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Observaciones sobre las características lexicográficas del ((Vocabulario científico y técnico» En 1983, la Real Academia ele Ciencias Exactas, Fís icas y Naturales publica la primera edición ele su Vocabulario científico y técnico, materializando así en parte un objetivo fijado por esta institución ya en 1848, a los pocos meses ele su fundación, y alen- tado por un decreto ele 1935 que confía a la Academia la tarea ele preparar un Diccionario que abarque las técnicas propias ele las materias ele su competencia. Pero es a partir ele la década el e lo s 70 cuando este proyecto se encauza a través ele una Comisión de Terminología Científica y logra sacar a la luz una modesta pri- mera edición del VCT que registra unos 15.000 términos 1 . Sin embargo, como afirma Seco (1991, 6), «Los buenos dic- cionarios, por excelentes que sea n, nunca son una obra hecha ele una vez para siempre. Envejecen a la misma velocidad que los seres humanos, y el único medio de evitar que, como estos, mue- ran es mirarlos y tratarlos en su calidad ele realidades dinámicas ». Si hay en estos tiempos una realidad dinámica por excelencia, esa es la relativa al mundo científico, que evoluciona vertiginosamen- te, alterando a menudo el «orden del universo» y, como conse- cuencia, las relaciones entre los nombres y lo s objetos. 1 Sobre esta 1.' edición del Vocabulario científico :J' técnico puede verse la reseña de Manuel Seco «Vocabulario científico y t écnico», ABC, 31 de marzo de 1984, pág. v. Un estudio más amplio se encuentra en Pedro Ca- rrero Eras ( 1984 ).

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Observaciones sobre las características lexicográficas del ((Vocabulario científico y técnico»

En 1983, la Real Academia ele Ciencias Exactas, Físicas y Naturales publica la primera edición ele su Vocabulario científico y técnico, materializando así en parte un objetivo fijado por esta institución ya en 1848, a los pocos meses ele su fundación, y alen­tado por un decreto ele 1935 que confía a la Academia la tarea ele preparar un Diccionario que abarque las técnicas propias ele las materias ele su competencia. Pero es a partir ele la década ele los 70 cuando este proyecto se encauza a través ele una Comisión de Terminología Científica y logra sacar a la luz una modesta pri­mera edición del VCT que registra unos 15.000 términos 1.

Sin embargo, como afirma Seco (1991, 6), «Los buenos dic­cionarios, por excelentes que sean, nunca son una obra hecha ele una vez para siempre. Envejecen a la misma velocidad que los seres humanos, y el único medio de evitar que, como estos, mue­ran es mirarlos y tratarlos en su calidad ele realidades dinámicas». Si hay en estos tiempos una realidad dinámica por excelencia, esa es la relativa al mundo científico, que evoluciona vertiginosamen­te, alterando a menudo el «orden del universo» y, como conse­cuencia, las relaciones entre los nombres y los objetos .

1 Sobre esta 1.' edición del Vocabulario científico :J' técnico puede verse la reseña de Manuel Seco «Vocabulario científico y técnico», ABC, 31 de marzo de 1984, pág. v. Un estudio más amplio se encuentra en Pedro Ca­rrero Eras ( 1984 ).

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Por lo tanto, y teniendo en cuenta que todo diccionario es un objeto cultural, testigo de una civilización (Jean y Claude Dubois, 1971, 8), la elaboración de un diccionario de términos científicos debe estar, más que la de ningún otro, sometida a una continuada e ininterrumpida revisión de criterios. Esta certeza, unida a la ne­cesidad de ampliar esa «primera realización» a la que se refiere Lora Tamayo en el prólogo de la P edición del VCT (pág. vrn), anim,a a la Academia de Ciencias a publicar una nueva edición revisada y ampliada (registra unos 35.000 términos) en 1990.

De los aspectos lexicográficos con que se enfrenta un dic­cionario técnico, algunos de tipo teórico, otros mucho más prác­ticos, nos ocuparemos en las páginas que siguen, partiendo de las cuestiones más generales que afectan a la macroestructura, hasta las más concretas de la microestructura 2.

r. LA MACROESTRUCTURA DEL VCT.

I.l. Sigue prefiriendo esta z.a edición la denominación de Voca•bulario, consciente de su carácter abierto y segmenta!, pues­to que se limita a recoger no sólo una parcela del léxico general de la lengua española, sino incluso una parcela también del léxico científico y técnico. El VCT opera, pues, una selección en el lé­xico registrado, y en este sentido se inscribe en los llamados dic­cionarios especiales (parciales, segmentales) frente a los generales o globales, como son los diccionarios de lengua 3.

2 Las autoras de este artículo han colaborado con la Real Academia de Ciencias en la parte lexicográfica del V CT.

3 Para este y los restantes rasgos tipológicos del VCT seguimos la abun­dante bibliografía existente sobre los distintos tipos de diccionarios en los trabajos lexicográficos (Malkiel, 1959-1960 y 1975; Quemada, 1967; Rey­Dehove, 1971; Rey, 1977; Haensch et al., 1982; etc.). De entre los muchos criterios de distinción posibles (históricos, utilitarios/pragmáticos, etc.), se­leccionamos los que guardan una relación más estrecha con aspectos lingüís­ticos; los claramente reconocidos por los clasificadores por corresponder «a la vez a oposiciones de rasgos teóricos y de modelos socio·culturales» (Rey, 1977, 78); y los que se mantienen en las grandes líneas (macroestructura, fundamentalmente), sin descender a la casuística afinada. Aunque el modelo tipológico de Malkiel (1960) basado en haces de rasgos distintivos - una

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La delimitación de las entradas que deben configurar su ma­croestructura es el primer problema con que tropieza una obra de estas características. ¿Hasta dónde llega la concepción ele «tér­mino científico» en un hablante medio? ¿ Consideraría al mismo nivel de «cientificidad» los términos virus y entomopo:rvirus? Se puede argüir que, más que a la macroestructura, al conjunto de entradas que forman el repertorio de un vocabulario, habría que atender a su microestructura, a la información que se ofrece en cada artículo, o lo que es lo mismo, habría que dar prioridad al cómo se definen esos términos sobre el qué se define. Pues hay que tener en cuenta que cualquier cosa-nombrada puede ser parte integrante de una ciencia o de una técnica y definirse en conse­cuencia.

