Og Mandino El Milagro Mas Grande Del Mundo (3)

download Og Mandino El Milagro Mas Grande Del Mundo (3)

of 39

description

Og Mandino El Milagro Mas Grande Del Mundo

Transcript of Og Mandino El Milagro Mas Grande Del Mundo (3)

  • EL MILAGRO

    MS GRANDE DEL MUNDO

    OG MANDINO

    Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusin, y con el propsito de que as

    como usted lo recibi lo pueda hacer llegar a alguien ms. HERNN

    Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era Rosario - Argentina

    FWD: www.promineo.gq.nu

  • 2

    CAPTULO 1 La primera vez que le vi? Estaba, l, alimentando a las palomas. Este sencillo acto de caridad no es por s mismo un espectculo poco comn. Cualquier persona puede

    encontrar ancianos que parecen necesitar una buena comida, arrojando migajas a los pjaros en los muelles de San Francisco, en la Plaza de Boston, en las aceras de Time Square, y en todos los sitios de inters del mundo entero.

    Pero este viejo lo haca durante la peor parte de una brutal tormenta de nieve que, de acuerdo con la estacin de noticias de la radio de mi auto, ya haba derribado el rcord anterior con veintisis pulgadas de miseria blanca en Chicago y sus alrededores.

    Con las ruedas traseras de mi auto girando haba logrado finalmente subir la leve inclinacin de la acera hacia la entrada del estacionamiento, que est una calle ms all de mi oficina, cuando me percat por primera vez de su presencia. Se encontraba de pie bajo el monstruoso fluir de la nieve sin prestar atencin a los elementos, mientras sacaba de una bolsa de papel caf lo que pareca ser migajas de pan, echndoselas a un grupo de pjaros que revoloteaban y descendan alrededor de los pliegues de su capote que casi le llegaba a los tobillos.

    Lo observ por entre las barridas metronmicas de los sibilantes limpiadores mientras descansaba la barbilla en el volante, tratando de producir la suficiente fuerza de voluntad para abrir la portezuela de mi auto, salir a la ventisca y caminar hacia la puerta del estacionamiento. Me record aquellas estatuas de San Francisco para jardines que pueden verse en las tiendas de plantas. La nieve casi cubra completamente su cabello, que le llegaba hasta los hombros y le haba salpicado la barba. Algunos copos se haban adherido a sus espesas cejas acentuando ms sus pmulos salientes. Alrededor de su cuello, haba una correa de cuero de la cual penda una cruz de madera que oscilaba, mientras reparta pequeas partculas de pan. Atado a su mueca izquierda haba un pedazo de cuerda que se diriga hacia abajo en donde se enrollaba en el cuello de un viejo basset cuyas orejas se hundan profundamente en la acumulacin de blancura que haba estado cayendo desde ayer en la tarde. Mientras observaba al viejo, su cara se ilumin con una sonrisa y empez a platicar con los pjaros. En silencio sacud compasivamente la cabeza y as la manija de la puerta.

    El recorrido de cincuenta y ocho kilmetros de mi casa a la oficina haba requerido tres horas, medio tanque, de gasolina y casi toda mi paciencia. Mi fiel 240-Z, con la trasmisin emitiendo una constante y montona queja en primera velocidad, corri a travs de un terreno irregular rebasando un sinnmero de camiones y autos descompuestos a lo largo de Willow Road, Edens ExpressWay, Touhy Avenue, Ridge, la parte este de Devon y la interseccin de Broadway hasta el estacionamiento de la calle Winthrop.

    Haba sido una locura de mi parte hacer el intento de llegar al trabajo esa maana. Pero, durante las tres ltimas semanas haba estado viajando por Estados Unidos promoviendo mi libro, El vendedor ms grande del mundo, y despus de haber dado cuarenta y nueve audiencias, para radio y televisin, adems de dos docenas de entrevistas para los peridicos, en donde dije que la perseverancia era uno de los secretos ms importantes del xito, no me quise dejar vencer ni siquiera por esa bruja enojada que es la madre naturaleza.

    Ms an, haba una junta de directores programada para el prximo viernes. Como presidente de la revista Success Unlimited necesitaba, este lunes y todos los dems das de la semana, para revisar lo realizado el ao anterior y los proyectos para el prximo con cada uno de los jefes de departamento. Quera estar preparado, como siempre lo he estado, para contestar cualquier pregunta inesperada que se me hiciera una vez que estuviera de pie ante la cabecera de esa enorme mesa de la sala de juntas.

    El estacionamiento, que se encontraba en el centro de un vecindario ruinoso, cambiaba su carcter dos veces cada veinticuatro horas. Durante la noche era ocupado por vehculos que podran ser vendidos como chatarra, por cualquier digno negociante de carros usados. Estos autos pertenecan a los moradores de los apartamentos locales que no haban podido encontrar lugar en la estrecha calle que divida los edificios llenos de holln. Despus, cada maana, todos partan en un xodo masivo hacia las fbricas locales y suburbanas, y el lote se llenaba de Mercedes, Cadillacs, Corvettes y BMW al venir, procedentes de los suburbios hacia la ciudad, abogados, doctores y estudiantes de la Universidad Loyola, cada quien a lo suyo.

    En cualquier otra poca del ao el lote era una mancha despreciable, una bofetada para todos los residentes de la zona. Durante todo el tiempo que he dejado mi auto en ese lugar he visto a sus propietarios hacer toda clase de intentos para quitar basura, aburridos peridicos, latas y botellas de vino vacas que se acumulan en sus propios montones de enfermedad contra la barda de cadena oxidada. La nica razn por la que el estacionamiento ha sobrevivido es que no haba otro lugar en donde dejar los automviles, en un permetro de diez cuadras.

    Hoy, sin embargo, con los pecados enterrados debajo de casi un metro de nieve, el lote me record un tramo de la playa Pacific Grove, de California, aun a pesar de sus montes blancos que haban sido automviles hasta ayer. En apariencia, los habitantes locales no haban salido esta maana. Probablemente haban observado sus autos enterrados, que ahora estaban convertidos en igles, y, o se haban ido en autobs o haban regresado a la cama.

    La entrada al estacionamiento estaba flanqueada por dos postes de concreto, con una distancia aproximada de tres metros, sobre los cuales descansaba una barra de hierro hueco. Para entrar al lote y estacionarse, se

  • 3

    depositaban cincuenta centavos en la ranura de una caja metlica blanca desportillada, se esperaba a que la barra se elevara despus de ser movida electrnicamente por las monedas, y entonces se conduca hacia el interior. Para salir, se necesitaban otras dos monedas de veinticinco centavos cada una... a menos que se poseyera una llave especial que poda rentarse mediante veinte dlares al mes. Las llaves se introducan en una caja amarilla especial para activar la barra, tanto para entrar como para salir.

    Cuando dej de observar al samaritano que alimentaba a los pjaros, encontr mi llave de la barra en el compartimiento para guantes, empuj la nieve acumulada que sobrepasaba considerablemente la parte inferior de la puerta del auto, y me ergu cuidadosamente en el exterior. De inmediato me percat de la incompetencia de un hombre maduro tan tonto como para usar zapatos de goma en un da como este.

    El viejo dej de alimentar a los animales durante un lapso suficiente como para voltear a verme y saludar. El perro ladr una vez y despus fue callado por medio de unas palabras ininteligibles de su amo. Inclin la cabeza hacia l e intent una dbil sonrisa. Mi "buenos das" son extrao y apagado por la interferente nieve.

    Su respuesta, en la voz ms profunda que jams haya odo, pareci reverberar en los edificios de alrededor. Una vez, Cuando Danny Thomas conoci al comentarista de radio, Paul Harvey, dijo:

    -Es mejor que usted sea Dios porque suena igual que l. Esta voz hizo que mi amigo Paul sonara como la de un tmido nio de coro. -Le saludo en un bello da como ste! No tena ni la fuerza ni el deseo de contradecir sus palabras. Vir la llave dentro de la caja amarilla hasta que

    escuch que se activaba el mecanismo, y entonces, medio patinando, medio caminando, regres al auto. Detrs de mi, como haba escuchado que responda durante varios miles de maanas, la barra cruji mientras se elevaba para dejarme entrar.

    Pero... no bien estaba dentro del auto, listo para cambiar a "maneje" y empezar a meterme al lote a travs de la nieve, cuando con un fuerte sonido metlico la barra descendi hasta su posicin horizontal original.

    Suspir frustrado, cambi nuevamente la velocidad, volv a abrir la portezuela del auto, me par en la fra nieve, llegu hasta la caja amarilla y le di la vuelta a la llave. La barra se elev una vez ms, apunt hacia el cielo lleno de nieve, y volvi a caer. Bong! Gir nuevamente la llave con impaciencia, casi hasta romperla. Lo mismo. Sera un corto en los cables debido a la humedad? Qu ms da! no haba forma de que metiera mi auto en el estacionamiento. Y si lo dejaba en la calle era seguro que se lo llevaran. Me qued all con la nieve hasta las rodillas, maldiciendo la estupidez de ese viaje mientras me quitaba de los ojos algunos copos de nieve.

    Justo cuando empezaba a dudar sobre todo lo que haba escrito o dicho acerca del valor de la perseverancia, el extrao alimentador de pjaros interrumpi mi autocompasin:

    -Permtame que le ayude. Esa voz verdaderamente tena algo y tambin un dejo de autoridad as como un ofrecimiento de auxilio en el tono

    firme. Se me haba acercado y me encontr a m mismo observando una cara sorprendente, de firmes facciones, demacrada, con grandes ojos marrn. Deba de medir poco menos de dos metros, ya que yo no soy un pigmeo. Sonre y me encog de hombros ante este viejo que se asemejaba a Abraham Lincoln.

    -Gracias -dije-, pero no creo que haya mucho que podamos hacer. Las profundas arrugas de sus ojos y boca se curvaron en la sonrisa ms clida y amable que jams he visto en

    un ser humano, mientras haca un ademn hacia la barra recalcitrante. -No ser difcil. Vuelva a darle la vuelta a su llave. Cuando la barra se eleve me parar debajo, la detendr con los

    brazos hasta que su auto pase por debajo. Despus la dejar caer. -Es una barra muy pesada. Su risa reson en el lote. -Soy viejo, pero muy fuerte. Adems vale la pena intentarlo para resolver su problema. Carlyle escribi que todas

    las tareas nobles parecen imposibles al principio. -Carlyle? -S, Carlyle. Thomas. Ensayista ingls del siglo diecinueve. No poda creerlo. Me encontraba bajo una tormenta de nieve, el aire helado me laceraba la cara, tena los pies

    empapados y congelndose, me estaba convi rtiendo en un hombre de nieve... mientras que un hippie de pelo largo, de setenta aos, me daba un minidiscurso de literatura inglesa.

    Qu ms poda hacer? Creo fervientemente que deben considerarse las opciones, pero tambin he aprendido que existen veces y situaciones en las que no se tienen ninguna. Mascull un gracias y esper hasta que el viejo tir cariosamente de su basset hacia la barda, en donde se quit la cuerda de la mueca y la amarr a la cadena. Entonces regres a mi lado y asinti. Obedec su silenciosa orden casi hipnticamente y di la vuelta a la llave. La barra cruji al subir. Entonces el viejo se par debajo y asi firmemente el fro metal justo cuando empezaba a descender.

