Pampa Especial 2 - Trabajo, Estado y precariedad

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JORNADAS DE FORMACIÓN POLÍTICA Nuevas formas de trabajo y organización en el Estado ASOCIACIÓN TRABAJADORES DEL ESTADO CONSEJO DIRECTIVO CAPITAL FEDERAL

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pensamiento/acción política. Buenos Aires, Argentina. Noviembre de 2009.

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JORNADAS DE FORMACIÓN POLÍTICA

N u e v a s f o r m a s d e t r a b a j o y o r g a ni z ac i ó n en e l Es t a d o

ASOCIACIÓNTRABAJADORESDEL ESTADOCONSEJO DIRECTIVOCAPITAL FEDERAL

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pensamiento/acción política

Responsable EditorClaudio Lozano

Equipo de producción y ediciónKarina ArellanoLucía De GennaroSebastián SciglianoEmilio SadierPablo ZismanDiego Bacarelli

Ilustraciones Hernán Espejo

Diseño y armadoNahuel Croza

Agradecimientos Santiago LlachPaz LevinsonMartín ArmadaCompañero AsmaHéctor Maranessi

Instituto de Estudiosy Formación CTA

Asociación Trabajadores del Estado Consejo Directivo Capital Federal

Redacción [email protected]

AdministraciónPiedras 10671070 - Buenos AiresTeléfono: 4307-3637

ISSN 1851-5827

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Estado y gobierno de lo público

Ezequiel Ipar /Perspectivas alrededor de lo público 14

Martín Hourest /Crítica a la “estadolatría” 21

Claudia Korol /Experiencias constituyentes en América Latina 31

Capitalismo y trabajo

Emilio Sadier /Algunas entradas al concepto de precariedad 38

Claudio Lozano /Proceso de acumulación en Argentina 49

Experiencia de organización sindical en la precariedad

José Zas / Centro de Profesionales de Empresas de Telecomunicación 64

Movimiento de Educadores y Trabajadores de Español como Lengua Extranjera 69

Betty Raiter / Asociación Argentina de Actores 73

Javier Altrudi / Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes 77

Clarisa Gambera / Dir. General de Niñez Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires 83

sumario

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Sinceramente es para nosotros un honor realizar la presentaciónde esta segunda edición especial de Pampa, ya que la misma esla transcripción de los contenidos políticos que presentamos enlas Jornadas de Formación Política “Nuevas formas de trabajo y

organización en el Estado” realizadas el pasado 15 y 16 de noviembre del2009 en el Consejo Directivo Capital de la Asociación Trabajadores delEstado. Las mismas fueron destinadas a delegados del sindicato y abiertasa compañeros de nuestra CTA de la Ciudad de Buenos Aires. El objetivoque teníamos cuando las pensamos –rediscutir y volver a transitar los funda-mentos políticos de acciones gremiales cotidianas y nuestras como la luchapor la estabilidad laboral, como la construcción de un Estado popular– fueampliamente superado. ¿Por qué? ¿Qué pasó en estas jornadas? Ya no sólola estructuración de un debate constituyente sobre las nuevas formas de tra-bajo y explotación o sobre el Estado y el gobierno de lo público –debate quevenimos llevando a cabo desde el IDEP, la secretaría de Formación de ATECapital y la revista Pampa–, sino la aparición de nuevos mojones, nuevasentradas y avances conceptuales y categoriales en nuestra discusión política.

Durante dos días tuvimos la oportunidad de compartir con compañerosy compañeras diversas perspectivas y entradas acerca de la realidad con-temporánea del trabajo, la política y el estado de lo público: en una primermesa, la intervención de Emilio Sadier sobre las diferentes entradas posi-bles a la precariedad como concepto y a la vez desafío político; la presen-tación de Claudio Lozano acerca del proceso de acumulación actual en laArgentina, sus evoluciones, variaciones y relaciones con las condiciones deexistencia de los trabajadores; el aporte de Sebastián Scigliano trayéndo-nos el concepto de “socio-metabolismo del capital” trabajado por EduardoGrüner. En una segunda mesa pudimos dialogar con cinco experiencias deorganización sindical de la CTA Capital, donde se plasmaron potencialida-des y límites de nuestra propia organización; miradas, dudas, satisfaccio-nes del trabajo organizativo y su desarrollo político. En la tercera mesa,finalmente, contamos tres aportes en torno a la relación entre política,

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presentación

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Estado y procesos constituyentes: Ezequiel Ipar, proponiendo algunas clavespara comprender histórica y políticamente la idea de lo público; MartínHourest, bosquejando, en crítica contra ciertas figuraciones acerca de lapolítica, los nuevos posibles de un Estado con real gobierno de lo público yde sujetos políticos a la altura de las apuestas de transformación social enclave igualitaria y democrática; y Claudia Korol, presentando, desde suexperiencia y conocimiento de los procesos constituyentes a nivel latinoa-mericano, una serie de nudos sobre los cuales reflexionar y profundizar eldebate sobre el futuro de las luchas sociales y políticas de nuestra región.

Nos queda la sensación de que hubo allí germinando algo, que no estádel todo claro, que es incipiente, pero que termina siendo una nuevavisión del mundo, una visión del estado de las cosas basada en la idea deque el futuro no se construye pensando que volveremos al pasado. Huboallí una puesta a punto de un montón de consignas nuestras, a las que aveces sentimos que les falta trabajo, dedicación, contenidos. Por ejemplo,nuestras reivindicaciones de libertad sindical y pluralidad sindical en elsector público, todos sabemos, son nuestra respuesta a la pelea de apara-tos por un reconocimiento legal. Pero no sabemos si verdaderamente todoscoincidimos en que nuestro planteo en el fondo ya ni siquiera tiene que vercon la personería de la CTA. Creemos que no hemos discutido a fondo quela libertad sindical tiene que ver con algo más profundo, que es reconocerque, así como están dadas las cosas, la organización de los trabajadoresque se planteó en la historia, incluso en los países donde existen muchascentrales sindicales, no va más: porque no contiene a ese setenta y pico porciento de trabajadores que están –y por el esquema planteado, van a seguirestando– fuera de esa formalidad del Estado. No sabemos si el debate alinterior de nuestras organizaciones asume que a los problemas hay queatravesarlos en toda su dimensión. Y a riesgo de ser provocativos, el debatede estos dos días expresó la imposibilidad de resolver problemas nuevoscon ideas viejas.

Por otro lado, nos damos cuenta de que el aporte de esta publicacióntiene su razón de ser en nuestra tarea por la construcción de una Constitu-yente Social. Los contenidos que hemos debatido durante esos dos días, lasproyecciones institucionales que los mismos deberían dinamizar al interiordel sindicato y de nuestra militancia dentro de la CTA no son ni más ni

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menos que elementos que aportan a fortalecer en perspectiva constituyentela experiencia de la propia clase trabajadora. En este sentido, transitar estosmomentos, en los que la iniciativa de la Constituyente Social sigue madu-rando en diversas instancias locales y nacionales realizadas en todo nues-tro país, con estas discusiones comenzadas, diferentes planos de análisisabiertos y una modulación respecto a la responsabilidad que anida en cadauno de nosotros es nuestra manera de aportar y trabajar en la construcciónde nuestra instancia colectiva y organizativa mayor.

Lo interesante de estas jornadas tiene que ver con la comprensión de queincluso las respuestas de defensiva que nosotros hacemos ante el estado dedespojo dominante, si las mantenemos en tanto “vuelta” al pasado y a susparadigmas, van rumbo al fracaso. Con cierta disposición política a cam-biar el posicionamiento sobre lo que antes comprendíamos como punto dellegada a establecerlo como punto de partida. Porque nos cambiaron eltablero, nos cambiaron la cancha. Y lo que vemos de potencialidad en laspolíticas que, con todas las dificultades, enunciamos desde ATE, desde laCTA y están intentando sugerir respuestas novedosas y disruptivas, tienemás que ver con este nuevo estado de las cosas que con la mera creenciade que se está ganando.| pampa

DORA MARTÍNEZ - Secretaria de Formación ATE CAPITALRAFAEL GENTILI - Director del IDEP ATE NACIONAL

presentación

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“La adversidad para producir sindicalismo en una actividad como la nuestra estotal. Primero, los trabajadores están totalmente atomizados, físicamente: cada unotrabaja en un lugar diferente y alejado del otro, en turnos totalmente dispares. Porotro lado, la patronal está totalmente atomizada. La patronal a la que nos referimoses básicamente un yuppie, un tipo de 30 años. Por ejemplo, en el lugar donde yotrabajaba, la patronal eran dos tipos, un yanquie que tenía mucha plata, el novioque laburaba acá y era una especie de secretario privado de este tipo. No es, pordecirlo de alguna forma, la patronal a la que uno está acostumbrado. Nosotros,entonces, nos vemos enfrentados a tener que construir una patronal para poderentablar y generar el conflicto”.

COMPAÑEROS DE METELE, Movimiento de Trabajadoresy Educadores de Español como lengua Extranjera

“El tema de los blanqueos fue para nosotros un punto de inflexión. Del ´99 al 2003,vivimos una situación de mayor espontaneidad. Donde, frente a una situación deextrema precariedad en el trabajo, empezamos nosotros a instalar desde el sindicatola cuestión del blanqueo, de nuestros derechos laborales, y esto entró y caló hondo.Hoy en día, no les voy a decir que la mayoría de los compañeros están en blanco ybajo las condiciones en la que deberían estar, pero sí hemos logrado sin duda uncambio en la conciencia de los compañeros respecto a sus derechos como trabaja-dores. Y fueron muchísimos los blanqueos que hicimos, más allá de que sean encomercio, en camioneros, en gastronómicos y pasteleros en el caso de los deliverys.Nosotros conducíamos la pelea, conducíamos los conflictos y, en realidad, el encua-dre convencional era de otro. De todas formas, los compañeros siempre son lealesa quienes pelearon por ellos y siguen sintiendo su referencia en el sindicato”.

COMPAÑEROS DE SIMECA, Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes

Pr e c a r i o e s e l mun d o

¿Cómo enfrentar situaciones nuevas, de toda novedad, con herramien-tas viejas? ¿Cómo responder a las preguntas del presente, este presente

olvidadizo, esquivo, hiperquinético, con respuestas de otro tiempo, formula-das y protagonizadas por otros, bajo otras circunstancias, con otras certezas?

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Parte de la incomodidad que nos alentó para encarar estas jornadas deformación tuvo que ver, inicialmente, con esto, con la sensación de estarnavegando por aguas desconocidas y en los barcos y con los timonelesinapropiados. La precariedad se trata, claro, de uno de los problemas másextendidos entre los trabajadores contemporáneos y, posiblemente, suinfluencia en la vida laboral de las nuevas generaciones de trabajadoressea todavía mayor. De hecho, y como veremos también en estas páginas,para muchos de ellos la precariedad es la forma “natural” de ser trabajado-res, el tipo de relación que los concibió como trabajadores desde su mismonacimiento como tales.

Ante tamaño panorama, nos propusimos el intento de darle al interro-gante sobre la precariedad un enfoque que nos permitiera encontrarle,desde la reflexión y desde su experiencia concreta, algunas explicacionesque pusieran ese problema, en apariencia, estrictamente laboral, en rela-ción con procesos sociales y culturales de otra dimensión y complejidad.De allí, estos aportes para intentar comprender, al menos en parte, un sín-toma tan dominante de las relaciones laborales contemporáneas.

En principio, la precariedad, tal cual la concebimos, es mucho más quela inadecuación de una situación laboral dada con su correspondientecorrelato contractual. Es más que flexibilidad de horarios, de lugares, detareas. Es más que la multiplicación de jefes, de sedes, de oficinas, desecretarias. Es más que planillas de viáticos inventadas, que horas extrasdibujadas, que colaboraciones fraguadas. Es más que contratos a tono, quefirmas escondidas, que planillas duplicadas. Es más que el pancho rápidoe indigesto, que la ensaladita de apuro, que el culo en el asiento demasiadomás tiempo que el cristiano.

La precariedad es el gran malestar de la cultura de estos tiempos, por estoslares. Y las razones para que esto sea así son múltiples y variadas. Ya se dirámucho sobre ellas en las páginas que siguen. Valgan, sin embargo, estasapreciaciones iniciales, a modo de adelanto.

Lo que es precario en estos tiempos no es solamente el trabajo: precariaes la vida. La desarticulación del sujeto social colectivo, la individualizaciónextrema de la experiencia, la segmentación de la vida en común en peque-ños gabinetes de satisfacción amorfa se traducen en la extraña percepción

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de que todo puede ser tan efímero como un soplido, de que todo puede aca-bar sin dejar estela, sin huella, sin recuerdo. Esa inestabilidad de la expe-riencia sensible acorrala a los sujetos sobre sí, los vuelve lobos asustados porlos corderos, pequeñas fieras sonrientes y dispuestas. Nada, en esas condi-ciones, puede sostenerse en el tiempo, nada puede producir identidad, nadapuede sobrevivir a la fugacidad del espasmo con el que se experimentan lamayoría de las emociones contemporáneas. Un sujeto precario prepara a untrabajador precario. Y un trabajador precario produce un sujeto precario. Yen esa inestabilidad, las razones para considerarse a sí mismo un trabajadorse vuelven esquivas, se descomponen, se desintegran en tanto no se inte-gran con el resto de las dimensiones de la vida.

La vida es precaria porque el mundo es precario. Desde hace ya tiempo,esto que conocemos como el capitalismo ha dejado de ser un globo quese infla para convertirse en una morsa que aprieta. Y con él se lleva puestotodo lo que encuentra a su paso. En efecto, el capitalismo y sus matricesjurídicas, políticas, económicas, culturales, atraviesan un tiempo de retrac-ción, producto de haber alcanzado sus límites expansivos, tanto territoria-les como de recursos efectivos que ese territorio le proveía. En esa huídahacia sí mismo, el capitalismo en su fase de retrospección invade lo que,antes, no formaba parte de sus apetencias más directas. Esa forma del capi-talismo AM/PM lo ilumina todo, tanto que no permite ni descansar en paz.

Las esferas de la vida que, hasta hace no demasiado tiempo, estabanreservadas al goce de cada quien según su buen saber y entender, cada vezmás forman parte del ciclo de extracción de excedente con el que ese capi-talismo en proceso de encogimiento intenta sobrevivir. Sobre la imagina-ción extrae renta; sobre el placer extrae renta; sobre el descanso extraerenta; sobre el sueño extrae renta; sobre el juego extrae renta. Y esta obce-cación, esta insistencia enfermiza obtiene como resultado una vida en lavidriera, una mercancía de tiempo completo que no reconoce más que suprecio de mercado como el valor de intercambio con los otros, como únicaforma de relación social. La mercancía “fuerza de trabajo” se ha conver-tido, hoy, en la hipermercancía “trabajo a la fuerza”.

Con los sujetos en competencia por su participación relativa en el sis-tema de explotación no ya sólo durante esa porción de la vida diaria que,hasta hace algunos años, conocíamos como empleo, sino durante casi toda

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su vida conciente, los espacios para la vida en común desaparecen. Lossujetos que comparten y conviven se han vuelto sujetos que compiten. Ylos sentimientos asociados con esa competencia refuerzan aún más laretracción de esos sujetos sobre sí mismos. El miedo –el pánico, a veces–,la zozobra, la fugacidad, refuerzan aún más el sistema de aislamientos enque se han convertido las sociedades contemporáneas.

La relativa dificultad para la construcción de lazos estables, producto deeste escenario de alta volatilidad, también afecta la construcción de loque, alguna vez, se consideró como el espacio privilegiado para la con-formación de la comunidad. Lo que, incluso en estos tiempos, se sigueinvocando como “espacio público” ha perdido su condición de tal, entanto, en principio, ni siquiera hay un acuerdo extendido sobre qué cosasería eso público que se construye en ese espacio. Más bien la concurren-cia de una multiplicidad de demandas particulares, con exigencia de reso-lución particular, y una cierta corrosión de los canales para hacer visiblesesas demandas producen un mal entendido en relación a la eficacia deconsolidar ese ágora fantasmal, como recuerdo de lo que alguna vez fue.Esta dificultad por establecer ese lugar de lo común para sintetizar aspira-ciones comunes también produce, como correlato, la retracción del sujetoprecario sobre sí.

Y, marcando el paso, un modelo económico productivo que no soloalienta, sino que necesita de ese conjunto de relaciones inestables en quese ha convertido la vida contemporánea. Un sistema económico que pro-duce exclusión hacia fuera e inequidad hacia adentro encuentra en la pro-ducción de una cultura de la inestabilidad una válvula de escape para quela presión resultante de ese entramado de exclusiones no estalle por el aire.Posiblemente, no se explica la precariedad de la vida sin atribuir a la matrizeconómica que la sostiene un rol protagónico; pero tampoco es posiblepensar la supervivencia de esa matriz sin aquel correlato cultural.

Al tiempo, esa invocación perenne que todo venía a resolverlo o, almenos, a regularlo, también se ha convertido en una mancha difusa en elpasado. El Estado, en efecto, no es más el garante de nada, si es que algunavez fue algo más que la garantía para que el mercado desplegara sus fuer-zas como mejor le pareciera. Y las voces chamuscadas que, todavía hoy lereclaman, lo hacen, muchas veces, sobre la imaginación de un aparato

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benefactor que, si alguna vez lo fue, hoy ya no lo es más. Habrá que inven-tar uno nuevo, seguramente, que acaso no se llame más así.

Visto, pues, este breve glosario, aprontemos sin más la sustancia funda-mental de este trabajo. Digamos, sí, por último, lo siguiente: el trabajoprecario no es solamente una anomalía jurídica. No es solamente unaforma de superexplotación. Es parte de un sistema de relaciones socialesprecarias y precarizadas como correlato necesario e imprescindible de unmomento particular de desarrollo del capitalismo. Es el sujeto precario elque trabaja de forma precaria, como no podría ser de otra manera.

Aparecerán en estas páginas, más adelante, dos imágenes sobre estos suje-tos precarios. La primera, la del equilibrista, no produce más que zozobrapor su destino, que también puede ser el propio. Al mismo tiempo, noadmite la posibilidad de la colaboración, de la asistencia, sin el riesgo ciertode que asistido y asistente tengan el mismo destino trágico. La otra imagenes la del malabarista, alguien que, a fuerza de costumbre, ha adquirido lahabilidad de mantenerse siempre en actividad, en movimiento permanente,en contacto fértil con objetos siempre distintos entre sí. Puede, además,compartir esa experiencia con otros, puede intercambiar objetos, puedecolaborar. No se detiene, es cierto, pero puede hacer de ese movimientoperpetuo la clave para congeniar con otros que se mueven como él.

Acaso aquí se encuentre la clave para conjurar colectivamente un tiempoesquivo y hostil. Reparar en las nuevas capacidades que la supervivencianos ha obligado a incorporar, hacer de ellas nuestra fuerza, reconocer enotros esas mismas destrezas y desplegarlas, hasta que sea un único, y grande,y poderoso malabarista el que pueda poner a volar, todas juntas, las pie-zas de este rompecabezas. Esperamos que las páginas que siguen sirvan,modestamente, para ese propósito.| pampa

CONSEJO EDITOR

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Estado y gobierno de lo público

¿QUÉ PASA cuando se modifica el rol del Estado sobre eldominio de lo público? Cuando la regulación del espaciosocial, la vinculación entre la experiencia individual y locomunitario se estructura desde las lógicas del capital y el

espectáculo, resulta necesario repensar las formas, los modelos, los fun-damentos con los cuales ha sido comprendido, apropiado, reprodu-cido el espacio de lo público. Como aquel ámbito intermedio, comoaquella instancia que trasciende lo particular pero, al mismo tiempo,piensa un interés general desde las particularidades.

La avanzada de la lógica economisista con único anclaje en la garan-tía de gobernabilidad nos coloca frente a la pregunta por las dinámi-cas del Capitalismo actual en toda su envergadura, por ende de la regu-lación y operación del poder inclusosobre las estructuras estatales, para nocaer fácilmente en reproduccionesesquemáticas.

Las intervenciones que conforman esteapartado se plantean como un ejerciciode rastreo preliminar, como una bús-queda de primeras pequeñas certidum-bres, aún en estado de latencia, con unespíritu no ya melancólico que añora larestitución de lo perdido, sino comopreguntas fundamentales para recrearuna acción política libertaria.

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Lo que yo había pensado, en relación a la convocatoria, es hacer unamuy breve presentación, una especie de reseña sobre la idea de lo

público en la modernidad, a partir de dos grandes modelos que le dieronforma. El primero es el modelo liberal, la concepción de lo público como“espacio público”, como “esfera de deliberación pública”. El segundo es, dealgún modo, el modelo que consiguió rivalizar y transformar a esa esferapública liberal, es decir, la concepción de lo público en el marco del Estadode Bienestar. Evidentemente, a nosotros nos toca reflexionar en un contextohistórico relativamente diferente, por lo que, hacia el final, quisiera hacercierta consideración sobre los dilemas de lo público en la actualidad.

La primer puntualización que me parece importante hacer es que estaidea de lo público nunca estuvo exenta de un intenso conflicto político. Esdecir, en apariencia –y reiteradamente lo enunciamos con mucha natura-lidad de esa manera– cuando se habla de “lo público” existe una especiede acuerdo implícito que garantiza que se sabe a qué nos estamos refi-riendo. La idea de lo público aparece así como una idea más “neutral”,capaz de rivalizar fácilmente tanto con la centralidad social del mercado,como del Estado. Ese es un presupuesto relativamente errado, porque lopúblico siempre estuvo sujeto a enormes disputas políticas por su signifi-cado y su apropiación, tanto por parte del mercado y sus actores hegemó-nicos, como por parte del Estado, en tanto instancia de legitimación. Por esono es del todo irrelevante repasar brevemente la historia de esta idea.

La concepción liberal del espacio público tiene algunas condiciones bási-cas, condiciones de posibilidad relativamente conocidas, pero que no dejande estar llenas de implicancias para el presente. Uno habla de espaciopúblico liberal cuando se refiere fundamentalmente a un espacio que tienecomo sustrato individuos. Sólo hay espacio público, desde la concepciónliberal, a partir de y para un conjunto de individuos, que –en la pretensiónde esta idea– se los caracteriza generalmente como “raciocinantes”. Es

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Per sp e c t i vas a l r e de d o r de l o públ i c o

por EZEQUIEL IPAR

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decir, hay espacio público cuando hay individuos que son capaces de razo-nar autónomamente delante de otros y frente a otros.

Hay espacio público, por lo tanto, cuando rigen principios elementalesde libre expresión: esto se traduce fundamentalmente en la tolerancia –o lasimulación exitosa– por parte del Estado en lo relativo a la libertad de losindividuos para expresar sus opiniones y puntos de vista.

En este marco aparece el que sin dudas es el elemento más interesantede la concepción clásica del espacio público liberal: la reciprocidad en eluso activo y pasivo de la palabra, en el uso del lenguaje en el sentido activode “tomar la palabra”, de ser capaz de argumentar delante de los otros y eluso pasivo, de ser capaz de entender las argumentaciones de los otros.

Y, finalmente, para el espacio público liberal, la igualdad no es un prin-cipio sino una especie de horizonte. Para el liberalismo, se habla de lopúblico no porque todos los que formamos parte de ese espacio de expre-sión seamos realmente iguales, sino que se habla de lo público como unhorizonte de igualdad, como la construcción de una igualdad posible. Yesa posible igualdad tiene un camino, un medio que la hace posible: elacuerdo. El contrato entre las personas funciona como ese horizonte deigualdad entre los desiguales que formamos parte de lo público.

Esto se ha, por supuesto, criticado desde muchos lugares; lo que esimportante tener presente es que siempre detrás de toda caracterización delo público hay un tipo de formación de intereses. El espacio público libe-ral es el que permite la formación de un determinado tipo de intereses. Elespacio público liberal se caracteriza básicamente –y esa es su proceden-cia histórica– por ser capaz de darle forma a los intereses de los propieta-rios: en el sentido más utópico de pequeños propietarios con algún gradode igualdad, pero propietarios al fin. Existe siempre este presupuesto, quevan a ver aparecer de muchas formas, de que hay que ser propietario dealgo, hay que tener propiedad para participar del espacio público (liberal).Hay incluso una especie de identidad –y eso en la filosofía liberal se puedeconstatar– entre ser propietario y “hablar con propiedad”, que es justa-mente la condición de la facultad raciocinante. Esto marcó a la idea de lopúblico del liberalismo. Por eso, el modelo de lo público del liberalismoes, finalmente y por más piruetas que se quieran hacer, el mercado. El mer-cado es el momento en el que los propietarios hacen algo más que su meraactividad económica, que su mera actividad de producción; pero ese algomás, básicamente, es ponerse de acuerdo entre ellos, establecer las condi-ciones de intercambio de sus mercancías. Ése es el espacio público del

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liberalismo: esa capacidad de autorregularse, más allá del Estado: la con-cepción fuertemente negativa de lo público como “anti-estatal” tiene estaprocedencia del liberalismo. Es decir, esta idea de individuos que se auto-regulan, lo hacen en oposición a las potestades de los soberanos y, final-mente, a las potestades estatales. Y esto, generalmente, se ha materializadode una forma a través de medios privilegiados. La forma en que se materia-liza esta idea liberal de lo público es la comunicación. Por las condicionesde reciprocidad que les mencionaba al principio, es una idea del libera-lismo, aunque nos parezca extraño, la noción de una comunicación hori-zontal. Es decir, lo público del liberalismo es algo que se da en el marcode una comunicación horizontal. Y el medio privilegiado es la culturaletrada, fundamentalmente el libro, la palabra impresa.

