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Ontología Introducción El objeto propio de la filosofía son las ideas, aquellos conceptos que precisamente por desbordar los marcos de las ciencias particulares o de las prácticas sociales son trascendentales a varias áreas de realidad o incluso a todas. Pero estas ideas para constituirse en objeto del taller filosófico precisan unas categorías previas científicas, técnicas o míticas. Estas ideas se obtienen mediante el “regressus”, el distanciamiento de los fenómenos, en este caso la aparición de un mismo concepto en contextos categoriales diferentes (como causa, tiempo, verdad....) es necesario para aislar los componentes trascendentales en sus características esenciales. Las ideas en sentido objetivo (no en sentido subjetivo o psicológico como sinónimo de “ocurrencia” cuando decimos “tengo una idea”) hacen, por tanto, referencia a una realidad trascendental que rebasa los campos circunscritos de las ciencias. La Filosofía por ello trata de problemas que rebasan los campos acotados de las ciencias, son las ideas de Causa, de Materia, de Dios, de Verdad, Ideas que no tienen otros límites que los de la propia racionalidad crítica. La idea más trascendental de todas es la idea de realidad, de Ser, pero por ello mismo esta idea va a plantear problemas especiales acerca de su propia posibilidad, acerca de los propios límites del conocimiento humano. En el capítulo anterior situamos el origen de la filosofía en el enfrentamiento entre las diversas cosmologías míticas o teogonías en el momento en que se ha constituye la primera ciencia, la Geometría, enfrentamiento que tiene lugar en las colonias griegas de Asia Menor. Este enfrentamiento va a provocar la trituración de los mitos mediante una explicación de otro género, la única capaz de superar las contradicciones entre las diversas cosmovisiones míticas, es la explicación crítico-racional, basada en el razonamiento científico y en la argumentación política base de la nueva organización de las ciudades- estado. Esta crítica dará lugar a las primeras construcciones filosóficas o, mejor, protofilosóficas que conocemos bajo el rótulo de Metafísica presocrática. Esta metafísica depende todavía temáticamente de la conciencia mítica porque trata de concebir el mundo como unidad (monismo) pero esta unidad del mundo (unidad mítica) trata de concebirla de un modo racional eliminando las relaciones de parentesco (entre los dioses) y sustituyéndolas por relaciones necesarias, legales, entre los fenómenos. Los pensadores metafísicos presocráticos comienzan preguntándose por el arkhé de las cosas, el principio supremo unificador de los fenómenos que está en la base de todas las transformaciones de las cosas. Este principio constituye a la physis o naturaleza. Physis y arkhé son los dos conceptos principales utilizados por los presocráticos en sus especulaciones metafísicas ¿qué es esa realidad de donde todo lo material brota? ¿tiene algún principio racional no mitológico? Tales de Mileto fue el primero. El arkhé es el agua. Todo es agua y todo está lleno de dioses. Anaximandro afirma que el Apeiron, lo infinito o indefinido es el arkhé de todas las cosas, de la realidad. Anaxímenes afirma que el arkhé es el aire, el pneuma. Parménides de Elea sostiene que el Ser es inmóvil, ingénito, eterno, imperecedero, macizo, sin partes, redondo, inmutable. Nada se mueve ni cambia. Todo es Uno. Es el primero que distingue entre doxa y episteme, entre apariencia y realidad. Lo que vemos es apariencia, fenómeno. Lo verdadero es lo que

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Ontologia general y especial

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OntologíaIntroducción

El objeto propio de la filosofía son las ideas, aquellos conceptos que precisamente por desbordar los marcos de las ciencias particulares o de las prácticas sociales son trascendentales a varias áreas de realidad o incluso a todas. Pero estas ideas para constituirse en objeto del taller filosófico precisan unas categorías previas científicas, técnicas o míticas.

Estas ideas se obtienen mediante el “regressus”, el distanciamiento de los fenómenos, en este caso la aparición de un mismo concepto en contextos categoriales diferentes (como causa, tiempo, verdad....) es necesario para aislar los componentes trascendentales en sus características esenciales. Las ideas en sentido objetivo (no en sentido subjetivo o psicológico como sinónimo de “ocurrencia” cuando decimos “tengo una idea”) hacen, por tanto, referencia a una realidad trascendental que rebasa los campos circunscritos de las ciencias. La Filosofía por ello trata de problemas que rebasan los campos acotados de las ciencias, son las ideas de Causa, de Materia, de Dios, de Verdad, Ideas que no tienen otros límites que los de la propia racionalidad crítica. La idea más trascendental de todas es la idea de realidad, de Ser, pero por ello mismo esta idea va a plantear problemas especiales acerca de su propia posibilidad, acerca de los propios límites del conocimiento humano.

En el capítulo anterior situamos el origen de la filosofía en el enfrentamiento entre las diversas cosmologías míticas o teogonías en el momento en que se ha constituye la primera ciencia, la Geometría, enfrentamiento que tiene lugar en las colonias griegas de Asia Menor. Este enfrentamiento va a provocar la trituración de los mitos mediante una explicación de otro género, la única capaz de superar las contradicciones entre las diversas cosmovisiones míticas, es la explicación crítico-racional, basada en el razonamiento científico y en la argumentación política base de la nueva organización de las ciudades- estado. Esta crítica dará lugar a las primeras construcciones filosóficas o, mejor, protofilosóficas que conocemos bajo el rótulo de Metafísica presocrática. Esta metafísica depende todavía temáticamente de la conciencia mítica porque trata de concebir el mundo como unidad (monismo) pero esta unidad del mundo (unidad mítica) trata de concebirla de un modo racional eliminando las relaciones de parentesco (entre los dioses) y sustituyéndolas por relaciones necesarias, legales, entre los fenómenos.

Los pensadores metafísicos presocráticos comienzan preguntándose por el arkhé de las cosas, el principio supremo unificador de los fenómenos que está en la base de todas las transformaciones de las cosas. Este principio constituye a la physis o naturaleza. Physis y arkhé son los dos conceptos principales utilizados por los presocráticos en sus especulaciones metafísicas ¿qué es esa realidad de donde todo lo material brota? ¿tiene algún principio racional no mitológico?

Tales de Mileto fue el primero. El arkhé es el agua. Todo es agua y todo está lleno de dioses. Anaximandro afirma que el Apeiron, lo infinito o indefinido es el arkhé de todas las cosas, de la realidad. Anaxímenes afirma que el arkhé es el aire, el pneuma. Parménides de Elea sostiene que el Ser es inmóvil, ingénito, eterno, imperecedero, macizo, sin partes, redondo, inmutable. Nada se mueve ni cambia. Todo es Uno. Es el primero que distingue entre doxa y episteme, entre apariencia y realidad. Lo que vemos es apariencia, fenómeno. Lo verdadero es lo que procede del pensamiento, lo racional, que el Ser es y que el No Ser no es, luego nada se mueve.

La temática del Ser, de la Realidad, es decir, de la Ontología fue el primer campo de interés de la Filosofía. La Ontología se interesa por la realidad o por el ser no sólo por los componentes de las realidades categoriales, sino por los componentes trascendentales que afectan a toda la realidad o ser. ¿La realidad es materia o espíritu? ¿Es temporal o intemporal? La temática ontológica conectará por una parte con la teodicea o teología natural y por otra parte con temas cosmológicos.

El tema de la realidad se constituirá también como el tema característico de la filosofía académica desde sus inicios con Platón y Aristóteles lo que da lugar a una disciplina filosófica especial denominada Metafísica y más recientemente Ontología. A Aristóteles debemos el primer tratado sistemático de Ontología cuyos volúmenes fueron denominados “ta metafisiká”, “metafísicos”, por su ubicación, es decir, apilados sobre (meta) los libros de la Física. Para Aristóteles el objeto de la Filosofía primera o Metafísica son los principios generales de la realidad o esa realidad misma, el ser en cuanto ser, como realidad positiva y sustancial, el ente y, en especial, el ente supremo, Dios como sustancia inmóvil, aunque ya en este caso hablaríamos propiamente de Teología.

Ontología es una palabra más reciente, acuñada a base de dos términos griegos (ón, ontos, ente) y lógos (que en este contexto podemos traducir como teoría), cuyo significado vendría a ser “teoría o doctrina de la realidad”, nosotros la definimos como doctrina sistemática sobre la estructura de la realidad. Parece ser Wolf quien popularizó esta denominación en el el siglo XVIII. Wolf distinguía entre la Ontología general que trata del Ser o del ente en general y la Ontología especial que se ocupa de los tres entes o substancias tradicionales Dios, el Mundo y el Alma, una división que se ha simplificado a partir del Romanticismo entre Naturaleza y Cultura.

Aunque Metafísica y Ontología son términos sinónimos en buena parte de la literatura filosófica porque ambas abordan las mismas cuestiones acerca de la Realidad o del Ser, nosotros vamos a establecer una distinción conceptual precisa entre ambos términos no en función de su contenido pues no se diferencian temáticamente sino en función del modo de abordaje de esas mismas ideas trascendentales.

