Para Que Sirve La Sociologia-Bernard Lahire

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"¿Para qué sirve la sociología?" La pregunta es a un tiempo ingenua y provocadora. ¿Debe necesariamente servir para algo la sociología? 0, para decirlo de otro modo, ¿para qué no debe servir? Y si la sociología debe tener una utilidad, écuál debe ser su naturaleza? é.Polltlca, es decir el sociólogo-experto, el sociólogo-consejero del príncipe, el sociólogo al servicio de las luchas de los dominados? aerapéutica, donde la sociología actúe como un socioanálisis capaz de disminuir el sufrimiento gracias a la comprensión del universo social? ¿Cognoscitiva, que conside- re la sociología un saber que no tiene otro objetivo que el de ser lo más científica posible? Los autores de esta obra, convocados por Bernard Lahire, aceptaron enfrentarse a este conjunto de interrogantes. En el momento en que la clase dominante denuncia, en ocasiones, el , ' presunto "socioloqisrno" de la teoría, sobre todo en materia de seguridad y control social, la realidad pone al descubierto que la sociología es una disciplina académica menos "legítima" que otras, una ciencia particularmente expuesta a las demandas de justificación y al cuestionamiento de sus resultados. Pero si la situación social, académica y cognoscitiva, tan sin- gular de la sociología, la convierte en blanco de las críticas, al mismo tiempo las exigencias de reflexividad y provecho pueden revelarse altamente productivas. ,'-y -- :.PAkA.QUE SiRVE LA SDCrüLOGI~? 3i 1 5/2ül1 't7HQd7i22 f )50i SOCIGuJGíA 85 160. OO~} J 00 , \ ¿PARA QUÉ SIRVE LA SOCIOLOGíA? Bernard Lahire (dir.) siglo veintiuno editores

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"¿Para qué sirve la sociología?" La pregunta es a un tiempo

ingenua y provocadora. ¿Debe necesariamente servir para algo

la sociología? 0, para decirlo de otro modo, ¿para qué no debe

servir? Y si la sociología debe tener una utilidad, écuál debe ser

su naturaleza? é.Polltlca, es decir el sociólogo-experto, el

sociólogo-consejero del príncipe, el sociólogo al servicio de las

luchas de los dominados? aerapéutica, donde la sociología actúe

como un socioanálisis capaz de disminuir el sufrimiento gracias

a la comprensión del universo social? ¿Cognoscitiva, que conside-

re la sociología un saber que no tiene otro objetivo que el de ser

lo más científica posible?

Los autores de esta obra, convocados por Bernard Lahire,

aceptaron enfrentarse a este conjunto de interrogantes. En el

momento en que la clase dominante denuncia, en ocasiones, el , '

presunto "socioloqisrno" de la teoría, sobre todo en materia de

seguridad y control social, la realidad pone al descubierto que la

sociología es una disciplina académica menos "legítima" que

otras, una ciencia particularmente expuesta a las demandas de

justificación y al cuestionamiento de sus resultados.

Pero si la situación social, académica y cognoscitiva, tan sin-

gular de la sociología, la convierte en blanco de las críticas, al

mismo tiempo las exigencias de reflexividad y provecho pueden

revelarse altamente productivas.

,'-y --

:.PAkA.QUE SiRVE LA SDCrüLOGI~?3i1 5/2ül1

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¿PARA QUÉ SIRVELA SOCIOLOGíA?

•Bernard Lahire

(dir.)

siglo veintiuno editores

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¿PARA QUÉ SIRVELA SOCIOLOGÍA?

dirigido porBernard Lahire

I

I

sigloveintiunoeditores

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Traducción deVÍCTOR GOLDSTEIN

Siglo veintiuno editores Argentina s.a.TUCUMÁN 1621 7" N (C10SOAAG), BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA

Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.CERRO DEL AGUA 248, DELEGACiÓN COYOACÁN, 04310, MÉXICO, D. F.

Siglo veintiuno de España editores, s.a.CIMENÉNDEZ PIDAL, 3 BIS (28036) MADRID

Cet ouorage, publié dans le cadre du Programme d'Aidea la Publicalion Vicloria Ocampo, bénéficie du soutien.du Ministére des Affaires Etrangéres el du Service Culturelde l'Ambassade de France en Argentine,

Esta obra, publicada en el marco del Programa de Ayudaa la Edición Victoria Ocampo, ha sido beneficiada con el apoyodel Ministerio de Asuntos Extranjeros y del Servicio Culturalde la Embajada de Francia en la Argentina.

ISBN 987-1220-50-2

Lahire, Bernard¿Para qué sirve la sociología? - la ed. - Buenos Aires:

Siglo XXI Editores Argentina, 2006.208 p. ; 21x14 cm, (Sociología y política)

l. Sociología. 1. TítuloCDD 301

ISBN-lO: 987-1220-50-2ISBN-13: 978-987-1220-50-2

Título original: A quoi sert la sociologie?© Éditions La Découverte, 2002, 2004

"'ortada: Peter Tjebbes

©2006, Siglo XXI Editores Argentina S. A.

Hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en Argentina - Made in Argentina

Impreso en Artes Gráficas DelsurAlte. Solier 2450, Avellaneda,en el mes de julio de 2006

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Índice

Prólogo: Tres notas sobre el para quépor Lucas Rubinich 9

Introducciónpor Bernard Lahire 23

l. La sociología, forma particular de concienciapor Francois de Singly 31

2. Utilidad: entre sociología experimental y sociología socialpor Bernard Lahire 63

3. La sociología y la respuesta a la demanda socialpor Robert Castel 89

4. Por un examen reposado de los hechos de sociedadpor Louis Quéré 10 1

5. Las tentativas de profesionalización de los estudiosde sociología: un balance prospectivopor Claude Dubar 117

6. Sociología, experticia y crítica socialpor Claude Grignon 141

7. Sociología y postura críticapor Danilo Martuccelli 157

8. Ciencias, sociología, política: ¿quién peritará a los peritos?por Samuel Johsua 175

9. Sociología y compromiso: nuevas pistas episternológicasdespués de 1995por Philippe Corcuff 195

rólogo:res notas sobre el para qué

por Lucas Rubinich*

La pregunta que organiza este libro se puede abordar intentan-lo múltiples respuestas, que quizás en todos los casos estén teñidas,un que con distinta intensidad, por dos elementos significativos. El

primero es el discutido estatus científico de las llamadas ciencias blan-as, la cercanía y parentesco de la sociología con las humanísticas; yl segundo, relativo a la participación de la sociología (más allá de las

V luntades de los actores concretos) en las luchas por la imposiciónde visiones del mundo, lo que la implica potencialmente con la polí-tica. El primero tiene una particular fuerza en las reflexiones de algu-nos de los modernos padres fundadores, como Durkheim y Weber,ue reivindicaron y normativizaron -como corresponde a los gestos

fundacionales- una autonomía que ya comenzaba a gozarse en elmundo académico occidental moderno de fines del siglo XIX y prin-ipios del xx. Se realizaban principios ideológicos que manifestaban

la necesaria separación del mundo del saber, de los poderes políticos,r ligiosos y económicos. Antes que ellos Karl Marx dejaba planteadasuestiones centrales para el corpus de la teoría social moderna en un

e: ntexto que, a la par que posibilitaba reivindicar el conocimiento.ientífico y su autonomía frente a esos poderes, habilitaba una cien-'ia social que buscaba lograr (y que efectivamente conseguiría) efec-l s políticos y culturales bastante inmediatos.

* Lucas Rubinich es sociólogo y director de la carrera de Sociología de la Uni-v rsidad de Buenos Aires.

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-

10 LUCAS RUBINICH

La pregunta "¿Para qué sirve la sociología?" tiene una respuestacontundente y sólida en esos gestos fundacionales donde se herma-nan los dos elementos mencionados. No se duda en la segunda mitad.del siglo XIX y en las primeras décadas del xx de la utilidad social delos productos generados por la ciencia. Los gestos fundacionales quele dieron el estatus científico a la ciencia social de hecho la habilita-ron como una actividad útil para el progreso de la sociedad. En Amé-rica Latina, aunque se hayan producido intentos asociados a preocu-paciones iluministas de algunos gobiernos en los umbrales del siglo xx,la sociología va a existir realmente en términos institucionales luegode la segunda posguerra. Ydesde ese nacimiento institucional estaráligada -específicamente desde la segunda mitad de la década del 50en adelante- a diferentes propuestas de cambio, quizá con muchamayor fuerza y transparencia que en otros espacios nacionales de loscentros académicos. Con distintos sentidos políticos, con distintospromotores e influencias, tendrá hasta el presente una implicación(en algunos casos sólo como parte de un proyecto y en otros reali-zándolo) en procesos de cambio social y político.

Es pertinente plantear que esa pregunta, más allá de los momen-tos fundacionales en los que se hace necesario reafirmar una identi-dad en germen, no se formula reflexivamente dentro de la comuni-dad de sociólogos de manera azarosa en cualquier momento de sucorta vigencia. Existen elementos que rondan por cada comunidadnacional, regional, o que se extienden por toda la comunidad interna-cional, que activan esa pregunta en determinadas situaciones o la sus-penden en otras. Por supuesto que al tratarse de una disciplina conmenor grado de legitimación que las ciencias duras, puede haberinterrogantes, todavía en estos tiempos, sobre el estatus científico dela sociología e, implícitamente, sobre su utilidad científica. Aunque,a decir verdad, si eso puede aparecer eventualmente, quizá bajo laforma de un murmullo de pasillo, no se presenta como descalifica-ciones formales y argumentadas desde el propio espacio científico.Hay sí pertinentes reflexiones sobre su singularidad.'

1 En su conocido libro La estructura de las revoluciones científicas Thomas Khun for-mula el siguiente comentario que supone un reconocimiento legitimador a la par quela aceptación de una especificidad: "El haber pasado un año en el seno de una comu-

TRES NOTAS SOBRE EL PARA QUÉ 11

Desde ya que esa pregunta fue formulada con mucha fuerza ycuriosidad por sectores medios del mundo urbano occidental, cuan-do esa disciplina comenzaba a legitimarse cada vez más en el mundoacadémico y se institucionalizaban espacios de formación en las uni-versidades, sobre todo a partir de la segunda posguerra mundial enel siglo xx. Al formular esa pregunta, esos sectores medios sustenta-ban su ignorancia, en la comparación con profesiones liberales cono-cidas (las que tenían cerca), más que con otras disciplinas científicas,de las que tampoco poseían demasiada información. La preguntaconcreta que se esgrime es si esta especialidad adquiere forma de pro-fesión liberal y qué supone; y por supuesto, también puede ser for-mulada por estudiantes iniciales de la disciplina. Peroesa inquietudse relaciona con la capacidad de difusión pública de la actividad, nocon las preocupaciones que en este libro interesan, que son las quese pueden plantear desde el propio espacio académico, porque supo-nen además de cuestiones referidas a la política y ética científica yprofesional, a la propia definición de la disciplina.

lI.

En verdad, el interrogante --quizá como todas las cuestiones pen-adas por la sociología para volver comprensibles sus sentidos-e- es

posible de imaginar sólo si se lo formula en relación con un contex-

nldad formada en su mayoría por científicos sociales me enfrentó con problemas queno había anticipado y que se referían a las diferencias que existen entre tales comuni-ti, des y las de los científicos naturales entre las que fui educado. Sobre todo, me sor-prendió el número de desacuerdos abiertos, así como su alcance, en torno a la natu-Ialeza de los problemas y métodos científicos legítimos. Tanto la historia como el tratofl rsonal me inclinaban a dudar de que quienes practican las ciencias naturales pose-y ran respuestas más firmes o permanentes a estas cuestiones que las de sus colegas en11 iencia social. No ob~tante y de algún modo, la práctica de la astronomía, la física,1, química o la biología dejan de evocar las controversias sobre lo fundamental queparecen endémicas entre, pongamos por caso, [...] los [...] sociólogos [Khun, 1971].

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12 'I'RES NOTAS SOBRE EL PARA QUÉ 13LUCAS RUBINICH

to determinado y con un período histórico determinado. Es perti-nente, no obstante, pensar en dos situaciones típicas e ideales quehabilitan con más fuerza esa pregunta en el propio campo de la socio-logía. La primera es cuando se producen luchas en el interior delcampo que pueden suponer replanteos de definiciones más o menossignificativas del estilo de producir conocimiento sociológico. En esasdefiniciones pueden estar incluidas, con estilos las más de las vecesambiguos, las maneras de explicar la utilidad social; pero no hay rela-ción evidente con actores exteriores al propio campo que motiven losinterrogantes. En general se discute, en un espacio de ciencia plural,sobre perspectivas que resultan para las posiciones en debate demayor o menor pertinencia científica, e implícitamente se acepta quesu utilidad estará directamente relacionada con su pertinencia o reco-nocimiento dentro de las tradiciones de ese mundo. La segunda escuando la preocupación de la disciplina por la cosa pública y lasexpectativas políticas de sectores del Estado o la sociedad se encuen-tran y producen una relación estrecha. Yes entonces cuando se plan-tea como cuestión central el papel político cultural de la disciplina.

En la primera situación está la presencia de la tradición que rei-vindica una fuerte autonomía, que no debería ser leída como com-partimentación. Porque a lo que se está atendiendo es a la relaciónmás o menos inmediata, más o menos directa con la sociedad, perosiempre a una relación. Cuando en uno de los extremos, el científi-co de cualquier disciplina dice que hacer ciencia sirve simplementepara hacer ciencia, está reafirmando la autonomía del modernocampo científico tensionada por distintos factores, y entonces actua-liza ingenua o reflexivamente una abarcadora tradición moderna quesupone una utilidad trascendente: se está produciendo conocimien-to de distinto tipo -aunque existan consecuencias no queridas de laacción- para el bien de la humanidad. Y no se preocupa por lasmediaciones que posibilitarán concretizar ese saber conquistado enbeneficios efectivos. Quizá si se observasen no sólo los dichos sinotambién los hechos (la práctica político-cultural) en que se implica-ron los grandes referentes de la sociología que pelearon por la auto-nomía científica y la identidad particular de la disciplina, no queda-rían demasiadas dudas acerca de que esa apuesta trascendente eratomada en serio. La reafirmación de la autonomía, en los casos en

que es manifiesta, no está dirigida a construir lo que las miradasmtiintelectuales llaman la torre de cristal indiferente al mundo, sinol evitar obstáculos que impidan obtener el mejor conocimiento. Yalflnal, eso que puede presentarse como fin en sí mismo no es otra cosaque el aislamiento relativo frente a la inmediatez mundana en fun-ión de objetivos trascendentes que son, sin duda, morales. De una

manera quizá más clara y amparada en su propia experiencia, Rob rt

astel sostiene algo similar en el presente volumen.La pregunta en el caso de este libro es, probablemente, el cm

ente de condiciones particulares en un determinado momento d 1ampo académico específico en el cual surge. Quizá su aparición nea extraña, como permiten observar explícitamente algunos de 1 ,

trabajos, a los reposicionamientos frente a la figura referente de Pierr .Bourdieu y a sus planteas de intervención pública. Tal vez esto impli-que también disputas complejas por procesar la capitalización de unaherencia. Si se formula en esta época, es porque el arco que va d laxclusiva reivindicación de la autonomía científica de El oficio del soció-

logo [Bourdieu, 1983] al agregado de la intervención político-culturaldirecta de La Miseria del mundo [Bourdieu, 1999] y también el conjun-to de acciones públicas registradas en Contrafuegos [Bourdieu, 1999),sostenida con coherencia argumental por Bourdieu, problematiza, squiera o no, el conjunto de ese campo académico-nacional que pos .influencia a nivel internacional. Se plantea la pregunta sobre los sig-nificados de una trayectoria de quien se constituyó en un referent dla sociología francesa y también de la comunidad sociológica interna-cional, y sobre la manera legítima para el propio campo de procesar-la y a la vez hacer posible alguna forma de apropiamiento simbólic .

En lo que respecta a América Latina, la utilidad de la sociolog aparece estar fuera de discusión en la práctica real de su vida institu-cional de los últimos cincuenta años. Por supuesto, si se es flexiblcon la noción de utilidad y se reconoce que, en distintos moment S,

diferentes perspectivas lograron que sirviese para algo important .Además, que bajo el predominio de un tipo de estilo y relación 11

el mundo de las sociedades concretas, otras miradas desde el int ri rdel propio espacio académico pudieron cuestionar esa utilidad. '¡se consideran los procesos más significativos de esas cinco décadas

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14 LUCAS RUBINICH

podría formular sin ambigüedades una respuesta: la sociología pro-movida por organismos internacionales, por el Estado o por gruposacadémico-intelectuales intervino en discusiones relevantes de la vidapública de esas sociedades. Pudo ser una herramienta que identifi-cara los obstáculos para el desarrollo de los países periféricos, o quediese cuenta de un desarrollo ligado a la dependencia; pudo pensarlas formas que adquiriría una revolución en la región y también enlos impedimentos que posibilitarían consolidar una democracia. Porúltimo, desde una situación de marcada heteronomía, pudo contri-buir a las transformaciones neoconservadoras de las políticas públi-cas, principalmente en las áreas de educación y acción social.

En sus primeros momentos de presencia institucional fuerte, enel contexto de derrota de los fascismos y de la lucha contra el comu-nismo que supuso la Guerra Fría, se crearon en América Latina, pro-movidas por organismos internacionales, instituciones que valori-zaban el papel de los científicos sociales en los diagnósticos queposibilitarían el crecimiento y el despegue de los países subdesarro-llados. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) será unade las más significativas,junto con otros organismos regionales encar-gados de formar y relacionar a los nuevos científicos sociales, ademásde fundaciones patrocinadoras de ese nuevo mundo académico. Lautilidad de las ciencias sociales entendidas como recursos que posi-bilitarían la puesta en marcha y ejecución de proyectos de desarrolloparecía ser el fundamento de esos proyectos regionales promovidospor organismos internacionales. La revolución cubana primero, laradicalización del catolicismo latinoamericano luego y, quizás ensimultáneo, el aggiornamiento del marxismo en algunos centros aca-démicos y culturales mundiales, fueron cambiando los significadospolíticos de esa intervención de la sociología en la vida pública. Aun-que, en verdad, se mantendría una concepción vinculada a los cam-bios sociales: en primer lugar, con el paso del subdesarrollo al desa-rrollo, y muy inmediatamente después, con la posibilidad de explicarcondiciones que facilitaran una revolución social.

Luego de la experiencia de dictaduras (que en casos conocidospracticaron terrorismo de Estado) y de la derrota de diferentes mo~-mientos político-militares que se habían extendido por el mundo lati-noamericano desde los años sesenta, sumadas a las crisis finales de los

TRES NOTAS SOBRE EL PARA QUÉ 15

socialismos reales de Europa del Este, se fueron generando debatesompatibles con los referidos a la crisis del marxismo en los centrosulturales europeos. Claro que magnificados por el fracaso de dife-

rentes experiencias revolucionarias en manos de Estados que pudie-ron practicar con inusitada contundencia acciones terroristas contralos grupos opositores y el conjunto de la población. En ese contextorupos intelectuales ligados a la sociología comenzarán a construir

perspectivas que resultarán -con variaciones- en una sociología polí-tica legítimamente preocupada por explicar las posibilidades de esta-blecimiento de un orden democrático. Orden ligado a las experienciasccidentales de convivencia de partidos que había sido descalificado

m los años sesenta como democracia formal. En los foros regionalesla sociología política emergida tras un proceso dramático estudiaba1 s sistemas de partidos, daba cuenta de los procesos que habían con-fluido en la formación de los Estados terroristas y analizaba desde dis-tintas dimensiones las posibilidades y los obstáculos de un ordenuyos significados estaban en discusión.

Paralelamente a esa preocupación predominante en los espaciostcadémicos y culturales, el mundo profesional no académico fue1 grando un crecimiento importante en distintos países de AméricaLatina a medida que avanzaban los años ochenta, y se afianzó comoIIn espacio heterogéneo reconocido y legitimado en distintas áreasn la década del 90. El desarrollo de estos espacios y su consecuente

I gitimación produjo una dinamización de la práctica profesional y110 crecimiento concreto de posiciones laborales. Además hubo unI conocimiento público cada vez más amplio y,a la vez, la generaciónel algunos significativos' nuevos problemas para la producción de( nocimiento en autonomía.

El doble papel de la sociología, como insumo técnico y comoespacio de productividad intelectual, fue significativo en los añosJl venta, en los procesos de transformaciones del Estado promovidosp r las políticas neoliberales a nivel regional. Las instituciones claved ese proceso fueron los organismos financieros internacionales,que en ese período se convirtieron en actores políticos relevantes de1I políticas nacionales. Y su relación con las ciencias sociales tiene1 s aspectos principales a considerar. Por un lado su capacidad para,1 ordar el diseño, la fundamentación teórica y metodológica de las

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1olíticas públicas y de los distintos programas que implicaban su ins-trumentación puntual. Esas tareas fueron imaginadas por investi-gadores de ciencias sociales, algunos de ellos con una relación depertenencia directa al organismo, y otros (una franja importante deesos recursos intelectuales) con una circulación parcial por esosespacios y pertenencia simbólica principal al mundo académico. Demanera alternativa, esta nueva inteliguentsia internacional se desem-peñó específicamente en los espacios de producción de conoci-miento de los propios organismos o en distintas funciones en losEstados nacionales. Algunos de los más prestigiosos continuabancon su pertenencia académica. Pero, por otro lado, el diseño de esaspolíticas públicas, como ya se ha mencionado, presuponía en elEstado un tipo de recursos humanos con una capacitación técnicaprofesional que habría que buscar en el mundo de las ciencias socia-les. Principalmente las secretarías o ministerios de Acción Social yde Educación, aunque también las áreas de Trabajo y de Salud, fue-ron, y aún son, 'contratantes importantes de profesionales técnicosprovenientes de la sociología.

111.

Si en la América Latina de la última década y media se junta elmapa de lo que efectivamente se hace con la sociología, con los ele-mentos comunes del deber ser planteados por las zonas más presti-giosas de esta comunidad, aparecen por lo menos un par de proble-mas interesantes. En realidad, los dos que se plantearán aquí estánrelacionados con maneras de resolver la tensión autonomía-hetero-nomía. El primero está en parte indicado en el punto anterior y refie-re a la influencia que los organismos financieros internacionales hanproducido en zonas del mundo académico, y el segundo se relacionacon las discusiones surgidas al calor de los intentos de transformacióndel sistema universitario, también promovidos por los organismosfinancieros, en los que se plantea el debate de la relación entre lasociología y el mercado de trabajo.

TRES NOTAS SOBRE EL PARA QUÉ 17

En el primer caso es necesario deslindar dos aspectos, para notransformar la cuestión en una crítica política legítima, pero no per-tinente a la cuestión a tratar aquí. Que los organismos financieros seconvirtieran en diseñadores conceptuales de políticas públicas de losEstados nacionales de América Latina en los años noventa, y tuvie-ran la suficiente capacidad política para lograr la instrumentaciónconcreta de esas políticas públicas, los convierte en un espacio delmundo tecnocrático con gran fortaleza política. Pero que posean nosólo la capacidad de producir conocimiento sobre lo social, sino queademás hayan logrado prestigiarlo como conocimiento científico,plantea algunos problemas a la sociología académica, a la producciónde conocimiento en autonomía. La autonomización relativa delmundo científico y cultural de los poderes políticos, económicos y reli-giosos es el ideal de funcionamiento de la ciencia y la cultura moder-nas, y existen instituciones que no sin tensiones expresan ese ideal. Enla década de los noventa una visión individualista de lo social quepodía ser predominante en una ciencia económica al servicio de pode-res transnacionales, pero que apenas tenía alguna presencia marginalen el mundo académico de la sociología, ocupó un lugar importan-te en éste a partir de una relación de ida y vuelta entre franjas de esemundo académico e instituciones financieras internacionales como elBanco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo.

Si la ciencia social fuese acumulativa en un sentido lineal, sehabría superado esta discusión hace ya casi ciento cincuenta años,cuando Marx refutaba de manera categórica esas perspectivas en susdiscusiones con los economistas clásicos y los jóvenes hegelianos, alcaracterizar como robinsoniadas esas tendencias que no tomaban encuenta la determinación de la acción social. Las robinsoniadas resu-citaron en la sociología de fines del siglo XX bajo la categoría moralde pobre. Esa categoría casi deshistorizada y definida a través de atri-butos, y no de relaciones, ocupó un lugar no sólo en estadísticas públi-cas y en los análisis tecnocráticos, sino también en los académicos.

La sobrefinanciación del mundo tecnocrático en relación con elmundo académico universitario pudo explicar en algunos países,como la Argentina, una parte central de esa pérdida de autonomía,pero su extensión a otros casos nacionales en donde esa relación noera tan evidente, permite suponer que esos espacios también pro-

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porcionaban reconocimiento. No habría que subestimar tampoco eldeterioro de objetivos trascendentes en esas comunidades intelec-tuales o, para decirlo más puntualmente: los objetivos trascendentesde la reconstrucción democrática no fueron percibidos como tan tras-cendentes por franjas importantes de la comunidad que intentaronuna salida profesional que posibilitase una supervivencia adecuada asu estatus. Además, la llamada crisis de paradigmas afectaba al mundoideológico que se había planteado como alternativo en los setenta, ytambién a las ciencias sociales, aliadas de ese mundo ideológico. Deresultas de esa situación, se emprendían caminos nuevos en un uni-verso que al fragmentarse en diversidades legítimas no poseía la capa-cidad de coerción del que sólo cuenta con algunos centros fuertes.

Es verdad que la politización de la sociología en los años sesentaen el caso latinoamericano pudo ser vista como una situación de hete-ronomía; sin embargo, aun en sus modos más radicalizados, una rea-firrnación de un cierto tipo de autonomía que no es extraña a las gran-des tradiciones del mundo científico parecía observarse en su prácticaconcreta. Como decía Charles Wright MilIs:se puede producir cono-cimiento sobre el poder y conocimiento útil para el poder. El papel deuna sociología implicada culturalmente con movimientos políticos radi-calizados supuso la primera opción no simplemente por una apuestade autonomíacientífica, sino porque la mirada política alternativa sevalía -o eventualmente se la imaginaba valiéndose- de ese conoci-miento crítico de algunas de las formas en que se daban las relacionessociales en su proceso de construcción. Además, porque en el procesode construcción política los espacios académicos no estaban condicio-nados por las directivas de un partido, sino por un clima político-cul-tural que habilitaba preguntas por el cambio. Por eso es diferente cuan-do existe una politización implícita de la sociología que se transformaen dadora de visiones del mundo para el Estado u otras institucionesbajo la forma de conocimientos técnicos proveedores de legitimidad,en tanto allí existe el abandono o, al menos, condicionamientos fuer-tes para el intento de formular las preguntas en autonomía.

La relación entre sociología y mercado de trabajo puede ser pro-blemática cuando, como ocurrió en algunas de las discusiones impues-tas en los años noventa por las políticas públicas neoliberales en todala región, se plantea una subordinación mecánica de la formación de

TRES NOTAS SOBRE EL PARA QUÉ 19

s~ciólog~s al mercado de trabajo. Una carrera de grado de sociolo-gIa conSIgue que sus profesionales tengan una inserción importanteen un mercado de trabajo heterogéneo y dinámico, como se hademostrado en distintos casos, cuando los egresados cuentan con unaformación que les per~ite abordar cuestiones de la vida social apo-ya~os en los grandes pilares de la teoría social y en los estilos de tra-bajo metodológicos y técnicos que les permiten hacer andar esa teo-r~a so~ial y producir conocimiento. Eso los posiciona para pensardiversidad de hechos sociales. No es posible formar a un profesionalpara u~a. ~osición exclusiva y puntual del mercado de trabajo, ya queesa posicion puede resultar inexistente cuando el profesional esté for-mado. Es la imaginación sociológica la que hará que un sociólogopueda abordar un nuevo problema referido al consumo de distintossectores sociales, o la pertinencia y forma de un plan de viviendas deacuerdo con las características socioculturales de una población, o lasformas que adquiere la reproducción de la dominación en determi-na~~ instituciones, o las grietas que abre un grupo subordinado pararesistir a esa dominación.

El sociólogo Roben Nisbet, que fue titular de la cátedra AlbertSchweitzerde Humanidades en la Universidad de Columbia, escribióun agradable l.ibro publicado en 1976 y titulado La sociología comoforma de arte [Nisbet, 1976). Allí plantea cuestiones referidas a las difi-cultades que resultan de la "sacralización" de las técnicas. Nisbet sos-t~n.ía que la pr:ocupación en la sociología norteamericana de prin-CIpIOSde los anos setenta por atribuir cientificidad a una disciplinaque permanentemente debía luchar para defender su identidad ame-nazada resultaba en el olvido de lo que otro sociólogo norteamerica-no llamó "la imaginación sociológica", y en la pura atención a la "lógi-ca de la demostración". La lógica del descubrimiento, dirá Nisbet esla que posibilita la construcción de objetos sociológicos científicosno las técnicas [Nisbet, 1978) que, según Bachelard, están absoluta~mente subordinadas a las preguntas que surgen de la teoría. Se tratabásica~ente de lograr la formulación de preguntas construidas porla teona, ~o de responder de manera técnica y sofisticada a pregun-tas de sen tido común formuladas por un contratante.

Para mantener su identidad reconociendo su herencia de tradi-ciones científicas y culturales, la sociología necesita irremediable-

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mente construir conocimiento "sobre el poder", porque es la únicaforma de intentar decir algo productivo sobre el hecho social. Entanto existan instituciones como las universidades que posibiliten elmantenimiento de la relativa autonomía frente a los poderes políti-cos, económicos y religiosos, esa tarea, no sin dificultad~s, .tendr~ ~lmenos la posibilidad potencial de realizarse. El conocimiento útilpara el poder, cuando de alguna m~nera está ,te~sionad~ por el ~spa-cio de formación del mundo cientIfico-acadcmICo autonomo, tienedimensiones problematizadoras que lo vuelven quizá más útil para :1poder. En el momento que la institución de formación se plantea smmediaciones como un espacio de formación que genera productoresexclusivos de conocimiento útil para el poder, de profesionales quese mimetizarán con una posición situada históricamente en el mer-cado, la disciplina se transformará apenas en un rutinari~ conoci-miento técnico con poca utilidad para la sociedad entendIda en elsentido trascendente y, seguramente, también para los actores delpoder ubicados ya en el llamado mercado o en el Estado.

Buenos Aires, junio de 2006

TRES NOTAS SOBRE EL PARA QUÉ 21

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Introducción

por Bernard Lahire*

Si algún día, para admitir la utilidad de los cursos de matemáticastrascendentes en el Collége de France, los contribuyentes tuvieran

que comprender para qué sirven las especulaciones que allí seenseñan, esta cátedra correría grandes riesgos.

E. Renan, L'Instruction supérieure en France

¿Para qué sirven los médicos, los agricultores o los bomberos? A'ualquiera se le ocurren inmediatamente respuestas sencillas: paraurar, para producir medios de subsistencia, para salvar vidas. Pero

I s diversos oficios que componen la formación social están desigual-mente justificados en su existencia y desigualmente trabajados por lac-uestión de su utilidad social. "¿Para qué sirve la sociología?" La pre-Kurita es a la vez radical y provocadora. Cuando se ejerce una activi-dad, uno raramente se ve llevado a plantearse de manera permanen-t la cuestión de saber cuál es su "razón de ser". Por lo menos, quienesla practican le encuentran una utilidad: la de "convenirles". Pasatiern-I o como cualquier otro, la sociología ocupa el intelecto y el tiempole quienes la utilizan y de ese modo los exime de preguntarse paraqué puede servir lo que hacen.

Pero en primer lugar son los "debutantes" los que, con su "inge-nuidad" de recién llegados, plantean interrogantes que los profesio-nales pueden terminar por olvidarse de formular, debido a su com-promiso en juegos cuyos fundamento y razón de ser con frecuenciapermanecen informulados. Qué docente de sociología no oyó en bo-'a de sus estudiantes la pregunta: "Pero, ¿para qué sirve la sociolo-

* Profesor en la École normale supérieure (ENS) de Letras y Ciencias humanas,miembro del grupo de investigación sobre la socialización (Centre national de la re-herche scientifique, CNRS).

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gía?". Pregunta que también puede ocultar inquietudes prosaicas pe-ro muy comprensibles, del tipo: "¿Qué salida profesional puedo al-canzar con un diploma universitario de sociología?", así como inte-rrogaciones científicamente más pesadas para la misma disciplina,por ejemplo: "¿Por qué, con qué objeto, con qué objetivos, etc., de-be hacerse el análisis del mundo social?" o "¿Qué papel representa lasociología en el curso de la historia y en los cambios sociales?".

Por normales que puedan ser, tales preguntas se formulan conmayor asiduidad a medida que uno tiene que vérselas, por un lado,con una disciplina académica y científicamente menos legítima queotras (por ejemplo, la física, la química, las matemáticas, las neuro-ciencias, etc.) y, por el otro, con una ciencia obligada, por su mismoobjeto, a tropezar con más frecuencia que otras con exigencias de jus-tificación o cuestionamiento de sus resultados.

Por lo que respecta al primer punto, es evidente que si la interro-gación "¿para qué sirve?" no es tan frecuente en física como en socio-logía, es por razones que tienen que ver a la vez con una legitimidadacadémica más sólida y con salidas profesionales más claras y diversi-ficadas. Para convencerse de esto basta imaginar un mundo social don-de el estatus de sociólogo fuera globalmente reconocido, valorizado ygratifican te, y donde obtener un doctorado de sociología permitieracon certeza alcanzar una profesión y una posición social envidiable.Puede concebirse con facilidad que una situación semejante inmedia-tamente daría sentido y valor a la enseñanza de la sociología. En con-secuencia, el hecho de no saber para qué sirve la sociología no estáexclusivamente ligado a su especificidad. El sentimiento de utilidad oinutilidad de un saber a menudo no proviene tanto de la índole de esesaber como de su valor académico y extraacadémico (débil o fuerteprestigio de los estudios, pocas o muchas salidas profesionales, peque-ñas o grandes reputaciones de los empleos ocupados). La alta legiti-midad y el gran valor (económico y simbólico) que el mundo socialatribuye a ciertas actividades salen al paso de toda interrogación me-dianamente importante sobre sus razones y su utilidad.

Por lo que respecta al segundo punto, si se tiene en cuenta quededica su atención a su propia sociedad (a diferencia de una parte dela antropología y de los especialistas de otras sociedades u otras áreasde la civilización) ya hechos contemporáneos (a diferencia de la his-

INTRODUCCIÓN 25

ria) , si se tiene en cuenta que a menudo cumple una función críti-a y, por último, que sus resultados pueden leerse en los mismos "ob-

J tos" de esas investigaciones (a diferencia de una parte de la histo-'ia, que habla de los muertos o de una parte de la antropología, que

interesa en poblaciones que no comparten ni la misma lengua ni¡ misma cultura que el antropólogo, pero también y sobre todo, a di-

rencia de todas las ciencias de la materia y de la vida, que no tienenpor objeto a lectores potenciales), la sociología es una de las rarasiencias que, para superar los malentendidos, está obligada a pasar

tanto tiempo explicando yjustificando su actitud como ofreciendoI s resultados de sus análisis.

La situación (social, académica y cognoscitiva) singular de la so-iología, pues, es muy particularmente incómoda. Porque no sólo es

agotador tener que responder sin descanso a la pregunta "¿para quéirve?", sino que lo más molesto radica en el hecho de que la respues-

ta "no sirve para nada" a menudo está ya en la mente de quien hacela pregunta. Precisamente por eso todo sociólogo que pretende ha-er un trabajo científico y,en consecuencia, defender su independen-ia de espíritu contra cualquier imposición exterior a la lógica de suficio, un día u otro deberá defender, de manera discreta o rabiosa,

$U libertad respecto de toda especie de exigencia social (política, re-ligiosa, económica, burocrática ... ).1

Estos distanciamientos de las exigencias de utilidad adoptan for-mas diferentes según los autores y los contextos. Por ejemplo, ÉmileDurkheim podía insistir en el indiferentismo de principio que debeadoptar la sociología frente a las consecuencias prácticas de sus des-ubrimientos, cuando establecía una diferencia tajante entre sociolo-ía de la educación (que dice "lo que es") y teorías pedagógicas (que

determinan "lo que debe ser"):

J Puede leerse con interés lo que escribía Nicolas Herpin a propósito de una par-1 de los sociólogos norteamericanos (entre ellos, H. S. Becker, E. Goffman, L L. Ho-rowitz, R. Merton y O. Lewis) que, en los años sesenta, reaccionaron contra las tenden-ias a la "miopía" que caracterizó a los sociólogos "seculares". Estos últimos, financiados

por los organismos oficiales, las empresas privadas o las fundaciones, dócilmente acep-tan investigar por encargo a propósito de problemas que les son designados pero queno definen ellos mismos [Herpin, 1973).

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La ciencia -escribía- comienza cuando el saber, cualquiera que sea, esbuscado por sí mismo. Sin lugar a dudas, el científico sabe claramenteque sus descubrimientos, a todas luces, serán susceptibles de ser utili-zados. Puede ocurrir incluso que dirija preferentemente sus investiga-ciones sobre tal o cual punto porque de ese modo presiente que seránmás aprovechables, que permitirán satisfacer necesidades urgentes. Pe-ro en la medida en que se entrega a la investigación científica, se de-sinteresa de las consecuencias prácticas. Dice 10 que es; comprueba loque son las cosasy ahí se queda. No se preocupa por saber si las ver da-des que descubre serán agradables o desconcertantes, si es bueno quelas relaciones que establece sean lo que son, o si más valdría que fue-ran de otro modo. Su papel es expresar lo real, no juzgarlo [Durkheim,

1977, p. 71].

El sociólogo también puede resistirse al llamado de la utilidad(rentabilidad) económica de los saberes. Como escribió RaymondAron en su prefacio a la traducción de la obra de Thorstein Veblen,Teoría de la clase ociosa, "La curiosidad sin otra preocupación que el co-nocimiento, sin otra disciplina que la que se impone por sí misma,sin consideración por la utilidad que, en la civilización pragmática ypecuniaria, sigue siendo la de algunos y no de todos, esa curiosi-dad entregada a sí misma ofrece una garantía contra el despotismodel dinero, una posibilidad de progreso y de crítica" [Aro n , 1978,

p. XXIII].Por último, es capaz de ver lo que la "noble utilidad" puede ocul-

tar de servilismo respecto de las dominantes (en lo cultural, lo polí-tico, lo religioso y lo económico ... ) y considerar que la producciónde verdades sobre el mundo social, con frecuencia, va en sentidoopuesto a las funciones sociales de legitimación de los poderes quepueden querer que la sociología represente:

Hoy,entre quienes depende la existencia de la sociología, cada vez haymás que se preguntan para qué sirve la sociología. De hecho, la socio-logía tiene tantas más posibilidades de decepcionar o de contrariar a lospoderes cuanto mejor cumpla con su función propiamente científica.Esta función no es servir para algo, vale decir, para alguien. Pedir a lasociología que sirvapara algo es siempre una manera de pedirle que sir-

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va al poder. Mientras que su función científica es comprender el mun-do social, comenzando por los poderes. Operación que no es neutra so-cialmente y que sin duda alguna cumple una función social.Entre otrasrazones, porque no existe poder que no deba una parte -y no la menor-de su eficacia al desconocimiento de los mecanismos que lo fundan[Bourdieu, 1980, pp. 23-24].

Contra las exhortaciones multiformes de producción de un "saberútil", los sabios siempre tuvieron que luchar por la "curiosidad gratui-U\"o la "búsqueda de la verdad" en sí misma y por sí misma. Yrealmen-I es así como hay que interpretar la posición radical-y en muchos as-p ctos provocativa- de un filósofo como Peirce, que, como lo recuerdaI cques Bouveresse, "creía más que cualquiera que la motivación prin-( ipal del científico y el filósofo debe ser la búsqueda de la verdad porI verdad sin ninguna relación directa con la mejora de su propia exis-I ncia, la defensa de los intereses de la sociedad o la promoción deuna forma más democrática de coexistencia y cooperación entre loshombres" [Bouveresse, 1996, p. 140]. Al mismo tiempo, de esa mane-I los sociólogos se ven obligados a dar una justificación que puede re-ultar muy productiva, porque no es en las condiciones más cómodas

(' mo el saber científico y la reflexividad conocen los mayores avan-S.2 Así, habría que preguntarse quién (¿en qué condiciones?, ¿en

qué posición?, ¿en qué relación con su objeto?) tiene interés en de-( ir qué tipo de verdad sobre el mundo social.

¿Para qué sirve la sociología? ¿A quién sirve la sociología? ¿Debenecesariamente servir para algo? 0, para plantear la pregunta de otromodo, ¿para qué sobre todo no debe servir? Ysi la sociología debe te-ner una utilidad cualquiera, ¿cuál debe ser su naturaleza: política (so-ciólogo-experto, sociólogo-consejero del príncipe, sociólogo que ofre-

armas para la lucha a los dominados de todo tipo), terapéutica (laciología como socioanálisis y medio de disminuir sus sufrimientos

mediante la comprensión del mundo social y de sus determinismos),

2 El mismo Peirce escribió lo siguiente: "Allí donde hay una clase extendida de pro-íesores académicos, a los que se otorga buenos ingresos y que se considera como seño-r s, la investigación científica sólo puede languidecer. En todas panes donde esos buró-e ratas pertenecen a la clase más cultivada, la situación es todavía peor." [Peirce, 1.51].

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cognoscitiva (la sociología como saber que carece de otro objetivoque no sea el de ser lo más racional y lo más ampliamente fundadode forma empírica)? ¿Cómo el mundo social se adueña de ella y lautiliza realmente, incluso cuando quienes la practican pretendan noencarar ninguna utilidad extracientífica? Toda una serie de pregun-tas que giran alrededor de la utilidad y de la inutilidad, efectivas o de-seadas, de la sociología, y a las que procuran responder los autoresde este libro.

Que lo hicieron de diferentes maneras, esforzándose por explici-tar los supuestos de su manera de hacer sociología y el tipo de utili-dad (o de no utilidad) a la que puede pretender, considerando lacuestión de las condiciones del compromiso (de índole política ocientífica) de los sociólogos en los debates públicos y las luchas socia-les, interrogando la función crítica de gran parte de los trabajos so-ciológicos o haciendo el análisis de las formas de profesionalizacióndel oficio de sociólogo. Otra manera de responder a la pregunta, au-sente de esta obra porque es inexistente en el campo de las investiga-ciones sociológicas contemporáneas, supondría escribir un capítulode la sociología acerca de los usos sociales efectivos y de la recepcióndiferenciada de los trabajos sociológicos por instituciones, grupos oindividuos singulares. Se trataría entonces de describir y analizar lasfunciones sociales efectuadas (o los servicios realizados) por los di-ferentes tipos de sociología: "¿Para qué sirve realmente talo cual so-ciología?" o "¿Cómo los actores sociales utilizan publicaciones socio-lógicas a las que pueden tener acceso?". Muy probablemente, unasociología de las recepciones reales de las producciones sociológi-cas estaría plagada de sorpresas, porque entre las intenciones de los"productores" y los usos reales de los "consumidores" (comunida-des eruditas, medios, partidos o sindicatos, Estado, cuerpos profe-sionales involucrados en las investigaciones o simples "particulares")en ocasiones hay un abismo. A todas luces, de ponerse en marcha,una obra semejante saldría ganando, y sería más útil que la cantidadde abstracciones epistemológicas contemporáneas producidas por so-ciólogos que permanecen encerrados en los límites del comentariode textos (teóricos, eso cae de maduro), y que de ese modo ignoranpoco más o menos por completo el mundo social que, sin embargo,supuestamente, tienen por objeto ...

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Los interrogantes tal y como son fueron reformulados de maneraliferente por los autores de esta obra, y las respuestas que empezaron, aportar, de hecho, deben leerse como incitaciones a la reflexión co-I ctiva y al trabajo de investigación sobre el oficio de sociólogo, sus fun-iones sociales y sus relaciones con los contextos sociohistóricos en losuales -ya sea que uno se desvele por olvidado o no- se inscribe.

Post scriptum: Algunos días antes de la entrega de esta introduc-ión al editor nos enteramos de la muerte de Pierre Bourdieu. Alomienzo de esta empresa, yo le había pedido una contribución pa-

ra este volumen, porque todo el mundo sabía no sólo la importanciaque él concedía a una sociología de la sociología, sino también su evo-lución intelectual sobre la cuestión del compromiso del sociólogo. Elrecargo de trabajo y sus múltiples compromisos lo habían forzado adeclinar, muy amablemente, el ofrecimiento. Varios capítulos de es-ta obra muestran a las claras hasta qué punto -de manera implícita oxplícita- él está presente en la reflexión llevada a cabo sobre la cues-

tión de la utilidad de la sociología. Se los puede leer como homena-jes en acto.

Lyon, 2 de febrero de 2002

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Referencias bibliográficas

Aron, R. (1978), "Avez-vous lu Veblen?", en T. Veblen, Théorie de la. classe de loisir, París, Gallimard-Tel.

Bourdieu, P. (1980), Questions de sociologie, París, Minuit. [Cuestiones desociología, Madrid, Istmo, 2000.]

Bouveresse, J. (1996), La Demande philosophique, París, Éditions del'Éclat.

Durkheim, É. (1977), Éducation et sociologie,París, PUF.

Herpin, N. (1973), "Les militants ou la fin des sociologues séculiers?",Les Sociologues américains et le siécle, París, PUF, pp. 147-158.

Peirce, C. S. (1987), The CollectedPapers ofe. S. Peirce, vol. 5, editadopor Ch. Harsthorne y P. Weiss (1931-1935), Cambridge, Mass,Harvard University Press.

1. La sociología, forma particularde conciencia 1

por Francois de Singly*

La pregunta "¿Para qué sirve la sociología?" parecería capaz derecibir una respuesta calcada de una expresión de Bernard Lahire[1996], quien, cuando asume la dirección de Critiques sociales,2decla-ra que esa revista "es científica y socialmente útil": la sociología seríadoblemente útil. Pero si miramos este enunciado más de cerca, per-ibimos que el "y" es problemático: que existan textos científicamen-

te útiles está bien; que existan textos socialmente útiles, también. Pe-ro ¿en qué condiciones, mediante qué procedimientos, esos textospueden pertenecer a la misma categoría? Esta articulación entre lasjustificaciones científica y social no me parece suficientemente ana-lizada en sociología. En efecto, más bien domina un esquema quetiende a separar esos dos niveles y a criticar a quienes los confunden.Pierre Bourdieu, a propósito del mercado de los bienes simbólicos[1971], distingue así dos polos: la producción restringida, donde elmodo de reconocimiento y la acumulación del capital dependen delos pares, y la producción ampliada, en la cual la validación provienedel público, de instancias no científicas (o literarias, todo dependede la índole del campo). En esta perspectiva, en las ciencias socialeshabría investigaciones "científicas" y otras investigaciones, otros tex-tos cuyo valor científico es menor, aunque estén escritos por indivi-

1 Este título retorna el del segundo capítulo de Comprendre la sociologie [Berger,1973].

* Profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de La Sorbona, director del Centrode investigaciones sobre los lazos sociales (CNRS).

2 Que agrupa a "investigadores en ciencias sociales y militantes de los diferenteshorizontes de la izquierda".

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duos o grupos que procedan del mismo campo. El polo de produc-ción restringido sería científicamente útil, el amplio sería socialmenteútil, tal vez, pero no debería recibir la etiqueta de "científico". En con-secuencia, una línea divisoria separaría a erudito e ingeniero de lo so-cial, erudito y experto, erudito e interviniente: estas categorías sonutilizadas sobre todo por aquellos que reivindican la ciencia para des-valorizar el trabajo de lo.sotros, o para observar la degradación de lascondiciones de la investigación [Godin, 'Irépanier, 2000].

En un marco teórico sen.ejante, lo ideal es la autonomía del in-vestigador, que no debe responder a la demanda de los mandatariospolíticos, administrativos, o.de los comentadores mediáticos. El silen-cio que rodea los trabajos del sociólogo es una prueba de su separa-ción con el amplio mundo de la producción, mientras que, por elcontrario, el éxito es un signo del compromiso: el sociólogo escucha-do es aquel que se guía por el sentido común. Desgraciadamente, ofelizmente, algunos sociólogos del primer círculo (hay que observarque los otros no adoptan ese esquema teórico) pueden tener éxitoen los medios. Lo "científicamente útil" puede unirse a lo "socialmen-te útil" -perceptible a través de esta recepción- sin que por ello lasrazones de una alianza semejante se vuelvan comprensibles: ¿por quéalgunos individuos, o algunas instituciones, cegados por su sentidocomún y sus intereses particulares, prestan atención a los enunciadoscientíficos?

Me parece necesario someter a la crítica la respuesta a la pregun-ta formulada por esta obra: "Para casi nada (socialmente), salvo parahacer ciencia". Como es la que yo aprendí durante mi socializaciónsociológica, operada en el marco de la teoría del Centre de sociolo-gie européenne'' con Le rnétier de sociologue" [Bourdieu, Chamboré-don, Passeron, 1968] como recurso principal," puede comprendersepor qué este capítulo adopta la forma de una novela de aprendizajesociológico. Como me explicaron entonces, las otras respuestas se de-

3 Que progresivamente se convirtió en la teoría de Bourdieu, [Singly de, 1998.]* Versión en español: El oficio de sociólogo:presupuestos epistemológicos, Madrid, Siglo

XXI de España editores, 2005. [N. del T.]4 En 1970 me inscribí en la tesis de tercer ciclo, con la dirección de J·C. Passeron:

L'intériorisation de la normauuité dans le cercledomestique.

OCIOLOGÍA, FORMA PARTICULAR DE CONCIENCIA 33

I¡ n a los sociólogos que no sabían diferenciar "objeto social" y "ob-1II sociológico", demasiado sensibles a las presiones de los medios,e! ' las políticas. La demanda social era entonces una palabra groserat¡1l utilizaban otros; la escisión más fuerte separaba la "verdadera"

iología y la "pcicosociología", al servicio de in tereses sociales y,p r, de intereses patronales. Sin embargo, progresivamente, la so-I i logía me resultó doblemente útil. Me condujo a no separar ya "conuna frontera infranqueable los Juicios de hecho' y los Juicios de va-lor'" [Boltanski, Chiapello, 1999, p. 31], Ya integrar más explícita-ID nte en el razonamiento sociológico los valores que sustentan bue-u cantidad de razonamientos sociológicos.

CEstosirve para hacer ciencia"

La respuesta "Esto sirve para hacer ciencia" estaba justificada por,1 modelo de Émile Durkheim: cazador de prenociones [1963], en-'errado en su proyecto de sociología científica, él sabía resistir. Pe-r la publicación de los tres volúmenes de Textes en 1975 reveló otraimagen de Durkheim: así fue como utilizó Le Suicide* [1963] Ysu teo-ría de la integración para tomar posición contra el restablecimientodel divorcio por consentimiento mutuo que amenazaba el lazo con-yugal [1975]. Puede descubrirse que, más allá de las reglas del mé-lodo, la sociología no vale "una hora de trabajo si no debiera tenermás que un interés especulativo" [1967]. Durkheim ciudadano y po-lítico se ocultaba detrás de Durkheim erudito, consagrándose el pri-mero a la ciencia, deseando el segundo extraer enseñanzas para elbuen funcionamiento de la sociedad. Más precisamente, la lecturade sus Textes, de suJournal [1969], de sus libros, muestra que se tra-taba no solamente de una difusión de los resultados de la sociologíaientífica hacia la sociedad sino también de una retroacción, porque

las preocupaciones de Durkheim como ciudadano republicano irra-

* Versión en español, El suicidio, Madrid, Akal, 1992.

