Oración y Autoconocimiento

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Oración y autoconocimiento El objetivo de la oración es volverse uno con Dios, un escritor muy importante que vivió en el siglo cuarto dice que "la oración es la mayor dignidad del ser humano", así que a través de la oración hay que hacerse uno con Dios, esa es la vocación del ser humano, ese es el mayor regalo. Pero en ese camino de convertirse uno con Dios, en esa senda de la contemplación, nos debemos encontrar primero con nosotros mismos, el mismo escritor dice: "si quieres conocer a Dios, empieza por conocerte a ti mismo primero", para él no existe realmente un encuentro con Dios antes de que nosotros mismos nos encontremos realmente con nosotros, si no nos confrontamos con nuestra propia verdad, con nuestra propia realidad, corremos el riesgo de proyectar nuestras imágenes a Dios, y ahí nos encontramos con nuestras propias proyecciones y no con el verdadero Dios. De ese modo escribió un libro acerca de la oración con 153 pequeños capítulos donde describe cuales son los pasos para llegar a una verdadera oración: al principio nos encontramos con la ira, con las diferentes pasiones, luego podemos ir dejando estas a un lado y nos enfrentamos a las preocupaciones, a nuestros problemas, luego se nos presentan nuestros pensamientos teológicos, que pensamos acerca de Dios, después de eso nos enfrentamos a las imágenes que tenemos de Dios y algunos se quedan ahí, con esas imágenes de Dios y se sienten bien, pero dice el autor: "si nos quedamos con las imágenes, entonces tomamos el humo en lugar del fuego". Unirse a Dios, ser uno con Dios, significa ser uno con el fuego, es decir transformarse totalmente a través de Dios. En esta primera parte de su exposición escribió y describió que nos confrontamos con nueve pensamientos, pasiones y emociones muy importantes, que están dentro nuestro y que requieren que nosotros nos enfrentemos a ellos porque si no, nos van a perseguir permanentemente. No se trata de reprimir estos pensamientos sino de ingresar en un diálogo con ellos, porque estas pasiones poseen una fuerza, una energía que nos hacen bien, de modo que quisiera que analicemos esas nueve pasiones con bastante detalle. Existen diferentes tipologías con las que se define al ser humano, que se corresponden exactamente con estas nueve pasiones a las que nos estamos refiriendo. Los griegos dividían al hombre en tres partes, en tres aspectos, lo corporal, lo emocional y lo espiritual, y a cada uno de estos tres aspectos les corresponden tres pasiones, en realidad se trata en primera instancia de las tres primeras pasiones, el

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El objetivo de la oración es volverse uno con Dios, un escritor muy importante que vivió en el siglo cuarto dice que "la oración es la mayor dignidad del ser humano", así que a través de la oración hay que hacerse uno con Dios, esa es la vocación del ser humano, ese es el mayor regalo.

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Oración y autoconocimientoEl objetivo de la oración es volverse uno con Dios, un escritor muy importante que vivió en el siglo cuarto dice que "la oración es la mayor dignidad del ser humano", así que a través de la oración hay que hacerse uno con Dios, esa es la vocación del ser humano, ese es el mayor regalo. Pero en ese camino de convertirse uno con Dios, en esa senda de la contemplación, nos debemos encontrar primero con nosotros mismos, el mismo escritor dice: "si quieres conocer a Dios, empieza por conocerte a ti mismo primero", para él no existe realmente un encuentro con Dios antes de que nosotros mismos nos encontremos realmente con nosotros, si no nos confrontamos con nuestra propia verdad, con nuestra propia realidad, corremos el riesgo de proyectar nuestras imágenes a Dios, y ahí nos encontramos con nuestras propias proyecciones y no con el verdadero Dios. De ese modo escribió un libro acerca de la oración con 153 pequeños capítulos donde describe cuales son los pasos para llegar a una verdadera oración: al principio nos encontramos con la ira, con las diferentes pasiones, luego podemos ir dejando estas a un lado y nos enfrentamos a las preocupaciones, a nuestros problemas, luego se nos presentan nuestros pensamientos teológicos, que pensamos acerca de Dios, después de eso nos enfrentamos a las imágenes que tenemos de Dios y algunos se quedan ahí, con esas imágenes de Dios y se sienten bien, pero dice el autor: "si nos quedamos con las imágenes, entonces tomamos el humo en