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  • os Contemporneos 4D I R E C T O R : m t i S T O

    La ciencia

    \ To, no eran supercheras, ni farsas | adivinatorias, ni prcticas de espiri- i tismo las conquistas realizadas por el f doctor Rossi.

    En ellas no haba irrespetuosidades para la religin, ni desacatos para los dogmas y ehseanzas que Elena, su amante compaera, aprendi a amar

    " desde la niez.Hubo, s, una poca en que el alma

    de la mujer enamorada temi que la rival insaciable, la Ciencia, trastornase el equilibrio del cerebro del lu-

    -. chador tenaz, del sabio austero.Saba la esposa que los dominios del

    11 genio se extienden hasta las fronteras de la locura, y se ahogaba en opresin de angustia al pensar slo

    .. en que su Fernando pudiese llegar al lindero del imperio en el cual el alma

    se divorcia para siempre del cuerpo, de la regularidad acompasada de la vida que va abriendo surcos, cual

    ,, mansa bestia en el campo de pan llevar del mundo.

    Transigi con la Ciencia, mientras la Ciencia se le mostr en aspectos

    f i m i H E Z Q t f i C D l L Lfi

    del dolor

    amables, no muy distintos de los que ofrecen curiosidad gustosa a los alumnos en prcticas de Fisica y Qumica. ..

    Ee interesaron vivamente los trabajos seroterpicos y radicscpicos de " su marido. Cuando e! Doctor, despus de haber sido compaero de Behring, de Roux y de Roentgen, prepar y aplic el suero antidiftrico; cuando salv cientos de vidas de pobres nios ; > cuando, por el empleo de los rayos X, fotografi primero y extrajo despus el proyectil encerrado como amenaza de muerte en el pecho de un sol- dito herido en los esteros filipinos, ,. Elena, con la santa ignorancia del amor, crey de buena fe que el des- 11 cubridor de aquellas maravillas era su esposo.

    Asimismo le agradaba ver a Fer- , nando abrir las puertas del laboratorio a los chiquitos de las escuelas ' para explicarles los prodigios de la telegrafa y de la telefona sin hilos, de la fototelegrafa y de otros novi- , simos progresos. Entonces ella, escondida en un rincn, sintindose nia,

  • segua con embeleso la palabra, clara, sencilla, elocuente, persuasiva, que descifraba y pona al alcance de los cerebros rudimentarios los secretos cuyo descubrimiento fu martirio glorioso para Marconi, para Ilertz, para Korn y para otros buzos de lo infinito, todos amigos, todos compaeros de Rossi.

    Pero aun arrebatada por exaltaciones de admirativo entusiasmo, la palabra del Doctorchorro de luz de manantial eternose velaba con turbiezas de emulacin honrada al pronunciar los nombres de los grandes maestros, de los excelsos conductores del rebao humano.

    Tambin l aspiraba al supremo goce de crear; tambin l sentia arder entre la escoria de la materia perecedera la chispa de la divina espiritualidad inmortal.

    Y entonces llegaban las horas de fiebre, de abstracciones, de insomnio, de prolongada meditacin ante los libros, de ensayos y de tanteos inexplicados e inexplicables: saltos de amaursico entre sombras, esfuerzos de piloto sin timn ni aguja, desesperaciones del que se siente con alas y no consigue volar.

    Estas horas eran de suplicio cruelsimo para Elena; al cabo de ellas, Fernando caa en abatimiento desmayado, en dejacin absoluta de voluntad.

    0El sabio, el luchador se entrega

    ba. abrumado por el cansancio, mo

    mentneamente vencido en la titnica empresa de escalar cumbres casi in- ,, accesibles. Otro desengao en el alma, ms palidez en el rostro, ms acenta- do el livor que subrayaba el descaecimiento del aquilino mirar, menos iso- cronia en el ritmo de la respiracin

  • -*--- ^ f1 . * . , . . . .

    t ya lejanos pasados bajo el sol de fue- ! go de la India, aspirando aire en el | cual se unan fortsimas fragancias * de magnolias y de cimonos a mias

    mas letales de cadveres en putrefac- ' cin.

    Hija nica de un diplomtico, cuando la peste y el hambre asolaron las

    comarcas indianas unise a las damas de la colonia inglesa para auxiliar a

    " los infelices que sucumban abandonados.

    Y en un hospital, afrontando vale- ,, rosamente la inminencia del contagio,

    asistiendo a los enfermos, ensavando " los procedimientos novsimos del ma

    logrado Cmara Pestanha, encontr a Fernando.

    ,, Atraccin recproca, avasalladora afinidades electivas, de Goethelos

    " reuni a la cabecera de un moribundo. Hablaron poco, muy poco; di jrase que teman profanar la majestad

    " de aquella emocin primera con vulgaridades de expresin; se miraron

    " fijamente, con miradas que eran sondeos en el mar del alma. Y cuando el diplomtico, vctima de la epide-

    " ma. descans a la sombra de la cruz del cementerio catlico. Elena y Fer-

    " nando se estrecharon fuertemente las manos, sin sentir la necesidad de hablarse. Para qu?

    ,. Pocas horas antes de zarpar el vapor que iba a traerlos de Europa, el oadre Larmmhe. iefe de la Misin franciscana, bendijo la unin de aquellos dos seres, flores hermanas de un

    a. mismo rosal. Y al terminar la cere- i monia, cuando se disponan a cra- t barcar, Elena vi palidecer densa- !. mente a su marido, le vi oprimirse * con la diestra el corazn y; cosa ms ra ra !se fi j especialmente en

    j que la mano izquierda de Rossi se f tornaba blanca, nsuy blanca, con blan

    cura de marfil antiguo, con blancura que recordaba la del Cristo marm- 1 reo que Benvenuto Cellini dej para asombro de generaciones en el tras- , coro alto del monasterio escurialense.

    ; Qu te pasa ?pregunt azora- * da, inquieta.

    Fernando hizo un esfuerzo para * sonrer. ,

    Nada! Tranquilzate... Una corazonada ! Acabo de experimentar una sensacin indefinible, lo que suele ' llamarse un presentimiento: he visto f a mi maestro, al padre de mi espritu, ' al venerable Charrot, morir en Pars.

