Nuevas practicas politicas en America Latina.pdf

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  • ColeccinInsumisos Latinoamericanos

    Nuevas prcticas polticas insumisas en Argentina: aprendizaje para

    Latinoamrica

    Director del ProyectoRobinson Salazar Prez

    CoordinadoresPaula Lenguita y Guido Galafassi

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  • Direccin General: Marcelo PerazoloDireccin de Contenidos: Ivana BassetDiseo de Tapa: Patricio OliveraArmado de Interiores: Vanesa L. Rivera

    Est prohibida la reproduccin total o parcial de este libro, su tratamiento informtico, la transmisin de cualquier forma o de cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, registro u otros mtodos, sin el permiso previo escrito de los titulares del Copyright.

    Primera edicin en espaol en versin digital LibrosEnRed, 2004Una marca registrada de Amertown International S.A.

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  • NDICE

    INTRODUCCIN 8Robinson Salazar Prez

    LAS NUEVAS PRCTICAS POLTICAS EN AMRICA LATINA 12Robinson Salazar Prez

    DEMOCRACIA EN CRISIS, IDEOLOGAS, PRCTICAS Y MOVIMIENTOS SOCIALES. ALGUNAS REFLEXIONES A PARTIR DE LA EXPERIENCIA ARGENTINA DE LOS LTIMOS AOS 33Guido Galafassi

    MOVIMIENTOS DE DESOCUPADOS EN LA ARGENTINA: LA ENCRUCIJADA DE LA REPRESENTACIN POLTICA DE LOS SECTORES SUBALTERNOS 50Ariel Wilkis y Juan Montes Cat

    SUBTERFUGIOS IDEOLGICOS DEL TRABAJO. UNA MIRADA POLTICA SOBRE LA LUCHA DE LOS DESOCUPADOS 75Paula Lenguita

    REFLEXIONES SOBRE EL ORDEN VISUAL NEOLIBERAL Y EL ACONTECIMIENTO PIQUETERO 99Paula Abal Medina

    PIQUETEROS: LA ORGANIZACIN FRENTE A LA POLTICA ESTATAL 120Clara Bressano, Mariana Galvani y Sebastin Guevara

    OTRA VEZ EN LA VA: CARTONEROS Y PIQUETEROS EN LAS CALLES ARGENTINAS 149Cecilia Cross y Dbora Gorbn

    ESQUEL: EL PODER EST EN LA CALLE 181Carlos Gustavo Espinoza LA LEY DEL VACO: REGULACIN Y CONTROL DEL PODER DEL DESEMPLEO 192Alejandro Soltonovich

    QU ES LA POLTICA? ALGUNAS REFLEXIONES A PARTIR DE LOS PROCESOS DE OCUPACIN DE FBRICAS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES 205Mara Ins Fernndez lvarez

  • LAS EMPRESAS RECUPERADAS: UNA EXPERIENCIA DE LA CLASE TRABAJADORA ARGENTINA 222Julieta Galera, Carlos Martnez, Adrin Nordvind, Alejandro Pizzi, Andrs Ruggeri, Hugo Trinchero y Sebastin Valverde

    MOVIMIENTO AGRARIO Y LUCHA SOCIAL. EL CASO DEL MOVIMIENTO CAMPESINO EN SANTIAGO DEL ESTERO 243Rubn Eduardo de Dios

    LOS PROGRAMAS DE EMPLEO A DESOCUPADOS COMO RESPUESTA A LA CRISIS POR LA PRIVATIZACIN DE EMPRESAS ESTATALES. EL CASO DE LA PRIVATIZACIN DE LA PETROLERA YPF EN CUTRAL-C Y PLAZA HUINCUL 270Karina Crivelli

    EL CONFLICTO SOCIAL EN LA REESTRUCTURACIN DE LOS CULTIVOS INDUSTRIALES EN LOS 90: EL CASO DE LA YERBA MATE EN MISIONES 300Gabriela Gresores

    LA ARTICULACIN ENTRE AGRUPACIONES INDGENAS DEL PUEBLO MAPUCHE Y MOVIMIENTOS CAMPESINOS 321Sebastin Valverde

    LOS AUTORES 340

    OTROS TTULOS DE LA COLECCIN INSUMISOS LATINOAMERICANOS 345

    EDITORIAL LIBROSENRED 346

  • Nuevas prcticas polticas insumisas en Argentina: aprendizaje para Latinoamrica

    Director del ProyectoRobinson Salazar Prez

    CoordinadoresPaula Lenguita y Guido Galafassi

    EnsayistasSebastin ValverdeGabriela Gresores

    Karina CrivelliRubn Eduardo de Dios

    Julieta GaleraCarlos Martnez Adrin Nordvind Alejandro PizziAndrs Ruggeri Hugo Trinchero Paula LenguitaGuido Galafassi

    Ariel WilkisJuan Montes Cat Robinson Salazar

    Mara Ins Fernndez lvarez Alejandro Soltonovich

    Carlos Gustavo Espinoza Cecilia Cross

    Dbora Gorbn Clara Bressano

    Mariana Galvani Sebastin Guevara Paula Abal Medina

    Insumisos Latinoamericanoswww.insumisos.com

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  • Insumisos LatinoamericanosCuerpo Acadmico Internacional e Interinstitucional

    DirectoresEduardo Andrs Sandoval Forero

    Robinson Salazar Prez

    Consejo acadmico y EditorialPablo Gonzlez Casanova, Jorge Alonso Snchez, Fernando Mires,

    Manuel A. Garretn, Martn Shaw, Jorge Rojas Hernndez, Gernimo de Sierra, Alberto Riella, Guido Galafassi, Atilio Born, Roberto Follari,

    Eduardo A. Sandoval Forero, Ambrosio Velasco Gmez, Celia Soibelman Melhem, Ana Isla, Oscar Picardo Joao, Carmen Beatriz Fernndez,

    Edgardo Ovidio Garbulsky, Hctor Daz-Polanco, Rosario Espinal, Sergio Salinas, Lincoln Bizzozero, lvaro Mrquez Fernndez, Ignacio Medina,

    Marco A. Gandsegui, Jorge Cadena Roa, Isidro H. Cisneros, Efrn Barrera Restrepo, Robinson Salazar Prez, Ricardo Prez Montfort, Jos Ramn

    Fabelo, Bernardo Prez Salazar, Laura Mota Daz, Mara Pilar Garca, Ricardo Melgar Bao, Norma Fuller.

    Comit de RedaccinEduardo Sandoval

    Marcela Galeano Bedoya

    Correccin de estiloAmelia Surez Arriaga

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    INTRODUCCIN

    Latinoamrica se viste con traje nuevo y de mltiples colores porque cada color representa un actor que decidi asumir el riesgo y rol de ser sujeto social.

    Los sujetos que se asoman a las distintas ventanas de los conflictos no son nuevos, son los mismos pero con distintas acciones colectivas y nuevas formas de lucha, lo que sucede es que en el pasado, todos ellos se agluti-naban en la categora pueblo, hoy el pueblo mut a los pueblos, se ampli y multiplic y llego a todos los rincones y espacios donde hay que resolver problemas y emplazar a los gobiernos y adversarios para definir sus con-ductas y exigirles el respeto y poner un alto a las expropiaciones y privati-zaciones.

    De los ncleos que perdieron fuerza de atraccin y reaccin se despren-dieron los sujetos que hoy aparecen en el espacio pblico latinoameri-cano, muchos de ellos devienen de la antigua fbrica que cerr sus calderas y apag sus mquinas, de los sindicatos que quedaron sin trabajadores, campesinos desplazados por guerra o arrastrados por la crisis del campo, indgenas que se hartaron de seguir callados y levantaron sus voces y se decidieron salir de sus comunidades para dar a conocer a los dems seg-mentos de la sociedad que ellos tambin tiene un proyecto de nacin, que su mundo es posible de construir sin daar a los otros mundos posibles que pueden conjuntarse y armar muchos mundos en un arco de convivencia y respeto. Por ello, indgenas, campesinos luchan por la tierra, los bosques, la no usurpacin de la riqueza biolgica, el cuidado de las aguas y los bos-ques.

    En ese perfil, se desanudaron otros sujetos con demandas adscriptivas que en la dcada de los 80s del Siglo XX no tenan acceso al espacio pblico, pero se agregaron a luchas de segmentos sociales que no se movilizaban, jubilados, buhoneros, colonos de barrios, precaristas, jvenes y hasta muje-res sin trabajo.

    Todo ello fue tomando cuerpo y dando pauta a la constitucin de un nuevo sujeto emancipatorio en proceso de construccin.

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    El acuerpamiento es un avance, lo mismo las ligas y puentes construidos en la lucha de carcter general y cuando eso ha ocurrido, la poltica retoma su sitio, baja a los espacios donde se recrea la vida cotidiana y carga de conte-nido las casas, las calles, las esquinas, las plazas y los medios de comunica-cin, sin embargo la continuidad no es consistente y se fragmenta muchas veces, de ah que hay muchas luchas que no logran su cometido y algunas veces se confrontan entre ellos.

    No obstante, estos tropiezos no son fatalidades de los sujetos ni errores de las movilizaciones multiactorales, basta echar un vistazo a la historia de las revueltas y revoluciones en Amrica Latina y encontramos muchas expe-riencias que explican el duro camino que se debe transitar para constituirse en un sujeto emancipatorio. La Revolucin Cubana tuvo y vivi esas vici-situdes; la guerrilla colombiana ha pasado por fracturas, confrontaciones internas y derrota parciales, sin embargo ah est, confrontando aun en el Siglo XXI despus de 40 aos de lucha; los Sandinistas sufrieron golpes, escisiones, rivalidad entre mandos guerrilleros y sobornos de agentes de la CIA y aun as arribaron al poder por diez aos; el FMLN en El Salvador, de igual manera, cruz el largo camino de la confrontacin sin ser ajeno a las disputas internas y presiones externas, y a pesar de eso, aun vive y existe como la fuerza ms importante de la oposicin salvadorea. Ahora el MAS en Bolivia cruza el zagun de los desacuerdos internos, de igual manera la CONAIE en Ecuador, el MST en Brasil y hasta las fuerzas boli-varianas en Venezuela tocan las puertas de las pugnas, por ello no es la debacle ni el final de los movimientos, sino que es la dinmica propia que toma un cuerpo social cuando se est constituyendo en sujeto colectivo, ms ahora que existen muchos segmentos y las demandas deben articu-larse, jerarquizarse sin dejar ninguna de lado.

    El nuevo sujeto est naciendo, su camino no est exento de errores y frac-turas internas, adems, debe tener una flexibilidad en su cuerpo orgnico y abandonar la rigidez que ahora comporta para que le de cabida a otros sujetos que mutan y se consolidan ms rpido que otros, en fin, estamos viviendo un proceso de acuerpamiento del nuevo sujeto.

