ORDEN DE AGUSTINOS RE- COLETOS · 2018. 7. 5. · Roma 10 de Mayo 1918 M. Rdo. P. Fr. P. Fabo del...

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HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RE- COLETOS POR FR. PEDRO FABO DEL CORAZÓN DE MARÍA CRONISTA DE LA MISMA ORDEN TOMO V MADRID IMP. DEL ASILO DE HUÉRFANOS DEL S. C. DE JESÚS CALLE DE JUAN BRAVO, 3 1918

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  • HISTORIA GENERAL DE LA

    ORDEN DE AGUSTINOS RE-COLETOS

    POR FR. PEDRO FABO DEL CORAZÓN

    DE MARÍA

    CRONISTA DE LA MISMA ORDEN

    TOMO V

    MADRID IMP. DEL ASILO DE HUÉRFANOS DEL S. C. DE JESÚS

    CALLE DE JUAN BRAVO, 3 1918

  • A su Eminencia Reverendísima el Señor Cardenal Antonio Vi-co, Obispo de Porto y Santa Rufina, etc., etc., etc., Protec-tor de la Orden de Ermitaños Recoletos de San Agustín

    Eminentísimo Señor: Cuando por el Breve Apostólico Religiosas familias, de fecha

    16 de Septiembre de 1912, nuestra humilde Recolección Agusti-niana fue equiparada a las demás Órdenes Regulares, recibió la singularísima merced de teneros por Cardenal Protector ante la Santa Sede, sin ningún merecimiento por parte de los Agustinos Recoletos, que vieron en ello una medida providencial encamina-da a ofrecer a Vuestra Eminencia ocasión de continuar con mayor solicitud la actuación muy paternal que os habíais dignado ejer-cer primeramente en Colombia, en calidad de Delegado Apostóli-co, y después, como Nuncio de Su Santidad, en España; protec-ción que cada día aumenta para provecho de vuestros protegidos, quienes se han distinguido y se distinguen por su adhesión a las enseñanzas de la Iglesia, por su veneración y amor al Vicario de Jesucristo y por su espíritu de sacrificio evangélico en bien de las almas.

    Obligados, por tanto, con los beneficios que la protección de Vuestra Eminencia les proporciona, y alabando por ello a Dios, dador de todo don perfecto, hacen votos para que la vida de Vues-tra Eminencia se dilate, y después quede vinculada la memoria de vuestra sagrada persona a los destinos de su Historia, donde se venera a los santos y se admira a los sabios, y donde hay una pá-gina especial en blanco para Vuestra Eminencia, por ser el prime-ro de los Cardenales Protectores de que la Recolección, como Orden Regular, ha gozado.

    La continuación de la Historia de esta Familia os pertenece, pues, por fuero de gratitud y por ley de justicia: dignaos aceptar-la.

    Madrid, 28 Abril de 1918.

  • Roma 10 de Mayo 1918

    M. Rdo. P . Fr. P . Fabo de l Corazón

    de María

    Madrid

    Mi rev er endo Padre . Al ac ep tar gus to so e l ob -

    s equio que V . R. me hace dedicándome e l tomo V

    de la “His toria de la Orden de los Agus tinos Re -

    col e tos” , no intento hace r otra cosa que asociar

    mi nombre a una me rito ria publ icac i ón his tóri ca

    que r edundará, así lo e spero , a glo ria de Dios y

    honor de la Orden Recol e ta.

    Fe l ici to a V. R. Su b i en cimentada c ompe ten -

    cia y autoridad en la material as e guran a e s ta

    nueva obra e l é xi to más l isonje ro .

    Quedo de V. R . af fmo S. S.

    † A . Card . Vico

  • INTRODUCCIÓN Pocas veces tan oportuna y convenientemente como ahora brindó libro

    alguno motivos que justificasen un prólogo en que se pusiera el autor en co-municación y al habla con los lectores: como que había ciento setenta y dos años que este volumen debió haber aparecido, continuando la materia de los cuatro antecedentes. La historia de los Agustinos Recoletos, contenida en cuatro tomos que comprenden un siglo de existencia, 1588-1688 años, quedó detenida en el cuarto, estampado el año 1756, y desee entonces hasta la fecha la Recolección Agustiniana estaba como muerta para el mundo histórico, aunque inmortal y gloriosísima en el libro de la vida1. Es la historia, la perpetuidad de lo pasado; luego lo pasado que no se perpetúa en la memoria de los hombres resulta cosa muerta. A esto se refiere, entre otros sentidos, aquel texto de la Sagrada Escritura en que se advierte que las obras buenas deben ser conocidas de los hombres, y aquel otro de que la luz no se esconda debajo del celemín del silencio, so pretexto de una modestia que se inspira en sugestiones del amor propio, o en un concepto falso de ascética, con perjuicio de los intereses colectivos de la Orden Religiosa, la cual, si debe vivir para el cielo, vive para los hombres también, dando a Dios lo que es de Dios y a la historia lo que es de la historia. No escribir la vida de los Religiosos, porque ya está escrita en el cielo, entraña un sofisma.

    Pero bien; ¿cuál es la historia de los Recoletos de San Agustín desarro-llada en los cuatro tomos, cuya continuación ahora comienza? Para dar una idea epilogada, acudimos a un capítulo que figura en nuestro modesto libro Los Aborrecidos 2, advirtiendo que está escrito con estilo y carácter de apolo-gía, por

    1 La Recolección o Descalcez de San Agustín, iniciada por el Venerable P. Fray Tomás a

    Tomé de Jesús en Portugal, fué establecida, por fin, en España en Talavera de la Reina, el año 1589; el Papa Clemente VIII, por su Breve Apostolici muneris, de 11 de Febrero de 1602 la erigió en Provincia religiosa: a 5 de junio de 1621, por el Breve Apostólico Mili-tantis Ecclesiae de Gregorio XV, se constituyó en Congregación, y, finalmente, el Papa Pío X, de santa memoria, a 16 de 1912 dió el Breve Religiosas familias, en cuya virtud esta Congregación fué equiparada a las demás Órdenes regulares; debiendo en adelante su Su-perior ser llamado Prior General de la Orden de Ermitaños Recoletos de San Agustín.

    2 Los Aborrecidos, o en defensade la vida religiosa, por Fr. P. Fabo, Agustino Recoleto, Correspondiente de la Academia Española; de la Real Academia de la Historia; etc. Ma-

    drid, Imp. del Asilo de Huérfanos del S. C. de Jesús, Juan Bravo, 3 – Teléfono S. 198, 1915. Páginas 70 y siguientes.

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS X cuyas páginas no corre la historia, sino el perfume de la historia, es decir,

    la sustancia y quinta esencia de nuestro glorioso pasado. He aquí algunos fragmentos:

    ''El siglo de oro en España produjo manifestaciones grandiosas. Al par que los guerreros extendían su avance de conquistas de mundo en mundo, embrazando el escudo de un valor nunca visto y soñando siempre en el plus ultra de las ascensiones de la fama, y mientras el pensamiento de la sabiduría nacional iba creando constelaciones de sabios que derramaban vivísimas influencias por todos los centros docentes y universidades, pal-pitaba también y ansiaba por ideales de gran perfección religiosa aquella nación española bajo la inspiración de sus místicos incomparables que tra-ducían los pensamientos de Dios con una lengua limpia y sonora. La santi-dad de España tenía que ser fecunda entre las fecundas. Todo ideal de vir-tud recibía en su suelo soberanos incrementos, de modo que si el Concilio Tridentino, oráculo de la iglesia universal, obra en su mayor parte de los teólogos españoles, tenía la cátedra en Roma, el corazón, empero, lo tenía en España. El mundo creía, España amaba; el mundo reformaba sus cos-tumbres, España vivía en un ambiente de fe y santidad heroica.

    Por eso precisamente surgieron en el siglo XVI varias comunidades re-ligiosas que se propusieron coronar las cumbres del Evangelio llevando por ideal un concepto de virtud excelentísimo proveniente de una institu-ción divinamente inspirada. Entre las cuales débese contar la Recolección Agustiniana que brotó y creció en la Iglesia, como los robles en las cum-bres cántabras, teniendo las raíces sobre montañas de hierro y granito, y extendida la opulencia de su ramaje por unos cielos serenos y purísimos.

    Era el siglo de oro también para la Orden de San Agustín. Sus claustros rebosaban de santos; grandezas, triunfos, fórmulas heroicas, tejíanle una corona de luz dándole renombre por su ingenio y su virtud en Salamanca, Alcalá de Henares y dondequiera que apareciese el hábito agustiniano. Su escudo heráldico era un libro y un corazón, síntesis del entendimiento y síntesis del amor. Su tradición era triunfar. Y se superaba a sí misma.

    Entonces produjo la más grande de sus obras: la Recolección. Para per-petuar mejor sus trofeos, para que sus energías históricas no decayesen en las grandes transformaciones de los tiempos y para abrir un proceso de más estricta interpretación a la regla del Legislador de Occidente, San Agustín, dió al mundo esta nueva hija como fruto de solicitud maternal y como prenda de doméstica sabiduría, realizando así un pensamiento de San Pablo, o más bien, cumpliendo la voluntad divina: Reformamini in no-vitate sensus vestri, ut probetis

  • INTRODUCCIÓN XI quid sit voluntas Dei bona et beneplacens et perfecta1. Así, pues, afirma

    que los Agustinos Recoletos nacieron de un organismo enfermo, es un ab-surdo y una calumnia. La Recolección arguye más bien perfección de ori-gen.

    Con efecto, el movimiento de la Orden hacia la perfección religiosa era general en unas y otras naciones, de modo que no pocos Padres de las Pro-vincias de Portugal y de España, habiendo conocido que en Italia florecían varias Recolecciones con espíritu muy ajustado, iban afiliándose a ellas; y con el fin de que en la propia patria hallasen los espíritus escogidos lo que buscaban fuera, ideó el Venerable P. Tomé de Jesús establecer en Portugal conventos reformados, según relata el ilustrísimo Sr. Meneses, religioso agustino y arzobispo de Braga. Dicho P. Tomé, en compañía de aquel va-rón santísimo Fr. Luis de Montoya, a quienes los Padres Jesuitas enviaban novicios para que los formara con el verdadero espíritu de Dios, y en com-pañía de otros muy doctos y gravísimos Padres, amparados por el Rey de Portugal, fundaron un convento de Recolección, que no subsistió largo tiempo por causas muy complejas. Tomé de Jesús, capellán de los ejércitos del infortunado Rey don Sebastián, después de caer cautivo y tolerar tre-mendo martirio en una mazmorra de Marruecos, donde escribió ese tesoro de la literatura portuguesa, Los Trabajos de Jesús, que ha sido vertido a todas las lenguas sabias como monumento de piedad ascética y de galanas formas, murió dejando una idea fundamental sin desarrollo. Once años más tarde, el Padre Aguilar, que, según palabras gráficas de San José de Calasanz, era gran predicador y pequeño de cuerpo, acogió en España el pensamiento, a cuya ejecución inclinó el ánimo del gran Felipe II, hacien-do que este Rey nombrase una Comisión para estudiar el asunto en la que actuó como secretario el santo Fundador de los Escolapios. La Junta pasó a Roma lo actuado, y examinado con madurez, se aprobó llevar a cabo en castilla la Reforma. Llegó el Rvdmo. P. Prior General de Roma a España en 1588 con amplias facultades, y como viese que en estas Provincias de la Orden reinaba un espíritu de heroicas virtudes, habló con Felipe II en con-ferencia habida en el Escorial y convino en que se presentase el proyecto al Capítulo que celebraba aquel año la Provincia de Castilla, de donde sa-lió aprobado y confirmado al año siguiente por el Rvdmo. Prior General. En Talavera se fundó el primer convento. Cuarenta y cuatro Padres, de los más conspicuos, entre los cuales había varios Maestros de Teología, si-guieron inmediataniente el nuevo método de vida. Fr. Luis de León formó, por orden del Prior General, las primeras Constituciones Recoletas, en las cuales un sabe uno qué admirar más, si el espíritu profundamente ascético del legislador, la claridad de concepto unida a una concisión admirable, o el grado de benevolencia con que las escribió aquel soberano ingenio y cumplidísimo religioso.

