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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

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ELEMENTOS NECESARIOS PARA

ALCANZAR EL ESTADO IMPULSOR MEXICANO

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano Centro de Estudios de la Complejidad “Carlos Maldonado”. El Colegio de Morelos, 2020. 1a edición. ISBN 978-607-98944-1-2e ISBN 978-607-98944-0-5 Obra arbitrada bajo el sistema de pares ciegos. D.R © 2020 Todos los autoresD.R © 2020 El Colegio de Morelos Av. Morelos Sur 154 esq. Amates, Col. Las Palmas, Cuernavaca, 62050, Morelos, México. (01 777) 318 0125 www.elcolegiodemorelos.edu.mx

DIRECTORIO

Dr. Juan de Dios González Ibarra

Rector de El Colegio de Morelos

Mtra. Miguelina García Bustos

Secretaria General

Dra. Wendy Adhalid Caballero Yañez

Coordinadora Académica

Dra. Nereyda Salazar Galeana

Coordinadora Administrativa

Dra. Wendy Lucía Morales Prado

Encargada de despacho de la Coordinación de Difusión

Efraím Blanco

Subdirector de Difusión y Vinculación

Ixshel Morales G.

Diseño y formación

Registro ante la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana: 3948

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ELEMENTOS NECESARIOS PARA

ALCANZAR EL ESTADO IMPULSOR MEXICANO

Coordinadores:Dra. Barbara Edith Orihuela Rosas

Dr. Juan de Dios González Ibarra

Centro de Estudios de la Complejidad

“Carlos Maldonado”

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ÍNDICE

Introducción 7

I. ¿Por qué triunfan las naciones? Estudio del caso de éxito de Finlandia y la Cuarta Transformación 11

Juan De Dios González Ibarra / Carolina Peña Zepeda

II. Trayectorias institucionales del estado desarrollador japonés (1868-2019) 39

Karen Ramírez González

III. China: Una economía ecléctica 67

Juan Manuel Ávila Silva

IV. Bienestar social, económico y político en México: Porfiriato, Cardenismo y Cuarta Transformación 87

Gustavo Arce Landa

V. Constitucionalismo Impulsor En México 113

Barbara Edith Orihuela Rosas

VI. Nuevas formas de organización. Tema relevante para iniciar la construcción de un estado impulsor mexicano 129

Canek Ángeles Tovar

VII. La educación para el desarrollo nacional en América Latina. Los casos de Argentina, Brasil Y México 157

Alejandro Ortiz Cirilo

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INTRODUCCIÓNLa presente investigación nace con el fin de enriquecer al Estado mexicano contemporáneo con un nuevo paradigma social, político, jurídico y económico, que coadyuve a mejorarlo a partir de una filo-sofía político-social de progreso, basada en la necesidad de un Estado impulsor mexicano.

Esta obra, que surge de una conclusión compartida por sus colabora-dores, en cada uno de los capítulos presenta la existencia de particulari-dades que, a través del paradigma impulsor, forjarán una acción rectora de transformación del tejido del Estado mexicano.

En el capítulo primero se presenta un estudio comparativo entre México y el país que está catalogado dentro de las naciones del primer mundo europeas o desarrolladas: Finlandia, que un ejemplo de éxito y a principios del siglo pasado era un ducado ruso, de economía rural y humilde, que atravesó por una guerra civil y sufrió otros enfrentamien-tos contra los nazis y la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, y actualmente “es un país independiente, próspero y moderno, siendo considerado como el país más ‘feliz’ del mundo”. Los autores formulan la hipótesis de que el impulso de la educación finlandesa fue, si no la razón más importante, sí una determinante, así como la honestidad de sus habitantes y su gobierno, que contrasta contra la gran corrupción e impunidad que padece México.

El capítulo segundo aborda la trayectoria institucional del Estado japonés. En primer lugar, explora sus procesos de transformación eco-nómica desde el siglo XII hasta la actualidad. La metodología que uti-liza la autora de este capítulo, parte del método de análisis politológico del enfoque de las trayectorias dependientes (path dependence), pertene-ciente al institucionalismo histórico, y como enfoque teórico explicativo recurre a los modelos de capitalismo propuestos por Litan y Schramm (2008). Así, los principales hallazgos del análisis institucional reflejaron que en Japón, durante los siglos XII al XV, se formaron los aspectos con-tingentes de la inestabilidad política y social, hasta llegar al equilibrio múltiple en el periodo Edo (1568-1868) y más tarde, con la Restauración Meiji (1868-1912), se produjo la primera trayectoria reformista y la etapa de inercia en su desarrollo económico.

Con respecto al análisis político, se hallaron coyunturas críticas y fac-tores que permitieron el despegue económico de Japón, así como la cons-

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trucción de la segunda trayectoria reformista, derivada principalmente de las dos guerras mundiales, hasta el denominado “milagro econó-mico japonés” (1946-1972). A partir de ello, la retroalimentación positiva se empleó a modo de balance general del estudio de caso, para explicar aspectos que han formado la fase de recorte (retrenchment) en el proceso de expansión del estado desarrollador japonés, de 1973 a la fecha.

El capítulo tercero destaca la oportunidad de la República Popular China como una nación de la cual se aprende. En gestión de políticas eco-nómicas, China aplica una teoría ecléctica, que consiste en la combina-ción de una economía planificada con una de mercado; es decir, aplica políticas neoliberales y posneoliberales que la han llevado del décimo al segundo puesto entre las diez mayores economías del planeta, pues impulsa el 30% del crecimiento económico global, por lo cual, a través del método de análisis, se estudia el fenómeno de la globalización.

Como China ha logrado un crecimiento económico importante, se iden-tifican las teorías económicas relevantes, así como datos estadísticos de su crecimiento económico, de acuerdo a datos del Banco Mundial, además de los factores internos que han contribuido a alcanzar su éxito económico.

El capítulo titulado “Bienestar económico, político y social en México: porfiriato, cardenismo y cuarta transformación”, presenta un recuento de estos tres periodos de gobierno en el país. Se aborda cada uno de ellos desde la óptica de los respectivos avances que se dieron durante esos gobiernos, se analizan las políticas implementadas, los logros y los alcances, así como la importancia que tuvieron y tienen, en el caso del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, para los ciudadanos.

El análisis parte de una breve descripción del contexto político en el que Porfirio Díaz, Lázaro Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador lle-garon al poder, y posteriormente expone la política económica y social que impulsaron y presentan las similitudes entre los tres regímenes y sus coincidencias por ser periodos históricos que representan un par-teaguas para México: la inversión extranjera, la expropiación petrolera y el decidido combate al neoliberalismo (en el Porfiriato, Cardenismo y la Cuarta Transformación, respectivamente), que son expuestas en el transcurso del ensayo. Para el autor es importante destacar que la polí-tica económica de cada uno de estos periodos ha conducido al país hacia un crecimiento y hay que acentuar sus aciertos y los factores que lleva-ron a México hacia el desarrollo.

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El capítulo quinto parte de la necesidad de un constitucionalismo impulsor, que dote al Estado mexicano de directrices que permitan un avance sostenido y real, en los campos económico, político y jurídico, desde una visión biosocial e impulsora que coadyuve a la resolución del fracaso del capitalismo por imitación, que se ha valido del sistema jurí-dico mexicano como una de las herramientas de la gobernanza global, que genera factores de riesgo al imperio de la ley, la soberanía nacional y la creciente inseguridad económico-política-social del país.

En el sexto capítulo se identifican los elementos para lograr un estado impulsor mexicano, a través de retomar nuevas formas de organización, que, a grandes rasgos, conllevan cambios enfocados a permitir la mejora y el logro de los objetivos planteados. Al paso de los años, en México, como en otras partes del mundo, el Estado ha perdido cierto margen en actividades fundamentales para su desarrollo, por lo que se requiere un enfoque que trascienda la dimensión económica e integre la social, cultural, ambiental y hasta la política. En parte, esta carencia subsiste debido a la modalidad organizacional que ha predominado en el Estado mexicano, la llamada burocracia, que desde hace tiempo impide un fun-cionamiento amplio que le impide enfocarse en el beneficio integral de sus habitantes. Por ello se requiere trascender esa burocracia y generar una nueva forma de organización, que permita, en el largo plazo, lograr niveles de vida equiparables a los presentados por naciones como Fin-landia, Japón o Alemania. Así, este capítulo aborda el tema de las nuevas formas de organización y su relevancia para avanzar en la construcción de un estado impulsor mexicano.

Por último, en el capítulo séptimo, se realiza un estudio de las formas específicas de la legislación educativa en distintos contextos nacionales que buscan garantizar el desarrollo nacional. Igualmente haciendo uso del método comparativo, se realiza un análisis de la educación nacio-nal a través de los cambios legislativos en distintos contextos para com-prender como han respondido los Estados nacionales a las demandas políticas de una mayor democratización escolar y, por lo tanto, de una educación más tolerante e incluyente.

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I. ¿POR QUÉ TRIUNFAN LAS NACIONES? ESTUDIO DEL CASO DE ÉXITO DE FINLANDIA Y LA CUARTA TRANSFORMACIÓN

Juan de Dios González Ibarra / Carolina Peña Zepeda

IntroducciónAdemás de la inseguridad, uno de los grandes problemas que padece México es la gran desigualdad en el ingreso de las personas y, conse-cuencia del neoliberalismo, la concentración de la riqueza nacional en manos de unas cuantas familias. Así, el Instituto Nacional de Estadís-tica, Geografía e Informática, mediante su Encuesta Nacional de Ingre-sos y Gastos de los Hogares de 2018 (enigh, 2018), señala que el año anterior éramos 125, 091, 790 habitantes, 75.5% en regiones urbanas y 24.5% en rurales; 34.7 millones de hogares con 87, 826 viviendas, dentro de la población. En cuanto a ingresos, aquellos habitantes que cuentan con estudios de posgrado completo o incompleto reciben anualmente en promedio $ 86, 880 pesos, en tanto que los que sólo tienen primaria terminada perciben $8 527 pesos, lo que implica que los primeros, gra-cias a sus estudios superan en ingresos un 1018% a los que sólo cursaron la educación básica.

Conforme al estudio comparativo entre Finlandia, que ocupa siem-pre los primeros lugares dentro de los llamados países de primer mundo o desarrollados y de la Unión Europea, es ejemplo de éxito. Luego de que en el siglo xx fuera un ducado ruso, rural y pobre (Viianto, 2019: 385), enfrentó una guerra civil y otra contra los nazis (Davies, 2008: 305) y una con la urss durante la Segunda Guerra Mundial, hoy “es un país inde-pendiente, próspero y moderno, siendo considerado como el país más ‘feliz’ del mundo” (Heliwell, Layard y Sachs: 2018; Viianto, 2019: 385).

Por su parte, México en años los cincuenta se encontraba en una mejor situación, por lo que se debe preguntar: ¿qué pasó en el lapso que va de mediados del siglo xx hasta el día de hoy? ¿Cuáles son las causas de la gran brecha entre ambos países? Ante lo anterior, se formula la hipó-tesis que si el impulso que se dio a la educación finlandesa no es la razón más importante, sí una de ellas; otra causa, es la honestidad de sus habi-tantes y su gobierno, contra la gran corrupción e impunidad que operan en México (Acemoglu y Robinson, 2014: 379).

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1. El exitoso caso de FinlandiaLa apuesta por la educación incluyó a las mujeres, por lo que al referirse a la segunda mitad del siglo pasado, Eric Hobsbawm (2014: 313) menciona en el ámbito universitario que en este país:

Las mujeres hicieron también, en número impresionante y cada vez mayor, en la enseñanza superior, que se había convertido en la puerta de entrada más visible a las profesiones de responsabi-lidad. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, constituían entre el 15 al 30 por ciento de una avanzada en la lucha por la emancipación femenina, salvo Finlandia donde ya forma-ban casi el 43 por 100.

Por otra parte, David Kirby (2010: 291) señala que el ingreso de Finlandia a la hoy Unión Europea ocurrió en 1995, por medio de una votación expresada así: “Las clases medias urbanas y los ciudadanos mayoritariamente por el sí; los grupos de más edad y la población rural, especialmente en las regiones del este y del norte votaron por el no”. En relación a la crisis económica que padeció la globalización, “el público desconfiaba profundamente de los políticos y en la inmediata conse-cuencia de los problemas bancarios, la percepción popular fue que los políticos habían rescatado a los bancos a costa del público”. Con la mecanización del campo sucedió algo singular, pues “miles de hijas de granjeros eligieron dejar la tierra antes que convertirse en la esposa de un granjero” (2010: 306); por supuesto, con las universidades abiertas, muchas mujeres se integraron al sistema de educación superior, con el efecto de que Finlandia tendría una fuerza laboral altamente capaci-tada en la medicina, economía, derecho, cibernética, humanidades y un largo etcétera, como mencionó en una entrevista a un dirigente finlan-dés cuando le preguntaron por el secreto del desarrollo de su país, a lo que repitió: “educación, educación y educación”.

2. Una ruta para México hacia el éxito.Después de analizar el libro Estado Desarrollador. Casos exitosos y lec-ciones para México y por qué fracasan los países (2019), se llegado a la conclusión de que no hay una receta para nuestro país, por la compleja problemática que nos presenta su historia, idiosincrasia, cultura, edu-cación, inseguridad, etcétera; por el contrario, se necesita comprender el momento actual, en lo que el actual presidente Andrés Manuel López Obrador (2019: 172) llama la Cuarta Transformación; a juicio del man-

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datario, los otros periodos de transformación del país son: la Indepen-dencia, la Reforma juarista y la Revolución mexicana. Así, este periodo de cambio manifiesta una axiología que ordena “no mentir, no robar, no traicionar al pueblo, cero corrupción, una democracia participativa y un país con bienestar con una República fraterna” (2019: 183-186).

Ahora bien, se enfrenta a la pregunta ¿cómo la ciudadanía puede par-ticipar en el combate a la inseguridad? Esto, debido a la información que llega desde Estados Unidos, por la detención del exsecretario de seguri-dad pública, Genaro García Luna, por corrupción, contubernio e impuni-dad a la guerra emprendida por el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa, que trajo miles de muertos y desaparecidos, y que sólo fue para ¡proteger al Cartel de Sinaloa del “Chapo” Guzmán! (Espino, 2019: 1-6).

La respuesta del actual gobierno al problema heredado de insegu-ridad, es la creación de la Guardia nacional; sin embargo, respetuosa-mente se considera que no será suficiente, sino que es necesario armar a la ciudadanía, identificarla por sus antecedentes y actividad como un personaje ejemplar, capacitarla, controlarla y registrar ante la Secretaría de la Defensa Nacional armas como, por ejemplo, el rifle semiautomá-tico LAR-8-X-1 de la fábrica Rock River Arms (Skyhorse, 2019, 200), ade-más de contar con un control satelital del arma y del ciudadano.

El presidente afirma que su ángel guardián es el pueblo de México; entonces, necesita ángeles guardianes armados y supervisados cotidia-namente por la Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina Armada. En contraste, se señala a Estados Unidos, que cuenta con una población de casi 300 millones de habitantes, en donde se estima que en los hoga-res estadounidenses existen 200 millones de armas de todo tipo, con-forme a lo establecido por su Constitución.

En el libro antes citado, Hacia una economía moral, se menciona que la corrupción es el primer problema de nuestro país y se debe, en gran parte, al fracaso del modelo económico neoliberal, que se confirma con los casos de Argentina, Chile y Perú. El Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, ha mencionado que lo que el Fondo Monetario Interna-cional estimó como recomendación, no se reconoce hoy acertado, con una fórmula que indica que el 1% de la población tiene el equivalente de lo que posee el 99% restante (2012: 187); por lo cual, deacuerdo con lo que el presidente López Obrador afirma, se plantea la necesidad de una República moral con ciudadanos armados, con elevada ética y eficaz control, con respeto a la división de poderes (Luhmann, 2010, 181).

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Por lo que se refiere a la necesidad de “cero corrupción”, se considera totalmente acertado este propósito, pero el soborno o la famosa “mor-dida”, que viene desde la Nueva España, implica un cambio cultural. Carlos Monsiváis, uno de los maestros más cultos que ha tenido México, afirmó que tal práctica inmemorial era toda una institución nacional; conforme a ello, se necesitan instituciones sólidas, no líquidas (Bau-man, 2004: 157), que encabecen el combate a la corrupción con la parti-cipación de la ciudadanía.

Sobre la austeridad republicana, inspirada en las palabras pronun-ciadas el 2 de julio de 1852 cuando era gobernador de Oaxaca don Benito Juárez García, se menciona que el servidor público “debe consagrarse asiduamente al trabajo, resignándose a vivir en la honrosa medianía que proporciona la retribución que la ley le haya señalado”. Todo este ideario representa lo opuesto a lo señalado en 1973 por un exgoberna-dor del Estado de México, cuando aseveró que “un político pobre es un pobre político”. Por lo tanto, López Obrador busca rescatar esta moral de la Segunda Transformación, en el sentido a la separación de lo empre-sarial y lo público, al resaltar que “la consigna de nuestros liberales del siglo XIX”, se sintetiza en la sentencia: “Al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie” (2019: 79).

En “una democracia participativa” los ciudadanos honestos tienen derecho a tener armas para la defensa de sus casas, barrios, colonias, ciudades, estados y república; hoy, la inseguridad no se ha logrado abatir en estados de la república con condiciones de delincuencia peores que otros; salvo en Yucatán, donde se ha involucrado a la sociedad, lo que permite suponer que sí se puede replicar lo que ocurre en tierras mayas.

En cuanto a mejorar la distribución del ingreso de las familias mexi-canas y no solamente buscar el crecimiento del producto, es totalmente válido para una mejor sociedad nacional y ayudar para que los jóvenes y adultos se alejen de las adicciones; sin embargo, existe el problema de que “se recibió una deuda pública de 10.5 billones de pesos, resultado de la irresponsabilidad y la corrupción de los gobiernos del régimen anterior, lo que obliga a destinar 749 000 millones de pesos del presupuesto para pagar el servicio de la deuda. Sin embargo, con la fórmula de acabar con la corrupción y reducir el costo del gobierno se saldrá adelante” (2010: 134). El actual régimen busca un país con bienestar y fraternidad, “que es la manera más eficaz de para garantizar la gobernabilidad, el Estado de Derecho y la armonía social” (2010: 141), que se suma al anhelo de garantizar educación

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pública hasta la universidad. Todas estas directrices indican que tenemos un gobierno con un mejor rumbo, con un proyecto de nación alcanzable, apoyado en el paradigma emergente de la complejidad y la transdiscipli-nariedad; ante la solución de problemas que exige nuestro país, corres-ponde lógicamente una respuesta compleja y transdisciplinaria.

3. El pensamiento complejoLa complejidad, como reto que enfrenta a la ciencia clásica newtonia-na-cartesiana, obliga a abrir el pensamiento ante una nueva visión de la realidad, lo que implica que se debe recurrir a la transdisciplinarie-dad como una panlógica que, al articular los diferentes conocimientos disciplinarios, permita desde el referente básico del bucle moraniano construir una malla multidimensional que facilite atrapar los entes para alcanzar el pensamiento complejo totalizador.

El paradigma emergente de la complejidad invita a reflexionar sobre él, por lo que sebe señalar que el referente básico en la complejidad es el bucle moraniano (Morin, 1990: 37), mientras el concepto socrático es la unidad básica de la ciencia y el metaconcepto hegeliano-carrolliano de la unidad básica de lo epistémico; la anterior afirmación obliga a desa-rrollar el bucle, que es con el principio recursivo como las olas del mar, donde todo efecto produce una causa y cada causa de nueva cuenta es efecto. Lo poiético, con su efecto autoconstructivo se aplica aquí, por ello se puede identificar al bucle como el ser lógico transdisciplinario que dinámicamente produce lo complejo; así, lo transdisciplinario conlleva bucles que recursivamente producen lo transdisciplinario en una reno-vadora retroalimentación incesante.

Lo transdisciplinario (Nicolescu, 1996: 10) implica una flecha que cruza las disciplinas y también una translógica, como aquella que suma las diferentes lógicas disciplinarias que integran consecuentemente un tejido en donde cada ciencia constituye un hilo que permite construir un lienzo con el que se explica una realidad determinada: una transló-gica que penetra y se mueve como una flecha en el tiempo disciplinario, rompiéndolo, para crear una nueva dinámica que permite, desde el pen-samiento complejo, comprender a partir de un segundo orden lo sujeto a comprensión y explicación.

Así, si se quiere comprender desde el pensamiento complejo al ser humano, se necesita aceptar que es un ser racional, emocional, pasio-nal, espiritual, instintivo y cultural, que implica lo histórico y lingüís-

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tico, así como todas aquellas aportaciones que la humanidad ha hecho en su historia, por lo cual el legado de Freud (1978: 237) es invaluable, al igual que el de Heidegger (2013: 113) y el de Ludwig Wittgenstein (2012: 86), al poder afirmar que si la muerte es un sueño eterno, la vida es un despertar de solamente x años.

Lo complejo es cuántico, no digital con lógica binaria de 0 o 1, sino que 0 y 1 se hermanan, lo que lleva a lo infinito de recorrer de 0 a 1, para luego cambiar la lógica disciplinaria a transdiciplinaria. Gracias a pensadores como Edgar Morin e Ilya Prigogine (1999: 56), la huma-nidad ha podido avanzar, mientras que las ciencias llegan hasta donde el ser humano lo ha logrado. Lo transdisciplinario, como pensamiento complejo, genera un nuevo conocimiento que de acuerdo con la lógica mencionada del 0 y 1, nos conduce a una panlógica que cursa todas las lógicas disciplinarias y así a un destino que integra lo transdisciplina-rio y lo niega dinámicamente, por lo que se está ante un nuevo diálogo de todas las ciencias, técnicas, artes y tecnologías que la humanidad ha desarrollado. Esto permite situarnos en las fronteras de los conoci-mientos y lleva a un saber desde la complejidad.

Cuando en la epistemología de primer orden, se está en el campo del conocimiento del conocimiento (González, 2019: 56), mientras en la de segundo orden se está ante lo sapiencial, entonces congruente-mente se debe manejar el saber del saber; aquí ayuda Heidegger, cuando menciona que la nada “nadea”, lo que es fácil demostrar; por ejemplo, en nuestros alimentos envasados al alto vacío, implican que la nada del oxígeno y otros gases, al eliminarse por tal procedimiento, permiten evi-dentemente que la nada “nadee”. En el caso del 0, también se presenta la nada, al permitir que una unidad con el 0 a la derecha eleve al número 10 la cantidad de entes que expresamos con ese 0, que no ejercería su función si estuviera a la izquierda, por lo tanto para que el cero “nadee” obligatoriamente debe ir a la derecha.

El cero originario en maya-oriental es una negación-afirmación de lo abstracto-numérico, que permite romper la barrera de la suma para pasar a otro orden lógico infinito, en donde en el número 10 o 20 de la nada “nadea” con su potencia originaria. La lógica del cero nos permite pasar a un segundo orden, producido por la generatividad de lo origi-nario, es la nada que “nadea” al potenciarla a una unidad para transfor-marla en 10, así el 1 se convierte en 10 manzanas; no se trata de una sim-

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ple suma, sino es otra lógica que dinámicamente en el 10, el 20 o el 30 se manifiesta gracias al poder originario del cero o la nada que “nadea” (Heidegger, 2013: 98) en todo su esplendor.

Lo sapiencial del segundo orden de la epistemología de esta calidad implica superar la del primer orden, que permite manejar los conoci-mientos disciplinarios de cada ciencia que se desee desarrollar, mientras que en el segundo orden se exige la superación de lo anterior y el meta-concepto como la unidad básica de la epistemología del primer orden, como lo expresó Hegel (1997: 387). al afirmar “que la pena es la negación de la negación del derecho”, o siguiendo a Lewis Carroll (2010: 66), “no se pueden ni perder aquellos que no saben a dónde quieren ir”, o también “cualquier camino es válido para quienes carecen de la voluntad de diri-girse hacia un destino determinado” (2010: 72), así como el consiederado más grande crítico literario de la teoría del canon, Harold Bloom (2005: 247), al citar a Paul Valéry (1871-1945): “Nada es más ‘original’, nada es más ‘uno mismo’ que alimentarse de los demás. Pero hay que digerirlos, los leones están hechos de ovejas asimiladas”, por lo que “decimos que un autor es original cuando ignoramos las transformaciones ocultas que otros han producido en él; queremos pues decir, que lo que hace ese autor es demasiado complejo e irregular en relación con lo que ya fue hecho”.

Afirma Bloom que Troilo y Crésida (Shakespeare, 2000: 65) es la más compleja de las obras de Shakespeare, mientras que refiriéndose a Luis Vaz de Camöens (1524-1580), autor de Los Lusiadas (Vaz de Camoens, 2003: 241), cita que su episodio favorito es el erótico canto 9, en el que Camöes escribió “que, si heridas aún están viviendo, será para sentir que van muriendo”, que se refiere a las ninfas heridas mortalmente por las flechas lanzadas por Baco. También de Saramago (Bloom, 2005: 269) toma lo siguiente: “tú, que le quitas lo mundo al mundo, tú que eres la paz, tú que no existes, que solo eres la ausencia de la luz”, lo que nos recuerda el “nadear” de Heidegger.

Del premio Nobel de Literatura del año 1990, Octavio Paz (1914-1998), Bloom toma el poema Piedra de sol, en donde el mexicano expresa “Amar es combatir, es abrir puertas, dejar de ser fantasma con un número, a perpetua cadena condenado por un amor sin rostro. El mundo cambia si dos se miran y se reconocen, amar es desnudarse de los nombres” (Paz, 1989: 95); en este aspecto, es común que los que se aman se nombren “cariño”, “amor”, “cielo”, “corazón” y otros apelativos.

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Siguiendo con el segundo orden del conocimiento, lleva a usar bucles que permiten retroalimentar para que en un movimiento incesante, como es el del mar, llegue a un nivel, en el cual lo disciplinario ha que-dado atrás y entonces, con una visión amplia, distinguir la sima y la cima de los conocimientos, lo que nos conduce a lo sapiencial; un ejemplo de ello es el que Harold Bloom (2006: 87) toma de John Ruskin (1819-1900), quien definió al poeta como “el hombre a quien le hablan las cosas”, por lo que se puede apreciar que puede recibir de todas las cosas sus saberes, por lo que la poesía puede ser transdisciplinaria.

3.1 La transdisciplinariedad

La visión clásica de un mundo que se rige por leyes universales, inmuta-bles e ineludibles, ha encontrado en la complejidad su más grande cues-tionador, pues abreva de la fuente que diluye las fronteras disciplinares, que invade todo el espectro del saber, reta a la existencia y a su sentido. El derrumbamiento de la pirámide construida con bloques disciplina-res permite que el pensamiento de la humanidad tenga terreno para expandirse; sin embargo, este campo deberá explorarse con una visión que comprenda la totalidad de los factores que este nuevo paradigma contempla y, en caso de que esa tarea se considere ambiciosa o desmesu-rada, comprender al menos sus implicaciones.

En el paradigma de la complejidad no se puede pasar por alto el estu-dio de la transdisciplinariedad. Uno de sus mayores exponentes es el doctor en física cuántica Basarab Nicolescu, cuyo pensamiento esbo-zado en su Manifiesto de la Transdisciplinariedad, afirma que dicho tér-mino, surgido hace tres décadas, expresa la necesidad de una feliz trans-gresión de fronteras entre las disciplinas, de una superación de la pluri y la interdisciplinariedad (Nicolescu, 1996: 3). Dicha transgresión, en el contexto de la cuarta revolución industrial (Schwab, 2018: 43), en par-ticular de la revolución informática, podría, a consideración del autor, conducir un “compartir de conocimientos” entre todos los seres huma-nos; sin embargo, “compartir de saberes” es un término más adecuado pues, como se mencionó anteriormente, en la epistemología de segundo orden se encuentra en el fértil campo de lo sapiencial.

El doctor en pedagogía, Miguel Martínez, considera a la transdisci-plinariedad como un movimiento que desea ir más allá de las limitacio-nes de la uni-disciplinariedad y la multi-disciplinariedad, que integra a una disciplina con los saberes de otra; y de la inter-disciplinariedad, que

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lleva el orden epistémico y metodológico de una a otra, pues pretende superar la parcelación y fragmentación del conocimiento que reflejan las disciplinas particulares y su consiguiente hiperespecialización. El doc-tor Martínez se detiene a revisar la intrincada red de relaciones, nexos e interconexiones que las constituyen (Martínez Miguélez, 2003: 3).

Así, el conocimiento transdisciplinario se da entre, a través y más allá de las disciplinas, fundando su teleología en este más allá, pues busca comprender el mundo en el que vivimos, cuyo imperativo fundamental es la unidad del conocimiento; por ello, la transdiciplinariedad no cons-tituye una teoría, sino una nueva visión del mundo y de la racionalidad humana (Osorio García, 2012: 281).

Por su parte, Osorio García menciona que la transdisciplinariedad no es una invitación a desechar los conocimientos disciplinares, sino bus-car y encontrar una nueva forma de organizarlos, un paradigma de com-plejidad, una visión transdisciplinar para el conocimiento (2012: 289), concluyendo que es la forma de conocer la complejidad de qué somos y en qué constituye; es la mejor estrategia cognoscitiva para poner en circulación el pensamiento complejo, capaz de enriquecer la compren-sión del mundo actual, que ayuda a su vez a buscar la unidad del cono-cimiento fragmentado en las disciplinas y afrontar, desde una nueva racionalidad, el reto de la supervivencia planetaria (2012: 290).

Encontramos acertada la afirmación que señala el peligro inminente que enfrenta la humanidad ante su autodestrucción, en tres diferentes dimensiones: lo material, lo biológico y lo espiritual (Nicolescu, 2003: 7), aludiendo a lo ya establecido por Heidegger, cuando afirmó que “la ciencia no piensa”, al establecer que “esta triple autodestrucción potencial es, sin duda, el producto de una tecnociencia ciega pero triunfante, obedeciendo sólo a la implacable lógica de la eficacidad por la eficacidad” (2003: 7).

La transdisciplinariedad nos invita a dejar el confortable punto de vista que representa el pensamiento disciplinario, ideología predominante en la humanidad desde el siglo xix, que genera la idea de continuidad, al con-fiar ciega y religiosamente en la existencia de leyes, orden y estabilidad, que tratan de convencer en la posibilidad de prever situaciones futuras, de saber las consecuencias al conocer los factores que intervienen y sus interacciones, dado que se fundan en el convencimiento de que para lle-gar del punto A al punto B, de manera indefectible, se debe recorrer una serie de pasos encadenados e ininterrumpidos. Así, según el autor, esta concepción determinista del mundo se irrigó del campo de la física a otras

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ciencias, que acogieron la promesa seductora de las leyes, como la socio-logía, la Historia, la economía, entre otras, siendo ésta evidenciada en la ideología marxista que retoma los fundamentos de la física clásica: conti-nuidad, causalidad local, determinismo y objetividad (2003:11).

La complejidad, de la mano con la transdisciplinariedad, ha llegado a incomodar a una gran cantidad de ciencias y disciplinas que prometían conocer y dominar las “reglas del juego”; sin embargo, como lo esbozan los artículos cuarto y quinto de la Carta de la Transdisciplinariedad de Nico-lescu: “La piedra angular de la transdisciplinariedad reside en la unifi-cación semántica y operativa de las acepciones a través y más allá de las diferentes disciplinas” y “la visión transdisciplinaria es definitivamente abierta en la medida en que trasciende el campo de las ciencias exactas, estimulándolas para que dialoguen y se reconcilien, no solamente con las ciencias humanas sino también con el arte, la literatura, la poesía y la experiencia interior” (2003: 121-122), por lo que se está ante un nuevo modo de ver el mundo, las relaciones humanas, la ética, la lógica, la eco-nomía, la política y la filosofía misma.

Nicolescu advierte que:

Rigor, apertura y tolerancia son las características fundamentales de la actitud y visión transdisciplinaria. El rigor en la argumen-tación que toma en cuenta toda la información disponible es la mejor barrera contra toda posible deriva. La apertura implica la aceptación de lo desconocido, lo inesperado y lo imprevisible. La tolerancia es el reconocimiento del derecho a las ideas y verdades opuestas a las nuestras (2003:14).

3.2 ¿Por qué es necesaria la sabiduría en el siglo xxi?

Ante las amenazas de guerras nucleares, las centrales atómicas y el dete-rioro de la naturaleza, el año 2050, considerado como el Año Cero de la humanidad, el género humano u homo sapiens sapiens por primera vez se encuentra ante el panorama de su propia autodestrucción. Es un viaje sin retorno: con la tecnología actual se ha deteriorado la naturaleza, como se puede constatar en los mares de plástico que contaminan océanos o la extinción de especies de animales, así como la pérdida de bosques tanto en la tierra como los arrecifes coralinos.

Se disiente de Harold Bloom, en el sentido de que no es correcto hablar de sabiduría, sino que procede mencionar sabidurías, exige origi-

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nalidad, honestidad, asombro, profundidad y modestia. En cada campo se requiere una cualidad como, por ejemplo, en el jurídico la prudencia, lo que implica distinguir el bien del mal; en el político, el sentido del bien común por encima del interés privado o de grupos; en el médico, el res-peto a la vida, pero también a una muerte digna alejada de la distanasia; en el económico, la justicia social contemplada por Aristóteles; en rela-ción con la naturaleza, el consumo prudente llamado decrecimiento; en el filosófico, la profundidad del pensamiento y la acción congruente con la calidad del ser humano, como Heidegger y Ortega y Gasset lo seña-laron, al alertar en no ser Uno o el hombre-masa que no piensa por sí mismo, sino que se deja llevar por las habladurías, los medios masivos de comunicación y los grandes intereses de las corporaciones.

Al respecto, se debe señalar que la sabiduría de Heidegger, con su andar filosófico ontológico, fue enorme, tanto que junto con Ludwig Wittgenstein es considerado como uno de los dos más grandes pensa-dores del siglo pasado, así como su sabiduría en el lenguaje, que es con-siderable al crear neologismos y filosofemas como Dasein; sin embargo, en términos morales y políticos, fue nula, en virtud de su afiliación al nazismo y sus amoríos con su alumna Hannah Arendt, entre otras tor-pezas que cometió en su vida, como el rompimiento con su maestro, Edmund Husserl, y con varios alumnos.

Lo mencionado anteriormente es un señalamiento de alguien que puede tener un tipo de sabiduría y carecer de otras, como Emmanuel Kant, quien con una gran sabiduría filosófica, en su vida hubo la ausencia del impulso vital de la libido. Otro ejemplo es obra de Jenofonte, en donde hay una gran sabiduría guerrera; sin embargo como alumno de Sócrates, los trabajos recuperados muestran que su sabiduría filosófica no existió. En el caso de Napoleón, sus carencias morales se evidenciaron al traicionar los ideales universales de la Revolución francesa. También es pertinente señalar casos como el de Vicent van Gogh o el de Paul Gauguin, como lo señala Aranda Torres (2004: 91), quien hace varios intentos para explicar el caso de van Gogh, al cual lo define como digno de una gran compresión emocional. Como contrapeso el budismo zen (Suzuki y Fromm, 1998: 123) o del místico indú Jiddu Krishnamurti (2019, 264) dan una mejor respuesta desde la filosofía oriental, con la integración del pintor a la naturaleza o a los objetos que pinta, ya que aunque fueron poseedores de una gran sabi-duría pictórica, sus vidas fueron tragedias humanas.

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En la música se encuentran grandes exponentes como Wolfgang Amadeus Mozart o Ludwig van Beethoven (Plazaola, 2007: 591), quie-nes en lo económico padecieron dificultades en discrepancia con su sapiencia musical.

Johann Wolfgang von Goethe abarcó la literatura con su Fausto, en la administración pública, el lenguaje, el teatro, la política y en la filosofía; sin embargo, en el campo de las emociones, en concreto en el amor, la sapiencia brilló por su ausencia en el caso de Ulrike von Levetzow, pues a los 73 años Goethe quiso casarse con esta jovencita de 17 años y le soli-citó al gran duque de Saxe-Weimar-Eisenach, Carlos Augusto, pidiera su mano, a lo que la joven, acaso con más sapiencia que el viejo Goethe, rechazó y la historia cuenta que ella nunca se casó; lo positivo de esta decisión insana de Goethe, fue que en su dolor por aquel rechazo com-puso la Elegía de Marienbad, uno de los poemas más bellos que escribió.

Otros ejemplos que se pueden encontrar son el de Albert Einstein, que su vida familiar fue desastrosa, o el de Georg Wilhelm Friedrich Hegel, quien unió la sapiencia filosófica con la estupidez racista y el elitismo, o el del gran Edgar Allan Poe, en donde su sapiencia literaria fue un poco absorbida por su vida perdida en el alcoholismo.

En la historia de la humanidad seres humanos han poseído varias sabidurías a la vez, como William Shakespeare, enorme en la tragedia, en la comedia y en el manejo del lenguaje, pues se estima que manejó 21,000 palabras diferentes, de las cuales 1,800 fueron creadas por él; o el caso de Leonardo Da Vinci, quien fue inmenso en la pintura, escultura, ingeniería, anatomía, anatomía, entre otras artes.

Desde la literatura, Harold Bloom en su libro ¿Dónde se encuentra la sabiduría?, obra que escribió enfermo y ante el temor elevado de una próxima muerte (Boom, 2006: 55), se dio a la tarea de buscar en dónde está ella presente y la encontró en diversos autores y libros como la Biblia, en especial en el libro de Job y el Eclesiastés; también la halló en Homero, Platón, junto con Sócrates, por lo que respecta a la Grecia anti-gua; así como en Cervantes, Shakespeare, Montaigne y Francis Bacon en el siglo XVI; Samuel Johnson, Goethe, Emerson y Nietzsche en el siglo XIX; Freud y Proust en el siglo XX. Lo que hay en común en las obras de los escritores mencionados, es que alcanzaron un alto nivel sapiencial por medio de sus obras. Al respecto, Bloom selecciona del libro de Job capítulo 28, 12-28, donde dice:

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Mas la sabiduría, ¿de dónde viene?, ¿cuál es la sede de la Inteligencia? Ocúltase a los ojos de todo ser viviente… Mira, el temor del Señor es la Sabiduría, huir del mal, la Inteligencia’ (Serrano, 2019: 41)

En el libro de Job la sabiduría se manifiesta como la confianza de él y de si su Dios no lo abandonará, a pesar de haber caído sobre él todos los males, con su esposa en contra, quien le reclama lo poco que cuida de él Dios y le recomienda que se muera; sin embargo, Job, como una roca, no pierde ni un segundo su confianza en el señor y logra derrotar al ene-migo real con el que se enfrentaba: el Diablo. Aquí la sabiduría proviene de Dios y es la primera afirmación con la que nos encontramos.

En el Eclesiastés, Salomón explica que ha aplicado su corazón a inves-tigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo, y afirma que posee una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos sus pre-decesores en Jerusalén, su corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia, así como la locura y la necedad, y concluye que “donde abunda la sabiduría, abundan penas y quien acumula ciencia, acumula dolor” (Salomón, 2018: 9).

Continúa el libro señalado con palabras sabias como “vanidad de vanidades, todo es vanidad”, y de igual manera enuncia su conocido poema Tiempo de nacer y tiempo de morir:

tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de abrazarse y tiempo de separarse, tiempo de encontrar y tiempo de perder, tiempo de sembrar y tiempo de cosechar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz… (2018: 30)

Harold Bloom acertadamente señala que para confirmar la sabiduría de Job hay que pagar un precio muy alto, mientras que en Salomón toda sabiduría se vuelve personal, fragmentos de una confesión que contem-pla igualmente matices de la sabiduría, de la aniquilación, comparables con el propio Shakespeare en sus tragedias, como culminación de la lite-ratura sapiencial (Bloom, 2006: 30).

En la tradición literaria griega con Platón encontramos una disputa sobre la fuente de la sabiduría, pues consideraba que los ciudadanos no necesitaban poesía, al condenarla por falta de verdad e incitar el deseo erótico, parte del nivel inferior del alma; por ejemplo, en La República

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considera que Homero debe quedar fuera de toda sociedad (Platón, 2018: 78). La sabiduría de Sócrates en Los Diálogos se manifiesta varias veces; su muerte es un ejemplo al negarse a escapar, pues considera que debe cumplir la ley aunque sea injusta.

Con Cervantes y Shakespeare, los escritores considerados por Bloom como los maestros de la sabiduría, encontramos en sus obras cumbre, El Quijote y Hamlet respectivamente, la supremacía que los distingue del resto, desde el Renacimiento hasta nuestros días. Don Quijote es un espejo que no se pone delante de la naturaleza, sino del lector, constitu-yéndose como un paradigma universal. La verdad estética que prevalece en El Quijote hace que nos enfrentemos con la grandeza, considerándolo como un sabio entre sabios. Por su parte, el príncipe Hamlet, inteligente más allá de la inteligencia (Bloom, 2006: 130), refleja la soltura de Sha-kespeare para crear el lenguaje y construir la realidad a través de los cla-roscuros de sus personajes.

Se debe resaltar una idea extraordinaria que Bloom ofrece de la lectura, al asegurar que leemos para reparar nuestra soledad, pues en la práctica cuanto mejor leemos más solitarios nos volvemos; sin embargo, no con-sidera a la lectura como un vicio o virtud, aunque la razón más profunda para leer tiene que ser la búsqueda de la sabiduría (2006: 130). La sabi-duría mundana rara vez es sabia o prudencial, aunque con Shakespeare tenemos al más sabio de los maestros y se aprecia en El rey Lear, cuando el viejo rey se confronta con el ciego Gloster, mencionándole: “Por eso pedí y se me concedió la prudencia; supliqué y me vino el espíritu de la sabidu-ría” (Shakespeare, 2018: 124). ¿Es entonces la sabiduría prudencia y humil-dad? Lo que afirma el rey nos invita a reflexionar sobre esa pregunta.

