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    La relacin de servicio y lapreocupacin por los otros 31

    Sistemas de cuidados

    Observatorio Social

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    Av. de Mayo 1437, 4 G, (C1085ABE),Ciudad Autnoma de Buenos AiresRepblica ArgentinaTelfonos: (+54 11) 4384.6125 [email protected]://observatoriosocial.org.arDirectoresGabriela V. AgostoMiguel Paradela Di RisoPropietarioAsociacin Civil Observatorio SocialEditores

    Silvana PascucciMalena RimedioComit editorialDra. Esther del Campo, Dra. Sonia Draibe, Lic. RodrigoGmez Iza, Dr. Oscar Luengo, Dr. Rafael Martnez Pun,Dr. Aldo Neri, Lic. Guillermo Prez Sosto, Dr. Jos RuizValerio, Lic. Eduardo Surez, Dr. Jos Sulbrandt.ISSN 1667-586XDocke diseo y comunicacinQueda prohibida la reproduccin total o parcial del contenido sinla previa autorizacin del editor.Las notas firmadas son responsabilidad de sus autores.

    Observ

    atorioSo

    cial

    Sumario #31

    En esta oportunidad presentamos latrigsimo primera edicin de nuestrarevista que lleva por ttulo: Sistemasde cuidados: la relacin de servicio y lapreocupacin por los otros.

    Los sistemas de cuidados son uncomponente central en la estrategiade desarrollo de un pas y, por lo tanto,constituyen un asunto relevante de debateen la agenda poltica y social: abarcan uncampo de problemas de investigacine intervencin social que involucra aactores, instituciones y formas de relacin

    y que implican construir un conjunto deprioridades respecto a las polticas pblicas

    a implementar.

    Si bien en Amrica Latina los debatesacadmicos sobre este concepto sonincipientes, los cambios demogrficos,el incremento en la esperanza de vidaacompaado del aumento de la cantidadde adultos mayores, modificaciones enlas estructuras familiares y unidadesfamiliares que dependen de mujeres solas,han tornado indispensable la bsquedade nuevas respuestas a los desafos de

    proteccin y bienestar social.En esta edicin se pretende analizar losprogramas de cuidados existentes enla regin iberoamericana, perspectivas

    y abordajes, y las polticas sociales deasistencia y apoyo a personas en situacinde dependencia (nios pequeos, ancianos,enfermos y personas con capacidadesdiferentes), la infraestructura del cuidado(servicios y transferencias de dinero,bienes y tiempo), implicancias en losniveles macro y micro social, y el rol de los

    sistemas de cuidado en el mediano-largoplazo.

    PublicacintrimestraldelaAsociacinCivilObservatorioSocial

    Nmero31Junio2011

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    Manuel Snchez Reinn, doctor enSociologa por la Universidad Complutensede Madrid (Espaa), analiza los regmenesde bienestar de Espaa y Amrica Latina,concentrndose en los retos de las polticaspblicas de servicios sociales de cuidadosa la dependencia/discapacidad haciendoreferencia particularmente a los casos deEspaa y Argentina. Destaca la emergenciade nuevos riesgos sociales y la considera-cin de los servicios sociales de cuidadoscomo servicios de un alto valor preferente,a travs del reconocimiento de nuevosderechos sociales de ciudadana, en un con-

    texto de globalizacin y de remercantiliza-cin de la proteccin social.

    Rosario Aguirre Cuns, profesora titularde la Facultad de Ciencias Sociales de laUniversidad de la Repblica (Uruguay)

    y experta en temas de gnero, trabajo ypolticas sociales, proporciona argumentospara entender la perspectiva de gnero enel anlisis del cuidado y en el diseo depolticas; y plantea en qu consiste la faltade equidad en la divisin sexual del traba-

    jo de cuidados y qu consecuencias tienepara las mujeres.

    Susana Ruiz Seisdedos, Juana MaraMorcillo Martnez y Mara delCarmen Martn Cano, acadmicas de laUniversidad de Jan (Espaa), sostienenen este artculo que en Espaa -a pesar dela implantacin de la una ley integral paralas personas con dependencia- el sistemade cuidados vuelve a recaer mayoritaria-mente sobre las mujeres perpetuando suposicin de proveedoras de cuidados alinterior de la familia.

    Karina Marino, mam de Santiago de5 aos diagnosticado espectro autis-ta a los 3 aos y miembro del grupo de

    padres autoconvocados TGD-PADRES-TEA(Trastorno Generalizado del Desarrollo oTrastorno del Espectro Autista), relata elrecorrido que realizan las familias paralograr que diagnostiquen a sus hijos,defender sus derechos a la salud y la edu-cacin y los temores frente a un futuroincierto sin respaldos institucionales.

    El Grupo de investigacin rsula, de

    la Universidad Autnoma de Barcelona(Espaa), aborda la problemtica acerca dealgunos descuidos y ausencias de conside-racin en lo que habitualmente se entiende

    y practica como cuidados a las mujeresmayores. La cuestin aqu es reflexionarsobre aquellos deslices y olvidos en los cui-dados, reivindicar su existencia y su necesi-dad y discutir sobre sus implicaciones y susefectos.

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    Retos de las polticaspblicas de serviciossociales de cuidados a ladependencia/discapacidad

    Espaa y Argentina

    Manuel Snchez Reinn

    Manuel Snchez Reinn es Doctor en Sociologa por la Universidad Complutense de Madrid y Master en Administracin Sanitaria, ISCIII.

    El familiarismo de losregmenes de bienestarespaol y argentino

    La primera clasificacin tri-dica de regmenes de bienestar deEsping-Andersen se apoyaba bsi-camente sobre el principio de des-mercantilizacin relacionado con elnivel y las caractersticas de la pro-teccin social: liberal (mnima pro-teccin social frente a los riesgos del

    mercado), socialdemcrata (mxi-ma proteccin social, de carcteruniversal) y corporativo (proteccinsocial media segmentada por esta-tutos profesionales). La diversidadde regmenes de bienestar subrayatanto los rasgos comunes y las con-tinuidades como las diferencias ycambios en el tiempo de las polti-cas de bienestar de cada Estado de

    Bienestar, enfatizando la autonomainstitucional de los mismos.

    Sometida a crticas procedentesde diversas orientaciones, especial-mente de las estudiosas feministas,Esping-Andersen ampla su anlisisal papel de la familia como unidadde produccin y distribucin debienestar, y al papel del Estado deBienestar (EB) en relacin a la des-

    familiarizacin, es decir, la presenciao ausencia de una poltica pblica

    dirigida a distribuir las cargas fami-liares en el conjunto de la sociedad.Bajo este nuevo enfoque incluye enel rgimen de bienestar de Segu-ridad Social (antes corporativo) apases como Italia y Espaa, en losque las familias son fuentes muyimportantes de bienestar.

    No obstante, otras autoras plan-tean la necesidad de contemplar unrgimen de bienestar propio para

    estos pases, que tuviera en cuentala organizacin de la sociedad entorno a la diferenciacin de los rolespatriarcales del varn cabeza de

    familia y de la madre ama de casa,y la dependencia de las mujeres res-pecto de los varones; a este tipo dergimen de bienestar lo denominanmediterrneo o familiarista (Sn-chez Reinn 2010: 96).

    De acuerdo a estas clasificacio-nes, el Estado de Bienestar espaol

    sera uno los Estados de Bienestar(EB) ms familiaristas de los reg-menes de bienestar de la Europa,caracterizndose por un bajo nivelde gasto pblico dirigido a protegera los varones cabeza de familia fren-te a los riesgos de primer orden1.Otros rasgos aadidos dibujan el

    1- Fundamentalmente los riesgos asociados a laenfermedad, la incapacidad laboral y la vejez.

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    Retos de las polticas pblicas de servicios sociales de cuidados a la dependencia/discapacidad

    perfil de las polticas de bienestarespaolas: la universalizacin adi-tiva y la permanencia de reas debienestar categorizadas2; una provi-sin de servicios sociales de cuida-dos residualista dirigida a la pobla-cin con discapacidad/dependencia,una elevada participacin de lasmujeres en el cuidado de la misma yuna elevada desigualdad de gnero;al mismo tiempo que presenta altastasas de poblacin activa e inactivacuidando habitualmente de perso-nas con discapacidad/dependencia(Snchez Reinn 2010: 120-176).

    Se trata de un conjunto decaractersticas que no obedecen sloa un desarrollo tardo e inmadurode las polticas de bienestar y deprovisin de servicios de cuidados,sino que configura un modelo depolticas de bienestar sustentadas

    sobre la () asuncin de que lasfamilias son cruciales en la provisinde apoyo y servicios para las personasdependientes [nias/os y personas condiscapacidad/dependencia]. ()3 (Fla-quer 2000: 7).

    Las inercias institucionalesen el desarrollo de un modelo deproteccin social a la familia en unsentido amplio, y especficamentede servicios sociales de cuidados, nose deberan sobre todo al peso de

    factores histricos sino que formanparte del propio modelo de expan-sin y consolidacin del EB espaol,y de las respuestas ofrecidas por lasinstituciones, actores sociales y ciu-dadanos a los problemas resultantesdel proceso de modernizacin (Fla-quer 2000: 13).

    Franzoni elabora para AmricaLatina una clasificacin diferente deregmenes de bienestar que diferen-cia cuatro regmenes: productivista-informal, estatal-proteccionista,

    familiarista y altamente familia-rista. En el rgimen de bienestarproductivista-informal, en el cualsita a Argentina, las polticaspblicas estaran dirigidas a esti-mular la incorporacin al mercadode trabajo de la poblacin y mejorarla renta disponible de las familiaspara adquirir entre otros serviciossociales de cuidados. A pesar deello, un importante segmento socialno tendra acceso al mercado de

    2- Sujetas a tests de medios, sealadamente laproteccin de la familia y la infancia.

    3- Las citas de Flaquer son traducciones libres delautor a partir del texto original.

    trabajo formal y no podra adquirirservicios personales, situacin queen parte paliara polticas de pro-teccin social focalizadas (MartnezFranzoni 2007: 23-31).

    Espina, citando a Marcel y Rive-ra, rene a algunos pases de lascategoras de regmenes de bienes-tar productivista-informal y estatal-

    proteccionista, como Chile, Argenti-na, Brasil, Uruguay y Costa Rica enuna misma categora que denominaEstado de Bienestar potencial, pasescon procesos de modernizacin mslargos y profundos, que cuentancon polticas sociales sectoriales decarcter universalista pero con unalimitada capacidad de reduccin delas desigualdades (Espina 2008: 7-8).

