Oraciones para cuaresma

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1. Señor y Padre nuestro, gracias por el regalo de la Cuaresma. No nos dejes caer en la tentación de malgastar esta nueva oportunidad que nos brindas. Infúndenos tu Espíritu, que dé alas a la imaginación y despabile nuestra inercia, para que hoy empecemos a tomarnos más en serio el Evangelio. Que nuestro ayuno sea un no rotundo al consumismo y un sí de corazón a la solidaridad con los pobres. Que nuestros sacrificios sirvan de ayuda a los necesitados y de alivio a los que sufren. Que las procesiones no desfilen sólo por las calles, sino que vayan por dentro y acaben con el egoísmo, el etnocentrismo y la indiferencia. Queremos estar siempre contigo, siempre en contacto, siempre en oración, para escucharte en todo momento y en todo instante decirte que cuentes con nosotros. Hoy comenzamos. 2 2. La Cuaresma es mirar bien a Jesús, mirar su rostro, aprenderse sus rasgos de memoria hasta que sean tuyos, parte de tu historia. La Cuaresma es subir hasta el Calvario, andar desde el desierto hasta la Pascua, sin mirar hacia atrás, y sin perderse, superando el esfuerzo en la esperanza. La Cuaresma es abrir toda tu casa, dejar pasar el viento que la limpia, y que entre todo el sol, iluminada, en vidriera radiante convertida. La Cuaresma es escuchar la palabra poderosa, que es espada afilada, y dejar que rasgue el corazón y que lo haga nuevo el Espíritu Creador. La Cuaresma es un salir al encuentro del prójimo y ponerte enseguida a su servicio, para descubrir esos rasgos que conoces y que tal vez sean los rasgos de otro Cristo. 3. Padre, no nos dejes caer en la tentación de vender tu amistad por buen precio, en salario mensual, en seguridad. No nos dejes caer en la tentación

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1.

Señor y Padre nuestro, gracias por el regalo de la Cuaresma. No nos dejes caer en la tentación de malgastar esta nueva oportunidad que nos brindas. Infúndenos tu Espíritu, que dé alas a la imaginación y despabile nuestra inercia, para que hoy empecemos a tomarnos más en serio el Evangelio. Que nuestro ayuno sea un no rotundo al consumismo y un sí de corazón a la solidaridad con los pobres. Que nuestros sacrificios sirvan de ayuda a los necesitados y de alivio a los que sufren. Que las procesiones no desfilen sólo por las calles, sino que vayan por dentro y acaben con el egoísmo, el etnocentrismo y la indiferencia.

Queremos estar siempre contigo, siempre en contacto, siempre en oración, para escucharte en todo momento y en todo instante decirte que cuentes con nosotros. Hoy comenzamos.

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2.

La Cuaresma es mirar bien a Jesús, mirar su rostro, aprenderse sus rasgos de memoria hasta que sean tuyos, parte de tu historia. La Cuaresma es subir hasta el Calvario, andar desde el desierto hasta la Pascua, sin mirar hacia atrás, y sin perderse, superando el esfuerzo en la esperanza. La Cuaresma es abrir toda tu casa, dejar pasar el viento que la limpia, y que entre todo el sol, iluminada, en vidriera radiante convertida.

La Cuaresma es escuchar la palabra poderosa, que es espada afilada, y dejar que rasgue el corazón y que lo haga nuevo el Espíritu Creador. La Cuaresma es un salir al encuentro del prójimo y ponerte enseguida a su servicio, para descubrir esos rasgos que conoces y que tal vez sean los rasgos de otro Cristo.

3.

Padre, no nos dejes caer en la tentación de vender tu amistad por buen precio, en salario mensual, en seguridad. No nos dejes caer en la tentación

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de olvidarte por tener mucho trabajo, por tener mucha importancia, por tener muchos agobios, ni por los grandes propósitos de hacer muchas obras buenas.

No nos dejes caer en la tentación de olvidarte en los demás por tener que hacer oración a Ti; o de olvidar la oración a Ti por atender a los demás. Retira, Señor, la tentación de hacer algo, lo que sea, olvidándome de Ti.

4.

Fue tentado Jesús, el Hombre del Espíritu, zarandeado como arbusto por los vientos, vio de cerca, muy cerca, el áspid del mal y la mentira; tentado con la oferta de los panes, con sueños de poder y de victoria, con la fama y aplausos por los siglos, tentado el que es santo, el pobre y el humilde.