Al tratar la configuración ele la macroestructura ele un diccio­nario, Rey-Debove (1971, 82) ofrece una distinción entre formas y conceptos corrientes (conocidos por la mayoría) frente a no corrientes, de acuerdo con un criterio de frecuencia intuitiva, ba­sado en el conocimiento medio del lector.

Más adelante (1971, 93-95) propone un sistema de prioridades en la selección del léxico que debe integrar un diccionario temá­tico, añadiendo a la diferenciación entre formas m.ás o menos co­rrientes y conceptos más o menos corrientes, la de formas más o menos marcadas 4.

Según Rey-Debove, el léxico ele un lenguaje temático debe estar compuesto por :

- palabras no corrientes que envían a los conceptos no corrien­tes ele un tema ; palabras poco corrientes, o corrientes pero marcadas, que en­vían a los conceptos corrientes ele un tema.

analogía más de la fecunda propuesta metodológica de la fonología- ha sido discutido tanto en su formulación (Rey, 1977) como en su utilidad práctica (Quemada, 1967), hay que decir que, más o menos explícitamente, todos los intentos de clasificación se mueven por elección entre uno de dos polos posi­bles según un criterio (eje) de distinción sucesivo.

4 La forma marcada, en general, supone un empleo que conlleva conno­taciones. En este caso, la marca de nivel de lengua sería «científicO>> o «téc­nico», y se pueden señalar como ejemplos, entre otros muchos, formas como aulocerátido, ión, hiperfenilalaminemia, etc.

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Las palabras corrientes no marcadas no serían, según Rey­Debove, susceptibles de ser definidas en un diccionario temático, y señala los ejemplos de espíritu, lobo y C'iudad, que no deberían figurar como propias de los lenguajes filosófico, zoológico y ur­banístico, respectivamente, por ser palabras comunes a muchos temas o relacionadas con una parte de un tema conocido por los hablantes en general.

En la práctica, sin embargo, no resulta tan sencillo delimitar las entradas que deben configurar la macroestructura de un dic­cionario científico y técnico 5.

E s probable que virus, por ejemplo, pueda considerarse como una forma corriente marcada. N o ocurre lo mismo con vidrio o planta, que la mayoría de los hablantes considerarán sin duda como corrientes y no marcadas. Pero, ¿podemos definir en un diccionario ci entífico-técnico el término vidrio de borosilicato sin definir previamente vidrio, o planta arquegoniada obviando el ar­tículo planta?

Aplicando el criterio de Rey-Debove, y sin pretensiones de exhaustividad 6, podemos señalar en el VCT artículos que corres­ponden a las variantes siguientes :

1) Formas no corrientes que envían a conceptos corrientes :

protisto. Organismo unicelular, viviente o fósil.

hiperheparinemia. Anomalía patológica hereditaria ca­racterizada por la elevación de los niveles de sustan­cias anticoagulantes del tipo de la heparina.

2) Formas no corrientes que envían a conceptos corrientes :

axeroftol. Sinón. de vitamina A.

trisomía 21. Sinón. de síndrome de Down.

5 Según Ramón Trujillo (1974, 203), «El hecho de que un término co· mún se emplee como técnico o de que un tecnicismo se incorpore a la me· cánica de la lengua natural, no invalida la distinción, ya que lo que existe no son propiamente términos técnicos o no técnicos, sino usos técnicos o no técnicos de los significantes léxicos.»

6 Además de los tipos de artículos que se detallan aquí, figuran en el VCT numerosas definiciones de lemas no tan fácilmente clasificables, como pueden ser las formadas por siglas (ELTSA, IUPAC), símbolos (°C, Ge), abreviaturas (glía), prefijos (halo-) , sufijos (-al), etc.

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3) Formas poco corrientes, marcadas, que envían a conceptos no corrientes :

bilirrubina. Pigmento tetrapirrólico, no porfirínico, pro­cedente del catabolismo de la hemoglobina. Es cons­tituyente ele la bilis bajo la forma de diglucurónido.

entalpía. Suma de la energía interna de un sistema y el producto de su volumen por la presión ( ... ).

4) Formas poco corrientes, marcadas, que envían a conceptos corrientes :

blenda. M in eral del grupo ele los sulfuros ( ... ).

hacho. Elevación pronunciada y de gran volumen que destaca en una sierra.

5) Formas corrientes, marcadas, que envían a conceptos no co­rrientes:

glóbulo. Sombra ele forma circular que se ve proyectada sobre el fondo ele una nebulosa brillante.

menisco. ( .. . ) 11 Expansión terminal ele una neurona.

6) Formas corrientes, marcadas, que envían a conceptos co­rrientes:

virus. Entidad no celular capaz ele replicarse en el seno ele células vivas y específicas.

ganglio. Estructura formada por un conjunto ele cuer­pos celulares de neuronas.

7) Formas corrientes, no marcadas, que envían a conceptos no corrientes:

anillo. Representación poligonal de una molécula en la que los vértices están ocupados por átomos ( ... ).

avenida. Corriente impetuosa ele agua, ocasionada por graneles lluvias o por fusión ele la nieve.

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8) Formas corrientes, no marcadas, que envían a conceptos co­rrientes:

planta. Vegetal macroscop1co autótrofo, salvo raras ex­cepciones (p. ej., la coscuta, 01'0banche), con repro­ducción sexual.

vidrio. Sustancia que puede considerarse como un líqui­do sobreenfriaclo con viscosidad muy elevada que im­pide el desarrollo ele la estructura cristalina ( ... ).

Como se puede observar, la delimitación a priori del tipo ele artículo que debe aparecer o no en un diccionario científico-técnico no es una tarea sencilla, como tampoco lo es el establecimiento ele un orden ele prioridades. Pero, a pesar ele las dificultades, es evidente que algún criterio hay que seguir a la hora de decidir qué términos deben configurar la macroestructura, y el VCT pre­tende, en primer lugar, definir lo esencial; tanto lo esencial co­mún a todas las ciencias cuya competencia abarca, como lo esen­cial de cada una de ellas, estableciendo un orden jerárquico de prioridades, de manera que en las sucesivas ediciones se vayan incorporando definiciones de nuevos términos, dependientes en cierto modo de los «más importantes» ya definidos; definiciones de términos que, por una u otra razón, han despertado el interés general y ascienden repentinamente escaños en la jerarquía del grupo al que pertenecen, como sería, por ejemplo, el caso de aceite de colza, registrado ya en la 1.a edición del VCT; y definiciones ele términos ele nueva acuñación que, precisamente por designar nuevas realidades, resultan imprescindibles en cualquier vocabu­lario que se precie de actualizado. El ejemplo más claro de este caso es quizá el del término síndrom.e de inm:unodeficiencia ad­quirida, que no se registra en la edición de 1983, pero sí en la de 1990.