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Metafísica vs Ontología

1. La Metafísica

Son tres las concepciones tradicionales de la metafísica:

-Según la tradición empirista la metafísica se ocupa de entidades que están más allá de la experiencia sensible (meta-física), Dios, Alma, Mundo...

-Según la tradición aristotélica la metafísica se ocupa del ser en cuanto ser, es decir, de la realidad o del mundo como totalidad.

-La tercera acepción que incluye críticamente las dos anteriores sería considerar a la Metafísica como aquél sistema de ideas que, sustancializando un aspecto empírico de la realidad lo transforma y lo eleva a un plano desde el cual resulta imposible el retorno o la conexión racional con el mundo de los fenómenos: la “Libertad es el Fundamento sin fundamento” (M. Heidegger), o “la libertad es inclusión atópica en la máxima amplitud” (L. Polo) serían ejemplos de ideas metafísicas, o la Cultura como el reino del Espíritu o de la Libertad frente a la Naturaleza.

-La Metafísica sería el abordaje del tema del Ser como una realidad unitaria, una unidad que substiende los fenómenos de nuestra experiencia inmediata, experiencia que es necesario superar para la alcanzar la verdad que es la unidad del ser.

-La Metafísica entenderá la idea de ser de una forma sustancializada resultante de la sustantivación de una serie de cualidades como bondad, pensamiento, infinitud en el caso de Dios o el mundo como un todo o como una unidad.

El procedimiento más habitual de esta sustancialización consiste en la hipóstasis que es el proceso que sustantifica una propiedad, relación o atributo abstracto que por sí mismo no es una sustancia (el Intelecto, el Espíritu, la Libertad, la Naturaleza o la Cultura...)

La Metafísica, por consiguiente, va a tratar de construir la realidad bajo el esquema de la unidad; la realidad será el mundo, el universo, porque aunque postule un principio más allá del mundo, un principio trascendente (Dios, Motor Inmóvil...), es ese principio creador u ordenador, causa primera o final la clave de la unidad del mundo.

El primer resultado de este procedimiento en la historia de la Filosofía es, como hemos visto, la Metafísica presocrática, que supera la explicación dramatizada propia de los mitos sustituyéndola por un principio sustancializado capaz de dar cuenta de la unidad del mundo, y en este sentido la Metafísica es una todavía una protofilosofía.

Aunque esta forma de abordaje frecuentemente puede aparecer también con el nombre de Ontología, en el Materialismo acordamos utilizar el rótulo de Metafísica, como sinónimo de monismo para catalogar estos planteamientos todavía deudores de la conciencia mítica.

2. La Ontología materialista

La Ontología es una parte fundamental de la filosofía, es la disciplina dedicada a describir el Ser, pero por la influencia tanto de la crítica de Kant como la del positivismo ha sido duramente vituperada y marginada de la filosofía contemporánea con la excepción quizás del movimiento fenomenológico.

Pero es preciso retornar a la Ontología para construir una filosofía de forma arquitectónica, porque la Gnoseología, por ejemplo, que se ocupa de la filosofía de las ciencias exige también una ontología determinada porque ella misma explora esa realidad. La Ontología es también inevitable porque incluso aquellas teorías que niegan el sentido de las cuestiones ontológicas ejercen ellas mismas una ontología implícita, pero más aún, la configuración de nuestra conciencia es indisociable de unas determinadas coordenadas ontológicas que de no estar presentes harían que nuestra conciencia se configurase de otro modo distinto, hasta el punto de no reconocernos en ella (por eso nuestro punto de partida es trascendental y no meramente empírico ni “racionalista”).

La ontología materialista parte del principio de Symploké como el principio mismo del método crítico filosófico. Este principio tiene su origen en Platón que lo cita en varios lugares. Symploké significa en Griego entretejimiento, trabazón. Platón lo emplea para designar la relación que se da entre las letras del alfabeto para formar las palabras o también para referirse a la misma trabazón entre nombres y verbos de las palabras en el discurso y en “El Sofista” establece la comparación entre los seres y las ideas. Platón en ambos casos destaca que no todas las letras son componibles con todas ni ninguna con ninguna sino que algunas de ellas son compatibles con ciertas otras, aunque habría algunas de ellas compatibles con todas como las vocales que compara con los géneros supremos que se relacionan con todos los seres.

El materialismo filosófico transforma este término platónico en término técnico y lo convierte en el principio de la racionalidad filosófica. El principio de Symploké introduce un principio de discontinuidad esencial en la realidad pues si “todo estuviera relacionado con todo” no sabríamos nada porque saber algo significaría saberlo todo; lo mismo ocurriría con la causalidad que debe contener un momento de discontinuidad al contrario, por ejemplo, del denominado “efecto mariposa”, de otro modo el médico para curar el hígado podría comenzar consultando las estrellas pero no podría establecer la causa del mal porque sería una cadena infinita. Pero por otro lado “si nada está relacionado con

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nada” el conocimiento también es imposible, porque no se podría establecer ninguna relación ni legalidad. Sería el nihilismo o el escepticismo radical.

Este principio está planteado como alternativa tanto al monismo presocrático y mítico como al pluralismo que defiende la discontinuidad total entre los seres. Platón acepta la comunicación parcial entre los géneros de ideas y de seres que no están todos separados de todos y por otra parte acepta también su parcial irreductibilidad porque no se puede aceptar como las concepciones monistas que todo se resuelve en la unidad.

El principio de Symploké como principio mismo de la razón filosófica supone el pluralismo, pluralismo ontológico en este caso, lo que nos lleva a afirmar a la Ontología como materialista, porque la pluralidad ha sido el atributo esencial de la materia en la tradición filosófica: partes extra partes. Por ello usamos el término Materia como sinónimo de Ser o Realidad. La idea de Materia en el Materialismo filosófico es la idea de una pluralidad indeterminada e infinita. Desde este postulado la alternativa frente a la cual se debe definir la Ontología materialista es el monismo que identificamos en este contexto con la Metafisica.

El monismo reduce el conjunto de los seres a un principio unitario, ya sea la materia física, el espíritu o alguna entidad abstracta (tradicionalmente se ha identificado el materialismo con un monismo de la materia física). El monismo niega el principio de Symploké porque afirma que todo está relacionado con todo, sea este todo físico o espiritual. El monismo tiene dos versiones principales: el monismo de la Sustancia cuando se afirma que la unidad fundamental de la realidad reside en una sustancia única (holismo) o el monismo de la armonía cuando la unidad de la realidad se debe a un principio (Dios, el Primer Motor...) ordenador o creador.

Para el materialismo este principio simple propio del monismo es una contradicción porque la pluralidad es originaria. Para el Materialismo filosófico toda identidad es sintética, toda identidad es una “sinexión (una relación “necesaria” como el polo positivo y negativo del imán) de elementos diversos.

El materialismo es una doctrina crítica porque la idea de Materia como sinónima de Ser o realidad no es monista, es decir, mítica o metafísica, sino filosófica, es la idea de una pluralidad infinita no sometida a una legalidad universal que cuestiona la idea misma de Universo, de Cosmos como totalidad omnicomprensiva y ordenada. Esta afirmación pluralista del Materialismo filosófico que reconoce no sólo las diferencias entre los seres sino las discontinuidades irreducibles entre ellos no equivale por ello a la defensa de la pluralidad de los mundos al modo “megárico” sino que postula la tesis de la unicidad del Mundo, de un único mundo pero dado a distintas escalas. La ontología materialista supone también el distanciamiento respecto del Nihilismo, identificado hoy en día con el acausalismo, el indeterminismo, con la tesis de que la “Nada es el fin de la realidad o del pensamiento”.

La Ontología no puede ser un saber acerca de la realidad en su totalidad, derivado de un principio o de unos principios absolutos, desde el Materialismo filosófico definimos la Ontología como una doctrina sistemática sobre los principio que estructuran la realidad. El Cosmos (el Mundo) y la Nada, son los límites de la ontología materialista a los cuales el pensamiento filosófico debe llegar continuamente para distanciarse de la Metafísica dogmática y del Nihilismo escéptico. Por ello decimos que la conciencia filosófica es materialista lo que no significa lo contrario, que todo materialismo sea filosófico: hay un materialismo pre-filosófico o incluso mítico.

El monismo reduce el conjunto de las cosas a un principio unitario, ya sea la materia física, el espíritu o una entidad abstracta. Tradicionalmente se ha identificado el materialismo en tanto referido a la materia física con el monismo. Pero, como hemos visto, esto es una contradicción pues la noción misma de materia entraña el pluralismo. El monismo niega el principio de Simploké porque afirma que todo está relacionado con todo, sea materialista o espiritualista. Para el Materialismo filosófico la idea del ser simplicísimo es contradictoria porque la multiplicidad es originaria. El principio de Simploké nos libra también de caer en el monismo de la armonía (como la Ontoteología de Aristóteles o el panlogismo de Hegel). El pluralismo ontológico no se reduce al reconocimiento de las diferencias entre los seres, sino a la afirmación de que entre éstos hay discontinuidades irreductibles, pero este pluralismo no equivale a la afirmación de la pluralidad de los mundos, al modo megárico, sino que postula la tesis de la unicidad del Mundo, de un único mundo pero dado a distinta escala.

