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CARTA PASTORAL
Q J J E D I R I G E A S U S F E L I G R E S E S
EL ILUSTRISIMO SEÑOR
D . M A R I A N O R O D R I G U E Z D E O L M E D O ,
Obispo electo de Puerto~Rico , del Consejo
de S. M., &c.
M A D R I D 18 16 .
I M P R E N T A D E D . A í lG U E L D E B U R G O S .
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Nos D . M a r ia n o R o d r íg u e z d e O l m e d o ,
por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica Obispo electo de Puerto-Rico , del Consejo de S. M . &c.
A TODOS IO S FIE L E S D E AQUELLA ISL A t SALUD Y
CRA CIA EN N . S. J . C .
Pacem habéte, et Deus j>a cis , et dilecíiénis erit vobUcum.
S. Paul. E p . 2. ad C o r .c a p . 13 jf-. I I .
concluida felizm ente la com ision de d iputado por la benem érita cu id ad de la P lata y p rovin cia de C h arcas que m e condujo á estos re y n o s, trataba de restitu irm e á desem peñar m i canongta en aquella m etropolitana iglesia para descansar de los trabajos pasados y servir al Señor, cu idando solam ente de hacer útil m i vid a p a rtic u la r ; la D iv in a P ro v id e n c ia , que dispone de la suerte de los hom bres según su ben ep lácito , ha puesto sobre m is débiles hom bros el cargo pastoral de las alm as redim idas con la sangre preciosa de Jesucristo: cargo fo rm id a b le , afmados h ijos m ios, y que "Hizó tem blar y gem ir á los santos que m as se distinguieron en la iglesia por su sa*
biduría y virtu d . T u rb ó se m i espíritu y desfalleció m i alm a viendo sobre m í el peso de tan graves o b ligacio n es, sin acercarm e, n i aun con g ran d ista n c ia , á las virtudes necesarias para sob re lleva rle , y no pude menos de exclam ar con el profeta com o el grande san G re g o rio : V en i in altitudinem maris^ et tempestas demersit me ( i) . L ib ertóm e el Señor de las borrascas del O céano que nos separa quando aporté desde la A m érica , y ved aquí que m e engolfa para la vu elta en otro m as borrascoso m a r , m as lleno de sirtes y de escollos, y aun antes de echar m ano al tim ón m e sum erge la tem pestad. C on tem p lo con san L eó n (2) por una parte m i pequenez, y por otra la grandeza del oficio que m e encom ienda el gran Pastor de las a lm a s, y me quedo pasm ado com o A b acu c al o ir la vo z del Señor. Porque ¿qué cosa m as dura ni m as tem ible que e l tra bajo para el d é b il, la elevación para el pequeño, y la dignidad para el que no la ha m erecido? Sin em bargo en m edio de este tem or m e dá el Señor la confianza de añadir con el m ism o santo P on tífice: no desespero, porque no confio en m is fu erzas , sino en las de aquel que obra en nosotros.
C rece en m í esta confianza, hijos m io s , cu an do dirijo una m irada sabré vuestras disposiciones cr is tia n a s , sobre vu estra d o cilid a d , vuestra f e , vu estro am or al orden y á la tranquilidad, habiéndom e in form ado por m enor de que habéis
(1) Fs. 68 .(2) Serm . 2. ín annivers. su« assumpt.
dado las pruebas mas convincentes de vu estra paz en el Señor en estos tiem pos de agitación y tu r b u len cia s, de crím enes y horrores que han in u n dado el globo de lágrim as y sangre. A segurado de vuestras pacíficas disposiciones, bendije m il veces al D ios de paz y de u n ió n ; porque m ientras el infernal volcan revolucion ario abrasaba con su fuego devorador la E u ro p a , y difundía su negra y pestilente lava en las vastísim as regiones de la A m é r ic a , vosotros m irásteis con lástim a las in num erables v íctim as que la m as atroz t ira n ía , h ipócritam en te cu b ierta con el m anto de patriot is m o , libertad é independencia, sacrificaba á su venganza y encono. E stos nom bres m ágicos de que se valen unos hom bres tan m alvados com o ingratos no causaron la m enor im presión en vuestros o id o s, hechos á las voces de la razón y de la r e lig ió n ; porque es difícil que sean deslum brados con ellos los que se defienden con tan im penetrables escudos. A s í os habéis conservado siem pre fieles á nuestro leg ítim o Soberano, y preservado vuestra feliz Isla de los horrores que veíais com eter en las vecinas y en tierra firm e: horrores que m ancharán para siem pre la historia de la A m é r ic a , quiero d e c ir , de una parte la m as herm osa del g lo b o , cu yos habitantes parecen n acidos para las dulzuras de la p az , y no para las atrocidades de la anarquía. A sí es que el m ism o Señor os ha librado de este cruel azote de la h u m a n id a d , en prem io de vuestras pacíficas disposiciones j y su im agen sobre la tierra el R e y N . S.
(D io s le gu ard e) ju sto apreciador del m érito y de la fid elid ad , no ha podido contener su m ano liberal y generosa en el m om ento en que llegó á su noticia vuestra adhesión á su real persona. ¿O s record aré, hijos m io s , sus beneficios? Pero ¿en quién de vosotros no están grabadas con caracteres indelebles estas expresiones firm adas de su real m ano en la cédula del i o de agosto de 1 8 1 5 ? L a Is la de P uerto-R ico ha merecido particular- fnente mis reales atenciones y paternal amor hacia los habitantes de ella^ y se ha interesado en darles repetidas pruebas de que los miro c o m o una porcion distinguida de mis dominios, ¿Q u é habitante de P u erto -R ico no se regocija al leer unas palabras tan agradables en un decreto benéfico del M onarca m as am ado que tan to desea y procura nuestra prosperidad? N o , hijos m io s , no son estas p a la bras insignificantes. L as gracias y privilegios que os concede manifiestan que desea prem iar vuestra fid elid ad , com o puede prem iarla un re y agradecid o y generoso en la parte que puede y le corresponde, dejando á D io s , cu yas veces hace sobre la t ie r r a , el que obre en vosotros un a paz y abundancia cristiana perm anente y eterna. Y ved a q u í, que anhelando y o cooperar á los grandes fines que se proponen nuestro D io s y nuestro R e y , os d irijo en esta carta la prim era prueba de m i am or p asto ra l, recom endándoos esta m ism a paz co n las expresiones del apóstol san Pablo: A m ad la paz^ y el D ios de p a z y de caridad estará con vosotros.
(?)Y ¿qué otra cosa pudiera y o anunciaros en
el prim er paso de m i carrera apostólica que os fuese m as agradable n i m as necesaria que la paz? É sta v in o á traer a l m u n do el único que podia d á rse la , Jesucristo nuestro d ivin o redentor: esta anunciaron los ángeles á los hom bres en su n acim ien to : ésta m andó á sus discípulos que llevasen por donde q u iera que fu esen : ésta les d ió á ellos en aquel d iv in o serm ón que les predicó despues de com un icarles su cuerpo y sangre: ésta en fin les anun ciaba continu am ente siem pre que se les aparecia despues de su gloriosa resurrección. N o podia ser de o tra m a n e ra , pues nadie lle g ó , hijos m io s , á m erecer el d u lce nom bre de hijo de D io s sino por la p a z , com o él m ism o nos d ijo en e l serm ón del m onte ( i ) , " S í , d ice un elocuente p a- » d re (2 ): la paz despoja a l h om bre de la esclav i- » t u d , le dá un nom bre n o b le , m u da delante de « D io s la condicion de la persona, d e siervo le »hace h ijo , y de esclavo libre. L a paz con los her- wm anos es la vo lu n tad de D io s , la alegría de » C r is to , la perfección de la sa n tid a d , la regla » d e la ju s t ic ia , la m aestra de la d o c tr in a , la » guard a de las co stu m bres, y una enseñanza la u - »dable en todas las cosas. L a paz es el v o to de las » sú p licas, el cam ino fá c il de lo g rarlas, y el com - »plem ento de todos los deseos. E s la m adre del » a m o r , el v ín cu lo de la co n co rd ia , el indicio »m anifiesto de una a lm a pura que pide lo que
(1) S. M ath. cap. 5. v . 9 .(2) S . P e t. C hris. serm. 43.
