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3/11/2015 Página/12 :: radar :: EL PASADO NO PISADO http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/radar/9-10092-2014-10-17.html 1/4 Imprimir | Regresar a la nota RETRATO DEL GOBERNADOR DE SALTA MIGUEL OTERO, EL DAGUERROTIPO FECHADO MÁS TEMPRANO QUE SE CONSERVA EN EL PAÍS DAGUERROTIPO DE JOHN A. BENNET, 1845 MUSEO HISTÓRICO NACIONAL Sábado, 11 de octubre de 2014 EL PASADO NO PISADO FOTOGRAFIA En la era digital, el trabajo de los historiadores de la fotografía se resignifica, se convierte casi en una búsqueda del tesoro y también se transforma en un desafío ante esos millones de imágenes que se toman cada día con computadoras, teléfonos y cámaras. En esta entrevista, el historiador de la fotografía argentina Abel Alexander repasa aquellos primeros encuentros de fotografía histórica en los años ’80 –a los que concurría, por ejemplo, Sameer Makarius–, explica cómo se recuperan las fotos que la gente tira a la calle y anticipa lo que será el 11º Congreso de Historia de la Fotografía en la Argentina (18391939), que él dirige y que hará el 24 y 25 de octubre en Chascomús. Por Marcos Zimmermann Roland Barthes estaría encantado con un dato que refrenda su teoría sobre la relación que tiene la fotografía con la muerte: la primera imagen fotográfica, tomada por Nicephore Niepce en 1822, fue fijada sobre una placa emulsionada con betún de Judea, un alquitrán sensible a la luz bautizado así por haber sido descubierto en yacimientos naturales del Mar Muerto. La simiente adversa que esconde esa especie de espejo maldito del pasado, que según Barthes es la fotografía, aparece así clavada en la médula de un invento que, cuanto más preciso intentaría hacer el registro de la vida, más conseguiría perfeccionar el retrato de la muerte. Enunciada así, la idea de Barthes equipara su agudeza para la exégesis con la ignorancia de unos nativos de Chiapas que asesinaron a un hombre acusado de tomar una foto en la iglesia de San Juan Chamula. O con el oscurantismo de los sioux de Nebraska, que no permitieron fotografías de Caballo Loco ni siquiera después de muerto. O hasta con el pensamiento New Age, que insiste en que el aura de las personas se conserva en fotografías y espejos, objetos dedicados desde siempre a robarnos el espíritu. Refrendada por un club de adherentes tan imaginativos, esta curiosa teoría parece confirmar la victoria de este dispositivo mecánico, reproductor de muerte sobre la vida y ratifica su triunfo sobre otros atributos más vitales de la fotografía: el viaje mágico que impulsa hacia otro tiempo, la alegría de rememorar momentos felices a través de una foto, la revelación que nos despiertan ciertas fotografías obrasdearte y la utilidad práctica de una disciplina que durante los últimos dos siglos ayudó a investigaciones de todo tipo, trajo el mundo a nuestra casa, facilitó la educación y, si se quiere volar más bajo, hasta ofreció compañía muda a tantas manualidades adolescentes solitarias.

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RETRATO DEL GOBERNADOR DESALTA MIGUEL OTERO, ELDAGUERROTIPO FECHADO MÁSTEMPRANO QUE SE CONSERVA ENEL PAÍS DAGUERROTIPO DE JOHN A.BENNET, 1845 MUSEO HISTÓRICONACIONAL

Sábado, 11 de octubre de 2014

EL PASADO NO PISADOFOTOGRAFIA En la era digital, el trabajo de los historiadores de la fotografía seresignifica, se convierte casi en una búsqueda del tesoro y también se transforma enun desafío ante esos millones de imágenes que se toman cada día concomputadoras, teléfonos y cámaras. En esta entrevista, el historiador de la fotografíaargentina Abel Alexander repasa aquellos primeros encuentros de fotografíahistórica en los años ’80 –a los que concurría, por ejemplo, Sameer Makarius–,explica cómo se recuperan las fotos que la gente tira a la calle y anticipa lo que seráel 11º Congreso de Historia de la Fotografía en la Argentina (18391939), que él dirigey que hará el 24 y 25 de octubre en Chascomús.

