistema. Puesto que en un sistema bastante bien integrado la fase adapta~ tiva condujo a la situación a una concordancia mayor con estos valores (expectativas) que la que tenía antes, es muy probable

Figura 8

Fases de lIIodificaci6n del pautaje simbólico-asociativo de un sistema de acción-situación

A

Especificidad Dosempeño

Cualidad Difusividad

Universalismrl Neutralidad

Afectividad Particularismo

l.

••

a. Utilizolci"" de ohjetos "';tuacion"l"s y adap­lación a los mismos COmo condiciones,

b. Camhio de significa­dm cognillvos de Jos ohjetos mediante la IIsimllaci6n de per· cerdón e infonna_ ción,

n. Consolidación Jalen!e y mantenimiento de paulas - símbolo; es

decir, cualidades de los objetos sistémicos.

h. Integración oognitivo­catéctica de los cam_ bio, en lo, sistemas de siguificado, esque_ mas Conceptuales y actit\ld".\', aprendiza_ je p'or insight.

Clave

2.

3.

1I. Estado consomutorio de las reladones con los obJNos-meta.

h., Pasaje de c.,tel<i$ a nuevo, objetos-mela espccffioos por gene­ralizad611.

a, Dramatización simhó­Iko-elqlrc,¡va de lo~ valores sistemicos; por ejemplo. ritual 00-I~ctivo.

b. Integración de lo, sig­nificado, catédico~ y ncutra!e ... de 1m ob­jetos, c.1t"xls de uni­dades y de posesio­nes respecto de las aditudcs si.t('Illicas.

a, Aspecto del desempeño. b. Aspecto del aprendizaje,

qu~ fel déficit resida en el estado interno del sistema, a cuya «repa. raClOn» se vuelca ahora el proceso. Presumimos que esto consume el anterior excedente de gratificaciónj cuando llega a su fin, el nivel de satisfacción es suficientemente aIto para restaurar el equi~ librio y posibilita el ingreso del. sistema en la latencia. Desde el punto de vista motivacional, esto permanece estable hasta que la afluencia motivacional vuelve a elevar los niveles de tensi6n.

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El modelo anterior es muy idealizado, pero ejemplifica el modo en que puede aplicarse nuestra amplia categorización de insumas mo­tivacionales y productos a las diferentes fases de un ciclo sistémico. Ante todo, hace abstracción de los procesos de aprendizaje, de los cambios en los recursos y de los insumas y productos «interme­dios» mediante recompensas y castigos. Es precisamente en este punto cuando adquiere relevancia el as~ pecto de aprendizaje del proceso, pOl'que en cierto sentido se tmta de un pl'oceso de perturbación del équilibdo de fases del pro­ceso de desempeño. En términos motivacíonales, aceptamos la siguiente generalización de la teorla del aprendizaje: a cierto nivel, la gratificación consumatorla es la fuente de la motivación para todo aprendizaje. En este sentido, el aprendizaje es la experiencia de que «tomar» simplemente esta gra.tificación «no es suficiente»; que el producto de gratificación-satisfacción puede aumentarse mediante catexis que van cambiando; vale decir, mediante su «generalización» a partir de los objetos-meta originales o «prima­rios». Prácticamente, esto equivale a aHí'mar que hasta cierto grado resulta posible catectar objetos «asociados com> el objeto-meta primario. Nuestro paradigma nos dice entonces que esta asociación puede llegar a estar selectivamente determinada por su «significación» o significado en una de dos direcciones. La primera se expresa en términos de la significación adaptativo-instrumental del objeto, en la situación que lleva a la consumación. Esto conduce a la selección según la l'elevancia del interés-meta específico y del desempeño, ya sea del objeto al proporcional' recompensas o del ego al utili­zarlo. Ello acentúa, al mismo tiempo, las propiedades o aptitudes universalísticamente evaluadas del objeto, como base de su selec­ción. Solo como resultado de un proceso tal de selección consigue reforzarse la catexis del nuevo objeto, antes indiferente. Y pre­cisamente esto es lo que se quiere decir cuando se habla de condi­cionamiento «instlumentah> en la teoría del aprendizaje por estí­mulo-respuesta. La segunda dirección de la generalización de catexis lleva, desde una experiencia de gratificación primaria, a la selección en términos de los criterios de la pertenencia común del nuevo objeto y del objeto primario a un sistema definido con relación al ego. Sí esta pertenencia -por ejemplo, a través de un agente común- tiene prioridad sobre la especificidad de la catexis inherente, entonces· el proceso selectivo introduce al nuevo objeto en un complejo difu­samente catectado, cuyo significado catéctico no debe tener a su vez, solución de continuidad con las relaciones solidarias ~utuas de las unidades del sistema, por cuanto constituyen un sistema. Pot" 10 tanto, obtenemos algo que no está intrínsecamente relacionado con el objeto-meta y que viene a <~representar1o», es decir a ser condicionado por el mismo, y la conexión «se mantiene» mientras;

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se refuerza el «complejo» como totalidad. Esta es la pauta del «condicionamiento clásico». H

Parece ser propio de los sistemas de acción que ambos tipos de generalización marchen de manera simultánea, aunque uno tenga mayor prominencia en una fase, la adaptativa) y el otro en la integrativa. Pero en cualquier caso sus consecuencias no permane­cen simplemente «en desorden», sino que deben integrarse de alguna forma en el curso de los procesos sistémicos. En esencia, esto significa que, primero, la' especificidad de los objetos instru­mentalmente significativos debe encontrar un lugar en el complejo total de significado del sistema de acción; deben encajar en un sistema eatectado difusamente. Segundo) la significación afectiva de los objetos particularísticamente asociados debe acomodarse a una fase que no sea la consumatoria) debe encontrar su lugar inhibiéndose la patte de tiempo necesaria, adquiriendo así los atributos de"un objeto neutral cuando la ocasión lo requiera. De este modo, seguir el pwceso hasta el casillero·· de latencia nos ayuda a analizar la integración de las catexis más específicas de objetos, a medida que se transforman, en el proceso de aptendiza­je, en un sistema de orientación catéctica más integrado: las «acti­tudes» del sistema. Podemos resumir así la relación entre los dos aspectos del proceso motivacional: el desempeño es el proceso por el cual, dada la es­tructura del sistema de acción como objeto, se utiliza y se cambia la situación pata conseguir un balance de gratificación-satisfacción, tanto con respecto a las relaciones cuantitativas entre los estados inicial y terminal, como a la distribución en el estado terminal, referida al «sistema de valor». El aprendizaje, por otro lado, es el proceso por el cual los elementos de inestabilidad en las relaciones entl'e el sistema y los objetos llevan a la redistribución de la catexís entre los objetos disponibles, y así a la modificación de las especi­ficaciones de meta y de los pautajes adaptativos e integtatívos de significados catécticos que «se emiten» desde este punto de refe­rencia, y culminan en la reestructuración integrativa de la pauta total de actitud catéctica del sistema en tanto sistema. Tal como se muestra en la figura 8, existe una dualidad direccional correspondiente en el aspecto de pautaje simbólico del proceso sistémico. En el proceso de desempeño, considerado en términos de tipo ideal, la estructura sistémica misma permanece inalterada. Sin embargo, a los objetos situacionales se los toma como pose­siones (una forma de adquisición), se los utiliza como recursos y, por esto, posiblemente se los «consume»; se los disfruta como objetos-meta y otra vez, posiblemente, se los consume, y se los crea o cambia según los sistemas de valor, un producto de ejecu­ción. El problema esencial es lo que ocurre con el sistema objetal

14 Hilgard y Marquis, en Conditionillg and Leaming, nos ofrecen un auto­rizado análisis de la distinción entre estos tipos de condicionamiento.

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situacional-~ncluyendo la relación del sistema con el mismo- en el curso del CIclo del proceso de acción. Por otro lado, el aspecto de aprendizaje del proceso se refiere a los procesos ?e camb~o en la estructura simbólico-significativa de .pautas del S1stema nusmo. En contacto directo con el universo de obletos externos, esto debe implicar los pasajes de catexis a nuevos o.b1e.t~s, que het'??s analizado anteriormente, y los cambios en su slgnIfIca.do cogmt1vo a través de la asimilaci6n en el sistema de nuevos l11sumos de percepción e información, Pero entonces debe tener lugar un doble proceso integrativo interno al sistema, Po;' un Jada! deben ol'ganizarse Jos significados cognitivos de los obJet.os pal'uculures en un sistema más· o menos coherente en las relaclOnes entre los aspectos adaptativo y de latencia del sistema. Por otr? lado, los nue~os signifi~a~os catécticos deben integrarse en u?- sIstema. de poseSIOnes y a~lmIlarse a las pautas integrativas del s1stema. Fl11almente, ambos upos de integración de significados separados se encuenttan en el casillero de latencia para formar una est~'~ctura única de orientación cognitivo-catéctica. En su signifi~ caClOn como reguladora de las orientaciones del sistema a 10 largo del proceso de fases, la llamamos «sistema de valor». Está inter­naliza.da o institucionalizada en la m~dida en que exista un «com­promlso>~ co~ la confol'midad a sus normas, de modo tal que el desempeno tiende a modificar la situación según dichas normas. ~or ~t}'o lado, en la medida en que la discrepancia entre la sltuaclOn y los valores del sistema tiende a llevar a la modificación del mismo. e~ con~~rmidad con ]a situación, es decir a los procesos de aprendr,:aJe, d1namos que estas pautas de valor no están vigo­rosamente lllternalizadas o institucionalizadas. 15

Otra vez las variables-pautas

Cuando considera:nos la estructura formal de los procesos que aca??mos de resenar: v~elve a atraer nuestra atención la signifi­caClOn de las comblllaclOnes de los componentes de variables­pautas a través d~ la Ji~ea de ~ctitud-obieto, Además de lo que constituyen las dlmenslOnes m1smas, hemos recalcado ante1'Íor­mente las cuatro com~i?-~ciones incluidas en la figura 2 y, de este modo, nuestro anahsls del proceso de fases. En el sentido de .las . agujas del reloj, y. c.o~siderando pl'imero el componente act.ltudma~, el~a~ son: espeCIfiCIdad-desempeño, afectividad-particu­larIsmo, dlfuslvldad-cuahdad y neutralidad-universalismo.

15 ~~conoce~os que, e~te aser~o ~stá. abi~rto.51 la interpretación de que la rlglde~ deflOt; ~l maxlmo de mstltuClOnahzaCl0n. No es eso lo que quere­mos dectr. La rigidez es el. cas~ .en el que pautas indebidamente específicas (y por ende. usualmente <,~Imbolicas») son el foco de resistencia al cambio. Solo es fac~lble alcanzar nty~l~s elevados de control de la situación con un gtado considerable de fleXIbilidad adaptativa.

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Es evidente que estas combinaciones tienen que ver con las pautas de generalización e integración de significados recién revisadas. Así, especificidad-desempeño define la coincidencia. de las vías de la generalización instrumental de catexis y el préstamo de signi­ficación gratificatoria última al conocimiento instrumental. Por 10 tanto, es aquí donde se reúnen los componentes esenciales de pautaje respecto de la combinación de factores adaptativos y de gratificación-meta. Segundo, afectivldad-pal'ticulnrismo define la coincidencia de las vías de generalización asociativa de catexis en direcci6n integra­tivu) y del reconocimiento cognitivo de los objetos en cuanto pertenecen H un mismo sistema catéctico. Esto concierne a las relaciones entre los componentes esenciales de la gratificación­meta y los aspectos integrativos del sistema. Análogamente, dlfu­sividad-cualidad atañe a las relaciones entre la integración de las unidades sistémicas entre sí y su relación con la cultura común del sistema. Por último neutralidad-universalismo se refiere a las rela­ciones entre las cualidades del sistema como objeto y la situación como un conjunto de objetos. Podemos generalizar estos enunciados formales diciendo lo si-guiente:

1. Si el desempeño ha de servir a un interés-gratificación especí~ fico, el compromiso motivacional correspondiente ha de ser actitu­dinalmente específico, 0, a la inversa, si se catecta un objeto-medio instrumental particular -es decir, si se motiva su uso- el mismo debe estar condicionado a un proceso específico de desempeño consuma torio. 2. Si se ha de integrar a los objetos en un sistema particularista, es decir, «solidario», deben estar asociados por generalización de la catexis a partir de las experiencias primarias de gratificación; o, a la inversa, si la generalización de la catexis está «prendida» en otras formas que no sean la instrumental, entonces los objetos deben integrarse en un sistema particularista. 3. La contraparte actitudinal de esta integración particularista, una actitud difusa hacia el complejo como un todo, debe ser con­gruente con las pautas de cualidad que pueden adscribirse al complejo total; y, a la inversa, para estabilizar las catexis difusas de tales «objetos complejos», debe darse una categorización cogni­tiva del objeto en términos de cualidades verificables. 4. Una pauta integrada de cualidad no puede estar orientada solo il las especificaciones de los estados-meta y de la simbolización expresiva directa, sino que debe estar integrada con la cognición del universo total de objetos como sistema, a través de actitudes neutrales y estándares universalistas. Recíprocamente, todo «insu­mo» expresivo o cognitivo particular debe ser evaluado según este sistema-estándar integrado.

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Por 10 tanto, podemos considerar a estas cuatro vías de geloe!:ali'0 zacÍón e integración como vínculos estructurales entre la catega:: rlzacÍón de objetos y los aspectos actitudínales del sistema de significado simbólico. Van más allá de las dimensiones en cuanto. expresan las direcciones del proceso vinculadas con las condiciones' de equilibrio en los sistemas de acción. Al reconocer su signifi~ cadón, hemos dado un paso más hacia la formulación de genera­lizaciones sustantivas sobre el proceso sistémico.

