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Iglesia La Roca - Prédicas Retiro - (Lunes 27-02-2017) 1 ORACIÓN DE AGRADECIMIENTO AL SEÑOR (Lunes, 27 de febrero de 2017) Pastor Carlos Nanetti Señor, gracias por habernos llamado, salvado y constituido tu pueblo y Casa. Por eternidad te agradeceremos por tu salvación. Cuan agradecidos estamos por ser parte del pueblo dispuesto, del propósito eterno. Gracias por el privilegio de ser aquellos que levantamos tu testimonio a las naciones. Bendito seas Tú porque éramos un pueblo que no era pueblo, sin dios en este mundo, y ahora somos tu pueblo, tu Casa, tu familia. Éramos extranjeros advenedizos pero Tú nos has hecho ciudadanos y ya no somos más extranjeros. Éramos como la ramera viviendo en el muro pero Tú nos has salvado y nos has hecho parte del linaje escogido. Nosotros que éramos extranjeros, moabitas, nos has llamado hijos tuyos, hermanos tuyos, familia tuya, Casa tuya. No sólo nos has salvado sino que nos has hecho parte de tu Casa, nos sientas en tu mesa, nos das tu alimento, nos pones anillo, restauras nuestras vestiduras y calzado. Éramos esclavos pero Tú nos has comprado con altísimo precio. ¡Bendito seas por eternidad! Gracias por tu misericordia que es nueva cada día. La eternidad no nos alcanzará para agradecerte. Si solamente nos hubieras salvado, no nos alcanzaría eternidad para agradecerte profundamente por tanto amor por nosotros. Pero a ti no te ha bastado darnos salvación sino que has querido que seamos tu Casa y linaje. Nos has hecho familia, nos has dado tus genes y tu propia vida. Gracias Jesús porque has muerto por nosotros, has derribado el muro de separación y a nosotros que éramos incircuncisos, nos has hecho copartícipes, linaje tuyo, coherederos contigo. Nos has sentado en el lugar de mayor honra porque sabemos que contigo estamos sentados a la diestra del Padre. Nos llamas hermanos y no te avergüenzas de llamarnos así. Nos has hecho familia, pueblo tuyo, para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó. Pablo dice que somos los guardianes y portadores del testimonio de Dios. Cuando nos demos cuenta y veamos la realidad eterna de que somos familia de Dios, que no pertenecemos al príncipe de este mundo, que estamos vestidos como coherederos con ÉL, la eternidad no bastará para darle gracias al Señor. La persona que está en eternidad tiene los ojos abiertos. En el día a día, tenemos que vivir agradecidos a ÉL y ser así como el leproso que volvió a agradecerle por haberle sanado la lepra. De diez leprosos, sólo volvió el extranjero a agradecerle al Señor por la sanidad. Nosotros somos ese extranjero, moabita, pero ÉL nos ha hecho parte de Su familia, igual que a la ramera extranjera. Debemos vivir agradecidos al Señor, no seamos como los otros leprosos que por ser judíos pensaban que se merecían la sanidad. Señor, gracias por el privilegio de ser parte de tu familia, con un propósito de llamar a los otros que están perdidos en el mundo.

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ORACIÓN DE AGRADECIMIENTO AL SEÑOR (Lunes, 27 de febrero de 2017)

Pastor Carlos Nanetti

Señor, gracias por habernos llamado, salvado y constituido tu pueblo y Casa. Por eternidad te agradeceremos por tu salvación. Cuan agradecidos estamos por ser parte del pueblo dispuesto, del propósito eterno. Gracias por el privilegio de ser aquellos que levantamos tu testimonio a las naciones. Bendito seas Tú porque éramos un pueblo que no era pueblo, sin dios en este mundo, y ahora somos tu pueblo, tu Casa, tu familia. Éramos extranjeros advenedizos pero Tú nos has hecho ciudadanos y ya no somos más extranjeros. Éramos como la ramera viviendo en el muro pero Tú nos has salvado y nos has hecho parte del linaje escogido. Nosotros que éramos extranjeros, moabitas, nos has llamado hijos tuyos, hermanos tuyos, familia tuya, Casa tuya. No sólo nos has salvado sino que nos has hecho parte de tu Casa, nos sientas en tu mesa, nos das tu alimento, nos pones anillo, restauras nuestras vestiduras y calzado. Éramos esclavos pero Tú nos has comprado con altísimo precio. ¡Bendito seas por eternidad!

Gracias por tu misericordia que es nueva cada día. La eternidad no nos alcanzará para agradecerte. Si solamente nos hubieras salvado, no nos alcanzaría eternidad para agradecerte profundamente por tanto amor por nosotros. Pero a ti no te ha bastado darnos salvación sino que has querido que seamos tu Casa y linaje. Nos has hecho familia, nos has dado tus genes y tu propia vida.

Gracias Jesús porque has muerto por nosotros, has derribado el muro de separación y a nosotros que éramos incircuncisos, nos has hecho copartícipes, linaje tuyo, coherederos contigo. Nos has sentado en el lugar de mayor honra porque sabemos que contigo estamos sentados a la diestra del Padre. Nos llamas hermanos y no te avergüenzas de llamarnos así. Nos has hecho familia, pueblo tuyo, para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó.

Pablo dice que somos los guardianes y portadores del testimonio de Dios. Cuando nos demos cuenta y veamos la realidad eterna de que somos familia de Dios, que no pertenecemos al príncipe de este mundo, que estamos vestidos como coherederos con ÉL, la eternidad no bastará para darle gracias al Señor.

La persona que está en eternidad tiene los ojos abiertos. En el día a día, tenemos que vivir agradecidos a ÉL y ser así como el leproso que volvió a agradecerle por haberle sanado la lepra. De diez leprosos, sólo volvió el extranjero a agradecerle al Señor por la sanidad. Nosotros somos ese extranjero, moabita, pero ÉL nos ha hecho parte de Su familia, igual que a la ramera extranjera. Debemos vivir agradecidos al Señor, no seamos como los otros leprosos que por ser judíos pensaban que se merecían la sanidad. Señor, gracias por el privilegio de ser parte de tu familia, con un propósito de llamar a los otros que están perdidos en el mundo.

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PRÉDICA: “LA GRAN COMISIÓN” (Lunes, 27 de febrero de 2016)

Pastor Osvaldo Cepeda

Somos el remanente que está siendo preparado para anunciar las virtudes de Cristo

Gracias al Señor por corazones abiertos para oír la Palabra. Hoy acepto el compromiso con mucho temor orando que Dios nos hable, ministre y de Su palabra. Traigo el saludo de mi familia, la Iglesia en Argentina. Amo Bolivia, Dios me ha relacionado con hermanos preciosos en este país. Agradezco a Dios por la hermosa relación que me une a ustedes. Por razones de ministerio estamos en un lugar u otro, pero nos sentimos ligados a toda la Iglesia del Señor.

Mi carga en estos años ha sido estar con los jóvenes. Mi sueño, mi esperanza es que Dios levante una generación de hombres y mujeres llenos del Espíritu Santo que puedan anunciar las buenas nuevas de Jesucristo. Tengo 73 años, mi señora 69, tenemos 2 hijos, 7 nietos, y por la gracia de Dios todos andamos en el camino del Señor, sirviéndolo. Los últimos años han sido maravillosos porque hemos visto cómo Dios está encendiendo a Su Iglesia a un nuevo tiempo para bendecir a esta tierra. Creemos que está viniendo un tiempo nuevo, aunque hoy veamos un tiempo de mucha convulsión social, política y religiosa, que son inevitables; sin embargo, Dios siempre tiene Su remanente, un pueblo al que dirige para anunciar las virtudes de Cristo.