Por Marcos Zimmermann

Roland Barthes estaría encantado con un dato que refrenda su teoríasobre la relación que tiene la fotografía con la muerte: la primeraimagen fotográfica, tomada por Nicephore Niepce en 1822, fue fijadasobre una placa emulsionada con betún de Judea, un alquitránsensible a la luz bautizado así por haber sido descubierto enyacimientos naturales del Mar Muerto. La simiente adversa queesconde esa especie de espejo maldito del pasado, que segúnBarthes es la fotografía, aparece así clavada en la médula de uninvento que, cuanto más preciso intentaría hacer el registro de lavida, más conseguiría perfeccionar el retrato de la muerte.

Enunciada así, la idea de Barthes equipara su agudeza para laexégesis con la ignorancia de unos nativos de Chiapas queasesinaron a un hombre acusado de tomar una foto en la iglesia deSan Juan Chamula. O con el oscurantismo de los sioux de Nebraska,que no permitieron fotografías de Caballo Loco ni siquiera despuésde muerto. O hasta con el pensamiento New Age, que insiste en queel aura de las personas se conserva en fotografías y espejos, objetosdedicados desde siempre a robarnos el espíritu.

Refrendada por un club de adherentes tan imaginativos, esta curiosateoría parece confirmar la victoria de este dispositivo mecánico,reproductor de muerte sobre la vida y ratifica su triunfo sobre otrosatributos más vitales de la fotografía: el viaje mágico que impulsahacia otro tiempo, la alegría de rememorar momentos felices a travésde una foto, la revelación que nos despiertan ciertas fotografíasobrasdearte y la utilidad práctica de una disciplina que durante los últimos dos siglos ayudó a investigacionesde todo tipo, trajo el mundo a nuestra casa, facilitó la educación y, si se quiere volar más bajo, hasta ofreciócompañía muda a tantas manualidades adolescentes solitarias.

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LOS TRABAJADORES SECONCENTRAN EN PLAZA DE MAYOEXIGIENDO LA LIBERACIÓN DEPERÓN, “LAS PATAS EN LAFUENTE”. FOTÓGRAFO NOIDENTIFICADO, 17 DE OCTUBRE DE1945. ARCHIVO GENERAL DE LANACIÓN.

Cierto es que hubo en todo esto algo de oscurantismo. Desde el betún de Judea de Niepce hasta el daguerrotipode Daguerre, desde los calotipos de Fox Talbot hasta los negativos de coloidón húmedo de Le Gray, desde lascopias de albúmina de BlanquartEvrard hasta los papeles de gelatina al bromuro de Maddox pasaron 175 añosde cuartos oscuros, química y secretos guardados bajo siete llaves por fotógrafos con alma de alquimistas.

La era digital terminó definitivamente con estas fórmulas secretas. Pero, además, decapitó la supuesta necrofiliaintrínseca a la fotografía, sugerida por Barthes. Hoy, la fotografía es una aliada de la vida, mucho más que de lamuerte. La facilidad digital la volvió más viva que nunca. Sólo con apretar un botón el presente se revelainstantáneamente o desaparece. El tiempo se come al tiempo o lo replica hasta el infinito, si se desea. Y eltemido encuentro con “el pasado que vuelve”, que tanto asustó a Barthes en París y a Lepera en Buenos Aires,se volvió ahora un encuentro cotidiano e irrespetuoso con la historia. Con la antigua y con la reciente. Con lapropia y con la colectiva.