    Franzoni retoma su anlisis delos regmenes de bienestar en Am-rica Latina desde el punto de vista

    de los rdenes de gnero, teniendoen cuenta para ello el acceso de lasmujeres al mercado laboral y a lapoltica pblica, y alternativamentesu reclusin al mbito domsticocomo amas de casa: define as losrdenes de gnero de patriarcado

    privado, patriarcado pblico-mer-cantil y patriarcado pblico-estatal.El Estado de Bienestar en Argentinapresentara una mezcla de familia-rismo y de desarrollo de polticas

    pblicas, de manera que pertenece-ra al orden de patriarcado pblico-estatal, por la alta presencia decnyuges en familias tradicionales(49,1%), una relativa alta actividadeconmica femenina (49,0) y unbajo nivel de analfabetismo (2,7%).La poltica pblica les ofrece unarelativa proteccin a las mujeres y alas familias para evitar una intensamercantilizacin (Martnez Franzoniy Voerend 2009: 48-53).

    Nuevos riesgos socialesen un contexto de mayorparticipacin femenina en laPEA y de informalizacin delempleo

    La emergencia de Nuevosriesgos sociales (NRS), que afectandirectamente a la provisin de servi-cios sociales de cuidados a personascon discapacidad/dependencia esfruto del proceso de modernizacin

    (Bonoli 2007: 389-391), (Moreno2009: 26-27): Cambios en los roles de las muje-

    res: mayor participacin en el mer-

    cado de trabajo, intensificacin delas demandas de mayor igualdadde gnero en la educacin, la for-macin, y las condiciones salariales

    y de empleo. Transformaciones en los hogares y

    las familias: incremento del nme-ro de personas mayores dependien-tes, de las necesidades de cuidadosinfantiles y aumento de hogaresmonoparentales y unipersonales.

    Extensin de la exclusin socialentre las/os trabajadoras/es conmenor nivel educativo y conempleos con bajos salarios y meno-res derechos laborales: concentra-cin del desempleo en estos seg-mentos, especialmente entre lasmujeres activas que cuidan habi-tualmente de nias/os o personascon discapacidad/dependencia.

    Expansin de los servicios privados

    y desregulacin de las prestacio-nes y los servicios pblicos: menorintensidad de las prestaciones yefecto de expulsin de las mis-mas de aquellos segmentos conmayores dificultades de insercinsocial, desincentivando el trabajoremunerado (salida del mercado detrabajo de las mujeres que cuidanhabitualmente).

    Estos cuatro tipos de NRS sedan de manera combinada: el incre-

    mento de las presiones del aumentode la poblacin con discapacidad/dependencia, en un contexto decotas mayores de participacinlaboral y social de las mujeres, pro-ducen un efecto de exclusin socialde aquellas mujeres (y varones)cuidadoras/es con menores cualifi-caciones y con mayor dificultad dearticular una demanda de serviciosprofesionales adecuados a sus nece-sidades, para evitar su exclusin delas esferas familiar, social y laboral.

    Esta articulacin de riesgos tambinse produce en el contexto latinoa-mericano (Arriagada 2008: 15-16).

    Argentina pertenece al grupo depases en proceso de envejecimientoavanzado, con ms del 10% (13,3% en2000) de la poblacin en las fran-jas de edades de adultos mayores(60 aos y ms) y una previsinde incremento para el ao 2025 al16,7%. Esta tendencia implica ade-ms un proceso de envejecimiento

    dentro del envejecimiento por elaumento de la esperanza de vida yla longevidad aumentada, que parala poblacin argentina se sita en

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    afectan a los pases de Amrica Lati-na con diversidad intensidad: segnFranzoni el EB argentino se situaraentre aquellos encuadrados en unrgimen de bienestar productivista-informal con menor intensidad dela informalizacin de su fuerza detrabajo: el conjunto de pases delconglomerado tendra un promediodel 16% de poblacin trabajadoraindependiente con baja cualifica-cin (Martnez Franzoni 2007: 22).

    La emergencia potencialde nuevas polticas pblicasde servicios sociales decuidados a la dependencia/discapacidad en Argentinacon referencia a Europa yEspaa

    La consideracin de los serviciossociales de cuidados como serviciosde un alto valor preferente, a tra-vs del reconocimiento de nuevosderechos sociales de ciudadana,pretende dar respuesta desde unaperspectiva de equidad de gneroy solidaridad a los NRS en un con-texto de globalizacin y de remer-cantilizacin de la proteccin social.La europeizacin estratgica5 y elgobierno multinivel europeo tienen

    un papel relevante en este sentido,puesto que modifican al mismotiempo la configuracin de los ejessocioeconmico y nacional, median-te polticas postmaterialistas quetratan de dar respuesta a los NRS(Gallego et al. 2003: 26-27) (Subiratsy Gom 1999: 15-16).

    La dimensin de gnero de losEstados de Bienestar es una de susprincipales lneas de reestructu-racin en las dos ltimas dcadas,situndose entre las polticas pbli-

    cas ms relevantes por su valoraadido y carcter estratgico enla Unin Europea: la Agenda Socialeuropea adquiere un peso especficoa partir de la aprobacin de las cua-tro Directivas en materia de Igual-dad de Trato entre mujeres y hom-bres en la dcada de los aos seten-ta y ochenta del siglo XX (Gallego etal. 2003: 38-39) (Comisin Europea2009).

    El proceso de europeizacin

    social es otra de las lneas estratgi-5- El trmino se reere a la combinacin de un altonivel de europeizacin y de gobierno multinivel(Gallego et al. 2003: 27).

    cas que inciden en la reestructura-cin permanente de los regmenesde bienestar europeos, marcadapor los hitos de la aprobacin delActa nica Europea en 1988, laCarta Social europea en 1989, y elAcuerdo de Poltica Social (APS)en 1992 (APS); la firma del Tratadode Amsterdam (1997) incorporaplenamente el APS a los Tratadosconstitutivos de la Unin Europea, yrefuerza la cooperacin en las pol-ticas de empleo (Gallego, Gom ySubirats 2003: 20-25, 44).

    Dos de las polticas ms desta-cadas en el EB espaol que respon-den a las nuevas necesidades socia-les en este contexto europeo sonlas polticas de transversalidad degnero y la proteccin social de losriesgos asociados a la dependencia/discapacidad. En cuanto a las pri-

    meras, destacar la aprobacin en elao 1999 de la Ley 39/1999, de 5 denoviembre, para promover la conci-liacin de la vida familiar y laboralde las personas trabajadoras, y enel ao 2007 la Ley Orgnica 3/2007,de 22 de marzo, para la igualdadefectiva de mujeres y hombres, con-solidando en el ordenamiento legalespaol la transposicin de Directi-vas europeas de no discriminacine igualdad de trato en el acceso al

    empleo y a los bienes y servicios, yde conciliacin de responsabilidadesfamiliares y profesionales.

    En lo que se refiere a la atencinde la dependencia/discapacidad: laaprobacin en 1990 del Plan Geron-tolgico estatal, en 2003 de la Ley51/2003, de 2 de diciembre, de igual-dad de oportunidades, no discri-minacin y accesibilidad universalde las personas con discapacidad,y en el 2006 la Ley 39/2006, de 14de diciembre, de Promocin de la

    Autonoma Personal y Atencin alas personas en situacin de depen-dencia, que crea un Sistema para la

    Autonoma y Atencin a la Dependen-cia (SAAD), de cobertura universal(Rodrguez Cabrero 2008: 103-105).

    En Amrica Latina y en parti-cular en Argentina, la elaboracine implementacin de polticaspblicas de servicios sociales de cui-dados tanto a la infancia como a ladependencia/discapacidad son una

    asignatura pendiente (Arriagada2008: 16). La perspectiva de gneroen las polticas pblicas del EB deArgentina se ha incorporado a la

    el perodo 2000-2005 en 74,1 aos,siendo la previsin para el perodo2025-2030 de 78,2 aos (Organiza-cin Iberoamericana de SeguridadSocial 2008: 7-8).

    La discapacidad tambin afectaen mayor proporcin a los adultosmayores: el 28% de los mayores de65 aos presentaban algn tipo dediscapacidad en el perodo 2002-03,porcentaje que asciende al 37,8% apartir de los 75 aos4, y que afectaen estas edades con mayor intensi-dad a las mujeres (38,9%) (Organiza-cin Iberoamericana de SeguridadSocial 2008: 10) (Consorcio EUROso-ciAL 2008: 37).

    Por otra parte, la tasa de acti-vidad femenina experiment enArgentina un crecimiento de diezpuntos entre los aos 1990 y 2006,tendencia al incremento del nivel

    de participacin en la poblacineconmica activa que emerge desdela dcada de los aos ochenta delsiglo XX, y que se vincula a transfor-maciones como el acceso a niveleseducativos ms altos, el descensode las tasas de fecundidad, la nece-sidad de hacer frente a la reduccinde ingresos de las familias y en par-ticular de los varones golpeados porel desempleo, o el aumento del por-centaje de mujeres jefas de hogar.

    No obstante, la brecha de gnerose sigue manteniendo aunque conmenor entidad: 16,9 puntos en 2006frente a 24,5 en 1990 (Castillo et. al.s.f.: 6-7).

    A pesar del crecimiento de latasa de actividad femenina, sta nose tradujo en el incremento de ocu-pacin neta, sino en el crecimientodel desempleo y la subocupacin,conforme a un patrn inverso alque sigue el desempleo masculino,acortndose las distancias en pero-

    dos de crisis econmica y aumen-tando en perodos de crecimiento,alcanzando el desempleo masculinoen 2002 el 20,2% y el femeninoel 18,9%, mientras que en 2006 eldesempleo masculino descendi al8,4% y el femenino al 12,5% (Castilloet. al. s.f.: 9-10).

    Cuando el recurso al merca-do de trabajo se hace precario, ypor ello a los beneficios socialesderivados del mismo, se producen

    situaciones de informalizacin, que

    4- Primera Encuesta Nacional de Personas con Disca-pacidad, ENDI, 2002-2003.

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    Retos de las polticas pblicas de servicios sociales de cuidados a la dependencia/discapacidad

    conceptualizacin epistmica y sim-blica de las mismas, pero no se haextendido en igual medida a la pla-nificacin, puesta a disposicin derecursos e instrumentos de gestin,situacin que no respondera a lacarencia de mandatos legislativosy herramientas especficas sino a lareproduccin de sesgos de gneroen la cultura de las instituciones(Rodrguez 2008: 72).