Tenemos el testimonio de Dios que es Cristo mismo en nosotros. Su proyecto no fracasará, las naciones serán envueltas por el mover del Espíritu Santo de Dios. La Iglesia de hoy tiene que prepararse para ese día en que las naciones serán más conmovidas de lo que ya están siendo. Hace unos días le decía a unos hermanos: “Me acuerdo cuando la tierra tenía grandes líderes”. Hoy se ha perdido ese liderazgo en las naciones, uno no sabe qué rumbo van a tomar, pero los que creemos en el Señor, sabemos lo que está escrito, y todo lo que está en la Palabra de Dios se cumplirá. Nos tenemos que preparar para ese día glorioso en el Señor.

El “evangelio del evangelio” nos enseña que Jesucristo vino a salvar lo perdido

Quiero hablarles sobre un capitulo muy importante que está en Lucas 15, que es considerado por muchos estudiosos como el “evangelio del evangelio”, como uno de los más famosos del Nuevo Testamento. Contiene tres parábolas: De la oveja perdida, de la dracma perdida y del hijo pródigo. En este capítulo se concentran estas tres parábolas para anunciar el propósito del Señor para venir a la tierra. ÉL vino a salvar lo perdido. Si sólo habría venido a salvarnos, deberíamos darle gloria cada día. Pero, no sólo eso sino que nos pone en el hueco de Su mano y nos bendice porque ÉL es bueno. El evangelio son las buenas nuevas de Jesucristo, es el testimonio de que Dios ama al pecador. Cuando toda la humanidad debía haber sido condenada, la buena nueva del evangelio es que el Padre envió a Su Hijo para salvar a los pecadores. ¡Qué bendición!

Lucas 15:1-7 “Muchos cobradores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los expertos de la ley empezaron a quejarse: «Este hombre recibe bien a los pecadores, y hasta come con ellos». Entonces Jesús les contó esta historia: “Supongamos que uno de ustedes tiene cien ovejas y pierde una de ellas, ¿acaso no dejará solas a las otras noventa y nueve en el desierto para ir a buscar a la que se le ha perdido hasta encontrarla?" Cuando la encuentra, con gozo la pone sobre sus hombros, y al llegar a casa, llama a todos sus amigos y vecinos diciéndoles: “¡Alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido!” Les digo que de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un pecador que cambia su vida que por noventa y nueve personas buenas que no necesitan hacerlo.”

Cuando una persona entiende este precioso mensaje de que hay más alegría en el cielo por alguien que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento, entonces deja todo para vivir haciendo la voluntad de Dios. La gran pasión de Jesús era salvar a los perdidos. En este capítulo de Lucas 15, encontramos algo que podría ser raro para nosotros, pero si nos ponemos en el contexto de aquellos días, podemos entender lo que estaba pasando. Jesús tenía contratiempos con los fariseos, escribas y sacerdote porque no entendían lo que ÉL estaba haciendo. Cuando los pecadores y publicanos venían a Jesús, ÉL los atendía, bendecía y hasta comía con ellos. Para los judíos religiosos, eso era realmente asombroso, no podían entender cómo Jesús recibía a esa gente. Era evidente que ellos no conocían del amor de Dios ni de la venida de Cristo para salvar a los pecadores. Simplemente, por ese amor profundo que Jesús demostraba, los pecadores le seguían.

Los cuatro evangelios en el Nuevo Testamento están llenos de escritos de gente que se enteraba que Jesús venía y entonces las multitudes iban, porque sabían que Jesús los sanaría o que les daría de comer. Jesús no se hacía problema de ayudar a los necesitados, sino que eran los demás los que lo juzgaban. Cierta vez vinieron diez leprosos a Jesús buscando su sanidad pero solo uno volvió a agradecerle. En otra oportunidad, vino a ÉL una mujer siro-fenicia clamando: “Jesús, ten misericordia”. Era casi indigno que una mujer gentil se dirigiera a un judío, pero ella estaba desesperada por su situación. Los discípulos le dijeron a Jesús que la despidiera, pero Jesús la atendió porque ÉL no rechaza el corazón quebrantado ni a la persona que se inclina ante ÉL. Si alguien quiere ser salvo y se inclina ante Jesús, será salvo. Los fariseos y escribas decían cómo era posible que Jesús reciba a los pecadores y que hasta se sienta a comer con ellos.

Mientras que Jesús decía que hay gozo en los cielos cuando un pecador se arrepiente, los fariseos decían que hay gozo cuando un pecador es despedazado. La religión era muy cruel y Jesús tuvo que luchar contra esa religión. Los fariseos no habían escuchado que las huestes celestiales celebraron cuando Jesús nació, dando gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz para los hombres, porque aquel fue un día de esperanza para que todo aquel que se arrepienta pueda ser perdonado de sus pecados y entonces sea salvo, renovado y restaurado. ¡Bendito sea el Nombre del Señor!

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Para los religiosos de aquel tiempo era impensable relacionarse con un pecador. Para ellos, el fin del publicano era no tener ninguna proyección. Había una lista de prohibiciones para el trato con los pecadores y publicanos: Nadie debía prestarle nada a un publicano, no se debía escuchar su testimonio porque eran mentirosos, no había que confiarle ningún secreto porque si le confiaban alguno, después iba a decirlo. A un pecador o publicano, no se le podía entregar ningún huérfano para cuidarlo ni se le permitía recibir una obra de caridad. Un judío no podía comer con ellos, ni tenerlos por compañeros de viaje. Se podía caminar con un asno pero no con un pecador. No se podía ser huésped de un pecador ni hospedarlo, mucho menos comer con ellos. En lo posible no había que comprarle ni venderle nada. Los judíos pensaban que si tenían contacto con los pecadores y publicanos, tenían la posibilidad de contaminarse. Por todo lo anterior es que los fariseos y escribas no podían entender cómo Jesús podía comer y compartir con aquellos.

Así de cruel era la religión y todos esos conceptos estaban muy arraigados en la mente de los judíos. Jesús vino para romper con todos esos conceptos y sacarlos de la mente judía. ÉL vino para decir: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). Si no sería por el don inefable y misericordia de Jesús, ¿dónde estaríamos? Algunos comentaristas dicen que el capítulo 15 de Lucas es el “evangelio del evangelio” porque con toda claridad nos enseña que el mayor propósito de la venida de Cristo a la tierra es salvar a los pecadores.

En otra oportunidad en que Nicodemo, un principal entre los fariseos, vino a hablar con Jesús, ÉL le reveló: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Jesús le reveló a aquel fariseo que el Padre lo envió al mundo no para condenarlo sino para que el mundo sea salvo por ÉL. Aquí estamos todos los salvos y, aquel que no lo es todavía, puede salir lleno de la gloria de Dios con tan sólo creer que Jesús es el Hijo de Dios. Este es el don de Dios, es el gran milagro que Jesucristo ha hecho. Jesús nunca hizo acepción de personas, nunca dijo que no se juntaría, ni comería, ni recibiría nada de algún publicano porque tenía temor de contaminarse. Qué milagro de Dios de enviar a Jesucristo a la tierra, ¡qué regalo precioso para la humanidad! Si no fuera por ÉL, todos viviríamos sin Dios y sin esperanza.

Por Su amor, el Señor no quiebra la caña cascada ni apaga el pábilo que humea

Al anunciar la venida de Dios, Isaías nos dice en el capítulo 42:3-5“No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia”. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley. Así dice Jehová Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora sobre ella, y espíritu a los que por ella andan”.

Yo creo que hay gente en el mundo que no conoce a Dios pero que está esperando la salvación. Romanos 8:19 dice: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación

de los hijos de Dios”. Hay un deseo de salvación y aún la creación gime por ver glorificados a los hijos de Dios. El evangelio es la gran noticia, es la única esperanza para este mundo quebrantado, es el reino de Dios bajando a la tierra para bendecir al más vil pecador. Por eso, Jesús no tenía problema alguno en juntarse con los pecadores, o en ir a ellos. Sus discípulos eran hombres del vulgo mientras que los fariseos tenían una mentalidad religiosa. Jesús escogió como discípulos a personas muy simples que creyeron en ÉL.

