Nuestra América crítica de los signos ocultos de la modernidad

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    Gu i l l e r m o Ca s t r o He r r e r a Ma g a l y Ca b r o l i Va r g a sJOHANNA VON GRAFENSTEIN

    Nuestra Amrica: crtica de lossignos ocultos de la modernidad

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

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    GUILLERMO CASTRO HERRERA

    MAGALY CABROLI VARGAS JOHANNA VON GRAFENSTEIN

    NUESTRA AMERICA:CRTICA DE LOS SIGNOS

    OCULTOS DE LA MODERNIDAD

    UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

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    Primera edicin: 1994

    D.R. Universidad Nacional Autnoma de MxicoCONACYTPFPN/97/92Facultad de Filosofa y LetrasCiudad Universitaria, 04510, Mxico, D.F.Impreso y hecho en MxicoISBN: 968-36-3708-6

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    Presentacin

    Pensar nuestra Amrica es por lo general una aventura polmica. Yno poda ser de otra manera, en un continente con una densidadhistrica y cultural de suyo problemtica. Y as sucedi con lostrabajos aqu reunidos, los cuales fueron presentados y discutidos porsus autores en el curso del Primer Coloquio de Estudios Latinoame-ricanos Nuestra Amrica: crtica de los signos ocultos de la moder-nidad, que se llev a cabo los das 7 y 8 de diciembre de 1993. La

    recomendacin de su publicacin fue propuesta por los profesoresdel posgrado en estudios latinoamericanos que participaron en dichoevento: Horacio Cerutti Guldberg, Mario Miranda Pacheco, JavierTorres Pars y Liliana Weinberg.

    Los tres trabajos que presentamos en esta oportunidad se inserta-ron desde distintos ngulos en la temtica general del evento. Replan-tear la historia ambiental, la pobreza y la memoria histrica sobre elprimer paradigma anticolonial (Hait), coadyuva a develar crtica-

    mente los signos ocultos de la modernidad en Amrica Latina.Los textos que aparecen compilados en este volumen, no obstanteguardar cada uno en particular visible unidad temtica y rigor crtico,se inscriben para sus autores dentro de investigaciones de mayoralcance y en proceso de desarrollo, en la perspectiva de configurarsus respectivas tesis doctorales.

    Guillermo Castro Herrera en Naturaleza, sociedad y cultura enla historia de Amrica Latina" nos propone un mbito de investiga-

    cin sugerente e innovador, que posibilite una relectura de la historiacontinental, eslabonando la cuestin ambiental a la praxis social.Castro explora con agudeza los caminos de un replanteamiento epis-temolgico de la problemtica a analizar, as como un modelo tericopara configurar una historia ambiental de la regin.

    Magaly Cabroli Vargas, en su texto La pobreza en Amrica

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    8Presentacin

    Latina: el pensamiento de Leonardo Boff", sita sus reflexiones sobreun tpico que alude a la quemante realidad continental, pasando por

    la mediacin del pensamiento de uno de los principales exponentesde la Teologa de la Liberacin, el brasileo Leonardo Boff. La autoramarcha, como ella misma lo dice, a contracorriente de las temticashegemnicas, propias de las modas intelectuales posmodemas. Sinembargo, la agenda poltica ms reciente en Mxico y otros pases harepolitizado el debate acerca de la pobreza y sus diversas incidencias.

    Johanna von Grafenstein, en El impacto econmico, poltico ysocial de la revolucin haitiana en la regin circuncaribe, ubica en

    la rebelin de esclavos de 1791 y la creacin de la primera repblicaindependiente en Amrica Latina (1804), las claves para rediscutir lahistoria colonial, como la historia de la plantacin y de la esclavituddesde un mirador no occidental. Pero, en realidad, Von Grafensteinprefiere particularizar las conflictuadas irradiaciones de este procesohaitiano en el entorno caribeo. Para ello, rastrea tres mbitos: eleconmico, el poltico (los movimientos independentistas y las pol-ticas coloniales), y el de las representaciones (la percepcin de los

    observadores).En prximas entregas, esperamos poner al alcance de la comuni-dad acadmica interesada en los tpicos latinoamericanos los avancesms significativos de nuestros alumnos del posgrado.

    Dr. Ricardo Melgar BaoAsesor del Departamento

    de Estudios Latinoamericanos

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    Naturaleza, sociedad y culturaen la historia de Amrica Latina1

    Guillermo Castro Herrera

    Cuando se estudia un acto histrico, o un acto indivi-

    dual,... se ve que la interversin humana en la naturalezaacelera, cambia o detiene la obra de sta, y que toda lahistoria es solamente la narracin del trabajo de ajuste, ylos combates, entre la Naturaleza extrahumana y la Natu-raleza humana...

    Jos Mart, de "Serie de artculos para La Amrica"

    Whenitwas firstsaidthatthesunstoodstillandtheworidtumed round, the common sense of mankind declared thedoctrine false; but the old saying o fVox populi, vox Deias every philosopher knows, cannot be trusted in science.Charles Darwin, The Origin of Species

    History is always easier to understand than it is to change

    or escape.Donald Worster, Rivers of Empire

    1. Recuento

    Uno de los problemas ms graves que plantea la crisis por la queatraviesa Amrica Latina consiste en la exacerbacin de una econo-

    ma de rapia,2 que propicia un constante incremento en el ritmo de1 Resumen del informe de investigacin del proyecto Hacia una historia

    ambiental de Amrica Latina. Elementos para un marco de referencia ", desarrolladocomo tesis para aspirar al grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos por laFacultad de Filosofa y Letras de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico,Mxico, 1992-1993.

    2 La expresin ha sido tomada de Jean Brunhes,La geografa humana. Madrid,

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    10Guillermo Castro Herrera

    destruccin a que se ven sometidos los recursos humanos y naturalesde los que tendr que depender la regin para encontrar salida a sus

    problemas. Esa situacin, por otra parte, no es del todo novedosa: porel contraro, hoy va siendo comn reconocer que sus manifestacioneshan estado presentes en la regin desde mucho antes de la crisis,tanto en las acciones humanas como en los fenmenos naturales,aunque haya sido en fecha reciente que se iniciara un cambio en lapercepcin y calificacin de esos impactos negativos del deterioroambiental.3

    En el debate asociado a ese cambio de percepcin figura de

    manera destacada, por ejemplo, el problema planteado por la coinci-dencia del incremento en la pobreza social y el empobrecimiento dela naturaleza en Amrica Latina. En el primer caso, se ha sealadoque estamos registrando un importante aumento en la incidencia dela pobreza, como sucedi en el perodo 19801990. En la actualidad,hay un deterioro de la distribucin del ingreso en todos los pasesde la regin, que se expresa en el hecho de que el 44% de la poblacinlatinoamericana vive en situacin de pobreza extrema y 20% ms,

    en situacin de extrema pobreza o indigencia, todo lo cual implicaque casi 200 millones de personas slo pueden acceder a los mnimosnecesarios, mientras 94 millones de latinoamericanos slo cuentancon recursos econmicos para comer lo mnimo indispensable.4Porlo que toca al mundo natural, a su vez, uno de los ejemplos msdramticos de este empobrecimiento puede ser el de la deforestacinde Amrica Latina, que en los ltimos 30 aos afect unos 2 millo-nes de km2 equivalentes a la totalidad del territorio mexicano, y

    contina a una tasa cercana a los 50 mil km2por ao.3 Combinada con

    1953, publicado originalmente en Francia, en 1910. El autor, a su vez, desarroll el concepto a partir de su previa formulacin como tropikalRaubwirtschaft por gegrafos alemanes a fines del siglo xix.

    3 CEPAL, " Antecedentes y propuestas para un desarrollo ambientalmente susten-table, 1990, en c e p a l ,Reseas de documentos sobre desarrollo ambientalmente susten-

    table. Santiago de Chile, Serie INFOPLAN, Temas Especiales del Desarrollo, 1992, p. 21.4 Gert Rosenthal, enExclsior, Mxico, 9 de noviembre de 1993, seccinIdeas. El

    seor Rosenthal, quien es Secretario Ejecutivo de la Comisin Econmica para

    Amrica Latina y el Caribe (c e p a l ), agrega enseguida que nadie puede negar que elcosto social del ajuste econmico ha sido muy elevado.5 As, para el 10 de agosto de 1993, la FAOinformaba que entre 1980y 1990 haban

    desaparecido ms de 150 millones de hectreas de bosques tropicales**, siendo Amrica Latina y el Caribe... las regiones que mayores recursos forestales perdieron en eseperodo, a un ritmo anual de 7.4 millones de hectreas, y atribuy este fenmeno a lapobreza... La deforestacin, que alcanz en todo el mundo un ritmo anual de 15.4millones de hectreas entre 1981 y 1990, provoc una grave prdida de recursos

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    tcnicas inadecuadas de utilizacin y conservacin de suelos, esadeforestacin ha contribuido adems a que, a principios de la dcada

    de 1980, unos 2.08 millones de km2 de territorio equivalentes al 10por ciento de la superficie total de la reginse encontraran enproceso moderado o grave de desertificacin.6

    La respuesta ms fcil a las preguntas que resultan de la relacinque pueda existir entre esos procesos simultneos consiste, comotodos sabemos, en afirmar que la pobreza social es un importantefactor en el empobrecimiento del mundo natural. En esta perspectiva,la reduccin de la pobreza especialmente a travs del crecimiento

    econmico, como se lo entiende en las polticas de ajuste estructu-rar* promovidas por las instituciones financieras internacionales yejecutadas con singular entusiasmo por la mayora de los gobiernosde la regin, debera bastar para preservar a la naturaleza de undeterioro an mayor.

    Existen, por supuesto, otras opiniones, ms complejas en su modode plantear las cosas; ms complicadas en sus implicaciones polticas,econmicas y culturales para nuestras sociedades, y bastante menos

    populares entre nuestros gobiernos. Cientficos sociales de trayecto-rias acadmicas y enfoques ideolgicos muy distintos como Feman-do Tudela, en Mxico, y Juan Jovan, en Panam, por ejemplo ,coinciden en que tanto el empobrecimiento social como el del mundonatural son el resultado de un mismo conjunto de causas estructuralesque han venido operando a lo largo de perodos muy prolongados enla regin.7

    Lo que esto quiere decir es que los problemas de que hablamos

    son el resultado de las formas en que nuestras sociedades han sidoorganizadas para cumplir determinadas funciones dentro del sistemamundial realmente existente, en particular a lo largo de los ltimos

    esenciales para el desarrollo y puso en peligro la biodiversidad del planeta. El pasms afectado en la regin fue Brasil, con 6,670,900 hectreas, seguido por Mxico, con678,000, que, no obstante, en el mismo perodo reforest 7,500 hectreas.La Jomada,Mxico, 11 de agosto de 1993, p. 46.

