NUESTRA GUERRA QUÍMICA- Jorge Rulli

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    NUESTRA GUERRA

    QUMICA

    EL GENOCIDIO ARGENTINO

    Nuestra guerra qumica - Por Jorge Rulli

    A finales del ao 2006, en el prlogo al primer informe sobre Pueblos Fumigados que entregamos

    alguna vez y con prioridad, en el despacho de la Presidencia de la Repblica, decamos: La

    creciente expansin de los monocultivos de soja RR ha barrido con los cinturones verdes de

    morigeracin de los impactos, que rodeaban los pueblos. Estos corredores estaban generalmente

    constituidos por montes frutales, criaderos de animales pequeos, tambos y chacras de pequeos

    agricultores. Ahora los monocultivos llegan a las primeras calles de las localidades y las

    aerofumigaciones impactan en forma directa e inmisericorde sobre las poblaciones. Las mquinas

    fumigadoras se guardan y se lavan dentro de las zonas urbanas contraviniendo toda norma de

    prevencin, los aerofumigadores suelen decolar de los aeroclubes de las propias localidades y

    cruzan los pueblos chorreando venenos cuando se dirigen o cuando retornan de sus objetivos sinque la autoridad municipal lo impida. Los granos se almacenan por razones de comodidad de los

    sojeros, en enormes silos ubicados generalmente en zonas cntricas de los pueblos, y diseminan

    con el venteo de los granos partculas txicas que afectan el corazn de las pequeas

    urbanizaciones. Caravanas de miles y miles de camiones cargados de porotos cruzan los pueblos

    ribereos hacia los puertos, dejando a su paso regueros de muerte en las poblaciones que viven a

    orillas de las rutas.

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    Luego continubamos: La agricultura industrial de la soja es sinnimo de desmontes, degradacin

    de suelos, contaminacin generalizada, degradacin del medio, destruccin de la Biodiversidad y

    expulsin de poblaciones rurales. Sin embargo, puede haber consecuencias an mucho ms

    horrendas. Creemos haber descubierto a partir del caso de las madres del barrio Ituzaingo, los

    elementos necesarios para confirmar una vasta operatoria de contaminacin sobre miles de

    poblados pequeos y medianos de la Argentina. Se esta configurando una catstrofe sanitaria de

    envergadura tal, que nos motiva a imaginar un genocidio impulsado por las polticas de las grandes

    corporaciones y que solo los enormes intereses en juego y la sorprendente ignorancia de la clase

    poltica logran mantener asordinado. El cncer se ha convertido en una epidemia masiva y

    generalizada en miles y miles de localidades argentinas y el responsable es sin lugar a dudas el

    modelo rural.

    Las ancdotas de tanto dolor que hemos recogido en estos das superan la capacidad en nosotros

    de registrar tanto sufrimiento. En un momento dado renunci a visitar a una enferma de ELA a que

    me invitaban sus hijos hombres que la cuidan amorosamente. El ELA es una esclerosis lateral

    amiotrfica, una enfermedad neuromuscular progresiva similar a la que sufre el cientfico StephenHawking, afeccin de la que los familiares insistan en responsabilizar a las fumigaciones habidas

    aos atrs, cuando comenz en la zona el boom de la Soja. Este tipo de males y otros que

    reconocimos en la zona, responden sin duda, a un hbitat enfermo, un hbitat en que debido a las

    fumigaciones, es decir, a los txicos y disruptores hormonales que se asperjan continuamente,

    causa el desplome de los sistemas inmunitarios de la poblacin, a la vez que genera en los

    ecosistemas microbianos, desequilibrios y disturbios que propician la generacin de patgenos y la

    multiplicacin de elementos de descomposicin incompleta en el suelo.

    Aceptemos que no puede haber una poblacin sana en un hbitat enfermo, un hbitat en que el

    hombre vive sobre un suelo donde las colonias de bacterias con capacidad de humificar, o sea de

    digerir e incorporar, los restos orgnicos, tanto animales como vegetales, estn seriamente

    disminuidas; donde la tierra est contaminada y las lombrices han desaparecido. La erisipela y

    otras infecciones que pudimos comprobar en el entorno humano, las neumonas, los problemas

    oculares, las diarreas intestinales, as como los casos de espina bfida de que nos hablaron, y en

    general las malformaciones congnitas en nios que se han convertido en una pesadilla, son por

    ello la consecuencia directa o indirecta de las fumigaciones y por lo tanto del modelo industrial de

    la Soja, no importa cul haya sido la causa desencadenante de la patologa visible. Los procesos de

    putrefaccin incompletos del suelo, resultado de los desequilibrios profundos en la qumica y en la

    vida microbiana, y consecuencias de la contaminacin, son generadores de complejos procesos de

    muerte, y atentan en forma persistente contra la vida del ecosistema en todas susmanifestaciones. Repetimos, dijimos esto en el 2006 y adems, se lo informamos a las mximas

    autoridades del Gobierno. No pueden decir que no lo saban.