Jesús estaba dispuesto a cambiar toda la mentalidad judía, y a crear un solo pueblo para la gloria de Dios. Cuando se mira desde esta perspectiva, es fácil entender la parábola del buen samaritano que en Lucas 10:25-37 dice: “Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo”.

Seguramente que cuando el sacerdote vio a aquel hombre herido y medio muerto, viéndolo como pecador ha debido pensar: “Hay gozo en los cielos cuando un pecador es destruido delante de Dios”. Y, seguramente el levita pudo pensar: “Éste se merece lo que está pasando, está pagando sus pecados, debe haber gozo en los cielos por ver a este pecador sufriendo”. El religioso puede ser muy cruel, se basa en su doctrina y en su experiencia aún con Dios, y de repente, así como aquellos, todos podemos convertirnos en jueces de la tierra. La verdad es que muchas veces juzgamos como religiosos y pensamos que al pobre samaritano le tocó lo que le correspondía porque él eligió ese camino. Yo decía así y he tenido que convertirme cuando entendí el “evangelio del evangelio”. A mucha gente ni quería predicarle el evangelio porque consideraba que no les correspondía la salvación.

Los samaritanos eran despreciables para los judíos, pero aquel samaritano fue movido a misericordia y atendió al herido, e hizo compromiso con el mesonero de que pagaría todo lo que se gastara en su curación. Jesús les preguntó a los fariseos: ¿Quién les parece que hizo bien? Ser movido a compasión como el samaritano es cambiar la mentalidad, es cambiar la

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espiritualidad, es cambiar ese pensamiento tan cruel que tenían los fariseos y escribas.

Yo tengo respeto por los fariseos porque eran hombres muy apegados a la ley de Dios. Con facilidad los juzgamos erróneamente, dejando de valorar que por siglos guiaron al pueblo de Dios, fueron la fuente de sabiduría porque conocían la ley de Dios. Pero, vino Jesús y transformó todo eso. Por ello, Jesús le dijo a Nicodemo que es necesario nacer otra vez porque ÉL vino para crear una nueva instancia, una nueva relación de Dios con el hombre. Como nadie pudo cumplir la ley y los mandamientos, el Hijo se presentó ante el Padre y le dijo: “Padre, sacrificios y holocaustos no te agradaron. Aquí estoy para hacer tu voluntad”. Jesús, el Verbo de Dios, era una nueva instancia difícil de entender de la noche a la mañana por aquellos judíos que generación tras generación siguieron una religión tan inflexible y cerrada. No me animo a juzgar a los fariseos y escribas, sólo puedo decir que fueron fieles a la religión que tuvieron por mucho tiempo.

En nuestra relación con Dios debemos tener cuidado de no volvernos legalistas. Yo tengo pre conceptos sobre la gente, y eso mina mi fuego de evangelizador. Durante más de cuarenta años, he aprendido infinidad de cosas de personas piadosas con los cuales me ha tocado relacionarme. Pero, en la Iglesia no se recibe a muchas, se las rechaza y se les tiene aversión porque son divorciadas, alcohólicos, drogadictos, prostitutas…. Cada vez que se tenía que rechazar a alguien, mi corazón se partía y decía: “Señor, no puede ser que yo pueda juzgar y decir a una persona que no puede entrar al reino de Dios”. Cuando uno ve a esa gente tan hundida en el pecado, dice: “Ah, ¿para este también es el evangelio?, cuando lo importante debería ser decir: ¿Qué dice Jesús, se sentaría con este pecador?

En cierta ocasión que fui a Holanda, conocí a un matrimonio extraordinario compuesto por una uruguaya y un holandés. Cuando les pregunté cómo fue la experiencia individual de su salvación, ella me comentó que siendo muy joven llegó a aquel país para trabajar en la zona roja. Yo no podía creer que aquella mujer que parecía una mujer santa y piadosa, hubiese trabajado alguna vez como prostituta. La mujer me contó que una misionera americana de 83 años, fue a predicar el evangelio a Holanda y que con todo amor y paciencia, se paraba ante los grandes ventanales en que las chicas eran exhibidas esperando que un cliente se las lleve, golpeaba el vidrio como si fuera un cliente, y les decía: “Dios las ama, quiere hacerse cargo de esta situación, dignificarlas, darles un hogar y que sean madres”. Al oír esas tiernas palabras, algunas de las muchachas se rebelaban, otras lloraban porque se ponían a pensar si tendrían que vivir en esa triste situación toda su vida, o se preocupaban por darse cuenta que una vez que ya no sirvieran para ese trabajo, no tendrían dónde ir a parar. Como resultado de la obra misionera de aquella mujer americana, cuatro de las seis muchachas entre las que se contaba la uruguaya, se convirtieron al Señor.

Al morir su esposo, aquella misionera americana tomó la decisión de ir a Holanda a predicar cuando tenía 80 años. Puedes tener 80, 50 o 15 años, pero si estás lleno del amor de Cristo, Dios te usará. ¡Nunca es tarde! Me tocó viajar varias

veces a Holanda y, cada vez que estaba en la casa de aquella hermana uruguaya, me asombraba por su santidad y su celo por la Casa de Dios. Ella me contó que después de convertirse al Señor, vivió por dos años como soltera hasta que conoció a su marido actual, el cual había enviudado pocos años antes. Ella me confesó que no podía creer cuando aquel hombre le ofreció matrimonio, y le dijo: “Dios te salvó y perdonó tus pecados. Yo quiero que seas mi esposa porque confío en la obra de Dios”. ¡Gloria a Dios! Esa es la esencia del evangelio.

Cuando pienso en estas vivencias, le digo al Señor: “Dame fuerza hasta el último de mis días para estar con un pecador”. La Iglesia tiene ovejas perdidas y por lo general la interpretación que damos, algunas veces con bastante fundamento, es que cuando alguien se retira, consideramos que es una oveja perdida. En realidad, nuestra Iglesia perdida es el mundo. Es hermoso compartir en la Casa con los hermanos congregados, reunidos por la sangre del Cordero, levantando manos y alabando a Dios. Es una honra juntarse con la Iglesia de Cristo pero hay una oveja perdida y, ¿qué dijo Jesús? “¿Quién de ustedes si se le pierde una oveja, no dejará las noventa y nueva e irá en pos de la perdida y, cuando la encuentre, la pondrá sobre su hombro, y volviendo contento a su casa, reunirá a sus vecinos y les dirá: Vengan, he encontrado la oveja que se me perdió…. De la misma manera, les digo, hay gozo en la presencia de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente (Lucas 15:4-6, 10).

Para nosotros tal vez no tenga tanto significado hablar de una oveja perdida, pero para los judíos tenía un significado muy real porque su economía se basaba en el pastoreo. En mi imaginación, en el cielo debe haber gloria por todo lado, con ángeles y querubines alabando al Señor sentado en el trono y diciéndole: “Santo, santo, santo” por eternidad. Nosotros mismos nos preparamos para alabarle al Señor un día. Pero, hay algo especial en el cielo y ¿qué es? Un pecador que se arrepiente. Eso es lo que Jesús nos dice. En palabras más simples, Jesús les dijo a los fariseos: ¿Cómo no me voy a sentar con el pecador? Si se arrepiente, habrá gozo en el cielo.

Me gusta predicar el evangelio porque he aprendido que puedo unir el gozo de la tierra con el gozo del cielo. Quiero agradar el corazón de Dios, debemos agradar Su corazón y decirle: “Señor, tu sacrificio no ha sido en vano. Mira, se convirtió mi vecino y hay fiesta en el cielo”.

