PALADINO Un nacionalista en la Escuela de Frankfurt · describir los motivos que me condujeron a...
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UN NACIONALISTA EN LA
ESCUELA DE FRANKFURT
MARXISMO, RELATIVISMO, USURA Y VIOLENCIA DE GÉNERO
EN LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Por Bruno PALADINO. (*)
El objetivo del presente trabajo consiste en expresar, de un modo
sumario, las experiencias de quien escribe dentro de la Facultad de Psicología
de la Universidad Nacional de Rosario, para propiciar una mayor comprensión
del tipo de educación y formación que se está llevando a cabo en nuestra
nación, fundamentalmente en los ámbitos públicos. Considero pertinente
describir los motivos que me condujeron a tener una postura crítica respecto de
la enseñanza política/cultural que se desarrolla en dicho ámbito universitario.
En principio, resulta apropiado mencionar el adoctrinamiento político al
cual se encuentran sometidos los estudiantes. En efecto, en este terreno, la
universidad no es imparcial sino que ostenta una clara tendencia marxista.
A este respecto opino que no debería existir tal monopolio discursivo.
Me parece acertado que se propine a los cursantes un conocimiento general en
relación a perspectivas económicas y políticas, pero no estoy de acuerdo con el
fomento de un fanatismo desmedido por doctrinas que, además de no
funcionar en la práctica, son totalmente ajenas a nuestra historia y a nuestro
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pueblo. Se contribuye de esta manera a fomentar el anti-nacionalismo, el
desarraigo y la división entre los compatriotas.
Este monopolio discursivo del marxismo, existente en nuestra
universidad, acaso pueda ser explicado si emprendemos el análisis de un punto
particular de dicha doctrina política, a saber: Karl Marx propone, entre otras
cosas, abolir la propiedad privada del capital productivo, pero en ningún
momento sugiere la derogación de la propiedad privada del capital financiero.
Karl Marx (1.818-1.883).
Vale decir que estamos en presencia de la promoción de un sistema que
establece un capitalismo de Estado, pero sin inmiscuirse con el sector de la alta
finanza, el cual ostenta el poder de amasar fortuna por medio del interés
cobrado en los préstamos de dinero. O sea que se sostiene a ultranza la
privatización del dinero; desconociéndosele al Estado su rol regulador de la
moneda, ya sea para su emisión como para su retracción, dependiendo del
contexto y las necesidades de la comunidad. Palabras más, palabras menos, la
doctrina marxista propone: robémosle al trabajador del pueblo el fruto de su propio
trabajo, pero a los banqueros los dejamos tranquilos.
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Ahora bien, sin perjuicio de mi postura personal frente al marxismo, no
estoy proponiendo que se erradiquen las ideas en cuestión. Pero considero que
si queremos complementar la formación de los futuros profesionales en salud
mental con teorías políticas y económicas, este complemento debe ser más
integral.
Teorías como las de Silvio Gesell, el economista germano-argentino,
creador del orden económico natural, brillan por su ausencia no sólo en la facultad
de Psicología; increíblemente, también en la de Ciencias Económicas. Pareciera
que nuestras facultades no tienen intenciones de meterse con el verdadero
poder trasnacional que somete a las comunidades y les impide organizarse.
Paralelamente, es evidente que existe un interés desmedido en pudrirles la
cabeza a nuestros jóvenes con utopías materialistas que desvían el foco de
atención y evitan arrancar el problema de raíz.
Adentrándonos ahora en la cuestión cultural, es sintomático que, por un
lado, se promueve el desprestigio de la Iglesia y su doctrina, atacándola de
diversos flancos teóricos y prácticos; mientras que, por otro lado, poco y nada
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se habla de esta superestructura, de esta entidad financiera que no aparece en
los escritos políticos de orientación marxista, representada por señores cuya
actividad corrompe y destruye a los pueblos y las naciones.
Además, es menester tener presente que los discursos políticos de este
tipo, de carácter inmanentista, constituyen un buen caldo de cultivo para la
conformación de movimientos radicalizados que no contemplan las realidades
existentes por fuera de su doctrina circunscripta a una interpretación falaz de la
realidad y del hombre. Esto se expresa en las características que exhibe el joven
de nuestra era, el sometido posmoderno, la víctima contemporánea, el moderno
y nuevo esclavo que, sin contemplarlo, concentra sus energías en detrimento de
los pueblos y en beneficio de los amos del mundo.