    La impresin tard poco en disi- parse; en las horas de felicidad, aun para los espritus ms llenos de te- t araas supersticiosas, el graznido ! agorero de la lechuza es accidente, sin importancia cuando hay lumbre en el hogar, salud en el cuerpo, paz en la conciencia y amor en los pechos. *

    Y, sin embargo, al saltar a tierra j Rossi recibi la noticia de la muerte i de Charrot. El glorioso alienista ha- ? ba fallecido en la fecha en que Fer- 1 nando contrajo matrimonio.

    La corazonada acert; el present- miento no fu caprichosa contraccin de nervios. t

    Exista algo ms; algo ms hondo; 1 algo ms fuerte que la distancia; algo que escapaba al microscopio y al escalpelo y que caa dentro de lo puramente psicolgico.

    Ese algo, ignoto entonces, fu para Rossi el alboreo de un nuevo da, la orientacin del rumbo de sus trabajos, el dedo que le sealaba un camino, el aviso de que el enigma de la esfinge no era totalmente indescifra- 1 ble.

    Los pudeladores de hierro en los Altos Hornos, sufriendo mucho fsicamente, sufren infinitamente menos ,

    r -

  • 1 -

    de lo que Rossi sufri a partir de < aquel instante.

    En el crisol gneo de su cerebro fundi ideas, nuevas, especulaciones

    l( audaces, hiptesis absurdas, delirios morbosos; con el frreo instrumento

    la fiebre.

    A los golpetazos brotaban esas mi-

  • que la ficcin potica exista en ese libro. Es cabalmente todo lo contrario ; la obra es experimental, cient-

    ,, fica, hasta clsica, porque lo clsico no es, no puede ser rmora del pen-

    samiento. Ni un slo descubridor haescapado al sambenito de loco, de visionario, y los visionarios, los locos

    ,, de ayer se llaman hoy Coln, Copr- nico, Galileo, Servet...

    No confundamos la cuestinin- i terrumpi con intencin maligna el T envidiosuelo. No confundamos a 1 los descubridores de hechos con los

    soadores ms o menos artistas. Los unos son aeronautas, que arrostrando

    peligros se lanzan a los espacios pilotando su nave; los otros son,, lisa

    (, y llanamente, unos caballeros que se permiten, desde la azotea casera, la

    > distraccin de lanzar globos-sondas,ideas exploradoras sin finalidad til.

    '' Moyano continu sonriendo con desdn.

    No hay que exageraradvirti, ,, contemporizando, el respetable aca

    dmico. Todo tiene su valor; crear > ideas acaso no sea empresa tan mag

    na cual la de descubrir hechos; pero tiene tambin su mrito... relativo.

    ; Absoluto !protest el periodista. Para descubrir hechos basta po-

    seer olfato de sabueso o instinto depolica; para crear ideas se requiere potencia cerebral nada comn. Par- mentier descubre un hecho cierto, positivo: la utilidad alimenticia de la

    ,, patata; conquista de un talento prctico, pero mediocre. Cervantes crea

    " al Hidalgo Manchego, concepcin perfectamente intil en el orden ma-

    I terial, pero sqlime de genio. Quin ,, ms grande, el doctor que combate el

    hambre con la fcula de un tubrcu- lo, o el creador que simboliza la sed

    de ideal y de justicia de las almas?

    La comparacin no es justa murmur el mezquino rival de Ros- " si ; Cervantes cre, invent, descubri.' Y no hay ofensa para nuestro querido amigo Fernando en que yo ,, afirme que su obra no es de creacin, y s de atisbos, de vislumbres de algo que probablemente no existe o que, dado caso que exista, aun no ha encontrado descubridor.

    Esta vez la puntera iba. afinndose.Hubo una pausa breve. Qu entiende usted por crear ?

    pregunt cndidamente Guillermo, cayendo en el lazo que se le tenda.

    El portier del comedor se descorri, dejando ver a Rossi que llegaba; haba odo las ltimas palabras de su detractor.

    Con visible esfuerzo, con marcada repugnancia, tras un ademn en solicitud de silencio, dijo:

    Dispnsenme, amigos mos, que hable de m. Efectivamente, tiene razn el doctor Pardillo. No he creado, no he inventado... todava. Mi libro perdonen la inmodestia del smil es, a lo sumo, como el croquis imperfecto que esbozaba ante el padre Marchena, en la celda prioral de la Rbida, un mendigo genovs, La Ciencia del Dolor es una solicitud a la gran reina, a la Ciencia, en demanda de auxilio. Y ese auxilio lo encontrar, respondo de ello; algo que no engaa me dice que lo encontrar.Y cuando lo encuentre, cuando documentado de modo irrefutable, ofrezca ejemplos de que el caso de Charrot no es nico, espero que aun los ms escpticos se rendirn ante la evidencia...

    Por mi parteapunto Pardillo no ansio otra cosa. Me bastar con que se repita un par de veces la -corazonada. Lo celebrar y lo deseo.

    ----------*-

  • " Lo deseamos todos y lo esperamos todosexclamaron a do el acadmico y el periodista.

    Yo hago ms que esperarlo: estoy seguro de elloaadi el disc-

    ' ' pulo.As seaconcluy Pardillo; y, al

    despedirse, con gesto que pretenda ,, ser mefistoflico y que era una mue

    ca de tristeza del bien ajeno, desliz 1 insidiosamente:

    No puedo remediarlo; me asustan, me asustan las exaltaciones de la opinin pblica; no existen trminos medios; dgalo la crucifixin de

    .< descrdito y de fracaso en que muri, tras absurdas y prematuras apoteosis,

    1 el supuesto inventor de la navegacin submarina, aquel pobre Peral.

    Y con este postrer flechazo, sali .. de la estancia el miserable, ufann

    dose con ufana de inmunda larva " sepulcral que ha profanado la majes- tad del cerebro de un hombre ilustre.