Los símbolos como objetos situacionales

Recordemos que en el capítulo 2 sostuvimos que un símbolo siempre es un objeto sítuacÍonal. P9r consiguiente, debe ser po­sible clasificar a los símbolos como tales siguiendo el esquema de categorización objetal. Este esquema, tal como está formulado en términos de las variables~pautas, clasifica a los símbolos según su relevancia para la acción, desde el punto de vista del desempeño, es decir, desde e! punto de vista de! tipo de insumo.producto «objetivo» que dichos símbolos significan, o sea constituyen. Así, la combinación universalismo~desempeñ'o significa, o un cambio adquirido en la situaci6n objetal, o unrecurso que puede utilizarse en un proceso de adquisición. Análogamente, la combinación de­sempeño-particularismo significa un objeto-recompensa, o un ob­jeto de gratificación inmediata producido por la acción del ego, o un objeto-recompensa colocado a su disposición por el álter. Cualidad-particularismo significa un objeto de apreciación expre­siva) vale decir, si es un producto del proceso de acción, una ejecución) y universalismo~cualidad' representa una ejecución eva­luada universalísticamente. Esta manera de considerar la organizaci6n del contenido simb6lico pone en claro que los objetos como símbolos están organizados, con respecto a la acción, en términos del tipo de valor que tienen para el sistema de acción. En consecuencia, el significado de un objeto para un actor está definido por su valor para él en e! proceso de acción -por 10 que le permite «hacen) en el sentido más amplio del vocablo-o Esto explica por qué encontramos justificable usar la misma clasificación fundamental para el orde­namiento de cuatro clases de entidades que, si nos guiamos por el sentido común, no parecen tener ninguna afinidad; son ellas: 1) tipos de objetos en general, 2) tipos de símbolos, 3) tipos de desempeño y 4) tipos de pautas de valor, en 10 que atañe a la categorización de objetos. Por supuesto, existen otras bases válidas para la clasificación de símbolos -tales como las clases particulares de objetos a los cuales se refieren) o sus propios atributos comunes como objetos-o Pero la clasificación en términos de las variables.pautas de categoriza·

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ción objetal nos da el pautaje del sistema sim~ólico como .~iste;;a, que es inherente a la estructura del sistema mismo de a.ccton.. os faculta para tratar a la estructura sisté~ica y a los objetos situa-cionales en términos directamente homologos. .. Por otro lado, las combinaciones de variables-1?a~tas act:tudmales no clasifican a los objetos si.mbólicos como obJetos,. smo a los significados catécticos o motivacionales de dichos objetos. A su vez estos significados están basados en los inSumas y productos de 'motivación y gratificación.satisfacción en e! curso de! proceso sistémico. . Así hemos clasificado a los objetos -es decir, ordenado las orlen· taciones a los mismos- en términos de sus significados, o sea de su significación funcional en el proceso de acciónj y ~ambién hemos clasificado a las actitudes hacia esos mismos objetos en términos de un conjunto complementario de significados. ¿En qué sentido son complementarios estos dos conjuntos de significados? En el sentido de que ambos se miden en unidades iguales o inter­cambiables} a lo largo de las mismas dimensiones. Debe tenerse presente que) por definición, estos significados son simbólicos' como diría Durkheim) están «superimpuestos» a las propiedad~s intrínsecas del objeto. Las características «intrínsecas» de los objetos -incluyendo, por supuesto, las de los actores que se desempeñan y tienen actitudes- son cruciales solo en una de las cuatro dimensiones, la adaptativa. Pero los valores de las otras tres dimensiones (las propiedades de los objetos sociales descrip~ tas en términos de estas dimensiones) constituyen «ejecuciones) del proceso de acción en sí. Su relación con la «realidad» exte~ rior del sistema es creativa, no adaptativa. En las tres dimensiones) entonces, la congruencia de la catego1'ÍR

zación objetal y de los significados actitudinales se convierte en el «sustituto» de la estabilidad del universo de objetos externos. Dicho de un modo levemente diferente, esta congruencia es la definici6n de las condiciones del estado estab~e de un sistema .de acci6n. Este es el significado, en un nuevo nivel, de la conOCIda proposición acerca de la indispensabilidad de ~n sistema de va~ores comunes como esencia de una cultura comun) para el funclOna­miento de un sistema de acción. Las cuatro vías de generalización e integración que hemos anali­zado formulan) pues, los principales modos de articulación. de .l~s relaciones de significado simbólico en términos de su organlzaclOll a través de la dualidad objeto-actit'ud, que en la interacción, como sabemos, se convierte en la dualidad de$empeño-sanción. Por 10 tanto especificidad-desempeño vincula la especificidad de la acti­tud ~es decir, de la inversión catéctica- y la motivación del desempeño~acción en una actividad tanto instrumental como con­sumatoria. En cambio) en la fase adaptativa este vínculo está combinado con neutralidad-universalismo, que integra el desem-

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peñ.o instrumental con los estándares cognitivos universalistas e mlllbe una consumación prematura o que implique distracción. Por otro lado, en la fase consumatada está conectado con afecti~ ~idad~particuladsmoJ al poner una parte de la energía motivacional hberada en esa fnse a disposición de la catexis de objetos asocia~ dos, a,demás del objeto-meta específico, Exam1l1amos optes, asimismo, cuatro tipos de normas, cada llna de l~~ cual:s padla entenderse como «compuesta» de una categoriza­CIOO obJetal o tipo de desempeño de pauta de valor y una cate· gor~zación a~titudinal o tipo de sanción. Vemos ahora que es posible conSIderar al «emparejamiento» de las dos pautas involu­cradas en cada norma como si estuviera compuesto de dos sub~ par~s, cada uno ?; los cuales tiene significación generalizada en el s!~tema de ,acc1011, Por 10 tanto, cuando decimos que la apro~ baclOll es el tIpo a?ecuado de sanción para el desempeño instru~ mental, de conformIdad con los valores de adquisición, acentuamos el hecho de que ese tipo de sanción mantiene al mismo tiempo la esp~cificidad del interés relevante de met'a y la neutralidad necesarIa p~lta evitar la liberación prematura de la tensión o lA. consumación (se produce un incremento de satisfacción no una gratificaci¿r:)' Estas rela7iones constituyen el meollo de' los pro­cesos eqmhbrantes del SIstema de acción, Para concluir esta sección podemos volver al descubrimiento de Bal~s,' menciopado en el capítulo 4, acerca de que las reacciones pOSItiVaS, exhlb~n amplio predominio sobre las negativas en el proceso interactIVO normaL A la luz del reciente tratamiento de los problemas de insumo-producto, podemos ver en ello una evidencia empírica en favor de nuestro postulado de que la acción, desde una perspectiva motivacional, es un pl'oceso unidireccional que consume energía, Sostuvimos que las sanciones negativas tie~ oen como efecto, en general, retardar los procesos de acción, Si el «problema» de los sistemas de acción fuera única o predominante~ me~te mantet;er el equilibtio estático, cabe imaginar que se colo­cat1~ un énfasls mucho mayor en evitar la desviación. La preponde­ranCia de las sanciones positivas indica un énfasis en el desempeño de las tareas -en la producción de un producto sustancial de satisfacción y gratificación para balancear el consumo de insumo motivacional-. 10

VII. El proceso equilibl'ante y los mecanismos de control social

Basándonos en las consideraciones esbozadas en la sección prece­dente, podemos dar ahora una explicación bastante más precisa y

16 Es posible que algo tengan que ver en esto los tipos particulares

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técnica sobre el proceso de interacción, en sus relaciones con el equilibrio sistémico. En cualquier punto del proceso que se elija como «estad.o iniciah, suponemos que el proceso tendrá una «esttucturm}) compuesta por una pluralidad de unidades diferenciadas) tanto con respecto a la ~(configuración» de sus órbitas como con respecto a su fase en ese momento. Habrá una cultura común de significados simbólicos y sus pautas) especialmente sus pautas de valor, Estos significados incluirán por igual las cualidades de los objetos y las actitudes. En virtud de esto último, el sistema operará en algún nivel de integra~ ción que se manifestará en la solidaridad de los miembros -la aceptación mutua de cada uno en sus roles respectivos-'-, Supongamos entonces que un miembro iniela un proceso de orien~ tación a las tareas, desempeñando un acto de orientación o una serie de ellos. Esto, como se muestra en la figura 4, tiende a aumentar los componentes adaptativos (A) en su conducta) en tanto reduce ciertos componentes característicos·' de cada una de las otras tres fases. Introduce una tensión en la dirección de la neutralidad y del universalismo, disminuyendo así su estado de integración con los miembros del sistema, ya que minimiza la afectividad y el particularismo que son característicos de la con­ducta, integrativa sistémica, Aumenta, a la vez, su exigencia de una reaCCIón de acuerdo, dado que el insumo de motivación que ingresa al sistema a través de su acto de orientación aún no fue balanceado por un producto de gratificación o satisfacción. Al mismo tiempo que el ego cambió la órbita de su movimiento de fase, precipitando así, al menos temporadamente, el comien­zo de un estado de desequilibrio sistémico, tuvo lugar para el álter un cambIo concomitante. Primero) la situación del álter cam­bió por la acción del ego: se le presentó un problema cognitivo o de información para comprender qué fue lo que pasó, un proble­ma de evaluación y otro para saber qué hacer manifiestamente, Se­gUl1do) cambió el significado motivacional de la situación, y se encontró con un problema actitudinal: debe reaccionar. Sabemos que la reacción del álter tendrá significación instrumental y simbólico-c.'Xpresiva, pero el énfasis relativo es variable, El álter puede responder con un acto de acuerdo o de desacuerdo, que también sería una aplicación de la _ sanción de aprobación~ desaprobación. El efecto sería acelerar o retardar la acciól1 del ego en la dirección iniciada por el nivel cambiante de satisfacción de este; o, en el caso de agudo desacuerdo, tal vez detenerla por completo, Presumiblemente, el acuerdo positivo por parte del álter llevaría a dejar al ego la iniciativa para actos adicionales de orientación,

de grupos orientados a las tareas estudiados por Bales, Sin embargo, no creemos que la significación de este descubrimiento deba limitarse a una clase de sistema definida de manera bastante restringida,

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opinión o sugerencia. En cambio, el desacuerdo por parte del álter tenderia a pasar la iniciativa a él mismo o a una tercera persona (en tanto aumenta el nivel de tensión del ego en respuesta a la sanción), siendo probable que se recurta a la opinión para justi­ficar el desacuerdo. Sin embargo, la reacción del álter quizá tome otra forma: conti­nuar en la misma dirección. 11 En este caso podda expresar su acuerdo implícito con el ego mediante un acto positivo de contri­bución, siguiendo la acción conductora del ego, que probablemente seda registrada como un acto de orientación o sugerencia, o como una opinión favorable que impidiera desacuerdos anticipados. Se. ñalemos, empero, que usualmente debería considerarse que 105

actos de contribución que siguen tras la acción conductora de un iniciador incluyen por lo menos un componente de acuerdo. Por otro lado, sí la reacción del álter se da en dirección negativa con un acto que bloquee la línea iniciada por el ego, dicho acto equivale a uno de desacuerdo, y así está registrado en el método de Bales, tal como se lo define por ahora. El problema es el siguiente: ¿qué línea de acción satisfará mejor los requisitos normativos de la fase adaptativa? El desacuerdo podría estimular al ego a fortalecer o a reanudar el acto de orientación iniciado previamente, o, si el nivel de tensión se ha elevado al punto en que ya no puede mantenerse la orientación a la tarea, esta podría someterse al «arbitraje» de opinión, o podría entablarse un anta­gonismo que lleve a un círculo vicioso. Intentar seguir este tipo de análisis a través de todas las fases tomaría demasiado espacio, y es por otra parte innecesario.1B

Pasemos directamente a ciertas consideraciones generales. La pri­mera es que, en un proceso de interacción, todo acto, a menos que sea «desestimado» por completo y caiga exactamente en una línea de estado estable, presenta a los otros actores «problemas» tanto en el sentido cognitivo como en el catéctico. En este aspecto, la presencia de un problema significa que, para los diversos álteres del sistema, la inexistencia de un balance entre los factores de insumo-producto en cuestión h:l quedado sin resolver, y a menos que las «reacciones» tiendan a hacerlo, el sistema no recu~ perará su anterior estado de equilibrio. A la inversa, las conse­cuencias de la reacción del álter para el ego influyen sobre su propio balance de insumo-producto, a través de los canales que hemos analizado. Toda «acción» que no caiga exactamente en la línea de estado estable, o dentro de la esfera de variación permitida a cada lado

17 Sería necesaria otra figura similar para representar la conducta del álte! en el área de tareas; en ella, el ego ocuparía el lugar del áIter en esta figura, y viceversa. 18 Esto es lo que Bales está intentando hacer sistemáticamente con sus modelos de probabilidad, descriptos en el capítulo 4.

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de dicha línea constituye, en grados variables, un caso 3e desvia­ción' involuc;a una leve divergencia, en alguna dirección, del bala~ce requerido para el equilibrio, y es analizable en té~'~inos de las tres dimensiones de desviación que vimos antes: actividad­pasividad, conformidad-alienación y énfasis en la P?uta versus objeto social o énfasis catéctíco. En cada caso, _cualqUiera ql~e ~;a la fase en que esté situada la unidad en su órbita, esta desviaclOn será definible en términos de un exceso o déficit en una o más de estas tres categorías, de conformidad con la. ~xpectativa, c~nsti­tutiva del estado estable. Por 10 tanto, la func10n de las reaCCIones como sanciones es reforzar las pautas internalizadas y orien_tadas a la conformidad con las expectativas, y donde estas pautas lllter­nalizadas no existan o sean insuficientes, contrarrestar dicho com­ponente desviado y restaurar el balance. Si hay un insumo exc7siv~ de motivación distribuida en una dirección dada -vale deCIr, S1 la desviación ;e produce en términos de «actividad»- la sanción debe quitar alguna motivación asignada en la dirección pe~t;ll'ba­dora, y como hemos visto, tal es 10 que hace la desaprobaclOn de las acciones instrumentales. Si existe un insumo insuficiente de mo­tivación --es decir la desviación es pasiva~ debe agregarse moti­vación mediante e~tímulo auna coopel'ación facilitadora. Si la tJendencia desviada se da en la dirección de la alienación --o sea hacia un insumo excesivo de tipos negativos de comunicación expresiva~, debe agregarse la reacción-sanción al incentivo a la conformidad. Si, por ejemplo, cuando el sistema es~á. en.!a fase instrumental el individuo alienado tiende a una grauflcaclOn pre~ matura y al descuido de las consideraciones adaptativas, la de­saprobación del álter, que opera a través del desacuerdo y de una opinión posiblemente desfavorable, privará al eg~, normal· mente, de la satisfacción en su desempeño consumatorlO. Por lo tanto, toda ganancia en gratificación es hiperbalanceada por una pérdida de satisfacción. SI, en cambio, la desviación se produce en la dirección de la conformidad compulsiva con los estándares de adquisición, entonces el acuerdo, el estímulo, la exhibición d~ solidaridad o el provocar liberación de tensión puede? cont1'1~ buir a corregir el balance, al capacitar al ego para renunclar a una catexis demasiado fuerte con ciertos estándares (tales como «es­crúpulos exagerados») en favor de un desempeño más atrevido y dirigido a la meta. Algo análogo ocurre con la desviación en términos del balance entre el énfasis en las pautas y el énfasis en las personas. Cabe sostener que el desviado orientado a las pautas es demasi~do sen­sible a lo que él cree que son las demandas de desempeno ~ las expectativas del álter con respecto a .él; en tanto q~e ~l desvl.ado orientado a las personas es muy senSIble a las sanClOnes reactivas del álter en lo que se refiere a acuerdo-desacuerdo, solidaridad· antagonismo, etc. En el primer caso, el balance puede restaurarse

