Nos Esperan en Abril FINAL

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“Nos esperan en abril”. De: José Revueltas Adaptación: 2013 1

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“Nos esperan en abril”.De: José RevueltasAdaptación: 2013

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Época:

1954, el primero y el segundo actos; 1960 el tercer acto.

Lugares:

-Prisión de Ciudad María, capital de la República de Aquitania (ciudad y país imaginarios),

para el primer acto.

-Casa de campo, en un pueblecito en el país de Anatolia, limítrofe con la República de

Aquitania, para el segundo acto.

-Oficina ilegal del Partido Comunista en Cuidad María, para el tercer acto.

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Personajes:

Pionero. Niño estudiante de un país socialista. 11 años.

Marcos. Jefe del Partido Comunista. 33 años.

Alcaldesa de la prisión. Socialdemócrata. 38 años.

Religiosa de la prisión. 24 años.

Franchi (Rebeca). Líder socialista y Directora de Prisiones y Establecimientos penales de

la República de Aquitania. 35 años.

Renata. Mujer de Marcos. 28 años.

Claudio. Dirigente del Partido Comunista. 32 años.

Bruno. Jefe de gran autoridad en el Partido Comunista que sustituye a Marcos en la

Dirección del mismo. 56 años.

Galicia. Vieja militante del Partido Comunista, muy querida por todos y con un gran

pasado revolucionario. 71 años.

Damián. Operativo de la imprenta clandestina del Partido Comunista en Ciudad Mária. 28

años.

Paula .Camarada en la misión encubierta de “La balanza de la justicia”

Ernesto. Compañero de Damián en el mismo trabajo. 30 años.

Guardia de la prisión. 22 años.

Matalhambre. Soldado de la guardia. 28 años.

Soldado de la guardia. 22 años.

Camarada uno.

Camarada dos.

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PRIMER ACTO

Una celda de la prisión de Ciudad María, capital de la República de Aquitania. Celda de

paredes grises. En un ángulo puede verse una cama de hierro cubierta por mantas en

desorden. La luz es blanca, hiriente. La puerta de entrada tiene una mirilla a través de la

cual se advierte el pasó de los centinelas. Marcos se encuentra recostado en la cama, los

brazos debajo de la nuca y la vista fija en el techo de la celda. Se muestra tranquilo,

sereno. Tiene la barba crecida de algunos días, pero su aspecto es limpio y cuidado dentro

del uniforme que viste como prisionero.

1. Marcos: ¡Es extraordinaria la fuerza que tiene un balazo…! Te empuja, te hace saltar, y

uno cree que el que lo recibe está jugando cuando brinca de aquel modo, igual que un

muñeco mecánico; pero uno sabe que no está jugando, que aquello es muy serio y que ese

muchacho murió porque creía. Creía en el partido y creía en su jefe; en ti, camarada Marcos

Ríos. Pensemos en la revolución de septiembre y en el porqué de su fracaso… ¿Por qué

fracasó la revolución…? Desde luego porque…

2. Voz de Guardia: [fuera de escena] ¡Pelotón de guardia! ¡Firmes!

3. Pionero: [al público] Queridos amigos, “Los motivos del lobo” sería, quizá, el título de

algo que tratara de ser una parte de mi historia, es decir, la historia del enjaulado que lucha

terriblemente contra los desenjaulados o, lo que sería igual, la historia de los pendejos

contra los no pendejos.

La lucha en este caso siempre será desigual, no por diferencia en la calidad de los

contrarios, sino por la sencilla razón de que unos están afuera y con libertad de inventar

todo lo que se les antoje para colgárselo a uno y otros estamos enjaulados en la sombra, en

la chirona, o como se diría en lenguaje vulgar para los espíritus exquisitos “en la pinche

cárcel”.

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Y aquí uno no puede contestar lo que inventan otros... Pero algún día les podremos dar el

susto de su vida al pedirles cuentas de frente. Y es por eso que para los desenjaulados es

muy fácil pedir que los enjaulados sean mártires sin canonizar, para que tengan la

aprobación de la santa burocracia comunista o la bendición de San Trotsky, o cuando

menos cuenten con el apoyo de los “obispos” de cada una de las nuevas capillas de

izquierdistas, y es así como se exige a los presos políticos que aguanten vara.

Las siluetas de los soldados de la guardia, en el corredor, al otro lado del muro, se

proyectan sobre la pared del propio corredor. Se escucha el ruido que las llaves producen

al entrar en la cerradura de la puerta y a los pocos instantes la puerta se abre. Marcos ha

girado hacia ella, dándole el frente, muy cerca de la cama. Por la puerta aparece la

alcaldesa, quien entra sola y da unos pasos hacia Marcos; se detiene con cierto aire

ceremonioso y cortés.

4. Alcaldesa: ¿Cómo está, Marcos?, ¿se siente mejor?

5. Marcos: [Con movimientos de hombros] Nunca me he sentido mal, señorita alcaldesa, se

lo aseguro.

6. Alcaldesa: Digo… ya no tan excitable, al parecer, ¿verdad? La vez pasada me cubrió de

insultos y no quiso cruzar palabra conmigo, a eso me refiero.

Marcos toma la silla y se sienta a horcajadas, apoyando los brazos en el respaldo.

7. Marcos: Procuraré estarlo a pesar de usted, a pesar de su presencia.

8. Alcaldesa: [Mueve la cabeza tirándolo a broma] Gracias, gracias (lo mira a la cara).

Tampoco lo visito por mi gusto, amigo Marcos. El Ministerio de Justicia me encargó saber,

por usted mismo, si tiene alguna queja o petición razonables que pudieran tomarse en

consideración.

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9. Marcos: [Se vuelve encogiéndose de hombros] De las que pudieran tomarse en

consideración por un ministerio socialdemócrata, ninguna, naturalmente.

10. Alcaldesa: [Se pone en pie vivamente] ¡Oh, por Dios! El ministerio de Justicia es el

Ministerio de Justicia y no importa que el ministro sea socialdemócrata. Ustedes los

comunistas nos odian y su odio les impide ver los aspectos buenos que tenemos los

socialdemócratas. ¡Pero ya vería yo cuál hubiera sido su suerte, mi querido Marcos, si lo

hace usted contra un gobierno fascista!

11. Marcos: El resultado es el mismo: me van a ahorcar, y tanto me da que sean los

fascistas o que sean ustedes quienes lo hagan.

12. Alcaldesa: ¡De acuerdo!, pero nosotros lo sometimos a usted a un proceso legal, en el

cual se le dio oportunidad de defenderse y cuya sentencia, finalmente, se ajustó de un modo

estricto a los procedimientos y dando un elevado ejemplo del más íntegro espíritu de

justicia. Artículo segundo, sexto y noveno del Código Penal de la República de Aquitania,

incisos hache, jota y ka.

13. Marcos: [Irónico] Realmente me conmueve. Moriré con una profunda sensación de

bienaventuranza y dando gracias al cielo por existir en Aquitania un gobierno

socialdemócrata que me mata de acuerdo con la Ley y sus incisos…

14. Alcaldesa: Usted sabe la situación tan difícil en que nos ha colocado su alzamiento

armado de septiembre. Los partidos de derecha y la organización fascista han hecho una

presión bárbara sobre nuestro gobierno y esto impidió a los jueces conducirse con mayor

indulgencia hacia usted…

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15. Marcos: [Con una sombra de ira en la voz] El gobierno no fue muy indulgente cuando

sus guardias móviles ametrallaron a los obreros aquí mismo, bajo sus narices, en las calles

de Ciudad María.

16. Alcaldesa: [Con aire de afectada desolación] ¿Pero usted quiere que un gobierno,

cualquiera que sea, se cruce de brazos frente a un levantamiento armado…?

17. Marcos: No hubiera habido levantamiento alguno si ustedes ceden ante las demandas

de los trabajadores. Pero en lugar de hacerlo, el gobierno socialdemócrata, aunque parezca

increíble -que no es tanto- prefirió ceder ante la presión de los fascistas, fortaleció las

posiciones de éstos y desató una ofensiva contra los derechos y las conquistas obreras…

18. Alcaldesa: El golpe comunista de septiembre favoreció a los fascistas en todos los

sentidos; objetivamente, como les gusta a ustedes decir. La pequeña burguesía, aterrorizada

ante lo que considera el peligro comunista, emigró en masa hacia el fascismo y ahora éste

se encuentra más fuerte y más insolente que nunca.

19. Marcos: ¿Y qué es lo que ha respondido ustedes?, “¡no queremos nada con un partido

que está al servicio de Rusia!” No quieren nada, ¿eh? Pero por lo visto sí quieren algo con

los lacayos de Hitler y Mussolini.

20. Alcaldesa: [En tono afectuosamente conmiserativo] ¡Amigo Marcos!, parece usted un

diletante de la política. Un partido en el gobierno es muy diferente a un partido fuera del

gobierno. Ustedes mismos, si algún día subieran al poder -y sinceramente, Dios no lo

quiera-, cambiarían no sólo de actitud, sino hasta de aspecto, inmediatamente. La

perspectiva que se domina desde la cumbre del poder es muy diferente a la que se aprecia

desde la llanura de la oposición… [Con muestra de terminar] he venido a preguntarle si

tiene usted alguna queja o alguna petición que hacer…

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21. Marcos: Ninguna queja, alcaldesa. Es lógico que si está uno en la cárcel, no espera que

lo atiendan como si fuera huésped del hotel Bristol. Una petición, sí…

22. Alcaldesa: Dígame.

23. Marcos: Periódicos. ¿Puede enviarme todos los periódicos de los últimos 15 días que

estuve encerrado?

24. Alcaldesa: [Con tono resuelto] ¡Me temo que no, amigo Marcos! (Ríe de pronto) ¡Son

bien extraños ustedes los comunistas! ¿Qué interés puede tener respecto a lo que pase en el

mundo, apenas unas cuantas horas antes de que…? [Se indica con el índice del cuello]

¡Vaya!, de que se lo hagan abandonar para siempre.

25. Marcos: [Con una sonrisa melancólica] Acaso el interés del viajero que mira por la

ventanilla el paisaje que ya no volverá a ver jamás… ¡Bueno! ¡Olvidemos los periódicos!

¿Puede proporcionarme papel y lápiz para escribir? Tengo entendido que ese es un derecho

que se le concede a todos los condenados a muerte.

26. Alcaldesa: [Muy vivamente] ¡Claro está, claro, claro! A los condenados a muerte se les

conceden muchas cosas que a los demás presos se les niegan. Los condenados a muerte

forman una especie de aristocracia de la prisión y gozan de privilegios excepcionales… Sí,

amigo Marcos, se le proporcionará lo que pide… Una hora es más que suficiente para

escribir lo que se quiera… Palabras de consuelo para los deudos… bellos pensamientos

para la historia…

27. Marcos: [Sin poner atención a la cómica actitud de la alcaldesa] ¡Bien!, ¡yo no elegí

mi muerte…! pero tampoco usted elegirá la suya... ¿Quién puede saber cómo ha de

morir…? [Irónico] un condenado lo sabe: goza de ese privilegio excepcional, no siempre al

alcance de todos…

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28. Alcaldesa: [Asintiendo con aire satisfecho] Veo que razona con ideas muy

consoladoras y que, además, hace mérito de las ventajas de que goza aquí respecto a otros

prisioneros. Lo felicito. Bien, estoy por dejarlo, amigo Marcos, porque mi función de

alcaldesa implica muchísimas obligaciones y a menos que…

29. Marcos: [Sospechando alguna intención] ¿Sí?...

30. Alcaldesa: [Sonríe y adopta una actitud obsequiosa] Bueno… Lo cierto es que me

quedaba algo por decirle… No tiene mayor importancia. Es en cierto sentido algo… Algo

de tipo personal…

31. Marcos: ¡Qué curioso! Usted me hace sentir un ser vivo al que todavía se le pueden

plantear asuntos personales… ¿De qué se trata?