    1 Ep. Ad Rom., XII.

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XII Tal fué el principio de la Recolección. Perteneció desde su nacimiento

    al pusillus grex del Evangelio, y de ella se puede decir que fué concebida por santos, regulada por sabios y coronada por poetas; por eso su patrimo-nio lo constituyen la virtud, la ciencia y el arte.

    La grande expansión y propagación numérica y geográfica verificada en poco tiempo, testificó la santidad del concepto que encerraba el nuevo Ins-tituto, así como la sazón muy propicia de su aparecimiento. En verdad, por todas las provincias del reino se dilataron sus conventos, y no bastando a su espíritu difusivo la Península toda, se extendió la nueva Familia, antes de medio siglo, por lo que hoy se llama Francia, Portugal, Italia, Alemania, Austria, Filipinas, Japón, Méjico, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Perú, Brasil, Bolivia y otras regiones, dejando dondequiera estela luminosa de progreso moral y material y adquiriendo títulos no menguados en los tor-neos de la santidad, de la ciencia y del patriotismo.

    En Turín patrocinó a los Recoletos el Serenísimo Príncipe Carlos Ma-nuel; en Viena, Fernando II entrególes la capilla imperial; Enrique IV de Borbón, Luis XIII y Luis XIV de Francia, y Estanislao, Rey de Polonia, los acariciaron como elementos de grandeza para su reino, y los hicieron Capellanes de San Fiacro y de Nuestra Señora de las Victorias de París; en Portugal, el Rey don Juan IV y el Príncipe D. Pedro suplicaron al Papa Clemente X que expidiese Letras Apostólicas en favor de estas comunida-des, y en todo el mundo abundaron los conventos de fundación real como garantía y prenda de las bendiciones con que Dios galardonaba desde el cielo los merecimientos de su vivir heroico.

    La literatura hagiográfica, pues constituye una verdadera literatura, de los Agustinos Recoletos, al resultar asombrosa en razón del número y va-lor intrínseco de las obras, no puede resumirse aquí porque en ella se can-tan los triunfos del progreso por millares, la piedad aparece como reina, la caridad, eso que se llama ahora filantropía, grande como el océano, la pu-reza como un cielo estrellado, el sacrificio personal como una escalinata cuajada de pedrerías que conduce a la región de la inmortalidad. Sus cró-nicas son un tesoro inmenso, una como biblia simplificada, que contienen doctrina para todas las situaciones de la vida: en ellas se aprende a adorar a Dios como por deleite, sus letras son como perlas y diamantes, la pluma con que se escribieron debía ser de paloma mojada en las corrientes divi-nas del paraíso, donde se bañan las águilas del amor. Guardan secretos fá-ciles para ser magnánimos, para ser oradores ungidos con espíritu grandi-locuente, para ser consejeros que hablen el lenguaje del triunfo, para ser mártires de la Religión y mártires de la Patria; en sus páginas se dibujan los perfiles más soberanos de toda epopeya, y algunas de ellas producen en el corazón algo así como corrientes sublimes que lo dejan temblando.

    Sin esta hagiografía ignorarían muchos que Fray Luis de León fué más santo que sabio, más piadoso que literato, más humilde que poeta, más pe-nitente que doctor; ni se sabrían las penitencias de los Padres Briones y Ayalas, ni la alta

  • INTRODUCCIÓN XIII contemplación de los Padres de Talavera, ni el angélico vivir de los del

    Desierto de la Viciosa. En ella aparecen como agentes de la cultura reli-giosa y científica muchos individuos a quienes consagró la posteridad alta-res en el templo de la fama, entre otros, el P. Justo del Espíritu Santo, al que las bendiciones de los pobres trasladaron al cielo, y Juan Nicoluci, cu-yo corazón necesitaba vivir en las alturas para que las nieves perpetuas de su alma fuesen barridas por los rayos del Sol divino y se convirtiesen en límpidos arroyos que fecundasen la campiñas de la Iglesia.

    Allí aprende el historiador a agrupar los que tuvieron muerte de héroes, los que jugaron con el Niño Dios los juegos de la infancia, los que platica-ron con María Santísima como con su Madre, los que murieron víctimas de la caridad en los hospitales de apestados, los que acompañaron a Prín-cipes y Monarcas como consejeros, los que hicieron tan múltiples y noto-rios milagros, después de muertos, que bien merecen el honor de los alta-res.

    Es imposible también esbozar esa serie interminable de prohombres que supieron arrancar de las tribus salvajes todo sentimiento de barbarie fun-dando pueblos patriarcales donde antes no se profesaba ni la ley natural: poniendo, donde se veneraba un ídolo grotesco, la cruz redentora; donde se practicaban el infanticidio y el repudio de la mujer, el culto de Jesús recién nacido y la veneración de la Madre divina; donde imperaba la venganza, el precepto del perdón generoso; donde la virginidad era un crimen, el canto apocalíptico de los que siguen de cerca al divino Cordero. De sus anales se desprende, a poco reflexionar, que, si en todo los Recoletos de San Agus-tín han sido admirables, lo fueron mucho más como misioneros. Parece que están llamados por Dios a cristianizar el mundo, no se aviene con el carácter de su educación la barbarie, la degradación, la ignorancia; tratán-dose de misiones están en su centro, tienen un no sé qué sus palabras, que convierten las fieras humanas en hijos de Dios. No temen los naufragios, no les asusta la bestia montaraz, se visten de pieles como los antropófagos, lloran con el triste, talan y roturan bosques, fomentan la agricultura, abren nuevos caminos para la industria y el comercio, y en fin, si se desea cono-cer el desarrollo social de los pueblos catequizados por estos Padres, bús-quense los documentos en las Crónicas Recoletas, donde se marca paso a paso el rumbo de las civilizaciones.

    Como casos demostrativos de lo dicho presentamos al magnánimo, al intrépido P. Fr. Rodrigo de San Miguel, héroe de Zambales, quien, des-pués de fundar varios pueblos en las Islas Filipinas, se internó en el Asia, la recorrió a paso de apóstol, llegó a la India, cruzó la antigua Arabia Feliz, penetró en Persia y Caldea, y en el reino de Odesa logró convertir a veinti-cinco Príncipes al catolicismo y les hizo firmar un documento de adhesión al Romano Pontífice, documento que presentó él mismo al Papa Urbano VIII, quien lo nombró Delegado Apostólico de aquellos países converti-dos.

    Además de las treinta y seis causas de martirio sufrido en Filipinas, apa-recen

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XIV en el Japón dos de Beatos Recoletos sufriendo la muerte por la religión,

    como premio de los catorce mil japoneses que convirtieron, y como prenda de los setenta y ocho mártires, hijos suyos espirituales, que acreditaron con la sangre la alteza de su causa. Cincuenta pueblos de moros redujo a la fe de Cristo y puso bajo la corona de España el P. Agustín de San Pedro. Con motivo de la ocupación de Manila por la armada inglesa, el año 1763, se distinguió tanto otro Recoleto, que no dudó el Gobernador general escribir al Rey lo siguiente: "Se señaló sobre todos en valor marcial, en celo por la honra de Dios y en gloria y honor de vuestras Reales Armas, el Padre pre-dicador Fr. Agustín de San Antonio…, que aterrorizó a los más esforzados capitanes ingleses, a quienes pesó muchas veces quitarle la vida, por ver en él un valor tan marcial y peregrino, que confesaron los enemigos no haberse visto igual hombre en el valor".

    También el istmo de Panamá y varios territorios de América quedaron coloreados con sangre de mártires recoletanos. El P. Fr. Alonso de la Cruz fundó quince pueblos, abrió al comercio un puerto nuevo, redujo a ocho caciques, estableció la agricultura, sometió a doce mil indios, y el premio que recibió en este mundo fué la muerte, alanceado por los mismos a quie-nes sacó de la selva.

    Las yeguadas y vacadas del Sur de Casanare, que constituyen una de las fuentes de riqueza de Colombia, fueron importadas por estos misioneros; fomentaron la industria del algodón y desarrollaron los hilados y tejidos, y después de marcar nuevos rumbos a la navegación fluvial y de civilizar centenares de tribus errantes, ¿no merecerán ni una mención honorífica en la historia que perpetúe la memoria de su heroísmo? Pero es imposible que la huella de aquellos misioneros de ignorado sepulcro desaparezca, y si el tiempo destructor o la propaganda del anticlericalismo llegase a matar la semilla del Evangelio en aquellas pampas, la flor, el ave y la brisa, con lenguaje eterno, cantarán un himno de triunfo a estos hijos de San Agustín.

    Omitimos, como se puede comprender, épocas y asuntos trascendenta-les de historia recoletana, porque el movimiento cinematográfico de las cosas humanas a ello nos constriñe; y así, dejando a un lado su actuación estética y ascética, el prestigio de sus fórmulas de progreso bajo el ritmo soberano de la caridad, los sacrificios y triunfos en el proceso de sus con-quistas en Asia, en el Japón, en América y en Europa, dejando también a un lado el estudio de la heterogénea cohesión de fuerzas vivas que están en su organismo confluyendo todas a la resultante de la dignidad personal en estos tiempos de barajamiento de ideales y de caracteres, nos fijaremos muy de corrida en los méritos científicos y literarios. Recoletos son el gran humanista Fr. Agustín de Santa María, el moralista Juan de Santa Margari-ta y el místico Félix del Espíritu Santo, portugueses; Abraham de Santa Clara, famoso predicador sueco; Enrique Drisio, celebérrimo orador de Bélgica; Angel María de San Felipe, Nicolás de San Juan Bautista, Simón de la Cruz, Octavio de San José, Ambrosio de Santa Gertrudis y Ambrosio de Novilibus, moralistas y filósofos italianos; los célebres controversistas alemanes

  • INTRODUCCIÓN XV Bernardo de Santa Teresa y Miguel de Santa Catalina; los franceses Ja-

    cinto Montargón, Francisco Raffard, Anselmo de París: los poetas inspira-dísimos de Italia Angel Quadrio, Gabriel Bartoli, Pascual Contursi y Bue-naventura Viani; el arquitecto Lorenzo de San Nicolás, y el médico Jeró-nimo de la Ascensión, el acreditado pintor Pedro de San José y el llamado biblioteca animada del siglo XVII, Fr. Andrés de San Nicolás, colombia-no. De los Descalzos españoles no deben citarse ni el polígrafo Fr. Jeróni-mo de Santa María, que hablaba ocho lenguas, de cuya etimología escribió cuatro tomos en folio, ni el académico de la historia Fr. Miguel de Santa Maria, ni otros escritores de fama universal que avaloran y prolongan la gloriosa tradición agustina en el mundo de las letras1.