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si el álter aumenta su proporción de reacciones positivas y si decrece la de actividad ol'Íentada a la tarea y la de sanciones nega­tivas; en el otro caso, tendrá que disminuir su proporci6n de todos los tipos de sanciones y aumentar la de actividad orientada a la tarea. En el capitulo 4, Bales analiz6 empíricamente la esencia de este proceso equilibrante en los casos en que no existe una desviación seria. Sobre todo, se observará que el proceso equilibrante, tal como fue analizado, es compatible tanto con los procesos de desem~ peño como con los de aprendizaje que están continuamente fun~ donando en el sistema. La tÍnica condici6n es que los cambios producidos por estos procesos sean relativamente graduales, de modo que no superen la capacidad del sistema para continuar la autoequilibración a través de estos mecanismos «normales» de adaptación y ajuste. Sin embargo, surge otra serie de problemas en torno a las tenden~ cias al desarrollo de «círculos viciosos» de desviación y a los meca~ nismos que pueden controlarlos. Estos últimos son los «mecanis~ mas de control social». Bastará enunciar brevemente el probkma del círculo vicioso, ya que fue analizado en extenso en el capítulo 7 de El sistema social. Podemos centrarnos en el concepto de expectativas. Antes defi~ nimos a la frustraci6n como la reacción «normal» ante la falta de cumplimiento de las expectativas. Además, sostuvimos que la re~ acción a un hecho frustrante tiene necesariamente una estructura ambivalente. Por un lado, hay una tendencia a restaurar el estado que existida si no se hubiera producido tal divergencia de las expectativas; por otro, hay una tendencia a reaccionar en forma desviada en respuesta a la tensión que impone la frustración. Según el estado del sistema, la desviación podría ser activa o pasiva, alienativa o conformista, colocar el énfasis en las pautas o en las personas; o bien podría ser alguna resultante de estas tres. La consecuencia adicional está relacionada con el balance cuantita~ tivo de insumos y productos. La inercia nos hace presumir la continuidad de la unidad, en la misma dirección. Pero, como hemos visto, el estado estable del sistema depende, para su continuidad, no solo de la energía y de la dirección a las pautas de la unidad misma, sino de insumas continuos de otras unidades del sistema; insumas de motivación a través de la comunicación expresiva -ta~ les como estímulo y desempeño contl'ibutivo-, de información y de control normativo a través de la opini6n. Estos insumas pueden ser deficitarios o excesivos. Lo que hemos definido como frustra~ ci6n es, entonces, ora un déficit, ora un exceso en una o más de las clases de insumas de los que depende el proceso de una unidad en la fase relevante de su órbita. Es de la mayor impor­tancia tener en claro que la divergencia de las expecta tivas en una u otra dirección es frustrante, no solo en el caso de que la

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recompensa o estímulo sea insuficiente, sino también cuando es excesivo. Este insight fundamental fue formulado claramente, aca­so por primera vez, por DUl'kheim, en su interpretación del sui~ cidio anómico. La equilibración requiere la corrección relativamente pronta y bien pmporcionada de los desequilibrios de estos déficit o excesos, sea mediante la actividad sancionadora del álter, sea merced a la mo~ vilización de los recursos de otras partes del sistema de persona~ lidad del ego o del sistema de objetos externos a la personalidad o al sistema social. Si este balance no ocurre dentto de ciertos límites, que deben ser determinados empíticamente, la desviación del ego tenderá a hacerse acumulativa, con dos series de conse~ cuendas. En pl'imer lugar, se «trasladará» desde la fase en que se dio el hecho frustrante inicial, comenzando a difundirse en las fases subsiguientes. Así el aliento inadecuado -o aún más, el desaliento ilegítimo pero inequívoco-- en la fase instrumental~ adaptativa tenderá a aumentar las tensiones y la motivación hacia la consum~ción.meta directa o hacia la liberación de tensión, ha~ ciendo caso omiso de las consideraciones adaptativas. En la fase consumatoria, esto tenderá a disminuir el grado de integración de las propias metas del ego con las de otras unidades del sistema; sus sugerencias acentuarán indebidamente el logro de aceptación d~ su «punto de vista persona1», y al mismo tiempo crecerá su neceSIdad de respuestas recompensatorias. Por 10 tanto, en la fase integrativa del sistema hará demandas excesivas de solidaridad y será muy sensible a la aceptación. Por esta vía, una frustración inicial en la esfera de desempeño instrumental puede evolucionar hacia la frus~ tración inevitable de una necesjdad de aceptación que será irreal, porque en términos de la cultura común será ilegítima. La ma~ nifestación normal de solidaridad puede convertirse así en un antagonismo. ' La segunda serie de consecuencias deriva del impacto de la des~ vi ación del ego sobre las expectativas del álter. En cierto sentido, un actor desviado siempre exige demasiado a los otros; les hace más dificultoso reaccionar de un modo tal que dicha reacción constituya una sanción equilibran te. Por ende, a menos que el álter sea capaz de movilizar recursos extraordinarios de paciencia y de tolerancia, junto con la voluntad de desconocer las demandas del ego, las reacciones sancionadoras del álter serán cada vez menos adecuadas para la l'e-equilibración. En la interacción social, el círculo vicioso se torna cada vez más conspicuo cuando hay un estallido de antagonismo mutuo. El resultado final puede ser la disrupción completa del grupo. Vemos, pues, que si la desviación emergente de la frustración no es balanceada, tiende a ramificarse en el sistema siguiendo dos direcciones: en la desviación acumulativa del ego, a través de las fases de acción de la unidad particular, y en la reacción desviada

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por parte del ~lter) que implica que las sanciones sean menos efectIvas, y no más. En este último caso debe tenerse presente que una sanCión que hubiese sido efectiva en respuesta a esa desviación menor, 9ue hemos considerado «normal», deja de serlo en una etapa mas avanzada; en realidad, puede llegar a tener exactamente e~ ~fecto opuesto. Esto ocurre cuando se alcanza la etapa de círculo VICIOSO real. . La ~xp1icación esencial de este fenómeno reside en la estl~ctural, amblvalel~te de ~oda~ las reacciones a las experiencias frustrantes. Es;a, ambIvalencia, 51 es acumulativa, da como resultado niveles cron~camel~te altos de tensión -de los cuales la ansiedad es una mal1lfe,staclón en la pel'sonalidad-. Entonces, progresivamente, a medld~ que se eleva el nivel de tensión, su Iibel'ación llega a tener prIorIdad sobre oH'as vías alternativas de acción. El actor se hace cada vez más insensible a los estímulos normales de los pr~cesos adaptativos e,lntegrativos, e incluso, a decir verdad, a los ~stlm111os de Opol'tu~lda~es para la gratificación-meta. Tiende a Impone!' ~obre l,as, s~tua~l~nes sus -significados simb6lico.expresi~ VO~ proplO~ e l~osmc.rat1cos, y quizá especialmente sobre los objetos sociales, dlstorslOnando así la «definición de la situación» que es parte, de la ,cultura común del sistema. Por ID tanto, existe una te?denCla creCIente a que la acdón se transforme en un pro­~eso v1Olento de oscilación entre dos polos: por un lado el «oct­l~tg out» c~mpleto de la tensión en una forma simbólica' persona­lIzada (mas qu~ en la forma ~e la gratificación~meta sistémica) y, pO!' otro, motivada por la anSIedad, la inhibición completa de lo que de otro modo sel'Ía actividad normaP9 Aho~'a estarnos en condiciones de interpretar, en forma mucho más preCIsa que en el capítulo 3, la significación del paradigma de Par~ons s~bte los procesos de control social (véase El sistema so:t~l, capuulo 7). Se ~ecol'dará que este paradigma fue enunciado otlgll1alm~n~e en térmInos del proceso de psicoterapia, y luego se lo generalizo a otros procesos de control social. Consistía en las c~atro categ?rías de permisividad, apoyo, negación de recipro­Cldad y manIpulación de recompensas .. La interpreta~ión d~ este paradigma se verá facilitada si se tiene presente su dIferenCIa con los procesos equilibrantes normales que

1?, L~ con~dd.a psic?a~alista Dra, Grete Bíbring (en un debate oral) enun. CI0 tres cntetll?s prIncIpales d~ «salud mental» para juzgar las etapas del progreso t,erapeuhco: ,la capacIdad para trabajar, la capacidad para amar y 1,a. ~apacldad pa:-a disfrutar. Es asombroso cómo se ajusta esto a nuestro ftduhSlS: La capacIdad pata d trabajo puede interpretarse como las pautas a al?tatlvas, normales en la fase 1; la capacidad para amar, como las au. tas lntegrattvns normales en la {ase 3, y la capacidad para disfrutar c~mo las pautas normale~ de ,gratificación-meta en la fase 2, Deficiencias 'impor-tantes en las tres dlrecclOnes parecen significar la concentración de la " en la fase 4· 1 il·' 1'. aceran . d . a osc aClOn entre atenela Inhibítoria forzada y un «acting out» llla eCllado de liberación de tensión,

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acabamos de reseñar. Se torna aplicable cuando el proceso de circulo vicioso está muy avanzado y el proceso normal de sanción ya no es efectivo. El paradigma de control social es relevante para el análisis de las respuestas a la desviación sistemática, en la cual no solo un tipo particular de acción, en una situación particular, muestra señales de desviación, sino que esta última se ha genera~ liza do) afectando a diversas fases y a diversas relaciones de acciónR

reacción) o, -por 10 menos, a amplias áreas de las mismas, En nuestro análisis continuaremos utilizando el proceso terapéutico como ejemplo, a causa de la facilidad con que pueden verse en él las relaciones. Comenzaremos con la permisividad, Señalamos antes que la des­viación acumulativa limita la esfera de acción, al exagerar la alterR

naci6n entre la formaci6n de .tensión latente y la liberación de lo tensi6n en la fase de latencia. Primero, podemos deducir que las incapacidades del paciente en las otras fases se han hecho tan graneles, y su necesidad de liberar la tensión tan alta, que sería deletéreo bloquear esta salida en la medida que resulta normal en la interacción social equilibrada; ello no haría sino reforzar el círculo vicioso, Pero el terapeuta, al ser permisivo, debe «poder aceptarlo»; de alguna manera debe controlar las reacciones propias que de otro modo serían normales, en respuesta a esta actividad de liberación de tensión. También debe mantener dicha liberación en el nivel i!xpresivo-simbólico, absteniéndose de 10 que de otra forma serían reacciones «apropiadas». La permisividad es enton­ces, en esencia, el modo de permitir que el paciente se exprese en áreas cercanas a sus principales conflictos y dificultades en la forma en que mejor pueda hacerlo, El segundo componente importante de la pauta es el apoyo. Su significación procede del aspecto del desarrollo progresivo del proceso de círculo vicioso que acabamos de mencionar; es decir, que la frustración de las expectativas del álter -involucrada inevitablemente en la desviación- lleva al debilitamiento de la solidaridad del ego con los otros. Desde el punto de vista de la capacidad para comportarse normalmente, este es el «fondo» del círculo vicioso, a causa de la significación estratégica que, en el sistema de personalidad, tiene la necesidad de aceptación o de seguridad. El terapeuta, entonces, debe ser capaz de tolerar las demandas excesivas del paciente y «aceptarlo» como ser humano; debe formar una colectividad solidaria con él, a pesar del hecho de que el paciente se comporte en forma tal que, en las relaciones sociales ordinarias, socavaría esta aceptación, Aquí vemos una de las funciones más importantes de la definición de enfermedad como rol institucionalizado; si una persona está enferma, cierta conducta no será, por cierto, completamente legitímizada, pero puede «justificársela» como «comprensible» a la luz de la enfer­medad.

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El hecho de que estos dos aspectos del control social están cen­trados en el área socioemocional de acci6n es sumamente suges~ tivo. Los mecanismos de control se apoderan de un aspecto del círculo vicioso al disminuir drásticame11te, por así decido, el precio que el paciente tiene que pagar por su desviación. No se lo castiga pot expresiones desviadas de liberación de tensIón, que de otra forma sí lncurrirfan en el castigo, y al mismo tiempo se le da una solidaridad eJe apoyo que en otro caso sería destruida pOl' su conducta. Pero si esto fuera todo 10 que existe en el proceso, es muy probable que no resultara efectivo. El tercer componente del proceso es la negación de reciprocidad. Con esto queremos decir, en esencia, la negación del terapeuta a permitir que las producciones o el «acting out» simbólico-expre~ sivos de liberación de tensión constituyan el elemento cognitivo de la cultura común en la relación médico-paciente como sistema social. Debe recordarse aquÍ que 10 que un objeto social es como objeto, es en sí mismo el producto del proceso de acción. La acti~ vidad de liberación de tensión por parte del paciente nunca es solamente eso; también es un esfuerzo para conseguir que se acep~ te su definición de la situación. Si se da buena acogida a su propuesta, entonces, por los estándares del sistema social mayor, el terapeuta y el paciente se convierten, en esa misma medida, en «compañetos de desviación»; comienzan a establecer una subcul~ tura desviada en comparación con la cultura mayor. Vemos, pues, la importancia que tiene la resistencia del terapeuta a la «contra~ transferencia», que establecería la reciprocidad buscada por el paciente. El deseo de aceptación de las definiciones desviadas puede tener Jugar en cualquiera de las tres direcciones principales que hemos analizado; está restringido tan solo por las circunstancias il1tl'ín~ secas de la situación terapéutica. Así, el paciente puede buscar aprobación para su racionalización distorsionada de sus fracasos instrumentales; «Realmente, toda la culpa fue de ese terrible pa~ trón que tenía, ¿no es cierto?» O puede ser el intento de obtener legitimación para una salida desviada con respecto a la gratifica~ ción~meta, tal como una perversión sexual; o, por último, puede tratarse, como ocurre generalmente, de un intento por definir en forma desviada la solidaridad del terapeuta con el paciente: sea para debilitar su apoyo, mediante el antagonismo abierto que espe­ra ser correspondido de la misma manera, sea para proponer un tipo familiar de relación solidaria, cuando, de hecho, solo es legí­tima una relación «profesional». Finalmente, dentro del marco de referencia dado por estos otros tres l'asgos de control social, el terapeuta actúa como un agente «normah> del proceso de aprendizaje a través de la manifestación de recompensas. Los modos en que puede operar están rigurosa~ mente circunscriptos por estos otros rasgos de su rol. No debe

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dar ni recompensas ni castigos distorsionados de modo tal q~e debiliten su rol en cualquiera de esos otros tres aspectos: Pero dentro de estos límites, puede aprobar y desap~obar, o eJecu~ar cualquiera de las sanciones apropiadas. Las sa,nc10nes de apro a~ ción y estima jueg~n un papel parti~;llarmente Importante, a causa del carácter profeslOnal de la relac1on. . . La posibilidad de que terapeuta y paciente lleguen a constitUir una subcolectividad desviada, en la cual se refuercen mutuadenle

respecto de las pautas de orientación discrepantes con las. e." a sociedad mayor, subraya la trascendencia de la .institucio~ahzaclOn del rol del terapeuta y del rol complementarlO del paclente. Es esta institucionalización la que sienta las bases .de una palanca capaz de volver otra vez hacia la interacción SOCIal normaln:~nte equilibrada la desviación de círculo vicioso. El terapeuta leg1tima su negativa a correspon~er las expecta~ivas del pacient.~, no . sol~ con su propia <dnfIuencla personal», S1110 con la autondad mstz tucional. La terapia puede actuar a causa de que .ambo~ ocu~~n status institucionalizados. En este caso, sería clara la aruculac1<dn de la estructura de estos status con la dinámica del proceso e interacción. . Quizá resulte útil conectar esta exp1ica~ión, relat1vamente concrei ta del proceso terapéutico como prototipo del proceso de contro so~ial con el esquema conceptual más técnico q~e hemos expuesto, si tra~amos de continuarlo en términos de las figuras 2 .Y" 4. d 1 Debido a la significación central del aspecto de tenSI?n e a desviación acumulativa o de círculo vicioso (a la c~l"al eqUIparamos, en el sistema de personalidad, con la «petturbaclOn mental», he­chas las correspondientes salvedades), .comenzare~os coy el su­puesto de alta tensión en el casillero L, s1endo ~l pacIent; e <:go. En la primera fase de la relación terapeuta-pac1~r~t~, el enfas~s .máds destacado recae en la permisividad. La permIsiv1dad (pas1V1da ---dejar hablar al paciente- retención de sancione~) por parte del álter (el terapeuta) complementa la ma~or ne~~sldad de desem­peño del ego (del paciente), o sea la 1.1beraclOn ~~ te.nsIól;. A partir de la lógica del equilibrio entre aCCión y reac:lOn, mfetl~os que dicha actividad aumenta directamente la necesIda~ q~~ tIene el ego de sanciones reactivas de algún tipo y ~ en com~maclOn con esto su sensibilidad a las opiniones evaluativas del alter. El p"a~ cien~e comienza a elaborar una fuerte necesidad d~ una i:e1aclOn afectiva y particularista con el terapeuta -e~ de~lt, com1e~za a establecerse la transferencia- y el foco de mteres del paCIente pasa a la dimensión o casillero 1. . '" A Es significativo el hecho de que el mov~~iento er: l~ dlmenslOn esté aquí minimizado y el de la dimenslO11 1 max~r:llza~~. Uno de los problemas principales del paciente es la legluma;JOn ?e las orientaciones a la gratificación-meta del ego, que esta.n. e'dlddn~ei mente afectadas por las opiniones del álter. La permlslvl a e

