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20/11/2014 Cienca, mercado y desigualdad http://nuevomundo.revues.org/67137 1/22 Nuevo Mundo Mundos Nuevos Nouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New worlds Débats | 2014 SANDRA TOLOSA Cienca, mercado y desigualdad Apuntes sobre el intercambio de material arqueológico calchaquí fin de siglo XIX-principios del XX Science, market and inequality. Notes on archaeological calchaquí material exchange. End of 19th-beginning of 20th century [05/09/2014] Résumés Español English Français Português Este trabajo se propone abordar la problemática del intercambio de piezas arqueológicas del NOA, como mercancías especiales, durante el periodo histórico entre las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX. En ese momento, el auge de las exploraciones a la región particular denominada “calchaquí” fue determinado en forma directa por los procesos de formación de colecciones -nacionales e internacionales-, en conjunto con la consolidación disciplinar de la arqueología, produciendo profundos impactos en el territorio. Si bien el intercambio de estas mercancías especiales asumió formas variadas durante esos procesos, por la intervención de múltiples actores y diversas prácticas, nos centraremos en dos aspectos. Por un lado, la compra-venta de piezas a pequeña escala, como intercambio mercantil con intervención del dinero y por el otro, la circulación de las mismas por donaciones o regalos. Relacionaremos ambas modalidades con formas específicas de redes y posiciones sociales entre los actores intervinientes y cómo éstas impactan en el valor de los objetos. This paper considers the problem of sharing archaeological pieces of the NOA region, special goods, during the historical period between the late nineteenth and early twentieth centuries. At that time, the rise in the explorations of that particular region called "calchaquí " was directly determined by the processes of formation of the collections - national and

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Nuevo Mundo Mundos NuevosNouveaux mondes mondes nouveaux - Novo Mundo Mundos Novos - New world New worlds

Débats | 2014

SANDRA TOLOSA

Cienca, mercado y desigualdadApuntes sobre el intercambio de material arqueológico calchaquí fin de sigloXIX-principios del XXScience, market and inequality. Notes on archaeological calchaquí material exchange. End of 19th-beginning of 20th century[05/09/2014]

Résumés

Español English Français PortuguêsEste trabajo se propone abordar la problemática del intercambio de piezas arqueológicas del NOA, como mercancíasespeciales, durante el periodo histórico entre las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX. En ese momento, elauge de las exploraciones a la región particular denominada “calchaquí” fue determinado en forma directa por los procesosde formación de colecciones -nacionales e internacionales-, en conjunto con la consolidación disciplinar de la arqueología,produciendo profundos impactos en el territorio. Si bien el intercambio de estas mercancías especiales asumió formasvariadas durante esos procesos, por la intervención de múltiples actores y diversas prácticas, nos centraremos en dosaspectos. Por un lado, la compra-venta de piezas a pequeña escala, como intercambio mercantil con intervención del dinero ypor el otro, la circulación de las mismas por donaciones o regalos. Relacionaremos ambas modalidades con formas específicasde redes y posiciones sociales entre los actores intervinientes y cómo éstas impactan en el valor de los objetos.

This paper considers the problem of sharing archaeological pieces of the NOA region, special goods, during the historicalperiod between the late nineteenth and early twentieth centuries. At that time, the rise in the explorations of that particularregion called "calchaquí " was directly determined by the processes of formation of the collections - national and

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international -, together with the consolidation of archeology as a discipline, causing deep impacts in the territory. Whilesharing these special goods assumed various forms during these processes, as the involvement of multiple actors anddifferent practices, we will focus in two aspects. First, the sale of parts in a small scale, with the intervention of commercialexchange money and second, the movement of this objects as gifts or donations. We will relate both modalities with thespecific forms of social relations and positions between the participants and how they impact in the value of the objects.

Cet article s’efforce tout d’abord d’aborder la problématique de l’échange de pièces archéologiques du NOA en tant quemarchandises spéciales pendant la période historique du tournant du XXe siècle. À cette époque-là, l’essor des explorations àla région nommée calchaquí a été déterminé directement par les processus de formation des collections nationales etinternationales, et par la consolidation disciplinaire de l’archéologique, ce qui a entrainé de notables transformations sur leterritoire en question. On caractérise ensuite plus précisément deux manières d’échanger ces marchandises spéciales : l’une,l’achat et la vente de pièces à petite échelle dans des échanges commerciaux et l’autre, la circulation comme des dons oucadeaux. Finalement on met en évidence les relations entre les différents types d’échange et les positions sociales des acteursintervenants faisant partie des multiples réseaux, afin d’illustrer comment ces dernières modifient la valeur des objetséchangés.

Este trabalho considera o problema do compartilhamento de peças arqueológicas da região denominada NOA, como bensespeciais , durante o período histórico que abrange o fim do século XIX e o início do século XX. Naquela época, o aumentodas explorações na região chamada "calchaquí" foi determinada diretamente pelo processo de formação de coleções -nacionais e internacionais-, juntamente com a disciplina de consolidação da arqueologia produzindo profundos impactos noterritório. Porém o intercambio desses bens especiais assumiu várias formas durante esses processos pelo envolvimento demúltiplos atores e diferentes práticas, vamos nos concentrar em dois aspectos. Por um lado, a venda de peças para a pequenaescala com a intervenção do dinheiro sendo esse um intercâmbio comercial e, pelo outro, o movimento desses bens atravésde doações ou presentes. Vamos relacionar ambas modalidades com formas específicas de relações sociais e posições entre osatores participantes vendo como elas impactam no valor de objetos.

Entrées d’index

Mots clés : collections archéologiques, échange, valeur, positions socialesKeywords : archaeological collections, exchange, value, social relationsPalabras claves : colecciones arqueológicas, intercambio, valor, posiciones socialesPalavras Chaves : coleções arqueológicas, troca, valor, relações sociais

Texte intégral

Science, marché et inégalités. Notes sur l'échange de matériel archéologique calchaquí. Fin du XIXe - début duXXe siècle

Ciência, mercado e desigualdade. Notas sobre a troca de material arqueológico calchaquí. Final do XIX - iníciodo XX siglo

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Contexto históricoEntre fines del siglo XIX y comienzos del XX se produjo un intenso proceso de desarrollo y consolidación de

las disciplinas arqueológica y antropológica en la República Argentina, en el marco de un proyecto políticonacional que apostaba a la certeza de la ciencia como respaldo de un país progresista y culto. Bajo la matriz delAmericanismo europeo, el ámbito específico de estas disciplinas se constituyó inicialmente desde el seguimientode modelos institucionales importados, que adquirieron luego particularidades locales.

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Los primeros académicos nacionales se vincularon con Europa a través de membrecías a sociedadescientíficas, que funcionaban en ambos lados del Atlántico y cuyos miembros –asociados a los círculos de elite dela época- mantenían contacto permanente. En el país, la Sociedad Científica Argentina, fundada en 1872, fue laprimera institución que reunió a los “principales representantes de las ciencias exactas, físicas y naturales delpaís y del extranjero, desempeñando un importantísimo papel en la estructuración del campo científiconacional”1. En ella confluyeron tempranamente los intelectuales aficionados a los campos arqueológico yantropológico, como miembros activos o como corresponsales en el interior o en Europa: Estanislao Zeballos,Francisco P. Moreno, Florentino Ameghino, Juan Martín Leguizamón, Germán Burmeister y John Lubbock,entre otros.

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La Sociedad fue a su vez, escenario inicial del interés por el estudio y exhibición de materiales, que seorganizaban en heterogéneas exposiciones en las que confluían la Industria, la Construcción, la Agricultura, lasHistoria Natural, (incluidas allí la Antropología y la Arqueología), las Matemáticas, la Higiene, la Fotografía ylas Bellas Artes. Se trataba de eventos públicos importantes y apreciados: “La numerosa concurrencia que havisitado durante los nueve días en que estuvo abierta se retiró complacida del éxito de una fiesta singular einteresante entre nosotros. La prensa de la capital ha contribuido al mejor éxito con sus noticias incitantes ymerecidas, sobre varios de los objetos expuestos.”2

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Paralelamente, aparecía la idea de constituir una colección permanente de la institución. En el Acta del 1 demayo de 1876, se anunciaba que se trataría “una comunicación del Sr. Juan Martín Leguizamón de Salta,adjuntando varios objetos y antigüedades de los Incas para el museo de la Sociedad”.3 Estas experienciasiniciales configuraron un antecedente para las posteriores colecciones estatales, tarea en la que algunos de estossocios participarían activamente.