    6 Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Agencia

    Espaola de Cooperacin Internacional (AECI), Ministerio de Obras Pblicas y Urbanismo (m o p u ),Desarrollo y medio ambiente en Amrica Latina. Una visin evolutiva.Madrid, Ministerio de Obras Pblicas y Urbanismo, 1990, pp. 20-21.

    7 Juan Jovan, Ajuste y medio ambiente. Panam, CECADES, 1992. FernandoTudela, Diez tesis sobre desarrollo y medio ambiente en Amrica Latina y el Caribe,enEcolgicas, Mxico, Boletn Bimestral del Instituto Autnomo de InvestigacionesEcolgicas, ao 2, vol. 2, septiembre/octubre de 1991, pp. 14-16.

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    150 aos.8 Con ello, parece evidente que un mayor crecimientoeconmico de ocurrir en el marco de esas formas de organizacin

    no constituye por s mismo garanta alguna en la solucin del proble-ma planteado y, por el contrario, bien podra contribuir a agravarloan ms.

    En este sentido, cuando observamos que en 1991 los diez produc-tos ms importantes de exportacin de Amrica Latina eran esencial-mente los mismos que en 1891 en cantidades mucho mayores, porsupuesto, y con precios unitarios mucho menores9, este enfoquehace resaltar an ms el contraste entre el optimismo oficial y losreiterados fracasos de nuestras tecnoburocracias en sus intentos paradar respuesta a los crecientes problemas ambientales de nuestraregin. La presencia simultnea de aquellas continuidades y estasineficiencias, adems, sugera la necesidad de intentar el desarrollode una perspectiva de anlisis en el estudio de nuestra historia quenos facilitara entender mejor, en su origen y sus tendencias, el severoproceso de deterioro ambiental que viene afectando a nuestra regin

    al menos desde la dcada de 1950.108 Se utiliza aqu la nocin de sistema mundial a partir de su elaboracin por

    Inmanuel Wallerstein en textos comoEl moderno sistema mundial. Mxico, Siglo xxi,1989,5a. ed., 2 t., yGeopolitics and Geoculture. Cambridge University Press, 1992, y dela discusin del primero de esos textos por Fernand Braudel en el libroLa dinmica

    del capitalismo. Mxico, FCE, 1986.9 Desde azcar a petrleo, todos provenientes del sector primario-exportador de

    nuestras economas. Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe (c e p a l ) ,Balance preliminar de la economa de Amrica Latina y el Caribe (1991). Santiago deChile, diciembre de 1991.

    10 En el caso de Panam, por ejemplo, la Dra. Ligia Herrera, gegrafa, ha sealadoel hecho de que se hubiera destruido tanta selva tropical entre 1950y 1980 como entre1550y 1950, crendose ya la posibilidad de las selvas tropicales de Panam desaparezcan por completo para el ao 2000. Por supuesto, la explicacin ms sencilla consisteen culpar de esa destruccin a los campesinos, debido a su ignorancia y a su irrespon-sailidad. Sin embargo, la investigacin de la Dra. Herrera demostraba que los principales agentes de esa devastacin no eran en realidad los grandes terratenientesdedicados a la ganadera extensiva, y que el predominio de esa actividad se encontrabantimamente vinculado en sus formas, sus propsitos y sus ritmos de desarrollo a lamanera en que la vida econmica, social y poltica del pas haban venido siendoorganizadas a partir de la construccin del Canal de Panam por el Estado norteamericano. Aun as, el problema distaba mucho de agotarse en ese nivel, se proyectabamucho ms hacia el pasado y, ciertamente, ni era exclusivamente panameo, sinolatinoamericano, ni era meramente econmico, sino y al propio tiempo social,poltico y cultural tambin. Vase, Ligia Herrera, El impacto sobre el medio ambientede las actividades ganaderas en Panam, enMedio ambiente y desarrollo en Panam.Universidad de Panam, Instituto de Estudios Nacionales,Cuadernos nacionales, no.4,mayo de 1990. Hay importantes observaciones tambin en Ornar Jan Surez,La

    poblacin del Istmo de Panam.Del siglox v ial sigloXX.Panam, edicin del autor, 1978,

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    De este manera, cuando la Facultad de Filosofa y Letras de laUNAMme acept en su programa de Doctorado en Estudios Latino-

    americanos y sin saber nada an del trabajo de autores comoDonald Worster, Richard White y Alfred Crosby, me propusetrabajar en la creacin de un modelo terico que me facilitara elestudio en perspectiva histrica de los problemas ambientales denuestra regin. Para ello, acud a dos fuentes principales. Por un lado,a algunos aportes latinoamericanos tempranos, que esperaban quizspor una lectura de conjunto;11por otro, a nuestra tradicin acadmi-ca, con su nfasis en las nociones de estructura y proceso, y su

    concepcin de los fenmenos a estudiar como expresin de las rela-ciones que subyacen tras ellos.12

    En esta tradicin, como sabemos, ser objetivo significa, en lo msesencial, ser lgicamente leal al objeto de estudio que ha sidodefinido como una constelacin de relaciones que, por razonesculturales, resultan especialmente significativas para el investigador.Esa constelacin, a su vez, slo expresa su verdadera riqueza designificado en cuanto se hace explcita su relacin con el conjunto

    de la galaxia de conocimiento pertinente al campo de estudio en elque se trabaja, de lo que a su vez resulta una tensin caractersticaentre la necesidad de construir conceptos muy especficos para elestudio, y la de producir resultados abiertos, que puedan ser incorpo-rados a visiones de la realidad tan integrales como sea posible.

    De este modo, la constelacin que yo buscaba deba ser descu-bierta en el interior de una galaxia en la que lo ambiental se defina

    yHombres y ecologa en Panam. Panam, Editorial Universitaria, Smithsonian Tropical Research Institute, 1981.

    11Por ejemplo, Nicolo Gligo y Jorge Morello, Notas sobre la historia ecolgicade Amrica Latina, en Estilos de desarrollo y medio ambiente en Amrica Latina.Seleccin de O. Sunkel y N. Gligo, Mxico, FCE, El Trimestre Econmico, No. 36, 2tomos, 1980. Santiago R. Olivier,Ecologa y subdesarrollo en Amrica Latina. Mxico,Siglo xxi, 3a. ed., 1986. Fernando Ortiz Monasterio, Isabel Fernndez, Alicia Castillo,Jos Ortiz Monasterio y Alfonso Bulle Goyri, Tierra profanada. Historia ambiental de

    Mxico. Mxico, Instituto Nacional de Antropologa e Historia-Secretara de Desarrollo Urbano y Ecologa, 1987.

    12 Vase al respecto, por ejemplo, Sergio Bag, Tiempof realidad social y conocimiento. Mxico, Siglo xxi, 13a. ed., 1989. Arnold J. Toynbee, por su parte, observabacmo, en el estudio de los procesos de gnesis de civilizaciones, el factor queintentamos identificar no es un hecho individual, sino mltiple; no una entidad, sinouna relacin (Estudio de la historia. Madrid, Alianza, 1981,1, p. 105), al tiempo quepara Jos Mart el hecho particular era usualmente diferente a las relaciones a las queserva como medio de expresin.

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    por su relacin con lo social, lo econmico, lo poltico y lo cultural.13Esto, a su vez, me llev a definir tres problemas bsicos para la

    creacin del modelo terico en que deseaba trabajar. Esos problemasfueron:

    a) La definicin del campo de relaciones que resultara de lainteraccin entre las sociedades latinoamericanas y el medio naturalen el que se desenvuelve su existencia, hecha en trminos que facili-taran la identificacin de un conjunto de categoras con las cualesinterrogar a un amplio nmero de fuentes acerca del origen histricode los problemas ambientales contemporneos en la regin.

    b) La construccin, con la ayuda de las categoras as identificadas,de un conjunto articulado de preguntas a plantear al campo derelaciones previamente definido, cuyas respuestas permitieran carac-terizarlo en sus distintas etapas de desarrollo, y, finalmente,

    c) La creacin de un esquema de periodizacin que facilitara laorganizacin de esas respuestas, tanto en lo relativo a la caracteriza-cin de los rasgos bsicos de cada etapa en el desarrollo del campo,como en la identificacin de las relaciones de cambio y continuidad

    entre esas etapas a lo largo del tiempo.Para la definicin inicial del campo de estudio, me result de

    extraordinaria utilidad el concepto de medio ambiente elaboradopor Osvaldo Sunkel en 1980: el mbito biofsico natural y sus suce-sivas transformaciones, as como el despliegue espacial de las mis-mas.14Esta perspectiva, en efecto, permita concebir a una historiaambiental como el resultado de la investigacin de los procesos de

    13 Esto es, integrada por un conjunto de campos de estudio como los formadospor: 1) Una forma caracterstica de organizacin de los seres humanas con vistas aproducir y reproducir su propia existencia, a la que normalmente designamos como lasociedad'. 2) Una forma caracterstica de organizacin de las relaciones de produccin, intercambio y consumo internas y externas a esa sociedad, a la que normalmentedesignamos como la economa. 3) Una forma peculiar de institucionalizacin de lasrelaciones de poder asociadas a aquella organizacin social y econmica, y de ejerciciodel poder as institucionalizado por quienes lo detentan o de lucha por obtenerlo porquienes estn excluidos del mismo, a la que normalmente llamamos la poltica.4) Una forma caracterstica de conciencia de s de esa sociedad, y de sus relaciones conotros grupos humanos y con el mundo natural, capaz de expresarse en conductas y

    manifestaciones materiales caractersticas, a la que usualmente llamamos la cultura**y, finalmente, 5) Una forma caracterstica de organizacin y desarrollo de las relacionesentre esa sociedad y su mbito natural, a la que en este caso y para estos propsitosde estudiollamamos el medio ambiente.

    14 Introduccin. La interaccin entre los estilos de desarrollo y el medio ambienteen Amrica Latina*, en Sunkel y Gligo (comps.), op.cit. Se trata, probablemente, delms valioso aporte temprano a la discusin del tema en la regin, que sigue siendo deconsulta imprescindible a ms de diez aos de haber sido publicado.