    Lo triste, lo lamentable es que por " circunstancias de diversos rdenes

    miedo a innovacin, envidia, temor supersticioso, recelo de atentado a la

    .. religin, pereza mental, respeto a tradiciones seculares; amn del descr-

    ' dito a que farsantes sin ciencia y sin conciencia llevaron los estudios telepticoscasi toda la sociedad culta o

    ,, que pasa por culta pensaba y juzgaba con la saa pesimista de Pardillo, o

    por lo menos con la incomprensin de Bracamonte. Guillermo y Moyano constituan ncleos de exiguas mino-

    ,, rias; de esas minoras gloriosas que saben creer antes por instinto que por

    razonamiento, por simpata honda, irresistible hacia lo que, evolucin o revolucin, significa un paso hacia

    ,, adelante.Cierto que como compensacin de

    " la falta de justicia nacional, llegaron

    de Europa y aun de Norte Amrica ] aplausos, estmulos, felicitaciones, * cartas, telegramas y estudios bibliogrficos que eran incienso quemado por corazones grandes, por cerebros i( lcidos, ante la esperanzarealidad posible y probable en un prximo fu- turoencerrada en Jas pginas de La Ciencia del Dolor. t

    Cierto que entre los homenajes j hubo dos verdaderamente excepcionales. ,,

    Uno, el del venerable Brummel, decano de la Facultad de Pars, asegu- " rando, bajo la fe de su palabra honrada, por su honor sin tacha, que el sabio Charrot, al expirar, haba pronunciado el nombre de su predilecto discpulo Fernando Rossi.

    Otro, el de la Academia de Suecia, encargada de adjudicar los premios j instituidos por el ingeniero Alfredo , Nobel.

    La enhorabuena de esta prestigiosa

  • > nioso acadmico. No eran convenientes ni discretas las precipitaciones. Rossi vala bastante, pero... era

    ,, demasiado joven. Ya le llegara su turno; podia esperar; a los treinta y

    cinco aos se est empezando a vivir.En cambio, oh 1, en cambio no era humano negar la satisfaccin del lau-

    0 ro sueco al casi centenario doctor Prez y Prez.

    Los Pardillos se permitieron lanzarla idea de que el doctor Rossi era un candidato de perlas para el premio asignado a la poesia.

    Y entonces, en la primera plana, en el sitio de honor del rotativo de

    ms pblico, apareci una vibrante crnica de Moyano: himno a la juventud, latido de entusiasmo frvido

    | hacia el genio, hacia el genio que1 est por encima de convencionaiis- | mos, de frmulas, de recuentos de

    aos; y, como nota soberana del himno, un grito de aliento a Rossi, un gesto de asco a la vileza de sus enemigos, una varonil peticin de homenaje al ms excelso poeta de l Ciencia.

    La crnica tuvo cual toda protesta gallarda contra la injusticiael hermoso privilegio de agrupar en

    torno del nombre de Rossi a lo ms sano, a lo ms fuerte de la juventud que sabe ser joven pintando, modelando, escribiendo, estudiando, volando con dinamita de ideas el ramplo- nismo de los atrincheramientos alzados por la rutina para resguardo de ignorancias disfrazadas con bordados casaconcs, con mscaras de gravedad, con decires sentenciosos, solemnes, pero abrumadoramente vacuos: torpes patanes representando el papel de grandes seores en los farandu- lescos entremeses del vivir social.

    Con todo, la envidiacual la calumnianunca da zarpazos al aire; siempre se lleva entre las garras jirones de honras o pedazos de ilusin.

    Al removerse el pantano infecto con el chapoteo de miserables batracios, produjronse burbujeos del agua muerta, remolinos de baba. Y de la cinaga fu subiendo, subiendo en lenta, pero segura ondulacin, vaho de bruma, espumarajo de clera, que al cabo lleg a velar la luz fulgurante del sol glorioso.

    Y el premio instituido por Alfredo Nobel no se adjudic al autor de La Ciencia del Dolor.

    IV

    Eueron, entonces, los das fiebres; .. las noches, vigilias de mareante deli

    rio ; volcn, el cerebro; lava encen- " dida, la sangre; potro de tortura, la

    idea.... En vano procuraba Elena distraer

    a su manido, apartarlo de aquella obsesin asesina; en vano Rossi trataba de substraerse al asedio de sus ambiciones. Momentneamente, en pa

    roxismos volitivos contraidos los msculos, tensos los nerviossobreponase a la situacin, aduebase de su conciencia, tal cual el domador que, tras un instante de flaqueza, flagela a latigazos, haciendo ostentacin de soberana, a los feroces tigres que rugientes lo acorralaron en la jaula.

    No ests, nunca estars satisfechole deca blandamente Elena. .1

  • ----------4 --------*

    1 Tu afn es insaciable. A m con tu j amor me bsta; a ti ni con mi amor i ni con el triunfo, i Acaso he triunfado?contesta-

    j ba Fernando ; quiero triunfar por tu amor, para tu amor, para ser con [ mi victoria orgullo de tu existencia.

    No, no me satisface que tu cario sea (> bendito pao de Vernica, enjugador

    de mis sudores de sangre; ansio que* ese cario sea diamante tallado que

    brille a la luz de lo inmortal.'Vale, acaso, esa inmortalidad

    lo que te cuesta ?'S; para comprarla, es nfima mo-

    neda una vida.Y terco, obstinado, volva a la bre-

    1 cha, al laboratorio, a las cuartillas del nuevo libro en preparacin, Las ondas mentales ; a los ensayos sobre la

    ,, transmisin de la luz, del sonido, de los aromas, de la palabra, de la ener-

    '' ga elctrica. Y ya eran polarizaciones, ya sin

    tonizacin de instrumentos musicales, ya antenas generadoras o receptoras de radiogramas; siempre lo mismo y siempre el resultado idntico: la ma-

    ., gen fotogrfica, la voz, la palabra escrita, las vibraciones sonoras y lumi-

    " nosas, todo poda enviarse a distancia, sin vehculos de cables o de hilos, todo era perfecta y regularmente

    ,, transmisible, todo menos el pensamiento redimible del pesado grillete,

    " de la tosquedad de la expresin. Viajar para beber el olvido en la

    copa de la distraccin! Lo insinu ,, Fernando, lo acept Elena con ale

    gra infantil, y del anunciarlo a po- ' nerlo por obra apenas si medi un in

    tervalo de veinticuatro horas.El itinerario, en su primera parte,

    ,, era el obligado de los viajes de novios por Italia.

    Elena lo comenz con sonrisa de

    i----- ------ 4 ------ ------------ ------ ,------ *------* -

    1-------- -------- -------- ----------------- - ------#

    plcido idilio, embriagada de luz y de perfumes, recorri la poesa de la Costa Azul: Niza, enorme ramillete de violetas; Monaco, la curiosidad de un Museo principesco arrancado a las entraas de la nodriza del mundo, de la. mar; Montecarlo, despeadero de arroyuelos ureos, sorbidos por el treinta y cuarenta y por esa rueda en la que el sarcasmo se re con la voz de una bola de marfil.