Sufrió la tentación de todos los humanos, la fuerza del instinto, la carne débil, la ofuscación y engaño de la mente, y los vientos contrarios que llegan desde fuera. Venció la tentación Jesús, Hermano universal,

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con oración, ayuno y la palabra, renovando su amor, su confiada entrega en el Padre, su opción afirmativa.

Pero sigue Jesús en el desierto, siendo tentado en el hombre y la mujer que luchan y que se cansan, en aquellos que dudan, que no entienden el porqué de las cosas, de los hechos tan crueles, tan injustos, dolorosos, y en quienes sienten las pasiones de la carne y del espíritu encendidos. Fue tentado por mí, y en mí sigue tentado. «Padre -reza Jesús-, Padre mío fuerte, sostenme con la fuerza de tu mano, la fuerza de tu Espíritu, que es Santo. No me dejes caer en tentación y líbrame, Padre mío, de todo lo que es malo».

5.

Quiero subir al monte de la vida y habitar en presencia del Señor, quiero transfigurarme en el Tabor y establecer allí mi tienda y morada. Quiero escuchar palabras encendidas,

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cegarme en la luz del Sol deslumbrador, quiero entrar en la nube del amor, tocar a Dios con manos doloridas. No hay montes Tabor, Jesús es el Tabor, manifestación de la gloria de Dios que tiene entrañas; y en los hombres y mujeres que sufren cada día Jesús-Tabor me espera y acompaña.

6.

Hoy el Señor sigue pronunciando palabras para ti y para mí, como un día las pronunció para Moisés: Yo soy tu Dios, la Fuente de la vida. Yo no soy un gran Señor, sino tu Amigo. No soy legislador, ni juez, ni policía, sino impulso de libertad y llamada a la superación.

Yo no escribo normas en piedras, sino en lo más íntimo del corazón. Mis normas no doblegan ni traumatizan; son pistas para conducir, escalas para ascender, aliento para crecer.

Yo soy Dios, pero en ti y para ti. Yo soy para que tú seas. No quiero que sirvas con temor,

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que te pongas de rodillas como esclavo ante ningún dios en la tierra, ni ante nada, ni ante nadie. Ponte en pie para servirme en el amor; no des culto a nadie sino en amor; vive en el amor. No destruyas nada; no utilices ni te aproveches de nadie; no engañes a nadie, porque el otro, sea quien sea, es mi hijo, es mi hija, hechos a mi imagen y semejanza. Favorece especialmente a los pobres, a los mayores, a los huérfanos, a los extranjeros y a los indefensos, porque Yo soy el Amor y la Justicia. 7.

Sólo Dios puede dar la fe... pero tú puedes dar testimonio de ella. Sólo Dios puede dar la esperanza... pero tú puedes devolverla a tu hermano. Sólo Dios puede dar el amor... pero tú puedes enseñar a amar. Sólo Dios puede dar la paz... pero tú puedes sembrar la unión. Sólo Dios puede dar la fuerza... pero tú puedes animar al desanimado.

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Sólo Dios es el camino... pero tú puedes señalárselo a otros. Sólo Dios es la luz... pero tú puedes hacer que brille a los ojos de todos. Sólo Dios es la vida... pero tú puedes hacer que florezca el deseo de vivir. Sólo Dios puede hacer lo que parece imposible... pero tú puedes hacer lo posible. Sólo Dios se basta a sí mismo... pero prefiere contar contigo. ¡Gracias, Señor!

8.

Cada mañana sales al balcón y oteas el horizonte por ver si vuelvo.

Cada mañana bajas saltando las escaleras y echas a correr por el campo cuando me adivinas a lo lejos. Cada mañana me cortas la palabra, te abalanzas sobre mí y me rodeas con un abrazo redondo el cuerpo entero. Cada mañana contratas la banda de músicos y organizas una fiesta por mí por el ancho mundo.

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Cada mañana me dices al oído con voz de primavera: «Hoy puedes empezar de cero». (P. Loidi) 9.

