Pablo Neruda – Ni Como Poeta Ni Como Individuo

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Ni como poeta ni como individuo – Pablo Neruda sobre Stalin Mucha gente ha creído que yo soy o he sido un político importante. No sé de dónde ha salido tan insigne leyenda. Una vez vi, con candorosa sorpresa, un retrato mío, pequeño como una estampilla, incluido en las dos páginas de la revista Lile que mostraban a sus lectores los jefes del comunismo mundial. Mi efigie, metida entre Prestes y Mao Tse Tung, me pareció una broma divertida, pero nada aclaré porque siempre he detestado las cartas de rectificación. Por lo demás, no dejaba de ser gracioso que se equivocara la CIA, no obstante sus cinco millones de agentes que mantiene en el mundo. El más largo contacto que he mantenido con un líder cardinal del mundo socialista fue durante nuestra visita a Pekín. Consistió en un brindis que cambié con Mao Tse Tung, en el curso de una ceremonia. Al chocar nuestros vasos me miró con ojos sonrientes, y ancha sonrisa entre simpática e irónica. Mantuvo mi mano en la suya, apretándomela por unos segundos más de lo acostumbrado. Luego regresé a la mesa de donde había salido. Nunca vi en mis muchas visitas a la URSS ni a Molotov, ni a Vishinski, ni a Beria; ni siquiera a Mikoian, ni a Litvinov, personajes estos últimos más sociables y menos misteriosos que los otros. A Stalin lo divisé de lejos más de una vez, siempre en el mismo punto: la tribuna que sobre la Plaza Roja se levanta llena de dirigentes de alto nivel, tanto el 1.º de mayo como el 7 de noviembre de cada año. Pasé largas horas en el Kremlin, como participante del comité de los premios que llevaban el nombre de Stalin, sin que nunca nos cruzáramos en un pasillo; sin que él nos visitara

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Pasé largas horas en el Kremlin, como participante del comité de los premios que llevaban el nombre de Stalin, sin que nunca nos cruzáramos en un pasillo; sin que él nos visitara durante nuestras deliberaciones o almuerzos, o nos llamara para saludarnos. Los premios se concedieron siempre por unanimidad, pero no faltó más de una cerrada discusión previa a la selección del candidato. A mí me dio siempre la impresión de que alguien de la secretaría del jurado, antes de que se tomaran las decisiones finales, corría con los acuerdos a ver si el gran hombre los refrendaba.

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Ni como poeta ni como individuo Pablo Neruda sobre StalinMucha gente ha credo que yo soy o he sido un poltico importante. No s de dnde ha salido tan insigne leyenda. Una vez vi, con candorosa sorpresa, un retrato mo, pequeo como una estampilla, incluido en las dos pginas de la revistaLileque mostraban a sus lectores los jefes del comunismo mundial. Mi efigie, metida entre Prestes y Mao Tse Tung, me pareci una broma divertida, pero nada aclar porque siempre he detestado las cartas de rectificacin. Por lo dems, no dejaba de ser gracioso que se equivocara la CIA, no obstante sus cinco millones de agentes que mantiene en el mundo.

El ms largo contacto que he mantenido con un lder cardinal del mundo socialista fue durante nuestra visita a Pekn. Consisti en un brindis que cambi con Mao Tse Tung, en el curso de una ceremonia. Al chocar nuestros vasos me mir con ojos sonrientes, y ancha sonrisa entre simptica e irnica. Mantuvo mi mano en la suya, apretndomela por unos segundos ms de lo acostumbrado. Luego regres a la mesa de donde haba salido.

Nunca vi en mis muchas visitas a la URSS ni a Molotov, ni a Vishinski, ni a Beria; ni siquiera a Mikoian, ni a Litvinov, personajes estos ltimos ms sociables y menos misteriosos que los otros.

A Stalin lo divis de lejos ms de una vez, siempre en el mismo punto: la tribuna que sobre la Plaza Roja se levanta llena de dirigentes de alto nivel, tanto el 1. de mayo como el 7 de noviembre de cada ao.

Pas largas horas en el Kremlin, como participante del comit de los premios que llevaban el nombre de Stalin, sin que nunca nos cruzramos en un pasillo; sin que l nos visitara durante nuestras deliberaciones o almuerzos, o nos llamara para saludarnos. Los premios se concedieron siempre por unanimidad, pero no falt ms de una cerrada discusin previa a la seleccin del candidato. A m me dio siempre la impresin de que alguien de la secretara del jurado, antes de que se tomaran las decisiones finales, corra con los acuerdos a ver si el gran hombre los refrendaba. Pero la verdad es que no recuerdo que se recibiera nunca una objecin de su parte; ni tampoco recuerdo que, a pesar de su perceptible proximidad, se diera por enterado de nuestra presencia. Decididamente, Stalin cultivaba el misterio como sistema; o era un gran tmido, un hombre prisionero de s mismo. Es posible que esta caracterstica haya contribuido a la influencia preponderante que tuvo Beria sobre l. Beria era el nico que entraba y sala sin avisar de las cmaras de Stalin.