Si ustedes perciben algunas de las características de esta idea de lo público,se darán cuenta que, en las recursivas crisis de la idea de lo público, hayalgunos elementos de esta concepción liberal que siempre reaparecen con eltono de la melancolía: como algo que se habría perdido, como algo que dealgún modo exige una restitución. Muchas formas de reivindicar lo públicolo que hacen es pensar una degradación de este espacio público liberal –por-que añoran la presencia de individuos raciocinantes, porque añoran la pre-sencia de formas claras, demarcadas de comunicación y reciprocidad. Es unaconstante pensar que la idea de lo público sólo puede legitimarse a partir deeste origen, de esta proyección natural, en la concepción liberal.

Sin embargo, lo público en el marco del Estado de Bienestar Social –fun-damentalmente en los países centrales, pero habría que ver de qué modoesto también se extendió por el resto del mundo– transformó esta concep-ción y construcción de lo público. De un modo muy esquemático, yo diríaque en ese espacio público que es contemporáneo con la vigencia intensade los Estados de Bienestar, el sustrato ya no son los individuos raciocinan-tes, sino los grupos capaces de enunciar demandas. El espacio público delEstado de Bienestar ya no está conformado por individuos, sino por grupos;y no son los individuos que raciocinan sino los grupos que demandan yque son capaces de darle una expresión a su demanda, de hacer públicasu demanda. La libertad de expresión es una especie de condición, pero yano es el motivo fundamental del espacio público del Estado de Bienestar.Lo que generalmente tutela el Estado de Bienestar es la libertad de asocia-ción, la libertad de los individuos de conformar grupos, de “asociarse para”.Y lo que aparece con fuerza en este otro espacio público, una dimensiónque no aparece en el espacio público liberal, es la socialización de necesi-

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ESTA DO Y GOBIER NO DE LO PÚBLICO

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dades: la capacidad que ahora tiene este otro espacio público de expresarnecesidades. No ya argumentaciones, finalidades, formas de regulaciónsino, en un sentido tal vez más elemental y más fundamental, expresar nece-sidades que, evidentemente, estaban en cierta medida excluidas de la idealiberal de lo público. Este otro espacio público tiene como horizonte elreparar las desigualdades económicas. A través de esa expresión de necesi-dades, lo público del Estado de Bienestar se presenta como capaz de ir tra-zando el horizonte de una reparación de las desigualdades económicas. Yaquí aparece muy asociado, por lo tanto, a la idea de “administraciónpública”: la administración pública –me refiero al aparato administrativoy burocrático estatal– es puesta como el agente de esa reparación. Es decir,si en el espacio público se generan las demandas que el Estado de Bienes-tar de algún modo empieza a canalizar, es la administración pública la quetiene como finalidad generar las políticas para satisfacer esas necesidades.

Generalmente, las críticas a esta otra idea de lo público consisten en afir-mar que la imagen con la cual el Estado acepta esta instancia mediadora esla figura del “consumidor”. Esto es algo discutible pero, si en el espaciopúblico liberal quien se hace presente es un propietario, en el espaciopúblico del Estado de Bienestar la configuración del que se hace presente esgeneralmente la del consumidor, en el sentido del que “tiene derecho a unservicio”, y el que va a entrar en lo público para reclamar ese servicio delque él tiene derecho. Por eso, es una constante en esta otra noción de lopúblico, la idea de que de lo que se trata en el espacio público es “hacersevisible”, hacer visible algo que no lo era. Y uno podría decir: y sólo eso. Elespacio público es un espacio de visibilidad; esa visibilidad se transformaen una demanda; y, ahí, se suspende, de algún modo ahí termina la vitali-dad de lo público. Y, generalmente, en el modo de materializarse de estaotra idea de lo público, hay algo en el orden de una comunicación vertical,de una comunicación que se hace desde lo público a una instancia supe-rior. Y es desde una instancia superior desde donde se responde a lopúblico. Y fíjense que el medio privilegiado de este momento de la historiadel espacio público en la modernidad, del momento en que surge esta con-cepción de lo público, es la radio. O sea, ya no el libro, que se supone quetraza cierta horizontalidad (con todo lo ilusorio que se quiera, esa horizon-talidad era “materialmente posible”), sino la radio, que siempre supone unemisor y un receptor que están en una relación asimétrica. Entonces, estaconstelación del consumidor y la comunicación vertical de algún mododefinen al espacio público de los Estados de Bienestar.

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Al espacio público liberal uno lo podría criticar del modo más elemental–pero no por esto sin ser incisivo– a partir del sistema de exclusiones quesu concepción supone. Yo diría que es consustancial a la idea liberal delespacio público la idea de generar una frontera: el espacio público liberalse concibe a sí mismo a partir de la capacidad de trazar una frontera entrelos que “hablan con propiedad” y los que no. Y esa frontera siempre dejaexcluidos, o sea, siempre deja a todos aquellos que, se dirá, “momentáne-amente” no están capacitados para ejercer y pertenecer a lo que esa fron-tera construyó como espacio público. Por eso, el déficit más fuerte de laidea liberal de lo público es el modo en que opera a través de la exclusión:siempre la esfera pública liberal es, de algún modo, ordenada por la exclu-sión; presupone cualidades raciocinantes no asignables a cualquiera; hayun presupuesto de prolijidad que, en el mismo movimiento, excluye.

Al espacio público del Estado de Bienestar uno lo podría criticar –y estaha sido una crítica que se ha hecho con relativa pertinencia– a partir de lanoción de “manipulación”: por la verticalidad en la cual está situado lopúblico, por el carácter asimétrico de la relación, esa socialización de nece-sidades siempre es susceptible de ser manipulada. Siempre se puede sospe-char que eso que aparece como una necesidad fundamental en realidadesté construida no, digamos, “desde abajo”, sino desde las instancias queestán al mismo tiempo planificando una resolución. El espacio público delEstado de Bienestar es ese hacer visible algo que es relativamente suscepti-ble de manipulación.

Ahora, ¿qué sucede si uno retoma estas dos ideas –muy esquemática-mente presentadas– de lo público en la actualidad? Uno podría decir que,después de las transformaciones neoliberales, se está en el peor de los mun-dos posibles. Porque el neoliberalismo, en parte, dejó de estas dos ideas delo público lo peor: el actual espacio público es excluyente y fácilmentemanipulable. Y ahí hay un juego de algún modo perverso, porque es muyfácil, desde el estado actual de lo público, recordar con añoranza tanto elespacio público liberal como el espacio público del Estado de Bienestar.Pero tan sólo porque lo que hoy tenemos es un cóctel de lo peor de los dos.

Frente al dilema de dónde estamos y qué nos interesaría pensar para salirde este lugar, es evidente que una primera, muy sugestiva e inmediata res-puesta sería: volver a encontrar los caminos para hacer algo así como uncóctel de lo mejor de las dos ideas. En muchas reflexiones está presente lailusión de poder combinar lo mejor del espacio público liberal –que sinduda tiene que ver con esa instancia de actividad, ese horizonte de reci-

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procidad, esa igualdad en el uso activo y pasivo de la palabra– y el espa-cio público del Estado de Bienestar –en la intención inclusiva respecto denecesidades existentes, en la promoción de la asociación de los sujetospara la resolución de sus problemas, en su horizonte reparatorio.

Y, por supuesto, está siempre el otro camino, que es el de pensar más alláde esas dos concepciones, es decir: pensar una idea de espacio públicoque no tenga como modelos ni al espacio público liberal, ni al espaciopúblico del Estado de Bienestar. Acá, claro, es cuando uno comienza adecir “sobre eso no tengo ninguna idea”, pero voy a intentar darle forma aese no tener idea.

En ese otro espacio público, que uno podría definir como diferente perotambién como opuesto al espacio público liberal y al espacio público delEstado de Bienestar, lo que aparece en primer lugar son preguntas que nin-guna de ambas ideas se hicieron. Por ejemplo, ninguna de ellas se hizo lapregunta sobre ¿en qué lengua se le de forma al espacio público? Para las dosconcepciones, eso es una especie de presupuesto completamente naturali-zado: hay una lengua nacional que es la que le da forma a la construcciónde lo público. Eso no es tan claro, en realidad: hasta qué punto no es exclu-yente y, al mismo tiempo, un vehículo de manipulación. Y ustedes dirán“bueno, esta es una pregunta pertinente para países como Bolivia, paísesmulticulturales”. Pero, en Argentina, esta no es una pregunta tan sólo por lospeores motivos que se puedan pensar: un racismo cultural pavoroso y reite-radamente “disculpado” con folklorismos y nacionalismos superficiales.

Uno también podría hacerse la pregunta: ¿en qué infraestructura construi-mos lo nuevo del espacio público? Vale decir: el espacio público liberal fueposible por un medio –el libro, la cultura letrada, los diarios, etc.; el espaciopúblico del Estado de Bienestar también fue posible por un medio –la radio,fundamentalmente. Y es impensable discutir sobre lo público sin pensar, sinproblematizar esta instancia de la infraestructura que la haga posible.

El otro dilema que creo que tiene la posibilidad de pensar otra idea de lopúblico es, en un contexto político y económico como el actual, cómodarle forma a intereses generales, cómo configurar lo público de modo talque lo que aparezca sea del orden de un interés generalizable. Toda la des-trucción de los dos modelos a los que antes me referí nos volvió relativa-mente irrepresentable esa instancia de la formación de algo que trasciendelo particular y, desde lo particular, puede pensar en un horizonte de soli-daridad, puede trazar al menos el mapa de lo que sería un interés general.

Finalmente, sólo dos ideas. Me parece que ese otro espacio público, en dis-

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EZEQUIEL IPA R / Per sp e c t i vas a l r e de d o r de l o públ i c o

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tintas configuraciones, tienen dos modelos que se insinúan, que están comoen un estado de latencia, de querer hablar, de querer decirse. El primero esel del espacio público como contrapoder, como un espacio de resistencia; elsegundo el del espacio público como un espacio del autogobierno, un espa-cio de autoconstrucción. Me parece que cualquiera de esas revitalizacionesalternativas al liberalismo y al Estado de Bienestar tienen como presente undilema, algo difícil de pensar, pero me parecen dos ideas realmente intere-santes: las del contrapoder y la del autogobierno. Interesantes como proble-mas, claro, porque ellas no escapan, como a veces se piensa con ingenuidad,al dilema de lo público en el mundo social contemporáneo.

Y, por último: de lo que estoy seguro es que, si uno no evita la tentaciónde guiarse por modelos, siendo que esos modelos están ahí y siempre vana verse reaparecer, esta reflexión sobre lo público es muy difícil. O sea,cuando uno dice “lo público está ahí”, me opongo a una privatización, meopongo al control estatal, porque “defiendo lo público”, uno debería saberque, en el presente, no se sabe lo qué es lo público, no está dado qué eslo público, y deberíamos empezar por ahí.| pampa

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Quisiera compartir con ustedes una primera definición que, les co-mentaba a los organizadores, a mí me generó una cierta inquietud

emocional. Cuando se habla de “estrategias de reforma” o de “democratiza-ción del Estado” o de “nuevas formas de organización del Estado”, a mí meviene a la cabeza el viejo teorema del farmacéutico del pueblo, que tenía tresremedios y, entonces, acorde a cómo veía que entraba el dolorido por lapuerta, tenía ya el vademécum establecido con cada uno de los remedios.Y, a fuerza de discutir, de pelear y de tener éxitos y fracasos durante tantosaños, en términos intelectuales, de militancia y de las organizaciones socia-les y políticas donde hemos desarrollado parte de nuestra actividad, la ver-dad es que a mí me genera, como les decía, un cierto temblor emocional, entérminos que estoy realmente fatigado de repetir el mismo remedio de farma-céutico. Es decir: viene uno a discutir sobre Estado, entonces dice: “demo-cracia participativa”, “nuevas condiciones de integración”, “reformular elpapel de Estado” tirando por la borda obviamente la posibilidad de revivir elEstado de Bienestar, obviamente impugnando las herencias vivas del Estadoneoliberal. Y uno se halla, a veces, en la situación de decir: ¿no estaré repi-tiendo una receta que ya cansa demasiado y explica demasiado poco?

Tuve hace muchísimos años, a la salida de la dictadura, un gran maestro,Gregorio Klimovsky, que decía que, cuando uno se cansa de dar una expli-cación, es porque la explicación ya ni siquiera lo satisface a uno, y es nece-sario mirar desde otro lado. Klimovsky decía: no es que la explicación ya nosirve, sino que, si usted se cansa, a usted no le sirve; la verdad tiene que serdialógica y persuasiva, entonces si no dialoga y si no persuade, puede seguirsiendo verdad pero, para que usted la enuncie, no sirve, así que vaya porotro lado y busque. Desde esa perspectiva, entonces, quiero compartir conustedes algunas reflexiones sobre, en relación al Estado, qué cosas creo quehabría que jugar más fuertemente.

La primera cuestión es romper el criterio cultural de estadolatría existente

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C r í t i c a a l a “ e s t a d o l a t r í a ”

por MARTÍN HOUREST

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en la sociedad argentina. La sociedad argentina tiene para con el Estado ypara con la crítica al Estado una relación estadolátrica. Ustedes saben quecualquier “-atría” no significa sólo estar de acuerdo y rendir culto por lobueno, también es a veces rendir culto por lo malo: es básicamente la impo-sibilidad de quitar del ángulo central de mira a una cosa. En ese contexto,me da la impresión que un primer punto para empezar a pensar tiene quever con romper una concepción estadolátrica que atraviesa un sinfín de cul-turas políticas –y cuando digo esto lo digo en sentido amplio, no sólo cul-tura de partidos políticos, sino cultura de organizaciones sociales, de orga-nizaciones espirituales, cultura de movimientos, y hasta las culturas queaparecen confrontando con el Estado. Porque, aun confrontando con elEstado, si la confrontación con el Estado es el objeto central de la construc-ción por el poder y la construcción de un imaginario alternativo, la estado-latría sigue viva.

Obviamente hay una estadolatría “mala”, desde mi punto de vista, y hayuna estadolatría “menos mala”, pero no “buena”. La “mala” es la estadola-tría que lleva a la secuencia “administración/especialización”, la estadola-tría que lleva a la muerte de la política. La administración entendida comolas mejores formas de gestionar lo situado, de administrar lo impuesto, decorrelacionarse con el poder sin alterar ni en el presente, ni en el futuro, nien el pasado, las relaciones con el poder. Digo estas tres cosas porque, laverdad, que la relación con el poder está clara en el futuro si uno dice “mire,yo no quiero cambiar las cosas”; está medianamente en el presente, dondeuno puede decir “la correlación de fuerzas es A, B o C”. Pero quiero colo-car este tercer punto, que tiene que ver mucho con el presente, que es larelación del poder con el pasado. Y no solamente en términos de las luchassino del Estado del pasado –para no situarnos en una discusión demasiadopolítica, decir “hablemos del pasado argentino”, mejor hablemos del pasadodel Estado argentino–, donde creo que hay muchas cosas para decir ymuchas cuestiones para, efectivamente, someter a una crítica diría yo casidespiadada. Pero, digo, la cuestión de la administración puesta como aque-llo que está dado; y su consecuencia histórica en términos de confiscaciónde poder y de anulación democrática, que es la especialización: la especia-lización entendida como “la mejor práctica” de la administración. Entonces,la administración viene a decir: dado que la política ya dio todo lo que tienepara dar y lo instituido es irreversible o, al menos, no es disputable en elcorto plazo, de lo que se trata es de administrar y, para administrar, quémejor que la especialización, que es la mejor práctica dentro de lo insti-

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tuido. Esta podría ser la secuencia de ordenamiento o los marcadores decerteza de la estadolatría “mala”, o “más mala”.

Ahora, me quiero tomar un minuto para ver la estadolatría “menos mala”,que claramente reniega a los gritos –y muchas veces en condiciones des-templadas– de la díada “administración/ especialización” y dice: “todo espolítica”. Del mismo modo que las feministas y la lucha de los géneros enla década del ’60 decía “lo personal es político”, ahora es “todo es político”.¿Y qué es “todo es político”? Cuando “todo es político”, nada es político. Yesto es un primer problema: cuando la estadolatría, en términos de Estado,enuncia desde el Estado la política –quiero ser muy preciso en esto: nocuando la política enuncia el Estado, sino cuando desde el Estado se enun-cia la política–, el proceso de corrimiento que se da lo primero que hace escondicionar y mutilar las condiciones de pluralismo. El segundo procesoque se da es la desaparición de los sujetos democráticos, esto es, de los suje-tos activos. Y el tercer proceso que se da es una referencia del conflictosocial sólo con eje en el balance de fuerzas del Estado y no en el balancede fuerzas sociales. Por eso, aunque suene más lindo, esta estadolatría –¿deizquerda? Es feo decirle de izquierda– “menos mala” no es, a mi juicio,mucho más amigable ni potenciadora de reflexión y de cambio social quesu símil de derecha. Hay administradores del pensamiento de derecha yespecialistas en el pensamiento de derecha y –ahora sí lo voy a decir a lobruto– hay administradores y hay especialistas en el campo de la izquierdapara decir qué está bien y qué está mal acorde a algún Evangelio escrito yno escrito que anda dando vueltas por allí.

Digo esto para empezar a comprender que, si el Estado es una construc-ción social, es una construcción revisable, que tiene que ver con un balancede fuerzas, con una cultura, con una semántica y, también, con una mor-fología del conflicto social. En ese sentido, uno no puede sustraerse, cuandodiscute estado, de esta condición histórica revisable en cada proceso.

El segundo punto tiene que ver con someter a discusión la categoría depueblo: porque la remisión al Estado, en el subconsciente de una ciertalógica estadolátrica, suele calcarse con la categoría de “pueblo”. Y el pue-blo también es una construcción social. Esto que voy a decir, por cierto, aalgunos que hayan tenido la desventurosa idea de estudiar ciencias socialesles va a generar algún tipo de inquietud, pero es importante: la definiciónde “pueblo” –al igual que la de “clase”– no es una definición estadística.¿Saben por qué? En realidad, el concepto de “estadística” remite a la cuentadel Estado, al orden del Estado: hasta etimológicamente, la “estadística” es

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“el orden del Estado”. Entonces, cuando se dice: tenemos definicionesobjetivas de clase, tenemos definiciones objetivas de pueblo en atencióna los mecanismos estadísticos, lo que se está diciendo es: en atención a lasformas en que el Estado mide y construye a los sujetos, tenemos una veri-ficación empírica, sometida a algún criterio de falsación, que nos dice que“esto es pueblo” y “esto es clase!”. Y tal es el pueblo y tal es la clase y sino entra acá, lo lamentamos mucho pero, como decía Juan B. Justo: seránde izquierda pero no son científicos.

No es, por supuesto, éste el lugar para poder entrar a la discusión –apa-sionante, por otra parte– acerca de la relación entre Estado y nación y pue-blo y nación y si hay Estados sin naciones y naciones sin Estado y pueblossin Estado y Estados sin pueblo; pero, en la perspectiva de problematizar laconstrucción social del pueblo y su relación con el Estado, esta inacabadasituación de pueblo sin Estado y de remisión de pueblo hacia el Estado es,a mi juicio, una de las limitaciones más profundas, más brutales en térmi-nos de construcción de sujetos y procesos democráticos y de cambio en lassociedades modernas.

El tercer elemento, tan cómodo como el anterior, es la discusión de lasclases. ¿Clases definidas en torno a su lugar en el proceso productivo? ¿Entorno a la articulación ideológica en relación con otros contendientes delsistema social? ¿Clases verificables solamente por medio de su situación enel proceso productivo o por la distinción entre la conciencia de sí y la con-ciencia para sí? La verdad es que, aun asumiendo que alguna de estas defi-niciones pudieran ser ciertas y que, en consecuencia las clases fueran algode eso, no diríamos nada en relación a que esa clase –o ese sector social,esa construcción social– tiene algún destino para realizar. La verdad es queuna clase sometida al sufrimiento y a la explotación, conciente incluso delsufrimiento y de la explotación, a mi juicio –y sé que me estoy metiendo enun berenjenal– no necesariamente lleva a estrategias reformistas, revolucio-narios y/o democráticas. Hay que entender que la experiencia del sufri-miento lleva, con suerte, a percibir el sufrimiento; con un poco más desuerte –y ya es una suerte bárbara–, a entender el sufrimiento. Ahora, enten-der el sufrimiento no implica, desde ningún punto de vista, una estrategiapolítica, social, consistente y articulada con ese sector y con otros sectorespara modificar las condiciones estructurales del sufrimiento.

Terminados de presentar estos tres puntos de inicio de la crítica, yo que-rría discutir algunas cuestiones que históricamente juegan, que son los sis-temas de oposición para definir. Esto que algunos pensadores modernos -y

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no tanto- han definido a partir de las estructuras de contradicciones amplias,enunciados amplios, significantes vacíos, pónganle ustedes lo que quieranponerle adentro.

Son tres preguntas. Una es ¿de dónde salió esta historia y qué verosimi-litud tiene esto de que el Estado es versus mercado, que la antípoda delEstado es el mercado? Modestamente, me parece que esto es una inmensaestupidez y que seguir repitiéndola nos va a llevar a un problema teórico ypolítico de primera magnitud. No existe mercado en el mundo sin Estado, noexistió la ponderación central de las relaciones mercantiles sin una relaciónestatal detrás: desde la violencia estatal para garantizar el cumplimiento delos contratos hasta la impresión de papel moneda. Entonces, cuando unodice “Estado vs. Mercado”, la primera cosa que yo digo es: yo conozco Esta-dos que no tuvieron mercado, ahora, ¿mercados que no tuvieran ningunarelación con ningún Estado? Por lo pronto, no tengo memoria en términos decuestión civilizatoria. Siempre puede aparecer eso de “resulta que en Samoahabía uno que…” pero, en general, si uno no va a argumentos antropoló-gicos muy lejanos, en el común de nuestros días, la relación Estado-mercadoes una relación permanente. Entonces, lo que hay que discutir no es Estadovs. Mercado, sino qué papeles le corresponden en esa relación a las cuestio-nes mercantiles y qué papeles tienen que ver con la cuestión de derechos.

Y ahí viene el segundo punto: asumido que no hay mercado sin Estado yque lo que uno discute, en el mejor de los casos, es el tipo de relaciones queel Estado establece con determinados mercados, se habilita inmediatamenteotra pregunta, problemática ella. ¿Qué cuernos tiene que ver el Estado conla igualdad? Voy a ser políticamente correcto en este caso: hoy, en la Argen-tina, tenemos más y mejor Estado que en la década del ’90, ahora, las con-diciones igualitarias en la Argentina no han mejorado demasiado. Entonces,no necesariamente una mayor participación del Estado genera mayores con-diciones de igualdad. El Estado es un productor de desigualdades, es unselector de desigualdades, y puede –eventualmente, en determinadas situa-ciones que luego voy a analizar– ser un productor, un facilitador de igual-dades. Pero decir de antemano “más Estado, más igualdad”, cuidado. Por-que entonces –y no por hacer razonamientos funcionalistas– uno podríadecir que, cuando la oligarquía argentina de fines del siglo XIX lanza lasgrandes maniobras universalizadoras de la Argentina, tenían un brote cuasisocialista imposible en su cabeza, una pulsión igualitaria. Y no: sabían queel mercado de trabajo funciona de una determinada manera, que había queigualar, que había que ganar condiciones de legitimidad para que el mer-

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cado de trabajo funcionara, para que el capitalismo funcionara, entoncesese Estado, que claramente no era democrático, ni igualador, ni socialista,toma decisiones igualadoras e integradoras.

Entonces, va quedando claro que más Estado –y cierto tipo de Estado– notiene que ver con la igualdad. Qué alguien explique, por cierto –y esto sinentrar en la discusión más profunda acerca de si hay Estado democrático sinsujeto democrático, a la que después quiero referirme–, cómo un Estado queemite subsidios al capital y que, a la vez, permite la pulverización de lasrelaciones de trabajo en términos de informalidad e ilegalidad laboral,puede pensarse como un Estado que propende a la igualdad.