¿Qué me dirás, Dios mío, cuando llegue a tu presencia y me encuentre frente a Ti? «Animo, hija /o, te has portado como un buen hijo». Yo me quedaré mudo porque llevaba preparada una explicación. Tú me tomarás de la mano y me enseñarás tu casa con todo detalle. Casi no te atreverás a pronunciar palabra. Solamente, como de pasada, me dirás: «Ya teníamos ganas de verte aquí, con nosotros». Yo te miraré al rostro asombrado y veré que te brillan los ojos y que luchas para que no te caiga ninguna lágrima. Y mis explicaciones e historias se me irán de la cabeza todas. Y mis fallos quedarán sepultados para siempre en el baúl vacío de los recuerdos muertos. Y empezaré a entender que eres gratuito, como el agua antes del capitalismo y el sol antes del turismo. ¡Empezaré a entender, por fin, la parábola del hijo pródigo! Y se me quedará clavada en el corazón una palabra eterna, que la estás diciendo desde ahora, aunque yo no la oiga todavía: «Hijo».

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Y sentiré, ¡por primera vez!, una alegría no pasajera. (P. Loidi)

10.

Dice el Señor: Yo no llamo a los buenos. Llamo a los malos. Los buenos ya tienen bastante con su bondad y sus méritos. ¿Para qué me quieren a mí?. Yo sólo puedo dar algo a los malos. A los que siguen haciendo pecados después de haber prometido mil veces que van a ser buenos. Yo les ofrezco mi perdón y mi compañía a lo largo del camino.

Es todo lo que tengo. Les doy todo lo mío. Para los buenos no me llega. Y Jesús se sube a un árbol de la plaza mayor y grita: ¡Las prostitutas estarán delante de vosotros en el cielo! (P. Loidi (abreviado)) 11.

A: Yo sé que me quieres, Señor, porque eres bueno, porque tienes un corazón sensible, perdóname; limpia mi pecado, y de mis caídas continuas, levántame.

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B: Me siento pecador ante ti, que eres santo, y mi pecado está agarrado a mí. ¡Cómo soy!: contra ti, contra ti sólo pequé y tus ojos han visto con pena mi corazón manchado. A: Qué alegría saber que eres Padre, y también justo y recto, y que juzgas sin chantajes ni partidismos. Lo siento; yo nací manchado por la culpa y antes de nacer estuve envuelto en tinieblas. B: Tú me miras fijamente y amas lo puro y limpio dentro de mí y me hablas suavemente como amigo en el silencio. Abrázame y tu amor me cambiará el corazón, sé mi amigo y caminaré hacia la cumbre. A: Devuélveme, que lo perdí, el gozo y la alegría, y toda mi vida salte en fiesta. Somos amigos: olvida el mal que hice, y ayúdame con tu amistad a renovarme. B: Que nazca en mí, como una fuente, un corazón puro, y una voluntad firme, Señor, fragua en mí; quiero ver tu rostro alegre a mi lado y tu fuerza en mí me acompañe siempre. A: Ya sé que Tú no andas con pamplinas, y que no quieres de mí moneda suelta. Lo que Tú me pides es un corazón arrepentido; un corazón sincero y noble es lo que quieres. B: Sé bueno conmigo y con los otros y fortalece nuestras vidas indefensas. A ti nuestra vida dura de cada día te ofrecemos, para que Tú, Dios nuestro, sobre tu altar, encuentres nuestro don y lo recibas con alegría. TODOS: Devuélvenos, te lo pedimos, el gozo y la alegría,

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y toda nuestra vida salte hoy en fiesta. Somos amigos: olvida el mal que te causamos, y ayúdanos con tu amistad a convertirnos.

12.

Éste es un tiempo para convencidos. Tiempo de entrenamiento, de ejercicio y de lucha; de mochila ligera y paso rápido. Tiempo de camino y discernimiento, de conversión y compromiso, de pruebas y encuentros en el desierto, en la estepa, en el silencio. Es el tiempo de los proyectos de vida, de las decisiones y desmarques; a veces, de las transfiguraciones. Tiempo de humanidad rota y dividida que anhela el paraíso o la tierra prometida. Tiempo de tentaciones, tabores y conversiones, traspiés, heridas y cegueras, perdones, restauraciones y agua viva. ¡Todo en sólo cuarenta días! Éste es el tiempo de las personas nuevas, de las que han soltado el lastre de ídolos secretos y falsas vanidades y ya sólo anhelan misericordia y abrazos del Padre.

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13.

Los que habéis sido bautizados, los que habéis escuchado la voz del Espíritu, los que habéis acogido la revelación del Dios vivo, los que habéis descubierto que sois sus hijos, ¡adentraos en el desierto sin miedo y caminad con paso ligero!