lugar del fuego". Unirse a Dios, ser uno con Dios, significa ser uno con el fuego, es decir transformarse totalmente a través de Dios. En esta primera parte de su exposición escribió y describió que nos confrontamos con nueve pensamientos, pasiones y emociones muy importantes, que están dentro nuestro y que requieren que nosotros nos enfrentemos a ellos porque si no, nos van a perseguir permanentemente. No se trata de reprimir estos pensamientos sino de ingresar en un diálogo con ellos, porque estas pasiones poseen una fuerza, una energía que nos hacen bien, de modo que quisiera que analicemos esas nueve pasiones con bastante detalle. Existen diferentes tipologías con las que se define al ser humano, que se corresponden exactamente con estas nueve pasiones a las que nos estamos refiriendo. Los griegos dividían al hombre en tres partes, en tres aspectos, lo corporal, lo emocional y lo espiritual, y a cada uno de estos tres aspectos les corresponden tres pasiones, en realidad se trata en primera instancia de las tres primeras pasiones, el comer, la sexualidad y la búsqueda o el ansia de posesión, la avidez. Esas ansias en realidad son fuerzas positivas en el ser humano, es decir que son fuerzas que le dan vitalidad al ser humano, por ejemplo el disfrutar de la vida, de la comida, de la sexualidad, el poder olvidarse o sentirse y la posesión es la necesidad de obtener calma, tranquilidad. Comenzamos analizando las 3 pasiones que pertenecen al ámbito corporal. Se podría decir que estos tres impulsos tienen una importancia espiritual, la comida deriva en la Santa Cena , en la Eucaristía , donde nos convertimos en uno con Cristo; la sexualidad tiene como ultimo objetivo encontrarse uno con Dios en el éxtasis, los místicos tradujeron sus experiencias en un lenguaje erótico, es decir que la sexualidad es el anhelo de superarse a si mismo y hacerse uno con Dios; y el ansia de posesión, es el ansia de seguir a Jesucristo, cuando habla de la perla valiosa, de no buscar la riqueza afuera, sino dentro de nuestra propia alma. Estos tres ámbitos ansiosos pueden excederse, pueden convertirse en obsesión. Hay gente que tiene excesivo anhelo de comer, otros de fumar o de tomar drogas, esas pasiones excesivas nos separan de nosotros y de los demás. También la sexualidad se puede convertir en un exceso en el sentido de que huimos de las frustraciones y utilizamos la sexualidad como forma de satisfacernos porque de lo contrario no estamos conformes con nosotros, o el hecho de poseer puede generar una avidez tal, que uno quiere cada vez mas, hasta que uno crea una dependencia de esa avidez. De modo que con esas tres ansias a través de la oración lo que hay que tratar de lograr no es evitarlas o reprimirlas, sino de integrarlas para lograr que la vida espiritual conserve su

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vitalidad, porque si uno llega a dejar de ser vital la espiritualidad sin fuerza va a tornarse aburrida y no va a realmente tocar el ser, la esencia de la persona, del ser humano. En el ámbito emocional nuevamente hay tres impulsos, 3 pulsiones, que son la tristeza, la ira y el desánimo. Con estos tres tampoco se trata de reprimirlos, sino de entrar en un diálogo con ellos. La tristeza es lo que los griegos diferencian del pesar, la pesadumbre, que forma una parte muy importante de la madurez humana. Los psicólogos hablan de trabajar, de procesar las pérdidas, y aquellos fracasos, aquellas cosas que no funcionan en la vida como uno quisiera. La tristeza es la autocompasión o la depresión al pensar que todo en muy difícil, que nadie me quiere, no se trata de reprimir la tristeza sino de preguntarse ¿que es lo que me está queriendo decir Dios a través de esa tristeza?. En la tristeza se encuentran algunos deseos infantiles, de querer ser el mejor, de querer tener éxito siempre, ¿puedo despedirme de estos pensamientos, de esas ilusiones?, en ese caso encontraré paz. Los monjes están convencidos de que estos pensamientos tienen un sentido. Hay una historia entre los monjes: viene un monje joven a hablar con el monje mayor y le dice: "no logro manejar mi tristeza y no encuentro ningún sentido a continuar con las oraciones", entonces el monje mayor sale al aire fresco con él y le propone al joven: "trata de atrapar el viento", a lo que este responde: "no puedo", entonces el anciano le responde: "de la misma manera tampoco puedes reprimir los pensamientos, tampoco es tu función reprimirlos, sino de luchar con ellos, te quieren decir algo, te están mostrando tus propia