32. Alcaldesa: [Tanteando el terreno] Bien, usted es amigo de la diputada Franchi…

33. Marcos: [Con tono lejano] Lo fuimos en otra época… Rebeca tomó un camino distinto

y nos separamos en definitiva…

34. Alcaldesa: Pero ella le tiene en mucha, muchísima consideración. Dice que usted pudo

llegar a Primer Ministro.

35. Marcos: [Ríe de buena gana] ¡Claro está!, para un socialdemócrata el que se pueda

llegar a Primer Ministro debe ser la más alta prenda de una personalidad… Debo entender

que Franchi me elogia… ¿O no?

36. Alcaldesa: Créame, la diputada Franchi lo dice con toda seriedad. Yo se lo he oído

repetir en diversas ocasiones. “Si Marcos Ríos no hubiese sido excesivamente romántico -le

escuche comentar cierto día- hace tiempo que lo tendríamos de Primer Ministro” Esas

fueron sus palabras. Por ahí se dará usted cuenta del aprecio en que lo tiene la diputada

Franchi…

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37. Marcos: [Con una inclinación irónica] En la menor oportunidad que se le presente,

hágale usted saber el profundo agradecimiento que le guardo…

38. Alcaldesa: [Sin advertir la ironía] Con mucho gusto. Bueno, le decía… Usted es, o era,

gran amigo de la diputada Franchi. No importa que haya dejado de serlo, puesto que, por su

parte, la diputada Franchi sigue considerándolo amigo suyo. He aquí la cuestión: se da por

coincidencia que aparte de ser su amiga, la diputada Franchi es la Directora General de

Prisiones y Establecimientos Penales de la República de Aquitania.

39. Marcos: ¡No es de sorprender a nadie!, ningún socialdemócrata se ruboriza por

desempeñar el honorable oficio de carcelero en una república burguesa.

40. Alcaldesa: Bien, amigo Marcos, se trata de que usted me extienda una breve carta en la

cual diga, como lo es, que aquí no ha sufrido ninguna clase de vejaciones y que el trato que

recibe es absolutamente correcto… [Saca una libreta de su bolsa y en seguida se busca

apresuradamente la pluma fuente] traigo conmigo esta libreta y aquí tiene usted mi pluma

fuente, por si desea hacerlo en este mismo momento…

41. Marcos: [Juzgándola con un movimiento de cabeza lleno de escepticismo] ¡Mi querida

señora alcaldesa!, usted, aparte de lo demás, todavía resulta ingenua, ¿cómo espera que

alguien que pudo ser Primer Ministro caiga en una trampa tan infantil como la que usted

tiene…?

42. Alcaldesa: [Apurada] Perdón, dista mucho de ser una trampa. Mi intención no ha sido

otra que la de hacer subir mis bonos ante la diputada Franchi, un propósito muy legítimo,

¿no le parece?

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43. Marcos: ¡No lo dudo! Y con esa carta tratarán ustedes de calmar la agitación que reina

en sus propias filas. Tratarán de amortiguar el descontento de los obreros socialdemócratas

que protestaron en mi condena. “Vean: nos hemos conducido con Marcos casi como si

fuera un camarada nuestro. No hemos podido hacer más, dentro de lo humanamente

posible” ¡Parece que les estuviera oyendo! [pausa, transición, en un tono enérgico,

inapelable] ¡Señora mía!, nuestra entrevista ha terminado. [Señalando hacia la puerta]

¡Nadie mejor que usted conoce cuál es la salida!, tenga la bondad…

44. Alcaldesa: [Ofendida] ¿Cómo debo tomar esto, sentenciado Marcos?

45. Marcos: En la única forma posible, señora alcaldesa: una invitación para que abandone

mi celda.

46. Alcaldesa: Digo, ¿debo interpretarlo como un acto de hostilidad manifiesta…?

47. Marcos: Manifiesta y sin reservas.

48. Alcaldesa: [Indignada] ¡Olvida usted que no tiene el menor derecho a expulsarme de

aquí! ¡Yo soy la encargada de la prisión, ergo, jurídicamente el dueño! ¡Usted aquí no es

otra cosa que un miserable intruso! ¡Intruso!

49. Marcos: [Sonríe, se inclina levemente] No tengo inconveniente en marcharme en

seguida…

50. Alcaldesa: ¡Tú te crees que estoy haciendo chistes malos! ¡Hijo de perra! ¡Comunista

infeliz! Lo que quise decirte es que te puedo trasladar a una celda de castigo donde tendrás

el agua hasta las rodillas y las tinieblas no dejarán que puedas mirarte siquiera tus puercas

narices.

51. Marcos: Le digo que ¡fuera!

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52. Alcaldesa: Muy pronto te arrepentirás de tu actitud, Marcos...

A los gritos de Marcos entran en la celda el jefe de la guardia y dos soldados más. El jefe

de la guardia se lanza contra Marcos y trata de sujetarlo.

53. Jefe de la guardia: ¡Te vamos a dar tu merecido! [Trata de golpearlo].

54. Marcos: ¿Qué puede importarme a estas alturas lo que me suceda?

55. Alcaldesa: Los fascistas te reclaman, temen que no se ejecute la sentencia, quieren

ejecutarla por su propia mano, y aún se ha llegado hablar de motines y de un asalto contra

la prisión... ¡Quién sabe! acaso pueden lograrlo...

La alcaldesa sale seguida por los soldados que aún dirigen a Marcos una mirada

homicida. Cierran la puerta. Marcos parece perplejo, el pionero se sienta con Marcos en

la cama.

56. Pionero: Les rasca uno en la superficie y aparece inmediatamente el verdugo.

En esos momentos se abre la puerta y entra a la celda la religiosa de la cárcel.

57. Marcos: [En una entonación tranquila, sin sobresaltarse] ¿Qué hace usted aquí?, ¿qué

quiere?, ¿quién es...?

58. Religiosa: [Con un ademán amistoso, cordial y suave] Soy la religiosa de la cárcel, hijo

mío, vengo a reconfortarlo y a preparar su espíritu para que comparezca ante el Señor...

59. Marcos: [Sin intención ofensiva, con toda naturalidad] No debió haberse molestado

por mí. Sinceramente, no debió tomarse está molestia.

60. Religiosa: Es un deber que no me pesa, hijo mío, un cargamento ingrávido que llevo

sobre los hombros con alegría, sin que me cause molestia alguna...

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61. Marcos: [Toma la única silla existente y se la ofrece a la religiosa] Le ruego que tome

asiento, siempre estará mejor que dé pie... [Busca en derredor, apenado]... y perdone que

no tenga algo mejor que ofrecerle...

La religiosa se sienta en la silla y Marcos al borde de la cama; quedan frente a frente.

62. Religiosa: Gracias. El ejercicio de nuestra congregación, para nosotros los religiosos,

siempre estará alcance de la mano, lo cual nos facilita enormemente la tarea. Sin salirnos de

nuestro recinto disponemos de una dotación más que suficiente de almas atribuladas,

conciencias culpables, espíritu sin luz; amén de los agonizantes y condenados a muerte, a

quiénes impartir nuestros auxilios con la oportunidad que cada caso requiere... y sin

precipitaciones, hijo mío.

63. Marcos: Por cuanto a mí, me interesaría saber cuáles son sus propósitos.

64. Religiosa: Si fuera usted creyente, le diría que ponerlo a bien con Dios.

65. Marcos: [Animadamente, inclinándose hacia la monja y sin ánimo de molestarla]

¡Hágalo, se lo ruego! Le prometo la más inalterable de mis paciencias y no tener una sola

salida de tono en un asunto que debe ser de tan grave interés para usted.

66. Religiosa: [Con un suspiro indulgente] Acepto que para mí únicamente... [suspiro]

ustedes los descreídos -los descreídos que no son unos malvados, por supuesto-

simplemente son seres que no han salido de la infancia y tienen ese orgullo jactancioso de

las criaturas para quienes sus propias ilimitadas evidencias no admite discusión. El niño

dice que la luna es queso y no aceptará otra noción de la luna, sino hasta que deje de ser

niño. Exactamente igual que ustedes, con la diferencia de que ustedes son unos niños

mucho más peligrosos...

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67. Marcos: [Sin perder su serenidad] Le aseguro que nunca se me ha ocurrido pensar en

la divinidad como una variante del queso, ni del queso ni de ninguna otra cosa. Es un

problema absolutamente ajeno a mis preocupaciones.

68. Religiosa: [Inalterable, tenaz] Se equivoca, usted pretende no creer en Dios, pero lo

practica. ¿Ignoraba usted que Dios es practicable?, ¿qué es la única cosa practicable que

existe...?

69. Marcos: [Sonríe] Espero que no tratará de formular una teoría materialista sobre la

existencia de Dios, ¿no?

70. Religiosa: [Con ademán indulgente protesta] ¡Estoy muy lejos de eso! Quiero decirle

que usted anhela hacer felices a los hombres y que a este fin consagra y ha consagrado su

vida entera. Pues bien: esto es una práctica de Dios; usted está practicando a Dios aunque

no tenga conciencia de lo que hace...

71. Marcos: Señora, ese razonamiento es conmovedoramente ingenuo.

72. Religiosa: [Ríe de modo desconcertante, amenaza con el dedo] ¡Usted no cree en Dios,

pero Dios sí cree en usted...! ¡Ahí está la cosa! [Ríe con un aire misterioso y confidencial]

Muy bien se dice -y jamás mejor que ahora- que los caminos de Dios son inescrutables...

[Vuelve a reír en una forma insinuante y con aire de quien está al tanto de un secreto en

común].

73. Marcos: [En guardia ante la actitud de la religiosa, sospechando una trampa] La que

parece haber venido aquí con un fin inescrutable es usted, ¿qué es lo que se propone?

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74. Religiosa: La primera que se ha preguntado qué es lo que vino a hacer aquí soy yo

misma. Me dije “¿qué es lo que te propones al visitar la celda de un ateo, en cuya mente tus

palabras sólo serán como inútiles semillas arrojadas sobre la dura roca de un erial?” Pero

algo me replicaba por dentro como imperiosa voz: “¡anda, ve, habla, sálvalo!, no vaciles en

cumplir la tarea que te viene de lo alto”...

75. Marcos: Me parece comprender. Dígame, ¿quién la envía?, ¿de qué se trata y cuáles

son las instrucciones?

76. Religiosa: Tenga calma y escuche este fin... ¿no cree advertir en esto la mano de Dios?,

¿no acepta que los designios de Dios se cumplen, a veces, a través de los más sorprendentes

y misteriosos recursos, la percepción de cuya onda y simple sabiduría escapa al mísero

alcance de nuestra pobre mente humana? Respóndame, hijo mío...

77. Marcos: Usted intenta hacerme pasar un mal rato. Si continúa en esa actitud no

podemos seguir adelante.

78. Religiosa: Como usted guste, hijo mío, pero es que yo debía asegurarme de que usted

cree en mí, de que usted tiene fe en la misión que se me ha encomendado. Pero, ¡en fin!

nada se ha perdido...

79. Marcos: ¡Espere! diga lo que tenga que decir...

80. Religiosa: Sus amigos me encargan decirle que espere confiado, pues los signos se

miran revelando.

81. Marcos: ¡Por favor!, un lenguaje más claro, ¿cuáles son esos signos?

82. Religiosa: Yo soy la primera de esos signos.

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83. Marcos: ¿Y cómo puedo saberlo?, ¿cómo puedo saber si no trata de enredarme en

alguna provocación...?

84. Religiosa: Desgraciadamente es imposible ofrecerle ningún testimonio... Usted debe

tener fe, creer sin discusión en mis palabras y eso lo salvará… Si no quiere creerme, si no

quiere tener fe, es asunto suyo. Sus amigos trabajan en firme organizando su fuga y me

encargaron que así se lo hiciera saber yo. ¿No es bastante que le transmita este mensaje?

85. Marcos: ¡Comprenda, me arroja el abismo de una incertidumbre insoportable! Necesito

saber más, debo saber más.

86. Religiosa: Yo misma no sé más. Ellos me pidieron decirle tan sólo que los signos se le

irán revelando...