    No estoy muy seguro de lo que pas durante los siguientes minutos, aun cuando lo he pensado con frecuencia. Posiblemente el desayuno ligero y apresurado y el largo recorrido empiezan a hacer de las suyas. Me sent marcado y la visin pareca nublrseme... como si alguien me untara vaselina en los lentes. Todo pareca estar difuso. Un extrao temblor sacudi mi cuerpo mientras trataba de aclarar la aparicin.

    Entre la nieve que caa pude ver la cruz de madera en su pecho y probablemente eso haya sido lo que produjo la

  • 4

    ilusin... cabello largo, barba, los brazos extendidos en un ngulo de cuarenta y cinco grados sobre la cabeza... la barra... la barra vertical... el Patbulo llevado por el hombre condenado, en el camino hacia el Glgota para su crucifixin.

    Su voz, ahora con un tono de urgencia, termin con mi ensueo. -Rpido. Entre! Entre! Me met en el auto, cambi a primera, presion gradualmente el acelerador, las ruedas giraron, y me mov

    lentamente pasando junto al extrao debajo de la barra a travs de la entrada. Reduje la velocidad y apagu el motor. Me temblaban las manos. Me palpitaba la cabeza. Las piernas se me

    debilitaron. Despus alcanc mi portafolios del asiento de atrs; abr la portezuela y ca de cabeza en la nieve. Me levant, me sacud y cerr el auto.

    Me volv hacia la entrada para darle las gracias al viejo. Mi salvador del estacionamiento no estaba a la vista.

    CAPTULO 2

    No le volv a ver hasta finales de la primavera. Era uno de esos viernes que no parecen terminar nunca. Los problemas relacionados con asuntos de rutina

    sobre la publicacin de una revista mensual haban aumentado en continuidad y nmero durante el da y para cuando el fuego de los matorrales se extingui me encontraba solo y fatigado, tanto fsica como mentalmente.

    Me sent frente a mi escritorio escuchando el suave tic tac de mi reloj, temeroso del largo viaje hasta mi casa en medio del pesado trnsito. Aun a esta hora Edens Expressway estara atestado. Una vez ms irrumpieron en mi mente esas molestas y recurrentes preguntas.

    Por qu ests trabajando tan duro? Creste que iba a ser ms sencillo una vez que fueras el nmero uno? Por qu no renuncias? Las regalas de tus libros son cuatro veces mayores que tu salario. Qu ests tratando de probar ahora que la revista es todo un xito?" "Por qu no vas a algn lugar pacfico y tranquilo y escribes todos esos libros que viven en tu interior?" El hbito y mi propio orgullo parecan ser la nica respuesta lgica para todas estas preguntas. Haba sacado a

    la revista Success Unlimited de una circulacin mensual de 4000 ejemplares que contaba con slo tres empleados, para convertirla en una de 200,000 realizada por un grupo de treinta y cuatro empleados. Adems, an haba 120,000,000 millones de suscriptores potenciales en nuestro pas y era un reto tratar de convencerlos. Entonces trat de recordar quin haba escrito: "El comienzo del orgullo est en el cielo; la continuidad del orgullo, en la tierra; el fin del mismo, en el infierno". No tuve suerte. Mi memoria es mala.

    Guard los anteojos en el portafolios; tom el saco y el abrigo; apagu las luces, y cerr la oficina. La nica luz que se vislumbraba era la del farol de la esquina de Broadway y Devon; todo estaba oscuro mientras caminaba lentamente hasta pasar por la ventana de los fotgrafos Root, al cruzar la entrada del callejn que se encuentra detrs de nuestra oficina, debajo del puente del tren y a travs del pequeo espacio abierto hasta el estacionamiento con su deslumbrante y viejo letrero intermitente, anaranjado y amarillo de "Estacinese usted mismo. Slo 50 Centavos".

    Antes de verlo, haba caminado hasta la mitad del oscuro lote, ahora casi lleno con los autos del vecindario. Su alta silueta se movi silenciosamente de detrs de una camioneta de repartos, estacionada, y an en la

    oscuridad le reconoc antes de ver a su perro que le segua. Me volv y camin hacia l. -Buenas noches. -Le saludo en sta la ms hermosa de las noches, caballero -contest esa voz de bajo profundo. -Nunca tuve oportunidad de agradecerle por ayudarme en la nieve aquel da. -No fue nada. Todos estamos aqu para ayudarnos unos a otros. Me inclin para acariciar al perro, el cual haba estado olfateando mi pantaln, despus extend mi mano hacia el

    viejo. -Me llamo Mandino... Og Mandino. Sus enormes dedos cubrieron los mos.

    -Es un honor conocerle, seor Mandino. Mi nombre es Simon Potter... y ste, mi aliado cuadrpedo, es Lzaro. -Lzaro?

    -Si. Duerme tanto todo el tiempo que nunca s si est vivo o muerto. Me re.

    -Disclpeme, seor Mandino, pero su primer nombre... es muy distinguido. Og, Og... cmo se deletrea? -O-G.

    -Es ese el nombre que le pusieron? -No -sonre-, mi verdadero nombre es Augustine. Cuando estaba en la preparatoria escrib una columna para el

    peridico de nuestra escuela, y una vez firm mi trabajo como AUG. Despus de que la escrib decid ser diferente y firm fonticamente... OG. Esto le encant a todos.

  • 5

    -Es un nombre raro. No creo que haya muchos Ogs en el mundo. -He odo decir que uno es demasiado. -Sigue escribiendo? -S. -Qu tipo de escritos? -Libros, artculos. -Se han publicado sus libros? -S, cinco de ellos. -Eso es maravilloso. Quin podra esperar conocer a un autor aqu, entre botellas de vino vacas? -Me temo que es precisamente aqu donde podra conocer a muchos autores, Simon. -S, triste pero cierto. Yo tambin escribo un poco... pero slo como pasatiempo y para satisfacer mi ego. El viejo se acerc ms como para estudiar mi cara. -Se ve cansado, seor Mandino... o mejor, creo que puedo llamarlo seor Og. -S, estoy cansado. Ha sido un da largo... una semana larga. -Es larga la distancia que tiene que conducir hasta su casa? -Cuarenta y dos kilmetros, aproximadamente. Simon Potter se volvi y seal con su largo brazo hacia el edificio de cuatro pisos de ladrillos marrn que se

    encontraba frente al estacionamiento. -Yo vivo ah. En el segundo piso. Antes de emprender su largo viaje venga a tomar conmigo una copa de jerez.

    Lo relajar. Empec a negar con la cabeza; pero al igual que en la nieve, aquel da, me encontr a m mismo queriendo

    obedecerle. Abr la portezuela de mi auto, arroj en el interior mi abrigo y portafolios, cerr y empec a caminar detrs de Lzaro.

    Atravesamos el sucio corredor, pasamos junto a los desvencijados buzones de latn que tenan los nombres de los propietarios dentro de unos plsticos amarillentos, y subimos por la destartalada escalera de concreto. Simon sac una llave de su bolsillo, la gir dentro de la cerradura de la puerta de pino en la que haba sido dibujado con rojo el nmero 21; empuj e hizo un ademn para que pasara. Encendi la luz.

    -Disculpe -dijo- mi humilde refugio. Vivo solo, a no ser por Lzaro, y el trabajo de la casa nunca fue una de mis habilidades.

    Sus disculpas eran innecesarias. La pequea sala estaba inmaculada, desde la alfombra ovalada hasta el techo sin telaraas. Casi inmediatamente not los libros, cientos de ellos, que excedan en tamao los dos grandes libreros y se apilaban en dos montones perfectos casi tan altos como su propietario.

    Observ con curiosidad a Simon. Se encogi de hombros y alumbr el cuarto con su sonrisa. -Qu ms puede hacer un viejo adems de leer... y pensar? Por favor, pngase cmodo mientras sirvo la copa. Cuando Simon se dirigi a la cocina, camin hacia sus libros y empec a leer los ttulos, esperando que ellos

    me dijeran, algo sobre este gigante fascinador. Levant la cabeza y recorr con la mirada algunos de los lomos de los libros (Caesar and Christ, de Will Durant; The Prophet, de Gibrn; Lives of Great Men, de Plutarco; Physiology of the Nervous Systems, de Fulton; The Organism, de Goldstein; The Unexpected Universe, de Eiseley; Don Quixote, de Cervantes; Works, de Aristteles, Autobiography, de Franklin, The Imitation of Christ, de Kempis; The Human Mind, de Menninger; The Talmud, varias Biblias y otros).

    Mi anfitrin camin hacia m sosteniendo la copa de vino. La tom y la puse junto a la suya. Los bordes chocaron con una nota suave en la habitacin.

    -Por nuestra amistad -dijo Simon-; porque sea larga y provechosa. -As sea -contest. -Qu piensa de mi biblioteca? -dijo, sealando con su copa hacia los libros. -Es una magnfica coleccin. Me gustara tenerlos. Usted tiene amplios intereses. -En realidad no es as. Son una acumulacin de muchos aos de horas de esparcimiento en tiendas de libros de

    segunda mano. Adems todos tienen un tema en comn que hace que cada volumen sea muy especial. -Especial? -Si. Cada uno trata y explica a su modo algn aspecto del milagro ms grande del mundo; por eso los llamo los

    "libros de la mano de Dios". -La mano de Dios? -Me cuesta trabajo explicarlo con palabras... estoy completamente seguro de que ciertas piezas musicales,

    determinadas obras de arte y ciertos libros y ensayos fueron creados, no por el compositor, artista, autor o escritor, sino por Dios, y a aquellos a los que hemos reconocido como los creadores de estas obras fueron slo instrumentos empleados por Dios para comunicarse con nosotros. Qu pasa, seor Og?

    Aparentemente sus palabras me haban sobresaltado. Solamente dos semanas antes, en la ciudad de Nueva York, Barry Farber, un popular comentarista de radio, haba utilizado esas palabras exactas: la mano de Dios", cuando describa mi libro a su pblico durante mi aparicin dentro de su programa.

    -Quiere decir que cree que Dios se sigue comunicando con nosotros como lo haca con los antiguos profetas judos?

  • 6

    -Estoy completamente seguro. Durante miles de aos el mundo fue testigo de un sinnmero de profetas que proclamaban y explicaban la voluntad de Dios: Elas, Ams, Moiss, Ezequiel. Isaas, Jeremas Samuel y los dems maravillosos mensajeros hasta Jess y Pablo. Y despus... nada? No puedo creerlo. Sin importar cuntos de Sus profetas hayan sido ridiculizados, castigados, torturados y hasta asesinados, no puedo concebir que finalmente Dios se haya dado por vencido y haya vuelto su espalda a nuestras necesidades, trayendo como consecuencia que algunos de nosotros supongamos que l est muerto, ya que hace mucho tiempo que no sabemos nada de l. En vez de esto, creo verdaderamente que ha mandado a todas las generaciones, personas especiales, talentosas, inteligentes... todas compartiendo el mismo mensaje de una o de otra forma... que todo ser humano es capaz de realizar el milagro ms grande del mundo. Y el error ms grave del hombre, ciego como es a causa de las trivialidades de toda civilizacin avanzada, es que no ha comprendido el mensaje.