»»quiere y logra lo que pide,” T a le s son los d ig nos elogios y efectos de la paz. P ara que percibáis m as de lleno las delicias y herm osura de tan am able v ir tu d , quiero extender sobre ella m is reflexiones, y com placerm e con vosotros hablándoos del m ayo r bien que os puedo desear y que todos ap etecen , aunque no todos le conocen y buscan donde realm ente se halla.
T o d o s , re p ito , apetecen naturalm ente la paz;
n i h a y un ser en el universo que no aspire á ella. D iré m a s, ella sola es la am able y apetecible, por m anera que com o dice S. A g u stín ( i ) , es un b ien tan grande la paz que aun en las cosas te rrenas y m ortales nada se oye que sea mas agradable , nada se desea m as apreciable, ni se halla cosa m ejor en todo lo criado. Pero lim itándonos á las criaturas racionales que pueden conocer su m é rito , es constante que éstas la am an y la busc a n , aun por aquellos m edios que la turban. L a gu erra m i s m a , enem iga irreconciliable de la paz, se em prende para lo g r a r la ; y com o dice el m ism o Padre ( i ) , todo hom bre busca la paz con la g u e rra , ninguno la guerra con la paz. A u n los genios revoltosos y perturbadores de la paz la buscan en sus rebeliones; pero es la que ellos q u ie re n : lograda la qual cesarian sus alborotos y descansarían en e lla á su m odo. T a l es la cond u cta de todos los hom bres sin exceptuar nin-
(1) L ib . 19 . d e C iv it . D ei, cap. 11 .(2) L ib . 19 . de C iv it .D e i, cap. 1 1
gu n o ; y tan cierto es que los hom bres nacen para la paz y no para la g u e rra , com o quisiera hacer creer una filosofía bárbara é in sen sata, diciendo neciam ente que la guerra es el estado natu ral del hom bre.
Sosiego del ó rd en , tranquíllitas ordinis, llam a san A g u stin á la p az, y lo hace patente recorriendo todas sus especies. " L a del cu erp o, d ic e ( i) , »consiste en la ordenada tem peratura de las parûtes que entran en su com posicion. L a del alm a » irracion al en el ordenado sosiego de susapetitos. » L a del a lm a racional en la ordenada concordia » en tre el conocim iento y la acción. L a del cuerpo » y del alm a en la ordenada salud y vid a del ani- » m al. L a del hom bre m ortal con D ios en la o r- »denada obediencia en la fe bajo la ley eterna. » L a de los hom bres entre si en la ordenada con- »cordia. L a de una casa en el orden que hay en- » tre los que m andan y los que obedecen. L a de »una ciudad terrena en la de sus ciudadanos, Y » la de la c iu d ad celestial en la sociedad ordena- »d ísim a y concord ísim a de gozar de D ios y de »sí m utuam ente en D io s; por m anera que donde » h a y órden sosegado ó sosiego o rd en ad o , allí » h a y paz. ”
E ste órden sosegado ó sosiego ordenado dice relación á tres co sas, con las cuales debe tener el hom bre paz si quiere ser fe liz , á saber: á D ios, á s í m ism o , y á los dem as hom bres. Y en cu an to
( lo)
á lo prim ero ¿qu ien podrá ser feliz si no está en p az con D ios ? Si como, hem os d ich o con san A g u s t ín , consiste la paz en la ordenada obediencia en la fe bajo la le y e te rn a , es d e c ir , en que el hom bre esté bien concertado con D io s , sujetando á él su. vo lu n ta d y obedeciendo á, su s.leyes, d élo , cu al resulta el que. D ios le m ire am orosa y blandam ente y derram e sobre é l sus bienes y dones: ¿qué p az puede tener e l que hace todo lo, contrario? ¿el que n i tiene fe ni. observa le y algun a,, antes las atropella y pisa, todas?. ¡ A y hijos m ios! el desgraciado que obra, asi es enem igo de D io s , está en guerra y guerra ab ierta con él.. ¡G u erra con D ios!... T errib le en em igo, cu y a enemistad, es m as tem ib le que la m ism a m uerte.. P ara que la ev ite m os nos describen los santos profetas los espantosos efectos de su indignación sobre lo que mas am aba y m iró siem pre com o álas-niñas de sus ojos m ientras, obedecía á la le y y la observaba, J e ru - salen, aquella ciud ad de paz cu yas puertas había él fortificad o, cu yos m uros.estaban defendidos por su diestra y que á su som bra d o rm ía en la paz y la a b u n d a n cia , luego que se olvidó-de D ios experim entó el rigor de su terrible justicia.. O id á Jerem ías. "Q u e b ra n tó el Señor, d i c e ( i ) , con » ira y braveza todo el vigor de Israel; hizo des- » fallecer su m ano derecha delante del ene-migo, » y encendió en Jacob' com o una. llam a abrasa- «dora al rededor.. F lechó su arco com o enem igo,
( l O»refirm ó su diestra co m o c o n tra rio , y pasó a c u jí ch illo cu an to habia de apreciable y herm oso -en » la m orada de, la hija d e S io n , derram ando co m o » fu ego su ardiente saña. C on virtióse el Señor en » en em ig o , derrocó á Israel, asoló sus m u ro s, des- »h izo sus obras exteriores y colm ó á la h ija de « S io n d e m iseria y bajeza.” E l santo Job describe con igu al energía los efectos de la indignación d ivina sobre los m alos co n estas p a la b ra s(i) : " S o - »nido de espanto suena siem pre en los oidos del ».enemigo d e D io s , y cuando tiene alguna tregua »se recela de la celada: no cree poder salir de » tin ieb las: recátase por todas partes de la espada, » m ira n d o con sobresalto en d erred o r, y cércale » la angustia,” A u n se conocen m ejor los efectos del fu ro r d ivin o si se considera el m odo con que deja a l enem igo ca rg ar sobre el h om b re, p intándonos adm irablem ente lo que él aun siendo ju sto experim entó en sí m ism o(2). "C o rtó m e ^l Señor » los pasos de suerte que no puedo ir adelante^ » y cerróm e e l cam ino con tinieblas. M e desnudó »de m i g lo r ia , *y m e arrancó de la cabeza m i co- »rona. M e cortó en derred or, y y a vacilo cu al »árbol que se destina á dejar de v iv ir . Encendióse »contra m í su fu r o r , trátam e com o á enem igo, »envia contra m í sus escuadrones que abren bre- »ch a y m e cerca en m i m ism a m orada,”
Estos y aun otros mas espantosos so n , hijos
(1) J o b , cap. 15 .(2) C a p . 18. Job.
m ío s , tos mates que resultan á un h o m b re, á una ciudad y al m u n d o e n te ro , de la guerra co a el O m n ip o ten te; el qual á pesar de esto no usa de todo el rigor de su ju stic ia y dejando abierta la puerta de su m isericordia en esta v id a para que nos pongam os en paz con él. A s í nos lo dice por E zeq u ie l(i)v " Y o os lo ju ro : no quiero la » m u erte del irr>pío, sino que se convierta y viva. »>Dí, hijo del h om b re, di á los h ijos de m i pue- n b lo : la ju stic ia del ju s ta no le librará en el dia «en que p ecare; n i la im p ied ad del impio. le perju- »d icará en el d ia en que se corrigiere. E n el m o- V m entó en que éste restitu ya lo que d ebe, ande »p or m is cam inos y no vu elva á com eter injus- » t ic ia , v iv irá y no m orirá. No- se le i^mputará »»pecado alguno: hizo ju ic io y ju stic ia : v iv ir á .” C o m o si d ije ra : vo lv ió el in^pio á m i paz , se acaba m i enojo. Y a le trataré com o a m ig o , y d erram aré sobre él las bendiciones que envío sobre Jerusalen cuando m e a m a y observa m i ley. P or Isaías(2) lo ha d ic h a " Y o derram aré sobre »ella com o un rio de p a z , y la g loria de las gen- »tes de que gozará se podrá com parar con una «avenida creciente. T raerán á sus hijos, á los pe- » c h o s, puestos sobre el regazo recibirán caricias, n y y o , S Í , y o OS las haré aun m as tiernas que »las que una m adre puede hacer á los hijos de sus »entrañas.” A q u í teneis las infalibles promesas que nos hace el Señ or, experim entadas y a lta-
(1) K zeq. cap. 33.( 2) Isai. cap . 66..