Análisis de la idea de materia1. Materia determinadaEs necesario centrarse ahora en la Idea de Materia, porque ella vertebra toda la ontología materialista. Este análisis deberá partir necesariamente de la noción mundana de materia, es decir en los diversos contextos en los que se nos aparece antes de iniciar el regressus a sus componentes trascendentales. La noción mundana de materia se origina en las experiencias técnicas y tecnológicas de los hombres con los cuerpos, operaciones que básicamente se reducen a dos: operaciones de alejamieno (análisis) y de acercamiento (síntesis). «La idea de materia que se nos da en su primera determinación tecnológica es la idea de materia determinada (arcilla, cobre o estaño, madera, arrabio... [materiales de trabajo]). Una materia determinada precisamente por el círculo o sistema de operaciones que pueden transformarla y, en principio, retransformarla mediante las correspondientes operaciones inversas o cíclicas [como las de forja, por ejemplo]. El concepto de materia comenzaría, según esto, ante todo, como concepto de aquello que es capaz de transformarse o retransformarse; por ello, en este contexto tecnológico, la idea de materia se nos muestra como rigurosamente correlativa al concepto de forma, a la manera como el concepto de reverso

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es correlativo al concepto de anverso: en el contexo técnico de la alfarería, por ejemplo, la arcilla capaz de tomar y retomar una u otra forma. Algo es materia precisamente porque es materia respecto de algunas formas determinadas (el mármol es materia de la columna o de la estatua).» En este primer contexto, la materia se nos presenta únicamente como lo corpóreo, porque son los cuerpos las entidades que manipulan los sujetos operatorios y la identificamos con el concepto de materia determinada que definimos como “aquello que es transformable dentro de un circuito de formas definido”. Pero ya desde esta primera conceptualización mundana podemos distinguir dos atributos esenciales, que serán trascendentales al desbordar el contexto de la Materia determinada misma: la multiplicidad (partes extra partes) y la codeterminación que son dos atributos relacionados entre sí, conjugados ya que la codeterminación se refiere a la determinación causal y estructural de las partes entre sí de esa multiplicidad, partes que no se autodeterminan sino que se codeterminan unas respecto a las otras lo que no quiere decir, según el principio de Symploké que estén todas relacionadas con todas. La Materia es en gran parte caótica (una multiplicidad que se ordena y se desordena en Symploké, donde hay desconexiones de unos cursos causales de otros sin ningún sentido teleológico o metafísico.El alcance de esta Idea de Materia determinada circunscrita en el primer momento a los cuerpos se irá progresivamente ampliando dialécticamente hasta extenderse a otras realidades que englobará el propio mundo con la noción de Materia cósmica en la Ontología especial y desbordará este ámbito con la noción de Materia trascendental en la Ontología general.

La variedad de las diferentes formas de materialidad que se nos dan en el contexto técnico podría dar lugar a un intento de clasificación de tipo inductivo en unos cuantos géneros generalísimos, pero esta clasificación de tipo así obtenida sería meramente empírica de modo que se podría proponer muchas clasificaciones sin que que tuviéramos un criterio para saber porqué una sería más válida que otra. Por ello conviene encontrar un criterio o hilo que nos permita proceder de un modo deductivo inclusive “a priori”, con la condición de que este hilo se encuentre en el mismo contexto originario de la Idea de Materia, es decir en el contexto técnico o tecnológico. Pues bien, desde el punto de vista sintáctico todo sistema tecnológico comporta tres momentos o, mejor, sus componentes pueden estratificarse en tres niveles diferentes: el nivel de los términos, el de las operaciones y el de las relaciones. En este contexto técnico en el que se configura la idea de materia determinada las transformaciones siempre tienen lugar entre términos (físicos) que se componen o se dividen mediante operaciones dando lugar a otros términos que guardan con los primeros unas relaciones determinadas: por ejemplo se traza una recta AD y en ella se seleccionan puntos B y C que cortan en esa recta diversos segmentos, luego desde el punto 0

El desarrollo dialéctico de este hilo deductivo que es el punto de vista sintáctico de las transformaciones de la materia corpórea en el contexto técnico o tecnológico hemos podido deducir tres órdenes de materialidad que rebasan la mera materialidad corpórea inicial. Si las transformaciones en las que se configura la Idea de Materia comportan tres órdenes o géneros de componentes (términos, operaciones, relaciones) es injustificado reducir la Idea de Materia determinada a tan sólo alguno de sus componentes y, por citar el más frecuente, al de los términos cuya naturaleza sólida les aproxima a la sustancia material determinada. “¿Porqué los segmentos (términos) CA o CB de nuestro ejemplo proyectivo serían materiales y no las relaciones interpuestas entre ellas? ¿Acaso estas relaciones son inmateriales o espirituales? Y lo mismo se puede decir de las operaciones, en este caso de trazar rectas e intersectarlas con terceros¨. Todo ello nos obliga a concluir que la materia determinada (en el contexto de las transformaciones operatorias) se nos ofrece como una realidad sintácticamente compleja, en la que se entretejen momentos de, por lo menos, tres órdenes o géneros muy distintos pero tales que todos ellos son materiales”.El estudio de estos tres géneros que deducido regresivamente y de sus relaciones constituye el campo de la Ontología Especial. Así a los términos les denominaremos “primogenéricos” porque se desarrollan en coordenadas espacio-temporales, es decir, físicas aunque no sólo corpóreas, a las operaciones “segundogenéricas porque no son físicas sino que entrañan la conciencia o interioridad del sujeto operatorio, y a las relaciones las denominaremos “terciogenéricas” constituidas por relaciones objetivas.En las transformaciones de un sílex en hacha musteriense, los términos son las lajas, ramas o huesos largos; operaciones son el desbastado y el ligado y relaciones las proporciones entre las piezas obtenidas o su disposición. En las transformaciones proyectivas de una recta, son términos los segmentos determinados por puntos A, B, C y D, dados en esa recta; operaciones son los trazos de recta que partiendo de un punto 0 de proyección pasan por A, B, C, D, determinando puntos A', B', C', D', en otra recta; son relaciones las razones dobles invariantes (CA/CB) / (DA/DB) = (C'A'/C'B') / (D'A'/D'B').»

Ontología en sentido especial: La doctrina de los tres géneros de materilidadEste hilo sintáctico de las operaciones en las que se nos da primeramente la materia nos permite una deducción empírico-trascendental de los géneros de materialidad que constituyen la Materia mundana o determinada. Es decir, términos, contenidos primogenéricos o fisicalistas, operaciones, contenidos segundogenéricos, relaciones, contenidos terciogenéricos no son géneros independientes, mundos o reinos hipostasiados, metafísicos, sino que corresponden a tres géneros interrelacionados entre sí en Symploké. No cabe poner un género en función de otro o de otros que actuarían de materia (por ello los denominamos “formalismos”).

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El análisis regresivo de la idea de materia determinada ha desembocado en la distinción de tres géneros de materialidad (M1, M2, M3). La materialidad ontológico-especial puede representarse del modo siguiente: Mi={M1, M2, M3}, en la que Mi=Mundo.Esta doctrina no es algo insólito sino que cuenta con precedentes explícitos en la Historia de la Filosofía como la ontología de Wolf y su distinción de los tres tipos ontológicos de Ser (Dios, Alma, Mundo) que podrían ponerse en correspondencia con los tres géneros de la ontología materialista decantados: Dios con el tercer género de materialidad, Alma con el segundo y Mundo con el primero.Esta doctrina de los tres géneros de materialidad ha sido ejercitada en la tradición filosófica, empezando por Platón que la formula explícitamente. La Filosofía Moderna tras la crítica de Kant, aunque no la ha formulado explícitamente como tal, sin embargo la ha ejercido. En el Idealismo alemán, sin embargo, ha existido una tendencia a identificar o a reducir el segundo género de materialidad, la realidad interior o psicológica con el tercer género de realidad correspondiente a las realidades abstractas.

Primer Género de Materialidad (M1) Expresión que cubre la dimensión ontológica en la que se configuran aquellas entidades, dadas en el espacio y en el tiempo: materialidades físicas (cosas, sucesos, relaciones entre cosas, &c.), que se nos ofrecen como constitutivos del mundo físico exterior (campos electromagnéticos, explosiones nucleares, edificios, satélites artificiales, &c.); también colores (verde, rojo, amarillo), en cuanto cualidades objetivas desde un punto de vista fenomenológico. En M1 se disponen todas las realidades exteriores a nuestra conciencia y ciertas propiedades que van ligadas a los cuerpos, y que se manifiestan como objetivas a la percepción. Desde una perspectiva epistemológica, la división más importante dentro de M1 es la siguiente:

(1) Los contenidos exteriores dados fenomenológicamente, dentro de unas coordenadas históricas presupuestas (nuestros telescopios incorporan a un campo fenomenológico objetos desconocidos hace dos siglos).