I.2. El VCT se autodefine como «un vocabulario de carác­ter mixto entre la información terminológica y la enciclopédica, sin que, por lo general, se llegue a una extensión de las definicio­nes y ele la ilustración del referente semejante a la ele un diccio­nario enciclopédico habitual» (VCT, 1990, X IX). Subyace aquí la oposición establecida en muchos trabajos lexicográficos entre

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inventario de palabras (diccionarios lingüísticos) e inventario de cosas (enciclopedias), básicamente relacionada, en efecto, con la naturaleza de la definición, según esta opere un análisis de la for­ma del contenido (así lo pretende, al menos, la definición lexico­gráfica o lingüística) o ele la sustancia del contenido (definición enciclopédica) de un signo lingüístico (cf. Rey, 1977, 60). De los problemas, tanto teóricos como prácticos, que tal distinción plan­tea y de su alcance en el diccionario académico nos ocuparemos más adelante (II.l), al abordar la microestructura del VCT.

Pero, además de en la definición, su carácter mixto se percibe en otros aspectos. Participa de los repertorios enciclopédicos por su selección mayoritaria de sustantivos, prescindiendo ele otras categorías gramaticales ( aclj etivos, verbos, adverbios, preposicio­nes, etc.) que requieren definiciones metalingüísticas, o por lo me­nos sinonímicas, pero no parafrásticas (II.3.2) . Tampoco incluye, comp veremos (II.2), informaciones gramaticales ni contextuales, ni informaciones cliastráticas, importantísimas, en cambio, en un diccionario ele lengua. Sin embargo, toma rasgos ele este, pues no contempla, por ejemplo, nombres propios como punto de entrada ele informaciones culturales ; no recurre al icono como alternativa a la paráfrasis definitoria, a pesar de que en ocasiones el esfuerzo no se ve recompensado como lo sería con la claridad de una ima­gen: piénsese en la definición ele un color, o de prisma frente a paralelepípedo, rosal frente a orquídea ... ; establece relaciones de sinonimia entre los términos, posibles variantes, denominaciones alternativas por siglas, o define sus propios instrumentos ele crea­ción léxica, al incluir prefijos (iso -, femto-, de:ctro -, meta- ... ) y sufijos (-aza, -ino, -ano, -ilo, -ol, -ona .. . ) en igualdad de condi­ciones que el resto de los términos.

Esta mezcla ele rasgos, unos más próximos a la óptica de la realidad descrita, otros al sistema lingüístico en que realiza la ac­tividad denominadora, es por otra parte común a muchos reper­torios terminológicos. Como bien señala Guilbert (1977, V-5) en un artículo que cuestiona, por responder a una «presentación ideal», la distinción entre diccionarios de lengua y diccionarios técnicos basada en la relación palabra-cosa, «es ya imposible ce­ñirse a la definición "diccionario de cosas" para cubrir la gama ele obras diversas que pueden ser calificadas como "terminológi-

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cas"». Si tomamos el rasgo «enciclopédico» como polo marcado, unos incluirán predominantemente sustantivos ( + ), pero serán bilingües (-); otros presentarán ilustraciones ( + ), pero también contextos (-), etc.

I.3 . El VCT adopta la perspectiva ele un diccionario sema­siológico : va de la unidad léxica al referido, o al concepto o idea, a diferencia de los onomasiológicos, que parten ele este para esta­blecer los distintos términos, o significantes lingüísticos, que le corresponden. Más frecuentes los primeros en todos los ámbitos, también en el ele los vocabularios especiales 7, ciertos inventarios, como es el caso de muchos bancos ele elatos terminológicos multi­lingües, prefieren estructurar sus artículos o entradas a partir del concepto y establecer a continuación sus equivalentes -signifi­cantes, definiciones, sinónimos, etc.- para cada una de las dis­tintas lenguas contempladas (cf. Currás, 1991).

I.4. Como repertorio monolingüe, o intralingüístico -la uni­dad léxica va seguida de una parte definitoria en esa misma len­gua y no ele su equivalente en otro sistema lingüístico-, el VCT constituye un ejemplar casi único en el panorama de los diccio­narios de terminología científico-técnica ele ámbito general exis­tentes para el español (junto con el VCT, citemos el Pequeño La­rousse), pues se opta mayoritariamente por el modelo interlin­güística bilingüe - el Diccionario Enciclopédico de términos téc­nicos. Jnglés-espaFíol, espaiiol-inglés, por citar un ejemplo- . In­cluso en el caso ele repertorios que obedecen a una configuración intralingüística se incluye el equivalente en otra lengua como una información más de la microestructura (así sucede, para el inglés, en McGraw-Hi!ljBoixareu o en Chambers) 8.

7 A esta tipología responden algunos de los diccionarios científicos de carácter general más difundidos en el área del 'español, procedentes casi siem­pre de traducciones. Sin pretensión de exhaustividad, citemos el Diccionario tecnológico Chambers, el Pequeño Larousse de ciencias y técnicas y el Die· cionario de términos científicos y técnicos McGI'aw-Hill/Boixareu. (En ade· lante, Chambers, Larousse, McGraw-Hill/Boixareu.)

8 Sí abundan, en cambio, las recopilaciones monolingües en materias es­pecíficas (botánica, física, química, informática, tecnología de los materiales y un largo etcétera. (Puede verse, al respecto, ICYT, 1987.)

