Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

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El caracol y la sirena: Rubén Darío I [.. .]ld raza . que uida con Los ru,imeros pitagóricos crea. R. D. Nuestros textos escolares llaman siglos de oro al xvr y xvrl; Juan Ramón Jiménez decía que eran de cartón dora- do; más justo sería decir: siglos de la furia española. Con el mismo frenesi con que destruyen y crean naciones, los españoles escriben, pintan, sueñan. Extremos: son los primeros en dar la vuelta al mundo y los inventores del quietismo. Sed de espacio, hambre de muerte. Abundante hasta el despilfarro, Lope de Vega escribe mil comedias y pico; sobrio hasta la parquedad, la obra poética de San

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Ensayo de Octavio Paz sobre Rubén Darío

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El caracol y la sirena: Rubén Darío

I

[.. .]ld raza. que uida con Los ru,imeros pitagóricos crea.

R. D.

Nuestros textos escolares llaman siglos de oro al xvr yxvrl; Juan Ramón Jiménez decía que eran de cartón dora-do; más justo sería decir: siglos de la furia española. Conel mismo frenesi con que destruyen y crean naciones,los españoles escriben, pintan, sueñan. Extremos: son losprimeros en dar la vuelta al mundo y los inventores delquietismo. Sed de espacio, hambre de muerte. Abundantehasta el despilfarro, Lope de Vega escribe mil comedias ypico; sobrio hasta la parquedad, la obra poética de San

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I8 j 8 Fundtuin t tlsdut¡a

Juan de Ia Cruz se reduce a tres poemas y unas cuantascanciones y coplas. Delirio alegre o reconcentrado, sangriento o pío: todos los colores y todas las direcciones.Delirio iúcido en Cervantes, Velázquez, Caldcrón; labe-rinto de conceptos en Quevedo, selva de estalactitas ver-bales en Góngora. De pronto, como si se tratase del espec-

táculo de un ilusionista y no de una realidad histórica, elescenario se despuebla. No hay nada y rlenos que nada:los españoles viven ur.ra vida refleja de fantasmas. Sería

inútil buscar en todo el siglo xvlt r un Swift o un Pope, unRousseau o un Laclos. En la segunda mitad del siglo xIxsurgen aquí v allá tímidas mancl.ras de verdor: Bécquer,Rosalía de Castro. Nada que se compare a Coleridge, Leo-pardi o Hólderlin; nadie que se parezca a Baudelaire. Afines de siglo, con idéntjca violencia, todo cambia. Sinprevio aviso irrumpe un grupo de poetas; al principio po-cos los escuchan y muchos se burlan de ellos. Unos añosdespués, por obra de aquellos que la crítica seria habíallamado descastados y «airancesados,, el idioma españolse pone de pie. Estaba vivo. Menos opulento que en el si-glo barroco pero menos enfático. Más acerado y transpa-rente.

El último poeta del período barroco fue una monja me-xicana: sor Juana Inés de Ia Cruz. Dos siglos más tarde,en esas mismas tierras americanas, aparecieron los pri-meros brotes de la tendencia que devolvería al idioma su

vitalidad. La importancia del n.rodernismo es doble: poruna parte dio cuatro o cinco poetas que reanudan Ia grantradición hispánica, rota o detenida al finalizar el sigloxvlI; por la otra, al abrir puertas y ventanas, reanimó alrdioma. El modernisr.r.ro fue una escuela poética; tambiénfue una escuela de baile, un campo de entrenamiento físi-co, un circo y una mascarada. Después de esa experienciael castellano pudo soportar pruebas más rudas y aventu-ras más peligrosas. Entendido como lo que realmente fue

I 1.¿n.aLa ld sir.nd: Rub¿11 l)¡río 8¡s

-un movimiento cuyo fundamento y meta primordial erael movimiento mismo- aún no termina: la vanguardia dergzr y las tentativas de la poesía contem¡roránea estáníntimamente ligac{as a ese gran comienzo. Iin sus días, elmodernismo suscitó adhesiones fervientes y oposicionesno menos vehementes. Algunos espíritus lo recibieroncon reserva: Miguel de Unamuno no ocultó su hostilidady Antonio Machado procuró guardar l¿s distancias. Noimporta: ambos están márcados por el modernismo. Su

vel so sería otro sin las conquistas y hallazgos de los poe-tas hispanoamericanos; y su dicción, sobre todo allí don-de pretende sepárarse más ostensiblemente de los acentos y maneras de los innovadores, es una suerte deinvoluntario hon.renaje a aquello mismo que rechaza.Precisamente por ser una reacción, su obra es insepara-ble de lo que niega: no es Io que está más allá sino lo qloe

está frente a Rubén Dalíc¡. Nada rnás naturel: el moder-nismo era el ler.rguaje de la época, su estilo histórico, v to-dos los creadores estaban condenados a respiral su at-mósfe ra.

Todo lenguaje, sin excluir al de la Ibertad, termina porconvertirse en una cárcel; y hay un punto en el que la ve-locidad se confunde con la in¡novjlid¿rd. I-os grandes poe-tas modernistas fueron ios primeros en rebelarse y en su

obla de madurcz van más allá del lenguaje que ellos mis-mos habían creado. Preparan así, cada uno a su manera,Ia subversión de la vanguardia: [,ugones es el antecedenteinmediato de la nueva poesía n.rexicana (Ramór.r LópezVelarde) y argentina (Jorge LuJs Borges); Juan Rarnón

Jiménez fue el maestro de la generación de Jorge Guillér.ry Federico García Lorca; Ramírn del Valle-Inclán estápresenfe en la novela y el teatro moderno y 1o estará máscada día... El lugar de Darío es central, inclusive si se

cree, como yo creo, que es el menos actual de los grandesmodernistas. No es una influencia viva sino un término

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84o Fundación 1 rlisidenat

de referencia: un punto de partida o llegada, un límitcque hay que alcanzar o traspasar. Ser o no sel como él: deambas maneras Darío está presente en el espíritu de lospoetas contemporáneos. Es el fundador

La historia del modenrismo va de r88o a rgro y hasido contada muchas veces. Recordaré lo esencial. El ro-manticismo español e hispanoamericano, con dos o tresexcepciones menores, dio pocas obras notables. Ningunode nuestros poetas románticos tuvo conciencia clara de laverdadera significación de ese gran cambio. El romanti-cismo de lengua castellana fue una escuela de rebeldía ydeclamación, no una visión -en el sentido que daba Ar-nim a esta palabra: "Llamamos videntes a los poetas sa-grados; llamamos visión de especie superior a la creaciónpoética". Con estas palabras el romanticismo proclamaIa primacía de la visión poética sobre la revelaciór.r religiosa. Entre nosotros falta también Ia ironía, algo muydistinto al sarcasmo o a la invectiva: disgregación del ob-jeto por la inserción del yo; desengaño de la conciencia,incapaz de anular Ia distancia que la separa del mundoexterior; diálogo insensato entre el yo infinito y el espa-cio finito o entre el hombre mortal y el universo inmor-tal. Tampoco aparece la alianza entre sueño y vigilia; ni elpresentimiento de que la realidad es una constelación desímbolos; ni la creencia en la imaginación creadora comola facultad más alta del entendimiento. En suna, falta laconciencia del ser dividido y la aspiración hacia la uni-dad. La pobreza de nuestro romanticismo resulta aúnmás desconcertante si se recuerda que para los poetasalemanes e ingleses España fue la tier;-a de elección del es,píritu romántico: el grupo de Jena descul¡rió a Calderón;Shelley tradujo algunos fragmentos de su teatro; uno delos libros centrales del romanticisno alemán, el poderosoy alucinante Titán, está in.rpregnado de ironía, magia yotros elementos fantásticos que Jean-Paul recogió proba-

EL t¿trdolr l.s s¡¿nr: Rüb¿n Ddti) 8,+ 1

blemente de una de las obras n.renos estudiadas (y másrrodernas) de Cervantes: Los trabajos de PelsiLesy Segis-munda... Cuando la ola del romar.rticismo se retira, elpaisaje es desolador: la literatura española oscila entre 1a

oratoria y la charla, la Academia y el café.Francia había sido la fuente de inspiración de r.ruestros

románticos, Aunque en ese país el romanticismo nc¡ cuen-ta con figuras comparables a las de germanos y sajones(si se exceptúa a Nerval y al Victor Hugo del Fin de Sa-

tán),la generación siguiente r.ros ha dejado un grupo de

oilras que, simultáneamente, consuman la tentativa ro-mántica y la transcienden. Baudelaire y sus grandes des-

cendientes dan una conciencia -quiero dectr una formasignificatiua al romanticismo; además, y sobre todo, ha-cen de la poesía una experiencia total, a un tiempo verbaly espiritual. La palabra no sólo dice al nrundo sino que lofunda -o lo cambia. EI poema se vuelve un espacio po-blado de signos vivientes: animación de la escritura por el

espíritu, por el ánima. En el último tercio del siglo xIx las

fronteras de la poesía, las fronteras con lo desconocido,están en Francia. En las obras de sus poetas la inspiraciónromántica se vuelve sobre sí misma y se contempla. El en-

tusiasno, origen de la poesía para Novalis, se convierteen la reflexión de Nlallarmé: la conciencia dividida se

venga de la opacidad del obleto y lo anula. Pero los escri-tores españoles, a pesar de su cercanía de ese centro ma!!-nético que era la poesía fiancesa (o tal vez por eso mis-mo), no se sintieron atraídos por la ¿ventura de esos

años. En cambio, insatisfechos con Ia garrulería y la tiesu-ra irnperanre' en Lsprnr. lo\ hirp¿normeric¿nos com-

¡rrendieron que nada personal podía decirse en un len-guaje que había perdido el secreto de Ja metamorfosis yla sorpresa. Se sienten distintos a los españoles y se vuelven, casi instintivamente, hacia Francia. Adivinan que

allá se gesta no un mundo r.ruevo sino un nuevo lenguaje.

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842 tunrl¡.ir;n., ¿isidcftc¡d

Lo harán suyo para ser más ellos mismos, para decir me-jor lo que quieren dccir-. Así, la reforma de los moderr.ris-ta. lrispanoameIicdr]o\ con\i\re. cn l\rinrcr t(rmino. (napropiarse y asimilar la ¡roesía moderna europea. Su mo-delo innrcdjato fue la poesía francesa no sólo porque erala más accesible sino porque veían en ell¿, con razón, laexpresión más exigente, audaz v completa de las tenden-cias de la época.

frt sr primcra ctJpx el moderni.mo no.e |rr'sert¿corflo Lrn movimiento concertado. En Iugares distintos,casi al mismo tiempo, surgen personalidades aisladas:

José Martí en Nueva York, Julián del Casal en La Haba-na, Manuel Gutiérrez Nájera y Salvador Díaz Mirór.r er.r

México, José Asunción Siiva en Bogotá, Rubén Daríoen Santiago de Chile. No tardan en conocerse entre ellosy en advertir que sus tentativas indivicluales forman partede un caml¡io general en la sensibilidad y el ler.rguaje.

Poco a poco se forman pequeños grupos y cenáculos; bro-tar.r las publicaciones periódicas, como la Reuista Azulde Gutiérrez Nájera; las tendencias difusas cristalizan yse constituyen dos centros de actividad, uno en BuenosAires y otro en.Nrléxico. Este período es el de la llanadasegunda generación modernista. Rubén Darío es el pun-to de unión entre ambos momentos, La muerte prematu-ra cle la mayoría de los ir.riciadores, y sus dones cle críticoy animador, lc¡ conyierten en la cabeza visiblc del movi-miento. Con ma¡,or clariclad que los precursores, los nue-vos poetas tienen conciencia de ser la primera expresiónrealmente indeper.rdiente de l¿r lite¡atura hispanoanerica-na. No les asust¿r qlre los llamen descastados: sáben quenadie se encuentra a sí rnismo si antes no abandona el lu-gar natai.

