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ENTRAMADO Expresión y Análisis Director: Orlando Arias Solís Año IV Morelia, Mich., Abril 2015 Num. 38 Subdirector: Jaime Buenaventura Murillo Fernández Visitanos:http://www.ocupen_su_localidad.mipropia.com Correo Electrónico:[email protected] ¡Hola Querido Humberto! Erendira Bravo Reyes Espero que la vejez aún no te invada, los amores te enreden, y las amantes llenen de sudor tus sábanas. Que tu baño esté lleno de cepillos dentales que la Venus al irse deje como recuerdo. Humberto, ¿aún sigues con esa obsesión de escribir una novela?, ¡claro! Cuando nos llega la indiferencia que decían era la punzada de los 30 que pensamos que a la vuelta de la siguiente esquina se había terminado la vida, como si la gran muerte, ¿recuerdas lo que decíamos de la muerte?, que para tu estatura y peso, debería ser una muerte prefabricada, pues la normal no te llevaría más allá de la cantina “los paraísos”, pero volviendo a los treinta, yo era poetisa porno, lo cambiamos por erótica, y tú te sentías el Henry Miller y deseabas escribir un “Trópico de cáncer “, estoy viviendo el medio siglo de mi vida y tengo dos décadas que no te veo, deseo saber si sigues amando a los gatos como yo, ¿recuerdas? si sigues leyendo a Rilke, aun la Biblia es Octavio Paz con “El Arco y la Lira”, te casaste con la bella Ana, sigues tomando para inspirarte o el hígado ya te fastidió y te alejó de esos perversos pero sabrosos caminos de Dios, o tal vez sigues defendiendo a Dios y ahora vives en un convento, como cualquier monje tibetano, que era una de tus aspiraciones en aquel tiempo, o te casaste con la hermosa dama que soñaste, que debía tener todas las prótesis imaginadas excepto el sexo, eso reclamabas que fuera natural, al escribir estas líneas, no puedo menos que mojar mi playera, al recordar la pérdida del habla de la amiga que era fiel para escuchar nuestras torturas literarias, claro, había que invitar la cena, más no importaba, ya nadie contesta estas palabras que te escribo, el cartero me insiste, domicilio equivocado, no existe la persona en el domicilio, y yo terca, sigo escribiendo para ti. Humberto, Humberto, deseo que estés mejor que nunca, hoy pase por tu casa, y reconozco que en realidad es hermoso el mausoleo que te acaban de terminar, yo sigo en la misma plana y fría ¡chao!

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Director: Orlando Arias Solís Año IV Morelia, Mich., Abril 2015 Num. 38Subdirector: Jaime Buenaventura Murillo Fernández Visitanos:http://www.ocupen_su_localidad.mipropia.com

Correo Electrónico:[email protected]

¡Hola Querido Humberto!

Erendira Bravo Reyes

Espero que la vejez aún no te invada, los amores te enreden, y las amantes llenen de sudor tus sábanas. Que tu baño esté lleno de cepillos dentales que la Venus al irse deje como recuerdo.

Humberto, ¿aún sigues con esa obsesión de escribir una novela?, ¡claro! Cuando nos llega la indiferencia que decían era la punzada de los 30 que pensamos que a la vuelta de la siguiente esquina se había terminado la vida, como si la gran muerte, ¿recuerdas lo que decíamos de la muerte?, que para tu estatura y peso, debería ser una muerte prefabricada, pues la normal no te llevaría más allá de la cantina “los paraísos”, pero volviendo a los treinta, yo era poetisa porno, lo cambiamos por erótica, y tú te sentías el Henry Miller y deseabas escribir un “Trópico de cáncer “, estoy viviendo el medio siglo de mi vida y tengo dos décadas que no te veo, deseo saber si sigues amando a los gatos como yo, ¿recuerdas? si sigues leyendo a Rilke, aun la Biblia es Octavio Paz con