No hay que investigar demasiado para comprobar que las nuevas
ideologías, las cuales lograron difusión e influencia extraordinarias en
Occidente, son promovidas y financiadas por ese sector de la humanidad del
cual Carlitos Marx se olvidó de hablar. Por eso, amigo lector, si milita en favor
de la erosión de los nacionalismos y de la liberación cultural, sepa que la
internacional bancaria va a estar muy contenta con usted; porque está
colaborando con su objetivo de deconstrucción del ser humano, despojándolo
de su identidad tradicional, desmembrando los factores que hacen a la plenitud
del hombre, debilitando los elementos constitutivos que posibilitan un
desarrollo armónico y una felicidad consecuente, destruyendo la antropológica
complementariedad existente entre el hombre y la mujer... De esta manera se
busca convertir a la humanidad en algo susceptible de ser manipulado al antojo
de estas lacras.
No se confunda, amigo lector, los banqueros no se oponen a estas nuevas
ideologías; son promotores de las mismas. Y, no sé usted, pero yo no creo en el
altruismo de vampiros y buitres que dedican su vida a la especulación totalmente
desinteresada más allá de su propio beneficio personal y sin sentir el más
mínimo remordimiento por las consecuencias desastrosas de su accionar.
Definitivamente, estos tipos no quieren un mundo mejor y, si bancan una
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movida, es porque contemplan perfectamente el beneficio que la
materialización de aquellas ideas implica para sus intereses. Aspiran, en última
instancia, a destruir a los pueblos, a quitarles sus tradiciones, a liberarlos de
aquello que les da fuerza y que constituye la vía regia para obtener la soberanía
personal y la verdadera libertad.
La auténtica liberación de los pueblos pasa por promover el bien común
y la unidad nacional. En cambio, el enemigo busca dividir para reinar. Lo que
se encuentra en la base de estas nuevas ideologías, es el interés de un grupo
muy reducido de usureros, de ostentar el poder para ejercer el control de las
naciones, lo cual, lamentablemente, ya está ocurriendo.
Esta particularidad de convertirse en carne de cañón en beneficio del
enemigo sin ser consciente de ello, es notoria, sobre todo, en la desacertada
postura que exteriorizan las organizaciones feministas. Para explayarme sobre
esta temática, considero pertinente evocar lo acontecido en una clase del año
pasado en la cual se llevaba a cabo el relato de dos casos clínicos en los cuales el
aparente conflicto que subyacía, en ambos sucesos, era la interferencia de unas
madres sobreprotectoras. En mi opinión, si bien las madres ostentaban esta
característica, no eran, empero, la principal causa del conflicto.
En efecto, en toda estructuración subjetiva es ineludible la existencia de
una función materna; es natural que toda madre, cumpliendo su rol primordial,
tenga una tendencia inexorable a cuidar, contener, proteger. Por más que esta
función, en algunos casos se torne excesiva, lo cual sin duda resulta
disfuncional, considero que el factor más problemático, en nuestra era
posmoderna, es la insuficiencia de la función que le otorga complemento y la
regula, la función paterna. El rol de esta última consiste en generar un quiebre
simbólico entre la madre y el hijo, una separación eminentemente necesaria
para el desarrollo de una estructuración armónica; es decir que, al no plantearse
esta dinámica, al no existir este juego de roles, al no mediar la función paterna,
la función materna no encuentra freno, sigue funcionando de la misma manera
en un período en el cual debería haberse modificado, se eterniza y
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consecuentemente se convierte en patológica. Sin la correcta intervención del
padre, en el momento adecuado, el niño no puede pasar de ser el falo de su
madre a ser portador, nunca deja de estar en posición de completarla,
precisamente porque es el padre el que debe instaurar la ley que le permite al
niño dejar de estar alineado e ingresar en el universo simbólico y en la cultura.
