"Otra Iglesia es posible"

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Entrevista 1.514 [16-10-10 / 31-10-10] 666 30 –Aunque en su libro no oculta las deficiencias de la Iglesia actual, se nota un es- tilo constructivo y riguroso. ¿Se ha sentido libre a la hora de escribirlo? –Me he sentido absoluta- mente libre y no he tenido más que un límite, impuesto por mí mismo: el mejor tra- tamiento de las cuestiones para lograr mi objetivo. Por otra parte he de decir con honradez que nunca me he visto constreñido ni he reci- bido ninguna llamada al or- den por parte de la autori- dad. Es verdad que tampoco he publicado tantas cosas… Los bautizados tenemos que saber mantener nuestra li- bertad de hijos de Dios tam- bién en lo que decimos y es- cribimos públicamente. Es lamentable la actual auto- censura de algunas publica- ciones y editoriales católicas en relación con determinados autores o libros. El miedo siempre es malo; en la Iglesia, mucho más. Claro está que pueden sobrevenir tensiones y conflictos, pero hay que tener fortale- za cristiana para asumirlos. –¿Quiso Jesús fundar una Iglesia? ¿Qué Iglesia? –La pregunta se responde con otra pregunta, y no por «galleguismo», porque no lo soy. ¿Qué se entiende por fundar una Iglesia? En el capítulo primero del libro in- tento desenredar la madeja con cierto detenimiento y apoyándome en las fuentes históricas del Nuevo Testa- mento. Como dice el gran exégeta católico N. Lohfink, puede afirmarse que Jesús no quiso fundar una Iglesia por- que ya estaba fundada: el pue- blo de Dios del Antiguo Testa- mento. Pero, por otra parte, el fracaso de Jesús y su muer- te en cruz condujeron a que la resurrección fuera el co- mienzo de una nueva aventu- ra: el anuncio a todo el mun- do por parte de los discípulos del reino de Dios como lo hizo Jesús, anuncio que ahora se convierte, desde Pablo so- bre todo, en el anuncio del reino de Cristo resucitado. –¿Le parece justa la afirma- ción de que «Jesús predicó el Reino y fue la Iglesia lo que vino»?, ¿qué relación hay entre la Iglesia y el anuncio de, y la lucha por el Reino de Dios? –La frase entrecomillada fue escrita por Loisy en plena crisis modernista a Joaquín Perea, «Otra Iglesia es posible» «El diálogo con la sociedad no se hace sabiamente» José Luis Palacios

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El autor de "Otra Iglesia es posible" habla de la renovación de la Iglesia Católica

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Entrevista

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–Aunque en su libro nooculta las deficiencias de laIglesia actual, se nota un es-tilo constructivo y riguroso.¿Se ha sentido libre a lahora de escribirlo?

–Me he sentido absoluta-mente libre y no he tenidomás que un límite, impuestopor mí mismo: el mejor tra-tamiento de las cuestionespara lograr mi objetivo. Porotra parte he de decir conhonradez que nunca me hevisto constreñido ni he reci-bido ninguna llamada al or-den por parte de la autori-dad. Es verdad que tampocohe publicado tantas cosas…Los bautizados tenemos quesaber mantener nuestra li-bertad de hijos de Dios tam-bién en lo que decimos y es-cribimos públicamente. Eslamentable la actual auto-censura de algunas publica-ciones y editoriales católicasen relación con determinados autoreso libros. El miedo siempre es malo;en la Iglesia, mucho más. Claro estáque pueden sobrevenir tensiones yconflictos, pero hay que tener fortale-za cristiana para asumirlos.

–¿Quiso Jesús fundar una Iglesia?¿Qué Iglesia?

–La pregunta se responde con otrapregunta, y no por «galleguismo»,porque no lo soy. ¿Qué se entiende

por fundar una Iglesia? En elcapítulo primero del libro in-tento desenredar la madejacon cierto detenimiento yapoyándome en las fuenteshistóricas del Nuevo Testa-mento. Como dice el granexégeta católico N. Lohfink,puede afirmarse que Jesús noquiso fundar una Iglesia por-que ya estaba fundada: el pue-blo de Dios del Antiguo Testa-mento. Pero, por otra parte,el fracaso de Jesús y su muer-te en cruz condujeron a quela resurrección fuera el co-mienzo de una nueva aventu-ra: el anuncio a todo el mun-do por parte de los discípulosdel reino de Dios como lohizo Jesús, anuncio que ahorase convierte, desde Pablo so-bre todo, en el anuncio delreino de Cristo resucitado.