    -Cul es el milagro ms grande del mundo que podemos realizar? Primero que nada, seor Og, puede definirme lo que es un milagro? -Creo que s. Es algo que sucede en contra de las leyes, de la naturaleza o la ciencia... una suspensin

    temporal de una de estas leyes. -Lo que acaba de decir es conciso y exacto, seor Og. Ahora dgame, se cree capaz de realizar milagros... de

    suspender cualquiera de las leyes de la naturaleza o la ciencia? Me re nerviosamente y negu con la cabeza. El viejo se puso de pie, tom de la mesilla de caf un pequeo

    pisapapeles de vidrio y lo sostuvo frente a mi. -Si suelto este peso, caer al suelo, no es verdad? Asent. -Qu ley decreta que caer al piso? -La ley de la gravedad? -Exacto. Entonces, sin ninguna advertencia, dej que el pisapapeles cayera de su mano. Instintivamente lo pesqu antes

    de que tocara el suelo. Simon dobl las manos y me mir sonriendo con autosatisfaccin. -Se da cuenta de lo que acaba de hacer, seor Og? -Cog su pisapapeles. -Hizo mucho ms. Su accin suspendi temporalmente la ley de la gravedad. Sea cual sea la definicin de un

    milagro, usted acaba de realizar uno. Ahora, cul cree usted que sera el milagro ms grande que jams se haya realizado en la Tierra?

    Lo pens durante varios minutos. -Probablemente seran esos casos en los que un muerto supuestamente ha regresado a la vida. -Estoy de acuerdo, como seguramente lo estara el total de la opinin mundial. -Pero, en qu forma est esto relacionado con esos libros que tiene amontonados? Seguramente no contienen

    ningn mtodo secreto sobre cmo regresar de la muerte. -Pues s, seor Og. La mayora de los seres humanos estn muertos, en uno u otro grado. De una u otra forma

    han perdido sus sueos, sus ambiciones, su deseo de una vida mejor. Han perdido su lucha por su autoestimacin y han comprometido su gran potencial. Se han establecido en una vida de mediocridad, das de desesperacin y noches de lgrimas. No son ms que muertes vivientes confinadas a cementerios de su eleccin. Adems necesitan salir de ese estado. Pueden resucitar de su lamentable condicin. Cada uno puede realizar el milagro ms grande del mundo. Todos pueden regresar de la muerte... y en esos libros estn los secretos ms sencillos, tcnicas y mtodos que pueden aplicar a su propia vida para convertirse en lo que desean ser y alcanzar todas las verdaderas riquezas de la vida.

    No supe qu decir o cmo responder. Permanec sentado, observndolo, hasta que rompi el silencio. -Acepta usted la posibilidad de que los individuos realicen tal milagro con sus propias vidas, seor Og? -s, por supuesto. -Alguna vez escribi sobre dichos milagros en sus libros? -Algunas veces. -Me gustara leer lo que ha escrito. -Le traer una copia de mi primer libro. -Hay milagros en l? -S, varios. -Sinti la mano de Dios sobre la suya cuando lo escribi? -No lo s, Simon. No lo creo. -Posiblemente yo pueda decrselo despus de leerlo, seor Og. Despus de esta conversacin permanecimos sentados en el silencio, interrumpido slo por el rumor de un

    camin o autobs ocasional que pasaba por la avenida Devon. Beb el jerez y me sent tan descansado y en paz con el mundo como no lo haba estado en muchos meses. Finalmente deposit mi copa en la pequea mesa pulida que estaba junto a mi silla y me encontr a m mismo observando dos pequeas fotografas; cada una tena un marco de bronce. Una era de una encantadora mujer morena y la otra de un chico rubio en uniforme militar.

  • 7

    Mir a Simon y comprendi mi silenciosa pregunta. -Mi esposa. Mi hijo. Asent. Su voz, ahora tan suave que casi no le escuchaba, pareca flotar a travs de la habitacin hasta donde

    me encontraba. -Los dos han muerto. Cerr los ojos y asent nuevamente. Sus siguientes palabras apenas fueron un susurro. -Dachau, mil novecientos treinta y nueve. Cuando abr los ojos, el viejo tena la cabeza inclinada y las dos enormes manos detenan con fuerza la frente.

    Despus, como avergonzado de haber expuesto momentneamente su tristeza frente a un extrao, se enderez y forz una sonrisa.

    Cambi la conversacin. -Qu hace usted, Simon? Tiene un empleo? El viejo vacil unos segundos. Despus, volvi a sonrer, abri las manos con un ademn retrado y dijo: -Soy trapero, seor Og. -Crea que los traperos haban desaparecido junto con los comedores de beneficencia y las marchas de hambre

    de la dcada de mil novecientos treinta. Simon se levant, camin hacia m, puso su mano sobre mi hombro y lo apret cariosamente. -Por definicin, seor Og, un trapero es alguien que recoge trapos y otros materiales de desperdicio de las

    calles y basureros para ganarse la vida. Me imagino que esa clase de traperos casi ha desaparecido de la escena norteamericana durante estos aos de empleo, pero podramos verlos nuevamente si cambiaran las condiciones.

    -Lo dudo. Nuestro porcentaje de crmenes parece decirnos que hemos descubierto formas ms rpidas y fciles de echarle el guante a un dlar... como los asaltos, los robos y las rateras.

    -Me temo que lo que usted dice es verdad, seor Og. En estos das en que los precios del papel y los metales se elevan desmesuradamente, me imagino que un trapero o un basurero puede subsistir. Sin embargo, yo no soy ese tipo de trapero. Busco materiales ms valiosos que viejos peridicos y botes de aluminio de cerveza. Busco los desperdicios de tipo humano, personas que han sido abandonadas por otras o por s mismas, individuos que todava poseen grandes potenciales pero han perdido su dignidad o el deseo de una vida mejor. Cuando les encuentro trato de cambiar sus vidas por una mejor, darles un nuevo sentido de esperanza y direccin, y ayudarles a regresar de su muerte viviente... lo cual es para m el milagro ms grande del mundo. Y, por supuesto, la sabidura que he recibido de los libros de "la mano de Dios" me ha ayudado grandemente en mi, digamos, profesin.

    "Vea esta cruz de madera que uso con frecuencia. Fue tallada por un joven que una vez fue encargado del embarco de mercanca. Me top con l una noche en la avenida Wilson... o ms bien dira que l se top conmigo. Estaba ebrio. Le traje aqu. Despus de varias tazas de caf negro, una ducha helada y algo de comida, platicamos. Era realmente un alma perdida, casi hundida por su incapacidad de mantener adecuadamente a su esposa y a sus dos hijos. Haba estado trabajando en dos empleos, ms de diecisiete horas diarias, durante casi tres aos y haba llegado al lmite.

    Haba empezado a refugiarse en la bebida cuando le encontr... tratando de no enfrentarse con su muerte viviente y con una conciencia que le deca que no era digno de su joven y maravillosa familia. Me las arregl para convencerle de que su situacin era comn y estaba muy lejos de ser desesperante, y empez a visitarme casi a diario, antes de ir a su trabajo nocturno. Juntos descubrimos y discutimos muchos de los antiguos y modernos, secretos de la felicidad y del xito. Creo que analizamos a todos los sabios, desde Salomn a Emerson y a Gibrn. Y l escuchaba cuidadosamente.

    -Qu sucedi con l? -Cuando tuvo ahorrados mil dlares renunci a ambos empleos, meti a su familia dentro de su viejo Plymouth y

    se fue hacia Arizona. Ahora tienen una tienda a la vera del camino, a las afueras de Scottsdale, y est empezando a ganar mucho dinero con sus artesanas de madera. De cuando en cuando me escribe, siempre agradecindome por haberle dado el valor que necesitaba para cambiar de vida. Actualmente es un hombre feliz y satisfecho... no rico, pero s ms contento. Vea, seor Og, la mayora de nosotros construimos prisiones para nosotros mismos y despus de vivir ah por algn tiempo nos acostumbramos a sus paredes y aceptamos la premisa falsa de que estamos encarcelados para siempre. Tan pronto como esta creencia se posesiona de nosotros, abandonamos la esperanza de hacer algo ms con nuestras vidas o de alguna vez darle la oportunidad de lograr nuestras ilusiones. Nos convertimos en muecos y empezamos a sufrir una muerte viviente. Puede ser loable y noble sacrificar su vida por una causa o un negocio o la felicidad de otros, pero si se es miserable y vaco en esa forma de vida, a sabiendas, entonces permanecer as es una hipocresa, una mentira y un rechazo de la fe puesta en uno por su creador.

    -Simon, disclpeme, pero nunca se le ha ocurrido que posiblemente no debera intervenir en la vida de las personas o que no tiene derecho de hacerlo? Despus de todo, ellos no lo buscan. Usted debe encontrarlos y convencerlos de que pueden tener una nueva vida si estn deseosos de intentarlo. No est tratando de jugar a ser Dios?

    Las facciones del viejo se suavizaron con una mirada de simpata y compasin por m aparente falta de

  • 8

    percepcin y entendimiento. Su respuesta fue breve... y clemente. -Seor Og, no estoy jugando a ser Dios. Lo que usted aprender, ms tarde o ms temprano, es que Dios juega

    con frecuencia a ser hombre. Dios no har nada sin el hombre y siempre que hace un milagro lo hace a travs del hombre.

    Se levant como si quisiera terminar abruptamente mi visita, una tcnica que yo uso con frecuencia en la oficina si lo que ms me conviene es terminar una entrevista.

    Le estrech la mano y me encamin hacia el corredor. -Gracias por la hospitalidad y el jerez. -Fue un placer, seor Og. Y, por favor, trigame una copia de su libro en cuanto pueda. Durante el largo viaje hasta mi casa una pregunta sigui martillando en mis pensamientos. Si ese viejo trapero

    se especializaba en rescatar los desperdicios humanos, por qu perda su tiempo conmigo, presidente de una exitosa y rica compaa que se encontraba entre los del cincuenta por ciento de impuestos y que acababa de escribir un best seller?

    CAPTULO 3

    Varios das despus, cuando estaba sacando mi auto del estacionamiento, o mi nombre pronunciado en un

    volumen slo ligeramente ms bajo en decibeles que el sistema de direccin pblica del Wrigley Field. Mir a m alrededor, pero no pude encontrarlo.

    -Seor Og, seor Og... aqu arriba! Simon estaba inclinado hacia afuera de la ventana del departamento del segundo piso, sobre una maceta llena

    de plantas, sacudiendo una pequea regadera azul de plantas para atraer mi atencin. Lo salud. -Seor Og, seor Og... su libro, su libro. No olvide que lo prometi. Inclin la cabeza en seal de aprobacin. Seal hacia su apartamento. -Esta noche... antes de irse a casa? Asent nuevamente. Sonri y grit: -Tendr listo su jerez. Hice con la mano una seal de aprobacin, cerr el auto y me dirig hacia los problemas del da. -Simon Potter, quin eres t? -Simon Potter, qu eres t? -Simon Potter, por qu eres t? Me encontr a mi mismo repitiendo silenciosamente estas tres preguntas como si se tratara de una de aquellas

    tonadillas de mi juventud, al mismo tiempo que me diriga hacia la oficina. Haba sido incapaz de dominar mis sentimientos sobre el viejo y esto me incomodaba. Ejerca una especie de

    fascinacin sobre m... y, por alguna razn inexplicable, me aterraba. Tanto su apariencia como su comportamiento llenaban mis nociones preconcebidas de cmo debieron ser los profetas y msticos bblicos, y pensaba en l en los momentos ms extraos, a la mitad de una reunin en la que se hablaba sobre el presu-puesto, al leer la presentacin de un artculo, cuando lea la crtica de un libro. Su cara, su voz, su forma carismtica se introducan en lo que estaba pensando y absorban momentneamente mi concentracin. Quin era? De dnde vena? Qu haca este Isaas de la actualidad en mi vida? Posiblemente obtendra algunas respuestas esta noche. As lo esperaba para mi tranquilidad mental.