El capítulo 15 de Lucas, el evangelio del evangelio, nos enseña de una mujer que pierde una moneda preciosa y la busca hasta encontrarla, y cuando lo hace, llama a sus vecinas para decirles cuán feliz está por haberla encontrado. También este capítulo nos enseña la parábola del hijo pródigo que habla del padre esperando que el hijo vuelva, mirando de lejos que vuelva, y cuando lo ve, corre hasta el hijo, lo abraza y lo llena de besos. Llega a la casa y dice que maten al becerro gordo, que traigan vestiduras para su hijo, y le pone anillo.

El avivamiento más grande que tendrá la Iglesia en los próximos años será ver a hombres y mujeres convertidos. Dios nos salvó, nos guarda todos los días, nos da hermanos preciosos, es un gusto venir a la Iglesia y recibir la Palabra de Dios. Casi uno está esperando que llegue el culto para estar con los hermanos, ¡es

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glorioso! El pecador, ¿cómo se las arregla sin esto? Viendo el carnaval, obteniendo dinero a crédito para disfrazarse y olvidarse de su realidad, emborrachándose y perdiéndose. Aquí venimos con la ropa que tenemos sin pensar en disfrazarnos. Dios nos ha bendecido, nos ha sentado en lugares celestiales, ¡ya nos ha sentado, ya gozamos la vida eterna, ya gozamos el privilegio de ser los hijos de Dios! Nos ha llenado de Su Espíritu, nos da dones y todo lo que necesitamos. En este cumplimiento de los tiempos, la Iglesia ha ido recibiendo y siendo equipada por la voluntad de Dios para la última fiesta, la fiesta de los tabernáculos, la fiesta de la cosecha, cuando toda la Iglesia cosechará, cuando el más débil dirá: “Rico soy, fuerte soy, tengo la gracia de Dios en mi alma y espíritu”.

Espero que esta próxima generación que viene tras de nosotros hará proezas con Dios en las naciones. El mes pasado, en mi Congregación tuvimos un desafío para ir entrenando a los jóvenes. Llamamos a 500 jóvenes para ir a predicar el evangelio por aldeas y pueblos. Fueron a aquellos lugares donde no hay obra. No llegamos a 500 pero sí a 350, ya que muchos tenían el deseo de ir pero no pudieron hacerlo porque no tenían permiso de su trabajo o colegio. ¡Qué privilegio ver volver a esos muchachos a contar el testimonio, diciendo: “Estuvimos aquí o allá, podemos empezar una Congregación en tal pueblo! Así la Iglesia hará hasta entrar en el gozo más profundo cuando el cielo y la tierra se alegren por los pecadores que se arrepienten.

No te olvides que Jesús no vino a quebrar la caña cascada, no vino a apagar el pábilo que humea. Miró con alegría a la caña cascada y dijo: “Yo te voy a enderezar”. La caña a la que se refiere Isaías no es la caña muy delgada que conocemos, sino cañas especiales y gruesas que sirven para hacer muebles. Cuando ven una torcida, los que cosechan esas cañas las botan para quemarlas después. Jesús no saca fuera la caña cascada sino que la endereza y la pone firme. Al pábilo que sólo tira humo y ya no proporciona luz, Jesús no dice que lo apaguen por ya no servir para nada, sino que lo limpia.

Me crie en el campo en un tiempo en que se usaban candiles, que consistía en una botella con mecha a la que se ponía grasa, kerosene o cualquier combustible. Después de mucho uso, se formaba una especie de costra en la punta y, en lugar de dar mucha luz, mostraba una luz tenue y mucho humo. Pero, mi madre cortaba la mecha para que dé mejor luz. Si estás humeando, Dios te vuelve un hombre o mujer que puede resplandecer. Si estás caído o agobiado, el deleite de Dios es tomarte de la mano y levantarte. Tengamos la certeza que la Iglesia del Señor hace eso porque ya lo hemos vivido. ¿Acaso no has sido una caña cascada que Dios levantó? ¿Acaso Dios mismo no arregló tu pábilo que humeaba y ahora eres luz en medio de las tinieblas? ¡Todos tenemos ese testimonio! Como Iglesia del Señor no debemos perder esa movilización o evangelización constante, como dice Pablo, en tiempo y fuera de tiempo. Tenemos que llevar esa dinámica en nuestras vidas.

Jesús no vino a condenar sino a salvar a la humanidad

Dios está levantando en nuestros hijos una generación que alumbrará para que Cristo sea glorificado. Me gusta conversar con mis nietos. Mi nieto me dice: “Abuelo, yo quiero predicar el evangelio”. Mi alegría es saber que mi nieta predica el evangelio

a todos los de su oficina. Veo una generación de jóvenes que se está llenando del fuego evangelizador, que no tendrá miedo de juntarse con los pecadores. El miedo más grande de los fariseos era contaminarse, y con razón porque si no estás bien aferrado con Dios, mejor no te metas en lio. Un amigo fue a buscar a su amigo para traerlo al culto, y horas después llegó tambaleando porque el enemigo lo venció a través del alcohol. Hablo de hombres y mujeres afirmados con Dios, que tienen una relación profunda con ÉL y que no tendrán temor de contaminarse, como aquella misionera norteamericana de 83 años que podía entrar tranquilamente a la zona roja en Holanda y predicar el evangelio a las muchachas perdidas. Hace falta gente en el mundo que se anime a entrar en las tinieblas y alumbrar para que Cristo sea glorificado.

Conozco una muchacha del sur de Argentina que trabaja actualmente en Grecia en una ONG cristiana que libera a chicas latinas que trabajan en empresas de prostitución. De tiempo en tiempo me escribe para decirme cuán glorioso es ver una vida levantándose de la miseria. Yo sé que ustedes aman a Dios y que entienden la importancia del evangelismo. El evento más glorioso sobre la tierra fue que Jesús vino a morir para salvar a los pecadores. La gran comisión fue dicha por Jesús a Sus discípulos antes de ir al Padre: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:18-20). En otras palabras, Jesús nos dice ir y predicar el evangelio a toda criatura para que el que crea, sea bautizado y salvo.

Si hay alguien agobiado esta mañana, si alguno se siente como una caña cascada, como un pábilo que humea, llénese de esperanza que es la alegría de los justos. Aún como cristianos tenemos luchas profundas en nuestras vidas. Cuando parece que algunas cosas no se solucionarán más, perdemos la esperanza y casi nos resignamos a pensar: “Bueno, parece que toda la vida será así”. Creo firmemente que tenemos que sujetarnos a la voluntad de Dios, y si ÉL quiere darme un aguijón hasta el fin de mi vida, debo darle gracias. Pero, hay situaciones en nuestras vidas que nos han agobiado y casi nos han doblado. Entendamos que el evangelio es también para nosotros. Todos los días me convierto y oro: “Señor, no tomes en cuenta mi vanidad, torpeza. Perdona mi pecado, quiero honrarte y servirte”.

Discutiendo sobre si la salvación se pierde o no, un amigo me decía que para él la salvación no se pierde pero que “por si acaso, hay que convertirse cada día”. Lo cierto es que tenemos que convertirnos todos los días, tenemos que ser liberados diariamente de la prisión. El mundo nos contamina, algunos están luchando con sus esposos que no se convierten, o a la inversa. Otros están agobiados por la situación con sus hijos, y de repente nos transformamos en una caña cascada, abrumados por la situación que nos rodea. A veces estamos humeando en vez de alumbrar. Yo quiero decirles en este día que el evangelio es para nosotros hasta el último día de nuestras vidas. No vivas agobiado, no vivas humeando, vive bien erguido en Nombre del Señor y alumbra todos los días de

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tu vida porque nuestro buen Dios vino para que vivamos gozosos.

Algunos piensan que si alguien está gravemente enfermo, es porque pecó y dicen: “Por algo será”. Somos medio fariseos y juzgamos a la gente: “Ah, yo sabía que le iba a pasar, o ya verá lo que le pasa porque se lo merece”. Bajemos las manos y digamos: “Señor, ten misericordia de esta persona”.

