Para Que Adentro Nazcan Cosas Nuevas

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PARA QUE ADENTRO NAZCAN COSAS NUEVAS Es como querer dar cuerpo a un deseo, como querer atrapar una esencia en una sustancia. Es llamar necesidad de calor y seguridad a algo que no es precisamente una necesidad de calor y seguridad; es, en fin, sacrificar toda una exigencia metafísica, mágica o fantástica en aras de un nominalismo barato y terrestre. Facilismo. Facilismo para vivir y facilismo para definir: toser y decir que lo que se quiere es una temperatura caliente y estable, bostezar y concluir que lo indispensable es dormir (no permanecer en una placidez y sopor carentes de cualquier denotación calificativa), sentir una vaciedad ene el estómago y suponer que con ingerir comida está todo solucionado, advertirse árido, seco y escamoso y presuponer que un baño lo subsana. Justificarse en los requisitos inmediatos. Es como sentir angustia o miedo, pero va más bien por el lado de tener un deseo o una necesidad carente de adjetivos. Sube pesadamente las escaleras y en el rellano del segundo piso se encuentra con la vecina del tercero; se saludan con expresiones tan indefinidas e indiferentes como sus rostros y continúan su camino.

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PARA QUE ADENTRO NAZCAN COSAS NUEVASEs como querer dar cuerpo a un deseo, como querer atrapar una esencia en una sustancia. Es llamar necesidad de calor y seguridad a algo que no es precisamente una necesidad de calor y seguridad; es, en fin, sacrificar toda una exigencia metafsica, mgica o fantstica en aras de un nominalismo barato y terrestre. Facilismo.Facilismo para vivir y facilismo para definir: toser y decir que lo que se quiere es una temperatura caliente y estable, bostezar y concluir que lo indispensable es dormir (no permanecer en una placidez y sopor carentes de cualquier denotacin calificativa), sentir una vaciedad ene el estmago y suponer que con ingerir comida est todo solucionado, advertirse rido, seco y escamoso y presuponer que un bao lo subsana. Justificarse en los requisitos inmediatos. Es como sentir angustia o miedo, pero va ms bien por el lado de tener un deseo o una necesidad carente de adjetivos.Sube pesadamente las escaleras y en el rellano del segundo piso se encuentra con la vecina del tercero; se saludan con expresiones tan indefinidas e indiferentes como sus rostros y continan su camino.Ella haba regresado de la tienda y, ya en su cuarto, se prepar una taza de chocolate caliente, acerc la silla a la ventana y se dispuso a tejer el tiempo matando una prenda de lana. Busc, entre los escasos sucesos del da, algo que disfrazace la inmvil y perpetua soledad de la tarde; alternando punto y punto de chocolate, sorbo y sorbo de tejido, se puso a pensar en el hombre de las escaleras: no eran amigos, apenas si se saludaban, no le conoca ni el nombre; pero entre los dos exista una comunicacin que no se expresaba en palabras, en gestos, o en acciones: resultaba extrao, pero ni siquiera en pensamientos sino en su ocultamiento: compartan un silencio comn y diferente.La superficie del velador est lleno de pulgas muertas, aplastadas por una justicia que desconocen; una araa baja por su seda a posarse en el pan de ayer, el mismo que algunas moscas, ajenas a toda casustica (pero no por ello menos mercenarias), ya haban invadido. El fro, merecedor de cualquier enumeracin peyorativa, se cuela por una funda plstica con pretensiones de vidrio. Se levanta de la cama a buscar otra frazada, la coloca y se vuelve a acostar; no siente ms calor, parece, empero, que ha disminuido el fro, concluye sin cuestionrselo; toma el abrigo que se encuentra en una silla cercana y se arropa con l; sin embargo, la temperatura parece descender. Sintindose impotente, y sin saber por qu, recuerda a la vecina del tercero.Durante toda una semana, sin saberlo, haba estado buscando la oportunidad de encontrarse con l nuevamente. Mientras teja, crey recin recordarlo. Se pregunt el porqu de la orfandad angustiosa de su rostro; baraj en su mente posibles encuentros, relativas soluciones o salidas a esa tristeza que emanaba su presencia. Sus manos volaron con la lana. No se explicaba la razn por la cual su aislamiento, al que ya se haba