    Programas marcos de las pol-ticas de servicios sociales de cuida-dos dirigidos a la poblacin adultamayor en Argentina son el Progra-ma Nacional de EnvejecimientoActivo y Salud para los AdultosMayores6, el Programa Nacional deCuidados Domiciliarios y los dife-rentes programas de prevencin deenfermedades crnicas y de situa-ciones de dependencia (Consorcio

    EUROsociAL Salud 2008: 82-84).Argentina cuenta con un marco

    normativo de compromisos con laeliminacin de todas las formas dediscriminacin contra las mujeresinscrito en la Constitucin Nacional,y una legislacin promotora-protec-tora del trabajo de las mujeres, deacuerdo a los objetivos de polticapblica de fomentar el crecimientoeconmico y del desarrollo social,colocando el empleo decente y de

    calidad en el centro de la misma7

    (Rodrguez 2008: 71-72). Se tratarade un marco normativo de polticaspblicas inserto en el modelo dergimen de bienestar productivista-informal con polticas sociales foca-lizadas en las mujeres, propias de unEstado de Bienestar potencial.

    Sin embargo, para que estaspolticas de bienestar fueran efica-ces Es central situarse ms all delmercado de trabajo para intervenir

    en torno al trabajo. En el caso de lasmujeres, su posicin en relacin con lodomstico (privado) incide en las opor-tunidades y trayectos que se trazan enel mundo pblico. (Rodrguez 2008:77) Para ello, Como primer paso, es

    preciso la construccin del trabajoreproductivo como problema pbli-co, objeto de polticas (que significa

    produccin de conocimientos, debatey difusin de argumentaciones y

    6- Resolucin 753 del 27 de junio de 2007 del Ministe-rio de Salud de la Nacin.

    7- Acta Acuerdo 57/2008- Creacin de la Comisin Tri-partita por la Igualdad de Oportunidades y de Trato.

    propuestas), se requiere medirlo, cuan-tificarlo y proponer una meta paramejorar el actual desequilibrio entrelos sexos en su ejecucin. Debe formar

    parte del debate sobre los derechosde ciudadana y sobre la democracia.(Arriagada 2008: 17).?

    B i b l i o g r a f a

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    Hacia una poltica pblica

    de cuidados en Uruguay Rosario Aguirre Cuns

    La conjuncin de factores socio-demogrficos y subjetivos hace que

    actualmente en nuestras sociedades haya ms personas a quienes

    cuidar y menos cuidadoras potenciales. De esta forma, emerge en

    la agenda pblica una nueva preocupacin acerca de la situacin

    de quienes necesitan ser cuidados y de aquellos que prestan cuida-

    dos familiares, en especial las mujeres. El cuidado, trabajo femeni-

    no invisible, propio de la esfera privada, se convierte en un desafo

    poltico y socioeconmico impostergable.

    Rosario Aguirre Cuns es sociloga, profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la Repblica, Uruguay. Expertaen temas de gnero, trabajo y polticas sociales. [email protected]

    Por qu el cuidado esthoy en la agenda pblica?Transformaciones socialesy nuevas necesidades decuidado

    La conjuncin de factores socio-demogrficos y subjetivos hace queactualmente en nuestras sociedadeshaya ms personas a quienes cuidary menos cuidadoras potenciales. Porun lado, el aumento de la poblacin

    dependiente de adultos mayores ypor otro, el aumento progresivo dela actividad econmica de las muje-res de todas las edades, particular-mente, aunque no exclusivamente,de las trabajadoras que son madres.

    Los cambios demogrficos,particularmente el aumento de laproporcin de las personas mayo-res de 65 aos en la poblacin total-fenmeno mundial debido a la

    baja natalidad y al aumento de laesperanza de vida- plantean impor-tantes dilemas de tipo econmico,social y poltico. Los datos para loscomienzos de este siglo revelan quelos pases del cono sur son los msenvejecidos de la regin. La mayorproporcin de adultos mayores de65 aos la presenta Uruguay (12.9%),seguido de Argentina y Chile (9.8%y 7.2% respectivamente). Las con-secuencias de estos cambios en el

    creciente incremento de los gastossanitarios por el aumento de lademanda por servicios asistencialesas como el avance en el desbalanceentre activos y pasivos en el sistemade seguridad social son objeto dela mayor preocupacin. Una nuevapreocupacin emerge en la agen-da pblica, la situacin de quienesnecesitan cuidados y la de aquellos

    que prestan cuidados familiares, ensu mayora mujeres.

    La informacin demogrfica dacuenta del aumento de la necesidadde cuidados por el envejecimientodentro del envejecimiento, que aludeal aumento de las personas mayo-res de 75 o de 80 aos dentro de lapoblacin mayor. Esta poblacincuenta cada vez con mayor nmerode poblacin femenina - feminiza-cin del envejecimiento- debido a las

    crecientes diferencias favorables alas mujeres en la esperanza de vida.As, por ejemplo, el ndice de femi-nidad de la poblacin de 80 y msaos en el ao 2005 en los pases delcono sur era de 201 en Argentina, 181en Chile y 199 en Uruguay (CEPAL,2005).

    Por otra parte, en todos los pa-ses de la regin la tasa de actividadde las mujeres entre 20 y 44 aos

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    Hacia una poltica pblica de cuidados en Uruguay

    de edad con hijos aument en losltimos aos, as como la aspira-cin de autonoma econmica y deposibilidades de desarrollo perso-nal. Al mismo tiempo que trabajanms horas en el mercado laboral,siguen dedicando mucho tiempoal trabajo domstico y de cuidadosporque persiste la tradicional divi-sin sexual del trabajo. El dficit decuidado infantil es ms notorio enfamilias donde las madres trabaja-doras -casadas o solteras- no recibenayuda suficiente de sus parejas ofamiliares, constituyendo una fuen-te de importantes tensiones, conrepercusiones en la desestructura-cin familiar. Sin embargo, la provi-sin pblica de servicios de cuidadoha tenido escaso desarrollo. Los ser-vicios para los ms pequeos sloestn dirigidos a los sectores ms

    pobres de la poblacin, con nivelesbajos de cobertura, al mismo tiempoque se va desarrollando una cre-ciente mercantilizacin del cuidadoinfantil para los sectores socialesque pueden pagarlos, situacin quees similar en los servicios destina-dos a los adultos dependientes.

    Los anlisis sociodemogrficosmuestran que las familias han cam-biado. Se redujo el nmero medio depersonas por hogar, se diversificaron

    los arreglos familiares, disminuye-ron los hogares con amas de casaa tiempo completo, aumentaron lavida en solitario, los hogares mono-parentales y las tasas de divorcio yseparaciones, todo lo cual incide enla posibilidad de que las crecientesdemandas de cuidados puedan sersatisfechas en el seno de las fami-lias.

    Tambin hay que tener en cuen-ta los cambios culturales y las dispo-siciones personales. Los hijos no son

    la nica fuente de realizacin perso-nal para muchas mujeres. Aquellasque trabajan para el mercado y delas que se dedican al trabajo en elhogar reclaman tiempo propio. Porotro lado, las madres de sectoresmedios y altos tienen deberes queresponden al mandato cultural res-pecto a la promocin del desarrollode los nios en todas sus facetas,que trae consigo nuevas tareas quese convierten en trabajo real de

    gestin de la formacin de sus hijos(Beck-Gernsheim, 2001). Aunque nose disponen de evidencias empricaspara los pases de nuestra regin, es

    probable que el costo de tener unhijo para estos sectores sea crecien-temente alto.

    En el caso de Uruguay, estudiosrealizados recientemente muestranque frente a las crecientes necesi-dades de cuidados y la ausencia depersonas disponibles para hacersecargo gratuitamente de ellos, elsector mercantil de cuidados paranios pequeos, adultos mayo-res dependientes y enfermos hanadquirido en la ltima dcada unimportante desarrollo.

    Este conjunto de fenmenosplantea en nuevos trminos la pre-gunta de las obligaciones y los dere-chos al cuidado de los integrantesde las familias y de las responsabi-lidades sociales y estatales en estecampo. El cuidado, trabajo femeninoinvisible, propio de la esfera privada,

    se convierte en un desafo poltico ysocioeconmico impostergable.

    Qu aporta la perspectivade gnero al concepto decuidados?

    La perspectiva de gnero partede considerar al cuidado como unaactividad humana fundamental quedebera considerarse a nivel socialy no slo en las relaciones privadas.

    Implica no slo aspectos materia-les (actividades de produccin debienes y servicios y el tiempo pararealizarlas) sino tambin aspectosmorales (responsabilidad, sociali-zacin basada en el lo justo, lo ade-cuado) y afectivos (la preocupacinpor el otro, el amor, las tensiones, losconflictos).

    Todas las personas necesitancuidados de los otros a lo largo delciclo vital. Hay perodos en queestas necesidades son ms impres-

    cindibles para la sobrevivencia,sobre todo al comienzo y al final dela vida. Detrs de la existencia decualquier persona existe una grancantidad de trabajo de cuidado yde tareas reproductivas producidoantes que el beb se haya transfor-mado en una persona capaz, luegoa lo largo de toda la vida se necesitade cuidados en cotidianos frente auna cantidad de eventos que pue-den producir limitaciones a la auto-

    noma.La persona que se cuida a smisma no existe. Si bien las per-sonas adultas jvenes pueden no

    necesitar el cuidado necesario deotra persona, familiar o cuidadoraprofesional, utiliza servicios de cui-dado de otras personas para poderdesarrollar sus actividades diarias,servicios cuyos trabajadores son lospeor pagos y menos organizados dela sociedad.

    Este concepto globalizante delcuidado se traduce en los estudiosempricos y en las polticas en unacategora descriptiva que refiereal trabajo cotidiano de cuidado delas personas dependientes: nios,personas con alguna discapacidad,ancianos y enfermos.

    La divisin del cuidado yel reclamo de justicia en elcuidado

    Han surgido en los ltimos aos

    mltiples voces que reclaman equi-dad porque es evidente el desbalan-ce de gnero en el cuidado a las per-sonas dependientes. Activistas femi-nistas y acadmicas han mostradola falta de equidad en la divisinactual del trabajo de cuidados. Se hagenerada un amplia documentacinque ha colocado a los cuidados fami-liares y sociales en el centro de losdebates sobre la necesaria reorgani-zacin de la proteccin social.