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    transformacin artificial de medio biofsico natural y sus expresio-nes en el espacio, que resultaban de estilos de desarrollo sucesivos en

    una regin dada.A partir de all, se haca necesario indagar en la identificacin de

    medios y vas adecuados para el dilogo entre una historia ambientalas concebida y otras disciplinas del campo de las ciencias humanas.Esto me llev a distinguir en la constelacin a la que haba llamadomedio ambiente tres campos de relacin los del mundo natural,la sociedad y la produccin , que en su interaccin generabanadems un cuarto campo, el de la cultura, entendida con AntonioGramscicomo una visin del mundo dotada de una tica acorde asu estructura, enfatizando lo estrecho de los vnculos entre la accin,el pensamiento y las creencias. Esto, a su vez, llev a formular elmodelo que presento en la siguiente pgina, en el que el objeto deestudio resulta de la interaccin de esos campos a lo largo de un ejede tiempo.

    La historia ambiental emergi de esa interaccin como parte de lacultura, dentro de la cual se constituye como un espacio de dilogo

    entre las ciencias que integran los campos de lo humano y lonatural, segn la vieja divisin que todava pervive de algn modoentre nosotros. Esa interaccin entre lo natural, lo social y lo produc-tivo, por otra parte, es diferente en sociedades diferentes, tanto a lolargo del tiempo comn que todas comparten en la evolucin de laespecie humana, como en los tiempos que puedan coexistir dentrode una misma era histrica, como la del sistema mundial que conocemos hoy. De este modo, en sociedades que usualmente con-

    sideramos primitivas lo natural resulta hegemnico; en otras, subdesarrolladas pero bien organizadas, predomina la esfera de lo socialy lo hace adems a niveles muy altos en tiempos de especial tensin,como en el Vietnam del Norte en las dcadas de 1960 y 1970, y laCuba de la dcada de 1990. Finalmente, en sociedades como las de lacuenca del Atlntico Norte (y en Japn), la hegemona parece corres-ponder a la esfera de lo tecnolgico, que impone su lgica y susnecesidades a las otras dos.

    Una interaccin as, por supuesto, es por naturaleza conflictiva, yel equilibrio que resulte de ella es siempre transitorio y relativo amltiples factores internos y externos al modelo, sea al nivel de cadasociedad, sea al de las regiones en que esas sociedades existen. As,por ejemplo, no existe verdadera contradiccin entre el alto nivel deracionalidad en el campo de la tecnologa en las sociedades noratln

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    HISTORIA AMBIENTALEsquema bsico para un modelo terico

    1. Naturaleza2. Sociedad3. Produccin4. Cultura (ciencia, leyes, arte, historia, folklore)

    InteraccionesA. Cultura, naturaleza, produccin: produccin/economaB. Cultura, produccin, sociedad: estructuras social y pol-

    tica/ciencias (humanas) socialesC. Cultura, sociedad, naturaleza: actitudes e intereses hacia

    la naturaleza/ciencias naturalesticas y la (aparente) irracionalidad de la economa de rapia*quepermite a las regiones perifricas abastecer al centro del sistema conrecursos naturales y trabajo humano abundantes y baratos. En estesentido, y en lo que toca a las preguntas a plantear a partir del modelo,la primera parece ser por qu las esferas ingresan a un estadoparticular de (relativo) equilibrio en una sociedad, regin o civi-lizacin dadas. La segunda, a su vez, podra referirse a los lmitesde ese equilibrio, y al papel desempeado por diferentes factoreseconmicos, culturales, polticos y naturalesen el proceso.

    El modelo terico descrito, a su vez, permiti plantear las pregun-tas imprescindibles para el abordaje del estudio. En lo ms elemental,esas preguntas fueron encaminadas al esclarecimiento de cinco pro-blemas principales:

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    a) Los rasgos caractersticos del medio biofsico natural en surelacin con las modalidades de artiflcializacin de que es objeto a lo

    largo de etapas sucesivas.b) Las formas de organizacin social y del espacio correspondien-

    tes a los estilos de desarrollo subyacentes tras esas modalidades deartificializacin del medio natural, y sus correspondientes expresio-nes en paisajes caractersticos.

    c) La racionalidad histrica de esos estilos, definida a partir de lospropsitos que los animan, y de los conflictos internos y externos y lasmodalidades de ejercicio del poder que sus formas caractersticas deorganizacin social han debido enfrentar y resolver en su desarrollo.

    d) Las circunstancias que originan y orientan las transiciones entreesos estilos, incluyendo tanto las relativas a la creacin de premisassociopolticas para el paso de uno a otro, como las que determinanla posibilidad de rearticulacin de elementos de cada uno en lossubsiguientes, y

    e) Los trminos en que los factores antes mencionados explican ycondicionan nuestras posibilidades de comprensin de los problemasambientales contemporneos en Amrica Latina, y nuestras opcionesde accin frente a esos problemas.

    Definidos as el qu, cmo, para qu, hasta dnde y cundo de lasformas sucesivas en que se expresa el despliegue del campo de rela-cin que nos interesa abordar, procedimos a formular un esquemageneral de periodizacin que facilitara la organizacin de las respues-tas a esas interrogantes en una visin de conjunto del proceso some-

    tido a estudio. En el caso de la Amrica que hoy llamamos Latinacuya conformacin histrica se inicia tras su incorporacin a laeconomamundo europea en el siglo xvi , parece evidente la utili-dad de plantear ese esquema de periodizacin a partir de dos grandesfases, dos subfases adicionales dentro de cada una de ellas, y losperodos de transicin entre unas y otras, todo lo cual se expresaraen los siguientes trminos:

    Fase I:El desarrollo separado (20,000 a.c.?/ siglo XVI d.c,).Subfase 1: Del poblamiento original al desarrollo de la agricultura

    (20,000 a.c.,/ 7,0005,000 a.c.).Subfase 2: Del desarrollo de la agricultura al surgimiento de Estados

    tributarios de base agraria (900 a.c./ siglo XVI d.c,).

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    18Guillermo Castro Herrera

    Fase II: El desarrollo articulado a la economamundo europea y elmercado mundial(siglo XVI/ siglo XX d.c.)

    Subfase 3: El desarrollo en la periferia de la economamundo euro-pea (siglo xvi/ circa 1870).

    Subfase 4: El desarrollo articulado al mercado mundial contempor-neo (circa 1870/1990).

    Es evidente que este esquema seala apenas momentos en eldesarrollo de estructuras de larga duracin. Aun as, cada una de lasfases y subfases indicadas se caracteriza por modalidades diferentesde organizacin social asociadas por un lado a los propsitos queguan la relacin con la naturaleza y, por otra, a cambios demogrfi-cos, econmicos y tecnolgicos, que dan lugar a una presin crecientesobre los recursos naturales, que se expresan como grandes tenden-cias generales en el desarrollo histrico, en los siguientes trminos:

    Fasel Fase IIDesarrollo separado Desarrollo articulado

    Endodeterminado ExodeterminadoAutosuficiente DependienteDisperso CentralizadoDiversificado EspecializadoDe policultivo y recoleccin De monoproduccin

    Utilizando la nocin de economa de rapia en lo que hace a larelacin de las sociedades latinoamericanas de nuestro tiempo con elmundo natural, y la de sistema mundial en lo que se refiere a lasrelaciones de estas sociedades entre s y con las que hegemonizan suseconomas, este esquema facilit la creacin de una hiptesis deinterpretacin de conjunto del proceso histrico que nos interesa,para la cual:

    a) Una historia ambiental de Amrica Latina ha de tomar enconsideracin las peculiaridades que marcan el proceso de formacindel medio biofsico natural de la regin, entre su desprendimiento dela Pangea original hace unos 650 millones de aos, y su poblamientopor humanos ya evolucionados hace unos 20 a 30 mil aos.

    b) Las modalidades de relacin con el medio natural a lo largo delperodo de desarrollo separado permitieron sustentar procesos civilizatorios a partir de una base ecolgica que combinaba de maneramuy eficiente la agricultura con la recoleccin, cuya influencia en los

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    Naturaleza,sociedad y cultura en la historia de Amrica Latina19

    desarrollos socioculturales de esas civilizaciones an est pendientede verdadera evaluacin.15

    c) El paso al desarrollo articulado en la economamundo europeaa partir del siglo xv i alter sustancialmente tanto aquella base eco-lgica como las modalidades de relacin con el mundo natural aso-ciadas a la misma, inaugurando una situacin que combinaba laproduccin diversificada para el auto y el mercado interior en ampliasextensiones, con la produccin especializada para el mercado exterioren enclaves bien delimitados, que pasaron a ser objeto de las formasms primitivas de economa de rapia que ha conocido la regin.

    d) Esa combinacin de produccin tradicional para el propioconsumo y produccin especializada en enclaves para el mercado ex-terior se prolonga como rasgo de la relacin sociedadmundo naturalhasta la dcada de 1880 cuando, mediante el ingreso masivo decapitales y tecnologa provenientes del mundo noratlntico propicia-do por el triunfo de la Reforma Liberal, crea las premisas que harnde la economa de rapia la forma hegemnica de relacin con elmundo natural hasta el presente.

    En este sentido, por ltimo, cabe afirmar que la crisis ambientalque hoy conoce la regin resulta justamente de ese predominio de laeconoma de rapia, lo que hace imposible enfrentarla mediante elslo recurso a medidas de orden tecnolgico. Por el contrario, Am-rica Latina slo podr empezar a revertir esta crisis en la medida enque consiga modificar sus trminos de relacin con el sistema mundialdel que forma parte, lo que convierte a la dimensin ambiental de laagenda internacional latinoamericana en un factor clave para el

    futuro de la regin. Y esto, a su vez, resalta la importancia de com-prender mucho mejor, en perspectiva histrica, la naturaleza deesa relacin entre Amrica Latina y el sistema mundial, para contri-buir a la tarea de identificar tanto las modificaciones que la relacinrequiere, como las opciones que la misma crisis abre para lucharpor ellas.

    15 Dos ejemplos recientes de esta evaluacin nueva de aquel proceso civilizatorioson, en el plano ecoantropolgico y en el cultural, Bernardo Ortiz de Montellano,

    Medicina, salud y nutricin aztecas. Mxico, Siglo XXI, 1993, y Anbal Quijano, Colo-nialidad y modernidad-racionalidad, en Heradio Bonilla (comp.),Los conquistados.1492 y la poblacin indgena de las Amricas. Ecuador, Colombia, Tercer MundoEditores, FLACSO, Ediciones Libri Mundi, 1992.

