Novena Preparatoria de Navidad Con Benedicto XVI

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  • 8/20/2019 Novena Preparatoria de Navidad Con Benedicto XVI

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    NOVENA PREPARATORIA

    DE NAVIDAD CON TEXTOS DE BENEDICTO XVI

    Iglesia del Salvador de ToledoForma Extraordinaria del Rito Romano

    (ESPAÑA)

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    INVOCACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS

    Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad,R/. ¡Ven y muéstranos el camino de la salvación!

    Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley,R/.¡Ven a librarnos con el poder de tu brazo!

    Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos,ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones,R/. ¡Ven a librarnos, no tardes más!

    Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel,que abres y nadie puede cerrar, cierras y nadie puede abrir,R/. ¡Ven y libra los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

    Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la Luz Eterna, Sol de justicia,R/. ¡Ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte!

    Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos, Piedra angular de la Iglesia,que haces de dos pueblos uno solo,R/. ¡Ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra!

    Oh Emmanuel, Rey y Legislador nuestro,esperanza de las naciones y salvador de los pueblos,R/. ¡Ven a salvarnos, Señor Dios nuestro!

    MEDITACIÓN PARA CADA DÍA

    ORACIÓN PARA CONCLUIR TODOS LOS DÍAS

    Oración del Papa San Juan Pablo IIJunto a ti, Virgen Madre, permanecemos pensativosante el pesebre donde está acostado el Niño,para participar de tu mismo asombro ante la inmensa condescendencia de Dios.Danos tus ojos, María, para descifrar el misterioque se oculta tras la fragilidad de los miembros del Hijo.Enséñanos a reconocer su rostro en los niños de toda raza y cultura.Ayúdanos a ser testigos creíbles de su mensaje de paz y de amor,para que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo,

    caracterizado aún por tensos contrastes e inauditas violencias,reconozcan en el Niño que está en tus brazos al único Salvador del mundo,fuente inagotable de la paz verdadera,a la que todos aspiran en lo más profundo del corazón.

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     Todos:Alma Redemptoris Mater,quæ pervia cæliPorta manes, et stella maris,succurre cadenti,

    Surgere qui curat, populo:tu quæ genuisti,Natura mirante,tuum sanctum GenitoremVirgo prius ac posterius,Gabrielis ab oreSumens illud Ave,peccatorum miserere.

    Madre del Redentor, Virgen fecundapuerta del Cielosiempre abierta,estrella del mar

    ven a librar al pueblo que tropiezay se quiere levantar.Ante la admiraciónde cielo y tierra,engendraste a tu Santo Creador,y permanecés siempre Virgen,recibe el saludo del ángel Gabriely ten piedad de nosotros pecadores.

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    16 DE DICIEMBRELA LUZ EN MEDIO DE LA NOCHE

    Benedicto XVI, 24 de diciembre de 2005“Sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos” (Is 9,1). La“manifestación” –la “epifanía”– es la irrupción de la luz divina en el mundo llenode oscuridad y problemas sin resolver. Donde se manifiesta la gloria de Dios, se

    difunde en el mundo la luz. “Dios es luz, en él no hay tiniebla alguna”, nos dicesan Juan (1 Jn1,5). La luz es fuente de vida. Pero luz significa sobre todoconocimiento, verdad, en contraste con la oscuridad de la mentira y de laignorancia. Así, la luz nos hace vivir, nos indica el camino. Pero además, encuanto da calor, la luz significa también amor. Donde hay amor, surge una luz enel mundo; donde hay odio, el mundo queda en la oscuridad. Ciertamente, en elestablo de Belén aparece la gran luz que el mundo espera. En aquel Niño acostadoen el pesebre Dios muestra su gloria: la gloria del amor, que se da a sí mismocomo don y se priva de toda grandeza para conducirnos por el camino del amor.