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diaban completamente su pensamiento sociológico; en su curso so-bre [L'Éducation morale, 1963], ¿no hay yuxtaposiciones constantesentre los dos niveles de realidad?

¿La ruptura epistemológica constituía una representación exac-ta del trabajo sociológico, puesto que los intereses de la sociedad noeran olvidados en el gabinete del sociólogo preocupado por los inte-reses de la ciencia? La sociología tenía funciones externas, de las queEl oficio de sociólogohablaba y aconsejaba poco. La única recomenda-ción era el distanciamiento -perceptible, por ejemplo, en el hechode no firmar las peticiones-i'' que significaba no indiferencia sino ex-presión del trabajo específico del sociólogo. Todo ocurría como si lasfunciones externas de la sociología no fueran centrales desde el pun-to de vista de la construcción de la disciplina como ciencia. Pero ¿có-mo comprender esa ignorancia relativa, mientras que, cuando se tra-taba de dar cuenta de la institución escolar, se lanzaba el movimientocontrario: una mayor atención a las funciones externas (la contribu-ción en la reproducción social) que a las internas (como la relaciónpedagógica o la transmisión del saber)?

Cuando yo creía en esa visión erudita del mundo, esa idea pre-concebida no me molestaba demasiado porque los individuos eran"agentes" que, sobre todo, estaban movidos, con frecuencia a su des-pecho, por los determinantes sociales, incluso si al final, siempre alfinal de los libros, como "apertura", los autores dejaban entender quela toma de conciencia de las determinaciones era posible, y útil, yprincipalmente no eran "actores"." Lo que importaba ante todo eradesconfiar de la experiencia de los hombres y las mujeres, de sus ma-

5 Guál no fue mi sorpresa al comprobar que, algunas décadas más tarde, el deberdel sociólogo era firmarlas.

6 En esa época -hoy se puede sonreír- una de las fronteras, implícitas, entre la "ver-dadera" sociología y otras sociologías, era perceptible en los usos de los términos "agen-te" y "actor". Una historia de la sociología francesa, en la segunda mitad del siglo xx, po-dría ser delineada a partir de un estudio sistemático de las apariciones de esas dospalabras. Si, como lo afirma Pierre Bourdieu, lo propio del sociólogo es "describir la ló-gica de las luchas a propósito de las palabras" (1987, p. 71], habría que demostrar cómose desarrollaron esas luchas, y quién, a largo plazo, prevaleció ... Tan sólo se observaráque las declaraciones de principio sobre la objetivación del "sujeto objetivante" no conmucha frecuencia tuvieron consecuencias, vale decir, indagaciones específicas.

IA SOCIOLOGÍA, FORMA PARTICUlAR DE CONCIENCIA 35

u ras de narrarse. Había que romper con "el sentido común't.Ll,a des-dicha de las ciencias del hombre, se afirma en El oficio de sociólogo (yn el programa televisivo que vulgariza su con tenido), es tener un ob-

I to que habla. Por lo tanto, la urgencia no es dar cuenta a los indivi-duos de sus prácticas, de las razones objetivas o del sentido objetivoel sus conductas; es elaborar ciencia. Progresivamente, esta posturame molestó; por un lado, me parecía despreciativa para los individuosque, de algún modo, permanecían en la ignorancia, creyendo inge-nuamente en el sentido vivido de sus comportamientos. ¿No era ne-

sario rehabilitar de una manera o de otra a los individuos, y estotanto más dado que las sociedades contemporáneas concedían máslugar al individuo? ¿Hasta dónde un modelo concebido a partir deociedades tradicionales, en cuyo seno el grupo prevalezca sobre el

individuo, sigue siendo pertinente para explicar una sociedad en cu-yo seno el individuo es más autónomo de su grupo de origen? Mi tra-bajo sobre las estrategias matrimoniales de reproducción me condu-fa a esa interrogación. Las respuestas recibidas teóricamente no me

satisfacían por completo, aunque las objeciones fueran comprensi-bles:8 el individuo conservaba, y conserva, un estatus menor, alguien

quien hay que explicar las razones objetivas -las "verdaderas" razo-nes desde el punto de vista científico- de su conducta, sin saber có-mo el conocimiento de esas razones podía engendrar un nuevo indi-

7 Nombre emblemático de la colección dirigida por Pierre Bourdieu en las edi-iones de Minuit. Puede observarse que la nueva colección se llama "Liber, Raisons

d'agir" (Razones de actuar).8 También habría que analizar sistemáticamente la manera en que las objeciones

son anticipadas, por un lado, en las notas, o comprendida por la recuperación en lostextos siguientes. Un solo ejemplo, a propósito de las estrategias matrimoniales de re-producción. El interrogante recae en la sobreestimación de la homogeneidad del gru-po doméstico, de sus intereses: "No ignora usted las tensiones y los conflictos inheren-tes por ejemplo a la vida común". La respuesta (Bourdieu, 1987, p. 86) es representativadel modelo de rectificación, propio de esa teoría: "Las estrategias matrimoniales a me-nudo son la resultante de las relaciones de fuerza en el seno del grupo doméstico ... ".Se da la señal de que el mensaje es entendido: "... la mujer ( ... ) tiende a reforzar suposición tratando de encontrar un partido en su descendencia", pero nada se escribesobre la manera cómo se articula ese interés personal con el de su gupo de origen, so-bre la relativa, eventual, autonomía, del interés personal,

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viduo. El psicoanálisis, que tiene un punto de partida comparable,considera que después de un análisis el individuo no sólo ha tomadoconciencia de su historia sino que también se ha transformado en al-guien más dueño de sí mismo para su porvenir.

No obstante, en el marco de la sociología objetivista, expuestaen El oficio de sociólogo, ¿para qué sirve poner a disposición de la so-ciedad la:sociología? ¿Para suscitar resistencias'' que revelan la legi-timidad de la distancia entre el discurso erudito y el sentido común?Pero ¿qué ocurre con ese sentido común cuando incorpora esque-mas eruditos? Cuando Pierre Bourdieu evoca eata cuestión toma elejemplo de las categorías -"tal vez algunos de mis términos clasifi-catorios figuren un día en las cédulas de identidad" [1987, p. 69]-,vale decir, transformaciones de las categorías eruditas en "variablesde Estado" (según la terminología de Thévenot). Él permanece enel nivel de la objetivación del mundo social sin encarar la maneraen que se articula ese nivel con el de la subjetivación del mundo. 10

Sin embargo, es en esta unión donde también se juega una de lasfunciones de la sociología.

Tomemos el caso de Héritiers" [Bourdieu, Passeron, 1964]. ¿Có-mo dar cuenta de su considerable éxito en el seno de una genera-ción? ¿Por qué la teoría expuesta en ese gran libro no permite com-prender las condiciones de su recepción? ¿Debe hacerse como si eseéxito no existiera -lo que parece la postura adoptada con mayor fre-cuencia-, como si sólo contara la lectura "científica", como si preva-leciera la función interna? Fue durante una investigación de campocuando una encuestadora de la generación de los "herederos" me re-veló el secreto: esa mujer de origen popular había leído con placer

9 Véase P. Bourdieu [1987, p. 9], donde el autor explica que su objetivo es susci-tar "el máximo de resistencia".

10 En este artículo nos centramos en "el" Bourdieu del primer período, que durahasta los años ochenta. El segundo período, durante el cual franquea "las fronteras en-

tre saber positivo y pensamiento normativo" {Colliot-Théléne, 1995, p. 632], se iniciasobre todo a partir de Razones prácticas [1994]. Que yo sepa, aunque se recalque el gi.ro, ningún texto en la perspectiva de Bourdieujustifica esta periodización. En efecto,¿por qué el pasaje no es posible antes?

* Versión en español: Los herederos, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2003.

LA SOCIOLOGÍA, FORMA PARTICULAR DE CONCIENCIA 37

se libro, el mundo de la universidad estaba poblado de herederos,pero ella figuraba. Ese libro, que denuncia el sentido común del"don", refuerza otra dimensión de dicho sentido, la del "mérito", sinnunciarlo de manera explícita. Fue en el mismo momento en que

la universidad se volvió progresivamente masiva cuando se escribióLos herederos, y lo leyó un público nuevo y ávido por justificar su pre-sencia!' en un espacio improbable. Como el título hace referenciaxplícita al "mundo doméstico", según la terminología de Boltanski

y Thévenot [1991], demuestra la injusticia de los "grandes" que seienten a sus anchas en la institución universitaria. En "Ce dont les

gens sont capables" [1990], Boltanski destaca que es posible "ver a laspersonas comprometidas en casos de injusticia que retornan de ma-nera explícita y casi en los mismos términos, para demostrar y apoyaru posición, determinado análisis o concepto tomado de sociólogos

del momento" [p. 37]. Los no herederos, para engrandecerse, apo-yándose en el libro de Bourdieu y Passeron, disminuyeron la alturacimbólica de los herederos rebajando su mérito.

Escribir esto nada quita a la producción de los conocimientosontenidos en el libro, pero por lo menos suministra un bosquejo deespuesta "externa" al interrogante "¿para qué sirve la sociología?":

¡para sus lectores! Resta saber por qué Bourdieu y Passeron no expli-'itaron los usos sociales del trabajo sociológico en El oficio de sociólogo..'n todo caso, la sociología de la sociología -y hasta la epistemología-debería centrarse más en una sociología de la recepción de la sociolo-gía: de no hacerlo, ambas contribuyen a tomar como equivalentes losdos enunciados, "la sociología sirve para hacer ciencia" y "la sociolo-gía sólo sirve para hacer cien~". Esta equivalencia -que parece con-

der una autonomía más que relativa a la ciencia- tiene efectos en elmbito de la disciplina; por ejemplo, la descalificación de determina-

dos "competidores" cuyas obras pueden ser útiles socialmente.Pero la recepción de los trabajos de sociología no sólo permite

V r las funciones "externas" de la ciencia; también interroga las ma-

11 El interés de esta interpretación es comparar la trayectoria social de los lectores yr¡uella -no conocida en esa época- de sus autores. Quedaría por interrogarse sobre las

diferencias del universo de lectores entre Los herederos y La escuela capitalista en Francia.

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neras de hacer sociología. Para Francois Dubet, una teoría "creíble"debe no solamente responder "a criterios internos de cientificidad",sino también estar "cerca de la experiencia de los actores" [1994a,p. 92]. Idealmente, una teoría debe descansar en dos tipos de reco-nocimiento: el de los pares, que aprueban la ejecución del trabajocientífico, y la de cierto público, que considera que la visión eruditadel mundo propuesta no le es totalmente ajena, aunque ambas no seconfundan ni tengan el mismo peso en la formación de la autoridadcientífica. La teoría del campo literario, tomada entre el polo de laproducción restringida y el de la gran producción [Bourdieu, 1992],no se aplica tan bien al campo sociológico puesto que los grandesnombres de la disciplina -incluido el de Pierre Bourdieu- en gene-ral recibieron esa doble consagración, en ocasiones incluso en libroseruditos, y no solamente ensayos. No es posible considerar secunda-rio el reconocimiento del público cuando uno se interroga sobre lasfunciones de la sociología. Por eso habría que analizar la lista de loslibros de la disciplina que superan el círculo de los sociólogos (y queson validados por éstos), para conocer mejor los criterios externos devalidación de los trabajos eruditos. También habría que comprenderla manera en que algunos libros de sociología que tienen cierta au-diencia logran mezclar resultados científicos y distintas justificacio-nes para la conducta de los actores. Así, para volver a Los herederos, po-drían buscarse, por un lado, indicadores de la recepción deseada enla propia escritura del libro, y por el otro, el sentido de su lectura porlos estudiantes de hoy, que no necesariamente buscan las mismasjus-tificaciones a su presencia en los muros de la universidad.

La función de develamiento y sus límites

La relación distante con esta socialización de la ruptura epistemo-lógica del principio de no conciencia y del develamiento sociológicosólo se me reveló muy lentamente. El relato de desaprendizaje no seofrece aquí sino para demostrar que las condiciones de recepción -in-dicadoras de los usos sociales de la disciplina- fueron centrales en mi

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toma de conciencia de los límites del aprendizaje sociológico. Me lan-cé con entusiasmo -para lo que se convertirá en una tesis de Estado-n la medida del costo del matrimonio para las mujeres, independien-

temente de la manera en que ellas lo estimaban. El rendimiento del di-ploma en el mercado del trabajo en [unción del sexo, de la situaciónmatrimonial y familiar, conformaba el indicador principal de ese costo[Singly de, 1982]. Fue así como el amor pasó a ser un obstáculo episte-mol~gico ~u~ había que superar para no tomar en cuenta más que elsentido objetivo de las conductas. La recepción de Fortune el inJortune dela!emme =: [1987] fue un objeto de controversia porque, luego demis conferencias, las mujeres que venían a interrogarme eran en gene-ral solteras, separadas, o estaban en un proceso de divorcio. Los favo-res del sociólogo "objetivista" correspondían más a los de las mujeresseparadas que a los de las mujeres que vivían en pareja. Al principioesto no me molestaba: era previsible, ya que las mujeres felices eranvíctimas de la ilusión amorosa. Pero progresivamente no comprendíapor qué la actitud sociológica debía ser sistemáticamente coincidentecon la visión de los individuos más desencantados, y por qué no ilumi-naba, salvo en el registro de la denuncia de las ilusiones, la conductade los individuos que tenían otra relación con sus comportamientos.En efecto, no lograba explicar el interés del amor fuera de los efec-tos no ilusorios de esta ilusión, o sea, el mantenimiento de la domi-nación masculina.

El sociólogo, especialista en máscaras

Las últimas páginas de Pierre Bourdieu en La Domination masculirufl'[I9~8~ ilu:'tran c~n claridad la ambigüedad de la teoría objetivista, quen última mstancia concibe toda representación en el registro de la ilu-ión (o de la illusio). En efecto, el autor se ve obligado a inventar dosmores: el "falso", de acuerdo con la teoría, máscara de los intereses en

j~e~o en las relaciones sociales de sexo, y el "verdadero", muy raro esta-dísticamerite, que corresponde a la representación ideal de un sentí-

* Versión en español: La dominación masculina, Anagrama, Barcelona, 2005. [N.del T.)

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miento desinteresado y fuera de lo social [pp. 116-119]. ¿Qué pensar deuna teoría que sólo ve el mundo en negro (color dominante) o en blan-co (para los pocos raros elegidos, de quienes no se comprende por quédios social fueron elegidos), mientras que, en lo social, el amor adoptaotros colores, inclusive el gris? Así, la función de revelación y confirma-ción de sí [Singly de, 1996], que puede ser garantizada por un lazo afec-tivo, no depende del registro de la reproducción social ni del de la ilu-sión. Todo cuanto no contribuye a la lógica de la reproducción socialno pertenece automáticamente al mundo de las ilusiones. Lo real es unespacio social de varias dimensiones cuyos desafios son múltiples; no sereduce exclusivamente a luchas por los puestos, por las posiciones en lajerarquía de los campos y de la sociedad en general.

El esquema teórico adoptado inicialmente -el de las estrategiasde reproducción [Bourdieu, 1972; 1974]-, poderoso para demostrarla importancia de las luchas en el seno de las relaciones sociales en-tre las clases, los géneros, las generaciones, también enceguecía por-que todo el resto era codificado como "ilusión". El uso de este térmi-no -del que habría que hacer un análisis sistemático- se convierte ami juicio en una ilusión, porque sirve para ocultar, bajo las aparien-cias de la explicación, otras dimensiones de lo social de las que no dacuenta la teoría. Los sociólogos que recurren a dicho término son asu vez magos, porque, gracias a las virtudes del lenguaje, logran ha-cer desaparecer los elementos de lo real que les molestan.

Cuando Émile Durkheim, para construir su objeto sobre el suici-dio, suprime las representaciones que tienen los individuos de esecomportamiento, simplifica lo real para no conservar más que lo queen su opinión se refiere a su explicación en términos de integraciónsocial. Esta construcción es legítima; lo que no lo es tanto es deducirque es la única teoría justa, y por consiguiente, que es el único modode construcción de la realidad. Cada teoría elimina lo que no le con-viene, pero el abuso de confianza comienza cuando, por efectos dela escritura, el lector es incitado a creer que la actitud científica seconfunde con la actitud expuesta.P'

12 Véase B. Lahire [1998 l.

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Un mundo multidimensional,explicado par una sociología unidimensional

Las reacciones de los lectores ante ese mundo unidimensional nodependen, o no dependen solamente, de la resistencia al develamien-to; a condición de tomarlas en serio, permiten percibir ciertos frag-mentos de lo real que fueron eliminados. El uso del término "ilusión"se convierte entonces en un indicador de lo que la teoría conside-rada no logra explicar, si se tiene en cuenta su perspectiva. Para re-tomar este ejemplo, el amor es una ilusión únicamente para los in-dividuos que no ven el mundo sino bajo la sola dimensión de lasrelaciones de fuerza entre grupos. A partir del momento en que cam-bia el cuadro teórico, el amor deja de ser una ilusión.

La teoría o las teorías que construyen el mundo bajo esta dimen-sión de las luchas sociales tienden a minimizar el "contenido" de lasprácticas: lo que cuenta sobre todo es su resultante, en términos derelaciones sociales. Se trata a la vez de la fuerza y la debilidad de esepunto de vista, como se puede observar con el concepto de "estrate-gias de reproducción"; a pesar de las diferencias entre el dominio dela fecundidad, la elección de un colegio, de un barrio, la elección deun cónyuge, todas estas actividades presentan un punto común: con-tribuyen a la reproducción social [Bourdieu, 1974]. Es totalmente le-gítimo -insisto en esto para que no haya malentendidos- elaboraruna teoría, vale decir, a mijuicio,jerarquizar en lo social lo que me-rece consideración y lo que parece secundario desde el punto de vis-ta de la perspectiva considerada; pero es abusivo declarar que todaslas otras maneras de ver dependerían del sentido común o semieru-dito:13 no, los individuos comunes, y los eruditos, tienen derecho ano jerarquizar el mundo de la misma manera, y a no adherir por en-tero a la visión truncada del mundo propuesto.l?

13 También aquí sería necesario realizar un estudio de los procesos de desvalo-rización de las otras sociologías, reflejo de las luchas por las posiciones en el cam-po científico.

14 Así, en sociología, uno se asombra de que determinados individuos sean sensi-bles a la proximidad social o cultural entre los cónyuges, al tiempo que se niegan a ad-mitir que la endogamia dé cuenta de la elección totalmente. La gente común tiene la

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Toda teoría tiene la pretensión de proponer una concepción delmundo que descansa en una jerarquización de las dimensiones segúnsu importancia. Pero abusa de su fuerza eventual cuando quiere ha-cer creer que esa clasificación en elementos decisivos y elementos se-cundarios es indiscutible, y que, por tanto, es la única que obedece acriterios científicos. En el campo sociológico hay sitio para varias teo-rías, y metateorías.P Para comprender esta afirmación, ilustrémoslacon el análisis de La Distinction [1979], esquematizada en un texto deQuestions de sociologie" ['1930]. Pierre Bourdieu considera que beberun vaso de tal aperitivo es equivalente a escuchar tal fragmento demúsica clásica. Esta equivalencia puede ser planteada con una solacondición, la de considerar como secundarias algunas de las funcio-nes, de los beneficios extraídos de la bebida o de la música, y comoprincipal la contribución de todo consumo en la reproducción social,a través del mecanismo general de distinción. Basta con adoptar otropunto de vista para no aceptar esta equivalencia y privilegiar otras di-mensiones de esas prácticas. Un individuo que bebe para olvidar supena, su desgracia, puede aceptar cualquier alcohol. Aunque, segúnsus medios, tenga acceso a diferentes bebidas, lo que cuenta para éles lo que le ofrecen los vapores del alcohol. Un melómano puede es-tar orgulloso de su capacidad; pero no es seguro que la totalidad desus inversiones en tiempo y dinero se explique tan sólo por un pruri-to de distinción; este hombre o esta mujer se complace en la música,legítima o no, en la medida que corresponde a lo que él o ella tieneganas de experimentar. No todo placer es ilusión.l" no todo placer sedisuelve en la búsqueda de la distinción [Passeron, 1990].

intuición de que el mundo no está administrado únicamente por esa "variable" de loscapitales.

15 El pluralismo no conduce al relativismo; contrariamente, por ejemplo, a las afir-maciones de los defensores de la tesis Teissier sobre la astrología.

* Traducciones al español: La distinción: criterios y bases sociales del gusto [Madrid,Taurus, 1988) y Cuestiones de sociología [Madrid, Istmo, 2000).

16 Un solo ejemplo de esta indiferencia por el contenido de la práctica: "El tenisde los pequeños clubes municipales que se practica enjeans y en Adidas sobre super-ficies duras no tiene gran cosa en común con el tenis con vestimenta blanca y faldaplisada [ ... ) que se perpetúa en los clubes selectos" [Bourdieu, 1987, p. 206). Toda la

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Por el lado de la institución escolar, muchos autores, en la déca-da si.gu~entea 1968, cedieron a la tentación del principio de equiva-lencia, mcluso del principio de la ilusión (que constituye una varian-te más crítica). Así fue como Pierre Bourdieu yJean-Claude Passeron,en La Reproduction* [1970], así como Christian Baudelot y Roger Es-tablet en La escuela capitalista en Francia [1971],17 afirmaron que lacontribución de la escuela en la reproducción de las relaciones declase era casi independiente de la pedagogía puesta en práctica porlos docentes. La pedagogía era el equivalente teórico del amor: am-bos tenían por función objetiva ocultar esa contribución. y, en con-secuencia, cuanto menos autoritaria era la pedagogía (más afirmadoera el amor), tanto más fuertes eran los efectos no ilusorios porquela pedagogía (y el amor) ocultaban a los ojos de los niños (o de losenamorados) las verdaderas relaciones de fuerza. lB En definitiva, laf~erza de l~ implicación de los docentes (o de los sentimientos) po-día ser pehgrosa, porque reforzaba la creencia en esa institución es-colar (o conyugal) .19 Un profesor autoritario, o un marido violento,eran "mejores", teóricamente, porque la máscara de las relacionessimbólicas era menos difícil de retirar, ya que una de las funcionesdel sociólogo es ayudar a los individuos y a los grupos a deshacersede sus ilusiones, de su sentido común, a "despertar [los] de [su) sue-ño dóxico" [Bourdieu, 1987, p. 68).

¿Por qué no? Pero uno puede interrogarse, por un lado, acerca

magia de la escritura teórica se juega en el "no tiene gran cosa en común". Para esteautor, la falda plisada de la tenista está más cerca de la visita a la ópera que de la vesti-menta de un jugador de clase media. En definitiva, lo único que cuenta para definirlo "común" es el medio social.

* Versión en español: La reproducción.

17 Sin embargo, Baudelot y Establet, indirectamente, hicieron su autocrítica, pues-to que en Le Niveau monte (1989) rinden homenaje a Freinet, de quien se inspiraronpara su propia pedagogía. De ese modo, sin explicitarIo teóricamente, afirman queuna pedagogía, aunque no logre perturbar el orden social, puede contribuir a desa-rrollar otras dimensiones de la vida de los alumnos.

18 Yo mismo participé en ese movimiento de crítica de la pedagogía antiautorita-ria [Singly de, 1988).

19 Para el trabajo social hubo una difusión de esquemas comparables [Donzelot1977;Verdes-Leroux, 1978). '

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de los efectos de esta puesta en equivalencias de todas las pedago-gías desde el punto de vista de los actores sociales, acerca de la des-movilización que puede ser engendrada por semejante toma de po-sición.P? Por otro lado, puede pensarse que la totalidad del mundosocial no se reduce a las luchas por puestos y posiciones, y a la for-mación del capital que permita conquistarlos [Singly de, 2001]. Enconsecuencia, las variaciones de las relaciones pedagógicas o amo-rosas remiten también a esas otras dimensiones, y por lo tanto pue-den legitimar intervenciones pedagógicas, aunque no reduzcan lasdesigualdades sociales. Así, un alumno en una clase antiautoritariapuede no ver que se modifica su destino de clase, al tiempo que, gra-cias al respeto con que se beneficia, aprende a construirse una iden-tidad personal diferente; gracias a las discusiones colectivas sobrelos programas, sobre la administración de la clase, aprende a ser ciu-dadano de otro modo que mediante la elección de los delegados.Las nuevas pedagogías pueden tener una utilidad social que las teo-rías de la reproducción no logran aprehender, debido a su reduc-cjón del mundo social.

Para Bachelard, "Lo simple nunca es otra cosa que lo simplifi-cado", recuerda Pierre Bourdieu [1987, p. 166], pidiendo la ruptu-ra con las "evidencias que nos entrega nuestra experiencia del sen-tido común o la familiaridad con una tradición erudita". A menudono se entiende más que la primera parte del consejo, olvidando quelas teorías enceguecen tanto por la evidencia no ya del sentido co-mún sino de su iluminación. Para ser eficaz, empero -para obtenerla condición de teoría general-, una teoría tiende a no proponermás que una sola puesta en escena de lo real, para engendrar en ellector el sentimiento de que está frente a lo real: el efecto de realno es propio del novelista, se observa en sociología a partir del mo-mento en que el autor lo hace todo para que se olvide de que de-terminadas dimensiones de lo social casi no son perceptibles por su

20 Así, los riesgos de falta de responsabilización están contenidos en este enuncia-do: la crítica científica "descarga a las personas de responsabilidades que les incumbenmucho menos que lo que ellas mismas querrían creer" [Bourdieu, 1987, p. 224]. CyrilLernieux recalca muy bien estos riesgos [1999, p. 218].

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punto de vista.21 A su manera, también contribuye a simplificar lo realjerarquizándolo, eliminando lo que considera como secundario: porlo tanto, no es en ese nivel donde se diferencia del pensamiento común.

La inconsciencia de los agentes y sus métodos de localización

La desvalorización de la experiencia de los individuos en sociolo-gía explicativa proviene de dos factores: los comportamientos están de-terminados socialmente, y los individuos no tienen conciencia de ello[Bourdieu, Chamborédon, Passeron, 1968]. Esta ruptura exigida conel sentido común deriva del débil estatus concedido a la conciencia. Enefecto, varios índices -por ejemplo, expresiones repetidas con frecuen-cia, como las palabras "conscientemente o no", a propósito de las es-trategias de reproducción- demuestran que la conciencia importa po-co para definir sociológicamente la práctica. Lajerarquización de losmétodos en El oficio de sociólogo refleja esta posición: en la cumbre, laobservación directa de los comportamientos, sin palabras; en el me-dio, el cuestionario; y en la parte inferior, la entrevista.V Esta postu-ra de la objetivación aconseja no escuchar lo que "la gente piensa delo que hace", para explicar "lo que la gente hace a partir de lo que es"[Bourdieu, Passeron, 1967-1968]. Así, plantear que el consumo es dis-tinción depende de la competencia exclusiva del sociólogo: "Las dife-rencias funcionan como signos de distinción, y esto precisamente fuerade todo propósito de distinción" [Bourdieu, 1987, p. 158]. Únicamen-

21 Precisamente por eso no estoy convencido de la gran distancia entre escriturasociológica y escritura novelesca, tal y como la describen Claude Grignon yJean-ClaudePasseron [1989]. Véase también Grenier, Grignon, Menger [2001].

22 La Misére du monde [1993] no modifica esta clasificación, en la medida en queel autor siempre pone de manifiesto "la objetivación" a la que sólo añade "partici-pante". Por consiguiente, se trata de una tentativa -lograda o no, ésa no es la cues-tión- de anexión de la entrevista en la primera postura de la objetivación. Los "ca-sos" ilustran posiciones. Explícitamente, no hay consideración de la "singularidad delas personas sociales", característica, según Pierre Bourdieu, de una "visión ingenua-mentepersonalista" [p. 916; el destacado es del autor]. [La miseria del mundo, Madrid,Akal,1999].

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te el sociólogo, gracias a su postura, puede ocupar un lugar específicoen el espacio social que le procura una lucidez extraordinaria:

Lo que yo quería hacer era un trabajo capaz de escapar en la medidade lo posible a las determinaciones sociales, gracias a la objetivaciónde la posición particular del sociólogo y a la toma de conciencia delas probabilidades de error inherentes a esa posición [Bourdieu, 1987,p.114].

Luego hace que los gmpos e individuos interesados se beneficiencon sus luces.

Develar los usos del Jevelamiento sociológico

La importante función de develamiento es la que coincide conesa perspectiva sociológica. No obstante, se ignoran el sentido y laamplitud de sus efectos; Si a menudo esa sociología, explícitamen-te, tiene por objetivo, como señala Stéphane Beaud [1996, p. 107],un "proyecto igualitario y emancipador", debería incluir en la cons-trucción de su objeto el análisis de sus efectos. Si a una política nole basta con ostentar una voluntad de democracia cultural para te-ner efectos en ese sentido, ¿por qué la sociología podría abstener-se de estudiar sus propios efectos? Por ejemplo, la revelación de laparte social de los nombres [Besnard, Desplanques, 1986], o de losmecanismos de reproducción de la burguesía [Pincon, Pincon-Charlot, 1997], ¿contribuyó en desestabilizar esos elementos de di-ferenciación, de dominación social? ¿Quién se beneficia? Así comola sociología de la cultura examina el perfil sociocultural de los vi-sitantes de un museo o de los auditores de un concierto de músicacontemporánea [Menger, 1986], ¿no debería también estudiar laidentidad de los lectores de las obras de sociología? ¿Por qué la so-ciología escaparía a los principios de análisis que aplica a las otrasprácticas? Si el valor de todo consumo cultural puede ser encaradopor l~ posición de los consumidores en el espacio social, entonceslos libros de sociología pueden ser definidos también por la posi-ción de sus lectores. Como el sentido de la sociología se refracta tan-

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to en su recepción como en sus usos, en consecuencia la sociologíade las ciencias, en este caso la sociología de la sociología, deberíaprestarle más atención.

La sociología es un humanismo

La sociología no puede pensar su utilidad científica sino dandoen sus propias teorías cierto lugar a la conciencia. Lo que no ocurrecon Pierre Bourdieu, como lo recuerdaJeffrey Alexander [2000], queconcede poco sitio al sí reflexivo, cuando escribe en Le Sens pratique"[1980]: "En cuanto reflexiona sobre su práctica, ubicándose así enuna postura casi teórica, el agente pierde toda posibilidad de expre-sar la verdad de su práctica" [p. 152]. Por el contrario, en Compren-dre la sociologie [1973], Peter Berger considera que "más vale la con-ciencia que la inconsciencia", al afirmar que existe "una diferenciaesencial entre el teatro de marionetas y el drama que vivimos: con-trariamente a las marionetas, nosotros tenemos la posibilidad de in-terrumpir nuestros movimientos, levantar los ojos y descubrir así lamaquinaria responsable de nuestros movimientos. Éste es el primerpaso hacia la libertad. Y también la justificación última de la sociolo-gía, concebida como una disciplina humanista" [p. 242]. AnthonyGiddens teoriza esta detención con el término de reflexividad, formade competencia de los individuos y las instituciones que examina, demanera permanente y sin desfase temporal, sus actividades y aquellasque las rodean. Es "el examen y la revisión constantes de las prácticassociales, a la luz de las nuevas informaciones referentes a esas mismasprácticas, lo que de este modo altera constitutivamente su carácter"[Giddens, 1994, p. 45]. En las sociedades modernas avanzadas, másque en las precedentes, esa "revisión de la convención" se radicaliza"hasta aplicarse, en principio, a todos los aspectos de la vida huma-na" [ídem]. Este retorno sobre la práctica se opera a partir del mo-

* Versión en español: El sentido práctico, Taurus , Madrid, 1991. [N. del T.]

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mento en que las rutinas de la vida social, el "sentido práctico", se blo-quean de una u otra manera. Surge entonces una reflexión sobre laacción pasada, o presente, de tal manera que las fronteras entre losniveles de conciencia y de preconciencia se abren y autorizan idas yvueltas entre el actor que actúa y el actor que reflexiona. Para rectifi-car eventualmente sus motivaciones, sus maneras de actuar, sus justi-ficaciones, el individuo abreva en el saber común o en otros saberesa su disposición. Para Giddens, la originalidad de las sociedades mo-dernas avanzadas radica en la importancia de los usos de los sabereseruditos en la vida común: "El saber constituye un elemento impor-tante de ese proceso [de reflexividad]". y sobre todo las ciencias hu-manas y sociales en la medida en que "la revisión crónica de las prác-'ucas sociales a la luz del conocimiento de esas prácticas forma parteíntimamente del tejido de las instituciones modernas" [1994, p. 47].La reflexividad se apoya tanto en la sociología como en la psicolo-gía,23 por eso "la modernidad es profunda e intrínsecamente socio-lógica" [1994, p. 49].24

Las instituciones, los grupos, los individuos hacen ese desvío re-flexivo sobre sus acciones. Las diferentes sociologías, las diferentes es-cuelas, les proponen, de manera explícita o no, servicios de reflexivi-dad. Éstos no son equivalentes; únicamente una sociología de lasociología permitiría conocerlos y aprehender las correspondenciasentre las instituciones, los grupos, los individuos y los tipos de socio-logía. Cuando Bernard Lahire toma por objeto la categoría de iletris-mo [1999] para demostrar cómo se impuso gracias, sobre todo, a laacción del movimiento ATD Cuarto Mundo, lo que hace es suminis-trar armas críticas a aquellos y aquellas que, en el seno del Estado ode las asociaciones, pueden querer una mayor igualdad de acceso ala lectura ya la escritura sin adoptar los principios subyacentes de los

23 Para]. Donzelot [1977] y R. Castel [1981], la modernidad está asociada a la psi-

cologización.24 En este texto, A. Giddens subestima, a mi juicio, el aporte de la psicología, mien-

tras que en sus trabajos sobre la intimidad, por el contrario, se apoya en dicha discipli-na y sus derivados. Su modelo de la "relación pura" está sacado explícitamente de untrabajo de terapia conyugal. Véase A. Giddens [1991; 1992]; y sobre la crítica de este

modelo, F. de Singly, K. Chaland [2001].

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defensores del iletrismo. Cuando Pierre Michel Menger dibuja losperfiles de los actores y comediantes, lo que hace es suministrar re-cursos a los negociadores de un nuevo estatuto [1997; 1998]. Cuan-do Robert Castel escruta Les Métamorphoses de la question sociale [1995],lo que hace es presentar la historia del ocaso relativo del Estado pro-videncial, y alentar la producción de otras formas de protección so-cial para limitar la extensión de los efectos del individualismo nega-tivo. Cuando Jean-Claude Kaufmann analiza la pareja por su ropainterior [1992], lo que hace es permitir que sus lectoras (y lectores)comprendan algunos de los mecanismos que hacen que la mujer quevive en pareja resulte progresivamente "congelada", para retomar lametáfora de Annie Ernaux [1981]. Cuando Christian Baudelot y Ro-ger Establet comparan lo que significa Avoir trente ans en 1968 et en1998 [2000], lo que hacen es dar elementos a dos generaciones paraefectuar su balance. Cuando Margaret Maruani, con algunos colegas,recorre los territorios de lo masculino y lo femenino para describirLes Nouvelles Frontiéres de l'inégalité * [1998], lo que hace es revelar latensión entre "progresiones evidentes y regresiones impertinentes",y la necesaria vigilancia a pesar del ascenso del trabajo profesional delas mujeres. Cuando Francois Dubet se hunde en La Galére [1992], loque hace es mostrar desde el interior cómo, al terminar las formas deregulación tradicional de los barrios obreros, éstas dejan el sitio a nue-vas maneras de conducirse de los jóvenes dominados. Cuando Stép-hane Beaud y Michel Pialoux se establecen en las fábricas Peugeot,10 que hacen es dar -como lo declara la sobrecobertura de la obra-"todo [su] lugar a la palabra obrera, para rendir homenaje a esoshombres y esas mujeres cuya dignidad es tan imponente como la quedemostraron sus padres a la hora de las victorias" [1999] ...

Esta lista podría prolongarse, prueba de que las investigacionesn sociología sirven a los individuos definidos por su pertenencia a

Ungrupo de edad, sexo, o clase social, a una profesión, a una asocia-ión, un partido, un sindicato, por su compromiso en su vida priva-

da. Cada uno quiere hacerse cargo de su destino, apoyándose even-

* Versión en español: El trabajo del género: las ciencias sociales ante el reto de las diferen-as de sexo, Velencia, Cermania, 2005. [N. del T.]

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tualmentc en recursos suministrados por el saber sociológico, los quedeberían ser estudiados de manera sistemática para ser clasificadossegún su función. Muy esquemáticamente, pueden distinguirse dos:

- La función de develamiento producida por un análisis cuan ti-tativode las desigualdades (por la apropiación de las prácticas cultu-rales j' de la escuela; de los recorridos biográficos, profesionales), oun análisis centrado en los efectos perversos, inesperados (de una po-lítica, una norma), o incluso un análisis de las lógicas argumentativasque ~tiliza la gente para legitimar sus acciones.P

=-La función deacompañamiento producida por un análisis corn-prensivoIrealizado con seriedad) de la vida de los individuos a travésde la manera en que éstos dan cuenta de su historia, describen los en-sayos y errores de la vida común, exponen sus desilusiones, sus desen-·D¿.ños,su desdicha y expresan su experiencia (que no serácobrein-terpretada por el sociólogo que lo escucha).

Esta clasificación, que no remite a diferencias según el sitio acor-dado pC'r las teorías a la conciencia, muchas veces opone a los so-ciólogos especialistas en la esfera pública y las instituciones con lossociólogos de la esfera privada.é'' Estas dos funciones no deberíanser jerarquizadas, contrariamente a los juicios frecuentes de los so-ciólogos,27 calvo que se piense que la vida privada depende de otra

25 El trabajo de Laurent Mucchielli sobre la delincuencia puede servir de ilustra-ción a esta función [2001].

26 Sin embargo, algunas sociologías de lo "público" -como la propuesta por Callan,Lascoumes, Barthe [2001]- a nuestro juicio también dependen del segundo registro.Para ellos, en efecto, a todo lo largo del proceso de "traducción", eruditos y profanosse acompañan mutuamente. En un dispositivo semejante, los lugares no están defini-dos de manera tan clara como en la lógica de la denuncia, porque "los no especialis-tas, por lo tanto, pueden participar en un colectivo de investigación, en los debates quelo atraviesan y las opciones que opera" [p. 129].

27 Esta jerarquización refuerza una concepción del mundo "masculina", según lacual la esfera pública es el espacio más importante. Existe una oposíción interna a lasintervenciones propias de los especialistas en la esfera pública entre el compromiso yla experticia. El primero parecería mejor considerado que la segunda, lo que es per-ceptible por ejemplo a lo largo de la obra Au-delá du Pacs. L'expertise [amiliale a l'éfmmvnde l'homosexualité [Barrilla, Fassin, Iacub, 1999]. Sin duda porque el experto está del la-do del gobierno, de los "grandes", mientras que el sociólogo comprometido está del

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d.iscip~ina, l~,psicología o el psicoanálisis. El principio del "todo es so-cíologízabíe y el de. la no jerarquización de los objetos sociológicos,afirmados en Eloficzo de sociólogo, incluso cuando son explícitamente~pro~ados, ~o s,~nejecutados. También habría objetos "grandes" y ob-Je~os pequen os , y ser los primeros tema de debates con más facilidad,mientras que los segundos alimentarían la conversación privada. Estapostura revela el olvido de las consecuencias de la individualizaciónen las.sociedades modernas avanzadas: los individuos, también ellos,necesIt~n construirse sin recurrir necesariamente a una concepciónnormativa propuesta por la psicología o el psicoanálisis... A menudo los sociólogos no son conscientes de los usos que los in-

d~~duos hacen .de su trabajo, en la forma de publicaciones pero tam-bl~n durante la mvestigación. Un artículo de WillyPelletier [1996] per-mite demostrarlo ~~ manera .casi experimental. Este sociólogo, con

harIes ~enry, envio un cuestIOnario a docentes de ciencias económi-as y SOCIales.Cuando volvieron los cuestionarios, al observar en uno

de ellos .~n "Gracias" que no comprendía, se dedicó a trabajar los datosn funciór¡ de ese "gracias" y de muchos otros indicios del compromi-de responder; una de las profesoras respondió con cuidado una vez

uperada am~!iament~ la fecha de entrega. Comprendió que:más allád la ~nnaclOn de la Imposición de la problemática por el cuestiona-

o, existen "beneficios 'por expresarse", que algunos individuos -losue se comprometieron sin ser los mejor provistos de capitaI- utilizanIcuestionario p~~ lograr una puesta en escena de ellos mismos, yjus-ficar con postenondad su trayectoria y su compromiso profesional. Asíe como la docente que había escrito "Gracias" "señalaba su satisfac-6n por haber ~odido desarrollar una serie de operaciones aptas paraI var su autoesuma, para conferir una explicación a su recorrido a su

I table.cimiento' en la enseñanza, para apaciguar dudas, para silenciarterminados cuestionamientos" [1986, p. 41]..Ese cuestionario -desviado- condujo a algunos docentes a ser re-

XIVOSal ofrecerles una pausa, al obligarIos a relacionar su presen-

I d de I~s d~minados, de los "pequeños"; esto suministra una definición, las más deI VecesIm~hclta, de los buenos usos de la sociología "científica", a saber, una contri-

11 16n erudita contra la dominación.

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52 FRAN<;OIS DE SINGLV

te con su pasado, tomándolos en serio. Puede parecer paradójico,porque el cuestionario, por cierto, es la herramienta más cercana auna sociología del develamiento. Por lo tanto, no se lo concibe comoel soporte de una sociología del acompañamiento para los individuoscapaces de desviarlo en su beneficio. Esta posibilidad revela que, enla realidad, los dos niveles están mezclados y que la sociología, por ra-zones teóricas, los separó sin lograr luego reunirlos.

Reducir el desfase entre el "sentido objetivo" y el "sentido subjeti-vo" de las conductas -como lo señala Bruno Karsenti [2000]- deberíaser el objetivo de la sociología, al encontrar "su razón en su imposiblerecuperación y en los trastornos que siempre corren el riesgo de intrducirse en virtud de esa desunión" [p. 239]. En nuestra opinión, la diciplina lo logra sólo ocasionalmente, por razones teóricas y metodolgicas. Más bien hay una especialización de los sociólogos en eldevelamiento, en la denuncia (por ejemplo, de los perjuicios del indiovidualismo), o en el acompañamiento (generalmente menos crítico).Reunir ambos sentidos -sin tratar el sentido subjetivo de ilusión, o sinbuscar que entre en razones, vale decir, sin querer transformarlo hata que el sentido subjetivo interiorice completamente el sentido objtivo- es difícil. La tentación en el sentido opuesto es olvidar las caeciones en cuyo seno juegan los actores, tomar demasiado en serio la"justificaciones de sí y. de su vida a tal punto que estas últimas eximirían

de conocer el sentido objetivo.Raramente se encuentra el equilibrio justo, ya que, a nuestro jui-

cio, pocas teorías proponen principios de reunión entre los dos sen-tidos, sinjerarquizar a favor de uno u otro.28 Es así como en La misería del mundo [1993], Bourdieu da predominio al sentido objetivo, alilustrar cada entrevista un tipo de trayectoria social. Ante todo, la"persona" es definida por su posición:

28 Vincent de Gauléjac [1987; 1999] forma parte de esta minoría, pero su arti ti

lación LOmamucho en préstamo del psicoa ..-ilisis para la vertiente -le la subjetividad,Francois Dubet, en Sociologie de l'expérience [1994], afirma que "el sujeto siempre estparcialmente 'fuera del mundo'" [p. 128] Yque debe efectuar un "trabajo", definidoprincipalmente por "una distancia de sí, una capacidad crítica" [p. 181]. Para este sociólogo, el individuo experimenta una "impresión de extrañeza, de no adhesión" [p. 1851,engendrada por la heterogeneidad de las lógicas que pone en acción.

OCIOLOGÍA, FORMA PARTICULAR DE CONCIENCIA 53

Se leerá este libro como otros tantos pequeños cuentos de una asisten-te social en un hospital abandonado, un metalúrgico huérfano de laclase obrera, un desocupado al que se le terminó el subsidio de de-sempleo y cayó en la indigencia, el director de un instituto de ense-ñanza media víctima de la violencia urbana, un policía de calle en unbarrio bajo.

Las otras dimensiones de la identidad son dejadas en la sombra;I arccen en segundo plano; en el proscenio, la posición, la trayecto-

lo Al final de la obra, Pierre Bourdieu intenta definir una sociologíaimprensiva que pueda articularse con una sociología objetivista. Se

IU de comprender su manera de proceder por su enunciado "los agen-l sociales no tienen la ciencia infusa de lo que son y de lo que hacen"11 .918], que retama los de El oficio de sociólogo, y que prueba la perma-

ncia del postulado de la ruptura y el develamiento. La actitud com-nsiva consiste en tener en cuenta, además, las consecuencias subje-

v 15 del sentido objetivo, sobre todo el sufrimiento, para aliviarlov lando su fuente social; Pierre Bourdieu ubica allí

la eficacia del mensaje sociológico[ ... ], al permitir que los que sufrendescubran la posibilidad de imputar su sufrimiento a causas sociales yasí se sientan disculpados, y al hacer conocer ampliamente el origensocial, colectivamente ocultado, de la desgracia en todas sus formas, in-cluidas las más Intimas y secretas [p. 944].

El sentido subjetivo sólo se vuelve objeto legítimo cuando, felizmen-I s iluminado por el sentido objetivo del que está en posesión el so-logo. Esta teoría de la subjetividad resulta pobre, porque la articula-n entre el hábitus, órgano central de la individualidad en Bourdieu,

Ilconciencia está poco desarrollada.PEn la órbita de Alain Touraine, algunos investigadores proponen

ti' procedimiento que permite hacerse cargo de los dos niveles, el

29 jean-Claude Kaufrnann, en E.go. Pour une sociologie de l'individu [2001], suminis-11 pocos elementos referentes a esta articulación, al negar la idea de un "centro demando". Otorga al relato un lugar limitado [pp. 220-222], su nominación es significa-I : "un cuento biográfico", término que no repudiaría Bourdieu [1986].

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___________1 _

54 FRANCOIS DE SINGLY

del sociólogo y el construido por los actores. Francois Dubet narra deeste modo algunas investigaciones en cuyo seno "los actores rechazanlas interpretaciones de los investigadores", ya sea de manera cortés opor oposición tajante [1994, p. 245]. "El sentido para el actor" y "elsentido para el investigador" no son lo mismo. ¿Es por un error de"traducción" por parte del sociólogo, como lo deja entender el autor,o en ocasiones se trata de otra cosa? ¿Debe realizarse obligatoriamen-te el acuerdo? ¿Los dos sentidos están hechos para estar siempre reu-nidos? ¿En qué condiciones? A falta de tener respuestas totalmentefundadas teóricamente, se observa que el hecho de proponer duran-te algunas reuniones el sentido construido por el sociólogo a las per-sonas involucradas suministra un doble reconocimiento: a los indivi-duos y su capacidad de comprender otro sentido, los cambia alhacerles notar ese otro sentido de sus prácticas; y a la democracia, oa la ética de la discusión [Habermas, 1991], le abre un espacio don-de el saber está sometido al intercambio. Resta aclarar el sitio de es-ta confrontación en la propia elaboración de los enunciados científi-cos. Es lo que hacen Michel Callon, Pierre Lascoumes y YannickBarthe en Agir dans un monde incertain [2001], al describir maneras deluchar contra lo que ellos llaman "la ciencia confinada": por ejemplo,los foros híbridos donde el papel de los ciudadanos comunes no selimita ya a escuchar las informaciones de los expertos, e incluye la par-ticipación en la definición de los problemas y las soluciones. Partida-rios de cierta continuidad entre mundo erudito y mundo profano,ellos estiman que la ruptura epistemológica remite a otro corte, elque se produce entre el pueblo y sus representantes. Una actitud se-mejante, que descansa en una concepción de la sociedad donde losindividuos comunes conservan un papel erudito y otro político a pe-sar de la especialización profesional, tiene que ver, también, con lafunción de acompañamiento.

En el nivel del individuo, Claude Dubar aboga porque la sociolo-gía reconozca una "identidad personal" que "señale el pasaje de unaconcepción objetivista y cosificada de la identidad 'para otro' a una ela-boración subjetiva y virtual de la identidad 'para sí" [2000, p. 201].30

30 O Francois de Singly [1996].

OCIOLOGÍA, FORMA PARTICULAR DE CONCIENCIA 55

1',to da como resultado reconocer en la entrevista un lugar central11 la producción sociológica, y no ya el último lugar (como en El

/I/Iciode sociólogo). El trabajo sobre sí se hace principalmente a tra-V del lenguaje, en la conciencia de un relato hecho para otro, oJI ra sí. Algunas investigaciones deberían aprehender la variaciónd los aportes en la construcción de la identidad narrativa según el ti-l' )de conversación: consigo mismo en el diario íntimo, por ejemplo;Ion un familiar; con una persona que represente un papel público

ciólogo, psicólogo, pero también asistente/asistenta, trabajador/trabajadora social...-; con un desconocido (como la confidencia enI afé, en el tren, o incluso en Internet). Para Isabelle Astier, las en-

Ir vistas de inserción en el marco del Ingreso mínimo de inserción*11995] pueden tener un doble efecto positivo, no sólo al obligar unalaboración de un discurso coherente de su vida pasada y actual, si-

110 también al efectuar esa reflexividad fuera de la esfera privada, loIU da paso a cierta generalización posible de la experiencia persa-

tu tl, y por tanto ofrece cierta manera de "agrandarse" (en el senti-lit de Boltanski y Thévenot [1991]). En ciertas condiciones de res-\' to, esas erttrevistas pueden "realizar a pesar de todo algo en el\' I aje de los rasgos de carácter hacia rasgos ejemplares y generales,limo un 'realce' del individuo, de sus capacidades de entrar en las~ ras del derecho, como gesto de legitimidad y manera de com-

l' meterse" [Astier, 1995, p. 127]. No se trata ni de disculpar ni deel olver a la persona en su trayectoria social, ni de encadenarla a1111 culpabilidad. El camino entre esos dos excesos, entre la psico-IOKizaciónde lo social y la sociologización de lo personal, es difícilI eguir, más exactamente de trazar, para los sociólogos. La perso-I lización -en el sentido del trabajo que el individuo produce pa-I onstruirse como persona y como individuo responsable- es unI iovimiento histórico del que debe dar cuenta la sociología, ya sea

Iravés de una sociología crítica que denuncie "las tiranías del

"El RMI (Rcuenu Minimum d'Insertion), o Ingreso mínimo de inserción, fue crea-lu por ley del 10 de diciembre de 1988, y su objetivo es permitir que todos dispongan1 los recursos suficientes para hacer frente a sus necesidades y permitir la reinserción

.1 los más desprotegidos. [N. del T.]

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56 FRAN<;:OISDE SINGLY

yo",3l ya a través de "procedimientos dialógicos" [Callon, Lascou-mes, Barthe, 2001] que conducen a una sociología hermana de una de-mocracia participativa o a una sociología comprensiva. La sociologíapuede adoptar varios rostros para sostener el movimiento reflexivo ge-neral de las sociedades modernas avanzadas.