L¿r influencia francesa fue pr:edominante pero no exclu-.iva. Con la cr.cpeión Je Jose l\ lrrri. quc \onoara ) rmilba las literaturas inglesa y norteamericana, y de Silva,

¡l cnla.ol), Ld stleni: R¡1b¿i D.lrn) 841

nlector apasionado de Nietzsche, Baudelaire y Mallar-¡¡6",, los primeros modernistas pasaron del culto de losrománticos franceses al de los parnasianos. La segunda

generación, en plena marclta, «agrega a las maneras par-nasianas, ricas en visión, las rlaneras simbolistas, ricas

en mu.icaliJad '. Su curiosidad era rnu) e\tensa e tntensa pero su mismo entusiasmo nublaba con frecuencia sujuicio. Admiraban con fervor iguai a Gautier y a Mendés,a Heredia y a Mallarmé. Ulr índice de sus preferencias es

la serie de retratos literarios que Rubén Darío publicó en

un diario argentino, casi todos recogidos en Los raros(r 89 6). En esos artículos los nombres de Poe, Vrlliers de

l'Isle-Adam, Léon Blo¡ Nietzsche, Verlaine, Rimbaudy Lautréámont alternan con los de escritores secundarios ycon otros hoy totalmente olvidados. Aparece únicamenteun escritor de lengua española: el cubano José Martí;y un portugués: Eugenio de Castro, el iniciador del versolibre. En ciertos casos es asombroso el instinto de Darío:fue el primero que se ocupó, fuera de Francia, de Lautréa-mont. (En la misma Francia, si no recuerdo mal, sóloLéon Bloy y Remy de Gourmont habían escrito antes so-

bre Ducasse. Sospecho, además, que es el primer escritorde lengua castellana que alude a Sade, en un soneto dedi-cado a Valle-lnclán.) A esta lista hay que agregar, claroestá, muchos otros nombres. Bastará con mencionar a losmás salientes. En primer término Baudelaire y, en segui-da, Jules Laforgue, ambos decisivos para la segunda ge-

neración modernista; los simbolistas belgas; Stefan Geor-ge, Wilde, Swinburne ¡ más como ejemplo y estímuloque como modelo directo, §fhitman. Aunque no todossus ídolos eran franceses, Darío dijo alguna vez, quizá

r. Max Hcnríqnez Ureña. Breue histaria de[ mod¿riisnla, Mi\ico, 1962.

z. Enriqne Anclerson lmlDetr, His¡¡ria de la literaturu h¡s|anadmcri.dltd,

-VIéxicr¡, Fondo de Cukura Económica, r 962.

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84q F n¿dcth y dk¡dencín

para irritar a los críticos españoles que lo acusaban degalicismo nrenr¿l : .Fl modernismo no es otla cosa que

el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamizdel buen verso y de la buena prosa ftanceses». Pero seríaun error reducir el movimiento a una filera imitación deFrancia. La originalidad del modernismo no está en susinfluencias sino en sus creaciones.

Desde r888 Darío emplea la palabra modernismo paradesignar las tendencias de los poetas hispanoamericanos.En r898 escribe: "El espíritu nuevo que hoy anima a unpequeño pero triunf¿nte y soberbio grupo de escritores ypoetas de la América española: el modernismo [...]". Mástarde dirá: los modernos, la modernidad. Durante su ex-tensa y prolongada actividad crítica no cesa de reiterar queIa nota distintiva de los nuevos poetas, su razón de ser, es lavoluntad de ser modernos. Del mismo modo que el térmi-no udfiguardid es ama metáfora que delata una concepciónguerrera de la actividad literaria, el vocablo modernistarevelá una suerte de fe ingenua en las excelencias del futu-ro o, más exactámente, de la actualidad. La primera im-plica una visión espacial de la literatura; la segunda, unaconcepción temporal. La vanguardia quiere conquistar unsitio; el modernismo busca insertarse en el ahora. Sóloaquellos que no se sienten del todo en el presente, aquellosque se saben fuera de la historia viva, postulan la contem-poraneidad como una meta. Ser coetáneo de Goethe o deTamerlán es uná coincidencia, feliz o desgraciada, en laque no interviene nuestra voluntad; desear ser su contem-poráneo implica ia voluntad de participar, así sea ideál-mente, en la gesta del tiempo, compaltir una historia que,siendo ajena, de alguna manera hacemos nuestra, Es unaafinidad y una distancia -y la conciencia de esa situación.Los nodernistas no querían ser franceses: querían ser modernos. El progreso técnico había suprimido parcialmente1a distancia geográfica entre Ar¡érica y Europa. Esa cerca-

l:l h]¿ol I h sircnn: R,b¿i1 t)dti) ¡i4 i

r.ría hizo n.rás viva y sensible nuestra lejanía histírrica. 1r a

París o a I-ondres no era visitar otro continentc sino saltara otro siglo. Se ha dicho que el modernismo fue una eva-

sión de la realidad anericana. Más cierto seríá decir qucfue una fuga de la actualidad local -que er¿, a slrs ojos, lr¡lanacronismo- en busca de una actualidad unir.ersal, laúnica y verdadera actualidad. En lal¡ios de Rubén Darío ysus amigos, modernidad y cosmopolitismo eran tórminossinónimos, No fueron antian.rericanos; qLrer:ían una Amé-rica conten'rporánea de París y I-ondres.

La rnanifestación más pura e inmediata del tiempo es el

ahora. El tien.rpo es lo que está pasando: la actualidad. Lalejanía geográfica y la histórica, el exotismo \ el arcaís-mo, tocados por la actualidad se funden en un presenteinstantáneo: se vuelven presencia. La inclineción de losmodernistas por el pasado más remoto y ias tierras másdistantes -leyendas medievales y bizarrtinas, figuras de laAnérica precolombir.ra y de los Olientes que en esos años

descubría o inventaba la sensibilidad eriropea* es una dclas formas de su apetito de presente. Pero no los fascina lamáquina, esencia del mundo modcrno, sino las creacio-nes del ¿rf nout/edu. La modernidad no es la industriasino el lujo. No la lír'rea recta: el arabesco cle AubrevBeardsley. Su mitología es la de Gustave Nloreau (al que

dedica una serie de sonetos Julián del Casal); sus paraísossecretos los cle l{uysrnans áe Á rebours; sus infiernos losde Poe y Baudelaire. Un ¡rarxista diría, con cierta razón,que se trata de una literatura de clase ociosa, sin quehacer histórico y próxima a e\tinguirse. Podría replicarseque su negación de ia utjlidad y su exaltación clel artecomo bien sLrpremo son algo más que un hedonismo de

terrateniente: son una re]:elión contti¡ la presiírn social ¡,una crítica de la ab_vecta actualidad latinoameric¿¡na.Además, cn algunc,s de estos poetas coincicle el ladicalis-rrro ¡oliric,' c¡,r l¡r p,-r'icionc\ c\reric.r\ 'rr¿ir etflent.rs:

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8,+ 6 ttudu' t ¡ ltsdcttcta

apenas si es necesario recordar a José Martí, libert¿rtlo|de Cuba, y a Manuel González Prada, uno de nuestrosprimeros anarquistas. Lugones fue uno de los fundadorcsdel socialismo argentino; y muchos c{e los modernistrrsparticjparon activamente en las luchas históricas dc srr

tiempo: Valencia, Santos Chocano, Díaz Mirón, VargrrsVila... Et modernismo no fue una escuela de abstenci<i¡rpolítica sino de pureza artística. Su esteticismo no l¡rot¡rde una ir.rdiferencia moral. Tampoco es un hedonisnr().Para ellos el arte es una pasión, en el sentido religioso tlcla palabra, que exige un sacrificio como todas las pasiones. El amor a la modernidad no es culto a la mod¿r: cs

voluntad de participación en una plenitud histórica h¿rst¡

entonces vedadá a los hispanoamericanos. La modcrllidad no es sino la historia en su for:ma más inmedi¿rtil y

rica. Más angustiosa también: instante henchido de prcsagios, vía de acceso a la gesta del tien.rpo. Es la contouporaneidad. Decadente y bárbaro, el arte moderno t,s

una pluralidad de tiempos históricos, lo más ántiguo y l( )

más nuevo, lc¡ más cercano y 1o más distante, una totrr li

dad de presencias que la conciencia puede asir en LU.l nr()

rnento único:

1 muf igl,r drez y oclr,,, y muy ,rrrriguoy muy moderno; audaz, cosmopolita...

No deja de ser una paradoja que, apenas nacida, la ¡rx'sía hispanoarnericana se declare cosmopolita. ¿Córro st,

llama esa Cosmópolis? Es la ciudad de ciudades. Nirivc,París, Nueva York, Buenos Aires: es Ia forma más tr¡rr*parente y engañosa de la actualidad pues no tiene uonrbre ni ocupa lugar en el espacio. El modernismo cs r¡n¡r

pasión abstracta, aunque sus poetas se recrean en l¿l ¡( lr

mulación de toda suerte de objetos raros. Esos objclorson signos, no símbolos: algo intercambiable. Máscrrr':rr,

t I caracaly la vena: Ruhert Dart,t s+¡

sucesión de máscaras que ocultan.un rostro tenso y ávi-do, en perpetua interrogación. Su amor desmedido porlas formas redondas y plenas, por los ropáies suntuososy los mundos abigarrados, delata una obsesión. No es el

amor a la vida sino el horror al vacío el que profiere to-das esas metáforas brillantes y sonoras. La Perpetua bús-

queda de lo extraño, a condición de que sea nuevo -y de

lo nuevo a condición de que sea único- es avidez de pre-

sencia más que de presente. Si el modernismo es apetitode tiempo, sus mejores poetas saben que es un tiempo de-

sencárnado. La actu¿lidad. que a primera v¡\ta Pareceuna plenitud de riempos. se muestra como una c¿rencia

y un desamparo: no la habitan ni el pasado ni el futuro.Movimiento condenado a negarse a sí mismo porque loúnico que afirma es el movimiento, el modernismo es unmito vacío, un alma deshabitada, una nostalgia de la ver-dadera presencia. Ése es el tema constante y central, el

tema secreto y nur.rca dicho del todo, de los mejores poe-

tas modernistas.Toda revolución, sin excluir a las artísticas, postula un

futuro que es también un regreso. En la Fiesta de la DiosaRazón los jacobinos celebran la destrucción de un pre-

sente injusto y la inminente llegada de una edad de oro¡nterior a la historia:1a sociedad natural de Rousseau. Elfuturo revolucionario es una manifestación privilegiadadel tiempo cíclico: anuncia la vuelta de un pasado arque-

típico. Así, la acción revolucionaria por excelencia -lalrlptura con el pasado inmediato y la instauración de unorden nuevo* es asimismo una restauración: la de un pa-

sado inmernorial, origen de los tiempos. Reuolución srg-

nifica regreso o vuelta, tanto en el sentido original de lapalabra *gilo de los astros y otros cuerpos- como en el

cle nuestra visión de la historja. Se trata de algo más pro-lundo que una mera supervivencia del pensamiento ar-c¡ico. El mismo Engels no resistió a esta inclinación casi

T

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848 F"1lddcth y dts¡den.ia

espontánea de nuestro pensar e hizo del «comunismo pri-mitivo" de Morgan la primera etapa de la evolución humana. La revolución nos libera del orden viejo para quereaparezca, en un r.rivel histórico superior, el order.r primi-genio. El futuro que nos propone el revolucionarjo es unapromesa: el cumplimiento de algo que yace escondido,semilla de vida, en eJ origen de los tienpos. El orden re-volucionario es el fin de los maios tiempos y el principiodel rienrpo rerdadero. f:e principirr e\ un cornienTo perosobre todo es un origen. Y más: es el fundamento mismodel tiempo. Cualquiera que sea su nombre -razón, justi-cia, fraternidad, armonía natural o lógica de la historia-es algo que está antes de los tiempos históricos o que dealguna manera los determina. Es el principio por excelen-cia, aquello que rige el transcurrir. La fuerza de gravedaddel tiempo, lo que da senrido a su movimiento y fecundi-dad a su agitación, es un punto fijo: ese pasado que es unperpetuo principio.

Aunque el modernismo canta el incesante advenin.rien-to del ahora, su encarnación en ésta y aquella forma glo-riosa o terrible, su tiempo marca el paso, corre y no se

I.rueve. Carece de futuro justamente porque ha sido cer-cenado de pasado. Estética del lujo y de la muerte, el mo-dernismo es una estética nihilista. Sólo que se trata de unnihilisn-ro más vívido que asumido, más padecido por lasensibilidad que afrontado por el espíritu. Unos cuantos,Darío el primero, advierten que la modernidad no es sinoun girar en el vacío, una máscara con la que la concienciadesesperada simultáneamente se calma y se exaspera. Esabúsqueda, si es búsqueda de algo y no mera disipación, es

nostalgia de un origen. El l.rombre se persigue a sí mismoal correr tras éste o aquel fantasma: anda en busca de suprincipio. Apenas el modernismo se contempla, cesa deexistir como tendencia. La aventura colectiva llega a sutérmino y comienza Ja exploración individual. Es el mo-

r.l ..trd.al n ]d stuend: R"bén Ddtío 819

mer.rto más alto de la pasión modernista: el instante de la

lucidez que es asimismo el de la muerte.Búsqueda de un origen, reconquista de una herencia:

nada más contrario, en apariencia, a las tendencias ini-ciales del movimiento. En r896, en pleno luror reformis-ta, Darío proclama: "Los poetas nuevos americanos de

idioma castellano hemos tenido que pasar rápidamentede la independencia mental de España [...] a la corrienteque hoy une en todo el mundo a señalados grupos que

forman el culto y la vida de un arte cosmopolita y univer-sal". A diferencia de los españoles, Darío no opone louniversal a Io cosmopolita; al contrario, e[ arte nuevo es

universal porque es cosmopolita. Es el arte de la gran ciu-dad. La sociedad moderna nedifica la Babel en donde to-dos se comprends¡,. (No sé si todos se comprendan en

las nuevas babeles, pero la realidad contemporánea, se-

gún se ve por Ia historia de los movimientos artísticos del

siglo xx, confirma Ia idea de Darío sobre el carácter cos-

mopolita del arte moderno.) Su oposición al nacionalis-mo -en aquellos años se decía «casticismo»- es parte de

su amor por la modernidad y de ahí que su crítica a la

tradición sea también una crítica a España. La actitud an-

tiespañola tiene un doble origerr: por una parte, expresa la

voluntad de separarse de la antigua metrópoli: unuestro

movimiento nos ha dado un puesto aparte, independiente

de la literatura castellana,; por Ia otra, identifica españo-

lismo con tadicionalismo: "la evolución que llevara el

castellano a ese renacimiento, habría de verificarse en

América, puesto que España está amurallada de tradi-ción, cercada y erizada de españolismo".