    La luz de Belén nunca se ha apagado. Ha iluminado hombre y mujeres a lo largo delos siglos, “los ha envuelto en su luz”. Donde ha brotado la fe en aquel Niño, haflorecido también la caridad: la bondad hacia los demás, la atención solícita a losdébiles y los que sufren, la gracia del perdón. Desde de Belén una estela de luz,de amor y de verdad impregna los siglos. Si nos fijamos en los santos –desde sanPablo y san Agustín a san Francisco y santo Domingo, desde san Francisco Javier asanta Teresa de Ávila y a la madre Teresa de Calcuta–, vemos esta corriente debondad, este camino de luz que se inflama siempre de nuevo en el misterio deBelén, en el Dios que se ha hecho Niño. Contra la violencia de este mundo Dios

    opone, en ese Niño, su bondad y nos llama a seguir al Niño.El verdadero misterio de la Navidad es el resplandor interior que viene de esteNiño. Dejemos que este resplandor interior llegue a nosotros, que se encienda ennuestro corazón la llamita de la bondad de Dios; llevemos todos, con nuestroamor, la luz al mundo. No permitamos que esta llama luminosa, encendida en lafe, se apague por las corrientes frías de nuestro tiempo. Custodiémosla fielmentey ofrezcámosla a los demás.

    17 de diciembreEL ESTABLO DE BELÉN

    Benedicto XVI, 25 de diciembre de 2007En algunas representaciones navideñas de la Baja Edad media y de comienzo de laEdad Moderna, el pesebre se representa como edificio más bien desvencijado. Sepuede reconocer todavía su pasado esplendor, pero ahora está deteriorado, susmuros en ruinas; se ha convertido justamente en un establo. Aunque no tiene unfundamento histórico, esta interpretación metafórica expresa sin embargo algo dela verdad que se esconde en el misterio de la Navidad. El trono de David, al que se

    había prometido una duración eterna, está vacío. Son otros los que dominan enTierra Santa. José, el descendiente de David, es un simple artesano; de hecho, elpalacio se ha convertido en una choza. David mismo había comenzado comopastor. Cuando Samuel lo buscó para ungirlo, parecía imposible y contradictorio

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    que un joven pastor pudiera convertirse en el portador de la promesa de Israel. Enel establo de Belén, precisamente donde estuvo el punto de partida, vuelve acomenzar la realeza davídica de un modo nuevo: en aquel niño envuelto enpañales y acostado en un pesebre. El nuevo trono desde el cual este David atraeráhacia sí el mundo es la Cruz. El nuevo trono —la Cruz— corresponde al nuevo inicioen el establo. Pero justamente así se construye el verdadero palacio davídico, la

    verdadera realeza. Así, pues, este nuevo palacio no es como los hombres seimaginan un palacio y el poder real. Este nuevo palacio es la comunidad decuantos se dejan atraer por el amor de Cristo y con Él llegan a ser un solo cuerpo,una humanidad nueva. El poder que proviene de la Cruz, el poder de la bondadque se entrega, ésta es la verdadera realeza. El establo se transforma en palacio;precisamente a partir de este inicio, Jesús edifica la nueva gran comunidad, cuyapalabra clave cantan los ángeles en el momento de su nacimiento: «Gloria a Diosen el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama», hombres que ponen suvoluntad en la suya, transformándose en hombres de Dios, hombres nuevos,mundo nuevo.El establo del mensaje de Navidad representa la tierra maltratada. Cristo noreconstruye un palacio cualquiera. Él vino para volver a dar a la creación, alcosmos, su belleza y su dignidad: esto es lo que comienza con la Navidad y hacesaltar de gozo a los ángeles. La tierra queda restablecida precisamente por elhecho de que se abre a Dios, que recibe nuevamente su verdadera luz y, en lasintonía entre voluntad humana y voluntad divina, en la unificación de lo alto conlo bajo, recupera su belleza, su dignidad. Así, pues, Navidad es la fiesta de lacreación renovada. Los Padres interpretan el canto de los ángeles en la Nochesanta a partir de este contexto: se trata de la expresión de la alegría porque lo

