Orden trinitaria de Baeza

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Orden trinitaria de Baeza: La Orden Trinitaria entrega un Relicario de San Juan Bautista de la Concepción a la parroquia de San Andrés El sábado 17 de febrero de 2007 al finalizar la Eucaristía que cerraba los actos conmemorativos del IV Centenario de la Fundación de los Trinitarios Descalzos en la ciudad de Baeza, el Superior Provincial de los Trinitarios de España Sur, Antonio Jiménez, hizo entrega al obispo de la diócesis de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo, de una reliquia de San Juan Bautista de la Concepción, dicha reliquia ha estado este tiempo depositada a los pies de la Patrona de Baeza, La Virgen del Alcázar. Mañana domingo 24 de junio, durante la celebración de la Misa de 11:30 de la Parroquia de San Andrés, la Orden Trinitaria hará entrega de un Relicario, donde se guardarán las reliquias de San Juan Bautista de la Concepción, a la parroquia de San Andrés. Los Trinitarios Descalzos invitan a los feligreses de la parroquia de San Andrés, a los miembros de las Cofradías trinitarias y a todo el pueblo de Baeza a participar de esta celebración de hermanamiento de la Ciudad de Baeza con la Orden Trinitaria. El Archivo Municipal posee un Acta de Cabildo fechada el 27 de noviembre de 1606 en la que se da permiso para que la Orden Trinitaria Descalza se establezca en la ciudad y así se funda la casa de los por el Fundador y Santo Juan Bautista de la Concepción. A continuación reproducimos el texto del reformador trinitario y la carta del Cabildo. Texto del Reformador trinitario Volvíme a Baeza y parecióme sería bien, para que de los enemigos fuesen los menos, atraer a nosotros el Ayuntamiento, veinticuatros y jurados; y habiéndolos hablado a muchos de por sí, parecióme hablarlos a todos juntos en el Ayuntamiento [...]. Lo segundo que hice fue entrar en el Ayuntamiento, y me parece poner aquí las razones

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Orden trinitaria de Baeza:

La Orden Trinitaria entrega un Relicario de San Juan Bautista de la Concepción a la parroquia de San Andrés

El sábado 17 de febrero de 2007 al finalizar la Eucaristía que cerraba los actos conmemorativos del IV Centenario de la Fundación de los Trinitarios Descalzos en la ciudad de Baeza, el Superior Provincial de los Trinitarios de España Sur, Antonio Jiménez, hizo entrega al obispo de la diócesis de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo, de una reliquia de San Juan Bautista de la Concepción, dicha reliquia ha estado este tiempo depositada a los pies de la Patrona de Baeza, La Virgen del Alcázar.

Mañana domingo 24 de junio, durante la celebración de la Misa de 11:30 de la Parroquia de San Andrés, la Orden Trinitaria hará entrega de un Relicario, donde se guardarán las reliquias de San Juan Bautista de la Concepción, a la parroquia de San Andrés.

Los Trinitarios Descalzos invitan a los feligreses de la parroquia de San Andrés, a los miembros de las Cofradías trinitarias y a todo el pueblo de Baeza a participar de esta celebración de hermanamiento de la Ciudad de Baeza con la Orden Trinitaria.

El Archivo Municipal posee un Acta de Cabildo fechada el 27 de noviembre de 1606 en la que se da permiso para que la Orden Trinitaria Descalza se establezca en la ciudad y así se funda la casa de los por el Fundador y Santo Juan Bautista de la Concepción.

A continuación reproducimos el texto del reformador trinitario y la carta del Cabildo.

Texto del Reformador trinitario

Volvíme a Baeza y parecióme sería bien, para que de los enemigos fuesen los menos, atraer a nosotros el Ayuntamiento, veinticuatros y jurados; y habiéndolos hablado a muchos de por sí, parecióme hablarlos a todos juntos en el Ayuntamiento [...]. Lo segundo que hice fue entrar en el Ayuntamiento, y me parece poner aquí las razones que les dije. Y Dios allí me dio para reducirlos y acariciarlos a que nos ayudasen, que aunque sin el obispo no son poderosos, serlo hían para terciar y favorecer en lo temporal.

Pues entrando en el Ayuntamiento, habiéndome dado licencia para hablar, dije: –Por allá afuera he hablado a muchos de V. S. y ofrecídoles nuestra religión y hábito para serles muy siervos y capellanes, pero parece no cumplía con mis obligaciones si aquí a todos juntos no pidiese y suplicase se sirviesen V. S. de amparar y proteger esta obra de nuestro convento y fundación, que por estar tan en sus principios tiene necesidad de que V. S. nos sean padre y patrón.