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I. S. Por el principio que rige la clasificación de sus entradas, el VCT es un diccionario alfabético, como suelen serlo la mayo­ría de los diccionarios semasiológicos 9. Frente a las indudables ventajas prácticas de este tipo de ordenación -es parte insusti­tuible incluso en los inventarios ideológicos o por materias; me­nos subjetiva, de puro arbitraria, que la mejor ele las clasificacio­nes posibles; permite una actualización más ágil (supresión, sus­titución, incorporación) ele sus artículos . .. -, muchas veces se señala que una ordenación por materias muestra de forma más inmediata las relaciones existentes dentro de un campo nocional determinado ( cf. Haensch et al., 1982, 168). En efecto, y con pa­labras de Gregario Salvador (1986), la «lectura del diccionario [alfabético] obliga a toda suerte de acrobacias semánticas, en un múltiple y continuado salto mortal». Tal vez por la resistencia del científico a separar conceptos interrelacionados, muchos dic­cionarios alteran el orden alfabético predominante sustituyéndolo en ocasiones por el conceptual. Así sucede en el VCT con los dis­tintos tipos de virus: las definiciones de aden.ovirus, a?'bovirus, citomegalovirus, CO?'on.avints, etc., figuran bajo el lema virus, en una especie de apéndice que reconstruye este campo nocional con­creto; en atención al lector, se remite a esta zona del diccionario desde el correspondiente lugar alfabético (retrovints. V. virus), para así paliar la suspensión del orden general del VCT.

Por otra parte, y en el nivel de microestructura, el componen­te paradigmático ele sus definiciones (sinónimos y remisiones me­diante «Véase») establece relaciones conceptuales entre términos más o menos distanciados, inconexos, por el orden alfabético. Así, por la identidad de significado, quedan vinculados en el VCT términos como colecalciferol y vitam,ina D, separados por casi 600 páginas, o denominaciones aparentemente tan dispares como glucogen.osis, tipo JI! con de.-rtrinosis, enfermedad de Cori y en­fermedad de F orbes.

9 Precede al cuerpo del diccionario académico una parte introductoria, compuesta de prólogo, relación de autores (la Comisión de Terminología Científica de la RAC) y de colaboradores, y unas indicaciones o normas de uso, muchos de cuyos puntos son el germen de este artículo; como anexo, incluye el Sistema Internacional de unidades, que completa y afina unidades y símbolos ya incorporados en la parte definitoria .

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Además de la sinonímica, los términos del VCT entablan -sirviéndose del entramado de remisiones con «Véase»- otros tipos de relaciones. La más frecuente es la hiperonimia: así, cesio, francio, litio, potasio, rubidio y sodio mantienen una vinculación común con el englobador elementos alcalinos. La contigüidad ex­plica que se liguen, por ejemplo, foco de un terremoto y epicentro. La relación efecto-causa une brecha de foehn a efecto foehn . Una finalidad ostensiva, ejemplificaclora, tiene remitir a ácido cacodí­

lico desde el radical cacodilo 10 .

La alfabetización de unidades léxicas presenta una serie de problemas, ineludibles en la práctica lexicográfica, aunque mu­chos son comunes a otras manifestaciones del lenguaje escrito (bibliografías, catálogos documentales, etc.). Martínez de Sousa (1987, 21) llama la atención sobre el poco interés que los textos españoles prestan a este aspecto, pese a que las dificultades que puede presentar son importantes «no sólo para quien proporciona la información así dispuesta (emisor), sino también para quien la recibe (receptor)».

I.S.l. El primer problema, no específico ele un diccionario científico-técnico, pero pertinente por la vocación de universalidad que a lo largo ele su historia ha mostrado la actividad terminográ­fica (cf. RAC, 1991, 15-20), es el ele la colocación de las grafías eh y ll: según se consideren simple combinación ele letras, como hacen la práctica totalidad ele lenguas que utilizan el orden alfa­bético latino, o grupos grafemáticos unitarios correspondientes a los fonemas jcj y /!/, respectivamente, como ocurre en el espa­ñol desde fecha relativamente reciente (1803, la ele la cuarta edi-

10 Las remisiones, por otra parte, ponen de manifiesto la deseada circu­laridad de toda obra lexicográfica: al definir, por ejemplo, frecuencia crítica de fusión como «Frecuencia de estímulos ( ... ) en la cual desaparece el par­padeo», el envío a este último concepto (v. parpadeo, acep. 2.' ) evita exten­der redundantemente la definición. Extremando la economía del procedi­miento, el VCT aprovecha que en holografía se habla de holograma para dar entrada al segundo por simple remisión al primero (holograma. V. hologra­fía). Es, por último, un modo útil de orientar al lector previendo sus posi­bles búsquedas de un lema compuesto, pues todo complementador o compo­nente significativo remite al lema compuesto (Haro. V. galaxia Haro y objeto Herbig-Haro ).

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ción del diccionario manual ele la Academia de la Lengua). Si­guiendo una tendencia hoy cada vez más extendida, que se hace eco de las recomendaciones de Menéndez Pida! (1973) y tiene como pionera en la tarea lexicográfica a Moliner en su Dicciona­rio de uso del espaFíol (1966-67), el VCT, desde esta segunda edición, opta por la solución conocida como alfabeto universal, y así ordena chasrnogamia antes de cianamida, o milonita tras milla náutica 11• Varias razones abogan por el alfabetismo. En primer lugar, su alcance internacional, y por tanto normalizador, tenien­do en cuenta que el intercambio de información es consustancial a la tarea terminográfica y que modificaciones similares son posi­bies también en otros idiomas. Está además la recuperación ele la antigua tradición lexicográfica española (Nebrija, Covarrubias, el propio Diccionario de Autoridades), interrumpida por la RAE en lo que Seco (1991) llama «un arranque ele nacionalismo». Y, por fin, la propia coherencia del sistema, pues recordemos con Seco (1986, 92) que «el alfabeto ordena letras y no fonem,as», y no tiene pues sentido acoger letras unas veces ( «r>> para /r /, en lugar ele la «rr» que proponía Cuervo, «q» + «U» para /k/, etc.) y representaciones fónicas otras («eh» y «11») 12•

I.5.2. La segunda clificultacl la plantean las unidades léxicas pluriverbales, tan frecuentes en un diccionario terminológico como el VCT. En su proceso incesante ele acuñación ele nuevos térmi­nos, el lenguaje científico recurre, entre los diversos procedimien­tos ele creación léxica de que dispone 13, a las combinaciones lexi­calizadas, ele tipo sintagmático: herencia cruzada, óxido de tita­nio, pliegue en espiga, principio de reversibilidad de la luz, fecha juliana de eje111érides, principio del todo o nada ... 14. Son tanto

11 No es este el proceder de otros diccionarios terminológicos consulta· dos: Chambers, McGtaw-Hill/Boixar.eu, etc.

12 Pueden verse Seco ( 1986, 92-93) y Martínez de Sousa ( 1987, 23-27), que incluye breve antología, para una síntesis de las diferentes posturas.