Hace mucho tiempo estuve ministrando a un joven llamado Alejandro, que conocí en la Congregación desde que era muy pequeño. Como tenía que hacer un viaje, le hicimos una cena de despedida y entre los invitados vino su padre y me enteré que Alejandro es hijo único. Pasaron los años, perdí contacto con él y hace un tiempo encontré a los padres. La madre me puso al día sobre la situación de su hijo y me dijo: “Su mujer falleció, él se sintió mal y se rebeló contra Dios y los pastores, perdió la fe y en lugar de gastar su vida en el evangelio, anda en piquetes en política”. Les dije si podía comunicarme con él y el padre me dijo que era en vano. Les dije que quería hablarle de Cristo, decirle que ÉL lo sigue amando. Con mucha renuencia, la madre me dio el número telefónico de Alejandro. Lo llamé y le dije que estuve con sus padres y que pregunté por él. Cuando le dije: “Alejandro, quiero verte”, la respuesta fue: “Ya no soy el Alejandro que conociste”. Le dije: “Para mí eres el mismo Alejandro, quiero verte y te digo que Dios no ha cambiado Su propósito para ti”. Su respuesta fue: “Yo no estoy bien casado”. Una vez más le dije: “Quiero verte a ti y no a tu situación, quiero estar contigo”. Fui a su casa y lo primero que me dijo fue: “No me vayas a sermonear”. Yo simplemente le dije: “¿Puedo abrazarte en el Nombre de Jesús? ¿Puedo decirte que Dios te ama? Terminamos llorando porque el amor es irresistible.

Los publicanos y pecadores iban detrás de Jesús porque en Su rostro había amor, comprensión. Juan 8:3-11 nos enseña: “Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”.

“El que se sienta sin pecado, tire la primera piedra”, ¿quién puede tirar piedras? Pero, a veces las tiramos, a veces decretamos juicio y discriminación en nuestra conversación. Jesús le dijo a la adúltera: “No peques más” porque ÉL no vino a condenar sino a salvar. Si quieren que les hable de la justicia de Dios, del temor a Dios, que Dios es terrible, se los puedo decir y lo tengo muy presente. Temo a Dios, no juego con Su bondad de Dios ni enseño nadie a pensar que ÉL es un viejo

bonachón que nunca condenará a nadie. Pero, el evangelio nos enseña que Jesús vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Lo demás, lo hace el Espíritu Santo al transformar y cambiar nuestras vidas.

No les conozco ni me las quiero dar de profeta. Pero puede ser que en esta mañana haya personas que están agobiadas o que su pábilo humea, sin importar hace cuánto tiempo. Yo quiero decirte que Jesús no te desprecia, que ÉL conoce tu situación y está con los brazos abiertos para perdonarte, para decirte: “Yo tampoco te condeno, vete y no peques más”.

Señor mío, gracias por esta salvación tan grande, gracias por Cristo. Señor, ahora pienso en mis parientes, pienso en toda esa gente que cree que no será salva porque son demasiado rebeldes y están demasiado perdidos. Esta mañana, quiero llenarme de fe y anunciarles que Tú quiebras la caña cascada, que Tú no apagas el pábilo que humea. El deseo y gozo de Tu corazón es salvar al más vil pecador. Ayúdame a predicarles el evangelio. Señor, Tú sabes mi situación, conoces los lugares donde están casi quebrados mi alma y espíritu. Más de una vez no puedo alumbrar pero en esta mañana quiero llenarme de fe y esperanza. Te ruego Jesús que me toques, me bendigas, me enciendas para que pueda ser un hombre (mujer) virtuoso(a) porque Tú me has llamado para anunciar las virtudes de tu gloria. ¡Líbrame, Señor!

Jesús está aquí para bendecirnos y levantarnos. ¡ÉL hace así! Sólo dispone tu corazón delante del Señor y ÉL te bendecirá. ¡Amén!

“RECIBIMOS IMPARTICIÓN DE LOS PADRES ESPIRITUALES”

Pastor Carlos Nanetti

Una cosa es oír a predicadores y otra a los padres ya que con ellos recibimos impartición. No son tanto las palabras sino el espíritu que recibimos. Cuando un padre habla, presta atención porque en tu espíritu tiene algo que impartirte. Somos una Congregación que le gusta estar en familia, leer y estudiar. Como el Pastor Cepeda es lleno del fuego del evangelismo, y nuestra debilidad como Congregación es el evangelismo, le pedí que venga a ayudarnos. Tiene una porción que necesitamos recibir y arder en ese fuego más y más. Gracias por haber venido porque nos ha impartido algo que no teníamos.

Una de las experiencias más gloriosas de la vida cristiana es cuando Dios usa tu vida para hacerle conocido. Qué privilegio que Dios use nuestra vida para que alguien llegue a conocerle. Dios corta las ramas para que lleven fruto, y también cortará aquellos que llevan fruto para que con la poda puedan llevar más fruto.

Abramos nuestro corazón para el necesitado, por el que está afuera, acostado y borracho. Dios necesita abrir nuestros ojos para que miremos con compasión a la gente del mundo. Tenemos que ser portadores del evangelio, de la gran verdad. Dios enternezca nuestro corazón para que nos duela estar frente al necesitado.

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PRÉDICA: ¿ENTENDEMOS NUESTRA RELACIÓN CON EL SEÑOR? (Lunes, 27 de febrero de 2016)

Pastor Carlos Nanetti

La falta de entendimiento se refleja en nuestro día a día

Como Iglesia necesitamos entender nuestra relación con el Señor. Sabemos que ÉL se fue y que volverá pero nuestra poca visión no nos permite entender nuestra relación con ÉL. Esta falta de entendimiento se refleja en nuestros matrimonios, en el día a día. La cultura en que vivimos es teóricamente una cultura cristianizada; sin embargo, es en esa cultura que vemos cómo los matrimonios están siendo destruidos. Sucede que como no entendemos nuestra relación con Dios, nos vemos limitados en esta área. Por ello, cuando somos solteros no tenemos la fortaleza para enfrentar lo que hay que enfrentar, para vivir encima de nuestro solterío o de nuestra necesidad. Cuando somos casados no entendemos cómo tratarse uno al otro, precisamente por esa deficiencia en el entendimiento, y entonces los hijos crecen con esta ausencia. Como no entendemos, no caminamos en la profundidad que ÉL quiere.

En un matrimonio, no hay nadie que conozca más al esposo(a) que la esposa(o). Cuando entras a una relación, todas las cosas están desnudas delante del uno y el otro porque nos conocemos como somos. Pero, la pregunta que todos tenemos que hacernos es: ¿Tiene Dios una relación así con nosotros? ¿Es ÉL capaz de desnudar Su corazón delante de ti? ¿Tienes tal nivel de relación como para que Dios se “desnude” delante de ti y veas Su corazón, lo conozcas así como una esposa conoce a su esposo? ¿Cuán profunda es nuestra relación con ÉL? Yo no pensaba hablar sobre este tema pero el Señor me ha instruido que lo haga.

¿Es tu relación con Dios así como es la relación con tu papá, él no tiene acceso a tus pensamientos más íntimos? ¿Tienes una relación profunda con tu padre pero es sólo “hasta por ahí”? Con tus hermanos, tal vez tu relación sea unida pero no es íntima. Hay la otra relación con los amigos, puedes tener grandes amigos pero llegas hasta un límite. Tus amigos llegan, entran en tu casa, comes con ellos y luego se van. Solamente con tu esposo o esposa tu relación es íntima, te conoces profundamente, conoces los defectos, sabes cuán almático o espiritual eres en realidad, sabes todas las cosas.

