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Oliver Twist Parte I Por Charles Dickens

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Por

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CapítuloI

TratadellugarenqueviolaluzprimeraOliverTwistydelascircunstanciasqueconcurrieronensunacimiento

Entre los edificios públicos de que se siente orgullosa una ciudad, cuyonombrecreoprudentecallarporvariasrazones,hayunoantiguamentecomúna la mayor parte de las ciudades, grandes o pequeñas: el hospicio. En elhospicionació,ciertodíacuyafechanometomarélamolestiadeconsignar,sencillamente porque ninguna importancia tiene para el lector, el feliz odesdichadomortalcuyonombreencabezaesteprimercapítulode laverídicahistoriaquevamosanarrar.

Largotiempodespuésdehaberpenetradoenestemundodemiseriasydelágrimasgraciasaloscuidadosdelcirujanodelaparroquia,diolugaradudasmuyfundadaslacuestióndesielniñovivieselobastanteparapoderllevarunnombre cualquiera. Si la importantísima cuestión se hubiera resuelto ensentidonegativo,esmásqueprobablequeestasmemoriasnohubiesenvistonuncalaluzpública,yaunsuponiendoqueyolashubieseescrito,nohabríanabarcadomásdedospáginas,yhubieranposeídoelméritoinestimabledeserel ejemplar más fiel y conciso de biografía de que envanecerse pueda laliteraturadetodaslasépocasydetodoslospaíses.

Aunque no me atreveré a sostener que el hecho de haber nacido en unhospicio es en sí el favor más grande y envidiable que la Fortuna puedadispensar a una criatura humana, declararé, sin embargo, que en el casopresente fue lomejorquealpobreOliverpudoocurrir.Eselcasoquecostóímprobos trabajos conseguir queOliver se resolviera a llenar sus funcionesrespiratorias,funciónpenosa,quelacostumbrehahechonecesariaparavivirconreposo.Elpobreniñopermaneciódurantealgúntiempodandoboqueadassobreuncolchónfementido,enequilibrio inestableenestemundoyelotro,másinclinadoalotroqueaéste.Bienseguroesque,sienaquellosmomentoscríticoshubieranrodeadoaOlivercariñosasabuelas,anhelantestías,nodrizasexpertasymédicosafamados,elniñohubiesemuertoasusmanosindubitableeinfaliblementeenmenostiempodelquetardoenreferirlo;perocomoallínohabíamásqueunapobrevieja,casisiempreborrachaporefectodelabusodelacerveza,yuncirujanoqueprestabasusserviciosalestablecimientoporuntantoalzado,entreelniñoylanaturalezapudieronsalirairososdellance.Elresultado fueque,despuésdealgunosesfuerzos,Oliver respiró, estornudóyanuncióaloshabitantesdelhospicioquedesdeaquelinstanteibaapesarunacarga nueva sobre la parroquia con un grito tan agudo como racionalmentepodía esperarsedeun reciénnacidoque solamentedesde tresminutos antes

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estáenposesióndelafacultaddeemitirsonidos.

No bien Oliver dio esta primera prueba de la fuerza y libertad de suspulmones,seagitó ligeramente la remendadacolchaqueenpicosdesigualesprendía por los lados de la cama de hierro; una joven, cuyo rostro cubríanlivideces de muerte, alzó penosamente la cabeza sobre la almohada, ymurmuróconvozapenasinteligibleestaspalabras:

—¡Dejenqueveaalniñoymorirécontenta!

El cirujano, que estaba sentado al amor de la lumbre de la chimeneacalentándose las manos, se levantó al escuchar las palabras de la joven, yacercándoseallecho,dijoconmayordulzuradelaquedeéleradeesperar:

—¡Bah!¿Quiénpiensaahoraenmorir?

—¡Oh, no! ¡Dios no lo querrá! —terció la enfermera, escondiendopresurosaunabotellaverde,cuyocontenidoacababadepaladearconevidentefruición—.Cuando haya vivido tanto como yo, y sido, como yo,madre detrecehijos,yloshayaperdidotodosmenosdos,quetrabajanconmigoenestasantacasa,otraserásumaneradepensar.¡Pienseenladichaquesuponesermadredeuncorderitocomoéste!

Parecequeaquellaperspectivaconsoladoradefelicidadmaternalnodebiódeproducirgrandesresultados.Lapaciente,moviendocontristezalacabeza,tendió susmanos temblorosas hacia el niño. El cirujano lo depositó en susbrazos.Lamadreaplicóconternurasuslabiosfríosydescoloridosalafrentedelreciénnacido,pasódespuéslamanoporelrostro,tendióalrededormiradasde extravío, se estremeció convulsivamente, cayó con pesadez sobre laalmohadayexpiró.Elcirujanoylaenfermerafrotaronelpecho,lasmanosylassienesdeaquellamadredesgraciada;pero lasangresehabíaheladoparasiempre. Le hablaron de esperanza y de consuelo; pero el remedio llegabademasiadotarde.

—¡Estoconcluyó,señoraThingummy!—exclamóelcirujanoalfin.

—¡Pobre mujer! ¡Demasiado lo veo! —contestó la vieja, recogiendo eltapóndelabotellaverdequehabíadejadocaersobrelaalmohadaalinclinarseparatomaralniño—.¡Pobremujer!

—Aunque el niño llore, no es menester mandarme a buscar —dijo elcirujano,calzándoselosguantescongrancalma—.Esmásqueprobablequeresulte un huésped harto bullicioso; en ese caso, déle un poquito de papillaparacalmarle.

Dichoesto, el cirujano sepusoel sombreroy,deteniéndoseunmomentojuntoalacamaensucaminohacialapuerta,añadió:

—Eraunamuchachahermosa;¿dedóndevenía?

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—Anoche la trajeron aquí —contestó la enfermera— por orden delinspector.Encontráronlatendidasinconocimientoenmediodelacalle.Debíade haber recorrido a pie grandes distancias, pues sus zapatos estabandestrozados;peronadiesabededóndeveníaniadóndeiba.

El cirujano se inclinó sobre el cadáver, alzó la mano izquierda de lamuerta,ymurmuró,moviendolacabeza:

—¡La historia de siempre! ¡Comprendido!…No lleva anillo de boda…¡Buenasnoches!

Fueelbuencirujanoacomer,mientraslaenfermera,despuésdellevarunavezmáslabotellaverdeasuslabios,sesentóenunasillabajadelantedelachimenea, y procedió a vestir al niño. ¡Cuán admirable ejemplo de lainfluenciadel trajeofrecióenaquelmomentoelniñoOliver!Envueltoen lacolchaquehastaentoncesfuerasuúnicovestido,lomismopodíaserhijodeungranseñorquedeunmendigo.Elhombremásexperimentadonohubierapodidoseñalarleelrangoqueporsunacimientodebíaocuparenlasociedad;pero luego que le vistieron las mantillas de cotón burdo, amarillentas ydeshilachadasafuerzadeañosdeservicioenelestablecimiento,ylefajaronynumeraronconvenientemente,elmásmiopelohubieseclasificadosinvacilar:aquelniñoeraunexpósito,unhijodelaparroquia,unhuérfanodelhospicio,elhumilde,elmíseropariacondenadoasufrirgolpesymalos tratos,avivirdespreciadoportodoelmundoypornadiecompadecido.

LlorabaOlivercontesón;peroabuenseguroquesihubiesesabidoqueeraunhuérfanoentregadoa losdulcescuidadosdelosbedelese inspectoresdelestablecimiento,suslloroshabríansidomásamargosydesesperados.

CapítuloII

Quetratadelcrecimiento,educaciónypupilajedeOliver

Los ocho o diez meses siguientes a la escena referida en el capítuloanterior, fueron meses de engaños continuos y traiciones sistemáticas encontradeOliverTwist.Hubonecesidaddecriarleconbiberón.Viéronseenelcasolasautoridadesdelhospiciodedarcuentaalasdelaparroquiadelestadograve a que el hambre había reducido al huérfano, en vista de lo cual, lasautoridades de la parroquia inquirieron con dignidad de las del hospicio sihabía en «la Casa» alguna mujer que pudiera proporcionar al niño losconsuelos y alimentos de que tanta necesidad tenía. Las autoridades de «laCasa» contestaron con una negativa muy humilde, y, en consecuencia, lasautoridadesdelaparroquia, llevandolamagnanimidadylahumanidadhasta

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elexceso,resolvieronqueOliverfueraenviadoaunasucursalsitatresmillasde distancia, donde veinte o treinta niños, infractores de las leyes de lospobres, pasaban los días revolcándose por el suelo, seguros de no sufririndigestiones y libres de las incomodidades del vestido, bajo la vigilanciamaternal de una anciana, que recibía a los delincuentes a razón de sietepeniquesymediosemanalesporcabeza.Ahorabien:sietepeniquesymediosemanalesbastanysobranparaproporcionaraunniñosietedíasdedieta.Porlasumamencionadapuedencomprarsemuchascosasparallenarsuestómago,yhastaparaproducirleindigestiones,ycomolaviejaeramujertanprudentecomo experimentada, y sabíamuy bien lo que a los niños convenía, ymástodavía lo que convenía a ellamisma, reservaba para sí lamayor parte delsocorro pagado por la parroquia, reduciendo a sus queridos pupilos a unrégimen alimenticio más exiguo que el del establecimiento en que Oliverhabía nacido. La buena mujer, filósofa experimental consumada, parecíaempeñadaendemostrarqueporhondoque seael abismodemiseriaenquenosencontramos,hayotrostodavíamásprofundos.Todoelmundoconocelahistoria de aquel otro filósofo experimental que inventó una teoría soberbiapara conseguir que un caballo viviera sin comer, y que la demostró tan amaravilla, que gradualmente redujo el pienso de su caballo hasta dejarlo enuna sola paja diaria. Es indudable que, merced al procedimiento, su corcelhubiera llegado a atesorar la ligereza y agilidad del viento si la fortuna,envidiosa del triunfo del sabio filósofo, no hubiera hecho que muriese elcuadrúpedoveinticuatrohorasantesderecibir laprimeraracióncompletadeairepuro.

Pordesgraciaparalafilosofíaexperimentaldelaviejacariñosaencargadade atender a Oliver, su sistema daba por regla general el mismo resultado.Precisamente cuando el niño había conseguido subsistir con la porciónmásmicroscópicaposibledealimento,hacíalafatalidad,decadadiezcasosocho,que un enfriamiento se llevase al pequeño, si éste no se ahogaba porcasualidadencualquierestanque,operecíapordescuidoenun incendio.Encualquieradeloscasos,elinfortunadoemprendíaelviajehaciaelotromundo,donde tal vez encontraría a los padres que en el de acá no conoció jamás.Algunasveces,cuandolamuertedesgraciadadeunniñoproducía impresióninusitadaenlaparroquia,bienporquehubieramuertocomoconsecuenciadeunacaídadesgraciadadelacama,bienporqueinadvertidamentehubiesecaídodentrodelcalderodelacolada,accidenteésteúltimomuyraro,pueslabuenaanciana tenía la buena costumbre de no lavar la ropa, y mucho menos decolarla, los vecinos se permitían la audacia de firmar una reclamación, y eljuzgado practicaba diligencias y averiguaciones por demás enojosas. Bienpronto el testimonio del bedel y el informe del cirujano ponían fin a esasimpertinencias. Declaraba el segundo que había practicado la diligencia deautopsia y no encontrado dentro del cuerpo absolutamente nada, lo que

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ciertamente era más que probable, y juraba y perjuraba el primero lo quedeseabanlasautoridadesparroquiales,de lascualeseraencuerpoyalma.Amayor abundamiento, la junta parroquial administrativa hacía a la sucursalvisitasperiódicas,teniendobuencuidadodeenviarlavísperaalbedelparaqueanunciase lavisita.Aquellosseñoresencontrabansiemprea lospupilosmuylimpiosyaseaditos.¿Podíanexigirmás?

Comprenderáelbondadosolectorqueestesistemaeducativonoeraelmásindicadoparadaraloseducandosexcesodefuerzayderobustez.Noes,pues,deadmirarqueOliver,eldíaquecelebrósunovenonatalicio, fueraunniñopálido y delgadito, de estaturamuy diminuta y de circunferenciamuy pocodesarrollada.

Maslanaturalezaosuspadreshabíanleinoculadoenelpechofuertedosisdeinteligenciaclaraydespejada,quepudodesarrollarsesinpeligrodequelamateria le opusiera obstáculos, gracias al sistema de dieta que en elestablecimiento imperaba. Quién sabe si a la dieta fuera deudor de haberpodidoversunovenocumpleaños.Seacomofuere,eselcasoqueeldíadesunatalicio encontrábase encerrado en la carbonera, en compañía de otros doscaballeritosdeprimeradistinción,que,comoél,habían tenido laaudaciadequejarse de exceso de apetito, y recibido como contestación una palizamonumental,precursoradelencierroenlacarbonera,cuandolaseñoraMann,que tal era el nombre de la excelente señora directora de la sucursal, quedóestupefacta ante la aparición inesperada e imprevista del bedel, el señorBumble,quientratabadeabrirlaverjadeljardín.

—¡Bendito sea Dios! ¿Es usted, señor Bumble? —preguntó la señoraMann,asomandolacabezaporlaventanayfingiéndoseenajenadadealegría—.¡Susana!—añadióenvozbaja—.¡Inmediatamente,sacadelacarboneraaOliveryalosotrosdos,ylávalosbien!¡Diosmío!—prosiguióalzandolavoz—.Nopuedefigurarsecuántomealegrasuvisita.

Bumble,hombregordoydetemperamentocolérico,lejosderesponderconcortesía a tan lisonjera acogida, principió a sacudir con furia el picaporte yconcluyópordescargarsobrelaverjaunapatadaterrible.

—¡Cómo!¿Peroesposible?—gritólaseñoraMann,saliendopresurosaaabrir en cuanto supo que los tres prisioneros habían sido sacados de lacarbonera—.¡Quiénhabíadepensarlo! ¡Estosqueridosniñoshacenqueporsucausaloolvidetodo!¡Nisemeocurriósiquieraquelaverjapudieraestarcerradapordentro!Entreusted,señorBumble,entreusted…tengalabondad.Aunque a la invitación acompañaban cortesías bastantes para ablandar a unguardacantón,noparecequehicieronmuchaimpresiónenelbedel.

—¿Le parece a usted, señora Mann, que su conducta tiene nada derespetuoso ni de conveniente? —preguntó el señor Bumble con expresión

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airada y oprimiendo con fuerza el puño de su bastón—. ¿Le parece a ustedcorrecto tener esperando en la puerta del jardín a los funcionarios de laparroquia cuando en cumplimiento de su deber vienen a visitar a loshuérfanos?¿Olvidausted, señoraMann,queesdependientede laparroquia,asalariadadelaparroquia?

—Nopuedo olvidarlo, señorBumble—contestó con humildad la señoraMann—.Ignorandoquelaverjaestuvieracerrada,fuiallamaraunoodosdelos pobrecitos niños, que tanto le quieren, para decirles que había llegadousted.

ElseñorBumble,muypagadodesusdotesoratoriasydesuimportancia,comohabíayadadopruebasdelasprimerasyvindicadolasegunda,resolvióamansarse,ydijo:

—Estábien,señoraMann.EsPosiblequesufaltanoseatangravecomoparece. Entremos. Asuntos serios me traen aquí, y necesitamos hablar. LaseñoraMannintrodujoalbedelenunrecibimientodereducidasdimensionesypavimentodeladrillo,acercópresurosaunasillay,tomandooficiosamentedemanosdelvisitantesutricornioysubastón,loscolocóencimadeunamesa.Elseñor Bumble secó el sudor que corría por su frente, miró su sombrero, ysonrió; sí, sonrió, aunque parezca extraño, que también los bedeles sonhombres,ycomotalespuedensonreírcomosonríeunsimplemortal.

—Sentiríaqueleofendieraloquevoyadecirle—dijolaseñoraMann,conseductora dulzura—.Ha hecho una caminata larga para que no se sienta unpoquitofatigado;denoserporesaconsideración,nomeatreveríaainvitarleatomaralgunacosita.

—¡Nada, nada absolutamente! —contestó el señor Bumble, accionandocondignidad,bienqueconplacidezderostro.

—Meatrevoaabrigarlaesperanza—replicólaseñoraMann,acuyosojosperspicacesnohabíapasadoinadvertidoeltonodelanegativanielgestoquela acompañó— de que no rehusará unas gotitas mezcladas con un poco deaguafrescabienazucarada.

ElseñorBumblesedignótoser.

—¡Sinoesnadaloqueleofrezco!—insistiólaseñoraMannconacentopersuasivo.

—Veamosdequesetrata—contestóelbedel.

—Siempre procuro tener en casa alguna cosilla para mezclarla con eljarabequedoyaesosqueridosniñosensusindisposiciones,señorBumble—dijo la señoraMann, al tiempo que abría una alacena y sacaba de ella unabotellayunvaso—.Esginebra…Noquieroengañarleausted.

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—¿Ydausted jarabeyginebraa losniños, señoraMann?—preguntóelbedel,siguiendoconlosojoslainteresanteoperacióndelamezcla.

—¡Pobrecitos míos! Caro me cuesta, es verdad; pero no puedo verlossufrir.¡Mepartiríaelalma!

—¡Locreo,señoraMann,locreo!Esustedunabuenamujer—contestóelbedel, tomando el vaso—. He de aprovechar la primera oportunidad pararecomendarlaa la junta—añadió, levantandoelvaso—.Esustedunamadrecariñosaparaesospobrecitosniños,ybebodetodocorazónasusalud,señora—terminó,envasandoentrepechoyespalda lamitaddelcontenidodelvaso—. Hablemos ahora del asunto que aquí me trae—prosiguió, sacando delbolsillo una cartera de cuero—. Hoy cumple nueve años el niño a quienpusimosenelbautismoelnombredeOliverTwist…

—¡Querido niño!… —interrumpió la señora Mann, llevando a su ojoizquierdolapuntadesudelantal.

—Yno obstante haber sido ofrecido un premio de diez libras esterlinas,queluegosehaelevadohastadoce;noobstantelosesfuerzosincreíbles,estoypordecirsobrenaturales,hechosporlaparroquia,nohasidoposibleaveriguarquiénessupadre,ocuáleralanaturaleza,nombreycondicióndesumadre.

LaseñoraMannalzólosbrazosalcieloenseñaldeasombro,ydijoalcabodealgunosmomentosdereflexión:

—¿Cómoes,pues,queeseniñotieneapellido?

Elbedel,irguiéndoseenlasillaconairedeorgullo,contestó:

—Loinventéyo.

—¡Usted,señorBumble!

—Yo,señoraMann.Ponemosapellidosalosniñosexpósitosateniéndonossiempreaunrigurosoordenalfabético.ElúltimoaquiencorrespondiólaletraS, recibió el apellido de Swuble; a Oliver le correspondía la T, y le llaméTwist.ElsiguientesellamaráUnwin,yWilkentelquelesiga.Tengoapellidospreparadosdesdeelprincipiohastaelfinaldelalfabeto,ycuandolleguealaZ,volveréacomenzar.

—¡Quésabioesusted,señor!

—¡Psch! ¡Un poquito, señoraMann, un poquito!—contestó el bedel, aquienagradóelcumplido.

Apuróelrestodelaginebra,yprosiguióasí:

—EnatenciónaqueOliveresyademasiadocreciditoparacontinuaraquí,laJuntaharesueltoquevuelvaalasilo.Hevenidoabuscarleenpersona;así

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quemeharáelfavordepresentármeloalinstante.

—¡Volando!—exclamólaseñoraMannsaliendodelahabitación.

Oliver, a quien durante este tiempo habían lavado la cara y manos, yadecentado un poco el ennegrecido traje, no tardó en ser presentado por sucariñosaprotectora.

—Inclínateanteestecaballero,Oliver—dijolaseñoraMann.

Elniñohizounareverencia,quecorrespondióporpartesigualesalbedel,sentadoenlasilla,yaltricornio,colocadosobrelamesa.

—¿Quieres venir conmigo? —preguntó el bedel con entonaciónmajestuosa.

A punto estaba de contestar el niño que nada deseaba tanto comomarcharseconquienquieraque fuese, cuando, alzando losojos, acertóaverunamirada de la señoraMann, la cual, puesta en pie detrás de la silla delbedel,teníaenarboladounpuñoqueagitabaconfuria.Elniñocomprendióalasprimerasdecambioel lenguajemímico,noporque lehubieranenseñadoesa ciencia, sino porque las relaciones de su cuerpo con aquel puño habíansido muy frecuentes y muy estrechas, y, como es natural, lo conservabaprofundamentegrabadoensumemoria.

—¿Vendráconmigolaseñora?—seapresuróapreguntarelcuitado.

—No—contestóelseñorBumble—;peroteharáalgunaqueotravisita.

Tuvoelniñocriteriobastanteparafingirunapesadumbrequenosentíaporsumarcha,aunque,adecirverdad,novioenellaunaperspectivadefelicidadcompletayabsoluta.Tampocotuvoqueesforzarsemuchoparaverteralgunaslágrimas, toda vez que la paliza recientemente recibida y el hambre, sonpoderososauxiliarescuandosesientendeseosdellorar.Oliver,pues,lloróconnaturalidadasombrosa.DiolelaseñoraMannmilabrazosyalgoquefuemássustanciosoquelosabrazos:unarebanadadepanconmanteca,afindequenodieraseñalesdehambreexcesivaasu llegadaalhospicio.Conelpedazodepanen lamanoy lagorrilladepañopardoen lacabeza,salióeldesdichadoOliver,siguiendoalseñorBumble,deaquellacasaespantosaenlaquenuncaunapalabraounamirada cariñosahabíanvenido a iluminar lasnegrurasdesusañosdeniñez.

Estonoobstante,subieronlossollozosasugargantacuandolapuertadeljardínsecerrótrasél.Pormiserablesquefueranloscompañerosdeinfortunioquedejaba,eranlosúnicosamigosquehabíaconocido,ylapercepcióndesusoledad en elmundopenetróporprimeravez en el tierno corazóndel niño.Caminabael señorBumblemuydeprisa,yelpobreOliver trotabaa su ladoasido con fuerza a su bocamanga galoneada. Cada cuarto de milla que

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recorrían le preguntaba si llegarían pronto. El señor Bumble contestabasiempre con sequedad y dureza, pues la influencia bienhechora que en sucarácter operara el refresco se había evaporado, y volvía a ser el estiradobedel.

UncuartodehoraapenashabríatranscurridodesdequeOliverpenetraraenelrecintodelhospicioynohabíahechomásqueacabardetriturarentresusdientesel segundobocadodepan, cuandoel señorBumble,queal entrar lehabíaconfiadoaloscuidadosdeunavieja,volvióparadecirlequeeranochedejuntayqueéstalemandabaquesepresentaraanteella.

Como el pobre Oliver no tenía noción exacta de lo que era una junta,quedóadmiradoaloírlanoticiaysinsaberconprecisiónsidebíareírollorar.Verdadesquenoleconcediómuchotiempoparahacergrandesreflexioneselseñor Bumble, quien le dio con el bastón, un golpecito en la cabeza paraindicarlequese levantase,yotroen laespaldaparadespertarelmovimientodesuspiernas,mandándoleacontinuaciónquelesiguieseyconduciéndoleauna habitación blanqueada de grandes proporciones, donde se hallabansentadosalrededordeunamesaochoodiezseñoresmuygruesos,presididosporotrodemayorcorpulenciaydecararedondaycolorada,queocupabaunsillónmáselevadoquelosdelosdemás.

—SaludaalaJunta—dijoBumble.

SecóOliverdosotreslágrimasquerodabanporsusmejillas,ysaludó.

—¿Cómo te llamas, niño? —preguntó el señor del abdomen másdesarrollado.

La vista de tantos caballeros intimidó a Oliver, de quien se apoderó untemblorqueleprivódelusodelapalabra;peroabienqueallíestabaelseñorBumble para soltarle la lengua.Aplicóle ungolpe en la espalda que le hizollorar,yelmiedoalascariciasdelbedel,yelmiedoalosseñoresdelajunta,fueron acicates que obligaron al niño a responder, bien que con voztemblorosa.Unodeaquellosseñores,quellevabachalecoblanco,dijoaOliverqueeraunimbécil,elmásexcelentemedioparaanimarleytranquilizarle.

—¡Niño!—dijoelseñordelaltosillón—.Escúchame:supongosabrásqueereshuérfano.

—¿Quéeseso,señor?—preguntóelinfelizOliver.

—Estechicoesidiota…lohabríajuradoencuantolevi—exclamóeldelchalecoblanco.

—¡Silencio!—dijoelquehabíahabladoprimero—.Sabesqueno tienespadrenimadre,yquetehacriadolaparroquia,¿noescierto?

—Sí,señor—respondióOliverllorandoamargamente.

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—¿Porquélloras?—preguntóadmiradoeldelchalecoblanco.

Cosaextraordinaria,enverdad;¿porquéhabíade llorarelmimadode lafortuna?

—Supongoquerezastodaslasnoches—observóotrodeaquellosseñorescontonogruñón—,yqueruegasporlosquetealimentanycuidandeti,comobuencristianoquesindudaeres,¿no?

—Sí,señor—balbuceóelniño.

Sindarse cuenta, el que acababadehablarhabíadichounagranverdad.Hubiera sidomuyde cristiano, pero de cristiano excepcionalmente perfecto,rezarporlosquealimentabanycuidabandeOliver.Este,sinembargo,nolohacía,sencillamenteporquenadielehabíaenseñadoarezar.

—Muybien—repusoelseñordecaraextracolorada,eldelaltosillón—.Tehemostraídoaquíparaquerecibasunaeducaciónconvenienteyaprendasunoficioútil.

—Así,pues,mañanaalasseiscomenzarásarecogerleña—añadióeldelchalecoblanco.

Lacombinación felizde losdosbeneficiosqueaOliver seconcedían, laeducaciónylaenseñanzadeunoficioútil,enunaoperacióntansencillacomoladerecogerleña,bienacreedoraeraalagradecimientomásprofundo.Elniñohizoalajuntaunareverenciaprofundísima,obedeciendoórdenesdelbedel,ysalióconducidoporelmismoguíaaunagransala,dondeselepermitiópasarla noche sollozando o riendo, como quisiera, tendido sobre una cama duracomounguijarro.¡Ejemplonotabilísimodeladulzuradelosreglamentosdenuestra cariñosa Inglaterra! ¡Permiten dormir a los pobres! ¡DesventuradoOliver!Lejosestabadepensar,mientrasdormíaenladichosaignoranciadeloque alrededor suyo pasaba, que aquel díamismohabía tomado la junta unaresoluciónquedebíaejerceruna influenciamaterial inmensaensusdestinosfuturos. El acuerdo estaba adoptado y era el siguiente: Losmiembros de lajunta eran varones eminentemente sabios, eminentemente profundos yeminentemente filósofos, y como consecuencia, al fijar su atención en elhospicio, no pudieron menos de ver lo que espíritus superficiales nuncahubieran sospechado: ¡Los pobres huerfanitos tenían cariño a la casa! Elhospicioveníaaserparaellosunlugarderecreo,unafondadondenoteníanquepagar;unalmuerzo,comida,meriendaycenasgratisaseguradoparatodoelaño,unlugarencantador,uncielodemamposteríadondetodoelmundosedivertíaynadietrabajaba.

—¡Seacabó!—dijolajunta,comoquienharesueltoungranproblema—.Nosotrospondremos las cosasen supunto,haremosqueceseel abuso,y loharemosenseguida.

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Y, en efecto, a reflexión tan cuerda, siguió el acuerdo, que vino a serprincipio fundamental en la Casa: todo huérfano podía elegir libremente (anadieseobligaba,téngaseestomuypresente)entremorirsedehambrepocoapocoyporgrados,sipermanecíaenelhospicio,orápidamenteydeunavezsaliendodeél.

Con ese objeto a la vista, contrataron con la administración de aguascantidad ilimitada de este precioso líquido, y con un contratista de trigo, elsuministroperiódicodecantidadesinsignificantesdeharinadeavena.Hechoesto, señalaron a cada huérfano tres ligeras raciones al día de gachas muyclaras, a las que se añadiría una cebolla dos veces por semana y mediopanecillolosdomingos.Conlasmujeres,pueselestablecimiento,alaparquehospicioeraasilo,setomaronasímismootrasdisposicionestansabiascomohumanitarias, que no es necesariomencionar.La junta, llevando a extremosinconcebibles subondad, acordó tomara sucargo laobradedivorciar a lospobrescasados,afindeevitarleslosgastosenormesymolestiasdeunprocesoentabladoanteeltribunaleclesiástico,yenvezdeobligaralmaridoasostenerconsutrabajoalafamilia,lesepararondeella,convirtiéndoloensoltero.

Es incalculableelnúmerodepersonasde todas lasclasessocialesquesehubieranaprovechadodeesasdosventajas,sinohubiesenidoaparejadasconla necesidad de ingresar en el establecimiento. Los miembros de la junta,hombresdegrantalentoyprevisión,obviaronladificultad.Paradisfrutardelosbeneficiosera indispensablesometerseal régimendegachas,perspectivaque,comoesnatural,horripilabaatodos.

AlosseismesesdelallegadadeOliveralhospicio-asilo,elnuevosistemaestaba en pleno vigor. Al principio ocasionó muchos gastos, pues hubonecesidaddepagarmásalempresariodepompasfúnebres,asícomotambiénal sastre, quien hubo de estrechar los vestidos de todos los pupilos, cuyoscuerpos, adelgazados y reducidos a la condición de esqueletos vivos demilagro,despuésdeunasemanadealimentarsecongachas,dabanaaquéllosaspecto de trajes vacíos ambulantes. En cambio, el número de pupilosdisminuyó notablemente, y los señores de la Junta estaban sumamentecontentos.

Comían los niños en una gran sala, en cuyo extremo veíase unadescomunalcaldera,juntoalacual,eljefedecocina,cubiertoconundelantal,repartía,ayudadopordosmujeres,lasgachasalashorasdecomer.Cadaniñotomaba una escudilla llena de gachas, nuncamás, salvo los días de grandesfestejospúblicos,enqueselesdaban,además,dosonzasyuncuartodepan.Noeranecesariofregarlasescudillas,pueslosniñoslaslimpiabanyhastalessacaban brillo con sus cucharas; y una vez terminada esta operación, quenunca duraba mucho por ser las cucharas tan grandes como las escudillas,quedabansentadosmirandoconavideztalalacaldera,quedemostrabanharto

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elocuentemente el placer con que hubieran devorado hasta el cobre de queestabahecha,ychupandoalpropiotiemposusdedosafindenodejarenellosniunátomodegachas.

Porreglageneral,losniñosdisfrutabandeunapetitoexcelente.Tresmeseshacía que Oliver Twist y sus compañeros sufrían las torturas de unaconsunciónlenta,yelhambreconcluyóporextraviarloshastaextremotal,queunmuchacho,ingresadoyamuytalluditoenelbenéficoestablecimiento,ynohabituadoasemejanterégimenalimenticio(supadrehabíasidodueñodeunamodesta casa de comidas antes de dejarle huérfano), dijo un día a suscompañerosque,sinoledabanotraescudilladegachasperdiem,ademásdelareglamentaria,eramásqueprobablequeacabasepordevoraralgunanochealniñoqueocupabalacamainmediataalasuyaqueacertabaasermuycortoenañosymáscortotodavíaenfuerzas.

Comoal hablar de esta suerte,miraba conhosquedad a sus compañeros,creyéronle éstos.Celebraron junta, deliberaron, echáronse suertes para saberquiénseríaelqueaquellamismanoche,alahoradecenar,pediríaaljefedecocinaunaraciónmásqueladecostumbre,ylasuertedesignóaOliverTwist.Llegada la hora, los muchachos ocuparon sus puestos. El jefe de cocina,embutido en su delantal, se colocó al lado de la caldera. Los asilados sepusieronenfila;fueservidayconsumidalaraciónysedierongracias.Lacenaestaba terminada;pero loschicoscomenzaronacuchichearentresí,hicieronguiños y señas a Oliver, y los que estabanmás cerca de éste le empujarondisimuladamente con el codo. Oliver, aunque niño, sentía el acicate delhambre; el exceso de miseria le había exasperado; y dejando su puesto,resuelto a todo, bien que un poquito asustado ante su propia temeridad, seadelantó hacia el jefe de cocina, llevando la escudilla en una mano y lacucharaenlaotra.

—Tengohambre,señor;hágameelfavordedarmeunpocomás—dijo.

Gruesoycoloradoteeraeljefedecocina;perolasorpresaledejópálido.Ensuestupefacción,mantuvoclavadassusmiradasatónitassobreelpequeñorebelde por espacio de buen número de segundos. Las mujeres que leayudabandirigíansemiradasdeestupor;losniñostemblabandeespanto.

—¿Quédices?—preguntóalfineljefedecocina,convozdébil.

—Quetengohambre,señor;quenecesitomás.

Eljefedecocinatiróelcucharónlacabezadelmuchacho,agarróésteentresusbrazosyllamóagritoheridoalbedel.

Estaba la junta reunidaen sesión solemne, cuandopenetróenel salónelseñorBumble,presadeunaexcitación terrible,y,dirigiéndosealpresidente,dijo:

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—¡PerdónemeelseñorLimbkinssileinterrumpo!¡OliverTwisthapedidomásración!

Estupefaccióngeneral;expresióndehorrorentodoslossemblantes.

—¿Que ha pedido más? —contestó el señor Limbkins—. Tranquilíceseusted,señorBumble,ycontéstemeconclaridad.¿Significansuspalabrasquepidiómásdespuésderecibirlaraciónseñaladaporelreglamento?

—Sí,señor—respondióBumble.

—Ese niñomorirá en la horca—dijo elmiembro del chaleco blanco—.Aseguroqueeseniñohademorirahorcado.

Anadie se leocurrió contradecir laopiniónproféticade aquel caballero.Sobrevinounadiscusiónacalorada.Oliverfuerecluidoinmediatamenteenelcalabozodelestablecimiento,yalamañanasiguiente,unanuncio,pegadoalapuerta exterior del edificio, ofrecía cinco libras esterlinas de premio al quequisiera librar a la parroquia de la persona de Oliver Twist. Más claro: elanuncio ofrecía cinco libras, juntamente con la persona de Oliver, a todohombreomujerquenecesitaraunaprendizparacualquieroficio, industriaoempleo.

—Sienmividaheestadoalgunavezconvencidodeunacosa,esahora—decíael caballerodel chalecoblancoaldía siguiente, al llegar alhospicioyver el anuncio pegado en su puerta. Estoy convencido, firmementeconvencido,dequeeseniñohademorirahorcado.

Comoquieraqueenelcursodeestahistoriamepropongodaraconocersisecumplióonoelvaticiniodelcaballerodelchalecoblanco,seríadespojaraestanarraciónde todointerés,suponiendoquealgunotenga, insinuaraquísiOliverTwisttuvofintandesastroso.

CapítuloIII

TratadecómoOliverestuvoapuntodeobtenerunacolocaciónquenohubierasidocanonjía

LosochodíasquesiguieronalacomisióndelhorrendoeimpíocrimendepedirdobleraciónselospasóOliverrecluidoenelcalabozooscuroysolitariodonde le arrojaban lamisericordia y la sabiduría de la juntaAdministrativa.Noesprecisosermuylinceparacomprenderquesielniñohubieraacogidoconel respetoquemerecía laprediccióndelcaballerodelchalecoblanco, lahubiesedadoconfirmaciónplena,deunavezyparasiempre,sinmásqueatarunadelaspuntasdesupañueloaunaescarpiadelapared,ycolgarseéldela

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otra.Tropezaba,empero,esteproyectoconunobstáculo,yesque,siendolospañuelosdebolsilloobjetosdelujo,lajunta,envirtuddeunaordenfirmada,revisada y sellada por todos los que la componían, había dispuesto,terminantemente y para siempre, que jamás pañuelo de bolsillo trabaserelaciones con nariz de pobre. Existía también otro obstáculo, de mayorimportanciatodavíaqueelexplicado:latiernaedaddeOliver.Dejó,pues,altiempo el cargo de dar o no cumplimiento a la profecía, y se contentó conllorar amargamente un día y otro día. Cuando llegaban las interminables ytristeshorasde lanoche,cubríase losojosconlasmanosafindenover lastinieblas, y agazapándose en un rincón, procuraba conciliar el sueño. Confrecuenciadespertabasobresaltadoytiritandodefrío,ysepegabaalaheladay dura pared del calabozo, como buscando en ella protección contra lastinieblasysoledadenqueyacía.

Se engañarían grandemente los enemigos del «Sistema» si supieran quedurante su cautiverio fueran negados a Oliver el placer del ejercicio, lasventajasdelasociedadnilasdulzurasdelosconsuelosreligiosos.Encuantoaloprimero,comoeltiempoerahermosoyfrío,sedabapermisoalniñoparaquetodaslasmañanashicierasusablucionesalairelibre,colocándosebajoelchorrodeunafuentequeenelcentrodelpatiohabía.¿Quecorríapeligrodeacatarrarseodecontraerunapulmonía?¡Error!ElseñorBumble,antecuyosojos tenía lugar la operación, se encargaba de evitar enfriamientos y deacelerar la circulación de la sangre propinando al muchacho frecuentesbastonazos. En cuanto a los encantos de la sociedad, todos los días leconducíanalrefectoriodondecomíanlosniños,yleadministrabanunabuenaazotaina para que sirviera de saludable ejemplo y fuera edificación de losdemás.Por loque respectaa losconsuelos religiosos, todas lasnochesse lehacíaentrar apuntapiésen la sala, llegada lahorade rezar,y se lepermitíaescuchar,paraconsuelodesualma,laoracióndesuscompañeros,alaquelajunta había añadido una cláusula especial, que recomendaba la virtud, ladocilidad y la obediencia, para librarse de los pecados y vicios de OliverTwist,aquienlaplegariacolocababajolaprotecciónyamparodelosespíritusdelasTinieblas,ydequiendecíaqueerahorrendamuestradelosproductosfabricadosporelmismoSatanás.

Unamañana,mientras losasuntosdeOliverTwist tomabanuncurso tanpoco favorableyventajoso,acontecióqueun talGamfield,deshollinadordeoficio,pasóporlacalleponiendoentorturasuimaginaciónparaexcogitarunmedio que le permitiera pagar varios alquileres vencidos, por los cuales leestrechaba en extremo el casero. Muchas cuentas hizo el buen Gamfield;muchos cálculos; mas no le fue posible reunir, ni mentalmente siquiera, lasuma de cinco libras esterlinas a que ascendían los alquileres. Presa dedesesperaciónaritméticasegolpeabalafrenteyaporreabaalternativamentealburrocuando,alcruzarfrentealapuertadelhospicio,susojostropezaroncon

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elanunciopegadoaaquélla.

—¡So…!¡So-o-o!—dijoGamfieldasujumento.

Elborrico,muydistraídoalasazón,puesprobablementesepreguntabasileregalaríancondosotrestronchosdeberzaluegoquehubierallevadoasudestinolosdossacosdesebocargadosenelcarretónquearrastraba,sinhacercasodelaindicacióndesuamo,continuósucamino.

Gamfield lanzó a su burro una maldición de las más mal sonantes y,corriendotrasél,propinóleenlacabezaungolpebastantefuertepararompercualquier cráneo que el de un burro no fuera; agarró a continuación lasriendas, aplicó otro porrazo a las quijadas del cuadrúpedo como pararecordarlequenoeradueñodesusactos,loobligóapermanecerquieto,porvía de despedida le sacudió un segundo estacazo en la cabeza, a fin de quepermanecieratranquilohastasuvuelta,yencaramándoseenloaltodelaverja,leyóelanunciopegadoenlapuertadelhospicio.

Estaba a la sazón a la puerta con las manos a la espalda el señor delchaleco blanco, tranquila la conciencia y libre su pecho del peso de lossentimientoshumanitariosquevertieraenlajunta.LapequeñadisputahabidaentreGamfieldysuburro,dequeacababadesertestigo,yelactodelhombreal acercarse a leer el anuncio, arrancáronleuna sonrisade satisfacción,puesdesde el primermomento comprendió queGamfield era el amo queOlivernecesitaba.TambiénsonreíaGamfieldamedidaquerecorríalosrenglonesdelanuncio,puescincolibraserajustamentelacantidadcuyafaltatanapuradoletraía, y en cuanto al chico de quien habría de encargarse, estando, comoestaba,altantodelrégimenalimenticiodelhospicio,bienselealcanzabaqueseríaunejemplardecuerposutil,elmásapropósitoparameterseporelcañónde una estufa. Tornó a deletrear el anuncio de principio al fin, y luego,llevandorespetuosamente ladiestraalgorrodepielquecubríasucabeza,seacercóalcaballerodelchalecoblanco.

—¿Hay aquí unmuchacho, señor, a quien la parroquia desea colocar deaprendiz?—preguntóGamfield.

—Sí, buen hombre —contestó el del chaleco blanco, sonriendo conexpresiónbenévola—.¿Porquélopreguntausted?

—Porquesilaparroquiadeseaqueaprendaunoficioútilyagradable,eldedeshollinador, por ejemplo, yo, que necesito un aprendiz, me encargaré deenseñárselo—dijoGamfield.

—Entreusted—contestóelcaballerodelchalecoblanco.

Gamfield,nosinpropinarantesasuborricounestacazoenlacabezayunapuñadaenlasquijadas,aguisadesuaveavisoparaquenotuvieraelcapricho

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de largarsedurante suausencia, siguióaldelchalecoblancoa la saladondeOliverhabíatenidoelplacerdeverleporprimeravez.

—El oficio es muy sucio —observó el señor Limbkins, luego queGamfieldhuboreiteradosupretensión.

—Se han dado casos en que han perecido niños en las chimeneas,ahogadosporelhumo—tercióotrocaballerodelajunta.

—Eso ocurría cuando, para hacerlos bajar, mojaban la paja antes deprenderlefuego—replicóGamfield—.Lapaja,enesascondiciones,producemuchohumoyningunallama,ysehademostradoqueelhumoeslacarabinadeAmbrosioparanuestroobjeto,puesnohacemásquedormiralniño,queesprecisamenteloqueellosdesean.Loschicossonmuytercos,caballeros,muyholgazanes, y para obligarlos a bajar volando no hay remedio mejor queencender una buena llama. El remedio, señores, a la par que eficaz, eshumanitario,puesporapuradoqueelniñoseencuentredentrodelcañóndelachimenea, en cuanto siente que le tuestan las plantas de los pies, sedesembarazadetodaslasdificultades.

Estaexplicaciónpareciódivertir enextremoal señordel chalecoblanco,perounamiradaseveradeLimbkinsvinoaverterunjarrodeaguafríasobresualegría.Lajuntaprocedióadeliberarporespaciodealgunosminutos,perocon voz tan baja, que sólo de tanto en tanto se oían frases, parecidas a lassiguientes: «Reducción de gastos…» «Economías…» «Hacer publicar uninformeimpreso»Nofuelacasualidadlaquemotivóqueseoyeranesasfrasesynootras,sinolacircunstanciadequefueranrepetidasconmuchafrecuenciayconénfasisextraordinario.

Cesaron al fin los cuchicheos; y vueltos losmiembros de la junta a susrespectivossillones,elseñorLimbkinsdijo:

—Examinadasupretensión,hemosacordadonoaccederaella.

—Larechazamosenabsoluto—añadióeldelchalecoblanco.

—Decididamenteyporunanimidad—dijeronotros.

DabalapícaracasualidadqueelbuenGamfieldhabíatenidoladesgraciade quemurieran en un lapsomuy breve de tiempo tres o cuatro aprendicessuyos,ycomosabíaquemalas lenguasafirmabanqueaquellasdesgraciadasmuertes habían sido consecuencia de otras tantas palizas propinadas por él,asaltóle la sospecha de que la junta, inspirándose en hablillas calumniosas,pudierarecelarqueenlamayoromenorduracióndelavidadesusaprendicesinfluyera el sistema educativo con aquéllos empleado. No acertaba acomprender que los administradores del establecimiento rechazasen supretensión; perohombrede temperamentodulce, pocodispuesto a reñir una

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batalla contra la voz pública hasta consentir que fueran rectificadas lasespecies calumniosas a las queme he referido, alejóse lentamente y dandovueltasentrelasmanosasugorradepieles,yalllegaralumbraldelapuertapreguntó:

—¿Conquenoquierencedérmelo,señores?

—No—contestóLimbkins—.Enlascondicionesseñaladasenelanuncio,desdeluegono.Enatenciónalasuciedaddeloficio,entendemosqueprocededisminuirelpremioofrecido.

Gamfield,cuyorostro iluminó laalegría,seacercódenuevoa lamesaypreguntó:

—¿Cuántoquierendarme,señores?Lessuplicoqueseancompasivosconunpobrehombrecomoyo.¿Cuántomedarán?

—Treslibrasydiezchelinesbastanysobran—dijoLimbkins.

—Sobran en efecto; pues con tres libras estaría bien pagado—añadió eldelchalecoblanco.

—¡Vaya, señores!—suplicó Gamfield—. ¡Pongan cuatro libras! ¡Cuatrolibras,yselibrandelmuchachoencuestión!

—Treslibrasydiezchelines—repitióLimbkinsconfirmeza.

—Partamos la diferencia —insistió Gamfield—. Lo dejaremos en treslibrasyquincechelines.

—Niunpeniquemás—replicóLimbkinsconlamismadecisión.

—¡Vaya, vaya! ¡Tonterías y ganas de perder tiempo! —exclamó el delchalecoblanco—.¿Nocomprendeustedque,auntomándolesinpremio,haríaun buen negocio? ¡No sea usted tonto y lléveselo! Es precisamente elmuchacho que le conviene. Algún correctivo necesita, es verdad; pero encambio lomantendrá usted conmuy poca cosa, pues desde que nació, estáacostumbradoaunrégimendeparquedadextraordinaria.¡Ja,ja,ja,ja!

Gamfield miró con aire socarrón a los miembros de la junta, y comoobservaralasonrisaqueanimabalossemblantesdetodos,noquisosermenosy sonrió también. El trato estaba hecho. Bumble recibió orden de presentaraquelmismo día aOliver Twist, juntamente con el contrato de aprendizaje,anteelmagistrado,quedebíaaprobary firmarelacuerdode la junta.Comoresultado de esta determinación, Oliver fue sacado del calabozo, con gransorpresasuya,quesubiódepuntoalverqueleponíancamisalimpia.Apenasterminadaestaoperacióna laque tanpocoacostumbradoestaba,Bumble lesirvió,consuspropiasmanos,unenormetazóndegachas,yacontinuación,dosonzasyuncuartodepan,nimásnimenosquesifueradíadefiesta.

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Oliver, ante espectáculo tan inconcebible, rompió a llorar amargamente,creyendo,nosin fundamento,que la Juntahabía resueltomatarlecon,algúnobjetoutilitario,yaeseefectoprincipiabanporengordarlo.

—No llores, Oliver —dijo Bumble con prosopopeya—. Come bien yalégrate.Vasaaprenderunoficio.

—¡Unoficio,señor!—exclamóOliver.

—Sí,Oliver,sí.¡Loshombresgenerososycaritativosquehansidoparatipadrescariñosos,supliendoalosquetúnotienes,vanadarteunoficio,vanalanzarte al mundo, a hacer de ti un hombre de provecho, aunque sugenerosidadcuestealaparroquiatreslibrasydiezchelines!¡Treslibrasydiezchelines…Oliver!… ¡Setenta chelines!… ¡Ciento cuarentamonedas de seispeniques!… ¡Y asómbrate! ¡Todo ello, por un miserable expósito a quiennadiequiere!

Detúvose el bedel para tomar aliento, después de pronunciado aqueldiscurso con tono doctoral. El muchacho sollozaba amargamente. Por susmejillascorríancopiosaslágrimas.

—¡Vamos!—prosiguióBumbleconmenosmajestad,halagadosindudasuamor propio por la impresión producida por su elocuencia—. ¡Sosiégate,Oliver!Secatusojosconlamangadetuchaquetaynoviertaslágrimassobrelasgachas.¡Esunatontería!

Loera,enefecto,pueslasgachasteníanaguasobrada.

Mientras se encaminaban a la casa del magistrado, Bumblemanifestó aOliverquetodoloqueteníaquehacersereducíaaaparentarmuchaalegríaycontestar,cuandoelcaballeroencuestiónlepreguntarasideseabaaprenderunoficio,queéseerasuanhelomásferviente.InstruccionesqueOliverprometiócumplir, tanto más cuanto que el buen señor Bumble le insinuó muycariñosamenteque,sifaltabaaalgunadeellas,norespondíadeloquepodríasucederle.Llegados al domiciliodelmagistrado,Oliver fue encerradoenungabinetito, donde Bumble le mandó esperar hasta que volviera a recogerle.Media hora permaneció allí el niño, con el corazón palpitante de temor, alcabodelacual,Bumbleasomólacabeza,desnudadellujosotricornio,ydijoenaltavoz:

—Oliver,queriditomío,elseñormagistradoteespera.

Bajandolavoz,yclavandoenelinfelizunamiradaamenazadora,añadió.

—¡Cuidadoconloquetehedicho,granujilla!

Oliver,unpoquitodesconcertado,volviósusinocentesojoshaciaelseñorBumblealoírsetratarendosformastancontradictorias,peroBumbleprevinolasobservacionesqueaestepropósitopudierahacerleelniñointroduciéndole

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bruscamenteenlasalacontigua,cuyapuertaestabaabiertadeparenpar.Eraunahabitación espaciosa, provistadeunagranventana.Detrásdeunamesaescritorio había dos señores ancianos con pelucas empolvadas, uno de loscuales leía un periódico, mientras el otro, con ayuda de unos quevedosmontadosenconcha,recorríaconlavistaunpequeñopergaminoquedelantetenía. A un lado de la mesa, y de pie, estaba el señor Limbkins, y al otroGamfield,cuyacarahabíalavadoamedias.Dosotresmocetones,conbotasde montar, paseaban por la sala. Parece que el señor de las gafas se fueensimismandopocoapocoen la lecturadelpergamino.DespuésqueOliverfue colocadodelantede lamesa, continuó, aunqueporbrevesmomentos, elmutismogeneral.

—Elniño,señor—anuncióBumble.

Alzólacabezaelancianoqueleíaelperiódicoytiróaldelasgafasdelamanga.Eldelasgafassaliódesuensimismamiento.

—¡Ah!¿Esesteelniño?—preguntó.

—Sí, señor—contestóBumble—. Inclínate ante el señormagistrado,miqueridoOliver.

El afligidoOliver, haciendo acopio de valor, saludó lomejor que pudo.Fijos sus ojos en la empolvada peluca de los magistrados, preguntábasementalmentesieranhombresprivilegiadosqueveníanalmundoconaquellaestopa blanca por cabellera, debiendo a ese hecho el derecho de sermagistrados.

—Muybien—dijoelseñordelasgafas—.Supongoquetendráaficiónaloficiodedeshollinador,¿esverdad?

—Le encanta, señor—respondió Bumble, dando un soberbio pellizco aOliverparaindicarlequeseguardaramuymuchodecontradecirle.

—Esdecir,quequiereserdeshollinador,¿eh?

—Si se le diera cualquier otro oficio, se nos escaparía inmediatamente,señor—contestóBumble.

—Yesehombre…usted,¿hadesersuamo?—repusoelmagistrado—.Letrataráustedbien,ledaráalimentaciónsuficiente,lecuidará,¿noescierto?

—Cuandohagounapromesa, lacumplo—contestóGamfield,saliéndoseporlatangente.

—Habla usted con cierto tono de brusquedad, amigo mío, pero tieneaspecto de hombre honrado y franco —observó el anciano, dirigiendo susanteojos al candidato al premio que acompañaba a la persona deOliver. Lajusticiame obliga a decir que su rostro de villano reflejaba fuerte dosis de

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crueldad; pero el magistrado estaba casi ciego y del todo chocho,circunstancias ambas que le impedían distinguir lo que saltaba a la vista detodoslosdemás.

—Tengo la presunción de creer lo que soy —contestó Gamfield, consonrisalúgubre.

—Yyonodudoqueloes—dijoelmagistrado,afianzandolasgafassobrelanarizybuscandoeltintero.

EnaquelmomentocríticosedecidíalasuertefuturadeOliver.Sihubieraestadoel tinteroenel sitioenquecreyóelancianoqueestaría,éstehubiesemojadolaplumayfirmadoelactaqueponíaalpobremuchachoenmanosdeldeshollinador; pero quiso el destino que el tintero se hallase precisamentedebajodesusnaricesmientraselmagistrado lobuscabapor todaspartessinverlo;quisotambiéneldestinoqueenelcursodeaquellaspesquisasalzaseelbuen anciano los ojos, y que éstos repararan en el semblante pálido ydesencajadodeOliverTwist,quien,apesardelasmiradastremebundasydelosdolorosospellizcosdeBumble,contemplabalacararepulsivadesufuturoamo con expresión de horror y de espanto harto visibles para que dejara denotarlahastaaquelmagistradomediociego.

Quedósuspensoelcaballero,y,dejandolaplumasobrelamesa,miróconfijezaaLimbkins,quienintentódisimularsuturbaciónapelandoasucajitaderapé.

—¡Hijomío!—exclamóelmagistrado,inclinándosesobrelamesa.

Estremecióse Oliver al escuchar aquellas dos palabras. Harta disculpamerecesuconducta,pueslefueronpronunciadasconacentodedulzura,ylossonidosdesconocidos asustan siempre.Elniño, temblandodepies a cabeza,rompióallorar.

—¡Hijomío!—repitióelmagistrado—.Teveopálidoycomoalarmado;¿porqué?

—Sepárese usted del niño, bedel —dijo el otro magistrado, dejando elperiódico ymirando con interés a Oliver—. Veamos, hijomío—repuso—,¿quétepasa?¿Porquétienesmiedo?

Olivernopudoresistirmás.Cayendoderodillas,yjuntandolasmanosenactitudsuplicante,rogóalosmagistradosquedispusieranquefueraencerradodenuevoenelcalabozoobscuro,dondeseresignaríaquelehicieranperecerdehambre,que lepegaranyazotaran,aque lematarandeunavez,siemprequenolepusieranenmanosdeaquelhombrequelehorrorizaba.

—¡Bien!—exclamó Bumble, alzando los ojos y lasmanos al cielo conexpresión de gran majestad—. ¡Muy bien, Oliver! ¡Embusteros astutos y

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cínicos he visto en el mundo; pero jamás vi ejemplar tanarchirrequetedescaradocomotú!

—¡Cállese usted, bedel! —exclamó el segundo magistrado, luego queBumbleprofirióelcalificativotriplementecompuesto.

—Ruego a Su Señoría queme perdone—dijo Bumble, como no dandocréditoasusoídos—.¿EsamíaquiensedirigeVuestraSeñoría?

—Sí.¡Cálleseusted!

La estupefacción dejó atortolado aBumble. Imponer silencio a un bedeleracosainaudita;unarevoluciónmoral.

Los dos magistrados cruzaron entre sí una mirada de inteligencia y acontinuación,eldelasgafasdeconcha,dejandoelpergaminoqueenlamanotenía,dijo:

—Negamosnuestrasanciónalacta.

—Espero—observóelseñorLimbkins—queeltestimoniosinpruebasnivalor de un niño no influirá en el ánimo de los señores magistrados en elsentidodehacerlesformaropinióndequelasautoridadesdelhospiciosehanconducidomal.

—No somos los magistrados llamados a pronunciar la opinión que elasunto nos merezca —contestó con severidad el anciano del periódico—.Lleven nuevamente al niño al asilo, y trátenle bien y con dulzura, que meparecequehartolonecesita.

Aquellamismatardeasegurabaelseñordelchalecoblanco,delamaneramásrotundaycategórica,nosóloqueOlivermoriríaahorcado,sinotambiénquesucuerpo,previamentedescuartizado,adornaríalospostescolocadosparael objeto en los márgenes de los caminos reales. Bumble, encogiéndose dehombrosconexpresiónsombríaymisteriosa,dijoquesusdeseoseranqueelchicoseenmendaraytuvieraunbuenfin,aloquereplicóelseñorGamfieldquehubieradeseadollevarsealmuchacho.AldíasiguientesehizosaberqueOliver Twist pasaba de nuevo a la condición de alquilable, y que seríaentregado, juntamente con la prima de cinco libras esterlinas, a quien de élquisierahacersecargo.

CapítuloIV

CómoOliverconsigueotracolocaciónqueleintroduceenelmundo

Lasgrandesfamilias,cuandonopuedenproporcionaraunhijoyacrecido

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una colocación ventajosa, sea a título posesorio o en virtud de derecho desucesión, bien adjudicándole parte de los bienes patrimoniales, bienseñalándole una renta, generalmente lo envían a la marina. El Consejo deAdministracióndelhospicio, inspirándoseenejemplotansaludable,deliberósobre laconvenienciadeembarcarcuantoantesaOliverencualquierbuquemercantedepocoportequesehicieraalavelaparacualquierpuertoinsalubre,partidoelmásacertadoquepodían tomar, todavezqueera lomásprobablequeelcapitándelmismodistrajerasusocioszurrándolehastamatarle,obienporvíadepasatiempolerompieranlacabezaconunabarradehierro,recreosambosmuydelagradodelagentedemar,segúnespúblicoynotorio.Cuantoconmayor atención estudiaba el Consejo el asunto, desde el punto de vistaindicado,mayoresventajasleencontraba,yalfinseacordóqueelmediomásacertado, el único, de asegurar de una vez el porvenir de Oliver, eraembarcarlosindilación.

Comisionaron al señor Bumble para que practicara algunas diligenciaspreliminares encaminadas a encontrar un capitán cualquiera que necesitaraparapajedeescobaaunmuchachoqueestuvierasoloenelmundo.Elbuenbedel,cumplidosucometido,volvíaalhospicioparadarcuentaalaJuntadelresultado de su misión, cuando tropezó en la puerta con el empresario depompasfúnebresdelaparroquia,elseñorSowerberryenpersona.EraelseñorSowerberryunhombrealtoydelgado,embutidoenuntrajenegromuyraído,quecompletabanunasmediasremendadasdelmismocolorqueeltrajeyunoszapatosenarmoníaconelrestodelaindumentaria.Noofrecíaunsemblanterisueñoporobraygraciadelanaturaleza;pero,esto,noobstante,eradadoalajocosidadyalegría.AlveraBumble,avivóelpasoyletendiócordialmenteladiestra.

—Vengodetomarlasmedidasdedosmujeresqueemprendieronelviajelanochepasada,señorBumble—dijoelfunerario.

—Ustedhará fortuna, señorSowerberry—contestóelbedel,metiendoelpulgaryelíndiceenlacajitaderapédelfunerario,cajitaqueerareproducciónenpequeñodeunféretrodelainvencióndesupropietario,convenientementepatentado—. Le digo que se hará rico —repitió el bedel, dándole con subastónungolpecitoamistosoenlaespalda.

—¿Locreeustedasí?—preguntóelfunerario,contonoquemedioadmitíamedioponíaendudalaexactituddelpronóstico—.LospreciosseñaladosporlaAdministracióndelhospiciosonexcesivamentepequeños,señorBumble.

—Tambiénlosonsusataúdes,señorSowerberry—replicóelbedeldandoasuspalabraslamigajitadetonillozumbóncompatibleconladignidaddeunfuncionariodesuimportancia.

ElseñorSowerberry,aquienencantó,comonopodíamenos, laagudeza,

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rompióareíracarcajadas,queseprolongarondurantelargorato.

—Le diré a usted, señor Bumble —contestó, cuando la hilaridad lepermitióarticularpalabra—,quenopuedenegarseque,desdequeimplantaronel nuevo sistema alimenticio, los ataúdes son más estrechos y menosprofundosdeloquesolíanser;perojustoesqueelquetrabajaobtengaalgúnbeneficio; lamadera seca cuesta cara, y las abrazaderas dehierrovienendeBirminghamporelCanal.

—¡Bien, bien! —exclamó Bumble—. No hay oficio que no tenga susinconvenientes, y como compensación, justo es que dejen buenosrendimientoscuandosalenbien.

—¡Yquelodigausted!Pocoganoencadaartículoenparticular;perosacomis bonitas ganancias del conjunto; ¿no le parece a usted que nada másnatural?

—Claroquesí.

—Debodecir,noobstante—repusoelfunerario,reanudandoelhilodelaconversaciónqueelbedelhabíainterrumpido—,quehedelucharcontraunadesventajadeconsideración,yes,quelosmásrobustos,sonlosprimerosqueestiran la pata. Quiero decir, que precisamente los que gozan de saludmásperfecta, losquehanvividovidaregaladaypagandocontribucionesmuchosaños, son los que primero mueren en cuanto entran en el establecimiento.Comprenderáusted,señorBumble,quetresocuatropulgadasdeexcesosobreloscálculoshechos,representanenlosbeneficiosunamermadeimportancia,sobretodo,cuandounotieneunafamiliaalaquemantener.

ComoSowerberrydijeraestaspalabrasconelacentoindignadopropiodequientienemotivossobradosparaquejarse,yBumblelevieraencaminodehacer reflexiones que dejaran malparado el honor de la parroquia, creyóoportuno variar de conversación. Oliver Twist, cuya persona llenaba porcompletosumente,ledeparóuntemanuevo.

—¡A propósito! —dijo—. ¿Conoce usted por casualidad a alguien quenecesiteunaprendiz?Setratadeunmuchachoquepesaenormemente…mástodavía;queesundogalajustadoa lagargantade laparroquia.Condicionesventajosísimas,señorSowerberry,ventajosísimas.

Mientras hablaba, Bumble llevó la contera del bastón al anuncio que yaconocemos,ydio tresgolpecitos sobre las sugestivaspalabras,«cinco librasesterlinas»impresasconletrasmayúsculasdetamañogigantesco.

—¡QueDiosmeasistasinoeraéseprecisamenteelasuntodequedeseabahablarle!—exclamóelfunerario,cogiendoaBumbleporlasolapagaloneadade su levita—.Usted sabe… ¡pero qué hermosos botones luce usted, señor

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Bumble!¡Nomehabíafijadohastaesteinstanteenellos!

—Sí… no están del todo mal —contestó el bedel, contemplando conorgullolosgrandesbotonesdecobrequeadornabansulevita—.Eldibujoesel mismo que el del sello de la parroquia: El buen Samaritano curando alviandante herido. El Consejo me hizo este regalo el día de Año Nuevo, yrecuerdoqueloestrenéparaasistiralasindagatoriaspracticadasconmotivodelamuertedeunmercadersinrecursosquefallecióciertanochejuntoaunapuerta.

—Lorecuerdo.Delasindagatoriasresultóquehabíamuertodehambreydefrío,¿noesverdad?

Bumblecontestóconunaseñalafirmativa.

—Y si no me equivoco, terminaba el informe haciendo constarterminantementequeeloficialdesocorros…

—¡Disparate!—interrumpió Bumble—. ¡Arreglado estaría el Consejo sifueraahacercasodelasmajaderíasdeesosjuradosignorantes!

—Esverdad—asintióelfunerario.

—Losjurados—prosiguióBumbleoprimiendonerviososubastón,loqueeraenélindiciociertodeextraordinariairacundia—,loscomponenhombressineducación,ignorantes,vulgares,servilesyrastreros.

—Tambiénesoesverdad.

—Toda su filosofía, toda su economía política, no vale lo que esto —añadióBumbleescupiendoalsuelo.

—Novaletanto—asintióelfunerario.

—¡Me dan náuseas! —gritó el bedel, cuya furia subía de punto pormomentos.

—¡Yamí,yamí!

—¡Quisierateneratodosesosjuradosporespaciodeunasemanitaodosennuestroasilo!¡Yaseencargaríandebajarles loshumos losreglamentosydisposicionesdelajuntayelrégimenalimenticioaqueselessometería!