~1111111

~ 11

1I11

1

31 Es lo que propone P. Corcuff [2001], tras los pasos de R. Sennett [1979]; C.Lasch [1981]; A. Ehrenberg [1998], por ejemplo. Pero cabe preguntarse por qué eltrabajo sobre sí debería adoptar necesariamente la forma de la emancipación frenote a las tiranías personales. Esta afirmación equivale a plantear que la sociología críotica es la única significativa, y que basta con extender su esfera de intervención almundo íntimo. Sin embargo, basta con tomar en serio el enunciado -citado por Corocuff- de Wittgenstein: "Será revolucionario aquel que sea capaz de revolucionarse así mismo" para captar que esta "revolución de sí mismo" no obedece necesariarnen-te a los mismos principios que la otra revolución. Nada dice acerca de que sólo lasociología crítica sea capaz de producir la segunda revolución. Otras formas de tra-bajo sobre sí son posibles, que tienen más que ver con lo que yo llamo el "acampa.ñamiento".

SOCIOLOGÍA, FORMA PARTICULAR DE CONCIENCIA 57

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·Utilidad: entre sociología experimentaly sociología social!

por Bernard Lahire

Pocas veces se entra en sociología con ideas claras sobre el tiposociología que se quiere practicar, y muy progresivamente, a me-

Ida que se acumulan los trabajos de investigación, se aprende a ea-terizar el estilo que uno practica distinguiéndolo de -y a veces lu-

hando contra- otros estilos. A la manera del psicólogo Ignacecyerson, que definía su psicología hablando de "psicología objeti-

y ,comparativa, histórica" [Meyerson, 2000, p. 83], podría calificar"mi" manera de hacer sociología de racional, empírica, totalmente

perimental y social, pero también crítica, disposicionalista, etc. Al-unas de esas propiedades -y muy en particular las dos primeras- de-I rían ser evidentes y no ser mencionadas en la caracterización dena "manera" de hacer sociología, sino admitidas como propiedadesnerales en la base de toda sociología, sea cual fuere su estilo.

Sin embargo, es forzoso comprobar que aquellos que institucio-Imente están autorizados a hablar y escribir en nombre de la socio-fa no son portadores unánimes de esas propiedades generales, yes muy difícil hacer avanzar una concepción, y sobre todo unatica, un poco exigentes y rigurosas de una disciplina que, comos, durante mucho tiempo fue el receptáculo de las empresas más

I~das del espíritu científico.f Inversamente, es corriente ver a so-

I Agradezco a Fabienne Federini y a Pierre Mercklé por los comentarios críticostuvieron a bien formularme acerca de una primera versión de este texto, y que es-

I ron en el origen de cantidad de precisiones o modificaciones.R Recientemente (el 7 de abril de 2001, en la Universidad París-V, bajo la direc-

n de M. Maffesoli), la defensa de la tesis de Élisabeth Teissier en sociología fue re-

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. Utilidad: entre sociología experimentaly sociología social!

por Bernard Lahire

Pocas veces se entra en sociología con ideas claras sobre el tiposociología que se quiere practicar, y muy progresivamente, a me-

dida que se acumulan los trabajos de investigación, se aprende a ea-acterizar el estilo que uno practica distinguiéndolo de -y a veces lu-hando contra- otros estilos. A la manera del psicólogo Ignace

Meyerson, que definía su psicología hablando de "psicología objeti-v , comparativa, histórica" [Meyerson, 2000, p. 83], podría calificar"mi" manera de hacer sociología de racional, empírica, totalmentexperimental y social, pero también crítica, disposicionalista, etc. Al-unas de esas propiedades -y muy en particular las dos primeras- de-I rían ser evidentes y no ser mencionadas en la caracterización de

na "manera" de hacer sociología, sino admitidas como propiedadesnerales en la base de toda sociología, sea cual fuere su estilo.

Sin embargo, es forzoso comprobar que aquellos que institucio-almente están autorizados a hablar y escribir en nombre de la socio-

I gía no son portadores unánimes de esas propiedades generales, yue es muy difícil hacer avanzar una concepción, y sobre todo una

práctica, un poco exigentes y rigurosas de una disciplina que, comotras, durante mucho tiempo fue el receptáculo de las empresas máslejadas del espíritu científico.f Inversamente, es corriente ver a so-

1 Agradezco a Fabienne Federini y a Pierre Mercklé por los comentarios críticosque tuvieron a bien formularme acerca de una primera versión de este texto, y que es-tuvieron en el origen de cantidad de precisiones o modificaciones.

2 Recientemente (el 7 de abril de 2001, en la Universidad París-V, bajo la direc-16nde M. Maffesoli) , la defensa de la tesis de Élisabeth Teissier en sociología fue re-

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ciólogos que defienden su manera singular de hacer sociología (conla lista entera de calificativos) como "la única manera de hacer socio-logía científica" ("La sociología soy yo"). Yprecisamente porque con-funden su manera de hacer sociología con la "sociología a secas", Iosinvestigadores no pueden ponerse de acuerdo sobre criterios prof .sionales de entrada en el oficio y, por consiguiente, sobre el umbralQ~ propiedades común a todos, independientemente del "estilo" (m .todológico y teórico) de cada uno.

r (O obstante, dado que la utilidad extracientífica de la sociologíadepende en parte de su reconocimiento social en cuanto discursocientífico legítimo, está claro que cuanto mayor sea el grado de rigo:científico de la sociología, tanto más podrá estar segura de tener pe·so L1 un mundo social que pone (¿todavía?) en alto la producción deverdades de tipo científico. Antes de responder a la pregunta: "¿Paraqué sirve la sociología?", por lo tanto, habría que ser capaz de responder al interrogante más fundamental: "¿Qué es lo que define a la sociología y lo que está fuera de la sociología?". Aceptar, de manera [alsamente democrática, que lo mejor y lo peor se codean en el seno dI'esta disciplina; es el mejor modo de perder toda legitimidad colectl-va y, al mismo tiempo, toda utilidad social.f

veladora de la persistencia en la disciplina de docentes-investigadores que reivindicanel título de sociólogo sin manifestar el mínimo rigor intelectual (para no hablar de I1

gor científico) y de voluntad de comprobarlo a través de la investigación empírica. Prro este mismo acontecimiento también, a través de cierta cantidad de reacciones y comentarios que siguieron, probó que se podía hacer pasar la ausencia de rigor y elinvestigación por "un estilo sociológico" como cualquier otro, y la crítica de las falnual rigor intelectual y al oficio de sociólogo por un crimen contra la libertad sociológlca de expresión [Lahire, 2002b].

3 El caso "Maffesoli-Teissier'', por lo tanto, participa claramente en una disminución de la legitimidad, y, al mismo tiempo, de la utilidad social de la sociología. COIlIJI

lo escribía Georg Simmel, un autor querido por una parte de los sociólogos de lo inlllginario y citado muy pertinentemente porYankel Fijalkow [2001, p. 18]: "Las cienchuen vías de formación tienen el privilegio mediocremente envidiable de servir como a~1lo provisional a todos los problemas que flotan en el aire, sin haber encontrado su v J

dadero lugar. Por la indeterminación y el fácil acceso de sus fronteras, atraen a los 'slnpatria' de la ciencia, hasta que hayan reunido la suficiente fuerza para rechazar fuclllde sí todos esos elementos ajenos: en ocasiones la operación es cruel, pero ahorra 11111

chas decepciones para el porvenir" [Simmel, 1889, p. 71].

UTILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL Y SOCIOLOGÍA SOCIAL 65

Pero la cuestión de la utilidad de la sociología hace trabajar enI nrticuiar otras dos propiedades citadas más arriba, a saber: las di-111 nsiones social y experimental. Tras haber presentado el cuadro dee enjunto de los estilos de producciones sociológicas y haber encara-do la cuestión de las fronteras de la sociología, trataré de mostrar dequé modo la pregunta "¿Para qué sirve la sociología?" engendra fuer-I!' tensiones en todo investigador que pretende inscribir sus trabajosn la tradición crítica de la "sociología social", al tiempo que reivin-Ii a la mayor libertad experimental en sus investigaciones y la más

111 rte autonomía científica.

ociología y sociologías

El cuadro que ofrecemos a continuación indica algunos principios110 exhaustivos de clasificación de las producciones (más que de losproductores, que pueden ser los autores de producciones de natura-I zasmuy diferentes en el curso de su carrera) de los sociólogos tal co-rno existen hoy en la universidad, en los institutos de formación y losrandes organismos de investigación.4 No todos estos principios dele sificación tienen el mismo valor. Así, una sociología científicamen-

I más avanzada no debería aceptar ya en su seno producciones quetengan por principio un mínimo de espíritu racional y argumen-

1uivo, y que se caractericen más por estrategias retóricas o estéticas deducción (pegatinas semánticas, florilegios verbales, uso de palabras

ruditas que "suenan bien" unas a continuación de otras, etc.) que porun esfuerzo sostenido para convencer racionalmente a su lector.5 Tam-

4 Aquí concentro mis ideas sobre los sociólogos que están sometidos a coercionesdl~ciplinarias fuertes, dejando voluntariamente fuera del campo de mi reflexión a to-dos aquellos que, sociólogos de formación y que más o menos reivindican el título, ins-

J iben sus actividades y producciones en marcos extradisciplinarios (empresas, colec-Ilvidades locales, oficinas de estudios o de consejos ... ).

5 Es evidente que ninguna escritura, siquiera la más austera, está desprovista deIectos de seducción, y que algunos autores pueden combinar un "bello estilo" y un

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66 BERNARD LAHIRII,

bién debería no sólo tornar difícil para un sociólogo el hecho de nunca producir una investigación empírica (en el sentido más amplio deltérmino: cuestionarios, entrevistas, observaciones, archivos ... ) en (·1curso de su carrera, sino también marginar las producciones con undébil grado de severidad empírica y de exigencia metodológica qul'apuntan hacia el periodismo menos documentado o el.ens~~s,mo m: H

relajado. En una situación científicamente sana, en mi opmIOn, y pll

ra condensar el propósito del cuadro.P las producciones de tipo es <1lar deberían ser esencialmente producto de "productores" y no dl~puros "lectores", los productores deberían estar todos animados po,un espíritu racional, la primacía debería ser concedida por los invcstigadores a publicaciones de investigaciones empíricas (vers~s publcaciones de notas de síntesis, divulgación, manuales o reflexiones diorden meramente teórico) y,por último, esas publicaciones deberíauser juzgadas a la vez sobre el plano de la solidez argumentativa y ~(I

bre el grado de severidad empírica y exigencia metodológica puestuen práctica."

Se puede observar que el cuadro no menciona ninguna difer '11cia de "escuelas" (de paradigmas teóricos, de teorías de lo social..,)o de credo metodológico (cualitativista versus cuantitativista), que ~1I

embargo muy a menudo ocupan todo el espacio físico de los manunles universitarios y todo el espacio mental de los espíritus escolamque los leen. A priori, todos los paradigrnas pueden pretender tlIlligual dignidad científica en la medida en que respeten un alto grarlude severidad empírica, exigencia metodológica y persuasión ar~1mentativa. En los hechos, empero, las diferencias teóricas encubr 11

a menudo diferencias de exigencia científica. Así, hay escuelas te ti

"espíritu racional". El problema se plantea precisamente cuando el efecto de 'NIIII

reemplaza el trabajo argumentativo. Todo es una cuestión de gradación.6 Puse en versalitas los polos hacia los cuales creo que todo sociólogo, sean CIIIII

fueren sus adhesiones teóricas y metodológicas, debería tender. Po", otra parte, pll

en gris más o menos los polos que deberían desaparecer del campo de una discipllumás exigente desde el punto de vista científico. .

7 Estos criterios, que permiten seleccionar en el grado de fuerza probatona eldiferentes trabajos sociológicos, están presentes en una parte de las reflexiones el)I!1mológicas deJean-Claude Passeron (Lahire, 2001a].

flLlDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL Y SOCIOLOGÍA SOCIAL 67

que engendran pocas investigaciones empíricas o que se con ten-11 on un grado bastante débil de control metodolÓgico. Hay inves-

ti lores que pertenecen a tal o cual tradición teórica que afirmanh¡ que lo que tratan de convencer, etc. De igual modo, una escue-

I I rica que pudo producir en el pasado numerosos trabajos a la vez1111íricamente fundados, metodológicamente manejados y cuidado-111nte argumentados, puede haberse congelado en una doctrina oI un catecismo que desdeña la investigación empírica o la calidadla construcción de las encuestas. En sí, ninguna escuela teórica ga-

utiza la calidad científica de los trabajos realizados en su marco: ea-producción singular debe ser juzgada en cuanto tal a partir de cri-

rlos científicos ya evocados (solidez argumentativa, extensión ynul za de la base empírica, rigor y control metodológicos).

CONJUNTO DE !.AS PRODUCCIONES DE LOS SOCIÓLOGOS

Manuales, notas de síntesis, compilaciones de textos comentados,/1 sentaciones de teorías, de métodos o de autores ...

versus Producciones escolares de lectores

versus

versus

versus

.101 gía experimental

nuvaciones teóricas

lodológicas, fuerte

lvidad ... )

versus Sociología social (los temas,

objetos, son más importantes que

la inventiva científica ... utilización

de los productos de un "arte deinventar ya inventado")

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68 BERNARD LAHIRE

Entre sociología social y sociología experimental

La distinción que yo opero entre "sociología social" y "sociologíaexperimental" se apoya en la oposición, clásica en el campo del arte,entre "el arte social" y "el arte por el arte". Por supuesto, se trata deuna oposición de naturaleza ideal típica que nunca existe de mane-ra tan tajante en el campo de las ciencias sociales, pero que permitever más claro en la complejidad de las orientaciones científicas obser-vables.f Hasta puede añadirse, para ser todavía más claros, que al de-signar actitudes y maneras de hacer, estos dos ideales típicos puedenaplicarse a producciones diferentes de un mismo autor, hasta a aspec-tos diferentes de una sola y misma producción científica. Esta distin-ción de las obras y sus productores es necesaria si se quiere rompercon las simplificaciones académicas ordinarias aplicadas a los indivi-duos ("él es esto", "no es más que eso").

Así como existen artistas que asignan funciones sociales al arte yconceden un interés primordial a los temas y contenidos de sus obras,que deben mostrar un aspecto didáctico, existen sociólogos que seinscriben en la tradición de lo que podría llamarse la "sociología so-cial", y que desean realizar trabajos útiles en el marco de las luchas

8 Hay que aclarar que a partir del momento en que ya están dadas las posicio-nes en el campo científico aparecen en todos los campos estrategias de bluffque con-sisten en imitar los "gestos" y las palabras asociados a esas posiciones. De este modo,nunca fue tan grande la distancia entre la invocación de la ciencia, el rigor, el asee-tismo, la modestia, la limitación de la parte de shoto, etc., y el hecho más ingenuo deerigirse como un héroe, la retórica romántica del compromiso personal, las estrate-gias literarias más comerciales efectivamente desplegadas por algunos investigado.res. Un ejemplo caricaturesco de estas contradicciones en acto se muestra en la obrade Loic Wacquant, C011)S& Ame. Carnets etlinographiques d'un apprenti boxeur [2001).así como en las entrevistas del sociólogo que acompañaron la salida del libro (e in-cluidas por su editor). Habría que preguntarse qué queda en materia de saber socio-lógico en este tipo de empresa de autopromoción comercial y militante por partesiguales, luego de haber quitado cuidadosamente el narcisismo, la exaltación de unacarrera académica en los Estados Unidos, la "farsa" de la evocación de los "miles drpáginas" de notas etnográficas y las manifestaciones vibrantes de la fascinación pOI'

un maestro.

\JTILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL Y SOCIOLOGÍA SOCIAL 69

ciales, morales, culturales, ideológicas ... 9 A la inversa, el "sociólo-experimental" es comparable al partidario del "arte por el arte"

n el hecho de que debe inventar su posición social, o sea, la del eru-dlto "profesional con dedicación exclusiva, consagrado a su trabajoel manera total y única, indiferente a las exigencias de la política y alISexhortaciones de la moral, y sin reconocer ninguna otra jurisdic-d n que la norma específica de su arte"lO [Bourdieu, 1992, p. 115).',Rteprivilegia la construcción del objeto sobre el objeto de estudio,

r e niega a que cualquiera (tanto dominantes como dominados) lemponga sus objetos y temas de estudio.l!

La sociología experimental se caracteriza por una atención refle-lvasobre las herramientas teóricas y metodológicas utilizadas respec-

lo de objetos empíricos bien delimitados, por una inventiva metodo-I igica y la posesión de cierto gusto por la variación de las escalas deobservación o de los modos de desglose de los objetos, con miras angendrar conocimientos específicos. 12 A menudo, semejante dispo-

9 En definitiva, la sociología social no sólo privilegia determinados objetos (comoImundo obrero o subproletario, las clases sociales, las luchas sindicales o políticas,t .), sino que además selecciona una serie de cuestiones teóricas: desigualdades, lu-

1111\5, relaciones de fuerza, de dominación, etc. Asíjean-Claude Passeron, en un ras-IClllfpicode la sociología social, escribía hate veinte años: "Únicamente las diferencias,Iontradicciones y desigualdades alimentan útilmente el conocimiento sociológico"Il'nsseron, 1981, p. 7].

10 La frase famosa de Flaubert: "Soy un hombre pluma. Siento a través de ella, a1uusa de ella, respecto de ella y mucho más con ella" condensa, a su manera, esta iden-1111 ación total con la actividad de escritor.

11 Los escritores que defienden una concepción del arte por el arte también sernracterizan por un doble rechazo: rechazan a la vez el moralismo del espíritu burguésy 1 utilitarismo de los defensores del pueblo. Ni conformismo moral burgués o peque·

1 burgués ni moralismo populista, su posición estructuralmente ambigua les deparótaques cruzados procedentes de los dos campos opuestos. Cabe recordar la frase vi·

rulenta de Théophile Gautier frente a la exhortación de utilidad en el campo litera-110: "El lugar más útil de una casa son las letrinas".

12 Tales disposiciones (ese "prurito por la experimentación") fueron característi-111 de la actitud de los microhistoriadores italianos, según Jacques Revel [Revel, 1996,1', 13]. En Francia, si Pierre Bourdieu calificó hace poco su actitud de "antropología1 flexiva", esta reflexividad es puesta en práctica sobre opciones conceptuales fijas y110 discutibles. Así, la reflexividad puede ser orientada hacia las condiciones de pro·

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70 BERNARD LAHIRE

sición experimental es provocada por la ruptura más o menos radi-cal con marcos y costumbres teórico-metodológicos rutinarios que,originales en su época, terminaron por perder parte de su rendimien-to heurístico, al punto de no aprender ya de talo cual parte o de talo cual aspecto del mundo social sino lo que el modelo ya nos habíaenseñado cien veces antes sobre otros terrenos o a propósito de otroscampos. Pero una ruptura ciega y desprovista de reflexividad no con-duce a ese gusto por la experimentación y la invención teóricas y me-todológicas. Sólo cuando se pregunta lo que el cambio de desglosede los objetos, de escala de observación o de método de producción delos datos crea como tipos de conocimiento, y cuando se cuida de con-siderar la nueva versión del mundo social así producida como la (úni-ca) verdad (posible) sobre ese mundo, sólo entonces el investigador,a fin de cuentas, adquiere esa actitud de curiosidad que puede su-gerir el calificativo de "experimental", si se lo refiere al sentido queadopta tanto en la expresión "cine experimental" o "literatura expe-rimental" como en aquella de "ciencia experimental" [Lahire, 1995,pp. 38-39, y 2000].

Por su parte, la sociología social considera que, frente a los gra-ves problemas sociales (explotación económica, desocupación, domi-nación política o cultural, miserias de toda índole, etc.), sería incon-veniente, inmoral, abusivamente lujoso y decadente ocuparse deobjetos (juzgados) socialmente menores y desprovistos de desafíosideológicos. Los sociólogos sociales, como los partidarios del arte so-cial, que siempre asignaron funciones sociales o políticas a la litera-

ducción de los datos (reflexividad sobre las operaciones de codificación en las encues-tas estadísticas, sobre las opciones de terreno, el modo de selección de los encuesta-dos ... ), la posición del investigador en el dispositivo de la encuesta (sobre todo cuan-do hace una observación participativa, o incluso entrevistas), su relación con el objeto,etc. Esta reflexividad, a la que nos acostumbró una parte de la sociología -y que po-dría resumirse diciendo que la interpretación no comienza una vez terminada la en-cuesta, sino a partir de los primeros actos de investigación y a cada nuevo paso-, noobstante deja sin interrogar a personajes centrales de la intriga científica: la escala deobservación adoptada y las herramientas conceptuales utilizadas. Véase el notable tex-to de Pierre Bourdieu, "Transmettre un métiet' [1992, pp. 189-195], que sin embargo ol-vida recordar que los consejos prácticos prodigados a los aprendices sociólogos siem-pre encierran teorías sociológicas en estado práctico.

UTILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERlMENTAL y SOCIOLOGÍA SOCIAL 71

uira, así como reintrodujeron desafíos políticos o morales, se carac-t rizan por sus disposiciones militantes, por su débil propensión a1 invención teórica y su alejamiento de las investigaciones demasia-do formales.P Así como el arte social es tanto más fuerte y está tan-1. más representado en el seno del campo literario cuanto más pro-I ido sea el contexto social y político a un cuestionamiento de lasr laciones de dominación y de poder existentes, y a una interroga-ión sobre los "dominados" de toda naturaleza, la sociología socialurfea de ese modo sobre las olas de los cuestionamientos sociales

que le garantizan cierta audiencia y dan visibilidad a sus productos[Bourdieu, 1992, p. 352] .14

A pesar de sus numerosas diferencias, uno y otro comparten sinmbargo aborrecimientos comunes. Por ejemplo, porque perdió to-

da veleidad crítica al ponerse al servicio de los poderes (punto de vis-(~crítico del sociólogo social) y porque perdió toda autonomía cien-tffica y toda perspectiva de conocimiento para convertirse en un"hombre de acción" o al servicio de la acción (punto de vista críticod 1sociólogo experimental), el "sociólogo de institución" (sociólogoel empresa, sociólogo de Estado, consejero de los príncipes ... ), queI ivindica una utilidad y un asidero sobre lo real contra todos los"idealistas" que se niegan a enfrentar las realidades del poder, comoI "artista burgués", es esas dos corrientes.

De igual modo, la sociología blanco de las críticas de social y la ex-p rimen tal toman distancia de una parte de la sociología del "gran pú-blico" o "comercial" que, como el "arte comercial", halaga los gustosd la mayoría tomando temas exitosos, de actualidad, casi sin cuestio-nar la doxa vigente y borrando lo más posible las marcas propias deloficio (tanto de artista como de sociólogo). Esta sociología; de la que

: hacen eco regularmente las revistas, es al mismo tiempo muy poco() falsamente crítica (apenas lo necesario para presentarse como eru-

13 Por ejemplo, en literatura, "Duranry y Champfleury querían una literatura depllra observación, social, popular, que excluyera toda erudición, y consideraban al es-1110como una propiedad secundaria" [Bourdieu, 1992, p. 135].

14 Puede pensarse en L'École capitaliste en France, de C. Baudelot y R. Establet, pu-hll ada en Maspero en 1971, o en La Misére du. monde, de Pierre Bourdieu, publicada

11 euil en 1993.

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72 BERNARD lAHIRE

dita, pero no demasiado para no resultar pedante) 15 Ydébilmente ar-gumentada y erudita (dirigirse a un universo de lectores extendido su-pone hacer concesiones objetivas que los editores comerciales no de-jan de recordar a los autores: no excederse en la extensión, no hablardemasiado en "jerga", no utilizar demasiadas notas al pie de página,no hacer "desaparecer" el objeto detrás de su construcción ... ). No obs-tante, la sociología social y la experimental se distinguen en el hechode que la primera sólo rechaza las producciones comerciales de natu-raleza conservadora, mientras que la segunda también engloba en sucrítica las producciones comerciales de la sociología social, de las qu .percibe el débil grado de autonomía científica.

Por último, tanto una como la otra se distancian de una "sociolo-gía académica" (políticamente conservadora y demasiado distancia-da de una parte de las realidades sociales según la sociología social.l"totalmente desprovista de audacia y de inventiva teóricas y metodoló-

,--..,.. 15 Sobre este punto, véase B. Lahire, "Entre experts et savants" [1999, pp. 193·

252]. La sumisión más completa a la doxa más común, por otra parte, hoy puede pre·

\

sentarse en la forma combatiente de una crítica de las críticas y reivindicar la perte-nencia a una "sociología comprensiva". El sociólogo "comprensivo" (nueva manera)a todas luces percibe al sociólogo crítico~;;;;;:;- ~estas, un ser que no sabe de-

I gustar el sabor de las cosas; en pocas palabras, un personaje grosero que no vive las

I cosas sino que las pone a distancia. A contracorriente de los sociólogos críticos, oca-sionalmente sus intervenciones ofrecen un apoyo inesperado a todos los represen-tantes de la doxa. Así, a propósito del programa Loftstory, difundido en M6,]ean-Claude Kaufmann no vaciló en tratar a quienes tuvieron la audacia de criticar elprograma de "nuevos garantes del orden moral", o en acusarlos de "poujadisrno in-telectual". [El poujadismo fue un movimiento de derecha, caracterizado por unamentalidad reacia al cambio (N. del T.)]. Pero es cierto que en la actualidad se pue-de hacer pasar cualquier ignominia por una "mutación antropológica". Y no sonquienes cometen las faltas sino quienes las denuncian los que son designados comolos verdaderos culpables: "Lo más importante no es denunciar, sino comprender. Ysi hay que denunciar, el crimen más grave no es quizás el que uno cree: en mi opi-nión, es la obra de los nuevos inquisidores que quieren imponemossus juicios prees-

~blecidos" [Kaufmann, 2001, p. 14].16 Loic Wacquant opone su "sociología visceral, que viene de las tripas" a la cal'

window sociolog)\ que se practica "emboscado detrás del parabrisas de su Chevrolet", ver-sión norteamericana del sociólogo emboscado detrás de su escritorio. A partir de en-tonces, están los verdaderos y los falsos, los que arriesgan el pellejo y los que permane-

I lTIUDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL Y SOCIOLOGÍA SOCIAL 73

loIi as y demasiado respetuosa de las fronteras disciplinarias para la so-II logía experimental), la que termina por perder todo contacto, no

lo con la realidad social, sino con la realidad de las investigacionesmpíricas más contemporáneas, para encerrarse en la exégesis inter-

minable de los "grandes autores" o de las "grandes tradiciones", o en1incansable perfeccionamiento técnico de los métodos.

La percepción mutua de la sociología experimental y la social eshl\ tante parecida a la que se observa en el campo artístico. La ten-¡ n entre una sociología social (que privilegia los objetos y tiende a

moralizar y a politizarlos adoptando una jerarquía implícita de su dig-nidad científica) y una sociología experimental (que corre el riesgoel encerrarse en una creatividad meto dológica o teórica sin objeto)

parece a aquella que existe entre el arte social y el arte por el arte,O re la voluntad de decir cosas "importantes" sobre el mundo social

(ron el riesgo de abandonar totalmente la forma) y la búsqueda pu-I\de la estética, el estilo, la forma (con el riesgo de no decir ya nadael 1 mundoj.l?

Vista a partir de una sociología social, el arte por el arte de la so-I¡ logía (la sociología por la sociología) posee algo un poco sospe-hoso. La insistencia (por fuerza nominalista) en la construcción¡ ntífica de los objetos, la eventual sofisticación de los modelos o las

In todologías o el juego con las escalas de observación pueden serJI rcibidos como signos culpables de lujo (o de diversión) intelectualy de indiferentismo social. Así, el sociólogo experimental cae bajo elmismo tipo de crítica que el partidario del arte por el arte: la defen-l intransigente de su autonomía, el amor puro por el conocimiento

el mtífico en cuanto tal y la desconfianza respecto de toda demanda1) ial (incluso implícita) lo hacen pasar por un espantoso "individua-

l! ta apolítico" (alejado de las realidades sociales y políticas), juicio¡ue, a pesar suyo, lo vuelve a ubicar en eljuego político y social del

1 11 emboscados, etc. Pero esta lógica de clasificación y desclasificación no tiene nada11 una lógica científica, y el grado de cientificidad de los sociólogos no se mide en la1 ntidad de "costillas rotas" sobre el terreno.

17 Como ocurre con una parte de las producciones literarias vinculadas a lo que• llamó en Francia el "Noveau TOman".

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74 BERNARD LAHIRE

lado de aquellos que, al no luchar explícitamente contra el orden,c!.e-sigual del mundo, sólo pueden ser sus cómplices silenciosos. "">,

A la inversa, el partidario del arte por el arte en sociología mi-ra con desconfianza al sociólogo social, a menudo comprometido,demasiado inmerso en las luchas sociales para romper con nume-rosos implícitos y salvaguardar su autonomía, demasiado involucra-do con sus objetos para tener al mismo tiempo el deseo y los mediosde inventar nuevas maneras de hacer ciencia. El que apunta a ha,cer progresar o a "inventar" nuevos puntos de vista de conocimien,to sabe descubrir en el sociólogo social la utilización incuestionaday sin innovación de los productos congelados de la investigación pa,sada (que en ocasiones fue la más avanzada de su época) y percibeclaramente los límites sociales y políticos de su pensamiento, la~deudas que contrajo implícitamente con los grupos o categorías do,minados. Ve y critica al investigador atrapado por sus objetos y pri,sionero de una voluntad de utilidad social que lo at.rae hacia un rea,lismo epistemológico y un olvido de las construcciones científicasPorque la sociología social, como el arte social, alcanza tanto mejo¡sus objetivos en la medida en que no se interroga demasiado sobr~los instrumentos (o las formas estéticas) que pone en práctica y sI:),bre los efectos límites del punto de vista del conocimiento que el'l\,prende. Si procediera de ese modo, decepcionaría las expectativ<tsrealistas de sus lectores potenciales: sindicalistas, políticos, milita~_tes, etc. Ligada a (y sostenida por) su público, esta sociología nI)

puede permitirse el lujo de perderlo mostrando lo que apareceqacomo una floritura metodológica y teórica, al ser demasiado invel:¡_tiva, y, al mismo tiempo, al exponer demasiado la arbitrariedad cl.esu actitud.

El sociólogo experimental tampoco aprecia en el sociólogo soci~lel moralismo (y la jerarquía implícita o explícita) de los objetos q~e~teñza su proceder. Para éste, en efecto, algunos objetos ~t---- -cos son más importantes que otros, y termina por imponer una co:o_

'-. _ ••• ~ .- •••••• _ J' '''' __ '.... .'_ • ........-- ~--=-,ce ción política o moral de los objetos principales y los s<:.:und~J;:!~s.Realmente ~;l~ que-ani~;' poreje~plo, aJean Copans cuando ~a-ce la crítica de los objetos estudiados por gran parte de los sociólogt¡sfranceses de hoy:

UTILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL Y SOCIOLOGÍA SOCIAL 75

Para evocar lostemas del desarrollo y la globalización, los únicos textossignificativos hoyen lengua francesa nos vienen de historiadores, geó-grafos, economistaso incluso politólogos. La sociología francesa, tan bri-llante en estoscampos en los años 1950-1980, ya no tiene nada que de-cir, Y comprendo muy bien a mis estudiantes, que se alejan de esastemáticas porque, con el mejor de los legajos, lo que esperan mis cole-gas que van a reclutarlos son temas como "Lasdescortesías en el 93", "Miportátil, mi computadora y mi nuera", o "Lo intercultural entre la callede los Rosalesy el barrio de la Rosa" [Copans, 2001] .18

Sin embargo, la crítica de los objetos descansa en un realismoepistemológico que confunde objeto y punto de vista de conoci-miento sobre el objeto. Para tomar las palabras de un eminente de-fensor del arte por el arte en literatura, Claude Simon, podría decir-e que, como la pintura y la novela, la sociología no debería extraer

su pertinencia o su valor "de alguna asociación con un tema impor-tante" [Simon, 1986, p. 29]; a la inversa, la sociología no deberíaser condenada sobre la base de alguna asociación con un tema con-iderado trivial o insignificante. La sociología experimental no so-

porta bien la exhortación moral y política, percibida como terro-rista, en materia de elección de ciertos objetos de investigación quela sociología SOcial descarga sobre los investigadores que son afec-tos a ellos. Ella desarrolla un amoralismo de principio al negarseabsolutamente a dejarse imponer criterios ideológicos o moralesscogidos.

Pero, si pUeden encontrarse figuras casi ejemplares de estos dospolos (aunque la cantidad de sociólogos que representan la tenden-da experimental sea extremadamente limitada), no es ilusorio que-

18Es . dte upo e at"gumentos,amenudoutilizadospolíticamenteporaquellosquees-Un en luchapor la definiciónde ladesgraciamáslegítima,carecede límitesde utiliza-e n y fácilmentePUedevolversecontraquienesloemplean.En efecto,¿cuántovaleel

tudiodelmovimientoobrerofrancésfrentealde lamiseriade lospueblosafricanos?I ué legitimidadCOncederalestudiode ladominaciónculturalo de lasdesigualdades

.olares,aliado del estudiode losefectosde laexplotacióneconómica?Frentea talesl'Kumentos,elsociÓlogoexperimentalsólopuedeafirmarclaramenteque,en materia

.1 iencia,elargumento"moral"o "político"sobrelosobjetosesinaceptable.

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76 BERNARD LAHIRE

rer aunar ambos puntos de vista dirigiendo el estudio, a partir deuna concepción experimental, sobre temas o campos de interés quepertenezcan al universo de la sociología social y crítica (desigualda-des, dominaciones, poderes, estigmatizaciones, etnocentrismos ... ) .19

En definitiva, la voluntad de reunir dos posiciones en tensión no esajena a la actitud de los escritores que, al tiempo que defienden unaconcepción del arte por el arte (piénsese en Baudelaire o en Flau-bert} , y que privilegian la forma sobre el contenido, no fueron sin em-bargo totalmente ajenos al arte social. Criticados, conducidos ante lajusticia por su amoralismo, nunca llevaron a cabo realmente el pro-grama puro evocado por Flaubert, en una carta fechada el 16 de ene-ro de 1852 y dirigida a Louise Colet:

Lo que me parece hermoso, lo que me gustaría hacer, es un libro so-bre nada, un libro sin un lazo exterior, que se sostendría a sí mismpor la fuerza interna de su estilo, como la Tierra, que sin estar soste-nida se sostiene con comodidad [... ]. Precisamente por eso no hay te-mas bellos ni feos, y casi podría establecerse como axioma, ubicá.ndo-se en el punto de vista del Arte puro, que no existe ningún tema, yaque el estilo por sí solo es una manera absoluta de ver las cosas [Flau-bert, 1980, p. 31].

Aunque Flaubert estuviera más interesado en la transgresión d •las convenciones literarias, y sobre todo de las estructuras formalesde la novela, su éxito público se construyó, en parte -sobre todo conMadame Bovary-, en virtud de la transgresión de las costumbres.I?

19 Porloque a mí respecta,fueestadoblecoerciónlaqueorientópublicacion'jtalescomo Tableaux defamilles [1995) y L'Invention de t'riüeunsme" [1999).

20 La educación sentimental; queapareciódiezañosmástardesindejarcasiningunaambigüedadsobrela intenciónestéticadelautor,no tuvoel mismoéxitode público.

UTILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL Y SOCrÓLOGÍA SOCIAL 77

ndignaciones y compromisos:¿de qué naturaleza es su utilidad?

No obstante, vemos muy bien cómo, sin ser totalmente incompa-tibles, ambos puntos de vista entran claramente en tensión cuando se

nsidera su orientación respectiva en materia de indignación y dempromiso. Para el defensor de una sociología experimental, po-

dría decirse que el compromiso y la indignación, primero y ante to-el ,son científicos.é! En cambio, más cerca del militante político, el

ciólogo social tiene un compromiso e indignaciones de índole esen-talmente social y política. Abrazar la causa de la ciencia para los pri-

meros, la de los dominados para los segundos.Encontramos una formulación ejemplar de la primera actitud en

un comentario de Jean-Claude Passeron:

Puesto en esa roldana de la responsabilidad de los efectos socialeso po-líticos de su sociología, el sociólogo no tiene más que una escapatoria:la de terminar, categóricamente, con todas esas inquietudes semejantesa una tempestad en un vasode agua, por la elección de asumir su incons-ciencia política, haciendo oídos sordos a lasamonestaciones de derechay de izquierda sobre su political incorrectness. Una sola solución: décirlotodo (si se encontró algo), publicarlo todo (si uno llega a eso), cuales-quiera que sean el lugar y la hora, cualquiera que sea el efecto coyuntu-ral más o menos pronosticable. Laverdad sociológicanunca es realmen-te mala, aunque siempre molesta a alguien, no siempre al mismo: alconservador un día de la semana, al revolucionarioal siguiente. [... ] Quese le muestre con el dedo el punto donde yace el error de razonamien-to o el sesgode la observación, nada mejor que eso: él es responsable deesto por el oficio que eligió. Pero en nombre de esta responsabilidad nopuede hacer otra cosa que asumirse al mismo tiempo como irresponsa-ble de los efectos (políticos o morales) de lo que publica: de otro modo,ya entró en una casuística de la political correctness donde, en nombre de

21 Así,loscomentadoresde laobray labiografíade Baudelairepudieronhablar11 () asionesde su"compromisopoético".

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la responsabilidad social del sociólogo, pronto se verá llevado a razonar,hablar y publicar bajo la dictadura de una hipotética utilidad (o inutili-dad) social" [Passeron, Moulin y Veyne, 1996, p. 303].

Por lo demás, el mismo autor distingue la "indignación lógica"-como horror de la contradicción entre el razonamiento y la conduc-ta de una persona- de la "indignación ética". Si se desviara el sentidoinicial de esta expresión, podría decirse que las primeras (lo que nosignifica las únicas) indignaciones que debería experimentar un so-ciólogo de oficio son indignaciones lógicas, cuando -al releerse o leera sus colegas- cae en la cuenta de errores de razonamiento, contra-dicciones argumentativas, sinsentidos lógicos, incoherencias entre lainterpretación y el material interpretado, torpezas metodológicas, etc.

'( No. es que el sociólogo deba negarse s~temátic':.~eldebate político o social, sino que su primer deber es tratar de r~li-zarel trabajo de la manera más controlada científicamente que seaposible. Su ideología profesional debería ser la del arte por el arte,

1 de la ciencia por la ciencia, ~s que la de la ciencia en~cada a eers-"J pectivas y utilidades extracientfficas. A la pregunta: "¿Para qué sirve

la sociología?", el sociólogo responde entonces serenamente: "Nadamás que para producir verdades científicas sobre el mundo social".El sociólogo no está al servicio de nadie (cosa que parcialmente ad-mite el sociólogo social, que de buena gana denuncia a los sociólo-gos "aplicados" que sirven a los poderes políticos, económicos, me-diáticos ... ), está únicamente al servicio de la verdad dificultosamenteconquistada. Decir esto no significa que los eruditos deban estar des-provistos de reflexiones y compromisos políticos, éticos o sociales. Locual tampoco significa que las investigaciones sociológicas deberíanestar cuidadosamente desconectadas de las cuestiones sociales, mo-rales y políticas de su época. Es bien sabido que, en función de sustrayectorias y de sus relaciones con los valores, los investigadores tras-ladan a su oficio cuestionamientos, puntos de vista, preocUpaciones,y en ocasiones hasta iras e irritaciones que les son propias,,22

22 Teniendo en cuenta esta situación, hay motivo para inquietarse a partir del mmento en que se comprueba que una parte de los tipos de cuestionamiento o de irri-

UTILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL YS( (:1()1 1H 111 1 I

Con facilidad, los sociólogos sociales pued '1) :1\1 I '11'

sición de aquellos que, tratando de hacer su ofi i dI 1, \11111 I 1 I I

orrecta posible, comienzan por enfocar la ciencia aun- d, lit' 11

tra parte. Por ejemplo, precisamente con el mism mdo el l' 111 ,

ión, Pierre Bourdieu podía, ayer (a partir de una e n 'P \111 ",11 '1

por el arte" de la sociología), elogiar al sociólogo que había h '( 1,,1 11lección de "desgarrar las adherencias y las adhesiones por las 'ti ti

por lo general, uno valora los grupos", "abjurar de las cre n ias <\\1('son constitutivas de la pertenencia" y "renegar de todo lazo d a illuión o de filiación" [Bourdieu, 1982, pp. 8-9], o hacer la crítica di)

intelectuales "que se apoyan en la autoridad de la competencia [... ] qu 'les reconoce socialmente para hablar con autoridad mucho me S

allá de los límites de su competencia técnica" [Bourdieu, 1980, p. 72J;Y hoy puede fustigar a los eruditos que escogieron las "facilidades vir-tuosas del encierro en su torre de marfil"23 [Bourdieu, 2001, p. 9],

ración no están representados entre los sociólogos de oficio. Los argumentos expr sa-rI s por Max Weber para defender la idea de que un anarquista pueda útilmente u-pltr una cátedra en una facultad de derecho van en ese sentido: "En efecto, no cab inludas de que un anarquista puede ser un buen conocedor del derecho. Y si lo es, ,1punto arquimediano, por así decido, donde se encuentra ubicado en virtud de su con-vi ción objetiva -con tal de que sea auténtica=y situado juera de las convenciones y los(11esupuestos que a nosotros nos parecen tan eviden tes, puede darle la ocasión de d 's-ubrir en las intuiciones fundamentales de la teoría corriente del derecho una probl '-

m, tica que escapa a todos aquellos para los cuales son demasiado evidentes. En ef -In, la duda radical es el padre del conocimiento" [1992, pp. 375-376].

23 Es forzoso comprobar que fue en otro estado de creencia, y limitando el ti m-pu pasado a otras actividades fuera de la actividad propiamente científica, como Pie-r Bourdieu creó la obra que, paradójicamente, posibilita en adelante un discurso

muy diferente. Pero, como cualquier actor común, el sociólogo no posee la represen-ión verdadera de su situación objetiva. A propósito de Bourdieu, podría decirse quel modelo de la fructificación público-política (en la muy última parte de su carr -

) de un saber científico dificultosamente conquistado en la autonomía más intran-111nte (primera parte de la carrera) lo que parece pertinente para describir la verde dhl tiva de las condiciones de su compromiso, y no el modelo del vínculo establecido

antemano entre el "investigador competente" y los militantes [2001, pp. 10-12]~c-afirmarse que si él mismo hubiera sido ~cido por los cantos de sirena del com-

umiso, es evidente que no habría tenido la obra que ~ne ..Los jóvenes investigadque se comprometen en la acción pública como consecuencia de las incitación 8

Isociólogo deberían, por lo menos, ser conscientes -para no vivir desilusiones el •

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Cuando se conoce el ascetismo, el esfuerzo permanente consentidoy la modestia que supone una conciencia científica, podría decirseque la facilidad está más del lado de la crítica (dirigida en este caso aun estado anterior de sí). De igual modo, a las (presuntas) "facilida-des virtuosas" del sociólogo concentrado en su oficio pueden oponer-se las "facilidades" de aquellos que abandonan el trabajo fastidioso deinvestigación para "mezclarse a los debates [... ] del mundo periodís-tico y político" [Bourdieu, 2001, p. 9].

Pero en definitiva, nada es fácil para nadie -ni para el sociólogopreocupado por su autonomía, ni para el sociólogo que realmentequiere entrar en un diálogo con militantes o intervenir con algunaeficacia el espacio público, al tiempo de conservar una credibilidadcientífica-, y los debates no deberían reducirse a intercambios de in-sultos académicos trasnochados (por ejemplo, el argumento de "latorre de marfil"). No obstante, para que pueda haber un acercamien-to entre los sociólogos que tienen algunas buenas razones de resistira todo compromiso un poco duradero, y aquellos que quieren com-prometerse con algunas buenas razones de pensar que pueden apor-tar algo específico a la acción política y social, sería necesario que de-batieran seriamente acerca de las dificultades concretas del pasaje dela pertinencia y la competencia científicas a la utilidad social y política.

Por ejemplo, a aquellos que de antemano tienen un enfoque po-lítico, ideológico, moral en el momento de su trabajo de encuesta yque conservan de manera permanente un ojo atornillado a las fun-ciones sociales o a los servicios que podría ofrecer su trabajo, en oca-siones les cuesta mucho no confundir en ellos al erudito y al político:al abstenerse de formular expresiones que podrían ser consideradas,por sí mismos ypor otros, como políticamente incorrectas, al evitarser demasiado desmovilizadores en la medida en que la lógica de laacción sURone una fe sin fisuras (precisamente cuando la lógicadel

. conocirñi;~t~ puede conducir en oc;:siones a ci~~to-d~~eñCañtOdel..' mundo), al ir un -poco más rápido en la tarea interpretativa fre-nte a

¡ masiado grandes- de que aquel cuyo trabajo científico admiran no es lo que es sinoporque, en su época, hizo exactamente lo contrario de lo que ahora exhorta hacer."No es sabio -decía Nietzsche- dejar que la noche juzgue al día" [1989, p. 271).

TILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERlMENTAL y SOCIOLOGÍA SOCIAL 81

1 s datos empíricos porque los guía la convicción política -que ya es-tá presente, antes de la encuesta y antes de la interpretación de losdatos de la encuesta-, al denunciar más que enunciar, al aceptar tra-bajar sobre objetos tal como son definidos por una parte del mundo

cial porque S011 acreditados por fuerzas sociales progresistas (la crí-tica del sentido común y de los "falsos problemas" se atrincheraeu' á( rítica dirigida a los 'a V"~riós": empresariad¿, Estado, m~dios, ;in-elicatos re or;¡SG.s-;etc~), y así sucesivamente. De·peqt;.~ilOs desliza-nuentos a pequenos ajustes, al fin de cuentas, al sociólogo social pue-el costarle trabajo mantene~eglas de¡'-arte que, en un momento()en otro, estáñ fatalmente en cOntradicción consus pulsiones o sus(onviccion-es-polÍticas.-· . ". -- --- -

De igÜaí modo, n~ se puede dejar de creer que la conjugación delos tiempos de la ciencia y del compromiso es una operación que sef ctúa en la armonía más perfecta. Claramente -y todos aquellos que

lo vivieron o lo viven todavía pueden dar fe de ello- hay un conflictoI intereses. Estar en la cumbre de su arte (sociológico) supone poderonsagrarle un tiempo importante que no deja mucho para lo que es-

, fuera de la ciencia. Por lo demás, es realmente lo que evoca Pierre1\ urdieu cuando afirma que "sólo se es sociólogo con dedicación ex-lusiva" [Bourdieu, 2000, p. 43]. ¿Cómo es posible que, a esa dedica-I n ya exclusiva, pueda añadirse otra, la de la colaboración con mili-

, ntes para instalar nuevas formas de acción y de lucha?24La verdad es111 el tiempo del compromiso serio es también un tiempo muy ocu-

1 do, y que resulta difícil poner todo en una sola senda. Por lo demás,I razonamiento es igualmente cierto cuando se parte de los militan-I " quienes no siempre disponen de un tiempo de "estudio" suficien-I para apropiarse con provecho los productos de los trabajos eruditos.

ha visto a cantidad de aquellos que se codeaban con el mundo de la

24 Además, hay cierta ingenuidad en consentir que se piense que los "investigado-I • ornpetentes'' (en general) y los "responsables militantes" [Bourdieu, 2001, p. 12),unque se sientan todos "progresistas" y "de izquierda", forzosamente están cerca des-I un punto de vista ideológico. Es como si se sobreentendiera que "el progreso" sig-I In ara lo mismo para todo el mundo, y como si no hubiera contradicciones ni incom-I tlbilidades profundas entre los diferentes movimientos que hoy, con la misma fe,

J1 lan al progreso de la humanidad.

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investigación y que, progresivamente, abandonaron el militantismo pa-ra saborear las alegrías de la reflexión filosófica o científica.P

Desde ese punto de vista, sin duda, no es sólo por falta de coraje,por desprecio hacia las acciones políticas o debido a concepciones in-telectualistas de las tareas y de la acción políticas por lo que varios inte-lectuales reducen su intervención pública a la firma de peticiones ya re-dactadas por otros: primero y ante todo es por falta de tiempo, porquela firma es el acto que, al comprometer la autoridad científica del inves-tigador y su capital de reconocimiento social, le cuesta menos tiempo yse adapta mejor a la dedicación exclusiva de su actividad científica, pe-dagógica e ínstitucíonal" Por las mismas razones, es comprensible quealgunos investigadores puedan negarse a participar en ese acto mini-malista de compromiso, que perciben como un gesto demasiado senci-llo para ser honesto: socialmente poco eficaz, ofrece un beneficio sim-bólico sin costar nada o casi nada en tiempo de trabajo.27

La cuestión de la utilidad de la sociología y el compromiso del so-ciólogo rara vez es planteada de manera tan clara por los sociólogos,que, por otra parte, a menudo aconsejan objetivar las prácticas de los

25 Y sólo de manera muy abstracta evocamos aquí, por falta de tiempo, los conflic-tos de intereses entre tiempo de la ciencia y tiempo del compromiso. Porque, para nodejar nada suelto, habría que recordar que los sociólogos también "deben" tiempo co-

mo padre o madre, hijo o hija, hermano o hermana, etcétera.26 Observaremos aquí que son numerosas las tareas, propias del oficio de docen-

te-investigador o de investigador, cuando se quiere organizar de la mejor manera eserinconcito de vida social que es la vida colectiva de las instituciones pedagógicas y cien-tíficas: comisiones de reclutamiento o de calificación, consejos científicos, comités d .redacción, reuniones pedagógicas, lecturas de los trabajos de los estudiantes, evalua-ciones de esos trabajos, participaciones en las atribuciones de becas y~bsidios diver-sos, etc. Y cuando le queda tiempo para leer las producciones de sus colegas (cada vezmás numerosas y difíciles de conocer), realizar encuestas, interpretadas y publicarías.

entonces la dedicación ya es más que ampliamente exclusiva.27 No es un cinismo evocar aquí los beneficios simbólicos que los intelectualeM

pueden obtener al aparecer regularmente en la prensa intelectual, al asociar su nom-bre a otros más prestigiosos que ellos, etc. Una sociología de la manera en que se fir-man las peticiones se vería llevada a comprobar que, en más de un caso, la decisión d .firmar o no firmar no está tanto ligada a la "causa" defendida como a los nombres dlos primeros firmantes con los que uno quiere asociarse o frente a los cuales uno pr •

tende diferenciarse.

UTILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERlMENTAL y SOCIOLOGÍA SOCIAL 83

actores que ellos estudian. La mayoría de las veces, los problemas n-retos son eludidos y reemplazados por grandes discursos abstra t 11

Y por posiciones de principio alrededor de la (buena, mala o falsa)"neut Iid d . 1" " 1". ra 1 a axio oglCa ,e compromiso" o el "descornpromiso" d1 s mtelectuales. Considerado en ese nivel de abstracción, el sociólo-go que trata de mantener contra viento y marea el rumbo científicole,antema~o es perdedor, en.la medida en que siempre aparecerá~as mez,q~mo y menos heroico con su evocación de las reglas del ofi-

10 Yel límite de las competencias que el que lanza de manera gene-r~sa .(pero totalmente gratuita) la idea según la cual se puede jugarIn dificultad con dos barajas, y que ciencia y compromiso no sólo son.ompatibles sino deseables para el bien de la ciencia (que-de todosmodos, se lo quiera o no, siempre sería comprometida) tanto comopara el de la acción social o política. Al mismo tiempo, se llega a unalefensa ~eramente verbal de la "ciencia" y de sus valores que no esIuena m para la ciencia ni para aquellos a quienes el sociólogo quie-

llevar su ayuda. Porque más vale un militante con dedicación ex-clusiva que se apropió los trabajos de las ciencias sociales que un eru-dito que de manera parcial o completa dejó de serlo en los hechospara convertirse en un actor público de media jornada.

