Paolo Mantegazza Cartas

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Este material es para uso de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial. CARTA IX* Medicina popular en la América meridional. — Patología general. — Elementos morbosos. — El mal de ojo. En cualquier parte del mundo en donde el médico pretende ejercer su arte, encuentra en la sociedad que lo circunda un enemigo oculto, que en el instante menos pensado le disputa el paso o le traba las piernas. Este adversario misterioso, que a menudo cambia de arma y de táctica, pero que es siempre formidable como todos los enemigos traidores, está constituido por la medicina popular. Es el patrimonio de ignorancia y de temores que los hijos heredan de sus padres, y que enriquecido por los caprichos de la moda, por las rarezas de la fan- tasía y los misterios del charlatanismo, se transmite de generación en generación como una de las herencias más sagradas. En vano las per- sonas cultas rehúsan el legado y se creen inmunes del contagio uni- versal, pues el proverbio popular y la observación más grosera, acu- san a todos los hombres nacidos bajo el sol de médicos natos. Este es mi pecado original para el que no ha venido aún ningún redentor y del cual no son suficientes para salvarnos la educación más culta y el más elevado ingenio: a lo sumo, entre la clase educada, al vestido de arlequín que constituye la ciencia médica del pueblo, el sabio profano agrega algún trapo de otro color, y junto a las invenciones del empirismo más craso de ignorancia, encontramos suicidas las pa- labras inflamación, debilidad, irritación, que los sistemas de medicina en su paso meteórico a través del horizonte, dejan caer entre las tur- bas de la raza humana, que jamás quisiera morir. No hay que asombrarse, por consiguiente, si los prejuicios del vulgo sobre medicina inspiraron algunas de sus más bellas páginas a nues- tro médico-poeta, y aun poco, movieron a santo desdén y a palabras llenas de dignidad y de energía a nuestro Strambio. El pueblo merece y debe tener una enseñanza médica, una medicina popular. Debe saber *Las partes señaladas con puntos suspensivos (...) son ilegibles en el original.

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4. Mantegazza, Paolo, 1949. Cartas médicas sobre la América Meridional, Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora Coni, T. I y II: 63-115

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CARTA IX*

Medicina popular en la América meridional. — Patología general. — Elementos morbosos. — El mal de ojo.

En cualquier parte del mundo en donde el médico pretende ejercer su arte, encuentra en la sociedad que lo circunda un enemigo oculto, que en el instante menos pensado le disputa el paso o le traba las piernas. Este adversario misterioso, que a menudo cambia de arma y de táctica, pero que es siempre formidable como todos los enemigos traidores, está constituido por la medicina popular. Es el patrimonio de ignorancia y de temores que los hijos heredan de sus padres, y que enriquecido por los caprichos de la moda, por las rarezas de la fan- tasía y los misterios del charlatanismo, se transmite de generación en generación como una de las herencias más sagradas. En vano las per- sonas cultas rehúsan el legado y se creen inmunes del contagio uni- versal, pues el proverbio popular y la observación más grosera, acu- san a todos los hombres nacidos bajo el sol de médicos natos. Este es mi pecado original para el que no ha venido aún ningún redentor y del cual no son suficientes para salvarnos la educación más culta y el más elevado ingenio: a lo sumo, entre la clase educada, al vestido de arlequín que constituye la ciencia médica del pueblo, el sabio profano agrega algún trapo de otro color, y junto a las invenciones del empirismo más craso de ignorancia, encontramos suicidas las pa- labras inflamación, debilidad, irritación, que los sistemas de medicina en su paso meteórico a través del horizonte, dejan caer entre las tur- bas de la raza humana, que jamás quisiera morir.

No hay que asombrarse, por consiguiente, si los prejuicios del vulgo sobre medicina inspiraron algunas de sus más bellas páginas a nues- tro médico-poeta, y aun poco, movieron a santo desdén y a palabras llenas de dignidad y de energía a nuestro Strambio. El pueblo merece y debe tener una enseñanza médica, una medicina popular. Debe saber

*Las partes señaladas con puntos suspensivos (...) son ilegibles en el original.

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— 66 — — 67 — conservarse sano; debe saber lo que es el médico y el arte que pro- fesa. Debe tener una higiene que es tan necesaria como la moral, con la que forman estrecho engranaje. Pero para difundir todos estos conocimientos, primero es necesario destruir los prejuicios, borrar los errores, nivelar, en una palabra, las ruinas de las viejas armazones para edificar nuevos y cómodos edificios. Pero abandonemos esta cues- tión tan vital, pues nos alejaría de nuestro asunto, y volvamos a Entre Ríos.

También hay en América una medicina popular, o bien, ya que los españoles permanecieron allí varios siglos sin médicos o con pésimos medicastros, debieron aprender a curarse, como debieron hacer de sastres, herreros y albañiles. Las pocas ideas de la medicina de los árabes, se injertaron sobre el empirismo de los indígenas con los que los conquistadores entraban en permanente contacto, y así fue formándose en poco tiempo un sistema completo de doctrinas, que por la estructura orgánica de su edificio, por lo menos avergonzaría a al- guno de nuestros más célebres teoremas de medicina.

Si el estudio del error cometido por un solo hombre es siempre fecundo para el análisis fisiológico y la teratología moral, el examen de un íntegro sistema de errores es una fecundísima fuente de inves- tigación y descubrimientos. En la medicina popular de Entre Ríos en- contramos los primeros impulsos de. la fundación de un verdadero sistema científico en el instinto conservador, en la necesidad de encon- trar la razón de las cosas, la causa del efecto y de la analogía de las semejanzas externas, que harían creer en la utilidad de las plantas parecidas a otras ya conocidas en Europa por sus diversos usos mé- dicos. Agréguese a este esbozo las bagatelas de la forma, a la que el español es inclinadísimo, como que adorna con ellas a Dios, la palabra y la arquitectura social; los hallazgos ingeniosos de mil charlatanes que de todas partes corrían al otro hemisferio en busca de oro y de diamantes; la credulidad de los ignorantes, la debilidad del que sufre, la omnipotencia del que enseña sin saber nada, la impotencia de la autoridad, y tendremos en un manojo todos los elementos que forman la doctrina médica del pueblo americano.

Por otra parte, el médico que no se dejase seducir por el estudio de la medicina popular, considerada en sí misma, deberá necesaria- mente estudiarla toda vez que resuelva ejercer su arte en estos países, porque no se puede combatir a un enemigo sin conocerlo, y a los enemigos, ha dicho Maquiavelo es necesario acariciarlos o extinguir- los. Yo he tentado las dos vías, y debido, después de varias derrotas,

cada una sucesivamente más vergonzosa, persuadirme de que convenía deponer las armas y volverse aliado más bien que enemigo de aquel poder incontrastable y del cual sólo podrá apoderarse el tiempo, que todo lo hace suyo. Si deseáis, pues, conocer las enfermedades de Entre Ríos, estudiad conmigo la doctrina médica y los médicos del país.

'Todas las enfermedades son producidas por una causa, y hasta aquí estamos todos de acuerdo, pero puede variar según los casos, y precisa- mente debe ser o calor, frío, pasmo, aire, flato o mal de ojo. Os desafío a que encontréis un mal que escape a una u otra de estas seis vías. Si es cierto que Dios hizo las cosas antes que las palabras, y si es también incontrastable que el pronombre precede al verbo, en cambio los hom- bres doctos e indoctos hacen a menudo la palabra y después buscan la cosa, construyen primero el marco y buscan después una imagen para formar un cuadro. Este es un error fundamental del espíritu humano, que en cosas grandes y chicas ha desviado muchas inteligencias y ha engañado la mente del que siempre cree al que está en lo alto; es un pliegue fatal de nuestro raquítico cerebro y contra el cual dirigen sus esfuerzos sublimes ingenios como los de Galileo, de Bacón y cien otros, y contra el cual apuntarán sus armas, tal vez en vano, los estudios de los siglos futuros.

El calor es el fuego, uno de los cuatro elementos del universo de nuestros padres, es la inflamación con todo el cortejo de sus hijos y sus desinencias en ito. Lo poco y lo mucho, el más y el menos, es un columpio sobre el que tanto gusta mecerse el espíritu humano, que no debe asombrarnos el deleite con que lo hicieron los americanos médicos y no médicos. Hay un enfermo con pulso tenso, piel ardiente, sed insa- ciable, su enfermedad es calor; no hay error posible.

Hay, en cambio, otro enfermo que está débil, con el pulso escaso, la piel fría; está atacado de frío, y su afección es diametralmente opuesta a la precedente. Ojalá venga pronto el día afortunado en que alguna alma piadosa pueda darnos una sinonimia de los errores humanos, para que tantos hombres que andamos orgullosos de vanas palabras y apoya- das altivamente en un estandarte sin patria, podamos humillarnos al ver que muchos de nuestros sistemas van a la fuerza descascarándose de las mil pomposas envolturas del sofisma y se reducen a un mezquino raqui- tismo de nuestro cerebro.

El pasmo es otro elemento morboso que comprende el tétano las convulsiones, los sobresaltos tendinosos, el histerismo y la epilepsia.

El aire es un quid morboso, menos claro que el precedente, abarca todas las afecciones que derivan su índole y medida de las influencias

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meteorológicas. Le corresponden, por consiguiente, las enfermedades reumáticas, las parálisis que no son producto de apoplejías, las con- tracturas, las neuralgias y otras enfermedades obscuras, a las que el médico sabría difícilmente dar un domicilio más legítimo.

El flato es solamente lo que esta palabra expresa, tanto en espa- ñol como en italiano, sino toda afección que pasa de improviso de una a otra parte del cuerpo, sin acompañamiento de fiebre o algunos síntomas evidentes que puedan determinar la enfermedad de uno u otro de los compartimentos indicados. Los pequeños dolores pleurí- ticos, tan comunes en los tuberculosos, y los dolores reumáticos, son producidos por el flato, que, dueño soberano de nuestro organismo, resbala por las mucosas, se encapucha en las serosas y, atrevidísimo, se entromete por la red capilar más fina de todas nuestras vísceras, Recordaré siempre de un joven argentino, de culta educación y des- pierto ingenio, que atacado de tisis pulmonar en primer grado, pre- tendía persuadirme que un dolorcillo que de cuando en cuando le pinchaba entre las escápulas, era un flato. Poníase a erutar fragosa- mente en mi presencia, diciendo que de este modo se libraba de su mal. ¡Tanta es la fuerza de la fantasía humana empleada para prote- ger el amor a la vida!

El mal de ojo o daño no es la enfermedad del ojo, como lo indica- rían las palabras y como ingenuamente creí algún tiempo, a mi llegada a América; es un quid dirini que me costó mucho trabajo entender. Sucedióme una vez que una enferma, llamándome a su lecho, me pre- guntó si sabía curar del mal de ojo, a lo que respondí que, siendo mé- dico, debía saber tratar cualquier enfermedad. Entre tanto, mirándola a la cara, contemplaba los ojos más brillantes del mundo y esperaba una explicación a aquella rara pregunta. La enferma no tardó en contarme que un tal le había echado una mala suerte, y cómo desde ese día, arrojaba por la vagina coleópteros, arañas y matas de pelo. Me creí juguete de una broma de mal gusto, pero unos días después, estudiando la enfermedad y a la enferma, descubrí que ingenuamente consideraba como salidos de su cuerpo, los insectos y cabellos que por acaso caían en el bacín. Todas las enfermedades extrañas y raras son juzgadas por mal de daño, y como tal vez no hay hombre en el mundo que pueda alabarse de no haber recibido una ofensa o una imprecación, los esfuerzos del enfermo concluyen por encontrar pronto en las re- miniscencias del pasado, alguna circunstancia que dé asidero a las conjeturas del médico y asegure el diagnóstico.

He encontrado esta creencia y bajo idéntica forma en las islas Ca-

narias, en las que los paisanos, según Mac Gregor, cuando temen que una hechicera se acerque para arrojarles una mirada fatal, se defien- den dando vueltas de improviso la faja que les ciñe el cuerpo, o bien, cuando quieren estar más seguros de las consecuencias terribles de una bruja, se quitan los pantalones y se los ponen de nuevo al revés1. Mas para qué necesitamos buscar comparaciones en las islas Canarias o en los prejuicios de nuestro vulgo, cuando Hipócrates dijo: Simul- rero et si quid divini in morbis inest, etiam hujas procnotionem edis- cere; aunque esas palabras del texto τοΞτγ hayan provocado calurosa guerra defensiva entre muchos comentadores, que no querían encon- trar en el Esculapio de Cos, ni prejuicios ni contradicciones2.