—¡Seguro, seguro! Pero dejémosles ahora —contestó el funerario, consonrisaencaminadaacalmarlaembravecidacóleradelfuncionarioparroquial.

Bumble se quitó el galoneado tricornio, sacó del interior de su copa unpañueloconelquesecóelcopiososudorquelaexplosióndefuriahacíacorrerporsufrente,encasquetósedenuevoelsombreroyvolviéndosealfunerarioledijoconmáscalma:

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—Vamosaver,¿quéhacemosdelmuchacho?

—¡Oh! —exclamó el funerario—. Sabe usted perfectamente, señorBumble,queyopagosumasdeconsideraciónparalospobres.

—¡Hum!—murmuróelbedel—.¿Yqué?

—SoydeopiniónseñorBumble,quesipagosumasdeconsideraciónparalos pobres, me asiste el derecho de explotarlos en la medida que me seaposible; y, por tanto… por tanto… se me figura que el muchacho meconvendría.

ElseñorBumble,sincontestarsiquiera,agarróporunbrazoalfunerarioyle hizo entrar en el asilo.Al cabo de cincominutos de conferencia entre elfunerarioylajuntaquedóconvenidoqueOliverentraríaenlacasadelprimeroaquellamisma tarde por inclinación, frase que tratándose de aprendices delhospiciosignificabaque,sialcabodebreveperiododeprueba,veíaeldueñoque del muchacho podía sacar buen partido sin necesidad de darle muchoalimento,dueñoeraderetenerloasuladoduranteunnúmerodeterminadodeaños,confacultadesplenasparahacerdeélyconélloquelevinieraengana.CuandoaquellamismatardefueconducidoOliverapresenciadelConsejodeAdministración, y le comunicó éste que iba a entrar inmediatamente, comoaprendizen lacasadeunfabricantedeataúdes,haciéndolealpropio tiempopresentequesisequejabadesucolocación,novolvíajamásaingresarenelestablecimiento,loembarcaríanparaqueseahogaraolerompieranlacabezaapalos,fuetannulalaemocióndequeelmuchachodiopruebas,quetodosdecomúnacuerdolocalificarondepilletesincorazónyordenaronaBumblequeloquitasedesupresenciacuantoantes.

Aunque es muy natural que la junta, con doble motivo que nadie en elmundo,experimentaraasombroyhorrorvirtuososantelamuestramáslivianadecarenciadesensibilidad,eselcasoqueenlaocasiónpresenteseequivocódemedio a medio. La verdad era que Oliver, lejos de adolecer de falta desensibilidad, la poseía en gradomáximo, aunque losmalos tratos le habíanpuesto en camino de permanecer durante toda su vida en un estado deestupidez brutal y de idiotismo lamentable. Escuchó la noticia de su nuevodestinosindespegarloslabios,yhechosuequipaje,operaciónporciertopococostosa y de transporte sencillo, pues se reducía a un paquetito de papel demedio pie cuadrado por unas tres pulgadas de fondo, se encasquetó bien lagorraysiguióalexcelsodignatarioquedebíaconducirleasunuevoteatrodetorturas.

LargoratocaminaronjuntossinqueBumblesedignaradirigirunapalabrani unamirada almuchacho, sin duda porque ponía todo su pensamiento enllevarlacabezamuyerguida,cualcuadraaunbuenbedel.Elvientosoplabacon violencia, agitando los faldones de la levita de Bumble, los que, más

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compasivosque loshombres,envolvieronalhuérfanoa laparquedejaronadescubiertoelchalecoyloscalzonesdepañoamarillentoquecompletabanlaindumentariadeaquél.

Próximosa llegara lacasadel funerario,Bumblesedignóbajar losojosparacerciorarsedesielmuchachoestabapresentable,loquehizoconairesdebenévoloprotector.

—¡Oliver!—llamóBumble.

—¡Señor!—respondióconvozdébilytemblorosaelniño.

—Alceelcaballeritoesagorraquelecubrelosojosylevantelacabeza.

ObedecióalinstanteOliverysepasóconligerezaeldorsodelamanoqueteníalibreporlosojos,noobstantelocual,quedóunalágrimatemblandoenelextremodesuspestañascuandodirigiólavistaasuconductor,lágrimaquesedesprendió y rodó lentamente por sus mejillas al conjuro de la miradaseverísimaqueledirigióelbedel.Alaprimeralágrimasiguiólasegunda,yaéstaotrayotra.Quisoelinfelizdominarse,peroenvano.Alfin,soltólalevitadel bedel, y tapándose la cara con entrambas manos, comenzó a vertertorrentesdelágrimasquecorríanalolargodesusdescarnadosdedos.

—¡Bien! ¡Pero quemuy bien!—exclamóBumble, cesando bruscamentedeandaryposandoenelhuérfanounamiradademalignidad infinita—.Detodoslosmuchachosingratosyviciososquejamásheconocido,eres,Oliver,elmás…

—¡No!… ¡No, señor! —articuló Oliver entre sollozos, aferrándose a lamanoqueempuñabaelfamosobastón.

—¡Yoserébueno…sí…quieroserlo…ydócilyobedientetambién…sí,señor…¡Soyunniño,señor…muyniño…ymeveotan…tan…!

—¿Tanqué?—inquirióBumbleadmirado.

—¡Tansolo,señor!¡Tanabandonado!¡Todoelmundomedetesta!…¡Oh,noseenfadeconmigo,señor,selosuplico!

Elniñosinventurasegolpeabaelpechomientrashablaba,ymirabaconexpresióndeangustiaalbedelatravésdeunacortinadelágrimas.PoralgunossegundospermanecióBumble contemplandoel aspecto triste y lastimosodeOliver; tres o cuatro veces tosió con estrépito; y al fin, murmurando entredientes algunaspalabras acercade aquella «importuna tos»,mandó aOliverqueseenjugase las lágrimasyque fuerabuenchico.Seguidamentevolvióatomarledelamanoysiguiósucaminoensilencio.Acababaelfabricantedeataúdesdecerrar la tiendaysedisponíaahaceralgunosasientosensulibrodiarioalaluzdeunamalavela,cuandosepresentóBumble.

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—¡Ah!—exclamóalzando la cabezay soltando lapluma, sin importarledejar incompleta la palabra que estaba escribiendo—. ¿Es usted, señorBumble?

—El mismo, señor Sowerberry —contestó el bedel—. Le traigo almuchacho.

Oliverhizounareverencia.

—¡Ah!¿Esteeselmuchacho?—preguntóelfunerario,acercandolavelaalacaradeOliverparaexaminarlemejor—.¡Venunmomento,querida,hazmeelfavor!

Deuncuartitopequeñode la trastienda salió la señoradel funerarioa laqueibandirigidaslasúltimaspalabrasdeaquél.Eraunamujeraltayenjuta,decaradearpía.

—Queridamía—dijocondeferenciaexquisitaelfunerario—,tepresentoalmuchachodelhospiciodequientehehablado.

Oliverseinclinódenuevo.

—¡Cielosanto,yquéflacoestá!—exclamólamujer.

—Noesmuyrobusto,enefecto—contestóBumble,dirigiendoalniñounamiradatorva,comohaciéndoleresponsabledenoestarmásgordo—.Peroélengordará…élengordará.

—No lo dudo—replicó con petulancia la mujer—; pero será gracias anuestra comida y bebida. ¿Qué ventajas reportan estos niños del hospicio?Ninguna. Gastan más de lo que valen. Yo creo que se les debería dejarabandonados; pero, en fin, hay que pasar por lo que quieren los hombres,empeñadosensostenerquesabendelmundomásquenosotras…¡Vaya!¡Veteabajo,saquitodehuesos!

Diciendoyhaciendo,abrióunapuertayempujóaOliverporunaescaleraal pie de la cual había un sótano reducido, obscuro y húmedo especie deantesala de la carbonera y llamadopomposamente «la cocina», donde habíaunamuchachasuciayastrosa,descalzayostentandounasmediasazulesllenasdezurcidosyagujeros.

—Mira,Carlota—dijolamujerdelfunerario,quehabíaseguidoaOliver—;daaestemuchacholosrestosquesedejaronparaTrip.Noselehavistodesde estamañana, ymuy bien podrá pasarse sin ellos. Supongo que no tevendránmal,¿eh?

Oliver,cuyosojoslanzarondestellosdealegríaaloírhablardecomida,yque temblaba de ansiedad a la idea sola de trasladarla a su desfallecidoestómago,contestó,comoesnatural,queno,yentonceslepusierondelanteun

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plato de nauseabundas sobras. ¡Ojalá uno de esos filósofos orondos y bienalimentados, uno de esos filósofos de sangre de hielo y de corazón dediamante, cuyos estómagos transformanenbilisy enhiel la carney el vinoqueingieren,hubieravistoaOlivercuandosearrojósobreaquellosrestosqueel perro había desdeñado! ¡Ojalá hubiese tenido ocasión de contemplar lahorribleavidez,laferocidadcaninaconquelosdevoró!¡Desearayomuydeverasproporcionareseespectáculoalfilósofo,aunqueadecirverdad,hubiesepreferido otra cosa: hubiese preferido ver al filósofo devorando aquellaspiltrafasasquerosas,ydevorándolasconlafuriamismaconquelasdevorabaeldesventuradohuérfano!

—¡Vaya!—exclamó lamujer del funerario, luegoqueOliver hubo dadofin a la comida, operación que contempló aquélla con horror silencioso yhaciendo presagios espantosos sobre tan descomunal apetito—. ¿Acabaste?Como Oliver no vio al alcance de sus dientes nada comestible, contestóafirmativamente.

—Puesvenconmigo—dijolamujer,tomandounfarolsucioyahumadoyechando a andar escalera arriba—. Tu cama está debajo del mostrador.Supongo que no te importará dormir rodeado de ataúdes, ¿eh? Lo sentiría,pues te importe o no, entre ellos has de dormir. ¡Deprisa, deprisa! ¡Nometengasaquítodalanoche!

Oliversiguiócongrandocilidadasunuevaama.

CapítuloV

ContraeOlivernuevasrelaciones.

Laprimeravezqueasisteaunentierro,formaopiniónfavorabledeloficiodesuamoSoloOliverenlatiendadesuamo,dejóelfarolsobreunbancodetrabajo y tendió en torno suyo miradas de terror, que comprenderán sinesfuerzomuchaspersonasdebastantemásedadqueel infelizhuérfano.Unacaja mortuoria sin, concluir, colocada en el centro de la tienda sobre unosbanquillosnegros,ofrecíaaspectotanlúgubre,queelpobreniñotemblabademiedo cada vez que su mirada dilatada por el espanto se dirigía hacia elpavoroso objeto, pues esperaba en todo momento ver que algún espectrohorriblealzabalentamentelacabezaparaenloquecerledeterror.Largafiladetablasdeolmo,todasdelamismamedida,flanqueabanlapared,semejando,ala luz incierta del farol, otros tantos fantasmas de anchas espaldas con lasmanosmetidasenlosbolsillosdesuscalzones.Planchasbrillantesdemetal,astillasdelolmo,clavosdecabezadoradaypedazosdepañonegrocubríanel

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sueloenhorribleconfusión.SiOliverseparabasusmiradasdelosfantasmasdeanchasespaldasy lasdirigíaal testerode la tienda,seencontrabaconuncuadroquepresentabaenprimertérminodosesqueletosenvueltosenrígidossudariosestacionadosaunoyotroladodelapuertadeunacasa,yenelfondo,unacarrozafúnebretiradaporcuatrocaballos,negroscomolanoche,queseiban acercando a aquélla. La atmósfera de la tienda, cálida y enrarecida,parecía saturada de olor a féretros y el sitio en que Oliver estaba tendidodebajodelmostradorteníatodaslasaparienciasdeunafosa.

Ynoerasóloesteespectáculo,consertanlúgubre,loqueimpresionabaydeprimía a Oliver. Encontrábase solo en lugar extraño, y es natural que suterror llegasea lo inconcebible,puesacualquieradenosotros,auna losquepor más valientes nos tengamos, nos sucedería otro tanto si en situaciónanáloganosencontráramos.Carecíadeamigosqueseinteresaranporél,oporquienesélpudierainteresarse;noteníaquellorarlaausenciadeunapersonaamada, la muerte de un ser querido ni en su corazón pesaba como losa deplomo el recuerdo de un rostro adorado; pero esto no obstante, gemía sucorazón; su tristeza era infinita.Al revolverse en su estrecha cama, hubieradeseadoque ésta fuera un ataúd, y que le dejarandormir tranquilo el sueñoeterno de la muerte en el cementerio, a la sombra de la lozana hierba quecreciera sobre su cuerpo, arrullado por el doblar grave y fúnebre de lascampanas. A la mañana siguiente le despertó el ruido de una patadadescargadaconfuriacontralapuertadelatienda,patadaveintevecesrepetidacon cólera durante el breve tiempo que invirtió en vestirse, y cuenta que lohizomásquedeprisa.Mientrascorríaloscerrojos,cesaronlaspatadasygritóelpropietariosinduda,delasextremidadesqueacocearonlapuerta:

—¿Abrirásdeunavez?

—¡Corriendo,señor!—respondióOliver,dandounavueltaalallave.

—Supongo que serás el nuevo aprendiz, ¿no?—preguntó lamisma vozporelojodelallave.

—Sí,señor—contestóOliver.

—¿Cuántosañostienes?

—Diez,señor.

—Entonces,prepáratearecibiruna tandadepalosencuantoentre.Yoteenseñaré,miserablegalopín,atenermesiglosenterosesperandoalapuerta.

Anunciadosunospropósitostanhalagüeños,eldelavozcomenzóasilbar.Había experimentadoOliver demasiadas veces los efectos del cumplimientodepromesasanálogasa laqueacababandehacerle;paraquese leocurrieradudar,niporunmomento,queelpropietariodelavoz,quienquieraquefuese,

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haríahonoralapalabraempeñada.Acabó,pues,dedescorrerloscerrojosconmano trémula, y abrió la puerta. A nadie vio. Dirigió temerosas miradas aderechae izquierda, creyendoqueeldesconocidoque ledirigiera lapalabrapor el ojo de la llave estaría paseando para entrar calor, y como no viera anadie que a un muchachote de la Casa de Caridad, que sentado sobre unguardacantón frente a la casa comía con avidez una rebanada de pan conmanteca, que dividía en trozos tamaño de su boca con una navaja a él sedirigiódiciendo:

—Perdoneusted,señor;¿esustedelquellamaba?

—Yosoyelquedabapatadas—respondióelinterrogado.

—¿Necesitaalgúnataúd?—preguntóconingenuidadOliver.

ElmuchachotedelaCasadeCaridadsepusohechounafuria.

—¡Túvasanecesitarlomuypronto—contestó—sitieneselatrevimientodegastarbromassemejantecontussuperiores!¿Nosabesquiénsoy,miserableexpósito? —gritó el energúmeno, descendiendo del guardacantón conedificantegravedad.

—No, señor—contestóOliver—.Soyel señorNoéClaypole, túeresmisubordinado.¡Abrelaspuertas,sinvergüenza!

ElseñorClaypoleapoyósuordenconunapatadaadministradaaOliver,yentró en la tienda con aire de dignidad poco en armonía con su groseracatadura,pues,enrealidadlaprosopopeyayairededignidadhadecontrastarpor necesidad con un individuo de cabeza inmensa, ojos pequeños, narizaplastada,bocasemejanteyextensodesgarrónyfisonomíabrutalygrosera,ycondoblemotivo,siatantosatractivosfísicosseuneunanarizcoloradayunatezamarilla.

Oliver, después de abrir las puertas, y de romper un cristal al intentartrasladarlaprimeraalpequeñopatioenqueseguardabanduranteeldía,fuecariñosamente ayudado por Noé, quien condescendió hasta el extremo deauxiliarlo,nosinconsolarleconlaseguridaddequelopagaría.Pocodespuésbajóelfunerarioyalgunossegundosmástardelamujerdeéste.Oliver,luegoquepagósutorpeza,sindudaparaquenoquedaraincumplidalaprediccióndeNoé, bajó, siguiendo a este último, a la cocina, donde les esperaba elalmuerzo.

—Acércatealalumbre,Noé—dijoCarlota—.Delalmuerzodetuamo,heseparadoparatiunpedazodetocino.Tú,Oliver,cierraesapuertayengúlleteesosmendrugosquehedejadoencimade lapanera.Ahí tienesel té:vetealrincón y despacha cuanto antes, pues tienes que ir pronto a la tienda.¿Entiendes?

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—¿Hasoído,zopenco?—dijoNoé.

—¡Noteensañesconél,Noé!—dijoCarlota—.¡Quémalcorazóntienes,muchacho!¿Porquénoledejasenpaz?

—¡Dejarle! —repitió Noé—. ¡Dejado y bien dejado le tiene todo elmundo!Notienepadrenimadre,yencuantoasusparientes,bienseguroesquenohandeimportunarle;¿noesverdad,Carlota?¡ja,ja,ja!

—¡Burlón!—exclamóCarlota,riendotambiénacarcajada.

AmaydependientedirigieronmiradasdesdeñosasaldesventuradoOliverTwist, que, sentado en un rincón, devoraba los mendrugos expresamentereservadosparaél.Noé,aunqueprocedentedelaCasadeCaridad,noseteníapor expósito ni por hijo de la casualidad, Pues podía hacer remontar sugenealogía hasta su padre y madre que habitaban cerca de la funeraria.Lavandera era su madre, y su padre fue en sus buenos tiempos soldadodemasiadoaficionadoalvino,yen laactualidadestabaretiradodelservicio,paseandodetabernaentabernalapiernadepalo,yemborrachándoseadiariograciasalapensióndedospeniquesyunafraccióninfinitesimaldelamismamonedaquecobrabatodoslosdías.Teníanlosmuchachosdelbarriolabuenacostumbre de apostrofar constantemente a Noé con los epítetos de«hospiciano»,«asilado»yotrossemejantes,todosacuálmásinjurioso,queelmozalbete sobrellevaba sin replicar palabra; pero ahora que la fortuna ledeparabaaunhuérfanosinnombre,aundesventuradoaquienhastalosmásvilesteníanderechoadespreciar,vengábaseconusura.¡Curiosoejemploquesugieregraves reflexiones!Nosdemuestracuánhermosascualidadesatesorala naturaleza humana, y la equidad imparcial, con que ésta las distribuye lomismoentreloscaballerosmásencumbradosqueentrelosseresmáshumildesyhastaentrelosmásdegradadosdelaescalasocial.

Tres semanas,quizáunmes, llevabaOliveren lacasadel empresariodepompasfúnebres.CenabanunanochelosespososSowerberryenlatrastienda,despuésdecerradoelestablecimiento,cuandoelmarido,previasfrecuentesysostenidasmiradasderespetodirigidasasumujer,dijo:

—Queridamía…

Unamirada furibunda de su caramitad cerró el paso a las palabras quedebíanseguiralaspronunciadas.

—¿Quéhay?—preguntóconfrialdadella.

—Nada,amigamía,nadaabsolutamente.

—¡Estúpido!

—¡No lo creas, amigamía!—exclamóconhumildadel funerario—.Meparecióquenodeseabasescucharme…Ibaadecir…

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—¿Yamíquémeimportaloqueibasadecir?—interrumpiólacariñosaesposa—.Aquínosoynadie,asíque,hazmeel favordenoconsultarme,deguardartetussecretos.

La señora Sowerberry lanzó una carcajada histérica, presagio seguro deescenasviolentas.

—Pero,miqueridaamiga…Esquenecesitotuopinión…—murmurócondulzuraelmarido.

—¡No,no!¿Quéteimportamiopinión?Pideladecualquierotro.

Soltó la buena esposa otra carcajada histérica que llenó de espanto almarido.

Mercedaestesistema,muyusadoporlasmujeresydeeficaciareconocidaenlosmatrimonios,elseñorSowerberrysevioobligadoasolicitarcomofavorespecialelpermisodedecirasumujerloqueéstarabiabaporsaber,permisoque fue concedido al cabo de un altercado que no duraría menos de trescuartosdehora.

—DeseabahablartedeOliverTwist,amiguita—dijoelfunerario—.¿Hasreparadoenelhermosoaspectodelmuchacho?

—Bien puede estar guapo y lucido quien come tanto como él. ¡Estaríagraciosoqueasínofuera!

—Tiene su cara cierta expresión de tristeza que resulta interesante enextremo —observó el empresario de pompas fúnebres—. En verdad quepodríahacerunpapeldeliciosoenlosentierros.

Alzólacaramitaddeldicentesucabezaenseñaldeasombro;elmarido,alobservarlo,sindarletiempoparahacerningunareflexión,añadió:

—Nomerefieroalosentierrosdelujodelosadultos,amigamía,sinoalosde los niños. Sería una novedadque seguramente daría resultados soberbiosañadiralcortejocorrienteunniñocuyospocosañosestuviesenenrelaciónconlaedaddeldifunto.

Admiró la novedad de la idea a la señora Sowerberry, quien siempredemostró tener un gusto exquisito en cuanto a todo lo que con los asuntosfúnebres tuviera relación; pero, como quiera que confesarlo en aquellascircunstancias hubiera sido comprometer su dignidad, se limitó a preguntar,porciertoconmuchaacritud,cómonoselehabíaocurridoantesasumaridouna idea tansencillaynatural.De lapregunta infirióSowerberry,con razónsobrada,quesu ideamerecía laaprobacióndesumujer,yenelactomismoquedó decidido queOliver sería iniciado en losmisterios de la profesión, acuyofinacompañaríaasuamoenlaprimeraocasiónquesepresentase.

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No se hizo esperar ésta.A lamañana siguiente,media hora después delalmuerzo, entró en el establecimiento el señorBumble, el cual apoyando subastón contra el mostrador, sacó su enorme cartera de cuero, y de ésta unpedacitodepapelquealargóaSowerberry.

—¡Ah!—exclamó el funerario recorriéndolo con la vista con expresiónplacentera—.Encargodeunféretro,¿eh?

—Deunféretro, loprimero;ylosegundo,deunentierrocosteadoporlaparroquia —contestó Bumble, atando la cartera, poco más o menos tanvoluminosacomoél.

—¡Baytón!…—murmuróSowerberry,mirandooraalpapeloraalorondoBumble—.Eslaprimeravezqueoigosemejanteapellido.

—Debe pertenecer a una familia de testarudos, amigo Sowerberry, peromuy testarudos—observó Bumble, moviendo la cabeza—. Una familia detestarudos,yloqueespeor,deorgullosos.

—¿Orgullosos también? —preguntó el funerario con sonrisa burlona—.¡VayaporDios!Esoespeorquelootro.

—Escosaqueirrita,queapenasecomprende.

—Convenidos.

—Nada supimosde esa familia hasta anoche, y es bien seguroquenadasabríamos aún si una buenmujer, que vive en lamisma casa no se hubieradirigido a la junta Parroquial suplicando que fuera enviado unmédico paravisitaraunamujergravementeenferma.Elmédicosehabíaidoacenarynopudo ir, pero su practicante,muchacho que se pierde de listo, les envió sinpérdidademomentolamedicinaquelehacíafaltaenunabotelladetinta.

—¡Esosellamaprontitud!—observóelfunerario.

—¡Ytanto!¿Peroquésucedió?¿Quiereustedsaberhastaquépuntollególa ingratitud de esos necios? El marido envió a decir que no era aquellamedicinalaqueconveníaaladolenciadesumujer,ycomoconsecuencia,quenolatomaría.¿Quélepareceausted?¡Quenolatomaría!…¡Unamedicinaexcelente,enérgica,saludable,quecontantoéxitoseadministró,nohacemásqueochodías,adosjornalerosirlandesesyauncargadordecarbón…queporañadidura se le da gratis… y la devuelve diciendo que no la tomará laenferma!

Contal fuerzahirió la imaginacióndeBumble laenormidaddeconductatan desatentada, que, rojo de cólera, descargó un bastonazo terrible sobre elmostrador.

—¡Oh!—exclamóelfunerario—.Laverdadesque…nuncaenmivida…

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—¡No,nunca!—barbotóelbedel—.¡Nousted;nadiehavistoensuvidaejemplotanmonstruosodeingratitud;pero,enfin,muertaestáesamujer,ynohaymásremedioqueenterrarla.Aquítieneustedlasseñasdelacasa;cuantoantesdespachemos,mejor.

Ciego de ira el señor Bumble, se caló el tricornio del revés y salió delestablecimientocomountorbellino.

—¡Demonio!—exclamóelfunerario—.Tanfuriosoestá,Oliver,queniseacordódepreguntarporti.

—Escierto,señor—contestóelhuérfano,quienhabíatenidobuencuidadode hacerse todo lomenos visible durante la conferencia, y que temblaba demiedosóloconrecordarlavozdelbedel.

En realidad,pudoelmuchachodispensarsede lamolestiade esquivar lapresencia de Bumble, pues éste, en quien la predicción del caballero delchalecoblancohabíaproducidointensaimpresión,pensóque,todavezqueelempresariodepompasfúnebreshabíatomadoaOliveraprueba,lomejorerano mencionar siquiera el asunto del muchacho hasta que éste quedaseescrituradopor tiempode sieteaños, encuyocasodesaparecíaelpeligrodeque nunca más volviera a la parroquia, de cuya dependencia quedaba porsiempreseparado.

—¡Vaya!—exclamó el funerario tomando el sombrero—. Cuanto antesterminemos, mejor. Noé, cuida de la tienda; y tú, Oliver, ponte la gorra ysígueme.

El muchacho obedeció sin despegar los labios la orden de su amo.Anduvierondurantealgún tiempoporelbarriomáspopulosode laciudadybajandoluegoporunacallejuelamássuciaymiserablequeningunadelasquehastaentonces tuvieronocasiónderecorrer,hicieronaltoparabuscar lacasaobjetodesuspesquisas.Aunoyotroladodelacalleeranlascasasaltasydegrandesproporciones,peroviejísimasydestartaladas,habitadasporgentedela clasemáspobre, hechoquedesde luego saltaba a la vista aun cuandonohubieravenidoaconfirmarlo lapresenciade laspersonasescuálidasqueporallícruzabandobladosloscuerposyconpasovacilante.Lamayorpartedelosedificios tenían huecos para tiendas en las plantas bajas; pero casi todasestaban cerradas y en estado ruinoso, no presentando señales de estarhabitadas más que las habitaciones de los pisos altos. Gruesas vigassólidamentesujetasalsueloyapuntalandolosmurosintentabanoponersealaaccióndelosañosenmuchascasasqueamenazabanvenirseabajo,siendodenotar que hasta aquellas que no presentaban más que paredes cuarteadashabían sido escogidas por los vagabundos para asilo nocturno, como lodemostrabaelhechodequemuchasdelastablastoscasquehacíanenellaseloficio de puertas o ventanas, ofrecían portillos para dar paso a un cuerpo

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humano.Corríapor el arroyounagua suciay corrompida,yhasta las ratas,que se alimentaban de las basuras y podredumbres, tenían aspecto denauseabundosesqueletos.

Lapuerta,abiertadeparenpar,frentealacualsedetuvieronelfunerarioyOliver, no tenía aldabón ni campanilla, en vista de lo cual, Sowerbery,deslizándose a tientas por un corredor obscuro, e indicando aOliver que lesiguiese sinmiedo, subió la escalera hasta llegar al primer piso, en una decuyaspuertasllamóconlosnudillos.

Una jovencita de trece a catorce años abrió sin tardanza. El funerario,comprendiendoporelaspectodelahabitaciónqueeraallídondehacíanfaltasusservicios,entróresueltamente,acompañadodeOliver.

Nohabía lumbreen la estancia,noobstante lo cual,unhombreaparecíarecostadoautomáticamentecontra lachimeneaapagada.Asu ladohabíaunaancianasentadaenunbanquillotosco,yenunrincón,unosniñosmacilentosycubiertos de harapos. En otro rincón, frente a la puerta, yacía sobre el fríosuelounbultotapadoconunamantaraída.Oliverseestremecióalmirarhaciaaquelsitioyseestrechócontrasuamo,adivinandoquebajolamantahabíauncadáver.

Densapalidezcubríalachupadacaradelhombre;griseseransuscabellosybarbaysusojosestaban inyectadosensangre.Profundasarrugassurcabanen todos sentidos la cara de la mujer, por bajo de cuyo labio superiorasomabanlosdosdientesúnicosquelequedaban.Susojoseranpequeñosydemiradapenetrante.NoosabaOlivervolverlosojoshacianingunodeaquellosdosseres,quelerecordabanlasratasrepugnantesquefuerahabíavisto.

—¡Que nadie la toque! —aulló el hombre, al ver que Sowerberry seacercabaalcadáver—.¡Atrás!

—¡Atrás,digo,sienalgoestimansusvida!

—¡Déjesede tonterías, buen hombre! —dijo Sowerberry, muyacostumbradoaverlamiseriabajotodassusformas—.Lavidaesasíamigomío.

—Repito—gritóelhombre,agitandolospuñosypateandoconfuria,quenoselaenterrará,quenolallevaránalafosa,dondenopodríadormirylosgusanos la martirizarían… sin provecho, pues sólo huesos habrían deencontrar.Nocontestóel funerarioaaquelhombredelirante.Sacóunacintadelbolsillo,ysearrodillóunmomento,juntoalcadáver.

—¡Ah!—exclamóelquemáslocoquecuerdoparecía,prorrumpiendoensollozosycayendoderodillasalospiesdeladifunta—.¡Derodillastodoelmundo,derodillas,yescuchadme!Digoqueestainfelizhamuertodehambre.

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Nosabíayoqueestuvieratanenfermahastaquedeellaseapoderólafiebre,pero entonces, ya sus huesos horadaban su piel. Carecíamos de lumbre,carecíamosdeluzyhamuertoenlastinieblas…¡Sí!¡Enlastinieblas!¡Nolefuedadoverlosrostrosde,sushijos,aunquetodosoíamoscómolosllamabaensusmomentospostreros!¡Pedíparaellaenlascalles,yportodalimosna,meenviarona lacárcel!Cuandovolví, laencontrémoribunda,ymicorazóngimebajoelpesodeunaopresiónhorribleporquemeconstaquelahandejadoperecerdehambre.¡AnteDiosvivo,testigoirrecusable,juroquehamuertodehambre!

Acabadas de pronunciar las palabras anteriores, el hombre se mesó loscabellos y, lanzando un grito terrible, se revolcó por el suelo, extraviada lamiradayconloslabioscubiertosdeespuma.

Asustados los niños rompieron a llorar amargamente, pero la anciana,mudahastaentonces,sordaacuantosucedíaentornosuyo,lesamenazóparaque callaran. Desató a continuación la corbata del que continuabarevolcándoseporelsueloyavanzóconpasoinciertohaciaSowerberry.

—¡Eramihija!—dijo,volviendosusojosdelocaalcadáveryconsonrisamás espantosa aún que el espectáculo de la misma muerte—. ¡Dios mío…Diosmío!¡Essingularqueyoqueladielser,yo,queerayamujercuandoellavinoalmundo,estésanaybuenamientrasellayacefríayrígidaeneserincón!¡Diosmío!…¡Pareceunsueño!…¡Sí!¡Verdaderamenteparecesueño!

Mientrasaquelladesventuradamurmurabapalabrasincoherentesysonreíalúgubremente.Sowerberrydiomediavueltaysedispusoasalir.

—¡Nosevayausted…espere!—exclamólamujerconvozquesonabaahueco—.¿Vanaenterrarlamañana,pasadomañanaoestamismanoche?Esmihija,laheamortajadoyo,ydeboacompañarla,¿noescierto?Envíemeunabrigomuylargo…demuchoabrigo,porquehaceunfríohorrible.Tambiéndeberíamostomarunpastelyvinoantesdemarchar,peronosconformaremoscon algún alimento… envíe un buen pan y un vaso de agua. ¿Nos enviaráusted pan, amigomío?—preguntó con ansiedad asiendo al funerario por lalevitacuandoéstesedirigíaalapuerta.

—¡Sí, sí!—contestóSowerberry—. ¡No faltabamás! ¡Todo lo que hagafalta!

Escapódelasmanosdelaviejay,seguidodeOliver,seprecipitóhacialapuerta.

Aldíasiguiente,nosinqueantesrecibieralafamiliadelamuertaunpande dos libras y un pedazo de queso, que les llevó Bumble en persona,volvieronalmíserotugurioOliverysuamo.Antesqueelloshabíallegadoelbedel,acompañadodecuatroasilados,loscualesdebíanconducirelcadáver.

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Laancianayelviudohabíanrecibidounosabrigosraídosconlosquecubríansusharapos.Clavadala tapadeldesnudoféretro, loalzaronlosasiladosy lobajaronalacalle.

—Hagaustedtodoloposibleporavivarelpaso,mibuenaseñora—dijoelfunerario a la anciana en voz baja—.Hemos perdidomucho tiempo y seríagravedesatenciónobligaraesperaralsacerdote.¡Enmarcha,muchachos!—prosiguió,dirigiéndosealosportadoresdelataúd.¡Rápido,rápido!

Así aguijoneados, los que sobre sus hombros llevaban el ligero ataúdsalieron trotando, seguidospenosamentepor lasdospersonas,viejayviudo,que formabanelduelo.BumbleySowerberrycaminabandelantedelcortejofúnebre,yOliver,menoslargodepiernas,quedabaunpoquitorezagado.Loshechosdemostraronquenourgíaapresurarlamarchatantocomoelfunerariohabía dicho, pues cuando llegaron al solitario rincón del cementerio dondecrecíanlozanaslasortigasalbordedelaszanjasenquerecibíansepulturalospobresdelaparroquia,nohabíallegadotodavíaelsacerdote,yelsacristán,aquienencontraronsentadotranquilamentealamordelalumbredelasacristía,manifestóqueseríamuyprobablequeelcura tardaseunahoraen llegar.Enconsecuenciadepositaronelataúdalbordedelazanjaquedebíarecibirlo,losqueformabaneldueloesperaronconpacienciaa la intemperie,azotadosporunalloviznafría,mientrasalgunosmuchachosdesarrapados,aquieneshabíaatraído la curiosidad, jugaban al escondite saltando sobre las tumbas ycorriendo por entre los grupos de nichos. Bumble y Sowerberry, amigosantiguos del sacristán, sentáronse junto a la lumbre y mataban el tiempoleyendoelperiódico.

Al cabode unahora larga de espera,Bumble, el funerario y el sacristáncorrieronpresurososendirecciónalazanja,atiempoquehacíasuapariciónelcuraqueseponíalasobrepellizporelcamino.Bumblediounospescozonesalos muchachos más desvergonzados a fin de salvar las apariencias, y elrespetablereverendo,leídoeloficiodedifuntosenmenosdecuatrominutos,sedespojódesusobrepelliz,queentregóalsacristánysefue.

—¡A tu tarea,Guillermo!—dijoSowerberryal sepulturero—.Rellena lafosa.

Adecirverdad,noresultópenosa la tarea,pues tan llenaestaba lazanja,queelúltimoataúdquedabamuypocospiesporbajodelniveldelsuelo.Elsepultureroechósobreelféretrocuatropaletadasdetierra,queaprisionóconsuspies;echósealhombrolapalaysealejó,seguidoporlosmuchachos,quemurmurabanylamentabanqueladiversiónhubierasidotanbreve.

—¡Vamos, buen hombre, vamos! —dijo Bumble al viudo, tocándoleligeramenteenunhombro—.Vámonos,queeshoradecerrarelcementerio.

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El interpelado, que no había hecho el menor movimiento desde que seestacionóalbordedelazanja,seestremeció,alzólacabeza,clavósusojosenel hombre que acababa de hablarle, caminó algunos pasos, y cayódesvanecido.Noreparóenéllavieja,atentaúnicamenteallorarlapérdidadelabrigoqueelfunerarioarrebatóunavezterminadoeloficiodesepultura,porcuyomotivo,hubierondesocorrerlelosdemás.Uncubodeaguafríavertidosobresucabezabastóparaqueeldesgraciadorecobraraelusodelossentidos.Acontinuaciónlesacarondelcementerio,cerraronlapuertaconllave,ycadacualsefueporsulado.

—¡Vamos a ver, Oliver! —dijo el funerario a su flamante aprendiz,mientrassedirigíanacasa—.¿Quétehaparecido?

—Bien… bastante bien, muchas gracias —contestó el muchacho convacilaciónmanifiesta—.Comogustarme…pues…nomehagustadomucho,señor.

—Ya te irás haciendo, muchacho —replicó Sowerberry—: Todo esempezar.

Cuando tengas alguna costumbre, verás cómo le tomas gusto.De buenaganahubierapreguntadoOliverasuamosisenecesitabamuchotiempoparaacostumbrarse; pero creyó prudente no aventurar la pregunta y volvió a latienda,sinquedesuimaginaciónseapartaraelrecuerdodeloqueacababadeverydeoír.

CapítuloVI

Cómo,Oliver,agotadalapacienciaantelosinsultosdeNoé,luchaconsuenemigoyobtienelavictoria

Transcurrido el mes de prueba, Oliver pasó a la categoría de aprendizformal. Su avance en la carrera coincidió con una cosecha hermosa deenfermedades epidémicas seguidas de defunciones abundantes. Los ataúdes,hablando en términos comerciales, estuvieron en alza, y en el transcursobreves semanas, el joven aprendiz adquirió mucha práctica. El éxito de laingeniosa idea del señor Sowerberry rayó a mucha mayor altura que susesperanzas.Norecordabanlosmásancianoshabervistoensuvidaepidemiade sarampión tan virulenta ni que segara tantas vidas infantiles. Comoconsecuencia,fueronnumerosísimosloscortejosfúnebresacuyofrentehubodecolocarseelaprendizdelseñorSowerberry,luciendounsombrerodelquearrancaba una gasa negra que le llegaba hasta las rodillas, lo que producíaadmiraciónyemociónindescriptiblesentodaslasmadresdelaciudad.Como

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porotraparteOliveracompañabatambiénasuamoencasitodoslosentierrosdeadultosafindeadquiriresaexpresióndeimpasibilidadyfríaindiferenciaquetanbiensientaenunenterradorcumplido,tuvoinfinidaddeocasionesdeobservarlaejemplarresignaciónyheroicafortalezadeánimoconquemuchaspersonasdecorazónrobustosobrellevabanlasdolorosaspérdidasdelosseresqueridos.Así,porejemplo,cuandoencargabanaSowerberryunentierroparacualquierapersonaancianayricaquedejabaenelmundoabundantecosechade sobrinos y sobrinas, todos los cuales se habían mostrado inconsolablesdurante la última enfermedad, y cuyodolor había sido tan acerboqueni enpúblicolesfueposiblerefrenarsuexplosión,veíalosOliverensucasaalegresy contentos, conversando entre sí con tanta placidez de espíritu y tantaserenidad, como si nada desagradable les hubiese acontecido. No faltabantampoco maridos que soportaban la pérdida de sus queridas esposas conresignaciónheroica,nimujeresque,alvestirlutoporsusmaridos,procurabandar a su traje el mayor atractivo posible. Observó asimismo que aquellosprecisamentecuyodolorhabíasidomásprofundoduranteelentierro,aquellosque más inconsolables parecían, se calmaban al llegar a su casa yreconquistabanlatranquilidadmásbeatíficaantesquehubierapasadolahorade la merienda. Un espectáculo como ese, curioso y consolador a la vez,excitabalaadmiracióndeOliver.

Que el ejemplo de aquellas buenas gentes moviera a Oliver a laresignación,esloquenomeatreveréaasegurarenmicalidaddebiógrafo;loquesíafirmarécategóricamenteesquenuestrojovencontinuóporespaciodevarios meses soportando sumiso la dominación y los malos tratos de NoéClaypole,quiencomidoporlaenvidiaqueleprodujeraveralnuevoaprendizluciendo hermoso sombrero adornado con gasa y empuñando lujoso bastónnegro,mientrasél,contodalaantigüedadqueenlacasallevaba,lucíasuraídacapaysuscalzonesdecuero,lepegabacadavezconmásfuriaycadadíaconmayorfrecuencia.LacriadaCarlota,émuladeNoé,lesacudíadelolindo,alpaso que la señora Sowerberry era su enemiga encarnizada, sencillamenteporque su marido se sentía inclinado a ser su amigo. Comprenderán loslectoresqueOliver,atormentadoporunladoporlaterriblecoaliciónindicada,ydisgustadoycansadodefuneralesyenterramientosporotro,nopodíaestar,niconmucho,tancontentocomouncerdoencerradoporequivocaciónenungranero.

Y héteme en un incidente de la vida de Oliver, incidente que no puedopasar en silencio aunque a primera vista acaso parezca frívolo y sinimportancia,sencillamenteporque,auncuandoenformaindirecta,determinóuncambioradicalenelporvenirdenuestrohéroe.

HabíanbajadoundíaOliveryNoéalacocinaalahoracorrientedecomer,dispuestosaregalarseconunabuenatajadadecarnero(sobrelibraymediade

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la porción extrema del cuello), cuando la salida de Carlota sugirió a NoéClaypole,muchachodemalosinstintosyporañadidurahambriento,laideadepasarunbuenratoacostadeOliver.

Diocomienzoa la inocentedistracciónponiendolospiessobreelmanteldelamesa,lacontinuótirandodelcabelloaOliver,pellizcándolelasorejasyllamándole «espurio vil», y terminó manifestándole que era su deseo y suintención ir a verle ahorcar el día, no lejano, que tuviera lugar tan faustoacontecimiento.Nosecontentócontanpoco,sinoque,comosujetoruinydemaliciososinstintosqueera,tocóvariosotrostemas,acualmásmortificantesydepresivosparaOliver.Mascomonoconsiguieraelefectoqueapetecía,queerahacerlloraraOliver,Noéintentóechárselasdegracioso,yensuintento,semejanteatantosotrosdecortoingenio,aunquedesdeluegomáslistosqueNoé,queriendocaerengracia,recurrióalaspersonalidades.

—¡Hola,bastardo!—exclamó—.¿Cómoestátumadre?

—Hamuerto—contestó Oliver—. Suplico a usted que no me hable deella.

Coloreáronse las mejillas de Oliver al contestar; su respiración se hizorápida y entrecortada, contrajéronse sus labios y se agitaron en temblorconvulsivo las ventanas de su nariz, y Claypole, creyendo que todos esossíntomaserandellanto,volvióalacarga.

—¿Dequéenfermedadmuriótumadre,borde?—preguntó.

—De desesperación, según me han dicho —contestó Oliver comohablandoconsigomismo—.Deunaenfermedadquecreoconocerbien.

—¡Tra-la-rala-ra!

Viendo Noé que por las mejillas de Oliver se deslizaba una lágrimasilenciosa,añadió:

—¿Quélloriqueas,expósito?¿Quiéntehacellorarahora?

—¡Seguramente no es usted el que me hace llorar! —replicó Oliver,secándosevivamentelalágrima—.Siselohacreído,seengaña.

—Conquenosoyyo,¿eh?—preguntóconsornaNoé.

—¡No! ¡No lo es!—dijo secamenteOliver—. ¡Y no hablemosmás! Lomejorqueustedpuedehacer,esnonombraramimadre.

—¡Lomejorquepuedohacer!—exclamóNoé—.Lomejor¿eh?Mira;nome vengas con insolencias, vil expósito. Tengo entendido que tumadre fueunamujermuyhermosay…

Terminó la frase con un movimiento muy expresivo de cabeza y

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frunciendosucoloradanarizcuantolefueposible.

Envalentonado al observar el silencio de Oliver, continuó hablando contonodeburlonalástima,esetonoquetantomolesta.

—Bien sabes,mi pobre expósito—dijo—, bien sabes que… ¡Claro! Lacosanotieneyaremediohoy,niloteníaentonces,loquesientomuydeveras,como todos lo sienten; pero no se puede negar que tu madre fue una…meretrizdetomoylomo.

—¿Unaqué?—preguntóOliverirguiendolacabeza.

—Unameretriz,unarameradelasmásviles—repitióNoéconentonaciónglacial—.Preferibleesquemurieracuandomurió,puesdehaberseguidoenelmundo,oestaríaenpresidio,olahabríandeportadooahorcado.Estoúltimoeslomásprobable.

Rojodecólera,ardiendoenira,Oliverdiounsaltoprodigioso,quederribólasillay lamesa,yagarrandoaNoépor lagarganta, lesacudióconvigoryfierezaespantosos.Castañeteabansusdientesysusojosamenazabansalirsedesus cuencas mientras pugnaba por tender en tierra a su enemigo, lo queconsiguió al fin. Un instante antes, aquel niño, abatido por los malostratamientos, era la dulzura, la sumisión personificada; pero los cruelesinsultosdirigidoscontra lamemoriadesumadrefueronparaélamaneradedolorososfustazosqueexcitaronsuvaloryencendieronsusangre.Latíaconviolencia su corazón; erguido el cuerpo, llameantes los ojos, arrebatado elsemblante,transformadoporcompleto,contemplabaasuenemigoconmiradadereto,desafiabaconunaenergíadelaquenadielehubieracreídocapazalque hasta entonces fuera su verdugo, al que osó ultrajar a sumadre, al queahorasearrastrabacobardeasuspies.

—¡Me va amatar!—balbuceóNoé—. ¡Carlota!… ¡Señora!… ¡Quemeasesina el aprendiz!… ¡Socorro!… ¡Auxilio!… ¡Oliver se ha vuelto loco!…¡Carlota!

A los gritos de Noé contestó Carlota con otro más recio y la señoraSowerberry con un tercero que muy bien pudo pasar por ensordecedorbramido.Lacriadapenetróenlacocinaporunapuertalateral,ylaseñorasedetuvoalpiedelaescalera,hastaqueseaseguróquenocorríapeligrosuvidasipasabaadelante.

—¡Miserable!—rugíaCarlota,cogiendoaOliverysacudiéndolecontodassus fuerzas, iguales, si no mayores, que las de un hombre robusto—.¡Ingrato…asesino…monstruo…víboraponzoñosa!

Cada epíteto iba acompañado de su correspondiente puñetazo y de unalaridoensordecedor.

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Nadade ligero teníaelpuñodeCarlota;peroporsinoerabastanteparacalmarlafuriadeOliver,penetrótambiénenlacocinalaseñoraSowerberryytomóparteactivaenlapaliza,sujetandoalmuchachoconunamanomientrascon laotra learañabadespiadadael rostro.Noé,advirtiendo lo favorabledelascircunstancias,seatrevióaponerseenpie,yporlaespalda,descargósobreeldesdichadoOliveruna lluviaespesadegolpes.Elejercicioerademasiadoviolentoparaquepudiera tenermuchaduración.Rendidos los tresverdugos,faltosde fuerzasparacontinuaraporreandoyarañando,arrastraronaOliver,que se revolvía furioso, hasta el sótano, donde le dejaron encerrado.Hechoesto, la señora Sowerberry se dejó caer sobre una silla y rompió a llorarruidosamente.

—¡Dios mío!—exclamó Carlota—. ¡Se va a desmayar!… ¡Un vaso deagua,Noé…corre!

—¡Oh, Carlota!—exclamó la señora del funerario con voz entrecortadacomoconsecuenciadelchorrodeaguafríaqueNoéacababadeverterporsuespalda—. ¡Qué suerte no haber sido asesinados todos por ese monstruo,mientrasdescuidadosdormíamosennuestrascamas!

—¡Muchasuerte,señora,muchasuerte!Veremossiahoraaprendeelamoano recibir en su casa a esosmiserables que sólo han venido almundo paraasesinarypararobar.¡PobreNoé!¡Casimuertoestabacuandoyoentréenlacocina!

—¡Pobrecillo!—repitió la señora Sowerberry, dirigiendo al canalla unamiradadecompasión.

Noé,acuyopechoapenas sialcanzabaOlivercon lacoronilla, frotábaselosojosconlasmangasysollozabadesconsoladoaloírquecompadecíansusuerte.

—¿Yquéharemos?—preguntó la señoradel funerario—.Mimaridonoestá en casa, no podemos recurrir a ningún hombre, y ese monstruo estoyviendoqueecharáabajolapuertaantesdediezminutos.

LasfuriosasarremetidasdeOlivercontralascarcomidastablasdelapuertadelsótanohacíantemerquetalfueraelresultado.

—¡Dios mío! —exclamó Carlota—. ¿Qué hacer, señora? Yo enviaría allamaralapolicía.

—Oalossoldados—propusoNoé.

—¡No,no!—dijolaseñoraSowerberry,acordándosedelantiguoamigodeOliver—. Vete corriendo a buscar al señor Bumble, Noé. Dile que vengainmediatamente,sinperderminuto…¡Dejaestar lagorrayvuela!Siquieresque se rebaje la hinchazón que veo en tu ojo, aplícate a él la hoja de un

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cuchillo…perosindejardecorrer.

Noéselanzóalacallesincontestar.Laspersonasconquienestropezónosalíandesuasombroalveraunmuchachode laCasadeCaridadcorriendofrenéticosingorra,yconlahojadeuncuchilloaplicadasobreelojo.

CapítuloVII

Oliverpersisteensurebelión

Corrió y corrió Noé Claypole, sin detenerse una sola vez para tomaraliento, hasta que llegó a la puerta del hospicio. Hizo antes de entrar unpequeño alto para almacenar abundante provisión de sollozos y soltar lascompuertas a sus lágrimas, comunicó a su rostro una expresión de dolorimponente,ydescargóacontinuaciónfuertesaldabonazossobrelapuerta.Tantriste, tan apenada cara presentó al pobre viejo que salió a abrir, que aquélretrocedióespantado,aunquesólocarastristesydoloridasveíaentornosuyodesdequeentróenelasilo.

—¿Quélehabrásucedidoaestemuchacho?—sepreguntóelviejo.

—¡SeñorBumble!… ¡Señor Bumble!…—gritó Noé con terroradmirablementefingidoyalpropiotiempoconfuerzatal,quenosólollegóaoídos delmayestático bedel, que no andaba lejos, sino que también llevó laconsternaciónylaalarmaasupechoentalestérminos,quepenetrócomounabomba en el patio, olvidando su tricornio… circunstancia tan curiosa comonotablequeponederelieveque,hastaunbedel,bajolaacciónterribledeunchoqueinesperado,puedeperder,siquieraseamomentáneamente,laserenidadycompostura,ydar alolvido ladignidadpersonal—. ¡Oh…señorBumble!¡Oliver…señor…Oliverseha…!

—¿Qué? ¿Qué?—interrumpió el bedel, en cuyosojosbrillarondestellosdealegría—.¿Sehaescapado?Dime,Noé,¿esquesehaescapado?

—¡No, señor, no! ¡No se ha escapado, pero se ha vuelto criminal! —contestóNoé—.Quisoasesinarme,señor; luegointentóasesinaraCarlota,ymástardeintentóhacerlomismoconlaseñora.¡Oh,cuántosufro,señor!¡Quédolorestanterribles!

Hablaba Noé entre sollozos, retorciéndose y enroscándose como unaanguila, a fin de hacer creer al bedel que el feroz ataquedeOliver le habíaocasionadograveslesionesinternasqueleproducíanagudosdolores.CuandoNoévioque suspalabrasproducíanenel señorBumbleel efectoapetecido,quisoconmoverleaúnmásacentuandosusllorosyhablandoagritoheridode

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suspretendidasheridas,ycomoobservasequeenaquelmomentocruzabaelpatiouncaballeroquelucíaunchalecoblanco,comenzóagemirdelamaneramás lastimosa, dando a sus lamentaciones intensa entonación trágica,creyendoqueseríamuyconvenienteasusfinesllamarlaatenciónydespertarlaindignacióndeaquelilustrepersonaje.

En efecto, consiguióNoé llamar la atención del caballero en cuestión yhastadespertarsuindignación,puesnohabíacaminadotrespasoscuandosevolviófuriosoypreguntóporquéaullabaaquelcachorroyporquéBumblenole obsequiaba con algunos porrazos que le ayudasen a quejarse con másfuerza.

—EsunpobremuchachodelaCasadeCaridad,señor—contestóelbedel—,quepormilagrosehalibradodemorirasesinadoamanosdeOliverTwist.

—¡Demonio!—exclamóelcaballerodelchalecoblanco,deteniéndosedeimproviso—. ¡Nomeengañé! ¡Desdeel principio sentí el presentimientodequeesemuchachoacabaríaenlahorca!

—Tambiénhaqueridoasesinaralacriada—repusoBumble,pálidocomolamuerteyespantado.

—Yasuama—añadióNoé.

—Ytambiénasuamo…¿Nomedijistequetambiénintentóasesinarasuamo,Noé?

—No, señor, no. No pudo intentarlo porque el señor Sowerberry estabafueradecasa;perodijoquequeríaasesinarle.

—¡Ah! ¿Conque dijo que quería asesinarle?—preguntó el caballero delchalecoblanco.

—Sí, señor—afirmóNoé—.Mi señorameenvíaapreguntar si el señorBumbledispondrádealgunosmomentosparavenir inmediatamenteacasaydaraeseasesinosumerecido.Comoelamonoestáencasa…

—¡Sí,hijomío,sí!¡Puesnofaltabamás!—contestóeldelchaleco,blanco,sonriendocondulzuraypasandosumanoporlacabezadeNoé,queeratrespulgadasmásaltoqueél—.Eresunbuenchico,unchicoexcelente.Tomaunpenique…yusted,Bumble,llégueseacasadeSowerbery,bienarmadodesubastón,ypongaencinturaaesetunante.Sincompasión,¿eh?

—Pierda usted cuidado —respondió el bedel, ajustando al extremo delbastón el látigo que siempre tenía a la mano para las flagelaciones de losacogidosalatiernamisericordiaparroquial.

—DigaaSowerberryquenoletengalástima,quelezurresinpiedad,puessóloafuerzadegolpespudieraserquesacasealgúnpartidodeesepillete—

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añadióeldelchalecoblanco.

—Asíloharé,señor—dijoelbedel.

Calado el tricornio y dispuesto el bastón a satisfacción suya, el bedel,seguidoporNoé,emprendióelcaminoendireccióna la funeraria.Nohabíamejorado en ésta la situación. Sowerberry continuaba ausente y Oliverarreciabacadavezmássusataquescontralapuertadelsótano.TanexageradapinturahicieronlaseñoradelfunerarioyCarlotadelaferocidaddelpreso,queBumbleconsideróprudenteparlamentarantesdeabrirlapuerta.Aesteobjeto,iniciólasnegociacionesdandounapatadaalapuertaporvíadeexordio,yacontinuación, aplicando la boca al ojo de la llave, dijo con voz profunda eimponente:

—¡Oliver!

—¡Abraustedlapuerta!—contestódesdedentroelmuchacho.

—¿Conoceslavozdelquetehabla,Oliver?—preguntóelbedel.

—Sí.

—¿Ynoteaterra?¿Notiemblausteddepavoraloírmivoz,caballerito?

—¡No!—contestóOliverconresolución.

Aquella respuesta, tandistintade laqueesperaba, tancontrariaa lasqueteníacostumbrede recibir,dejóestupefactoalbedel.Retrocedióunpaso, seirguió arrogante y paseó sus miradas por los tres testigos de la imponenteescenasindespegarloslabios.

—Ya lo está usted viendo, señor Bumble; sin duda está loco —dijo laseñoraSowerberry—.Unniñoquenohayaperdidoporcompletolarazónnoescapazdeatreverseacontestaraustedasí.

—¡No es locura, señora, no! —replicó Bumble, al cabo de brevesmomentosdereflexión—.¡Eslacarne!

—¿Cómo?—preguntósincomprenderlaseñoradelfunerario.

—¡La carne, señora, y nadamás que la carne!—insistió con entonaciónenfáticaelbedel—.Lehaalimentadoustedconexceso,señora,hahechoquenacieraenélunalmayunespíritusuperficiales,señora,espírituyalmaquenoconvienen a los que son de su condición. Pregunte usted, señora, a la JuntaAdministrativa, formada por varones profundamente versados en lo que afilosofíaprácticaserefiere,ylediránlomismoqueacabodedecirleyo.¿Paraqué quieren los pobres el alma y el espíritu? ¡Harto hacemos nosotrosconsintiéndolesquetengancuerpos!Nohabríasucedidoloquesucede,señora,siustedhubieratenidoaesavíboraagachasyagua.

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—¡Diosmío,Diosmío!—exclamólaseñoraSowerberry,alzando,losojosaltechodelacocina—.¡Heaquílasconsecuenciasdesergenerosa!

La generosidad de la señora del funerario para con Oliver consistía endarle sin tasa todos los manjares inmundos y restos de comida que nadiehubieraquerido;pero,dandopruebasdemansedumbreyabnegaciónsublimes,sufriósilenciosa la terribleacusacióndelbedel,noobstantecreerse inocentedeella,depensamiento,palabrayobra.

—¡Escuchad!—dijoelseñorBumble,obligandoalaseñoraSowerberryabajardenuevolosojos—.Loúnicoqueenestemomentopuedehacerse,enmisentir,esdejarleenlacuevaunoscuantosdías,encomendandoalhambrelatareadeamansarle,ysacarleluegoparatenerleagachasyaguatodoeltiempoqueduresuaprendizaje.¡Índoleexcitable,señora,adquiridaporherencia!Laenfermeray elmédicomehan referidoque sumadre llegó aquí despuésdeluchar con trabajos y fatigas tan grandes, que hubieran concluido muchassemanasantesconlavidadecualquiermujersanayrobusta.

EnestepuntoestabaeldiscursodeBumble,cuandoOliver,acuyosoídosllególosuficienteparadarsecuentadequesehablabadesumadre,arrecióensuspatadascontra lapuertacon furia tal,queel estruendoahogó lavozdelbedel.EntróenaquellacoyunturaelseñorSowerberry,elcual,oídalahistoriadel atentadodeOliver,historiaque lasmujeresponderaronyadornaronconcuantasexageracionescreyeronindicadasparahacerlemontarencólera,abrióinmediatamentelapuertadelsótano,agarróporelcuelloalrebeldeaprendiz,yle sacó a rastras a la cocina. En la lucha se había hecho jirones la ropa deOliver; tenía el rostro surcado por terribles arañazos y el cabello caía endesorden sobre su frente. Su cólera no había disminuido, sin embargo, y alsalirdesuencierro,lejosdeparecerintimidado,miróconairederetoaNoéyconvalorindomablealosdemáscircunstantes.

—¡Eresunchicomodelo,afemía!—exclamóSowerberry,dandoaOliverunpuñetazoterrible.

—¡Ultrajóamímadre!—replicóOliver.

—Yaunqueasífuese,¿qué?—terciólaseñoradelfunerario—.Pormuchoymuymalquesobretumadrehablara,miserableexpósito,sequedaríacorto.Tumadremerecíamuchomás.

—Esonoesverdad—replicóOliver.

—Esoesverdad—insistiólaseñoraSowerbery.

—¡Mienteusted,señora!

Laseñoradelfunerariorompióallorardesconsolada.

Aqueltorrentedelágrimascolocóasumaridoenlanecesidaddeobrar.Si

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hubieravaciladoencastigaraOlivermásduramente,sehabríaacreditadodebruto,deesposodesnaturalizado,deserdespreciablequenoteníadehumanomásqueelrostro,ydeotrascosasmásquemeabstendrédemencionar,alosojos de cualquier persona medianamente versada en los usos y costumbresestablecidasdelasreyertasconyugales.Lajusticianosobligaahacerconstarque, en lo que de su autoridad, harto limitada por cierto, dependía, sentíasefuertemente inclinado a tratar con benignidad almuchacho, fuera porque elinterésleindujeraaello,fueraporquesumujeraborrecíaaaquél.Peroelríodelágrimasnoledejóotrorecurso,yenconsecuencia,administróaOliveruncorrectivotaneficaz,quehastalabuenaseñoraSowerberryhubodedarseporsatisfechaehizoinútilelusodelbastónparroquialdelseñorBumble.Oliverpasóelrestodeldíaencerradoenlarecocinasinmásalimentoqueunpedazodepanyun jarrodeagua;ycuandocerró lanoche, la señoradel funerario,previas algunas observaciones poco lisonjeras a la memoria de su madre,hechas desde la cocina y sin abrir la puerta de comunicación, le puso enlibertadparaquefueraadormiralsitiodecostumbre.

Hasta que quedó solo en la tienda triste y silenciosa del funerario no seentregó Oliver a las reflexiones que los insultos y tratos crueles habían dedespertar en el pecho de un niño, por niño que fuera. Había escuchado losinsultoscondesdényrecibidolosgolpessinexhalarunaqueja,pueslaoladeorgulloquesealzóensucorazóneramásquebastanteparaimpedirquedierasalidaalasquejas,auncuandolehubieranasadovivo;peroenaquelmomentoseencontrabayasolo,nadiepodíaverle,nadiepodíaoírle,ycayóderodillas,y escondió el rostro entre las manos, y vertió mares de amargas lágrimas,lágrimasdelasqueDiosconcedealhombrecomolenitivodesuspesares,peroqueraravez tienenmotivoparaverter losniñosde laedaddeOliver.Largorato permaneció el desventurado huérfano inmóvil, sin variar de actitud.Cuando se levantó, la vela estaba próxima a extinguirse. Oliver tendió susmiradasalrededor,escuchóconatención,descorriósinruidoloscerrojosdelapuerta,ymiróalacalle.

Lanoche estaba fría y tenebrosa.Las estrellas centelleaban amuchísimamayordistanciadelatierraqueotrasveces.Nohacíaviento,ylassombrasdelosárboles,proyectándose sobre la tierraconpersistente inmovilidad, teníanalgo de siniestro y pavoroso. Sigilosamente volvió a cerrar la puerta, yaprovechandolosúltimosresplandoresdelaluzqueexpirabaenlapalmatoria,colocóenunpañuelo loscontadosefectosde supertenencia, se sentóenunbanco,yesperóimpacientelallegadadelaaurora.Nobienconsiguiófiltrarseporentrelashendidurasdelapuertadelacalleelprimerrayodeluzmatinal,se levantóOliver,descorriónuevamenteloscerrojos,dirigió tímidasmiradasensutorno,titubeóalgunosinstantes,yselanzóalacalle,cerrandolapuertatrassí.

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Miró a derecha e izquierda, incierto acerca de la dirección que leconvendría seguir, y recordando que los carromatos, al salir de la ciudad,subíanpenosamentelacolina,emprendióelmismocamino,yaldarconunasveredasde travesíaquesabíaque le llevaríanalcaminoreal,aventuróseporellas, no tardando en dar con aquél, por el cual avanzó con paso rápido.RecordóperfectamenteOliverque,algúntiempoantes,habíarecorridoaquelmismocaminoencompañíadelseñorBumble,cuandoéstefueabuscarlealasucursal del hospicio, y sabía que, de continuar en línea recta, iba a parar adicha casa. Esta idea perturbóle en tales términos, que a punto estuvo devolverseatrás.Perohabíaavanzadoyademasiado,yretrocederleharíaperderun tiempoprecioso.Además,era tan temprano,queapenassiexistíapeligrodequeleviesen.Prosiguió,pues,sucamino.

Llegado a la sucursal, no vio indicios de que ninguno de sus pequeñosmoradoressehubieralevantadoahoratantemprana.Oliverhizoaltoydirigióaljardínunamiradafurtiva.Unniñoestabaarrancandohierbajos.Comoéstelevantara en aquel punto la cabeza, Oliver reconoció en aquel pálidosemblanteaunodesusantiguoscamaradas.Alegróse infinitodeverle,puesaunquedemenosañosqueél,habíasidosuamiguitoycompañerodejuegos.Juntos habían compartido los castigos, el hambre y las miserias, y juntoshabíansufridoencierrosmásdeunavez.

—¡Silencio, Ricardito! —murmuró Oliver, al ver que su amiguito,llegándose corriendo hasta la verja del jardín, pasaba sus bracitos chupadosporentrelasbarras—.¿Sehanlevantadoya?

—Nadiemásqueyo—contestóelniño.

—A nadie digas que me has visto. Ricardito—prosiguió Oliver—. Meescapé,hartodepalizasycruelestratos,yvoyabuscarfortunalejosdeaquí;ignorodónde.¡Peroquépálidoestás!