    Algo ms tarde, en febrero del 2007, desde los micrfonos de la Radio Nacional y a propsito de

    un viaje que realizramos por las localidades del sur de la Provincia de Entre Ros, decamos: Y

    como si algo faltara para consumar estas batallas csmicas del GRR en que slo nos falta el

    arcngel justiciero para ayudar a que acosada por los procesos de muerte y de devastacin logre

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    sobrevivir la vida, debemos decir que en medio de tanto dolor y de tanto capitalismo salvaje y

    globalizado, reencontramos nada menos que a uno de los exponentes ms crueles y aprovechados

    del modelo de la Soja: me refiero a nuestro viejo conocido Gustavo Grobocopatel. S,

    Grobocopatel, el dueo de la empresa Los Grobo, el sojero mayor de la Republiqueta, aquel que

    organizara en Venezuela junto con el Ingeniero Carlos Cheppi, Presidente del INTA, la exposicin

    de maquinaria agrcola conque pagamos los primeros fuel oil que nos enviara el presidente

    Chvez, el mismo que una vez nos interrumpiera un debate en Carlos Casares gritndonos que la

    Soja es bolivariana, y que result ser el dueo de uno de los pooles de soja mayores de esa zona

    del departamento de Concepcin del Uruguay. Sus flotas de centenares de camiones se llevan en

    cada cosecha la riqueza y los nutrientes del suelo entrerriano, para sus inmensos silos en la

    Provincia de Buenos Aires y luego de marcar las pautas de la agricultura industrial que, con

    escarnio para nuestra inteligencia, l gusta denominar como el poder del conocimiento, deja

    detrs de s un escenario inenarrable de contaminacin, de devastacin y de muerte.

    Y continubamos diciendo en nuestro Editorial: Los sojeros, los pooles y los polticos que los

    respaldan y les aseguran las reglas de juego, han transformado a esos pequeos pueblosantiguamente paradisacos en un infierno difcil de describir. Han condenado a la vez, a las

    poblaciones y en especial a las generaciones futuras a un destino pavoroso. No tienen justificacin

    alguna. No tienen perdn tampoco las autoridades y los funcionarios en su actual indiferencia, en

    la impunidad que les aseguran a los fumigadores y en la rentabilidad que le aseguran a las

    Corporaciones que producen los txicos. No tiene justificacin ni perdn la progresa en ese

    entusiasmo por transformarnos en un pas productor de Biocombustibles, en que todos y cada uno

    de los actuales problemas, habr de multiplicarse exponencialmente hasta lo impensable

    En junio del 2009, insistamos en carta ante la Presidencia diciendo: Seora Presidente, conforme

    usted seguramente habr tomado conocimiento a travs de los diversos medios pblicos de la

    Argentina, en los ltimos tiempos han trascendido serios cuestionamientos en relacin con la

    aprobacin de los agrotxicos que se vienen utilizando en la produccin agrcola de nuestro pas.

    Nuestras voces de alarma respecto a estos hechos se han anticipado en aos a estos

    cuestionamientos actuales, tanto como GRR, y ello consta en nuestra propia pgina Web, como

    particularmente lo he venido haciendo desde el Programa Horizonte Sur que conduzco en Radio

    Nacional AM los das Domingos a las once horas. Lamentablemente, nuestras voces se han visto

    tristemente corroboradas en los actuales momentos, por la opinin de expertos, los que, con

    honestidad y valenta, han puesto las cosas en claro en punto a denunciar que muchas de las

    sustancias agrotxicas se habran aprobado de un modo al menos temerario, sin las suficientes

    comprobaciones necesarias para resguardar de forma conveniente y segura las salud de laspoblaciones que, durante aos fueron expuestas a estos venenos, as como de los diversos

    ecosistemas que dan sustento a la vida en sentido integral. Todo ello consta asimismo en el

    INFORME SOBRE PUEBLOS FUMIGADOS que le hiciramos llegar oportunamente y que, puede

    hallarse en la pgina Web del GRR. Que, deseo recordar a usted, que, estos procesos que me

    permitira considerar como de irregular aprobacin, han sido realizados en la rbita del Servicio

    Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria, SENASA.