El tercer punto, que sí tiene que ver con la cultura política argentina,pegándole de lleno, es que uno puede tener Estados que no tengan nadaque ver con la igualdad y que sean Estados integradores. Voy a decir unacosa muy brutal: el Estado argentino nunca fue un estado igualitario. Fue unEstado de integración, que no es lo mismo. El Estado argentino integraba víael mercado de trabajo; ahora, el mercado de trabajo argentino nunca fueigualitario: en su mejor momento, fue integrador. Y los subsistemas de gastosocial, de seguridad social, de integración, tenían que ver con las relacionesdel mercado de trabajo, no con las relaciones de derechos. Ese Estado, enton-ces, que remite a todo un imaginario en la Argentina, tiene que ver con laintegración, pero no con la igualdad. Típico, ahí sí, de algunas relaciones delos Estados de Bienestar de algunos países: yo diría, muy distinto en términosestructurales, muy distinto en términos de balance de clase y muy distinto entérminos fiscales, pero por cierto inscripto en esa línea.

Entonces, un problema que tenemos: no necesariamente más Estadogenera menos mercado, puede ser un mercado más expandido y más per-verso. De hecho, una ampliación del Estado en términos de gasto socialcomo la que ha vivido la Argentina genera relaciones mercantiles en los sec-tores más vulnerables, esto es: el comercio de droga, esto es, la desaparicióndel Estado como institución de derechos en términos de la ocupación de losterritorios por bandas. Entonces, tengo más Estado en una parte del balancey una virtual desaparición del Estado en la otra parte del balance. Incluso,este Estado hoy tiene dificultades para desarrollar tareas de integración: elno reconocimiento de la morfología del mundo del trabajo y de los trabaja-dores lleva, precisamente, a no cumplir ese teórico rol integrador. Larga-mente no es igualador, pero ya tampoco es integrador.

Resumiendo este punto, entonces, me da la impresión que una de lascosas que uno debe sacarse de la cabeza cuando empieza a discutir Estado,

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son estas estructuras de contrapunto que cada vez explican menos el tipode Estado que uno tiene adelante y las relaciones que se establecen.

Tres puntos finales, para no abusar. Primera discusión: no hay Estadodemocrático sin sujeto democrático. Y no hay sujeto democrático sin prácti-cas de agregación democrática –y esto significa: pluralismo, reconocimientode la diversidad, potenciación de ángulos opuestos y potenciación de losespacios en donde esos opuestos puedan ser puestos en disputa y estableceralgún mecanismo ordenado, que procese y articule las diferencias. Si unono tiene sujeto democrático, lo que tiene que hacer el domingo éste y el ter-cer domingo de junio es decir que su vida termina ahí porque festeja el díade la gran mamá y del gran papá, y se acabó el problema; porque uno noestá haciendo política, está buscando que le hagan upa. La política presu-pone que el gran papá y la gran mamá no nos resuelven los problemas. Y,en ese sentido, cuando uno dice: necesito sujetos democráticos, dice:necesito sujetos adultos en términos políticos: gente que pueda ordenarprioridades, hacerse cargo de responsabilidades y no delegar prácticas. Silo que hace, por el contrario, es delegar –en el Estado “progre”, en elEstado de derechos, en el Estado “de izquierda”, en el Estado que a uste-des se les ocurra– la construcción de la personalidad política, lo que estábuscando es un papá. Entonces, lo que tiene que hacer en vez de militares ir al psicólogo y ver cómo resuelve ese conflicto donde, cuando apareceel presidente, él se acuerda del papá, en las rodillas y con el chupete en lamano. Pero es una discusión aparte, por cierto, que va para otro lado, enrelación a un proceso donde, paso a paso, en esa lógica de delegación, lapropia lógica del capitalismo y la propia lógica de la relación de poder ter-mina empequeñeciendo cada uno de los factores: pasamos del papá omni-potente al papá viejito al que hay que cambiarle los pañales. Y se terminaasí. Entonces, en ese contexto, hay que ser muy cuidadoso, creo, cuandouno aborda esta cuestión, decir: discutamos el Estado y olvidémonos decómo se constituye el sujeto democrático.

El segundo elemento –y en esto Ezequiel ha hecho una definición precisa–tiene que ver con la discusión de lo público, lo político y su relación de ten-sión. Para no hollar el terreno que él ha trabajado largamente, quiero decirdos cosas muy menores. El sujeto democrático tiene obligación, si quieretener y construir un Estado democrático, de volver a fundar lo público. Lopúblico es el territorio de la política. Y si uno no funda, desde lo público, elterritorio de la política; si no trabaja, si no amplía desde lo público y sobreello hace el trabajo de la política –trabajo que implica lo que dije: plura-

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lismo, diálogo, espacios de intervención, de acuerdo, de potenciación y deconflicto–; si uno no hace todo eso, va a algo que viene de la misma raíz de“público” pero que es lo contrario de lo público, que es la publicidad. Siuno no funda lo público, es esclavo de la publicidad: de la publicidad de loya hecho, que lo obliga a optar sobre opciones construidas por otros –ycualquier campaña electoral en este contexto es sólo mera coincidencia:cuando uno no discute políticas de seguridad, políticas de distribución delingreso, políticas de empleo en lo público y dice: esto tiene que ver con lopúblico, termina viendo a la gente salir corriendo para, con una música deshampú, ir a votar a Francisco de Narváez. Pero, para que la gente salga ylargue el mate, largue todo, se baje de los trenes y vaya corriendo a votar aFrancisco de Narváez, tiene que haber muerto lo público: tiene que haberdesaparecido la política para que reine la publicidad.

Ahora, para que eso pase, antes hay que haber roto, hay que haberle cor-tado las alas, hay que haberle cortado las piernas, hay que haber vaciado lacabeza, despotenciar al sujeto democrático, que es el que evita largar elmate y permite poder quedarse discutiendo con los otros a ver qué pasa.Porque lo gracioso de esto, hasta en la imagen es la imagen del Gólgota, delgran papá: vamos todos al monte, allí están las Tablas de la Ley o allí estáel Cristo crucificado o allí Dios sabe qué hay, pero hay que ir todos haciaallá. Los que tenemos al lado no son co-partícipes, son co-videntes de loque nosotros estamos haciendo: marchamos no con, no construyendo jun-tos algo, sino que marchamos al lado de, para ir a. Y ahí desparece el sujetoy viene el segundo punto, dentro de esta lógica, que es la privatizaciónabsoluta del sujeto, es decir: alguien que, aun en un escenario colectivo,marcha solo. Yo veía el camión de ATE cuando entré acá, hemos partici-pado de tantas marchas... Lo que digo siempre es que a lo que te ayuda ATEy la CTA es a mantenerte en forma: si el asunto es combatir el riesgo coro-nario, sin duda alguna la mejor central sindical es ésta. A lo que me refieroes que, a tono de ese punto, hay que tener en claro que en las marchasnadie marche solo, aun cuando haya miles alrededor. El mecanismo parano marchar solo aun rodeado de miles es la constitución de un sujeto.

Ahora, la dificultad en cuanto a la constitución de un sujeto –y aquí vieneel tercer problema que quería compartir con ustedes– es el cuidado en nocaer en lógicas identitarias cerradas, esto es: que los conflictos y la sumato-ria de conflictos no nos pongan detrás de identidades incapaces de conver-tirnos en sujetos democráticos. Porque está claro que uno puede marcharcon otros que piensan igual que uno, ahora: si todos esos que marchan por-

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que piensan más o menos igual que uno se meten detrás de una identidadque es reactiva porque no admite ninguna otra cosa, que no es pluralista,que no admite un proceso de democratización de las prácticas y del pensa-miento, en realidad es como si ese uno fuera un Uno agrandado, pero no esmás que uno. Y esa lógica de identidad perturba la producción del sujetodemocrático y de un Estado democrático.

Finalizo con dos definiciones que me parecen importantes. Estamos endisputa, pienso, en relación con el Estado y en relación con lo público entorno a dos grandes avenidas que tienen sus propias lógicas. Una es la cons-trucción de una democracia que gobierne; la otra es el mantenernos en unademocracia gobernada. Son definiciones muy profundas: una democraciaque gobierne debe ser construida; una democracia gobernada –como la quetenemos– se sufre. Ahora, cada una tiene su semántica: la democracia quegobierna tiene necesariamente una palabra: programa. ¿Por qué digo “’pro-grama”? Porque es el punto que existe entre el hoy y el mañana que quiero.Eso que media, para que gobierne y para que sea un sujeto plural, democrá-tico, participativo y activo, requiere de enunciación de un programa público:por eso, la democracia que gobierna requiere la rediscusión de una dimen-sión programática de la política y del Estado. Pero no una discusión progra-mática de las 165 páginas, versículo uno, inciso dos: un programa es unacuerdo sustantivo en torno al tipo de mañana y a la práctica que desarro-llo. Inflexible en el procedimiento de reconocimiento de la diversidad, fle-xible en la secuencia e indiscutido, una vez puesto en marcha, en relacióna sus valores. Es decir, no la lógica tradicional de los programas: inflexibleen su cumplimiento, rígido en su secuencia, inapelable en su gestor.

La democracia gobernada –democracia tutelada, poliarquía tutelada,poliarquía competitiva, la ciencia política ha puesto cantidad de definicio-nes aquí– tiene por norte una lógica de casos, cuestiones, nombres. Es lademocracia de “Aerolíneas”, “ANSES”, “María Soledad”, “Nora Dalmasso”,“Forza”, “la efedrina”... En la democracia gobernada uno no discute proce-sos, no discute programas: discute casos. Caso efedrina: ¿qué relación tienela efedrina con la organización general del sistema de salud, con la lógicade la mercantilización, con la existencia de un Estado integrador fracturadoque dio por origen las obras sociales sindicales y no un seguro de salud uni-versal? Para que entendamos: detrás de lo de la efedrina y del anecdotariopolicial de los muertos, hay una discusión brutal de política pública que nose discute. Discutimos el caso Aerolíneas: entonces discutimos dos avionesmás, ocho aviones menos. Los más ingeniosos dicen: no, no discutamos

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aviones, discutamos el problema del transporte en la Argentina, entoncesdiscutamos trenes. Ahora, lo que pasa con esto es que, a fuerza también deinstalar casos, la lógica enunciativa de la democracia gobernada lleva a ins-talar contra-casos. ¿Qué sucede con esto? Al instalar contra-casos, lo quehacemos todos es legitimar la discusión de la política de casos: vos me tiráscon la efedrina, yo te tiro con los trenes; vos me tirás con Aerolíneas, yo tetiro con… lo que más les guste. Entonces, el vaciamiento político que estopresupone es brutal, porque ¿saben qué sucede luego? Cuando se instala ladiscusión del caso, el espacio de deliberación democrática y el espacio dedecisión colectiva desparecen. ¿Y dónde se termina? ¿Dónde se resuelvenlos casos? Los casos se resuelven en Tribunales. Y la pregunta es: ¿desdecuándo, en un sistema democrático, la resolución de los problemas la danlos jueces? La propia teoría política vacía, desde esta perspectiva de loscasos, los mecanismos de deliberación y agregación colectiva y se terminaestableciendo como espacio de resolución política la entrada a Tribunales.Consecuencia del episodio, como ustedes saben bien, y máxime en un paísque no tienen juicios por jurados, el mayor mecanismo simbólico resolutivoes –y esto se propaga cotidianamente por los medios– “esperar el fallo”:esperamos que otro nos diga cómo termina. Y claro, si uno espera que nosdigan cómo termina, una vez le puede ir bien, pero tengan plena certezaque la mayoría de las veces nos va a ir mal a todos.| pampa

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La propuesta es comentar algunas experiencias latinoamericanas enlas que los procesos de resistencia se han enlazado con las propues-

tas Constituyentes. Voy a intentarlo, con la complejidad que tiene simplifi-car las experiencias al tratar de analizarlas.

Les agradezco la invitación a participar de este proceso de formación.Creo que profundizar nuestro conocimiento de la realidad, y nuestros deba-tes, es fundamental en el momento particular que se vive en América Latina.Estamos viviendo un momento especialmente desafiante, porque por unlado tenemos una serie de procesos populares, con sus diferencias, con suslímites, con sus intensos conflictos y debates. Procesos que intentan dar unarespuesta desde el lugar de ese sujeto popular que busca alternativas a losdos modelos de Estado que planteaba Ezequiel.

Tenemos, al mismo tiempo, una acción muy enérgica y agresiva del capi-talismo transnacional, que intenta recolonizar el continente, retrotraer losprocesos populares, quebrarlos en lo posible, y establecer una lógica demilitarización, de control del territorio y de saqueo de los bienes de la natu-raleza en todo el continente. Esta disputa se está dando ahora; y se da noentre unos Estados y otros o entre unas naciones y otras naciones solamente,sino al interior de cada uno de los procesos.

En este contexto Honduras es un llamado de atención no sólo por lo quesucede en el país, sino por lo que significa como experimento en AméricaLatina. Por lo que rompe, por ejemplo, en relación al imaginario de que yano hay más golpes de Estado, de que no hay legitimidad para las salidaspolíticas dictatoriales.

También podemos llamar la atención sobre Colombia y lo que implican lasbases norteamericanas instaladas y las que quieren instalarse allí, en cuantoa recrudecimiento del intervencionismo y del terrorismo de Estado. Estamosasistiendo a una intensa disputa en términos de proyecto. En la medida en

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Exper iencias const i tuyentes en Amér ica Lat ina

por CLAUDIA KOROL

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que logremos un protagonismo real de los movimientos populares, constitui-dos en los procesos históricos, con conciencia y con capacidad de interven-ción en cada una de estas situaciones, esta pulseada tendrá posibilidades dedefinirse en términos populares.

Es además una pulseada que va más allá de la coyuntura. Lo que está endisputa es la posibilidad de profundización y ampliación de los procesos deconstitución del capitalismo transnacionalizado, reforzando las políticasneoliberales –adaptándolas, si es necesario– y reforzando el conjunto deopresiones que implican el patriarcado, los procesos neocoloniales que seentraman en los regímenes políticos de América Latina.

Este modelo de dominación se ha instalado en nuestro continente desdela Conquista. En las prácticas coloniales y neocoloniales se han venido for-jando el capitalismo, el patriarcado, la dependencia, las políticas oligárqui-cas; que, al mismo tiempo que se despliegan y refuerzan entre sí, operan enla desarticulación de los sujetos populares que resisten.

Los procesos de lucha que se produjeron en el cambio de siglo, los “YaBasta” a las políticas neoliberales de explotación y exclusión, ponen encuestión al conjunto de las opresiones de manera simultánea.

Cuando en Bolivia, por ejemplo, se desarrolla la Constituyente, se discutensimultáneamente todas estas cosas. No se discute solamente un régimen dedistribución económico, no se discute solamente –aunque es muy impor-tante– un proyecto anticolonial, o una quiebra del proceso de privatizacio-nes. Se está discutiendo al mismo tiempo cómo queremos vivir. Acá cobrafuerza la relación entre lo personal y lo político que las feministas seguimossostenemos como necesidad y como propuesta, o la idea del “buen vivir”que han venido proponiendo algunos pueblos originarios, que es un modeloque se trabajó a nivel institucional pero que parte de la discusión en la vidacotidiana de las comunidades. La idea del “buen vivir” introduce precisa-mente elementos como el de la comunidad, frente a la mirada del Estadorepublicano que prevaleció durante los procesos de la independencia.

En definitiva, se están discutiendo modelos civilizatorios y la posibilidad decuestionar y de presentar alternativas al conjunto de las formas de opresión.

Hoy en nuestro continente todos los gobiernos se preparan, en mayor omenor medida, para celebrar los bicentenarios. Es un buen momento paracuestionar qué entendemos por independencia, qué es lo que celebramos,si celebramos, y qué es lo que rechazamos de esta herencia que, aun des-pués de las independencias, reprodujo estas dominaciones. Este debate, porcierto, requiere de la integración de las miradas de diversos sujetos políti-

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cos. Es, o deberíamos intentar que fuera, una discusión de fondo acerca delos cambios profundos que necesitamos realizar en nuestras maneras devivir, de pensar, de soñar, para poder imaginar una nueva etapa política.

Y lo que estamos discutiendo no es un aspecto del sistema, como puedeser la mala distribución de los recursos económicos: se pone en debatenuestra relación como seres humanos con la naturaleza, si es una relación“con” la naturaleza o “en” la naturaleza, las relaciones entre los géneros,entre las generaciones, entre las clases, entre los pueblos, entre las nacio-nes, entre las lenguas que nos nombran. Es decir, se ponen en debate lasideas del mundo y la naturalización que se ha realizado de las construccio-nes culturales de opresión.

Por ejemplo, ¿por qué cuestionar el tema del patriarcado, simultánea-mente al del capitalismo y el colonialismo en América Latina? Si miramoscómo se constituyeron históricamente nuestras sociedades a partir de la con-quista, hay que decir que la familia tal cual conocemos se estableció en estastierras junto con el capitalismo. Y ese modelo familiar se estableció ademássobre la base de la violación masiva de las mujeres de los pueblos origina-rios: fueron atravesados sus cuerpos por los conquistadores. Esas mujeres vio-ladas, agredidas –no sólo eliminadas–, no entraban en la cuenta de la fami-lia propietaria, de la familia capitalista que iba a mantener los derechos depropiedad antes y después de la independencia para sostener y reproducirun régimen clasista. La familia propietaria es una parte fundamental de laconstitución de la vida cotidiana que estableció el capitalismo y que losigue reproduciendo. Es una parte muy importante en la creación de con-senso a la dominación.

Éste es un tema pertinente porque en Bolivia, o en Ecuador, cuando seabrieron los procesos constituyentes, se abrieron en realidad todos los deba-tes: no sólo el de los derechos de los pueblos originarios al territorio –untema que por cierto fue debatido, en el caso de Ecuador, al interior del pro-pio movimiento social democratizador, con posiciones contrapuestas. En elcaso de la Constituyente de Ecuador, por ejemplo, dentro de la Alianza País,que impulsaba los procesos de renovación, hubo posiciones que ubicabanun respeto fundamental a la cultura de los pueblos originarios y que plante-aban, por ejemplo, la consulta a las comunidades cuando hubiera proyec-tos de desarrollo en sus territorios. Otras posiciones decían que esas consul-tas no eran necesarias porque el Estado sabe cuáles son las necesidades delconjunto de la sociedad (ésta ultima fue la perspectiva que prevaleció). Esdecir, en estos procesos está en discusión el concepto de “desarrollo”, el

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CLAUDI A KOROL / Ex p er i enc i as c o n st i t u yent e s en A mér i c a Lat ina

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concepto de “progreso”, el concepto de “democracia” y el concepto de“nación”, entre muchos debates. Y no se trata de debates abstractos, quedeben hacer teóricos o especialistas: en la medida en que hay sujetos polí-ticos, que empiezan a integrar sus demandas de una manera colectiva, seproduce un diálogo imprescindible para pensar qué significa ese “buenvivir” que se está buscando.

Hay un párrafo de la Constitución Boliviana que quisiera compartir conustedes porque me parece interesante. Es una parte del preámbulo, quedice: “El pueblo boliviano, de composición plural, desde la profundidad dela historia, inspirado en las luchas del pasado, en la sublevación indígenaanti-colonial, en la independencia, en las luchas populares de liberación, enlas marchas indígenas, sociales y sindicales, en las guerras del agua y deOctubre,” –es decir, en la Constitución se están reivindicando las guerraspopulares recientes– “en las luchas por la tierra y por el territorio, y con lamemoria de nuestros mártires, construimos un nuevo Estado: un Estadobasado en el respeto e igualdad entre todos, con principios de soberanía,dignidad, complementariedad, solidaridad, armonía y equidad en la distri-bución y redistribución del producto social, donde predomine la búsquedadel vivir bien, con respecto a la pluralidad económica, social, jurídica, polí-tica y cultural de los habitantes de esta tierra, en convivencia colectiva, conacceso al agua...”

Lo que quisiera es llamar la atención sobre cómo impacta directamente lalucha social en el texto constitucional: este texto no existiría si no habíaantes una guerra del agua, una guerra del gas, luchas previas e inmediatasque abrieron la posibilidad de esta transformación. Continúa: “...trabajo,educación, salud y vivienda para todos. Dejamos en el pasado el Estadocolonial, republicano y neoliberal; asumimos el reto histórico de construircolectivamente el Estado unitario social de derecho, plurinacional, comuni-tario, que integra y articula los propósitos de avanzar hacia una Boliviademocrática, productiva, portadora e inspiradora de la paz, comprometidacon el desarrollo integral y la libre determinación de los pueblos”.

La lectura de estos párrafos es sugestiva, en términos de pensar: ¿cuál esla relación entre la ley, la norma, la Constitución y la lucha social organi-zada? Y no sólo la lucha social: la lucha social organizada de colectivos quese constituyen como sujetos políticos. Porque podría haber lucha y ésta notraducirse en un texto, y mucho menos en una norma que intente crear otrascondiciones, abrir paso a otros procesos de convivencia.

En la Constitución ecuatoriana, por ejemplo, se vuelve a hablar del “buen

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vivir” y se reconocen los derechos de la naturaleza. Se propone a Ecuadorcomo “territorio de paz” y se decide explícitamente que no puede haberbases militares extranjeras. Todos estos son temas que actúan como normaconstituyente, pero directamente intervienen en la disputa que decíamosantes que se está dando en América Latina. Concretamente, esto significóhace poco el retiro de la base de Manta de Ecuador, que se ponga un frenoal avance de la militarización, por lo menos en territorio Ecuatoriano. Escierto que es un freno precario, porque Colombia avanzó con la agresiónsobre Ecuador, a pesar de todo; y esto es lo que ahora se pone en discusión:la ruptura de esas normalidades constitucionales creadas por la lucha popu-lar también está sujeta a las relaciones de fuerza que antes mencionábamos.Ecuador puede decir “acá no entran militares extranjeros” y Colombia entró;nadie reconoce el Estado dictatorial de Honduras, pero el golpe sigue.

Esto genera una doble situación: por un lado, se muestra que la relaciónde fuerzas aun no es la suficiente y, por otro lado, se abre un proceso espe-cialmente complejo. Porque, por ejemplo, si en Honduras la dictadura noreconoce el Estado de derecho, y si el pueblo logra doblarle la mano a losgolpistas, se abre paso como posibilidad un proceso constituyente donde sediscuta todo nuevamente, donde efectivamente no se quiera volver atrás. Esdecir, donde la norma no sea el Estado de derecho con el cual se llegó aeste tipo de intervención golpista.

El avance del proceso de recolonización del continente, la agresión, lamilitarización, vuelven a generar crisis de credibilidad en la institucionali-dad constituida. Y si es así, es posible pensar en una nueva institucionali-dad. No significa que esto sea un proceso seguro o inminente; pero sí sehabilita, en el imaginario social de quienes estamos luchando en toda Amé-rica Latina, una idea que nos permite desacreditar esa legitimidad del sis-tema institucional construido y pensar por qué vías, de qué maneras, pode-mos construir nuestros propios procesos populares.

Esto obliga a pensar cada uno de los procesos. Porque solemos decir: Boli-via, Ecuador, Venezuela son procesos avanzados. Y sin embargo, al interiorde esos procesos hay disputas muy profundas; y los compañeros y compa-ñeras marcan también los límites de lo que se logró conquistar. Por ejem-plo, el movimiento de mujeres tanto en Ecuador como en Bolivia señalanque no se pudo avanzar demasiado en el tema de los derechos sexuales yreproductivos en los procesos constituyentes. Eso nos obliga a pensar unproceso de debate que no sea la suma de identidades fragmentadas, sinocómo ponemos en discusión en todos los movimientos populares y en cada

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uno de nosotros y nosotras, militantes políticos, la necesidad de combatirsimultáneamente todas las opresiones. Es decir: nuestra batalla no puede ser“hoy discutimos esto, y mañana o pasado lo otro”: ¿cómo ponemos en dis-cusión el modo de vida y las formas en que queremos organizar y estable-cer nuestras relaciones? Desde esta perspectiva, hay un vínculo estrechoentre la vida cotidiana y la búsqueda de transformaciones sociales: porquela transformación social, por más superestructural que parezca, como puedeser la discusión de la asamblea Constituyente, está condicionando directa-mente nuestra vida cotidiana. Y es muy difícil avanzar en esos cambios siellos no se expresan y se van adelantando en nuestras propias organizacio-nes. Un cambio cultural, un cambio de conciencia, la posibilidad de reco-nocimiento de los distintos sujetos, identidades, etc., no se da por decreto opor la lectura de textos, por mejor y más bonitos que parezcan. Si hablamosdel racismo, más allá de la sociedad en la que estamos, el racismo, la xeno-fobia están también en muchas de nuestras organizaciones populares. Sontemas que no pueden ser dejados a especialistas. Y muchas veces, los temasno sólo los discutimos bajo la misma lógica dominante, sino también demodo fragmentado: como si tal o cual tema le tocaran a tal o cual sector.Cómo discutimos en nuestra propia construcción social el conjunto detemas que nos afectan en las distintas dimensiones, es una cuestión centralen términos políticos hoy.