Todos los días millares de fotografías en cámaras digitales, celulares y computadoras intercambian pasado ypresente, eliminan recuerdos o alientan resurrecciones velocísimas: las fotos de la relación fugaz con unamuchacha conocida esa noche en el pool, reproducida y descartada casi tan rápido como la muchacha; lasimágenes de la fiesta de bautismo de hace pocas semanas o años –ya no las recuerdo porque las borré–; elcálido encuentro del otro día con Juan –¿es él u otro, el de la foto?–; el viaje enviado en capítulos de fotografíasdescartables a los amigos de Facebook –¿con quién lo hice?; ¿a dónde fui?–; la fotografía de la manifestación –¿la tomé hace un instante o ayer?–.

Dicho esto, sería hora de convocar a un experto que nos ayudara a entender esta ensalada de magia, filosofía,historia y ciencia que se entremezclan en la fotografía. “El cacique Pincén ya sabía de la relación entre lafotografía y el tiempo”, cuenta Abel Alexander, uno de los principales referentes de nuestro país en el campo dela investigación de la fotográfía histórica. “La primera vez que pusieron a Pincén frente a una cámara fotográficacreyó que lo iban a fusilar. Pero sobrevivió. Cuando, poco tiempo después, Antonio Pozzo lo fotografió enBuenos Aires, el cacique ya había aprendido qué era la fotografía y pidió ser retratado con su lanza. El peritoMoreno corrió hasta el Museo de Ciencias Naturales y se la trajo. Pincén aparece con ella en la famosa foto dePozzo, consciente de estar enviando al futuro un mensaje de bravura.”

Abel Alexander habla pausadamente. Y reflexiona. “Todas las fotografías son importantes. Todas son momentoscongelados en la vida de las personas, o de las naciones. Todas esconden relatos extraordinarios. Es cierto quela fotografía viene de la muerte. Pero también posibilita la resurrección. Quienes enfrentan una cámara sabenque su imagen los sobrevivirá. Cuando ya no queden rastros de nosotros, cuando no quede más edificio dondeuno vivió, cuando ya no haya tal vez ciudad aquí mismo, todavía será posible asomarse a nuestra historia através de la fotografía. En cambio, si la imagen fotográfica se pierde, morirá con ella el último testigo de nuestrahistoria. Todos morimos dos veces. Cuando lo determina la biología y cuando se destruye nuestro retrato.Mientras éste exista, estaremos aún en esta vida.”

Alexander parece conocer todas las caras que adopta el pasado cuando se esconde en una fotografía. Y da lasensación de olfatear su rastro con agudeza, a través de diminutas señales que a todos se nos escapan. Quizápor eso, hace esta advertencia. “El archivo fotográfico más grande que tiene la Argentina no está en los museos.Está en las casas particulares: en las cajas de zapatos olvidadas en el fondo de los roperos. Allí está a salvohasta que aparece un estúpido que las destruye porque le parecen viejas, o de gente que no conoce. Lo curiosoes que este proceso de destrucción se parece mucho al que seguimos los seres humanos”, continúa Alexander.“Algunos rompen las fotos para que no caigan en manos extrañas. Pero otros las incineran, como a los

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cadáveres, las entierran como en el cementerio, o las abandonan en el departamento que tienen que desalojar,como se hace con los viejos en los geriátricos. Luego, el nuevo propietario las tira a la calle. Y ahí vienen los quellamo mis ‘agentes culturales’: los cartoneros que las venden en los mercados de pulgas, donde llegan losanticuarios que las comercializan en San Telmo con los historiadores, quienes realizan la selección más fina. Lafotografía llegó a la Argentina en 1843, de la mano de un norteamericano llamado John Eliott. Desde entonceshasta hoy, miles de máquinas fotográficas han registrado la historia de nuestro país. Sus ritos sociales, susmomentos políticos, la vida cotidiana.”

FACHADA DE LA CASA DETUCUMÁN. FOTOGRAFÍA DE ÁNGELPAGANELLI, CA. 1868, COLECCIÓNROBERTO FERRARI

¿Por qué un joven del siglo XXI debiera interesarse en un tema que parece hecho a la medida dearchivistas?