    Los datos de las encuestas deuso del tiempo son contundentes.Permiten operacionalizar la nocinde cuidados familiares a travs deltiempo que se dedica a las diferen-tes actividades. En los pases dondese han realizado encuestas de estetipo todava no comparables entres- se muestra que las mujeresrealizan la mayor parte del trabajono remunerado familiar. As porejemplo, la encuesta sobre Uso delTiempo y Trabajo no Remunerado

    realizada en Uruguay en el ao2007, revela que cuando hay niosen el hogar las mujeres son las cui-dadoras principales en el 90% delos hogares y que las responsablesde las tareas no remuneradas en loshogares en un 65% realizan trabajopara el mercado. Ellas dedican altrabajo no remunerado en los hoga-res ms del doble que los hombres(Aguirre, 2009). En este estudio seencontr que el tiempo promedio

    total dedicado en los hogares a lastareas de cuidado de los menoresde 3 aos es de 40 horas semanales,equiparable a una jornada laboral

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    En Amrica Latina, las enormesdesigualdades sociales estn estre-chamente vinculadas con la provi-sin desigual de cuidado familiary social. Se ha llamado la atencinsobre el crculo vicioso del cuidadoen tanto quienes tienen ms recur-sos pueden tener acceso a mejoresservicios, a la vez que tienen menoscargas de cuidado. En cambio, losms desposedos de recursos, conaltas cargas de cuidado estn endesventaja para acceder a serviciosy para prestar atencin persona-lizada familiar. La insercin de lasmujeres en el mercado laboral estdirectamente vinculada a los recur-sos de que dispone el hogar paracomprar servicios y alivianar el tra-bajo domstico y de cuidados. Estadesigualdad en la cantidad y calidadde cuidados inciden en la vida de las

    generaciones presentes y futuras. Anivel mundial, la mercantilizacindel cuidado ha desencadenado lasllamadas cadenas globales mundia-les del cuidado a travs de los corre-dores migratorios intra y extraregio-nales (Per-Chile, Paraguay-Argen-tina, Nicaragua-Costa Rica, Bolivia,Ecuador y Per- Espaa, entre otros).Conforman corrientes migratorias,mayoritariamente de mujeres, quellenan los vacos de cuidado en los

    pases de destino y que tienen tam-bin importantes repercusiones enla organizacin social del cuidadoen los pases de origen.

    En qu consiste una polticapblica de cuidado?

    Una poltica pblica de cuidadode carcter democrtico no se puedelimitar a la atencin focalizada delos problemas ms acuciantes delos ms vulnerables, ni puede estar

    exclusivamente centrada en el rolmaterno de las mujeres, sino quedebe considerar que todas las per-sonas son receptoras continuas decuidados, actividad fundamentalpara la vida, por lo que todas laspersonas deben tener acceso a bue-nos cuidados.

    El planteo del cuidado comouna responsabilidad moral de laspersonas y una responsabilidadcolectiva de la sociedad y como base

    de derechos, ha sido formulado pordistintas autoras. Se ha tematizadola idea de una ciudadana cuidado-ra (Leira, 1992), de una ciudadana

    incluyente (Nussbaum, 2002) comoderecho humano que deriva delhecho de que a lo largo de la vidatodas las personas pueden necesitarcuidados. Actualmente, las necesi-dades de quienes dependen de loscuidados de otras personas no estnenraizadas en un derecho especfico,sino que dependen de la disponibi-lidad privada de otra persona, fami-liar o de la red informal.

    Una nueva forma deorganizacin social Resistencias y dificultades

    En el siglo XX la sociedad indus-trial se preocup limitadamente- atravs de las luchas sociales porcuidar a los trabajadores asalaria-dos y se fue construyendo derechossociales, la tarea que tenemos que

    abordar hoy da es repensar el cui-dado para abarcar al conjunto delas personas y asegurar la sosteni-bilidad social, econmica, poltica yambiental de nuestra civilizacin.Mirando a los hombres y mujeres ensu integralidad, ya sea que realicentrabajo remunerado como no remu-nerado, todos ellos trabajos indis-pensables para el bienestar, social,familiar y personal. Mirado desde laperspectiva de la equidad se trata de

    lograr que disminuya la desigual einjusta divisin del trabajo y del usodel tiempo segn sexo en el cumpli-miento de las funciones familiaresde cuidado a fin de promover laigualacin de oportunidades, el ejer-cicio efectivo de derechos y el logrodel bienestar por parte de mujeres yvarones de distintas generaciones yestratos sociales.

    Para el paradigma del creci-miento sin lmites, para la creenciaen la creacin ilimitada de riquezas

    y ganancias constantes en eficien-cia, el cuidado aparece como unesfuerzo costoso. Joan Tronto (2009)habla de que el cuidado padece de laenfermedad de los costos, debido asu resistencia al aumento de la pro-ductividad y provoca el dilema dela persona amable, segn la cual los

    proveedores de los cuidados quedanexcluidos de una estructura econ-mica que premia la participacin enla economa remunerada que ofrece

    poca o ninguna compensacin por elcuidado.La tica del cuidado en su cr-

    tica al excesivo individualismo es

    semanal completa. La responsablede las tareas del hogar cumple conel 63% de esas horas (27 horas),mientras que otros miembros delhogar cumplen el 37% restante (13horas). Situacin que se hace anms inequitativa para las muje-res que pertenecen a los sectoressocioeconmicos ms vulnerables.

    Por otra parte, investigacionessobre la produccin domstica desalud y sus relaciones con el sistemainstitucional pblico han dado luzsobre la importancia de los cuidadosdomsticos en las polticas pblicasen la atencin de la salud. Se desta-can los trabajos de Mara ngelesDurn (2003) para Espaa quien hadesarrollado una lnea de investiga-ciones muy innovadoras sobre loscostes invisibles de la enfermedad,sobre todo aportando estimaciones

    del tiempo destinado por la pobla-cin a la atencin de la salud en loshogares y su aporte a la atencinen las instituciones del sistema desalud. En la regin latinoamericanatambin se han realizado trabajosque muestras las consecuencias delos cambios en los modelos de aten-cin de la salud pblica, en cuantoa recargar el trabajo de las mujeresen el espacio domstico, en los cen-tros hospitalarios y en la atencin

    primaria.Se ha mostrado que la sobre-carga de trabajo pone en riesgo oinhibe la capacidad de las mujeresde participar de manera efectiva enla vida poltica y comunitaria, dedisfrutar de un nivel ms elevado desalud fsica y mental y de ejercer suderecho a la educacin permanente.Las organizaciones de mujeres hancolocado el tema en sus agendas, sereclama el derecho a proporcionarcuidado y a ser objeto de cuidado.

    Desigualdades sociales y elcrculo vicioso del cuidado

    Esta situacin consolida y pro-fundiza desigualdades sociales, tni-cas y de gnero existentes. Las acti-vidades relacionadas con cuidar seatribuyen de manera abrumadoraa las mujeres, y a las personas quepertenecen a los sectores socioeco-nmicos ms bajos. El trabajo de

    cuidar es no remunerado o se pagapoco, generalmente en el marco derelaciones informales de trabajo.

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    Hacia una poltica pblica de cuidados en Uruguay

    sostenida por distintas vertientestericas. Desde nuestra perspectivala tica del cuidado conduce a reco-nocer y valorar las actividades y ladisposicin de las mujeres a dedi-carse a los trabajos no remunerados,aunque deberamos evitar que ladimensin laboral del cuidado des-aparezca bajo el manto del amorredefinido como tica.

    En breve, el desafo mayor quetenemos por delante es incorporaresta perspectiva en una agendacomn que promueva la sostenibili-dad social, la formacin de ciudada-na y el fortalecimiento de la demo-cracia travs de un debate en el queparticipen actores polticos, socialesy gubernamentales.

    Hacia una poltica pblica decuidados en Uruguay

    En estos tres ltimos aos enUruguay el cuidado ha sido incor-porado a la agenda pblica. Seconsidera que la poltica pblicade cuidados debe estar enmarcadadentro del sistema de proteccinsocial al que estn incorporados elEstado, las familias, las redes socia-les, las empresas, las comunidadesorganizadas. El Estado uruguayoha definido en el ltimo perodo

    de gobierno una nueva matriz deproteccin social reorientando laspolticas para que asuman progre-sivamente un carcter universal,manteniendo como subsidiariasalgunas prestaciones para gruposde poblacin que requieren accio-nes pblicas especficas, lo cual fueconcretado en el Plan de Equidad.Los avances realizados en mate-ria conceptual y de propuestas seexplican por la accin conjunta deuna serie de factores, entre ellos, la

    existencia de estudios acadmicosque aportaron conceptualizacionesy evidencias, la nueva informacinestadstica oficial sobre los tiemposdel cuidado, el apoyo de la coopera-cin internacional, la accin de lasorganizaciones sociales y la decisinpoltica de replantear el modelode bienestar. Se est en proceso dereorganizar, extender, ampliar ycoordinar el paquete de cuidadossociales existente - pblicos y priva-

    dos- evitando la segmentacin insti-tucional y sectorial que dificulta losenfoques integrales para disear unsistema basado en principios uni-

    versales, de modo que no segmenteni estigmatice a la poblacin aten-dida. En el marco del recientementecreado Consejo Nacional de PolticasSociales se conform por resolucinpresidencial un Grupo de Trabajo-en el que participan los ministeriosdel Gabinete Social y organismosdesconcentrados con competenciasen el tema- el que se encuentra tra-bajando en el diseo de una polticapblica que avance hacia un siste-ma nacional integrado de cuidadospara las personas dependientes(nios pequeos, adultos mayores ydiscapacitados).

    Adems de consideracionesacerca de la organizacin institu-cional de la provisin de cuidados,otras dimensiones debern serabordadas en el futuro de modode asegurar la equidad de gnero.

    Fundamentalmente, tener en cuen-ta diferentes configuraciones en laoferta de servicios y prestaciones,de acuerdo a las necesidades y a lacultura del cuidado de la poblacin,promoviendo una justa divisin deltrabajo y uso del tiempo.

    Simultneamente, atender a lacalidad de los servicios y del trabajoremunerado, asegurar los derechoslaborales de los/las trabajadores,

    valorar su trabajo, incentivar sucapacitacin y remunerarlos ade-cuadamente. ?

    B i b l i o g r a f a

    Aguirre Rosario (2009) Uso del tiempoy desigualdades de gnero en el trabajono remunerado. En: R. Aguirre ed. Lasbases invisibles del bienestar social.Montevideo. INE, INMUJERES, Universi-dad de la Repblica, UNIFEM, UNFPA.

    Beck Ulrich; Beck Gernsheim Elisabeth

    (2001), El normal caos del amor. Bar-celona: Paids Contextos El Roure.

    CEPAL (2005), Estadsticas de gnero,Santiago, CEPAL. Disponible: http://www.eclac.cl/mujer/proyectos/perfiles.

    Durn Mara ngeles (2003) Los costosinvisibles de la enfermedad (2da. Ed.)FBBVA. Madrid.

    Leira A. (1992) Welfare States and Wor-king Mothers. The Scandinavian Expe-rience. Cambridge University Press.

    Nussbaum Martha (2002) Bisognidi cura e diritti umani. En: Giustiziasociale e dignit umana. Il Mulino,Bolonia. Pp. 27-50.