    Por su amplitud y poca consistencia orgnica, se abre un abanico de prcti-cas polticas diversas, las hay desde corte de ruta, toma de fabricas, apropia-ciones de tierra, movilizaciones por la defensa de derechos indgenas, de homosexuales, discapacitados que pugnan por su aceptacin como actores sociales, campesinos que luchan y ajustician a gobernantes por corruptos y propiciadores de las privatizaciones de las reas estratgicas de sus pue-blos; grupos armados que se van apropiando de recursos militares para saltar a la escala de guerrilla, en fin, las acciones son de diferentes tipo,

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    Robinson Salazar Prez

    con recursos ancestrales y novedosos, combinados en la actuacin movili-zante.

    Memoria histrica, acervo de conocimiento, destrezas para divulgar las demandas, habilidades asociativas, creacin de discurso, movilizaciones con otros sectores en condiciones de protestar, compartir experiencias y aprendizajes, organizacin de reuniones, asambleas y compartir responsa-bilidades, son parte del arsenal memorstico del nuevo sujeto.

    Algunos crticos no descansan en sealar que la osada de estas moviliza-ciones no fisuran al sistema, que aun no vislumbran un proyecto colectivo de grandes dimensiones capaz de ofrecer una alternativa a lo que existe, que son expresiones fragmentadas y cargadas de emotividad.

    En estas aseveraciones hay algo de verdad y muchas cosas que desde la ventana del libre pensador no se pueden visualizar.

    No es lo mismo ver como se constituye un sujeto desde la ventana de un edificio o dentro de los claustros universitarios, que desde el ncleo de convivencia y cotidianidad de los sujetos en estructuracin. Para poder observar con precisin este proceso constitutivo se requiere de una lente de militante, de intelectual activo, ligado a los hechos, metido en los pro-cesos y capaz de entender cmo se va acrecentando la conciencia de sujeto insubordinado, por qu lucha, como la lucha est vinculada a su mundo de vida y cmo la reproduce en su espacio privado.

    Sin esos antecedentes, difcilmente podemos ser certeros en la crtica, aunque la impaciencia nos llega por la necesidad de ganar terreno en la confrontacin y evitar ms muertes en los pueblos latinoamericanos, sta no intenta inventar, bajo ningn motivo, ilusiones ni argumentaciones que brillen por un da y despus se apaguen. Los argumentos de este libro no van orientados a satisfacer el ego de los revolucionarios enclaustrados, ms bien intenta, y en parte lo logra, exhibir la manera como se compor-tan los sujetos insumisos, qu estn construyendo, para qu sirve lo hasta ahora edificado, qu transformaciones hay en el espacio pblico, cmo se ve la poltica ahora, cuando ellos han actuado; si horizonte democrtico se ampli o sigue siendo el mismo que vendieron las transiciones procedi-mentalistas, en fin, hay resultados inditos que nos han dotado de recur-sos para nuevas reflexiones y para plantear luchas de mayor envergadura. Sin el antecedente de Argentina, Ecuador, Brasil, Venezuela y Bolivia, no se estara demandando las nacionalizaciones de los recursos, detener las privatizaciones, tampoco el surgimiento de grupos armados que estn dis-puestos a defender la biodiversidad el amazona, las aguas del Iguaz, el

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    gas de Bolivia, los minerales del Pacifico colombiano y la riqueza de Cen-troamrica.

    Esto es lo nuevo, si no queremos verlo, no estamos obligados a antepo-nerle la lente a todos los ciudadanos latinoamericanos, pero los que estn dispuestos a cambiar el ngulo de observacin, se dan cuenta que algo est mutando y para bien.

    As iniciamos el proyecto del presente libro colectivo, con el nimo de ver las cosas diferentes, de estar junto a los procesos, conocer las opiniones y parte de la vida cotidiana de los movimientos sociales, sin perder su vnculo con la realidad de pas y la de su entorno inmediato. Para ello un grupo de jvenes que estn en su etapa de formacin aceptaron el reto de Insumisos Latinoamericanos para construir, cada quien aportando su poca o mucha experiencia, la voluntad y necesidad por explicar y dar a conocer que algo est cambiando en Argentina, que lo hasta ahora realizado es un logro, quiz no para cambiar el sistema pero si cambio la percepcin de la gente, la forma de ver la poltica, de re-inventar lo que ahora existe, que aban-donar el perpetuo presente e imaginarse un maana distinto, todo fue posible con este libro que bajo la coordinacin de dos buenos colegas y miembros de la Red de Investigadores Latinoamericanos por la Democracia y la Paz, Paula Lenguita y Guido Galafassi, organizaron sus equipos, dieron la orientacin necesaria y sembraron el optimismo en cada uno de ellos. Hoy ese optimismo est cristalizado en este libro.

    Insumisos Latinoamericanos seguir sembrando ese optimismo y compro-miso en jvenes que desean explicar y exponer sus puntos de vista sobre este mundo que compartimos con otras personas y como en toda convi-vencia sana y democrtica, todos tienen derecho a la palabra, esta vez la tuvieron los Jvenes de Argentina.

    Enhorabuena y un abrazo a cada uno de los participantes y a los coordina-dores.

    Robinson Salazar Prez

    Director de RILDEPAZwww.insumisos.com

    Verano 2004/Mxico.

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    LAS NUEVAS PRCTICAS POLTICAS EN AMRICA LATINA

    Robinson Salazar Prez

    Investigador de la

    Universidad Autnoma de Sinaloa / Mxico

    El mapa social que muestra Amrica Latina despus de haber cerrado el Siglo XX es complejo, abigarrado por las diversas formas de lucha que se vienen llevando a cabo, atravesado por un proceso de neocolonizacin criminal que intenta despojar a los pueblos del mosaico latinoamericano de sus recursos naturales y necesarios para su desarrollo, administrado por gobiernos de poca talla y temerosos de cuestionar las polticas de facto que les imponen los organismos internacionales pero decididos a evitar las protestas nacionales mediante decretos antiterroristas.

    A simple vista, nos aparece un mapa conflictuado, las mltiples expresio-nes confrontativas, los desarreglos institucionales, la perdida de credibili-dad orgnica de los sujetos estructurados y el desencuentro actoral para construir pactos y acuerdos nacionales no dejan un intersticio para alentar el optimismo; no obstante dentro de cada conflictividad hay una espe-ranza que envuelve la demanda, incentiva la participacin y motiva a que el arsenal de prcticas polticas crezca cada da.

    Intentando hallar una teora que nos aproxime al esclarecimiento de lo que acontece, no hay mucho de donde escoger ni cortar, los recursos son escasos y la necesidad apremia para que innovemos, reposicionemos argu-mentos y expliquemos lo que acontece en la contemporaneidad.

    Indudablemente que un anlisis desde la perspectiva de la teora crtica nos dice que muchas de las apreciaciones y predicciones del marxismo estn ms cerca al mundo de hoy que lo descrito por los tericos neoli-berales, basta releer el Manifiesto Comunista y hallamos congruencia del pensar con la realidad; pasajes que tienen que ver con la lucha de clases, la apropiacin de las riquezas a travs de la explotacin y la inevitable confrontacin entre desposedos y expropiadores, son parte del presente latinoamericano.

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    No obstante, no debemos caer en absolutismos ortodoxos, as como hay aciertos, otras aseveraciones no encajan con la realidad, puesto que las alteraciones y cambios que se han desencadenado en los ltimos 25 aos, han modificado a los actores, las conductas, el tiempo social y las formas en que se articula la economa y las redes de instituciones.

    Una de las premisas afirmaba que el futuro de la etapa imperialista habra de desatar una guerra inter-imperialista, cosa que no ha sucedido, lo que vemos hoy da es una guerra de pases imperialistas contra pases perif-ricos; incluso, ampliacin de las fronteras imperialistas, ya no ocurre en el mbito de la produccin, sino que invade el rea de los servicios, la educa-cin, la salud, remesas y hasta las jubilaciones, mercantilizando estos mbi-tos que eran conquistas laborales y resituandolas como mercancas que deben ser adquiridas, sin que medie el subsidio estatal y sujetas a sancio-nes que han inventado los organismos internacionales como OECD (Orga-nisation for Economic Co-Operation and Development), Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional entre otras.

    Esta nueva invasin en esferas antes no tocadas, ha recrudecido la lucha a la vez que acota los espacios para el ejercicio de la poltica tradicional, dado que difcilmente los partidos polticos y los sindicatos pueden llevar a cabo acciones reivindicativas para los jubilados, los sin techos o sin tierra, dado que son actores desocupados, no ligados a un centro de produccin, que no aportan recursos a las arcas del fisco ni el dinero que demanda el estado; a su vez no son pieza fcil de vincular a las actividades proselitis-tas.

    Tambin se suman nuevos actores que se desprenden de los mbitos de servicios, estudiantes, jubilados, buhoneros, mdicos y maestros quienes agregados a los desocupados, arman un arco de convergencia de varios actores heterogneos que en la prctica han dado un nuevo significado a las luchas, puesto que son la suma de lo que la sociedad demanda; asi-mismo, su participacin amplia, horizontal, sin esclusa en los espacios pbli-cos donde convergen, les permite modificarlos, consciente o inconsciente, y transfrmalos de un monumento emblemtico a una pizarra colectiva donde todos y cada uno puede dejar un registro de su demanda, sin que medie entre ellos un acuerdo o una decisin consensuada para convertir el espacio pblico escogido en una vitrina de exhibicin donde cada movi-miento y actor pinta su peticin.

    Basta exponerse a sitios de la ciudad de Bs. Aires, para observar esta modi-ficacin y cualquier persona que se asome a ese lugar entender que hay una sociedad viva, que demanda trabajo, exige el cese de hostilidades, ms educacin y seguridad pblica, que paren los secuestros, que liberen

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    Robinson Salazar Prez

    a los presos polticos, que los desaparecidos los reconozca el gobierno y los militares, en fin, La Plaza frente al Congreso es un buen objetivo para ver la resignificacin del espacio pblico.

    Por lo anterior, podemos derivar que la nueva fase del imperio no solo provoca desempleo, pobreza y hambruna, sino que sus acciones son armas provocadoras para que la sociedad responda a las agresiones y a la des-atencin de los agentes que daan el futuro de los pueblos. Las reacciones son un comportamiento que cualquier sujeto asume cuando es despojado de sus recursos y se le niega la posibilidad de sobrevivencia al negarle sus derechos, de ah que haya nuevas expresiones polticas para contrarrestar el empuje de los poderes de extranacionales.