–¿Le parece justa la afirma-ción de que «Jesús predicó el

Reino y fue la Iglesia lo que vino»?,¿qué relación hay entre la Iglesia y elanuncio de, y la lucha por el Reinode Dios?

–La frase entrecomillada fue escritapor Loisy en plena crisis modernista a

Joaquín Perea, «Otra Iglesia es posible»

«El diálogo con la sociedadno se hace sabiamente»José Luis Palacios

Joaquín Perea, sacerdote de Bilbao, antiguo profesor del Seminario de Derio y profesor de

Teología en Deusto, ha publicado «Otra Iglesia es posible» (Ediciones HOAC), con el obje-

tivo de ayudar a quienes la situación actual de la Iglesia les ha llevado o desencantarse, ren-

dirse o alejarse.

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comienzos del siglo XX y condenadapor el papa Pío X porque en el senti-do de su autor significaba una ruptu-ra de la comunidad primitiva con elproyecto de Jesús. La exégesis católi-ca y la reflexión teológica modernaasumen con matices el conte-nido de aquella frase.Es cierto que Jesús pre-dicó el reino de Dios yes cierto que vino laIglesia. Pero la clave dela cuestión está en laPascua: la derrota de Je-sús que se trasmuta envictoria de Cristo resuci-tado cambia radicalmentelas tornas. Ahora el grupode sus discípulos sigueanunciando el reino deDios que ya se ha verifica-do en Cristo, aunque tieneque completarse en la ple-nitud de la creación y de lahistoria. Esto es el evange-lio, la buena noticia. Asípues, a la primitiva comuni-dad y a la Iglesia de todos lostiempos nos corresponde elanuncio eficaz (es decir, quese realiza) del reino de Dios.Pero, ¡atención!, el «reino deDios» es el «reinar de Dios»,la acción de Dios que reina. Ydonde Dios reina, allí se esta-blece la verdad, la justicia, lapaz, el amor, el servicio…

–Afirma usted que el Vaticano IIno llegó a desarrollar del todo docu-mentos importantes ni se preocupóde las actualizaciones jurídicas quehabrían servido para una renovaciónmás intensa de la Iglesia como insti-tución…

–Las causas de ese vacío son, a mientender, dos. La primera: la necesi-dad de concentrar los esfuerzos de

los Padres conciliares en los elemen-tos teológicos y eclesiológicos másnucleares de la reflexión conciliar. ElConcilio debía tener unas medidas ra-zonables de tiempo y lo importanteera poner en marcha aquel

nuevo impulso del Espíritu al queconvocó Juan XXIII. Por eso se deja-ron para el posconcilio las cuestionesde carácter jurídico y operativo. Lasegunda causa: la mayoría conciliarpecó de ingenuidad y no calculó quetoda su obra caería en manos de lacuria romana, gobernada por la mino-ría conciliar. Ella ha sido la que ha in-tervenido como una apisonadora a lolargo de estos más de cuarenta años

para conseguir la «reforma de la re-forma».

–¿Está desatendiendo peligrosa-mente la Iglesia, como comunidad

de seguidores de Jesús, lasnuevas experiencias históricasy negándose a encarnarse enlas formas de expresión delpresente?, ¿no debería haberaprendido de su propia histo-ria?

–El miedo a las «ventanasabiertas» que proponía elpapa Juan ha provocado yadesde finales de los sesentaun movimiento de huida algueto por parte de los diri-gentes de la Iglesia a quie-nes han acompañado losllamados «nuevos movi-mientos eclesiales» y mu-chas personas de mayoredad o de naturaleza con-servadora. So pretexto de«mantener la identidadcatólica» y bajo la acusa-ción no probada de su-puestas alteraciones porparte de teólogos delmensaje de la fe y de lasexigencias morales, seha producido un fenó-meno de involucióndoctrinal, de construc-ción de bastiones, de

centralización jurídica y administrati-va, de persecución de los teólogosque no van de acuerdo con el pensa-miento oficial, etc. Es una desgracia,según mi modo de ver, que la Iglesiaoficial no haya aprendido de la histo-ria, especialmente de todo lo ocurri-do desde la Ilustración y la moderni-dad, lo cual nos había conducido aestar al menos dos siglos al margende la ciencia, la cultura, el pensa-miento, los planteamientos sociales ypolíticos; en definitiva, al margen demuchos hombres y mujeres de bue-na voluntad que buscaban la verdad.