Cuando el médico argentino se encuentra en apuros con las obje- ciones del enfermo y las dudas de su cerebro, reúne dos o más ele- mentos morbosos y fabrica con ellos una combinación binaria o ternaria. Se sufre entonces el aire pasmado o la fiebre de la sangre en la cual también creía Avicena, quien, por lo demás, dividía las palpitaciones del corazón en calientes y frías.

El pueblo argentino, que desprecia la vida en las peligrosas carre- ras de sus caballos salvajes y en las guerras civiles, da una gran impor- tancia a sus enfermedades, y es, en masa, hipocondríaco. Al menor signo del más ligero desequilibrio en la salud, se llama al médico. Se le describe con el más escrupuloso cuidado los síntomas de la en- fermedad y se comienza de pronto a implorarle la vida, asegurándole que ningún sacrificio bastará a recompensarle el beneficio de la salud. Este hecho tal vez se explica con la ley que hace tímidos en las enfer- medades a los valientes en la lucha, y a las mujerzuelas miedosas, in- trépidas en los apuros de los dolores físicos. O tal vez porque el charlatanismo que ha impuesto en este país sumas enormes para el rescate de la salud, ha hecho adquirir una muy elevada estimación por lo que se ponía a tan alto precio. Puede ser que el estado de gas- tritis lenta y de irritación gástrica, que es constitucional en los habi- tantes, esparza un velo, de hipocondría sobre sus caracteres de hierro, pues ninguna víscera influye tanto sobre la alegría y la tristeza como el estómago, con sus dos satélites de los hipocondrios. Puede suceder, en fin, que estas tres causas se coaliguen para producir el mismo efecto.

1 MAC GREGOR, Die Canarischen Inseln, etc., página 89. Hannover, 1831. 2 RICHTER, De dirino Hippocratis, página 68, in 4. Gotting. 1739; DAREMBERG,

Oeuvres choisies d'Hip., ed. 3, páginas 155, 219. Paris, 1855; LITTRÉ, Oeuvres d'Hip., tomo II, páginas 99 y 217.

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CARTA X

Terapéutica general y especial. — Contravenenos. — Virtud terapéutica de la vulva. — Facultativos, médicos, curanderos y médicos

Si el espíritu humano tiene el buen sentido de reflexionar y de dudar cuando pone la piedra fundamental de un edificio, tiene también la suerte de quedar seguro de sí mismo y de su obra, cuando ha fijado la base, sea que la apoye al sesgo o derecha, en terreno sólido o sobre el borde de un despeñadero. Esta es una ley providencial, y sin la que el hombre aun no habría encontrado una cueva, ni concebido una sola doctrina. ¡Ay! si antes de construir una casa, necesitase asegurarse con los medios más delicados del arte y de la ciencia que la piedra angular es perfectamente paralela al horizonte de la verdad, o si a la percusión indagadora del plesímetro de Piorry no de aquí o allá, un sonido cavernoso y agrietado.

Hemos visto un pueblo cómo, con cuatro tajos de Radamonte se formó una doctrina médica que abarca todo el mecanismo de los males físicos, y ahora veremos cómo toda la terapéutica se apuntala sobre esta base y calza de molde en la patología general.

Las enfermedades de calor se curan con remedios fríos, así como las enfermedades frías se curan con substancias cálidas. Todo lo que no es caliente ni frío, es cordial. Cuando no estéis bien seguros del asunto, al hacer un diagnóstico, antes que arriesgarse o de hacer llover sobre mojado o de echar leña al fuego, acudid a lo templado, al cor- dial, a aquel término medio que confundiendo los extremos en una armonía indefinible, forma la suma sabiduría y la inaccesible perfec- ción del ingenio humano. In medio lulissimus ibis.

La doctrina de los remedios calientes, frescos y cordiales, aplicada en proporción diversa, según el grado de calor o de frío de las enfer- medades, es una simplificación de la medicina de los árabes, que en su terapéutica aplicaron las proporciones geométricas y hasta la ar-

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monía musical. Alkendi1, en los diversos grados de los medica- mentos, sólo admitía la proporción geométrica.

Substancias frescas son el sebo, la grasa de gallina, las de vaca; de carnero y de cerdo, las bebidas mucilaginosas, las verduras, el aguar- diente, el vino catalán y la cerveza.

Son cálidas el aguardiente anís, el vino dulce de Málaga, con- siderado como el más seguro do los afrodisíacos, las grasas de iguana, de vizcacha y de comadreja.

El espíritu de ginebra es cordial. No hay que asombrarse de que los espirituosos se encuentren esparcidos en las tres clases de los re- cursos terapéuticos. El culto que se les consagra y al que debía ser también devotísimo el fundador de la doctrina, estropeó la ciencia de servicio de la debilidad humana, de modo que se pudiese beber abun- dantemente en todas las enfermedades y sin ofensa alguna a los princi- pios científicos. ¡Cuántas instituciones, orgullo del hombre, desde las nubes empireumáticas de los sacrificios religiosos hasta la jarrettierra del rey inglés, tienen su origen en el instinto de las bestias que es siempre el esqueleto de todos los hombres y hasta de los que desdeñan ser animales!

Contra el aire se cuelgan al cuello los dientes del yacaré, o pequeño cocodrilo americano. Sirve para el mismo fin, un anillo de hierro en el dedo.

El pasmo y el flato se vencen según la imaginación o la erudición del médico, va con la una o con la otra, sin que pueda indicar una norma general.

Hay una clase de remedios que escapa a los principios de la ciencia se libra del yugo de la razón, y está constituida por los secretos de la naturaleza; los que son medios misteriosos empleados contra las enfermedades más obscuras y que siempre deben aplicarse sin que el enfermo los conozca. Uno de los secretos más famosos, más segu- ros, empleado para hacer expeler las placentas tardías, consiste en servir pedacitos desmenuzados de monedas de plata con un descas- carado de la bóveda de un horno.

En general, la medicina popular de América, emplea los medios externos más que los internos, y, por consiguiente, hace gran caso de los untos, de las fricciones, de los baños, de las ventosas secas y esca- rificadas, de los vesicantes y de las ligaduras, que por error están

1 ALGHIND, De medecinae composit, gradib. página 471, Edit. Marin fol, Venecia 562. Veáse SPRENGEL. Slor. della Medic., tomo IV, página 63. Venecia, 1812.

demasiado olvidadas entre nosotros. Rhazes las usaba contra la náusea, aunque Sprengel, tal vez equivocadamente, vea en esto un error de traducción. En un país en el que se puede extraer poca sangre y raras veces sin peligro, las ligaduras a los pies, rodillas y antebrazo son al mismo tiempo un extirpador y una sangría momentáneas, que ale- jan de las vísceras de las grandes cavidades las congestiones rápidas y pasajeras. En esos climas y entre esta gente, las afecciones nervio- sas son frecuentísimas, y hasta aun las que no lo son esencialmente, visten casi siempre el manto pomposísimo de la sintomatología ner- viosa, por lo que los extirpadores empleados en la medicina del pueblo son en verdad utilísimos.

En estos países jamás se administra un purgante o un emético, sin calentar el cuerpo el día precedente, o sea sin preparar el cuerpo con sudoríficos, con baños de pies o fricciones secas en general. El olvido de estas reglas se considera grosero error. También Avicena prepa- raba el cuerpo a los purgantes con baños, y antes que él, Hipócrates había escrito (Sect. 2 af. 9): Corpora, cuandoqumpe quis purgare estueril, fluida facere oportel...

Cuando el enfermo ha tomado un purgante, no debe permitírsele dormir hasta que no haga su efecto. Esta norma terapéutica está cal- culada de las palabras de Avicena, que había dicho: Quamque aliquis medicinam ventris solutiram biberil; melias eril ei, si medicinam fueril fortis, al super eam dormial, antequam operetur, quoniam operabitar melius, el si debilis fueril, melius eril ei ne super eam dormial; quo- dam natura digerel medicinam. Quam aulem medicina operari roe- peril, melias erit ei, ne super eam dormial, quocumque modo fueril1.

Cuando un purgante no condesciende con los deseos del médico, el enfermo se pone muy inquieto, y no se calma hasta que otro más enér- gico arroja a los dos. Más de una vez se me consultó sobre el modo de hacer botar un purgante que había quedado en el cuerpo uno o dos días antes, y al que se acusaba de todos los males sufridos durante ese tiempo. El día consecutivo a la toma de un laxante se llama de lorna- purga, y es un día santo que no se debe turbar con ninguna violación a la dieta más rigurosa.

He aquí una muestra de terapéutica especial: Los dientes de la comadreja y del perro, se cuelgan al cuello de los

niños para facilitar la dentición. Cuando la cicatriz umbilical de un recién nacido amenaza enfer-

1 Liber I, Fen. 4, Doctrina. 5, página 200. Venetiis, 1614.

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marse, se le hace apoyar el piececito sobre la corteza de un bambú (Pircunia dioica), o de un tala, y se corta después la parle del árbol que permaneció cubierta.

El excremento de gallina y el del perro, son remedios heroicos con- tra la estiptiquez.

Contra la oftalmía, se usa el colino de sangre de negro. Cuando el parto es difícil, se hace una cruz sobre el vientre de las mujeres, con el pie de un hombre que se llame Juan. Si hay retención de placenta, se pone sobre el lecho de la parturienta un cráneo de ca- ballo, pero cuidando de que el hocico esté vuelto hacia los pies. No acabaría si quisiese enumerar todos los procedimientos que se em- plean en América para hacer expeler la placenta. Muchos de entre ellos tienden a provocar el vómito o una profunda contracción muscu- lar del diafragma. Se hace soplar una botella, o se mete a la boca la punta del látigo sucio con sudor del caballo. Sé que en Bolivia, mi médico hizo expeler una placenta refractaria, dando de beber a la enferma, en un bacín, el agua en la que delante de ella se habían lavado medias sucias. Esto recuerda cómo entre los birmanos se introduce, con el mismo fin, en la boca de la puérpera su propia cabellera1.

Los tumores císticos se curan bañándolos todas las mañanas con la propia saliva en ayunas.

La epilepsia se cura escupiendo todos los días, al despertarse, en la boca de un pila, el que volviéndose epiléptico, salva al enfermo.

Algunos forúnculos de la cara se curan tocándolos con el dorso de la mano de un niño muerto.

Para detener la secreción de los senos en una puérpera que no puede amamantar a su propio hijo, se mojan cuatro pedacitos de tela en su leche y se cuelgan en las paredes de su cuarto, en dirección de los cuatro vientos.

Para el dolor de muelas, he visto suspender al cuello una bolsita llena de recortes de uñas y cristales de sal. En Río Grande del Sud, en el Brasil, se pone con el mismo fin, en la cavidad del diente careado, el cerebro de una perdiz recién muerta. En Entre Ríos, donde las perdices son más comunes que los gorriones entre nosotros, he ob- servado muchas veces el éxito que se logra con este medio singular.

La mordedura de la víbora se cura aplicando en la herida leche coa- gulada, o un gato negro descuartizado, o cuerno quemado.

La picadura de la raya, pez común en los ríos de América, y que

1 The Ind.. Journ. of med. scienc. 1837.

produce un escozor insufrible al que muchas veces acompaña verda- dera fiebre, se cura inmediatamente si una mujer aplica sobre aquélla la vulva. Así lo aseguran los entrerrianos.

La medicina está en manos de muchas clases de hombres, que con distinto rango y conocimientos variadísimos, se dividen el patrimonio de Pandora y de Hipócrates.

A la cabeza de todos está el facultativo o el doctor en medicina, que ha estudiado en Europa o en algunas de las Universidades americanas. Este es el único hombre que puede llamarse colega nuestro y con el que se puede hablar el lenguaje de la ciencia. Conocí a varios exce- lentes y que estarían a la par de los mejores médicos prácticos de nuestras capitales. En Entre Ríos, me bastará citar al doctor Vivanco, laureado en Buenos Aires, observador agudo y profundo, y felicísimo operador.