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Como señalara Foucault, la “purificación” realizada en el siglo XVII para ordenar la Historia Natural, tuvocomo “documentos de esta nueva historia no (…) otras palabras, textos o archivos, sino espacios claros en losque las cosas se yuxtaponen: herbarios, colecciones, jardines; el lugar de esta historia es un rectángulointemporal en el que los seres, despojados de todo comentario, de todo lenguaje circundante, se presentan unosal lado de otros, con sus superficies visibles, aproximados de acuerdo con sus rasgos comunes y, con ello,virtualmente analizados y portadores de su solo nombre”4. Así, espacios como los gabinetes de Historia Naturalsustituyeron el “desfile circular del espécimen” del Renacimiento por la “exposición en cuadro”, en una “nuevamanera de anudar las cosas a la vez con la mirada y con el discurso”.5 La importancia metodológica de lasnuevas distribuciones y organizaciones espaciales fue fundamental también para la clasificación de archivos,documentos, inventarios, lenguas y todo elemento constitutivo de la historia, instalando allí un orden “del

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mismo tipo que el que se estableció ente los vivientes. Y en este tiempo clasificado, en este devenir cuadriculadoy especializado, emprenderán los historiadores el siglo XIX la tarea de escribir una historia finalmente“verdadera” –es decir, liberada de la racionalidad clásica, de su ordenamiento y de su teodicea, restituida a laviolencia irruptora del tiempo-.”6

Este proceso tuvo en Europa una profundidad temporal que al otro lado del Atlántico se tradujo en uncorrelato bastante más condensado, en el último cuarto del siglo XIX. Luego de las primeras inquietudes de lasSociedades, la construcción de colecciones de Historia Natural, Arqueología, Paleontología y de archivoshistóricos se fue conjugando con la configuración de los campos disciplinares y sus respectivos proyectos deprofesionalización. De este modo, las colecciones respondían a una doble necesidad: su comúnimprescindibilidad como material de análisis y la delimitación de la especificidad del objeto de estudio de cadauna de las disciplinas, como operación fundamental de estructuración de sus respectivos campos.

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La velocidad de estos procesos de configuración epistémica impulsó rápidamente la necesidad de crearespacios físicos para reservorio de los objetos que se iban coleccionando de manera fragmentaria y espontánea.Así se fue requiriendo de la intervención del Estado, que se formalizó en la construcción de museosuniversitarios, donde las ciencias reglamentaron progresivamente los límites de la verdad del discurso científicoy la validez de sus métodos. Ejemplo de esto fueron el Museo de Ciencias Naturales de La Plata fundado en1884, y posteriormente el Museo Etnográfico de Buenos Aires7 en 1904, ligados orgánicamente a sus respectivasuniversidades.

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Sin embargo, la ayuda estatal fue lenta y las primeras acciones fueron en gran parte resultado del esfuerzo delos pioneros de las disciplinas (en este caso de la arqueología) quienes mediante sus vínculos socioeconómicoscon la elite y sus propios medios, financiaron expediciones y colecciones. Francisco Moreno formaba parte, hacia1870, de un círculo internacional de intercambio de materiales y publicaciones y había tendido una serie desólidas redes de sociabilidad entre la elite porteña y los jóvenes científicos.8 Entre 1877 y 1884 sus colecciones“formaron parte del Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires, sostenido con fondos privados yprovinciales, que funcionó en el domicilio particular de Moreno”.9 Por su lado, Ambrosetti “canalizó recursos ydádivas a favor de la institución a través de las redes familiares, sociales y científicas en las que estaba inserto.Este aspecto de su biografía permite apreciar otra dimensión de estas instituciones: más que ligadas a unabiografía, al esfuerzo individual o a un plan orquestado desde el Estado, surgen y se mantienen gracias a lasrelaciones de clase y de negocios de una determinada red social, apoyadas por los vínculos de parentesco de susdirectores y la posibilidad que esto les brindaba para canalizar recursos y colecciones en su provecho.”10

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En efecto, si bien el Estado fue el final beneficiario de los procesos que devinieron en la patrimonialización delpasado arqueológico y que contribuyeron a la consolidación de un discurso hegemónico unificador sobre lahistoria nacional, su intervención en la práctica fue relativa. Sobre todo en los inicios, el apoyo financiero fueescaso y tuvieron que pasar varias décadas para la elaboración de marcos regulatorios y legales de la actividad.Así, la formación de colecciones arqueológicas fue un proceso de “acumulación primitiva”11 de capital culturaldel pasado que involucró distintas prácticas, variados actores sociales y se realizó según condiciones específicasen cada caso. A esta complejidad se sumó la intensidad del proceso, que en pocos años logró constituirse comouno de los episodios más virulentos en la historia de la expoliación del pasado material a los pobladores

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La zona “calchaquí, fuente de recursos

nativos, con especial énfasis en el noroeste argentino.El ejemplo fue tomado nuevamente del modelo europeo, que conceptualizaba al territorio americano como un

proveedor de materia prima para sus estudios. “Puede estudiarse á Yucatan y á sus maravillosas ruinas en elMuseo del Trocadero, en París (…) Estados-Unidos, Francia y Alemania sobre todo, ostentan en sus museosmateriales para principiar a reconstruir el pasado de esos países americanos”.12 Esta tendencia fue proseguidapor la Academia argentina que, no obstante comenzar a disputar a los extranjeros la potestad sobre los objetos,esgrimir argumentos de preservación patrimonial y de defensa de la investigación nacional,13 reprodujo elmismo mecanismo. Las colecciones fueron formadas en los centros de poder político y de producción deldiscurso científico -principalmente Buenos Aires y La Plata, y en menor medida Córdoba-14 con materialproveniente de los territorios periféricos rurales. En términos epistémicos, esto produjo una ruptura en elsistema de relaciones vitales de los habitantes nativos, universo del que los ancestros formaban parte activa. Encontraste, la explicación científica se erigió como verdad única sobre el pasado, invisibilizando losconocimientos locales, que de allí en más fueron caracterizados como supersticiones o leyendas.15

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La expoliación de material arqueológico de los territorios nativos fue una manifestación más de la dominaciónde los poderes centrales sobre sus periferias y de la expropiación de recursos materiales, conocimientos eidentidad cultural a grupos sociales subalternizados, para su acumulación en manos de unos pocos. Unacontinuación del proyecto colonizador: espacios vacíos, posibles de “descubrir” y sobre los que extender elproyecto civilizador de la nación. Objetos disponibles de ser “hallados”, apropiados y clasificados en formafuncional a dicho proyecto. Así se posibilitó la construcción de un modelo reducido16 que estatizó en anaqueles yvitrinas la heterogénea riqueza del territorio, corrigiendo su inconmensurable y caótica realidad con unreordenamiento conveniente. Una clasificación científica, geográfica y étnica de la nación, indispensable parasituar a las poblaciones indígenas y reescribir su historia de acuerdo a los intereses y planes de políticaterritorial del Estado.17

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La referencia geográfica corresponde al área que atraviesa, aproximadamente 500 km. en forma longitudinalde Norte a Sur, las actuales provincias de Salta, Tucumán y Catamarca, en el Noroeste argentino. Se trata de unvalle formado a las márgenes del río Calchaquí y su continuación, el río Santa María, entre las formacionesmontañosas del Aconquija al Este y la sierra de Quilmes al Oeste, donde existe gran cantidad de asentamientosprehispánicos. La denominación genérica “calchaquí”, tanto para la región como para las diferentesparcialidades indígenas que habitaban allí, surgió del apellido del líder Juan Calchaquí, quien se enfrentó conlos españoles en su intento de ocupación, durante las llamadas “Guerras Calchaquíes”. El uso fue aplicado luegoa las producciones culturales locales por estudiosos de la época como, entre otros, Adán Quiroga, Samuel LafoneQuevedo y Juan B. Ambrosetti, 18 quien no sólo estudió el problema de su origen y vinculaciones con otrospueblos americanos, sino que utilizó la denominación para definir la arqueología de la zona.19

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Pero fue la expedición de 1877 de Inocencio Liberani y Rafael Hernández a la Loma Rica, Catamarca,20 la que13

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marcó el acto fundacional de la arqueología calchaquí, desatando un “boom” de exploraciones en los añossubsiguientes. Los restos de las antiguas “civilizaciones” de la zona permitían la ubicación de lo indígena en unremoto pasado de la historia nacional, que contrastaba con el genocidio que se llevaba a cabo en ese momentocontra las poblaciones patagónicas, en la llamada “Conquista del Desierto”21. La construcción del hito de LomaRica (que invisibilizó al conocimiento local que lo posibilitó) estuvo determinada por la singular participaciónoficial en el proyecto. No tanto por el financiamiento otorgado (mucho menor al solicitado) sino por los estrictosmecanismos de registro y control judicial de la excavación, indicados por el Ministro de Instrucción PúblicaOnésimo Leguizamón, quien “explicitó al mismo tiempo el andamiaje teórico metodológico que habría de seguirel profesor italiano (…) [por lo cual] la arqueología del noroeste argentino obtuvo por iniciativa política larelevancia de la observación y la medición”.22