(m en te proclam adas por aquellos que despues de haber estado en guerra con su M agestad por el pecado con que todos n acem o s, y por los que luego añadim os se convirtieron á é l , bajaron el o rg u lloso cuello á su suave y u g o , y le llevaron con alegría y placer^¿H ubo jam as cosa que turbase la calm a de que luego gozaban l E l m undo con sus a lh ago s, el dem onio con sus ardides y la carne con sus rebeliones ¿lograron aportillar su a lm a , sem brar en ella tem or y alborotar su reyno? D e ninguna m a n era , antes en esto m ism o se alegraban : cu an to m as estrechados se veían de enem ig o s, tan to m as se esforzaban con el favor d ivin o . Y para que no os parezca una paradoja, echad conm igo una m irada sobre el santo re y D a v id puesto en las mas apuradas circunstancias. E stan d o en paz con D io s , se hallaba al m ism o tiem po acoáado de enem igos poderosos,, declarados unos com o S a ú l, y otros ocultos com o los habitantes de C e i la , á quienes favorecía el buen D a v id contra las incursiones de los C iros. V ed le fluctu ar entre la esperanza y el tem or j pero recobrándose un p o co , poniendo en e l Señor sus ojos, y repasando entre sí los lazos que habia roto con su a u x ilio , y los peligros d e que le habia librado su m a n o , aleja de sí todo tem o r, y tranquilizado el á n im o , restitu ida al corazon la calm a con la consideración de que- poseía el Ephod com o una prenda del fitvor d iv in o , exclam a y d ic e ( i) : D ios
(t). Ps. 26..
( ; 4 ) _es mi lu z y mi salud ; quién .temeré^ E l protege mi vida ', ¿qué me hará tem blarl C o m o si dijera: ¿de qué te m e s , D a v id ? ¿Q ué te asom bra? ¿ D e qué te añiges? ¿H ay a lgo en que puedan perjudicarte tus enem igos? ¿ T e apresarán en su astucia? ¿ T e oprim irán con su poder? ¡E h ! no será así. L a lu z de t u D io s alum brará tus pasos para ■que no caigas en el lazo que te preparen: él hará «que tus pies h uellen las a lturas y lugares seguros con la ligereza de los c ie rv o s: él es tu gu ia en el c a m in o , t u com pañero en la fu ga y t u am igo en el destierro. É l es tu consejo en los negocios dudosos, t u consuelo en los adversos y tu a u x ilio en lo s peligrosos. ¿L o sabes p or experiencia, ■y tiem blas? L an za fuera del pecho el te m o r , y jam as se diga que le ab rigó D a v id cuando estaba en paz con D ios. Sépase que to d a otra guerra -es para é l indiferente y au n objeto de esperanza; porque verá caer rendidos á sus pies ejércitos enem igos postrados por el Señor que es m i lu z, m i salud y m i fuerza. Concédam e éste lo único que le p id o , y es ver siem pre su rostro y visitar su tem p lo , y todo lo dem as m e es despreciable. Y a no estrañareis o irle decir a l Señor ( i ) : L o s que aman tu ley \oh D ios] gozan de mucha p a z^ y no
hay para ellos tropiezo.S í, hijos m io s, la paz es el prem io del am or
de D io s , y por decir m e jo r , este am or es paz y f e l ic id a i T a n íntim am en te unidas va n estas
(M )co sa s , que n i h a y am or d ivin o sin p a z , n i paz sin a m o r d iv in o ; porque cuando no se a m a á D io s se am a la m a ld ad , y de este am or nacen todas las. g u e rra s , así com o del prim ero nacen todas las buenas paces.. C u an d o el hom bre am a la in iquidad está en una. gu erra que todo lo asóla y lo arru in a; porque engañado con la falsa sua* vid ad que experim enta, en los brazos del placer, se ad orm ece en é l cuando resuena sobre su c r im in al cabeza la horrible torm en ta de la ira d iv in a sin que él la conozca. A l contrario cuando está en paz con su D io s , son m u y débiles las im p resiones que causan en. él todas las otras guerras. V ed los m ártires; superiores á los torm entos m as c ru e le s , gozaban de una paz im perturbable en m edio de u n a guerra sangrienta: padecían y se alegraban : sufría el cu erp o ,n in g u n o d e sus m iem bros tenía p a z , y solo se reservaba el corazon para ser su asien to , com o lo era del am or. D e él nacían los m andam ientos para que sufriesen los m iem bros.-C aían éstos desgarrados y. despedazados por el furor de los verd u go s; pero el ánim o lib r e , no solam ente superior á éstos, sino ta m bién ju e z de los tíra n o s, servia á su D ios sin discordancia de afectos que conspiraban todos á la felicidad eterna.. Su paz consistía en sufrir al enem igo á quien v e n c ía n , y en am ar á su D ios de quien gozaban.. A u n á los m iem bros desgarrados tocaba algo de la paz del a lm a , á saber , no sucum bir á la in ju stic ia , á pesar de sucum bir al dolor., iQ u é bien lo canta la Igle-
( l ó )sia ( i) : Cceduntur g la d iis more videntium— non mur ̂mur resonat ̂ non qucerimonia~sed cor de mtpavído tnens bené conscia-=conservat patientiam ! Por este m edio llegaban á la felicidad y á la paz eterna. A m aban m u rien d o , y m orían am an d o; y para los que am an y m ueren así no puede haber tro p ie za
N o , hijos m ío s , no puede haber tropiezo para los que am an la le y de D ios y tienen paz con él observándola; porque estando en sosegado ó rden con D io s , él m ism o pone tam bién sosiego o rdenado en el h o m b re, y no le es tan intolerable y cru el la guerra necesaria que experim enta. (D esgraciad o hom bre que no puede libertarse enteram ente de ella s in o c o n la m u e r te lY v e d m e a q u í,h ijos m ío s , (con m o tivo de esta segunda paz del hom bre consigo m ism o) en la precisión de recordaros un o de los principales fundam entos de nuestra santa re lig ió n , sin cu ya inteligencia es el hom bre un ser inexplicable. V osotros lo sabéis, y la experiencia os lo enseña á pesar vuestro. E s con tin u a, es v iv a la guerra que el hom bre sufre dentro de sí m ism o. C on oce el b ie n , le aprueba y no le ejecuta. Q u iere m andar la parte superior á las in feriores, y éstas dan gritos continuos de rebelión , se enardecen y por lo com ún mas fuertes y poderosas arrastran frecuentem ente á la señora y llegan á esclavizarla. ¿D e dónde viene este horrible trastorn o? ¿ D e qué nace esta guerra
cru el? E n vano consultareis á los filósofos. Cuan* do mas os dirán que la gu erra es e fe c tiv a , os darán reglas para m itigar su fu r o r , y aun llegará a lgu n o á afirm ar que la n a tu ra le za , m adre de to dos los dem as seres, es m adrastra del m as excelente de todos los visibles. Pero ¿quedaréis sa tisfechos? ¿O s darán la p a z c ó n sus bellas teorias? ¿ V iv iré is en sosiego ordenado con vosotros m ism os? A q u í, hijos m ios, es preciso invocar una lu z superior que nos descifre el e n ig m a , y llam ar á un m édico mas que hum ano que nos descubra el origen y graved ad del m a l, y nos aplique el rem edio. N o , no podia salir el prim er hom bre de las m anos de un C riad o r infinitam ente bueno y sabio con las m iserias que cargan ahora sobre él desde el vientre de su m adre hasta entrar por la m u erte en el seno de la tierra. L a discordia que se observa entre sus conocim ientos y sus pasion e s , y la rebelión de éstas no podia ser obra de un D ios ju sto que á nadie castiga sin m erecerlo. P ecó A d á n ;:: V ed aquí el origen de la guerra, la fuente de todos los m ales. Rebelóse contra su D io s , y era ju sto que todo se rebelase tam bién con tra él. E s inútil buscar rendijas por las quales entrase el pecado en el m u n d o , decia S. A g u stin á J u lia n o ; pues el A postol nos señala una puerta bien patente quando d ic e ( i) : P o r un hombre entró el pecado en e l mundo, y por el pecado la muerte'-, y así pasó á todos ksta^ porque todos pecaron en