    Ya en Gnova, Rossi sinti desasosiego inexplicable, prisa que le empujaba a cambiar constantemente de horizontes. La Villeta di Negro, con su esplndido panorama; la magnificencia del Palazzo Reale, con sus terrazas, que buscan la frescura de las olas; el Baptisterio y el Camposanto psanos fueron para Elena notas apenas vislumbradas en la fuga calidoscpica de una peregrinacin angustiosa, cual la del eterno caminante Asaverus. Y as, en carrera cada vez ms exaltada, aples tumba de Virgilio, templo iluminado por el Vesubio, y Pompeya y Herculano, momias de arte exhumadas al cabo de veinte siglos, y el Coliseo, y San Pedro, y el Puente de Rialto;' y en saltos, sin orientacin, paseos, ya por la magia de esas primaveras perennes que se llaman Bellaggio, Isola Bella y Luino, ya por esos inviernos dominadores de los espacios, por las nevadas cumbres alpinas.

    Y, al cabo, en alas del vrtigo, la calma y el silencio, como sedantes, a orillas de la turquesa del lago gine- brino: paz, descanso.

    El recuerdo de Ginebra qued en el espritu de Elena como visin dantesca, como atormentado Capricho del inmenso Goya.. aEnuerzo ofrecido en el sanato

    rio del clebre doctor Leiter, en ho-

    B

  • or de Rossi; una visita al establecimiento jaula de cuerpos sin almas ; un sobresalto brutal en el jardn de los locos.

    Caa la tarde. En el centro del jardntriste, con tristeza de patio carcelarioentre perfiles de plantas verdes sin lozana, una mujer Ofelia, mustiadeshojaba rosas de otoo.

    Al aparecer Rossi, la demente corri hacia l, le ech los brazos al cuello y, precipitadamente, con incoherencia de alucinada, pero con firmeza veraz, exclam:

    Te esperaba; me daba el corazn que vendras; estoy enferma, sabes? Juan viene, a verme todos los meses. Pronto estar curada. Adis !

    Dijo y se alej deshojando flores, hundindose en los claustros, donde gesticulaban, cuchicheaban y brincaban seres que de humanos casi slo tenan la forma; mariposas sin alas que intilmente se retorcan con ansias de luz.

    Neurosis aguda, incurable, declarada a raz de un atentado anarquista; esposa de un libertario peligroso explic el director del manicomio.

    Es mi prima hermana Margarita murmur pensativo R o s s i. La crea muerta.

    Y al volver al hotel, Fernando, ensimismado, ya no sinti prisas; acaso consider que haba llegado al trmino de una de las etapas del gran viaje.

    Passe la noche meditando, repitiendo las palabras de la loca: Me esperaba?... Le anunci el corazn mi visita?

    A la maana siguiente tom al sanatorio; misteriosamente, en el jardn de los locoscercado por carcajadas de insensatezhabl largo rato con Margarita. Esta callaba y asenta inclinando la cabeza.

    En el expreso, impaciente, devorado de nuevo por el ansia de recogerse en su estudio, Rossi hablaba solo, taconeaba, quedbase inmvil, toda su vida le aflua al cerebro, y en las pupilas relampagueantes haba algo que hubiese sido motivo de grave inquietud para Pardillo, de esperanza jubilosa para Moyano; algo que haca temblar a Elena con el espasmo de lo sublime: ese algo que a travs de las edades suea el alma ver en Csar al salvar el Rubicn, en Corts hundiendo las naves, en todo e que, tras vacilaciones de tinieblas arranca una chispa golpendose el alma con el eslabn de la voluntad.

    Abiertos los ojos desesperadamente, crispadas las manos sobre la parte superior izquierda del pecho, contrado el semblante con dura contraccin de ansiedad desgarradora, dolorossima, Rossi, hundido en un silln frailero de su laboratorio, insensible a toda influencia exterior, realizaba una operacin portentosamente extraa: algo que era compendio de magnficas audacias conquistadoras, de sublimes temeridades heroicas, de prodigiosos sacrificios de mrtires creyentes, abnegados.

    Mudo, abstrado, cernindose en espritu sobre las cumbres de la humana ciencia, guila del genio, el Doctor haba ido desgranando inconscientemente las cuentas del rosario de oro de las horas, sin sentir el cansancio fsico, perdida la nocin de la realidad, en la desesperacin de la espera. As Arqumedes, en su labor truncada por el hierro de los legionarios de Claudio Marcelo, ganador de Siracusa.' As Basilio Valentn, ante sus hornillos, aguardando de la alquimia el secreto de la vida; el elxir eterno inmorta- lizador de mortal existencia; la pie-

  • dra filosofal, transmutadora mgica de vilezas de metales bajos en pursimo oro de sol, hecho lingote.

    Lentamente, con andar de madre que se acerca a la cuna del hijo enfermo, avanz una figura de m ujer. amor y sufrimiento modelados en belleza.Compasiva se detuvo en mitad de la estancia.

    En la lucha de la ternura con el respeto, roco de llanto humedeci las violetas de sus ojos. Al fin llegse hasta Rossi. Los lirios de marfil de las manos-femeninas ungieron las acalenturadas sienes del investigador; la mariposa de un beso roz la ensombrecida frente de ensueo, y una voz, que tena dulzuras de caricia y melancolas de lejano plair, murmur:

    Fernando ! Fernando mo ! Caers enfermo... Ya es de noche... An te estamos aguardando para almorzar...

    Con gesto de varonil gallarda, irgui el Doctor la noble cabezatesta de len arrogante ; la expresin de ansiedad desgarradora, doloros- sima, desapareci a la vista de la mujer amada, y atrayndola contra el pecho, contest:

    Perdname ! Soy un pobre loco que al dar su vida a la ciencia o a una ilusin de ciencia, tiene momentneos olvidos para su alma. Vamos, alma m a!

    Y al hablar Femando Rossi, era temblor, espasmo, palpitacin difcilmente enfrenada por fiero arranque de voluntad.

    La voz, los dedos enflaquecidos, las pupilas de acero, los msculos de la cara hebraica, todo lo que en aquel cuerpo encerraba flido vital se estremeca bajo influencia misteriosa.