    Pero existen otros ingredientes que aderezan el mapa social y poltico de Amrica Latina, la militarizacin de las zonas estratgicas, biodiversidad, petrleo, agua y gas, cuatro elementos irremplazables para la superviven-cia del capitalismo.

    Indudablemente que la militarizacin, ya sea de tipo formal o paramilitar, se ejerce en zonas escogidas e involucradas en los planes que los EE.UU. han diseado, entre ellos, El Plan Puebla Panam; Plan Colombia; Plan Dig-nidad; Acufero del Guaran y regin de los lagos en Argentina, conectando los intereses del sur de la frontera del Ro Bravo hasta la Patagonia.

    Mapa 1. Bases y ejercicios militares en Amrica latina

    La militarizacin es un sntoma de guerra y la guerra en Amrica Latina es un presente porque va a suceder en el futuro de manera irremediable. La escasez de agua potable en el mundo, el agotamiento de las reservas petro-

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    leras, el gas que se disputan las potencias, y la biodiversidad que apetece a las transnacionales farmacuticas, nos sitan en un espacio en donde exis-ten esos recursos pero tambin se da, de manera expedita, la presencia de agentes empresariales, ejercitadores de los poderes fctico que pretenden, con la ayuda de los gobiernos locales con su conducta privatizadora, apo-derarse de los recursos estratgicos no renovables; a su vez, se asoma una escalada militar que da tras das ocupa sitios estratgicos para privatizar y despojar de esa manera a las naciones de sus recursos.

    Algo interesante y digno de resaltar, es que estos recursos casi siempre se encuentran en territorios de asentamientos indgenas y campesinas, comu-nidades arraigadas y ligadas sus actividades productivas a los recursos dis-putados. Un intento de despojo, desatar conflictos irreconciliables que rayaran en la violencia, la confrontacin y las movilizaciones que engrosa-rn las experiencias polticas y prcticas de los actores polticos y sociales, incrementando el acervo de conocimiento y de lucha de nuestros pueblos.

    En estas circunstancias y no en otras, han aparecido, las nuevas prcticas polticas, algunas con un antecedente pero re-elaboradas en su aplicacin; otras novedosas, en tanto que el sujeto que la comporta no es el tradicio-nal y el objetivo es distinto al de ayer; no dejan de aparecer las hbridas que mezclan dos o tres practicas en un solo acto, tambin las inditas y sbitas que son violentas y fusurantes de la realidad social.

    En el segundo trimestre del ao 2004 hemos apreciado como en Chile vuelan oleoductos y estallan diversos artefactos explosivos y por otro lado, los Mapuches realizan acciones coordinadas en contra de inversiones fores-tales y de latifundistas, que histricamente han usufructuado su territorio ancestral; para Argentina, el arsenal crece y pobladores desocupados ata-caron a los trabajadores de la contratista de Edenor y les cortaron las falan-ges, porque, declararon los habitantes enardecidos, que fue por cortar la luz a enganchados y morosos; en Guatemala surge el Bloque Antiimpe-rialista; comunidades autnomas ocupan edificio pblico en Per; Brasil se organiza y saca adelante el Partido Socialismo y Libertad-PSOL, como la expresin del sentimiento general y la voluntad de crear algo nuevo, no un autoproclamado gua infalible, sino un camino de superacin de la explotacin y la opresin a la que estn sometidos muchos millones de bra-sileos; en Bolivia los maestros toman prisionero al Viceministro de Educa-cin; en Ecuador: 1.500 comunidades de la Sierra estn preparadas para el Levantamiento y cada organizacin que aparece en el nuevo mapa social y poltico es libre de escoger su estrategia; asimismo el Grupo de Combatien-tes Populares GCP arrecia su ofensiva.

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    Robinson Salazar Prez

    Mxico instala un Foro Indgena y Campesino que pide cambiar el modelo mediante la fuerza social apoyando los procesos de resistencia y propues-tas que surgen de luchas locales. Guatemala dice presente y cien organi-zaciones sociales y campesinas convocan a Gran Paro Nacional, todo ello entra a formar parte del arsenal de nuevas prcticas polticas que realizan los segmentos sociales que el modelo neoliberal ha dejado en la inopia e indefensin.

    Estas nuevas formas comportamentales inusuales, fuera de las organizacio-nes tradicionales, algunas de ellas con orientacin reivindicativa de techo, empleo, tierra, seguridad social y autonoma tnica, otras llevan el tinte adscriptivo, no dejan de asistir al escenario de hoy los grupos armados que renuncian a seguir el juego de la negociacin tarda y sin resultados, sin embargo, todas sin excepcin, son manifestaciones de nuevas prcti-cas polticas, en la medida que proponen un nuevo formato de dialogo, la interlocucin se da fuera de las mediaciones tradicionales, las exigen-cias modifican la realidad poltica a travs de las marchas, cortes de ruta, bloqueos, movilizaciones multitudinarias y la accin directa que es parte del accionar que presiona y obliga a negociar al gobierno, aunque no sea l directamente el implicado, pero est abriendo la posibilidad de una indita forma de actuar cuando los partidos polticos estn inhabilitados y se encierran en la labor legislativa, dando la espalda a la sociedad civil reclamante.

    Mapa 2. Movimientos de resistencias en Amrica Latina

    Todo no es a favor de los movimientos sociales, en el transcurso del andar se han dado y se siguen desplegando agentes y acciones para doblegar la

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    resistencia popular y destruir las prcticas de lucha de los pueblos latinoa-mericanos, pero no han dado los resultados que ellos, (los representantes y salvaguardas del neoliberalismo esperaban); los eventos que hemos obser-vado, el derrocamiento en las calles de varios presidentes es la prueba ms evidente de este fracaso. Estas sublevaciones -que conmovieron a Ecuador (1997), Per (2000), Argentina (2001) y Bolivia (2003 y 2004)- constituyen sucesos mucho ms significativos que los repliegues electorales que tam-bin sufri la derecha (Venezuela y Brasil). Por ello los analistas del esta-blishment estn inquietos frente al ascenso de asonadas populares que hacen crepitar los gobiernos, a travs de acciones colectivas que impugnan a los regmenes constitucionales apuntalados por un andamiaje institucio-nal debilitado.

    Estos levantamientos han incluido una diversa gama de revoluciones, rebe-liones, movilizaciones, bloqueos de vas, tomas de fbricas y tierras, en fun-cin de la intensidad de la lucha, las reivindicaciones en juego y su impacto poltico. La insurreccin de Bolivia es el mayor ejemplo reciente de una movilizacin con orientacin de cambio. Al cabo de una confrontacin que dej 140 muertos, la accin directa de los manifestantes forz la renuncia y huida de Snchez de Lozada. La tradicin de alzamientos armados mineros y campesinos volvi a emerger en un movimiento que combin reclamos sociales (aumento salarial), campesinos (defensa de los cultivos cocaleros) y antiimperialistas (industrializacin del gas).

    La rebelin que sacudi a la Argentina (2001) no alcanz esa dimensin insurrecional, pero constituy una excepcional irrupcin que unific a los trabajadores, la clase media y los desocupados en un reclamo comn contra el rgimen poltico (Que se vayan todos). Las 17.000 manifestaciones y 47 cortes de calle por da que se registraron durante el 2002 ilustran la enver-gadura de ese levantamiento.

    Las huelgas y ocupaciones de tierras en Brasil configuran a su vez un pro-ceso de movilizacin que no desemboc en rebelin. Esta diferencia con la Argentina obedece a divergentes tradiciones de lucha y al carcter ms acotado de la crisis econmica (que no incluy empobrecimientos virulen-tos, ni expropiaciones de pequeos ahorristas). Por eso Lula sucedi a F.H. Cardoso cumpliendo el calendario electoral, mientras que Kirchner emer-gi de un trgico proceso de reconstitucin del control poltico capitalistas que desafiaron los piquetes y las asambleas populares.

    En todas las protestas latinoamericanas los trabajadores estatales y ocupa-dos cumplieron un papel muy activo. Este sector -agredido por los invaria-bles recortes presupuestarios que impone el FMI- encabeza la resistencia en Per y Uruguay, y juega un rol significativo en la revuelta de Santo

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    Domingo. Tambin la huelga general se mantiene como la forma de accin clsica de la movilizacin popular y en ciertos casos -como Chile- se insina cierta reaparicin del protagonismo obrero. En otros pases, la resisten-cia ha estado signada por rebeliones campesinas generalizadas (Ecuador), localizadas (Colombia) o regionales de gran impacto nacional (Chiapas). La lucha social adquiere, adems, connotaciones explosivas cundo est imbricada al desarrollo de un conflicto antiimperialista (Venezuela).

    Esta variedad de movimientos (gravitacin indgena en zonas andinas, sus-tento urbano en el sur) incluye tambin un novedoso intercambio de expe-riencias de lucha entre distintos sectores sociales oprimidos. Un evento ilustrativo son las organizaciones campesinas y los trabajadores informales de las ciudades bolivianas han asimilado las modalidades de resistencia de los mineros. En la Argentina, los piqueteros argentinos constituyeron un combativo movimiento de desempleados a partir del aprendizaje acumu-lado por ex dirigentes del movimiento sindical.

    Algo digno de analizar es cuando se torna explosivo un comportamiento multiactoral, dado que los tres escenarios ms visibles, Bolivia, Argentina y Brasil no han dirigido sus bateras en el mismo sentido y el xito tampoco ha sido igual.

    Argentina estuvo cerca cuando el contingente de sujetos desocupados tuvo la alianza de los ocupados; esto es, que los desocupados son la fuerza que mueve y agiliza el cuerpo del movimiento, los ocupados son los actores que ligan la poltica con la vida cotidiana, si se da una liga entre estos dos sectores, el gobierno y sus instituciones sienten la crisis, pero si el divorcio se posesiona sobre ellos, la posibilidad de politizar la crisis es cercana y se diluye la explosin social.

    Expliquemos mejor este caso.

    Las explosiones sociales se han iniciado en lugares donde la miseria y la pobreza reinan; el trabajo, el salario y los servicios pblicos no existen; en territorios marginados y que no son atendidos ni tomados en cuenta en los programas de gobierno, lo que constituye un fenmeno que por su olvido y lejana de las atenciones gubernamentales, son ncleo potencial explosivo sin horario poltico ni control social, que pude estallar al menor roce posible.

    Desde la de sociologa no existe una escala de medicin para detectar cual estallido est ms cercano y en que fecha puede darse; los clculos polti-cos no alcanzan a medir cuando puede darse una crisis social con agentes comportamentales sbitos, cortocircuitantes y violentos. El recurso que nos queda es ir sumando el dficit de satisfactores en una comunidad, seg-

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    mento social o regin; por otro lado, indagar la tradicin de lucha de ese segmento, que en la mayora de las veces es un agregado de nuevos acto-res que se desgajaron de ncleos distintos y cada uno trae su historicidad, la cual, al ser socializada a travs de las relaciones intersubjetivas, se da el trasvasamiento de saberes, experiencias, tradiciones de lucha, memoria social e histrica que van fraguando un sujeto potencialmente capaz de responder al cuadro de necesidades y de reclamar a los responsables de su marginalidad.

