Oralidad en La Literatura Argentina

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Walter Bruno Berg

Apuntes para una historia de la oralidad en la literatura argentina

Contenido: Captulo 1: Captulo 2: Captulo 3: Captulo 4:

Pgina: El marco terico: hacia una definicin de los conceptos bsicos . . . . .10 Oralidad y escrituralidad: aspectos especficos de la temtica para Latinoamrica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 Modelos de oralidad en la literatura argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38 Breve historia de la oralidad en la literatura argentina (I) . . . . . . . . . . 56 Poesa gaucha y poesa gauchesca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56 Jos Hernndez: Martn Fierro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Estanislao del Campo: Fausto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 Breve historia de la oralidad en la literatura argentina (II) . . . . . . . . . . 71 Fray Mocho y el costumbrismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 El teatro criollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 Alejandro Berrutti: Tres personajes a la pesca de un autor . . . . . .79 Manuel Glvez: El mal metafsico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 Breve historia de la oralidad en la literatura argentina (III) . . . . . . . . . 90 Jorge Luis Borges: Hombre de la esquina rosada . . . . . . . . . . . . . 92 Julio Cortzar: Las puertas del cielo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

Captulo 5:

Captulo 6:

IntroduccinAunque los Apuntes que siguen se limitan estrictamente al mbito de la literatura argentina, es menester por de pronto abrir el horizonte, integrar en un contexto ms amplio los problemas que van a ocuparnos. Vamos a tratar primero algunos de los problemas bsicos de la temtica desde el punto de vista metodolgico (captulo 1); luego nos ocuparemos de la cuestin de la oralidad en el contexto de la literatura latinoamericana en general (captulo 2); lo cual nos permitir finalmente establecer un modelo concreto para el estudio de los problemas de la oralidad en el mbito especfico de la literatura argentina (captulo 3). Los restantes tres captulos se dedican a exponer en tres partes correspondientes una Breve historia de la oralidad en la literatura argentina.

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Captulo 1:

El marco terico: hacia una definicin de los conceptos bsicosOralidad y escrituralidad en la literatura Qu se esconde detrs de estos conceptos? Qu significa oralidad? Qu escrituralidad? Qu entender por oralidad y escrituralidad en la literatura? A modo de introduccin, vamos a exponer algunas de las respuestas que desde el punto de vista histrico y sistemtico de las disciplinas se han dado a estos interrogantes. A continuacin vamos a detenernos en un estudio clave en la historia de la oralidad literaria, a saber, en el concepto de oral literature segn Walter Ong. Luego revisaremos, brevemente, la otra cara de la medalla, esto es, el concepto de escritura segn Jacques Derrida. Se cierra el panorama con la presentacin de dos nuevos enfoques de primera magnitud para el estudio emprico de la cuestin, debidos, por un lado, a Peter Koch y Wulf Oesterreicher y a Paul Goetsch, por el otro. 1. La oralidad desde el punto de vista de las disciplinas La historia de la literatura como la historia en general tiene un lado objetivo, pero a la vez uno subjetivo. En efecto, lo que llamamos historia de la literatura no es slo una serie de textos agrupados segn el parmetro de la sucesin temporal, sino tambin segn las premisas y los intereses especficos de los que se ocupan de ellos, vale decir, de los historiadores. Es cierto que la historia de la literatura, en tanto que disciplina, es hija de la filologa que nace en el siglo diecinueve. Esto explica que el inters por la oralidad, como tema de la historia de la literatura, constituya un tema relativamente nuevo. Es as que segn August Boeckh, uno de los fundadores de la filologa en el siglo XIX, el objeto de esta ltima no es nada menos que la reconstruccin de las construcciones del espritu humano en su totalidad (cit. por Conrady 1966: 31). La tarea del fillogo consiste justamente en conocer lo conocido (ibid.). No vamos a insistir en esta definicin, sugerente por lo dems en muchos sentidos. Slo hay que agregar que Boeckh, al hablar de las construcciones del espritu humano, de lo conocido del objeto, pues, de la filologa est pensando, sin lugar a dudas, en manifestaciones escritas. Por otro lado, hay que tener presente que a mediados del siglo XIX, cuando aparece el famoso tratado de Boeckh, su Enciclopedia y metodologa de las ciencias filolgicas, la ciencia de la lengua y las ciencias de la literatura apenas se

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diferenciaban la una de la otra.1 Por lo menos, su objeto, su punto de partida era el mismo, esto es, la literatura. Erich Auerbach, en su Introduction aux tudes de philologie romane, subraya a este propsito que la lingstica hasta mediados del siglo XIX se ocup casi exclusivamente de la lengua escrita []. La lengua hablada de todos los das, sobre todo la lengua del pueblo [] era completamente menospreciada [] (Auerbach 31965 [1948]: 15). Lo que as se demuestra gracias a este lado literario y aristocrtico de la lingstica antigua, concluye Auerbach, es su carcter normativo (ibid.). Por otra parte, el siglo XIX es tambin la poca del nacimiento de los primeros estudios folklricos, es decir, de algo que ms tarde va a llamarse etnologa. En Alemania, un documento extraordinario de este trabajo lo constituyen las compilaciones de los famosos cuentos de hadas debidas a los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm. No cabe duda, empero, que los textos que han sido publicados bajo el ttulo de Kinder- und Hausmrchen son, ante todo, un producto de la cultura escritural. Si bien es cierto que una versin primitiva de estos cuentos proviene de la tradicin oral y popular, la versin definitiva en que estn redactados y publicados no deja de reflejar el lenguaje cultivado y estilizado de los grandes fillogos y, a la vez, artistas de lenguaje que eran los hermanos Grimm. No hay hecho ms patente para esta transformacin de un producto de la cultura oral en patrimonio de la cultura escritural que el fenmeno de la recepcin. De ah que para la conciencia popular, los compiladores se hayan transformado desde hace mucho tiempo en los efectivos autores de esos cuentos: con el paso de los aos, los Kinder- und Hausmrchen han pasado a ser Grimms Mrchen. Parece, entonces, que el lenguaje oral, apenas descubierto bajo la forma de tradiciones populares, desde ese mismo instante corre peligro de ser olvidado, rechazado como algo deficiente a menos que sea redimido por el lenguaje escrito. Por eso, como vamos a verlo con mayor claridad al hablar de Walter Ong, el trmino literatura oral resulta ser para no pocos especialistas de la literatura, aun hoy un concepto inadmisible, o bien es estimado como equivalente a un objeto cuyo anlisis le incumbe a otra disciplina, a saber, a la investigacin etnolgica. Tal apreciacin cambia recin con el nacimiento de la lingstica moderna, esto es, con la aparicin del Curso de lingstica general (1916) de Ferdinand

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En lo que se refiere a la critique philologique del siglo XIX, es conocido el juicio terminante de Ferdinand de Saussure. Tal crtica, segn el famoso lingista ginebrs, est en dfaut sur un point: elle sattache trop servilement la langue crite et oublie la langue vivante (Saussure 1985: 14).

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de Saussure, quien parte del principio de que el objeto primario de estudio de la lingstica no es el lenguaje escrito sino el hablado: la lengua (langue), o sea, el lenguaje como sistema, no es otra cosa que una construccin abstracta a partir de la realidad emprica y palpable que es el habla (parole). As pues, el cambio introducido por Saussure respecto de la temtica que nos ocupa es fundamental: por primera vez la oralidad como tal tanto lingstica como literaria se presenta como objeto estricto de una ciencia, en este caso, de la filologa. Al hablar de oralidad en la literatura, hay todava un tercer contexto que mencionar. Ya lo hemos tocado al referirnos al inters de los fillogos romnticos alemanes por la narrativa popular. No se trata de una preocupacin meramente positivista. Los romnticos, ms bien, se interesaron por la narrativa popular, en la medida en que el estudio de las tradiciones orales del pueblo les pareca un caso ejemplar de acercamiento al fenmeno de la historia. He aqu una tradicin fundada, en mayor o menor grado, por el filsofo italiano Giambattista Vico (1668-1744), cuyo pensamiento haba de ser continuado por el alemn Johann Gottfried Herder (1744-1803) y cuya culminacin se produce, ms tarde, en Wilhelm von Humboldt (1767-1835). Para los representantes de esta tradicin, la historia resulta ser segn frmula del filsofo Wilhelm Dilthey (1833-1911) a fines del siglo XIX una objetivacin del espritu humano. Al hablar de espritu humano ellos piensan, ante todo, en una entidad individual. Lo que constituye la historia no son, por lo tanto, leyes generales como es el caso en el reino de la naturaleza sino las emanaciones, las creaciones del individuo. Este principio de la individualidad que crea historia puede encarnarse en un sujeto particular (por ejemplo, los grandes artistas, los genios), como asimismo en grupos sociales aun en pueblos enteros, que son considerados tambin, metafricamente, como individuos. Herder cre a este respecto el concepto de espritu del pueblo (Volksgeist). Es de sobra conocida la funcin clave de este trmino en la creacin de otro importante concepto del siglo XIX decisivo para el proceso de emancipacin de los nuevos Estados de Amrica del Sur, esto es, el concepto de nacin (cf. Berg 1995: 111-140). Es, de igual modo, conocido el destino ms bien funesto del concepto en la historia de los nacionalismos modernos. Ms adelante volveremos sobre esta problemtica. En resumen: el inters por la oralidad en la literatura tiene dos races. Una de ellas est constituida por la funcin clave que el lenguaje hablado desempea en la lingstica moderna creada por Saussure; la otra se funda en