“El Arco y la Lira”, te casaste con la bella Ana, sigues tomando para inspirarte o el hígado ya te fastidió y te alejó de esos perversos pero sabrosos caminos de Dios, o tal vez sigues defendiendo a Dios y ahora vives en un convento, como cualquier monje tibetano, que era una de tus aspiraciones en aquel tiempo, o te casaste con la hermosa dama que soñaste, que debía tener todas las prótesis imaginadas excepto el sexo, eso reclamabas que fuera natural, al escribir estas líneas, no puedo menos que mojar mi playera, al recordar la pérdida del habla de la amiga que era fiel para escuchar nuestras torturas literarias, claro, había que invitar la cena, más no importaba, ya nadie contesta estas palabras que te escribo, el cartero me insiste, domicilio equivocado, no existe la persona en el domicilio, y yo terca, sigo escribiendo para ti.

Humberto, Humberto, deseo que estés mejor que nunca, hoy pase por tu casa, y reconozco que en realidad es hermoso el mausoleo que te acaban de terminar, yo sigo en la misma plana y fría ¡chao!

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CLARO

Jacques Prévert

Estoy en el metro, dormito y de pronto me despierto a causa de algo desagradable que me cosquillea el mentón, me despierto y veo un hombrecito de pie con su blusa blanca, que me pasa enérgicamente por la cara una escobilla mojada.

Está bien, estoy en lo del peluquero, dormía, estoy tranquilo.

Me duermo de nuevo, de pronto un dolor terrible, me arrancan con un taladro todo lo de adentro de la cabeza, me despierto y veo un hombrecito de pie, con blusa blanca y un torno mecánico en la mano.

Está bien, estoy en lo del dentista, estoy tranquilo y el dentista me duerme porque he gritado.

De nuevo estoy en el metro, dormito, me duermo. Una mujer que amo viene a sentarse a mi lado, no se quién es pero como todas las mujeres que amo está conmigo desnuda y hermosa.

Los viajeros nos miran de mal modo, y molestos, bajan protestando en la próxima estación.

La mujer que amo me abraza y el resto se borra.

De pronto, algo horrible me toca el hombro. La mujer que amo desaparece. Doy vuelta a la cabeza, va una mano en mi hombro y luego después de la mano un brazo vestido de azul y finalmente ante mí un hombrecito también vestido de azul con una perforadora en la mano y que me pide mi pasaje.

Lo mato, sin reflexionar. Dan la señal de alarma, el metro se detiene, me arrastran y me duermo, me duermo….

Estoy en el metro, espero a esa mujer que amo, ella viene,

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sonríe, se sienta junto a mí, me toma por el cuello, pero ..

Me tocan de nuevo el hombro, es insoportable, me despierto.

Un hombre vestido de guardia republicano me hace señas frunciendo unas espesas cejas de que “no es el momento de dormir”.

¡Está bien, estoy en el tribunal, en la corte de casación estoy tranquilo!

Un hombrecito de rojo me señala frenéticamente con el dedo y suplica a siete hombrecitos de gris, pidiéndoles mi cabeza porque tengo que pagar mi deuda con la sociedad.

Con la sociedad. La sociedad… me duermo, me duermo, me duermo.

Estoy en el metro, espero a la mujer que amo.

Ella viene, está más bella y más joven y mejor hecha que nunca, sonríe, es feliz, comprende todo, sabe todo, me ama tanto como la amo y, como yo, se ama también bastante.

Estamos hechos para entendernos, estamos hechos para hacer el amor.

Me doy vuelta y veo un hombrecito de blanco. No es el dentista, no es el peluquero, no es el procurador… es el inspector. Está de blanco porque los sudarios son blancos y está en sudario porque está muerto y está muerto porque yo lo maté. Pero continúa pidiendo los pasajes más allá de la vida de la muerte y del buen o mal humor , porque es su trabajo. Me mira con gran indiferencia y no parece guardarme rencor en absoluto por haberlo matado. ¡oh! Naturalmente , no sonríe, y no tiene aspecto alegre, simplemente la cara feliz embrutecida y beata que tienen los santos en los vitrales y los almanaques.