    Elena, el alma mrtir de aquella

    vida, se acongoj. Iba a repetirse el I acceso. El da antes, al atardecer, fue j testigo de otra crisis analoga, crisis que se resolvi exclamando el Doctor pausadamente, con solemnidad proftica, con firme conviccin de iluminado : Ahora ! Ahora ! Ahora mismo! Lo s..., estoy seguro de ello... Lo veo... Lo veo... Una bomba estalla... All... en el prtico... El duque... El gran duque cae... muere... Lo veo !La esposa temi algo horrible: crey que la locura obscureca aquel cerebro conturbado por insomnios constantes, por febricitaciones de rudo laborar.En presencia de lo que se le antojaba nuevo amago de la terrible enfermedad, quiso gritar, pedir socorro, invocar el auxilio del discpulo, del ayudante del Doctor.

    No hubo tiempo para ello. Guillermo, el hijo adoptivo de Rossi, entr en la estancia. Demudado, descompuesto el semblante, arrugando entre las manos una hoja de papel impreso, cay de rodillas ante el silln frailero, bes devotamente la diestra del sabio y con fervor dijo:

    Maestro : creo en ti 1De pie, rgido, escuch Fernando la

    lectura del telegrama narrador del atentado que el anarquismo perpetr veinticuatro horas antes en la capital del imperio moscovita. Su ciencia no le haba engaado. S, la tragedia fu tal cual l la vi a travs de cientos y cientos de leguas de distancia. Llevaba todo un dia agonizando en la espera de la confirmacin del suceso !

    La esposa y el discpulo, inmviles, atnitos, rendan homenaje de admiracin hondaamor y llantoal descubridor de la telegrafa del senti-

  • miento, al Miguel Servet de las ondas mentales.

    Y el padre sol, en su estertor postrero, hizo romana prpura de la blusa de trabajo del sabio.

    i Perdname, creo en t i !musit Elena.

    No creis en m. Creed en la Cienciacontest con dulce sencillez el maestro.

    Y luego, acallada la exaltacin morbosa de los primeros instantes, saboreando ese dulzor efmero que hay en lo hondo de todo cliz cliz de vida o cliz de flor, Rossi, con serenidad pasmosa, con serenidad superhumana, habl de su descubrimiento, habl sin falsa modestia, pero sin orgullo, sin jactancioso alarde, con la satisfaccin de conciencia del que ha llevado a feliz trmino una misin aventuradsima.

    El que por vez primera llega a una cumbre puede sentir el vrtigo de la altura, el desvanecimiento de su entronizacin.

    El que ha subido a todas las cimas slo siente la paz compasiva de lo grande ante la contemplacin de lo pequeo.

    S, Elena m a; s, mi querido Guillermo afirm el Doctor. La existencia de las ondas-mentales es ya un hecho cierto, indiscutible; la telepata pasa del campo de la ficcin al de la realidad cientfica; el pensamiento del hombre puede transmitirse, c o m o Marconi transmite sin hilos la palabra.

    La esposa y el discpulo callaban y oan. Oan, y en la hiperestesia de la sugestin todos los poros de la piel eran receptores auditivos y todas las palabras del maestro eran como agujas finsimas que penetraban con puncin dolorosa, fijando en las retinas

    del sensorio los dogmas del nuevo evangelio de la Ciencia.

    Elena, cuando termin Femando la explicacin, quedse fija, muy fija con la vista posada en la noble frente de ,, su esposo.

    Aquella frente se le antojaba algo " as como colmena rumorosa, en la cual las abejuelas rubinegras de las ideas haban ido laborando el ureo ., panal de lo que encierra lo humano de divino. '

    Y amorosamente, poniendo en un beso respetos a la Ciencia y admiraciones al sabio, roz Elena aquel al- ,, czar de grandezas, aquel trono de la ms alta majestad; y luego, ruborosa, > confusa, balbuciente, interrog:

    i M argarita?...Margarita, s exclam Rossi, con

    el goce del que se siente adivinado, comprendido por la compaera de su 1 existencia. Margarita, la pobre lo- I ca, me ha enviado desde el sanatorio, " en la onda de su sentimiento, la impresin del horror que ella ha experimentado, porque ella, indudablemente, ,, tambin ha visto desde Ginebra lo ocurrido en la, capital de Rusia; por- . > que acaso Juan, su marido, ha sido autor o cmplice del atentado; porque ' el alma de Margarita no est en el manicomio; se arrastra a remolque del alma sectaria de Juan.

    Maestro, ; pero entonces... ?dij o Guillermo. '

    S, muchacho, s : se trata de un doble caso de telepata; de un mensaje reflejo; de dos transmisiones de ondas ,, mentales provocadas por un mismohe- cho. De un fenmeno tan estupendo, > tan grande, que hay que inclinar la cabeza y apretarse las sienes, y sujetar a la vida y a la razn que quieren es- caparse; sujetarlas siquiera hasta el momento en que el hecho quede com- .,

    *

  • probado y analizado; sujetarlas para que no vuelen y se pierdan en las espirales de ese mundo que nace, de ese mundo catico que, invisible para nuestros deficientes medios de percepcin, flotaba, flotaba como en el principio del espritu de Dios sobre las aguas.

    Y, efectivamente, el caso era estupendo ; ms estupendo an cuando qued demostrado, merced al acta que, desde Ginebra, remiti el doctor Lei- ter, declarando que a la hora exacta de perpetrarse en Rusia un atentado por el anarquista Juan Arnaldi, la esposa de ste, Margarita Lucca Ros- si, sufriendo un ataque convulsivo, relataba el hecho cual si lo estuviera presenciando, y una al relato, truncado, incoherente, el nombre del doctor Rossi.

    Nadie os negar el triunfo. Nadie, tampoco, lo proclam incondicionalmente. En el mundo de la Ciencia produjo movimiento de expectacin, slo comparable al que en un observatorio astronmico pudiera producirse ante el anuncio de que un Herschel, trocando en realidades las fantasas noveladas por un Heriberto Wells, haba logrado establecer comunicaciones regulares con los habitantes del planeta Marte.

    Maestro observaba con acento de cariosa reconvencin el periodista Moyano. No est usted a la altura de su triunfo. Hosco, receloso, desconfiado, parece usted incompletamente satisfecho de si mismo y de su obra.

    Lo estoy contest Rossi, con acento de honda melancola.

    Elena sofoc un suspiro, que casi era un sollozo.Guillermo, estupefacto, abri mucho los ojos, sin comprender lo que pasa

    ba en el alma de su amado maestro.Qu desea usted ahora? Qu

    inquietud le desasosiega? Qu otro mundo pretende conquistar?insinu Moyano.