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la concepcin romntica de la historia como emanacin del individuo, como emanacin de un as llamado espritu del pueblo. Tenemos entonces que el primero de estos aspectos da la posibilidad de pensar la oralidad como un evento que se halla an dentro de los mrgenes de aquella disciplina que habitualmente llamamos filologa, vale decir, de una ciencia basada en el estudio de textos hecha la salvedad, claro est, de que estos textos son textos orales, lo que nos pone en contradiccin con las premisas tradicionales del saber filolgico. El segundo de los aspectos mencionados, en cambio, trasciende el campo de la filologa y abre paso a una ciencia general de la cultura. De ah el particular inters que despierta el estudio de la oralidad en la literatura latinoamericana, lo cual nos ocupar en el segundo captulo. Por de pronto, sin embargo, hemos de permanecer dentro del campo metodolgico general. A continuacin examinaremos ms de cerca tres modelos representativos para el estudio del problema de la oralidad. El primero de ellos es el de Walter Ong. 2. Walter Ong, Orality and Literature El libro de Walter Ong es, para el estudio de la oralidad, una obra que no puede ser soslayada. Por lo mismo, vamos a presentarla en un doble acercamiento: primero desde dentro, es decir, desde su propia argumentacin e inmanencia; segundo, desde fuera, esto es, tomando distancia crtica. Ya el ttulo del libro Orality and Literacy. The Technologizing of the Word demuestra que el objetivo a que apunta la obra no se limita a un estudio sobre el lenguaje hablado o la literatura oral. La formulacin abstracta de los conceptos bsicos orality y literacy ms bien sita la argumentacin a nivel de una teora general de la cultura. Segn Ong, la escritura es un nuevo medio, una herramienta, un instrumento nuevo para el manejo de una institucin tan vieja como el hombre mismo, a saber, el lenguaje. Si de acuerdo a la tesis principal del autor, es necesario considerar la escritura como una tcnica una tcnica de la palabra, sta, en verdad, ha revolucionado el mundo; permite, en efecto, distinguir dos culturas completamente diferentes, una caracterizada por la oralidad, la otra por la escrituralidad. La eficacia de la revolucin llevada a cabo por la invencin de la escritura consiste sobre todo en que sta, segn Ong, ha creado otra mentalidad. Es tan cierto que la escritura corresponde a un hito en la historia de la humanidad que resulta difcil si no imposible imaginarse, para los miembros de la cultura de la escrituralidad, lo que significa vivir en una cultura de la oralidad. El problema radica, pues, en

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pensar, es decir, en adentrarse mentalmente en el fenmeno de las llamadas primary oral cultures, o sea, en aquellas culturas en las que la escritura es desconocida. El primer captulo del libro trata de despertar una sensibilidad adecuada para esta cuestin central. Al referirse a la preocupacin manifestada por la lingstica moderna hacia la oralidad (vase supra), Ong demuestra que, pese a tal inters y los subsecuentes estudios del nivel fonolgico del lenguaje, los lingistas no se han mostrado hasta ahora particularmente motivados a investigar el fenmeno de la primary orality, esto es, la oralidad de las culturas no afectadas por la escritura. Si se parte del supuesto de que la invencin de la escritura equivale a una revolucin mental, es lcito preguntarse en qu medida aquel mundo de la oralidad primaria no nos queda cerrado por completo. Un buen ejemplo para poner en evidencia el problema epistemolgico fundamental de la cuestin se halla en la literatura. As llegamos a la pregunta capital que Ong, para nuestro contexto, formula: Hablar de literatura oral la llamada oral literature no es acaso una contradiccin en los trminos? No es cierto que el atributo oral excluye justamente lo que supone el trmino literatura, a saber, la existencia de letras, o sea, la tecnologa de la escritura? Cmo es posible, para los miembros de la cultura letrada, hablar sobre los asuntos de la cultura oral si no en trminos letrados? Aceptar el concepto de literatura oral equivale, pues, a plantearse el problema de explicar, desde el punto de vista de una sociedad de automviles que desconoce el caballo, lo que significa este ltimo. La definicin sera algo as como: un caballo es un automvil sin ruedas. Por otra parte, todo lo que sabemos del universo de las culturas orales se lo debemos justamente a algunos estudios claves sobre textos literarios. En tal sentido es un hecho que the modern discovery of primary oral cultures se debe, ante todo, a los trabajos orientadores del helenista Milman Parry sobre la pica de Homero. El aporte de Parry consiste en demostrar que muchos de los rasgos estilsticos propios de los textos homricos entre ellos las frecuentes repeticiones, el estilo rapsdico de la presentacin, la falta (a veces) de una conexin lgica entre las escenas, etc. no son sino rasgos propios del estilo oral. La funcin de estos rasgos es, en su mayora, de orden mnemotcnico. Evidencian que el texto de Homero, en vez de presentarse como acostumbramos a verlo como la obra de un genio individual, en realidad debe ser considerado como ejemplo de una obra colectiva, fruto de la tradicin oral y annima. La importancia de este descubrimiento consiste en

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que permite deslindar, esquemticamente por lo menos, la diferencia que se da entre dos tipos de culturas: unas caracterizadas por la oralidad primaria; las otras por la escritura. En cuanto a los criterios, es preciso distinguir, segn Ong, entre rasgos diferenciales (propiamente dichos) y rasgos propios de la cultura oral. tipos de culturaoralidad primaria escritura anlisis saber jerarquizado actitud de distancia objetiva

rasgos diferenciales

la tendencia de adicionar, de agregar el saber actitud enftica, favorable a la participacin activa actitud determinada por la situacin concreta

actitud abstracta

rasgos propios de la cultura oral

conservadurismo y tradicionalismo tendencia homeosttica, tendencia a hacerse determinar por el presente, por la vida de todos los das, y no por la previsin del futuro tono de vida agnico

A modo de sntesis, no cabe duda de que el estudio de Walter Ong, en lo relativo a la comprensin intrnseca de la oralidad, constituye un paso adelante. En efecto, el mrito del libro est en que plantea, de manera categrica, el problema de la oralidad en cuanto asunto epistemolgico. En otras palabras, llama la atencin sobre la existencia de prejuicios casi infranqueables que determinan nuestros juicios sobre el mencionado fenmeno. Si se admite la hiptesis, ampliamente divulgada por la etnologa, de que las culturas autctonas de Amrica, al momento de la conquista, estaban en la mayora de los casos caracterizadas por el desconocimiento de la escritura, es un hecho que el libro de Ong no puede dejar de sensibilizarnos frente a ese otro cultural. Hasta el momento parece que la lectura de Orality and Literacy convence. Hay que hacer, empero, la salvedad de que la nuestra ha sido, hasta aqu, una lectura inmanente, o sea, un acercamiento llevado a cabo dentro de las propias

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premisas de la argumentacin. Veamos brevemente, para terminar, cules son estas premisas y como se las ha de apreciar. Hemos visto que toda la argumentacin de Ong descansa en la hiptesis de una supuesta diferencia categrica entre culturas orales y culturas letradas. Ella es tan marcada, dice Ong, que constituye una frontera casi insuperable: los miembros de la cultura letrada apenas si entienden lo que significa vivir en una cultura oral. Si es verdad que de hecho existe un medio para entender el universo de la oralidad, ste paradjicamente es de orden escritural. Por eso, uno de los documentos ms destacados de cultura letrada, la pica homrica, se presenta a la vez como una preciosa fuente para la investigacin de la cultura oral. Pues bien, no resulta en absoluto difcil demostrar que la argumentacin est basada, desde el punto de vista lgico, en una petitio principii. Pero no es esta estructura lgica lo que es criticable, sino ms bien las consecuencias que Ong saca de ella. Pese a los esfuerzos del autor por acercarse a lo otro de la oralidad primaria, es evidente que en la descripcin de los rasgos caractersticos tanto de la cultura oral como de la letrada han entrado subrepticiamente algunos de los prejuicios clsicos de esta ltima. As, para Ong, no cabe duda de que la racionalidad, la lgica, la coherencia consigo mismo, en fin, los valores del progreso estn de parte de la cultura letrada, mientras que los rasgos propios de la cultura oral no son sino la emocionalidad, el tradicionalismo, el conservadurismo, la incapacidad de organizar el futuro, etc. No son acaso stos los argumentos que han sido utilizados para justificar la obra civilizadora de los conquistadores, justamente argumentos para explicar la destruccin de las Indias en trminos de una necesidad histrica? 3. Jacques Derrida y la provocacin de la escritura No faltan tentativas de aplicar el modelo de la oralidad primaria propuesto por Ong en el contexto de la ciencia literaria. As Paul Goetsch recurre al concepto de oral residues (cf. Goetsch 1985: 203) para desarrollar su propio concepto de la oralidad fingida.2 Segn Ong los oral residues no son otra cosa que las huellas los residuos de la oralidad primaria en el texto literario. El ejemplo ms famoso de este tipo de presencia de la oralidad en el texto literario es, como hemos dicho, el presentado en el estudio de Milman Parry sobre los rasgos de oralidad primaria en la pica de Homero.

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Vamos a volver al modelo de Goetsch en el siguiente apartado.

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Ahora bien, el denominador comn de trabajos de esta ndole consiste en que, en el fondo, se establece una jerarqua entre cultura oral y cultura escritural. El solo hecho de hablar de residuos orales en el texto literario significa que la llamada oralidad en cierta medida es considerada ms fundamental que la escritura. Segn esta concepcin, la literatura no es sino un mero vehculo para expresar cualquier contenido. Se trata, en lo sustancial, del mismo modelo que utiliza Saussure para caracterizar la escritura. Ya hemos visto que para ste el objeto primario de la lingstica es el lenguaje hablado. En relacin con este objeto primario, la escritura viene a ser un fenmeno secundario. Estamos as ante una concepcin del lenguaje, o sea, de la escritura, que ya se encuentra en Aristteles. Es el filsofo Jacques Derrida quien afirma que tanto en aqul como en ste estamos frente a una concepcin del lenguaje que es preciso llamar fonocntrica. Por nuestra parte, podemos afirmar que tambin la concepcin de Walter Ong es fonocntrica. sta ltima el llamado fonocentrismo descansa en una doble premisa: primero considera que la fon, es decir la voz, el habla, es el origen de la lengua; segundo, estima que la escritura es slo un vehculo subsecuente, un mero instrumento para expresar el contenido de la voz. Derrida habla al respecto de la concepcin vulgar de la escritura (cf. Derrida 1967: 89). Se puede decir entonces que la dicotoma propuesta por Ong entre literatura, como expresin autntica de la cultura, y oral literature, como expresin autntica de una cultura determinada por la oralidad primaria y por ende inimaginable para los miembros de la cultura letrada, se funda en la concepcin vulgar de la escritura (segn la terminologa del filsofo francs). De ah la importancia de la crtica deconstructivista esbozada por Derrida en La grammatologie, en cuyo centro se encuentra el concepto de una escritura en general (o sea, segn otra nomenclatura, la archi-criture, Derrida 1967: 89). Lo sobresaliente de tal conceptualizacin est en el hecho de que, al superar la concepcin vulgar de la escritura, pone en tela de juicio no slo la (falsa) dicotoma entre escritura y oralidad, sino que a la vez permite pensar la supuesta oralidad fundacional cuya pista est persiguiendo la tradicin fonocentrista en trminos diferentes. Concluimos con una advertencia: el deconstructivismo, teora y prctica que se exponen en la Grammatologie, no es una metodologa cualquiera destinada al uso de la crtica literaria, sino, ante todo, una propuesta filosfica de primera envergadura. De ah lo fastidiosa que resulta a veces la aplicacin lisa y llana del modelo deconstructivista en trabajos de ciencia literaria. Por otra parte, el deconstructivismo tampoco es una filosofa cualquiera. Gracias