verdad. Y eso es a lo que nos referimos con el trato a las pasiones. Hay otro cuento acerca del rey de un país que estaba en guerra hacía muchos años y manda a su hijo a que aprenda algo sensato, lo envía con un maestro y cuando el hijo vuelve le dice al padre que aprendió el lenguaje de los perros que ladran, entonces el padre, furioso, lo manda a lo de otro maestro, y allí aprende el lenguaje de pos peces, y en el tercer año aprende el lenguaje de los pájaros. Luego el padre está furioso y da la orden de matar al muchacho, entonces huye el hijo, y cuando está huyendo a la noche se encuentra con un castillo, pero el dueño del astillo le dice que solamente puede ofrecerle la torre en donde viven perros salvajes que ladran, que ya han mordido a otros, pero este joven no tiene miedo de los perros que ladras porque él conoce su idioma, les habla con dulzura, con amabilidad y ellos terminan confesándole que ellos están tan furiosos y ladran tanto porque en realidad están protegiendo un tesoro, le muestran el tesoro, el joven lo abre y el país llega a la paz. Hace 16 años que trabajo en la Casa de Recolección, con monjes y sacerdotes que han entrado en crisis, y esta historia es el centro de la terapia, porque allí donde hay perros que ladran a más no poder, allí es donde se encuentra el tesoro. Acompañé a un sacerdote que tenía problemas con su sexualidad, él estaba desilusionado y frustrado porque no podía avanzar consigo mismo, entonces le dije, bueno, usted tiene que encontrar un camino, pero lo primero es que descubra el tesoro, la sexualidad le hace recordar que no solo basta seguir los mandamientos de Dios, que en usted está realmente vivo el deseo del éxtasis, de la convivencia activa con Dios, quizás ese es su tesoro, la vitalidad. Como en la tristeza se encuentra el tesoro de la profundidad, en el sentido de mover el mundo no solo superficialmente, sino en profundidad, porque la tristeza es un sentimiento en el que puedo ser creativo. Muchos artistas se encuentran en esa actitud melancólica, y es dentro de esa melancolía cuando mas creativos son. Entonces en estos pensamientos se trata de encontrar su tesoro, y no remitirse a ellos, no reprimirlos, sino entrar en diálogo con ellos. El otro punto es la ira, la agresión, la furia. La agresión es una energía vital muy importante, y si la impedimos, si la limitamos, no tenemos más energía. Una vez acompañé a un franciscano que cuando niño era muy iracundo y el padre le quitó la ira a golpes, en algún momento se dio cuenta de que no tenía chances, se adaptó, se convirtió en una persona muy fácil de tratar, fácil para adaptarse, se hizo franciscano, pero a los cuarenta entró en una terrible depresión porque ya no tenía fuerza en si mismo, entonces tuvo que volver a contactarse con esa ira, con esa furia, para poder retomar sus ganas de ser asesor espiritual.

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La agresión necesita regular la relación entre la distancia y la cercanía, cuando uno se torna agresivo, significa que otra persona superó mi límite, se me ha acercado demasiado, o que yo a otro le he dado demasiada cercanía, le he permitido que superara mis límites. La agresión es entonces la fuerza para echar al otro de mi mismo, de lograr una distancia sana, la agresión no significa que le voy a gritar, la agresión simplemente dice, aquí estás tu, aquí estoy yo. En San Marcos 3, en el relato de "La curación de un hombre en sábado", vemos como se comportaban los fariseos ante la posibilidad de que Jesús cure al hombre, y lo quieren hacer entrar en una trampa, y entonces Jesús los mira a cada uno de ellos con tristeza y con ira, con ira en el sentido de decirles: "tu estás ahí, tu puedes tener un corazón duro, pero ese es tu problema, yo hago lo que considero que es lo correcto, yo no te doy poder sobre mi". Tristeza, en griego, significa compartir la pasión, el pesar, significa compartir, pero no a cualquier precio, tú eres tú, y yo soy yo, esa es la principal tarea de la agresión, la de establecer una relación sana entre la cercanía y la distancia respecto de otros, y la agresión también es la fuerza que nos permite empezar por algo. Hice la experiencia en el año 1964 cuando ingresé en el monasterio, y allí en esa época entraron los monásticos mas agresivos, que querían cambiar la iglesia, hoy, sin la intención de hacer ningún juicio de valor, me da la sensación en algunos seminarios que solo ingresan al monasterio personas depresivas, futuros sacerdotes que en realidad tienen solo un sentido de espiritualidad