    alto y lo bajo, cielo y tierra, se encuentran nuevamente unidos; porque el hombrese ha unido nuevamente a Dios. Para los Padres, forma parte del canto navideñode los ángeles el que ahora ángeles y hombres canten juntos y, de este modo, labelleza del cosmos se exprese en la belleza del canto de alabanza. El cantolitúrgico —siempre según los Padres— tiene una dignidad particular porque es uncantar junto con los coros celestiales. El encuentro con Jesucristo es lo que noshace capaces de escuchar el canto de los ángeles, creando así la verdaderamúsica, que acaba cuando perdemos este cantar juntos y este sentir juntos.

    18 de diciembreLA ESTRELLA

    Benedicto XVI, 6 de enero de 2011¿Qué clase de estrella era la que los Magos vieron y siguieron? A lo largo de lossiglos esta pregunta ha sido objeto de debate entre los astrónomos. Kepler, porejemplo, creía que se trataba de una «nova» o una «supernova», es decir, una delas estrellas que normalmente emiten una luz débil, pero que pueden tenerimprovisamente una violenta explosión interna que produce una luz excepcional.Ciertamente, son cosas interesantes, pero que no nos llevan a lo que es esencial

    para entender esa estrella. Debemos volver al hecho de que esos hombresbuscaban las huellas de Dios; trataban de leer su «firma» en la creación; sabíanque «el cielo proclama la gloria de Dios» (Sal 19, 2); es decir, tenían la certeza deque es posible vislumbrar a Dios en la creación. Pero, al ser hombres sabios,

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    sabían también que no es con un telescopio cualquiera, sino con los ojos profundosde la razón en busca del sentido último de la realidad y con el deseo de Dios,suscitado por la fe, como es posible encontrarlo, más aún, como resulta posibleque Dios se acerque a nosotros. El universo no es el resultado de la casualidad,como algunos quieren hacernos creer. Al contemplarlo, se nos invita a leer en élalgo profundo: la sabiduría del Creador, la inagotable fantasía de Dios, su infinito

    amor a nosotros. No deberíamos permitir que limiten nuestra mente teorías quesiempre llegan sólo hasta cierto punto y que —si las miramos bien—  de ningúnmodo están en conflicto con la fe, pero no logran explicar el sentido último de larealidad. En la belleza del mundo, en su misterio, en su grandeza y en suracionalidad no podemos menos de leer la racionalidad eterna, y no podemosmenos de dejarnos guiar por ella hasta el único Dios, creador del cielo y de latierra. Si tenemos esta mirada, veremos que el que creó el mundo y el que nacióen una cueva en Belén y sigue habitando entre nosotros en la Eucaristía son elmismo Dios vivo, que nos interpela, nos ama y quiere llevarnos a la vida eterna.

    19 de diciembreLOS ANIMALES

    Cardenal RatzingerEl buey y el asno forman parte de toda representación del pesebre. Pero, ¿dedónde proceden en realidad? Como es sabido, los relatos navideños del NuevoTestamento no cuentan nada de ellos. El buey y el asno no son simplementeproductos de la fantasía piadosa. Gracias a la fe de la Iglesia en la unidad del