Resulta sintomático advertir que precisamente en el período en el que el
padre debe intervenir para generar esta suerte de distanciamiento de la madre
respecto de su hijo, en la etapa en la cual esto acontece, los sabios espartanos
separaban a los futuros guerreros de sus madres y los llevaban a ser educados,
en adelante, por hombres. Evidentemente, los antiguos poseían una
comprensión cabal y precisa de la realidad psíquica del ser humano, respetando
perfectamente el kairós (término griego que hace referencia a el momento
oportuno, adecuado o conveniente) de la estirpe.
El psicoanalista Jacques Lacan, para describir esta realidad, plantea una
ilustrativa metáfora. Mediante ella, si bien los simbolismos pueden resultar
exagerados, se expresa de una manera contundente la alta relevancia que
ostenta la función paterna, la cual en nuestra era posmoderna está sufriendo
una evidente erosión. Imaginemos a la madre representada por la boca de un
cocodrilo que permanece abierta. Adentro, se encuentra el niño, su hijo. La
boca, en cualquier momento, puede cerrarse y el niño, ser devorado por su
madre. Es por esto que el padre introduce una estaca dentro de la boca del
cocodrilo para impedir que aquélla se cierre y que el chico sea devorado.
La estaca estaría representando lo que Lacan denomina ley simbólica o ley
paterna. Esta ley es, precisamente, la entidad psicológica que permite una
estructuración convencional de la subjetividad. Pero se puede presentar el
siguiente inconveniente: la ley paterna, es decir la estaca que impide que se
cierre la boca del cocodrilo, puede ser débil, insuficiente, pronta quebrarse... Si
ello sucede, el niño lo percibe, actuando en consecuencia: para no ser devorado
por su madre (simbólicamente, claro está), el niño refuerza esa estaca poniendo
en su lugar algo, ese algo puede corresponderse con varias patologías, una
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fobia, por ejemplo... El muchacho necesita elaborar una fobia para poder
estructurar su universo simbólico... Eso en el mejor de los casos, porque la
ausencia de la ley en un sujeto puede dar lugar a otras consecuencias mucho
más desagradables y desviadas, como, por ejemplo, la psicosis.
Jacques Lacan (1.901-1.981).
Lo recientemente expuesto guarda una enorme relación con lo que nos
decía Inmanuel Kant, en su escrito Pedagogía, al plantear: la falta de disciplina es
un mal peor que la falta de cultura, pues esta última puede remediarse más tarde,
mientras que ya no es posible desembarazarse del salvajismo ni corregir la falta de
disciplina.
De lo expuesto se deriva que el psicótico, el golpeador, el hombre capaz
de levantarle la mano a una mujer, no es el resultado de una supuesta cultura
machista. TODO LO CONTRARIO: es un tipo que tuvo una pésima salida de su
Edipo, producto de una no inscripción del significante primordial, nombre del
padre, portador de la ley simbólica. Es decir, el golpeador es un sujeto al cual,
en su constitución, le faltó la instancia que complementa y regula la función
materna; le faltó masculinidad; le faltó ley.
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Obviamente, esta realidad puede y debe trasladarse al campo cultural.
Asistimos a una cultura donde todo lo que esté relacionado con la ley simbólica
es combatido y despreciado. Siendo la ley representación de lo masculino, al
desestimarse dicha entidad, la consecuencia inmediata resulta ser lo que el
filósofo francés Alain de Benoist denomina feminización de la cultura. El mismo,
en su artículo El reino de narciso, expone: otra característica de la modernidad tardía
es la confusión entre las funciones masculinas y femeninas, que hace de los progenitores,
sujetos perdidos en la confusión de los roles. Así como en una constitución subjetiva
la función paterna es necesaria para complementar la función materna, lo
mismo sucede en el plano cultural. De no existir este equilibrio entre lo
masculino y lo femenino, la comunidad caerá ineludiblemente en la perversión.
Esto se manifiesta fundamentalmente en la promoción de la cosificación de la
mujer, cualidad que despliega exclusivamente nuestra cultura posmoderna.
Alain de Benoist.
En las sociedades más antiguas, lo masculino y lo femenino se
encontraban bien definidos; tenían roles diferentes, claramente establecidos; y
se encontraban mutuamente equilibrados, de manera complementaria. En
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aquellas sociedades, la mujer no era objeto de cosificación. Dicha cosificación es
consecuencia de la erosión de los roles tradicionales, de profundos
fundamentos antropológicos, sobre los cuales se erigió nuestra civilización
occidental. Civilización, ésta, que hoy se encuentra en evidente degeneración;
constituyendo nuestro desafío recuperarla y restablecerla.