acostumbrado, le pareca menos lejano, ausente o exclusivo; por qu le resultaba en los ltimos das tan cercano, permanente y compartido: doble.Al mirar su tejido se recrimin por distraer su atencin de lo que haca, malhumorada constat que los guantes que intentaba realizar se haban convertido en unos mitones infantilmente pequeos.Intenta dormir y le resulta imposible; esa sensacin de somnolencia, esa inslita necesidad de quietud, de placidez, de acuosa inactividad, no se quita con acostarse y tratar de descansar; parecera que para satisfacerla fuese indispensable la cercana de otro cuerpo, pertenecer a alguien, depender de un segundo ser. El recuerdo obscuro e indefinido de un pasillo, de una persona en un pasillo, lo asalta.Se acabaron de ver, al cabo de varios das, en la puerta de entrada del edificio; ella record, mientras preparaba su almuerzo, la especie de puente que tendieron sus miradas, las ganas que ambos tuvieron de cruzarlo, el miedo de hacerlo (como si lo supieran endeble, vacilante, abismal). Se ri de s misma: estara bien escribiendo pasillos, dijo mientras picaba cebolla.Llega cansado, furioso con los tipos que no quieren la coleccin de Las Siete Maravillas del Mundo Antiguo; tira sobre la cama los folletos y el tomo de muestra, decepcionado pero a la vez tranquilo al recordar que esta es la ltima oportunidad que tienes con nuestra empresa; presiente que la ambigedad de las cosas le empuja a la pequeez para conseguir lo infinito, descubre, en algn lugar del subconsciente, que la nica manera de huir, de conseguir la infranqueabilidad o la libertad, sera refugiarse en un principio que por ser cerrado fuese inconmensurable. Volver a empezar, en otro lugar, en otras circunstancias, con otra persona en otro tiempo y en otro mundo; eso es lo que necesito y lo que quiero, afirma mientras piensa en su vecina como una posibilidad indefinida.Aquella sensacin tan nueva y a la vez tan ancestral la volvi a invadir con mayor fuerza que en los ltimos das: extra lo nunca vivido, quiso volver a sentir lo nunca percibido. Un sentido atvico le fue ganando de a poco; el vientre le arda y la ropa le pesaba, un deseo impreciso, una necesidad urgente y confusa la dominaban. La soledad fue ms insoportable que nunca; las primeras canas y arrugas, incipientes pero estratgicamente no-admitidas, le fueron edificando un miedo en la conciencia.Pens en el hombre del piso superior sintindolo cercano; lo visualiz insistentemente, aunque de una forma vaga y ajena a todo esquema, como una probabilidad de amparo y compaa.Esta vez no le resulta difcil dormir; es ms, no es l quien se duerme sino la vigila la que le abandona. Se ha convertido en la manecilla pequea de un reloj y da vueltas, hacia el lado contrario, donde el tiempo descansa en el sueo promigenio; ella est esperndolo en la seal de las doce y l, caminando con direccin a la izquierda, desea atraparla pero la mujer no deja de moverse hacia el lugar en el cual las horas no construyen los das sino que los deshacen.Ha pasado un mes y nadie sabe dnde est, desapareci dejando sus cosas en el cuarto; el dueo del edificio no sabe nada y parece que no tena familia, la policatampoco ha podido dar una respuesta; ella escucha los rumores y habladuras del vecindario sin decir una palabra. Desde que l se fue est completamente tranquila, aunque no deja de sentirse avergonzada por lo que pas la noche anterior a su partida.La presencia de ese hombre me perturbaba, eso es todo, dice disculpndose; se sonroja al recordar que estuvo a punto de ir a su departamento a media noche y, peor an, que pensando en l, sus manos indagaron sus interioridades ms guardadas. De todas maneras est orgullosa de no haber sentido nada, salvo una paradjica impresin de plenitud interior y de ambigua culpabilidad que en todo caso desapareci al quemar los ensangrentados resultados que el palparse por primera vez y tan profundamente produjera.Confund mis sentimientos, piensa, lo quera como se puede querer a un amigo o a un pariente. Sube despacio las escaleras pues esa persistente sensacin de mareo no le abandona, tiene nuseas, es la morbosa curiosidad de las personas, medita. Se sienta en su silln preferido y se dispone a comer las galletitas de coco que, curiosamente, desea con insistencia desde hace das.