(2) Los contenidos exteriores que no se dan fenomenológicamente, pero que son admitidos como reales, en este género, por otros motivos (la cara opuesta de la luna en fechas anteriores a su circunvalación, el centro de la Tierra)

Segundo Género de Materialidad (M2) Acoge a todos los procesos reales, dados antes en una dimensión temporal que espacial, dados en el mundo como «interioridad»: las vivencias de la experiencia interna en su dimensión, precisamente interna -por ejemplo, los «ensueños». El «dentro» no tiene por qué ser pensado como subjetividad en el sentido sustancialista.La subjetividad es una elaboración no materialista.Epistemológicamente los contenidos M2 se clasifican en:

(1) Las vivencias de la experiencia interna inmediata de cada cual (sensaciones cenestésicas, emociones, &c.). La estructura de esta experiencia es puntual, debe ser pensada como acontecimiento en el «fuero interno» de cada organismo dotado de sistema nervioso. El dolor de apendicitis es tan material como el propio intestino.

(2) Los contenidos que no se presentan como contenidos de mi experiencia, sino de la experiencia ajena (animal o humana), en tanto que sobreentendida como interioridad: cuando hablamos del dolor que una herida le produce a un perro, esta entidad es entendida como interioridad. La realidad de los contenidos M2 es tan efectiva, aunque invisible, como pueda serlo la de M1.

Tercer Género de Materialidad (M3) Denotamos con esta expresión a objetos abstractos (no exteriores, pero tampoco interiores), tales como: espacio proyectivo reglado, rectas paralelas, conjunto infinito de números primos, «Langue» de Saussure, relaciones morales [451-461], identidades sintéticas [214-217], que propiamente no se incluyen en un lugar o tiempo propios (el sistema de los cinco poliedros regulares no está ni en Francia ni en Alemania, ni tampoco dentro de la cabeza de los franceses o de los alemanes: es atópico. Ni dura ocho años o seis días: es acrónico) [86]. También pertenecen a M3 entidades no esenciales, sino individuales y concretas, aunque ya irrevocables, como son todas las realidades sidas en la medida en que su ser actual ya no pertenece a M1 (César no es una parte del mundo físico actual), ni a M2 (César se distingue de los pensamientos psicológicos sobre César).

Epistemológicamente, cabe establecer la siguiente división:(1) Aquellos contenidos que han sido formulados ya como tales.(2) Aquellos contenidos que no han sido formulados como tales, pero pueden serlo (lo posible material).

El «sistema de secciones cónicas» es una esencia virtual con relación a las geometrías anteriores a Apolonio o a cualquier otro geómetra posterior que desconozca este objeto, pero cuyos pensamientos objetivos, sin embargo, puedan considerarse moviéndose en el ámbito de esa esencia. Las esencias virtuales («inconsciente objetivo»), nos envuelven a nosotros, aunque las desconozcamos, pero que serán conocidas por nuestros descendientes. La dificultad mayor es la de

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resistir la tendencia a la hipóstasis de estos contenidos, es decir, a su tratamiento como si fueran exentos e independientes de los contenidos dados en otros géneros, materiales flotantes en un «lugar ideal».

Suponemos, desde luego, que los contenidos del tercer género, aunque sean intemporales e inespaciales, no por ello están «fuera» del espacio y del tiempo. Sea una masa newtoniana dotada de movimiento uniforme rectilíneo; su trayectoria, que proyectada en un plano da una recta de trazo continuo, en un momento dado se desvía (acelera) por influencia de una fuerza constante, tomando la forma de una línea parabólica. Con «línea punteada» trazamos la trayectoria inercial de la cual se ha desviado el cuerpo de referencia. Diremos que la trayectoria parabólica es la real (fenoménica, física, primogenérica); ¿cómo interpretar la línea punteada? Esta no simboliza alguna realidad material primogenérica. ¿Diremos que es «mental» (segundogenérica), que no existe, por tanto? En modo alguno: si la línea punteada expresase sólo una entidad mental, la desviación parabólica lo sería sólo por relación a una línea mental y, por tanto, la fuerza, como causa de la aceleración, no sería necesaria, pues no hace falta ninguna fuerza necesaria para desviar la trayectoria de un móvil respecto de una línea mental que tomamos como referencia. La línea punteada designa algo real (material), sólo que su materialidad no es ni física ni mental; es ideal objetiva, terciogenérica. Pero, ¿por ello habría que considerarla segregada del movimiento físico, hipostasiada como un contenido de un metafísico mundo ideal? El ejemplo muestra cómo es posible reconocer a los contenidos terciogenéricos sin necesidad de «desprenderlos» del mundo; pues la línea inercial aparece asociada intrínsecamente (y como «inducida» por él) al móvil que está desviándose de ella.

La idealidad de los contenidos M3 (la idealidad de la circunferencia, la idealidad de la justicia) no tiene nada que ver con esas esencias «que bajan del cielo»; es una idealidad resultante de llevar al límite, siguiendo operaciones lógicas, determinadas configuraciones prácticas, empíricas. Pero las idealidades terciogenéricas así obtenidas son constitutivas de la propia experiencia, o bien, de los contenidos primogenéricos y segundogenéricos, puesto que si no tuviera lugar el proceso de la reversión del «límite circunferencia» a los «redondeles» prácticos, éstos no alcanzarían la condición de un concepto. Si fuera posible establecer un criterio general para el análisis de las conexiones entre los contenidos del tercer género y los de los otros dos, acaso el menos comprometido fuera el que comenzase reconociendo que a cada contenido terciogenérico ha de corresponderle por lo menos un par de contenidos procedentes de los otros dos géneros (aunque no necesariamente «en la misma proporción» en cada caso).

Sinexiones entre los génerosEsto no evita que los géneros tengan un orden de precedencia o de génesis: pues el primer género (la materia física, situable en coordenadas espacio-temporales (o sea, también realidades no corpóreas, pero materiales (como las ondas electromagnéticas) está en la base del segundo género porque no hay conciencia sin sistema nervioso y lo mismo puede predicarse del tercer género respecto del segundo porque no hay ideas o relaciones (contenidos terciogenéricos) sin un sistema nervioso que los genere mediante operaciones.Pensamientos, recuerdos, sentimientos provienen en su génesis del sistema nervioso (contenido primogenérico) pero no se reducen a lo físico sino que constituyen un nuevo género de materialidad, inconmensurable a los otros, independientemente de su génesis (sobre todo cuando los contemplamos desde la Materia Ontológico-general). Las Ideas, relaciones lógicas, matemáticas no se reducen a los pensamientos subjetivos de quienes los forjan (segundogenéricos) sino que son objetivas porque mantienen conexiones reales, materiales, por encima de nuestra voluntad) lo que no quiere decir que las ideas estén en otro mundo, objetivo, absoluto porque no constituyen un mundo sino un género.Hemos utilizado las figuras del eje sintáctico (términos, operaciones, relaciones) como hilo para trascender la noción primigenia de materia, como Materia determinada corpórea y ello nos ha llevado a la distinción de los tres géneros de materialidad interrelacionados entre sí en Symploké de modo que no puede uno ponerse en función del otro salvo en el momento de génesis.Aunque en el límite los contenidos M1 y M2 coincidan como fruto de la inclusión recíproca entre estos géneros tomados como clases, sólo se da una igualdad extensional, lo que resulta obvio porque M1 designa lo exterior (edificios, constelaciones, glóbulos rojos...) y M2 designa la interioridad (recuerdos, dolores, deseos...) y del desajuste dialéctico entre los dos géneros surge M3 como género irreductible ontológicamente a ellos porque no puede haber una relación que se dé sin operaciones ni operaciones sintérminos, lo que no significa que las relaciones sean conmensurables con las operaciones.El privilegio de la materia corpórea no es de orden ontológico sino gnoseológico porque los términos de las ciencias son corpóreos y también epistemológico porque el sujeto operatorio que es corpóreo efectúa el regressus a otros tipos de materialidad y a la misma materialidad trascendental y una vez llegada a ella, impedirá que le demos más entidad ontológica a ella que a otros tipos de materialidad ontológico-especial.

La Materia Indeterminada: Regressus dogmático o metafísico y regressus críticoMateria indeterminada o pura

Hemos analizado como se constituye la Idea de Materia hasta designar con ella los contenidos del mundo de tal modo que no quepa poner ningún género de materia en función de otro u otros, estos es, poner a uno como “forma” de otro que actuaría de materia. El regressus dialéctico ejercitado sobre esta Materia determinada constituida por el

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entretejimiento de los tres géneros de materialidad, irá desprendiendo todas las formas concretas ontológico-especiales en un proceso recurrente de negatividad e irá perfilando, en su límite, la Materia Ontológico-general como una multiplicidad infinita de contenidos indeterminados que se determinan en Symploké. En lugar de Materia indeterminada se puede hablar también de Materia Ontológico-general o pura que es la Idea de Materia dada mediante la negación o por la negación sistemática de todas las formas o determinaciones de los círculos categoriales que constituyen la materialidad, este proceso de trituración conduce a una Idea límite que podemos denominar Materia indeterminada pura que trasciende todas las categorías y por ello la podemos denominar también materia trascendental. El ejemplo más claro de esta metábasis sería la Idea de “materia prima” aristotélica resultado de la negación recurrente de las determinaciones de las materias segundas y mundanas que se convierte ella misma en incognoscible pero como límite necesario de ese regressus.