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a su actitud crtica frente a los dogmatismos y a los sistemas, el pensamiento deconstructivista se opone tambin a gran parte de lo que, tradicionalmente, ha venido llamndose filosofa. Si, en efecto, es indudable que no hay metodologa que no tenga su lado filosfico, la funcin del deconstructivismo en el contexto de la ciencia literaria consiste, sobre todo, en sealar el punto crtico donde los modelos analticos comienzan a apartarse del campo que les es propio, es decir, de la descripcin emprica, para aventurarse en el terreno resbaladizo en que corren el riesgo de caer en la trampa de los dogmatismos de la filosofa. En tal sentido, el llamado fonocentrismo es segn Derrida la trampa por excelencia. Con estas afirmaciones cerramos la digresin para volver a la tierra firme de los modelos analticos. Terminaremos este captulo con una breve mirada sobre un modelo muy diferente, que, si bien le falta toda pretensin filosfica, no por eso deja de marcar un paso innovador en la ciencia del lenguaje. 4. Nuevos enfoques: Peter Koch/Wulf Oesterreicher y Paul Goetsch No hay proyecto de investigacin que no se jacte de haber inventado su propio modelo metodolgico. Es as que a lo largo de los muchos aos en que funcion el proyecto interdisciplinario de la universidad de Friburgo sobre el tema oralidad y escrituralidad (1984-1996)3 prodigaron los modelos. Dos de ellos, de manera especial, merecen nuestro inters. Por lo dems, han sido aceptados y discutidos ms all de las fronteras de las disciplinas en que haban sido concebidos originariamente. Uno de ellos es el modelo concebido por los lingistas Peter Koch y Wulf Oesterreicher; el otro, uno destinado al anlisis literario que se debe a Paul Goetsch. El ms original es, sin lugar a dudas, el de Koch/Oesterreicher. Pero el que nos interesa ms directamente porque se refiere al objeto literario, es el de Goetsch. Este ltimo est basado en el primero, de manera que empezamos por el modelo lingstico. Acabamos de presentar a Derrida. Hemos visto que la importancia del deconstructivismo arranca del hecho de que contribuye a superar la (falsa) dicotoma entre oralidad y escritura. El mismo fin opera como trasfondo de la argumentacin de Koch y Oesterreicher. Tradicionalmente, en efecto, es entendida dicotmicamente la relacin entre oralidad y escritura, por cuanto ambas se conciben en trminos de medios. Oralidad y escritura son consideradas como diferentes medios de expresin. Se trata, en otras palabras,

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Cf. W olfgang Raible (ed.) (1998): Medienwechsel. Ertrge aus zwlf Jahren Forschung zum Thema Mndlichkeit und Schriftlichkeit. Tbingen: Gunter Narr [ScriptOralia, 113].

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del viejo esquema de aprehender filosficamente el lenguaje: la fon (la voz) no es sino expresin del pensamiento; la escritura, expresin del habla. La diferenciacin entre oralidad y escritura en cuanto medios se circunscribe a su carcter de medios. La diferencia entonces es insuperable, dicotmica: o bien estoy hablando, o bien escribiendo. En el primer caso, dependo del factor del tiempo; en el segundo, del espacio. Al hablar dependo del tiempo como linealidad; puedo repetir lo dicho, cambiar la expresin, pero lo que he dicho una vez, lo he dicho para siempre, definitivamente. La improvisacin, la espontaneidad son, por eso, esenciales al habla. La escritura, en cambio, me permite volver sobre lo escrito, corregirlo infinitamente si quiero. La escritura es, pues, sinnimo de orden, de lgica, de perfeccin y armona. Mientras el habla se considera como expresin del alma, de la persona y de sus sentimientos, la escritura pasa por ser la expresin adecuada del espritu. Es el medio, el instrumento lgico por excelencia. Hasta ah la vieja dicotoma. Sin embargo, el esquema es insuficiente, dicen los autores. Lo es frente a los resultados de la nueva teora pragmtica del lenguaje, pero tambin frente a la teora de la comunicacin. Para la pragmtica, el lenguaje es ante todo un acto social. Sirve para la comunicacin, para formas muy diferentes de ella. Los actos de comunicacin son intencionales, vale decir, dirigidos por intenciones especficas de comunicacin. stas, por su parte, dependen de ciertas situaciones de comunicacin socialmente codificadas. Un ejemplo: el presente texto podra ser una conferencia que se presenta en el Brasil:Yo, profesor alemn, estoy hablando aqu y ahora, en Ro de Janeiro, delante de un pblico brasileo, con el fin de explicarle cosas complicadas que otras personas, otros profesores alemanes, al otro lado del globo, han pensado y escrito hace varios aos Ahora bien, estoy hablndole, oralmente, claro est, pero tengo un manuscrito, bien redactado, bien pensado, que me ayuda a darme a entender. Es un discurso, pues, escrito, pero al mismo tiempo hablado, porque estoy lejos de servirme de l servilmente. Para caracterizar correctamente este discurso, no bastan as las categoras del mero medio. Sera ms correcto caracterizarlo de inter-medio. Es un discurso entre los dos medios principales que son la escritura y la oralidad. Si, dado el caso, los eventuales estudiantes brasileos que escuchan mi discurso lo comparan con el de otros profesores que ellos conocen cariocas, por supuesto , ciertamente que van a percatarse de las diferencias: el mo estar ms cerca del modelo de la escrituralidad; el de sus propios profesores, en cambio, ms cerca del de la oralidad

Cerramos el parntesis. Como resulta evidente en el ejemplo, para una explicacin adecuada se precisa de otra categora. El trmino con que Koch/Oesterreicher la designan acuado en otro contexto es el de concepcin. Cada acto de comunicacin, dicen ellos, est caracterizado,

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primero, por la eleccin de un medio; segundo, por la eleccin de cierta concepcin, o sea, de una intencin de comunicacin, que corresponde a la situacin en que el emisor del mensaje cree encontrarse. Intervienen siempre estos dos parmetros cuando est en juego un problema de oralidad y escritura. Veamos el siguiente esquema:

medioA/ habla AB

concepcinB/distancia B/ proximidad

AB A/ escritura He aqu el eje de la argumentacin. Es cierto que la dicotoma ha sido superada, en parte por lo menos: o bien me decido a hablar o bien a escribir. En cuanto al factor medio, la dicotoma se mantiene. En lo que se refiere al factor concepcin, sin embargo, la dicotoma se encuentra reemplazada por toda una escala de posibilidades: claro que siempre puedo hablar con el fin de realizar un gesto de proximidad. De la misma manera, es indudable que escribir equivale normalmente al gesto comunicativo de la distancia.4 Por otra parte, tambin es posible que yo hable como si estuviera escribiendo, o bien, que escriba como si estuviera hablando. Se trata, formalmente hablando, de dos extremos. De ser lcito denominarlos, con Koch/Oesterreicher, inmedia4 Se sugiere, por parte de los autores, que stas, en cierta medida, equivaldran a las concepciones naturales de los respectivos medios. Por eso, a veces, nos encontramos con el trmino lenguaje de la inmediatez (como equivalente de oralidad), o bien, lenguaje de la distancia (como equivalente de escrituralidad).

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tez y distancia, resulta de igual modo cierto que esta doble concepcin del lenguaje se encuentra realizada, una vez, por la oralidad; otra, en cambio, por la escrituralidad. Hasta ah el modelo de los lingistas Koch y Oesterreicher. No cabe duda de que ste, lingsticamente hablando, constituye un gran paso adelante. No solamente permite superar la vieja dicotoma, sino que tambin posibilita una nueva apreciacin de la escritura. Ella no es ya un mero instrumento al servicio del habla. Es un medio que tiene iguales derechos que el habla. De ah que en el acto concreto de comunicacin, el uno no funcione sin el otro. Veamos, para terminar, la manera cmo Paul Goetsch saca provecho del modelo de Koch/Oesterreicher para el anlisis de textos literarios. Al principio de un artculo clave que nos interesa aqu, Goetsch se refiere a un estudio de Walter Ong. El trmino oral residues (Goetsch 1985: 203) es el que suscita su atencin. En 1971, en un artculo de aquel entonces, Ong ya haba mencionado el fenmeno oral residues, en este caso, las huellas de oralidad primaria en la retrica del Renacimiento. Goetsch adopta el trmino; opina, eso s, que tales huellas no slo se encuentran en textos del Renacimiento, sino tambin en autores y textos ms modernos. Hace observar, empero, que tales elementos los oral residues no estn conectados necesariamente con una supuesta oralidad primaria. En realidad pueden ser simplemente fingidos; son productos, pues, de la narrativa de culturas letradas desarrolladas. Al hablar de culturas desarrolladas, Goetsch se distancia explcitamente de la concepcin estrechamente etnolgica de la oralidad segn Ong, para el cual esta ltima estaba ligada a un estado de desarrollo de las llamadas culturas primitivas, es decir, de aquellas que desconocen la escritura. El mrito del modelo de Goetsch consiste, pues, en desconectar la oralidad por as decirlo del fantasma del origen. Desde este punto de vista, resulta indudable que el trmino oral literature pierde una parte de lo paradjico que tiene en la perspectiva de Walter Ong. Es menester, con todo, comentar otro elemento del modelo para entender mejor el fondo de la argumentacin. Goetsch es anglista. Cuando habla de oralidad fingida, lo que est detrs del atributo es la palabra ficcin, en ingls fiction. Fiction-Literature, en ingls, es simplemente un sinnimo para narrativa, sobre todo para la narrativa de tradicin realista. Hablar, pues, de oralidad fingida no significa necesariamente que se trate de una oralidad inventada, imaginada, irreal. Significa tan slo que se trata de una oralidad que ha sido transformada en objeto de representacin, de