    Tronto Joan (2004) Cuando la ciuda-dana se cuida: una paradoja neoliberaldel bienestar y la desigualdad. Congre-so Internacional Sare 2004 Hacia qumodelo de ciudadana? Bilbao 10 y 11de noviembre 2004.

    Tronto Joan (2009) The political andsocial Economy of Care. ConferenceNews, UNSRISD/CN24/09/2, septem-ber 2009.

    Desde nuestra perspectivala tica del cuidado conducea reconocer y valorar lasactividades y la disposicinde las mujeres a dedicarse alos trabajos no remunerados,aunque deberamos evitarque la dimensin laboral del

    cuidado desaparezca bajo elmanto del amor redefinidocomo tica.

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    El sistema de cuidadosen Espaa El papel de

    las mujeres en la Ley deDependenciaSusana Ruiz Seisdedos, Juana Mara Morcil lo Martnez y Mara del Carmen Martn Cano

    El modelo de Estado de Bienestar implantado en Espaa perpe-

    tua la situacin de desigualdad de las mujeres pues se trata de un

    modelo caracterizado por la importancia de la institucin fami-

    liar en los sistemas de provisin de bienestar a sus miembros. A

    pesar de los avances producidos con las ltimas reformas estatales

    en el mbito del gnero y, especialmente, con la creacin de una

    Ley integral para las personas con dependencia, lo cierto es que

    la forma en que se ha establecido dicho sistema de dependencia

    hace que el sistema de cuidados vuelve a recaer mayoritariamente

    sobre las mujeres ahondando en su posicin.

    Dra. Susana Ruiz Seisdedos. Profesora titular, rea de Ciencia Poltica y de la Administracin, Universidad de Jan. Vicedecana de EspacioEuropeo y Calidad, Facultad de Trabajo Social, Universidad Jan. Email: [email protected]

    Juana Mara Morcillo Martnez.Diplomada en Trabajo Social y mster en Dependencia e Igualdad en la Autonoma Personal. Doctorandaen gnero e inmigracin. Universidad de Jan. Email: [email protected]

    Mara del Carmen Martn Cano. Diplomada en Trabajo Social y mster en Dependencia e Igualdad en la Autonoma Personal. Doctorandaen Ciencias Sociales y Jurdicas. Universidad de Jan. Email: [email protected]

    Estado de Bienestar enEspaa: la importancia de lafamilia

    Las polticas sociales y el siste-ma de cuidados en Espaa se handesarrollado al albur de su peculiarhistoria poltica y social. En Espaala revolucin social que supuso el

    perodo posterior a la Segunda Gue-rra Mundial, en el mbito occiden-tal, con la frmula Keynesiana delEstado de Bienestar, no llegar hastalos aos ochenta, es decir, en elmomento de declive de dicha apues-

    ta por la intervencin estatal. Estomarca muchas de las caractersticasdel modelo de Estado social en Espa-a el cual tiene caractersticas mso menos similares en el resto de losestados del Sur de Europa, lo queEsping Andersen denomina modelofamilista del Estado de Bienestar.

    En el contexto europeo, lospases mediterrneos constituyen

    ejemplo y paradigma del modelode bienestar familista, segn elcual las polticas pblicas dan porsupuesto que las familias debenasumir, al menos en parte, la provi-sin de bienestar a sus miembros

    (Esping-Andersen: 2000). Probable-mente la mayor aportacin que seha realizado desde los pases medi-terrneos, como crtica a los Estadosde Bienestar, haya sido el conceptode familismo, entendido como unaconfianza permanente en la familia,en su solidaridad intergeneracional yen su estructura tradicional de gnero,como proveedora de trabajo y servicios

    asistenciales y como integradora demedidas inadecuadas de apoyo a losingresos (Saraceno, C: 2004). Desdeeste enfoque, adems de realizar-se una atribucin excesiva a lasfamilias y ms concretamente a las

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    El sistema de cuidados en Espaa. El papel de las mujeres en la ley de dependencia

    mujeres del ncleo familiar, en laproduccin de bienestar, se produceuna gran contradiccin desde lossistemas pblicos de proteccinsocial, puesto que existen menosprestaciones pblicas de apoyo ala familia en aquellos pases en losque hay ms apoyo informal (VV.AA: 2004).

    Esta perspectiva se ha vistoan ms fortalecida por la crisiseconmica actual y la apuesta porla desregularizacin que estamosviviendo. Se ha generado un discur-so que trata de devolver a la familiay a otros lazos sociales (parentesco,amistad, vecindad o voluntariado)funciones que haban sido asumi-das por el Estado.

    El sistema de cuidados, los

    usos del tiempo, desigualdadde gnero

    Las desigualdades de gnerose evidencian en el uso del tiempo,particularmente en el dedicado altrabajo remunerado y no remune-rado. Las mujeres siguen siendo lasprincipales responsables del trabajodomstico y el cuidado de la familia,sin embargo, stos siguen conside-rndose como parcelas no econmi-cas y por tanto no se contabilizan ni

    econmica ni polticamente dentrode la carga total del trabajo quenecesita una sociedad para ser sos-tenible.

    El tema del cuidado se vieneabordando hace tiempo desdela teora y la prctica feminista(Asamblea feminista: 2006) defi-nindolo como un trabajo que debeser no solo visibilizado y reconoci-do socialmente, sino que necesitacambios en la tica y la economa

    social actual. Tradicionalmente,los cuidados a personas depen-dientes han sido gestionados porlas familias, lo que se conoce como

    apoyo informal1. En concreto, estafuncin recae fundamentalmenteen las mujeres del ncleo familiar(madres, cnyuges, hijas o herma-nas). El trabajo de cuidados es unconjunto de actividades amplio ycomplejo, que adems tiene unaimportante dimensin subjetiva. Lacultura patriarcal ha permitido que

    el cuidado sea percibido socialmen-te como una responsabilidad de lasmujeres, consiguiendo que sea asu-mida como una tarea propia haciael entorno familiar. No obstanteesta responsabilidad no se ejerceslo por imposicin social sino quetambin media en ella el afecto. Poresta razn las mujeres se enfrentanen muchas ocasiones a sentimien-tos encontrados de cario o gratitudhacia la persona cuidada y de culpa,

    insatisfaccin y rechazo en funcinde las mltiples renuncias a las queeste trabajo obliga. El trabajo decuidados sin remunerar se realizafundamentalmente en el mbitofamiliar por personas de este entor-no, en cambio el perfil de la personaque cuida de forma remunerada casisiempre coincide con la contrata-cin de una mujer, la mayora de lasveces inmigrante, o de otro pas.

    Aportaciones tras la Ley deDependencia

    El 21 de abril de 2006, el Consejode Ministros en Espaa, aprob elProyecto de la Ley de Promocin dela Autonoma Personal y Atencin alas Personas en Situacin de Depen-dencia, conocida comnmentecomo Ley de Dependencia. Su obje-tivo principal era la creacin de un

    1- Consiste en el cuidado y atencin que se dispensade manera altruista a las personas que presen-tan algn grado de discapacidad o dependencia,fundamentalmente por sus familiares y allegados,pero tambin por otros agentes y redes distintos delos servicios formalizados de atencin (Rodrguez P,2004)

    Las mujeres siguen siendolas principales responsablesdel trabajo domstico yel cuidado de la familia,sin embargo, stos siguenconsiderndose comoparcelas no econmicas y portanto no se contabilizan nieconmica ni polticamente

    dentro de la carga total deltrabajo que necesita unasociedad para ser sostenible.

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    Sistema Nacional de Dependenciacon carcter universal y configura-do como red de utilizacin pbli-ca, integrando centros o serviciospblicos y privados. Igualmente estaambiciosa ley se present como elcuarto pilar del Estado de Bienestarespaol.

    Previamente a la redaccin delproyecto se elabor el Libro Blancode la Dependencia. En este docu-mento se aportan datos que eviden-cian la situacin actual del cuidado,caracterizado por la carencia derecursos y servicios pblicos, lafalta de responsabilidad de la granmayora de los hombres hacia estetrabajo y la obligatoriedad con laque se carga a las mujeres para quelo realicen.

    Esta iniciativa legislativa, anuestro entender, responde a dos

    factores. Por una parte da respuestaa la creciente necesidad social deatender a la poblacin dependiente,que ser cada vez ms numerosadada la estructura poblacional. Ypor otra pretende responder a losproblemas que genera la atencin apersonas dependientes que no pue-den valerse por s mismas. Es decirreconoce un principio importantey positivo: el derecho individual ysubjetivo de todas las personas en

    situacin de dependencia, a recibiratencin. Desde esta perspectiva seestablece un importante nmero deprestaciones (artculo 15) que se vecompletado con lo ms novedoso,el establecimiento de una presta-cin econmica para cuidados en elentorno familiar y apoyo a cuidado-res no profesionales (artculo 18).

    En su exposicin de motivosel Proyecto registra que son lasfamilias y en concreto las mujereslas que tradicionalmente han asu-

    mido el cuidado y se fundamentala necesidad de esta Ley en la crisisde los sistemas de apoyo informal,debido bsicamente a los cambiosen el modelo de familia tradicionaly a la incorporacin de las mujeresal mundo laboral. Sin embargo esimportante destacar que no recogeotros aspectos importantes, quetendrn consecuencias en las medi-das que se proponen, como son laausencia de referencias a la situa-

    cin de discriminacin que soportanlas mujeres, y la imprescindiblecorresponsabilidad de los hombresen el trabajo de cuidados. Igualmen-

    te, esta Ley no valora el significado ylas repercusiones que puede tener elestabilizar una prestacin de ayudaeconmica a la mujer cuidadora,es decir, la precariedad en la quese desarrolla el trabajo de cuidadosremunerado, por lo tanto viene areafirmar que sea el mbito familiary concretamente las mujeres, lasque continen responsabilizndosede los cuidados y tampoco planteaningn objetivo a conseguir en elmbito de la igualdad de oportuni-dades.

    Desde determinados postula-dos feministas se ha criticado elpago de un salario al ama de casa omujer cuidadora, en la medida quesupone reforzar el confinamientode las mujeres al mbito privado, altiempo que se ha defendido, comonecesario y justo, el reconocimien-

    to del trabajo de cuidados. En estesentido nos parece muy positivo queestas mujeres obtengan todos losbeneficios sociales y econmicos delos que goza cualquier trabajadora otrabajador.

    Creemos que la retribucineconmica debera ser una medidatransitoria que permitiera progre-sivamente su desaparicin, ya quecon esto se corre el gran peligrode institucionalizar la figura de la

    cuidadora familiar, con las limita-ciones e implicaciones personales yprofesionales que esto supone a lasmujeres.