Cuaresma es ese tiempo que viene y va, tiempo para vivirlo en camino, sin instalarse, sin retenerlo, sin lamento, con la esperanza siempre a flor de piel y la mirada fija en otro tiempo, la Pascua, que es definitivo.

Entrad en Cuaresma convencidos, listos para el combate, ligeros de equipaje; la mente despejada, entrañas llenas de ternura y misericordia, calzado apropiado, y mucha paciencia con vosotros mismos.

Dejaos mecer por la brisa del Espíritu; poned vuestro corazón en sintonía con los latidos de Dios y el grito de los afligidos, bebed en los manantiales de la vida y no os dejéis engañar por los espejismos del desierto.

Bajad del monte a los caminos de la vida, bajad sin miedo y llenos de misterio. No profanéis los templos vivos, buscad de noche como Nicodemo y, como aquellos griegos, preguntad a discípulos y amigos por Jesús y su Reino y cómo sembrarse en el campo del mundo para germinar a su estilo.

Vivid la Cuaresma bien despiertos, caminando en comunidad, con fe, esperanza y amor, fijos los ojos en Jesús. ¡Daos esa oportunidad!

(Florentino Ulibarri, Al viento del Espíritu)

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14.

Señor, Tú eres la Luz que cada día quiere dar sentido a nuestro vivir, en medio de tanta oscuridad. Hoy, delante de tu mirada amorosa, llena de misericordia, queremos reconocer, con sencillez, con humildad, y con dolor, que muchas veces hemos apagado tu luz.

Hemos apagado tu luz al vivir en el individualismo y la insolidaridad, al pensar sólo en nosotros mismos y en nuestros proyectos, sin preguntarnos por tu proyecto sobre nuestro mundo, sin preocuparnos por los hermanos con quienes compartimos la misma tierra. Hemos apagado tu luz al entrar en las corrientes del consumismo, al hacernos esclavos del tener, al considerar el dinero, el bienestar o la seguridad, como lo más importante de la vida. Hemos apagado tu luz al no reunirnos en torno a ella, en los grupos o en la comunidad; al no tener tiempo para escucharte, al no cuidar nuestra convivencia.

Apagamos tu luz cuando no transmitimos la fe a los que nos rodean porque pensamos que otras cosas son más importantes; cuando en el fondo creemos que la felicidad está en otros sitios fuera de ti;

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apagamos tu luz por no hablar con verdad, por no vivir con autenticidad. Hemos apagado tu luz al olvidarnos de palabras como "justicia" y "libertad"; al creer que nada podemos hacer frente a las estructuras de nuestro mundo; al renunciar a poner un granito de arena; al no querer arriesgar nada nuestro. Hemos apagado la luz al separar la vida y la fe, al dejar que nuestra vida se rompa en trozos, al ser de una manera en cada lugar. A veces vivimos como si no supiéramos quiénes somos, para qué vivimos, o por qué luchamos. Apagamos tu luz cuando nos faltan razones para vivir, razones profundas para la esperanza y la alegría. Y cuando nos encerramos en nuestro vacío interior, sordos a los gritos del hambre y del dolor, preocupados de no perder nuestro bienestar. Apagamos tu luz cuando nos evadimos del compromiso y cuando creemos que el Evangelio no tiene nada que decirnos. Apagamos la luz recibida de ti, Señor, cuando no somos misioneros, ni buenos samaritanos, ni discípulos, ni apóstoles, ni orantes, ni servidores; cuando no vivimos el espíritu de las bienaventuranzas ni rezamos de verdad el Padrenuestro. Señor, una vez más, necesitamos tu Luz y tu perdón.

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15.

Y dijo Dios:

Si nadie te ama, mi alegría es amarte. Si lloras, estoy deseando consolarte. Si eres débil, te daré mi fuerza y mi energía. Si nadie te necesita, yo te busco. Si eres inútil, yo no puedo prescindir de ti. Si estás vacío, mi ternura te colmará. Si tienes miedo, te llevo sobre mis espaldas. Si quieres caminar, iré contigo. Si me llamas, vengo siempre. Si te pierdes, no duermo hasta encontrarte. Si estás cansado, soy tu descanso. Si pecas, soy tu perdón. Si me pides, soy don para ti. Si me necesitas, te digo: estoy dentro de ti. Si te resistes, no quiero que hagas nada a la fuerza. Si estás a oscuras, soy lámpara para tus pasos. Si tienes hambre, soy pan de vida para ti. Si eres infiel, yo soy fiel. Si quieres conversar, yo te escucho siempre. Si me miras, verás la verdad de tu corazón. Si estás en prisión, te voy a visitar y a liberar. Si no tienes a nadie, me tienes a mí. Si eres silencio, mi palabra habitará en tu corazón.