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    Y luego, aadamos: Que, surge a consideracin la posibilidad que los funcionarios hubiesen

    actuado en los marcos de un espectro probable que va desde la negligencia o el desconocimiento

    de las implicancias y proyecciones de sus acciones, hasta la presunta lenidad en el cumplimiento

    de sus funciones o acaso la eventual connivencia con las empresas. Lo cual de solo poder ser

    imaginado o an sospecharlo, nos parece gravsimo, en particular, en materia tan trascendente

    para la salud pblica como de la que se trata. Que si se me consiente esta aseveracin Seora

    Presidente, resultara oportuno, urgente y necesario, que usted disponga la inmediata

    intervencin del organismo en cuestin, a fin de deslindar responsabilidades y reordenar y revisar

    toda la legislacin administrativa prohijada en esa dependencia, al menos desde la aprobacin de

    las primeras semillas modificadas genticamente y los txicos que las acompaan.

    La nica respuesta del Poder a estas numerosos apelaciones, fueron el silencio en primer lugar y

    luego, el que despus de casi seis aos de trabajo radial, nos expulsaran de la Radio Nacional.

    Tambin fueron lamentablemente, las de conseguir sumar al movimiento de los pueblos

    fumigados, muchas de las internas del campo progresista, tales como las de responsabilizar con

    impudicia tan solo a la Mesa de Enlace, por las consecuencias habidas sobre las poblaciones, delmodelo de pas que ellos gobernaban. Habitualmente, se porfiaba en esos tiempos, negar no ya el

    genocidio que denuncibamos, sino la mera posibilidad de que hubiese impactos importantes de

    las tecnologas agrcolas. Pero lo que era peor todava, se nos negaba, desde posiciones de

    incredulidad y desconfianza hacia quienes lo afirmbamos o tal vez hacia la mera posibilidad de

    poner en duda la fiabilidad del camino elegido hacia el crecimiento. En algunos casos y para quitar

    del medio esa fantasmal postmodernidad que para el comn expresbamos con nuestras

    denuncias sobre desvaros y exacerbaciones, se nos pedan pruebas que, por otra parte, habran

    resultado absolutamente irrelevantes e innecesarias, porque bastaba con recorrer las provincias

    para evidenciar la ausencia de fauna silvestre y bastaba recorrer los pueblos para comprobar el

    altsimo porcentaje de nios nacidos con deformaciones. Sin embargo y como si solo pudiera verselo que se quiere ver, se naturalizaban las consecuencias del modelo sojero y en algunos casos, en

    mbitos urbanos, los expertos en trabajo social se preguntaban graciosa y de manera hipcrita por

    la razn de los altsimos ndices de discapacitacin en la Argentina, sin poder hallar alguna

    respuesta que los conformara

    Nos convencimos que la sojizacin y los procesos biotecnolgicos y de extrema contaminacin que

    la acompaaban, interpelaban de una manera inadmisible para el comn, su precaria conciencia

    desolada de habitantes del pas campamento que haban elegido, al decir tanto de Hctor A.

    Murena como de Rodolfo Kusch, la urbanizacin y los no lugares, como refugio para su crispada

    necesidad de llegar a ser alguien. S, nos convencimos que no estbamos denunciando solamentelas consecuencias del modelo de los Agronegocios y de la Sojizacin transgnica compulsiva, sino

    que estbamos exponiendo la irreparable colonialidad de un modo de ser argentino. Era sin dudas

    eso lo que debamos revisar, nuestra propia existencia en Amrica, desde ese arraigo a la tierra

    que habamos perdido o que no habamos logrado tener, hasta ese rostro comn y solapado del

    mestizaje, un rostro que tal vez, no haba llegado la hora de exponer, tal como nos lo haba

    enseado alguna vez Rofolfo Kusch y ahora el zapatismo en Chiapas.

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    Hoy, cuando el mundo entero se conmueve por las atrocidades de la guerra qumica y cuando el

    mayor esfuerzo internacional se destina a impedir el ataque norteamericano a Siria y

    probablemente la guerra que ello pueda provocar y que alcanzara lmites insospechados,

    nosotros queremos recordar que la Argentina, vive desde hace muchos aos, su propia y verncula

    guerra qumica, con aproximadamente unos 300 millones de litros de txicos que son arrojados

    cada ao sobre sus poblaciones y su territorio, con la aprobacin de la propia clase dirigente y con

    el respaldo de Corporaciones como Monsanto y como Syngenta. En nombre del Progreso y del

    Crecimiento, y para lograr cada vez mayores rindes en la agricultura y aumentar las exportaciones,

    somos permanentemente bombardeados con venenos de todo tipo y a diferencia de los conflictos

    blicos reconocidos, pareciera que, carecemos del reconocimiento mnimo que les cabe a las

    vctimas que son objeto de los llamados daos colaterales en las guerras modernas.

    Jorge E. Rulli

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