Finalmente, la cuestión que se plantea es la de los fundamentos del~promis~ o de la utilidad del sociólogo. ¿En nombre de qué él pue-

de mtervemr fuera de su campo de actividad (la producción de verda-d s -parciales pero que pasaron por todas las etapas del control cien-I fico- sobre el mundo social) para modificar el curso del mundo? EnI rimer lugar, se podría recalcar la arrogancia de los intelectuales-eru-ditos que en ocasiones -por su status de erudito- creen ser más legíti-mos que otros para intervenir en cuestiones sociales y políticas. 'Es ne-

. ~ ~. s~~o ser eru ito, y reconocido por sus pares, para poder indignarseI gtumamente de la extensión del trabajo esclavo, de los despidos enmasa organizados por empresas que por otra parte mantienen sus be-n ficios, del tratamiento político reservado a los "indocurnentados" deI S precarias condiciones de alojamiento, del destino que se brin~a alos "sin techo", del cierre de las pequeñas maternidades, de los actos

violencia racistas, sin hablar de los genocidios o de los actos de tor-ura pasados o presentes? Si los especialistas del mundo social en oca-¡ nes pero no siempre, pueden poseer competencias específ:cas para

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84 BERNARD LAHIRI':

hablar de las lógicas que conducen a tal o cual situación consideradaescandalosa, no tienen, en cuanto tales, más legitimidad para indignase y luchar que cualquier otro ciudadano.P

De la respuesta que se dé a la cuestión del fundamento del com-promiso de los sociólogos dependerán la forma y los límites de éste,En general se proponen tres grandes tipos de justificaciones:

1) el investigador se siente autorizado a intervenir en la vida pú-blica sobre el modelo del intelectual específico [Foucault, 1976], va-le decir, a partir de las competencias específicas que adquirió sobre talocual parte del mundo social. Esto, en buena lógica, lo conduce a abs-tenerse de toda intervención a partir del momento en que no poseeninguna competencia particular sobre el tema de marrasr'"

2) el investigador interviene sobre la base de un capital de recono-cimiento, de una "conversión en luminaria" adquirida en su campocientífico al principio, luego en los medios. En un caso semejante, nohace otra cosa que poner su peso simbólico en la balanza, indepen-dientemente de sus competencias, como pueden hacerlo las estrellasde cine, los cantantes olas deportistas que desean defender una cau-sa, sostener una acción, una personalidad política ... ;

3) por último, el investigador puede comprometerse en nombrede valores universales ("desinterés", "probidad", "verdad" ... [Bourdieu,2001, pp. 33-34]) cuyos portadores privilegiados supuestamente sonlos productores culturales en general, los científicos en particular.

28 Cuando Max Weber expresa claramente su preferencia por una República parla.mentaría en 1918, no lo hace en nombre de una autoridad científica ni evocando SU!

competencias científicas o los resultados de sus trabajos de economista o de sociólogo.29 Era por ejemplo la posición de un filósofo tan exigente intelectualmente como

Ludwig Wittgenstein: "El silencio deliberado y casi agresivo de Wittgenstein, tan diíf-cil de comprender por aquellos que juzgan a los intelectuales esencialmente en fUII'ción de sus tomas de posición sobre las cuestiones cotidianas, no tiene sin embargo 1101'

da que ver con una indiferencia ordinaria respecto de los problemas y los dramas d ·1mundo contemporáneo. La idea de pronunciarse, por obligación o por profesión, sobre cuestiones particularmente graves para las cuales él consideraba que no tenía nin-gún derecho real a la palabra, siempre le fue completamente ajena. [oo.] Wittgensteilldebe ser comprendido como un filósofo que reivindicó y ejerció en prioridad el den.

cho a callarse" [Bouveresse, 2000, p. 154].

l'I'ILIDAD: ENTRE SOCIOLOGÍA EXPERIMENTAL Y SOCIOLOGÍA SOCIAL 85

Sin embargo, dado que el capital de reconocimiento social no esI r pio de los eruditos y que éstos tampoco son los mejor dotados enI materia (desde ese punto de vista, más vale tener el apoyo de unran cantante o de un grupo de rack reconocido que de un sociólo-( ); dado que, por otra parte, uno puede emitir algunas dudas sobre

s valores universales sobre los que los intelectuales estarían másI trticularmente interesados'" (¿por qué, en ese caso, no evocar tam-I ¡ n los valores igualmente nobles de "solidaridad" de los que a me-rudo fueron portadores los movimientos obreros?), parece evidentelile las razones del compromiso de los eruditos y su utilidad específican las luchas sociales están ligadas a sus competencias científicas. En( nsecuencia, y de la manera más correcta y lúcida posible, resta pen-r las sendas concretas mediante las cuales los sociólogos, sin inmo-

1 r o debilitar al científico que está en ellos, pueden contribuir útil-n nte en la reflexión y la acción pública. Todo un programa.

so Una sociología un poco lúcida de los eruditos conduciría a muchos más rnati-8 en este tipo de cuadro muy idealizado: el campo de las ciencias sociales es tanto unropo de batalla donde se observan mezquindades, ausencia total de solidaridad, in-

dividualismo, violencias, espíritu de venganza, voluntad de vencer por cualquier me-llo, etc., ligados a una situación de fuerte competencia y de incertidumbre sobre los

m dios de lograrlo, como asimismo un campo portador de valores universales ... Po-I~[adecirse más atinadamente que es a pesar de esos comportamientos como un poco

verdad, de todos modos, logra ser producida sobre el mundo social.

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86 BERNARD lAHlRE

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· La sociología y la respuestaa la demanda social!

por Robert Castel*

La "demanda social" suscita reacciones ambiguas entre los soció-logos. Darle respuesta sería en gran medida aceptar el compromisoy orrer el riesgo de desviar las exigencias del rigor al servicio de fi-n lidades ajenas a la búsqueda de la objetividad científica. Pero, almismo tiempo, la investigación en ciencias sociales es cada vez másti pendiente de financiamientos propuestos por organismos públicosIprivados que solicitan el análisis o la experticia sociológica, en fun-

n de las cuestiones prácticas que se plantean, y no de la preocu-I ¡ción por hacer progresar el saber, y de hecho, pocos sociólogos sonndiferentes a tales demandas. Lo mismo ocurre con la relación conI S medios, que puede ser considerada un caso particular de respues-1t a la demanda social. Una actitud muy común en el ambiente socio-I gico consiste en denunciar las simplificaciones desmedidas y las in-l rpretaciones parciales, cuando no perversas, que el tratamiento

1 diático hace padecer al trabajo sociológico. Sin embargo, a menu-lo los sociólogos se quejan de la confidencialidad a que están conde-

das sus investigaciones, y no es seguro que la acusación de narcisis-no dirigida a algunos colegas que con frecuencia se ve en la televisióno oculte cierta envidia.

Estas cuestiones no son nuevas ni originales. No obstante, mere-rían ser francamente debatidas entre sociólogos, porque compro-

1 Texto aparecido inicialmente en la revista Sociologie du travail, n" 2, vol. 42, abril-IlInl de 2000, pp. 281-287 .

•••Director de estudios en la EHESS, miembro del Centro de estudios de los movi-11I ntos sociales (CNRS).

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90 ROBERT CASTIII

meten la responsabilidad profesional de cada uno en particular y el ,1medio sociológico en general. No parecen susceptibles de recibir lIJII\respuesta unívoca, por eso todo el mundo podría ser invitado a ehllsu criterio para vertirlo al debate. Ypuesto que me lo han pedido, ('Mil

es lo que intentaré hacer aquí, abriendo la discusión a una opini 111

que, como se dice, sólo a mí mismo me compromete.Personalmente, he respondido muy poco a encargos y he he 1111

muy pocos trabajos financiados en el marco de contratos. No 1111

enorgullezco de eso, simplemente es un hecho que me dio el placoide ser totalmente libre en la elección y ejecución de mis investigaciunes, pero que también limita los temas que se pueden tratar y la mil

nera en que se lo puede hacer. El caso es que en general yo mismume autoencargué y autofinancié, lo que no exigió grandes sacrificios,porque, con más frecuencia, lo que necesité fueron boletos de subterráneo para ir a la biblioteca o tiempo del que pudiera disponer pll

ra escuchar a la gente, más que créditos para montar grandes enCU('HtasoLa contraparte es que sólo hice un trabajo artesanal, pero no estoyseguro de que la comunidad científica haya perdido mucho. Tampoea creo haber abusado de las prestaciones mediáticas.

Parto de este enunciado, de una postura meramente personal,para situar la opinión que vaya proponer. A pesar del hecho de qutnunca corrí tras la demanda social, y que no vaya empezar a hacerloa esta altura, tengo un enorme recelo respecto de una actitud pusil:nime que podría calificarse de puritanismo sociológico, que desprccia los compromisos con el siglo y exalta las virtudes de la investigación desinteresada a la manera en que algunos artistas, antaño,predicaban el arte por el arte. Ypara provocar reacciones, y hasta talvez la indignación de algunos, defenderé incluso la proposición dque todo trabajo sociológico digno de ese nombre es una tentativa dorespuesta a una demanda social, a condición, por supuesto, de UJIacuerdo acerca del sentido de las palabras.

Tomemos primero la cuestión desde el ángulo de la relación conlos medios, que sin embargo no constituye más que uno de sus aspec.tos. En primer lugar, el puritanismo sociológico, a mijuicio, tiende usobrestimar la incompetencia o la mala fe de los medios para restituirlas informaciones que uno les transmite. Por cierto, existen situacio-nes tramposas, temas que se dominan malo de los que puede prever.

o IOLOGÍA y LA RESPUESTA A LA DEMANDA SOCIAL 91

que la interpretación que uno proponga será entendida mal, y hay\1 saber rehusar demandas de intervenciones mediáticas. Eso me

o urrido; porque si, por ejemplo, una radio periférica le propu-I \ tomar partido en dos minutos sobre una huelga en curso de los

IlIt s de Air France, habría que ser estúpido para no prever que unati 'encia que podría expresar sobre la huelga sin poder explicitardas sus razones, correría el riesgo de ser interpretada como una11 lena a la huelga en general. Pero esa renuncia es la libertad del

V seigador; que aquí es absoluta: nadie está obligado a ir a charlarI radio, ni a mostrarse en la televisión.

En cambio, el que acepta es responsable de su elección, y no pue-refugiarse tras un discurso demasiado común de lamento por laIversidad mediática. Según mi experiencia, la mayoría de los pe-distas son hombres y mujeres de buena voluntad, con los cuales enneral se puede entablar una relación de confianza, si uno se tomamolestia de hacerla. En cambio, ellos están inmersos en un siste-de coerciones profesionales muy estrictas. Como regla general,

ben actuar de manera rápida y breve, lo que se presta mal para laLituciónde los meandros del pensamiento y de la sutileza de los ar-

umentos invocados. Pero indignarse por no encontrar en una pági-los matices y precisiones que requerirían doscientas para explici-los es dar muestras de un etnocentrismo pueril. Hasta me ha

dido pensar que un periodista daba una forma de expresión másnvincente y accesible a lo yo que había querido decir que lo quebiera podido hacer yo mismo.Sin embargo, no todo puede ser controlado, y existe un riesgo1de simplificación excesiva, de deformación, hasta de traición

1mensaje que uno querría transmitir. Pero mi punto de vista -quevidentemente es discutible- es que las más de las veces vale la pe-

correr ese riesgo luego de haberlo sopesado, es decir, haber juz-do que no representaba más que un riesgo del orden de lo alea-

I río más que de lo probable. Esto a partir de la convicción de que1 sociólogo debe dar cuentas al conjunto de sus conciudadanos, y

solamente a sus instituciones oficiales de control y a su grupo deres. Por cierto, hay que hacer de modo tal que el conocimiento so-

I lógico sature los criterios más rigurosos del ejercicio de la profe-n. Pero también -si por lo menos enuncia algo que importa- hay

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92 ROBERT CASTEL

que desear que sea conocido, discutido y eventualmente retornadoen el espacio público, y la mediatización es un canal importante, enocasiones necesario, para lograrlo. Es evidente que, salvo que unosea completamente ingenuo, las nuevas manifestaciones -en el nivelde la opinión pública, de los "que toman decisiones" o de los respon-sables políticos, por ejemplo- no pueden ocurrir sin los peligros dsimplificación o de deformaciones que he evocado. Sin embargo,¿no es preferible correr esos riesgos que quedarse crispado en unaconcepción de la objetividad confinada a Un círculo de especialistas,a menudo autoproclamados? Ésta es la preguIlta que yo formulo. Pe-ro, como quiera que sea, me parece mejor que un trabajo rigurosode investigación contribuya a alimentar el debate público, así fueral precio de simplificaciones, hasta de deformaciones, más que que-darse aislado en la semiconfidencialidad de los intercambios entriniciados. No porque pretenda cambiar el mundo. Pero tal vez d

- ,-ese modo -por lo -menos en la medida en que el investigado!..pien-se lo qt:~ diga, y diga lo que piense- pueda dar algunos elementospara ayudar a interpretarlo .

.Estoy tentado de extrapolar estas observaciones sobre la mediati-zación de la investigación sociológica con la relación m~_ge~~~qu

5:: .¡febe mante",", la sociología con la "demanda social", entendida e~\\ mo el sistema de expectativas de la sociedad respecto de 19sproble-

,j ). \l' i?as cotidianos 'que actualmente lasolicitan. También aquí, el purita-.':5f nismo sociológico me parece la expresión de un elitismo de malaP calidad. A no dudarlo, no hay que adherir como tales a las formula-() ciones del sentido común sino trabajarlas, deconstruirlas y recons-C/

\/) truirlas, como siempre se dice. Tanto más convencido de eso estoy,.l) que es lo único que siempre hice.\i>ero voy a insistir en la proposi-c¡ ción, mucho más sujeta a controversias, de que siempre hay que pa6 tir de esas demandas comunes y volver a ellas. En otras palabras, I\) objetivo principal, o por lo menos uno de los objetivos principales d.-:- "-'-- --l¡.... la sociología, sería intentar comprendery asu.!!lir!o g.!1eproblemau-~ -zaaIagent:e,Q" sea,"~;;biin a los n<:?~speciali~~~l vulg!!:m pe~1fS' En

'-térmInos'más iebuscados,-e;o significa que en toda sociedad, sin du-da, y ciertamente hoy en la nuestra, existe lo que podría llamarse con-figuraciones problemáticas, cuestiones que se imponen a la atención,y no solamente a la atención de los eruditos, porque perturban la vi.

__ o •• -.-- "'-"--

SOCIOLOGÍA Y LA RESPUESTA A LA DEMANDA SOCIAL 93

da social, dislocan el funcionamiento de las instituciones, amenazanel lnvalidación categorías enteras de sujetos sociales. Como la deso-eupación masiva, la precarización de las relaciones laborales, la de-Kradación de las condiciones de vida en ciertos suburbios, pero tam-lIi n la crisis de las sociabilidades cotidianas, los disfuncionamientosel la escuela, la familia o el sistema de salud, los fracasos de la pro-l( ción social, etc. Todos los días se evocan estas situaciones en losmedios, ellas constituyen la trama de las preocupaciones de una mul-tluid de personas que, las más de las veces, las viven en la forma de laIncomprensión y el desamparo.

Me atreveré a expresar que la paleta de estas "configuraciones~blemáticas", problemáticas porque cuesta trabajo comprenderlas,·

y más aún dominarlas, representa un programa (¿el programa?) pri-vilegiado de la investigación tanto teórica como práctica en sociolo-Ría.La demanda social, entendida en ese sentido, es la demanda que1\ sociedad, o sea, los sujetos sociales diferentemente configuradosn el espacio social, dirigen a la sociología, y el trabajo de los soció-

logos es tratar de darle respuesta. Para ello, sin duda hay que alejar-de su formulación inmediata ("deconstruirlas" y "reconstruirías").

Pero jamás deberían dejar de ser a la vez el horizonte y la finalidadle toda investigación sociológica. Voy a ir hasta el extremo del razo-n miento para provocar reacciones: las investigaciones que no estu-vieran referenciadas por esta problemática de la demanda socialdeberían, por cierto, tener derecho de ciudadanía, pero no ser cali-ficadas de investigaciones sociológicas. La metodología por la meto-dología, la epistemología por la episte~orogia, cái1tidadd~-anarísisd situaciones o de inte~~ccio~~~;~n meramente formales, esoo es SOcIO~gfa ..Jengo una éónsideración eiZ~siva por algunos de

I s que se entregan a esas actividades para, evidentemente, impugnarI \ utilidad de esos trabajos. Tampoco pretendo, mucho más eviden-t mente, que sólo la sociología tenga interés, ni que sea una construc-ión completamente autónoma. Por tanto, puede tener necesidad deles aportes metodológicos, epistemológicos, y de muchos otros más.ero ¿para qué? Para tratar de comprender lo que ocurre hoy. Enuanto tal, la sociología es un tra aJo de asunciÓn de las c;e~ti"~nes

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94 ROBERT CASTE!.

sociales que nos solicitan hic et nunc, y cuya expresión más o menosespontánea, más o menos confusa, más o menos oculta, es la deman-da social. En consecuencia, hay que movilizar los recursos de nuestradisciplina para descifrarlayLa demanda social no es expresada sola-mente por los grupos dominantes, también está agazapada en los su-frimientos de quienes padecen sin tener los medios de comprend rpor qué "la cosa no funciona". La demanda social no es tampoco so-lamente el pedido que dirigen los mandatarios oficiales encargadosde las cuestiones de la sociedad, tambjén hay que saber leerla a tra-vés de las rebeliones sin palabras y el desamparó-de aquellos que es-tán condenados -~~iviuomo un destino lo que ies ocurr~uando'----'-~- _.- - -------- ~.-- --- - •..realmente para~so hay algunas razones de las que la sociología tien~ go··qué-~¡;'-\-_._~--- -- -------. ste abordaje de una sociología crítica rechaza la representación

__ • __ ....-~ ••••• __ > ••• ~~." ••• _.~ _. 1, . _

unidimensional, vale decir, meramente empirista de la realidad so-.'Cial-;5égún"!;icual sólo existiría lo qUt;.s~p~e¿~ observar en rimel'grado. Pero si esta realidad social está atravesada de conflictos y con-.. .~~ ...•• --.. '- . ',-~~tradicciones, siempre hay, Ror lo menos, dos lecturas de los desafíos~ ~ - ~ - . ,,,,,----..-- --~ ~en función de la posición que ocupan los protagonistas. Así, la ele -~~.,..-..... .• "'-"'""•..•......•. - -'" ~cíón del punto de vista generalmente ocultado pór las ideologías do-minantes, si es sostenido con rigor, puede ser provechoso para el co-nocimiento sociológico. Por ejemplo, realmente es un punto de vistacrítico sobre el hospital psiquiátrico o sobre la prisión lo que contri-buyó a fundar una sociología de esas instituciones, mientras que 1discurso de los profesionales y de los administradores las más de lasveces se contentaba con repetir lasjustificaciones oficiales que les da-ban el papel destacado. Pero nosotros -digo nosotros porque yo tra-bajé en el marco de ese movimiento, y hoy en día no lo lamento- pen-sábamos que había una contradicción que era preciso poner demanifiesto entre esa autocelebración de las virtudes del progreso ydel saber científico y el tratamiento casi medieval reservado en esasinstituciones a algunos de los ciudadanos de una sociedad democrá-tica. Esta postura produjo una plusvalía de saber "objetivo". Los par-tidarios de un objetivismo puro y duro, por cierto, no dejarán de in-tentar descalificar esta actitud, diciendo que está fundada en una ideapreconcebida. Pero si hay una idea preconcebida, hace contrapeso aotra idea preconcebida, la del discurso "neutro" del objetivismo, qu

SOCIOLOGÍA Y LA RESPUESTA A LA DEMANDA SOCIAL 95

la como consumadas las situaciones adquiridas y, de este modo, lasI(arantiza. Apelo aquí al testimonio de Erving Goffman [1968], soció-logo que por cierto nada tenía de izquierdista:

Describir fielmente la situación del enfermo es, necesariamente, propo-

ner una visión parcial de él. Para mi defensa, diré que al ceder a esa par-cialidad se restablece por lo menos el equilibrio, ya que casi todas lasobras especializadas relativas a los enfermos mentales presentan el pun-to de vista del psiquiatra, que, socialmente hablando, es totalmenteopuesto (Asiles, "Préface").

Con un patrocinio semejante, tal vez tenga algunas excusas porhaber persistido en esta actitud, que algunos, posmodernismo obli-a, no dejarán de juzgar pasada de moda. Así, pues, dediqué mi últi-

ma obra, Les Métamorphoses de la question sociale [Castel, 1999], "a aque-lla y aquellos a quienes, tanto ayer como hoy, se les negó un porvenirmejor". Espero que esta idea preconcebida haya podido producir al-unos efectos que tienen que ver con la sociología (si no es con la so-I logía del trabajo, por lo menos con la sociología del sentido que

los hombres y las mujeres dan al trabajo). Pero, como quiera que sea,i 'mpre habrá bastante gente para celebrar las virtudes del manage-

men: y de la adhesión incondicional al espíritu de empresa. Sólo de-a que no sea la totalidad de los sociólogos los que en adelante se

ntreguen a esos ejercicios tan up-to-date.Para volver a la demanda social, ese joven desorientado que vive

ti changas o ese desempleado despedido luego de veinte años deuenos y leales servicios cuando su empresa es floreciente sin dudaO expresan una "demanda" específica, y es posible que yo amplíe un

lOCO el sentido habitualmente aceptado de esa expresión. Digamosntonces que -aunque no me guste mucho esa palabra- ellos nos in-rpelan, y que si la sociología tiene un sentido, realmente tambiénel de contribuir a comprender situaciones de este tipo. Por lo me-

os es así como entiendo el precepto de alguien a quien, como a~ ffman, resulta difícil negarle la calidad de sociólogo, porque se tra-de Émile Durkheim [1986]: "Nosotros consideramos que nuestras

nvestigaciones no merecen ni una hora de trabajo si sólo debieranI ner un interés especulativo" (De la division du travail social, "Préfa-

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96 ROBERT GASTEI

ce"). Porque Durkheim no era oscurantista al punto de desp~ec~ar 111

especulación, ni lo bastante ingenuo para creer que el coriocrmientusociológico basta para resolver los problemas de l~ práctica. P~ro .cr (1

que él pensaba que nuestras especulaciones no tienen otra justifi :1

ción que hacerse cargo de esos problemas que son l~ t~ama.d.e la vida de los sujetos sociales, para tratar de volverlos mas inteligibles y,eventualmente, para esclarecer a los "que toman decisiones", comohoy se dice, admitiendo la posibilidad de que la instru~entaciólIpráctica de ese saber impregne mediaciones muy complejas que, hlH

más de las veces, escapan al control del sociólogo.Para atenemos a la demanda social en la perspectiva ampliada ba

jo la cual la he encarado, realmente aparece como la materia del.cu ~tionamiento que alimenta a la sociología, de donde debe partir; y 11

donde debe volver. Porque ¿de dónde extraería la sociología los intcrrogantes que se formula si no es de la sociedad? Sin lugar a duda~,hasta podría especificarse: del estado de la sociedad de hoy. En efec-to tratar de comprender los interrogantes que se formulaban en tiRenacimiento, o incluso en la Belle Époque, eso se llama hacer historia. Todos esos actores están muertos, y ya no tienen demandas. EIIcambio, tratar de comprender las demandas de hoy no es atenerse :1

lo contemporáneo. Por lo que a mí respecta, no podrán acusarme drno haber tomado desvíos respecto de la actualidad, ya que creí ql.ll'debía remontarme por lo menos hasta el siglo XIV para ver cómo SI'

anudaban los hilos de la cuestión social contemporánea. Pero lo hacía con la convicción de que los análisis empiristas, vale ~m.

bién instantaneÍstaS del presente," que c<??sti~uy~nuna buena partl'de la _p~cc~?n -so~i~l?gi.~á~so~re~~c~r~s .:especto de lo que ~H

en j~ego c~an~<>..uno_~ ?~g~ a la_~?:lOlog~a.Redu~tores, o sea, CI,

gos al espesor de las demandas sociales contemporaneas. No hab:l:l-que mirar dewe arn a esas demandas en nombre de un saber ca~~ode no se sabe dónde, ni despreciarlas en nombre de una concepcionformalista o cuantitativa del rigor científico, sino más bien hundirseen ellas, trabajarlas desde el interior con las herramieruas que puC'·den proporcionar la disciplina y las disciplinas vecinas (pienso en par..ticular en la historia, pero también se puede recurrir a la antropología). Entonces es posible deslindar detrás de la ~ema~~a estratos designificaciones y etapas de constitución cuya articulación produce la

SOCIOLOGÍA Y LA RESPUESTA A LA DEMANDA SOCIAL 97

onfiguración actual de un problema. Volvemos así a aquello de loue habíamos partido, de una demanda a una demanda, pero mien-

s tanto habremos, si no encontrado la respuesta, por lo menos des-lindado algunos de los principales parámetros que estructuran la de-

anda tal y como hoy se formula, De manera que, en su punto límite,odría concebirse la sociología, no como un discurso único o totalbre la sociedad, sino como el conjunto de las tentativas para eluci-r las diferentes configuraciones problemáticas, o demandas socia-

l s, que hoy coexisten en nuestra sociedad.¿Es éste el "compromiso" del sociólogo? Por cierto, la palabra ha

nvejecido, como la de "lucha ideológica" que antaño se empleaba.in embargo, realmente es de algo de ese tipo de lo que se trata. Siimpugna el mito de la objetividad absoluta, que postula que no hay

n discurso (por tanto total y totalitario) sobre la realidad social, hayue reconocer que existen puntos de vista sobre esa realidad. Y tam-lén que no 'es posible justificar un punto de vista íntegramente a par-r de un sistema de razones. Por ejemplo, el núcleo axiológico del ul-

liberalismo no es refutable, estrictamente hablando, porque lasición del que decide que la persecución de las riquezas es el im-rativo categórico al que debe someterse toda la vida social no pue-ser combatida solamente con razones. A la inversa, defender-co-

O lo hago yo- la necesidad de ofrecer protecciones al trabajo, ofender un Estado social fuerte, tampoco es totalmente deducibleun sistema de razones. Es la implicación lógica de un juicio de va-

r que plantea que el mantenimiento de la cohesión social, o de unalidaridad "orgánica" entre todos los miembros de una sociedad, sonnalidades de la existencia humana superiores a la maximización deproductividad a cualquier precio. Al adoptar estas posiciones, pues,y perfectamente consciente de ocupar una posición "partidaria", yinscribirme en el marco de una "lucha ideológica", y precisamen-a eso me dedico en los debates actuales sobre el lugar y el porve-

Ir del trabajo. Pero eso no me molesta, por el contrario, a condiciónque el hecho de pertenecer a un campo no excluya sino que afi-la preocupación por el rigor, rigor para establecer un diagnóstico

n preciso como sea posible sobre la situación actual, integrando to-s los parámetros que la constituyan, y rigor para extraer y confron-todas las implicaciones de la elección de una u otra de las opcio-

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98 ROBERT CASTEL

nes "ideológicas" en competencia. De este modo, mi idea preconce-bida, si bien no es íntegramente demostrable, se puede argumentardesde el punto de vista de la objetividad y es posible defender encuanto elección de sociedad. ¿Se le puede pedir otra cosa a un soció-logo, salvo que se exija de él que esté en situación de extraterritor~a-lidad total respecto de la demanda social, vale decir, de hecho, pedir-le que se olvide de que él también es un sujeto social?

lA SOCIOLOGÍA Y LA RESPUESTA A LA DEMANDA SOCIAL99

eferencias bibliográficas

;astel, R. (1999), Les Métamorphoses de la question sociale: une chroniquedu salariat, París, Gallimard. [La metamorfosis de la cuestión social;Buenos Aires, Paidós, 1997.]

Durkheirn, É. (1986), De la division du travail social, París, PUF. [La di-visión del trabajo social, Madrid, Akal, 1995.]

offrnan, E. (1968), París, Asiles: études sur la condition sociale des mala-des mentaux, Minuit. [Internados. Ensayos sobre la situación social delos enfermos mentales, Buenos Aires, Amorrortu, 1997.]

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· Por un examen reposadode los hechos de sociedad

por Louis Quéré*

Es posible imaginar los diferentes contextos en los que la pre-unta "¿Para qué sirve la sociología?" puede ser formulada. Estaregunta no tendrá la misma significación de un contexto al otro.lla suscitará a veces una descripción, otras una explicación, otrasás una justificación o una profesión de fe. Sin embargo, cualquie-que sea el contexto, a menudo expresará una duda, una perple-

ldad, un escepticismo. En efecto, aquí tenemos una disciplina cu-y estatus dista de estar garantizado, ya sea el estatus científicoregularmente se encuentran investigadores en "ciencias duras"ue abren los ojos de par en par cuando se dan cuenta de que losociólogos cohabitan con ellos en las grandes instituciones nacio-ales de la investigación científica-, o el estatus social; por lo me-os para las "verdaderas" ciencias no hay dudas de que merecen serstenidas por el esfuerzo colectivo de la nación, porque se sabe,

or lo menos a grosso modo, para qué sirven (para el progreso técni-, para la salud pública, para el dominio de la naturaleza, para laguridad y la prosperidad de todos, etc.). y de la duda al juicio noy más que un paso, que se da con rapidez. Algunos la emprende-n de buena gana con el carácter exorbitante de las pretensiones

levadas por los sociólogos cuando dicen ser capaces de revelar elcreto de fabricación de una sociedad. Otros denunciarán más

ien la índole reduccionista de las explicaciones sociológicas: "Us-des creen haber alcanzado los secretos del mundo social, pero sus

* Director de investigaciones y miembro del Centre d'études des mouvementsciaux (CNRS).

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, I

102 LOUISQUÉRÉ

presupuestos realistas les impiden captar el tenor propiamente sim-bólico del lazo social".

Tal vez no sea malo que la disciplina sea sometida de este modoa la duda, hasta enjuiciada. En principio es una estimulación no des-deñable para someter más la investigación sociológica a las exigen-cias del método científico. Pero también es una evocación de la posi-ción ambigua del proyecto de un conocimiento científico de larealidad social en una sociedad democrática. Se sabe que un proyec-to semejante es indisociable de la emergencia histórica de una figu-ra determinada de lo político, y a través de él, de un modo inédito deinstitución del espacio social: al mismo tiempo que deben buscar yencontrar en sí mismas las respuestas a los interrogantes de su razónde ser y de su finalidad, las sociedades modernas tratan de dominarlos procesos de su propia constitución, entre otros mediante el cono-cimiento que adquieren sobre su organización y funcionamiento. Pe-ro, por otro lado, ese cuestionamiento y esa exploración de síjamáspueden cerrarse, porque nadie puede tener la pretensión de saberqué ocurre, en última instancia, con la constitución del mundo so-cial, so pena de poner fin a la "interrogación democrática"; por prin-cipio, toda respuesta está sometida a la discusión y confrontación delas opiniones. Únicamente un régimen totalitario puede pretenderhaber elucidado de una vez por todas el misterio de la institución yorganización del espacio social.

Sin embargo, las reacciones escépticas o críticas suscitadas con fre-cuencia por la investigación sociológica revelan otras dimensiones qu 'merecen atención. Vaya destacar dos. La primera es que una parte d 'esa perplejidad se debe al hecho de que el cuestionamiento sociológi-co a menudo se encuentra en una situación inestable respecto delcuestionamiento social. En cierto modo, se espera de la sociología qu<'entre en el molde de la investigación social, que comparta sus preocu-paciones y su orientación pragmática, que adopte sus procedimientos,que se regule directamente sobre el trabajo de problematización quvla sociedad efectúa de manera permanente sobre sí misma. Por lo tanto, toda toma de distancia respecto de la investigación social recibir¡esa inquietud de base y requerirá ser justificada. Pero si ocupa su 111

gar en el estudio social, la sociología también está en todo su derechode reivindicar, como disciplina científica, una total autonomía de SllH

POR UN EXAMEN REPOSADO DE LOS HECHOS DE SOCIEDAD 103

pr~~lemáticas, de sus conceptualizaciones y de sus métodos de explo-r~clOn, hasta de emprender investigaciones que, a primera vista, "nosirven para nada". La segunda dimensión es una consecuencia de es-te primer fenómeno: se espera que el cuestionario y el estudio socio-lógicos tengan una pertinencia social inmediatamente accesible y que~rodu.zcan un sentido para cualquiera. En cierto modo, la sociologíaI~tervlene en un campo de investigación para el que cualquiera seSIente con el derecho de decir si las preguntas formuladas son inteli-gibles, pertinentes, válidas o no, y si los resultados obtenidos son inte-:esan~es, sensatos, esclarecedores, etc. Es una experiencia que, comoinvestIgadores, nos sucede con relativa frecuencia y puede resultar unaver~ader~ prueba: constantemente nos vemos llevados a explicar enque trabajamos, y por tanto a demostrar el interés y la pertinencia denuestras investigaciones. Pero ese interés y esa pertinencia general-ment~ ~eben ser de.finidos en función del trasfondo de los campos pro-blema~cos estable.cldos por la investigación social, y considerados, porualquiera, como Importantes, pertinentes, dotados de sentido, útiles,.tc. ~esde ese punto de vista, la sociología es una disciplina que debe

ndir cuentas, en el lenguaje ordinario, a un público muy amplio, elde todos aquellos que pueden estar interesados por e involucrados enlos problemas de su sociedad en un momento determinado.

No estoy abogando por que la sociología se sustraiga a ese tipo dexpectativa y se aísle de la investigación social. Por el contrario, dichanvestigación social, imprescindible para la organización de un públi-O capaz de garantizar una regulación normativa de las "condiciones

l.a~sociación social", tiene todo por ganar si se somete a los pro-xiimientos del método científico. Pero, a pesar de todo, esta inves-

l~ación social es relativam.,ente select.iva. ~. ella, únicamen~_ )os aspectos de los fenomenos SOCIalesson susceptibles de serI'oblematizados; la g!.ma de las dimensiones que lla~;~a atenció~limitada; hay cu_esti.<:.nes-queno puede~.~m~rge;'-~~and; s¿;;-c;u-

1 les ara la com rensió~a_estr.ru:Ju ación del mund~~iai:Portanto, a la investigación sociológica le corr~;'po~de temat¡;a~. Elha de formular preguntas socialmente no pertinentes y la mane-

de examinarlas podrán suscitar perplejidad y escepticismo. Pero siquiere ampliar o profundizar la comprensión que se tiene del mun-social, es importante que el cuestionamiento que permite acceder

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104LOUISQUÉRÉ

a ella no sea definido únicamente en función de l~s criterios de inte-ligibilidad, interés y pertinencia en vigor en l.a~oCiedad.

A renglón seguido, me gustaría circunscnblr algunos aspectos, deesta selectividad de la investigación social. Ante todo presentare lo

., .. es la dinámica de esta investigación. En una segun-que, a lnljUlClO, . .da etapa, trataré de apuntar algunas dimensiones de la Vidasocial queescapan al formato de la investigación, Yproponer una postura para

examinadas.

La investigación social como hecho de sociedad

A menudo se recuerda que la sociología es una ciencia hi~tórica,que trabaja sobre situaciones, acontecimientos o co:unturas sm~la.res, sobre los cuales emite proposiciones cuya propl~dad es ser indc-xadas al conte'xto sociohistórico en el que son enuncl~d~ .[Passeron,1991]. Otra manera de dar cuenta de este carácter hlst~nco ~el ~~a.bajo sociológico es aprehendedo en la dinámi~a de l~ mvesugaclOllsocial en la que participa. Por investigación social entiendo el tr~ba.jo de exploración, problematización Yobservación"qu~ s~ desplie íI

en el tipo de sociedad a la que pertenecemos ~ara . socializar las SOl

presas" creadas por los acontecimientos y las situaciones ~ue .rev~la~1[Luhmann, 1990, p. 32], para identificar las consecue~Cias iridir (.tas extendidas de las iniciativas y de las actividades sociales sobre laN

y . ., . 1" [D ey 1927] para transformut"condiciones de la asocracion socia ew,. ' . . "situaciones sociales confusas, turbias, contrad~cto~as o conflictivas,que plantean problemas de definición y orga~lzaciOn de las con~tl(

deben adoptar en situaciones sufiCientemente determintas que se, . . , Idas y unificadas para ser resueltas [Dewey, 1993]. La modlfica~l~n (estas situaciones problemáticas implica actuar sobre sus condición •circundantes, reducir las tensiones, contrarrestar los fa~tores negatvos y hacer aparecer potenciales de resolución. Por lo tanto, se requ

re un gran esfuerzo de conocimi:nto. . .Esta investigación social esta ampliamente subordl~ada a fi~1(

prácticos. Como lo recalcaba Dewey [1993, pp. 601-602], la conexi 11

POR UN EXAMEN REPOSADO DE LOS HECHOS DE SOCIEDAD 105

de la investigación social [... ] con la práctica es intrínseca, y no ex-trínseca". En principio, los problemas a los que se aplica surgen delas condiciones sociales reales o "prácticas": nacen de tensiones, de-sequilibrios, "trastornos" sociales reales. Luego, se enuncia un pro-blema normalmente en referencia a una o varias soluciones posibles:se problema sólo es realmente definido cuando ya se vislumbró la

manera de resolverlo. Como esta solución depende de hábitos dección y de modos de intervención disponibles, la definición de un

problema está directamente indexada sobre un entorno práctico demedios, dispositivos y procedimientos instituidos. Por último, la in-vestigación social en gran parte está orientada hacia la organizaciónde la acción colectiva (cualesquiera que sean sus formas y soportes),destinada a tratar las situaciones problemáticas: en definitiva, este tra-

miento constituye el objetivo que controla las operaciones del estu-lo. Desde este punto de vista, implica necesariamente juicios de eva-

luación sobre lo que conviene hacer o no hacer. Pero los criteriosibre los cuales se regulan estos juicios no son exteriores a la investi-ción. De naturaleza hipotética, están determinados por ella.

La investigación social debe juzgar determinadas consecuencias objeti-vas como el fin que vale la pena ser alcanzado en las condiciones dadas.Pero [ ... ] esta afirmación no significa lo que a menudo se dice que sig-nifica: o sea, que es posible asumir los fines y valores fuera de la tareacientífica, de manera que esta última se vea entonces reducida a deter-minar los medios mejor calculados para llegar a la realización de esosvalores. Muy por el contrario, significa que los fines, en cuanto valores,

no pueden ser válidamente determinados sino sobre la base de las ten-siones, los obstáculos y las potencialidades positivas que, por observa-ción controlada, se descubre que existen en la situación real [Dewey,1993, p. 606].

Puede decirse de la investigación social que está socialmente dis-buida: varias categorías de actores participan en ella, que van demilitantes, las asociaciones a los periodistas y hombres políticos,ndo por todo tipo de organizaciones (sindicatos, partidos polí-, etc.). Solamente una parte de esta investigación -la que corres-de a las ciencias sociales- se somete a las exigencias del método

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I

106 LOUISQUÉRÉ

científico: trabajo de análisis para definir un problema y determinarsu naturaleza; establecimiento de los hechos que sirven para delimi-tar el problema e indicar una solución posible; definición de los mé-todos de observación que permitan disponer de los datos que sirvanpara experimentar las hipótesis; selección de las concepciones y lasideas apropiadas; observación analítica controlada, etc. Esta "cienti-fización" obliga a cuestionar cierta cantidad de suposiciones comu-nes de la investigación ordinaria: que los problemas sean definidosanteriormente a la investigación; que la observación bruta baste pa-ra captar su naturaleza; que los problemas sociales se planteen entérminos morales; que sea preciso eliminar losjuicios y procedimien-tos de evaluación para que las conclusiones del estudio estén verda-deramente fundadas en los hechos; que las características de los fe-nómenos puedan ser establecidas sobre la base de generalizacionesconceptuales, teorías generales o definiciones meramente nomina-les, más que derivadas del examen atento de hechos observables yverificables, etcétera.

No hay nada que exija que la investigación social esté sometidaa los principios del método científico. Sin embargo, puede pensarseque esta investigación tiene tantas más posibilidades de alcanzar suobjetivo -resolver situaciones problemáticas reduciendo su indeter-minación y su estallido- cuanto más se someta a las coerciones de laobservación analítica controlada. En efecto, lo que es problemáticoen la sociedad en general primero es experimentado en la forma deemociones y sentimientos, sobre un trasfondo de expectativas de"normalidad", así como de sensibilidades, hábitos y actitudes deter-minados. La expresión privilegiada de estos afectos sociales es la in-dignación moral, a la que está asociado un comportamiento paradig-mático, la denuncia pública. Pero para ser tratados de maneraapropiada, los acontecimientos y las situaciones que plantean pro-blemas deben ser convertidos en problemas definidos. Lo que exigepasar del sentimiento a la percepción, de la interpretación en térmi-nos morales a la formulación intelectual del problema que se debtratar. Cuanto más experimentada y garantizada por un análisis con-trolado sea esta "intelectualización", tantas más posibilidades tiende contribuir a determinar claramente la situación problemática y aencontrarle una solución apropiada. Únicamente una investigación

POR UN EXAMEN REPOSADO DE LOS HECHOS DE SOCIEDAD 107

social bien armada puede suministrar los conocimientos que posibi-litan los juicios públicos sobre lo que es y sobre lo que conviene ha-cer [Dewey, 1927, p. 348].

No obstante, una "intelectualización" semejante no consiste sim-plemente en aplicar el método científico en un sentido estrecho.También consiste en promover el modo de investigación que preva-lece en un medio científico: normalmente, aquí la investigación eslibre; se otorga a sí misma sus objetos en función de campos proble-máticos constituidos o por constituir, y sus resultados son comuni-cados, difundidos, discutidos, sometidos aljuicio y a la crítica de losmiembros de la comunidad. En un sentido, la investigación sólo pro-duce conocimientos en la medida en que sus resultados son cornu-nicados y discutidos: no hay verdadero conocimiento de los fenóme-nos sino cuando son objeto de un saber compartido. Sin embargo,en la investigación social, ese reparto se extiende más allá de la co-munidad de los investigadores. En una sociedad democrática, todociudadano está en su derecho de tomar parte en ella. J. Dewey, enThe public and its problems, sostuvo que un público no podía emergery organizarse a partir del sentimiento que experimentan sus miem-bros de ser afectados por las consecuencias indirectas de iniciativaso actividades sociales en las que no participaron directamente, sal-vo que una "intelectualización" del trastorno y del afecto experi-mentados tuviera lugar a través de una investigación libre y pública,problematizando la experiencia de esas consecuencias y tratandode identificar las condiciones que las engendran para canalizarlas ycontrolarlas. Desde ese punto de vista, la investigación social no es-tá tanto destinada a esclarecer a los gobernantes o a aconsejar alpríncipe como a sostener la identificación y la organización de unpúblico capaz de velar por las "condiciones de la asociación social":

La necesidad esencial es mejorar los métodos y las condiciones del de-bate, de la discusión y la persuasión. Ése es el problema del público.[... ] Esamejora depende esencialmente de una liberación y un perfec-cionamiento de los procesos de la investigacióny de la difusión de susconclusiones. [... ] No es necesario que todo el mundo tenga el sabery la habilidad necesarios para realizar las investigacionesrequeridas; loque hace falta es que todo el mundo sea capaz dejuzgar el alcance del

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108 LOUISQUÉR,

saber suministradopor otrossobreproblemasde interés común" [D -

wey, 1927, p, 364],

.Sin embargo,sería abusivo considerarla investigación social co-o totalmente orientada hacia la resolución de problemas plantea-

dos or situacionessocialesconfusasyconflictivas. Sin duda, aquí noPta másquede una de lasmodalidadesde su inscripción social.se tra .

Existe otra quequiero señalar de maneraesquemática, Consiste enfiiar las creenciassobre lo que es ysobrelo que ocurre, vale-decir, en-

U drar acercade lassituacionesylosacontecimientos, un estado dgen , , ,'dad suficientementeestablecidoque pueda servir de punto dsegun

a o o para actuar,pensar, razonar,deuna manera determinada (esasp y , 1 ión d P , "h íbiias queentonces, segun a expreslOn e eirce, son altoscreenc ,ara la acción",pueden ser revisadasenuna investigación posterior),

~e este modo,la investigaciónsocialcontribuye a individualizar y so-· l' r esassituacionesyesos acontecimientos. Es en parte lo quera Izafectúan lasdescripciones,las explicaciones y las interpretaciones

e estaScotidianamentepor losinvestigadores en ciencias socia-propules sobre diferentesfenómenos sociales.En ocasiones, esas produc-· no sontanexterioresalmundosocial como lo pretenden: ellasciones

U· 'pan en formadirecta en losdispositivosde institución y man-par CI. .ento deun sentido común enelespacio social.ierurruLos procedimientosde estafijaciónde las creencias para la inves-

. íón socialson cuantiososy complejos.Aquí no puedo dar másugaClque una ideamuygeneral. Pensemos,por ejemplo, en el tipo de aná-lisis que proponen los,sociólogo,scuando se produce un ac~nt:ci-miento socialdecierta ímportancia.Locomparan con acontecirmen-tos similares delpasado,reconstituyenel contexto de causas y motivos

udieron provocado, identificana los actores que se moviliza-que p , 'on los ubicanSOCIalmenteylesatnbuyenrazones para actuar, estra-

r .' lo'gicasdeacción;muestrantambién cómo esas motivacionesregias. , '.ur .eron decambiosde lasituacion, o fueron provocadas por el com-

s gt '1 P 'l' . ib 1ortamiento deotros actoressOCIaes, or u timo, mscn en e acon-p . 'entO enun campoproblemáticodonde encuentra su significa-teclmI· , o bien lorefieren a una intrigaen la que representa una nuevaClon,eri ecia, uncambiode fortuna, hastaun desenlace, etc. A través de

~od:ese trabajode descripciónyexplicación,de interpretación y pro-

OR UN EXAMEN REPOSADO DE LOS HECHOS DE SOCIEDAD 109

blematización, el acontecimiento-sorpresa no sólo es normalizado (en1sentido en que ahora aparece como "normal", teniendo en cuen-

ta el contexto en el que está adosado o el campo problemático delque depende), sino también socializado: por una parte, se convierten un acontecimiento en un mundo social determinado; por la otra,u individualidad tiene como trama un conjunto definido de creen-

das y valores sociales, de actitudes y sensibilidades, de usos y costum-bres, de hábitos de acción y de pensamiento sostenidos sobre instru-mentos, dispositivos técnicos y organizativos, instituciones, etc. Alr specto, podría retomarse lo que G. H. Mead decía de la constitu-ión del objeto físico: éste está dotado de un "inside" a través de la

prueba que hacen los agentes humanos de su capacidad de resistir alas presiones que ejercen sobre él, de reaccionar, de actuar sobrelIos, de afectados, de solicitar sus actitudes y sus respuestas [Mead,

1997]. Pero esta capacidad está totalmente definida en función de lastructura del organismo que se enfrenta al objeto, por tanto, de susensibilidades, de sus capacidades y hábitos de acción, de las opera-iones y las manipulaciones que efectúa, de sus herramientas y los ins-

trumentos técnicos de que dispone, de las habilidades y destrezas, etc.En cierto modo, la investigación social sobre los acontecimientos, lassituaciones ylas coyunturas produce un resultado del mismo género:no sólo los inscribe en un mundo social determinado, también con-figura su individualidad en función de un contexto sociohistórico de-terminado. De este modo, hace más que situar el acontecimiento enun entorno social o incorporar al segundo en el primero: tambiénconfigura ese entorno, lo hace existir como correlato de los aconte-cimientos y las situaciones que individualiza.

Este cuadro muy esquemático hace aparecer a la investigación so-cial como partícipe activo de la dinámica de estructuración del mun-do social, que representa en él un papel funcional. Todavía podríanañadirse algunos toques, uno más hermenéutico, por ejemplo, queharía surgir la contribución de la investigación social a la compren-sión de sí individual y colectiva, y de ese modo, a la determinación dela identidad y la formación de capacidades de acción. Pero mi preo-cupación no es establecer un cuadro completo de la investigación so-cial. Más bien, es hacer aparecer la selectividad que la caracteriza. Es-ta selectividad es una selectividad de la atención y el cuestionamiento,

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110 LOUISQUÉR

de la observación y la descripción, en suma, una selectividad de la prblematización. No se debe tan sólo a la orientación pragmática de I1investigación; también depende de las estructuras de accountability d lmundo social que utiliza [Garfinkel, 1967]. Con esto quiero decir quoel trabajo de problematización efectuado por la investigación socialestá orientado y a la vez constreñido por un conjunto de esquemas yformatos que estructuran la atención que se da a los fenómenos, ascomo las preguntas que se pueden formular a su respecto y la descrición que de ellos se puede hacer.

La selectividad de la investigación social

¿Qué estructura la problematización de las situaciones y los acon-tecimientos en la investigación social? Para descubrirlo, hay que volvese hacia las maneras habituales de hacer cuando se trata de dar cuen-ta de una acción, explicar un acontecimiento o configurar un problemapúblico. En el primer caso, la investigación social utiliza los recursos dla semántica natural de la acción; en el segundo, los esquemas de lanormalización de los acontecimientos, y en el tercero, los procedimien-tos y los referentes de la manifestación pública de los problemas socia-les. También aquí no puedo aportar más que un breve resumen.

Una parte importante de nuestras prácticas nunca llama la aten-ción, porque es evidente. Por tanto, escapa regularmente a la tema-tización. Hasta es posible identificar con bastante claridad lo que noestá problematizado: esencialmente, las operaciones tácitas de orga-nización y sus métodos, las modalidades del juicio en situación, los pro-cederes del razonamiento práctico y la infraestructura de capacidades,hábitos y habilidades que los sustentan. ¿Cómo explicar esta selectivi-dad de la observación y la descripción de las prácticas? Esencialmen-te por la estructura de la accountability. En efecto, las accio.ses son apre-hendidas en ciertos aspectos más que en otros (por ejemplo, comototalidades significantes más que como secuencias de movimientos ató-micos); su observación, su identificación, su descripción yjustificaciónestán organizadas según esquemas determinados, y la investigación

R UN EXAMEN REPOSADO DE LOS HECHOS DE SOCIEDAD 111

u apunta a individualizarlos está guiada por formatos instituidos deblematización. Así, en cuanto se trata de dar cuenta de lo que ha-

mos o vemos hacer a los otros, tenemos a nuestra disposición los re-Iursos de la semántica natural de la acción. Ésta nos suministra un mo-I! de problematización de lo que hace la gente, y a la vez una redonceptual para articular respuestas a preguntas bien definidas. A gros-(1 modo, uno da cuenta de la acción identificando lo que se hizo bajo

una descripción determinada, refiriéndolo a un sujeto intencional al'1ue se atribuyen intenciones, motivos y razones de actuar, y mostran-( cómo éstos están ligados a una situación o a un contexto determi-

liados. Esta semántica natural, pues, suministra un cuadro inmediato( tematización y de encuesta. Así, si hay algo por descubrir respecto( una acción específica, la investigación se hará esencialmente en tér-

minos de: ¿quién hizo qué, con qué intención, con miras a qué y por[ué razones, en qué circunstancias? En cambio, toda una serie de otros, pectos escapará a la problematización. Así, si usted solicita a alguienque le informe acerca de lo que ocurrió en una conversación, no se leo urrirá espontáneamente prestar atención a las operaciones a travésI las cuales los interlocutores organizaron secuencialmente sus inter-ambios, ,a los procedimientos que emplearon y a la habilidad que pu-i ron en acción. En suma, no conseguirá de manera espontánea una'

descripción operativa de la conversación. En cambio, la persona po-drá explicitar a voluntad lo que él o su interlocutor quiso decir o ha-.er, formular las razones por las que dijo o hizo tal o cual cosa, o in-(uso explicar por qué ocurrió tal peripecia, qué consecuencias tuvo,n qué contexto se produjo, etcétera.