    Para que no se nos tache de hiperbólicos o que escribimos a bulto, va-mos a citar un testimonio que vale por muchos. El erudito e infatigable bi-bliógrafo Padre Gregorio de Santiago Vela acaba de publicar un volumen en medio folio, de cerca de 800 páginas, titulado Ensayo de una biblioteca Ibero-Americana de la Orden de San Agustín, verdadero templo de la sa-biduría agustiniana, mina enciclopédica de nuestra producción, en donde aduna el autor los datos concernientes a los escritores de España y Améri-ca; y sin embargo de concretarse el Ensayo a estas dos porciones geográfi-cas, comprende el primer tomo desde A basta Ce solamente. ¿Cuántos vo-lúmenes tendrá la obra? ¿Cuándo se acabará de publicar? Pues bien; hace pocos días, como solicitáramos nosotros datos para completar un trabajo que va adelantado y se refiere a una biblioteca similar a la del P. Gregorio, pero exclusivamente recoleta, nos dirigimos a dicho Padre, quien realza sus luces de entendimiento con muchos encantos morales, y nos respondió de esta suerte: "...Con respecto a enviarle nombres y planes de obras de los PP. Recoletos, me pide usted un imposible. Estaría bien y en su punto la súplica si, para cumplirla, sólo se necesitaran unas cuantas cuartillas, pero para satisfacerla se necesitan centenares de centenares, y ya ve usted que esto no es factible, sino obra de varios meses y de mucho trabajo. Permí-tame usted que le diga, por lo tanto, que no me es posible satisfacer su de-seo. Usted no se ha formado idea cabal de los muchos escritores que tienen ustedes, se lo digo con franqueza, y me quedo corto si le digo que la cuarta parte del Ensayo será de Agustinos Recoletos".

    Ahora bien; no se puede en modo alguno reducir todo esto a un artículo fragmentario. Por donde se observará, además, que no debemos hacer tra-bajo de síntesis,

    1 A modo de caso curioso traemos los versos de Lope de Vega en su Prólogo al auto sacra-

    mental titulado: El viaje del alma. (Biblioteca Rivadeneira, tomo 58, pág. 152), en donde se alude a Fr. Cristobal Matías, cantor muy estimado en la corte de los Felipes II y III, que tomó después nuestro hábito en Madrid y fué religioso muy edificante:

    De Cristóbal Matias Madrid dice Que en cantar y llorar fué un Ángel hombre, Porque lloró después de haber cantado; Que si, cantando, mereció a los reyes, A Dios, llorando, mereció descalzo.

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XVI ni trabajo de selección muy especial, sino más bien trabajo de omisión,

    que resultará tanto más meritorio cuanto más se omita; porque así como hay locuacidad que nada dice, hay silencio muy elocuente".

    Tal es la entidad religiosa cuya historia reanudamos después de siglo y medio de interrumpida: historia hermosísima en su conjunto y digna de loa, siquiera tenga lunares en cuanto al modo y procedimientos con que la presen-taron los Cronistas. Examinemos ahora los elementos y el método con que se escribió, y veamos con ánimo sereno y con crítica sometida al frío raciocinio y pasada por el tamiz de la imparcialidad los libros en que tal crónica se con-tiene: Historia General de los Religiosos Descalzos del Orden de los Ermita-ños del Gran Padre y Doctor de la Iglesia San Avgvstin, de la Congregación de España y de las Indias. A la Catholica Magestad del Rey Nvestro Señor, Felipe Qvarto. Por el P. Fr. Andres de S. Nicolas, Hijo de la mesma Congre-gacion, su Coronista, y Rector del Colegio de Alcalá de Henáres. Tomo pri-mero. Desde el año M.D.LXXXVIII, hasta el de M.DC.XX. Dividido en tres decadas. Con Priuilegio. En Madrid, por Andres Garcia de la Iglesia. Año M.DC.LXIV.

    Este primer tomo, de medio folio, de 536 páginas, sin contar los prelimi-nares, la introducción y los índices, abarca los años 1588-1620, más la época inmediata que precedió al establecimiento de nuestra sagrada Reforma. Se estampó el año 1664.

    El segundo tomo, de igual tamaño, de 388 páginas, descontados también los preliminares e índices, es obra del P. Fr. Luis de Jesús, Lector jubilado, Cronista general y Provincial de la Provincia de Castilla, dedicada al Excmo. Señor D. Jaime Francisco de Híjar, Silva, etc., Protector de la Recolección; estampóse en Madrid el año 1681 y contiene la materia historial desde 1621 hasta 1650.

    El volumen tercero, también de medio folio, con 500 páginas, fuera de los índices y preliminares, lleva al frente un trabajo muy erudito y grave, que se titula Adiciones Apologéticas al tomo primero de esta Historia, y lo dejó escrito el V. P. Fr. Diego de Santa Teresa, Lector jubilado, Cronista general, etcétera, etc, y coordinado y añadido por el P. Fr. Pedro de San Francisco de Asís, también Cronista, quien lo dedicó a Nuestra Señora del Pilar. Relata lo sucedido desde el año 1651 hasta el de 1660. Publicóse el año 1741 en Barce-lona. Desde la aparición del tomo segundo hasta la del tercero pasaron 40 años.

    Tiene el tomo cuarto el mismo título, forma, etc., que los anteriores, con 604 páginas, incluidos los índices, pero no los preliminares; fué trabajado por el mismo P. Fr. Pedro de San Francisco de Asís, Cronista General, etc., y de-dicado a San Nicolás de Tolentino, y corre desde el año 1661 hasta el de 1690, impreso en Zaragoza a los 15 años de publicarse el anterior, o sea, el de 1676.

    La materia historial, pues, solamente llega hasta el año 1690, exclusive, y la publicación de los tomos quedó paralizada hace 162 años.

    Empero veamos cuáles son el cuerpo y el alma de esta Historia. La Re-forma

  • INTRODUCCIÓN XVII de la Orden de San Agustín en España, de donde se propagó a Italia,

    Francia, Alemania, Austria, América, etc., creció rápidamente y aumentó sus conventos de una manera muy satisfactoria; como que respondía la institución nueva a una finalidad que la Iglesia y el Estado buscaban y favorecían de consuno. Por lo que respecta a España, durante el primer siglo de su existen-cia se erigieron las siguientes fundaciones:

    Castilla la Nueva

    Madrid. Alcalá de Henares. Toledo. Maqueda. Talavera de la Reina

    Castilla la Vieja

    Valladolid. Salamanca. Nava del Rey. Portillo

    Prov

    inci

    a de

    San

    Agu

    stín

    Extremadura

    La Viciosa. Santa Cruz. Valdefuentes. Xarandilla

    Aragón

    Zaragoza (Convento). Zaragoza (Colegio). Borja. Calatayud. Alagón. Zuera. Huesca. Benabarre

    Valencia Valencia. Caudiel

    Prov

    inci

    a de

    l Pila

    r

    Cataluña Barcelona. Guisona

    Mancha

    Campillo. Toboso Almagro

    Prov

    inci

    a de

    San

    to

    Tom

    ás

    Andalucía

    Granada. Santa Fe. Luque. Sevilla

    Es de notar que, a medida que andaban los años, disminuía o se retardaba la fundación de nuevos conventos: recién establecida la Recolección, hubo verdadero derroche de entusiasmo por parte de pueblos y ciudades para abrir-le las puertas de par en par, de suerte que aun las mismas contradicciones de carácter interno, entre la nueva y antigua Familia, sirvieron para aupar a la nuestra a mayores y más sólidas conquistas. Casi todos estos conventos se fundaron

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XVIII en los primeros cincuenta años; a partir del promedio del siglo XVII, las

    fundaciones fueron dificultándose más y más; la última sucedió el año 1688 en el Campillo de Altobuey, con la que pudo celebrarse el primer Centenario de la Descalcez Agustiniana: desde entonces hasta la fundación de Alfaro en 1820, es decir, en el espacio de 132 años no se efectuó ninguna, aun cuando hubo connatos y proyectos en diversos puntos. Y ¿por qué? No cabe dudar que la aparición de nuestra Reforma, así como la de los Carmelitas, la de los Trinitarios, la de los Franciscanos y Capuchinos, la de los Mercedarios, etc., era fruto legítimo de los Cánones del Concilio de Trento y respondía a un estado de fe y catolicismo muy práctico en que vivían los pueblos, goberna-dos y regidos por Monarcas que patrocinaban a la Iglesia, cuyas medras y esplendor solicitaban tanto como el bienestar civil y militar de sus vasallos. Felipe II y sus inmediatos sucesores tuvieron a la Religión como parte de la razón del Estado, y favorecieron, por lo mismo, el desarrollo de las Ordenes religiosas, y más el de las Reformadas, con tanta piedad como elevación de miras políticas. Dícese que, debido a esto, se multiplicaron excesivamente los conventos, de modo que en casi todos los pueblos, por pequeños que fuesen, había alguno, y en las villas y ciudades tuvieron representación todas y cada una de las Familias religiosas; de aquí que los representantes de la cosa públi-ca comenzaron a poner trabas con un regalismo despótico e influían con la autoridad episcopal para que embarazase la multiplicación de los conventos. Téngase en cuenta que España, en tiempo de Felipe II y III, apenas contaba 11 millones de habitantes.

    Y bien, ¿cuántos Recoletos de San Agustín había en España a fines del siglo XVII? Carecemos de datos para fomar una estadística completa, mas, a juzgar por el número de difuntos, según reglas de la demografía, y a juzgar por algunos apuntes documentales sobre el número de religiosos en ciertas casas, y por la capacidad material de nuestros edificios, conjeturamos que cada convento, aproximadamente, y uno con otro, tendría unos cuarenta indi-viduos, y por consiguiente la Provincia de San Agustín, que era la principal, constaría de unos 500; la de Nuestra Señora del Pilar, de otros tantos, y la de Santo Tomás de Villanueva, de algo más de 300 religiosos: total en España, unos 1.300 conventuales.