—Oídeciralmédicoquenotardaréenmorir—contestóelniñocontristesonrisa—.Muchomealegraverte,amigomío;peronotedetengas:vete.

—¡Sí, sí!Mevoy;peronomedespidode tipara siempre.Volveremosavernos,Ricardito;me lo da el corazón, y entonces te encontraré contento yfeliz.

—Esa esperanza abrigo; pero cuandohayamuerto, no antes—replicó elniño—.Séqueelmédiconoseequivoca,Oliver,ylosé,porqueensueñosveocon frecuencia el cielo, los ángeles, caras hermosas y dulces como jamástropiezanmisojoscuandoestoydespierto.¡Dameunbeso!—añadióelniño,trepandoaloaltodelaverjayrodeandoconsusbrazoselcuellodeOliver—.¡Adiós,queridoamigo,adiós!¡QueDiostebendiga!

Aquella bendición salía de los labios de un niño, y era la primera que

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Oliverrecibía.Jamáslaolvidóenmediodelasrudaspruebasysufrimientosquelafortunaleteníadeparados,jamásseborródesumenteenloscambios,mudanzasyvicisitudesdelavida.

CapítuloVIII

OlivervaaLondresytropiezaenelcaminoconuncaballeritosingular

Oliverunavezsehubodespedidodesuamiguito,volvióalcamino real.Seríanlasochodelamañana,yauncuandosehabíaalejadoyaunadistanciade cinco millas de la ciudad, prosiguió la marcha, ora corriendo, oraescondiéndose detrás de los setos, hasta el mediodía, siempre temiendo serperseguido y alcanzado. A la hora indicada se sentó junto a un poste paradescansar,ycomenzóapensarporprimeravezadondedeberíadirigirseparaganarseelsustento.

ElpostejuntoalcualsehabíasentadoOliverllevabaescritocongrandescaracteresqueLondresdistabadeaquelsitiosetentamillas,yelnombredelacapitaldeInglaterradiorumbosnuevosa las ideasquebullíanenelcerebrodelniño.«¡Londres!…¡Ciudadinmensa!…¡NielmismoseñorBumbleseríacapaz de encontrarle allí!» Con frecuencia había oído decir a los pupilosantiguosdelhospicioqueningúnmuchacholistopasabahambreenLondres,que aquella ciudad populosa brindaba ocupaciones ymedios de vivir de losque ni idea podían formarse los que habían nacido y crecido en provincias.Aquél,pues,eraellugarindicadoparaunmuchachodesvalidoysinamparo,condenadoaperecerdehambresinoselesocorría.Dandomilymilvueltasensuimaginaciónaestasideas,Oliverselevantóyreanudósupenosoviaje.EnotrascuatromillasdisminuyóladistanciaquedeLondresleseparabasindarsecuentadelossufrimientosqueleesperabanantesquellegasealtérminodesuviaje.Alocurrírseleestareflexión,acortóunpoquitoelpasoycomenzóa pensar en los medios de llegar a su destino. En el hatillo llevaba unmendrugo,depan,dosparesdemediasyunacamisabastantemala.Además,enelbolsilloguardabaunpenique,propinaconque leobsequióSowerberrydespuésdeunfuneralenelcualseportóelmuchachoexcepcionalmentebien.«Unacamisalimpia—pensóOliver—,esprendadegranvalor,comolosontambiéndosparesdemedias recosidasyunpenique; pero resultan socorrosinsuficientesparahacerunviajedesesentayseismillas,apie,yeninvierno»Oliver, quien, semejante a la mayor parte de los jóvenes, poseía unainteligencia clara y no carecía de ingenio para descubrir las dificultades,aunqueseaturdíacuandodevencerlassetrataba,despuésdetorturarenvanosu imaginación enbuscade remedio, echósedenuevo el hatillo a cuestas y

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prosiguió sumarcha.Veintemillas anduvo aquel díaOliver, sin comer otracosaqueelmendrugodepannibebermásquealgunosvasosdeaguaquedelimosnaledieronenlascasasdelaborquejuntoalcaminoencontró.Cuandocerrólanoche,entróenuncampoyseacurrucóalabrigodeunalmiar,dondeesperólallegadadelnuevodía.Dominólealprincipiounsentimientodeterroraloír los lastimerosquejidosdelvientoquepasaba sin encontrarobstáculossobre aquellos dilatados campos desolados, al sentir las punzantesmolestiasdel hambre y los rigores del frío, y sobre todo, al encontrarse más solo yabandonadoquenunca;pero,comolacaminatahabíarendidosusfuerzas,notardóendormirseyendaralolvidosuspesares.

Despertó a lamañana siguiente entumecidode fríoy conunhambre tanimpaciente, que hubo de cambiar su penique por un panecillo en el primerpuebloque encontró.Sorprendióle la segundanoche cuandoapenas si habíarecorridodocemillas.Nohabíapodidoavanzarmás,porquesuspiesestabanhinchadosysuspiernastandébiles,quecondificultadpodíansostenerelpesodesucuerpo.Unanochemáspasadaalaintemperieconcluyóconsusfuerzas,y cuando a la mañana siguiente intentó proseguir el viaje, a duras penasconsiguióarrastrarse.

Esperóalpiedeunacolinaelpasodealgunadiligencia, resueltoapediruna limosna a los viajeros. La diligencia llegó, en efecto, Oliver pidió unalimosna,perofueronpocoslosviajerosquelovieron,ylosqueensupersonarepararon,contestáronlequeesperaseaqueganasen lacrestade lacolina,yqueentonces,segúnfueraladistanciaquerecorrieraalavelocidadmismadelcoche,ledaríanmediopenique.IntentóOliverganarelpremioofrecido,yalefectoechóacorrer tras ladiligencia;peroelcansancioy lodoloridodelospies pudieronmás que su voluntad, y hubo de detenerse incapaz de dar unpasomás.Eldelmediopeniquevolviólamonedaalbolsillo,diciéndolequeeraunperroholgazánquenadamerecía,yladiligenciasealejódejandotrassíalmuchachoylevantandounanubedepolvo.

En algunos pueblos de relativa importancia encontrabaOliver a la orilladelcaminograndescartelonesenloscualesseanunciabaquetodapersonaquemendigaseensudistritoseríaconducidaalacárcel,prevenciónqueasustabatantoaldesdichado,queprocurabasalirdelajurisdiccióndeaquélloscontodalaprisaposible.Enotros,buscabalaposaday,depieenlaentradadelcorral,dirigíamiradaslastimerasacuantosacertabanapasarporsulado,recursoquesolía terminarconunaordendadaporlaposaderaa losmozosdelacasadeque echaran al desconocido que sin duda rondaba la casa con intención derobaralgunacosa.Sipedíauna limosnaa lapuertadeunacasade labor,decadadiezvecesnueveseencargabandecontestarlelosperros,azuzadosporelamo,ysiseatrevíaaasomarseaunatienda,resonabainmediatamenteensusoídoselterroríficonombredelalguacil,nombrequeleponíaelcorazónenla

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boca…únicacosaqueenellahabíatenidoenmuchashoras.

Denohaber sidoporelbuencorazóndeunencargadodelportazgoy lacaridad de una pobre vieja, los sufrimientos de Oliver hubieran terminadocomo terminaron los de su madre, es decir, habría caído muerto sobre elcaminoreal.Elencargadodelportazgolediounpedazodepanyqueso,ylaanciana, que tenía un nieto caminando con los pies desnudos por tierrasdesconocidasdespuésdehabernaufragadoelbarcoenquenavegaba,apiadósedel pobre huérfano, dióle lo poco que tenía, y por añadidura, le prodigópalabrascariñosasyexcelentesconsejos,a locualañadió tantas lágrimasdesimpatía,queelcorazóndelpobremuchachoseconmovióhastaelpuntodehacerleolvidarporalgunosinstantessuspropiossufrimientos.

Lamañanadeldíaséptimodemarcha,despuésdeabandonarsupaísnatal,OliverentrócaminandopesadamenteenlapequeñapoblacióndeBarnet.Lasventanas de las casas estaban cerradas, desiertas las calles y todo elmundodurmiendo.Alzábaseelsolradiante,perosusresplandoressolamenteservíanparamostraralmuchachotodoelhorrordesumiseriaydesamparomientrascubierto de polvo, destrozados y cubiertos de sangre los pies, se sentó adescansarunpocosobrelosfríospeldañosdeunaescalinataquedabaaccesoalapuertadeunacasa.

Pocoapocofueronabriéndoselasmaderasdelasventanas,alzándoselaspersianasydejándoseveralgunaspersonas,quecomenzaronacirculardeaquípara allá. Hubo algunas que se detuvieron durante breves instantes acontemplaraOliver,otrasquevolvieronlacabezasindetenersuspasos;peronadie le socorrió, nadie se tomó la molestia de preguntarle qué hacía allí.Oliver,encuyopechonolatíauncorazóndemendigo,permanecíainmóvilysilencioso.Llevabayaalgúntiemposentadoenlaescalinata,admirándosedequehubiera tantosestablecimientospúblicos(enBarnet,unapuertasíyotratambién eran tabernas), mirando con envidia las diligencias que pasaban ypensando con cierto sentimiento de dolor que aquellos carruajes podíanrecorrer en pocas horas y con comodidad la distancia inmensa que él tardótoda una semana en franquear, cuando llamó su atención unmuchacho, quepocosinstantesanteshabíapasadoporsuladosinmirarle,alparecer,yahorasehabíadetenidofrenteaélylemirabaconatención.Alprincipio,apenassiOliverhizocaso;perotantoratodurólamudaobservacióndelmuchacho,queal fin nuestro héroe alzó la cabezay contestó a lamirada con lamirada.Eldesconocidocruzóentonceslacalle,yencarándoseconOliver,lepreguntó:

—¡Hola,compañero!¿Quétepasa?

Elqueasíinterrogabaalviajerotendríapocomásomenoslamismaedadqueéste,peroeraeltipomásextrañoqueOliverhabíavistoensuvida.Teníalanarizachatada,deprimida lafrente, lasfaccionesde lomásordinarioysu

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aspectoresultabatodolorepugnantequeescompatibleconunrostrodeniño,puesniñoeraaunquedehombrequeríadarseimportanciaydetalafectabalosmodales. Tipo desmedrado, de piernas combadas y ojos muy pequeños yvivos, llevaba el sombrero tan a flor de la cabeza, que se le hubiera caídoirremisiblemente a cada paso si un movimiento peculiar de aquélla no lellevaranuevamenteasupuesto,cadavezqueprincipiabaacaer,loqueocurríacon mucha frecuencia. Vestía una levita de hombre de gran talla cuyosfaldones le llegaban hasta los talones, y lasmangas eran tan largas, que lashabíadobladoenunamitadparapoderhundirlasmanosenlosbolsillosdesuscalzonesdepana.Enunapalabra,parecíatanpagadodesímismocomojamáslohayaestadoungalándecuatropiesyseispulgadas,pueséstaveníaasersuestatura.

—¡Hola, compañero! ¿Qué te pasa? —preguntó a Oliver el singularpersonajequeacabodedescribir.

—Tengomuchahambreyestoyrendido—contestóOliverconlágrimasenlosojos—.Hehechounviajemuylargo:sietedíashacequeando.

—¿Andando siete días? —repitió el caballerito desconocido—.Comprendo, compañero, comprendo. Cosas de algún plumífero, ¿verdad?¡Vaya!—añadió reparando en la expresiónde sorpresadeOliver—. ¿Acasoignorasloqueesunplumífero,micándidocompañero?

Oliver contestó con mansedumbre que siempre había oído aplicar a losvolátileseltérminoencuestión.

—¡Dios mío, y qué inocentón! —exclamó el desconocido—. Sepa, miqueridocompañero,queunplumíferoesunjuez,yquecuandoviajamosporcosas de un plumífero, nuestra obligación es correr siempre sin dejarnosalcanzarporél.¿Hasestadoalgunavezenchirona?

—¿Enquéchirona?—inquirióOliver.

—¡En qué chirona! ¡VálgameDios! En un palacio donde dan de comergratis, y visten gratis y danotrasmuchas cosas gratis, y, sin embargo, tienepocosaspirantesasuingreso,ymuchosasusalida.Perodejemosestascosas,y vente conmigo.Necesitas comer, y comerás.No estámi bolsa tan repletaqueamenaceromperse;peromientrashayaalgoenella,nofaltaráquécomer.¡Ea!¡Mediavueltasobretusgoznes,yandando!

El joven ayudó a Oliver a levantarse y le condujo a una tienda decomestiblesinmediata,dondecompróunbuenpedazodejamónyunpandedoslibras.Afindepreservardepolvoeljamón,ocurrióselelaingeniosaideade practicar un agujero en el pan, quitándole la miga, e introducir en él eljamón.Pagadoelpan,locolocódebajodesubrazoyentróseguidodeOliverenunataberna,dondepidióunahabitaciónreservadaparaélysucompañero.

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El joven misterioso mandó que les sirvieran un jarro de cerveza, y Oliver,invitadoporsunuevoamigo,comenzóacomerconansia,mientraselotrolemirabaconextraordinariacuriosidad.

—¿A Londres? —preguntó el joven desconocido, luego que Olivertrasladóasuestómagoelpanyeljamón.

—Sí.

—¿Tienesallícasa?

—No.

—¿Ydinero?

—Tampoco.

Eldesconocidoempezóasilbar,metidasambasmanosenlosbolsillosdesuscalzones.

—¿ViveustedenLondres?—preguntóOliver.

—Sí, allí vivo cuandonoviajo.Supongoque también túnecesitarás unacasadondepasarlanoche,¿noescierto?

—Muchafaltamehace,enefecto;nohedormidobajotechadodesdequesalídemipaís.

—Puesnotepreocupetanpocacosa.EstanochenecesitollegaraLondres,dondeconozcoaunancianorespetable,vecinodelaciudad,quetealojarádebalde…siemprequetepresenteunodesusconocidos.¿Peromeconoceamí?¡No!…¡Ciertamentequeno!¡Peronoimporta!

Sonreíapicarescamenteeljovenmientraspronunciabalaspalabrasúltimasdesudiscurso,comoindicandoqueeran irónicas,y terminósuofrecimientodando fin a la cerveza del jarro. La oferta inesperada de un albergue erademasiado tentadora para que a Oliver se le ocurriera siquiera la idea derehusarla,sobretododespuésdeasegurareljovendesconocidoaOliverqueelbuencaballeroaquiensehabíareferidolebuscaríaunacomodoexcelentesinpérdida de tiempo. Como es natural, la conversación fue tomando giroamistosoyconfidencial,quepusoenconocimientodeOliverquesuamigosellamaba Santiago Dawkins, y que era protegido y favorito del repetidoanciano.MuypocodecíaelexteriordeDawkinsenfavordelascomodidadesybienandanzasqueelancianoproporcionabaaaquellosque tomababajosuprotección; pero, como la conversación del joven era ligera y amena, y porañadidura, él mismo confesó que sus íntimos le distinguían con elsobrenombre del Truhán, supuso Oliver que era por temperamentoatolondradoycalaverayquenohabíanhechomellaalgunaenéllospreceptosmoralesdesubienhechor.Cediendoaestaimpresión,Oliverdecidiócultivar

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la buena opinión del anciano caballero tan pronto como se le deparaseoportunidad, y caso que llegara a comprobar que el Truhán resultabaincorregible,comolosospechaba,declinarelhonordecontinuarsutrato.

ComosenegaraSantiagoDawkins a entrar enLondreshastadespuésdecerrarlanoche,eranpróximamentelasoncecuandollegaronnuestrosviajerosa la barrera de Islington, atravesarondesde el caminodelÁngel hasta el deSanJuan,descendieronporlacallejuelaqueterminaenelteatroSadlerWells,recorrieron las calles Exmouth y Coppice Row, pasaron junto a la Casa deMisericordia,cruzaron losclásicos terrenos llamadosantiguamenteHockley-in- the-Hole, desde donde pasaron a la Little-Saffron-Hill y desde ésta a laGreat- Saffron-Hill, donde el Truhán aceleró considerablemente el paso,recomendandoaOliverqueleimitara.

AunquehartoquehacerteníaOliverconnoperderdevistaasuguía,nopudo menos de dirigir algunas miradas a uno y otro lado del camino querecorrían,observandoqueenlosdíasdesuvidahabíavistolugaresmássuciosydesolados.Lacalleeraangostayfangosaylaatmósferaestabasaturadadefétidas emanaciones.No escaseaban las tiendecillas, aunque parecía que losartículos únicos en venta eran montones de chiquillos, mercancías que, noobstantelointempestivodelahora,corríanysearrastrabandentroyfueradelas casas o bien alborotaban y chillaban en el interior de las mismas. Lasúnicas casas que ofrecían aspecto adecentado en medio de aquella miseriageneral eran las tabernas, donde la hez del pueblo, de la especie humana,disputaba ruidosamente. Callejuelas y patios que de tanto en tantodesembocaban en la calle principal ofrecían grupo de viviendas dondehombres borrachos y mujeres viciosas se revolcaban descaradamente en elcieno más inmundo, y de varias puertas salían individuos de aspecto pocorecomendable que, a juzgar por susmovimientos cautelosos, debían abrigarpropósitosquenadateníandeinocentes.

Enescapar,másqueenotracosa,estabapensandoOliver,cuandollegaronalpiedelacolinadondesuguía,cogiéndoleporunbrazo,empujóunapuerta,quenoestabamásqueentornada,deunacasadelacallejuelaField,ylehizoentrarenunpatio.

—Ahora,¿qué?—gritóunavozdesdedentro,contestandounsilbidodelTruhán.

—DesplumadoyCapote—respondióeljoven.

Debíansersindudalaspalabrasanterioresunacontraseñaconvenida,puesbrilló en el fondo de un pasadizo obscuro una luz y momentos despuésasomabaunacabezaporencimadeladesvencijadabarandilladeunaescaleraqueconducíaalacocina.

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—Sois dos—dijo el hombre de la vela, poniéndose unamano sobre losojosaguisadepantalla—.¿Quiéneselotro?

—Un recluta nuevo —contestó el Truhán, invitando a Oliver a que lesiguiera.

—¿Dedóndeviene?

—Delpaísdelosinocentes.¿EstáarribaFajín?

—Arreglando pañuelos lo tienes. Adelante —contestó el hombredesapareciendoconlavelaydejandoaobscurasalosjóvenes.

Oliver,unadecuyasmanos tenía fuertementeasida sucompañero, subiócondificultadtentandoconlaotralasparedesporunaescaleramásabundanteenagujerosqueenpeldaños,enmediodeunaobscuridad,escaleraquesuguíasubióconlaligerezadelqueconoceperfectamenteelcamino.Llegadosarriba,abrióunapuertadeunahabitación interior e introdujo en ésta aOliver.Losañosylasuciedadhabíanennegrecidolasparedesyeltechodelahabitación.Delante de la chimenea, sobre una mesa desvencijada, derramaba turbiosresplandoresunavelaintroducidaenelcuellodeunabotelladeginebra,juntoalacualseveíandosotrescubiletesdeestaño,mantecayunpan,asícomotambiénunplato.Enunasarténpuestaalalumbre,sefreíanunasmorcillas,alasquehacíaguardia, tostadera enmano,un judíode cara arrugaday fachainnobleyrepulsiva,sobrelaprimeradelascualescaíanespesosmechonesdecerdasdeunrojosucioquelaocultabanenparte.Vestíaunaespeciedetúnicadefranelacubiertadepringue,yalparecerdividíasuatenciónentrelasartényunaperchadelacualpendíaninfinidaddepañuelosdeseda.Varioslechosacualmássucios,hechosdesacosviejos,aparecíanalineadosenlahabitación,ysentadosalrededordeunamesa,fumabanenpipasdeyesoybebían,comopudieranhacerlohombreshechosyderechos,cuatroocincomuchachosdelamisma edad que el Truhán. Todos ellos se agruparon en torno del judíomientras éste escuchaba algunaspalabras que envozbaja le dijo elTruhán,despuésdelocualdieronmediavueltaymiraronconsonrisaburlonaaOliver,comolohizotambiéneljudío,tostaderaenmano.

—Fajín—dijoSantiagoDawkins,lepresentóamiamigoOliverTwist.

Hizoeljudíounguiño,seguidodeunareverencia,ytomandoaOliverporlamano,ledijoqueabrigabalaesperanzadeestrecharmásymássuamistad.Acontinuaciónlerodearonlosjovencitosdelaspipasymenudearontantolosenérgicos apretones demanos, que a pocomás pierde el hatillo que en unallevaba, que fueprecisamente la que todos estrechaban conmás fuerza.Fueunaescenaencantadora.TodossedesvivíanporserviraOliver.Unolequitabala gorra otro llevaba su complacencia hasta el extremo de desocupar susbolsillosafindeque,alirseadormir,notuvieraquetomarselamolestiade

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vaciarlosporsímismo.Esmásqueprobablequeaquellasatencioneshubieranllegado hasta bastante más lejos, de no haber prodigado el judío algunascariciasaloscomplacientesjóvenesconelmangodelatostadera.

—Nosalegramosinfinitodeverte.Oliver…infinito—dijoeljudío—.Tú,Truhán,sacalasmorcillasyacercaalalumbreunbancoparaquesesientetuamigo…¡Ah!Veoqueatraentusmiradaslospañuelosdelacolección,¿eh?Sonmuchosydecalidadsuperior,¿no?Acabamosdesacarlosparaponerlosencolada,Oliver.¡Ja,ja,ja!

Laspalabrasdeljudíoarrancaronaplausosestrepitososalaconcurrencia.

Sirvieronlacena.Olivercomiósuparte,ycuandohuboterminado,eljudíole preparó en un cubilete unamezcla de ginebra y agua caliente, diciéndolequelabebierasintardanzaenatenciónaqueotrocaballeroestabaesperandosucubilete.ObedecióOliver,quienmuyprontosedejócaersobreunodelossacos,dondeseguidamenterecibiólavisitadelbuenMorfeo.

CapítuloIX

Enelquedanmásdetallesacercadelagradablecaballeritoydesusaventajadosdiscípulos

Estababastante avanzada lamañana siguiente cuandoOliverdespertódesudilatadoyprofundosueño.Enlaestancianovioanadiemásquealjudío,quienremovíaconunacucharadehierroelcaféqueestabahirviendoenunacacerola. Silbaba entre dientes el judío mientras estaba entregado a laocupaciónindicada,ydetantoentantointerrumpíalossilbidosylaoperaciónparaescuchar atento ruidoso rumoresqueno sonaban,volviendoa su tarealuegoquehabíaadquiridoelconvencimientodequeelsilencioeraabsoluto.

Aunque Oliver no dormía ya, es lo cierto que tampoco estabacompletamentedespierto.Existeunestadodesopor,intermedioentrelavigiliayelsueño,duranteelcualsueñaelhombremásencincominutos,conlosojosmedioentornadosymediodándosecuentadetodoloqueentornosuyopasa,queencinconochespasadasconlosojoscompletamentecerradosysumidostodoslossentidosenunainconscienciaabsoluta.Enesasocasionesescuandoel hombre puede formarse una idea ligera de las portentosas facultades delespíritu,que,desligadodelastrabasqueasusoperacionesoponelaenvolturamaterial,lánzaselejosdelatierrayseburladeltiempoydelespacio.TaleraelestadoenqueOliverseencontraba.Conlosojoscasicerradosestabaviendoaljudío,oíasussilbidosyhastareconocíaelrumorproducidoporelrocedelacucharacontralasparedesdelacacerola,yalpropiotiemposuespírituvolaba

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libre y sin trabas por el espacio, reanudando sus relaciones con cuantosmortaleshabíaconocidoenlatierra.

Hecho el café, el judío retiró la cacerola y permaneció algunos instantescomoindeciso,cualsinosupieracómoemplearel tiempo.Giró luegosobresus talones, miró a Oliver, le llamó por su nombre, y como no recibierarespuesta, supuso que el muchacho continuaba durmiendo profundamente.Satisfechoalparecersobreesteparticular,eljudíosellegóhastalapuertaylacerró. Seguidamente alzó algo, queOliver creyó que era la tapadera de unatrampa abierta en el suelo, y de su fondo retiró una cajita que colocócuidadosamentesobrelamesa.Lanzabansusojosdestellosluminososalabrirlacajitaymiraransiososucontenido.Arrastrandounasillajuntoalamesa,sesentó,ydelinteriordelacajitasacóunrelojmagníficodeoroguarnecidodebrillantes.

—¡Ah! —exclamó el judío, encogiéndose de hombros y haciendo una,mueca espantosa—. ¡Son unos perros fieles esos muchachos, perros fieles!¡Constanteshastael fin! ¡El anciano sacerdotenohaconseguidoarrancarlesunapalabraacercadesuparadero!¡NohanhechotraiciónalviejoFajín!Porsupuesto…¿quéhubieran salidoganando?Nohubiesen aflojadoel dogalniconservado su posición un segundo más… ¡No, no, no! ¡Famososmuchachos…famosos,sí!

Haciendoamediavozestasyotrasreflexionessemejantes,eljudíovolvióa colocar el reloj en la caja. Sucesivamente fue luego sacando de ella otroscinco o seis, que contempló con idéntico arrobamiento, tras los cualesaparecieronvariascadenas,sortijas,aderezos,brazaletesy,otras joyas, todasellasdemetalespreciososytrabajotanartístico,quédejaronatónitoaOliver,aunque,niideateníadesusnombres.

Vueltosacolocarenlacajitatodosaquellosobjetos,eljudíosacóotratanpequeña,quecabíaen lapalmadesumano.Sobre la tapade lacajitadebíahaberalgunainscripciónmicroscópica,pueseljudíoladejósobrelamesay,haciendopantallaconsusmanos,laestudiólargoratoconatención.Dejólaalfincomodesesperanzadodeleerlosdiminutoscaracteres,yarrellanándoseenlasillamurmuró:

—¡Qué hermosa es la pena de muerte! Los muertos no se arrepientenjamás, los muertos nunca tienen el extraño capricho de venir a sacar a luzhistoriasdesagradables.Es lamayorde lasgarantíasdelcomercio.Cincodeellos quedaron en hilera entre el cielo y la tierra, y ninguno ha venido areclamarsuparteenelbotín.

Diciendoesto,susojos,queparecíanluciérnagas,perdidoshastaentoncesen el vacío, vinieron a fijarse en Oliver. Este le estaba contemplando conmuchacuriosidad,y aunquecerró losojosnobien seviodescubiertoporel

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judío, éste comprendió que había sido acechado. Cerró de golpe la caja,empuñóuncuchilloquesobrelamesahabía,yselevantófurioso.Temblabaemperoentalestérminos,quehastaOliver,noobstantelaimpresióndeterrorqueleinvadió,pudoverquelahojadelcuchillosemovíatemblorosa.

—¡Cómoseentiende!—gritóeljudío—.¿Porquémeacechas?¿Porquéestásdespierto?¿Quéesloquehasvisto?¡Habla,muchacho!¡Hablapronto,quetevaenellolavida!

—Nomehasidoposibledormirmás,señor—contestócondulzuraOliver—.Sientomuydeverashaberlemolestado.

—¿Estabasdespiertohaceunahora?—preguntóeljudíoconfiereza.

—¡No,no,señor!

—¿Estásdeellobienseguro?—insistióeljudío,mirandoalmuchachoconfierezamayoryconexpresiónamenazadora.

—¡Noloestaba,señor!¡Palabradehonor!

—Estábien,querido—contestóeljudío,adoptandobruscamentesuactitudhabitualy jugueteandoconel cuchillo antesdedejarlo sobre lamesa, comoparadaraconoceralniñoquelohabíatomadopordistracción—.Séquedicesverdad, amiguito, y si he hablado como lo he hecho, ha sido sencillamenteparaasustarte.Peroeresunvaliente,sí,unvaliente,afemía.

Frotábase el judío las manos, pero no cesaba demirar al cofrecillo conmuestrasdeinquietud.

—¿Has visto algunos de los hermosos objetos que contiene, Oliver?—preguntó,alcabodealgunosmomentosdesilencio.

—Sí,señor—respondióOliver.

—¡Oh!—exclamóeljudío,poniéndoseintensamentepálido—.Sonmíos,Oliver, míos… Propiedad mía… La única fortuna que me resta parasostenermeenmiancianidad.Lasgentesmellamanmiserable,querido,avaromiserable.

Oliverpensabaenefectoqueelviejodebíaserunavaro,cuandovivíaenaquel lugar mísero siendo dueño de tantos relojes, pero creyendo que laprotecciónquedispensabaalTruhányaotrosinfelicesdebíacostarlemuchodinero,miróaljudíoconrespetoylepreguntósipodíalevantarse.

—Sí, hijo mío, sí —respondió el judío—. Detrás de la puerta de casaencontrarásuncubodeagua.Tráeloaquí,yyotedaréunapalanganaparaquetelaves.

BajóOliver por el cubo, y cuandovolvió a la habitación, la cajita había

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desaparecido. No bien se lavó y tiró el agua por la ventana, siguiendo lasinstruccionesdeljudío,entróelTruhánacompañadoporunodelosjóvenesaquien Oliver encontrara fumando la noche anterior, y que le había sidopresentadoconelnombredeCarlosBates.Sentáronseloscuatroalamesa,ehicieronhonoraldesayuno,compuestodecafé,panecilloscalientesyunpocodejamónqueelTruhánhabíatraídodentrodesusombrero.

—Vamos a ver —dijo el judío, mirando maliciosamente a Oliver ydirigiéndosealTruhán—.Supongoquenohabréispasadolamañanacruzadosdebrazos,¿eh,hijosmíos?

—Hemostrabajadodefirme—contestóelTruhán.

—Comoburros—tercióBates.

—¡Bien,muchachos,muybien!¿Quéhasapandado,Truhán?

—Doscarteras.

—¿Repletas?—preguntóconansiedadeljudío.

—Así,así—contestóelTruhán,presentandodoscarteras,verdeunayrojalaotra.

—Másprovistaspodríanestar—observóel judío,despuésderegistrarsucontenido—.Pero,enfin,sonnuevasyestánprimorosamentehechas.Parecendeunhábilfabricante:¿noesverdad,Oliver?

—Esverdad,señor—contestóOliver.

EstarespuestaarrancóestrepitosascarcajadasaCarlosBates,connopocaestupefaccióndeOliver,quiennoacertabaacomprenderelmotivodelarisa.

—Ytú,querido,¿quétraes?—preguntóeljudíoaBates.

—Unos cuantos pañuelos —contestó el interrogado, sacando cuatro delbolsillo.

—¡Bien!—dijo el judío, después de examinarlos detenidamente—. Sonbuenos, pero los han marcado bien, Carlos; en consecuencia, será precisoquitarlasmarcasquetienen,deloseencargaráOliver,luegoquelehayamosenseñado cómo se hace. Poco le costará aprenderlo; ¿no es verdad,Oliver?¡Ja,ja,ja,ja!

—Loqueustedmande,señor.

—¿Te agradaría aprender a hacer pañuelos tan a la perfección como loshaceCarlosBates,queridomío?

—Detodocorazón,señor,siustedsedignaenseñarme—contestóOliver.

Tan chistosa encontró Bates esta contestación, que rompió a reír más

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estrepitosamentequeantes,risaque,habiendocoincididoconlaentradadeunsorbodecaféensugarganta,fuecausadequeellíquidoequivocaraelcaminoydeterminaseunasofocaciónprematurayfunesta.

—¡Lainocenciapersonificada!—dijocuandopudohablar.

No despegó los labios el Truhán; pero pasó lamano sobre la cabeza deOliverehizocaersuscabellossobresusojos.Comoelancianoobservaraquelasmejillasdenuestrohéroeseteñíandevivocarmín,cambiódeconversaciónpreguntandosihabíaasistidomuchopúblicoalaejecucióndeaquellamañana.Ante la contestación de los dos muchachos subió de punto la sorpresa deOliver,quiennoacertabaacomprendercómohabiendoasistidoalaejecución,dispusierandetiempoparatrabajar.

Terminadoelalmuerzo,elcomplacienteviejoysusdosprotegidosdieroncomienzoaunjuegotancuriosocomoperegrino.Heaquíenquéconsistía:elgracioso viejo metió una cajita para rapé en uno de los bolsillos de suscalzonesyunacarteraenelotro,un relojenelbolsillodelchalecosujetoaunacadena sólidaque llevabapendientedel cuello; adornó lapecherade sucamisa con un alfiler de brillantes, abrochóse la levita de arriba abajo, yponiendoen losbolsillosdeéstaelpañueloyunestucheconunosanteojos,empezóapasearalolargodelahabitaciónjugueteandoconsubastón,comosuelenhacerlo loscaballerosdealgunaedadcuandosalenapaseo.Parábaseunasvecesdelantedelachimeneayotrasfrentealapuerta,comosiestuvieraadmirandolosescaparatesdelastiendas,perosiemprequeasílohacía,mirabaconstantemente en derredor como temiendo la proximidad de ratas que lealigerasenlosbolsillos,yllevabaaéstoslasmanosafindeasegurarsedequenada había perdido, y todo con aire tan cómico y natural, queOliver reía acarcajadas. Los dos jóvenes seguían de cerca al viejo, pero esquivando susmiradascontantaligerezacadavezqueeljudíosevolvíaamirarles,queeraimposibleseguirsusmovimientos.ElTruhánalfinsalióalpasoalviejo,pisóaccidentalmente a éste, y Bates, que se aproximó por detrás, en un abrir ycerrardeojoslequitólacajitapararapé,lacartera,elrelojconlacadena,elalfilerdebrillantes,elpañueloytodocuantoenlosbolsillosllevabaelviejotodolocualpasóalossuyosconrapidezincomprensible.Sieljudíosentíalamano dentro de alguno de sus bolsillos, decía en cuál, y el juego volvía aprincipiar. Luego que repitieron muchas veces el mismo entretenimiento,llegaron dos señoritas, cuyo objeto era hacer una visita a los jóvenesprotegidosdeljudío.LlamábaselaunaBelitayAnitalaotra.Suscabelloseranabundantes,peroelpeinadodejababastantequedesear,aunquenotantocomosus medias y zapatos, más que medianamente deteriorados. Como Oliverobservóquesusmodaleseranuntantodesenvueltosyhastasupizquitalibres,las deputó por personas sumamente amables y complacientes, en lo queprobablementenoseequivocaba.

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Lavisitadurólargotiempo.Hubonecesidaddetraeralgunoslicoresconelobjetodetonificarelcuerpodeunadelasseñoritasquesequejódefrialdadestomacal,ylaconversaciónsefueanimandoporgrados.CarlosBatesindicóal fin que era ya hora de dedicarse al birlen, palabra que Oliver creyó quesignificabasalir,puestoqueelTruhán,Batesy lasdosseñoritassefueronalinstante,nosinqueelviejojudíolesproveyeradedineroabundanteparaquesedivirtieran.

—No es desagradable este género de vida, ¿verdad?—preguntó el viejoFajín—.Yaestánlibresporelrestodeldía.

—¿Hanconcluidoeltrabajodehoy,señor?—preguntóOliver.

—Han concluido, sí —contestó el judío—. ¡Digo! A no ser queinesperadamenteyporcasualidadselespresenteoportunidaddehaceralgoenlacalle,encuyocasonoladesperdiciarán;estásegurodeello.Tómaloscomomodelos,hijomío—añadióelviejo,dandogolpesconlabadilasobreelsuelo,comoparaañadirfuerzaasuspalabras—.Hazcuantotemanden,obedécelesen todo, inspírate en sus consejos… sobre todo en los que te dé el Truhán,llamadoaserungranhombre.Élteharáentrarencarrera,apocoqueprocuresimitarle…¿Asomapormibolsillolapuntadelpañuelo,hijomío?

—Sí,señor.

—Procura sacarlo sin que yo lo note, tal como viste que lo hacían ellosmientrasestábamosjugando.

Oliver sujetó con unamano el fondo del bolsillo del viejo, como habíavistoquelohacíaelTruhán,yconlaotratiróligeramentedelpañuelo.

—¿Ya?—preguntóeljudío.

—Sí,señor—contestóelhuérfano,enseñándolelaprenda.

—Veoqueeres listo,hijomío—dijoelalegreanciano,pasando lamanoporlacabezadeOliver—.Nohevistomanomáshábil…¡Toma!Estechelínes para ti. Si continúas de este modo, te auguro que no tardarás en ser elprimerhombredelsiglo.Venahora,y teenseñaréaquitar lasmarcasde lospañuelos. El muchacho se preguntó interiormente qué relación podía haberentreescamotearpañuelosporpasatiempoylasprobabilidadesdellegaraserelprimerhombredelsiglo;peroconsiderandoqueeljudío,hombredemuchosañosydeexperiencia,nohablaríaatontasnialocas,lesiguiótranquilamentealamesaymomentosdespuésseentregabaconardorasunuevaocupación.

CapítuloX

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Oliverconocemásafondoelcarácterdesusnuevosamigosyadquierealgunaexperienciapagándolaabuenprecio.

Noobstantelabrevedaddeestecapítulo,esunodelosmásimportantesdelahistoriaOliverpermanecióporespaciodevariosdíasenlacasadel judío,haciendo desaparecer las marcas de los pañuelos de bolsillo, que en grannúmero le entregaban, tomando parte alguna vez en el juego descrito en elcapítulo anterior, que indefectiblemente jugaban todas lasmañanas el alegreviejo y los dosmuchachos. Sintió al finOliver la nostalgia del aire libre, ysuplicóvarias veces y con insistencia al anciano caballero que le permitierasaliratrabajarconsusdoscompañeros.

Muchohabía influido en que el huérfano anhelara emplearse en trabajosactivosloquehabíapresenciadoreferentealarígidamoralidaddecarácterdesu protector. Siempre que el Truhán o Carlos Bates se presentaban por lanocheencasaconlasmanosvacías,dirigíalesundiscursoseveroyvehementesobre los estragos que en el mundo producían los hábitos de ociosidad yholganza,ponderábaleslanecesidaddeseractivosytrabajadores,yreforzabasusargumentosenviándolosalacamasincenar,medioelmásindicadoparaque las lecciones quedaran indeleblemente grabadas en sus tiernasimaginaciones. En una ocasión, hasta los arrojó por la escalera, que losholgazanesbajaron rodando;pero fueunaexcepciónmotivadaporelexcesodecelodesuvirtudsevera.

ObtuvoalfinOliverunamañanaelpermisoquesolicitaracontantoafán.Hacíadosotresdíasquenoledabanpañueloscuyasmarcashubieradehacerdesaparecerylascomidashabíansidoexcesivamenteparcas.TalvezinfluyeraestemotivoenelánimodelviejoparaaccederalosolicitadoporOliver;perofuéraloono,lociertoesquecontestóaOliverquepodíasalir,ylecolocóbajolatutelayvigilanciadeCarlosBatesydesuamigoelTruhán.

Juntosselanzaronlostresmuchachosalacalle:elTruhánconlasmangasde su levita dobladas y el sombrero en equilibrio inestable, como decostumbre;Batescaminandoasaltitosconlasmanosmetidasenlosbolsillos,yOlivercolocadoentre losdos, serioyconganasde trabajar,y sobre todo,ardiendoendeseosde saberadóndesedirigíanyqué rama industrial ibanaenseñarle. Tan perezosamente y con indiferencia tan marcada andaban, queOlivercomenzóasospecharquelaintencióndesusdosmaestroseraengañarunavezmásasuprotector,entregándosealaholganzaydejandoparaotroseltrabajo.ObservóOliverqueelTruhánteníalamalacostumbredearrebatarlasgorras de las cabezas a los pobres niños que por su lado pasaban y tirarlasdentrodelastiendas,mientrasBates,cuyasnocionesacercadelosderechosdepropiedadparecequeeranexcesivamenteamplias,dabapruebasdehabilidadmaravillosaparatrasladarmanzanasycebollasdeloscestosdelosvendedores

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asuspropiosbolsillos,que,alparecer,másquebolsillos,debíanseralforjas.Oliver, entendiendo que semejante conducta no era de las más laudables,estaba a punto de declarar su intención de volverse a casa, cuando unavariaciónaltamentemisteriosaenlaconductadelTruhándiorumbosnuevosasuspensamientos.

Acababan de salir de un pasadizo estrecho poco distante de la plazoletaabiertadeClerkenwell, llamadahoy,mercedaunaperversión singularde lapalabra,«LaVerde»,cuandoelTruháncesódeandarbruscamentey,aplicandoundedoasuslabios,indicóasuscompañerosqueretrocedieranconlamayorcautelaycircunspección.

—¿Quépasa?—preguntóOliver.

—¡Chitón!—murmuróelTruhán—.¿Vesaquelvejestorioplantadofrentealapuertadeaquellalibrería?

—¿Aquelcaballeroancianodelaaceradeenfrente?—dijoOliver—.Sí…viéndoloestoy.

—Vamosameternosconél—observóelTruhán.

—Elencuentropromete—tercióBates.

Olivermiróalternativamenteasuscompañerosconexpresióndesorpresa,pero no le dieron tiempo de formular preguntas, pues los dos muchachoscruzaroncautelosamente lacalleysecolocaronaespaldasdelcaballeroquehabíallamadosuatención.Siguióleselhuérfanoquien,nosabiendosiavanzaro retroceder, permaneció inmóvil mirando con ojos desmesuradamenteabiertosunaescenaquenocomprendía.Eraelancianouncaballerodeaspectorespetable, cuya cabeza estaba perfectamente empolvada.Usaba anteojos deoro.Vestíaunalevitadecolorverdebotellaconcuellodetercioperonegroypantalónblanco,yllevababajoelbrazounelegantebastóndebambú.Habíatomado un libro del puesto, y lo hojeaba con tanta atención como si seencontrase cómodamente arrellanado en el sillón de su despacho. Es muyposiblequeimaginasequeenélseencontraba,puessaltabaalavistaqueparaélnoexistíannipuestosdelibros,nicalle,nimuchachoscercanilejosdesupersona, ni otra cosa que el libro que estaba leyendo, cuyas hojas volvíacuando había llegado a la línea última para empezar por la primera de lapágina siguiente. Su interés no podía sermayor. ¡Cuál no sería el horror, laalarma de Oliver cuando vio que el Truhán llevaba la mano al bolsillo delcaballeroy sacabaunpañuelo,queentregabaseguidamenteaBates,y sobretodo, al ver que los dos salían corriendo como alma que lleva el diablo ydesaparecíanalavueltadelaprimeraesquina!

En la imaginación espantada del pobre huérfano surgió, envuelta entorrentes de luz vivísima, la misteriosa historia de los pañuelos, relojes y

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alhajas, y hasta la de lamisma existencia del judío. Por espacio de algunosmomentos permanecióOliver en elmismo sitio, sintiendo que la sangre, alcircularporsusvenas,leproducían,confuso,aguijoneadoporelterror,ysinsaberquéhacía,emprendió tandesatinadacarrera,quepuedeasegurarsequesuspies apenas si tocabanenel suelo.Fuecosadeun instante.EnelpuntomismoqueOliveremprendió la fuga, el caballerodel libro llevó lamanoalbolsillobuscandoelpañuelo,yalnoencontrarlo,diomediavueltarápida.Lavistadelmuchachoquetandesatinadocorríahízolesuponerqueaquéleraelratero, y lanzando un: «¡Al ladrón!», con toda la fuerza de sus pulmones,emprendiósupersecuciónsinsoltarellibro.Nofaltóquienhicieracoroalosgritosdelcaballerodellibro.ElTruhányBates,aquienesnoconveníallamarlaatencióncorriendo,sehabíanescondidoenelprimerportalquelessalióalpasodespuésdedoblarlaesquina;peronobienllegaronasusoídoslosgritosdelcaballeroyvieronlavelocidadconqueOlivercorría,dándosecuentacabaldel estado de cosas, salieron a la calle y se unieron al grupo de los buenosciudadanos, gritandomás alto que nadie: «¡Al ladrón! ¡Al ladrón!» BuenosfilósofoshabíatenidoOliverpormaestros;perodesconocíalateoríadeaquelaxioma admirable según el cual es la conservación propia la primera ymássagrada de las leyes naturales. Acaso si la hubiese conocido se habríapreparado para substraerse al rayo que sobre su cabeza se estaba forjando;perosuignoranciasirvióparaacrecentarsuespanto,yelacrecentamientodesuespantosetradujoenacrecentamientodevelocidaddadaasuspiernas,quele llevaban con la celeridad del viento, seguido por el caballero y suscompañeroslosrateros,quenodabanreposoasusgargantas.Elgritode«¡Alladrón! ¡Al ladrón!» parece evocación mágica. El tendero abandona sumostradornobienlooye,elcarreterosucarro,arrojaelcarnicerosucuchilla,tiraelpanaderosucanastoylalecherasucántaro,elmozodecordeldejasucarga,elescolarsuslibros,elempedradorsupicoyelniñosuraqueta,ytodoscorren,ytodosselanzanenrevueltodesorden,chillando,rugiendo,aullando,atropellando a los transeúntes, excitando a los perros y ahuyentando a losvolátiles.Encalles,plazasypaseosresuenaelmismogritoensordecedor:«¡Alladrón!¡Alladrón!»,gritoquelanzanciengargantas,gritoquerepitenunaymil veces, y el estruendo crece, y crecen también las turbas, y todos correndesatinados, saltando sobre el lodode las callesque salpica sus rostros.Lasventanas se abren, todas las puertas vomitan gente, todos dejan susocupaciones, y hasta los titiriteros se ven en un abrir y cerrar de ojosabandonados por sus espectadores, que han corrido a unirse a las turbas yentonanconnuevovigorelgrito«¡Alladrón!¡Alladrón!»,«¡Alladrón!¡Alladrón!».¡Arraigamuyhondoenelcorazónhumanolapasiónpordarcazaaalgo! Un infeliz muchacho, falto de alientos, rendido, reflejando en susemblanteelterrorquelematayensusojoslaespantosaagoníaqueleaflige,sudandoamares,casisofocado,redoblasusesfuerzosparalibrarsedelosque

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con saña le persiguen; pero le van a los alcances, le ganan terreno pormomentos, y en la proporción en que decrecen sus fuerzas aumentan enintensidadlosgritos«¡Alladrón!¡Alladrón!¡Detenedlo,porfavor»!¡Alfinle detienen!… ¡Ya le han cogido!… ¡Hermosa hazaña! ¡Tendido le tienensobreelarroyo,yentornosuyoseagrupalagente,quehastaluchayriñeparanoprivarsedelasatisfaccióndeverle!

—¡Despejenustedes!¿Novenqueseahoga?¡Déjenlerespirar!

—¡Nolomereceelmiserable!

—¿Dóndeestáelcaballero?

—Notardaráenllegar…Yaestácerca.

—Abranpasoaestecaballero.

—¿Esésteelmuchacho?

—Sí.

YacíaOliversobreelsuelo,cubiertodepiesacabezadelodoydetierra,sangrandocopiosamenteporlabocaymirandoconojosdeespantoalosquelerodeaban,cuandoalgunosoficiososlellevaron,abriéndolepasoafuerzadepuños,hastaelcentrodelcírculo.

—¡Sí!—dijoelcaballero—.¡Metemoqueseaéseelmuchacho!

—¡Se lo teme! —murmuraron las turbas—. Debía alegrarse, por elcontrario.

—¡Pobremuchacho!—replicóelanciano—.¡Estáherido!

—¡Gracias a mí! —contestó un ganapán adelantándose—. Le di unpuñetazodelosmíos…Porciertoquemecortélosnudillosaldarconellosensuboca.Yoledetuve,caballero.

Al mismo tiempo que así hablaba llevó la mano a la gorra y sonrióestúpidamente, abrigando a no dudar la esperanza de que el caballeropremiaríaconalgunapropinasuheroicidad.Llevóseunchasco.Elancianolemiróconexpresióndedisgustoytendióalrededormiradasinquietas,comosibuscaramanera de escapar de aquellas turbas, lo que probablemente habríahechodandoasíocasiónaunanuevacaza,denohabersepresentadoenaquelpuntounagentedepolicía,últimaspersonasquepor reglageneral lleganencasossemejantes,yagarrandoporelcuelloaOliver.

—¡Arriba!—dijoconaspereza.

—¡No fui yo, señor! ¡Fueron otros dos muchachos, lo juro!—exclamóOliver, retorciéndose las manos con desesperación y mirando alrededor—.Debenestarporaquí…

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—¡No,hombre,no!¡Nolosbusques!—replicóelpolicía,quiencreyendochancearse, decía la verdad, pues tanto el Truhán como Bates habían dadoesquinazo a las turbas en la ocasión primera que se les deparó—. ¡Vaya!¡Arriba,hedicho!

—¡Noletrateustedconseveridad!—exclamóelcompasivocaballero.

—¡Oh,no!¡Nopiensohacerleningúndaño!—replicóelpolicíarasgandodeuntirónlachaquetadeOlivercomoparademostrarconhechoslasuavidadde sus maneras—. ¡Vamos, buena pieza! ¡Te conozco muy bien, tunante!¿Perovasasostenertesobretuspatas,demonio?

Oliver,queapenassipodíamantenerseenpie,selevantócontrabajoyfuearrastrado por el policía. Siguióles el anciano, quien se colocó al lado delpolicía.Algunoscuriososquisieronprolongarpormástiempoladistracción,ysiguieronalgrupodurantealgunosminutos,ylospilluelosproferíangritosdealegría,clavadassusmiradaseneldesventuradoOliver.

CapítuloXI

QuetratadelmagistradodepolicíaseñorFangyofreceunejemplodesumaneradeadministrarjusticia

Habíase cometido el robo en el distrito de un juzgado central muyconocido y a corta distancia del edificio en que aquél funcionaba, y comoconsecuencia, las turbashubieronde renunciaralPlacerdeescoltaraOlivernobienlehubieronacompañadoduranteelrecorridodedosotrescalles.AlllegarallugarllamadoMutton-Hill,hicieronentraralladronzuelopordebajodeunabóvedadeescasaelevaciónaunpatiomuysucioquedabaaccesoalasala de justicia. En el patio encontraron a un hombretón de descomunalespatillasquellevabaenlamanounmanojodellaves.

—¿Quéhaydenuevo?—preguntóconindiferencia.

—¡Nada!¡Unraterillo!—contestóelagentedepolicía.

—¿Esustedelrobado,caballero?—preguntóeldelasllavesalanciano.

—Sí, soy yo—respondió el interrogado—, pero no puedo asegurar quefueraestemuchachoelquemequitóelpañuelo.Yo…quisieraquenose letrataseconrigor.

—Es preciso ver antes al señor magistrado —replicó el hombretón—.DentrodemediominutoestaráSuSeñoríaendisposicióndeoírnos.¡Poraquí,tunante!

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Estas últimas palabras eran una invitación dirigida a Oliver para queentrase por una puerta, que el de las patillas abriómientras hablaba, y queconducíaauncuartitocuyosmuroserandemampostería.Allífueregistradoelmuchacho, y como nada le encontraran encima, dejáronle solo y encerrado.Porsu formaydimensiones,elcuartoparecíaunsótano,aunqueconmenosluzdelaqueéstossuelentener.Estabasuciohasta lo inconcebible,sindudaporque,comoeralunes,habíanpasadoenéllanochedeldomingoseisuochoborrachos, poniéndolo perdido.Por supuesto, que esto no tiene importancia.Ennuestrasdelegacionesencierrantodaslasnochesahombresymujeresporlosmotivosmásfrívolosenmazmorrasinmundascomparadasconlascualessonverdaderospalacios las celdas que enNewcastle ocupan los facinerososmásrepugnantesdespuésdepresos,juzgadosycondenados.Sihayquiendudede mi aserto, tómese la molestia de visitar unas y otras y comparar. Tanafligidoparecía el ancianocomoelmismoOliver.Cuandovioqueelde lasbarbas hacía girar la llave en la cerradura, exhaló un suspiro profundo y,mirandoallibro,causainocentedeloquepasaba,murmuró,paseandoporelpatioconairepreocupado:

—Algoadviertoenlacaradeesemuchachoquemeinteresayconmueve.¿Seráinocente?Voysospechandoquesí…¡Esparticular!—añadió,poniendofinbruscoasupaseoyclavandolosojosenlaatmósfera—.¿Dóndehevistoyoantesunacaracomolasuya?

Al cabo de breves instantes de inmovilidad, el caballero se retiró a unrincón del patio, donde evocó todas las caras que en su vida había tenidoocasióndever.

—¡No!—dijodespuésdeunratodemeditaciónprofunda—.¡Deboestarengañado!

Lejos de darse por convencido, insistió con nuevos bríos en su laborimaginativa.Anteelconjurodesuvoluntadpotentese rasgaron las tinieblasqueenvolvíansupasado,ysurgieronantesusojoscarasdeamigosycarasdeenemigos,carasdedoncellasfrescasyhermosasquelazarpacrueldelosañoshabía trocado en apergaminadas viejas, caras que la tumba había destruido,pero que su fantasía, más potente que la misma tumba, reconstituyóengalanándolasconlalozaníaybellezaqueenvidatuvieron,devolviendoelbrilloasusojosyelencantoasusonrisa,dotándolasdeunalmamásradiante,máspuraymáshermosaquelaquelessirviódecarrozaensugloriosoviajealoscielos.

¡Imposible!ElbuencaballeronorecordóunrostrodeterminadodelquelosrasgoscaracterísticosdeOliverfueranimagen.Exhalóotrosuspirosobrelosrecuerdosqueacababadeevocary,comobuendistraídoqueera,notardóenengolfarsedenuevoenlalecturadellibro.

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Interrumpiósuocupacióneldelasllaves,quien,tocándoleenunhombro,lesuplicóquelesiguiera.ElbuenancianocerróellibroymomentosdespuésseencontrabaantelaimponenteyfamosapersonallamadaelseñorFang.Erala sala de justicia una estancia cuyos muros tenían zócalos de madera quellegabanhastalamitaddesualtura.Enelfondoestabasentado,detrásdeunamesa,elseñorFang,yaunodelosladosdelapuertahabíaunbanquillodemadera, en el cual estaba ya sentadoOliver, temblando ymuerto demiedoantelopavorosodelaescena.ElseñorFangerademedianaedad,demedianaestatura, de espaldas más que medianamente anchas, de cuello más quemedianamente rígido y de cabellos más que medianamente escasos. Laexpresióndesusfaccioneseradurayelcolordesucaradeunrojosubido.Elcaballero anciano hizo una reverencia respetuosa y, adelantándose hasta lamesa,dijo:

—Heaquíminombreymisseñas,caballero.

Seguidamente retrocedió dos pasos, hizo, otra reverencia tan profunda,comolaanterior,yesperóaqueleinterrogasen.Noocurrióasí,sinembargo.HizolacasualidadqueelseñorFangestuvieraenaquelmomentoembebidoenla lectura de un periódico de la mañana que daba cuenta detallada de unasentencia dictada recientemente por él, sentencia que inspiró al articulistasabrosos comentarios a su costa. El artículo terminaba llamando portricentésima vez la atención del ministro de Gracia y Justicia sobre laperegrina manera de administrar justicia del señor Fang, quien, como esnatural,estabademaltalanteydepésimohumor.

—¿Quiénesusted?—preguntóeljuez.

Por toda contestación, el anciano extendió la mano hacia la tarjeta quepocoantesdejarasobrelamesa.

—¡Guardias!—exclamó el Juez, separando desdeñosamente la tarjeta—.¿Quiénesestesujeto?

—Minombre,caballero—contestóelancianoconseverocontinente—,esBrownlow:séameahorapermitidopreguntaramivezcómosellamael juezque,escudándoseenlaLey,sepermitedirigirinsultosgratuitoseinmerecidosaunapersonarespetable.

Mientrashablaba,elseñorBrownlowpaseósusmiradasporlasala,comobuscandopersonaopersonasquepudierancontestarsupregunta.

—¿Dequéseacusaaesesujeto,guardia?,—preguntóelseñorFang.

—Noseleacusadenada,señor—replicóelguardia—;esélquienacusaaesemuchacho.

Nadadijoelguardiaqueeljueznosupieraperfectamente,peroerahombre

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aficionado a molestar y zaherir, sobre todo cuando podía hacerloimpunemente.

—Acusaaesemuchacho,¿eh?—dijoFang,midiendoalancianodepiesacabeza—.¡Queprestejuramento!

—Antesdeprestarjuramento—replicóelseñorBrownlow—quierohacerconstarque,sinoloestuvieraviendo,jamáshubieracreído…

—¡Cálleseusted!—gritóFang.

—¡Nomeacomodacallar!—contestóresueltamenteelanciano.

—¡Cálleseustedinmediatamente,olemandoechardelasala!Esusteduninsolente,unimpertinente.¿Cómoosaustedreplicaraunmagistrado?

—¡Magistrado!—exclamóelanciano,rojodecólera.

—¡Que preste juramento ese hombre! —dijo Fang, dirigiéndose alescribano—.Noquierooírunapalabramás.¡Quejure!

La indignación del señor Brownlow había llegado a su colmo; peroreflexionandoquesiseexcedía,perjudicaríalasuertedeOliver,secontuvoyprestóeljuramentoqueseleexigía.

—Veamos, ¿de qué acusa usted a ese muchacho? ¿Qué cargos puedeformularcontraél?

—Estabafrenteaunpuestodelibros…

—¡Silencio, señor mío! —interrumpió el señor Fang—. ¡A ver!…¡Guardia!…¿Dóndeestáeseguardia?¡Queprestejuramentoelguardia!¿Quéhaocurrido,guardia?

Elguardiarefirióconhumildadloquehabíavisto,talcomoloslectoresloconocen.

—¿Ylosdemástestigos?—inquirióeljuez.

—Nohayninguno,señor—respondióelguardia.

CallóFangporespaciodealgunosminutos,yvueltoluegoconarroganciahaciaelcaballeroanciano,dijo:

—¿Va usted a manifestar de una vez qué cargos presenta contra esemuchacho,oesquesehapropuestopermanecercomounpasmarote todasuvida?Haprestadousted juramento; tengaentendidoque, si seniegaahoraapresentar pruebas, le castigaré por faltar al respeto debido a la justicia. Lecastigarépor…

Nadieescapazdeconjeturarporquéoporquiénpensódecireljuez,puesen aquel momento preciso estornudaron ruidosamente el carcelero y el

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escribano,esteúltimodejócaersimultáneamenteun libracoenormesobreelsuelo, y entre el estornudoy el ruidoproducidopor el libro impidieronquefueraoídalapalabra…accidentalmenteyporcasualidad,claroestá.

No sin sufrir varias interrupciones y sin verse obligado a oír repetidosinsultos,elseñorBrownlowconsiguióhacerhistoriadeloquelehabíapasado,haciendoobservarque,llevadodelasorpresadelmomento,echóacorrertrasel chico porque vio que éste huía, y manifestando deseos de que, si elmagistrado creía que aquél no era en realidad ladrón, y sí cómplice deladrones,letratasecontodalalenidadcompatibleconlajusticia.

—Ha resultado herido—terminó diciendo el anciano—, y me temo—añadiócongranenergía,encarándoseconeljuez—,metemoqueseencuentreenfermodecuidado.

—¡Oh,sí!—exclamóFangconsonrisaburlona—.¡Desde luego!¿Cómono? ¡Ven acá, vagabundo miserable, que conmigo de nada sirven tretas!¿Cómotellamas?

QuisocontestarOliver,perolavozsecuajóensugarganta.Densapalidezcubrió su cara, y ante sus ojos espantados miraba vertiginosamente lahabitación.

—¿Cómo te llamas, canalla empedernido? —repitió Fang—. ¡Guardia!¿Cómosellamaesecachorro?

Lapregunta iba dirigida a un individuoviejo, de aspecto rudoy cara debestia,queestabadepiejuntoalamesa.ElviejodecaradebestiaseacercóaOliver y repitió la pregunta; pero, como viera que el interrogado no seencontrabaendisposicióndepodercontestar,ysupieraporotrapartequesusilencio centuplicaría la furia del magistrado, furia que se traduciría enaumento considerable en la severidad de la sentencia, echóse a adivinar, ycontestó:

—DicequesellamaTomásWhite,señor.

—¡Ah!¿Esquenoquierehablarenvozalta?¡Estámuybien…estámuybien!¿Dóndevive?

—Dondepuede, señor—respondióel funcionario, simulandoque repetíalacontestacióndadaenvozbajaporOliver.

—¿Tienepadres?

—Dicequemurieroncuandoeramuyniño,señor.

Enestepuntoestabaelinterrogatorio,cuandoOliveralzólacabezayconvozsuplicantepidióunsorbodeagua.

—¡Tonterías y tretas que no valen conmigo! —replicó el juez—.

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¡Cuidaditoconpretenderengañarme!

—¡Creoqueenverdadestáenfermodecuidado,señor!—intercedióelquetomóasucargocontestaralinterrogatorio.

—Yyoséqueestádemasiadosano—replicóFang.

—Sosténgalousted,guardia;vaacaerdesplomado—tercióelanciano.

—¡Atrás,guardia!—rugióeljuez—.¡Quécaiga,siéseessugusto!

AprovechandoOliverelpermisoqueseleconcedía,cayópesadamenteentierrayquedódesvanecido.Losfuncionariosquehabíaenlasalasemiraronunosaotros,peronadieosóacercarsealmuchacho.

—Viendo estaba yo la comedia que preparaba —observó Fang confatuidad—.Nadieletoque;élmismosecansaráprontodeestarasí.

—¿Quémedios piensa adoptar Su Señoría para esclarecer el asunto?—preguntóelescribano.

—Ninguno—respondió el juez—.Queda sentenciado a tresmeses…detrabajosforzados,comoesnatural.¡Despejenlasala!

Abierta estaba ya la puerta de la sala de justicia y dos hombres sedisponían a sacar al desmayado muchacho para encerrarlo en el calabozo,cuandopenetrórápidamenteenlaestanciayadelantóhastalamesadeljuezunhombredebastanteedadydeaspectodecente,aunquepobre,vestidodenegrodepiesacabeza.

—¡Deténganse! ¡Deténganse! ¡No le saquen aún!… ¡Por Dios vivo, unmomentodepaciencia!—gritóelreciénllegado,jadeanteycasisinalientos.Aunque el genio que preside en las salas de justicia es dueño absoluto yarbitrariodelaslibertades,fama,buennombre,carácteryhastadelavidadelosfielesvasallosdeSuMajestad,sobretodosisonpobres,yauncuandoenel misterioso interior de esas salas se cometan a diario mil injusticias y seinventen cuentos fantásticos capaces de hacer verter lágrimas a losmismosángeles,cuídaseporlomenosdequelastropelíasnotranspirenalpúblico,acuyo conocimiento nunca llega más que aquello que la prensa quiere quellegue.Teniendoestoencuenta,natural esqueel señorFangse indignaraytocara el cielo con las manos cuando vio penetrar en la sala en forma tanirreverenteaunhuéspedaquiennadiehabíainvitado.

—¿Pero qué es eso? ¿Cómo se entiende? ¡Sacadme a ese intruso apuntapiés!¡Fuera!…¡Despejen!—aullóelseñorFang.

—¡Quierohablar!—replicóconenterezaeldesconocido—.Esprecisoquemeoigan.Lohevistotodo…Soyeldueñodelpuestodelibros.Pidoqueseme tome juramento… pido, exijo que se oiga mi declaración. Señor Fang.

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VuestraSeñoría tieneeldeberdeoírme.VuestraSeñoríanopuedenegarsearecibirmisdeposiciones.

Tenía razón aquel hombre. Dada su resolución, dado su carácterdeterminado, eran de temer complicaciones graves si intentaban imponerlesilencioalafuerza.

—¡Queprestejuramentoesesujeto!—gruñóFangconcarahosca—.¿Quéesloqueustedtienequedecir?