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    2. Algunos hallazgos

    Al llegar a esta etapa de mi trabajo, descubr para mi alivio a travsdel nmero de marzo de 1990 delJournal o fAmerican History, y de lalectura del libroEcologicalImperialism, de Alfred Crosby16que yaexista una historia ambiental que dispona de una formulacin bsicade su teora y sus mtodos, con lo que mi propio trabajo empez amoverse en una direccin ligeramente distinta. En efecto, esos histo-riadores norteamericanos y britnicos Donald Worster, en parti-cular17 me ofrecieron acceso a un campo en desarrollo desde la

    dcada de 1970, en el seno de sociedades donde el inters por loambiental vena desplegndose desde fines del siglo XVIII, y dondeel ambientalismo como movimiento social y cultural haba iniciado sugestacin a partir de la dcada de 1860.

    Tal como es practicada en el mundo noratlntico, la historiaambiental propone, en lo ms esencial, que se incorpore a la natura-leza en la historia como un agente tanto o ms activo que la economa,la poltica, los conflictos sociales y la cultura, y en estrecha interaccin

    16 Dedicado a una discusin del ensayo Transformations of the earth. Toward anagroecological perspective in history, de Donald Worster, con aportes de RichardWhite, William Cronon, Alfred Crosby, Carolyn Merchant y Stephen Pyne. El ttulocompleto del libro de Crosby esEcological Imperialism. The biological expansion of

    Europe, 900-1990. Cambridge Unversity Press, 1990. Hay edicin espaola. De Crosbyha sido publicado en MxicoEl Intercambio transocenico. Consecuencias biolgicas y

    culturales a partir de 1492. Mxico, Instituto de Investigaciones Histricas,UNAM, 1991,y puede obtenerse en espaol tambin Metamorfosis de las Amricas, en HermnViola y Carolyn Margolis (comps.), Semillas de cambio. Una conmemoracin quinta-

    centenaria. Washington y Londres, Imprenta del Instituto Smithsoniano, 1991.17 Lo ms conocido de la obra de Worster incluye: The Wealth of Nature. Environ-

    mental history and the ecological imagination. Oxford University Press, 1993;NaturesEconomy. A history of ecological ideas. Cambridge University Press, 1992(a).Rivers ofEmpire. Water;Aridity and the Growth of the American West. Nueva York-Oxford,Oxford University Press, 1992(b). Under Western Skies. Nature and History in ihe

    American West. Nueva York-Oxford, Oxford University Press, 1992(c). Transformations of the Earth: Toward an Agroecological Perspective in History y Seeing beyondCulture, enJournal of American History. Marzo de 1990. "The vulnerable Earth:toward a planetary history y Appendix: Doing Environmental History*, en DonaldWorster (comp.), The Ends of Earth. Perspectives on modern environmental history.Cambridge University Press, 1989. History as Natural History: an Essay on Theoryand Method, separata de laPacific Historical Review, 1984.Dust Bowl. The Southern

    Plains in the 1930s. Oxford University Press, Nueva York-Oxford, 1979, y la antologacomentada American Environmentalism. Theformative period, 1860-1915. Nueva York,John Wiley & Sons, Inc., 1973. Estos textos, como los de otros autores del campo,pueden ser consultados en la biblioteca de la Universidad de las Amricas, Mxico, enel fondo de reserva del Seminario de Historia Latinoamericana a mi cargo.

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    con todos ellas, de un modo que no dej de recordarme el modo enque nuestro Jos Mart entenda que

    Cuando se estudia un acto histrico, o un acto individual,... se veque la intervencin humana en la naturaleza acelera, cambia odetiene la obra de sta, y que toda la historia es solamente lanarracin del trabajo de ajuste, y los combates, entre la Naturalezaextrahumana y la Naturaleza humana...18

    Autores como Worster, en efecto, conciben a la historia como el

    resultado de los vnculos que la evolucin de la especie humanaestablece entre la naturaleza; el uso de la misma por los seres huma-nos a travs de estructuras econmicas, sociales y polticas, y lacultura, entendida como un sistema de valores y formas de percepcincon importantes implicaciones ticas para la conducta social conrespecto ai mundo natural. Cada una de estas dimensiones tiene supropia legitimidad, pero ninguna de ellas es realmente comprensiblesin las otras dos, con lo que el campo de estudio de la historia

    ambiental viene a ser definido como el punto en que ellas interactanentre s.Con todo lo atractivo que resulta ese planteamiento en su formu-

    lacin ms abstracta, el examen de textos dedicados a situaciones yproblemas histricos especficos revela, como es natural, que esahistoria ambiental ha sido concebida desde la perspectiva de unassociedades que, si bien comparten con las nuestras un planeta comn,han venido a ser tambin muy distintas a las latinoamericanas. Esposible, por supuesto, estar de acuerdo con Worster cuando afirmaen su ensayo The Vulnerable Earth que si cada uno de nosotrostiene ahora dos pases de qu ocuparse el suyo, y el planeta comna todos, tenemos tambin dos historias qu escribir... Y ya estiempo de que empecemos a preguntamos por lo que ha sido de esasegunda historia, de empezar a indagar ya no tan slo en la historiade steo aquel pueblo, viviendo aislado de los dems..., sino ademsen la historia de todos los pueblos, chocando y cooperando unos con

    otros en una isla cada vez ms pequea en el espacio. Y, sin embargo,algo falta aqu.Los pases, en efecto, no se relacionan directamente unos con otros

    a escala planetaria, sino a travs de estructuras intermedias de nivel

    18 En Serie de artculos paraLa Amrica, en Obras completas. La Habana,Editorial de Ciencias Sociales, 1975, tomo 23, pp. 44-45.

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    regional que actan como instancias de articulacin central, semiperifrica y perifrica en un sistema mundial. Es en este sentido, por

    ejemplo, en el que antes afirmamos que las diferencias que resultande los modos distintos en que la naturaleza, la economa y la culturainteractan a lo largo del tiempo en sociedades que, siendo distintas,comparten una misma era en la historia, pueden ser explicadas ha-ciendo referencia a tiempos regionales que, en su coexistencia, danlugar a otro tiempo, planetario, que sostiene a la historia quereclama Worster.

    Puede decirse en este sentido que dentro de este sistema mun-dial comnlos mismos procesos que han tendido a hacer cada vezms homogneas a las sociedades noratlnticas han hecho a lasnuestras cada vez ms heterogneas y conflictivas, tanto al nivelnacional como al regional. En nuestra regin, por ejemplo, visiones yprcticas sociales no capitalistas coexisten en conflicto con un capita-lismo al que en otras regiones, quizs, precedieron. Esto es lo quepermite a autores como el economista cataln y anarquista verdeJoan MartnezAlier referirse a una "ecologa de los pobres queacta en pases de la periferia del sistema desde fuera y en contra dela economa de mercado, constituyndose as en uno de los factoresque hace relativo el equilibrio a que antes se haca referencia.19

    Tal es el caso, por ejemplo, de los conflictos socioambientalesasociados con la presencia en mi pas del Canal de Panam, esamuestra sin par del tipo de institucin burocrtica altamente centra-lizada que se desarrolla en asociacin con las obras hidrulicas de

    gran escala a que se refiere Worster en su libroRivers o fEmpire.Tratndose de un canal de esclusas, depende para su funcionamientodel agua dulce que le proporciona el ro Chagres, abastecimiento quedepende a su vez del adecuado manejo de la cuenca que drena el ro.Y, sin embargo, el Canal concebido, construido y administrado porel Estado norteamericano en el ms autntico estilo wittfogelianodesde 1904 coexiste tambin con el resto de la sociedad panamea,incluyendo a nuestros campesinos ms pobres.

    Privados de acceso a la tierra en otra partes del pas por grandesempresas agropecuarias capitalistas, estos campesinos pobres han

    19 Al respecto, Ecology and the poor: a neglected dimension of Latin Americanhistory en Journal ofLatin American Studies. Cambridge, Cambridge University Press,voL 23, parte 3, octubre de 1991; con Klaus Schlupman,La ecologa y la economa.Mxico, FCE, 1991,y De la economa ecolgica al ecologismo popular. Barcelona, Icaria,1992.

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    venido migrando lentamente a la cuenca del Canal, deforestndolapara crear campos de ganadera extensiva y produccin agrcola de

    pequea escala y mtodos muy destructivos de uso del suelo, lo quea su vez ha propiciado un incremento de la erosin que ya merma lacapacidad de almacenamiento de agua del lago Gatn. Tanto loscampesinos como el Canal necesitan el mismo espacio para propsi-tos no slo distintos, sino, y sobre todo, mutuamente excluyentes enel orden de cosas vigente en el pas, porque ambos representandiferentes tipos de desarrollo capitalista: mercantil en pequea esca-la, en el caso de los campesinos, y de escala global y alcance multina-

    cional en el del Canal, asociado adems a las necesidades militaresque ese tipo de desarrollo acarrea consigo. Con ello, el conflicto esinevitable, endmico, recurrente, y a veces muy violento, especial-mente cuando entra en escena el ejrcito de los Estados Unidos deAmrica.

    As, esta disputa en torno a la tierra y el agua es al mismo tiempolocal y global, y tiene su origen en un estilo de desarrollo capitalistamaduro que no es caracterstico de Panam, sino del modo en que el

    pas existe dentro del sistema capitalista mundial. Las partes estnarticuladas, pero no integradas, y su mutua relacin es por necesidadconflictiva e inestable. De igual modo, la estabilidad y la armona sies que llegan a ser producidas, dependern tambin de transfor-maciones de escala local y global que generen las condiciones quepermitan hacer un uso distinto de la cuenca. Pero esto slo puede sercomprendido desde una perspectiva histricoambiental y sistmica,y ese tipo de perspectiva an est por ser creada en el caso de la

    disputa por el Canal entre Panam y los Estados Unidos.Si se observa este tipo de problemas desde la periferia del sistemamundial, parece evidente la necesidad de un anlisis comparativoentre las formas de evolucin de las relaciones de las sociedadeshumanas con el mundo natural en las regiones noratlnticas y enAmrica Latina, tal como lo sugiere el propio Worster en su ensayoTransformations of the Earth. Al propio tiempo, tambin pareceevidente que ese tipo de anlisis debera tomar en cuenta que eldesarrollo del capitalismo en Amrica Latina ha recorrido ya un largocamino desde que se inici a travs del predominio del capital finan-ciero sobre todo de origen europeo en un comienzo sobre laexplotacin y la comercializacin de los recursos naturales de laregin a partir de la dcada de 1870.