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16.

En este tiempo de Cuaresma, necesitamos experimentar juntos tu cariño y tu presencia cercana, Señor, tu amor y tu perdón, esa fuerza transformadora, que sólo Tú puedes dar y que impulsa a vivir la Conversión. Prepara nuestros corazones para acoger tu Palabra. Abre nuestros oídos para escuchar los gritos de quienes sufren y nos necesitan. Pon a punto nuestra voluntad para estar dispuestos al compromiso generoso. Haznos sencillos y humildes, Señor, para asumir nuestras limitaciones y agradecer nuestras virtudes. Que sepamos poner lo que somos y tenemos al servicio de quienes más nos necesiten. Ayúdanos a vivir unidos por la fuerza de tu Espíritu, para hacer posible una verdadera Comunidad de hermanas y hermanos, que, a pesar de sus limitaciones, viva siempre con el deseo de extender la Buena Noticia de tu Reino. Gracias, Señor. 17.

Por nuestra insensibilidad y rutina, por nuestras dudas y desconfianzas, por nuestros cansancios y miedos, por nuestras cobardías a la hora de vivir como cristianos… SEÑOR, TEN PIEDAD

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Por nuestra falta de testimonio, por nuestra búsqueda de seguridades, por nuestra escasa relación contigo... CRISTO, TEN PIEDAD Por nuestros desánimos y desencantos, por nuestra tristeza y pesimismo, por nuestras impaciencias y prisas, por nuestras alienaciones y aturdimientos… SEÑOR, TEN PIEDAD Por nuestras rebajas a tus promesas, por nuestra ceguera a los signos de los tiempos, por nuestra falta de compromiso... CRISTO, TEN PIEDAD Por el cinismo de nuestras relaciones humanas, por la pequeñez y dureza de corazón, por nuestras violencias y enemistades… SEÑOR, TEN PIEDAD Por nuestra insolidaridad con los hermanos, por nuestro egoísmo y ansia de poseer, por nuestras injusticias individuales y colectivas, por nuestra insensibilidad ante el dolor de los demás... CRISTO, TEN PIEDAD. 18.

Toma mi barro otra vez, alfarero, recógeme con tus manos que vengo roto y no puedo tocar con las mías tu cuerpo. Álzame de nuevo en tu torno, alfarero, que traigo mi gesto sin vida y necesito tu gesto. Recréame con tus dedos, aliéntame con tu aliento,

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pon en mi carne tu fuego, dame tu voz y tu verso, que seré tu palabra, pueblo tras pueblo. Mete tu mano en mi entraña, forma mi cuenco, un cuenco frágil, pequeño, donde solamente quepa un corazón bueno. Dame la forma de un pájaro, que quiero soñar con el viento. Solo soñar...

Si luego acierto a volar y vuelo, será porque Tú has puesto bajo mis alas tu suelo, bajo mi suelo tu amor. Pero si en vez de volar, me quedo a medio vuelo y caigo a tierra dando vuelcos y quedan rotos mis huesos... volveré a gritar de nuevo: ¡HAZME OTRA VEZ ALFARERO! 19.

Tú, Señor, nos has dicho que el que pierda la vida por tu causa y por el Evangelio, la salvará. Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida, entregarla sin reservas. Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo y nos atenaza. Tenemos seguros por todas partes para evitar los riesgos. Y sobre todo está la cobardía... Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;

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no se puede economizarla en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no lo va a devolver; lanzarse aun al fracaso, si hace falta; es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos: sólo entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio y buscar la seguridad. Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia, y no nos dejarás caer en el vacío. A pesar de que el futuro es un enigma y nuestro camino se interna en la niebla, queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche, con mil ojos humanos rebosando lágrimas. 20.

¿Quién será Dios para amarnos así, hijos de la tierra? ¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ? ¿Quién será Dios, tan grande y fuerte y tan vulnerable?

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¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ? ¿Quién será Dios para ser nuestro pan en cada cena? ¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ?