Me da la impresión que, a la vez que es un momento amenazante, pode-mos ir por más. Es una marca de este nuevo momento histórico: es decir, losriesgos son enormes, es un momento dificilísimo, la criminalización de losmovimientos sociales avanza, la derecha conservadora se reorganiza y rear-ticula a nivel nacional y a la vez latinoamericano, hay dificultades reales yes posible que en ellas haya un avance de la derecha; pero también tene-mos un nivel de desafío, de movilización social que nos da oportunidadpara pensar no sólo en una defensa de lo conquistado, sino en la puesta endiscusión del conjunto del modelo construido desde la conquista y desdelos procesos de independencia.| pampa

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Ca pi t a l i smo y t r a b a j o

¿QUÉ ES el trabajo? Es una pregunta que a pesar de habersido formulada tantas veces no es por esto redundante; tam-poco es una pregunta retórica y mucho menos si se realizadesde una organización de trabajadores y durante el año

2009, fin de década.

Definimos tiempo y espacio con el afán de concluir políticamente en quelos años noventas no han sido un hecho teratológico ni un rayo caído delcielo; que inscritos en un proceso nacional e internacional de transforma-ción del capitalismo y en el modelo neoliberal consolidaron una matrizde acumulación en la que la forma-empleo cristalizó como precariado.

Que la década que dejamos no haya contado con la eficacia necesariarespecto a este debate y que por el contrarionos haya obturado en una suerte de año-ranza respecto a la forma empleo del Estadode Bienestar nos deja en un estado de la dis-cusión altamente problemático ya que nospone en una falsa alternativa, un espejismosituado más bien atrás que adelante. En esecontexto la lectura que se funda en la per-cepción del precariado no meramente sus-cripta a la forma de relación laboral quesurge como consecuencia de la flexibiliza-ción, sino mucho más que eso; condensa lanueva cuestión social. Porque rompe la viejadistinción entre tiempo productivo y tiempoimproductivo; la precariedad entendida deesta forma está plasmando la explotación dela vida cotidiana y no simplemente la explo-tación de la mano de obra. Una forma deopresión que, operando sólo en el presente,explota simultáneamente también el futuro.

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Al aceptar la propuesta de reflexionar acerca de la precariedad, espreciso hacer una advertencia que tiene que ver con la propia per-

cepción de cómo vivimos la precariedad y de cómo la estamos pensandoen términos políticos, como un concepto con potencialidad política y quepermita aportar a la capacidad de construcción de estrategias de organiza-ción y elaboración colectiva.

La sensación es: la precariedad está ahí, es algo que cobra cada vez másfuerza en nuestra cotidianidad, abarca como concepto y como experienciacada vez más y, obviamente, sabemos que tenemos que hacernos cargo deella; pero, a la hora de querer definirla, se nos escurre como agua o arenaentre los dedos. No logramos aprehenderla, cuesta encontrarle la vuelta: levemos potencialidades, sospechamos desde el olfato de la organizaciónque es un campo de construcción tanto rico como obligado, pero aun estánabiertas las preguntas sobre sus especificidades y los grados de entendi-miento necesarios para ser realmente efectivos en términos políticos.

Sobre esta sensación, la idea es plantear una serie de entradas sobre laprecariedad, que no son por cierto ni un sistema ni algo acabado, sino uncamino que va desde ciertas evidencias y sentidos comunes –que tambiénnos nutren en términos de conocimiento– hasta algunos puntos que inten-tan inscribir a la precariedad en un marco más general de análisis.

La primera de las entradas, entonces, tiene que ver con la noción de laprecariedad como un fenómeno múltiple. La precariedad es en sí mismoun concepto complejo. Cuando digo “complejo” no quiero decir “difícil”,sino que no se circunscribe a una sola variable, que es en realidad uncomplejo de variables: hablar de precariedad laboral, incluso en términosde intentar pensar una clasificación de lo que serían situaciones de preca-riedad, nos da una multiplicidad abierta de elementos. Esto que pareceobvio es un dato no menor, en cuanto a que los planteos que intentenabordar o dar resoluciones a la precariedad como problema tampoco pue-

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Algunas entradas al concepto de la precar iedad

por EMILIO SADIER

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den ser unívocos, no pueden limitarse a una sola respuesta, a un solo niveldel problema.

Taquigráficamente, digamos, para poner elementos que conocemos todos,definiciones más o menos acordadas, más o menos de sentido común, máso menos formales de lo que sería la precariedad: en general se plantea el tra-bajo o empleo precario, como contraposición de lo que sería el empleo“normal” o “estable”, con una serie de características: la inexistencia de con-trato laboral o contratos a corto plazo por tiempo determinado; falta de apor-tes a la seguridad social; más de un empleador, o empleador no fácilmenteidentificable; lugar de prestación laboral fuera del domicilio del empleador;ingreso básico definido en negociación individual, sin referencias prove-nientes de la negociación colectiva, eventualmente con el salario mínimovigente como referencia; no percepción de componentes típicos de lasremuneraciones (vacaciones, aguinaldo, asignaciones familiares, otros adi-cionales de convenio); no afiliación sindical; condiciones de higiene insa-tisfactorias; más de un empleo para cubrir las necesidades básicas, o bienempleos que no cubren las necesidades básicas. La lista es abarcadora, peroposiblemente podría seguir y abarcar otros aspectos.

Ahora bien, todo esto es la precariedad; uno podría decir: todos estos ele-mentos combinados, en tanto suelen no darse solos, de a uno, definen laprecariedad. Pero, ciertamente, tampoco es preciso que se den efectiva-mente todos para decir que un trabajo es precario.

Una segunda entrada posible tiene que ver con pensar la precariedad apartir de la experiencia, pensar cuáles son las características de la experien-cia del trabajo que percibimos y sabemos “precario”. En este punto, tambiénla diversidad es la regla y podemos encontrar todo un arco de cuestiones.Es en principio un espacio bastante abierto, del cual quisiera plantear sóloalgunos elementos.

El primero es la ruptura de la linealidad del tiempo: es decir, la dificultad,desde la percepción de la experiencia del trabajador, en construir una tra-yectoria lineal, acumulativa y progresiva en términos temporales. Es decir:pensar el futuro como un futuro naturalmente mejor; pensar el pasado comoun acumulado de experiencias que eventualmente pueda ponerse en juegoy hacer valer en el presente. Esto es algo que está puesto en cuestión en laexperiencia de la precariedad. Muchas veces estamos inmersos en un pre-sente continuo en términos laborales, tenemos una trayectoria que no pode-mos hacer valer o, incluso, es tan disímil que ni siquiera la pensamos comouna trayectoria (multiplicidad y de trabajos, de tareas, de situaciones y de

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enmarques disímiles); lo que, hacia el futuro, da la imposibilidad de pensaren términos de proyección clara o lineal –si bien siempre hay esperanza,siempre hay miedo. Nota al margen, a la que quizás volvamos: miedo yesperanza como un arco que abarca la experiencia del trabajo precario.

Un segundo elemento, correlato del anterior, es la imprevisibilidad comocaracterística persistente en términos de experiencia. Imprevisibilidad deltiempo, como veíamos, pero también del espacio: el ámbito en el que nosmovemos, el territorio del trabajo no es un territorio fijo, previsible, uni-forme. La experiencia del trabajo precario tiene que ver con un espacio quecambia, que no tiene reglas fijas o claramente determinadas, ambiguo; quetiene niveles de autonomía respecto de la propia relación laboral bastantediscutibles, es decir, que es permeable a condiciones que son externas alpropio trabajo.

Tercer elemento: la individualización en términos extremos. Individuali-zación se refleja en términos formales cuando, por ejemplo, no se tiene nin-gún marco de negociación colectiva, pero que tiene que ver con una per-cepción que va mucho más allá de lo formal: uno se siente solo en la expe-riencia laboral, a pesar de estar obviamente en un contexto y un marcolaboral compartido y obviamente con gente que está en situaciones, si noexactamente iguales, similares o análogas. Y esto implica, por cierto, dificul-tades para pensar lo colectivo, la relación entre el padecimiento individualy la apuesta de una escala más masiva, más colectiva de relación.

El desbordamiento puede pensarse como otra característica, es decir, laimposibilidad de establecer fronteras claras entre ámbitos: entre el tiempode trabajo y el tiempo de no-trabajo, entre los roles que se supone que unotiene que cumplir y los que efectivamente cumple, entre las funciones porlas que uno se supone que trabaja y las funciones que en la realidadadquiere y las que uno supone que tiene que asumir.

Hay, por supuesto, más características que nos hablan, en términos deexperiencia concreta, acerca de la precariedad. Para no aburrir en una taxo-nomía interminable, nos limitamos a nombrarlas: la tendencia a la hiperac-tividad, a tener que sobre-exponer capacidades y habilidades en la cotidia-nidad del trabajo; la disponibilidad para adaptarse a las situaciones cam-biantes, lo que lleva a una idea de “disponibilidad constante” en términosde práctica laboral; la simultaneidad, la capacidad de manejar al mismotiempo varios niveles de trabajo –varios trabajos, en muchos casos–, variasredes de relaciones y de interacción social en las que el trabajo se juega; lainestabilidad y la experiencia de la movilidad en términos espaciales y tem-

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CA PITA LISMO Y TR A BAJO

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porales; la idea de la “astucia” puesta en juego constantemente en la expe-riencia de trabajo, o bien la capacidad de poder leer y tener el reflejo paraaprovechar las posibilidades que se tiene, los riesgos en los cuales se estáinmerso y la necesidad de poner en práctica diversas formas de persisten-cia, oportunismo y hasta de falsedad. La lista, también en este caso, podríaseguir y ampliarse. Lo importante es destacar a la experiencia como un nivelde análisis en el cual hay elementos interesantes para pensar la propia prác-tica y las acciones y ensayos de organización. Y que, ciertamente, este nivelno se circunscribe a un tipo de tareas o a situaciones específicas: en rea-lidad, las variables que remiten a la experiencia de la precariedad uno laspuede pensar, con sus especificidades y niveles de interacción, en formasde trabajo totalmente disímiles y hasta contrapuestas en un esquema de cla-sificación clásico.

Una tercera entrada a la precariedad, que por cierto venimos compar-tiendo con compañeras y compañeros en diversos ámbitos y recuperandocomo hipótesis central, es pensar la precariedad como un fenómeno sisté-mico. En línea con lo que venimos planteando, es complicado pensar que laprecariedad está acotada a tal o cual situación y, por lo tanto, a tal o cual seg-mento de la fuerza de trabajo. Si bien sabemos y decimos que hay trabaja-dores más precarios que otros, que hay trabajadores cuyas actividades estánconstituidas en la precariedad hasta en términos de creación de nuevos tiposde trabajo, es complicado en términos conceptuales –pero también en térmi-nos políticos, vale aclarar– acotar la precariedad y limitarse a decir: precariosson estos, por contraposición a todos estos, que no serían precarios. Es másproductivo pensar, en las condiciones actuales –condiciones cuantitativas,cualitativas pero también temporales–, a la precariedad como algo que atra-viesa al conjunto de la fuerza laboral. La precariedad, entonces, como unarco, como un continuo que va, efectivamente, de las situaciones de desem-pleo estructural o de expulsión del mercado laboral más extremas, hasta loque son nichos de privilegio en términos laborales, tanto por situacionesde estabilidad como por altos ingresos. La precariedad está atravesando ala fuerza laboral, en donde es interesante analizar las múltiples caras de lascondiciones reales actuales, sus claroscuros, y la tendencia de la precariedada constituirse como el modo general del modo de la fuerza de trabajo actual.

Una cuarta entrada tiene que ver con colocar a la noción y la realidad dela precariedad en clave histórica. ¿Cómo pensar la precariedad como unfenómeno históricamente situado? En este sentido, es imprescindible dete-nerse en analizar la relación actual entre trabajo y capital.

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Aquí quisiera sugerir una versión del cuento, si bien tenemos varias, queno es quizás la clásica, es decir: “la precariedad laboral nace en los ‘90 conel avance del neoliberalismo como ideología inexplicablemente malvada,lo que supone que antes estábamos razonablemente bien en términos labo-rales, etc.”. Dejar en suspenso de cierto modo esta lectura, si bien tienemucho de cierto y de obvio en cuanto la precariedad laboral como domi-nante adquiere visibilidad y relevancia hace dos décadas y tiene que vercon todo aquello. La propuesta es, en este momento, ir un poco más atrásen la revisión de esta lucha histórica y constante de la clase del trabajo yel capital y poner un par de ideas un poco más abarcadoras, que tienen quever con pensar la transformación que da lugar a la precariedad actual comoparte de lo que algunas corrientes de análisis, algunos desarrollos de pen-samiento plantean como el pasaje del llamado capitalismo industrial, for-dista o de la “gran industria” al capitalismo post-industrial, post-fordista ode “producción flexible”.

Esto tiene que ver con pensar cuál es la composición actual del trabajo ydel capital. La idea de post-fordismo intenta ponerle nombre al proceso dereestructuración del capitalismo que comenzó a darse, a nivel mundial, enla década del ‘70, fuertemente desplegado durante los ‘80 y que persiste,con matices, hasta hoy, por el cual se pasa, básicamente, de formas de pro-ducción centralizadas, asentadas en la estructura fabril clásica y en un espa-cio acotado, fijo, territorialmente limitados a ámbitos nacionales, a criteriosmucho más flexibles y móviles. De las grandes fábricas centralizadas de laproducción a empresas organizadas en formas de red, descentralizadas, quetienen la capacidad de correrse de lugar, de moverse en el territorio –no sóloen términos nacionales, sino trasnacionales– para poder aprovechar benefi-cios de ganancia y de costos laborales. Este desarrollo del “capitalismo fle-xible” implica también una transformación en la relación entre oferta ydemanda: de la producción de bienes de consumo masivo clásico de buenaparte del siglo XX a una producción que tiene el oído mucho más afinadosobre el mercado, donde no se construyen grandes stocks para invadir almercado sino que, situándose en las modulaciones constantes del mercado,se termina construyendo una producción mucho más diversificada y a lavez focalizada –la idea de “stock cero”, el producir exclusivamente lo queel mercado va pidiendo y de esta forma minimizar riesgos.

La precariedad puede pensarse, entonces, como una consecuencia deesta transformación: no es, en este contexto, un efecto “no deseado”, “des-viado”, del modelo capitalista. No es –si bien, obviamente, en un proceso

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que es mundial esto tiene variantes geográficas y zonas enteras del planetahundidas en condiciones más precarias respecto a otras zonas– una carac-terística marginal, sino una necesidad fundamental en términos de la lógicaque el capital imprime, en términos globales, a la producción.

La sugerencia es la siguiente: la estabilidad laboral era la forma quecorrespondía a todo un modelo productivo –el modelo fordista, de fábrica,anclado a nivel local-nacional. La estabilidad era condición de dichoesquema productivo –aparte de ser también, obviamente, reivindicación delos trabajadores: la discusión luego era qué tipo de estabilidad los trabaja-dores querían, qué formas le imprime el trabajo a la estabilidad. Cuando setransforma la estructura productiva –y se transforma también por esta con-tradicción que no se resuelve: la estabilidad era condición, en condicionesno aseguradas, de también hiperexplotación de la clase trabajadora; la clasetrabajadora no sólo pide más estabilidad, sino que intenta definir las condi-ciones de la estabilidad de manera creciente, en términos de garantías, dederechos sociales, de formas y regulación del propio tiempo de trabajo. Elcapital en un momento, ¿qué hace? Huye, va para adelante, ya que no puederesolver, bajo las reglas existentes, la relación de fuerzas. Es decir, si man-tiene un modelo de producción que depende de la estabilidad, con una claseobrera que, en realidad, no sólo limita los niveles de ganancia, sino que vapor más –porque también todo esto tenía que ver durante todo el siglo XXcon una teoría de “equilibrio social”: que se pudiera llegar a un equilibriodonde cada uno se llevara una parte y listo, pero no: los trabajadores, mejor,más estables, pedían más y más–, el control político es, desde el punto devista del capital, más y más limitado. Entonces, la desestructuración en tér-minos de modelo de producción –que tiene su inicio, insistimos, desde finesde los años ’70 y es una forma de comprender también políticamente aque-llos años y los siguientes, tanto a nivel mundial como local– tiene que vertambién con una definición política de escapar a esa lógica.

Esto impacta también en la fuerza laboral y genera esta precariedad en tér-minos extendidos como absolutamente necesaria para las formas que adoptaactualmente el capitalismo. Lo que implica discutir con otros elementos,entonces, qué sería resolver la precariedad, cuál es la relación de ese desa-fío con el modelo productivo existente, con el modo de producción en tér-minos generales y con el proyecto político que éste implica y desarrolla.

Quinta entrada, que está en relación con la anterior pero donde vamos aintentar colocar un nivel más y explicarla, quizás, de otro modo. La trans-formación de las últimas décadas, de los ‘70 al presente, si bien la percibi-

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mos muchas veces como destrucción de todo un modelo productivo, tene-mos que pensarla en realidad como ampliación del territorio de la produc-ción de ganancia y de valor en términos capitalistas.

En este sentido, el crecimiento de la producción de servicios en lo que esel esquema de la producción actual es signo de expansión del capital haciaotros ámbitos productivos. En buena medida, incluso no materiales: lo quepodríamos llamar el terreno de la “producción inmaterial”. Tomando comoejemplo una botella de agua mineral: la producción industrial del agua y dela botella específica es una; ahora, la producción de la marca, del contenidode la etiqueta, por ejemplo, trae un cúmulo de trabajo inmaterial puesto(publicidad, conocimiento, la composición química, la legitimación delproducto a partir de variables que tienen que ver con el conocimiento cien-tífico, con ciertos valores sociales, etc.) que juega, a la hora de pensar el pro-ducto “botella de agua mineral”, tanto como el procesamiento del agua ydel plástico: todo eso es trabajo valorizado que produce ganancia al capi-tal, todo eso es plusvalía extraída a trabajadores determinados. Todo estoes parte sustancial de la transformación de las últimas décadas. De lo quepodríamos decir: la mercantilización de la vida en su conjunto, la amplia-ción del capital a esferas que antes no eran productivas. Esto incluye, comodecíamos recién, al conocimiento, los saberes, los afectos, el uso del len-guaje, las propias capacidades de relacionamiento e interacción social.

Si esto es así, la precariedad entonces no es sólo signo del aumento de laexplotación en términos de cantidad –si bien también lo es: muchas de lascaracterísticas que al principio comentamos como precarias como la inten-sificación y el aumento de tareas, la polifuncionalidad, etc., tienen que vercon una mayor explotación de la fuerza laboral–, sino que es signo de lapuesta a trabajar de cualidades, facultades y habilidades que antes no eranconsideradas productivas y explotables.

Avanzando en el argumento: la precariedad, desde esta perspectiva, másallá de ser un instrumento para bajar los costos de la producción, puede pen-sarse también como una estrategia de gestión y de control de la producción.¿Cómo es esto? Si lo que se necesita de un trabajador es que ponga en juegono sólo cualidades asociadas a su fuerza física o a destrezas mecánicas, repe-titivas, predecibles (pensemos en la clásica cinta de producción fabril, el tay-lorismo: cada trabajador en una tarea repetitiva, mecánica, donde en reali-dad tenía que dejar afuera un montón de cuestiones que tienen que ver conlas capacidades afectivas, creativas, relacionales), si lo que se necesita esjustamente que el trabajador ponga en juego la capacidad de relación con

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otros, la capacidad de decidir y elegir entre alternativas que no son simples,niveles de creatividad y afectividad crecientes; si lo que se necesita, porqueuna buena parte de elementos de gestión y administración son transferidosa los trabajadores, a quienes se les pide que sean cooperativos, colaborati-vos, que aporten a la empresa su conocimiento, su disposición, sus capaci-dades, ¿cómo se hace para obligar a alguien a poner en juego estas cosas,que se tienen en buena medida como parte de la naturaleza humana y que,clásicamente, existen por fuera del ámbito laboral, de la producción, encondiciones de estabilidad –precisamente pertenecientes a la esfera de lareproducción social? Acá es donde la precariedad, si la pensamos como unsistema que tiene como base la incertidumbre en términos generales, tieneuna función muy concreta: la precariedad, en términos de continua incerti-dumbre, garantiza mucho más la disposición de los trabajadores a poner enjuego, por la propia necesidad de resolver cotidiana y prácticamente unconjunto de situaciones, estos elementos que, de otra manera, ¿por quéhabría que ponerlos en términos de trabajo? Desde esta óptica, la precarie-dad no sería sólo una ventaja en términos de márgenes de ganancia, ni úni-camente una coerción política sobre el trabajo en términos de condicioneseconómicas, sino la palanca que impulsa y permite la eficacia en términosde sustancia de una parte cada vez más creciente de la producción.

A esta altura, podemos agregar otro nivel de entrada –sexto y anteúltimo–a la cuestión de la precariedad. Entrada obvia y evidente pero no por ellomenos importante y que se puede plantear en términos de propuesta: pasardel concepto de “precariedad laboral” al de “precariedad social” o de “pre-cariedad de la vida”.

Esto se apoya en todo lo anterior y de varias maneras: es dificultoso pen-sar a la precariedad como un concepto limitado a la esfera del empleo (con-diciones laborales-salario-derechos), dado que, en realidad, es pertinentepara pensar la producción y reproducción de la vida en su conjunto. Esdecir, es la vida –mucho más que el trabajo– la que se vuelve precaria bajola actual lógica de producción, en este esquema de sociedad, en esta fasedel modo de producción capitalista. Los ejemplos son quizás fáciles, inclusoen nuestras propias reivindicaciones: los crecientes planteamientos alrede-dor de la explotación de los recursos naturales tienen que ver con la eviden-cia de una lógica predatoria y precarizante que excede absolutamente losmarcos laborales o de empleo. O que, de mínima, los pone en sintonía:como decíamos antes, si la vida es la que está puesta a trabajar, si lo que sepone en juego cada vez más crecientemente son elementos que tienen que

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ver con la capacidad de producción y reproducción de la vida, ahí tambiénhablar únicamente de precariedad laboral es, en algún punto, no dar cuentade la potencialidad política del concepto: es decir, que la precariedad noatañe sólo a ciertos sujetos que se piensan como trabajadores, sino inclusoa los que no se piensan como trabajadores y a los que nosotros, como tra-bajadores, no pensamos como trabajadores. Todo esto, ya no sólo en térmi-nos de “alianzas tácticas” o en “marcos de solidaridad”, como en los esque-mas clásicos donde los trabajadores se aliaban con el sector universitario-estudiantil, con el campesinado, etc., sino en la posibilidad y necesidad detraducir, en términos colectivos y subjetivos, esa base general, común ycompartida de situaciones y experiencias.

Desde esta perspectiva, podríamos decir: la precariedad condensa lo quepodría ser una “nueva cuestión social”. Es decir: la precariedad, como tér-mino que involucra a la vida como potencia, como potencia productiva –y“productiva” en todos los sentidos: en términos del capital, como explota-ble, pero también en términos de creación de vida, de formas autónomas devida. Y aquí también podríamos retomar y repensar aquello del capitalcomo expresión parasitaria en relación con la sustancial autonomía del tra-bajo vivo. Si el capital llega al punto en que parasita cada vez más la vida–la vida del conjunto de lo vivo–, esto es una explotación nunca vista, perotambién una potencialidad nunca vista. La precariedad es un concepto quepodría ayudar a condensar esta idea de qué sería la vida como potencia yla vida como problema político.

Última entrada, para no agobiar: que tiene que ver con la posibilidad depensar a la precariedad en relación con el sujeto que ella implica en térmi-nos colectivos. En principio, podríamos decir: al sujeto de clase, al sujeto dela clase trabajadora, con esta salvedad: obviamente, si pensamos aun notodos, sino algunos de estos elementos que venimos proponiendo, la preca-riedad es un concepto que obliga a replantear lo que tradicionalmente sepiensa como el sujeto de la clase trabajadora. A ampliar por lo menos eseconcepto de clase, incorporando una visión más integral del sujeto del tra-bajo, su campo de acción y su horizonte político. Las mil caras de la preca-riedad son, si las asumimos en su realidad como el rostro múltiple, concretoy actual de “los que viven de su trabajo”, mil posibilidades de organización,de resistencia, de conflictividad social; pero también mil obligaciones entérminos políticos para construir. Componer esta multiplicidad, este rompe-cabezas de la precariedad, en lo que tiene de desajustado, de diversificado,de piezas que no encajan, que no van a encajar nunca, es imprescindible

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para empezar a responder con seriedad algunas de preguntas y tareas que,por definición, tenemos como organizaciones de trabajadores y organizacio-nes populares en general: ¿cuáles pueden ser, hoy, las estrategias colectivascapaces de, a la vez, mitigar el miedo que produce la precariedad comoexperiencia y suscitar un horizonte de esperanza en términos colectivos?¿Cómo recuperar la eficacia para responder a la incertidumbre cuando éstaes generalizada y sistémica, para contener individualmente y a la vez expan-dir fuerza colectiva? Y también poder avanzar en la pregunta sobre: ¿quétenemos en común, cómo podemos fortalecer lo común, lo que comparti-mos, frente a la parcelación, al aislamiento, a la individualización máxima?