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aquel. H eredam os todos la ign oran cia , la concupiscencia y la m uerte. E l entendim iento quedó casi c ie g o , la volun tad inclinada a l m a l, y las pasiones desordenadas. 2 Y cóm o podía haber sosegado concierto donde había hecho asiento la discordia? ¡Pero qué discordia! T a n grande que el apostol san P ablo despues de decir que no hacia el bien que quer ía , sino el m al que no q u ería ; que se com placía en la le y de D ios según el hom bre in te r io r , pero que veía en sus m iem bros otra ley que era repugnan^ te á la de su esp íritu , y le cau tivaba en la del pe.- cado que habia en sus m iem b ro s, se vé obligado á exclam ar ( i ) : \In feliz de mí\ iquién me librará d el cuerpo de esta m uertel T a l e s , hijos m ío s , el c ism a , la disensión y la guerra que h a y en un m ism o h o m b re , entre el espiritual y e l carnal, entre el celestial y el terren o , entre el v ie jo nacido según el prim er A d án y el nuevo form ado por el segundo en ju sticia y santidad. P ero no creáis que esta discordia y guerra perjudique al hom bre que pone en la gracia de Jesu cristo , com o el A p o sto l, la esperanza de la v ictoria . Por gracia y con gracia se descubre lo que estaba oculto ; se hace am able lo que antes se aborrecía , y aborrecible lo que antes se a m a b a , se sujetan las pasiones m as fu rio sa s, y obedecen éstas á la razón , porque la razón obedece á D ios. C on certados en el hom bre los deseos, goza de una dulce p az; y aunque cam in a siem pre con precaución,
porque los enem igos son a s tu to s , poderosos é infatigables , arm ado con el escudo de la f e , llevando de descubridor á la v ig ilan cia cr is tia n a , y anim ado con la esperanza de que le es ú til tener enem igos para no descuidarse, y que éstos le dejarán libre cuando llegue al dichoso térm in o de su ca rre ra , tiene toda aquella tranquilidad que puede caber en u n v ia g e ro . ¿C o n qué expresiones podré y o ponderaros el bien de esta paz? A l que goza de ella n i le estrem ece el m ie d o , n i le inflam a la a fic ió n , n i le saca de qu icio la va n a g lo ria , n i la tristeza ni el dolor le a b a te n , n i en fin le altera ningún acaecim iento hum ano. A l contrario ¿qué v id a es la del que no está en paz consigo m ism o ? ¿la de aquel en quien no guardan le y alguna los apetitos y pasiones, antes bien se m u even á su antojo? M údase á cada paso con afectos co n trarios. Y a le vereis a le g re , y a tr is te , y a confiado, y a t ím id o , y a soberbio y orgulloso, y a v il y rastrero. C u an tos objetos se le presentan, otros tantos hacen presa en él. D esea todo lo que le ofrecen los sentidos : se afana por alcanzarlo : se enciende en ira y coraje si no lo a lcan za; y despues de a lcanzado lo desecha con hastío y lo aborrece. ¡ A h í y cuanta razón ten ia el profeta Isaías para d e- c i r ( i ) jB/ malo es como mar que hierve^ que no tiene sosiego. N o , h ijo s , no ; ese m ar que os cerca á vosotros por todas partes no es tan inconstante n i tan borrascoso com o el corazon del hom bre
( i o )m alo. L os vientos no ejercen en él su fuerza con tan ta vehem encia com o los apetitos y pasiones en el im pío. E stas le oscurecen el d i a , le hacen tem erosa la n o ch e, le qu itan el su eñ o, le acibaran la co m id a , y en una palabra no le dejan un m om ento de vida dulce y de placer verdadero. E n vano quiere aparentar una calm a de que no goza. D ir á , s í , que su placer es su le y ; zpero estará de acuerdo su corazon con su boca? N o , no será el prim ero que al proferirlo siente desgarrar sus e n trañas por los rem ordim ientos de su conciencia. E ste prim er acusad or, ju ez y aun verdugo del m a lv a d o , le sigue en todas partes, y si se oculta en el seno de los p laceres, allí le va á buscar el rem ordim iento cruel. N o hay p a z para el impioy diceel S enor{i); porque la v irtu d sola puede darla. " E s ta es, dice el C risò sto m o (2 ) , la que destierra »del ánim o las perturbaciones que son su guerra » se c re ta , y no perm ite que el hom bre esté d iv i- «d ido en vandos. Sin ésta será siem pre m iserable « y desven turado, aun quando en lo exterior pa- «rezca gozar de grande paz: porque ni el Scita » b árb aro , ni el S árm ata , ni el T r a c io , ni el M oro, » n i otra n a c ió n , por fiera que se a , pueden hacer »u n a guerra mas crud a que la que hace un m al- »vad o pensam iento quando se introduce en el co- » razón. Y así debe ser ; pues aquella es guerra ex-
(1) Isai. cap. 57.(2) Crisost. E xp os. in Ps. I V .
( í l )interior, y ésta se hace dentro de c a sa ; y sabido »es que el m al nacido de dentro es m ucho mas » grave que el que viene de fuera. L a carcom a »que se cria en el m adero le consum e m as que »las injurias del tiem po. E l cuerpo sufre m as de « la s enferm edades internas que de las externas. » L a s ciudades y reynos quedan m as arruinados »con las guerras civiles que con las que m ueven »los estrangeros. Pues del m ism o m odo no ha- »cen tanto daño á nuestra alm a los enem igos »que la acom eten de a fu e ra , com o las pasiones y »enferm edades que nacen de ella. ¿ D e qué sirve »por exem pio al envidioso no tener enem igo ex- »terior? É l m ism o se hace la g u e rra , y afila con- » tra sí sus pensam ientos m as penetrantes que la »espada. L e incom oda todo el bien que vé. L as »felicidades agenas son otros tantos puñales que » 1̂ c lavan el corazon. M ira com o á enem igos á »quantos cree d ich o so s, y su ánim o está siem - »pre enconado y desapacible. Pues ¿qué aprove- »ch a á éste tener paz por de fuera quando la » guerra grande que trae dentro de sí m ism o le »obliga á andar furioso y lleno de r a b ia , y aco- »sado de ésta hasta el extrem o de apetecer m as »bien m il m uertes que ver á su igu al en bonan- »za y prosperidad ? . . . N o es así el que está l i eb re de esta y otras pasiones ; antes hinche su »pecho de sabios deleites com o el navegante que »descansa en el puerto. ” ¡O h am ados hijos mios! ¡Y cóm o se verifican sobre el m alo las espantosas palabras que M oysés dijo á su pueblo si no ob-
( 2 2 )servaba la le y ! ( i ) " N o esperes reposo ni tra n - » q u ilid a d , ni que tu planta cam ine segura ; por- »que el E tern o pondrá m iedo en tu corazon , des*
fa llecim iento en tus ojos , y tristeza devorante »en tu alm a. T u v id a estará siem pre en duda »para t i , v iv irás en espantoso dia y n o ch e, y lle- »garás á dudar si existes. Por la m añana dirás : »»¡Ojalá fuera y a la tarde! Y por la tard e: ¡O ja lá «llegase la m añana! Y e sto p o r el m iedo que opri* « m irá tu c o ra z o n , y por lo que verás en derre- »d or de ti. A.sí se venga D io s del im pío que desprecia lo que le debe y lo que se debe á sí m ism o ; de donde nace la guerra que declara á los d e m a s , y que solo puede precaver la paz de unos con otros ; que es la tercera paz que os indiqué al principio.