El acto iniciático de la arqueología calchaquí significó, paralelamente, la transformación de la región en unade las fuentes principales de “materia prima” para las colecciones formadas en el cambio de siglo. La cantidadde piezas existentes bajo su suelo, la magnitud y complejidad de sus ciudades prehispánicas y la “calidadartística” de sus producciones23 fueron motivaciones para la labor extractiva de esos años, que pese a suextraordinaria intensidad, no siempre redundó en una ampliación del conocimiento: “Interesaban los objetos ensí, por su supuesto valor estético, estimado en función de los cánones artísticos occidentales, y no hubo ningúninterés en estudiarlos en sus precisas asociaciones al interior de los lugares funerarios y asentamientos de losque habían sido extraídos. Si tales registros se hubieran considerado, habrían permitido una aproximación a losmodos de vida y a la reproducción social de las antiguas poblaciones. Esta actitud muestra cómo los materialesculturales pasaban a integrar el mundo natural, al igual que los restos de fauna y flora obtenidos en los viajes adistintas zonas del NOA, negando la historia de los pueblos indios, su desenvolvimiento y transformaciones.”24

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Muchas veces, sin embargo, (aunque se enunciara lo contrario) los expedicionarios no concretaban el deseadoacto de “descubrimiento” sino que encontraban los sitios parcial o totalmente huaqueados,25 destruidos a vecespor completo,26 lo que indica que la actividad extractiva era una práctica ya corriente en la zona. Esto constituyeun problema para la investigación, ya que no sólo es difícil especificar su profundidad temporal y sus autores,sino que se superpone con la práctica de la búsqueda de “tapados” existente desde la época colonial27. Pero másallá de lo complejo del panorama, consideramos que la etapa de formación de colecciones pudo haber marcadouna transformación, tanto las prácticas de extracción y manipulación de piezas como en su sentido, alestimular nuevas modalidades y objetivos del huaqueo, muchas de las cuales continúan hasta la actualidad.

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A los fines de este trabajo, nos interesa vincular las menciones a la destrucción de los sitios con la aparición deun importante stock de piezas disponible para la venta, que podía sumarse a lo extraído por las expediciones. Lacompra de material arqueológico fue una de las formas corrientes utilizadas para aumentar el capital de objetosde los museos, incluso en gran escala, con la compra de colecciones completas. En la arqueología “calchaquí” elcaso más notable fue la compra, por parte del Museo Nacional de Historia Natural, de una parte de la colecciónZavaleta, excavada en distintos puntos de los valles de Santa María, Calchaquí y del Tafí.28 Si bien este caso esparadigmático por la magnitud de su accionar y sus consecuencias, Zavaleta no fue el único que nutriócolecciones nacionales con material de la zona.29 En este trabajo, sin embargo, nos centraremos en operaciones apequeña escala, realizadas con actores desconocidos.

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Intercambio y valor. Premisas de inicio

De lo antedicho podemos plantear otra consecuencia del proceso de conformación de colecciones, ahora en elplano económico. Ésta consistió en una intensificación de la demanda de piezas arqueológicas, que tuvo comoefecto el surgimiento de un nicho económico novedoso, el comercio de “antigüedades”. En el nivel local, estoposibilitó que las piezas se transformasen en mercancías, posibles de ser intercambiadas para generar beneficioseconómicos.30

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Hasta aquí hemos mencionado que el proceso de formación de colecciones y consolidación profesionalprodujo efectos, al menos en tres áreas de análisis. En el ámbito social, por la conformación de un nuevo sectorsocio-profesional, con características novedosas y redes de sociabilidad propias, a fines del siglo XIX. En elaspecto epistémico, por el quiebre producido en la relación de los individuos nativos con sus ancestros y por ladelimitación de un único discurso válido (la ciencia) construido sobre la obliteración del local, comoconsecuencia de la demarcación del campo científico. En términos económicos, por el surgimiento de unincipiente mercado de antigüedades a partir de la demanda de la academia, que implicó cambios de sentido y deprácticas sobre las piezas.

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En el marco de estas transformaciones, nos interesa plantear como hipótesis de trabajo el surgimiento de dosmodos distintos de circulación e intercambio de objetos arqueológicos, a partir estos procesos. En primer lugar,un circuito de circulación al interior del nuevo grupo socio-profesional de los académicos y sus allegados, en elque encontramos una tendencia a los intercambios de regalos o “dones”. En segundo lugar, un circuito en el queparticiparían también actores locales, con intervención de dinero en las transacciones. Esto podría indicar unacorrespondencia entre los dos tipos de intercambio y las posiciones sociales diferenciadas de los actores y, por lotanto, que diversas asignaciones de sentido (condicionadas por la pertenencia social, la clase y los modos deconocimiento) estarían intervieniendo con argumentos y objetivos específicos, en el intercambio y en la creacióndel valor de esos objetos.

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El análisis de estos circuitos en el nuevo y complejo escenario histórico presenta, como problemametodológico, la escasez de datos en publicaciones y archivo, que dificulta el acceso a detalles importantes. Porotro lado, en términos teóricos, plantea la inadecuación de aplicar de forma directa ciertos conceptos clásicoscomo mercancía, valor e intercambio; por lo cual es necesario discutirlos y plantear premisas teóricasespecíficas.

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Primero, es necesario problematizar la aplicación del concepto de mercancía a los objetos arqueológicos. Siaceptamos la propuesta de Appadurai, de que cualquier cosa que en alguna fase o contexto particular de sutrayectoria cumpla con la “candidatura mercantil” puede ser considerada mercancía, podríamos definir a laspiezas arqueológicas como “mercancías por desviación.” Se trata de un caso especial entre las “mercancías pormetamorfosis”31 (destinadas a otros usos y colocadas en estado mercantil) cuya particularidad es estarespecíficamente protegidas contra su mercantilización.32

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En segundo lugar, al ser un nicho económico incipiente, el valor de estas mercancías especiales no se deriva de22

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las leyes de mercado, y la ambigüedad reinante en el momento indica que el mismo debió resolverse de modossingulares. Para abordar este problema, partiremos –para luego discutir si es pertinente- de la afirmación deGeorg Simmel (citado por Appadurai) de que es el intercambio económico el que crea valor. Según el autor, “elvalor está contenido en las mercancías que se intercambian (…) [pero] nunca es una propiedad inherente a losobjetos, sino un juicio emitido acerca de ellos”33 que proviene del deseo de poseerlos, salvado a través delsacrificio de otra cosa. Así, el intercambio de sacrificios es la fuente de la valoración mutua de objetos y laconexión entre ambos es creada por la política, en sentido amplio. Es necesario, sin embargo, inscribir el análisisdel intercambio en los distintos regímenes de valor que varían según el tiempo, el espacio y la especificidadcultural e histórica de las condiciones de circulación de objetos, en la cual “el deseo, la demanda, el sacrificiorecíproco y el poder, interactúan”.34 Coincidimos con este señalamiento y sumamos la necesidad de indagarespecíficamente en las condiciones de igualdad o desigualdad social de los sujetos intervinientes en elintercambio, factor que consideramos crucial en el caso de los objetos arqueológicos.

También es importante para nuestro enfoque el problema del desdoblamiento de los conceptos de valor decambio y valor de uso, planteado por Marx y retomado por otros autores. Según Baudrillard, estadicotomización opone una relación objetiva y “natural” entre la necesidad del sujeto y la función específica delobjeto para satisfacerla (valor de uso) a una relación abstracta, alienada, reificada, entre el producto y el trabajosocial necesario para producirlo (valor de cambio), lo cual trae importantes consecuencias políticas eideológicas. La equivalencia que existe entre ambos es enmascarada, idealizándose al valor de uso “poroposición al valor de cambio, cuando no es sino su forma naturalizada”.35 Así, “los hombres no son igualesrespecto de los bienes considerados como valor de cambio, pero sí parecen serlo respecto de los bienesconsiderados como valor de uso”36 de modo que, aunque el acceso real a los bienes quede sujeto a lasposibilidades económicas de clase, las posibilidades de satisfacer necesidades son virtualmente igualitariaspara todos.