Tomando nuevamente como ejemplo a los antiguos espartanos, en dicha
sociedad patriarcal, las mujeres no sólo no eran flageladas (como en la
actualidad) sino que, además, el sistema imperante en esos tiempos las protegía
y les otorgaba una presencia y un poder simbólico inimaginable e
incomprensible para las feministas de hoy. El argentino Denes Martos, en su
libro Los espartanos, relata un diálogo establecido entre Gorgo, la esposa de
Leónidas, y una extranjera: a Gorgo, una mujer extranjera le comentó una vez, llena
de admiración: “¡Ustedes, las espartanas, son las únicas que todavía tienen poder sobre
los hombres!”. A lo cual la espartana respondió: “¡Por supuesto! ¡Como que somos las
únicas que aún traemos hombres a este mundo!”. Es decir que las mujeres
espartanas tenían poder sobre sus hombres, precisamente porque estos eran
bien masculinos.
Recordemos que, en este tipo de comunidades patriarcales, las mujeres
les enunciaban el siguiente imperativo a sus hombres, antes de que estos
partieran a la guerra: vuelve con tu escudo o sobre él. Evidentemente, la mujer
espartana no era ninguna sometida y, al ser una mujer tan bien afianzada en su
condición, ostentaba este indiscutible poder simbólico sobre el hombre. De
hecho, el ateniense Aristóteles -bajo mi óptica, equivocadamente- se quejaba del
poder y la presencia pública que los espartanos otorgaban a sus mujeres; pero
también decía -y en esto coincido- que el hecho de que la mujer poseyera aquel
ímpetu y fuerza era propio de las sociedades guerreras.
Esto es así porque, cuando en una comunidad los roles están afianzados,
es posible su mutuo complemento y ensamblaje. Consecuentemente, afirmamos
que, con la virilidad o masculinidad, se contribuye a la conformación de una
mayor feminidad o femineidad, y viceversa. Por eso planteamos que no se trata
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de erradicar lo masculino de la cultura. Se trata de erradicar la violencia. Y para
eso nuestra cultura debe ser apta para moldear hombres y mujeres. Sólo así
podremos arribar a la conformación de individuos sanos anímicamente.
De esta manera, podemos advertir cómo el discurso feminista carece de
eficacia para combatir e impedir la violencia contra la mujer. Más aún, se puede
ver cómo termina por echar más leña al fuego; no sólo porque propicia odios y
rencores entre varones y mujeres, sino también porque impide atacar el
problema desde su raíz: impedir la génesis de nuevos degenerados y perversos
mediante un restablecimiento de los valores tradicionales.
Recuerdo ciertos planteos que efectuaba en clases uno de mis profesores,
demasiado lúcido para el ámbito académico en el cual se desempeñaba. El
mismo expresaba: estoy en contra de la marcha “ni una menos”, porque para mí no
hay violencia de género, la violencia no es del hombre contra la mujer, la violencia es
SOCIAL, del hombre contra la mujer, de la mujer contra el hombre, de todos contra
todos y esta es una consecuencia de ausencia de ley simbólica.
Pero la cosa se pone más interesante aun no bien se advierte que, al
mismo tiempo que se lanzaba esa marcha tan promovida, se estaba llevando a
cabo la promoción de la película 50 sombras de Grey, en la cual se muestra el
comportamiento perverso de un hombre que desarrolla una serie de conductas
desviadas con una chica a la cual manipula, maltrata y somete. Me pregunto:
¿acaso no es elocuente que el sistema nos muestre violencia totalmente explícita
y después organice una revuelta contra esa violencia que nos mostró?
Evidentemente, en última instancia, el objetivo es erradicar
definitivamente la antropológica complementariedad que históricamente existió
entre el hombre y la mujer. Por supuesto que no estoy planteando que las
personas que militan en las organizaciones feministas lo hagan con este
propósito o contemplando estas realidades. No niego la buena intención
inherente a muchas personas que, lamentablemente, se encuentran sometidas a
ideologías equivocadas. Pero, para comprender el fin último de estos
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movimientos, debemos preguntarnos muy seriamente cuáles son las
intenciones, no de sus peones, sino de los individuos que los crean y financian.