T od os sabéis que el desorden de los apetitos y deseos son los que producen la d isco rd ia , la enem istad y la guerra entre los hom bres. A spirando todos á la posesion de los bienes te rre n o s, y no pudiendo éstos llenar la capacidad de un a a lm a hecha para D io s , se incom odan , se irritan y enojan contra sus concurrentes , y hacen cuanto pueden para lograr lo que desean y para que ninguno les quite de entre las m anos lo que lograron una vez. P or dar paz á su am bicioso corazon , á su a v a r ic ia , á su sen su alid ad , m ueven guerra á sus sem ejan tes, y derram arán con placer la sangre por defender un poco de b a rro , que
( 23 )suele ser m uchas veces la m anzana de la discordia. E n térm in os bien expresos lo asegura el após* to l Santiago en su carta canónica cuando dice ( i ) : " ¿ D e dónde os parece que nacen entre vosotros »los pleitos y las contiendas sino de vuestras p a- »>siones que com baten vu estra carne ? A bund an »en vosotros los deseos y no los satisfacéis. E n vi- » diais y m a ta is , sin que por esto logréis lo que » q u ereis: os declarais pleitos y guerras sin que »alcancéis nada , porque n o lo pedís á quien de- » b e is .” V ed a q u í, hijos m io s , com o los hom bres se engañan buscando los bienes aparentes por el cam in o de los m ales reales y efectivos ; cuando si consultaran á la razón y á la fe h allarían los bienes reales por el cam in o de otro bien real qual es la paz. Porque ¿cuál es la doctrina que sobre este punto nos enseñan de acuerdo la razón y la f e , que son las dos guias del hom bre para conducirle á la felicidad ? L a prim era nos d ic e , que «siendo tan apreciable la paz con los dem as , debem os buscarla por todos aquellos m edios que no sean contrarios á la ju s t ic ia ; que debem os ta m bién d isim ular las fa ltas de nuestros herm anos, para que éstos nos disim ulen las nuestras ; que habiendo nacido para to le ra r , com o dice S. A g u st in , es Ínteres nuestro no faltar á este deber im puesto en favor de la paz. E n fin la razón nos d ice , que siem pre dam os nosotros algún m otivo para que se disgusten y ofendan aquellos con quie-
(nes v iv im o s ; los cuales si no siem pre nos am an, es porque nosotros no sabem os ganar su am or, antes por el contrario los alejam os de él. Si som os a ltan ero s, soberbios , en vid io so s, in tolerantes é in to lerables; si aun cu an do carezcam os de los vicios que turban el orden de la socied ad , nos arrojam os con fu ror sobre el in feliz que los co m e te , no estando autorizados para ello, ¿será es traño que contem os m as enem igos que am igos y que vivam os en continu a gu erra? Seam os pru d e n te s , útiles y tolerantes hasta donde podam os y es seguro que contribuirém os á alejar de la sociedad este azote cruel de la discordia. T a l es el lenguage de la razón , en cu y o apoyo vien e el de la religión. Su d ivin o A u to r am ó tan to la p a z , que de las ocho bienaventuranzas que prop u so , dos se reducen á recom endarla. Bienaven^ turados los mansos , porque el.los poseerán la tier^ ra ; y bienaventurados los pacíficos^ porque serán llamados hijos de D ios, ( i ) z Y con qué ahinco no la recom ienda san P ablo ? S i es posible , dice (2), tened p a z con todos los hom bres: : : N o conviene a l siervo de D ios pleitear , sino ser manso y pacifico con todos (3). U ltim am en te ( no es necesario re* petir m as d o cu m en to s) en la carta á los de C o rin to (4) asegu ra , que si h ay entre ellos hom -
(1 ) M atth . cap . 5.(2) R o m . cap. 12 .(3) T im . 2. cap. 2 .(4) X. ad C o r. cap . xz.
bres am igos de co n tien d as, n i é l , n i la iglesia de D ios tiene ta l costum bre.
E sta doctrina que el santo A p ósto l in cu lca continuam ente en sus c a r ta s , nos es tan necesar ia , que por eso ninguna otra se halla mas recom endada en los divinos libros de uno y o tro testam ento. L os libros Sapienciales están llenos de estas m á x im a s, porque ellas con tribu yen á la tranquilidad á que debe aspirar el hom bre com o a l m ayor bien de la vida. ¿Puede decirse mas en su alabanza que com parar la m ansedum bre y la paz con el árbol de la vid a m ism a? E sta com paración hallais en los Proverbios ( i ). ¡ A y hijos mios! por cuán feliz m e tendria y o si al hablaros por prim era vez os pudiera no solam ente convencer de que es una obligación vuestra buscar la som bra de este árbol d iv in o , sino tam bién sentaros á ella y reposar perpetuam ente. Pero es al m enos deber m ió in stru iro s, plantar y re g a r , y deja r á D ios dar el increm ento. Es una obligación vuestra conservar la paz con todos los hom bres por cuantos m edios son com patibles con otros deberes. O s he dicho y a que es tan estrecho el enlace entre la paz y la ca r id a d , que no se halla la una sin la o tr a ; y siendo nuestra santa religión la de la ca r id a d , se sigue que es tam bién la de la paz. Os he insinuado tam bién que el pecado produjo la desunión y discordia entre D ios y el h o m b re, entre el espiritual y c a r n a l, y entre to -
( 2 6 )dos los hom bres : desunión y discordia , que so lam ente puede desterrar la caridad que Jesucristo v in o á traer al m u n d o , la cual reconcilia al hom bre con D io s sujetándole á sus leyes j a l hom bre consigo m ism o dom ando sus pasion es, y con los dem as hom bres quitándole el deseo de d o m inarlos y ser superior á ellos. ¿Y cóm o podrá d u darse que uno de los principales efectos de la caridad es conservar la paz y unión entre todos ? N os guardam os bien de perjudicar á los que am amos ; d ism inuim os sus fa lta s , y las disculpam os con la buena intención cuando no podem os negarlas; y aun nos obliga el am or á acusar nuestros defectos de graves é im portantes si hieren al objeto am ado. D e aquí nace la paz en que v iv im os con é l , y la facilidad con que nos reconciliam os si se excita alguna vez la discordia mas ligera. O tro tan to haríam os con todos los hom bres , s i , com o d e b e m o s, les am ásem os á todos en Jesucristo y por Jesucristo.
D e esta obligación de am ar á todos sin excepción nace la de servirlos en lo que podamos; y es constante que es im posible servirlos cristia-' nam ente sin paz. E lla es la que abre la puerta del corazon de donde deben nacer nuestras buenas obras en su favor ; cuando por el contrario la a versió n , la discordia y la guerra echan á esta puerta m il candados de bronce para que ni aun^ m irem os con lástim a las m iserias que afligen á nuestros semejantes. A caso m e diréis , que no está en vuestra m ano hacer siem pre estos ser-
( ^7 )vicios ; pero tened paz con to d o s , y sea cristiana esta p a z , y ella os sugerirá m edios de ser ú tiles á los dem as. Y sino .d ecid m e, ¿os parece poco ú til á vuestros herm anos vuestro s ile n c io , vuestra m o d estia , vu estra paciencia , y sobre todo vuestras oraciones ? A caso estas son arm as mas eficaces y poderosas para lograr la paz aun con los m ayores en em ig o s, que todas las dem as que podéis em plear. A caso ellas solas bastarían á v.en- cer todos los obstáculos que se oponen á la paz. ¿Mas qué digo acaso? |N o fueron ellas las que vencieron á los mas obstinados enem igos de la religión ? L o s prim eros fieles i no am ortigu aron así el ardor y encarnizam iento de sus perseguir dores? |N o convirtieron de este m odo en corderos pacíficos á tantos lobos carniceros? N i podía ser de otro m o d o , hijos mios. Jesucristo autor de la verdadera paz se valió de estos m ism os m edios para estab lecerla , y él es el que los hizo fructificar en sus discípulos. Si este fru to no co rresponde siem pre á los deseos de los b u en o s, no será suya la culpa , sino de los que se obstinan en sus errores y maldades. N u n ca faltarán enem igos de la verdad ; y así lo predijo Jesucristo á sus apóstoles ; pero entre tan to les recom ienda la sencillez de la palom a , la m ansedum bre de la oveja y la prudencia de la serpiente. Si á pesar de que los cristianos practiquen estas v irtu d e s , se excitan contra ellos persecuciones y guerras a tribuyéndoles la culpa , podrán responder lo q.ue Elias á A cab , que le acusó de que alborotaba á
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Israel: ( i ) soy yo el alborotador de I s r a e l , sino tú y la casa de tu padre , que habéis abandonado los preceptos del Señor , y, seguís á Baalim .
N o dudo y a , hijos m io s, que todos conocéis la necesidad de conservar la paz de unos con otros ; pero esto no basta : es m enester adem as procurarla y practicarla por los m edios divinos que acabo de indicaros. D etengám onos un poco en ve r cuáles son las causas m as ordinarias de las divisiones que h ay entre los hom bres. L a oposi- cion de opiniones, el choque de intereses dan oca- sion á la indiferencia p rim era m en te , despues á la ce n su ra , y últim am ente á la aversión y enem istad. L a historia tan to sagrada com o profana nos hace ver que las grandes guerras han solido nacer de las mas frívolas disputas, que cu al pe- quenas chispas arrojadas sobre com bustibles bien dispuestos encienden llam as voraces, | N o se ha visto varias veces que el deseo de vengar una leve in juria y la discordancia de opiniones sobre puntos poco interesantes , han enconado los ánimos- hasta el p unto que solo D io s los ha podido reconciliar ? L os males que lloram os al presente no hubieran llegado á tan to extrem o si hubiésemos seguido las lecciones que el A póstol nos dá escribiendo á los rom anos (2). " Os exhorto, »d ice , á todos vo so tro s , según el m inisterio que » m e ha sido d a d o , que no os eleveis m as de lo
(1) I I I . R e g . cap. 3.(2) R om . cap. 12.