—Lo siguiente—contestó el del vestido negro—:Vi correteando por lacalleatresniños,unodeloscualeseraelprisionero,mientrasestecaballeroestabaleyendo.Elrobolocometióunodelostres,peronoelquehacaídoenpoderdelajusticia.Lovitodo,vicómosacabanelpañuelo,yviqueelhechollenódeasombroydeestupefacciónaeseinfelizquetienenpreso.

Acontinuación,el libreroprocedióacontar lahistoriadel robodeformamásordenadaconlascircunstanciasqueenélconcurrieron.

—¿Porquénosepresentóustedantes?—preguntóFangdespuésdeunapausa.

—Porquenopodíadejarabandonadomicomercio—replicóel librero—.Cuantas personas hubieran podido reemplazarme, se unieron a losperseguidores del inocente. A nadie encontré hasta hace cincominutos. Nobienmefueposible,vinecorriendo.

—¿Elrobadoestabaleyendo?—preguntóeljuezdespuésdeotrapausa.

—Sí,señor;leíaellibromismoqueahoratieneenlamano.

—¡Ah!Ellibroqueconservaenlamano,¿eh?¿Lohapagado?

—No,señor—contestóellibrerosonriendo.

—¡Esverdad!¡Lohabíaolvidado!—tercióelcaballeroconingenuidad.

—¡Desaprensivonecesita ser usted, señormío, para atreverse a formularacusaciones contra ese pobre niño! —exclamó el señor Fang, haciendocómicosesfuerzosparaaparentarsentimientoshumanitarios—.Entiendoquesehaapoderadodeeselibropormediosfeosyreprobables.Déustedgraciasaqueellibrerorenunciaalderechoqueleasistedeperseguirlecriminalmente…Seaparaustedlecciónsaludable loqueacabadesucedersinoquierequelaley descargue su espada contra usted. El niño queda absuelto… ¡Despejeninmediatamente!

—¡Medaráustedsatisfacciones!—bramóelanciano,dandoriendasueltaa lacóleracomprimidadesdehacíaratoenlosestrechoslímitesdesupecho—.¡Exijo…usted!…

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—¡Despejen! —repitió el juez—. ¿Oyen ustedes, guardias? ¡Despejeninmediatamente!

Laordenfueobedecida.Bienasupesarhubodesalirde lasalaelseñorBrownlow,conellibroenunamanoyelbastónenlaotra,aunqueniporunmomento dejó de lanzar frases de reto. Su furia se disipó no bien llegó alpatio. El desventurado Oliver Twist yacía boca arriba sobre las losas,desabrochada la camisa y chorreando agua que acababan de verter sobre sucabeza.Mortalpalidezinvadíasucara,ytodosucuerposeestremecía.

—¡Pobreniño…pobrecillo!—exclamóel señorBrownlow, inclinándosesobreél—.¡Llamenuncoche,porfavor!

No tardó en llegar un coche en cuyo interior acondicionó el anciano aOliver,sentándoseacontinuaciónasulado.

—¿Mepermitequeleacompañe?—preguntóellibreroacercándose.

—¡Perdóneme, mi querido amigo, perdóneme!—contestó el anciano—.¡Yalehabíaolvidadootravez!¡Diosmío!…¡Aúnconservoestedesgraciadolibro!¡Entreusted,entreusted!¡Pobreniño!…¡Nopodemosperdertiempo!

El librero tomó asiento en el coche, y éste emprendió seguidamente lamarcha.

CapítuloXII

Oliverescuradoyatendidomejorquenunca.Lahistoriavuelveaencontraraljovialancianoyasusdosamiguitos.

Descendió el coche por Monte Alegre y subió por la calle Exmouth,siguiendo casi lamisma ruta que siguieraOliver el día que hizo su primeraentradaenLondresencompañíadelTruhán,ytorciendoalllegaralÁngel,enIslington, vino a detenerse frente a una hermosa casa, sita en una calletranquila y retirada, no lejos de Pentonville. Sin pérdida de momento fuepreparadaunacamaenlaqueacostaronaOliver,aquienelseñorBrownlowhizoobjetodesupaternalsolicitudydeloscuidadosyatencionesmástiernos.

Largos días permanecióOliver insensible a las atenciones y desvelos desus nuevos amigos. Varias veces salió el sol y varias veces se hundió porponientedespuésdevisitaraldesgraciadohuérfanoconsusrayos,sinqueéstepudieraabandonarellechodeldolor,enelquelereteníaydevorabaunafiebreque gradualmente minaba su organismo. La obra del gusano que devora lacarnedeuncadávernoesmás resistente, segurae implacableque ladeesefuego interno que penetra en la envoltura material y la corroe y aniquila.

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Débil, desencajado, pálido y flaco despertó Oliver al fin de aquel sueñopenosoyprolongado,eincorporándosetrabajosamenteyapoyandolacabezasobresubrazotembloroso,miróconansiedadalrededor.

—¿Qué habitación es ésta?—preguntó Oliver—. ¿Dónde estoy? No esaquídondesolíadormir.

Pronuncióestaspalabrasconvozmuydébil,casiininteligible,noobstantelocualfueronoídasalmomento,puesalguiencorriólacortinayenelactosedejóverunaancianaderostrodulceyexpresiónafable.

—¡Chitón,hijomío!—dijolaancianaconvozdulce—.Esprecisoquenotemuevas,siquieresponertebueno.Hasestadoenfermo,muyenfermo,hijomío,yhayqueevitarlasrecaídas.¡Ea!¡Acuéstateotravez,yquietecito,queasílohadispuestoelmédico!

Uniendolaacciónalapalabra,labuenaseñoracolocólacabezadeOliversobre la almohada y, separando los cabellos que en desorden caían sobre lafrente del enfermo,miró a éste con solicitud y ternura tales, queOliver nopudomenos de tomar entre sumano descarnada la de la anciana, y pasarlaalrededordesucuello.

—¡Bondaddivina!—exclamólabuenaseñoraconlágrimasenlosojos—.¡Qué tesoro de agradecimiento guarda este pobre niño en su corazón!¡Pobrecito!¿Cuálnoseríaelplacerdesumadre,sidespuésdehaberleveladocomoyo,levieratalcomoahoraseencuentra?

—Acasomeestéviendo—murmuróOliverjuntandolasmanos—.Acasomehaveladodurantemienfermedad…¡Hastameparecequelaveoahí!…

—Efectodelafiebre,hijomío—contestólaseñoracondulzura.

—Esocreo—dijoOliver—.ElCieloestámuylejos,ylosqueenélmoransondemasiadodichososparabajaravelarjuntoalacamadeunpobreniño.Sinembargo,simimadrehasabidoqueheestadoenfermo,aundesdeelCielomehabrácompadecidomucho…¡Sufrióella tantoantesdemorir!¡Perono!—añadióOliverdespuésdealgunosmomentosdereflexión—,Nohadebidosaber loquemeha sucedido.Simehubiesevistoenfermoyabatido,habríaestado triste, y yo la he visto siempre alegre y risueña cuando se me haaparecidoensueños.

Nocontestólabuenaanciana;perosecóprimerosusojos,yacontinuaciónsusanteojosqueestabansobreelcubrecama,cualsiformaranparteintegrantedesurostro,sirvióaOliverunabebidarefrescanteylepasócariñosamentelamanoporlamejilla,recomendándoledenuevoquepermanecieraquietecitoafindeevitarrecaídas.

Calló Oliver y permaneció quietecito, tanto porque anhelaba obedecer a

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aquella amable señora, cuanto porque las pocas palabras que acababa depronunciar habían agotado sus fuerzas. No tardó en conciliar un sueñotranquiloy reparador, del cual vino adespertarle la luzdeunabujíaquederepenteaproximaronallecho.Oliverabriólosojos,yéstostropezaronconlarespetablefiguradeuncaballeroque,inclinadosobreélyfijoslosojossobreunrelojenormedeoro,queenlamanotenía,letomabaelpulsoydeclarabaqueelenfermoestabamuchomejor.

—Teencuentrasmuchísimomejor,¿noesverdad,querido?—preguntóelcaballero.

—Sí,señor;muchasgracias—respondióOliver.

—Seguroestabayodequemejorabas;¿tendrásapetito,verdad?

—No,señor.

—¡Claro que no!—exclamó el caballero—. ¡No! ¡Ya sé que no puedestenerlo!¡Notieneapetito,señoraBedwin!—añadiócontonosentencioso.Laseñora anciana hizo una inclinación respetuosa de cabeza, como queriendosignificar que tenía al doctor, puesmédico era el caballero en cuestión, porhombredegrantalento.Parecequeéstaeralaopiniónquedesíteníaelpropiointeresado.

Deseguroquetienessueño,¿noescierto,amiguito?

—No,señor.

—¡Desdeluego!—contestóelmédico—.Notienessueño,yasídebeser.¿Aquetampocotienessed?

—Sí,señor.Sedtengomucha.

—¡Lo que yo esperaba, señora Bedwin, lo que yo esperaba! —dijo elmédico—. Es muy natural que sienta sed. Déle un poquito de té con unatostada, pero sin manteca. No le arrope demasiado, pero cuide al propiotiempodequenoseenfríemucho…¿Loharáasí?

Inclinóse la anciana en señal de asentimiento, y el doctor, después deprobar una tisana fría y de manifestar que le parecía bien, salió presurosocomoquientienemilenfermosaquienesatender.Oliversedurmiódenuevo,siendocasimedianochecuandodespertó.Laancianalediopocodespuéslasbuenasnochesysefue,dejándoleconfiadoaloscuidadosdeunamujergruesaque acababa de entrar en la habitación llevando en unamano un librito deoraciones y en la otra un gorro de dormir. Luego que dejó el libro sobre lamesa y colocó el gorro de dormir en su cabeza acercó una butaca a lachimenea no sin antes manifestar a Oliver que había venido a velarle, ycomenzóadescabezarsueñecitosymássueñecitos,interrumpidosdetantoentanto por terribles cabezadas y alguna que otra caída de bruces, sin

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consecuencias graves, por supuesto, yaque aquéllas solía sufrirlas por reglageneral la nariz. Así se deslizó perezosamente la noche. Oliver permaneciólargo rato despierto, ora contando los circulitos luminosos que la luz de lalámpara proyectaba sobre el techo filtrándose a través de la pantalla, oraintentandoseguircon lavista las líneasdelcomplicadodibujodelpanelquecubríalasparedes.

La semioscuridadyel silencioqueen laestancia reinabannopodían sermás solemnes. Invitaban a la meditación y terminaron por impresionarprofundamente a Oliver, quien creyó que la muerte inexorable, después dehaberrondadosulechodurantevariosdíasyotrastantasnoches,podíavolvermásterrible,másespantosa.Estasreflexioneslellenarondepavor,quecreyódisipar hundiendo la cara en la almohada y elevando al Cielo fervienteoración. Invadióle gradualmente ese sueño tranquilo que sólo recientesenfermedadespuedenproporcionar,ese repososaludableydulcedelcualnoquisiera uno despertar. ¿Quién, aun cuando del descanso de la muerte setratara, desearía sacudirlo para verse envuelto denuevo en las luchaspor lavida,parasentirsearrastradoporeltorbellinodelasnecesidades,paravolveraencontrarse con las tristes eventualidades del presente, las sombríasinquietudes del porvenir y, más que nada, con los recuerdos amargos delpasado?

Era muy entrado el día cuando Oliver abrió los ojos. Al despertar,invadióleunasensacióndebienestarinefable.Habíapasadolacrisis;volvíaaperteneceralmundodelosvivos.Tresdíasdespuéspudoabandonarellechoypermaneceralgunashorassentadoenunsillónbienguarnecidodealmohadas,ycomosudebilidadexcesivanoleconsintieraandar,labuenaseñoraBedwindispuso que le bajasen a su misma habitación, donde le sentó junto a lachimenea.Asuladotomóaquéllaasiento,yfuetalsualegríaalveralenfermofueradepeligro,quecomenzóallorar,sinserdueñadesímisma.

—No hagas caso de mi llanto, hijo mío, que el llanto es para mí undesahogonecesario—.¡Mira!Yaestoybien.Yametienestranquila.

—Esustedmuybuenaparamí,señora—contestóOliver.

—Nohablesdeeso,querido,quenovalelapena.Vasatomarahoraunatacitadecaldo,queesyahoradedaratucuerpounrefrigerio.Diceelmédicoque probablemente vendrá esta mañana el señor Brownlow a hacerte unavisita,yesnecesarioqueteencuentrebien,puescuantomejorseatuaspecto,mayorserásualegría.

Mientrashablaba,laancianacalentabaunacacerolitallenadeuncaldotansubstancioso, que hubiera bastado para alimentar a trescientos cincuentapersonas, por lo menos, de las habituadas a las suculentas comidas delhospicioenquefuecriadoOliver.

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—¿Tegustanloscuadros,hijomío?—preguntólaancianaobservandoque

Olivercontemplabaextasiadounretratoquependíadelapared.

—No puedo decirlo, señora—respondió Oliver, sin apartar los ojos dellienzo—.He visto tan pocos, que no entiendo de ello. ¡Qué hermoso y quédulceeselrostrodeesaseñora!

—¡Ah!Lospintores embellecen siemprea lasdamasque retratan, sin locual pronto perderían la clientela, hijo mío. El hombre que inventara unaparatoquereflejaraconexactitudelrostrohumano,esmásqueprobablequese pasaría la vida cruzado de brazos. Lo que digo es tan cierto como elEvangelio—dijolaseñora,sonriendomaliciosamente.

—¿Separeceaalguienesapintura,señora?

—Sí;esunretrato.

—¿Dequién?

—Si quieres que te diga la verdad, no lo sé. Seguramente de algunapersona que ni tú ni yo hemos conocido. Observo que te llama mucho laatención,hijomío.

—¡Estanhermoso,tanbello!

—¡Cómo! ¿Será posible que te infunda temor? —preguntó la señoraBedwin, observando la especie de respeto con que Oliver contemplaba elretrato.

—¡Oh, no, no!—replicó vivamenteOliver—.Pero es que lamiradameparece triste, melancólica, y visto el retrato desde aquí, creo que estámirando…esamiradahacequemicorazón lataconmás fuerza—añadióelmuchachoenvozbaja—.¡Diríasequeesaseñoraquierehablarmeynopuede!

—¡Diosmío!—exclamólabuenaenfermera—.¡Nohablesasí,hijodemialma!Estásdébilderesultasdetuenfermedad,eresimpresionablesindudaytusnerviosestánexcitados.Daremosmediavueltaatubutacayasínoveráselretrato…¡así!—dijolaanciana,uniendolaacciónalapalabra—.¡Vaya!¡Yanolotienesdefrente!

Oliver, empero, lo veía con los ojos del alma tan clara y distintamentecomosinohubiesenalteradolaposicióndesubutaca,peroensudeseodenoimportunara labuenaseñora,sonriócondulzura, llevandola tranquilidadalánimodesuenfermera,lacual,contentaysatisfecha,echósalalcaldo,cortóen pedacitos el pan tostado y los puso en la taza, haciendo todas lasoperaciones con la solemnidad y delicadeza que aquéllas merecían. Olivertomóelsopicaldoconexcelenteapetito,ycuandoacababadellevaralabocalaúltimacucharada,llamaronsuavementealapuerta.

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—Adelante—dijolaseñoraBedwin.

EnelmarcoaparecióactoseguidoelseñorBrownlow.

Entró el buen caballero con paso ligero; pero no bien alzó sus anteojoshastalafrenteyseinclinó,llevandolasmanosalosfaldonesdesulevita,paraver mejor a Oliver, sus facciones pasaron por una serie variadísima decontorsionesacuálmásextraña.

Extenuado Oliver de resultas de su enfermedad, hizo un esfuerzo paralevantarse impulsado por su deseo de dar a su bienhechor una prueba derespeto,perocayódesplomadoenel sillón.Elcorazóndel señorBrownlow,tan grande quemuy bien hubieran podido sacarse de él seis corazones paraotros tantos caballeros de sentimientos nobles y humanitarios, merced amisteriosas operaciones hidráulicas que no intentaré explicar, porque parahacerlo satisfactoriamente sería preciso que poseyera conocimientosfilosóficosquenoposeo, llevó a susojos torrentesde aguaquebrotaron enraudal traducidos en lágrimas.Hasta tal extremo le conmovió la actitud delmuchacho.

—¡Pobreniño!¡Pobreniño!—exclamóelseñorBrownlow,esforzándosepor dar a su voz su timbre habitual—. Estoy un poco afónico, señoraBedwin…temohabercogidouncatarromuyregular.

—Yocreoqueno,señor—contestó laseñoraBedwin—.He tenidobuencuidadodequesuropaestuvierabienseca.

—¡Nosé…nosé!—replicóelseñorBrownlow—.Meparecequeayer,enlacomida,mepusoustedunaservilletahúmeda…pero,enfin,nohablemosdeello.¿Quétalteencuentras,hijomío?

—Feliz, señor, y agradecidísimo a las bondades de usted —contestóOliver.

—¡Buenmuchacho!—exclamó el anciano con emoción—. ¿Le ha dadousteddecomer,señoraBedwin?Algúncaldo,¿eh?

—Una taza acaba de tomar en este instante, pero muy substancioso—contestólaenfermera,recalcandolaúltimapalabracongranénfasis.

—Unpardevasitosdevinogenerosomeparecequelehubieransentadomejorqueelcaldo,¿noesverdadTomásWhite?

—MellamoOliver,señor—replicósorprendidoelenfermo.

—¡Oliver!…—repitióel señorBrownlow—.¿Oliverqué?OliverWhite,¿verdad?

—No,señor…Twist,OliverTwist.

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—¡Es particular! Entonces, ¿por qué dijiste al juez que tu apellido eraWhite?

—¡Yonohedichotal,señor!—contestóOliverdesconcertado.

Talesvisosdementirateníalacontestación,queelcaballerofijóenlacarade Oliver una mirada severa. La sinceridad, empero, que reflejaban susfaccionesdisiparoninmediatamentesusdudas.

—Oímal,sinduda—murmuró.

Parecenaturalqueelancianocaballerodejarademirarconfijeza,aOliverdesdeelmomentoquedesapareciólacausaqueaelloleimpulsara.Noocurrióasí, sin embargo: siguió contemplándole con tenacidad, conmirada intensa.¿Porqué?Sencillamenteporquesefijódenuevoensuimaginaciónlaideadeque las facciones del muchacho eran reproducción de otras que él habíaconocido.

—¡Sentiría que se hubiese enojado conmigo, señor! —dijo Oliverdirigiendoasuprotectorunamiradasuplicante.

—¡No, no! —replicó el anciano—. Pero… ¡Cielo santo! ¡Mire usted,señoraBedwin,mireusted!

Así diciendo, extendió el brazo hacia el retrato y luego hacia la cara deOliver, que con la de aquél ofrecía una semejanza asombrosa. Los mismosojos,lamismaboca,lasmismasfacciones.Laexpresióndelosrostroseratanidénticaquetodaslaslíneasdelsemblantedelmuchachoparecíantrasladadasal lienzo.NopudoOliverconocer lacausaquearrancóalancianosubruscaexclamación, porque, demasiado débil para resistir la impresión que leprodujo,sedesmayó.PorciertoquesudesmayoproporcionaalcronistaunaocasiónfelizparaponerfinalasuspensiónenquedejóaloslectoresacercadelasuertequecorrieronlosdosjuvenilesdiscípulosdelfestivocaballeroJudío.Cuando el Truhán y su digno camarada Carlos Bates, después de haberseapropiado en forma de legalidad harto discutible del pañuelo del señorBrownlow, se mezclaron a la muchedumbre que perseguía a Oliver, y nofueronlosmástardosengritar:«¡Alladrón!¡Alladrón!»obraronimpulsadosporunmotivó,laudable,cualeseldelaconservacióndesímismos,condoblerazón si se tiene en cuenta que el derecho a la libertad individual es elprivilegiodequemásnosenorgullecemoslosverdaderosingleses.Noseréyoquienafeeunactoque,lejosdedesdoraralosquelollevaronacabo,nopuedemenosdeensalzarlosenlaopinióndelpúblicogenuinamentepatriótico,todavezqueporlomismoqueespruebabrillantedelcelo,delaansiedadconquedefendieron la hermosa prerrogativa de su libertad individual, viene aconfirmar y a corroborar ese hermoso ramillete de leyes con que algunosfilósofos profundos, inspirándose en la Naturaleza, han enriquecido a la

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humanidad, reduciendo muy sabiamente a máximas y fórmulas precisas ydeterminadas las operaciones de aquella señora, aun cuando a la sabiduríaincontestable de la misma hayan tenido que sacrificar todos los impulsosgenerososytodaslasconsideracioneshumanitariasysentimentales.Verdadesque aquéllos y éstas se empequeñecen, se esfuman y se borran ante lagrandeza de la ama que, según el consentimiento unánime de todos loshombresydetodoslossiglos,seencuentramuyporcimadelaspequeñecesydebilidadescomunesalasdesusexo.

Siparaponerderelievelaprofundafilosofíaenqueinspiraronsuconductalos dos caballeritos para salir airosos del predicamento verdaderamentedelicado en que se encontraban, hubiera de necesitar una prueba más, labuscaría y hallaría terminante en el hecho, mencionado ya en la parteexpositiva del asunto de que abandonaran la persecución y emprendieran elregreso a su domicilio por el caminomás breve no bien observaron que laatencióngeneralsehabíaconcentradoenOliver,puesaunquenoesmiánimoafirmarqueseaprácticacorrientedelosgrandessabiosllegaraconclusionesde trascendencia por el camino más corto, toda vez que, por el contrario,suelen alargar indefinidamente las distancias recurriendo a circunloquios ydigresiones ajenas lasmás de las veces al asunto, defectillo que, si bien nopuedenegarsequelesdaciertasemejanzaconlosborrachosquealregresarasus casas lo hacen invariablemente por el camino más largo, hay queperdonarlesengraciaaquesesientenarrastradosydesviadosdesuobjetivoporeltorrentedeideasquesufecundogenioelabora,diré,sinembargo,yloharéconstarcontantaclaridadcomodecisión,queesprácticainvariabledelosfilósofos profundos, de los filósofos verdaderamente grandes, dar pruebasbrillantísimas,alsentarsusteorías,desabiduríaydeprevisiónmaravillosasenloqueserefiereahaceracopioderazonesenvirtuddelascualesnunca,yenningún caso, pueden verse sus respetabilísimas personalidades obligadas aatemperarsuconductaalasmáximasporellossustentadas,quedichoseestá,no deben ni pueden afectarles.Así, por ejemplo, a trueque de conseguir ungranbien,puedepermitirsealfilósofolacomisióndeunmalpequeño,aunqueredundeenperjuiciodetercero,todavezqueelfinhadejustificarlosmediosempleados,condoblemotivosisetieneencuentaquelacantidaddemalicia,comolacantidaddelojustodelaacción,yhastaladiferenciaentrelabondadymalicia de lamisma, son accidentes que competendederecho al filósofo,nimiedadesquehadeprecisar ydeterminar su clarayprofunda inteligenciaprevio estudio de cada caso particular, estudio que no puede menos de serimparcial por lo mismo que se refiere a asuntos en los cuales es parteinteresadaelmismoquejuzga.Ybastadeconsideracionesfilosóficas.

Luegoquelosdossimpáticoscaballeritoshubieronrecorridoconceleridadprodigiosainfinidaddecallesycallejas,lasmásintrincadasylaberínticasdelaciudad,hicieronalto,decomúnacuerdo,bajounarcosombríoydeescasa

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elevación. No bien transcurrió el tiempo necesario para recobrar el aliento,CarlosBateslanzóungritodealegríayrompióareíracarcajadasdeviolenciatanextremada,queconcluyeronporagotarsusfuerzasyporobligarlearodarporelsuelo.

—¿Quépasa?—preguntóelTruhán.

—¡Ja,ja,ja,ja!

—No armes ese escándalo —observó el Truhán, tendiendo alrededormiradasinquietas—.¿Quieresqueteechenmano,animal?

—¡No puedomenos! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡No puedomenos!Me parece verlecorriendocomoalmaquellevaeldiablo,doblandoesquinasymásesquinas,pasardeunacalleaotra,atropellandoa los transeúntes,chocandocontra losguarda-cantonesycontinuandolamarchacomosisucabezafueradeaceroynodecarneyhueso,mientrasyo, llevandoenelbolsilloelpañuelo robado,corría frenético en su persecución, y gritaba con toda la fuerza de mispulmones:«¡Alladrón!¡Alladrón!».¡Ja,ja!

Laviva imaginacióndeBates le representaba laescenabajounaaspectotancómico,quehubodeinterrumpirsunarraciónpararevolcarsedenuevoporelsuelo.

—¿QuédiráFajín?—preguntóelTruhán,aprovechandouninstanteenqueBatestomabaaliento.

—¿Quédirá?—repitióBates.

—Esopregunto,sí.

—¿Quéquieresquediga?—respondióBates,poniéndoseserioalobservarlaseriedaddesucompañero.

Envezde contestar, elTruhán comenzó a silbar, y al cabodeunpar deminutos se quitó el sombrero, se rascó la oreja, y concluyó inclinando lacabeza por tres veces consecutivas, dando a su rostro una expresión muypicaresca.

—¿Quéquieresdarmeaentenderconeso?—preguntóBates.

—Nabos,jamónyespinacas,ranasquenosaltanymozosconquinqué—contestóelTruhánconsorna.

Respuesta era, aunque no satisfactoria ni clara.Bates, entendiéndolo así,preguntódenuevo:

—¿Quéquieresdarmeaentenderconeso?

Nosedignócontestar elTruhán.Calóseel sombrero, echóbajoelbrazoloslargosfaldonesdesulevita,arrugósunarizenformasumamenteexpresiva

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y, girando sobre sus talones, emprendió la marcha, seguido de Bates, cuyorostro reflejaba honda preocupación. Momentos después de sostenida laconversaciónquequedacopiada,llegabaaoídosdeljudíorumordepasosquehacían crujir los decrépitos peldaños de la escalera. El divertido viejo sehallabasentadoalamordelalumbre,teniendounpanecilloenunamano,uncuchilloenlaotra,yfrenteasupersona,sobreunastrébedes,uncacharrodepeltre.Suslabiosdescoloridosseplegaronenunasonrisapicarescaalvolverlacabezayescucharcongranatención.

—¡Cómo!—exclamóeljudío,cuyorostrovarióbruscayradicalmentedeexpresión—.¿Quéeseso?¿Sólodos?¿Dóndeestáeltercero?¡Noesposiblequeleshayanocurridocontratiempos!…

Los pasos se acercaron:muy pronto resonaron en el rellano la puerta seabrió lentamenteyentraronelTruhányBates,queseapresuraronacerrarlatrassí.

CapítuloXIII

Sehacelapresentacióndenuevospersonajesquehandefigurarenvariosincidentesagradabilísimosdeestahistoria

—¿Dónde está Oliver? —gritó colérico el judío, levantándose conexpresiónamenazadora—.¿Quéhabéishechodelmuchacho?

Losdospilletesmiraron a sumaestro con expresiónde temor, cual si laviolenciadel tonoempleadoporaquél leshubieraalarmado;contempláronseluegomutuamente,ynocontestaronpalabra.

—¿QuéhasidodeOliver?—rugióFajín,agarrandoporelcuelloalTruhánylanzandoporlabocauntorrentedemaldiciones—.¡Habla,oteestrangulo!

Tan en serio parecía hablar Fajín, queCarlosBates,mozo prudentísimo,amigo de curarse en salud e inclinado por temperamento a esquivar lospeligros, considerando altamente probable ser la segunda víctima inmoladaporeljudío,siéstesedecidíaaestrangularasucamarada,cayóderodillasylanzóungrito recioyprolongado,ungritoque lomismopodía confundirseconelmugidodeuntoroenfurecido,comoconelbramardeunabocina.

—¿Hablarásconcienmildeacaballo?—vociferóeljudío,sacudiendoalTruháncontalfuria,quesólounmilagropudoimpedirqueselequedarasulevitaentrelasmanos.

—Hacaídoenlaratonera,ynadamás—contestóelgranujaconexpresiónsombría—.¡Vaya!¿Mesueltaustedono?

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Desprendiéndosedeunsaltodelalevita,quequedóenmanosdeljudío,elTruhánseapoderódelatostaderaconlacualtiróunviajetanviolentoaljovialcaballero, que si acierta a alcanzarle, es más que probable que hubieraconcluidoparasiempreconsu jovialidad.Mercedaunsaltoatrás,dadoconagilidad increíble en un hombre de sus años, logró esquivarle el golpe, yagarrando al propio tiempo el jarro de peltre, lo levantó con ánimo deestrellarlocontralacabezadesuagresor.Porfortunaparaéste,Batesllamósuatenciónlanzandounaullidoespantosamenteterrorífico,yeljarrodestinadoalTruhán,partióenbuscadelacabezadeBates.

—¿Qué demonios pasa aquí?—gritó en aquel punto una voz bronca—.¿Quiénseatreveatirarmeunjarroalacara?¡Graciasaquefuelacervezayno el jarro el queme hirió, que de lo contrario, alguno lloraría lágrimas desangre!Nocreíayoqueunjudíoinfernal,rico,ladrónyviejo,fueracapazdetirarotrolíquidoqueelagua…ynisiquieraagua,sinofueraporquelarobaalaempresaquelaproporcionaalaciudad.¿Quéocurre,Fajín?¡Votoa…!¡Mehasmanchadoconcervezalacorbata!…¡Entratú,animalgruñón!¿Quéhacesahí,comositedieramiedotumaestro?¡Entraenseguida!

Elhombrequebarbotabaestaspalabraseraunmocetónrobusto,deunostreinta y cinco años de edad, que vestía levita negra de terciopelo, calzonesmuymanchadosydeterioradosymediasdealgodóngris,queencerrabanunpardepantorrillasdegrandiámetro…unaspantorrillasdeesasquesiempreparecen incompletas y sin terminar si en los tobillos no presentan unosgrilletesaguisadeadorno.Cubríasucabezaunsombrerodecoloroscuroyrodeabasucuellounpañuelosucioygrasiento,concuyaspuntaslimpiabasudueño la cerveza que corría por su cara. Cuando hubo terminado esaoperación, quedó al descubierto una cara de líneas rudas y barba crecida,animada por dos ojos de siniestra expresión, uno de los cuales presentabasíntomasindubitablesdehabertrabadorecientementeestrechasrelacionesconunpuño.

—¡Hedichoqueentres!…¿Hasoído?—rugióelrufián.

Arrastrándoseporelsuelo,entróen lahabitaciónunperro lanudoymuysucio,cuyacabezaestaballenadechirlosydescalabraduras.

—¿Por qué no entraste antes? —repuso el mocetón—. ¿Es que vasechandoorgulloyyanoquieresreconocermedelantedelagente?¡Échateahí!

Almandatoacompañóunapatadaquelanzóelanimalalextremoopuestode la habitación. Muy acostumbrado debía estar el perro a caricias comoaquélla,puesseacurrucótranquilamenteenunrincón,sinexhalarunquejido,y abriendo y cerrando sus feos ojos más de veinte veces en menos de unminuto,parecióentregarsedellenoalaobradeexaminarlahabitaciónenqueseencontraba.

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—¿Por qué reñías… por qué maltratabas a los muchachos, viejo avaro,tunanteyladrón?—gritóelreciénllegadoconaireresuelto—.¡Nocomprendocómonotematan!Tiempohaquetehabríacortadoelpescuezosiyofueratuaprendiz,y,además…¡perono!Nohubierapodidovenderteluego,comonofueraparaexhibirtecomomodelodedeformidadencerradoenunabotella,ycreoquenofabricanbotellasbastantegrandesparaconteneraunabestiacomotú.

—¡Chitón, señor Sikes! —exclamó el judío temblando—. ¡Hable ustedmásbajo!

—Amínomellamesseñor,grancanalla,queescosasabidaquecuandoapelas al registro de las dulzuras, es porque meditas alguna granujería.Conocesmi nombre, así que puedes llamarme por él. Te aseguro que sabréhacerlehonorcuandollegueelcaso.

—¡Bien,GuillermoSikes,muybien!—dijoeljudíoconhumildadabyecta—.Parecequevenimosdemalhumor…

—Puedeser,aunquecreoquenoesmuybuenoel tuyo,anoserquepordistraccióntedivirtierastirandojarrosdepeltrealacabezadetusamigos,locualconfiesoqueesmenosmaloquedenunciarlos.

—¿Estás loco? —exclamó el judío, asiendo a su interlocutor por unamangayextendiendoelbrazohacialosmuchachos.

ContentóseSikesconecharsealpescuezounnudocorredizoimaginarioycon dejar caer la cabeza sobre el hombro derecho, pantomima que el judíocomprendió perfectamente, y a continuación, empleando un vocabularioextravagante,queprobablementeresultaríaininteligibleparamislectoressideélhicierausoaquí,pidióunvasitodelicor.

—¡Cuidado con mezclarle algún veneno! —dijo Sikes, dejando elsombrerosobrelamesa.

Díjolo como en son de broma; pero si al decirlo hubiera reparado en lasonrisa infernalquevagópor los labiosdel judío,quizáhabríacomprendidoquelarecomendaciónnoeradeltodoinnecesariayquenoeranganasloqueal jovial viejo faltaban de perfeccionar la industria destilatoria. Luego quetrasegó dos o tres vasos de licor, Sikes llevó su condescendencia hasta elextremodeenterarsedelapresenciadelosdospilletes,aloscualesconsintióque tomaran parte en una conversación que versó principalmente sobre elcómoyelporquédelaprisióndeOliver.Huelgadecirqueloscronistasdelamismahicieronunanarracióncircunstanciada,enlaqueintrodujeroncuantasalteracionescreyóelTruhánqueaconsejabalaprudencia.

—Temo que ese muchacho diga cosas que nos proporcionen algún

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disgusto—observóeljudío.

—Es muy probable —respondió Sikes, sonriendo con malicia—. Meparecequeteveobailandoelzapateadoenelaire,Fajín.

—Ytemotambién—repusoeljudío,afectandonohabersepercatadodelainterrupciónymirandoconfijezaasuinterlocutor—,quesícomienzaelbaileconmigo,puedanbailarmuchosotros,conlacircunstanciadequeelbailequeéstos bailen, y sobre todo el que baile usted, mi querido amigo, será másmovidoqueelmío.

Estremecióse Sikes y se revolvió con furia contra el judío, pero vio queéste tenía fija lamirada en el techo y que la expresión de su rostro era deinocenciaperfecta.

Sobrevino un silencio prolongado. Todos los individuos de aquellaasociaciónrespetabilísimaparecíanembebidosensuspropiasreflexiones,sinexceptuarelperro,elcual se lamíaelhocicocomoestudiando lamaneradeprobar la fuerza de sus colmillos en las pantorrillas del primer mortal quetoparaenlacalleencuantosalieradecasa.

—Esprecisoquealguienvayaainformarsedeloquehayaeneljuzgado—dijoSikes,convozmásbajadelaquedesdequellegóhabíaempleado.

Eljudíohizoungestodeaprobación.

—Sinohamovidolasinhueso,ylehanencerradoyaenlacárcel,ningúnpeligrocorremoshastaquelosuelten—añadióSikes—.Habráqueestarsobreavisoparaentonces,ysobretodo,amarrarledealgunamanera.

Nuevaseñaldeaprobacióndeljudío.

La conveniencia de adoptar la norma de conducta sugerida por Sikessaltabaalavista,peroparatraducirlaenhechos,precisabavencerobstáculosdeconsideración.TantoelTruháncomoCarlosBates, lomismoqueFajínyGuillermo Sikes, miraban con profunda antipatía a los jueces, antipatíaextensiva a las salas en que aquéllos administraban justicia y hasta a susinmediaciones. Es difícil predecir cuánto tiempo hubieran permanecidocallados mirándose unos a otros reflejando indecisiones siempredesagradables.Verdadesqueseríainnecesariohacerconjeturas,pueslasúbitallegada a escena de las dos señoritas que Oliver había tenido el honor deconoceranteriormente,dionuevopábuloalainterrumpidaconversación.

—¡Felizcoincidencia!—exclamóeljudío—.Belitairá;¿verdad,querida?

—¿Adónde?—preguntólainterrogada.

—Aljuzgado,querida—respondióconvozmelosaeljudío.

Enhonoralaverdad,debodecirquelajovennoafirmóexplícitamenteque

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noiría,puesselimitóaexpresareldeseodeserahorcadaantesquevisitarellugarqueseleindicaba;formadelicadadeeludirelcumplimientodeunfavorque se nos pide, que demuestra que Belita había recibido esa educaciónexquisita que nos impide causar a nuestros semejantes la pesadumbreconsiguiente a lasnegativas expresasy formales.Anublóse el semblantedeljudío,quienvolviendolaespaldaaBelita,ataviadaconunvestidomagníficopor no decir soberbio, de seda encarnada, y calzada con botitas verdes, sedirigióasucompañera.

—Y tú, querida Anita, ¿quéme dices?—preguntó el judío con dulzuraexquisita.

—Queesonorezaconmigo,Fajín,asíque,puedeevitarse lamolestiadeinsistir—contestóAnita.

—¿Sabesloquedices?—preguntóSikesconacentoamenazador.

—Séquelodicho,dichoestá—replicócontranquilidadlajoven.

—Precisamente eres tú la única que puede hacerlo —insistió Sikes—.Nadieteconoceeneldistrito.

—Y como ni me conviene, ni quiero que me conozcan—replicó Anitaconservando la misma calma—, digo que no voy, lisa y llanamente,Guillermo.

—Ellairá,Fajín—dijoSikes.

—No,Fajín,noirá—dijoAnita.

—Repitoqueirá,Fajín;nohaymásquehablar—gritóSikes.

Loshechosdieron la razónaSikes.Alternandosabiamente lasamenazasconlosrequiebrosypromesas,lacomplacientejovenconcluyóporaceptarlacomisión. A decir verdad, su repugnancia no reconocía las mismas razonesquemotivaban las de su amiga, pues recién llegada al barrio de FieldLanedesde el lejano pero elegante distrito de Ratcliffe, no debía temer serreconocida por sus numerosos amigos, como le ocurría a Belita. Enconsecuencia, después de haber ceñido alrededor de su cuerpo un delantalblancoyescondidoloshermososrizosdesucabezabajounmodestosombrerodepaja, prendas sacadasdel bienprovistoguardarropadel judío, la señoritaAnitasedispusoalanzarsealacalleparadesempeñarsucometido.

—Un momento, querida mía —dijo el judío, entregándole una cestitacubierta—.Llevaestoenlamano,ypresentarásunaspectomásrespetable.

—Dale una llave de buen tamaño para que la lleve en la otramano—insinuóSikes—.Asírepresentarásupapelmásalnatural.

—¡Sí, sí!—exclamó el judío, colgandode unode los dedos de lamano

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derechadelajovenunallavemayúscula—.¡Esverdad!¡Magnífico,querida!¡Estásadmirable!—terminó,frotándoselasmanos.

—¡Oh,mi hermano querido! ¡Mi desgraciado,mi inocente,mi angelicalhermanito!—exclamóAnita,vertiendoraudalesdelágrimas,yapretandoconmanoconvulsalacestaylallave,cualsisedebatieraenlasamargasagoníasdeladesesperación—.¿Quéhasidodemipobrecitohermano?¿Dóndelehanllevado?¡Oh,caballero!¡Compadézcansedemí,ydíganmeporpiedadquéhasidodemihermanito!¡Háganlo,caballeros,háganlo,porfavor!

Pronunciadas las palabras que quedan copiadas con voz lastimeraentrecortadaporlossollozos,conalegríaindecibledelosquelaescuchaban,Anitacalló,hizoalgunosguiñosgraciosísimos,seinclinóprofundamenteantesusoyentes,ysalió.

—¡Oh!¡Eslista,amigosmíos,listacomolaquemás!—exclamóeljudío,volviéndose,haciasusdiscípulosymoviendo lacabezacongravedad,comopara recomendarles que procurasen seguir el brillante ejemplo que la jovenacababadedarles.

—Hace honor a su sexo —contestó Sikes, llenando otro vaso ydescargandosobrelamesaunpuñetazoterrible.

—¡Beboasusalud,yhagovotosporquesuconductatengaimitadores!

MientrastodoslospresentesseesforzabanporprodigarencomiosaAnita,ésta se encaminaba al juzgado de guardia, al cual no tardó en llegar sana ysalva,aunqueprobablementedebióexperimentarenelcaminoesesentimientode timidez natural común a todas las jóvenes que se encuentran solas y sinprotección en la vía pública. Entró en el juzgado de guardia por la partetrasera, encaminándose en derechura a una de las celdas cerradas, en cuyapuertallamósuavementeconlallavequeenlamanollevaba.Escuchó;pero,como no contestaran, tosió, y volvió a esperar. Continuó el silencio en elinteriordelacelda,yentoncessedecidióahablar.

—¡Oliver…queridomío!—llamóAnitaconvozdulce—.¡Oliver!…

Nohabíaallímásqueunmíserovagabundo,presoporhabercometidoelhorrendocrimende tocar la flauta,Probadasuculpabilidad,demostradaconplenaevidencia laexactituddelactodelictivoperpetradocontra la sociedad,fuecondenadoporel justicieroseñorFangaunmesdeprisióncorreccional.En la sentencia hizo constar el mencionado señor Fang el siguienteconsiderando, tan gracioso como apropiado al caso: «Considerando que elcriminal disponía de tiempo sobrado, que dedicaba a tocar la flauta;considerando que este ejercicio es poco sano, y en cambio nada es tan,higiénico como el trabajo corporal, se entenderá que el mes de prisióncorreccional lleva como accesoria los trabajos forzados» Tal era, pues, el

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réproboqueocupaba laceldaacuyapuerta llamóAnita,elcualnocontestóporque no tenía potencias ni sentidos más que para llorar mentalmente lapérdidadelaflauta,confiscadaenfavordelEstado.Anitallamóenlapuertadelaceldacontigua.

—¿Quiénva?—preguntóunavozdébilytemblorosa.

—¿Hayahíencerradounmuchacho?—inquirióAnita,nosinqueaguisadepreámbuloprecedieraalapreguntaelcorrespondientesollozo.

—¡No!—respondiólavoz—.¡NolopermitaDios!

El que así contestaba era un criminal peligroso de unos sesenta y cincoañosdeedad,aquienhabíanmetidoenlacárcelpornotocarlaflauta…Enotras palabras: por pedir limosna públicamente sin hacer cosa alguna paraganarse lavida.Ocupaba la tercera celdaun forajidoque iría apresidioporvenderjarrosycacerolassinautorización,esdecir,portrabajarparaganarseelsustentoconmenosprecioyperjuiciodelaHaciendaPública.ComoningunodeloscriminalesmencionadosrespondíaalnombredeOliver,nidabarazóndel muchacho, Anita abordó resueltamente al guardián de las barbas y delmanojodellaves,aquienconocenyamislectores,yavueltademilsuspirosyotrostantossollozos,preguntóporsuidolatradohermanito.

—Noestáaquí,querida—contestóelinterrogado.

—¿Dónde está, pues? —preguntó Anita, dando a sus palabras un tonodesgarrador.

—Selollevóelcaballero.

—¿Quécaballero?¡Diosmío!¿Peroquécaballero?

Al fin de dejar satisfecha de una vez a la joven, librándose de paso decontestar sus preguntas incoherentes, el funcionario judicial refirió a ladesoladahermanaqueOliversehabíadesmayadoenlasaladeltribunal,yquehabiéndose presentado un testigo a demostrar que el robo que se le atribuíahabía sido cometido por otro muchacho, tuvo el juez a bien declararleabsuelto, a raíz de lo cual el acusador se llevó al muchacho, todavíadesmayado, a su propio domicilio, que debía estar hacia Pentonville, si nomentíanlasseñasqueaquéldioalcochero.

Debatiéndose en un mar agitado de dudas y de ansiedades, la doloridajoven se dirigió con paso vacilante hacia la puerta, donde sin duda debiórecobrartodassusfuerzas,puesregresóconpasorápido,firmeyseguroalacasadeljudío,siguiendolarutamástortuosaycomplicadaquepudoimaginar.NobienconocióGuillermoSikeselresultadodelacomisióndesempeñadaporAnita,secalóelsombreroysaliócomounaflecha,sintomarselamolestiadedespedirsedesuscompañeros.

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—¡Es preciso averiguar dónde está! —exclamó el judío sin poderdisimular su agitación—. Hay que encontrarle a todo trance. Tú, Bates, salinmediatamente y no vuelvas a casa hasta que me traigas noticias suyas…Anita,queridamía,esprecisoquemeleencuentres…Enticonfío…yenelTruhán.¡Esperadunmomento!—añadió,abriendoconmanotrémulauncajón—. Tomad dinero, amigos míos. Esta noche cerraré la tienda… ya sabéisdóndepodéisencontrarme.Noperdáistiempo,queridos,niunsegundo.

Hablando de esta suerte les acompañó hasta la escalera, cerró con dosvueltasdellavelapuertaysacólacajitaquebienasupesardejaraotrodíaveraOliver.Congranprecipitaciónguardóensusbolsilloslosrelojesyjoyasqueaquélla contenía.No había terminado la operación, cuando recibió un sustomayúsculoaloírquellamabanalapuerta.

—¿Quiénva?—preguntótemblando.

—Soyyo—contestóelTruhán,pegadosloslabiosalojodelallave.

—¿Quépasa?—inquirióeljudíoconimpaciencia.

—Anitaquieresabersidebemosencerrarloenlaotraguarida.

—Loprimeroesencontrarle,queyosabréloquedespuésdebehacerse:notengascuidado.

MurmuróelTruhánalgunaspalabrasentredientes,ybajóapresuradamentelaescaleraparanohaceresperarasuscompañeros.

—Nohahabladohastaahora—dijoparasíeljudío—.Sisuintencióneshablardemasiado,todavíaestiempodecerrarlelaboca.

CapítuloXIV

NuevosdetallessobrelaestanciadeOliverencasadelseñorBrownlowyvaticiniohechoporciertoseñorGrimwingacercadelresultadodeuna

comisiónencargadaalmuchacho

RepuestomuyenbreveOliverdeldesmayoquelabruscaexclamacióndelseñorBrownlowleprodujera,tantoesteseñorcomolaenfermeraevitaroncondiligencia volver a hablar del retrato, entablando una conversación que noversó ni sobre la historia ni sobre el porvenir de Oliver, sino sobre cosasencaminadasadistraerlesinproducirle impresionesfuertes.Nosesentóa lamesaalahoradecomerporquesudebilidaderamuchaparaconsentirlo;perocuandoalamañanasiguientebajóalcuartodelaseñoraqueleatendióycuidódurantesuenfermedad,loprimeroquehizofuedirigirunamiradaalapared,

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llevadode la esperanzade encontrar allí el retrato de la hermosa señora.Elretratohabíadesaparecido.

—No está ya, ¿eh? —dijo la señora Bedwin, que había seguido ladireccióndelamiradadeOliver.

—En efecto—contestóOliver exhalando un suspiro—. ¿Por qué lo hanquitado?

—Lohemosquitado,hijomío,porquedijoelseñorBrownlowquelavistadelretratotehacíadañoyacasoretardasetucuración.

—¡Oh,no! ¡Nomehacíadaño, señora!Meagradabaverlo… ¡Loqueríatanto!

—¡Bien,bien!Procuraponertebuenopronto,yyoteaseguroqueelretratovolveráasusitio.Hablemosahoradeotracosa.

Fue lo único que por entonces pudo saber Oliver acerca del retrato encuestión. Agradecido el muchacho a la tierna solicitud con que la buenaenfermeraletrataba,esforzóseporolvidarelasuntoyprestótodasuatencióna las historias y cuentos que aquélla le contó acerca de una hermana suya,buena y hermosa, casada con un hombre bueno y guapo, que vivía en elcampo,yacercadeunhijoqueestabadedependienteenelestablecimientodeun comerciante de las Indias Occidentales, que también era joven y muybueno,yleescribíatresocuatrovecescadaañocartastancariñosas,quesólosurecuerdollenabadelágrimassusojos.Luegoquelabuenaseñoraexplicóasusaborlosméritosyperfeccionesdesusvirtuososhijos,sinolvidarlosdesuexcelente marido, fallecido ya, ¡pobrecillo!, veintiséis años antes, hubo desuspenderlanarracióndetaninteresanteshistoriasparatomareltépueserayalahora,ydespuésdel té,enseñóaOlivera jugarun juegodenaipes,queelmuchachoaprendióconrapidezasombrosa,juegoquelesentretuvohastaquellegó, para el enfermito la hora de tomar un vaso de vino generoso calientemezcladoconaguayunatostadita,refrigerioprecursordelacama.

Felices, muy felices, fueron los días de la convalecencia de Oliver.Respirabatalambientedetranquilidad,loveíatodotanlimpio,tanordenado,hacíanle objeto de cuidados y atenciones tan tiernas, que acordándose delruido,de la turbulencia,de laagitaciónque fuesiempresumedioambiente,creíaencontrarseenunparaísodedelicias.Nobienrecobrófuerzasbastantespara vestirse y andar, el señor Brownlow le compró un traje nuevecito, sinolvidarsugorrayzapatos,manifestandoalpropiotiempoasuprotegidoquepodía hacer con el viejo lo que le acomodara. Oliver lo regaló todo a unacriada que le había atendido con solicitud cariñosa durante su enfermedad,topándole que lo vendiera a cualquier judío y se quedara con su valor. Lasirvienta no se lo hizo repetir. Oliver, que desde una ventana presenció la

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venta,yviocómoeljudíoguardabatodaslasprendasenunsacoysealejaba,experimentó viva alegría al pensar que no existían probabilidades de quejamás aquellas prendas volvieran a adornar su cuerpo. En rigor, eran unacoleccióndeharapos,pueselpobremuchachonohabíatenidohastaentonceslasatisfaccióndevestirunaprendanueva.

Ocho días después de la escena del retrato, encontrábase Oliverdepartiendo alegremente con la señora Bedwin, cuando recibió recado delseñor Brownlow, quien le manifestaba que, si Oliver Twist se sentía bien,desearíaverleensudespachoparahablarconélunratito.

—¡Dios mío! ¡Levántate, hijo mío, y deja que te peine! —exclamó laseñora Bedwin—. ¡Señor! ¡No haber sabido que pensaba llamarte, pues tehubierapuestouncuellolimpioparaqueestuvierashermosocomounsol!

ObedecióOliverlasórdenesdelaanciana,lacual,aunquelanzóalairemilymil lamentaciones, nobien le arregló la cabeza, encontróle tandelicadoyhermoso,quellegóensuentusiasmoadecir,previoexamendecabezaapies,que leparecía imposiblequeen tanbreveespaciode tiempohubierapodidoganar tanto. El muchacho, animado por las entusiastas ponderaciones de laancianallamóconlosnudillosenlapuertadeldespachodesuprotector,yalentrar, después de oír la frase sacramental de adelante, encontró al señorBrownlowenunaestanciareducida,escondidaenelcentrodelacasa,cuyasparedesdesaparecíandetrásdelasestanterías llenasdelibrosquelacubrían.Lahabitaciónteníaunaventanaquedabaaunosjardinespreciosos,frentealacual estaba la mesa de trabajo ante la que encontró sentado al cariñosoanciano.CuandoéstevioentraraOliver,dejóvivamenteel libroqueestabaleyendo e hizo que elmuchacho se acercara y sentara a su lado. ObedecióOliver,maravillándose de que hubiera en elmundomortal que pudiera leertantos libros, que seguramente bastaban y aun sobraban, para hacer sabio atodoelgénerohumano.Noesdeadmirarquesemaravillase,puesmuchos,debastante más experiencia que Oliver Twist, no aciertan a comprender elfenómenodeque,habiendotantoslibros,hayatanpocossabios.

—Muchoslibrosymuybuenos,¿noesverdad,hijomío?—preguntócondulzura el señor Brownlow al reparar en la curiosidad con que Olivercontemplabalosestantes.

—Muchos,sí,señor;nuncatuveocasióndevertantos—contestóOliver.

—Todos podrás leerlos si te portas bien —observó el caballero—. Porciertoquesulecturateagradarámuchomásquesuscubiertas…esdecir,nosiempre,pueslibroshaycuyoméritoúnicoestáenlaencuadernación.

—Seránesostangrandes,señor—dijoOliver,extendiendoelbrazohaciaunosvolúmenesencuartomayor,cuyos lomosostentabanhermososrelieves

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dorados.

—No me refiero a ésos precisamente—replicó el anciano, dando unosgolpecitos en la espalda al muchacho—. Otros hay que pesan tanto comoéstos, aun cuando sus dimensiones sean muchísimo más pequeñas. ¿Tegustaríallegaraserunsabioyescribirlibros,hijomío?

—Creoquepreferiríaleerlos,señor.

—¡Cómo!¿Noteagradaríaserautor?

Al cabo de algunos momentos de reflexión, contestó Oliver que, a sujuicio,eramejoreloficiodelibreroqueeldeautor,contestaciónquehizoreírdemuybuenaganaalcaballero,quienconcluyópordeclararquenodejabadeestar en su punto la respuesta. Huelga decir que Oliver quedó sumamentesatisfecho,bienquesincomprenderelporquédelarisadesuprotector.

—¡Bien,hijomío,bien!—exclamóelseñorBrownlowconseriedad—.Noteasustes,quemientrashayaunoficioqueaprender,teprometoquenoserásautor.

—Gracias,señor,muchasgracias—respondióOliver,conentonaciónquearrancó nuevas risas al anciano, a la par quemurmuraba entre dientes algoacercadelinstinto.

—Ahora, hijomío, necesito que prestes toda tu atención a lo que voy adecirte—repusoel señorBrownlow,hablandoconentonaciónmásdulce, sicabe,alaparqueconsolemnidadexcepcional—.Voyahablartesinrodeosnireservas, seguro de que estás en estado de comprenderme tan bien como sifuerashombredemásedad.

—¡Oh,señor!¡Nomedigaquetratadedespedirmedesucasa,porfavor!— exclamó, Oliver con ansiedad, lleno de temor ante la solemnidad delpreámbulo—.Nomepongaa lapuertade sucasa,obligándomeacorrerdenuevolascalles.Permítamecontinuarasuladocomocriado.Nomeenvíeallugarrepugnantededondesalí.¡Tengapiedaddeestepobremuchacho,señor!

—Hijo mío—replicó el señor Bhownlow ante el calor con que Oliverimplorabasuprotección—.No temasqueyo teabandone,anoserqueparaellomedesmotivos.

—¡Nuncalosdaré,señor!

—Asíloespero—repusoelanciano—.Persuadidoestoydequenohasdedármelosjamás.Hesufridomuchosdesengaños,mehanpagadoconingratitudlaspersonasaquieneshequeridoproteger,peroestonoobstante,mesientomuyinclinadoacreerenti,yunafuerzamisteriosa,queniyomismopodríaexplicar,meimpulsaaprotegerte.Yacenbajotierralosseresquemásqueridosmehansido,yaunquealmorir llevaron tras sí toda la felicidaddemivida,

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todoslosencantosqueelmundopuedaofrecerme,noporellohehechodemicorazónunataúd,noporellohecerradomipechoalosefectospurosyalasemociones dulces; antes por el contrario, aquéllos y éstas se robustecen,adquierenmayorfuerza,cuandolosagitaelreciovendavaldeladesgracia.

Como el anciano pronunciara las últimas palabras amedia voz, y comohablandoconsigomismo,yguardarasilencioduranteunoscuantossegundos,Oliverpermaneciócallado,sinatreversecasiarespirar.

—Sitehablodeestasuerte,hijomío—continuóelseñorBrownlow,conmayordulzuraenlavoz—,esporquealientaentupechouncorazónjoven,ysabiendocuántosdolores,cuántaspesadumbreshanheridoelmío,evitarásconmayorcuidadoenconar lasheridas,nobiencerradas todavía.Dicesqueereshuérfano, y que no tienes un solo amigo en el mundo; y, en efecto, losinformes que he logrado obtener son confirmación de tus palabras. Deseoconocerlahistoriadetuvida,saberdedóndehasvenido,quiéntehacriadoyeducado,ycómofuisteadarconlaspersonasencuyacompañíateencontré.Dimelaverdad,yteaseguroquenotefaltaráunamigomientrasyoviva.

AgolpáronselossollozosalagargantadeldesdichadoOliver,impidiéndolehablar durante unosminutos. Cuando tranquilizado amedias, se disponía anarrarcómofuecriadoenlasucursaldelhospiciodesdelacualpasóalacasamatriz, donde hubo de sufrir los tormentos consiguientes a la animosidaddeclarada del señor Bumble, sonó en la puerta de la calle un repique dealdabónmovidopor unamano impaciente, ymomentos después entró en eldespachouncriadoanunciandolavisitadelseñorGrimwig.

—¿Subeya?—preguntóelseñorBrownlow.

—Sí,señor—contestóelcriado—.Preguntósihabíaencasabizcochos,ycuandolecontestéquesí,dijoqueveníaatomarelté.

Sonrió el buen anciano, y volviéndose hacia Oliver, díjole que el señorGrimwig era un amigo antiguo suyo, añadiendo que no hiciera caso siobservabaquesusmodaleseranuntantobruscos,puesbajounacortezarudalatíauncorazóntiernoycariñoso,comotendríaocasióndecomprender.

—¿Quiereustedquemevaya,señor?—preguntóOliver.

—No,no;prefieroquetequedes—contestóelseñorBrownlow.

En aquel momento entró en la estancia, apoyándose sobre un bastónextraordinariamente grueso, un caballero de gran corpulencia, cojo de unapierna,quevestíalevitaazul,chalecorayado,calzónypolainasdemahón,ycubríasucabezaconunsombreroblanco,dealasmuyanchas,vueltashaciaarriba y guarnecidas de verde. Su chaleco dejaba escapar la chorrera de sucamisayunacadenalargadeacero,decuyoextremopendíanounreloj,sino

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unallave.Losextremosdesucorbata,tambiénblanca,formabandosbolasdeltamaño de naranjas muy regulares. En cuanto a su rostro, la variedad deguiños,gestosycontorsionesqueloanimabanalhablaroalescuchardesafíanel lápiz del caricaturista más competente. Las revoluciones de su cabezaalrededor del cuello, que hacía las funciones de pivote, eran tan rápidas yfrecuentes,yalpropiotiempomirabaasusoyentesointerlocutorestanporlosángulosdelosojos,quetodoelmundo,alverle,sindarsecuentaseacordabade los loros. En esa actitud entró en el despacho, llevando en la mano unpedacitodecáscaradenaranja,alaparquegritabaconentonaciónairada.

—¿Noloestáustedviendo?¿Exageroonoexagero?¡Escuentoestequenopuedayosubiraunacasasinencontrarenlaescaleraunadeesascáscarasque liarían la fortuna de un pobre cirujano! ¿Ha visto usted nunca nada tansingular, tan extraordinario, tan maravilloso? A una cáscara de naranja soydeudordeestamalditacojera,yunacáscaradenaranjaocasionarámimuerte.¡Sí,señor!¡Unacáscaradenaranjamematará!Tanciertoestoydeello,quenotengoinconvenienteencomermelacabezasimeequivoco.

Era la pena que el buen señorGrimwig se imponía siempre que sentabaalgunaafirmación,penalidadverdaderamenteperegrina,puesaundandocomobuena,queesmuchodar,laposibilidaddequeuncaballerosecomasupropiacabeza, suponiendo que en hacerlo no tenga inconveniente, era tandescomunal la del señor Grimwig, que difícilmente hubiera sido capaz deengullirlaelmortalmástragónenunasolasentada,ycuentaque,alhablardedificultades,notengoencuentalaespesacapadepolvoquelacubría.

—¡Sí, señor, sí! ¡Me comería la cabeza! —repitió el señor Grimwiggolpeandoel suelo con sugarrote—. ¡Hombre!…¿Quées eso?—preguntó,clavandosusojosenOliveryretrocediendodospasos.

—Es Oliver Twist, el muchacho de quien le hablé —contestó el señorBrownlow.

Oliversaludóconunareverenciaprofunda.

—¡Supongo que no será éste el muchacho que ha pasado la fiebre!—exclamó el señor Grimwig, retrocediendo dos pasos más—. ¡Alto! ¡Espereusted! —añadió con brusquedad, olvidando en medio del alborozo que leprodujoeldescubrimientoeltemoracontagiarse—.¡Apuestoaqueésteeselquehatiradoenlaescaleralacáscaradenaranja!¡Sinohasidoél,mecomomicabeza,yhastalasuya!

—¡No,no!¡Nohasidoél!—replicóelseñorBrownlowriendoamásnopoder—.Perohablemosdeotracosa.Dejeustedel sombrero,y tratemosdemiamiguito.

—Me preocupa lo que usted no puede figurarse este asunto —dijo el

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irritable caballeroquitándose losguantes—.Todos losdías encuentromásomenoscáscarasdenaranjaenlaaceradenuestracalle,ymeconstaquelastiraelmuchachodelcirujanode laesquina.Anoche,sin irmás lejos, resbalóenunadeellasunajoven,yensucaídafueachocarcontralaverjademijardín.No bien se levantó, vi que dirigía sus ojos hacia ese infernal farol rojo quebañalacalleenunaluzsiniestra.«¡Novayaustedaesacasa!(gritéyodesdela ventana). ¡Es un asesino!… ¡Un embaucador! ¡Y lo es en verdad! Simeengaño,me…»

Elirasciblecaballeropusofinasudiscursodescargandosobreelpisoungarrotazo formidable, lo que era tanto, y todos sus amigos lo sabíanperfectamente, como formular su ofrecimiento de costumbre. Sentóse acontinuación, sin soltar el garrote, abrió unos impertinentes que llevabapendientes del cuello por medio de una cinta muy ancha, y comenzó aexaminarconatenciónaOliver,elcual,viendoqueeraobjetodelainspeccióndelcaballero,seruborizóysaludódenuevo.

—¿Esteeselmuchacho?—preguntóelseñorGrimwig.

—Esteeselmuchacho—respondióelseñorBrownlow.

—¿Cómovamos,muchacho?

—Muchomejor,muchasgracias—contestóOliver.

El señor Brownlow, viendo que su excéntrico amigo iba a decir algodesagradable, dijo a Oliver que subiera a preguntar a la señora Bedwin siestabadispuestoelté.Elmuchacho,aquiennoagradabanmucholosmodalesdelreciénllegado,alegrósedequeledepararanocasiónparasalir.

—Esunguapochico,¿verdad?—preguntóelseñorBrownlow.

—¡Yoquésé!—contestóelinterrogadoconentonaciónbrusca.

—¿Quenolosabe?

—¡Claro que no lo sé! Paramí todos losmuchachos son iguales:mejordicho,noencuentromásquedosclasesdemuchachos:muchachosespátulas,ymuchachostoros.

—¿EnquéclasificaciónincluyeaOliver?

—Enlademuchachosespátulas.Unamigomíotieneunhijodelosdelacategoría de muchachos toros… una preciosidad, según dicen. Tiene unacabezotatremebunda,unosmofletesproporcionadosaaquélla,rojoscomolasangre, por añadidura, y unos ojos como carbones encendidos, en fin, unhorror.

—¿Puesquédiremosdesucuerpo?Lacarneamenazarompereltrajeportodaspartes, tienevozdemarineroy apetitode lobo.He tenido,ocasiónde

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conocerbienaesecetáceo.

—Conformes;pero, comonoeséseel tipodeOliverTwist, creoquenotieneustedmotivosparaenojarse.

—Reconozcoquenoeséseel tipodeOliver;peroconmejortipo,puedeserdepeorcondiciónqueelotro.

ElseñorBrownlowtosióconimpaciencia, loquealparecerprodujovivasatisfacciónasuinterlocutor.

—Repitoqueprobablementeserámuchopeor—insistióelseñorGrimwig—.¿Dedóndeviene?¿Quiénes?¿Quées?Porlopronto,hatenidofiebre,ylafiebresóloatacaalosmalossujetos.¿Eh?¿Quéedad?Conocíaunindividuoque fue ahorcado en Jamaica por haber asesinado a su amo: pues bien, eseindividuohabíacontraídolafiebreseisveces.¿Queleparece?