La sabiduría de los sucesos, como los cataloga Bloom, se encuentran en Montaigne y Bacon, que entienden este tipo de sabiduría como los pensamientos plasmados en los ensayos personales, donde se evidencia su abrumadora franqueza por la sabiduría (Bloom, 2006: 155). Lo que Montaigne ofrece va más allá de la sabiduría, ya que invita a aumentar el conocimiento sobre sí mismo; además, reconoce que los ensayos son algo tan completo como nos parecen las obras de teatro y los poemas de Sha-kespeare (2018: 159), calificándolo como un mentor sabio que da fuerzas para vivir la vida, pues busca sin cesar la naturaleza del hombre.

Bloom asegura que Montaigne es sereno en su libertad de aprender sabiduría, al estudiarse a sí mismo (Montaigne, 2012: 12); de ahí surge una de sus frases célebres: “yo mismo soy la materia de mi libro” (Bloom,

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2009: 792). Así afirma que la sabiduría cura la melancolía, para crear la capacidad de permitir que el duelo y dolor sean aliviados (Bloom, 2006: 172). Sin embargo, en el padre del ensayo hay un camino que se aleja de lo concebido por Job, sobre dónde encontrar la sabiduría, pues con su Sócrates rescata la sabiduría humana del destierro celestial, quien activa una riqueza y no trae dialéctica ni virtud, sino un estado espiritual, que es una fuerza única, dirigida hacia sí. Esa fuerza, y no el temor a Dios, es el comienzo de la sabiduría (La Biblia, versículos 9:10). Este estado espi-ritual que refiere es precisamente lo que se sostiene como elemento de compresión del ser humano desde el pensamiento complejo, aunque sea el único componente sapiencial del hombre.

Con Francis Bacon, desde la percepción de Shelley, hay un lenguaje cuyo ritmo dulce y majestuoso que satisface los sentidos como su sabi-duría, casi sobrehumana, satisface el intelecto (Shelley, 2015: 23); sin embargo, Bloom reconoce en Bacon un escritor sapiencial valioso, aun-que no comparable con Montaigne, cuando afirma que “Bacon era quizá tan desagradable como brillante, original e incapaz de amar a nadie” (Bloom, 2006: 185), que confirma la tesis sobre la posibilidad del ser humano de poseer un tipo de sabiduría y carecer de otros; para apoyar esta aseveración se refuerza con la caracterización que de él hace Alexan-der Pope, cuando lo califica como “el más sabio, brillante y mezquino de los hombres”. Su incapacidad manifiesta de sostener relaciones perso-nales sanas se refleja en su concepción del amor, al considerarlo como “la destrucción de la sabiduría” (Pope, 2017: 65).

En Samuel Johnson tenemos a un sabio cristiano que, a considera-ción de Bloom, es el mejor de todos los críticos literarios, y demuestra la naturaleza de dicha sabiduría en La historia de Ràsselas, príncipe de Abi-sinia, en donde el núcleo de su filosofía memorable y mordaz (Bloom, 2006: 211) se condensa en el pensamiento de Imlac, al exponer la tenden-cia del autor a la locura y a la profunda melancolía cuando esboza:

Paulatinamente el reino de la fantasía se afianza; primero se hace poderosa y, con el tiempo, despótica. Luego las ficciones comien-zan a obrar como realidades, los falsos prejuicios arraigan en la mente y la vida se pasa en sueños de arrobamiento o de angus-tia. Este, señor, es uno de los peligros de la soledad que, según confesó el eremita, no siempre fomenta la bondad, y que, como la desgracia del astrónomo ha probado, no es siempre propicia a la sabiduría (Johnson, 2017: 144).

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Nuevamente se confirma el estar en posesión de la más elevada sabi-duría literaria y al estar privado de la que alegra el espíritu y reconforta el alma, Johnson temía a la agonía y a la muerte, a pesar de ser un devoto cristiano; pero temía más una crisis de sus facultades intelectuales, aun-que a los setenta y cinco años su mente tenía más vitalidad que nunca; sin embargo, no consiguió aliviar sus angustias (Bloom, 2006: 215), por ello con la vejez son necesarias la serenidad y la prudencia.

En contraposición a Johnson, Bloom nos presenta a Johann Wolfgang von Goethe, de quien explora su sabiduría basada en el reconocimiento de que lo más importante es el misterio accesible, lo que puede sugerirse pero no afirmarse (2006: 228). Esta postura la traduce el autor como la renuncia al deseo, al arrojar la sugerente pregunta: ¿Es la sabiduría nada más que otra renuncia al deseo? Esa “renunciación” tiene su escandaloso retrato en su Trilogía de la pasión, en la que plasma el profundo arrebato extático (Bloom, 2006: 231) de su afán por desposar a Ulrike von Levetzow.

Alfonso Reyes reconoce la conveniencia de entender a Goethe como un caso de simultaneidad prodigiosa, pues dejó trazados mil senderos: el lirismo personal, el drama gótico, el romanticismo, la moderna tragedia, un nuevo clasicismo y el concepto de la “literatura mundial”; el enten-dimiento filosófico de la ciencia (Reyes, 2014: 167-168); sin embargo, su postura elitista, según afirma Bloom, lo coloca lejos de la humildad cris-tiana, cualidad descrita al inicio de este trabajo.

En el siglo XIX Ralph Waldo Emerson, quien después de abandonar su profesión como pastor unitario, se dedicó a la escritura sapiencial, ins-pirado en los trabajos de Plutarco, Montaigne, Shakespeare, entre otros; “leí en busca de esplendor” es una de sus frases más asiduamente citadas, cuando reconoce que precisamente de esplendor llenó sus cuadernos.

A pesar de reconocer la profundidad de lo esbozado en Confianza en sí mismo en la heideggeriana frase: “Solo la vida nos es provechosa, no el haber vivido”, en Bloom se reconoce la genialidad de su ensayo Destino, perteneciente a La conducta de la vida, en donde plasma:

El hombre tampoco puede ignorar el libre albedrío. Para arries-garse a la contradicción: la libertad es necesaria. Si deseas colo-carte del lado del Destino, y decir: el Destino es todo; entonces podemos decir, una parte de Destino es la libertad del hombre. En el alma siempre brota el impulso de elegir y actuar. El intelecto anula el destino. En la medida en que un hombre piensa, es libre. (Bloom, 2006: 261).

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En Nietzsche reconoce Bloom una sabiduría miscelánea, eclipsada por la potencia cultural de Emerson y Goethe, que ocasionó la pérdida de la confianza en sí mismo, aunque no por ello se desprendió de su calidad soberbia de escritor sapiencial; Bloom menciona que es una sabiduría situada en el extremo (2006: 263). A pesar de la cuestionable y trágica vida del filósofo, la conexión de su pensamiento con la Biblia hebrea y con Freud, con el instinto de encontrar sentido de interpretarlo (2006: 271). Una de sus aportaciones más perturbadoras es la sabiduría de la poética del dolor, argumentando que “el poema memorable por excelen-cia es aquel que tiene más de un sentido o da origen a más sentido, es el poema que produce más dolor” (2006: 275).

En el siglo XX, si se toma en cuenta el criterio de Bloom, hay una figura que representa la sapiencia mencionada en párrafos precedentes de una manera singular: Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, quien no tenía la calidad de poeta o filósofo, sino una inclinación evidente a la ciencia, que fácilmente compite con Proust, Joyce y Kafka (Freud, 1973: XIX), y se sitúa muy por encima de cualquier figura religiosa o erudita del siglo pasado (Bloom, 2006: 279). En apoyo de dicha aseveración, Juan Rof Carballo, autor de Biología y psicoanálisis, quien en la introducción al tomo primero de las Obras completas de Freud, menciona que “es evidente que hay algo enigmático en esta poderosa vitalidad del pensamiento de Freud, en su fecundidad que ha llegado a penetrar por todos los resqui-cios de nuestra civilización y que se expresa en la novela, en la crítica literaria, en el cine, en la mentalidad de la gente, en la ciencia” (Freud, 1973: XIX-XX). La incapacidad que humildemente reconoce Bloom para caracterizar con precisión a Freud se debe a que su ciencia, no siendo primordialmente poético-especulativa ni terapéutico-empírica, se halla en la frontera de todas estas disciplinas (1973: 285).

3.3 La sabiduría en la literatura prehispánica y mexicana

No se puede dejar de mencionar la sabiduría de nuestros grandes filó-sofos y pensadores, y considerar oportuno el paralelismo que menciona Miguel León-Portilla al afirmar que “sucede con los nahuas lo mismo que con los griegos, donde fueron precisamente los poetas líricos los que empezaron a tomar conciencia de los grandes problemas que rodean la comprensión del mundo y del hombre” (León-Portilla, 2006: 5). El estudio de León-Portilla inicia con los tlamatinime1, con el rey tezcocano

1 En náhuatl quiere decir “los conocedores de las cosas”.

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Nezahualcóyotl, a quien califica como un sabio preocupado sobre la fugacidad de lo que existe y sus ideas en relación con Tloque Nahuaque, el Dueño del cerca y del junto, esa fugacidad la refleja en su poema:

¿Acaso de verdad se vive en la tierra?, No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí, aunque sea jade se quiebra, aunque sea oro se rompe, aunque sea plumaje de quetzal se desagarra, no para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. (2006: 60)

Con esto se comprueba que la meditación sobre la transitoriedad de lo que existe sobre la tierra fue tema fundamental y punto de partida de las lucubraciones del rey; sin embargo, se debe mencionar la profundi-dad de su pensamiento y su concepción de sabiduría, reflejada en la eru-dita expresión “flor y canto”. Dicha frase, reiteradamente mencionada en los poemas de diversos tlamatinimes, es profundamente sapiencial.

Un análisis del modismo o complejo idiomático náhuatl, menciona León-Portilla, aclara su genuino significado, “in Xóchitl in cuícatl”, que se le asigna como significado literal a flor y canto, y como sentido metafórico al poema (2006: 143). Esta metáfora se entiende como un peculiar modo de conocimiento, fruto de una auténtica experiencia interior (2006: 143). Afirma el autor que los tlamatinime llegaron a formular en sus poemas una autentica teoría la metafísica, en contraposición a la transitoriedad universal, por lo que hay conocer lo verdadero: la poesía.

Sobre esta postura, León-Portilla se apoya en García Baca, quien al comentar el libro de Heidegger, La Esencia de la Poesía, nota que: “Metá-fora y Meta-física son el fondo y raíz de una sola función: poner las cosas más allá (meta) plus ultra” (García Baca, 1955: 146); por ello, la poesía en la cultura náhuatl era una expresión no sólo de conocimiento, sino tam-bién de sabiduría pura.

Se debe mencionar el poema célebre que constituye la más alta expre-sión en sabiduría en Nezahualcóyotl, sin omitir la mención de la gran polé-mica en torno a esta obra maestra, pues a consideración de diversos inves-tigadores, su autoría no se debe de reputar al gobernante en cuestión, por considerarlo un pensamiento con un trasfondo altamente cristiano; no obstante, su carga simbólica lo hace merecedor de reconocimiento:

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Amo el canto del cenzontle, pájaro de cuatrocientas voces Amo el color del jade y el enervante perfume de las flores, Pero amo más a mi hermano el hombre.

En el siglo XVII es justo reconocer la enorme sabiduría de Juana de Asbaje Ramírez, conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Extraordinaria mujer dedicada al estudio, que supo reconciliar aquello que Platón repu-diaba: la dulzura de la poesía a la hondura de la filosofía (Ibargüengoitia, 1967: 65). Poseedora de una de las bibliotecas más completas de su tiempo, con alrededor de 4000 volúmenes relativos a materias filosóficas, conocía a fondo no solamente la filosofía escolástica, también las ideas modernas de la filosofía, con una poderosa influencia de Descartes.

Su pensamiento condensado, que es de una hondura poco común (Ibargüengoitia, 1967:66), refleja una gran prudencia y la coloca como uno de los bastiones del pensamiento feminista en Hispanoamérica, así como Ibargüengoitia reconoce en sus versos la defensa a la libertad de crítica y el derecho de la mujer mexicana-novohispana a la cultura. En Sor Juana Inés de la Cruz hay tanta sabiduría como modestia, lo cual constituye las dos caras de una misma moneda.

Otra de las figuras que vale destacar en esta breve exégesis de intelec-tuales es Ignacio Ramírez , “El Nigromante”, quien a pesar de no ser un filósofo en estricto rigor, fue un indudable literato que llegó a ser consi-derado como uno de los grandes clásicos del siglo XIX; conocido como el “Voltaire Mexicano”, demostró su noble sapiencia en diversas posturas, al ser uno de los pocos soldados de la República que, a pesar de apoyar las ideas liberales, sostuvo que se cometía una barbarie al fusilar a Maxi-miliano de Habsburgo.

“El Nigromante” albergó serias y sinceras preocupaciones por for-mar una patria nueva (Ibargüengoitia, 1967: 159), en la que se integrara a los indígenas, a quienes el gobierno tenía olvidados. En Ignacio Ramírez hay similares inquietudes en el que tal vez sea el filósofo más importante de la historia, Aristóteles, pues en el libro de Ramírez, Estudios Metafísi-cos, su interés por el ser, la sustancia y el tiempo se aprecian al afirmar:

El objeto eterno de todas las investigaciones, tanto las pasadas como las presentes, que se encuentran en esta pregunta: ¿Qué cosa es el ser? Se reduce a esta otra cuestión: ¿Qué es la sustancia?... La sustancia es un principio y una causa; de este punto de vista debemos partir... Es imposible que el movimiento haya comen-

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zado o que termine algún día: lo mismo sucede con el tiempo pues si no existiese como actual, sería imposible como futuro y como pasado... (Ramírez, 1867: 93).

En el siglo XIX se encuentra Ignacio Manuel Altamirano, identifi-cado como uno de los más brillantes ideólogos liberales, cuyos escritos literarios reflejan el hondo sentido filosófico de una sapiencia profunda (Ibargüengoitia, 1967: 171); en un discurso pronunciado en la sesión extraordinaria, celebró la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la noche del 24 de octubre de 1877, en honor de Thiers, al afirmar: “Hay, señores, vosotros lo sabéis bien, una cosa más grande que la vida física y es la vida de las ideas. En ella, Thiers es inmortal, su espíritu está con su pueblo y se complace hoy en recibir los homenajes que el género humano tributa a sus virtudes” (Altamirano, 1972: VII).

Para Altamirano las características que definen la sabiduría, enun-ciadas anteriormente, también representaban una guía para clasificar a los hombres que la encontraban, por ello reconoce que “¡La gloria que no puede ser patrimonio sino de los grandes hombres de bien! Thiers era un hombre de bien, era un genio, era un patriota. He aquí el por qué hoy fraternizan en sus sentimientos en admiración, con el pueblo francés todos los pueblos” (Altamirano, 1972: VII).

Con el campechano Justo Sierra Méndez, abogado de profesión, pero dedicado a las letras, al magisterio y a la política, se encuentra una mues-tra de su pensamiento en uno de los actos culturales más importantes de nuestro siglo (Ibargüengoitia, 1967: 183): “La Universidad no puede ser una educadora en el sentido integral de la palabra; la Universidad es una simple productora de ciencia, es una intelectualizadora; solo sirve para formar cerebrales” (Sierra, 2019: 3); y menciona que es tarea de nuestra “institución universitaria demostrar que nuestra personalidad tiene raí-ces indestructibles en nuestra naturaleza y en nuestra historia” (Sierra, 2019:5) y debe indefectiblemente cultivar intensamente en los estudian-tes “el amor puro de la verdad”.

Hay que reconocer que su sabiduría residía en la capacidad de plas-mar de manera estética su sentir, al afirmar que “la Universidad está encargada de la educación nacional en sus medios superiores, es la cima en que brota la fuente, clara como el cristal de la fuente horaciana; que baja a regar las plantas germinadas en el terruño nacional y sube en el ánima del pueblo, por alta que éste la tenga puesta”, apreciamos su alta sensibilidad y se pone de manifiesto su fe en la acción creadora del pen-

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samiento. Para Justo Sierra la sabiduría puede, y debe, buscarse en la escuela, ya que ésta constituye “el peldaño más alto del edificio universi-tario, puesto así para descubrir en el saber los horizontes más dilatados, más abiertos, como ésos que sólo desde las cimas excelsas del planeta pueden contemplarse” (Sierra, 2019:11).

En el siglo XX no se debe dejar de mencionar a una de las figuras que encarnó la utilidad del trabajo del filósofo para la humanidad: José Vasconcelos, quien a lo largo de su fecunda vida intelectual recorrió el arduo camino que comienza en el positivismo, para encontrarse después con el pensamiento espiritualista de Bergson y, en su marcha hacia la verdad, hacia un sistema organizado de pensamiento que escribe sobre ética y metafísica (Vasconcelos, 2009: 83). Procuró promover la figura de un mexicano con una perspectiva nueva que asumiera como soporte la esencia de la Patria y conociera sus raíces hispanas e indígenas, como lo refleja en su teoría sobre Raza Cósmica, que le abrió las puertas del Doctorado Honoris Causa en casi todas las universidades de América del Sur (Ibargüengoitia, 1967: 241). Definitivamente, Vasconcelos pronunció todo lo humano en decididas maneras de superación.

4. Edgar Morin “¿Quién es Edgar Morin?”. Esta pregunta, formulada de maneras diver-sas a lo largo de la brillante conversación sostenida con Djénane Kareh Tager en el libro Mi camino, nos ayuda a comprender la sapiencia del padre de la complejidad, sus miedos, pasiones, amores y desamores, su singularidad y genialidad. Morin afirma que, ante todo, es hijo y tem-prano huérfano de su madre, quien murió en su infancia, de un padre que falleció en su 63 aniversario, producto de sus propios actos que hicie-ron de Edgar Morin, hijo de la tierra, de la Pachamama de los incas. Como segunda respuesta, aduce que es un ser medio, un espécimen no muy singular de la raza humana, que hace aparente su singularidad. Al decir que es un ser medio, se refiere a la propia conciencia de sus carencias, debilidades e idiotez, al afirmar que “por ello huyó a lo largo de sus dia-rios de edificar su propia estatua” (Morin, 2008: 280).

Reconoce que esa calidad de hombre medio se fundamenta en varias características, la primera es una inteligencia media, sin genio particu-lar; la segunda es su cultura universalista (2008: 274), ya que a donde va no siente la extranjeridad de los otros que pueden verle como extranjero,

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pues prueba todas las diferencias. A la pregunta autoformulada: ¿quién soy? Afirma “Soy yo, y al mismo tiempo todos los demás; soy todos los que he conocido, soy la humanidad” (2008: 275).

Ante la interrogante que esboza la necesidad de conocer el cono-cimiento, Morin responde que conlleva siempre un riesgo de error o de ilusión, al afirmar que el conocimiento es el objeto más incierto del conocimiento filosófico y el menos conocido del científico (Morin, 2008: 175); sin embargo, también lo menciona en su libro El conocimiento del conocimiento, al abordar sólo el estudio de una antropología del conocimiento, que se debe entender como respuesta a esta pregunta y que constituye el núcleo de El método, que es lo que plasma en Las ideas, al afirmar que “las grandes ideas viven como los dioses, al igual que los dioses son producto de las mentes humanas, pero también, al igual que los dioses, adquieren potencia y realidad”.

Sobre Tierra-patria, el autor menciona que trató de concebir la era planetaria, noción que tiene como inspiración a Heidegger, y que pre-tende esbozar a la globalización como una conciencia de interdepen-dencia entre las diversas partes del mundo, que califica, a su vez, como bárbara y civilizada. Sin embargo, Morin manifiesta que esta situa-ción conlleva un mensaje, el de salvar las diversidades culturales; sin embargo, la unidad humana, y, como no podría ser de otra manera con el pensamiento de este autor, dicho mensaje es doble, pues esa unidad no debe ser solamente tecnoeconómica o monocivilizacional, al tratarse de una unidad de tierra-patria, que comprende el respeto de las diversi-dades (Morin, 2008: 196).

Para Álvaro Cepeda Neri, este francés-universal, erudito, amante de todo lo humano como sociólogo-antropólogo, no conoce límites para abordar el más amplio haz de temas de la cultura mundial (Cepeda Neri, 2018: 4). Desde el punto de vista de este ensayo, para encontrarnos en posibilidad de comprender a Morin se debe conocer su camino tumul-tuoso, por decir poco, el impacto de sus pérdidas, como la de su madre a los 10 años, que marcó profundamente su espíritu y circunstancia lo llevó al reconfortante cobijo de los libros; hay que entender las dificultades de su adolescencia y juventud, envuelto en acciones militares como miem-bro de la Resistencia francesa, durante la Segunda Guerra Mundial, en donde llegó a ser teniente coronel. Para conocerlo se debe estudiar su incansable lucha social como miembro del Partido Comunista Francés y su desilusión ante el estalinismo; bosquejar su vena siempre comba-

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tiva ante las injusticias, conocer sus amores (Violette Chapellaubeau, Joahnne y Edwige L. Agnes) y apreciar su inmenso cariño por sus alum-nos y hacia la academia, a la cual ha dedicado más de la mitad de su vida.

Estos antecedentes auxilian en la atrayente idea de conocer y com-prender al padre del pensamiento complejo, pues al recorrer su vida a través de sus biografías se bosqueja la manera en que Morin aprecia el mundo desde una perspectiva indisociable, en donde se aprecia el todo, las partes, los procesos que las retroalimentan y las conexiones que existen entre unas y otras.

5. Metodología de la complejidad Harold Bloom en su obra anterior a una grave enfermedad, titulada Genios. Un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares (Bloom, 2006: 122), explica que “el genio literario es difícil de definir y depende de una lec-tura profunda para su verificación” y lo relaciona con la creatividad ori-ginaria; sin embargo, le falta estos genios de las letras, cualidades como la ética, la prudencia y la sencillez, que impiden considerarlos como sabios, conforme a los elementos señalados como indispensables para llegar a alcanzar dicha calidad.

Edgar Morin irónicamente llamó El método a su obra cumbre de seis volúmenes sin que en ninguno de ellos explique lo que es el método para la complejidad, ¿fue un olvido? No, lo que ocurre es que conforme a la transdiciplinariedad de la complejidad no es posible hablar de un método, lo cual sería contradictorio, por lo que es necesario mencionar que para el pensamiento complejo el segundo orden aplica en todos los campos en los que queramos trabajar; dicho de otra manera, referirse a un método para lo complejo sería una contradicción en virtud de domi-nar este campo de lo transdisciplinario.

La manera de construir lo complejo se manifiesta de una forma multi-dimensional; así el referente elemental es el bucle que se puede construir en lo complejo transdisciplinariamente, con tantos bucles como sean necesarios, lo que forma un tejido dinámico que, valga la metáfora, dan una infinita tela en la cual se teje, desteje, corta, une y pega, de acuerdo con las necesidades de cada prenda, ya sea una camisa, un esmoquin, un vestido o una falda; en otras palabras, no es válido hablar de un método para la complejidad, pero sí de una dinámica que se retroalimenta, caó-tica, desordenada y ordenada, que permite construir transdiciplinaria-mente la complejidad, conforme cada problema que se presente.

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Reflexiones finales Al principio de este ensayo se afirmó que mientras en la epistemología de primer orden se trabaja con el conocimiento del conocimiento, en la de segundo se habla del saber del saber, lo que implica que necesita reba-sar el pensamiento de Ernest Cassirer, Johannes Hessen y Jean Piaget, entre otros, para ir hacia lo sapiencial de occidente y oriente ¿Por qué hoy hay que realizarlo? Ante las amenazas de autodestrucción, producto del poder de las armas atómicas y la devastación hacia la naturaleza, hoy es el momento de utilizar lo más elevado que el ser humano ha realizado en la historia de la humanidad: lo sapiencial.

El saber del saber, lo sapiencial, o mejor expresado, los sapienciales como se ha argumentado al identificar diferentes tipos de sabidurías, se construyen con los elementos como humildad, honestidad, genialidad, creatividad, originalidad, profundidad y asombro. Así, si el metacon-cepto es la unidad de construcción de lo epistémico, lo que implica una molécula que tenga todos los elementos anteriores, la cual se llamará S1

y al conjunto de moléculas que construyen lo sapiencial se llamará Sn, el problema de la sabiduría o de lo sapiencial es que se le ha visto con exce-sivo respeto o se ha negado su existencia; en ambos casos el ser humano se paraliza ante este ser y no puede avanzar en su construcción.

Al respecto, se interará simplemente manejarlo bajo la más sencilla de las formas de tratamiento, al respetarlo y asombrarse ante él, con el mejor esfuerzo para ir hacia su objetivo, al saber que la distancia es enorme, pero que todo empieza con el primer paso. Así, con la molécula sapiencial S1 se intenta construir una malla que manifieste una voluntad de proteger a este planeta como una patria y ciudadanía, y a la huma-nidad como una hermana querida que no se desea que pase hambres, enfermedades, violencias o peligros de extinción.

Sólo con sabiduría, o sabidurías, se puede salvar a la naturaleza y a la humanidad, al darle a Martín Heidegger la razón cuando afirmó que “la ciencia no piensa humanísticamente”, con el agravante de presentar como un ser neutral que favorece al ser humano y que respeta a la natu-raleza con un desarrollo sustentable.

En cuanto México, se confía en que con un presidente honesto demostrando en los hechos y con la visión de una Cuarta Transforma-ción, así como con la participación de la ciudadanía armada, adiestrada, controlada y vigilada por la Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina

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Armada de México, el problema de la inseguridad se puede resolver, como el ejemplo exitoso de Yucatán. Si bien las lecciones de otros países no son aplicables para México, lo que es indispensable aprovechar es el pensamiento complejo y la transdisciplinariedad a la actual situación.

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II. TRAYECTORIAS INSTITUCIONALES DEL ESTADO DESARROLLADOR JAPONÉS (1868-2019)

Karen Ramírez González.

1.Introducción Escribir una reinterpretación de la historia japonesa en la actualidad resulta una labor compleja, debido a la existencia de un sinnúmero de investigaciones que abarcan desde la historia de unificación japonesa (Ferejohn y McCall, 2010), la llegada de los primeros extranjeros a la isla (Kshetry, 2008), los inicios del acercamiento con las armas de fuego (Lee, 2012), la tradición samurái (Turnbull, 2013), el nacionalismo (Wilson, 2013), la cultura (Stalker, 2018), la religión (Josephson, 2012), entre otras.

Sin embargo, ha sido de especial interés para la academia la restau-ración Meiji, por los cambios acelerados que detonaron el desarrollo económico de Japón y la transición hacia una rápida occidentalización. Esto permitió que los investigadores primaran sus análisis en las fases del desarrollo económico en los siglos XIX y XX (Ohno, 2017); otros, en los efectos de las crisis económicas desde la Gran Depresión y las pos-guerras (Woronoff, 1996), y una tercera vertiente sobre la recuperación económica del país (Allen y Allen, 2000).

En este ensayo, con el fin de aportar nuevas evidencias de los fac-tores que permitieron que Japón se convirtiera en una potencia econó-mica internacional hasta nuestros días, se empleará como metodología el enfoque de las trayectorias dependientes (path dependence), pertene-ciente a la corriente del institucionalismo histórico, y como elemento teórico explicativo del comportamiento del objeto de estudio, se analiza-rán los modelos de desarrollo capitalista.

La pregunta que centra este debate consiste en indagar ¿qué aspectos contingentes propiciaron el desarrollo del capitalismo japonés? Y como objetivo general, se explicarán las fases de desarrollo del Estado japo-nés, específicamente al identificar las variables que potenciaron el cre-cimiento económico y lograron afianzar el capitalismo en una sociedad que históricamente se había mostrado resistente a la apertura ideológica o importadora de modelos occidentales.

Para el logro de estos fines, el presente estudio se divide en seis apar-tados. El primero consiste en el encuadre teórico y metodológico del aná-

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lisis. El segundo explica el periodo de rebelión e inestabilidad política de los siglos XII al XV en la historia de Japón. El tercero explora los procesos constructores de la estabilidad política en el periodo Edo. El cuarto ana-liza los orígenes de la trayectoria reformista con la dinastía Meiji, de 1868 a 1912, y los aspectos contingentes que permitieron el desarrollo económico del país. El quinto estudia las coyunturas críticas de la Primera y Segunda Guerra Mundial y sus repercusiones en el desarrollo económico e indus-trial, que derivaron en el denominado “milagro económico japonés”. En el sexto se exponen las fases que comprendieron el crecimiento económico, sus principales características y los factores que las originaron. En el sép-timo, a modo de conclusión, se realiza un balance general del estudio de caso y su relación con la situación económica de Japón en la actualidad.

2. Teoría y método: los modelos de capitalismo y las trayectorias dependientesUna de las posibles respuestas al rápido crecimiento económico que logró Japón, puede encontrarse en la peculiaridad del capitalismo imple-mentado a partir de la Restauración Meiji. Sin embargo, previo al abor-daje del estudio de caso, es necesario aclarar que a pesar de existir una visión generalizada sobre un monolitismo funcional y conceptual en torno al capitalismo, que de acuerdo a sus detractores se caracteriza por el desarrollo de la propiedad privada, el egoísmo y un libre mercado arra-sador de aquello que no resulte competitivo (Monedero, 2011), la realidad es mucho más complicada,2 puesto que en la historia de los países no existe un solo modelo de capitalismo.

Por el contrario, hay variedades que han sido producto de estrategias complejas, disputas y negociaciones entre las élites para la construcción de instituciones detonadoras del crecimiento económico y el combate a la pobreza. En la actualidad, gracias a las investigaciones revisionistas, se pueden tener tipologías que permiten comprender las singularidades de los modelos capitalistas. Una de ellas, por su importancia en la cla-sificación que realiza a partir de las evidencias empíricas recabadas y los estudios de caso comparados, es la titulada Good capitalism,bad capi-talism, and the economics of growth and prosperity (2008). Por tales razones, se empleará como elemento teórico explicativo del Estado desarrolla-

2 Dicho monolitismo conceptual tiene su origen en la Guerra Fría. En un polo se posicionó a aquellos Estados que eran semejantes a Estados Unidos (EE. UU), y por el contrario a los del eje comunista o socialista, cuyos principios se basaban en la igualdad y en la propiedad comunal (Litan, Baumol y Schramm, 2008: VII-VIII).

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dor japonés, porque a pesar de existir una amplia bibliografía sobre el capitalismo, no es menester de esta disertación recopilar la discusión académica en torno a éste, sino emplear aquellas vertientes teóricas que puedan volverse operativas en el estudio de caso, distinguiéndose así de las investigaciones relacionadas con el tema de análisis aquí abordado. En este sentido, lo relevante de la obra anteriormente citada, es la pro-puesta de clasificación de cuatro modelos de capitalismo: el “capitalismo empresarial”, el “capitalismo de las grandes firmas”, el “capitalismo guiado por el Estado” y “el capitalismo oligárquico”. De acuerdo a los resultados obtenidos en la investigación, los autores concluyen que exis-ten formas más apropiadas de promover, con respecto al capitalismo, que otras. Pero ¿esto por qué?

El capitalismo empresarial fue característico de la economía estadou-nidense de la década de los noventa, en la que surgieron élites empresa-riales con ideas innovadoras y radicales que sustituyeron las tácticas de las grandes empresas forjadoras de la economía del siglo XIX y XX. El empresario se comprende no como el “acaparador económico” de la clá-sica literatura marxista, sino como “aquella entidad nueva o existente, que proporciona un nuevo producto o servicio o que desarrolla y utiliza nuevos métodos para producir o entregar bienes y servicios existentes a menor costo.” (p. 3). Esto es, un actor innovador capaz de desarrollar estrategias de producción que generen satisfacción al cliente a través de un producto o servicio de calidad.

Además de estas características, el capitalismo empresarial debe estar acompañado de la desregulación, como la facilidad de formar un nego-cio sin trámites burocráticos costosos y largos, emblemáticos de las eco-nomías proteccionistas; la recompensa por parte de las instituciones de la actividad empresarial socialmente útil, donde la ley garantice y salva-guarde los derechos de propiedad, los contratos establecidos y sancione la usura; el desaliento de actividades criminales o el soborno político para promover determinadas actividades económicas, así como el ase-guramiento de que el gobierno incentive la innovación y el crecimiento empresarial (pp. 7-8).

Por su parte, el modelo de capitalismo de las grandes firmas o empresas es característico de Japón y Europa en el periodo de la posguerra. Específi-camente, consiste en la existencia de empresas grandes que son las forja-doras del crecimiento de un país, auspiciadas y protegidas por el Estado, sólo para el cumplimiento de determinados fines; éstas se convierten en

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los titanes económicos que lideran el mercado interno y las exportacio-nes. Sin embargo, lo que un principio podría parecerse al capitalismo empresarial, difiere en que a largo plazo las empresas siguen una inercia o etapa de preservación del status quo, en la que se disminuye la inno-vación y los riesgos de enfrentarse a nuevos mercados. A la par existen pequeñas empresas que ofertan escasos productos o servicios y tienen un mínimo personal a su cargo, que en épocas de crisis económicas sirven como anclas que permiten el desarrollo local, lo que en distintas obras se le ha denominado como “economía dual” (Suárez, 2019).

Los dos modelos anteriores, por las características y efectos positivos que produce, son las más apropiadas para que los países prosperen. En el plano opuesto, los siguientes dos modelos son menos viables. El pri-mero de ellos es el capitalismo guiado por el Estado. Se caracteriza en que el gobierno trata de controlar el mercado, auspiciando empresas que con-sidera “ganadoras”. Una de las explicaciones de este intervencionismo obedece a que el Estado, en parte, desea obtener ganancias o beneficios diversos a partir del control de las empresas, fomentándolo mediante el financiamiento de los bancos, los subsidios directos, incentivos fis-cales, protección al mercado, entre otros (p. 63). Este modelo, aunque pareciera ser similar a una oligarquía, varía en diversos aspectos que a continuación se analizarán.

El segundo modelo se denomina capitalismo oligárquico. Esto significa que una élite dominante utiliza al Estado para verse favorecida, expan-dirse y obtener financiamiento. A pesar de que en un momento puede generar un rápido crecimiento comercial e incluso generar empleos constantes, este sistema no es rentable a largo plazo, puesto que unas cuantas empresas no pueden detonar el crecimiento económico de todo un país (p. 60). El capitalismo oligárquico desincentiva la competencia y fomenta la corrupción, ya que el Estado se ve sometido a los intereses de una élite y como efecto se generan monopolios en donde los productos, bienes o servicios con el paso del tiempo pierden calidad.

Visto lo anterior, ¿cómo podría analizarse el desarrollo del capita-lismo de las grandes empresas en Japón? El método que permitirá datar el comportamiento del objeto de estudio deberá poseer la característica de analizar periodos de longue durée. La ciencia política se vale del insti-tucionalismo histórico que, como corriente metodológica, propone dar respuesta a grandes interrogantes que no sería posible explicarlas sin el análisis de las trayectorias que toman los actores o las instituciones al producirse un cambio planeado o inesperado.

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Las trayectorias dependientes, en el marco del nuevo institucionalismo histórico, surgen como un modelo explicativo sobre las secuencias o caminos que resultan de un proceso evolutivo de las decisiones tomadas y ejecutadas por los actores (Sánchez, 2004: 97). La aplicación de este enfoque ayuda a comprender las distintas fases del desarrollo institucio-nal o, en su caso, de los periodos de recorte (retrenchment) de los Estados (Del Pino y Colino, 2006). Es una herramienta explicativa que “tiene una concepción del desarrollo político centrada en la existencia de ‘coyun-turas críticas’ y ‘trayectorias de desarrollo’” (Sánchez, 2004: 99). Dichas coyunturas resultan del proceso de la toma de decisiones ejecutadas por el Estado, motivado por diversos elementos que, por su complejidad, en este estudio resultaría difícil su abordaje y explicación.

Sin embargo, lo que resulta pertinente y

es algo fundamental, por un lado, el análisis de los momentos cru-ciales de formación de las instituciones pues éstos envían a los países a través de diferentes trayectorias de desarrollo, y, por otro, que las instituciones evolucionan adaptándose a las condiciones ambientales pero siempre sujetas o condicionadas por las trayec-torias seguidas anteriormente (Sánchez, 2004: 99).

Para efectuar el proceso de análisis institucional, aplicando dicha metodología, se requiere tomar en consideración los tres elementos siguientes, resumidos en la tabla 1:

Tabla 1: Fases de análisis de la teoría de las trayectorias dependientes

Proceso Características

Análisis institucional

1. El principio de equilibrio múltiple. Basado en la idea de que bajo un grupo de condiciones iniciales se pueden dar múltiples soluciones posibles.

2. El principio de la contingencia. Basado en el hecho de que aconteci-mientos irrelevantes pueden tener gran importancia y consecuen-cias perdurables a largo plazo.

3. El tiempo y la secuencia. Determinar cuándo se produce un acon-tecimiento. Por lo tanto, siempre se debe tener presente que las primeras secuencias, ya que son determinantes en las posteriores.

4. La inercia. Etapa de equilibrio, en donde toda pauta, institu-ción, etcétera, se resista al cambio.

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Análisis político

1. Búsqueda de branching points. Encontrar los puntos de partida que dan origen a las instituciones, así como las trayectorias que siguen.

2. Identificación de factores que refuerzan los trayectos.

Retroalimentación positiva

1. Elevados costes de establecimiento. Cuando existen costes muy elevados en el establecimiento de las políticas o de las organi-zaciones, los actores se motivan y se ajustan a las condiciones determinadas.

2. Efecto aprendizaje. Repetición de lo aprendido, produciendo que se continúe el uso del sistema.

3. Efecto coordinación. Adaptación del comportamiento de los acto-res en la nueva trayectoria institucional, al concientizar los bene-ficios que de ella se derivan.

4. Efecto distribución. Reforzamiento institucional a través de la repartición desigual del poder político sobre ciertos grupos.

5. Efecto adaptación de expectativas. Los beneficios previstos que se derivan del seguimiento de una pauta, ocasiona que los actores se adapten a ésta, logrando materializar las expectati-vas de dichos beneficios y a su vez reforzarla.

Fuente. Sánchez (2004: 98-101).

Esta metodología se aplicará en tres sentidos. Primero, mediante el análisis institucional se datarán durante los siglos XII al XV, los aspectos contingentes que propiciaron grandes etapas de inestabilidad política y social, hasta llegar a la formación del equilibrio múltiple en el periodo Edo,3 donde se logra la estabilidad político-económica y más tarde con la Restauración Meiji se efectuará el estudio de los elementos que produje-ron una etapa de inercia en el desarrollo del país.

Segundo, con respecto al análisis político, aunque será evidente la búsqueda de trayectorias institucionales en todo el análisis histórico, espe-cíficamente se trata de hallar las coyunturas críticas y los factores que per-mitieron el crecimiento económico de Japón durante la Restauración Meiji y construyeron una trayectoria reformista que incidió en los efectos económicos derivados de las dos Guerras Mundiales, hasta arribar al milagro económico japonés.

Tercero, la retroalimentación positiva se aplicará en el último apar-tado, a modo de balance general del estudio de caso, en donde se inda-

3 Se le conoció como Edo a la capital de Japón, que posteriormente se denominó como Tokio. El nombre Edo perduró hasta el año de 1868.

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garán los aspectos elementales que permiten que Japón, a pesar de las complicaciones económicas experimentadas desde el 2008 con la cri-sis económica mundial, aún es de los países más prósperos, a pesar del estancamiento económico que ha tenido en las últimas décadas.

3. Inestabilidad y rebelión Analizar el desarrollo económico japonés requiere del estudio de los pro-cesos constructores de la estabilidad política; a pesar de ser un gobierno caracterizado por la obediencia y el respeto a la figura imperial en la mayor parte de su historia, existieron etapas, principalmente entre los siglos XII al XV, de conflictos civiles e insubordinación de las élites polí-ticas. El primero de gran trascendencia fue la disputa entre los clanes Fujiwara, Minamoto y Taira, denominado en la historia de Japón como Jishō-Juei (Guerras Genpei), que culminó en 1185 con el triunfo definitivo del clan Minamoto sobre el Taira, cuando Minamoto Yoritomo se con-vierte en shōgun (primer comandante del ejército), en Kamakura, hasta 1333 (Pérez, 2013), por lo que se estableció un gobierno militar y un sis-tema feudal que gradualmente debilitó la figura del emperador.

El segundo conflicto se presentó en el periodo intermedio de 1203 hasta 1221, cuando el clan Hōjō controló la regencia de la ciudad e intentó desplazar al clan Minamoto, hecho que derivó en la Guerra Jōkyū (Mass, 1979: xiv). La disputa principal era entre los regentes Hōjō y el emperador enclaustrado (daijō hōō)4 Go-Toba Tennō. La guerra tenía por fin la res-tauración de la figura imperial y eliminar al shogunato. El resultado fue la continuación del gobierno militar y el exilio del emperador a las islas Oki (Saito, 2010). En cuanto a los aristócratas que apoyaron la insubordina-ción, se les confiscaron sus bienes y sus vasallos fueron puestos a dispo-sición para el desempeño de actividades en el jitō,5 como recaudadores de impuestos o realizando encomiendas de tipo militar.

Los intentos de restauración de la figura imperial no culminaron con ello; cada vez fueron más frecuentes las rebeliones que debilitaron al sho-gunato. La más representativa fue en 1333, cuando el emperador Go-Daigo emprendió una campaña de sublevación, en cuya respuesta el clan Hōjō

4 Esta categoría se ocupaba para referirse a los emperadores que en algún momento abdicaron de su cargo y consagraron su vida a los monasterios budistas, ordenándose mediante el rito Pravrajya. 5 La palabra jitō significa cabeza de tierra. Durante el shogunato se empleó para referir a los mayordomos de la tierra, que además tenían a su cuidado diversas propiedades. Más tarde, el término evolucionó para designar “lo local”.

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envío al guerrero Ashikaga Takauji para reprimirla. Los resultados no fueron los esperados, ya que Takauji se alió con el emperador. La disputa culminó con la rendición del clan Hōjō, el final del shogunato de Kamakura y el débil restablecimiento del emperador Go-Daigo (Pérez, 2013).