¿Cómo es nuestra relación con ÉL? Tenemos esta extraña idea de que Dios viene y nos visita, pero, ÉL nunca pensó en visitar Su Casa. Tú, ¿vas de visita a tu casa? Ciertamente que no porque habitas en tu casa. ¿Cómo pensamos que es nuestra relación con ÉL? ¿Cuán legal es tener una relación íntima con ÉL? ¿Podemos? El problema radica en esto. Si tienes una relación íntima con ÉL, tendrás una relación correcta el uno con el otro. Por ejemplo, en nuestro medio, en diferentes grados es muy común el machismo, el abuso de la mujer y la violencia familiar. Lamentablemente, cuando una persona se convierte, lleva su cultura a la Iglesia y, de acuerdo a su cultura, es su relación con el Señor. Una persona que ha sido criada en un ambiente de machismo no puede entender una relación de amor incondicional.

La mayoría de nosotros tenemos una relación lejana con Dios

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Si somos honestos sobre el grado de intimidad en nuestra relación con ÉL, podemos decir que tenemos una relación lejana con el Dios que servimos, amamos y adoramos. ¿Cuán cercana es tu relación con ÉL? Tenemos el paradigma de que no podemos tener una relación íntima con ÉL o que solamente la tendremos cuando estemos en el cielo. Creemos que mientras estemos en la tierra, ÉL será nuestro Dios pero que no podemos tener intimidad con ÉL.

Moisés era un hombre de profunda intimidad con Dios. Nosotros sólo conocemos un Dios de profunda misericordia. ¿Alguna vez ha estado Dios en el calor de Su ira delante de ti y enojado? ¡No podemos ni imaginar el enojo de Dios! ¿Cómo es la ira de Dios, cómo es cuando ÉL está airado? ¡No podemos imaginar! Pensamos en este Dios que antes de la cruz estaba enojado, y sabemos que es precisamente el sacrificio de la cruz que nos permite ahora acercarnos a ÉL. Antes de la cruz, Moisés se acercó a ÉL en esta ira y le dijo: “Arrepiéntete, Señor” y ÉL se arrepintió. ¿Por qué? Porque Moisés tenía el corazón de Dios en su mano (Éxodo 32:7-14). ¡Así es la intimidad!

Dependiendo del grado de intimidad con Dios, tienes un grado de relación con ÉL y así se refleja tu relación en tu casa, vida, matrimonio y todo lo que hagas. Si tienes una relación profunda e íntima con Dios, al grado que puede confiarte Su corazón, se reflejará en tu relación marital. Una pregunta para los hombres, ¿sabe tu esposa cuánto ganas? ¿Compartes tu dinero con su dinero? ¿Valorizas más el trabajo de la casa que tu trabajo? Porque debes saber que el trabajo de la casa vale más que tu trabajo. En tu casa trabajas con linaje, afuera es con provisión. ¿Cuánto tendría que pagar Dios por linaje? ¿Cuánto vale el linaje para ÉL? ¿Piensas que tu sueldo puede comprar el trabajo de ella?

Estas deficiencias en nuestro entendimiento son reflejo de la deficiencia de nuestra relación con Dios. Cuando se tiene una profunda relación de intimidad con Dios, ÉL abre Su tesoro y dice como el rey Asuero dijo a la reina Ester: ¿Qué quieres? El libro de Ester nos enseña que las mujeres del rey eran preparadas por un año en aceites, perfumes y mirra porque al rey le gustaba mucho la mirra. El día que el rey tenía que elegir una muchacha, se presentaban una a una y los eunucos les abrían el tesoro real. Para presentarse ante el rey, se vestían de la mejor manera posible, sabiendo que el rey elegiría una sola. Todo lo que una muchacha vestía y las joyas que escogía para usar durante la presentación ante el rey, se quedaban en su posesión para su sustento futuro. Entonces, ¿qué hacían las muchachas? Se llenaban de la mayor cantidad posible de joyas para ir delante del rey. Su cultura era que cuando el rey las rechazaba, ellas se quedaban como propietarias de esos vestidos y joyas.

Cuando fue el turno de Ester para presentarse junto a otras muchachas ante el rey, ella le preguntó al eunuco qué le complacía al rey, y vistió sólo aquello que le complacía. El rey la amó por encima de todas las mujeres y le abrió sus tesoros.

Cuando el esposo guarda su dinero y la esposa no sabe cuánto gana él, cuando le da a ella poco a poco sólo para las necesidades esenciales, la relación de Dios con el esposo es también así, sin intimidad suficiente con ÉL como para que le

abra Sus tesoros. Los hijos crecen bajo el espíritu del machismo y harán lo mismo, o tal vez peor. Así nos ocurre en la Casa del Señor porque no entendemos nuestra relación con ÉL.

Intimidad, semilla y viento dependen de nuestro nivel de relación con el Señor

¿Tenemos la legalidad para tener tal intimidad con Dios o no tenemos la legalidad? Esta es la pregunta, este es el gran problema de la cristiandad moderna. No entendemos que ya estamos casados con ÉL, y esta aseveración puede ser explicada y demostrada con la Palabra. No somos la que se casará con ÉL un día. En lo natural, cuando una pareja no está casada todavía, él invita a ella a comer y paga la cuenta, pero ella no sabe cuánto gana él. Sus tesoros están cerrados para ella, él le da un poco de su tesoro y nada más. Pero, una vez que se casan, el tesoro de él debe estar abierto para ella. La señal del machismo es el gobierno del dinero, “yo tengo el dinero, yo gobierno”. Hay diferentes grados de machismo, hay algunos “machos” más amables y simpáticos pero machos al fin.

Todo es por tu intimidad, todo es por el nivel de relación. Creemos que nuestros pecados han sido perdonados, entonces, ¿por qué el apóstol dice: “el pecado mora en mí”? (Romanos 7:7-25). Dios te ha librado del pecado pero por la costumbre o cultura, sigues con los hábitos de Adán y necesitas entrar en el hábito del postrer Adán. Todo en la vida cristiana se basa en tu relación con ÉL. ¿Por qué sufres cuando tienes Marido a tu lado, por qué te sientes sola cuando ÉL está contigo? Porque en tu relación con Dios, en algún rincón de tu mente, tienes la idea extraña de que recién te casarás con ÉL cuando estés en el cielo.

En los días de la Biblia no había noviazgo. Si has escuchado la cultura religiosa, dice que “somos la novia y cantamos a la novia”. En la cultura de la Biblia, no había novia. En aquellos días había el desposorio que consistía en que los padres llegaban a un acuerdo para desposar a sus hijos. Llegaba el momento en que el padre le decía a la hija que la desposaría ese día, y la muchacha no sabía con quién sería desposada. Al muchacho, el padre le decía que ese día sería desposado, y si preguntaba con quién, el padre le respondía que ya la vería al llegar a casa de ella. El muchacho llevaba una guirnalda y le decía a la muchacha: “Con esto te desposo”. Aquel día, por virtud del desposorio, la muchacha pasaba a ser la esposa del muchacho y éste se iba a preparar casa para ella. No vivían juntos pero podían tener intimidad, era legal que ella se embarace de él. Al desposarse, tenían una relación marital y ella tenía toda la legalidad de esposa y él de esposo, aunque no vivían juntos hasta que llegaba el día de la cena de bodas. Aquel día, él iba con el amigo, quien la acompañaba a entrar en la cena y, desde ese día, los esposos podían vivir ya juntos.

Entendamos que ya estamos desposados con ÉL, así nos dice Pablo en 1° corintios 7:29. Si estás casado con ÉL, tu nivel de intimidad debe crecer. El primer día que uno se casa, el nivel de intimidad se dispara al nivel más alto porque ahora “lo mío es tuyo y lo tuyo es mío”. ¿Qué sucede cuando yo no quiero que lo mío sea de ella? Entonces, no tengo con ella ese nivel de intimidad. ¿De dónde nacen todos los conflictos en la vida cristiana, los conflictos de los jóvenes, jovencitas, hombres y mujeres? De esta concepción errada en nuestra mente. Aunque

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se nos diga el concepto, nuestra mente está programada con el concepto errado. Necesitamos desprogramarnos y reprogramarnos otra vez.