Cortésmente nos pide nuestros pasajes.

Es ese momento, la mujer que amo desaparece. Sin

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ninguna duda no tiene pasaje y yo no tengo sino uno de segunda y nada de plata para pagar la diferencia.

El inspector menea dolorosamente la cabeza, el tren se detiene…. Y voy a segunda.

El tren vuelve a partir. La mujer que amo vuelve y me abraza.

Una cama cubierta de raso suntuoso, hijos míos, bajo en el pórtico a vaciar la basura de la tarde.

Los viajeros miran con la mirada indiferente de la gente que ha visto a otros o ha oído hablar de ellos.

De pronto la puerta se abre y terco, el procurador siempre vestido de rojo, me señala de nuevo con el dedo y reclama mi cabeza, en medio de la indiferencia creciente de los viajeros.

Entonces lanzo una carcajada y la mujer que amo lanza una carcajada y me abraza y hacemos el amor.

Y de pronto me preocupo y tengo miedo de que “todo esto no sea más que un sueño”.

Pero la mujer que amo, comprendiendo mi pensamiento, me pellizca hasta hacer más sangre con una intensa ternura, pero temo siempre estar soñando.

Y me viene la idea que quizá porque sueño en que hago el amor mucho, mejor que habitualmente, en la realidad.

Pero la mujer que amo es tan realmente bella, tan feliz, tan joven, que me atrevo acariciándola, a decirle como se dice en realidad “ todo el fondo de mi pensamiento”, y ella me contesta sacudiendo dulcemente su linda cabeza: “No realmente, ¿qué cosas se te ocurren?”.

Pero me golpean de nuevo en el hombro y de nuevo desaparece.

Pero esta vez, riendo, con una risa tan generosa, tan feliz y tan confiada que no puedo impedir reírme con la misma

risa, y en el brillo de esa risa como un sol que tenía al desaparecer , veo ante mí, alzándose ridículamente , a unos hombrecitos de negro, dos de los cuales tienen toga y me suplican, con lágrimas en los ojos, que tenga mucho valor porque mi solicitud de indulto ha sido rechazada.

Inenarrable, es decir, que no se puede absolutamente narrar.

Me duermo. Todo es tan vano, de un tiempo tan atrasado, tan limitado. Me duermo, me duermo….

Me duermo y ella viene y me abraza otra vez

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MARA LONGORIA

Otra delas escritoras representativas de la literatura que se hace, se ejerce entre fronteras, es Mara Longoria, que ha publicado en Parvada, El Oficio. Miembro del taller de literatura de la Universidad Autónoma de Baja California y del Taller del INBA-DAC, obtuvo el 2° lugar en el concurso de poesía de la UABC, en 1983. He aquí sus poemas.

SKY RIDER

Avanzo entre las nubes

Con un vuelo suave y callado

Que rompe la densidad de la congruencia

Con iluminadas fantasías mentales

He de llegar hasta la tierra del cielo

Y a sembrar mi voz en cada surco del espacio

Y a echar raíces en esa exuberante selva de los sueños.

POEMA

Esta carrera desenfrenada

Con la que intento huir de ti

Me lleva hasta el televisor

Y me convierte en púber

Realizando los sueños amorosos

Con un amante

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ME DESCUBRO…

Me descubro mujer

Me descubro íntegra, obscena

Me descubro un lunar en la espalda

Y el nacimiento del vello púbico

Cubriendo la infernal ansiedad de ser tocada

A VECES….

A veces miro mis pezones y no los reconozco

Palpo mis senos y me parecen extraños

Termino por desconocer mi cuerpo

En medio de esa mañana de observaciones

Me extravío en el cavilar obscuro y cotidiano

De fémina común

Hay momentos para conversar largo y tendido

De mujer a mujer conmigo misma

Luego resulta de todo ello una plática insulsa

Algo así como una charla de viejas

La vida de la viejas es como la mía:

Llena de intrascendencias trascendentales

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LA ABUELA DEL BARRIO

Erendira Bravo Reyes

En una calle común, de cosmopolita ciudad

Una anciana de aspecto cansado,

Combate la abulia de su diario vivir,

Solicita “taco” a todo el que por ahí pasa.