Descendiendo un escalón del espinoso sendero de los sacerdotes de Esculapio, encontramos al médico, que es un ser anfibio, oscilante entre el facultativo y el curandero, y que las más de las veces es un flebótomo metido a médico, o un farmacéutico que ha leído la traducción espa- ñola de la Medicina doméstica de Graham. Evita la compañía de los doctores y desprecia la sociedad de los curanderos. Cuando el médico posee el talento de la astucia, la flexibilidad de la culebra y la estupidez de la cotorra, puede ganar fortuna y salvar con discreta infamia el propio honor; en caso contrario, es condenado a la vida destemplada babosa de todos los anfibios del reino bestial y humano.

El curandero es el verdadero ministro de la medicina popular, el único intérprete de la naturaleza médica americana, el hombre a quien el pueblo confía sin temor ni vergüenza, la historia dolorosa de los propios defectos. Usa poncho y monta caballo elegido; hace chirriar las pesadas espuelas de plata y chasquear el látigo; bebe bien y charla muchísimo. Siempre sonriente y seguro, conoce todas las enfermedades todos los remedios, desprecia a los médicos que al quemar sus pes- tañas sobre los libros, han perdido la sensibilidad necesaria para leer en el libro de la naturaleza; no arruga jamás la frente, sino para ............. graves sentencias, inapelables; vende la vida, predice la muerte por horas y por minutos, mintiendo con descaro, sin llevar anota- ciones, convence a pocos y cura a poquísimos, pero aturde a todos y tiene siempre razón.

No pidáis diploma al curandero ni pretendáis indagar el origen de la ciencia. Si el divino Platón creía en las ideas innatas, ¿por qué no admitir que se pueda nacer y ser médico sin haber estudiado? He co-

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nocido curandero habían sido barberos y fabricantes de baúles. Uno de ellos había dado la vuelta al mundo, corno marinero, en una expedición científica de los Estados Unidos, y a propósito de una diarrea, os hablaba de Makao, de Calcuta y de Trieste, y cuando el enfermo exigente le hacía preguntas demasiado importunas sobre la esencia y las causas de su enfermedad, se ponía a hablarle de longitudes y logaritmos, de modo que el pobre hombre quedaba siempre persua- dido que era mucho mejor no hacer demasiadas preguntas al médico y de cuánta razón tenía aquel pintor antiguo para decir: Ne sutor ultra crepidam. Este curandero, cuando carecía de enfermos, fabricaba lá- tigos y sillas.

He aquí algunas recetas sacadas de mi colección:

R. Precipitad. Rojo......................... gr. ……… XV Asung Suill................................ dr. ……… M. f. ungl.

Cuatro purgantes de crémor y jalapa con media onza de crémor y dos dracmas de jalapa.

R. Decol alvi Sideranl ................... Libr. i j Sirup simplex. ................................. Onzas j Extr. opii........................................... g. …… i j M. f. bebida. R. Media onza de emético. R. Algalaba, media onza..

Nótese que estas dos últimas prescripciones debían servir para una sola vez. He conocido a un curandero que, al asistir a un enfermo, le prescribía siempre cuatro recetas por lo menos que copiaba de un formulario impreso. Una vez leí en la hoja que me presentó un enfer- mo suyo, un purgante, un emético, una preparación de quinina y un alterante mercurial formulado a la moda inglesa.

El curandero hace casi siempre mi contrato con el enfermo, y fija diversos precios, según que la enfermedad resulte mejorada o curada. En los casos mortales, sabe precaverse haciéndose pagar anticipada- mente una parte del honorario convenido, o con facturas especiales de remedios, instrumentos, etc. Otras veces, cuando su cliente es rico, se establece en la casa por unos meses, abandona a sus demás enfer- mos para atender con todo empeño un caso tan interesante, y si se le

retribuye con poca generosidad, lo que es rarísimo, se consuela pen- sando que ha comido y bebido perfectamente mucho tiempo y a costa del enfermo. Las enfermedades de los pobres son siempre afecciones insignificantes y que curan en pocos días. Los ricos, en cambio, se en- ferman siempre gravemente y en el curso de su vida han sido salvados mil veces de una muerte inminente. El diatesímetro del curandero es la bolsa de los clientes y al determinar los grados de la tolerancia, se engaña mucho menos que Rasori y su escuela.

Para dar una idea de la moralidad de algunos curanderos, citaré un solo hecho. Llamado uno de ellos para asistir a una linda enferma, que probablemente sufría de una afección gastro-entérica, declaró que tenía un duende en el vientre, y que él se empeñaba, mediante una larga curación, a sacarlo. Después de vivir muchas semanas en la casa, para cumplir dignamente con el compromiso empeñado, declaró un día que el duende estaba maduro y que saldría del vientre dejando sanísima a la pobre enferma. Hizo encerrar el lecho de la enferma dentro de un pabellón de cortinas, colocó a dos de los más próximos parientes de aquélla sobre la puerta que daba al campo, con un fusil cargado, y desde dentro de las cortinas previno a los centinelas que estuviesen alertas para tirar sobre el duende apenas les avisase con un grito, que huía... El grito se dejó sentir poco después, pero no fue tal como para que los intrépidos centinelas se asustasen, sino para que se avergon- zasen de su estupidez, y arrojando los fusiles, estuviesen escondidos largo tiempo, como despreciándose a sí mismos. Si no estuviese segu- rísimo de este hecho, no me atrevería a suponer en un hombre tanta desvergüenza y cinismo.

El curandero no necesita ver al enfermo para curarlo, sino que por examen de su orina puede hacer el diagnóstico e indicar el método de la curación.

Los médicos árabes daban gran importancia a la uroscopia, y en la edad media, aun en las Cortes de Germania, el primer médico debía ir todas las mañanas la orina del príncipe. Los médicos de Entre Ríos arriesgan más de una vez su fama sobre un vaticinio, y hechos célebres por su suerte, adquieren después el derecho de equivocarse, siempre, parecidos en esto a Isa-Abu-Koreish, médico árabe apodado ......................, que se procuró gran fama y fortuna por haber predicho, al examinar la orina de la concubina del califa Almohdi, su preñez y el ......... nacimiento de un hijo varón1.

1 SPRENGEL, op. cit.

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— 78 — — 79 — He debido defenderme con frecuencia, de las importunas preguntas

de muchos enfermos que desde puntos apartados me mandaban em- botelladas sus orinas, algunas veces ya podridas, y recuerdo haber curado a un cliente mío de sus creencias en la ciencia uroscópica, aconsejándole que llevase a un curandero una mezcolanza de láudano y agua, para que opinase del enfermo que había emitido semejantes orinas.

El arte médico en la América meridional no está reservado a uues- tro sexo, y sus afanes severos son compartidos por el sexo gentil.

Vedi le triste che lasciaron l'ago La spaola e 'l fuso e fecersi indovíne Facer malie con erbe e con, imago.

Las médicas curan por inspiración, y por consiguiente se encargan especialmente de sanar el mal de daño u ojo y las más raras formas morbosas. Hacen siempre de médico, cirujano, comadrón, enfermero y farmacéutico, de una sola vez, y puedo asegurar que en igualdad de ignorancia, son siempre mejores que los curanderos, pues ponen en su obra mucho más corazón y menor avidez de ganancia.

He conocido a la china Tacuavé, que tenía en el cuerpo 99 centé- simos exactos de sangre charrúa, mientras que sobre el otro centésimo se disputa aún entre sus conocidos, si tiene más derecho la raza cau- cásica o la negra. Era de proporciones elefantinas, de color amari- lloso, con cigomas protuberantes y picada de viruelas. Completamente cubierta de oro y mechada con grasa, no comprendí jamás cómo entre tanta riqueza de maragatos y de joyas, hubiese quedado un lugarcito para el cerebro. Y hacía prodigios, sin embargo, y curaba todas las enfermedades con la piedra bezar (bezoar), el aceiíe calmante y el agua de espíritu. Escribía, según el caso, una u otra de estas recetas, sobre un pedazo de papel, y el boticario interpretaba a su voluntad las prescripciones, seguro de que la Tacuavé quedaría siempre sa- tisfecha.

No puedo terminar este capítulo sin echar una imprecación a las comadres de estas regiones, para quienes Dante hubiera enriquecido con otro círculo su infierno, si las hubiese conocido. Jamás dejan parir naturalmente a mujer alguna, y sacudiéndolas como a bolsas que se quiere vaciar, producen hemorragias, prolapsos y mil otros daños, y cansan de ta1 modo el útero, que la placenta queda muchas veces retenida largas horas. La operación de matear se practica afe-

rrando a la parturienta por los flancos y sacudiéndola con violencia de arriba a abajo. Algunas veces, cuando la bolsa uterina no se vacía, se coloca a la mujer sobre un poncho que muchos brazos robustos me- nean en todos sentidos, como si la pobre mujer fuese cernida.

Contra esta pésima costumbre y esta pésima gente, está luchando la autoridad de las personas y de los médicos instruidos, y aunque larga, tendrá esta guerra éxito feliz y segurísimo.

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CARTA XI

Constitución morbosa de los países y de las razas. — Los números y la razón — Geografía de las enfermedades. — Leyes generales

Después de haberos conducido por algunas horas hasta el Río do la Plata y de haberos hecho convivir algunos días con los gauchos de la Pampa, debería daros el triste cuadro de los males físicos de aquel país; de modo que después de conocer la fisonomía general de la constitución morbosa propia a tal fragmento del globo y de ese enjambre de la humanidad, pu- diéramos descender poco a poco a estudiar sus lineamientos uno por uno. Para dar la historia general de las enfermedades de un país o de un pueblo se presentan dos vías, que se adaptan a las diversas exigencias del cerebro y que representan por sí solas los dos grandes métodos de la .................. y que guían la fe ciega del prosélito, quien cree antes de pen- .................. duda prudente del discípulo, quien cree después de pensar.

Hay quien dice: los enfermos son unidades morbosas que asemeján- dose y diferenciándose forman grupos y series que se pueden enumerar y sumar. Llevad la cuenta de cada caso que observáis y protocolizadlo de inmediato; terminado el año reunid y separad; sumad los casos semejantes, reunid y agrupad, y tendréis el cuadro exacto de las enfer- medades del país que estáis estudiando. Los números son cortos, fríos independientes; no seducen con su elocuencia, no engañan con solis- ..........., son lo que son: la misma verdad.

Quisiera el cielo que los números se encontrasen por el camino de quien busca la verdad, de manera que bastase reconocerlos y recogerlos, ........ lo malo es que ellos no son objeto de la naturaleza, sino abstrac- ciones del cerebro, de modo que la matemática podría definirse la este- reografía de las relaciones físicas de los cuerpos. No es el caso de repetir ......... excelentes ya dichas y repetidas cien veces por altos ingenios que pudieron arrancar el oropel engañador a los números que tentaban ............ con su impetuoso aluvión los campos de nuestra ciencia, pero ............. es recordar lo que muchos olvidan demasiado. Experimentamos la necesidad de encerrarnos dentro de seguro margen, de alejarnos de las .................... desmesuradas y nebulosas de duda, que nos dejamos con facili- dad................. alinear en las filas de las cifras, sometiéndonos humildemente

81

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— 82 — — 83 —

al despotismo de la estadística. Aun admitiendo que el cerebro de los médicos estadísticos fuese siempre el mismo, lo que no es cierto; admi- tiendo que iguales fuesen en todos la ciencia y la conciencia, lo que es falso, debemos siempre comentar nuestros cuadros, y con apostillas, apuntes y correcciones debemos indicar la vía seguida para recogerlos. el espíritu de investigación, que nos guió y razonar en fin y tanto, que la la razón omnipotente demuestre que ella sólo es reina absoluta en el campo del arte nuestro y que los números son para ella un instrumento y nada más. En Bombay, la mortalidad es de 1: 20, 0; en Inglaterra es de 1: 51, 0. He aquí la prueba matemática que el clima inglés es dos veces más sano que el indio; pero en Rusia y Guadalupe, donde se tirita y se suda, la cifra de la mortalidad es la misma: 1: 27. Suiza y España presen- tan 1: 4o; Italia y Turquía 1: 3o. Aquí comenzáis a perder la punta del ovillo; y donde habrían podido definirse hechos mínimos, diferencias menores, ellas faltan para vuestro fin. Para saber que en Inglaterra mue- ren menos que en las Indias Orientales no hacían falta estadísticas, pero para hacer una escala graduada de la salubridad: de los países, los núme- ros nos habrían podido dar datos preciosos; ellos nos dicen, sin embar- go, que Italia y Turquía, que Guadalupe y Rusia son igualmente sanos. El coronel Syques que vivió largos años en la India nos presenta este cuadro de la mortalidad en la armada:

Bengala Bombay Madrás Indígenas ......................................... 1. 79 1. 294 2. 095 Europeos .......................................... 7. 38 5. 078 3. 846

Estos números dicen bastante y en voz alta nos imploran que no man- demos europeos a los países del trópico, pero el resultado más interesante se este cuadro resultará de un comentario, a saber, que Madrás donde es máxima la mortalidad de los soldados indígenas y mínima la de los euro- peos, estos últimos hacen poquísimo uso del ron y beben en su lugar mu- cho porter. Tales cifras van pues de acuerdo con las más groseras observa- ciones hechas ya por todos los médicos, que la intemperancia, es la causa primera de la gran mortalidad de los ingleses establecidos en la India.