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álter hacia la liberación de tensión de! ego debe asociarse en el paradIgma de control terapéutico, con el surgimiento de d~s pro­ble?,as. fundamentales para e! ego, a saber: 1) la base de su sohdandad con e! álter, agente de este benefiico crucial y 2) su status según las opiniones del álter-. ' Ahora nos .ocupar~mos del casillero l, en el cual la maximización de la fase Integratlva ~cor~esponde a las relaciones de apoyo. Aquí suponemos que, en termmas adecuados a la definición institucio­nal d~ las relaciones, el álter apoyará al ego dentro de límites más ~m1?hos de lo q~e se a,costum~ra ,«normalmente}>. Este apoyo l~dlca al ego que el y el alter estan lIgados por estandares integra­tlVOS morales comunes, como 10 están -típicamente las personas en una colectividad solidaria; de modo que el hecho de que el álter !l? ?é lugar a. sugerencias ilegítimas o al desacuerdo --o al acuerdo IlICito- ,SUSCIta, a su vez, el problema del status evaluativo de las ~ugerenclas para las cuales el ego espera aceptación por parte del alter. Vemos asi que en relación con el balance de insumo-producto en estos dos aspectos, el ego sale ganancioso -en liberación de ten~ sión y en seguridad- pero al precio ~el surgimiento de problemas «mc?Inodos», referentes a: 1) las relaciones entre la permisividad del alter y su apoyo (ambos no pueden. estar motivados siInple~ mente por el hecho de que el álter «acompañe» los deseos del ego), y 2) la relación entre la solidaridad y la permisividad del ál­ter y el status de las sugerencias del ego. A la lu~ de la culpa y/o vergüenza del ego en torno a su liberación d~ tenSIón y. s.us sugerencias ilegítimas, y la ausencia de antago~ nlsmo y op~món condenatotia, el interés del ego comienza a volverse haCIa el contenido y la justificación normativa de sus sugerencias. Pasando ahor~ al casillero M, e! foco primario de! rol del álter, e! terapeuta, reSIde en. la negación de reciprocidad a las sugerencias del ego, en la medIda en que se las defina como desviadas. Se observará que, en primera instancia, esto implica la negación de r~~puestas. recompensat~tias; y sugetimos que incluye la gratifica­clOn ,prop~a de ser d~bIdamente castigado por un acto agresivo. AqU!. c~)1~l1enza a sentirse el precio pagado por los beneficios de la permISIVIdad. y el apoyo. Las expectativas «ilógicas» favorecidas pOl' estas actltudes se acercan a la Íl'ustración. En una palabra el P?ciente está «atrapado». No puede justificar sus sugerencias des­VIadas pOl' el hecho de 9ue su tetapeuta no haya sido permisivo -o n~,lo haya apoyado; Sir: embargo, no se siente gratificado, y la tensIon, en vez de reducll'se permanentemente, se vigoriza otra vez. En algu-?a pat:te" a 10 largo de un proceso de fases, se produce una opo:tumdad optlma para que tengan lugar los procesos de apren­dlzaJe. En este caso el rol del terapeuta consiste en manejar las

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recompensas a maneta de un proceso en el que se refuerza el desempeño instrumental adaptativo y «(Orientado a la realidad» del ego para producir una alteración de la pauta de cualidad del mismo (su «personalidad»), y merced a esto, del carácter de la relación terapéutica como sistema social. A partir del paradigma podemos inferir que la aprobación de la adquisición genuinamente valuada -en el manejo que hace el ego de sus «problemas»- es la recompensa central, que produce no solo una opinión favorable sino también acuerdo, es decir, una reacción positiva en reconocimiento del.progreso. Pero la especi­ficidad y neutralidad de este acuerdo, que resulta apropiado en la relación profesional, muestra un agudo contraste con la legitima~ ción y aceptación afectiva difusa esperada anteriormente por el ego en reacción a sus sugel'encias ilegítimas. Sugerimos que la estima es la segunda de las sanciones críticas manipuladas por el tera~ peuta; es la condición de la solidaridad, sobre la nueva base de que el ego «se está recuperando» y puede ser juzgado por el estándar completo de la cultura común más amplia, y no mel'a­mente como «enfermo». Las opiniones del álter ya. no resultan favorables solo en sentido permisivo, sino también en un aspecto positivo. Vemos así que, en las fases iniciales, la relación terapéutica es, de hecho, una subcultura desviada condicionalmente legitimada. En un principio, el rol del terapeuta está orientado a las normas del rol enfel'mo, pero luego pasa en forma progresiva a orientarse hacia las normas de la cultura más amplia. Sin embargo, como ya hemos señalado, este anclaje en el sistema más amplio de valores es el que da fuerza al 1'01 del terapeuta. Es un rol representativo, en un sentido que analizaremos en la próxima sección. Por este motivo es crucial que deba ser un rol orientado a la colectividad en el sistema más amplio, dentro del cual la colectividad terapeuta­paciente es un subsistema. 20

A partir de este punto será sencillo mostrar cómo puede genera­lizarse el análisis anterior del rol del terapeuta para cubrir todos los rasgos principales de los mecanismos de conttol sodal, -en la medida en que tienen relevancia para romper los círculos viciosos de desviación acumulativa. La falta de espacio nos obliga, empero, a remitir al lector los ejemplos expuestos en la última sección del capítulo 7 de ,El sistema social, a fin de que lleve a cabo su propio análisis; como se recordará, se referían a la cultura de los jóvenes en nuestra sociedad, a las ceremonias fúnebres y a las situaciones que llevan a la alienación acumulativa con l'especto a un régimen polltlco. En comparación con los enfoques anteriores del proceso de terapia

20 La relaci6n terapéutica está analizada no solo en el capitulo 7 de The Social System sino también, en forma más completa, en el capítulo 10.

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(y por ende, en términos más generales, del funcionamiento de los mecanismos de control social), aparecen dos rasgos nuevos en la explicación anterior: primero, la conexión de los cuatro compow nentes del paradigma con la sucesión de las fases de un proceso de interacción en el tiempo, y segundo, el insigbt que con esta conexión podría elaborarse, si el orden de sucesión de las fases fuera el opuesto de aquel en el que fijamos originalmente nuestra atención, y que Bales consideró típico de los procesos de desem~ peño de tareas en los pequeñps grupos. En términos de nuestro paradigma, el orden de las fases comienza con la latencia, luego continúa con la fase integrativa del sistema, después la fase del 10gl'O de las metas sistémicas, y finalmente la fase adaptativa. Este iJtsigbt, una vez obtenido, se adecuó lógicamente al hecho antes acentuado, acerca de la existencia de una oposición de rurecw

cionalidad involucrada en los procesos de desempeño y en los, de aprendizaje; después de todo, lo opuest~ d.e los círculos vicio~os de desviación implica procesos de aprendIzaJe. Pero ya establecIdo este vínculo, comenzamos a buscar otros casos de procesos de aprendizaje a los cuales resultare aplicable el anál.isi~. Daremos aquí otro ejemplo notable: el de la pauta de las prIncIpales fases de la socialización del niño, especialmente en la forma en que se ha estandarizado en el pensamiento influido por el psicoanálisis. Siguiendo la terminología psicoanalítica, pero sin intentar explicar distinciones más refinadas, podríamos llamar «dependencia oral» a la fase más temprana. En ella el niño juega un rol pasivo, y su actividad asume principalmente el carácter de liberadora de ten~ sión, si puede considerarse de este modo la gratificación de sus necesidades de alimento, etc. El rol del progenitor consiste sobre todo en cuidar del niño, en el sentido de actuar como agente de es­tos procesos de liberación de tensión. Con una cierta estabilización de los niveles de gratificación en este aspecto, y por 10 tanto de las expectativas con respecto a la perio­dicidad, al agente, etc., se produce una transición gradual desde la dependencia del cuidado que la madre tiene del niño a la dependencia del interés que tiene en él, en el sentido de una relación recíproca de amor entre ambos. El niño llega a ser incor­potado a una colectividad solidaria con la madre, en la cual la actividad principal es la integrativa sistémica a través de la exhibi­ción mutua de afecto, vale decir, de solidaridad. A los fines de este breve esquema podemos pasar por alto !a fase «anal», aun cuando parezca corresponder a una transición entre los dos tipos de dew

pendencia. El sistema interactivo establecido entre la madre y el niño tiene, sin embargo, algunos elementos de inestabilidad, vinculados con las consecuencias del propio proceso de maduración del niño, con el rol del padre, y con las expectativas mismas de la madre sobre lo que debería hacer un niño que «está creciendm>: De todos

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modos la crisis edípica parece surgir en el punto de transición entre ~sta fase integrativa sistémica, en que la relación de solida­ridad con la madre es el foco primario del sistema de orientación del niño, y la fase siguiente. Aquí, el afecto por su madre, inclu­yendo su componente erótico, debe subordinarse en grado not?ble a las demandas de participación en el logro de las metas slstéw micas, a las que podemos asignar el significado de la función de la familia como sistema, comprendiendo en pnmer lugar al padre y luego a los hermanos. En esencia, es dable referirse al aspecto positivo de esta nueva fase como la partidpaci~n re~ponsable en un sistema interactivo respecto de las metas SIstémIcas, y a su aspecto negativo, como la «latencia» del anterior sistem~ de nece~ sidades integrativas sistémicas con su componente erótico. Esta, entonces es la fase de latencia en el sentido freudiano. Finalme~te, se produce un proceso gradual de eman;ipación de la familia de orientación, que culmina en la adolescencIa, donde l.a autonomía de las orientaciones adaptativas se convierte en el cl'1~ terio primario de «adecuación», es decir, del estado estable de interacción. Cabe sostener, entonces, que el niño se ha adaptado autónomamente al mismo medio social extrafamiliar al cual tuvo que adaptarse la familia en la sociedad mayor. . Sabemos que la simplicidad de la pauta de f~ses a.sí bosqueJa~a se complica al interferir con ella diversas consl~e.raCl??es .. L~ ~as importante reside en el hecho de que la parUClpaClOn slstemlca social (es decir, interactiva) del niño no pern:~nece constante a lo largo del proceso, sino que es una progreslOn qt;t: parte del predominio del subsistema madre~niñ~, 'pas~ a la famlh~ conyug~] como totalidad, y finalmente a la paru~Ipa7~6n en la SOCiedad mas amplia. Pero incluso con esta comphcaclOn, e~ tan notable la correspondencia de nuestra pauta de fases (a la Inversa t con una bien establecida exégesis del proceso de desarrollo de mno, como lo es esta, que deseamos dirigir a ella nuest~~ atención con;o punto de partida para el examen de las compleJ1dades que, sm duda, están presentes.

VIII. Diferenciación de la estructura de roles

En páginas anteriotes de este capítulo supusimos que, en 10 .co~~ cerruente a la acción, la motivación debía ser tratada como 111di­ferenciada en su origen. Esto significa considerar como problema a la diferenciación. No debe suponerse que la estructura de la motivación está dada a partir de la naturaleza de la estructura biol6gica del organismo. Pensamos que el .análisis pre~edente de la función sistémica y de las fases de la umdad y del SIstema, del balance equilibrado de una pluralidad de órbitas de unidad en un

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si~tema, y la explicación que di111:0s sobre el proceso de aprendi­zaJe, nos, pr~pOl'ClOnan los materIales conceptuales para elaborar una explIcación coherente de la naturaleza de la diferenciación ·esU'uctural de los sistemas y de los procesos correspondientes. La diferenciación de las fases de la unidad debe distinguirse clara­me~te de l~ ~íferendación ~structural del sistema, aunque ambas esten cons~ltU1das por los mismos elementos. Una pauta de órbita de u~a umdad no pasa por todos los puntos posibles; tampoco atrav1esa todas las fases a la misma velocidad. Dos unidades pue­den tener pautas diferentes de órbita -es decir estar diferen­ciadas estructuralmente- y en un momento dad~ pueden estar en diferentes fases. Dos unidades que ocupen roles estructural~ mente diferentes en el sistema tendrán diferentes pautas de órbita. Un sistema estructuralmente diferenciado es una constelación de áreas y puntos de fase sistémicos, en la que hay concentraciones l'elativas de actividad en comparacióp con otras áreas y puntos ·de fase sistémicos. Cada uno de estos vincula a unidades en varias áreas de fases de unidad. El hecho de que estamos tratando con sistemas que sobrellevan un proceso unidireccional, compuesto por una pluralidad de unidades, excluye la posibilidad de que las mismas estén indiferenciadas, excepto como caso limite y en con~ ,didones muy simples. Entre oUas cosas, un sistema en el ·cual las unidades fueran uni~ formes supondría que las fases de logto de metas tienen el mismo ~ontenido p~ra ~odas las unidades. Pero, en primer lugar, los lnsumos mO!1vaclOnales y de aprendizaje en las unidades difieren, y la naturaleza de los problemas sistémicos en las áreas sodo~ emocional y de orientación a las tareas impone, en cualquier siste~ ma, una diferenciación entre las unidades y correlativa. La diferen~ da.ción ipterna de un sistem~ es una condición para su prolongada eXIstenCia estructural como SIstema, Por esta razón sostenemos que en los sistemas de accÍón humana existe una esfera extremada­mente amplia de posibles estados-meta concretos. Estos llegan a ser estados~meta mediante los procesos de aprendi­zaje -mediante la generalización de la catexis a partir de expe~ riencÍas consumatorias originales y hacia objetos asociados y .mediante la legitimación selectiva de estas catexis a través de' su integración, en primera instancia, en pautas de significado instru~ mentales o solidario~particulatistas-. La primera vía lleva a la catexis de objetos-medios a los que, a su vez, puede catectarse como metas; la segunda a la «sustitución» de nuevos objetos~meta o, 10 que es más importante, a la construcción de «objetos com~ pIejos» que, por ser tales, se convierten en objetos difusamente

<catectados de una necesidad~gratificación independiente. La evidencia recogida en el estudio del condicionamiento señala que la gama de objetos que pueden ser catectados por generaliza­ción es muy vasta. Esto, a su vez, indica la importancia fundamen-