    As han surgido los sujetos portadores y ejercitadores de las nuevas prcti-cas polticas. Indudablemente que su organicidad es endeble, la razn de peso es que no son segmentos que han vivido por mucho tiempo juntos, tampoco han tenido una experiencia de lucha en conjunto, son agregados que se van formando en la periferia o en los sitios donde la marginalidad pulula; la tradicin de lucha no est depositada en el conjunto social, sino en la individualidad y en casos especficos (lucha obrera, militante, calle-jera, barrial, etc) y slo es conocida y consumida en la comunidad cuando un hecho de singularidad para todos ellos los obliga a reunirse, a romper el marco de la individualidad, los orilla a dialogar y a exponer sus puntos de vista sobre lo que acontece y los afecta.

    Justo aqu, aflora la historicidad de cada uno y se dan cuenta que no son individuos fragmentados, sino cuerpo asociativo que existe y vive; que eran sujetos en desencuentro pero la circunstancia los uni y los sita en un campo de actuacin irremediable. Ahora bien, esas actuaciones casi siem-pre son sbitas, violentas contra el estado de cosas, sacuden el ostracismo en que viven y arremeten con voluntad poltica contra los que ellos esco-gieron como opositores. As se han configurado los cuerpos vivientes que protestan, luchan e innovan nuevas prcticas polticas.

    Hay que dejar claro que el abanico de prcticas polticas que estamos obser-vando no necesariamente las porta un sujeto emancipador. Esto aun est lejano, o lo vemos a mediano plazo.

    Estos segmentos sociales actuantes, por si solo no puede llevar a una situacin explosiva al conjunto de la sociedad, requieren necesariamente construir puentes, dilogos y redes con otros grupos de la sociedad lati-noamericana, ah, en este llamado caben intelectuales, empleados medios, cuenta propia, campesinos y otros mas que den cuerpo a un sujeto ms contundente, heterogneo, convergente y de amplio peso en el conjunto de la sociedad.

    Indudablemente que el canal ms apropiado para poner en la misma fre-cuencia a la diversidad de actores para arribar al sujeto emancipador es la

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    poltica. No la vieja e inservible poltica que se anid en los partidos polti-cos y sindicatos; la que negociaba las demandas por prebendas a los lideres y la que pervirti el noble ejercicio de dialogar para construir acuerdos y renovar a la sociedad para evitar los conflictos violentos.

    La poltica que requerimos es la que podamos bajar a la vida cotidiana, que sea dctil y manejable para politizar los espacios privados y pblicos. Si no insistimos en apropiarnos de asuntos que tienen que ver con la privatiza-cin del agua, la energa, la biodiversidad, las patentes, la militarizacin, el desempleo y la necesidad de cambiar lo que no sirve y los situamos el seno de la casa, la poltica seguir siendo vista como algo nocivo y corruptible; pero si ejercitamos la reflexin, el intercambio de opiniones, la bsqueda de opciones sobre lo que acontece afuera del hogar, la poltica se acuerpa y renace.

    Tambin los Espacios pblicos deben ser llenados de dilogos que le den sentido a la inseguridad pblica, a los secuestros, a la escasez de trabajo, los bajos salarios, los servicios pblicos insuficientes y caros, al papel de las escuelas y las universidades, la corrupcin y la ineficiencia de los gobiernos. Slo as entenderamos que hay muchas percepciones que concuerdan en una contundente conclusin, el modelo no sirve, por eso hay que actuar.

    Lo que trato de decir, es que la poltica cargada de contenido en los espa-cios privados y pblicos es convocante para la actuacin, cundo nos damos cuenta que todo puede cambiar si nos decidimos a intercambiar ideas y a dejar de ser espectadores de la vida cotidiana.

    La vida cotidiana se puede convertir en el laboratorio y factora de las nuevas ideas, de los escenarios propicios para el cambio y cmo insertarse en ella para dejar de ser un espectador y transitar al papel de actor de la historia que se vive a diario.

    Entonces, en momentos en que la poltica llega y se sita, junto con noso-tros en la vida cotidiana, irrumpen los movimientos sociales de impacto y duracin, pero si la dejamos de alimentar, se aleja y nos resitan en la fragmentacin y la lucha segmentada.

    Argentina tuvo ese efmero momento que aviv las esperanza de la izquierda y de muchos analistas, pero no se equivocaron al aceptar que haba un nuevo escenario y una lucha propicia para el cambio. Aunque ahora existan muchos que sealan las equivocaciones del ayer, lo cierto fue que la vida cotidiana en todo Argentina se politiz, en las casas, las calles, en las esquinas, en los autobuses, por telfono, en las plazas pblicas, la crisis, el engao de los partidos polticos, los sindicatos caducos, los lderes aejados, los dirigentes corruptos, etc, eran materia de reflexin, mediana

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    o profunda, pero se daba entre todos las personas y entre ellos no mediaba quin eras, ni qu habas perdido, si eras clame mediero o desocupado, des-plazado o pequeo comerciante, todos se vieron desnudos, sin horizonte y la unidad en un espacio pblico les daba esencia y se sentan con derecho a reclamar. Mientras la poltica vivi en la cotidianeidad, la movilizacin permaneci y puso en jaque a los propietarios del dinero y las finanzas.

    Lo mismo aconteci en Bolivia, las semanas que antecedieron el viernes 17 de octubre de 2003, fueron los momentos en que la poltica tuvo conexin con el espacio de la vida cotidiana; de igual manera haba sucedido en Venezuela el 13 de abril del 2002 cuando Pedro Carmona por decreto des-apareci los poderes y se dio el golpe militar tcnico que desplazo momen-tneamente a Hugo Chvez de la presidencia, como rayo de luz, los hogares, las calles, los rincones se politizaron y la revuelta se dio.

    Claro est, en el caso de Argentina y Bolivia, los agentes del poder no se quedaron inmviles, actuaron con rapidez, construyeron acuerdos, rom-pieron las redes asociativas y buscaron por todos los medios desalojar a la poltica de la vida cotidiana, cuando ello sucedi, otra vez se not el abismo entre clase media, deteriorada pero ah est, y desocupado pobres. La vida cotidiana se cargo de vicisitudes por la sobrevivencia, la singulari-dad neg lo colectivo y cada quien es un segmento que busca luchar por lo que necesita en el presente.

    QU SON LAS NUEVAS PRCTICAS

    La prctica o accin poltica se inscribe en un modelo accin colectiva que se realiza en un espacio pblico y que es sntesis de un acto poltico.

    El sujeto que lleva a cabo la accin de protesta no es nico y homogneo, sino que es diverso y heterogneo, todo est en funcin del tipo de accin poltica que se lleva a cabo, por tal razn es una construccin analtica, no un objeto emprico, cuyo eje central es el conflicto.

    El conflicto gana centralidad es la construccin analtica de las nuevas prc-ticas polticas, en la medida que es el centro generador de la protesta, de la movilizacin y hasta de la violencia, por tanto la actuacin actoral la definimos como una accin colectiva que rene rasgos identitarios para aglutinar y movilizar al un(os) grupo(s) humanos que son afectas por la ola conflictiva. Con la salvedad de que la accin poltica no se agota en una manifestacin, sino que produce y se reproduce, guardando momentos de latencia cuando no aparece en el escenario pblico.

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    Existen argumentaciones tericas que explican el recurso de la protesta como la herramienta poltica ms eficaz de los sujetos que carentes de poder (powerless) o que no estn representados por las estructuras orgni-cas tradicionales. Por esa condicin, la protesta es un ncleo activo y reac-tivo que desencadena otras formas de accin polticas como los cortes de ruta, toma de edificios, cierre de oficinas, movilizaciones y concentraciones en espacios pblicos emblemticos.

    Esto nos dice que la protesta es la expresin observable de un conflicto, que se manifiesta en un espacio pblico a fin de dotarlo de sentido y desde ah, manda un mensaje a los dems actores que no se han movilizado para que se sumen y abandonen la inactividad.

    La protesta es parte del arsenal de experiencias polticas renovadas, pero cuando se hacen visibles en los medios de comunicacin, logran una enti-dad tal que, a todos y cada uno de los espectadores, se nos presenta como una tarea pendiente a realizar (Lenguita. P.2001), por esa razn tiene dos connotaciones, una es como ejercicio de un modo de accin poltica, la otra, la necesidad de que impacte en los medios porque a travs de ellos vincula a otros sectores, convoca a los movimientos aislados a que se unan a la protesta y a la vez da pie para ir fraguando un domo convergente construido con cemento social insumiso.

    Una definicin que aporta a nuestra intencin es la construida por Farine-lli, quien define la protesta pblica como una manifestacin colectiva de carcter pblico, directo y discontinuo, que expresa desacuerdos y reclama soluciones frente a cierto orden de cosas (Farinetti, 2000)

    En todo esto de las protestas, cierre de calles y bloqueos de vas, hay algo interesante que resalta como novedoso, el papel que juega el espacio pblico como mbito abierto donde todos podemos acceder y debemos llevar a cabo la protesta; porque muchas veces protestamos en lo privado, dentro de la empresa, en los recintos universitarios y al interior de las ofi-cinas.

    Visto as, el espacio pblico estaba perdiendo significancia, sin embargo, la accin poltica de los sujetos insumisos lleva el acto de denuncia y de reclamo a lo pblico y justo ah est germinando una semilla de identidad colectiva con diversos grupos que se suman a la protesta. Entonces el espa-cio pblico se convierte es foro convocante, dialgico estructurante donde se resuelve la identidad colectiva de los nuevos movimientos, se descubren afinidades, se jerarquizan las prioridades de lucha y se resuelve en funcin del saldo de las diferencias.

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    Situados desde este ngulo, la protesta asume las modalidades ya mencio-nadas, donde la mayora de ellas se cristalizan en espacios pblicos, como una expresin y necesidad de recuperar lo pblico para todos y a la vez mostrar el grado de osada y decisin que se tienen para realizar actos de este tipo.