    De su modo de vivir darán idea las siguientes reflexiones. Como es muy sabido, la Orden de San Agustín originariamente fué eremítica, de donde nos viene el nombre de Ermitaños, y su fusión fué la santificación propia y la ajena por medio de las prácticas del monacato; después, el Papa Alejandro IV, en tiempos de la gran Unión General, 1256, sacó de los desiertos y eremi-torios a los Hijos de San Agustín y les asignó en las Constituciones nuevas que pudieran también vivir en las ciudades para mayor provecho de los fieles; en lo cual se advierte la gran providencia de Dios que, por medio de sus Vica-rios, encauza y gobierna los destinos de su Iglesia para el reinado de la doc-trina evangélica, puesto que las Comunidades religiosas reciben del Sumo Pontífice no sólo lo

  • INTRODUCCIÓN XIX que tienen, sino lo que son. Surgió, andando los siglos, nuestra Recolec-

    ción y participó, desde sus primeros días, de una vida mixta, en que predomi-naba la aspiración contemplative; conservó los caracteres de mendicante, sin desposeerse de la potestad de tener y administrar bienes temporales, como renunciaron otras Reformas; se entregó principalmente al culto divino, a la salmodia, a la penitencia, a la abstracción de criaturas, pero sin prescindir de la vida apostólica dentro y fuera de España, como lo demuestran las misiones que dió por las montañas de Jaca y por otras partes, así como el ejercicio del púlpito y confesonario en las ciudades y pueblos, sin renunciar en absoluto a las cátedras y títulos honoríficos y a la publicación de libros, si bien su ideal era siempre de humildad, como más característico y propio.

    Así se explica que nuestros edificios se situaran en las afueras y casi en despoblado, para lograr mejor los supradichos ideales. Por institución y por vocación, los Recoletos deben ser humildes. Aspirar al boato y a la ostenta-ción, aunque sea con buenos fines, es aspirar ambiente ajeno. Dentro de nues-tro Instituto cabe todo, santificado con la unción misteriosa del pusillus grex del Evangelio. Lo cual se vió cumplido perfectamente aun en el detalle de la ubicación de los edificios de que venimos hablando, pues, habiendo sido eri-gidos en los suburbios por espíritu de humildad, fueron llamando hacia sí y atrayendo el ensanche urbano de forma que aquellos sitios hoy son los barrios más concurridos y aristocráticos, y su mayor hermosura; sirvan de ejemplo el Paseo de Recoletos de Madrid, el Paseo de la Rambla, Santa Mónica, en Barcelona, la Sevilla elegante y urbanizada que se asoma al Guadalquivir por la parte del Pópulo, la Valencia industrial y rica que se baña en el Turia por la Plaza del antiguo Murviedro, los enjardinados boulevares de Valladolid hacia Campo Grande, el barrio de La Candelaria, que, por lo higiénico y tranquilo, constituye el encanto de las viviendas linajudas de Bogotá, el convento de San Sebastián en Manila, que se rodea de edificaciones a la moderna con primor y gentileza, y otros que omitimos por no alargar la lista de los ejem-plos.

    Importa también que discurramos con la memoria por el género de vida que nuestros antepasados llevaron en la Península, tan distinto del nuestro. Consagrados casi por entero al esplendor del Oficio divino y del culto en nuestros templos, desarrollábase su vivir muy tranquilo, uniforme, conven-tual, contemplativo. Lo pedía así el medio ambiente de aquella época cristia-na y de acendrado ascetismo y aquella fe robusta de los españoles, tan patrio-tas como piadosos, tan valientes como sumisos a la voz de Dios, que estima-ban en lo que vale la intervención de lo sobrenatural en el desarrollo de la vida humana, sirviéndose de las Comunidades religiosas para sus relaciones más íntimas con la vida de la gracia, por medio de la plegaria, de la peniten-cia y de los méritos de la perfección evangélica atesorados en los conventos.

    Y del altar comían los que servían al altar. Hoy día, que España ha cam-biado tanto, no se comprende la existencia de aquellas numerosas Comunida-des

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XX sostenidas por la fe y por la hidalguía de los cristianos; y aun acaso haya

    espíritus que, además de no saber situarse, por ignorancia, en el verdadero punto histórico de vista para estudiar aquella época, estén contagiados, por malicia, de lo que se ha llamado americanismo, es decir, de aquella tendencia condenada por el Papa León XIII, de feliz memoria, que há medio siglo do-minó en Norte América principalmente, según la cual, la vida activa de las Comunidades es mejor que la contemplativa y que la salmodia, la abstracción de criaturas y los varios medios exteriores de santificación que los grandes místicos enseñaron, deben posponerse, por anticuados y por inoportunos, a esos otros más conformes al movimiento de las sociedades modernas. No improbemos aquella suerte de vida. Los antiguos conventuales respondían a una necesidad de gloriosísimos tiempos. Hoy, por desgracia, ya que la socie-dad ha degenerado de sus principios, tenemos que cambiar de método, pero no osemos manchar, ni con el pensamiento, la historia pasada; aspiremos a otros rumbos, pero lamentando dejar el primitivo. ''¿Es acaso, escribíamos en una ocasión1, menos útil, menos meritoria o menos santa la meditación de los frailes y monjas en el convento que el magisterio escolar en los Colegios? Es más poderosa el arma del ejercicio de la caridad y beneficencia hacia la humanidad doliente que el arma de la virtud contemplativa escondida entre los muros cerrados de un convento? El que lo afirme milita en las filas de la escuela moderna, descreída y mañosa. Todas las Comunidades son buenas y santas; pero prostituir el nombre de los Regulares para enaltecer el de los Re-ligiosos Seculares es un amaño del espíritu de la mentira. Fenecen de hambre esas pobrecitas almas encerradas en los claustros y se las mira como seres desgraciados, poco útiles y tal vez innecesarios en la sociedad. ¿Por qué? Porque el liberalismo intenta quitar de sobre la faz de la tierra la primitiva y más perfecta representación del Evangelio para que, socavada su base, logre destruir con facilidad lo restante del edificio católico".

    Pero, bien; ni aun por este lado tienen ni sombra de inculpación nuestros conventos peninsulares, por cuanto de ellos salió, como el aroma de la flor, como el rayo luminoso del foco, una Provincia eminentemente apostólica, la de San Nicolás de Tolentino, que por las Islas Filipinas, por Méjico y por el Japón obró milagros de actividad con elogio de propios y extraños; y de los conventos peninsulares partieron también a Colombia individuos que vigori-zaron la más humilde de las Provincias, la de la Candelaria, para demostra-ción de que no consiste la victoria en el poder del brazo robusto, sino en la fortaleza que de lo Alto viene.

    La flor y nata de la Congregación pasaba a Ultramar, y aquel espíritu conventual de oración, penitencia y sosiego ingeríase en la vida misionera como savia divina, para dar frutos de una vida nueva tanto más gloriosa cuán-to más heroica. Y esta Provincia, así formada, al mismo tiempo que cumplía

    1 Los Aborrecidos, Introd.

  • INTRODUCCIÓN XXI una misión altísima conocida de todos, ocultaba un deignio altísimo tam-

    bién, conocido únicamente de Dios, que lo revelaría en la plenitud de los tiempos. Dió la Recolección a Dios, a modo de sacrificio, lo mejor de sus Hijos; Dios, empero, al aceptar la ofrenda, guardóla en los arcanos de lo por venir, para devolvérsela, depurada y riquísima, cuando los hombres intenta-sen barrer del mundo hasta sus huellas. La Congregación formó la Provincia, y, en premio, Dios hizo que la Provincia no sólo impidiese la muerte de la Congregación, sino que esta Congregación surgiera Orden religiosa completa, en el sentido más genuino de la palabra. ¡Así galardona el cielo los sacrifi-cios!

    Otro punto digno de estudio: la fundación y desarrollo de la Provincia de Nuestra Señora de la Candelaria. Hay un contraste muy notable entre ésta y la de San Nicolás. Siendo entrambas hermanas y ultramarinas, ¿en qué consiste la diferencia en cuanto al grado de prosperidad material y número de indivi-duos que alcanzaron? ¿Qué causas intervinieron en esto? Examinemos y pe-netremos las concausas del distinto desenvolvimiento que lograron ambas Provincias. Los Recoletos americanos en primer lugar provinieron de sí mis-mos, es decir, el movimiento de Reforma verificado en Colombia, en el seno de la Provincia de Nuestra Señora de Gracia, dió por resultado la fundación de algunos conventos descalzos, cuyo origen y primer foco residió en El De-sierto de la Candelaria, no como derivación del movimiento iniciado en la Provincia de Castilla, sino del primitivo llevado a cabo en Portugal por el V. Padre Tomé de Jesús; de manera que, aunque la Recolección no hubiera reto-ñado en Castilla, hubiera aparecido en aquella región de la América Española. Fué el V. P. Fr. Mateo Delgado de los Angeles quien, meditando en los ensa-yos hechos en Portugal, logró, el año 1602, en unión del V. P. Provincial Fr. Vicente Mallol, y otros muy doctos y devotos religiosos, establecer en El De-sierto una vida muy austera al tenor de la primitiva observancia agustiniana, si bien muy pronto, como tuviesen conocimiento aquellos venerables Padres de que en la Península se dilataba fecunda y muy santa la Recolección, pidie-ron las Constituciones dadas por Fr. Luis de León y las aceptaron y cumplie-ron como propias. Pero sucedió que aquella naciente y tierna Familia Recole-ta sufrió de parte de la Provincia de Gracia tanto o más que lo que padeció la Recolección en Castilla por idénticas causas y muy parecidos procedimientos, y, por consiguiente, hubo de luchar mucho, no sólo por aumentar el número de conventos, sino aun por conservar el derecho a la vida que le negaban los religiosos de la Provincia de Gracia, a la cual siguieron perteneciendo hasta el año 1629, en que la Santidad de Urbano VIII, por el Breve Universalis Eccle-siae, los incorporó a la Congregación de España e Indias. ¡Feliz providencia! De no haberse agregado a los Recoletos de España, aquella Recolección ame-ricana hubiera sucumbido para siempre. Los conventos fueron gobernados desde entonces en forma de Comisaría; y, por fin, formóse Provincia comple-ta el año 1660.

    Por lo visto, el nacimiento y crecimiento de la de la Candelaria entrañó dificultdes

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXII capaces, no ya de quitarle la lozanía, pero también de arruinarla apresu-

    radamente. Y, por este respecto, no hay duda que los comienzos de la Provin-cia de Filipinas comparados con éstos, fueron muy más propicios, porque mientras los Recoletos en el Archipiélago iban viento en popa estableciendo y desenvolviendo su modo de vivir, los de América tenían que resolver el pro-blema de vida o muerte, entregados a sus propias energías.

    Fuera de esto, es fuerza distinguir tiempos, circunstancias y países. Des-de luego estableceremos como base de todo una estadística o censo de los individuos que las componían en los siglos pasados, para lo cual conviene situar el punto de mirada en el año 1834, en que por razón numérica la Con-gregación había llegado a su desarrollo máximo. Según los estados de la Pro-vincia de San Nicolás, en dicho año componíanla 87 religiosos; la Provincia de la Candelaria acaso no llegaba a tener un centenar.