Reforma verbal, el modernismo fue una sintaxis, una

prosodia, un vocabulario. Sus poetas enriquecieron el

idioma con acarreos del francés y el tnglés; abusaron de

arcaísmos y neologismos; y fueron los primeros en em-plear el lenguaje de la conversación. Por otra parte, se ol-

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I

850 Itudacrou l drs uoa

vida con frecuencia que en los poemas modernistas apare-ce un gran número de americanismos e indigenismos. Sucosmopolitismo no excluía ni las conquistas de la novelanaturalista francesa ni las formas lingüísticas america-nás. Una parte del léxico modernista ha envejecido comol.ran envejecido los muebles y objetos del art nouueau;el resto ha entrado en la corriente del habla. No ataca-ron la sintaxis del castellano; más bien le devolvieronnaturalidad y evitaron las inversiones Iatinizantes ). el én-fasis. Fueron exagerados, no hinchados; muchas vecesÍueron cursis, nunca tiesos. A pesar de sus cisnes y gón-dolas, dieron al verso español una flexibilidad y una fa-miliaridad que lamás fue vulgar y que habría de prestárseadmirablemer.rte a las dos tendencias de la poesía con-temporánea: el amor por la imagen insólita y el prosaís-mo poético.

[.a reforma afectó sobre todo a la prosodia, pues el mo-dernismo fue ur.ra prodigiosa exploración de las posibili-dades rítmicas de nuestra lengua. El interés de los poetasmodernistas por los problemas métricos fue teórico ypráctico. Varios escribieron tratados de versificación:Manuel González Prada señaló que los metros castella-nos, cualquiera que sea su extensión, están formados porelementos binarios, ternarios y cuaternarios, ascendenteso descendentes; Ricardo Jaimes Freyre indicó que se tratade períodos prosódicos no mayores de nueve sílabas.Para ambos poetas el golpe del acento tónico es el ele-mento esencial del verso. Los dos se inspiraron en la doc-trina de Andrés Bello, quien desde r835 había dicho,contra la opinión predominante en España, que cada uni-dad métrica está compuesta por cláusuJas prosódicas

-algo semejante a los pies de griegos y romanos, sólo quedeterminadas por el acento y no por la cantidad silábica.El modernismr¡ r'eanuda así la tradición de la versifica-ción irregular, antigua como el idioma rnismo, según lo

Ll¿¡rdoL I ld s¡tc d: Rab¿ Datío 85r

ha mostrado Pedro Henríquez Ureña. Pero las conclusio-nes teóricas no iueron el origen de la reforma métricasino la consecuencia natural de la actividad poética. En

suma, la novedad del modernismo consistió en Ia inven-ción de metros; su originalidad, en [a rcsurrección del rit-mo acentual.

En materia de ritmo. como err todo lo den.rás, nuestroromanticjsmo se quedó a medio camino. Los poetas mo-derni\la\ rceogieron Ia rendencia rotnán¡ica.:t una nl¿yorlibertad rítmica y la sortetieron a Lrn rigor aprendido en

Francia. El ejemplo francés no fue el único. Las traduc-ciones rítmic¿s de Poe, el ve;:so germánico, la influenciade Eugenio de Castro y la lección de Whitman fueron los

antecedentes de los primeros poemas semilibres; y al finaldel modernismo el mexicano José Juan Tablada, precur-sor de la vanguardia, introdujo el haikú, forma que indu-dablemente impresionó a Juan Ran.rón Jimónez y tal vez

al mismo Antonio Machaclo, como cualquier lector aten-

to puede comprobarlo. No vale la perla enumel ar todoslos experimentos e innovaciones de los modernistas: la

reslrrrección del endecasílabo anapéstico y el proven-zal; la ruptura de la división rígida de los hemistiquiosdel alejandrino, Elracias al «encabalgamiento"; la boga del

eneasílabo y el dodecasílabo; los cambios de acentua-

ción; la invención de versos Iargos (hasta de veinte y más

sílabas); la mezcla de medidas distintas pero con una mis-

ma base silábica (tcrnaria o cuáternaria); los versos amé-

tricos; la vuelta a l¿rs formas tradicionales, como el co-

sante. .. La riqueza de ritmos del moclernismo es única en

la historia de la lengua y su reforma preparó la adopcióndel poema en prosa y del verso libre. Pero lo que deseo

subrayar es que el cosmopolitrsmo llevó a los poetas his-

panoamericanos a intentar [.ruchos injertos y cruzat¡ien-tos; y esas experiencias les revelaron la verdadera tradición de la poesía española: la versificación rítmica. El

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¡ij2 run.!¡rtú¡ )' d¡snlc c¡n

descubrimiento no fue casual. Fue algo n.rás que una retó-rica: una estética ¡ sobre todo, una visión del mundo,una manera de sentirlo, conocerlo y decirlo.

A t¡avés de un proceso en apariencia intrincado, perona¡ural er.r el {or.rdo, la búsqueda de un lenguaje moder-r.ro, cosmopolita, lleva a los poetas hjspanoamericanosa reclescubrir la tradición hispánica. Digo la y no unatradición española porque la que descubricron los modernistas, distinta a la que defendían los casticistas, es latradición central y más antigua. Y precisamente por esto

apareció ante sus ojos como ese pasado inmemorial que

es tanbién un perpetuo comienzo. Ignorada por los tra-dicionalistas, esa cor¡iente se revela universal; es el mis-mo principio qre rige la obra de los grandes románticos ysimbolistas: el ritmo como fuente de la creación poéticay como llave del universo. Así, no se trata únicamente de

una restauración. Al recobrar la tradición española, el

modernismo añade algo nuevo y que no existía antes en

esa tradición. El modernismo es un verdadero conienzo.Como el simbolismo francés, el movimiento de los hispa-noamericanos simultáneanente fue una reacción contrala vaguedad y facilidad de los románticos y nuestro ver'-

dadero romanticisr¡o: el universo es un sistema de co-rrespondencias, regido por el ritnro; todo está cifr-ado,todo rima; cada forma natnral dice algo, la naturaleza se

dice a sí misr.na en cade uno de sus cambios; ser poeta noes sel el dueño sino el agente de transmisión del ritmo; laimaginación más alta es la analogía... En foda la poesía

modernista resuena un eco de los Yers dorés: un ruystéred'dmr»t dans le métal repose; tout est sensible.

Ir no.t.rlgr,t dc la unidad cúrrnica c' urr \errtimi(ntopermanente del poeta modernista, pero también lo es su

fascinación ante la pluraiidad en que se manifiesta: "laceleste ur.ridad que presupones -dice Darío- hará brotaren ti mundos diversos". Dispersión del ser eu formas, co-

f lc¡t¿¡,1 t la suttt,t'l<¡tl'"n lt¡tt¡ 851

lores, vibraciones; fusión de los sentidos en uno. Las imá-

genes poéticas son las expresiones, las cncarnaciones a

ur.r tiempo espirituales y sensibles, de ese ritmo plural yúnico. Esta manera de ver, oír y sentir al mundo se expli-

ca generalmente en términos psicológicos: la sinestesia.

Una exasperación de los nervios, un trastorno de la psi-

que. Pero es algo más: una experiencia en la que participa

el ser entero. Poesía de sensaciones, se ha dicho; yo diría:

poesía que, a pesar de su cxasPel ado individualismo, no

afirma el alma del poeta sino la del mundo. De al.rí su in-

diferencia, a veces abierta hostilidad, ante el cristianis-

mo. El mundo no está caído ni deiado de Ia n.rano de

Dios. No es ur.r mundo de perdición: está habitado por el

espíritu, es la fuente de la inspiración poética y el arqueti-

po de todo transcurrir: .Ama tu ritmo y ritma tus accio-

nse...,. La poesía de lengua española nunca se hal¡ía

atrevido á afirmar algo semejante, nrtnca había visto en

la naturaleza la morada del espíritu ni en el I itmo la vía

de acceso -no a la salvación sino a la reconciliación entre

el hombre y el cosmos. La pasión libertaria de nuestros

románticos, su rebelión contra «el trono y el altar»! sor.r

algo muy distinto a esta visiór.r del universo en la que

la escatología del cristianismo apenas si tiene sitio y en la

que la figura misma de Cristo no es sino una de las for-

mas en que se manifiesta el firan Ciclo. Es inexplicable

que nuestra crítica no se haya detenido en estas creencias.

¡Y esa misma crítica ha acusaclo a los poetas modernis-

tas, sobre todo en España, de superficialidad! El moder-

nismo se inicia como una estética del ritmo y desemboca

en una visión rítmica del universo. Revela así una de las

tendencias nás antiBuas de la psique humana, recul¡ierta

por siglos de cristianismo y racionalismo. Su revolución

fue una resurrección. Doble descubrimiento: fue la pri-

mera aparición de la sensibilidad americana en el án.rbito

de la literatura hispánica; e hizo deI verso español el pun-

Page 10: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

8;+ tun(rd i ój1 \, ¿¡s¡d? tlt¡d

to de confluencia entre el fondo ances¡ral del hon.rbreamericano y la poesía europea. Al mismo tiempo revelóun mundo sepultado y recreó Jos lazos entre la tradiciónespañola v el espíritu moderno. Y hay algo más: el movi-miento de los poetas hispanoamericanos está impregna-do de una idea extraña a la tradición castellana: la poesíaes una revelación distinta a la religiosa. Ella es la revela-ción original, el verdadero princtpio. No dice otra cosa lapoesía moderna, desde el romanticismo hasta el surrea-lisrno. En esta visión del mundo reside no sólo la origina-lidad del n.rodernismo sino su modernidad.

TI

Ángel, esp ectrct, medusa...R. D.

Por su edad, Rubén Da¡ío fue el puente entre los inicia-dores y ia segunda generación modernista; por sus viajesy su actividad generosa, el enlace entre tantos poetas ygrupos dispersos en dos continentes; animador y capitár.rde la bat:rlla, fue tambión su espectador y su crítico: suconciencia; y la evolución de su poesía, desde Azul...(r888) hasta Poema del otoño (r9ro), corresponde a ladel moviniento: con él principia y con él acaba. Pero suobra no termina con el modernismo: lo sobrepasa, vamás aliá del lenguaje de esta escuela y, en verdad, de todaescuela. Es una creación, algo que pertenece más a la his-toria de la poesía que a la de los estilos. Darío no es úni-canentc el más arnplio y rico de los poeras modernistas:es uno de nuestros grandes poetas modernos. Es el ori-gen. A ratos hace pensar en Poe; otros, en \fhitn.ran. Enel primero, por esa porción de su obra desdeñosa delmundo americano y preocupada sólo por una n.rúsica ul-

1:.1 carn.al! h ercnd: Rub¿ D,1tio tl5 5

traterrestre; en el segundo, por su afirmación vitalista, su

panteísmo ¡, el sentirse por derecho propio cantor de laAmérica Latina como el otlo lo fue de la safona. A dife-rencia de Poe, nuestro poeta no se ellcerró en slr propiaaventura espiritual; támpoco tuvo la fe ingenua de \Xlhitman en el progreso y la fraternidad. Más que a los dos

¡¡randes angloamericanos, podría asemejarse a VictorHugo: elocuencia, abundancia y la sorpresa continua de

la rima, esa cascadá inaÉjotable. Como el poeta francés,

tiene inspiración de escultor ciclópeo; sus esttofas son

bloques de materia animada, veteada por delicadezas sú-

bitas: la estría del relár.r.rpago sobre la piedra. Y el ritmo,el continuo vaivén que hace del idioma una inmensa

masa acu¿itica. Darío es menos desmesurado y profético;también es u.renos valiente: no fue un rebelde y no se pro-puso escribir la biblia de la era moderna. Su genJo era lirico y profesó el mismo horror a la miniatura y al titanis-mo. Más nervioso y angustiado, oscilante entre impulsoscontLarios, se diría un Hugo atacado por el mal "deca-dentista". A despecho de que amó e imitó sobre todo (vrobre todos) a Verl¿ine. rus mejorcs poema\ \e parecen

poco a los de su modelo. Le sobraban salud v energía; su

sol ela más fuerte y su vino más generoso. Verlaine era unprovinciano de P¡ri''l D¡río urt (entroamcricJno tl¡)til-mundos. Su poesía es viril: esqueleto, corazón, sexo. CIa-ra y rotunda hasta cuando es triste; nada de medias tin-tas. Nacida en pleno fin de siglo, su obra es Ia de unromántico que fuese también un parnasiano y un simbo-lista. Un parnasiano: nostalgia de la escultura; ur.t sim-

bolista: presciencia de la analogía. Un híbrido, no sólopor la variedad de influencias espirituales sino por las

sangres que corrían por sus venas: india, española y unas

r. Era algo más y Dario supo o/r su nrúsica, que cs la de Villon ,v la dc Apol-

1r¡¡irc. INot.r de r qqo.