    1 Doctor movi dubitativamente la cabeza.

    Comprendo, adivino dijo con amarguraque mi labor est por hacer, que mi doctrina podr encontrar aplausos, pero no creyentes; que la mala fe querr presentar a las ondas mentales en pugna con la Religin; y aun voy ms leios: estoy persuadido de la dificultad casi invencible de difundir convicciones propias, personales, en una sociedad peor que escptica, indiferente. Para ser credo, siquiera relativamente, necesito seguir uno de estos dos caminos: el de la exhibicin pblica con demostraciones experimentales, descendiendo al terreno de un prestidigitador ms o menos vulgar, o el de arrojar a la cabeza de se pblico pruebas sobre pruebas, testimonios sobre testimonios, aplastndole moralmente ante la evidencia de hechos consumados, luera del alcance de sus sentidos, pero razonados, testificados, comprobados de manera irrebatible.

    Moyano asinti con disgusto.Guillermo se mordi rabiosamente los labios.Elena no pestae, pero la blancura

    de su rostro tom tonos de cera, y en las pestaasoro de antiguo retablo- tembl el sufrimiento, cuajado en una lgrima.

    Mi_camino est trazadocontinuoss* Para luchar nac y seguir

    firme en la brecha, luchando siempre; si caigo, caer abrazado a la bandera

    e la, \ erdad absoluta, a la bandera de a encia y del Trabajo... Acaso hago

    mal, acaso me equivoco, acaso realizo

  • > una pobre tarea suicida obstinndome en reir batallas de luz contra el misterio. Tal vez, segn afirmara el vulgo, ese es mi sino. Desde nio siempre inspir miedo, miedo... o envidia.

    Y remontando la corriente del Jordn de su pasado, Rossi habl de s; habl sin ufanas de vanidad, sin amor propio, sin poner en la paleta, al esbozar el cuadro de su existencia anterior, negruras ni rosicleres exagerados para lograr impresiones efectistas.

    Dij rase al escucharle que estaba refiriendo la historia de la peregrinacin de un hermano, de un amigo del alma; peregrinacin de un Livingstone, de un Stanley, por desiertos inexplorados, por comarcas estriles, abrumadoramente montonas, aguijado por el sol enemigo, ejerciendo un apostolado en medio de tribus salvajes, mantenindose de pie entre cansancio, sed y hambre. Solo, siempre solo, infundiendo miedo cual si fuese aborto de la Naturaleza, o pesadilla plasmada en monstruosidad.

    Sus padres! Un pobre catedrtico de Fsica, enervado por el desgaste de los aos consumidos en recitar maquinalmente las mismas explicaciones, con los mismos aparatos defectuosos e inservibles, ante unos alumnos que parecan siempre los mismos, que se admiraban siempre con idntica admiracin ante idnticos experimentos, que repetan indefectiblementerindiendo culto a necias tradiciones escolareslas mismas bromas de gusto dudoso, rompiendo bruscamente, para ocasionar una descarga elctrica, la cadena de Leyden, o colocando alguna suciedad, para rer luego al verla engrandecida, en el objetivo del microscopio solar. Cuando los dems chicos de su edad

    jugaban o, a lo sumo, empezaban a [ asistir a la escuela primaria, Fernn- 4 do Rossientonces era Fernandito, j se iniciaba en la segunda enseanza, asistiendo a varias clases del Institu- i to e invariablemente a la desempea- da por su padre. y

    Por intuicin comprendi que se le i reservaba el papel de nio prodigio- * so, y quiso protestar, rebelarse, opo- 1 nerse, ya de frente, ya con tozudeces de inercia. Todo intil. 4

    Estaba escrito que haba de ser, I y fu una de esas criaturas que ha- t cen exclamar; Da miedo el talento de este hombrecito!

    Amargamente sonrea Rossi recor- j dando aquel su primer calvario.

    Su madre, bendita mujer!, plega- y da a la voluntad y dcil a la suges- j tin de su esposo, colaboraba resuel- i tamente en la obra de formacin del j fenmeno.

    Y el fenmeno era yo!deca el Doctor. Y fui fenmeno de resistencia para estudiar, un fenmeno de memoria, un fenmeno de acumulacin de sobresalientes, de diplomas y de. matrculas de honor. Y respeto medroso eran la amistad de mis condiscpulos y las predilecciones de mis profesores; y miedo, miedo mal embozado en desdenes, eran las sonrisas que a mi paso asomaban a los labios de las muchachas que se entretenan jugando a los noviazgos con mis camaradas.Y segua narrando, narrando aquel ayer en el cual no se le anquilos el alma y no se le fosilizaron los sentimientos por la magia de la Ciencia, que a veces tiene para sus amadores calor de regazo, carios maternos.

    Insensiblemente el nio se hizo cmplice del deseo de su padre. Insensiblemente se apeg a los libros, y

    j r

  • una solemnidad oficial, presidida por un augusto personaje, y de otras muchas cosas, tan merecidas como agradables.

    Lvido, rabioso de impotencia, Pardillo no tuvo fuerzas para contestar.

    Lstima grande que la lentitud en estos casos de justicia los haga aparecer como determinados por imitacin de la conducta de otros Gobiernos hacia nuestro gran compatriota exclam Moyano.

    Y mientras la opinin reaccionaba en su favor, mientras la patriaaleccionada por las voces de alabanza que surgan ms all de las fronterasse dispona a rendir homenajes a uno de sus ms preclaros hijos, ese hijo iba de manicomio en manicomio, celebrando conferencias con los ms renombrados alienistas, estudiando y examinando a los dementes, amistando con todos los desequilibrios que la neurosis guarda entre la malla de nervios anormales.

    Pblico el hecho del triunfo logrado. con el auxilio de la pensionista de! sanatorio ginebrino, no fu difcil suponer que Rossi buscaba sujetos anlogos, corresponsales que se encargasen del servicio de la novsima red de comunicaciones: de la lnea teleptica.

    Algo llam la atencin el hecho de que, para levantar un edificio a la razn, se tratase de utilizar la locura como cimiento.

    La idea era osadsima, peligrosamente original.