Y en esto, si bien no es la idea mentirnos y decirnos “somos los mejores”,tampoco lo es dejar de afirmar lo que tenemos: el propio proyecto organiza-tivo que llevamos adelante desde nuestras organizaciones, nuestros sindica-tos, como Central de Trabajadores, el propio camino de la CTA es una herra-mienta que, en esta clave, tiene una potencia aun más radical de la que supo-nemos los que queremos, creemos e intentamos aportar día a día a su desa-rrollo. En el planteo de la afiliación directa; en el “somos todos trabajadores”;en la incorporación de una gran diversidad de experiencias sindicales no tra-dicionales, sociales, barriales, etc.; en la ampliación de la legitimidad de laorganización colectiva de la clase trabajadora en todas sus formas; en todoslos elementos que venimos poniendo en juego históricamente, en lo coti-diano y hacia el futuro, la CTA enlaza, creo que inmejorablemente, con laposibilidad de asumir en términos políticos la precariedad como territoriocomún de conflictividad, encuentro y organización. Es decir, no debería serdifícil –y aquí podríamos entrar en un debate acerca de dónde estamos para-dos, cómo venimos avanzando y qué cómo podríamos profundizar estecamino– visualizar a la precariedad como experiencia que atraviesa a milesy millones de trabajadores en nuestro país y asumirla como parte explícita denuestro horizonte. Hay, digamos, una consustancialidad en nuestro casoentre proyecto organizativo y condiciones materiales que, si bien no es porcasualidad ni algo novedoso, en este marco creo que vale la pena destacar.

Para terminar, quisiera poner a consideración dos imágenes de la precarie-dad, que de algún modo están contrapuestas y de otro modo están hermana-das. La primera es la que muchas veces primero se nos viene a la cabeza ala hora de pensar la precariedad, la del equilibrista: el que está pendientede un hilo, en la altura, sin red, con las manos extendidas y rígidas, inten-tando no caer y al mismo tiempo obligado a mover sus pies, a avanzar haciaadelante para llegar a tierra firme. La segunda imagen es, en cambio, la del

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malabarista: haciendo malabares no sólo con varios objetos a la vez, sinocon objetos diferentes, coordinando los pesos, los tamaños y las formas; cal-culando, decidiendo a cada instante, buscando internamente puntos deapoyo y de descanso, intentando seguir el juego, mantener el movimiento.Al equilibrista es difícil ayudarlo: es posible darle aliento, fuerzas para quesiga, rezar para que no se caiga, pero siempre desde abajo: lo más desas-troso sería subirse al cable con la idea de tenderle la mano, caída segura. Enrealidad, está solo en su destreza y no podría ser de otro modo.

El malabarista, en cambio, no tiene más posibilidad que seguir, siempreseguir, pero no para llegar a ningún lado: su problema es precisamente dete-nerse, su debilidad es a la vez su gracia. Incluso quien quiera perjudicarlo,arrojándole por ejemplo un objeto para romper el malabar, en realidad loayuda, ampliando su tarea, poniendo de relieve su talento. Un malabaristasiempre puede, además, ampliar la trayectoria de los objetos que arroja alaire, sumar a otros malabaristas y enriquecer el juego: encontrarse con loque se mueve, encontrarse con quien se mueve es, en realidad, la fuerzade su oficio y el sentido de su arte.| pampa

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La idea de hoy es trabajar el tema general de capitalismo y trabajo,aportando algunas reflexiones sobre el proceso de acumulación en

la Argentina. Lo primero que parece razonable, si uno quiere evaluar el vínculo entre

capitalismo y trabajo, es poder dar cuenta de los términos que el proceso deacumulación tiene, en tanto supone las condiciones materiales de repro-ducción de la forma de organización social vigente que es la que en todocaso define al sistema capitalista. Ahí hay un punto que ubicar, que tieneque ver con algo que planteaba Emilio, y es el hecho de que cuando unodefine lo que puede llamarse patrón de acumulación –o régimen de acu-mulación o lo que fuere, con el nombre que se quiera– lo cierto es que estáhablando de una forma histórica que adopta el funcionamiento del sistemacapitalista en una determina región, planeta o país. Y digo esto de formahistórica porque el capitalismo ha tenido diversas formas históricas. Portanto, para dar cuenta de lo que estamos discutiendo aquí, ciertamentecualquier evaluación del problema resulta ineficaz si la referimos sólo alretorno de formas viejas que el capitalismo tenía, sin plantearse algunareflexión respecto a por qué razón en esta nueva forma capitalista tienenvalor y sentido las cuestiones que estamos analizando hoy.

Dicho de otro modo, la precariedad, tal cual está planteada, tiene que vercon la forma histórica bajo la que se establece la apropiación del excedenteeconómico a través del uso de la fuerza laboral en el actual régimen deorganización del capitalismo. Las condiciones anteriores de apropiación delexcedente sobre la base del uso de la fuerza laboral, que creaban otra rela-ción laboral, corresponden a otra etapa de acumulación del capitalismo anivel mundial y a nivel del país. Entonces, digo, efectivamente, el capita-lismo ha tenido diversas formas. Cada forma histórica supone determinadomodo de explotación de la fuerza laboral. Supone, además, actividades queson predominantes y actividades que son subordinadas. Por lo general, den-

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por CLAUDIO LOZANO

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tro de una economía capitalista esto tiene que ver con la distribución de latasa de ganancia: las actividades dominantes son aquellas que garantizanmayor renta dentro del funcionamiento de la economía y las actividadessubordinadas son aquellas que la generan en menor medida.

Uno podría decir que, en toda etapa, se puede reconocer una matriz derelaciones que, para no hacerla demasiado compleja, supone, primero,una determinada distribución de los medios de producción, es decir, de losmedios bajo los cuales se organiza el proceso de producción. Con “distri-bución” me refiero a la distribución de la propiedad sobre esos medios. Ensegundo lugar, esa distribución de la propiedad de los medios de produc-ción condiciona un modo de distribución de los ingresos dentro de esasociedad. La tercera cuestión tiene que ver con el tipo de intervención queel Estado tiene dentro de la sociedad, es decir, sus formas de intervención,de regulación. Y cuarto, el tipo de vínculo que la sociedad, la economía dela cual uno esté hablando, tiene con la economía mundial. Entonces, siuno tuviera que identificar cuál es la matriz de relaciones que define cadaetapa histórica y en este caso, del proceso de acumulación en la Argentina,esa matriz tiene que ver con estas cuatro cuestiones: distribución de la pro-piedad de los medios de producción, distribución de los ingresos comoresultante de ese proceso, tipo de intervención estatal y vínculo de la eco-nomía con la economía mundial.

En este sentido, lo primero que hay que decir con la cuestión histórica esque la Argentina que tenemos hoy y que da como resultado el mundo labo-ral del cual estamos hablando es la resultante de un proceso de reestructu-ración que lleva más de treinta años. Este proceso de reestructuración haimplicado, entre otras cosas, un fuerte cambio en esta matriz de cuatrorelaciones de las cuales estoy hablando.

En lo que tiene que ver con la distribución de los medios de producción,el proceso argentino ha vivido un doble fenómeno. Por un lado, elevadaconcentración en la propiedad de los medios de producción, es decir, sonmenos los que controlan los medios que permiten organizar el proceso pro-ductivo en la Argentina, son menos actores, menos propietarios. Y, por otrolado, un proceso de transnacionalización, es decir, aquellos que tienen con-trol sobre los medios de producción tienen una lógica de funcionamientoque no se definen al interior de las fronteras locales sino en el marco de laeconomía mundial. Esto, tanto en los casos donde hablamos de grupos eco-nómicos de origen local, como también –y por cierto de manera domi-nante– cuando hablamos de empresas transnacionales que son subsidiarias

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de empresas que operan en el resto del mundo. Por tanto, en lo que hace altema de la matriz, la distribución de los medios de producción nos marcaun proceso en el cual Argentina abandona una etapa donde, si bien existíanpredominios y había concentración, había un espacio para una franja mediade propietarios relativamente importante y que participaba del proceso deacumulación argentino. En contrapartida, lo que tenemos hoy es un procesode fuerte concentración y transnacionalización.

El resultado de esto en términos de distribución de los ingresos ha sidoun cambio brutal en lo que se refiere a la participación de los trabajadoresen el excedente generado. Es decir, la participación de los asalariados enel total del producto supone una merma realmente pronunciada: no sólouna merma en términos de masa general, sino que también al interior delos trabajadores se da un proceso muy profundo de diferenciación y dedesigualdad. Es decir, no sólo hay menor participación de los trabajadoresen el ingreso total, sino que al interior de los trabajadores hay fuertes dife-rencias y profundas desigualdades.

En tercer lugar, hay un cambio en la intervención estatal. De un Estadocon capacidad de intervenir en el ciclo económico y en el proceso de acu-mulación, se pasa a un Estado que tiene una fuerte subordinación a lalógica de acumulación del capital. Si bien se mantiene un Estado que, entérminos de discurso y convocatoria civilizatoria, habla de la inclusión, entérminos de su lógica de comportamiento económico se subordina crecien-temente a la lógica de acumulación del capital actual. Es más, todo el fenó-meno de la extensión de los contratos al interior del propio sector públicosupone la inclusión de la lógica mercantil dentro del funcionamiento delEstado. Y, en realidad, esto se nota no sólo en el modo en que se estable-cen las relaciones laborales al interior del sector público, sino en el modoen que se redefinen los organismos de intervención estatal dentro del fun-cionamiento general. Digo, tener un ANSES que junta los aportes de los tra-bajadores supuestamente para pagar la seguridad social, pero que se trans-forma en un organismo que tiene excedentes para financiar el proceso deacumulación, indica que se está transformando lo que es el organismo dela seguridad social en un organismo que tiene un carácter eminentementemercantil, ligado a la lógica de acumulación. Tener un PAMI que puedetener superávit para financiar al propio Tesoro está dentro de la mismalógica. Lo que quiero decir con esto es que hay un replanteo y una subor-dinación de los organismos propios del Estado, que terminan teniendocomportamientos asociados a la lógica del capital. Lo mismo pasa con los

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bancos públicos, los bancos públicos han perdido todo lo que fue históri-camente la razón por la cual fueron creados: garantizar procesos defomento en el financiamiento de la producción y del consumo. En la prác-tica se van transformando cada vez más en una suerte de banca comercial,privada, asociada, con algún tipo de gestión, con alguna línea de créditoplanteada un poco distinta pero que no tiene grandes diferencias con elfuncionamiento de la banca privada. En este sentido, la intervención esta-tal se ve también modificada.

En términos del vínculo con la economía mundial, hemos pasado de unaeconomía que tenía ciertos mecanismos de regulación estatal que permi-tían dotar de protección al circuito económico local, a un proceso de aper-tura tanto en términos de incorporación de bienes procedentes del exteriorcomo en términos del ingreso de capitales del exterior a nuestra economía.

Lo que vivimos hoy como matriz de funcionamiento de la economíaargentina y el resultado que esto tiene en la dinámica de nuestra fuerzalaboral tiene que ver, entonces, con una reestructuración que lleva ya másde tres décadas y que tiene básicamente estos cambios en el marco de lamatriz de relaciones que uno puede ubicar. Si hubiera que ponerlo en tér-minos de pasos concretos, lo que hemos tenido es la ruptura del modelode acumulación que la Argentina tenía hasta mediados de los ‘70. Que eraun modelo de base industrial, orientado al mercado interno como lógicafundamental. A mediados de los ‘70 se abre un nuevo régimen de acumu-lación, basado en el proceso de valorización financiera, endeudamientoexterno y fuga de capitales como lógica principal, en el marco de lo cualse da un proceso de desindustrialización significativo. Eso va a durar desdeese momento hasta el 2001. A partir del 2001-2002 y hasta aquí, hemosingresado en una fase distinta, donde se retoma cierta fase de acumulacióncon base productiva con algunos rasgos que más adelante voy a destacar.

Ahora, si uno plantea que el resultado que tenemos hoy es el fruto de estostres pasos: ruptura del modelo vigente hasta mediados de los ‘70, régimende valorización financiera y fase de acumulación nueva desde el 2002 paraaquí, debemos preguntarnos ante todo qué es lo que se rompe. Primero, serompe la Argentina donde el trabajo tenía que ver con una extendida asala-rización, dominantemente de base productiva industrial, con un elevadonivel de formalidad. Es decir, lo que dominaba dentro del esquema laboralargentino era el hecho de que cuando uno ingresaba a trabajar era trabaja-dor registrado y tenía, por lo tanto, el conjunto de elementos que veníanasociado a esto. En el marco, además, de una economía que funcionaba

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con una baja tasa de desempleo, es decir, una economía que nunca teníamás de 3 o 4 puntos de tasa de desempleo como cuestión estructural.

Esto que estoy diciendo es lo que se rompe, es lo que desaparece, es elmundo laboral del pasado que ya no está más en Argentina. Se rompe a par-tir de mediados de los ‘70, la clave de la ruptura tiene que ver con un nuevovínculo de la Argentina con la economía mundial, tiene que ver con el pro-ceso de apertura y con el impacto que esto produce en términos de instituiractividades privilegiadas o prioritarias vinculadas a la centralidad de su tasade ganancia. Así, en el marco de ese proceso de apertura –y no voy a exten-derme en las razones técnicas por medio de las que se produjo– lo queocupa el centro de la acumulación en la Argentina desde mediados de los‘70 hasta el 2001, con diferentes políticas económicas y en distintos mar-cos, es la renta financiera. Esa renta financiera, además, es el núcleo entorno al cual se organiza el proceso de endeudamiento de nuestro país. Eneste período, entonces, los excedentes empresariales, tanto los tomadosdesde el exterior como deuda como los acumulados internamente, en lugarde reinvertirse en la actividad productiva, se reinvertirán de manera domi-nante en la actividad financiera, en tanto y en cuanto es la que otorgarámayor tasa de ganancia respecto al resto de las actividades. La mayor acu-mulación financiera da como resultado menor inversión productiva. Esamenor inversión productiva, en tanto se da un marco de apertura e ingresode producción del exterior, supone un proceso de destrucción del tejidoproductivo del país. La destrucción del tejido productivo del país suponeuna expansión de la tasa de desempleo. Y la expansión de la tasa de desem-pleo va a tirar hacia la baja el conjunto de los ingresos dentro de la econo-mía, produciendo un fenómeno de pauperización general de la sociedad.Por lo tanto: alta inversión financiera, baja inversión productiva, desindus-trialización, alto desempleo, incremento de la pobreza por caída de losingresos, es el fenómeno que recorre la Argentina desde mediados de los ‘70hasta el 2001. Para ponerlo en términos cuantitativos, pasamos de una socie-dad que tenía 22 millones de habitantes y un millón de pobres a mediadosde la década del ‘70 a una sociedad que en el 2001 tiene 37 millones dehabitantes y casi 16, 17 –en 2002 llegó a 20– millones de personas en situa-ción de pobreza. Si ustedes se fijan, prácticamente la expansión de la pobla-ción es acompañada por una expansión casi similar en la cantidad de gentehundida bajo los umbrales de pobreza. Es como si nosotros dijéramos quetodos aquellos que nacieron en nuestro país a partir de mediados de los ‘70cayeron bajo la línea de pobreza.

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La precarización en la Argentina se da en un marco que no es necesaria-mente el mismo marco que viven otras sociedades. En tanto, la pauperiza-ción de la sociedad argentina se da en un marco no de acceso a una socie-dad posindustrial, sino de la ruptura del tejido productivo de la Argentina.Por lo tanto, si bien tenemos puntos de asociación con lo que ocurre enotras realidades del planeta, hay también cosas específicas que tienen quever con lo que nosotros atravesamos aquí.

La tercera etapa de este proceso de acumulación se desarrolla desde el2002 para aquí. Acerca de ella, lo primero que hay que tener en claro esque efectivamente supone un agotamiento o finalización del esquemabasado en la valorización financiera. Ahora, que eso sea así no quiere decirque la toma de un rumbo económico con base productivo no incorpore lalógica de la acumulación financiera. La razón por la cual se vuelve a laacumulación productiva es que, en este período, la producción permiteuna obtención de rentas tan extraordinarias como las que se obtenían en elmarco de la renta financiera. Esto porque el proceso para abrir la fase deacumulación nueva es una brutal devaluación que pulveriza los ingresosdel conjunto de los trabajadores y recompone y hace extraordinarias lasganancias en el terreno productivo. Es decir, se regeneran condiciones deganancia en determinadas actividades productivas que pasan a tener unnivel similar a lo que era la renta financiera en el momento anterior.

Voy a compartir con ustedes un trabajo que hicimos y que permite com-parar a 1997, último año de crecimiento pleno de la convertibilidad ymomento previo a la crisis en el marco de la valorización financiera de lacual estábamos hablando, con el año 2007, último año de crecimiento plenode esta fase de acumulación en la cual estamos hoy. Nosotros, en general,para hacer estas comparaciones, solemos tomar como punto de referencia laprimera de las relaciones que describía de la matriz: la distribución de losmedios de producción. Tomamos, por lo tanto, la cúpula empresarial de laArgentina, es decir, las 200 empresas más importantes en facturación dentrode nuestro país. Cuando uno mira esto, se encuentra con que, si se toma eltotal de facturación en venta de las 200 firmas más importantes de nuestropaís en 1997, estas empresas representaban, en relación con la riqueza gene-ral, que es el producto bruto, el 31,8%. En el año 2005, esta misma relación(facturación de las empresas versus producto bruto) pasa del 31,8% al 51,3%.Es decir, está claro que el cambio en el esquema de funcionamiento signadopor la crisis del 2001-2002 y por la devaluación permitió un proceso signi-ficativo de la capacidad de control sobre el proceso económico por parte de

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las firmas más importantes del país. Por tanto, hay más concentración. Y enel año 2007 uno podría suponer que, como la economía estaba creciendo,quizá disminuía la concentración. Al contrario: la concentración aumenta ylas 200 firmas pasan a representar el 56,1% del total. Es decir, como primeraconclusión podemos afirmar que la fase de crecimiento abierta a partir demediados del 2002 no solo no revirtió el proceso de concentración de laetapa anterior sino que ese proceso se mantuvo y se profundizó.

Si uno compara 1997 con 2007, la economía creció un 31%, es decir, enel 2007 era un 31% más grande. ¿Qué paso, entonces, con la tasa de desem-pleo? La tasa de desempleo no bajó en línea con el crecimiento de la pro-ducción, sino que bajó un 19%. El resultado de esto es que, en valores abso-lutos, la cantidad de gente desocupada en 2007 es incluso mayor que la quehabía en 1997. Además, en el marco de un crecimiento de más del 30% dela economía en su conjunto, lo que hay no es una reducción de la informa-lidad o el trabajo no registrado, sino que hay un crecimiento del trabajo noregistrado que sube del 37% al 41%. Desde esta perspectiva, si uno mide elingreso promedio de los que están ocupados, medido en valores constantes(es decir, en cuanto al poder adquisitivo), en 2007 el ingreso promedio delos ocupados era 22% inferior al vigente en 1997.

Al comparar 1997 con 2007, lo que surge es más concentración, mante-nimiento de una tasa de desempleo estructural mucho más alta a la queconocimos en otros tiempos, mayor informalidad y pérdida de poder adqui-sitivo. Es decir, la concentración tiene como contrapartida un proceso deprofunda desigualdad. El resultado de esto es que los niveles de pobreza en2007, a pesar del crecimiento económico, son superiores a los de 1997 ylos niveles de indigencia son aún más superiores. Cabe destacar que la dis-tancia entre el 10% más rico y el 10% más pobre se ensancha en 29 vecesdesde 1997 al 2007.

El otro fenómeno que me parece importante señalar es que el resultadopráctico de esto puede medirse también en lo que se denomina “transna-cionalización” o “extranjerización”. Cuando uno toma la comparación seencuentra con que, mientras en 1997 las firmas extranjeras representabanel 64% del total de facturación de las primeras 200 empresas, en 2005pasan a representar el 75% y en 2007 suben todavía más al 78%. Es decir,también se observa que este proceso de crecimiento no implicó un retro-ceso en el proceso de extranjerización sino la profundización de eserumbo. Si uno toma lo que es la base productiva de la Argentina, los sec-tores productivos que eran centrales en el año 1997 son los mismos secto-

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res productivos que mantienen su primacía durante el año 2007. Estos sec-tores son, básicamente, alimentos y bebidas –donde hay una incorporaciónfortísima de la participación de las aceiteras–, automotriz, siderurgia eindustria química. Sólo en estos cinco sectores se concentra casi el 70%del total de las ventas de esa cúpula empresarial que estoy comentando.

Esto que estoy diciendo no supone negar que la economía creció, sinodecir que la economía crece en un marco de sistema de negocios distintoal vigente en la década del ‘90 donde lo que primaba era la valorizaciónfinanciera y la acumulación en el sector servicios, a favor de un esquemaeconómico donde lo que prima es la acumulación de carácter productivopero en el que se mantuvieron los rasgos de concentración, de desigual-dad, se profundizó el proceso de transnacionalización y extranjerización y,al mismo tiempo, donde la base productiva del país no vivió alteracionessignificativas. En realidad, es prácticamente la misma base productiva queteníamos a fines de los ‘90.

Esta dinámica del proceso de acumulación es la que va a tener comoresultado un esquema productivo donde el sector industrial tiene mayorrelevancia en relación con la etapa anterior, como parte de la base produc-tiva del país, donde terminan primando aquellas actividades de carácterextractivo –fundamentalmente vinculadas al agro, a los hidrocarburos, a laminería– y donde hay un predominio importante también del sector servi-cios, fundamentalmente, del sector comunicaciones. Ahora, es central des-tacar que el resultado de esta base productiva con la lógica de concentra-ción y desigualdad que menciono tiene como correlato varios elementosrespecto de la fuerza de trabajo. Lo primero es la existencia de un desem-pleo estructural mucho más alto: si en la etapa anterior hablábamos de undesempleo que, a mediados de los ‘70, estaba en el orden del 3% en losmejores momentos de aquella situación, en materia de desocupación laeconomía que tenemos hoy nos ubica en torno al 10%. A esto hay queagregar una ampliación sustantiva de la cantidad de trabajadores no regis-trados, una reducción de lo que es el costo medio salarial y una fuerte dis-persión de los niveles de retribución al interior de los propios trabajadores.Para tener una suerte de foto del tipo de mundo laboral que nos queda, siuno piensa en una población económicamente activa de alrededor de 16millones de personas, aproximadamente 11 millones son asalariados, delos cuales 6 millones y medio son asalariados formales, donde la diferen-cia, alrededor de 4 millones y medio, están como asalariados no registra-dos, donde tenemos un millón 600 o 700 mil desocupados y lo que resta,

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sacando lo patrones, son básicamente, cuentapropismo e informalidad aso-ciada al funcionamiento de la economía.

¿Qué quiero decir con eso? En mi opinión hay que revisar –y luego voya decir por qué– el hecho de partir, tanto para la comprensión como parala construcción política, desde el concepto de que sólo es precario aque-llo que no está en blanco. Digo esto porque tengo la impresión de que loque también ocurre hace ya bastante tiempo es la incorporación de la pre-carización al interior de los procesos que viven los trabajadores registrados.Es bastante elocuente cuando uno compara la realidad de los convenioscolectivos, cómo hay un proceso muy profundo de intensificación de lascondiciones de explotación laboral al interior de las firmas más importan-tes y de los trabajadores registrados, que revelan procesos de precarizacióncreciente. Por lo tanto, el tema de que la precariedad tiene que ver sólo conel mundo no formal es un tema que hay que revisar. Pero aún partiendodel supuesto de que lo precario es lo que no es formal, uno podría decirque prácticamente casi el 60% de la fuerza laboral de la Argentina no estáhoy dentro del mundo formal. Es decir, transita entre el no registro, el cuen-tapropismo y el desempleo.

El otro elemento importante a destacar es que muchas veces cuando sepiensa la cuestión del no registro, de la informalidad y demás, se suele pre-sentar una visión de una suerte de economía dual en donde se supone queen un lugar está el “mundo en blanco” que funciona de una manera, respe-tando las reglas formales existentes y en otro lugar está el mundo de la infor-malidad y de la ilegalidad que estaría subsumido en una cantidad muyimportante de pequeños establecimientos que no cumplen con las reglasque en todo caso son parte de la lógica del mundo formal. Y en la realidad,la lógica no es así: en verdad, lo que hay es un fuerte vínculo entre todas lasactividades que componen lo no registrado y la informalidad con el núcleoformal de la economía. En este sentido, cuando uno toma un taller clandes-tino en la industria textil, ese taller clandestino no está compitiendo en elmercado con las grandes firmas que operan sobre la base de las condicio-nes formales; ese taller clandestino está subcontratado por alguna de lasprincipales firmas textiles del mercado y en alguna medida, bajo ese meca-nismo, le garantiza a la firma una reducción del costo laboral que ella debe-ría pagar y le permite reducir costos y colocar en el mercado productos conmayor tasa de beneficio. Por lo tanto, el vínculo entre el mundo formal y elno registro o la ilegalidad es absoluto. Esto no ocurre sólo en el caso textil,ocurre también, por ejemplo, en el caso automotriz: hay todo un proceso de

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tercerización de trabajadores que realizan actividades que aportan al núcleoformal de las empresas automotrices y que en realidad cumplen la mismafunción. Pasa lo mismo en el sistema de las telecomunicaciones, donde unose encuentra con una cantidad importantes de proveedores que en la prác-tica son trabajadores que en realidad no tienen contratos, que en muchoscasos son monotributistas que van a colgarse de los cables para reparar lasredes de comunicación, reemplazando lo que debiera ser una relación asa-lariada normal. También acá el proveedor –que en realidad es un trabaja-dor– lo que está haciendo es permitiendo que la firma abarate su costomedio en términos laborales. Ocurre lo mismo con la construcción, dondeexisten grandes empresas constructoras en torno a las cuales funcionanpequeñas empresas o cooperativas de diferentes características en las que setercerizan actividades.