Page 11: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

856 Fmdaaln y tlsidencia

gotas africanas. Un ser raro, ídolo plecolombino, hipo-grifo. En América, la sajona y la nuestra, son frecuentesestos injertos y superposiciones. América es un gran ape-tito de ser y de ahí que sea un monstruo h;stórico. ¿Noson monstruosas la hermosura moderna y la más anti-gua? Dar'ío lo sabía n.rejor que nadie: se sentía conten.rpo-ráneo de Moctezuma y de Roosevelt-Nemrod.

Nació en Metapa, un poblacho de Nicar:agua, el r 8 deenero de r867. Unos meses después de su nacimiento, elpadre abandona Ia casa familiar; la madre, a la que ape-nas conoció, lo dela al cuidado de unos tíos. Su verdadero nombre era F'élix Rubén García Sarmiento pero desdelos catorce años firmó Rubén Darío. Nombre como unhorizonte que se despliega: Persia, Judea... Precocidad:innumerables poemas, cuentos y artículos, todos ellosimitaciones de las corrientes literarias en boga. Los temascívicos del romanticismo español e hispanoamericano: elprogreso, la democracia, el anticlericalismo, la indepen-dencia, la unión centroanericana; y los líricos: el amor,el más allá, el paisaje, las leyendas góticas y árabes. Eldespertar erótico fue igualmente precoz: amores infanti-les, fascinación por una trapecista yanqui ¡ a los quinceaños, la pasión: Rosario Murillo. Pretende casarse conella. Lo disuaden sus ámigos y familiares que lo envían a

El Salvador. Allí hace amistad con Francisco Gavidia quele da a conocer en el original Ia poesía de Hugo y de algu-nos parnasianos: "La lectura de los alejandrinos del granfrancés -diría después- hizo surgir en mí la idea de reno-vación métrica, que debía ampliar y realizar más talde".Aún leía mal el francés pero en algunos poemas de esos

años, advierte Anderson Imbert, hay ir.rdicios del can.rbio:

"En Serenata ya está el hachís que Baudelaire y Gautierhabían lanzado al me.rcado [...) y en Ecce Homo apareceel spleen",la enfermedad poética del siglo xIx como Iamelancolía fue ia del xvlr. En r884 regresa a Nicaragua.

F.L rat¡coLt la sirena: Rubén D¿tío 8t7

Segundo encuentro con Rosario Murillo. Su amor habíasido violento y sensuál pero sólo ahora los enámoradosllegan a la consumación final. Darío descubre que Rosa-rio no era virgen. Años después diría que «una particula-ridad anatómica lo hizo sufrir ". El engaño ¿no le doliómás? Herido, en 1886, emprende el primer gran viaje:Chile. Empieza el gran periplo. No cesará de viajar sinohasta su muerte.

En Santiago v Valparaíso penetra en mundos más civili-zados e inquietos. Hoy no es fácil hacerse una idea de loque fueron las oligarquías hispanoamericanas al final delsiglo. La paz les había dado riqueza y la riqueza, lujo. Si

no sintieron curiosidad por lo que pasaba en sus tierras,la tuvieron muy viva por lo que ocurría en las grandesmetrópolis ultramarinas. No crearon una civilizaciónpropia pero ayudaron a afinar una sensibilidad. En la bi-blioteca privada de su joven amigo Balmaceda, Darío

"sáciá su sed de nuevas lecturas". Bohemia. Aparece el

ajenjo. Primeros artículos de combate: "Yo estoy conGautier, el primer estilista de Francia". Admira tambiéna Coppée y sobre todo a Catulle Mendés, su iniciador yguía. Al mismo tiempo sigue escribiendo desteñidas imi-taciones de los románticos españoles: ahora son Bécquery Campoanor'. Es una despedida pues su estética ya es

otra: "La palabra debe pintar el color de un sonido, elperfume de un astro, aprisionar el alma de las cosas".En r888 publica Aza/... Con ese libro, compuesto de cuen-

tos y poemas, nace oficialmente el modernismo. Descon-certó sobre todo la prosa, más osacla que los versos. En lasegunda edición (r89o), Darío restablece el equilibriocon la publicación de varios poemas nuevos: sonetos en

r. Sus tres primeros lihros, escritos antes de los veinte años, constituyen su

conrribrrciórr algusto irapeñmet Epístolas )] poenas (r 88:); Aú¡olos (ril8z);

.v Rizras (r887).

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85u tunddcíón y dnidencia

alejandrinos (un alejandrino nunca oído antes en espa-ñolr. orros cn dodec¿\ilabo\ y orro mjs en un exrraño y

rico metro de diecisiete sílabas. No sólo fueron los ritmosinsólitos sino el brillo de las palabras, la insolencia deltono y la sensualidad de la frase lo que irritó y hechizó. Eltítulo era casi un manifiesto: ¿eco de Mallarmé (Je suishanté! L'a1ur, L'azur, L'azur, I'azur) o cristalización dealgo que estabá en el aire del tiempo? Max HenríquezUreña señala que ya Gutiérrez Nájera había mostradoparecida fascinación por los colores. Abanico de prefe-renciás y caminos a seguir, en Azul... hay cinco "meda-llones", a la manera de Heredia, dedicados a l,econte deLisle, Mendés, §íalt §7hitman, J.J. Paima y SalvadorDíaz Mirón; también hay un soneto a Caupolicán, pri-mero de una serie de poemas sobre la "América ignota».Todo Darío: los maestros franceses, los contemporáneoshispanoamericanos, las civilizaciones prehispánicas, lasombra del águila yanqui (oEn su país de hierro vive elgran viejo..."). En su tiempo Azul..- f're un libro proféti-co; hoy es ur.ra reliquia histórica. Pero hay algo más; unpoema que es, para mí, eJ primero que escribió Darío;quiero decir: el primelo que sea realmente una creación,una obra. Se llana Venus. Cada una de sus estrofas es si-nuosa y fluida como un agua que busca su camino en la

"profunda extensión, (porque la noche no es alta sinohonda). Poema negro y blanco, espacio palpitante encuyo centro se abre la gran flor sexual, "como incrustadoen ébano un dorado v divino jazn.rín,. El verso final es

uno de los más punzantes de nuestra poesía: "Venus, des-

de el abismo, me miraba con triste mirar,. La altur¿ se

vuelve abismo y desde allá nos mira, vértigo fijo, ia mujer.En 1889 Darío vuelve a Centroamérica. Nuevo en-

cuentro corl Rosario Murillo. Huida a El Salvador, er.r

donde funda un diario en favor de la unión centroameri-cana, causa a la que perrnanecerá fiel toda su vida. Cono-

F.l úntol)'ld sn'enn: Rib¿n 1)aia 859

ce a Rafaela Ciontreras, la Stelia de Prosas profanas, y se

casa con ella. Vagabundeos centroamericanos: Guatem¿-la, Costa Rica. En r89z va a España, por dos meses. En elcurso de ese viaje, al pasar por l,a Habana, conoce a unode los prin.reros n.rodelnistas, Julián del Casal, con el quepasa una semana memorable de poesía, amistad y alco-hol. Al regreso de España, muere su mujer Ella estaba enEl Salvador mientras Darío visitaba Nicaragua. Conmo-ción psíquica, alcohr¡lismo. Al poco tiempo: recaída enRosario Murillo. La pasión se degrada; en una de sus bo-rracheras los hermanos de su arnante, bajo amenaza demuerte, lo obligan a casarse. F.n r 893 lo nombran cónsulde Colombia en Buenos Aires. Darío emprende el viaje,vía Nueva York v París, con Rosario, pero en Panamá laabandona. No para siempre: esa mujer lo perseguirá has-ta su muerte con una suerte de odio amoroso. En NuevaYork, otro encLrentro decisivo: José Martí. La escala enParís fue una iniciación; ai salir "juraba por los dioses delnuevo Parnaso; había visto al viejo fauno Verlaine, sabíadel misterio de klallarmé y era amigo de Moréas". EnBuenos Ajres encuentra lo que buscaba. Vivacidad, cos-mopolitisno, lujo. Entre la pampa y el mar; entre la bar-barie y el miraje europeo, Buenos Aires era una ciudadsusper.rdida er.r el tiempo más que asentada en el espacio.Desarlaigo pero asimismo voluntad de inventarse, ten-sión por crear su propio presente y su futura tradición.Los escritores jóvenes habían hecho suya la estética nue-va y rodearon a Darío apenas llegó. Fue el jefe indiscuti-ble. Años de agitación, polérnica y disipación: la sala deredacción, el restaurante, el bar. Amistades fervientes:Leopoldo l,ugones, Ricardo Iaimes Freyre. Años de crea-ción: Los raros y l'rosas profanas, ambos de r896. losratos Íue el vademécum de la nueva literatura; Prosasprofanas fue y es el libro que define mejor al primer mo-dernismo: mediodía, non plus ultra d,el movimiento. Des-

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F ¿dtú¡ ), ¿¡stlent¡d

pués de Pro-s¿7,( profanas los caminos se cierran: hav quereplegar las velas o saltar hacia lo desconocido. RubénDarío escogió 1o primero y pobló las tierras descubiertas;Leopoldo Lugones se arriesgó a lo segundo. Cantos deuida )- esperdnza ( , qoS ) y Lunario sentimental lt9o9Json las dos obras capitales del segundo r.nodernismo y deellas parten, directa o indi¡ectamente, todas las experien-cias y tentativas de la poesía n.rodel na en lengua caste-llana.

Prosas profanas: el título, entre erudito v sacríJego, irri-tó aún más que el del lil¡ro anterior. Llamar prosas -him-nos que se cantan en las misas solerlnes, después delEvangelio- a una colección de yersos predominantemen-te eróticos era, más que un arcaísn.ro, un desafío,. El títu-lo, por otra parte, es una muestra de confusión delibera-da entre el vocabulario litúrgico y el del placer- Estapersistente inclinaciór.r de Da¡ío y otros poetas está muylejos de ser un capricho; es uno de los signos de la alter-nativa lascinacjón y repulsión que experimenta la poesíamoderna ante la religión tradicional. El prólogo escanda-lizó: parecía escrito en otro idioma y todo lo que decíasonaba a paradojá. Amor por la novedad a condición deque sea inactual; exaltación del yo y desdén por la mayo-ría; supremacía del sueño sobre la vigilia y del arte sobrela realidad; horror por el progreso, la técnica y Ia demo-cracia: usi hay poesía en nuestra An.rérica, ella está en lascosas viejas, en Palenque y en Utátlán, en el indio legen-dario, v en el inca sensual y fino, y en el gran N{c¡ctezumacle Ia silla de oro. Lo demás es tuyo, denrócrata §lalt

r. Sin dudr Darío conor:ía el pocma dc l,[allat:fn¿ Prose lour D¿s Lss¿¡n

,¿s, aparecido cn r885. Es sahida, además, su admir¡ción por Huvsnrans:

"Dc septiembre de r89,1 r febrero.le r9¡3.+-dicc \{ax Hcnríqucz Urcña-

Darío escribió Lrnrr c¡ r-¡nice e¡ un diario de Buenos Aires con el pseudónirro

dc Dcs Esscintes".

EI cantol¡, Lt s¡ren¡: Rttl¡rin Darío

§7hltman"; an.rbivalencia, amor y burla, ante el pasadoespañol: "abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mitierra; mi q[eriCa, de París". Entre todas estas declara-ciones -clarividentes o impertinentes, ingenuas o ¡fecta-das- resaltan las de orden estético. La primera: la liber-tad del arte y su gratuidad; en seguida, la negación de

toda escuela, sin excluir la suya: "mi literatura cs mía en

mí; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoropersonal"; y el ritmo: «como cada palabra tiene un alma,hay en cada verso, además de la armonía verbal, una me-lodía ideal. La música es sólo cle la idea, rr.ruchas veces,.