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mmesis, al igual que otros muchos e innumerables objetos de la realidad que aparecen en la literatura. Es verdad que en tal sentido no hay representacin de la oralidad sino dentro de un contexto de valores. He aqu el tercer elemento esencial en el modelo de Goetsch: la representacin de la oralidad en el texto literario siempre va unida con una valoracin de la misma. As, el uso estilstico del registro de la oralidad en la literatura realista puede connotar toda una serie de valores, tales como identidad, autoctona, tradicin, intimidad, destino comn, etc. La oralidad fingida es, entonces, para los autores realistas, un elemento constitutivo de una estrategia de comunicacin. En una palabra, la oralidad fingida, segn Goetsch, es sobre todo un elemento retrico. De ah tambin la significacin del modelo de Koch/Oesterreicher para Goetsch. Hemos visto que el trmino de comunicacin est en el centro del modelo de los dos lingistas. Ahora, los autores realistas se comportan, segn Goetsch, como los hablantes (o informantes) de la lingstica moderna: hacen uso del medio del habla o de la escritura conforme a sus respectivas intenciones, o sea en palabras de Koch/Oesterreicher, a sus respectivas concepciones. La oralidad fingida concluye Goetsch pertenece al conjunto de los procedimientos estticos con los cuales las narraciones escritas ejercen una influencia sobre el lector. Podemos afirmar entonces que no se trata sino de un aspecto, pues, de la retrica general del texto fingido, en el sentido de The Rhetoric of Fiction de Wayne C. Booth, o en otro contexto, de la esttica de la recepcin en el sentido de Wolfgang Iser. El anlisis de la misma nos permite sacar conclusiones dignas de inters sobre el valor de ambas tanto de la oralidad como de la escrituralidad en el contexto de las culturas letradas desarrolladas. Quisiramos terminar con dos observaciones: Primero: el mrito del modelo de Goetsch no puede ser puesto en duda. Consiste ya lo hemos dicho en haber liberado el problema de la oralidad literaria del fantasma del origen. As, la oralidad en la literatura debe ser considerada en trminos de un producto esttico-literario. Es un producto de las culturas letradas y no de una supuesta primary orality. Segundo: hay tambin un aspecto problemtico del modelo. Nos parece cuestionable su adhesin a la tradicin de la retrica y del realismo, lo cual se explica en gran parte por el hecho de haber adaptado sumariamente las premisas del modelo lingstico de Koch/Oesterreicher. Lo que escapa as al modelo de la oralidad fingida es el aspecto creativo de la literatura. Vamos

El marco terico

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a ver, a lo largo de los captulos que siguen, que la oralidad literaria, lejos de reflejar slo y exclusivamente una realidad lingstica ya existente es, a veces, fingida hasta el extremo de crear una realidad lingstica propia y autnoma que a su vez influye no solamente en la conciencia lingstica de la comunidad, sino aun en esa conciencia profunda a veces, difusa y artificial que se suele llamar identidad nacional.

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Captulo 2:

Oralidad y escrituralidad: aspectos especficos de la temtica para LatinoamricaEntre los aspectos generales de la temtica que acabamos de tratar en el primer captulo, y el aspecto especfico que nos ocupar a partir del captulo siguiente es decir, la funcin de la oralidad en la literatura argentina, hay todava un nivel intermedio del que vamos a ocuparnos ahora, a saber, el problema de oralidad y escrituralidad tal como se plantea en trminos de una problemtica general de la cultura latinoamericana. Pues bien, la cuestin clsica que al respecto se plantea es la de la supuesta otredad de la cultura latinoamericana y sus relaciones con la problemtica de la oralidad y la escrituralidad. Vamos a ocuparnos de ello a guisa de introduccin. A continuacin, revisaremos dos modelos representativos para el anlisis de la oralidad en la literatura latinoamericana: los trabajos del Martin Lienhard y de Carlos Pacheco. 1. La cuestin del otro y las premisas de Todorov Veamos antes que nada cmo han sido planteadas las relaciones entre la supuesta otredad de la cultura latinoamericana y el tema de oralidad y escrituralidad. El fondo del asunto ya se ha tocado al hablar de Walter Ong. Es cierto se haba dicho que existe una especie de opinio communis creada por la etnologa de que las culturas autctonas de Amrica, al momento de la conquista, eran en su mayora culturas desprovistas de escritura, culturas, pues, caracterizadas segn la nomenclatura de Ong por la oralidad primaria. De ah que sea preciso considerarlas por supuesto desde una perspectiva de la cultura letrada bajo la ptica de la otredad. ste es el argumento decisivo a examinar. Como se aprecia en lo que sigue, el tema vuelve a aparecer en especialistas tan dismiles como el semitico francs Tvzetan Todorov y el peruanista suizo Martin Lienhard. Sin duda alguna estamos frente a una premisa. Segn el diccionario VOX, premisa es una proposicin probada anteriormente o dada como cierta, que sirve de base a un argumento. En otras palabras, las premisas son proposiciones que ya no necesitan ser probadas porque se dan por evidentes. Es ms, ellas soportan toda la argumentacin. En cierta medida, las premisas son ms importantes que la misma argumentacin,

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puesto que de ellas pueden derivarse aun conclusiones contrarias. Es por eso que escojemos a Todorov y a Lienhard. Claramente estamos, en uno y otro caso, ante una apreciacin casi opuesta de la funcin de la oralidad: mientras para Todorov la falta de escritura alfabtica es el factor clave para explicar la derrota de las culturas indgenas ante el asalto de la cultura invasora de los espaoles, para Lienhard, por el contrario, la evidente fuerza y vitalidad de estas culturas el hecho de haber sobrevivido, a pesar de la conquista, hasta hoy da se debe justamente a su carcter oral. As pues, primero examinaremos La conqute de lAmrique. La question de lautre de Tvzetan Todorov. Se trata de un interesante libro, constantemente discutido desde su aparicin en 1982. El autor de estas lneas, por su parte, ya se ha ocupado de l en dos ocasiones: en una, cuando se plantea, en su Introduccin a los estudios latinoamericanos, el problema de la historia latinoamericana en general; en la otra, cuando, en el mismo libro, se habla de la institucin de la Iglesia.5 Tambin en el contexto del presente estudio resulta de sumo inters la obra de Todorov. En efecto, la cuestin del otro no constituye un tema ms entre muchos posibles, sino la cuestin clave de la conquista, el interrogante principal que sta nos plantea. No cabe duda de que la conquista de Amrica segn Todorov es el acontecimiento ms importante en la historia europea, porque los europeos, gracias a ella, llegan al conocimiento de la totalidad de aquello que, hasta entonces, slo haba sido una parte. El concepto de totalidad tiene dos aspectos: uno geogrfico y otro cultural: la conquista de Amrica es el primer e indispensable paso hacia una situacin que hoy en da se discute bajo el ttulo de globalizacin, la cual no es otra cosa quiranlo o no sus defensores6 que la propagacin a escala universal de los valores de la cultura europea. En este sentido, la experiencia de la totalidad tiene una consecuencia tan imprevista como necesaria: siendo precisamente experiencia de la totalidad, llega a serlo tambin de sus propios lmites experiencia, pues, del otro (de s mismo). Segn Todorov, tres son los aspectos de la otredad. Primero, el objetivo: cmo determinar la otredad en s misma? En qu consiste la diferencia especfica entre la cultura europea y esa cultura diferente a que deben

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W alter Bruno Berg (1995): Lateinamerika: Literatur ! Geschichte ! Kultur; eine Einfhrung. Darmstadt: W issenschaftliche Buchgesellschaft, pp. 30-36 y 102-106. Cf. Sergio Paulo Rouanet (1999): Amrica Latina entre a globalizao e a universalizao en: Berg, W alter Bruno; Michael, Joachim; Schffauer, Markus Klaus (eds.): As Amricas do Sul. Brasil no contexto latino-americano. Tbingen: Niemeyer (en prensa).

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enfrentarse los conquistadores? Segundo, el aspecto histrico: cul fue el papel desempeado por la otredad en el proceso histrico de la conquista? Tercero, la dimensin tica: cul es o debe ser nuestra actitud hoy en da frente a los acontecimientos de la conquista, o sea, frente a esa experiencia de la otredad implcita en ellos? La respuesta de Todorov parte de una tipologa de la comunicacin: los indios favorecen el intercambio con el mundo, los europeos, el intercambio con los seres humanos (Todorov 21989: 262; cit. por Schffauer 1998: 69). La tipologa le sirve al citado autor no slo para diferenciar las dos culturas, sino tambin para explicar las razones de la victoria de los ltimos sobre los primeros, basada ella, en ltima instancia, en un comportamiento diferente respecto del Otro: mientras los espaoles, gracias al principio de la comunicacin interhumana, son capaces de entender al otro; el comportamiento de los indios acostumbrados dentro de su propia cultura a la comunicacin con el mundo manifiesta una ausencia casi completa de tal capacidad. Parece que para los indios, los espaoles son meras figuras dentro del universo de sus propias creencias. Cautivos de sus mitos se muestran incapaces de entender la estrategia de los conquistadores. Ahora bien, segn Todorov hay una indicio casi infalible que explica esta capacidad o ms bien, incapacidad para entender al Otro, a saber, el conocimiento de la escritura fontica. Es indudable que la escritura constituye un instrumento que a veces se transforma en arma. Su eficacia consiste precisamente en que posibilita el anlisis, el distanciamiento y la desmitificacin. Es as que a los conquistadores la escritura les ha ayudado a vencer; a los indios, por su parte, en la medida justamente en que tenan un conocimiento, aunque rudimentario, de la escritura, les ha ayudado a resistir. Este ltimo, por dar un ejemplo, es el caso de los mayas, que han resistido durante largo tiempo a los invasores, mientras que el imperio de los incas, en cuya cultura la escritura fontica era desconocida, sucumbi al primer asalto. No se debe, sin embargo, pasar por alto el aspecto principal del libro. Al distanciarse de todo objetivismo historicista, Todorov pretende, antes bien, unir la tarea del historigrafo con la del moralista.7 El libro, concebido

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Jai choisi de raconter une histoire. Plus proche du mythe que de largumentation, elle sen distingue cependant sur deux plans: dabord parce que cest une histoire vraie (ce que le mythe pouvait mais ne devait pas tre), ensuite parce que mon intrt principal est moins celui dun historien que dun moraliste; cest le prsent qui mimporte plus que le pass. A la question: comment se comporter lgard dautrui? je ne trouve pas moyen de rpondre autrement quen racontant une histoire exemplaire (ce sera le genre choisi), une