Lo bueno del caso es que allá en los repliegues más recónditos de sucorazón,elseñorGrimwigestabadispuestoa reconocerqueelsemblantedeOliverlehabíasidoaltamentesimpático,peroporencimadelosdictadosdeaquella víscera estaba su prurito por contradecir, prurito agudizado en aquelmomentoporhaberencontradoen laescalera lacáscaradenaranja.Heaquíporqué, resueltoanoconsentirqueningúnnacido ledijerasiunmuchachoeraguapoofeo,simpáticooantipático,desdeelprimerinstantedecidióllevarla contraria a suamigo.Cuandoel señorBrownlow reconocióquenopodíadar contestación satisfactoria a sus preguntas acerca de la honradez delmuchacho, y que había diferido toda clase de investigaciones acerca de lahistoriapasadadeaquélhastaquesuestadodesaludlepermitierareferirla,elseñorGrimwigsonriósarcásticaymaliciosamente,preguntandoconpunzanteironíasisuamadegobiernoteníalacostumbredecontartodaslasnocheselserviciodeplata,añadiendoquesidentrodeunplazobrevísimonoechabademenosunoodoscubiertos,estabadispuestoacomerse…loqueyasesabe.

El señor Brownlow, aunque de temperamento vivo e impetuoso, comoconocíaa fondo lascualidadespeculiaresdesuamigo, sufrióconcalmasusexcentricidades.Durante el té, comoel señorGrimwig tuvo la dignacióndeencontrar excelentes los bizcochos, la conversación siguió derroterosmenosescabrosos,yOliver,quetambiénestuvopresenteaté,comenzóasentirsemástranquiloanteaquelfieroydestempladocaballero.

—¿Y cuándo vamos a tener el placer de escuchar la historia completa,verídica y detallada de la vida y aventuras de Oliver Twist?—preguntó elseñorGrimwigmirandodesoslayoaOliver.

—Mañanaporlamañana—contestóelseñorBrownlow—;perodeseoquemelacuenteamísolo.Subeamidespachomañanaalasdiez,hijomío.

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—Estábien,señor—contestóOliverconciertavacilación,provocadaporlasfuribundasmiradasqueledirigíaelseñorGrimwig.

—¿Quiereustedque ledigaunacosa?—preguntóGrimwig,pegando suboca al oído de su amigo—. No subirá: no le espere usted. He visto suvacilación.Leestáengañandoausted,amigomío.

—¡Juraríaqueno!—replicóconcalorelseñorBrownlow.

—¡Yyome…—aquídescargóunbastonazotremendo—sinoleengaña!

—¡Garantizaría la honradez del chico con mi vida! —insistió el señorBrownlowdescargandounpuñetazosobrelamesa.

—¡Yyoconmicabezaqueesunbribón!

—Eltiemponoslodirá.

—¡Altiempo,altiempo!

Quiso la fatalidad que en aquel punto entrase en la estancia la señoraBedwinllevandounpaquetedelibrosqueelseñorBrownlowhabíacompradoen el mismo puesto de libros que ha figurado ya en esta historia. Dejó elpaquetesobrelamesaysedisponíaasalir,cuandoledijoBrownlow:

—Hagaustedsubiralcriado,quetienequeiraunrecado.

—Hasalido,señor—respondióla,señoraBedwin.

—Mándelollamar.Necesitodevolveralgunoslibrosypagarotros,quenoestánpagados.Ellibreronoesrico,yquieropagarinmediatamentemideuda.Saliólaancianadelaestancia,seguidadeOliver,aquienenvióporunladodela calle para que llamara al criado mientras la criada hacía lo propio endirecciónopuesta, peroni aquél ni ésta dieron con el quebuscaban.Ambosregresaronjadeantessinhaberconseguidosuobjeto.

—Losientodeveras—dijoel señorBrownlow—.Teníagrandeempeñoendevolverloslibrosestanoche.

—Puede enviarlos con Oliver —observó Grimwig con ironía—. Nadiecumpliráelencargomásescrupulosamentequeél.

—¡Sí,señor!Yoloharé—tercióOliver—.Irévolando.

A punto estaba el buen caballero de contestar que no quería queOliversaliera a la calle bajo ningúnpretexto, cuandouna tosecillamaliciosa de suextravagante amigo le hizo variar de resolución. Decidió, pues, confiar elencargoalmuchacho,maneradedemostrarconhechosquelassospechasdeGrimwigeraninfundadasymaliciosas.

—Vasairtú,hijomío—dijoaOliver—.Loslibrosestánsobreunasilla

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juntoamimesa:veabuscarlos.

Oliver, encantado al ver que podía ser de alguna utilidad a su protector,volviósegundosdespuésconloslibrosbajoelbrazo,yesperó,gorraenmano,lasórdenesdeBrownlow.

—Dirás al librero que le devuelves estos libros de mi parte —dijoBrownlow,mirando con fijeza aGrimwig—, y que vas a pagarle las cuatrolibras y diez chelines que le adeudo. Toma un billete de cinco libras: tedevolverádiezchelines.

—Notardarénidiezminutos,señor—contestóOliver.

Despuésdeguardar el billete en el bolsilloyde colocar cuidadosamenteloslibrosbajoelbrazo,hizoOliverunareverenciaprofundaysalió.LaseñoraBedwinleacompañóhastalapuertadelacalle,indicándolecuáleraelcaminomás corto, el nombre del librero y el de la calle, indicaciones que Olivermanifestóhaberentendidoperfectamente,ydespuésquelerecomendóunayotravezqueseabrigarabien,dejólemarchar.

—¡Angelito!—exclamólabuenaanciana,siguiendoaOliverconlavista—.Nopuedodecirporqué,perohubieradeseadoquenosalieradecasa.

Elmuchacho,quellegabaalaesquinavolviólacabezaysonrióalaseñoraBedwigantesdedoblarla.Estadevolviólasonrisay,cerrandolapuerta,subióasuhabitación.

—Vamosaver—dijoBrownlow,sacandoelrelojdelbolsilloyponiéndolosobrelamesa—.Estarádevueltadentrodeveinteminutosalosumo:yahabráanochecidoentonces.

—¿Peroesperaustedquevuelva?—preguntóGrimwig.

—¿Lodudausted?—replicóBrownlowsonriendo.

Elespíritudecontradicciónrespirabaconfuerzaenaquelmomentoenelpecho de Grimwig, pero aún le dio mayores proporciones la sonrisa deconfianzadesuamigo.

—¡Lodudo,sí!—respondió,descargandootropuñetazosobrelamesa—.No sólo lodudo: afirmoquenovolverá.Elmuchacho llevaun traje nuevo,algunoslibrosdevalor,yunbilletedecincolibrasenelbolsillo.Desdeaquíirá en derechura a encontrar a sus antiguos amigos los ladrones, y todos seburlarándeusted.¡Siesemuchachovuelveaaparecerporestacasa,mecomomicabeza!

Pronunciadas estas palabras, acercó su silla a lamesa, y los dos amigosguardaronsilencio,fijassusmiradasenlaesferadelrelojqueteníandelante.Bueno será hacer constar, a título de ejemplo que pone de relieve la

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importanciaqueelhombresueleconcederasusapreciacionesyelorgulloconque ve confirmadas por los hechos conclusiones temerarias y hasta odiosasquesepermitióaventurar,queelseñorGrimwig,noobstantesubuencorazón,que bueno lo tenía de veras, y el pesar sincero que le proporcionaría verengañadoyestafadoasuamigo,enaquelmomentodeseabadetodasverasycontodasualmaqueOliverTwistnovolviera.Lanochefuellegandoporsuspasos contados. Apenas se distinguían ya las agujas del reloj; pero los doscaballeros continuaban inmóviles y silenciosos, con los ojos clavados en elreloj.

CapítuloXV

QuepruebacuántoqueríanaOliverTwistelgraciosoviejojudíoylaseñoritaAnita

EnlaobscurayhediondasaladeunatabernasituadaenunadelascallesmáspobresdeLittle-Saffron-Hili,guaridatenebrosadondeduranteelveranonorecibelavisitadeunsolorayodesol,hállasesentadofrenteaunjarrodelatónyunvasitodevidrio, ambos impregnadosde fuerteolor a alcohol, unhombrequeviste casacónde terciopelode colorpardusco, calzón,mediasymedias botas, en quien cualquier agente de policía poco experto, aun a lamedialuzdelaestancia,hubierareconocidosindificultadaGuillermoSikes.Tendidoa suspies,habíaunperrodecapablancayojoscolorados,queoramirabaasuamo,oralamíaunaheridasanguinolentaquepresentabasuhocico,pruebainequívocadealgunariñareciente.

—¡Teestarásquieto,maldito!—exclamóSikes,rompiendounsilencioqueperdurabadesdemuchoantesdepresentarloaloslectores.

Aquel hombremeditaba, parecía absorto en hondas preocupaciones; estoesindudable;peroencambioofrecedudasmuyserias,tanseriasquelasdejoalaconsideracióndellectordecidirsilasmeditacionesdeaquelhombreerandetal naturaleza que el movimiento de los ojos de un perro bastaba parainterrumpirlas, o bien en sus operaciones discursivas influían tanpoderosamente sus sentidos, que exigían aquéllas ir acompañadas de sendaspatadaspropinadasal inofensivocan.Lacausapodía serunauotra;peroelefectoeraelmismo:patadasyblasfemiasdescargadassimultáneamente.Porreglageneral,nosuelenvengarlosperroslasinjuriasquedesusamosreciben,peroeldeldistinguidoseñorSikes,acasoporserdegeniotanirasciblecomosu amo, acaso resentido en aquellos momentos por recientes detrimentosrecibidos en su integridad perruna, es lo cierto que, perdidos todos losmiramientos,hincóconrabiasuscolmillosenlamediabotadesuamo.Tirada

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una dentellada soberbia, se retiró gruñendo, buscando debajo de un bancoproteccióncontraeljarrodemetalqueSikeshabíalanzadosobresucabeza.

—Teatrevesamorderme,¿eh?—gritóSikes,abriendoconcalmasiniestraunanavajadescomunalquesacódeunodelosbolsillos—.¡Venacá,demonio!¿Nooyes?

El perro debía oír perfectamente, pues el señor Sikes hablaba con vozpotenteyhabíaapeladoalregistromásalto,perocomoelperro,pormotivosque él se sabría, no estaba al parecer muy dispuesto a que le rebanasen lacabeza, permaneció donde estaba gruñendo con mayor fiereza que nunca,enseñando los colmillos y clavando su hermosa dentadura en las patas delbanco. La resistencia del animal no sirvió sino para exasperarmás ymás aSikes, quien, poniéndose de rodillas, dio comienzo a un ataque formidablecontraelperro.Saltabaelcandederechaaizquierdaydeizquierdaaderecha,aullando,gruñendoy ladrandofurioso.Sikesalternaba laspuñaladascon lasimprecaciones o simultaneaba las segundas con las primeras, y la contiendaamenazaba tener un desenlace enojoso para uno de los dos contendientes,cuandoseabrióbruscamentelapuerta,yelperrohuyónomenosbruscamente,dejandoaSikesconlanavajaenlamano.

Dicen,ydicenbien,queparareñirprecisaquehayadoscontendientes.SiGuillermoSikeshubieraquedadosolo,lacontiendahubieseterminadoconlafuga del perro, pero como la puerta había sido abierta por alguien, con estealguienquisoSikesdesfogarsucólera.

—¿Quién demonios viene a interponerse entre mi perro y yo? —rugióSikes,haciendoungestoamenazador.

—Ignoraba que estuviese usted ocupado, amigo mío… no lo sabía —contestó el judío Fajín con humildad extraordinaria, pues Fajín era quienacababadeentrar.

—¿Quenolosabías,viejoladrón?—tronóSikes—.¿Nooísteelestrépito?

—Nadaheoído:estanciertocomolodigo,Guillermo.

—Puede que tengas razón, que no hayas oído nada—replicó Sikes consonrisasiniestra—;peroencambio tieneshabilidadbastanteparameterteentodaspartessinquenadie teoiga.Hubieraqueridoquefuerasmiperrohaceunminuto,Fajín.

—¿Porqué?—preguntóeljudío,riendoconrisaforzada.

—Porque el Gobierno, que protege las vidas de miserables como tú,consientequeunhombremateacuantosperroslevengaengana:yalosabes—replicóSikescerrandolanavaja.

El judío tomóasiento frente a lamesa,y frotándose lasmanos, aparentó

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reírloschistesdesuinterlocutor,aunquelociertoesquenoestabamuyasugustoensucompañía.

—Ríe,ríe—gruñóSikes,mirandodespectivamentealjudío—;ríecuantoquieras,aunqueteaseguroquenohasdereírtenuncaamicosta,comonoseaescondiendo antes tu cabeza bajo un saco de tela gruesa. Te tengo bajomiférula,Fajín,y…bajoellacontinuarásestandomucho tiempo.Simemuevoyo, te moverás tú; si yo estoy inmóvil, inmóvil estarás tú; ya lo sabes.¡Cuidadito,pues!

—Estábien,amigomío,estábien.Todoesolosé…Tenemos…tenemosinterésrecíproco,Guillermo…interésmutuo.

—¡Hum!—murmuróSikes,comoqueriendodaraentenderqueelinterésera mayor por parte del judío que por la suya. ¡Al grano! ¿Qué quieresdecirme?

—Que todo sale a las mil maravillas, y que aquí está la parte quecorrespondeausted.Esmayorde loquedeberíaser,amigomío;peroyaséqueenotraocasiónsabrácompensarme…

—¡Vaya, vaya! ¡Me molestan las tonterías! —interrumpió Sikes—.¿Dóndeestámiparte?¡Vengapronto!

—¡Conformes,conformes,Guillermo!,perodéjemeunpoquitodetiempo.Heaquíelpaquetito,sanoysalvo.

Acompañando el judío la acción a la palabra, sacó del seno un pañueloviejo, y desatando un nudo que había en una de sus puntas, exhibió unpaquetitoenvueltoenpapelbasto,queSikeslearrebatópresurosodelamano.

—¿Es esto todo? —preguntó, desgarrando la envoltura y contando lasmonedasdeoroqueaquéllacontenía.

—Cabal—contestóeljudío.

—¿Nosetehabráocurridolaideadedesliarelpaquetitoporelcaminoytragarteunaodosmonedas?—preguntóSikesconexpresiónderecelo—.Notehagaselofendido,granuja,quemásdeunavezlohashecho.¡Anda!¡Tiradelarepicadora!

La frase, traducida al lenguaje corriente, significaba que hiciera sonar lacampanilla.ObedecióFajín,yalllamamientoentróotrojudío,másjovenqueelqueacompañabaaSikes,perodeaspectonomenosinnobleyrepulsivoqueeldeaquél.Sikesselimitóaextenderlamanohaciaeljarrovacío.Eljudío,comprendiendo perfectamente la señal, salió para llenarlo de nuevo, no sincambiarantesunamiradaextrañaconFajín,quienalzó losojosduranteunafraccióndesegundocomosideantemanosupieraquesucompatriotahabíademirarle,ehizoalpropiotiempounmovimientodecabezatanimperceptible,

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que seguramente hubiera pasado inadvertido a cualquiera que estuvieseobservando.NoreparóenelloSikes,ocupadoentoncesenarreglarellazodeunodesuszapatosdestrozadoporelperro.Esmásqueprobablequedehaberreparadoenaquelcambiodeseñales,nohubieraauguradonadabueno.

—¿Quién hay por aquí, Barney?—preguntó Fajín sin alzar los ojos delsuelo,puessabíaqueSikesleobservaba.

—Niunalma—respondióBarney,cuyaspalabrasignoramossipartíandelcorazónodeotraparte,perodesdeluegoaseguramosquesalíanporlanariz.

—¿Nadie? —preguntó Fajín con expresión de sorpresa, que acaso ibaencaminadaaindicaraBarneyquepodíadecirlaverdad.

—NadiemásquelaseñoritaAnita—contestóBarney.

—¡Anita!—exclamóSikes—.¿Dóndeestá?¡Ciegueyoahoramismosinorindoaesajovenelhonoraquesustalentosnaturaleslahacenacreedora!

—Estátomandounaracióndeterneraguisada—contestóBarney.

—Envíamela inmediatamente —repuso Sikes sirviéndose otro vasito delicor—.Hazlavenir.

BarneymirócontimidezaFajíncomosolicitandopermiso,pero,comoeljudío no alzara los ojos del suelo ni despegara los labios, salió aquél paravolverpocodespuésacompañandoaAnita, lacualveníaataviadacongorro,delantal,cestayunallaveenormeenlamano.

—¿Estássobrelapista,Anita?—preguntóSikes,ofreciéndoleunvasito.

—Sobre la pista estoy, Guillermo —respondió la joven—, vaciando elvasito—.Encontrélapista,yporciertoquemehecansadomásdelacuenta.Elbribonzuelohaestadoenfermo,hapermanecidorecluidoenlacasay…

—¡Ah,Anitaquerida!—exclamóeljudío—.¡MiqueridaAnita!

Nomeatreveréaasegurarsilacontracciónespecialquesufrieronlasrojascejas del viejo judío y el guiño apenas perceptible de sus pequeños ojoshundidos profundamente en sus órbitas dieron a entender a la joven queprocurara ser poco comunicativa: son detalles esos que apenas si tienenimportancia.Loquea laexactitudde lanarración interesason loshechos;ylos hechos, mejor dicho, el hecho fue que la joven cortó en redondo lasexplicaciones y que, después de prodigar a Sikes sonrisas llenas de gracia,cambióbruscamentedeconversación.Alcabodeunosdiezminutos,elbuenFajín sufrió un acceso de tos, visto, mejor dicho oído lo cual, la caritativaAnita echó sobre sus hombros su propio chal y manifestó que era hora derecogerse. Sikes manifestó que él debía seguir durante un buen trecho lamisma dirección, y que, por tanto, tendría el placer de acompañarla; en

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consecuencia,salieronjuntos,seguidosacortadistanciaporelperro,quesalióde un corral próximo cuando su dueño se hubo alejado. El judío asomó lacabeza por la puerta de salida, siguió con la vista a Sikes mientras éste seperdía en las obscuridades del lóbrego pasadizo, amenazóle con el puñocerrado murmurando al propio tiempo horribles imprecaciones, y luego,plegadossuslabiosenunasonrisasiniestra,sentósefrentealamesaynotardóenabsorberseenlalecturainteresantedeunarevista.

Mientrasenlatabernateníalugarlaescenaquedejodescrita,OliverTwist,sin soñar siquiera que pudiera estar tan cerca como estaba del judío de lasmarrullerías, se encaminaba a buen paso a la tienda del librero.Al llegar aClerkenwell,tomó,sindarsecuenta,unacallequenodebiótomar,perocomono se percató de su equivocación hasta que había recorrido la mitad de lamisma,ysupusoporotrapartequeapenassilealejabadeladirecciónexacta,consideróinútilretrocederyprosiguióavanzandocontodalaligerezaposible,conelpaquetede los librosbajoelbrazo.Andabacontento,pensandoenelbienestar que su nueva situación le proporcionaba y en el placer que leproporcionaríaveralpobreRicardito,quienprobablementeenaquelmomentomismo estaría muerto de hambre y molido a palos llorando con amargura,cuandodisipóestasmeditacioneselgritodeunajoven,queexclamócontodalafuerzadesuspulmones:

—¡Hermanoquerido!

SinqueOlivertuvieratiempodealzarlosojos,seencontrópresoentredosbrazosquerodearonsucuello.

—¡Déjemeusted!—dijoOliver,pugnandopordesprenderse—.¿Quiénesusted?¿Porquémedetiene?

Por toda contestación, la jovenque estrechaba aOliver entre susbrazos,jovenque llevabaenunamanounacestayen laotrauna llavedescomunal,dejó escapar de sus labios un verdadero diluvio de lamentaciones y quejas,peroagritoherido.

—¡Oh!¡Gracias,Diosmío!—gritaba—.¡Leencontréalfin!¡Oh,Oliver…Oliver! ¡Qué de sufrimientos, qué de agonías por tu culpa, cruel! ¡Vamos acasa, querido, vamos a casa! ¡Dios mío, Dios mío! ¡Qué felicidad haberleencontrado!¡Gracias,Diosmío,gracias!

Lanzadas al viento las exclamaciones que dejo copiadas, y otras que nocopiaré,tanincoherentescomolasprimeras,lajovencontinuóalternandolosgritosconlossuspirosyacabóporserpresadetanviolentoataquedenervios,quedosmujeresdelasquehabíanacudidoalosgritossecreyeronenelcasodepreguntaralmozodeuntablajero,cuyacabellerahirsutaycresparezumabaelseboconquesupropietariosolíafrotarla,sinoseríamejorquepermanecer

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allícomounpasmarotecorrerenbuscadeunmédico,aloquecontestóeldelacabeza sebosa,másaficionadopor lovistoamirarqueacorrer,quea sujuicionoerannecesarioslosauxiliosdelacienciamédica.

—¡No,no!—exclamóla joven,asiendoconfuerza lamanodeOliver—.¡Nohaynecesidad!Estonoesnada…Mesientoyamejor.¡Vamos,vamosacasa,ingrato!

—¿Peroquéesloquepasa?—preguntóunadelascuriosas.

—¡Oh!—respondiólajoven—.Queseescapóhaceyaunmesdesucasa,dejando desesperados a sus padres, personas honradas y trabajadoras, paracorrerasusanchasencompañíadeunacuadrilladepilletestanmaloscomoél:¡Oh!¡Sumadrehaestadoapuntodemorirdedolor!

—¡Tunante!—exclamóunamujer.

—¡Acasa,bribonzuelo!—añadióotra.

—Esta joven se equivoca—replicó Oliver, comenzando a alarmarse—.Debeconfundirmeconotro,puesno la conozco siquiera.Además:no tengohermanas,nimadrenipadre.SoyhuérfanoyvivoenPentenville.

—¡Habrásevistodesvergüenza!,—exclamólajoven.

—¡Cómo! ¡Si es Anita! —dijo Oliver, viendo la cara de la joven yretrocediendounpasosinpoderdisimularsuasombro.

—Yaestánustedesviendocómomeconoce—arguyóAnita,dirigiéndosealoscuriosos.Nohapodidosostenersunegativa.Oblíguenleavenirconmigo,buenasgentes,siquierenevitarquesupobremadremueradedoloryyomedesespere.

—¡Peroquédiablosesesto!—gritóunhombre,saliendobruscamentedeuna cervecería, seguido por un perro blanco—. ¡Toma! ¡Pues si es Oliver!¡Anda!¡Vetecontupobremadre,granuja!¡Acasainmediatamente!

—¡Noesverdad…no lesconozco!…¡Socorro! ¡Socorro!—gritóOliverintentandodesasirsedelapoderosazarpadeaquelhombre.

—Socorro, ¿eh? —repitió el intruso—. ¡Yo te socorreré, pillete! ¿Quélibrossonésos?¿Dóndelosharobado?¡Venganaquí!

Mientras de esta suerte increpaba almuchacho, arrebatóle el paquete delibrosyconelmismolegolpeólacabeza.

—¡Así se hace!—gritó un hombre desde una ventana—.No haymediomejorparahacerentrarencuerdaaesosgranujillas.

—¡El Evangelio! —terció un carpintero dirigiendo una mirada deaprobaciónaldelaventana.

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—Esoleservirádelecciónprovechosa—dijerondosmujeres.

—Ymássilalecciónseprolonga—repusoeldelosgolpes,administrandoalmuchachounparmásyagarrándoleporelcuello—.¡Acasa,malvado!¡Aése,León,aése…¡Cuidadoconelperro,muchacho,quetienemalaspulgas!

Debilitadoporefectodelarecienteenfermedad,aturdidoporlosgolpesydesconcertadoanteloimprevistodelataque,espantadoporañadiduraporlosamenazadores gruñidos del perro y por la brutalidad de aquel hombre, yavergonzado al ver que todos los presentes por ladrón le tenían, ¿qué podíahacer el desventurado? Había cerrado la noche, no podía esperar socorroshumanos,laresistenciaerainútil.Momentosdespuésseveíaarrastradoporunlaberintodecallejasestrechasysolitariasavelocidadque imposibilitabaporcompleto la emisión de gritos en demanda de socorro. Verdad es que nadahubierasalidoganandosiselehubiesepermitidogritar,puesnadiehabíaporaquellosparajesdispuestoaprestárseloaningúndesgraciado.Losfarolesdelascallesderramabanyasuinciertaclaridad.LaseñoraBedwinesperabaconansiedad junto a la puerta de la calle. Veinte veces había salido el criadocaminodelacasadellibreroporsidabaconlashuellasdeOliver,ylosdosancianos continuaban sentados frente a frente, inmóviles y silenciosos, fijossus ojos en la esfera del reloj, que no veían, pues en la estancia en que seencontrabannadiehabíacuidadodeencenderluces.

CapítuloXVI

DeloqueacontecióaOliverTwistdespuésdehabersidoreclamadoporAnita

Lamadeja confusa de callejas sucias y estrechas vino a terminar en unaexplanadaenlacualseveíandiseminadosvarioscorralesyotrasindicacionesde ser aquél elmercado de ganados. Sikes acortó el paso al llegar al puntomencionado, disposición acertada, pues la muchacha estaba rendida y nohubierapodidocontinuarcaminandocontantaprisa.VolvióseentonceshaciaOliver,yconeltonoásperoqueleerahabitual,mandólequetomaralamanodeAnita.

—¿Oyes?—gritóSikes,viendoqueOlivertitubeabaytendíaalrededorsusmiradas.

Encontrábanse en un sitio solitario, aislado, fuera de todo tránsito, yconvencidoOliver de que la resistencia habría de ser inútil, alargó sumanoquelamuchachaagarróconfuerza.

—Damelaotra—gruñóSikes,apoderándosedeellaalaparquehablaba

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—.¡León…aquí!

Elperroseacercógruñendo.

—Escúchame bien—repuso Sikes, poniendo la mano desocupada en elcuello de Oliver—. Si habla una palabra, una sola, hazle presa aquí,¿entiendes?

Elanimalgruñóporsegundavez,selamióelhocicoymiróaOlivercomodeseando no esperar a que éste hablara para hundir sus colmillos en sugarganta.

—¡Ciego me quede si no lo hace como se lo he mandado! —exclamóSikes,contemplandoalanimalconsonrisadeferozaprobación—.Yasabesloqueteespera,amiguito,asíque,llamasiteatreves,queelperroteobligaráaenmudecer.¡Andando,yvivo,vivo!

Elperromovióelrabo,únicolenguajequeleestabapermitido,ylanzandootrogruñido aguisade aviso saludable, echóa andar rompiendo lamarcha.EstabancruzandoSmithfieldaunquehubierapodidoserlaPlazaGobernorsinqueOliverdijeralocontrario,sencillamenteporquetandesconocidoleeraunocomootrositio.Lanocheestabaobscuraybrumosa.Laslucesdelastiendasapenassiconseguían taladrar ladensanieblaquepormomentosseespesabamás,envolviendoalaciudadenunsudarionegroqueacentuabaladepresióndeánimoyelespantoqueinundabanelalmadeOliver.Avanzabanpresurososcuando la campana de una iglesia dio la hora. A la primera campanadahicieronaltolosdosconductoresyvolvieronsuscabezashaciaelsitiodelquepartíaelsonido.

—Lasocho,Guillermo—dijoAnita,cuandocallólacampana.

—¿Porquéme lodices?—contestóSikes—.Mepareceque tengobuenoído,¿nolocreesasí?

—Peronosésilohabránoídolosotros—replicóAnita.

—Claroquesí;puesnofaltabamás.Laferiadeseptiembreeracuandomeecharonmano,yteaseguroquehastalastrompetillasdeapeniquellegaronamisoídos.Cuandomeenchiqueraron, el tumultoyvocerío exterior eran tanensordecedores,queaquellaviejacárcelparecíaunatumbaporsusilencio.Teaseguroquenosécómonomerompílacabezacontralaspuertasdehierro.

—¡Pobreschicos!—exclamóAnita,vueltaaúnhaciaelsitiodondehabíasonadolacampana—.Enverdadquesonsimpáticosydignosdemejorsuerte.

—¡Asísoistodaslasmujeres!—replicóSikes—.Conquesimpáticos,¿eh?¡Muertosfueramejorqueestuvieran!

Sikespronunciólasúltimaspalabrasconlaentonacióndequienreprimea

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duras penas un impulso de celos, y agarrando con más fuerza la mano deOliver,ordenóaéstequeechaseaandar.

—Esperaunmomento—dijoAnita—.Notendríayotantaprisasifuerastúelquedebíasmorirahorcadoenelpuntoyhoraenquesueneel reloj lasprimeras ocho campanadas, Guillermo, que en ese caso,me pasaría la vidarondandoporestoslugares,auncuandohubieradecaminarsobreespesacapadenieveynotuvieraunchalconqueabrigarme.

—¡Y que sacaría yo buen provecho de todo eso, como hay Dios! —exclamóSikes,pocodadoalparecera losentimental—.Comonollevarasaprevención una buena lima y veinte varas de cuerda fuerte, me importaríatanto que rondaras por estos lugares como a cincuenta millas de distancia.¡Vamos, vamos! Déjate de músicas, y no pierdas el tiempo diciendonecedades.

Lajovenrompióareíracarcajadas,searrebujómásenelchal,yechóaandar.Oliver, sinembargo,observóquesumano temblaba,ya la luzdeunfarol junto al cual pasaron pudo ver que su cara estaba blanca como unsudario. La marcha continuó por espacio de media hora por parajes pocofrecuentados. Fueron contadas las personas que nuestros excursionistastropezaron,yaunéstas,ajuzgarporsustrazas,debíanpertenecerpocomásomenos a la misma clase social que Sikes. Llegaron al fin a una callejuelaobscura y sucia, prodigiosamente abundante en tiendas de ropavejeros. Elperrosehabíaadelantadounbuentrecho,cualsisupieraquelavigilanciaerayainútil,vinoadetenersefrenteaunapuerta,cerradaalparecerydeshabitada.Lacasaencuestiónofrecíaaspectoruinosoysobresupuertahabíaunrótuloque anunciaba que estaba por alquilar, rótulo que llevaba allí seguramentemuchosaños.

—Todovabien—dijoSikes,despuésdemirarcautelosamentealrededor.

Anita se detuvo junto a una ventana y Oliver oyó el repique de unacampanilla. Los paseantes nocturnos cruzaron la calle y esperaron algunosmomentosdebajodeunfarol.Oyóseuncerrojoquesecorríaconprecaución,ysegundosdespuésgirabasilenciosalapuertasobresusgoznes.SikesagarróentoncesporelcuelloaOliver,sinandarseconceremonias,ylointrodujoenlacasa.Anitapenetrótraslapareja.Elpatioestabacompletamenteaobscuras.Lamismapersonaquehabíaabiertolapuertavolvióacerrarla.

—¿Hayalguien?—preguntóSikes.

—No—contestóunavozqueOlivercreyóhaberoídoantes.

—¿Yelviejo?—repusoelladrón.

—Escuchándonos,probablemente.Lavisita lovaaponercontentocomo

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unascastañuelas.

Oliver creía conocer aquella voz, pero las tinieblas no le permitíandistinguirnoyalasfacciones,sinotampocoelbultodequienhablaba.

—Que traigan una luz, o nos expondremos a rompernos la crisma o aatropellar al perro, en cuyo caso, no respondo de la integridad de nuestraspantorrillas.

—Unmomentodepacienciaytraeréluz—contestólamismavoz.

Sonaronpasosdealguienquesealejaba,yunminutomástardeapareciólaauténticapersonalidaddeDawkins,aliaselTruhán,llevandoenladiestraunavelafijaenlapuntadeunpalo.ElcaballeritosonrióirónicamentemirandoaOliver, y sin dignarse dar otras señales de reconocimiento, giró sobre sustalones haciendo a todos seña de que le siguieran. Bajaron una escalera,atravesaronunacocinadesnudadeenseresycacharrosy,abriendolapuertadeunaestanciasubterráneayhúmeda,excavadadebajodeuncorral,penetrarontodosenaquélla,dondefueronrecibidosconunasalvadérisotadas.

—¡Hijo mío!… ¡Hijo mío! —gritó Carlos Bates, de cuyos pulmoneshabían salido las carcajadas más sonoras—. ¡Aquí le tenemos!… ¡Oh! ¡Laovejitadescarriadavolvióalredil!¡Mírelo,Fajín,mírelo!Yonopuedo…nopuedo mirar su facha… ¡Sujétenme el vientre, por compasión, que voy areventarderisa!

ElbuenCarlosBatesensuexplosióndealegría,cayóporelsuelo,dondepermaneció más de cinco minutos revolcándose o pateando. Después,poniéndose en pie de un salto, arrancó el palo de las manos del Truhán y,aproximándoseaOliver,leexaminópordelanteypordetrásmientraseljudío,gorro de dormir en mano, hacía mil y mil cómicas reverencias ante eldesconcertadoOliver.ElTruhán,encambio,decaráctermásmelancólicoquesu compañero, poco propenso a la risa cuando ésta podía entorpecer losnegocios,registrabamientraslosbolsillosdeOliverconlimpiezayasiduidadejemplares.

—¡Hayqueversustrapos,Fajín!—decíaBates,acercandotantolavelaalaropadeOliverqueamenazabaprenderlefuego.¡Hayqueversustrapos…teladelomásricoydivinamentecosidos!¿Puesysuszapatos?¡Nada,nada!¡Uncaballeritocompleto!¡Sihastallevalibros!…

—Me encanta verte en estado tan próspero, querido —dijo el judío,haciéndolereverenciasburlescas—.ElTruhántedaráotrovestidoafindequeno estropees éste, que debes guardar para los días de fiesta. ¿Cómo no hasescritodoslíneas,querido,anunciandotullegada?Tehabríamospreparadounbanqueteopíparo.

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Batesseentregóaotroaccesoderisatanviolento,quehastaFajínperdiósu seriedad y el Truhán se dignó sonreír. Verdad es que como en aquelmomentoprecisosacabaesteúltimoelbilletedecincolibrasdelbolsillodeldesventradoOliver,cabedudarsifuelarisadesucamaradaoelhallazgodeldineroloquedespertósualegría.

—¡Hola!¿Quéeseso?—preguntóSikes,dandounpasorápidoalfrentealverqueeljudíoseapoderabadelbillete—.Esoesmío,Fajín.

—¡No,no,amigomío!—replicóeljudío—.Esmío.Guillermo,mío;ustedsequedaráconloslibros.

—Siteatrevesadecirqueesonoesmío…míoydeAnita,quierodecir,mevuelvoconelmuchacho—gritóSikes,encasquetándoseelsombreroconademánresuelto.

Estremecióseel judío,yOliverseestremeciótambién,maselmotivodelestremecimientonofueelmismoparalosdos.Temblóeljudíodeiraporquevio perdido el billete, y tembló Oliver de alegría, porque creyó que eldesenlacedelacontiendaseríasulibertad.

—¡Vaya!—repusoSikes—.¿Meentregaseso?¿Sí,ono?

—Noesjusto,Guillermo…¿Verdadquenoesjusto,Anita?—preguntóeljudío.

—Justoono, repitoquequieroesebillete—insistióSikes—.¿Creesporventura que Anita y yo hemos venido al mundo para seguir la pista ysecuestrarenplenacallealosmuchachosqueescapandetusuñas?¡Sueltalamosca,ladrónsinentrañas,sinoquieresqueacabemosmuymal!

A la par que Sikes dirigía al judío tan dulce y cariñosa representación,arrancaba el billete de entre el pulgar y el índice de la diestra de aquél, yescondía rápidamenteelpreciosopapel,despuésdebiendoblado, enunadelaspuntasdesucorbata,dondeloanudó.

—Eselpremiodenuestrotrabajo—observóSikes—,aunquebienseguroes que vale doble. Puedes quedarte con los libros, si eres aficionado a leer;casoquetemolesten,noseréyoquienteimpidaquelosvendas.

—¡Hermoso… interesantísimo!—exclamóBates haciendomilmuecas ycontorsiones, mientras aparentaba leer uno de los libros—. ¡Qué estilo tansublime!¿Noesverdad,Oliver?

AlrepararenlaexpresióndedesalientodeOliver,CarlosBatespropensoaver las cosas por el lado cómico y burlesco, sufrió el tercer acceso dehilaridad.

—Esoslibros—contestóOliver,juntandolasmanosenactitudsuplicante

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—sondelancianoexcelente,delcaballerocompasivoquemerecogióensucasayquemecuidóy, atendiócuandoyomoríacomoconsecuenciadeunafiebreviolenta.¡PorDiossanto,porloquemásquieranustedesenelmundo,devuélvanselos juntamente con el dinero! ¡Reténganme aquí preso toda lavida, pero por compasión, devuélvanle lo que es suyo! ¡Creerá que le herobado,ylaancianaqueconsolicitudtantiernameatendió,ytodoslosdelacasa,metendránporladrón!¡Compadézcansedemí,ydevuelvanloslibrosyelbillete!

Diciendo esto con la energía que da a veces el dolor exacerbado,Olivercayóderodillasalospiesdeljudíoretorciéndoselasmanosenunaccesodedesesperación.

—El muchacho tiene razón —contestó el judío enarcando las cejas—.Estás en lo cierto, Oliver. Creerán que los has robado. ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Nosaldríatodotanapedirdebocasiyomismolohubiesepreparado!—terminó,frotándoselasmanosdegusto.

—EsoyalosabíayocuandolecogíenClerkenwellconloslibrosdebajodelbrazo—dijoSikes—.Lacosanosalemal.Laspersonasquelerecogierondebenserunossacristanescándidos,decorazóndecerapuesno lehubieranatendidoencasocontrario.Tampocosetomaráneltrabajodebuscarleafindeevitarselacrueldaddetenerquedenunciarloporladrón;portanto,bienseguroletenemosaquí.

Mientras se cruzaban las palabras anteriores,Oliver paseaba susmiradasatónitas deuno a otrode los interlocutores, aturdido, espantado, y sin darsecuentacabaldesusituación;peronobienterminósudiscursoSikes,levantóseel muchacho de un salto y salió precipitado de la habitación, gritando contodassusfuerzasendemandadesocorro.Susgritosresonabanpor todoslosámbitosdeaquellacasaenruinas.

—¡Nodejessaliralperro,Guillermo!—gritóAnita,colocándosedelantede la puerta al ver que el judío y Sikes pretendían salir en persecución deOliver—.¡Noledejessalir,quevaadestrozaraeseinfeliz!

—¡Esloquemerece!—aullóSikes,debatiéndoseparadesembarazarsedelajoven—.¡Fueradeahí,oteestrellolacabezacontralapared!

—¡No me importa, Guillermo, no me importa! —replicó la muchacha,luchandovigorosamenteconelladrón—.Paraqueelperrodestroceentresusdientesalmuchacho,seráprecisoqueantesmematesamí.

—Sí, ¿eh? —rugió Sikes, rechinando los dientes—. ¡Pronto veráscumplidotudeseocomonodejeselpasofranco!

Ydiciendoesto,aquelcanallalanzóalajovencontralaparedopuesta,en

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el momento preciso que volvía el judío con los dos pilletes que traíanarrastrandoaOliver.

—¿Quépasaaquí?—preguntóFajín.

—¡Nada!¡Queésasehavueltoloca!

—¡No, nome he vuelto loca!—contestó la Joven—. ¡No lo crea usted,Fajín!

—Puessinoestásloca,cállate;hazmeelfavor—dijoeljudíoconairedeamenaza.

—Niestoylocaniquierocallar—gritólamuchachaalzandomucholavoz—.¿Tieneustedalgoqueobjetar?

El ladino Fajín conocedor perfecto de los usos y costumbres de la ramaespecial humana a la que Anita pertenecía, creyó un poquito peligrosoprolongarlaconversaciónenaquelmomentopsicológico,y,enconsecuencia,deseandodesviarlaatención,sevolvióhaciaOliver.

—Conquepretendíasescapar,¿eh?—dijo,tomandoensumanoungarrotenudoso,quehabíaenunrincóndelaestancia.

No contestó Oliver, pero espiaba los movimientos del judío y, surespiraciónsehizojadeante.

—Querías pedir socorro, llamar a la policía, ¿no es cierto?—repuso eljudíoconentonaciónsarcásticaagarrandoalmuchachoporunbrazo—.Yotequitarélasganasdevolverahacerlo.

Acompañando la acción a la palabra, descargó un garrotazo sobre lasespaldas de su víctima, y se disponía a repetir el golpe, cuando la joven,interponiéndoseconligereza,learrancólatrancadelasmanos.Seguidamentela arrojó al fuego con tal fuerza, que las brasas encendidas saltaron por losairesparacaerenlluviaabundanteenlahabitación.

—¡Notoleraréesasbrutalidades,Fajín!—gritóAnita—.Yatieneustedalmuchacho, ¿qué más quiere? ¡Déjelo en paz… pues de lo contrario, voy aestamparensucuerpounamarcadelasquesepaganconunaporcióndeañosengaleras!

Pateabalajovenconfuriaallanzarlaamenaza.Pálidadeira,crispadosloslabiosycerradoslospuños,mirabaoraaljudío,oraalotrobandidoconojosqueparecíancarbonesencendidos.

—¡Muybien,Anita,muybien!—exclamóelJudíoconvozmelosaalcabode algunos momentos, durante los cuales cambió con Sikes miradas quereflejabansudesconcierto.

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—Nuncatevitanadmirablecomoestanoche.¡Palabradehonor,chiquilla!¡Nocaberepresentarmásmaravillosamenteelpapel!

—¿De veras? —replicó la muchacha—. ¡Cuidado, pues, con lasequivocacionesquepuedasufrir,queyolejuro,Fajín,quehandeserfatalesparausted!¡Avisocontiempo;asíquecuidadito!

Hay algo en la irritación de la mujer, sobre todo si disgustos y ladesesperación exacerban susdemáspasiones, quemuycontadoshombres seatreven a provocar. Fajín hubo de comprender que sería tonto y peligrosocontinuar tomandoachacota lacóleradeAnita,ypocodispuestoa tocar lasconsecuenciasdeaquélla,dirigióaSikesunamiradaenlaquecampeabanporigual súplicas mudas y cobardías manifiestas, como indicándole que eramisión suya poner a aquella rebelde persona en disposición de continuar eldiálogo. Guillermo, comprendiendo al punto el lenguaje mudo del judío, yviendocomprometidosmuyseriamentesuorgulloeinfluenciapersonalsinoreducía en el acto a la razón a la irritadaAnita, comenzópor barbotar unascuantas docenas de ternos, imprecaciones y amenazas tan variadas ypintorescas, que hicieron honor a la fecundidad de su inventiva. Comoobservara, sin embargo, que el chaparrónnoproducía elmenor efecto en lapersonasobrecuyacabezadescargaba,apelóaargumentosmáscontundentes.

—¿Qué significa lo que estás haciendo?—preguntó, lanzando contra laparte más hermosa del rostro humano una maldición muy corriente que, sifueraoídaenelCielounasolavezporcadacincuentamilquesepronunciaenla tierra, seríanmuchasmás las personas ciegas que las que tienen vista—.¡Di!¿Quésignifica tuactitud? ¡Maldita seamialma…¿Hasolvidadoquiéneresyquéeres?

—¡Oh, no! ¡No lo he olvidado!—contestó la joven con risa histérica ymoviendolacabeza—.Sémuybienquiénsoyyquésoy.

—Pues, entonces, cállate, si no quieres que yo te haga enmudecer paramuchotiempo.

Anitasoltóotracarcajadamásdescompuestaquelaanterior,ydespuésdemirarcondesprecioaSikes,volviólelaespaldaysemordióellabiohastaquebrotólasangre.

—Estás realmente encantadora cuando te da por lo sentimental yhumanitario—repusoSikes,mirándolaconexpresióndesupremodesdén—.La ocasión es que ni pintada para que esemuchacho como tú le llamas, tetomeporamiga.

—¡Dios me es testigo de que amiga suya soy! —gritó con acentoapasionadolajoven—.¡Ojaláhubieracaídomuertaenlacalle,obienhubiesecambiadodealojamientoconaquéllosjuntoaloscualespasamosestanoche,

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antesdehabercontribuidoatraeraquíaesteinfeliz!Dehoyenadelanteseráun ladrón, un embustero, un falsario, un demonio, un conjunto de todas lasmaldades;¿nobastaeso?¿Hacefaltaqueporañadiduralomateagolpesesenauseabundoviejo?

—¡Votoa…

—¡PorDios,Guillermo!—exclamó el judío, extendiendo el brazo hacialosmuchachos que atentos y anhelantes escuchaban la disputa.Nada cuestahablarbien,Guillermo…Nadadepalabrasgruesas.

—¡Hablarbien!—repitióAnita—.¡Hablarbien,villanomiserable!¡Nadadepalabrasgruesas,monstruo!¡Sí!…¡Vasaoírlas…muygruesas,peromuyverdaderas,ylasoirásdemislabios!Noteníayolamitaddelosañosdeestemuchacho,cuandomeenseñastea robar,ymeobligasteaque robarapor tucuentayparatuprovecho.Doceañoshacequenotengootrooficio…¿Lohasolvidado?¡Habla,reptilasqueroso!¿Lohasolvidado?

—¡Bueno, sí! —contestó el judío, intentando calmar a la joven—. Esverdad, pero esa ocupación, tan buena como otra cualquiera, te vale elsustento.

—¡Enefecto!—replicóAnita,nohablando, sinodisparando laspalabrasunaauna,comosifuerancañonazos—.Mevaleelsustento…esmioficio…ymi hogar son las calles sucias, llueva o nieve copiosamente, haga frío ocalor, y tú eres quienmeha arrastrado a esa condición horrenda, en la cualperseveraréhastaeldíademimuerte.

—Laquenotardaráenvenir,yotelojuro,comosigashablandocomolohaces—replicóeljudío,exasperadoportantasreconvenciones.

Callólajoven;pero,presadeunfrenesírabioso,cerrócontraeljudíoconviolencia incontrastable, y seguramente hubiera dejado en su cuerpo señalesperdurables, de no haberla agarrado Sikes, por las muñecas impidiéndolemoverse.Anita,reducidaalaimpotencia,sedesmayó.

—Ahoraestábien—observóSikes,dejándolatendidaenunrincón—.Nosabeslafuerzaquetienecuandoseenoja,Fajín.

Secóse Fajín la frente inundada de sudor y sonrió complacido. Laterminación de la escena, su poquitomovida, no pudomenos de producirlesatisfacción, aunque a decir verdad ni él, ni Sikes, ni losmuchachos dabanimportanciaaincidentescomoelpasado,demasiadofrecuentesenlacasa.

—Nohaycosapeorquetenerquetratarconmujeres—observóFajín—.Eldemoniosinduda fuequien laspusoenelmundo;peroson tanastutas,queestoy por decir que liada podríamos hacer sin ellas los hombres… ¡Bates!AcompañaOliverasucama.

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—Supongoquemañananodeberáponerseeltrajedeseñoritoacomodado,¿verdad,Fajín?—preguntóCarlosBates.

—No, no —contestó el judío, devolviendo el guiño con que Batesacompañósupregunta.

Bates,contentoconlacomisiónqueacababandeconfiarle,tomólavelaycondujoaOliveralacocina,dondehabíadosotrescamasdelasqueyaanteshabía ocupadoOliver. Una vez allí, el gracioso Bates, después de reír a susabor,devolvióaOliverlamismaropadequecontantoplacersedespojaraenlacasadel señorBrownlow, ropaquehabíacompradoel judío,yque fue lapista,elhiloquecondujoasusenemigosensuspesquisas.

—Quítateelvestidonuevo—dijoBates—.Fajíncuidarádeél.¡Ja,Ja,ja,ja!¡Labromanopuedesermásdivertida!

Oliverobedeció,biencontrasuvoluntad.Bates,haciendounlíodelaropanueva de Oliver lo colocó bajo el brazo y salió dejando al prisionero aobscurasycerrandoconllavelapuerta.

Las risotadasdeBates,y la frescavozdeBelita,quenopudo llegarconmayoroportunidadpararociarconaguafrescalacaradesuamigadesmayaday para desempeñar otros menesteres propios demanos femeninas, hubieranbastado y aun sobrado para disipar el sueño de otras personas puestas encircunstancias menos tristes que las en que Oliver se encontraba colocadoinopinadamente; pero, como nuestro héroe estaba rendido, quebrantado,molidoagolpesyextenuado,notardóendormirseprofundamente.

CapítuloXVII

LasuertesiempreinfaustadeOliverllevaaLondresaunpersonajequesecomplaceendifamarle

En todo buen melodrama deben alternar las escenas trágicas con lascómicas, de la misma manera que todo jamón bien preparado ofrece unacombinación regular de capas blancas y capas encarnadas. El héroe queacabamosdever tendido sobreunmísero jergóndepajay agobiadobajo elpesodelascadenasydelosinfortunios,abredeparenparlascompuertasdenuestrosojos,yenlaescenasiguiente,sufielescudero,ignorantedelasuertede su señor, nos entretiene y alegra con un canto cómico.Aquí vemos, conemoción intensa,a laheroínaentre lasgarrasdeuncondecruelyorgulloso,expuestaaperderelhonorylavidayblandiendoafiladadagamercedalacualintenta salvar el uno a costa de la otra, y en elmomento crítico, cuando elinterés ha llegado a su punto culminante, suena un silbido y hétenos

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transportadosderepentealgransalóndelcastillo,dondeunsenescaldelargacabellera gris entona una cantiga graciosísima rodeado de nutrido grupo devasallos, más graciosos aún que la cantiga, cuyo oficio es cantar y trinarperpetuamenteacoroeniglesias,palaciosyteatros.

Habrá quien tenga por absurdas tan bruscasmutaciones; y, sin embargo,precisoesconvenirquenosontaninverosímilescomoaprimeravistapudieracreerse.De continuo nos ofrece la vida real transiciones nomenos bruscas,contrastesnomenosvivos.Esmuyfrecuentepasardesdeunsalóndebaileaun lecho demuerte, cambiar de la noche a lamañana los negros cresponesindicadores de duelo y de quebranto por las vistosas galas símbolo de laalegría y del contento. No existe en ello más que una diferencia, bien quediferenciademuchaentidad:enestecasoúltimosomosnosotroslosactoresyen el primero los espectadores.En la vidamímica del teatro, los actores notienenojosparaverlastransicionesviolentasylosímpetusdesúbitacólerayexplosiones repentinas de dolor o de pasión, transiciones, ímpetus yexplosionesque,servidosamerosespectadores,sondesdeluegocondenadoscomoabsurdoseinverosímiles.

Talvezhayaquienasegurequeestebrevepreámbuloesinnecesario,peroen todocaso,debeconsiderarsecomounamaneradelicadadeadvertir a loslectoresqueselesvaaconducirotravezalaciudadnataldeOliver,porquehaymuybuenasrazonesparaemprenderesteviaje.

Con losprimeros rayosdel sol salióunamañanadelhospicio egregio elseñor Bumble. Avanzó con paso majestuoso y digno por la Calle Alta. Laaltivez, el orgullo de su alto cargo resplandecían en su persona. Los rayostangentesdeunsolmatinalsequebrabansutricornioyeradeverelairesueltocon que manejaba el bastón emblema de poderío y de autoridad. Siemprecaminaba el señor Bumble con la cabeza erguida, pero lamañana a que serefiereestepárrafolallevabamásenhiestaquenunca.Reflejabanabstracciónsusojosylaelevaciónsufrente,signosinequívocosparacualquierobservadorque la imaginacióndelbedel elaborabapensamientosdemasiadoabstrusoseimportantesparasercomunicadosanadie.NosedetuvoelseñorBumbleenelcaminopara charlar con los vendedores de tres al cuarto que respetuosos lesaludaban o le dirigía la palabra. Limitábase a contestar su saludo con unaligera inclinación de cabeza y seguía adelante con el mismo paso digno yreposado, que no interrumpió hasta llegar a la granja-sucursal del hospicio,dirigidacon solicitud verdaderamente parroquial por la buena señoraMann.

—¡Maldito sea el condenado bedel!—exclamó la señoraMann al oír laimpaciencia con que llamaba a la verja—. ¡No puede ser otro que él! ¡Oh,señor Bumble! —gritó alzando la voz—. ¡Quién había de pensar que erausted!…¡Quéplacermeproducesuvisita!…¡Entreusted…entreenelsalón!

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LasfrasesprimerasfuerondirigidasaSusana;ylasdejúbiloyregocijoalbedel,mientraslatiernaseñoraMannabríalaverjadeentradaeintroducíaaBumble,contantaatencióncomorespeto,enelinteriordelacasa.

—SeñoraMann—comenzódiciendoelseñorBumble,nosentándose,sinodejándosecaerdegolpeenelsofá—,señoraMann,muybuenosdías.

—Buenosdías tengausted,señor—contestó laseñoraMann,prodigandosonrisasasuvisitante—.Deseoquesuestadodesaludseainmejorable.

—¡Así,así,señoraMann!—replicóelbedel—.Lavidaparroquial,señoraMann,noeslechoderosas.

—¡Oh! ¡Ciertamentequeno! ¡Son tantos los desgraciados a quieneshayqueatenderycuidar!…

—Lavidaparroquial,señoraMann—repusoelbedel,golpeandolamesacon el bastón—, es una vida penosa, sembrada de contrariedades y dedisgustos; pero a bien que no me quejo, toda vez que a todos los altosfuncionariospúblicosocurrelopropio.

La señoraMann, sin comprendermuy bien lo que el bedel quería decir,alzólasmanosalcieloyexhalóunsuspirómuyhondo.

—¡Bienpuedeustedsuspirar,señoraMann!

La buena señora, viendo que había estado acertada, suspiró por segundavez, con gran satisfacción sin duda del alto funcionario público, quién,reprimiendo una sonrisa indiscreta ymirando con gravedad a su galoneadotricornio,dijoconvozcampanuda:

—SeñoraMann,voyaLondres.

—¡Dios nos asista, señor Bumble! —exclamó la señora Mann,retrocediendoasustada.

—ALondres,sí,señora—repusoelinflexiblebedel—,endiligencia…yoydospobres,señoraMann.Vaaentablarseunaacciónlegal,yelConsejodeAdministraciónmehaencargadoquepresente el asuntoa ladecisiónde lostribunales.No ceso de preguntarme, señoraMann, cómovan a arreglárselaslosjuecesdeClerkenwellparasalirairososdelpaso,teniendoquehabérselasconmigo.

—¡Oh, señor! ¡No extreme usted su severidad con ellos! —exclamó laseñoraMannconacentoentrelastimeroyzumbón.

—LaSaladejusticiadeClerkenwellhaprovocadoelasunto—replicóconmajestadelseñorBumble—.SilaSaladejusticiadeClerkenwelltropiezacondificultadesmásinsuperablesdelasquesuponíaparasalirdesumalpaso,anadiemásqueasímismosdeberánecharlaculpalosquelaforman.

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Tanta resolución, tanta seguridad supo poner el señor Bumble en suspalabras,tantaamenaza,quelaseñoraMannretrocedióespantada.

—¿Yvaustedendiligencia,señor?—preguntóalcabodeunrato—.Yocreíaquelacostumbreeratransportaralospobresencarreta.

—Encarretadescubiertasolemosllevarloscuandoestánenfermos,señoraMann, sobre todo en días de lluvia, pues lo esencial es impedir que, aldesmontar,cojanenfriamientos,siemprepeligrosos.

—¡Ah!…—exclamólaseñoraMann.

—Los asientos de los individuos de que ahora se trata nos han costadobaratos —añadió el señor Bumble—. Ambos se encuentran en deplorableestado de salud, y hemos calculado que los gastos del viaje importarán doslibras menos que los de su entierro… suponiendo, como es natural, quepodamosendosarlosaotraparroquia,quecreopodremos,siemprequenoselesocurralamalaideademorírsenosporelcamino,aunquenoesdeesperarllegueatantosumalaintención.¡Ja,ja,ja,ja!

¡Cosa rara! El señor Bumble se permitió soltar la carcajada, bien queapenassusojostropezaroneltricornio,seextinguióbruscamenteaquéllayelrostrodelbedelrecobrólagravedadhabitual.

—Estamosolvidando losnegocios, señoraMann—dijoelbedeldespuésdeunapausa—.Aquítieneustedelsueldomensualquelaparroquialetieneasignado.

Asídiciendo,elbedelsacóuncartuchitodemonedasdeplatayexigióalaseñoraMannunrecibo,queéstaseapresuróaescribir.

—Tiene muchos borrones, pero está en regla—dijo la encargada de lasucursal—.Muchasgracias,señorBumble;lequedomuyreconocida.

Elbedelcontestóconunainclinacióndecabezaalasexageradascortesíasde la señora Mann, y a continuación pidió noticias acerca de los niñosconfiadosasusmaternalescuidados.

—¡Angelitos! —exclamó hondamente emocionada la mujer—. Todossiguenperfectamente…todos,exceptodosquemurieronlasemanapasada,yelpobrecitoRicardo.

—¿Nomejoraesteúltimo?

LaseñoraMannmoviónegativamentelacabeza.

—¡Es un expósito de pésima condición, de índole viciosa, de carácterrebelde!—exclamóelbedelconentonacióncolérica—.¿Dóndeestá?

—Lotraeréalinstante,señor…¡Ricardito,venenseguida!

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No tardó la mujer en encontrar a Ricardito, a quien puso debajo de labombaysecóbienconsumismovestidoantesdeconducirloantelaterriblepresenciadelrespetablebedel.Elmuchachoestabapálidoyextremadamenteflaco; tenía las mejillas hundidas y sus grandes ojos brillaban allá en lasprofundidades del cráneo. Flotaban alrededor de su desmedrado cuerpo laspobresprendasdevestirregalodelaparroquialibreavivientedelamiseria,ysu miembros flaqueaban como los de un anciano decrépito. Tal era eldesventurado que, presa de temblor convulsivo provocado por la espantablepersonadelbedel,permanecíaenpiesinosaralzarlosojosytemiendooírlavozdeaquél.

—¿Nosabesmiraraestecaballero,niño testarudo?—preguntó laseñoraMann.

AlzóelniñolacabezacontimidezysumiradaseencontróconladelseñorBumble.

—¿Qué deseas, hijo de la parroquia?—preguntó el bedel con expresiónburlona.

—Nada,señor—contestóconvoztemblorosaelniño.

—Locreo—terciólaseñoraMann—.Muydescontentadizohabíasdeserparaquepudierasapetecernada.

—Desearía…noobstante…—balbuceóelniño.

—¡Cómo!—interrumpió laseñoraMann—.¿Seráscapazdedecirque tehacefaltaalgo?¡Di,pilletedeslenguado!…

—¡CalmaseñoraMann,calma!—dijoelbedel,alzandolamanoenseñaldeautoridad—.Desearías…¿qué,caballerito?

—Desearía —tartamudeó el muchacho—, que alguien me hiciera lacaridad de escribir algunas palabras en un pedazo de papel, y lo guardasecerradoylacradohastadespuésquemehayanenterrado.

—¡Cómo! ¿Qué quieres decir con esto, muchacho?—exclamó el señorBumble,encuyopechohizoalgunaimpresiónalacentosuplicanteydoloridodel niño, no obstante estar muy habituado a incidentes análogos—. ¿Quésignificantuspalabras,niño?

—Quisiera escribir algunas palabras de cariño al pobre Oliver Twist,haciéndolesabercuántaslágrimashevertidoalpensarenlasmuchasnochesque habrá pasado a la intemperie, sin hogar donde cobijarse, sin almacaritativa que le tendiera unamano compasiva: quisiera también decirle—añadió el niño, agitando lasmanos y hablando conmucho fervor—, que esparamíunconsuelomorir joven,puessiviviesemucho tiempo,si llegaseaser hombre, quizámi hermanita, que está en elCielo,me olvidara o nome

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reconocieracuandonosjuntáramos.Valemásquenosencontremosalláarribasiendoniñoslosdos.

Bumblemiró al diminuto orador de pies a cabeza, asombrado de lo queoía,yvolviéndosealcabodebrevesmomentoshacialaseñoraMann,dijo:

—¡Todos están contados por el mismo patrón, señora! ¡Ese pillete deOliverloshapervertidoatodos!

—¡No lo hubiera creído nunca, señor!—exclamó la mujer juntando lasmanos—.¡Enmividavimuchachodecorazónmásendurecido!

—¡Quítemelodedelante,señora!—gritóBumbleautoritariamente—.HayquedarcuentaalConsejodeAdministración.

—Esperoquelosseñoresconsejeroscomprenderánquelaculpanoesmía—dijolaseñoraMannlloriqueando.

—Lo comprenderán, señora; yo me encargo de hacerles ver con todaclaridad el asunto… ¡Llévese a ese Pillete! ¡Quítemelo de delante, que nopuedosoportarsupresencia!

Ricardito fue llevado inmediatamente a la carbonera, donde quedóencerrado.PocodespuéssefueelseñorBumbleparahacerlospreparativosdeviaje. A la mañana siguiente, a las seis, Bumble, después de cambiar sutricornioporunsombreroredondoydeponerseuncapoteazulconcapucha,tomóasientoenlaimperialdeladiligenciaconlosdoscriminalesdequieneslaAdministraciónqueríalibrarse.LlegóaLondressinmáscontratiempoqueladetestablecompañíadelosdospobresqueseobstinabanenquejarsedefrío,hasta el punto de hacer exclamar al bedel que le estremecían con suslamentaciones,yqueestabaheladode fríoapesardesuconfortablecapote.Después de haberse desembarazado por la noche de aquellos dos seresdesagradables, el señor Bumble se instaló en la misma hostería de ladiligencia, y después de pedir una modesta comida, sentóse tranquilamentecerca de la chimenea para tomar un refrigerio. Cuando hubo concluido,entregóseavariasreflexionesmoralessobrelaculpabletendenciaquetienenloshombresamurmuraryquejarsedesusuerte.Finalmentecogióundiarioysedispusoaleer.

Loprimeroquellamósuatenciónfueelanunciosiguiente:

«CINCOLIBRASDEGRATIFICACIÓN»

«Unmuchacho,llamadoOliverTwist,desapareciódesucasaeljueves

últimoporlanoche,sinquedesdeentoncessehayantenidonoticiassuyas.La

gratificaciónmencionadaseentregaráalapersonaquefaciliteinformesmerced

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aloscualessepuedadarconelcitadoOliver,oarrojenalgunaluzsobresu

historiapasada,queelautordeesteanuncio,porvariasrazones,desea

conocer.»

SeguíadespuésunadescripcióndetalladayminuciosadeltrajedeOliver,de sus señas personales, de su aparición y desaparición y terminaba con lasseñasdeldomiciliodelseñorBrownlowyconelnombreyapellidodeéste.Elbedel abrió los ojos admirado.Leyó el anuncio con calmay atención tres ocuatro veces, y antes que pasaran cinco minutos, caminaba en dirección aPentonville,dejandointactosobrelarepisadelachimeneaelvasodeginebrayagua,delquenisiquieraseacordó.

—¿Está en casa el señor Brownlow?—preguntó a la criada que salió aabrirlelapuerta.

Lacriadacontestóconesaevasivatancorrienteenlavida:

—Nolosé…¿Departedequiénvieneusted?

Apenas pronunció el señor Bumble el nombre de Oliver a guisa deexplicacióndelmotivodesuvisita,laseñoraBedwin,queellaeraenpersonalaquehabíaabiertolapuerta,seapresuróafranquearleelpaso.

—¡Entreusted…entreusted!—exclamóanhelante—.Medabaelcorazónque tendríamos noticias suyas… ¡Pobrecillo!… Me lo figuraba… loconsiderabaseguro…¡Entreusted!