    Es preciso sealar que tambinse establecen programas de apoyo alas cuidadoras no remuneradas, pro-gramas de informacin/ formaciny periodos de descanso. Aunqueestas medidas nos parecen intere-santes, sealamos que deben serplanteadas desde otra perspectiva;ofreciendo herramientas tiles a las

    mujeres para asegurar su acceso anuevas oportunidades profesiona-les.

    En este sentido deberan con-templarse programas de formacinpara mujeres cuidadoras que lespermitieran obtener una titulacinadecuada, junto con el estableci-miento de nuevas categoras profe-sionales acordes con las necesidadessociales, seran pasos a nuestroentender mucho ms positivos, de

    cara a garantizar un mayor reco-nocimiento y valoracin social deltrabajo de cuidados, as como la pre-

    Abogamos pues, por modelosalternativos basados enprincipios de igualdad que

    permitan sacar del mbitofamiliar la obligacinde cuidar. Desde estaperspectiva las solucionespasan necesariamente porla implicacin de todas ytodos y la puesta en marchade iniciativas pblicasque pongan los recursossociales en funcin deestas necesidades en vezde en funcin del beneficio,

    rentabilidad o dinamizacindel mercado.

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    El sistema de cuidados en Espaa. El papel de las mujeres en la ley de dependencia

    vencin de su precarizacin y conello de la vida de muchas mujeres.

    Conclusiones

    La Ley de Dependencia se pre-senta, por tanto, como una iniciativaacertada pues naci con el objetivode responder a situaciones crticasy de vulnerabilidad. Reconocer ygarantizar el derecho universal eindividual de toda persona, en situa-cin de dependencia, a ser cuidada,requiere que las Administracionespblicas garanticen los servicios yrecursos pblicos realmente necesa-rios, y que los hombres compatibi-licen su vida laboral y familiar paraparticipar en el trabajo de cuidados.Por fin el cuidado haba salido dela esfera de lo privado a la esfera delo pblico, dejando de considerarse

    innato a las mujeres. La reivindica-cin del movimiento feminista deque el cuidado se visibilizara comoun trabajo que realizan las mujeresera escuchada y el cuidado era reco-nocido como un problema social ypoltico que pasara a ser responsa-bilidad del Estado. La accin de laprestacin econmica por cuidadosen el entorno familiar ha supuesto,por una parte, reconocer y valorareconmicamente el trabajo del

    cuidado aunque, por otra, refuerzasocialmente el papel de las personascuidadoras, que sern en su granmayora mujeres. Llevar a cabo estastareas no debe ser una responsa-bilidad de las mujeres sino de todala sociedad. Abogamos pues, pormodelos alternativos basados enprincipios de igualdad que permitansacar del mbito familiar la obliga-cin de cuidar. Desde esta perspec-tiva las soluciones pasan necesaria-mente por la implicacin de todas

    y todos y la puesta en marcha deiniciativas pblicas que pongan losrecursos sociales en funcin de estasnecesidades en vez de en funcindel beneficio, rentabilidad o dinami-zacin del mercado.

    El cuidado a personas depen-dientes es una responsabilidadsocial prioritaria que debe ser asu-mida como tal de forma justa, equi-tativa y no discriminatoria.?

    B i b l i o g r a f a

    Asamblea Feminista de Madrid,La Leyde dependencia ante la crisis del trabajode los cuidados, Madrid: Amaranta,2006.

    Esping-Andersen, G, Los tres mundosdel estado del bienestar, Valencia:Alfons el Magnnim: Instituci valen-

    ciana destudis i investigacin, 2000.Rodriguez, P, El apoyo informal en laprovisin de cuidados a las personascon dependencias Una visin desde elanlisis de gnero en Ley de Depen-dencia y Educacin Infantil comomedidas de conciliacin de la vidalaboral y familiar. Madrid: Forum dePoltica Feminista, 2004.

    Saraceno, C, Qu derechos y obliga-ciones, qu tipo de recursos?, visionesde la ciudadana a travs del prisma degnero?. Ponencia Congreso Interna-cional Hacia qu modelo de ciudada-

    na?, Bilbao: Emakunde, 2004.

    VV. AA. Libro Blanco de la Dependencia,2000. Disponible en http://www.saad.mtas.es/portal/docs/libroblanco.pdf,visitada el 10/04/2011

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    Cuando elautismotoca tupuerta

    Karina Marino

    Relato del recorrido que realizan las familias para lograr que diag-

    nostiquen a sus hijos, defender sus derechos a la salud y la educa-

    cin y los temores frente a un futuro incierto sin respaldos institu-

    cionales.

    Karina Marino es madre de Santiago, de 5 aos, diagnosticado Espectro Autista a los 3 aos. Miembro del grupo de padres autoconvocadosTGD-PADRES-TEA (Trastorno Generalizado del Desarrollo o Trastorno del Espectro Autista). Este grupo lucha por conseguir leyes que ampa-ren los derechos de las personas con TGD en salud, educacin, vivienda y tiempo libre. www.tgd-padres.com.ar [email protected]

    Escuchando golpes: primerosindicios

    Hay diferentes pero similaresexperiencias sobre cmo cada fami-lia comenz a darse cuenta que

    algo extrao estaba pasando con subeb. Algunas mams relatan queya desde muy pequeos vieron algodistinto en sus hijos, especialmenteaquellas mams que no eran pri-merizas. Dicen que no se generabaese intercambio de miradas tanntimo que se produce a la hora dedar la teta. Otras familias, en cam-

    bio, cuentan que sus hijos o hijastuvieron un desarrollo tpico hastala edad de 2 3 aos, y que, casi deun da para el otro, ya no eran losmismos. Dicen que algunos tenanvocabulario y que luego lo perdie-

    ron, dejaron de comunicar, dejaronde mirar. Y a otros les ha sucedidoque lo diferente fue apareciendo dea poco, sin demostraciones claras,dejndolos atnitos ante los berrin-ches sin explicacin, la falta de inte-rs cuando lo llamaban, la aversina ponerse cual o tal vestimenta, oa ser sumamente selectivos con la

    comida. Cada intento de modifi-cacin se convierte en una batallacampal, gritos, llantos intermina-bles, agresiones y/o autoagresiones,impotencia y frustracin.

    Es muy comn escuchar relatos

    de los padres y las madres que dicenque sus pediatras sugirieron queeran ansiosos, que no saban ponerlmites o que el nene es caprichoso.

    Y slo cuando se tiene la suertede contactar a un profesional ade-cuado, la tremenda desolacin deconsiderar que uno no est capaci-tado para criar a su hijo se convierte

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    Cuando el autismo toca tu puerta

    en patologa diagnstica: TrastornoGeneralizado del Desarrollo (TGD)1o Trastorno del Espectro Autista(TEA).2

    A partir de ese momento escuando la puerta se abre, llenandode incertidumbre a una familiaque comienza un arduo recorridode investigacin para poder com-prender y ayudar no solo a su hijodiagnosticado, sino a todo el ncleofamiliar que debe hacer un cambiode vida rotundo.

    Y es en ese instante cuandocomienza la investigacin por pgi-nas web para poder traducir qu eslo que le pasa a nuestro hijo. Y sedescubre que es un trastorno paratoda la vida que dificulta que secomunique correctamente con pala-bras y gestos, que no tiene intersen sociabilizar o tiene una tremen-

    da dificultad para hacerlo, y que susintereses son muy restrictivos, conconductas estereotipadas y movi-mientos repetitivos. Su pronstico:incierto. Solo se sabe que avanzary superar dificultades con un tra-tamiento prolongado, integral y degran carga horaria. Sin este trata-miento, las probabilidades son segu-ras: el encierro en si mismo.

    Derribando puertas

    Puerta 1: la lucha con las cober-turas mdicas

    Es el momento del diagnstico,uno de los ms dolorosos e inciertos.El primer paso es tramitar el certifi-cado de discapacidad sin el cual nose tendr cobertura de tratamientosque, por la gran carga horaria, osci-lan alrededor de los $7000.- men-suales. Las obras sociales intentanpor todos los medios limitar estoscostos sugiriendo prestadores pro-

    pios que no siempre estn correcta-mente capacitados, con disminu-cin de la carga horaria o negandolos reintegros correspondientes.Comienza para muchos la judiciali-zacin de la salud de su hijo/a, paraotros, las limitaciones econmicas,las hipotecas y para quienes noestn debidamente acompaados,

    1- Segn American Psychiatric Association DSM IVManual Diagnstico y Estadstico de los Trastornos

    Mentalesseccin trastornos de inicio en la infancia,la niez o la adolescencia

    2-Vase: http://www.dsm5.org/research/pages/autis-mandotherpervasivedevelopmentaldisordersconference(february3-5,2008).aspx

    la aceptacin de los trminos queno siempre son los correctos ni losdeseados para la atencin de sufamilia.

    Hoy sabemos que lo ideal paraque un nio con estas caractersti-cas, a la edad del diagnstico quevara entre los 2 y 4 aos, es quetenga terapias interdisciplinariascoordinadas, en su mayora domi-ciliarias, con apoyo y herramientasde abordaje para los miembros dela familia, y que asista a un jardnde infantes comn con un maestrointegrador permanente. Tambin sesabe que si el diagnstico es precozy el abordaje es el adecuado, lasposibilidades de una buena calidadde vida mejoran notablemente.

    Puerta 2:la escolarizacinComo se indic arriba, un/a

    nio/a dentro del Espectro Autista

    necesita especial atencin en elrea de sociabilizacin. La escuelacomn se convierte en la primerainfancia, en una indicacin tera-putica ms, ya que es el mbitodonde se aprenden las relacionescon los pares. Los jardines estatalesdificultan el ingreso a profesionalesintegradores externos y no tienen lacantidad de personal necesario paracubrir los cargos que se necesitanni la capacitacin adecuada para

    integrar a sujetos dentro del espec-tro autista. Por lo tanto, la escuelaestatal se convierte en un imposible,teniendo que acudir a institucionesprivadas, resultando para muchosinaccesible. El ingreso a la escue-la primaria comienza a ser mscomplejo, porque ya que sta no estan integradora y abierta. Ante eldesconocimiento temen a los niosdentro de esta poblacin y suelensugerir que no es el mbito ade-cuado para nuestros hijos. Las ins-

    tituciones integradoras tienen unavacante por aula, y hoy no es sufi-ciente porque 1 de cada 110 nios/asest diagnosticado dentro del TGD3.Y peor an, hay instituciones quedicen ser integradoras, pero su acti-tud es absolutamente contraria.