–El Concilió renovó profundamen-te la presencia y la acción de los lai-

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«La mayoría conciliar pecó de ingenuidad yno calculó que toda su obra caería enmanos de la curia romana»

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cos y abrió un camino… Sin embar-go, no hay una normativa canónicaacorde con el nuevo papel del laica-do, ni suficiente sensibilidad episco-pal, ni tampoco una decidida actua-ción de los propios laicos…

–No sólo no existe una normativajurídica que esté acorde con la figuray el papel del laicado, sino que aque-lla que existe (el Código deDerecho Canónico de 1983y varios documentos poste-riores) embotan o amorda-zan en algunos casos y enotros contradicen afirmacio-nes clave del Concilio. Sinembargo, también estánabiertas muchas posibilida-des y lo lamentable es quelos laicos no las aprovechancomo debieran. Por ejemplo,hoy existe la posibilidad deconstituir asociaciones de lai-cos que podrían ser una pa-lanca importante para laevangelización de la socie-dad contemporánea, para lapresencia de la Iglesia en elmundo, así como para la re-forma de la propia Iglesia.Causa profunda pena a quie-nes conocimos tiempos me-jores del laicado, ver a tantosgrupos exangües, encerradosen cuestiones o conflictos in-traeclesiales, sin la valentíanecesaria para lanzarse almundo a anunciar el evange-lio del Reino.

–¿Qué pueden hacer en este sen-tido los movimientos de laicos?,¿qué deben cambiar y mejorar?

–Cuando estudiábamos la filosofíaescolástica aprendimos un esloganmedieval: «operari sequitur esse», elobrar sigue al ser. Aplicado al caso:

creo que los movimientos deben po-ner en práctica lo que son. Gruposorganizados de creyentes en Jesúsque buscan transformar el orden tem-poral para adelantar el reino de Dios.Cada movimiento lo habrá de hacersegún su propio carisma. Este últimoestá bien claro para la HOAC. A mí,que conocí personalmente a los «pa-

dres fundadores», Tomás Malagón,Rovirosa, Castañón, y en mi Baracal-do natal al bueno de Robus Suárez,presidente de la HOAC de Vizcaya,me gustaría mucho que se mantuvie-ra ardiente la llama que ellos encen-dieron. No es otra cosa, desde luego,

lo que habéis hecho en vuestra XIIAsamblea.

–¿Considera que cuestiones comola democracia interna en la Iglesia,el papel de las mujeres o el modelocomunitario de los ministerios aca-barán siendo atendidas por la institu-ción?

–No quedará más remedio, si que-remos ser signo de algo en la socie-dad actual. La cuestión es cuántotiempo tardaremos en caer del burro,cuánta gente de buena voluntad sedescolgará por el camino, cuánto do-lor y confusión provocaremos y cuán-

ta pérdida de credibilidad al-canzaremos. Y, al final,como en tantas otras ocasio-nes se dirá: «Ya afirmamosen su día…».

–¿Tienen sentido las pa-rroquias hoy en día?, ¿enqué deberían cambiar y porqué?

–Desde luego, si quere-mos mantener los paráme-tros territoriales, jurídicos yadministrativos de las actua-les parroquias, tanto de ciu-dad como de campo, seránun fracaso y no responderána las demandas de vida co-munitaria y de evangeliza-ción misionera que se plan-tean en el presente. Pordesgracia, la actual configu-ración jurídica, tal como lainterpretan de hecho losobispos y los curas, aboca aesa situación. Y, por otraparte, las iniciativas que seestán tomando en muchasdiócesis para resolver el pro-blema a través de las «unida-des pastorales», tampoco ha-

cen avanzar mucho la situación.Sobre todo, porque los criterios defuncionamiento siguen siendo subrep-ticiamente los que fueron originariosde la parroquia en la Edad Media y si-guen gravitando casi exclusivamentesobre las espaldas de los curas. En el

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«Se necesita fe en Dios y confianza en el pueblo de Dios para hacer aquello que aalgunos les puede parecer un riesgo»

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fondo hay aquí un problema de minis-terios eclesiales, pero este es un asun-to que requeriría más tiempo y máspáginas.