El riesgo de este paso al límite es el Nihilismo, es decir, la Idea de Materia Ontológico-general tiene como límite la Nada.

Por ello es necesario desarrollar más el concepto de materia hasta alcanzar nuevas acepciones fruto de pasar al límite determinados procesos, para ello citaremos de nuevo el opúsculo “Materia” G. Bueno: «Pero es la oposición o disociación conceptual entre materia y forma (o movimiento y materia, o fuerza y materia, o energía y materia) aquello que instaura la posibilidad de dos desarrollos dialécticos del concepto de materia determinada, dos desarrollos que se mueven en sentido contrario, el primero de ellos en la dirección de un regressus que culmina, como en su límite, en las formas puras o separadas; y el segundo, en la dirección de un regressus, cuyo límite es la idea de la materia pura, materia indeterminada o materia ontológico-transcendental (por oposición a la materia ontológico-especial).» El “regressus” que lleva a la idea de formas puras es un regressus dogmático y metafísico ya que hipostatiza las formas e ignora la propia materialidad de ellas, llegando a ideas absurdas como la de autodeterminación en el concepto de espíritu. Pero el desarrollo dialéctico que lleva a la noción de materia pura puede tener dos itinerarios posibles, un itinerario dogmático y otro crítico que es ejercitado por el Materialismo Filosófico.

Pero el riesgo de esta metábasis o paso al límite es hacerla de un modo dogmático o sustancialista de modo que el resultado sea entender esta materia indeterminada como una sustancia absoluta o un primer principio que contenga en potencia todas las determinaciones negadas en el regressus: como el “apeiron”, o la materia prima de Giordano Bruno.

“La metábasis o paso al límite último que nos conduce a la idea de materia trascendental tiende constantemente a llevarse de modo dogmático según el cual la materia absoluta viene a concebirse como una suerte de sustancia absoluta o primer principio unitario que precisamente por haber reabsorbido en su infinita potencialidad todas las diferencias puede presentarse conceptualmente como plenitud actual o multiplicidad absoluta.” Por ello este regressus debe darse en unas condiciones tales que la Idea de Materia ontológico-general así constituida no resulte positivizada en una especie de sustancia absoluta o primer principio que reabsorba todas las diferencias negadas en el regressus, presentándose como una plenitud como el Apeiron de Anaximandro, el Ser eleático o la materia prima confundida con Dios de Giordanno Bruno, porque ello sería la caída directa en la Metafísica.

Tampoco la Filosofía puede permanecer en esta Materia indeterminada alcanzada por la negación de las materialidades positivamente determinadas sin caer en el nihilismo sino que debe progresar a partir de ella hasta las realidades mundanas: esto significa que la distinción entre los dos planos ontológicos lograda mediante el regressus a la materia trascendental no debe impedir el retorno, el progressus al punto de partida, a las realidades de todo género que conforman el mundo desde el cual iniciamos el regressus.y será ese progreso o retorno donde los seres aparecerán organizados en géneros, en tres géneros especiales de materialidad.

El regressus metafísico a la materia pura la concebirá como una sustancia metafísica primordial de la que se derivará en su despliegue toda la pluralidad de lo real. Es la tesis antagónica de la Ontología General materialista.Por ello esta concepción de la materia como sustancia absoluta va a servir precisamente de contramodelo para redefinir al materialismo radical como negación del monismo de la sustancia y a la materia trascendental como una multiplicidad pura que desborda cualquier determinación formal positiva, por genérica que ella sea, en un proceso recurrente de negatividad”. (Idem) La multiplicidad y la codeterminación no son formas concretas segregables en el proceso de constitución de la Idea de Materia Ontológico-general, sino que constituyen dos atributos trascendentales y principales que vertebran la realidad, tanto en el nivel ontológico-especial (materia determinada) como en el ontológico-general (Materia pura o trascendental) que es el plano más radical de la realidad.

Los propios atributos de multiplicidad y codeterminación cuando son llevados al límite en la metábasis hasta alcanzar la idea de Materia pura, presentan a la materia como una multiplicidad infinita (en tanto que no hay ninguna materialidad externa a ella que la codetermine, que la delimite) de contenidos (indeterminados bajo las formas mundanas u ontológico-especiales) que se codeterminan entre sí (pues la autodeterminación era el atributo de las formas separadas o Acto puro que es una idea metafísica) en Syploké porque la Materia no constituye una multiplicidad de contenidos en armonía universal en el que todo estuviera conectado con todo como en el monismo hegeliano sino que en el propio proceso de codeterminación de unos contenidos respecto de otros, aparece el momento de desconexión de unas series causales respecto de otras y por tanto la negación del postulado holista de que “toda está conectado con todo”.

La Materia Ontológico-general como Idea crítica desde la que impugnar el mundanismo

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Esta Idea de Materia Ontológico-general es resultado de una metodología critica: es una idea crítica respecto del monismo, crítica de la tesis de la unicidad del Ser. Por ello la Idea de Materia Ontológico-general expresa la idea de una pluralidad indeterminada, infinita, que niega el orden o armonía universal porque “no todo esta vinculado con todo”. Si la disyuntiva del Materialismo es el monismo o, más en concreto, el mundanismo (la tesis que afirma que toda la realidad se agota en el Mundo o Universo), en el sentido Ontológico-general la disyuntiva es el espiritualismo porque en este caso la unidad del Mundo se construye a escala de la conciencia que es siempre el núcleo de la noción de Espíritu.

Hemos insistido en que la Idea de Materia Ontológico-general se obtiene regresivamente, mediante el distanciamiento o negación tanto de las realidades mundanas como las trasmundanas, incluso las anteriores al tiempo, anteriores al sistema solar, o a la constitución de los átomos. Por ello la función de la Idea de Materia Ontológio-general es rebasar el marco metafísico del Ser para evitar el riesgo de recaída en la Metafísica. A fin de cuentas la Metafísica es la proyección de las propiedades o categorías del Mundo, entendido como unidad, a la Materia, es “como la invasión de la Ontología general por la Especial”. En este sentido, llamamos mundanistas a las concepciones como las de Platón o Hegel que no rebasan el plano mundano o que niegan el plano de la Ontología General porque ésta se agota en el Mundo, coincide con él [M⊂Mi]. Por el contrario una ontología será materialista desde el punto de vista de la Ontología general cuando postule la regresión real de la Idea de Materia porque ésta no se reduce a la materia cósmica o mundana [MMi]. Al final, toda filosofía mundana funciona con un esquema de unidad cósmica.

La reconstrucción del Mundo desde la Materia trascendental, esto es, el progressus mediante la distinción y la symploké de los tres géneros de materialidad requiere un centro del mundo designado por el Ego trascendental desde el cual pueda ser reconstruido, que distinga y distribuya las dimensiones de la materialidad.

Los dos planos de la Ontología: Ontología general y Ontología especial

Frente al monismo como doctrina de la unidad metafísica del mundo el Materialismo filosófico postula la distinción de dos planos ontológicos: el plano de la Ontología General que se ocupa de la Materia indeterminada y el plano de la Ontología Especial que se ocupa del mundo, del mundo de los fenómenos, constituido «lisológicamente» por los tres géneros de materialidad (la materialidad «primogenérica», la materialidad «segundogenérica» y la materialidad «terciogenérica»), pero morfológicamente organizado según diferentes plataformas (materia inorgánica, materia orgánica, materia viviente, materia social, materia etológica, antropológica o institucional) y categorías establecidas en función de las ciencias positivas.

Dos planos que no cabe confundir: el de la Ontología general, que estudia el Ser, la realidad, o materia ontológico-general, y la Ontología especial, que estudia los contenidos dados a escala de la conciencia operatoria y que conforman al Mundo como realidad ontológica (a su vez esta parte de la Ontología se divide en lisológica y morfológica). Estos contenidos de que se compone el Mundo el materialismo filosófico los designa como géneros de materialidad, que son tres y están sinectivamente conectados entre sí (véase sinexión), de suerte que la anulación de uno conllevaría a la anulación de los restantes.

Esta distinción supone desbordar la concepción monista, armonista o espiritualista de la realidad mediante un regressus crítico hacia una Materia Ontológico General que asegura la pluralidad del mundo. Dicho de otro modo, en el proceso de regressus a partir de lo dado, por vía de negación de todas las determinaciones ontológicas, se puede alcanzar la idea de pluralidad radical objeto de la Ontología general,

Ontología general/ Ontología especial

Esta distinción es el eje del Materialismo filosófico porque es ella la que permite la trituración de la metafísica, es decir, la disolución de la unidad del Ser, del Mundo como un todo ordenado, como una unidad absoluta. Esta trituración es posible porque la Ontología general es el ejercicio del regressus, del distanciamiento crítico de las realidades mundanas hacia la Materia trascendental.