»que debeís , sino con so b ried ad , según la m e- »dida del don de la fe que D io s ha repartido á » cada uno. A sí com o en un cuerpo h a y m uchos «m iem bros que no todos tienen el m ism o oficio, «así sucede en la iglesia y en la sociedad cristia- « n a .. . . sea sincera vuestra carid ad : aborreced el « m al y haced el bien : am ad á vuestro prójim o con « afecto de herm anos: prevenios u n o sá otros con «testim onios de honor y condescendencia: sed «exactos en el cu m plim ien to de vuestras ob liga- «ciones: bendecid á los que os persiguen: bendecid- «los y no los m ald igais: alegraos con los que se « a leg ra n : llorad con los que llo ra n : conservad « la unión en los sentim ientos.. . no seáis sabios á «vuestros propios o jos; no deis m al por m al: «obrad el bien, no solam ente ante D io s , sino tam* «bien ante los hom bres: tened paz con todos los «hom bres en cuanto podáis: no os em peñeis en «defenderos intem pestivam ente, sino dad lu gar á « la ir a , pues escrito está: P a ra mi queda la 'ven-
ganza ̂ dice e l Señor. Si tu enem igo tiene h am - «bre dale de co m e r, si padece sed dale de beber; «porque haciéndolo así am ontonarás carbones en- «cendidos sobre su cabeza. N o os dejeis vencer por « e l m a l, sino venced el m al por el b ie n .” ¡Q u é lecciones, hijos m ios ! L a tierra seria sin duda una copia fiel del cielo si se adoptasen generalm ente; m as por un trastorno inconcebible de ideas se cree que todos los m iem bros de un cuerpo pueden y deben ser cabeza: todos aspiran á d om inar y m andar. L a m ano ha dicho al estóm ago m te necesitOy
y ha desfallecido de debilidad. L a cabeza ha d icho á los pies de nada me servís^ y la cabeza ha quedado sin m o vim ien to y sin v igor. E n una palabra todo el cuerpo ha querido ser ojos, y no ha dejado lu gar á los dem as sentidos. D e aquí las disensiones y las guerras. E l m ilitar se ha m etido á teólogo y el teólogo á m ilitar. E l artesano se ha creido llam ado á gobernar ejércitos y ju zgar pueblos, y desearía ver á los generales y jueces en su taller. ¿Y querem os que h aya paz? Sería esto fundarla en el m as espantoso desorden. Q uebrán- tanse todas las leyes de la naturaleza y de la relig ió n , y así se aleja la paz y D ios castiga con la guerra la transgresión de estas leyes. Estando nosotros llenos de pasiones no podemos tolerar las de los o tro s ; es preciso desengañarnos: m ientras no nos sufram os no habrá p a z , n i según el m u n d o, n i según D ios. Por eso decia el A postol á los de E f e s o ( i) : Os suplico yo encarcelado por e l Setior que viváis dignamente con toda humildad y mansedumbre ̂ tolerándoos mutuamente con pa^ ciencia en caridad. Bien sé , hijos m ios, que es bastante com ún el d isim ular y tolerar algunos defectos del prójim o por insensibilidad, por mansedum bre natural, por condescendencia puram ente h u m a n a , por Ínteres personal, y aun por hipocresía farisaica. E sta n o es la paz que y o os acon sejo , porque sé que Jesucristo v in o á rom p erla , y com o dice san G e ró n im o , á poner una guerra
( s Obuena para desterrar una paz m ala. Os exhorto á la que nace de la caridad. Som os m iem bros de un c u e rp o , cu ya cabeza es Jesu cristo , reuniéndonos en él un m ism o E sp íritu Santo: som os hijos de un m ism o padre; seremos una m ism a cosa en la etern id a d : es uno nuestro sacrificio con el cu al fu im os redim id os; u n a nuestra fe y p rofesion , uno el bautism o que nos hace hijos de D io s , unos m ism os los sacram entos que nos dan el espiritual a lim en to y nos colm an de bienes: un o el C r ia d or que nos sacó de la nada ; y para decirlo todo en una p alab ra, en la iglesia tod o se reduce á la un idad para que en todo reyne la paz.
P ero s i , co m o hem os dicho arriba con Santia g o , no alcanzam os la p az , porque no la pedim os á quien d ebem os, oid por ú ltim o á quién os habéis de d irig ir para conseguirla. Porque aquel solo puede d a r la , que es el autor de ella, que la E scritu ra llam a P ríncipe de paz. N o h a y paz sin g ra c ia , y no habiendo gracia sin Jesucristo , se sigue que sin este Señor no puede el hom bre tener paz ni con D ios , n i consigo m ism o, n i con los dem as hom bres. E l apostol san P ablo lo enseña expresam ente escribiendo á los E fe - s io s( i) . "C u a n d o (dice)estabais m uertos por vues- »tros delitos y pecados en los que anduvisteis en « o tro tie m p o , según la costum bre de este m undo, « y según el príncipe de las potestades del aire, »de este espíritu que ejerce ahora su poder so-
« bre los incrédulos y rebeldes, en los cuales pencados tam bién anduvim os nosotros siguiendo los »deseos de nuestra carne y de nuestro espíritu , «siendo com o éram os por naturaleza hijos de ira «com o todos los d e m a s; entonces D io s rico en »m isericord ia por la excesiva caridad que nos « t u v o , estando nosotros m uertos por los pecados, «nos dió la vid a en Jesucristo (por cu y a gracia «os habéis salvado) y nos resucitó con él é hizo « se n ta re n el cielo con Jesucristo para m anifestac « á los siglos venideros las sobreabundantes r i - «quezas de su gracia por la bondad que nos ha »m anifestado en Jesucristo. Porque habéis de sa- » b er que por la gracia habéis sido hechos salvos, » n o por vosotros; y ella es u n don de D ios. N o »vien e de las obras , á fin de que nadie se gloríe... » A co rd ao s, h ijos, de vuestro origen y de lo que «érais en aquel tiem po sin J esu cristo , separados «en teram ente de la sociedad de Israel, extraños » á los pactos contenidos en las promesas y sin « D io s. A h o ra habéis entrado en ellas en C risto « J esú s, en su sangre. É l es nuestra paz^ que de «dos pueblos ha form ado uno s o lo , derrocando «en su carne el m uro de división que los sepa- « ra b a : que por su doctrina ha abolido la le y car- «gada de tantos preceptos, á fin de form ar en sí » m ism o un solo hom bre n u e v o , poniendo paz «entre e llos, y reconciliándolos am bos con D ios »por la c ru z , y m atando en sí m ism o las ene- «m istades. Y á su venida os anunció la paz á vos- « otros que estábais apartados de D io s , y á los
«que estaban cerca; porque por él tenem os en- » trad a unos y otros al Padre en un espíritu.” ¡ O h , hijos m ios! iqué abism o insondable de mis* terios está ocu lto en estas palabras! ¡C on cuanto placer m io me extendería en declararlas en particu lar si m e lo perm itieran los cortos lím ites de una carta! Pero sin em b argo , os haré observar lo que propuse, á sa b er, que la paz viene de la g r a c ia , y ésta de Jesucristo y no de nuestras obras: que Jesucristo solo es esta p a z , porque él solo es la v íctim a de reconciliación : que él es el D ios de la paz por su naturaleza d i v i n a , el rey de la paz por su en carn ación , el m ediador de la paz por su sangre y su sacrificio , el lazo de la paz por su esp íritu , y el apostol y evangelista de la paz por su palabra. Os diré que no am a á Jesucristo quien no am a la p az; y que se parece m u y poco á é l , q u ie n , ó no trabaja por restablecerla entre los h o m b res, ó siente el tra bajo y se cansa presto de los m alos ratos que suele sufrir el que desea darla á los herm anos d iv id idos y discordes. ¿Y cuánto distarà de los sentim ientos de nuestro am able Salvador el desgraciado que fom enta la d iv is ió n , el que enciende el voraz incendio de las rebeliones, sacudiendo por todas partes la hacha de la discordia? ¡ A h , hijos m ios! Si entre vosotros se presenta alguno que manifieste tan crim inales aten tad os, n o i e oigáis: cerrad vuestros o id o s, y decidle con san Pablo: N uestro D ios es D ios de paz^ no de discordia. É sta no puede menos de producir efectos am argos.