Y, si consideramos cuáles son las entidades que sostienen estas organizaciones y
quiénes son los que se benefician de la división, desintegración y degeneración
de los pueblos, estaremos aptos para arribar al conocimiento indicado de la
problemática. En este mismo sentido. quiero suscribir las palabras del rosarino
Pablo Javier Davoli, quien, en su programa televisivo La brújula, transmitido
por Internet por TLV1 - Toda la Verdad, primero, planteaba: todo proyecto de
dominio se consolida con una determinada ideología que promueva comportamientos
que sean funcionales a ese mismo proyecto.
Me parece oportuno complementar estos planteos con lo expuesto por el
psicoanalista argentino Mario Goldenberg, quien, en su artículo ¿Dios ha
muerto?, recoge la conocida frase de Fedor Dostoyevsky que reza: si Dios ha
muerto, todo está permitido, para citar, acto seguido, la consigna del ya citado
Lacan, quien se subleva contra aquella aseveración planteando en su lugar: si
Dios ha muerto, NADA está permitido.
Esto, en principio, puede resultar paradójico para algunos; se podría
establecer que, si hay Dios, hay sacrificio y si Dios ha muerto, hay libertad. Pero
el asunto es completamente diferente. La cuestión es mucho más compleja,
porque el ser humano es complejo. En rigor de verdad, si Dios ha muerto, lo
que ocurre es que los pueblos quedan sometidos al imperativo del goce. En este
estado de cosas, queda establecida la obligación de gozar; hay un imperativo
que redobla la prohibición; está prohibido no gozar.
Nuestra cultura posmoderna no promueve el sacrificio, sino el
entretenimiento y la diversión. De hecho, toda la promoción en contra de lo
sacrificial es fomentada por lo que se conoce como la industria del
entretenimiento. De esta manera, queda planteado el antagonismo existente entre
el sacrificio religioso y la ética posmoderna.
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A continuación realizaré una cita textual de nuestro compatriota
Goldenberg. Considero que no tiene desperdicio y que refleja de un modo
certero las bondades de nuestra iluminada cultura: la película norteamericana
“Elephant” de Gus van Sant, trata del mismo episodio de “Bowling for Colombine” de
Michel Moore, donde aparecen estudiantes de un colegio secundario que entran con
armas en su colegio y hacen una masacre. El film muestra la preparación de esta trama,
no es un documental, es una película donde se va describiendo lo que sucede personaje
por personaje. Aparecen dos muchachos que son un poco raros, uno parece psicótico,
pero hacen una vida normal, de uno de ellos se burlan un poco, pero nada distinto de lo
que pasa en cualquier colegio secundario. En determinado momento, están en la casa y
llega una encomienda por correo, la abren, y es un fusil. Lo prueban y al otro día -esto
transcurre muy normalmente, se ponen ropa de combate, llevan unos bolsos con armas,
tienen todo un arsenal- van al colegio -nadie se sorprende de verlos, eran estudiantes de
ese colegio- y la frase, cuando empiezan la masacre, que uno le dice al otro es:
“Disfrútalo, Diviértete”!!! Se trata de eso, no hay un delirio de que son enviados de
Dios, que van a matar al demonio, ni que son enviados de Satanás, no hay ningún
delirio claro allí, sino que dicen “diviértete” y lo que sucede tiene la estructura de un
videogame. Hay algo psicótico, seguramente. Matar pero divirtiéndose, eso es muy
interesante retomando el planteo de la separación entre sentido y verdad. ¿Quién puede
creer que la guerra de Irak se hizo porque Saddam Husseinn era peligroso? No había un
discurso consistente que sostenía eso, eran más bien semblantes que muestran,
evidentemente, que está en juego allí otra cosa. No hay un sentido sino un uso práctico
del sentido.
Esto que Goldenberg denomina uso práctico del sentido guarda una
enorme relación con lo que se exponía anteriormente respecto de los grupos
radicalizados que se dedican a destruir catedrales pero que -
¡inexplicablemente!- por los bancos ni se presentan… Sintomático, ¿no?