Lo que quiero decir con esto es que la idea de un doble mundo, de unadualidad donde está lo formal en un lado y lo ilegal y lo informal en otro,es una idea falsa. En realidad, la precariedad extrema que estaríamosviviendo en el caso de los trabajadores no registrados, en el caso de los tra-bajadores desocupados, es una precariedad asociada a la lógica general deacumulación que la Argentina vive. Cualquier discusión sobre esto tieneque darse involucrando todo el proceso y no sólo darle un tratamiento par-ticular a aquellos que están subsumidos en el mundo de la ilegalidad.

Retomando el tema de la integralidad, es bueno tener en claro que, si unotiene una sociedad profundamente desigual y pauperizada, el resultado esque esto establece, en algún sentido, determinadas pautas de demanda y deconsumo por parte de la sociedad. Es decir, una sociedad tiene patrones deconsumo; esos patrones de consumo están vinculados obviamente a los pro-cesos culturales y sociales que esa sociedad vive; en tanto uno tenga unasituación en la que el 20% de la población tiene una capacidad superlativade apropiarse de buena parte de la riqueza generada, el resultado es quequienes concentran la capacidad de consumo son los sectores de más altosingresos. En un estudio que nosotros hicimos, encontramos que más de lamitad del consumo de la Argentina no procedía de salarios, de asalariados,sino de aquellos que viven de rentas de distinta naturaleza. Esta determina-ción implica que, si uno tiene un consumo dominante de sectores de altosingresos, éste va a repercutir en la demanda de determinada oferta produc-tiva. No es casual que en la Argentina el proceso de reactivación económicavivida le haya otorgado un papel especial –cuando digo especial, me refieroa que son las actividades que más crecieron, con mayor tasa de crecimiento–

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a ciertas y específicas actividades. Si el producto bruto creció el 8% anual,la industria automotriz creció al 20% anual y el boom inmobiliario multi-plicó varias veces el crecimiento del producto. El tema de la primacía delsector inmobiliario de carácter residencial y privado y el papel del sectorautomotriz, con activaciones mucho más fuertes que la tasa de crecimientodel producto, está claro que no proceden de demanda asalariada. La impor-tancia del boom turístico vinculado al segmento de consumo de altos ingre-sos o al turismo internacional es una realidad similar. Un tipo de turismoque, a su vez, impacta sobre la gastronomía, impacta sobre el propio sectorinmobiliario. El tema del negocio de la oferta inmobiliaria para los turistasque vienen del exterior ha sido una de las actividades principales y másdinámica de la economía argentina de los últimos tiempos.

Lo importante en este sentido es que un cuadro de desigualdad y paupe-rización establece una determinada pauta de consumo. Esa determinadapauta de consumo condiciona una determina oferta de producción. Y esadeterminada oferta de producción, establece una determinada pauta deinversión. Si yo tengo una dinámica de acumulación donde el boom inmo-biliario ocupa un papel central, ¿dónde va a ir la inversión? A la construc-ción. Entonces, el 60% de la inversión en la Argentina termina vinculada aladrillos y no, por ejemplo, a la ampliación productiva, al desarrollo de unaestructura productiva diferente.

Lo que está en debate, entonces, en cuanto a la precariedad y su funcio-nalidad con la lógica de acumulación, es todo el proceso de acumulaciónen vigencia y no simplemente el hecho de establecer mecanismos que per-mitan resolver las formas contractuales sin alterar el resto de las cuestiones.Por detrás de esto, hay una discusión sobre el perfil productivo que tieneque tener la Argentina y sobre la apropiación colectiva de la riqueza comodebate central. Y el papel de lo público como una cuestión adicional.

Dije antes que me parece importante entender que el proceso argentinoes un proceso de fuerte pauperización, de involución de una sociedad queno tiene, a diferencia de otras sociedades latinoamericanas, un registrosecular y estructural de un proceso de empobrecimiento de esta naturaleza.No es lo mismo hablar de la pauperización en Brasil, que es una sociedaddual y que tiene un proceso estructural donde la pobreza viene de tiemposinmemoriales, que en el caso argentino, donde implica un proceso de rup-tura de su organización social y de empobrecimiento e involución de capasmedias. La pauperización, en el contexto argentino, es un dato diferencial,al que se le suman una serie de cuestiones.

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En principio, es importante tener en claro que, desde mediados de los ‘90para acá, prácticamente el 20% de la población argentina cayó bajo lalínea de pobreza y no salió más, más allá de los diferentes movimientos delproceso de acumulación. Es decir, que viene viviendo un proceso de inten-sificación de su situación de degradación y deterioro social de maneraintensiva y sostenida en el tiempo.

En este sentido, la pauperización no tiene que ver sólo ni en términosmasivos con los desocupados sino que está alimentada por los asalariadosy los cuentapropistas. No son los que no tienen trabajo sino los que lo tie-nen quienes engrosan las filas del empobrecimiento en la Argentina.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que, al interior de las firmas másdinámicas e importantes y donde, por lo tanto, priman los trabajadoresregistrados, los procesos de flexibilización laboral y de intensificación dela explotación de la fuerza de trabajo se mantienen y profundizan.

Yendo al punto concreto de la precariedad, es importante percibir que lalógica laboral que estamos caracterizando supone, primero, un proceso detransferencia del riesgo empresario al trabajador. El tema del temor del cualhablaba Emilio tiene que ver con la situación de peligro en la que quedasituado el trabajador a partir del mecanismo de transferencia de riesgo quesupone todo proceso de flexibilización. La idea de la producción que se rea-comoda a la demanda del mercado, que no requiere de stocks sino que, enrealidad, va incorporando o sacando trabajadores o materias primas segúnla necesidad de producción –lo que se suele denominar la producción justin time– supone un proceso brutal de transferencia de riesgo. Y ese procesode transferencia de riesgo sí da como resultado la importancia del temor yel peligro como lógica de la vida del trabajador que está en esa situación.

El segundo elemento que está presente en esta lógica laboral es el estí-mulo a la competencia entre trabajadores. El tema de establecer incentivosdiferenciados implica que los trabajadores deben competir entre ellos en elmarco de la lógica del mercado.

El tercer elemento es que, a diferencia de lo que pasaba en las etapas deproducción anteriores, donde estaba bien diferenciado el momento deltiempo productivo, de trabajo en la fábrica y el tiempo de ocio al costadode la fábrica, hay un cambio de temporalidad donde toda la vida del tra-bajador aparece invadida por la necesidad laboral. Esto implica una modi-ficación respecto al papel que ocupa la calificación y el saber dentro de lospropios procesos laborales. En la etapa anterior –en la etapa del fordismo–el trabajador estaba inscripto en una lógica de rutina donde tenía que repe-

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tir de manera autómata un mismo movimiento de producción. Lo que hayhoy es una demanda creciente de saberes que se integran en el procesoproductivo, donde estos saberes son puestos en el marco de la lógica demercado para diferenciar la situación de cada trabajador.

El punto quizá último para señalar es la complejidad que presenta el uni-verso patronal, donde en muchos casos no está claro quién es el patrón.Puede haber dentro de un mismo establecimiento múltiples patrones y ade-más puede ocurrir que esos múltiples patrones tengan que ver con un patrónmás general. Y esto repercute no sólo en la realidad de quienes pueden serparte de un determinado establecimiento sino en efectos prácticos sobre lasdiscusiones de las negociaciones colectivas de los trabajadores en el seg-mento más formal. Es decir, la situación de los trabajadores que tienen quever con una empresa que forma parte de una estructura empresarial decarácter transnacional, que tiene múltiples subsidiarias insertas en distintasactividades, supone un proceso de negociación colectiva totalmente distintoa la idea de un empresario que es representante de un sector.

Para concluir, me gustaría plantear que este proceso de acumulación, loslineamientos que ha tenido y los efectos sobre el mundo laboral, si bienimplica varias cosas, hay al menos tres que me parecen importantes desta-car sobre todo en relación con las políticas gremiales, las estrategias orga-nizativas y las reivindicaciones que nosotros, como trabajadores, solemosformular desde nuestras organizaciones.

Primero, la situación de precariedad supone un universo laboral muchí-simo más heterogéneo que el que tuvimos en otros tiempos como trabaja-dores. El mundo laboral de la Argentina que ya no está, ese mundo de tra-bajadores formales, preponderantemente industriales, era un mundo muchomás homogéneo que el que tenemos hoy. La precariedad da como resul-tado que las trayectorias de los trabajadores tengan mucho más de indivi-dual que de colectivo y que las reivindicaciones sean muy diversas. Esto dalugar a dos cosas que son las que nosotros hemos puesto en juego en laconstrucción de nuestra estrategia política y en la CTA. Una es la afiliaciónindividual: la discusión sobre la afiliación individual tiene que ver con esta-blecer un puente de carácter organizativo para la novedad laboral vigenteen nuestro país. La segunda es la necesidad de politizar la discusión comoúnico modo de resumir, como único modo de canalizar esa diversidad yheterogeneidad de la cual estamos hablando.

Segundo, la precariedad supone la transferencia de riesgo y por lo tantoel temor. Por ende, la discusión del papel de lo público sobre la base de la

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universalidad tiene por objetivo recuperar el debate sobre un piso de garan-tías de ingresos y derechos que intervengan en esa discusión. Tiene que vercon comprender no sólo que el salario mínimo y los convenios ya no tienenla eficacia que tenían de ponerle un piso al mundo laboral sino con inter-venir frente al cuadro de riesgo permanente que se desarrolla en un marcode pauperización y flexibilización de la clase trabajadora. La pelea por launiversalidad es la pelea por el piso, es la pelea por las garantías, es la peleapor los derechos y eso supone un papel de lo público construido a partir dela universalidad que es un debate también fundamental, muy distinto al queteníamos que dar en etapas anteriores.

Tercero, la hostilidad que dada la flexibilidad y la precariedad exhibenlos sectores de trabajo le otorga una creciente importancia al tema del terri-torio. Es decir, no alcanza con el mundo laboral y el sector de trabajo paraorganizar a los trabajadores, porque en algunos casos los niveles de riesgoque supone la organización sindical en lo laboral obligan a construccionesen ámbitos de otra naturaleza y plantea la necesidad del debate territorial.

Por lo tanto, heterogeneidad y como contrapartida afiliación individual ypolitización; riesgo y discusión de la universalidad de lo público como pisode garantía de derechos y de ingresos; hostilidad del mundo laboral y recu-peración del territorio como espacio de construcción política. Yo creo queel dato fundamental de la precariedad laboral es la ruptura entre las condi-ciones materiales bajo las cuales se lleva a cabo el proceso de trabajo y elmodo en que se pueden hacer visibles los derechos y las reivindicacionesde los trabajadores.| pampa

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LOS RELATOS que siguen contienen mucho más que una mul-tiplicidad de experiencias laborales que giran en torno a laprecariedad. Se trata más bien del enigma sobre la capaci-dad de respuesta política de los trabajadores a los dispositi-

vos y mecanismos de ocultamiento de las relaciones de opresión.

Hay una certidumbre compartida. La organización es, ante todo, aque-lla operación política dadora de sentido a la práctica del trabajo. Implicala apelación a lo novedoso de la conflictividad, la capacidad de politi-zación de la condición trabajadora, la activación del conflicto sobre elconfort, la primacía de la angustia sobre el placer. La precariedad repre-senta un desafío para el modelo sindical: debe ser capaz de contener lastensiones entre los diferentes tiempos organizativos, de repensar sus for-mas orgánicas y de participación, de preguntarse por las modalidades depolitización de su sujeto de acción, de someter acrítica sus fundamentos sobre la institucionalidady la representación obrera.

Aquello que estas experiencias comprendieronfue que, frente a los nuevos escenarios estableci-dos para la disputa capital-trabajo, pierden capa-cidad los diseños reductores, los moldes facilis-tas, los discursos predeterminados. Percibieron lanecesidad de situarse al nivel de las subjetividadesdel trabajo en tanto experiencia corporeizada delas nuevas formas de opresión, como el primer eindispensable movimiento de cualquier acciónpolítica. Fue sobre el margen en que operan losdiversos modos de explotación, las variadas for-mas de la precariedad, las inconsistencias e ines-tabilidades de la experiencia de trabajo, desdedonde pudieron empezar a articular, verbalizar,imaginar su respuesta.

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QUISIERA comenzar planteando lo que es un debate permanente al interiorde nuestra organización: el hecho de construir poder de la clase trabajadoraen los lugares donde no sólo no existe la organización, sino en donde noexiste ni siquiera la intención de parte de los trabajadores de sindicalizarse.Si bien nosotros venimos de una experiencia bastante exitosa en tal sentido,esto no quiere decir en ningún caso que lo que hacemos es lo correcto. Sícreo, en cambio, que nuestra experiencia en el marco de la CTA expresavariables de una construcción más amplia que implica pensar una políticagremial en los tiempos de la precariedad y no una táctica en particular.

Nuestro sindicato es un viejo sindicato de trabajadores de actividades decomunicaciones, creado en el año 1978 y que, por la realidad socioeconó-mica del país en la década del ‘90, la embestida del neoliberalismo, en el año1998 solicita su liquidación. Las autoridades de aquel momento, vía minis-terio de Trabajo, se apropian de todos los bienes que tenía el sindicato. Era unsindicato de profesionales, universitarios, a los que representaba nuestra per-sonería. En aquel momento, quedaba un remanente de compañeros de lavieja época, de la década del ‘80, que continuamos reuniéndonos en losbares, en los lugares donde podíamos discutir y construir la esperanza derecuperar la organización de los profesionales de las telecomunicaciones. Así,nos encontramos junto a los compañeros de FOETRA en el ámbito de la CTA.

Se puede plantear que nuestro sujeto de sindicalización, que eran los tra-bajadores profesionales de las capas medias de las empresas, no solamenteestaban cooptados por el neoliberalismo sino que también existía unavoluntad individual de los trabajadores profesionales de no asociarse por-que estaban convencidos de que la salida que proponían los años ‘90 era lacorrecta. En el 2002 tuvimos un serio conflicto que involucraba al principioa casi mil trabajadores. El conflicto implicaba suspensiones de un año conprácticamente desvinculaciones laborales al final de ese período. Ese númerode mil compañeros quedó, luego, reducido a cuatrocientos. Durante esteconflicto se abrió una posibilidad para nosotros de estar en contacto conlos compañeros.

José ZasCEPETEL – Centro de Profesionales de Empresas de Telecomunicación

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Nosotros no éramos más de diez de la vieja época del CEPETEL. Decidi-mos enfrentar la situación y convocar a los trabajadores, que estaban en esteproceso de desvinculación, a debatir. En la primer asamblea que realiza-mos, el 18 de julio del 2002, eran más de doscientas personas las que vinie-ron. A partir de allí, la voluntad de esos trabajadores dio como resultado elprimer embrión organizativo. En este sentido, uno tiene que tener en cuentaque nuestra participación en la Central promovió un marco de resistenciapara los trabajadores: porque ese contexto del año 2002 ayudó mucho aque los trabajadores se sintieran afectados y las consecuencias de la pérdidadel trabajo mostraba su verdadera dimensión, más allá de que veníamos deun achique permanente. Era un año donde la desocupación estaba en el25% y ya no era fácil acceder o aceptar irse a la calle. Así nos vimos antela necesidad de inventar acciones para cambiar la situación.

Estar en el marco de la CTA en principio era no sólo el paraguas políticosino también, en la cotidianeidad, el asesoramiento legal, el lugar físico, etc.Desde allí, elaboramos un plan de resistencia. En ese momento, a la mayo-ría de compañeros los teníamos suspendidos. Había muchos que habíanaceptado voluntariamente la suspensión y, a los que no la aceptaban volun-tariamente, se los suspendía por treinta, sesenta o noventa días de maneracompletamente arbitraria por parte de la empresa Telefónica. Cómo repre-salia a negarse a la suspensión tuvimos cuarenta y tres despidos en formasimultánea, lo que provocó mayores niveles de participación y un mayornivel de organización sindical no sólo de aquellos que estaban afectados.

Nosotros, al mismo tiempo que comenzamos esta táctica de exigir la res-titución de los despidos, habíamos solicitado la restitución de la personeríagremial para el sindicato que en ese momento ya no existía. Paralelamentefuimos manejando las dos premisas. Nombramos para ello, mediante asam-blea, una junta de compañeros que tenían estos dos objetivos: representar alos trabajadores en el conflicto y promover la restitución del sindicato. Elconflicto tuvo intervención de diputados, muchas acciones de propaganda,que promovieron que el ministerio de Trabajo pudiera traccionar un expe-diente que se hallaba en el ámbito laboral de la Ciudad de Buenos Aires ydictar una conciliación obligatoria. Esto nos sirvió para entender que, a veces,aferrarse a la legalidad retrasa en comparación de estar atento a la correlaciónde fuerzas durante el conflicto. Por ejemplo, en ese caso, debimos sentarnosen una mesa de negociación, como ordenaba la conciliación; y no teníamossindicato: nos sentamos como Central de los Trabajadores Argentinos. Luegode un par de meses, pudimos reincorporar a veinticuatro compañeros. El resto,

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más allá de nuestro trabajo, aceptó el retiro voluntario porque entendíanque era imposible lograr el proyecto que se proponía la asamblea.

Esta experiencia, este proceso que comenzó a formarse más fuertementecon aquel conflicto, posibilitó el enfrentamiento con la empresa Telefónicay ayudó a sumar a los compañeros de la empresa Telecom. Y a fines del2003, después de nuevos embates, nuevos enfrentamientos con la patronal,el Ministerio de Trabajo ordenó la normalización del sindicato, nombrar undelegado normalizador. Acá vale la pena destacar que el momento, lacoyuntura, el nivel de conflictividad, el contexto fue lo que traccionaba ladecisión y no el creer que es una buena política del Ministerio de Trabajoque nos cede o quiere ayudar a la clase trabajadora. En el 2003 pudimosrealizar las elecciones y desde ahí, con más legalidad, seguimos resistiendoy luchando por más legalidad que implicaba, ya en esta etapa, firmar con-venio colectivo de trabajo con las dos empresas. Esto fue un camino, luegode muchas idas y vueltas, hasta el año 2008 en que pudimos con las dosempresas firmar convenios. Desde el año 1991 que los trabajadores no fir-maban convenios con las telefónicas y en esa nueva firma logramos unaescala salarial acorde al 2008 –¡imagínense que el anterior era en Austra-les!–; además, claro, del marco legal para todos los trabajadores.

Ya, a esta altura, habían pasado casi ocho años de organización. Quierodecir con esto que nada fue de un día para el otro, que la construcción llevamucho trabajo y dedicación. Hoy estamos en situación de lucha para lograrla aplicación del convenio colectivo. También en Telecom: al no haberexistido un conflicto como en Telefónica, estamos intentando nosotros, yacon una estrategia diferente, generar una conflictividad de acuerdo a lanecesidad de la gente y la disconformidad.

¿Qué enseñó nuestro recorrido organizativo al interior de los trabajadoresde las empresas telefónicas? Que aquel oasis del retiro voluntario que plan-teaba el neoliberalismo desapareció y la confianza en la organización colec-tiva perduró. Los compañeros que confiaron hoy están no sólo con trabajo,sino con sindicato, con mesa de negociación, con convenio y con aumento.

Por otro lado, acompañamos la organización de los compañeros terceri-zados por las empresas telefónicas. En ese proceso vivimos un fracaso, en elsentido que no pudimos aglutinar y tener un norte claro en lo que fue laconstrucción en términos de clase. Lamentablemente, al ser los trabajado-res de la actividad tercerizada, eran representados en su gran mayoría porla UOCRA; por otro lado, al ser trabajadores de base no entraban en nues-tro ámbito, sino que les correspondían otras organizaciones de telefónicos y

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nuestra acción quedó muy acotada. Si bien, en principio, nuestra presenciapromovió una incipiente construcción organizativa de un grupo de trabaja-dores que llegaron a hacer asambleas de casi doscientos trabajadores, con eltiempo los tercerizados fueron avanzando y generando acciones dentro deFOETRA, organización que se hizo cargo del conflicto y llegaron a firmar unconvenio parcial para esa porción de la actividad, vía a negociación conla UOCRA respecto a la representación. Traigo este caso porque es ejem-plificador de los modelos sindicales. Cuando nosotros intervenimos fuepara poder lograr, con el grado de conflictividad, el desarrollo propio delos compañeros tercerizados –identidad, especificidad, dinámica propia–,bajo el paraguas de la CTA. Sin embargo, muchos de aquel conflicto ini-cial no siguieron organizados; es más, quedaron sin empleo. Y lo que quedódentro del marco legal dependió no tanto de la lucha de los trabajadores sinode la capacidad de negociación FOETRA-UOCRA. Esto, en términos de laexperiencia que queda en el proceso de politización de un trabajadordurante el conflicto, tiene diferencias abismales: en una el sujeto es “de dere-cho” y en la otra se constituye como sujeto de acción, sujeto sindicalizado.

Esto es muy importante de charlar acá, por el motivo de la mesa. Los terce-rizados de nuestra actividad en su mayoría son trabajadores que no están con-templados en ninguna convención. Son, en su mayoría trabajadores de másde cuarenta años de edad. Aunque suene raro, las telefónicas no contratanen esos puestos a compañeros jóvenes y las condiciones de trabajo no sonlas mejores; entonces, su salud, su condición física se deteriora mucho másrápido que aquel que no está precarizado. Esta condición hace que, cuandoel trabajo pasa de ser no decente a ser semi-decente, hoy sea legal en lostercerizados. Y, peor, aquellos que son militantes y no son, en términos polí-ticos, cercanos al riñón de los sindicatos que ostentan las personerías gremia-les son arrojados automáticamente al margen de la “oposición”, sencillamenteporque significan el ruido dentro del modelo de la negociación entre cúpulas.

Traigo este caso porque hay cosas que tenemos que tener muy en cuentacuando se está construyendo. Quiero decir que los fracasos, los despidos,las perdidas son de todos; no es que pertenecen a un sector en particular.Aquellos que participamos en la construcción obrera tenemos que tenermuy en cuenta que el terreno de la precariedad es opaco, no hay receta, esdifuso; pero que los principios de nuestra organización y nuestro modelosirven más que los del aparato y los de las legalidades efímeras.

Otra experiencia que estamos encarando en este momento es la de losinformáticos. Simplemente por creer que en el futuro las telecomunicaciones

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y la informática van a ser parte de una misma actividad. De allí esa famosapalabra de la “convergencia”. Por otro lado, el caso testigo del despedido deIBM por su militancia en la CTA, Guillermo Acedo, nos puso ante el desa-fío de la construcción de este sector. Así estamos encarando el desafío deconstruir sindicalismo tanto dentro de las empresas que brindan servicios deinformática como de las que fabrican y desarrollan software: existe unembrión muy incipiente en Santa Fe de compañeros que hacen el serviciotécnico de los cajeros automáticos; otra experiencia en la zona norte de Bue-nos Aires con trabajadores de IBM; y, finalmente, una experiencia en La Platadonde encontramos gran cantidad de compañeros jóvenes. Allí estamos tra-bajando en conjunto con los compañeros de ATE y con la CTA Provincia.

Con todas estas experiencias nuestra idea es acompañar y respetar su pro-ceso de construcción. Y aquí hay dos aspectos. Por un lado, deseamos queeste proceso de organización del que somos parte sea parte de la CTA y, si des-pués cuadra y es necesario que sean parte de nuestro sindicato –de nuestraactividad y nuestro convenio–, estará muy bien porque agrandamos nuestrabase, claro, y nos damos soporte para la lucha dentro de un sector dificilísimo.Pero, de no ser así, comprendemos que, muchas veces, el marco lo da la con-flictividad, la correlación de fuerzas y también la historia de los que se orga-nizan: uno no puede ni ponerse en el extremo del “sindicato propio” por cadanodo de conflicto ni, tampoco, en la derivación mecánica por actividad a lossindicatos convencionales de cada actividad. Por otro lado, el ámbito de lostrabajadores profesional tiene características muy propias y muy difíciles almomento de la organización. Esto lo compartimos con muchos compañeros deATE en el área de salud, que saben que los médicos se transforman, también,en una elite. Son casos donde el tema de la jerarquía te lleva, en muchos casos,a discusiones sin sentido y a un gran desgaste en términos de la organización.