    Para fines de la dcada de 1930, por ejemplo, la organizacin

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    capitalista de la agricultura panamea, y las expresiones de ese hechoen los problemas asociados a la expansin del monocultivo, estaban

    claramente establecidos tanto en calidad de hechos como en la detendencias dominantes cuyo desarrollo posterior fue esencialmentecuantitativo.20 Los paisajes, las actividades productivas, la organiza-cin social y econmica, y la cultura regional asociada con ese tipo dedesarrollo capitalista fueron todos definidos en lo esencial hace msde 65 aos. Mucho ha pasado desde entonces, por supuesto, pero haconsistido sobre todo en el despliegue de los resultados acumulados

    por las realidades que entonces fueron establecidas, y que han venidoactuando como premisas de larga duracin en las relaciones de lasociedad panamea con su mundo natural.

    Todo indica, en este sentido, que una historia planetaria podraganar mucho si asume a lo natural, lo social y lo econmico comoniveles de anlisis en contacto explcito con el factor que los haceplanetarios y abiertos a comparacin: esto es, con la forma en queefectivamente funciona el sistema mundial que conocemos. Alfred

    Crosby ha hecho ya importantes contribuciones en este sentido, y esposible afirmar que son muchos otros los historiadores de lo ambien-tal en el mundo noratlntico que ya se mueven en la misma direccin.Y, sin embargo, nada de esto excluye que nuestro deber, aqu al Sur,siga siendo el de recrear el rostro oculto del sistema mundial queambos compartimos, investigando y debatiendo acerca de los efectosdiferenciales que resultan de la desacumulacin, la desocializaciny la deculturacin de que han sido y son objeto nuestras sociedades

    dentro de ese sistema.21De algn modo, pues, una parte significativa de mi labor de

    investigacin pas a ser la de evaluar la posibilidad de aplicar algunos

    20 La Dra. Herrera, por ejemplo, recuerda an de sus aos de infancia cmo llegla United Fruit Company a nuestra provincia de origen, Chiriqu, en busca de nuevastierras despus de que una plaga de hongos devast sus plantaciones de banano en laprovincia de Bocas del Toro, en nuestro litoral atlntico. Y ta UFCo. mamita yuna,como la llamaban sus trabajadoresya era la empresa capitalista moderna que sigue

    siendo hasta hoy.21 Sera necesario, por ejemplo, tomar en cuenta el grado extremo de control delos aparatos estatales por las oligarquas de la regin y la debilidad de tas sociedadesciviles en nuestros pases, para entender mejor algunos aspectos muy importantes denuestras formas peculiares de participacin en ese proceso global, como el hecho deque la economa de rapia sea hegemnica precisamente en las reas modernasde nuestra agricultura; el de la preeminencia no ya del monocultivo, sino de lamonoproduccin para la exportacin, y la virtual ausencia de verdaderas estructurasestatales de apoyo al campesinado, sobre todo en sus tiempos de necesidad.

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    lo que se refera Brunhes era al saqueo de todos los recursos de valorpara las economas industrializadas en lo que hoy llamaramos las

    regiones perifricas del mercado mundial. Y yo agregara que esaRaubwirtschaftha sido, y sigue siendo hasta nuestros das, uno de losejes fundamentales en el desarrollo del capitalismo en Amrica Lati-na, lo que viene a definir laprimera de las especificidades que yointento identificar. La segunda, a su vez, tiene que ver con el hechode que la Raubwirtschaft se desarroll entre nosotros como unamodalidad caracterstica de relacin con el mundo natural bajo lahegemona financiera y tecnolgica, pero no necesariamente cul-

    tural y poltica del capital extranjero, esto es, subordinada a lasnecesidades, los intereses, las demandas y los precios generados enlas sociedades noratlnticas, particularmente la britnica entre ladcada de 1870 y la Primera Guerra Mundial, y la norteamericana deall en adelante.

    A esas dos cabra agregar una tercera especificidad, en el campo delo poltico. En efecto, a diferencia del caso de frica y la mayor partede Asia, los estados nacionales latinoamericanos fueron organizados

    en lo fundamental como la expresin institucionalizada de las rela-ciones de poder realmente existentes en nuestras sociedades a lo largode la primera mitad del siglo XIX. De este modo, cuando el capitalis-mo noratlntico empez a dar forma al mercado mundial bajo suhegemona, encontr contrapartes polticas ya organizadas en lamayor parte de nuestros pases, generalmente bajo la forma deoligarquas de terratenientes ansiosas de asociarse con l, y dispuestasa ofrecer a cambio abundantes tierras subdesarrolladas, recursos

    naturales y fuerza de trabajo barata y dcil, a cambio de capital deinversin, tecnologa y acceso a los circuitos de comercializacincontrolados por las economas centrales.

    Estas oligarquas no se limitaron a entregar su poder a los extran-jeros. Por el contrario, utilizaron ese poder como un recurso y comouna garanta en su asociacin con los inversionistas del exterior. Contodo y lo que ello finalmente vino a significar en cuanto a prdidas enla capacidad de autodeterminacin de nuestras sociedades, uno nun-

    ca, nunca, debe subestimar la capacidad pasada y presente de esasoligarquas para entender y defender sus propios intereses. La de-pendencia, en este sentido, viene a ser un trmino tan til comopeligroso para la definicin del tipo de relaciones que pas a carac-terizar los vnculos entre las oligarquas latinoamericanas y las delAtlntico Norte de all en adelante.

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    La historia de las ideas ecolgicas en el mundo noratlntico entrelos siglos x v i i i y XX que nos ofrece Donald Worster en su libro

    Nature's Economy resulta especialmente til para entender lo ante-rior e identificar, como una de sus consecuencias en el terrenocultural, una cuarta especificidad de nuestra historia ambiental. Co-mo sabemos, el proceso de creacin de las condiciones bsicas parael desarrollo del capitalismo en Amrica Latina un mercado detierras y un mercado de trabajo, tuvo lugar aqu a travs de laexpropiacin violenta, sobre todo a partir de la dcada de 1850, desectores no capitalistas muy importantes en nuestras sociedades,

    sobre todo comunidades indgenas y campesinas, y de tierras sujetasa formas no capitalistas de propiedad por parte de la Iglesia catlica.22Todo esto signific que el capitalismo fuera desarrollado en Am-

    rica Latina, desde sus comienzos, sin la presencia de los pequeos ymedianos productores rurales capitalistas del tipo descrito por Wors-ter en Dust Bowl, que colonizaron y explotaron las planicies delCentroSur de los Estados Unidos antes de que las grandes corpora-ciones agroindustriales establecieran su imperio sobre esa regin a

    partir de la dcada de 1930. Lo ocurrido aqu fue, por el contrario,que los productores no capitalistas, una vez expropiados, fueronparcialmente convertidos en trabajadores libres y parcialmente expul-sados hacia las peores tierras, de modo que las mejores pudieran serutilizadas para la monoproduccin de bienes exportables en granescala, de lo que result una quinta diferencia en los campos econ-mico y tecnolgico, que a su vez tuvo importantes consecuencias enel campo cultural.

    Esta diferencia consisti en la reconstitucin de sociedades nue-vamente escindidas, diferenciadas y articuladas a lo largo de fracturashistricas de persistencia casi geolgica, que se vieron al propiotiempo oscurecidas por la turbulencia del conflicto entre modernidady tradicin o, lo que es igual, entre liberales y conservadores alinterior de las lites oligrquicas de estas sociedades. En fecha tantemprana como 1845, como se recordar, el poltico y escritor liberalargentino Domingo Faustino Sarmiento expres de modo admirableesa escisin entre los sectores capitalistas y no capitalistas de nuestras

    22 Y el proceso no se ha interrumpido, si Sergio Bag tiene razn en lo que observaen su ensayo Poblacin, recursos naturales y neoarcasmo organizativo en la economalatinoamericana del siglo xx, en Enrique Florescano (comp.),Ensayos sobre el desa

    rrollo econmico de Mxico y Amrica Latina. Mxico, FCE, 1987.

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    sociedades en su libro Facundo. Civilizacin y barbarie (1845),23undocumento imprescindible para comprender lo que estaba ocurrien-

    do en la regin en el perodo, y el modo en que lo haca. All,Sarmiento declaraba: De eso se trata, de ser o no ser salvajes,sealando que el destino de nuestras sociedades dependa del resul-tado del conflicto entre la civilizacin y la barbarie que considerdecisivo en aquel momento.

    Es interesante, por otro lado, observar que este conflicto evolucio-n en Amrica Latina de una manera muy distinta a la de la guerrade los euroamericanos contra los nativos norteamericanos en el

    mismo perodo. Con excepciones notables como la del interior argen-tino, donde los nativos fueron completamente barridos en la dcadade 1860 con la entusiasta colaboracin de Sarmiento, que siempreconsider a los Estados Unidos como un modelo absoluto a seguir enla ruta del progreso , el Noroeste de Mxico y el extremo Sur deChile, en la mayor parte de Amrica Latina el conflicto tendi a serresuelto mediante una transaccin, bajo la cual las oligarquas nooptaron por el exterminio de nativos y mestizos, sino por la recons

    truccin de una hegemona interior que implic la reelaboracin delethos capitalista que esas lites haban llegado a conocer bien en sustratos con sus pares noratlnticos.

    La subsecuente coexistencia, al interior de nuestros pases, de dosmaneras distintas y virtualmente antagnicas de relacin con el mun-do natural, y de dos visiones distintas del papel de la naturaleza en lavida de la sociedad, define una sexta diferencia a considerar en elanlisis. En efecto, y en contraste con la interaccin conflictiva entre

    visiones arcdicas e imperiales del mundo natural en el seno delas sociedades noratlnticas a partir del siglo xviii descrita porWorster enNature'sEconomy, por ejemplo, las oligarquas latinoa-mericanas hicieron suyas las segundas desde mediados del siglo XIXhasta el presente, excluyendo de manera vehemente, y a menudoviolenta de lo que entendan como el campo de la cultura lo que enotras circunstancias quizs hubiera podido evolucionar como el equi-valente aunque no el igualde las primeras, elaboradas a partir

    de la experiencia de los sectores no capitalistas de nuestras sociedades.Esta exclusin de la experiencia no capitalista del campo de la

    cultura dominante tuvo otras consecuencias importantes para noso-tros. Nuestras lites oligrquicas, en efecto, hicieron suyo el papel de

    23 Mxico, Editorial Porra, 1989.

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    representantes regionales de la civilizacin de una manera tan pecu-liar como selectiva. La forma en que Worster describe a la civilizacin

    como un problema para la cultura victoriana, y a las diferentesestrategias desarrolladas para enfrentar ese problema dentro de esacultura, resulta esclarecedora para comprender el modo en que sevean a s mismas y a su papel como organizadoras de la sociedady la naturaleza en nuestros paseslas lites oligrquicas latinoame-ricanas.