Ashikaga Takauji disolvió esta alianza política, al ser acusado del ase-sinato del príncipe Morinaga, hijo del emperador. El poderío militar de Takauji era superior y eso obligó a Go-Daigo a huir a Kioto para instau-rar su regencia en Yoshino. Tal fue la magnitud de la fractura política, que Ashikaga Takauji designó a un sucesor rival de la familia real para fungir como emperador. Cada uno se ostentó como legítimo y constan-temente se enfrentaban por el reconocimiento de sus gobiernos. A este periodo se le denominó como Las Dos Cortes (Lu, 2015). Evidentemente, ello benefició a Ashikaga Takauji, pues en 1338 se autonombró con el título de shōgun.

A pesar del control que ejercido por el clan Ashikaga, la estabili-dad política no fue duradera. Las rebeliones se intensificaron para derrocar al shogunato. Una de gran importancia por sus consecuencias político-sociales, tuvo lugar de 1467 a 1478, entre el gobernador del sho-gunato de Tajima, Bingo, Aki e Iga, Yamana Sōzen; el Kanrei (diputado del shōgun) y el yerno de Yamana, Hosokawa Katsumoto; y los daimyōs más importantes, a la cual se conoció como Guerra de Ōnin. La disputa, de acuerdo a los especialistas, produjo aproximadamente un siglo de inestabilidad, al cual se le denominó como Sengoku Jidai (Estados en guerra) (Pérez, 2013), que perduró hasta 1568 con el inicio del periodo Azuchi-Momoyama.

Dicho periodo, que abarcó de 1574 a 1600, propició las bases de la unificación política, gracias a la centralización del poder bajo el régi-men del daimyō Oda Nobunaga y posteriormente con Toyotomi Hide-yoshi, que logró afianzarse con Tokugawa Ieyasu en el periodo Edo, hasta 1868 (Sadler, 2009).

4. El equilibrio múltiple: la construcción de la estabilidad política en el periodo Edo Oda Nobunaga fue uno de los líderes con la visión de unificar a Japón. Para ello recurrió a la consolidación de su poderío militar y desmembró a los clanes que se disputaban el shogunato, además de los grupos budistas que ejercían una férrea influencia en las provincias y que propiciaron la emergencia de liderazgos de resistencia y beligerancia. Una vez que

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Nobunaga tomó la ciudad de Kioto, en 1568, venció a sus oponentes con el uso de estrategias que en la actualidad se considerarían propias de la guerra moderna. No obstante, en 1582, fue asesinado por el general Ake-chi Mitsuhide (Valenzuela, 2012).

Toyotomi Hideyoshi impidió la propagación del poderío militar de Akechi y derrotó al resto de los rivales de Nobunaga. Primero, se hizo del control de las provincias del norte (Shikoku en 1583 y Kyushu en 1587) y después derrotó definitivamente al clan Hōjō, en 1590, acontecimiento que logró la unificación de Japón (Berry, 1989); sin embargo, al analizar a fondo los sucesos contingentes que permitieron la estabilidad política, los historia-dores coinciden que pueden considerarse cuatro de gran envergadura.

El primero de ellos fue el decreto Katana kari, de 1588, que posibilitó la confiscación de armas a los civiles, principalmente a agricultores, monjes y comerciantes. El segundo, el sometimiento de los samuráis al desempeño de actividades agrícolas. El tercero, el control de los recursos del Estado, mediante la encuesta de posesión de tierras en 1583 (kenchi) y el censo de población en 1590; y, el cuarto, la expulsión de las órde-nes religiosas que intentaban convertir al cristianismo a Japón (Kshetry, 2008), permitierón la estabilidad política al interior.

No obstante, existen otros aspectos contingentes para tal cometido, que desde la óptica de la ciencia política son importantes de develar, como la política shiro wari, que incidió en la reducción del poder de las provin-cias, al destruir los castillos más importantes de los nobles, así como la implementación de una división de clases inspirada en el confucianismo chino, a la que se denominó shi-nō-kō-shō (cuatro categorías del pueblo),6 permitió a la población asentarse en diferentes territorios, para mante-ner una organización feudal eficiente, y autorizó el libre tránsito para promover el mercado local (Asakawa, 1912). En suma, gracias a los alcan-ces de la unificación, el crecimiento económico y la estabilidad permi-tieron que el final de la trayectoria política de Toyotomi Hideyoshi fuera pacífica. Sin embargo, dentro de sus avatares se encuentra el fracaso de la conquista de Corea en dos ocasiones, en 1592 y 1597. 6 La jerarquía iniciaba con los samuráis (shi), por sus roles de protección social y por los valores morales que poseían que, de acuerdo a la tradición, eran dignos de imitarse. El segundo lugar lo tenían en la escala los campesinos (nō), debido a su función en la provi-sión de los alimentos. Sin embargo, algunos estudios han remarcado que esta posición fue adquirida por su pago por el impuesto al arroz. En tercer orden lo ocupaban los artesanos (kō), porque producían bienes que se consideraban como no esenciales; y finalmente, en cuarto lugar, como ocupantes de las castas inferiores estaban los comerciantes (shō), ya que generaban riqueza sin producir bienes (Flath, 2014: 24-25).

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Al finalizar el gobierno de Hideyoshi, Tokugawa Ieyasu tomó el poder después de una serie de disputas. La más representativa fue la batalla de Sekigahara, en 1600, entre los vasallos de Hideyoshi, dirigidos por el daimyō Ishida Mitsunari. Una vez que resultó victorioso, logró asentar el shogunato que duraría hasta 1868. Las características de este periodo se pueden resumir en tres aspectos. El primero es que el gobierno era de tipo centralizado. El poder se concentraba en el Bakufu y se distribuía hacia las provincias o gobiernos locales (Hans) (Mass, 1993). Esto permi-tió que se mantuvieran controladas las sublevaciones y que, a cambio de la lealtad hacia el shogunato, se repartieran tierras para cultivo y se brindara protección a los daimyōs. Cabe mencionar que la obediencia no se obtuvo únicamente por el sistema clientelar-feudal, sino por el castigo público de disidencias y conspiraciones, con el exterminio de las fami-lias o con rituales suicidas (seppuku) (Deal, 2007: 148).

En segundo, la política económica del Bakufu no fue homogénea. Cada han podía establecer sus criterios impositivos o regulaciones al comercio, siempre y cuando no estuvieran prohibidos o sancionados por el Bakufu (Mass, 1993). Esto en el largo plazo permitió, a pesar de la centralización, un crecimiento económico más rápido de los gobiernos locales y el fortalecimiento del mercado interno.

En tercero, la adquisición de obligaciones de los hans con el Bakufu permitió el desarrollo de infraestructura en las áreas remotas de Japón. Entre las responsabilidades se encontraban el vivir un año en Edo y al siguiente en el han de origen, repitiéndose esta actividad a perpetuidad (Mass, 1993). Lo cual produjo, además de elevados gastos en el traslado del personal que laboraba en los castillos y en los daimyōs, un compro-miso social con el desarrollo de la capital y la provincia y activó, de manera conjunta, la economía y la creación de servicios para una pobla-ción altamente rotativa.

Para el logro de tales cometidos, el Bakufu ordenó a cada han la cons-trucción de obras para el mejoramiento de la vida. Entre ellas estaban la edificación de castillos, la construcción de canales de riego para el cultivo, obras de drenaje, caminos, carreteras, escuelas, entre otras, que se com-plementaron con la capacidad de extracción fiscal a las provincias (Mass, 1993). Aspectos que paralelamente permitieron la pérdida de capacidad de sublevación al disminuir el poderío económico y militar a los hans.

En este periodo se pueden encontrar otros sucesos contingentes que permitieron sentar las bases del desarrollo japonés, tales como el cultivo

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de arroz de forma masiva y el cobro de impuestos a dicho cereal. La agri-cultura sin duda fue el punto de partida que desplazó a la población a las zonas que anteriormente se consideraban inhabitables y se volvieran económicamente prósperas, que a la par de la infraestructura desarro-llada, permitió el crecimiento económico de Japón y el incremento de la demanda de mano de obra (Freiner, 2018).

La sobreexplotación de las tierras ocasionó erosiones y escasez de mano de obra. Pero para el siglo XVIII, los japoneses habían adquirido experiencia en el cultivo, conocimiento que socializaron a otros agri-cultores para el aprovechamiento apropiado de la tierra. Desarrollaron nuevas variedades de arroz, fertilizantes y herramientas de cultivo. El transporte a caballo fue desplazado por el marítimo y la infraestructura permitió que el comercio se expandiera en gran parte del territorio. Aun-que la prosperidad económica no era para todas las clases sociales, la población mayoritariamente podía subsistir del autoconsumo (Von Ver-schuer y Cobcroft, 2016).

Todos estos avances, combinados con el patrón oro y plata, impac-taron en el desarrollo preindustrial de Japón. Paralelamente, algunos hans desarrollaron productos que incentivaron el comercio y el fortale-cimiento del mercado interior (como el té, la seda, algodón, sake, papel, etcétera), lo que propició que tres de ellos tejieran redes comerciales con otras naciones; entre los más relevantes destacan el han Tokushima, con la producción de índigo; el han Takamatsu, con la manufactura de azúcar; y el han Satsuma, con la importación de tecnología militar de Occidente (Ohno, 2017: 30-33).

Sin embargo, no es posible comprender el avance tecnológico sin el desarrollo educativo de la población. De acuerdo a los especialistas, cua-tro escuelas difundieron valores de emprendimiento y cooperación, que más tarde posibilitarían la industrialización (Kokunai y Kyōiku, 1973). La primera categoría la integran las escuelas Bakufu, difusoras del confucia-nismo, la obediencia al poder y el mantenimiento de la sociedad de cla-ses. Entre los contenidos relevantes que enseñaban a los estudiantes era disertar cómo adaptar los conocimientos de la antigua literatura china a la cultura japonesa, además del aprendizaje del idioma holandés y la capacitación tecnológica en materias como medicina, milicia, navega-ción, comercio, entre otras (Maruyama, 2014: 357; Dore, 2010).

Las segundas eran las escuelas han que reproducían el currículo ofer-tado por las escuelas Bakufu, con la diferencia que comenzaron a aceptar

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a estudiantes que no eran de la casta samurái (Jansen y Rozman, 2014: 198-199). Las terceras son las escuelas profesionales privadas; en ellas se edu-caron tanto samuráis como no samuráis. La relevancia de esta tipología es que el currículo ofertado era idéntico que las dos anteriores. Primaban la enseñanza de literatura japonesa antigua, el idioma inglés, la ciencia y el análisis de la importancia de Japón en el mundo (Anderson, 1975), lo cual produjo, más tarde, un movimiento nacionalista y la emergencia de los principales precursores de la reforma Meiji. La cuarta y una de las más importantes fueron las escuelas Terakoya (primarias privadas) que contri-buyeron a la alfabetización masiva de la población. Tenían un currículo basado en la lectura, el aprendizaje de la escritura, el mejoramiento de la caligrafía y el cálculo matemático (Cursier y Nasu, 2013: 161-174).

A pesar de este apogeo, el periodo Edo no pudo transitar a la apertura pacífica con Occidente. La llegada de estadounidenses y europeos en la década de 1850, incrementó las tensiones internas que, aunadas a la deca-dencia económica, a la pérdida de lealtad tanto al Bakufu como a la figura imperial, y la resistencia samurái ante lo que consideraron como una vio-lación a la soberanía nacional, permitieron el ascenso del gobierno Meiji.

5. Primera trayectoria reformista: la Restauración Meiji Previo al abordaje de los logros de la Restauración Meiji, es necesario analizar no sólo los aspectos contingentes que permitieron el ascenso del emperador Mutsuhito, sino también las coyunturas críticas que detonaron la industrialización y construyeron una nueva trayectoria o path reformista que produjo el crecimiento acelerado de Japón, en una época de difícil supervivencia en el llamado “concierto de las naciones”.

La trayectoria reformista del periodo de Restauración Meiji7 inició con la toma del último shōgun, Tokugawa Yoshinobu. Esta coyuntura crítica fue resultado de la capacitación militar que recibían los guardianes públicos del Bakufu, auspiciada por Francia durante el Segundo Imperio y por la apertura de Japón hacia el extranjero, que inició una década atrás, esto desde la óptica de los clanes familiares y los samuráis, constituía una

7 En la vasta literatura sobre la Restauración Meiji (Sims, 2019; Jansen, 2015; Swale, 2009; Mendl, 2001; Kornicki, 1998; Takajusa, 1990; Beasley, 1972), se concluye que este periodo puede considerarse como la culminación de la unificación de la sociedad japonesa, a par-tir de la construcción del Estado moderno, en 1868, terminó definitivamente con el shogu-nato Tokugawa y el régimen feudal, que permitió el desarrollo capitalista y el ascenso de nuevas clases sociales. Sin embargo, también se considera como parte de la Restauración Meiji los cambios políticos, económicos, sociales e industriales hasta 1912.

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eminente violación a la soberanía nacional (Shiba, 2004). Dichos aspec-tos contingentes derivarían en un prolongado proceso de insubordinación civil y, más tarde, en la Guerra Boshin (Boshin Sensō), entre los años de 1868 y 1869, durante la Restauración Meiji (Esposito, 2020).

Posterior al gobierno de Tokugawa Yoshinobu, Kōmei-tennō gobernó entre los años 1846-1867, y enfrentó dificultades a consecuencia de la apertura que en este periodo se tuvo a los tratados internacionales entre Japón y las grandes potencias (Shiba, 2004). A pesar de morir en 1867, su segundo hijo, Meiji Tennō, popularmente conocido como Mutsuhito, fue designado en la línea sucesoria del emperador en 1860. Adquirió pos-teriormente el nombre “Meiji”, en su ceremonia de coronación en 1868 (Inazo, 2013: 74-76).

Lo relevante de esta etapa puede resumirse en seis logros estratégi-cos. Primero, la culminación del régimen feudal y los privilegios asocia-dos a la tenencia de la tierra, que gradualmente permitieron la adquisi-ción de propiedad privada (Jansen, 2015: 406). El resultado, de acuerdo a las estimaciones, produjo que el ochenta por ciento de la clase campe-sina se convirtiera en propietaria; el cincuenta por ciento de ella, ade-más, adquirió parcelas para el autoconsumo; y aquellos que poseían una mayor proporción de tierras de las que podían aprovechar, se les exhortó a rentarlas a quienes no tenían liquidez para comprarlas. A otros, como los señores feudales de la casta guerrera, se les asignaron pensiones y bonos. Sin embargo, la más perjudicada en este nuevo sistema fue la clase samurái, que obtuvo pensiones menores a las recibidas en el shogu-nato Tokugawa (King, 2018).

Segundo, el diseño de una constitución denominada “Carta de Jura-mento” o “El juramento Imperial de Cinco Artículos” (Gokajō No Gosei-mon),8 de abril de 1968, la cual eliminó definitivamente el feudalismo y promovió cambios sustanciales en el sistema político japonés, apareja-dos a la institucionalización del parlamentarismo que supuso pesos y contrapesos a las élites gobernantes (Washburn, 2007: 79). Con ella tam-bién se posibilitó que la familia imperial tomara protagonismo en las 8 Los cinco artículos de la Carta expresaban primero, “las asambleas deliberativas se esta-blecerán a gran escala, y todos los asuntos gubernamentales se determinarán mediante discusión pública”. Segundo, “todas las clases, altas y bajas, se unirán para llevar a cabo enérgicamente el plan de gobierno”. Tercero, “se permitirá a todas las clases cumplir sus aspiraciones justas para que no haya descontento”. Cuarto, “se suspenderán las malas costumbres del pasado y las nuevas costumbres deberán basarse en las leyes justas de la naturaleza”. Quinto, “se debe buscar conocimiento en todo el mundo para promover el bienestar del imperio” (De Bary, Tsunoda y Keene, 1964: 137).

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decisiones fundamentales de la nación, papel que durante siglos le había sido relegado por el shogunato (Breen, 1996). Sin embargo, cabe mencio-nar que el sistema parlamentario se instauró hasta 1890.

Tercero, la protección de la soberanía nacional, mediante la consti-tución de un ejército adiestrado y equipado, que sustituyó a los antiguos samuráis (Wallace, 2013). Con ello emergió una nueva “clase guerrera” construida por el Estado moderno que fomentó la lealtad y el nacionalismo acorde a la clase gobernante, ya que todos los hombres, especialmente los antiguos samuráis, estaban obligados a prestar servicio militar. Este militarismo permitió que Japón se presentara al mundo como una nación fuerte, con capacidad de defensa ante las posibilidades de invasión.

Cuarto, la construcción de un sistema educativo que democratizó la educación al ser decretada de tipo universal. Esto posibilitó la pronta alfa-betización de la sociedad, anteriormente condicionada por los privilegios de clase (Duke, 2009). El quinto fue el desarrollo de un sistema de comuni-caciones y transportes que detonó la rápida industrialización del país, ade-más del desarrollo del Estado y la difusión de los valores de las élites gober-nantes (Mann, 2006); y el sexto, la política de fomento a las industrias.

De acuerdo a Takajusa (1990), esto último fue uno de los logros más relevantes del periodo Meiji, el cual se basó en cuatro estrategias:

1 Al principio del periodo, préstamos de dinero y fomento de los bancos nacionales.

2 Formación de la red de ferrocarriles, correos y telégrafos como empresas directas del gobierno.

3 Establecimiento de fábricas y minas estatales y la venta de estas propiedades del estado al sector privado.

4 Préstamos de capital e instalaciones a las compañías priva-das y su venta (p. 95).

Lo relevante es que a la par del desarrollo manufacturero, las indus-trias domésticas también crecieron. Este dualismo permitió que las clases sociales, anteriormente desprovistas de tierras, pudieran ser pequeñas productoras. De hecho, los campesinos acomodados y la casta samurái se convirtieron en dueños de las principales empresas de Japón, a las cuales se les conocieron como zaibatsu (p. 115).

Entre otros aspectos, la socialización de las élites en universidades occidentales y la institucionalización de la burocracia, produjeron un

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cambio en el paradigma de desarrollo económico japonés, que mejoró las condiciones de vida de las zonas agrícolas y potenció la industria-lización nacional. La idea era occidentalizarse por voluntad propia, mediante sus valores y estrategias, antes de que otra nación lo hiciera coercitivamente con invasiones, anexiones o guerras. Desde la visión de las élites japonesas, esto desincentivaría el interés internacional en dis-putarse el territorio de la isla.

6. Las coyunturas críticas: guerras, posguerras y crisis económicasPara entender el denominado “milagro económico japonés”, es nece-sario explicar las consecuencias de los periodos bélicos que sucedieron durante la Restauración Meiji y posterior a ella, que como coyunturas crí-ticas permitieron el despegue económico (take-off) de “El sol naciente”. La primera de gran envergadura fue la Guerra Sino-Japonesa, en la que China y Japón se disputaron el territorio de Corea, entre 1894 y 1895, por dos aspectos: la posición estratégica del país y los recursos naturales que poseía, principalmente carbón y hierro (Paine, 2005).

Los enfrentamientos duraron aproximadamente seis meses. Japón demostró su poderío militar al atacar por mar y tierra con estrategias de guerra moderna y un ejército recién consolidado. El conflicto llegó a su fin por la pérdida del puerto de Weihaiwei, la península de Liao-dong y la isla de Taiwán, además de otros puertos de igual relevancia, y la obtención de pagos en efectivo como indemnización (Correa, 2017: 63). El efecto derivado fue la rendición de China, en la cuál la dinastía Qing demandó la paz a Japón en 1895.

Entre este periodo, Correa (2017: 65-66) señala que las estrategias industrializadoras del Estado consistieron en tres aspectos. Primero, al existir un mercado local poco fortalecido, a causa de los conflictos que durante siglos se desarrollaron en Japón, las materias primas fueron importadas de países como India. Segundo, una vez que se superó el abasto de recursos, los zaibatsu fueron los encargados de la producción al interior del país. Tercero, cuando el mercado logró consolidarse, se inició el periodo expansivo de las exportaciones, aunque “a inicios de la primera guerra mundial Japón tuviera un Estado grande, quizás con un gasto excesivo, un déficit de balanza de pagos importante y una deuda pública alta en proporción al PIB” (Correa, 2017: 66).

Sin importar estas condiciones económicas poco alentadoras, las inercias internacionales llevaron a Japón a participar como aliado de

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Francia, Reino Unido y Rusia, durante la Primera Guerra Mundial. Esta segunda coyuntura crítica tuvo dos consecuencias importantes para el desarrollo económico de Japón. En primer lugar, las importaciones se redujeron por la entrada de los países europeos a la guerra, los cuales emplearon sus reservas para el financiamiento bélico. Japón se vio per-judicado, pues el comercio exterior aminoró, pero fue posible que al comenzar la escasez de productos, se logró exportar materias primas al “Bloque de los Aliados” (River, 2019; Correa, 2017).

En segundo lugar, la agricultura fue desplazada como actividad pre-ponderante y gran parte de la población se dedicó a la producción nacio-nal industrial: “De esta manera, Japón paso de tener déficit en balanza de pagos durante la era Meiji a tener un superávit en dicha balanza lo cual llevo a que el PIB creciera a tasas del 10% anual aunque igualmente el nivel de precios se duplicó” (Correa, 2017: 66).

La tercera coyuntura crítica fue el periodo de la Gran Depresión en la historia japonesa, que comprendió de 1930 a 1932. A causa de los efec-tos internacionales del colapso de Wall Street, conocido como “el jue-ves negro” (Black Thursday), y por las decisiones tomadas por el partido gobernante Minsei, que a través del Ministro de Hacienda, Inoue Jun-nosuke, consistieron en la implementación de una política deflaciona-ria, la eliminación de bancos y empresas que se consideraban incapaces de competir nacional e internacionalmente, el regreso al patrón oro, la disminución del consumo, el gasto público y las importaciones, además de una campaña intensiva para promover el ahorro familiar, entre otras (Takajusa, 1990: 146); todo ello condujo a la dimisión del Ministro de Hacienda, a causa de la agudización de la crisis económica.

Koreyiko Takahashi, al remplazar a Junnosuke:

Retira el talón oro, devalúa la moneda, reduce la tasa de interés y aumenta el gasto público hasta llegar a un déficit fiscal equiva-lente a 30% del gasto. Su política es considerada una de las más exitosas y brillantes políticas “expansionistas” mundiales, e inclu-sive se dice que concibió el multiplicador de la inversión. Por ello se le ha llamado el “Keynes japonés” (Suárez, 2019: 128).

Sin embargo, al lograr el crecimiento económico de 4.3 por ciento, Koreyiko Takahashi, para detener el desequilibrio fiscal producido por el excesivo gasto público, decidió la reducción del gasto militar. Tal fue

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la impopularidad de dicha medida, que el ministro fue asesinado por los radicales militares, quienes, tras su muerte, dieron continuidad al finan-ciamiento del ejército (Suárez, 2009: 128-129).

La emergencia del poderío militar japonés produjo nuevos conflic-tos internacionales. El más destacado derivó en la cuarta coyuntura crí-tica, dando paso a la segunda Guerra-Sino-Japonesa, que abarcó de 1937 a 1945. Aunque la guerra llegó a su fin por la alianza chino-estadouni-dense, con la que Japón fue incapaz de competir militarmente, durante este periodo hubo algunos cambios en la política económica. De acuerdo a Suárez (2019: 129-130), esta etapa se caracterizó por la creación del Ministerio de Municiones, que remplazaría al antiguo Ministerio de Comercio Internacional e Industria. A juicio del autor citado, con ello Japón se convirtió en un “Estado Mayor Económico”, auspiciado por pro-gramas y estrategias diseñadas por la primera Agencia de Planeación.

El problema, sin embargo, fue el excesivo interés en el sostenimiento de la guerra que lo condujo a la ruina económica, debido a que el Estado controló todo lo relacionado con el enfrentamiento militar con China. La población se desplazó, lo que ocasionó flujos migratorios de gran trascen-dencia para producir armamento militar, con lo cual los bienes y servicios para el consumo civil escasearon. Además, la sequía de 1939 agudizó la crisis alimentaria e hidroeléctrica, que obligó al gobierno a tomar medi-das desesperadas por la austeridad, como la restricción en la compra e ingesta de arroz y posteriormente se adoptó el sistema de cupones de racionamiento para cualquier tipo de consumo (Takajusa, 1990: 162).

Como parte de las estrategias conciliatorias, existieron negociaciones entre EE. UU y Japón que no prosperaron. En consecuencia, Japón inva-dió Tailandia en 1941; atacó las colonias británicas de Singapur, Malaya y Hong Kong, y las bases militares estadounidenses en Isla Wake, Hawai, Guam y Filipinas. El conflicto llegó a un punto cúspide con el bombardeo a Hiroshima y Nagasaki en 1945, por EE.UU. Con ello Japón aceptó la rendición el 14 de agosto de 1945.

Esta quinta coyuntura crítica ocasionó la muerte de 1, 140, 000 personas en el ejército y 410 mil enlistados en la marina; 530 mil heridos y desapare-cidos; y el desplazamiento forzado de 3 millones de japoneses (Takajusa, 1990: 169). Entre los daños materiales, “fueron de 64 mil 300 millones de yenes, y la riqueza nacional subsistente llegaba a 188 mil 900 millones. Se había destruido aproximadamente una cuarta parte y la riqueza nacional subsistente era igual al total de la que existía en 1935. De un solo golpe

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se destruyó la acumulación lograda durante 10 años, desde 1935” (Taka-jusa, 1990: 169). A partir de este proceso, se produce una nueva trayectoria institucional (branching point), con el inicio de la Administración Militar Norteamericana (Supreme Commander for de Allied Powers), dirigida por Douglas MacArthur, que contribuyó al desarrollo del milagro económico japonés, como a continuación se analizará (Suárez, 2019: 130).

7. Segunda trayectoria reformista: “el milagro económico japonés”Los sucesos analizados anteriormente conducen a cuestionar ¿qué fac-tores contingentes permitieron el acelerado crecimiento económico de Japón, a pesar de las continuas guerras y crisis económicas? Para respon-der esta interrogante, resulta imperativo esclarecer lo que la Historia denomina como “el milagro económico japonés”. Se llama así a la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial y al periodo comprendido entre la Guerra Fría (1945-1991), en el cual se registró un crecimiento exponen-cial y positivo de los indicadores económicos del país, gracias a las estra-tegias implementadas por EE. UU durante la ocupación, que tenían por fin evitar el avance de la Unión Soviética y del comunismo en el pacífico.

El plan norteamericano consistió básicamente en la “democratización de la economía” japonesa; esto es, la desarticulación de los zaibatsus para terminar con los monopolios y debilitar militarmente a Japón, al disolver las casas matrices y poner a la venta al público las acciones. A la par, se implementó una reforma agraria de grandes alcances, que consistió en la comercialización de las propiedades no cultivadas o las de aquellos due-ños que se consideraban “ausentes”. Lo anterior estuvo aparejado de una ley sindical, una laboral y una reguladora de las relaciones laborales. El efecto de estas normativas fue el mejoramiento no sólo de las condiciones de trabajo, sino que el salario repuntó, extendiendo el mercado interno y el consumo hacia las clases pobres (Takajusa, 1990: 176-182).

Estos aspectos contingentes permitieron que se desarrollara el milagro económico japonés en cuatro etapas: recuperación, crecimiento rápido, cre-cimiento sostenido y decrecimiento económico. La fase de recuperación abarcó los años de 1946 a 1954. En este periodo las estrategias se centraron en potenciar la industrialización, principalmente con el impulso a la explo-tación de algodón, carbón y acero (Kiprop, 2019). El ministro Tanzan Ishibashi, en 1948, implementó nueve diversas estrategias para estabi-lizar la economía. Entre ellas destacan: lograr el equilibrio del presu-

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puesto, incrementar la recaudación fiscal (con persecución criminal a la evasión), orientar el crédito a los proyectos detonadores de la recupera-ción económica, entre otras (Suárez, 2019: 133).

Sin embargo, en 1948 se envió a Joseph Dodge como representante del gobierno americano, quien puso en marcha tres planes económicos: el equilibrio financiero para conseguir superávit (denominada Ley de Finanzas de 1947); la suspensión de préstamos de la Caja de Financia-miento para la Reconstrucción (CFR), creada durante los años de 1948 y 1949; y la reducción y final extinción de los subsidios (Takajusa, 1990: 191). Junto a ellas se estructuró, entre 1956 y 1960, el Plan Quinquenal para la Autosuficiencia Económica, para aminorar la dependencia con EE. UU. Con ello, las expectativas de crecimiento pasaron de 5% anual a 9.1%. (Suárez, 2019: 135). A pesar de estos avances, en 1949 los indicadores macroeconó-micos vaticinaban una recesión mundial, pero el estallido de la guerra de Corea produjo que en Japón:

Los índices económicos, entre 1949 y 1951 la exportación creció 2.7 veces y la producción aumentó 70%. Además, fue muy nota-ble el crecimiento de la tasa de ganancia de las empresas debido al alza de precios, particularmente al mayoreo, y al aumento de la producción. […] lo importante para la economía japonesa de ese periodo fue el ingreso de divisas procedentes de los gastos de las fuerzas norteamericanas […] de esta manera Japón tuvo un ingreso extraordinario, en dólares, que alcanzó el 60 o 70 % del total de las exportaciones (Takajusa, 1990: 193-194).

Sumado a ello se implementó una política de acumulación de capital con cuatro estrategias: la creación del Banco de Desarrollo de Japón, que sus-tituyó a la CFR, su función consistía en otorgar créditos a las industrias; la modificación del sistema fiscal mediante impuestos proporcionales; un sistema de asignación de divisas para equilibrar la balanza comer-cial; y la introducción acelerada de técnicas productivas extranjeras. Además, con la firma del Tratado de Paz de San Francisco y el Tratado de Seguridad Nipón-Norteamericano en 1951, Japón recuperó su indepen-dencia, pero permitió que EE.UU. dirigiera la política de seguridad,en el cuál alcanzó un rápido crecimiento económico al no invertir en milicia (Takajusa, 1990: 196-199).

Los aspectos contingentes analizados provocaron que Japón transitara a la fase de crecimiento rápido, entre 1954 y 1972. En este periodo había un ambiente mundial en el que se experimentaban altas tasas de creci-

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miento económico, como efecto de la posguerra. Al interior del país, la desintegración de los zaibatsus produjo que la actividad de las empresas mejorara con la administración de profesionales, quienes tenían una visión de expansión basada en la calidad y en el equilibrio presupuesta-rio. Existía un gran progreso tecnológico, derivado de las guerras ante-riores, que impactaron positivamente en la industria siderúrgica, eléc-trica, la construcción de barcos, maquinaria eléctrica, manufacturas, la industria automotriz, petroquímica y de fibras sintéticas. Junto a estos avances, mejoró la calidad de vida, el patrón de consumo, la ocupación de las viviendas, el uso de aparatos eléctricos, pero también supuso nue-vos retos en materia ambiental (Takajusa, 1990: 201-250).

En esta sinergia de ideas, para Ohno (2006: 162), cinco fueron los fac-tores que permitieron el crecimiento acelerado: racionalización, gestión macroeconómica, política industrial, reintegración global y cambio social. Pri-mero, la racionalización consistió en el mejoramiento de la producción mediante la inversión en nuevas tecnologías, como maquinaria, aunado a la reorganización de la administración y la producción (Ohno, 2006: 164). Segundo, la gestión macroeconómica residió en que el presupuesto era estable y generador de superávit; el gobierno se redimensionó al conver-tirse en un Estado eficiente; se prohibió la monetización de los déficits fiscales, caracterizados por la emisión de bonos del gobierno y la pari-dad yen-dólar se estabilizó (Ohno, 2006: 167). Tercero, la política indus-trial fue guiada por la creación del Ministerio de Comercio Internacional e Industria, que aportó directrices para el establecimiento de la misión y visión en las empresas, los consejos de deliberación, el desarrollo de relaciones empresariales y redes humanas, una política de rotación de personal y un sistema de jubilación anticipada (Ohno, 2006: 170-172).

Cuarto, la reintegración de Japón en una economía globa supuso la libera-lización del mercado y la eficiencia de las empresas al volverlas más com-petitivas. Aunque esta tarea no fue fácil para todo el territorio, el Estado tuvo un gran papel al primar su intervención en áreas estratégicas (Ohno, 2006: 175-176). De acuerdo a Suárez (2019: 139), esta etapa pudo propiciarse gracias a la eliminación del proteccionismo en el comercio exterior, a consecuencia de que entre 1963 y 1964 Japón aceptó las medi-das del Fondo Monetario Internacional (FMI), del General Agreement on Tariffs and Trade (GATT) y fue el primer país asiático en ser admitido en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

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Quinto, el cambio social se afianzó en lo que se analizó anteriormente: las modificaciones de los patrones de consumo y el mejoramiento de la calidad de vida. Sin embargo, esto no habría sido posible sin la política para doblar el ingreso nacional, implementada de 1961 a 1970, que “signifi-caba crecer al 7.2%. […] [No obstante] Las proyecciones ambiciosas del Plan […] fueron rebasadas por un crecimiento de 11%. El coeficiente de inversión aumentó a 37% del PIB, y el ahorro doméstico, a 34%” (Suárez, 2019: 138). Esto mantuvo a Japón dentro de las cinco economías más importantes del mundo en este periodo; a pesar de ello, en 1971 dejó cre-cer. ¿Por qué? Las razones se explorarán a continuación.

8. Japón en la actualidad: fase de recorte (retrenchment) de la trayectoria desarrollistaLas otras dos fases en la historia económica de Japón corresponden al crecimiento sostenido y el decrecimiento. En este apartado se abarcan ambos periodos, puesto que en ellos se encuentran los aspectos contingentes que han delineado el desarrollo económico de Japón hasta la actualidad. El crecimiento sostenido comprendió de 1973 a 1992. En esta etapa hubo una crisis petrolera a causa de la cuarta guerra de Medio Oriente, en octubre de 1973. De acuerdo al análisis de las fuentes, el conflicto árabe-israelí se manifestó en el desarrollo de estrategias concernientes al abastecimiento petrolero. Los productores disminuyeron o incluso negaron el envío de petróleo a aquellos países que no mostraron su apoyo en el conflicto y decretaron el aumento del precio, seis veces más de lo habitual. Esto impactó seriamente a Japón, al depender de la importación de crudo para la generación de energía (Shojai y Katz, 1992: 97; Takajusa, 1990: 270).

En consecuencia, los bienes derivados del petróleo experimentaron un aumento exponencial de precios y ante el anuncio de la escasez de los productos de autoconsumo, la población nipona realizó compras masivas que impactaron en la inflación del país. Esto orilló al gobierno a orientar la política económica al control de la inflación (Lindberg y Maier, 1985: 143), por lo que todo el proceso desarrollador desde la década de los setenta comenzó a fisurarse por otros aspectos contingentes que ver-san sobre la política del país.

Como refieren algunas fuentes, Japón tuvo la característica de tener un Estado fuerte e intervencionista. En temas de democracia, el gobierno estuvo controlado por un sistema de partido único. En cuanto a la buro-cracia, cimentó el desarrollo en por lo menos tres décadas, que se carac-

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terizó por su discrecionalidad, fuerza y en muchos casos por corrupción con el sector privado, las instituciones crediticias, entre otros (Suárez, 2019: 144). En concreto, “a finales de los años noventa, Japón y toda Asia del Este fueron agitados por la enfermedad del ‘capitalismo de cuates’ (el crony capitalism)”9 (Suárez, 2019: 145).

Todo esto incidió para que Japón experimentara un periodo de estan-camiento económico, a partir de 1989, que daría inicio a la fase de decre-cimiento. Ello se explica por tres variables. En primer lugar, el modelo de política económica se orientó a la protección de los denominados Keiretsus.10 Sus características principales se basaron en el apoyo mutuo, a partir de la compra y venta de bienes y servicios que eran extrema-damente burocráticos y poco flexibles. La toma de decisiones era difícil y lenta. Este modelo clientelar logró sobrevivir desde la década de 1950 hasta por lo menos a principios del año 2000, debido a que el gobierno impulsó estas empresas con financiamiento del Banco Central de Japón. Sin embargo, sus efectos eran de tipo dominó, puesto que el éxito o fra-caso de una influía en las otras (Grabowiecki, 2006).

En segundo lugar, como consecuencia de la crisis petrolera de la década de 1970, las exportaciones disminuyeron y para aumentarlas se decidió devaluar la moneda, lo cual repercutió en que a partir de 1985 comenzaran a manifestarse externalidades económicas de gran ampli-tud, a consecuencia del Plaza Accord o también conocido como Plaza Agreement (Acuerdo Plaza), que consistió en la firma de EE. UU, Japón, Reino Unido, Francia y Alemania para depreciar al dólar, con el fin de

9 El “capitalismo de cuates” o también conocido como “capitalismo clientelar”, tiene las siguientes características: “En los países pobres, las empresas no pueden iniciarse o man-tenerse sin la existencia de una relación estrecha entre empresarios y funcionarios guber-namentales. A menudo existe un favoritismo en la concesión de permisos de construcción y de otro tipo, subvenciones del gobierno, exenciones fiscales especiales y otras activida-des del estado regulador” (Macey, 2016: 2).10 Se denomina Keiretsu a los “grandes grupos de empresas que dominaron la econo-mía japonesa entre los años cincuenta y principios de los años 2000, caracterizados por la participación accionaria cruzada y las relaciones transaccionales a largo plazo entre sus constituyentes, como las que existen entre ensambladores y proveedores. Keiretsu se puede entender mejor en términos de una intrincada red de relaciones económicas que vincula a bancos, fabricantes, proveedores y distribuidores. Los negocios constitutivos de un keiretsu pueden integrarse horizontal o verticalmente. Las empresas líderes que forman el núcleo de un keiretsu están unidas horizontalmente por relaciones de capital y transaccionales, y cada empresa principal se vincula con muchas empresas de subcontra-tación, que están en relaciones verticales con las empresas principales. Las empresas que están conectadas verticalmente con las empresas centrales a través de contratos de sub-contratación y que pueden obtener apoyo financiero y tecnológico de la empresa matriz generalmente se consideran empresas afiliadas de subcontratación” (Tajima, 2019: 1-2).

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reducir el déficit comercial (Iwamoto, 2006: 64-65). Sin duda, la medida tuvo éxito en cuanto al impulso del crédito en el corto plazo, pero gra-dualmente repercutió en los tipos de interés, como resultado de la espi-ral de la deuda a la que se enfrentaba Japón y a la burbuja inmobiliaria y financiera (Lien, 2008).

El tercer aspecto que ha contribuido al estancamiento de Japón son sus características poblacionales, ya que se sitúa como uno de los países más envejecidos del mundo. Se calcula que más del 27.47% de la pobla-ción tienen más de 65 años. De ellos, el 12.9% representa la fuerza laboral del país, y alrededor de 2.31 millones de personas se encuentran en el ciclo etario de 90 años. Su tasa de natalidad es de 7.6% y tienen una espe-ranza de vida de 84.1 años (El País, 2007). Esto incide en el aumento del gasto público para la población geriatra que, sumado a la política antin-migración, ha hecho que Japón no pueda fortalecer el mercado interno. Esta política se trata de sustituir, con la incorporación de la robótica, el desempeño de trabajos, principalmente en la industria y en el sector servicios (Plitt, 2019).

En suma, ¿qué se puede rescatar de la experiencia japonesa? La res-puesta a partir de la evidencia empírica recabada, puede versar en dos explicaciones que produjeron un efecto de retroalimentación entre los acto-res como detonadores del crecimiento económico y la modernización y paradójicamente de la fase de recorte de la trayectoria desarrollista. En primer lugar, la capacidad de control de las élites políticas a las disidencias civi-les se logró al extraer el poderío económico y militar, en imposibilitar el asentamiento humano en el largo plazo a partir de desplazamientos for-zados y constantes durante el periodo Edo. Estas precondiciones logra-ron compartir el desarrollo del poder infraestructural del Estado entre las élites y la sociedad, que consistió principalmente en la expansión del comercio y del mercado interno, el mejoramiento de la producción agrí-cola, la socialización de la población en las escuelas que ofertaban valo-res nacionalistas y un currículo estricto para lograr la alfabetización y el rápido desarrollo científico.

Todo ello logró que emergieran élites con visiones sobre el progreso, la industrialización y la firme idea de evitar la invasión extranjera. Con ello, Japón, en menos de cien años, produjo una inercia en la que logró transitar del régimen feudal a una economía capitalista de las grandes firmas durante la Restauración Meiji, donde el Estado intervino con fines específicos, como la creación de una burocracia meritocrática, un

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sistema de planeación y rendición de cuentas, y una reactivación eco-nómica profunda, diferenciándose así del capitalismo dirigista. Sin embargo, ello no lo excluyó del capitalismo clientelar y de patrones de corrupción para facilitar los negocios. Lo significativo de este caso es que Japón, a pesar de la devastación producto de las guerras, logró con-solidarse como la segunda economía más próspera del mundo, a partir de la implementación de medidas keynesianas y posteriormente de libre mercado, que lo condujeron a expandir su influencia tecnológica y pode-río comercial hacia el exterior.

Finalmente, la segunda explicación radica en que la fase de recorte de la trayectoria desarrollista, obedece principalmente a factores macroeco-nómicos y a la toma de medidas para depreciar el dólar que, a pesar de surtir efectos positivos en el mediano plazo, para el 2008, con la crisis económica mundial, Japón no estuvo preparado para solventar los retos económicos derivados de la burbuja inmobiliaria y comercial, aunado a su decreciente población juvenil imposibilitada para reactivar el mercado interno y al cierre de fronteras contra la inmigración, que podrían ocasio-nar que Japón continuara en la fase de estancamiento por varias décadas.

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III. CHINA: UNA ECONOMÍA ECLÉCTICA

Juan Manuel Ávila Silva 11

Introducción El proceso de globalización ha sido gestionado por los países, al adoptar políticas económicas neoliberales o posneoliberales, lo que permite a algunos un crecimiento global, por lo que es importante conocer qué países han gestionado de mejor manera este proceso, en el que destaca la República Popular China (en adelante China), como un país del que se tienen que aprender sobre la gestión de las políticas económicas.