La razón de la división entre la Ontología general y la especial es aislar, liberar a la Materia ontológico-general de los contextos mundanos asociados inevitablemente con ella. Esta idea Ontológico general no es una Idea genérica, una abstracción de los diversos géneros de materia “como la idea de fruta respecto de las peras y las manzanas” por citar el ejemplo de Engels mencionado por Gustavo Bueno, sino que se trata de una idea crítica y regulativa pero que necesariamente hay que obtenerla desde los contextos en que se manifiesta.

No conviene olvidar, sin embargo, que la distinción entre Ontología general y especial es abstracta, y no cabe hipostasiarla, porque ambas se refieren a lo mismo: al Ser, a la realidad, pero su distinción conlleva la tesis crítica de que los tres géneros de materialidad no agotan la realidad. La cuestión fundamental de la Ontología general es concebir al Ser como una pluralidad infinita que desborda a la conciencia frente a los distintos monismos e idealismos. La cuestión fundamental de la Ontología especial es negar la Scala naturae y sostener las sinexiones e inconmensurabilidad entre los tres géneros de materialidad.

El materialismo es una doctrina acosmista, antimonista o antiholista.

Materia Ontológico-general

La disyuntiva implícita en el materialismo general no es sino el propio espiritualismo. El concepto filosófico de espíritu implica la negación de los atributos esenciales que predicamos de toda materialidad determinada. La negación

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de la multiplicidad comporta la negación del atributo de totalidad partes extra partes. La negación de la común determinación conduce a la Idea de un Acto Puro dotado de una capacidad causal propia. Si introducimos el concepto de Materia es para evitar la recaída en la metafísica. Ésta, la metafísica, puede redefinirse como transposición de las propiedades y categorías del mundo a la materia. Es muy importante constatar la posición de la filosofía hegeliana, y es que la característica del hegelianismo es su negación del Ser como realidad diferente del mundo: el Ser, al margen del Ente, es nada.

Según Bueno el Materialismo filosófico opera con tres ideas fundamentales a saber: la idea del Mundo de la formas (M1, M2, M3) que alude a los tres géneros de materialidad, la idea de conciencia o Ego trascendental y la idea de Materia ontológico general. El materialismo filosófico, partiendo de la inmersión de los materiales mundanos en la Materia ontológico-general, defiende la regresión real de la Idea de Materia y la tesis de que la Materia no puede considerarse reducida a las materialidades cósmicas. Cuando, desde la Materia, adscribimos los tres géneros de materialidad al mundo, se abre la posibilidad de coordinar estos géneros a un centro del mundo designado por el Ego trascendental. La regresión hacia las esencias que puedan constituirse en el flujo mismo de los fenómenos, nos abre el único camino posible hacia la constitución de nuestro mundo real objetivo. Las esencias (semánticas) no son otra cosa sino relaciones (sintácticas) del tercer género de materialidad entre los fenómenos constitutivos del mundo en el que vivimos. Los tres géneros de materialidad constitutivos del mundo no tienen por qué aparecer sino como dimensiones ontológicas de este mundo, es decir, como refracciones de los contenidos de la Materia en cuanto a su estructura.

Formalismo Ontológico

En la tradición filosófica hay escuelas que interpretan los constituyentes de la Materia Determinada (M1, M2, M3) de otro modo que el Materialismo Filosófico, por ejemplo, interpretando la Materia exclusivamente como M1 y a los constituyentes de M2 como entidades de orden inmaterial o espiritual o considerando a M3 como entidades inmateriales pero espirituales u objetivas equivalentes a las formas, esencias o estructuras del platonismo.

Otras corrientes han hipostasiado los tres órdenes de la realidad concibiéndolos como sustancias diferentes, mundos o “reinos” diversos como si el mundo careciera de unicidad. Toda doctrina que reduzca un género al plano de otro será un formalismo ontológico, formalismos que podrán ser unigenéricos o bigenéricos según sea la reducción a uno o dos de los tres órdenes.

Las posibilidades combinatorias dan como resultado tres formalismos unigenéricos posibles y nueve bigenéricos. En esta exposición nos vamos a limitar a reseñar los tres formalismos unigenéricos.

Formalismos ontolológicos unigenéricos:

1. Formalismo primario o primogenérico: todos los sistemas que en ontología especial tratan de reducir los géneros ontológico-especiales -tanto los constituyentes de M2, (los fenómenos subjetivos ) y M3 (las esencias y relaciones esenciales) en el género M1, en materia física.

Normalmente el procedimiento ordinario de este formalismo se da en dos pasos: primero la reducción de M3, las esencias y relaciones esenciales se reducen a M2, a hechos psicológicos, a pensamientos subjetivos (las leyes de la suma a los hechos de sumar). Para luego reducir los fenómenos subjetivos a M1, a procesos de orden físico, es decir, se trata de reinterpretar los contenidos de orden lógico y psicológico con esquemas de orden físico. Como ejemplo de este formalismo podríamos mencionar el “De corpore” de T. Hobbes.

2. Formalismo secundario o segundogenérico: Sería la reducción de los genéros M1 y M3 a M2 lo que significa la descripción de un único mundo en términos que pertenecen a M2 o, lo que es lo mismo, nos encontraríamos en el caso del Subjetivismo sea social o individual (solipsismo). Como ejemplo de ello se podría mencionar el empirismo radical o fenomenismo de Hume, según el cual no se puede ir más allá de las impresiones subjetivas.

3. Formalismo terciario o tercigenérico

La reducción de los géneros M1 y M2 a M3, según el cual el orden físico es una apariencia o una manifestación de una realidad de orden lógico, suprasensible que rige por tanto todos los fenómenos fenómenos. Ejemplos de esta tendencia pudieran ser el Pitagorismo, en el que el número y las relaciones matemáticas se convierten en el arjé de la realidad o el “Análisis de la Materia” de B. Russell.

Materialismo ontológico-general

Desde las coordenadas ontológicas del materialismo filosófico, «Ser» es una Idea intercambiable por «Realidad»; «lo que hay», «lo que existe», son formas diferentes de definir al Ser, que desde el materialismo filosófico se identificará con la Materia ontológico-general. La Idea de Materia indeterminada sólo puede ser generada por vía de regressus desde los fenómenos del Mundo, que constituyen el ámbito de la Ontología especial. Este regressus crítico nos conduce a la Ontología general, que estudia al Ser, fundamentalmente por la vía de negar las determinaciones ontológico-especiales que constituyen nuestro Mundo. En todo caso esto significa que:

«Ser», desde el materialismo filosófico, no es un término abstracto para designar las materialidades que constituyen nuestro Mundo, al modo como «fruta» sirve para designar o englobar a las peras, manzanas, &c. También forman parte del Ser materialidades que no están en nuestro mundo, por no ajustarse a nuestra escala, pero que sin

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embargo son reales, y aquí mencionamos a la doctrina de las anamórfosis absolutas para darnos cuenta de la realidad de esto.

«Ser» es una idea que se alcanza según el esquema platónico de regressus/progressus. De los fenómenos a la Idea de Ser (regressus del Mundo a la materia ontológico-general), y de la Idea de Ser a los fenómenos (progressus de la materia ontológico-general a la symploké entre los géneros de materialidad de partida).

«Ser», en el materialismo filosófico, no designa a un principio unitario del cual, en cascada, o por emergencia, fuesen apareciendo todas las entidades que conforman nuestro Mundo; sino que «Ser» designa a una infinidad de materialidades diversas e irreductibles que desbordan cualquier marco ontológico-especial en que queramos «encerrarlas» (que es la vía del mundanismo, pongamos por ejemplo el de Hegel).

Tanto la Filosofía como las ciencias son configuraciones peculiares de la conciencia crítica que es el resultado del desarrollo histórico en unas condiciones muy concretas que ya expusimos en el el capítulo anterior. El materialismo filosófico sostiene que la filosofía se constituye por composición de las Ideas, que tienen su origen en un momento histórico determinado y que están entretejidas según el principio de la symploké.