contemplativa, en tanto la Iglesia ya no tiene gente agresiva, ya no es tan fructífera porque ya no va a tener la fuerza necesaria para imponerse en el mundo. De manera que en nuestra vida espiritual necesitamos la agresión para poder participar, configurar, modelar el mundo, y no dar vueltas alrededor nuestro solamente. Esa es la agresión, la agresión significa que no solamente giro alrededor de eso, porque si yo me lleno de bronca, le doy poder al otro sobre mi, la agresión significa: ahí estás tu, ahí estoy yo, yo no te doy tanto poder, en cuanto no estoy pensando acerca de ti todo el día. Y el tercer tema es el desánimo, la incapacidad de estar en el instante, en el presente, de aceptar la armonía con si mismo, uno siempre está en otro lado y nunca está conforme con si mismo. Cuando oro me aburro, cuando no hago nada también me aburro, cuando trabajo no me gusta, es la incapacidad de estar en el presente, en el momento, entonces lo importante es encontrar un orden interior, es poder soportarse a si mismo. Esos son entonces los tres aspectos en el ámbito emocional, y luego siguen las tres búsquedas espirituales, que son la envidia, el orgullo y la búsqueda de ser valorado, yo quiero que me alaben, yo quiero que me reconozcan, quiero tener éxito en todos lados. Un pensador dice que la ambición es positiva en la juventud porque me obliga a practicar la disciplina, a ir por la senda espiritual, estoy lleno de ambición en mi camino espiritual, pero cuando una persona de 60 años permanentemente se pregunta: ¿qué piensan sobre mi?, ¿estoy bien en lo que digo?, ¿llego a la gente?, entonces de alguna manera nos deja la sensación de que no está viviendo en si mismo, sino que solo vive a través del exterior. En este sentido también es importante volverse permeable, cada vez que yo predico, también se que quiero llegar a la gente, y en realidad siempre soy escéptico cuando alguien dice: "en realidad no soy ambicioso para nada, soy absolutamente permeable para la Palabra de Dios", creo que todos nosotros lo conocemos, eso es una parte, la parte de la búsqueda de la ambición, que me obliga a trabajar en forma cuidadosa. Pero ahora dejo mi ego y busco ser permeable para Dios y no para lo que diga la gente o diga la gente sobre mi, porque no se trata de que me encuentren a mi. Lo otro es la envidia, los celos, siempre me comparo con los demás, no estoy en mi centro, no importa donde vaya, me comparo, digo, son más inteligentes, son más rápidos, son más espirituales, no estoy en mi centro, no estoy conmigo, y obviamente no puedo reprimir la envidia, va a venir, va a parecer, pero se la tengo que entregar a Dios, tengo que habla en la oración con Dios sobre la envidia, porque si no me va a seguir persiguiendo. En la envidia se encuentra el anhelo de tener una vida plena, en ese sentido es importante mirar que esa envidia me va a llevar desde mi a otros, me va a llevar a pensar: ¿qué necesito para vivir?, entonces en realidad la envidia es el inicio para estar agradecido por mi vida, por lo que

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Dios me regaló, y no tengo que tener mas que los demás, no me tengo que comparar con los demás, todos los demás deben vivir su vida, y yo vivo la mía. Junto con la envidia conviven los celos, que es otro sentimiento. Conozco a muchos cristianos que se castigan y dicen que siempre están celosos de otro, hombres que están celosos de sus esposos cuando miran a otros hombres, mujeres que están celosas de sus esposos cuando hablan con otra mujer, o un amigo que también tiene otras relaciones. En los celos siempre se encuentra el anhelo de que yo quiero tener a otra persona totalmente para mi, en tanto formulo ese anhelo y me lo permito, lo puedo relativizar y puedo decir: "no hay nadie que esté plenamente para mi, todos son libres, libres de serlo", ¿de donde obtengo entonces mi valor?, ¿solo a través de otros?, o a través de Dios finalmente. El orar para los monjes primeros de la Iglesia significaba hablar con esos sentimientos y hacerlos permeables a Dios, hacerlos transparentes a Dios, y para mi en el sentido de buscar el profundo anhelo que se encuentra detrás de ellos, y ese profundo anhelo en diálogo me va a llevar a Dios. El tercer punto es esta búsqueda, este orgullo desmesurado, esta arrogancia, que me hace evitar o ser resistente a ver mis manchas. Conocen la historia donde Jesús cura al que nació ciego, ser ciego significa que yo me resisto a mirar una situación, el que nació ciego no podía ver desde el principio, quizás no podía