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Ahora bien, ¿qué ocurre cuando unas mismas mercancías –los objetos arqueológicos- satisfacen necesidadesnuevas, distintas a las correspondientes con su función primigenia, que además varían de acuerdo a relaciones ysentidos que sujetos de diferentes posiciones sociales establecen con ellas? Esto no sólo cuestiona la existenciade una relación “objetiva” entre necesidad y función del valor de uso, sino que indica que es preferibledistanciarse de la determinación de la función sobre los objetos y ocuparse de “los procesos en virtud de loscuales las personas entran en relación con ellos y de la sistemática de las conductas y de las relaciones humanasque de ello resultan.”37

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Es necesario entonces analizar al mismo tiempo la función social distintiva de los objetos y la función políticade la ideología que la sustenta, ya que la manipulación y el consumo de objetos se corresponde siempre con “elmecanismo de discriminación y prestigio que se halla en la misma base del sistema de valores y de integraciónen el orden jerárquico de la sociedad”.38 Según nuestro planteo, esto también definió los intercambios y el valorde los objetos arqueológicos, ya que allí se pusieron en relación actores de posiciones sociales diferentes, quesepararemos, a los fines de este trabajo, en dos esferas generales. Por un lado, los investigadores,expedicionarios y allegados, en general forasteros a las regiones que estudian. Por el otro, los nativos de lasmismas, con quienes se contactaron para conseguir piezas. Este recorte, general y arbitrario, se justifica sólo por

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El sistema de “dones” entre científicos del siglo XIX

el alcance limitado de este ejercicio, pero no desconoce la real complejidad y diversidad que exceden al mismo.Por último, la transacción con dinero y el sistema de obsequios pueden ser considerados como variantes del

intercambio de mercancía, si se supera la visión purista que las define sólo como productos destinados alintercambio con dinero en el marco del capitalismo, y se toma su sentido más amplio, de “valores de usosociales”39. Coincidimos con Appadurai en que ampliar el enfoque reduce la exagerada y reificada oposiciónplanteada entre obsequio y mercancía, entre las posiciones teóricas de Mauss y Marx y entre esas modalidadesde intercambio como contrarias y excluyentes. Sin embargo, consideramos que, en nuestro caso de análisis,podría estar operando la dicotomización que transforma a los obsequios en transmisores de sociabilidad, moraly cultura por excelencia; y deja a las transacciones por dinero sujetas sólo al interés y al beneficio económico.

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Las publicaciones de la época abundan en referencias a donaciones y regalos de piezas arqueológicas dentrodel círculo de los investigadores y sus allegados, explicitados en forma de agradecimientos hacia los donantes,por sus obsequios y gentilezas.40 Pero no se trata de un intercambio que se agota en las piezas, sino que éstas sonparte de un conjunto circulante mayor de regalos y préstamos, junto a cosas como fotografías, dibujos, croquis,planos, diarios de campo, etc., así como datos, noticias e información. El entrelazamiento de las distintasdirecciones de circulación de este conjunto sugiere la existencia de un habitus de grupo, en el cual el acto de“compartir” permite la construcción acumulativa de conocimiento y a la vez traza redes solidarias y de mutuaobligación entre los sujetos. En este sentido, la circulación de objetos no debe disociarse de los recursosdiscursivos que la acompañan. La explicitación escrita de mutuos halagos y agradecimientos constituyen, porun lado, la presentación del grupo, unido por el lema de la vocación científica. Por el otro, la reafirmaciónpública de sus cadenas de reciprocidad, materializadas en las cosas.

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Ahora bien, ¿puede este sistema de intercambio entre los académicos describirse como un sistema de “dones”?Algunos aspectos del planteo de Marcel Mauss41 son útiles para aplicar a este contexto específico. En primerlugar, que los actos de dar, recibir y devolver el don constituyen una cadena de obligaciones que no pueden serdisociadas entre sí. La retribución, en tanto obligación recíproca equivalente al esfuerzo que constituye el primerdon, es mensurable, está socialmente determinada y es convencionalmente respetada, sea en forma instantáneao diferida en el tiempo. En segundo término, que “los dones son socialmente necesarios para producir yreproducir las relaciones sociales, el tejido de una sociedad, las condiciones de distancia de cada uno en unasociedad”42. Este aspecto es sumamente importante para nuestro planteo, ya que permite atravesar losenunciados de amistad personal de los protagonistas, para comprenderlos como miembros de un segmentosocial exclusivo que utiliza las cadenas reciprocitarias para fortalecerse en términos intelectuales, sociales ypolíticos.

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Desde otro punto de vista y volviendo a Baudrillard, hay que destacar la capacidad de los objetos dematerializar esas redes sociales, como campo específico de estrategias de adscripción social dentro de otro másvasto en el que operan otros sistemas de signos. Así, los objetos “son portadores de significaciones sociales

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ajustadas a las variaciones económicas, portadores de una jerarquía cultural y social”.43 Ellos, su sintaxis y suretórica remiten a objetivos y lógicas sociales no por su “relación con las necesidades, el valor de uso, sino [por]el valor de intercambio simbólico, de prestación social, de competencia y, en el límite, de discriminantes declase”.44 Este argumento, en función del momento histórico particular que abordamos, destaca la importanciade la función simbólica de los objetos en relación al acto de segregación social que el grupo académico llevaba acabo, no sólo en términos profesionales sino también de clase. Esto no implica una homogeneidad del campocientífico45 ni la ausencia de disputas por los espacios de autoridad a su interior. En un mundo en donde lasredes personales, de parentesco, de amistad, de carácter teórico o ideológico, sustentaban el logro de objetivos yla relevancia de algunas figuras, las relaciones debían ser dinámicas. Pero más allá de las posicionesdiferenciales, las obligaciones mutuas planteadas por el sistema de “dones” pudieron servir para reafirmar lareciprocidad interna. Los objetos, entonces, materializaron el proceso de distinción social del grupo, al adquirir“su significación de prestigio (…) [designando] no ya el mundo, sino el ser y la categoría social de suposeedor.”46

En esta línea, podríamos considerar que la versión más destacada del obsequio “altruista” realizado por losinvestigadores, fue la donación de sus propias colecciones a los museos, práctica modelada por la relaciónafectiva con esos espacios47 pero que también indicaría una cercanía a la elite nacional y al proyecto ideológicodel Estado, del cual esas instituciones eran parte. Desde la perspectiva de los objetos, el ingreso al círculoacadémico, luego de su adquisición o “hallazgo,” implicó su definitiva salida de la esfera de circulación general.Aún si siguieron circulando internamente, fueron los museos el último destino de las piezas, que pasaron aintegrar finalmente la eternidad quieta y homogeneizada del “patrimonio” nacional.

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Volviendo al problema del valor de uso, podría plantearse que la “necesidad” de la arqueología de constituir suespecificidad social y profesional pudo ser satisfecha por estos objetos –refuncionalizados- sea cual fuere su víade adquisición. Sin embargo, esta relación entre necesidad-utilidad quedaría superada (y en cierto modoinvisibilizada) por los aspectos simbólicos ponderados por el criterio científico, que contribuyeron a un acto de“invención” de las piezas como objetos valiosos. Esta “invención” se centró en una serie de atributos valoradospor los especialistas: antigüedad, unicidad, autenticidad y grado de desarrollo tecnológico y estético. Esteúltimo punto fue la base de una jerarquización de los objetos en una escala de evolución técnica, que generó otramodalidad de segregación social, ya que esa clasificación fue asumida como reflejo de presuntas característicasde los grupos étnicos productores. Pero además, esa operación no se limitó a un pasado remoto, ya que muchaspolíticas indigenistas estatales se basaron, al menos parcialmente, en la serie de valoraciones evolucionistas ygeopolíticas acuñadas por la ciencia antropológica y arqueológica48. Esta poderosa influencia demuestra el pesootorgado a la palabra científica en la construcción de clasificaciones sociales e indica sus profundasvinculaciones con el poder político. Por otro lado, los distintos aspectos de los objetos arqueológicos demuestransu enorme capacidad de proyección simbólica, que no sólo superan una lógica única de necesidad-función, sinoque muestran cómo, a través de ellos, “es una sociedad estratificada la que habla”.49

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Pero el interés científico desencadenó otro proceso de enorme impacto: la creación de un valor especial paralas piezas arqueológicas que, surgido de su función simbólica como fundamento disciplinar, se tradujoinevitablemente en un valor de cambio. Esto se correspondió con la apertura de un nuevo nicho económico: un

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Intercambios con sujetos locales

“mercado” de antigüedades que respondió a la demanda de los coleccionistas y al cual los nativos de losterritorios, al comprender que las piezas podían constituir recursos económicos, se dedicaron a abastecer. Estepunto es importante, porque indica la existencia de un vínculo directo entre la valoración científica “pura” y sucorrelato en un valor económico de mercado, fenómeno novedoso en ese momento. Consideramos que fue laponderación del valor de estos objetos como fuente de conocimiento lo que activó su transformación enmercancías intercambiables capaces de generar movilidad de dinero y en algunos casos, riqueza. Esteargumento es central en nuestro planteo porque colabora a comprender las profundas vinculaciones históricasentre la ciencia y el mercado de bienes, aspecto que suele quedar invisibilizado en las investigaciones.