13 Derivación ( euespecie, isocianuro, superelasticidad, aldolización, brac­teola ... ), composición (celogel, cosmolisis, pluvisilva ... ), neologismo de sen­tido (bus, esparcimiento, ideal, anillo ... ), préstamo (pelet, bit, hábitat, fí­lum .. . ), etc.

14 Los lemas compuestos del VCT corresponden a: sust + adj (cronome­traje radiactivo), adj + sust (fuerte marejada), sust + prep + sust (misil en

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más frecuentes -señala Alvar Ezquerra (1976, 191)- «cuanto mayor sea la necesidad de describir con exactitud las realidades que estudian las ciencias; son realidades muy concretas y, por ello, es necesario acumular varios signos lingüísticos (que, no ol­videmos, suelen tener un abanico ele significados dentro de nues­tra lengua) para ir delimitando unos con otros, sus campos sig­nificativos, es decir, para alcanzar una univocidad absoluta». Como sucede con modismos y locuciones de la lengua común, el significado del conjunto no es deducible ele la suma de significa­dos de cada componente; ele ahí su estatuto de término y la ne­cesidad de figurar en un inventario terminográfico.

A diferencia de los diccionarios de lengua, los diccionarios ter­minológicos lematizan piezas léxicas complejas. Se evita con ello el problema de la asignación de una combinación fraseológica a uno solo de sus componentes - los sublemas mal de ojo y tierno de ojos se incluyen en el DRAE bajo lemas distintos, mal y ojo,

respectivamente-, solucionable por lo demás mediante conven­ciones fijadas de antemano -preferencia del sustantivo, y del pri­mero en caso de haber dos, en el DRAE-, y únicamente se en­frentan a las distintas posibilidades de ordenación alfabética. El VCT opta por la entrada directa, diámetro de colisión, y no in­versa, como prefieren otros repertorios (Abderhalden, reacción de

en Chambers); la alfabetización discontinua (cf. Martínez de Sou­sa, 1987, 30), según la cual ordena ácido-base tras ácido yódico

y no entre ácido barbitúrico y ácido behénico; y prescinde, a efectos alfabéticos, de las categorías gramaticales no sustantivas (determinantes, preposiciones, conjunciones ... ), a diferencia, por ejemplo, de McGra'lv-Hül/ Boixareu. Hay que decir que cualquie­ra de las opciones posibles es válida con tal de que, como señala Haensch (1982, 454) , en la parte introductoria del diccionario se

contra-órbita), sust + sust (zona acmé) ... La combinación de los anteriores, junto a la recursividad o al alargamiento por coordinación, da lugar a esque­mas complejos muy variados: sust + adj + adj (matrices congruentes orto­gonales ), sust + adj + prep + sust (máquina frigorífica por absorción ), sust + prep + sust + prep + sust (método de medida según definición), sust + prep + sust + adj (microscopio en campo oscuro), sust + prep + sust + prep + sust + nexo + prep + sust (razón de tantos a favor y en contra), etc.

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explique el procedimiento seguido y de que se aplique de la for­ma más coherente posible.

I.5.3. Sin pretender agotar los problemas de alfabetización que plantea un diccionario terminológico - la ordenación de los patronímicos, que con tanta frecuencia integran, como núcleo ele SP, un lema compuesto (ley de van't H off, ecuación de D' Alem­bert ... ) ; ele los términos en plural (tubos de Nessler, rayos X ... ) o de los lemas compuestos con anteposición del aclj etivo (fuerte marejada, máxi11'La digresión . .. )- , sí queremos mencionar un úl­timo grupo muy característico del lenguaje científico. Nos referi­mos a aquellos términos en cuya formación intervienen números y letras, pertenecientes a veces a sistemas numéricos o alfabéticos distintos: cadena polipeptídica a, (31 C-globulina, glioxalasa JI, región H JI, Cl, galactosa 1-P uridiltransferasa . . . Las posibili­dades ele ordenación son prácticamente tantas como los inventa­rios terminológicos existentes 15. Como ya señalamos para las uni­dades léxicas pluriverbales, lo importante es que el usuario sepa orientarse con la ayuda ele las «Normas ele uso» que deben figu­rar en la parte introductoria ele todo diccionario y detallar las convenciones adoptadas. A las correspondientes del VCT remi­timos al lector interesado en las soluciones puestas en práctica por el repertorio académico.

I.6. Uno ele los mayores problemas con que se enfrenta la confección ele un diccionario ele tecnicismos es el ele la adopción indiscriminada ele términos extranjeros en el campo científico.

Según Marcos Marín y Sánchez Lobato (1988, 135), «Los tecnicismos no suelen entrar en una lengua de forma abrupta. Lo habitual es que se formen siguiendo las reglas que cada lengua tiene para la formación y ampliación ele su léxico». Sin embargo, aunque esta sería la situación ideal, desgraciadamente no siempre ocurre así, y menos aún en estos tiempos ele desarrollo tecnoló-

15 Una posibilidad con predicamento (cf. Haensch et al., 1982, 455) es la que propone fonologizar el sistema numérico -F2 equivale a F-dos- y ordenar en consecuencia. La solución no parece muy adecuada para un inven­tario terminológico: ¿buscaría el lector Cl entre cúmulus y cuña de Her­schel?, ¿qué hacer con H JI?, ¿acaso ordenar como H-dos romanos?

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gico febril en los que cada día irrumpen en los medios ele comu­nicación nuevos términos científicos y técnicos, procedentes la in­mensa mayoría ele las veces de lenguas extranjeras, que a menu­do se incorporan a la lengua cotidiana sin el tiempo ni el reposo necesarios para acomodarse a ella y a sus reglas.