    A media tarde le ped a Pat Smith, mi secretaria, que encargara una copia de mi libro, El vendedor ms grande del mundo, al departamento de inventario. Se detuvo en la puerta de mi oficina despus de dejar el libro en mis manos.

    -Se le ofrece algo ms, Og? -No, gracias Pat, hasta maana. Buenas noches. -Buenas noches... no olvide desconectar la cafetera. -No lo har. -Dijo lo mismo la ltima vez que trabaj hasta tarde... y descompuso dos cafeteras. Escuch cmo echaba llave a la puerta exterior mientras sostena el libro, mi libro, mi creacin que ahora era

    aclamada por Publishers Weekly como "el best seller que nadie conoce". Durante cuatro aos haba pasado inadvertido y, de repente, mediante una venta fenomenal de cuatrocientos mil ejemplares en carton haba sobrepasado todas las ediciones de esa clase de todos los libros escritos por Harold Robbins, Irving Wallace o Jacqueline Susann.

    Ahora haba rumores acerca de que las editoras de libros de bolsillo estaban interesadas en adquirir los derechos de reimpresin, y de que hablaban de grandes sumas de dinero... de dinero de seis dgitos. Y si pasaba todo esto? Podra hacerle frente? Podra arreglrmelas con toda esa riqueza repentina y la publicidad nacional que seguramente seguira a una campaa de promocin dirigida por cualquiera de las editoras de libros

  • 9

    de bolsillo? A qu precio terminara pagando todo esto? Lo lamentara despus? Record lo que haba dicho Simon sobre las prisiones perpetuas que construimos a nuestro alrededor. Sera este xito una llave para mi liberacin... o una para encerrarme? De todas formas, qu ms quera de la vida? Cambiara mi forma de vida si tuviera esa independencia financiera? Quin podra tener realmente la respuesta a estas preguntas antes de que los acontecimientos tuvieran lugar?

    Trat de expulsar de m mente todos estos pensamientos sobre qu ocurrira si, y abr el libro para autografirselo a Simon. Qu poda escribir en el libro que fuera adecuado para este hombre con apariencia de santo? Por alguna razn las palabras adecuadas eran importantes para m. Qu pensara un experto en Gibrn, Plutarco, Platn, Sneca y Eiseley sobre m pequeo libro despus de leerlo? Eso era importante. Para m.

    Empec a escribir... Para Simon Potter, el mejor trapero de Dios con afecto, Og Mandino. Record que tena que desconectar la cafetera, encender la alarma contra ladrones, apagar las luces, echar

    llave; despus camin a travs del oscuro estacionamiento hacia su departamento. Encontr el nmero 21 garrapateado con lpiz amarillo sobre uno de los buzones, puls dos veces el timbre, y sub las escaleras. Simon me esperaba en el corredor.

    -Se acord! -Usted me lo record! -Oh, s, como la mayora de los viejos soy grosero y presumido! Perdone mis pecados, seor Og. Pase, pase. Estando an de pie, iniciamos nuestro dilogo. Le di mi libro y l me dio una copa de jerez. Frunci el entrecejo

    cundo ley el ttulo. -El vendedor ms grande del mundo? Muy interesante. Puedo adivinar quin podra ser? -Nunca adivinar, Simon. No es quien usted se imagina. Despus lo abri y ley mi inscripcin. Su cara pareci suavizarse y cuando volte a mirarme sus ojos estaban

    hmedos. -Gracias. S que me va a gustar. Pero, por qu razn escribi esto? Trapero, si... pero el mejor de Dios? Seal hacia sus libros. -Cuando estuve aqu, la otra vez, me habl sobre su teora de que algunos libros eran escritos y guiados por la

    mano de Dios. Me imagino que si puede reconocer cuando un escritor ha sido tocado por la mano de Dios es porque debe ser un amigo especial suyo.

    Estudi mi cara resueltamente, observndome durante unos minutos interminables, hasta que desvi la mirada. -Y a usted le gustara que leyera su libro y decidiera si pienso que pertenece a la misma categora que los

    otros... ayudados por la mano de Dios, como lo fueron? -No s si quiero o no que lo haga, Simon. Posiblemente en mi subconsciente lo deseo, pero no haba pensado

    en ello. Lo nico que s, con toda seguridad, es que he tenido las premoniciones ms extraas cuando me encuentro con usted. Est en mi pensamiento la mayor parte del tiempo y desconozco la razn.

    El viejo recost la cabeza sobre la silla y cerr los ojos. -Una premonicin es una advertencia, una corazonada sobre algo que va a suceder. Es eso lo que siente

    cuando est conmigo o piensa en m? -No estoy muy seguro de que eso explique lo que siento. -Podra ser la sensacin de habernos visto antes o de haber compartido algo en el pasado? Cmo lo llaman

    los franceses? Ah, si... dja vu. -Eso se acerca ms. Alguna vez ha tenido un sueo que trata y trata de recordar cuando despierta y todo lo

    que queda en su memoria son sombras y voces irreconocibles que no tienen ningn significado o relacin con su vida?

    -Muchas veces -asinti el viejo. -Bien, eso es lo que siento cuando estoy con usted o pienso en su persona. Slo que no puedo caracterizarlo

    porque nunca antes lo haba sentido. -La mente es un mecanismo sumamente extrao, seor Og. -Simon, ni siquiera podra empezar a imaginar cuntos libros y revistas he ledo acerca de la mente los ltimos

    diez aos, para posible uso en mi revista. Adems, mientras ms leo ms cuenta me doy qu tan poco sabemos sobre ese misterio que est en nuestro interior... o hasta dnde se localiza.

    El viejo se frot las manos contra las mejillas y dijo: -El doctor Karl Menninger escribi que la mente humana es mucho ms que el cofrecillo de trucos del cerebro.

    Es ms bien toda la personalidad formada por los instintos, hbitos, recuerdos, rganos, msculos y sensaciones humanos, todo pasando por un proceso constante de cambio.

    -Conozco al doctor Menninger. -En persona? De verdad? -Si. -Qu clase de persona es?

  • 10

    -Es un gigante, casi de su tamao, un hombre encantador, al igual que usted... y cuando habla siempre tiene un destello en los ojos.

    -Hay en mis ojos, como lo llam, un "destello", seor Og? -Algunas veces, Simon. Algunas veces. Sonri tristemente. -Me gusta ms lo que escribi Milton acerca de la mente. "La mente est en su propio lugar, y puede hacer por

    si misma un paraso del infierno, o un infierno del paraso". Seor Og, nuestra mente es la creacin ms grande de la Tierra y puede crear la ms sublime de las felicidades para su propietario... o puede destruirle.. Sin embargo, a pesar de que se nos ha dado el secreto para gobernarla, para felicidad y beneficio, seguimos ignorando sus potencialidades, como los ms estpidos animales.

    -El secreto de cmo gobernar la mente en beneficio propio...? Simon seal hacia los estantes. -Todo se encuentra ah. Uno slo tiene que estudiar los tesoros que permanecen, expuestos, a nuestro

    alrededor. Durante incontables siglos el hombre compar su mente con un jardn. Sneca dijo que la tierra, sin importar qu tan rica fuera, no poda ser productiva si no se cultiva; nuestra mente tampoco podra serlo. Sir Joshua Reynolds escribi que nuestra mente es slo tierra infecunda, acabada e improductiva, a menos de que se cultive continuamente con nuevas ideas. Y James Allen, en su obra clsica monumental. As A Man Thinketh, escribi que la mente del hombre es como un jardn que debe ser cultivado inteligentemente o permitrsele que crezca como la selva, pero ya sea que se cultive o descuide, producir. Si no se plantan semillas tiles, entonces caer sobre la tierra una abundancia de semillas improductivas, y los resultados sern equivocados, intiles, peligrosos y sucios. En otras palabras, sea lo que se a que permitamos que entre en nuestra mente, siempre obtendr frutos.

    Encend un cigarrillo y estuve pendiente de cada una de sus palabras. -Actualmente el hombre compara su mente con una computadora, pero sus conclusiones son las mismas que

    las de Sneca y otros. Las personas que trabajan con computadoras tienen una frase, en realidad siglas, DADA (desperdicios adentro, desperdicios afuera). Si se alimenta informacin equivocada a una computadora, se obtendrn respuestas equivocadas. Lo mismo ocurre con nuestra mente... ya sea que se piense en trminos de un jardn o de una computadora IBM Tres Sesenta. Alimenta material negativo... y eso mismo recoger. Por otro lado, si programa, o planta pensamientos e ideas positivos, hermosos y correctos, eso cosechar. Como ve es muy sencillo. En realidad puede convertirse en lo que piensa. Lo que un hombre piense en su corazn, eso es l. Allen escribi: "El hombre es hecho o deshecho por s mismo; en la armona del pensamiento forja las armas con las que se destruye; tambin modela las herramientas con las que construye para s mismo mansiones celestiales de felicidad, fuerza y paz. Con la eleccin correcta y la aplicacin de la verdad del pensamiento el hombre se eleva hasta la perfeccin divina". Seor Og, recuerde estas palabras: "con la eleccin correcta". Son la piedra angular para una vida feliz y, posiblemente, algn otro da, me permitir explicarlo ms detalladamente.

    -En otras palabras, Simon, lo que est diciendo es que podemos programar nuestras mentes. Pero, cmo? -Es muy sencillo. Podemos hacerlo personalmente u otros lo harn por nosotros. Simplemente, al escuchar o

    leer repetidamente un pensamiento o una afirmacin, ya sea que constituya una verdad o la ms vil de las mentiras, al fin nuestra mente imprimir ese pensamiento y se convertir en una parte permanente de nuestra personalidad, tan fuerte que hasta actuaremos de acuerdo a eso sin siquiera considerar o reflexionar en el futuro. Como puede recordar, Hitler hizo esto a un pas entero, y la frase "lavado de cerebro" constituye algo que nos es familiar despus de las muchas experiencias tristes que tuvimos con nuestras tropas en el Oriente.

    -Nos convertimos en lo que pensamos? -Siempre! Esta pareca ser una buena oportunidad para intentarlo, y la aprovech. -Simon, hbleme de usted mismo. Le importa? Sacudi la cabeza, puso la copa de vino sobre la mesilla, sus manos sobre el regazo y las observ mientras

    hablaba. -No me importa. No he tenido esta oportunidad desde hace muchos aos, y me doy cuenta de que espera que

    yo pueda tocar algn hecho, algn punto que le aclare todo lo concerniente a nuestra relacin. Primero que nada tengo setenta y ocho aos y buena salud. Llegu a este pas en mil novecientos cuarenta y seis.

    -Lleg despus de la guerra? -S. -A qu se dedicaba antes de la guerra? Sonri. -Me doy cuenta que se necesitar una buena porcin de fe ciega de su parte para creerme, pero yo diriga la

    compaa importadora y exportadora ms grande de Alemania, que se dedicaba exclusivamente a productos del Medio Oriente. Mi hogar estaba en Francfort pero la oficina principal de la compaa se encontraba...

    -En Damasco? -lo interrump. Me mir extraamente. -S, seor Og, en Damasco.