El panorama de lo que aquí llamamos sujetos “locales” o “nativos” es, sin dudas, mucho más amplio yheterogéneo que el recorte que planteamos. Entre ellos, son particulares las referencias textuales a los residentesen los territorios que, aunque no formaran parte de la academia, obsequiaban piezas a los investigadores. Eltrato diferencial se traduce en agradecimientos con nombre y apellido (a diferencia del tratamiento anónimogeneral) y el uso de la categoría “Señor”: “hace unos pocos días, el Dr. Florentino Ameghino, Director del MuseoNacional de Buenos Aires, recibía por correo los objetos que paso a describir, acompañados de una carta delSeñor V. Carrizo, vecino de Villa Castelli, Departamento General La Madrid, Provincia de la Rioja, en la quedaba cuenta de su hallazgo y ofrecía esas piezas al Museo”;50 “el segundo ídolo es un falo de piedra y lo debo a lagentileza del Señor Camilo Geritault que lo halló en las Salinas Grandes”,51 entre otros muchos ejemplos. Estacategoría, usada como contraprestación discursiva, podría indicar un tipo particular de relación en el campo, eincluso también señalar la condición de “vecinos” propietarios.

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Por otro lado, en el territorio también residían investigadores, miembros o allegados al círculo académico, opersonalidades políticas o sociales influyentes, también mencionados especialmente: “dos puntas (…) [una]hallada por el Señor Desiderio Segundo Aguiar52, quien tuvo la fineza de obsequiármela”53. Algunos de ellosofrecían favores, facilitaban el transporte, los animales de carga y los “peones” para el trabajo, y hospedaban ensus fincas a los expedicionarios. Por ejemplo, el “distinguido caballero salteño, doctor Indalecio Gómez” dispusola suya para las campañas de Pampa Grande en 1895 y 1905, además de ofrecerse “espontáneamente a darmemuchos datos de interés, así como también valiosas recomendaciones que me sirvieron de un modo eficaz, porcuya razón hoy me honro en dedicarle este pequeño trabajo”54. Gómez formó parte del círculo del MuseoEtnográfico, donando al mismo su colección y siendo consejero de la Facultad.55 Otro caso especial lo constituyeSamuel Lafone Quevedo, quien además de su rol como investigador y director en el Museo de La Plata, poseía sufinca El Pilciao en Catamarca, donde en varias ocasiones recibió y ofreció recursos a los expedicionarios: “nousarrivâmes quatre jours après à Pilciao, où M. Samuel A. Lafone Quevedo nous fit les honneurs (…) lui sommesnous redevables pour ses indications es ses conseils [sic]”.56 Estas redes de favores eran fundamentales para eléxito de las expediciones y el carácter distintivo de estas relaciones se enuncia discursivamente.

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En oposición, los anónimos pobladores “rasos” son mencionados bajo categorías de índole laboral,35

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generalmente “peones” o baqueanos, en muchos casos acompañados del posesivo “mi”, sin nombres propios quelos subjetivicen. Consideramos que la categoría “peón” utilizada por los académicos, fue uno de los modos deinvisibilización del carácter indígena de los nativos de esta zona, que reproducía las relaciones laborales deexplotación que esos sujetos padecían en las haciendas, reafirmando su condición subalterna y negando a la vezsu indigenidad.

No es casual tampoco que fueran éstos quienes evidenciaran más claramente la ruptura de su universo derelaciones epistémicas, producida por las excavaciones. Pero el miedo a los “antiguos” era explicadosimplemente como un obstáculo para el trabajo:“las supersticiones reinantes, heredadas desde siglos, hacen quelos habitantes próximos á las ruinas se resistan á la faena de excavación de sepulcros, que ellos suponen, ymuchas veces con razón, sean de sus antepasados. Temen la cólera de éstos que se manifiesta según ellos, porgraves enfermedades y aún por la muerte de los profanadores ó por fenómenos meteorológicos de sequías yheladas que afectan y destruyen sus cosechas. Es de desesperar contra la obstinación de las gentes, perotambién es menester tener mucho cuidado en la réplica á fin de poder convencerlos, tocándoles el amor propio,halagándoles con buena paga y regalos suplementarios de coca, alcohol, cigarros, pan y mil otros pequeñosobsequios para que la avaricia y el vicio puedan más que la superstición y venzan al fin su repugnancia (…) esnecesario acompañarlos también en sus prácticas propiciatorias como la de ofrecer á los muertos, antes de abriruna tumba, alcohol y coca para que el «antiguo» quede complacido y se entregue sin venganzasulteriores.”57Así, aquellos peones “supersticiosos”, el sector más pobre e “ignorante” de la población, eranquienes pese a verse obligados a la tarea, manifestaban con su miedo el respeto a las formas tradicionales derelación con sus antepasados.

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En otros casos, sin embargo, la necesidad de dinero hizo que algunos sujetos nativos vendieran piezas a losexpedicionarios. Tomaremos como ejemplo el relato de Herman Ten Kate, enviado en 1893 por el Museo de laPlata a Catamarca, Tucumán y Salta. Los primeros días no fueron positivos; “cependant ces tristes jours dans laquebrada ne furent pas tout à fait perdus. J´achetai d´un pauvre ranchero une urne funéraire de grandedimension”58. La suerte cambió al llegar a San José, donde “nous envoyamesle deux guides-préparateurs danstoutes les directions aux environs de la poblacion afin de recueillir par achat des objets antiques. Ils réussirent àmerveille: de jour au jour le nombre de pièces de poterie, d´objets de pierre et de cuivre, d´ossements humainsetc. s´accumulent dans la chambre que j´occupai.”59 El recorrido continuó con relativo éxito, logrando adquirirpiezas en distintas localidades, hasta su encuentro con los Amaicha, “réputés indiens pur sang”, quienes semostraron lo suficientemente desconfiados como para no aceptar ser medidos ni fotografiados, ni estuvierondispuestos a venderle objetos arqueológicos.

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El ejemplo presenta, en primer lugar, varias categorizaciones genéricas o anónimas para mencionar a lossujetos locales, como “población”, “individuos”, “pobres”, “habitantes”, “rancheros”, a diferencia de los sujetossingularizados, mencionados anteriormente. En el caso particular de los Amaichas, su condición indígena esreconocida, pero negativamente asociada con una actitud hostil, que los diferencia de otros individuos más“acriollados” que, aunque más “avaros”, tenían menos reparos en relacionarse con los visitantes y venderlespiezas.

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Es de destacar que la explicitación textual que hace Ten Kate sobre estas transacciones, es escasa en otros39

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autores. Sin embargo, las mismas eran parte de los objetivos de las campañas. Se daban recursos al investigador“para la adquisición y transporte de los objetos naturales que pueda obtener de los indígenas directamente y desus investigaciones particulares”60 señalándose luego cuantitativamente estas adquisiciones, en publicaciones opapeles internos de las instituciones.61 Desde nuestro punto de vista, se repite aquí la lógica selectiva delnombramiento o la invisibilización, quedando dentro del primer caso las compras de colecciones a sujetosimportantes y en el segundo las transacciones comerciales menores, con los sujetos locales. Esta invisibilidad,que en ciertos pasajes de Ten Kate se transforma en una mágica acumulación de objetos a su paso, niega estetipo de operaciones que, sin embargo, nutrieron colecciones públicas y particulares hasta décadas más adelante,cuando comenzaron a implantarse normativas que las limitaron.62 Por otro lado, es posible -teniendo en cuentaque al ser un recurso económico las piezas podían venderse a cualquiera que las pagara- que la compra fuerapercibida por parte de los científicos como un acto de preservación y rescate de los objetos, que legitimaba su rolcomo salvaguardas del patrimonio, al mismo tiempo que estigmatizaba la venta local como producto de laignorancia.

Otro problema es que los escasos datos existentes poco indican sobre las condiciones de esas transacciones nilos precios pagados por las piezas (información más común si se trata de grandes colecciones). Esto imposibilitacomprender no sólo su real dimensión cuantitativa sino también estimar la distancia entre el valor asignado alas piezas por la ciencia y el precio efectivamente pagado. Recordemos que, de la profunda contradicción entrelos significados asignados por cada uno de los grupos de actores a las piezas, fue el científico el que se impusocomo hegemónico, adquiriendo relevancia histórica, organizando sentidos y prácticas y produciendo múltiplesefectos. Frente a éste, los significados nativos quedarían completamente obliterados durante un siglo, paravolver a reivindicarse recién a fines del siglo XX, con los procesos de etnogénesis y de organización política quese desarrollan actualmente en la zona y que cuestionan la referida hegemonía científica.