    Más aún; sabido es que la Provincia de San Nicolás los recibió casi todos de las Provincias de España, y la de la Candelaria los formó ella sola porque de España no le enviaron casi ninguno. La estadística tiene enseñanzas verda-deras cuando se puntualizan las circunstancias de lugar, tiempo, etc. Para sa-ber qué país ha sido más fecundo en vocaciones religiosas hay que parango-nar el número de profesiones que dieron los noviciados de Filipinas y los no-viciados de la Candelaria; hay que anotar el número de habitantes del archi-piélago y el número de habitantes de aquella porción Americana; se necesita marcar el linaje de vida a que se dedicaron los unos y los otros, y así resulta-rán consecuencias lógicas. Los profesos en Manila ascienden solamente a 115, resultando los demás miembros de aquella Provincia prohijados; en cambio, los hijos de la Candelaria casi todos probaron su vocación en el terri-torio colonial.

    Por lo que toca a número de habitantes en Colombia, conste que el censo levantado en 1810, o sea, poco antes de dejar de ser colonia española, daba la suma de un millón de habitantes, entre indígenas y de sangre europea. ¿Cuán-tos habitantes tendría en las épocas anteriores? ¿Cuantos en el siglo XVI y XVII? A la verdad, que si llegó a tener en estos siglos medio millón de habi-tantes civilizados y por civilizar, es cosa que se podría afirmar como exenta de dudas. En cambio, Filipinas estaría habitado por tres veces más de habitan-tes, por lo menos. Viniendo a otras circunstancias tenemos que la santa Pro-vincia de Filipinas no tenía que construir conventos y colegios para la educa-ción de los jóvenes, sino que iban casi todos de España con la carrera con-cluida y luego al punto poníanse al servicio de los ministerios, al contrario de la Candelaria, que tuvo que comenzar por hacer edificios y gastar tiempo y dinero en disponer a los sacerdotes, cuyo número a duras penas bastaba para atender a la marcha de las mismas casas de educación, sin poder disponer de personal para enviarlo a ensanchar el radio de las pobres misiones adquiridas, y mucho menos para encargarse de nuevas. Y para atender a los colegios, ¿de qué bienes temporales disponían las casas de Colombia? De las limosnas que podían

  • INTRODUCCIÓN XXIII venir de la piedad de medio milIón de almas distribuidas en 1'330.875 ki-

    lómetros cuadrados, o sea, en una superficie casi dos veces y media mayor que la de España. (Dicc. Salvat.)

    Cierto es que, haciendo un esfuerzo grande, sacó de Cartagena tres Reli-giosos que se encargaron de las misiones del Darién y Uraba, pero ya sabe-mos que los tres primeros fueron sacrificados gloriosamente con el martirio. Después ensayó la Provincia otras misiones en Casanare, pero el Estado colo-nial no ayudó con subvención, limosna o sueldo, y además Casanare tiene 6 millones de hectáreas de territorio y, si hoy está habitado por 14.000 habitan-tes, entre salvajes y civilizados, apenas 7.000 almas tendría entonces. ¿Qué desarrollo moral ni material cabe en una empresa que descansa en bases tan menguadas y bravías?

    Y ¿por qué no pasaban de España misioneros a los conventos de Tierra Firme? Conjeturamos que, entre otras razones, porque dada la situación de entonces el Gobierno español, comprendiendo que en Filipinas el elemento misionero equivalía a un ejército y a una fuerza de expansión colonial muy grande, con los cuales estaban garantidas la seguridad y prosperidad del ar-chipiélago, costeaba muy de grado los gastos de viaje de las misiones, y en los ministerios se les retribuía siquiera fuese muy módicamente a los religio-sos mientras que la inmigración seglar la encauzaba hacia Sur América, y después a Cuba y Puerto Rico, siendo esta la explicación del por qué existe tanta sangre española en el Nuevo Mundo, y en Filipinas casi nada. La aper-tura del canal de Suez facilitó la emigración a Filipinas, pero los Gobiernos siguieron encauzándola hacia las Antillas, que estaban cerca.

    Ahora bien; careciendo la Provincia de la Candelaria de individuos, de ambiente y de dinero para conducirlos de España, explícase con facilidad que no se afiliasen a ella ni por cuenta propia ni del Estado, y así, aquellos con-ventos llevaban vida tan lánguida, que es obra milagrosa de la Providencia el que pudiesen subsistir en América por tres siglos unas comunidades entrega-das a su propia suerte.

    Para remediar, en parte, tan lastimera situación, hubieron de imitar a la Provincia hermana en establecer haciendas, pero no olvidemos que las haciendas de Filipinas datan de mediados del siglo XVIII (1749); por lo cual, afirma el P. Fr. Fidel de Blas de la Asunción1, ''como en los dos primeros siglos de nuestra permanencia en Filipinas los gastos se reducían a la conser-vación de nuestros conventos y manutención de los pocos religiosos que en ellos vivían, ya que los empleados en la cura de almas comían de su trabajo en el Ministerio, en España, por otra parte, no teníamos Casas a que atender y el católico Gobierno se encargaba de pagar los viajes de los Misioneros que se alistaban para

    1 Labor evangélica de los Padres Agustinos Recoletos en las islas Filipinas expuesta en cua-

    dros estadísticos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, por el M. R. P. ex Provincial Fr. Greg. Fidel de Blas de la Asunción. Segunda edición, corregida y aumentada, del "Es-tado general de dicha Provincia'', escrito por el mismo e impreso en Manila el año 1882 por mandato y con la aprobación de sus Superiores. Zaragoza. Establecimiento tipográfico de Pedro Carra, Plaza del Pilar, Pasaje, números 14, 15 y 16, 1910. Página 54.

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXIV Filipinas, nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino llegó a formar

    en el territorio de Cavite-viejo, Imus y Bacoor una Estancia de considerables proporciones, y nuestro convento de Manila, a la vez, otra contigua en terre-nos de Munting-lupa y San Pedro de Tunazán, aunque menos importante que la primera. En todo el tiempo referido producían muy poco las tales fincas, porque eran terrenos a roturar y apenas había en ellos brazos hábiles que se dedicasen a su cultivo: pero no siéndonos su producto de gran necesidad, co-mo hemos dicho, todo cuanto de ellas se sacaba lo empleábamos en mejorar-las, haciendo grandes presas en los barrancos para el depósito de aguas y lar-gos túneles y canales para el riego".

    Los Agustinos Recoletos de América imitaron a los de Filipinas, pero corno se ve, las circunstancias eran muy distintas, y además las pequeñas haciendas fundadas por aquéllos se soliviantaron grandemente con la guerra de la independencia americana y se arruinaron del todo, como confiscadas por el Gobierno a mediados del siglo XIX con el triunfo violento del liberalismo.

    En resumen, la Provincia de la Candelaria se formó y vivió con sus ele-mentos propios; no fué Provincia misionera sino conventual como lo fueron las de España; y si ensayó en el Istmo de Panamá misiones vivas con tres religiosos, las misiones acabaron con el martirio de estos mismos, y si sostu-vo misiones en Casanare, dedicó solamente dos o tres religiosos, excepto en los últimos años que llegó a dedicar siete u ocho; no desarrolló vida de minis-terios o curatos en aquel país colonial de inmensa superficie sin vías de co-municación y con escasísimos habitantes porque apenas pudo crear personal suficiente para sostener las seis casas conventuales y colegiales que fundara. Por consiguiente, en vista de ello, bien pudo exclamar aquella Provincia con el Profeta1: Misericordiae Domini quia non sumus consumpti.

    Examinados los miembros integrantes de la Congregación en su parte vi-tal y analizados los valores constitutivos de las Provincias de Indias y sus relaciones recíprocas, salta a la vista que su historia está formada por una mezcla de ascetismo y de apostolado activo en que predomina lo primero. Y así debe ser ora por fuero de la misma institución, que es recoleta, ora tam-bién porque en el número de los miembros integrantes sobrepujaban los con-ventuales a los otros, y por lo mismo se comprende que esta historia se reduz-ca a recontar y biografiar individuos aventajados, más por su virtud que por sus letras, celo apostólico, literatura y ciencias, o actuación docente en los colegios seculares; ocupaciones éstas no excluidas ni menos prohibidas por nuestras leyes, pero tampoco recomendadas con entusiasmo porque no eran partes del programa de nuestra vida reformada. Por eso son tanto más dignas de alabanza y llenas de merecimiento

    1 Thren. III, 22.

  • INTRODUCCIÓN XXV las empresas recoletanas en el campo de las misiones y en el estudio de

    las letras, cuanto más espontáneas, de supererogación y más reveladoras de su espíritu, que se manifiesta múltiple, fecundo y como rebosante de celo por la gloria de Dios, a cuyo servicio consagran todo su ser individual y colectivo.

    Así, pues, afear a nuestros antiguos Cronistas el que nos den en sus li-bros, de preferencia, biografías de varones contemplativos, austeros, peniten-tes, en una palabra, santos, y que hablen poco de otras manifestaciones de la personalidad humana en relación con las ciencias y con vida social, es pedir inconsecuencias, trastrocar los tiempos, confundir el espíritu de las leyes constitucionales y no meditar en el desarrollo de los ideales que las colectivi-dades religiosas van sufriendo en contacto con la sociedad y bajo la próvida bendición de la Iglesia, depositaria de los designios de nuestro Señor Jesucris-to. Queden para otras historias y para otras Religiones los triunfos en las Uni-versidades y Colegios, el brillante apostolado por las ciudades, las grandes conquistas civilizadoras por las cinco partes del mundo, los infolios teológi-cos y científicos en que se condensa el saber humano, pero los Cronistas de la Recolección no debían ni podían elaborar sus obras sino con retratos y ejem-plos de religiosos conventuales y eminentemente consagrados a la santifica-ción por las vías de la piedad, la oración y el sacrificio personal en bien pro-pio y de las almas. Los que escriban nuestra historia de los siglos XIX y XX tendrán otros materiales y otros tiempos, pero los de los siglos XVII y XVIII aprovechan la materia que tienen a las manos.