    EnNature'sEconomy, por ejemplo, tras observar que la civilizacinnunca ha encajado bien en el esquema humano... (pues) el hombre,

    al igual que el resto de la naturaleza, no nace civilizado, domado yapara ser montado y firmemente ensillado por lo cual pareceinevitable que el proceso de civilizar a la humanidad se reinicie sincesar, sin alcanzar nunca un asidero firme o un encaje realmenteajustado , Worster agrega enseguida que, entre la dcada de 1860y el fin del siglo pasado,

    pareci surgir una determinacin inusualmente feroz encaminada

    a lograr que el proceso civilizatorio se consolidara de una vez ypara siempre... De hecho, la demanda que defina a la poca podrahaber sido la de la necesidad de una fuerza cultural agresiva,resuelta, incluso violenta, para domearydirigir la naturaleza queDarwin, como muchos otros, encontraba tan amenazadora. Enverdad, resulta difcil exagerar lo ubicuo y significativo de esteimpulso hacia la civilizacin en el pensamiento Angloamericano delperodo.24

    Como partcipes de ese mismo impulso, nuestra lites oligrquicasse vieron a s mismas, tambin, ubicadas en el lado equivocado delenorme golfo existente entre la barbarie y la civilizacin. Estoayuda a entender por qu, en esa circunstancia, se identificaron conlas formas ms extremas de la visin imperial, concibindose a smismas como destinadas a encabezar a sus sociedades en la marchapor la ruta del progreso, y a defender esa ruta en una lucha feroz porla existencia en contra de la barbarie y de la naturaleza a un mismo

    tiempo o, de modo ms preciso, contra una naturaleza definida comoel medio ambiente de la barbarie.

    Al considerar esta manera de concebirse a s mismas y de entendera la naturaleza por parte de las oligarquas latinoamericanas, resulta

    24Op. cit.m,p. 170.

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    tentador decir que existe una sptima especificidad latinoamericana,definida por el papel desempeado por la poltica y su instrumento

    ms extremo, la violenciaen la creacin de las premisas que hanhecho posible la continua reorganizacin de la naturaleza y las socie-dades de nuestra regin a lo largo de los ltimos cien aos. Sinembargo, esto podra corresponder a un fenmeno mucho ms am-plio, cuyas races pueden ser rastreadas a tiempos muy anteriores a laconquista europea, en acontecimientos como las transiciones mesoamericana y andina desde la coexistencia (antagnica o no) de comu-nidades agrcolas, hacia el surgimiento de imperios tributarios, segn

    lo describen, por ejemplo, Conrad y Demarest en su libroReligin eimperio.25

    En cualquier caso, la violencia desde la conquista europea en elsiglo xvi hasta las guerras de independencia, primero, y de reformaliberal, despus, que devastaron la regin entre las dcadas de 1810y 1870, parece haber sido un factor decisivo en la creacin de lasprecondiciones polticoculturalesy socioeconmicasindispen-sables para poner a la regin en condiciones de responder a la

    demanda externa de sus recursos naturales. En efecto, el continuorecurso a procedimientos autoritarios de gobierno incluyendo larepresin a menudo violenta de visiones e intentos alternativos deorganizacin social, asociados con modalidades de relacin con lanaturaleza inviables respecto a la tendencia dominante de articu-lacin en el sistema mundialha sido siempre necesario para pre-servar la funcionalidad de aquellas precondiciones incluso en reasmarginales de la economa primarioexportadora.26

    De este modo, el verdadero factor a considerar aqu es el de lahegemona virtualmente absoluta de las formas ms extremas deaquella visin imperial y su propuesta tica fundamental: trabajarcontra la naturaleza con el propsito de saquearlam,27Y, aun as, esta

    25 Geoff rey W. Conrad y Arthur A. Demarest,Religin e imperio, Dinmica delexpansionismo azteca e inca. Mxico, Alianza Editorial Mexicana/Consejo Nacionalpara la Cultura y las Artes, 1990. En su misma amplitud, por lo dems, este papel delo poltico en la reorganizacin de lo ambiental resulta probablemente comn a las

    relaciones de toda sociedad humana con su mundo natural.26 Al respecto, vase, por ejemplo, Euclides Da Cunha,Los Sertones. Caracas,

    Biblioteca Ayacuch, 1980. Prlogo, notas y cronologa de Walnice Nogueira Galvao.27 Es posible, por supuesto, encontrar trazas de otras estrategias imperiales en

    casos especficos, entonces o despus, como en el caso del entusiasmo de nuestrostecncratas de la dcada de 1950 con la necesidad de un manejo "racional" de losrecursos naturales que optimizara su potencial para el crecimiento econmico, o de lasdemandas ms contemporneas de un desarrollo sustentable que concilie las aspi-

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    situacin debe ser explicada en sus vnculos con la ausencia enAmrica Latina en particular durante el ltimo cuarto del siglo

    XIX de un sector intelectual equivalente al que desarroll la visinarcdica de corte ms popular y democrtico en las sociedadesnoratlnticas.

    Con todo, el hecho de que entre nosotros nunca haya llegado aexistir el tipo de clase media que da de s intelectuales como GilbertWhite, Henry David Thoreau o el propio Donald Worster, no excluyeen ningn caso que seamos capaces de producir, desde nosotrosmismos y en dilogo con ellos, una visin alternativa tambininclusiva, popular y democrtica de nuestras relaciones con elmundo natural. De hecho, la creacin de una visin as cuenta ya conimportantes antecedentes an pendientes de la exploracin, la valo-racin y el desarrollo que merecen, como ocurre por ejemplo en elcaso de Jos Mart,

    Entre 1881 y 1895, durante sus aos de residencia en Nueva York,como se sabe, Mart trabaj como corresponsal y colaborador deperidicos de Mxico, Venezuela y, sobre todo, Argentina. Cinco de

    los 28 volmenes de sus Obras Completas estn dedicados a lasEscenas norteamericanas, que recogen su obra periodstica acercade los Estados Unidos, en la que se muestra como un observadoragudo y bien informado de la vida en el Este y en la regin Surcentralde ese pas, muy familiarizado adems con la obra de autores norte-americanos como Ralph Waldo Emerson, Henry Ward Beecher,Henry George, Walt Whitman, Henry David Thoreau, y con la acti-vidad de personalidades sociales como el padre McGlynn, un diri-gente espiritual de los inmigrantes irlandeses catlicos pobres deNueva York.

    Una lectura atenta de esas Escenas norteamericanas revela,adems, que Mart inspirado sobre todo por sus fuentes y simpatasnorteamericanasfue el ms importante de los contados voceros quecuestionaron la visin y las prcticas oligrquicas en relacin con elmundo natural en peridicos latinoamericanos de fines del siglo XIX.

    raciones de la periferia y el centro en ese mismo propsito de crecimiento. Por otrolado, son muchos los signos que indican que, en ausencia de este tipo de coercininterna y externa, amplios segmentos de nuestras sociedades retomaran de maneraespontnea a un modo de vida ms austero e igualitario, organizado en torno a un idealde autosuficiencia complementada con los intercambios externos imprescindibles paracubrir sus necesidades, ciertamente muy distinto al de la economa de mercado a laque se encuentran sujetos hoy.

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    Es importante sealar, tambin, que Mart vincul estrechamente supropia visin de lo natural, en el terreno poltico, con su lucha a favor

    de la autodeterminacin de los Estados nacionales latinoamericanos.En el ms importante de sus ensayos sobre la regin, por ejemplo,

    Nuestra Amrica, publicado simultneamente en Nueva York yMxico en enero de 1891, la naturaleza se convierte en un con-cepto poltico, utilizado en un notable esfuerzo por trascender ladicotoma planteada por Sarmiento, mediante la afirmacin, porejemplo, de que en nuestros pases no exista en realidad un conflictoentre la civilizacin y la barbarie, sino otro entre la falsa erudicin y

    la naturaleza. Este estilo de razonamiento martiano dej una huellaprofunda y duradera en lo que al menos hasta la revolucin mexi-cana de 19101940 y, por supuesto, la revolucin cubanapodra serdesignado como una cultura popular alternativa en Amrica Latina.

    Pero, y sobre todo, una lectura de la obra martiana desde nuestrosconflictos sociales y ambientales y su evolucin futura previsible,permite encontrar un modo nuevo y sugerente de razonar los proble-mas que hoy plantea nuestra relacin con el mundo natural en los

    vnculos que ella implica con los temas de la identidad cultural, laparticipacin popular, el bienestar social y la autodeterminacinnacional.28 Y ese razonar tiene al menos dos virtudes de singularimportancia para nosotros.

    En primer trmino, ese razonar martiano cuestiona la naturalidadaparente de la hegemona oligrquica sobre nuestras sociedades,remitindola en cambio al proceso histrico que la conform y a losmecanismos polticos, culturales y econmicos que la sustentan. En

    segundo al incorporar como lo hace el dilogo desde las realidadeslatinoamericanas con las corrientes ms democrticas de la culturanorteamericana, ese razonar nos ofrece tambin un campo frtilpara la bsqueda de mecanismos que hagan posible la colaboracinentre las Amricas latina y sajona, sin la cual nunca sern resueltoslos problemas ambientales del hemisferio que comparten.29

    28 Todava en 1975, de hecho, la mayor parte de las ideas martanas relativas al

    medio ambiente fueron simplemente clasificadas como periodismo diverso" en laedicin cubana de sus Obras completas.29 La necesidad de esa colaboracin, y algunos de los problemas que plantea, son

    objeto de una sugerente exposicin en el documento Pacto para un Nuevo Mundo(Washington, D.C., World Resources Institute, octubre de 1991), elaborado por laorganizacin Dilogo del Nuevo Mundo sobre Medio Ambiente y Desarrollo en elContinente Americano y firmado por un notable grupo de personalidades acadmicas,polticas y sociales de Amrica Latina, los Estados Unidos y Canad. Otro plantea-

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    Todo esto tendra que resultar especialmente sugerente en unaregin que, como la nuestra, ha transitado en poco ms de una dcada

    desde un optimismo casi desmesurado acerca de sus posibilidadespara el progreso econmico y social, a una actitud de marcado pesi-mismo e incertidumbre respecto a su futuro. Y esa actitud, adems,se despliega cuando son cada vez ms las fuentes que coinciden enconsiderar que lo que empez en 1982 como una simple crisis econ-mica est en vas de convertirse en una crisis de civilizacin, que sin-tetiza las dificultades de nuestras sociedades para enfrentar las trans-formaciones en curso en el sistema mundial del que forman parte.30

    4. Algunas tareas para una historiaambiental latinoamericana

    La presencia de lo ambiental en la vida cultural y poltica de laAmrica Latina contempornea reproduce, una vez ms, lo queresulta de las viejas dificultades qu e han conocido y conocen nu estras

    sociedades para integrarse a s mismas. De ello resulta, por ejemplo,una visin dominante de la naturaleza que proclama como naturaly no como histricala forma en que las prcticas y valores de lagestin empresarial organizan las acciones y las relaciones humanas,incluyendo aqullas bajo las cuales la naturaleza es reducida a la puracondicin de un reservorio de recursos a ser explotados tan intensa-mente como sea posible, al calor de la demanda de nuestros mercadosexternos.