El propio Sigmund Freud articula lo que él denomina renuncia pulsional
con el sacrificio que promueve la religión y establece este hecho como uno de
los fundamentos del progreso cultural: la renuncia progresiva a las pulsiones
constitucionales, cuya actividad podría aportar al yo un placer primario, parece ser uno
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de los fundamentos del desarrollo de la civilización humana. Teniendo en cuenta estas
palabras y la realidad de nuestra cultura contemporánea, que promueve
cualquier cosa menos sacrificarse en nombre de un ideal, tal parece que nos
dirigimos a ser espectadores de la construcción de un hombre cada vez menos
civilizado.
Para proseguir, considero congruente tomar una cita textual del
discípulo de Lacan y compatriota del mismo, además de yerno suyo, de nombre
Jacques Alain Miller; en el congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
planteaba: con la entrada del Dios de la creación, digamos del Dios Cristiano, el orden
sigue en vigencia en la medida en que la naturaleza creada por Dios responde a su
voluntad. El orden divino es como una ley promulgada por Dios y encarnada en la
naturaleza. A partir de esto se impone el concepto de ley natural. Es preciso ver del lado
de Santo Tomás de Aquino, su definición de ley natural, que da lugar a una suerte de
imperativo. Lo vamos a decir en latín: noli tangere, “no tocar a la naturaleza”. Ya que
se tenía la impresión de que se podía tocar a la naturaleza, que había actos humanos que
iban en contra de la ley natural, en particular actos de bestialidad, contra los cuales se
planteaba el imperativo de no tocar a la naturaleza. Debo decir, aunque quizás no sea
aquí la impresión de la mayoría, que encuentro admirable cómo, aún hoy, la Iglesia
Católica lucha para proteger a lo real, al orden natural de lo real, en las cuestiones de la
reproducción, de la sexualidad, de la familia, etc. Por supuesto, son elementos
anacrónicos, pero que testimonian de la duración y de la solidez de ese viejo discurso. Se
podría decir que es admirable como causa perdida, porque todo el mundo siente que lo
real se ha escapado de la naturaleza. Desde el inicio la Iglesia había percibido que el
discurso de la ciencia iba a tocar a ese real que ella protegía como naturaleza. ¿Causa
perdida? Lacan decía también que la causa de la Iglesia anunciaba quizás un triunfo.
¿Por qué? Porque lo real, emancipado de la naturaleza, es tanto peor que se vuelve cada
vez más insoportable. Hay como una nostalgia del orden perdido que, aunque no se
pueda recuperar, sigue vigente como ilusión.
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A mi juicio, lo que debemos hacer es cambiar el enfoque. De nada sirve
plantearnos si es una causa perdida o no. (1) Más bien, tenemos la
responsabilidad moral de pensar: ¿qué sucederá con el mundo si se abandona
esta causa?
Hoy más que nunca debemos, en primer lugar, proponernos retornar a
nuestros ideales clásicos del Bien, la Verdad y la Belleza. En segundo lugar,
comprender la importancia de que nuestros jóvenes cuenten con modelos a
seguir que se correspondan con estas concepciones. Y, por último, procurar que
la comunidad recupere el valor esencial existente en el hecho de que toda
persona aspire a la virtud. Obtendremos esto sólo si recuperamos el aprecio por
el viejo humanismo que nos forjó como nación hispano-católica, la admiración
por nuestra cultura tradicional y la confluencia de estas cuestiones que se
corresponden con el amor a Dios, a la Patria y a la Familia.
(*) Bruno Paladino nació en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa fe,
República Argentina en el año 1991. Cursó sus estudios primarios en la Escuela
Manuel Belgrano número 6214 y secundarios en la Escuela de Enseñanza Media
número 246 Dr. Carlos Saavedra Lamas, ambas instituciones de la localidad de
Bombal Provincia de Santa Fe. Se recibió de psicólogo en la Universidad
Nacional de Rosario en el año 2015.
1 Nota del editor: tampoco se advierte, en la cita de Jacques A. Miller, por qué y de qué manera
el discurso de la ciencia iba a tocar a ese real que ella protegía como naturaleza. Además, cabe
preguntarse al respecto qué clase de ciencia es aquella que, de pronto, no se compadece con lo
real ni lo explica adecuadamente. Paralelamente, también resulta cuestionable la afirmación
según la cual la aludida posición católica constituiría una causa perdida.