Una vez dentro de la casa, la buenamujer se dejó caer sobre un sofá ycomenzó a llorar, mientras una criada, menos impresionable que el ama degobierno,subiócorriendoaanunciarlavisita,notardandoenreaparecerpararogar al señor Bumble, de parte del señor, que subiera inmediatamente. Elbedel no se lo hizo repetir. Condujeron al recién venido a un gabinetitoreservado,dondeencontróalseñorBrownlowacompañadoporsubuenamigoGrimwig, ambos sentados frente a unamesa sobre la que se veían algunasbotellasyvasos.

—¡Un bedel!—exclamó el señor Grimwig en cuanto divisó Bumble—.¡Esunbedeldeparroquia,mecomomipropiacabeza!

—Lesuplico,amigoGrimwig,quenosdejehablarsin interrumpirnos—dijoBrownlow—.Siénteseusted—añadióindicandounasillabedel.

Sentóse Bumble, intrigado por extrañas palabras pronunciadas porGrimwig.Brownlow,luegoquecolocólalámparaenformaquelaluzdieradellenosobreelrostrodesconocido,preguntóconciertaimpaciencia:

—¿Vieneustedaconsecuenciaanuncioinsertoenlosperiódicos?

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—Sí,señor—respondióBumble.

—¿Yesustedbedel,verdad?—preguntóGrimwig,sinpodercontenerse.

—Bedeldeparroquia,caballeros—contestóconorgulloBumble.

—¡Claro!—exclamóGrimwig—.¡Desobrasabíayoqueloera!¡Unbedelauténtico!

Brownlow,imponiendosilenciosuamigopormediodeunmovimientodecabeza,repuso:

—¿Sabeusteddóndeestáenestemomentoesepobremuchacho?

—Loignoroenabsoluto,caballero.

—Entonces,¿quésabeustedapropósito?Hableusted,amigomíosíesquetienealgoquedecir.¿Quésabe?

—Meparecequenovieneustedadecirnadabuenoasupropósito—tercióGrimwig con cáustica entonación, después de estudiar durante algunossegundoslasfaccionesdebedel.

Bumblemoviónegativamentelacabezaconairehipersolemne.

—¿Loestáustedviendo?—preguntóGrimwigasuamigo,conexpresióndetriunfo.

Brownlowdirigióalbedelunamiradadedesconfianza,ylerogóexpusieraconlaconcisiónposibletodoloquesupierareferenteaOliver.Bumbledejóelsombrero en el suelo, se desabrochó el levitón, inclinó la cabeza, adoptóexpresión reflexiva y, al cabo de algunos momentos, dio comienzo a suhistoria. Sería inútil y pesado reproducir aquí un relato que duró veinteminutoslargos.Enresumen,vinoadecirqueOlivereraunexpósitonacidodepadresdebajaraleaydepésimacondición;quedesdequevinoalmundo,elniño reveló hermosas disposiciones para todo cuanto fuera hipocresía,ingratitud y perversidad; que cerró su carrera en su país natal intentandoasesinardelamaneramáscobardeyvillanaaunniñoinofensivoyhuyendoamedianochedelacasadesuamo.Enapoyodesuaserto,elbedeldejósobrelamesa los documentos que llevaba consigo y que demostraban que real ypositivamente era Oliver la persona de quien tan pobres informes daba,despuésdelocual,cruzándosedenuevodebrazos,esperólasobservacionesqueelseñorBrownlowtuvieraabienhacerle.

—Muchometemo—dijoelancianocontristeza—queseaciertocuantoustedmedice.Tomeustedlascincolibrasofrecidas.Noesgrandeelprecio;peroconalmayvidalatriplicaríasilasnoticiasqueustedmehadadofueranmásfavorablesalmuchacho.

EsmuyprobablequeBumble,dehabersabidolasdisposicionesdelseñor

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Brownlow antes de dar comienzo a la conferencia, hubiera dado coloridodistinto y hasta contrario a su historia. Era ya muy tarde: el daño no teníaremedio, y moviendo con gravedad la cabeza, el buen bedel guardó en elbolsillo las cinco libras y se retiró. Por espacio de variosminutos estuvo elseñor Bownlow paseando por la habitación con tal expresión de tristezareflejada en su noble rostro, que Grimwig no se atrevió a vejarle concuchufletas.Cesóalfinensupaseoyacercándosealcordóndelacampanilla,tiródeélviolentamente.

—¡Señora Bedwin! —dijo no bien se presentó el ama de gobierno—.¡Oliveresunimpostor!

—¡Imposible,señorimposible!—replicóconenergíalaanciana.

—Repito que es un impostor. ¿Qué importa que usted lo conceptúeimposible? Acabamos de saber toda su historia desde el día que vino almundo,delaqueresultaprobadoyaveriguadoquesiemprehasidounpillete.

—¡Nome loharáncreernunca, señor!—replicó concalor la anciana—.¡Nunca!

—Ustedes,lasviejas,jamáscreenmásquealoscharlatanesyloscuentosde hadas y de brujas—gruñó el extravaganteGrimwig—. Lo que usted nocreeloveníayosospechandohaceyatiempo.¿Porquénomeconsultaroneldíamismoqueelmuchachoentróenestacasa?Probablementelohabríaustedhecho, amigo Brownlow, de no haberle visto devorado por la fiebre, ¿eh?¡Claro!…Unmuchachoconfiebreesunacosainteresante,¿no?

—Era un niño dulce, cariñoso, humilde —objetó la señora Bedwigindignada—.Cuarentaañoshacequetratoniños,caballero,ysémuybienloqueson:aquéllosquenopuedendecirotrotanto,deberíancallarseenvezdehablardeloquenoentiendenniconocen:ésaesmiopinión.

La indirecta debía dar forzosamente en el blanco, pues hay que tenerpresentequeGrimwigerasolterón recalcitrante,ydio,enefecto;perocomonoprodujeramás resultadosqueuna sonrisade conmiseraciónporpartedelblancoherido, la señoraBedwin se quitó el delantal, dispuesta a pronunciarotrodiscursomásomenosbreve,cuandola interrumpióelseñorBrownlow,diciendoconentonacióndecóleraqueestabamuylejosdesentir:

—¡Silencio! ¡Que nadie vuelva nunca a pronunciar en mi presencia elnombredeesedesdichado!¡Bajoningúnpretextoquierooírlo!¿Haentendidousted bien? Puede retirarse, señora Bedwin, y no olvide que quiero serobedecido.

Aquellanoche, la tristeza fue ladiosaquepresidióenelhogardel señorBrownlow.SufríaOliverhorriblementealacordarsedesusbuenosamigosde

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Pentonville.Porfortunaparaél,ignorabalasnoticiasqueaoídosdeaquélloshabían llegado. Si hubiera escuchado la historia narrada por Bumble,probablementehabríamuertodedolor.

CapítuloXVIII

ExplicacómopasabaeltiempoOliverenlaagradablecompañíade

susamigosintachables

Al día siguiente, a eso del mediodía, en ocasión en que el Truhán y elcaballeritoCarlosBateshabíansalidoa lacalleporasuntosdesuprofesión,aprovechó Fajín la coyuntura para leer a Oliver un largo sermón sobre eldeplorable y horrendo pecado de la ingratitud, en el que con claridadmeridiana le demostró que había incurrido, y no a medias por cierto,alejándose libre y deliberadamente de la dulce compañía de sus ejemplarescompañeros,sinrepararenquelosdejabasumidosenlaansiedadmásviva,ymucho más al intentar escapar de nuevo, cerrando los ojos a las grandesmolestiasygastosenormesqueencontrarleleshabíacostado.

Fajín insistió de una manera particular la hospitalidad que le habíaconcedidoyenlasmuestrascariñoquelehabíaprodigadocuandolollevarona su casa por primera en estado tan deplorable, que sin caridad hubieraperecidodehambre.Hízoleasimismohistoriadelasdesgraciasqueocurrieronaunmuchachoaquiensocorrióporcaridadencircunstanciasanálogas,elcualmuchacho,habiéndosemostradoindignodesuconfianzahastaelinconcebibleextremo de mostrar deseos de ponerse al habla con la policía, minófunestamente su vida una buena mañana en la horca alzada en afueras delCastilloViejo.NotomóelJudíoeltrabajodeocultarlaparteprincipalqueenaquella catástrofe había tenido, pero deploró, con lágrimas en los ojos, elextravío y la conducta pérfida aquel desventurado hicieran necesariopresentarlecomoautordelrobodeunacorona,hechoque,sinorigurosamenteexacto,encambioprecisopara laseguridadsuya(deFajín)ydesusbuenosamigos.

Eljudíoterminósuarengahaciendounadescripciónterroríficadelahorcayexpresando,conentonacióndulceyextremadamentefina,quesentiríaverseobligadoasometeraOliverTwistasupliciotanpocoagradable.Congelábasela sangre en las venas del pobreOliver amedida escuchaba el discurso deljudío comprendía, aunque a medias, las encubiertas amenazas con que lasacompañaba.Quecabeenloposiblequelajusticiaconfundainocenteconelculpable,cuandocircunstanciasponenalprimerocontactoconelsegundo,lo

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sabíaporexperienciapropia,yqueel judío tenía tomadas todas lasmedidasparaprevenirlasdelacionesyhacerdesapareceralaspersonasexcesivamentecomunicativas,asícomotambiénquemásdeunavezhabíarecurridoaellas,lo tuvocomomásqueprobable, al recordar la índoledel altercadoocurridoentre el viejo filántropo y el caballero Sikes, altercado que parecía hacerreferenciaaalgúncomplotdeestaíndole.

CuandoOliverlevantótímidamentelacabeza,sumiradaasustadatropezócon la penetrante del judío, y el desventurado hubo de comprender que lapalidez lívida de su rostro y el temblor de susmiembros no habían pasadoinadvertidosparaelviejobribónnidejarondeserdesugusto.Contrajéronselos labios delgados del judío en una sonrisa espantosa, y después de dar aOliverungolpecitoen lacabeza,ydedecirlequeestuviera tranquilo,quesitrabajaba volverían a ser excelentes amigos, tomó el sombrero, púsose unlevitónllenoderemiendosysaliócerrandolapuertacondoblevueltadellave.Todo aquel día, y gran parte de los siguientes, por espacio de largo tiempo,Oliverpermanecíasolo,sinveranadiedesdelasprimerashorasdelamañanahasta medianoche. En sus eternas horas de soledad, disponiendo de tiemposobrado para abandonarse a sus pensamientos, acordábase sin cesar de suscaritativosamigosdePentonville,yvertiendolágrimasarrancadasporelmásacerbo de los dolores, imaginábase la pésima opinión que de él tendríanformada.

Alcabodeuna semana,opocomás, el judíodejódecerrar con llave lapuerta de la cárcel deOliver, y éste quedó en libertadpara recorrer la casa.Imposibleimaginarnadamástristeysucio.Lashabitacionesdearribateníangrandes chimeneas y descomunales puertas, y susmuros estaban revestidoscon tablerosdemaderayvariadas cornisasque, aunque ennegrecidaspor laaccióndeltiempoycubiertasdeespesacapadepolvo,dejabanentrevervariasesculturas y adornos.De ello infirióOliver que,mucho tiempo antes que eljudío viniera al mundo, el inmueble había pertenecido a personas de rangomáselevado,yqueprobablemente,poraquellaépoca,lamoradaseríaalegreyelegante no obstante el aspecto de desolación que entonces presentaba. Lasarañashabíantendidosussutilestelasportodoslosángulosdelosmurosydelostechos,yhastaocurríaconfrecuencia,cuandoOliverpasabadeunaaotraestancia,quemásdeunratónasustadocorrierapresurosoaesconderseensuagujeroaloír ruidodepasos.Salvasestasexcepciones,ni lavistanieloídoencontraban en la casa vestigios de ser viviente. Llegada la noche, cuandoOliver se sentía cansado de recorrer habitaciones, solía agazaparse en unrincóndelpasilloqueterminabaenlapuertadelacalleensuafándeestarmáscercadelasociedaddelosvivientes,yallísepasabaeltiempo,atentoeloídoycontandolashoras,hastaqueregresabaneljudíoylosmuchachos.

Entodoslosaposentosseveíanlasventanascerradasysólidamentesujetas

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pormediodebarrasdehierrocuyaspiezasdesujeciónestabanatornilladasenelmarcocongruesostornillos,yenellasnoentrabamásluzquealgunoshilossutiles que conseguían filtrarse a través de algunos agujerillos redondosabiertoseneltecho,luzqueacrecentabaextraordinariamenteelaspectotétricodelashabitaciones,queparecíanmoradadesombrasfantásticas.Ungranero,empero,teníaunhuecosinventanas,aunquedefendidoconsólidasbarrasdehierrocomidasporlaherrumbre,alcualsolíaasomarseconfrecuenciaOliverpara contemplar con mirada melancólica el mundo exterior. Por desgracianada se descubría desde aquel observatorio más que una masa confusa detejados, aleros y negras chimeneas. Cierto que algunas veces conseguía verasomadasobreelparapetodealgunacasalejanaunacabezadesmelenadaquemás que humana parecía de oso, pero ni ese consuelo durabamucho, puesaquéllavolvíaaretirarseconprestezay,porotraparte,comolaventanaqueaOliverservíadeobservatorioestabacondenada,ylosañosylalluviahabíandepositado sobre los cristales una capa espesa de polvo y de partículas dehollín,aduraspenaslepermitíadistinguirlosbultosynuncalasformasdelosobjetosexteriores.Encuantoalasprobabilidadesdehacerseveruoír,podíaconsiderarlastanremotascomosihubiesevividoenlagranbolaquecoronalacatedraldeSanPablo.

Una tarde que elTruhán y el elegante señoritoBates tenían en proyectopasar lavelada fuera,ocurrióselealprimeroatenderalornatode supersonacon mayor esmero que de costumbre cosa que en honor a la verdad se leocurría muy contadas veces, y con este objetivo a la vista, llevó sucondescendencia hasta el extremo de mandar a Oliver que le ayudase.ContentoOliver al ver que se te ofrecía ocasión de ser útil, feliz con podermirar rostros humanos, siquiera éstos fueran desagradables, y deseoso deconciliarse el afecto de los que le rodeaban, siempre que honradamentepudiera hacerlo, no opuso la menor objeción a los deseos del Truhán.Manifestósedispuestoacomplacerle,yarrodillándoseenelsuelomientraselTruhán se sentaba en una mesa, dio comienzo a la operación que el dignodiscípulodeFajínllamaba«barnizarlastrotonas»,frasequeenlenguajemásasequiblealageneralidadequivalea«lustrarlasbotas».Fueraimpulsadoporese sentimiento íntimo de libertad e independencia que es de suponerexperimenta todo animal racional cuando está cómodamente sentado sobreunamesa, fumandounapipaymoviendoasuantojo laspiernasmientras lelustranlasbotassinqueparaellohayadetomarselamolestiadedescalzarsenicomoconsecuencia,ladecalzarsedenuevo,fueraquelaexcelentecalidaddel tabacoquefumabadulcificasesussentimientoo labondadde lacervezaenternecierasucorazón,locierto,loevidenteesqueelTruhánsedejóllevarporunavezdeciertaespeciederomanticismooentusiasmoquecontrastabaconsucarácterhabitual.

—¡Lástimaquenoseaunranda—exclamómirandoconsimpatíaaOliver

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yacompañandosuexclamaciónconunsuspiro.

—¡Ah,sí!—respondióCarlosBates—.Lesalealencuentrolafelicidad,yladesdeña.

El Truhán suspiró de nuevo y dio otra chupada a la pipa.Otro tan hizoBates.Alcabodealgunosmomentosdesilencio,añadióelTruháncontonodelástima:

—Apostaríaaquenisiquierasabesquéesranda.

—Creoquesí—contestóOliver—.Randaesladr…yustedes,¿verdad?

—Lo soy—respondió el Truhán—. Lo soy, ymemerecen el despreciomás profundo todos los demás oficios. Lo soy, como lo es también Carlos,comoloesSikes,comoloesBelita.Todoslosomos,hastaelperro,quefiguraenlacuadrillaenúltimolugar.

—Yeselmenosdispuestoavendernos—añadióCarlosBates.

—Noes capazde respirar si le pone en el bancode los testigos ante untribunal de justicia pormiedo a venderse—observó el Truhán—. Si quincedíasletuvieranatadoalbancomencionado,bienseguroesquenosoltaríaunladrido.

—Claroqueno—asintióBates.

—Esunperfectoperro,lacaballerosidadpersonificada.¿Hasnotadocómomiraconfierezaacualquierdesconocidoquesepermitelainconvenienciadereírestrepitosamenteodecantarcuandoestamosenasuntosdeservicio?¿Hasoídocómogruñeyenseñalosdientescuandoasusoídoslleganlasarmoníasdeunviolín?¿Hasreparadoenelodioqueprofesaatodoslosperrosquenopertenecenasurangoycondiciónsocial?¡Oh!¡Eselhonordesuespecie!

—¡Esunverdaderosanto!—dijoBates.

ElobjetodeBatesal lanzarlaúltimaexclamaciónnofueotroquerendirtributo de admiración a la habilidad del perro, sin que se le ocurriera queaquélla podía tener otro sentido, nomenos exacto. Sonmuchas las señoras,muchos los caballeros que pretenden ser santos, dignos de figurar en losaltares, quepresentanmuchospuntosdeperfecta semejanza con el perrodeSikes.

—¡Bueno!—dijoelTruhán,reanudandoelhilodelaconversaciónconelmétododiligentequeinformabatodossusactos—.Nadatienequeverloqueestamosdiciendoconelangelitoquetenemospresente.

—¡ElEvangelio!—exclamóBates—.¿PorquénoentrasalservicioFajín,Oliver?

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—Conloqueharíastufortunaenunquítamealláesaspajas—exclamóelTruhánriendo.

—Ypodríasretirarteavivirdetusrentascomoungranseñor,comopiensohaceryoelprimerañobisiestoquevengaseguidodeotroscuatroeneljuevescuadragésimosegundodelasemanadelaTrinidad—repusoBates.

—Nomegusta—contestócontimidezOliver—.Loquedeseoesquemedejenmarchar…Yo…iríademuybuenagana.

—Pero,sinomeengaño,Fajínnoparecemuydispuestoadejartemarchar—replicóBates.

Demasiado bien lo sabíaOliver; pero creyendo peligroso expresarse conmásclaridad,suspiróyprosiguiólaoperacióndelustrarlasbotas.

—¡Pero,hombre!—exclamóelTruhán—.¿Esquenotienesamorpropio?¿Noconocesladignidad?¿Tehaspropuestoviviracostadetusamigos?

—¡Quitaallá!—contestóBates,sacandodelbolsillodosotrespañuelosdesedaydejándolossobreunaparador—.¿Portanruineinnobleletienes?

—¡Por nada del mundo lo haría yo! —exclamó el Truhán con altivarepugnancia.

—Peroencambiosabedejarenlaestacadaa losamigosynole importaquesufranelcastigocorrespondienteapecadoscometidosporusted—objetóOliversonriendo.

—Eso —replicó el Truhán— fue consideración hacia Fajín. Los espíassaben muy bien que trabajamos juntos, y los perjuicios hubieran sido paranuestro maestro si nosotros no hubiésemos ahuecado a tiempo. Fuesencillamenteunardid,¿noescierto,Carlos?

Batescontestóconungestodeasentimiento,yhabríacontestadotambiénverbalmente;pero leasaltó tande repenteel recuerdode lahuidadeOliver,que el humode la pipa, almezclarse con la carcajada provocada por aquél,subióhasta sucerebro,penetrópor sugarganta,descendióa lospulmonesydeterminóunatempestadderuidososestornudosquedurósuscincominutoslargos.

—¡Miraesto,Oliver!—dijoelTruhán,sacandodelbolsillounpuñadodechelinesypeniques—.¡Estoesvivir!¿Quéimportalaprocedencia?¡Aprende,Oliver,aprende,ynoseastonto!Eltesorodedondelossaquénosehaagotadotodavía.¿Noquieresprobar?…¿No?¡Oh!¡Idiota,másqueidiota!

—Escosafea,¿verdad,Oliver?—observóBates—.Esoficioquellevaenderechuraalosamorososbrazosdelaviuda,¿eh?

—Noséquéeseso—contestóOliver.

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—Unacosasemejanteaesto:fíjate—dijoBates.

Estodiciendo, tomóunade laspuntasde sucorbata, la alzóenel aireyseguidamentedobló la cabeza sobreunhombro, sacó la lenguaycastañeteólos dientes de unamanera especial, dando a entender pormedio de aquellaexpresiva pantomima que abrazarse a la viuda y bailar en la horca era unamismacosa.

—Esosignifica…¿Vesconquéojosdeespantomemira,Truhán?¡Enmividaviangelitotancándidocomoesemuchacho…!Yasélaenfermedadquemellevaráalatumba…¡larisa!

Bates,despuésdereírhastaquelesaltaronlaslágrimas,tomódenuevosupipaycontinuófumando.

—No es muy brillante la educación que has recibido, Oliver —dijo elTruhán, mirando con satisfacción las botas, que el muchacho había dejadocomo espejos—. Pero bien que Fajín hará de ti carrera, serías tú el primernacido que, puesto en tan buenas manos, resultase una nulidad. Lo másacertadoseríaquedierasdesdeluegocomienzoalacarrera.Quierasono,hasdeserdeloficiomásprontodeloquesospechas,yentretanto,estásperdiendolastimosamenteeltiempo.

Batesapoyóelconsejoconinfinidaddeconsejosymáximasmoralesdesucosecha,ycuandoeldepósitodeunosydeotrassehuboagotado,entreélysuamigoelTruhán trazaronuncuadroencantadorde los infinitosplaceresqueerananejosa lavidaque llevaban, insistiendounayotravezenaconsejaraOliverquesinpérdidademomentoprocurasegranjearseelfavordeFajínporlosmismosmediosqueelloshabíanempleadoparaconquistarlo.

—Ynuncaolvidesloquevoyadecirte,queesunaverdadcomountemplo—dijoelTruhán,oyendoqueeljudíoestabaabriendolapuertadearriba—.Sinobirlastúsonajerosysonadores…

—¿Aquéhablarleennuestrocultolenguajesinoentiende?—interrumpióBates.

—Si tú no robas relojes y pañuelos de bolsillo —repuso el Truhán,acomodándose en su explicación a la capacidad de su oyente—, otros seencargarándehacerlo;asíquepeorparati.Tantoderechotienestúcomootrocualquieraadedicaseaeselucrativooficio,yteprevengoqueenestacasa,elquenotrabajanocome.

—¡Ah,sí,sí!—dijoeljudío,quehabíaentradosinquelovieraOliver—.Eloficioesmuysencillohijomío,muysencillo.SigueconsejosdelTruhán,quenadieconocecomoélelcatecismodelaprofesión.

Elviejosefrotólasmanosaplaudióconplacereltalentodediscípulo.No

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continuó la conversación por entonces porque el judío había llegadoacompañadoporBelitayporuncaballeroaquienOlivernohabíavistonunca,elcualsehabíaquedadorezagadoenlaescaleracambiandounaspalabrasconlajoven.

Elcaballeroencuestión,aquienelTruhán llamóTomásChitling,erademás edad que aquél, pues probablemente habría visto dieciocho inviernos,peroestonoobstante,tratabaasucompañeroconunadeferenciaespecialqueparecía indicarque se reconocíaunpoquito inferior a él enpuntoagenioydestrezaenelejerciciodesuprofesión.Susojos,queguiñabasincesar,eranpequeñitosyensurostrosedestacabanlasseñalesdelaviruela.Ungorradepiel, una chaqueta de pana de color aceituna y unos calzones de lomismo,perorotosycubiertosdegrasa,yundelantal,componíansuindumentaria.Adecirverdad,suropapedíaagritoheridopasaralmontóndelabasura,peroeljovenseexcusódiciendoque,comonohacíamásqueunahorahabíasalidodelacárcel,donde lehabíanobligadoavestirdeetiquetaduranteseis semanashabíalefaltadotiempoparaocuparsedesuguardarropa.AñadióelbuenseñorChitling, con grandes muestras de irritación, que el nuevo sistema defumigación de ropas empleado en la cárcel era infernalmenteanticonstitucional,pueslasquemabayllenabadeagujeroscontraloscualesnoconocía remedio. Habló también enérgicamente contra la odiosamedida decortarelcabelloasusPupilos,disposiciónquecalificódeescandalosamenteilegal,ypusofinasudiscursoasegurandoqueencuarentaydosmortalesdíasnohabíaentradoensucuerpounasolagotadelicoryqueteníaelgaznatemássecoqueunhorno.

—¿Dedóndecreesquevieneeste caballero,Oliver?—preguntóel judíohaciendo un guiño a losmuchachos, que estaban poniendo unas botellas deaguardientesobrelamesa.

—Supongo…yocreoque…nolosé,señor—contestóOliver.

—¿Quiénesése?—preguntóTomásChitling,mirandodespectivamenteaOliver.

—Unamiguitomío,querido—respondióeljudío.

—Estáde suerte, pues—repusoChitling, dirigiendo al judíounamiradaamenazadora—.Nopreguntesdedondevengo,pimpollo,queno tardarás túmuchoenaprenderelcamino:¡apuestounacorona!

Lospilletes rierona rabiaraquellachanza,ydespuésdebromearunratosobre el mismo tema, cambiaron con Fajín algunas palabras en voz baja ysalieron de la estancia. El judío y el recién venido, después de cuchicheardurante breves segundos, acercáronse al fuego, y el primero, mandando aOliverquesesentaseasulado,llevólaconversaciónalostemasquesupuso

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habían de interesar más a su auditorio. Extendióse en particular sobre lasgrandes ventajas que reportaba el oficio, sobre la destreza maravillosa delTruhán,laamabilidaddeCarlosBatesylagenerosidadsinlímitesdeldicente.Cuando estuvo agotada la materia, en atención a que Chitling se caíamaterialmente de sueño, cosa muy natural después de haber pasado seissemanas,recluidoenlacárcel,centroquerindeypostraalmásfuertedespuésdeunaodossemanasdeestancia,seretirólaseñoritaBelitaafindedejaralos demás en libertad de irse descansar. Muy contadas veces dejaron soloOliver a partir de aquel día, pues constantemente tenía a su lado a los dossimpáticos ladronesqueseentreteníanpracticandotodos losdíaselejerciciofavorito con el judío… no se sabe si para adiestrarse ellos o si paraacostumbrar y adiestrar a Oliver; quizá el judío pudiera sacarnos de dudas.Otrasveceseljudíolesnarrabahistoriasentretenidasderoboscometidosporél mismo en su juventud, dando a la narración un colorido tan vivo ysalpicándolaconchistestangraciososyoriginales,queOlivernopodíamenosde reír a carcajadas, demostrando que, pese a la delicadeza de sussentimientos,ledivertíansobremaneraaquellashistorias.

Enunapalabra:elladinojudíoteníaalmuchachoprendidoensusredes;yluego quemerced a la soledad y al aislamiento consiguió despertar en él elgustopor lacompañía,desagradable,desde luego,peronunca tantocomo ladesusamargospensamientos,dedicóseainfiltrarlentamenteensucorazónlaponzoñaconqueesperabacorromperloparatodoelrestodesuvida.

CapítuloXIX

Dondeasistiráellectoraladiscusiónyaprobacióndeunplan

notabledeoperaciones

Eraunanochehúmeda,fríayventosa.El judíoFajín, luegoquearrebujósuateridocuerpoconsugranlevitónyalzóelcuellodeéstehastacubrirconél sus orejas, más que para preservarlas del frío para ocultar toda la parteinferiordesurostro,saliócautelosodesuguarida.Detúvosejuntoalapuertaen la parte de afuera hasta que oyó que cerraban con llave y sujetaban lascadenas,ydespuésdeescucharconatenciónydefelicitarmentalmenteasusdiscípulosporlasmedidasdeprecauciónqueadoptaban,alejóseconrapidez.

LacasaenlacualestabarecluidoOliverdistabapocodeWhitechapel.ElJudíosedetuvoun instanteen laesquinade lacalle,ydespuésde tenderentornosuyomiradasrecelosas,alejóseendirecciónaSpitalfields.Espesacapadelodocubríalascallesenvueltasennegrabruma,caíalentamentelalluviay

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hacíaunfríohorrible.Enunapalabra:lanocheeraquenideencargoparaunindividuo como el judío. Al deslizarse con ligereza rozando las paredes ybuscandoabrigoenloshuecosdelaspuertas,aquelviejorepugnanteparecíaunreptilmonstruoso,salidodelfangoydelastinieblasenquesemovía,quese arrastraba a favor de la noche en busca de alguna apetitosa provisión decarneputrefacta.

RecorrióvariascallejastortuosasysuciashastaquellegóaBethnalGreen,donde,torciendobruscamentehacialaizquierda,notardóenaventurarseporla intrincada red de inmundos callejones que tanto abundanpor el distrito aquemerefiero.Eraevidentequeeljudíoconocíaalaperfecciónelterrenoquepisabaajuzgarporlobienqueseorientabanoobstantelaoscuridadtenebrosadelanocheylolaberínticodelascalles.Recorriónopocasdeéstasyalfinentróenunailuminadaporunsolofarol.Hizoaltofrenteaunapuerta,llamóy,despuésdecambiaralgunaspalabrasenvozbajaconelquelefranqueólaentrada,penetróensuinterior.Oyóseelgruñidodeunperronobieneljudíopuso lamano sobre el picaporte de la puerta de una habitación, y desde elinteriordeéstapreguntóunavozbronca:

—¿Quiénva?

—Yosolo,Guillermo,yosolo—contestóeljudíoentrando.

—Que entre tu humanidad —dijo Sikes—. ¿Estarás quieto, condenadoperro?¿Esquecuandoeldemoniovistelevitónnoleconocesya?

Parecequeelanimal seengañóen losprimerosmomentos,puesnobienFajín se desabrochó el levitón y le colocó sobre el respaldo de una sillaretiróseaquélalrincóndedondeantessalierameneandoelraboconmuestrasdesatisfacción.

—¿Quéhaydenuevo?—preguntóSikes.

—Pueshay…¡Ah!Buenasnoches,Anita.

Eljudíosaludóalajovencontimidezmanifiesta,cualsituvierasusdudasacercadelaacogidaqueledispensaríasuamiga,alaquenohabíavistodesdeque aquélla había abrazado la defensa de Oliver. Sus dudas, sin embargo,desvanecieron en el acto, pues Anita retiró los pies de los morillos lachimenea,arrastróhaciaatráslasillaenqueestabasentadaydijoaljudíoqueaproximara la suya. No explicó el objeto; pero como la noche estabaextraordinariafría.Fajínlocomprendiódesobra.

—Fríaestádeveraslanoche,queridaAnita—observóeljudíoacercandoalalumbresusarrugadasmanos—.Penetrahastalaméduladeloshuesos.

—Muchomásintensohabríadeserparaquepenetrasehastatucorazón—dijoSikes—.Dalealgodebeber,Anita,ydespachapronto¡votoal infierno!

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Meponenerviosoveraesecarcamaltiritandodeesamanera…¡Sipareceunespectroreciénsalidodelafosa!

Anitaseapresuróasacarunabotelladeunaalacenaenlaquehabíaotrasvariasdeformasytamañosdiversos,llenassindudadedistintoslicores.Sikesllenóunvasodeaguardientequeofrecióaljudío.

—Muchasgracias,Guillermo,muchasgracias—dijoel judío,dejandoelvaso sobre la mesa sin haber hecho más que humedecer los labios en ellíquido.

—¡Cómo!¿Tienesmiedodeemborracharte?—preguntóSikesmirandoaljudíoconfijeza—.¡Uf!

LanzandoaFajínunamiradadespectiva,vertióelcontenidodelvasoenlalumbrepara llenarlodenuevo, loquehizoenelacto.Mientrassucamaradaechaba entre pecho y espalda el contenido del primer vaso y el de otrosegundo, el judío tendía la vista en derredor, no con curiosidad, que hartoconocía la habitación enque se encontrabay aun toda la casa, sino con esaexpresióndereceloqueleerapeculiar.Pobreeraamásnopoderelmueblajedelaestancia,enlaquenadahabíaquehicierasuponerqueestuvierahabitadapor un hombre amigo del trabajo más que el contenido de la alacena, nipresentabamásobjetossospechososquetrestrancasdescomunales,puestasenun rincón, y un salvavidas —acaso le cuadrase mejor el nombre dedestruyevidas—quependíadelachimenea.

—Atudisposición—dijoSikes,castañeteandolalengua—.Yametienesdispuesto.

—¿Paratratardenegocios?—preguntóFajín.

—Paratratardenegocios.Sueltaloquetraigasenelbuche.

—¿SobrelacasaChertsey,Guillermo?—preguntóeljudío,acercandomássusillaybajandomucholavoz.

—Sí.¿Quéhay?

—¡Oh!Desobrasabeustedloquehay,amigomío,¿noescierto,Anita?

—¡No! ¡No lo sabe!—replicó Sikes—. Y si lo sabe, es como si no losupiera,queparaelcasoeslomismo.Hablaprontoyllamalascosasporsunombre.Yacabayadeunavezdegruñiryhacermueca,asícomotambiéndehablarme con enigmas y reticencias, como si no fueras tú el primero queconcibióelproyectodelrobo.¡Algrano,algrano,ybastaderodeos!

—¡Calma,calma,Guillermo!—exclamóFajín, intentandoenvanoponerdiquesa la indignacióndesbordadadesuamigo—.Pudieranoírnos,queridoamigo…pudieranoírnos.

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—¡Quenosoigan!—gritóGuillermo—.¡Medalomismo!

Sin embargo, como parece que no le daba lo mismo, al cabo de unmomentodereflexión,optóporbajarlavoz.

—Me guiaba la prudencia, amigomío… nadamás que la prudencia—observóconzalameríaFajín—.HablemosahoradelacasaChertsey:¿cuándose da golpe, amigo mío? ¡Cuánta vajilla de plata, querido amigo, cuántariqueza!—añadióeljudíofrotándoselasmanosdegustoyelevandolosojosenunéxtasisdedeleite.

—Nopuededarse—contestóSikesconfrialdad.

—¡Quenopuededarse!—repitiócomounecoeljudío.

—No—insistió Sikes—. Por lo menos, no es el negocio que nosotroscreíamos.

—¡Luegono seha sabidohacer bien la cosa!—gritó el judío, pálidodecólera—.¡Nomelodigausted!

—Te lo diré, quieras o no. ¿Quién eres tú, para que yo calle?Digo queTomásCrackit hace quince días que ronda la casa y aun no ha conseguidosobornaraningunodeloscriados.

—¿Quiereusteddecirme,amigomío—preguntóFajín,dulcificandolavozamedidaque su interlocutor la alzaba—,queningunode losdoscriados seavienealjuego?

—Esoprecisamente.Veinteañoshacequelaviejalostieneasuservicio,ynadaconsiguesdeellosauncuandolesdesquinientaslibras.

—¿Peroylascriadas?—objetóeljudío—.Nomediráustedquetampocoesposibleconseguirnadadeellas.

—Esoesloquediré,puestampocoellasdanchispas.

—¿Conun eslabón tanbueno comoTomásCrackit?—preguntó el judíoconexpresiónde incredulidad—.Tomásesunseductordeprimera fuerza,yustedsabemuybienloquesonlasmujeres.

—Puescon todassusseducciones,nadahaconseguido,yesoque, segúndice, se presentaba con unas patillas encantadoras, llevaba un chaleco colorcanarioysepasabatodoelsantodíarondandodeaquíparaallá.

—Debióponersebigotepostizoypantalonesdesoldado,amigomío—dijoeljudío.

—Tambiénlohahecho;peroconelmismoresultadonegativoquetodoloanterior.

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El desconcierto del judío al oír la contestación anterior fue inmensa. Alcabo de algunos minutos de profunda meditación, durante los cualespermaneció con la barbilla hundida en el pecho, alzó la cabeza, exhaló unsuspirotraselcualparecíaqueibaasalirsualma,yconfesóque,enefecto,silos informes de Tomás Crackit eran exactos, temía que el negocio habíafracasado.

—¡Y, sin embargo, amigo mío —añadió el viejo, apoyando las manossobresusrodillas—,esmuytriste,muydoloroso,resignarseaperderloqueyaconsiderábamosnuestro!

—Cierto…¿Peroquéremedio?¡Suerteperra!…

SiguióunsilencioqueseprolongómuchoduranteelcualFajínmeditabacomonunca.Sucaracontraídadábaleaspectodeverdaderodemonio.Detantoen tanto le dirigíaSikesmiradas furtivas, yAnita, cual si temiera excitar lairritacióndesuamigo,permanecíaconlosojosclavadosenlalumbre,sordaycomoindiferentealoquetancercadeellapasaba.

—¡Fajín!—exclamó de pronto Sikes, rompiendo el silencio—. ¿Me dascincuentaamarillasdepremio,ademásdeloquemecorrespondesirealizoelnegocio?

—Sí—respondióeljudío,despertandodesusreflexiones.

—¿Tratohecho?—inquirióSikes.

—Tratohecho—respondióeljudío,relampagueanteslosojosyrevelandolaemociónquelapreguntaleproducía.

—Entonces—repuso Sikes, rechazando desdeñosamente lamano que eljudío acababa de tenderle—, el negocio se hará tan pronto como quieras.Anteanoche reconocimos el jardín Tomás y yo, escalando la tapia, como esnatural, y probamos las ventanas y las puertas. Una cárcel no se cierra yatranca con mayor cuidado que esa casa; pero hay un sitio por el cualpodremospenetrarsinruidoysinpeligro.

—¿Pordónde,Guillermo?—preguntóanhelanteeljudío.

—Escucha—susurróSikes—.Luegoqueseatraviesaelprado…

—¡Sí…sí!—exclamóeljudíoadelantandolacabezayconlosojosfueradelasórbitas.

—¡Hum!—murmuróSikes,reparandoenlaseñaquelehacíaAnitaparaquesefijaseenlacaradeljudío—.Noteimporteaveriguarelsitio.Yaséquenadapodráshacesinmí,peroelquetratacontigopormuchoqueextremelasprecauciones,siempreseexponeaquedasecorto.

—Comoustedquiera, amigomío, comoustedquiera—contestóel judío

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—.¿PerosonbastantesustedyTomás?

—Bastamos. Únicamente nos hará falta un berbiquí y un muchacho. Elprimero lo tenemos nosotros; tú habrás de encárgarte de proporcionarnos alsegundo.

—¡Unberbiquíyunmuchacho!—exclamóel judío—.Luegose tratadeintroducirseporunboqueteabiertoenuntabique…

—¿Volvemos a las andadas?Repito que necesito unmuchacho, que éstedebeserunpococorpulento…¡Demonio!—exclamóSikes—.SituvierayoamidisposiciónaaquelchicodeNed,eldeshollinador…Impedíanapropósitoquesedesarrollase,afindequesirvieraparaelobjeto,yloalquilabanaquienlo necesitaba; pero su padre cometió la tontería de dejarse matar, y esosentrometidosdelaSociedadProtectoradeDelincuentesjóvenessellevaronalmuchacho,privándoledeunoficioquelehubierahechoricoyenseñándolealeer y a escribir. Ahí tienes lo que hacen esos tunantes: si tuvieran dinerobastante,loquegraciasalaProvidenciadivinanosucede,antesdeunañonoencontraríamosunsolomuchachoquequisieraaprendeneloficio.

—Ni uno; es verdad—asintió el judío, quien absorto en sus reflexionesduranteeldiscursodesucamarada,solamentehabíaoídolasúltimaspalabras—.¡Dígame,Guillermo!

—¿Quétripaseteharoto?

El judío hizo una seña de que convenía alejar de allí a Anita, quecontinuabainmóvilycomoabstraídacontemplandoelfuegodelachimenea,señaqueelbandidoacogióconunmovimientodeimpacienciaquetraducidoal lenguaje vulgar significaba que no creía necesaria la precaución. Esto noobstante,accediendoalosdeseosdeFajín,rogóalajovenquefueraabuscarunjarrodecerveza.

—Ningunafaltatehaceahoralacerveza—contestóAnita,cruzándosedebrazosysinmoversedelasilla.

—Yyotedigoquesí—replicóSikes.

—¡Tonterías! —exclamó con calina glacial la joven—, puede ustedcontinuarsinreparo,Fajín:séloquevaustedadecir,asíque,noleimportemipresencia.

Eljudíovacilaba,ySikespaseósusmiradasdeunoaotrareflejandohondasorpresa.

—Creoquenodebedetenerte la presencia de lamuchacha,Fajín—dijoSikesalfin—.Laconocesdeantiguo,ysemefiguraquesiellanotemerececonfianza, tendrásquedejardedepositarlahastaenelmismísimodiablo.Lachicaespocoaficionadaalamurmuración,¿noesverdad,Anita?

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—Eso creo —contestó Anita, acercando la silla a la mesa y apoyandosobreéstaloscodos.

—Siyalosé,hijamía…nolodudo…pero…

Eljudíonoterminólafrase.

—Pero,¿qué?—inquirióSikes.

—Que yo no sé si continuará tan prevenida en contramía como la otranoche.

Anita soltó una carcajada al oír la confesión del judío. A continuación,echándosealcuerpounvasodeaguardiente,comenzóamoverlacabezaconaireprovocativoyaproferirfrasesincoherentesquellevaronlatranquilidadalánimo de sus dos oyentes. Fajín río con expresión de contento y otro tantohizoSikes.

—¡Vaya,Fajín!—exclamóAnitaentrecarcajadaycarcajada—.YapuedeexponeraGuillermolosproyectosque tieneentrecejaycejaapropósitodeOliver.

—¡Ah,picarilla!—dijoeljudío,dandounosgolpecitossobreloshombrosde Anita—. ¡No he conocido enmi vida muchachamás ladina que tú! DeOliverqueríahablar,esverdad,¡Ja,ja,ja,ja!

—¿PeroquétienequeverOliverconloqueestamoshablando?

—¡Mucho!Olivereselmuchachoqueustednecesita,amigomío—dijoeljudíoenvozmuybaja,colocandolapuntadel índiceaunladodelanarizyguiñandounojo.

—¿Él?—preguntóSikes.

—¡Tómale,Guillermo!—exclamóAnita—.Yo, en tu lugar, no vacilaríaunmomento.Convengoenquenoestanprácticocomolosdemás;peronoesexperiencialoquenecesitas,sinoqueteabraunapuerta.Paraelpapelquehasdeconfiarletienecapacidadbastante.

—¡Sobrada! —añadió el judío—. Está en buenas manos desde hacealgunassemanas,yhoraesyadequeempieceaganarseelsustento.Además:losotrossonmuygruesos.

—Enrealidadesdeltamañoquemeconviene—murmuróSikes.

—Yharátodoloqueustedlemande,miqueridoamigo—repusoeljudío—. Es de los que no saben resistirse… es decir, siempre que usted leatemorice.

—¿Atemorizarle?—repitióSikes—.Puedequenome conforme con tanpoca cosa, Fajín. Si da un paso en falso o sospechoso luego que estemos

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metidosenharina,perdidoporuno,perdidopormil:novolverásaverlevivo.Piénsalo bien antes de enviármelo, Fajín —añadió con expresión feroz elladrón,sacandounatrancadedebajodelacama.

—Lotengobienpensado—contestóeljudíoconenergía—.Nolepierdounmomento de vista, amigosmíos; le observo de cerca…muy de cerca…Queseconvenzadeunavezdequeesdelosnuestros…queseaunasolavezladrón…yyanosenosescapamientrasviva…¡Nuestroparasiempre!¡Oh!¡Esunaideahermosa!

Elviejocruzósobreelpecholosbrazosconademándefervor,ymoviólacabezaestremecidodejúbilo.

—¿Nuestro?—observóSikes—.Querrásdecirtuyo.

—Esposible,mibuenamigo;mío,siustedloprefiere.

—¿Yaquédiablosesdebido—preguntóSikes,mirandoconfierezaasuagradableamigo—quetetomestantointerésporesemocosodecaradecera,cuando sabes que todas las noches rondan por los alrededores de CommonGardencincuentamejoresqueél,entreloscualespodríasescoger.

—Porque ésos nome sirven, amigomío—contestó el judío con visibleembarazo—.Novalenloqueeltrabajodecogerlos.Silesencomendabaalgúntrabajo,sufachasolobastaríaparadescubrirlos.EncambioOliver,manejadocondestreza,puedehacerloquenoharíanveintedeaquéllosjuntos.Además—añadióeljudío,recobrandosusangrefríahabitual—,sivolvieraatomarelportante,nostendríaamercedsuyayparaevitarloseimponeembarcarloenlamismabarquillaenquenavegamosnosotros.Cómohayavenidoapararamismanoses loquemenosimporta; loesencialesquetomeparteenunrobo,yentonces,yaesmío.Espreferibleestoatenerquesuprimirle,loqueademásdeserpocohumanitarionodejaríadeentrañarpeligrosparanosotros.

—¿Cuándoeselgolpe?—preguntóAnita,impidiendoqueSikeslanzaralaexclamaciónbrutalqueteníaenelpicodelalenguaencaminadaaexteriorizareldisgustoconqueveíalossentimientoshumanitariosdeFajín.

—¡Ah,sí!—dijoeljudío—.¿Cuándosedaelgolpe,Guillermo?

—Convine con Tomás darlo pasado mañana por la noche, si no recibeavisomíoencontrario—respondióSikes.

—Muybien;porloprontonohabráluna—observóFajín.

—No—contestóSikes.

—¿Estátodopreparado?—preguntóeljudío.

Sikescontestóconungestoafirmativo.

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—¿Hanprevisto…?

—¡Hedichoqueestápreparado, todo,ybastayadedetalles!—exclamóSikesinterrumpiendoasuinterlocutor—.Tráemealmuchachomañanaporlanoche, pues quiero emprender la marcha al romper el día siguiente. Hastaentonces,cierraelpicoytenpreparadoelcrisol.Notienesquehacermásporahora.

Después de larga discusión, en la cual tomaron parte los tres personajespresentes,decidiósequealdíasiguienteporlanoche,iríaAnitaalacasadeljudíoafindellevarseaOliver,quieneradeesperarsiguiesedemejorgradoala jovenque a ningunaotra persona, todavezquemuy recientementehabíaaquélla roto lanzas en su favor. Estipulóse formalmente que el desdichadoOliver sería abandonado en absoluto y sin reservas, en todo lo que con laexpediciónenproyectoteníarelación,aloscuidadossolícitosyvigilanciadelseñorGuillermoSikes.Además,el repetidoSikes trataríaalmuchachoen laforma que estimase oportuno, no siendo responsable en ningún caso ante eljudíodenadadecuantoaaquélleocurriese,ybastando,unavezacalladalaempresa,quelasmanifestacionesdeSikesfueranconfirmadas,enlosdetallesde importancia,porel testimoniodel seductorTomásCrackit.Convenidosypuestosdeacuerdosobretodoslospuntos,Sikescomenzóatrasegarsintasavasosdeaguardiente,blandiendodeunamaneraalarmantelatranca,aullandocomouncondenadoycantandoavozencuelloairesmusicalesquealternabacon terribles blasfemias.Al fin, en un acceso de entusiasmo profesional, seempeñó en exhibir su caja de herramientas del oficio; pero no bien la huboabierto con ánimo de explicar el uso y propiedades de los variadosinstrumentosquecontenía,cayórodandoalsueloyquedódormidoalinstante.

—Buenasnoches,Anita—dijoeljudío,abotonándoseellevitón.

—Buenasnoches.

Encontráronse las miradas de entre ambos, y Fajín clavó sus ojospenetrantes en Anita. Esta no pestañeó siquiera. ¡Nada! ¡No había duda!EstabatanidentificadaconelnegociocomopudieraestarloTomásCrackit.Eljudíodioporsegundavezlasbuenasnoches,ydandoligeramenteconelpiealborracho, junto al cual hubo de pasar, abrió la puerta y descendió por laescalera.

—¡Lodesiempre!—murmurabaentredienteseljudíomientrassedirigíaasu casa—. Tienen de malo esas mujeres que basta una insignificancia paradespertarenellassentimientosdormidosdeantiguo;perotienendebuenoqueaquéllosvuelvanadormirsemuypronto.

Entreteniendoelcaminoconreflexionestanagradables,notardóFajínenllegarasuantro,dondeleesperabacongranimpacienciaelTruhán.

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—¿Se ha acostado ya Oliver? Necesito hablarle—dijo Fajín en cuantoentró.

—Haceyamuchashoras—contestóelTruhán,abriendounapuerta—.Ahílotieneusted.

Allí estaba en efecto Oliver, dormido profundamente sobre un míserojergón tendido sobre el duro suelo. La ansiedad, la tristeza y lo duro de sucautiveriohabíancomunicadoasurostrolapalidezdelamuerte,peronotalcomoseofreceanuestrasmiradasenvueltaenunsudariooencerradaenunataúd,sinotalcomolavemosenelinstanteenquelavidaseextingue,enelmomentoenqueunalmapuraabandonaparasiemprelaenvolturamaterialysubevolandoalCielo,huyendodelaireinfectoycorrompidodelmundoantesqueéstepuedacontaminarla.

—¡No!¡Ahorano!—dijoeljudío,alejándosesinhacerruido—.¡Mañana!…¡Mañana!

CapítuloXX

OliveresentregadoalhonradoGuillermoSikes

Lamañanasiguiente, tenía reservadaparaOliverunasorpresa:a lospiesde su cama, en vez de los zapatos rotos y sucios que dejó al acostarse,encontróaldespertarotroscompletamentenuevos.Lasorpresa leregocijaalpronto, pues creyó que era precursora de su libertad, mas no tardaron endesvanecersesusilusiones.Alsentarseaalmorzarconeljudío,díjoleéste,entonoyconexpresiónqueacrecentóhastaelinfinitosustemoresyalarmas,quevendríanabuscarleparaconducirlealamoradadeGuillermoSikes.

—¿Para…parapermanecerenella,señor?—preguntóOliveranhelante.

—No,noqueridomío;noesparapermanecerallí—respondióFajín—.Tequeremosdemasiadopararesignarnosaperderte,asíquenotemas,Oliver,queacasavolverás,¡ja,ja,ja!Nuncatendremoslacrueldaddedespedirte…¡Oh,no!

ElmiserableviejoqueseentreteníatostandounarebanadadepanmientrastantosinmiramientosemofabadeOliver,reíaconrisasardónicacomoparademostrarquesabíaperfectamentequeOliverescaparíademuybuenaganasilefueraposible.

—Supongo —repuso Fajín, clavando sus ojillos en Oliver—, que teagradarásaberaquévasalacasadeGuillermo,¿eh?

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Encendióse el rostro deOliver al comprender que el viejo leía como enlibroabiertoensupensamiento,perosobreponiéndoseasuturbación,contestóresueltamente:

—Esverdad,quisierasaberlo.

—Puesqué,¿noloadivinas?—preguntóeljudío,eludiendolacuestión.

—No,señor—respondióOliver.

—¡Bah!—exclamóeljudío,dejandodeexaminarelrostrodelmuchacho—.Tenpaciencia,queGuillermotepondráalcorrientedetodo.

Pareció contrariar al judío el hecho de que Oliver no manifestara máscuriosidadporconocerdequése trataba;peroabienquenoselló los labiosdelmuchacho la falta de curiosidad, sino la inquietud, la turbulencia de suspropiospensamientos.Hubierapreguntadodebuengrado,ynolefueposibleen los primeros momentos, y cuando repuso algún tanto, no volvió apresentársele ocasión, porque el judío no desarrugó el entrecejo ni volvió ahablarpalabrahastaquecerrónoche.

—Puedes encender luz—dijo judío, poniendo una vela sobremesa—, ydistraerteleyendoestelibrohastaquevenganporti.Buenasnoches.

—Buenasnoches—contestóOliver.

Encaminóse Fajín hacia la puerta pero sin dejar de mirar de soslayo almuchacho. De pronto hizo alto, y llamó por el nombre a Oliver. Alzó eldesventuradolacabeza,eljudíolehizounaseñaparaqueencendieralavela.ObedecióOliver,yalcolocarelcandelerosobrelamesa,observóqueelviejolecontemplabaconfijezadesdeelextremodelaestancia.

—¡Mucho cuidado, Oliver, mucho cuidado! —dijo moviendo la manoderechaenformahartosignificativa—.Esunhombreexcesivamenteduro,unbruto, que no repara en libra de sangre más o menos a poco que se irrite.Suceda lo que suceda, no digas palabra y haz todo todo cuanto te mande.¡Repitocuidado!

Recalcandoextraordinariamentelaúltimapalabra,dejóqueladurezadesuexpresión fuerapocoapoco resolviéndoseenuna sonrisa siniestray, previaunainclinacióndecabeza,sefue.Oliver,encuantoseencontrósolo,hundiólacaraentre lasmanosydióseareflexionarconangustiasobre laspalabrasdeFajín.Cuandomásvueltasdabaensuimaginaciónalasrecomendacionesdeljudío,menosacertabaniconjeturabaelalcanceysignificacióndelasmismas.¿Perseguirían algún objetivo criminal? ¿Pero qué proyectos eran visibles encasadeSikes,quenolofuerantambiénenladeljudío?Afuerzademeditar,llegóaconvencersedequeleenviabanparaqueseencargaradeldesempeñode las faenas domésticas hasta tanto encontrase Sikes otro muchacho más

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idóneoparaelcaso.Siéseeraelobjeto,habíasufridodemasiadoen lacasadeljudíoparaquelaperspectivadeuncambiodecolocaciónarrancaseasusojoslágrimasmuyamargas.

Permaneció algunos minutos sumido en estos pensamientos, y luego,exhalando un suspiro y despabilando la vela, abrió el libro que paraentretenerse ledejaraFajínycomenzóa leer.Hojeóalprincipiosuspáginassin prestar atención a lo que leía;mas habiendo encontrado un párrafo quedespertó su atención, no tardó en consagrarla completa a la lectura. Era lahistoriade lavidayhechosgloriososde losgrandescriminales.Enaquellaspáginas, manchadas y manoseadas millares de veces, pudo leer Oliver lanarración de crímenes espantosos que helaban la sangre en las venas, deasesinatos misteriosos perpetrados en encrucijadas o caminos solitarios, decadáveresarrojadosalfondodefososodepozosprofundosque,noobstantesuprofundidad,alcabodelosañosconcluíanpordevolverlosalaluzdelsol,enloqueciendoa los asesinosque les arrancaron lavida e inoculandoen susnegrasalmastalpánico,queellosmismosconfesabanagritoheridosudelitoyclamabanporlahorca,afindequeéstavinieraaponertérminoasushorriblesremordimientos.Leyótambiéndehombresque,sucumbiendo(segúnellos)atentaciones que en sus lechos les asaltaron, se levantaron a medianoche ycometieron horrores cuyo solo pensamiento ponía los pelos de punta. Lasescenas aparecían pintadas en el libro tan gráficamente y con colores tanvivos,quelasgrasientaspáginastomaronalosojosdeOlivereltonorojodelasangre,y laspalabras impresasen lasmismassonabanensusoídoscomogemidosahogados,comosusurrossiniestrosemitidosporlosespectrosdelasvíctimas.

Enelparoxismodel terror,Olivercerróel libroy loarrojó lejosdesí;yluego,cayendoderodillas,pidióconfervoraDiosquelelibraradecometerhazañassemejantes,quitándolelavidaantesquepermitirlequefueraculpable.Pocoapocofueserenándose,yconvozdébilytemblorosapidióalosCielosquelesalvarandelospeligrosdequeseveíacercado,yque,sialgúnauxiliohabíandeaportaralpobreniñoabandonado,quenuncaconocióelcariñodelos amigos ni el dulce amor de los suyos, se lo prestaran en aquel trance,cuando desesperado y sin humano apoyo, hallábase a merced de hombresperversosycriminales.

Había terminado su plegaria y continuaba aún de rodillas y con la caraentrelasmanos,cuandoledevolvióalmundodelarealidadunrumorqueoyócercadesí.

—¿Quiénva?—preguntóestremecido,viendounbultoenelumbraldelapuerta—.¿Quiénes?

—Yo…yosola—contestóunavoztemblorosa.

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Oliverlevantósobresucabezaelcandeleroymiróhacialapuerta.LaqueacababadellegareraAnita.

—Baja la luz—dijo la joven volviendo la cabeza—,me hace daño a lavista.

ComoOliverobservaraqueAnitaestaba intensamentepálida,preguntólesiseencontrabaenferma.Lajovensedejócaerpesadamentesobreunasilla,volviólaespaldaaOliver,ycomenzóaretorcerselasmanossincontestar.

—¡Dios me perdone! —exclamó al cabo de un rato—. ¡No había yopensadoenesto!

—¿Ocurrealgo?—preguntóOliver—.¿Puedoserleútil?Mándeme,queloqueyopueda,loharécongusto.

Anita se agitó violentamente, llevó una mano a su garganta, exhaló ungemidosordoybuscóairequerespirar.

—¡Anita!¿Quétieneusted?—preguntóOliveralarmado.

La joven se golpeó las rodillas con lasmanos y el suelo con los pies, yluego,deteniéndosedepronto,comenzóadardientecondienteysearrebujóenelchal.

Oliveravivóelfuego;Anitaacercóaéstesusilla,guardósilenciodurantealgunosmomentos,yalfinalzólacabezaymiróensutorno.

—No sé lo que algunas vecesme sucede—dijo, fingiendo arreglar conansiedad el desorden de sus vestidos—. Será efecto de la humedad de estahabitaciónrepugnantesinduda.¿Estásyadispuesto,queridoOliver?

—¿Esquemevoyconusted?—preguntóelmuchacho.

—Sí.VengodepartedeGuillermoparallevarteconmigo.

—¿Paraqué?—preguntóOliverretrocediendo.

—¿Paraqué?—repitiólajoven,alzandolosojosyseparándolostanprontocomosumiradaencontróaladelmuchacho—.¡Paranadamalo,desdeluego!

—¡Nolocreo!—replicóOliver,queobservabaconojopenetranteaAnita.

—Comoquieras—dijo la jovenconsonrisaforzada—.Paranadabueno,entonces.

ObservóOliverqueejercíaalgunainfluenciasobrelasensibilidaddeAnitay concibió por un momento la idea de apelar a su conmiseración; pero derepente se le ocurrió que no eran aún las once y que las calles debían estarmuyconcurridas,Enestecaso,personasbuenasencontraríaquedaríancréditoasuspalabras.Hechaestareflexión,sepusoenpieconvivacidadydijoque

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estabadispuesto.

Nilospensamientosdeljovennielproyectoqueacababadeelaborarensuimaginación escaparon a penetración de Anita, la cual, fija en Oliver sumirada, y con expresión que indicaba bien a las que había comprendido supensamiento, dijo, señalando la puerta tendiendo en derredor miradascautelosas.

—¡Imposible, pobre amigo mío! No puedes escapar. He hecho por ticuantohepodidoparaquehuyeras,peronohay remedio.Estáscercadoportodaspartes,ysialgunavezhasdeescapar,creequenoseráenestaocasión.

ElacentoenérgicodelajovenllenódeasombroaOliver.Quehablabaconformalidad, harto lo demostraban la palidez de su cara y el temblor de susmiembros.

—Telibréunavezdecruelestratos—continuólajoven—,telibraréotras,y teestoy librandoenesemomento,puesaquéllosencuyopoderestás, conmayordurezatetrataríansinofuerayo.Heprometidoquemeseguirássumisoysilencioso;siasínolohaces,nohasdeconseguirotracosaqueempeorartureputaciónyperjudicarmeamí…sertalvezcausademimuerte.¡Mira!Estotedaráideadeloqueporcausatuyahesufrido…tanciertocomoDiosestáenelCielo.

Esto diciendo, la joven enseñó aOliver sus brazos y cuello cubiertos decardenales.

—¡No olvides lo que has visto—repuso la joven hablando con rapidezvertiginosa—, y procura no aumentar en este instante mis sufrimientos! Sipudieraayudarte,conalmayvidaloharía;peronomeesposible.Nopiensanhacertedaño,ytenencuentaquedeloqueteobliguenahacer,nopuedestúser responsable…¡Chitón!Cualquierpalabra tuyamehacedaño…Dame lamano…¡Deprisa,deprisa!Damelamano.

TomóAnita lamanoqueOliver le tendiómaquinalmentey, apagando lavela, le condujo a la escalera. La puerta que daba salida a la calle les fuefranqueada por alguien oculto en la obscuridad, quien la volvió a cerrar nobien salieron aquellos. En la calle esperaba un coche. Con la mismavehemenciaconquehablaraantesaOliverobligóaésteamontarenelcochea su lado y bajó inmediatamente las cortinillas. El cochero, sin esperarinstrucciones,descargóunfustazoalcaballo,elcualPartióconlarapidezdelviento.

AnitacontinuabaoprimiendolamanodeOlivery,dirigiéndoleenvozbajarecomendaciones, consejos, advertencias. El viaje fue tan rápido, que antesque elmuchacho pudiera darse cuenta cabal de lo que le ocurría, antes quesupieradóndeseencontrabaycómohabíallegado,elcochehacíaaltofrentea

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lacasaalacualdirigieraeljudíosupasolanocheanterior.DirigióOliverunamiradadedesesperaciónalasolitariacalleyhastavagóporsuslabiosungritoen demanda de socorro; pero continuaba sonando en su oído la voz de lajoven, voz que con acento de desgarradora agonía le suplicaba que no lacomprometiese, y el desdichado no tuvo valor para gritar.Mientras duraronsusvacilacionesperdiólaoportunidad,puescuandoaquéllascedieron,noeraya tiempo; encontrábase ya dentro de la casa, cuya puerta había vuelto acerrarse.

—Poraquí—dijolajoven,soltandolamanodeOliver—.¡Guillermo!

—¿Quéhay?—contestóSikes, apareciendoen lo altode la escalera conunavelaenlamano—.Llegáisatiempo…Sube.

ParaunhombredelcarácterdeSikes,aquellaspalabraseranunaacogidacordial que evidenciaban intensa satisfacción. Anita, agradecida alrecibimiento,saludócomplacida.

—Hemandado fueraalperroyaTomás—dijoSikes—.Cuantosmenosbultos,menosestorbos.

—Hashechobien,contestóAnita.

—¿Conqueyatenemosaquíalcorderillo?—dijoSikesmientrascerrabalapuertadelahabitaciónenlaquelosreciénllegadosacababandeentrar.

—Sí,aquíestá.

—¿Haestadoquieto?

—Comounaoveja.

—Locelebroportupellejo—dijoSikesconacentoferoz—quehubierassufridogravesdeteriorossitehubiesesportadomal.Venacá,rapaz,quevoyaleerteuncuentoqueteconvienenoolvidar.

Mientrasdirigíalaspalabrasanterioresasunuevodiscípulo,Sikesquitóaéstelagorradelacabezaylaarrojóaunrincón,yluego,agarrándoleporunbrazo,lellevóhastalamesa,frentealacualtomóélasientomientras,elniñopermanecíaenpie.

—Ante todo—exclamóSikes, sacandounapistoladelbolsillo—,¿sabesquéesesto?

—Olivercontestóafirmativamente.

—¡Atención, pues! Esto es pólvora, esto una bala, y esto un pedazo desombreroqueservirádetaco.

Oliverdijoqueconocíaelusodelosdiversosobjetos,despuésde,locual,Sikesprocedióacargarlapistolaconexquisitocuidado.

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—Yaestácargada—dijoalterminar.

—Sí,yaloveo—contestóOliver.

—Puesbien—repusoelbandido,agarrandoconviolenciaaOliverporlamuñeca y aplicándole el cañón de la pistola a la sien—, si cuando salgasconmigodecasa,hablasunasolapalabra,salvosiyotepregunto,lacargadeesta pistola quedará alojada inmediatamente en tu cabeza.Así pues, si se teocurrieraeldesdichadocaprichodehablarsinmipermiso,encomiendaantestualmaaDios.

Luego que barbotó una blasfemia como para dar mayor fuerza a suamenaza,repusoSikes.