    Pero como la imparcialidad de criterio sea buena, y así como no parece justo que exijamos a los antiguos tales cosas, tenemos en cambio, derecho, eso sí, a analizar los procedimientos de ejecución que emplearon, y a rectifi-car lo que nos pareciere inaceptable. Nuestra Historia está escrita por años y con rigor cronológico, de manera que mejor que Crónicas merece el nombre de Anales; tal método nos parece útil y acaso el único practicable entre noso-tros; el geográfico, el étnico o los otros adoptados según la índole, la exten-sión y la intensidad de los sucesos, no caben sin grandes dificultades y sin menoscabo de la misma historia. Lo que nosotros, valga nuestro muy falible entender particular, reputamos deficiente y digno de reparos, es el criterio que gobernó sus pluma al relatar las fundaciones de los conventos, el estableci-miento y progreso de las empresas misionistas y la vida de los religiosos; aunque más bien era defecto de los tiempos. Con sólo ver las portadas de los cuatro volúmenes, en que se declara la fecha de su publicación, y las décadas que cada uno contiene, se vendrá en conocimiento de que la historia de las fundaciones de Ias casas no se detalló porque no entraba en los marcos prefi-jados por los Cronistas. Concrétanse a decir en qué año se erigió y quién fué el iniciador del nuevo convento, omitiendo las diligencias hechas para el es-tablecimiento del mismo, el curso del desarrollo del edificio material y moral, las causas de su mayor o menor alcance, etc., etc., si interviene alguna causa, al parecer miIagroa, que entonces la particularizan con lujo de detalles. Díga-se lo propio relativamente al curso de nuestras misiones en América y Filipi-nas.

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXVI Es de notar que unos a otros se corrigen y amplían en la parte biográfica;

    mas, tratándose de otros asuntos nada añaden los continuadores de la Histo-ria. ¿Sería que carecían de datos? Entendemos que no. Así como no carecían de los primeros elementos, disponían de los segundos. Vamos a reproducir unas notas pertenecientes a varias casas, en comprobación de nuestro aserto, y también para que sirvan de acicate y estímulo de búsquedas e investigacio-nes ulteriores. En primer lugar ponemos algunos de los materiales que todavía se conservan en el archivo de la Delegación de Hacienda de Barcelona:

    "57. Libro del convento de Agustinos Descalzos de Santa Mónica. 58. Libro de íntimos y luiciones de censales del convento de Santa Mónica. 59. Libro de recibos del convento de Santa Mónica. 60. Libro de recibo de la administración de las misas de Dña. Maximiliana

    de Broclot y otras. Agust. Recoletos. 61. Libro de colectoría de misas y descargo encomendadas a los Agustinos

    Recoletos de Sta. Mónica. 1808. 62. Libro de recibo de misas, tomo I. (Agust. Recolet. de Sta. Mónica.) 67. Libro de fundaciones de misas y obras pías del convento de Agust. Re-

    coletos de Santa Mónica. 105. Libro de entradas y salidas desde 1620 (Recoletos.). 130. Llevador de la renta del convento de N. Me. Sta. Mónica. 1650. 135. Llevador de las rentas del convento de Santa Mónica hecho en 18 de

    Agosto de 1689. 137. Libro de los religiosos que han muerto en este convento de Sta. Mónica

    de Barcelona. 145. Noticia de los novicios que tomaron el hábito en el convento de Santa

    Mónica. Comenzóse en 1735. 150. Llevador o Lumen domus del convento de Santa Mónica, 1754, siendo

    Prior el V. P. Fr. Miguel de. la Vir. del Carmen. 154. Libro de recibo del convento de Santa Mónica. 1788. 155. Libro de consultas del convento de Santa Mónica. 1784. 156. Libro de informaciones. Torno II 1670-1719 (Agust. Recol.) 157. Id. de Id. Tom. III. 1720-1729. 158. Id. de Id. Tom. IV. 1730-1739. 159. Id. de Id. Tom. V. 1740-1759. 160. Id. de Id. Tom. VI 1760-1767. 161. Adquisiciones o fundaciones. Torn. 4.º Colección importante de escritu-

    ras auténticas. 162. Adquisiciones... Tomo 6.º Id. de Id. 163. Adquisiciones... Tomo 7.º Id. de Id. 164. Libro de recibo del convento de Sta. Mónica, comenzado en 27 de Fe-

    brero de 1761, siendo Prior el P. Lec. Jub. Fr. Manuel de Sto. Tomás de Villanueva.

  • INTRODUCCIÓN XXVII 165. Libro de misas fundadas en este convento de Sta. Mónica, año 1719,

    con notas de algunas fundaciones. 166. Casas del convento de Sta. Mónica. Llevador de gastos y recibos. 167. Libro del estado de este convento de Agustinos Descalzos de Santa

    Mónica. Comenzóse en 20 de Marzo de 1634. Por otro nombre Lucero. 168. Libro de misas del convento de Sta. Mónica desde 1.º de Mayo de 1768. 169. Copia del libro del estado del convento de Sta. Mónica de Barcelona.

    1758. 170. Libro de misas cantadas y rezadas del convento de Sta. Mónica. 1763. 172. Libro de recibos de los males y cargas que paga este convento de Santa

    Mónica en cada año. 1696". Esta es la lista de los documentos relacionados con el convento del Cam-

    pillo que se guardaban en nuestro archivo general, y hoy se consideran perdi-dos para siempre, conviene a saber:

    "1 Dos poderes que dió la villa para solicitar la fundación de nuestro con-vento.

    2 Escritura de cesión que hizo este convento de mil reales vellón, de que había hecho donativo la Cofradía de la Sangre de Cristo.

    3 Escritura de obligación que hizo el Definitorio General a favor de este convento, si saliese fallida parte de la congrua.

    4 Breve de Inocencio XI que declara no oponerse la fundación de este convento a las Letras dadas en favor de los religiosos franciscanos.

    5 Escritura de capitulaciones, aprobación del rey y licencia o provisión para fundar este convento.

    6 Licencia del Ordinario; carta del Provisor; posesión de la Ermita, al-hajas y hacienda que tenía y circunstancias que concurrieron.

    7 Provisión real para que la villa del Campillo pague treinta ducados del presupuesto de la Cuaresma.

    8 Mandato del Nuncio contra D. Antonio de Peralta, Cura de esta villa, para que no pueda encomendar sermón alguno a predicador de otra reli-gión.

    9 Licencia del Sr. Obispo de Cuenca para tener oratorio en la hacienda de Matallana".

    Ahora pongamos los libros perdidos del Archivo conventual de Va-lencia:

    – "Libro de consultas antiguo, en cuarto, retirado en 1633. – Libro de consultas que comienza en 1633 y acaba en 1724. – Libro de consultas que comienza en 1725. – Libro de los que vistieron el hábito desde 20 de Junio de 1685 hasta 21

    de Noviembre de 1759. –Otro de ídem que comienza en el folio 89 y año 1650, pero desde el primer folio hasta el 89 es de profesiones, desde el año 1604 hasta 1640. – Libro de profesiones desde 20 de Junio de 1643 hasta 9 de Septiembre

    de 1719. –

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXVIII Libro de profesiones, desde 30 de Septiembre de 1719 hasta 8 de Marzo de

    1765. – Libro de Difuntos que comienza en 1633. – Libro de Difuntos que comienza en 1721".

    De estos y de otros documentos omitidos puede sacarse la consecuencia de que nuestros antecesores tuvieron materia histórica y que no la aprovecha-ron en su totalidad, porque, digámoslo de una vez, no se propusieron escribir historia, sino Crónicas, o con más propiedad todavía, una serie de libros de lecturas edificantes; libros que, vistos desde tal punto de vista, merecen gran respeto y estima en cuanto al fondo de los asuntos, aun cuando no tanto rela-tivamente a la forma. Bien está que se publiquen obras de esta naturaleza; muy bien que se proporcione a los hijos del claustro modelos gloriosísimos y nobilísimos, que fomenten la piedad y el bien obrar dentro y fuera de los con-ventos, que lleven como de la mano a las deliciosas mansiones de la virtud, que hablen el lenguaje poderoso del ejemplo; empero, ensalzar estos libros como modelos de historia de una Religión no lo reputamos ni exacto ni con-veniente. Y ¿qué mucho si aun las mismas biografías o vidas que nos ofrecen quedan destituidas de algunos aspectos necesarios dentro de la realidad de las cosas? Esa tendencia muy marcada a suprimir fechas, lugares y circunstan-cias, de tal modo, que en el espacio de varias páginas no se encuentran sino períodos panegiristas y reflexiones, delatan a ojos vistas los propósitos suyos, o sea, que escribían algo así como meditaciones piadosas sobre personajes históricos, más que historia de los personajes mismos.

    Por lo demás, era lo que privaba entonces entre los autores de los tan fa-mosos y hoy vilipendiados cronicones que de estas materias trataban; y por consiguiente, no pudieron librarse nuestros autores de la tendencia a suprimir fechas y lugares, supresión que tenía por objeto que lo absorbiese todo el hecho ascético, y el hecho ascético en cuanto entrañaba una enseñanza de índole espiritual, tanto más completo, según ellos, cuanto más careciese de circunstancias y accidentes relacionados con la materia. ¡Lástima que se es-cribiesen con sobrados comentarios los hechos edificantes de los religiosos y languidezca la narración y se epilogue en cuatro palabras la fundación de nuestras casas y su material desarrollo! No los culpamos, pues, ya que de semejante manera de historiar adolece la mayoría de los predecesores y de sus contemporáneos, como puede verse en sus respectivas historias; por ejemplo, las obras de los religiosos Hauberto, Argáiz, Aguilar del Portillo, Zamora, Román de la Higuera el candoroso, escritor de hechos milagrosos P. Portoca-rrero y otros que sería prolijo enumerar, y pueden verse citados en Historia crítica de los falsos cronicones de Godoy y Alcántara, obra premiada en 1868 por la Real Academia de la Historia, y escrita en sentido ortodoxo, así como en la Censura de historiadores fabulosos por el diligente Mayans. ¡Es que los Manriques, los Marianas, los Sandovale3s, los Flórez, los Ricos, los Feijoos, los Islas, fueron tan pocos que no pudieron contener la

  • INTRODUCCIÓN XXIX corriente! Y no podían substraerse del todo nuestros Cronistas al gusto de

    la época, pues era tan fuerte, que, al decir del mismo Godoy Alcántara, pág. 2, desde fines del siglo XVI "apenas hay ciudad ni aldea que no cuente favo-recidos del cielo, que obren milagros, conversen con los bienaventurados, lleven sagrados estigmas y den ejemplo de todo género de austeridades y mortificaciones…" Y más adelante, pág. 7. especifica: "El hallazgo de reli-quias era demasiado frecuente en aquellos tiempos, y los que conocieron la falsedad, no osando ponerse de frente con la opinión, que lo aceptaba como verdadero, o guardaron silencio o manifestaron la suya de una manera embo-zada e indirecta". He aquí la explicación verdadera porque cuando la costum-bre errónea ha llegado a encarnarse en el organismo de las sociedades es im-posible destruirla de repente. ¡Cuánto tuvo que sufrir el P. Flórez, por ejem-plo, por ser veraz e independiente de criterio! "No es posible descuajarla, añade el citado autor, sin desconsolar y perturbar almas creyentes: el P. Fló-rez acepta la verdad, la patrocina y no retrocede para sacarla a salvo ante las más heroicas resoluciones''.

    Y ahora, es claro, quéjanse de tales defectos cuantos intentan reconstituir las Historias, documentarlas, como hoy se dice, y criticarlas para exhibirlas tal cual son en sí, sin atenuaciones y sin otorgarles más o menos valor que el que se desprende de los hechos reales.