ver porque su vida era tan terrible que le hubiera sobre exigido el mirarla con los ojos abiertos. Muchas veces es sano ser ciego y no ver algunas cosas, pero en tanto voy cerrando cada vez mas mis ojos a la realidad entonces mi vida se reducirá, mermará, el poder mirar a la cara y ver el humus, la tierra del que he sido hecho, ver mi humanidad, ver también lo sucio, lo manchado en mi, eso me va a permitir volver a ver. Un gran maestro habla de esto en un sentido de desmesura, de ser ciego, de ocultar los propios defectos, habla con imágenes arquetípicas, habla del profeta, del sanador, del que ayuda, y opina que cuando uno adopta esa personalidad, uno es ciego respecto de las propias necesidades. En ese sentido, por ejemplo en un diálogo con una mujer, me dice que ella no tiene a nadie que le muestre amor o cercanía, entonces en mi también se presenta el arquetipo del que ayuda, yo le podría mostrar la cercanía de alguien, pero es peligroso, porque inmediatamente yo estoy viviendo mis propias necesidades. Yo acompañé a una hermana de nuestra orden que tenía 40 años y que había sido maltratada sexualmente por su hermana cuando era niña, con 20 años habló con un sacerdote acerca de ello, y él le dijo: "yo te puedo curar", y es una gran palabra eso de decir que yo te puedo curar, yo no osaría nunca decir eso, diría, por ejemplo: "yo te puedo ayudar a continuar en esa senda", pero de que se trataba, de que cada cuatro semanas ella tenía que ir a verlo y confesar sus pecados, y entonces durante una hora él la abrazaba, y ella dijo, bueno, bien, esto debe estar bien, es un sacerdote reconocido, y a los 40 años se dio cuenta que era un cerdo, ella dijo: "que cerdo", porque en realidad él vivía a través de ella sus propias necesidades y ella todavía recuerda su dolor y lo desagradable que había sido para ella toda esta experiencia. Ahora bien, ¿cómo se plantea esto de la oración y el autoconocimiento?, yo quiero hablar con Dios, no hablar permanentemente de mi, pero el primer punto es que cuando me siento a orar realmente debo permitir que todo lo que está dentro mío suba en mí y se lo muestre a Dios. Lo importante es que la oración, que la plegaria sea honesta, una forma es la honestidad, yo quiero ir al encuentro de Dios con todo lo que está dentro mío y si encierro uno de estos nueve ámbitos, entonces este me va a faltar en el encuentro don Dios. Una vez llegó a mi una joven mujer que dijo que no estaba en condiciones de meditar mas, que solo sentía vacío, y yo le pregunté, cuando tu oras, cuando tu meditas, ¿te sientes a ti misma?, ella me contestó, "por supuesto, yo hice terapia, yo se quien soy", entonces le dije, "cuando tu oras, en ese momento, ¿te llevás toda tu verdad, toda tu realidad, o solamente tu lado religioso?, entonces se dio cuenta que sus deseos reprimidos de la infancia los había excluido de su relación con Dios. Y todo lo que yo excluyo de mi relación con Dios eso me falta de mi propia vitalidad, nada puede fluir si solo llevo mi cabeza, entonces estoy forzado, pero nada fluye.

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Lo primero entonces es que la oración debe ser honesta, eso no quiere decir que yo tenga que hablar de todo, simplemente estoy sentado ahí en silencio, y estoy desprotegido ante Dios, yo estoy allí, no doy círculos alrededor mío sino que estoy atento a Dios, ese es el primer paso. El segundo camino, el del autoconocimiento, es un ejercicio que a veces les doy a otros y a veces lo hago yo mismo, es un ejercicio que no es tan sencillo. Envío a la gente a sus habitaciones y les pido que durante media hora conversen en voz alta con Dios, no gritando, pero si que oigan su propia voz, decir, Dios, quiero hablar contigo, ¿como me ves Tu?, quiero entregarte hasta el mas profundo de mis anhelos. En este ejercicio es realmente importante seguir hablando durante media hora, no es un ejercicio fácil, al principio parece fácil, pero después de 10 minutos uno quisiera guardar silencio, en ese momento les digo entonces, no, habla sobre que no tienes mas ganas, que ya no tienes nada que decirle a Dios y entonces vas a llegar a verdades muy profundas. Al escuchar mis propias palabras me doy cuenta que no es correcto lo que digo, que son solo formulismos, son palabras huecas, ¿qué es lo que yo realmente quiero decirle a Dios?, ¿cuál es mi verdad mas profunda?, yo tengo que abrir mi corazón y llegar en ese punto a cosas que no le he dicho a nadie, que solamente le digo a otra persona en una relación amorosa, eso es lo que yo quiero decirle