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Pero ¿cómo se tradujo este desbalance simbólico en un valor de cambio común? El excedente de significaciónque transformó las cualidades de esos objetos en valor científico ¿fue puesto en consideración al estimarse suvalor de intercambio? Nos inclinamos a creer que no. Más aún, consideramos que fue ocultado estratégicamente,ya que explicitarlo hubiera producido un aumento en el precio de venta. ¿Cuáles fueron entonces losmecanismos para establecer el valor de cambio? Nuevamente debemos tener en cuenta las particularidades delcontexto. Si el valor de cambio surge del cálculo del trabajo social invertido para producir la mercancía, en elcaso de las piezas arqueológicas es imposible cuantificar el esfuerzo en horas para su producción en el pasadoprehispánico. Entonces, ¿el cálculo del trabajo social debería hacerse sobre el esfuerzo invertido en excavar,sacar y limpiar la pieza, dejándola en condiciones para la venta? Tampoco existen parámetros laboralesestandarizados que permitieran cotizar una “media” de horas de ese trabajo, ya que el pago a peones en lascampañas por esa misma tarea se hacía por jornal, como el trabajo rural. Por lo tanto, he aquí una primeradificultad: la de medir el trabajo social empleado para conseguir/producir esa pieza.

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En segundo lugar, el valor de cambio implica la traducción a un valor común, en este caso el dinero. Pero ¿esrealmente el dinero un valor común, si una de las partes casi no tiene acceso al mismo? Si lo que sucede es unaforma de intromisión del mercado capitalista en una economía regional de autosubsistencia y trueque, con unacirculación de dinero prácticamente nula y restringida a muy pocos, la percepción local sobre el dinero tuvo que

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Consideraciones finales

ser muy distinta a la de los viajeros de las metrópolis, que no sólo poseían el efectivo sino también lascompetencias para manejarse en el mercado. Este contexto mercantil podría situarse entre dos de los casosespeciales planteados por Appadurai. Si bien ocurre dentro de la misma nación, posee características de fronteraintercultural; y si bien las convenciones de la transacción no son absolutamente desconocidas para ninguna delas partes, éstas tienen competencias diferentes sobre la misma. Por último, aunque el único “acuerdo” real enestos casos sea el precio, como “el intercambio específico se basa en percepciones profundamente divergentes delvalor de las cosas intercambiadas. (…) en tales contextos, el valor y el precio se han separado casicompletamente”.63

En tal marco de divergencia entre los actores, podríamos suponer que el precio en moneda se disputase en elmomento mismo de la transacción, a través de negociaciones individuales o regateo. La escasez de informaciónal respecto deja varios interrogantes abiertos. El hecho de que los actores involucrados en estas relacionescomerciales no se encontraran en posiciones sociales ni económicas igualitarias hace inaplicables las leyescapitalistas que suponen la libertad de los agentes en un mercado regulado por la oferta y la demanda, laexistencia de un valor aceptado del trabajo social y una significación y uso común del dinero. Y aún si nosrestringimos al momento del intercambio, hay que señalar que tampoco en ese momento los actores estaríanoperando en igualdad de condiciones, ya que lo que se contrapone es un objetivo profesional con la necesidad desubsistir, y la posesión del dinero frente a su carencia. Si se suma el desconocimiento –y ocultamiento- del valorque los objetos tienen en las metrópolis, son varios los factores que determinan las posiciones desiguales de losactores y por ende, su capacidad de negociación.

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Volviendo a la premisa de que “el intercambio crea valor”, ésta queda profundamente problematizada. Si lassignificaciones y aspectos simbólicos son manipulados y ocultados, los sacrificios en juego no son equivalentes,no se estima el trabajo empleado y el poder de negociación es desigual, el valor creado en el intercambio no essino una expresión muy reducida, que se traduce a un precio poco representativo del complejo entramado devaloraciones tejido alrededor de estos objetos. Pero fundamentalmente, el valor termina siendo el resultado delmanejo político de las condiciones de desigualdad en las que se lleva a cabo el intercambio, por parte de los máspoderosos. Surge entonces como interrogante, si en estas condiciones de desigualdad socioeconómica, elcomercio de piezas a pequeña escala pudo haberse acercado alguna vez a un acuerdo “justo” sobre el precio, o sieste desequilibrio produciría algún conflicto en el momento del intercambio. Es necesario seguir indagandosobre este punto, de vital importancia para evaluar las condiciones reales de estas transacciones comerciales,con el fin de echar luz sobre aspectos poco estudiados del proceso de construcción del acervo patrimonial de lanación.

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A partir de lo planteado podemos considerar que el proceso de formación de colecciones arqueológicas entrefines del siglo XIX y comienzos del XX tuvo como principal característica la acumulación de material a través dediferentes modalidades de adquisición. Dicho proceso se fundó en la necesidad de delinear el objeto de estudio y

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con éste, la especificidad de la ciencia arqueológica. Esto produjo una serie de consecuencias.En este trabajo nos hemos enfocado en la hipótesis de la existencia de dos circuitos de intercambio y

circulación de objetos arqueológicos, regidos por distintas reglas. Uno privilegiado e interno, intrínsecamentevinculado a una operación de segregación social que posicionó al campo de los investigadores y científicos comogrupo de elite, cercano a la esfera política dirigente. Al ingresar en el dominio de este grupo, las piezasarqueológicas difícilmente volvieron a salir de él y circularon generalmente en calidad de dones, regalos opréstamos, conjuntamente con otros elementos de investigación, entre miembros, allegados e instituciones. Lapráctica de la utilización compartida de este corpus de recursos sirvió para reafirmar los lazos reciprocitarios deuna red socio-profesional, enunciada altruistamente desde el lema del conocimiento. El lugar de privilegioasignado a estos objetos en estos lazos demuestra que, más allá de la función de los mismos, lo que se impusocomo valor fue una determinación social, sobre la relación entre estos y los sujetos.

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En segundo lugar, sugerimos que la demanda científica tuvo como efecto impulsar la apertura de un nuevonicho económico y por lo tanto, de un segundo circuito de circulación, esta vez con intervención de dinero. Paralos sujetos locales este nuevo “mercado” pudo haber significado una posibilidad de conseguir efectivo, en uncontexto de grandes carencias. Pero hay que tener en cuenta aquí la inexistencia de mecanismos de regulaciónde las transacciones, por la inaplicabilidad de las leyes de un mercado capitalista consolidado, por lascaracterísticas especiales de estas mercancías y por la inconmensurabilidad del trabajo social empleado paraproducirlas o recuperarlas. En este escenario ambiguo, el valor de las piezas surgido del intercambio debe leersedentro de un contexto de intromisión capitalista en una economía regional casi sin moneda y considerar lasnegociaciones en este marco de desigualdad. Los científicos y expedicionarios poseían el poder sobre losimbólico, el conocimiento y el dinero. Los locales, aunque poseyeran las piezas, necesitaban el dinero, pese queesto significara un quiebre en sus propias relaciones ancestrales. Eso determinó, además de la venta de piezas, eltrabajo pago en las expediciones. En este circuito, entonces, consideramos que la desigualdad social fue la basetanto de la creación política del valor de los objetos, como de la manipulación del precio resultante.

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En términos sociales, la consecuencia del proceso de consolidación científica fue el nacimiento de un gruponuevo, sustentado en su carácter profesional y en sus vinculaciones con sectores de poder político. Laexclusividad en el control de los objetos fue central en el proceso de segregación y posibilitó la creación denarrativas propias del campo científico, que a su vez, fueron funcionales al proyecto político nacional, al ofreceruna imagen legitimada del pasado que sirvió de base para la aplicación de políticas territoriales y socialesespecíficas, algunos de cuyos efectos perduran hasta nuestros días. Por otro lado, el monopolio del aspectoepistemológico instaló a la ciencia como única productora de verdad sobre el pasado, de tal manera que losconocimientos previos, así como las relaciones vivenciales y epistémicas de los pobladores locales con losobjetos pertenecientes a sus antepasados (y con sus mismos antepasados), quedaron deslegitimados comomeras “supersticiones”.

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Desde nuestra perspectiva, los aspectos sociales y epistemológicos “positivos” priorizados por los científicosocultaron otros aspectos importantes de la relación con los objetos. En primer lugar, aunque su acumulaciónsurgió por una necesidad de la ciencia arqueológica de constituirse, esta fue solapada por la “naturalidad” de larelación creada entre ese segmento social y esos objetos especiales, produciendo una fetichización de los

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Bibliographie

mismos, que fue aumentada con una serie de atributos y valoraciones simbólicas que pretendieron neutralizarlos concretos efectos sociales, económicos y epistémicos que produjo el proceso. En segundo lugar, ladelimitación del campo y su discurso también colaboró en el resguardo de la pureza científica de lacontaminación del mercado. Las compras de las grandes colecciones fueron oficialmente justificadas por suinterés científico, así como el precio pagado por ellas. Por el contrario, las pequeñas compras en el campoparecen haber quedado insertas en la serie de prácticas corrientes de las expediciones, de las que se explicitanpocos datos. En ambos casos, el comercio de piezas fue avalado como un medio para salvaguardar elpatrimonio, por parte de la ciencia y el Estado, obviando los efectos que había desencadenado. Nospreguntamos frente a estos resultados, si la “naturalización” del proceso de patrimonialización no ocultó, enrealidad, la imposición de estructuras de desigualdad, propias del capitalismo, ahora generadas, amparadas yrobustecidas por el marco institucional de la Academia como productora de valor económico, contrariamente asu discurso puro y descontaminado.