    Antiguo y del Nuevo Testamento, se han convertido en acompañantes delacontecimiento navideño. De hecho, en Isaías 1,3 se dice: «Conoce el buey a sudueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne».Los Padres de la Iglesia vieron en estas palabras una profecía referida al nuevopueblo de Dios, la Iglesia constituida a partir de judíos y gentiles. Ante Dios, todoslos hombres, judíos y gentiles, eran como bueyes y asnos, sin razón nientendimiento. Pero el Niño del pesebre les ha abierto los ojos, para que ahorareconozcan la voz de su Dueño, la voz de su Amo. El buey y el asno conocen, pero«Israel no conoce, mi pueblo no discierne». ¿Quién es hoy el buey y el asno, quiénes mi pueblo que no discierne? ¿En qué se conoce al buey y al asno, en qué a mipueblo? ¿Por qué, de hecho, sucede que la irracionalidad conoce y la razón estáciega? Para encontrar una respuesta, debemos regresar una vez más, con losPadres de la Iglesia, a la primera Navidad. ¿Quién no conoció? ¿Quién conoció? ¿Porqué fue así? Quien no conoció fue Herodes: no sólo no entendió nada cuando lehablaron del Niño, sino que sólo quedó cegado todavía más profundamente por suambición de poder y la manía persecutoria que le acompañaba. Quien no conociófue, «con él, toda Jerusalén». Quienes no conocieron fueron los hombreselegantemente vestidos, la gente refinada. Quienes no conocieron fueron losseñores instruidos, los expertos bíblicos, los especialistas de la exégesis

    escriturística, que desde luego conocían perfectamente el pasaje bíblico correcto,pero, pese a todo, no comprendieron nada. Quienes conocieron fueron –comparados a estas personas de renombre–  bueyes y asnos: los pastores, losmagos, María y José. ¿Podía ser de otro modo? En el portal, donde está el Niño

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    Jesús, no se encuentran a gusto las gentes refinadas, sino el buey y el asno. Ahorabien, ¿qué hay de nosotros? ¿Estamos tan alejados del portal porque somosdemasiado refinados y demasiado listos? ¿No nos enredamos también en eruditasexégesis bíblicas, en pruebas de la inautenticidad o autenticidad del lugarhistórico, hasta el punto de que estamos ciegos para el Niño como tal y no nosenteramos de nada de Él? ¿No estamos también demasiado en Jerusalén, en el

    palacio, encastillados en nosotros mismos, en nuestra arbitrariedad, en nuestromiedo a la persecución, como para poder oír por la noche la voz del ángel, e ir aadorar? De esta manera, los rostros del buey y el asno nos miran y nos hacen unapregunta: Mi pueblo no entiende, ¿comprendes tú la voz del Señor?

    20 de diciembreLOS REYES MAGOS

    Benedicto XVI, 6 de enero de 2011

    ¿Qué clase de personas eran y qué tipo de estrella era esa? Probablemente eransabios que escrutaban el cielo, pero no para tratar de «leer» en los astros elfuturo, quizá para obtener así algún beneficio; más bien, eran hombres «en busca»de algo más, en busca de la verdadera luz, una luz capaz de indicar el camino quees preciso recorrer en la vida. Eran personas que tenían la certeza de que en lacreación existe lo que podríamos definir la «firma» de Dios, una firma que elhombre puede y debe intentar descubrir y descifrar. Tal vez el modo para conocermejor a estos Magos y entender su deseo de dejarse guiar por los signos de Dios esdetenernos a considerar lo que encontraron, en su camino, en la gran ciudad de

    Jerusalén.Ante todo encontraron al rey Herodes. Ciertamente, Herodes estaba interesado enel niño del que hablaban los Magos, pero no con el fin de adorarlo, como quieredar a entender mintiendo, sino para eliminarlo. Herodes es un hombre de poder,que en el otro sólo ve un rival contra el cual luchar. En el fondo, si reflexionamosbien, también Dios le parece un rival, más aún, un rival especialmente peligroso,que querría privar a los hombres de su espacio vital, de su autonomía, de supoder; un rival que señala el camino que hay que recorrer en la vida y así impidehacer todo lo que se quiere. Herodes escucha de sus expertos en las SagradasEscrituras las palabras del profeta Miqueas (5, 1), pero sólo piensa en el trono.Entonces Dios mismo debe ser ofuscado y las personas deben limitarse a sersimples peones para mover en el gran tablero de ajedrez del poder. Perodeberíamos preguntarnos: ¿Hay algo de Herodes también en nosotros? ¿Tambiénnosotros, a veces, vemos a Dios como una especie de rival? ¿También nosotrossomos ciegos ante sus signos, sordos a sus palabras, porque pensamos que ponelímites a nuestra vida y no nos permite disponer de nuestra existencia como nosplazca?Los Magos, luego, se encuentran con los estudiosos, los teólogos, los expertos quelo saben todo sobre las Sagradas Escrituras, que conocen las posibles