Los números son exactos como nada en el mundo pero no deben ser empleados para indicar cosas no determinables por medio de relaciones matemáticas y geométricas. Son útiles, utilísimos en medicina, pero en la medida necesaria. Son instrumentos, no legisladores; deben suminis- trarnos indicios, prospectos, puntos de atención para nuestra debilidad intelectual, puntos de apoyo para nuestra débil memoria; deben ir tras del razonamiento, servir para precisar los resultados de la obser-

vación, no ir adelante de ella, ni imponernos jamás leyes y creencias. El amor a los números es un santo deseo que se debe abandonar a las creen- cias exactas, los médicos deben observar y razonar, razonar y observar.

Si cualquier teoría médica fuese verdadera porque estuviese apoyada sobre los números, estaríamos a esta hora tan infestados por el error, que yo, primero que todos, arrojaría en el mar el cetro de Esculapio y dejaría que Dios matase y curase a su modo.

Si los números no bastan para darnos un prospecto de las enferme- dades de un grupo de la familia humana, no nos queda otro camino que el de hacer un cuadro de los hechos más resaltantes, como si quisiéra- mos tomar una perspectiva fotográfica de lo que deseamos estudiar. De este modo, después de haber trazado la fisonomía del país, podre- mos después en otros tantos bocetos obtener los grupos de detalles, de manera que las seducciones de las síntesis no nos hicieran olvidar los estudios analíticos y pudiéramos ver todos juntos y uno por uno los elementos morbosos que intentamos representar. No sé qué botánico ilustre del norte de Europa tuvo la feliz idea de reunir en un solo her- bario las principales plantas de su país, recogiendo en una sola hoja las que se encuentran más a menudo vecinas, de modo que su colección ilustraba una serie de cuadros calcados de la naturaleza misma. Así debería hacer el médico geógrafo. Dividir las zonas morbosas según las áreas astronómicas, es tomar los rasgos del cuadro desde puntos bas- bastante opuestos, y por querer simplificar demasiado se destruye mucho. En los países calientes, se dice, el hígado y la piel trabajan demasiado y los pulmones reposan; en las zonas frías éstos se muestran activísimos y aquéllos descansan; luego, en el trópico encontráis alecciones hepáti- cas y térmicas infinitas, y en los países fríos, hígado sano, neumonías pleuritis; allá, enfermedades hidrógeno-carbonatadas; aquí, afecciones ..... oxígeno. Estas son teorías muy seductoras, pero son siempre cortes medianos, juicios de Radamanto. En el curso de nuestro viaje encon- tremos enfermedades muy desemejantes en países muy vecinos y si ........... perderemos de vista a veces las grandiosas leyes de muchos apre- tados teorizadores, la riqueza de los detalles nos recompensará con ......... de la poesía científica que habíamos perdido. Mientras tanto, no queremos enorgullecemos con una verdad bastante antigua, ya que nuestro gran Baglivi había escrito: quibus etiam in locis (quod sane mi- .................... brevissimi intervalli discrimine, hic aliquantum salubris existimatur ................. illie contra noxius el damnabilis1.

1 Rev. Medic., Lib. I, cap. XV § 3.

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— 84 — — 85 — La constitución morbosa de un país no es producto únicamente de

aquellas condiciones locales o cósmico-telúricas que se agrupan bajo el nombre de clima, sino también de la raza que lo habita y que puede estar dispuesta de modo bastante diverso a resentir la influencia mor- bosa local. Ninguna causa morbífica puede producir una enfermedad si el individuo no es susceptible de contraerla, como tampoco hombre alguno pudo enfermarse si el germen morboso que está en él no encuen- tra en el mundo físico que lo circunda las condiciones indispensables para su desarrollo. Dos hermanos nacidos de padres tuberculosos, uno se establece en el clima húmedo y variable de Buenos Aires y muere allí de tisis; otro vive en Chuquisaca, en el centro de Bolivia, a una altura de casi doce mil pies, en una atmósfera seca y vive sano. Una carroza llena de hombres de diversos países atraviesa la frontera de Salta en el otoño y mientras unos permanecen sanísimos, otros son presa de una perniciosa grave y otros de escalofríos que cederán al primer suministro de quinina.

He aquí en un cuadro los elementos que forman la constitución mor- bosa de los diversos fragmentos de la familia humana.

CAUSAS MORBÍFICAS

ORGÁNICAS CÓSMICAS Pureza de la raza Latitud y longitud Cruzas Temperatura media Antigüedad de la emi- Tensión eléctrica Raza........ gración Presión barométrica Razones de la emigra- Clima Composición química ción del aire Estado ozonométrico Estado higrométrico Venenos epidémicos

Alimenticia Fauna Médica Venenosa

Alimenticia Flora Médica Venenosa

Productos alimenticios Medicinas Venenos

Si en el norte de la Confederación Argentina los indígenas se enfer- man de neumonía y mueren mucho más a menudo que los extranjeros, debe ser porque esta enfermedad se repite más por la constitución orgá- nica de los habitantes que por la influencia cósmica. Si los negros de un país en el que jamás hubo fiebre amarilla, son llevados al Brasil en pleno desarrollo epidémico y sin embargo se enferman menos que los brasileños, el elemento raza contribuye a disminuir la influencia cósmi- ca telúrica del país. En cambio, si los hombres de cualquier raza y de cualquier país que van a Entre Ríos se enferman casi todos e indistinta- mente de gastralgia, debemos buscar la causa de esta afección más en las condiciones locales que en la organización de la raza.

No hay enfermedad cuya causa sea esencialmente orgánica o pura- mente cósmica, pues los contagios más terribles encuentran siempre per- sonas refractarias a su influencia, como tampoco puede demostrarse que quien muere de tuberculosis no se habría podido salvar yéndose desde un año a respirar el aire de Potosí o de Cochabamba. A veces la influencia orgánica sobrepuja con prepotencia de acción las causas cósmicas y en ocasiones éstas predominan de tal modo en la producción de una enferme- dad que ocultan a los observadores superficiales el influjo de la organiza- ción; pero la asociación de los dos elementos morbíficos existe siempre.

Este no es lugar para entrar en discusiones filosóficas sobre las causas morbosas, pero desde ahora quiero trazar algunas leyes de geografía morbosa. algunas de las cuales son conocidísimas y otras poco conoci- das o ignoradas y que he sacado de la observación práctica en América y pequeña parte de África. En el curso de nuestras cartas tendremos ocasión de encontrarlas aplicadas a cada paso y de entrar en detalles analíticos qué aquí nos llevarían fuera de camino.

1º La influencia de la raza sobrepuja siempre la constitución morbosa topográfica de la primera generación. Esta ley abarca todas las enferme- dades, menos las epidémicas.

2º El tiempo tiende a borrar siempre más la influencia de la raza y a aumentar el elemento del clima.

3º Después de varias generaciones, la influencia cósmica se vuelva orgá- nica y por tanto hereditaria.

4º La aclimatación no vale sino para las enfermedades epidémicas y contagiosas. Donde reinan la fiebre amarilla y las afecciones palúdicas, los recién llegados se enferman más fácilmente que los otros; mientras que allí donde las enfermedades del corazón, las neuralgias y las enfer- medades hepáticas son frecuentes, los extranjeros rio tienen tendencia a ser atacados sino después de muchos años.

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— 86 — — 87 — 5o Las enfermedades producidas por influencia del régimen se hacen

sentir mucho más pronto sobre los extranjeros que las producidas por el clima.

6o Cuando más elevadas son las funciones orgánicas, tanto más pronto experimentan la constitución morbosa de un país y viceversa. En los países de América donde la neuralgia, la hipocondría, la dispepsia, la neumonía, son endémicas, los extranjeros están expuestos más pronto las dos primeras que a las otras afecciones.

7° A medida que el inmigrante persiste en el régimen antiguo, tanto más aumenta la influencia de la constitución orgánica respecto a la del clima.

8° Cuando este desequilibrio es demasiado fuerte, puede perturbar la salud e inducir la enfermedad.

9° Las modificaciones higiénicas necesarias a la aclimatación siempre deben ser hechas lentamente y con mucha prudencia.

10° La constitución robusta nunca es causa predisponente de enferme- dad, aunque ésta sea de índole inflamatoria.

11° El efecto de los remedios varía mucho según las razas y los climas. 12o Esta última ley no vale por sí misma, sino por su aplicación sobre

reacciones de las influencias morbosas, ...). Donde el tubo gastro-entérico es delicado, los eméticos y purgantes se harán a dosis pequeñas; .....) Donde el sistema nervioso es muy irritable, los narcóticos son seu-

........... aun en cantidad mínima; Los excitantes de la irritabilidad espinal son tolerados en razón

........... de la altura sobre el nivel del mar y de la riqueza ozónica de los-

...........................ses; El yodo y los disolventes son pésimamente tolerados donde la.

.........................rición es defectuosa; La intolerancia del estómago nunca despoja de su virtud terapéutica

a los remedios y sólo debe disminuirse la dosis; Las sustracciones sanguíneas son mejor toleradas por lo general en

países de la zona templada; pero esta ley es frecuentemente rebelde .................. latitudes y nunca a las razas. En las regiones templadas la consti- tución individual es casi siempre mejor que en las zonas extremas y la .............gría es más tolerada;

La dieta puede ser más rigurosa en los países fríos que en el trópico. ............. ley contraria a algunos principios de química animal es sin em- bargo muy verdadera;

Las inflamaciones, aunque agudas, en los países cálidos pueden ser ........das sin lanceta o empleándola muy avaramente;

En los países tropicales la piel es el terreno menos peligroso sobre la cual puede obrar el médico;

En orden de frecuencia deben ser empleados en enfermedades iguales en las zonas templadas y frías los antiflogísticos, los disolventes, los estimulantes y extirpantes. En los países cálidos, en su lugar, los soco- rros terapéuticos siguen este orden de utilidad práctica: los extirpantes, los estimulantes, los antiflogísticos y los disolventes;

Sobre el suelo americano, las razas europeas toleran mejor que las otras los antiflogísticos; y menos que todas los extirpantes;

La raza negra reacciona más que las otras a los narcóticos; menos que todas a los disolventes;

Los indios toleran bastante bien los narcóticos; y por lo general, en el modo de reaccionar a los remedios se aproximan más a los blancos y a los negros.

Estas leyes no son sino el compendio de muchos grupos de hechos; a páginas destacadas de un gran libro que será escrito enteramente a nuestra posteridad. Encontraremos otras muchas en el curso de nuestro viaje; por ahora bastará haberos mostrado que las ideas que .............. en nuestros días en la ciencia sobre la geografía de las enferme- dades son teorizaciones demasiado prematuras y especialmente dema- siado sintéticas. Cuando se ha encontrado una ley no es preciso hacer .......... bajo sus horcas candinas los hechos poco conocidos o desconoci- dos no debemos halagar el producto de nuestra propia mente y, sobre todo no se adquiere derecho a una generalización física y grandiosa .............. que con la escala del análisis no se han reunido muchas síntesis .....................