    Hay dos ingredientes importantes en las protestas: La osada y la decisin es una actuacin colectiva, donde las dos invitan y contagian a otros secto-res sociales (barriales, sindicales, estudiantiles, de gnero, gay, indgenas, desocupados, buhoneros, pensionados y populares) para que se sumen y salgan de su inactivismo o sumisin, provocando cierto grado de asociati-vidad entre las organizaciones que adoptan la revuelta como accin pol-tica. Aqu se denota un movimiento con dos dimensiones, por una parte el amplio abanico de generalidad que incorpora todo el espectro social excluido o expoliado, por otra, el grado de agregacin que est provo-cando alrededor del instrumento de la protesta pblica. Naturalmente, se han integrado por la eficacia que han tenido los movimientos hasta ahora para protestar y para construir alternativas tales como autoempleo, recupe-racin del trabajo, comedores populares, ollas vecinales, trueque, escuelas comunitarias, vigilancia popular, entre otros. Estos logros no son alterna-tivas que resuelven todos los problemas, pero son escaos para mantener en vida la lucha y seguir en pie y movilizados.

    Muchas veces la protesta, en las modalidades que reseamos en prrafos anteriores, se viene dando fuera o al margen de los partidos polticos y de toda estructura orgnica tradicional, lo que convierte al sujeto practicante en un interlocutor nuevo que se sita frente al gobierno de manera dis-tinta, en la medida que exige y busca el dilogo abierto, pblico y de cara a la sociedad que representan. Esta actuacin le ha abonado a los actores que se vehiculizan a travs de la protesta (Piquetero, Sin Tierra, Sin Techo, desempleados, indgenas, minoras sociales, desplazados de guerra, etc.) dos ingredientes nuevos: La legitimidad que adquiere la protesta como accin poltica y de representacin simblica, dando a entender que es la forma de lucha de los nuevos actores insumisos y que cada da que pasa integra a ms sectores en ese tipo de accin.

    Por eso, la protesta, es smbolo porque crea discurso pblico y accin porque materializa su contenido poltico dentro de un escenario abierto de repre-sentaciones sociales (Naishtat F, 1999), es pensamiento rebelde donde se inscribe un sujeto colectivo (el nosotros del mensaje) y es reclamo en la medida que se presenta como una estrategia de accin comn (Lenguita. P, op, cit) que demanda soluciones.

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    La protesta tiene varios rostros, hay veces que transita por la va pacfica pero otras veces le ha tocado hacerlo por las veredas de la violencia, en San Salvador Atenco, Mxico, en el Chapare, Bolivia, en los campos de Brasil, en las calles de Caracas y en las localidades de General San Martn, Tartagal y Cruz del Eje en Argentina, en los municipios de Antioquia, Colombia, con los campesinos en Nicaragua y Guatemala, todos ellos han encontrado en el gobierno el referente o ente poltico a quien reclamarle y enfrentar, porque l representa a la Constitucin y a su vez es el garante de sus dere-chos ciudadanos y si son violentados, pues hay que reclamarle a quien los garantiza.

    El gobierno y sus asesores, temerosos de que la protesta fertilice las tierras del descontento y ample su radio de accin en manos de los millones de excluidos, ha decidido criminalizar los actos y acciones de los insumisos a fin de negarles sus derechos porque actan al margen de la ley; adems, un criminal no puede tener vigente sus derechos, por ello al encajonarlo como delincuente le sigue negando lo que reivindica el actor movilizado y le imputa otros cargos adicionales.

    Pero las protestas no son la sntesis del conjunto de la caja de herramientas polticas que trae el nuevo sujeto en estructuracin, hay otros estilos de accin poltica, la que quiero destacar es la lucha armada, cuya composi-cin es distinta a las practicadas por las guerrillas, si bien tienen como ante-cedente inmediato las experiencias de la guerra de guerrilla, la organicidad es distinta, la lgica del cuadro de operaciones tambin y el objetivo trae un color nacionalista, popular, recuperador de los recursos expropiados y coadyuvante de un proceso de socialismo democrtico.

    Hoy da la lucha armada no es un recurso retardatario, sino la forma pol-tica de mayor vigencia en un mundo donde la guerra es presente por lo inevitable de que suceda, y la defensa de los recursos estratgicos no va ser por la va diplomtica, sino con los pueblos armados poniendo un alto a las usurpaciones criminales.

    Abundan los registros en donde la lucha armada apareci y est vigente, no como una moda retro , sino como la beligerancia que da respuesta a la nueva guerra, observemos qu pases se convierten en zonas vulne-rables para la nueva guerra, por poseer recursos naturales no renovables, pero apetecidos por las empresas transnacionales.

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    Mapa 3. Zonas petroleras latinoamericanas

    Ecuador se coloca en una zona vulnerable, amen de la incapacidad pol-tica de Lucio Gutirrez, por la urgencia con que est tramitando la Ley de Hidrocarburo mediante la cual la empresa privada explotar los campos estatales de Shushufindi, Sacha, Lago Agrio y Yulebra-Culebra, desnacio-nalizando uno de los recurso del pas pero daando la sobrevivencia de los habitantes, de ah que grupos armados resurjan para contener esta expro-piacin criminal.

    Otros pases que no han tenido en su pasado una tradicin larga de lucha armada, pero tampoco estn exento de ello, son Mxico, Costa Rica y Panam, no obstante para el caso de la tierra Zapatista, el ajedrez poltico se alter y aparece un mapa elocuente: ver anexo uno.

    Si bien son varios los grupos armados, lo cierto es que no estn en plena concordancia en su actuacin militar, operan de manera fragmentada pero su presencia est distribuida como lo indica el anexo.

    Los ms fortalecidos se hallan en la regin del Plan Puebla Panam y regio-nes colindantes, precisamente donde hay una abundancia de recursos de petrleo, hdricos y biodiversidad.

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    Mapa 4. Recursos hdricos y biodiversidad

    Esas agrupaciones son una respuesta a las intenciones y objetivos de los Planes regionales (Plan Puebla Panam, Plan Colombia, Plan Patriota, Plan Dignidad) y a los operativos militares en la zona del Iguaz, los lagos y la Patagonia, cuya estrategia est orientada a la apropiacin indiscriminada de todos los recursos de Latinoamrica.

    Los intereses son de tipo econmico, en el ramo petrolero, privatizar las reservas potenciales del Golfo de Mxico, aunque ya han iniciado su extrac-cin, pretenden arropar la zona que le pertenece a Mxico y Cuba, de ah que hayan incrementado su explotacin en un 535% en petrleo y 620 % en gas. Adems, la zona denominada 5 fronteras (Colombia, Ecuador, Per, Brasil y Venezuela) tiene un potencial de oro negro enorme. (Del-gado Gian, 2004)

    Con el agua y la biodiversidad, tienen en la mira la regin Andino-Ama-znica (petrleo, gas, madera, biodiversidad y piedras preciosas) e inter-conectar la regin con cableado y produccin de energa a travs de los siguientes objetivos: canal alterno a Panam en el Choc colombiano por el ro Atrato /Truand; impulsar la red Fluvial Sudamericana (SARS-IFSA) que unir el ro Orinoco con los ros Negro, Madeira, Mamor, Guapor, Paraguay, Tiete, Paran y de La Plata, lo que conectara a Venezuela con Argentina. Asimismo, la regin en donde nacen los ros ms importantes de Sudamrica compite con el Iguaz en tener las reservas inmensas de agua, cuando este vital liquido escasea y se comercializa a travs de las privatizaciones, el Gran Amazonas compuesto por los ros Caquet, Putu-mayo, Apaporis y Vaups en Colombia; Napo en Ecuador, Maran y Uca-

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    yalli en Per, son parte de la mesa que se quieren servir los empresarios depredadores.

    En esas zonas estn apareciendo las nuevas prcticas polticas en campe-sinos, indgenas, obreros y desocupados; tambin se relanzan los grupos armados de Sendero Luminoso (Per), Alfaro Vive (Ecuador), la Coordi-nadora de Guerrillas Andino Amaznico entre Per, Ecuador y Colombia; Bolivia cuenta con brazo armado que trabaja con el Movimiento Al Socia-lismo /MAS/ de Bolivia; Chile regresa con grupos armados que atentan contra oleoductos y centros comerciales emblemticos; en Ecuador y Per crecen los movimientos antiimperialistas; Guatemala se reorganiza, en fin, la lucha armada resurge como la fuerza organizada y militar que le da respaldo a los nuevas acciones que los sectores populares, campesinos y desocupados esgrimen en la poca de la nueva guerra del imperio contra Latinoamrica.

    En sntesis, quiero destacar que desde el ltimo tercio de los 90, Amrica Latina se ha convertido en un laboratorio de fenmenos sociales y polticos, al calor de la tendencia ascendente de la lucha de clases. En la base estn las profundas transformaciones econmicas y sociales que impuso la pene-tracin del sistema econmico neoliberal durante la dcada pasada. En las alturas, la crisis poltica y la creciente inestabilidad invade a la regin, soca-vando a los regmenes polticos y llevndolos a la ingobernabilidad que agobia a la burguesa y el capital financiero internacional. Este es el suelo en que sectores avanzados de las masas latinoamericanas estn realizando una importante acumulacin de experiencias poltica y de lucha.

    Los nuevos sujetos sociales imaginan, elaboran y difunden nuevas herra-mientas cognitivas, de subversin, de comunicacin, especficas de las nuevas condiciones histricas. Trabajan diversos tipos de desobediencias que sirven tambin a la emergencia de nuevos sujetos polticos que hoy da se encuentran diseminados por todo lo ancho de Amrica Latina, negando la existencia del sujeto nico, pero enarbolando las distintas voces que con-vocan a la imbricacin de diversas prcticas bajo un domo convergente.

    Se observa, en los nuevos sujetos en estructuracin, una nueva organiza-cin, que van tejiendo, -al lado de formas de accin y agrupacin clsi-cas- las nuevas identidades, inditas formas de lucha y nuevos imaginarios en el mbito de la accin colectiva. Sin embargo, las actividades de los nuevos sujetos sociales han sido poco analizadas, en parte por la propia diversidad y tambin por ser un fenmeno relativamente reciente a partir del cual an no pueden hacerse generalizaciones certeras.

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    Por ltimo, la accin directa como un mtodo de actuacin directo que busca suplir las necesidades negadas por la circunstancia o por los gobier-nos, est siendo asumida por los actores sin derechos y masas autocon-vocadas, -los explotados, oprimidos, excluidos- en un acto de autntica recuperacin de la poltica, de redencin del poder propio y de esa auto-noma que durante dcadas le fue expropiada por los partidos y las insti-tuciones del sistema.

    La Accin directa ha llegado a desplazar gobiernos, derogar leyes, imponer subsidios, de emplazar a los empresarios para que no cierren sus fbricas y de construir un nuevo ejercicio de la poltica reapropiadora de realidad social.

    Estamos ante un mapa social indito, en lo que corresponde a la gran variedad de opciones para ejercitar los derechos negados, tambin hay reposicionamiento actoral y se asoman algunos puentes interactorales, que pueden desembocar en alianzas y frentes convergentes; a su vez hay revisiones autocrticas de las prcticas polticas piqueteras y de toma de locales, ello puede traer cosas nuevas, puesto que no estn negando la metodologa de accin, sino que tanto son eficientes y sin han obtenido los logros que se propusieron.