—Si no mienten los informes que sobre ti tengo, nadie ha de venir apedirmecuentasdespuésqueteenvíealotromundo,asíquesinofueraportubien,comprenderásqueno tendríayonecesidaddedarteexplicaciones,¿meentiendes?

—Eso significa sencillamente —dijo Anita con entonación enfática ymirandoconligeroceñoaOliverparaqueéstesefijarabienensuspalabras—, que si te estorba o contraría en el asunto que traes entre manos, lelevantaráslatapadelossesosparaimpedirquehable,exponiéndoteaqueteahorquen,como teexponesadiariopormilotrascosasenelejerciciode tuarriesgadooficio.

—¡Nimásnimenos!—exclamóSikesdandomuestrasde aprobación—.Nohayquienganealasmujeresaexplicarconclaridadypocaspalabraslascosas…menoscuandoestándemal talante,puesentoncesnoacabannunca.Puestoquenoshemosentendidoya,vamosacenar,ydescabezaremosluegounsueñoantesdeemprenderlamarcha.

Anita extendió el mantel sobre la mesa y salió, para volver momentosdespués con un jarro de cerveza y una fuente de cabezas de cordero, quedieronaSikesocasióndegastar algunasbromas.Aquelhombre, estimuladode la perspectiva de una expedición lucrativa próxima, estaba de excelentehumor,yenunaccesodealegría,pareciólegraciosobeberse todoelenormejarro de cerveza de un trago.Durante el refrigerio, soltaría por su boca susochentablasfemiasmalcontadas.

Terminadalacena,alaquecomosesupondráhizopocohonorOliver,elbandidoapuródosvasosdeaguardienteysetumbóenlacama,mandandoaAnitaqueledespertasealascincoenpunto,yamenazándolaconmilhorroressidejabaincumplidasuorden.Oliver,porordendeSikes,setendióvestidoycalzadosobreunjergón,ylajoven,porsuparte,sentósejuntoalalumbreafin de poder despertar a tiempo al ladrón. Largo rato permaneció despiertoOliver, creyendo muy posible que la joven deslizara en sus oídos algún

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consejo provechoso, pero como aquélla permaneciera junto a la lumbre, sinmoversemásquemuydetardeentardeparaavivarla,rendidodecansancioyagotadocomoresultadodesuansiedad,concluyópordormirse.

Cuandodespertó,sobrelamesahabíanpreparadoelserviciodetéySikesacondicionaba una porción de herramientas variadas en los bolsillos de ungabáncolocadosobreel respaldodeunasilla,mientrasAnitapreparabaconactividad el almuerzo. No era aún de día, puesto que la vela continuabaluciendo.Lalluviaazotabalosvidriosdelaventanayelcieloestabanegroyamenazador.

—¡Arriba!—gruñó Sikes al ver que Oliver levantaba la cabeza—. Lascincoymedia.Vuela,sinoquieresquedartesinalmorzar,puessevahaciendotarde.

PocoratoexigiólatoilettedeOliveryescasossegundossualmuerzo,queapenasprobó,puesdijoqueseencontrabaindispuesto.Anita,sinmirarlecasi,lediounpañueloparaqueseabrigaseelcuelloySikesleobligóaponerseunacapuchaquelebajabahastalohombros,dondehizoqueselaabrochase.Asíataviado,elchicodiolamanoalbandido,quiensedetuvounmomentoparamostrarlelapistolaquellevabaalcinto.DespidiósedeAnita,salió.Desdeelumbral de la puerta volvió Oliver la cabeza creyendo que encontraría lamirada de la joven pero ésta había vuelto a sentarse al amor de la lumbre,dondepermanecíaperfectamenteinmóvil.

CapítuloXXI

Laexpedición

Pocos encantos ofrecía la mañana a los dos madrugadores. Negrosnubarrones obscurecían el firmamento amenazando tormenta, el vientosoplaba con furia y llovía torrencialmente. La lluvia, que debía datar demuchashoras,había inundado las callesyconvertidoenmares loscaminos.DébilesresplandoresanunciabanporOrientelaproximidaddeldía,perolejosde tender a disminuir la tristeza lúgubre de la escena, contribuían a hacerlamássombría,puesaquéllosteníanintensidadlumínicabastanteparadebilitarladelosfarolespúblicosynoparainocularunátomodevidaalambienteymenosparailuminarloshúmedostejadosylascallessolitarias.Niunalmaseveía por aquel distrito de la ciudad. Todas las puertas y ventanas estabanherméticamentecerradas,elreposoeraabsoluto,elsilenciocompleto.CuandoSikes y Oliver llegaron al camino llamado Bethnal Green, el amanecer sehabíadeclaradoabiertamente.

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Granpartedelosfarolesdelalumbradoestabanapagados,algunoscarrosrodaban perezosamente en dirección a Londres y de vez en cuando, pasabasaltandosobrelosbachesdelcaminounadiligencia,cubiertadefango,cuyomayoral dispara a una lluvia de imprecaciones sobre el carrero que, por nohaberlecedidoatiempoladerecha,seríacausadequellegaseasudestinoconun cuarto de minuto de retraso. Estaban ya abiertas las tabernas, en cuyointerior lucían losmecherosdegas,pocoapocose ibanabriendo lasdemástiendasygradualmentesalíanalacallealgunaspersonas.Gruposnutridosdeobrerossedirigíanasusfábricas,ynotardaronenaparecerhombresymujeresllevando sobre sus cabezas anchas canastas llenas de pescado, carretascargadas de hortalizas tiradas por borricos, vehículos portadores de ganadovivo o de carne muerta, lecheras portadoras de enormes cántaros del ricolíquido,yalfincompactasmuchedumbresconduciendovíveresyprovisionesdetodaclasealossuburbiosorientalesdelaciudad.

Cuando el bandido y Oliver llegaron a las inmediaciones de la City, elruidoyelmovimientoensordecíanymareaban,yalenfilarlascallessituadasentreShoreditchySmithfield, laalgarabíaeraatronadora.Eradíaclaroy lamitaddeloshabitantesdeLondreshabíandadocomienzoalasfaenasdiarias.DespuésdedejarasusespaldaslascallesdelSolydelaCoronaydeatravesarlaplazadeFinsbury,SikesentróenlaparteconocidaporBarbacanapasandoporlacalledeChiswell,yluegotomandoporLongLane,llegóaSmithfield,que era la fuente de la horrible algarabía de ruidos discordantes que tantasorpresaytemorprodujeronaOliver.

Eradíademercado.Elsuelodesaparecíabajounacapadeinmundoymaloliente fango en la que se hundían los pies humanos hasta el tobillo, y laatmósfera eramezcla negruzca formadapor los vapores que constantementebrotaban de los cuerpos de los animales y la neblina que semejaba fúnebrecortina tendida sobre las chimeneas que coronaban los edificios. Todos loscorrales situados en el centro de aquella dilatada explanada ymuchos otrosinstaladosconcarácterprovisionalenloshuecosvacantesestabanatestadosdecarneros,yaunoyotroladodelosmismos,enhilerasinterminables,veíansebueyes y reses de toda clase formadas en filas de a cuatro en fondo.Lugareños, campesinos, carniceros, carreros, arrieros, muchachos, ladrones,raterillos, ociosos y vagabundos de toda clase se mezclaban, confundían yapelmazabanenrevueltamasa.Lossilbidosdeloscarreros,losladridosdelosperros, losbramidosymugidosde losbueyes, losbalidosde lasovejas, loschillidosygruñidosdelospuercos,losgritosdeloscocheros,losjuramentos,blasfemias y vocerío que se alzaban por todas partes, el repicar de lascampanas y el estruendo que se alzaba en las tabernas, los apretones yencontronazosdeaquellamasahumanaqueseapretujabayrevolvíasemejanteaalborotadomar,elhorribledesconciertodealaridosquellenabalosámbitostodos del inmenso mercado y el tropel de hombres y mujeres astrosos,

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escuálidos, sucios, sin afeitar los primerosy sin peinar las segundas, que searremolinaban codeándose sin piedad, eranmásquebastantes para aturdir ydesconcertaralhombredeánimomássereno.

Sikes, arrastrando siempre aOliver, abrióse paso a codazos por entre lomáscompactodelamuchedumbre,sinpararmienteseneltumultoquetantoasombrabaalmuchacho.Dosotresvecessaludóconinclinacionesdecabezaaotrostantosamigosconquienestropezóalpaso,ysindetenerseatomarensu compañía la mañana que le ofrecían, continuó avanzando resueltamentehastaque,libredeaquelmarhumano,entróenHolbornporlaHosierLane.

—¡Deprisa, deprisa! —exclamó con brusquedad, mirando al reloj de laiglesiadeSanAndrés—.¡Lassieteya!¡Cuidadoconquedarteatrás,holgazán!

Sikesacompañólarecomendaciónconunasacudidaviolentacuyosefectossintió lamuñecadeOliver.Este hubodedejar el pasopara ponerse al troteparaacomodarsumarchaaladelbandido.

ContinuaronconlamismaceleridadhastadespuésdedejarasusespaldaselHydeParkyencontrarseenelcaminodeKensington,dondeSikesacortóelpaso para dar lugar a que los alcanzara una carreta vacía que los seguía aalguna distancia. Como viera escrita en la tablilla de aquélla la palabra«Hounslow», preguntó al conductor, con cuanta urbanidad le fue posible, siqueríadarlesasientohastaIsleworth.

—Arriba—contestóelconductor—.¿Eshijosuyoestemuchacho?

—Sí,esmihijo—contestóSikes,mirandocondurezaaOliveryllevandolamanoalbolsillodondeguardabalapistola.

—Tu padre camina demasiado de, prisa, ¿no es verdad, mocito? —preguntóeldelacarreta,reparandoenelcansanciodeOliver.

—No hay tal —se apresuró a responder Sikes—. Está muyacostumbrado…Tomalamano,Eduardo…¡arriba!

Diciendoestaspalabras,hizosubiraOliveren lacarreta,yelconductor,indicándoleunmontóndesacosledijoquesetendierasobreellos.Comovieraqueenel caminose sucedían lospostes indicadoresdemillas,preguntábaseOliver conextrañeza adóndepensaría llevarlo, su compañero.Dejarona susespaldas a Kensington, a Hammersmith, a Chiswick, a Kew Bridge, aBrentford, y, sin embargo, continuaban el viaje como si entonces loprincipiaran.LlegaronalfinaunaventallamadaLaSilladePostas,yunpocomásallá,enunsitioenqueotrocaminocortabaelqueseguían,hizoalto lacarreta.DesmontóSikesprecipitadamentesinsoltarlamanodeOliver,aquiendirigióunamiradafuriosaalaparquellevabalamanoalbolsillodelapistolaconademánsignificativo.

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—Adiós,muchacho—dijoeldelacarreta.

—Esmuyhuraño—respondióSikes—.Uncachorrocompleto.Nolehagacaso,buenhombre.

—Dispensado desde luego; pues no faltaba más —dijo el conductormontandoensucarruaje—.Adiós.

EsperóSikes aque la carreta seperdieradevista, y entonces reanudó lamarcha diciendo a Oliver que quedaba en libertad de esparcir la vista pordonde leacomodase.Evitando laproximidadde laposada,quedejarona suizquierda, torcieron nuevamente a la derecha para continuar luego en línearecta durantemucho tiempo.Hermosos jardinesy elegantes casas de campoflanqueabanelcamino,quenodetuvieron,sinembargo,peseasuhermosura,anuestrosviandantes,hastaquellegaronalapoblación.Enlaentradadeésta,vioOliverescritasobreunalápidalapalabraHampton.Envezdeentrarenlaciudad, estuvieron rondando los campos por espacio de varias horas,volviendoalfinaaquéllaybuscandoalbergueenunamíseraposadaencuyamuestraborrosanadapodíaleerse.Sikespidiócomidayunasientojuntoalalumbre.

Lacocinaeraunaestanciadetechomuybajocruzadoporelcentroporunaviga.Delantedelhogar,habíabancosdealtosrespaldosocupadosporvarioshombresdeblusaquefumabanybebían.NingunodeellosprestóatenciónaOliveryapenassirepararonenSikes,elcual,porsuparte,sinhacerdeelloselmenorcaso,fueasentarseconsucompañeroenunrincón.Sirviéronlesparacomercarnefiambre;ycomoSikes,terminadalacomida,fumótresocuatropipas con calma, y no parecía tener prisa por abandonar la mesa, Olivercomenzó a creer que habían llegado al término del viaje. Rendido por elmadrugónymástodavíaporlacaminata,cabeceóalprincipioyconcluyópordormirseprofundamente,dominadopor la fatigayatontadoporelhumodeltabaco.

La noche había cerrado por completo cuando Sikes le despertó con lasuavidadqueesdesuponerenunhombredesucondiciónycarácter.AlabrirOliverlosojos,vioasucompañeroenconferenciaíntimaconunlabriego,conelcualbebíaunjarrodecerveza.

—ConquevasaLowerHalliford,¿eh?—preguntóSikes.

—Allí voy—contestó el interrogado, que tenía trazas de estar más quemedianamente alumbrado—. Por cierto que necesito hacer el viaje conrapidez.Nomeserádifícil,pueselcaballonollevaniconmucholacargaquellevabaestamañana.Volaremos,amigomío,volaremos.Esuncaballocomopocos.

—¿Podríasconducirnosamíyalmuchachohastaallí?—preguntóSikes,

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sirviendoasunuevoamigootrovasodecerveza.

—Nohayinconveniente,simontáisenseguida.¿VaisaHalliford?

—VamoshastaShepperton.

—Puescuentaconmigohastadondehedicho.¿Estápagadotodo,Rebeca?

—Todo.Pagóesteseñor—contestólacriada.

—Eso no puede ser —dijo el hombre, con gravedad de beodo—.Comprenderásquenopuedotolerarlo.

—¿Porquéno?—replicóSikes—.Vasahacernosunfavorquenosevitalosperjuiciosdehaberdequedarnosaquí;meparecequebienmerecequeteobsequieconunapintaodosdecervezaenjustacorrespondencia.

Elborrachopesócongravedadcómicalafuerzadelargumento,yalcabode algunos instantes demadura reflexión, dio a Sikes un apretón demanosdeclarando a la vez que era un buen mozo. Contestó Sikes que sólo comobroma podía aceptar el elogio, y en efecto: sólo en son de broma hubierapodido decir aquella frase el nuevo amigo deSikes si no hubiese estado yaborracho.Despidiéronsedelosconcurrentesnosincambiarconellosmuchoscumplidos,ysalieronseguidosporlamaritornesque,retiradoslosjarrosylosvasos,salióalapuertaparatenerelgustodeverlosmarchar.Elcaballo,acuyasaludbebiósudueñomásdelacuenta,esperabafuera,enganchadoalcarruajey en disposición de emprender la marcha. Oliver y Sikes montaron sinceremonia, y el borracho, después de un par de minutos de marcha a pie,durante los cuales no cesó de prodigar elogios a su rocín ni de retar alposadero a que presentase otro que con el suyo pudiera compararse,montótambién.Dijoentoncesalposaderoqueleentregaselasriendasdelascualeshizounusohartodesagradablepueslastiródesdeñosamenteporlosaires.Elcaballoseencabritórepetidasveces,recorrióunbuentrechocaminandosobresuspatas traseras, y al fin partió comouna flecha.Lanoche estabaobscuracomo boca de lobo. Del río inmediato y de las marismas que rodeaban elcamino subía una niebla densa que semejaba negro tul tendido sobre loscampos.El frío penetrabahasta los huesosy todoofrecía aspecto lúgubreysiniestro. Los viajeros no cambiaron una sola palabra, pues el dueño delvehículo se había dormido ySikes no tenía ganas de entablar conversación.Oliver,acurrucadoenun rincóndelcarro, seestremecíadehorror, creyendover en los árboles, cuyas ramas zarandeaba el viento, espantables fantasmasqueveníanahacermáslúgubreyterroríficalaescena.LassietesonaronenelrelojdelaiglesiadeSunburycuandopasaronfrenteaella.Brillabaunaluzenunadelasventanasdelacasa-embarcadero,acuyadébilclaridadsedestacabaconmás fuerza la sombra gigantesca de un corpulento y copudo tejo. A lolejosseoíaelrumormonótonodeunacascadadominandolossusurrosdelas

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hojasde losárbolesazotadosporelviento.Hubiérasedichoqueaquelloeraunamelodíafúnebrequeteníaporobjetoinvitaralosmuertosaldescanso.

DespuésdeatravesaraSunbury,seencontraronnuevamenteenelcaminosolitario.Dos o tresmillasmás adelante hizo alto el vehículo. Sikes saltó atierra, tomó por la mano a Oliver, y prosiguió la marcha a pie. No sedetuvieronenShepperton,comohubieradeseadoel fatigadomuchacho,sinoque continuaron avanzando por caminos detestables, envueltos en fango yentretinieblas,hastaquedieronvistaalaslucesdeunaciudadpocodistante.Oliver vio que a sus pies corría un río y que se dirigían a un puente. Sikesprosiguiócaminandoenderechuraalpuente,perollegadoalaentradadeéste,envezdetomarlo,descendióporeltaludhastallegaralaorilladelagua.

—¡El río! —pensó el desventurado Oliver yerto de espanto—. Me hatraídoaesteparajesolitarioparaasesinarme.

Apuntoestabadetirarsealsueloresueltoaintentarunesfuerzosupremopara salvar su tempranavida, cuando se encontró frente a una casa solitariacasienruinas.Noteníamásqueunsolopiso,yaunoyotroladodelapuertahabíaunaventana.Noseveía,sinembargo,luzalguna.Lacasaeraobscura,desmantelada,tétrica,ysegúntodaslasapariencias,estabadeshabitada.Sikes,sin soltar la mano de Oliver se acercó a la puerta y levantó el picaporte.Abrióse aquélla sin resistencia y nuestros viajeros se perdieroninmediatamenteensuinteriortenebroso.

CapítuloXXII

Elrobo

—¿Quiénva?—gritóunavozbroncanobienhubieronentradoenlacasa.

—Menosruidoymásluz,Tomás—contestóSikes,corriendoloscerrojos.

—¡Ah!¿Erestú,compadre?—preguntólamismavoz—.¡Unaluz,Barneydelosdemonios,unaluz!¡Enseñaelcaminoaesecaballeroyabrelosojos,simehaceselfavor!

Elquehablabadebiótirarunahormadezapatooalgúnobjetoporelestiloalapersonaaquiensedirigía,sindudaparadisiparsusomnolencia,puesseoyó claro y distinto al ruido de un artefacto de madera que chocaba conviolencia contra una pared seguido de murmullos menos distintos como dehombreaquiendespiertanenlomejordesusueño.

—¿Peronomeoyes?—repusolamismavoz—.¡AhítienesenelpasilloaGuillermoSikessinquenadieledélabienvenida,mientrastúduermescomo

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un tronco,nimásnimenosquesi en lascomidas teatiborrarasde láudano!¿Estásmásdespiertoohacefaltaqueelcandeleroentablerelacionesíntimascontucabezaparadespabilarte?

Alainterpelaciónsiguióunruidosordocomodealguienquecaminaseenzapatillas sobre el piso desnudo de la habitación de arriba, y segundosdespués,salíaporunapuertasituadaaladerechaunavelaprimeroyluegoelindividuodequiendijequehablabaporlanarizyqueejercíaelcargodemozodeunatabernaenSaffron-Hill.

—¡SeñorSikes!—exclamóBarney,conexpresióndealegría,verdaderaofingida—.¡Buenasnoches,señorSikes,buenasnoches!

—¡Adelante!—dijoSikes,empujandoaOliver—.¡Deprisa,sinoquieresquetedéalgúnpisotón!

Maldiciendo la lentitud del muchacho, Sikes empujó a Oliver y ambosentraronenunahabitaciónde techomuybajo, tétricayahumada,en lacualardíaunfuegoquedespedíamáshumoquecalor,yteníaportodomueblajestressillasrotas,unamesadesvencijadayunsofárespetableporsuantigüedad.Tendidosobreesteúltimomueblehabíaunhombrefumando.Vestíaunalevitade corte irreprochable y color castaña, adornada con grandes botonesbrillantes,corbatacolornaranja,chalecoarco irispor lavariedadde tonosycalzóngris.PococabelloteníaelseñorCrackit,queéleraenpersona,nienlacabezanien lacara,pero lamuestraeradecolor rojoyestabadivinamentepeinada en tirabuzones, entre los cuales su propietario pasaba de vez encuando los dedos sucios, cubiertos por descomunales sortijas de lo másordinario. De estatura regular, más bien alto que bajo, parecía adolecer decierta debilidad en las piernas, lo que no le impedía admirar sus botas, quecontemplabaconsatisfacciónevidente.

—¡Mi querido Guillermo! —exclamó el del sofá, volviendo la cabezahacia la puerta—. ¡Encantado de verte! Principiaba a temer que hubierasrenunciado a la empresa, en cuyo caso, resuelto estaba a tentarla yo solo…¡Hombre!…

Allanzarlaexclamación,contonodeinmensasorpresa,clavadoslosojosenOliver,Crackitseincorporóvivamenteypreguntóquiéneraaquelchaval.

—El niño que nos hace falta—contestó Sikes, acercando una silla a lalumbre.

—UnodelosaprendicesdeFajín—terció,Barneysonriendo.

—DeFajín,¿eh?—exclamóCrackitmirandoaOliver—.Unapreciosidadparalimpiarlosbolsillosdelasviejasenlaiglesia,¿verdad?

—Hablemosdeotracosa—dijoconimpacienciaSikes.

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Seguidamente se inclinó sobre Crackit, pronunció en voz baja algunaspalabras que arrancaron estrepitosas carcajadas a quien las escuchó y el delsofáfavorecióaOliverconunamiradaquereflejabaasombro.

—Ahora—dijoSikesvolviendo a sentarse—, simientras esperamosnosobsequiaras con algo que echar a perder en forma de comida y bebida, teaseguroquenonosvendríamal…amí almenos.Tú,muchacho, siéntateydescansa,queaúntienesquesalirestanoche,aunquenomuylejos.

OlivermiróaSikesconmudasorpresa,acercóunbancoalalumbreysesentó, descansando en sus manos su dolor de cabeza y sin saber dónde seencontrabanidarsecuentacabaldeloquelesucedía.

—¡Brindo por el buen éxito de nuestra empresa! —gritó Crackit,poniéndoseenpie,nobienBarneydejósobre lamesaunabotellayalgodecomer.

Seguidamente dejó con mucha compostura su pipa en un ángulo de lamesa,llenóunvaso,yenvasóentrepechoyespaldasucontenido.OtrotantohizoSikes.

—Unvasoparaelmuchacho—repusoCrackit, llenándolohasta lamitad—.¡Bébeteeso,inocente!

—Notengo…creaqueyo…—balbuceóOliver.

—¡Bebe,repito!—interrumpióCrackit—.¿Teparecequenoséloqueteconviene?Dilequeselobeba,Guillermo.

—Bebe esto te digo—exclamó Sikes, llevando la diestra al bolsillo—.¡Bebe, hijomío, si no quieres que disminuya la familia de Fajín!… ¡Bebe,impíodelosdemonios!…¡Bebe!

Muertodemiedoantelosgestosamenazadoresdelosdoshombres,Oliverse tragódeunavezel contenidodelvaso, e inmediatamente le acometióunaccesodetosquedivirtióenextremoaCrackityaBarney,yhastahizoreíralterribleSikes.SatisfechoelapetitodeSikes(Olivernopudocomerotracosaque un mendrugo de pan que le obligaron a tragar a la fuerza), los doshombres descabezaronun sueño en las sillas queocupaban.Oliver continuósentadoensubancojuntoalalumbreyBarney,arrebujadoenunamanta,setendió sobre el santo suelo cerca de la chimenea.Durmieron, o aparentarondormir, durante algún tiempo. Nadie semovió, excepción hecha de Barneyqueselevantóunaodosvecesparaecharcarbónenlachimenea.Oliverhabíacaídoenunsoporprofundoysoñabaquevagabaportétricascallejuelas,querondaban por lúgubres cementerios, cuando le despertó Tomás Crackit alponerseenpiedeunsaltoydeclararagritoheridoqueeralaunaymedia.

Fueobradeun instanteponerseenpie losotrosdosdurmientes,quienes

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inmediatamentedieroncomienzoconejemplaractividadalospreparativosdelaexpedición.Sikesysucompañeroseabrigaronelcuelloyparteinferiordelacaraconanchasbufandasnegrasyelcuerpoconsendosabrigos,mientrasBarney,abriendounarmario,sacódiversosobjetosquefuecolocandoenlosbolsillos.

—Damelasladradoras.Barney—dijoCrackit.

—Aquí están —contestó Barney, entregándole un par de pistolas—,cargadasportimismo.

—Muybien—repusoCrackitguardándolas—.¿Ylosconvincentes?

—Lostengoyo—contestóSikes.

—¿Va todo?Ganzúas, berbiquíes, palanquetas, destornilladores, linternassordas…¿noseolvidanada?—preguntóCrackit,suspendiendodesucinturaunapalanqueta.

—Está todo —contestó su compañero—. No nos faltan más que lasbatutas…Dánoslas,Barney.

Barneyentregóungarroteacadauno.

—Enmarcha—dijoSikes,tomandoaOliverporlamano.

Elmuchacho,rendidoderesultasdelamarcha,mareadoporelejercicioymásquenadaporelalcohol,pusomaquinalmentesumanoenlaqueSikesletendía.

—Cógelelaotra,Tomás,ytú,Barney,daunvistazoporfuera.

Salióelcriadoalapuertayvolviósegundosdespuésanunciandoquetodoestaba tranquilo. Los dos ladrones salieron llevando a Oliver en medio, yBarney,luegoquecerrólapuertadelacasa,envolviósedenuevoenlamantaynotardóendormirse.

Laobscuridaderaprofunda.Laniebla,muchísimomásespesaqueenlasprimerashorasde lanoche, saturabade tal suertedehumedad la atmósfera,que a los pocos minutos de haber salido de la casa, aunque no llovía, loscabellos y cejas de Oliver parecían púas aceradas por efecto de lacristalización del rocío en ellos depositado y helado. Cruzaron el puente ycaminaronenderechuraalaslucesqueanteshabíavistoOliver.Ladistanciano era grande, y como caminaban a buen paso, poco tardaron en llegar aChertsey.

—Atravesaremoslapoblación—dijoenvozbajaSikes—;aestashorasyconestanochenocreoqueencontremosperroquenosladre.

ComoTomásnoopusoobjeciónalguna,penetraronpor lacalleprincipal

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delapoblación,completamentedesierta.Enalgunaqueotracasasefiltrabandébiles hilos de luz por las rendijas de algún balcón, y de vez en cuandointerrumpíanelsilenciode lanoche ladridosdeperros,peroen lascallesnotropezaronalmavivientelosnocturnosviandantes,quedejabanasusespaldasla población en el momento que en el reloj de la iglesia sonaban las dos.Apretaronelpasotomandouncaminoalaizquierda,yalcabodeuncuartodemilladerecorrido,hicieronaltofrenteaunacasaaislada,cuyojardínestabacercadoporunmuro.TomásCrackit, sindetenersepara tomaraliento, trepóhastaloaltodelcaballeteenunabrirycerrardeojos.

—¡Elmuchachoahora!—dijoTomás—.Alárgamelo;yoteayudarédesdearriba.

AntesqueeldesdichadoOlivertuvieratiempodemirarentornosuyo,seencontró entre los brazos de Sikes, y no habrían pasado cuatro segundos,cuandosevioalladodeTomásenlaparteopuestadelmuro.Sikesaparecióenelactoylostresjuntoscomenzaronadeslizarsecautelosamenteendirecciónala casa. Hasta entonces no había comprendido Oliver que el objetivo de laexpedicióneranadamenosquepenetrarconfracturaenunacasapararobar,yquizá para asesinar. El espanto, el pánico le enloquecieron. Retorciéndosedesesperado lasmanos dejó escapar involuntariamente un grito ahogador dehorror.Antesusojospasóunanuberojiza,sudorheladoinundósucadavéricorostro,flaqueáronlelaspiernas,ycayódesplomadoentierra.

—¡Levántate! —rugió Sikes, sacando una pistola del bolsillo—.¡Levántate,otedejolossesospegadosalahierba!

—¡PoramordeDios,déjememarchar!—exclamóOliver—.¡Déjemequehuyalejos,muylejos,quemuerasoloyabandonadoenmediodeloscampos!¡Jamás me acercaré a Londres… nunca, nunca! ¡Apiádese de mí, y no meobligueaserladrón!¡PortodoslosángelesdelCielo,porloquemásqueridoleseaenelmundo,tengalástimademí!

El miserable a quien dirigió la ferviente plegaria lanzó una blasfemiahorrendayhabía amartilladoya la pistoladispuesto a cometer un asesinato,cuandoTomás se la arrancó de lamano y, tapando la boca almuchacho, learrastróhacialacasa.

—¡Chitón! —gruñó—. No es tiempo de suplicar. Si pronuncias unapalabramás,teabrolacabezaconelgarrote,queeslamaneradedespachartesinruido,conmayorseguridadyconmenosescándalo.Hazsaltarelpostigo,Guillermo, que con eso tiene bastante el muchacho. Otros he visto de másedadqueélqueennochesdefríohanseguidoelmismocaminoenunpardeminutosdetiempo.Sikes,renegandoentredientesdeFajínymaldiciendodelamalaocurrenciadelviejoalenviarleaOliverparalaexpediciónqueentremanos llevaba, manejó con vigor pero sin ruido la pesada palanqueta, no

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tardandoendejarabiertoelpostigo.

Era unaventanapequeña, abierta a cincopies del suelo a espaldas de lacasa, yquedaba auna especiedebodega.Tanpoca luz tenía laventana encuestión,queloshabitantesdelacasanoestimaronnecesariodefenderlaconalgunareja.Bastaba,sinembargo,paradarpasoalcuerpodeOliver.

—Ahora,muñeco,escuchabienyprocuranoolvidarpalabradeloquevoyadecirte—dijoSikes,sacandodelbolsillounalinternasordayproyectandosuluzsobrelaaterradacaradeOliver—.Vasaentrarporesaventana.Tomaestalinterna.Subirássinhacerelmenorruidolaescaleraqueencontrarásdentro,atravesaráselpasillohastallegaralapuertaprincipal,ylaabrirás.

—Lapuertatieneenlapartesuperioruncerrojoalquetalveznoalcances—observóTomás—.Enelvestíbuloencontrarássillas.Súbetesobreelasientodeunayllegarásperfectamente.Haytres,Guillermo,tres;todasellasconsucorrespondienteunicornioazul sobrecampodeoro,que son lasarmasde laseñora.

—¡Quieta la lengua, si es que puedes!—replicó Sikes, dirigiendo a sucompañerounamiradaterrible—.Lapuertadelahabitaciónestáabierta,¿noesverdad?

—Completamente—contestóTomás,despuésdemirarpor laventana—.Lo bueno del caso es que siempre la dejan abierta para que el perro, queduermeallí, puedaentrary salir a su antojo. ¡Ja, ja, ja!Barneyha tenido labuenaideadelibrarnosdesemejanteestorbo.

Aunque Tomás pronunció las palabras anteriores en voz que parecía unsusurro,yriómuyporlobajoSikesleordenóimperiosamentequecallaradeuna vez y pusiera mano a la obra. Obedeció Tomás, sacando ante todo sulinterna y dejándola en tierra, después de lo cual apoyó su cabeza contra lapared,debajodelaventana,ylasmanossobrelasrodillas,conloquequedóconvertido en banco viviente. Sikes saltó inmediatamente sobre su espalda,hizopasaraOliverporlaventana,llevandodelantelospies,ynolesoltóhastadejarlesanoysalvoenelsuelo.

—Toma la linterna —dijo mirando al interior—. ¿Ves la escalera quetienesdelante?

—¡Sí…se…ñor!—balbuceóOliver,másmuertoquevivo.

Sikes le señaló la puerta de entrada con el cañón de la pistola,advirtiéndoleque lo tendría siemprea tiro,yquesi tropezabaovacilaba, lomataríaenelacto.

—Escosadeunminuto—añadióSikesenvozbaja—.Encuantotesuelte,avanzaenlínearectay¡cuidado!

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—¿Quépasa?—susurróTomásyprestóoído.

—Noesnada—dijoSikes,soltandoaOliver—.Enmarcha.

En el breve espacio de tiempo de que dispusoOliver para coordinar susideas,resolvióirrevocablementedarlavozdealarmaalllegaraloaltodelaescalera,auncuandolecostaselavida.Conestepropósito,echóaandarconresolución.

—¡Atrás!—gritócontodassufuerzasSikes—.¡Atrás!…¡Atrás!

PresadeunpánicohorribleOliveraloírelgritoqueponíafinalsilencioaterradordelanocheyalrasgarlosairesotrovoceríoquealprimerohizoeco,dejócaerlalinternaynosuposiavanzaroretroceder.Resonóotrogritoenelinterior de la casa, aparecieron luces… cruzó ante sus ojos horrorizados lavisiónde dos hombresmedio desnudos en lo alto de la escalera…brotó unrelámpago, sonó un trueno horrísono… vio humo, oyó un crujido como dehuesos rotos… allí… muy cerca de su persona, aunque no pudo precisardónde,ycayódeespaldas.Sikeshabíadesaparecidomomentáneamente;peroreapareciódenuevoagarrandoaOliverporelcuello,antesquesedisiparaelhumo, disparó su pistola contra los hombres, que retrocedían ya, y se llevóarrastrandoalmuchacho.

—¡Agárrate con fuerza demi brazo!—exclamóSikes, sacando aOliverporlaventana—.¡Dameunpañuelo…pronto…lohanherido!…¡Maldición!¡Estádesangrándose!

Elrepicardeunacampanasacudidaconfuriaseunióalestruendodelasdetonacionesyalosgritosdelasgentesdelacasa.Oliverpudodarsecuentadequelellevabanporunterrenodesigualapasofantástico.Losruidosqueensus oídos resonaban fueron apagándose, creyó que partían de distanciasenormes,sintióqueelfríopenetrabahastasucorazón,senublaronsusojos,seembotaronsusoídos,yperdióelsentido.

CapítuloXXIII

TratadelaagradableconversaciónqueelseñorBumbletuvocon

unadamaydemuestraquehastaenelpechodeunbedelpuedencaber

ciertossentimientos

Eraunanochehorriblemente fría.La capa espesadenieveque cubría latierra habíase convertido en diamantina costra, contra la cual nada podía elreciovientoque soplaba, cuyaacciónúnicamente se sentíaen lascrestasde

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los montones de nieve acumulados en las cunetas y en las esquinas de lascalles. Era una noche lóbrega, heladora, de frío insoportable, una de esasnochesenquelaspersonasbienalimentadasyabrigadasseagrupanentornodelaalegrelumbreybendicenregocijadasaDios,quelesconcedióunhogar,en tanto que los desdichados que carecen de pan y de abrigo se tiendenrendidos y se duermen a la intemperie para despertar en la eternidad. Sonmuchoslosdesheredados,loshambrientos,loscriminales,quenotienenmáslechoquelacalle,enlaquecierranlosojosquenohandevolveraabrireneste mundo de miserias. Tal era el estado de cosas al aire libre cuando laseñoraCorney,matronadelhospicio,donderepetidasveceshemosobligadoapenetraranuestroslectores,porhabersidoellugarenqueOliverTwistviolaluzprimera,acababade tomarasientoalamordeunalegrefuegoencendidoen su reducida habitación y contemplaba con no poca complacencia unveladorcito,sobreelcualhabíaunabandejaderegulartamaño,bienprovistadetodoslosmaterialesnecesariosparaconstituirlamássuculentadelascenasque unamatrona pueda apetecer.En rigor, disponíase la respetable señora aregalarseconunasoberbiatazadeté.Alsepararsusmiradasdelveladorparafijarlasenlachimenea,dondelamásmicroscópicadelasteterasentonabaenvoz muy baja la más suave de las melodías, la satisfacción interna de lacomadronacrecíatanto,quesuslabiossonreíanjubilosos.

—¡Ah! —exclamó la matrona, apoyando un codo sobre el velador ycontemplando como abstraída la que era una noche horriblemente fría—.¡Cuánto tenemos que agradecer a la Providencia, mientras hundiendo lacucharilladeplata(propiedadparticular)enlosúltimosrinconesdeunacajitadehojadelatadeunasdosonzasdecapacidad,procedíaahacerlaaromáticainfusión.

¡Oh dolor! ¡Cuán poco basta para perturbar la feliz ecuanimidad denuestrasalmas!Comolateteraeramuypequeñayestabaexcesivamentellena,el líquido al empezar a cocer se derramó, mientras la señora Corneymoralizabaasugusto,yelaguahirvienteescaldósumano.

—¡Malditatetera!—exclamóretirandovivamentelamano—.¿Quiénseríael estúpido inventordeestosendiabladosartefactosdondeapenascabendostazas de agua? ¿Para qué sirven? ¡Únicamente para un ser tan pobre yabandonadocomoyo!¡Aydemí!

Mientrasdeestasuertesequejaba,labuenamatronasedejócaerdenuevosobre el sillón y, apoyando otra vez el codo sobre el velador, comenzó areflexionar sobre su solitaria suerte. La microscópica tetera y la taza únicaacababan de despertar en su imaginación el recuerdo del señor Corney,fallecidonadamásqueveinticincoañosantes,yelrecuerdolasumióenunamelancolíaprofunda.

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—¡Jamás tendré otro!—exclamó con acento lastimero—. ¡Jamás tendréotro…queseleparezca!

Si la exclamaciónhacía referencia al cacharro enquehervía el téo a sudifuntomarido,esloquenopodemosprecisar.Esdepresumirqueserefieraalprimero,puesenélfijabasusojosmientrashablabayelcacharrofueloquelevantó apenas dejó de hablar. Principiaba a saborear la primera taza de té,cuandollamaronsuavementealapuertadesucuarto,cerradaparaimpedirelpasoalfrío.

—¡Adelante quien sea! —contestó con acento irritado la matrona—.¡Siempreseráalgunaviejaqueseempeñaenmorirse!¡Perolointolerableesqueselesocurremorirsecuandomásmolestan,cuandoestoycomiendo!¡Así,hombre,así!¡Estéustedahíhastaquemeconviertaelcuartoenunanevera!¿QuépasahombredeDios,quépasa?

—Nada,señora,nada—contestóunavozdehombre.

—¡Bondad divina! —exclamó la matrona, dulcificandoextraordinariamentelavoz—.¡SieselseñorBumble!

—Paraservirausted,señora—contestóelseñorBumble,quiensehabíadetenidoenelumbralparalimpiarsuszapatossacudiendonievequecubríasuabrigo,ypenetróenlaestanciallevandoelgaloneadotricorniodebajodeunbrazoyunfardodebajodelotro—.¿Deseaquecierrelapuerta,señora?

Vaciló unmomento la dama sin saber qué contestar, temiendo sin dudafaltar a las conveniencias si a puerta cerrada sostenía con bedel unaconversaciónasolas.ElseñorBumble,sensiblealpareceralfrío,aprovechólavacilaciónaquéllaparacerrarlapuertasinesperarelpermiso.

—¡Maltiempo,señorBumble!—dijolamatrona.

—¡Pésimo,señora,pésimo!—contestóelbedel—.¡Tiempoantiparroquial!¡Veintepanesdecuatro librasyunquesoymediohemosdistribuidoenestedíadebendiciónseñora,yaúnnoestáncontentoslospobres!¿Quélepareceausted?

—Muynatural…Esagentenosecontentanunca—respondiólamatrona,tomandounsorbodeté.

—Asíocurre,pordesgracia.Hayunindividuoaquien,enconsideraciónasunumerosafamiliaselehadadounpandecuatrolibrasyunalibradequeso.¿Lepareceaustedqueestásatisfecho,queloagradece?¡Quehadeagradecer!¡Había de pedir carbón…el carbón que cupiese en un pañuelo! ¡Carbón!…¿Paraquéquerráelcarbón?¡Comonofueraparatostarquesoyvenirluegoapedirmás! ¡Esos tunantes son siempre lomismo!Déles hoy un delantal decarbón,ymañanavolveránporotro,ypasadopediránunacolumnadebronce

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odealabastro.

La matrona expresó su conformidad por medio de un movimiento decabeza,yelbedelrepuso:

—Imposiblefigurarsesiquierahastadóndellegasuinsolencia.Sinirmáslejos,anteayer,unhombre—comohasidoustedcasada,señora,mepermitiréentrar en ciertos detalles—, un hombre, sinmás indumentaria que un trapopendientedesuespalda(laseñoraCorneycreyóllegadoelmomentodebajarlavista al suelo) se presentó en la habitación de nuestromayordomo, quienprecisamenteteníaconvidados,ydijoqueeraindispensablequeledieraalgúnsocorro, ¡pásmese usted! Como se obstinó en no marcharse, con no pocoescándalo de los invitados que no podían menos de ver sus desnudeces, elmayordomomandóqueselesocorrieraconunalibradepatatasymediapintade cebada. «¡Dios mío! —exclamó aquel saco de villanías—. ¿Qué quiereustedqueyohagaconeso?¡Escomosimeregalaraunasantiparrascondiscosdemetal en vez de cristales!» Elmayordomo se quedó con las patatas y lacebada,yreplicó:«Estámuybien:nohayotracosa».«¿Vaustedaconsentirque muera de hambre en medio de la calle?», repuso el mendigo. «¡No,hombre,no!¡Noledarátanfuerte!»,dijoelmayordomo.

—¡Ah! ¡Peroquemuybien!—exclamó ladama—.¿ConqueesohizoelbuenseñorGrannet?¿Yquépasóluego,señorBumble?

—¿Quépasó?Pasó,quesefueymurióenlacalle…¡yluegohablandelatozudezdelamula!¡Comosipudieracompararsealadeesosvillanos!

—Atruequededejarenevidenciaalosquevalenmásqueelloscapacesdelosmayoresdisparates—observócondignidadlamatrona—.¿Nolepareceaustedqueesundesatinodarsocorrofueradelestablecimiento,señorBumble?Usted,queeshombredeexperiencia,esautoridadindiscutibleenlamateria.

—Diré a usted… diré a usted, señora Corney —contestó el bedel,sonriendo como sonríen los seres superiores que están convencidos de susuperioridad—. Los socorros que se dan a los pobres de fuera… condiscernimiento… repare usted bien, señora; digo con discernimiento, son lasalvaguardia de la parroquia. El gran principio que debe servir de base a ladistribucióndesocorrosalexterior,consisteendaracadapobrelocontrarioprecisamentedeloquenecesita,quierodecir,deloquepide,queeslamaneradequesecansenydejendemolestareimportunar.

—¡Esverdad!—exclamóadmiradalamatrona—.¡Esunaidealuminosa!

—Lo es; sí, señora. Aquí para entre los dos, añadiré que es el granprincipiodel sistemade lacasa—añadióel señorBumble—.Siustedhojeaalgunavezlosperiódicos,escritosporhombresinsolentes,amigosdemeterseenloquenolesimporta,encontraráquecasisiempresesocorrealasfamilias

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enfermas con pedacitos de queso, y ello obedece a la razón apuntada. Hoypuededecirsequeimperaelmismosistemaentodoelreino.Loqueacabodedecir,señora,esunodelosmuchossecretosparroquiales—añadió,desliandoel paquete—, de los cuales no debe hablarse nunca como no sea entrefuncionariosparroquiales…comonosotros,por ejemplo.Heaquí elvinodeOporto, señora, que el Consejo de Administración hizo traer expresamenteparalaenfermería…;vinoauténtico,legítimo,genuino,sacadodelacajapocoantesdelmediodíadehoy,clarocomoelcristal,sinmezcla,sinsedimentos.

Despuésde levantarunade lasbotellasa laalturade la luzydeagitarlacomoparacomprobarlaexcelentecalidaddesucontenido,Bumblelacolocó,juntamenteconlaotra,sobreelaparador,doblóelpañueloquelascontenía,loguardóenelbolsillo,ytomósusombrerocomoparamarcharse.

—Vaustedatenermuchofrío,mibuenamigo—dijolamatrona.

—Soplaunvientocapazdellevárseleaunolasorejas,señora—respondióelbedel,subiéndoseelcuellodelabrigo.

LaseñoraCorneyllevósusojosalateteraydesdeéstaalseñorBumble,quiensedirigíahacialapuerta;ycomoleoyesetoserantesdedarlasbuenasnoches,preguntótímidamentesi…siqueríaaceptarunatacitadeté.Aguisade contestación, muy elocuente por cierto, aunque muda, el bedel bajóinmediatamenteelcuellodesuabrigó,girósobresustalones,dejósobreunasilla el tricornio y el bastón y acercó otra a lamesa. La comadrona fijó denuevoslosojosenlatetera:Bumbletosióotravezysonrió.LaseñoraCorneyse levantó para traer otra taza, y al sentarse de nuevo, sus miradas seencontraronconlasdeBumble.Elruborcoloreósusmejillas,pusomanosalaobra de hacer el té, y el gallardo bedel tosió… conmás fuerza que la vezanterior.

—¿Muy dulce, señor Bumble? —preguntó la matrona tomando elazucarero.

—Mucho,señora,mucho—contestóBumble,clavandosusojosenlosdeladama.

Sidesdequeelmundoexistehahabidobedelquepusieralosojostiernos,nocabedudarqueesebedelfueelmayestáticoBumbleenlaocasiónpresente.Servidoelté,elseñorBumbleextendióunpañuelosobresusrodillasafindeevitarquelasmigasdepanempañasenelesplendordesuselegantescalzones,y comenzó a comer y, a beber, operaciones que alternaba con miraditas yprofundos suspiros que, lejos de producir efectos sedativos en su apetito,parecían acrecentarlo más y más, a juzgar por la prisa con que engullíatostadasytazasdeté.

—Por lo visto, tiene usted una gata, señora —observó Bumble,

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contemplandounamuylucidaque,rodeadadesushijitos,secalentabacercadelalumbre—,ygatitostambién.

—No puede usted figurarse cuánto me gustan, señor Bumble. Son tan:felices,tancariñosostanagradecidos,quelostengoporamigosdeliciosos.

—Enefecto,señora;sonunosanimalesencantadores…muydomésticos.

—¡Ah,sí!Tanencariñadosestánconlacasa,quedisfrutanarabiar;nomecabeduda.

—Permítamequelediga,señoraCorney—dijoBumble,pronunciandounaaunayconsolemnidadlaspalabras—,quetodogato,gataogatitoquetengalasuertedevivirensucompañíaynoseaficionealacasaydisfrutearabiar,seráunasnodetomoylomo.

—¡PorDios,señorBumble!

—¿Por qué no decir las cosas como son, señora? —repuso Bumble,moviendolacucharilladel técondelectacióndigna,quedabaasuspalabrasdoblesolemnidad—.Algatoquenolecobraseafición,loahogaríayoconmispropiasmanos.

—En ese caso, es usted muy cruel —contestó la matrona alargando lamanó para tomar la taza del bedel—; cruel, y de corazón de bronce, porañadidura.

—¡Decorazóndebronceyo,señora…decorazóndebronce!—exclamóBumble.

El buen bedel dejó que retiraran su taza, oprimió el dedomeñique de ladamaaprovechandoelmomentoenqueéstatomabalatazadiodosgolpecitosconladiestraabiertaasuchalecogaloneado,exhalóunsuspiromuyprofundo,y retiró un poco su silla de la chimenea. La mesa era redonda; y como laseñoraCorneyyelseñorBumblesehabíansentadofrenteafrente,cercadelalumbreymuycercaunodeotro,claroestáque,alsepararseelsegundodelachimenea, y no de la mesa, aumentó la distancia interpuesta entre sucompañerayél,conductaquealgunoslectoresprudentesadmiraránsindudayconsiderarán como acto de sublime heroísmopor parte del señorBumble, aquienlahora,elsitio,laocasión,tentabanevidentementeparaquedierasalidaaciertospensamientosdulcesygalantesque,sibiensientanadmirablementeen labios de personas aturdidas, no se avienen con la dignidad de losmagistradosde la tierra,conlosmiembrosdelparlamento,conlosministrosdelaCorona,conlosalcaldes,ymuchísimomenostodavíaconlagravedadymajestaddeunbedel,quedebeser,segúnespúblicoynotorio,elmásseveroeinflexible de todos los altos funcionarios. No entra en nuestros propósitosanalizarlasintencionesdelbedel,excelentessindudaalguna,peroocurríapor

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desgracia,segúnhemosobservadoyadosveces,quelamesaeraredonda,deloqueresultóque,comoelseñorBumbleteníapropósitodecididodealejarsedelalumbre,perosinperderelcontactodelamesa,amedidaquesealejabade la primera disminuía insensiblemente la distancia que de la dama leseparaba, y continuando el viaje alrededor del borde de la segunda, llegó elmomento en que las sillas se juntaron. Entonces fue cuando cesaron losmovimientos del bedel. Ahora bien: si la matrona hubiera movido su sillahacia la derecha, forzosamente había de dar con la lumbre, y si hacia laizquierdalohacía,hubieracaídoenlosbrazosdeBumble.Puestaentancruelalternativa,comomatronaprudenteydiscretaqueera,previendoanodudarlas consecuencias de uno u otro acto, optó por permanecer donde seencontrabayofrecióotratazadetéalseñorBumble.

—¿Corazóndebronce, señora?—preguntó,mirandoa su interlocutora alosojos—.¿Yusted,señora, lotienedurocomoelbronceoblandocomolacera?

—¡Diosmío!—exclamó lamatrona—. ¡Curiosapregunta enbocadeunhombresoltero!¿Paraquéquiereustedsaberlo,señorBumble?

El bedel apuró su segunda taza de té de un trago, acabó de engullir latostada, sacudió lasmigasquehabíancaído sobre sus rodillas, se limpió loslabios,y,concalmaydignidadextraordinaria,diounbesoaladama.

—¡SeñorBumble!—exclamóconvozqueparecíaun susurro ladiscretaseñora(elespanto,sinduda,ladejósinvoz)—.¡Voyagritar,señorBumble,voyagritar!

Elbedel,envezdereplicar,rodeóconsubrazo,delamaneramásdigna,eltalledelamatrona.

Como la dama había manifestado su intención de gritar, es claro quehubiera gritado al ver que el galán arreciaba en sus atrevimientos, perovinieronadispensarladelanecesidaddehacerlounosgolpesinsistentesdadoscontra lapuertadelcuarto.Oír losgolpeselbedel,abalanzarseconagilidadsorprendentealaparador,tomarlasdosbotellasdevinoyhacerlasdesapareceren sus bolsillos, fue todo obra de unmomento. Lamatrona,mientras tanto,preguntaba con sequedad quién llamaba. Como ejemplo curioso quedemuestralaeficaciaqueunasorpresarepentinatieneparaatenuarlosefectosdeunmiedogrande,diremosquelavozdelaseñoraCorneyhabíarecobradocomoporencantolaasperezaoficialacostumbrada.

—Con permiso de usted señora —dijo una vieja de cara de bruja,asomandolacabezaporlapuerta—.LaancianaSaraestáagonizando.

—¿Yamíquémecuentausted?—contestó lamatronaconviolencia—.¿Puedoyoimpedirquesemuera?

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—No… no, señora; nadie puede impedirlo, puesto que se muere sinremedio. He visto morir a muchos… lo mismo niños débiles que hombresfuertesyrobustos;yheaprendidoaconocercuándollegalamuerte.PeroeselcasoqueSarapareceagitada,ycuando losaccesos ledejanunmomentodereposo,cosaqueocurreraravez,puessemuereachorros,dicequeesprecisoquedigaaustedalgomuyimportante,quenomorirátranquilahastaquehayahabladoconusted.

Labuenamatronasedeshizoeninvectivasylanzómilmaldicionescontralasviejasquenimorirsabensinmolestarapropósitoycondañinaintenciónalaspersonasdignas,yarrebujándoseenunabrigo,suplicóalseñorBumblequelaesperasehastasuvuelta.Seguidamentedijoalamensajeraquecaminasedeprisa,porquenoeracasodeeternizarsenidepasartodalanochefueradesucuarto,yechóaandartrasaquélla,demuymalaganayrefunfuñandosincesar.LaconductadelseñorBumble,unavezledejaronsolo,fueenrealidadinexplicable.Abrióelarmario,contólascucharillasdeté,pesólastenacillasparaazúcar,examinócongrancuidadounalecheradeplatacualsidesearaconvencersedequeeraplatadeley,yunavezhubosatisfechosucuriosidadacercadeesospuntos,calóseeltricorniodetravésyejecutócongrangravedadunpasodebaile,dandocuatrovueltasentornodelamesa.Terminadoejerciciotanextraño,quitóseelsombrero,sentósejuntoalalumbre,perodeespaldasalamisma,yadoptólaactituddelquementalmentehaceuninventariodetalladoyexactodelmueblajedelahabitaciónenqueseencuentra.

CapítuloXXIV

Tratadeunasuntomuypobre,peromuybreve,queacasotenga

algunaimportanciaenestahistoria

Noeramensajera impropiade lamuerte laviejaquehabíaperturbado latranquilidad del cuarto de la matrona. El peso de los años encorvaba sucuerpo, un temblor convulsivo, resultado de una parálisis, agitaba susdescarnados miembros, y su cara momificada más parecido tenía con unacaricaturagrotescadibujadaporunlápizextravagantequeconlasobrasdelaNaturaleza.¡Tristesinoeldelahumanidad!

¡Son muy contados los rostros que se nos dejan en el mundo para quealegrennuestrasmiradasconsusencantos!Laszozobras,ansiedades,penasyanhelosdesordenadoslostruecanydeformandelamismamaneraquetruecanycambian los corazones,y sólo cuandoesaspasionesduermen, cuandohan

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perdidopara siempre su imperio, es cuando sedisipan lasnubesy refleja lafrentelahermosaserenidaddelosCielos.

Casi siempre los rostros de los muertos, no obstante su rigidez einflexibilidadcaracterística,vuelvenaadquirirlaexpresióndelainfancia,detantotiempoolvidada,yrecobranladulcetranquilidaddelosañosjuveniles.Tal es la calma que reflejan, tal la beatitud, que las personas que losconocieron de niños, caen de rodillas junto al ataúd y creen ver todavía alángelquebajóavisitarlatierra.

Laviejamensajeracruzótambaleándosevariospasadizos,subióconpasovacilante la escalera contestando con palabras apenas inteligibles a laspreguntas que su superiora le dirigía. Hubo de detenerse al fin para tomaralientoyentregar la luza lamatrona, la cual ladejó rezagadayentróenelcuartodondelaenfermasehallaba.

Era una especie de buhardilla apenas iluminada por unamísera lámpara.Juntoallechovelabaotraancianayelaprendizdelaboticaparroquial,depieenunrincón,transformabaenmondadientesunaplumadeave.

—¡Vaya una noche fría, señora Corney! —exclamó el aprendiz al verentraralamatrona.

—¡Horriblemente fría, es cierto!—contestó la señora con amabilidad yhaciendounareverencia.

—Deberíaustedexigircarbóndemejorcalidadalosabastecedores—dijoelaprendizdeboticario,revolviendoelfuegoconunatenazaenmohecida—.Noesésteelmásindicadoparalasnochesfrías.

—EscosadelaAdministración—replicólamatrona—.Convengoquelomenosqueéstadeberíahacerennuestroobsequioseríadefendernoscontraelfrío,puesnuestrasfuncionessonhartopenosas.

Ungemidodelamoribundavinoainterrumpirlaconversación.

—¡Ah!—exclamóelboticario,mirandohaciaellechocomosielgemidolehubierarecordadoquehabíaallíunaenferma—.Eselfinis,señoraCorney,elfinisdefinitivus.

—¿Elfinis…qué?

—Me sorprendería muchísimo si viviera dos horas —respondió elaprendiz,volviendoalatareadefabricarunmondadientes—.Todosusistemaestádestrozado,aniquilado,destruido.¿Duerme,anciana?

Laancianaalaquesedirigióelboticarioseacercóallechoycontestóconungastoafirmativo.

—Entonces, lo probable es que no despierte, como no hagamos algún

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ruido.Pongalaluzsobreelsueloparaquenolavea.

Obedeció la vieja moviendo la cabeza, como si dudase que la enfermamuriera con la tranquilidad que anunciaba el boticario. Seguidamente fue atomarasientojuntoalaotraenfermera,queyahabíavueltoporaqueltiempo.Lacomadrona,sintomarselamolestiadedisimularsuimpaciencia,arrebujóseenelabrigoysesentóalpiedelacama.

Elaprendizdeboticario,terminadayalafabricacióndesumondadientes,se instalócómodamentedelantedel fuego,peroa losdiezminutos,aburridosinduda,diolasbuenasnochesalamatronaysaliódelaestancia,caminandosobrelaspuntasdelospies.

Lasdosviejasenfermeras,despuésdepermanecerlargoratoinmóviles,sealejarondellechoparaacercarsealachimenea,dondeprocuraroncalentarsusateridas manos. La llama proyectaba siniestros resplandores sobre lasarrugadas caras, haciendo resaltar su espantosa fealdad. En la posición queacabodeindicar,comenzaronaconversarenvozbaja.

—¿HadichoalgomientrasyoestuvefueraAna?—preguntólaquehabíaidoabuscaralamatrona.

—Niunapalabra—contestó la llamadaAna—.Principióaretorcerse losbrazos,peroyolasujetéporlasmuñecasyprontofuemía.Apenassiconservafuerzas,yyo,paralosañosquetengo,ynoobstanteelrégimenalimenticiodelasilo,conservobastantesbríos,graciasaDios.

—¿Bebióelvinocalientequerecetóelmédico?

—Quise hacérselo beber; pero apretó tanto los dientes y agarró con talfuerzaelcubilete,queaduraspenas,conseguíhacérselosoltar.Elvinomelobebíyo,yporciertoquenomehasentadomal.

Nosinantestenderunamiradadeprecauciónalrededor,lasdosarpíasseacercaronmásalfuegoycontinuaroncharlandoenvozbaja.

—Me acuerdo del tiempo en que ella hubiera hecho lo que hacemosnosotras,yencimasehubierareídodespués.

—¡Oh,seguramente!¡Siemprefuealegredecascos!¡Cuántosmuertosha,amortajado,blancoscomo lacera!Miscansadosojos lohanvisto…yhastamismanosloshantocado,puesdocenasdeveceslaheayudado.

Alargandosutemblonamanomientrashablaba,laviejamovióconalegríalosdedosylosmetióenunafaltriquera,dedondesacóunamíseracajaderapé,delaquetomóunpolvo,ofreciendoluegootroasucompañera.Mientraslasdosviejasentreteníantanagradablementeeltiempo,lamatrona,quehabíaestadoesperandoconimpacienciaaquelamoribundasaliesedesuestupor,seacercótambiénalfuegoypreguntóconvozagriasitendríaqueesperarmucho

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tiempo.

—Nomucho,señora—respondióunadelasviejas—.Ningunadenosotrasesperalargotiempoalamuerte.¡Paciencia…paciencia!¡Hartoprontollegaráparatodasnosotras!

—¡Cállese la lengua larga! ¡Idiota!—gritó airada lamatrona—.Dígameusted,Marta,¿hacaídoeneseestadodesorporalgunaotravez?

—Muchas—contestólainterpelada.

—Peronovolveráacaer—añadiólaotravieja—.Ydigoquenovolveráacaer,porquenodespertarádeése…másqueunavez,ycuenteustedquenotardarámucho.

—Tardemuchoopoco,nomeencontraráaquícuandodespierte—dijolamatrona con voz destemplada—. Cuidado con que vuelvan ustedes amolestarme por nada, que no es incumbencia mía presenciar la muerte detodaslasviejasdelacasa.¡Ea!¡Seacabó!Siensuvidavuelveaocurrírselesllamarme,brujasdeLucifer,yolesaseguroquemelaspagaránabuenprecio.

Ibaasalirdisparadadelcuarto,cuandoundoblegritolanzadoporlasdosviejas, al tiempo que se precipitaban hacia la cama, la obligó a volver lacabeza.

Lamoribunda,sehabíaincorporadoytendíalosbrazoshacialamatrona.

—¿Quiénesésa?—preguntóconvozsepulcral.

—¡Quieta… quieta! —exclamó una de las enfermeras—. ¡Acuéstese,acuéstese!

—¡Novolveréaacostarmeviva!—replicó lamoribundadebatiéndose—.¡Es preciso que yo le hable!… ¡Acérquese… más… más cerca de mí!…¡Quierohablarleaoído!

Diciendoesto,asióalamatronaporelbrazoylaobligóasentarseenunasillapegadaalacama.Habíaabiertolabocaparahablar,cuandotendiendolosojosalrededor,vioa lasdosviejasquese inclinabansobreel lechocomosiestuvierandecididasanoperderpalabra,ydijoconvozdesfallecida:

—¡Quesalgan!…¡Hágalassalir…pronto…pronto!

Lasdosbrujasalzaronuncorodelamentacionesasegurandoquelapobreenferma no estaba en sus cabales, como lo probaba el hecho de quedesconocieraasusamigasmástiernasycariñosas,yprotestabanconenergíaquepornadienipornadasaldríandelahabitación.Denadalessirvieronsusprotestas,puessusuperiorajerárquicalasagarróporelbrazoylasechófuera,cerrando a continuación la puerta y volviendo a sentarse junto al lecho. Alverseexpulsadas,lasviejasvariarondeactitudyempezaronagritarporelojo

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delallavequelamoribundaestababorracha,loqueadecirverdadnodejabade sermuyprobable, puestoque, ademásde encontrarsebajo los efectosdeunadosisregulardeopio,queelaprendizdeboticariolehabíasuministrado,sentía la influenciadeunvasitodeginebraque lascompasivasviejas,enunaccesodeconmiseración,lehabíanhechobeberporsucuenta.

—¡Escúcheme! —dijo la moribunda alzando la voz, esforzándose porencontrarensuaniquiladanaturalezaunachispalatentedeenergía—.Enestamisma habitación… en esta misma cama, estuve cuidando a una joven derostroangelical,quehabíasidotraídaalasiloconlospiesdestrozados,comoconsecuenciadeunacaminatalarguísima,llenosdesangreydelodo.Aquídioa luz a un niño, y murió… Déjeme pensar, déjeme que busque en misrecuerdos…¿Enquéañofue?

—Elañonovienealcaso—contestósuimpacienteoyente—.¿Quéhaydeella?

—¡Ah! —murmuró la moribunda, cuya inteligencia iba ganandonuevamenteelsopor—.¿Quequéhaydeella?Que…sobre…¡Ah,sí!¡Yasé!—continuó,incorporándoseconfuria,arrebatadoelsemblanteyconlosojosfueradelasórbitas—.¡Quelarobé…sí…larobé…yo!¡Larobécuandoaúnnoestabafría!…¡Aseguroquelarobésinesperaraqueseapoderaradeellaelfríodelamuerte!

—Pero la robó… ¿el qué, porDios santo?—gritó lamatrona, haciendoademándepedirauxilio.

—¡Aquello!—contestólamoribunda,poniendosumanosobrelabocadela que la escuchaba—. ¡Lo único que tenía! Ella carecía de ropas con queabrigarse, de alimentos que la reconfortaran, pero aquello lo conservabaintacto…lollevabaenelpecho.¡Eraoro…oro,lojuro…ororicoquehubierapodidosalvarsuvida!

—¡Oro!—repitiólamatrona,inclinándoseconavidezsobrelamujer,quehabíacaídodeespaldas—.¡Adelante…siga,siga!…¿Ydespués?¿Quépasó?¿Quiéneraaquellajoven,aquellamadre?¿Cuándosucedióeso?

—Me había encargado que lo guardase cuidadosamente —repuso laenferma, exhalandoungemidode angustia—.Me lo confió, porque anadiemás que amí tenía a su lado. Interiormente, con el corazón, se lo había yorobado desde el instante que vi el paquetito pendiente de su cuello…Probablemente soy también responsable de la muerte del niño. ¡Mejor lehabríantratadosilohubieransabidotodo!