El lugar del Ego trascendental en el Materialismo Filosófico

a) Naturaleza y génesis del Ego trascendentalEl desarrollo de la ontología materialista no se puede cerrar sin abordar la cuestión de su fundamentación epistemológica o gnoseológica.Definimos a la Filosofía como el proyecto de levantar un mapa mundi, un mapa de la realidad que no interpreta el Universo como una totalidad “finita, cerrada y autocontenida” (como hace, por ejemplo, la teoría del Big Bang), un mapa de lo real, entonces, que no se circunscribe al mundo visible, al Universo y para ello la Filosofía tiene que recurrir en este Mapa a lo que no es el Universo o, en la terminología del Materialismo filosófico, a lo que no es Mi, esto es, a la Materia trascendental u ontológico-general (Anaximandro fue el primero). El mapa que la filosofía traza, pretende representar la totalidad del Universo y de lo que no es el Universo, pero esta totalidad no está definida previamente al margen del mapa. Este mapa puede considerarse el límite de los mapas del mundo porque en él están representados también todos de los mapas conceptuales previamente ampliados o sea los mapas parciales (las “concepciones del mundo” propias de cada cultura determinada).El problema que se plantea ahora será la cuestión del autor de ese mapa, la conciencia demiúrgica que levanta el mapa del Mundo y de lo que está más allá de él, de la Materia ontológico-general, la cuestión son las condiciones de aparición y el puesto de esta conciencia o ego que por su carácter “demiúrgico” denominamos trascendental, y que es la misma conciencia filosófica, es decir, el Ego trascendental. Se trata ahora, por consiguiente, de abordar la génesis de esta conciencia o ego implicado en la filosofía materialista.Pero esta conciencia o ego sólo deviene trascendental mediante el trazado mismo del mapa del mundo, porque el mundo también esta dado a la escala del Ego, a la escala antrópica. Ego y mundo son, por tanto, dos polos conjugados de tal modo que ninguno de ellos puede ser eliminado. Ambos están en una relación de inclusión recíproca, por expresarlo en el lenguaje de la lógica de clases. La condición antrópica del Mapa Mundi como representación del Universo significa precisamente que no se trata del Universo absoluto, sino del Universo dado a la escala del cuerpo humano, del sujeto operatorio moldeado por la cultura a la que pertenece. Pero esta condición antrópica tampoco equivale a la tesis idealista según la cual el ego humano configura la realidad (dator formarum universi), puesto que según el materialismo filosófico, el sujeto corpóreo operante está él mismo conformado en este Universo. Pero el hombre por su condición de sujeto corpóreo operatorio es un cuerpo entre los demás cuerpos, no es el sujeto del idealismo que conformara los contenidos del mundo, ni tampoco el mundo es una totalidad que desde el principio estuviera orientada a la aparición de la forma humana como sostiene el principio antrópico fuerte.La única jutificación de todos estos análisis y cuestiones sobre la naturaleza del ego es que nuestra representación del Universo (nos referimos aquí tanto la teoría del Big Bang como la ontoteología de Aristotéles) no es el mapa del Universo tal cual es, es decir, el Universo absoluto respecto de los hombres a los cuales envuelve, sino que su estructura, su escala es necesariamente antrópica.El Ego no es una realidad que surja por creación. Requiere previamente a M2 pero no es un resultado exclusivo del desarrollo de la materia segundogenérica, porque también requiere componentes tanto de M1 (un organismo extremadamente complejo fruto de una evolución muy peculiar: bipedestación, manos, aparato fónico, cerebro), o sea, un sujeto corpóreo y un desarrollo determinado de M3 (establecimiento de relaciones de identificación).El Ego es una institución cultural humana, no natural y por ello no lo atribuimos a los animales (todo lo más se podría hablar de organismos egoiformes) sino únicamente a los hombres, aunque no a todos, por ejemplo no a los prehistóricos, en cuanto actúan a través de instituciones.El Ego puede ser concebido como una estructura que se configura en un proceso histórico evolutivo (filogenético) que se reproducirá después en la evolución psicológico-ontogenética de cada sujeto, tal como lo estudia la llamada Psicología evolutiva.Como fase necesaria de este proceso histórico evolutivo que conduce al Ego, habrá que contar con la formación de grupos sociales progresivamente distanciados de los animales por el peso dominante de las instituciones en la organización de esos grupos.

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Esta distanciación de los animales supone la diferenciación de un espacio circular propio de referencia, lo que implica un lenguaje e instituciones capaces de incorporar en el grupo a los antepasados. Mediante el lenguaje se trazarán las líneas fronterizas entre animales y hombres, y entre unos individuos y otros.Y en el caso del Ego, la palabra Ego deja de ser un símbolo convencional para designar una cosa sino que es la cosa misma, es decir el sujeto institucionalizado a través de la palabra (el llamado “nombre propio” que no significa nada y que sólo los otros egos utilizan pero no el Ego). Es un Ego en proceso de delimitación de los demás sujetos (que constituyen un grupo social en proceso histórico) precisamente mediante la utilización del pronombre personal en lo que tiene de afirmación a veces enfática, de una subjetividad existente entre otras subjetividades reconocidas como funcionalmente idénticas a las suyas, aunque existencialmente opuestas.En resumen, el Ego procede de la evolución de configuraciones sociales, tecnológicas o lingüísticas, previamente institucionalizadas. Como índice de todo ello consideramos la presencia en el lenguaje de pronombres personales, índice de la transformación de las relaciones de identidad y oposición entre los sujetos operatorios y sujetos divinos.La transformación del ego psicológico en trascendental no es un proceso que afecte a un ego individual, capaz de madurar psicológicamente desde un estadio infantil hasta un estado adulto de madurez. Tampoco se puede pensar como un resultado de una “meditación cartesiana” intemporal o ahistórica que nos lleve internamente desde el ego psicológico hasta el Ego trascendental. Este Ego trascendental no puede ser tomado como mero sujeto o ego psicológico, individual y limitado, sometido a un mundo de mera apariencia, porque no es un anclaje suficiente para la trascendentalidad del mapa. Tampoco puede ser confundido con el sumatorio lógico de los egos subjetivos, por lo mismo que del sumatorio de las células no resulta el organismo.La lenta y sinuosa evolución del ego -o de los egos- hacia el Ego trascendental que consideramos requerida por la filosofía materialista, no es un proceso individual, sino un proceso histórico y colectivo de desarrollo de la racionalidad tecnológica y político social en confluencia o realimentación mutua, realimentación que va permitiendo la ampliación sucesiva de los dominios tecnológicos o políticos del ego.El camino hacia la Filosofía -hacia la conciencia filosófica- se abrirá, como vimos en el capítulo I, en la transformación de la conciencia mítica en la nueva racionalidad crítica- en los momentos en los cuales los cursos de desarrollo de la racionalidad técnica y de la racionalidad social o política confluyen en confrontaciones, normalmente turbulentas en las cuales los egos pueden ser desbordados y transformados en las diversas formas de Ego trascendental.Pero este mapa que también representa a los mapas previamente trazados exige la unicidad. La transformación de los egos individuales en Ego trascendental solo puede concebirse dentro del proceso de transformación de alguna organización totalizadora en cuyo seno los sujetos individuales se transforman a su vez. Porque los egos están determinados por la evolución de la comunidad de egos a la que forman parte y la evolución de esta comunidad, en conflicto con otras comunidades, sólo puede tener lugar en función de la ampliación de su mundo entorno.No es necesario suponer que el Ego trascendental requiera el postulado “aureolar” de una cultura universal dotada de unicidad. Es suficiente que el ego filosófico presuponga la unicidad del mundo real (finito) y la unicidad de alguna cultura o conjunto de instituciones que se manifiesten como dotadas de mayor potencia que las demás. Por ello la filosofía exige la unicidad, unicidad que debe disputar a otros proyectos de mapa mundi que hayan podido formarse a su vez a partir de otras organizaciones totalizadoras.

b) El Ego Trascendental como condición del regressus a la Materia ontológico-generalLa Ontología materialista se vertebraba entorno a la distinción entre los dos planos de la Materia ontológico-general y la Materia determinada o ontológico especial pero ello requiere o tiene como condición las dos operaciones que definen el método filosófico, es decir, el regressus a la materia indeterminada y el progressus o totalización de la materia especial operaciones que tienen como condición el Ego trascendental tal como hemos visto en el punto anterior. Tras la exposición de la naturaleza y la génesis del ET nos resta exponer su papel como pieza clave del Materialismo Filosófico, como el eslabón entre Mi y M. Cuando definíamos a E en función de Mi (como totalidad de M1, M2 y M3) teníamos que aceptar que Mi, aun trascendiendo E, está dado, sin embargo, en relación a él, a esto lo hemos denominado condición antrópica. Pero postular la condición antrópica del Universo no significa que Mi sea un mero contenido de conciencia.Esta igualdad entre el Ego y el Mundo, supuesta en la condición antrópica, ya que Mi es el resultado de la totalización efectuado por E de los tres géneros de materialidad, la podemos formular mediante el lenguaje de la lógica de clases de este modo:(E Mi ∩(Mi E). Esta igualdad se puede interpretar, según el esquema epistemológico, como la contradicción sin solución posible entre el sujeto y el objeto (S/O) o en este caso (E/Mi). Pero esta igualdad alcanza otra dimensión si , conforme a la doctrina del Hiperrealismo gnoseológico, desbordamos el subjetivismo de la fórmula epistemológica substituyendo el Sujeto o Ego psíquico por la pluralidad de sujetos interconectados (S1/S2/S3/S4...) y el O por (O1/O2/O3...). Ahora en lugar de S/O podremos escribir (S1/O1/S2/O2/S3/O3...) porque el Sujeto psíquico aparece involucrado con otros sujetos (como realidades segundogenéricas a través de los objetos primogenéricos y de las relaciones terciogenéricas de semejanza, simetría entre ellos...). De este modo el sujeto en lugar de Ego psíquico aparece incorporado a un Ego constituido no ya por el sumatorio de millones de egos psíquicos sino por las interacciones entre ellos, dadas históricamente en forma de clases atributivas heterogéneas y opuestas entre sí, o sea, un Ego trascendental.