a Dios. Ese es realmente un ejercicio muy sanador, hablar realmente por espacio de media hora con Dios, y entonces me voy a dar cuenta de cual es mi verdadera relación con El. A lo mejor no es mucho lo que tengo que decir, a lo mejor no quiero dejar que Dios mire hacia lo más profundo de mi ser, ese es un ejercicio. Otro ejercicio que han propuesto también los monjes es el de lograr la total relajación corporal, para a través de ella dejar fluir el diálogo con Dios. Y si la relajación física no los ayuda, pueden utilizar la contemplación, seguramente es una experiencia que todos ustedes han vivido en algún momento, donde de pronto tenían una gran realidad, donde no han visto nada determinado, no pueden decir que es lo que han visto, pero de alguna manera fue un momento donde todo se volvió claro. Dice la historia que San Benito con un solo rayo de sol vio todo el mundo, la contemplación dice que no veo algo determinado, sino que veo la profundidad, y ahí llega la claridad, aun cuando en la cabeza hay mucha confusión, mucha emoción, en lo profundo se que está claro. Contemplación quiere decir consentimiento, decir si, está bien como está, aún cuando se que muchas cosas afuera todavía no están bien, en lo mas profundo hay aprobación, en el núcleo mas profundo es así, podemos afirmar entonces que la armonía con uno mismo y con Dios es posible. Ese es el objetivo de la oración y de la contemplación, claro que este ser uno se da solamente por un instante, y entonces lo podemos gozar, esa unión significa estar unido con Dios de una manera totalmente diferente, soy uno conmigo y también uno con Dios, pero luego soy capaz de vivenciar también el desgarramiento y ahí también se sujeta un peligro que veo en algunos. Cuando alguien está demasiado ensimismado con la unidad me vuelvo realmente precavido y muchas veces puedo deducir que en realidad esta persona lo que quiere es esquivar su propia incapacidad para relacionarse, apasionadamente habla de que es uno con Dios, pero en realidad es incapaz de tener una relación tal. Hace un año atrás hice un curso para psicólogos que buscaron refugiarse en el budismo porque se vieron negados por la iglesia, pero me invitaron porque buscaban nuevamente sus raíces cristianas, y uno de ellos, que es muy abierto a la doctrina budista dijo que a él le había pasado lo mismo, que había acompañado a personas que no tenían un sentimiento muy bueno, que parecía que permanentemente estaban reprimiendo su propia falta de relacionamiento y entonces de pronto concluyó que el mejor remedio contra ese mal era la oración cristiana, ese relacionarse con Dios y conmigo mismo, que permite desembocar en la unión, en el encuentro y eso lleva también a la capacidad de encontrarse con otras personas. Lo veo también en la Casa de la Recolección , ahí conviven 18 personas, y de alguna manera buscan unirse con el mas allá pero no encuentran el modo de relacionarse consigo mismos, y eso siempre es un indicio que algo falla en la espiritualidad, porque en realidad la oración me permite abrirme completamente a Dios y es en ese punto donde voy a comprender si mi espiritualidad está bien, si me autoengaño o quiero engañar a Dios, o si realmente yo me

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encuentro a mi mismo, si me encuentro con mi verdad y me encuentro también con este Dios totalmente diferente, y entonces si, en ese momento puedo llegar a la unión y experimentar la paz total. Eso es lo máximo que puedo alcanzar, pero apenas si lo puedo tocar y después tengo que volver a vivir la experiencia de volver a lo cotidiano, lo que produce cierto desgarramiento, y eso también se lo vamos a presentar a Dios. Esa experiencia nos permite transformarnos en nosotros mismos, y eso es lo que yo les deseo a ustedes, que puedan experimentar la oración en ese sentido, porque la oración es una gran terapia, y eso no significa que desplace a la terapia de otras características. Siempre que yo pienso que no necesito a nadie, que todo lo puedo hacer con Dios, voy camino al escepticismo, porque entonces, en general no voy a ser muy honesto, lo que no quiero decirle a otras personas no se lo voy a decir tampoco a Dios, o viceversa, ambas cosas son importantes. Pero ustedes sentirán que la oración, el camino espiritual, es también un camino terapéutico, de liberación, que nos lleva a nuestro propio ser, en ese sentido, les deseo la experiencia sanadora de la oración y la oración como experiencia liberadora en la que ustedes se encuentren a si mismos en el encuentro con Dios.