–Al contrario, la investigación histórica de fotografías está hecha para gente con alma de exploradores inquietos.En el mundo ya no hay más lugares por descubrir. Todo está descubierto, medido, pesado. Sólo queda unaúltima aventura: el viaje hacia historias inesperadas, a través de estas máquinas del tiempo que son lasfotografías antiguas.

¿Qué piensa de la fotografía digital y de su capacidad de traer el pasado al presente?

–Creo que nunca se hicieron tantas fotografías como ahora y nunca quedará tan poca. Un daguerrotipo demediados del siglo XIX es más estable que una fotografía digital, que con sólo apretar una tecla, desaparece.Sin embargo, como historiador de la fotografía estoy agradecido a la fotografía digital. Mucha gente hacomenzado a reproducir sus fotografías de familia y a enviarlas a otros países, donde parientes y amigosintervienen y dicen que tal sitio no es tal sino otro, o que tal persona retratada tenía otro nombre. La tramahistórica se reconstruye así entre todos. Y esto es una revolución inesperada.

Abel Alexander se explaya enseguida sobre su proyecto más inminente: el 11º Congreso de Historia de laFotografía en la Argentina (18391939), que se realizará el 24 y 25 de octubre en Chascomús. El encuentrocoincide con el 175 aniversario de la presentación del invento a los miembros de las Academias de Ciencias yBellas Artes de Francia. “Hacemos el Congreso en Chascomús porque allí vivió Julio Felipe Riobó, a quien seconsidera el padre de la fotografía histórica en la Argentina. Un médico que formó la primera colección dedaguerrotipos, ambrotipos y ferrotipos, que luego donó al Museo Pampeano de Chascomús y al Museo HistóricoNacional”.

A Riobó, como a Vicente Gesualdo, Mario Tesler, Enrico Lanza, Luis Príamo, Juan Gómez, Miguel AngelCuarterolo –su gran amigo–, y al mismo Alexander, lo movía la pasión y no el interés. Con ese mismo espíritu,en 1985, Alexander formó el Centro de Investigaciones sobre la fotografía antigua en la Argentina, Dr. JulioRiobó, que tuvo su primera reunión en el Club Social de Quilmes y continuó en encuentros mensuales en lalibrería Pardo, donde concurrían Sameer Makarius y Luis Figueroa entre otros. Allí se crearon las primerascartillas de conservación y se escribieron los primeros boletines y catálogos. Allí también se recibieron conadmiración dos de los primeros libros de fotografías históricas: Imágenes del Río de la Plata, de Miguel AngelCuarterolo y Bequer Casaballe, e Historia de la fotografía en la Argentina, de Juan Gómez. También allí surgió laidea de Alexander de realizar el primer congreso de fotografía antigua, concretado en 1992 gracias al apoyo de

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Sergio Lugo, responsable cultural del Círculo Médico de Vicente López.

Abel Alexander rememora hechos y protagonistas que lo acompañaron en su búsqueda detectivesca depequeños datos en fotografías aparentemente triviales. Una actividad que lo llena de orgullo y que lo impulsa aresucitar a quienes todavía duermen, como Lázaros, encerrados en cajas de zapatos.

No sé cuántas de esas historias esperan todavía la llegada de Abel Alexander. Tampoco sé cuántas de estasresurrecciones milagrosas él mismo provocará. Lo único que sé es que el antepasado fotógrafo más antiguo quetiene Alexander, don Adolfo Gerónimo Ramón Alexander, padre de su tatarabuelo, no habría imaginado llegar alsiglo XXI vivo y tan bien custodiado por su chozno. Es que Abel Alexander sigue convencido de que, mientras elretrato que tiene de don Adolfo exista, no habrá muerto. Ni él, ni su vida, ni su época. Y aunque Roland Barthesinsista en achacarle a la fotografía un estigma negativo nadie podrá dudar, después de todo esto, de que lafotografía es una aliada de la vida y no de la muerte.

CAMPAÑA AL DESIERTO. CAMPAMENTO DE TROPAS. FOTOGRAFÍA DEANTONIO POZZO, 1879. ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

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