¿Cómo te sientes como soltero/a, cómo estamos tratando a nuestras esposa/os? Depende del nivel de intimidad con el Señor. ¿Cómo lo tratas a ÉL? ¿Es solamente tu amigo y en la noche duerme ÉL en un cuarto y tú en otro, o tienes tal intimidad que ÉL puede abrir Su corazón delante de ti? ¿De qué manera te trata ÉL como Esposo? De esa manera empiezas a tratar a tu esposa.

Quiero contarles uno de los testimonios que más ha impactado mi vida. Una hermana tenía su papá y su esposo, no tenía más familia. Su esposo era hombre de negocios y trabajaba en diferentes lugares. Después de un tiempo, murió el padre y a la semana murió el marido, y ella quedó totalmente sola. Un día, después de orar estaba por acostarse cuando entró en su casa un hombre vestido de blanco y le dijo que tome papel y lápiz. Sentado junto a ella, le empezó a dictar qué hacer sobre los negocios que dejó el marido ya que ella no sabía nada de negocios, y le dio instrucciones precisas. La abrazó y le enseñó todo lo que tenía que hacer. Esta hermana decía y sentía que el Señor era su Marido. Ella tenía con ÉL una relación de intimidad como pocas he visto en mi vida.

¿Sabes que ÉL nos sirve siempre? ¿Entiendes esto? Hace un tiempo que estaba en casa en un día de excesivo calor cuando de pronto empecé a sentir un viento muy fresco. Dios me dijo que ÉL estaba soplando para mí. Dios nos sirve en todo momento. ¿Por qué crees que tenemos viento, lluvia, sol? ¿No te sirve el Señor cada día? Los hombres, ¿servimos a nuestras esposas e hijos? Todo depende del nivel de intimidad con el Señor.

La mujer tiene que sujetarse al marido “Como al Señor”. ¿Qué significa esto? El amor incondicional que fluye de Dios te hace sujetarte a ÉL con todo tu corazón. ¿Por qué me sujeto al Señor? Porque me ama. Si el hombre ama a su mujer con amor incondicional, ella sentirá ese amor y podrá sujetarse a él de todo corazón. ¡Todo depende de nuestra intimidad con el Señor!

Si hay la fe y está la presencia, ÉL es el que sana

La enfermedad más complicada es la del alma: Soledad, angustia, depresión, opresión, personas que lidian con ellos mismos y que no se pueden aguantar, problemas en la mente con las ideas que galopan como caballos, personas que están perdiendo la fe. Todos estos son problemas en el alma. Oremos para que Dios empiece a sanar. Oramos que toda depresión, opresión, soledad, falta de sueño, stress, preocupación, condenación, falta de perdón, falta de aceptación, falta de perdón por uno mismo, deben huir en el Nombre de Jesús. Si el Señor me ha aceptado, ¿cómo puedo yo no aceptarme? Hablamos paz a los pensamientos. ÉL Es el Príncipe de paz y quiere hablar paz a Su Casa.

A las personas que han fracasado, aun ministerialmente, el Señor les dice: “Yo voy a llevar a bien”. ¿Puedes ver tu situación que más te preocupa, puedes visualizar tu situación o todas

aquellas que te intranquilizan? Es un monte, se ha vuelto un monte; era una preocupación, ha crecido y ahora es un monte. Jesús dice: Si tienes fe, di a ese monte que se eche al mar y así será. Veo montes, asuntos personales que se han vuelto un monte. El Señor echará al mar ese monte, pero depende de tu fe.

No entendemos lo que somos, oremos para que Dios alumbre nuestros ojos y que veamos lo que hemos recibido en Cristo, todo lo que somos y tenemos por ÉL. Antes de ascender al cielo, el Señor les dijo a sus discípulos en Marcos 16:17-18 “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” ¡Tenemos vida de poder y santidad! Dios está inclinado a nosotros, el poder está en el Cuerpo y todos somos instrumentos suyos.

Pastora Imgard Bellota

Oración por lo varones de la casa

Señor, levanta la paternidad en la nación. Sea devuelta la honra en tu Casa. Honramos a los varones en tu Casa, honramos a los padres como cabezas de su casa. Levanta la paternidad, levanta los progestomi, pon a cada varón en su lugar y que ocupen el lugar que les corresponde. Sana todo concepto errado, levanta al que está de ánimo apocado. Señor, por favor levanta a los varones como sacerdotes, permite que oigan tu voz, traigan lo de allá para acá, traigan el alimento. Gracias Señor por paternidad en la Casa, gracias por padres.

Señor, trae discernimiento a los varones de la Casa. Provéeles tu visión y sea cortado este asunto de que sólo es la mujer la que te busca, que sólo sea la mujer la que lleva la carga espiritual. No aceptamos y te pedimos que levantes a los varones como sacerdotes en su casa. Cada padre, ¡levántese! Señor, levántate Tú como Esposo para cada mujer que no tiene esposo. Revélate Jehová Ishi como el Esposo de la viuda, como el padre de huérfanos.

PRÉDICA: “SÓLO CRISTO EN NOSOTROS AGRADA AL SEÑOR” (Lunes, 27 de febrero de 2017) Pastor Gary Menacho Señor, gracias que Tú estás en medio nuestro, gracias por tu Iglesia congregada. Tú te gozas cuando estamos juntos. Te rogamos que tu Espíritu nos guíe para que podamos conocerte más, para que podamos avanzar en lo que Tú quieres que

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hagamos. Permite que nuestro corazón sea buena tierra para oír tu Palabra. Te pedimos así, en el Nombre de Jesús. La presencia del Señor y Su Palabra transformaron el entendimiento de Marta y María La primera vez que la Escritura se refiere a Marta y María, señala que Marta le abrió la puerta a Jesús y que ella le pidió recrimine a María por su falta de ayuda en los quehaceres de la casa. Jesús le dijo a Marta que estaba afanada y turbada, mientras que María había escogido la mejor parte (Lucas 10:38-41). Por la prédica del Pastor Nanetti (Febrero 26, 2017), hemos entendido que la Iglesia tiene que ser como Marta que abre la puerta y actúa, como María que pierde todo por amor a su Señor, y como Lázaro que provee un testimonio de la resurrección. Juan 11:17-27 “Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Más también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.” Jesús dio a Marta la revelación de que la resurrección y la vida son lo mismo. Es por esa revelación que ella le respondió a Jesús: “Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Hijo de Dios que debía venir al mundo”. La vida de Marta, así como la de María y Lázaro, se fue transformando desde la primera visita que hizo Jesús a su casa en Betania. Los versículos anteriores se refieren a la visita de Jesús cuando fue a Betania para resucitar a Lázaro. En esa visita, después de encontrarse primero con Marta, hace llamar a María, quién ya en oportunidades anteriores había escuchado de Jesús estando a Sus pies. Juan 11:28-35 “Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 3y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró.”