China, país de cultura milenaria y tradicional, muestra que se debe aprender de los errores y tomar lo mejor de ellos, al poner en práctica teorías económicas para sobresalir en un mercado muy competitivo en pleno siglo XXI. Una de las mayores enseñanzas de este país es gestio-nar, adecuar, adaptar y retomarlas, lo que favorece en mayor medida a su desarrollo económico, como lo evidencia Deng Xiaoping, al referirse a China de la siguiente manera:

Actualmente hay dos modelos de desarrollo productivo. En la medida que cada uno de ellos sirva a nuestros propósitos, noso-tros haremos uso de él. Si el socialismo es útil, las medidas serán socialistas, si el capitalismo nos es útil, las medidas serán socia-listas. Al respecto, de manera por demás inusual y pragmática, señalaba: “No existen contradicciones fundamentales entre el socialismo y la economía de mercado”. […] Es claro ahora que la correcta aproximación para abrirse al mundo, es combinando una economía planificada, con una economía de mercado, a la cual se implementen reformas estructurales […] De seguro es incorrecta la afirmación de que la economía de mercado sólo existe en la sociedad capitalista, que únicamente hay economía de mercado capitalista. ¿Por qué el socialismo no puede practicar la economía de mercado? A manera de resumen concluía: “ambos son medios” (Romero Tellaeche y Berasaluce Iza 2019: 242).

11 Profesor-investigador de tiempo completo de El Colegio de Morelos, doctor en Derecho y Globalización, perfil deseable PRODEP, miembro del Sistema Nacional de Investiga-dores, nivel candidato. Contacto: <[email protected]>, orcid 0000-0002-0518-0771

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Por estas circunstancias, es indispensable conocer una de las principales economías a escala global y saber cómo ha gestionado un crecimiento sostenido durante los últimos años. Así, a través del método de análisis, se estudia el fenómeno de la globalización y cómo China ha logrado un crecimiento económico importante, se identifican qué teorías o modelos económicos ha aplicado y se cono-cen datos estadísticos de su crecimiento económico, de acuerdo a datos del Banco Mundial, así como incluirse reflexiones sobre los factores internos que contriubyen a alcanzar su éxito económico y así, finalmente, plantear las conclusiones del presente ensayo.

1. GlobalizaciónEl tema de la globalización influye en una multitud de fenómenos, que si bien encuentran sus orígenes en la economía, “abarca[n] muchas cosas: flujo internacional de ideas y conocimientos, intercambio cultural, sociedad civil global y movimiento global a favor del medio ambiente” (Stiglitz, 2006: 28) y tienen un fuerte impacto en el Derecho.

Actualmente la fuerza de este fenómeno es tal, que resulta imposible hablar de cualquier tema sin tenerlo presente, al incidir en casi todos los rincones del planeta y tener un impacto positivo o negativo, por lo que es necesario conocer lo que se entiende por globalización para la claridad de este estudio.

En la Enciclopedia Jurídica Latinoamericana se define a la globalización como “los procesos de cambio en el entorno económico, político y cul-tural que se generaron desde principios de los años y que implicaron el ‘triunfo’ de la economía de mercado y la democracia en el conjunto del planeta” (López-Ayllón, 2007: 709), por lo que se puede entender que la globalización impacta en la economía.

Lo anterior se sostiene al surgir nuevas relaciones comerciales entre varios Estados. La política también se ve influenciada por este fenó-meno, ya que origina la incorporación de los países a organismos inter-nacionales como al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial, etcétera, así como la adopción de sus políticas públicas.

Por su parte, la globalización también origina un nuevo proceso cul-tural, pues las sociedades copian estilos de vida y forman nuevos ciuda-danos del mundo, así como genera una escala mundial de la liberación

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China: Una economía ecléctica...

de los mercados, como parte de una idea fundamentalista [neolibera-lismo], impulsada por los Estados Unidos de Norteamérica, al abrir los mercados al intercambio comercial mundial.

Asimismo, Joseph E. Stiglitz señala que “la globalización significa que lo que sucede en una parte del mundo tiene consecuencias en todas las demás, puesto que las ideas y el conocimiento, los bienes y los servicios, el capital y las personas atraviesan las fronteras con mayor facilidad” (2006: 352), por lo que la globalización crea una interdependencia entre los Estados del mundo, donde existe un intercambio no sólo de capita-les, sino también del conocimiento entre las sociedades, al surgir nuevas formas de relacionarse a escala mundial.

Por su parte, Jorge Witker señala:

La globalización como esencia es la expresión de un proceso de concentración del poder económico mundial en los países cen-trales y, como apariencia en la ruptura de la economía clásica impactada por los avances de la “tercera revolución” que bifurca los sistemas productivos a escala mundial en fábricas mundiales que actúan sobre la producción de bienes y productos, pero que aprovechando la revolución de los servicios crea y desarrolla una economía simbólica que afecta a las sociedades nacionales en sus premisas básicas de autonomías y proyectos nacionales indepen-dientes (2001: 341-355).

Tal como se comprueba, en la globalización hay un acaparamiento de la riqueza en algunos cuantos países: Estados Unidos de Norteamé-rica, China, Corea del Sur, Hong-Kong, Singapur, Taiwán y una minoría más. Es evidente que estas naciones se valen del surgimiento de las tec-nologías de la información para transformar radicalmente la economía de los Estados, con el libre mercado sociedades consumistas; es decir, sociedades artificiales en las que se dejan de lado los proyectos naciona-les, que deriva en la interdependencia que la globalización genera en la economía a escala mundial.

Así, Carbonell y Vázquez señalan que:

El concepto de globalización ha estado referido al fenómeno espe-cífico de la progresividad y tendencial unificación a escala mundial de los mercados de mercancías, en relación ya sea con la reducción de las barreras proteccionistas levantadas por varios Estados en

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defensa de sus propios mercados nacionales, o bien al proceso de uniformación o de homologación cultural que ha generalizado a escala mundial estilos de vida y modelos de consumo (2003: 141).

De acuerdo a esta cita, la globalización genera la unificación de los mercados, que surge cuando los Estados reducen las barreras de protec-ción, al abrir el libre intercambio de mercancías y productos. También esta unificación se da por medio de la adopción de formas de vida y con-sumo entre los Estados que se abren al fenómeno de la globalización, lo que genera una pérdida de la cultura y de la identidad nacional.

Además, Carbonell y Vázquez, Rodolfo agregan:

El proceso de globalización es altamente contradictorio. Tiene lugar a través de un proceso aparentemente dialéctico, en el cual nuevas formas de globalización se presentan junto con nuevas o renovadas formas de localización. Como interacción global e interdependencia, las relaciones sociales en general parecen ―des-territorializarse, abriendo el camino a nuevos derechos a opcio-nes, cruzando fronteras hasta hace poco regidas por el lenguaje, el nacionalismo, las costumbres, la ideología y muy a menudo por todas ellas juntas. Pero de otro lado y en contradicción están emergiendo nuevas identidades regionales, nacionales y locales que se construyen a lo largo de una nueva prominencia de dere-cho a los arraigos (2003: 141).

El fenómeno de la globalización es complejo, en razón de que por una parte existe una apertura al libre comercio; es decir, se da la expansión de las relaciones entre diversas sociedades donde surge una interdepen-dencia entre ellas, al dar origen a nuevos derechos.

Se puede afirmar que las costumbres de las sociedades se transfor-man, así como sus ideologías; sin embargo, estos procesos se toman de forma regionalizada al existir Estados que ante el proceso de globaliza-ción optan por establecer alianzas regionales con la Unión Económica Europea (UE) y con la Unión de Naciones de América del Sur (UNASUR), con el fin de establecer regulaciones para preservar su identidad nacio-nal y negar así una interdependencia con el imperialismo de Estados Unidos, ante los procesos de la globalización.

Por otra parte, Mendizábal Bermúdez, con referencia a la globaliza-ción, señala que:

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China: Una economía ecléctica...

La globalización se establece con la internacionalización acelerada y acrecentada de los mercados que se transformó posteriormente en la mundialización de la producción y del consumo; sin embargo, no se puede reducir a términos sólo económicos, hoy en día la globali-zación marca en sí misma un contexto, cuyo análisis es irrenuncia-ble en cualquier tema y la Seguridad Social por supuesto adquiere matices muy diversos e interesantes bajo esa óptica (2018: 16).

Con base en ello se puede afirmar que la globalización ha influido en varios temas como la seguridad social, que actualmente atraviesa por uno de sus momentos más difíciles, pues la actual etapa de la globalización ha traído consigo el desmantelamiento del estado de bienestar,12 por la priva-tización de los servicios de seguridad social como ha ocurrido en México.

Actualmente la globalización es flexible en beneficio de la producción de bienes y servicios, como en México al ser laxas sus leyes laborales con la actualmente llamada reforma laboral que se modificada de acuerdo a intereses corporativos.

Sin embargo, existe un reparto desigual en la riqueza; en el caso de México, aunque cuenta con el Tratado del Libre Comercio para América del Norte, existe una desigualdad marcada en el establecimiento de medi-das arancelarias por parte de los países del norte, además de una regiona-lización, puesto que los Estados forman bloques económicos y políticos.

Derivado de este análisis, se aprecia que la globalización es un inter-cambio que si bien sus orígenes son en los mercados económicos, ha per-meado en otros aspectos como los políticos, sociales y culturales, en el donde se debe incluir al derecho, en donde hay una expansión de los capi-tales, bienes y servicios, y se genera un crecimiento económico derivado de acuerdos bilaterales o multilaterales de libre comercio como el TLCAN, el MERCOSUR, la UNIÓN EUROPEA o la UNASUR, que realizan los Estados mediante la disminución de aranceles; además, la globalización aprove-cha los impulsos que le generen avances tecnológicos, como el abarata-

12 El estado de bienestar es un término acuñado por Alfred Zimern, en 1934, y es la línea intermedia entre el comunismo y el capitalismo, que permite el desarrollo paralelo de la economía con el de la redistribución de la riqueza, al tomar como base el sistema fiscal de cada Estado (al cobrar más impuestos a quien más tiene) y ejercer una buena medida de dichos impuestos en el gasto social (para subsanar las necesidades de los marginados) (Mendizábal Bermúdez, 2013: 76). El estado de bienestar fue utilizado como una fórmula pacificadora de las democracias capitalistas avanzadas para el periodo subsiguiente a la Segunda Guerra Mundial, pues sus premisas limitan y mitigan el conflicto de clases, al equilibrar la asimetría de poder entre trabajo y capital. Funcionó hasta mediados de los años sesenta (Constante, s/f: 134).

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miento del transporte, y propicia una interdependencia económica entre las naciones, pues estos procesos sobrepasan las fronteras, así como pro-cesos en el cambio de la política, la cultura, la democracia y el derecho.

Por otra parte, los organismos internacionales como el Fondo Mone-tario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio, gestionan la economía global y favorecen los intereses de los países desarrollados, al velar por sus intereses particulares.

En el tema de la democracia en los Estados, actualmente en 140 paí-ses se convocan elecciones en las que concurren varios partidos, con sólo 80 Estados que pueden considerarse plenamente democráticos (en ellos vive el 55% de la población mundial); en 106 países aún se limitan las libertades civiles y políticas de sus habitantes. La democratización de los Estados es un requisito para contar con un espacio internacional igualmente democratizado, lo cual es una tarea por cumplir (Carbonell y Vázquez, 2003: 141), por lo que la globalización actual:

No funciona. Para muchos de los pobres de la Tierra no está fun-cionando. Para buena parte del medio ambiente no funciona. Para la estabilidad de la economía global no funciona. La transi-ción del comunismo a la economía de mercado ha sido gestionada tan mal que —con la excepción de China, Vietnam y unos pocos países del este de Europa— la pobreza ha crecido y los ingresos se han hundido (Stiglitz, 2010: 165).

La actual etapa de la globalización requiere reformas, pues son muchos los perdedores y pocos los beneficiados. Por ende, hay que seña-lar la lucha por construir, a nivel global, instituciones democráticas que busquen el bienestar común y se tenga como objetivo principal dignifi-car al ser humano como fin y no como un objeto o mercancía, en donde la sociedad frene los abusos de intereses particulares y financieros, para que la globalización funcione realmente para todos, para impulsar acuerdos comerciales que atiendan la ética en los negocios y se logren acuerdos comerciales justos para regular la igualdad entre iguales y la desigualdad entre los desiguales y así generen una regulación jurídica internacional que resuelva los grandes problemas comunes a los Estados.

Para efectos de esta investigación, se debe considerar que la globali-zación en el derecho genera:

a Influencia de la economía en el derecho

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China: Una economía ecléctica...

b Regionalizaciónc Importancia de los organismos internacionalesd Tendencia a la localizacióne Nuevas figuras delictivas, delincuencia organizada trans-

nacional y por consiguiente de víctimas de estos delitos

Por lo que la globalización, para ser comprendida, debe analizarse a la luz del neoliberalismo y el posneoliberalismo, que estudian las políti-cas de liberalización, las neoliberales o el fundamentalismo de mercado, según la liberalización comercial que produce crecimiento; esta postura es asumida por los economistas conservadores del Consenso de Washin-gton, quienes solían apelar a la mano invisible propuesta por Adam Smith.

De igual forma, los mercados y la búsqueda del propio interés con-duciría, como si se tratara una mano invisible a la eficiencia económica; sin embargo, el Fondo Monetario Internacional, en 2003, reconoció que muchos países en desarrollo a la liberación del mercado de capitales no ha conducido a un aumento del crecimiento, sino a una inestabilidad. 13

Cabe señalar que en México, desde que asumió la presidencia Miguel de la Madrid Hurtado, hasta la actualidad, se aplican este tipo de políti-cas económicas, lo que ha generado un estancamiento en la economía, al privatizarse varios servicios públicos, por la falta de regulación de los mercados y por las casi nulas exportaciones.

Ante esta situación, se encuentra una segunda teoría llamada post-neoliberal,14 en donde hay una regulación por parte del Estado en la actividad económica y se aplican estrategias de inserción en la globa-13 La liberalización del comercio y del mercado de capitales eran dos componentes claves en la estructura política conocida como el Consenso de Washington, que se fraguó entre el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro de Estados Unidos, dentro de lo que es el conjunto de políticas que iban a promover el desarrollo. Enfatizaba una política económica que persiga la reducción del papel del Estado, la desrregulación y la rápida liberalización y privatización. En los primeros años del nuevo milenio, la confianza en el Consenso de Washington se erosionó y empezó a surgir un consenso postConsenso de Washington. El Consenso de Washington, por ejemplo, prestaba muy poca atención a cuestiones como la equidad, el empleo y la competencia, a la determinación del ritmo y la periodización de las reformas o cómo llevar a cabo las privatizaciones. También se está de acuerdo que se cen-tró casi exclusivamente en el aumento del PIB, no en otras cuestiones que afectan al nivel de vida, y se ocupó muy poco de la sostenibilidad o del crecimiento que podría mantenerse económica, social, política o ambientalmente (Stiglitz, 2010). 14 La estrategia postneoliberal implica la solidaridad en los procesos de producción, dis-tribución de la renta, el control de capitales, la regulación legal de los medios de comuni-cación, la propiedad y el poder económico que se someten a regulaciones sociales y políti-cas para combatir las desigualdades.

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lización en países como China y en los llamados cuatro tigres o dragones del Asia del Este: Corea del Sur, Hong-Kong, Singapur y Taiwan, países considerados economías desarrolladas; asimismo, en economías simila-res de Latinoamérica como Argentina o Brasil.

De acuerdo con Joseph E. Stiglitz (2010), derivado de este intercam-bio comercial, tres instituciones principales gobiernan la globalización: El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio, así como otras entidades que desempeñan un papel en el sistema económico internacional como lo son bancos regiona-les, hermanos pequeños del Banco Mundial, y numerosas organizaciones de la ONU, como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo o la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo.

Asimismo, se constata que hablar de globalización requiere un ele-mento fundamental, que son los organismos internacionales, pues a tra-vés de ellos pueden ser reguladas las relaciones globales que surgen entre los Estados, derivadas de los acuerdos comerciales, políticos, sociales, culturales y jurídicos. Incluso se ha llegado a mencionar que tendrán la tarea de lograr un bien común global, al tener como precondición alcan-zar su democratización y el cumplimiento de sus fines fundamentales.

El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial son institucio-nes que forman parte del sistema de las Naciones Unidas y comparten el objetivo de mejorar el nivel de vida de sus países miembros; encaran la consecución de este objetivo al complementarse entre sí: el FMI se ocupa de cuestiones macroeconómicas, mientras el Banco Mundial se concentra en el desarrollo económico a largo plazo y en la reducción de la pobreza.

Cabe señalar que la globalización presenta una serie de característi-cas o elementos necesarios analizar para comprender este fenómeno. En este tenor, Armando Kuri Gaytán, en relación a la globalización, señala tres características esenciales para entender su dinámica actual: 15

15 Kuri Gaytán señala que en el último siglo existieron tres olas o etapas de globalización, incluida la actual, cuyo inicio se sitúa entre fines de los años setenta y principios de los ochenta. La primera se desarrolló desde fines del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mun-dial y se caracterizó por un fuerte crecimiento del comercio y de la inversión foránea, en particular de los flujos financieros, con una participación en el PIB parecida a la actual. Se considera que el periodo comprendido entre 1895 y 1914 constituyó la “edad de oro” del comercio y de la inversión a nivel mundial. De la Primera Guerra Mundial a la gran depresión de 1929-33, hubo un claro retroceso en el comercio internacional, al ser de tal magnitud la proporción del comercio de mercancías respecto al PIB de 1913, que no se volvió a alcanzar sino hasta finales de los años sesenta y a lo largo de los setenta, aunque países como Japón, el Reino Unido y Australia aún no lo habían recuperado en 1990. La

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1 La primera se relaciona con el paradigma de la flexibilidad como motor organizativo de la producción de bienes y ser-vicios, lo que algunos autores como Oman (1997) represen-tan como uno de los factores determinantes del actual pro-ceso globalizador

2 Ligado a lo anterior, su alcance mundial, ya que la cadena de valor se reparte en el ámbito internacional, aunque de manera desigual

3 Finalmente, la intensidad reflejada en los niveles de interac-ción e interdependencia alcanzados entre los componentes de la comunidad mundial (Calva, 2001: 21)

Así se hace necesario el estudio de la economía de mercado de China, por ser uno de los países que mayor crecimiento económico genera en el proceso de globalización.

2. China y su desarrollo económico

Resulta evidente el desarrollo económico que presentan países como China, Corea del Sur, Hong-Kong, Singapur, Taiwán, Argen-tina y Brasil, que es muy significativo, pues han disminuido sus índices de pobreza; en el caso de China, su inclusión al mercado global “lo hizo mediante una estrategia de mercado dirigido por el Estado (denominada por los chinos ‘economía de mercado socia-lista’)” (Calva, 2012: 9).

Así, a nivel global China

en los siete lustros transcurridos entre 1978 –el año en que se ini-ció en la localidad de Shenzhen de la provincia de Guangdong la política de reforma y apertura con la primera zona económica especial (zee)– y 2012 –año de inicio del quinto relevo de la diri-

segunda etapa comenzó en los años cincuenta y se prolongó durante la siguiente década hasta concluir en los años setenta por el menor crecimiento de la productividad y el inicio de una época de estancamiento con inflación en Estados Unidos y Europa. Fue un periodo de rápida expansión comercial, así como de gran crecimiento de la Inversión Extranjera Directa (IED). La tercera y actual etapa de la globalización, inicia durante los años ochenta y se distingue de sus predecesoras por el papel de las nuevas tecnologías, la aparición de empresas globales, la mayor internacionalización de los mercados financieros, la desre-gulación en países miembros de la OCDE, el incremento del comercio intra-industrial, la apertura de países no miembros de la OCDE y el nuevo tipo de organización flexible en la producción (Calva, 2007).

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gencia de la República Popular– China se desplazó del décimo al segundo puesto entre las diez mayores economías del planeta (Navarrete, 2013: 194).

No existe duda de que las economías asiáticas de Taiwán, Singapur, Hong Kong y Corea del Sur, lograron un crecimiento económico al com-binar políticas de mercado y políticas dirigidas por el Estado y sus institu-ciones, que fue reconocido por el Banco Mundial en 1993 (Calva, 2012: 71).

En China, en 1949, pueblo y Estado marcharon juntos hacia un modelo económico de planificación central, al creer que era la mejor alternativa para el país; de igual modo, de 1978 a la fecha, como lo defi-nió Deng Xiaoping, han continuado con una estrategia económica de “socialismo de mercado” hasta que sirva de socialismo y capitalismo, entendido como mercado, de acuerdo a los marcos globales e internos de China. Apunta Deng Xiaoping:

La experiencia que hemos ganado a lo largo de los últimos años nos demostró que en una estructura económica rígida no podía-mos desarrollar a las fuerzas productivas. Por eso es que hemos estado implementando algunas medidas capitalistas útiles. Es claro ahora que la correcta aproximación para abrirse al mundo, es combinando una economía planificada, con una economía de mercado, a la cual se implementen reformas estructurales [..] “De seguro es incorrecta la afirmación de que la economía de mercado sólo existe en la sociedad capitalista, que únicamente hay econo-mía de mercado capitalista. ¿Por qué el socialismo no puede prac-ticar la economía de mercado? A manera de resumen concluía: ‘ambos son medios’ (Romero Tellaeche y Berasaluce, 2019: 242).

Se puede afirmar que la política económica de China es ecléctica, al implementar una de corte capitalista, de la mano de una socialista, en donde el Estado determina la actuación de los agentes económicos, apli-cados como medios para insertarse en la económica global.

[Pues] desde que Xi Jinping se convirtió en líder, la política exterior de China ha pasado de la precaución a prueba de riesgos, a un sueño optimista de un mundo mejor en el que China habrá recuperado su lugar legítimo. Mientras que hace 20 años, China solía seguir diciendo ‘no’, o en el mejor de los casos ‘tal vez’, a la comunidad internacional, ahora quiere decir ‘sí’, aunque sin acatar totalmente la hegemonía occidental (Sornoza Parrales, G. I., Parrales Poveda, M. L., Sornoza Parrales D. R., Guaranda Sornoza V. F., 2018: 521-529).

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Así, China se ha integrado a la economía global al crear sus propias estrategias de mercado, sin seguir ciegamente las políticas dictadas por los organismos internacionales, ya que su inserción es una mezcla de las políticas económicas, lo que la llevado a ser de las tres principales econo-mías a nivel mundial actualmente.

La reforma política de marzo de 2018, la quinta a su Constitución de 1982, descubre con claridad la forma milenaria de construir el poder en China, que sigue vigente al ratificar la necesidad de un centro, un core, un núcleo de poder en la figura de Xi Jinping, que se asume como un cen-tro ejemplar, uno irradiante y principio organizador de todo Tianxia, el espacio civilizatorio chino que hoy incluye al mundo. De igual modo, a través de un confucianismo, para el siglo XXI el Estado chino convoca a la lealtad de los hijos con el padre, de los menores con los más, de los de abajo con el Tianming político (Romero Tellaeche y Berasaluce, 2019: 244).

Por lo que las políticas económicas en China van acompañadas de reformas estructurales, al plasmarse en su constitución, en donde el poder se sigue concentrando en el gobernante en turno, Xi Jinping, que busca la inclusión de la sociedad china y reformas que van de la mano de la ideología de un confucianismo vigente en el presente siglo.

Un modelo asiático de desarrollo liderado por China impulsa el 30% del crecimiento económico global, contra el 28% de todos los países desa-rrollados (CEPAL, 2016; Romero Tellaeche y Berasaluce, 2019: 249), por lo que evidentemente es uno de los países que más a destacado en la ges-tión de las políticas económicas en los últimos años. Por otra parte, el pensamiento de Confucio ha influido en la cultura y el ser de China, por lo que es necesario conocer algunos aspectos sobre este tema.

3. El papel de la Filosofía de Confucio Es evidente la influencia de la ideología de Confucio en China, pues “la ética planteada por Confucio es para todos los hombres. Las palabras de claves son: la benevolencia, la justicia, la conducta ritual adecuada, la sabi-duría y la confiabilidad (仁义礼智信)” (Zhenjiang, Zhao, 2014: 165-178).

Así, en pleno siglo XXI, sigue vigente en China la ideología de Confu-cio que ha dado un orden a la sociedad y al Estado, que los ha llevado no a los extremos, sino a saber aprovechar los medios, las políticas económi-cas, capitalistas y socialistas, y lo mejor de cada una de ellas.

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En primer lugar, las enseñanzas de Confucio tal como han sido recogidas en las Analectas, [que] colocan al ser humano en el cen-tro de sus propuestas. Las preocupaciones de Confucio son ple-namente humanas y están encaminadas a proponer un modelo superior de comportamiento en beneficio de toda la comunidad. Un modelo de vida para el aquí y el ahora. Al respecto, las Analectas dejan este testimonio: ‘El Maestro nunca habló de milagros, vio-lencia, desórdenes ni espíritus’(Analectas, 7:21).

Las ideas de Confucio, basadas en colocar al ser humano en el centro y en el beneficio de toda la comunidad, rompe con los ideales de un capi-talismo y políticas económicas posneoliberales en donde el centro es el valor económico de un mercado salvaje que busca a toda costa un lucro económico, lo que se ha moderado en China al aplicar políticas económi-cas socialistas y regular ciertos sectores económicos por parte del Estado, al ser guiados por la ideología influida por el pensamiento confuciano.

“El camino para alcanzar el ren es la educación. En las Analectas está escrito: ‘El Maestro dijo: Un caballero no es una vasija’ (Analectas, 2:12). Si cualquier persona puede llegar a ser un caballero por su educación, entonces la capacidad de un ser humano no tiene un límite especifico; un ser humano vale no por su utilidad, que es limitada, sino por su capa-cidad, que es ilimitada. Desde esta perspectiva, lo importante no es la información especializada ni la capacidad técnica de las personas, sino el desarrollo de la humanidad misma. La educación no está relacionada con tener, sino con ser” (Lemus Delgado 2014: 77-104).

Esta cosmovisión de la persona se da en China con las políticas eco-nómicas capitalistas posneoliberales que no han sido aplicadas a ojos ciegos, sino analizadas y vistas como medios para llegar a un mayor desarrollo económico de toda su comunidad, por lo que su ideología confuciana es un muro de contención a la influencia del pensamiento occidental y sus ideologías.

Los clásicos que Confucio refundió son seis libros: Libro de las Mutacio-nes, (易经) Libro de los Documentos (尚书), Libro de las Odas (诗经), Libro de la Música (乐经), Libro de los Ritos (礼经), Crónica de Primaveras y Otoños (春秋), que se convirtieron posteriormente en material obligatorio en el apren-dizaje de los nobles. El Libro de las Mutaciones, o Zhouyi, trata del estudio del devenir a imitación de los principios de las mutaciones cósmicas y ayuda a la gente convivir armónicamente con la naturaleza; el Libro de los Documentos, o Shangshu, consigna los documentos de las Dinastías Xia,

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Shang y Zhou y facilita el conocimiento de la historia y la continuación de la tradición de los antepasados; el Libro de las Odas, o Shijing, es una recopilación de trescientos cinco poemas, cuya función es encauzar las emociones de los hombres para lograr la armonía del corazón; el Libro de los Ritos, o Liji, ajusta las relaciones entre los hombres y es el estudio de la conducta; el Libro de la Música, o Yuejing, ayuda a comprender la música de la antigüedad, además de fomentar la amistad en la comunicación social; la Crónica de Primaveras y Otoños, o Chunqiu, el más importante, refundido por Confucio, se basa en una crónica del ducado Lu y se trata de una crítica a la sociedad y cuyo estudio ayuda a distinguir lo justo de lo injusto.

Confucio abriga la esperanza de educar, mediante estos clásicos, a sus compatriotas al formarlos en el carácter perfecto del caballero noble y establecer un orden moral para el pueblo, porque los Seis Clásicos con-tienen las cinco virtudes más importantes para los chinos: la humanidad o benevolencia, Ren; la justicia o rectitud, Yi; la conducta ritual adecuada, Li; la sabiduría, Zhi; y la confiabilidad, Xin (Zhenjiang, 2014: 165-178).

China cuenta con una cultura e ideales que han sido reforzados en los últimos años y coadyuvan a lograr que figure como una de las economías más importantes a escala mundial.

4. Datos e indicadores de crecimiento económico de ChinaEl crecimiento económico chino ha sido decisivo en las últimas décadas:

[E]n los últimos 35 años China ha experimentado una profundí-sima transformación. El gigante asiático ha cambiado la economía planificada por el mercado y ha pasado de ser un país rural y ais-lado a convertirse en el principal exportador y el mayor mercado turístico del mundo. Este proceso ha sido de tal magnitud que Eugenio Bregolat, tres veces embajador de España en China, lo ha calificado como la ‘Segunda Revolución China’. (Bregolat 2007)

Por lo que China ha desarrollado políticas económicas propias y una económica ecléctica, en donde mezcla políticas capitalistas, posneoli-berales, de libre mercado y socialistas, y la regulación del mercado por parte del Estado, que son medios que han logrado un ascenso en la eco-nomía global, a pasar del lugar 20 a ser de los tres primeros lugares de crecimiento económico a nivel mundial.

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Según datos del Banco Mundial, la economía China ha crecido a un ritmo vertiginoso durante este periodo, en torno a un 10% anual, al pasar de 1 billón de dólares en 1990 a 17,5 billones en 2014. Esto se traduce en un incremento sustancial del peso de China en la economía global del 4% en 1990 al 16,5% en 2014, lo que la convierte en la mayor economía del mundo por paridad de poder adquisitivo (Rodríguez, 2016: 301-318).

Así, de acuerdo con información del Banco Mundial, China sigue con el crecimiento económico importante, como se analiza en las siguientes graficas.

PIB (US$ a precios actuales) – ChinaFuente: Banco Mundial

Año PIB (US$ a precios actuales) – China2018 13, 608, 151, 864, 637.9

2017 12, 143, 491, 448, 186.1

2016 11, 137, 945, 669, 350.6

2015 11, 015, 542, 352, 468.9

Elaboración propia con información a partir del Banco Mundial

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Crecimiento del PIB (% anual)Gráfica tomada del Banco Mundial

Año Crecimiento del PIB (% anual)

2018 6.6

2017 6.8

2016 6.7

2015 6.9

Elaboración propia con información a partir del Banco Mundial

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PIB per cápita (US$ a precios constantes de 2010) – ChinaGráfica tomada del Banco Mundial

Año PIB per cápita (US$ a precios constantes de 2010)– China

2018 10, 797, 222, 227, 694.5

2017 10, 131, 865, 283, 063.9

2016 9, 490, 585, 685, 944.2

2015 8, 891, 588, 260, 063.2

Elaboración propia con información a partir del Banco Mundial

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Población activa, totalGráfica tomada del Banco Mundial

Año Población activa, total

2019 783, 194, 000

2018 785, 974, 695

2017 787, 399, 317

2016 786, 329, 395

2015 785, 372, 420

Elaboración propia con información a partir del Banco Mundial

ConclusionesEl proceso de globalización influye en una multitud de fenómenos, que si bien encuentran sus orígenes en la economía, “abarca muchas cosas: flujo internacional de ideas y conocimientos, intercambio cultural, socie-dad civil global y movimiento global a favor del medio ambiente” (Sti-glitz, 2006: 28); esto originó un nuevo proceso cultural, pues las socie-dades copian estilos de vida y forman nuevos ciudadanos del mundo,

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así como generar, a escala mundial, la liberación de los mercados como parte de una idea fundamentalista impulsada por los Estados Unidos, que implica la apertura de los mercados al intercambio comercial mun-dial. Sin emargo, en China estas ideologías han sido tomadas con reser-vas, por la aplicación de la ideología de Confucio.

En este proceso, los países aplican políticas económicas neoliberales o posneoliberales, en los que encontramos a China, Corea del Sur, Hong-Kong, Singapur, Taiwán, Argentina y Brasil, que han aplicado políticas posneoliberales, pero China ha destacado al aplicar una economía ecléctica que consiste en la combinación de una economía planificada con una eco-nomía de mercado; es decir, aplica políticas neoliberales y posneoliberales.

Lo anterior le ha permitido un desarrollo sostenido por varios años de crecimiento económico, para ser de la décima economía a ser la segunda a escala global.

El desarrollo económico chino impulsa en solitario el 30% del creci-miento económico global, contra el 28% de todos los países desarrollados (CEPAL, 2016; Romero Tellaeche y Berasaluce, 2019: 249), por lo que los países tienen mucho que aprender de su gestión de la economía, al repre-sentar esta nación actualmente la segunda economía a nivel mundial.

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IV. BIENESTAR SOCIAL, ECONÓMICO Y POLÍTICO EN MÉXICO: PORFIRIATO, CARDENISMO Y CUARTA TRANSFORMACIÓN

Gustavo Arce Landa

IntroducciónEl planteamiento del problema de este escrito consiste en el desarrollo político, económico y social de México, que en los últimos 36 años ha sido muy bajo por las medidas de ajuste de corte neoliberal, en donde la presencia del Estado ha sido mínima, si no es que marginal; en virtud de ello, un alto porcentaje de la población se encuentra en la pobreza e inclusive en la pobreza extrema. Además, en dicho periodo, denomi-nado por Octavio Rodríguez Araujo como tecnocrático neoliberal, se ha concentrado el Producto Interno Bruto (PIB) en un diez por ciento de la población; es decir, las 400 empresas más importantes de nuestro país se han enriquecido de manera abrumadora a costa del 90 por ciento de la población mexicana. En la actualidad, ha cobrado una singular impor-tancia la temática relativa al Estado impulsor del desarrollo económico, político y social, como consecuencia del agotamiento del neoliberalismo que tanto en México, como en América Latina, dejó a las economías en una situación complicada. Como ejemplos destacan los casos de Chile, con Sebastián Piñera, y de Argentina, con Mauricio Macri.

En el caso mexicano, el neoliberalismo cobra carta de naturalización a partir del gobierno del presidente Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Cabe enfatizar que el Partido Acción Nacional (PAN) gobernó el país durante los sexe-nios de Vicente Fox Quezada (2000-2006) y de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012). El Partido Revolucionario Institucional (PRI) recuperó la presidencia en las elecciones federales de 2012. Finalmente, después de tres intentos, Andrés Manuel López Obrador ganó la presidencia de la República mexicana en los comicios de 2018, postulado por la coalición electoral denominada “Juntos Haremos Historia”, conformada por los partidos políticos Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), Encuentro Social (PES) y el Partido del Trabajo (PT).

Las elecciones federales presidenciales de 2018 en México significa-ron, entre otras cosas, el arribo al poder presidencial de Andrés Manuel López Obrador, un candidato emanado de las filas de la izquierda, quien

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supo capitalizar de manera acertada, capaz, inteligente y hábil, el ago-tamiento del régimen tecnocrático neoliberal, el hartazgo ciudadano provocado por la corrupción, la impunidad y una inseguridad pública generalizada en el país, aunado a la crisis de los partidos políticos tradi-cionales como el PRI, PAN y PRD, principalmente.

Los periodos analizados en esta investigación (1877-1911, 1934-1940 y 2018-2024), tuvieron un desarrollo económico, político y social, porque existió una fuerte presencia e intervención del Estado en la economía, que ha sido planificada por las riendas del poder que tenían los presi-dentes en turno; en la actualidad, existen casos exitosos, como por ejem-plo Alemania, Japón, China, Corea y Vietnam; estas economías tienen la particularidad de una fuerte intervención del Estado, lo cual se le ha denominado como estado desarrollador. Lo anterior es importante para México, en virtud de que a semejanza de los países exitosos ha desarro-llado y crecido, precisamente porque implementa un modelo económico similar que se le ha denominado como el milagro mexicano, implemen-tando el desarrollo estabilizador, el estado de bienestar y el modelo de sustitución de importaciones o autoritario populista.

El gobierno de la Cuarta Transformación pretende cambiar de régimen, a uno precisamente de corte de estado de bienestar, con características un poco diferentes al modelo que se aplicó en el país hasta 1982, año en que se transitó al modelo neoliberal. Dicha pretensión es adecuada, ya que si bien los países antes mencionados han tenido éxito con el modelo de estado desarrollador, la pregunta sería ¿por qué no implementarlo en México?

El objetivo de esta investigación consiste en destacar el bienestar social, económico y político durante el régimen porfirista (1877-1911), el gobierno presidencial de Lázaro Cárdenas del Río (1934-1940) y el actual sexenio de Andrés Manuel López Obrador, mejor conocido como de la Cuarta Transformación (2018-2024). Se pretende discutir los avances políticos, económicos y sociales en dichos periodos, que tienen una sin-gular relevancia en México. Se profundiza en la política económica, polí-tica y social del actual gobierno, que pretende transitar a un nuevo régi-men, más democrático e incluyente, al que se autodenomina la Cuarta República o Cuarta Transformación.

El ensayo se estructura de la forma siguiente: I. Introducción. II. El Porfiriato como ejemplo de avance económico. III. El Cardenismo como ejemplo de avances de continuidad y mejora social. IV. La Cuarta Trans-formación como un ejemplo de cambio de régimen y como una nueva

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república, caracterizada como una gobernanza, democrática y funcional con un desarrollo económico, político y social en México distinto. Como colofón se plasman las respectivas conclusiones y las fuentes de infor-mación usadas.

Antes de analizar el Porfiriato como un ejemplo de avance econó-mico, conviene resaltar que la investigación surge del análisis del libro Estado Desarrollador: casos exitosos y lecciones para México, coordinado por José Antonio Romero Tellaeche y Julen Berasaluce Iza. En este sentido, es de vital importancia el concepto de estado desarrollador, el que:

Describe la eficiente red de influencias políticas, burocráticas y empresariales que conforman las estructuras económicas capita-listas en el este de Asia […] esta forma de Estado se originó como respuesta idiosincrática de naciones atrasadas frente a un mundo dominado por potencias económicas y, a pesar de muchos proble-mas asociados con esta forma de organización, como la corrup-ción y la ineficiencia, estas políticas de estado han sido sorpren-dentemente exitosas para sacar del atraso a un país y mejorar su competitividad económica, aun en el contexto actual de globaliza-ción (Tellaeche e Iza, 2019: 13).

1. El porfiriato: un ejemplo de avance económico

1.1 Consideraciones preliminares, contexto de arribo a la presiden-cia de México y breve parte biográfica de Porfirio Díaz Mori

El Porfiriato, también conocido como Porfirismo, mereció tal denomi-nación al ser un periodo dominado por la figura del general oaxaqueño Porfirio Díaz Mori, quien arribó al poder presidencial en 1877, después de participar tres veces en la búsqueda por la presidencia de México, en las que fue derrotado por Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, respectivamente; también, lo intentó después de levantarse en armas en dos ocasiones, primero en 1871, a través del Plan de la Noria, y por segunda ocasión mediante el Plan de Tuxtepec, en el año de 1876 (Spec-kman Guerra, 2004: 192).

Este régimen terminó en 1911, cuando Díaz fue desterrado a Fran-cia como consecuencia del levantamiento armado de 1910, iniciado por Francisco Indalecio Madero, mejor conocido como el “apóstol de la democracia”. Don Porfirio, como también se le decía, ejerció el poder de manera directa durante 30 años y de forma indirecta cuatro años, por medio de su compadre Manuel González.

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Se considera que el denominado porfirismo es una etapa importante en la historia de México. Javier Garciadiego apunta que para compren-der a cabalidad este largo periodo histórico, es preciso tomar en conside-ración la parte biográfica de dicho personaje. Porfirio Díaz es oriundo de la entidad federativa oaxaqueña, nació en 1830 en el seno de una familia clase mediera mestiza. Desde su juventud se interesó e involucró en la problemática política y militar mexicana. Se le considera un liberal que participó en la llamada Revolución de Ayutla (1854-1855) al lado de Juan N. Álvarez, y en la denominada Guerra de Reforma (1858-1860), en donde por méritos propios le otorgaron el grado de coronel. Es un lugar común afirmar que Porfirio Díaz tuvo una participación relevante durante la intervención francesa y fue precisamente él quien recuperó la Ciudad de México para la causa liberal en 1867. Con el triunfo de los liberales, encabezados por el presidente Benito Juárez, en el mismo año inició en nuestro país el periodo conocido como la República Restaurada (Garcia-diego, 2010: 209-210).

El régimen porfirista fue importante para la consolidación del Estado nación mexicano. Dicho periodo tuvo como lemas “orden y progreso” y “poca política y mucha administración”.

1.2 El desarrollo económico porfirista

En primer término, don Porfirio Díaz al arribar al poder presidencial se encontró con una Hacienda Pública en bancarrota, el país era rehén de prestamistas, usureros y la deuda externa era considerable. El manejo de la economía era un caos; por ejemplo, “los ingresos aduanales se entre-gaban a los acreedores de la nación, algunos impuestos pertenecían a los estados y no beneficiaban a la federación, y los contribuyentes se oponían a la creación de nuevas cargas fiscales” (Speckman Guerra, 2004: 208).

Después de un largo periodo de confrontación entre liberales y con-servadores, del Segundo Imperio Mexicano a la Restauración de la Repú-blica por parte de Benito Juárez (1867), a la llegada de Díaz al poder pre-sidencial (1877) fue preciso y necesario poner orden las caóticas finanzas públicas. Para ello los ministros de Hacienda (Matías Romero, Manuel Dublán y Limantour) efectuaron un control estricto de los ingresos públicos. Entre otras políticas de carácter económico, crearon impues-tos nuevos, buscaron empréstitos extranjeros, equilibraron la deuda interna y externa, hecho que se tradujo en un grado de confianza óptimo de los inversionistas extranjeros. La política económica tuvo tanto éxito que en 1894 los ingresos rebasaron a los egresos, al lograr un superávit.

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El periodo porfirista tuvo un marcado crecimiento económico deter-minado por diversos factores que fueron de suma importancia; pero hablar del desarrollo de la economía en esa época se debe ahondar en el contexto político que rodeó al entonces presidente de México.

Porfirio Díaz se hizo acompañar en el gobierno del grupo llamado “los científicos”, quienes de acuerdo a la filosofía positivista consideraban que tal método debía aplicarse al estudio de la sociedad y a la resolución de sus problemas. Ellos creían que el país necesitaba un gobierno fuerte para fomentar la economía y reformar la sociedad, lo que derivó hacia el impulso de programas de educación y salud (Speckman Guerra, 2004: 201).