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U nion bajo un D io s , bajo una re lig ió n , bajo un r e y , ved aquí nuestros deseos. Si te com places en sacudir el y u g o suave de éstos > vé prim ero á exam in ar los resultados de esas horribles escenas que degradan la h u m a n id a d , y hacen estrem ecer el corazon m as d u ro , si no está enteram en te ciega la razón. E ch a una m irada sobre la E u ro p a , vu elve despues á la A m é r ic a , y si no te pareces á las fieras, necesariam ente v o lv e rás al órden. Porque ¿qué verás? T iran o s sedientos de sangre con pretexto de p atrio tism o , l i bertad é independencia: v íctim as seducidas con estos m ágicos nom bres , hechas prim eram ente instrum entos de sus opresores, y oprim idas despues por ellos: fam ilias cubiertas de lu to , g im ien do en la m iseria , ó blasfem ando en la desesperac ió n : tem plos asolados ó convertidos en caballerizas: ciudades arru in ad as, y cam pos regados con sangre y cubiertos de cadáveres. ¿Y aun te atrev e s , oh in h u m an o , á sacudir tu incendiaria tea? H u y e , aléjate de entre n osotros; pues nosotros com o hom bres y com o cristianos querem os la paz.
E ste debe ser vuestro len g u ag e , am ados h ijos m io s , porque bajo los dos respectos os es necesaria la paz. " A ella a sp ira n , com o dice san » A g u stín ( i ) , las dos ciu d ad es, la terrena y la »celestial. L a de aquellos que no viven de la fe, » la buscan en las cosas y com odidades de esta » vid a tem p o ral; y la que v iv e de la fe la espera
«en las prom esas etern as, y usa de las cosas «terrenas com o p eregrin a, no para apegarse á «ellas y que le aparten de D ios á quien cam i- « n a , sino para sustentar y tolerar m as fa c il- « m ente el peso de este cuerpo que agrava el a l- « m a. E s com ún el uso de estas cosas pasageras «á las dos ciud ades, pero diferente el fin de usar* «las. L a ciud ad terrena apetece la paz terrena, « y con stituye la concordia de los ciudadanos en «obedecer y m an d ar, para tener cierta concordia «de voluntades en las cosas pertenecientes á la « v id a m ortal. L a ciudad ce lestia l, ó por decir « m e jo r, cierta parte suya que peregrina en esta « m ortalid ad v iv e de la f e , necesita tam bién «esta paz hasta que pase esta m ortalidad que la «hace necesaria. Por esto v iv e com o ca u tiv a y «peregrina en la ciudad terre n a , y en su ca u - « tiv id a d y peregrinación no duda obedecer á las « le y e s , para que siendo com ún la m o rta lid a d , se «conserve en las cosas pertenecientes á ella la «concordia de las dos c iu d a d e s .. . L a celestial « m ientras anda peregrinando por la tierra llam a «ciudadanos de todas las naciones, y form a una «sociedad de todas las len g u as, sin cu id ar de lo «que h ay diverso en sus co stu m bres, leyes é ins- « titu c io n e s, con lo cu al se busca ó se conserva « la paz terren a , sin rescindir ni quebrantar n in - « gun a de e lla s , antes bien guardándolas y si- « gu ién d o las, con ta l que no im pidan la religión «que enseña á dar cu lto al sum o y verdadero « D ios. Usa pues de la paz terrena en esta pere-
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« g rin a c io n , y de la concordia de los ánim os en v io perteneciente á la m ortal naturaleza de los » h o m b res, y la defiende en cuanto puede sin he- » r ir la piedad y la re lig ió n , refiriéndola á la paz » c e le s tia l, la cual de ta l m anera es paz verda- »d era^ que sola ella debe llam arse paz de la » cria tu ra ra c io n a l, á saber, ordenadísim a y con- »cord ísim a sociedad de gozar de D io s , y de unos » y otros en D io s ; en llegando á la cu al no ha- »brá vid a m o r ta l, sino com pleta y ciertam ente « v ita l. E sta paz tiene por la f e , m ientras pere- íjg r in a : de esta fe v ive ju sta m en te , cuando refiere »todas sus buenas acciones para con D io s y para « con el prójim o á lo g ra rla , porque la vida de la « ciu d ad es ciertam ente so cia l.”
A q u í te n e is , hijos m io s , bien explicado por aquel gran padre de la Iglesia el fin de la paz terrena y el de la e sp iritu a l, las cuales nos son absolutam ente necesarias para llegar al térm ino de nuestra peregrinación. Por esto las pedim os contin uam en te en nuestras oracion es, y p articu larm ente en el santo sacrificio de la m isa , cuando despues de la oracion dom inical suplicam os al Señor que nos Ubre de todos los m ales pasados, presentes y venideros. . . Y que apiadándose de nosotros dé p a z en nuestros dias^ para que con el auxi l i o de su m isericordia seamos libertados de todo pecado y seguros de toda perturbación por C ris to nuestro Señor ( i ) . D o s paces pedim os aquí,
la del corazon y la de la iglesia. L a prim era n a puede subsistir con el p ecad o, y por eso se pide absolutam ente ; pero la segunda no es tan necesaria , aunque siem pre es de desear. L a s persecuciones que sufre la Iglesia no la quitan del todo la verdadera p az , antes por el contrario m uchas veces le son útiles para ejercitar su paciencia; que aun por eso no pide absolutam ente que se la conceda esta segunda p a z , sino la confianza, la tranquilidad y la fortaleza con que a l fin sale triun fan te y victoriosa de entre las persecuciones. D esea que D ios la dé la p a z , y la desea para todos los que participan del adorable sacrificio diciendo : E sté siempre eon vosotros la p a z del Señor. N o ta d , hijos m io s , que se d ice , la paz del Señor^ no la del mu n d o : es d e c ir , aquella paz que nos pone en sosegado órden con D io s , con nosotros m ism os y con el p ró jim o ; aquella que está esencialm ente enlazada con la caridad, aquella en fin que deseaba san P ab lo á los fili- penses quando decía ( i ) : L a p a z de D ios que ex- cede todo sentido^ guarde vuestros corazones é in ̂teligencias en Cristo Jesús, E n vano inten taríamos ponderaros las ventajas de esta paz. Si excede todo sentido ¿cóm o será posible com prenderla n i explicarla? Preciso es para subir á este m onte santo dejar al pie lo- que h a y en nosotros de anim al y terreno. N ecesario se hace elevarse sobre todos los sentidos para llegar al trono de
fr) A d F iü p . cap. 4.-
la paz. E s m fa v o r de Dios^ según el lenguage de los p ad res, y no se gusta si no se experim enta. P or eso decia san Ag u s t i n : es necesario gustarla para hablar bien de e lla . E sta dulzura no es com o la explican los h om b res, sino com o la experim entan las esposas. Pues ¿por qué quereis h a blar de una cosa que no se entiende sino con el silencio? Y o creo que no se la am a bastante quando se habla de ella; pues no se puede gozar de ella sino quando se deja de hablar. Si excede todo sen tid o , no puede ser la de los sentidos, la cu al es sin duda la m as p eligrosa, estando obligados á dom arlos y subyugarlos bajo una s^nta ca p tiv i- dad. Si gozan de paz nuestras pasiones, es señal clara del triu n fo que han lo g ra d o , y su fuerza es una prueba de nuestra debilidad. E sta guerra contra los sentidos es la guerra de D io s , porque él nos la m anda h a c e r , y com bate en nuesto fa v o r por su espíritu , que es toda nuestra fuerza. C u an d o vencem os y por su gracia destruim os en nosotros lo que es opuesto á é l , entonces tenem os p az, y paz de D io s , porque él nos la dá haciéndonos v e n c e r, y ella nos une á él mas perfectam ente.