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como una tentativa autocrtica frente a los estragos histricos del eurocentrismo, se presenta como una reflexin crtica sobre las causas del llamado genocidio perpetrado con los indios el ms grande en la historia, subraya Todorov, es decir, el hecho de que la poblacin indgena, a consecuencia de la conquista, fuera literalmente diezmada (de 10 millones baj a un milln hacia el ao 1600). Aunque es bien sabido que estas escandalosas cifras no se deben slo a la crueldad de los conquistadores, sino tambin a causas naturales como enfermedades y epidemias (vgl. Reinhard 1992), no cabe duda de que, para Todorov, la culpa principal no recae sobre los microbios, sino, ms bien, sobre los humanos: Los espaoles, en efecto, llevaron a cabo la obra de la conquista en virtud de su capacidad para entender al otro; en virtud justamente de ese saber que haban adquirido del funcionamiento de la cultura ajena, sirvindose de lo cual realizaron sus propios fines estratgicos. Es, pues, un hecho indubitable que el conocimiento de la escritura fontica ya lo hemos visto se convierte en un elemento decisivo de esta capacidad, que no tiene equivalente en las culturas autctonas. Pues bien, en relacin al texto que comentamos hay que sealar que el doble propsito que mueve al autor, esto es, por una parte, la reconstruccin del nivel fctico de la historia, y por otra, una referencia concomitante al comportamiento tico de sus actores, lo ponen en un dilema, de tal manera que Todorov se ve obligado a constatar un irremediable desnivel entre los mencionados mundos pese a su postulado de la igualdad de las culturas como consecuencia de su otredad. Si de hecho hay que admitir la superioridad real de los conquistadores, no es menos cierto que esta jerarquizacin no cuenta para nada en el nivel tico de los valores:Para hablar de las formas y de las especies de comunicacin, me coloqu primero en una perspectiva tipolgica: los indios favorecen el intercambio con el mundo, los europeos, el intercambio con los seres humanos; ninguno de los dos es intrnsecamente superior al otro, y siempre necesitamos los dos a la vez; si ganamos en un plano, perdemos necesariamente en el otro. Pero al mismo tiempo, fui llevado a comprobar una evolucin en la tecnologa del simbolismo; para simplificar, esta evolucin se puede reducir a la aparicin de la escritura. Ahora bien, [ ] Habr tambin una evolucin entre la comunicacin con el mundo y la comunicacin entre los hombres? En trminos ms generales, si es que hay evolucin, no vuelve a encontrar el concepto de barbarie un sentido no relativo? (Todorov 21989: 264 [= Todorov 1982: 255s.]; cit. por Schffauer 1998: 73)

histoire donc ausssi vraie que possible mais dont jessaierai de ne jamais perdre de vue ce que les exgtes de la Bible appelaient le sens tropologique, ou moral (Todorov 1982: 11s.).

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Todorov llega, de este modo, a una apora, vale decir, a dos proposiciones que, referindose al mismo objeto, no pueden sino contradecirse mutuamente: una, segn la cual la escritura parece ser un avance categrico en el plano de una supuesta tecnologa del simbolismo; otra, segn la cual este avance es puesto en duda, al considerarse que la comunicacin interhumana que lo acompaa slo es posible a costa de la comunicacin con el mundo, o sea, que lo que se gana en un plano se pierde en el otro. A todas luces, este esfuerzo de Todorov es respetable. Desgraciadamente, sin embargo, su argumentacin est basada en la vieja y fatal dicotoma entre una cultura agresiva, vencedora, poseedora de la tecnologa de la escritura, y una cultura pacfica, desprovista de tales medios y, por lo mismo, vencida. En cuanto al asunto que aqu nos ocupa la funcin de la oralidad en la literatura latinoamericana la argumentacin no aporta nada nuevo. Slo confirma el modelo tradicional (y logocntrico) de la escritura (fontica).8 Encontraremos la misma premisa en el concepto de etnoficcin del especialista suizo en culturas andinas Martin Lienhard, concepto del cual ahora nos ocuparemos. 2. El concepto de la etnoficcin de Martin Lienhard 2.1. El esquema de la argumentacin Martin Lienhard es considerado uno de los mejores especialistas en el campo de la oralidad literaria en Latinoamrica. Ya su tesis doctoral, publicada en 1981 Cultura popular andina y forma novelesca. Zorros y danzantes en la ltima novela de J.M. Arguedas, contiene todos los grmenes del futuro modelo de etnoficcin. En forma sistematizada ste vuelve a ser presentado en La voz y su huella, una de sus ltimas publicaciones. Sin falsa modestia, el subttulo de la obra Escritura y conflicto tnico-cultural en Amrica Latina 1492-1988 indica una intencin: que se est ante una suma, ante la conclusin de un debate que tiene 500 aos. La tesis principal tal como ya es ampliamente desarrollada en la primera parte del libro puede resumirse en tres puntos:1. La conquista de Amrica tuvo dos aspectos: uno militar, otro cultural. El resultado fue la formacin de la sociedad colonial, cuya estructura estaba constituida en lo esencial por dos clases: una minora dominante, caracterizada, a nivel de lengua, de costumbres y de religin por las tradiciones de la cultura europea; y una mayora dominada, donde

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Nos hemos detenido ms largamente en este aspecto en otro artculo; vase Berg 1998.

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prevalecan las tradiciones de la cultura autctona. Ahora bien, esta configuracin colonial no desapareci, segn Lienhard, con la independencia, sino que persiste hasta hoy. 2. El instrumento ms eficaz en el proceso de implantacin de los principios y valores europeos fue la escritura. Vale decir, un instrumento de poder por excelencia. La cultura autctona, marcada por la oralidad, no tuvo nada que oponerle. Por eso, se transform en cultura de los vencidos, de los conquistados, de los oprimidos; caractersticas que tambin se mantienen hasta hoy. 3. Los vencedores hicieron todo lo posible por discriminar y exterminar la cultura oral de los vencidos. Claro que si de hecho consiguieron mantener su propio predominio hasta hoy, no por eso consiguieron que la cultura oral desapareciese por completo. sta, ms bien, ha dejado huellas en el medio que es por excelencia el medio de la cultura de los vencedores, esto es, en la literatura. Es precisamente esta voz de la cultura oral que el libro se propone hacer escuchar.

2.2. Oralidad y escritura segn Lienhard Veamos con mayor detenimiento la argumentacin clave, es decir, la distincin entre cultura oral y cultura duea de la escritura. En efecto, segn el autor, las culturas precolombinas conocieron la escritura. No fueron, por consiguiente, culturas desprovistas de escritura como se ha afirmado desde Garcilaso Inca de la Vega hasta Claude Lvi-Strauss. Para examinar el tipo de escritura de que disponan, Lienhard se refiere a los llamados quipus usados por los incas as como a los famosos cdices de las culturas centroamericanas. Nos parece, sin embargo, que en lo que se refiere a los quipus, la presentacin es decepcionante, por cuanto Lienhard no hace, en el fondo, sino confirmar las informaciones standard, a saber, que los quipus son meros instrumentos mnemotcnicos destinados al clculo, para almacenar datos concernientes a la administracin, al abastecimiento, a los tributos, etc. Si no deja de ser cierto que constituyen instrumentos bastante precisos en cuanto a la transmisin de informaciones cuantitativas, carecen en cambio de precisin cuando se trata de trasmitir informaciones determinadas por el factor tiempo, como sucede en el caso de las genealogas, en donde necesitan ser comentados, apoyados por la memoria oral (Lienhard 31992: 34). El juicio de Lienhard sobre los cdices de los mayas y de los aztecas no es muy diferente. Tambin la funcin de los llamados libros aztecas por ejemplo la larga lista de libros presentada por Fernando de Alva Ixtlilxchitl, el historigrafo de la ciudad de Tezcoco y del rey Nezahualcyotl debe ser clasificada, de acuerdo a Lienhard, segn las mismas categoras que antes

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haban sido empleadas para caracterizar los quipus: historia, guerra, tributos, gobierno, tierras, cuentas de negocios, ceremonias, leyes (Lienhard 31992: 35). As pues, los libros mexicanos no fueron otra cosa que instrumentos mnemotcnicos, cuyo manejo estaba al servicio de una memoria social que operaba, en el fondo, segn las leyes de la oralidad. Por eso, Lienhard llega a la conclusin de que:Con la relativa excepcin de la incipiente escritura fontica de los mayas, todos estos sistemas tienden no a transcribir discursos verbales, sino a plasmar el mundo csmico, natural y social en cuadros o listas. No previstos, contrariamente al alfabeto, para fomentar una prctica escritural discursiva, ellos auspician una prctica esencialmente conservadora. Los documentos plsticos o grficos no transcriben el movimiento de la inteligencia discursiva del hombre, sino que ofrecen, bajo forma sinttica, el resultado de sus observaciones, reflexiones y medidas. La dinmica del discurso humano, y este punto nos parece decisivo, se desarrolla bajo el signo de la oralidad. [ ] Las escrituras americanas sirven, ante todo, para almacenar datos, para fijar una visin del mundo ya consagrada, para archivar las prcticas y representaciones de la sociedad. No les incumbe, o slo en una medida reducida, explorar o planificar el porvenir, jugar (filosofar) con las representaciones: estas prcticas se realizan en la esfera oral. (Lienhard 31992: 37s.)

2.3. El concepto de etnoficcin Esta argumentacin acerca de la oralidad es de capital importancia para el concepto que est en el centro del libro, el de etnoficcin. sta debe ser entendida, dice Lienhard, como subgnero de la etnohistoria, de modo que su objeto han de ser aquellas subsociedades orales, dominadas u oprimidas, desde la poca de la conquista, por la cultura oficial de los conquistadores europeos, que es, claro est, una cultura letrada. Se trata, empero, de una dominacin parcial, puesto que estas subsociedades no slo siguen existiendo como tales es decir, manteniendo formas de vida propia, heredadas desde tiempos precolombinos, sino que adems han aprendido a servirse de la cultura de los opresores en favor justamente de la conservacin de su propia cultura. En efecto, por momentos, [] estas subsociedades o, ms exactamente, sus representantes o portavoces letrados ms o menos legtimos se sirven de la escritura europea para expresar una visin alternativa (Lienhard 31992: 14). La etnoficcin, por tanto, no es otra cosa que una literatura concebida como instrumento historiogrfico para otra historia, justamente la de estas culturas orales destruidas u oprimidas por la cultura letrada de los conquistadores:

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El conocimiento de la otra historia permite y exige, ahora, la elaboracin de otra historia de la literatura latinoamericana, una historia que tendr que relativizar la importancia de la literatura europeizada o criolla, aquilatar la riqueza de las literaturas orales y revelar o subrayar la existencia de otra literatura escrita, vinculada a los sectores marginados. Esta literatura escrita alternativa es la que constituye el objeto principal del presente libro. (Lienhard 31992: 15)

2.4. Ms all del dilema de la etnoficcin: el mestizaje cultural Si se toma en consideracin la problemtica general de la cuestin que nos ocupa (vase captulo 1), se advierte fcilmente que el modelo de etnoficcin tampoco escapa al dilema general que habamos visto planteado al discutir el ensayo de Walter Ong. Podemos resumirlo en tres puntos:1 Se parte de la base de que las culturas precolombinas son culturas desprovistas de escritura. A su vez, la escritura (fontica), en las manos de los europeos, resulta un instrumento de dominacin y de opresin. Al mismo tiempo, sin embargo, resulta ser tambin un factor dinmico. Porque, en efecto, es portador del pensamiento discursivo, vale decir, es el motor del progreso y del desarrollo social. Hay asimismo una dinmica propia de las sociedades indgenas. Ella, sin embargo, no se manifiesta en el plano de la escrituralidad, sino en el de la oralidad. Si las sociedades precolombinas han sabido sobrevivir al asalto de los europeos (en forma de sub-sociedades), lo han podido hacer gracias a la dinmica de su cultura oral. He aqu la paradoja: estas subsociedades se han apropiado an del medio de la escritura (europea). No slo se sirven de ella, sino que lo hacen en un sentido muy especial: para los representantes de las subsociedades marginadas, la escritura se convierte en el medio por excelencia, capaz de expresar la dinmica propia de estas subsociedades, lo cual antes le incumbi expresar, dentro del contexto propio de estas sociedades, exclusivamente al medio de la oralidad.