Los científicos, “en cuanto a sus vínculos, representaban a grupos de capitalinos económicamente poderosos, pero estaban desligados del interior del país y de los sectores medios o populares” (Speckman Gue-rra, 2004: 201), además de tener la habilidad para fomentar la economía y las relaciones con empresarios, banqueros e inversionistas.

Estos hombres pertenecían a las clases medias urbanas y tras años en el gobierno ascendieron en la escala social con gran poder político y grandes propiedades rurales. Fueron educados en escuelas profesionales de juris-prudencia, ingeniería y medicina, y en lo ideológico fueron liberal-posi-tivistas o liberal-moderados. Propusieron a Díaz un proyecto guberna-mental que en materia económica, y ante la falta de ahorro interno, que reconocía la necesidad de la inversión extranjera, que entendían la conve-niencia de la exportación de productos naturales y se pedían un sistema de impuestos que eliminara las alcabalas que consistían en pagos por trasladar productos de una región a otra (Garciadiego, 2010: 215).

Los ministros de Hacienda redujeron los gastos públicos y adminis-traron con cautela los recursos al ejercer un mayor control de los ingre-sos y crearon nuevos impuestos que no obstaculizaban el comercio. También reestructuraron la deuda interna y externa y con ello ganaron la confianza de inversionistas (Speckman Guerra, 2004: 209). Debido a esto, al paso de los años los gastos no fueron mayores que los ingresos.

En el Porfiriato la transformación en los sistemas productivos fue grande. Díaz logró que el país se uniera a la economía internacional en la exportación de diversos productos minerales y agrícolas e impulsó el desarrollo industrial y del comercio interior.

Al comienzo del régimen, en el mercado nacional hubo unidades eco-nómicas regionales y locales que produjeron casi todo lo que consumían, de tal forma que vendían y compraban poco, así que fue necesario mul-

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tiplicar la producción y fomentar vínculos comerciales tanto al interior como exterior del país, para conseguirlo fue necesario un marco legal, instituciones de crédito e inversiones, capital circulante, medios de transporte y comunicaciones (Speckman Guerra, 2004: 209).

En cuanto a leyes, durante el régimen de Díaz se elaboró un código comercial que tuvo como beneficio una reglamentación coherente y clara.

Otros logros fueron:

• Eliminación de alcabalas: impuestos al tránsito de las mer-cancías que encarecían los productos y dificultaban el inter-cambio a distancia.

• Política de subsidio, para la industria o la construcción de obras públicas y de transporte.

• Política proteccionista, que fue dirigida a sectores indus-triales específicos y tuvo como fin gravar los productos extranjeros que competían con los nacionales (Speckman Guerra, 2004: 209).

Como se mencionó, al inicio del régimen el Estado no contaba con liquidez, de tal forma que su mayor desafío fue obtener recursos guber-namentales o privados, por lo que se volvió necesario echar mano del exterior, que se logró gracias a que los gobiernos federales y estatales dieron atractivas concesiones, aunado a una legislación que garantizó cuantiosas utilidades (Speckman Guerra, 2004: 210).

Gran parte de estos recursos fueron invertidos en puertos y ferroca-rriles; al inicio del porfiriato sólo existía una línea férrea entre México y Veracruz con una longitud de sólo 640 kilómetros, que aumentó un 12% anual; para el año de 1885 había 5,852 kilómetros y para 1910 19,280 kilómetros. Para atraer la inversión en este rubro, el gobierno otorgó dinero por kilómetro construido y frecuentemente los gobiernos estata-les daban tierras y exención de impuestos (Speckman Guerra, 2004: 210).

Aunque las líneas se construyeron mayoritariamente con capital de los Estados Unidos (42%), para garantizar una competencia el gobierno fomentó la inversión inglesa, que llegó a controlar el 35%. Entre los años 1902 y 1903 el gobierno compró el Ferrocarril Nacional Mexicano y el Interoceánico, mientras que en 1906 rescató al Ferrocarril Central Mexi-cano, lo que dio origen a Ferrocarriles Nacionales de México y al mono-polio estatal (Speckman Guerra, 2004: 210).

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Tanto ferrocarriles como puertos apoyaron el comercio exterior e interior. Se comerciaba con Estados Unidos, Europa y el Caribe. Se expor-taban metales y productos agropecuarios e importaba en cantidades cada vez más grandes maquinaria y herramientas, algunos comestibles y artí-culos manufacturados. Se afirma que el trazado de las vías de compañías extranjeras se dio por el interés de impulsar el intercambio comercial con los Estados Unidos, aunque también reportó gran provecho al comercio nacional, ya que la integración de las zonas comunicadas por el ferroca-rril dio paso al comercio a bajo costo durante todo el año e incrementaron los intercambios para producir mercados lejanos, lo que dio como resul-tado la especialización de las regiones (Speckman Guerra, 2004: 210).

Gracias a los miles de kilómetros de ferrocarril, a la mejora de los puertos, al desarrollo del teléfono y telégrafo, y a la eliminación de las alcabalas, aumentó el comercio nacional e internacional. Un hecho de gran relevancia es que la exportación de productos naturales, que fue la mayor a de manufacturas, por lo que el país tuvo por primera vez un superávit comercial.

El crecimiento en la producción minera, agrícola e industrial llegó a la par del aumento comercial. En cuanto a la agricultura, la exportación tuvo un mayor desarrollo con la producción de henequén, caucho y café, ya que se cultivaron en haciendas beneficiadas por el fomento del cré-dito, formas modernas de cultivo y los ferrocarriles. Por el contrario, la agricultura de producción de alimentos retrocedió; para 1910 la produc-ción de frijol, chile, trigo y cebada fue igual a la de 1877, a pesar del gran aumento de población, lo que provocó el encarecimiento de los alimen-tos y que incluso el maíz, alimento mexicano por excelencia, tuviera que ser importado (Speckman Guerra, 2004: 211).

La estabilidad política, la paz orgánica nacional y el propicio contexto internacional contribuyeron a que durante el Porfiriato hubiera un mar-cado crecimiento económico, ya que la agricultura de exportación se desarrolló, mientras en el norte de México la ganadería creció y pudo dar abasto a poblaciones urbanas lejanas, así como en la mediana industria en los ramos textil y papelero y también en la minería industrial.

La minería de exportación también progresó concentrada en Sonora, Durango, Chihuahua y Sinaloa; aumentó la extracción de oro y plata gra-cias a los capitales extranjeros, mientras las nuevas tecnologías permi-tieron que la producción se diversificara, lo que propició, a principios del siglo XX, la explotación petrolera (Speckman Guerra, 2004: 211).

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La industria se transformó a finales del siglo XIX, al aparecer la manu-facturera de propiedad familiar, a la que se sumaron otras modernas, como la propiedad de empresarios, que eran operadas por vapor, energía hidráulica o electricidad, y eran de mayor productividad (Speckman Gue-rra, 2004: 212). La industria más desarrollada fue la de bienes de consumo.

A pesar del crecimiento que tuvo el país, el modelo económico tuvo una gran dependencia del exterior y sus beneficios fueron percibidos sólo para una pequeña parte de la población: hubo sectores y regiones que estuvieron fuera del progreso. Desde mediados del siglo XIX, los campesinos tenían graves presiones políticas y económicas, debido al crecimiento de la industria y de las ciudades, por lo que algunos migra-ron a entornos urbanos y mejoró su nivel de vida, la clase media aumentó y se establecieron hasta el declive del régimen (Garciadiego, 2010: 217).

La crisis del sistema porfirista no sólo fue política, sino también eco-nómica, ya que una de sus debilidades era la dependencia del exterior.

2. El Cardenismo como un ejemplo de continuidad, justicia y mejora social

3.1 Consideraciones previas, contexto de arribo al poder presidencial y una breve semblanza de Lázaro Cárdenas

El general Lázaro Cárdenas del Río, oriundo de Jiquilpan, Michoacán, se incorporó desde muy joven en las filas del movimiento revolucionario iniciado por Francisco I. Madero. Después de más de dos décadas de vio-lencia constante en México, se transitó el último periodo revolucionario conocido como la revolución pacífica, efectuado precisamente por el presidente Cárdenas (1934-1940), al ser el primer presidente cuyo periodo duró seis años en la etapa posrevolucionaria.

Jean Meyer considera que con el presidente Lázaro Cárdenas, des-pués de un tiempo difícil y violento, nació un país diferente, “un país que se lanzó a buscar nuevas maneras de organización y nuevas soluciones para lograr más justicia y estabilidad” (Meyer, 2010: 49); se considera tan importante este sexenio, que en la literatura a dicho periodo le ha deno-minado como “Cardenismo”.

Lázaro Cárdenas se preocupó de una manera importante por los cam-pesinos, los obreros y, en general, por las clases sociales más desprote-gidas, e inclusive adoptó una postura radical que afectó a muchos de los

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intereses económicos creados; dicha postura le generó enfrentamientos con personajes importantes de la clase política, a tal grado que esta política “molestó a Plutarco Elías Calles, así como a los empresarios, los propieta-rios de las tierras y a sectores de la clase media urbana” (Meyer, 2010: 249).

En el periodo de Lázaro Cárdenas la parte política, económica y social destaca por la importancia de las reformas emprendidas, la transforma-ción del Partido Nacional Revolucionario en el Partido de la Revolución Mexicana, el fortalecimiento del movimiento obrero y social, la creación de grandes instituciones y organizaciones como el Instituto Politécnico Nacional (IPN), la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Confederación Nacional Campesina (CNC), entre otras.

La vida del general Cárdenas es de suma importancia para México por el vínculo, comunicación y contacto con el pueblo, que lo marcó de manera profunda al influir en sus tradiciones e ideales. Cuauhtémoc Cárdenas refiere que su padre escribió:

La única forma de enseñar y servir a las masas, es convirtiéndose en discípulo de ellas. El mayor bien para el mayor número de personas, es el criterio de la verdad en la historia de la humanidad…. Trató, en toda situación de impedir la violencia. Cuando pudo ejercerla, la evitó demostrando con ello su profundo respeto a la vida…. Representó en un momento dado, a la Revo-lución Mexicana, fue su conciencia y su voz. Llegó a la situación en que los movimientos sociales de los pueblos encarnan en un hombre que los sintetiza por su origen, sus largos años de lucha y actuación recta, generosa, profundamente popular, por la orien-tación de todos los actos de su vida en función de una ideología y una actitud congruentes con las aspiraciones colectivas… dio una misión a su vida. Servir a México, a la democracia, a los pueblos del mundo. Cumplió, para satisfacción suya y ejemplo para todos nosotros (Cárdenas, 1972: XV- XVI).

2.2 Las políticas más importantes del sexenio cardenista

Una de las decisiones más importantes para la vida de México fue la expropiación petrolera de 1938; el contexto político y económico fue determinante para tomar esta difícil e importante decisión.

En la parte final del mes de diciembre de 1937, refiere Cárdenas, la situación económica fue muy complicada debido a que las empresas petroleras emprendieron una intensa campaña en contra del interés

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nacional. Se oponían tajantemente a la resolución judicial (laudo) de la comisión de peritos que se designó para tal efecto, que fue confirmado o ratificado por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Sin embargo, la campaña de dichas empresas en contra del gobierno no se limitó a nivel nacional, sino que efectuaron presión a nivel internacional, al pedir apoyo a sus respectivos gobiernos para ejercer presión y se revirtiera la decisión judicial laboral. La situación económica también se complicó porque estas compañías petroleras pararon la venta de sus productos a crédito y hubo fuga de capitales al retirar sus depósitos bancarios. No obstante no lograron su cometido, ya que no causó zozobra en la pobla-ción (Cárdenas, 1972: 381).

A pesar del intenso cabildeo, tanto del gobierno mexicano como de los extranjeros que apoyaban a sus respectivas empresas petroleras, presiones, amenazas y un desgaste excesivo ante la imposibilidad de resolver el conflicto petrolero por la vía conciliatoria y extrajudicial el gobierno no tuvo otra alternativa que decretar la expropiación petrolera el día 18 de marzo de 1938; Cárdenas convocó a reunión a su gabinete a las ocho de la noche, para notificarles la decisión de aplicar la legali-dad; es decir, decretar la expropiación de todos los bienes de las empre-sas petroleras, ante su actitud retadora y de confrontación. En cadena radiofónica nacional, a las 22 horas, informó al pueblo mexicano que la riqueza petrolera vuelve a ser patrimonio nacional, arrebatándoselo al capital imperialista. En virtud de ello, al día siguiente del anuncio firmó el decreto de expropiación cuya redacción había encargado al secretario de economía y al director de la administración general del petróleo (Cár-denas, 1972: 390-391).

En esta lógica argumentativa, el general Cárdenas destaca que:

Ayer se decretó la expropiación de las instalaciones industriales de las empresas petroleras que operan en el país […] he hablado al pueblo pidiendo su respaldo, no solo por la reivindicación de la riqueza petrolera, sino por la dignidad de México que pretenden burlar extranjeros que han obtenido grandes beneficios de nues-tros recursos naturales, y que abusan considerándose ajenos a los problemas del país […] Con voluntad y un poco de sacrificio del pueblo para resistir los ataques de los intereses afectados, México logrará salir airoso, y para ello confío en la comprensión y patrio-tismo de todos los mexicanos. Hoy podrá la nación fincar buena parte de su crédito en la industria del petróleo y desarrollar con amplitud su economía (Cárdenas, 1972: 391).

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2.3 Desarrollo económico y político en el cardenismo

Fue Cárdenas el primer presidente de México en durar seis años en el poder, de 1934 a 1940, y el precursor de una revolución pacífica en donde surge un México que buscaba soluciones para la justicia y la estabilidad.

Cárdenas llega a la presidencia de México postulado por el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en el año de 1934, al apoyar el movimiento obrero y campesino. Sin embargo, su postura radical no agradó a empre-sarios, dueños de tierras y ciertos sectores de la clase media urbana. Al inicio de su gobierno promovió una reforma constitucional que volvía obligatoria la educación “socialista” en México (Meyer, 2010: 249).

El presidente formó lazos con grupos populares y sectores radicales, con los comunistas, con grupos políticos y las élites que se habían distan-ciado de Calles (Aboites Aguilar, 2004: 266).

El problema más preocupante para Cárdenas fue la falta de tierra para los campesinos y la solución fue promover una reforma que esti-puló que las tierras del Estado y de otros grandes propietarios pasaran a manos de los campesinos en forma de ejidos, que pertenecían a una comunidad campesina y se distribuían entre las familias para que fue-ran trabajadas, pero no podían ser vendidas. Con dicho reparto agrario fueron un millón de ejidatarios los que resultaron beneficiados, ya que obtuvieron un medio de trabajo, seguridad, sentido de organización y el orgullo de ser campesinos (Meyer, 2010: 249).

Durante su gobierno, el reparto de la tierra tuvo una aceleración muy notoria que alcanzó áreas muy productivas como la Laguna, el valle del Yaqui, el valle de Mexicali y la zona henequenera.

La formación de ejidos era facultad del presidente y mediante una resolución los campesinos recibían tierras, aguas y bosques, que no podían ni hipotecarse ni venderse, pero sí heredarse. Los ejidos tuvieron sus propias autoridades, lo que dividió y hasta debilitó a los municipios. Durante los años iniciales del gobierno,

las dotaciones ejidales aumentaron tanto en cantidad como en cali-dad, pues incluían una mayor proporción de tierras irrigadas. Del mismo modo se incrementaron los montos de crédito rural otorga-dos por los bancos gubernamentales… en algunos lugares el crédito sirvió para promover el colectivismo ejidal (Meyer, 2010: 266-267).

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Esta política agraria dio pie a que se realizara el reparto más grande e importante desde la aparición de la Reforma Agraria, al volverse imprescin-dible la creación de nuevas leyes e instituciones que implicaron a algunas secretarías de estado que fueron las responsables de otorgar el apoyo mone-tario, educativo, técnico, médico, etcétera (Delgado de Cantú, 1998: 202).

El Cardenismo representó el cambio definitivo de la estructura agraria, en una estrecha relación con el Estado. La infraestruc-tura, el control del mercado, los apoyos financieros, las formas de propiedad, y cualquier empresa agrícola, dependían de la diná-mica marcada por el aparato estatal, a través del control burocrá-tico, directo por la vía ejidal y el corporativismo impulsado por la creación de la Confederación Nacional Campesina (CNC) e indi-recto por la vía de la propiedad privada mediante la rectoría que ejercía el Estado sobre las actividades productivas (Delgado de Cantú, 1998: 201).

A pesar de que durante este régimen el reparto agrario fue extenso, no se resolvió en su totalidad el asunto de la falta de tierras; además, al realizar el reparto se llevaron a cabo injusticias y fallos, debido a la des-integración de haciendas al desarticularse empresas que contaban con sistemas productivos bien organizados (Delgado de Cantú, 1998: 202).

En México el petróleo fue explotado desde sus inicios por compañías extranjeras y un hecho decisivo para la expropiación de estas empresas fue negarse a aceptar un fallo de los tribunales de la Suprema Corte de Justicia, que estipulaba el aumento del salario para sus empleados, de tal suerte que Cárdenas decidió la nacionalización el 18 de marzo de 1938. “Las compañías expropiadas se fusionaron en una sola empresa propie-dad del gobierno: Petróleos Mexicanos, mejor conocida como Pemex” (Meyer, 2010: 250). Los empresarios, intelectuales, obreros, campesinos, artistas e incluso la jerarquía católica apoyaron la decisión del presidente.

Otro logro del gobierno cardenista fue la apertura de bancos con el fin de prestar dinero a los campesinos, además de la fundación del Insti-tuto Politécnico Nacional, que apoya la enseñanza técnica.

Se dice que el mayor cambio político de esos años fue la conversión del PNR (Partido Nacional Revolucionario) en PRM (Partido de la Revo-lución Mexicana), en el año 1938, y fue el primer partido que incluyó diversos sectores: campesino, obrero, popular y militar, lo que le dio una gran fuerza social (Meyer, 2010: 250).

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De igual forma, se impulsó la educación socialista, aprobada mediante la reforma constitucional de octubre de 1934, con el propósito no solo de desplazar toda doctrina religiosa, sino de combatir el fanatismo y formar a la juventud con base en cono-cimientos exactos de la naturaleza y de la vida social. Maestros y alumnos también debían vincularse con la producción y con las organizaciones sociales (Aboites Aguilar, 2004: 267).

En 1936 nació la CTM (Confederación de Trabajadores de México), con una ideología que reclamaba la lucha de clases; después, la CNC (Confe-deración Nacional Campesina). Cárdenas deseaba organizar a las clases trabajadoras y tender lazos con el gobierno para que sirvieran de contra-peso frente a otros grupos, tanto nacionales como extranjeros (empresa-rios de Monterrey y de Estados Unidos).

La preocupación por la economía llevó a la reorganización, en 1937, de la Comisión Federal de Electricidad, para enfrentar la cada vez más grande demanda de energía; se construyeron grandes presas en Sonora, Tamau-lipas y Durango, cuyo propósito era aumentar la irrigación en el norte del país. También se impulsó la construcción de infraestructura urbana con alcantarillado, agua potable y mercados para mejorar la calidad de vida de los habitantes de varias ciudades (Aboites Aguilar, 2004: 269).

Luego del periodo de Cárdenas, la propiedad agraria tuvo una gran diferencia con el anterior, por resultados de dotación, restitución y ampliación de tierras a indígenas, peones, jornaleros y campesinos. También existió la pequeña propiedad de la que formaban parte los anti-guos hacendados con tierras que escaparon al reparto, además de los rancheros y otros pequeños propietarios (Delgado de Cantú, 1998: 202).

También es importante destacar la política económica, fiscal y monetaria del periodo Cardenista, “la cual fue expansiva en gene-ral pero en dos fases distintas. Después de un despegue lento en 1935, la política económica tuvo un arranque acelerado en 1936 y un freno relativo al empezar la segunda mitad de 1937 […] dicho arranque constituyó un significativo impulso fiscal del gobierno federal […] a este impulso fiscal habría que añadir la expansión monetaria en un contexto de brecha del producto positiva por un crecimiento importante de 8% del PIB real. A partir del segundo semestre de 1937 y hasta 1940 el impulso fiscal del gobierno fede-ral se redujo relativamente y la expansión monetaria se moderó, en un contexto de brecha del producto negativa por crecimientos moderados del PIB, con excepción de 1939 (Martín, 2019: pár. 22).

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1934 1935 1936 1937 1938 1939 1940

PIB real per cápita (TA)16

4.9 5.6 6.1 1.6 -0.1 3.6 -0.3

PIB real (TA) 6.7 7.4 8 3.3 1.6 5.4 1.4

PIB potencial (TA)

2.4 2.8 3.2 3.6 3.9 4.3 4.5

PIB nominal (TA)

9.8 9.4 17.7 27.2 7.1 6.9 6

Deflactor del PIB (TA)

2.8 1.8 9 23.1 5.4 1.5 4.5

Inflación pro-medio

5.5 -0.3 6.3 18.4 6.3 0.5 1.5

Inflación fin 2.2 -1.1 12.5 12.1 5.7 0.6 0.8

Tipo de cambio promedio (PPD)

3.60 3.60 3.60 3.60 4.52 5.19 5.40

Devaluación promedio

2.9 0 0 0 25.6 14.8 4

Índice de sobrevaluación

promedio

104.6 108 103.1 89.6 102.8 117.4 121.2

Salario mínimo real índice (1934=100)

100 100.3 107.5 90.8 95.2 94.7 97.1

Salario mínimo real (TA)

s.d. 0.3 7.2 -15.6 4.9 -0.5 2.5

Balanza comer-cial en (MD)

86.1 95.5 86.3 77.3 76.1 35.2 27.4

Balanza comer-cial (porcentaje

del PIB)

7.5 7.6 5.8 4.1 4.7 3.6 3.5

16 Abreviaturas: TA=tasa anual; PPD=pesos por dólar, y MD=millones de dólares.

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Bienestar social, económico y político en México...

Exportaciones de bienes, (TA)

71.5 16.4 3.3 15.2 -25.2 -11.9 -2.2

Importaciones de bienes, (TA)

33.1 21.6 14.3 32.4 -35.9 17.3 3.3

Reservas inter-nacionales (MD)

52.9 93.2 89 55.4 43.2 41.4 63.4

Reservas internacionales (porcentaje del

PIB)

4.6 7.4 6 2.9 2.7 2.8 4.2

PIB de Estados Unidos

10.8 8.9 12.9 5.1 -3.3 8 8.8

Inflación de Estados Unidos

1.5 3 1.4 2.9 -2.8 0 0.7

Fuente: Martín (2019). Cuadro 1: Indicadores económicos, 1934-1940. El debate de la polí-tica económica cardenista. Una perspectiva contemporánea.

En cuanto a la expansión de la oferta monetaria, Cárdenas, apoyado en otro texto de su autoría, señala que:

La expansión de la oferta monetaria desempeñó un papel impor-tante en el crecimiento de la economía durante los primeros años de la administración cardenista. Mientras que la oferta moneta-ria real aumentó a una tasa de 10.2% en promedio anual de 1932 a 1936 el PIB creció a una tasa real promedio de 8.4%, en parte como resultado de la creciente monetización de la economía, y debido a que los precios reaccionaron con cierto rezago. No obstante para abril de 1936, se inicia un fuerte proceso inflacionario que alcanza una tasa de 25.9% en junio de 1937, cuando empieza una gradual disminución que culmina en el verano de 1938 con una inflación anualizada de 2.5%, aproximadamente (Cárdenas, 1993: 684).

La expansión económica comenzó a ejercer una presión cre-ciente en la balanza de pagos, por lo que en 1937 las exportaciones solo fueron superiores a las importaciones en 45%, mientras que solamente dos años antes esa cifra había sido 85%, por lo que se observaba un superávit 23% mayor en 1935 que en 1937. Este dete-rioro, aunado a la recesión estadunidense de 1937, puso fin a la

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

expansión a principios de 1938, al ocurrir una crisis en la balanza de pagos y la consecuente devaluación del peso, que coincidió con la expropiación de la industria petrolera (Cárdenas, 1993: 685).

3. La Cuarta Transformación de la República Mexicana (2018-2024)

3. 1 Consideraciones preliminares, contexto de arribo al poder presidencial y breve parte biográfica de Andrés Manuel López Obrador

El periodo tecnocrático neoliberal implantado en México, a partir del gobierno de Miguel de la Madrid, tuvo vigencia durante aproximada-mente treinta y seis años; es decir, hasta el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Dicha etapa se ha caracterizado por un mínimo cre-cimiento en la economía, a tal grado que el crecimiento del ingreso por persona, de 1983 hasta la fecha, fue menor al uno por ciento anual (Romero Tellaeche y Berasaluce Iza, 2019: 9).

En este apartado es necesario aportar algunos datos biográficos míni-mos y la trayectoria política, enfatizando en el perfil de luchador social del actual presidente de México, el licenciado Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien es oriundo de Tepatitlán, municipio de Macus-pana, Tabasco. En su tierra natal estudió la primaria, secundaria y pre-paratoria; en 1973 llegó a la Ciudad de México donde consiguió matricu-larse en la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde se tituló con la tesis Proceso de formación del Estado Nacional en México 1824-1867.

En 1977 regresó a su estado para ocupar, en primer término, el cargo de Coordinador Estatal del Instituto Nacional Indigenista (INI) y poste-riormente presidente del Comité Ejecutivo Estatal del Partido Revolu-cionario Institucional (PRI). Al pretender democratizar el partido, se le solicitó de una manera diplomática la renuncia y se le ofreció la oficialía mayor del gobierno del estado, cargo que no aceptó por principios y pre-vio consenso con su primer esposa, Rocío Beltrán, decidió radicar de en el Distrito Federal. En 1987 ostentó un cargo administrativo en el Instituto Nacional del Consumidor, al cual renunció en 1988, para incorporarse a la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, postulado por el Frente Democrático Nacional y conformado por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), Partido Popular Socialista (PPS), Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), entre otros.

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Bienestar social, económico y político en México...

En las elecciones de 1988, para gobernador de Tabasco AMLO fue pos-tulado por los partidos que conforman el frente democrático referido; sin embargo, dado el fraude electoral, tanto a nivel federal como local, obtuvo un resultado adverso. Lo anterior lejos de disminuir su ánimo democrá-tico, lo fortaleció y en las elecciones locales de 1994 fue postulado de nueva cuenta para el cargo de gobernador de Tabasco, bajo las siglas del Par-tido de la Revolución Democrática (PRD), teniendo como contrincante al licenciado Roberto Madrazo Pintado, postulado por el PRI. El resultado obtenido en dichos comicios fue adverso por la inequidad de las eleccio-nes, aunque su decidida participación lo posicionó como un líder y diri-gente partidista local y posteriormente como dirigente nacional.

La política económica y social del gobierno de la Cuarta Transfor-mación se fundamenta en la declaración de principios y el programa de acción del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), que nace en 2014 al obtener su registro correspondiente ante el Instituto Nacional Electoral (INE).

3.2 La declaración de principios como eje orientador de la Cuarta Transformación

La Cuarta Transformación se fundamenta en la declaración de principios de MORENA. En este apartado de este ensayo, se hace un análisis breve de dicho documento básico, ya que constituye un eje orientador para López Obrador y su gobierno, emanado de la coali-ción que le permitió llegar al poder presidencial.

En su declaración de principios, MORENA busca la transformación democrática de México. Un cambio en los aspectos políticos, econó-micos, sociales y culturales sólo será posible mediante la aplicación de principios éticos y pugnando por la defensa y observancia de los dere-chos fundamentales, la dignidad de las personas y la justicia. Se destaca que la política neoliberal aplicada desde finales 1982, únicamente bene-fició a una minoría de la población y orilló a una inmensa mayoría a la pobreza y pobreza extrema.

En dicho periodo la economía quedó en poder de los monopolios, la planta productiva abandonada, así como el campo. La juventud, con escasas o nulas oportunidades, tenía que emigrar a los Estados Unidos de Norteamérica en busca de oportunidades y del denominado “sueño americano” (Declaración de principios de Morena, 2014: 7-8).

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

De igual manera, MORENA considera que el Estado mexicano neoli-beral es un auténtico estado mafioso, donde predomina la corrupción, la opresión y el privilegio de unos cuantos. La oligarquía enquistada en la cima del poder político y económico dispone de la mayor parte del pre-supuesto público y controla tanto las instituciones como los medios de comunicación masiva, como una herramienta de control y manipulación ciudadana. Para el partido han existido en México tres transformacio-nes, la Independencia, la Reforma y la Revolución. La Cuarta República o Cuarta Transformación es la iniciada en México a partir del primero de diciembre de 2018 (Declaración de principios de Morena, 2014: 8).

El propio López Obrador señala que con Miguel de la Madrid se impulsó una política económica elitista y corrupta, al grado que:

En ese tiempo, se ajustó el marco jurídico para legalizar el saqueo, que fue encubierto con un eufemismo: desincorporación de enti-dades paraestatales no estratégicas ni prioritarias para el desa-rrollo nacional. Aunque se llevaron a cabo procesos de licitación y rendición de cuentas (libros blancos), en todos los casos se sabía de antemano quiénes serían los ganadores en las subastas. Es cosa de recordar que Carlos Salinas, su hermano Raúl y el secre-tario de hacienda, Pedro Aspe, eran los encargados de aprobar, acomodar y alinear a todos los apuntados que participaron en el reparto de empresas y bancos, que hasta entonces pertenecían a la nación[...] En solo cinco años, del 31 de diciembre de 1988 al 31 de diciembre de 1993, se enajenaron 251 empresas del sector público, entre ellas Telmex, Mexicana de Aviación, Televisión Azteca, Siderúrgica Lázaro Cárdenas, Altos Hornos de México[...]Pero la entrega de bienes públicos a unos cuantos favoritos no se limitó a bancos y empresas paraestatales, también fueron privatizadas tierras, ejidos, autopistas, puertos, aeropuertos; y se incrementó el manejo de negocios de particulares nacionales y extranjeros en Petróleos Mexicanos (Pemex) y en la Comisión Federal de Electri-cidad (CFE) (López Obrador, 2019: 35-36).

El actual presidente pretende impulsar una Cuarta Transformación social, amplia y profunda, que se traduzca en beneficio de todos los mexicanos, pero principalmente de los que menos tienen, al afirmar que por el bien de todos “primero los pobres”. Lo anterior ha sido uno de los ejes rectores del quehacer político de López Obrador. Ahora, como presidente busca hacer realidad dicha propuesta que ha utilizado en sus diversas campañas en la búsqueda de la presidencia de México.

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Bienestar social, económico y político en México...

El gobierno de la Cuarta Transformación pretende que México tran-site de una política económica neoliberal a una de bienestar social; es decir, a un estado de bienestar o desarrollador, pero sobre todo a una economía de carácter moral.

El presidente López Obrador, en su reciente libro Hacia una econo-mía moral (2019), considera que es indispensable que en nuestro país se reduzca la pobreza y la desigualdad, se robustezca la democracia y se erradique la corrupción y la impunidad, que son lastres que han estado arraigados en los últimos 36 años en los sexenios neoliberales (PRI-PAN), con un código de ética de “no robar, no mentir, no traicio-nar al pueblo” (López Obrador, 2019: 8).

El actual presidente, al tomar posesión, heredó un país sumido en la corrupción, en completa descomposición social, política y económica. Por ejemplo, aproximadamente 52 millones 400 mil personas se encuentran sumidas en la pobreza y poco más de nueve millones en pobreza extrema. En los sexenios panistas (2000-2012), la narco-política cobró carta de naturalización, al existir poco más de 200 mil homicidios violentos. Para López Obrador, el responsable de dicha situación caótica es el neolibera-lismo, también denominado por él como neoporfirismo. El plan alterna-tivo para el país es precisamente una política económica moral, con una fuerte inclinación hacia un estado de bienestar (López Obrador, 2019: 8-9).

La Cuarta Transformación se caracteriza, entre otras cuestiones, por la implantación de una república amorosa, donde exista una constitu-ción moral o un código de ética que privilegie los valores en la conviven-cia social y familiar. La austeridad republicana constituye otro de los ejes principales de dicha transformación, lo cual debe traducirse en una dis-minución significativa de los salarios de los servidores públicos. Como ejemplo de dicha austeridad y cambio de paradigma, entre otras accio-nes, el presidente ordenó el cierre de la residencia oficial del gobierno, mejor conocida como Los Pinos, también mandó la extinción del estado mayor, la venta del avión presidencial y la cancelación de las pensiones millonarias de los expresidentes. La república amorosa debe caracteri-zarse por el amor, la justicia y sobre todo por la honestidad. La vida polí-tica debe tener estos tres ejes rectores (Galván Ochoa, 2019: 18-19).

Se destaca que la honestidad debe tener un papel de primer orden en la vida política, pues sin ella todos los esfuerzos que se efectúen por transformar el país serían nulos, ya que sería más de lo mismo; es decir, la vigencia de la corrupción y la impunidad, lastres que han cobrado carta de naturalización en nuestro país.

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

Dentro de la agenda legislativa de 2020, un tema de primer orden es llevar a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos los programas de bienestar. La pretensión es elevar a rango constitucional todos los programas de bienestar social, particularmente los relativos a la pensión de los adultos mayores (68 y más) y las becas para los jóvenes estudiantes de recursos escasos. Lo anterior fue dicho por López Obra-dor ante los senadores aliados de su gobierno (López Obrador, 2020: 14).

3.3 Ejes temáticos o nuevas políticas para la transformación de México

Dentro de los ejes temáticos o nuevas políticas de la Cuarta Transforma-ción, destacan la cero corrupción, austeridad republicana, separación del poder político y el poder económico, encauzados hacia una democra-cia participativa, política exterior y solución de raíz al fenómeno migra-torio, el Estado como promotor del desarrollo, finanzas públicas sanas, un país con bienestar (pensión para el bienestar de las personas adultas mayores, pensión para el bienestar de las personas con discapacidad, programa nacional de becas para el bienestar Benito Juárez, programa jóvenes construyendo el futuro, programa nacional de reconstrucción, programa de mejoramiento urbano y vivienda, banco del bienestar, cen-tros integradores de servicios comunitarios), y el cambio de paradigma en seguridad; en resumen, una república amorosa y fraterna.

3.3.1 Un México con bienestar

Se considera que uno de los aspectos más importantes del gobierno de la Cuarta Transformación es transitar de un Estado de corte neoliberal a uno de bienestar o desarrollador. Desde la óptica del actual presidente, esto se puede lograr al término de su mandato. Para lograr tal propósito, es preciso emprender una lucha sin cuartel en contra de la corrupción y la impunidad, además de buscar a toda costa la pacificación del país, mejorar la seguridad pública, implementar proyectos regionales y ope-rar programas de corte sectorial (López Obrador, 2019: 136-137).

Se acota que el Estado de bienestar se implementó en muchos paí-ses desde el siglo antepasado. La universalidad de los servicios, los sala-rios mínimos, las jornadas de ocho horas, la gratuidad de la salud y la educación, constituyen ejemplos de este modelo económico exitoso. El movimiento revolucionario mexicano de 1910, mediante la redacción de los Artículos 3, 27 y 123, entre otros, de la Constitución Federal, permitió desarrollar un Estado con las características anotadas, a pesar de que México era un país agrario e indígena.

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Bienestar social, económico y político en México...

Para que exista un estado de bienestar es indispensable que exista una fuerte presencia del Estado en la economía, que exista una rectoría estatal y fuertes controles a la economía de mercado. El paradigma de la denominada mano invisible no es suficiente para regular la economía y para poner orden en el mercado, lo que se pensaba que la oferta y la demanda se regulaban de manera simple, pero la realidad es más com-pleja. En este sentido, López Obrador acota que en las circunstancias actuales su gobierno:

Impulsa una nueva vía hacia el desarrollo para el bienestar, una vía en la que la participación de la sociedad resulta indispensable, y que puede definirse con el propósito de construir la modernidad desde abajo, entre todos y sin excluir a nadie. La referencia a ese abajo social implica el protagonismo histórico que se han ganado los siempre desposeídos, oprimidos, despojados y discriminados, aquellos que han sido tradicionalmente atropellados por los gran-des intereses económicos, ignorados por los medios de informa-ción convencionales y privados del ejercicio de sus derechos por el poder político (López Obrador, 2019: 140-141).

En sus tres campañas por la búsqueda por el poder presidencial, el actual presidente privilegió a los más necesitados. Su lema favorito siempre ha sido “por el bien de todos, primero los pobres”. Es un lugar común afirmar que la pobreza y la desigualdad están arraigados en nuestro país. La política neoliberal acentuó esa problemática y en dicho periodo el Estado ha brillado por su ausencia; es decir, no se interesó en disminuir los problemas de dicho sector vulnerable.

La visión del gobierno de la Cuarta Transformación y del actual presi-dente se puede resumir en lo siguiente:

Al Estado le corresponde atemperar las desigualdades sociales. No es posible seguir desplazando la justicia social de la agenda del Gobierno. No es jugar limpio utilizar al Estado para defender intereses particulares y procurar desvanecerlo cuando se trata del beneficio de las mayorías. No se vale defender la facultad del Estado para rescatar instituciones financieras en quiebra y consi-derarlo una carga cuando se trata de promover el bienestar de los más desfavorecidos (López Obrador, 2019: 141-142).

Corresponde al Estado fomentar el desarrollo social en dos ejes. En primer término, buscar a toda costa el crecimiento económico, pero

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

sobre todo impulsar una política laboral que genere empleo para todos, pero muy en especial para los más desprotegidos. En segundo orden, el Estado debe brindar satisfactores mínimos de bienestar. La Cuarta Transformación pretende:

Establecer un Estado de bienestar igualitario y fraterno para garantizar que los pobres, los débiles y los olvidados encuen-tren protección ante incertidumbres económicas, desigualdades sociales, desventajas y otras calamidades, donde todos podamos vivir sin angustias ni temores. El estado de bienestar igualitario y fraterno que estamos aplicando tiene como ideal la protección de las personas a lo largo de la vida, desde la cuna hasta la tumba, haciendo realidad el derecho a la alimentación, al trabajo, la salud, la educación y la cultura, la vivienda y la seguridad social (López Obrador, 2019: 142).

La pretensión antes planteada no es fácil. Transitar a un nuevo régimen político requiere de sabiduría salomónica y mucho tacto político, además de táctica y estrategia. Los intereses económicos en juego son muchos. Un cambio de régimen requiere de un pleno consenso de los factores reales de poder de México; por ejemplo, los partidos políticos desplazados (PAN, PRI, PRD, MC), los organis-mos empresariales, (CONCAMIN, CONCANACO, CANACINTRA, COPAR-MEX, ABM), o los empresarios poderosos, como Carlos Slim Helú, Alberto Bailleres, por mencionar algunos.

El consenso de la llamada oligarquía, es decir, del statu quo, es de vital importancia. No es suficiente el apoyo del pueblo organizado ni de los más de 30 millones de votos que sí ayudan, pero no suficientes. No obs-tante, el gobierno de la Cuarta Transformación tiene un bono democrá-tico y de legitimidad como ningún gobierno había tenido en los últimos seis sexenios. Además, cuenta con un importante número de legisladores, diputados y senadores aliados, más los apoyos que consiga de los otros partidos, podrá adecuar y reformar la Constitución Política de los Esta-dos Unidos Mexicanos, para lograr las reformas económicas, políticas y sociales que el país requiere en aras de transitar a un nuevo régimen, pero sobre todo a un nuevo modelo de Estado, un estado de bienestar o desa-rrollador acorde a las necesidades de México en el siglo XXI.

El reto es difícil, pero no imposible. La economía mexicana puede ser exitosa con políticas públicas de largo plazo y con disciplina financiera y

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Bienestar social, económico y político en México...

fiscal, con un presidente que tenga altura de miras, pero sobre todo con dotes de estadista, de hombre de Estado y características que reúne a cabalidad el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.

ConclusionesLas medidas de corte neoliberal, aplicadas en la política pública del país en las últimas décadas, dieron como resultado que el desarrollo político, económico y social fuese muy bajo, al llevar a la pobreza y pobreza extrema a millones de mexicanos; sin embargo, este no es el caso exclusivo de nuestro país, ya que otras naciones de Latinoamérica como Argentina y Chile también han sufrido los efectos de este tipo de medidas.

Por el contrario, los gobiernos analizados en este trabajo —Porfi-riato, Cardenismo y el gobierno actual de López Obrador— han tenido un desarrollo debido a que en ellos la presencia del Estado es significa-tiva y se ha hecho patente en una economía planificada.

Si se habla del gobierno del general Porfirio Díaz, dejó su huella en la historia gracias, entre otras cosas, a que contribuyó a la consolida-ción del Estado nación; a pesar de que al inicio de su gobierno las finan-zas públicas presentaban un estado muy complicado, sus ministros de Hacienda se dieron a la tarea de ponerlas en orden a través de impues-tos, préstamos del exterior, equilibrio en la deuda, etcétera, al dar como resultado un crecimiento económico.

Aun cuando a nivel político el régimen convertido en dictadura impi-dió el desarrollo de una democracia plena, lo que derivó en el alzamiento revolucionario de 1910, contribuyó a un mejoramiento de la vida econó-mica. Es verdad que la riqueza no estaba distribuida equitativamente entre el grueso de la población y las brechas sociales se incrementaron, pero eso no merma en forma alguna el hecho de que sí hubo desarrollo a nivel económico, lo que llevó al país a un crecimiento constante.

Más de dos décadas después de haber caído la dictadura porfirista a manos de los revolucionarios, llegó a la presidencia Lázaro Cárdenas, que con su revolución pacífica condució nuevamente al país hacia un estado de expansión económica, donde el Estado recobró su protago-nismo a la hora de contribuir al desarrollo.

En el siglo XX, el Cardenismo hizo acopio de toda una serie de medidas que condujeron al país hacia una marcada transformación que, al igual que el porfiriato, implicaron no sólo lo político, sino lo social y económico.