¿Por qué es tan poco disponible una descripción operativa? A to-das luces no es una cuestión de elección deliberada. Una de las expli-aciones posibles consiste en decir que la accountability de las accionesstá estructurada de tal manera que las descripciones meramente ope-

rativas no encuentran lugar espontáneamente en losjuegos de lengua-je a los que nos entregamos en nuestras acciones recíprocas (salvo enircunstancias muy específicas; por ejemplo, las del aprendizaje);' Otra

I Sobre esta cuestión, de buena gana compartiría el punto de vista de Luhmann[1'995, p. xliii]: "Actions are not ultimate ontological givens that emerge as unavoida-

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112 LOUIS QUÉRÉ.

explicación sería que carecemos de un vocabulario apropiado paraarticular tanto las operaciones tácitas efectuadas como los hábitos ylas capacidades que los sustentan, mientras que disponemos de con-ceptos y significaciones instituidas para nombrar, designar, explicar,justificar las acciones realizadas y darles sentido. Por otra parte, esosconceptos y esas significaciones forman parte de las mismas prácticas;aprenden con ellas y sirven para articularlos discursivamente, y,paraalgunas de ellas, realizarlae. En este sentido, la descripción simbólicaprevalece inevitablemente sobre la descripción operativa, y hay queadoptar una actitud especial frente a la acción para que la segundaadquiera cierta pertinencia.

Se obtiene así un primer esclarecimiento sobre la selectividadde la investigación social, cuando ésta se deja guiar por los recur-sos del lenguaje común y los esquemas sociales de la accountability.El análisis ya evocado más arriba de la manera en que los aconteci-mientos se individualizan y socializan suministra un esclarecimien-to similar. Por un lado, su identificación pasa por su normalización,y ésta representa una forma definida de problematización: prevale-cen la puesta en forma de intriga, la comparación con aconteci-mientos similares, la reconstrucción de encadenamientos de causasy efectos; la reconstitución de secuencias de motivaciones, de deci-siones y actos; la inserción en campos problemáticos, etc. Por elotro, en la medida en que los acontecimientos importan por susconsecuencias, una preocupación permanente de la investigaciónsocial es identificar esas consecuencias, referirlas a iniciativas socia-les, designar culpables y víctimas, determinar responsabilidades, yasea para censurar, sancionar, para hacer valer derechos y deberes,

ble empirical e!ements that force themselves upon one in every sociological analysis.[oo .] Actions are artifacts of processes of attribution, the results of observing observers [oo. J.which emerge when a system operates recursively on the leve! of second-order obser-vation. The action theory preferred by contemporary sociologists is sustained by thecorpus mysticumofthe subjetct.1t is also sustained by the empirical plausibility, the dailyvisibility of self-inspired actions by human beings. But conceptually as well as ernpiri-cally these are superficial 'frames'. Progress in the development ofsociological theory[oo,] depends on implausiblecertainties, which must be secured through protracted, con-ceptually controlled, theoretical work", [En inglés en el originaL]

I R UN EXAMEN REPOSADO DE LOS HECHOS DE SOCIEDAD 113

l' parar ofensas o daños, o para encarar maneras de controlar las( ndiciones que producen consecuencias nefastas para el bien o elbienestar común.

Un tercer esclarecimiento sobre la selectividad de la investigaciónocial puede encontrarse por el lado de la construcción de los pro-I lemas públicos. Es otra forma de problematización, también social-mente instituida, que prevalece en el caso de éstos: se trata de hacerparecer la Índole problemática, y por tanto inaceptable, de algunosontecimientos o algunas situaciones frente a valores o principios

(por ejemplo, el de lajusticia) considerados como referentes últimosn la organización de la coexistencia en una sociedad democrática,lescubrir los caminos y medios de su transformación posible, abrirperspectivas para realizar acciones públicas capaces de ponerles re-medio, atribuir la responsabilidad de las acciones que se deben em-render a tal o cual actor social o a talo cual instancia pública de de-isión e intervención.

La breve eyocación de esos tres casos permite hacerse una ideaun poco más precisa de la selectividad de la investigación social y deU subordinación a las estructuras de accountability disponibles en el

mundo social. Estas estructuras no son cosas que se añaden a los fe-nómenos sociales: forman parte de ellos,·entre otros como métodosnternos de organización e individualización. Así, las acciones y loscontecimientos no serían ya lo que son para nosotros si les estuvie-n asociados formatos de observación, descripción y explicación di-

~ rentes, Pero mi propósito no es tanto hacer aparecer esa selectivi-dad de la investigación social sino suscitar el problema que planteaara la sociología. En efecto, a menudo son las estructuras de la ac-

countability social las que están en el origen del cuestionamiento so-iológico y que son utilizadas por las explicaciones sociológicas. Esomprensible que, debido a que es parte interesada de la investiga-ión social, la sociología ponga sus preocupaciones e interrogantes,us observaciones y análisis, en el molde de esas estructuras, actuali-e los esquemas de problematización que ellas suministran, adopte

I perspectivas que organizan y no se inquiete por los puntos ciegosque implican. Si no está en mis intenciones negar la legitimidad dese compromiso de la sociología en la investigación social-es un cam-

po donde se puede realizar una obra científica-, en cambio me pare-

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11

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114 LOUISQUÉR.

ce insatisfactorio que no trate de conquistar una mayor autonomíade su modo de problematización. Porque esa autonomía forma par"te de las condiciones de la cientificidad de una disciplina. Desde esepunto de vista, no basta con decir que a la misma encuesta le corresponde instituir sus problemas; también es importante que moldee ycontrole sus formatos de problematización, más que simplemente tomarlos del campo de su objeto.

¿Cómo lograrlo? La primera idea que a uno se le ocurre es quela sociología debería adoptar una postura objetivante frente.a las es-tructuras de accountability disponibles en el mundo social y tratar detematizarIas, más que simplemente utilizarlas como recursos. Pero esecambio de postura no es tan simple de realizar como parece a prim "ra vista. Porque eso supone tornar observable y descriptible lo que nlo es "naturalmente". Además, hemos visto que el hecho de ser obser-vables y descriptibles no son fenómenos inmediatos, que dependende cierta estructuración de la atención y la percepción, que están li·gados a los juegos de lenguaje a los que cotidianamente nos entrega-mos, y que requieren disponer tanto de significaciones instituidas como de herramientas de observación y de descripción apropiadas(vocabularios para dar cuenta de las operaciones y habilidad, en pal" ,ticular). Si puede desearse que la sociología consagre al porvenir unamayor parte de sus esfuerzos para hacernos acceder a esa parte de Invida social que no sabemos o no podemos ver (por falta de las herr:mientas apropiadasjvo para poner de manifiesto conexiones o corrlaciones inadvertidas entre los hechos familiares, para incrementarnuestra inteligencia del mundo social, por fuerza debemos reconocer que sólo podrá hacerlo al precio de un nuevo despliegue de Silimaginación creadora y de una evolución de su modo de expresión.Desde ese punto de vista, sería bueno que, por lo que respecta a ION

hechos de sociedad, se consagre al género de tarea que Wittgensteinse fijaba en materia de análisis de los hechos de lenguaje, a saber, dibujar un cuadro de conjunto "de hechos tan familiares que pasallinadvertidos": "En vez de la turbulencia de las hipótesis y las explicaciones, queremos instaurar el examen tranquilo de los hechos de lenguaje" [Wittgenstein, 1961].

/'( R UN EXAMEN REPOSADO DE LOS HECHOS DE SOCIEDAD 115

eferencias bibliográficas

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i I. I

I:¡1

5. Las tentativas de profesionalizaciónde los estudios de sociología:un balance prospectivo

por Claude Dubar*

Con frecuencia la pregunta u¿Para qué sirve la sociología?" puedeser traducida por otra, a menudo planteada por los estudiantes: u¿Quésalida laboral tienen los estudios de sociología?". En efecto, la sociolo-gía forma parte, en la actualidad en Francia,' de esas disciplinas uni-versitarias cuyos diplomados -antes del bachillerato + 5 por lo menos,salvo excepciones- no ejercen su "especialidad" y no se consideran co-mo "profesionales" de la disciplina que estudiaron.f El asunto de la"profesionalización" de la sociología -y especialmente de su enseñan-za- debe ser examinado ante todo desde un punto de vista histórico.Es inseparable de la historia de la disciplina, y aún más de su enseñan-za que, en Francia, comienza a ser objeto de análisis globales relativa-mente consensuales, sobre todo en lo que concierne a su periodización[Chenu, 1998]. En la primera parte de este texto veremos en qué cam-bió de sentido el término mismo de "profesionalización" en el cursode esta corta historia. Volveremos sobre algunas tentativas de creaciónde diplomas "profesionalizados" de sociología e intentaremos explicar

* Profesor en la Universidad de Versalles Saint-Quentin-en-Yvelines: director dellaboratorio Printemps (CNRS).

I No siempre fue así: en los años sesenta, en Francia, la gran mayoría de los licen-ciados en sociología y, en los setenta, los titulares de una maestría, fácilmente encon-traban un empleo relacionado con sus estudios. Para el ejemplo de Lila, véase Thibaut[1989].

2 Según el estudio conducido por Odile Piriou [1999], alrededor del 70% de lostitulares de un DEA [Diplome d'Études Approfondies, diploma de estudios avanzados (N.del T.) 1 de sociología de 1983-1984 se consideraban, diez años más tarde, como soció-logos, contra menos del 20% de los titulares de una maestría.

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118 CLAUDE DUBAR

por qué sigue sin existir, hoy en día, un diploma de "so~iólogo ~r~fe-sional" stricto sensu, como los hay para los demógrafos, los estadlStI~~So los psicólogos. También veremos en qué el asunto de la introd~cc~onde las "ciencias económicas y sociales" en los programas de los mstitu-tos de segunda enseñanza no fue un vector de "profesion~lización" ~elos diplomados de sociología, como ocurre, ,desde largo tiempo atras,para los historiadores, los geógrafos o los filosofos. .

Esta contribución también pretende ser prospectiva. Ella exammala hipótesis según la cual la enseñanza de la sociología, ~ace ya algu~osaños,3 se encontraría en un viraje decisivo, y comenzana~ a cumplI~selas condiciones para hacer más legibles y eficace~ las salId~s profesio-nales de los estudios sociológicos, sobre todo graCiasa los diplomas d,eestudios superiores especializados (DESS). Pero el proceso no h~ce masque comenzar, y nada prueba que irá efectivamente .en ese sentl~o. Pa-ra comprender esa situación incierta, hay que elu~ldar :os obstacul.ospara el logro de una "profesionalización" de la soclOlogl~,e~ ,Francl~,a través de los sucesivos fracasos de instalación o de valorización de di-plomas o de escalafones "profesionales". Por lo tanto, hay ~ue .v,olveratrás y evocar brevemente los grandes moment~s de la cOnStIt~Ciondla enseñanza de esta disciplina que, en Francia, se construyo en dostiempos separados por un período de declinación.

La primera fundación de .la so~iol??a en Franciayel fracaso de su institucionalización (1895-1945)

I

I

Se conocen ya, de manera bastante precisa, las ci~c~nsta~cia: hiH"tóricas de la constitución de la sociología como "disciplina científicaen los últimos años del siglo XIX, alrededor de aquellos que luego M

3 Puede fecharsea mediados de los noventa el despegue de los DESS [Diplóme d1í'/lIdes Supéneures Spécialisées, diploma de estudios superiores especializa~os (N. del T.)) 011fuerte componente sociológico, al mismo tiempo que la multiplicación de encuentros (1las asociaciones involucradas (AlSLF, ASES ... ) sobre este tema. Véase Legrand (1999).

LAS TENTATIVAS DE PROFESIONALIZACIÓN 119

llamarán los "durkheimianos" [Karady, 1976; Mucchielli, 1998]. Setrataba de intelectuales, filósofos pero también antropólogos, hi~to-riadores, economistas, etc., a quienes podría calificarse de "compro-metidos", a tal punto la fundación de la sociología como "ciencia" es-taba ligada, para ellos, al triunfo de los ideales republicanos. Enefecto, esta fundación, por lo menos en parte, se hizo contra otra ten-tativa de creación de la sociología, bajo la égida de René Worms, quehabía lanzado la primera Reoue international de sociologie, en 1893, dosaños antes del primer número de L'Année sociologi.que. La lucha entrelas dos concepciones de la sociología, en pleno caso Dreyfus, final-mente se volcó para el lado de los "durkheimianos''. La creación poréstos de la École des hautes études sociales," en 1900, provocó la se-cesión de los adversarios de Dreyfus (Tarde, Boutroux, etc.), queconstituyeron un "Collége libre" que no tuvo mucho futuro. Pero fueun poco una victoria pírrica; en efecto, la introducción de la sociolo-gía en la universidad fue lenta y muy parcial: la cátedra que ocupóprimero Durkheim en Burdeos se llamaba "Pedagogía y ciencia so-cial", y aquella a la que accedió en La Sorbona, en 1902, "Ciencias dela educación". Sólo se convirtió en "Sociología" en 1913 y no fue pro-rrogada luego de su muerte en 1917. La que Maurice Halbwachs, unode sus discípulos, ocupó en el Colegio de Francia, en 1944, se llamó"Psicología colectiva".

Para el tema que nos ocupa, es importante comprender por qué1 sociología durkheimiana no logró convertirse en una disciplina uni-versitaria autónoma en el período entre las dos guerras, y cómo semantuvo en la órbita de la filosofía. Fue en 1920 cuando se creó el"certificado de moral y sociología", que durante cerca de cuarentaiños será el único certificado (un cuarto de la licencia de Filosofía)universitario de esta disciplina. Ese mismo año, la sociología fue in-troducida en las escuelas normales primarias, de acuerdo con el de-

o del propio Durkheim, que había relacionado estrechamente laociología con la educación, el proyecto sociológico "científico" con

1\ fundación de una moral "republicana" cuyo vector de difusión de-

4 Se trataba de un lugar de encuentro, de seminarios y de coloquios, más que deun lugar de formación [Mucchielli, 1998).

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120 CLAUDE DUBAR

bía ser la escuela laica: la sociología, según sus propios términos, debíaser un "instrumento de educación moral" [Durkheim, 1900]. A causade eso, el sitio de la sociología en la enseñanza universitaria se encon-tró al lado de la moral, en una carrera de filosofía que, a todas luces,no implicaba ninguna iniciación a un método de análisis empírico y,afortiori, ninguna preparación para un trabajo "de campo't.P Y cuan-do en 1924 se creó el Institut francais de sociologie, que duró hasta1962, sus iniciadores lo concibieron como una "sociedad erudita, ex-clusivamente científica y cerrada" [Karady, 1976], un lugar de encuen-tro para los investigadores "sociologizantes" de todas las disciplinasde lo que ellos llamaban la "ciencia social", definida como "cienciadel hombre que vive en sociedad".

Puede comprenderse con bastante facilidad, en el contexto de laépoca, que esos eminentes eruditos, especialistas en historia antigua,etnología o geografía humana, se negaran a defender la enseñanzade la sociología en las escuelas normales primarias cuando ésta fueamenazada y luego suprimida (por la derecha, en 1934). También senegaron a comprometerse en la creación de una enseñanza de la so-ciología en la universidad y hasta de escribir ese "gran manual socio-lógico" que Marcel Mauss, sobrino de Durkheim, deseaba ardiente- ,mente [Karady, 1976]. Es así como hoy se puede tratar de dar cuentade ese "descrédito intelectual de la sociología en el seno de la gene-ración de 1930" (la que accede a una enseñanza superior muy elitis-ta), que no conoce más que una suerte de "sociología vulgarizada",de ninguna manera favorable al reconocimiento de un "oficio de so-ciólogo" y a lajustificación de "creaciones de puestos" en la universi-dad [Heilbron, 1986]. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, lasociología francesa aparece relativamente afectada: sólo existen trescátedras de Sociología en la universidadf París, Burdeos, Estrasbur-go) y la enseñanza de la sociología permanece encastrada en la de Fi-losofía y provista de una imagen bastante vaga.

5 Y esto contrariamente a lo que ocurría en la misma época en Chicago, donde,con el impulso sobre todo de Robert Park, los estudiantes eran firmemente invitadosa "ir sobre el terreno" y producir conocimientos sociológicos a partir de investigacines empíricas, Véase Chapoulie [2001].

LAS TENTATIVAS DE PROFESIONALIZACIÓN 121

Contrariamente a otros países y a otros contextos, la sociologíade investigación, en Francia, no ha logrado construirse e imponerse,precisamente cuando era parte constitutiva del proyecto de los durk-heimianos." En consecuencia, será necesario refundarla.

La "re fundación" de la sociologíahasta la creación de la licencia (1945-1958)

Todo comienza a cambiar con la creación, en 1946, del CentreC!l'études sociologues (CES)por el CNRS.Como lo describe atinadamen-t Chenu [1998], "un cuerpo de investigadores profesionales quepractican, con dedicación exclusiva, una sociología empírica cen-trada en la observación y el análisis de las sociedades contemporá-neas se instala en el marco del CNRS".Una generación pionera, pro-edente de todos los horizontes y animada por motivaciones diversas

[Tréanton, 1992] se forma "sobre la marcha" y descubre el "trabajode campo". Se conoce hoy el papel decisivo que representó GeorgesFriedrnann, entre 1948 y 1951, al atribuir grandes campos de investi-gación (escuela, ciudad, esparcimiento, sindicalismo, trabajo, etc.) aI venes investigadores emprendedores [Mendras, 1995]. Las grandesncuestas por cuestionario comienzan a organizarse en elINED, el

INSEE,el IFOP,* creados por Stoetzel en 1938.En 1947 se organiza una iniciación a la investigación en el seno

de la sexta sección de la École pratique des hautes études (EPHE)que,luego de 1968, se convertirá en la École des hautes études en scien-

6 Una de las obras mayores de Durkheim, Le Suicide [1997], tuvo muy poca in-Iluencia sobre la manera de enseñar la sociología en Francia, en el período entre lasdos guerras. Fueron sociólogos norteamericanos (Selvin, Lazarsfeld ... ) quienes, des-Iués de 1945, presentarán esa obra como fundadora de la sociología moderna .

• Institut National des Études Démographiques (Instituto Nacional de EstudiosI mográficos), Institut National de la Statistique et des Études Économiques (Institu-11) Nacional de la Estadística y de los Estudios Económicos), Institut Francais d'Opi-nlon Publique (Instituto Francés de Opinión Pública). [N. del T.]

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122 CLAUDE DUBAR

ces sociales (EHESS). Se comienza así a hablar de "profesionalización"de la sociología, para designar esta disciplina nueva, decididamentevuelta hacia la comprensión del mundo contemporáneo y fundadaen la "utilidad de las investigaciones con una base empírica" [Heil-bron. 1986, p. 69].

Es en este contexto donde Georges Friedmann, Edgar Morin yJean-René Tréanton presentan una comunicación a la reunión de Lie-ja de la International Sociological Association (ISA), en 1953, titula-da: "Observaciones sobre las actividades y responsabilidades profesio-nales de los sociólogos en Francia", donde defienden la idea de quela sociología debe centrarse en "los problemas económicos y socialesdel siglo xx", y que sus investigaciones deben estar "orientadas haciala acción práctica". Abogan por el desarrollo de una "investigaciónaplicada", por ejemplo, en el seno de los "servicios de estudios de lasempresas y las administraciones del Estado", y citan el Institut natio-nal d'études démographiques (INEO) como modelo en el que debíaninspirarse para "crear sus propios institutos de investigación". Sugie-ren la organización de una enseñanza decididamente inclinada ha-cia esa investigación aplicada, una verdadera "formación profesional"en la sociología de encuesta." Insisten en el hecho de que esta orien-tación descansa en la "garantía de objetividad que sabrán adquirir di-chos trabajos", y que ésta implica que no puedan ser pasibles de sos-pechas "de servir a ideologías o intereses particulares" [Friedmann,Morin, Treanton, 1953].

Ese texto conlleva una concepción particular de la "profesionali-zación", que no deja de recordar los debates que dividieron a los so-ciólogos norteamericanos en el momento de la gran crisis de 1929 ydel programa dirigido por Ogbum.P que dieron lugar a un volumi-nOSOinforme prologado por el presidente Herbert Hoover (1933).Sin lugar a dudas, era la primera vez en la historia de la disciplina qu

7 La que existía en la École pratique des hautes études (sexta sección) se dirigíano a estudiantes sino a adultos, y sobre todo a investigadores en ciencias sociales preo·cupados por iniciarse en la metodología de las encuestas.

8 Sobre este episodio de la historia de la sociología norteamericana, véanse las in-terpretaciones diversas de Desmarez [1984], Heilbron [1986] y Chapoulie [2001].

LAS TENTATIVAS DE PROFESIONALIZACIÓN 123

una asociación de sociólogos (la American Sociological Association,desde esa época la más poderosa) reivindicaba mayoritariamente(contra una fuerte minoría) el estatus de "profesional" para sus miem-bros, vale decir, una suerte de reconocimiento jurídico de su autono-mía en nombre de los servicios prestados a la colectividad y de su ca-pacidad para dotarse de un código de deontología (sobre el modelode las profesiones médicas yjurídicas). Esta posición no era compar-tida por todos los sociólogos de la Asociación, y sobre todo por los"militantes" que se consideraban "portavoces" de los "dominados", dequienes se sentían solidarios. También luego fue criticada, en variasoportunidades, por aquellos que no compartían las posiciones "fun-ionalistas" según las cuales las "profesiones", en las sociedades mo-

dernas más avanzadas, representaban una "garantía de expertos alervicio de la democracia", lo que Carr-Saunders [1933] y luego Par-ons [1968] llaman "la fusión de la legitimidad cultural y de la efica-ia económica't.f

Los sociólogos que se decían "críticos" consideraban que esta es-trategia de profesionalización no descansaba en ninguna prácticafectiva, y encerraba a los sociólogos en un papel de "consejero del

príncipe" que no querían adoptar. Este debate entre diversas concep-iones epistemológicas y éticas de la práctica sociológica, desde esepisodio, se encuentra en el corazón de la cuestión de la "profesiona-

lízación't.l? ¿El sociólogo puede ser un "experto" por encima de laontienda (de las clases en lucha) o está necesariamente ligado a un

punto de vista (de clase) sobre lo social que estudia? ¿Existen reglasdeontológicas susceptibles de precaverlo de sus ideas preconcebidas?Lo que había dividido a los sociólogos en los Estados Unidos, en losños treinta, comenzaba a agitar a los sociólogos franceses del CESen

los cincuenta [Chapoulie, 1992]. Por falta de un consenso suficienteobre estos asuntos, la cuestión de la formación profesional no podíar tratada.

9 Sobre las teorías funcionalistas en materia de "profesionalización", véase Dubary Tripier [1978, cap. 4].

10 Así como de la construcción y el uso de las estadísticas. Véase Desrosiéres11993].

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124 . ClAUDE DUBAR

El texto de 1953 no tendrá ningún resultado concreto, en lo in-mediato, en materia de "profesionalización" de la sociología. Tam-bién ocurre que los investigadores del CES están muy alejados de la so-ciología "universitaria" de Ceorges Davyy de Georges Gurvitch. Muypocos de ellos enseñan, y existe un gran desfase entre las preocupa-

.T> d . . d 1 id d 1 -ciones e esos mvesnga ores y os conteru os e a gunas ensenanzasde sociología que, salvo excepciones,ll permanecen encastrados enla carrera de Filosofía y con una orientación fuertemente especulati-va. Habrá que esperar a la elección de Raymond Aron en La Sorbo-na en 1957 para que finalmente, el 2 de abril de 1958, se cree la li-cenciatura de Sociología, autónoma respecto de la de filosofía. Alcomienzo comprende cuatro certificados: sociología general, psico-logía social, economía política y una opción para escoger en una lis-ta restringida (demografía, historia económica y social, etc.). Se creaen La Sorbona a comienzos del año escolar de 1959 y, durante la pri-mera parte de los años sesenta, se dispersará por una decena de gran-des ciudades universitarias (Lyon, Nancy, Estrasburgo, Lila, Burdeos,Aix-en-Provence, Toulouse, ete.). ¿Se abre una nueva era para la so-ciología francesa?

La institucionalización de la disciplina en laUniversidad y más allá: 1958-1976

La existencia de una licenciatura de sociología, incluso acom-pañada por la creación de un tercer ciclo (1962), no significa queexista entonces una formación profesional para la sociología en launiversidad francesa. El Groupe d'étudiants de sociologie de l'uni-versité de París (CESUP) no se equivocaba cuando, a partir de 1959,

11 Entre éstas debe mencionarse la enseñanza de Ceorges Friedmann en el Con-servatoire national des arts et métiers, así como el EPRASS, ciclo de aprendizaje en la in-vestigación en ciencias sociales organizado por la sexta sección de la EPHE. Pero tantouno como el otro involucrabarr ';0~re codo a adultos ;'3 insertos en el mundo profesio-nal o científico.

LAS TENTATIVAS DE PROFESIONALlZACIÓN 125

omprobaba que "la licenciatura es un diploma engañoso: la ense-ñanza es únicamente retórica y enciclopédica [... ] no hay forma-ión para la investigación" [Heilbron, 1986, p. 71]. Las reivindica-iones de estos estudiantes de la UNEF* tenían sensatez: introducir

un período de prácticas, aligerar los programas, formar para la in-vestigación empírica. Iban en el sentido de esa práctica profesionalrdientemente deseada por Friedmann y Tréanton en 1953. Peroran difícilmente compatibles con las estructuras de las facultades

de Letras de la época (clases magistrales en anfiteatro, nada de la-boratorios, pruebas meramente teóricas, etc.). No obstante, la cues-tión estaba planteada.

Tan cierto es que la muy nueva Société francaise de sociologie(SFS) , creada en 1962 para reemplazar al viejo Instituto francés mo-ribundo, pone en el orden del día de su sesión de octubre de 1964una propuesta, distribuida en sesión y sostenida sobre todo porTréanton, de crear un "diploma de experto" en sociología. La veri-ficación es simple: hay un "gap" entre la licenciatura (bachillerato+ 3), todavía muy académica, y la tesis (bachillerato + 7), forzosa-mente elitista. Los psicólogos, los demógrafos, los geógrafos se do-taron de diplomas de experto que parecen atraer a los estudiantes.Comienza a organizarse un mercado de contratos de estudios y deinvestigación, sobre todo a incitación de la nueva Délégation géné-rale a la recherche scientifique et technique (DCRST) creada por su-gerencia del general De Gaulle en 1959. En consecuencia, según losredactores, es tiempo de organizar una formación "profesionalizan-te" de la sociología que sea sancionada por un "diploma reconocí-do". La propuesta fue recibida con una cortés indiferencia. ¿Cuáleserán las salidas efectivas de este diploma "profesional"? ¿Abrirá elamino a la enseñanza universitaria? En este punto, la posición detoetzel parece recibir el asentimiento mayoritario de los presentes:

"La cátedra de Filosofía continúa suministrando -o debería decirvuelve a garantizar- un reclutamiento de alta calidad del personaluniversitario en sociología" [Heilbron, 1986, p. 71]. Más vale ser

* Union nationale des étudiants de France (Unión Nacional de Estudiantes deFrancia). [N. del T.)

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126 CLAUDE DUBAH

alumno secundario o catedrático de Filosofía que doctorado en so-ciología para ser luego asistente. En cuanto al acceso a los contra-tos de investigación, es un asunto demasiado malsonante para serencarado por la Société: las cosas están claras.

Sin embargo, lo que se produce en esa época (1962-1968) en lamuy reciente "comunidad sociológica" es interesante para nuestrotrabajo. En efecto, por un lado, sobre todo a incitación de Aron, laSociété francaise de sociologie ostenta explícitamente su voluntadde contribuir a la constitución "de una verdadera profesión de so-ciólogo" [Revue [rancaise de sociologie, 1963, pp. 63-64]. Ella agrupaa la vez a investigadores del CNRS (cuyo número pasa de 50 en 1958a 100 en 1964) formados, en su mayoría, en el espíritu de los pio-neros del CES, en la investigación empírica y en la práctica de loscontratos de investigación que se multiplican pero también, cadavez más, a docentes-investigadores cuya cantidad aumenta a medi-da que se abre la carrera de Sociología (pasa de 20 en 1958 a cercade 100 en 1968). Se interesa en la política científica del CNRS tantocomo en los proyectos pedagógicos de crear facultades de CienciasSociales, separando a la sociología de las facultades de Letras. Pe-ro, por otro lado, permanece muy dividida en la misma concepciónde la práctica sociológica y en su significación ética y política. Elcontexto de la época inclina a muchos sociólogos a "escoger su cam-po" entre el de las direcciones de empresa o del Estado y el de lossindicatos, de la clase obrera y de las organizaciones "revoluciona-rias". Entre una práctica "militante" de la sociología, denunciado-ra de la dominación económica o simbólica, y una práctica de ex-pertos al servicio de los que toman decisiones, la conciliaciónparece imposible.

El episodio de lasJornadas de octubre de 1965, impulsadas porla Société francaise, con el apoyo de Pierre Massé, comisario delPlan, y de Claude Gruson, administrador del INSEE, es revelador deeste corte interno de la sociología. La publicación, con el título Ten-dances et volontés de la société [rancaise [Tendencias y volun tades de lasociedad francesa], de las Actas de esaJornada, suscita una polémi-ca: las comunicaciones demasiado "críticas" no fueron publicadas,sin que las justificaciones ofrecidas parezcan convincentes. Los so-ciólogos "críticos" interpretan esta "censura" como un pronuncia-

TENTATIVAS DE PROFESIONALlZACIÓN127

iento ideológico destinado a hacer prevalecer una concepción« xperta" y "bien pensante" de la investigación sociolÓgica.12 Algu-nos abandonan la Société denunciando la parcialidad de los orga-nizadores a favor de una sociología "consejera del príncipe", listapara todos los arreglos con el Poder. Es lo que Heilbron [1986, p.73] llama una "mimoprofesionalización", vale decir, "un discursopara uso externo de presentación y :epresentac~~n~ de una so~i,o-1 gía seudoprofesional. Esta estrategia no sobreVlVlraa la explosión

le mayo de 1968. .Los acontecimientos de mayo del 68 van a revelar y amphficar

1corte precedente entre los sociólogos-militantes Ylos sociólogo~-xpertos. La imagen de la sociología como "disciplina agitada y agi-

tadora" [Chenu, 1998] data de esa época, que parece sellar la faltade consenso sobre el sentido mismo de la práctica sociológica y,pre-isamente por eso, sobre sus modos de formación y sus cumcula. Pe-o, al mismo tiempo que se divide en forma duradera (por lo me-

nos hasta mediados de los años ochenta), la sociología francesa seinstitucionaliza: las Sciences économiques et sociales (SES, que com-prenden una buena dosis de sociología) entran e~ la enseñanza se-un daría en 1970; en las escuelas normales supenores se crean sec-iones SES (1972); se instauran el CAPES* y luego la cátedra deiencias económicas y sociales (1976). La institucionalización que-

da formalmente concluida precisamente cuando se asiste a un de-arrollo masivo de la investigación contractual, gracias a la Déléga-

tion générale a la recherche scientifique et technique (DGRST) pe.rotambién al CORDES y a diversos ministerios (Equipamiento, Relacio-nes Sociales, Trabajo, etc.) que financian y contribuyen a la estruc-turación de sociologías especializadas (urbana, de la familia, del tra-bajo, etc.). Por cierto, la sociología siempre aparece ~rofun~amentedividida "en lo ideológico", pero en adelante se diferencia clara-mente de la filosofía social (salvo en algunos bastiones irreducti-bles). La cantidad de sociólogos tuvo un inmenso desarrollo: 300

12 Sobre este episodio, véase M. Pol1ack (1976], así como C. Durand (ed.) (1984].• Certificat d 'aptitude pédagogique de i'enseignement du second degré (Certificado de Ap-

titud Pedagógica de la Enseñanza de Segundo Grado). (N. del T.]

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128CI.AUDE D 11 I

docentes-investigadores en 1978, 148 investigadores CNRS en 1H11(lIS solamente en París) pero también una cantidad importalll(más de 600 según el censo de los sindicatos en 1976) de "invesrlqdo~es fuer: de convenio" que se convirtieron en una suerte de "piufesionalss de los contratos de investigación, fuertemente relaci 11\

dos con "poblaciones" y "campos" específicos y cuyas investigaci 111.

son financiadas por esos organismos públicos beneficiarios todrncon una parte de la "cobertura investigación".

Por cierto, durante ese segundo período fracasó la creación descalafones profesionales de enseñanza, pero cuantiosas experir-ncias de enseñanza de la sociología a partir de la práctica de encutas tuvieron lugar en Vincennes (París-VIII), en Lila y otras partes,'Se c~earon verdaderos laboratorios dotados de programas y perspe~tlvas de investigación. Se construye una verdadera cultura pJ'(tfesioria] de la investigación de campo, en ocasiones más allá de IIIH

escisiones entre sociología "militante" y sociología "experta". POI

cierto, las creaciones de puestos se agotaron en la Universidad, d 'de 1972, pero los estudiantes de Sociología, que aprenden su "01cio" a menudo a partir de eu memoria de maestría, al poner cad 1

vez con más frecuencia métodos rigurosos en acción, encuentrantrabajo como encargados de estudios, sustitutos o fuera de convenio. Precisamente durante ese período los sociólogos frances "aprenden a reconocer su diversidad sin que esta toma de concien-cia implique, como en otras disciplinas vecinas, una fragmentacióntotal. Las escisiones del período precedente tienden progresivamen_te a esfumarse, ya algunost+ las condiciones les parecen cumplidas

13 E ras '. tis expenenclas ueron evocadas durante la segunda media jornada del co-

loqui~ sobre la.Escuela de Chicago que se realizó ante más de trescientos sociólogo~en Samt-Quentm-en-Yvelines. Véase Tripier (ed.) [1998].

14 En el curso de este período se abren formaciones para la investigación ancla-das en laboratorios y que preparan a los estudiantes para practicar intervenciones so-ciológicas (véanse por ejemplo las experiencias de la IEP [Institur d'études politiques(N. del T.)] de París alrededor del Centre de sociologie des organisations de MichelCrozier,luego del Laboratoire de sociologie du changement institutionnel de RenaudSainsaulieu), que se convertirán en DEA o DESS, los que formarán a varias generacionesde "sociólogos profesionales".

S TENTATIVAS DE PROFESIONALlZACIÓN 129

ra encarar un ejercicio "profesional" d'e la sociologíal'' a partir dela práctica contractual en pleno desarrollo.

sociología, la integración de los "fuera de convenio"la universidad de masas (1976-1998)

Esta coyuntura va a ser perturbada por dos acontecimientos que enpariencia no tienen ninguna relación pero cuyas consecuencias serán

l mibles. El primero es la decisión de integración sobre empleos delONRS de todos los "fuera de convenio" que trabajaron cierta cantidadde horas en la "cobertura investigación" antes de! 10de enero de 1974.Esta decisión hizo crecer brutalmente la cantidad de sociólogos de!

NRS de 148 en 1976 a 320 en 1982, es decir, más de! doble, lo que diocomo resultado agotar e! reclutamiento ulterior de sociólogos en e!CNRS, pero también de parar en seco e! proceso de "profesi~~ali~:ción"precedente. En efecto, a partir de! momento en que los SOCIO~OgOSprofesionales" podían resultar funcionarios gracias al nomb~mle~tocomo agentes CNRS (cosa que se hizo en 1983) en un laborato~o de ~n-vestigación (ya sea como encargados de investigación o como mge~l:-ros de investigación, según criterios en ocasiones dudososj.P Ia dma-mica de constitución y reconocimiento de una "profesión" de sociólogosusceptible de dotarse de una carrera de formación espe.cífica .res~,tóbloqueada en forma duradera. Los créditos públicos de m~estJgaclOncomenzaron a decrecer, precisamente cuando los reclutamientos en launiversidad estaban en su punto más bajo. La cantidad de tesis de so-ciología empezó a disminuir peligrosamente: 205 en 1979 (la mitad ~x-tranjeros), 170 en 1985,94 en 1988 (alrededor de140~ ~e :xtranJe-ros). La sociología estaba en VÍasde convertirse en una disciplina en su

15 En 1980 se crea una Association professionnelIe des sociologues (APs) que lan-za una encuesta sobre las prácticas profesionales de los sociólogos.

16 Todavía no se ha escrito este episodio importante de la historia de la sociologíafrancesa. Pero no puede ser ignorado en la perspectiva de esta obra.

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130 CLAUDE DUBAR

ocaso, replegada sobre sí misma, y sus miembros, en la universidad oen el CNRS, envejecían sobre el terreno sin una formación eficaz de lageneración más joven.

El segundo a~o.ntecimiento es esa "predicción autocumplida" for-mulada por el mimstro Chevénement en 1984: "El 80% de una clasede ~dad debe llegar al nivel del bachillerato en el año 2000". Ese volun-tansmo político que no distó mucho de haberse realizado'? tuvo con-secuen.cias mucho más temibles en los estudios de sociología. Una par-te creciente de ~Iumnos de la enseñanza secundaria, general y técnica(y has~a en ocasiones profesional tras la instauración del bachilleratop.rofesIOnal),,,,queno pud~ entrar en las formaciones "cortas" (IUT prin-cipalmente)," que se volvieron cada vez más selectivas, se encontró, sinhaberlo deseado, en las secciones consideradas las menos exigentes del~~ DEUG,*~ e~ particular en sociología (pero también en administra-cion e~ono~Ica y .social, y en psicología). En todas partes, las carrerasde Sociología debieron recibir a una masa de estudiantes a los que nose preparaba para "llegar a ser sociólogos". Por lo demás, en generalno !Iegan a ~erl~..Sobre la base de un control de tres promociones su-c.eslvasde ~nnclplantes en 10 año de DEUG de Sociología en Saint-Quen-tI.n~n-YVelmes(en 1991, 1992 Y 1993), yo encontré (de 100 a 150 prin-ClpI~ntes) re~pectiva~ente 12, 2 y 6% de estudiantes que, en 1999,hablan obtemd~ un .dlploma de nivel bachillerato + 5 (OEA o OESS). Al-r~dedor de la mitad mterrumpe sus estudios en el primer ciclo, un ter-CIOluego de la I~cen~i~tura y un décimo luego de la maestria.l'' Al pa-recer,. es una s~tuacIOn media: muchas carreras de Sociología enFrancia, que reciben a muchos más principiantes (en ocasiones más de1.~00?, "" llegan a esas tasas. No importa: en la actualidad, sobre 100~n~.CIplantes en una carrera de Sociología, menos de 10 tienen la po-sibilidad de poder llamarse, un día, "sociólogos".

17V' lcase e excelente artículo de Florence Maillochon [1994].* Institut universitaire de technologie (Instituto Universitario de Tecnología) [N

del T.] . .

** Diplórne d'études universitaires générales (Diploma de Estudios Un' . .Generales). [N. del T.] rversitanos

18V' l .. eanse as cifras recolectadas durante laJornada de la Association des sociolo esenseignants du supérieur (ASES) de 1996, y que se refieren a una decena de carrerasgu

LAS TENTATIVAS DE PROFESIONALlZACIÓN131

La organización de los diplomas de estudios avanzados (OEA) y delos diplomas de estudios superiores especializados (DESS), a mediadosde los ochenta, en efecto contribuyó a desplazar hacia lo alto (de ba-chillerato + 4 a bachillerato + 5) el umbral a partir del cual se consi-dera a un estudiante como un futuro "profesional" o "científico" deu disciplina. Efectivamente, en la mayoría de las disciplinas, es en esa

etapa de la carrera cuando las admisiones comienzan a hacerse deotro modo que de manera automática, a partir de la obtención deldiploma del nivel anterior. Es necesario que los candidatos tengan unproyecto profesional (OESS) o un "proyecto de tesis" (OEA). Un jura-do examina la adecuación de ese proyecto a las exigencias de la for-mación involucrada que permite entrar en el "tercer ciclo" Y que noadmite más que una cantidad limitada de estudiantes. En Sociología,ese pasaje introduce una ruptura en la carrera y obliga a los estudian-les a realizar elecciones de graves consecuencias. El hecho de que es-ta etapa decisiva sólo involucre a una pequeña minoría de estudian-tes que entraron en una carrera de sociología plantea problemasimportantes. Uno de los más serios es el siguiente: cómo incitar a lasformaciones profesionales "cortas" (bachillerato + 2) a recibir a la ma-a de los "nuevos bachilleres" que tienen absoluta necesidad de un

acompañamiento pedagógico y una preparación para oficios (clasifi-cados como "profesiones intermedias") que los escalafones de la uni-versidad prácticamente no pueden garantizar. Las tentativas de "pro-fesiona!ización" de los primeros ciclos fracasaron ampliamente enociología (y en otras partes). Muchos estudiantes ingresan porque

fracasaron en un concurso de entrada en iUT (carreras sociales) o en

una escuela. ¿Es tolerable?Todas las evoluciones precedentes sólo implicaron inconvenien-

tes para la sociología. Debido al modo de cálculo de las dotacionesde empleo, la cantidad de doctores en sociología, que nuevamentecomenzó a crecer luego de 1989, como consecuencia de una políticavoluntarista,19 encontró más puestos de maestro de conferencias en

19 Véase el informe Chapoulie, Dubar [1992]. Este informe, que emanaba de unacomisión pluralista, preconizaba el desarrollo de las tesis preparadas en verdaderos la-

boratorios y financiadas por subsidios de investigación.

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I I

132 CLAUDE DUBAR

las universidades donde ya existía una carrera completa de sociolo-gía: de 10 a 15 puestos a fines de los ochenta se pasó a 35 a 40 pues-tos a fines de los noventa. Puede estimarse que alrededor de un ter-cio de los doctores en sociología-demografía encuentra hoy unempleo de funcionario en la universidad, en el CNRS (muy poco) oen los grandes organismos públicos (INED, INSEE, CEREQ, IRD, INRA,

etc.).* Comparada con los ochenta, la tasa de acceso de los docto-res en sociología a empleos públicos correspondientes aumentó mu-cho. El cuerpo de sociólogos docentes-investigadores casi duplicósu plantel en diez años: de 380 en 1988 pasó a 660 en 1999, y la pi-rámide de edades, lentamente, comenzó a enderezarse (aunque lamitad del cuerpo se jubilará antes de 2010). La sociología, graciasa la "universidad de masas", obtuvo puestos de enseñanza que per-miten que una parte de sus mejores estudiantes pueda encontrarempleos que correspondan a su calificación. Pero ¿qué ocurrió,exactamente, en esta dinámica, con la "profesionalización" de losestudios de sociología?

Una nueva coyuntura: ¿hacia una profesionalizaciónde los estudios de sociología?

Al parecer, un consenso está en vías de realizarse en el ámbito delas asociaciones de sociólogos (Société francaise de sociologie, Asso-ciation des sociologues enseignants du supérieur, Association inter-nationale des sociologues de langue francaise) y, por interm~dio deesas asociaciones, en los diversos segmentos de la "comunidad socio-lógica" en Francia, acerca de la necesaria y urgente "profesionaliza-ción" de los estudios de sociología. "La sociología está profundamen-te comprometida en una aventura de profesionalización que ya no

• CEREQ, Centre d'études et de recherches sur les qualifications; IRD, Institut de larecherche démographique; INRA, Institut national de la recherche agronomique.[N. del T.]

LAS TENTATIVAS DE PROFESIONALIZACIÓN 133

puede negar, so pena de perder toda credibilidad social" [Sainsau-lieu, 1992, p. 15]; "Hay que obligarse a mirar las verdaderas carrerasde sociólogos que se desarrollan según tres ejes: actividades prácticas,investigación, enseñanza, y admitir finalmente que cuarenta añ~s devida activa pueden permitir deslizamientos de una a otra de dichasactividades" [Magaud, 1992, p. 32]. "Evocar la profesionalización, laorganización de salidas laborales fuera de la enseñanza y la investiga-ción, aparece como un imperativo moral, aunque no se conozcanbien esas salidas" [Chenu, marzo de 1999, p. 47]. Se podrían multi-plicar las citas. Se establece un amplio acuerdo para aspirar a que lasociología comprenda tres aspectos complementarios (y no dos víasescindidas entre sí y una tercera invisible): la investigación, la ense-ñanza y la práctica profesional. ¿Cómo llamarse sociólogo no hacien-do otra cosa que enseñar sociología (sin practicariajamás luego de latesis)? ¿Cómo separar completamente la "investigación" y la "inter-vención sociológica" [KutyyVranken, 2001]? ¿Cómo soportar el cor-te actual entre los sociólogos "en [unciones" y los sociólogos "no aca-démicos" o "extrauniversitarios,,?2o

Al término del año de maestría, la elección entre la entrada en1" "d "DEA, que debe conducir a una tesis y a un eventua puesto e puro

sociólogo", y la entrada en DESS, que conduce a una actividad .de "so-ciología aplicada", cada vez es cuestionada con mayor frecuencia. Hoyse conocen mejor las composiciones y características de cada una deesas dos vías. Los principiantes en DEA no son mucho más que la mi-tad de los que obtienen su diploma, uno o dos años más tarde. En1990,468 DEA habían sido entregados en Sociología, y un poco másde 250 diplomados se habían inscripto en una tesis. Entre 1987 y1990, alrededor de 120 tesis de sociología habían sido sostenida:' ca-da año (478 tesis en cuatro años). Diez años más tarde, esa cantidadtuvo un gran incremento: el número de doctores candidatos a ,la ca-lificación de' maestro de conferencias en sociología-demografta erade 288 en 1999, de los cuales tres cuartas partes, aproximadamente,

20 Véase la tesis de Frédérique Streicher [2000], que cataloga la mayoría de las si-tuaciones típicas de esos sociólogos a menudo no reconocidos como tales cuando ejer-cen actividades de encuestas, análisis e interpretaciones sociológicas.

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134CLAUDE DUBAR

habían obtenido una tesis en esas discíplínas." Ese mismo año 163candidatos habían sido calificados, y, entre ellos, 25 fueron re~luta-dos como. maestros de conferencias (o sea, 9% de los doctores y 16%de los calIficados). Habida cuenta de los plazos para ser reclutado yde los otros concu.rsos de investigadores, puede estimarse entre 50 y60% la_tasa de cahficados que terminan por obtener un puesto (enla ensenanza superior o en la investigación pública) en el período ac-tual. ¿Qué pasa con los otros? ¿Están preparados para convertirse en"sociólog~s profesionales"? Tal vez tuvieron la posibilidad de prepa-rar su teSISe~ uno de los laboratorios de sociología donde se prepa-ra a los candidatos a doctores en las tres funciones evocadas anterior-ment: ... De otro modo, su "caída" corre el riesgo de ser muy dura ...

Fm~l~ente, se comienza a conocer mejor también los DESS quese multIplIcaron, para los sociólogos, desde comienzos de los años no-venta. Los diplomas profesionales de ese tipo "con dominante socio-lógica" eran evaluados en 9 en 1989, y en 1996 habría 31. Esta cifrase une a la de cuarenta DESS concerniente a la sociología avanzada pa-ra el consultor del ministerio en 1999.22 Se asistiría así a una verda-dera explosión de los diplomas "profesionales" de bachillerato + 5q~e no sólo están abiertos a los estudiantes de sociología sino tarn-b.Ien ~ los de disciplinas vecinas (administración económica y social,ciencias de la educación o de la comunicación, psicología, gestión,etc.) ya adultos en formación continua. No importa: como los res-ponsable~ .de ~~osDESS deben "colocar" a sus estudiantes so pena deno rehabIhtacIOn y que un DESS, en promedio, recibe a una veintenade estudiantes, son alrededor de 800 "profesionales" que tienen quev:r con la sociología, entre los cuales un poco menos de la mitad quesm duda sale de los estudios de sociología. Frente a los "doctores" ensociología que encuentran un "empleo público", son alrededor detres veces más de estudiantes de sociología los que se convierten en

21 Todas estas cifras provienen de los números de La Le/he de ['ASES, que consti-tuye un excelente medio de información para los adherentes (alrededor de 1/3 delcuerpo).

22 Véase La LeUre de ['ASES, n" 26, marzo de 1999 (artículos de M. Legrand, P. Ca-sella, A. C~enu, etc.). Hay que tomar estas cifras con prudencia, a tal punto es dificilevaluar cual es la disciplina "dominante" de algunos DESS.

LAS TENTATIVAS DE PROFES10NAL1ZACrÓN 135

"profesionales" en "oficios" que tienen que ver con la sociología. Sinmbargo, ¿se llaman sociólogos profesionales?

La respuesta es claramente negativa. Al parecer, es posible orde-nados detrás de cuatro tipos de apelativos que conciernen a cuatroampos de evaluación "que representan más de los tres cuartos de los

OESS involucrados" [Chenu, 1999]. Por otra parte, hay que observarque estas identificaciones son más o menos las misma~ que las de ~asmaestrías ciencias y técnicas (MST) abiertas a los licenciados en SOCIO-logía en los escalafones universitarios que se organizaron: los consul-tores, consejeros, expertos en "organización", "managemenf' o "inno-vación" salen de DESS, cuyo título incluye a menudo el término"empresa" (una decena sobre los 40); los encargados de estudios, acon-dicionadores, "desarrolladores", expertos en desarrollo local salen deDESS, que a menudo incluyen ese término de "local" y en ocasiones ~lde "urbano" (también una decena); los ingenieros, encargados de mi-sión, jefes de proyecto, expertos en políticas sociales salen de DESS,

con apelativos diversos pero que a menudo incluyen el término "so-cial" (cinco o seis sobre40); los consejeros, consultores en políticas cul-turales y gestión del patrimonio salen de DESS, que incluyen la pala-bra "cultura" (4 casos).

Los otros títulos son mucho menos concentrados: algunos se re-fieren a los métodos y técnicas de encuestas (2) o a los procedimientosde intervención sociológica (1) o incluso de "sociología aplicada" (1).Uno concierne a la ingeniería de formación (pero otros dependenprincipalmente de las ciencias de la educación) y uno al análisis deltrabajo (pero otros dependen más bien de la ergonomía). Vemos ladificultad: ¿sobre qué criterios vincular un DESS a la sociología másque a otra disciplina vecina, a partir del momento en que la mayo~íade los diplomas están "a caballo" de varias disciplinas (lo que no qUIe-re decir pluridisciplinarias)? Llegamos aquí a un problema epistemo-lógico con el que ya tropezamos, y que no se puede separar de un pro-blema ético ya igualmente evocado.