    3- Segn datos del Centro de Control de Enfermeda-des de Estados Unidos, 1 de cada 110 nios tiene algntipo de trastorno del espectro autista. Esta cifra esmayor a la combinacin de diabetes, cncer y SIDApeditricos, y es 3 veces ms alta que la cifra de nioscon Sndrome de Down. Al momento, no se sabeaun porqu la cifra sigue aumentando de maneraexponencial en el mundo entero. Por otro lado, el TGD(Espectro Autista) afecta ms a los nios que a lasnias en una relacin de 1 a 4

    Hoy sabemos que lo idealpara que un nio con estascaractersticas, a la edad deldiagnstico que vara entrelos 2 y 4 aos, es que tengaterapias interdisciplinariascoordinadas, en su mayoradomiciliarias, con apoyo yherramientas de abordajepara los miembros de lafamilia, y que asista a unjardn de infantes comncon un maestro integradorpermanente. Tambin sesabe que si el diagnsticoes precoz y el abordaje es eladecuado, las posibilidadesde una buena calidad de vidamejoran notablemente.

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    Por supuesto que con estepanorama en la educacin primariapodemos suponer las dificultadesque se les presentan a las familiaspara abordar la educacin secunda-ria, en el caso que pudieran accedera ella.

    Estar dentro de los TEA no siem-pre significa tener un coeficienteintelectual bajo. De hecho, uno delos sndromes dentro de los TGD4, elsndrome de Asperger, tienen como

    caracterstica un CI por arriba de lonormal. La currcula escolar no nece-sariamente debe ser adaptada peros, sin lugar a dudas, la manera deabordarla. Los que han sido recha-zados por diversos motivos de laeducacin comn, tampoco tienenasegurada su vacante en el mbitoespecial. Las escuelas especiales notienen las adecuadas herramientas.Las personas dentro del espectroautista asimilan los conocimientos

    en forma distinta a cualquier otrapatologa, por lo cual el abordaje espuntual y requiere de capacitacinespecfica.

    Puerta 3: la imposibilidad deabrirla y salir a jugar

    Lo descripto arriba es historiacomn para muchas familias y lasvamos conociendo de las redes deayuda, grupos de padres y madresque se anan para defender susderechos y crear espacios dondepoder discutir estrategias. Cada

    familia en este punto seguramenteha elegido alguna en especial. Estnlos que consideran que el caminoque van recorriendo es el correctopara ellos y estn los que no con-tentos con los resultados, sigueninvestigando y probando diferentestcnicas y terapias.

    Sin embargo, todos tienen lasmismas dificultades para generarespacios de esparcimiento y des-canso. Los lugares pblicos suelen

    4- Segn DSM-IV los TGD comprenden: trastornoautista, trastorno desintegrativo de la niez, tras-torno de Rett, trastorno de Asperger y trastorno deldesarrollo No Especicado.

    convertirse en el enemigo, ya seapor la cantidad de estmulo senso-rial que para muchos con TGD setorna insostenible o por las miradasde desaprobacin de quien no cono-ce las caractersticas del autismo.Los nios con TEA, quienes segu-ramente estn en los comienzosdel tratamiento, suelen pasar porcaprichosos y maleducados. Puedeque emitan sonidos que llamenla atencin, realicen movimientos

    extraos o quieran tomar juguetes oalimentos ajenos. Muchos padres ymadres, antes de sentirse criticadosy hasta discriminados, dejan de rea-lizar salidas.

    Los adolescentes con TEA quetienen alguna vinculacin con acti-vidades sociales, sienten que lospares los rechazan, ya que les cuestarealizar interacciones con sus ellos.Muchos se interesan obsesivamentepor algn tema, limitando las rela-

    ciones de amistad. El resto quedapuertas adentro, con la familia ocon acompaantes teraputicos.No existen en general espacioscon apoyos para adultos con TEAy mucho menos de esparcimiento.Tengamos en cuenta, adems, quees hace relativamente pocos aosque los abordajes teraputicos estnsiendo exitosos, y que quienes sonadultos en este momento fueronaquellos con quienes se transit elcamino con mucho desconocimien-

    to y errores conceptuales enormes.Quienes ya no tienen padres quelos cuiden terminan depositados enneuropsiquitricos.

    Las ventanas:

    Las verdaderas posibilidades deuna persona con TGD

    Quien tiene hoy un nio o niadiagnosticado/a dentro del Espec-tro Autista cuenta con mucha ms

    informacin que las familias conhijos que hoy superan los 20 aos.Es claro que es un trastorno de ori-gen neurobiolgico y las investiga-

    Hoy sabemos, que laplasticidad neuronal es una

    realidad, y que con abordajescorrectos se pueden derribarlas paredes que antesparecan muros insalvables.Nuestros hijos e hijas tienentodas las posibilidades pordelante, cuando los contextosse adecuan correctamentepara lograr que este mundosocial tan catico en elque vivimos no les sea tanagresivo.

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    Cuando el autismo toca tu puerta

    ciones sobre su origen van en esalnea. Aquellos que lograron acer-carse a grupos de padres puedenenriquecerse de las experiencias deotras familias. De a poco se abrendiferentes mbitos de capacitacinprofesional y, si bien el nmerosigue siendo bajo, tenemos en elpas excelentes diagnosticadores yterapeutas.

    Gracias a estos grupos que hanabierto caminos, los medios se inte-

    resan cada vez ms en la temtica,nos consultan y logran que el Autis-mo, ya no sea visto como una pato-loga rara y nicamente relacionadaa patrones cinematogrficos y sevan ganando mbitos de abordaje ydiscusin.

    Hoy sabemos, que la plasticidadneuronal es una realidad, y que conabordajes correctos se pueden derri-bar las paredes que antes parecanmuros insalvables. Nuestros hijos e

    hijas tienen todas las posibilidadespor delante, cuando los contextosse adecuan correctamente paralograr que este mundo social tancatico en el que vivimos no les seatan agresivo. Las formas de apren-dizaje son distintas a las tpicas,y son ellos quienes nos obligan areflexionar sobre cmo enseamosen las escuelas, cmo nos relaciona-mos con el otro, sobre el respeto alas personas y la atencin que nosotorgamos como sociedad. Son ellos

    quienes nos obligan a re pensar lasrelaciones familiares, los tiemposque le ofrecemos y la calidad de lasrelaciones. Con sus berrinches ini-ciales debemos aprender a esperar,a comprender, a valorar y acompa-ar, y todas sus necesidades nos danlas pautas para reformular cmovivimos, nos alimentamos, nos edu-camos y nos conectamos con losseres que amamos.

    Hoy son cada vez ms los suje-

    tos que gracias a los estudios sobreintegracin sensorial superan lasdificultades del sistema nerviosocentral para convivir con los sonidos

    y las texturas del medio y tienenmejores condiciones para que elcerebro con espectro autista asimileestimulaciones y las capitalice. Porlo tanto, la persona autista encerra-da en una habitacin, realizandodibujos como nica actividad sereduce solo a un personaje de fic-cin y a un imaginario desinforma-do.

    La realidad de nuestros hijos ehijas es que tienen diversos intere-

    ses, son sumamente amorosos, quepueden establecer lazos fuertes ysostenibles a travs de la mirada y elcontacto, que pueden adquirir len-guaje verbal o comunicarse a travsde distintas formas de comunica-cin alternativas. Que tienen posibi-lidades de educacin y de insercinlaboral futura, y sabemos que lasformas severas de autismo que difi-cultara estas posibilidades son soloel 1% de la poblacin con trastorno

    generalizado del desarrollo.Y para que estas posibilidades

    sean concreciones, las personasconocidas como neurotpicas, res-ponsables de las formas de inte-raccin social vigentes, tenemos laabsoluta responsabilidad de generarlos mbitos correspondientes paraque sus capacidades sean aprove-chadas al mximo y para fomentarinclusin real, recordando y remar-cando que las personas dentro de

    este espectro son diferentes, peronunca menos5 .?

    5- Temple Grandin es doctora en psicologa animaly se desempea como diseadora de instalacionesde manejo de ganado. Tiene diagnstico de TGD yse la conoce mundialmente por su profesin y pordar conferencias sobre autismo, ayudando a conoceren primera persona cmo funciona una mente conespectro autista.

    Por lo tanto, la persona autistaencerrada en una habitacin,realizando dibujos comonica actividad se reduce sloa un personaje de ficcin y aun imaginario desinformado.

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    El cuidado de los descuidos

    Grupo de investigacin rsula de la UniversidadAutnoma de Barcelona

    Deca Joaqun Salvador Lavado, ponindolo en tinta de Mafalda,

    que lo urgente no deja tiempo para lo importante. Este parece ser

    el emblema de los cuidados. Atender, asistir y conservar, estn

    demasiado aferrados a las urgencias de la salud y la supervivencia

    de las personas para que se preste atencin a otras necesidades. El

    presente artculo trata de algunos descuidos, ausencias de consi-

    deracin, que a nuestro juicio son importantes en lo que habitual-

    mente se entiende y practica como cuidados a las mujeres mayo-

    res. La cuestin es reflexionar sobre algunos deslices y olvidos en

    los cuidados, reivindicar su existencia y su necesidad y discutir

    sobre sus implicaciones y sus efectos.

    rsula es un grupo de investigacin del Departamento de Psicologa Social de la Universidad Autnoma de Barcelona que pretende esta-

    blecer un espacio de conocimiento y de consideracin de las mujeres mayores. El grupo lo componen: Juan Carlos Arboleda, Santiago Bavosi,Fran Elejabarrieta, Merc Esteban, Laura Febrer, Romina Kachanoski, Maidelise Ros, Miguel Sahagn y Anna Vitores.

    http://psicologiasocial.uab.es/ursula/

    El problema del nmero y la

    actividadDesde finales del siglo XX (OMS,

    1998) hay dos constantes en lapreocupacin por el cuidado de lavejez en general: el problema delnmero y la resituacin de la polti-ca del cuidado.

    Son escasos los trabajos sobrela vejez, traten de lo que traten, enlos que no se comience apelandoal envejecimiento de la poblacinmundial o local para dar cuenta de

    la envergadura del problema. Que lavejez es en principio un problemademogrfico parece una mximabien asentada. Las proyeccionestemporales indican adems que elproblema del envejecimiento de lapoblacin, especialmente en Europa,se acrecentar de forma considera-ble. Pero el problema es la canti-

    dad? Todo sugiere que el nmero es

    en realidad un problema falaz.El problema del nmero de per-sonas viejas en el mundo se puededesglosar en dos partes: en primerlugar, para quienes no son viejos,la sugerencia de esta consideracinviene a ser demasiada vejez paracuidar, habr que trabajar y contri-buir ms; y, en segundo lugar, paraquienes ya son viejos, la indicacines cuidado, vuestras pensiones, vues-tra salud, vuestras condiciones de vidaestn en peligro.