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

La transformación del PNR en PRM, la creación de la CTM y la CNC, y el fortalecimiento de los movimientos obrero y social trajo aparejado lo ante-rior, en una pequeña muestra de los logros alcanzados por su gobierno.

Sin lugar a duda, uno de los hechos más memorables del régimen Car-denista, hasta el día de hoy, es la multicitada expropiación petrolera de marzo de 1938, que refleja la influencia del Estado mexicano en aras de un desarrollo benéfico para los intereses nacionales, en franca oposición a los intereses extranjeros. Así fue como el petróleo volvió a tomar su status de patrimonio nacional, bajo el encono de las empresas exteriores.

No se puede mencionar al cardenismo sin hablar también de la Reforma Agraria, que significó un logro para el sector campesino del país, que además refleja expresamente el interés y la preocupación del gobierno por dotar de tierra a los más desprotegidos, al cumplir incluso con una de las más importantes expectativas por las que se luchó en la Revolución mexicana.

Nuevas leyes e instituciones nacieron en ese periodo, cuyo objetivo fue el interés del gobierno para otorgar apoyos de diversa índole a los sectores de la sociedad mexicana, en pro del bienestar de los ciudadanos. La economía tuvo un destacado desempeño con la inversión pública y su política económica se caracterizó por la expansión del gasto público destinado a la inversión.

El tercer y último gobierno analizado en este estudio es el del régi-men actual, cuyo líder es Andrés Manuel López Obrador; al igual que los anteriores, pugna por un bienestar del pueblo, alejado del modelo tecno-crático liberal y deseoso de una verdadera transformación democrática, lo que implica que a través de la aplicación de principios éticos se llegue al cambio social, político, económico y cultural.

López Obrador es un firme creyente de que las medidas neoliberales —en las que la economía fue de los grandes monopolios— sólo resulta-ron de utilidad para una pequeña y privilegiada minoría, lo que por ende originó para el resto un estado de pobreza que no se puede ocultar. Por lo anterior, el gobierno que actualmente dirige tiene como premisa llevar a México a una Cuarta Transformación, cuya prioridad sea conducir al país hacia una política de bienestar social o bienestar desarrollador para lo que resulta necesario una sólida presencia del Estado en la economía.

Según el presidente, con las medidas neoliberales se acentuaron la pobreza y la desigualdad entre los mexicanos, de tal forma que uno de

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Bienestar social, económico y político en México...

sus principales objetivos es justamente reducir la pobreza, la desigual-dad, eliminar la impunidad y corrupción, y en su lugar crezca la demo-cracia participativa con todo lo que ello implica. La política económica que propone López Obrador se inclina hacia un estado de bienestar.

La historia de nuestro país es amplia y compleja. El siglo XX trajo con-sigo una serie de ajustes de marcada importancia en lo social, político y económico, desde el triunfo de la Revolución mexicana, hasta la llegada al poder de un nuevo partido político que acabó con la hegemonía del entonces partido oficial, al finalizar el siglo.

Ideologías y personajes llegan y se van, otros más luchan por su per-manencia en la escena política nacional; sin embargo, no se puede negar que el cambio natural trae consigo el paso del tiempo y ha permitido a nuestro país experimentar contrastes en su forma de ser gobernado.

El presente trabajo ha sido un muy breve repaso de tres gobiernos en México que han dejado huella (y lo son, como en el caso de López Obra-dor) en los que la participación del Estado ha tenido un papel decisivo en el crecimiento, en el bienestar social, económico y político. Más allá de los aciertos que hayan podido tener, cada uno de ellos tuvo errores que no se pueden omitir, hecho no fuera de lo común, pues no hay historias perfectas ni gobiernos libres de fallos.

Otra conclusión de singular importancia radica en que tanto el Porfi-riato, el Cardenismo y lo que va del actual gobierno de la Cuarta Trans-formación tienen la coincidencia con Japón, China, Vietnam, Corea, Ale-mania y Finlandia, países en donde la economía ha sido exitosa porque precisamente ha existido una fuerte presencia del Estado a favor de la rectoría y la planificación económica, al dominar dicho sistema estado desarrollador o bienestar; de ahí, lo que resta de la administración actual y las que siguen tendrían que implementar este paradigma económico si es que en verdad existe la voluntad política de generar un crecimiento análogo de los países mencionados.

También es conveniente que la actual administración aplique el para-digma de la complejidad, ya que el caso de México es complejo y requiere de soluciones del mismo tipo. Finalmente, el pensamiento complejo “tiene el poder de afrontar lo entramado, es decir el juego infinito de inter-retroacciones, la intertextualidad de los fenómenos entre sí, apo-yado en la lógica difusa y teoría de sistema borrosos, la bruma, la incer-tidumbre, las fronteras que se funden entre sí, la contradicción y su dia-léctica” (González Ibarra y Orihuela Rosas, 2016: 65).

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En suma, se concluye que el paradigma de la complejidad permite transitar de lo complejo a lo simple, ya que lo complicado está en el mundo y lo simple en la mente.

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V. CONSTITUCIONALISMO IMPULSOR EN MÉXICO

Barbara Edith Orihuela Rosas

1. IntroducciónSi se parte del fenómeno de la globalización y la gobernanza global, así como su injerencia directa en los aspectos económicos, políticos y socia-les en México, el capitalismo por imitación es un rotundo fracaso, en el cual ha sido utilizado el sistema jurídico como una de sus herramientas. En el centro de la tesis de un constitucionalismo impulsor, establece que el Estado mexicano debe necesariamente realizar cambios a los elemen-tos que guían al constitucionalismo, lo que permitirá un avance soste-nido y real en el país, tanto en el campo económico, político y jurídico, desde una visión biosocial e impulsora.

Esta investigación está basada en una meta-metodología, ya que su importancia se da en aras de soportar la hipótesis planteada, mediante su aplicación para demostrar su fiabilidad y la factibilidad. La meta-me-todología toma como base a la epistemología, por lo tanto la respuesta planteada, y que soporta la investigación, cuenta —tal y como se obser-vará— con una parte reflexiva, otra funcional y otra valorativa moral.

El fenómeno de la globalización, como su nombre lo dice, se desen-vuelve alrededor del mundo y sus efectos se dejan sentir en todas partes, así su influencia se da en diversos aspectos fundamentales. Además es diri-gido por las grandes potencias sobre los países en vías de desarrollo; estos aspectos fundamentales van desde lo político hasta lo económico y social.

En el caso mexicano, la evolución vivida en los últimos años sobre los aspectos político, económico y social, ha sido afectada casi en su totalidad por la globalización y su injerencia directa, por la llamada gobernanza global en México, como factores de riesgo del imperio de la ley, la soberanía nacio-nal y la creciente inseguridad económico-política-social de nuestro país.

1.1. Globalización y gobernanza global

El estudio del fenómeno de la globalización, y sus efectos sobre los distin-tos rubros de la vida en sociedad, se ha convertido en un tema dominante,

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ya que “se ha producido una gran cantidad de estudios dedicados a explo-rar cómo es que la globalización influye sobre los procesos económicos, culturales, militares y sociales en general” (Serna de la Garza, 2010).

Este ensayo tiene que ver con este tipo de estudios sociales, pero enfocado en el papel que juega el sistema jurídico. Si bien es cierto se han tenido estadísticas y visiones económicas sobre los cambios a mediano y largo plazo, la realidad es, como menciona Küng, que difícilmente se pueden predecir con exactitud los efectos deliberados y los efectos secundarios no deliberados de la globalización (Küng, 2019: 21).

Se concibe a la gobernanza como la configuración de instituciones supranacionales y estructuras que se erigen dentro de un sistema inter-nacional, en donde existen actores que juegan un papel tan o más vital que el Estado, de tal manera que para muchos de sus teóricos se da una tendencia hacia la disminución del papel del Estado (Cadena Afanador y Cubillos Guzmán, 2011).

Esa disminución del Estado frente a la gobernanza global, en el sis-tema jurídico mexicano, genera cambios estructurales como la expan-sión del papel de las instituciones internacionales multilaterales; el aumento en el alcance, densidad y grado de intrusión de las reglas y nor-mas generadas a nivel internacional en la forma en que las sociedades nacionales se organizan; los cambios fundamentales en la comprensión política, jurídica y ética de la soberanía del Estado y de la relación entre el Estado, el ciudadano y la comunidad internacional; la creciente inter-penetración del derecho internacional y el derecho nacional, así como de las instituciones internacionales con los aparatos administrativos nacionales, entre otros. Ahora bien, se puede considerar hasta cierto punto necesario y beneficioso, encontrarse inmersos en la gobernanza global; desafortunadamente, como se verá, en la carencia de límites al fenómeno globalizante y la gobernanza global, existe la llamada crisis del paradigma constitucional.

1.2. La crisis del paradigma constitucional

El siglo XX marca el nacimiento de la democracia política, de los dere-chos humanos y de la democracia constitucional (Ferrajoli, 2018: 11) De acuerdo con Ferrajoli, se trata de la refundación del derecho internacio-nal, lo cual se da con el nacimiento de la ONU y la celebración de diversas convenciones sobre derechos humanos (Ferrajoli, 2018: 11)

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Ese nuevo paradigma constitucional del siglo XX, reformula las rela-ciones entre los Estados, sus estructuras politológicas y dio lugar en Europa al estado constitucional de derecho que, de acuerdo con Ferra-joli, se caracteriza por un sistema rígido de principios y derechos fun-damentales que vinculan a los poderes públicos (Ferrajoli, 2018: 12). Así se dio la constitucionalización de los derechos humanos, expresados en principios constitucionales que genera un sistema político con límites y vínculos entre los poderes políticos de un Estado. Cabe resaltar que este modelo de estado constitucional de derecho llegó a nuestro país el 11 de junio de 2011, cuarenta años después que en Europa y veinte años después que en algunos países latinoamericanos.

Con el reconocimiento constitucional de principios después de la segunda posguerra, surge a su vez la democracia constitucional, que para Ferrajoli se da a través de una positivización en normas constitu-cionales, caracterizadas por una rigidez que se supraordena a cualquier poder (Ferrajoli, 2018: 14), incluso al poder legislativo, lo que permite límites que, de acuerdo con como Atienza y Alexy, se denominan límites objetivistas morales, debido a que el derecho es una práctica social que no puede comprenderse separada del sein y el dasein del derecho.

De tal manera que la naturaleza de la democracia, menciona Ferrajoli, consiste en el poder de las mayorías y en los vínculos impuestos a este que permiten garantizar los derechos fundamentales (Ferrajoli, 2018: 16), que genera que los poderes de los sistemas políticos y económicos, desde el plano normativo, se subordinen al derecho, desde el dasein del derecho, puesto que en la realidad política y económica no se ha logrado ni aceptado esa sujeción al derecho, al generar la crisis del paradigma constitucional (Ferrajoli, 2018: 17).

Ferrajoli refiere la existencia de procesos deconstituyentes que han hecho madurar la crisis del paradigma constitucional (Ferrajoli, 2018: 17-20) y elabora el esquema 1 que los contempla de manera concisa.

A esta inversión democrática de la jerarquía de poderes que mues-tra el autor, se agregan tres factores deconstituyentes (Ferrajoli, 2018: 20-22), que se ven expresados en el esquema 2.

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Esquema 1. Inversión de la jerarquía democrática de poderes

Esquema 2 . Elaboración propia.

Los dos esquemas muestran la realidad mundial actual y tienen como punto de partida el factor globalización que, en palabras de Küng, las cri-sis no se controlan, sino se aceleran (Küng, 2019: 15). Si bien la globaliza-

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ción era un hecho económico, político y social inevitable, al presentarse acompañada de la tecnología y las comunicaciones (Küng, 2019: 16), es necesaria una conciencia global integralista.

Las secuelas que la globalización ha dejado a lo largo de los últimos 30 años son (Küng, 2019: 19):

• Interconexión global del mundo que afecta a ciertos ámbi-tos de la vida y a ciertas partes de la población; existe a escala nacional e internacional ganadores y perdedores

• Mano de obra barata en países en vías de desarrollo, lo que se presentaba como moneda de cambio para desarrollo sos-tenido, lo cual ha resultado ser, hasta a la fecha, falaz

• La destrucción de la economía agraria tradicional de los países en vías de desarrollo

• Los global players trasnacionales, que en el sector financiero amenazan constantemente la autonomía de las naciones

• La expansión global de problemas ecológicos, calentamiento global, polución, mareas negras, cambio climático generalizado

• Globalización del crimen organizado. Redes de trata de blancas, tráfico de drogas, tráfico de armas, entre otros más.

• Crisis del paradigma constitucional

1.3. La decadencia del estado constitucional de derecho en México

Todos buscamos a quién responsabilizar de la crisis económica mundial y su injerencia directa en México. Las premisas de esta hipótesis de saber quiénes son los responsables es de vital importancia, ya que a partir de ellos se tendrá la posibilidad de evitar otra e incluso encontrar herra-mientas para subsanar la crisis actual. El gobierno mexicano adopta la estrategia proteccionista de reducción de pago de impuestos a los más ricos, principalmente a aquellos empresarios y empresas trasnacionales que generan mayores empleos,17 lo que únicamente contribuye a que la brecha capital-trabajo-ingreso entre los trabajadores y los empleadores se vuelva abismal y desigual.

Es cierto que son varios los actores y factores que desencadenan la crisis en que se ha sumergido desde hace más de una década y se agrava

17 Claro está que esta reducción en el pago de impuesto se da a través de deducciones que el Estado les permite para de forma legal “eludir” los impuestos, todo dentro el marco de la ley.

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por la corrupción e impunidad del gobierno. Desafortunadamente, para salir de la crisis el mercado no es suficiente, ya que se requiere de regula-ción y supervisión por parte del Estado, es aquí en donde se presentarn los vértices que deben subsanarse para que de manera gradual la crisis vaya decreciendo y el embudo de la desigualdad o la brecha existente entre capital-trabajo-ingresos se reduzca.

Los vértices o directrices son los que a continuación se comentarán.

1.3.1. Aspecto tributario y desigualdad

Desventuradamente, el Sistema Tributario Mexicano, al adoptar la filoso-fía desregulativa de Estados Unidos, ha generado que la crisis en México se acentúe. En el caso de Estados Unidos, la desregulación en el periodo de Bush hizo que empresas como General Electric o Apple dejaran de pagar los impuestos (Stiglitz, 2015: 98). Y qué decir de México, ya que el SAT únicamente tiene detectadas a 270 empresas transnacionales que potencialmente realizan planeaciones fiscales agresivas, que consisten en trasladar a otros países o jurisdicciones las utilidades generadas aquí y así pagar menos impuesto sobre la renta o incluso llegar a no pagarlo (El economista, 2014). Falta hablar de las trasnacionales y los empresarios que eluden su pago de impuestos, pero esto es tema de otra investigación.

Por otro lado, la riqueza no es capital, al ser conceptos distintos que pueden cambiar de maneras muy diferentes. Así, el hecho de que las ganancias del capital estén gravadas con impuestos muy bajos es preci-samente uno de los motivos se acrecen la riqueza de unos pocos. A nivel internacional y nacional, estos individuos abren cuentas corporativas en paraísos fiscales y dejan que su dinero se acumule sin ningún gravamen contributivo, lo cual podría cambiar con políticas tendientes a gravar la riqueza (Stiglitz, 2015: 107).

Muchas de las desigualdades referidas hoy en día son resultado de un capitalismo de imitación, llamado por Stiglitz “capitalismo de pacotilla” (Stiglitz, 2015: 108). Si los mercados actuaran como verdaderos merca-dos, se mejoraría la eficacia y el comportamiento económico. De igual manera, si el sistema tributario mexicano en implementara políticas fis-cales eficientes y equitativas, como un impuesto no al capital, sino a la riqueza, se alcanzaría una sociedad más igualitaria.

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Las desigualdades se relacionan más que con el capitalismo en el siglo XX y XXI, que con la democracia en este tiempo, pues el falso capitalismo al que se enfrenta y la democracia imperfecta en que se mueve, engen-dran en conjunto decepción, pobreza, desigualdad y choques sociales.

1.3.2. Aspecto capital-trabajo

La desigualdad social no es un nuevo tema. Desde la Revolución indus-trial, especialmente desde los trabajos de Karl Marx, la desigualdad y la redistribución se planteaban en términos de oposición de los binomios capital-trabajo, ganancias-salarios, empleadores-empleados (Marx, 2014). De este antagonismo notoriamente se observa que la desigualdad se da como la oposición entre los que poseen el capital; en otras palabras, en los medios de producción, que a su vez perciben una renta; y en los que no lo poseen y deben conformarse con los ingresos obtenidos por su trabajo (Piketty, 2015: 49).

En este sentido, se visualiza que la fuente principal de la desigual-dad es la distribución inequitativa de la propiedad del capital; por un lado a los trabajadores y por el otro a los capitalistas como integrantes de esta fórmula o binomio. Lo que hay que resaltar son las desigualdades de los ingresos de trabajo que juegan un rol secundario, en el que la des-igualdad capital-trabajo tiene, aún en estos días, un impacto fuerte en la manera de comprender la desigualdad.

De lo anterior surgen las siguientes interrogantes: ¿Será que la des-igualdad de la distribución de capital entre individuos y países no sólo es injusta sino también ineficaz, ya que se reproduce en el tiempo, ade-más de limitar y limitará las capacidades de los más pobres para inver-tir y alcanzar a los ricos? Si este es el caso, ¿qué herramienta de política pública de redistribución es la eficaz para combatirla? Es aquí donde se debe referir a la redistribución del capital, donde la distribución del ingreso entre capital y trabajo es puramente distributiva, al trata de dis-tribuir la unidad producida entre los dos factores de producción que son el capital y el trabajo (Piketty, 2015: 51).

Puede inferirse que ante la falta de políticas públicas de redistribución, el reparto efectivo del ingreso entre capital y trabajo depende ―como en México― del poder de negociación de los sindicatos y de las capacidades de los empleadores para apropiarse de una amplia parte de ese ingreso. El factor esencial es el de los precios pagados al capital y al trabajo, que no tienen consecuencia alguna sobre el nivel de producción y el volumen del

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empleo. Así, el reparto del ingreso entre capital y trabajo pone en juego un puro conflicto distributivo. De tal manera que si el reparto de capital-tra-bajo es mera cuestión de distribución, es de poco interés la manera en que se realice y sólo interesa el resultado (Piketty, 2015: 53).

Por el contrario, se obtendrían conclusiones diversas si fuera posible variar las proporciones de capital y trabajo utilizados en el proceso de producción, ya que al emplear una unidad de capital, no es indispensa-ble tener exactamente n unidades de trabajo si se aumenta el número de unidades de trabajo utilizadas, al tener la misma capacidad de producir un poco más.18 Así se da la posibilidad de sustituir capital por trabajo y viceversa. De ser posible, esa relación puede desempeñar una importante función de carácter asignativa para decidir las cantidades de los dos fac-tores de producción que se utilizan en el nivel macroeconómico, en con-traposición a los coeficientes fijos (Piketty, 2015: 54), lo que lleva a que dentro de una economía de mercado, las empresas eligiera contratar más trabajadores, en la medida en que les reporten más dinero que gastos.

1.3.3. Primacía de lo económico sobre lo político

En México la situación no es la mejor, ni la esperada por el modelo eco-nómico impuesto hace treinta y cinco años. En la balanza no existe un equilibrio en el trinomio economía-política-democracia. Desafortuna-damente, la parte económica ha devorado a las otras dos. Habermas con-cebía a la democracia como una esfera pública de deliberación racional fundada en la comunicación y el reconocimiento intersubjetivo (Can-sino, 2010: 87). Esa esfera pública constituyó en los años setenta a la reno-vación más trascendente en la teoría democrática, en la que el aspecto de modernidad se daba en términos de un espacio público donde se debe asentar la libre interacción de los grupos, asociaciones y movimientos. Así, su noción de esfera pública conlleva en sí una relación crítica-argu-mentativa con la política y la economía.

Infortunadamente la parte económica se encuentra dotada de la democracia y la política que las ha desplazado contundentemente, al con-vertirlas en simples marionetas, de tal manera que esa “esfera pública” se refería y buscaba dotar al Estado de un espacio de interacción, de deli-

18 Esto si se deja de lado lo que se denomina por los economistas como coeficientes fijos: para producir 1 unidad de bien, hay que utilizar exactamente 1 unidad de capital y n uni-dades de trabajo.

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beración y de diálogo con los individuos y llegar a acuerdos de carácter objetivista moral, al fragmentarse o desdibujarse por la parte económica, que se superpone por encima incluso al Estado (Habermas, 1991: 45).

1.4. El Círculo vicioso según Noam Chomsky

Para dar cuenta de lo anterior, se debe mencionar el llamado “círculo vicioso”del lingüista y filósofo Noam Chomsky. (2016: 32), el cual se ejemplifica así:

La desigualdad se ocasiona por la extrema riqueza de un grupo de personas muy reducido; por tanto, la desigualdad viene de la riqueza extrema, que es el 1% del que habla Stiglitz, por lo que se deduce que la desigualdad tiene un efecto corrosivo y nocivo sobre la democracia.

La concentración de la riqueza provoca concentración del poder, porque el costo de las elecciones se ha disparado al convertir a los par-tidos políticos en grandes corporaciones, por lo que rápidamente se transforma en legislación, al concentrar la riqueza, por lo que las polí-ticas fiscales, la desregulación, las reglas de gobierno corporativo y toda una variedad de medidas políticas son diseñadas para incrementarla, lo que a su vez genera más poder político (Hutchison, Nyks y Scott, 2015). Así obtiene esta especie de círculo vicioso, corrosivo de la democracia, que instaura políticas públicas que sólo beneficia a un reducido grupo perteneciente a la élite de la sociedad y que perjudica los demás.

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1.4.1. Puntos centrales en la ideología de la desigualdad en Chomsky

Rediseño de la economía

Por un lado, se tiene el impresionante crecimiento de las instituciones financieras que de los años cincuenta a inicios del siglo XXI en Estados Unidos eran responsables del 40% de las ganancias corporativas del país (Hutchison, Nyks y Scott, 2015), situación no muy alejada de la economía mexicana, que en los años noventa llevaron al colapso del país. A dicho proceso ―de acuerdo con Chomsky― se le denomina financiamiento de la economía. Por otro lado, tenemos el proceso que comienza en Esta-dos Unidos denominado deslocalización de la economía, que llevó a los trabajadores a someterse a la competencia global (Hutchison, Nyk, y Scott, 2015), que en México comienza a inmiscuirse desde el Tratado de Libre Comercio, al someter a los trabajadores mexicanos a la reducción de sus ingresos y transformase en mano de obra barata.

Ataque a la solidaridad

De acuerdo con Chomsky, el sistema capitalista tiene como una de sus máximas más peligrosas la ideología del yo-yo; es decir, que los indivi-duos deben preocuparse únicamente por sí mismos. El hombre pierde un rasgo característico de sí: la simpatía, con la finalidad de terminar con el bienestar, que en Estados Unidos era un tipo de bienestar roosve-liano (Hutchison, Nyks y Scott, 2015).

Fabricar consentimiento

Chomsky señala que al menos en Estados Unidos la forma en que el gobierno ha logrado que la gente no advierta que vive de manera des-favorable, es mediante la publicidad. La realidad es que a nivel global el marketing controla actitudes, creencias y genera estereotipos para que las sociedades estén bajo la dominación de las clases altas; es decir, la idea de convertir a la sociedad en “un sistema binario: uno y el televisor o uno y el internet” (Hutchison, Nyks y Scott, 2015). Lo ideal sería que los consumidores estuviesen informados para tomar decisiones racionales, pero la realidad es que la publicidad genera consumidores desinforma-dos que toman decisiones irracionales (Hutchison, Nyks y Scott, 2015).

Desplazar la carga

Las nuevas políticas tributarias, diseñadas para que los de arriba paguen menos y el grueso de la población más, con la alza de impuestos al sala-rio y consumo (Hutchison, Nyks y Scott, 2015), ha provocado claramente

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que en nuestro país, durante los últimos cuarenta años, se vayan per-diendo las clases, pasando de alta, media-alta, media, a pobreza de clase alta, clase media y pobreza extrema.

1.4.2. Del Capitalismo por imposición a la superación del capitalismo

De acuerdo con Thomas Piketty, el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles y arbitrarias, que cuestionan los valores meri-tocráticos en lo que se fundamentan nuestras sociedades democráticas (Piketty, 2014: 15). El capitalismo por imposición se da con la llegada del fenómeno globalizador y la gobernanza global. Mientras los gobernantes y empresarios se afanan en la búsqueda de una recuperación económica mundial capitalista, los ejes sociales, ambientales y jurídicos de los países principalmente en vías de desarrollo se deterioran rápidamente.

La actual crisis económica, social y jurídica cancela el regreso a los periodos de rápida expansión económica, los que permitieron poner en segundo plano otros procesos de gran alcance como la depredación ambiental. Entre la crisis de la naturaleza y social (biosocial), y los inten-tos por revigorizar el capitalismo, el diálogo se revela cada vez más difícil. Por ello Piketty propone superar el capitalismo, sustituir los acuerdos de libre circulación de capitales y distribuir el poder en las empresas entre accionistas y asalariados (Piketty, 2014: 85), lo que se pretende realizar a través de tres pilares o principios:

• El empoderamiento de los empleados mediante una reforma radical de la gobernanza corporativa (Piketty, 2019: 245).

Es una crítica a los proprietarisme ―derechos de propiedad― que considera una extensión gradual de la esfera de la propiedad privada y el aumento paralelamente del poder de los accionistas, al conformar uno de los principales problemas del capitalismo actual, que genera un aumento de desigualdad, por lo cual la propuesta de Piketty es recuperar el equili-brio entre los propietarios de capital y los empleados (Piketty, 2019: 340).

Este modelo va más allá de los que se toman como muestra,19 donde los representantes de los empleados obtienen la mitad de los puestos en los consejos de administración y los accionistas eligen el comité ejecu-tivo, lo que de acuerdo con Piketty permite el acceso a información y

19 El alemán y el sueco, llamado modelo de codeterminación.

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contar con voz y voto en las decisiones. Esta propuesta, que desde una visión distributiva aborda el autor, conduce a una eficiencia social e innovadora a nivel empresa y a nivel Estado (Piketty, 2019: 386).

• Masiva redistribución de la riqueza y la renta a través de una reparación del sistema fiscal.

El segundo instrumento busca contener la concentración de la riqueza mediante la movilización de tres tipos de impuestos: progresi-vos, al patrimonio y las sucesiones de impuesto sobre la renta. Los dos primeros, de acuerdo con Piketty, financiarían una asignación universal de capital,20 mientras que el tercero bienes públicos, seguridad social y renta básica para los pobres (Pikett , 2019: 468).

En México tendrían que realizarse los cálculos necesarios para imple-mentar el impuesto al patrimonio en un 2% aproximadamente, aplicable a patrimonios superiores a cincuenta millones de pesos, que aumenta-ría un 3% aproximadamente al tratarse de cien millones de pesos. Así, el impuesto al patrimonio confiscatorio que propone Piketty, y el impuesto sucesorio y sobre la renta, busca dejar la propiedad del capital tal y como actualmente la conocemos (Piketty, 2019: 560).

• Federalismo transnacional, solo aplicable a Europa.

Por último, el federalismo europeo es propuesto por el autor para superar las limitaciones políticas, que son consecuencia de la competi-ción fiscal de la Unión Europea, que democratizarla consiste en trans-ferir los poderes tributarios a una cámara que combine parlamentos nacionales y europeos (Piketty, 2019: 590).

1.5. La necesidad de un constitucionalismo impulsor

El constitucionalismo impulsor busca elementos indispensables y garantizar los derechos fundamentales para lograr un giro en la economía mexicana, que incluye como base una ética global y un mercado biosocial.

1.5.1. Elementos del constitucionalismo impulsor

a) Economía de mercado biosocial y ética global.

20 Representan a nivel europeo un 5% del PIB, lo cual permitiría financiar una asigna-ción universal de capital al cumplir 25 años el ciudadano, al tener derecho a un 60% de la riqueza media, aproximadamente 130 mil dólares, en países de primer mundo.

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Un ideal de política económica y social puede llevar al aparato a la infla-ción del Estado e incluso a uno de bienestar, pero no puede ser financiado, como ejemplo está el de la socialdemócrata Suecia (Küng, 2019: 53), tal como sucede de manera creciente en Alemania, país modelo de la econo-mía social de mercado. Desafortunadamente los economistas no llegan a un consenso si la crisis de la economía social de mercado es inherente al ideal o ha sido ocasionada por un mal manejo político (Küng, 2019: 54)

La economía social de mercado enfrenta nuevos retos, al darse el cam-bio de la modernidad a la transmodernidad, la cual no está dispuesta a dejar que la naturaleza sea un bien comercializable, al buscar la rehabili-tación y protección de la naturaleza, que genera una economía biosocial de mercado. La cuestión ética se toma de la visión de Küng, quien mues-tra que no sólo se refiere a los llamamientos morales, sino también a la acción moral (Küng, 2019: 65).

La economía global de mercado sólo se aceptará si a largo plazo es capaz de lograr un conceso social, a través de un sólido orden ético que sostenga la acción de los mercados globales y de las instituciones externas al mercado (Küng, 2019: 66) que influya directamente las con-ductas como la toma de decisiones desde una visión ética y moral sólida, donde tanto individual como colectivamente debe estar en sintonía con la multiculturalidad social, la gestión cultural, el respeto a la naturaleza y la justicia social.

b)Proteccionismo de corrección

El punto arquimédico de la hipótesis planteada y los argumentos que podrían sustentarla, es la corrección, por ello se debe referir a un pro-teccionismo de corrección, ya que los demás tipos giran en torno a él. La idea se toma de Robert Alexy, quien menciona que en el derecho todas las normas jurídicas individuales, así como las decisiones judiciales indivi-duales, y los sistemas jurídicos como un todo, necesariamente formulan una pretensión de corrección (Alexy, 2013).

En aras de lo anterior, el proteccionismo de corrección conlleva la moral, ya que ella puede circunscribir el aspecto político, económico y jurídico a los hechos sociales, con la finalidad de que el proteccionismo de forma prag-mática sea socialmente eficaz. Se podría cuestionar en este punto: ¿Por qué se refiere a la moral? Las cuestiones sobre la correcta distribución y la des-igualdad son cuestiones de justicia, y las de justicia son morales.

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La textura abierta del aspecto económico-político-social y jurídico implica y requiere que el proteccionismo de corrección formulado (y propuesto en la presente investigación), en la toma de decisiones, tenga una base dual al referirse no sólo a razones autoritativas, sino también a razones morales.

Respecto a la corrección, se referie de acuerdo con Alexy a que exis-ten dos niveles en el del derecho, denominadoss como de primer y de segundo orden. La primera se trata de la justicia como tal; por su parte, la de segundo orden es integral, pues se refiere tanto a la justicia como a la positividad (Alexy, 2013). La justicia representa la dimensión ideal o crítica del derecho, la positividad su dimensión real, objetiva o institucional. De ello resulta necesario acotar que el proteccionismo de corrección se refiere al del tipo de segundo orden, ya que une la dimensión real y la ideal.

Estas dos dimensiones comprenden necesariamente dos principios: el principio de justicia y el de seguridad jurídica (Alexy, 2013: 21); este último, al ser de carácter formal, requiere un compromiso por parte del Estado para que autoritativamente y socialmente sea eficaz, por lo que eficaz y legamente constituyen el aspecto real o institucional del derecho, y la parte correctiva a la dimensión ideal o discursiva. Es necesario mos-trar que el proteccionismo de corrección propuesto tiene su base en la teoría del discurso pragmático, que trastocará no sólo el aspecto jurídico, además de extender a las cuestiones económicas, políticas y sociales.

c) El nacionalismo étnico mexicano, la necesidad de realizar una cohesión multicultural del país, entreteje su herencia lingüística, indí-gena, mestiza y contemporánea, basada en la cultural como parte de la expansión del paradigma constitucional social impulsor, pues es necesa-rio en esta sociedad de interdependencia y de desarrollo tecnológico, no solo vivir, sino sobrevivir (Ferrajoli, 2018: 28).

d) Superar el capitalismo, al tomar como base dos de los tres pilares mencionados por Piketty, permitirán dejar atrás el capitalismo, al lograr disminuir la desigualdad social, incrementar el poder adquisitivo de los mexicanos y evitar la erosión de las clases sociales desiguale, al conver-tirse en un Estado impulsor mexicano.

ConclusiónEn el gobierno de un país existen muchos intereses, tanto en lo político como en lo económico y militar, los cuales ejercen una presión real en

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la forma en la que se desarrolla. Así, en el caso particular de México, es necesario buscar alternativas de protección ante una desmedida globali-zación, el capitalismo por imposición y una gobernanza global. Se nece-sita de los elementos como el constitucionalismo impulsor, propuesto en este ensayo, para lograr un avance sostenido y real del país, tanto en el campo económico, político y jurídico, siempre desde una visión bioso-cial e impulsora.

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VI. NUEVAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN. TEMA RELE-VANTE PARA INICIAR LA CONSTRUCCIÓN DE UN ESTADO IMPULSOR MEXICANO

Canek Ángeles Tovar

1. Más allá de un desarrollo económicoDurante mucho tiempo el bienestar de las personas que habitan los dis-tintos países del mundo se relacionaba exclusivamente con la dimensión económica, por lo que hablar de un desarrollo en cualquier nación impli-caba solamente considerar los ingresos (sin importar la manera en que se distribuyeran entre la población) o la cantidad de dinero que se pro-ducía y circulaba. Sin embargo, al paso de los años y con las numerosas investigaciones, es posible afirmar que se vive en un mundo sumamente complicado en donde existen una gran variedad de problema, que se expanden no solo en una región, sino en diversos países y que son de índole ambiental, social, político y económico. En ese sentido, Steiner (2018) considera que resolver las problemáticas que afectan a los seres humanos hoy en día requiere de generar programas, políticas y acciones diferentes a lo que se ha hecho por muchos años:

Desde la urbanización hasta la creación de empleos para millo-nes de personas, los desafíos del mundo solo se resolverán si se utilizan enfoques que tengan en cuenta la complejidad y el con-texto local… el progreso de hoy se logra a costa de nuestros hijos. El cambio climático, la disminución masiva de la biodiversidad y el agotamiento de los recursos de la tierra y el agua dulce plan-tean graves amenazas para la humanidad. Se necesita un cambio inmediato y ambicioso en los patrones de producción y consumo (Steiner, 2018: iii).

A raíz de esto se generó un concepto interesante que cambia la manera de evaluar el grado de desarrollo de las sociedades en cada región. Este con-cepto es desarrollo humano, surgido en 1990 y presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),21 durante el Informe sobre Desarrollo Humano, que generó su definición, la cual es la siguiente:

21 Este organismo tiene un carácter mundial y su objetivo es promover el cambio al generar una interacción amplia entre diversos países, a través del intercambio de conocimientos, experiencia y recursos necesarios para contribuir a una mejor vida de las personas. Actual-mente tiene presencia en 170 países (PNUD, 2019).

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El desarrollo humano es un proceso mediante el cual se amplían las oportunidades de los individuos, las más importantes de las cua-les son una vida prolongada y saludable, acceso a la educación y el disfrute de un nivel de vida decente. Otras oportunidades incluyen la libertad política, la garantía de los derechos humanos y el res-peto a sí mismo … Pero el desarrollo humano no termina allí. Otras oportunidades altamente valoradas por muchas personas, van desde la libertad política, económica y social, hasta la posibilidad de ser creativo y productivo, respetarse a sí mismo y disfrutar de la garantía de derechos humanos… Según este concepto de desarrollo humano, es obvio que el ingreso es sólo una de las oportunidades que la gente desearía tener, aunque ciertamente muy importante. Pero la vida no sólo se reduce a eso. Por lo tanto, el desarrollo debe abarcar más que la expansión de la riqueza y los ingresos. Su obje-tivo central debe ser el ser humano (PNUD, 1990: 33-34).

Este documento destaca que no existe en la práctica una relación automática entre mayor ingreso en las naciones y el progreso de los seres humanos, ya que la distribución de la riqueza generalmente no es equilibrada; además, si bien el dinero es un elemento fundamental de la vida actual, no puede asegurar al 100% menor violencia, mayor descanso físico-mental, mayor convivencia familiar y social, mejor salud, la “feli-cidad”, por sólo mencionar algunos elementos. En suma, no es posible afirmar que el dinero es lo único que rige la vida humana. Este enfo-que también se caracteriza por no concebir a las personas como simples medios para lograr objetivos y considerarlas como participantes en su proceso de desarrollo y no sólo como beneficiarios.

Para medir ese desarrollo humano, dentro del PNUD (1990) se esta-blecieron tres aspectos esenciales de la vida diaria de las personas. El primero de ellos es la esperanza de vida, que evidentemente se relaciona con aspectos como la salud y la alimentación. El siguiente es el alfabe-tismo, donde es relevante que las personas puedan acceder a una educa-ción de buena calidad en los diversos niveles existentes, no sólo al cono-cimiento científico, sino al de convivencia y respeto. El último tiene que ver con el manejo de recursos, con el objetivo de alcanzar una vida ade-cuada para la mayoría, ante la dificultad de cuantificar muchos de ellos como el agua, los minerales, el petróleo, etcétera; se considera el ingreso como el recurso medible. Estas tres dimensiones actualmente son los ejes para la medición del llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH); sin embargo, se han agregado otros para complementar más aspectos de desarrollo humano que permiten analizar mejor el progreso (o su falta)

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en las vidas de las personas en el mundo. Esos índices son: 1) el Índice de Pobreza Multidimensional, en el cual se revisan dimensiones de pobreza no relacionada con el ingreso; 2) el Índice de Desarrollo Humano (en adelante IDH) ajustado por la Desigualdad, donde se considera el IDH, pero en relación justamente con la desigualdad en términos de ingreso; 3) el Índice de Desigualdad de Género, cuyo tema central es el empode-ramiento de las mujeres; y 4) el Índice de Desarrollo de Género, que hace una comparativa del IDH entre hombres y mujeres (PNUD, 2018).

Los indicadores intentan primero identificar las desigualdades exis-tentes en las sociedades del plantea, para después generar conciencia, sobre todo acciones encaminadas a mejorar la vida de las personas nue-vamente, no sólo en cuestión de ingresos, ya que un desarrollo humano de bajo nivel implica grandes dificultades para acceder a salud, trabajo, recursos naturales, prestaciones, préstamos, etcétera.

La desigualdad no sólo es normativamente mala; también es peli-grosa… Una desigualdad alta puede generar consecuencias adver-sas para la cohesión social y la calidad de las instituciones y las políticas, lo que a su vez puede ralentizar el progreso en materia de desarrollo humano (PNUD, 2018: 4).

Así, el IDH se ha convertido en una herramienta de gran relevancia para contextualizar el grado de avance que tiene un país en diversos aspectos, incluyendo los ingresos. En el caso de México, evidentemente el IDH permite saber en qué estado de desarrollo se encuentra el país; al respecto, de acuerdo con Langner (2019), en 2019 el PNUD afirmó que México a pesar de haber aumentado el IDH en sus municipios, no había disminuido la desigualdad de forma significativa, al ser el apartado de la salud donde menos se avanza. De hecho, se aclara que sí existen munici-pios o alcaldías con IDH alto o muy alto, pero al compararse con algunos donde el IDH es muy bajo, el contraste es impresionante, pues

los promedios ocultan las contrastantes realidades del país. Lo anterior, toda vez que la demarcación con mayor IDH en 2015, la alcaldía de Benito Juárez, en la Ciudad de México y se puede com-parar con el desarrollo humano de Suiza. Mientras, la de menor IDH Cochoapa el Grande, en Guerrero con un valor parecido al de Burundi, país de África” (Langner, 2019).

Lo anterior sucede a pesar de que, en términos generales, México ha mejorado en cuanto a su IDH en los últimos 10 años, al pasar del lugar

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141, en 2007, al 74, en 2017, dentro del ranking IDH que genera el PNUD (Expansión, 2019). Si sólo se considera ese avance, podría pensarse que en la práctica México ha transitado a una dinámica que le puede convertir en un país con mayor desarrollo; sin embargo, la realidad es que aún con ese puesto hay varios países del continente americano que sin intención de ser despectivos o demeritarlos, parecieran menos “desarrollados”, al menos en términos económicos. De acuerdo con datos del PNUD (2018), en 2017 Cuba, Antigua y Barbuda, Trinidad y Tobago, Panamá, Costa Rica y Barbados se situaban por encima de México, al dejar en eviden-cia que todavía se requieren avances sustantivos en diversas materias para verdaderamente hablar de un México con mayor desarrollo. Por ejemplo, de acuerdo con datos del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas o CEFP (2019), los gastos de inversión hechos entre 2010 y 2019 se concentran en dos sectores, el combustible y la energía (53.1%), así como vivienda y servicios a la comunidad (24.6%), pero salud y educa-ción tuvieron un porcentaje muy bajo, con 2.8% y 2.1% respectivamente, lo cual refleja un bajo interés en ellos al menos en términos económicos. Aunado a esto, el CEFP (2019) reporta que entre 2010 y 2018 la inversión pública ha disminuido de manera considerable, ya que en 2010 la inver-sión privada representó un 73.4%, mientras la pública un 26.6%; para 2018 la distribución fue 86.3% y 13.7% respectivamente. Lo anterior ha provocado que “derivado de la evolución observada en los últimos años de la inversión tanto pública como privada, la posición de México en la competitividad internacional se ha deteriorado” (CEFP, 2019: 16).

Esto refuerza que, a pesar de su buena posición en cuanto al IDH, económicamente hablando, México ha visto mermado su desarrollo y especialmente la participación del Estado en la dimensión económica. Una consecuencia relevante de esto es la percepción que tienen diferen-tes organizaciones respecto al Producto Interno Bruto del país; durante el último trimestre de 2019, El Financiero (2019) reportó que los pronós-ticos de crecimiento de la economía nacional para ese año habían dis-minuido de forma considerable; por ejemplo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos movió su estimación de creci-miento de un 1.6% a 0.5%, el Banco Mundial de 0.5% a 0.4%, mientras que el Fondo Monetario Internacional de 0.9% a 0.4%. Incluso la Secretaría de Hacienda y Crédito Público bajo sus expectativas del 1.6% al 0.9%. Lo anterior se confirma con lo mencionado por Forbes (2019), al afirmar que México hasta octubre de 2019 no había tenido un crecimiento en su eco-

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nomía con respecto al año anterior; por el contrario, se dio un descenso de 0.4%. Todo esto deja ver que ni siquiera la dimensión económica ha logrado destacarse en el país recientemente.