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CARTA XII.

Fisonomía general de las enfermedades de entre Rios Número y comentarios – Mortalidad

Desde el día en que puse el pie en la bella península de Entre Ríos he llevado exactísima cuenta de todos los enfermos que solicitaron mi con- … … de manera que en el espacio de poco más de diez y seis meses he visto la alternativa de las estaciones y de las enfermedades y he podido formarme idea de la constitución morbosa en el Río de la Plata, ya que … … poca diferencia los países de Entre Ríos, de Santa Fe y de Buenos Aires forman una región muy homogénea que para algunos geógrafos constituye el grupo de las provi8ncias cisplatinas de la Confederación Argentina. Establecido en Nogoyá, uno de los distritos más poblados de aquél país y punto central de comunicación entre las dos orillas del Uruguay y del Paraná, he podido estudiar a los habitantes de las diver- sas partes de Entre Ríos, que obligados a pasar por sus negocios cerca del pueblo donde yo vivía, llegaban continuamente a consultarme sobre los achaques físicos. Por otra parte, donde una llanura blandamente ondulada se extiende sin obstáculo a la carrera de los más robustos caba- llos el gaucho no tiene compasión de los lomos del pobre médico que … … momento es llamado a muchas leguas de distancia de su nido.

Renuncio, por ahora, toda discusión nosológica y os presente el pros- pecto de mis estadísticas como un punto de llamada para nuestros estu- dios. Para formar mis grupos habría querido partir de base etiológica, poarque el cuadro fuese un boceto de geografía patológica especial que … … a la descripción física del globo, a la historia moral de la humanidad y al estudio de las causas morbosas, «pero ahora la sana … … –como dice el doctor Gibelli– ha demostrado que no llegará a descubrirse la verdadera esencia causal de tantas formas morbosas que en el progreso compresivo de todas las ciencias físicas y naturales, y las … … fundadas sobre datos incompletos son quimeras perpetuas, pun- tos de ilusión y estorbo a la verdad»1

1 Doctor Gibelli, El arte y la ciencia médica, página 9. 89

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— 90 — — 91 — Renunciando a la d iv i s ión anatómica de las enfermedades confesión

desvergonzada de nuestra ignorancia, y conservándome apartado de las nosologías sistemáticas que estropean los hechos al servicio de nuestros sueños dorados, he procurado formar algunas fami l i as naturales en las que entrasen las enfermedades más semejantes y que se reanudan a mi nexo común de causas y naturaleza. Repito sin embargo, que mi cua- dro no es un sistema de nosología, sino un simple prospecto de la

FISONOMÍA MORBOSA DE ENTRE RÍOS

FAMILIA I FAMILIA V

Heridas, fracturas, contusiones.-.................................... 47 Afecciones reumático-úricas .............................................. 59 Fiebre reumática. ................................................................ 7 FAMILIA II Reumatismo articular crónico............................................. 6 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Gon i l i t i s ........................................................................... Afecciones congestivas .................................................. 11 Gota .................................................................................... 5 Cerebrales .................... , ................................................ 7 Reumatismo muscular ........................................................ 15 Pulmonares. ... ............................................................... 4 Lumbago............................................................................. 16 ....................................................................................... Tortícolis............................................................................. FAMILIA III Litiasis ................................................................................ Afecciones hemorrágicas............................................... 10 FAMILIA VI Epistaxis......................................................................... 1 Afecciones cardio-vasculares ............................................. Metrorragia .................................................................... 9 Cardíacas ............................................................................ ....................................................................................... Vasculares........................................................................... FAMILIA IV FAMILIA VII

Inflamaciones................................................................. 103 Agudas ........................................................................... 41 Afecciones neurálgicas ....................................................... De las meninges............................................................. 1 Cefalalgia............................................................................ Del pulmón .................................................................... 1 Neuralgia supraorbital ........................................................ De la pleura.................................................................... 1 Otalgia ................................................................................ Del hígado...................................................................... 3 Gastralgia mática ................................................................ Del peritoneo ................................................................. Enteralgia vegetal ............................................................... Del pericardio ................................................................ 1 Peurodinia........................................................................... De la faringe .................................................................. 13 Coxalgia.............................................................................. De los tendones.............................................................. 6 Neuralgia raras.................................................................... De la oreja...................................................................... 8 Lentas............................................................................. 62 FAMILIA VIII De los bronq1uios .......................................................... 23 Afecciones neuróticas ......................................................... De la vejiga .................................................................... 3 Calambre esporádico de los músculos Del intestino................................................................... 21 generales ......................................................................... Del útero ........................................................................ 15 Epilepsia .............................................................................

Hipocondría................................................................... 4 FAMILIA VIII Histerismo ..................................................................... 17 Afecciones dérmicas .......................................................... 47 Espasmos de esófago .................................................... 1 Febriles (escarlatina).......................................................... 2 Llanto nervioso ............................................................. 1 No febriles.......................................................................... 45 … ferina ........................................................................ 17 Tétanos .......................................................................... 2 FAMILIA XIV FAMILIA IX Afecciones sifilíticas .......................................................... 56 ....................................................................................... Primarias ............................................................................ 12 Afecciones paralíticas ................................................... 5 Secundarias ........................................................................ 26 Parálisis reumática ........................................................ 2 Gonorreas........................................................................... 16 “ de la vejiga ..................................................... 1 “ progresiva de los dementes ............................ 1 FAMILIA XV FAMILIA X Afecciones infecciosas ....................................................... 2 ....................................................................................... Fiebre tifoidea .................................................................... 2 Afecciones mentales ...................................................... 5 Manía ............................................................................ 1 FAMILIA XVI Demencia ...................................................................... 4 Afecciones agenésicas1 ...................................................... 28 ....................................................................................... Dismenorrea....................................................................... 37 FAMILIA XI Poluciones diurnas ............................................................. 1 Afecciones supurativas.................................................. 28 FAMILIA XVII …lizo............................................................................. 6 … … ............................................................................. 9 Afecciones puerperales ...................................................... 6 ... ... de los huesos ......................................................... 4 Mastitis láctea .................................................................... 2 … … ............................................................................. 2 Metritis puerperal............................................................... 4 … … ............................................................................. 1 Llagas de las piernas ..................................................... 1 FAMILIA XVIII … aiculos ...................................................................... 5 Afecciones elmiúticas......................................................... 15 ....................................................................................... Tenias................................................................................. 15 FAMILIA XII FAMILIA XIX

Afecciones pseudo-morbosas ........................................ 37 Afecciones oculares ........................................................... 18 Mamas............................................................. 1 Oftalmia catarral ................................................................ 12 Próstata............................................................ 1 “ aguda .................................................................. 6 Estómago ........................................................ 1 Dacriocistitis ...................................................................... 1 … …ula......................................................................... 7 Iritis y estafiloma ............................................................... 5 …losis ........................................................................... 13 Orzuelo............................................................................... 4

El autor dice: Disgeniche, y agrega, pido perdón por esta palabra que intenta decir los desórdenes funcionales de los órganos de la generación, empleando dos letras griegas muy conocidas por los médicos.

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Cataratas

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traumática .................................................... 1 Efiorosis.............................................................................. 1 espontánea.................................................... 2 Lencorrea de los niños........................................................ 2 ....................................................................................... Estreñimiento grafe ............................................................ 7 FAMILIA XX................................................................ Prolapso del útero ............................................................... 1 Afecciones oscuras......................................................... 19 “ recto .............................................................. 2 Enfisema pulmonar........................................................ 6

De estos 700 enfermos murieron 12, esto es 2 de tuberculosis, 1 de ascitis, 1 de fiebre tifoidea, 1 de cistitis, 1 de enteritis, 1 de conmoción cerebral, 1 de tétanos traumático, 1 por putrefacción de la placenta, 1 por sífilis, 1 por vicio cardíaco y 1 por meningitis. Tuve, pues, una mortalidad de 1,62 por ciento; cifra que podría lisonjear la vanidad del médico, si no fuese en cambio expresión de la salubridad de aquel país y de la robustez de sus habitantes, pues el mismo médico con el mismo método presentará desgraciadamente más adelante cifras de mortalidad muy diversas cuando os lleve a otros países y a otras razas.

Y ahora que he dado los números, recurro a las apostillas y a las correcciones.

El médico no es llamado en Entre Ríos sino muy raras veces por en- fermedades endémicas que se creen ignoradas o mal conocidas por él. Por esto el tétanos y las enfermedades dermáticas tienen en mí cuadro una cifra bastante más lejana que la verdadera. Otras afecciones ocasionan un poco incomodidad a los habitantes, que sólo en casos excepcionales invocan asistencia médica. La tenia, comunísimo en aquel país, no es considerada enfermedad; y las fallas del corazón que son muy frecuen- tes, no las conoce el médico sino en sus últimos estados. Cabe decir lo mismo de la sífilis, que en los casos ordinarios se cura con remedios populares.

Con estas correcciones, mi prospecto puede dar con alguna exactidad un cuadro de la fisonomía morbosa de entre ríos, pues en un circuito de treinta millas yo era el único médico que fuese doctor, por lo que en poco tiempo logré vencer a mis otros colegas, a saber: los curanderos, las personas inteligentes y las médicas, y mi clientela extendiese a todas las clases sociales, desde el coronel comandante de la población hasta el más pobre gaucho que no tenía otra fortuna que su rancho y su parejero.

En la región del Plata, las enfermedades están distribuidas muy desigualmente en las diversas estaciones, de modo que el verano presenta el número máximo de enfermos y el invierno, que es lluvioso y tan sano, deja en completo reposo al médico más ocupado1.

1 Bufalini e le risaie. Gaz. Med. Lamb., Ottobre, 1858.

Las afecciones nerviosas predominan sobre todas las otras y también las enfermedades inflamatorias adquieren tal aparato pomposo de sinto- mas nerviosos que engañan, al principio, a los mejores observadores. El pulso es lento, la reacción de la circulación débil y oscura; rarísima la medicación de la sangría.

La tenia, la fastralgia vegetal, el estreñimiento grave, las fallas del corazón, la elefantiasis anestésica, el histerismo, la epilepsia y las afec- ciones reumáticas son las afecciones verdaderamente endémicas de aquel país y que nos ofrecen las formas más salientes del cuadro morboso que queremos estudiar.

La lentitud de la circulación, el eretismo nervioso y el estómago irritadísimo son los elementos que sirven de fondo a todas las enferme- dades, de modo que aún las afecciones comunes a todos los países reci- ben allí un sello especial y exigen especiales indicaciones terapéuticas.

Las fiebres palúdicas son desconocidas aquí, La diabetes azucarada no se observa nunca en Entre Ríos y mi observación concurre con la del doctor Vivanco que ejerció allí la medicina durante 10 años. Sin hala- … la debilidad por las teorías, propia de todos los hombres nacidos bajo el sol, recuerdo que en el Río de la Plata se vive casi de carne sola. No he visto un solo caso de bocio, de raquitismo y de cretinismo.

Con estas escasas noticias he intentado indicar a grandes rasgos un ... del cuadro que debemos detallar en las cartas siguientes, procu- rando estudiar una por una las familias de los males que hemos trazado.

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CARTA XIII

Enfermedades quirúrgicas en Entre Ríos. – Insensibilidad para el dolor físico – Tétanos y modos de curarlo. – Obstetricia. – Fecundidad de las mujeres de entre Ríos. – Trasmisión hereditaria de la facultad de engendrar gemelos.

En un país donde se pasa la mayor parte de la vida sobre el lomo de un caballo y en el que por chanza y ejercicio de agilidad muscular se juega con el cuchillo amenazándose tajos de filo a las manos y a la cara, las luxaciones, fracturas y heridas son frecuentísimas. En los raros casos en que la cirugía popular no se cree suficiente o la riqueza del ofendido obliga a llamar un facultativo, el médico encuentra una pasta de hom- bre que tiene para los daños traumáticos la fibra de acero del gato y la separación generatriz de la salamandra.