    interpretaciones, que son capaces de citar de memoria cualquier pasaje y que,por tanto, son una valiosa ayuda para quienes quieren recorrer el camino de Dios.Pero, afirma san Agustín, les gusta ser guías para los demás, indican el camino,pero no caminan, se quedan inmóviles. Pero podemos preguntarnos de nuevo: ¿no

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    existe también en nosotros la tentación de considerar las Sagradas Escrituras, estetesoro riquísimo y vital para la fe la Iglesia, más como un objeto de estudio y dedebate de especialistas que como el Libro que nos señala el camino para llegar ala vida?Sigamos el camino de los Magos que llegan a Jerusalén. Sobre la gran ciudad laestrella desaparece, ya no se ve. ¿Qué significa eso? También en este caso

    debemos leer el signo en profundidad. Para aquellos hombres era lógico buscar alnuevo rey en el palacio real, donde se encontraban los sabios consejeros de lacorte. Pero, probablemente con asombro, tuvieron que constatar que aquel reciénnacido no se encontraba en los lugares del poder y de la cultura, aunque en esoslugares se daban valiosas informaciones sobre él. En cambio, se dieron cuenta deque a veces el poder, incluso el del conocimiento, obstaculiza el camino hacia elencuentro con aquel Niño. Entonces la estrella los guió a Belén, una pequeñaciudad; los guió hasta los pobres, hasta los humildes, para encontrar al Rey delmundo. Los criterios de Dios son distintos de los de los hombres. Dios no semanifiesta en el poder de este mundo, sino en la humildad de su amor, un amorque pide a nuestra libertad acogerlo para transformarnos y ser capaces de llegar aAquel que es el Amor.Así resulta muy claro también un último elemento importante del episodio de losMagos: el lenguaje de la creación nos permite recorrer un buen tramo del caminohacia Dios, pero no nos da la luz definitiva. Al final, para los Magos fueindispensable escuchar la voz de las Sagradas Escrituras: sólo ellas podíanindicarles el camino. La Palabra de Dios es la verdadera estrella que, en laincertidumbre de los discursos humanos, nos ofrece el inmenso esplendor de laverdad divina. Dejémonos guiar por la estrella, que es la Palabra de Dios;

    sigámosla en nuestra vida, caminando con la Iglesia, donde la Palabra ha plantadosu tienda. Nuestro camino estará siempre iluminado por una luz que ningún otrosigno puede darnos. Y también nosotros podremos convertirnos en estrellas paralos demás, reflejo de la luz que Cristo ha hecho brillar sobre nosotros. Amén.

    21 de diciembreLOS PASTORES

    Benedicto XVI, 24 de diciembre de 2005¿Qué tipo de hombres son? En su ambiente, los pastores eran despreciados; se lesconsideraba poco de fiar y en los tribunales no se les admitía como testigos. Pero¿quiénes eran en realidad? Ciertamente no eran grandes santos, si con estetérmino se alude a personas de virtudes heroicas. Eran almas sencillas. Elevangelio destaca una característica que luego, en las palabras de Jesús, tendráun papel importante: eran personas vigilantes. Esto vale ante todo en su sentidoexterior: por la noche velaban cercanos a sus ovejas. Pero también tiene unsentido más profundo: estaban dispuestos a oír la palabra de Dios, el anuncio delángel. Su vida no estaba cerrada en sí misma; tenían un corazón abierto. De algún

    modo, en lo más íntimo de su ser, estaban esperando algo. Su vigilancia eradisponibilidad; disponibilidad para escuchar, disponibilidad para ponerse encamino; era espera de la luz que les indicara el camino.