¿Quién será Dios, al ser el manantial de agua viva? ¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ? ¿Quién será Dios, que a nuestro lado va junto al camino? ¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ? ¿Quién será Dios, a quien yo puedo herir si hiero al hombre? ¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ?

¿Quién será Dios que a todos por igual quiere entregarse? ¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ? ¿Quién será Dios, que en su inmenso amor no hay fronteras? ¿QUIÉN SERÁ DIOS PARA AMARNOS ASÍ? 21.

Nuestro mundo gime, Señor, cargado de heridas. Duele la guerra provocada entre países pobres. Duele el hambre, la injusticia, la incultura... Duelen los inmigrantes, refugiados, parados y excluidos..., todos los que tienen sus derechos pisoteados y no cuentan en esta loca historia nuestra.

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¿Quién curará tantas heridas? ¿Quién se hará cargo de estos hermanos nuestros? Es urgente cambiar los corazones y las estructuras injustas. Señor Jesús, afina nuestra sensibilidad para que escuchemos tus llamadas de conversión y pongamos nuestras vidas al servicio de tu Reino. 22.

Aquí me tienes, Señor. En tu nombre, iré donde Tú quieras. Me pongo en tus manos. Hazme testigo de tu fe, para alumbrar a los que andan en tinieblas, para ilusionar a los que están abatidos. Hazme testigo de tu amor, para extender la amistad en este mundo. Aquí me tienes, Señor, envíame. Pon tu Palabra en mis labios, pon tu agilidad en mis pies y tu tarea en mis manos. Pon tu Espíritu en mi espíritu, pon tu amor en mi corazón, pon tu fuerza en mi debilidad y tu arrojo en mi duda. Aquí me tienes, Señor, envíame, para llevar el respeto a todos los seres, la justicia a todas las personas, la paz a todos los pueblos, la alegría de vivir y la felicidad a los niños, la ilusión a los catequistas y monitores y la alegría y esperanza a mis quehaceres. AMÉN.

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23.

A TIEMPO Y A DESTIEMPO Señor, nuevamente me llamas por mi nombre, me convocas a tu comunidad y me invitas a desatar, para todos mis hermanos y hermanas, la palabra de vida que siembras, día a día, en mis entrañas. Que tu Espíritu me acompañe, en todo momento y circunstancia, para que mis labios y mi corazón te anuncien, con alegría y ternura, como la buena noticia de la liberación en este mundo que anhela y busca. Que con mi palabra y testimonio salga urgentemente al encuentro de los que buscan una vida más digna, de todos los que ansían y necesitan cercanía, salud y trabajo, justicia y paz, diálogo y fraternidad, vida... Que les ofrezca, gratis, las primicias de tu Reino desde la compañía respetuosa y fiel, desde la historia y experiencia que Tú me has dado, y desde la memoria de tu vida que convence y llena. Gracias, Señor, por tu elección y llamada para anunciarte, hoy, a todos los que Tú amas. 24.

Tu poder multiplica

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la eficacia del hombre, y crece cada día, entre sus manos, la obra de tus manos. Nos señalaste un trozo de la viña y nos dijiste: “Venid y trabajad”. Nos mostraste una mesa vacía y nos dijiste: “Llenadla de pan”. Nos presentaste un campo de batalla y nos dijiste: “Construid la paz”. Nos sacaste del desierto con el alba y nos dijiste: “Levantad la ciudad”. Pusiste una herramienta en nuestras manos y nos dijiste: “Es tiempo de crear”. Escucha en la mañana el rumor del trabajo con que el hombre se afana en tu heredad. 25.

Dichoso el que con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón; el que sin cometer iniquidad, anda por sus senderos. Tú promulgas tus decretos para que se observen exactamente. Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas; entonces no sentiré vergüenza al mirar tus mandatos. Te alabaré con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos.

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Quiero guardar tus leyes exactamente, tú, no me abandones. 26.

Salmo 12 Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta (bis) ¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar preocupado, con el corazón apenado todo el día? ¿Hasta cuándo va a triunfar mi enemigo? Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío; da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte, para que no diga mi enemigo: «Le he podido», ni se alegre mi adversario de mi fracaso. Porque yo confío en tu misericordia: alegra mi corazón con tu auxilio, y cantaré al señor por el bien que me ha hecho. Nada te turbe, nada te espante, quien a Dios tiene nada le falta (bis).