Por último, la misma operación de transformación de los antepasados indígenas y sus objetos en “materialarqueológico” ocultó que éstos fueron la arena de disputa de sentidos muy diversos y que conjugaron en sírelaciones sociales e intercambios económicos desiguales. El cambio de un contexto de existencia a otro fuerealizado por quienes, desde una posición social privilegiada, se los apropiaron, valorizaron e incluyeron en suspropias narrativas, despojándolos de otras posibles biografías. La anulación de su existencia previa y lainvisibilizacion de los modos y métodos de obtención de las piezas aparecen entonces como estrategias dedescontaminación que permitieron a la ciencia no tener que problematizar su propia acción sobre las piezas, quepasaron de existir como engranaje activo en universo vital, a ocupar un espacio numerado en la eternidadestable del patrimonio nacional.

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Notes

1 Fígoli, Leonardo. “A antropologia no Argentina e a construçao da naçao”, en Cardoso de Oliveira, Roberto y RubenGuilhermo, Estilos de antropología. Campinas, UNICAMP, 1995, p. 35.

2 Anales de la Sociedad Científica Argentina, 1876, tomo 2, p. 132.

3 Ibídem, p. 15.

4 Foucault, Michel. Las palabras y las cosas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, p. 146-147.

5 Ibídem, p. 147.

6 Ibídem.

7 Sobre estos museos, ver: Farro, Máximo. La formación del Museo de La Plata. Coleccionistas, comerciantes, estudiosos ynaturalistas viajeros a fines del siglo XIX, Rosario, Prohistoria, 2009; Pegoraro, Andrea. Las colecciones del MuseoEtnográfico de la Universidad de Buenos Aires: un episodio en la historia del americanismo en la Argentina, 1890-1927,tesis doctoral FFyL-UBA, 2009. Perazzi, Pablo. “La antropología en escena: redes de influencia, sociabilidad y prestigio en losorígenes del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires”, Anthropologica, 2011, año XXIX, n° 29, p. 215-231.

8 Farro, Máximo. Op. Cit., p. 31-43, 65.

9 Ibídem, p. 17.

10 Pegoraro, Andrea. Op. Cit., p. 17.

11 Presentar el proceso a partir del concepto marxiano puede resultar poco pertinente para un planteo que considera a laspiezas arqueológicas como mercancías especiales o de prestigio, como en nuestro caso. Sin embargo, si se admite que laspiezas permiten otras caracterizaciones como, por ejemplo, ser medios de producción de la historia y la cultura de un pueblo,el concepto de acumulación primitiva se vuelve gráfico para describir algunos aspectos del proceso. Desde ese punto de vista,

Pegoraro, Andrea. Las colecciones del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires: un episodio en la historia delamericanismo en la Argentina, 1890-1927. Tesis doctoral inédita, defendida en 2009, FFyL. UBA.

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dichos recursos fueron capitalizados por quienes detentaron el poder sobre la producción de una narrativa históricainteresada luego de ser expropiados a sus originales “dueños”.

12 Moreno, Francisco P. “Esploración arqueológica de la Provincia de Catamarca. Primeros datos sobre su importancia yresultados”, Revista del Museo de La Plata, 1890-91, tomo I, p. 3.

13 Un ejemplo de la disputa por el conocimiento de temas americanos es la crítica a las interpretaciones de Brinton yGroussac en: Samuel Lafone Quevedo, “La raza americana”, Boletín del Instituto Geográfico Argentino, 1893, tomo 14,p. 500-528.

14 Hasta 1919-21, cuando se crean las universidades de Tucumán y del Litoral, estos tres centros regían la investigaciónarqueológica en el país. Podgorny, Irina. “De la antigüedad del hombre en el Plata a la distribución de las antigüedades en elmapa: los criterios de organización de las colecciones antropológicas del Museo de La Plata entre 1897 y 1930”, História,Ciências, Saúde-Manguinhos, 1999, vol.6- 1, p. 7.

15 Ambrosetti, Juan B. Supersticiones y leyendas: región misionera; valles calchaquíes; las pampas, Buenos Aires, LaCultura Argentina, 1917; “Las supersticiones de la región misionera; materiales para un folklore argentino, región misionerao del Noroeste”, en Revista de Filosofía, año 3, n°4. Buenos Aires: 11-12. Quiroga, Adán. La cruz en América, Buenos Aires,Castañeda, 1977.

16 “¿Qué virtud acompaña a la reducción, ya sea de escala o ya sea que afecte a las propiedades? Al parecer, es resultado deuna suerte de inversión del proceso de conocimiento [en el cual] para conocer el objeto real en su totalidad, propendemossiempre a obrar a partir de sus partes. (…) Para decirlo con más exactitud, esta trasposición cuantitativa acrecienta ydiversifica nuestro poder sobre un homólogo de la cosa a través de él, esta última puede ser agarrada, sopesada en la mano,aprehendida de una sola mirada. (…) A la inversa de lo que ocurre cuando tratamos de conocer a una cosa o a un ser de tallareal, en el modelo reducido el conocimiento del todo precede al de las partes. Y aun si esto es una ilusión, la razón delprocedimiento es la de crear o mantener esta ilusión, que satisface a la inteligencia y a la sensibilidad con un placer que,fundándonos solamente en esto, puede llamarse ya estético.” Levi-Strauss, Claude. El pensamiento salvaje, México, FCE,2003, p. 45-46)

17 Podgorny, Irina. Op. Cit.

18 Quiroga, Adán. Calchaquí, Buenos Aires, Rosso y Cía, 1926; Lafone Quevedo, Samuel. “Las “manoplas” del culto deViracocha. Estudio de Arqueología Calchaquina.”, en Congrès International des Américanistes, Paris, 1902, p. 285.Ambrosetti, Juan B., “La Civilisation Calchaquí”, en Congrès International des Américanistes, Paris 1902a, p. 293-298,entre otros.

19 Ambrosetti, Juan B.; Notas de arqueología calchaquí, Buenos Aires, Imprenta La Buenos Aires, 1899. Retomamos esteuso en nuestro trabajo, aunque esta categoría no se emplee actualmente en la disciplina.

20 Liberani, Inocencio y Hernández, J. Rafael, Excursión arqueológica en los valles de Santa María, Catamarca, 1877. SanMiguel, Universidad Nacional de Tucumán, Instituto de Antropología, 1950.

21 Giudicelli, Christophe. “Lectura de las ruinas. La fabricación de antepasados aceptables en el noroeste argentino (SiglosXVI-XVII/siglo XIX)”, en Salvador Bernabéu, Albert y Langue, Frédérique, Fronteras de las sensibilidades, Madrid, DoceCalles, 2011, p. 125-150.

22 Haber, Alejandro, “Supuestos teórico-metodológicos de la etapa formativa de la arqueología de Catamarca (1875-1900)”,Publicaciones Arqueología, 1994, vol. 47, p. 31-54.

23 Las comparaciones con las ruinas europeas de Troya, Pompeya, Egipto, o la admiración por la “fineza” de la alfarería y susintrincados diseños iconográficos -sobre todo los santamarianos- evidencian los parámetros estéticos de los investigadores ydemuestran por qué esas piezas se convirtieron en objetos de arte, a diferencia de otros más “toscos” respecto a esos cánones.

24 Tarragó, Myriam. “La Arqueología de los valles Calchaquíes en perspectiva histórica”. En Anales Nueva Época 6, 2003.URL: https://gupea.ub.gu.se/bitstream/2077/3262/1/anales_6_tarrago.pdf, consultado el 11 de agosto de 2013, p. 21.

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25 El término huaca proviene del quechua waca, vinculado a sepulcros y lugares sagrados, y por consiguiente a las campañasde extirpación de idolatrías de la Inquisición española luego de la conquista. Otro sentido, ya colonial, lo vincula al “tapado” otesoro, que españoles y criollos buscarían, hasta la actualidad. El término “huaquear” se utiliza hoy para referir a laexcavación de piezas arqueológicas, generalmente con el fin de comercializarlas.