El hecho es innegable y ante él surgen fundamentalmente dos reacciones entre los estudiosos del lenguaje : la de los detractores a ultranza del extranjerismo y la de los que aceptan como inevi­table, y en ocasiones como positiva, su admisión en el uso lin­güístico (cf. Lázaro Carreter, 1991; Martín-Municio, 1991).

Desde la primera ele estas posturas, Alzugaray (1979, 15) cla­ma por la pureza del idioma en el campo científico con estas elo­cuentes palabras :

«( .. . ) es precisamente en estos campos de la alta tecnología y ele la vida empresarial, sometidos de hecho al yugo anglo­sajón, donde se cometen más tropelías y desmanes lingüís­ticos, quizá porque aparecen yermos y ayunos ele voces his­panas sustitutivas.

Lo cierto es que nos encontramos como inermes, aco­bardados, suplicantes, de rodillas, ante la procesión intermi­nable de vocablos técnicos extranjeros que nos invaden y avasallan en estas áreas. Y algo hay que hacer si deseamos que nuestro idioma sobreviva.»

Alzugaray pone el dedo en la llaga al reconocer la carencia en muchos casos ele «voces hispanas sustitutivas» y, más adelante (pág. 107), propone cuatro caminos para evitar extranjerismos: «vocablos españoles ele idéntico significado, nuevas acepciones ele vocablos españoles existentes, voces nuevas españolas semejantes a las extranjeras en fonética y escritura, y voces nuevas españo­las, distintas a las extranjeras, pero que reflejan el concepto ex­presado».

La experiencia nos dice que la opción más viable, si no la úni­ca, es la tercera, es decir, la adaptación en lo posible del término extranjero a la grafía, fonética y morfología castellanas. Porque si el hablante se ha negado a usar, por ejemplo, balom,pié en vez del anglicismo fútbol -admitido incluso por la Academia ele la Lengua- , o acrmnpada en lugar de cámping, ¿cómo lograr que rechace el uso de extranjerismos cuya traducción no conoce?

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La Academia de la Lengua admite, castellanizánclolos, prés­tamos procedentes tanto ele lenguas clásicas -la mayoría- como modernas, como es el caso, por ejemplo, de currículum vitae, dextrórsum, sui géneris, modus vivendi, estrés, láser, etc., y no podrá evitar ya el uso ele otros, aún no admitidos, pero que han tomado carta de ciudadanía en nuestra lengua, como el citado cámping, o chip, o márqueting.

Siguiendo el criterio ele la Academia ele la Lengua, el VCT ha optado por la castellanización ele términos como clínquer, fílU1n, Udar, 111ultifólium, nailon, vasa vasórum, volframio y muchos otros lo suficientemente arraigados en el lenguaje científico y técnico como para reconocerles el derecho a la existencia.

II. LA MICROESTRUCTURA DEL VCT.

II.l. Como hemos visto antes (I.2), los diccionarios se cla­sifican tradicionalmente en dos tipos : los que definen jmlabras, también llamados nominales o de lengua, y los que describen ob ­jetos (o, más rigurosamente, conceptos), denominados reales o enciclopédicos 16. Sin embargo, la distinción entre definición de palabra y ele cosa, iclentificaclas, respectivamente, como «lexico­gráfica» y «enciclopédica», no siempre resulta tan clara en la práctica y aunque, como afirma Seco (1987, 32), «la definición lexicográfica no se propone - o no se debe proponer- la imagen "completa" del objeto, sino la imagen "suficiente"», con frecuen­cia encontramos definiciones que, lejos ele limitarse a una signi­ficación «suficiente» ele la palabra (significante+ significado) cle­finicla, ofrecen toda una proliferación ele detalles sobre la cosa­nombrada por esa palabra. Así, por ejemplo, veamos en el DRAE la siguiente definición ele gorrión:

16 Como señala Bessé (1990, 256-257), «La definición terminográfica se hace por referencia a la cosa que el signo denota; es referencial. La entrada no es verdaderamente el término, sino más bien la cosa descrita, y más pre­cisamente, su representación conceptual». (La ttaducción es nuestra.) Sobre esta cuestión, véase también, por ejemplo, Marcos Marín y Sánchez Lobato (1988, 137) y Bosque (1982, 111-116).

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«Pájaro de unos 12 centímetros desde la cabeza a la extre­midad de la cola, con el pico fuerte, cónico y algo doblado en la punta ; plumaje pardo en la cabeza, castaño en el cue­llo, espalda, alas y cola, pero con manchas negras y rojizas, negro en el pecho y garganta y ceniciento en el vientre. Es sedentario y muy abundante en España.»

No se puede negar que el lector del DRAE obtiene con esta definición una idea más que aproximada sobre la cosa gorrión, lo que no le sucederá, en cambio, si consulta la definición ele guzpa­tarra: «Cierto juego ele muchachos usado antiguamente», más adecuada desde el punto de vista lexicográfico.

N o se trata con esta observación ele hacer una crítica fácil a la heterogeneidad ele definiciones que aparecen -inevitablemente, creemos- en el DRAE y en otros diccionarios ele lengua, sino ele comprobar la clificultacl con que muchas veces se encuentra el lexi­cógrafo a la hora ele diferenciar signo y objeto y, como conse­cuencia, a la hora ele optar entre la definición lexicográfica pro­piamente dicha, ele sustitución sinonímica, y la descripción del referente.

Este problema, que afecta ele manera especial a los llamados diccionarios de lengua, queda considerablemente mitigado en la confección ele un diccionario terminológico y monolingüe como el VCT, ya que es unánime la aceptación ele este tipo ele obras como conjunto ele «descripciones de objetos», o lo que es lo mi smo, como acumulación tanto ele los rasgos pertinentes como ele los no pertinentes, aunque característicos, en la definición ele cada en­trada 17•

Como hemos señalado (I.Z), las definiciones del VCT tienen un carácter mixto entre la información terminológica y la enciclo­pédica, tratando ele mantener en lo posible el principio ele la sino­nimia, o sustituibilidad (Seco, 1987, 19), que debe regir toda de­finición, y ele evitar explicaciones farragosas que no contribuyan a aclarar la designación y la clasificación del término. Desde lue­go que no siempre resulta fácil lograr una definición que cumpla estos requisitos y sea, a la vez, útil y comprensible al lector; y así, mientras un término como trojJismo puede definirse sencilla-