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tal de los factores selectivos en el proceso de aprendizaje para la estru~tm'act6n de estados-meta especificas; ya hemos llamado la a,tel1':'lón .'obre esos factores, sobre todo en el caso de la genera­]¡zac!ón lllstrumental y particularista. También señala la impor­tancia de los dos modos de integración, el de cualidad-difuso y el universalista-neuttal, de los que ya hemos hablado. Esto significa que el principio primario de selección de catexis resí.de en el v.alor, para la acción~unidad, del objeto catectadoj es deCIr, del objeto en relación con la acción~unidad. Aquí deben tomarse en cuenta ciertas complicaciones. Primero, los objetos~ recompensa son escasos con respecto al insumo motivacional, y 10~ recursos .no solo son escasos sino que su uso involucra compro~ IDlSOS con Ciertos estados~meta. Además la fase consumatoria de una unidad .como subsistema no pued~ prolongarse indefinida­mente, en VIsta de la naturaleza de la unidad como subsistema con problemas pl'Opios y como componente de un sistema con problemas sistémicos. Para la unidad sola entonces. la maximiza­ció,;, de la gratificación implica balancear' el produ~to de gratifi­cac~ón. en la fase consumatol'Ía con otros insumas y productos de la Or?lta t~1tal. Así~ pues,. no existe presunción alguna de que la c~te:X;ls obJetal ~<I1:a~s grattficante», en el sentido restringido del terrnmo, sobrevlvira a favor de otras que maximicen diferentes gratificaciones y satisfacciones con relación al insumo. Estas exigencias de duración limitada de los estados~meta y del equilibrio necesario de gratificaciones, insumas y productos están ace.p.t~adas~ a s~ vez (y naturahnente, determinadas en parte) por las eXIgenCias directas que surgen de la integración con la plurali­dad de otras .unidades en el mismo sistema. Aquí parece producirse una tendenCIa «natural» a la diferenciación de metas entre las unidad~s}. a c~usa n? solo de los insumas motivacionales y de aprendizaje d,ferenclados, sino también de la tendencia de los sistemas a reducir la tensión. Dado que un sistema está constituido por una pluralidad de unidades que rivalizan en forma real o potencial, por los mismos objetos-meta y por 10's mismos l'ecul'SOS la falta de diferenciación tiende a maximizar tanto la tensió~ adaptativa que resulta de la escasez de los recursos como la tensión integrativa involu~rada ~n ~~ competencia por los mismos objetos~ re~~mpensa. La dífel'enCIaClOn de los objetos~meta de las unidades mltIga estas tensiones dentro del sistema. 21

Por .lo tanto, ~i la generalización de catexis por asociación es relativamente lIbre, esperaríamos ver facilitada dicha diferencia~ c~ór~: ~ara profundizar el análisis, de la influencia de las exigencias slstemlcas sobre este proceso y sus consecuencias, debemos recor~ dar, ante todo, que tanto las exigencias de la unidad como las del sistema obligan a una unidad dada a moverse en otras fases que

2~ .Esta proposi.ción fue claramente enunciada por Durkheim en De la di­VIS/Oll du travatl socral.

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no sean la consumatoria. Este hecho subyace bajo la posibilidad de «exigir un precio» para la gratificación -el «precio» es el desempeño de «servicios», no solo guiados por el propio interés de gratificaci6n de la unidad, sino también en pro del sistema, o sea de las otras unidades como partes del sistema-o Hemos enunciado así la base principal para explicar la coinci­dente direcci6n de la diferenciación de metas y de las necesidades funcionales del sistema. El interés de gratificaci6n de la unidad -incluyendo sus inversiones instrumentales e integrativas- pue­de así ligarse a las necesidades del sistema. En esencia, esto es la base de lo que se ha llamado J con respecto a los sistemas sociales (El sistema social, capítulo 2 L el teorema de la Íntegración insti­tucional de la motivación: «La integración institucional de la mo­tivación» es, en este contexto, un aspecto del equilibrio, que ex­presa una condici6n del balance de insumas y productos." La diferenciación de las especificaciones de meta fue el punto de partida de nuestro análisis; ello se justifica por la jerarquía y carácter «supremo» de la gratificación-meta como «producto final» motivacional del proceso de acción. Pero es propio de los sistemas de acci6n que un proceso tal de diferenciación, dondequiera que comience, deba abarcar todas las fases del proceso y de la estruc­tura sistémicos. Basta señalar la naturaleza de la interdependencia implícita en nuestra concepción de sistema para probar este aserto. Hasta este punto de nuestra exposición hemos sostenido tres pro­posiciones: 1) que la discriminación de las catexis objetales dife­renciadas entre las unidades, y por consiguiente la diferenciación de los estados-meta consuma torios de las unidades, dentro de sus órbitas respectivas, es una tendencia inevitable en los sistemas de acción; 2) que las consecuencias de dicha diferenciación de metas se ramificarán a través de la estructura de las órbitas de fase de las unidades en el sistema, y 3) que si la pauta de esta diferen­ciación ha de estabilizarse en términos de las condiciones de equi­librio del sistema, debe concordar con los prerrequisitos funcio­nales del mismo (esto último no es más que una simple aplicación del principio de integración sistémica). Consideremos ahora el problema de la interpretaci6n de los ba­lIazgos de Bales sobre el tema de la diferenciaci6n de roles en pequeños grupos, expuesto casi al finalizar el capítulo 4. La esencia de estos descubrimientos puede resumirse en las siguientes pro­posiciones:

1. Los pequeños grupos de los tipos de orientación a las tareas, observados por Bales y sus colaboradores, tienden a producir roles diferenciados; el criterio de diferenciación es la cantidad

22 Este es, pues, otro enunciado del principio de integración sistémica que explica la «selección nahlral» de las orientaciones a la meta.

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absoluta y el énfasis cualitativo de participación de los distintos miembros. En general, cuanto más grande sea el grupa, mayor será la diferenciaci6n de participaci6n. 2. En las evaluaciones hechas al final de las reuniones por los miembros del grupo, estos diferenciaron entre lo que Bales llama la «funci6n de liderazgo instrumenta],> (<<¿quién tuvo las mejores ideas?» o «¿quién hizo más por mantener la actividad del grupo?») y la de la «estrella sociométrica» (<< ¿por quién siente mayor simpatía?»). El sujeto que «ocupaba el lugar más elevado» en términos de participación tenía un puntaje inexplicablemente bajo en lo que se refería a simpatía, y algún otro, por lo general el segundo en participación, ocupaba un lugar inexplicablemente alto. 3. En las respuestas a la pregunta, «¿por quién siente más anti­patía?», el que ocupaba el lugar más elevado -el líder instru­mental- estaba situado en un puesto inexplicablemente alto, así como el individuo con el menor grado de participación, quien era, por tanto, el «chivo expiatorio».

A nuestro entender, estos hallazgos significan, primero, que los grupos tienden muy pronto a diferenciarse internamente en el ejercicio de la iniciativa. Rápidamente las unidades comienzan a moverse en diferentes órbitas. Sean cuales fueren el rol de la personalidad o las propiedades de las unidades, en la asignación de personas a los roles, la emergencia de los roles mismos está claramente relacionada con las uniformidades de la exigencia sisté­mica. El sistema, como situación de acción de las unidades cons­tituyentes, impone una serie de órbitas que una unidad debe aceptar para que aquel continúe. funcionando. Segundo, la diferendación entre el líder instrumental y el expre­sivo indica que, aun en grupos pequeños y de corta vida, existe una temprana diferenciación de roles con respecto a la distinción entre las áreas socioemodonal y de orientación a las tareas de las acti­vidades del grupo. La especializaci6n en el mantenimiento de las solidaridades y en la facilitaci6n de la liberaci6n de tensiones pa­rece complementarla directamente en la solución de la tarea del grupo, situacionalmente impuesta. Tercero, el hecho de que «quien ocupa el lugar más elevado» no sea el más simpático, y en algunos casos acumule antipatías más de la cuenta, es una prueba, en térmÍnos del proceso de fases, de que la presión dirigida a la orientación del sistema a las tareas genera tensiones dentro de dicho sistema; esas tensiones son, por un lado, canalizadas en torno al antagonismo hacia el líder instru­mental y hada un «chivo emisario» situado en último lugar; pero también es fundón del liderazgo expresivo -y de otros roles diferenciados en esta dirección- mitigadas o resolverlas. Así, vemos cómo la diferenciación de órbita de las unidades es corre-

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lativa con la diferenciación estructural del sistema, y cómo esto, a su vez, es un producto de la exigencia del sistema o de los prel're~ quisitos sistémicos funcionales. Podemos añadir que Bales también expone evidencias de que el rol del líder orientado a lns tarens tiende a diferenciarse además en dos sub-roles: el iniciador de orientaciones y sugerencias refe­rentes a los pasos esenciales hacia la solución de la tarea, y el que implica guiar pausada y eficazmente al grupo hada esa solu­ción. En una diferenciación rudimentaria e incipiente, el primero es el rol del experto técnico, y el último el rol del ejecutivo.

Diferenciación de roles y especificación de metas

En la situación que hemos analizado en las páginas precedentes, la emergencia de los roles diferenciados es paralela al esfuerzo de los actores para encontrar roles a los cuales pudiesen adaptarse, o crear los que necesitan para actuar o interactuar. El proceso de descubrimiento y creación de los roles necesarios es, en parte, una lucha competitiva por el status de rol. En las primeras etapas de la interacción de un grupo, cuyos miembros no se conocen previa~ mente entre sí, se produce un proceso de «maniobras en torno a la posición» y otras formas de aclarar los problemas de status relativo. Las asignaciones iniciales de roles específicos a personas específicas dependen de la voluntad inicial de los individuos para tom?rlos o dejar que otros lo hagan. Sin embargo, una vez esta~ bleclda una estructura de grupo sobre una base estable, tiende a ser aceptada cada vez más por la mayoría de los miembros como la situación de su acción. Las unidades o miembros del grupo adaptan sus metas a lo que es factible obtener dentro de las limi­taciones impuestas por la situación, y no es probable que se em~ prendan reconstrucciones situacionales importantes. Por lo tanto, el contenido funcional primario del rol como un elemento del sistema (tal como se 10 describe en términos de nuestro análisis de los sistemas) se convierte en el contenido primario de especi~ ficación de meta del rol del miembro individual. Tomemos, a título de ejemplo, la diferenciación elemental entre el líder instru~ mental y la estrella sodométricaj en el primer caso, la espedfi~ cadón de meta personal primaria de la unidad llega a estar unida al desempeño instrumental; la solución de la tarea del grupo se convierte en la meta personal primaria de este individuo. Por otro lado, la estrella sodométrica acepta como un rasgo dado de la situación los desempeños del líder y contribuye, por cierto, a la función instrumental -tal vez a través del acuerdo, especialmen­te-, pero su gratificación personal primaria deriva del éxito en su rol como promotor de solidaridad y proveedor de oportunidades para la liberación de tensión; en parte, puede ser el «chistoso»

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que dice bromas oportunas como una manera de facilitar esa descarga de tensiones. , Queda so~rentendido que los desempeños instrumentales cumplen un papel Importante en el rol del lider instrumental; pero en el caso del líder en el área socioernocional o la estrella sociométrica l~ diferenciación lleva a un tipo de desempeño «instrumental>; dIferente del que predomina en las contribuciones del líder instru­mental. El desempeño «instrumental» del líder sodoemocional co~siste ~~ el ejercic~~ de su habilidad para promover solidaridad y hberaclOn de tenslon. Podemos decir que se convierte en un experto en el manejo de las «relaciones humanas» 23 a diferencia de la materia más «impersonal» 23 de los desempefl.os instrumen­tales del líder de tar~as. L,a manifestación de solidaridad por parte de los otros, la «s1mpa~Ia~> que despierta en ellos, no es, por l~ tanto, tan. s.olo .;1 cumplIm1ento de un requisito del sistema, SIno. t;na .~ratlf1cac .. lOn-n;eta de la unidad, que corte pareja con la gratlÍ1caclOn del lIder Instrumental en la realización de la tarea externamente impuesta al grupo. El proceso de diferenciaci6n den~ tro de la unidad se ramifica en todas las fases de las órbitas de rol de ambas partes. A. pesar del énfasis en la diferenciación dentro de la unidad la dife~e~siación de ó~bitas de las unidades, y su distinción de la (Úfe~ renCIaClOn entre umdades, o sistémica, pueden darse coincidencias en momentos particularesj sin embargo será necesario tener en claro las referencias sistémicas. Una se :efiere a la diferenciación del contenido funcional de los estados~meta, del desempeño instru~ mental, de la acción expresivo-integrativa y de la latencia desde el punto de vista del sistema interactivo como sistema. La otra alude a la diferenciación de las entidades correspondientes, teóricamente formuladas, desde el punto de vista- de la unidad-sistema en ese sistema considerado como un subsistema. Lo que en el sistema mayor es una fase, coincidirá, muy a menudo con diferentes fases de las unidades o subsistemas. Así, 10 que p~ra el sistema mayor es un desempeño instrumental puede ser un estado-meta consu­mat?rio para ur:-~ unidad, mientras que lo que es expresivo~inte~ gratlvo en funclOn para el sistema mayor es un estado-meta con­s?matorio para atta unidad. Además, las diversas unidades del slst.ema deb~n tener, necesariamente, sus propias fases consuma~ t01'1as de umdad en .di{erentes ~ases funcionales del sistema mayor. La~ fases de las d1st1ntas untdades deben estar sincronizadas y artIculadas en cada fase sistémica, en el sentido de mantener de~erminad~s "tel.aciones e~ una serie de momentos en el tiempo. (~1 fuel:an. ~dentlcas, estar1amos ante la negación del concepto de dlferenc1aclOn estructural del sistema.) ¿En qué consiste, entonces, esta sincronización y articulación?