La actitud de María es que al llegar donde estaba Jesús y al verle, se postra a Sus pies. Jesús al verla llorando se estremece en espíritu, se conmueve y es entonces cuando va a la tumba a resucitar a Lázaro. En las visitas de Jesús a la casa de estas mujeres, ellas fueron transformadas por Su presencia y palabra. Marta y María tenían formas diferentes de ser. No podemos quedarnos en ofrendar nuestro frasco de alabastro, ¡hay una vida de resurrección para mostrar al Hijo en nosotros! Estudiemos a continuación la historia de Abraham cuando estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, para hacer un paralelismo con la historia de María y su ofrenda en adoración del frasco de alabastro. Génesis 15:1-2 “Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” Jehová le dice a Abram que ÉL era todo para el patriarca, que su galardón sería sobremanera grande. Abram se queja de que Dios no le había dado descendencia y ÉL le dice que le dará un hijo. Si tuviéramos conciencia de lo que Dios nos dice, entenderíamos que ÉL es sobremanera grande, o todo, para nosotros. A veces estamos con nuestra pequeña queja de: “Señor, todavía no me has dado esto o lo otro”. Pasa el tiempo, nace Isaac que era el que llevaría el linaje del patriarca y se convierte en su todo, y es por esta razón que Dios tiene que probar a Abraham. Génesis 22:1-3, 10-12 “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo… Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.” Como Isaac se convirtió en el todo de su padre, y sus ojos eran solamente para el hijo, es obvio que Dios tenía que probar el corazón de Abraham. ¿Dios necesitaba el sacrificio de Isaac? No, porque ÉL es todo. Es para nuestro bien cuando Dios nos

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prueba porque la prueba es para hacernos ver nuestro corazón. Conocemos la historia, Abraham e Isaac fueron al monte y seguramente Abraham empezó a entender el plan de Dios y Su soberanía a medida que subían. En el momento preciso en que el padre estaba listo para sacrificar al hijo, el ángel le dijo que no levante su mano porque había visto su corazón. Volviendo a la historia de la casa de Betania, las Escrituras registran una tercera visita de Jesús. Juan 12:1-8 “Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, más a mí no siempre me tendréis.” Durante esa tercera visita de Jesús, Marta le servía pero ya sin afán. Era evidente la transformación en ella ya que servía de otra manera, con entendimiento de qué hacer cuando el Señor estaba en su casa. María también había conocido al Señor de otra manera, había visto Su poder cuando resucitó a su hermano Lázaro. María ungió los pies de Jesús con una libra de perfume de nardo, que en realidad era un ungüento y no era solo perfume, que se hacía de las raíces y del tallo escondido bajo la tierra del nardo. Es interesante entender que de la raíz de aquella planta de nardo que crecía en las alturas y de la parte de tallo escondido que no estaba a la vista, se obtenía el ungüento. En aquel tiempo, el perfume de nardo era muy costoso y el desposado le daba a la mujer para usar el día de su matrimonio. Por ser tan caro, era muy común que este ungüento sea adulterado. Cuando Jesús entró a la casa de Betania, María se acercó a ÉL y rompió el frasco de alabastro conteniendo ungüento de nardo y ungió Sus pies. Esto nos habla de una actitud de corazón, de adoración y rendición al Señor. Jesús reconoció el sacrificio de María y les dijo a Sus discípulos que no la reprochen porque ellos consideraron ese sacrificio como un derroche. Jesús dijo: “Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto”. Esta respuesta de Jesús me ha revelado que todo lo que podamos conseguir y ofrendarlo, todo lo que podamos tener y darle al Señor, sea bueno (riquezas, tiempo, aspiraciones, sueños, relaciones, intenciones) o malo (tristeza, temor) para nosotros, sólo llegará hasta la sepultura. Así como el ungüento era obtenido a partir de la raíz y tallo, la parte escondida del nardo que crecía sólo en las alturas, nuestras buenas obras,

intenciones y todo lo que podamos darle al Señor está hecho para la sepultura. ¿Por qué? Porque después de la sepultura, cuando ÉL resucita, sólo Cristo complace al Señor. No hay más perfume de nardo, solamente ÉL. Entender esto es un descanso para mí. Estamos acostumbrados a querer llevarle al Señor nuestro “nardo o frasco de alabastro”, lo cual está bien porque ÉL lo valora, pero Dios nos ha llamado para algo más. No se trata de solamente de quedarnos a Sus pies entregándole algo, sea bueno o malo. El Señor nos dice que esa ofrenda la lleva a la sepultura, va con ÉL a la cruz. Tenemos que entender que después hay mucho más con la vida de resurrección. Nosotros podemos estar ahorrando en el espíritu o en lo natural un frasco lleno de ungüento fresco para el Señor, pero no nos podemos quedar ahí. El Señor ya ha llevado todo lo bueno y malo que tú tienes a morir en la cruz porque después hay un nuevo nacimiento, un nuevo linaje, una nueva vida que fluye en tus venas. Todo lo que agrada al Padre después de la resurrección está en el Hijo. El año 17 simboliza año de resurrección y Dios quiere ver a Su Hijo manifestado en nosotros. Hemos vivido entregándole al Señor todo lo que hemos podido. Es tiempo de dejar que todo eso quede allá porque mayores obras que ÉL no podemos hacer. Solamente Su sacrificio es lo que agrada al Padre y en Jesucristo tenemos acceso al Padre, ya no más en frasco de alabastro roto sino en la resurrección del Señor. ÉL quiere levantarnos y está esperando poder decir sobre Su Iglesia: “Siento el olor de Cristo creciendo en ellos”. Volviendo a la historia de Abraham, cuando el patriarca estuvo a punto de sacrificar a Isaac, el ángel de Jehová le dijo que no extienda su mano sobre el muchacho porque ya conocía su corazón correcto, por cuanto no le rehusó su único hijo (Génesis 22:11-12). Entonces, apareció un carnero con cuernos entrelazados en un zarzal y Abraham lo tomó y ofreció en holocausto. Isaac es la misma figura que el frasco de alabastro, que significa todo lo mejor de ti, todo lo que tú tienes. Lo cierto es que cuando entregamos “nuestro Isaac”, tenemos un ojo abierto porque queremos que ÉL nos lo devuelva, así como sucedió con el carnero que fue provisto para el holocausto. El Señor nos muestra que el único sacrificio que le agrada es lo que ÉL ha preparado. Cuando María rompió el frasco alabastro, sirvió para la sepultura de Jesús. El único sacrificio que agrada al Padre es el olor de Su Hijo. Dios nos quiere llevar a una vida de resurrección, a una vida en el Espíritu, una vida que es lo mismo pero que es nueva, una vida que es novedad. Muchos agarramos nuestro frasco lleno de perfume pensando que es lo máximo que tenemos en la vida. Pueden ser cosas buenas como tus intenciones o disposición del corazón, pero también puede referirse a otras cosas como tristeza o pesar. Venimos ante el Señor y rompemos ante ÉL nuestro frasco de alabastro. Esa es una etapa en tu vida en la cual te has acercado a la cruz, pero no puedes vivir ahí

Page 12: ORACIÓN DE AGRADECIMIENTO AL SEÑOR (Lunes, … · Por eternidad te agradeceremos por tu salvación. Cuan agradecidos estamos por ser parte del pueblo ... Si solamente nos hubieras

Iglesia La Roca - Prédicas Retiro - (Lunes 27-02-2017)

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todo el tiempo. Tienes que levantarte a una vida de resurrección en la cual Cristo se levante en ti. Esta nueva manera de entender la ofrenda de María del frasco de alabastro, es lo mismo pero es nueva. No se trata de desvalorizar el corazón de María sino de entender que todo lo mejor que podamos darle al Señor, es en nuestra fuerza y está bien. Pero, ÉL espera Su Hijo en nosotros. El año de resurrección es el año en el cual Jesucristo tiene que ser manifestado en medio de Su Iglesia. Una cosa es darle lo mejor nuestro, otra cosa es recibir de ÉL para darle al Señor lo que ÉL mismo nos provee. ¡Necesitamos que ÉL nos provea el carnero! Lo máximo que podemos hacer es darle todo lo que tenemos, y lo hacemos y lo haremos. Pero, más alto es darle a Dios lo que a ÉL le complace. Cuando le dices: “Señor, no tengo nada más”, entonces Dios te da para que tú le proveas lo que a ÉL le agrada. Jehová Jireh, ÉL provee para que le des a ÉL de vuelta. Señor, danos tu carnero, danos tu adoración, danos tu perfume para darte a ti. Nuestro perfume es tuyo, nuestra vida es tuya. Ahora, danos lo tuyo para darte a ti. Te pedimos así, en el Nombre de Jesús.