Antes había dicho que las cosas tienen un almai al]oradice que las palabras también la tienen. El lenguaje es unmundo animado y la mirsica verbal es música de almas(Mallarmé había escrito: de la Idea). Si las cosas tiener.r

run alma, el universo es sagrado; su orden es el de la músi-ca 1. la danza: un concjerto hecho de los acordes, reunio-nes y separaciones, de una cosa con la otla, de Lrn ánimacon las otras. A esta idea, antigua como el hon.rbre y vistasiempre con desconfianza por el cristianismo, los poetasmodernos añaden otla: las palabras tiel)en un alma y el

orden del lelrguaje es el del universo: la danza, la armo-nía. El lenguaje es un doble mágico del cosmos. Por la poe-sía, el lenguaje recoL.rra su ser original, vueh,e a ser música. Así, música idcal no quiere decir n.rúrsica de las ideas

sjno ideas que en su esencia son mírsica. Ideas en el senti-do platónico, realidacles de realjdades. Arn.ronía ideal:alma del mundo; en su seno todos y todo somos una mis-ma cosa, un¿ misma illma. Pero el lenguaje, aLrnque sea

sa€irado por participar en la animación musical del uni-verso, es también discordancia. Como el honbre, es con-tingencia: a un tiempo la palabra es músicá y signifi-cación. I-a distancia entre el nombre y la cosa nombrada,el significado, es consecuencia de la separación ertre elnundo y el hombre. El lenguaje es la expresión de la con-

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862 F ü ntld.i ón y.tis i de n c i,1

ciencia de sí, que es conciencia de la caída. Por la l.reridade la significación el ser pleno que es el poema se desan-gra y se vuelve prosa: descripción e jnterpretación delmundo, A pesar de que Darío no formuló su pensar exac-tamente en estos téflninos, toda su poesía y su actitud vi-tal revelan la tensión de su espíritu entre los dos extremosde la palabra: la música y el significado. Por lo primero,el poeta es "de la raza que vida con los números pitagóri-cos crea»; por lo segundo, es "la conciencia de nuestrohumano cieno, -

Entre la estética de Prosas profanas y el temperamentode Darío había cierta incompatibiLdad. Sensual y disper-so, no era hermético sino cordial: se sentía y sabía solopero no era un solitarío. Fue un hombre perdido en losmundos del mundo, no un abstraído frente a sí mismo.Lo que da unidad a Prosas profanas no es la idea sino lasensación -las sensaciones. Unidad de acento, algo muydistinto a esa unidad espiritual que hace de Les Fleurs dumal o d,e Leaues of Crass mundos autosuficientes, obrasque despliegan un tema único en yastas olas concéntri-cas. El iibro del poeta hispanoamer.icano es un prodigio-so repertorio de ritmos, formas, colores y sensaciones.No la historia de una conciencia sino las metamorfosis deuna sensibtlidad. Las innoyaciones métricas y verbalesde Prasas profanas de'lumbr¿ron y conragiaron a crritodos ios poetas de esos años. Más tarde, por culpa de losimitadores y ley fatal del tiempo, ese estilo se degradó ysu música pareció empalagosa. Pero nuestro juicio es di-ferente al de la generación anterior. Cierto, Prosas profa-nds a yeces recuerda una tienda de anticuario repleta deobjetos art nouueaz, con todos sus esplendores y rarezasde gusto dudoso (y que hoy empiezan á gustarnos tanto).Al lado de esas cl.rucherías, ¿cón.ro no advertir el erotismopoderoso, la r¡.relancolía viril, el pasn.ro ante el latir delmundo y del propio corazón,la conciencia de la soledad

1.1 .¿/¿.ala 1,1\¡r¿n¿: Rtuh¡ni t)nú' 861

humana frente a la soledad de las cosas? No todo lo quecontiene ese libro es cacharro de coleccjonista. Aparte devarios poemas perfectos y de muchos fragmentos inolvi-dables, hay en Prosas profanas rna gracia y una vitalidadque todavía nos arret¡atan. Sigue siendo un libro joven.Critican su artificio y afectación: ¿se ha reparado en eltono a un tiempo exquisito y directo de la frase, sabiamezcla de erudición y conversación? La poesía españolatenía los músculos envarados a fuerza de solemnidad ypatetismo; con Rubén Darío el idioma se echa a andar. Suverso fue el preludio del verso contemporáneo, directo yhablad<¡. Se acerca la hora de leer con otros ojos ese libroadmirable y vano. Adn.rirable porque no hay poema queno contengá por io menos una línea impecable o turba-dora, vibración fatal de la poesía verdadera: música deeste mundo, música de otros n.rundos, siempre familiar ysiempre extraña. Vano porque la manera colinda con elamaneramiento y la habilidad vence a la inspiración.Contorsiones, piruetas: nada podría oponerse a esos ejer-cicios si el poeta danzase al borde del abismo. Libro sir.l

abismc¡s. Y no obstante...El placcr r.s el tema central de Prosas profanas. Sólo

qrrr el placer. preci.rmenre por \cr un jLrcgo. es trn rir,'del que no están excluidos el sacrificio y la pena. .EI dan-dismo -decía Baudelaire- linda con el estoicismc¡." Lareligión del placer es una religión rigurosa. Yo no repro-charía al Darío de Prosas profanas el hedonismo sino lasuperficialidad. La exigencia estética no se convierte enrigor espiritual. En cambio, en los mejores momentos,brilla la pasión, "luz negr¿ que es más luz que la luz blan-ca". La mujer lo fascina. Tiene todas las tonnas natura-les: colina, tigre, yedra, ma! paloma; está vestida de aguay de fuego y su desnudez misma es vestidura. Es Lrn surtidor de imágenes: en el lecho se «yuelve gata que se encor-va" y al desatar sus trenzas asonan, bajo la camisa, "dos

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864 Findd.rj y dtsidencid

cisnes de negros cuellos". Es la encarnación de la otra re-ligión: .Sonámbula con alma de Eloísa, en ella hay la sa-grada frecuencia del altar". Es la presencia sensible deesa totalidad única y plural en la que se funden la historiav la natur alez.a,

1... I fatal, cosmopolita,universal, inmensa, única, solay todas; misteriosa y erudita;ámame mar y nube, espuma y ola.

E[ erotismo de Darío es pasional. Lo que siente no es talvez el amor a un ser único sino la atracción, en el sentidoastronómico de la palabra, hacia ese astro incandescenteque es el apogeo de todas las presencias y su disoluciónen luz negra. En el espléndido Coloquio de los centau,ros la sensualidad se transforma en reflexión apasionada:.toda forma es un gesto, una cifra, un enigma". El poetaoye "las palabras de la bruma" y las piedras mismas lehablan. Venus. rein¿ de l¿' nrarrice. . impera en e>te

universo de jeroglíficos sexuales. Todo es. No hay bien nimal: "ni es la torcaz benigna i ni es el cuervo protervo:son formas del enigma,. A lo largo de su vida Darío oscilará "entre la catedral y las ruinas paganas», pero su ver-dadera religión será esta mezcla de panteísmo y duda,exaltación y tristeza, júbilo y pavor. Poeta del asombrode ser.

El poema Íinal de Prosas profanas, el más hermoso delIibro para mi gusto, es un resumen de su estética y unaprofecía del rumbo futuro de su poesía. Los temas delColoquio de los centauros y otras composiciones afinesadquieren una densidad extraordinaria. La primera líneadel soneto es una definición de su poesía: "Yo persigouna forma que no encuentra mi estilo,. Busca una her,mosura que está más allá de la belleza, algo que las pala-

El cdrn¿olt la sircna: Rúbé Ddrío 865

bras pueden evocat pero no decir. Todo el romanticismo,aspiración al infinito, está en ese verso; y todo el sinbo-Iismo: la belleza ideal, indefinible, que sólo puede ser su-

gerida. Más ritmo que cuerpo, esa forma es femenina. Es

la naturaleza y es la muier:

Adornan verdes palmas al blanco peristilo;

los astros me han predicho 1a visión de la Diosa;y mi alma reposa en la luz como reposa

el ave de la luna sobre el lago tranquilo.

Apenas si es necesario señalar que estos soberbios alejan-

drinos recuerdan a los de Delfica: Reconnais tu le Temple

du péristyle immense... La misma fe en los astros y lamisma atmósfera de misterio órfico. El soneto de Daríoevoca ese «estado de delirio supernaturalista " en que de-

cía Nerval haber compuesto los suyos. En los tercetos

hay un brusco cambio de tono. A la certeza de la visiónsucede la duda:

Y no hallo sino la palabra que huye,

la iniciación melódica que de la flauta fluye

t...1

El sentimiento de esterilidad e impotencia -iba a escri-

bir: indignidad- aparece continuamente en Darío, conoen otros grandes poetas de esa época, de Baudelaire a

Mallarmé. Es la conciencia crítica, que a Yeces se resuel-

ve en ironía y otras en silencio. En el verso final el poeta ve

al mundo como una inmensa Pregunta: no es el hombreel que interroga al ser sino éste al hombre. Esa línea vale

todo el poema, como ese poema vale todo el libro: "Y el

cucllo del gran cisne blanco que me interroga -.

En r898 Darío da el gran salto. Nombrado correspon-sal de La Nación,vlfuá er Europa hasta 1914 y sólo re-

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bwdL¡óx ^)

d¡si¿encit

gresará a su tierra para morir- Vida errante! repartida prin-cipalmente entre París y Mallorca. Trabajos periodísticosy cargos diplomáticos (cónsul general en París, ministroplenipotenciario en Madrid, delegado de Nicaragua a va-rias conferencias internacionales ). Viajes por Europa yAmérica'. En rgoo conoce a Francisca Sánchez, la espa-ñola humilde que ha de acompañarlo en sus correrías europeas. Fue la devoción y la piedad amorosa, no la pa-sión. Esos años son los de la celebridad. Fama, buena ynala: reconocido como la figura central de nuestra poesía,lo rodea l¿ admiración de los mejores españoles e hispa-noan.rericanos (Jiménez, los dos Machado, ValleJnclán,Nervo) pero también lo sigue una cauda de parásitos,compañeros de tristes francachelas. Años rápidos, horaslargas en que diluye su vino, su sangre, en el .cristal delas tinieblas,. Creación y esterilidad, excesos vitales y men-tales, la .rnútil rebusca de la dicha", el .falso azul noc-turno" de la juerga y un "dormir a llantos". Noches enblanco, examen de conciencia en un cuarto de hotel: o ¿porqué el alma tien.rbla de tal manera?". Pero el viento en lacalle desierta, el rumor del alba que avanza, los ruidosmisteriosos y familiares de la ciudad que despierta, le de-vuelven la vieja visión solar Durante este período publi-

r. Visitó nuestro contineDte en r9o6 (Conferencia Panámericán¿ dc Río dc

Janeiro);en r9o7 (el famoso viaje a Nic¡raeua, que Ie inspirri varios poemes

memorables); en rgro (1a fracasada visita a México); v e[ r9r z (gira dc con-

ferencias). Sobre el vieje a México: el presidenre interino de Nicaragüa, doc'

or Ntadnz, lo había lombtado su representante en ias fiestas delcentenaro

de la lndependencia nexic¡na. Mienrras D¡río se dirigía hecia l\4éxico, las

rropas angloarnericanas ocupaban Nicaragua y obligaban a Nladriz a dejar

el poder Para evitar complicaciones internacionales al gobierno de Méri-co, elpoem no prosiguió su viaje hasta la capital. En rgrr publicó un follc-

to polírico sobre la inrervención angloarnericant en supatria: Refutación aL

presidenteTdft.

El cdracoly la sirena, Rubén Dario 867

ca, aparte de muchos volúmenes de prosa, sus grandes li-bro' de poesia Buena parte de esas composiciones son

una prolongacrón de la etapa anterior. sin conlar con que

algunas fueron escritas en la época de Prosas profanas yaun antes. Pero la porción más extensa y valiosa revelaun nuevo Darío, más grave y lúcido, más entero y viril.

Aunque Cantos de uida y esperdnz.o es su libro meior,lo. que le.iguen continüan la mi.ma vena y contienenpoemas que no son inferiores a los de esa colección. Así,todas esas publicaciones pueden verse como un solo libroo, más exactamente, como el fluir ininterrumpido de va-rias corrientes poéticas sirnultáneas. Por lo demás, nohay ruptura entre Prosas profanas y Cantos cle uida y es'peranza. Aparecen nuevos temas y la expresión es más

sobria y profunda pero no se amengua el amor por la pa-

Iabra brillante. Tampoco desaparece el glrsto por las in-nováciones rítmicas; al contrario, son más osadas y segu-

ras. Plenitud verbal, lo mismo en los poemas libres que

en esas admirables recreaciones de la retórica barrocaque son los sonetos de Trébo\ soltura, fluidez, sorpresacontinua de un lenguaie en perpetuo movimiento; y sobretodo: comunicación entre el idioma escrito y el hablado,como en la Epktola a lá señora de Lugones, indudableantecedente de [o que sería una de las conquistas de lapoesía contemporánea: la fusión entre el lenguaje litera-rio y el habla de la ciudad. En suma, la originalidad de

t. Cdlltos de ridd y esper,tnaa, Los cisnes y ott¡)s poemas I IgoS); ELcdnto

erfifite I t9a7); Poemd del otoño y otros poemds \19t a); Cafito d la Atgen-

tina y otras poenas lrgr4). Hay que agregar la nurterosa obra no recogida

en volumen sino hasta después de su muerte. La mejor edición de 1a poesia

de Darío es la del Fondo de Culrura Econóuica, México, r952. Comprende

todos sus libros poédcos y una antoiogía de Ia obra dispersa. La edición es-

ruvo al cuidarlo de Ernesto Meiía Sánchez y el prólogo, excelente, es de En

rique Anderson Irrbert.