Ofreciéndoseme algunas dificultades para esta fundación, me han preguntado en qué me fundo en acudir a este pueblo antes que a otros, donde menos estorbos y dificultades se podían hallar. Yo digo que nuestra sagrada religión, donde se guarda una regla primitiva, áspera, rigurosa y que pide mucha virtud y perfección, le es necesario para su conservación acudir a pueblos donde esto se trate y use, que una cosa mejor se conserva con otra de su condición que no con su contrario, como el fuego con otro fuego, y la tierra en la tierra y no en el aire, que la hará polvos. La cristiandad de esta ciudad, virtud y antigua reforma en sus costumbres está

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pregonando en el reino y fuera del reino, y en los gestos y palabras y obras de los moradores de ella desde lejos se conoce. Supuesto esto, ¿dónde mejor podía yo ir a sentar nuestro convento y traer nuestros frailes para que se conserven en la virtud y rigor de vida que donde hay gente de la misma condición? Porque el holgarse un semejante con otro semejante es porque en su semejante, como en su centro, se conserva.

Lo segundo, esta es universidad tan antigua, tan principal y llena de letras. Éstas es notorio a todos son madres de las religiones dos veces: una cuando nos dan los sujetos dejando al mundo y abrazándose con la cruz de Cristo debajo del hábito pobre, y entonces los engendran y paren; después nos los crían cuando los enseñan las ciencias, que es el fin para que Su Majestad tiene las universidades en su reino. Y así, estando ahora nuestra sagrada religión en estos principios necesitada de estas dos cosas, había de acudir a ella como a mar grande a matar su sed.

Lo tercero, los Sumos Pontífices de nuestros tiempos ha sido Dios servido ponga el Espíritu Santo en sus corazones un deseo entrañable de la reformación de todos los eclesiásticos, como N. M. S. P. Clemente VIII, de felice recordación, confiesa en el principio de sus letras que dio en favor de esta santa reforma, diciendo que desde el día que Dios le subió y puso en la silla del pontificado, todos sus cuidados fueron en cómo tornaría y reduciría todas las religiones a sus primeros principios y antigua vida. Este deseo del Vicario de Dios y cabeza de la Iglesia lo ha favorecido y amparado nuestro cristianísimo Rey, como se ve llevando a su casa donde asienta la suya pies descalzos y frailes pobres, y en su nombre el Excelentísimo Duque de Lerma, como consta por cartas suyas y por las obras que con nuestra sagrada religión va haciendo, y yo testigo de vista, que uno de los contentos y gustos particulares que tienen es acudir a nuestros conventos, tratar y hablar con los pobrecitos religiosos. Si esto es así, ¿a dónde pudiera yo traer nuestros frailes y convento con más justo título y razón que a una ciudad tan obediente a su Pontífice y sujeta a su Rey, para que viendo en lo que tiene puesto su gusto, con particular gusto lo abrace y favorezca?

Díchome han allá afuera y puesto un estorbo de que esta ciudad está muy pobre y muy alcanzada y los conventos de ella muy menesterosos, y que podríamos con nuestra fundación serles de algún daño y detrimento. A lo primero digo que si se hubiesen de poner los ojos en la pobreza de los pueblos y cuán alcanzados están, que no sólo no se habían de admitir otros nuevos, pero aun los viejos se habían de despedir, lo cual no se debe hacer, porque los religiosos y siervos de Dios son los nervios y hueso de la república, y cuerpo sin nervios ni hueso sólo sería carne no estable, firme ni permanente, y sería causa para que Dios diese al través otra vez con el mundo, como en tiempo de Noé, cuando habiéndose vuelto carne, dijo que le pesaba de haber hecho al hombre y que lo remediaría con las aguas del diluvio, como quien en olla sancocha carne para que no huela. Siendo, pues, los religiosos las basas, fundamentos y centro estable de los pueblos y de las repúblicas, y tan necesarios como Cristo lo significa llamándolos luz, sal y ciudad, que parece no lo son los pueblos que de ellos carecen, siempre se deben abrazar, amar, traer y favorecer en nuestros pueblos.

Y si la pobreza hubiera de ser causa para estorbar nuestra entrada porque entramos doce frailes pobres que hemos de tener necesidad de las limosnas del pueblo, obligación tienen V. S. a hacer guardar las puertas de la ciudad para que no entren pobres, porque serán docenas los que cada día entran. Y si para aquellos hay entrada, ¿por qué se ha de vedar y estorbar a los que vienen y profesan ser verdaderos pobres de espíritu, imitadores del mismo Cristo, el cual dijo que siempre habíamos de tener pobres entre nosotros? Luego no será razón enmendar lo que Cristo tiene dicho y excusarnos de lo que nos promete.