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Es indudable que la argumentacin de Lienhard funciona dentro de un campo restringido de oposiciones: dinmica se opone a tradicin (o archivo); oralidad a escritura. Al pasar, pues, de una cultura a otra de la oral a la letrada, o vice versa, el cambio que se opera no se refiere al sistema mismo de las oposiciones, sino a la distribucin de los valores que lo constituyen. Vase al respecto el siguiente esquema:valor positivo: dinmica; discurso cultura europea escritura valor negativo: prctica conservadora oralidad

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cultura indgena subsociedades con escritura

oralidad

escritura literatura oral (por ej. indigenismo)

Del mismo modo, es evidente que la paradoja a que nos referimos slo existe cuando suponemos siguiendo a Walter Ong que la cultura oral constituye un mundo autnomo, cerrado en s mismo; un mundo, por tanto, con una mentalidad propia, impenetrable para la mentalidad del mundo de la escritura. En efecto, metodolgicamente hablando, el problema que se le plantea a Lienhard es muy semejante al que vimos al hablar de Ong: en ambos casos se busca un nivel emprico que permita hablar de la cultura oral; una realidad, as, que se supone escapa justamente a las categoras epistemolgicas del mundo de la escritura en que vive el investigador. En los dos casos, sin embargo, este nivel emprico se presenta paradjicamente como un conjunto de textos escritos la pica de Homero, por una parte; la etnoficcin americana, por la otra los que, entremezclados con huellas de una oralidad primaria, permiten percibir la voz de los sujetos que originalmente se manifestaron a travs de ella. Lo que llama la atencin en estas interpretaciones es el hecho de que tanto Ong como Lienhard parecen haberse olvidado del principio fundamental que haba sentado Ong en su ensayo, vale decir, el hecho de que ambos medios tanto la oralidad como la escrituralidad, adems de ser meros medios, han de ser considerados como portavoces de un mundo propio, inalcanzable para el otro. Si de hecho la cultura oral se sirve de la escritura, se ve necesariamente contaminada por sta. Encontramos justamente en Jos Mara Arguedas, el autor del cual Lienhard se ha ocupado con profusin, la contraprueba de esta desestimacin de la escritura. Se trata de la experiencia manifestada por ejemplo en la novela Los ros profundos de que el medio de la escritura, lejos de ser un medio neutro, o bien, inocente, desempea un papel activo en esta transicin o mezcla, esto es, en este mestizaje entre dos culturas, lo cual es precisamente el objeto de la literatura de Arguedas. La mera existencia de la literatura, de la etnoficcin es ya un signo evidente de una prdida irrecuperable del estado de inocencia de la supuesta oralidad primaria. La literatura viene a ser, por consiguiente, un producto del mestizaje cultural. Y este hecho resulta fundamental para cualquier acercamiento al problema de la cultura latinoamericana. En efecto, el as llamado mestizaje cultural, uno de los emblemas de la cultura latinoamericana, tiene una precisa significacin, a

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saber, entre otras cosas, la de la transicin desde una cultura oral hacia una cultura definitivamente escritural. 3. Carlos Pacheco: La comarca oral 3.1. El campo de estudio Para terminar veamos un tercer ejemplo representativo del acercamiento al problema general de la oralidad en la literatura latinoamericana. Se trata del ensayo del venezolano Carlos Pacheco La comarca oral, una de las ms recientes publicaciones sobre el tema. Lo que nos interesa del trabajo es principalmente el punto de vista metodolgico. Segn nuestro criterio, el libro no aporta nada esencialmente nuevo, sin embargo el conjunto no deja de ser interesante. La obra, en efecto, se articula en dos partes: una primera de orientacin metodolgica (captulos 1 y 2); y una segunda (captulos 3 al 5) formada por tres estudios independientes, uno sobre el mexicano Juan Rulfo, otro sobre el brasileo Joo Guimares Rosa y un tercero sobre el autor paraguayo Augusto Roa Bastos. Aqu nos interesa en especial la primera parte. Llama la atencin, ante todo, el ttulo de la obra: La comarca oral. La ficcionalizacin de la oralidad cultural en la narrativa latinoamericana contempornea. Este ttulo es ampliamente discutido en la Introduccin. El punto de referencia, declara Pacheco, es un famoso estudio de ngel Rama, La ciudad letrada (de 1984). La comarca oral, en cierta medida, va a presentar un complemento al estudio de Rama: mientras ste se interesa por los centros urbanos que se formaron en Latinoamrica durante la Colonia focos de irradiacin de la cultura hegemnica, escritural y cosmopolita, Pacheco se interesa por el reverso de la medalla, es decir, por aquellas comarcas donde se han mantenido restos, huellas de las culturas autctonas, de carcter esencialmente oral. Estas comarcas orales son caracterizadas por tendencias culturales de carcter popular9 y tradicional (Pacheco 1992: 17). Su inters histrico consiste en que constituyen un bastin de resistencia cultural (ibid.). Agrega que constituyen un indicio de:la progresiva emergencia, en la conciencia occidental y letrada, del fantasma (imprescindible!) del Otro, del subalterno (o sub/alterno), sobre cuya posibilidad de

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Vase el doble sentido del concepto de cultura popular: descriptivo por un lado; valorativo por el otro. Pacheco conoce las dos acepciones (cf. Pacheco 1992: 15, nota 4; 1992: 19, nota 9). La frmula bastin de resistencia cultural demuestra, en todo caso, que utiliza sobre todo la segunda acepcin.

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hablar (y pensar, de imaginar, de actuar y de organizar el mundo), en lugar de ser pasivo objeto de representacin, parece an necesario interrogarse. (Pacheco 1992: 54)

Pues bien, la comarca tiene tres de estos bastiones, es decir, tres modos diferentes de presencia del otro cultural en la literatura: 1 Literatura testimonial: El nico ejemplo de prestigio al que se refiere Pacheco es la famosa novela del cubano Miguel Barnet Biografa de un cimarrn, un texto elaborado en base a documentos autnticos desde el punto de vista autobiogrfico, tales como grabaciones magnetofnicas. 2 Literatura indigenista: El verdadero punto de inters de esta literatura es de ndole cultural. Se trata de una literatura caracterizada por la apropiacin y elaboracin esttica de elementos provenientes de fuentes mticas indgenas o africanas (Pacheco 1992: 19). Se citan dos conocidos ejemplos: el caso de Miguel ngel Asturias y el de Jos Mara Arguedas. 3 Literatura nacida en situacin de diglosia: Estamos ante un caso que tiene mucho en comn con la categora anterior. Su inters especial, sin embargo, arranca de un problema lingstico caracterstico para muchos pases de Latinoamrica: el fenmeno de la diglosia. Dice Pacheco que se trata de una literatura que procede del:estudio de las diversas soluciones aportadas por algunos escritores al problema del bilingismo y la diglosia en sus respectivas reas socioculturales, donde una lengua de origen europeo compite con una lengua autctona que puede mantener un alto grado de vigencia en su funcionamiento social. (Pacheco 1992: 20)

Los ejemplos representativos que se citan son una vez ms la obra del peruano Arguedas y, sobre todo, la del paraguayo Roa Bastos, autor al que se le dedica adems uno de los captulos de la segunda parte del libro. 3.2. Cuestiones metodolgicas El primer captulo del texto de Pacheco, titulado Hacia una teora de la oralidad trata de una serie de autores que en parte ya conocemos, entre otros Walter Ong, Martin Lienhard y Jacques Derrida. Podemos limitarnos, pues, a algunas observaciones de tipo general. Pacheco parece deberle a Walter Ong el inters por el fenmeno principal, es decir, por el hecho de la existencia de una diferencia cualitativa entre

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culturas orales y aquellas que practican la escritura. El autor subraya que, sin embargo, hay un peligro inherente a la argumentacin de Ong. Se trata del peligro de un prejuicio letrado, consistente en la equiparacin entre culturas sin escritura con culturas iletradas, analfabetas y grafas, o sea, en una valoracin negativa de las culturas orales desde la perspectiva del etnocentrismo occidental moderno (Pacheco 1992: 28). El argumento es del mayor inters, porque no solamente vuelve a plantear la pregunta por la existencia, en las culturas orales precolombinas, de prcticas escriturales diferentes del tradicional modelo fontico de escritura occidental, sino que, adems, pone en tela de juicio la valoracin inherente al modelo escritural de Occidente. Ya hemos tocado dicho punto ms arriba al revisar el concepto de etnoficcin en Lienhard. Pronto se descubre, empero, que Pacheco est lejos de darse cuenta del verdadero alcance de su pregunta: para contestarla se sirve de la argumentacin del propio Lienhard. Adopta, sin examinar, su caracterizacin de las prcticas escriturales precolombinas como prcticas esencialmente conservadoras. El resultado de tal modo de argumentar es previsible. Valindose de la caracterizacin de las escrituras precolombinas como conservadoras, Pacheco puede referirse ahora sin reservas al modelo de Ong: en efecto, las sociedades precolombinas a la hora de la conquista eran culturas autnticamente orales; para ellas la introduccin del sistema alfabtico signific un paso cualitativo en su desarrollo. Este paso, fomentado por la formacin de la ciudad letrada, no pudo impedir, sin embargo, que se formasen al mismo tiempo o ms bien: que quedasen comarcas orales, vale decir, aquellas regiones donde el cdigo cultural predominante (segua) siendo [] el oral (Pacheco 1992: 37). Asimismo el segundo concepto clave de Pacheco el de ficcionalizacin carece de originalidad. Vuelve a repetir, aunque con menos precisin, lo ya expresado por Martin Lienhard y Paul Goetsch al referirse a la oralidad fingida o a su vez al modelo de la etnoficcin. Ficcionalizacin, en los tres casos, no es sino una especie de dummy (en palabras de los lingistas), por cuanto engloba significaciones tales como medio, representacin, signo, instrumento de conocimiento, etc. Lo comn a todas estas significaciones es la idea bsica del realismo, es decir, la mmesis de una realidad concebida como algo preexistente al acto mismo de representacin. Veamos por ltimo la manera como el autor se ocupa de Jacques Derrida. Contrariamente a Lienhard, que decididamente se niega a adentrarse en el