Page 17: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

868 Funddci't t ¿¡siden.id

Cantos tle uida y esperanzt no implica negación del perío-do anterior: es un cambio natural y que Darío definecomo "la obra profunda de la hora, la iabor del rninuto yel prodigio del año". Prodigios ambiguos, como todoslos del tiempo.

El primer poema de Cantos de uid,a y esperdnza es lnaconfesión y una declaración. Defensa (y elegía) de su ju-ventud: u¿fue juventud la mía?"; exaltación y crítica desu estética: "la torre de ll-rarfil tentó mi anhelo"; revela-ción del conflicto que Jo divide y afirmación de su destinode poeta: "hambre de espacio y sed de cielo". La duali-dad que en Prosas profanas se manifiesta en términos es-

téticos -la forma que persigue y no encuentra su estilo-se muestra ahora en su verdad humana: es una escisióndel alrna. Para expresarla Darío se sirve de imágenes quebrotan casi espontáneamente de lo que podría llarnarse5u cosmología. si se entiende pol e\ro no un sisrema pensado sino su visión instir.ltiva del universo. El sol y el marrigen el movimiento de su imaginación; cada vez que bus-ca un símbolo que defina las oscilaciones de su ser, apare-cen el espacio aéreo o el acuático. Al primero pertenecenlos cielos, la luz, los astros y, por analogía o magia simpá-tica, la mitad supersensible del universo: el reino inco-rruptible y sin nombres de las ideas, la música, los núme-ros. El segundo es el dominio de la sangre, el corazón, elmar, el vino, la mujer, las pasiones ¡ también por conta-gio mágico, la selva, sus animales y sus monstrLros. Asícompara su corazón a la esponja saturada de sal marina e

inmediatamente después vuelve a compararlo a una fuen-te en el centro de una selva sagrada. Esa selva es ideal oceleste: no está hecha de árboles sino de acordes. Es la a¡-monía. fl ¿r¡e riende un puenle enlle uno y orro univer-so: las hojas y ramas del bosque se transforman en instru-mentos musicales. La poesía es reconciliación, inmersiónen la "armonía del gran Todo,. Al mismo tiempo es puri-

Lil carutcoly la sirena: Rubén Darnt 869

ficación: "el alma que entle allí debe ir desnucla". Par¿

Darío la poesía es conocimiento práctico o mágico: vi-sión que es asimisn.ro fusión de la dualidad cósmjca. Pero

no hay creación poética sin ascetisrno o combustión espi-

ritual: .de desnuda que está brilla [a estrel]a". La estética

de Darío es una suerte de orfismo que no excluye a Cris-to (más como nostalgia que con.ro presencia) ni a nin¡¡una

de las otras experiencias vitales y espirituales del hombre .

Poesí¡: t ot¿ lid¡ d y rra n' [igu raciott.Al cambio de centro de gravedad corresponde otro de

perspectiva. Si el tono es más hondo, ia mirada es más

amplia. Aparece la historia, en sus dos forr.r.ras: como tra-dición viva y como lucha. Prosas profanas contenía más

de una alusión a España; los nuevos libros la exaltan. Da-río r.runca fue antiespañol, aunque le irritaba, como a la

mayoría de los hispanoar.nericanos, el espíritu provincia-no y engteído de la España de tin de siglo. Pero la renova-

ción poética, recibida primero con desconfianza, había

conquistado ya a los jóvenes poetas españoles; al mismt¡

tiempo, una nueva generación iniciaba en esos años unexamen riguroso y apasionado de la realldad española.

Darío no fue insensible a este cambio, ai que, por 1o de-

más, no había sido ajena su influencia. Por últin.ro, la experiencia europea le reveló [a soledad histórica de Hrspa-noamérica. Divididos por las asperezas de la geografía ypor los obtusos regímer.res que imperaban en nuestras tie-rras, no sólo estábamos aislados del mundo sino separa-dos de nuestra propia historia. Esta situación apenas si

ha cambiado hoy; y es sabido que la sensación de soledad

en el espacio y el tien.rpo, fondo permanente de nuestroser, se vuelve más dolt¡rosa en el extranjero. Asimismo, el

contacto con otros Iatinoamericanos, perdidos como no-sotros en las grandes urbes modernas, nos hace redescu-

brir inmediatámente una identidad que rebasa las artifi-ciales fronteras actuales, impuestas por la combinaciírn

Page 18: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

87o Ftntlduónt disiden¿i¿

del poder extraño y la opresión interna. La generación deDarío fue la primera en tener conciencia de esta situacióny muchos de los escritores y poetas modernistas hicieronapasionadas defensas de nuestra civilización. Con cllosaparece el antiimperialismo. Darío aborrecía la políticapero los años de vida en Europa, en un mundo indiferen-te o desdeñoso de lo nuestro, lo hicieron volver los oioshacia España. Ve en ella algo más que el pasado: un princi-pio todavía vigente y que da unidad a nuestra dispersión.Su visión de España no es excluyente: abarca las civiliza-ciones precolombinas y el presente de la Independencia.Sin nostalgia imperial o colonialista, el poeta habla con elmismo entusiasmo de los incas, los conquistadores y loshéroes de nuestra Independencia. El pasádo lo exaltapero le angustia la postración hispánica, el letargo denuestros pueblos interrumpido sólo por sacudimientosde violencia ciega. Nos sabe débiles y mira con temor ha-cia el norte.

En aquellos años los Estados Unidos, en vísperas de con,vertirse en un poder mundial, extienden y consolidan sudominación en la América Latina. Pa¡a lograrlo usan detodos los medios, desde la diplomacia pánamericanistahasta el bigstick, en una mezcla nada infrecuente de cinis-mo e hipocresía. Casi a pesar suyo (.Yo no soy un poetapara las muchedunbres pero sé que indefectiblemente ten-go que ir a ellas") Darío toma la palabra. Su antiimperialis-mo no se nutre de los temas del radicalismo político. No veen los Estados Unidos la encarnación del capitalismo niconcibe el drama hispanoamericano como un choque deintereses económicos y sociales. Lo decisivo es el conflictoentre ciyilizaciones distintas y en diferentes períodos histó-ricos: los Estados Unidos son la avanzada más joven yagresiva de una corriente -nórdica, protestante y pragmá-tica- en pleno ascenso; nuestros pueblos, herederos de dosantiguas civilizaciones, atraviesan por un ocaso. Da¡ío no

El cdracol t La s¡re»¡, Rtbén Ddrío R7,

cierra ios ojos ante la grandeza angloamericana -admirabaa Poe, Whitman y Lmerson- pero.e niega.r aceptar que

esa civilización sea superior a la nuest¡a. En el poema ARooseueb opone al optimismo progresista de los yanquis(.Crees que en donde pones la bala del porvenir pones:

NO" ) una realidad que no es de orden material: el almahispanoamericar.ra. No es un alma muelta: nsueña, vibra,ama". Es significativo que ninguno de estos verbos designe

virtudes políticas: justicia, Iibertad, energía. El alma hispa-noamericana es un aln.ra al¡straída en esferas que poco onáda tienen que ver con la sociedad humana: soñar, amdry uibrar sor. palabras que designan a estados estéticos,

pasionales y religiosos. Actitud típica de la generaciónmodernista: José Enrique Rodó enfrentaba al pragmatismoangloamericano el idealismo estético latino. H,stas defini-ciones sumarias hoy nos hacen sonreír Nos parecen super-ficiales. Y lo son. Pero hay en ellas, a pesar de su ingenui-dad y de la presunción retórica con que fueron enunciadas,algo que no sospechan los ideóiogos modernos. El tematiene cierta actualidad y de ahí que no me parezca entera-rnente reprobable arriesgarme a una digresión.

Nos habíamos acostumbrado a juzgar la historia conouna lucha entre sistemas sociales antagónicos; al mis-mo tiempo, a fuerza de consider:ar a las civilizacior.res

como máscaras que encubren la verdadera realidad so-

cial -o sea: como uideologías", en el sentido que dabaMarx a esta palabra- habíamos terminado por atribuirun valor absoluto a los sistemas sociales y económicos.Doble error: por una parte hicimos precisamente de la

"ideología, el valor histórjco por excelencia; por la otra,incurrimos en un grosero maniqueísmo. Hoy no me pare-ce ilegítimo volver a pensar que las civilizaciones, sin ex-cluir el modo de producción económica y la técnica, sontambién expresión de un temple particular o, como se de-

cía antes, del genio de los pueblos. Tal vez la palabra ge-

Page 19: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

8'7 L F n¡li.lón ), dsden.ia

nio, por su riqueza de asociaciones, no sea la más a pro-pósito: diré que se trata de ur.ra disposición colectiva, másbien consecuencia de una tradición histórica que de unadudosa fatalidad racial o étnica. El genio de los pueblossería aquello que modela a las instituciones sociales yque, simultáneamente, es modelado por ellas; no una po-tencia sobrenatural sino la realidad concreta de unoshombres, en un paisaje determinado, con una herenciasemejante y cierto número de posibilidades que sólo se

realizan por y gracias a la acción del grupo. En fin, cual-quiera que sea nuestra idea sobre las civilizaciones, cadadía me parece menos fácil sostener que son meros refle-jos, sombras fantásticas: son entidades históricas, reali-dades tan reales como los utensilios técnicos. Son loshombres que los manejan. Desde esta perspectiva la que-rella sinosoviética o la lenta pero inexorable disgregacióndela alíanza atlántica cobran otra significación.

En teoría, Ia enemistad entre fusos y chinos es inexpli-cable, ya que se tráta de sistemas sociales semejantes yque, támbién en teoría, al suprimir el capitalismo hanabolido la rivalidad económica, es decir, la raíz misma delas contiendas políticas. Sin embargo, a pesar de que ladisputa ideológica no tiene origene\ económicos ni sociale.', asume la misma forma de las pugnar entre n¿cionescapitalistas'. Por su parte, los "realistas, en.rpíricos afir-man que la querella sobre la interpretación de las escritu-ras, la "ideología,, efectivamente es una máscara -sóloque no encubre realidades económicas o sociales sino laambición de grupos rivales que luchan por la hegemonía.

¿No hay más? ¿Cómo no ver en ese conflicto el cho-que de maneras de ver y sentir diferentes, cómo ignorar

r. .Al mismo ticr¡po que 1a oposición de clases en ei seno de las nacio¡es

-drce el Manifiesto corrazistd- dcsaparecerá e1 antagonismo entte las na-

El cnturol y ld si.e d: R"béti Ddtí¡) 871

que unos son chinos y otros rusos? Los chinos son chinos

desde hace más de tres mil años y no es fácil que un cuar-to de siglo de régimen revolucionario haya borrado mile-nios de confucianismo y taoísmo. Los rusos son n.rás ió-venes pero son los herederos de Bizancio'.

Otro tanto puede decirse de las dificultades a que se en-

frenta la Alianza Atlántica. La incipiente unidad europea

ha puesto de relieve que las afinidacles entre los euroPeos,

desde España hasta Polonia, son nrayores y más profun-das que los lazos que unen a los Estados Unidos y la GranBretaña con sus aliados continentales. Se trata de algoque tiene escasa relación con Ios regímenes sociales impe-rantes. Desde la guerra de los Cien Años los ingleses se

han opuesto a todas las tentativas de unificación euro-pea, vengan de la izquierda o de la derecha. Y ninguno de

sus filósofos políticos se ha interesado realmente en esta

idea. Los Estados Unidos han seguido la misma políticade disgregación, primero en la América Latina y después

en el mundo entero. Esta política no se deL¡e al azar ni es

únicamente el reflejo de una maquiavélica voluntad de

dominación universal. Es un estilo histórico, la forma en

que se manifiestan una tradiciór.r y una sensibilidad. Los

anglosajones son Lrna rama de la civilización occidentalque se define ante todo por su voluntad de separación;

son excéntricos y periféricos. La tradiciór.r latina y la ger-

mánjca son centrípetas; la anglosaiona es centrífuga o,

rnás bien, pluralista. Ar.nl¡as tendencias operan desde la

disolución del mundo medieval. No eran claramente visi-bles en Ia época del apogeo de las nacionalidades porquelas cubría la agitaciór.r de las luchas entre los Estados na-

r. Las rellexiones sol¡re cl conilcto chi¡o-soviético, €ntonces cn apogeo,

así como las relativas a la Aliarrza Adánrica y a la polílica de Estados Uni-

clos y de lnglaterra, fucron escritas hace más de un cuarto dc siglo. Hoy las

formul¿ría dc un modo un poco disrinto. lNo¡¿ dc ¡qqo.l

i

I

Page 20: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

871 Fun.la c ión y disi{ e I t c¡¡

cionales. Hoy que éstos tienden a agruparse en unidadesmás vastas, aparece a Ia superficie la €scisión que divide aOccidente desde el Renacimiento: la tendenciá pluralistay la tradición romano-germánica. Aunque la generaciónmodernista ignoró la sociología y la economía, vislum-bró que los conflictos entre civilizaciones no se reducen ala lucha por los mercados ni a la voluntad de poder.