Para considerarse "sociólogo profesional", al parecer, es precisosentirse doblemente ligado: primero a un "campo de especialidad",un "campo de problemas", una "configuración de actores", en suma,un terreno en el que se hayan desarrollado no sólo conocimientos si-no "competencias operatorias", "habilidades" de evaluación que per-

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136 CLAUDE DUBM

miten ser requerido y reconocido por actores (de ser posible finan-cistas o con acceso a financiamientos) sobre la base de las capacida-des de "resolución de problemas". Tenemos aquí una exigencia éticaque simplemente consiste en no engañar al otro (hablando de lo qm'no se conoce). Pero luego, también, estar ligado a una "comunidadcientífica", una "disciplina" reconocida y enseñada por la universidad,con la que se comparten referencias teóricas y normas metodológi-cas y que permite llamarse y hacerse reconocer como "sociólogo", loque no quiere decir "tener la verdad sobre lo social" sino "querer bus-caria a cualquier precio, de manera autónoma, teniendo en cuentatodos los puntos de vista sobre ese universo't.P En ello entra en jue-go una convicción epistemológica fuerte. Esta doble identidad esconstitutiva del "modelo profesional" que supone una doble fijación:a una "disciplina" que remite a la universidad y a un "medio" que im-plica actores convertidos/" a la legitimidad de esos "saberes" y a su"aplicabilidad" sobre su terreno. Es en el corazón de esta doble refe-rencia, a la universidad y al terreno, donde se construyen las identi-dades de "profesionales", productos, siempre inestables, de una do-ble transacción; "con el otro", vale decir, los compañeros del terreno,pero también "consigo mismo", habiendo interiorizado, por la for-mación y la experiencia biográficas, una definición de sí que uno as-pira a que los otros reconozcan [Dubar, 1991]. Por cierto, las identi-dades del sociólogo son múltiples, y no podría ser de otro modo, sise tiene en cuenta la historia de la disciplina que los produjo. Pero secomprueba el ascenso de una exigencia de articulación entre las tresfunciones precedentes, que implican que uno se defina como "cien-tífico" y como "profesional", y por lo tanto, como "experto". Estaexigencia también se aplica en adelante a la gran mayoría de los "so-ciólogos extrauniversitarios", cualesquiera que sean su campo deevaluación o sus estatus de empleo [Streicher, 2000]. Ella funda la

23 Al respecto, pueden leerse las contribuciones muy convergentes sobre este pun-to de Francois Dubet, Ehrard Friedberg yjean-Yves Trépos, en O. Kuty y D. Vranken[2001J.

24 Esta conversión ahora es facili tada por la presencia de viejos sociólogos en pues-tos de responsabilidad en el campo del management, los estudios e investigaciones, laspolíticas públicas. Véase Piriou [2000J.

TENTATIVAS DE PROFESIO IALlZACIÓ137

posibilidad de una nueva etapa en la "profesionalización" de las for-

maciones en sociología.

ara no concluir

En consecuencia, la coyuntura de este cambio de siglo.y d~ ,mile-nio parece propicia para nuevas iniciativas de profesionah~aCI~~ delos estudios de sociología, por ejemplo, al hacer m~~ho m~s ,?s~bl~,sy explícitas las orientaciones de los DESS ~on "vocac~o~ soclOlo?ca ,l tender puentes con los DEA "más idennficables teonca~ente . Na-

da o casi nada permite hoy que la mayoría de las est~dIantes (muymayoritarias) y los estudiantes de sociología que obt~Vl~ron s~ mae~-tría sepan si deben avanzar hacia una teSIS,~ara ser pnmero m~~st~-gadores (o docentes-investigadores)", o hacia un DESS, para s:r pn-mero experto" (lo que no excluye la ínvesugacíon ni l~ ~nsenanza).Por lo tanto, parece posible defender la hipótesis, ~~mInda cada vez

, f ecuencia de la triple función de los sOClologos: docente,con mas r , , .investigador y experto. Por qué entonces no imaginar,:uentes ~ultl-ples entre los tres tipos de empleo: reclutamiento de expertos quehicieron sus pruebas en la universidad (o en. el CN~) y destacamen-tos regulares de investigadores Yde docentes-mvestlgadores (a menu-do aplastados por las tareas de la universidad de masas) no. sol~men-te en el CNRS sino en las empresas, administraciones, smdIcatos,municipalidades, ete., para contribuir en la resolu~~ón de pro~lemas.Cada uno de esos "oficios" ganaría algo. Cada sociólogo podría cu~-plir las tres funciones en un mom.en~o u otro de su carrera, a condl~ción de conservar una fijación principal en una u ~tra.~e estas funciones. ¿Por qué habría que resignarse a lajerarqUlz~Clon actual deestas tres funciones (implicando a menudo la excluSlOn de los e.xper-tos fuera de la comunidad)? ¿Quién puede perder si se la modifica?

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138 CLAUDEDUBAI\

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6. Sociología, experticia y crítica social

por Claude Grignon*

Paralos sociólogos a quienes el estatus e istemol~gico d_esu dis-,- - - -- ~-ciplina preocupa más que su estatus social, la cuestión de la utilidadde la socIOlogía no se plantea. Como toda ciencia, responde en prin-......--.---- - - - - -cipio a la necesidad desin teresada de saber y comprender; los únicosbeneficios que uno debe esperar de esto son de conocimiento e inte-ligibilidad. Si uno quiere que desemboque en aplicaciones prácticas,primero hay que dejarla desarrollarse por sí misma. En el lado opues-to de ese ideal, el reflejo sociológico más elemental fuerza a recono-cer que la sociología sirve ante todo a quienes la sirven y a quienes sesirven de ella: un pie en la institución académica, donde es equipaday mantenida sobre el modelo de las ciencias, el otro en el medio in-telectual, proporciona carreras y reputaciones a sociólogos que man-tienen con ella relaciones muy diferentes, más o menos sacrificadas,más o menos exclusivas; hacer sociología puede ser una manera des------=---- - - - ~viada de _ha_cer~losofía,Jiteratura, yub..!icidad o polític~. La diversi-dad de los usos sociales a los que se presta la sociología confunde supercepción y su identidad social: de las encuestas de opinión a la psi-cología, de la psicología al marketing, de la ciencia política a la astro-logía; entra en composición, en los dos sentidos del término,** contantos ingredientes, en la composición de tantos productos, que esmuy difícil saber con exactitud en qué consiste.

* Sociólogo, presidente del comité científico del Observatoire de la Vie Étudiante.** La locución francesa entrer en composition, traducida aquí literalmente, signifi-

ca llegar a un acuerdo, avenirse, pactar. Ése es uno de los sentidos. El otro es su expre-sión literal: formar parte de. [N. del T.)

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142 CLAUDE GRIGNON

Voya tratar de salir de esta alternativa examinando las relacionesque la sociología mantiene con la acción sobre los hechos sociales porintermedio de la experticia política y la crítica social. Tanto una co-mo la otra forman parte del oficio y de la tradición sociológicas; sinembargo son problemáticas, o por lo menos deberían serio, porquecuestionan, cada una a su manera, la independencia de la sociologíarespecto de las demandas extracientíficas poderosas.'

La tradición crítica y el desvío edificante

Como la antropología, como la crítica histórica, la sociología sur-gió del espíritu de libre examen que se desarrolló en el siglo XVIII,

de una crítica de la autoridad que apunta tanto al orden social co-mo a los dogmas religiosos y el poder político. El carácter y el pro-yecto sociológico nacieron del sentimiento de que el orden social noes natural ni necesario, así como tampoco el orden político, que, co-mo él, se impuso por la fuerza y la costumbre; en suma, que es arbi-trario. Para que las ciencias del hombre pudieran constituirse, era ne-cesario que ese relativismo protocientífico hubiera penetrado ya elpensamiento erudito. La sensación de lo arbitrario sigue siendo unode los motores del pensamiento sociológico, como lo testimonia, porejemplo, el papel que la sociología de la educación hizo representara la noción de arbitrario cultural extendiéndolo de la cultura, en elsentido antropológico del término, a la cultura erudita; es uno desus principios, en la medida en que las leyes que rigen el orden so-cial, y que la sociología se propone descubrir, tienen una dimensiónarbitraria.

1 Retorno aquí las reflexiones que desarrollé en una conferencia ofrecida en el Ins-tituto de Antropología y Sociología de la Universidad de Lausana en abril de 2000 invi-tado por Giovanni Busino, y en Grignon, 2000. Me apoyo en mi doble experiencia deexperto (en el Observatoire de la Vie Étudiante) y de crítico (en dos revistas, Actes de larecherche, de la que me ocupé mucho en su creación, y Critiques sociales, que dirigí).

SOCIOLOGÍA, EXPERTIClA y CRÍTICA SOCIAL 143

Cuanto más se autonomizan las ciencias del hombre respecto delmovimiento de las ideas de las que surgieron, tanto más desarrollanuna "supercrítica" que les es propia. La crítica social cuestiona el or-den establecido en nombre de un orden ideal, más justo, más racio----- -- )-

~l; es una desvalorización que implica una valorización. Su motor esel mismo que el de la sátira: castigat (no siempre ridendo) mores respec-to de una norma implícita. Por principio, la sociología científica, porel contrario, se abstiene de desvalorizar lo que relativiza: se contentacon poner de manifiesto, develar los mecanismos sociales ocultos cu-yo producto son las valorizaciones (normas, creencias). De este mo-do conquista una posición superior de árbitro; al abstenerse de tomarpartido, al esforzarse por ser imparcial y objetiva, domina el debate yse ubica por encima de la refriega. Nada se le escapa, ninguna valo-rización, y por lo tanto ninguna desvalorización, ninguna idealizaciónimplícitamente contenida en la desvalorización del mundo tal y co-mo es, a la que se entrega la simple crítica social. Se ha reconocido laoposición weberiana entre el erudito y el político: 2.,arapasar de la crí-tica social a la crítica sociológica, es reciso que la división de los pa-peles y del trabajo sea escrupulosamente respetada, que el erudito seabstenga de juzgar y decidir.2 - - -

El pasaje d~ la crítica social a la crítica sociológica, pues, confie-re a la sociología una suerte de jurisdicción suprema. Cuanto más lo-gran las ciencias del hombre afirmarse como ciencia, tanto más danla autoridad de la ciencia a la crítica de la autoridadfSu capacidad dedesencanto sistemático carece de límites; de la misma manera que laeconomía, la sociología, por una referencia por lo menos implícita alaxiomatismo utilitari!ta, reduce los compromisos mora es y políticosa la expresión y al disfraz de los intereses de quienes los imponen ocom arten. Al proponerse poner de manifiesto 100000canismos so-ciales ocultos que están en el origen de toda producción simbólica,

~ \2 "Tomar una posición política práctica es una cosa, analizar científicamente es- )

tructuras políticas y doctrinas de partido es otra [... ]. El establecimiento de los hechos,la determinación de las realidades matemáticas y lógicas, y, por otra parte, la respues-ta a los interrogantes que conciernen al valor de la cultura [ ... ] o incluso aquellos re-ferentes a la manera en que habría que actuar en la ciudad, constituyen dos tipos de Iproblemas completamente heterogéneos" [Weber, 1963, pp. 81-82].

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144 CLAUDE GRIGNON

implícitamente p.ostula que las creencias políticas, estéticas o mora-les son ilusiones.jlis lo que ocurre, por ejemplo, con el análisis webe-riano de la legitimidad; preguntarse "por qué y en qué condiciones"los "dominados se someten a la autoridad reivindicada por los domi-nadores" [Weber, 1963, p. 101] es plantear una cuestión propiamen-te "anarquista".

Esta soberanía crítica de las ciencias sociales hace de éstas un de-safío; en cuanto crítica última, crítica de la crítica, se convierten enun arma envidiable, y están más que nunca expuestas a ser utilizadasy reclutadas por los partidos políticos e intelectuales. Así, la sociolo-~~gía crítica cede al desvío edificante cada ve:3ue sacrifica sus propias re-glas y sus propiaS cens~as directivas y la;prohi6ici~e le~~~~--~--------~--------~----,-~~----~~imponen las causas que abraza, antaño causa del pueblo o del prole-tariado, ahora causa de las mujeres o del "ambieni¡;;';3 la detem;:r-na-ció~ ~~s el único objetivo ~ti-g~be entonces inclinarse ante la determinaciónin~injusto;que tom~ar.

. ~-- ---- --~A fuerza de simpatizar con los grupos que estudia, el sociólogo termi-na por compartir sus creencias, por hacerse cargo de las racionaliza-ciones que le prodigan las "teorías indígenas". Así es como la socio-logía de las religiones se convierte en una sociología religiosa, o comola sociología de las culturas populares cede a la atracción del popu-lismo. Cuando cede a este desvío, la sociología comprometida, pues- .ta al servicio de una causa, no difiere de la sociología aplicada, puestaal servicio de una firma: en ambos casos, la investigación está encua-drada y guiada por los fines que le son asignados del exterior. Los so-ciólogos comprometidos no pueden ser realmente útiles a las-causasque quieren-defender (vale decir~ aquellos a quie~a; causas pre-tenden representar, y no a aquellos que las representan), salvo queles apliquen el programa de la sociología crítica, y pongan-de~i-fiest:> los ~esafios yJos rn...ecanismosd;"los conflictos de ~ese-S in-

.\ 3 Como las doctrinas se cobijan tras las causas que abrazan, de manera que toda crí-tica respecto de una ortodoxia se expone a ser tomada por un ataque contra las causas"*' que esa ortodoxia pretende defender, uno se ve forzado a recordar que esta observaciónno implica ninguna desvalorización de causa alguna (cosa que debería ser evidente).

OCIOLOGÍA, EXPERTICIA y CRÍTICA SOCIAL 145

I rnos, las relaciones entre las tomas de posición y las estrategias de.--- - -- - - - ----los líderes, los motores de las luchas y la~ cr~~ncias internas, =.Es-I sociología que se compromete sin simpatizar esclarecería a los mi-\ltantes; a todas luces, tiene pocas posibilidades de ser tolerada porusjefes y por los sociólogos orgánicos que los rodean.

Sin duda, la sociología no cedería tan fácilmente al desvío edifi-ante si las condiciones sociales en que se ejerce no la condujeran aonfundir de manera espontánea la crítica sociológica y la crítica so-ial, La formación literaria de la gran mayoría de los sociólogos difí-ilmente les permite imaginar otros modelos de la excelencia intelec-

tual que los pensadores consagrados, sobre quienes aprendieron aoncentrar su capacidad juvenil de admiración. Cuanto mayor es elxito escolar de los sociólogos, tanto más elevadas son sus ambicio-es, y tanto más posibilidades tiene esa identificación con los mode-I s de pensamiento de imponerse a ellos, de constituir la referenciamplícita de la idea que se hacen de su vocación y de su misión, el pa-trón sobre el cual ajustan sus proyectos. La atracción que ejerce elmodelo consagrado del "intelectual" sobre los sociólogos es reforza-do por las expectativas del público cultivado, por su gusto por la "cul-tura general" (y su reticencia respecto de la cultura científica "estre-hamente" especializada). Para parecer útil e interesante, para seronsiderada, mantenida y comprendida, la sociología debe dejarse

llevar por los movimientos sociales, apoyarse en los intereses, lasreencias, las emociones e ilusiones que suscitan; la sociología másreocupada por su dignidad magistral debe entrar en la escuela de

I sociología divertida y, sin más vueltas, consentir en ofrecer su con-tribución regular a las variedades culturales por intermedio de los de-ates de ideas." El medio académico parece ofrecer cada vez menosompensaciones a aquellos que aceptan sacrificar los beneficios mun-anos del compromiso a una concepción más científica de la socio-

logía, y protegerlos cada vez peor de los anatemas a los que inevita-blemente los expone su falta de ortodoxia.

El prestigio del modelo de pensamiento ante los sociólogos resul-también de la confusión entre la enseñanza y la investigación: la

4 Sobre los "artículos de variedad" [Hesse, 1955, p. 27).

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1,

146 CLAUDE GRlGNON

mayoría de los sociólogos académicos son ante todo, cuando no ex-clusivamente, profesores.P Los elementos dramáticos y fusionales dela prestación profesoral, la comunicación oral, la relación directa conel auditorio, la "presencia" personal, en resumen, todo aquello porlo cual un curso se emparenta con un espectáculo incita a desarro-llar los elementos carismáticos de la relación pedagógica y a transfor-mar la transmisión del saber en una relación iniciática de maestro adiscípulos. Así, el profesorado expone a los sociólogos a la tentacióndel profetismo. En nuestra disciplina, favorece la transformación depensamientos de -escuela en escuelas de pensamiento constituidasalrededor de "teorías-obras", que reivindican el estatus de teoríascientíficas, que hacen las veces de ella y ocupan su lugar, pero sonconcebidas y conducidas sobre el modelo tradicional de la obra per-sonal, literaria o filosófica [Grignon, 1996]. A la inversa de las teoríascientíficas, que saben que son y pretenden ser provisionales, las "teo-rías-obras" tratan de eternizarse; mientras que la investigación podríaponerlas a prueba del trabajo empírico, la enseñanza -por la cual sehacen-las exime de ello. Destinadas a ser aprendidas, recitadas y re-petidas, no piden más que tomar la forma memorable de una doctri-na: lo didáctico engendra lo dogmático. 6

Un pensamiento que logra abrazar una "buena" causa, vale decir,una causa aprobada, que cuenta con cantidad de simpatizantes en elmedio profesional, al tiempo que se construye, según la vieja receta

5 "Nos hemos acostumbrado demasiado a no encarar la ciencia sino para la enss-ñanza. Esto reside siempre en ese miserable punto de vista de lo útil. Así, hay gente qu .no concibe al erudito sino enseñando; las ciencias, sobre todo clásicas y literarias, noprogresan más que en provecho del colegio. ¡Miseria! La ciencia es por sí misma. Ellano tiene problemas en prestarse al colegio y empequeñecerse para entrar por su pueta, pero es una merced que nos hace. La ciencia es una parte del todo del hombre hcho; pero ocurre, por accidente, que además tiene una utilidad secundaria: la de ser-vir en la educación. ¡Ybien! Accede a hacerlo: pero distingan siempre ese uso accesoriode su oficio principal, distingan al profesor (que no es más que profesor) y el libro ele-mental del erudito del libro de ciencia" [Renan, 1984, pp. 201-202].

6 "No es la ciencia la que es incompatible con la poesía, sino la didáctica, la cá-tedra sobre su estrado, el enfoque dogmático-programático-edificante" [Lévi, 1992,

p.205].

OCIOLOGÍA, EXPERTICIA Y CRÍTICA SOCIAL 147

marxista, una reputación recelosa de cientificidad, tiene bu nas po-sibilidades de imponerse como teoría sociológica y de hacer escu la.En sociología como en otras partes, la fórmula de la obra personalcontraría y traba el pensamiento científico; y además corre el riesgode comprometerla. Para conquistar y retener una clientela, para po-pularizarse, la sociología edificante, en efecto, debe hacer vibrar entodo momento la cuerda de la crítica social; pero para luchar contrala competencia de las otras producciones intelectuales y afirmar susoberanía, también debe hacer pasar la crítica social por una críticasociológica. Cuanto más toma el análisis sociológico las ~p~riencias,imperturbablesdela cieñci~~ C'ua.ntomis mulupllCa la; refer~n~ia-s\rudTtas:-cuanto más seescuda tra;cluso, 'Ostentatori~ y retó-;'i~,d~r

l~dísticas, de los gratos y los e'¿tractos de entrevistas. tañto más--- - - -~ -~~ -.- ---".inadvertidos pasan los efectos que produce; y cuanto más inadverti-dospasan esos efectos, tanto más·fuerte;·~~n. E!_soci~!?go-q~e .ambi-,cio~era la vez profeso;:-idemagogo-;~~ueva así lajug~a d<:l?~Jvel~:ealista que hace _co~~_gue_se-óorr~ detrás de ~u creación; alL,,pretender que se contenta con "dejar hablar a los hechos" y refugiar-te t'i=ásla fachada científica de una teoría que supuestamente asume \

Bi~u~rerüria función de develamiento social, loque h~ce esj~gar '(,con dos barajas, Como dice M. Weber [1963, p. 80], "evidentementeSlarr;:;;n-~ra-~ás desleal de imponer desde lo alto de su cátedra una

toma de posición" (tanto más desleal cuanto que la cátedra está en-caramada más arriba en la escala académica).

La sociología crítica no puede escapar al desvío edificante que lamenaza, salvo que practique sin tregua la vigilancia que le es pro-

pia.? Resultado de la competencia entre los sociólogos, la radicali-zación de la crítica sociológica desemboca desdichadamente en des-calificar y prohibir la "vigilancia de vigilancia" de que hablaba G.Bachelardj'' fue así como la sociología de las ciencias, para superar a

7 Cuanto más rechaza una sociología las disciplinas propias de las ciencias, tan- (~~to ~~te a las resiones que se ejercen sobre ella; sm dú a por eso los soció- ,legos que pretenden ser los más contestatarios que en general con un en indisci li-na e insüñiísíón) son a menudo los más dóciles.

"--8'"U~ realmente instalado en la filosofía de lo racional sino cuando com-prende que comprende, cuando puede denunciar con seguridad los errores y las apa-

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148 CLAUDE GRIGNON

Merton, pasó del relativismo cultural al relativisrno cognosciti\'o:. Sin

\ tduda, el relativismo absoluto es la forma extrema de la sociología edi-

. ficante, p-er~ada nuevo0 sin duda no es tan radicalcomo l\ parece. Se inscribe en la tradición de la crítica ;~doIÓgl,a, cuyo prin-

cipio retoma: la objetividad científica que la distingue de la crítica so-cial y que le confiere su soberanía. Nada nuevo tampoco en la ideade que es preciso extender la crítica sociológica a las ciencias, y, en-tre las ciencias, a las ciencias humanas, entre las ciencias humanas ala antropología y a la propia sociología: por definición, la crítica so-ciológica no se impone ningún límite en la elección de sus objetos;crítica en segundo grado, crítica de la crítica, necesariamente es crí-tica de sí misma. La idea en apariencia radical según la cual los pro-ductos de la ciencia, lo que la ciencia presenta como "verdades", es-tán determinados por sus condiciones sociales de producción y sreducen a convenciones, nunca es otra cosa que una aplicación d Iprograma reductor de base de la sociología crítica, la expresión de cuescepticismo de principio.

Todo esto no tiene nada que no sea muy sociológico; por eso UII

sociólogo coherente no puede rechazar de entrada el relativismabsoluto, y esto es lo que le permite introducirse sin resistencias enlas instituciones académicas-que se propone conquistar y subvertir.

tEl relativismo sólo se vuelve contra la sociología porque se niega a

i. transformar suescep¡:iC~mo enüOalllI)Oi:esi~ba,'y verificar, vale-deCif,"por todósIós medios tratar de rechazar, y 1

I convierte en un postulado, unatesisque se propone ilustrar y, sea\ como fueré; poneraresguardo ae la crítica. I)e este modo, por UII

lpase a.e ~c.?_=, ~uevo, la s;dología se encuentra alservicio de un prejuicio filosófico, que por lo demás escapa a todo

/:e~AIP<;;tular-qUelas leyes que rigen el mundo socialson absolutamente arbitrarias, y de ningún modo necesarias, y poI'

riencias de comprensión. Para que una vigilancia de sí tenga toda su seguridad, de al.guna manera es necesario que sea ella misma vigilada. Entonces se corporizan formasde vigilancia de vigilancia, lo que nosotros, para abreviar el lenguaje, designaremospor la notación exponencial: (vigilanciaj I. Daremos incluso los elementos de una vigilancia de vigilancia de vigilancia; en otras palabras. de (vigilanciaj ?" [Bachelard,1949, p. 77].

SOCIOLOGÍA, EXPERTICIA y CRÍTICA SOCIAL

un sociologismo y etnocentrismo disciplinario, que es el mismo quees impone a las leyes que rigen el mundo físico el relativismo abso-luto quita a la sociología crítica la índole científica y objetiva quesin embargo continúa invocando; de este modo la reduce al primernivel, el de la crítica social. Mediante una inversión completa, la ra-dicalización de la sociología de las ciencias conduce así a la socio-logía a favorecer el retorno de la necesidad anticientífica comocreencia, aquel que el espíritu de libre examen había combatido yexpulsa~

La experticia, la ley y la norma

La oposición weberiana entre el erudito y el político ilustra clara-mente la ambivalencia de la ley en el mundo social. Como en las cien-cias de la naturaleza, la ley, en sociología o en economía, tiene un ca-rácter objetivo y verificable; pero, a diferencia de la ley natural,también tiene un aspecto normativo y prescriptivo.? Puede decirseasimismo que la ley, en ciencias sociales, es a la vez del orden del he-cho y del orden del valor. El espíritu de la crítica social, que heredóla sociología, considera exclusivamente a la ley bajo su aspecto nor-mativo, lo que la torna incompatible con el espíritu científico. Unono se imagina a un biólogo criticando "la vida", "el orden biológicoestablecido", y que se proponga reemplazarlo por un "orden nuevo"fundado en otro principio, por ejemplo, reemplazar la vida basadaen la química del carbono por una vida basada en la química del sili-cio. Sin duda, el físico, el biólogo, se proponen actuar sobre la natu-raleza; no es imposible que un genetista loco sueñe con "revolucio-nar" la vida en nombre de una visión personal del mundo. Pero losmás voluntaristas saben que para actuar eficazmente primero es pre-ciso "aceptar" la realidad, vale decir, admitir que existe de manera in-dependiente de nosotros, y que nos resiste: naturae non imperatur nisi

9 Sobre la "tensión" entre estos dos aspectos véase Israel, 2000, p. 82.

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150 CLAUDE GRlGNON

parendo.t'' La tradición crítica denuncia la arbitrariedad de las leyesque rigen la sociedad; el espíritu científico, por el contrario, obligaa reconocer que no son menos necesarias que las leyes del mundofísico.

En su principio, la experticia se atiene al aspecto verificable porel cual las leyes que rigen a la sociedad se emparientan con las que ri-gen a la naturaleza. Mientras que la crítica social, que denuncia unarealidad detestable y anuncia una sociedad ideal, es una profecía, laexperticia es un diagnóstico, destinado, como el del médico, a mejo-rar el estado del paciente; para perfeccionar el mundo, renuncia"querer un mundo perfecto. Al apoyarse en una modelización estadí. -tica y en la formalización matemática, al dotarse de un vocabulariotécnico especializado, la experticia escapa a las facilidades y a las tram-pas del lenguaje natural [Grignon, 2001]. A diferencia de la críticasocial, la experticia se impone límites: aparta las cuestiones demasía-do generales y se niega a interrogarse sobre el valor último de los fi-nes que persiguen los tomadores de decisiones que la solicitan. La r '-serva del experto se parece mucho a la del erudito que, para conocerel cómo de los fenómenos, renuncia a interrogarse acerca del por-qué: la interrogación sobre el sentido es el equivalente de la interro-gación sobre el valor [Bernard, 1925, p. 54].

En consecuencia, puede imaginarse sin mucho trabajo un ese -nario donde la experticia reemplazaría a la crítica social a medida qu 'la sociología se distanciara de la infancia de las ciencias. Pero el pa-saje de la adivinación o de la receta de sabiduría a la experticia pre-senta el mismo riesgo que el pasaje de la crítica social a la crítica so-ciológica; en la medida en que el experto se propone aplicar losmétodos científicos a las cuestiones políticas y morales, también reencuentra en posición de árbitro supremo. Cuanto más neutra e im-parcial es o parece ser la experticia, tanto mejor justifica las decisio-nes políticas: al reducirlas a imperativos técnicos, les da un fundamen-to racional porque les da un fundamento necesario. De hecho, todoslos días vemos que lo político se cobija tras el experto: ¿cómo consi-derarIo responsable de decisiones que toma solamente porque se im-

10 Como dice, entre otros, Poincaré [1927, p. 59].

OCIOLOGÍA, EXPERTIC!A y CRÍTICA SOCIAL 151

ponen? La tecnicidad, la impecabilidad científica reales o supuestasde la experticia lo convierten en un desafío político e ideológico. Laixperticia ad hoc, destinada ajustificar una decisión a priori, totalmen-te guiada por los fines que se le piden que sirva, sin duda es un casoextremo, pero todo experto resulta confrontado con las demandasde un comanditario más o menos urgente, más o menos inclinado a'specificarle las cuestiones que le interesan y a sugerirle los resulta-dos que espera.

La experticia sólo parece confiable porque su tecnicidad garan-tiza que sus veredíctos sean meras verificaciones, exentas de todo jui-io de valor. De hecho, las demostraciones sociológicas nunca están

a resguardo de las valoraciones y las ideas preconcebidas; la sociolo-gía de servicio más sometida a una política o a una doctrina ocasio-nalmente se esfuerza por adoptar la apariencia de la experticia.!! Laxperticia sociológica más rigurosa e independiente está muy lejos

del modelo de la experticia técnica derivada de un saber científicohace ya mucho constituido y experimentado, suficiente para deci-dir acerca de lo verdadero y lo falso en el fragmento circunscripto derealidad al que se lo aplica; el sociólogo (y el economista) experto dis-pone mucho menos que el ingeniero,. menos todavía que el médico,de una teoría que le permita plantear con seguridad las preguntasonvenientes y tener de antemano la seguridad de que existen lasoluciones correctas. La apariencia de certeza técnica que nuestrasxperticias logran producir resulta, por un lado, de la aplicación

mecánica a objetos particulares de una instrumentación y una forma-lización matemática tomada de las ciencias exactas; la especialización,que permite escapar a los lugares comunes de la cultura general, pe-ro que ignora por definición los límites en los cuales se encierra pa-ra desarrollarse, corre el riesgo de transformar las investigaciones enstudios alejados de toda reflexión teórica o crítica. Por no someter

I demanda de experticia a la crítica sociológica, se olvida que "cuan-do se trata de problemas fundamentales, el objetivo no nos es dado"[Weber, 1963, p. 90].

II Sobre las "parasociologías optativas, sern,piternos mosquitos del arado ministe-rial" que acompañan las políticas económicas y sociales [Grignon, Passeron, 2000, p. 10].

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152 CLAUDE GRIG ON

Al suministrar o tener la apariencia de suministrar respuestas me-ramente técnicas a las cuestiones políticas y morales, las experticiasmás coincidentes con e! espíritu científico ocultan e! carácter norma-tivo de las leyes de que se ocupan las Ciencias sociales. Olvidan que suverificación no tiene ni e! mismo sentido ni las mismas consecuenciasque la de una ley física: al verificarlas, sin demasiado trámite, se hacealgo más que reconocerlas, se las acepta. Hemos visto que e! sentimien-to de lo arbitrario, que alimenta el humor crítico, hace olvidar que lanecesidad de las leyes que rigen el mundo social no es menor que lade las leyes naturales. A través de un desvío opuesto y simétrico, el sen-timiento de la necesidad, de que está animado e! espíritu Científico dela experticia, corre e! riesgo de hacer olvidar su arbitrariedad.

La tlVestigación: interpretación y previsión

¿Puede escaparse a esa alternativa, que parece inscripta en el ob-jeto propio de las ciencias sociales? Observemos primero que, lejosde serle ajeno, el sentimiento de la arbitrariedad es constitutivo delespíritu científico. El rechazo a atenerse a la evidencia de lo que co-múnmente es considerado como evidente sin duda anima muy enparticular las ciencias sociales, que, desde ese punto de vista, son lasherederas de la filosofía crítica: e! cuestionamiento de! "eso es eviden-te" de la vida cotidiana o de las convenciones implícitas del lenguajeproceden de! mismo humor intelectual que la disposición al asom-bro, époche cartesiana o thaumazein husserliana. Pero la investigaciónde las leyes que rigen la naturaleza también descansa en el cuestiona-miento de lo que parece ser evidente; para las ciencias físicas, la evi-dencia sensible es una apariencia engañosa, impuesta por los límitesy por la escala de! fragmento de realidad al que tenemos acceso.

Para conservar la autonomía que necesita para ser realmente útil,respecto de las demandas que se presentan, la sociología debe apli-carles el espíritu y los métodos de la crítica sociológica. Cuanto másevidente parece ser una proposición, tanto más hay que reconstituirsu génesis y su origen social, tanto más hay que dedicarse a referir los

SOCIOLOGÍA, EXPERTICIA y CRÍTICA SOCIAL153

valores de que es portadora a las posiciones y los intereses de los ac-tores ~gru~~~ de los que emana, y tanto más el sociólogo debe hacer~l socíoanálísis de su caso y de sus simpatías personales. Por no prac-~car este ejerci~i~ elemental de desencanto, e! sociólogo comprome-tido, pero tambiéri el experto, tienen todas las posibilidades de com-partir cr_ee~ciasq~e al mismo tiempo se prohiben relativizar y de esemodo ariadir ~ las Ilusiones que la sociología podría ayudar a disipar.

. En la medida en que la experticia está estrechamente asociada a laen~uesta, ya la encuesta estadística [Armatte, 1992], obliga a la socio-logia a tareas de observación, descripción y verificación que la ayudana reformular en sus propios términos los problemas sociales y políticosque s~ le ~lantean. Toda encuesta sigue siendo una prueba empírica.la mas onentada, por poco que observe las reglas elementales del mé-todo, todavía corre el riesgo de sorprender: jamás confirmará totalmen-t: los presupuestos que se le han introducido. Esta capacidad retroac-trva de desmentido depende del grado al que la encuesta recae enhechos objetivos, vale decir, en hechos capaces de resistir a la voluntady la s~bjetivi~a~ tanto del informador como del analista, y en conse-cuencia, de limitar sus fantasías interpretatI·vas Las "pref . ". 10rmaCIones ,las "ocurrencia:", las "hipótesis constructivas" [Simiand, 1903] que, deuna manera mas o menos oscura, guían la construcción de toda encues-ta, no impiden que ésta ofrezca informaciones que antes de haberla rea-li~do se ~gnoraban, y que de ese modo procure ganancias en conocí-miento e mteligibilidad. Lo que importa es que los resultados obtenidosuedan ~er l:ídos independientemente de esas intenciones, que se losueda dISOCIar,de manera de construir nuevos conceptos a partir dellos, y abandonar o rectificar interpretaciones preconcebidas.

Si~ ,lugar a dudas, se encuentra cantidad de ejemplos de inter-retacion, para las necesidades de una causa o de una doctrina de

os datos. sum,in~strados por las encuestas; pero la obligación de' pa-r del dIagnostIco al pronóstico, de decidir acerca de lo verdaderolo falso para ayudar a la decisión, conduce al experto a hacer de lancuesta.un uso muy diferente. Si es cierto que la explicación grose-, sugen~a por el sentido común y la experiencia subjetiva, a me-

udo s~ remtroduce en el comentario de los cuadros estadísticos, lasg~landades estadísticas, en su principio, eximen explicar, y a for-

mterpretar, dado que permiten prever. Son un medio económi-

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1

I

154 CLAUDE GRlGNON CIOLOGÍA, EXPERTICIA y CRÍTICA SOCIAL 155

co de poner de manifiesto las relaciones entre las entradas y las sal!das de un proceso sin tener que conocer los encadenamientos qUI\conducen de las causas a los efectos. La experticia fundada en 11\

investigación estadística, pues, consiste no tanto en explicar a postnriori una tendencia o un acontecimiento como en multiplicar las variaciones imaginarias y simular los efectos posibles de las decisionespolíticas.

Si la cantidad de lugares en la ciudad universitaria aumenta '-,(ustedes la aumentan-, entonces las posibilidades de los buenos alumnos (mención en el bachillerato, bachillerato obtenido a los 18 añoso antes) surgidos de familias pobres (menos de 5.000 francos pOImes) de exiliarse para hacer estudios científicos largos aumentan (UN

tedes las aumentan).El desarrollo académico de la sociología, la diversidad de los em

pleos que llegó a ocupar no deben hacer olvidar que sólo pudo naceren una configuración histórica singular, sin duda demasiado singul.upara durar. En consecuencia, la sociología dispone de un plazo bastante corto para hacer sus pruebas. A falta de notar su ventaja específi :\,de mostrar que su punto de vistay sus métodos son los únicos que pelmiten hacerse una idea objetiva y realista de la estructura y el funcionamiento de la sociedad, de penetrar el misterio de las relaciones socialesy de este modo hacer que la vida social sea un poco más tolerable, la sociología propiamente dicha tiene muchas posibilidades de desaparecer,de disolverse en parasociologías domésticas y de reabsorberse para t I

minar en las variedades culturales y en el debate de ideas ordinario. Para sobrevivir a la reunión improbable y precaria de las condiciones sociales que la hicieron posible, la sociología debe satisfaceruna necesidat Ilatente de inteligibilidad de la sociedad que el inconsciente de las prá:ticas políticas e intelectuales no deja de reprimir y disfrazar; en suma,debe cumplir con sus funciones sociales, a condición de que renun ita la mayoría de los usos sociales a les que se presta.

A! trabajar para el conocimiento de las leyes que rigen la sociodad y el curso de la historia, la sociología ayuda a prever, y acaso 11

prevenir; sin lugar a dudas, aquí es donde su intervención es m:'ÍNnecesaria y urgente. En efecto, es en ausencia de un conocimienrnsuficiente de esas leyes, a favor de una ignorancia más o menos d ('ta, donde germinan y se desarrollan las utopías políticas y sociales cu

yareal~zación se inclina hacia la catástrofe. La necesidad de anticiparel conjunto de los efectos posibles de una decisión, a jortiori de unIrograma, es tanto mayor cuanto más diferidas y fáciles de eludir sonlassanciones de la realidad a la que se aplican: es la ausencia de san-ió~ inmediata la que permite lanzar quimeras políticas que son elquivalente de lo que sería un avión concebido en ausencia de teoría~rodinán:ica del ala por mimetismo ingenuo con el pájaro. El prin-ipal obstaculo para el desarrollo de esta sociología preventiva, sin

duda, es la tendencia de la sociología de engendrar utopías, a travésel sesgo de seudoteorías que deben una buena parte de su éxito au índole profética. El carácter precien tífico de estas visiones perso-ales del mundo se observa muy particularmente en el contraste en-e su ambición interpretativa ex post, capaz de poner en claro el me-or signo del pasado, y su completa impotencia predictiva.

Cabe esperar que las tareas de experticia favorezcan el desarro-llo de l~ sociología preventiva.F Hay que desear que las generacio-es venideras se sorprendan de la brutalidad de nuestra medicina'

I violencia primitiva de nuestra historia, sin embargo, hace soña:on ~~a sociología que sería a la política lo que la biología es a laedicina actual. Sin lugar a dudas estamos muy lejos de ello. Parao sería necesario que la sociología deje de depender tan comple-mente de la esfera política, y logre sustraerse a una dominaciónue se ejerce sin pensado, por intermedio de la politización de losciólogos. De no ser así, la experticia correría el riesgo de transfor-ar la sociol~gía "" un~ ~ecnología social ti servicio del más fuerte:ue.stra utopla s~,mver~na an~es incluso Je haber comenzado a cor-onz~se. También sena preciso que la sociología logre abstenerse

las Ideologías políticas, que -otra forma de dependencia- son laroga en la que busca la inspiración y por la que se esfuerza en esti-ular el entusiasmo del público. Parece cada vez más difícil mante-er la e~igencia de una sociología científica. Sin embargo, es el úni-

me~l~ de e~capar a la alternativa de la utopía fatal y de laeptacion fatalista del orden establecido.

12 S b 1 . "o re a OpOSIClOnentre el espíritu del utopista y el "del innovador, del inven-r, cambiante, fantasioso, extravertido", véase Lévi, 1992, p. 30.

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156 CLAUDE GRIGNON

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7. Sociología y postura crítica

por Danilo Martuccelli*

El conocimiento sociológico aporta un valor agregado a la acciónocial. Esta convicción se traduce en dos posturas intelectuales que

dan lugar en estado puro a dos tipos de saberes, la experticia o la crí-tica. Pero si la mayoría de los estudios sociológicos pretenden articu-larIos armoniosamente, por fuerza habrá de comprobarse que a me-udo sus relaciones son más tumultuosas. Llegado el momento, unaotra no definen tanto intereses de conocimiento diversos [Haber-as, 1976] como el estar llamadas a convertirse, alternativamente, en

1 corrección inevitable de la otra.Como lo atestigua la articulación de su desarrollo institucional

on las necesidades de las administraciones públicas, el conocimien-sociológico participa en la expansión de las capacidades de domi-

io del mundo social. Incluso para algunos, la sociología sería unaieza maestra del proceso de modernización, a tal punto los conoci-ientos que produce son una poderosa palanca de la racionalización.ero esta supuesta potencia de intervención termina por engendrarfclicamente una inquietud en cuanto al estado de salud crítico de laisciplina. Del mismo modo, cíclicamerxe, la corrección saludablemprees un poco más o menos la misma: para recuperar su equili-

rio, la sociología sólo debería abrevarse en sus fundamentos disci-linarios, en los debates políticos, volv~r a sus raíces profundas del la-

de las movilizaciones colectivas, para tomar distancia con suducción a un mero papel de ingeniería social.

* Encargado de investigaciones en el CNRS, miembro del CADIS (e RS). agregadola Universidad de Lila-3.

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I

, 1I

)'

158 DANILO MARTUCCELLI

Para la actitud crítica, a diferencia del caso precedente, el soció-logo es aquel que recuerda la "realidad" contra las ensoñaciones delos actores, pero también aquel que malogra las supuestas "realida-des" ideológicas de la dominación ilustrando sus desfallecimientos ysus contradicciones. De este modo, los sociólogos se autoconcedenun certificado de satisfacción profesional de vigor crítico, aunque másno sea porque confrontan los discursos más autosatisfechos de unasociedad con las vivencias desencantadas de los actores. Antaño acu-sada y desterrada del campo revolucionario por "ciencia burguesa",la sociología lentamente se autoinvistió, con una gran complacenciaprofesional, como la disciplina crítica por excelencia. Pero una ve:más, tarde o temprano, y contra los extravíos de los militantes, se obli-gó a recordar la pertinencia y la necesidad de los datos científicos, 111

legitimidad del análisis desapasionado y riguroso de la vida social. Esta corrección resulta necesaria porque la voluntad crítica corre el ri H

go de cegar al investigador con diktats partidarios, encerrándolo '11

obsesiones personales o compromisos morales que nunca son abi '1

tamcnte aceptados ni discutidos como tales.Entonces, la salud de la sociología no sería más que un asunto dI

equidistancia entre esos dos escollos, porque la experticia sin crítir 1

'no tiene alma, y la crítica sin experticia carece de carne. Las dificultades, incluso reconocidas, son no obstante minimizadas y concchdas a lo sumo como un desvío superficial, corregible en cuanto a 11esencial con ayuda de un movimiento pendular que va de la expertcia a la crítica, y viceversa. En consecuencia, siempre son captadas ('(1

mo tensiones que de ningún modo cuestionan la legitimidad del 1 t

zo entre el conocimiento sociológico y la acción social.Por desgracia, no todo es tan sencillo. Si no viene mucho a CU<-II

to desdeñar radicalmente el valor del saber sociológico, a tal puutulos conocimientos -en cuanto experto- adquiridos por cualquier ~(I

ciólogo y las solicitaciones de que es objeto reducen su alcance, '11

cambio la utilidad o la pertinencia prácticas de los conocimientosociológicos a menudo distan mucho de ser evidentes. La multip]cación de evaluaciones de resultados diversos, hasta contradictorlm,el aggiornamento constante de categorías más o menos operativas, 111

evidentes errores inducidos por la transposición abusiva de los I

sultados, la proliferación de resultados de investigaciones sin 1I 11

SOCIOLOGÍA Y POSTURA CRÍTICA159

19una cEonsecuencia analítica, etc., la lista de los problemas es muyarga. n otras palab . 1

los .. ' . ras, rnc uso antes de extraviarse en la crítica deperJuICIOSde una especialización sin alma hab '

dseealntetodo acerca de la verdadera naturalez~ de l~: !:pa:~:~~;::

os expertos.Pero lo que aquí ,

. , 1 nos ocupara es la otra postura. La ue .que la SOCIOlogía, autoinvestida actitud crítica por excelen~ia postulatamente deb ' supues-, e aportar un valor agregado a la acción. También a uíIncluso antes de enfocar la corrección d " q ,

. , e sus excesos mejor senaminar mas de cerca la realidad de sus virtudes.' exa-

Complicación

Las virtudes de la postura crítica son

°nmtpartidas por lo~ sociólogos. y para PO~::I~ee~~:~:~i:~e:sl::~~~emente necesano qu 1 . 1 '

crítica p l f e a SOCIOogla logre contener los desvíos deo.r, a. uerza de la verdad científica, desconfiando de toda

presentacIOn madecuada de la realidad P .os siguen concibiendo el mundo social co or Cierto, pocos sociólo-

. , mo estructurado por un~IOn entre ~~silusiones y las bases reales de la existencia, una suer~

e concepcIOn de dos caras de la realidad. Pero en la m ía ds casos si di' . ayona .e

1: lempre es e conOCimIento científico de los hechos y d 1

ve amlento de lo real que . , e. garantIza, de donde supuestamente flu-

, armonIosamente, la verdadera crítica de la sociedad. y de todasaneras, para esa perspectiva, un sociólogo no puede no enf tcon la cara Oscura de una sociedad, con sus mentiras o idar ar-

tal.~u.n~osus trab<ti~sregistran desvíos asombrosos en~re~;~~i::~;~o lCia es y las realIdades sociales 'Cómo pod 'g' '. . é na entonces la socio-~a,:n su misma actitud, no ser crítica? En consecuencia hasta se-a ermana gemela de la crítica. '

~in emb~:go, sociología y postura crítica no se confunden El p~~ct· . ~n ICOno puede alimentarse en exclusiva de 1

l~s!nvestiga~iones. En este sentido, la bUena SOCiolo;;ar~:::dostízó la exacnrud de una toma de posición crítica. Ya la i~versa~~

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160 DANILO MARTUCCELLI

exactitud de una postura crítica a menudo puede oponerse a las exi-gencias de una actitud sociológica.

De hecho, existe una serie de tensiones estructurales entre la so-ciología y algunas dimensiones, acaso las mejores, de la crítica social.En la primera, la verosimilitud del conocimiento producido, así como la fidelidad a la realidad, son de rigor, mientras que, en la segun-da, las adhesiones morales y las iras personales son centrales. La sociología sólo existe cuando permite captar mejor la realidad, mientrasque la crítica, con mucha frecuencia, supone la evocación de otromundo. La sociología está obsesionada por la realidad, y de ningunamanera puede tomar distancia a su respecto; la crítica, a la inversa,tarde o temprano, frente a ella, debe tomarse libertades intelectunles. Si la sociología necesita cierta concepción de la verdad es porq\1se mide y se confronta con la realidad, mientras que los méritos d 111

crítica como palanca de la acción están más fundados en su fuerza dpersuasión, en sus capacidades para convencer, en la indignación 01~

ral que suscita, en ocasiones a despecho incluso de la inverosimilitudrelativa de los hechos expresados. La postura crítica se apoya en /111

lapados pero siempre importantes distanciamientos con la realidadMucho más de lo que se cree, se encuentra bajo el dominio de -1mentos subjetivos, de reacciones morales que introducen una VII

luntad de modificación de lo real, aunque retóricamente siernptse presente como una respuesta a una situación determinada y a 11posibilidades virtuales que encubre.

Decir entonces que la sociología en cuanto ciencia contribua una obra de claridad, y que una vez escogidas las perspectivas 11111

rales está obligada a rigurosas exigencias científicas comunes a 1"1

cuerpo profesional, es en este punto una posición muy atinada, l'ro insuficiente [Weber, 1965]. La tensión intelectual entre el trah 1

jo sociológico y la postura crítica, más todavía que la relación enhla ficción novelesca y la realidad social, es un verdadero asunto ticontrabando [Vargas Llosa, 1996]. Llegado el momento, en efu I

se trata de hacer pasar, sin resguardos, una voluntad por una V Idad. En su forma consumada, lo que la postura crítica agreg \ Imundo supera de manera inconmensurable lo que se extraía dI Icon ayuda de los estudios sociológicos. y la paradoja es que en (1

siones las imágenes críticas así construidas impactan el ent '11 11

SOCIOLOGÍA Y POSTURA CRÍTICA 161

miento de otros lectores, transformándose entonces, verdaderam n-te, en formas de "conocimiento" de lo real. El misterio y la mistifí-cación de toda postura crítica es que en el mismo momento en quesupuestamente describe la realidad, de hecho está recreándola, enocasiones inventándola. Precisamente por eso cuando se mira decerca, rara vez las posturas críticas dan verdaderamente cuenta delmundo. A menudo, excesivas o aproximativas, más figurativas quedemostrativas, no dejan por ello de tener una increíble fuerza deenunciación y evocación. Puede cuestionarse la legitimidad de larealidad económica de la plusvalía, pero difícilmente se pueda ha-cer a un lado la evocación carnal que transmitió de la explotación.Después de todo, la obra probablemente más profunda de críticaque lás ciencias humanas produjeron en el siglo xx, la de M. Fou-cault, es a menudo juzgada sociológicamente de una increíble inve-rosimilitud. Y sin embargo, sus obsesiones personales, como pocasotras representaciones -claro que ciertamente más en los mediosintelectuales- terminaron por convertirse en fórmulas cotidianas denuestra percepción de la realidad.

Es difícil entonces no formular el interrogante: ¿por qué el tra-bajo y los sondeos sociológicos, a despecho de su verosimilitud, nologran impactar las imaginaciones de manera tan fuerte y durade-a como las obras críticas, que sin embargo son, si no falsas manifies-mente, en todo caso más bien inverosímiles? ¿Cómo es posible, por

~emplo, que el establecimiento de una causalidad inmediata entrelos prejuicios raciales en lo cotidiano y el exterminio de una minoría,

incluso la comparación entre el principio identitario del pensa-iento humano y el Holocausto, a despecho de su inverosimilitud so-

ial e histórica, se hayan impuesto?Es posible que una parte de la explicación radique en la escritura.

1 trabajo sociológico, más allá de la diversidad de los métodos, se pre-nta siempre como interpretando la realidad a partir de los discursos

uministrados por los propios actores, cualquiera que sea, por lo de-ás, el grado de distancia que el sociólogo adopte luego respecto deas representaciones. Esta perspectiva, empero, casi inevitablementenduce a la sociología a redactar sus libros en la mejor tradición delrrador omnisciente de las grandes novelas del siglo XIX [Cohn,81]. La intriga, presentada con una gran ingenuidad narrativa, siem-

)1

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162 DANILO MARTUCCELLI

pre ocurre en dos niveles diferentes: por un lado, las peripecias "no-velescas" de los actores, y, por el otro, y de tanto en tanto, la miradaomnisciente del escritor-sociólogo que emerge tras las líneas y ION

acontecimientos presentados, con mayor o menor discreción, para r ,-cordal' al lector que él sigue siendo el dueño de la composición final.En la novela del siglo XIX se adoptaba la forma de las intervencion 'N

"exteriores a la ficción" del narrador. En la sociología, las más de I<lN

veces se adopta la forma de una gravosa discusión sobre las diversasperspectivas de interpretación posibles u opuestas.