  • 11

    Me pas la mano sobre la cara y termin el Jerez. Cmo, en el nombre de Dios, supe eso? Por alguna razn inexplicable me sent urgido repentinamente de levantarme y correr fuera de ah. En vez de eso me qued sentado, con las piernas inmviles, paralizado por un dilema desconocido. No quera escuchar nada ms y al mismo tiempo quera or todo. El reportero que hay en m gan la partida y empez a bombardear preguntas como si se tratara d un ambicioso fiscal. Respondi a cada una de mis preguntas con toda calma.

    -Simon, tena sucursales su compaa? -Diez, en ciudades como Jerusaln, Bagdad, Alejandra, El Cairo, Beirut, Aleppo... -Diez? -Diez. -Qu clase de mercanca importaba y exportaba? -En su mayora eran artculos que tenan algn valor o rareza. Acabados de lana o lino, cristalera fina, piedras

    preciosas, las alfombras ms finas, algunos artculos de piel, papel tapiz... -Dijo usted que su compaa era grande? -Era la ms grande de su tipo en el mundo. Nuestro volumen anual de ventas, an durante la depresin, en mil

    novecientos treinta y seis exceda los doscientos millones de dlares estadounidenses. -Y usted era el presidente de la compaa? Simon baj la cabeza tmidamente. -No es difcil ser presidente de una compaa cuando se es el nico propietario y fundador y... -tom mi libro y

    seal el titulo- y tambin el vendedor ms grande de la compaa. Mi anfitrin se levant y volvi a llenar mi copa. Beb la mitad de su contenido y lo estudi a l cuidadosamente.

    Estaba disimulando frente a m? Finalmente tom su brazo y le di la vuelta cariosamente de modo que poda ver directamente hacia sus ojos.

    -Simon, dgame la verdad, ha ledo mi libro? -Perdneme, seor Og, pero jams haba visto una copia de su libro antes de esta noche. Por qu? -El vendedor ms grande del mundo tiene lugar en el tiempo de Cristo. Narra la historia de un joven camellero,

    Hafid, que quera convertirse en vendedor para ganar la parte de oro que le corresponda y que vea era el fruto de los esfuerzos de otros vendedores de la caravana. Finalmente, despus de muchas negativas, el dueo de todo le da un manto a Hafid, para que lo vendiera en la villa ms cercana, llamada Beln, para probar si era buen vendedor. En lugar de esto, despus de tres humillantes das en los que no puede vender el manto, el joven lo regala a una pareja para calentar a un recin nacido que duerme en un pesebre. Luego regresa a la caravana, creyendo que ha fallado como vendedor, sin percatarse de la brillante estrella que le sigue. Pero su amo lo interpreta como una seal que le haba sido profetizada muchos aos antes y le da diez pergaminos sobre el xito que el joven finalmente aplica a su vida y se convierte en... el vendedor ms grande del mundo.

    -Es una trama sumamente interesante, seor Og. -Todava hay ms, Simon. Cuando el joven, Hafid, se vuelve rico y poderoso, establece su almacn principal en

    una ciudad. Le importara tratar de adivinarla? -Damasco? -S. Y despus abre otros almacenes a lo largo del Medio Oriente. Cuntos, Simon? -Diez? -S, nuevamente. Y los artculos que l venda, como se describe en mi libro, eran exactamente los mismos que

    usted venda! El viejo volte la cabeza hacia otro lado mientras hablaba calmadamente. -Esas.... son... coincidencias... extremadamente... extraas... seor Og. Le presion. -Hbleme de su familia, Simon. Vacil durante unos minutos antes de volver a hablar. -Bien, como le dije anteriormente, mi hogar se encontraba en Francfort. En realidad vivamos en un suburbio,

    Sachsenhausen, en una preciosa casa con vista al ro Main. Mi tiempo ah era limitado. Pareca como si siempre estuviera dicindole adis a mi familia en el aeropuerto. Cada vez odiaba ms los das y semanas que pasaba lejos de mi esposa y de mi hijo. Finalmente, en mil novecientos treinta y cinco, decid hacer algo para cambiar mi vida. Hice planes cuidadosos para el futuro. Decid trabajar muy duro hasta mil novecientos cuarenta, y entonces tomara del negocio lo suficiente para que mi familia y yo viviramos cmodamente durante el resto de nuestra vida. Cuando llegara ese momento les proporcionara el control de la compaa a quienes me haban sido leales a lo largo de los aos...

    Volv a interrumpirle... y esta vez mi voz se quebr. -Simon, cuando lea mil libro ver que mi vendedor, Hafid, finalmente les dio su negocio y la mayor parte de sus

    riquezas a aquellos que le haban ayudado a crearlo. El viejo frunci el entrecejo mientras sacuda la cabeza. -No puede ser! No puede ser! -Usted mismo lo leer. Qu pas con su familia? -Para entonces, Hitler haba subido al poder. Yo, al igual que la mayora de los hombres de negocios, ignoraba

  • 12

    la clase de monstruo al que habamos permitido asumir el gobierno de nuestro pas. Mi esposa era juda y mientras yo me encontraba en uno de mis viajes a Damasco, fui visitado, un da, por uno de los agentes de Hitler. Este me notific tranquilamente que tanto mi esposa como mi hijo se encontraban bajo lo que l llam "custodia de proteccin" y que solamente seran liberados si yo firmaba en favor del Partido Nacional Socialista la posesin de toda mi compaa y sus utilidades. Firm sin vacilar. Despus vol de inmediato hacia Francfort, en donde fui arrestado en el aeropuerto por la polica secreta. Pas todos los aos de la guerra yendo de un campo de concentracin a otro. Me imagino que el no haber sido judo salv mi vida.

    -Y su esposa e hijo? -Nunca volv a verlos. Empec a decir: "lo siento", pero me contuve. -Y su negocio? -Se acab. Los nazis confiscaron todo. Despus de la guerra pas casi cuatro aos tratando de encontrar

    alguna pista sobre mi familia. Tanto los norteamericanos como los ingleses fueron sumamente cooperativos y compasivos. Finalmente supe, a travs del servicio de informacin norteamericano, que tanto mi esposa como mi hijo haban sido asesinados y cremados en Dachau casi inmediatamente despus de haber sido capturados.

    Era penoso continuar. Me senta un cruel inquisidor que forzaba al viejo a revivir recuerdos que probablemente haban sido empujados hasta lo ms profundo de su mente desde haca mucho tiempo con el fin de conservar su cordura. Sin embargo, continu:

    -Cmo lleg a este pas? -En mis buenos tiempos contaba con amigos muy finos en Washington. Uno de ellos intercedi por m ante las

    autoridades correspondientes de inmigracin, quienes olvidaron mi falta de pasaporte. Otro me prest dinero para el pasaje. Haba visitado Chicago en mil novecientos treinta y uno y me haba gustado por su vitalidad, por lo que vine ac.

    -Qu ha estado haciendo durante todos estos aos? Se encogi de hombros y mir al techo. Qu puede hacer un ex millonario presidente de una compaa, cuyas ambiciones haban muerto en una

    cmara de gas? Trabaj en un centenar de lugares insignificantes, con la nica intencin de sobrevivir... de portero de un club nocturno, de cocinero, en la tarea sanitaria de la ciudad, en construccin... en cualquier cosa. Saba que contaba con el conocimiento, la experiencia y la capacidad necesarias para empezar un nuevo negocio propio, pero no deseaba hacerlo. No exista una razn por la cual desear el xito o adquirir riquezas, por lo que no me esforc. Finalmente pas los exmenes de la ciudad y trabaj de portero de una escuela de la avenida Foster. Ese empleo me sirvi mucho. Me encontraba rodeado de pequeos que rean todo el da. Muy bueno. Y de cuando en cuando poda ver algn chico que me recordara a mi Eric. Era un empleo fino y decente. Me retir al cumplir sesenta y cinco aos, y la ciudad me empez a dar una pequea pensin suficiente para vivir... y leer.

    -Qu le hizo decidirse a ser lo que usted llama trapero? Simon sonri y se recost en su silln, mirando al techo nuevamente, como si tratara de recordar detalles de un

    suceso que haba permanecido dormido entre sus recuerdos durante largo tiempo. -Tan pronto como me retir me cambi a este departamento. Lzaro, yo y mis libros. El que cada maana

    caminramos Lzaro y yo alrededor de la manzana se convirti en un ritual. Una maana, al salir del edificio volte hacia la entrada del estacionamiento, en donde lo vi a usted por primera vez; ah se encontraba una joven dama que pareca estar en dificultades. Su auto estaba estacionado en la entrada, la barra permaneca en posicin horizontal, y ella sacuda enojadamente la caja de metal que acepta las monedas que activan la barra. Camin hacia ella y le pregunt si poda ayudarle. Estaba llorando, y entre sollozos me dijo que haba introducido en la caja sus dos ltimas monedas y la barra no se haba elevado. Ms an, deba estar en clase, en la Universidad de Loyola, en menos de diez minutos, ya que tena un examen final. Hice lo que cualquier persona hubiera hecho. Saqu dos monedas del bolsillo de mi pantaln, las introduje por la ranura y esta vez la barra si se elev. Despus de esto prosegu mi paseo con Lzaro.

    Para entonces el viejo caminaba por la habitacin. -No habamos caminado mucho cuando escuch unos pasos apresurados detrs de m. Me volv para observar

    que la bella joven se diriga hacia m, todava con los ojos llenos de lgrimas, pero sonriente. Antes de que me diera cuenta de lo que la joven hacia, sta puso sus brazos alrededor de mi cuello, me jal hacia ella y me bes en la mejilla... la primera vez que me abrazaba una mujer desde la muerte de mi esposa. La joven no dijo nada... solamente fue un abrazo y el beso... y despus se esfum. Ese incidente trivial fue lo que dio a mi vida un nuevo sentido y direccin, seor Og. Resolv dejar de ocultarme en mi pequeo departamento, dejar de lamentarme por lo que me haba deparado la vida, y empezar a dar algo de mi ser a otros despus de todos esos aos de autocompasin. Como ve, en realidad fue una decisin egosta, ya que la sensacin que tuve, cuando esa agraciada joven me bes, me fue desconocida durante muchos aos. Era la sensacin que se tiene cuando se ha ayudado a otro sin pensar en algn beneficio personal. Desde entonces soy un trapero.

    Me sent cansado. Las preguntas y respuestas me haban agotado. Sin embargo, haba algo ms que tena que saber.

    -Simon, usted dijo que el nombre de su hijo era Eric. Cul era el de su esposa?

  • 13

    -Seor Og, mi esposa tena un nombre tan encantador como su alma... Lisha. Lo nico que pude hacer fue suspirar y murmurar: -Simon, por favor, pseme mi libro. El viejo caballero puso el libro en mi regazo. Pas apresuradamente las primeras pginas y par en la catorce. -Simon, vea! Aqu... donde estoy sealando, a la mitad de la pgina... este es el nombre que le di a la esposa

    de Hafid, el vendedor ms grande del mundo. Lalo! Un medio sollozo, un medio grito de angustia escap de los labios del hombre mientras observaba la pgina

    impresa. Despus me mir, incrdulo, mientras se formaban en sus inolvidables ojos unas grandes lgrimas. - No puede ser, no puede ser! Tom el libro con sus enormes manos, mientras observaba resueltamente la pgina. Finalmente la elev hasta

    su mejilla, la recarg cariosamente contra su barba y murmur suavemente una y otra vez: -Lisha Lisha... Lisha.

    CAPTULO 4 Pas un mes antes de que lo volviera a ver. Haban terminado las horas de trabajo y me encontraba solo en mi oficina tratando de disminuir la

    correspondencia que se haba acumulado durante mi ausencia. Escuch el click de la puerta exterior y me puse rgido. Quien quiera que haya sido, el ultimo en salir olvid echar llave, y las rateras se estaban convirtiendo en una forma de ganarse la vida en el vecindario.