Si bien lo económico es de suma relevancia, no es lo único que per-mite a las naciones lograr un desarrollo sostenible en beneficio de sus habitantes; por esa razón la Organización de las Naciones Unidas (ONU) (2017) plantea 17 pilares u objetivos que deben atenderse para lograr un desarrollo sostenible, al mejorar la vida de todos los seres humanos, pero respetando al planeta y a las sociedades para asegurar un mejor futuro. Esos pilares son: 1) poner fin a la pobreza, 2) hambre cero, 3) salud y bien-estar, 4) educación de calidad, 5) igualdad de género, 6) agua limpia y saneamiento, 7) energía asequible y no contaminante, 8) trabajo decente y crecimiento económico, 9) industria, innovación en infraestructura, 10) reducción de las desigualdades, 11) ciudades y comunidades soste-nibles, 12) producción y consumo responsable, 13) acción por el clima, 14) vida submarina, 15) vida de ecosistemas terrestres, 16) paz, justicia e instituciones sólidas, 17) alianzas para lograr los objetivos.

Gracias a esos objetivos se busca un desarrollo integral benéfico para las personas y no exclusivamente un desarrollo económico que se dé sin importar la violencia, la degradación del mundo, la paz, la pobreza y el ago-tamiento de los recursos (ONU, 2017). En suma, se quiere trascender a un desarrollo sostenible que no esté basado en el consumo de bienes y servi-cios, sino en un bienestar social de mayor alcance al considerar los aspec-tos mencionados. En ese sentido, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2016) (UNESCO por sus siglas en inglés), uno de los aspectos más relevantes que pueden contribuir a lograr un desarrollo sostenible, es generar innovaciones en los diferentes campos de conocimiento, de ahí la necesidad de realizar inves-tigación y desarrollo de forma amplia, por ello se intenta que los gobiernos fomenten la investigación y desarrollo como sucede en países como Japón, China, Alemania o Estados Unidos. En palabras de la directora del Instituto de Estadística de la UNESCO, “la innovación es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por eso es esencial el seguimiento de la inversión en I+D en conocimiento, tecnología y pensamiento, que impulsa la innovación en los países” (UNESCO, 2016: 1).

Ante un contexto como el expuesto hasta el momento, se vuelve evi-dente la necesidad de que las naciones trabajen para lograr un desarrollo sostenible mediante la participación de un actor sumamente relevante,

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el Estado, debido al potencial que tiene para apoyar la consecución de los pilares del desarrollo sostenible plasmados por la ONU,22 lo cual tiene impacto al traducirse en mejoras en el IDH. Justo en ese sentido se dirige este texto, al analizar a grandes rasgos cómo el Estado mexicano debería modificarse para dirigir sus acciones a obtener una mejora sustancial en la vida de sus habitantes; en otras palabras, cómo podría cambiar para convertirse en un Estado impulsor de un desarrollo no sólo económico,23 algo que no es imposible, pues existen diversos países que lo han hecho luego de circunstancias sumamente adversas, tales como Finlandia o Japón.24 Lo anterior partiendo de que en México el Estado actualmente no parece abordar de forma adecuada (o tal vez no considere algunos) los pilares para un desarrollo sostenible. Para ello se recurre a una metodo-logía cualitativa de tipo exploratoria y documental, en la que se revisan materiales con temas relacionados al objetivo planteado, para generar una reflexión tendiente a plantear un Estado impulsor.

Con lo anterior en mente, el documento se estructura de la siguiente manera. A continuación, se presentan aspectos relevantes sobre el papel del Estado para tener un adecuado funcionamiento que le per-mita alcanzar objetivos benéficos para sus habitantes. Posteriormente se aborda el tema de nuevas formas de organización, a través del cual será posible comprender por qué se requieren adecuaciones en la forma organizacional del Estado mexicano actual. Para finalizar se presentan las conclusiones respectivas.

22 Es necesario mencionar que el Estado no es el único actor relevante en la tarea de lograr un mayor desarrollo más allá de lo económico, también se requiere la participación de las empresas, cooperativas, organizaciones no gubernamentales y la sociedad. Pero sólo se retoma al Estado en esta ocasión debido a que cada actor requiere un análisis y reflexión particular antes de poder conjuntarlos todos en otro documento. 23 Dentro del presente capítulo se entiende por Estado impulsor aquel enfocado en lograr un desarrollo de su nación, pero no sólo en el apartado económico, sino en otros aspectos sociales, políticos, culturales y ambientales, por medio de los cuales sus habitantes pue-dan mejorar su nivel y calidad de vida, que permitan alcanzar una vida sostenible para las futuras generaciones de seres vivos. Lo anterior incluye procurar el medio ambiente, respetar a las otras especies que habitan el planeta, así como buscar el beneficio colectivo y no de unos pocos, entre otras actividades. 24 Los casos de ambos países son retomados en otros capítulos de la presente obra, para tener un conocimiento amplio de la manera en que algunas naciones han logrado transi-tar de una situación sumamente adversa, a una ampliamente favorable no sólo para algún segmento de la población, sino para la mayor parte de sus habitantes.

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2. Un Estado benéfico para la sociedadConforme han pasado los años, el funcionamiento del Estado se ha modi-fcado con base en los diferentes contextos que se generan, pero en teoría debería encaminarse al mismo objetivo siempre, que es beneficiar a sus integrantes en diversos niveles, aunque no todos los enfoques lo consi-deran así. De acuerdo con Meny y Thoening (1992), el Estado puede con-cebirse desde al menos tres perspectivas; la primera lo ve bajo un enfo-que funcionalista donde se encarga simplemente de atender demandas de la sociedad. La segunda lo concibe con una herramienta que sirve a una clase específica o ciertos grupos, lo cual deja al Estado con una auto-nomía acotada. La tercera intenta ser un punto intermedio entre las dos primeras; es decir, un Estado que no únicamente se dedica a atender las demandas de la sociedad o a procurar los intereses de algunos. Indepen-dientemente de esas perspectivas, en la práctica el Estado transita por diversos cambios que han afectado su estructura y funcionamiento, en ocasiones al provocar una disminución en su participación en muchas regiones, a pesar de esas modificaciones que han sido desde pequeñas a sustanciales, “no significa en absoluto desconocer la importancia cen-tral que los Estados van a seguir desempeñando en la gobernabilidad de nuestro tiempo” (Prats, 2005: 29), por ello se llega a considerar que el Estado jamás perderá relevancia a pesar de los múltiples cambios, que reduce su facultades.

Para lograr una eficiencia con base en un adecuado funcionamiento, una forma común de organizarse por parte del Estado es a través de la burocracia, forma de organización, que de acuerdo con Mouzelis, con-lleva un alto grado de especialización y se sustenta en estructuras jerár-quicas de autoridad delimitadas, pues es posible afirmar que “un sis-tema de control basado en reglas racionales, es decir, reglas que tratan de regular la estructura y el proceso totales de la organización en razón tan sólo del conocimiento técnico para lograr el máximo de la eficiencia” (1975: 45). Cabe destacar que la burocracia se relaciona con la domina-ción, en este caso legal-racional, lo que le otorga un sustento objetivo para ser considerada como la “mejor” al lograr un funcionamiento exce-lente, lo que implica un tipo ideal. Lo anterior hace énfasis en la existen-cia de una organización perfectamente racional y eficiente; sin embrago, aclara Mouzelis, que “el tipo ideal de burocracia es una construcción conceptual realizada a partir de varios elementos empíricos que se agru-pan lógicamente en una forma precisa y consciente, pero en una forma que en su pureza ideal, no se encuentra nunca en la realidad” (1975: 45).

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Lo ideal es un elemento25 que derivó en muchas críticas a la teoría; a pesar de esto, actualmente lo común es encontrar organizaciones gubernamentales donde se le utiliza, principalmente por algunos bene-ficios que puede ofrecer en ciertos casos, tales como precisión en proce-sos, continuidad, subordinación estricta, alta racionalidad y sobre todo la impersonalidad (Prats, 2005); es decir, obediencia a las reglas estable-cidas y no a la persona en sí, para evitar fricciones innecesarias (subje-tivas) y fomentar un mejor funcionamiento a través de la dominación legal-racional. En contraparte, también cuenta con aspectos negativos, ya que se da una excesiva formalidad que no permite un buen desem-peño de toda la organización, pues todos los procesos son más lentos al atender puntualmente las reglas, con lo cual las respuestas a cambios en el medio ambiente son muy difíciles de implementar; además, la buro-cracia promueve las relaciones impersonales en su búsqueda de mayor eficiencia y racionalidad, que a final de cuentas puede dar lugar a cues-tiones como favoritismos, sobornos o nepotismo por parte del personal. En opinión de Prats (2005), además de lo anterior, una de las mayores críticas es la resistencia al cambio en las organizaciones burocráticas, las cuales no pueden autocorregirse ni adaptarse rápidamente a las modificaciones exigidas por su ambiente, algo que en última instancia puede llevar a la desaparición de una organización. Justo estos “defec-tos” son los que dan pie a buscar opciones de mejora en la estructura del Estado, para alejarse de la burocracia, que deriva en el surgimiento de lo que se conoce como Nueva Gestión Pública.

Esta es una manera diferente de estructurar y operar para el Estado: de acuerdo con Prats (2005), trajo algunas ideas radicales en compara-ción con la burocracia y se deben fijar resultados medibles para tener un control de las actividades a realizar; en consecuencia, es posible hacer una evaluación de resultados y se deben relegar ciertas actividades a diversas unidades; esto es, una descentralización de funciones. Otra idea relevante es enfocarse en los productos y resultados, más que en insumos y procedimientos. De forma complementaria también implica que diferentes organizaciones ofrezcan estos servicios; es decir, tercia-rizarlos para que no sólo el Estado los brinde, sino trasladarlas a otras organizaciones como las empresas. Todo eso tiene por objetivo mejorar el desempeño general de la organización o, en este caso, del conjunto de organizaciones del Estado. En suma, la Nueva Gestión Pública puede 25 Weber en realidad no intentó que las organizaciones adoptarán un tipo ideal de burocra-cia, sino ofrecer elementos de lo que sería una burocracia ideal, los cuales pudieran imple-mentarse para un mejor funcionamiento, pero no necesariamente todos en conjunto.

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verse como un intento por llevar muchos principios utilizados en las empresas hacia el ámbito público, debido a que esas características en la década de los años setenta y ochenta parecían funcionar de forma bastante aceptable en el ámbito empresarial, tanto que se buscaba que el Estado tuviera semejanza con una organización económica que “se asumió que el ciudadano, ahora conceptualizado como cliente, no le interesaba la naturaleza del ente prestador del servicio sino el estricto cumplimiento por éste de los términos contractuales” (Prats, 2005: 60).

En primera instancia, un Estado basado en la Nueva Gerencia Pública parecía una opción más eficiente que la burocracia, por los beneficios potenciales que ofrece; sin embargo, conforme se implementaba, fue posible observar que la amplia descentralización de funciones y reali-zar muchas de las actividades desde una “lógica” empresarial, provoca-ron una disminución en la colaboración y coordinación de las múltiples organizaciones pertenecientes al Estado, algo que en opinión de Prats no permite resultados positivos, ya que

la nueva agencia pública con su visión de la administración pública como una constelación de agencias ejecutivas, no ha tenido en cuenta que la mayoría de los bienes públicos o intereses generales de los que depende el bienestar de nuestro tiempo no dependen de la acción de un único departamento y agencia sino que requie-ren de la capacidad de coordinación y colaboración entre una plu-ralidad de actores públicos, privados y civiles (2005: 61).

Si bien la cooperación entre diversidad de organizaciones hoy en día se vuelve necesaria para lograr resultados positivos en cualquier socie-dad, no es adecuado que el Estado pierda demasiada participación en las actividades conjuntas, como ya dejó en claro, pues tiene un papel funda-mental en la vida de las personas. Así, nuevamente se busca otra forma en la que el Estado pueda organizarse para ofrecer beneficios a la socie-dad, lo que se conoce como Gobernanza.

Hablar de Gobernanza, en opinión de Prats (2005: 65), conlleva que el Estado consiga tener interacciones de calidad entre sus organizacio-nes integrantes, las empresas y las organizaciones de la sociedad civil, pues “los nuevos modos de gobernar en que esto se plasma tienden a ser reconocidos como gobernanza, gobierno relacional o en redes de interacción público-privado-civil a lo largo del eje local/global”. Enton-ces surge un interés por revisar las nuevas maneras de trabajar entre la sociedad y el Estado (Aguilar, 2013), ya que para Stoll-Kleemann (2006) el

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concepto incluye las relaciones entre diversas organizaciones y procesos para ejercer poder en la toma de decisiones en temas de interés privado o público; Brenner (2012) agrega que en dichas interacciones también participa la sociedad, lo cual distingue a la Gobernanza de la burocracia y la Nueva Gestión Pública. Entonces la Gobernanza, en opinión de Prats (2005), muestra que no sólo el Estado es quien atiende aspectos sociales de relevancia, también intervienen las empresas y organizaciones de la sociedad civil; por otro lado, no descalifica a la burocracia ni a la Nueva Gestión Pública, sino que convive con ambas y se afirma que no existe un modelo único de Gobernanza y que pueden existir muchos de ellos, cada uno adaptado a diversas organizaciones, situaciones y contextos.

De acuerdo con Adger y Jordan (2009), existe una “buena gobernanza” caracterizada por generar políticas públicas eficientes y trasparentes e incentivan la participación social, con el objetivo de brindar servicios públicos y ambientales de una manera eficiente. Por su parte, Rhodes (1997) menciona que la Gobernanza en cualquiera de sus variaciones implica reconocer nuevos actores sociales, quienes realizan diversas funciones que anteriormente eran exclusivas del Estado, lo cual deja en evidencia que sociedad y empresas desde hace tiempo se han inser-tado en espacios donde antes sólo tenían cabida las organizaciones del Estado (Flinders, 2002), con la finalidad de alcanzar beneficios y solu-cionar problemas sociales, políticos y económicos. Brenner y Rosales (2015: 8) consideran a la Gobernanza como “un proyecto y proceso para la definición democrática de objetivos de interés público y la implemen-tación participativa de medidas para alcanzarlos”, dentro de un territo-rio determinado (nivel local, regional, nacional e internacional), por esa razón afirman que la Gobernanza

desde una perspectiva geográfica también se refiere a las formas de regulación o coordinación socio territorial fuera del ámbito gubernamental que dan lugar a la formación de las relaciones sociales ya sean intersectoriales o interempresariales (económi-cas y de poder) que posibilitan la articulación de mecanismos de regulación y organización económica en la escala local con las normas y cadenas de producción y comercialización mundiales. (Brenner y Rosales, 2015: 9)

En suma, la Gobernanza intenta mejorar el funcionamiento del Estado, al evitar los aspectos negativos presentados en la burocracia y la Nueva Gestión Pública, al contemplar la participación de diversos actores, pero

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sin tanta rigidez estructural ni al quitar excesivamente funciones sustan-ciales al Estado, donde también se incentiva una amplia participación de la sociedad en su conjunto y no sólo de algunas de sus organizaciones. Al igual que con las otras dos, implementar la Gobernanza no asegura un buen funcionamiento del Estado, traducido en un desarrollo del país no sólo en términos económicos, sino en un avance dentro del IDH.

De esta forma, a lo largo de las décadas el Estado mexicano ha imple-mentado (o al menos lo intenta) esas diferentes formas de organizarse para tener un desempeño benéfico para la sociedad;26 sin embargo, como ya se expuso, a pesar de ciertos avances el país no parece desarrollarse de una forma destacada más allá de algunos aspectos de índole económica que generalmente sólo resultan positivos para unos cuantos. Entonces, al considerar lo expuesto, ahora más que nunca en México se requiere un Estado participativo en el amplio sentido de la palabra, con la capaci-dad de interactuar con diferentes actores en beneficio de sus habitantes, algo que se ha perdido a raíz de la llegada de la globalización (con todo y las propuestas de la Nueva Gestión Pública y la Gobernanza); la prueba, en opinión de Prats (2005), son los cambios negativos que afectan a paí-ses en desarrollo y desarrollados, tales como contaminación del aire, del agua, disminución de recursos naturales, gases de efecto invernadero, pérdida de biodiversidad o la destrucción de faunas y floras. En suma, el Estado mexicano, como muchos otros, se convirtió en uno descentra-lizado, que depende mucho de las regulaciones económicas impuestas por los mercados, lo cual se traduce en una falta de democracia y sobre todo de capacidad de acción para beneficiar a la población. Por ello se requiere construir un Estado impulsor, lo cual requiere generar una nueva forma de organización acorde al contexto del país.

3. El Estado mexicano en busca de una nueva forma de organización que le permita transitar hacia un estado impulsorEn el ámbito que nos ocupa, el tema de las nuevas formas de organiza-ción se deriva de considerar que las sociedades viven desde hace mucho en ambientes muy turbulentos, que les obligan a realizar cambios en poco tiempo, donde existe gran complejidad e incertidumbre; por esa razón, varios autores (Chandler, 1977; Clawson, 1980; Stinchcombe, 1965; Udy, 1970; Weber, 1927) afirman que una nueva forma de organización 26 La llamada 4T o cuarta transformación puede considerarse el intento más reciente por generar una forma de organización benéfica para la sociedad mexicana.

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se genera como respuesta a cambios en el desarrollo socioeconómico. Pero, ¿qué debe entenderse por una forma de organización u organi-zacional? De acuerdo con Heydebrand (1989), para entender a qué se refiere el concepto se debe tener en cuenta seis variables relevantes; la primera de ellas es el tamaño de la fuerza de trabajo, cuántas personas conforman a la organización y el tamaño físico que tiene. Después, está el objeto de trabajo; es decir, a qué se dedican, la tercera son los medios de trabajo, que incluye las herramientas, instrumentos o máquinas que se usan para lograr los objetivos. La siguiente variable es la división del trabajo, el cómo se realizan las actividades dentro de la organización, lo cual influye en la estructura organizacional, en quinto lugar se encuentra el control del trabajo y se relaciona precisamente con el control existente en la organización, pero en cuanto a los procesos de trabajo, esto es a nivel operativo. Por último, se encuentra la propiedad y el control, que se refiere a las relaciones sociales de producción a nivel social o de la insti-tución. Con base en esas variables, una forma organizacional comprende muchos elementos: estructura, producción, flexibilidad, aprendizaje e innovación, relaciones de poder, formas de control, motivación, clima emocional, relaciones con proveedores, relaciones laborales entre nive-les jerárquicos, grado de integración entre miembros de la organización, tipo de cultura corporativa, ambiente, calidad, tecnología, dinámicas de colaboración y comunicación, así como ritmo de trabajo e integración de las personas en sus actividades laborales.

Para Heydebrand (1989), así como para Montaño (1994), pensar en nuevas formas de organización se desprende del gran dominio de la burocracia, que ha fungido como la forma de organización más común durante mucho tiempo para algunos tipos de organización, entre ellos el Estado, por esa razón la idea inicial sobre nuevas formas de organi-zación toma como base alejarse de las características de una estructura burocrática. Entonces, de acuerdo con Heydebrand (1989: 337), una nueva forma de organización se puede definir como:

Las nuevas organizaciones son pequeñas o son pequeñas subuni-dades en organizaciones más grandes. Su producción o servicios se dan con apoyo de computadoras o están informatizados. Están integradas por especialistas, profesionales y expertos, quienes trabajan dentro de una estructura orgánica y descentralizada de equipos por proyecto, grupos de trabajo, y grupos relativamente autónomos. Hay poco énfasis en una división formal del trabajo y jerarquías administrativas, con funciones administrativas y técni-

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cas superponiéndose en cierto grado. Su estructura organizacio-nal flojamente acoplada es frecuentemente reorganizada y cen-trífuga. Tales condiciones requieren métodos que promuevan la cohesión social, como relaciones interpersonales informales, nor-mas y prácticas tipo clan, y la creación de una cultura corporativa.

Clegg (1990) también considera que generar estructuras diferentes a las burocráticas conlleva que la organización sea flexible y no rígida, de menor tamaño y no enorme, sin gran especialización para incentivar la multifuncionalidad, donde existan relaciones interpersonales no sólo a nivel formal. Desde la perspectiva de Hannan y Freeman (1986), pue-den existir un gran número de formas organizacionales, por el simple hecho de que cada organización tiene límites diferentes a las demás, así como características internas y contextuales que las distinguen y hacen de cada caso algo único; con esto en mente, para Heydebrand (1989) es posible pensar en la existencia de muchas formas organizacionales diferentes, consecuencia de la combinación de múltiples factores tanto internos como del entorno o medio ambiente. Otro punto de vista sobre las formas organizacionales lo ofrecen Meyer y Rowan (1983), al men-cionar que las organizaciones no siempre generan una nueva forma con base en sus características y necesidades específicas, también llegan a adoptar las que consideran adecuadas para su funcionamiento y que existen en otra organización con actividades similares. Lo anterior se relaciona con el llamado isomorfismo (DiMaggio y Powell, 1999), el cual implica que las organizaciones adopten estructuras organizacionales que se consideran tienen un buen funcionamiento, para lograr legiti-midad y alcanzar sus objetivos. Esto último puede derivar en la prolife-ración de una sola forma organizacional, como la burocracia, aunque en otras ocasiones podría incentivar le creación de otras formas con base en las previamente adoptadas.

En ese sentido, existen formas de organización que “pueden con-fiar menos en la toma de decisiones y deben destacar el compromiso con la cooperación” (Meyer, 1983: 270). Otra variante es la que plantea Ouchi (1980) al hablar de una forma tipo clan, donde la cooperación es fundamental y los miembros de la organización se rigen por la con-fianza, la lealtad y sobre todo por relaciones sociales informales. Por su parte, Mintzberg (1983) presenta varias formas de organización, de las cuales, de acuerdo con Heydebrand (1989), son dos las que destacan; la primera es la burocracia profesional, en la cual la organización cuenta con profesionales o especialistas con amplio control en sus actividades,

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que hace que la manera de trabajar de las personas sea muy indepen-diente, pero busca acercarse a los clientes o usuarios; para Heydebrand (1989) una forma como esta se usa generalmente en organizaciones de la salud, educación, enfocadas en lo legal o de desarrollo social. La segunda forma es la adhocracia, donde la estructura organizacional es descentra-lizada, con menor formalización que una burocracia profesional; aquí se trabaja en grupos relativamente pequeños, conformados por directi-vos, personal operativo y expertos, tiene una estructura flexible que da cabida a la informalidad para realizar mayor cantidad de actividades; además, tiende a cambiar constantemente, lo cual dependiendo el con-texto, puede ser positivo o negativo. Con base en lo anterior, es posible afirmar que las nuevas formas de organización pueden ser sumamente diversas y no sólo buscar diferenciarse de la burocracia, pero esta última se toma como un parámetro de diferenciación, debido a que la burocrá-tica es una forma de organización aceptada y reproducida en gran varie-dad de organizaciones, al ser el Estado el mayor ejemplo de ello en gran variedad de países, de los cuales México no es la excepción.

Con lo expuesto hasta el momento, se identifican diversas caracterís-ticas que se pueden encontrar en muchas de las nuevas formas de orga-nización posteriores a la burocracia:

• Aceptación de aprendizaje por medio de ensayo y error• Flexibilidad salarial• Flexibilidad numérica• Flexibilidad de funciones o actividades• Flexibilidad estructural• Organizaciones pequeñas o divididas en grupos de peque-

ñas organizaciones• Estructuras horizontales o planas• Capacidad para innovar en la creación de productos o pres-

tación de servicios• Capacidad para aprender (por parte de los integrantes de la

organización).• Capacidad para adaptarse a los cambios que requiere la

organización• Capacidad para dar respuesta al medio ambiente turbulento

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• Las personas en la organización son lo más relevante gra-cias a sus capacidades

• Capacitación del personal de manera constante

• Estrategias y acciones orientadas al largo plazo

Independientemente de las características específicas de cualquier nueva forma organizacional, Clegg (1990:184) menciona que cualquiera de ellas debe ser capaz de resolver problemas constantes que aquejan el funcionamiento de cualquier organización y permitir el logro de los objetivos planteados, en consecuencia la organización debe cumplir con ciertos imperativos organizacionales:

1 Articular misiones, metas, estrategias y funciones principales.2 Organizar alineaciones funcionales.3 Identificar mecanismos de coordinación y control.4 Constituir una rendición de cuentas y dar importancia a las

relaciones.5 Planeación y comunicación institucionalizada.6 Relación entre recompensas y desempeño.7 Lograr un liderazgo efectivo.

De manera complementaria es necesario mencionar que es posible la existencia de muchas formas de organización diferentes, porque no hay solamente una mejor manera de hacer las cosas, sino todo lo contra-rio, por lo tanto tampoco es obligatorio que una organización establezca alguna forma organizacional por el simple hecho de que en otras simila-res ha “funcionado”. Aun con esto, y al hacer referencia directa al Estado, para Heydebrand (1989) las estructuras flexibles e informales, la mayoría de las ocasiones logran ofrecer servicios o productos de alta calidad, en comparación con aquellas donde hay mucha rigidez, además cuando lo más relevante son los clientes, beneficiaros o integrantes de la sociedad, se requiere una amplia interacción informal, así como una buena par-ticipación de estos últimos, pues su satisfacción es comúnmente usada para medir la efectividad y calidad en los servicios prestados (Orlikowski, 1988). La capacidad de ser flexibles y poderse adaptar a las situaciones contingentes que se presentan (algo que una forma de organización burocracia generalmente no puede hacer fácilmente), permite a cualquier organización, especialmente el Estado, ofrecer tiempos de respuesta cor-tos en la prestación de servicios (Heydebrand, 1985), sumamente necesa-

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rio en organizaciones que dependen del Estado como la policía, los ser-vicios médicos, servicios legales o judiciales, los trámites como actas de nacimiento, tenencias, predial, etcétera. Por lo anterior, diversos autores (Abel, 1981; Fainstein y Fainstein, 1980; Heydebrand y Seron, 1987) con-sideran que dotar de flexibilidad a las reglas en los procedimientos de organizaciones de gobierno, así como en sus estructuras, se traduce en la práctica en mejoras que derivan en un desempeño adecuado de sus fun-ciones, lo cual es un aspecto de gran relevancia ante la concepción común del Estado como una organización sumamente compleja e inmersa en un gran papeleo burocrático en el que se pierde mucho tiempo y afecta los tiempos de respuesta hacia los ciudadanos.

Entonces la existencia de mayor informalidad y flexibilidad, sobre todo al prestar servicios como es el caso del Estado, promueve una ideo-logía de solucionar problemas adaptándose a las circunstancias del momento, aunque en las reglas formales diversas situaciones no estén contempladas; eso lleva desde la perspectiva de Heydebrand (1989) a buscar una correspondencia entre el Estado y los integrantes de la sociedad en el sentido de ofrecer calidad en los servicios y tiempos de respuesta cortos para resolver los problemas. Si bien no hay una sola forma de organización que sea la mejor, para el caso del Estado mexi-cano, en el que la burocracia domina a pesar de los cambios y ajustes hechos a lo largo de los años, en opinión de Heydebrand (1989), hay una que parece adecuada de inicio para mejorar el desempeño de las orga-nizaciones gubernamentales: la tecnocracia.

Esta forma de organización,27 presentada por Heydebrand (1989: 344), cuenta con una racionalidad que “no sólo favorece la racionalización computarizada, sino también nuevas formas de racionalización social como los sistemas laborales flexibles e informales”. Entre sus principa-les características, Heydebrand (1989) destaca las siguientes: una amplia informalidad, la cual conlleva buscar resolver los problemas sin atarse completamente a reglas formales rígidas, así los miembros de la orga-nización tienen un margen de acción mayor, al permitirles dar pronta atención a las demandas de la sociedad; por eso Hage (1988) afirma que incentivar la informalidad es más una cuestión estratégica que una moda o tendencia en las organizaciones. Otra característica es que las organi-zaciones tecnocráticas incentivan la flexibilidad en la estructura orga-

27 Pasar de una forma de organización a otra siempre será un proceso complejo que requiere de un estudio independiente para entenderlo, por esa razón no se ahonda en ello en esta ocasión.

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nizacional, a través de las cuales es posible generar nuevos programas o mejorar los existentes, en beneficio de la sociedad, y permite el descartar programas que no son de ayuda u obsoletos. También la forma tecno-crática impulsa la búsqueda de vínculos con otras organizaciones; en el caso del Estado, en los ámbitos, local, estatal o federal y no necesaria-mente entre organizaciones de gobierno, también con empresas y orga-nizaciones de la sociedad civil; de lo anterior se desprenden las redes de organizaciones o los consorcios públicos o privados, cualquiera de esas interacciones tiene por objetivo articular acuerdos entre los sectores pri-vado y público, a nivel local, estatal o federal para beneficio social (Katz, 1988). Ese tipo de redes de organizaciones parece sumamente conve-niente para funcionar en ambientes cambiantes como los actuales que enfrenta el Estado mexicano, donde es imperante dar pronta respuesta a los problemas de la sociedad.

Por último, a diferencia de la burocracia, en esta forma de organiza-ción, la legitimidad sustentada en una lógica de dominación legal-racio-nal, se cambia por la construcción de confianza y lealtad entre los inte-grantes de la organización, lo cual da por resultado generar una cultura al interior de la misma, que en palabras de Heydebrand,

también constituye un intento por reforzar el control ideológico y cultural sobre la motivación, la socialización y otros aspectos de la administración de recursos humanos tales como el fomento al compromiso y al cumplimiento, la cooperación, el esfuerzo, la con-ducta ante la resolución de problemas en beneficio de la organiza-ción, la orientación hacia el desempeño y la innovación. (1989: 347)

Así, en la tecnocracia se debe construir una cultura y subculturas en las diferentes áreas, para facilitar la integración de las personas por medio de estímulos, tanto físicos como simbólicos, que permitan contribuir a la construcción de una comunidad en la organización y se sienta identificada con sus valores y objetivos; en otras palabras, se intenta que las personas consideren que están “en casa” para avanzar hacia la consecución de objetivos de manera armónica (Klimann, 1985; Ott, 1989; Smircich, 1983).

En suma, la tecnocracia representa un buen ejemplo de las variadas formas de organización que pueden generarse para alejarse no sólo de la burocracia, sino también de otras formas de organización, que en deter-minados momentos pueden llegar a volverse obsoletas o impedir un ade-cuado funcionamiento, que incluye evidentemente a la llamada Nueva

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Gestión Pública e incluso a la Gobernanza. Aun cuando la tecnocracia en el papel es una forma de organización alejada de la burocracia, eso no significa que forzosamente sea la mejor o la que el Estado mexicano deba adoptar para mejorar y convertirse en un estado impulsor, en la práctica moverse hacia cualquier nueva forma organizacional se relaciona amplia-mente con las características de la organización en cuestión, así como su situación medio ambiental y contextual. En otras palabras, aunque en teoría la tecnocracia parece la forma de organización más adecuada para trascender la burocracia dominante en la actualidad en el Estado mexicano, no deja de ser un planteamiento muy general ofrecido por varios autores, que realmente no está considerando aspectos específicos de cada organización; por el contrario, se da a entender que puede ser aplicable a cualquier organización donde la burocracia predomina, como pasó cuando se propusieron la Nueva Gestión Pública y la Gobernanza como formas diferentes de organización para el Estado. Entonces, ¿por qué ninguna de estas últimas ha logrado implementarse con resultado positivos en el país? Debido a que precisamente se olvida que al igual que la tecnocracia, sólo son propuestas teóricas a las cuales les falta agregar características y contexto de la o las organizaciones involucradas.

Por eso, al paso de los años, en México la implementación de la Nueva Gestión Pública y la búsqueda por lograr una buena Gobernanza se ha quedado sólo en intentos, pues realmente no se han considerado las par-ticularidades del Estado mexicano, al hacer imposible hasta el momento mejorar su desempeño en materia social, política, cultural y ambien-tal principalmente, ya que la forma de organización burocrática es la dominante y las evidencias de la falta de desarrollo se presentaron en la primera parte de este capítulo. Pero entonces, ¿cómo es que el Estado mexicano puede trascender la forma burocrática de organización para al menos iniciar el camino para convertirse en uno impulsor? Eviden-temente la respuesta es generar una nueva forma de organización que no sea la tecnocracia, la Nueva Gestión Pública o la Gobernanza, sino una acorde al Estado mexicano y su situación actual;28 de hecho, ante la gran cantidad de organizaciones que conforman al Estado, tal vez no se necesita sólo una nueva forma de organización, sino diversas formas de organización, lo cual complejiza la situación de manera importante.

28 En cierto sentido, la llamada 4T en México puede verse como otro intento por imple-mentar una nueva forma de organización, que pueda dotar al Estado mexicano de ele-mentos que mejoren su desempeño para beneficio de sus habitantes. Si eso se logra o no, ya es un tema que debe ser analizado por los expertos en ciencias políticas.

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Nuevas formas de organización...

Aun con la dificultad que representa generar una o varias nuevas formas de organización, lo expuesto por los diversos autores retomados ofrecen elementos generales de gran importancia para que el Estado mexicano comience a cambiar su estructura por una más adecuada, que le permita convertirse poco a poco en un estado impulsor, y dejar de ser uno simple burocrático preocupado por el bienestar de unos cuantos, que es la principal razón por la cual no existe un desarrollo integral del país en términos del IDH. Dentro de lo que hay que modificar, es que las organizaciones del Estado mexicano deben ser bastante flexibles tanto en sus reglas como en sus estructuras, pues eso permitiría por un lado una mayor libertad de acción a los integrantes de la organización; y por el otro, la capacidad cambiar ante las modificaciones de su ambiente, algo que con una estructura rígida es imposible. Es necesario aclarar que esto no implica la inexistencia de un orden o procedimiento para la realiza-ción de actividades, eso no debe faltar, sólo que se debe permitir un mar-gen de acción más amplio para adaptarse a situaciones no contempla-das en las reglas o manuales de procedimientos, ya que, como menciona Simon (1988), los seres humanos cuentan con una racionalidad limitada; es decir, no es posible conocer ni todas las variables, ni todos los posibles resultados a ocurrir en los eventos, por eso quienes toman decisiones en las organizaciones pueden enfocarse en algunas ideas, pero ignorar otras (March, 1994), de ahí cobra mayor relevancia el aspecto de la fle-xibilidad estructural, pues dentro de estructuras burocráticas se parte del supuesto que existe un hombre económico, totalmente racional que conoce todas las alternativas y resultados, que evidentemente no es real y lleva a malos resultados. Ejemplo de ello es que hoy en día es común que cualquier procedimiento o trámite del Estado para los ciudadanos, debe realizarse con apego estricto a reglas y con base en estructuras jerárquicas demasiado rígidas, provocando ineficiencia en la atención y, por ende, una atención lenta. Generalmente se deben respetar muchos protocolos que no dan cabida a situaciones no previstas, que en ocasio-nes son más importantes que las contempladas en la formalidad.

Otro aspecto relevante a modificar en la forma organizacional actual del Estado mexicano, es generar ambientes laborales donde se incentive una colaboración genuina; puede parecer demasiado obvio este punto, pero en la práctica es poco frecuente encontrar organizaciones guber-namentales (y también empresas u organizaciones civiles) donde se detecte un clima de convivencia y respeto en términos de informalidad;29

29 Esto se relaciona ampliamente con tomar en cuenta aspectos humanos al interior de

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

generalmente se “convive” con apego a las reglas y con el temor de las figuras impersonales de autoridad, lo cual no permite un buen desem-peño de las personas; por el contrario se, se presentan la falta de coope-ración, sabotajes al trabajo de otros, desconexión entre la operatividad de diferentes áreas, lentitud en las actividades por falta de compromiso, etcétera. No se trata de que exista un ambiente perfecto y que todos los miembros de la organización “se lleven bien” o sean amigos, sino simple-mente crear un lugar donde se pueda trabajaren un ambiente de respeto mutuo. En suma, en el caso del Estado mexicano se necesita crear una cultura interna generada por las personas y no por las reglas o códigos de ética formales.

Además de lo anterior, es imperante que el Estado mexicano genere vínculos con más organizaciones, en ese sentido se reconoce que sí exis-ten relaciones con gran variedad de empresas, pero desde una perspec-tiva crítica sus beneficios no han sido de impacto; sí, hay colaboraciones con buenos resultados, pero la prueba de no tener relevancia se ve en el IDH. En ese sentido, hace falta una mayor interacción con otras organi-zaciones, de forma constante e impulsando causas sociales, sobre todo en lugares donde la pobreza es extrema o se dan problemáticas de gran preocupación como la falta de agua; claro, se debe seguir con apoyos eco-nómicos, pero sin pensar que el hecho de dar dinero (generalmente no el suficiente) para el desarrollo de comunidades es lo que resolverá todos los problemas, también hace falta educación, empleos, salud, vivienda, elementos que pueden mejorar mucho con apoyo del Estado y organi-zaciones empresariales y de la sociedad civil. En ese sentido, también se requiere un mayor acercamiento con las organizaciones sin fines de lucro conformadas por los ciudadanos, ¿por qué? Debido a la necesidad de escuchar de forma directa los problemas de la sociedad para contex-tualizar mejor las situaciones y porque la participación ciudadana en la resolución de sus propios problemas es algo que permitiría realmente enfocarse en los aspectos más importantes a cubrir, y quién mejor que los afectados para saber cuáles son sus necesidades. Se debe mencionar que las organizaciones de educación superior, tanto públicas como privadas, son de gran ayuda para generar conocimientos e innovaciones que coad-

las organizaciones, tales como el lenguaje, los sentimientos, los deseos y pulsiones, los símbolos, entre otros. La construcción de ambientes laborales adecuados, si bien puede ayudarse del establecimiento de reglas formales o lineamientos escritos, requiere forzo-samente de un respeto a los otros que se logra precisamente a través del reconocimiento de la existencia de elementos como los mencionados.

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Nuevas formas de organización...

yuven a mejorar la calidad de vida de la sociedad, por eso el Estado debe colaborar en gran medida con ese tipo de organizaciones, al impulsar los proyectos científicos, sociales, ambientales y culturales que realizan.30

Pero no sólo hay que generar redes de organizaciones al exterior, el Estado mexicano debe crearlas entre sus organizaciones, pues cada organización local, estatal o hasta federal, si bien rinde cuentas a otra de mayor jerarquía, funciona generalmente sin una colaboración directa, consecuencia de la rigidez de las estructuras y de un estricto apego a las reglas; es decir, no hacer más de lo que dice lo establecido formalmente, al mantenerse en una especie de burbuja invisible que “impide” el con-tacto con otra organización, aun cuando sus actividades pudieran estar relacionadas. Sí, en ocasiones se identifican apoyos adecuados que per-miten un mejor funcionamiento de las organizaciones involucradas; por ejemplo, entre El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se cruzan datos (como el Registro Federal de Contribuyentes) para detectar irregularidades con las personas que reciben becas en los Posgrados de Calidad CONACYT y que obtienen ingresos por actividades remuneradas, eso disminuye y desincentiva ese tipo de prácticas que por muchos años han afectado el aprovechamiento de las becas CONACYT. Esa clase de colaboraciones hacen falta en la resolución de problemas sociales como la contamina-ción, la escasez de agua, la violencia, la delincuencia, la extinción de especies, entre otras.

Aunado a lo anterior, el Estado mexicano debe crear una forma orga-nizacional que permita la continuidad de proyectos, programas, políti-cas públicas, planes de desarrollo, etcétera, entre cambios de gobierno. Uno de los grandes problemas del Estado mexicano es la falta de conti-nuidad al terminar un sexenio, no importa qué partidos políticos ganen, invariablemente se presentan infinidad de cambios, que son los prin-cipales elementos que impiden el desarrollo del país, ya que se cortan prácticamente de tajo todas las acciones benéficas. El desarrollo de cual-quier país necesita continuidad, una de largo plazo, dos o tres décadas como mínimo, si se piensa en la existencia de un escenario sumamente

30 Estas colaboraciones no sólo deben darse con apoyos económicos (los cuales ante una política de austeridad se han reducido de manera considerable, la prueba son los recortes presupuestales para muchas universidades públicas del país), también complementarse con acercamientos constantes (reuniones, pláticas, seminarios, congresos, etcétera) entre los investigadores y los políticos, para dialogar y vislumbrar soluciones a las problemáticas que más afectan al país, las cuales incluso se traduzcan en programas o políticas públicas, una vez que haya una participación ciudadana.

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favorable en términos contextuales; para muestra se tiene a Finlandia, cuyo caso no se ahonda aquí, pues en un capítulo del presente libro se le revisa de forma amplia. El Estado en dicho país logró modificar su forma organizacional luego de grandes crisis, lo cual combinó con dar continuidad a su gobierno durante 25 años para el beneficio de la socie-dad en distintos niveles (no sólo lo económico), para en relativamente poco tiempo (menos de cuatro décadas) pasar de ser un país con poco desarrollo en diversos rubros, a ser uno con independencia económica y mejoras a nivel social (Arthur, 2019); de hecho, en 2019, de acuerdo con Heliwel, Haifang y Shun (2019), dicha nación fue considerada la más feliz del mundo con base en estudios realizados en el reporte sobre la felici-dad mundial 2019, mientras en 2017 ocupaba el lugar 15 dentro del IDH (PNUD, 2018), lo cual se considera como tener un desarrollo muy alto. La continuidad en el Estado mexicano no necesariamente significa que la persona deba gobernar por bastantes años como sucedió en Finlandia,31 sino que se genere una forma organizacional diferente a la actual, donde también impere una ideología de colaboración amplia en busca del bene-ficio colectivo, intentando mejorar la vida de los sectores de la pobla-ción menos atendidos, como los indígenas, las pequeñas comunidades en diversos estados, las personas en situación de calle, las personas con discapacidades o las que se encuentran en pobreza no necesariamente extrema; claro, esto requiere también de cambios culturales vastos, pero para avanzar en el camino del desarrollo integral, un primer paso es con-tar con organizaciones que lo permitan.