En la mayor parte de los casos el pueblo sabe reducir una luxación y juntar los fragmentos de un hueso roto, pero su ciencia no llega a dis- tinguir las fracturas simples y las complicadas y aplica a todos un aparato removible, cuya preparación recuerda el caldo sabatino de las brujas se funden juntos sebo, pez y copos de lana negra y se calafatea el miem- bro dañado de tal manera que se lo encierra en una coraza que tal vez resistiría las armas de fuego. A las armas de filo resiste seguramente como la lámina de hierro y de ello puedo dar la más auténtica garantía. Pues más de una vez debía libertar una pobre pierna que encerrada entre aquellas penurias y horriblemente inflamada y fistulosa, amenazaba gan- grenarse.

El callo se forma más pronto que entre nosotros y en esto también se tiene una prueba de la óptima constitución física de esa gente. Las vendas simples curan casi todas de primera intención y muy raras veces se complican con síntomas generales. He visto sanar espontáneamente algunas heridas gravísimas del cráneo y en las cuales un médico euro- peo hubiera esperado sin duda alguna una grave inflamación cerebral.

Ningún país como éste incita al médico con mayores seducciones a tratar operaciones de alta cirugía y muchísimas veces he reparado de

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segunda intención heridas causadas por las pasiones humanas o por manos del arte y que curaron milagrosamente sin producir una gota de pus. Seducido también por esta tolerancia para el cuchillo quirúrgico ejecuté en una mujer de 50 años la extirpación de un pólipo maxilar que salía ya por la nariz y por la bóveda del paladar. Para reunir la amplia herida debí aplicar catorce puntos de sutura enroscados; sin embargo, curó de primera intención sin presentar más que una febrí- cula de pocas horas y que la mano del médico podía advertir apenas. El pólipo se reprodujo a los tres meses, no obstante la cauterización con el hierro enrojecido que creí haber aplicado sin temor y sin misericor- día. Habiendo adquirido un inmenso aprecio por las carnes de aquella correntina, la convencí para que se dejase extirpar todo el hueso maxi- lar superior que estaba invadido sin duda por la degeneración poliposa Se sometió de buen grado a una 1argüísima carnicería y curó perfecta- mente. Un año después murió do apoplejía fulminante.

En esa ocasión admiré por vez primera la; poca sensibilidad de las razas indígenas de América, pues mi enferma era de purísima sangre guaraní. En 1as dos operaciones que sufrió no emitió un solo grito, ni necesitaron ejercitar fuerza alguna robustos gauchos que dispuse a su alrededor para defenderla de los violentos movimientos suscitados por el amor a la vida, y prestándose voluntariamente a todas las exigencias del momento ella misma me pidió varías veces suspender la operación para escupir la sangre que a torrentes le caía en la faringe. La tardanza del acto operativo que las manos inexpertas del joven cirujano volvían más prolongado, aún, la hemorragia copiosa y la aplicación de repetidos puntos de fuego produjeron un síncope de pocos segundos.

Está fué la primera, pero no la última vez que me asombró la heroica resistencia de las razas indígenas para el dolor físico. Examiné el hecho como diría Montaigne, sous plusieurs biais et plusieurs lastres, porque interesaba tan vivamente a la fisiología y a la patología, y advertí que en este heroísmo aparente tomaba mayor parte la escasa sensibilidad que el valor. El: europeo que nace sensible y al que todos los estímulos físicos y morales de la vida social le vuelven semejante a una mimosa, puede sufrir el dolor sin vacilar pero con la ayuda de una gran fuerza moral; en él puede más el hombre que la bestia y su coraje es la mayor parte de las veces una verdadera virtud y no una cualidad congénita. Por otra parte, la naturaleza que ha dado a los animales carnívoros uñas y dientes para aferrar y lacerar, les ha dado mayor plasticidad de repa- ración, pues estaban expuestos a continuos daños traumáticos; así ha hecho con el salvaje y así obra siempre con todas las facultades y con

todos los fenómenos de simple nutrición y de alto desarrollo moral. Cuando un poder aparece fuertemente pronunciado por la necesidad de las circunstancias o por educación de su ejercicio, todas las facultades que le sirven de satélites se desarrolla en la misma proporción. Una fuerza sin los medios para desarrollarla es una paradoja de nuestro … … o un error monstruoso de la naturaleza y que debe necesaria- mente perecer. Lo dice el pobre Didus ineptus que desapareció de la tierra antes que sonase la trompeta de Josafat, lo dicen muchas razas americanas que se van apagando porque llevan en sí una causa inti- ma y necesaria de destrucción en el desequilibrio de los poderes físicos y morales.

En ninguna de las operaciones que ejecuté en América vi desarrollarse tétanos. Observé dos casos en entre Ríos: uno reumático y producto … … otro de una pequeñísima astilla de madera introducida en el pie. El doctor Vivanco durante una larga práctica de diez años ha curado … ... tetánicos administrándole emético en opio asociado a dosis … … Como no me reconozco el derecho de rechazar un remedio porque … … en apariencia las leyes de nuestro pobre código terapéutico, en los dos casos he usado el mismo medio y vi morir en cuatro días al … … herido y sanar al otro que al pasar a nado un río con el cuerpo … … de sudor se enfermó de tétanos ocho días después. En pocos dias llegué a dar un escrúpulo de emético en un dracma de opio al día no observé otro efecto fisiológico de esos dos heroicos remedios que … … del opio. Al mismo tiempo apliqué inhalaciones repetidas … … y el enfermo sanaba en un mes. Vivanco tuvo la suerte de curar con este remedio vairos casos de tétanos traumático1.

Varias veces observé el trismo como una forma de congestión cere- bral y de histerismo. Una mujer como de 40 años, chola de nacimiento de temperamento nervioso, atacada de un repentino acceso de celos … … en convulsiones y permaneció tres días con las mandíbulas apre- tadas. Sanó perfectamente con el almizcle, el asa fétida y los otros antiespasmódicos menores que se le hizo tragar trabajosamente. Otra vez me llamó por un robusto gaucho de 30 años que después de un … … galope bajo el azote del sol había sido atacado de cefalea, viva … … y trismo. La hinchazón del rostro, el pulso tenso y agitado, los

1 Si la asociación del emético con el opio es una herejía diatésica y química, con- … … tener algunos compañeros en nuestro pecado. Delioux, entre otros, ha encon- trado utilísima esta mezcla hererogéna en el tratamiento de las afecciones agudas del … … Ball. Gen. De ther., junio 15, 1887)

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ojos brillantes, las venas de la frente y del cuello inyectadas, hablaban elocuentemente, por lo que tome la lanceta pedí el vaso y las vendas. Como no se me obedecía y los circunstantes mirábanse los unos a los otros, pedí una explicación, pero se callaron, murmuraban y poco des- pués se juntaron en la habitación del enfermo todas las médicas, las brujas del barrio y todos los que en aquel paraje estaban en olor de ciencia médica. Aquella consulta panteísta, esa sublevación "en masa que me parecía acabaría en un ostracismo, determinó que tratábase de pasmo real (tétanos) y que por lo tanto la sangría era un homicidio. Renuncié a las discusiones científicas y a las transacciones diplomáticas, y gritando más fuerte que todos mis consultores dije que necesitaba sacar sangre y que si no se lo quería me retiraría al instante. Esa mu- chedumbre pareció dudar y aproveché de esa duda de mis enemigos para abrir la vena, Apenas habrían salido pocas onzas, mi enfermo abrió la boca y desde aquel momento el trisrno no reapareció más. La enfer- medad siguió el curso de una simple congestión cerebral.

El vulgo de esos países cura el tétanos con .el azufre, al que se consi- dera un específico como la quina para las fiebres palúdicas. Debo con- fesar que este remedio cura a algunos, pero la naturaleza es tan compla- ciente y modesta que, sin ser invitada, se vuelve siempre aliada del médico con sus errores como en sus glorias …

Las conmociones cerebrales por caídas del caballo son muy frecuen- tes y la opinión pública con prepotente exigencia quiere siempre que el médico sangre al enfermo. También cuando la caída no ha producido sino un atolondramiento pasajero es preciso sacar la sangre golpeada y que más tarde podría producir graves enfermedades. He encontrado siempre dañosa la sangría en los casos graves e inútil en los leves. Observé dos casos que por las circunstancias casi idénticas de edad, de temperamento, de causa y de efecto aparentes quedaron fijos en mi me- moria como la más elocuente protesta contra la práctica de la sangría en las conmociones cerebrales. Dos jóvenes como de 16 años cayeron del caballo y permanecieron comatosos e insensibles; la circulación y respiración eran los únicos signos de vida: uno fue sangrado generosa- mente y murió; el otro no tuvo otro remedio que el reposo y una dosis purgante de calomelano para excitar la última función del recto sus- pendida durante varios días, y curó muy bien. Y sin embargo, perma- neció tres días insensible y comatoso; su pulso parecía implorar la lanceta.

En un caso que observé en la provincia de Salta, el coma duraba hacia cuatro días sin que los sinapismos y vejigatorios consiguiesen despertar

el trabajo intelectual, y la aplicación de la máquina eléctrica a la lengua y a los músculos del cuello dio un resultado brillantísimo. Repetí me- tódicamente la aplicación varios días seguido y conseguí siempre inte- rrumpir el sopor y despertar la voz y los movimiento voluntarios. En estos casos creo que no debe causarse el cerebro y que esforzarlo al tra- bajo sin misericordia cuando todavía es incapaz, resulta igualmente peligroso como abandonarlo al hábito de la inacción absoluta. Ocurre lo mismo en la parálisis de los melancólicos, pues la inmovilidad a la que voluntariamente se abandonan produce y aumenta la inmovilidad per- manente.

Muy pocas veces precisa el comadrón emplear el forceps en Entre Ríos y menos aún los instrumentos cortantes. El raquitísmo es enfer- medad casi desconocida allí y es la que ha dado a la ciencia obstétrica, como todos lo saben, las operaciones más difíciles y brillantes. Las operaciones manuales, en cambio, son frecuentísimas, porque los par- tos gemelares son muy frecuentes y la inercia del útero es enfermedad endémica ocasionada por los pésimos tratamientos de las crueles parteras de aquella provincia argentina.

En países en los que la organización social es tan reciente, es muy peligroso recoger estadísticas apoyadas sobre bases inciertas y deficien- tes pero desde ya puedo asegurar que nacen más gemelos que entre nosotros. La disposición de tener gemelos es hereditaria tanto para los hombres como para las mujeres. Conocí en El Sauce una mujer que había parido 21 hijos, de los que 18 eran gemelos. Algunos de éstos habían visto redoblada su prole en un solo parto. Esta familia tan fecun- da estaba formada por verdaderos atletas.

Tal hecho confirma observaciones de Baillarger, quien encontró que los hijos de las madres que tuvieron embarazos dobles paren con frecuencia gemelos. Según este autor, esta disposición se transmite también por los varones y salta a veces una generación. En 256 embarazos dobles encontró:

veces

Dos varones............................... 98 Dos mujeres ................................ 58 Un varón una mujer .................... 100

Por lo cual en 512 gemelos se encuentra:

Mujeres 214.......... ., n • Un tercio más de varones Varones 298 ..........

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— 100 — Flourens había ya observado también en los animales que la relación

de los machos con las hembras en los partos gemelos es de 1/6 : 1/16. Qué desgracia sería si en Entre Ríos se tuviese por los gemelos el mis ino horror que en Callebar, en el que una madre que tiene la desdicha de dar a un tiempo dos hijos a la patria es relegada con ellos al país de Eboo, porque entonces se parece a los brutos y ofende altamente a su familia y a todos sus parientes. En otros países de Africa el h o n o r

aumenta en un grado y la madre se mata con los propios hijos para cas- tigar el enorme del i to que ha cometido. En los raros casos en que puede escapar a la muerte, los gemelos nunca se libran1.

Las sacudidas del manteo a las que son sometidas casi todas las par- turientas, cansan de tal manera al útero, que la placenta, ya desprendida en parte, es expulsada con mucha lentitud y produce hemorragias fata- les. Otras veces el útero se cierra sobre ella y es preciso el arte medico, y el obstétrico para hacerla salir.