87. Marcos: El tiempo corre vertiginosamente. Estamos dentro de las últimas 24 horas...

¿Acaso mis amigos confían en que la Corte Suprema prorrogue el plazo de ejecución o

revoque la sentencia del Tribunal...?

88. Religiosa: Los signos se le irán revelando, hijo mío...

La religiosa después de sus palabras hace el signo de la cruz, bendice a Marcos, gira hacia

la puerta de la celda y sale. Marcos se siente preso de un gran desconcierto, y en seguida

de una furia violenta, indomeñable, que estalla. Se escucha la risa de un soldado.

89. Marcos: ¿Quién se ríe de ese modo? ¿Quién diablos se ríe?

La risa va creciendo poco a poco y por la mirilla de la puerta asoma entonces la cabeza

del guardia, quien aún sigue riéndose.

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90. Guardia: Perdone su Señoría...escuché que era usted Primer Ministro y por eso le

llamo Señoría. El caso es que uno de nuestros camaradas terminaba de contarnos una

historia... una historia como para morirse de risa. Cuéntasela a su Señoría matalhambre...

Su Señoría está condenado a muerte y no le sentará mal reír un poco antes de que cuelgue

unas cuantas varas sobre el suelo.

Matalhambre se aproxima por el corredor y aparece al otro lado de la puerta, a través de

la mirilla.

91. Matalhambre: Es la historia... la historia de un burro... al que metieron preso... preso

por faltas a la moral.

Todos ríen a carcajadas del otro lado de la puerta, como endemoniados. Marcos

permanece imperturbable. De pronto la voz del guardia impone silencio.

92. Guardia: ¡Silencio!, ¡viene la señora alcaldesa! ¡Pelotón de guardia! ¡Firmes!

Se escucha el ruido que hace la guardia al formarse, el entrechocar de talones, y luego el

ruido que produce la cerradura de la puerta. Se abre y da pasó a Renata, mujer de Marcos,

que entra a la celda y permanece a cierta distancia de Marcos, sin atreverse a avanzar

más, intimidada y en actitud de pedir disculpas por su presencia. La alcaldesa, a sus

espaldas, permanece a la expectativa, cierra la puerta y se dispone a contemplar la escena

entre los dos esposos.

93. Marcos: ¡Renata!

94. Renata: ¡Tenía que verte, Marcos!, ¡no me mires con esa actitud de reproche!

94. Marcos: ¿Tengo una actitud de reproche? Debe ser la sorpresa, Renata. No he cesado

de preguntarme dónde podrías estar, qué te habría pasado. ¡Ha sido una tortura horrible no

saber nada de ti desde que estoy preso!

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95. Renata: Marcos, ¡qué delgado estás pobrecito mío...! ¡Pálido como un...!

96. Marcos: ¿Muerto...?

97. Renata: ¡Estás ardiendo, amor mío! ¿No te ha visto el médico?

98. Marcos: ¿El médico, Renata?

99. Renata: Cierto, ¿de qué sirve un médico... si falta tan poco...? Es decir si ya no tiene

mucha... mucha importancia, ¿verdad?

100. Marcos: Algo así como repintar una casa sabiendo que inmediatamente después será

convertida en polvo. Un lujo demasiado excesivo para quien tiene un pie en el cadalso.

¿Cómo lograste que te permitieran venir a verme?

101. Renata: Acudí al Ministerio de Justicia. En cuanto se enteraron de que se trataba de la

mujer de Marcos, me recibieron en seguida... Hablé con la propia Rebeca. Con su

Excelencia en persona... Afirmó ser amiga tuya.

Marcos con una especie de ternura servil y admirativa, asintiendo imperceptiblemente con

la cabeza.

102. Marcos: ¡Chingao!

103. Renata: ¡Por favor, Marcos!, ¡no vayas a echar todo a rodar!

104. Alcaldesa: Dígame, ciudadana, ¿qué es eso que puede echar a rodar el sentenciado

Marcos...?

105. Renata: Echar a rodar...

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Se abre la puerta y entra en la celda, deteniéndose después de unos pasos, la diputada

socialdemócrata Rebeca Franchi, Directora de Prisiones y Establecimientos Penales de la

República. Es una mujer de 35 años, de buena presencia, agradable aspecto mundano. No

viste uniforme de ninguna especie, sino un simple traje de calle de buen gusto y elegante.

La alcaldesa -que ha venido ocupando la silla- se pone rígidamente en pie y hace el saludo

militar, todo lo más tieso y ordenancista que puede.

106. Alcaldesa: ¡Señora directora y diputada Rebeca, a sus órdenes!

Rebeca no hace caso del saludo que le dirige la alcaldesa. Se inclina levemente hacia

Marcos y Renata, como quien pide disculpas por haber interrumpido.

107 Rebeca: Perdona, Marcos, creí encontrarte solo…

108. Marcos: ¿Qué es lo que quieres de mí, Rebeca…?

109. Rebeca: Vine a visitarte, pero aguardaré afuera mientras terminas… [Hacia la

alcaldesa] Venga conmigo. [La alcaldesa se apresura a reunirse con Rebeca, la cual,

mientras salen, la amonesta severamente hasta que sus voces se pierden en el corredor]

¿Con que derecho se atreve a vigilar la entrevista? ¿Ignora que se trata del encuentro íntimo

más sagrado y más respetable? ¡No me explico su actitud…!

110. Alcaldesa: [Confundida, atropelladamente] Me sujeto a los reglamentos, señora

directora. Acaso mi exceso de celo haya… [Su voz se pierde en el corredor, después de que

ambas han salido].

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Marcos y Renata permanecen inmóviles hasta el momento en que se sienten seguros de que

Rebeca y la alcaldesa se han alejado. Marcos se lanza vivamente hacia Renata, a la que

sujeta de los hombros en actitud apremiante. Sin decir una palabra más y sin que Marcos

se atreva a detenerla, Renata gira rápidamente hacia la puerta de la celda y sale hacia el

corredor. Se escuchan sus pasos que se alejan con un ritmo descendente. Pasan largos

instantes en que Marcos permanece quieto, como si ni siquiera respirara. Después de esto

aparecen Rebeca y la alcaldesa, quienes entran a la celda y miran durante unos segundos

a Marcos sin moverse.

111. Rebeca: ¡Déjenos solos…! [La alcaldesa sale. Rebeca avanza unos pasos hacia

Marcos con la mano tendida.] Me causa una gran alegría verte, Marcos [Marcos no acepta

la mano de Rebeca] ¿No estrechas mi mano?

112. Marcos: Hace tiempo que dejamos de ser amigos.

113. Pionero: [Al público] ¡Ah!, ¡los camaradas del partido! Algunos se creen más

valientes que el Ché. Para ellos, todo siempre está mal, todo tiene un punto débil que, al

criticarlo de tal forma, olvidan que todo es malo. Todo lo sujetan a una censura despiadada

que frustra cualquier intento de lograr avances. A tal grado llegan que Lenin les parece

débil cuando tuvo que pactar con los alemanes para llegar a Rusia; el “Al Fatah” les parece

una escuela de aprendices revolucionarios en el Medio Oriente; Debray un alumno de

Primaria en cuestiones latinoamericanas; Fidel un principiante en política internacional;

Mao un iluso ultra-radical, y así por el estilo. Pero ellos, con una audacia digna de Fouché,

hacen los análisis precisos sobre la política nacional e internacional.

114. Rebeca: [Sin inmutarse] Sin embargo, vengo a verte como amiga.

115. Marcos: Tú estás de un lado de la barricada y yo del otro, eso está bien claro.

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116. Rebeca: Pronto te convencerás de que todos estamos o estaremos, del mismo lado de

la barricada: ustedes y nosotros. No habrá más remedio.

117. Marcos: [Cáustico] No creo que la horca me conceda el tiempo suficiente para verlo.

118. Rebeca: De eso he venido a hablarte. La Corte Suprema decidió aplazar la ejecución

por una semana más.

119. Marcos: ¡No es posible!, ¡es absurdo! [Transición] No deja de ser extraña la política

de ustedes… ¿A quiénes tratan de apaciguar o de irritar con el aplazamiento de mi

muerte…?

120. Rebeca: Ni una cosa ni la otra. Si quisiéramos calificar nuestras más recientes

medidas políticas, yo les daría el nombre que en justicia les corresponde: disposiciones

testamentarias.

121. Marcos: [Sorprendido a pesar de todo] ¿A ese extremo? ¿Quiere decir que se

marchan? ¡Un destino no muy glorioso, que digamos!

122. Rebeca: Aunque me duela, debo reconocer que así es. La izquierda socialista, a la que

tú sabes que pertenezco, fue derrotada en toda la extensión de la palabra.

123. Rebeca: ¡No, Marcos!, no queremos entregarte ni te entregaremos a los fascistas…

124. Marcos: ¿Qué otra alternativa les queda…?

125. Rebeca: Hay otra, que probablemente ya no ignores, después de que intencionalmente

dejé que hablaras a solas con tu mujer…

126. Marcos: [En guardia] ¿Qué tiene que ver eso en el asunto?

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Page 22: Nos Esperan en Abril FINAL

127. Rebeca: Lo sabes tan bien como nosotros. El partido comunista trabaja en la

organización de tu fuga, la que debería llevarse a cabo en la madrugada de mañana,

mientras los soldados de la guardia te condujeran al patíbulo. ¿Cierto o no?

128. Marcos: ¡Rebeca! ¡Estás tendiéndome un lazo!

129. Rebeca: Estamos resueltos a dejar hacer las cosas y a no meter las manos, por ningún

motivo, para impedir tu fuga. Te lo comunico oficialmente en nombre del gobierno y del

partido socialdemócrata. ¿Te basta esto para creer en mis palabras?

130. Marcos: [Hondamente preocupado camina unos pasos antes de responder, luego se

detiene] Me basta, Rebeca. Pero quiero hacerte una pregunta: ¿quieren ustedes darle un

significado especial a esta actitud suya, por cuanto a las relaciones futuras entre el partido

socialdemócrata y el partido comunista? ¿Cómo debamos interpretarla?

131. Rebeca: Obviamente como una contribución de nuestra parte al entendimiento mutuo

y para una acción conjunta, de ambos partidos, en la lucha contra el fascismo. Puedes

comunicarlo así a los tuyos en la primera oportunidad.

Marcos no responde. Parece librar una lucha interior en la que no encuentra aún el

camino.

132. Marcos: ¿Y si me negara a secundar los planes de mi propia fuga…?

133. Rebeca: [Muy sorprendida, sin comprender] ¿Si te negaras? ¡Marcos! No creo estar

conversando con un loco ni con un irresponsable, sino con el jefe del Partido Comunista de

Aquitania… ¿No es así…?

134. Marcos: Supongamos que no estás hablando ya con el jefe del Partido Comunista de

Aquitania.

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135. Rebeca: ¡Vaya!, ¿así que te han removido del puesto? [Silba de admiración] ¿Por qué

entonces organizan tu fuga? ¡Ah!, ustedes los comunistas. Seas o no el jefe, tú eres la única

persona que puede servir como testimonio vivo y fehaciente de que mi partido acepta con

toda lealtad formar el frente único con el Partido Comunista. ¡Tú mismo serás el que

trasmita oficialmente este mensaje!

136. Marcos: ¡De acuerdo! Comunicaré los términos de esta conversación al Comité

Central. ¡Será un servicio que preste, independientemente de cualquier cosa!

137. Rebeca: [Juzga a Marcos con curiosidad, sonríe] ¿Ahora aceptarás mi mano? [Tiende

la mano abierta a Marcos].

138. Marcos: Naturalmente… [Estrecha la mano de Rebeca. Se separan, pero Marcos

detiene a Rebeca antes de que salga] ¿Podrías hacer venir a la religiosa de la prisión?

139. Rebeca: [Con suma extrañeza] ¿A la religiosa?, ¿para qué la quieres?

140. Marcos: Quedó de iniciarme en la revelación de los signos… y yo quiero transmitirle

los que se me han revelado…

141. Rebeca: [Perpleja, luego comprende y ríe] ¿Así que la religiosa es la que ha venido

desempeñando el papel de enlace con el Partido Comunista…?