17 Cf. Seco (1987, 32), Rey-Dehove (1971, 32-33), Dubois (1971, 13-15), Marcos Marín y Sánchez Lobato (1988, 137).

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mente como «Respuesta de las plantas a ciertos estímulos, funda­mentalmente la luz y la gravedad», otros necesitan una descrip­ción más amplia para lograr su comprensión, por lo que se ha procurado ofrecer en primer lugar una definición «suficiente», basada en rasgos pertinentes, seguida por una explicación adicio­nal, más de tipo enciclopédico, que permita al lector completar la imagen del objeto 18. Puede servirnos de ejemplo la siguiente de­finición de cro111.atina:

«Organización supramolecular del material genético nuclear, de eucariontes en la interfase mitótica. A partir de la profa­se mitótica temprana, comienza a condensarse hasta llegar a diferenciarse morfológicamente como cromosomas en la me­tafase. Además del DNA, portador ele la información gené­tica, contiene proteínas estructurales de carácter básico - histonas-, otras proteínas ácidas o neutras que también pueden desempeñar un papel estructural, y cantidades va­riables ele RNA.»

Es cierto que esta definición - como la de la mayoría ele los términos que registra el VCT- se ajustaría más a la pura defi­nición lexicográfica si se interrumpiese en el primer párrafo, pero también es verdad que esto supondría, en cierto modo, sacrificar parte de la información que sobre el concepto precisa el lector en aras ele una pureza lexicográfica teórica; y a menudo, con pala­bras ele Bosque (1982, 116), «parece olvidarse que existe una di­ferencia importante entre la utilidad que persigue el diccionario (un objeto práctico que se maneja como instrumento) y la finali­dad teórica que persigue el sem.antista en sus investigaciones, cuyo destinatario es el lingüista y no el hablante ordinario» 19.

18 Sobre la diferencia entre definición y descripción, cf. Rey (1979, 39-42).

19 A. Rey (1990, 21-22) aboga también por una definición útil para los usuarios, reales o virtuales, y advierte que: «Todas las trampas de la defini­ción del diccionario, su carga afectiva e ideológica, la naturaleza procedente de su retórica, la vaguedad de los límites entre la evocación de rasgos perti­nentes y la de rasgos solamente característicos, es decir, accidentales, depen­den de un programa en parte implícito y no necesariamente de debilidades con respecto a un modelo teórico que no le conviene.» (La traducción es nuestra.)

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II.2. Como señala Seco (1987, 15), en el diccionario de len­gua la información sobre la palabra-entrada se divide en dos ver­tientes : la primera se refiere a la entrada en cuanto signo ; y la segunda, al contenido de la misma.

Al plano del signo se refieren informaciones diversas, como la etimología de la palabra, indicaciones sobre su uso, campo del sa­ber, límites geográficos en que se presenta, categoría gramatical a la que pertenece, etc.

Es este, sin eluda, el aspecto que más aleja al VCT de los cá­nones que rigen un diccionario de lengua, pues en él no figuran más informaciones sobre la entrada como signo que algunas que afectan al uso anticuado, desusado, impropio, comercial, etc. No se señala tampoco la categoría gramatical, ya que, al estar consti­tuidas por nombres la casi totalidad ele las entradas, esta infor­m.ación resulta innecesaria. Tampoco se indica el campo del saber al que pertenece cada artículo, o cada acepción dentro ele un mis­mo artículo, puesto que en numerosos casos este afecta a varias ciencias y, cuando no es así, el mismo contenido de la definición delimita la materia de la que se trata. Sin embargo, es probable que una lógica extensión del VCT, tanto en el número de térmi­nos registrados como en el ele acepciones de los ya existentes, haga aconsejable la inclusión de este tipo de información en fu­turas ediciones.

En cualqui er caso, la ausencia de información sobre la pala­bra-entrada como signo es una característica -por discutible que pueda parecer- ele los diccionarios que desc1'iben el mundo, o como afirma Josette Rey-Debove (1971, 29), «Las obras que no dan sobre el signo más que una información ele contenido, la de­finición, son generalmente enciclopedias, diccionarios científicos y

técnicos. E ste tipo ele obras tienen, entradas casi exclusivan~ente nominales, y su microestructura habla de la cosa-nombrada (des­cripción, uso, origen, procedencia, etc.)» 20•

II .3. Por lo que respecta a la segunda vertiente de informa­ción sobre la palabra-entrada, el contenido o definición propia­mente dicha, podemos tener en cuenta dos aspectos: la natural e-

20 La traducción es nuestra.

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za de lo definido y ele la información que proporciona la defini­ción; y el metalenguaje empleado en esa definición 21

II.3.1. Desde el punto ele vista de la naturaleza ele lo defini­do y ele la información que proporciona la definición, el VCT in­tenta, como hemos visto (II.1) , conjuntar la definición lexicográ­fica, semántica, sobre el signo, y la descripción enciclopédica, científica, sobre el concepto que designa cada término. Y, por su misma naturaleza de vocabulario científico y técnico, ofrece defi­niciones constructivas, características ele los tecnicismos y ele las unidades léxicas formadas por siglas 22•

II.3.2. En cuanto a la naturaleza del metalenguaje empleado, se han evitado en lo posible las definiciones que Seco (1987, 23-28), siguiendo a Rey-Debove (1971, 247-252), llama «impropias» y que no permiten la sustitución o relación sinonímica con el tér­mino definido, al presentarse encabezadas por clichés del tipo «dí­cese ele», «aplicase a», «relativo o perteneciente a», etc.; o bien al tomar la apariencia ele ejemplificación. Sería el caso ele desigualdad de Gibbs: «Dados dos sistemas de números finitos, tales que sus sumas coinciden, se verifica que ( ... )» 23

Como afirma Seco y corrobora Bosque, estas definiciones «im­propias» se aplican a categorías gramaticales, que no se pueden definir, sino solamente explicar, como son, por ejemplo, las pre­posiciones, conjunciones, pronombres, etc., y por lo tanto, no re­sultan difíciles ele excluir de un vocabulario que registra casi ex­clusivamente nombres. Sin embargo, en esta categoría habría que incluir los artículos que definen, o mejor dicho, explican, algunos prefijos y sufijos propios del lenguaje científico, como, por ejem­plo, orto-: «Prefijo del nombre ele los derivados disustituidos del

21 Seguimos la clasificación de definiciones lexicográficas de Bosque (1982) .

22 Sobre la diferencia entre definiciones explicativas, que se aplican a un significado dado, preexistente, y constructivas, que atribuyen un sentido con· vencional a una palabra denominando un concepto que se elabora , ver Rey· Debove (1971, 180-183).