    Siendo esto as, una historia ambiental latinoamericana deberaempezar por cuestionar tai naturalidad, a la luz de las relaciones

    miento, de corte ms tecnocrtico, se encuentra en el libro Nuestra propia agenda sobredesarrollo y medio ambiente (Mxico, FCE, 2a. ed., 1991), elaborado por el BancoInteramericano de Desarrollo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo yla Comisin de Desarrollo y Medio Ambiente de Amrica Latina y el Caribe, con vistasa la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Ro deJaneiro en 1992.

    30 Vase, por ejemplo, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambien

    te/Ministerio de Obras Pblicas y Urbanismo,Medio ambiente y desarrollo en AmricaLatina. Una visin evolutiva. Madrid, 1990, p. 19. Al Gore,Earth in the Balance. Ecologyand the Human Spiri t. Boston-Nueva York-Londres, Houghton Mifflin Company, 1992.Xabier Gorostiaga, Amrica Latina frente a los desafos globales, en Tareas, no. 79,Panam, Revista del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena, septiembre-diciembre de 1991, pp. 83-112. Joan Martnez-Alier,op. cit.; Donald Worster,The shaky ground of sustainable development y The wealth of nature, en TheWealth of Nature. Ed. cit.

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    efectivamente existentes entre las estructuras socioeconmicas y elmundo natural, resaltando que segn autores como Juan Jovan

    bajo ciertas condiciones de organizacin humana, en las que lasrelaciones sociales resultan asimtricas, las relaciones entre la pro-duccin y la naturaleza resultan contradictorias tambin. Por el con-trario, una relacin armnica, sinergtica, entre la produccin y lanaturaleza slo podra ser posible en una sociedad en la que lasrelaciones sociales sean armnicas tambin.31

    Sin embargo, para hacer eso una historia ambiental latinoameri-cana tendra que enfrentar otras dos tareas. La primera, como es

    natural, consiste en desarrollarse a s misma en un dilogo simultneocon sus contrapartes de otras regiones del mundo, y con sus propiassociedades. A menos que esto ocurra, el debate sobre los problemasambientales seguir evitando los inconvenientes de tomaren cuentalas contradicciones de que habla Jovan, y discurriendo por lo mismoen un vaco social cada vez mayor. Y, al propio tiempo, ser nica-mente trabajando con el mundo y no sin l, ni contra l, queseremos capaces de crear un nuevo tipo de conciencia pblica sobrenuestros problemas ambientales, no tan dependiente del aval y elapoyo gubernamentales como la existente hoy.

    Las especificidades regionales de ese terreno comn de entendi-miento sern de importancia decisiva para el diseo de las estrategiasde accin social y cambio cultural sin las cuales ser imposible garan-tizar la eficacia de la accin poltica, y las transformaciones econmi-cas indispensables para hacer frente a la crisis socioambiental quenos aqueja. Es por eso que resulta tan importante la creacin del tipode conocimiento histrico que. haga posible entender el tipo desociedad que podemos aspirar a ser, en un momento en el que comonunca antesnuestro destino particular coincide en una medida tangrande con el del resto de nuestra especie.

    Estas tareas de nivel regional, por otra parte, slo tendrn algunaoportunidad de xito en la medida en que sean realizadas con unaclara comprensin de los vnculos que guarden entre s lo que haya

    de especfico en los problemas regionales con lo que hay de global enlos que caracterizan la crisis ambiental contempornea. En este nivelms amplio, por ejemplo, una historia ambiental latinoamericanapodra aportar una importante contribucin al debate sobre el llama-do desarrollo sustentable, que hoy constituye quizs el ms impor-

    31Op. cit., p. 21.

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    tante de los espacios disponibles para la creacin de un nuevo con-senso NorteSur en tomo a los fines y los medios a emplear para hacer

    frente al deterioro de la bisfera.32No se trata aqu tan slo de intentar an ms variaciones sobre un

    asunto cuyo mismo xito de prensa ya tendra que inspirar sospechasen tiempos como tos que vivimos, sino de encarar de un modo nuevoel tema al que ese asunto alude, que es el de la insustentabilidad yaevidente de las formas vigentes de relacin entre el mundo humanoy el mundo natural a escala planetaria. Para Donald Worster, porejemplo, la nocin de sustentabilidad vino a ser vinculada a la de

    desarrollo a partir de la dcada de 1980, como parte de unasolucinde compromiso que permitiera a los grandes centros de poder polticoy econmico del sistema mundial asumir y mediatizar a un tiempo lainquietud social y cultural que provocaba sobre todo en las socie-dades noratlnticas, la creciente percepcin de una amenaza am-biental a lo que hasta poco antes haba parecido la posibilidad de uncrecimiento econmico sostenido, aunque no sustentable.

    Tras r astrea r el origen de la nocin de sustentabilidad en proble-

    mas asociados al manejo de bosques madereros en la Alemania defines del siglo xviii, Worster se refiere a su uso como categoradiscursiva doscientos aos despus, sealando que su atractivo mayorconsiste en su aceptabilidad poltica internacional, tanto para lasnaciones ricas como para las pobres, y su potencial para estimularamplias coaliciones entre numerosas partes enfrentadas:

    El Norte y el Sur, se nos dijo, podran unirse ahora sin mayoresdificultades en tomo a un ambientalismo nuevo y ms progresivo.El capitalista y el socialista, el cientfico y el economista, las masasempobrecidas y las lites urbanas, podran ahora marchar felizmente juntos por una va recta y fcil, si no hacan preguntas molestasacerca del destino al que se dirigan.33

    Para Worster, en efecto, el ideal del desarrollo sustentable seapoya en tres equvocos. El primero, dice, consiste en la idea de queel mundo natural existe ante todo para servir a las demandas mate

    32 Para una caracterizacin de conjunto de la crisis ambiental y su incidencia en las relaciones internacionales, desde la que quizs sea una de las perspectivas ms democrticas dentro del mundo industrializado, vase por ejemplo Gareth Porter yWelsh Janet Brown, Global Environmental Politics. Boulder, San Francisco, Oxford,Westview Press, 1991.

    33 The shaky ground of sustainable development, en The Wealth of Nature,pp. 143-144.

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    ri ales de la especie humana. El segundo, en que si bien ese idealreconoce algn tipo de limite a esas demandas, depende de la

    premisa de que podemos calcular fcilmente la capacidad de cargade ecosistemas locales y regionales. Y el tercero, finalmente, en queel ideal de sustentabilidad reposa sobre una aceptacin acrtica dela visin del mundo tradicional en el materialismo progresista, secu-lar, a la que considera del todo benigna mientras pueda ser hechasustentable, con lo cual consigue que

    Las instituciones asociadas a esa visin del mundo, incluyendo lasdel capitalismo, el socialismo y el industrialismo, escapen tambina toda crtica y todo escrutinio verdadero. Se nos conduce a creerque esa sustentabilidad puede ser lograda con esas instituciones ysus valores intactos.34

    Parece un hecho, en efecto, que no slo el desarrollo, sino lacivilizacin misma que cre el concepto como eje de relacin entresus partes ms y menos afortunadas a partir de la Segunda Guerra

    Mundial, ha venido a ser cada vez menos sustentable en trminosambientales, en la misma medida en que tras las crisis del centro,en la dcada de 1970, y de la periferia, en la de 1980ha venido aquedar reducido en la prctica a la pura demanda de crecimientoeconmico en un contexto social e internacional cada vez ms inequi-tativo. Worster dedica escasa atencin a ese componente del idealque critica que, sin embargo, constituye la parte ms significativa dela ecuacin en la cultura latinoamericana y, por lo mismo, ameritara

    por nuestra parte un examen tan crtico al menos como el que ldedica a la sustentabilidad.

    Hacia 1980, en la vspera de su ingreso a lo que quizs pudieracalificarse como su tercera edad, la nocin de desarrollo designabaen Amrica Latina un proceso de transformacin de la sociedadque debera conducir a una elevacin de los niveles medios de vidaa travs de una expansin de su capacidad productiva, la elevacinde los promedios de productividad por trabajador y de ingresos por

    persona, cambios en la estructura de clases y grupos y en la organiza-cin social, transformaciones culturales y de valores, y cambios en lasestructuras polticas y de poder.35Trece aos despus, destaca en

    34Ibid., pp 155-154.35 En Osvaldo Sunkel, Introduccin. La interaccin entre los estilos de desarrollo

    y el medio ambiente en Amrica Latina*, en Sunkel y Gligo (comps.),op. cit, p. 10.

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    cambio lo notable de la distancia que la nocin guarda con respectoa las realidades de una Amrica Latina cuyas lites se expresan atravs de un discurso organizado en tomo al culto del crecimientoeconmico como nico criterio verdadero de xito en la gestinpblica y privada.36

    En los hechos, lo que hoy se entienda por desarrollo en AmricaLatina ha dejado ya de sugerir la necesidad de algn tipo de vnculodeseable entre el crecimiento econmico, el bienestar social, la par-ticipacin poltica, la autodeterminacin nacional, por no hablar deuna relacin ms responsable con el mundo natural. Entre las dcadasde 1950 y 1970, en efecto, pases en desarrollo signific a un tiempouna modalidad especfica de relacin entre las naciones de la periferiay las del centro del sistema mundial, y una asignacin de sentido a esarelacin. Todo eso pertenece ya al pasado, y nadie puede ver comouna bendicin que China, la India o Brasil lleguen a alcanzar nivelesde consumo equivalentes a los del mundo noratlntico, si ello fueraposible, cuando el problema planteado es por el contrario el der e d u c i r e s o s niveles de consumo del Norte a niveles que permitan

    disminuir la presin que implica sobre los recursos naturales delplaneta entero.