Nada más ajeno a Darío que el maniqueísmo. Nuncacreyó que las verdades fuesen exclusivas y prefería asu-mir [a contradicción a postular algo que negase a losotlos. Veía en el imperiaiismo yanqui el principal obstácu-lo a la unión de los pueblos de habla española y portu-guesa. No se equivocaba. Tampoco se equivocaba al ad-mirar a los Estados Unidos y en proponernos sus virtudescomo un ejemplo. En realidad ningún hispanoamericanose ha atrevido a negar la existencia y el valor de la civi-lización anglosajona. En cambio, ellos han negado lanuestrá con fi'ecuencia. Nuestro resentimiento contra losEstados Unidos es superficial: celos, ser.rtimiento de infe-riondad ¡ sobre todo, la irritación de aquel que es pobrey débil al verse tratado sin equidad. En América Latinano hay mala voluntad hacia los angloame¡icanos. La ver-dader¿ malevolencia e., dc ellr,,s y ru r¿rz. c mi ;uicio, e.doble: el sentimiento (inconfesado) de culpa histórica; yla envidia (igualmente inconfesada) ante formas de vidaque Ia conciencia puritana y pragmática encuentra a untiempo inmorales y deseables,. Por ejemplo, nuestra con-cepción del ocio los fascina y les repugna y de ambas má-neras los perturba: pone en tela de juicio su sistema de

r. De nLrcvo: Ioy escribiría estos párrafos de rn modo distinto. En Esrados

Ulidos no hay malcvolencia hacia América La¡rna sino indifi¡cncia, des-

dén e ignorarcia. Entre nosotros el rcsentimiento v la mela voluutacl se han

errconado. La ideología h¡ cnvenenado muchas almas, «rbre rodo cntre los

irtelec!ualcs. lNot¡ de r99o.l

r'.1 .a .ol l 1,1 sÍ¿na: Rub¿n Daña 875

valores. La inseguridad psíquica de Ios angloamericanos,

cuando no estalla en violencia, se recuble con afirmacio-nes moralistas. Esta actitud los lleva a disminuir o negar

al interlocutor: ellos representan el bien y los otros el

error. El diálogo histórico con ellos es particularmente di-fícil por que asume siempre la forma del juicio, e[ proceso

o el contrato. Nuestra actitud ante los angloamericanos

también es ambivalentei los imitamos y los odian.ros.

Pero no los negamos. Aunque nos hicieron y nos hacen

daño, nos rehusamos a verlos como una especie distinta a

la nuestra, encarnación del mal. Por tradición católica y

liberal nos repugna toda visión exclusiva del hombre,

todo puritanismo.Rubén Darío compartía los sentimientos de la mayoría

de América Latina. Por 1o demás, no era un pensador po-

lítico y su carácter no era inflexible: ni en la vida pública

ni en Ia privada fue un modelo de rigor. Así, no es extra-

ño que, en r9o6, al asistir como delegado de su país a la

Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, escriba S¿7-

lwtación al Águila. Este poema, que celebra algo más que

la colaboración entre las dos Américas, podría hacernos

dudar de su sinceridad. ¿F'ue honrado su entusiasmo? En

todo caso, no le duró mucho. Él mismo lo confiesa en su

Epístola a la señora de Lugonesr n En Río de Janeiro[.. '] /1...1 yo panamericanicé / con un vaSo temor y muy poca

fe,. Prueba de su soberana indiferencia por [a coherencia

política: ambos poemas figuran, a pocas páginas de dis-

tancia, en el mismo libro.A pesar de estos vaivenes Darío no cesó de profetizar

la resurrección de los pueblos hispanoamericanos. Aun-que nunca lo dijo claramente, creía que si el pasado ha-

bía sido indio y español, el futuro sería argentino y, talvez, chileno. Nunca se le ocurrió pensar que la unidad y

el renacimiento de nuestros pueblos sólo podía ser obra

de una revolución que echase abajo los regímenes impe-

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3zG Fltndd.¡ón y diside cid

rantes en su tiempo y, con raras excepciones, en el nues_tr.o. El Canto a

_la Argentina (r9ro) reúne sus ideas pre-

dilecta,,: paz. indu:tria, cosmopol ismo, larinidad. Fl evan_gelio de_la oligarquia hispanoa merica na de lines de siglo,con su fe en el progreso y en las virrudes sobrehumr"nasde la inmigración europea. No falra siquiera la denunciadel «extravío» revolucionario: .Ananké la bomba pusoen la mano de la Locura,. El poema es un himno a

-Bue_

nos Aires, la Babel venidera: «concenrración de vedas,biblias y coranes". Una cosmópolis a la manera de Nuelva York pero "con perfume latino,. Los asuntos latinoa-mericanos no fueron los únicos que lo apasionaron. Fueun enamorado de Francia ("¡Los bárbaros. cara Lu-recial") y un pacifisra ardienre. El Canto de esperanza,poema corrtra Ia guerra. contiene algunos versos mila_Srosos! como el inicial: .Un gran vtlelo de cuervos mfln_cha cl azul celes¡e-. No rodo el poema riene el mismoaliento.

La poesía de inspiración polirica e histórica de Daríoha envejecido ranro como Ia vers¿llesca y decadenre. Siésta hace pensar en la tienda de curiosida'dcs. aquélla re_cuerda los museos de historia nacional: glorias oficiales,glorias apolilladas. Si se comparan sus poemas con lo., deVhirman se advier¡e inmediaramen¡e la dilerencia. Elpoeta yanqui no escribe sobre la historia sino desde ella ycon ella: su palabra y la historia angloamericana son unáy Ia misma cosa. Los poemas del hispanoamericano sontextos para ser leídos en la tribuna, ante un auditorio defiesta cívica..Hay momentos, claro está, en que el poetavence al orador. Por ejemplo, la primera part¿ de Ahoo_seueLt, modelo de insolencia y hermosa desenvoltura; al_gunos fragmento s d.e Canto a la Argentina,.uyn. ,.i.._tos verbales recuerdan a Whitman, un \X/hitman larino yque tra leído a Virgilio; ciertos refámpagos de visionariáen el Canto de esperanza... No es básrante. Darío tiene

F.l ,:¿t¿.óll l¡ sú1,1¿: 1l béil Dnñ) R77

poco que decir y su pobreza se reviste de oropel. Emiteopiniones, ideas generales; le falta la mirada de Vhit-nran, la mirada fundida a lo que ve, la realidad sufrida ygozada. Los poemas de Darío carecen de substancia: sue-

lo, pueblo. Substancia: lo que está abajo y nos sostiene yalimenta. ¿Vio la miseria de nuestra gente, olió la sangrede los mataderos que llámamos guerras civiles? Tal vezquiso abarcar demasiado: el pasado precolombino, Espa-ña, el presente abyecto, el futuro radioso. Olvidó o noquiso ver la otra mitad: las oligar:quías, la o¡rrcsión, ese

paisaje de huesos, cr-uces rotas y uniformes manchadosque es la historia latinoamericana. Tuvo entusiasmo; lefaltó inclignación.

Una gran ola sexual baña roda Ia obra de Rubén Darío.Ve al mundo como un ser dual, hecho de una continuaoposición y copulación entre el principio masculino y el

femenino. El verl¡o atnar es universal 1, conjugarlo es

practicar la ciencia sL¡prem¿'l: rlo es un saber cle conocimiento sino de creación. Pero sería inútil buscar en su

erotismo esa concentración pasional que se vuelve incan-descente punto fijo. Su pasi<in es dispersa y tiende ir con-fundirsc con el r aivóu del nl¡r. l-n urr ¡oema nrur corrori-do confiesa: "Plur¿l ha sido la celeste / histr¡ria de rnicorazón". Extraño adjetiv<.r: si llar¡amos celeste a ase

amor que nos lleva a ver en la persona amada un reflejcrde la esencia divina o de la ldea, su pasión responde dificih¡ente al calificativo. Quizá otra acepción de la pala-bra le convenga: su corazón no se alimenta dc la visióndel cielo inmóvil pero obedece al movirriento de los as-t¡:os. I.a tradición de nuestra poesía amorosa, provenzalo platór.rica, concibe a la criatura como una realidacl r'e-

fleja; el fin último ciel amor no es el abrazo carnal sino lacontemplaciór.r, prólogo de las nupcias entre el alma hu-mana y el espíritu. Esa pasión es pasión de unidad. Daríoaspira a lo contra¡io: quiere disolverse en cuerpo y irlm;r

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___rt_

il7,1 Í ndit¡ón ! ¿tsí¿e citt

en el cuerpo y el alma del mundo. La historia de su cora-zón es plural en dos sentidos: por el nírmero de mujeresamadas y por la fascinación que experimenta ante la plu-ralidad cósmica. Para el poeta platónico la aprehensiónde la realidad es un paulatino tránsito de lo vario a louno; el amor consiste en la progresiva desaparición de laaparente heterogeneidad del universo. Darío siente esaheterogeneidad como la prueba o manifestación de launidad: cada forma es un mundo completo y simultánea-mente es parte de la totalidad. La unidad no es unai es ununiverso de universos, movido por la gravitación erótica:el instinto, la pasión. El erotismo de Darío es una visiónmágica del mundo.

Amó a varias mujeres. No fue lo que se llama unamante afortunado. (¿Qué se quiere decir con esá expre-sión?) Sus desventuras, si lo {ueron realmente, no expli-can la sucesión de amoríos ni la substitución de un objetoerótico por otro. Como casi todos los poetas de nuestratradición, dice que persigue un amor único; en verdad,experimenta un perpetuo vértigo ante la totalidad plural.No el amor celeste ni la pasión fatal; ni Laura ni JuanaDuval. Sus mujeres son la Mujer y su Mujer las mujeres.Y más: la Hembra. Sus arquetipos femeninos son Eva yCipris. Ellas «concenrran el misterio del corazón delmundo,, Misterio, corazón, rnundo: entraña femenina,matriz primordial. Aprehensión sensual de la realidad: enla mujer ose respira el pelfume vital de cada cosa". Eseperfume es lo contrario de una esencia: es el olor de lavida misma. En el misn.ro poema Darío evoca una imagenque también seclujo a Novalis: el cuerpo de la rnujer es elcuerpo del cosmos y amar es un acto de canibalismo sa-grado. Pan sacramental, hostia terrestre: corner ese panes apropiarse de la substancia vital. Arcilla y ambrosía, lacarne de la mujer, no su alma, es celeste.Esta palabra nodesigna a Ia esfera espiritual sino a la energía vital, al so-

Íl.¿tucol \ ln sirena: Rubón Ddrío 879

plo divino que anima la creación. Unos versos más ade-

lante la imagen se hace más precisa y osada: el «semen es

sagrado". Para Darío el licor seminal no sólo contiene en

germen al pensamiento sino que es materia pensante. Su

cosmología culmina en un misticismo erótico: hace de la

mujer la manifestación suprema de la realidad plural yendiosa al semen.

Los actores de esta pasión no son personas sino fuerzas

vitales. El poeta no busca salvar su yo ni el de su amada

sino confundirlos en el océano cósmico. Amar es ensan-

char el ser. Estas ideas, corrientes en la alquimia sexual

del taoísmo y en el tantrismo budista e hindú, nunca ha-

bían aparecido con tal violencia en la poesía castellana,

toda ella impregnada de cristianismo. (Las fuentes del

erotismo español son otras: la poesía provenzal, la místi-ca árabe y la tradición platónica del Renacimiento italia-no.) No es fácil que Darío se haya inspirado directamen-te en los textos orientales, aunque sin duda tuvo vagas

nociones de esas filosofías. En todo esto hay un eco de

sus lecturas románticas y simbolistas pero hay algo más:

esas visiones son la expresión fatal y espontánea de su

sensibilidad y de su intuición. La originalidad de nuestropoeta consiste en que, casi sin proponérselo, resucita una

antigua manera de ver y sentir a la realidad. Al redescu-

brir [a solidaridad entre el hombre y la naturaleza, funda-mento de las primer¿rs civilizaciones y religión primordialde los hombres, Darío abre a nuestra poesía un mundo de

correspondencias y asociaciones. Esta vena de erotismomágico se prolonga en varios grandes poetas hispanoa-mericanos, como Pablo Neruda.

La imaginación de Darío tiende a manifestarse en di-recciones contradictorias y complementarias y de ahí su

dinan.rismo. A la visión de la mujer como extensión y pa-

sividad anirr.ral y sagrada -arcilla, ambrosía, tierra, pan-sucede otra: es la «Potente a quien las sombras temen, la

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u8o ludación I dts¡.lek.¡d

reina sombría». Potencia activa, dispensa con indiferen-cia el bien y el mal. Encarna, diría, la profunda, sagradaamoralidad cósmica. Es la sirena, el monstruo hermoso,tanto en el sentido lísico como en el espiritual. En ellaconfluyen todos los opuestos: la tierra y el agua, el mun-do animal y el humano, la sexualidad y la rnúsica. Es laforma más cornpleta de la mitad femenina del cosmos yen su canto salvación y perdición son una misma cosa. Lamuler es anterior a Cristo: lava todos los pecados, disipatodos los miedos y su virtud lustral es tal que "al torcersus cabellos, apaga al infierno". Sus atributos son dobles:es agua pero también es sangre. Eva y Salomé:

Y la cabeza de Juan el Bautista,ante quien tiemblan los leones,

cae al hachazo. Sangre llueve.Pues la rosa sexual

al ent¡eab¡i¡se

connrue\ e todu lo que e\i,leco¡ su efluvio carnaly con su estigma espiritual.