    En fin, se abre un flanco que revitaliza a la poltica y pone un alto, peren-torio, a la poltica meditica y usurpadora de las subjetividades colectivas, esperemos que sea para bien de Amrica Latina.

    [email protected]

    ANEXO UNO

    En los ltimos aos se ha acentuado la proliferacin de grupos armados en Mxico, as lo hace constar un reporte confidencial de la Coordinacin General de Inteligencia para la Prevencin de la Polica Federal Preven-tiva, en el que se revela la existencia de grupos guerrilleros en 22 estados (Sonora, Baja California Sur, Sinaloa, Baja California, Nayarit, Aguascalien-tes, Michoacn, Colima, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Chihuahua, Tamauli-pas, San Luis Potos, Guanajuato, Quertaro, Puebla, Tlaxcala, Campeche, Morelos, Veracruz y el Distrito Federal).

    mailto:[email protected]

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    El reporte tiene clasificados de la siguiente manera a los grupos guerrille-ros:

    Grupos con presencia nacional:Brigada Generalsimo Morelos, Formacin Organizada de Resistencia

    Civil Especial, Ejrcito Popular Agonista, Ejrcito Revolucionario de Insurgencia Popular, Milicias Insurgentes Ricardo Flores Magn, Movimiento Estudiantil Revolucionario Armado Patritico, Ejrcito

    Zapatista Revolucionario del Norte,Movimiento Popular RevolucionarioFuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo,

    Grupos con presencia regional:Sonora Comit de Defensa del Pueblo, Baja California SurGrupo

    Armado en Muleg, Sinaloa, Almareos, Baja California Comando Antirracista Mexicano, Nayarit Ejrcito Carrancista de Liberacin

    Nacional de las Cuatro Etnias, Ejrcito de Liberacin del Pueblo Nayarita, Aguascalientes Guerrilla Villista por la Liberacin de Mxico, Michoacn Comando Clandestino de Occidente, Frente Nacional Revolucionario y Popular, Grupo Armado de la Sierra de Ocumicho Consejo Autntico

    de Pueblos Indgenas y Pueblos Purpechas, Movimiento Armado Revolucionario, Ejrcito de Redencin y Liberacin del Pueblo,

    Movimiento Revolucionario Resplandor de la Libertad, Frente de Lucha Popular de la Meseta Tarasca. Colima Sin denominacin,

    Guerrero Fuerzas Armadas Clandestinas, Ejrcito Insurgente de Chilpancingo, Ejrcito de Liberacin de la Sierra del Sur, Comando Armado Revolucionario del Sur, Fuerza Armada por la Revolucin

    Mexicana, Grupo Armado de Justicia de Guerrero, Los Comuneros, Brigada Campesina de la Sierra de Atoyac, Brigada Campesina de

    Ajusticiamiento Ejrcito de Ajusticiamiento de las Causas Justas, Organizacin Revolucionaria del Pueblo, Ejrcito Justiciero del Pueblo

    Indefenso, Frente Armado para la Liberacin de los Pueblos Marginados de Guerrero, Ejrcito Revolucionario de Liberacin del Sur, Comando de Ajusticiamiento Insurgente, Ejrcito Revolucionario Indgena Campesino

    de Liberacin Nacional, Comit Clandestino Revolucionario de los Pobres, Comando Justiciero 28 de Junio, Grupo Revolucionario Armado

    del Sur, Comando Negro del Sur, Ejrcito de Ajusticiamiento Genaro Vzquez, Ejrcito Popular de Liberacin Jos Mara Morelos Comando

    Campesino Insurgente, Oaxaca Ejrcito Clandestino Indgena de Liberacin Nacional, Grupo Armado en Zaniza, Ejrcito de la Montaa,

    Grupo Armado en Santos Reyes Nopala, Grupo Armado en San Sebastin Nopalera Grupo Armado en San Jos Chiltepec, Organizacin

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    Indgena de la Sierra Sur Ejrcito Indgena Revolucionario de Liberacin Nacional, Organizacin de Indios Antonio Mendoza. Chiapas,Ejrcito

    Insurgente Revolucionario del Sureste, Frente Revolucionario Campesino Obrero Mexicano del Sureste, Ejrcito Revolucionario del Soconusco,

    Ejrcito Liberal de Chiapas, Ejrcito Popular Zelot, Movimiento Popular de Liberacin Nacional, Grupo Armado en el Triunfo, Ejrcito Insurgente Libertador del Sur de Chiapas, Ejrcito Carrancista, Fuerzas Armadas Guerrilleras de la Sierra, Ejrcito Popular Nacional, Sendero

    Chiapaneco,Alianza Popular Revolucionaria Zapatista, Chihuahua,Comando Coralifero, Ejrcito Villista de Liberacin Nacional, Ejrcito

    Popular Villista Revolucionarios de la Divisin del Norte, Tamaulipas Grupo Armado en el municipio El Mainero, Grupos de Liberacin

    Revolucionaria, San Luis Potos Grupo Armado en Tamazunchale Grupo Armado en Catorce Ejrcito Rebelde Potosino , Guanajuato Ejrcito

    Guanajuatense Revolucionario, Quertaro Milicia Zapatista de la Sierra Gorda, Puebla Grupo Armado en la Sierra Norte, Grupo Armado en la Mixteca Baja, Fuerzas Armadas Revolucionarias, Tlaxcala, Justicieros de la Malintzi, Distrito Federal Comando Popular Clandestino, Campeche,Movimiento Terrorista CampechanoGrupo Armado en Ejido Estrella del Sur,Ejrcito Revolucionario Indgena, Ejrcito Maderista de Liberacin

    Nacional, Morelos, La Divisin del Sur Comando Zapatista Justicieros de Liberacin Nacional, Veracruz Fuerzas Revolucionarias Unidas Civiles, Refuerzo Armado para el Movimiento Blico Indgena. Movimiento

    Armado de Liberacin Nacional Campesina.

    Fracciones escindidasPor lo que se refiere al PDPR-EPR y sus fracciones escindidas, el reporte del Grupo Antiguerrilla revela que el origen inmediato del PDPR-EPR

    se ubica en el PROCUP-Pdlp, el cual a su vez se integr a partir de clulas provenientes de la Unin del Pueblo, fundada en 1964 por los

    hermanos Tiburcio y Gabriel Cruz Snchez en el estado de Oaxaca; frente Estudiantil Revolucionario (FER) y Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP), ambas fundadas en la dcada de los 70 en el estado de

    Jalisco, adems del Partido de los Pobres (Pdlp), fundado en el estado de guerrero en 1967 y en menor nmero procedentes de la Liga Comunista

    23 de septiembre (LC 23 SEP), como se indica a continuacin.Grupo 23 de Septiembre

    Liga Comunista EspartaquistaLiga Comunista EspartacoMovimiento Espartaquista

    Movimiento de Accin Revolucionaria (MAR)

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    Frente Estudiantil Universitario (FER)Comandos Armados

    Comando Urbano LacandonesComando Arturo Gmiz

    Fuerzas Armadas Nueva RevolucinMovimiento de Izquierda Revolucionaria Estudiantil

    Ncleo Guerrillero de ChihuahuaFrente Urbano Zapatista

    El informe confidencial destaca que el binomio PROCUP-Pdlp realiz acti-vidades conjuntas de 1976 a 1990 y como estructura orgnica 1990 a 1996. A este proyecto se sumaron clulas provenientes de grupos armados que operaron en las dcadas de los 70, 80 y principios de los 90, entre ellas las que integraron la Liga y por s solas no lograron avances significativos en sus objetivos particulares.

    Al respecto, cabe precisar que al proyecto del PDPR-ERP se incorporaron clulas de las siguientes organizaciones:

    Brigada Campesina de Ajusticiamiento

    Organizacin Revolucionaria Armada del Pueblo

    Organizacin Revolucionaria Ricardo Flores Magn

    PROCUP

    Pdlp

    Unin de Comandos Revolucionarios

    Revela reporte confidencial del gobierno que los clanes armados operan en 22 estados/ Por Jos Martnez M.

    NOTAS Y BIBLIOGRAFA

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    DEMOCRACIA EN CRISIS, IDEOLOGAS, PRCTICAS Y MOVIMIENTOS SOCIALES. ALGUNAS REFLEXIONES A PARTIR DE LA EXPERIENCIA ARGENTINA DE LOS LTIMOS AOS

    Guido Galafassi

    La serie de hechos sucedidos en la Argentina de los ltimos aos permiten, sin lugar a dudas, realizar un ejercicio de reflexin sobre la posibilidad de una sociedad democrtica dentro del capitalismo, analizando las diferen-tes estrategias surgidas para hacer frente a la fuerte situacin de crisis eco-nmica, social y poltica de este pas. Para esto se tomarn las nociones de democracia directa, inclusiva y participativa como aquellas efectivamente presentes en la discusin ideolgica actual en torno a los movimientos sociales y las nuevas prcticas polticas.

    La nocin misma de democracia y ms precisamente de democracia repre-sentativa ha sido puesta en crisis por primera vez en forma relativamente masiva. Adems del desprestigio que en las ltimas dcadas viene soste-niendo la nocin de democracia en un sentido estrictamente poltico, a partir de la rebelin popular de diciembre de 2001 en Argentina, es la ms profunda nocin de representacin democrtica unida al rgimen capita-lista la que empez a ser cuestionada. As, del desprestigio de neto corte individualista se pas a los inicios de una reflexin crtica que busca reva-lorizar las nociones comunitarias de democracia, en concordancia con una democracia participativa o inclusiva en sentido integral. En los meses pos-teriores a la rebelin popular, este debate estuvo fuertemente presente en todas las organizaciones polticas y sociales tomando cuerpo tambin en los medios de comunicacin (manejados como en todo el mundo, por grandes corporaciones econmico-financieras). Este incipiente proceso de discusin se hizo posible gracias a la emergencia de una serie numerosa y diversa de organizaciones populares y movimiento sociales, tanto en el mbito urbano como rural. La crisis poltica de esta etapa democrtica surgida en 1983 ms la profunda crisis del modelo econmico capitalista de corte aperturista, desindustrializador y neoliberal,1 fue llevando a que en los aos noventa, diferentes grupos sociales que iban quedando exclui-