142. Marcos: [Enigmático] Sí, la señora religiosa nunca ha sido una falsa sacerdotisa, sino

toda una santa mujer.

143. Rebeca: [Mueve la cabeza sonriente] ¡No se me ocurrió! La haré venir en seguida.

[Transición] ¡Y yo que sospechaba de la alcaldesa!

144. Marcos: [Sonríe] ¡Qué injusticia!, la pobrecilla alcaldesa es una buena alma de Dios

que morirá en su cama, rodeada de sus hijos e impartiéndoles sus apacibles bendiciones…

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145. Rebeca: Nuestra alcaldesa siempre ha sido una buena socialdemócrata…. [Ríe]… por

supuesto que del ala derecha.

146. Pionero: (Al público) Y uno, pobre infeliz que no ha hecho otra cosa que actuar en un

movimiento, es un tal por cual; pero –que yo recuerde-a muchos de estos seres-dioses no se

les vio en los momentos críticos de la lucha, de la pequeña lucha en la que sufrimos una

pequeña “derrota”. ¿Qué hubiera pasado, si hubiese sido una gran lucha y una gran derrota?

Seguramente para calmar la ira de los dioses, nos llevarían a la piedra de los sacrificios para

sacarnos el corazón.

Rebeca sale y cierra tras de sí la puerta. Marcos gira sobre sí mismo y camina lentamente

hacia la cama. Se tiende sobre ella a tiempo que lanza un hondo, largo suspiro.

FIN DEL PRIMER ACTO.

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SEGUNDO ACTO

(Se escucha la danza rusa del Casatchock) (Entran bailando algunos miembros del

partido, la letra hará referencia a que han transcurrido 6 meses).

(Claudio escucha una transmisión de radio) (Intenta callar a los que están en la fiesta).

Transcurren largos instantes sin que nada rompa el silencio, excepto un zumbido que se

escucha proveniente del aparato de radiotelegrafía. Por fin, Claudio parece no soportar

más: se quita los audífonos y vuelve la vista con aire desesperado, hacia el punto donde se

encuentra Bruno.

147. Claudio: ¡Es verdaderamente una pesadilla, camarada Bruno! ¡Siguen sin dar la

menor señal de que existen! Aquitania parece un cementerio.

148. Bruno: [Imperturbable, sin alterarse] Insista, cámara Claudio.

149. Claudio: [Se oprime la nuca con una mano, estirando el cuello hacia atrás] ¡No es

que me queje!... [Con una sonrisa pálida, avergonzada] Pero tengo la sensación de

haberme convertido en un aparato de radiotelegrafía, con un cerebro que ondula igual que

las ondas hertzianas y con unos nervios que saltan por sí solos, repitiendo sin cesar los

signos del alfabeto morse… [Vuelve a colocarse los audífonos].

150. Bruno: [Como sin reparar en las palabras de Claudio] ¿A qué hora se recibió el

último mensaje de Aquitania, camarada Claudio?

Claudio vuelve a desprenderse del aro de los audífonos, bajándoselo hasta el cuello. Mira

su reloj de pulsera.

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151. Claudio: Ayer a las 9:45. En este momento son las 5:30 de la mañana.

152. Renata: [Inmóvil, la voz baja] Las cinco y media de la madrugada… La hora justa.

153. Bruno: [en un soplo de voz] La hora justa, sí…

Bruno camina unos pasos visiblemente preocupado; se detiene con la mirada fija en el

suelo mientras oprime, con el pulgar y el índice a la altura de la nariz, las pequeñas

palancas de sus espejuelos. Claudio mira alternativamente hacia Renata y hacia Bruno.

154. Claudio: [En un tono evocador y doloroso] Se resiste uno a imaginarlo. No parece

real, si no como un sueño hueco, sin imágenes -un sueño al tacto, como deben soñar los

ciegos de nacimiento-: él allá, que camina por los largos corredores, que llega al patio

oscuro de la cárcel y luego sube los peldaños de la horca. ¡Y todo en estos mismos

momentos, en este mismo instante!

154. Bruno: [Mirando hacia Claudio con cierta impaciencia contrariada] Si la política

puede tranquilizarlo, camarada, debe saber que todavía existe una posibilidad de que

Marcos no muera: la organización clandestina del Partido en Aquitania organizaba su fuga

para hoy mismo, precisamente a esta hora, la hora en que Marcos se estaría encaminando

hacia el patíbulo. (Pausa, con un movimiento de hombros y separando las manos detrás de

la espalda) El aplazamiento de la sentencia facilitó grandemente la organización de la fuga,

así que es de esperarse que todo salga bien.

155. Claudio: [Animándose, se vuelve hacia Bruno y Renata con una mueca dolorosa y

sonriente de reproche afectuoso] ¿Por qué no me lo habían dicho, camarada Bruno? Lo

cierto… [Avergonzado]… Es que he estado sufriendo endiabladamente… ¡no pude

remediarlo!

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156. Bruno: Nadie debía saberlo antes de que tuviéramos noticias de Aquitania en

cualquier sentido [Impaciente] Pero ahora, ¡ya ve usted!, estamos incomunicados desde

hace dieciocho horas. ¡Ahora ya no importa!

157. Claudio: [Con general ansiedad]: ¿y qué cree usted, camarada Bruno? [Mira hacia el

aparato radiotelegráfico con inquietud] Esta falta de noticias parece indicar… digo, es

muy elocuente… en el sentido menos optimista de la palabra… [Bruscamente se coloca de

nuevo los aparatos con un ademan, decidido y rabioso] ¡Insistiré!, ¡qué diablos!, ¡aunque

me tenga que estar aquí pegado sin dormir una semana entera!

Bruno camina unos pasos de un lado a otro, como sumido en sus propias reflexiones.

158. Bruno: [pensando en voz alta] Esperaremos a que transcurran las veinticuatro horas…

159. Renata: [por fin se decide a romper su inmovilidad, seca] ¿Esperar qué…?

Bruno parece sorprenderse de la pregunta de Renata, sin haberse dado cuenta de que

habló en el momento anterior él mismo y como si creyera haber sido descubierto en sus

pensamientos. Después de un segundo de desconcierto se recupera.

160. Bruno: Si no establecemos comunicación, cumplidas las veinticuatro horas, alguien

tendrá que cruzar la frontera de Anatolia y entrar en Aquitania. Hacia los bosques de Ur

hay un punto, a quince kilómetros de aquí, más o menos; un antiguo paso de

contrabandistas.

161. Renata: Somos tres, ninguno de ustedes dos puede abandonar su tarea.

162. Claudio: [Se vuelve hacia Renata] Somos cuatro, Renata, olvida usted a doña Galicia,

allá abajo, en el pueblo.

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163. Renata: Galicia tampoco puede abandonar su puesto ¿Cómo sabrán a dónde dirigirse

los delegados que lleguen si Galicia deja abandonada la relojería…?

164. Claudio: [Protesta amistosamente] La cuestión es que tú podrías substituirla mientras

Galicia se encarga de cruzar la frontera.

165. Renata: [Firme, terca] No, yo soy la que debe volver a Aquitania, nadie más puede.

166. Bruno: [Zanjando el problema] Lo decidiremos en cuanto se cumplan las veinticuatro

horas. [Con una sonrisa conciliadora hacia Renata] Por supuesto, no tendremos más

alternativa que decidirlo entre Galicia y usted, camarada Renata. [Otra vez como para sí

mismo] Pero habrá que esperar.

167. Renata: [Se pone en pie nerviosa] ¡Esperar! Queremos engañarnos a nosotros

mismos. Ni en veinticuatro por veinticuatro horas más lograremos nada con Aquitania. Las

cosas no estaban como para reírse cuando salí de ciudad María… [Se detiene y los mira con

fijeza, habla con intensidad, dolorosamente, con un matiz amargo] imagínense lo más

negro y es posible que se queden cortos… Después de que se aplazó la ejecución de

Marcos, los fascistas se enardecieron hasta volverse locos. [En un tono sombrío] Al

fascismo hay que verlo cara a cara, en vivo, desencadenado, listo para adueñarse del poder,

como yo lo vi, al escapar de Ciudad María… [Con miedo retrospectivo]… ¡Sobre todo los

rostros! Unas expresiones de odio impuro, viscoso. Los fascistas tienen un rostro

inolvidable.

Renata camina unos pasos y da la espalda a los dos hombres. Se hace un silencio de

muerte. Claudio finge concentrarse en absoluto en sus aparatos. Bruno de espaldas a los

dos en una posición opuesta a la de Renata, permanece ante uno de los ventanales, como si

mirara a través de ellos algo que hubiese dominado por completo su interés, pero en

realidad sin mirar nada, absorto, triste. Pasan largos instantes en que ninguno se mueve.

De pronto Renata gira bruscamente hacia los dos, sin cambiar de sitio.

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168. Renata: ¡Qué!, ¿nadie habla? ¿Tenemos miedo de nuestros propios pensamientos…?

Bruno permanece como si no hubiera oído. Claudio se vuelve hacia Renata.

169. Claudio: Tal vez los compañeros no hayan llegado a tiempo para liberar a Marcos. Yo

creo que todos estamos pensando en eso…

170. Renata: [Con una rabia impotente] ¡Marcos, claro está! [Camina unos pasos] ¡No nos

lo podemos quitar de la cabeza! [Con una sombra de sarcasmo] Tenemos miedo de que no

haya podido escapar, pero también de que haya escapado. Esa es nuestra preocupación.

Nuestra cobarde preocupación.

171. Bruno: [Sin volverse, continúa mirando por el ventanal] A veces me resulta usted

francamente odiosa, Renata.

172. Renata: Lo comprendo, particularmente cuando mis palabras coinciden con lo que

usted mismo piensa.

173. Bruno: [Se vuelve ligerísimamente] Desgraciadamente tiene usted razón.

Renata avanza hasta un sillón en el cual se sienta con lentitud, el aire de pronto

desamparado, infeliz, sin armas.

174. Renata: [Con una extraña voz infantil] Hay que hacer a la idea de que ya… de que ya

no contaremos con Marcos… [Hace una pausa, de pronto mira rencorosamente de soslayo,

como hacia el punto donde se encuentra Bruno, con la vista baja; la entonación de su voz

se vuelve amarga, resentida] de que ya nadie contará con él…

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175. Bruno: [Inmóvil, ante el ventanal, lanza un gran suspiro] ¡Quién sabe…! [Se vuelve,

camina unos pasos y se sienta frente a Renata en otro de los sillones, pasándose la mano

por la frente como si quisiera desembarazarse de los pensamientos que lo embargan] de

todos modos, si cayó en manos de los fascistas, eso no querrá decir que el congreso de

nuestro partido deje por eso de condenar, con toda energía, la política y actuación de

Marcos en los acontecimientos de septiembre.

176. Renata: [Con vivacidad, animosa] Con una variante única, camarada Bruno: que no

podrá expulsarlo, que yo sepa.

177. Bruno: [Se desprende de sus espejuelos y los limpia con un pañuelo, examinándolos a

trasluz] No me importa lo que quede de bueno o malo en la biografía de Marcos después de

muerto y no pretendo arrebatárselo [Se cala nuevamente los espejuelos y luego mira

intensa, penetrantemente, a Renata] Si Marcos nos ayuda en esa tarea, tanto mejor. Será la

forma en que el propio Marcos se ayude a sí mismo para quedar en condiciones de seguir

sirviendo al partido aun cuando lo expulse de sus filas. Marcos es para mí un conjunto de

acontecimientos, de circunstancias, de situaciones, que han hecho un grave daño a nuestra

causa, que la han herido en forma mortal. Entonces procedo consecuentemente con esta

apreciación y no me detengo a lagrimear sobre el resto.

178. Renata: Por supuesto, usted debe tener confianza absoluta de que el congreso votará

contra Marcos.