Sin embargo, tuve en cierta oportunidad una relacin inesperada, que hasta ahora me parece inslita, con el hombre misterioso del Kremlin. bamos hacia Mosc con los Aragn Louis y Elsa para participar en la reunin que otorgara ese ao los premios Stalin. Unas grandes nevazones nos detuvieron en Varsovia. Ya no llegaramos a tiempo a la cita. Uno de nuestros acompaantes soviticos se encarg de transmitir en ruso, a Mosc, las candidaturas que Aragn y yo propicibamos y que, por cierto, fueron aprobadas en la reunin. Pero lo curioso del caso es que el sovitico que recibi la respuesta telefnica, me llam a un lado y me dijo sorpresivamente:

Lo felicito, camarada Neruda. El camarada Stalin, al serle sometida la lista de posibles premiados, exclam: Y por qu no est el de Neruda entre estos nombres?.

Al ao siguiente reciba yo el Premio Stalin por la Paz y la Amistad entre los Pueblos. Es posible que yo lo mereciera, pero me pregunto cmo aquel hombre remoto se enter de mi existencia.

Supe por aquellos tiempos de otras intervenciones similares de Stalin. Cuando arreciaba la campaa en contra del cosmopolitismo, cuando los sectarios de cuello duro pedan la cabeza de Ehrenburg, son el telfono una maana en la casa del autor de julio Jurenito. Atendi Luba. Una voz vagamente desconocida pregunt:

Est Ilya Grigorievich?

Eso depende contest Luba. Quin es usted?

Aqu Stalin dijo la voz.

Ilya, un bromista para ti dijo Luba a Ehrenburg.

Pero una vez en el telfono, el escritor reconoci la voz de Stalin, tan oda de todos:

He pasado la noche leyendo su libro La cada de Pars. Lo llamaba para decirle que siga usted escribiendo muchos libros tan interesantes como se, querido Ilya Grigorievich.

Tal vez esa inesperada llamada telefnica hizo posible la larga vida del gran Ehrenburg.

Otro caso. Ya haba muerto Maiakovski, pero sus recalcitrantes y reaccionarios enemigos atacaban con dientes y cuchillos la memoria del poeta, empecinados en borrarlo del mapa de la literatura sovitica. Entonces ocurri un hecho que trastorn aquellos propsitos. Su amada Lly Brick escribi una carta a Stalin sealndole lo desvergonzado de estos ataques y alegando apasionadamente en defensa de la poesa de Maiakovski. Los agresores se crean impunes, protegidos por su mediocridad asociativa. Se llevaron un chasco. Stalin escribi al margen de la carta de Lily Brick: Maiakovski es el mejor poeta de la era sovitica. Desde ese momento surgieron museos y monumentos en honor de Maiakovski y proliferaron las ediciones de su extraordinaria poesa. Los impugnadores quedaron fulminados e inertes ante aquel trompetazo de Jehova.

Supe tambin que a la muerte de Stalin se encontr entre sus papeles una lista que deca: No tocar, escrita por l de puo y letra. Esta lista estaba encabezada por el msico Shostakovitch y seguan otros nombres eminentes: Eisenstein, Pasternak, Ehremburg, etctera.

Muchos me han credo un convencido staliniano. Fascistas y reaccionarios me han pintado como un exgeta lrico de Stalin. Nada de esto me irrita en especial. Todas las conclusiones se hacen posibles en una poca diablicamente confusa.

La ntima tragedia para nosotros los comunistas fue darnos cuenta de que, en diversos aspectos del problema Stalin, el enemigo tena razn. A esta revelacin que sacudi el alma, subsigui un doloroso estado de conciencia. Algunos se sintieron engaados; aceptaron violentamente la razn del enemigo; se pasaron a sus filas. Otros pensaron que los espantosos hechos, revelados implacablemente en el XX Congreso, servan para demostrar la entereza de un partido comunista que sobreviva mostrando al mundo la verdad histrica y aceptando su propia responsabilidad.

Si bien es cierto que esa responsabilidad nos alcanzaba a todos, el hecho de denunciar aquellos crmenes nos devolva a la autocrtica y al anlisis de los elementos esenciales de nuestra doctrina y nos daba las armas para impedir que cosas tan horribles pudieran repetirse.

Esta ha sido mi posicin: por sobre las tinieblas, desconocidas para m, de la poca staliniana, surga ante mis ojos el primer Stalin, un hombre principista y bonachn, sobrio como un anacoreta, defensor tirnico de la revolucin rusa. Adems, este pequeo hombre de grandes bigotes se agigant en la guerra con su nombre en los labios, el Ejrcito Rojo atac y pulveriz la fortaleza de los demonios hitlerianos.

Sin embargo, dediqu uno solo de mis poemas a esa poderosa personalidad. Fue con ocasin de su muerte. Lo puede encontrar cualquiera en las ediciones de mis obras completas. La muerte del cclope del Kremlin tuvo una resonancia csmica. Se estremeci la selva humana. Mi poema capt la sensacin de aquel pnico terrestre.

Confieso que he vivido. Memorias(1974)Foto: Pablo Neruda en New York Pen Club Meeting Inge Morath The Inge Morath Foundation/Magnum PhotosSe incluye suOda a Stalincomo comentario a esta entrada