Hagamos a un lado aquí el hecho de saber si esa distancia es o nouna prenda de plausibilidad científica del discurso sociológico, alldonde el individuo objetivado por determinaciones objetivas sería in-capaz, entregado a sí mismo, de acceder a sus propias objetivacion ·8,

Más importantes para nuestra reflexión actual son las consecuenciasdirectas que se deben extraer de la estructura narrativa en movimiento. La exterioridad de la mirada sociológica conduce a un divor iobastante grande entre los diferentes niveles, donde, llegado el momento, la razón última de una situación está ubicada fuera de todaposibilidad ordinaria de acción. Bien mirado, el relato sociológico noargumenta tanto a través de sus partes y subpartes como ilustra Ull I

actitud a través de los fragmentos transformados en secuencias.hecho, el principio mayor de argumentación sociológica puesto '\1

práctica se asemeja al de los reportajes televisados durante los sini 'tros: los actores del drama, los bomberos y los socorristas, y más l¡\I

de, más lejos, los responsables políticos. Ésta es la tríada de los paprles, en el fondo rara vez perturbada, de los relatos sociológicos: Imalestar y la desorientación de los actores, los estados de ánimo dCIIpersonal estatal colocado en el frente; por último, la mirada objetiv I

y objetivante del sociólogo.A la inversa, la postura crítica en sus mejores momentos recun

a otros tres recursos narrativos. Ante todo, y en una relación estre "1con el modo de argumentación que se pone en marcha en el relatucinematográfico, utiliza imágenes que, paradójicamente, van a a 11rar tanto mejor lo real en la medida en que en un primer momentose alejan ostensiblemente. Desde Rousseau hasta Foucault, pasandupor Marx, Lévi-Strauss y la Escuela de Frankfurt, los ejemplos SOII

abundantes. Por eso mismo la postura crítica se pone inmediatamcn

SOCIOLOGÍA Y POSTURA CRÍTICA 163

te a cubierto de observaciones atinadas qUe señalan sus límites o susexageraciones. Luego, su poder de persuasión pasa evidentementepor el uso de fórmulas más o menos literarias que se dirigen a la emo-ción y al sentimiento de injusticia de los lectores. Aquí la crítica esmás bien moral, y en la actualidad, a despecho de todos sus extravíospolíticos, fue lo esencial de la actitud sartreana y de la terrorífica be-l~ezade más de una fórmula cuyo secreto conservó para siempre con-SIgO.Por último, existe una crítica que se ubica en el límite de las cien-cias humanas porque, con más honestidad que las dos precedentes,acepta que es una forma de extrapolación imaginaria, y que por otraparte muy a menudo se presenta literariamente como una obra deficción distópica. Evidentemente pensamos en Kafka, Orwell y Hux-le~ pero también, y más cerca de nosotros, aunque la frontera ya esmas porosa, en Mcl.uhan, Debord y Baudrillard.

A despecho de sus evidentes limitaciones sociológicas, estas estrate-gias críticas hablan en ocasiones más que los laboriosos estudios de laociología. Por cierto, no de la misma manera ni con los mismos efec-

tos. Pero eso no impide que el poder de evocación de la postura críticaveces sea casi inversamente proporcional a su grado de verosimilitud

ociológica. En cambio, el estudio sociológico, si logra restituir fielmen-te una situación social, casi inmediatamente ve cómo se agota su actitudrítica en lo que a lo sumo no es más que una denuncia de los sufrimien-os o las oportunidades desigualmente repartidas. De este modo los so-iólogos no pueden dejar de criticar fuertemente las posturas críticas,

que, con justa razón, consideran exageradas y a menudo muy simple-ente ~alsas;~ientras que los partidarios de las posturas críticas no pue-

en dejar de tildar de conformismo a una disciplina cuyo criterio de ver-ad científica limita la imaginación crítica.

ites

El reconocimiento de una tensión estructural entre el conocimien-sociológico y la postura crítica debe llevamos a una revisión de susspectivos lazos con la acción social. E incluso si el problema no se Ii-

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mita de ningún modo a la tradición marxista, es en sus diversas filiacio-nes, reconocidas o no, donde la sociología conoció las expresiones másambiciosas de este proyecto. El problema central no es otro que el d '1pasaje de lo informe social y cultural al orden político y a la disciplinamoral. Esta perspectiva es inseparable de la convicción íntima de qu('es preciso arrancar a los hombres del estado brumoso o de la impuroza en los que se encuentran para llevarlos a un nivel más alto de con-ciencia y libertad. El combate revolucionario no era otra cosa que la ea-pacidad de oponer a la disciplina burguesa, mecánica y autoritaria, unacontradisciplina proletaria autónoma y espontánea. Desde entonces,las variantes fueron muy diversas, pero siempre, de una manera o deotra, se trató de escapar al dominio de una concepción dominante d 1mundo, rutinaria, familiar, logrando forjar una visión alternativa conscien te. En la medida en que los individuos están sumidos en las eviden-cias de una concepción del mundo que no cuestionan, se ven obligados a pensar de manera dispersa y ocasional. A la inversa, gracias alsaber, los individuos supuestamente son capaces de cuestionar sus si.tuaciones de vida, salir de un estado no reflexivo o rutinario, y lograralzarse a una concepción del mundo reflexiva y coherente. Gracias aese trabajo, el individuo debe así convertirse en un "protagonista", ay rde la historia, hoy más modestamente de su propia vida. En resumen:en esta perspectiva, el conocimiento crítico siempre, supuestamente,informa de manera más o menos inmediata acerca de la acción. Pero¿siempre ocurre eso? Un exceso de conocimiento ¿llevanecesariamen-te a un exceso de acción, aun de liberación?

Las sendas de pasaje de la ignorancia al saber, y de éste a la a '.ción, a través de la crítica, son mucho más complejas que lo que UII

relato ampliamente ecuménico deja entender. Por cierto, una parude la sociología se esforzó por distinguir entre diversos tipos de resis-tencias u obstáculos según se tratara de la falsa conciencia, de la ma-la fe, de la ignorancia, del error, del cinismo, de la conciencia desga-rrada. Indudablemente, una vez más, la sociología no dejó dcuestionar el lazo entre los marcos de interpretación y las oportunldadesde acción, como desde hace décadas lo hacen los teóricos dola movilización de recursos.

y sin embargo, estas actitudes a menudo dejan fuera de la problemática las dimensiones propiamente morales. Pero es en esto

SOCIOLOGÍA Y POSTURA CRÍTICA 165

sentido como se debe interrogar el lazo de desgaste localizable en-tre la postura crítica y una suerte de fatiga de la opinión pública,frente a cierto discurso de la denuncia. Sartre vivió a lo largo de to-da su vida con la ilusión de que bastaba denunciar el escándalo dela opresión para lograr, aunque fuera un poco, restablecer el senti-do de la verdad. Nuestra situación actual obliga a reconocer los lí-mites de esta actitud. En este sentido, el deslizamiento de algunosintelectuales, más allá de los narcisismos individuales, en ocasionestraduce una verdadera desesperación. ¿Qué hacer cuando no bastaya con escribir para "intervenir" en los acontecimientos? ¿Qué ha-cer cuando la denuncia -a despecho de su vigor como tema de lacrítica de lo cotidiano- no atrae, o lo hace de una manera extraña-mente selectiva, la atención pública? Por supuesto, ningún sociólo-go es ingenuo al punto de pensar que la publicación de sus investi-gaciones podría conducir a un cambio social, que basta con conocero descubrir las desigualdades para que sean corregidas. Pero hayque extraer todas las consecuencias del hecho de que ya no estamosen un mundo donde la ignorancia de los hechos todavía podía ha-cer las veces, para algunos, de excusa moral. Y tampoco se trata yade decir que la gente no quería entender o no quería saber, comoa veces pudo ocurrir a propósito de la experiencia de los campos deconcentración. Hay que rendirse a la evidencia de que de ahora enmás la opinión pública las más de las veces está informada, y quepermanece indiferente.

La denuncia se extendió como metástasis durante el siglo xx.Con razón, acompañó la expansión del poder totalitario, así comola politización de campos hasta entonces a resguardo de la miradacrítica, pero, de ese modo, terminó por socavar en el fondo sus pro-pias bases. Para emplear una expresión de Simmel, estamos aburri-dos de la denuncia. Por cierto, hay escenas que nos siguen irnpac-tando, y las violencias políticas denunciadas o mostradas por losperiodistas tienen todavía un papel de catalizador, a menudo de unaempatía moral, en ocasiones de una toma de conciencia, más rara-mente de un bosquejo de acción. Pero lentamente se extiende unaabulia, un estado de ánimo colectivo que hace que nuestra capaci-dad de indignación moral frente a las injusticias se debilite conside-rablemente [Tester, 1997].

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Gracias en parte a los progresos de las ciencias sociales, la opi-nión tolera menos hoy en día el dominio de los discursos desconec-tados de los hechos sociales. Desde este punto de vista pueden obser-varse transformaciones bien reales, aunque más no fuera porque losconocimientos sociológicos informan con mayor abundancia los dis-cursos de los actores. Y sin embargo, cómo no ser sensibles al hechode que el aumento de la reflexividad de los actores sociales sobre ellosmismos se incrementa más rápidamente que sus capacidades de ac-ción. Llegado el momento incluso, y en figuras por el momento e~-tremas y más bien raras, hasta resueltamente patológicas, el ~on~~l-

.miento se convierte en un sucedáneo de la acción, una explicaciónde su debilidad ya la vez una excusa del desprendimiento del acto~.O incluso, y para los actores más instruidos, opera como una formi-dable palanca de neutralización crítica porque el actor "conoce:' ,laobjeción, y hasta se cuida mucho de extraer de ello una conclusiónpráctica cualquiera. . . ,

El saber social es, en parte, responsable de esta situacion. Acaso,vivimos más que en el pasado con una conciencia acrecentada de losabusos, de las injusticias, los horrores, pero sobre todo vivimos en me-dio de una inteligencia creciente de las interdependencias de los fe-nómenos sociales. Y es en este sentido como la sociología, a menudode manera involuntaria, participó en el cuestionamiento de los valo-res de la denuncia. Si ya casi no nos impacta, no es solamente porquehabría una suerte de relajamiento moral generalizado, del que se que-jan los conservadores desde siempre, o una simple abulia, sino ta~-bién porque lentamente, con la extensión de cierto tipo de conocí-miento, somos capaces de reconocer, o de anticipar, de manera muyprosaica, el "costo" que tendría sobre nuestras vidas una intervención

públic~ cualquiera. . . , .En otras palabras, la sociología creó un espaCiO de acción partl-

cular, que con mucha frecuencia se opuso a una voluntad de solida-ridad y de movilización clásicas. La toma de conciencia creciente denuestros límites de intervención sobre el mundo social, en gran me-dida gracias a los conocimientos producidos por la sociología en lapercepción de los diferentes riesgos sociales, vuelca en parte la~:s-trategias de impugnación hacia lógicas más ancladas en la protecclO~.Como las causalidades últimas son demasiado lejanas,los actores, mas

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o menos ayudados en esto por los conocimientos sociológicos, su vul-garización o su perversión, tienen tendencia a desarrollar una seriede estrategias para ponerse a resguardo del mundo, transfiriendo aotros los riesgos de la vida moderna.

Por otra parte, esta metástasis de la denuncia coincidió con unamodificación del modo de intervención de los sociólogos en el espa-cio público. A un modelo tradicional identificado con el intelectualcrítico que enuncia el sentido de los acontecimientos vino a añadir-se otro, propio de las ciencias sociales, que escucha los murmullos dela gente. En el primero, los intelectuales, en función de la legitimi-dad adquirida en su campo científico y de sus oportunidades de in-tervención en las redes mediáticas, enuncian el sentido de los acon-tecimientos, que "forman" la opinión pública, apuntando así con sumirada a acompañar la voz de los movimientos. En el segundo escu-chan, y aportan entonces en sus intervenciones públicas las técnicasde investigación propias de las ciencias sociales; ellos escuchan, por-que saben escuchar, en empatía con el sufrimiento de los otros. En elprimero se legitiman, como siempre, mediante un desplazamientosolapado del aura intelectual del campo científico a la escena políti-ca. En el segundo se legitiman mediante la transferencia de su habi-lidad profesional, de sus competencias de expertos en un campo de-terminado, sobre la escena pública.

Tendencialmente, lo que se impone es la última actitud. Los so-ciólogos no dejan de validar de manera creciente sus tomas de po-siciones políticas a través de una apelación a los resultados más omenos directos de sus investigaciones. De este modo, se trata de pre-sentarse, si no realmente como un portavoz, por lo menos como unintérprete fiel de las dificultades de la gente de abajo. Por cierto, lafigura del intelectual tradicional, que domina los acontecimientos so-ciales a través del discurso de un relato estereotipado sobre el senti-do de la historia, no es de lamentar, pero esa tendencia a legitimar supropia posición con ayuda de un conocimiento científico metodoló-gicamente obtenido es cuanto menos limitada.

Si la escucha es la virtud profesional mayor de un sociólogo, cons-tituye en cambio una estrategia muy restringida de toma de posiciónpolítica. No se cambia una sociedad permaneciendo a su escucha. Sinduda, legítimamente es posible definir -y es un camino muy sabio-

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las fronteras de la responsabilidad profesional en la escucha y la pro-ducción de conocimientos verosímiles. Pero entonces es preciso serconscientes del hecho de que esos "diagnósticos", por críticos quesean, de ningún modo pueden hacer las veces de "proyectos".

Estas situaciones, empero, por anecdóticas que parezcan, no de-ben obstruir la conclusión que se impone. Hay que apartar de entra-da posiciones extremas que, so pretexto de crítica radical, impugnan,en nombre de un nihilismo intelectual estéril, toda validez crítica alconocimiento sociológico. En muchos campos de la vida social seríaposible mostrar hasta qué punto influye en forma duradera en lasprácticas sociales. Por tanto, de ningún modo se trata de cuestionaruna vez más la idea, tan consustancial a cierta representación de lamodernidad, del papel liberador de la razón en la historia humana.En cambio, hay que tomar debida nota de que la acción social no esla hija pródiga del conocimiento, por crítica que sea. Idea simple yevidente, dista mucho de ser una revelación contemporánea;jamásfue totalmente ignorada. Y sin embargo, las dudas estaban comoaplastadas por la confianza que una buena parte de los sociólogos,más o menos inmediatamente, ponía por un lado en el saber, por elotro en los beneficios de la opinión pública. Inclusive en las versio-nes más reflexivas y autocríticas, la sociología sólo encara de maneramuy marginal los perjuicios posibles del conocimiento sobre la ac-ción, porque, a pesar de todo, sigue adhiriendo a una imagen de laemancipación asociada de manera muy ingenua con el pasaje de for-mas sociales mistificadas a la verdad.

Desafío

El cuestionamiento de la relación considerada en lo inmediatocomo universalmente positiva entre el saber sociológico y la acciónemancipadora remite a dificultades de diferentes naturalezas. En laraíz, el origen es de índole epistemológica: la sociología debe ofre-cer una interpretación mejor, o por lo menos, siempre una interpre-tación "diferente" del comportamiento social que, sin embargo, en

SOCIOLOGÍA Y POSTURA CRÍTICA 111

alguna parte, un poco, debe s~r cercana a los actores sociales. El (nocimiento sociológico es una alteridad familiar. De este modo,siempre corre el riesgo de conocer dos formas de degradación. Porun lado, construcciones demasiado alejadas de la práctica real de losactores pueden entonces resultar incapaces de inspirar una ..renova-ción de las prácticas sociales. Por el otro, y exactamente a la mvers~,los conocimientos no sólo no parecen aportar nada a los actores, Sl-no que, demasiado cercanos a ellos, termin~n dando vuel.tas,~rodu-ciéndose y repitiéndose las mismas observaciones con vanas decadasde intervalo.

Pero estas dificultades, y precisamente sobre eso vamos a detener-nos, también proceden de las modificaciones localizables por el ladode la dominación social. Durante mucho tiempo el punto nodal delproceder sociológico, y no ya solamente de la postura del intelectualcrítico, fue mostrar los conflictos detrás del orden. Entonces la pos-tura fue criticar las imágenes de una modernidad conquistadora quese identificaba con el progreso y con la confiscación por las elites delmonopolio de la razón. La sociología, mucho más y con .mu~~a másfuerza que otras disciplinas, supo mostrar la parte de dominación queimplicaba ese proceso, pero sobre todo hasta qué pu~to la ~xplota-ción y la alienación eran inherentes a las sociedades mdustnales declases. Más allá, entonces, de tomas de posición políticas personales,esa actitud crítica le era casi consustancial, a tal punto supo mostrarlas situaciones de incertidumbre detrás de la supuesta racionalidadde las organizaciones [Crozier, 1963), y los conflictos de clase detrás ~elos valores de una sociedad [Touraine, 1973). En pocas palabras, de trasde la opacidad de los procesos, encontrar a un responsable. El o~densocial aparecía como una evidencia y el conflicto, como un.a .reahdadmucho más frágil y "oculta", o como una realidad que participaba ensu mantenimiento.

En la historia del pensamiento sociológico, y a despecho delcambio de lenguaje, sin duda alguna es la fórmula de Marx del pa-saje de la "apariencia" a la "esencia" la que mejor ,sintetizó esta ~o-luntad crítica. Sin embargo, al respecto, hoy en dia nuestras SOCle-dades en el nivel de sus representaciones, tienen que habérselasmeno~ con el orden y el fijismo de las formas sociales que con el "de-sorden". Piénsese en la representación liberal de la sociedad de mer-

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170 DANILO MARTUCCELLI

cado (donde todo se mueve), en ciertas imágenes de la globalización(donde todo está desregulado), en cierta representación de la so-ciedad (donde todo es un asunto de redes), o incluso en una repre-sentación de la exclusión como una fatalidad (puesto que no hay yaun adversario social identificable), una buena cantidad de nuestrasrepresentaciones sociales requiere una renovación de nuestras com-petencias críticas.

En un contexto de este tipo, la postura crítica debe modificarse.Por una parte, debe enfrentar las consecuencias de la ausencia deuna ideología dominante, deshacerse entonces de lo que fue y siguesiendo a menudo su pretensión mayor, descubrir las relaciones dedominación "detrás" de la apariencia de los acontecimientos. En ade-lante, debe decidirse a extraer todas las consecuencias de una domi-nación que se abstiene de la imposición de una visión global delmundo [Abercrombie, Hill, Turner, 1980]. A menudo, ya no se tra-ta de denunciar prácticas ocultas de dominación, sino de encontrarun sentido a situaciones cada vez más transparentes, donde en oca-siones, pues, inclusive cuando los anima una comprensión de los fe-nómenos, los individuos tienen la experiencia de una pérdida exis-tencial de la que se sienten mucho más las víctimas que los actores.Por otra parte, la postura crítica debe reconocer modificaciones enel seno de la larga tradición de una actitud que apunta a permitirque los actores tengan una mejor comprensión del mundo. Para ellodebe hacer algo más que esforzarse por clarificar los principios dejusticia que se ponen en marcha en las críticas sociales o en lasjusti-ficaciones de los actores [Boltanski, Thévenot, 1991]. Debe partici-par, más activamente que en el pasado, en la producción de una so-lidaridad de un nuevo tipo que, precisamente porque las coercioneseociales actúan más a la distancia, exige un aumento de imaginaciónen la conexión de actores alejados y sin embargo ubicados en un mis-mo eje de dominación.

La sociología, en su vocación crítica, debe romper con la preten-sión de un trabajo de imputación global, porque los aspectos de ladominación, en adelante, son demasiado diversos para ser reducidosa una perspectiva única. Por cierto, en muchos campos restringidos,una conexión de este tipo siempre está presente, pero ya no permit .dar cuenta de todos los efectos colaterales en actividad, de la plurali-

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dad de las responsabilidades en acción. Precisamente por eso, al in-terpretar esas situaciones exclusivamente como relaciones socialesque no pudieron comprometerse como tales, y que apelan a una con-flictualización, se corre el riesgo de dejar escapar una parte del pro-blema. Descuidarlo conduce a un trabajo crítico insuficiente. Con fre-cuencia -a lo sumo con ayuda del saber social- el actor logra -pero amenudo fuera de toda posibilidad de acción- forjarse una represen-tación más amplia de las causalidades puestas en acción, que enton-ces hacen las veces de estructuración más o menos imaginaria de unarelación social ausente. Pero el actor sigue estando tanto más reple-gado sobre sí mismo en la medida en que los desafíos le parecen fue-ra de su alcance. La relación del sociólogo con el actor no puede, en-tonces, traducirse casi inevitablemente por diversas formas dedecepción práctica, puesto que los actores, en el mismo momento enque "comprenden" su situación, están como bajo el efecto de un en-granaje de relaciones sociales, persuadidos de que no lograrán modi-ficarlos. Aquí, la lucidez, el hecho de poner en forma de intriga y derelato las causalidades de la propia desdicha, con mucha frecuenciavan a ir de la mano con la toma de conciencia, paradójicamente, delcierre práctico de los horizontes. En ocasiones el actor se frustra tan-to más cuanto que se ha vuelto consciente de la situación. La toma deconciencia no libera, no conduce a la acción colectiva, pero se tradu-ce en una amargura. Confesémoslo: en esas situaciones, el conoci-miento sociológico es lo que, extrañamente, permite el pasaje de lafatalidad al resentimiento.

En el momento en que las interconexiones se generalizan, las si-tuaciones de vida tienden a separarse analíticamente. A menudo elmundo aparece, en el imaginario contemporáneo, al mismo tiempocomo cada vez más integrado prácticamente y cada vez más analítica-mente opaco y desunido. Por lo demás, la capacidad de compromisoa distancia en asuntos políticamente distantes, que se convierte enuna exigencia ciudadana indispensable en el mundo de hoy, se re-siente mucho por esta situación [Bauman, 1993]. Para restaurarla,cualesquiera que sean las posibilidades de análisis universitario en tér-minos de explicaciones causales, es preciso mostrar en mayor medi-da la proximidad de las prueb~ a que se enfrentan los individuos. Lapostura crítica debe permitir que el actor comprenda en términos so-

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ciales situaciones que tendía a vivir como personales, como los estu-dios feministas -mucho mejor que otros- supieron mostrarlo desdehace años. Así, el objetivo es llegar a socializar esas pruebas, quitan-doles una parte de su carga negativa, logrando incluso que domina-ciones ordinarias que hoy en día tienden demasiado naturalmente"psicologizarse sean resocializadas, en parte gracias al conocimientosociológico.

La sociología, en su vocación crítica, puede participar en esetrabajo modificando un poco sus relatos analíticos para dar cuentade la similitud de los estados y las pruebas de dominación entre gm-pos sociales ubicados, sin embargo, en universos sociales distant ,y muy diferen tes en apariencia [Martuccelli, 2001]. Si se demora 11

el develamiento de las causas, de la "esencia" de la dominación, lasociología crítica abandona el nuevo desafío. A saber, la producci 11

del sentimiento de semejanza, a falta del cual la solidaridad no 'H

posible. Por cierto, ese trabajo no desemboca supuestamente ya 11

forma directa, como lo predicaba antaño la crítica, en un exced ,()te de acción. Y no es el único ni el principal atributo de la sociología. Pero debe tomar debida nota de que la toma de conciencia enadelante pasa no tanto por un despertar crítico como por una pr ocupación de comunicación de las desdichas. Para ello, no basta ylI

con mostrar las interdependencias estructurales. El reconocimicnto del sufrimiento del otro permanece difuso porque es alimen tII

do por el sentimiento de que demasiadas cosas nos separan de '1.La sociologíajamás se confunde con la postura crítica, porque su

exigencias insoslayables de verosimilitud y de rigor la alejan de elln.Pero los límites crecientes de una posición que hace derivar inrnedintamente la verdad crítica de la verdad científica invitan a un nuevoexamen de la complicación actual de sus relaciones. De ser necesaria,la solidaridad no será un producto del reconocimiento de la sola 1111

manidad del otro. A la inversa, pasa por la capacidad de la postura ('1

tica de establecer una relación social y subjetiva entre situaciones dIvida, a despecho de las cercanías y a pesar de las distancias a la V('~,

Los sociólogos, al tiempo que respetan sus exigencias disciplinad \ ,deben integrar esa nueva necesidad crítica cuando definen sus plt\

blemas, cuando dan forma a sus resultados. Así, en un único y mismumovimiento, es preciso afirmar la diferencia entre la sociología y 11

SOCIOLOGÍA Y POSTURA CRÍTICA 173

postura crítica y a la vez reconocer el nuevo horizonte de intercam-bios en el que entraron sus relaciones. En esta situación, la sociolo-gía tiene más de una cosa por aprender de la imaginación narrativapuesta en práctica en la postura crítica, y requiere más modestia enus capacidades para informar la acción.

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Referencias bibliográficas

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8. Ciencias, sociología, política:¿quién peritará a los peritos?

por Samuel Johsua *

¿Qué relaciones se pueden establecer entre las incursiones socio-lógicas en educación y los abordajes llamados "didácticos"? En el cur-so de su constitución, estos últimos ante todo tendieron a alejarse delas primeras. Centradas en las relaciones ternarias entre profesor,alumno y saberes, elaboraron un sistema de análisis en donde "el pro-fesor", como "el alumno", eran modelizaciones teóricas, genéricas,de orden didáctico. Ni hombres, ni mujeres, ni pobres, ni ricos, ni na-tivos, ni extranjeros. Cuando se alejaban de ese orden didáctico, susmiradas se dirigían más bien hacia la psicología. Como por otra par-te lo había observado Passeron [1991], para lamentarlo, y para ape-lar a una renivelación por el lado sociológico. Indudablemente, losspecialistas en la didáctica nunca ignoraron las grandes constantes

manifestadas por la sociología cuantitativista, por ejemplo, la influen-cia masiva de los orígenes sociales sobre los éxitos escolares. Pero esmás bien con una sociología más "fina", más cualitativa, como las di-dácticas en adelante tratan de estrechar relaciones, informadas como10 están de trabajos como los de Lahire [1998], o de Charlot, Bautiery Rocher [1992]. .

El encuentro de la didáctica de las ciencias con la sociología, enfecto, es inevitable, por lo menos si uno no se contenta con una vi-ión estrechamente tecnicista de la primera. Sociologías de la educa-ion, del trabajo, coberturas antropológicas: sendas de investigaciónuyos resultados son otras tantas ayudas o desafíos para el especialis-

• Profesor de Ciencias de la educación en la Universidad de Provenza; directord ICentre de recherche interdisciplinaire: apprentissage, didactique, évaluation.

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ta en la didáctica. Si éste quiere comprender los fenómenos de ensrñanza escolares, las relaciones con los saberes que permiten, pero d!los que también son su condición u obstáculo, debe salir de su campo de especialización limitado y captar, por ejemplo, el sentido qlll'puede adoptar tal o cual actividad en tal institución, situada y fechnda, para tal alumno(a) con múltiples determinaciones sociales.

Al mismo tiempo, la reflexión didáctica tiene el deber de permllnecer centrada en las relaciones que se establecen con los saberes: ('N

to es lo que hace a su especificidad. Y no puede sino considerar COII

atención lo que los epistemólogos, los historiadores de las ciencias,le dicen en cuanto a la índole de la actividad científica. Y lo que elcen los sociólogos, en su diversidad. En este marco, el presente textoestá principalmente consagrado a analizar la dificultad planteada pOiel encuentro de la didáctica con algunos de sus abordajes, muy palticulares e influyentes, de la llamada "sociología de las ciencias".

En efecto, una zona completa de esta "sociología de las ci 1\

cias", rompiendo radicalmente con toda la tradición "internalisui"de la historia de las ciencias (como sucesión de problemas que drpende únicamente de sus lógicas internas), se ocupa de respond ')a dos interrogantes fundadores de sus propias preocupaciones: ¿ques la ciencia?, y ¿qué es la actividad científica? Pero hete aquí qwrápidamente nos inquietamos: ¡tantos autores dicen que nada diatingue en realidad esos campos de otras actividades humanas! PCI'Oentonces, ¿por qué tantos esfuerzos? En efecto, ¿qué sentido tendría pensar un sistema de transmisión de saberes si éstos no pued 'ti

reivindicar ninguna autenticidad, ningún alcance general, ningunaeficacia particular?

Al mismo tiempo, el especialista en didáctica ve con claridad quequienes disponen de una base, así fuera mínima, por lo que resp ('ta a los saberes científicos "establecidos", casi no se encuentran en JaNclases dominadas, y se pregunta si no hay algún interés simbóli '0

"aristocrático" en la negación de las ciencias ... Entonces, el modestofísico y especialista en didáctica que soy se dice que, tal vez, esa cu 'H

tión llevaría las de ganar si se hiciera un nuevo esfuerzo para retornarla, como cuestión política. Finalmente, siempre es esclarecedor pallllas cuestiones de educación.

CIENCIAS, SOCIOLOGÍA, POLÍTICA 177

La tentación "posmoderna"

Dígámoslo de entrada: hay un aspecto seductor en los abordajesexpresados por la corriente llamada de la "sociología de las ciencias".Cuando Amy Dahan Dalmedico y Dominique Pestre [1998, p. 105]nos dicen: "No hay más que ventajas en querer también pensar las cien-cias como instituciones sociales en interacción con el mundo mate-rial, pensarlas de manera 'materialista', como trabajo y como institu-ción, y no solamente como sistemas de ideas", ¿cómo no sentirseconquistado? Esto es lo que también defiende Isabelle Stengers[1998] cuando afirma, en un ejemplo de modestia bajo los golpes dela polémica iniciada por Alan Sokal, que todo su proyecto sólo apun-ta a salvaguardar realmente la especificidad (y los límites) de lasciencias, considerada como actividad práctica. Sin embargo, segúnlos textos y los públicos enfocados, el discurso varía, se vuelve menosprudente, más militante, y la tentación de responder de manera uní-vaca a ese programa de investigación es fuerte (en ocasiones irresis-tible). No sólo la ciencia debería ser aprehendida como actividad so-cial, sino que no debería gozar de ningún privilegio respecto de otrossistemas de conocimiento. Como lo dice Bruno Latour [1991] "cier-tamente el occidental puede creer que la atracción universal es uni-versal incluso en ausencia de todo instrumento, de todo cálculo, detodo laboratorio", y tiene razón de criticar el posicionamiento idea-lista que eso supone. Pero añade que "[ ... ] aquí se trata de las creen-cias respetables que la antropología comparada ya no tiene que res-petar". Es el famoso "principio de simetría", reivindicado por lossociólogos de las ciencias. Pero no siempre de la misma forma. Secomprende entonces que tanto "posmodernos" declarados como"materialistas" (marxistas, por ejemplo), sin ver contradicciones, pu -dan adherir con entusiasmo a esa corriente. Ocurre que no se refie-ren a los mismos enunciados. Y no parecen advertir que, además deldebate específico que está enjuego (¿cuál es la naturaleza de la pro-ducción científica?), entre muchos "sociólogos de las ciencias" hay unverdadero posicionamiento político, indiscutiblemente "pasmad rno"[johsua, 2001]. Observemos sin embargo que éste puede combinar-se tanto con una vigorosa impugnación social, como en Stengers, co-

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178 SAMUEL]OHSUA

mo con una radicalidad política más vacilante, como en Bruno La-tour (véase más adelante), o en Michel Callon [1998].

Por lo tanto, hay cierta injusticia en reagrupar posicionamientostan diversos en una crítica global del "posmodernismo relativista". Porotro lado, sin embargo y e;; totalmente notable-, estos autores se sos-tienen sistemáticamente unos a otros, cosa que quedó demostradapor la manera en que actuaron en bloque durante la polémica abier-ta por ~an Sokal. Lo cual puede legitimar una interrogación comúnrespecto de ellos.

El ineludible de-slizamiento relativista

Son conocidos los puntos principales compartidos por todos los"constructivistas" en materia de desarrollo de las ciencias. Del "pro-grama fuerte" de la sociología de las ciencias de mediados de los se-tenta, los autores de esta escuela conservan el "principio de simetría",,que rechaza todo anacronismo en la historia de las ciencias, Un mis-mo tratamiento debe ser aplicado para lo verdadero y lo falso, y hayque negarse a convocar la continuación de la historia "juzgada" cuan-do uno se interroga sobre la manera en que se cierran las "controver-sias científicas". Este punto de vista ha resultado extremadamente fe-cundo al romper con una visión de una ciencia que se desarrolla enel estricto terreno de las ideas, una visión idealista de una práctica so-cial de hecho muy concreta, que es aquella de la producción de loshechos científicos. El científico pudo ser tomado, por esta sociología,en su lugar de producción, el laboratorio, en la estrecha red que loune con los colegas (o competidores), con los instrumentos, lo~ tex-tos, los financiamientos, las presiones políticas y sociales, etcétera.

Pero, en general, también abandonaron rápidamente otro de losprincipios fundadores, el de "causalidad", que consiste en hacer de-pender del contexto histórico-social el contenido preciso de la cien-cia. De hecho, este abandono es perfectamente revelador de que elabordaje deja escapar algo decisivo. Lo que también se encuentra enesta otrapregunta: en definitiva, ¿cómo se cierran las controversias

CIENCIAS, SOCIOLOGÍA, POLÍTICA 179

ci.ent~ficas?Bruno Latour [1999], con muchos otros, afirma que ennmgun caso es posible convocar a "la naturaleza" para ello. Pero aquíprocede por movimientos de fuerza. Todos sus adversarios se ven lle-vados a Platón, quien encerró a los hombres en la "caverna", constru-yendo (y reservándose) en contrapartida el mundo puro de las ideas.Pero el hecho de que Platón sea un idealista, ¿significa que Bruno La-tour tiene definitivamente razón? En este marco, el movimiento defuerza teórico mayor es el siguiente. La Ciencia, dice Latour, preten-de hablar de "La Naturaleza". Sin embargo, la Ciencia no existe (noha! más que ciencias). Por lo tanto, la Naturaleza no existe (no haymas que naturalezas). Pero ¿por qué "algunas ciencias" no podríanhablar de "la" naturaleza?

Muchas veces, el abordaje de este interrogante conduce a un diá-logo de sordos. Para el "constructivista" es pan comido alinear losejemplos que muestran que la convocatoria de "la naturaleza" en talo cual controversia científica es cualquier cosa menos constante. Pe-r~ -y ésta es toda la dificultad- se comprobará que siempre esoseJe~plos apuntan a "la ciencia en vías de realización", ya sea por-que ~n~olucre una controversia en curso (la amplitud de los aspectosantropicos sobre el recalentamiento del planeta, la transmisión de laenfermedad de la vaca loca), o la comprensión "desde el interior" deuna ~~ntro~ersia histórica. O bien, entonces, son convocadas para laocasion entidades fuertemente esotéricas para el común de los mor-tales (los quarks, los gluones), de las que se deja entender que nadiesabe si su posteridad superará la de los "torbellinos de Maxwell". En-tonces, formulemos doctamente la pregunta: ¿se puede razonable-mente hablar de la misma "naturaleza" cuando se trata de una natu-raleza "con quarks, con genes" o de una naturaleza sin esos seresextraños, hasta de una "naturaleza" con brujas, demonios y duendes?Pero estas maneras de hacer, por eficaces que sean, están muy en se-gundo plano sobre la cuestión que se trata de aclarar. Para compren-der dónde van a pescar Bruno Latour y los suyos, sobre todo no hayque aceptar "salir de la caverna", dejar el mundo de los humanos, si-no que, por el contrario, hay que partir de los saberes más común-mente compartidos. Por ejemplo, Bruno Latour se siente excedidopor la imagen de Alan Sokal (¿por qué vacila uno en arrojarse del pi-so quince?). A él este argumento le parece bajo y simplista. Por el con-

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180 SAMUEL]OHSUA

trario, es fundamental, y Sokal y los suyos todavía no acabaron con él.En efecto, aquí realmente hay una "ciencia" universal y común a lO-

das las culturas: uno no se arroja sin precauciones de una altura detreinta metros al vacío. No tenemos ninguna necesidad de Galileo pa-ra saberlo. ¿Cómo (por qué milagro) determinadas relaciones con '1saber, tan diversas a través de las culturas humanas, podrían desem-bocar en una universalidad semejante, si una naturaleza igualmenteuniversal no impusiera toda su férula?

La realidad como actividad

En este marco, que privilegia el conocimiento "común", es posi-ble captar efectivamente la realidad como actividad. En otras palabra, ,como relación social. Esto me conduce a distinguir tres niveles:

1. El primero es el de los objetos macroscópicosy de su "regularidad",objetos por lo menos designables, mostrables, aunque subsistan Vil

riaciones por lo que respecta a su "significación". Es todo el problrma de la "referencia", tratado con argumentos muy convincentes P( I

Ludwig Wittgenstein. Se cuenta que, confrontado con los argum '11

tos idealistas de Bertrand Russel, el filósofo le esgrimió por sorpr Al

una antorcha bajo la nariz, y, ante el retroceso espontáneo del mate'mático, consideró el debate como cerrado ... Este recurso deíctic I

"la naturaleza", en efecto, es mayor en el debate que nos ocupa. 1 (hecho, ninguna persona sensata tiene la menor duda sobre la "realldad" universal de tales "objetos". Además, eso supera a la sola especie humana: hasta un gato se eclipsaría ante una tea encendida [v 'use Musil, 1984]. Suponiendo que no sólo las leyes físi~as (formalizadapor humanos, y por tanto "sociales", en un sentido)' sino la propia ]"('U

lidad física dependen de las comunidades que las formulan, ¿cón\(!explicar que todas las culturas humanas sin excepción hayan fabricdo "leyes" que "predicen" un aterrizaje difícil en caso de caída del pso veintiuno? Más ampliamente, ¿cómo puede ser posible la comuucación entre culturas diferentes si ninguna significación compartidpuede ser supuesta (o construida) a propósito de los objetos mat rI

IENCIAS. SOCIOLOGÍA. POLÍTICA 181

es, y de las relaciones con esos objetos? ¿Por qué milagro pueden'construir", de manera independiente, concepciones justamente ap-

s para ser compartidas? YaLudwig Wittgensteín, pues, había impug-ado ese abordaje de la ciencia como "producción del lenguaje" (ye una manera general como "producción social") para afirmar final-ente que, tarde o temprano, el lenguaje debía hacer sitio a la desig-ación de los objetos. "La Luna -dirá la madre a su hija- es eso", mos-randa el astro con el dedo. Es poco y es mucho. Poco, como loostraron los relativistas, porque ¿qué se quiso decir con eso? ¿La Lu-a es un planeta, redondo y macizo como la Tierra, o bien un discohato, o incluso un trozo de cartón puesto ahí,justo sobre el edificio?stá claro que la respuesta depende del sistema de creencias sobre elundo de unos y otros. Pero es mucho, porque ese gesto de designa-

ión sólo tiene sentido si la Luna es un "ya presente", independientee los personajes.

2. El segundo nivel es el del mesounioerso de los aparatos de medi-a que hablan "macroscópicamente" de tamaños evidentementeonstruidos" en forma teórica (temperatura, intensidad), pero mos-bles de manera indirecta. Aquí es donde interviene la "especifici-d" de las ciencias, en particular por la "convocatoria del Laborato-

o" con miras a "cerrar las controversias" [Stengers, 1993].3. El tercer nivel es el de las entidades postuladas en una modeliza-

én (quarks, electrones), como señales alejadas de un horizonte pro-ndo [Gonseth, 1994], o incluso más, el de los grandes principios (co-o las "conservaciones" de los físicos, entre las cuales la más conocidala de la energía) no "mostrables" y ciertamente mucho más frágiles.

En los dos últimos casos, pero sobre todo en el tercero, puede in-carse que esa "realidad" sigue siendo, como siempre, dependienteuna actividad social, pero esta vez compartida solamente por una

inoría, por tanto no "universal" en ese sentido (sólo es "mostrable"manera indirecta y en el interior de un sistema teórico específico)ás movible. Pero, como lo indica Pierre Bourdieu contra los rela-

istas, esta minoría dispone de medios de hacer la selección (entreros, la coherencia interna, la predictibilidad, la acción repetida yonada sobre la naturaleza).La ciencia no tendría sentido si no construyera relaciones entre los

s niveles. Pero, en resumidas cuentas, realmepte es la actividad so-

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182 SAMUELjOHSUA

bre los objetos del primer nivel lo que zanja la cuestión. Estos objetos,en términos deJean Piaget, "no se dejan hacer, resisten". Pero no "hacen nada" por sí mismos, en todo caso, en el modo de la intencionali-dad. Las relaciones causales de la naturaleza -y esto es decisivo- no sonhistóricas (por lo menos a escala humana). Es la conclusión que dabaGy6rgy Lukács en su época, y que a mi manera de ver sigue siendo pefectamente válida. En una obra por lo demás apasionante, Lucien S .ve [1998] afirma que Lukács renegó de ella, por lo menos en parte, pcro temo que sea en el curso de su "autocrítica" de la fase estalinista.¿Debe ser mantenida esta conclusión? ~eve insiste en los elementos quvan en el sentido de la historicidad de la naturaleza. Pero no da comoejemplo más que "objetos" eminentemente históricos (emergencia dlos organismos vivos, irreversibilidad de los procesos termodinámicos,hasta nacimiento del propio universo) sin ver que éstos se moldean 11

"coerciones" rúas y ahistóricas (como las supersimetrías). ¿Dónde esel equivalente en las sociedades humanas? Como todos pueden ver, eto está ligado a la historicidad o no de las cosas. Finalmente, ahí está Idebate. No tanto saber si el mundo es "histórico" (de hecho, no se SI

be responder a ese interrogante) o si algo nuevo "no-laplaciano" acatce (sabemos que la respuesta es positiva, aunque más no fuera por la.quebraduras espontáneas de simetría), sino si, a causa de historicid \des diferentes, las lógicas formales ("calculables") corresponden r almente a los procedimientos científicos, mientras que las lógicas "naturales" (humanas) son de un aspecto muy diferente (polisémicas, s 11

principio de tercero excluido, sin identidad del ser, etcétera).Pero ¿cómo construyen los hombres significaciones comunes

propósito del mundo? Aquí es donde imperativamente debe ser r 1\tivizada la frontera entre lo subjetivo y lo objetivo. No bien se toroconciencia de que la naturaleza no habla por sí misma, la construtción del sentido respecto de ella es una actividad humana mayor. I-esa construcción la que es irremisiblemente "histórica" (histórica, 1ro moldeada en "coerciones").

Por consiguiente, esto conduce a admitir también una separución cualitativa entre las ciencias de los objetos "históricos" -enuellos las ciencias humanas y sociales [Passeron, 1991]- Yaquellas ('\1

yos objetos no lo son, salvo en una escala sin medida común con 1"precedentes. Esto es lo que manifiestamente no aceptan Alan S 1I

CIENCIAS, SOCIOLOGÍA, POLÍTICA 183

yJean Bricmont [1997], de donde procede una constante tenta i n"normativa" que ellos desarrollan a propósito de las ciencias "hi l -

ricas". En efecto, ¿de dónde proviene que el libro de Sokal y Bri -mont produzc.a cier~o malestar entre aquellos que no son muy sos-pechados de SImpatizar con el posmodernismo? Sin duda radica enla mezcla de géneros. Ellos afirman alto y claro que no tienen com-¡petencia para juzgar globalmente acerca de los escritos de los auto-res que critican, más allá justamente de los préstamos indebidos alas ciencias de la naturaleza. Pero, desdichadamente, su libro estár~pleto de comentarios sesgados, de notas, de frases asesinas que in-dican sin po~ibiüdad de error que realmente a lo que ellos·apuntanes el contenido de conjunto. Aquí el problema no está en sus arre-metidas en ocasiones bienvenidas contra los "posmodernos". Estáen el método, ~ue no sólo reagrupa en la crítica a autores muy di-ersos (en ocasiones de una manera simplemente injusta, como en

el caso de Derrida) sino sobre todo que pretende hacerlo en nom-re de un sano (¿y único?) método "científico". Como si las vías decceso al conocimiento representadas por las ciencias de la natura-eza, que ellos defienden con razón y ardor contra el subjetivismoe moda, fueran las únicas posibles, las únicas que pueden exhibiru pertinencia. Sin querer jugar al cómodo juego de los espejos,uede expresarse que aquí, poco o mucho, sucumben a las mismasacilidades que sus adversarios.

Por el momento supongamos entonces admitida la existenciae una "naturaleza" (en singular). Sin embargo, esto casi no echa-ía en saco roto sino el idealismo de las "construcciones radicales"de los sistemas del mundo cuya realidad está únicamente referí:a a los hombres. (Véase la increíble escisión del mundo entre "hu-anos" y "no humanos" expresada por Bruno Latour: ¿el Sol, un

no h~~an~"?) Pero deja casi intacta aquella, más específica, delrelativismo . Esto es lo que tratan de hacer sentir con prudencia

y Dahan Dalmedico y Dominique Pestre:

Se habrá notado que la cuestión epistemológica, por lo tanto, raramen-te est~ en el cor~zón de las preocupaciones de estos trabajos (un rasgocuya rmportancia en su totalidad Sokal y sus amigos no parecen habercaptado), y decidir si los saberes científicos están determinados (o en qu

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184SAMUELJOHSU¡\

proporción lo están) por la "naturaleza" y por "lo humano que da unn

de sus representaciones" en estos estudios como una cuestión que no

es la suya, que no es su problema del momento; y que tal vez, en gene

ral, es indeterminable [1998, p. 91].

Salvo que llamarla "indeterminable" es justamente el relativiamo. Esta cuestión no puede ser pasada por alto. Michel Callon ('~más directo: "Los enunciados no son válidos sino en sus redes dI'traducción (relativismo), pero esas redes son muy reales (realismo)!todo el resto es sólo metafísica" [1998, p. 258]. Es claro, nítido y PI'('

ciso. La única realidad admitida es la de las redes. Después de estn,¿por qué quejarse de que Alan Sokal pregunte qué "red" explica qucualquiera vacile en arrojarse del piso veintiuno?

Para encarar esta cuestión, conviene seguir captando que únitmente la praxis social posee la respuesta. Las significaciones diferontes vinculadas a los objetos sólo adquieren su amplitud en función dila acción sobre las cosas. Pero sólo una de estas concepciones es p Itinente si se trata de enviar un cohete ... "La atracción universal" 1111

es una descripción de la naturaleza tomada en bloque, sino un 1/1'

delo teóricopara un problema abstracto. Cada vez que este problema \11

tracto pueda ser localizado, lo que sin duda supone "instrum 1111

cálculo, laboratorio", pero donde sea y cuando sea, el modelo será HlI!universalmente válido, hasta en sus propios límites, vale decir, (1111

una "universalidad" limitada a su objeto. Así como las canse \1 11

cias técnicas que se le pueden vincular: ¿cambia el vuelo del av \11

cuando sobrevuela París o una tribu Navaja? Y,hasta prueba en (1111

trario, únicamente la teoría física es compatible con esta "ac I I

La ciencia no cubre todo el espaciodel conocimiento humano

Al mismo tiempo, es decisivo comprender que la ciencia 111111

ta más que una muy pequeña parte de los saberes reconocibl<, , 11

de ese punto de vista, sin ninguna duda son los saberes práctit (1

185CIENCIAS, SOCIOLOGÍA, POLÍTICA

q~iridos "en situación" los más importantes, en cuya primera filatan los saberes discursivos, los que permiten comunicarse, ent n-derse sobre la significación que se debe atribuir a una situación de-terminada, incluso actuar sobre el entendimiento de los otros. Unenunciado .del tiP.o "el médico es aquí; pero no está"* se comprende

e ~anera mm:dlata, pragmática. Sin embargo, qué ambigüedad po-~n~lal en ese SImple enunciado: ¿es aquí o no es aquí? ¿Es allá o no?mcame~te ~n análisis lingüístico sofisticado -que, por ejemplo, de-He la sutil diferencia entre la utilización de "aquí" y "allá" en la len-

ua- puede dar cuenta de ello en un nivel erudito.Todos los "saberes cotidianos" son de ese tipo: horriblemente

omplicados si quiero dar cuenta de ellos mediante modelos raciona-s, y sin embargo al alcance de cualquiera. Pero esos saberes, de le-

o s, son los ~~ ~umerosos, y,digámoslo, los más útiles porque garan-zan la sociabilidad constitutiva de los seres humanos.

Tambi~n existen en la sociedad saberes mucho más raros yespe-ficos, atnbuto de grupos restringidos [johsua, 1998]. Muchos sabe-s prácticos -quiero decir, más bien, saberes sobre la práctica- sone:e orden. ¿Cómo no sentirse impactado por la pertinencia, en

aslOn~sl~ sofistica~ión, de algunos de esos saberes? Así, los emplea-s de vialidad de mi barrio en Marsella poseen saberes muy especí-os sobre la manera de levantar los contenedores, sobre el orden deoperaciones que se deben efectuar, pero también sobre la mane-de organizar los recorridos en función de las horas, las ciudades,. Probablemente, los especialistas hayan reconocido detrás de es-últi~a ,~uestión el famoso problema matemático "del viajante demercio , ¡que todavía no se sabe tratar de una manera completa!**

~n consecuencia, todo depende del sitio donde se dirige la mira-o 1 se buscan los límites del efecto de universalidad producido por

~ L~ formulación francesa es mucho más ambigua: Le médecin, c'est ici; mais il n 'est/ti, Llter~lmente, el médico es aquí; pero no está allá; a lo cual, sobre todo, hay que

lrle la indiferenciación entre ser y estar. [N. del T.)uEI ..vlapnte del problema aludido debe resolver cómo ir a todas sus citas sinr r una distancia excesiva. Existen numerosas soluciones al problema, que cues-los plantees de la matemática, el álgebra y la física. [N. del T.)

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186 SAMUELJOHSU¡\

la elaboración científica, se los encontrará sin mucho trabajo. Perodecir que la universalidad en este sentido es un mito no significa qur"todo es igual", y que no disponemos de ningún criterio que su~e.ITlas redes parajuzgarlo. Un ejemplo: los sociólogos están en condicio

d "nes de mostramos la variedad inimaginable de las "maneras e mesa ,Muy bien. Observemos que la ciencia (o las ciencias) de la naturalezaefectivamente no tiene nada que decir acerca de esta diversidad (yesLOdebería limitar toda tentación cientificista). Pero ¿por qué diablos, 11

esas diversas maneras, digamos de beber, no se encuentra ninguna sociedad que haya "construido" "beber" arrojando cualquier líquido dtrás del hombro y en la boca? Porque "beber", universalmente, es anu

todo (física, química, biológicamente) el hecho de ingerir un líquidopor la boca. Uno siempre se siente un poco molesto de recordar est IN

trivialidades a tantos espíritus ciertamente menos terrenales ...

Acerca de "la incompetencia" como dato central

Por consiguiente, ¿cuáles son las implicaciones políticas de '/11

debate? Consideremos primero la posición de aquellos que jamás dron muestras de "radicalismo" en materia de transformación so 1IDe este modo, Bruno Latour prosigue hace ya algunos años una plll

posición de nueva "constitución", que daría su lugar a los "mixt 1M"

(esos "objetos" nuevos que la evolución de las ciencias importa en "1naturalezas") y al debate acerca de ellos. Así, él tiene argumentos lHIt

fuertes y particularmente convincentes en favor de la introdu e I 11

de los "objetos" técnico-científicos en política, y con justa razón d •rrolla un posicionamiento claro para la sistematización instituciun Ide la duda, y una visión de la democracia como desaceleradora dI I1tomas de decisión.