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    Guido Galafassi

    dos de la sociedad, comenzaran a organizarse para retomar un proceso de luchas y protestas2 que haba quedado anulado con la fuerte represin (30 000 desaparecidos) de la dictadura militar iniciada en 1976. Pero estos movi-mientos de protesta tenan un carcter claramente diferente, pues fueron las grandes masas de trabajadores desocupados los que iniciaron y predo-minaron en todo este proceso. La nueva sociedad argentina que produce pobreza y desocupacin en un extremo y alta concentracin econmica en el otro, estaba nuevas organizaciones sociales con nuevas prcticas polticas de protesta. Hacia fines de los aos noventa, una infinidad de movimientos de desocupados, ms diversos movimientos agrarios, ms organizaciones de obreros que recuperaron productivamente sus fbricas abandonadas por los empresarios, conformaban un conjunto muy diverso de formas de lucha y resistencia en donde no slo el modelo econmico era puesto en duda, sino tambin el modelo poltico de la democracia representativa. El punto culminante lleg con la insurreccin popular del 19 y 20 de diciembre de 2001, donde aparecen adems las asambleas barriales integradas mayo-ritariamente por sectores de clase media que hasta el momento haban sido los principales defensores del modelo. Pero este debate, y estado de efervescencia social y poltica, fue lentamente declinando a medida que la situacin econmica a lo largo de 2002 (y como consecuencia de la salida de la convertibilidad implementada por el gobierno peronista y provisional de Eduardo Duhalde, ex vicepresidente de Carlos Menem) entraba en una meseta de cierta estabilidad (aunque sin que desaparezca ni un pice de la profunda crisis casi terminal del modelo neoliberal de desarrollo), que-dando refugiado primordialmente en los sujetos sociales ms crticos del sistema dominante (movimientos de desocupados, trabajadores de fbri-cas recuperadas, lo que queda de las asambleas barriales y movimientos agrarios); mientras el resto de la poblacin regresaba de alguna manera a la apata de la ltima dcada.

    ACCIN COLECTIVA Y MOVIMIENTOS SOCIALES

    La consigna que se vayan todos utilizada en el levantamiento popular de diciembre del 2001 sorprendi a todos tanto por su espontaneidad como por su sbita e inesperada aparicin. Pero este que se vayan todos ori-

    1 Cfr. por ejemplo a: Aspiazu y Nochteff, 1994; Basualdo, 2000; Bonnet, 2002, Gigliani, 2002; Pucciarelli, 2002, Mallimaci, 2002; Mira, 2003. 2 Cfr. Gmez, 2002.

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    ginal estaba ingenuamente sustentado en la creencia de que era la pol-tica (por la accin de los polticos profesionales) la causante de todos los problemas de la Argentina. A pesar de esto, un espritu fuertemente crtico al modelo de democracia representativa dominado por profesionales de la poltica estuvo efectivamente presente en el levantamiento popular. Esto es lo que permiti en los meses posteriores la organizacin de las asam-bleas populares (que funcionaron con base en un sistema de democracia directa) en Buenos Aires y otros centros urbanos, y una accin ms man-comunada con los sujetos sociales que desarrollaban una lucha contra el sistema desde antes (pero con diversas estrategias y objetivos), como los movimientos de trabajadores desocupados, los trabajadores de empresas recuperadas y hasta con algunos movimientos de trabajadores y/o peque-os productores agrarios. En este proceso de debate, reflexin y accin colectiva, la consigna que se vayan todos fue cualificndose y llenndose de un contenido ms complejo, por lo cual pas incipientemente a signifi-car que se vayan todos los mentores del modelo neoliberal, incluyendo al poder econmico (Galafassi, 2002). Por lo tanto, aqu se comenz a ligar, desde una visin crtica, la vigencia de la democracia representativa profe-sional con la existencia de una economa capitalista.

    Mientras hasta fines del ao 2001 la mayor parte de la poblacin se desin-teresaba por las polticas de gobierno, a partir del cacerolazo del 19 y 20 de diciembre, se comenz a discutir, por lo menos por algunos meses, de manera ms intensa el modelo de pas deseado. Las ya mencionadas nuevas formas de organizacin social y poltica que se gestaron en los distintos barrios del rea metropolitana de Buenos Aires y en algunas otras ciuda-des del pas a partir de las asambleas populares (o barriales) tuvieron un protagonismo exiguo, pero intenso durante algunos meses. En estas asam-bleas populares se haba empezado a discutir principalmente los problemas locales referentes al trabajo, la salud y la infraestructura urbana del barrio, pero se debati tambin de modo importante la situacin econmica y poltica general del pas. Fue un fenmeno relativamente heterogneo que casi no pas del periodo de formacin, pues al transcurrir el ao 2002 estas asambleas fueron perdiendo fuerza en distintas formas. En algunos casos fueron cooptadas por los partidos de la izquierda ms dogmtica, lo que termin por disolverlas y fundamentalmente quitarle cualquier posibili-dad de realizar algn ejercicio de democracia participativa, como pareca que haba comenzado a darse. Hacia el 2004, nicamente se mantienen algunas de ellas, pero con un nmero abultadamente menor de partici-pantes y fundamentalmente con aquellos ciudadanos con un mayor nivel de compromiso con la realidad social y poltica, quedndose el resto de la poblacin en su habitual exilio interno, cumpliendo con los cnones

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    establecidos por el mercado y la democracia representativa. Como se dijo anteriormente, estas asambleas estuvieron mayoritariamente conformadas por sectores de la clase media urbana. Paradjicamente, y luego de la efer-vescencia hubiera pasado, el candidato neoliberal a jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, recibi casi 50% de los votos en las elecciones realzadas durante el 2003. Fue buena parte de la clase media la que apoy a este nuevo representante poltico del neoconservadurismo estrechamente ligado al ex presidente Carlos Menem. La misma clase media que en este ao 2004 se ha embargado fuertemente en la campaa por la seguridad exigiendo mando dura policial, tolerancia cero y endureci-miento de las penas, desconociendo absolutamente las causas econmicas y sociales del problema junto al proceso de corrupcin poltico-policial que nutre y sostiene a toda la problemtica de la inseguridad.

    A medida que avanzaba el ao 2002, entonces, la protesta se fue dilu-yendo en intensidad y la movilizacin de la clase media que se haba pro-ducido espontneamente a principios del ao, qued fundamentalmente reducida a las asambleas populares, aunque con una ostensible prdida de integrantes. Incluso muchas de las primeras asambleas populares, espe-cialmente del rea metropolitana de Buenos Aires terminaron por des-aparecer. Por el contrario, las organizaciones populares basadas en los diversos movimientos de desocupados no slo continuaron su lucha sino que incluso profundizaron sus reivindicaciones logrando a principios de 2002 adhesiones y comprensin en el resto de la sociedad; proceso que se fue revirtiendo nuevamente hacia fines del mismo ao y durante el 2003 en consonancia con la dilucin de la protesta. El proceso de reflujo de las clases medias a su posicin de histrico apoyo al modelo se completa hacia el ao 2003 con el creciente rechazo hacia toda forma de protesta popular y especialmente hacia los piquetes o cortes de ruta de los movimientos de desocupados, por considerarlos molestos al ritmo de vida cotidiano. El consenso hacia la criminalizacin de la protesta en consonancia con la cam-paa por la seguridad forman parte del mismo fenmeno de fuerte quie-bre y enfrentamiento entre clases de la sociedad argentina posdictadura.

    Los movimientos de trabajadores desocupados o piqueteros se fueron diversificando a lo largo de estos ltimos aos tanto en tipo de organiza-cin como en diferentes proyectos polticos. Hasta la asuncin del presi-dente peronista Nestor Kirchner, todas las organizaciones de trabajadores desocupados compartan la idea de que no es suficiente slo protestar y resistir a la crisis a travs del corte de rutas, la toma de edificios pblicos, el negociar con los funcionarios de turno o pedir a los hipermercados, o mantener comedores barriales y abrir centros de salud comunitarios, etc.

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    La salida a la crisis social era y es vista en trminos polticos, pero no hay un solo proyecto poltico piquetero, sino varios, desde aquellos que siguen lgicas de construccin partidaria con mayor o menor acercamientos a los distintos partidos de izquierda y centro izquierda o agrupaciones sindicales ms o menos combativas, hasta aquellos otros que apuntan a fortalecer el movimiento social construyendo nuevos lazos de poder y de solidaridad en una especie de sociedad paralela. Incluso la poltica seguida por el presi-dente Kirchner agudiz muchas de las contradicciones entre los diferentes movimientos de desocupados, conformndose claramente dos tendencias: aquellas que apoyan al nuevo gobierno y aquellas otras (mayoritarias en nmero y en militantes) que mantienen una postura de oposicin, aunque con numerosas diferencias en torno a los mtodos de lucha y la forma de caracterizar la situacin.

    Las organizaciones piqueteras que responden a Luis DElia y Juan Carlos Alderete, es decir, la Federacin de Tierra y Vivienda (FTV) y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), pensaban en la conformacin de un gobierno de unidad popular, de tinte populista y reformista, con los piqueteros al gobierno como parte de una coalicin mayor (en cuyo imaginario incluyen a la Central de Trabajadores Argentinos, el Frente Nacional de Lucha contra la Pobreza, las Pymes, los estudiantes de la Federacin Universitaria Argen-tina, la Federacin Agraria y las organizaciones de Derechos Humanos). Esto fue as, a pesar de que la CCC al responder al maosta Partido Comunista Revolucionario parte de una concepcin ideolgica claramente diferente al reformismo autntico de la FTV. Es que la CCC conceba como estrategia para vincularse a las masas, la necesariedad de realizar esta alianza con un sector ms populista. As, los objetivos ms inmediatos (porque en ltima instancia la CCC tiene como horizonte un esquema socialista) de esta con-juncin se dirigen fundamentalmente a una estrategia redistributiva del poder y los recursos, basados en viejas identidades populistas que sostienen la necesariedad de la integracin al sistema y la correspondiente ilusin de retorno al Estado intervencionista benefactor. En la FTV est bastante arraigada la creencia en que la lucha contra la opresin debe fundamen-talmente girar en torno a la cuestin de la ciudadana (obtencin-recupe-racin de derechos). As, en relacin con el trabajo, la estrategia va hacia la reivindicacin del trabajo genuino, como simplemente aquel puesto de trabajo clsico dentro de una sociedad capitalista, a lo que se tiende es a recuperar la figura del trabajador ocupado, ese trabajador tpico de la etapa sustitutiva de importaciones de la organizacin fordista tradicional (Mazzeo, 2004: 41). Para esto es necesario un capitalismo reformado, de aqu el feroz ataque al neoliberalismo de estos grupos pero no necesaria-mente contra el capitalismo, porque lo que se pretende es un capital cons-