23 Más adelante se definirán estos términos en un sentido técnico.

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Simplemente, es el proceso equilibrante, descripto en términos del balance de insumas y productos y de los mecanismos de control sociat tal como lo hemos analizado en las secciones precedentes. Aquí bastad dirigir la atenci6n a ciertas implicaciones de nuestro examen anterior. Primero, lo que hemos llamado «pauta de valor institucionaliza~ da~internalizada» es, en esencia, la definici6n de las condiciones internas del estado estable del sistema, la articulación de valores de desempeño y de valores de sanción. La pauta de valor define la situación y proporciona las expectativas apropiadas para todas las fases, tanto del proceso sistémico como del de cada unidad. Esta es la significaci6n estructural fundamental de la composición de las normas, para una pauta de valor de desempeño y de san­ción. En consecuencia, el «sistema de valores comunes~) puede incluir, entre otras, como obligación primaria para el grupo, la realización de una serie de tareas, en lugar de «divertirse» mera­mente. Esto entraña, en esencia, una proliferación de actividad en una de las fases, y un consecuente ajuste del volumen y tipo de actividad en las otras. El estado estable para los movimientos de fase de una unidad particular es idéntico, en general, a lo que llamamos la «pauta institucionalizada del roh>. Cuando decimos que un rol está insti­tucionalizado y que su pauta deriva por ende del sistema de valores comunes, queremos decir que el ocupante de este rol, como unidad del sistema, desempeña ciertos tipos de interacción, en secuencias cal;actetÍsticas; sus movimientos de fase tienen así una pauta deter­minada, y su rol o pauta de fase está integrado con otros que~ junto con él, constituyen un sistema diferenciado e integrado. En su aspecto estructural social, la integración es la articulación de las acciones del ego y de los álteres en concordancia con estos requisit9s; en su aspecto cultural, es la legitimación de la pauta de valor de un rol específico, de conformidad con la pauta co­mún de valor. En última instancia, la sincronización de las fases de la unidad y de las fases sistémicas depende del balance de insumas y productos mediante los desempeños y las sancione? La legitimación de un rol diferenciado es el «permiso» otorgado por el álter o los álta­res, de acuerdo con la pauta común de valor, para que el ego actúe ~1f, forma diferente del modo en que ellos 10 hacen; por ejemplo, cuando el álter está en una etapa de desempeño instru~ mental, el rol del ego, que es principalmente la promoción de solidaridad y que puede estar en una etapa de htencia, será legi~ timado si concuerda con la pauta común de valor y si los áltares lo aprueban o permiten. La legitimación podda involucrar también una serie de obligaciones, ora para desempeñar cuando a los otros no se les requiere que lo hagan, ora para abstenerse del desempeño e,perado por los otros. Estos permisos (o derechos) y obligaciones

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para actuar en diferentes fases del proceso subsistémico están. legi~ timados sobre la base de que ambos contribuyen a las funciones del sistema de distintas maneras. El hecho de que roles diferentes, derechos y privilegios diferentes, obligaciones diferentes, puedan ser legitimados por igual en un sistema particular, y que la legitimación provenga de un sistema de valores comunes, es en apariencia paradójico. La paradoja desa­parece, empel'O, si atendemos a la naturaleza de un sistema sociaL Estos diversos derechos están legitimados por su relación con los «intereses» del sistema como tal. Son realmente diferenciaciones. de ciertos roles, derechos, privilegios y obligaciones generales; diferenciaciones establecidas con respecto a los distintos proble­mas, internos y externos, que enfrentan los sistemas ,sociales. El sistema requiere la diferenciación para el desempeño de las fun­ciones que sus problemas le exigen, y su pauta común de valor aprueba aquellos roles que contribuyen a su cumplimiento o que,. al menos, son compatibles con este. Una pauta común de valor permisiva requerirá menos sanciones positivas con respecto al interés del sistema y legitimará gamas más amplias de variaéÍón, a partir de una pauta diferenciada de rol, que un sistema de valores. comunes más prescriptivo y prohibitivo. Pero ambos requerirán y aprobarán una gran variedad de roles. La pauta de rol es, para usar un símil emanacionista, * el «desenvolvimiento» del sistema de valores comunes, mas en lo que se refiere a su aplicación al cumplimiento de las funciones sistémicas en una amplía variedad de situaciones concretas, tomando debida cuenta de las «necesi­dades» de las unidades, así como de sus contribuciones (es decir, de sus capacidades de insumo y producto). En el análisis precedente, hemos hablado acerca de los roles del ego y del álter como unidades diferenciadas en un sistema. Aunque esto es un lugar común en sociología, nunca debe olvidarse que es el rol y no la personalidad de un actor lo que constituye l. unidad de un sistema de interacción sociaL La personalidad es en sí misma un complejo sistema de acción, del cual las acciones que

. integran un rol particular forman solamente un subsistema .. 24-

Por supuesto, este subsistema está sujeto a las exigencias integra~ tivas de sus relaciones con los otros subsistemas de la personalidad del ego, así como aquellos del sistema de interacción; desde el punto de vista teórico, empero, nunca debe identificárselo con la personalidad del ego como sistema, aun cuando para muchos pro", pósitos empíricos su interdependencia con el resto de la persona­lidad no necesita ser analizada en forma especifica.

* Los autores se refieren a la teoría que afirma que las cosas extraen su ser, no de la voluntad de Dios ni de su acción consciente directa, sino de una «emanación» proveniente de la esencia divina. (N. del E.) 24 Destacaremos luego algunas implicaciones de este hecho en conexi6o con el análisis de la estructura familiar.

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Hemos afirmado que la clase fundamental para el análisis de la "~l' diferenciación estructural de los sistemas de acción reside en las relaciones del sistema y el subsistema. Al enfocar el análisis de la estructura social en niveles más macroscópicos descubrimos que j es esencial extender dicho análisis más allá del tratamiento de los l dos niveles adyacentes, a fin de incluir tres o más de esos niveles. Aquí se torna relevante la variable-pauta de auto-orientación ver-sus orientación a la colectividad, así como el concepto ya mencio~ nado de «rol representativo».

El sistema ocupacional

En lugar de desarrollar las aplicaciones de estos conceptos en tér~ minos puramente abstractos, intentaremos bosquejar el análisis de dos importantes complejos estructurales en nuestra sociedad, que han demostrado su relevancia para los estudios actuales en el campo de la movilidad social (a la cual se hizo referencia en el prólogo de esta obra), El propósito de esos estudios es mejorar la comprensión de la determinación de la asignación de personal a los roles del sistema ocupacional. Buscan descubrir cuáles son, además del status de la familia de orientación (indicado por la ocupación del padre, la edu­cación del padre y de la madre, el tipo de 'comunidad residencial, etcétera), los factores que determinan la- distribución de los niños en sus carretas ocupacionales adultas; es decir, el «nivel» de status ocupacional que adquieren y el tipo cualitativo de rol en que ingresan. Es obvio que el status de la familia es un factor alta· mente decisivo -aunque los mecanismos por los cuales opera solo se conocen de modo fragmentario- y también lo es la capa­cidad del niño, medida en forma aproximada por los tests de inteligencia, Sin embargo, la evidencia empírica obtenida a partil' de una amplia muestra de escuelas secundarias de un área metro­politana demuestra claramente que, aun cuando estos dos factores hayan sido tomados en cuenta, todavía es considerable la variación residual. Según los índices elaborados por Stouffer, con respecto a un índice de nivel ocupacional probable, la correlación múltiple con el Índice de status familiar y el el es de 0,54. No incursionaremos aquí en las diversas ramificaciones de estos problemas, pero ciertas fases del trabaj9 proporcionan ejemplos adecuados para nuestro enfoque del análisis de la estructura social. En la investigación se demostró que era -menester intentar pro­fundizar el análisis estructural sistemático del sistema de roles ocupacionales mucho más de lo que lo han hecho otros estudios, según informa la literatura sobre el tema, y hacerlo de modo tal que se 10 pueda articular directamerite con el análisis de la, es· tructara de roles de la familia -así como de la escuela y del gru-

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po de pares, aunque en nuesito enfoque no examinaremos estos dos últimos casos-o Desde el principio vimos que era preciso tratar al sistema de roles ocupacionales en el contexto de la sociedad norteamericana como sistema. El sistema ocupacional en bloque constituye un subsiste­ma de la sociedad total, diferenciado funcionalmente de otros subsistemas, tales como el sistema de parentesco, la estructura de las comunidades locales, el sistema político, el sistema religioso y el sistema cultural. El sistema ocupacional es en esencia la diferen­ciación institucionalizada del aspecto adaptativo del área de orien­tación a las tareas del sistema social. Desde el punto de vista estructural, es el núcleo de 10 que en general se llama la «econo­mía». Es aquella parte que define la pauta principal de roles en esa área. Dentro de ciertos límites, la posición del subsistema ocupacional en el sistema social total sufrirá la influencia del sistema de valores comunes. Por ejemplo, la economía y su sistema de roles ocupacionales ocupan un lugar preponderante en la socie­dad norteamericana a causa de que el sistema de valores comunes o supremos otorga primacía a las funciones institucionalizadas en esta área. Por 10 tanto, las funciones primarias y el sistema de valores comunes de cualquier subsistema ocupacional coinciden, en este caso, con el sistema de valores comunes de la sociedad en su conjunto, por el cual son vigorosa y particularmente reforzados. No obstante, el punto central para los propósitos presentes es que las funciones primarias del sistema de roles ocupacionales para la sociedad mayor son adaptativas; se centran en la com­prensión y el control de los factores situacionales. El desempeño de la función de logro de metas sistémicas y de las funciones inte­grativas y expresivas de la sociedad total 110 son funciones prima­rias del sistema ocupacional como subsistema. Para interpretar este enfoque debe tenerse claramente presente que todos los subsistemas de la sociedad están sujetos a las mismas tendepcias ~ac~a la diferenciación estructural, y que, por ejemplo, las dlferenclaclOnes internas del sistema político pueden articu­larse en formas específicas con las diferenciaciones internas del sistema ocupacional; aSÍ, no es incorrecto hablar de «empleos;> (jobs) en el sistema político, Es probable, pues, que tipos de rol estructuralmente idénticos aparezcan en más de un subsistema de una sociedad compleja. Sin embargo, es esencial comenzar haciendo referencia a un sistema cuidadosamente definido, y después aludir por separado a cada a1'tÍculación adicional con otros sistemas. La fun~ión ptimatia del subsistema ocupacional es, entonces,. la adaptat1va. Como sistema, no obstante, tiene su propia órbita en la cual la fase adaptativa ocupa un lugar preponderante. Por' su­pues!o, también tiene otras fases. Su fase adaptativa) aunque sin­crOnIzada con la fase adaptativa del sistema social total no coincide necesariamente con ella. '

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Puede analizarse una funci6n de un subsistema en términos de los· productos de ese subsistema que} a su vez, constituyen insumas para las otras unidades del sistema total. Hemos llegado a com­prender que el resultado de los procesos adaptativos exitosos es un cambio en las relaciones del sistema con los objetos externos a é1.-cambio que puede incluir la creación de nuevos objetos, as! como modificaciones en las propiedades de los objetos y en sus relaciones con los actores-o En nuestra clasificación de productos, esto corresponde principalmente a la categoría de las adquisiciones (achievements), a diferencia de las ejecuciones (accomplishments). El producto principal que el subsistema ocupacional «transmite» a los otros subsistemas consiste, entonces, en posesiones valiosas, que a su vez pueden subdividirse en recursos y recompensas. La relevancia de esta distinción en el presente contexto atañe a los usos que se da a la posesión -de ahí su significación funcional para el subsistema l·eceptor-. Si es un recurso, cumple principaI~ mente funciones adaptativas para ese subsistema receptor, fortale~ ciendo así la fase adaptativa de su órbita y, por lo tanto, del sistema como totalidad. La «economía», en su aspecto monetario, produce de esa manera ingresos, parte de los cuales van a las unidades de gobierno en la forma de impuestos para facilitar sus procesos adaptativos. Si, en cambio, el producto ocupacional es una recompensa, pasa a cumplir una función no adaptativa del subsistema receptor, por ejemplo, el «consumo» familiar. Puede ser un estado-meta consuma torio, o un símbolo integrativo (o algún otro símbolo expresivo). Esta significación funcional del producto ocupacional a través de las líneas de «disposición» para el subsistema receptor o para una unidad del mismo, nos proporciona uno de los ejes principales de nuestra clasificación de roles ocupacionales. Si el producto es signi~ ficativo como recurso, hablamos de un rol instrumentalmente orien~ tado; si lo es como recompensa, de un rol expresivamente orienta~ do. La distinción es independiente del hecho de que la unidad receptora sea o no otra subunidad del sistema ocupacional, o bien pertenezca a otro subsistema de la sociedad. De nuestra exposici6n anterior se sigue que el sistema de valores comunes del subsistema ocupacional, así como el de la sociedad mayor, da primacía a los valores de adquisición universalista o de desempeño. Esto nos da por ende, desde otro punto de vista, el contenido de la especificación primaria de meta de los roles ocupa­cionales, que es el siguiente~ el «éxito»}> en la adquisición ocu­pacional es, en el sistema social mayor (a diferencia de otros subsistemas importantes) la fuente prindp.al de gratificación~meta para esta clase de roles. En este sentido, definimos a la meta de «éxito» en términos de adquisición, tal como acabamos de expli.,. carla. Además, puede aplicarse igualmente tanto si el subsistema ocupacional es una colectividad --es decir, una «orgaruzaci6m>-

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como si se trata del rol de un individuo. En este último caso, debe recordarse que la cuestión del grado en que la meta de éxito do­mina su sistema de personalidad orientado a metas queda sin resol~ ver por el momento. Se trata del lugar que ocupa la meta de este subsistema en el sistema total de la personalidad. El sistema ocupacional difiere de otros subsistemas de la sociedad total en que los sistemas de valores comunes de estos últimos deben ser diferentes al de aquel. Así, las funciones del subsistema político se centran en las áreas de logro de las metas sistémicas y de la integración del sistema. Este subsistema, ·considerado en sí mismo como un sistema, se diferencia como cualquier otro. Esto involucra una difel'enciadón entre su subsistema «ocupacional» y su subsistema «político». 25 En el último de los nombrados, el éxito ocupacional puede ser la meta dominante, como ocurre en el sistema ocupacional general. PerQ hay una diferencia, espe­cialmente con respecto al sistema de valores comunes y su relación con la pauta de valor del rol diferenciado. En el caso_.de un sub·rol del sistema ocupacional, la meta del éxito está «combinada», por decir así: es la meta de éxito de una unidad, como contribución a la meta «adaptativa» del subsistema del cual es una unidad. En el caso de un rol ocupacional dentro del sistema político, en cambio, la meta de éxito del rol ocupacional contribuye a la meta «integrativa» del sistema político. En ello se fundan tanto los factores comunes como las discrepancias. Como todos los subsistemas, el subsistema ocupacional de la so~ dedad está compuesto a su vez por otros subsistemas. Natural­mente, su división en unidades y las etapas que haya que distinguir dependerán del propósito del análisis. Una de las divisiones más comunes -y muy importante a los fines del análisis económico-­es la distinción de «industrias}>, donde el criterio de diferenciación de las unidades es la clase de posesiones que constituye el pro~ dueto del subsistema; por ejemplo, la industria del carbón o la industria de la vestimenta femenina. Para nuestl'os propósitos, sin

. embargo, es posible pasar por alto algunas de estas bases interme­dias de diferenciación. Nuestro interés principal, en esta etapa, reside en la clasificación de los roles ocupacionales de los individuos en un sistema ocupa~ donal tan diferenciado como el nuestro. El rol ocupacional de un actor individual puede ser un subsistema de un subsistema, y así sucesivamente a 10 largo de un gran número de pasos. Pero dado que nos interesan los tipos estructurales, podemos concentrarnos en un criterio fundamental, o sea aquel en que los roles entran directamente en relaciones de insumo-producto con otras unidades (por ejemplo en el proceso de intercambio), y aquel en que la

25 Si existe peligrQ de confusión, podríamos hablar del subsistema ocu­pacional «primariQ» y de varios subsistemas ocupacionales «secundarios».

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unidad de las relaciones de insumo-producto es un rol dentro de una organización. El criterio distintivo reside en saber quién es el autor del «pro­ducto» o del objeto de adquisición que atraviesa la línea de dispo­sició~ .. El distingo depende del grado en que el «producto» o adqUIsIcIón es, como tal, la contribución de un individuo o de una organiz~ción a las dos f~t;;iones principales del sistema ocupacional como sIstema: la provlslOn de recursos o de objetos-recompensa a las otras unidades. Cualquiera que sea la unidad de acción en esta línea de disposición (ora el rol de un individuo, ora el de una colectividad), surgen para la unidad receptora otros dos problemas además del de la función del producto, con respecto a la paut; de la ol'ientación de esta unidad hada su «compañero de Íntercambio» del otro lado de ,la línea: La primera se refiere al contenido específico de las relaclOnes: SI debe tratarse a los dos como compañeros de una colecti:rida:I solidaria. o si, e~ este ~specto, no están ligados por las obhgaclOnes proplas de d,cha cahdad común de miembros. La segunda se refiere a la naturaleza del proceso por el cual, si los compañeros de transacción no son miembros de una relación soli~ daria, se establecen los términos de la disposición y se alcanza el acuerdo. Aquí el problema reside en la actuación del ego (que desempeña la función ocupacional) frente al álter. ¿Habrá de pro~ P?~rcionar1e, principalmente, información". manipulando la situa­ClOn en la que el álter debe actuar, pero dejando que este tome todas las «decisiones,>? ¿O, por el contrario, intentará influir en las decisiones del álter, ayudándolo a ~<resolverse,> mediante la comunicación y las sanciones expresivas, es decir, produciendo al~ gunos de los elementos de una relación solidaria? En el primero de los problemas citados se torna relevante la variable-pauta de auto-orientación versus orientación a la colecti­vidad. Así, en la relación médico-paciente que hemos mencionado aunque en cierto sentido el primero está «vendiendo sus servicios>; al segundo -es decir, hay una transacción a través de la línea de dísposi;ión-, en otro sentido constituyen, juntos, una colectividad solIdarla, o sea un subsistema del sistema social; esta es en verdad ,?na condición fundamental del apoyo, que juega un papel tan 1mportante en el proceso psicoterapéutico. 26 En el caso de las relaciones comerciales ordinatias de mercado, por otro lado, la auto-otientación está institucionalizada. Aquí es permisible (obli­gatorio, en realidad) hacer compras en las mejores condiciones,

26 Uno de los índices más claros de esta característica de la relación es el tabú. de «pasar. de un negocio a otro», es decir, las «negociaciones» de u~ ,paciente con diversos médico~ para obtener el mejor servido y las con­~lC!OneS m~s favorables, Un pat;lente es o no es un miembro de la colec­ttvldad deSignada como «el paciente del Dr. X». Debe aceptar las obliga­ciones de esa pertenencia, o «renunciar».