23 Definiciones de este tipo, implicativas o contextuales, se encuentran aún, aunque en escaso número, en la l.' edición del ver, pero han sido mo­dificadas en la 2 ."

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benceno en las posiciones 1 y 2», o -ano: «Sufijo utilizado en la nomenclatura ele los alcanos».

Son, en cambio, frecuentes en el VCT las definiciones hi­peronimicas, es decir, las que remiten a un concepto más amplio que incluye al definido, añadiendo la o las características especí­ficas qtÍe lo diferencian con respecto a sus posibles cohipónimos. Así ocurre, por ejemplo, con criotropismo, que se define como «Tropismo estimulado por la acción del frío» .

Por último, hay que hacer referencia a lo que Bosque llama definición sinonímica, y que preferimos denominar por sinóni-11ios 24, que adquiere un papel relevante en todo diccionario cien­tífico-técnico, pues si la gran mayoría ele los autores coinciden en afirmar que la sinonimia absoluta no existe 25, también coinciden en admitir su existencia en el lenguaje científico. Ello ha obliga­do a prestarle una especial atención en el VCT, sobre todo con el fin ele evitar la circularidad -en sentido negativo- ele las defi­niciones, que entorpecería la consulta, para lo cual es imprescin­dible que, en el caso de dos o más términos sinónimos, solamente uno -el seleccionado como preferente- presente definición, mientras que en los demás debe constar únicamente la relación sinonímica con él. Así, por ejemplo:

eritrocito. Célula desprovista de núcleo que contiene hemo­globina. Sinóns.: glóbulo rojo, hematíe.

glóbulo rojo . Sinón. ele eritrocito.

hematíe. Sinón. ele eritrocito.

II.4. Por lo que atañe al sistema ele estructuración de las dis­tintas acepciones en el artículo múltiple, hay que reconocer que en un diccionario terminológico se simplifican considerablemente los problemas que afectan a los diccionarios de lengua 26• Sin em-

24 La denominación definición sinonímica puede dar lugar a ambigüedad, puesto que «La definición es en realidad un sinónimo del definido, si exten­demos al sintagma la noción de sinonimia, tradicionalmente confinada a la palabra» (Seco, 1987, 21).

25 Sobre esta postura, puede verse Ullmann (1991, 159-175) y, para un panorama general de las teorías sobre la sinonimia, Salvador ( 1984, 51-66).

26 Sobre la estructuración del artículo múltiple según la Real Academia de la Lengua, cf. Seco (1987, 19).

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bargo, a menudo se presentan dificultades en la ordenación, debi­das sobre todo a la frecuente presencia de conceptos aplicables a diversas ciencias, lo que prácticamente imposibilita un criterio es­tricto que establezca una única jerarquía de ordenación entre las distintas materias para todos los artículos.

En general, se ha procurado situar en primer lugar las acep­ciones ele contenido más amplio, las que son aplicables a todas o a una mayoría de las ciencias que abarca el VCT, para seguir con las restantes en un orden de más a menos «corriente», siem­pre que ello ha sido posible. Así, por ejemplo, en la definición de carbón figuran dos acepciones; primero, la referida a la «Ma­teria sólida de color marrón o negro ( ... )», y después, «Enferme­dad de los cereales ( ... )», menos corriente en el uso. Según este mismo criterio, en el artículo arista la acepción geométrica («Arco de un di grafo en el que no se considera su orientación») precede a la de biología («Seta, generalmente dorsal, de las antenas de algunos dípteros») ; en ecuación, figura antes la acepción mate­mática que la astronómica; y ~n vértebra, se da preferencia a la acepción referida a los vertebrados sobre la que trata de los ofiu­roideos. Pero es cierto que no siempre resulta sencillo inclinarse por una u otra estructuración siguiendo el criterio al que hemos aludido, y que se corre el riesgo de caer en la arbitrariedad al decidir la colocación de las distintas acepciones en artículos como, por ejemplo, mesómero, que presenta las siguientes acepciones en su definición: «Estructura híbrida de resonancia, representada por una fórmula cónica. 11 Somito mesoblástico. 11 Región media de las bolsas celómicas de un embrión. »

Muchos son, como hemos visto, los problemas que conlleva la elaboración de un diccionario ele las características del VCT y, como afirma en su prólogo el actual presidente ele la Real Aca­demia de Ciencias, Martín-Municio, «muchas horas de selección, estudio, consultas y discusiones han quedado tras los 35.000 tér­minos que aparecen en esta obra ( .. . ) [en la que] se han relle­nado algunos huecos que aparecían en la obra anterior; posible­mente, se ha sobrepasado en este intento el nivel medio de trata­miento de otras áreas y se han producido nuevos desfases que habrán de ser progresivamente unificados».

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N o da, pues, por finalizada su tarea lexicográfica la Real Aca­demia de Ciencias, y consciente, como decíamos al principio, de la necesidad de revisar, ampliar y actualizar el contenido de su VCT, trabaja ya en la preparación ele una 3.a edición en la que, sin duela, surgirán nuevos problemas, pero también se encontra­rán nuevas soluciones a otros ya planteados y, sobre todo, se se­guirá avanzando en la realización ele un viejo proyecto que, a pe­sar de las múltiples dificultades, ha logrado convertirse en reali­dad. Y no hay que olvidar, citando una vez más a Manuel Seco (1983), una distinción poco frecuente en los tratados de lexico­grafía:

«Entre otras muchas clasificaciones posibles, dividire­mos los diccionarios en dos tipos : los originales y los otros. Llamo originales a los que han sido compilados ele nueva planta, recogiendo directamente del uso las palabras y ela­borando ele primera mano sus definiciones; y llamo otros a los que son reelaboración, más o menos a fondo, ele algún diccionario anterior. Hacer un diccionario original es tarea inmensamente ardua.»

PALOMA CUESTA MARTÍNEZ.

PILAR DE VEGA MARTÍNEZ .

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