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pensamiento deconstructivista,10 Pacheco s parece interesarse en la figura de proa de esta corriente filosfica. Le dedica incluso un breve prrafo donde se refiere afirmativamente a un aspecto bsico del pensamiento derridiano, esto es, al hecho de que el concepto de criture (en el sentido del filsofo francs) se sita ms all de la dicotoma habitual entre oralidad y escritura. La conclusin que Pacheco saca de su lectura, no deja sin embargo de decepcionar. En vez de sacarlo de esquemas fijos y de sugerirle una actitud autocrtica, parece que el nico efecto de esta lectura consiste en la afirmacin de sus propias premisas:A la vez que puede aprovecharse la posicin crtica derrideana con el fin de superar los riesgos de la idealizacin romntica de la oralidad, su teora no es bice en definitiva para reconocer la pertinencia y relevancia de la oralidad como rasgo central en la caracterizacin de determinadas sociedades y culturas, reconocimiento que resulta crucial dentro del enfoque de este trabajo. (Pacheco 1992: 46)

4. Nuevos enfoques Dentro del necesariamente restringido panorama de algunas teoras representativas de la oralidad literaria que hemos mencionado, destaca un trabajo que a su manera tambin es fruto del proyecto de investigacin sobre el tema de oralidad y escrituralidad llevado a cabo en la universidad de Friburgo. Se trata de la tesis doctoral de Markus Klaus Schffauer. Ya el ttulo (algo pretencioso) de su trabajo escritOralidad en la literatura argentina alude a un argumento clave: por vez primera, hasta donde sepamos, se da pleno derecho de ciudadana por decirlo as a la teora de la escritura de Derrida dentro de un contexto dominado hasta hoy por la dicotoma oralidad y/o escrituralidad. Segn Schffauer, un anlisis atento del fenmeno de la oralidad literaria en la Argentina no slo permite superar la consagrada dicotoma, sino que es capaz de demostrar que la escrituralidad suponiendo siempre que nos movamos dentro de esta prctica cultural llamada literatura resulta ser incluso, por lo menos en la breve historia de la oralidad rioplatense, uno de los factores decisivos que han determinado a la primera.

10 Nos limitamos a citar el prrafo siguiente: Poco operativo [ ] nos parece la concepcin de una archi-escritura formulada por el grammatlogo Derrida: al incluir en ella, descartando el criterio de la notacin, aun las operaciones de clasificacin puramente mentales, se desvanece la posibilidad de distinguir las diferentes escrituras (Lienhard 1992: 31s.).

Aspectos especficos para Latinoamrica

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La tesis que, por nuestra parte, vamos a proponer ser presentada a lo largo de los siguientes captulos.

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Captulo 3:

Modelos de oralidad en la literatura argentina1. Contextos propios de la oralidad literaria en la Argentina 1.1. En busca de la identidad nacional Pasemos ahora a los problemas especficos de la oralidad en la literatura argentina. Por de pronto se presentan algunas reflexiones metodolgicas de tipo general que nos sirven para acercarnos adecuadamente a la problemtica que en este contexto se plantea. Ms adelante, en el segundo apartado, se discuten problemas de aplicacin del modelo propuesto al mbito de la llamada literatura gauchesca, que es histricamente la primera fase de lo que, en los manuales de historia de la literatura, se da por llamar literatura argentina. A propsito de la literatura argentina, desde ya es posible descartar dos de los problemas fundamentales que surgen en el contexto de un estudio de la oralidad en general: el de la oralidad primaria y el de la etnoficcin. En lo que se refiere al primero, es cierto segn Walter Ong que la supuesta oralidad primaria no es sino una construccin (hipottica) en base a documentos escritos el problema, por ejemplo, de la oralidad en la pica de Homero. Pertenece, pues, al problema global de la oralidad en la literatura. Por eso Martin Lienhard y Carlos Pacheco, al plantear los problemas especficos de la oralidad en la literatura latinoamericana, van a proponer el trmino etnoficcin. sta vendra a ser la forma en que la supuesta oralidad primaria de las culturas precolombinas se ha transmitido, gracias a la literatura, hasta hoy. En el mbito de literatura argentina, hay que descartar este modelo por una razn muy simple: ya no hay etnias en Argentina, por lo menos, no las hay en el sentido de etnias autctonas, esto es, con races precolombinas. A diferencia de la situacin en Mxico, en Per, en Guatemala y tambin en el Brasil, la poblacin indgena es casi inexistente en la Argentina. Fue casi por completo erradicada en el siglo XIX.11 Si existen restos, huellas de ella, no

11 Esta forma de hablar de los indios corresponde, claro est, tambin a un discurso oficial tan oficial para la Argentina como el otro discurso oficial, por ejemplo, el de los mexicanos, que pretende que la poblacin del pas consta de un 95% de mestizos. Desgraciadamente, sin embargo he aqu una diferencia con respecto a Mxico , a este discurso oficial le corresponde tambin una realidad: no hay literatura de indios en

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juegan papel alguno en la literatura. Por otra parte, si bien no encontramos etnoficcin en la Argentina, lo que s hay es oralidad; justamente oralidad en la literatura. Cmo se explica el fenmeno? Cul es la funcin de esta oralidad literaria, propia segn parece del contexto argentino? Hay un doble contexto, en efecto, que se debe tomar en cuenta al tratar de explicar dicha situacin. Es conocida, primero, la reputacin de Argentina de ser un pas europeizado eurocntrico se ha dicho muchas veces, marcado fuertemente por la inmigracin. En cuanto a la poblacin indgena que a principios del siglo XIX an viva en el pas, no cabe duda de que, comparada con la civilizacin azteca o incaica, su nivel cultural era inferior. Si las tribus tuvieron armas, no tuvieron letras (para decirlo metafricamente con una expresin del Siglo de Oro). No tuvieron fuerza para resistir culturalmente. He aqu, en la experiencia de esta inferioridad, una de las razones del arraigado desprecio, por parte de la poblacin criolla, hacia los indgenas y la completa falta de remordimiento ante su casi total exterminio. Segundo: es de sobra conocido el papel protagnico que le toc desempear a la Argentina en las guerras de Independencia. Es un hecho que no hay pas en Latinoamrica en donde el culto a la Nacin sea ms fuerte. Se trata de un culto que debe formarse sobre el vaco; ello en dos sentidos: por una parte, la negacin del pasado indgena; y por la otra, la negacin del pasado de la Colonia espaola. Como en otros lugares del globo, esta suerte de adoracin va a gestarse sobre hroes y tumbas, justamente sobre los hroes de la Independencia, que a su vez, empero, tuvieron que inventar el objeto el pas por el cual haban combatido e incluso muerto. Bajo estas condiciones el concepto de nacin casi necesariamente lleg a transformarse en mito.12 Cada generacin, cada rgimen hasta mitades del siglo XIX

Argentina. Existe un caso de etnoficcin relativamente reciente, trascendiendo, sin embargo, el mbito de la literatura propiamente dicha. Nos referimos a la pelcula de veras magnfica de Miguel Pereira La deuda interna. 12 El fenmeno de la mitificacin no es privativo de la Argentina. En su gran novela histrica Durante la Reconquista, de 1894, el chileno Alberto Blest Gana lo describe patticamente: Los heroicos defensores de la plaza, que consiguieron con su arrojo convertir una derrota en una de las ms brillantes pginas de la historia chilena, haban transmontado los Andes, dejando la patria enlutada y los hogares en lgrimas. Principiaba la leyenda, que es generalmente el vidrio de aumento de la historia, pero que esta vez no necesitaba de su poder engrosador, para dar a los personajes del drama, las proporciones gigantescas de los hroes de epopeya. [] En pocos das, los nombres de Milln, de Ibieta, de Molina, de Vial, de Snchez, de Astorga, agrupados como una aureola de constelaciones luminosas en torno del gran nombre de OHiggins, haban llegado a encarnar el culto del pueblo por esa deidad, la Patria, que vive de sacrificios, como los

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tuvo que inventarlo de nuevo: primero, los unitarios; despus, los federales, con su figura de proa, el dictador Manuel Rosas; y por ltimo, otra vez los unitarios que dictaron la Constitucin. sta, con todo, si de hecho puso fin a las guerras civiles, no termin el debate, sino que al contrario lo acrecent. Si la Nacin, gracias a la Constitucin, comenzaba a institucionalizarse, si la vida poltica encontraba formas que eran consensualmente respetadas, continuaba el debate acerca del contenido de la Nacin, acerca de lo que era e iba a ser el pas. Y hacia fines del siglo XIX, con las crecientes olas de inmigrantes, se acentu an ms. Fue una discusin acerca de la identidad. Qu significa ser argentino? A falta de un prototipo histrico, quin representa al argentino autntico? Era evidente que la convencin liberal, que haba hecho posible la Constitucin, se presenta con el tiempo como una base demasiado abstracta; era, pues, necesario llenarla de vida, darle concrecin con figuras de carne y hueso. Ahora bien, respecto a este debate, a este proceso de re-formulacin o creacin de una (nueva) identidad nacional, es posible formular una doble tesis: que la institucin literatura va a desempear un papel decisivo en este contexto; que, adems, se trata de una literatura caracterizada, entre otras cosas, por el rasgo de la oralidad. Explicaremos brevemente cada una de las tesis. 1.2. El rol de la literatura con respecto a la re-formulacin de la identidad nacional Al hablar de literatura, nos referimos al sentido amplio del trmino. Literatura incluye a este respecto tanto el pensamiento filosficoensaystico como la literatura en el sentido riguroso, esto es, la poesa, la literatura ficcional, la narrativa, etc. No cabe duda, por ejemplo, que el tema de la identidad nacional preocupa constantemente a la llamada Generacin del 30" Esteban Echeverra, Juan Mara Gutirrez y, sobre todo, Juan Bautista Alberdi. La pretensin de este ltimo es conocida. Lo que se propone es la creacin de una filosofa argentina, una filosofa propia, adecuada para resolver los problemas especficos de la joven repblica. El pensamiento de Alberdi servir ms tarde como base filsofica para la Constitucin de 1859. Sin menospreciar la obra de filsofos y ensayistas a cuya influencia vamos a volver cuando hablemos de la oralidad en un sentido ms preciso, se puede dudar de que las ideas por s solas sean capaces de crear una identidad estable. El mismo Alberdi ya haba vislumbrado el problema: su

dioses de la idolatra (Blest Gana 1897: 3s.; cursivas: W BB).