En un caso en que extraje la placenta tres días después del parto, la encontré podrida a tal extremó que infestó toda la habitación de la enferma, la que sobrevivió .un día. Aunque esta operación duró, apenas pocos minutos y no tenía un solo rasguño en las manos y en el brazo, a los pocos días me salieron varios forúnculos en el codo derecho, que supuraron bastante y me inutilizaron el brazo durante algunas semanas, Cazeaux y Godefroy sufrieron también una erupción de ectima en el antebrazo después de una operación de parto, y Guillemot refiere otro caso semejante2. En Inglaterra, Gamgee, Sarginson y dos ayudantes tuvieron ectima en el brazo después de una larga y laboriosa operación. de parto en una vaca, y Gamgee estudiando su enfermedad quiso con- frontar la materia absorbida con el veneno de la fiebre puerperal o de las disecciones cadavéricas3.

La necesidad absoluta de las operaciones normales de parto no se debe medir en aquellos países por la estadística, como lo haría un viajero que no hubiese v iv ido allí algún tiempo. Muchas son de elección y de lujo. Para comprender la razón de tal hecho, me bastará agregar que una simple extracción de placenta se paga quinientos francos, y una versión es recompensada muchas veces con mil y dos mil francos.

1 DANIELL, Sketches of the Medical Tepography and Natives Diseases of the Gulf of Guinea, Western Africa., etc., London, 1849, páginas 97-98.

2 Gazelle Medícale de Paris, 1855, páginas 165 y 200. 3 Edinburg Veterin. Review, July 1858, London medic, chirurg. rev., ibidem.

CARTA XIV

Falta de equilibrio entre las enfermedades inflamatorias y las nerviosas. – Extraña … … del pulso. – Caso raro de pericarditis. – Afecciones remáticas, debilidad del corazón y cálculos urinarios.

La patología general, como la entiende la mayoría, no es un cuerpos homogéneo de doctrina, sino un montón de hechos, de teorías y de cla- …aciones; es una verdadera olla podrida en la que algunas verdades de parimer orden, rara nantes in gurgile vasto,se pierden entre el lujo la terminología, las briznas de antiguos errores y los gérmenes de los … …mas que esperan de una ciencia más madura el aura fecundante. A menudo la asociación fortuita de dos fenómenos morbosos, repetida … las veces, se toma por ley de la naturaleza y se agrupan a su alrede- dor con encomiable complacencia hechos menores y esparcidos en las más remotas regiones. Cuando estudio algunos sistemas de medicina me parece ver un jardín del tiempo del afeite y de las pelucas y en el a las tijeras niveladoras y la mano del jardinero han deformado la naturaleza y reunido con grosera simetría las hierbas de todas las formas …oares. Llamad huerta botánica a este jardín de seiscientos, dad el nombre de ciencia a muchas obras de patología y habréis impartido dos …os igualmente legítimos.

Una de las pocas verdades que sobrenada sobre el mare mágnum de esta olla podrida, es seguramente la ley del equilibrio que existe en el sistema nervioso y el sanguíneo. Consideradas en masa estas grandes provincias, tienen dos grandes reinos del mundo morboso: las enfermedades inflamatorias y las nerviosas. No me acuséis que hago … … radamantesco, pues yo mismo lo reconozco así, porque no basta que el hecho que suiero denunciar sea verdadero y legítima expresión de una serie de hechos menores. Algunos individuos tienen tendencia a … … de llegmasia, mientras otros son atormentados por las mil formas del erectismo nervioso. Una disposición quita o disminuye la … … las pocas excepciones no valen para destruir esta regla general

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que como para los individuos vale también para las razas y los países En Entre Ríos la constitución es nerviosa y las inflamaciones en masa son raras, rarísimas las agudas.

Cuando la llogosis se injerta sobre fondo eretístico, provenga éste de la organización accidental de un individuo o de la estofa de una raza. Aquella toma fisonomía y medida distinta y en algunos casos la desfigura completamente. Pero descendamos de las teorías al terreno humilde y seguro de la observación práctica.

En el Plata se pueden inflamar el pulmón, los bronquios, el hígado como en cualquier país, pero la reacción de la circulación es lenta y oscura; el exudado flogístico ocurre raras veces, mientras el sistema nervioso se alarma desde el principio, se tiende y se sacude, y en medio de una borrasca tumultuosa de síntomas cubre el sufrimiento del siste- ma cardio-vascular, que es sin embargo el elemento morbos esencial y la fuerza motriz de todo el desorden.

En los individuos eminentemente nerviosos, los cordones que ponen en comunicación con el mundo exterior son poderosos siempre en de- trimento del árbol sanguíneo y el pulso es casi siempre pequeño y débil: lento también a veces. Reveillé-Parise, que analizó bastante bien el tem- peramento de las personas nerviosas, ha repetido y valorado un hecho ya observado por muchos otros4. En el Plata he observado muchas veces el pulso lento, algunas veces lo encontré lentísimo. Una mujer histérica de Nogoyá, rubia, de buen color, más o menos de 45 años y madre de dos hijos, tenía siempre un pulso de 40 latidos por minuto aunque lo explorase en horas y épocas diversas, en estado de salud y bajo un tratamiento antiespasmódico. En Salta, en un hombre robusto de 45 años, nacido en los valles calchaquíes y que por su carácter podía servir de tipo ideal de la paz y de la tranquilidad, encontré siempre un pulso de 32 latidos. Sufría una ligera hipertrofia de corazón que le pro- dujo edema en los pies, el que desapareció después de una sangría y do- sis de elaterio. En el curso de su enfermedad, antes y después de ella el corazón nunca latió más ni menos de 32 veces por minuto.

El poco desarrollo cardíaco vascular puede ser una de las causas prin- cipales de las enfermedades inflamatorias entre las razas nerviosas, pero … es la sola seguramente; tal vez la primera y esencial huye hasta ahora en nuestras investigaciones.

La fibrina es rara en Entre Ríos, porque las flogosis se detienen casi 4 REVEILLE-PARISE, Phis. Et Hyg. Des hommes livrés aux traraur. de l’espirit, tomo página 109, 4º edición, París, 1845.

siempre en el periodo de congestión activa o se abren paso tan débiles y breves que alteran muy poco la crasis sanguínea.

La fuerza medicatriz de la naturaleza es una cosa o, mejor dicho, una palabra de la que se ha abusado tan miserablemente que desearía qui- tarle el bautismo y relegarla para siempre entre las heréticas de nuestra ciencia, pero no cabe duda que el elemento morboso físico o dinámico que ataca nuestro organismo despierta siempre una reacción que tiende a expelerlo o a luchar con él. Y bien, creo firmemente que este movi- miento reparador corresponde especialmente al sistema nervioso y es mayor en las personas que más desarrollada y perfecta tienen esta parte del organismo. Creo aún que los nervios ganglionares, alma motriz de la esponja capilar de nuestros tejidos, tienen una influencia máxima en el paso de la congestión a la verdadera flogosis plástica y la impiden tanto mejor cuanto más potente es su inervación.

Lo ignoto fue siempre el testimonio invocado por los ignorantes y estafadores, así como en medicina el pobre sistema nervioso fue el salvo- conducto de la imbecilidad, de los caprichos y de la ignorancia, y sobre- cargado de tanto peso y sofocado por tantos encargos, aunque hubiera … las espaldas de Atlante estaría a estas horas aplastado y seco. No quisiera ser cómplice de este homicidio, sino que otros dieran de este hecho una mejor explicación. En Entre Ríos, donde todos son nerviosos muchos llegan a un verdadero eretismo convulsivo, en las pocas lleg- masias agudas que se observan el período congestivo dura mucho tiempo con frecuencia la enfermedad aborta junto con él, apenas la mano del médico ayuda la tendencia de la naturaleza. En las provincias nórdicas y la Confederación Argentina, en donde la constitución es en cambio más débil e incierta la reacción nerviosa, el período de la congestión es … …, apenas advertible y el exudado flogístico, frecuente y mortal, … … sin dar tiempo al médico para luchar contra esta tendencia fatal.

La inflamación, acompañada de gran desarrollo de síntomas nervio- sos tiene mayor tendencia que las otras a hacerse lenta o crónica. Donde la enfermedad está casi únicamente definida por el fenómeno hidráulico- … …, como la han definido muy bien los patólogos modernos, las … … de reabsorción del exudado flogístico y de la supuración ponen en la mayoría de las veces al proceso morboso, mientras que donde el sistema nervioso ha tomado parte mayor en la lucha contra la flogosis para envolverla en el manto de complicaciones proteiformes, la enfer- medad tiende a tomar un curso lento y la resolución por una u otra vía … hace a empujones, con remitencias y a saltos. Sé que escribo cosas muy inciertas, pero camino por la niebla sobre un terreno mal conocido

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CARTA XV.

Enfermedades nerviosas de Entre Rios y causas que las producen. – Pésima influen- cia de matrimonios entre pariente. – Sensación de frío en las extremidades inferiores. – Tos ferina. – Enajenaciones mentales.

He tropezado sin quererlo y más de una vez, cuando me he referido

al gran peligro que se corre cuando se habla del sistema nervioso y he aquí que tengo enredada a mis pies la misma cuestión, como si quisiera burlarse de mi ignorancia y de mis temores. El hecho es que, para esta vez, prefiero confesarme tímido antes que orgulloso y que no quiero resolver una sola de las mil cuestiones de patología y terapéutica que se reagrupan en torno al gran problema de las enfermedades ner- viosas.

Adhiero a las ideas filosóficas expresadas hace tiempo por nuestro Perini sobre los temperamentos1 y no quiero satisfacerme con una palabra confusa e incierta, diciendo que en Entre Ríos la gente se enferma más que en otras partes de afecciones nerviosas, porque casi todos los habitantes son del temperamento refrendado por estas palabras. Procuraré, en cambio, indagar las causas principales de tal hecho, observando en lugar de teorizar, describiendo en vez de adivinar.

Se puede ser sano y robusto sin que el equilibrio de los diversos siste- mas que forman el telar de nuestra vida esté marcado por una igualdad matemática, y más bien la preponderancia de una o más facultades para nuestro carácter de un modo especial, contribuyendo más que … … cosa alguna o destacarnos como individualidades en medio del hervidero de la pasta humana que uniforme y monótona nos funde en el gran órgano de la generación que nos ha dado la vida. De este modo se puede admitir que desde la primera formación de las sociedades americanas, los hombres fueron más nerviosos que en otra parte. Me 1 Perini. Saggio su la fisiología del temperamento nel Politecnico, Milano, vol. 3 ... 7. 1830

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concederéis también que la mayor parte de aquellos hombres que atra- vesaron el océano en busca de oro y de aventuras eran de un temple más irritable y vivo. En los siglos pasados necesitábase vencer muchos prejuicios, pisotear muchos afectos, tener una fuerza no común de volun- tad para dar un adiós tal vez eterno a la patria y pasar a otro hemisferio; precisábase ser impelido por el delito o por el dolor, por las pasiones buenas o malas, pero siempre violentas y que hacen palpitar el corazón humano. Y es en estos hombres que el eje cerbro-espinal tiene mayor preponderancia de acción.

Pero seamos pirrónicos por un momento y admitamos que las prime- ras familias que poblaron esos países fuesen de la pasta más linfática y húmeda que se embebe de grasa en las abundantes praderas de Holanda pero debieron sufrir en aquel suelo una influencia que alteró profunda- mente su estructura física y moral, y antes que otra alguna, la del clima. He visto a criollos como a europeos, a las razas teutónicas como a la latinas, más sujetas a la enfermedades nerviosas bajo aquel cielo, Si las agitaciones morales comunes podían producir sobre todo un mismo efecto, deberían por esto escapar a esa influencia los indígenas, que encerrados en el círculo estrechísimo de las necesidades animales no pedían a la tierra más que carne y un techo, sin exigir a la vida otras alegrías que un caballo, una mujer y una lanza. Sin embargo, he encon- trado un fondo de eretismo nervioso también en los abipones, a los que he visitado en el Gran Chaco, y entre ellos es común el histerismo.