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Pero interpretar la igualdad o identidad de E y Mi como si agotase íntegramente tanto a E como a Mi, obligaría a transformar Mi en una identidad egoiforme como en el caso del idealismo subjetivo o del idealismo objetivo muy próximo al panteísmo. No podremos superar esa igualdad E/Mi si presuponemos que tanto E como Mi se agotan en sus contenidos (que serían los elementos extensionales), es decir, cuando suponemos que un elemento del Mundo (una roca o un árbol) agotan su realidad en su relación de pertenencia a Mi y otro tanto diremos de E. Hay que rebasar esta identidad considerando a E y Mi como entidades que no quedan agotadas en su igualdad recíproca, sino que poseen un residuo indeterminado capaz de desbordar el horizonte finito e ilimitado determinado por Mi y E, un residuo indeterminado que es la Materia indeterminada.E y Mi -entendidos como clases- no agotan los contenidos inscritos en ellos y si Mi cubre la totalidad del Universo finito visible, no agota sin embargo la integridad de los elementos o contenidos dados en él: los elementos del mundo no se agotan en su condición de tales porque constan además de contenidos que desbordan el Mundo, los cuales no son representados por clases, dado que hemos supuesto que el Mi contiene todas las clases conceptualizables. Por ello estos contenidos del Mundo que desbordan Mi son contenidos de una Materia ontológico general que ya no tendrá que ser concebida como pura negatividad ontológica (su negatividad es puramente gnoseológica porque no es conceptualizable), sino que puede entenderse, por el contrario, como una multiplicidad contenidos algunos de los cuales pueden estar presentes en Mi. Esta materialidad M envolvente de Mundo visible, que no es más que una fase suya, implica la totalidad de Mi, no sólo en el proceso de reunión de sus tres géneros (M1 ⋃ M2 ⋃ M3) sino también en la delimitación de la clase complementaria -M respecto de la clase finita Mi. Esta operación de delimitación de la clase complementaria sólo puede entenderse atribuyéndola a un sujeto operatorio que se corresponde con E.Dicho de otro modo, el ego trascendental interviene en la totalización finita de Mi=M1, M2, M3, en tanto requiere el elemento infinito, negativo de esa totalidad. Por ello decimos que E constituye el eslabón imprescindible tanto para la constitución de la Idea de Mundo como para la constitución de Materia ontológico general.

c) El Ego Trascendental como condición del progressus o de la totalización de la Materia ontológico-especialLa estructura antrópica del universo significa que Mi, el mundo visible, se manifiesta como la parte de M, de la Materia ontológico-trascendental “filtrándose” a través de E los diferentes géneros de materialidadad (M1,M2, M3), como la luz se refracta o “filtra” a través del prisma que, en este caso, es un sujeto operatorio lógico (resultante de la interacción armónica o polémica de miles de sujetos operatorios interconectados en el curso histórico-social) que mantiene la condición de sujeto corpóreo porque sólo los sujetos corpóreos pueden interactuar. Este “filtrado” por parte de E constituye la totalización de Mi en sus tres géneros de materialidad y por ello podemos decir que E y el Mundo son iguales y por ello también el filtrado no sólo totaliza Mi añadiendo los géneros de materialidad sino que establece además la conexión antrópica de Mi con M. Esta operación de totalización de Mi (a partir de M1, M2, M3 u otro conjunto de partes) no puede tener lugar al margen de E, es decir, no se puede suponer a Mi como una totalidad finita dada por sí misma -como la Naturaleza de Aristóteles constituida por el conjunto de cosas que se mueven- que el Ego, o sea, la mente humana, “haciéndose en cierta manera todas las cosas”, se limitaría a reproducir o reflejar. El “mundus spectabilis” no es, según esto, ni una proyección de nuestro cerebro (idealismo) ni tampoco la misma realidad absoluta (realismo ingenuo). Mi no es continuo armónico, porque los distinto géneros de materialidad no son simétricos y presuponen la discontinuidad. Esto nos obliga a rechazar la concepción de Mi como una totalidad autosuficiente.Pero la operación de totalización que efectúa E supone necesariamente la formación de la clase complementaria (-Mi=M), una clase M, MOG, que sin confundirse con Mi tampoco tiene que entenderse como su negación pura (como el No-ser o algo así) sino que puede entenderse como una realidad múltiple, muchos de cuyos contenidos cabría considerar como presentes también en Mi. Mi se nos presenta como el Universo en tanto se nos manifiesta a escala de M1, M2 y M3, es decir, a una escala antrópica , pero ello quiere decir que, por ejemplo, los organismos M1 o los egos M2 no agotan el Universo. No se pueden considerar propiamente como dos funciones diferentes, la función de totalización de Mi por un lado, y por el otro la función de nexo de Mi con M, porque ello podría sugerir que M (la materia ontológico general) está ya dada previamente a Mi y equivaldría a suponer que Mi constituye una realidad autocontenida o totalizada sustancialmente al margen de M. Estas dos “funciones” de E se reducen en realidad a una misma función, que se despliega en dos fases “dialécticamente” implicadas en un “proceso circular”.Por ello la tesis materialista de la estructura antrópica del antropocentrismo: el hombre por su condición de sujeto corpóreo operatorio, es un cuerpo entre los demás cuerpos, no es el sujeto que actúa como dator formarum, conformando los contenidos del Mundo. Ni tampoco el Mundo es una totalidad que desde el principio estuviera orientada a la aparición de la forma humana.Concluimos: E es, en cuanto actúa a través de un sujeto operatorio, la conciencia filosófica que reúne en la unidad del Mundo (Mi) a M1 ⋃ M2 ⋃ M3 a título de Géneros Supremos de materialidad de los que se compone el Universo. Esta totalización, es decir, Mi, es resultado de una operación (totatio) que no podría considerarse ultimada al margen del enfrentamiento del Universo Mi “finito y limitado”, con lo que no es él, es decir, M como idea negativa en el terreno gnoseológico. Pero no negativa a título de No ser (ni siquiera de su versión como espacio vacío infinito) puesto que ella es “materialidad ontológica positiva” y no meramente abstracta (como lo es la materia prima, inmanente al Universo, de Aristóteles), es decir, una materialidad trascendental, una materialidad ontológico-general.

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Conclusiones

Podemos resumir de este modo los postulados de la Ontología materialista como doctrina sistemática sobre la estructura de la realidad:

1º) La conciencia no agota la realidad ni es originaria como sostiene el idealismo, por el contrario hay que postular la existencia de una Materia ontológico-general que desborda o rebasa ontológicamente la conciencia y que es originaria respecto de ella.

2º) Conciencia y mundo están en una relación de mutua implicación o “sinexión” como el anverso y el reverso de una moneda, de modo que no hay mundo sin conciencia ni conciencia sin mundo: el mundo es el contenido finito de la Materia ontológico-general pero a la escala del Ego o principio zootrópico (de la subjetividad humana, psicológica o trascendental).

El mundo está dado en función de la conciencia (operatoria) de tal modo que sin sujeto operatorio (animal o humano) no hay criterios positivos para hablar de la existencia del Mundo sino sólo de Materia trascendental en sentido absoluto como Materia ontológico-general. “El hombre, según el materialismo filosófico, «mide» algunas realidades y otras no puede, ni podrá jamás, «medirlas» –esto es, representarlas a escala del Ego Trascendental– por más instrumentos, teorías o clase social que encarne, pues la realidad desborda continuamente el mundo. Sólo desde ésta posición la tesis de la infinitud e inagotabilidad de la materia cobra sentido al igual que su fecunda tesis de que la realidad no se reduce a la conciencia” (”Base y Superestructura en el materialismo dialéctico” J. R. Esquinas).

3º) Los contenidos del Mundo se dividen en tres géneros de materialidad implicados entre sí recíprocamente o “sinectivamente”, es decir, no se pueden pensar como mundos independientes, aislados o “megáricos” ni dar más importancia a unos géneros que a otros, géneros que, insistimos, están dados a la escala del Ego y el Ego lo está a la escala de estas materialidades con ello esta Ontología se distancia de todo reduccionismo o “formalismo” del tipo corporeísmo, por ejemplo.

Estos géneros o dimensiones ontológicas conectadas entre sí en “symploké”, el Materialismo filosófico las denomina M1, M2, M3. Y como estas dimensiones están dadas a la escala del Ego, podemos decir que este es el ámbito donde la materia se conoce a sí misma, no como en Hegel de un modo exhaustivo o total, como espíritu absoluto, sino parcial y finitamente.

4) Para el Materialismo filosófico el Ser o la Materia ontológico-general es una pluralidad infinita de contenidos conectados en symploké y gracias a este principio de symploké nos vemos libres de ver a esta pluralidad originaria como una totalidad (porque las totalidades son siempre finitas) o como una multiplicidad regida por el “Monismo de la armonía”.