En la experiencia, entonces, no hay una metodología. No hay una únicaforma de construcción. Lo que sí hay es un saber antiguo y que sigue siendosiempre fundamental: la organización y politización de la base. Si nosotrosno podemos conseguir convencer a diez compañeros de que tienen que orga-nizarse y buscar sus propias formas de organización, difícilmente desde lascúpulas se pueda bajar una línea. Creo que esa forma es la que utiliza la CGTy la que da, en la mayoría de los casos, grades fracasos a la clase trabajadora:formas de construcción que impiden que el sindicalismo sea parte de la ver-dadera discusión sobre la distribución de la riqueza, sobre un nuevo modelode producción, sobre una nueva forma de sociedad. Sobre, en definitiva, unanueva forma de encarar un futuro para todos los trabajadores del país. //

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NOSOTROS pertenecemos a un movimiento que intenta agrupar a docentesde español para extranjeros. Es una actividad nueva que surge fuertementea partir de la devaluación. Es una actividad educativa pero que, en general,se vende dentro de un paquete turístico. Se hizo sobre la marcha a partir delmomento en que empezaron a llegar una enorme cantidad de turistas porla devaluación que querían aprender español: básicamente, se organizó através de institutos, sin ningún tipo de regulación, respondiendo a unademanda de mercado que se creó de golpe. Frente a eso, lo que pasa es que,al momento de identificarse como trabajador para luchar por derechos labo-rales, se hacía muy difícil porque la misma forma en que está organizadala actividad no tenía ningún tipo de unificación. De hecho, empezamoshablando entre nosotros sobre los problemas que teníamos en común;como había muchos estudiantes universitarios –sobre todo de la Facultad deFilosofía y Letras y de Sociales de la UBA–, nos empezamos a encontrar máspor charlas de pasillo en la Facultad que en los ámbitos de trabajo. El nues-tro es un trabajo por el que cualquier estudiante de Letras que quiere un tra-bajo part time en algún momento pasa, porque una característica de la acti-vidad es el alto grado de rotación de los trabajadores. Esto porque, al ser unaactividad tan nueva, está super precarizada y no tiene ningún marco legalque la regule ni que la considere siquiera como actividad específica.

Entonces, nos empezamos a cruzar en un ámbito que no era el ámbitoespecíficamente laboral, porque los ámbitos de trabajo varían mucho: esmuy diferente cómo se trabaja en los institutos grandes que en otros muychiquitos, que a veces consisten en un departamento de dos ambientes alque llega un extranjero, le das una hora de clases, te vas y después viene otrocompañero al que, con suerte, te lo cruzás en la puerta del edificio. Como elámbito laboral no permitía esa instancia de socialización y unificación, sur-gen inquietudes por conversaciones en la Facultad y, en base a eso, circulaun correo electrónico a varios de los que trabajábamos de esto proponiendojuntarnos a hablar sobre las condiciones en las que trabajábamos y quépodíamos hacer ante ellas. Esto fue a fin del año pasado. Desde esemomento, venimos juntándonos. Hicimos varias actividades de difusión,lecturas de poesías y convocando reuniones a más gente que trabaja de lomismo para conversar sobre cuáles son sus condiciones. A partir de esto, nos

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METELE / Movimiento de Educadores y Trabajadores de Español como Lengua Extranjera

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dimos cuenta que las condiciones son muy heterogéneas, que tampocoexiste información oficial que nos permita saber cómo es el panorama másgeneral. Ahora están surgiendo algunos informes más oficiales del Gobiernode la Ciudad, para quien la actividad entra en la categoría extraña de“turismo idiomático”. Estamos, entonces, en una etapa bastante incipientecomo organización.

La adversidad para producir sindicalismo en una actividad como la nuestraes total. Primero, los trabajadores están totalmente atomizados, físicamente:cada uno trabaja en un lugar diferente y alejado del otro, en turnos totalmentedispares. Por otro lado, la patronal está totalmente atomizada. Muchas veces,la patronal a la que nos referimos es básicamente un yuppie, un tipo de 30años. Por ejemplo, en un lugar donde yo trabajaba, la patronal eran dos tipos:un yanqui que tenía mucha plata y su novio, que laburaba acá y era una espe-cie de secretario privado de este tipo. No es, por decirlo de alguna forma,la patronal a la que uno está acostumbrado. Nosotros, entonces, nos vemosenfrentados a tener que construir una patronal para poder entablar y generarel conflicto. Si uno piensa que el sindicalismo es la organización de los traba-jadores, respecto de una instancia previa a los éxitos que pueda tener esaorganización, nosotros estamos en lo previo a lo previo.

Sumado a todo esto, las personas con las que nosotros intentamos entablarel diálogo para intentar organizarnos –es decir, los profesores de españolpara extranjeros– ni siquiera se consideran trabajadores. Además, no hayregulación de la actividad. Nosotros fuimos al sindicato que por idoneidadnos correspondería que es el SADOP –el Sindicato de Docentes Privados– yellos nos plantean lo que nosotros denominados “la paradoja de SADOP”:nos decían que, si nosotros estábamos en negro, no nos podían incluir;ahora, que si no teníamos ni voz ni voto, no podían hacer nada. Entonces, sino nos pueden incluir, no pueden cambiar nuestra situación y, si no puedentratar nuestra situación, no nos pueden incluir. Por lo cual, en el sindicatoque nos correspondería fue difícil que nos dieran bola. Para que lo hicieran,tuvimos que lograr una nota en Página/12 donde decíamos esto mismo –loque, obviamente, no les gustó, pero que estuvo bien porque, aunque nosseguían diciendo “disculpen, chicos, no hay nada para hacer”, nos recibie-ron con café y masitas.

Nosotros participamos en unas jornadas de la CTA de Capital donde Ale-jandro Ferraris, abogado, planteaba algo con lo cual estamos de acuerdo y esque antes de la libertad sindical colectiva está la libertad sindical individual.Es decir, la libertad sindical en principio es algo que se ejerce en nombre pro-

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pio. Nosotros en nuestra organización intentamos respetar eso a rajatabla.Después planteaba también que lo ideal sería que no haya abogados labora-listas, sino que todos los trabajadores conozcan, manejen la legalidad y pue-dan, con soltura, ser sus propios abogados. Nosotros pensamos lo mismo conrespecto a los delegados gremiales. Un delegado debe trabajar para poderautosuprimirse y que todos los trabajadores ejerzan su libertad sindical colec-tivamente en nombre propio, en esa tensión. Entran, entonces, todas las difi-cultades sobre qué hacer si la organización crece, donde para nosotros seríaun problema esto de tener que trabajar sobre la representatividad. Aunqueproblema bienvenido, porque implicaría que estaríamos creciendo.

Lo que notamos en nuestra experiencia fue que, a medida que nos íbamosorganizando, haciendo distintas acciones colectivas –denuncias, escraches,recitales– para lograr visibilidad, la patronal se iba organizando. Empezabana aparecer espacios entre ellos y lazos que van tejiendo entre escuela yescuela. Esto nos parece un indicador importante por lo que podíamos con-cluir de esto: que un movimiento en un lado, se traducía en un movimientodel otro. En ese punto, puede ser bienvenida una ofensiva de la patronal por-que está dando cuenta de una organización del lado de los trabajadorescada vez más fuerte. Nuestro proceder, por otra parte, se inscribe bajo laidea de alianzas flexibles. Es decir, nosotros entablamos alianzas flexibles enrazón de los objetivos más o menos momentáneos que tenemos, ya sea conCTA, que siempre nos recibió muy bien, sea con distintos medios, sea con laLegislatura de la Ciudad.

Es un camino duro porque vemos que nuestro trabajo es una forma muynueva de trabajar. Donde los horarios son muy flexibles, donde uno elije elmomento en que se quiere ir de vacaciones, donde hay toda una atmósferade “libertad” pero en el sentido liberal, no libertario. Si en el momentocuando la subjetividad que producía la fábrica, la escuela, el hospital eracomo estas baldosas –todas en celdas uniformes, más o menos similares– yera difícil generar conciencia, imagínense en este momento de desarrollodel capital, donde la subjetividad que se produce es como un tamiz autode-formante: donde te dicen que tu celda vos la podés pintar del color que vosquieras, podés tener un celular y demás cosas. En esta atmósfera de falsalibertad es mucho más difícil aun la generación de conciencia y de apropia-ción de la propia actividad. Entonces, hay dos movimientos. Uno puedeintentar forzar las condiciones para producir más uniformidad y rigidez parapoder trabajar desde ahí. O bien tomar otras alternativas. En principio, loque intentamos hacer es que la gente tome conciencia de su malestar, por-

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que a nadie le gusta trabajar bajo las condiciones que trabajamos nosotros,que parecemos estar en el siglo XVI: las vacaciones nos las pagamos noso-tros, si nos enfermamos, no cobramos, estamos en una situación precaria dejornaleros, con un transfondo de formación profesional y de extracción declase media. Esto último es, por cierto, otro obstáculo tremendo para la orga-nización: porque la conciencia profesional apunta, en el mejor de los casos,a una colegiatura, jamás a un sindicato. Entonces, hay todo un trabajo pre-vio a lo previo de la organización, que es en lo que estamos ahora. En estepanorama, es hasta casi contraproducente el nivel educativo de la mayoríade los docentes, porque con él tienden más a identificarse con un profesio-nal liberal que con un trabajador y menos aún con un trabajador que tengauna tradición de organización sindical. En este sentido, lo que sucede esalgo muy extraño, muy esquizoide: en la facultad hablás de Marx, en el tra-bajo te lo olvidaste.

En esta relación entre la novedad de la actividad y los instrumentos orga-nizativos y de contenido político-gremial más tradicionales, nos está pasandoahora algo paradójico. Te ponen en blanco y uno diría que es algo bueno,porque la mayoría de la gente que trabaja de esto –un 60%– está en negro,un 30% en monotributo, lo cual es un terrible fraude laboral porque estamossiempre bajo una relación de dependencia. Pero lo que estamos viendoahora es que la patronal está usando la estrategia del blanqueo para despuésecharte y no tener un terrible juicio por una relación laboral que es bastantefácil de probar.

En este sentido, es difícil para nosotros como militantes sindicales la ausen-cia de modelos que nos puedan servir a los fines prácticos. Porque si uno vacon las promesas y el arengue clásico, se matan de risa, no funcionan. Es tannueva la forma de trabajo que nuestro desafío es cómo construimos un sin-dicalismo que esté a la altura de la novedad de las condiciones en las queestamos nosotros. Estamos, entonces, buscando diferentes modelos, inven-tando constantemente cómo generar visibilidad, cómo generar cohesión ycómo generar conciencia en los trabajadores. //

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Los actores somos trabajadores

La Asociación Argentina de Actores cumple por estos días sus 90 años deexistencia. Es importante saber de dónde venimos. Por eso haré una síntesisde cómo nació nuestra organización. Por 1910 los espectáculos teatralesmostraban una vitalidad sin precedentes. En el caso de los autores, se carac-terizaban por su independencia de decisión sobre qué encargos aceptabany cuáles no, beneficiados por los derechos de autor que cobraban por fun-ción. Las desventajas, en cambio, eran para los actores, con ensayos hastalas 17 hs., función a las 18 hs., rápida comida y luego prepararse para la fun-ción de la noche. Cuando los números no daban, les reducían los sueldos oeran abandonados en medio de una gira.

La Asociación de Artistas Líricos y Dramáticos Nacionales, creada en1907, tenía poca actividad y no contaba con fuerzas para enfrentar a losempresarios. Luego de diversos encuentros de compañías teatrales hacia1918, se funda la Sociedad Argentina de Actores el 18 de marzo de 1919,con objetivos mutualistas, culturales y también gremiales y se proponía con-seguir mejoras en las condiciones laborales de sus asociados. Se adoptarondiversas resoluciones para salvaguardar los derechos de actores y se redactóun Pliego de Condiciones que se presentó a la Asociación de EmpresariosTeatrales. En dicho documento, básicamente se pedía: un sueldo mínimo,un día de descanso para ensayar, contrato único, y un plus para compensarlas actuaciones extra que requería el vermouth. Pero los empresarios lorechazaron en todos sus términos. Los artistas extranjeros también habíanentrado en huelga.

El 1 de Mayo la Sociedad Internacional de Artistas había declarado lahuelga por reclamos similares y convocaron un mitin callejero como formade protesta. El sábado 3 de Mayo, cerca de 800 artistas, extranjeros perotambién argentinos, desfilaron por las calles céntricas con pancartas quepedían “por la dignidad de la clase”, “contra el hambre” y coreando estrofasde la Marsellesa. Con este trasfondo, en la asamblea del 5 de Mayo, los acto-res de la Sociedad Argentina de Actores decidieron declarar también lahuelga: en los días siguientes, no hubo funciones teatrales en la ciudad de

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Betty RaiterAsociación Argentina de Actores

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Buenos Aires. Ambas Sociedades, la de los artistas internacionales y la de losnacionales se unieron y formaron la Federación de Sociedades Teatrales y deEspectáculos Públicos, organización que convocó además a otros gremios delteatro (músicos, maquinistas, utileros, electricistas, porteros). La Federaciónse puso al frente de la huelga: se formaron comisiones para vigilar las salas yevitar el “carneraje” y se organizaron cooperativas de trabajo para actuaren teatros periféricos –no controlados por los empresarios– y constituir unfondo de huelga. Al mismo tiempo, con esta especie de “autogestión” sebuscaba demostrar la inutilidad de los intermediarios, es decir los empresa-rios, entre el público y los artistas. La huelga se extendió no sólo a la mayo-ría de los teatros de la Capital, sino que también se plegaron algunas com-pañías de Bahía Blanca y también de Rosario.

Un grupo de autores que apoyaron la huelga fueron expulsados de la Socie-dad de Autores. Se organizó rápidamente la Asociación de Empresarios, queotorgó algunos aumentos a las categorías más bajas de actores. Presionaron alos cabeza de compañía para que sus actores trabajaran. Florencio Parravicini–capocómico por excelencia, y empresario de una de las compañías mástaquilleras– volvió a actuar junto a su elenco; el 22 volvió otra de las compa-ñías más importantes, la de Muiño-Allipi, y así sucesivamente.

Podríamos decir que la huelga se perdió, pero impactó profundamente enlas asociaciones involucradas y en la sociedad marcando un precedenteimportante. Para algunos, la lucha debía continuar e incluso proponían afi-liarse a la FORA, de orientación anarco-sindicalista; para otros la Sociedad deActores debía volcarse a las actividades mutuales y culturales, y rechazar lasacciones de lucha que equiparen el trabajo de un actor con el de un obrero.Finalmente esta última fue la posición dominante. Aclaraban para justificartambién lo ocurrido durante la huelga: “No puede nuestra Sociedad un carác-ter de resistencia obrerista en el sentido más lato de la palabra, por cuantonuestras condiciones de trabajo difieren de las del obrero manual; múltiplesfactores de diversa índole contribuyen a especializar nuestras reivindicacio-nes, que si en un momento determinado pudieron traducirse en un movi-miento huelguista, nunca puede ser éste nuestro medio habitual de lucha.Una aspiración colectiva es que nuestra Sociedad tenga fines culturales y demutua protección. (...) Nuestra obra actual debe ser reconstructiva, de prose-litismo, a fin de agrupar a actrices o a actores para realizar la obra de dignifi-cación, cultura, previsión y defensa de los intereses comunes a todos. Este esnuestro propósito y vaya a modo de programa la misión que colectivamentenos hemos trazado: ¡Trabajar!. ¡Trabajar!. ¡Trabajar!”.

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Luego de la reforma de los estatutos, el número de socios volvió a aumen-tar al permitir la incorporación de apuntadores, traspuntes, directores deorquesta, coristas y meritorios con dos años de antigüedad en la profesión.El crecimiento de la Asociación le permitió conseguir algunos beneficiospara sus asociados. El 28 de Octubre de 1920, y luego de arduas negocia-ciones con la Sociedad de Empresarios, se firmaron las “Bases de Trabajo”:el primer convenio colectivo de trabajo para las actividades teatrales. De allísurgió el lunes como día de descanso que se mantiene hasta nuestros días,entre otras conquistas. El 11 de Marzo, en un multitudinario encuentro, acto-res y autores se reunieron en el teatro Princesa para ratificar el pacto y luegodesfilar por las calles. Pasaron muchas cosas después: la Unión de Actoresen 1923 con los actores más ligados a los empresarios, se fusiona en 1924con la Sociedad de Actores y es presidida por Enrique Muiño, actor empre-sario. Los actores en cooperativa tenían su propia lucha y a veces se los lla-maba “ex” actores. De un lado había estado la Federación –integrada por laSociedad de Autores, la Asociación de Actores y otros gremios menores–,del otro quedaban la Unión de Actores, el Círculo de Autores y la Sociedadde Empresarios.

De hecho, la Federación organizó su lucha no sólo para reclamar mejorasen las condiciones de trabajo sino también para combatir la comercializa-ción del teatro y recuperar la calidad que supuestamente se estaba per-diendo. El 1° de Mayo de 1921 la Federación decidió paralizar las funcionesdiurnas, en adhesión a la familia obrera. A partir de ese momento, todo ocu-rre rápidamente: las principales figuras de la Sociedad de Actores renuncian,comienzan a circular “listas negras”, acusaciones a los dirigentes de la Fede-ración, y cientos de rumores. Por su parte, la Federación respondió pidiendoque cada uno de sus integrantes se encuadre en su respectivo gremio y acatelas órdenes de la Federación.

¿Cómo estamos hoy?

La conducción actual de la Asociación Argentina de Actores, asumió endiciembre de 2008, habiendo triunfado por un 65% de los votos. Tres listasse presentaron a elecciones, una presidida por Gerardo Romano, otra porMarta González y la que integramos, con Cecilia Cenci presidenta, Luis “ElTurco” Alí secretario general y Ana Celentano secretaria adjunta. Muchos desus integrantes venían de una gestión anterior. En su gran mayoría los miem-

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bros del actual Consejo Integral somos los jóvenes militantes de los ´70 denuestro sindicato.

La tarea no es sencilla. Todos los actores, bailarines, titiriteros, traspuntes,apuntadores, cobran a través de nuestro sindicato, que se ocupa de asegu-rarse que los contratos y los pagos correspondan a lo estipulado en los Con-venios Colectivos de Trabajo de Televisión, Teatro Empresa y Cine. Defen-demos los intereses de los compañeros preservando los nombres de quienesreclaman para evitarles represalias patronales.

Por un lado están las figuras que, con más posibilidades de negociación,recurren al sindicato por alguna cuestión de incumplimiento contractual.Están los actores conocidos que no llegan a ser protagonistas, protegidos pornuestro sindicato a través de los Convenios Colectivos. También están losmenos conocidos, sin posibilidad alguna de negociación, que son objeto deintentos de cobrar menos de los que establecen las escalas salariales (ennegro) a quienes debemos defender, siempre dejando en claro que es exi-gencia del sindicato y no del actor, para preservarlo y que no sea puesto enuna lista negra para la patronal, por el hecho de reclamar, lista de la cual,sabemos, no se sale. Pocas veces pueden negociar por encima de los míni-mos. Hay muchos esperando ocupar ese lugar de trabajo. Están, por último,los que aceptan trabajar en cooperativas, que son producciones encubiertasque evitan pagar los salarios mínimos, porque el deseo de trabajo es enorme.

Voy a citar algo que Carella me dijo hace años: “Trabajamos en lo que nosgusta, nos pagan y encima nos aplauden. A qué trabajador lo aplaudencuando termina su trabajo? A un albañil lo aplauden?” Es una excelente sín-tesis para mostrar la dificultad que existe en nuestro gremio para tener con-ciencia de que somos trabajadores. Que los actores somos trabajadores.Que pertenecemos a la clase trabajadora. Para muchos de nuestros compa-ñeros no es fácil aceptarse como parte de esta clase. La atipicidad del trabajoy el afecto del público confunden. Desde el sindicato debemos tener la cla-ridad de que es preciso defender los derechos de todos nuestros compañe-ros; y que, desde las figuras hasta los que trabajan en cooperativa, necesitande nuestra intervención.

En los teatros oficiales se trabaja fuera del Convenio Colectivo de Trabajo,con sueldos por debajo de la escala salarial vigente. Es una lucha que esta-mos manteniendo para equiparar los sueldos y para que se los contrate conel modelo de contrato que corresponde y no como lo hacen ahora, bajo lafigura de “Contrato de locación de servicios”, ignorando el Convenio Colec-tivo de trabajo.

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Hoy vamos hacia una Ley del Actor, que elimine esta extraña situación detener Convenios Colectivos de Trabajo, discutir paritarias en las distintasramas y, sin embargo, que a los actores no se nos reconozca la relación dedependencia y, entre otras cosas, debamos jubilarnos como autónomos.En muchos casos, debemos facturar. Como en 1919, peleamos para que secumplan los horarios que estipulan los convenios colectivos, se paguen lashoras extras, los contratos pasen por nuestro sindicato, contra el trabajo ennegro y contra la explotación. Peleamos por más ficción en televisión, pormás obras en cartel en los teatros oficiales, por condiciones dignas de tra-bajo. Y esperamos que salga la Ley del Actor.

El deseo de trabajar es un motor constante en los actores. La defensa contrala precarización laboral y por los derechos de condiciones dignas de trabajo,previsión y salario es un motor constante de los dirigentes de nuestro sindi-cato. Recordemos lo que decían nuestros compañeros de 1919, cuyas con-quistas hoy perduran –porque la única conquista que se pierde es la que seabandona–, conquistas que profundizamos con el tiempo y nunca abandona-mos. Los del ‘19 decían: Nuestra obra actual debe ser reconstructiva, de pro-selitismo, a fin de agrupar a actrices o a actores para realizar la obra de digni-ficación, cultura, previsión y defensa de los intereses comunes a todos. Este esnuestro propósito y vaya a modo de programa la misión que colectivamentenos hemos trazado: ¡Trabajar!. ¡Trabajar!. ¡Trabajar!”. Valga la diferencia. //

NUESTRA experiencia de organización ya tiene diez años, en los cualeshemos atravesado diferentes etapas. Todas duras pero hoy en día con unpoco más de maduración.

Para poder entender el ahora, es importante entender cómo nació estaexperiencia y desde qué óptica. Comprendiendo que esta actividad es rela-tivamente nueva, tendrá alrededor de veinticinco, treinta años como mucho.Y que, básicamente, nació en la ilegalidad total. Recién hace poco se san-cionó una ley, relativamente tibia, para la regulación de la actividad y en elmarco de la ciudad de Buenos Aires solamente. Digo ilegalidad porque noexistían patronales. Aunque sí existían de hecho, en la relación laboral con

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Juan CaccamoSIMECA - Sindicato Independiente de Mensajeros y Cadetes de Actores

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el mensajero no eran nada; estábamos a la libre decisión de ellos, con abu-sos laborales de todo tipo. Ilegalidad porque eran verdulerías, eran kioscos.No había convenio colectivo con la especificidad de nuestra actividad. Todoesto hizo que nosotros nos definiéramos como “hijos de la precariedad”:nosotros nacimos y nuestra actividad nació precarizada. Uno puede creerque es una desventaja; lo cual en parte es cierto en tanto hasta el día de hoyla precarización laboral es nuestro principal problema. La precariedad labo-ral no sólo nos recorta derechos laborales, nos despoja de nuestros dere-chos, nos los quita y nos los niega, sino que también nos mata: debajo de uncamión, de un colectivo, de un auto. Digo esto para que puedan dimensio-nar la particularidad que tiene para nosotros la precarización laboral.

El sindicato surgió espontáneamente en el año 1999. Eran muy pocos, en esemomento, los que teníamos un ámbito de trabajo donde se agrupaban o sereunían los compañeros, por lo cual nuestro lugar de encuentro siempre fuela calle. Incluso hoy en día, más allá de que los compañeros tengan empresaso lugares de trabajo más claros, nos seguimos juntando en las paradas, nosseguimos juntando en las esquinas. Nuestra experiencia, entonces, en esto decontrastar modelos, es muy rica porque surgió a la inversa: desde la calle,espontáneamente y frente a la precariedad y a la ausencia del Estado al noregular y obligar a las patronales a cumplir con determinadas metodologías ycondiciones de trabajo. Esa fue una primera forma de organización que nosdimos y que fue muy importante para poder enfrentar esta adversidad bajo laforma de trabajo que tenemos, que es meramente individual, ya que trabaja-mos arriba de una moto. Eso, entonces, lo aprovechamos el doble porquesomos sumamente solidarios entre nosotros y con la sociedad. Aunque nosquieran demonizar, como lo hacen últimamente todo el tiempo desde losmedios de comunicación, somos sumamente solidarios: ante cualquier pro-blema que se suscite en la calle, los primeros que paramos siempre somosnosotros. En algún sentido, la cuestión de la moto y la movilidad nos permitesiempre estar en cualquier problema que aparezca rápidamente. Entonces,lejos de ser individualistas somos sumamente colectivos en nuestra cotidianei-dad, por más que trabajamos arriba de una moto. Y eso me parece que es muyimportante porque siempre nos sentimos como un colectivo, más allá de todolo que vino después con la construcción del SIMECA, con la experiencia, conla lucha y con la mística, con la referencia que hoy tiene el sindicato en la calleno sólo con los compañeros del gremio sino con la sociedad en sí.