    Entonces, en la puerta de mi oficina, apareci Lzaro con movimientos sin coordinacin, moviendo la cola; las orejas suban y bajaban; mova la lengua rpidamente... mientras jalaba de la cuerda que conduca hasta su amo.

    El viejo me abraz. -Seor Og, me da gusto verle. Lzaro y yo estbamos preocupados por usted. -Estuve fuera de la ciudad por asuntos de negocios, Simon. Creo que alguien esta tratando de cambiar mi vida. -Para bien? -No estoy seguro. A lo mejor usted puede decrmelo. -Sabia que no estaba aqu, seor Og. Todos los das me asomaba por la ventana para ver su pequeo auto caf.

    Nada... ni auto, ni seor Og. Y entonces, esta maana ah estaba. Me sent tan contento. Quera verlo y al mismo tiempo no quera molestarlo. Tard todo el da en armarme de valor para venir a verle.

    -Me alegro de que lo hiciera. De todas formas yo hubiera ido a buscarle para decirle las noticias sobre el libro. -Son buenas? -Todava no estoy seguro de lo que me esta pasando. El viejo asinti y me dio unas orgullosas palmadas en el hombro. Despus condujo a Lzaro hasta el perchero,

    en donde lo amarr. El perro enterr la nariz en la alfombra y cerr los ojos. -Se ve maravillosamente, Simon. Jams lo haba visto de traje y corbata. Mi visitante toc tmidamente la solapa de su arrugado saco Con sus enormes dedos y murmuro: -No poda visitar al presidente de una compaa pareciendo un vagabundo, o s? -Por que no? Supongo que ustedes, los traperos, trabajan con disfraces de todos tipos y probablemente se han

    infiltrado en un mayor nmero de vidas que la CIA. Son ngeles sin portafolios. El comienzo de una sonrisa se evaporo repentinamente cuando dije la palabra "ngeles". Despus se repuso y

    forz una irnica sonrisa. -Solo un escritor podra lograr una descripcin tan aguda. Sin embargo, nosotros los traperos carecemos de

    recursos. Adems existe una explosin demogrfica de basureros humanos tan vasta que no somos suficientes para hacer el trabajo adecuadamente. Me pregunto si el editor de su revista, el seor W. Clement Stone, es trapero.

    Los dos volteamos hacia el retrato de mi jefe que me miraba clidamente desde la pared que se encuentra a la derecha de mi escritorio.

    -Debe serlo, Simon. l me sac de un basurero, hace diecisis aos, cuando estaba acabado, solo y bebiendo con frecuencia. Es gracioso, pero parece ser que ustedes los traperos tienen una poltica de silencio en cuanto a sus buenas obras. Debido a que me encuentro cerca de l he tenido la oportunidad de conocer a algunas de las personas a las que ha ayudado el seor Stone y, sin embargo, muy pocas de sus acciones como buen samaritano se publican en los peridicos.

    Simon movi la cabeza en seal de aprobacin. -Esto se debe a que los traperos tratamos de seguir la ley bblica que Lloyd Douglas hizo famosa en su libro

    Magnificent Obsession. -O sea, hacer el bien y... callarse. Su explosiva risa llen la habitacin. -Eso es lo que quise decir, aunque nunca haba odo que lo dijeran de esa misma forma. Creo que sigo

    prefiriendo el mandato original de Jess, como lo escribi Mateo. -Simon, saba usted que cuando se public el libro Magnificent Obsession la venta de Biblias se elev

  • 14

    increblemente en todo el mundo? -Por que, seor Og? -Porque todos empezaron a buscar el pasaje bblico que dio origen a dicho libro, y Douglas, con un rasgo de

    ingenio, jams lo seal especficamente en su libro. El buscar el pasaje casi lleg a convertirse en el pasatiempo ms popular en este pas durante un ao, o ms, haciendo de Magnificent Obsession un best seller. Adems, aquellos que encontraron dicho evangelio, o captulo lo conservaron como un secreto al que poda aspirarse slo si se descubra personalmente.

    -Podramos utilizar ese truco actualmente, seor Og. -S. Conoce el pasaje, Simon? El viejo sonri, se levanto y me observo desde el otro extremo del escritorio, cerr su mano derecha

    manteniendo erguido el ndice hacia m... Y mientras lo mova, dijo: -"Estad atentos a no hacer vuestra la justicia delante de los hombres para que os vean; de otra manera no

    tendris recompensa ante vuestro Padre, que esta en los cielos. "Cuando hagas, pues, limosna, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipcritas en las

    sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; en verdad os digo que ya, recibieron su recompensa.

    "Cuando des limosna, no sepa la izquierda lo que hace la derecha para que tu limosna sea oculta, y el Padre, que ve lo oculto, te premiar".

    Estoy seguro de que nunca fue dicho de mejor forma... excepto en la montaa... hace dos mil aos. Le serv a mi amigo una taza de horrible caf y platicamos un poco mientras caminaba, taza en mano,

    lentamente por mi oficina. Se detuvo frente a la pared en la que se encuentran algunas fotografas autografiadas y ley en voz alta los nombres; su voz aumentaba en volumen gradualmente cada vez que lea otro nombre ms, como queriendo significar que estaba impresionado. El viejo lobo me estaba toreando y me encantaba.

    -Rudy Vallee, Art Linkletter, John F. Kennedy, Charles Percy, Harland Sanders, Joey Bishop, senador Harold Hughes, Frank Gifford, James Stewart, Robert Cummings, Robert Redford, Barbra Streisand, Ben Hogan, Norman Vincent Peale... stos son sus amigos?

    -Algunos s... y los otros pensaron mostrar su agradecimiento por un artculo que les hicimos algn da. -Me gusta James Stewart. Todas sus pelculas... son buenas. Lo conoce? -Le conoc hace muchos aos. Yo era bombardero de su grupo B-24 durante la Segunda Guerra Mundial. -Stewart era valiente? -Muy valiente. Termin su viaje de combate mucho antes de que hubiera escolta para proteger a nuestros

    bombarderos. Adems poda beber ms que ninguno de nosotros. -Bien. Bien. Simon prosigui con el, inventario de mi oficina, probablemente comparndola con la decoracin de su antigua

    oficina presidencial en Damasco. Un leve olor a alcanfor emanaba de su traje de corte severo y, sin embargo, lo llevaba con una dignidad y estilo que permitan imaginarlo detrs de un enorme escritorio de caoba, dando consejos cuando estos eran necesarios y tambin ponindose difcil cuando alguien lo mereca.

    Finalmente dej la tasa de caf y dijo: -No puedo esperar ms tiempo. Dgame sus buenas nuevas, seor Og. -Usted me trajo buena suerte, Simon; estoy seguro de ello. Debe existir mucho de duende debajo de esa

    fachada de trapero suya. Recuerda esa ltima noche, en su casa, cuando descubrimos todas esas sorprendentes coincidencias entre el hroe de mi libro y usted?

    -Cmo puedo olvidarla? -Bien, cuando llegu a mi casa encontr un mensaje de mi editor, Frederick Fell. Cuando le llam me dijo que

    una gran editora de ediciones de bolsillo quera una cita con l, su vicepresidente, Charles Nurnberg, y conmigo, el lunes, para discutir la posible compra de los derechos de reimpresin de mi libro. Por lo tanto, la noche de ese domingo viaj hacia Nueva York.

    -Estaba preocupado, nervioso? -No mucho... por lo menos esa noche. Pero a la maana siguiente, en Nueva York, me levant a las seis y fume

    mucho y beb una tonelada de caf mientras esperaba que fuera hora de la reunin a la una. An as, llegu al edificio de la editorial, en la Quinta Avenida, con una hora de anticipacin. Entonces... hice algo que no haba hecho durante mucho, mucho tiempo. Justo al lado se encontraba una iglesia. Ni siquiera recuerdo el nombre, pero estaba abierta y entr.

    -Que hizo despus? -Rec. En realidad camin hasta el altar, me arrodill y rec. - Cmo rez? -De la nica forma que se hacerlo. No ped nada, solamente que Dios me diera el valor y el camino para manejar

    lo que viniera. Es gracioso, Simon, pero casi pude escuchar una voz que preguntaba: "Donde has estado, Og?" Entonces, antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando, comenc a llorar... y no poda parar. Afortunadamente no haba nadie, pero de todas formas me sent como un tonto.

    -Por que lloraba? Lo sabe?

  • 15

    -Me imagino que el estar en una iglesia me record todos esos domingos en los que iba a misa con mi madre cuando yo era joven. Mi mundo casi termin cuando ella muri, de un ataque cardiaco, justamente despus de terminar la preparatoria. Ella era algo especial y me haba convencido de que yo iba a ser escritor desde que estaba en la primaria. Todava recuerdo cmo revisaba mis composiciones y otros trabajos escritos que llevaba a casa. Tenamos una relacin tan buena que ella criticaba mi trabajo, constructivamente, y yo siempre lo aceptaba y resolva esforzarme ms. Estaba tan orgullosa cuando me convert en redactor de noticias de nuestro peridico del colegio que cualquiera pudo haber pensado que, haba sido contratado por el New York Times. Ella quera que fuera a la universidad, pero en mil novecientos cuarenta estbamos pasando por una poca difcil. Entonces muri... y yo entre a la Fuerza Area de la Armada.

    -Nunca fue a la universidad? -No. El viejo volvi a observar mi oficina y sacudi la cabeza. -Sorprendente. Qu ms sucedi en esa iglesia? -Nada ms. Finalmente domin mis emociones, y para entonces ya casi era hora de nuestra cita, por lo que sal

    de la iglesia, cruc la calle y entre al edificio. Cuando sal del elevador en el piso veintisis, me encontr a m mismo caminando a lo largo de un gran corredor tapizado con fotografas de algunos de los escritores ms famosos del mundo, cuyos libros haban sido publicados por esa compaa. Lo nico que poda pensar era. "Mam, lo logramos. Estamos aqu junto a lo mejor!"

    -Y su reunin con los ejecutivos de la compaa? -Fue extraordinariamente bien. Una gran mesa de juntas, una gran habitacin, muchos nombres, muchas caras.

    Como supimos despus, ya haban decidido comprar los derechos de reimpresin. Lo que queran saber era si mi persona era adecuada para la promocin y el mercado junto con el libro.

    -Balzac, Dickens, Tolstoi... habran fallado en ese examen. -Posiblemente este en lo cierto. En fin, les habl durante diez minutos, les dije como escrib el libro, y me

    imagino que les cause una buena impresin. Ahora el viejo estaba reviviendo sustitutivamente cada minuto de mi actuacin. Se recost excitadamente y me

    seal con ambas manos, motivndome para que continuara. -Finalmente, el director de la junta observ a mi editor, Fred Fell, y le pregunt qu queramos a cambio de los

    derechos. El seor Fell, con su mejor voz de jugador de pquer, contest que deseaba un dlar por cada ejemplar en cartone vendido hasta la fecha... y hasta ese momento habamos vendido trescientos cincuenta mil ejemplares. Se dejo or un poco de excitacin alrededor de la mesa y el director dijo que no haban pensado llegar tan lejos. Entonces se excus, hizo una sea a uno de los vicepresidentes, y ambos dejaron la habitacin. Me imagino que solamente tardaron unos minutos, Simon, pero para m fue como un siglo. Cuando regresaron, el director se dirigi hacia el seor Fell, le tendi la mano y l se la estrech. As fue!