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proyecto de una filosofa argentina no era otra cosa que una filosofa pragmtica, apropiada a las necesidades concretas del contexto histrico.13 Las ideas no se matan, haba dicho orgullosamente don Domingo Faustino Sarmiento. Sin embargo, el propio Sarmiento ha dado el ejemplo de la creacin, en estricto sentido literaria, de la primera figura paradigmtica de la identidad nacional; ejemplo "fundador" en ms de un sentido. Nos estamos refiriendo, claro est, al Facundo, esto es, a la biografa del famoso caudillo Facundo Quiroga, uno de los ms importantes jefes de las huestes montoneras, constituidas en su mayora por gauchos, que prepararon la ascensin del dictador Manuel Rosas. Parece contradictorio afirmar que justamente este libro, caracterizado por la ideologa que se expresa en la funesta dicotoma "civilizacin" y "barbarie", haya contribuido a la creacin del modelo fundador de la identidad argentina, cuyo smbolo va a ser la figura del gaucho. Es indudable, en efecto, que el Facundo ha creado, de una vez por todas, el prototipo, la figura representativa del gaucho que va a quedar grabada en la memoria colectiva; ello gracias a su vigor esttico, a una narracin cuyo rasgo distintivo es la indisoluble mezcla de historia, imaginacin y ficcin. Sarmiento mismo nos explica el secreto de su mtodo:Cuando un hombre llega a ocupar las cien trompetas de la fama con el ruido de sus hechos, la curiosidad o el espritu de investigacin van hasta rastrear la insignificante vida del nio, para anudarla a la biografa del hroe; y no pocas veces, entre fbulas inventadas por la adulacin, se encuentran ya en germen en ella los rasgos caractersticos del personaje histrico.14

1.3. Identidad y oralidad: el gaucho segn Jos Hernndez Se puede decir, entonces, que paradjicamente Sarmiento es el inventor del gaucho aunque por razones ideolgicas lo relega a los distritos limtrofes de la civilizacin, e intenta excluirlo del consenso nacional. A todas luces es el inventor del gaucho como figura literaria, o sea, de una figura a la que compete un papel protagnico, sea como hroe o como anti-hroe, en la historia de la nacin argentina. Cuando, 30 aos ms tarde, el poeta Jos Hernndez trata de corregir en su famosa epopeya Martn Fierro la imagen denigrante del gaucho trazada por Sarmiento, no tiene que inventar nuevamente la figura. Ya existe. Se trata slo de valorarla de un modo

13 Cf. al respecto Berg 1994. 14 Sarmiento 1974: 63.

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diferente, de purificarla de las denigraciones sarmentinas. No se entienden ni la importancia ni la repercusin que tuvo el Martn Fierro en su poca (y posteriormente) si no se toma en consideracin esta intertextualidad. Donde Sarmiento haba dicho no, Hernndez ahora dice s. Pero hablan de las mismas cosas, de las mismas personas, pues se expresan en el mismo sistema. Si para Sarmiento, Facundo, el gaucho prototpico, haba sido el anti-hroe (nacional) por excelencia, si propone la alternativa civilizacin o barbarie, tratando de presentar a Facundo Quiroga como representante de la ltima, Hernndez, por su parte, trata de presentarlo como hroe. A este propsito, se sirve de tres recursos: cuenta primeramente otra historia de gauchos, una historia donde ste ya no comete delitos contra la sociedad, sino la sociedad contra l; un relato, pues, donde el gaucho aparece como vctima y no como victimario. En segundo lugar, en vez de contar la historia en tercera persona recurso narrativo que crea distancia, tan caracterstico del estilo analtico del Facundo, la cuenta ahora en primera persona, es decir, desde una perspectiva autobiogrfica. Y tercero, el narrador-protagonista no habla como poeta ni como filsofo-ensayista, sino como gaucho. Parafraseando una clebre frmula podemos decir ahora: (el gauchipoeta Hernndez) escribe como habla15 (su protagonista Martn Fierro). Hace hablar a su protagonista en su propio lenguaje, justamente en su propia oralidad. Gracias a estos rasgos caractersticos, Hernndez consigue, as, transformar al gaucho en una figura una sea de la identidad nacional. 1.4. Breve presentacin del modelo de la oralidad literaria El lector ya habr percibido que, respecto de los modelos que han sido discutidos hasta ahora, el nuestro es diferente en ms de un sentido. Tratemos de resumirlo en breve frmula:El modelo se funda en la constatacin de que, en el contexto de la literatura argentina, tanto el modelo etnolgico (la etnoficcin) como el realista (la oralidad fingida) resultan insuficientes para explicar adecuadamente la oralidad literaria. Antes bien, la oralidad debe ser considerada como uno de entre mltiples elementos al interior de un paradigma, vale decir, como un momento ms dentro de una construccin literaria, cuya funcin consiste precisamente aqu en connotar en indicar, semiticamente hablando rasgos de la identidad nacional.

15 Nos referimos al lema de un proyecto de investigacin dirigido por Hans-Martin Gauger. Por ms detalles, cf. Raible 1998: 149-152.

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Ahora bien, antes de seguir y pasar a comentar en detalle el modelo explicndolo con ejemplos, tenemos que ocuparnos brevemente de un famoso debate cuyo conocimiento es indispensable como contexto histrico a propsito del problema de la oralidad literaria en la Argentina. 2. El debate sobre el idioma nacional La peculiar situacin de la cuestin de la oralidad en el contexto argentino est caracterizada por la ausencia de culturas indgenas y adems por la larga tradicin del republicanismo criollo. Hemos visto que Argentina es, en cierta medida, la cuna de la independencia sudamericana. Pues bien, es un hecho que el mismo espritu emancipatorio que hizo posible la victoria polticomilitar, se hace tambin extensivo desde muy temprano al sector de la cultura. La tradicin de este espritu emancipatorio es por cierto europea (o bien, en lo que se refiere particularmente al aspecto poltico: norteamericana), pero al mismo tiempo marcadamente anti-espaola. El campo donde se manifiesta este anti-espaolismo es, sobre todo, en la lengua: Al partir del hecho de que el habla argentina, a nivel de su uso cotidiano (vocabulario, sintaxis, pronunciacin), muestra toda una serie de particularidades que la diferencian del espaol peninsular, un grupo creciente de intelectuales defiende la tesis de que es preciso considerar que estas particularidades estn a punto de transformar el espaol argentino en una lengua aparte, vale decir, en una lengua con rasgos individuales, que, al diferenciarlo del espaol de Espaa (pero tambin de otras variedades del espaol que se hablan en el continente), lo elevan al rango de un idioma nacional.16 Hay mucho que decir acerca de este interesantsimo debate. Nos limitamos a algunas observaciones que lo vinculan con el tema que nos ocupa. Tres son los puntos que queremos mencionar. 2.1. La importancia de la oralidad El debate acerca del idioma nacional es, bsicamente, una discusin acerca de la oralidad. Si, en efecto, hay peculiaridades del espaol argentino que permiten considerarlo como un idioma propio, stas se manifiestan al nivel oral de la lengua, y no en el mbito de la lengua escrita. Esta posicin de los portavoces del debate, o sea, considerar que es el nivel oral de la lengua el que merece, ante todo, la atencin del lingista, es en pleno siglo XIX eminentemente moderna; anticipa, en cierta medida, la posicin de Saussure

16 Vase al respecto en este volumen nuestro trabajo Historia de una traduccin fracasada.

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a comienzos del siglo XX. Se puede decir que con ello se ha preparado el terreno de lo que, ms tarde, va a ser la pregunta acerca de la oralidad literaria. 2.2. El nivel discursivo del debate Es fcil advertir que la discusin traspasa los lmites de la mera lingstica. Ya el concepto en cuanto tal, el de un idioma nacional, se encuentra en cierta medida ms all de los lmites de la lingstica como disciplina. Es evidente que el atributo nacional se sustrae a la descripcin emprica. Es el prototipo de un concepto de valor: nacional es lo que se acepta como nacional, ni ms ni menos. Al hablar de un carcter nacional, lo que se sugiere es una convencin, un comn acuerdo; en las democracias modernas, en fin, un voto. La contribucin de la lingstica profesional a esta problemtica es limitada. Su voto en favor o en contra (de la hiptesis de un idioma nacional independiente) depende de los criterios que se adopten: as el punto de vista de la llamada lingstica de sistema resulta muy diferente del punto de vista de la pragmtica o de una lingstica que slo se interesa por el nivel del uso de la lengua. El debate acerca del idioma nacional no es, pues, una argumentacin lingstica, sino ms bien un discurso en el sentido de Michel Foucault. Es decir que se trata de un enunciado en cuya constitucin justamente entran diferentes formas (diferentes paradigmas) del saber. Si el debate acerca del idioma nacional est constituido, por ejemplo, por argumentos lingsticos, de igual modo entran en l tambin argumentos sociales o polticos. El objeto del anlisis de los discursos consiste, as, en demostrar cmo el saber social, en ltima instancia, est basado en diferentes posiciones del poder. O sea, hablar de un discurso, segn Foucault, es siempre sinnimo de hablar de un discurso del poder.17 2.3. El debate acerca del idioma nacional frente a la literatura Se entiende ahora mejor lo que acabamos de decir, esto es, que el debate acerca del idioma nacional prepara el terreno de lo que, ms tarde, va a ser la

17 Ainsi conu, le discours cesse dtre ce quil est pour lattitude exgtique: trsor inpuisable do on peut toujours tirer de nouvelles richesses, et chaque fois imprvisbles; [ ] il apparat comme un bien fini, limit, dsirable, utile qui a ses rgles dapparition, mais aussi ses conditions dappropriation et de mise en oeuvre; un bien qui pose par consquent, ds son existence (et non pas simplement dans ses applications pratiques) la question du pouvoir; un bien qui es, par nature, lobjet dune lutte, et dune lutte politique (Foucault 1969: 158; cursivas: W BB).

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pregunta acerca de la oralidad literaria. Defendemos la tesis de que la oralidad en la literatura argentina est tambin presente en forma de discurso. La diferencia con respecto al debate acerca del idioma nacional consiste en que se trata de un discurso literario. Ahora bien, la literatura no es simplemente un medio neutro para transmitir contenidos discursivos. El texto literario aparte de ser una forma discursiva propia es tambin un trabajo sobre los discursos. Este trabajo puede ser tanto constructivo como de-constructivo. Puede ser la co-presencia de la afirmacin y la negacin de un discurso. Por el contrario, los meros discursos se presentan normalmente en forma alternativa: o son afirmativos o negativos. He aqu la diferencia especfica del discurso literario cuya importancia es capital para nuestro tema. 2.4. El idioma nacional como conciencia lingstica Para ser ms concretos, vamos a referirnos brevemente a un trabajo de Mercedes I. Blanco,