179. Bruno: Llevamos más de cinco meses de discutir el problema en cada uno de los

organismos del partido y la opinión se ha manifestado del todo adversa a la política de

Marcos. Usted misma, camarada Renata… ¿no es así?...

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180. Renata: Cierto, yo misma. ¿Pero entonces por qué se le hace comparecer ante el

congreso si la opinión es unánime en su contra?... [Agresiva, hacia Bruno] Se adivina el

placer con que usted vería a Marcos convertido en un fascista. ¡Simplificaría tanto las

cosas! Porque a fin de cuentas eso es lo que usted espera ver: que Marcos termine en el

campo enemigo. Toda su actitud se apoya en esa conjetura.

181. Bruno: Para nosotros lo mejor sería que Marcos continuara al servicio del partido,

aunque él mismo no pueda rectificar, así viva y siga viviendo más años que Matusalén. Al

consumar su error, Marcos se consumó a sí mismo. Desde ese momento Marcos dejo de

existir para el partido y no nos importa que en el futuro se convierta en fascista o no se

convierta en nada. Pero sea lo que sea, ya está muerto desde ahora en tanto que antiguo jefe

comunista de masas…

182. Renata: Un muerto en vida… si le toca la desgracia de seguir viviendo. No deja de ser

un poco… un poquito espantoso.

Bruno pasea nerviosamente. Se detiene al escuchar las palabras de Renata con aire de

marcado desdén y actitud impaciente.

183. Bruno: La lucha de clases es espantosa. ¿Por qué no? ¡Y claro que lo es! Nos obliga.

184. Renata: Pensé que no tenía autorización para entablar conversaciones políticas y que,

por otra parte, esto me hubiera obligado a informar al partido del paso que daba, a sus

espaldas, al querer entrevistarme con Marcos.

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185. Bruno: No era necesario haberlo hecho a espaldas del partido ¿Por qué se le ocurrió

que nos opondríamos? [En un tono humorístico.] También nosotros tomamos en cuenta,

una que otra vez, las cuestiones personales, sin necesidad de volvernos por ello oportunistas

ni traidores…

186. Renata: Si no consulté al partido fue porque, precisamente, mi entrevista con Marcos

no tenía carácter personal, sino que era una entrevista política, que yo estaba dispuesta a

llevar a cabo p[or mi propia cuenta y riesgo, sin advertir a nadie….

187. Bruno: [considerando el problema con aire formal]: ¡Una entrevista política con

Marcos…! ¡Claro! Esto ya altera por completo el aspecto de la cuestión… Continúe

camarada Renata.

188. Renata: [lo mira fijamente, tratando de medir el efecto de sus palabras]: El asunto era

bien sencillo: pedirle a Marcos que se negara a fugarse de la prisión. Pedirle que muriera en

la horca socialdemócrata o a manos de los verdugos fascistas. Pero ante todo y sobre todo,

negarse a vivir. Negarse a vivir.

Bruno aparece como galvanizado. Se estremece de pies a cabeza por unos instantes no

acierta a pronunciar palabra.

189. Bruno: [con una voz ronca, en que se mezclan sentimientos opuestos]: ¡Camarada

Renata! ¡Cómo pudo pedirle eso!

Camina unos pasos vacilante, anonadado y se detiene a cierta distancia de Renata.

Claudio se lanza hacia Renata y la toma ansiosamente de las manos la actitud suplicante,

el aire desesperado.

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190. Claudio: ¿Y Marcos aceptó, camarada Renata? ¿Aceptó? ¿Aceptó?

191. Renata: [se yergue orgullosa, con una altivez vencedora y doliente]: Aceptó.

Naturalmente que aceptó.

192. Claudio: ¡Hubiera sido terrible que no aceptara…! [En voz queda.] A estas horas

Marcos ya habrá muerto. [Más quedo.] ¡Ya habrá muerto! [Apenas audible.] ¡Que viva el

camarada Marcos!

Bruno ha ido encorvándose sobre sí mismo, inclinando la cabeza sobre el pecho como bajo

una presión agobiadora.

193. Bruno: [en voz sorda, quebrada]: ¡No tuvo la grandeza para rechazar su muerte! [Se

hace un silencio compacto, duro, irreal. Nadie se mueve del punto donde se encuentra, cada

quien como víctima de un acceso de estupor. La voz irreal, con cierta dulzura en la

inflexión.] ¡Camarada Renata! [Con profundo agradecimiento y ternura, pero sin que se

mueva.] ¡Camarada Renata…!

La escena se va oscureciendo lentamente hasta quedar a oscuras por completo. Pasan unos

minutos antes de que nuevamente la escena vuelva a aclarar y ahora se verá unas horas

más tarde. Los muebles tienen un cierto orden. Bruno no advierte en los primeros

momentos que Claudio se ha dormido y continúa escribiendo y leyendo documentos tras el

escritorio.

(Vemos al pionero con una caña de pescar)

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194. Pionero: Les podría hacer una larga lista para reseñarte los “motivos del lobo”, pero t

no creo que tengan tiempo suficiente para atender a esto, ni yo la gracia para responder a lo

que, por venir de quien viene, no me importa responder. El tiempo es la madre de la verdad

y el tiempo dirá quién es quién, con sus milagros. Por el momento estamos sujetos a ser

aprobados por el nuevo “Concilio de desenjaulados” que aúllan desde los montes

espantados por la luna y que no ladran a la realidad. Caiga sobre nosotros la bendición para

no ser excomulgados por los nuevos Papas con sotanas de “guerrilleros de café”. El mejor

consejo que puedo darles es que cuando les tengan que replicar algo, solamente:

¡Mándenlos al diablo!

La sala está iluminada por la luz del día. De pronto, al intentar consultarte algo con un

movimiento de cabeza en ese sentido, Bruno advierte que Claudio duerme. Se desprende

entonces del escritorio y acude al punto donde está Claudio y lo sacude con delicadeza,

muy comedidamente, con una atención conmovedora.

195. Bruno: ¡Claudio, Claudio! Despierte, camarada Claudio.

196. Claudio: [despierta sobresaltado]: ¡Sí, camarada Bruno! ¡Volverá a intentarlo!

[Oprime la tecla del transmisor telegráfico:] Punto, raya, punto…

197. Bruno [afectuoso]: ¡Déjelo, Claudio! Suba a descansar. Es inhumano… y sobre todo

inútil, que siga esforzándose…

Claudio se despabila. Se pone en pie y sonríe con una sonrisa pálida y llena de fatiga.

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198. Claudio: Como usted guste… Lo cierto es que ya no puedo más. [Claudio sube las

escaleras. Bruno lo sigue con la mirada. A media escalera Claudio se detiene y se vuelve

hacia Bruno.] ¿Y usted, camarada Bruno?... tiene igual tiempo de no dormir que yo…

¿Cuándo piensa acostarse?

199. Bruno: Esperaré el regreso de Renata con Galicia. En cuanto hable yo con Galicia le

prometo que dormiré… ¡aunque no haga falta prometérselo… también me caigo de sueño!

¡Ande! Suba a su recámara…

Claudio sonríe una vez más y termina de subir la escalera saliendo de escena. Bruno lo ve

desaparecer y luego camina hacia el escritorio, se sienta y continúa trabajando. Pasan

algunos instantes.

De pronto suena la campanilla que indica que alguien ha entrado a la casa abriendo la

puerta que da al exterior.

Bruno se pone en pie, se aparta del escritorio y se coloca ante la puerta que comunica con

el vestíbulo a derecha, en actitud de quien esta a la expectativa. Unos segundos después

entra en escena violentamente, agitada, descompuesta, nerviosa, Renata. Se lanza hacia

Bruno como queriendo encontrar protección a su lado, tomándolo de un brazo con ambas

manos.

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200. Renata: ¡Camarada Bruno, camarada Bruno!

201. Bruno: [alarmado, le pasa una mano por la espalda y la conduce a uno de los

sillones]: ¡Cálmese, cálmese, se lo ruego! ¿Qué sucede…?

202. Renata: Tengo que contarle todo desde un principio. ¡Ah, pero espere… ¡ [Renata se

sienta en el sillón y se oprime la cabeza con las manos, sacudiéndola. Bruno toma la silla, la

aproxima y se sienta a un poco de distancia de Renata, la actitud inquisitiva. Renata,

sosegándose, mira hacia Bruno ya en calma, aunque su voz continúa emocionada.] Se trata

de Galicia. Es algo…que no se puede comprender.

203. Bruno: ¡Dígame! ¿Qué es eso que no se pude comprender?

204. Renata: A la camarada Galicia le sucede algo espantoso. [Titubea.] Creo…me parece

que ha perdido… [Otra vez nerviosa, conmovida] ¡Que ha perdido la razón, camarada

Bruno! [Renata se pone en pie. Se oprime las manos una contra la otra y camina de un lado

para otro.]No se imagina la forma… [Sin encontrar las palabras]… la forma extraña y

dolorosa como se condujo con migo. ¡Era como si me hubiera hundido un puñal en el

pecho!

205. Bruno: [dominando su angustia]: Le suplico, Renata. Proceda con orden. Primero:

¿Dónde sucedieron las cosas? Usted debió encontrarlo en la relojería…

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206. Renata: La encontré, ciertamente. Charlaba con un desconocido. Un viejo de su

misma edad y con la misma mirada tierna y húmeda… pensé que a causa de presencia de

aquel extraño, Galicia iba a disimular de algún modo, fingiendo no conocerme. Pero en

lugar de eso se me echó encima con los brazos abiertos: “Camarada Renata, camarada

Renata “. Me quedé de una pieza, sorprendida, inmóvil, sin comprender en absoluto

aquello. El desconocido nos dejó a solas al darse cuenta de que ahí sucedía algo

embarazoso, que resultaba indiscreto presenciar. Galicia me miró con un aire atónito,

perplejo, como si tratara de recordar alguna cuestión importante, pero de la que habría

perdido toda idea. La reprendí, furiosa.

Galicia canta una fantasmal versión de la Varsoviana acompañada de su jarana. (Galicia

hará eco de las palabras de Renata al referirse a la plática con ella)

“¿Ha sido muy grave lo que hice, camarada Renata?, me pregunto. ”Sería capaz de

ahorcarme ahora mismo, antes de causar algún daño a la organización.” Comencé a

experimentar una angustia indecible… Entonces ella me tomó de la mano y me condujo al

interior de la joyería, mientras me miraba con unos ojos tibios, humildes como los de un

perro. Luego habló en voz queda, en la actitud de quien confiesa un secreto importantísimo:

“Ahora que hemos triunfado y tenemos el poder –me dijo- ¿no se siente usted un tanto

aburrida, camarada Renata?”…

207. Bruno: [se pone de pie] “Ahora que hemos tomado el poder”. ¿Cree que estamos en el

poder…? [Sordamente.] ¡Pobre, pobre Galicia…!

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208. Renata: Está convencida de que la insurrección de septiembre triunfo y de que ahora

vivimos entregados a las tareas pacíficas de construir al socialismo. Lo ha olvidado todo: la

derrota, la sangrienta represión, nuestros compañeros torturados, nuestras víctimas … Se

niega a creer que estamos en el extranjero. “Usted me engaña, camarada Renata –me decía

con una sonrisa dolorosa- usted trata de bromear con migo”, y luego añadió sollozando:

“¿Por qué quiere hacerme sufrir de ese modo…?”

Bruno da unos pasos, agitado, denunciando su profundo dolor.

209. Bruno: Sí, sí, sí, No soportó la verdad. No tuvo fuerzas para la derrota… [Apretando

los dientes.] ¡Para nuestra estúpida e innecesaria derrota!

210. Renata [sin interrumpirse]: “¿No se aburre usted bajo el socialismo?, me repitió con

una voz dulce y abandonada. “Yo si “, dijo. Reproduzco casi textualmente sus palabras:

“Soy una revolucionaria. No me acostumbro a esta tranquilidad y a esta paz. Comienza la

etapa en que debemos gobernar el país. Yo no tengo madera para eso. Me he formado en

las cárceles y las barricadas, en el hambre y en el frío…” [Exaltándose gradualmente.]