    -As de sencillo? -S. -Le estn pagando trescientos cincuenta mil dlares? -S. - Seor Og, usted es rico! -No tanto como piensa. El seor Fell se queda con la mitad de eso y ambos lo compartimos con el To Sam. -Pero, seor Og, ya ha obtenido una suma considerable en regalas por todos esos libros en carton, o no? -S. -Sabr usted que F. Scott Fitzgerald recibi solamente cinco dlares quince cntimos de regalas, tres aos

    despus de publicarse The Great Gatsby y que para la fecha de su muerte esa obra maravillosa estaba ya descontinuada?

    -No, no lo saba, Simon. No me malinterprete. No soy desagradecido. Todava no puedo creerlo. Posiblemente fue mi oracin en la iglesia.

    -Y probablemente fueron las oraciones de su madre, amigo. Ahora dgame, a donde ha estado el resto del mes?

    -Bien, ya que la edicin de bolsillo no saldr hasta la prxima primavera, el seor Fell decidi promover la edicin actual durante el verano y el invierno, por lo que estuve de acuerdo en salir en viaje de promocin para la radio y la televisin durante tres semanas. He estado en catorce ciudades, he sido entrevistado ms de noventa veces... esta empezando a gustarme... aun hasta las sesiones de autgrafos en las libreras.

    -Estoy muy feliz y orgulloso por usted, seor Og. Permanecimos sentados durante un rato, ramos dos camaradas compartiendo una victoria. Platicamos un

    poco antes de que tuviera el valor suficiente para preguntarle: -Simon, tuvo oportunidad de leer mi libro? -Por supuesto. La misma noche que me lo regal. Es hermoso. Los de la edicin de bolsillo vendern millones

    de copias. Seor Og, el mundo necesita su libro. Eso era adecuado para m. Podan hacer todas las dems crticas del libro que quisieran. Simon se levant y

  • 16

    dijo: -Venga. Debemos celebrar, con un jerez, su buena suerte. Acept. Despus de habernos instalado en las sillas acostumbradas y de que Simon haba servido el jerez, resumi

    nuestra conversacin en la oficina. -Seor Og, las asombrosas similitudes entre su gran vendedor y mi vida me han dado muchas noches de

    insomnio. Y las extraezas posibles, despus de todas las dems coincidencias, como es que tanto la esposa de Hafid como la ma se llamaran Lisha, deben estar ms all de la capacidad de clculo de una computadora.

    -He tratado de olvidarme de todo, Simon. Creo que las personas que estudian la percepcin extrasensorial llaman precognicin a este tipo de cosas. O puede no serlo. Escrib el libro antes de conocerle, pero usted vivi esos sucesos antes de que yo escribiera el libro. No se cmo llaman a esto, pero me aterra pensarlo. Usted cree que slo se trata de una coincidencia?

    El viejo suspir y sacudi la cabeza. -Coleridge escribi que la casualidad es solamente un seudnimo de Dios para esos casos particulares en los

    que l escoge no aparecer de modo abierto mediante su firma. -Me gusta eso. Y si este es uno de los secretos de Dios no creo que haya mucho que podamos hacer... por lo

    tanto no voy a profundizar en ello. Ni siquiera lo he discutido con alguien. Quien me creera? -Es una suerte que nos tengamos el uno al otro, seor Og. Bebimos nuestro jerez en medio de una tranquilidad que solamente puede, ser experimentada por dos personas

    que verdaderamente se relacionan entre s, una paz que no necesitaba ser molestada con palabras sencillamente para reforzar la amistad. No saba lo que Simon pensaba, pero yo estaba tratando de armarme del valor suficiente para hacerle una sugerencia, una que me haba venido a la cabeza mientras volaba desde Nueva York despus de mi reunin con los editores.

    Una cosa que aprend en Nueva York era que un buen esfuerzo propio y una inspiracin al escribir eran de primordial importancia. Pareca ser que ya se tratara del estado de la nacin, o slo otro ciclo publicitario, todas las editoriales estaban buscando otro Wake Up And Live (Despierte y viva) o The Power Of Positive Thinkins (El poder del pensamiento positivo) o How to Win Friends and Influence People (Cmo ganar amigos y como influir en las personas). Cada vez que nuestro pas va de pique parece ser que los libros sobre esfuerzo propio llegan al mximo de ventas y la mayora de los editores tratan de adelantarse al futuro, y aparentemente el pas se diriga hacia otra "baja". Pens que Simon era una persona con talento innato. Me aventur.

    -Simon, a cuantas personas cree haber ayudado en su papel de trapero? No vacil. -En los trece ltimos aos... cien. -Exactamente? -Si. -Cmo lo sabe? Ha llevado algn tipo de diario? -No. Al principio de mi aventura mis intenciones eran buenas pero mis mtodos para tratar de ayudar constituan

    un intento y un error... principalmente un error. Me temo que hice ms dao que bien a esos primeros casos que descubr, ya que les saqu parcialmente de su muerte viviente y despus, a causa de mi ignorancia, les dej caer nuevamente. Trataba de ayudar de diferente manera a cada uno de acuerdo con su personalidad individual. Gradualmente me di cuenta que debido a que somos diferentes (cada uno nico en su forma), nuestra falta de dignidad que origin nuestro fracaso, es una enfermedad universal producida siempre por un complejo de ansiedad, culpabilidad o inferioridad... los tres niveles de los problemas emocionales aceptados por la mayora de los estudiantes de siquiatra. Como no saba mucho sobre esta materia, tuve que aprenderlo en la forma ms difcil... en la calle y en los basureros, y despus en mis libros.

    -Y cuando descubri este comn denominador hizo algo para uniformar su sistema de ayuda? -S. El hombre ha estado tratando de resolver el reto de su escurridiza dignidad desde que empez a caminar

    erguido, y los sabios han escrito sobre la enfermedad y su cura durante varios siglos... cada uno ha dado una solucin similar, la cual, claro est, seguimos ignorando. Cuando esta verdad se me present claramente, dediqu varios meses encerrado en este departamento a la lectura de mis libros, extrayendo y purificando los verdaderos secretos del xito y la felicidad para ponerlos en palabras tan sencillas como las verdades que proclaman... tan sencillas que la mayora de los individuos que buscan una respuesta para sus problemas las reconocieran inmediatamente, sin tener que pagar un alto precio por seguir dichas normas sencillas al intentar conseguir una vida feliz y llena de significado.

    -Cuantas normas son? -Slo cuatro... y despus de esos meses de trabajo y una montaa de apuntes, me pareci que las pocas

    pginas que contenan la esencia de los secretos del xito no merecan todo el trabajo que haba realizado. Entonces me record a mi mismo que se necesitaban ya varias toneladas de piedra para producir una onza de oro. Subsecuentemente tom mis descubrimientos y los utilic a mi manera... y jams han fallado!

    -Posee ese material en forma escrita? -Cuando termin mi trabajo, en forma manuscrita, lo lleve a un pequeo establecimiento de Broadway. Lo

  • 17

    escribieron a mquina, con el formato que les proporcion, y copiaron cien veces el original. Despus numer cada copia, del uno al cien.

    -Cmo distribuy el material? Usted no lo proporcion a cada alma vagabunda que encontraba, verdad? -Oh, no. Por lo general el hombre no se precipita a un basurero hasta despus de darse cuenta de que nadie se

    preocupa realmente por l. Cuando encuentro a alguien que necesita ayuda, primero trato de convencerlo de que todava existen dos que se preocupan por l o ella: Dios... y yo. Uno en el cielo... y otro en la tierra.

    -Y despus? -Una vez que lo he convencido de que verdaderamente nos Preocupamos y queremos ayudarlo, una vez que se

    que confa en m, le digo que le voy a proporcionar un documento muy especial que contiene un mensaje de Dios. Le digo que lo nico que quiero son veinte minutos de su tiempo todos los das, para que lea el mensaje que Dios le mand... justamente antes de ir a dormir. Y que eso tiene que ser durante cien noches consecutivas. A cambio de esos veinte minutos diarios, que es un precio muy reducido, especialmente para quienes el tiempo ya no tiene mucho valor, aprender cmo salir del basurero y realizar el milagro ms grande del mundo. Resucitar de su muerte viviente, literalmente, y al fin lograr todas las verdaderas riquezas de la vida con las que ha soado. En otras Palabras, el mensaje de Dios, absorbido da a da por su subconsciente ms profundo, que nunca duerme, les permite convertirse en su propio trapero. Su esfuerzo propio al mximo!

    -Un mensaje de Dios. No le asusta eso? Especialmente porque usted parece una fotografa de Dios. Su barba, su figura, su forma de ser, su altura, su voz...

    -Seor Og, se esta olvidando de algo. Yo empuj a estas personas fuera de sus propios infiernos. De su mente ya han abandonado esta vida. Estn completamente seguros de que nada puede ayudarles y por eso estn deseosos de asirse a cualquier mano que se les tienda. Es un poco de esperanza.

    -Esperanza? -S. Conoce la historia del famoso fabricante de perfumes al cual se le pidi durante la comida que ofreci el da

    de su retiro que explicara el secreto de su xito? Le record al pblico que el xito no haba surgido por las finas fragancias o los envases o los mtodos de mercado que haba utilizado con tanto ingenio. Haba triunfado debido a que era el nico fabricante de perfumes que se haba dado cuenta de que lo que estaba vendiendo a las mujeres no era aromas exticos o glamour o magnetismo sexual. Lo que les venda era... esperanza!

    -Eso es maravilloso. Ahora bien, regresando al mensaje de Dios... -En realidad, seor Og, cuando les proporciono el documento se percatan de que no slo es un mensaje... es un

    memorndum de Dios. Tengo el documento escrito e impreso con el mismo formato que se utiliza en los memorndums de las oficinas.

    Empec a rer. -Un memorndum de Dios? Simon...! -Por que no? Hace mucho tiempo Dios se comunic con nosotros esculpiendo los diez mandamientos en dos

    tablas que mand a Moiss en el monte Sina. Ms tarde, escribi una advertencia en las paredes del palacio del rey Baltasar. Como se comunicara actualmente con nosotros, si decidiera hacerlo por escrito? Cual es la forma ms moderna de la comunicacin escrita?

    -Los memorndums? -Exacto. Son concisos; tienen una forma universal; son prcticos, y pueden encontrarse en casi todos los

    pases del mundo. Nuestra nacin funciona mediante memorndums... o, a lo mejor, a pesar de ellos. Cuntos trabajadores empiezan cada da con las instrucciones que de sus supervisores reciben en forma de memorndums... memorndums puestos en pizarrones... pegados en las troqueladoras... al final de las lneas de ensamble... en todas las fuerzas armadas... y pasan de mano en mano en millones de oficinas? Un memorndum se relaciona mayormente con esta generacin... as, que formato ms efectivo que un breve memorndum de Dios podra drseles a todos aquellos que necesitan la ayuda de los cuatro secretos de la felicidad y el xito, en este apresurado mundo?

    Su revelacin me sacudi de tal forma que casi haba olvidado la razn por la cual haba sacado a relucir todo esto. En parte, para mi mismo, murmur:

    -Un memorndum de Dios? Simon me escuch y seal hacia sus libros. -Por que no? Me ha odo exponer, suficientes veces, mis teoras acerca de que Dios estaba involucrado en la

    escritura de muchos libros. Yo slo extraje la esencia, suprim a los mediadores humanos, y escrib un mensaje que proviene directamente de Dios.