–¿Cómo debería la Iglesia situarseen el contexto de la situación ac-tual?, ¿cómo debería ser su acciónante los temas polémicos que con-vulsionan a la sociedad?

–Creo que se debe reconocer queel diálogo con la sociedad y el Esta-do laicos no es conducido actual-mente de manera sabia e inteligente.Se tiene la impresión de que la auto-ridad eclesiástica quiere casi necesa-riamente inmiscuirse en las cuestio-nes que se debaten en el nivelpolítico. Esta mezcla no nos hacemás que daño. No quiero decir quela Iglesia no debe participar en lavida pública. Quiero decir que creoque la Iglesia debe proclamar losprincipios, pero luego también respe-tar un Estado laico que no necesaria-mente se inspira en los principios ca-tólicos. Mantengo, por ejemplo, quees nuestro deber hacer presente alos políticos que debemos respetar lavida ya en su origen. En suma, sepuede dar una presentación serenade la posición de la Iglesia sin dar laimpresión de que la Iglesia detentela verdad absoluta y aquellos que nola siguen están en el error. Por tan-to, ninguna pretensión de monopo-lio en el ámbito de los valores y delos principios éticos.

–¿Cuáles serían las líneas principa-les para acometer la necesaria reno-vación de la Iglesia?

–Lo que habríamos de tener, segúnmi opinión, es una Iglesia donde loslíderes reconozcan e impulsen la ela-

boración de decisiones en los nivelesapropiados en las Iglesias locales;donde los dirigentes locales escucheny disciernan con el pueblo de Dios deesa área lo que «el Espíritu dice a lasIglesias», como recuerda el autor delApocalipsis, y luego lo articulen comoun consenso de la comunidad creyen-te, orante y servidora. Se necesita feen Dios y confianza en el pueblo deDios para hacer aquello que a algu-nos o a muchos les puede parecer unriesgo. La Iglesia podría enriquecersecomo el resultado de una diversidadque integra verdaderamente los valo-res socioculturales y los conocimien-tos de una fe viva y en desarrollo,junto con un discernimiento de cómotal diversidad puede promover la uni-dad en la Iglesia, no habiendo necesi-dad, por tanto, de uniformidad paraser verdaderamente auténtica. Aquíla dificultad principal se encuentra enel hecho de la fragmentación de loscatólicos en grupos y corrientes, cadauno de los cuales tiene su propia fór-mula de renovación de la Iglesia.

¿Cómo salir de esta situación?¿Cómo reconciliar tan diferentes vi-siones de la Iglesia o modelos de Igle-sia? No tengo la fórmula mágica, peroquiero decir sólo lo siguiente: que en-tre todos debemos encontrar una ac-titud de respeto y reverencia por ladiferencia y diversidad cuando busca-mos una unidad viviente en la Iglesia;que los creyentes, individualmente yen grupo, deben ser autorizados, ver-daderamente capacitados para encon-trar o crear un tipo de comunidadque sea expresiva de su fe y aspiracio-nes respecto a su vida cristiana y a sucompromiso en la Iglesia y en elmundo, y que se esfuerce en mante-ner en una tensión legítima y cons-tructiva las incertidumbres y ambi-güedades que conllevará todo esto,confiando en la presencia del EspírituSanto.

En definitiva, lo que acabo de de-cir no es más que repetir el título dellibro. Me he alegrado mucho de vereste mismo verano en Alemania,que se acaba de publicar, cuando yanuestro libro estaba en las librerías,una conferencia del padre Jon Sobri-no, celebrada en la Facultad de Teo-logía de Innsbruck, con un títulomuy parecido al mío: «Otra Iglesiaes necesaria - otra Iglesia es posible».Esa es sencillamente mi propuesta ymi deseo. ■

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«Causa profunda pena, ver a tantos gruposexangües, encerrados en cuestiones oconflictos intraeclesiales, sin la valentía necesaria para a anunciar elevangelio del Reino»