    Aun as se esperaban los resultados con esa confianza que, a despecho de todo, inspira la excelsitud de

    "" lo que reviste caracteres sobrenaturales.Hoy la gente duda y aun niega la posibilidad de los milagros; pero du

    dando, aguarda y suspira por ver abierta una ventana que le ofrezca el espectculo de los jardines de Aladino. Aun el espritu ms prosaica-mente burgus, en las horas de la digestin, fantasea y le place suponer que el alma del vecinoya que no la propiapuede, por frotacin musitada. ser lmpara maravillosa abridora (1 de mgicos alczares.Se estaba pendiente de la vuelta de > Rossi para abrir de par en par las vlvulas del entusiasmo. El reporterismo afilaba lpices para curiosas in- ( formaciones y apretaba el Kodak para la obtencin de instantneas. >

    Advertido a tiempo el Doctor, hizo circular la noticia de que se propo- " na permanecer una larga temporada expatriado para completar sus estudios. Y despistando curiosidades regres verdaderamente de incgnito, se aisl en su quinta, se encerr en el labora- torio y por vez primera la puerta del sanatorio se cerr, no ya para Gui- '' llermo, sino para Elena.Con silencio de tristeza resignada acataron esposa y discpulo la volun- , , tad del sabio.

    Fernando desmejoraba de modo " alarmante; al final de sus encerronas, sala en lastimoso estado de crispa- cin moral y fsica; los ojos le re- ,, lumbraban como brasas en el fondo de cavernas obscuras; en la boca ha- > bia constantemente la contraccin de un rictus de sufrimiento, hundidas ' ' las mejillas, prominentes los pmulos, anheloso el respirar, aborrascada la barba, exanges las manos, opaca la ., voz, vacilante el paso, Rossi era imagen de un Cristo moderno, modelo ideal para un Beraud.

    Elena no se atreva a traducir en palabras su angustia. A solas daba

  • f" rienda suelta al llanto, que era su

    nico alivio.Guillermo, no menos preocupado,

    , tampoco osaba hablar.Al cabo de una noche, en la triste*

    guir que se le facilite la entrada.Fernando, sorprendidisimo, entre

    abri la puerta, y sin displicencia,, ( sin enojo, pero con adustez, pre

    gunt : Ocurre algo? Me necesitas?

    Deseara continuar estudiando un ' ' rato.

    Perdona que te interrumpacontest Elena, entrndose en la estan-

    ,. cia, cada vez ms intranquila al observar lo descompuesto del semblante

    ' de su marido. Perdona que te interrumpa, pero se trata de algo ur-

    "

    gente, que debo y que quiero comunicarte. en lugar preferente, solicitando la atencin, y balbuce:

    Vengo a luchar contra nuestros enemigos; hasta hoy pude callar y call, porque mi protesta, aunque na-

  • sonrisa, que quiero que vivas, aun cuando slo sea para que ames al lujo que nos enva el cielo.

    La exclamacin de jbilo delirante, nacida en el pecho del Doctor, se hizo rugido en su garganta, lluvia de dicha en sus pupilas, amor y gratitud en un abrazo. Y aquella noche memora

    ble, entre la compaera transfigurada por la anunciacin de la maternidad, y entre el discpulo honrado y adicto, Rossi, sin un suspiro de pesar, sin un gesto de pesadumbre, entrego la llave del laboratorio a Elena, renunciando implcitamente a la continuacin de su agona investigadora.

    VII

    El desertor no se senta bien: en el fondo de la conciencia le atenazaban zozobras de remordimiento. Al despertar de su locura, al fijarse en su esposa, algo as como una pualada le parti el alma.

    Elena estaba enferma, y l, slo l era el culpable del suplicio que haba torturado a aquella angelical criatura.

    Pobre insensato, haba estado a punto de perpetrar, con la crueldad de la inconsciencia un doble parricidio !

    Pero la enferma renaca y el peligro se iba conjurando. El amor y la felicidad, en todos los tiempos, han sido curanderos insuperables.

    La inquietud de Rossi se complicaba con algo anormal.

    La Ciencia no es juguete que puede abandonarse a capricho en momento de cansancio o de hartura. Las fuerzas de la Naturaleza, cual fieras un instante desencadenadas, no siempre se resignan a volver a la esclavitud del encierro.

    Y ocurra con frecuencia que, en aquejlas horas de holganza dulcsima, de intimidad deliciosa, de sosiego apaciblemsica selecta, charla de afecto, paseos campestres ; en aquellas horas en que los esposos soaban el

    edificio de un porvenir que tena por , comienzo una cunita azul y blanca, Rossi casi perda el habla, sintiendo " en la garganta dogal de opresin, experimentando como un desdoblamiento de su ser, sufriendo cual si una ,, mano frrea, implacable, le diese brutales golpetazos en el cerebro, tiro- nes fortsimos en el corazn.

    Un da en que la sensacin fu " ms aguda, en que la palpitacin acreci en intensidad, en que el dolor estuvo a punto de privarle de cono- ,, cimiento, el Doctor apoyando en una mesa el brazo izquierdo, atara- ' zado por sufrimiento infinitocoafc s a su discpulo el horror de la si- " tuacin por que atravesaba.

    Mira, Guillermo: lo que me sucede es inaudito, monstruoso, incon- cebible. Abr el cerebro a todas las sensaciones, puse el corazn en ma- ' nos de locos y mis nervios estn hoy a merced de enajenados que los conturban, que los han convertido en es- ,. pejo de sus impresiones, siempre amargas, siempre violentas, siempre < desgarradoras. Soy como un nio en- tregado a una turba de epilpticos.

    El discpulo, consternado, callaba y oa.S ; no creas que exagero ni que . >

  • . deliro; busqu la amistad de los neu- rsicos, de los locos; necesitaba seres que tuviesen corazn y que lo usasen. Quines ms a propsito que los huspedes de los manicomios ? Quin ha usado ms el corazn que un loco ? Y los dementes me comprendieron a su modo: la simpata es el idioma universal. El sufrimiento es la hermandad que mejor se entiende sin acudir a la expresin hablada. Lo han dicho y no han mentido; establec una verdadera red de corresponsales; mont lo que pudiera llamar el servicio de comunicaciones internacionales telepticas . Y cuando regres de mi viaje, con necia ufana triunfadora, coloqu ante mi vista, para que fuesen constantes evocaciones de sugestin, los retratos de mis corresponsales. Otro tanto haban hecho ellos con mi retrato. As,

    | vindonos a toda hora, coincidiendo nuestros pensamientos, concentrando en una sola idea la atencin, quedaban instaladas cual antenas del tel-

    " grafo Marconi las estaciones productoras y receptoras de las ondas mentales...