    -Querido amigo, ciertamente no soy un experto en dicha materia, pero no podran llamar a esto una blasfemia algunas personas?

    El viejo sacudi la cabeza en esa forma tan especial que hace uno cuando trata con un nio que obviamente esta teniendo problemas para entender algo que le parece tan sencillo a un adulto.

    -Por que razn va a ser una blasfemia? La blasfemia se relaciona con asuntos de Dios tratados de una forma profana o burlona. Lo que yo he hecho ha sido realizado con amor y respeto sin pensar obtener algn beneficio personal, y... funciona!

  • 18

    -Cmo funciona, Simon? No me esta diciendo que simplemente por leer un memorndum de veinte minutos, proveniente de Dios o de cualquier otro, una persona puede cambiar su vida por otra mejor. Puede tener la lectura de cualquier clase algn tipo de influencia sobre alguien... ya sea para bien o para mal? Recuerdo haber ledo hace poco tiempo un informe de la comisin contra el crimen, en el cual uno de los miembros de esa comisin dijo, que no exista una relacin directa entre la pornografa y el crimen y que, por lo que saba, nadie haba concebido ni se haba enfermado por leer un libro sucio.

    -Seor Og, la persona que hizo esa declaracin debe ser muy estpida e ingenua. Recuerde lo que le dije sobre los pensamientos que posee un individuo y como afectan sus acciones y su vida. Estoy de acuerdo en que el simple hecho de leer un memorndum de veinte minutos, una vez, har muy poco. Pero, leer el mismo mensaje cada noche, antes de ir a la cama, abre muchos pasajes ocultos de la mente... y, durante la noche, esas ideas se filtran a todos los niveles de su ser. Al da siguiente, cuando est despierto, empieza a reaccionar inconscientemente, casi imperceptiblemente al principio, de acuerdo con el mensaje que imprimi en su cerebro la noche anterior. Lentamente, da a da, usted cambia... ya que el mensaje se trasforma de palabras e ideas en accin y reaccin por su parte. No puede fallar, suministrndole lectura e impresin todas las noches.

    -Pero, Simon, hemos posedo los Diez Mandamientos durante varios miles de aos y observe la confusin en la que se encuentra el mundo.

    -Seor Og, no culpe a los Mandamientos. Cuantas personas los leen? Puede usted, por ejemplo, recitar los diez?

    Negu con la cabeza, y para ese entonces casi haba olvidado mi idea original que dio lugar a esta conversacin. Volv a intentar un acercamiento:

    -Simon, usted mencion que haba ayudado a cien individuos. Tambin dijo que cuando mand imprimir el "Memorndum de Dios" haba ordenado cien copias y las haba numerado. Significa eso que ahora no tiene, ni una?

    -S, excepto por el original, de la cual fueron reproducidas las otras. -Va a mandar hacer ms? -Seor Og, soy viejo y mis das estn contados y, como ya le dije antes, existen muy pocos traperos. Es hora

    de que realice el esfuerzo supremo de multiplicarme para que mi trabajo contine despus de que me haya ido. -Cmo le va a hacer, Simon? -Me gustara que considerara una proposicin. Me encantara que leyera el original del "Memorndum de Dios" y

    viera si llena lo que debera ser su destino... su destino preordenado. -Cmo? -Al final de su libro, su vendedor ms grande del mundo, entonces un viejo como yo, pasa sus diez pergaminos

    del xito a una persona muy especial. No sera posible que, despus de todas esas misteriosas coincidencias entre el hroe de su libro y mi persona, tuviramos una ms... la ltima coincidencia?

    -Lo siento, Simon, pero no le entiendo. -Si quisiera, si aceptara... me gustara proporcionarle el original del "Memorndum de Dios" a una persona muy

    especial... usted! Si le agrada, si se convence de que puede ayudar a otros como yo le aseguro que puede, cuenta con mi autorizacin para incluirlo en uno de sus futuros libros, si as lo desea, y de esta manera ser conocido por el mundo y beneficiar a miles -posiblemente a millones- de personas. De que mejor forma puede un viejo trapero multiplicarse a s mismo?

    Haba ledo mi pensamiento? Se trataba d otra imposible coincidencia el que el me ofreciera su escrito este da, y todos los das en los que haba estado planeando pedrselo?

    -No se qu decirle, Simon. Me siento honrado de que usted pueda considerarme su instrumento de trasmisin. -Usted sera lo ideal. Pero no tome una decisin apresurada sobre esto. Considrelo durante varias noches.

    Todava hay tiempo. Y, por supuesto, si acepta el "Memorndum de Dios" debo pedirle un pequeo pago por mi trabajo, como lo hara cualquier autor que se respetase a si mismo.

    -Pago? De acuerdo. -No, no... no me entiende. No estoy hablando de dinero. Si el "Memorndum de Dios" pasa a sus manos, es

    necesario, en primer lugar, que me prometa que lo usar personalmente antes de que lo presente al mundo. Usted es una persona maravillosa y sensible, seor Og. Pero hay en su mirada algo que me dice que no ha encontrado la paz o la satisfaccin o la realizacin, aun a pesar de todos sus xitos. El mundo lo alaba, pero usted no se elogia. Para m, existe ese sentido familiar de desesperacin en su comportamiento. Algo que no se ha llevado a cabo en usted y tengo miedo que tarde o temprano explotar, a menos de que vuelva a trazar su mundo. Si explota, caer hasta lo ms profundo del basurero, y este viejo trapero ya no estar para salvarle. Eso no debe ocurrir. Algunos gramos de prevencin valen ms que un kilo de curacin. Por lo tanto, cuando usted reciba el Memorndum de Dios debe estar de acuerdo en que primero lo emplear para reafirmar y guiar su propia bsqueda de la felicidad y la paz mental. Entonces, y slo entonces usted lo trasmitir a quienes estn listos ... a quienes posean ojos para ver y odos para escuchar ... y el deseo de ayudarse a s mismos.

    -Est bien, Simon...! -Seor Og, usted posee un gran potencial. Es un extrao talento. No debe desperdiciarse. Ver que eso no

    pase!

  • 19

    -Simon, sus palabras hacen que me sienta muy humilde, muy pequeo. -Esta muy lejos de ser insignificante, querido amigo. Observe! Observe en que lugar he puesto su libro. Volv la cabeza y segu la direccin de su mano abierta hacia la pila ms alta de libros de "la mano de Dios" de

    su sala. Ah, hasta arriba de todos, estaba el mo!

    CAPTULO 5

    No volvimos a hablar del "Memorndum de Dios" durante el verano, y el otoo mientras que nuestra amistad se converta gradualmente en un afecto especial. El ir al departamento de Simon casi todas las noches, y pronto tambin a la hora de la comida se convirti en lo ms importante de mi semana. La sobria morada de Simon se convirti en un oasis de paz y ecuanimidad durante todos los das de trabajo, y los fines de semana parecan ser tortuosamente interminables por no poder estar con el. Adems, por razones que todava no entiendo, jams se los mencion ni a mi familia ni a nadie de Success Unlimited.

    Simon se convirti en mi padre adoptivo, en mi profesor, mi consejero de negocios, mi camarada, mi rabino, mi sacerdote, mi ministro, mi guru... mi orculo de Delfos. Cancel invitaciones de negocios y escap de funciones sociales para estar con el, y literalmente comenc a sentarme a sus pies para escuchar mientras daba una conferencia a su clase de un integrante, o sea, yo.

    Demostrando tener una cantidad sorprendente de conocimientos y experiencia, poda hablar, en periodos que parecan ser demasiado breves, sobre el amor, la poltica, la religin, la literatura, la siquiatra, la naturaleza y aun hasta de temas mucho ms exticos como, por ejemplo, la percepcin extrasensorial, la astrologa y el exorcismo. En ocasiones le estimulaba mediante una pregunta o una afirmacin perfectamente bien calculada para mantenerle hablando o para introducir un nuevo tema en el que quera saber su opinin. La profundidad de sus conocimientos, especialmente sobre filosofa y el comportamiento humano, nunca dejaron de sorprenderme.

    En una ocasin interrumpi su pltica, mientras se encontraba profundamente metido en la violenta condena de la actitud de complacencia, falta de orgullo, y niveles de mediocridad que estaba convencido se haban convertido en la forma de vida de nuestro mundo, para preguntarme si me haba dado cuenta que al escucharle estaba tomando un curso de "pretrapero"... que era igual al que otros tomaban de "premedicina" o "propedeutico de leyes". Entonces se apresur a demostrar su aprobacin por mi presencia recordndome que quienes finalmente se convirtieron en los mejores traperos haban sido individuos, como yo, que haban estado dentro de los basureros y haban salido de su propio cementerio para vivir.

    Durante cinco meses asist a la mejor universidad del pas. El profesor Simon Potter imparta la ctedra. Yo escuchaba... y aprenda... mientras el me presentaba hbilmente a sus favoritos, tanto vivos como muertos,

    mediante ancdotas fascinantes y poco conocidas o mediante citas que utilizaba para dramatizar su tema principal... o sea, que todos poseemos algo ms que la mera capacidad para cambiar nuestra vida por algo mejor... y que Dios nunca haba puesto a ninguno de nosotros en un agujero del que no pudiramos salir. Y que si estbamos encerrados en una prisin de fracasos y autocompasin, nosotros ramos los nicos carceleros... nosotros tenamos la nica llave para nuestra libertad.

    Habl del miedo a aprovechar las oportunidades, a aventurarse en empresas desconocidas y territorios que no eran familiares, y aun de como aquellos que arriesgaban su futuro Para progresar necesitaban luchar constantemente contra esa urgencia de correr hacia su previo vientre familiar de seguridad sin importar qu tan sombra hubiera sido su vieja existencia. Simon seal que Abraham Maslow, uno de los mejores siclogos de Norteamrica, haba llamado a esto el complejo de Jons, o sea, el deseo de esconderse de la posibilidad de fracasar.

    Crea fervientemente en la toma de decisiones y la posterior quema de los puentes que se encontraban detrs de uno para que se tuviera que hacer bien las cosas, y dijo como Alejandro Magno se haba enfrentado una vez, a esta situacin. Parece ser que el gran general iba a dirigir a sus hombres contra un fuerte enemigo cuyos hombres sobrepasaban en nmero a los suyos. Debido a la diferencia entre unos y otros, sus hombres mostraban poco entusiasmo con respecto a la lucha, pues pensaban que se dirigan hacia su fin. Cuando Alejandro hubo desembarcado a sus hombres en la costa enemiga, expidi una orden para que fueran quemadas todas sus naves. Mientras estas se hundan lentamente en llamas, Alejandro mand llamar a sus hombres, y les dijo: "Observan como se queman sus barcos, ven como se convierten en cenizas que flotan en el mar? Esa es la razn por la cual debemos vencer, ya que ninguno puede abandonar esta despreciable tierra a no ser que salgamos victoriosos en la batalla. Caballeros, cuando regresemos a casa lo haremos en los barcos de los otros!"

    Simon no crea que una persona debiera continuar en un empleo que le hiciera desdichado o miserable. Cit a Faulkner para reforzar su argumento, tratando de imitar el acento sureo del gran escritor:

    -"Una de las cosas ms tristes de la vida es que la nica cosa que podemos hacer durante ocho horas diarias, da tras da, es el trabajo. No podemos comer durante ocho horas al da, ni tam