    Debera prestarse especialatencin a la doble amenaza que sedesliza cada vez que se hace refe-rencia al problema del nmero. Noobstante, desde comienzos del SigloXXI, parece haberse descubierto unaalternativa que permite resituar elfoco de atencin sobre el cuidado dela salud de las personas mayores: el

    envejecimiento activo (OMS, 2002;

    Gir, 2006). El envejecimiento activose presenta como un proceso por elque se optimizan las oportunida-des fsicas, sociales y mentales delas personas mayores apelando asus derechos y su autonoma. Esteinvento se utiliza para desplazar elproblema social del cuidado de laspersonas mayores hacia ellas mis-mas; un espacio de no-necesidadsocial.

    El envejecimiento activo seha concentrado en dos reas: la

    prevencin de la enfermedad y lapromocin de la participacin social(OMS, 2000, 2002). La bondad intrn-seca del fomento de ambas reasse torna sospechosa por su perma-nente conexin con el problemademogrfico-econmico del cuidadoy la atencin a las personas mayo-res. Cuando se realizan campaas

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    El cuidado de los descuidos

    como la del Abrazo Mundial (OMS,2001) y se propone que La actividades la clave de un buen envejecimientose est desplazando el problemasocioeconmico del cuidado de lavejez a un espacio distributivo eindividualizado de las propias per-sonas que precisan cuidado. Vienea ser similar a decir que se cuidenellos, aunque eso s, de maneramucho ms correcta y atractiva.Para las mujeres mayores, que en su

    mayora han vivido una vida dedi-cada al cuidado de otros, la idea nodeja de tener, cuando menos, ciertairona.

    Esta es la direccin que siguenlas polticas y estrategias del cui-dado y la atencin a la vejez. Entresus consecuencias se encuentranalgunos descuidos sobre los que, anuestro juicio, hay que reflexionar,reivindicando su existencia y sunecesidad y discutiendo sus impli-

    caciones y sus efectos.El descuido tecnolgico

    Estudiar e intervenir en la vejezimplica hablar de tecnociencia. Lamedicacin y los pastilleros, losandadores, los asideros o diversosadaptadores ya eran parte de ladefinicin de las necesidades de lavejez. Con la implementacin delas nuevas tecnologas de la infor-macin y de la comunicacin en el

    cuidado y atencin de la vejez nosenfrentamos a una vejez cada vezms tecnologizada.

    En efecto, la implantacin deprogramas de teleasistencia y tele-medicina, el auge de aplicacionesdomticas para el hogar, o la proli-feracin de programas destinados afomentar el acceso y la usabilidadde las nuevas tecnologas son unabuena muestra de esa estrecharelacin tecnologa-vejez. Es, dicen,

    la era de los tecnogenarios (Kellyy Loe, 2010). Una relacin que, ade-ms, se presenta grosso modo comoinherentemente positiva. Cuando

    se habla de tecnociencia para per-sonas mayores, es difcil encontrarecos de ese discurso distpico sobreel impacto tecnolgico que tanhabitual es para otros productostecnolgicos y para otros sectoresde la poblacin. Los avances tecno-cientficos se tornan centrales enaquellas polticas de cuidado de losmayores que tratan de desestigma-tizar la vejez y que por eso mismonos hablan de conseguir un enve-

    jecimiento exitoso, productivo oactivo (Charness y Schaie, 2003).La ciencia y la tecnologa se revelancomo cada vez ms indisociables dela definicin y la prctica de la vejez.Sin embargo, la evidencia de que latecnologa no es un descuido en elcuidado de la vejez, se torna proble-mtica si atendemos a los supuestosque dan sentido, eficiencia y direc-cin a ese tndem tecnologa-vejez.Porque no es la vejez, sino la tecno-

    loga y lo que ella dispone, lo que dasentido a esa relacin.Aquello que est en juego, lo

    que se discute, se sita del lado dela tecnologa. Aparentemente, elasunto es qu cosas pueden hacerla tecnologa por la gente mayor ysus necesidades. Unas necesidadesatribuidas a las caractersticas de lavejez. Sin embargo, es la tecnologala que da a conocer la vejez a la luzde lo que ella ofrece y dispone. Nosla da a conocer por la distancia de

    las personas mayores respecto a lastecnologas, apuntando a aquelloque separa a las personas mayoresde la tecnologa, y no a la inversa. Lafrmula es la de la tecnologa comosolucin a los problemas. Lo que noslo reafirma la visin de la vejezcomo un problema. Lo conforma ycodifica como un problema tecnol-gico. En efecto, la tecnologizacin dela vejez nos la da a conocer en tr-minos de fragilidades tecnolgicas:

    carencia, dependencia, inseguridad,limitaciones, costes.En definitiva, sobre cmo acer-

    car, adaptar o mejorar las tecnolo-

    Cuando se realizan campaascomo la del Abrazo Mundial(OMS, 2001) y se propone queLa actividad es la clave deun buen envejecimiento seest desplazando el problemasocioeconmico del cuidadode la vejez a un espaciodistributivo e individualizado

    de las propias personas queprecisan cuidado. Viene a sersimilar a decir que se cuidenellos, aunque eso s, demanera mucho ms correctay atractiva.

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    gas para la vejez cabe desacuerdo, ymltiples propuestas. Sin embargo,en lo referente a la naturaleza ylas caractersticas de la vejez, estedesacuerdo se minimiza ya que lacuestin eventualmente polmicaes erigida en principio incuestiona-ble. La vejez es el problema; un pro-blema conocido, obvio. Sin embargo,no es el sujeto de la operacin. Sonescasas las ocasiones en que lavejez, y las vivencias de las personasmayores, son el pivote desde el queexplorar, definir y codificar que es latecnologa.

    Los efectos de la medicaliza-cin de la salud para la concepciny vivencia de la vejez ya han sidoobjeto de distintos anlisis en lasltimas dcadas (Estes y Binney,1991; Joyce y Mamo, 2007). Anlisisque nos muestran el proceso por el

    que la vejez se ha ido convirtiendoen enfermedad, naturalizndoseuna consideracin patolgica delas transformaciones asociadas ahacerse mayor. Caroll Estes (1979)inaugur el termino negocio delenvejecimiento para dar cuenta decmo emerga el consumo indivi-dual como solucin a la transforma-cin de la realidad de la vejez. Eneste marco, tecnologizar el cuidadoes convertirlo en algo ms eficaz,

    eficiente y rentable. Alfabetizartecnolgicamente a las personasmayores suele presentarse bajo estamisma lgica. La autonoma y acti-vidad que proporcionan las TIC, sepresentan como parte de un cuida-do que consiste en aprender a auto-cuidarse. La preocupacin por laalfabetizacin digital, la e-salud yla tele-asistencia en la tercera edadha dado lugar a un notable volumende investigacin sobre la relacinvejez-tecnologa. Sabemos mucho

    sobre lo que la tecnologa nos dicede la vejez, pero muy poco sobre loque las personas mayores dicen delas tecnologas. Y seguir siendo assi seguimos situando el sujeto de lapregunta en las tecnologas, y no enlas personas mayores.

    El descuido de la diversidad

    Para las instituciones, la vejez seentiende como grupo que es distin-

    to en relacin con otros grupos, peroque internamente es homogneo.La imagen dominante en las socie-dades occidentales es la del hombre

    blanco mayor, difusamente situadoen una clase media, jubilado, confamilia extensa por supuesto, tienenietos, con algunos problemas desalud que se le han vuelto recurren-tes suele llevar bastn y, eso s,con el deseo de hacer cosas agrada-bles en su tiempo libre como jugardomin. Las mltiples concrecionesde la accin institucional en torno ala vejez (desde las campaas publi-citarias hasta los detalles operativosde programas especficos) estninformadas por esta concepcinhomognea. As, ser viejo ya es serdiverso y, por tanto, no se esperaencontrar ni hace falta buscar ladiversidad dentro de la propia vejez.Muchas de las diferencias existentesentre las propias personas mayoresno son siquiera contempladas porlas instituciones que las atienden.

    Cabe preguntarse entonces qu es loque posibilita y sostiene esta visinuniforme de la diversidad.

    La preocupacin por la diver-sidad es lugar comn de polticasy programas institucionales quebuscan eliminar o reducir formas deexclusin o trato inadecuado deri-vadas del prejuicio o la ignorancia.Se trata de prejuicios o ignoranciarespecto a la diferencia, una dife-rencia aprehendida en categoras

    como etnia, raza, gnero, preferenciasexual o franja etaria. Estas cate-goras, que limitan el espacio de loconcebible y operable en trminosde diversidad, no nos remiten direc-tamente a las diferencias ignoradaso miradas desde el prejuicio; tanslo establecen las condiciones bajolas que se piensan. Dentro de cadacategora, habr un conjunto de sub-categoras que cubren el requisitode ser diversas (p.ej. mujer dentrode la categora gnero o anciano

    dentro de franja etaria). Este tipode subcategoras como las ante-riores componen el universo de ladiversidad. Frente a ellas, podemosencontrar las subcategoras contralas que la diversidad se define (p.ej.hombre dentro de gnero o adul-to joven dentro de franja etaria).As, cada categora tendr al menosuna subcategora no diversa contrala que se definir por exclusin ycontraste al menos una subcate-

    gora diversa. Esta relacin entresubcategoras se puede plantear entrminos de norma y desviacin,donde lo desviado, lo diverso, no

    Sabemos mucho sobre lo quela tecnologa nos dice de lavejez, pero muy poco sobrelo que las personas mayoresdicen de las tecnologas. Yseguir siendo as si seguimossituando el sujeto de lapregunta en las tecnologas, yno en las personas mayores.

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    El cuidado de los descuidos

    necesariamente tiene que ser lominoritario.

    Lo diverso es aquello que, cuan-do se mira, resalta porque no escomo se esperara que fuese y, desdeluego, no se sabe bien cmo es.Aquello que produce extraamiento.La accin institucional en torno alo diverso se justifica desde la pre-tensin de atacar las consecuenciasnegativas de esa reaccin de extra-amiento. Pero en tanto que insti-tucional, esa accin tiene serios pro-blemas para cumplir con su come-tido, porque no termina de resolverla tensin fundamental entre elmarco que la orienta ese conjuntode categoras y subcategoras y elfenmeno que pretende abordar. Setrata de un marco que, en su incor-poracin a la lgica institucional, sesimplifica y se cierra sobre s mismo

    hasta convertirse en una taxonomareificada, evidente en s misma. Lataxonoma de la diversidad, unavez engarzada en el discurs