Extendió su mano derecha ante mis ojos: “Esta mano estrechó la de Lenin en 1919. ¿Sabe

usted lo que eso ha significado desde entonces en mi vida? Participé en la revolución de

1905 en Rusia, cuando era yo un joven anarquista, durante toda la guerra del catorce estuve

preso a causa de mi lucha por la paz, y luego participé en la huelga general de Barcelona.

Nunca he conocido mucho la teoría revolucionaria, pero desde que estreché la mano de

Lenin, con eso me ha bastado para el resto de mis días. ¿Usted me comprende, camarada

Renata?” [Pausa. Dominándose]

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Yo sentía un nudo en la garganta al escucharlo. En aquella manera de preguntar: ¿usted

comprende?, parecía querer decir algo muy bello, profundo e inexpresable a la vez. Me

oprimió entre sus brazos. Tenía el rostro radiante. “¡Nosotros ya hemos triunfado, camarada

Renata! ¡Hemos conquistado el poder aquí, en nuestra propia patria!” En sus labios se

dibujó una sonrisa tímida y culpable. “¿Para que me quieren aquí, en Aquitania? ¡Aquí no

sirvo para nada! Hay otros pueblos oprimidos, otros pueblos que sufren. En España todavía

no obtiene el pueblo la victoria. ¡En España se lucha y se muere! ¡Dígales usted a los

camaradas del comité central que me manden a España…!”

Hay una pausa larga. Renata hace esfuerzos por contener los sollozos que afloran a su

garganta.

211. Bruno: [profundamente conmovido]¡Nuestro querido y pobre Galicia!

212. Renata: [tragándose las lágrimas]: ¿No es espantoso? [Con una explosión de dolor,

sin dominarse.] Ni siquiera quiere darse cuenta de que también España ha sido derrotada.

Se vuelve de espaldas a Bruno para poder sollozar sin ser vista. Bruno a su vez, parece

ocultarse de Renata para que ésta no advierta la emoción que lo domina. Después de unos

segundos, Bruno se vuelve hacia Renata con el aire resuelto.

Bruno mira fijamente a Renata haciendo un esfuerzo para reunir toda su energía. Habla en

un tono triste, abatido, pero lleno de firmeza.

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213. Bruno: Traerla aquí y encerrarla bajo nuestra propia vigilancia. Ahora Galicia

constituye un peligro muy serio. Debemos ver el problema sin sentimentalismo alguno,

compañera Renata. No podemos tomar a los hombres –ni aun cuando esos hombres seamos

nosotros mismos, usted, yo, Marcos o quien quiera que sea- como valores subjetivos; es

decir como acontecimientos que en un momento dado pueden ser malos o buenos, útiles o

inútiles, necesarios o innecesarios, pero ante los cuales hay que proceder con arreglo a la

situación objetiva que hayan creado. Cuando se está ante un loco, hay que conducirse en

consecuencia con este hecho, ya se trate de una locura mental o una locura política: es

exactamente lo mismo. La locura no es la realidad… ¿comprende?, sino que va contra la

realidad, y la realidad no está loca, porque es la vida. No podemos dejar que la vida

sucumba, que la vida desaparezca, aunque así lo quieran los locos, todos los Hitler del

mundo. Galicia ya no es nuestro, ya es otra cosa distinta a lo que era. Lo lamentamos, pero

Galicia debe ser retraído, reducido al aislamiento más estricto. No podemos arriesgarnos a

que ponga en peligro el congreso del partido… [En un tono triste, preocupado.] Lo

tendremos aquí hasta que podamos recluirlo en un sanatorio, con las mejores atenciones

posibles… [Con un movimiento desalentado de hombros.] Es todo lo que podemos hacer…

[Al ver la actitud dubitativa de Renata.] ¿O usted propone otra cosa mejor…?

214. Renata: No… No pensé siquiera en oponerme. Me pareció tan sólo un poco… brutal.

Sin embargo… temo que Galicia se niegue, temo que se dé cuenta que lo hemos… que lo

hemos cancelado para la causa…

215. Bruno: A usted le tiene confianza. Usted es la más indicada para traerlo. Le dirá

cualquier cosa… cualquier mentira sin importancia .

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216. Renata: [En un tono sarcástico.] Le diré que es cierto que hemos tomado el poder y

que vendremos al Palacio de los Soviets… que aquí es el Palacio de los Soviets, donde él

será alojado muy especialmente, como una distinción, como un alto homenaje a su pasado

revolucionario. ¡Como un testimonio del afecto que siente nuestro partido por la camarada

que tuvo el privilegio de estrechar la mano de Lenin!

Renata se vuelve con un movimiento impetuoso para salir. En estos momentos se escucha

el campanilleo furioso que anuncia la entrada de alguien en el vestíbulo.

En seguida irrumpe Galicia, trastornada, la mirada vaga, con un periódico en las manos y

que agita furiosamente. Al ver a Bruno y Renata se detiene a media escena perplejo. Su

aire no es terrible sino más bien doloroso. Hacia Bruno, en calma.

217. Renata: ¡Camarada Galicia! ¡Bienvenida al Palacio de los Soviets de la republica

socialista de Aquitania!

Galicia levanta en alto el periódico que lleva y lo sacude en el aire. Luego mira hacia

Renata con un profundo dolor y hace una inclinación extravagante.

218. Galicia: ¡Camarada Renata! ¡Mi dolor y el dolor de todo el pueblo te acompañan en la

muerte de nuestro gran jefe, el camarada Marcos!

Renata se estremece. Bruno mira a uno y a otro sin comprender.

219. Renata: [Exaltada]: ¿Qué dices?

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Page 42: Nos Esperan en Abril FINAL

220. Galicia: [Muestra el periódico, Habla como si estuviera ante un nutrido auditorio]: ¡El

camarada Marcos fue asesinado por los fascistas! ¡Todos deben saberlo!

Renata arrebata el periódico de manos de Galicia y lo lee con avidez.

221. Renata :[La voz irreal, sobrehumana, después de leer] ¡Es cierto! ¡Ahora si podemos

estar seguros! ¡Marcos se ha salvado!

222. Bruno: [Le arrebata el periódico y lee en voz alta] El cabecilla comunista Marcos Ríos

fue muerto por los guardias fronterizos de Aquitania cuando intentaba cruzar la frontera

con Anatolia… [Bruno da unos pasos y abandona lentamente el periódico, dejándolo caer al

suelo. Como sin comprender]: Cuando intentaba cruzar la frontera de Anatolia…

En esos momentos baja Claudio quien se desliza a media escalera.

223. Galicia [a voz en cuello]: ¡No fueron los guardias fronterizos! ¡Fueron los fascistas!

¡Las bestias inmundas! ¡Todo el mundo debe saberlo!

224. Bruno [Hacia Retana]: Cuando intentaba cruzar la frontera de Anatolia… ¿Se da usted

cuenta de lo que esto significa? ¡Marcos escapo de la prisión! Marcos no siguió sus

consejos ¡Marcos quiso vivir! Escapo para reunirse con nosotros, para comparecer ante su

partido. ¡Pudo más el partido! ¡Marcos, hijo mío, yo te mate! ¡Yo te señalé el camino de la

vida y en él encontraste la muerte! ¡Pero tanto mejor si moriste por venir a nuestro lado!

Que dondequiera que tu cuerpo se encuentre, llegue hasta él mi homenaje desgarrado,

solitario y orgulloso. ¡El homenaje amargo de tu padre, de tu camarada!

(Las palabras de Bruno hacen que Galicia retroceda espantado, sin comprender).

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Page 43: Nos Esperan en Abril FINAL

225. Galicia: ¿Qué es lo que dices, Bruno? ¿No fueron los fascistas? ¿Fuiste tú el asesino

hijo?

226. Bruno: Lo has oído. ¡Yo lo mate! ¡Desde hoy cargo en mis espaldas con orgullo el

peso de su gloriosa muerte!

227. Galicia [Silencio]: ¡Responde! ¿Es cierto?

Renata ha permanecido imperturbable, inmóvil como una estatua. Desde la escalera

Claudio contesta a la pregunta de Galicia.

228. Claudio: ¡Es cierto! Porque lo hemos amado, porque lo respetamos, porque queríamos

que salvara, todos anhelábamos la muerte de Marcos. Y Marcos ha muerto por fin.

Galicia se encuentra en un estado de aguda exaltación. Mira en su derredor como si se

encontrara rodeada de los más negros enemigos. Vuelve a cantar la Varsoviana, ahora

compulsivamente.

229. Galicia: ¡Y me dicen que hemos tomado el poder! [Mira en su derredor.] ¡Que este es

nuestro palacio de los Soviets de la republica socialista de Aquitania! ¿Hemos tomado el

poder para que el comunista mate al comunista, el hermano al hermano? ¡No digas que

estoy en el palacio de los Soviets, Renata! ¡No mientas tú también! ¡No te empuerques

como todos los otros! ¡Tú no puedes mentir! ¡La compañera de Marcos está por encima de

la mentira ¡Nos han engañado!

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Page 44: Nos Esperan en Abril FINAL

¡Yo mismo difundí la mentira y dije que nuestro reino era ya de este mundo por fin!

¡Castigadme a mí también! ¡Escupidme a la cara! ¡Vengad la muerte de los comunistas

honrados! [Toma a Renata brutalmente y tira de ella con fuerza.] ¡Escúpeme, Renata! [Con

una voz quebrada, doliente.] ¡Escúpeme querida camarada! ¡Escupidme todos los

comunistas del mando!

Zarandea fuertemente a Renata en el colmo de la exaltación. Bruno se lanza a contenerlo

230. Bruno: ¡Estás loca! ¡Detente!

Bruno trata de sujetar a Galicia pero esta lo lanza de un empellón al suelo. Claudio baja

apresuradamente. Entre Bruno y Claudio comienzan a forcejear con Galicia.

231. Galicia [Forcejeando]: ¡Atrás, fascistas! ¡Atrás, perros!

Renata parece ajena a todo cuanto ocurre en su derredor, fija, inmóvil, hierática como una

figura de piedra. Gruesas lágrimas corren por sus mejillas. Bruno y Claudio logran sujetar

a Galicia y aplicándole una llave la conducen a las habitaciones superiores subiendo por

la escalera. Galicia se debate impotente, lanzando sordos gemidos. El grupo desaparece en

lo alto de la escalera. Pasan algunos minutos. La luz de la escena comienza a oscurecerse

hasta quedar en un medio tono de penumbra misteriosa. Por el ventanal que se encuentra

en el sitio opuesto al punto donde esta Renata, de espaldas al mismo, aparece la figura de

Marcos, del lado del jardín. Se aproxima al ventanal y llama con los nudillos, en voz

queda.

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232. Marcos: ¡Renata!

Renata no contesta, de espaldas al punto donde Marcos ha aparecido. Marcos desaparece

del ventanal para supuestamente introducirse por la puerta del porche que comunica con

el jardín. Renata se vuelve con la impresión de que ha escuchado como si la llamaran en

sueños.

233. Renata [Volviéndose] ¿Renata?

234. Marcos: [apareciendo en la puerta, dentro de la sala] ¡Renata!

Renata Retrocede, aterrada. Marcos permanece inmóvil

235. Renata: ¡Marcos! [La voz despedazada, ronca.] ¡Vives! ¿Por qué?, Marcos, ¿Por

qué?

Ambos permanecen en sus sitios, sin moverse.

236. Marcos: La noticia de mi muerte fue una contra información proporcionada por

nosotros mismos, para distraer la atención del enemigo y facilitar mi paso por la frontera…

237. Renata: [con voz de pronto potente, bestial, desgarradora] ¿Por qué?

Ninguno se mueve, como galvanizados, como paralizados por una fuerza superior.

FIN DEL SEGUNDO ACTO.

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TERCER ACTO

(Cambio de escenario. Cuadro musical. Pionero ya vestido con overol, uniforme de los

trabajadores de la imprenta, y hace coro el resto de la compañía).