L a paz guarda nuestros corazon es, porque los m ueve á am ar cada vez m as á su verdadero b ie n , y así se hacen invencibles. L a v id a y la fuerza del corazon es el am or b u en o, com o su debilidad y m uerte el am or m alo. P or eso la paz de D ios guarda nuestros corazones ciñéndolos con un doble m u ro , el del tem or filial y el del am or.
(3 9 )que inflam ado sube con santa activ id ad á su fuente. E n van o se buscarán com paraciones para pon« derar la segun d ad que dá al corazon esta gran guardia. N o h ay guerra a lgun a de carn e, de m und o , ni de d e m o n io , ni de todos ju n to s , que atem orice y haga desm ayar al que está en el seno de la paz de D ios. Pero observad, hijos m ios, que ésta no guarda necesariam ente m as que el corazon y los pensam ientos. N i se dice que sea guardia de nuestros bienes terren o s, ni de nuestro cuerpo y salud. E stos bienes son com unes á buenos y m alos, y vem os que m uchas veces abundan m as en los m a lo s , sin que con ellos les venga la paz de D ios. A u n á veces son una prueba de la ira de D ios que les colm a de e llo s , para dejarles que labren su r u in a , así com o deja que vengan m ales sobre el ju sto para que se labre su corona. C o n tal pues que la paz de D ios guarde nuestro co razo n , ni los m ales n i los bienes terrenos podran sacarnos del sosegado órd en , com o lo habéis visto en D a v id y en los m ártires, y generalm ente se observa en la vid a de los santos^
T am bién guarda la paz de D ios nuestro esp íritu y pensam ientos, según enseña el Apostol. C uando h ay caridad en nuestra v o lu n ta d , y verdad en nuestro en ten d im ien to , sin que h aya otra co sa, nada tenem os que te m e r, y estam os bien guardados. Ocupados y llenos de estos dos grandes objetos que hacen el principio de la felicidad del hom bre sobre la t ie r r a , y la com pletan en el c ie lo , lo poseemos to d o , y nada puede prevale
cer contra nosotros. Porque nada h ay mas fuerte que D io s , y estando sujetos á este Señor somos un a cosa con é l, lo cu al nos hace invencibles. V ed ahí com o el corazon y el espíritu vacíos de todo lo terren o , están llenos de D io s , y esto hace la abundancia de la paz que nos guarda. E s verdad que algunas veces parece que guardando D ios el corazon abandona el espíritu á distracciones; pero esto que nos sirve de e jercicio , no dá ventajas reales á nuestros enem igos, m ientras no logren aportillar el corazon. E n ocasiones tom an los enem igos las obras exteriores de las plazas; pero sin poder asaltarla por ningún la d o , tienen que retirarse con pérdida de los puntos ocupados. A sí sucede en los asaltos que intentan darnos los enem igos de nuestra paz.
A m a d pues la p az, hijos m io s, en Jesucristo. T en ed la con D io s , observando fielm ente sus ley e s , y evitand o la indignación con que este Señor om nipotente am enaza á los transgresores. T en ed la con vosotros m ism os dom ando vuestras pasiones y apetitos carn ales, origen de las inquietudes que atorm entan al m alo dia y n o ch e, y com o buitres carniceros se clavan en sus entrañas para desgarrarlas. C onservadla con todos los hom bres en cuanto os sea p osible, disim ulando sus faltas, tolerando sus d efecto s, y am ándolos á todos en Jesucristo y por Jesucristo. Entonces será vuestra afortunada Isla una im agen verdadera del c ie lo , y vuestra sociedad la de unos perfectos hijos del D ios de paz. ¡ Q u é placer será para vuestro
pastor presentarse entre sus orejas y hallarlas obedientes á su prim era vo z, que se am an m utuam e n te , que se saludan en ósculo sa n to , y que se presentan dóciles a l que solo pretende vuestra felicid ad espiritual y tem poral! ¡O h hijos m io s, y cu an to aligera esta dulce esperanza el peso enorm e del cargo que m e a b ru m a ! Si al presentarm e entre vosotros os d igo con el pastor del rebaño de la Ig le s ia : L a p a z sea con vosotros, y en efecto veo que descansa en vuestras casas, lugares y ciudades ícu á n alegre v iv iré entre vosotros! Sí: espero no ten er que sacudir el polvo de m is zapatos con tristeza y dolor. C onfio en que vuestra conducta será un m odelo para esas desgraciadas regiones, que abandonadas á una guerra de desolación atizada por los m ism os que desean esclavizarlas, no ven el abism o que se están abriendo para sepultarse. T o m em o s todos parte en su desgracia co m o m iem bros de un m ism o cu erp o , y entretanto que llega el m o m en to deseado de haceros oir m i vozy m e reúno con vosotros en espíritu , y postrado entre el vestíbu lo y el a ltar con ese venerable c le r o , objeto de m i respeto y a m o r , y a u x ilio m ió en el cu ltiv o de la viña com prada con la sangre de J esu cristo , orem os incesantem ente di* ciendo con un celoso pastor de nuestros dias:
L ib ra d n o s , S e ñ o r, de todos los m ales de cuerpo y alm a que la guerra nos ha causado ya,: y nos causará m ientras dure. Concedednos la par por vuestra m isericordia: D a propitíus pacem in diebus nostris. .̂ . E l h ierro y el fuego de los co ra-
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bates, la h am bre ó la m iseria que los ha seguido, y la peste h o rrib le que se an tic ip ó , han desolado varios di s t r i t os , arru in ad o m uchos p u eb lo s, y d ism inuido considerablem ente el n ú m ero d e h abitantes. V o s , S eñ or, habéis enviado contra nosotros la espada, la ham bre y la peste para castigar nuestros pecados. É stos os obligaron á descargar tan terrib les azotes. . . pero levan tad y a vu estra m ano en atención á vuestra m isericordia y nuestro arrepentim iento. D adnos pues la paz, S eñ o r, d ad n o sla , porque no h ay otro que pelee en nuestro favo r sino v o s . D io s nuestro. A y u d ad n os, S eñ or, porque hem os quedado en la últ i ma m iseria. L a inm oralidad y la ignorancia han abierto las puertas á la im p ie d a d , y está cu n diendo mas que la g u e rra , el ham bre y la peste, ha inficionado una gran parte de los hijos de vuestra iglesia. O tra por fa lta de enseñanza y de lu ces no se halla en disposición de cu rar tan tos m ales. V u estra Iglesia de España y de In d ias, en otro tiem po tan floreciente, se vé en ig n o m in ia , y com o se quejaba santo T o m a s de V illa n u eva ( i ) , ha perdido su herm osura y lozanía. Por esto las serpientes desnudan sus pechos y dan de m am ar á sus cachorros. E n v ia d , S eñ o r, obreros á esta vu estra v iñ a , pacida por la fiera so lita ria , por la incredulidad é im p ied ad , conjunto de erro res, ó por decir m ejor ún ico error que hace en vuestra viña mas daño que todos los dem as juntos. M i-
( t ) C o n c . I . in Pestecosten.
rad con p articu lar am or á esta de P u erto -R ico , gobernada trescientos años h á p o r tantos prelados venerables y d istinguidos en ciencia y santidad. D a d , S eñ or, a l ú ltim o y m enor de todos ellos la gracia necesaria para desem peñar d ign am en te el m inisterio que le habéis encom endado, para que gozando de paz en esta vid a ju n tam en te con su rebañ o , ó mas bien v u e s tro , llegue á la ciud ad donde todo es a m o r , caridad y paz eterna. A m en.
D a d a en M adrid á 1 9 de m arzo de 1 8 1 6.
M arian o , obispo.
ab tH® ,â ;ïftÎü5În w j,à û û It-'.«obfiiai<ï ¿ tó n tí -ïoniïiÎ «óñs « o îi iw i^ ii i,É^.ipdcí^ ''.'.>í.l} :̂:r.?, y S B iiiÿ j no a 3Í>iu:^Htó*!Í& X M ékxíío ÄotoJ ûi> 7on9íii ,b?< Ijÿ 9ífi9rn&í45iib"iütÍ^ínsB9Íí &:îâî ̂ M p e ^ s a i,;ípi;:i£<j. ,c¿tf^U3íCü3n5 -aiyííárf H ci'ïaiiâmicr. ü? fîOD .3ifTî»ras3iM!r̂ íVj rb
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