    Lo triste es que, si quisiéremos hacer una edición crítica de los cuatro tomos primeros, gran trabajo costará anotar, explicar, rectificar, expurgar no pocos sucesos en ellos contenidos, y añadir otros para su mejor inteligencia y hermosura; y demandará trabajo porque las fuentes de infonmación no han de deparar todos los hallazgos que hemos menester para tan gigante empresa, a cuya ejecución contribuiremos poniendo como apéndices en los tomos si-guientes algunas piezas documentales que en los archivos hemos topado.

    ¡Es el concepto que hoy los escritores han de la realidad objetiva de la historia tan diferente del que se tenía en los siglos pasados! Los conocimien-tos auxiliares de la Historia y de la Crítica, la Metodología, la Heurística, los cánones que la Diplomática estatuye, la Geografía histórica y la Cronología aunadas fuerzan al que escribe sobre lo pasado a convertir la atención, toda la atención, hacia la autenticidad de las pruebas monumentales y documentales, a fin de que la interpretación de los hechos sea genuina, y no la imagen subje-tiva que cada historiador o cada generación se forma a su capricho y según los gustos, conocimientos y costumbres de la época, sino la expresión fiel, en cuanto es posible, de toda la realidad de la vida. Los argumentos subjetivos, las afirmaciones indocumentadas o que descansan en tal cual parecer, origi-nado de los archivos que llamaremos psicológicos, valdrán para formar cuen-tos de color de rosa o del color del cristal con que se mira, pero nunca lleva-rán el sello de la evidencia que exigen hoy los comentaristas de los libros clásicos o los historiadores que trabajan por sentar sus relatos y la crítica de los mismos sobre fundamentos seguros.

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXX El buen historiador debe profesar una especie de escepticismo racional:

    la desconfianza en historia es preciosa regla de hermenéutica y garantía de acierto. Consiste la perfección en traer los hechos plena, copiosa, verdadera y escrupulosamente. Y siendo esto así, ¿cómo no dudar de muchas cosas que se han llamado verdaderas? Con efecto, se necesita emplear todas las energías en la revisión para analizar y comprobar el valor demostrativo de los proce-dimientos con que se nos han transmitido los hechos. Intuitivamente conoce-mos lo presente; las verdades abstractas conocémoslas por el raciocinio, mas lo pasado, ¿cómo podemos conocerlo? Por los monumentos, diplomas, afir-maciones y deducciones generales, que son el resultado de la intuición y re-flexión de las generaciones pasadas. No incluímos la inducción como prueba demostrativa porque, tratándose de materias que caen bajo el libre albedrío, de la sicología y de las ciencias morales, no evidencia nada, sino constituye mayor o menor grado de probabilidad. Pues si el argumento inductivo de su-yo es flaco, y las pruebas documentales, o sea, el testimonio escrito, son la imagen de la imagen de una cosa, ¿cómo no ser cuidadosos en examinar las pruebas de archivo, en seleccionarlas y en acogerlas con reservas y restriccio-nes? Arduo es interpretar los actos internos, peligroso juzgar de las intencio-nes, temerario sentar principios sacados por inducción de los actos que des-cansan en la libertad humana, tan tornadiza e insegura, en cuya virtud puede el individuo obrar hoy muy distintamente de ayer, aunque se encuentre en las mismas circunstancias. Para fijar fechas y acontecimientos de cierta clase basta tener memoria, pero para juzgar de los actos, que en las biografías hacen tanto juego, y para reconstituir la fisonomía moral se necesita ir con pies de plomo en la selección de los documentos, los cuales, en resumidas cuentas, son huellas de impresiones personales, imágenes de una visión cere-bral, y, como imágenes pueden dar una idea distinta de las mismas cosas, ya por defecto de percepción, ya de raciocinio, ya también por falta de expresión en la escritura. No tienen los historiadores visión directa de los hechos, sino aquella, tal vez deficiente, que el testimonio escrito proporciona. ¿No es ver-dad que un hecho visto directamente y relatado por varios individuos es, por lo general, objeto de muy diferente narración? En lo cual influye el carácter personal, el estado de ánimo, la educación, el medio ambiente, la cantidad de talento y aun la cantidad de destreza para el arte de narrar y describir las co-sas.

    Pero ¿qué mucho si un mismo individuo las aprecia de muy distinta ma-nera, según la edad y la situación en que se halla? ¡Cuán diversas nos parecen hoy ciertas cosas de como nos parecieron en la niñez! ¡Cómo cambia nuestro criterio en un mismo asunto a cada instante! Tenemos estados de miopía men-tal y estados de presbicia. El cerebro es una especie de cámara fotográfica, que emplea a veces placas buenas y a veces placas borrosas e imperfectas. Hay narraciones transmitidas de oídas, hay hechos que los entendemos a me-dias, así como las pasiones hacen que los hombres en ocasiones cubran sus actos con brillantes vestiduras que solapan la falsía y amor propio. Por esto nos previene el sagacísimo

  • INTRODUCCIÓN XXXI autor de aquella famosa obra crítico-histórica La Ciudad de Dios: Quum

    ergo videris quemquam patienter pati; noli continuo laudare patientiam1. Lo que se dice de la paciencia entiéndase de otros actos humanos. La razón es afirma el Santo Doctor en otro lugar2, porque in animis hominum tantae late-brae sunt, et tanti recessus…

    Además, por razón de la malicia y por la inclinación que naturalmente experimenta cualquiera a dar interés a sus relatos, hay quienes, al apuntar las noticias, las abultan y las deforman según el espíritu y gusto que guía su plu-ma. Y ¿qué decir de los peligros de la interpolación y falsificación de las pruebas de archivo y de su dudosa autenticidad? San Jerónimo, con descollar como crítico muy agudo, admitió por auténticas ciertas cartas de Séneca a San Pablo, cartas que hoy están desechadas como archiapócrifas; por verda-dera se consideró hasta hace poco la relación hecha por el virtuoso D. Rodri-go, Arzobispo de Toledo, de la batalla de las Navas de Tolosa, y hoy en parte resulta quimérica; el Padre Sigüenza, que nos da muy eruditas páginas de historia, y fué muy honrado como religioso, no tuvo empacho en referirnos no sé cuántos prodigios sucedidos a la muerte del Emperador Carlos V, que la crítica moderna conceptúa cuentos; la parte hagiográfica de los Breviarios varía y se rectifica a cada paso; la historia agustiniana de los siglos obscuros, VII-XIII, en otros tiempos dió materia para numerosos y abultados infolios, y hoy se puede reducir todo lo cierto a un breve libro. De aquí, ese movimiento de laboriosísima revisión que se está efctuando en todo el mundo, al cual no son extrañas las Familias Religiosas, y así lo acreditan sus obras tituladas Monumenta histórica, Colección de diplomas, etc.

    Empero, ¿a qué estas consideraciones ahora? Para que se vea el juicio que tenemos de los tomos anteriores y el criterio que ha presidido nuestros trabajos de investigación y de redacción en el volumen presente. Sobrios hemos andado en el empleo de los calificativos, desconfiados de la veracidad de las citas, indiferentes ante los entusiasmos de algunos autores, y creyendo de firme que, aun así, hemos delinquido no pocas veces y que llevamos reato de inexactitudes, apasionamientos y prejuicios, por poca destreza, por caren-cia de elementos y por la índole del asunto. Que no en vano lleva uno el cora-zón en el pecho ni se es miembro de una familia. Dicen y repiten que el histo-riador debe ser "juez sabio, sin padre, sin madre, sin patria, sin nación y sin fanatismo". ¿Es esto posible? ¿Quién se ufanará de haber llegado al ápice supremo de esta perfección en el desempeño de su oficio? Pero examinándo-nos a nosotros mismos, ¿habremos caído en el vicio opuesto, en ese afán de revisar y revaluar las obras o los procedimientos antiguos para aparecer cien-tificista, de esos que creen ser cultura el desestimar y descalificar con nega-ciones rotundas lo que no saben explicar porque no pueden entender los mis-terios de una edad remota? Hemos buscado, para la redacción

    1 Libr. De patient., c. V y VI. 2 Epist. 151.

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXXII de este tomo y los siguientes, un término medio: el objetivismo, pero,

    ¡ay!, para ser objetivista en historia se necesita talento, independencia y hon-radez. Por otro lado, resulta más difícil de lo que parece apartar lo personal de lo objetivo. Procuramos reivindicar las usurpaciones del barroquismo en his-toria, pero acaso, acaso no estamos en la escuela del verismo. Apréciese, pues, en lo que valga este trabajo: lo entregamos al fuero de la crítica.

    Y para que mejor se vea el valor real que tenga, y para que cada uno lo juzgue con libertad de criterio y le dé crédito en el grado que quisiere, la hon-radez pide de todo punto que manifestemos las fuentes que hemos utilizado y el acopio de materiales habidos a nuestro alcance. Y lo hacemos, no sin de-clarar antes que, a fuer de hijos sumisos de la Iglesia, en todo lo que se rela-ciona con hechos de orden sobrenatural y con la apreciación de méritos y virtudes morales no es nuestro ánimo otorgarles otro sentido sino el puramen-te humano o el que tuviere por bien darles la Santa Madre Iglesia, única infa-lible, sino también que, a fuer de Cronistas, aun en los asuntos meramente históricos, sometemos nuestro dictamen al de la crítica sabia, porque descon-fiamos de nosotros mismos con una suerte de escepticismo histórico que nos lleva a no exigir a nadie rinda su parecer al nuestro, si no es con un obsequio razonable y razonado: han pasado de moda los tiempos del Magister dixit, y también los de creer cualquier afirmación porque está en letras de molde. La evidencia histórica está en razón directa de las pruebas, y las pruebas están sometidas al flujo y reflujo de las indagaciones.

    Pues bien, en primer lugar habemos manejado y explotado el archivo ge-neral de la Orden Recoleta situado en Madrid, en el que reposan algunas car-petas y ciertos libros y cuadernos manuscritos que contienen asuntos historia-les; y son residuos del archivo del famoso convento de Copacavana, donde residieron, además de los Superiores locales, la Curia provincialicia y la Cu-ria generalicia con sus respectivos archivos. Sin duda era esta mina la más copiosa, pero está destrozada, aniquilada por la injuria de los tiempos; debie-ron de perderse los libros y documentos primeramente cuando el desbarajuste habido con motivo de la invasión francesa, y definitivamente cuando la ex-claustración general, el año 1835. Sucedió con los fondos documentales de esta casa lo que con los de otras, es a saber: que los principales y más estima-bles se los llevaron consigo ciertos Prelados o aficionados, con el objeto de librarlos de la ruina y custodiarlos con esmero, esperando tiempos mejores; y al no llegar éstos, y al quedarse tales depósitos en poder de las familias en cuyo seno murieron dichos religiosos, consideráronse estas riquezas manus-critas sin interés y sin valor alguno, y corrieron desastrada suerte, si no es que duermen todavía en los obscuros rincones del olvido. A fe que, si los religio-sos no se los hubieran llevado, hoy estarían en los archivos públicos. Parte del archivo provincialicio y generalicio de nuestro convento de Copacavana con-sérvase en la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional y en el Archi-vo Histórico Nacional también.