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    Esto es lo que a Dios le interesa. Él ama a todos porque todos son criaturas suyas.Pero algunas personas han cerrado su alma; su amor no encuentra en ellasresquicio alguno por donde entrar. Creen que no necesitan a Dios; no lo quieren.Otros, que quizás moralmente son igual de pobres y pecadores, al menos sufrenpor ello. Esperan en Dios. Saben que necesitan su bondad, aunque no tengan unaidea precisa de ella. En su espíritu abierto a la esperanza, puede entrar la luz de

    Dios y, con ella, su paz. Dios busca a personas que sean portadoras de su paz y lacomuniquen. Pidámosle que no encuentre cerrado nuestro corazón. Esforcémonospor ser capaces de ser portadores activos de su paz, concretamente en nuestrotiempo.

    22 de diciembreSAN JOSÉ

    Benedicto XVI, 18 de diciembre de 2005La función de san José no puede reducirse a un aspecto legal. Es modelo delhombre "justo" (Mt 1, 19), que en perfecta sintonía con su esposa acoge al Hijo deDios hecho hombre y vela por su crecimiento humano. Por eso, en los días quepreceden a la Navidad, es muy oportuno entablar una especie de coloquioespiritual con san José, para que él nos ayude a vivir en plenitud este granmisterio de la fe.El amado Papa Juan Pablo II, que era muy devoto de san José, nos ha dejado unaadmirable meditación dedicada a él en la exhortación apostólica Redemptoris

    Custos, "Custodio del Redentor". Entre los muchos aspectos que pone de relieve,pondera en especial el silencio de san José. Su silencio estaba impregnado decontemplación del misterio de Dios, con una actitud de total disponibilidad a lavoluntad divina. En otras palabras, el silencio de san José no manifiesta un vacíointerior, sino, al contrario, la plenitud de fe que lleva en su corazón y que guíatodos sus pensamientos y todos sus actos.Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra deDios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola continuamentecon los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oraciónconstante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santísima voluntady de confianza sin reservas en su providencia.No se exagera si se piensa que, precisamente de su "padre" José, Jesús aprendió,en el plano humano, la fuerte interioridad que es presupuesto de la auténticajusticia, la "justicia superior", que él un día enseñará a sus discípulos (cf. Mt 5,20).Dejémonos "contagiar" por el silencio de san José. Nos es muy necesario, en unmundo a menudo demasiado ruidoso, que no favorece el recogimiento y la escuchade la voz de Dios. En este tiempo de preparación para la Navidad cultivemos elrecogimiento interior, para acoger y tener siempre a Jesús en nuestra vida.

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    23 de diciembreLA VIRGEN MARIA

    Benedicto XVI, 26 de noviembre de 2005La Virgen María pertenecía a la parte del pueblo de Israel que en el tiempo deJesús esperaba con todo su corazón la venida del Salvador, y gracias a las palabrasy a los gestos que nos narra el Evangelio podemos ver cómo ella vivía realmente

    según las palabras de los profetas. Esperaba con gran ilusión la venida del Señor,pero no podía imaginar cómo se realizaría esa venida. Quizá esperaba una venidaen la gloria. Por eso, fue tan sorprendente para ella el momento en el que elarcángel Gabriel entró en su casa y le dijo que el Señor, el Salvador, queríaencarnarse en ella, de ella, quería realizar su venida a través de ella. Podemosimaginar la conmoción de la Virgen. María, con un gran acto de fe y deobediencia, dijo "sí": "He aquí la esclava del Señor". Así se convirtió en "morada"del Señor, en verdadero "templo" en el mundo y en "puerta" por la que el Señorentró en la tierra.