Pregunto yo, señores, si es lícito a un padre pobre, que no tiene un pan que comer, engendrar un hijo pobre, y aun meritorio, guardando las condiciones concedidas al sacramento del

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matrimonio. Y esto le es lícito porque todos nacen debajo de la providencia del cielo, la cual nos hace confiar y no poner remedio por la pobreza de hogaño a que dejen de nacer tantos como cada día nacen en este y en los demás pueblos. Pues hago yo este argumento: Si los hijos del siglo no desconfían, sino que debajo de la providencia del cielo ponen los que nacen pobres y nacen ricos, ¿por qué este cristiano Ayuntamiento, que estas cosas las mira con ojos de espíritu, ha de desconfiar que ha de faltar Dios a doce hijos de espíritu que le nacen en esta fundación, que [no] se pretende ni es razón concedamos a la carne, hija de esclava, y lo neguemos al espíritu, hijo del libre?

Acabadas estas palabras, respondió el Corregidor, que al presente era don Luis Pacheco, lo que suelen en semejantes ocasiones: que lo procurarían mirar con buenos ojos y responder. Luego el Regidor más antiguo tomó la mano por todo el Ayuntamiento y parece que satisfecho o contento de lo que yo había dicho por haber sido en favor de su ciudad o, por mejor decir, así había sido el Espíritu Santo el que en mí había hablado, persuadiendo en el punto que yo cesé, se pasó a la lengua de mi buen Regidor tornando a coger mis razones, declarándolas y comentándolas en favor suyo y nuestro, de suerte que yo salí muy contento, y a la tarde vinieron en nombre de la ciudad dos veinticuatros y un jurado a ofrecernos grande ayuda y favor según lo que sus fuerzas alcanzasen, y que ellos venían señalados por administradores para acudir a lo que se nos ofreciese con sus personas y haciendas.

Documento del Cabildo de Baeza

Sobre los Padres Descalzos Trinitarios

En la muy noble y muy leal y antigua ciudad de Baeza, lunes veintisiete días del mes de noviembre de mil / y seiscientos y seis años, se juntaron a cabildo en las casas del ayuntamiento y la sala de la ciudad de Baeza, conviene a saber / los señores Luis Pacheco de Espinosa, corregidor y justicia mayor de esta dicha ciudad de Baeza con la ciudad de Úbeda y sus tierras por / el rey nuestro señor, Antonio Jurado, Fernán Vázquez de Padilla, don Luis de Nicuesa y Mendoza, don Juan de / Mendoza Valenzuela, don Rodrigo de Quesada, don Gonzalo Lucas de Carvajal, don Luis Quijada, veinticuatros, / Rodrigo del Moral, Lorenzo de Bedmar, Francisco de Godoy, el licenciado Francisco Muñoz, Alberto Marín de Meneses, jurados/. Por ante mí Sancho de Ayala, secretario mayor del cabildo de la dicha ciudad de batidoelli [sic].

Vinieron los señores Diego de Ayala, Alberto de Medina Castro, Blas de Calatrava, veinticuatros /. Pedro Jiménez de Cabrera, secretario mayor del cabildo.

Vinieron los señores Diego de Aranda Montemayor, don Luis de / Robres Benavides, Luis Mateo de Navarrete, don Diego Vela de los Cobos, / don Antonio Perea, veinticuatros.

Vino el señor Francisco González de Toledo, jurado.

Vino el señor don Pedro de Quesada Tavera, veinticuatro.

En este cabildo entró el padre provincial de la orden de los / descalzos de la Santísima Trinidad y dio razón cómo algunos padres / de su orden y hábito vienen a esta ciudad a estudiar en las escuelas de / ella por el grande beneficio y doctrina que de ellas se sacan / para el servicio de Dios Nuestro Señor, que pide a esta ciudad / les ampare y favorezca, y lo mismo para si fundaren conven- / to en la dicha orden, y representó y dijo otras razones, las cuales / entendidas por esta ciudad dijeron que tratarán acerca de ello / y responderán al dicho padre provincial, el cual salió de este / cabildo, y habiéndose salido y tratado y conferido acerca de ello / y que lo que ahora trata el padre provincial es sólo de / dejar alquilar una casa donde

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queden a estudiar en / las escuelas de la universidad de esta ciudad, y entendido por / esta ciudad, se acordó que esta ciudad les ayude y favo- / rezca en todo lo que fuere posible. Se nombra por comisa- / rios a los señores Diego de Ayala y don Rodrigo de Que- / sada, veinticuatros, y el licenciado Francisco Muñoz, jurado, / a los cuales se les da bastante comisión.