Los vecinos aseguran ,

“la comida es a los gatos”

Cuando desea un paseo,

Finge la muerte y en ambulancia la trasladan al hospital

Hace colección de batones

Hasta el gobernador le ha puesto uno en su mano.

Desea platicar su vida, a oídos que quieran escuchar.

Con la llegada del amanecer, a la abuela le llega su alimento.

Su gata gris de angora cuida peleando en la puerta con todos los perros

Que osan acercarse a la casa.

En la punta de la nariz siempre los lentes, para distinguir al que se acerca

Todos la recuerdan severa,

Enérgica.

Con voz de granizo y lluvia.

A su cabello ha llegado el invierno

Sus ojos se humedecen como el verano

Cuando la veo me pregunto.

¿Sera dolorosa la vejez?

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GONZALITOS

José Eduardo Aguirre

Sentí un escalofrío recorrerme el cuerpo entero cuando lo vi en la esquina de la calle. Resultaba inútil tratar de esconderme más. Tarde o temprano daría conmigo, cada vez me cercaba con mayor exactitud. Estaba cansado de huir de su venganza, de su insensata locura de cazarme como si fuese yo un vil conejo.

Resuelto, decidí enfrentarlo.

Me escurrí sigilosamente contra las deterioradas paredes del asqueroso departamento en el que me refugiaba hasta dar con la puerta. No quise encender la luz pensando que aquel hombrecillo daría con mi ubicación mas fácilmente, aunque ya entraba su silueta siniestra en el putrefacto edificio.

Comenzaron a sudarme las manos y empecé a temblar de terror y frió.

Maldita sea.- murmuré.- Ese hijo de la chingada ya dio con mi escondite, es un pinche fanático, un enfermo. Siempre supimos que era medio ‘taras’.

Abrí la puerta con cuidado para escuchar sus pasos encaminarse por las escaleras hacia mi piso.

‘Ya viene el cabron, ya viene’.- me castañearon los dientes.

Pensé como último recurso en huir pasos arriba, a la azotea, y desde allí pegar de gritos a la oscuridad de la profunda noche. En eso estaba cuando lo escuché cortar cartucho, ya no tenía mucho caso.

-Ya basta cobarde.- me dijo con voz fría en el umbral del corredor del piso.- Me voy a dar el gusto de hacerlo

sufrir un poco, no sabe hasta dónde he llegado para dar con usted. Le he seguido la pista por todas partes. No se mueva!.- exigió amagandome con una pistola.

-Pero, señor.- rogué asiéndome de mis palabras como de una cuerda en el precipicio.- Los años de la infancia ya pasaron. Éramos niños, pequeños que no saben lo que hacen bien a bien. Aquellas burlas, fueron insolencias escolares. La mayoría de los niños hemos sido imprudentes con nuestros compañeritos de la escuela.

Yo sabía que de los que nos burlamos de este hombrecillo en los días de la infancia y las tardes veraniegas, estaban desapareciendo extrañamente.

-Eso ya no importa! Voy a enseñarle lo que se siente, mire, encuérese ahora mismo jijo de…

-Oiga no, eso sí que no.

-Encuérese cabron si no ahorita mismo le deserrajo un tiro en las patas.

No tuve mas remedio, obedecí ciegamente y sentí que el frió inicial a este horror me calaba hasta los huesos una vez desnudo. El odioso hombrecillo empezó a reírse de mí, puso el tétrico cañón de la pistola en mi cabeza y sentenció: ‘Hasta aquí llegaste desgraciado. Mira a dónde te condujeron tus escarnios. Ahora ya no puedes hacer nada, tienes la vida contada en segundos’.

Una luz como proyectil atravesó todo mi ser en ráfagas de inframundo.

Te equivocas, todavía puedo hacer algo.

- Ah, sí? Que cosa?

- Despertarme!

Y así lo hice. -