    Hemos dicho que esta venida del Señor es singular. Sin embargo, no sólo existe laúltima venida, al final de los tiempos. En cierto sentido, el Señor desea venirsiempre a través de nosotros, y llama a la puerta de nuestro corazón: ¿estásdispuesto a darme tu carne, tu tiempo, tu vida? Esta es la voz del Señor, quequiere entrar también en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana através de nosotros. Busca también una morada viva, nuestra vida personal. Esta esla venida del Señor.Y es precisamente el Espíritu Santo, que formó a Jesús, hombre perfecto, en elseno de la Virgen, quien lleva a cabo en la persona humana el admirable proyecto

    de Dios, transformando ante todo el corazón y, desde este centro, todo el resto.Así, sucede que en cada persona se renueva toda la obra de la creación y de laredención, que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo van realizando desde el iniciohasta el final del cosmos y de la historia.

    24 de diciembreEL NIÑOJESÚS

    Benedicto XVI, 26 de septiembre de 2009La imagen del Niño Jesús lleva inmediatamente a pensar en el misterio de la

    Encarnación, en el Dios omnipotente que se hizo hombre y vivió treinta años en lahumilde familia de Nazaret, confiado por la Providencia a la solícita custodia deMaría y de José. El pensamiento se dirige a vuestras familias y a todas las familiasdel mundo, a sus alegrías y a sus dificultades. A la reflexión unimos la oración,invocando del Niño Jesús el don de la unidad y de la concordia para todas lasfamilias. Pensamos especialmente en las familias jóvenes, que deben esforzarsetanto para dar a sus hijos seguridad y un futuro digno. Oramos por las familias endificultad, probadas por la enfermedad y el dolor, por las que están en crisis,desunidas o desgarradas por la discordia y la infidelidad. A todas las

    encomendamos al Santo Niño de Praga, sabiendo cuán importante es suestabilidad y su concordia para el verdadero progreso de la sociedad y para elfuturo de la humanidad.

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    La imagen del Niño Jesús, con la ternura de su infancia, nos permite ademáspercibir la cercanía de Dios y su amor. Comprendemos lo preciosos que somos asus ojos porque, precisamente gracias a él, nos hemos convertido a nuestra vez enhijos de Dios. Todo ser humano es hijo de Dios y por lo tanto hermano nuestro y,como tal, debe ser acogido y respetado. Que nuestra sociedad comprenda estarealidad. Entonces cada persona sería valorada no por lo que tiene, sino por lo que

    es, pues en el rostro de cada ser humano, sin distinción de raza ni de cultura,brilla la imagen de Dios.Esto vale sobre todo para los niños. En el Santo Niño de Praga contemplamos labelleza de la infancia y la predilección que Jesucristo siempre manifestó hacia lospequeños, como leemos en el Evangelio (cf. Mc 10, 13-16). ¡Cuántos niños, encambio, no son amados ni acogidos ni respetados! ¡Cuántos son víctimas de laviolencia y de toda forma de explotación por parte de personas sin escrúpulos!Que se reserve a los menores el respeto y la atención que se les debe: los niñosson el futuro y la esperanza de la humanidad.Deseo ahora dirigiros unas palabras en particular a vosotros, queridos niños, y avuestras familias. Habéis venido en gran número a encontraros conmigo y os loagradezco de corazón. Vosotros, que sois los predilectos del corazón del NiñoJesús, corresponded a su amor y, siguiendo su ejemplo, sed obedientes, amables ycaritativos. Aprended a ser, como él, el consuelo de vuestros padres. Sedverdaderos amigos de Jesús y recurrid a él siempre con confianza. Rezadle porvosotros mismos, por vuestros padres, familiares, maestros y amigos, y rezadletambién por mí. Gracias de nuevo por vuestra acogida y de corazón os bendigo,mientras invoco sobre todos la protección del Santo Niño Jesús, de su MadreInmaculada y de san José.

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     Ad Iesum per Mariam!