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sujetándose tan solo a las restricciones regulativas de las «reglas del juego»; también lo es hacer la tentativa de «ganar» contra el compañero de intercambio en un conflicto de intereses dentro de los limites de la acción legítima o de las reglas de eq~idad. Pero en el caso de orientación a la colectividad incluso esa gama de p~l'misividad sería estrictamente tabú. Di~ho de un modo algo d,lf;rente, en el caso de orientación a la colectividad, quienes se srtú.a? a ambos lados de la línea de disposición están sujetos a un. SIstema de valores comunes pl'escriptivo, no meramente regu­latIVO, con respecto a la materia específica de su relación. En el caso de auto-orientación no sucede lo propio: son libres de buscar sus propias metas. El segundo problema se refiere a la naturaleza del proceso, sea en el caso de auto-orientación o en el de orientación a la colec~ tividad, por el cual el ego juega un papel en la producción de las decisiones del álter a través de la Hnea de disposición. Hemos llamado, en un sentido especial, «impersonah> al primer tipo, aquel en el que el ego se limita -o da ptimacía~ a proporcionar información y manipular los objetos situacionales. (Esto corres­ponde al mercado competitivo e impersonal de la temía econó~ mica.) Al segundo tipo, en el que el ego intenta influir en las decisiones del álter merced al manejo del equilibrio de su sistema motivacionalJ 10 hemos llamado «relaciones humanas» también en un sentido especial. Aun cuando en la práctica ~xiste una gradación continua de matices, uno de los campos más conspicuos del tipo de «relaciones humanas» es el del arte de vender. Diremos algunas palabras para ilustral' la dinámica de este pro­blema. A 10 largo de nuestro análisis, hemos visto que la comuni~ cación expresiva está íntimamente ligada con los problemas inte­grativos del sistema de acción. En un contexto donde pl'edomina la auto-orientación, las relaciones comerciales tienden a pasar poco a poco del área de impersonalidad a la de relaciones humanas, creando problemas de ajuste particularmente difíciles. La capaci­dad para inf~uir sobre las decisiones del álter, y la necesidad de hacerlo, SUSC1!an agudamente un interrogante sobre las intencio~ nes del ego hacia el álter: ¿está tratando de fomentar el bienestar genuino de este último, o está tratando de explotarlo? 27

27 Esta. es una. situación de tensión, en la que el vendedor experimenta la tendenCla a oscilar entre una amigabilidad efusiva, que solo un cínico lla­mada una «<;ro~le cara», y una rigidez en el regateo. Esto parece ser uno de los focos prmcIpales de 10 que Merton llamó «seudo·Gcmeinschaft), en la s~dedad nortea~nericana. Sin embargo, en el caso del psiquiatra, que ma­ntpula las relacI0!leS hUf!lanas a un nivel mucho más profundo, es menos p,robable que su.qa el mIsmo orden de problemas, a causa de que la rela­ción con su paCIente está institucionalizada según una pauta de orientación a la colectividad. Lo mismo se cumple para un maestro de la escuela ele­mental que manipula 'el equilibrio del sistema motivacional del niño dentro de un contexto orientado a la colectividad.

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Las distinciones anteriores versan sobre la diferencia entre la ·fun­d6n ocupacional primaria y los tipos de orientaci6n a través de l. linea de disposici6n, Queda aún la cuesti6n del vinculo que existe entre el rol del individuo y la estructura de la colectividad' de la cual es parte, donde no está solo en relación con la estruc­tura del mercado, sino que es miembro de una organización «de producción», Por lo menos uno de los componentes importantes de su rol ocupacional se deducirá del hecho de q'7e su organización .mi~a es un subsistema del subsistema ocupaclOnal. Como organIZaCIÓn ocupacional, dará l?ro~inencia a l~s funciones adaptativas ~e la organización. Una IglesIa, en cambIo, con un problema funCIonal distinto, tendrá una estructura de roles diferente de la de una firma comercial o de la de un laboratorio científico, en otra parte del subsistema cultural .

. Cada uno de los subsistemas principales está concentrado de ma­nera diversa en alguna tarea sistémica, o en algunos aspectos de una o más tareas sistémicas. El subsistema político está concentra­do en buena medida, en la integración interna del sistema sobre un' tenitodo definido, y la mayoría de sus actividades más dife­renciadas provienen de su orientación a esa función sistémica. El subsistema cultural está concentrado diferencialmente en la cons­trucción de pautas de orientaciones cognitivas de diversos grados de generalidad (ciencia, información) y ~ri la creación o reforI?u­lación de pautas de orientación expresivo-lOtegrativa (arte, mÚSIca, ética), Excepto en el caso de ciertos roles marginales (y exclu­yendo por supuesto, los roles adaptativos dentro del subsistema cultur~l), los roles culturales rara vez se dirigen al cumplimiento de funciones sistémicas adaptativas o instrumentales.28

Dado que la primacía de función, del subdstema ocup,acional reside en el desempeño adaptativo unlversalísucamente orIentado de la organización misma además de las funciones técnicas dentro de la organización, las 'más importantes son l¡ls que están centradas en la responsabilidad por la conducción de los asuntos de la orga­nización como tal -es decir, las que están centradas en la respon·

28 Las pautas generalizadas de orientación cognitiva, que. se producen en el sistema cultural, aun cuando a menudo puedan estar artIculadas en rol;s adaptativos dentro del sistema ocupacional, no. se producen por lo co~un en la prosecución de las ac~ivída~es que consh~uyen los roles adaptatIvos. Los productores de estas OrIentaCIones desempenan, en. el curso de ~u 0:u­pación de roles en el subsistema cultural, algu;nas funclOnes adaptativas .~­cidentales menores, pero esto es algo secundarlO con respect~ a su funcIon primaria. Las habilida~es que desar:ollan allí s.ueIen. ser aplic~bles, a roles adaptativos en el subSIstema ocupaCIOnal y en el rol lflter·subslstémlco. Los traslados de personal no son ní imposibles ni poco frecuentes. En realidad, algunos de los subsistemas (las !-ln!versidades) comunican y crean para algunos de sus miembros el cono~1IDlento (en u~a forma gen~ral) que los capacita para llenar roles adaptatIVOS en el subs!stema ocupacional y roler con funciones adaptativas en el subsistema poHtJco.

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sabilidad por el logro de la meta sistémica-o La diferencia~ión primaria dentro de la organización se da entre aquellos roles OrIen­tados a funciones técnicamente específicas, que incluyen s.obre todo la manipulaci6n de recursos, y aquellos orientados a l~ res­ponsabilidad difusa de la organización o de las sub-organizaCIOnes dentro de ella. También son posibles sub-diferenciaciones adiciona· les con referencia al sistema de recompensas y al manejo de ten­siones; pero con referencia a este tipo de colectividad, el eje prin­cipal de la diferenciación interna de roles distingue entre los roles técnicos y los ejecutivos, Aquí la especificidad y la difusividad de la responsabilidad se destacan, respectivamente, como criterio de diferenciaci6n. Existe una segunda distinción conceptual pertinente al tratar con colectividades como unidades «productoras}): la distinción entre roles «internos~> y representativos -o componentes de 1'01-. El rol interno es ese aspecto del 1'01 total en el q~le el ego está actuando frente a otros miembl'Os de la organización, en tanto que el rol representativo es aquel en el cual actúa en favor. de la organización frente a los no miembros. Los roles internos en las organizaciones siempre están orientados a la colectividad; suponen lealtad a la organización dentro de límites definidos, y la alterna­tiva de cooperación o dimisión. Esto último, por ejemplo, es un rasgo fundamental de la conservación de un empleo, y por lo tanto, de la organización de incentivos para el trabajo, y de la ins­titucionalización de la autoridad en organizaciones económicas u ocupacionales. En los roles representativos, en cambio, la orientación al álter puede ser auto-orientada u orientada a la colectividad, según la referencia sistémica. Podría estar auto·orientada hacia el álter, pero el ego, no obstante, debe actual' dentro de las obligaciones defi­nidas por su vínculo con la colectividad que representa. Esto explica en parte lo que para algunos parece una paradoja: que pueda existir una obligación positiva a perseguir el «auto-interés}>. Es menester distinguir, pues, los dos contextos en los cuales debe analizarse el rol. Así, el tesorero de una universidad está sin duda comprometido, como cualquier otro funcionario de una organiza­ción, a fomentar el bienestar de la misma, obligación realzada tal vez en este caso por tratarse de una organización no lucrativa. Pero en las operaciones que lleva a cabo en el mercado de valores está sin duda, en un rol representativo, orientado al «beneficio», que se define por 10 común en términos de auto-interés. En este caso, el «sí mismo» relevante no es él como personalidad sino la colectividad a la que representa. No está obligado a promover los intereses de aquellos a quienes compra valores en el mismo sentido en que lo está a promover los de la universidad. Aclaremos que este distingo fundamental es enteramente independiente' del carácter de la organización. La naturaleza de la relación de un

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hombre casado con el mercado de trabajo es fundamentalmente similar cuando se la considera en términos de su rol representativo fren te a su familia. Por último, debemos agregar lo siguiente: el rol de un individuo en un subsistema como el ocupacional es inevitablemente, en sí mismo, un subsistema diferenciado~ diferenciado según los ~ismos principios en que lo están otros SIstemas. Lo que caracterlZamos como el tipo de rol describe la pauta principal de valor, y por lo tanto la obligación primaria de desempeño funcional y de especi­ficación de meta personal en este rol. Pero esto tiene el mismo orden de pl'imacía en su 1'01 (por ejemplo, el rol de un especialista técnico-), que 10 que definimos como la funci~n y, por ende, l.a pauta principal de valor del subsistema ocupacIonal en su totah~ dad. Pero en el caso de este último deben existir funciones subsi­diarias. Ello se -debe, en esencia, a que cualquier rol está inserto en lo que hemos llamAdo un «contexto relacional» (El sistema social, capítulo 3). Incluso el técnico más esp~cializado de?e, e~ ciertos momentos tratar con los demás en lo atlllente a la diSPOSi­

ción de sus servici~s y a la obtención de recursos, y, en general, debe mantener relaciones cooperativas con algunos de ellos. En ciertos momentos debe estar orientado a los problemas de gratificación­meta de los otros, a las consideraciones de solidaridad con ellos, y a sus problemas de manejo de tensión. Puede gobernar bien o mal estos aspectos de su rol, pero le es imposible evitar por entero quedar involucrado en ellos. Vimos que la estructura principal del sistema ocupacional de roles proviene de dos fuentes. La primera es la aplicación de nuestro paradigma sistémico fundamental, con su distingo entre problemas sistémicos funcionales y problemas subsistémicos, tal como se lo usa en sus dos niveles elementales. La segunda es la repetición de esta aplicaci6n para una serie de referencias sistémicas entre~ lazadas. Puede ser útil recapitular la última serie. Partimos del sistema social norteamericano en su totalidad y ubicamos dentro de él, como subsistema, al sistema ocupacional. Luego distingui­mos dos tipos fundamentales de ori~ntaci6n para los roles ~cupa~ cionales; primero, hada la provisión- de 'I'ecursos a las umdades receptoras; segundo, hacia la provisión de objetos-r:compensa. Más adelante introduiimos una distinción sistémica adicional (que se entrecruzaba con' la anterior L relativa a la «linea de disposición», según que las relaciones que atraviesan esta línea fueran carac­terísticas de la pertenencia a un subsistema común, o solo fueran relaciones «ecológicas» con otro subsistema. Añadimos después la distinción del foco expresivo-integl'ativo o de «relaciones huma~ nas» en las relaciones con el álter, a diferencia del foco «imper­sonal», para abordar a continuación los problemas propios del caso en que el rol del individuo es parte de un subsistema colec~ tivo o de una organización. Por último, planteamos los interro~

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gantes que atañen a la diferenciación interna del rol del individuo, considerado en si mismo como un subsistema. La serie de distinciones a las que así a1"ribamos es inevitablemente compleja, aunque no en grado excesivo, sin consideramos la enor­me complejidad empírica del tema¡ y nos parece notable que se haya podido demostrar la posibilidad de reducir lo que sao.' a nuestro juicio, los problemas esenciales a un esquel11~ rel~tr,:a­mente simple, que puede derivarse sistemáticament; .sm nmgun supuesto ad hoc que no sea inherente al esquema teotlco ge~eral. Recordemos, en fin, que este esqu~~l1a de c1asifica~ión oc~?acl0nal se ha formulado en estrecha coneXlOn con el trabajO empUICO. Los criterios e indices se elaboraron en el curso de la clasificación de una muestra de ocupaciones, a partir de las designaciones dispo­nibles en los cuestionarios (las ocupaciones de los padres tal como fueron descriptas por alumnos de escuelas secundarias). A su vez el esquema se usó como base para obtener nuevos datos en un 'nivel más perfeccionado, a cuyo análisis se está procediendo en la actualidad, Puede resultar útil sintetizar ,este esquema clasificatorio.

El subsistema ocupacional

(Diferenciado de otros subsistemas de la sociedad por la primacía de las funciones adaptativas.)

Una unidad de este subsistema (rol del individuo o de la colecti­vidad) será clasificada, entonces, como:

I. Instrumental, si su producto primario para los otl'OS subsiste~ mas o unidades consiste en 10 que para ellos son medios. n. Expresivo, si su pl'Oducto primario consiste en recompensas para la unidad receptora.

Ya sea que su funci6n fuese instrumental o expresiva para la uni­dad receptora, un rol será clasificado como:

A. Específico, si su función para la colectividad de la cual es una unidad es primariamente adaptativa. B. Difuso, si su función para la colectividad está orientada prima­riamente hacia la responsabilidad por el logro de las metas sisté· micas y/o de la integración. (Esta distinción no se aplica si el producto relevante está producido por el rol de un individuo aislado,)

Sea instrumental o expresivo, específico o difuso, un rol será cla­sificado como:

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1. Impersonal, si los términos del intercambio se establecen pri­mariamente por la manipulación de la situación objetiva y el acce­so a la información del dI ter. 2. Orientado a las relaciones humanas, si los términos del inter­cambio se establecen primariamente «persuadiendo» al álter me~ diante una influencia en sus actitudes.