26 Ver: Leguizamón, Juan Martín. “Viaje al Pucará. Carta a Francisco P. Moreno, Salta, 24-05-1875”, en Anales de laSociedad Científica Argentina, 1876, entrega V, tomo I, p. 267; Ten Kate, Herman. “Rapport sommaire sur une excursionarchéologique dans las provinces de Catamarca, de Tucumán et de Salta”, Revista del Museo de la Plata, 18933, tomo 5, p.334; La Vaulx, Henry de, “Poteries Indigenes. Excursion dans les Vallees Calchaquies (Province de Tucumán), Journal de laSociété des Americanistes, 1901, tome 3-2, p.169 (en este caso el autor responsabiliza directamente a M. Zavaleta);Ambrosetti, Juan B. Antigüedades calchaquíes. Datos arqueológicos de la Provincia de Jujuy, Buenos Aires, Coni Hnos.,1902b, p. 6, 86; entre otros.

27 En Ambrosetti, Juan B. “Las grutas pintadas y los petroglifos de la provincia de Salta”, Boletín del Instituto GeográficoArgentino, 1895, tomo XVI, cuadernos 5-8, p.28, el autor atribuye la existencia de unos 500 pozos a la búsqueda de tesorosrealizada según la “información” contenida en un petroglifo en Cafayate. En Leguizamón, Op. Cit., p.266-268, el cementeriovacío de Pucará (Lerma) es un caso problemático, ya que no encuentra más que fragmentos. Si el fin hubiera sido encontrartesoros, posiblemente se hubieran descartado huesos y urnas. El autor sugiere un ocultamiento por parte de los indígenasantiguos, para evitar la profanación de tumbas por los españoles. Los datos etnográficos actuales indican, por su parte, unametodología particular y un patrón de excavaciones individuales y aisladas para encontrar “tapados”. Frente a esto,consideramos que es posible que las destrucciones mencionadas correspondieran a la temprana acción de huaqueros, a finde comerciar las piezas.

28 Las miles de piezas recolectadas por Zavaleta se dividieron para la venta, siendo sus principales adquirentes extranjerosel Field Museum of Natural History de Chicago y el Museo de Berlín. Scattolin, María Cristina. “El patrimonio arqueológicosantamariano de Yocavil”, II Congreso Internacional de Patrimonio Cultural, Córdoba, 2004, p. 3. En la Argentina, otraparte de la colección acrecentó el patrimonio del Museo Nacional de Historia Natural, ingresando en 1947 al MuseoEtnográfico.

29 Entre ellas podemos citar las colecciones Muñiz Barreto (Museo de La Plata), Quiroga y Salvatierra (Museo Etnográfico).

30 Este recorte analítico no inhabilita la existencia de otras prácticas locales -históricas o actuales- sobre lo arqueológico,como la reutilización de objetos y estructuras, el uso en prácticas rituales y simbólicas, la guarda doméstica, entre otras.

31 Esta división surge de una adaptación del estudio sobre consumo artístico realizado por Maquet, Jaques, La experienciaestética. Madrid, Celeste Editores, 1999.

32 Appadurai, Arjun. La vida social de las cosas, México, Grijalbo, 1991, p. 32.

33 Ibídem, p.17.

34 Ibídem, p.20.

35 Baudrillard, Jean. Crítica de la economía política del signo, Buenos Aires, Siglo XXI, 2011, p. 162.

36 Ibídem, p. 160.

37 Baudrillard, Jean. El sistema de los objetos, México, Siglo XXI, 1987, p. 2.

38 Ibídem, p. 3.

39 Marx, Karl. El Capital, tomo I, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, p. 50.

40 Ver entre otros: Ambrosetti, Juan B. Op.Cit. 1899, p. 4; Op. Cit. 1902b, p. 12, 39, 43, 54, 56, 66; “Apuntes sobre laarqueología de la Puna de Atacama”, Revista del Museo de La Plata, 1904, tomo XII, p. 22. Lafone Quevedo, Samuel, Op.Cit. 1902.

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41 Mauss, Marcel. Ensayo sobre el don. Forma y razón del intercambio en las sociedades arcaicas, Madrid, Tecnos, 1971.

42 Godelier, Maurice. “Cosas que se dan, cosas que se venden y cosas que no se dan ni se venden y se guardan: dinero, cosaspreciosas y objetos sagrados. Revisión crítica del Ensayo sobre el don de Marcel Mauss”. En Conferencia 49º Congreso deAmericanistas, 1997, p. 4.

43 Baudrillard, Jean, Op. Cit. 2011, p. 12.

44 Ibídem, p. 3.

45 Bourdieu, Pierre. Los usos sociales de la ciencia, Buenos Aires, Nueva Visión, 2000.

46 Baudrillard, Jean, Op. Cit. 2011, p. 5.

47 Siendo algunas de las más destacadas la de Juan B. Ambrosetti al Museo Etnográfico y Francisco P. Moreno y SamuelLafone Quevedo al Museo de La Plata. El protagonismo de estos arqueólogos en la fundación y gestión de esas institucioneshace comprensible que hayan sido las depositarias últimas de sus colecciones.

48 Podgorny, Irina. Op. Cit.. Mazzanti, Diana. “Factores dominantes en el desarrollo de la arqueología pampeana del períodoposconquista”, en Nastri, Javier y Menezas Ferreira, Lúcio eds. Historias de Arqueología Sudamericana, Buenos Aires,Fundación de Historia Natural “Felix de Azara”, 2010, p. 189-200; entre otros.

49 Baudrillard, Jean, Op. Cit. 2011, p. 15

50 Ambrosetti, Juan B. “La bolsa de una médica prehistórica (?) de Vinchina (Provincia de La Rioja)”, en Anales del MuseoNacional de Buenos Aires, 1908, Vol. 17, p. 215.

51 Ambrosetti, Juan B. Op. Cit. 1902b, p. 17.

52 Aguiar (1832-1896), masón de la Logia San Juan de la Frontera Nª 33, comerciante, artista y fotógrafo de la provincia deSan Juan, instala el debate científico sobre la filiación étnica de los indios huarpe, al presentar en 1898 su trabajo “Huarpes”en la Primera Reunión del Congreso Científico Latinoamericano, tema que comienza a compartir protagonismo al calchaquí.Pegoraro, Andrea, Op. Cit, p. 10.

53 Ambrosetti, Juan B. Op. Cit. 1902b, p. 48.

54 Ambrosetti, Juan B. Op.Cit. 1895, p. 3.

55 Pegoraro, Andrea, Op. Cit., p.15.

56 (Sic)Ten Kate, Herman, Op. Cit., p. 331.

57 Ambrosetti, Juan B. Exploraciones arqueológicas en la ciudad prehistórica de “La Paya”. Valle Calchaquí, Provincia deSalta. Campañas de 1906 y 1907, Buenos Aires, Biedma Hnos., 1907, p. 7-9.

58 (Sic) Ten Kate, Op. cit, p. 332.

59 Ibídem, p. 335.

60 Anales de la SCA, 1876. Tomo 2, p. 22.

61 En diferentes números de los Anales del Museo Nacional y de la Revista del Museo de Plata se mencionan “compras” engeneral, explicando el aumento de sus colecciones. Tomando como ejemplo al Museo Etnográfico, su Memoria impresa sólorefleja la compra de grandes colecciones. En su Inventario figuran objetos adquiridos simplemente por “compra”, y otros conel nombre del coleccionista. En las notificaciones al Decanato de la Facultad (ver la del 28 de abril de 1916) se menciona a losvendedores de cierta importancia, mientras que en los otros casos sólo se menciona simplemente “la compra” de los objetos.Es de destacar también la diferencia entre las gestiones epistolares personales de Ambrosetti con coleccionistas,comerciantes y personalidades sociales o políticas, y la acción policial entre los pobladores ordenada por la Dirección Generalde Territorios Nacionales “a objeto de aumentar las colecciones” por pedido del mismo(Archivo del Museo Etnográfico, Caja

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Ambrosetti)

62 Al respecto, ver carta de 23 de agosto de 1937 de Rodolfo Schreiter a Ernesto Padilla. En Amenta, Sara, Carlos RodolfoSchreiter (1877-1942) Notas biográficas y epistolario de un naturalista. San Miguel, Fundación Miguel Lillo, 2008.

63 Appadurai, Arjun. Op. Cit., p.30.

Pour citer cet article

Référence électroniqueSandra Tolosa, « Cienca, mercado y desigualdad », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Débats, mis en ligne le 05septembre 2014, consulté le 20 novembre 2014. URL : http://nuevomundo.revues.org/67137 ; DOI :10.4000/nuevomundo.67137

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Sandra TolosaMuseo Etnográfico Juan B. AmbrosettiFacultad de Filosofía y Letras- Universidad de Buenos [email protected]

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