Ponedme entre dos paréntesis, pero dejadme decir que muchas deli- cadas señoras que creen a esta enfermedad propia de una exuberancia de civilización y expresión segurísima de delicado sentir, se avergonzarían si supieran que están sujetos a ella algunos salvajes de color fangoso que chupan golosamente la sangre caliente que brota de las arterias abiertas de un caballo recién degollado. En esto encuentro un hecho que desvirtúa la creencia corriente entre médicos y no médicos, que el histerismo es muchas veces producto de ciertas necesidades insatisfechas boudin, entre otros, tuvo el mérito de protestar contra esta creencia. Si Hipócrates hubiese nacido en Entre Ríos, habría escrito seguramente que esta enfermedad proviene del abuso de los placeres venéreos.

Las estaciones y los países húmedos favorecen el desarrollo de las nerualgias1.

La bebida predilecta de los argentinos es el mate, alimento cafeico potentísimo, que sacude los nervios más perezosos y lentos, y exalta en

1 MONNERRET, Traité de pat. Gen., París, tomo I, pág. 420. 1857.

grado sumo a las personas sensibles. El abuso del coito, que comienza temprano y es continuado siempre hasta el límite de la impotencia senil, el poquísimo ejercicio muscular en un país en el que el caballo lleva siempre al hombre y al que la manufactura europea envía todos sus productos, desde el clavo hasta el papel de cartas, debían hacer más … …, más eretistico el sistema nervioso, ya preponderante por …cia e influencia de vida.

Quien es fuerte, abusa con mucha más frecuencia de la fuerza y aunque … … por un período menor que los débiles, el exceso desmesurado … … muchas veces a ese estado de hiperastenia eretística que todos los patólogos debieron observar y entrever cuando en su despotismo con- trastador encerraron en dos o tres familias todos los males que atormentan a la raza humana. El ejercicio de una fuerza potente produce un gran placer y adquirimos primero el hábito, después el vicio y la exageración da la fuerza. Los nerviosos prefieren todo o casi todos los cafeicos que exageran su temperamento, así como las personas excesivamente exalta- das aman las fuertes impresiones, los rápidos contrastes del sentimiento … … lo que exalta y atormenta sus nervios siempre exasperados … ….

Para acrecentar o mantener la excesiva irritabilidad del sistema ner- vioso de los argentinos, contribuyeron bastante las vicisitudes de la vida … … y de las continuas guerras civiles, en medio de las cuales … … casi siempre en los tres siglos y medio que siguieron a la con- … …. Rush ha publicado un escrito sobre la influencia de la revolu- ción americana en el cuerpo del hombre y, entre otras cosas, dice que a las mujeres histéricas cuyos grandes intereses dependían del éxito de la empresa, los acontecimientos futuros establecieron perfec- tamente su salud. La misma causa que en algunas puede dañar el histe- co con las trepidaciones de la gloria, puede producirlo en otras con … … del temor y los sobresaltos del miedo. Este argumento es demasiado importante para que se pueda tomarlo como curiosidad. y delicado y muy complejo puede substraerse del corte neto y pre- … … de los números, pero no debe escapar al estudio del médico … ….

Para perpetuar más en las razas y acrecentar los resultados de estas … causas, intervino muchísimo el orgullo de los españoles, los … … lucharon con todas sus fuerzas contra el cruzamiento de las razas … … obligados violentamente por necesidades ineluctables, obedecieron … … naturaleza, que riéndose de los vanos esfuerzos abrió fáciles puertas en donde la sangre de todos los pueblos de la tierra debía mezclarse en

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sus grandes ondas, depurarse y correr después por las venas de genera- ciones más robustas y vigorizadas por un nuevo bautismo regenerador. En país alguno del mundo donde se han establecido las razas de Europa, son tan frecuentes los matrimonios entre parientes, como en la América española; en país alguno se alarga más pronto la mano que unir tíos y sobrinas, primos y primas, y aprovechar el precio de una baja pros- titución de la higiene y de la moral. Pobre especie humana que se alaba de haber heredado de los abuelos una corriente ininterrumpida de sangre nobilísima, aunque por esas venas se infiltran con él la epilepsia, el histerismo y la atrofia de la vida, que tantas veces están detrás de los trofeos blasonantes.

El médico nunca debe perder la ocasión de repetir esta verdad, aunque su palabra sea vox clamantis in deserto. En Entre Ríos he visto siempre la salud en proporción directa de la impureza de sangre. En las familias más nobles, la epilepsia, en forma de pequeños accesos, es endémica. Conocí un joven que la había heredado de su padre junto con el orgullo de sangre, y el que me aseguró que en medio siglo habían muerto treinta personas de su familia de muerte repentina. En otra familia, el tío era epiléptico, las tías histéricas, el sobrino no podía dormir sin la luz de una vela, sin riesgo de ser presa de sueños horribles que le producían convulsiones, y las hermanas eran dismenorreicas. Una de ellas, que se casó con un griego, tuvo los hijos más robustos y mejor organizados que he visto, los que hacían extraño contraste con el resto de la familia.

He observado muchas veces la sensación bien distinta del bolo histé- rico aun en los hombres; en las mujeres he visto la formas más raras y extrañas en las que el historismo, la epilepsia y hasta la hidrofobia se asociaban de mil modos. Conocí una señora como de 35 años que había tenido cuatro hijos y estaba embarazada del quinto, y que en los cinco embarazos había sufrido en los primeros cuatro meses graves ataques histéricos que la privaban de sentido por una hora y más. El ataque por el que fui llamado comenzó con la ilusión de ver las cosas muy lejanas. Esta alucinación fue seguida de sollozos y de síncope.

No sé si deba atribuir a la influencia del clima una especie de ragle que sufrí varias veces después de haber galopado más de lo acostumbrado en el transcurso del día. Al regresar a casa, ya en el crepúsculo, me parecía ver el suelo muy llano, interrumpido por ondulaciones de terreno muy próximas entre sí, por lo que involuntariamente detenía con las riendas mi caballo, por temor de que tropezase y cayese. La alucinación era tan fuerte, que algunas veces bajé del caballo para asegurarme que el terreno era llano. Este fenómeno, que en el desierto es producido casi

siempre por la necesidad de sueño y de reposo, parece un verdadero eretismo nervioso y no una simple afección de la vista, pues yo experi- menté vértigo y una especie de embriaguez, y me dirigía a casa lenta- mente y cerrando los ojos de cuando en cuando, como para defenderme de la ilusión que a despecho mío me seguía.

Billiet, en una carta dirigida a la Academia de Ciencias de París, llamaba la atención de los médicos sobre los pésimos efectos del matri- monio entre parientes, observados por él en Ginebra. He podido confirmar sus observaciones en América y agregar otras. He aquí los efectos de estas uniones: 1º Falta de concepción. 2º Retardo de la concepción.

3º Concepción imperfecta (aborto). He visto una familia de genitores ...misimos, que eran tío y sobrina, perder por aborto diez hijos.

4º Productos incompletos (monstruosidad). 5º Productos expuestos con facilidad a las enfermedades del sistema

nervioso y, por orden de frecuencia, a la epilepsia, a la imbecilidad, a la idiocia, a la mudez, a la parálisis y a las diversas enfermedades cerebrales.

6º Desarrollo incompleto de las fuerzas intelectuales y especialmente a la susceptibilidad morbosa para el dolor moral y poquísima sensibili- dad para el placer.

7º Formas extrañas de neurosis que ningún socorro terapéutico corrige.

8º Diatesis escrofulosas y tuberculosas. 9º Poca resistencia para las enfermedades y la muerte. 10º Gran mortalidad, especialmente en la edad tierna. 11º Dismenorreas inexplicables por otras causas y rebeldes a todo

tratamiento. 12º Escasa robustez genital. Menière ha estudiado la influencia que ejercita el matrimonio entre

parientes sobre la mudez congénita de los hijos1. El doctor Bemis, de Kentucky, ha encontrado que el 10% de los

sordo-mudos, el 5% de los ciegos y el 15% de los idiotas son, en los Estados Unidos, el fruto del matrimonio entre dos primos en primer grado.

¿Para qué citar cifras y autores cuando este hecho, más que en las

1 MENIERE. Du mariage entre parents, considéré comme cause de la surdo-mutité con- … …, en Gaz. Med. De Paris, pág. 303, 1856.

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páginas de la ciencia, está escrito en las hojas de la naturaleza y en la vida del mundo orgánico.

La violación de este precepto debería tener el nombre de delito si en nuestra sociedad no se pudiera comprar con dinero la verdad y vender el error, engañar a los ilusos y arrastrar a través de las generaciones una llaga que deshonra a la civilización, empequeñece la raza y puebla los hospitales y cementerios. Aprendamos de los chinos que en toda su desmesurada población no tienen más que cien nombres de familia y han prohibido sin embargo el matrimonio entre todas las personas que llevan el mismo apellido, aunque no medie vínculo alguno de parentesco.

Las neuralgias más raras, algunas apenas admitidas por Valleix en su gran monografía, están al orden del día en Entre Ríos. Muchas veces quedé avergonzado por algunas horas respecto a la diagnosis de algunos dolores agudos a la vejiga, al riñón, al testículo, que por su sede parecían producidos por una lesión mecánica o inflamatoria y que poco después encontraba ser puras y simples neuralgias. Algunas de ellas tienen tal fisonomía característica, que merecen una descripción detallada que daremos más adelante.

Una neurosis extraordinaria para un médico europeo, pero comunísimo en aquel país, es una sensación bastante molesta de frío que se experi- menta de la cintura a los pies. El tacto del médico no puede advertir este enfriamiento, pero los enfermos dicen que sienten dividido su cuerpo en dos mitades por una línea de hielo y que por muchos esfuerzos que hagan para calentar sus extremidades inferiores, no pueden lograrlo. En los casos graves esta sensación constituye una verdadera enfermedad en la que la mitad inferior del cuerpo sufre una anestesia incompleta. Creo que el ejercicio del caballo tiene una cierta influencia en la producción de esta enfermedad, pues la he observado raras veces entre las mujeres que cabalgan mucho menos que los hombres. Los hábitos y el clima ejercitan a este respecto mayor influencia que la raza, pues la observé tanto en los criollos de pura cepa española, como entre los abipones. Encontré útiles las fricciones estimulante4s con mostaza, con amoníaco y el ejercicio a pie, pero debo confesar que esta afección resultaba rebelde la más de las veces al método de curación más enérgico e insistente y vencida, comparecía a menudo con la mayor facilitad.

En algunos casos encontré esta sensación de frío asociada a la impo- tencia o a erecciones poco válidas y fugaces. Tal vez este fenómeno se verifica más a menudo, ya que es difícil interrogar al enfermo a este propósito, y más difícil tener noticias seguras. Sin embargo, se que muchos europeos hace poco establecidos en este país, me decían haber

experimentado una singular influencia anafrodisíaca y acusaban invo- luntariamente a la humedad del clima y al continuo cabalgar. Esto me recuerda que Hipócrates, en su áureo escrito de climatología, dice que la equitación continua volvía impotentes a los escitas1.

En Nogoyá me encontré con una epidemia de tos ferina, pero no pude observar ningún carácter importante que distinguiera esta enfermedad por causa de la raza o del clima. Encontré también utilísimo en aquel país el laurel-cerezo. En los casos obstinados, las fricciones entibiadas a los pequeños vesicantes en el pecho, abreviaron el curso del mal.

En 740 enfermos no tuve más que 6 alienados y cuando pienso en la población del distrito en el que estaba establecido y que alcanzaba sin duda a 8.000 habitantes, encuentro mínima esa cifra. Jamás he visto en Entre Ríos, ni en otra parte de América, un loco de sangre india pura, pero sí varios cholos. En una familia de mestizos era demente una hija y la otra demente y paralítica. Si quisiéramos elevarnos para buscar sus leyes generales sobre los pocos datos que he podido recoger relativos a las enfermedades nerviosas en América argentina, nos arriesgaríamos a perdernos en lo vago y nebuloso. Me bastará señalar que en las razas americanas la sangre indígena ha entrado a formar parte de la generación actual mucho más por la línea femenina y que entre la oscuridad que vuelve aún a esta parte de la fisiología, podemos creer que el esqueleto nervioso se hereda más de la madre que del padre, y que la primera lo transmite más a menudo a los hijos varones, mientras el segundo a las mujeres.

1 … … aquis et loris, 21