  • INTRODUCCIÓN XXXIII Entre las piezas de importancia que en el archivo de la Orden a la sazón

    guardamos, hállase el Libro de registro, en el cual se indican las principales determinaciones de los Superiores Generales, a partir del año 1695, y es obra de los Padres Secretarios. Otro libro que no ha cambiado de dueño es el Libro de difuntos, en que se apunta la fecha de la muerte de los religiosos todos, con especificación del año, del convento en que fallecían y del cargo que tenían entonces. También es obra de los Secretarios, quienes, cuando recibían los Oficios o las noticias particulares acerca de la muerte de alguno, las enco-mendaban al libro en la forma indicada. Es fuente de información incompleta: dejábase de registrar la muerte de varios sujetos, acaso por olvido de los en-cargados de este negocio; y algunas de las notas se ven claramente equivoca-das: lo cual en parte se sana con otro Necrologio llevado en el convento de Toledo. Varios libros y documentos hay en este archivo procedentes del cole-gio de Almagro, salvados de la ruina gracias a la diligencia del famoso P. Fr. Joaquín de la Jara de Santa Teresa, a cuya muerte vinieron a nuestro poder. Un libro interesante poseemos relativo al convento de Valladolid, Libro de oro, obra de un Padre Procurador conventual, que no es ni más ni menos que el libro de Estado, y como tal contiene muchas noticias particulares, libro que nuestros Padres Calzados de Valladolid lograron rescatar y lo donaron a sus primitivos dueños. Otro libro, aprovechable también, del antiguo convento de Zaragoza, llegó a nuestro archivo, procedente de un pueblecillo de la provin-cia de Zaragoza; en la primera página se lee: "Este libro se guardó en el ar-chivo de la Parroquial de Cadrete desde la exclaustración hasta el 1896''. Es-to, más seis o siete carpetas de documentos sueltos, constituye el principal fondo que para la redacción de este volumen V hemos utilizado.

    Demás de esto, el activo P. Fr. Pedro Corro del Rosario, durante el sexe-nio pasado, formó, entre otras cosas, una carpeta que contiene la serie de los Capítulos Generales, de las Juntas de los seis meses y de los Definitorios, copiados del Archivo Histórico Nacional y del Archivo de la Provincia de San Nicolás, serie incompleta, pero de mucho provecho, que hemos compro-bado como fiel y exacta en cuanto a lo substancial, aunque con variaciones ortográficas y de puntuación, de lo cual damos testimonio.

    Es el Archivo Histórico Nacional la más rica cantera de engolosinadores apuntes que se pueden explotar en lo referente a las Provincias religiosas de España, por cuanto en él se han acumulado la mayoría de los restos de los archivos conventuales que, a raíz de la exclaustración y desamortización, fue-ron a dar a las Delegaciones de la Real Hacienda, donde se guardaban más o menos cuidadosamente hasta el año 1904, en que el Estado ordenó que los respectivos archivos de Hacienda remitieran todos los fondos de carácter his-tórico al Archivo Histórico Nacional situado en Madrid. Algunas Provincias obedecieron la Real Orden, otras se eximieron. Lo digno de lamentarse es que antes de pasar lo desamortizado a los archivos provinciales se extraviaron y destruyeron muchos papeles y libros mientras estuvieron depositados allí, continuaron las pérdidas y

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXXIV deterioros, y hoy, que descansan ya centralizados, aquellos tesoros de

    documentación siguen en legajos informes, sin clasificación, sin catalogación, hacinados y revueltos los papeles bajo las correspondientes tapas de cartón amarradas con cuerda. Pasarán muchos años hasta que depósitos tan ricos, pero tan desordenados, reciban la signatura definitiva bajo metódicos índices, y entonces las citas que en este tomo aparecen resultarán deficientes y acaso sin provecho. Rige un Decreto del Ministerio de Instrucción pública, de 30 de Octubre de 1912, en el que se prohíbe al jefe del Archivo facilitar documento alguno "sin acuerdo previo y particular en cada caso del Delegado de Hacien-da".

    En la Biblioteca Nacional campea una sección llamada de manuscritos, donde se encuentran libros, cuadernos y papeles de nuestro antiguo archivo de Copacavana, y aún se guarda una colección allí en que se especifica el origen y procedencia de los mismos.

    Merece especial mención, por lo abundante y bien guardado, el Archivo de la Delegación de la Real Hacienda, de Barcelona, en que se conservan los documentos de que se ha hecho mención hace poco; bien entendido que toda-vía hay en él fondos sin catalogar, por falta de empleados snficientes que or-ganicen tales depósitos.

    Por lo que atañe a los archivos de las Provincias de San Nicolás y la Candelaria diremos que el primero, trasladado de Manila a Marcilla, es el más completo que tenemos, y suficiente para darse uno cuenta de la marcha de su apostolado al través de los siglos; el segundo carece de mucha documenta-ción, y tiene poquísimo de los restos de los archivos conventuales; archivos que desaparecieron por completo, excepción hecha de El Desierto, que con-serva algunas piezas.

    Todavía debemos manifestar algunas otras minas de información de que nos hemos valido, y para ello permítasenos reproducir parte de un artículo nuestro que vió la luz pública en una revista1. Dice así: "Estudiado suficien-temente el Archivo general de la Orden que reposa en Madrid, una vez que ordené mis notas y apuntamientos tomados en los archivos de la Provincia de San Nicolás y la de la Candelaria, y vistos los numerosos legajos que hay en el Archivo Histórico Nacional y en otros, que de nuestra Orden tratan, me persuadí de que no estaba investigado todo, sino que había por los archivos de varias capitales de España no pocos materiales que servirían para reconstruir nuestros gloriosos anales, en el año 1690 detenidos, y no reanudados todavía. A esto obedecieron los trabajos de investigación llevados a cabo durante el invierno de 1917 por las provincias del Sur y Levante de España. En Sevilla no pude conseguir datos del Archivo de la Delegación Real de Hacienda por-que se incendió el año 1904 toda la documentación procedente de los conven-tos. Y qué riquezas tendría la nuestra, siendo como era residencia provincial el convento de Nuestra

    1 Boletín de la Prov. de Fil. Mayo de 1917.

  • INTRODUCCIÓN XXXV Señora del Pópulo! Pero ni siquiera me quedó la satisfacción de ver des-

    tinada a mejores usos la parte material del convento, pues su iglesia y claus-tros sirvieron de cárcel pública con todas las profanaciones del caso. ¡Cárcel, aquella mansión de varones extáticos, de predicadores insignes, de mártires y apóstoles, de prelados doctísimos y escritores de fama universal! ¡Cárcel el convento del Pópulo, donde vivieron tantos religiosos que derramaron la efi-cacia de su personalidad por las otras provincias de la Recolección para vivi-ficarlas tan generosa como brillantemente! ¡Cárcel, aquel convento en el que solían ofrendar y sacrificar los misioneros que pasaban a Méjico y Filipinas las más caras afecciones que la familia y la patria inspiran, y en el que mora-ban durante los días que duraba la inscripción en la casa de Contratación y los preparativos para un viaje tremendo y pavorosísimo al través de los océanos! ¡Dios sabe lo que sufrí evocando recuerdos mientras recorría el amplio edifi-cio y los lugares que fueron antaño hermosa huerta!

    Una observación digna de tenerse en cuenta. En los siglos XVI y XVII hubo en nuestra Provincia andaluza varones santisimos, muchos y notables; y no sólo en esta Provincia, sino que los fundadores de la Provincia de la Can-delaria y gran número de sus primeros hijos eran andaluces, así como también se afiliaron a la de San Nicolás no pocos misioneros que acreditaron esta tie-rra de fecunda en santos y sabios, llenos de tesón y perseverancia. ¿Por qué hoy día, según confesión de propios y extraños, las vocaciones han disimi-nuído en esta región tan sensiblemente? ¿Qué fenómeno religioso es éste y qué causas intervienen en su desarrollo, para que tenga fundamento histórico, exento de sofismas de observación, el dicho de que los andaluces no son tan serios en sus resoluciones ni tan perseverantes en ellas como los hijos del Norte?

    Siguiendo mi propósito, diré que, perdida hasta la esperanza de estudiar los legajos que pertenecieron al archivo conventual de Sevilla, púseme a in-vestigar en el archivo de indias los asuntos relacionados con Méjico, Filipinas y la antigua Santa Fe. El archivo de Indias es un piélago inmenso de docu-mentos donde la investigación proporciona los placeres del hallazgo casual y de la sorpresa. Los católogos son deficientísimos. Los primitivos organizado-res de este muy rico caudal de documentación, inexplorada en su mayor parte, apenas pudieron clasificar las piezas de un modo topográfico, si cabe la frase, y por materias aunque no segregadas con escrupulosidad; de donde resulta que bajo el rótulo que lleva la cartela de cada legajo, y con signaturas genera-les, se encuentran diversas materias sin orden cronológico y sin índice de autores; bien es cierto que la catalogación de semejantes depósitos requiere mucho tiempo, mucho método, muchísimo dinero y no menos honradez. ¡Ca-ros deleites los del hallazgo y caras fruiciones las de la sorpresa para el inves-tigador que gasta el tiempo, que vale más que el oro!

    No estuve, sin embargo, desafortunado en mi tarea: hallé documentos nuevos y buenos, aunque pocos; pude compulsar y confrontar mis apuntes con los que

  • HISTORIA GENERAL DE LA ORDEN DE AGUSTINOS RECOLETOS XXXVI ofrecían los papeles del Archivo de Indias; rectifiqué alguos; amplié con

    matices ciertas biografías; y sobre todo bendije a Dios por ver que el Catálo-go, etc, de los hijos de la Provincia de San Nicolás, publicado por el P. Sáda-ba, es un trabajo concienzudo, como resumen histórico.

    El P. Sádaba y sus colaboradores recibirán el galardón en el ciclo. Yo, por mi parte, a fuer de cronista, declaro que lo que dijere de Filipinas en los volúmenes de Crónicas que estoy preparando, lo tomo de esta obra. La histo-ria de la Provincia de Filipinas está, pues, escrita compendiadamente en ese libro. No lo eximo de defectos, sobre todo en la parte contemporánea, pero la honradez me obliga a manifestar que en la parte antigua pocos, muy pocos errores tendré que corregir. Yo que, desconfiando, al principio, de su gestión, me tomé el trabajo de emplear todo un verano en estudiar el Archivo provin-cial en Marcilla, pude hacerme cargo del mérito intrínseco del Catálogo.

    Y ¡qué archivo el de Marcilla tan bien arreglado y bien custodiado! En verdad, muy pocos me han satisfecho tanto como aquél. Los religiosos que llevaron a cabo esta labor hiciéronse acreedores a las bendiciones de la Histo-ria. Claro está, que sin haber organizádose de antem