234.: Si yo no cambio un poco mis fallas, mis males,¿cómo cambiar entonces las tierras, los mares?Si no cambio un poquito mis mañas, mis juegos,¿cómo cambiar en algo los dramas, los fuegos?

Si no poquito un cambio mi duda, mi acaso,¿cómo cambiar más tarde el beso, el abrazo?Si no cambito un poco mis cauces, mis fuentes,¿cómo he de cambiar fuera lo mío en la gente?

En medio del número musical aparece parte de la compañía voceando” El Machete” (edición para la obra), dando la noticia de que han pasado seis años de la muerte del

camarada Marcos Rios.)

Si no cambio un muchito mis odios, mis miedos,si no abro mi ternura me vuelvo de hielo.

Si no muchito un cambio mi cuerda, mi acorde,¿cómo cantar lo nuevo, lo izquierdo, lo borde?

Si no apoco lo mucho que pierdo, que hiero,¿cómo darle esperanza al te amo, al te quiero?

Si no amucho lo poco que tiene mi gente,¿cómo evitar que al canto le asome lo urgente?

Mucho, poquito y nada deshojo la viday ella nunca responde, la desentendida.

Mucho, poquito y nada, contraflor al resto,tenemos que ir cambiando.

Mucho poquito y nada, contraflor al resto,tenemos que ir cambiando este cambio nuestro.

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Oficina secreta del Partido Comunista en Ciudad María, capital de Aquitania, seis años

después. Se trata de un cuarto de no muy vastas proporciones y de aspecto muy

desordenado. Una mesa central, sillas y cajones por todos lados, en un ángulo hay un

camastro y sobre una mesita la máquina de escribir y un teléfono que al mismo tiempo

sirve para comunicarse con el sótano, bajo el piso del cuarto, al cual se penetra por una

trampa que se abre en el suelo y que al levantarse el telón está cerrada. Es de noche. Del

techo pende una lámpara que ilumina la escena. Humo de tabaco en la atmósfera y huellas

de que ahí acaba de terminar una reunión numerosa. Dos puertas: una se comunica hacia

la salida y otra hacia un cuarto vecino.

Claudio y Renata con seis años más de edad; ella lleva anteojos. Cuando se levanta el

telón, los camaradas uno y dos se despiden. Son los últimos que lo hacen después de la

reunión celebrada ahí.

235. Camarada uno: Buenas noches, camaradas. [Camina hacia la puerta].

236. Renata: Tengan cuidado en la calle, últimamente la policía fascista ha redoblado la

vigilancia…

237. Camarada uno: Esté tranquila, camarada Rebeca.

238. Camarada dos: Entonces hasta mañana, camaradas.

(El camarada uno y el camarada dos salen y cierran la puerta tras de sí. Claudio se vuelve

hacia Renata).

239. Claudio: Bien, Renata… Aquí, entre nosotros, me sorprendió que aceptaras los

acuerdos del buró político.

240. Renata: [Se encoge de hombros] ¿Qué otra cosa podía hacer, me gustaran o no…?

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241. Claudio: Personalmente, yo esperaba que te opusieras.

242. Renata: Soy la única persona, entre todos los miembros del buró político, que puede

desempeñar esa tarea. Ningún argumento hubiera sido válido para oponerme. Todos

habrían pensado -y con razón- que yo me oponía por alguna cuestión de índole particular,

privada… casi, casi doméstica… y hasta de alcoba.

243. Claudio: [Enérgico] ¡Qué tontería! Precisamente tu razón para oponerte debería haber

sido la de no abandonar a Marcos. Este no es un problema personal, sino que debe verse

desde el punto de vista político. Esperé que así lo plantearas…

244. Renata: Dime en qué forma yo, la mujer de Marcos, hubiera podido plantear como

una cuestión política el no separarme de él, sin que esto apareciera bajo el aspecto de un

lamentable asunto sentimental, como lo dijeron cuando propuse a Marcos para el Comité

Militar Revolucionario.

245. Claudio: Aquí ya no se trataba de que fueras o no la mujer de Marcos, si no de que,

independientemente de que sea tu marido, Marcos es, al mismo tiempo, un hombre al que

debemos ver como un caso político cuyas reacciones nos interesan y cuya posible actitud

hay que tomar en cuenta.

245. Renata: No me hago muchas ilusiones respecto a que los demás miembros del buró

político piensen de la misma manera.

246. Claudio: Cuando menos tú, Bruno y yo tenemos igual punto de vista sobre el

particular.

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247. Renata: Pero ya lo viste: a media asamblea Bruno tuvo que salir intempestivamente.

El asunto de mi designación no podía aplazarse. Mañana mismo alguien tiene que cruzar

las líneas fascistas para entrevistarse con el Teniente Coronel Ignatiev.

Si ya se habían fijado en mí para el desempeño de esa tarea, no iba a ser yo la que no

aceptara la eventualidad de que el agujero de una bala fascista fuese a estropear mi delicada

piel femenina.

248. Claudio: ¡Nadie iba a suponer que te opondrías por amor a tu queridísimo pellejo! ¡Es

absurdo! ¡Sobre todo si te apoyabas en las razones políticas tan sólidas que existen para que

Marcos no se quede solo, a la deriva, sin apoyo moral alguno!

249. Renata: [Impaciente, desesperada] Eso es lo que pensamos nosotros, tú, yo, Bruno.

Pero a los demás no les importa Marcos y no les importará tampoco mientras no llegue a

constituir un problema para ellos.

250. Claudio: Es que si Marcos llega a constituir un problema, lo será para el partido en su

conjunto y no para nadie en particular.

251. Renata: ¡Me lo dices a mí…!

252. Claudio: ¡En fin! Ya no se puede hacer nada. Pero… ¿cómo crees que lo tome

Marcos?

253. Renata: [Con una sombra de desesperación] ¡No sé, no sé! A veces me temo lo peor.

Tú sabes: desde su expulsión, en 1939, ha vivido estos seis largos años en la sombra…

como un fantasma, trabajando por un partido sin tener nombre, sin que nadie, excepto el

buró político, esté siquiera enterado de que sigue luchando por la causa; a escondidas de sus

propios compañeros sin lanzar una queja, despojado de todos sus derechos… ¡pues bien!

Ha tenido el valor de soportado todo eso con entereza, perfectamente consciente de que así

debía ser…

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Page 50: Nos Esperan en Abril FINAL

[Con aire preocupado] Pero no me engaño respecto al papel decisivo que yo he jugado

para influir en esto; lo que ha significado para él mi presencia. Sin mí, sin mi amor, sin

tenerme a su lado, quién sabe cómo habrían sido las cosas para Marcos; quién sabe qué

camino habría elegido…

254. Claudio: Ahora será cuando se sienta más que nunca un ser humano, alguien mucho

más a merced de la desesperación y de la soledad.

256. Renata: ¡Si tan sólo pudiera darle la esperanza de que nos volveríamos a ver dentro de

un año! [Con desaliento] Pero está demás el asunto de mi trabajo entre los prisioneros de

Aquitania que se encuentran en la Unión Soviética. No sé el tiempo que tendré que vivir

con ellos… Dirigir su reeducación política, organizar su repatriación… Ni con mucho será

suficiente un año. Sin embargo, en medio de todo me parece menos tremenda nuestra

separación.

257. Claudio: Marcos podrá soportar todo mientras las condiciones presentes no se alteren.

Pero antes de un año nos habremos transformado, del partido ilegal que somos ahora en un

partido que estará en el poder y regirá los destinos del país. En las nuevas condiciones

Marcos no podrá desempeñar ningún papel, no tendrá sitio alguno mientras el partido no lo

readmita en sus filas… [Preocupado, paseándose por el cuarto].

258. Renata: [Firme, convencida] Precisamente el partido. ¡Siempre y en todo caso el

partido! Lo tiene todo en sus manos: el suicidio o la rebelión de Marcos. Pero también su

salvación, su regreso a la vida, la recuperación de su individuo, de su yo humano…

259. Claudio: ¡Concedo, sí: el partido! También yo hice la misma salvedad. Pero el partido

tampoco puede obrar por capricho y de un modo arbitrario cuando se trata de rehabilitar a

una persona, si no existen o se presentan las condiciones objetivas que hagan posible esa

rehabilitación.

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260. Renata: Te propongo por lo pronto que hoy mismo hablemos con Bruno en cuanto

llegue , a fin de cuentas él es el jefe, y que entre los tres redactemos un escrito en el que se

pida al próximo pleno del Comité Central que apruebe en principio la rehabilitación de

Marcos, a reserva de someter el asunto al congreso nacional.

261. Claudio: [Sin mucho entusiasmo] Estoy dispuesto a firmar inmediatamente ese

escrito… Sin embargo, queda pendiente un factor ajeno a nosotros, ajeno a Marcos y ajeno

al partido, y que apenas acabo de mencionar hace unos segundos: las condiciones objetivas

¿existen ya las condiciones objetivas para que Marcos reingrese al partido?

262. Renata: [Sin darse por vencida por el momento] No, pero existirán dentro de muy

poco. Al contrario de lo que tú crees, la toma del poder traerá como consecuencia lógica la

aparición de esas condiciones.

263. Claudio: O la aparición de las condiciones contrarias, Renata. Esto es perfectamente

posible. Examinaremos el asunto con la cabeza fría: Cuando el partido, dentro de unos

cuantos meses tome el poder -y esto será un hecho desde el momento en que el ejército rojo

inicie la invasión de Aquitania combinada con la revolución interna que encabezaremos

nosotros- tendrá que explicar por primera vez, ante toda la opinión pública, cuál es la

situación política en que se encuentra Marcos y el porqué lo expulsó de sus filas. Es lógico

que el partido no podrá reivindicar a Marcos al día siguiente y me temo que ni muchísimo

después.

264. Renata: Sin embargo es posible conciliar los dos extremos del problema, Claudio. Así

como un error tiene su proceso de realización, también tiene su proceso de desaparición. Ni

el error ni el castigo son eternos, y el partido tampoco acepta, tampoco puede aceptar que lo

sean.

265. Claudio: Lo que hay que preguntarse entonces es si los errores de Marcos han sido

superados ya por la historia, o todavía no lo son…

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266. Renata: Exacto. A eso iba. Los años no han pasado en vano: después de la

desbandada que produjo el fracaso, nuestro partido ha podido reorganizarse- gracias a la

expulsión de Marcos, por supuesto-; ha sobrevenido la Segunda Guerra Mundial y a la

postre nos encontramos en las vísperas de la toma del poder. ¿Qué significará la toma del

poder este año , en relación con el fracasado movimiento de ese entonces. Cuando los

errores de Marcos fueron algo independiente a su persona. Eso era lógico, natural. Marcos

dejó de existir. Pero después de la toma del poder, las condiciones en que se encuentra

Marcos se habrán alterado de un modo completo. El partido ya no podrá considerarlo como

un ser que no existe, ni como un muerto.

267. Damián: Me repito constantemente: “un día la mataran, hermano. Un día Josefina

caerá en manos de los fascistas y la violarán, la torturarán, la despedazarán. Pero tú no

debes quebrarte, debes seguir en tu puesto. No tienes derecho a otra cosa.” ¿Y qué es lo

que sucede? Que en este mismo instante siento la tentación de pedirle a la camarada Renata

que no permita a Josefina ir con los propagandistas especiales.

268. Ernesto: (con una sonrisa escéptica):Sabes muy bien que no l harás. Que sería

cobarde hacerlo.

269. Damián: (ceñudo, reconcentrado) cierto, lo sé (mira de frente a Ernesto) Pero también

sé que desde la punta de los cabellos hasta la punta de los pies, siento el deseo de hacerlo.

(Aprieta los dientes)

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El hecho de que pueda sentir este impulso es lo que me rebaja, lo que me descorazona y

me hace pensar de mi mismo que soy un pobre diablo… (Sacude la cabeza) ¿Cómo podre

resistir cualquier cosa…si algo…si algo le llegará a suceder a ella…?