    ,, Hubo un silencio prolongado.Trabajosamente, con ese trabajo

    que cuesta declarar una mala accin ejecutada a sabiendas, continu

    '' Rossi: H ice ms: comprend que nece

    sitaba aguzar mi sensibilidad hasta

  • sabes, no quieras saber el dolor con que se paga el aprendizaje de la Ciencia del dolor. T no sabes, dichoso si logras vivir sin saberlo 1, la desesperacin de condenado a pena eterna que hay en este vivir, cuando se lleva el secreto de la gloria en el alma, cuando intuitivamente se descifra ese secreto, y, al ir a expresarlo, la palabra es balbuceo torpe que ni satisface ni convence. An fo, an espero, en qu ? Casi lo ignoro. Si el corazn no salta, si de esta prueba tremenda escapo triunfador, acaso la voluntad desentrae la palabra mgica del enigma: la fuerza que me permita aislarme a voluntad de las corrientes que la locura descarga so

    bre m, enfrenndolas, encauzando- j las, llevndolas a empleo fecundo

  • de la patria; fue como un testimonio de vida nueva; fu como una convocatoria a la que acudieron imperios y monarquas y repblicas con incienso, mirra y oro de admiracin, de afecto y de entusiasmo.

    Cuando el doctor Rossi, sereno, digno, modesto, fu consagrado en los estrados; cuando al terminar la imposicin de insignias, de cruces y de galardones, tron un aplauso tempestuoso en el saln, ms de uno y ms de tres se dijeron lo que los ingenuas campesinos de Italia se decan al ver la palidez cadavrica del Ali- ghieri: Est tan plido porque se asom al infierno!

    Hubo seguidamente un silencio profundsimo, religioso, absoluto.

    Porque se aguardaba la revelacin del misterio. Porque, en aquel acto, Rossi iniciaba las explicaciones de su ctedra especial. Porque el descubrimiento de las ondas mentales, incomprendido o comprendido a medias, era para todos algo que produca embriagueces, exaltaciones, deseos de romper en vtores, de tremolar banderas, de correr en pos de charangas gritando hasta enronquecen El impulsivo no reflexiona y en ello precisamente estriba su hermosura romntica. Nadie poda decir a punto cierto la utilidad prctica que el pas obtendra del descubrimiento; pero el espritu aventurero de la gente soaba ya cabalgando por las regiones de lo fastuoso y no faltaba quien de buena fe creyera que el dominio de los mares, la soberana del universo. el primer lugar entre las grandes potencias y hasta la- clave de! problema social se haban conseguido por obra de esta conquista. La- ignorancia y la fantasa engendran monstruos.

    La noble figura de Rossi destac en la tribuna.

    Firme, seguro de s, comenz a hablar.

    -Para que todo sea extraordinario en esta horadijo tras breve salutacin de gratitud-, quiero pediros algo que. a pesar de vuestra buena voluntad, no podris concederme por completo. Os pido la amnesia del ayer, el olvido momentneo de cuanto habis visto y odo hasta este instante. Abandonad prejuicios y preocupaciones. pasad una esponja sobre el cerebro para que reciba la impresin que voy a transmitiros. Desechad temores. No trato de empuar la piqueta para demoler lo que hasta hov existi. Mi cienciaque no es ma, que es vuestra, que es de todos, porque el pensamiento y el sentimiento no son privilegio exclusivo de un individuo y s campo abierto a la Humanidad ; mi ciencia, nuestra ciencia, no viene a destruir, viene a crear. Es creacin, creacin surgida como un islote, como una tierra firme en la inmensidad de los mares. Naci por el trabajo gneo de un volcn, por un sacudimiento del orbe o por la labor tenaz, perseverante, de minsculos obreros madrepricos? Qu importa ! Reconozcamos el hecho de que existe y no investiguemos ahora las 'causas que han determinado su existencia.

    Y sin alardes retricos, con la sub- vugadora elocuencia que brota del corazn cuando dice lo que siente ,v siente lo que dice. Rossi, con claridad meridiana, con palabra que era como limpidez y transparencia de atmsfera primaveral, hizo, entre aclamaciones de entusiasmo delirante, sucinta historia de sus jornadas Exploradoras, de sus avances hasta

    *-

  • " el ideal, de su conquista definitiva en la empresa de la transmisin del pensamiento por las vibraciones afecti-

    , vas.Mil gargantas, en un bravo! que

    ' era accin de fe, proclamaron con el descubridor la existencia de la telepata.

    Pudo restablecerse el silencio. En la amplia sala percibase como la tre-

    ' pidacin de un cerebro colosal constituido por cientos y cientos de cerebros que vibraban acordes.

    , Pensad, os lo ruego continu elDoctor , que mi conquista es imper-

    " fecta an; pensad que me he puesto, que os he puesto en relacin con una

    ' fuente de energas constantes y constantemente renovadas. Pero no olvidis que esas energas, que son la fuer-

    za omnipotente de la vida, son tam- j bin elementos de destruccin y de muerte. Fuerza y vida es el fluido ! que corre por los cables conductores i de la electricidad; pero ese fluido es ,, la muerte, es la electrocucin para la

    mano que imprudentemente toca al

  • 1 compaera! Mi esposa! Me 11a- I ma ! Me avisa ! Se muere! La 7 veo ! S, se muere! Yo la mat. Ne- | ci de m ! Imbcil, que no supe ver

    que el alma enamorada es espejo ,, que reproduce anhelos y sensacio

    nes! Voy... Esprame! Voy con- '' tigo ! Maldita ! Maldita sea la cien

    cia que asesina !...Dijo y se desplom pesadamente.

    ,, Guillermo, el amado discpulo, y Mo-

    1Imposiciones crueles de preceptos

    '1 legales obligaron a la prctica de esa operacin horrible, de ese ultraje macabro que se llama autopsia.

    ,, El acadmico Bracamonte crea que la muerte haba obedecido a una an-

    '' gina de pecho.Tal vez no se equivocaba. Pero tal

    vez el fin de aquella vida fu produ-

    yano, el amigo leal, acudieron a sostenerle, a auxiliarle. Ahora, como siempre, llegaron los primeros. Pero 1 llegaron demasiado tarde. t

    Un sollozo desgarrador, que era aclamacin y psame, alarido triunfal y eco de afliccin, llen la sala. ,,

    Afuera, creyndose que la sesin haba concluido y que el jefe del Es- " tado se dispona a salir, vibraron clarines y la banda bati marcha.

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