Finalmente, cualquiera que sea su clasificación en los aspectos an­teriores, un rol será clasificado como:

a. Orientado a la colectividad, si, a través de la línea de intercam­bio, el ego y el álter pertenecen en los aspectos relevantes a una colectividad solidaria. b. Auto-orientado, si su relación solo es «ecológica» y la persecu­ción del auto-interés está limitada únicamente por normas regu­lativas.

La familia

Para el análisis estructural, la familia presenta una serie de pro­blemas muy diferentes de los del sistema ocupacional. Esto es particularmente cierto en la moderna familia urbana de Estados Unidos, sobre la cual deseamos hablar en especial, a causa del alto grado de diferenciación estructural general de la sociedad de este país. Mientras que nuestra estructura ocupacional forma u-?a r~~ inmensamente elaborada de roles muy diferenciados, la dltecclOn del desarrollo del parentesco en nuestra sociedad fue en cierto sentido, de «de-diferenciación»: las relaciones de parent~sco «extendido», como se las denomina a ve~es, se atenuaron cada vez más y dejaron un residuo de unidades familiares conyugales rela­tivamente aisladas, con relaciones de parentesco relativamente va~ gas entre sí, al par que muchas funciones se transferían de la familia a otros órganos. Además, en términos de estructura «bruta» -es decir, de mIes familiares totales de sus miembros- estas unidades conyugales son simples al máximo; por supuesto, las b~.ses principales de diferenciación son la generación (padres e hiJos) y el sexo (marido y mujer, hijos e hijas). Algunos dirían que incluso estas bases son biológicas, de modo que, sociológica­mente considerada, la familia solo es una colección de «persona­lidades interactuantes», y de ninguna manera un verdadem sistema social. En realidad, creemos que estos rasgos distintivos de la familia como subsistema de la sociedad guardan conexión más íntima con sus f~nciones para la personalidad y los vínculos especiales que mantlene con ella; pero esto, lejos de negar la importancia de su carácter como sistema social, ofrece un ejemplo particularmente

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crucial de la fecundidad del análisis al nivel del sistema social, incluyendo el aspecto estructural, que es el núcleo de nuestra atenci6n actual. Observemos, para comenzar, que la reunión de ciertas necesidades de sus personalidades constituyentes representa una de las clases fundamentales de prerrequisitos funcionales para el funcionamiento estable de cualquier sociedad como sistema. Estos prerrequisitos, a su vez, corresponden a las dos clases básicas de la «estabiliza­cióm> de la personalidad adulta en sus relaciones con el desempeño de rol, y el pmceso de socialización merced al cual el niño llega a integrarse al sistema social y puede así, oportunamente, asumir un complejo adulto normal de roles. La coincidencia de esta doble significación funcional, en relación con las personalidades y en tanto esencial a las sociedades, es 10 que constituye el púnto pri­mario de referencia para el análisis de la familia. La familia urbana norteamericana es un ejemplo particularmente útil para nuestros prop6sitos, sobre todo a causa de que su diferenciación funcional de otms subsistemas en esta dirección, así corno en otras, ha ido más lejos en el sistema social norteamericano que en la mayoría de las otras sociedades. Podemos enfocar el problema desde un punto de referencia dis­tinto, señalando que, en comparación con otros tipos familiares, nuestra familia parece experimentar, en sentido directo, una par­ticular «carencia de funciones». Como unidad, sus contribuciones a la «producción económica) de la sociedad no son muy significa­tivas; tampoco acepta responsabilidad política, aunque sus miem­bros, «como individuos), puedan hacerlo, ni desempeña muchas funciones integrativas para el sistema. A partir de ello cabe inferir que sus funciones con respecto a la sociedad más amplia son prin­cipalmente latentes -a través de su influencia indirecta sobre otros subsistemas que sí desempeñan estas funciones-o Dado que la familia conyugal es tan pequeña que apenas puede ser diferen­ciada en pocos roles, los sistemas en favor de los cuales se des~ empeñan estas funciones directamente deben ser, en gran medida, las personalidades de los miembros. Por su conducto se ejerce esa influencia en otros subsistemas de la sociedad, en los que tales individuos tienen roles. Si esto resulta especialmente cierto en nuestra sociedad, ello es debido al grado inusualmente alto de antinomia de los roles extra­familiares de los miembros de la familia, a diferencia de los roles representativos; es decir, el status en el sistema de interacción re­levante es variable, con independencia del status del individuo en la familia o del status de la familia. Sin embargo, debemos con­c.eder que esto no es sino una parte del cuadro. Hay otros subsiste­mas del sistema social de los cuales la familia conyugal, como unidad, es directamente y en sí misma una unidad. Estos son los que Parsons (El sistema social, capItulo 5) llam6 «solidaridades

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difusas» de parentesco (más allá de la familia conyugal), comu­nidad, grupo étnico y clase. En la estructura típica ideal de nues­tra sociedad, los más importantes son la comunidad y la clase, aunque, por supuesto, no puede descuidarse a los otros dos. La relación entre estas solidaridades difusas en las cuales la familia está inserta, y el predominio de los roles repl'esentativos por parte de sus miembros, es bastante elata. Además, podemos decir que en la medida en que estas estructuras tienen el carácter de sistemas compuestos por familias conyugales como unidades, estas últimas tenderán a cumplir funciones adicionales, aparte de las latentes, con relación a las primeras. En otras palabras, puede considerarse a la latencia de la función familiar corno índice aptoximado de la importancia relativamente secundaria de estas solidatldades difusas en nuestra sociedad. Antes de analizar el vínculo entre la estructura interna de roles de la familia y los roles extrafamiliares de sus miembros) es pre~ ciso decir unas pocas palabras más sobre la significación de la latencia de la función familiar. Si estamos en lo cierto acerca de este desplazamiento de la significación funcional primaria de la familia hacia los sistemas de personalidad, esto nos ofrece un va­lioso punto de partida para el tipo de análisis de estructura en el que estamos interesados. El punto i:r:nportante es q.ue el rol de! miembro individual en el sistema familiar debe conSIderarse en SI

mismo como un subsistema del sistema de personalidad del miem­brio de la familia. Por 10 tanto, debe haber relaciones sistemáticas entre las bases de diferenciación estructura! de los roles en la familia y la diferenciación estructural de los tipos de personali­dad, en la medida en que estos revistan importancia para el sis­tema social. Ello es particularmente evidente en vista de la tras­cendencia de la familia como agente de socialización. Intentaremos continuar a la brevedad con este tema, pero todavía debemos señalar otro punto de partida; La familia, en nuestro tipo de sociedad, es un subsistema sun:amente ~iferenciado) en cuanto al tipo estructural, de otros subSIstemas. SI estamos en 10 cierto esto tiene funciones peculiarmente importantes para la perso~alidad; por 10 tanto, estas deben estar asociadas con sus rasgos especiales en tanto subsistema diferenciado, los cuales, como hemos visto, se centran precisamente en su «laten~ia». De­jando de lado la función de socialización, podemos deCIr que la latencia se centra en el «mantenimiento de pautas» y en el «ma­nejo de tensiones» -repitiendo la caracter?:ación de la !as~ .de latencia que diéramos antes. En consecuenCIa, por los prInCIpIOS de diferenciación estructural delineados con anterioridad en esta sección la meta subsistemática primaria de la familia debe ser la facilita~ión de este mantenimiento de pautas y manejo de tensio­nes de sus miembros como personalidades. Esto nos suministra inmediatamente la base para caracterizar el

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tipo dominante de norma subsis~émica para ~a familia; es el tipo «adscdptivm>, con las combinaCIOnes ele varIables-pa.utas de cua­lidad, neutralidad, universalismo y dHusividad o, dicho de otra manera los valores primarios de desempeño son de la pauta nds­cdptiv;-cualitntiva, y los valores primarios de sanción, los de estima. . l Esencialmente, 10 que afirmamos con esto es que el foco sus~an.cla del sistema familiar es, con respecto a los otros) el adscl'1pt1vO­expresivo. El individuo es tratado en términos de status, prImero como un miembro de la familia y segundo en términos de las pautas de cualidad difusa de su «personalidad social», de la .cual la edad y el sexo son los focos primarios. Además, en todos. estos aspectos tiene significación suprema lo que podemos llam~l: SImbo­lismo de estilo de vida. Parte de esto se centra en la fa mIlla como totalidad, tal como se pone de manifiesto en el cal'ácter de la casa, su ubicación, los objetos alojados en ella y las pautas comunes de vida de los miembros. Otra parte está difel'enciada por el rol con respecto a la vestimenta, las costumbres) etcétera. Pero esta función de latencia de la familia nos da solo la base para el análisis de la relaci~n que vincul~ a s~ .. es tructura con su.s funciones para la personabdad. A contlOuaClOll debe~1os conSI­derar el hecho de que la familia tiene, en sí misma, CIertos ~ro­blemas funcionales como sistema, y estos tienen que ser articu­lados con los sistemas de personalidad de los miembros ~n ot-:o.s roles aparte de los familiares. Este problema está bien eJe~phft­cado, en especial, pm el 1'01 del marido-padre en nuestro SIstema familiar. La adaptación exitosa de la familia como sistema depepd.e, sobre todo; de la disponibilidad de recursos para el mant;mmlento ?e sus pautas de estilo de vida que, en nuestra economla monetarIa, significa un ingreso adecuado. La fuente primaria, por supuesto, es el rol ocupacional del hombre adulto. Además, este rol es, por su status de prestigio, un símbolo importante en sí mism~ del «estilo» de la familia, es decir, de su «posición» en la comu~lda~. Sin duda, en nuestra sociedad ningún índice de status comumtal'lO de la familia puede ignorar la ocupación del padre como uno de sus componentes principales. A causa de la importancia crucial de esta función adaptativa para la familia como sistema ~~lparte de las funciones dE; I~s roles ocupacionales para otros sistemas- en general puede consl~lerarse al marido-padre como el principal «líder de tareas» del SIstema. A este respecto, es significativo que a los niños inma~uro~ se .los descalifique en buena medida para efectuar una contl'lbUClÓn lm~ portante en esta esfera. . .. La composición y tamaño reducido de la familia conyugal slgl1lf~ca que solo existe una posibilidad de diferenciación de un rol prlO­dpal con respecto a este eje, a sabel': el de la esposa-madre. Hay

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dos aspectos primarios en esta diferenciación. El primero es que los compromisos del marido-padre fuera del drculo familiar de interacción -una parte importante del cual tiene funciones para l. familia- le impiden tomar ciertas responsabilidades dentro del círculo, y en especial, naturalmente, el cuidado de los niños. El segundo reside en que una condición primaria para satisfacer la meta sistemática de la familia como sistema es el manejo hábil de los problemas emocionales de los miembros; existe por lo tanto una necesidad peculiarmente urgente en el área socioemo~ cional, con especial referencia a la integración sistemática, al ma~ nejo de las tensiones y al pautaje del estilo, es decir, al simbolismo expresivo. Este es, obviamente, el foco primario tradicional del rol femenino. Podemos decir así que la principal división del trabajo es la que tiene lugar entre la responsabilidad para la familia en el sentido adaptativo, y la responsabilidad dentro de la familia. Esta diferen­ciación estructural interna tiene, bien a las claras, gran semejanza con la encontrada por Bales (sin la diferenciación biológica por sexo) en los pequeños grupos entre el líder de tareas y la «estre~ 11a sociométrica}>. También tiene mucho que ver con la diferen~ ciación de los roles sexuales en sus sectores extrafamilíares, En nuestra sociedad, el sistema ocupacional y el anclaje del individuo en dicho sistema exige a todas luces un alto grado de autonomía de su rol ocupacional con respecto al familiar. Esto se fortalece por el hecho de que la familia depende de él en las conexiones adaptativas. Por otro lado, la mayor absorción de la personalidad de la mujer en la familia hace más difícil para ella desarrollar roles autónomos en grado comparable al de su marido. Este hecho, a su vez, está estrechamente conectado. con su mayor énfasis en el simbolismo de estilo de cualidad; por ejemplo, en el vestido y la apariencia personal, y su tendencia a cumplir roles representativos en favor de su familia, Con respecto al simbolismo de estilo y a los ajustes integrativos de unidad a unidad, el rol femenino es, en nuestra sociedad, el foco primarió de las solidaridades difusas en las cuales está la familia conyugaL principalmente involucrada --en especial, la comunidad y la clase-o Lo anterior es un simple bosquejo de algunas consideraciones sobre la estructura de roles de la familia norteamericana urbana, tanto en su aspecto interno como en su articulación con el resto de la estructura social y con la personalidad, Entre muchos tó~ picos de gran interés, hace abstracción sobre todo, casi por entero, de la variabilidad del tipo, limitándose a una simple caracterÍza­ción típica ideal sumamente esquemática, y deja de considerar por completo los importantísimos problemas de la socialización. A es­tas dos áreas de problemas se les ha prestado notable atención en la investigación sobre movilidad social mencionada anteriormente, y esperamos que en publicaciones posteriores sobre esa cuestión

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1\

~.

se elabore un análisis bastante más avanzado de las mismas. El propósito de esta síntesis fue tan solo ejemplificar el uso de nuestro esquema conceptual en el análisis de la estructura social, en un campo cercano a la dinámica motivacional del proceso social y radicalmente diferente del de la estructura ocupacional.

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Indice

7 Prólogo

11 1. El su perego y la teoría de los sistemas sociales, Talcoft ParS011S

28 2 . .La teol'Ía del simbolismo en relación con la ac­ción, Talcoft ParS011S

55 Apéndice

59 3. Las dimensiones del espacio-acción, Taleott Par­SOl1S y Robert F. Bales

59 I 66 II 81 III 94 IV 97 V

100 VI

104 4. El problema del equilibrio en pequeños grupos, Robert F. Bales

104 Método 105 Condiciones de la observaci6n 108 El perfil de actividad y e! problema de! equilibrio 112 Tendencias de actos-a-actos y e! problema de! equilibrio 119 La matriz quién-a-quién y el problema del equilibrio 125 :Modelo estadístico para explorar el problema del equi-

librio en la matriz 126 Modelo T, 128 Reglas de Orden para T, 132 El movimiento de fases y el pl'oblema del equilibrio 135 Los cambios en la estructura de roles y el problema del

equilibdo

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153 5. El movimiento de fases en relación con la mo­tivación, la formación de simbolos y la estructura de roles, T aleott Parso11s, Robe,.t F. Bales y Ed­waul A. Shils

153 I. Introducción 155 Orientaciones principales hacia los pi'oblemas 162 II. El sistema como punto de refel'encia 168 III. Relación de las fases con las variables.pautas 179 IV. Relación de las fases con las categorías de, interacción 191 V. El control notmatívo del movimiento de fases 196 VI. Insumo y producto, y las relaciones entre la moti-

vación y la formación de símbolos 196 Consideraciones generales sobre la motivación 203 Consideraciones generales sobre el insumo y el producto 205 La economía de insumo-producto de la energía

motivacional 207 Cualidades y relaciones de los obietos 209 Desempeño y aprendizaje como procesos sistémicos 216 Otra vez las variables-pautas 218 Los slmbolos como objetos sitaacionales 220 ,VII. El proceso equilibrante y los mecanismos de control

social 233 VIII. Diferendad6n de la estructura de roles 238 Diferenciación de roles y especificación de metas 242 El sistema ocupacional 252 La familia

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