Digo que nuestra organización tiene varias etapas porque fuimos madu-rando y haciendo la experiencia a partir de acertar y equivocarnos. Hay que

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tener en cuenta que la mayoría de los compañeros que trabajamos en estaactividad y estamos en el gremio somos jóvenes. Para muchos en los barrioses el primer trabajo salir a trabajar en moto, en bicicleta, caminando y esoayuda también a nuestro perfil. Quizá alguno piensa que el tránsito nos poneviolentos, pero en realidad tenemos un perfil combativo porque es el quearrastramos y traemos desde nuestros barrios, desde nuestro crecimiento,desde nuestra adolescencia, con todos los problemas que eso conlleva.Entonces, el hecho de que seamos jóvenes siempre hizo que nos identifi-cáramos más como conjunto.

En cuanto a las formas de trabajo –y esto en relación con la precariedad deque hablaba–, nosotros pasamos por todas las formas de trabajo precariasposibles. Trabajo en negro: en un primer momento y hasta el 2003, casi latotalidad de los mensajeros trabajaba en negro. Cosa que no tenía que vercon el hecho de que la patronal fuera chica o grande, ya que grandes agen-cias, que trabajaban para empresas de primera línea, tenían a todos los tra-bajadores en negro. Muy pocos eran blanqueados en otros convenioscolectivos: en general, en Comercio por ser el convenio más flexibilizador.Tengamos en cuenta un dato que no es menor y es el hecho de que nuestraactividad tuvo su momento de auge en la década del ‘90, momento en quese estaba entregando el país, se sancionaban las leyes flexibilizadoras querecortaban todo tipo de derechos a los trabajadores. En ese marco es quenuestra actividad se desarrolla bajo una precariedad absoluta. Despuéssurge, en cuanto a la contratación, el monotributo: un fraude laboral, porqueestá clara la relación de dependencia y blanqueos bajo convenios que nonos representan. Es decir, blanqueos que no son reales en cuanto a la espe-cificidad de nuestra actividad y, por lo tanto, también son fraudulentos. Esdecir, estamos, desde el origen, atravesados por los tipos de modalidad decontratación que son fraudulentas.

¿Qué hacemos nosotros con todo esto? Nuestras primeras experiencias delucha eran puntuales y tenían que ver con la acción directa. En un principio,no había mucha organización: se trataba de, frente a alguna cuestión espe-cífica, juntarse todos los compañeros por medio del boca en boca, a lo sumoalgún volante, convocarse y salir a pelear. En su momento fueron los pilotesdel microcentro. Cuando en el año 2000, 2001, no se nos quería dejar entraral microcentro con las motos. No crean que entonces había demasiada orga-nización, sino que esto que les comentaba de la solidaridad, de pensarnoscomo colectivo, por medio del boca en boca, hizo que nos juntáramos cien-tos y cientos de compañeros y pudiéramos dar marcha atrás a la medida del

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gobierno de Ibarra. También tuvimos nuestra pelea en las autopistas por eltema de los peajes, donde ya ahí juntamos cerca de mil motos.

Todo esto fue dejando un saldo organizativo. No es que, en un principio,nos propusimos la organización y la estructura, sino que se fue dando con eldesarrollo mismo de nuestra experiencia. Nosotros empezamos a sentir lanecesidad de empezar a estructurar toda esta energía, estas ganas, esta com-batividad. Toda la sensación de injusticia que nos provocaba, desde arribade la moto, ver a otros trabajadores que, aunque no estaban muy bien, esta-ban seguro mejor que nosotros.

En el 2003, ustedes recordarán, se lanza la campaña por el trabajo registradoy nosotros sentimos que era una oportunidad. En ese tiempo, teníamos un ejer-cicio de movilización bastante continuo, así que no nos costó mucho convo-car por el blanqueo: marchamos al ministerio de Trabajo pidiendo por el blan-queo de todos los que estábamos en negro, no sólo de aquellos que trabajanen mensajería sino también de los que trabajan como deliveries, cuya preca-riedad es más extrema todavía. Lo que pedimos en ese momento fueron ins-pectores; ni siquiera que el gobierno nos blanquee, sino que nos manden ins-pectores para poder hacerlo de conjunto, no delegarlo en el gobierno sinopoder estar en el momento en que inspeccionaran las agencias. Así, consegui-mos inspectores y empezamos a inspeccionar a todas las agencias, sobre todolas más grandes, las que tenían mayor cantidad de compañeros, con la idea degenerar un efecto dominó más importante. Empezamos a dar una pelea muydura con la cámara –porque ya para esa altura nuestra patronal tenía unacámara empresarial, aunque ni siquiera estaban registradas como mensajerías:eran kioscos, verdulerías, panaderías. Así fue que logramos cientos y cientosde blanqueos, ya con un saldo de organización bastante importante. Esto trajoun duro debate hacia el interior de nuestro gremio, con nuestros propios com-pañeros: porque íbamos a las agencias con las inspecciones por el blanqueo ycuando les planteábamos que había que pelear por eso para poder acceder alas asignaciones, a las vacaciones, la obra social, la jubilación, nos decían queno les servía porque iban a ganar menos plata, que era un trabajo de paso ynada más. Ante tanta ilegalidad, tanta precariedad, tanta poca perspectiva enel futuro, muchos compañeros tomaban el trabajo de mensajero como un tra-bajo de paso. Entonces, ni siquiera se planteaban la estabilidad laboral y elblanqueo; con lo cual, para nosotros, fue un debate bastante fuerte y duro paradar. Nos hemos encontrado, al ir a las asambleas en los lugares de trabajo, conestas discusiones frente a las cuales los argumentos no son sencillos de soste-ner porque uno comprende la realidad económica por la cual transitan los

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compañeros. Finalmente, nosotros le hicimos entender a los compañeros elhecho de que al estar blanqueados íbamos a tener mayores posibilidades depelear por más cosas en el futuro. En la situación de precariedad en la quenos encontrábamos, con la mayoría de los compañeros en negro, no tenía-mos una perspectiva de lucha de largo plazo. Porque hoy el compañeroestaba pero al día siguiente el patrón se levantaba de mal humor o no le gus-taba el corte de pelo –como nos pasó hace poco con un compañero– y teechaba sin muchas explicaciones. Si no existía esta organización no teníamosninguna perspectiva de poder hacer algo.

Nuestra organización siguió creciendo –sobre todo después del 2001,cuando jugamos un rol importante en las rebeliones populares del 19 y 20 dediciembre– tanto en referencia como en cantidad de compañeros. Más alláde nuestra poca estructura. Nosotros siempre fuimos bastante débiles en eso,siempre fue todo a pulmón. En ese sentido, incluso antes de que fuéramosparte de la Central, la CTA colaboró siempre mucho con SIMECA, sobre todoen estos huecos que teníamos en términos más estructurales de organización.Nosotros sabíamos de la pelea y de la lucha, de organizarnos e ir a dondetuviéramos que ir. Y toda esta experiencia, más las discusiones con otroscompañeros y otros sectores, nos fueron enseñando y marcando el camino.

El tema de los blanqueos fue para nosotros un punto de inflexión –por esohablaba antes de las etapas que atravesamos como organización. De 1999 al2003, una situación de mayor espontaneidad. Donde, frente a una situaciónde extrema precariedad en el trabajo, empezamos nosotros a instalar desde elsindicato la cuestión del blanqueo, de nuestros derechos laborales, y estoentró y caló hondo. Hoy en día, no les voy a decir que la mayoría de los com-pañeros están en blanco y bajo las condiciones en la que deberían estar, perosí hemos logrado sin duda un cambio en la conciencia de los compañerosrespecto a sus derechos como trabajadores. Y fueron muchísimos los blan-queos que hicimos, más allá de que sean en Comercio, en Camioneros, enGastronómicos y Pasteleros en el caso de los deliveries. Nosotros conducía-mos la pelea, conducíamos los conflictos y, en realidad, el encuadre conven-cional era de otro. De todas formas, los compañeros siempre son leales aquienes pelearon por ellos y siguen sintiendo su referencia en el sindicato.

El tema de la legalidad fue, también, otra gran discusión dentro del sindi-cato, porque nosotros éramos “anti-legales”. Pero la misma experiencia nosdemostró que nosotros debíamos contar con todas las herramientas quepudiéramos para que nos sirvieran como paraguas para la organización. Nosdecidimos, entonces, a ser la representación –que de hecho lo éramos– de

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todos nuestros compañeros también frente a las autoridades de los diferentesgobiernos, sea Ciudad, sea Nación. Así como dimos la discusión hacia elinterior del sindicato y empezamos con todos los trámites de nuestro expe-diente en el ministerio. Tuvimos que acompañar ese trámite también desde lapelea en la calle, porque hubo muchos problemas para lograr la aprobaciónde nuestro estatuto ya que tiene algunas particularidades, como, por ejemplo,que el plenario tiene mayor capacidad de decisión que la comisión directiva.Pero, finalmente, conseguimos en el 2004, 2005, la simple inscripción.

Los conflictos que siguieron a ese proceso estuvieron ya mucho mejor arma-dos: ya no se nos esfumaba, no se nos escapaba tanto, ya lográbamos capita-lizar en políticas conflictos que conducíamos. Conflictos donde la precarie-dad era el tema central: contratos fraudulentos, jornadas extensas, todo lo quelleva a estar todo el día arriba de una moto, problemas de salud, etc. Noso-tros siempre hicimos mucho hincapié en el trabajo a destajo: tenemos unamodalidad de contratación por la cual cobramos a partir de lo que produci-mos, por lo tanto, cuanto más producimos, más cobramos. Esto genera lo quetodos vemos en la calle: estar a mil por hora, esquivando autos, cortandosemáforos, no tener freno en el afán de facturar. Porque además, de lo que pro-ducimos, el 50% o hasta a veces el 60% se lo lleva la patronal. Esto nos obligaa meter una determinada cantidad de viajes para que el día nos rinda. Estonos lleva, entonces, a los accidentes de tránsito, que son una consecuenciadirecta de la precariedad laboral. Sobre esto, traje algunos datos para com-partir con ustedes del 2001, 2002 y 2003 sobre accidentes de tránsito en laCiudad de Buenos Aires, proporcionados por la Defensoría del Pueblo. En el2001, tenemos un total de 468 víctimas, el 24,6% del total fueron víctimas deaccidentes de tránsito. La edad promedio de los accidentes era de 26 años. Enel 2002, hay un total de 378 víctimas, un 22% del total fueron víctimas poraccidentes de tránsito, con un promedio de 27 años. Y en el 2003, 368. Hayotros datos que nos dio AUSA cuando nos convocó a una reunión por lasimágenes terribles que se veían de choques en autopistas: nosotros somosapenas el 3% del tránsito en autopista y participamos del 30% de los acciden-tes. En el primer semestre del año tuvimos 7 muertos sólo en autopistas. Tam-bién tenemos los datos del Hospital Fernández de los últimos tres años, del2006 al 2009, donde figuran 1214 accidentes en moto, cifra que representa el22% del total de accidentes de tránsito, con un promedio de edad de las víc-timas de 26 años. Estas son sólo algunas estadísticas que demuestran lo queplanteamos con respecto a la precariedad. Que no sólo nos recorta todosnuestros derechos como trabajadores, sino que también nos mata literalmente.

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EN EL marco de una profunda transformación del mercado de trabajo que seviene discutiendo desde la mañana y que retomaron quienes me antecedie-ron, en las que la precarización aparece como rasgo estructural, desde nues-tra experiencia particular podemos agregar que, en nuestro caso, el Estadono solo no resguarda Derechos sino que, de manera perversa, es el propioEstado el primero que precariza a sus propios trabajadores/as. Entonces,cómo encarar una práctica gremial, desde qué lugar le podemos pedir a unEstado que, más allá de las campañas de “empleo en blanco” nos precarizade diferentes maneras nuestro derechos.

Pertenecemos a una generación, como muchos de mis compañeros ycompañeras que están acá, en la que la precarización es parte de nuestraidentidad constitutiva. Por nuestras experiencias de trabajo previas –enmuchos casos veníamos de hacer encuestas, de trabajar temporalmente porperíodos muy cortitos en distintas cosas– cuando llegamos al trabajo preca-rio del Estado, muchos de nosotros tuvimos la sensación, de estar llegando,por suerte, a un “buen trabajo”. Sobre todo porque se vinculaba con lo quehabíamos estudiado o con nuestros intereses. Está percepción de llegar a untrabajo “estable” chocaba con la de un contrato que no reflejaba nada deesa estabilidad.

Para ilustrar, concretamente, cada vez que se acababa un contrato –algu-nos eran anuales y otros semestrales– se acumulaban meses y meses sincobrar. Los orígenes de nuestra experiencia de organización se relacionancon estos períodos en los que acumulábamos cuatro o cinco meses sincobrar. Al ingresar al Estado ya sabíamos que pasaríamos mucho tiempo sinplata, lo que quizás producía que se postergara la explosión de este males-tar. De hecho, antes de aceptar un trabajo en el Gobierno de la Ciudad, unodebía preveer que alguien lo mantenga por un tiempo o que le presten platapero ya al quinto mes el prestamista estaba en rojo y, entonces, empezabanlas reuniones. Quiero decir con esto que la reivindicación era muy con-creta y básica y que la idea de derechos se nos fue construyendo en la mar-cha. No sólo a nosotros –los compañeros y compañeros de la Dirección deNiñez– sino a toda una generación expulsada del imaginario de derechosdel trabajo.

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Clarisa GamberaAsociación Trabajadores del EstadoDirección General de Niñez y Adolescencia

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Las reuniones que se generaban primero eran catárticas y de puro males-tar. Con el tiempo, fuimos cada vez los que participábamos en esas reunio-nes autoconvocadas para ver cómo exigíamos el cobro de nuestros salariosadeudados. Nos autoconvocábamos en distintos lugares. En parques, enfábricas recuperadas, en centros culturales, en bares. Hubo picos dondeéramos muchos trabajadores de distintos lugares del Gobierno de la Ciu-dad, en plenarios de miles de horas, con mucha dificultad porque cada unohablaba por sí mismo o por un colectivo de tres trabajadores. Entonces,tomar decisiones era arduo porque todos pensábamos algo distinto y nin-guno representaba a muchos.

Finalmente, se cobraba y esa efervescencia gigante que nos juntaba desa-parecía y estábamos otra vez en el kilómetro cero, en cuanto a la posibilidadde organización. Claro que acumulábamos experiencia, contactos con gentede todos los sectores de Ciudad, pero otra vez en cero, a reiniciar el ciclo queconsistía en volver a trabajar cada uno en su lugar hasta que nuevamente seretrazaran los sueldos hasta la desesperación.

Nos cruzábamos porque muchos nos conocemos de la facultad o de otrosespacios. También acontecía algo muy llamativo con respecto a esto. Muchosde nosotros estábamos vinculados a experiencias militantes en otros ámbitos:culturales, territoriales. Sin embargo, no podíamos trasladar nada de esta expe-riencia a la idea de constituirnos como trabajadores, sindicalizarnos; parecíano transferible. Había un ámbito donde éramos combativos, creativos, tení-amos mucha capacidad de organización, pero el contrato precarizado loteníamos naturalizado, el laburo, aparecía como un ámbito donde no habíamucho margen para hacer esas cosas. No podíamos establecer ese diálogo.

Con el tiempo empezábamos a darnos cuenta que nos cruzábamos siem-pre los mismos. Otra vez, plenarios gigantescos. Y en ese momento lo queempezamos a sentir como necesidad era organizarnos bajo alguna formaque permitiera que esta experiencia –que era muy potente– se cristalizara enalgo. De modo que, en el momento en que se cobrara, hubiera un reflujomedio natural o llegara el verano, algo de saldo organizativo quedara. En esemarco se da el debate sobre la sindicalización.

La verdad, no es que llegamos y dijimos vamos a ATE porque es el gremiocombativo. Estuvimos preguntando primero. El Sindicato que se llama a símismo “único” en el Gobierno de la Ciudad nos dijo que no existía la posibi-lidad de que nos organicemos porque éramos contratados, no trabajadores.Desorientados con esta respuesta, entendimos que el desafío era poner en dis-cusión que los contratados éramos trabajadores. También jugaba como varia-

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ble, la conciencia profesional que vela la posibilidad de pensarnos como tra-bajadores. Por suerte, la profunda precarización también de la práctica con-creta en la tarea, corre el velo y, más allá de nuestras subjetividades profesio-nales, nos empezamos a reconocer como trabajadores. Así llegamos a ATE.

Somos trabajadores, nos dice ATE, y encontramos allí una posibilidad dever al sindicato como una herramienta para organizarnos. Era también unaforma de inscribirnos en una lucha que es histórica, que tiene que ver con elmovimiento obrero, lo cual, para muchos, implicaba una novedad. ATE nosestaba dando esa posibilidad de inscribirnos en un continuo. El debate sobresindicalizarnos en los plenarios autoconvocados de contratados fue un caosporque también pertenecemos a la generación de la crisis de representación,a la generación para la cual todo lo que implica organizarse en aparatos noscausa mucha aversión, mucho miedo. Fue muy arduo este debate y ahí seempezó a darse, casi naturalmente, un recorte de sectores más afines. Porejemplo, nosotros pensamos que no íbamos a poder agremiar a todos los tra-bajadores del Gobierno de la Ciudad pero quizá, si lo recortábamos a los tra-bajadores de la Dirección de Niñez nos iba a ir mejor. Quizá en la canchamás chiquita que era nuestra Dirección teníamos más chances de avanzaren la organización, porque nos conocíamos, nos cruzábamos en el trabajocotidiano y nos generaba mayor confianza.

Apareció, entonces, algo que al principio lo percibimos como una dificul-tad. Nosotros estamos en programas atomizados, repartidos en toda la ciu-dad, donde los colectivos de trabajadores son diez, dieciséis como mucho,distribuidos entre Villa Lugano, La Boca, Flores, y otros barrios de la ciudad.Lo cual era un problema para juntarnos o pasarnos información. Pero eso,que al principio era una dificultad, con el tiempo se nos reveló como algopositivo ya que desde la centralidad de un edificio hubiera sido mucho máscomplicado organizarnos porque nos hubieran combatido inmediatamente.Si se enteraban que había trabajadores que estaban pensando en llegar aATE y organizarse allí, esto iba a ser desarticulado rápidamente. Peroquién se iba a meter conmigo y mis diez compañeros de La Boca reunidosen una plaza donde empezábamos a hablar de condiciones de trabajo,donde empezábamos a pensar también nuestra tarea en relación con laspolíticas públicas. Porque esto último a nosotros nos interpela fuertementey es constitutivo de nuestra organización. Trabajamos todos los días conchicos, estamos todo el tiempo determinados por las políticas de infanciadel Gobierno de la Ciudad. Entonces, la reflexión sobre nuestra propiapráctica nos motiva, nos organiza, nos aúna.

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Recién llegamos al sindicato cuando ya, en esas pequeñas islas desparra-madas por la ciudad, muchos pequeños grupos de compañeros habíamosdado el debate, habíamos tomado la decisión. Cuando decidimos afiliarnos,entonces, lo hicimos “en paquete”. No vinieron los compañeros de a uno,sino que fue un grupo importantes de compañeros que habíamos tomado ladecisión y eso nos fortaleció.

Lo que estamos ahora pensando es la propia organización. Ya afrontamoseste camino de tomar la decisión de ingresar al sindicato, de pensar que éstaes la herramienta para dar la lucha. Para nosotros fue muy fuerte salir delpropio ombligo y encontrarnos con otros que estaban viviendo procesossimilares. Inscribirnos en una trama más amplia, abrir la dimensión CTA. Erauna novedad el hecho de estar con trabajadores de experiencias diferentes,con trayectorias diversas, con organizaciones territoriales. Todas estasdimensiones que, además, fueron encontrándonos también en el debate porla política pública de esta ciudad que está imponiendo el macrismo y a lacual estamos resistiendo, nos abre desafíos hacia adentro.

Un profesor en una capacitación del sindicato a la que fuimos con unacompañera, nos había dicho que crear organización es poner en común paraescapar a la mirada sólo de un fragmento. Nosotros creemos fuertemente enesto. Ahora, lo que estamos discutiendo con muchos compañeros y compa-ñeras es qué hacer en una organización como ATE –que tiene tradición delucha, que tiene compañeros que empezaron esto que nosotros estamoscontando como nuestro hace muchísimos años– cuando irrumpe algo de “lonuevo”. Los precarizados somos lo nuevo, no por joven, porque algunos yaestamos desfasados en edad aunque somos jóvenes. Pero sí hay algo de lonuevo que irrumpe y nosotros tenemos que tener la capacidad de poderestablecer un diálogo. En ese diálogo muchas veces hay tensiones y discu-siones sobre si esto es una ruptura con lo que estaba o es una continuidad.Nosotros pensamos que ni tanto ni tampoco. Que hay algo en relación conla continuidad, porque está buenísimo inscribirse en una lucha que tieneque ver con la resistencia a la dictadura, que tiene que ver con la resistenciaal neoliberalismo y que tiene que ver con cosas que pasaron antes. Y hayalgo de lo nuevo en esta etapa del sindicato que es nuestra propia experien-cia. Empezar a poder conciliar algo de nuestras prácticas con las prácticasque vienen desde otros tiempos en el sindicato. Este diálogo tiene que vercon algo de lo que decía antes: el hecho de que muchos de nosotros tenía-mos experiencias de militancias previas pero no encontrábamos cómo lle-varlas al sindicato que tenía formas, quizá, más tradicionales. Yo creo que

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ahora se va dando un proceso donde algunas de nuestras experienciasempiezan a ser capitalizadas, a dialogar y a convivir y ahí está la potencia.Ese es el momento en el que estamos. Veremos cuanto es posible.

De aquel momento fundacional, de las reuniones gigantes en IMPA hastahoy, muchos de los compañeros y compañeras que nos empezamos a orga-nizar, quedaron en el camino. En algunos casos tienen que ver con los tra-bajos más de tránsito. Nuestra característica como sector es que estamosmuy vinculados a la tarea. Somos, en general, profesionales, operadoressociales, maestros muy identificados con el trabajo con adolescentes, niñosy niñas y eso nos arraiga en los programas. Hay gente que ya se hubiera idosi no estuviera muy comprometido con su práctica o muy enganchado conel barrio en el que trabaja. Igual que todos los sectores perdimos compañe-ros y compañeras por los salarios bajísimos. Pero aunque se van cuando saleotro laburo mejor, nos seguimos cruzando. Eso nos jugó a favor. En otrossectores donde se hacen tareas más de paso, donde, en general, cuando laprecarización se profundiza o cuando llega el macrismo y se pone tan durala situación en la ciudad, irse fue una decisión más generalizada. Otrosmuchos de los que quedaron en el camino, por lo menos en cuanto a servisiblemente trabajadores y trabajadoras organizados, creemos, es resultadode no haber logrado el salto de organización que supone insertarse en unatrama organizacional más amplia, en este caso ATE y la inscripción en CTA.

La potencia de organización que traemos como experiencia generacional–esto de que nos autoconvocados y nos reconocemos, cierta espontaneidad,las manifestaciones culturales como expresión y lucha, los escraches– debeir dándose formas organizativas que permitan el encuentro con otros organi-zados, porque sino es pura potencia que cuando baja se pierde. Creo que eldesafío y lo que tenemos que salir a contarles a los compañeros y compañe-ras es que hay posibilidad de organización, que sí existen espacios donde sepuede dar la pelea y donde se puede ir acumulando. Porque si no cambia-mos las relaciones de fuerza en el Gobierno de la Ciudad, nos va a ser muydifícil la situación porque la embestida está siendo muy dura y para estonecesitamos construir más fuerza. En nuestra experiencia vamos teniendosaldos, logramos frenar los despidos por ejemplo. Estos son como escalonesdonde nos vamos encontrando con otros y ahí está la posibilidad. Todavíahay un montón de cosas que nos quedan por recorrer.

A diferencia de los compañeros y compañeras que vienen exponiendo enla mesa, sobre todo aquellos que pertenecen a actividades que han nacidoprecarizadas, yo en el Estado trabajo con compañeros y compañeras que me

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recuerdan que algunos derechos existieron porque tienen vacaciones y unmontón de cosas que yo no tengo. Con ese horizonte, uno trata de anclarseahí. Supongo que en la potencia de lo nuevo, con ese horizonte, más la posi-bilidad de encontrarse e inscribirse en tramas de organización más amplias,está la clave para cambiar las correlaciones de fuerza.| pampa

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