En síntesis, el Estado mexicano debe generar una nueva forma de organización que deben incluir los elementos generales mencionados, para convertirse en un Estado impulsor en los términos aquí descritos. El no definir de forma específica cómo debe ser esa nueva forma de orga-nización (o nuevas formas de organización) para el Estado mexicano en su conjunto, se debe a que es imposible hacerlo, ya que para ello se debe realizar un estudio de caso en cada organización que lo conforma, debido a que son diferentes y presentan características únicas que necesitan conocerse para implementar cambios en sus formas organizacionales actuales. A pesar de esto, el presente capítulo funge como un primer acer-camiento a la temática que sienta los primero pasos para traer a la luz

31 En México también sucedió cuando Porfirio Díaz gobernó por 30 años, al lograr avan-ces en lo económico principalmente, pero sin un desarrollo integral de la sociedad en su conjunto, lo cual es un ejemplo de que la continuidad de una sola persona no asegura realmente avanzar en términos del IDH. En el presente libro uno de los capítulos retoma parte del porfirismo para hablar de bienestar social, político y económico en México.

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Nuevas formas de organización...

un tema que junto con los analizados por otros investigadores en este libro desde diferentes perspectivas disciplinares, se considera impor-tante para transitar de un Estado que pierde legitimidad, funcionalidad, credibilidad, estabilidad y sobre todo continuidad, a un estado impulsor similar (más no igual) al de Finlandia, Japón, Alemania o China.

ConclusionesLograr una nueva forma de organización no es el único componente que asegurará un transición del Estado mexicano a uno o impulsor, exis-ten otros como los abordados por varios autores dentro de la presente obra; sin embargo, con base en lo presentado, se considera a la formas de organización como un elemento de peso para avanzar. La relevancia aquí expuesta radica en recordar el papel que debe de cumplir el Estado hoy en día, el cual nunca debió alejarse de su meta principal: el beneficio de sus habitantes (no unos cuantos) en los diversos aspectos que confor-man su vida cotidiana (no sólo el económico, el cual presenta histórica-mente una gran disparidad en la distribución de los ingresos). Por otra parte, el recorrido durante el presente capítulo invita a reflexionar sobre los cambios que desde hace mucho tiempo necesita el Estado mexicano, sobre todo actualmente, donde el contexto general es en exceso negativo para la mayor parte de la sociedad. ¿Por qué México no ha podido desa-rrollarse de manera integral? Evidentemente esta pregunta tiene múl-tiples respuestas, pero una de ellas se relaciona con no tener un Estado adecuado (en cuanto a su forma organizacional) para apuntar constan-temente a obtener un verdadero bienestar común. Dar respuesta a dicha interrogante no es imposible, ya que otras naciones como las mencio-nadas la han superado, por lo que crear un Estado impulsor no es inal-canzable y requiere de mucho esfuerzo conjunto. Finalmente, hablar de un Estado impulsor mexicano significa pensarlo de manera sumamente diferente a como se le concibe hoy en el país, de ahí la pertinencia y la necesidad de retomar el tema desde diferentes enfoques disciplinares.

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VII. LA EDUCACIÓN PARA EL DESARROLLO NACIONAL EN AMÉRICA LATINA. LOS CASOS DE ARGENTINA, BRASIL Y MÉXICO

Alejandro Ortiz Cirilo

A lo largo de la historia la educación ha sido vista como un medio para impulsar el desarrollo nacional. En América latina, los Estados naciona-les han establecido en sus constituciones políticas, y en diversas leyes, lineamientos para garantizar el acceso a la educación. Estas normas han determinado, en buena medida, su situación económica, social y polí-tica. En este ensayo se revisan las formas específicas de cómo la legis-lación educativa en distintos contextos nacionales buscan garantizar el desarrollo nacional. Se realizará una comparación de la educación nacional, a través de los cambios legislativos en distintos contextos para comprender cómo han respondido los Estados nacionales a las deman-das políticas de una mayor democratización escolar y, por lo tanto, de una educación más tolerante e incluyente.

1. El derecho a la educación en el ámbito internacionalEn la mayor parte de América Latina se considera a la educación un dere-cho humano fundamental. En los últimos veinte años, diversos países han reformado sus constituciones, promulgado leyes reglamentarias y elaborado códigos a favor de la educación de la niñez y los adolescentes. Estos instrumentos jurídicos reconocen la responsabilidad del Estado y de la familia en la elaboración de políticas públicas encaminadas a aten-der las necesidades y los derechos de la población infantil, que conside-rada la más vulnerable (Dávila y Anala Luis, 2012: 437-457).

El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas publicó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El Artículo 26 de la citada declaración reconoció la importancia de la educación como un derecho fundamental, a la que se integraron elementos como la gratuidad y la obligatoriedad en la educación elemental y el respeto a los derechos humanos, la tolerancia y la libertad de conciencia. No obstante, también estableció que los padres tendrían el derecho a escoger el tipo de educa-ción que habría de darse a sus hijos, lo cual fue un tema de controversia por la demanda de grupos religiosos católicos que en diferentes países han intentado introducir la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.

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Dieciocho años más tarde, el 16 de diciembre de 1966, la Asamblea General de las Naciones Unidas promulgó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. El Artículo 13 dispuso que los Estados que formaban parte del Pacto reconocían el derecho de toda persona a la educación, al no tomar en cuenta únicamente a los niños e incorporar el derecho de los adolescentes, así como estabelcer a la ense-ñanza primaria como obligatoria y asequible para todos.

Para 1989 la Asamblea General de las Naciones Unidas nuevamente volvió a ratificar la importancia de la educación como un derecho humano. El 20 de noviembre se promulgó la Convención sobre los Dere-chos del Niño, que en su Artículo 28 ratificó la obligación del Estado de asegurar, por lo menos en la educación primaria gratuita y obligatoria, y fomentar el desarrollo en sus distintas formas (UNICEF, 2006).

Estos tratados internacionales se han convertido en un referente en las discusiones sobre el derecho a la educación, que en los últimos años se ha posicionado como uno de los temas de mayor relevancia en las sociedades contemporáneas. No obstante, es importante considerar otros aspectos, con relación a este tema, como lo señala Arias Campos, “si bien de las declaraciones internacionales no entrañan un compromiso jurídico para los Estados, sí constituyen una obligación ético-política para la garantía del respeto a la dignidad humana y la instauración de una cultura de los derechos humanos, pluralista y solidaria. Los demás instrumentos, los pactos y protocolos, forman parte del ordenamiento jurídico de los Estados, siempre que hayan sido ratificados por la respec-tiva legislación interna, en cuyo caso son de obligatorio cumplimiento” (Arias Campos y Díaz Meza, 2011: 118).

El derecho a la educación no sólo se entiende como una educación abierta y accesible para toda la población infantil, ya que es parte de un proceso de democratización de la sociedad moderna, pues no sólo se contempla la escuela primaria, sino que progresivamente se han inte-grado a la secundaria y a la educación media superior como parte de este derecho. En este sentido, ahora se toma en cuenta la educación de ado-lescentes, jóvenes y adultos.

Otro elemento importante que debe considerarse es establecer a la educación como un derecho humano fundamental que implica crear políticas educativas amplias para cumlir con este objetivo. Por un lado, hay visiones que colocan al Estado como primer el agente rector y regu-lador de las prestaciones educativas, y por lo tanto como el principal

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agente del desarrollo económico y social. Por otro lado, algunos puntos de vista convergen sobre la importancia de abrir espacios de participa-ción a otros agentes de la iniciativa privada para que invierta de forma activa en la educación. Este tipo de debates se suscitaron principalmente durante la década de los años noventa, en el contexto del establecimiento de reformas neoliberales en América Latina (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Presidencia de la Nación Argentina, 2013).

2. Instrumentos para garantizar el derecho a la educaciónDesde finales de la década de los años ochenta, y principios de los años noventa, diversos países latinoamericanos comenzaron reformar sus constituciones políticas y a promulgar legislaciones específicas enfoca-das a proteger los derechos de los niños. El objetivo de fondo era asegu-rar el acceso universal a la educación. La regulación se ha hecho, sobre todo, a partir de reformas constitucionales y a través de la promulgación de leyes generales, reglamentos y decretos que modifican de forma sus-tancial los planes y programas de estudio, los objetivos educativos y los agentes que intervienen en los procesos educativos.

Con relación a los objetivos del desarrollo nacional, la Constitución Argentina establece en su Artículo 75 que una de las atribuciones del Con-greso es promover lo conducente al desarrollo humano, al progreso eco-nómico con justicia social, a la productividad de la economía nacional, a la generación de empleo, a la formación profesional de los trabajado-res, a la defensa del valor de la moneda, a la investigación y al desarrollo científico y tecnológico, su difusión y aprovechamiento (Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Presidencia de la Nación Argentina, 2013). En este sentido, el crecimiento de la nación se esta estrechamente ligado con la promoción de políticas diferenciadas que buscan el equilibrio del desarrollo entre provincias. Ahora, la concepción del desarrollo nacional está estrechamente ligada con el desarrollo de la educación nacional, ya que se presenta como un medio para lograr un progreso incluyente.

En América Latina, México es el país con la Constitución más añeja, pero ha tenido diversas reformas en materia educativa.32 El Artículo 26

32 Respecto a este asunto, en los últimos años se ha generado un intenso debate respecto a la validez contemporánea de la Constitución Política de 1917. Hasta el año 2015 se habían registrado un total de 652 reformas constitucionales y hay quienes consideran que es necesario crear una nueva constitución sin modificar sustancialmente el contenido de las normas establecidas. Sobre este debate se ha generado una basta producción académica, entre los trabajos de María Amparo Casar, Héctor Fix Fierro y Miguel Carbonell.

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de la Constitución Política establece que “el Estado organizará su sistema de planeación democrática del desarrollo nacional, que imprima solidez, dinamismo, competitividad, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la independencia y la democratización política, social y cultural de la nación” (Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, S/f). Los fines contenidos del desarrollo nacional se establecen este artículo, pero los lineamientos, las acciones y los programas se arti-culan en un plan nacional que se renueva cada sexenio y se ejecuta por parte de la administración pública federal. Bajo esta óptica, la educación también juega un papel muy importante, ya que se contempla como uno de los objetivos que los diferentes gobiernos en turno buscan garantizar.

En Brasil, la Constitución de 1988 delinea en su Artículo 3 los objetivos fundamentales de la República. Entre las metas fijadas está en construir una nación libre, justa y solidaria, erradicar la pobreza, la marginación y reducir las desigualdades regionales, promover el bien de todos, eliminar los prejuicios de origen, raza, sexo, color de edad o cualesquiera otras for-mas de discriminación y en lo que se refiere al desarrollo el II establece: “Garantizar el desarrollo nacional” (Cámara de Diputados, s/f).

En Argentina, la Ley de Educación Nacional establece que la educa-ción es un bien público y un derecho personal y social garantizados por el Estado, quien fija la política educativa y controla su cumplimiento. En Brasil, la Ley de Directrices y Bases de la Educación establece que la edu-cación es un deber de la familia y el Estado, como una responsabilidad compartida y que debe atenderse de forma obligatoria. Por su parte, la Ley General de Educación mexicana estipula que todo individuo tiene derecho a recibir educación y el Estado está obligado a prestar servicios educativos a toda la población en preescolar, primaria y secundaria.

En las tres leyes generales se puede observar que el Estado juega un papel estratégico para garantizar este servicio a toda la población, pero también hay elementos contrastantes, en virtud que en tanto para Brasil es importante el papel de la familia, para Argentina y México no repre-senta un agente central para lograr el objetivo de brindar este servicio.

Un reto que se presenta a los diversos sistemas educativos es la inclu-sión de agentes como la familia en el proceso educativo; no obstante, es necesario recordar que en sus orígenes, el matrimonio en las legislacio-nes latinoamericanas, nace con una fuerte influencia del catolicismo y, en cierta medida, la integración de la familia es utilizada como un estan-darte para impulsar valores religiosos en las escuelas públicas.

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A nivel general se pueden ubicar elementos en común, como el reco-nocimiento de valores democráticos, a favor de la tolerancia, el nacio-nalismo, la diversidad cultural, los derechos humanos, la protección de la libertad de conciencia y el objetivo de lograr el desarrollo nacional a través de diversos medios.

Acorde con los planteamientos establecidos en la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, Argentina, Brasil y México han impulsado la creación de leyes para la protección de los derechos humanos y sobre todo de los derechos de los niños y adolescentes. En 1990, Brasil pro-mulgó el Estatuto del Niño y del Adolescente; en 2005, Argentina publicó la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adoles-centes, cuyo antecedente es la Ley de Protección Integral de la Niñez, la Adolescencia y la Familia; y recientemente, en 2014, México promulgó la Ley para la Protección de los Derechos del Niñas, Niños y Adolescentes.

En estos instrumentos jurídicos se aprecia una fuerte participación del Estado para garantizar estos derechos fundamentales y adecuar estas normativas con los tratados internacionales a los que están suscritos.

La mayor parte de estos tratados internacionales, y de las constitucio-nes políticas de los Estados nacionales, privilegian la protección de los derechos individuales como la libertad de conciencia y de opinión, así como los derechos económicos y sociales.

En prácticamente todos los países de América Latina se reconoce la importancia que tiene el derecho a la educación, tanto en lo relativo a la obligatoriedad de la enseñanza primaria, como a su gratuidad. De igual forma se ubican similitudes y contrastes en las leyes que protegen los dere-chos de los niños y los adolescentes, entre los que destacan los siguientes:

• Los años en que se publicaron dichas leyes, después de la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989, Brasil fue el primer país en promulgar una Ley regulatoria en 1990, posteriormente Argentina en 2005 y en años recientes México en 2014.33

• Son leyes secundarias que se generaron con la finalidad de proteger los derechos de niños y adolescentes. El rango de

33 En el año 2000 se publicó una Ley con este mismo nombre y fue un presente importante para la creación de la Ley publicada en 2014, ya que se retoman muchos de los plantea-mientos establecidos.

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edad que se considera dentro de estas leyes es hasta los 18 años; sólo en Brasil se consideran casos excepcionales hasta los 21 años de edad.

• Tienen un carácter federal, lo que implica que son vigentes para todo el territorio nacional y también se contempla su aplicación en los distritos locales.

• Hay claridad en cuanto a la obligación del Estado de asegu-rar el acceso gratuito a la educación primaria, pero en rela-ción con la educación secundaria, media superior y supe-rior, se dan diferencias acerca de su obligatoriedad.

¿Qué aspectos de la educación como un derecho humano se pueden distinguir en estas Leyes sobre los derechos de los niños y adolescentes?

País Argentina Brasil México

Ley Ley de Protección Integral de los Derechos de las Niñas,

Niños y Adolescentes.

Estatuto del niño y del adolescente

Ley General de los Derechos de los

niños, niñas y ado-lescentes

Año 1990 2005 2014

Ámbito de Aplicación

Federal Federal Federal

Órgano rector La Convención Sobre los Derechos del Niño y la Cons-

titución Nacional 1994

Constitución Federal de Brasil de 1988

Constitución Política de los Estados

Unidos Mexicanos de 1917

Responsables Participación comunitaria

Organizaciones no guberna-mentales

Familia, comunidad en general y sociedad

Familia

Estado

Sociedad

Nivel educativo Secundaria Enseñanza media Media superior

Gratuidad de la educación

En todos los niveles y modali-dades

Progresiva hasta la enseñanza media

Educación media superior

Obligatoriedad Nivel secundaria Enseñanza media Nivel media superior

Un elemento en común de estas tres leyes es la búsqueda en garanti-zar la protección de los niños y adolescentes; su aplicación es de carác-ter federal, por lo que tienen vigencia en todo el territorio nacional. Esto

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impone retos en la medida en que cada región debe buscar las maneras de garantizar los derechos que se contemplan en la Ley como el acceso a la educación, la igualdad de oportunidades y la no discriminación entre otros temas. Ahora, el establecer que la educación es un derecho que debe garantizar el Estado, supone que se asume como agente rector; no obs-tante, también busca la participación de padres de familia y de la sociedad.

La integración de la educación con el Estado y con la pluralidad de otras instituciones, emerge de la interacción de dominación y de los grupos de presión. Estos cambios son distintivos en la estructura de las relaciones entre la educación y la sociedad derivada de procesos de inte-racción específicos.

Estos cambios en la estructura externa de las relaciones son acom-pañados de varios cambios estructurales, que tienen lugar en el propio campo de la educación. Lo más importante de estos desarrollos de “uni-ficación”, “sistematización”, “diferenciación” y “especialización”, es que en cada uno es el tipo específico de cambio y juntos se reúnen en los cambios internos derivados de la interacción de grupos dominantes y asertivos en el pasado (Scotford, 1979: 144).

A pesar de que la mayor parte de los países en América Latina recono-cen la diversidad y pluralidad en sus sociedades y en sus sistemas educa-tivos, persiste una contraposición entre grupos dominantes y domina-dos, en consecuencia se puede apreciar que en algunos países se imparte de forma abierta un tipo determinado de educación orientada hacía el desarrollo de las competencias. Las divergencias y conflictos se hacen manifiestos cuando se impulsan las reformas educativas en favor y con-tra ciertos valores, así la naturaleza de los cambios está condicionada por la existencia de diversas fuerzas sociales contrapuestas.

Desde luego, no se puede pensar que se establezca el derecho a la educación como exclusivamente por un decreto o una reforma constitu-cional; en realidad, el problema es mucho más complejo; sin embargo, al momento de establecer valores como la democracia, en su dimensión conflictiva entran en juego lo que Lasalle denomina “factores reales de poder” (2006: 37), que establecen relaciones de fuerza en todo momento y forman todas las leyes e instituciones jurídicas de la sociedad en cuestión.

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3. Estructura de los sistemas educativos El sistema educativo funciona a partir de estructuras institucionales y burocráticas que encarnan, animan y administran diversas tareas, esto incluye tanto órganos de acción política como administrativa que se diferencian y asocian en distinto grado.

El sistema educativo no es una expresión abstracta de la sociedad; por lo contrario, son una construcción social y producto de la organi-zación colectiva. Históricamente parece ir emergiendo e imponiéndose y se conforman los Estados nacionales. Así, en la actualidad se pueden ubicar distintos tipos de sistemas educativos, primero países en donde las relaciones Estado-sociedad han sido cambiantes. De todo ello se des-prende el interés del Estado por la educación básica; sin embargo, hay un principio de intervención, reflejo, sin duda, de esa dinámica interna que lleva al Estado moderno a afirmar su soberanía en todos los campos de la actividad humana (Benítez, 1993).

Al asimilar esta dicotomía que también ha planteado Kaplan como parte sustantiva del Estado, se establece que

el orden de acción política está situado al nivel de la formulación y ejecución de las decisiones que interesan a la sociedad global y a sus principales divisiones y componentes; se define por el poder; expresa la conformación de grupos e individuos en competencia y los resultados provisorios de esta. El orden de acción adminis-trativa se sitúa al nivel de la organización y de la aplicación de las decisiones tomadas sobre asuntos públicos; se define por la autoridad, la organización formalmente jerarquizada y el recono-cimiento a reglas relativamente estrictas (Kaplan, 1969: 31).

En el caso de la educación, quien establece el orden y las bases de todo un sistema educativo, en algunos casos, se construye desde la Cons-titución Política, las Leyes Generales o Nacionales de educación y, por último, reglamentos y decretos relativos a la instrucción. Así, la adminis-tración de las escuelas forma parte de un complejo sistema de regulación en la que intervienen distintos actores e instituciones.

En este sentido, también hay un proceso de burocratización muy complejo, propio de toda institución, pero también tiene que ver con los grupos dominantes, los intereses en juego y las condiciones histó-rico-sociales de cada país. Todo aparato administrativo tiende hacia la burocratización y el sistema educativo no es una excepción; de acuerdo

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con Kaplan, esto justifica que en determinados momentos se hable de administración y burocracia como equivalentes; sin embargo, “los fac-tores, los rasgos y las consecuencias de la burocratización y del burocra-tismo son múltiples y complejos” (Kaplan, 1969: 31).

Siguiendo este análisis el que se adapta a la creación, desarrollo y consolidación de los sistemas educativos, desde el punto de vista del sis-temas global, estos son de interés público y por lo tanto su estructura está ligada a la estructura de la sociedad.

La descentralización educativa fue un problema que se discutió de forma amplia en prácticamente todos los sistemas educativos de Amé-rica Latina durante los años noventa; no obstante, este problema no fue en sí mismo uniforme para toda la región, sino que puede haber distin-tos grados de realización, los argumentos a favor de la descentralización educativa se centraban en fuertes críticas a que no había participación ciudadana y que la estructura existente hasta ese momento era inefi-ciente. No obstante, Puelles anota que

el problema de la descentralización es un problema fundamental-mente político, es un problema ligado a la organización territorial del poder del Estado, y es precisamente por esto que la descentra-lización resulta siempre un tema polémico, mítico a veces, con-flictivo siempre (Puelles Benítez, 1994: 16).

Considerando que los sistemas educativos en América Latina pue-den ser muy diversos, es conveniente establecer una distinción clara de definiciones y conceptos fundamentales. Por lo que es conveniente cuestionar, ¿cómo se encuentran constituidos los sistemas educativos en América Latina? ¿Cómo se dividen y articulan los niveles educativos? ¿Cuál es el papel del Estado en la educación? ¿Qué papel juegan los parti-culares en la educación nacional?

En primer lugar, habría que entender que el sistema educativo esta-blece e impone lentamente, pero de manera tenaz unos modos especí-ficos de prácticas, pensamientos y relaciones propias de la institución escolar, que se reproducen a sí con independencia de los cambios radi-cales que se provocan en el entorno, al terminar por convertirse en un sistema autorreferencial. Esto ha hecho que hablar hoy de educación implique no la sumatoria de escuelas, programas, maestros y alumnos, sino la aparición de una red de comunicaciones, funcional, programa-ble, administrable y evaluable (Martínez Boom, 2009: 163-179).

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¿Qué se quiere decir cuando se usa el concepto de sistema educativo nacional y la noción más general de sistema educativo? En un principio, un sistema no es más que “un todo constituido por partes y por la rela-ción entre ellas” que se encuadra en un marco común de referencias y de significados que no es posible disociar de elementos externos. De hecho, en la conformación de los sistemas educativos se debe contemplar que existen relaciones de poder, factores económicos y culturales que en mayor o menor medida influyen en el diseño del sistema educativo.

De acuerdo con Antonio Viñao, los sistemas educativos nacionales implican la existencia de un conjunto de instituciones educativas de educación formal: a) diferenciadas por niveles o ciclos y relacionadas entre sí; b) gestionadas, supervisadas o controladas por agencias y agen-tes públicos; c) costeadas, al menos en parte, por alguna o algunas de las administraciones públicas; d) a cargo de profesores formados, seleccio-nados o supervisados por dichos agentes y retribuidos en todo o en parte con cargo a un presupuesto público; y e) que expiden unas certificacio-nes o credenciales relegadas, en cuanto a su valor formal y expedición, por los poderes públicos (Viñao, 2002: 17).

A pesar de las diferentes acepciones de lo que puede considerarse como sistema educativo, en este trabajo se entenderá por sistema educa-tivo, todo el conjunto de instituciones de gobierno y de la sociedad civil (ya sean de carácter público o privado), con un fundamento constitucio-nal y lineamientos específicos en una Ley reglamentaria.

Un elemento importante en el caso de los sistemas educativos lati-noamericanos es su forma de organización que puede variar de acuerdo al ámbito estatal, regional o federal (es decir, si es centralizado o descen-tralizado), como aquellos en los que el sector privado cuenta con apoyo directo o indirecto de los poderes públicos, así como su actuación den-tro de un marco legal determinado. Estos aspectos pueden coincidir de alguna manera, pero también pueden llegar a ser antagónicos entre sí; de acuerdo con Antonio Viñao, los elementos o aspectos básicos del pro-ceso de configuración de los sistemas educativos nacionales son:

• La consideración de la educación como un asunto de interés o competencia de los poderes públicos, como una cuestión más de su campo de acción e intereses.

• El consiguiente desplazamiento hacia organismos públicos de funciones o tareas hasta entonces ejercidas, de modo

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La educación para el desarrollo nacional...

no integrado o con un grado de sistematización débil, por instituciones eclesiásticas, societarias o privadas y correla-tivamente un cierto control o inspección sobre los estableci-mientos educativos a cargo de grupos o individuos particula-res, a fin de asegurar su inserción en el sistema establecido.

• La configuración de una administración -central y perifé-rica en el caso del Estado- de gestión, ejecución e inspec-ción. Elementos de dicha configuración serían un presu-puesto estable para el mantenimiento del sistema o red de instituciones, un boletín o publicación periódica para la difusión de la legislación, de las ideas en cada momento dominantes y de la gestión efectuada, y un sistema perió-dico de recogida de información cuantitativa y cualitativa sobre el estado y situación de dicha red.

• La renovación e introducción desde los poderes públicos, mediante planes de estudio u otras regulaciones semejan-tes, de unos determinados contenidos, disciplinas, métodos y modos de organización escolar.

• La profesionalización de los docentes del sector público mediante su selección, nombramiento y pago por organis-mos públicos, la creación de unos establecimientos específi-cos para su formación (academias, escuelas-modelo, escue-las normales), la exclusión legal de la docencia de quienes careciesen del título correspondiente, la dedicación exclu-siva a la función docente y la difusión entre otros profeso-res, de un ethos o conjunto de normas y valores acordes con su status social y profesional de agentes públicos o sociales y mediadores culturales.

• La configuración de una red de establecimientos docentes con arreglo a criterios al menos en parte uniformes, pero a la vez diferenciada y jerarquizada internamente por sus planos de estudio y destinatarios, con la pretensión de alcanzar –o sea, encuadrar y clasificar- al menos a toda la población infantil adolescente. La estructura articulada, en la que se inserta dicha red, de niveles educativos, ciclos y etapas, con sus requisitos de entrada en cada uno de ellos y grados o títulos finales, constituye el sistema educativo en un sentido estricto (Viñao, 2002: 17-18).

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Por lo tanto, un sistema educativo nacional es considerado a escala nacional y una recolección diferenciada de instituciones dedicadas de manera formal a la educación, cuyo control y supervisión es en parte gubernamental y sus componentes y procesos se relacionan entre sí; no obstante, es importante considerar situaciones acerca de los grupos dominantes que tienen distintos proyectos institucionales y tiene una base ideológica que puede ser abiertamente contradictoria a la propuesta por el propio Estado. Entonces, el control de la educación también está determinado considerablemente por los recursos obtenidos y la defini-ción de contenidos particulares. Finalmente, algunas de las concesiones muestran algunos efectos de las transacciones entre la Iglesia y las elites por la fortalecida oposición eclesial en la educación.

Si bien es cierto que estos elementos son considerados como ideales y que en efecto algunos son muy acertados para describir a los sistemas edu-cativos en general, sobre todo cuando se anotan los conflictos de interés, también es cierto que puede haber más y que algunos de los que enuncia Viñao, pueden estar ausentes o bien suceder de forma distinta. Entonces, hay que cuestionar ¿qué instrumentos jurídicos regulan la educación en Argentina, Brasil y México? ¿Qué coincidencias y divergencias se pueden ubicar en los sistemas educativos latinoamericanos? ¿Ha habido cambios sustanciales en los sistemas educativos en América Latina?

La configuración de los sistemas educativos establece de forma clara categorías y niveles educativos, al incluir etapas, ciclos y una división por disciplinas o materias de un determinado nivel educativo escolar; no obstante ¿hasta qué punto el Estado permite la participación de particu-lares en la educación? ¿Cuáles son las características de esta educación? ¿Cómo entender las reformas educativas de los últimos años?

En la revisión histórica de los sistemas educativos se aprecia la par-ticipación de la Iglesia Católica y de grupos religiosos como agentes que buscan intervenir en la construcción de los sistemas educativos nacio-nales; en cierto modo, la Iglesia llegó a tener una participación desta-cada en la educación formal en países latinoamericanos, aunque no fue homogénea en todos los países y hay ciertas tendencias de cambios generalizados, lo que es la conformación de los sistemas educativos que sólo pueden comprenderse a partir de su historia.

Es importante considerar que los sistemas de educación pública en buena medida son un producto de múltiples pugnas por el control y dominio entre diferentes grupos sociales y políticos. Como señala Mar-

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garet Archer, para comprender la naturaleza de los sistemas educativos se necesita saber en cada momento no sólo quien ganó la batalla por el control, sino también cómo se ganó mediante que concesiones y com-promisos, que no basta saber quien perdió, sino hasta qué punto perdió y dejó parte de su sello en el sistema (Scotford, 1979: 1).

4. La clasificación internacionalEl estudio comparado de la educación en América Latina no pretende establecer un tipo o forma ideal de cómo podría ser o qué debiera ser, lo que se pretende es estudiar la manifestación de este fenómeno educa-tivo en dos contextos con características que los asemejan, pero que los distinguen. Para lograr este objetivo se ha optado por revisar de manera general los sistemas educativos de Argentina, Brasil y México, y partir del examen de unidades complejas implica contemplar las característi-cas de los sistemas educativos, de acuerdo con Franz Hilker, que se pue-den clasificar en el siguiente orden:

Cuadro 1. Sistemas escolares

Clasificación de relaciones verticales y horizontales en los sistemas escolares

Nivel IV Edad (25) Ámbito Fase 6 Estudio posgraduado

III (21/22) Ejemplos

Escuela profesional

Fase 5

Nivel superior de estudios universitarios

Formación del profesorado

II (18/19) Ejemplos

Escuelas técnicas avanzadas

Fase 4

Nivel inferior de estudios universitarios

Formación del profesorado

Facultades subgraduadas

(14/15) Ejemplos

Escuelas profe-sionales a tiempo completo y parcial

Fase 3

Sección superior de escuelas superiores y secundarias, gymnasiums y formación del

profesorado

(10/11)

Ejemplos

Sección superior de las escuelas

elementales

Fase 2

Sección interior de escuelas superiores, secundarias y gymnasiums

Escuelas intermedias

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

I (5/6/7) Ejemplos Fase 1

Escuelas primarias

Empieza la escuela

obligatoria

Ejemplos

Jardín de infancia

Educación preescolar

Fuente: Clasificación universal de relaciones verticales y horizontales en los sistemas escolares propuesta por Franz Hilker (1963: 57).

Las seis bases planteadas son un esquema general de lo que podría llegar a determinarse en distintos sistemas educativos; no obstante, no es una regla que deba aplicarse a cada contexto ni permite comprender la complejidad y especificidad de cada sistema educativo.

La mayoría de los sistemas educativos comprenden un nivel prima-rio, medio y superior; algunos están tan bien desarrollados que se divi-den en seis niveles: preescolar, primario, secundario, postsecundarios (algunos con niveles intermedios), medio, superior y postgraduados. Las reglas que rigen la estructura y el crecimiento de cada uno de los nive-les concuerda con las reglas del sistema total. La división de los niveles educativos corresponden cronológicamente a la edad de los alumnos y al nivel de su progreso social y educativo. En su mayoría, todos tratan de aumentar el ingreso y egreso a cada uno de los niveles; sin embargo, existen diferencias sustanciales en cada caso.

Algunos puntos de vista, como los de Bereday, sostienen que los sis-temas educativos funcionan como un dispositivo de control en la socie-dad, ya que son intrínsecamente agentes del conservadurismo y de la estabilidad. La gran mayoría de los sistemas humanos no tienen por meta el fomentar, sino más bien frenar los cambios (Bereday, 1967: 1). De ahí la importancia que tienen la injerencia religiosa en los sistemas de educación y su relevancia en la formación de los ciudadanos.

Los sistemas educativos varían considerablemente de país a país, ya que incluyen elementos como edades, grados académicos, duración de los cursos y expectativas de aprendizajes en los alumnos. Estas variaciones complican en buena medida la compilación internacional de estadísticas e indicadores educativos en distintos países; en correspondencia a este pro-blema, las Organización de las Naciones Unidas creó la International Stan-dard Classification of Education (ISCED), provee bases de datos que permi-ten hacer estudios comparativos entre los diferentes sistemas educativos.

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La educación para el desarrollo nacional...

La siguiente tabla, muestra en términos generales la composición e introduce una estandarización de los distintos niveles educativos, al explicar el significado por cada nivel educativo (OCDE, 2014).

Niveles educativos Características generales

Preprimaria

Preescolar

Es el primer nivel de organización e instrucción que introduce a niños muy pequeños en el ambiente esco-lar. La edad mínima para ingresar es de 3 años

Educación primaria Diseñado para proveer la base educativa y el aprendizaje en lectura, escritura y razonamiento lógico-matemático así como la comprensión básica de algunos otros temas.

En este nivel educativo se ingresa entre los 5 y los 7 años y tiene una duración de seis años.

Educación secundaria inferior

Una vez completada la educación básica, por lo gene-ral, este tipo de educación se orienta más al trabajo subjetivo, a menudo se emplean profesores especiali-zados tiene un promedio de educación de 3 años. En algunos países el fin de este nivel marca el fin de la educación obligatoria.

Educación secundaria superior

Más fuerte especialización que el nivel de educación secundaria inferior, usualmente con profesores más calificados. Por lo general se espera que se completen nueve años de educación secundaria inferior escolari-zada antes de entrar a este nivel, la edad es de alrededor 15 a 16 años.

Educación no terciaría - Post secundaría

Los programas en este nivel pueden considerarse como parte de la educación nacional no terciaría o post- secun-daría, pero en términos de la comparación internacional su situación es poco clara. Los programas contenidos pueden no ser más avanzados que la educación secunda-ría superior y ciertamente menor que en el nivel de edu-cación terciaría. Para entrar generalmente se requiere haber completado el programa de educación secundaría superior. Usualmente la duración equivalente es de 6 meses a 2 años para estudiar de tiempo completo.

Educación terciaria Los programas están basados en el paso a la preparación de los estudiantes para la investigación o para el acceso a profesiones altamente calificados como la medicina o la arquitectura. Entran precedidos por 13 años de edu-cación, usualmente los estudiantes requieren haber completado la secundaría superior o educación no ter-ciaría. La duración equivale a 3 años para el estudio de tiempo completo, pero es más usual que sean 4.

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

Educación vocacional

Educación terciaría

Los programas están más orientados a la práctica o focalizados en las habilidades necesarias para que los estudiantes entren directamente a ocupaciones especi-ficas. El ingreso está precedido por 13 años de educa-ción. Los estudiantes pueden requerir de mayor espe-cificaciones subjetivas que en los anteriores niveles. La duración equivale a 2 años de estudio de tiempo com-pleto, pero es más común que puedan llegar a ser 3 años.

Programas avanzados de investigación

El segundo nivel de la educación terciaria. Los progra-mas están dedicados a estudios avanzados e investiga-ciones originales.

En un principio los sistemas educativos no emergen con la complejidad que ahora se les caracteriza, lo cierto es que su formación y desarrollo en buena medida estuvieron condicionados por una serie de factores cultu-rales, políticos y sociales, por lo que ahora el problema para comparar no sólo es respecto a cotejar informes, datos y estadísticas (que ya de por sí es un problema complejo), sino también presenta dificultades cuando se con-trastan las diferentes estructuras de los sistemas educativos y de los arre-glos institucionales; por lo tanto, se debe partir de una base que permita unificar conceptos, definiciones, clasificar y tabular los elementos sustan-ciales de cada sistema educativo, que explica por qué se considera impor-tante la propuesta de la OCDE para estandarizar los sistemas educativos.

Evidentemente los sistemas educativos difieren en muchos aspectos, como la distinción entre educación, primaria, secundaria y los ciclos o tipos de educación (general, formación de maestros, vocacional-técnica), la admisión, la evaluación y la regulación de situaciones concernientes a la repetición de grados; sin embargo, se pueden identificar elementos comunes en cada caso.

En suma, se infiere que la revalorización del problema de la educa-ción como un derecho humano, y su configuración en los sistemas edu-cativos contemporáneos, dinamizan el debate y al plantean nuevos y más complejos desafíos.

ReferenciasArcher Scotford, M. (1979). Social origins of educational systems. California:

Sage Publications.

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Arias Campos, Rosa Ludy, Ayala Martha Leonor Rengifo y Cristhian James Díaz Meza (2011). “Reflexiones sobre el derecho a la educación y sus perspectivas en el marco del desarrollo humano”. Revista Lasallista de Investigación, Vol. 8, núm. 1, Antioquia-Colombia.

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Kaplan, Marcos (1969). Formación del Estado nacional en América Latina. San-tiago de Chile: Editorial Universitaria.

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Elementos necesarios para alcanzar el estado impulsor mexicano

Puelles Benítez, Manuel (1993). “Estado y educación en las sociedades euro-peas”. Revista Iberoamericana de Educación. España, nº 1, Enero-Abril, 1993.

Puelles Benítez, Manuel (1994). “Estudio teórico sobre las experiencias de descentralización educativa”. Revista Iberoamericana de Educación, número 3, enero-abril, 1994, p. 16.

Scotford Archer, Margaret (1979). Social origins of educational systems. United States of America: Sage publications.

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Viñao, Antonio (2002). Sistemas educativos, culturas escolares y reformas. Madrid: Editorial Morata.

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Sobre los autores

• Juan de Dios González Ibarra •

Profesor Investigador Tiempo Completo “C” de la UAEM. Asesor científico y profesor de la Universidad Interamericana. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II Conacyt. Posdoctorados en España. Licenciado en Derecho. Licenciado en Administración. Doctorado en Ciencias Políticas. Pasante doctor en Economía. 48 años de docencia en UNAM, UAM, UAEM, CID-HEM y El Colegio de Morelos. Múltiples publicaciones en revistas indexadas y 60 libros como autor y coautor. Estudioso y autor sobre el pensamiento de Martin Heidegger y del paradigma del Estado Constitucional Democrático y Social de Luigi Ferrajoli. Rector de El Colegio de Morelos desde octubre de 2018.

• Carolina Peña Zepeda •

Licenciada en Derecho por al Universidad Autónoma del Estado de More-los. Diplomada en Administración y Gestión Pública. Perito en grafología por el Colegio Mexicano de Grafología. Profesora de francés en la Alianza Francesa de Morelos. Formó parte del Cuerpo Académico de Complejidad en El Colegio de Morelos.

• Karen Ramírez González •

Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, en la cual obtuvo el grado de Máster en Ciencia Política con Especialidad en Análisis Político. En la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo se licen-ció en Ciencias Políticas y Administración Pública. Título homologado por el Ministerio de Educación del Reino de España como Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración. Actualmente se desempeña como Profesora Investigadora de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Sus líneas de investigación versan sobre política comparada, comportamiento electoral y, políticas públicas. Tiene la distinción de Perfil Deseable otorgado por la Secretaría de Educación Pública.

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• Juan Manuel Ávila Silva •

Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Guerrero. Maes-tría en Derecho (Mención Honorífica), Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Máster en Argumentación Jurídica, Universidad de Alicante España. Doctor en Derecho y Globalización (Mención Honorífica), Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM) Estancia posdoctoral por la Universidad de Alicante, España.

• Gustavo Arce Landa •

Licenciado en Derecho, Maestro en Derecho, Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Líneas de investigación : Partidos Políticos, democracia, derechos políticos y procesos electorales. Profesor de Partidos políticos, sistemas de Partidos y Sistemas Electorales, campañas políticas de Partidos, coalicio-nes y candidatos independientes, teorías de la democracia, derecho polí-tico, filosofía de las ciencias sociales.

• Barbara Edith Orihuela Rosas •

Licenciada en derecho en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Maestría en Derecho Fiscal Interna-cional. Máster en Argumentación jurídica Universidad de Alicante, España y Universidad de Palermo, Italia. Doctorado en derecho y globalización acre-ditado con terminación en argumentación jurídica y globalización. Docente en la Universidad del Valle de Cuernavaca. Docente Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Docente en el Doctorado en Derecho y Doctorado en Administración Pública internacional de la UNIT (Universidad Interameri-cana). Profesor de medio tiempo y subdirección de investigación en El Cole-gio de Morelos (colmor)Docente en El Colegio de Morelos (COLMOR) impar-tiendo clases a nivel Posgrado de Metodología y seminario de Tesis.

• Canek Ángeles Tovar •

Profesor en planta de tiempo completo en la Universidad Internacional de la Rioja en México (unir). Ha laborado como Profesor Investigador de tiempo completo en El Colegio de Morelos, dentro del sector privado como admi-nistrador y consultor. Ha publicado diversos artículos de investigación en revistas arbitradas, así como capítulos de libro y participado en Congresos y Coloquios de carácter internacional. Realizó una estancia de investigación en la Universidad Paris-Dauphine, en París, Francia. Estudioso de diversas

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corrientes de los Estudios Organizacionales, con especial interés en la Antro-pología de las Organizaciones y las relacionadas con aspectos humanos al interior de todo tipo de organizaciones.

• Alejandro Ortiz Cirilo •

Doctor en Educación y maestro en Investigación Educativa por la Universi-dad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), Licenciado en Administración Educativa por la Universidad Pedagógica Nacional. Ha participado en diver-sos congresos en México y el extranjero y se ha vinculado a grupos de inves-tigación y redes de trabajo en diversos países de América Latina y Europa. Autor del libro: Laicidad y reformas educativas en México (1917-1992) que forma parte de la colección Cultura Laica, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIJ/UNAM).

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Elementos para alcanzar el Estado impulsor en México fue arbitrado bajo el sistema de pares ciegos.

Se editó en El Colegio de Morelos con un tiraje de 500 ejemplares.

Av. Morelos Sur 154 esq. Amates, Col. Las Palmas, Cuernavaca, 62050, Morelos, México. (01 777) 318 0125,

318 0126, 318 0127, 318 0130www.elcolegiodemorelos.edu.mx

Para su formación se usó la familiatipográfica Alegreya

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