    Tanto la sustentabilidad como el desarrollo han venido a ser, as,nociones sujetas a un proceso de replanteamiento que discurre a lolargo de un dilogo entre culturas obligadas a reconocerse en susafinidades y diferencias si es que desean sobrevivir. Es mejor, evi-dentemente, que ese dilogo resulte del ejercicio de una voluntadconsciente que del choque inevitable entre realidades y demandas

    antagnicas. Y para que ello sea as particularmente en el caso delhemisferio que habitamos, ese dilogo tendra que asumir al menosdos direcciones principales.

    La primera de esas direcciones tendra que consistir en facilitar lacomprensin de la historicidad del propio debate en que el dilogotiene lugar, para contribuir a llevarlo ms all de su tendencia aencarar el deterioro ambiental como el resultado de un manejo pocoeficiente de los recursos naturales, antes que como un problema que

    pone en evidencia la necesidad de entender de manera nueva elorigen y la racionalidad de las formas de relacin con la naturaleza

    36 Al punto en que el Secretario Ejecutivo de la c e p a l puede resaltar la importancia cultural de que si hace 20 o 30 aos pertenecer a los estratos de mayores ingresosera un motivo de vergenza, hoy sea en cambio motivo de xito y muestra palpablede que se es buen empresario*. Gert Rosenthal,op. cit.

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    que sustentan al modelo de crecimiento econmico vigente, dentrodel cual nuestra regin sigue siendo vista esencialmente como unafrontera econmica de recursos ilimitados. Y, en un debate ashistorizado, una historia ambiental latinoamericana tendra que en-frentar, adems, la tarea de caracterizar las diferencias entre nuestrosambientalismos y los de las sociedades noratlnticas.

    Definir los perfiles de quienes dialogan, en efecto, facilitar mu-chsimo la identificacin precisa de las presencias y ausencias en eldebate, y la adecuada evaluacin de aquella pluralidad sin la cual

    Amrica Latina no podra aportar ideas e iniciativas realmente nue-vas en la bsqueda de mecanismos globales de cooperacin. Porqueocurre que, en efecto, en ambos mundos est planteada ya la deman-da de un ethos nuevo, distinto y antagnico al de la economa derapia, en el que un uso previsor de los recursos naturales coexista enestrecha relacin con la necesidad de incorporar a las mayorassociales a la solucin de sus propios problemas, particularmenteaqullos en los que la pobreza y la marginacin social y poltica

    contribuyen a hacer an ms graves los procesos de deterioro que yaafectan al mundo natural de la regin.37

    Este tipo de coincidencias entre ambos mundos constituye unareserva an desconocida de elementos que sin duda facilitarn muchoel dilogo entre nosotros mismos, y con aquellos otros que enfrentanproblemas y preocupaciones de origen semejante en sus propiasregiones. Con ello, puede entenderse que la incorporacin de esareserva cultural al debate en curso se ha convertido ya en una tareatan urgente como fascinanteque espera por las contribucionesde un amplio nmero de disciplinas de las ciencias humanas y natu-rales de nuestra regin.38 Y esto, en Amrica Latina, supone en

    37 Una vez explorada, esa frontera cultural ofrecer sin duda elementos muysugerentes de coincidencia con posturas que, en el mundo noratlntico, demandan untipo de crecimiento econmico que no depende simplemente del capital natural derecursos renovables y no-renovables de la Tierra, sino de los intereses del mismo, Alrespecto, Portery Welsh (op. cit., p. 30.) plantean que sera necesario reducir drstica-

    mente el uso de combustibles fsiles, depender ms de fuentes de energa renovables,enfrentar con rapidez la transicin a sistemas sustentables de manejo de los recursos ybuscar acuerdos encaminados a estabilizar la poblacin del planeta al nivel ms bajoposible.

    38 Y no es la menor de las dificultades que presenta esta tarea la de que, para serlograda, deba ser asumida en trminos muy distintos a los que caracterizan la racionalidad de nuestras burocracias gubernamentales, tan proclives siempre a encerrarse a smismas y a sus sociedadesen la bsqueda de soluciones "prcticas, de corto plazo,bajo costo y buena imagen en los medios de comunicacin.

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    primer trmino rescatar la legitimidad negada por los Estados oligr-quicos de ayer y de hoy a las mltiples expresiones del ambientalismo

    popular a que se refieren autores como Femando Mires,39y superarfinalmente la escisin que, en lo cultural como en lo social y loeconmico, caracteriza nuestras relaciones con el mundo natural.

    Todo esto implica que una historia ambiental latinoamericanadebera desarrollarse a s misma a travs del esfuerzo por avanzarmucho ms en la continuacin de los esfuerzos pioneros de autorescomo Nicolo Gligo y Jorge Morello, entre nosotros, y Alfred Crosbyy Richard Grove, en el mundo noratlntico, entre muchos otros.40 Y

    eso significa, tambin, la bsqueda de nuevas formas de comunica-cin y colaboracin entre las ciencias naturales y las humanas, demodo que resulte posible combinar sus aportes en un nuevo tipo deempresa intelectual, capaz de apuntar a un problema an ms amplio,y a una promesa todava ms rica.

    Parece ser, en efecto, que los acadmicos de Amrica Latina noestamos solos en la prdida creciente de nuestra capacidad paraejercer el modo ecumnico de aprendizaje y razonamiento que carac-

    teriz en otros tiempos a hombres como Jos Mart y Charles Darwin,para mencionar ejemplos en ambas riberas del Atlntico, o del propioMart y Henry David Thoreau, para mencionarlos en este hemisferio.Y, sin embargo, el nuevo tipo de desafos que enfrentamos hoy estcreando con rapidez una nueva circunstancia, que podra contribuira restaurar a las ciencias humanas en el lugar que merecen, como ejefundamental de la cultura creada por nuestra especie.

    Para que ello llegue a ser posible, hoy es ms necesario que nuncaque empecemos a trabajar con aquellos que podran facilitamos elconocimiento de lo que para nosotros es an el lado oculto de lacultura ecolgica del Norte: aqulla que se permite plantear la nece-sidad de enfrentar el hecho de que a pesar de toda la retrica en con-

    39 Al respecto, por ejemplo, FemandoMires, El discurso de la naturaleza. Ecologay poltica en Amrica Latina. San Jos, Costa Rica, Departamento Ecumnico de

    Investigaciones, 1990.40 De Grove, por ejemplo, cabe citar ensayos como "Colonial conservation,ecological hegemony and popular resistance: towards a global synthesis, enImperia-lism and the Natural World. Manchester y Nueva York, Manchester University Press,1990, y Origins of Western Environmentalism, en Scientific American, julio de 1992,vol. 267, no. 1, en los que destaca el papel del colonialismo europeo de los siglos xv iiiy XIXen frica, Asia y Amrica Latina, en la conformacin del ambientalismo en tantoque movimiento social y cultural.

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    trario, no se puede tener lo mejor de dos vidas posibles no es posiblemaximizar la riqueza y el predominio, y maximizar al mismo tiempo

    la democracia y la libertad. El desdn por reconocer este hecho hasido un rasgo caracterstico de los Estados Unidos y del conjunto deOccidente, derivado de la inocencia y las ensoaciones de la juventud.Pero ya no puede ser as. Es necesario hacer una clara opcin cons-ciente.41

    As definido, ese dilogo facilitara mucho la identificacin de losobstculos y oportunidades de orden poltico y cultural para unacooperacin internacional que pudiera incluir a las sociedades invo-

    lucradas, y no slo a sus gobiernos. Se trata, en breve, de hacer yno slo de escribiruna historia planetaria capaz de ir ms all dela tendencia, hoy dominante, a considerar a la biosfera como un merocontexto para el desarrollo de relaciones econmicas y polticas entrelas sociedades humanas.

    Una perspectiva ambiental e histrica como sta podra ser, dehecho, la ms adecuada para promover una poltica de colaboracininternacional capaz de enfrentar el deterioro de la biosfera con el

    nfasis que requieren los problemas asociados al reparto equitativode costos, beneficios y esfuerzos entre las regiones involucradas. Yesto no sera poca cosa en una circunstancia marcada por el conflictocreciente entre la capacidad cada vez mayor de identificacin yprevisin de problemas que nuestra civilizacin ha logrado en el planodel conocimiento, y su creciente incapacidad para producir reaccio-nes polticas de alcance equivalente.

    Este programa de trabajo, si llega a ser ejecutado, tendra que ser

    traducido a una pluralidad de iniciativas de investigacin, debate yorganizacin, conservando siempre su carcter multidisciplinario me-diante un enfoque que combine, a un tiempo, la investigacin hist-rica de largo plazo hacia el pasado, y el anlisis de las tendencias demediano plazo en el desarrollo de los acontecimientos que la crisis hapuesto en marcha. En tanto seamos capaces de actuar en este sentidocomo gente de cultura, comprometida con la sobrevivencia y elbienestar de nuestras sociedades, habremos contribuido a la solucin

    de uno de los grandes problemas de nuestra regin en nuestro tiempo.Al hacerlo como latinoamericanos, adems, habremos sabido atendera la advertencia hecha por Simn Bolvar en el contexto de otra crisis,

    41 Donald Worster,Rivers of Empire, p. 334.

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    La pobreza en Amrica Latina:el pensamiento de Leonardo Boff1

    Magaly Cabroli Vargas

    Introduccin

    El presente trabajo, por ser un producto de la investigacin de tesisque se est realizando, constituye un avance parcial de aqulla. Estosignifica que la reflexin est en pleno proceso de bsqueda y madu-racin, por lo que espero que la oportunidad de mostrar aqu esteprimer acercamiento sirva a todos nosotros para entrar en contactocon la obra de Leonardo Boff, y particularmente para ir dilucidandocuestiones an oscuras en mi propia comprensin de su pensamiento.

    El objetivo principal del estudio en torno a las ideas y obra deltelogo de la liberacin brasileo Leonardo Boff, es mostrar surelevancia para explicar, desde una reflexin teolgica particular, lascondiciones sociales, polticas y econmicas concretas que permitenla existencia y persistencia de la pobreza en Amrica Latina. Lapertinencia de sus anlisis y su propuesta de liberacin son lo queconvierte