Podemos seguirlo sin reticencias en este terreno. En efecto, 1111

vemos enfrentados con un problema completamente nuevo: el el Iproyección de la ciencia como ingrediente principal de un de~al( I

cial mayor, que supera las cuestiones tradicionales de su financiam 11

to y su aplicación, pero inevitablemente exige una incursión '11 11

187CIENCIAS. SOCIOLOGÍA. POLÍTICA

mismo contenido. Es lo que subestiman Sokal y Bricmont, y que apa-rece con claridad en cuanto se discuten, por ejemplo, temas de salud,ecología, climatología. Hasta aquí, en efecto, no importa lo que se ha-

podido decir, la ciencia ha sido marginal en e! debate social. Lasás de las veces su presencia, incluso masiva, estaba ligada a un esta-

tus de apoyo para cuestiones que la superaban ampliamente. Todasas nuevas teorías científicas dieron lugar a una renovación de la re-exión filosófica, hicieron las veces de bases de retaguardia en polé-icas ideológicas feroces, pero esas teorías carecieron de una influen-

ia directa sobre las opciones sociales. Nunca como hoy la respuestacuestiones científicas estuvo tan directamente ligada a opciones de-isivas que comprometen el porvenir de una manera global. Pero si1abordaje científico que gobierna los campos de que trata Sokal noubre más que pequeña parte de la práctica social humana, es peli-roso pedir a este solo abordaje la respuesta a las cuestiones que sinmbargo realmente plantea a la sociedad. No habrá un control "cien-ífico" de la ciencia. Este control, si existe, deberá tomar referencias,untos de apoyo, fuera de ella. Esto es lo que Sokal y Bricmont des-eñan, enfrascados en su lucha contra la alta inteliguentsia. Si "pro-íben" a esta última e! derecho a decir necedades en el plano cien tí-co (y es cierto que tiene tendencia a abusar de ellas ... ), se loprohíben" a todo el mundo.

Por cierto, fácil es comprender que la cuestión de! impacto so-ial de las ciencias estaría ampliamente facilitado si el dominio des contenidos científicos fuera más extendido. Una sociedad corn-uesta de ciudadanos de alto nivel científico, ése es e! ideal. Pero es

almente fácil darse cuenta de qué lejos estamos de eso, y por ra-nes que no radican todas en las dificultades de mejorar la ense-

anza científica de nuestras escuelas. La primera consiste en la ex-losión de las producciones científicas. Esto corre parejo con unapecialización cada vez más incrementada de las disciplinas. Aquíay una tendencia gravosa, nunca desmentida desde cuatro siglosrás, y que radica en la índole profunda de los procedimientos cien-ICOS,los que multiplican lo~recortes teóricos de los objetos estu-ados. Ganan en pertinencia,.pero pierden en un dominio de con-nto. No faltan autores, entre los más respetables y prestigiosos, quesean ardientemente una inversión de esa tendencia, el fin de la

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fragmentación interminable. Pero si esta inversión se produce algúndía, para eso falta todavía.

Además, incluso simplificada para uso escolar, la física no es unsaber espontáneo cualquiera. Es la representante de toda la ciencia,de varios siglos de teorías y experiencias acumuladas. Yese saber ra-ra vez se presenta como la prolongación razonada del sentido común.Muy por el contrario, hoy sabemos que es el producto de rupturascon los razonamientos que podrían llamarse "naturales". Sin embar-go, habría que hacer los mismos esfuerzos para todas las disciplinas,las cuales, como dijimos, no dejan de especializarse y exigir nuevasrupturas para simplemente comprenderlas, muy lejos de poder producirlas.

De tal modo que aquí llegamos al siguiente punto: hay un desa-fío social fundamental para el dominio de las ciencias; este dominiono puede ejercerse solamente desde el interior de las ciencias; perode todos modos exige una aculturación que ya da la escuela, y podríadar todavía mejor; desdichadamente, no obstante, teniendo por sguro que se perderá la carrera de velocidad entablada con la explosión de la producción científica y su especialización aparentementesin fin. Por otro lado, por supuesto, está excluido el hecho de deja,sólo a los "expertos", y a sus "redes" -para hablar como Latour-la responsabilidad de las opciones que se deben operar. Mal que les pes('a los especialistas, no sólo nadie puede impedir que el pueblo se aduloñe de una cuestión científica, sobre todo si le concierne directamente, sino que es una necesidad democrática fundamental.

Bruno Latour se dedica a dar una solución política (una nueva"constitución") a esos desafíos. Pero esto va de la mano con una visión singularmente restrictiva de las "asambleas" que se deben constituir para deliberar acerca de ello. Bruno Latour no se interesa m,Nque en grupos de "especialistas" (científicos, políticos, economistas,moralistas: un panel para France Culture ... ), y manifiestamente <'1pueblo llano se queda en su Caverna. Además, como todos los "p ~modernos", consagra una verdadera devoción al interaccionismn(aquí entre esos cuatro grupos), y como cantidad de ellos, manifieta una confianza desmesurada en el procedimiento. Eso dibuja UII

mundo sin conflictos irremediables, sin contradicciones insuperabl '/1,

Llega incluso a decir que en su modelo" [... ] ni la política ni las ci 1\

CIENCIAS, SOCIOLOGÍA, POLÍTICA 189

cias son ya poderes, sino tan sólo habilidades puestas en acción, de ma-nera nueva, para agitar al conjunto de la colectividad y ponerIa enmovimiento" (el destacado es de Latour) [Latour, 1999]. Siya no haynaturaleza, entonces el saber científico construido en su intenciónpierde su irreductibilidad para el saber común. Se convierte en una"habilidad", ciertamente privilegiada, para aportar argumentos suple-mentarios (además de objetos nuevos) gracias al laboratorio y a la ex-perimentación. Pero nada más.

Si esto es cierto (pero no lo es), es evidente que la cuestión de lamovilización del pueblo en la democracia científica se convierte sim-plemente en un asunto de voluntad. Finalmente es poco ambicioso.Porque aquf tropezamos con una dificultad inmediata: el principiodel debate democrático no es el del debate científico. No se decideacerca de la validez de una teoría a través del voto de una Asamblea.De esto se desprende una segunda dificultad: en este terreno, la du-da es la regla; la certeza está ausente.

El verdadero problema es realmente que, en efecto, existe unaincompetencia en el público por lo que respecta al campo científico,y que, sin embargo, la democracia debe dar la palabra a los incompe-tentes. Debemos pensar bien tanto la experticia verdadera como elderecho democrático "incompetente". También aquí, si uno quierepersuadirse de eso, hay que abandonar las altas esferas "nobles" de laciencia y discutir del mismo problema a propósito de campos técni-cos no tan socialmente valorizados. Por ejemplo, ¿hay que votar unasubvención para dotar al equipo de fútbol local de una pelota que nosalte tan alto como las pelotas normales, de manera de facilitar eljue-go de cabeza de la categoría 'Junior"? Las opiniones autorizadas alrespecto pueden ser múltiples, pero comoparteconstitutiva suponenun conocimiento "técnico" del juego, que no está al alcance de cual-quiera. Este "corte" es "irreductible" (esa técnica, aunque ampliamen-te compartida, no forma parte de la "cultura común", del mismo mo-do que la conversación hablada en lengua nativa, por ejemplo),mientras no se produzca un aprendizaje igualmente "técnico" (quepuede ser más o menos largo). En la práctica, es más que probableque la elección se hará confiando en los entrenadores del equipo, loque es una de las maneras de decidir "en la incompetencia". Y si lacuestión es más conflictiva, más "cargada", por el contrario, será ine-

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vitable compartir el saber técnico (y no sólo, como Bruno Latour lodeja entender, discutir cada uno a partir de su punto de vista). Lo quesiempre es posible en parte, pero puede resultar muy delicado. Sobreeste ejemplo, vemos bien que, lejos de la caricatura que hace BrunLatour, el saber técnico realmente es "de la caverna", nunca de afue-ra. y que sin embargo puede ser especializado a tal punto (procedi-mientos, saberes, modos de validación) que dividirá al pueblo de lacaverna. No veo por qué estas afirmaciones serían incompatibles. Porotra parte, me pregunto si no es una conciencia difusa de esas difi-cultades lo que conduce a Bruno Latour a directamente suprimir alverdadero pueblo de su "constitución".

La negación

Aquí podría utilizarse el concepto freudiano de "negación" (pOIlo menos en esa forma analógica que tanto displace a Alan Sokal. .. ),Negar a la ciencia la superioridad efectiva que se dio para ciertos carnpos (cuando esa superioridad se manifiesta de manera cada día máinvasora) es abstenerse de asumir los medios de su dominio social. Stodo es "simétrico", ¿por qué inquietarse tanto? Al mismo tiempo,abstenerse de medir las dificultades que se deben superar para instalar una efectiva "constitución" democrática.

Siempre es importante recordar que el discurso universalista COII

frecuencia (¿siempre?) ocultó la palabra bruta del más fuerte. P ro¿puede hacerse eso al precio de caer en la fragmentación "pasmode rna", de la que es constitutiva el rechazo de toda universalidad(hasta parcial, hasta como proceso)? ¿Aceptar incluso las exhort \ciones de Tobie Nathan [1994] cuando afirma: "Los niños de los, O

ni nké, bambaras, peuls, diolas, ewundus, dualas, pertenecen a Sil"

antepasados. Lavarles el cerebro para convertirlos en blancos repud 11blicanos, racionalistas y ateos es lisa y llanamente un acto e guerr \ I

Y"Hay que favorecer los guetos, para no obligar jamás a una famll ,a abandonar su sistema cultural"? Fórmulas terribles que pueden p \recerse a las de Isabelle Stengers [1997]:

CIENCIAS. SOCIOLOGÍA. POLÍTICA 191

),.' Ese silencio permitiría oír otra voz, por ejemplo, la de una madre afri-

cana aquejada de sida que rechaza el aborto terapéutico propuesto:"Tengo sida y no estoy muerta. Entonces estoy protegida, y mi niño tam-bién lo estará". Lo que nosotros llamamos "probabilidad", o "grupo deriesgo", no tiene ninguna significación para ella, y no por ignorancia.

Que también, evidentemente, pueden parecerse a la campañadel presidente de África del Sur, Thabo Mbeki, contra las afirmacio-nes "imperialistas" sobre la naturaleza viral del sida. Cuando tales po-siciones pueden ser directamente responsables de la muerte de mi-llones de personas, ¿de qué vale la "simetría"?

¿Qué queda, entonces? La política, en sentido pleno, con el con-flicto entre grupos de no competentes, o, para ser más precisos, conniveles de competencia diferentes, porque es necesario repetir aquícon fuerza que "no todo da igual". Algunos grupos que debatirán apartir de sus intereses propios (en ocasiones irreductibles), de suspuntos de vista propios, de sus conservadurismos y sus esperanzas.Que crearán los criterios de sus juicios a partir de su ser social, crite-rios legados por el pasado por una parte, y aquellos surgidos del mis-mo debate, siempre renovado. Hay que esperar que, en el curso mismodel debate, los expertos no sean dominantes por el solo hecho de sucondición de tales. Para ello, ante todo hay que contar con el debatey la confrontación entre grupos de "expertos" diferentes (surgidos delas "redes" descriptas por los sociólogos de las ciencias), lo que es unamanera de admitir que la experticia, aunque totalmente real, puedeno ser sinónimo de verdad, y por tanto, de autoridad sin apelación.Es necesario además que la incompetencia inevitable de los ciudada-nos no sea sinónimo de incultura. De ahí la importancia decisiva dela aculturación producida por la Escuela y de un cambio cultural enla relación con las ciencias y las técnicas. A su vez, esto condiciona elhecho de que la incompetencia pueda disminuir en el mismo cursodel debate, por lo menos sobre los problemas en discusión. Lejos deser una utopía, esto es en verdad la realidad manifestada por todoslos movimientos sociales que se apoderaron en profundidad de cues-tiones donde los modelos científicos aparecían como elementos cen-trales del debate.

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El planteo es saber si ese funcionamiento democrático es posibl~,cuando la "ley del mercado" y la ideología ultraliberal se vuelven ~1l1-

versales. Desdichadamente la respuesta, como lo vemos todos los días,.. , bi 'osa de laes negativa, por lo menos si uno tiene una visron am lC~ . ,

cuestión. Pero lo qUe ocurre es que en este caso la contradicción en-tre incompetencia obligada del mayor número y desarrollo ~e ~asciencias está recubierta, sin por ello anularse, por las contradiccio-

" 1 .. " f visiblementenes socioeconómicas. El programa re anvista racasacada día bajo nuestra propia mirada, a tal punto la "simetría" ~ue S('

reivindica es un mito barrido por la mercantilización generahzad",Si lo "universal" debe ser enteramente construido de manera endógena por las sociedades humanas, al estar éstas diversificadas yjeraiquizadas de hecho, lo que prevalecerá es lo "universal" de la mercantilización. Pero el reino de la mercancía no trae aparejada solamentnla hegemonía bárbara del triunfo de "la razón" y de la técnica.i,nst~\Imental, así como del "progreso" que le estaría ligado. Tam~len, lit

disolublemente y desde el comienzo, es el reino del caos, solo t lit

perado por la unidimensionalidad mercantil. Reemplazar la crítir ,de la mercantilización por la "crítica de la Ciencia" puede,sonar,/HIberbio. Pero, no COntento con desdeñar lo que hace a la raiz pro{1I11da del poder de las ciencias, así se evita también la fuente princip ,1que impide toda "constitución" democrática. Negación, ahora 'siempre ...

CIENCIAS, SOCIOLOGÍA, POLÍTICA 193

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9. Sociología y compromiso: nuevas pistasepistemológicas después de 1995

por PhiliPpe Corcuff*

En Francia, los movimientos sociales de noviembre-diciembre de1995 constituyeron una oportunidad de relanzamiento del compro-miso cívico de universitarios e investigadores en ciencias sociales. Alasociar directamente a social scientists a la vida ética y política de lassociedades en las que están insertos, el compromiso constituye unade las entradas clásicas en la cuestión de la utilidad sociopolítica dela sociología. Pero este tipo de utilidad, ¿no amenaza la autonomíadel trabajo científico? Ysi éste no es ineludiblemente el caso, ¿en quémedida las ciencias sociales pueden abrevar en los puntos de apoyode un compromiso semejante en lo interno, en la autonomía de susoficios, o en lo externo, en consideraciones sociales, políticas, éticasmás amplias? ¿Autonomía o heteronomía? Quisiera proponer aquíalgunas pistas epistemológicas nuevas;' a partir de una experienciapersonal de compromiso a partir de 1995 [véase Bensaid y Corcuff,1998]. Esto me llevará a volver sobre los recursos complejos y en par-te contradictorios que nos entrega la tradición sociológica sobre estacuestión. Llevaré a cabo la reflexión tratando de dialectizar el com-promiso y el distanciamiento, para retomar las categorías de NorbertÉlias [1993], en las relaciones de las ciencias sociales con la interven-ción ético-política. Trataré entonces de enfocar una dirección dondeel compromiso se apoya en las adquisiciones de la autonomización

* Maestro de conferencias en el Institut d'études politiques de Lyon, miembrodel Groupe de sociologie politique et morale (CNRS).

1 La reflexión siguiente constituye el encuentro actualizado de dos publicacionesanteriores [Corcuff, 1999; Corcuffy Sanier, 2000).

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de las ciencias sociales, y en particular en desplazamientos epistemo-lógicos sustentados por cierta cantidad de trabajos desde dos décadasatrás [véase sobre todo Corcuff, 1995b], al tiempo que integraré loslímites de esta autonomización, a los que justamente introducen esosdesplazamientos epistemológicos. Estas reorientaciones epistemoló-gicas conciernen a la cuestión de las relaciones entre juicios de he-cho yjuicios de valor, ya la de las relaciones entre conocimiento eru-dito y conocimiento común. Ambos aspectos convergen para volvera interrogar las relaciones entre actores e investigadores. Al fin y alcabo, lo que se plantea, dibujando lo que en otra parte llamamos "lu-ces tamizadas" [Corcuff, 2001], es entonces el problema episternoló-gico y a la vez político de la re evaluación de lo que las ciencias socia-les heredaron, en sus presupuestos, de lo que se llama de manera sinduda demasiado global la "filosofía de las Luces". De paso, converg··remos con observaciones hechas por el sociólogo norteamericano C.Whright Mills en 1959 en su gran obra, La imaginación sociológicatll

[1977]. Las proposiciones que aquí se expresan también se alimen-tan de los resultados y los interrogantes asociados a una serie de trabajos de investigación sobre los terrenos del sindicalismo y de la ;1(

ción pública en lo cotidiano.

Volviendo a Durkheim y aWeber

Es en el interior de una lógica de autonomización de las ciencl ,_sociales, sobre criterios propios de cientificidad, como pudieron '01

porizarse los debates sobre las relaciones entre juicios de hecho Y.l"cios de valor. Hoy en día, la discusión es en ocasiones un poco . Ireotipada: algunos tienden a reivindicar una separación tajante '1111

conocimiento positivo yjuicio normativo, mientras que otros s . VI 11

tentados de pensar que se trata de la misma cosa y que entonces \lO _

posible distinguidas con claridad. El primer polo tiene más aud f 11

* Versión en español: La imaginación sociológica, Madrid, FCE, 1999. [N. d 1 '1 I

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cia académica y a menudo se basa en la autoridad de la tradiciónciológica. Desde ese punto de vista, no es inútil volver sobre los lási-cos, Émile Durkheim y Max Weber, que participaron fuertemente nla consolidación de una autonomía científica en las ciencias del hom-bre y de la sociedad. Pero,justamente, esa vuelta a los "padres funda-dores" nos lleva a distinguir los aportes contrastados y las tension spropias de los análisis de Durkheim y de Weber y los usos más simpli-ficadores de sus textos, que pudieron volverse rutinarios en las cien-cias sociales.

En un primer tiempo, puede comprenderse la posición de Durk-heim [1951] en su texto sobre 'Juicios de valor yjuicios de realidad"de 1911, como una manera de sortear la cuestión axiológica plantea-da a las herramientas de las ciencias sociales. Allí él indica que "la so-ciología positiva [... ] no trata el ideal sino para convertido en cien-cia [... ] lo toma como un dato, como un objeto de estudio, y trata deanalizado y explicado" [pp. 120-121]. De este modo, muy sugestiva-mente, se abre una sociología de la moral, pero permanece como al-go impensado la moral de la sociología. Sin embargo, la apertura de.un nuevo campo de la sociología ¿puede reemplazar completamen-te la reflexión epistemológica, entendida como una parte de la refle-xividad de las ciencias sociales sobre sí mismas? Algunos, sin embar-go -pienso en particular en la contribución de Bernard Lacroix enun col~quio en Lausana-c.? siguen, todavía hoy, tapándose los ojos ylas orejas en nombre de esa parte de la orientación durkheimiana.De este modo, tal vez no tomaron muy en cuenta otros aspectos deltexto de Durkheim. Por cierto, éste observa diferencias entre juiciosde realidad yjuicios de valor: al expresar los primeros "las realidades

las que se aplican [... ] tal Ycomo son", y los segundos al tener la fun-ión "de transfigurar las realidades a las que son referidos" [pp. 119-

120]. Pero Durkheim también señala proximidades entre los dos ti-pos de juicios:

2 Durante el coloquio "La sociologie est-elle un humanisme? Politique, objectivi-I er sciences sociales", organizado por el Institut de sociologie politique de la Univer-ldad de Lausana,los días 29 y 30 de mayo de 1997, en una comunicación titulada "Lessages sociaux de la morale",

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¿Se dirá que losjuicios de valor ponen en juego los ideales? Pero no ocu-rre otra cosa con losjuicios de realidad. Porque los conceptos tambiénson construcciones del espíritu, por lo tanto, ideales; y no sería difícilmostrar que son incluso ideales colectivos, porque sólo pueden consti-tuirse en y por el lenguaje [p. 119].

Por otra parte, Durkheim indica que en ambos casos eljuicio tam-bién tiene "una bas 1d "{ibíd ]e en e ato I I . , pero no saca consecuenciasd.e es~as últimas verificaciones en cuanto a la epistemología de lasc~e~cI~ sociales. Lo que queda entonces, por lo general, en nuestrasdisciplinas es más la finta que la complejidad y las tensiones, sin em-bargo tal :~z más heurísticas para volver a trabajar el problema.

También en Weber las cosas son complejas y tensas, y no obstan-te a menudo es en su nombre como se plantea un estricto corte en-tre juicios de hecho yjuicios de valor, con el estandarte de la famosa"neutralidad axiológica". Un ejemplo reciente de esta lectura en mi

opinión demasiado unilateral de los análisis de Weber, tan extendidae~ l~s cien:ias ~ociales, es dado por Nathalie Heinich en Ce que l'arifaz~ a la ~ocwlogte [1998]. La "nueva sociología" que ella reivi .dica es-~na guiada por el siguiente precepto: "atenerse tanto COin~o~sible a la descripción, absteniéndose de toda normatividad, evaluati-va o prescriptiva" [p. 62]. En su opinión, la dificultad para separarclaramente descripción y evaluación formaría parte "de esas faltas derazonamiento que sin duda aparecerán en las generaciones futurascorno los indicios de una fase todavía prehistórica de las ciencias so-ciales" [p. 67]. Yla apelación a una suspensión de "todo discurso so-bre la naturaleza o el valor de las cosas para hacer del discurso inter-preta~vo o normativo -ya sea ordinario o erudito, esteta o sociólogo-el objeto de su análisis" [p. 77] puede entonces acumular la fintadurkheimiana y una "neutralidad axiológica" unilateral. No obstan-te, cabe preguntarse si su crítica de "una sociología que coloca a laverdad en la violencia que se ejerce sobre los actores" y "más preocu-pa~~ por ten:r razón sobre los actores que por comprender sus razo-nes ~~.85] uen~ que ver solamente con la ciencia o si no se arraigatarnbiérr ~n conSIderaciones éticas. Por otra parte, el "papel social"que se atnbuye a "la neutralidad comprometida" del nuevo sociólo-

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go -"un papel de mediación, de construcción de compromisos entrelos intereses y los valores en juego, hasta de refundación de un con-senso" [p. 81]- tiene sin duda relaciones con cierta concepción de lapolítica y la democracia, que no es la única posible en la coyuntura.Una posición epistemológica semejante, ¿no compromete tambiénalgo así como una elección de filosofía política que, de alguna mane-ra, enfrenta "el actuar comunicacional" deJürgen Habermas contra"la desavenencia" de Jacques Ranciére? Max Weber observaba ya que"El Justo medio' de ningún modo es una verdad más cientijica que losideales más extremos de los partidos de derecha o de izquierda"[1992a, p. 129]. Asimismo, el análisis "neutralista" de Nathalie Hei-nich revela corno mínimo "residuos" éticos, no estrictamente reduc-tibles a una lógica científica. ¿Ysi no sólo fueran "residuos" sino algomás consustancial a las ciencias sociales, que nos obligara a reconfi-gurar la cuestión de "la neutralidad axiológica"?

Si volvemos a Weber, las cosas se muestran más complicadas y per-manecen abiertas a esa reconfiguración. En primer lugar, él combatela tesis de una ciencia social sin presuposiciones, porque "solamenteuna porción de la realidad singular adquiere interés y signifzcación a nues-tra manera de ver, porque sólo esa porción está en relación con las ideasde valores culturales con que encaramos la realidad concreta" [1992a, p.157]. De aquí proviene la idea de una "relación con los valores" en "laselección y la formación del objeto de una investigación empírica"[l992b, p. 395]. No obstante, él insiste en una distinción entre "rela-ción con los valores" y "evaluación" [1992b, p. 396]. Precisamente res-pecto del segundo término adquiere sentido la "neutralidad axiológi-ea" -expresión por lo demás siempre entre comillas en él-, entendidacorno un rechazo "a afirmar cualquier cosa sobre lo que debe valer"[l992b, p. 384], o como "la exigencia extremadamente común que im-pone al erudito o al profesor que haga absolutamente la distinción, por-que son dos series de problemas sencillamente heterogéneos, entre laverificación de los hechos empíricos [... ] y su propia toma de posiciónevaluativa de erudito que emite un juicio sobre los hechos" [1992b, p.380]. En ese nivel, tenemos realmente una tensión entre el reconoci-miento de una "relación con los valores" del erudito y el hecho de re-husar las "evaluaciones". Porque, incluso si sé descarta del trabajo cien-tífico "tomas de posición" directas sobre "lo que debe valer", ¿acaso

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debe habérselas uno con problemas completamente "heterogéneos",y no tiene ya, de una manera más indirecta, una presencia de "lo quedebe valer" en la "relación con los valores" comprometida en el traba-jo científico, sus herramientas y su lenguaje?

Sin embargo, Weber ofrece otra pista, también ella contradictoria,para trabajar esta tensión, porque no prohíbe completamente que loseruditos "expresen en forma de juicios de valor los ideales que los ani-man" [1992a, p. 131], pero con dos condiciones. La segunda nos remi-te al polo más cientificista de la primera tensión: la necesidad de dis-tinguir "claramente" lo que depende de la "discusión científica de loshechos" y del "razonamiento axiológico" [l992a, p. 132]. La primeraes tal vez más interesante en la lógica del desarrollo actual de las cien-cias sociales: "llevar escrupulosamente, a cada instante, a su propia con-ciencia y a la de los lectores, cuáles son los patrones de valor que sirvenpara medir la realidad y aquellos de los que hacen derivar eljuicio devalor" [l992a, p. 131]. Reinterpretada en el marco de los interrogan-tes contemporáneos sobre la reflexividad social, podría desembocar enun esfuerzo de explicitación de las dimensiones axiológicas del traba-jo sociológico que contribuye a tornado más riguroso. Si se entiendeentonces la "neutralidad axiológica" como una "intención", así comopor otra parte lo hace Nathalie Heinich [1998, p. 72], o, en una inspi-ración kantiana, como un horizonte regulador, una actitud reflexiva semejante podría constituir un instrumento de orientación hacia ese horizonte, reemplazando las tentaciones cientificistas de negación o drpurga de los aspectos normativos. Tal desplazamiento invita a pensar:\un tiempo tensiones y pasajes entre la ética del erudito y la ética del militante, abandonando los sueños de purificación.

Dialectizar las relaciones entre juicios de hechoy juicios de valor

Hemos recordado que dos posiciones tendían a oponerse hoya 1

ea de la cuestión de las relaciones entre conocimiento positivo yjui I11

normativo: una separación tajante o, a la inversa, una identificaci 11

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La primera, como ya lo indiqué, tiene una raigambre académica másfuerte; la segunda, en cambio, se expresa rara vez públicamente de ma-nera tan radical. Es más una posibilidad lógica, que progresa demanera subyacente en las críticas de la primera posición. Un retornomás contrastado sobre Durkheim y Weber, así como algunos desarro-llos sociológicos contemporáneos, podrían señalar otro camino, tra-tando de tener en cuenta los inconvenientes de las dos posiciones.

La primera posición pasaría por alto el hecho de que las cienciasociales no pueden escapar completamente a lo normativo, que sus

enunciados permanecen en parte encastrados en esquemas axiológi-cos' Aquí se entiende "normativo" y "axiológico" en un sentido am-plio, apuntando a una familia de cuestiones que tienen relación conlos valores y que no se desprenden de las estrictas condiciones cien-tíficas de producción de los saberes. Simplemente querríamos recor-dar que nuestras disciplinas utilizan modos de evaluación de los com-portamientos y los procesos sociales que tienen una doble dimensióntécnica (sistemas de medida) y moral (sistemas de valores) que resultadifícil disociar por completo.t La historia sociopolítica de las herra-mientas estadísticas (con nociones tan en apariencia "neutras" comola de media) puesta en acción por Alain Desrosiéres [1993] es escla-recedora desde este punto de vista, al poner de manifiesto la mane-ra en que la constitución y los usos de tales técnicas también son atra-vesados por debates políticos y morales.

Esta inserción normativa es particularmente clara en el caso delas sociologías críticas, vale decir, aquellas que están centradas en lamanifestación de los aspectos negativos de un orden social (desigual-dades, dominaciones, etc.). 5 Poner de manifiesto lo negativo ¿no su-

3 "Esto significa que, al trabajar, todos los sociólogos adoptan opciones morales opolíticas, o se refieren a ellas de manera implícita", observaba C. W. Milis [1977, p. 79).Y añadía: "Los valores se deslizan en la elección de los problemas; también se deslizanen las concepciones angulares que empleamos en su formulación; por último, influ-yen en sus soluciones" [p. 81).

4 También para C. W. Milis: "El trabajo sociológico nunca careció de problemasde evaluación" [1977, p. 79).

5 Para argumentos más desarrollados, véase Philippe Corcuff y Claudette Lafayc[1996].

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pone acaso, por lo menos de manera implícita, una referencia a lo pa-sitivo, en una escala de valores que posibilita la evaluación? ¿Cómcuestionar des-igualdades, injusticias, des-posesiones o dominaciones,si no es en referencia a conceptos más o menos implícitos de igual-dad, de justicia, de posesión o de no dominación? Si ese referente po-sitivo fuera negado y si por lo tanto todo enunciado fuera considera-do con puntos de contacto con la dominación, ¿qué garantizaría lalegitimidad de la crítica de la dominación? ¿Qué nos permitiría inclu-so hablar de dominación, sin la existencia, por lo menos en concepto de posibilidad lógica (o utópica), de una situación de no domina-ción? Si esa dimensión axiológica, como referente ideal, no p~dieraaparecer, sólo estaríamos condenados a oponer enunciados en la domi nación centrados ya a los enunciados existentes, en un relativismogeneralizado. Ese relativismo, en la forma del "todo es igual", no CH

caparía a su vez a los sistemas de valores, porque se trata de uno di'los sistemas de valores posibles. Pero, en general, una postura semcjante rara vez es llevada hasta el extremo, y el analista vacila más bi 11

entre la crítica de un negativo (a partir de un positivo cuya existencia sin embargo niega) y un relativismo plenamente asumido (quetiene la ventaja táctica, en la crítica de los "queridos colegas", de p 1

mitir atacar a todo el mundo a partir de puntos de apoyo cambiantes, hasta contradictorios). De este modo, por lo tanto, la cuestión delinstrumento de medida en sociología encerraría cuestiones éticas, sinpor supuesto reducirse a tales cuestiones. Aquí es donde podría r('sultar fructífero el diálogo entre ciencias sociales y filosofía política ymoral [véase Caíllé, 1993; Corcuff, 2000]. En la perspectiva de un dilago semejante, la sociología de los sentidos ordinarios de la justi 1"y la justificación pública iniciada por Luc Boltanski y Laurent ThéVC'not [véase Boltanski, 1990; Boltanski y Thévenot, 1991; Corcuffy J .11

faye, 1996] abrió pistas y ofreció herramientas interesantes por lo qutrespecta a la explicitación de sus puntos de apoyo morales y políti <IN

por la crítica sociológica.Sin duda, habría que hacer intervenir variaciones históricas en I1

relación de los enunciados científicos con las dimensiones axiológi :1 I

dado el error de creer que siempre, de manera intemporal, estaría UIIII

ante el mismo problema. Pero esta inscripción histórica no debería 11

ducirse a una visión chatamente evolucionista, que vería evolucioruu

SOCIOLOGÍA Y COMPROMISO: NUEVAS PISTAS EPISTEMOLÓGlCAS 203

las ciencias sociales de lo más normativo a lo más científico. jean- 1 u-de Passeron [1991] puso de manifiesto hasta qué punto una a urnu-l~tividad general no era evidente en nuestras disciplinas, por sus pro-piedades epistemológicas; ya que tales autor o teoría anteriores nne~esariamente son menos científicos que tales otros autor o teoría pos-tenores, lo que conduce a relativizar la noción de "adquirido".

No obstante, la manifestación de un ajuste axiológico de los enun-ciados científicos no conduce necesariamente a un acuerdo con la se-gunda posición. Esta última cae en una trampa, a menudo destacadapor Ludwig Wittgenstein, que consiste en extraer relaciones de analo-gía (mezclando semejanzas y diferencias) de las relaciones de identidad(un pensamiento de lo mismo), lo que con frecuencia condujo a gene-ralizaciones apresuradas. Decir que hay algo normativo en lo científi-co, pues, no significa que no hay más que algo normativo en los enun-ciados científicos, y que normativo = científico; ya que la misma nociónde "normativo", en el sentido amplio empleado aquí, emparienta co-sas no estrictamente equivalentes. También hay puntos de apoyo pro-piamente cognoscitivos y técnicos en el trabajo científico, que no sepueden reducir a consideraciones axiológicas. Así, históricamente, lasciencias sociales produjeron herramientas de objetivación y de distan-ciamiento que posibilitan cierta separación de los dos aspectos. Por otraparte, la sedimentación de tradiciones científicas condujo a la emer-gencia de una ética propiamente científica, más o menos puesta en ac-ción tanto en las disposiciones de las personas (que, por ejemplo, lle-van a considerar como una transgresión difícilmente aceptable elhecho de falsear un cuadro estadístico o una entrevista) como en losdispositivos colectivos de control. Por eso podría considerarse la neu-tralidad axiológica, no como un dato o incluso como algo que fácil-mente se podría tocar con el dedo siguiendo lo que sería la vía cientí-fica "pura", sino como un horizonte regulador, nunca alcanzable en sutotalidad, pero que orienta la actividad.

La rejlexividad,6 a la vez individual (en el autoanálisis) y colectiva(en "los controles cruzados" que deberían emerger de los debates

6 Sobre la 7l1jlexividadsociológica, véanse sobre todo una investigación sobr el sindi-calismo (Corcuff, 1995aJ. y las pistas programáticas presentadas por Gérard Maug r [1 J.

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científicos), constituiría entonces una dimensión clave de esa neutra-lidad axiológica en movimiento." El ejemplo de Pierre Bourdieu eneste caso es particularmente interesante, en el hecho de que él desa-rrolló una sociología crítica con un enfoque científico que incluye unimperativo de reflexividad{'Eñ sus Méditations pascaliennes [Bourdieu,1997, pp. 279-288] se tomó en serio esa exigencia, tratando de iden-tificar la antropología normativa (la concepción de lo humano valocuparse de sus trabajos científicos. Así, para él, no se podría 'esca~para losjuegos cuyo desafio es la vida y la muerte si~~<:.~ [p. 281~,

-lo queconsuturria en ciert¡;-~;douña'inv;riant;;ntropológi~apista interesante, pero no es seguro de que no haya en esto una so-breestimación de la coherencia tanto de su obra como de la antropo-logía que lo inervaría. ¿No sería entonces lo que el propio PierreBourdieu podría llamar una tentación "escolástica"? Parece más bienque, en función de las investigaciones, de los momentos, de los con-ceptos utilizados o de las herramientas técnicas movilizadas, se ten-drían puntos de apoyo normativos diferentes, hasta contradictorios,o en ocasiones, en el seno de un mismo análisis, flotantes y vacilan-tes. Por ejemplo, Claude Grignon yJean-Claude Passeron [1989] pu-sieron de manifiesto que el concepto de "capital cultural", en cuan-to instrumento de medida de las prácticas culturales legítimas propiasde los universos sociales dominantes, tendía a referir juicios de valorlegitimistas y despreciativos frente a las prácticas populares. Por otraparte, en otro lugar [Corcuff, 2000, pp. 78-79] se sugirió que la críti-ca sociológica de los mecanismos de desposesión política de los ciu-dadanos comunes, en beneficio de los profesionales de la política, de-sarrollada por Pierre Bourdieu [véase sobre todo, 1984] podía tenerpuntos de apoyo normativos en los ideales de la democracia directa.Estas pocas indicaciones apuntan a pluralizar la reflexividad en

7 Contra "el técnico a sueldo de la sociología aplicada", oculto tras "su supuestaneutralidad", C. W. Milis defendía la figura del "intelectual de oficio", que se esfuerza"por tener en claro las hipótesis y las implicaciones inherentes a su trabajo, de las cua-les no son las menores las significaciones morales y políticas que reviste para la socie-dad donde se manifiesta, y para el papel que él mismo representa" [1977, p. 80]. Por-que, para él, en efecto, "la objetividad del sociólogo reclama que él se esfuerce en todomomento por tomar conciencia de lo que pone en la empresa" [p. 133].

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cuanto a las dimensiones normativas de los enunciados de las cien-cias sociales: a un autor no correspondería una sola orientación éti-ca o antropológica según una elección voluntaria, pero los métodosy conceptos utilizados en sus diferentes encuestas podrían remitir aelementos normativos diversos y no necesariamente conscientes. Deaquí la importancia de la reflexividad sociológica para ayudar a clari-ficar el campo de validez de los enunciados científicos producidos.

En las relaciones entre investigadores y actores, pues, el proble-ma no sería negar, y por tanto poder expulsar por completo, las cues-tiones axiológicas, a las que los enunciados científicos estarían asocia-dos de múltiples maneras, sino asumirlas de manera reflexiva. Estareflexividad sería a la vez individual (pero la reflexividad individualtiende a encontrar fuertes límites, sobre todo por lo que Pierre Bour-dieu [1982a, p. 22] llamó "la ley de las cegueras y las perspicacias cru-zadas") y colectiva (en dispositivos científicos de controles recípro-cos). 'Iendría dos funciones principales: 1) desde el punto de vista dela investigación, para delimitar mejor el campo de validez, y por tan-to el rigor, de los enunciados sociológicos; y 2) desde el punto de vis-ta del compromiso en la ciudad, hacia atrás, para clarificar los apoyosnormativos de nuestras intervenciones, y, hacia adelante, para tratar decontribuir a orientar los usos sociopolíticos de nuestros trabajos en elsentido que nos parece más deseable.

En ese plano, hemos heredado fuertemente los esquemas intelec-tuales de la "filosofía de las Luces", en los lazos que fueron plantea-dos entre el desarrollo de las ciencias, su alcance desmistificador fren-te 'a prejuicios y dogmas, el uso público de la razón y la mejoría delorden sociopolítico [véase sobre todo Cassirer, 1990]. Los análisis pro-puestos aquí no impugnan totalmente esta perspectiva, pero condu-cen a acondicionarla. ~_!~<!?!J?J:i.~tori~ d~l,~igl~ xx, así comoalgunos interrogantes de la filosofía y algunos resultados de las cien-

~laí.es, -;-oshañ -hecho ~enos confiados en las' capacidadesem~_~clpadoias '(fe fá "cienci,::"y de la "raz?n", v,!ledecir, en los su-puestos progresos concomitantes del movimiento de conocimientospo~~livosy dé la emancipación. Po~ ~l'~tr;'''eld~~inio humano d 1.•. ..•. .__ ..,.--.---- .•--., ,,----...~~_ •..•..••....•...•

roces<;la arece más relativo y aleatorio. Así, la raz~aí sin du-...- ".~-- ..•----..-....-~~_--......,~~ •..•.•.......•. ".....,."

da ~rdi~posición de sobrevuelo que la filosofía y luego la cien iaa menudo le~oo:Apart1r-de iquí~e diblijañ, nOun "aband •---- -

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no de los principios de las Luces, sino una reanudación más humil-de de su apuesta, flexibilizada y desplazada, abandonando la preten-sión excesiva de someter una acción humana pluridimensional, in-mersa en la historia y las relaciones sociales, al plano de una razónunívoca; en pocas palabras, "luces tamizadas" [Corcuff,2001].

~

Dialectizar las relaciones entre conocimientoerudito y conocimiento ordinario

Otra cuestión epistemológica, en parte adyacente a la de "neutra-lidad axiológica", tiene que ver con el asunto del compromiso del so-ciólogo: la de las relaciones entre conocimiento erudito y conoci-miento ordinario. También en este caso, tales controversias enciencias sociales emergieron en el proceso mismo de su autoriomiza-ción científica.

Esquemáticamente, dos polos se enfrentan. Por un lado, los par-tidarios de "la ruptura epistemológica" establecen un "corte" nítidoentre las ciencias sociales y las sociologías "espontáneas" de los agen-tes sociales [véase sobre todo Bourdieu, Chamboredon y Passeron,1983]. Por el otro, los etnometodólogos se interesan particularmen-te en aquello en lo cual los "professional sociological inquiries are practi-cal through and through", para retomar una expresión de Harold Car-finkel [1967, p. VIII].

Siguiendo los pasos del trabajo de Anthony Giddens [1987], apartir de una investigación sobre el sindicalismo ferr~viario .se desa-rrolló una posición intermediaria [Corcuff, 1991]. A diferencia de losadeptos de "la ruptura epistemológica", esa investigación puso elacento en los parentescos discursivos y cognoscitivos entre las socilogías profesionales y lo que se pudo llamar "sociologías de los acto-res". De este modo, en el terreno sindical pueden observarse seme-janzas entre análisis de actores y esquemas eruditos: culturalism(como aquellos desarrollados por Renaud Sainsaulieu), sociología dlos movimientos sociales (Alain Touraine), dialéctica de los hábitus ylos campos (Pierre Bourdieu), individualismo metodológico (Ray-

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mond Boudon), constructivismo (Peter BergeryThomas Luckmanu),etc. En ocasiones puede descubrirse lo que Pierre Bourdieu [1982b lila-ma "efectos de teoría" (de las ciencias sociales hacia los actor s) 1")('-

ro, en otros casos, la génesis de las formas cognoscitivo-discursivas in-volucradas se muestra más difusa, y alimenta la hipótesis de unarelación en el otro sentido (de los actores hacia los investigadores).Por lo demás, debe observarse, a propósito de la idea de ruptura e nel "sentido común", que ese sentido común es plural, hasta contra-dictorio, tanto en el nivel del conjunto social como en el individual,y que al tomar distancia de ciertos segmentos del sentido común esposible alcanzar otros.

Sin embargo, a diferencia de las tentaciones etnometodológicas, es-te trabajo puso de manifiesto que las sociologías profesionales y las so-ciologías de los actores se inscriben en categorías de prácticas parcial-mente disímiles, en cuyo seno, por ejemplo, la reflexividad no tiene lamisma importancia. No sólo hay conocimiento ordinario en el conoci-miento sociológico erudito; pensar proximidades no es proyectar ununiverso práctico y cognoscitivo sobre otro. Para retomar una nociónde Alfred Schütz [1987], los "sistemas de pertinencias" de los investiga-dores y los actores son autónomos. Así, el sistema de pertinencias delinvestigador en general está más descentrado respecto de lo que ocu-rre u ocurrió en la situación observada. Inspirado en Ludwig Wittgens-tein [1961], puede decir que "formas de vida y de actividad" en partdisímiles alimentan 'Juegos de lenguaje" en parte diferentes. Así, el tra-bajo de explicitación, de formalización y de reflexividad, en div rs sgrados en función de las categorías de situaciones, es economizad p rlos actores, cuando constituye justamente la economía del ti mp dtrabajo del investigador profesional. E incluso cuando los actor s r \1-

rren a herramientas teóricas formalizadas o a una fuerte refl xivida ,<

la manera de las ciencias sociales, a menudo lo hacen bajo las r inespragmáticas de una acción en víasde realización. Pero es s 'Jude lenguaje", o más exactamente esos juegos de conocimiento, S~ n d ta-dos de una autonomía solamente relativa, porque existen pr s s dinterpenetración, que pueden ser identificados con formas n s iü-vo-discursivas análogas en universos de prácticas diferent s.

Esta senda de análisis permite pensar a un tiempo s m janzas ydiferencias, continuidades y discontinuidades entre sociologías pro-

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fesionales y sociologías de los actores, pero también interrelaciones(por tanto, en los dos sentidos: la formalización de conceptos porlos investigadores a partir de esquemas cognoscitivo-discursivos or-dinarios y el uso por los actores de nociones procedentes de las cien-cias sociales). La implicación del investigador (cognoscitiva, lingüís-tica, práctica, en grupos particulares como en relaciones socialesmás amplias) es tanto un punto de apoyo como~ló al tra-bajo de investigación, mientras que las herramientas conceptualesy técnicas que hereda de la tradición sociológica pueden constituirrecursos pero también pantallas en la construcción de su objeto. Loque constituye un obstáculo, tanto en la encuesta propiamente di-cha como en la elaboración de un análisis sociológico, aparece asímás complejo de lo que lo deja entender la idea de un "corte" en-tre los universos ordinarios y las conceptualizaciones eruditas. Porejemplo, algunas investigaciones pusieron de manifiesto que, cuan-do determinados terrenos se apropiaron de las herramientas proce-dentes de las ciencias humanas, un afinamiento del análisis pasó porun distanciamiento de dichas herramientas. Así -habiendo conoci-do cierta difusión el vocabulario del "poder" y las temáticas de la so-ciología de las organizaciones iniciada por Michel Crozier, en el se-no de los universos administrativos-, una profundización del trabajosociológico en esos terrenos puede pasar por una investigación so-bre el poder como categoría ordinaria de la acción pública, lo quesupone su postergación como herramienta sociológica [véase Corcuffy Lafaye, 1993]. Otro caso: acercarse a la experiencia ordinaria dela compasión, entendida como ética práctica y corporizada= entrelas enfermeras implica distanciarse de las racionalizaciones gene-rales que una parte de estas enfermeras extrae de las ciencias hu-manas, y en particular del psicoanálisis, y que las llevan, por ejem-plo, a buscar relaciones "sadornasoquistas 'detrás' de sus 'pulsiones'altruistas para con los enferrnos't.? En consecuencia, si las cienciassociales implican un doble movimiento de distanciamiento y de

8 Para un primer abordaje de ese modelo de compasión, véase Philippe Corcuff[1996].

9 Así, en un libro destinado a la formación de las enfermeras, escrito por unade ellas, por otra parte psicóloga y docente en una escuela de enfermeras [Isabelle

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comprenslOn, en suma un distanciamiento comprensible, hablandocon propiedad, no desembocan en una "ruptura epistemológica"unívoca.

Esta perspectiva sugiere varias proposiciones: 1) la relación conlos actores ya forma parte de los oficios de las ciencias sociales, y unade las fuentes de alimentación de las ciencias sociales, no sólo encuanto a las informaciones sino también en lo que concierne a las he-rramientas lingüísticas y cognoscitivas, viene de la vida cotidiana; 2) es-tas relaciones no son exclusivas de una autonomía del trabajo cientí-fico; y 3) esta doble dimensión no justifica una pretensión jerárquicadesde arriba sino, a lo sumo, intercambios y traducciones entre uni-versos de prácticas en parte disímiles.

Pero ¿qué nos dicen esos análisis en cuanto al concepto de razón,que las ciencias sociales heredaron sobre todo de "la filosofía de las Lu-ces" [Cassirer, 1990], 10 Yal universalismo que se asocia frecuentemen-te en los mismos pasajes de lo cognoscitivo a lo político (la mejora dela condición humana por el hecho de recurrir a la razón contra los pre-juicios asociados al orden antiguo)? Una vezmás, nuestro abordaje con-duce a relativizar y pluralizar semejante enfoque, sin necesariamenteabandonar todos sus elementos. Así, razón erudita y razones prácticasno constituyen un conjunto homogéneo, aunque puedan tener lazos.y cuando determinados recursoseruditos están implicados en la acción,es entre y en relación con otros recursos, en la dependencia de la ac-ción en vías de desarrollarse, funcionando como referenciasde la acción,y no como determinantes de ésta. También aquí, las Luces no resultanapagadas sino simplemente "tamizadas" [Corcuff, 2001].

Conseil, 1990], se encuentra un pasaje sobre los "Aportes de los conceptos freudia-nos al estudio de la profesión" [pp. 92-97], que comprende tres puntos: "El narcisis-mo" [pp. 92-93], "El masoquismo y el sadismo" [pp. 93-94J Y "El lugar del sadismo yel masoquismo en la relación enfermera-enfermo" [pp. 94-97J. En este último puntodice, sobre todo a propósito de la "posición de dominación" del personal de salud yde la "dependencia" del enfermo [p. 94J: "Si la dimensión del sadismo no es claram '(1-

te perceptible en todo enfermero, siempre nos pareció más o menos omnipresente C'II

las relaciones enfermero-enfermo" [p. 96J.10 "El papel de la razón en los asuntos humanos y la idea de que el individu ) !'

huésped de la razón, ésos son los dos grandes temas legados por los filósof 8 del SI¡{IIIde las Luces a los sociólogos de hoy", escribía, por ejemplo, C. W. Milis [1977, p, 17~Io

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'Una función heurística de la utopía?e

La verificación del ajuste axiológico de las ciencias sociales nosconduce a una zona de interrogación que tiende a escapar a sus he-rramientas tradicionales, y que hasta podría ser n;gada por algun~s

. .. S' b ~tra sta pendiente POSI-tentaciones cientificistas, In em argo, co .tivista, es posible pensar con C. W. 'M-ilt que "Sólo cuestlOna~doabiertamente esas influencias los hombres pueden conocerlas pl~~namente y de ese modo regular sus repercusiones sobre el trabajo

, ... , 1"" [1977 P 181]' Mills hablasociológico y su significación po mea ,., , .aquí de las "influencias" del 'juicio implícito, en moral y en políti-ca". En esa investigación reflexiva, sin duda la sociología no puedetener la pretensión de cerrarse sobre sí misma, sin diálogo con la fi-losofía así como con las disciplinas adyacentes. Porque, como lo ob-servó Pierre Bourdieu [1982a, p. 23], "no debe es.perars~ de~p~ns~-miento de los límites que dé acceso al pensamiento SIn límites ,siquiera sijustamente la reflexividad individual y colectiva puede am-pliar los márgenes de lo pensable. . ,

A menudo, las implicaciones éticas y políticas del sociólogo fue-ron consideradas como "obstáculos epistemológicos", o sea, como tra-bas a la cientificidad de sus análisis, al abastecerlo de antemano de fal-

idenci id del "sentí do común" Hoyen día tal vez estemossas eVl enClasnaCl as . ,.en condiciones de encarar su ambivalencia: siempre obstaculos epls-temológicos de los que el investigador debe desconfiar en u~ .extremode la cadena, pero del mismo modo estimulante cognosCltlvo en l~otra punta.'! Para no estar demasiado desequi~ibrados, ¿no se necesi-ta caminar sobre dos piernas, tanto en sus tensiones como en sus co~-troles recíprocos? Tal vez sea una manera de recuperar la dobl~ am~l-ción de rigor e imaginación que C. W. Mills asi~~aba ~ la,s~c\Ologla.Con toda seguridad, la cuestión de la imaginaCl~n sO~lOlog¡ca,en lalógica legítima de la autonomización de las ciencias socI~lesalrede~orde criterios propios, padeció por una inversión demasiado exclusiva

11 Sophie Wahnich [2000], en la dinámica de la investigación histórica, defendióuna combinación análoga de objetivos éticos y científicos.

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en las necesarias exigencias de rigor científico. Los compromisos éti-cos y políticos del sociólogo, si no son demonizados sino aprehendi-dos en su dualidad, pueden contribuir a relanzar esta cuestión, rea-briendo la lista de recursos con que el sociólogo puede hacer suagosto. Frente al "empequeñecimiento del campo de la atención" delinvestigador, a "la inhibición metodológica" y a las "especializacionesarbitrarias", C. W. MilIs, entre otras cosas, proponía "liberar la imagi-nación" recurriendo sobre todo a "la incongruencia" y a "mundo(s)imaginario(s) que agrando o achico a voluntad" [1977, p. 219J. No pa-ra reemplazar las pruebas de la actividad, sino para alimentar el cues-tionamiento y la constitución de sus dispositivos. Lo que era con-gruente con su caracterización del objeto de la sociología: "lahumana diversidad, donde entran todos los universos sociales, en cu-yo seno los hombres vivieron, viven o podrían vivir" [p. 135]. Por lotanto, habría una función heuristica de la utopía en la investigación so-ciológica, a un tiempo como herramienta de desnaturalización de loque existe en un momento determinado, en un contexto sociohistó-rico específico, pero también como instrumento para ampliar el es-pacio mental de la encuesta, el campo de las preguntas formuladas.In fine, en las "luces tamizadas" dibujadas por las ciencias socialescontemporáneas, llegamos a la inspiración utópica, parte constituti-va de la filosofia de las Luces.

Habíamos partido del compromiso como orientación controver-tida del sociólogo hacia cierto tipo de utilidad sociopolítica, y desem-bocamos en la utilidad propiamente sociológica de esa utilidad ex-terior. Esta progresión supone reconocer la tensión, la ambivalenciay la fragilidad en las relaciones de nuestros oficios científicos con laética y la política, y por tanto, la insuperable impureza de nuestrasprácticas.

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