—¿Sabidoqué?—inquiriólamatrona—.¡Hable,porDios,hable!

—Tanparecidoeraaquelniñoasumadre—repusolamoribunda,sintener

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en cuenta la pregunta—,que cuantas veces le veía, acudía amimemoria ladesdichada joven. ¡Pobrecilla!… ¡Infeliz! ¡Tan joven!… ¡Tan dulce!…¡Espere usted!… Me queda mucho por decir… No se lo he dicho todo,¿verdad?

—¡No, no! —respondió la matrona, pegando su oído a la boca de laenferma,másdébilpormomentos—.¡Déseprisa,hermana,noseaquelefaltetiempo!

—Lamadre—prosiguió lamujer, no sin hacer un esfuerzomuchomásviolentoque los anteriores—, lamadre, al sentirse próxima a lamuerte,medijoaloídoquesisuhijonacíaconvidaysehacíahombre,llegaríaundíaenque podría oír pronunciar, sin avergonzarse, el nombre de su madre. «¡Oh,Diosmisericordioso!—medijo,juntassusmanosenflaquecidasenactituddesúplica—.¡Seaniñooniñaloquenazca,búsqueleamigosqueenestemundode miserias tengan lástima de un huérfano sin ventura abandonado a suconmiseración!»

—¿Elnombredelniño?—preguntóanhelantelamatrona.

—LepusieronpornombreOliver…Eloroqueyorobéestá…

—¿Dónde…dónde?

—Pegabasucaraconladelamoribundaparapoderoírsucontestación,perolainfelizenfermaretrocedióinstintivamentesinresponder,oprimiólacolchadelacamaentresuscrispadosdedos,murmuróalgunossonidosinarticulados,ycayódesplomadasinvida.

—¡Muerta! —exclamó una de las viejas, precipitándose dentro de lahabitaciónencuantolamatronafranqueólapuerta.

—¡Ysindecirnada!—contestólamatrona,saliendoconfríaindiferencia.

Las dos brujas, sobre las cuales pesaba la obligación de amortajar elcadáver,quedaronjuntoalamuerta.

CapítuloXXV

DondesevuelveaencontraralseñorFajínycompañía

Mientras en el hospicio-asilo de provincias ocurrían los sucesos quequedannarradosenelcapítuloanterior,encontrábaseelbuenjudíoFajínensucaverna,lamismadelaqueOliverhabíasidosacadoporAnita,sentadojuntoa la chimenea, que despedía más humo que calor, sumido en profundascavilaciones. Sobre las rodillas tenía un fuelle, con cuyo auxilio parece que

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habíaintentadoavivarelfuego,perolasfuncionesmentalespusieronfinalasde orden físico, y cruzado de brazos, doblada la cabeza sobre el pecho,contemplabaconexpresióndistraídalosmohososmorillosdelhogar.

SentadosalrededordelamesaquehabíaasusespaldasestabanelTruhán,Carlos Bates y Chitling, atentos a la partida de whist que jugaban, partidaentabladaporelprimerodeloscaballeritosnombradoscontralosotrosdos.LafisonomíadelTruhán,siemprevivaeinteligente,erasincomparaciónmuchomás merecedora de interés en aquellos momentos a causa de la atencióninmensa que al juego prestaba, y más aún por la sagacidad con queaprovechaba los menores descuidos de Chitling para mirarle las cartas, y,como consecuencia, por la maestría con que acomodaba sus jugadas a lascartas de los contrarios. Como la noche estaba sumamente fría, el Truhánconservaba el sombrero puesto, costumbre que, dicho sea de paso, habíaconstituido en él una segunda naturaleza cuando en casa se encontraba. Susdientes oprimían una pipa de escayola que no sacaba de su boca más quedurante el tiempo estrictamente necesario para trasladar a su estómago unbuentragodelabebidarefrescantequeconteníaunjarroenormequesobrelamesahabía,cuyabebidaeraunacomposicióndeginebrayaguardiente.

También Bates prestaba atención al juego; pero, individuo detemperamentomásexcitablequesucompañero,repetíaconmuchafrecuencialasvisitasaljarrodelosrefrescos,yporañadidurasepermitíabromaspesadasycuchufletasdelpeorgusto,pocoenarmoníaconsuesmeradaeducaciónymenosconsuposiciónsocial.ElTruhán,aprovechandolaamistadestrechaquelos unía, reprendíale a cada momento sus impropiedades de lenguaje,reprensiones que Bates echaba siempre a la buena parte y recibía conpacienciaejemplar,puesalosumosepermitíadecirlequesefueraaldiabloodesearle que se le secara la lengua, o le decía cualquier otra lindeza por elestilo,todasdulcesymesuradas,connopocaadmiracióndeChitling,quelasescuchaba maravillado. Como circunstancia extraña e incomprensible,diremosqueel caballeronombradoenúltimo lugary su compañeroperdíaninvariablemente, pero lo más raro del caso es que el buen Bates, lejos deenfurruñarse,parecíaporelcontrariosoportarsuspérdidasconvivayruidosaalegría; por lo menos, cada juego perdido arrancaba a su garganta unatempestad deshecha de ruidosas carcajadas, y un torrente de protestasencaminadas a hacer constar que jamás desde que vino al mundo habíaconocidohombredesuertetaninsolentecomoladelTruhán.

—¡Perderíamoshastalacamisa!—exclamóChitling,sacandodelbolsillo,concaracompungida,unamonedademediacorona—.Noheconocidohombrecomotú.Tieneslasuertedeganarsiempre,conbuenascartasoconmalas.Encambio,Batesyyo,aunquereunamoselmejorjuego,perdemosirremisiblemente.

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Laobservación, o tal vez el tono con que fue hecha, hizo tanta gracia aBates, que las carcajadas que fueron su consecuencia disiparon laspreocupacionesdeFajín,quienpreguntódequésetrataba.

—¿Que de qué se trata? —preguntó Carlos—. ¡Quisiera que hubiesepresenciadoustedlapartida!Chitlingnohaganadounsolojuego,yyoerasucompañerodedesgraciacontraelTruhán.

—¡Ay,ay,ay!—exclamóeljudío,haciendomuecasquedemostrabanquesin gran esfuerzo de imaginación adivinaría la causa—. ¡Prueba otra vez,Tomás,pruebaotravez,yverás!

—Muchasgracias,Fajín, pero antes cieguequehacernuevaspruebas—replicóChitling—.EsmuchalasuertedelTruhánparapoderresistirla.

—Laverdades,amigomío,quetienesquemadrugarmuchoparaganaralTruhán.¡Ja,ja,ja!

—¡Madrugar! —exclamó Carlos Bates—. Para competir con él,necesitarías ponerte un telescopio en cada ojo y echarte a la espalda unosgemelosdeteatro.

El señor Truhán recibió aquellas alabanzas conmodestia filosófica, y secomprometióahacer salirde labarajacualquiercartaque le fuera indicada,sinmirar,porsupuesto,apostandounchelíncadavez.Comonadietuvoabienaceptarelretoysehubieraterminadoeltabacodesupipa,entretúvose,porvíadepasatiempo,entrazarsobrelamesaconelpedazodetizaqueutilizaraparaapuntar los tantos, un plano de la cárcel de Newgate, silbando mientrastrabajaba.

—¡Qué tonto tandeliciosoeres,Tomás!—exclamóelTruhánalcabodeunratodesilencio,suspendiendosutrabajoymirandoaChitling—.¿Aquenoaciertausted,Fajín,enquéestabapensando?

—¿Ycómoquieresqueloacierte,querido?—respondióeljudío—.Enloqueacabadeperder, talvez,oacasoenel retirodeliciosoenquehapasadounatemporadita…¡ja,ja,ja!¿Acierto,amigo?

—¡Niacienleguas!—replicóelTruhán—.¿Ytú,Carlosquédices?

—Yodigo—contestóBates—queBelitaletraeloquito…¡Miracómoseruboriza! ¡Es paramorirse de risa!… ¡Tomás Chitling enamorado como uncolegial!

El pensamiento sólo de queTomásChitling fuera víctima de una pasióntiernaprodujo enCarlosBates tal explosiónde risa, que aldejarse caer conalguna violencia contra el respaldo de la silla, perdió ésta el equilibrio y leenvió rodando al suelo. Pero a bien que el accidente en nada atenuó suhilaridad.Tendidocuánlargoerayrevolcándosepermanecióhastadespuésde

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pasadoelprimeracceso,quefueseguidoporotronomenosviolentoapenassehubopuestoenpie.

—¡No le hagas caso, amigo mío! —dijo el judío, guiñando un ojo alTruhánydandoconelfuelleungolpecitoenlaespaldaaChitling—.Belitaesunaniñaangelical.Quiérela,Tomás,quiérelamucho.

—Nocontestarémásqueunacosa,Fajín—replicóChitling,rojocomounpimiento—,yesqueanadiedelosqueestánaquíimportaeseasunto.

—¡Justo! —dijo el judío—. Tienes razón que te sobra. Bates es unhablador, del que no debes hacer caso, amigo mío. Belita es una niñaencantadora.Hazloqueellatemande,Tomás,ytieneshechalafortuna.

—Que hago lo que ella me manda—contestó Chitling—, lo prueba elhechodequepor seguir sus inspiracionesmehepasadouna temporadaa lasombra;peroabienquenofuemalnegocioparausted;¿noescierto,Fajín?¿Peroquésuponenseissemanasdeencierro?Detodasmaneras,teníaqueserun día u otro; ¿por qué no durante el invierno, cuando no son muchas lasocasionesquedeoperarsepresentan?¿Quédiceusted,Fajín?

—Quehablascomounlibro,amigomío—respondióeljudío.

—YnoteimportaríagrancosavolverallásiemprequeelregresotevalieralassimpatíasdeBelita,¿noescierto?—preguntóelTruhánguiñandoelojoaBatesyaljudío.

—¡Puesbien,sí!¡Meseríacompletamenteigual!—contestóChitlingconcólera—. ¡Oh! Me gustaría conocer a quien dijera otro tanto; ¿digo bien,Fajín?

—Dices lo que es, amigo —respondió Fajín—. Ten por seguro queningunodeellossabríaimitarte.

—Y hubiera yo salido tan campante del negocio si hubiese queridoacusarla a ella —repuso aquel cándido—. Una palabra más habría sidobastante,¿acierto,Fajín?

—Comoentodo,querido,nohayduda.

—Peroamínohayquienmesonsaque,¿eh,Fajín?—preguntóChitling,quemenudeabalaspreguntasconextraordinariavolubilidad.

—¡No,no!—contestóel judío—.Uncorazón tannoblecomoel tuyoesincapazdevenderalosdemás.

—¡ElEvangelio!—exclamóChitling,mirandoalrededor—.Ysitengouncorazónnoble,¿soyporesomotivoderisa,Fajín?

Percatado el judío de que la indignación de Tomás iba en aumento,

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apresuróseaasegurarlequenadiesereíadeél,yensuafánpordemostrarlagravedaddetodoslosqueescuchándoleestaban,apelóaltestimoniodeBates,que era el más dado a las cuchufletas. Por desgracia, en el momento queCarlosabríalabocaparaafirmarqueensuvidahabíaestadotanserio,niquenunca tuvomenosganasque entoncesdeburlarsedenadie, fuéle imposiblecontener una carcajada atronadora que hizo desbordar la cólera deChitling.Este, creyéndose mortalmente agraviado, sin andarse con ceremonia seabalanzó sobreBatesy ledirigióunpuñetazo furibundo,que tuvohabilidadpara esquivar el que debía recibirlomerced a un salto de costado, pero querecibióenplenopechoFajín,quiensalióproyectadocontra laparedyacabópor dar con su humanidad en tierra,mientras Chitling quedaba con la bocaabiertamirándoleaterrado.

—¡Cuidado!—exclamódeprontoelTruhán—.Acabodeoírelcencerro.

Mientras tomaba la luz y subía cauteloso la escalera, dejando a suscontertuliosaobscuras,lacampana,repicónuevamenteconmayorfuerzaquelavezprimera.AlcabodebrevesmomentosreaparecióelTruhán,quienhablóenvozbajayconairesdemisterioconFajín.

—¡Cómo!—exclamóeljudío—.¿Solo?

ContestóelTruhánafirmativamente,yactoseguido,colocandounamanodelantedelaluz,dioaentenderaBatespormediodeunaseñaqueerahoradeponerfinalasbromas.Cumplidoestedeberdeamistad,volviósusojoshaciaeljudíoyesperólasinstruccionesdeéste.Mordíaseelviejolasyemasdesusamarillentosdedos,ypermaneciómeditabundodurantealgunossegundos.Lascontracciones de su cara demostraban claramente que esperaba recibir unamalanoticiaquetemíaqueéstafueralapeordelasquepodíaesperar.Alfinalzólacabezaypreguntó:

—¿Dóndeestá?

PormediodeunaseñaindicóelTruhánqueenelpisoalto,ehizoademándemarcharse.

—Sí—dijoeljudío,comocontestandoaunaconsultamuda—.Quebaje.Silencio, amigos… Tú, Carlos, y tú Tomás, despejad, pero muy calladitos.ObedecieronalinstanteBatesysuenemigodemomentosantes.Noseoyóelmenorrumor,nosonaronpasosenlaescalera,perodeprontopenetraronenlaestancia el Truhán, llevando la luz en la mano, seguido por un sujetopobremente vestido, el cual, después de recorrer con la vista la habitación,quitóse una bufanda que cubría toda la parte inferior de su cara, dejandovisibles las facciones chupadas, amarillas, desencajadas, sucias y barbudasdel…petimetreTomásCrackit.

—¿Cómova,Fajín?—preguntóelreciénvenido,dirigiéndosealjudío—.

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¡Mira! Ponme este tapanarices donde pueda encontrarlo luego, Truhán. Noimportaqueporunavezmesirvasdeayudadecámara.Seguidamenteacercóunasillaalalumbreysesentó,poniendolospiessobrelosmorillos.

—¡Mire usted, Fajín!—exclamó con acento de desconsuelo, mostrandosus botas—. No han visto betún, ni crema ni cepillo desde aquel día…¡Chitón! ¡Peronomemireustedasí,hombredeDios,que todo llegaráa sutiempo!Meesimposiblehablardeasuntoshastadespuésquehayarefrescadoelgaznate;asíqueengráselousted,ypóngaleantesalgodones,puesunoyotronecesita.Tresdíashacequenofunciona.

MandóFajínalTruhánquepusieraalgunasviandassobrelamesa,ytomandoasientofrentealreciénllegado,esperólanarracióndelahistoria.Omentíandescaradamentelasapariencias,omalditalaprisaqueTomásteníaderomperelfuegodelaconversación.Enlosprimerosmomentos,conformóseeljudíoconestudiarpacientementesurostrocualsienlaexpresióndelmismoesperaraencontrarlasexplicacionesqueconverdaderaansiedaddeseabaoír;perofueenvano.LacaradeTomásrevelabacansancio,agotamientodefuerzas,peroconservabalamismatranquilidad,lacomplacenciamismaqueleerahabitual,yaunquesucio,conlabarbacrecidayelcabelloendesorden,brillabaensusojoselcontentamientoconsiguientealapersuasiónenqueTomásestabadequenadiepodíacompetirconélenelegancia.Eljudío,muertodeimpacienciaalcabodelrato,seguíaconmiradaangustiadacuantosbocadosllevabasuhuéspedasuboca,midiendolaestanciaazancadas.Suexcitacióneratremenda,peroperfectamenteinútil.Tomásseguíacomiendoconlamayorindiferencia,ynodioreposoasusmandíbulashastaquelefueimposibleengullirmás.EntoncesmandósalirdelahabitaciónalTruhán,cerrólapuerta,echósealcoletounvasodeaguardiente,ysedispusoahablar.

—Empezaremosprimeroporelprincipio,Fajín—dijo.

—¡Sí,sí!—contestóeljudío,acercandosusilla.

Tomáshizounapausaparaenvasarensucuerpootrotragodeaguardiente,declaró a continuación que el licor era de superior calidad, y apoyando suspiessobre larepisade lachimenea,afinde tenerlosalniveldesucabezaypodercontemplarsusbotasmientrashablabarepuso:

—Empezando, pues, por el principio, conforme hemos convenido,pregunto:¿cómoestáGuillermo?

—¿Elqué?—gritóeljudío,poniéndoseenpiedeunsalto.

—¡Demonio! —exclamó Tomás, poniéndose densamente pálido—.¿Quieredecireso…?

—¡Quieredecirqueesperonoticias!—barbotóeljudío,pateandoconfuria

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—. ¿Dónde están? ¿Dónde están Sikes y elmuchacho? ¡Di! ¿Dónde están?¿Dóndehanestado?

—¿Dóndesehanescondido?¿Porquénoestánaquí?

—Elnegociofracasó—contestócontimidezTomás.

—¡Demasiadolosé!—gritóel judío,sacandounperiódicodelbolsilloyclavandolapuntadeldedoenunsitiodeterminado—.¿Yluego?

—Hicieronfuegoehirieronalmuchacho.Emprendimoslaretiradaporloscampos llevando al muchacho entre nosotros… ¡Nos perseguían!… ¡Nosdabancaza!…¡IradeDios!¡Mediomundonospisabalostalonesylosperrossenosveníanencima!

—¿Pero y el muchacho… y el muchacho? —preguntó Fajín con vozahogada.

—Guillermoseloechóacuestasycorríacomoelviento.Nosdetuvimosuninstanteparallevarloentrelosdos.Lacabezalecolgabayestabahelado.Nos daban alcance, nos pisaban nuestros perseguidores, y en esos casos, seimponeelsálvasequienpueda.Soltamosalmuñecoyledejamosalbordedeunfoso,nosésimuertoovivo.Amigomío,cuandose tratadenadamenosque de la horca, la ley natural obliga a todo hijo de vecino amirar por sí,aunqueasusemejantelopartaunrayo.

No quiso escuchar más el judío. Lanzando una blasfemia horrible ymesándoseloscabellos,saliócomountorbellinodelaestanciaydelacasa.

CapítuloXXVI

Sepresentaenescenaunpersonajemisteriosoyocurrenmuchascosasrelacionadasíntimamenteconestahistoria

Eljudíoganólaesquinadelacalleantesdereponersedelaemociónqueleprodujeron las noticias de Tomás Crackit. Descompuesto, presa de terribleagitacióninterioryexterior,envezdeacortarelpasocaminabacadavezconmásprisacuandouncochelanzadoagalolohubieraatropelladosinremediosi los gritos de los transeúntes, que le avisaron a tiempo del peligro, lehubieran detenido en la acera. Evitando en lo posible el paso por las callesprincipalesysiguiendocallejasysolitariospasadizos,llegóalfinaSnow-Hill,donde aún apresuró más la marcha, que no fue normal hasta que Fajín seencontróensitioquesindudaconsiderócomosuelemento,puestoquesevioquerecobrabalaecuanimidaddeánimo.

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Próximo al punto de donde arrancan las Snow-Hill y Holborn Hill y amano derecha saliendo de la ciudad, cruza una callejuela sucia y triste quetermina enSaffron-Hill Sus asquerosos tenduchos ofrece para la venta pilasenormes de pañuelos de seda usados, de todas formas y tamaños, pues allíresiden los traficantes que los compran a los rateros. Centenares de esospañuelospendendelaspértigassujetasalasventanasoempotradasenlaparesobre laspuertas.Noobstante los reducidos límitesde laFieldLane,cuentaconsubarbería,sucafé,sucerveceríaysutaberna.Esunacoloniacomercialconvidapropia, el emporiode losgéneros robados, donde todos losdías alamaneceryalatardeceracudenmercaderessilenciososquetratansusnegociosen obscuras trastiendas y se van tan sigilosa y misteriosamente como hanllegado.Allí el traficante en ropas hechas, el zapatero de viejo y el traperoexponen sus géneros que son amanera de invitaciones al robo,mientras enhúmedosytétricossótanosseenmohecenypudrenmontonesdehierroviejoydehuesos,mezcladosconpiezasdetelasdelanaodealgodón.Taleraellugaren el cual acababa de entrar el judío. Mucho debían conocerle los suciosmoradores de aquel mercado hediondo, pues ni uno solo de los que seencontraban en el umbral de las puertas, fuera vendedor, fuera comprador,dejabadesaludarlefamiliarmentealpasardevivavozoconunainclinaciónde cabeza. Fajín contestaba los saludos en la forma misma que le erandirigidos,peronosedetuvohastallegaralextremo,dondedirigiólapalabraaunmercaderdebajaalturaquehabíacolocadoenunasilladeniñolapartedesupersonadequeaquéllaeracapaz,yfumabaunapipafrentealapuertadesucasa.

—Laverdades,señorFajín,queconverleaustedbastaysobraparaurarsede la oftalmía —dijo el honrado mercader, respondiendo al saludo del nomenoshonradojudío.

—Habíaenlavecindadunatemperaturaexcesivamentealta,Lively—dijoFajín,enarcandolascejasycruzandolasmanosasuespalda.

—Dos o tres quejas de esa clase han llegado a mis oídos; pero ya serefrescarápronto,¿noleparece,Fajín?

ContestóFajínconungestodeasentimiento,yextendiendoacontinuaciónunbrazohaciaSaffron-Hill,preguntó:

—¿Hayalguienallí?

—¿EnLosLisiados?

—Sí.

—Espere usted… déjeme que haga memoria… Sí, que yo sepa, hanentradomediadocena;peronocreoqueentreellosestésuamigo.

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—¿NoestáallíSikes?—inquirióeljudíocondesaliento.

—Non est inventus, como dicen los letrados—contestó el hombrecillo,moviendolacabeza—.¿Traeustedalgoquepuedaconvenirme?

—Nada—contestóeljudío,girandosobresustalones.

—¿VaustedaLosLisiados,Fajín?—gritóelmercader—.Simeesperaunmomentoleacompaño.

Comoporunaparteeljudíovolviólacabezaehizoconlamanounaseñaindicadoradequepreferíairsolo,yporotraelmercadernopudosacardelasillalapartedecuerpoempotradaenella,larazónsocialLosLisiadoshuboderenunciar, por aquella vez, al placer de recibir la visita del señor Lively.Cuandoeldignocomerciantepudoponersesobresusextremidades,eljudíosehabía perdido de vista, y como consecuencia, el señor Lively, después depermanecerunratitosobre laspuntasde lospies,esperandodivisaral judío,volvióaempotrarseenlasillay,despuésdecambiarconlaseñoradelatiendadeenfrenteunaseñaenlacualcampeabanporigualladesconfianzayladuda,volvióaempuñarsupipacongravecontinente.

LosTresLisiados,omejordichoLosLisiados,títulobajoelcualconocíanperfectamente el establecimiento todos los recomendables habitantes deaquellos lugares,era lamisma tabernaen lacualhanfiguradoyaSikesysuperro.Fajín,sinmásquehacerunaseñaalindividuoqueestabasentadoenelmostrador,tomóescaleraarriba,abrióunapuertay,penetrandosigilosoenlasala,miróalrededorconansiedadyhaciéndosepantallaconlamanosobrelosojos,cualsi fueraenbuscadeunapersonadeterminada.Dabanluza lasalados o tres mecheros de gas, cuyo resplandor no era posible se viese desdefuera,graciasalasmaderasdelasventanas,perfectamenteajustadas,yaunascortinasrojastendidassobrelasmismas.Elhumoquedespedíanlaslámparasnopodíaennegrecerel techo,sencillamenteporqueerahumode tabaco,queen los primeros momentos era de todo punto imposible distinguir un soloobjetoopersona.Cuandolallegadadealgúnparroquianodescargabaenpartelaatmósferadehumo,quebuscabasalidapor lapuertaabierta,podíamediodistinguirseunacoleccióndecabezasagrupadas,perotanconfusamente,comoconfusoseran lossonidosquerecogíaeloído;peroamedidaque lavistaseacostumbraba, el espectador acababa por ver amuchos hombres ymujeres,apelmazadosjuntoaunamesamuylarga,encuyacabeceraseveíasentadounpresidenteempuñandoelmartillitopropiodesucargo,mientrasenunrincóndelasala,sentadofrenteaunpianobastanteaveriado,habíaunartistadenarizroja,queaporreabaeltecladodelinstrumentoconlafuriaqueesdesuponerenquiensufreundolorviolentodemuelas,comoleocurríaalvirtuoso.

LosdedosdelartistarecorríansuavementeeltecladoaguisadepreludiocuandoFajínentróenlasala,loqueocasionóungriteríogeneral.Todoel

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mundopedíaavozencuellounacanción.Apaciguadoelalboroto,unajovenhizolasdeliciasdelpúblicocantandounabaladadecuatroestrofas,queelpianistaacompañógolpeandolasteclassinpiedad.Aplaudióelpresidente,yacontinuación,doscantantes,sentadosaderechaeizquierdadelpresidente,cantaronundúoquefuepremiadoconruidososygeneralesaplausos.Nodejabadesercuriosoobservaralgunasdelasfisonomíasdelosquemássedestacabanenlaconcurrencia.Enprimerlugar,elpresidente,queeraelmismísimodueñodelestablecimiento,individuodecaraembrutecidaycuerpodeatleta,mientrasseejecutaronlosnúmerosanteriores,nodabapuntodereposoasusojos,queloescudriñabantodo,niasusoídos,porciertomuyfinos,quetodolooían.Asuderechaeizquierdaestabanlosdoscantantes,recibiendoconindiferenciaprofesionalloscumplimientosdelauditorioyapurandodocenasdevasosdelicoresquepordoquierlesofrecíansusadmiradoresmásentusiastas,cuyascatadurasllevabanimpresoelsellodelosviciosmásabyectos,llegandohastaelpuntodellamardeunamanerairresistiblelaatenciónafuerzadeserrepulsivas.Allísemostrabanbajoelaspectomáshediondo,laastucia,laferocidad,laborrachera.Perolostonosmástristes,másdesconsoladores,mássombríosdelcuadro,losdabanlasmujeres,unasqueconservabanaúntonalidadesborrosasdesufrescurajuvenilotrasdesecadasyaporelvicio,sinconservarelvestigiomásinsignificantedeloquesusexotienemáspreciado,manchadasporladisoluciónyelcrimen.Lashabíaniñastodavíaylashabíayamujerperoningunahabíarebasadolaprimaveradelavida.Fajín,aquientodoaquellotraíasincuidado,hombreencuyopechonoteníancabidalasemociones,escudriñabaconmiradaanhelantelascarasdelauditorio,perosinencontraralparecerlaquebuscaba.Comoalcabodelratotropezaransusojosconlosdelpresidentedelasala,hízoleunaseñaimperceptibleysaliódelaestanciatansigilosamentecomohabíaentrado.

—¿Qué desea usted, señor Fajín? —preguntó el presidente, que salióinmediatamentedetrásdeljudío—.¿Deseaserdelosnuestros?Leaseguroquenohabríaunoquenosealegrase.

Eljudíomovióconimpaciencialacabeza,ypreguntóconvozmuybaja:

—¿Estáélaquí?

—No—contestóelinterrogado.

—¿NohaynoticiasdeBarney?

—Niuna.Tengaustedporseguroquenodaráseñalesdevidahastaquesedisipe la tormenta. Le siguen la pista, eso es indudable, y si en estascircunstancias se dejase ver le pescarían de fijo. Nada ha debido ocurrir aBarney,puestoquenadasedicedeél.Detodasmaneraestéustedtranquilo,quenoesBarneydelosqueseahoganaunqueagualeslleguehastaelcuello.

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—¿Vendrá esta noche aquél? —preguntó Fajín, recalcando la palabraaquél.

—SerefiereustedaMonks,¿verdad?

—¡Chitón,hombre!Aélmerefiero;perolaprudenciaaconsejaquenolenombremos.

—Vendrádeseguro—contestóelpropietariodeLosLisiados,sacandodelbolsillo un reloj de oro—. Debía estar ya aquí… pero si espera usted diezminutos,seguramente…

—¡No,no!—exclamóeljudío,cualsinoobstantesusdeseosdeveralapersona en cuestión se hubiera alegrado de no encontrarla, Dígale que hevenidoaverle,yqueleesperoenmicasaestanochesinfalta…¡No!Dígalequemañana.Puestoquenoestáaquí…sí,mañanaserátiempotodavía.

—Estámuybien.¿Nadamás?

—Porahora,nadamás—contestóeljudío,tomandolaescalera.

—Apropósito—dijoeltaberneroenvozmuybaja,inclinándosesobrelabarandilla—.¡QuéocasióntanhermosaparadespenaraFelipeBarker!Llevaacuestasunajumeratancolosal,queunniñopodríahacerseconél.

—¡Ah! —exclamó el judío levantando la cabeza—. ¡Pero no! No hasonadoaún lahoraparaFelipeBarker.Podemossacaralgúnpartido todavíaantesdeajustarlelacuenta,asíque,amigomío,vuelvaalasalayrecomiendealaconcurrenciaqueprocuredivertirsemuchoygozardelavida…mientrasdure.¡Ja,ja,ja,ja!

Hizoel taberneroecoa lascarcajadasdeFajínyentrónuevamenteen lasala. En cuanto el judío se encontró solo, su rostro recobró la expresión deansiedad anterior, y al cabo de algunosmomentos de reflexiones, llamó uncocheysehizoconduciraBethnalGreen.AuncuartodemilladedistanciadelaresidenciadeGuillermoSikesdespidióelcarruajeehizoelrestodelcaminoapie.

—Si aquí hay gato encerrado—murmuró el judíomientras llamaba a lapuerta—,yolodescubriré,hijamía,porladinayastutaqueseas.

Anitaestabaensucuarto,segúndijolacriada.Fajínsubiólaescalerasinhacer ruido y entró sin ceremonia en la habitación. La joven estaba sola,apoyadalacabezasobrelamesayconelcabelloendesorden.

—Oestáborrachaoapenada—pensóconfrialdadeljudío.

Almismotiempoqueelviejosehacíaestareflexión,cerrabalapuerta,yelruidode ésta al cerrarse despertó a lamuchacha.Anita clavó susojos en laastutacaradeljudío,preguntólesiteníanoticiasyescuchólahistorianarrada

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aFajínporTomásCrackit.Terminadalanarración,adoptódenuevolaposturaanterior sindespegar los labios, empujódoso tresveces con impaciencia elcandeleroquesobre lamesahabía,hizoalgunosmovimientosfebriles,pateóel suelo, y hada más. Mientras tenía lugar aquella es cena muda, el judíoescudriñabahastaelúltimorincóndelaestancia,comoparaasegurarsedequeSikesnoestabaallí.Satisfecho,sinduda,desuexamen,tosiódosotresvecese hizo varias tentativas para entablar conversación, tentativas que dieron elmismo resultadoquehubierandado si aunapiedra fuerandirigidos. Intentóentonceslaúltimaprueba,yfrotándoselasmanosdijoconvozmelosa:

—¿DóndecreesquepuedeestarGuillermo,hijamía?

Contestólajovenconvozlastimerayapenasinteligiblequenadasabía.Alparecersollozaba.

—¿Y el muchacho?—repuso el judío, procurando ver la cara de Anitaparaleerensuexpresión—.¡Pobrecillo!¡Abandonadoalbordedeunfoso!…¿Noesverdadquesóloelpensarloparteelcorazón?

—¡El muchacho! —repitió la joven—. ¡Mejor está mil veces donde sehalla que entre nosotros! ¡Qué nada haya ocurrido a Guillermo es lo quedeseo, que en cuanto al muchacho, ojalá haya muerto en aquel foso y sepudranensufondosustiernoshuesos!

—¡Cómo!—exclamóFajín,sinvolverdesuasombro.

—Digo y repito que será paramímotivo de alegría no volver a verle ysaber que han terminado sus pruebas en este mundo —replicó la joven,clavandosusojosenlosdeljudío.

—Meesimposiblesoportarsupresencia.Cuandoleveo,meaborrezcoamímismaydetestoatodosustedes.

—¡Bah!—exclamóeljudíocondesdén—.¡Estásborracha,hijamía!

—¿Queestoyborracha?—replicóconamarguraAnita—.Noserásuyalaculpasinoloestoy,puesborrachaquisieravermesiempre…exceptoenestemomento.Parecequenoesdesugustoelhumorenquemeencuentra,¿noescierto?

—¡No!—gritóeljudíoconfuria—.¡Malditalagraciaquemehace!

—Cómpremeustedotro,enesecaso—dijolamuchachariendo.

—¡Que te compre otro!—rugió el judío, exasperado hasta lo indecibleante la obstinación inesperada y la actitud agresiva de Anita—. ¡Te locompraré,sítelocompraré!¡Escúchame…arrastrada!¡Escúchameamí,quecon seis palabras, fíjate bien, con seis palabras puedo ahorcarle con tantaseguridadcomosienestemomentotuvieraentremisdedossucuellodetoro!

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Si vuelve sin el muchacho, si se presenta y no me lo trae muerto o vivo,asesínale túmismaen cuantoponga lospies en casa, si quieres evitarlequebaileenlahorca.Perohazloenseguida,porqueapocoquetardes,tejuroquenollegarásatiempo.

—¿Yporquétodoeso?—preguntóinvoluntariamentelajoven.

—¿Queporqué?—bramóFajín, locode rabia—.Cuandoesemuchachovaleparamícentenaresdelibrasesterlinas,¿creesquevoyasertanidiotaquemeresigneaecharpor laventanaunbeneficio tanseguro,porculpadeunacaterva de borrachos a quienes puedo hacer ahorcar cuando me acomode?Además. ¿Crees que voy a ponerme a merced de un desalmado, de unverdaderodemonio,quesicomotienepodertuvieravoluntadde…de…

Alhacerunapausaparatomaaliento,perdiósindudaelhilodesufogosodiscurso, y mientras buscaba una palabra que responder a su pensamiento,apaciguósedeprontolatempestadrugientedesurabia.Elquesegundosantesazotabaelvacíoconsusmanoscrispadas,dilatadaslaspupilasyencendidoelrostroporelfuegodelapasióndejósecaerdesfallecidosobrelasillaytemblóalpensarqueelmismoacababaacasodevenderse,descubriendoelsecretodealgunavillaníamisteriosa.Alcabodealgunomomentosdesilencio,resolviósemirarasucompañera,yparecíatranquilizarsealgúntantoalencontrarlaenlamismaactituddeindiferenciaeinsensibilidadqueofrecícuandoélentróenlahabitación.

—¡Anita,hijamía!—exclamóconacentosdedulzuraen lavoz—.¿Hasoídoalgodeloquehedicho?

—¡Nomemolesteusted,Fajín!—dijolajoven,alzandoconlanguidezlacabeza—. Si en esta ocasión no ha estadoGuillermo a la altura que era dedesear,encambiootrasvecesharebasadosusesperanzas.Porcuentadeustedhadadogolpesmuyhermosos,ydaráotrosapocaocasiónqueseleofrezca,ysinolosda,seráporquenoleseaposible.Ybastaya,quememolestahablardelasunto.

—¿Ydelmuchacho, querida?—preguntó el judío, frotándose lasmanosconmovimientonervioso.

—No es demejor condición que los demás—se apresuró a interrumpirAnita—. En estemundo, cada palo que aguante su vela. He dicho antes, yvuelvo a repetirlo, que desearía que hubiesemuerto,manera de que para élterminaran losmales y para usted el peligro… suponiendo que aGuillermonada le haya ocurrido. Por supuesto, que si Tomás ha escapado, ha debidoescaparéltambién,quevalemuchomásquesucompañero.

—¿Y sobre lo que yo te estaba diciendo, hijamía?—interrogó el judío,fijandoenlajovenunamiradaescrutadora.

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—Precisoseráquemelorepita,siesquedeseaquehagaalgo,ysíhaderepetírmelo,preferibleesquelodejeparamañana.Mehadespertadoustedporunmomento,peroconfiesoquesigoatontada.

HizoFajínvariaspreguntasmásparaconvencersedequelajovennohabíatomadonotadesusimprudentespalabras,perocontalnaturalidadlascontestóAnita y tan impasible resistió sus miradas penetrantes, que acabó deconvencersedequelamuchachallevabaensucuerpounadosisdelicormásqueregular.NoestabalibreAnitadeesedefecto,adecirverdad,comonoloestaba ninguna de las discípulas del judío, habituadas por éste a la bebidadesde susmás juveniles años.El desordende su vestidoy personaunido alfuerteoloraginebraqueenlaestanciasepercibíaerapruebaqueconfirmabala suposición de Fajín, y luego, el apaciguamiento brusco que siguió a laexplosión no menos brusca de cólera, su atontamiento y más tarde susensiblería,tanevidentequearrancónopocaslágrimasasusojosynopocasfrases raras a sus labios, llevaron el convencimiento más profundo a unhombredelaexperienciadeFajíndequeAnitaseencontrababajolosefectosdeunaborracheratremebunda,yportanto,dequenohabíapodidotomarnotadesuspalabras.Tranquiloporestaparte,yrealizadoeldobleobjetivoquelellevaraalacasa,consistenteenponeralamuchachaenautosdeloqueTomásCrackitlehabíacontadoydeasegurarseporsuspropiosojosdequeSikesnohabía vuelto, Fajín emprendió la vuelta a su casa dejando a la muchachadurmiendoconlacabezaapoyadasobrelamesa.

Sería la una de la madrugada. Dada la tenebrosidad de la noche y loextraordinariodelfrío,dichoseestáqueelbuenjudíonosintiótentacionesdeentretenereltiemporondandolascalles.Elvientoimpetuosoquelasbarríalaslimpiabadetrasnochadoresasícomotambiéndepolvoyhastadebarro.Eranmuy contados los transeúntes, y los pocos que encontró al paso, dirigíansepresurosos a sus moradas. Llegado a la esquina de la calle en que vivía,aguantando un viento helado de frente, y tiritando, buscaba la llave de lapuerta,cuandosedestacóunbultodeuncobertizoobscuro,elcualatravesólacalleyseaproximóconpasosigilosohastatocarelhombrodeljudío.

—¡Fajín!—susurróunavoz.

—¡Ah!—murmuróeljudío—.Eres…

—Sí—interrumpióconbrusquedadeldesconocido—.Doshorashacequeestoyesperandoaquí,muertodefrío.¿Dóndedemonioshaestadousted?

—Ocupadoentusasuntos,amigomío,entusasuntos—respondióeljudío,mirando con inquietud a su interlocutor y moderando el paso—. En tusasuntos,sí.

—¡Puede ser!—replicó con expresión irónica el desconocido—. ¿Y qué

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hay?

—Nadabueno.

—Supongo que tampoco habrá nada malo, ¿eh? —preguntó el otro,deteniéndoseymirandoalarmadoaljudío.

Movió el judío la cabeza e iba a contestar, cuando su interlocutor,indicándole la casa frente a cuya puerta acababan de llegar, le interrumpiódiciéndolequeseríapreferiblehablardentroenatenciónaqueestabaheladoyelvientopenetrabasuscarnes.HizoFajínloposiblepordeclinarelhonorderecibir una visita a hora tan intempestiva, diciendo que en su casa no habíalumbre; pero ante la insistencia de su compañero hubo de abrir la puerta,rogando seguidamente a este últimoque la volviese a cerrar sin hacer ruidomientrasélencendíaluz.

—Nada tiene que envidiar esto a una tumba en punto a obscuridad—observó el desconocido, buscando a tientas la escalera—. ¡Luz, hombre deldiablo,luz!

—Cierralapuerta—murmuróFajíndesdeelextremodelpasillo.

Lapuertasecerróconestrépito.

—Noesculpamía—observóeldesconocido—.Fueelvientoosecerrópor sí sola. ¡Alumbre usted pronto, pues de lo contrario voy a dejarme lossesospegadosacualquierpareddeestamalditacaverna!

Sinhacerelmenorruido,bajóFajínlaescaleraqueconducíaalacocina,volviendo a poco con una vela encendida, no sin antes cerciorarse de queTomásCrackitylosdemásdiscípulosdormíanapiernasueltaenlahabitacióninterior del sótano. Por medio de una seña indicó al desconocido que lesiguiera,yambossubieronalashabitacionesaltasdelacasa.

—Podremoscelebraraquínuestrabreveconferencia,amigomío—dijoeljudío, abriendo una puerta del piso primero—. Sin embargo, como lasventanastienenalgunosagujeros,yjamásentramosconluzenestahabitación,buenoseráquedejemoslavelaenlaescalera.

Uniendolaacciónalapalabra,eljudíodejóelcandeleroeneldescansilloquedabafrentealahabitación,entrandoseguidamenteenésta.Nohabíaenlaestanciamásmueblesqueunsillónrotoyundivánosofádestartalado.Sobreesteúltimosedejócaereldesconocidocomoquienestárendidodecansancio,yeljudío,arrastrandoelsillón,tomóasientofrenteaaquél.Laobscuridadnoeracompleta,graciasaldébilresplandorquepenetrabaporlapuerta,nocerradadeltodo.Conversarondurantealgúntiempoenvozbaja.Aunquesólocontadaspalabrassueltas,perocualquierpersonahabríacomprendidosingranesfuerzoqueFajínprocurabadefendersecontracargosformuladosporsu

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interlocutor,yqueésteseencontrabaenmomentosdeviolentairritación.Duraríalaconferenciasobreuncuartodehora,omás,cuandoMonks,queconesteapellidohabíadesignadoeljudíoaldesconocidovariasvecesenelcursodesucoloquio,alzandounpoquitoeldiapasón,dijo:

—Repitoquehasidoundesatino.¿Porquénohaberleguardadoaquíconlosdemás,yhacerdeélunraterillodistinguido?

—Porque no siempre consigue uno lo que se propone —replicó Fajínencogiéndosedehombros.

—¿Pretenderá usted hacerme creer que se lo ha propuesto y no lo halogrado?—preguntó con acento duroMonks—. ¿No lo ha conseguido cienvecesconotrostantosmuchachos?Siustedhubieratenidopaciencia,antesdeun año le habría hecho caer enmanos de la justicia, convicto y confeso, yhabríasalidodelreino,condenadotalvezacadenaperpetua.

—¿Yaquiénhubieraaprovechadoeso,amigomío?

—Amí.

—Peronoamí,ysinoestoyequivocado,cuando laspartescontratantessondos,debenconsultarselosinteresesdeentrambas;¿digobien,amigomío?

—¡Sigausted,sigausted!—dijoMonksconimpaciencia.

—Viquenoerafácilhacerleentrarenvereda—repusoeljudío—.Ennadase parece a los demás muchachos que se encuentran en circunstanciasparecidasalassuyas.

—¡Quenoselollevaraeldemonio…ohicieradeélunmiserable!

—Me ha sido imposible convertirle, ni por medio de la persuasión, nirecurriendo a amenazas —continuó el judío, acechando con manifiestainquietud laexpresióndecaradesu interlocutor—.Está limpiodeculpa,nohaentradoporuvas,hastahoy,ycomoconsecuencia,meencuentrosinarmascon que atemorizarle, armas indispensables en los comienzos de nuestrostrabajoscatequísticos,sinoqueremosexponernosaquenosocurraloquealque predica en desierto. ¿Qué podía yo hacer? ¿Enviarle a la calle con elTruhányCarlosBates?Lohice,yquedéescarmentadoparasiempre,amigomío…Lasconsecuenciasmehicierontemblarportodosnosotros.

—Nofueculpamía—observóMonks.

—¡No, no! ¡Me guardarémuymucho de culparte, amigomío!Tampocome quejo… Antes bien debo alegrarme de que ocurriera lo que ocurrió.Graciasal incidenteencuestiónreparasteenelchicoypudimosdescubriralcaboqueeraprecisamenteelmismoquecontantoafánydesdetantotiempoantesveníamosbuscando.¡Loquesonlascosas!AAnitasomosdeudoresde

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haberlorecuperado,yahoraAnitaeslaquesedeclaraenfavorsuyo.

—¡Retuérzaleelpescuezo—exclamóMonksconcólera.

—Nopodemoshacerloenestemomento,amigomío—replicósonriendoeljudío—.Además,noentranennuestrosproyectosesaclasedesoluciones,quesientraran,probablementeestaríayahecholoquedices.Sémuybienloquesonesasmuchachas,Monks.Encuantoelchicotomegustoalasunto,novuelveAnitaaacordarsenidelsantodesunombre.¿Quiereshacerdeélunladrón?¡Perfectamente!Sivive,yoteaseguroqueloserá;ysi…si…siloquenoesprobable,aunqueconvieneponersesiempreenlopeor,si…hamuerto…

—¡Noseríaporculpamía!—interrumpióMonksconviolencia,mirandoconexpresióndeespantoasuinterlocutor—.¡Téngaloustedmuypresente,Fajín!¡Melavolasmanos!Desdeelprincipioledijeaustedquetodomenosmatarle.Nomegustalaefusióndesangre,quesiempredejarastrosyporañadidurapersigueaunhombrecomofantasmaimplacable.Silohanmuerto,laculpanoesmía,¿entiendeusted?Pero…¡Malditaseaestahuronerainfernal!…¿Quéeseso?

—¿El qué?—preguntó el judío, abrazándose al cobarde con entrambosbrazosatiempoqueseponíaenpie—.¿Dónde?

—¡Allá!…—exclamóMonks,fijossusojosenelmurodeenfrente—.¡Lasombra!… ¡He visto pasar como una exhalación la sombra de una mujer,envueltaenunmantoyconsombrero!…

—¡Visionestuyas!—dijoeljudíolevantandolaluzyvolviéndosehaciasucompañero.

—¡Hevistounasombrademujer,lojuro!—insistióMonkstemblando—.Cuandoladescubrí,estabaquieta,conelcuerpoinclinadohaciadelante,peroencuantohablé,desapareció.

El judío miró despectivamente a su compañero y echó escalera arribadiciéndole que podía seguirle si lo deseaba. No dejaron habitación que noescudriñaran: todas las encontrarondesiertas.Bajaronhasta la cueva; ¡nada!Pordoquierreinabaunsilenciodemuerte.

—¿Qué dices ahora? —preguntó el judío, terminada la exploración—.Excepciónhechadenosotros,nohayenlacasamásalmavivientequeTomásCrackity losmuchachos,y todosellosduermencomotroncos.Puedesverlocontuspropiosojos.

Estodiciendo,eljudíosacódosllavesdelbolsilloymanifestóqueafindeevitarintrusiones,antesdedarcomienzoalaconferenciahabíaencerradoensushabitacionesrespectivasalosmuchachosyaTomás.TantaspruebasreunidasconmovieronnopocolasolidezdelaconviccióndeMonks.Sus

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protestasfueronperdiendovehemenciaamedidaqueavanzabanensuexploraciónsinencontrarnada,yalfinterminóporreírsedesupropiomiedoyporconfesarquesuimaginaciónsobreexcitadalehabíajugadounadelassuyas.Negóse,sinembargo,acontinuarlaconversacióncomenzada,porhabérseleocurridodeprontoqueeramásdelaunadelanoche,ysedespidióamistosamentedeljudío.

CapítuloXXVII

Reparaladescortesíacometidaenuncapítuloanteriorabandonandoaunadamasinceremonia

Como no sería correcto, ni proprio, ni decoroso, que un humilde autordejase a un personaje de tantas campanillas como un bedel, sentado deespaldas a la lumbre y con los faldones de su levitón debajo de los brazos,hastaqueselehicieraconcienciadehacerlevariardeposturaylaincorrecciónse trocaríaendesconsiderada faltadegalantería sihicieraobjetode idénticoolvidoaladamaqueelegregiobedelhabíamiradoconternurayafecto,alabeldad en cuyo oído había deslizado palabras dulces y frases rebosantes depasiónque,viniendodedondevenían,pornecesidadhabíandehacerestragosen el corazón de cualquier doncella o matrona, el historiador, cuya plumaconsignaestaspalabras,presumiendodeconocersuoficio,yensudeseodetratarconlareverenciadebidaaaquellospersonajesqueenlatierrahansidoinvestidosde tan alta autoridad, se apresura a rendirles el tributode respetoquesuposiciónsocialexige,yatratarlosconlaceremoniaaquesuelevadorangoy,comoconsecuencia, susexcelsasvirtudes, leshacenacreedores.Debuena gana escribiría aquí el autor una disertación conmovedora acerca delderechodivinode los bedeles, disertaciónquedemostraría hasta la saciedadqueunbedelnopuedeerrarjamás,enlaseguridaddequeresultaríaagradableeinstructivaalapar;peroapremiosdeltiempoyfaltadeespacioleobliganadejarle para otra ocasión más oportuna y conveniente, ocasión que, si sepresenta, aprovechará el autor para demostrar que un bedel propiamenteconstituido,esdecir,unbedelparroquial,afectoaunhospicioparroquialyquedesempeñasucargopolicialenunaiglesiaparroquial,atesoraensupersona,porderechopropioyenvirtudde suoficio, todas lasexcelenciasyvirtudesmáspreciadasdelahumanidad;yqueesasexcelencias,esasvirtudesexcelsas,nolasposeennipuedenposeerlaslossimplesbedelesdecolegio,nilosdelassalasdejusticia,nisiquieralosdelascapillas,anoserengradomuyínfimo.

ElseñorBumblehabíacontadoy,recontadolascucharillas,pesadoyvueltoapesarlastenacillasdeazúcar,examinadoconmásestrechaatenciónla

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teteradeplatayevaluandocasiconexactitudelmobiliariodelahabitación,teniendoencuentahastaelvalordelrellenodelassillas.HabríapracticadotandiversasoperacionessusseisuochovecesantesqueseleocurrieralaideadequeerayatiempodequevolvieselaseñoraCorney,ycomolospensamientosseenredanyentrelazanentresícomolascerezas,ydeunaideasepasafácilmenteaotraidea,ocurrióselealbedelqueensatisfacerporcompletosucuriosidad,llevandosusinvestigacioneshastaelinteriordelacómodadesuDulcinea.Nosinantesaplicareloídoalojodelallaveparaasegurarsedequenadiellegabaalahabitación,elseñorBumble,comenzandoporelcajóndeabajo,pasórevistaaloqueaquélylostresrestantescontenían.Losencontróllenosderopasyvestidosenperfectoestadodeconservaciónyconformesalasexigenciasdelaúltimamoda,acondicionadosentredoscavasdeperiódicosantiguos,perfumadosconespliego.Elexamenledejóplenamentesatisfecho.Alllegar,enelcursodesuspesquisas,aunagavetaquehabíaenlapartesuperioryladoderechodelmueble,enlaqueestabapuestalallave,encontróunacajitacerradaque,alsermovida,dejóoírelhermosoyagradabletintineodemonedas,queacabódeconvenceraldesinteresadobedel.ElseñorBumblevolvióconpasofirmeyaltivocontinenteaocuparelasientodejuntoalachimeneaenqueantesestuvosentado,yadoptandosuseveraexpresiónhabitual,dijoconresolución:

—¡Loharé!

A semejante declaración, en realidad notable, siguió un movimiento decabezaqueduródiezminutos,movimientosemejantealquesuelenhacerlosperros cuando están de buen humor, y luego contempló sus pantorrillas deperfilcontantointeréscomosatisfacción.

Todavía continuaba embebido en este examen cuando penetróprecipitadamenteenlaestancialaseñoraCorney,lacual,jadeanteysinalientosedejócaersobreunasilla,puestaunamanosobresucorazónylaotradelantedelosojos.

—¿Quéocurre,señora?—preguntósolícitoBumble,inclinándosesobrelamatrona—.¡Porfavor,contésteme!Estoysobre…sobre…

Tanviva era la alarmadel señorBumble, queno encontrando lapalabraascuas,conlacualdeseabaterminarsufrase,lasubstituyóporbotellasrotas.

—¡Ay, señor Bumble! —exclamó la dama—. ¡Estoy trastornada,completamentetrastornada!

—¡Trastornada, señora! ¿Quién ha tenido el inconcebible atrevimientode…?¡Yalosé!¡Sindudahansidoesosdespreciablespobres!

—¡Elpensarlosólomehorroriza!

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—Nopienseusted,pues,señora.

—¡Ojalápudieranopensar!

—Lomejorseráquetomeustedalgo,señora…¿Unpoquitodevino?

—¡No, no, no! ¡Me sería imposible! ¡Ah!… En el estante último delaparador,amanoderecha…¡Oh!

Lacongojaacometiódenuevoalapobreseñora,queprincipióaagitarsepresadeespasmosviolentos.ElseñorBumbleseprecipitócorriendohacialaalacena,tomóunabotelladeginebradelestantequeenformatanincoherentelehabíasidoindicado,llenóconsucontenidounatazadelasdeté,ylaacercóaloslabiosdeladama.

—¡Mesientomejor!—murmuróaquéllaluegoquevaciólataza.

Elbedelalzólosojosaltechocomoparadargraciasalcielo,losbajóhastacolocarlosenlosbordesdelataza,yconcluyóacercandoéstaalanariz.

—Pipermint—dijo ladamaconvozdébil, sonriendoalpropio tiempoalbedel—.Pruébelousted,amigo…Tambiéntieneunpoquitodeotracosa.CatóBumblelapócimacongestodeduda,lapaladeó,volvióatomarotrosorbito,yaltercerintento,apurólatazallena.

—Vivificayconforta—observólaseñoraCorney.

—Mucho,señora,esverdad—contestóelbedel,acercandosusillaaladelamatronaypreguntandoaéstacontiernasolicitud,quélehabíasucedido.

—¡Nada!…¡Soytanimpresionable…tansensible,tandébil!…

—¡Débil no, señora!—replicóBumble, acercandomás su silla—. ¿Dicequeesdébil?

—Losomostodos—contestóladama,sentandounprincipiogeneral.

—Esverdad,señora.

Ambaspartesguardaronsilencioporespaciodeunoodosminutos,peroalcabodeestetiempo,Bumblehabíarectificadosuposición,llevandolamano,apoyada al principio sobre el respaldo de la silla de su interlocutora, a lascintasdeldelantaldeésta,conlascualescomenzóajuguetear.

—¡Todossomosfrágiles,señora,muyfrágiles!—exclamóelbedel.

LaseñoraCorneysuspiró.

—¡PorDiossanto,nosuspireusted!—exclamóBumble.

—¡No puedo menos!—contestó la matrona, lanzando otro suspiro másprofundo.

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—Es ésta una habitación encantadora—observóBumble, dirigiendo unamiradaalrededor—.Conquetuvieraustedotraparecida,elparaíso.

—Para una persona sola serían demasiadas habitaciones —murmuró ladama.

—Peronoparados—replicóBumbleconacentoseductor—.¿Eh,señoraCorney?

Lamatrona dobló la cabeza al escuchar esas palabras y bajó la suya elbedelparacontinuaradmirando lacaradeaquélla.Siguióunaescenamuda,pero encantadora por la inocencia que revelaban los personales que larepresentaron.LaseñoraCorneyvolviólacaracontimidezafindeesquivarlasmiradasdelbedelyllevóunamanoalbolsillodesudelantal,sindudaparasacarelpañuelo,peroencontróenelcaminoladelseñorBumble,ysindarsecuenta,ladejóentreladesuadorador.

—LaAdministraciónseencargadesuministraraustedelcarbónnecesario,¿verdad?—preguntóBumble,oprimiendodulcementesumano.

—Yluztambién—contestólamatrona,correspondiendoalapresión.

—Carbón,luz,ycasa…¡Oh,señora!¡Esustedunángel!

LaseñoraCorney,incapazderesistirarranquestantremendosdeternura,cayóenlosbrazosdeBumble,quienasuvez,enunraptopasión,estampósusardorososlabiossobrelacastanarizdesuDulcinea.

—¡Son un encanto las instituciones parroquiales!—exclamó el bedel—.Hablandodeotracosa,¿sabes,ángelmío,queelseñorStoutsehaagravadomuchoestanoche?

—¡Sí!—contestóruborizadadama.

—Segúnelmédico,nolequedaniunasemanadevida.Eseldirectordeesteestablecimiento,sumuerteproduciráunavacanteyestayvacantehabráde ser provista. ¡Oh, almamía! ¡Qué perspectiva tan deliciosa se abre antenuestrosojos!¡Quéocasiónparaunirdoscorazonesydoshogares!

LaseñoraCorneysollozó.

—¿Ylapalabrita?—preguntóBumble,pegandocasisucaraconladelaavergonzada beldad—. Esa palabrita dulce, que trastorna y embriaga… ¿nomeladices,cielomío?

—¡Sí-sí-sí!—suspirólamatrona.

—Otrapalabramás…Procuradominartuemoción,ycontéstameángeldeamor:¿Cuando?

Dos veces abrió la boca para hablar la señora Corney, y las dos la voz

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quedó cuajada en su garganta.Al fin, reuniendo todo su valor buscando enotra parte el que faltaba, echó los brazos al cuello a su rendido galán, ycontestó que sería cuando él dispusiera, llamádole al fin patito encantador.Arreglados satisfactoriamente los asuntos tan amigables, ratificóse con todasolemnidad el convenio, apurando ambas partes contratantes otra taza depipermint,indispensableparacalmaralgúntantoelestadodeagitaciónenqueladamaencontraba.EntresorboysorbomanifestólaseñoraCorneyaBumblequelaenfermahabíadejadodeexistir.

—Estámuybien—dijoelgalán—.Cuandovayaamicasa,pasaréporladeSowerberryparaqueenvíeunataúdmañanatemprano.¿Fueesoloqueteasustó,amormío?

—No,querido,no;misustonoobedecióacausadeterminada—contestóevasivamenteladama.

—¡Algohabrápasado, sin embargo, cielito! ¿Nose lodirás a tuqueridopatito?

—Ahorano;undíadeéstos.Despuésqueestemoscasados.

—¡Despuésqueestemoscasados!—exclamóBumble.

—¿Acasoalgunodeesosdescamisadoshabrásidotaninsolenteque…?

—¡No,no,amormío!—seapresuróacontestarlamatrona.

—Siasífuera,sialgunodeesosmiserableshubieraosadoponersusojosimpúdicoseneladorablerostrode…

—Nadieseatreveríaatanto,queridomío.

—¡Y harán muy bien! —gritó Bumble agitando el puño—. ¡Que unindividuo cualquiera,parroquial o extraparroquial se permita tamañoatrevimiento,yyorespondoquenorepetirálasuerte!

Siestaspalabrasnohubiesenidoacompañadasdegestosviolentos,habríanresultado pobre cumplimiento vara una dama enriquecida por el cielo contantosencantos;pero,comoBumbleprofiriólaamenazacontonodeiracundiay gestos belicosos, emocionó tanto a la señora Corney que confesó,hondamente impresionada, que su galán era un verdadero diablillo, tanvalientecomoencantador.Eldiablillosealzóelcuellodesulevitón,calóseeltricornioy,despuésdecambiarconsufuturamitaduntiernoyardientebeso,salió a desafiar de nuevo el aire de la noche, no deteniéndose más quecontadosminutosenlasaladelosasiladosparamartirizarlosunpoco,afindeconvencersedequeposeíalarudezanecesariaparadesempeñarconaciertolasfuncionesdedirector.Segurodesuaptitud,Bumblesaliódeledificioconelcorazónalegreysaboreando ladeliciosaperspectivadesupróximoascenso.Taleraelpensamientoqueleembargabacuandollegóalafuneraria.

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HabíancenadoaquellanochefueradesucasalosseñoresSowerberry,ycomosuencargadoNoéClaypole,enningunaocasiónnimomentomostródisposicionesparaconsumirsusenergíasfísicasenmovimientosquenotuvieranrelaciónconlasfuncionesdecomerybeber,únicasdignasdenoserdesatendidas,elestablecimientocontinuabaabierto,noobstantesermuypasadalahoradecerrar.Dioelbedelvariosbastonazossobreelmostrador,perocomonadieacudiera,yporotrapartevieraluzenlatrastienda,resolvióseamirar,yadecirverdad,noquedópocoadmiradoanteelespectáculoqueseofrecióasusojos.

Estabapuestalamesa,ysobreelblancomantelhabíapan,manteca,platosyvasos,unjarrodecervezayunabotelladevino.NoéClaypole,sentadoalacabeceradelamesa,aparecíatumbadonegligentementeenunabutaca,puestaslaspiernassobrelosbrazosdeaquélla,conunanavajaabiertaenunamanoyunarebanadainmensadepancubiertademantecaenlaotra.AsuladoyenpieestabaCarlota,abriendoostrasqueelbuenNoéengullíaconligerezasinigual. La rubicundez, mayor que de ordinario, de la región de la nariz delcaballeritoyciertomovimientodesuojoderechopregonabanavozencuelloque había rendido culto exagerado a las botellas, síntomas que venía aconfirmarlaavidezconquesezampabalasostras,sóloexplicableencasosdefiebre interna que exige ser compensada por medio de manjares depropiedadesrefrescantes.

—Toma, Noé; aquí tienes una grande, hermosa… cómetela —decíaCarlota.

—¡Quédeliciosassonlasotras!—exclamabaNoé,despuésdeengullir lagrande y hermosa—. ¡Qué lástima que no pueda uno comerse todos loscentenaresquedesee,sinexponerseasentirmolestiasenelaparatodigestivo!¿verdad,Carlota?

—¡CómoqueesunacrueldaddelaNaturaleza!—dijoCarlota.

—Loes,sí.¿Yatinotegustanlasostras?

—Nomucho;prefierovercómolascomestú,miqueridoNoé.

—¡Miraqueesextraño!

—Tomaotra,Noé…mira,aquíhayunaconunasbarbastandelicadas…

—Nopuedomás…losientomuydeveras,peroenmicuerponocabeniunamás.Venaquí,Carlota,quetedaréunbeso.

—¡Cómoseentiende!—gritóBumble,penetrandocomounabombaenlatrastienda,¡Repiteesositeatreves,desvergonzado!

LanzóunchillidoCarlota,altiempoquesetapabalacaraconeldelantal.Claypole,sinhacermásmovimientoqueelindispensableparasentarlospies

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enelsuelo,quedócontemplandoalbedelconexpresióndeborrachoasustado.

—¡Dilootravez,impúdicorapaz!—bramóelseñorBumble—.¿Cómoteatrevesamencionarcosas tan reñidascon ladecencia?¿Ycómoseatreveatolerarlo esta pícara? ¡Un beso!… —exclamó el bedel, en el colmo de laindignación—.¡Uf!¡Quéasco!

—¡No tenía intencióndedárselo!—tartamudeóélborracho—.Esella laquemebesaconstantemente,quierayoonoquiera.

—¡Noé…oh!—exclamólaMaritornesconacentodequeja.

—¡Tú,sí,túereslaquesiempremepidesbesos!—insistióNoé—.¡Ymelosdaacadapaso,señorBumble,mecogepordebajodelabarba,ymebesa,ymeabraza,ymehaceelamordetodaslasmaneras!

—¡Silencio!—gritóconseveridadelbedel—.¡Vetealacocina,desvergonzada!Ytú,Noé,cierralatienda,yacallar.Cuandovengatuamo,dilequeelseñorBumblemandaquemañanatempranoenvíeelcascarónparalavieja,quehamuertoestanoche.¿Oyes?¡Besos!—exclamóBumble,juntandolasmanosconexpresióndehorror—.¡Asusta,espantalamaldad,ladepravacióndelaclasebajadeestedistritoparroquial!¡SielParlamentonoadoptamedidaseficaces,lapatriaestáperdidasinremedio!¡Lascostumbrespurasysencillasdeloshonradoslugareñoshannaufragadoenelcorrompidomardeladepravaciónuniversal!

Hablando de esta suerte, el ejemplar bedel salió de la funeraria concontinentesombríoymajestuoso.

Yahora,puestoquelehemosseguidohastalacalle,puestoqueledejamosenelcaminodesucasadespuésdehaberhechotodoslospreparativosparaelsepeliodelapobreanciana,iremosabuscaralinfelizOliverTwist,dequienignoramossicontinúatodavíasinconocimientoalbordedelfosoenelqueledejóTomásCrackit.

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