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    treido o manicurazo, pero no la eliminacin del capital como relacin social. De alguna manera el actual gobierno representa para esta corriente, la realizacin de su proyecto poltico, por lo cual ha asumido una postura claramente conciliadora y con fuertes manifestaciones de apoyo a la pol-tica oficial; generndose en muchos casos enfrentamientos con el resto de las organizaciones piqueteras. Esta tendencia es absolutamente clara en la organizacin liderada por Luis DElia, quien, incluso, ocupa cargos en el gobierno de la provincia de Buenos Aires; aunque la CCC tambin ha adop-tado frente al gobierno de Kirchner una actitud mucho menos crtica que la del resto del espectro piquetero. A pesar de esto, la CCC (que responde al maosta Partido Comunista Revolucionario) an contina visible a partir de movilizaciones, reuniones pblicas, petitorios y declaraciones; mientras que la FTV ha casi desaparecido de la escena desde la asuncin del nuevo gobierno. En la CCC tambin, y a pesar del fuerte liderazgo de Alderete, se reivindica y pone en prctica alguna forma de democracia participativa en su propia organizacin interna, especialmente en los niveles de base. Se puede decir tambin que la FTV parte de la concepcin clsica que con-cibe el eje de articulacin entre sociedad (o pueblo) partidos polticos o movimientos polticos representacin poder del Estado. Las nuevas y minsculas agrupaciones piqueteros directamente vinculadas al gobierno (Corriente Nacional y Popular 25 de Mayo, Agrupacin 26 de Julio, Frente de Desocupados Eva Pern y MTD Evita) comparten tambin obviamente esta concepcin con la FTV. La CCC, en cambio, combina esta concepcin con aquella otra (clsica tambin dentro de la izquierda) que a travs de una vanguardia aspira a un cambio ms profundo del sistema. Pero como se dijo antes, esta aspiracin est mediada a partir de la estrategia de un Frente Popular ms amplio.

    La Coordinadora Anbal Vern, por su parte, agrupa a una diversa (y cada vez ms fragmentada) serie de agrupaciones de desocupados que man-tienen su autonoma e independencia, pero que coinciden, en trminos generales, en que la cuestin no pasa por llegar al poder, que segn ellos est impregnado por los valores de un sistema que ya no tiene respuestas para la sociedad.3 Trabajan para cambiar radicalmente al sistema y dicen estar hacindolo ya mismo y desde abajo. La propuesta de estos grupos

    3 Se encuentran localizados mayormente, aunque no exclusivamente, en el sur del rea metropolitana de Buenos Aires, siendo fuertes en Quilmes, Lanas, Almirante Brown, Flo-rencia Varela, Berazategui, Sur de la Capital Federal, y provincia de Ro Negro. La mayor parte de sus agrupaciones responden a la sigla MTD, es decir Movimiento de Trabajadores Desocupados.

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    es construir a partir de la experiencia concreta de transformacin (en tr-minos de contrapoder, poder popular, etc.) reconstruyendo lazos sociales y desarrollando relaciones sociales alternativas a las dominantes. Aqu no est presente la lucha por un trabajo genuino, sino por un trabajo digno entendido como trabajo igualitario, solidario, libre y compartido. Por lo tanto, si bien apuntan a la construccin del socialismo, no basan la cons-truccin de ste sobre el trabajo asalariado, sino que parten de un abanico de reivindicaciones de las clases subalternas confiando en una potencia humana de forma ms integral (no slo dominada por lo productivo). Es decir que la lucha por la vida, no es nicamente la lucha por el empleo o por el desarrollo de la economa, para lo cual lo importante es romper con la lgica del trabajo-mercanca (de aqu su no adhesin a la ptica del tra-bajo genuino) (Mazzeo, 2004: 44). La autonoma respecto al Estado y a los partidos polticos se conjuga con la estrategia del cambio social a partir de la experiencia concreta, en donde la central es la transformacin en la coti-dianidad de los sujetos oprimidos. Es por esto que la democracia directa y la horizontalidad son parte constitutiva de sus mtodos de trabajo. Esto es por lo menos lo que se plantea como principios bsicos, aunque en la prctica sea sumamente difcil llevarlo a cabo, lo que se evidencia en la alta divisin y fragmentacin que ha sufrido este espacio en los ltimos dos aos. Se localizan fundamentalmente en espacios olvidados por el sistema y estn creando una especie de sociedad paralela que incluye el mundo de la produccin, la salud, la educacin y la formacin poltica. En esta coordinadora se encuentran los que son, sin dudas, los grupos ms cerca-nos ideolgicamente a las teoras del contrapoder o del antipoder, y del autonomismo en general.

    Las organizaciones piqueteras nucleadas en el Bloque Nacional Piquetero, que incluye a las agrupaciones de desocupados ligados a los partidos de izquierda, es decir, marxistas, crean que la Argentina, luego de los sucesos del 19 y 20 de diciembre, haba entrado en un proceso revolucionario y, por lo tanto, intentaron ganar la calle para sumar el mayor nmero posi-ble de militantes en pos de su estrategia poltica.4 La lucha contra la opre-sin y la exclusin es concebida como claramente insuficiente si se plantea

    4 Integran actualmente el Bloque Nacional Piquetero, el Movimiento Territorial de Libe-racin (del Partido Comunista); la Federacin de Trabajadores Combativos (que nuclea a varios partidos trotskystas como Movimiento al Socialismo, Partido de la Revolucin Socialista y Frente Obrero Socialista) ; la Coordinadora de la Unidad Barrial (vinculada al Partido Revolucionario de la Liberacin), la Coordinadora de Trabajadores Desocupados (que responde a la organizacin poltica Quebracho) y el que constituye el componente mayoritario, el Polo Obrero (del Partido Obrero, de tendencia tambin trotskysta).

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    slo como una recuperacin de los derechos ciudadanos, por lo cual bogan por un horizonte de transformacin radical de las relaciones capitalista de produccin. Fundamentalmente en la produccin basan su estrategia, y su caracterizacin se sustenta en la clsica visin del socialismo que parte de la centralidad de trabajador asalariado como sujeto de la lucha para superar al capitalismo. Se supone al sujeto colectivo dentro del marco orto-doxo de la sociedad de las grandes fbricas planteando de alguna manera la semejanza entre organizacin de clases y organizacin piquetero. La reivindicacin del trabajo genuino parte del reconocimiento de la nece-sidad de convertir al desocupado en obrero industrial como precondicin indispensable del cambio social (Mazzeo, 2004: 42). El desocupado es visto como un pre-sujeto, y sus condiciones como infrtiles para el desarrollo de una poltica revolucionaria. De esta manera, es necesario primero crear las condiciones de aplicacin de las polticas revolucionarias, para lo cual hace falta, reconstruir y extender la relacin de clase en el terreno de la produc-cin. De esta manera, a diferencia del primer eje mencionado, estos grupos conciben la articulacin clase obrera vanguardia revolucin poder del Estado como el paradigma principal que organiza la accin. En la pugna entre capitalismo y socialismo, la vanguardia poltica es un factor suma-mente importante para la resolucin. El MIJD (Movimiento Independiente de Jubilados y Pensionados) que responde a Raul Castells preso durante el gobierno de Menem y De la Ra y la Agrupacin Barrios de Pie (vin-culad a la agrupacin poltica Patrial Libre) suelen coordinar acciones con el Bloque Piquetero Nacional, aunque ideolgicamente representen posi-ciones muchos ms eclcticas que van desde el nacionalismo de izquierda hasta posiciones clasistas y revolucionarias.

    El Movimiento Teresa Rodrguez (en alusin a una de las vctimas de la represin policial de la protesta en los aos noventa) mantiene varias afini-dades ideolgicas aunque varias diferencias en la prctica social y poltica con el Bloque Piquetero Nacional, de hecho ha formado parte del mismo en sus inicios para abandonarlo un poco despus. Descreen del verticalismo y rechazan la delegacin, pero conviven en su seno prcticas asamblearias para la toma de las decisiones con formas y organismos de centralizacin que revisten un carcter ms tradicional, como una mesa directiva nacio-nal y otras regionales. Pero tambin en parte comparten con los grupos ms cercanos al autonomismo la necesidad de un cambio social ahora y desde abajo, con experiencias concretas en la construccin en el terreno.

    Lo que tambin fue ganando cada vez ms importancia fue el proceso de recuperacin, a partir de la gestin obrera, de las empresas en quiebra o abandonadas por sus propietarios. A pesar de las diferencias puntuales, la

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    historia reciente de estas empresas que terminaron bajo control de los tra-bajadores, transitaron todas por caminos similares: retraso salarial, aban-dono patronal de la empresa, pasividad de la burocracia sindical, ocupacin de la firma como ltima opcin para conservar los puestos de trabajo (Gaggero, 2002). Se calcula en alrededor de 200 las fbricas bajo control de los trabajadores en todo el pas, marchando tambin hacia la consti-tucin de un movimiento articulado de lucha y reivindicacin sobre bases relativamente alternativas al capitalismo y a la democracia representativa. Es importante destacar que el proceso que dio origen a la recuperacin de fbricas por parte de sus trabajadores se ha venido desarrollando como un trnsito desde situaciones de fuerte resignacin frente a procesos de cre-ciente precarizacin de la relacin salarial, hacia la emergencia de procesos autogestivos de recuperacin y mantenimiento de los puestos de trabajo por parte de los propios trabajadores. La confrontacin abierta entre los trabajadores y la patronal fue un componente importante, en la mayora de los casos, por cuanto el proceso mayoritariamente se origina a partir de una reaccin defensiva de los primeros ante la posibilidad de prdida del trabajo en un contexto signado por altos niveles de desocupacin (Fajn, 2004). Una situacin de intensa degradacin general de las empresas es el punto de partida, en relacin tanto con el contexto de crisis econmica que dificultan la continuidad y viabilidad de muchas de las pequeas y media-nas empresas, as como vinculada con procesos de vaciamiento o lock-out patronal, a travs de los cuales los empresarios buscaban maximizar los beneficios del capital diversificndolo en inversiones financieras. El con-junto de las empresas recuperadas fueron asocindose y nuclendose de acuerdo con criterios diferentes, aunque en un primer momento existieron encuentros de casi todo el espectro que ayud a la constitucin del movi-miento social. Se editaba un peridico y se realizaban asambleas donde se debatan fundamentalmente dos opciones para la gestin de las fbricas. Por un lado, estn los que plantean continuar la gestin obrera con la for-macin de cooperativas con una organizacin relativamente horizontal e igualitaria (a diferencia de la mayora de las cooperativas histricamente existentes en el pas); y por otro lado aquellos, en minora, que propo-nan la estatizacin bajo control obrero. Mientras la primera opcin sola tener una mayor aceptacin entre funcionarios nacionales y municipales, la segunda fue fundamentalmente apoyada por los partidos de izquierda y los sindicatos combativos. De esta ltima los casos ms paradigmticos fueron la empresa textil Brukman de la ciudad de Bue