Los arquetipos de su universo son la matriz y el falo.Están en todas las formas: .el peludo cangrejo tiene espi-nas de rosa / y los moluscos reminiscencias de mujeres".La seducción del segundo verso r.ro proviene únicamentedel ritmo sino de la conjunción de tres realidades distin-tas: moluscos, mujeres y reminiscencias. La alusión a vi,das anteriores es frecuente en la poesía de Darío e implicaque la cadena de las conespondencias es también tempo-ral. La analogía es el tejido viviente de que están hechosespacio y tiempo: es infinita e inmortal. El carácter enig-mático de la realidad consiste en que cada forr¡a es dobley triple y cada ser es reminiscencia o prefiguración deotro. Los monstruos ocupan un lugal privilegiado en este

¡:l cn colj Ld sitena: Rub¿n Dúía R8r

mundo. Son los símbolos, "vestidos de belleza", de la dua-

lidad, el signo viviente del ayuntamiento cósmico: «el mons-

truo expresa un ansia del corazón del Orbe". La filosofíade Da¡ío se resuelve en esta paradoia: "sabed ser lo que

sois, enigmas siendo formas".Si todo es doble y todo está animado, toca al poeta des-

cifrar las .confidencias del viento, la tierra y el mar". Elpoeta es como un ser sin memoria, como un niño perdidoen una ciudad extraña: no sabe ni de dónde viene niadónde va. Pero esta ignorancia esconde un saber inme-morial. Frenre al mar ca¡alán: sien¡o en roca, aceite 1

vino, / yo mi antigüedad". Niño milenario, el poeta es la

conciencia del olvido en que se sustenta toda vida huma-ná: sabe que perdimos algo en e[ origen pero no sabe concerteza qué fue lo que perdimos o nos perdió' Percibe.fragmentos de conciencias de al.rora y ayer,, mira al sol

negro, llora por estar vivo y se asombra de su muerte.

La crítica universitaria generalmente ha preferido ce-

rrar los ojos ante la corriente de hermetismo y de ocultis-mo que atraviesa la obra de Darío. Este silencio daña la

comprensión de su poesía. Se trata de una corriente cen-

tral y que constituye no sólo un sistema de pensamiento

sino de asociaciones poéticas. Es su idea del rnundo o

más bien: su imagen del mundo. Como otros creadores

modernos que se han servido de los mismos símbolos,

Darío transforma la "t¡adición oculta" en visión y pa-

labra. En un soneto no recogido en libro durante su

vida confiesa: .En las constelaciones Pitágoras leía, I yo

en las constelaciones pitagóricas leo,. En la nconfusión

de su alma, la obsesión de Pitágoras se mezcla con Ia de

Orfeo y ambas con el ten.ra del doble. La dualidad ad-

quiere ahora la forma de un conflicto personal: ¿quién yqué es él? Sabe que es, «dssds el tiempo del Paraíso,

reo»; sabe que "robó el fuego y robó la armonía"; sabe

que et dos en sí mi.'mo;1 que .siempre quiere ser

Page 24: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

E8z FLndd r ¡ ón y .lt s idenci a

otro». Sabe que es un enigma. Y la respuesta a este enig-ma eS otro:

En la arena me enseña la tortuga de orohacia dónde concluce de las musas el co¡oy en dónde triunfa augusta la voluntad de Dios.

En otro soneto, dedicado a Amado Nervo y gue perte-nece también a la obra dispersa, la tortuga de oro apare-ce como el emblema del universo. Esta composición meparece ser una de las claves del Darío mejor y menos co-nocido y merecería un análisis derenido. Aquí apuntosólo mi perpleja lascinación. Los signos que traza la tor-tuga en el suelo y los que se dibujan en su caparacho ,,nosdicen al Dios que no se nombra,. La forma en que se re-vela esa divinidad innombrable es un círculo; ese círculo

"encierra la clave del enigma / que a Minotauro mata y ala Medusa asombra". En el soneto que cité primero, laenseñanza de la tortuga consiste en mostrarle al poetala .voluntad de Dios"; en el que ahora comento esa vo-luntad se identifica con el eterno retorno. La obra divinaes la revolución cíclica que pone arriba lo que estaba aba-jo v obliga a cad¿ cosa ¿ ¡ransformarse en .,u conlrario:inmola al Minotauro y petrifica a la Medusa. En el espí-riru del poera 16. signos de la tortLrga \e convierren enun «ramo de sueños" y un «mazo de ideas florecidas".Unión del mundo vegetal y el mental. Esta imagen se re-suelve en otra más, predilecta del poeta: esos signos sonlos de la música del mundo. Son el emblema del movi-miento cíclico y el secreto de la armonía: la orquesta nylo que está suspenso entre el violín y el arco,. Verso hen-chido de rdivin¿ciones y reminiscencias: momento enque se detiene, sin detenerse, la voluntad circular queperpetuamente recomienza.

La analogía no es perfecta. Hay una falla en el tejido de

Ll carn.al I ld s¡e a: R bén t)nt¡o 881

llamadas y respuestas: el hombre. F'n Augurios Pasan so-

bre la cabeza del poeta el águila, el búho, la paloma, el rui-señor y cada uno de esos pájaros es un agüero de fuerza,

saber o sensualidad. De pronto la enumeración cambia de

rumbo, el lenguaje simbolista se quiebra e irrumpe el habla

directa: oPasa un murciélago / pasa una mosca / un mos-

cardón1...]". No pasa nada y llega la muerte. Sorprende el

tono amargo y el voluntario, dramático Prosaísmo de las

líneas finales. Disolución del sueño en la sórdida muerte

cotidiana. El tema de nuestra finitud adopta a veces lá for-ma cristiana. En Sp¿s el poeta prde a Jesús, oincomparable

perdonador de injurias,, la resunección: "dime que este

espantoso horror de la agonía / que me obsede, es no más

de mi culpa nefarrda". Pero Cristo es sólo uno de sus dio-

ses, una de las formas de ese Dios que no se nombra. Aun-

que a Darío le repugnaba el ateísmo racionalista y su tem-

peramento era religioso, y aun supersticioso, no puede

decirse que sea un poetá cristiano, ni siquiera en el sentido

polémico en que lo fue Unamuno. El terror de la muerte' el

horror de \er, el l\co de 't mistllo. expresiones que ¿pare

cen una y otra vez a partÍ de Cdntos de uida y esperanza,

son ideas y sentimientos de raíz cristiana; pero falta la otra

mitad, la escatología del cristianismo. Nacido en un mun-

do cristiano, Darío perdió la fe y se quedó, como la mayo-

ría de nosotros, con la herencia de la culpa, ya sin referen-

cia a una esfera sobrenatural.El sentimiento de la mancha original impregna mu-

chos de sus mejores poemas: ignorancia de nuestro ori-gen y de nuestro fin, miedo ante el abismo interior, ho-

rror de vivir a tientas. La fatiga nerviosa, exacerbada

por una vida desordenada y los excesos alcohólicos, el

ir y venir de un país a otro, contribuyeron a su desaso-

siego. Iba sin ruml¡o fijo, hostigado por el ansia; des

pués caía en letargos que eran "pesadillas 5t¡¡¿ls5» y lamuerte se le aparecía alternativamente como pozo sin fin

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884 Funda c¡ a» y d ¡s¡¿ en.it1

o despertar glorioso. Entre esos poemas, escritos en unlenguaje sobrio y reticente, oscilante entre el monólogo yla confesión, me conmueven sobre todo los tres Nocr¿zr-z¡os. No e' difrcil ¡dverrir \u \emeian,/t (on cierto\ poe-mas de Baudelaire, como L'Examen de minuit o LeGouffre' . El primero y el último de los Nocr¿¿¡r.¡os termi-nan con el presentimiento de la muerte. No la describe yse limita a nombrarla con el pronombre: Ella. En cam-bio, la vida se le aparece como un mal sueño, abigarradaco¡ección de n.romentos grotescos o terribles, actos irri-sorios, proyectos no realizados, sentimientos mancha-dos. Es la angustia de la noche urbana, ese silencio inte-rrumpido por «el ¡ssornr de un coche lejano" o por elzumbido de la sangre: oración que se vuelve blasfemia,cuenta sin fin del solitario frente a un futuro cerradocomo un muro. Pero todo se resuelve en ale61ría serena siElla aparece. El erotismo de D¿río no se resigna y hácenupcias del morir'.

En el Poema deL ot<tño, una de sus grandes y últimascomposiciones, se unen los dos ríos que alimentan su poe-sía: la meditación ante Ia muerte y el erotismo panteísta.El poema se presenta como variaciones sobre el viejo ygastado tema de la brevedad de la vida, la flor del instan-te y otros lugares comunes; al final, el acento se vuelvemás grave y desafiante: ante la muerte el poeta no afirmasu vida propia sino la del universo. En su cr áneo, como si

fuese un caracol, vibran la tierra y el sol; la sal del mar,savia de sirenas y tritones, se mezcla a sLr sangre: morir es

vivir una vida más yasta y poderosa. ¿Lo creía realmen-te? Es verdad que temía a la muerte; también lo es que laámó y la deseó. La lrluerte fue su medusa y su sirena.Muerte dual, como todo lo que tocó, vio y cantó. La uni-

r. En la breve corrposició¡ sin título que se inicia co¡ Ia lilca .¡Oh terre-

moto üentall,, Darío cita expres:rrnenre al poeta lrancés.

tl ¡am¿olt l¿ s¡ena: Rubén D¡río 885

dad es siempre dos. Por eso su emblema, como 10 vio

Juan Ramón Jiménez, es el caracol marino, silenciosoy henchido de rumores, infinito que cabe en una mano.Instrumento musical, resuena con un "incógnito acen-

to»; talismán, Europa lo ha tocado «con sus manos divi-nas»i amuleto erótico, convoca a nla sirena amada del

poeta"; objeto ritual, su ronca música anuncia el alba y el

crepúsculo, la hora en que se iuntan la luz y la sombra. Es

el símbolo de la correspondencia universal. Lo es tam-bién de la reminiscencia: al acercarlo a su oído escucha laresáca de las vidas ¡rasadas. Camina sobre la arena, allídonde "deian los cangrejos la ilegible escritura de sus

huellas" y su miráda descubre a la concha marina: en su

alma .otro lucero como el de Venus arde,. El caracol es

su cuerpo y es su poesía, el vaivén rítmico, el girar de esas

imágenes en las que el mundo se revela y se oculta, se dicey se calla. En e[ segundo Nocturno hace la cuenta de loque vivió y no vivió, dividido «entre un vasto dolor y cui-dados pequeños", entre recuerdos y desgracias, ilumina-ciones y dichas violer.rtas:

Todo esto viene en meclio del silencio profundo

en que la noche envuelve Ia terrena ilusión,

y siento cono un eco del corazón del mundoque pencrr.l ) (orrr¡Lreve tni propio corlzon.

En r 9 -r 4, ya Europa en glrerra, Darío regresa a Amé-rica. En los últimos tiempos, los apuros materiales se

añadían a los trastornos del cuerpo v el alma. Concibióel proyecto de realizar r.rna gira de conferencias por el

conlinente, acotnp:rñado pol un comparriota \ulo que

actuaba como su empresario. En Nueva York cayó en-

fermo. Su compañero lo abandonó. Herido de muerte,se traslada a Guatemala. Allí lo recoge la implacableRosario Murillo, que lo lleva a Nicara¡¡ua. Muere en su

Page 26: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

Frndación y dísidencia

casa, el 6 de febrero de 19r6, "El caracol la fo¡made un corazón". Fue su pecho de vivo y su cráneo.muerto.

Delbi, a 6 de octubre de t

nEl caracol y [a sirena: Rubén Da¡ío" se publicó por prirnera,en Reuista de ld Uniuersidad,MéÁco, diciembre de 1964; ¡iormette, en Cuadrialo, México, Joaquín Mortí2, 1965. ,,.1,

, t.¡,tl

Page 27: Octavio Paz, Cuadrivio, El caracol y la sirena: Rubén Darío

OCTAVIO PAZ

OBRAS COMPLETAS II

Excursiones / IncursionesDominio extran,ero

Fundación ydisidenciaDominio hispánico

¿orcróu DEL AUToR

(;A I,AX I A (;UTENBERG

<rfrrr;U r-<¡ DE LECToRES

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Ptimera edición: círculo de Lecmres, t99r

Seganda edición: Galaxia Gutenberg I Cítculo de Lectores, 2ooo