270. Ernesto: (se pone de pie, camina unos pasos y luego vuelve a sentarse frente a

Damián, a tiempo que habla): No… No es nada fácil, me pasó con Ruth, cuando supe que

la llevaban al campo de concentración. Yo me decía; “Prepárate a esperar lo peor; piensa en

lo más espantoso y calcula si resistirás…” Bien; si resistiré, pensaba. (Con un movimiento

de hombros) ¡Ahí está la cosa! Crees que ya estás preparado y luego vienen los hechos y te

das cuenta de que no…

Aparece Renata, quien lleva una charola con una jarra de café, tazas y algunos panecillos.

271. Renata: Buenas noches camaradas.

Sin detenerse, camina hasta la mesa y comienza a organizarla, mientras al pasó Ernesto y

Damián han contestado a su saludo. Renata escucha la conversación de ambos jóvenes y

mientras arregla la mesa se interrumpe para escuchar.

272. Ernesto: Es algo muy especial, porque resulta que tu imaginación no imagino lo

suficiente y se quedo corta ante la realidad. ¡Vaya! No es que la realidad hay resultado

peor… Me cuesta trabajo explicarte. A Ruth le cercenaron los senos. Primero la violaron y

después le cercenaron los senos.

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Bien; Esto fue lo que sucedió. Con todo, yo había imaginado cosas peores, más horribles

aún. Pero cuando su madre y yo fuimos a reclamar el cuerpo de Ruth a la morgue

municipal-la habían traído a Ciudad María para apoyar la versión de que fue asaltada en los

suburbios por unos facinerosos-, me di cuenta de que todo mis esfuerzos habían sido en

vano; algo se rompió dentro de mí para siempre; la realidad me había derrotado y aquello

era una marca que quedaba en mi espíritu para no borrarse jamás…

Silencio. Renata da unos pasos hacia los impresores.

273. Renata: (Conmovida, suplicante): ¡Tenemos que olvidar, Ernesto! No olvidar nuestro

odio, ése no. Pero lo otro al abismo… Estamos a un paso del triunfo y si no sabemos

olvidar, la propia victoria será un infierno. No dejemos que mañana los fascistas ganen

batallas después de muertos, al hacernos vivir el resto de nuestras vidas sin poder borrar

dentro de nosotros la marca que dejaron…

274. Ernesto (Con una melancolía amarga, dura): ¡Quién sabe si ya no tengamos remedio,

camarada Renata! Los fascistas vinieron a la tierra para herir a la especia humana y

reintegrarla al reino de la zoología. No lo lograron. Pero la especie quedó mutilada para dos

o tres generaciones… nosotros somos la primera de esas generaciones.

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275. Renata: Hay que callarlo. Eso pertenece a lo indecible. Porque lleva en el fondo la

vergüenza que el fascismo nos hizo sentir del hombre. Tenemos vergüenza del hombre y

nuestra tarea es soportar esa vergüenza sin que nos aniquile, para que ni mañana ni nunca

pueda volver a manchar la conciencia de los hombres. Ésta es la tarea de, la abrumadora

tarea, quizá la más pesada de todas las que llevamos sobre las espaldas… Pero vengan a

sentarse a la mesa para que cenemos… (Camina hacia la trampa) Llamaré a Félix… (Se

abre la trampa)¡Vaya, si ya está aquí!

Marcos sale de la trampa y cierra.

276. Marcos:(A Renata): Únicamente tenemos papel para cinco millares de proclamas. Habrá que plantear el asunto para que se organice el aprovisionamiento mañana mismo a primera hora.

277. Renata: No creó que haya problema. Yo misma hablaré.

Marcos camina hacia un lavavo que se encuentra en el rincón. Pone en el mismo vaciado una jarra y se lava las manos. Damián y Ernesto se han sentado y Renata también se sienta y comienza a cenar.

278. Ernesto: Deseos de complicarse la vida inútilmente.

279. Marcos: Bueno, dejemos que sea Damián el que hable.

280. Damián: No es ninguna cosa del otro mundo. Los jóvenes de la Unión de Tipógrafos

han venido a verme la semana pasada. Tienen una guerrilla organizada y mañana piensan

internarse en los bosques. La cita es a las seis de la tarde en un pueblecito llamado Abril. A

esa hora será el entierro del anciano tío de uno de los guerrilleros y todos participarán en el

duelo porque las armas están ocultas ahí mismo, en el camposanto.

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Marcos se pone de pie, se aproxima a Damián y le estrecha un hombro con la mano.

281. Marcos: ¿Así que desde mañana estarán en los bosques, combatiendo? [No espera la

respuesta. Camina unos pasos y habla para sí mismo. Renata lo mira con inquietud].

¡Ustedes pueden hacerlo! Ustedes pueden disparar una bala contra el enemigo… o morir de

una bala del enemigo… ¡Ustedes pueden morir y vivir! ¡Qué maravilloso! ¡Qué espléndido!

¡Caer muerto por el enemigo y no por nadie más!

282. Damián: [Con juvenil arrebato] Estar en el frente será algo para mí como si estuviera

junto a Josefina y ella respirara mi propio aliento. Cada uno de mis disparos contra los

fascistas será como si le diera un beso, y ella lo sentirá, estoy seguro, sobre sus propios

labios donde quiera que se encuentre…

Ernesto lanza un fingido bostezo. Se pone de pie y se aproxima a Damián apoyando su

mano en el hombro de éste.

283. Ernesto: Bueno, yo tengo que dormir. ¡Que tengas buen viaje, muchacho! En otras

condiciones yo te hubiera acompañado, pero hace mucho tiempo que dejé de ser un héroe.

Adiós.

284. Marcos: [A Ernesto] ¡Espera! [Se vuelve hacia Damián] ¿Cuántos forman la

guerrilla?

285. Damián: Conmigo seremos veinte.

286. Marcos: ¿Armas?

287. Damián: Tres subametralladoras y los demás fusiles automáticos.

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289. Marcos: Necesitarán granadas de mano. En la guerra de guerrillas son de una eficacia

incalculable.

290. Damián: Nos haremos de ellas en cuanto se pueda.

291. Marcos: Hay algo que deben tener presente en todo momento: la movilidad operativa.

La guerrilla deberá dividirse en seis grupos de tres hombres cada uno, incluso el jefe. Los

restantes deberán considerarse como el estado mayor y el núcleo que se encargue de la

coordinación general de las operaciones. ¿Quién es o será el comandante?

292. Damián: Ellos quieren que sea yo. Para eso han ido a buscarme

293. Marcos: Sí, tú puedes. Renata, hay que dejarlo ir.

294. Renata: Naturalmente. Más aún, yo le sugeriría que invitara a Josefina. [Dirigiéndose

a Damián] Ella es valiente y a tu lado luchará como una leona que defiende a sus

cachorros… ¿Qué piensas?

295. Damián: [Hondamente conmovido] ¡Pienso… pienso que usted es la mejor y más

grande camarada que he conocido!

296. Renata: [Con un ademán de enfado] ¡Pero qué necedad! Te pregunto: ¿llevarás a

Josefina contigo?

297. Damián: ¡Se sentirá la mujer más feliz de la tierra! [Radiante] ¡Gracias, camarada

Renata!

Marcos ha abierto un cajón de la de la pequeña mesa donde está la máquina de escribir y

saca un mapa que extiende sobre la mesa grande apartando las tazas y los platos.

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298. Marcos: [Indicándole a Damián que se aproxime] En este punto se encuentra el

pueblo de Abril, a doce kilómetros de Ciudad María…

299. Ernesto: [Interrumpe] Antes de que sigan, yo quisiera decir algo… [Todos se vuelven]

Veo que si Josefina se incorpora a las guerrillas esta noche habrá un propagandista menos.

Me propongo para sustituir a Josefina.

300. Damián: [Alegre] ¿Sustituirla tú? [Como fingiendo que le supone miedo] ¡Date cuenta

de que tendrás que jugarte la vida! ¡Terminarás convertido en héroe!

301. Ernesto: [Malhumorado] ¡No me importa! [En tono de fastidio] ¿Qué dicen? ¿Se

acepta mi proposición?

302. Marcos: [Se vuelve] No tengo nada en contra, sino el problema de buscarte sustituto

en la imprenta.

Ernesto saca un papel de la bolsa y garrapatea algo. Tiende el papel a Marcos.

303. Ernesto: El camarada del que les hablaba. En esta dirección podrán encontrarlo y él a

su vez puede proponer algún buen prensista más, de entre los miembros de su célula; así

habrá sustituto para los dos, para Damián y para mí.

304. Marcos: [Toma el papel y se lo guarda] Correcto. Así no tengo nada que objetar…

Marcos se inclina sobre el mapa junto con Damián mientras Ernesto camina hacia la

cama, se quita el saco y lo arroja sobre la silla.

305. Ernesto: Mientras llegan los propagandistas, creo que puedo dormir un rato [Se echa

sobre la cama con los brazos sobre la nuca, gruñendo para sí mismo] ¡Héroe, héroe!

Maldita la gracia que tiene ser un héroe… [Se vuelve sobre la pared y al parecer duerme].

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306. Marcos: [Señalando el mapa] Los bosques que están al norte ofrecen un buen refugio

y son el sitio más adecuado para flanquear al enemigo y huir hacia el este. ¿Entraron ya en

contacto con alguien de la dirección del movimiento guerrillero?

307. Damián: Ellos han hablado con una camarada responsable.

308. Marcos: Muy bien. ¿Qué composición política tiene la guerrilla?

309. Damián: El único comunista soy yo, cinco de la juventud socialdemócrata y el resto

sin partido.

310. Marcos: Era todo lo que me faltaba saber. Me incorporaré con ustedes como simple

guerrillero. Seremos dos los comunistas.

311. Damián: [Con entusiasmo] ¡Espléndido, camarada Félix!

312. Renata: [Sorprendida, alarmada, a punto de pronunciar el nombre de Marcos] ¡No!

313. Pionero: ¡Marcos!

314. Renata: ¡Félix! ¡No puedes hacerlo!, no puedes tomar una resolución tan grave,

tratándose de quien eres, sin consultar antes con el partido.

315. Marcos: [Con marcada intención] ¿No crees que en virtud de la situación singular en

que me encuentro estoy autorizado por el partido para tomar las decisiones personales que

me parezcan más convenientes?

316. Renata: [Sin poder hablar libremente por la presencia de Damián] Sí, pero… ¿te das

cuenta de lo que eso significa, Félix?

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317. Marcos: [Retador] Me doy cuenta de lo que significa. [Con rabia, apretando los

dientes] ¡Con toda mi alma me doy cuenta de lo que significa!

318. Renata: [Agitada] ¿Es definitiva tu decisión, Félix? ¿No estás dispuesto a cambiarla

de ningún modo… ni a pesar de todo…? ¿Ni por qué yo te lo pida como tu camarada?

319. Marcos: No, Renata. Esperaba esta oportunidad.

320. Renata: [Dolorosamente] ¿L a esperabas?

321. Marcos: Decidí esperarla en la forma que fuera y como se presentara, desde el

momento mismo en que me informaste lo ocurrido con los socialistas…

322. Damián: [Sin comprender de lo que se trata] ¿Por qué no viene con nosotros,

camarada Renata?

323. Renata: [Molesta] Tengo mis propias tareas [Transición] De todos modos necesito

saber cómo será posible identificar tu guerrilla, Damián, para que informe a la dirección del

partido donde podrá encontrárseles a ti y al camarada Félix… ¿Qué cifra o que contraseña

les corresponde?

324. Damián: [Se encoge de hombros] Ninguna. Los guerrilleros acordaron bautizarla con

el nombre de Marcos Ríos, en memoria del gran dirigente desaparecido…

Marcos y Renata se miran estupefactos

325. Marcos: [Perplejo] ¿Marcos Ríos? ¿Por qué precisamente Marcos Ríos?

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326. Damián: [Desenvuelto, orgulloso, con aire independiente] Sé que a muchos puede no

gustarles, pero los guerrilleros acordaron ese nombre porque Marcos fue tipógrafo y

además cayó víctima de los fascistas; esto hace que su memoria nos pertenezca, a pesar de

todo. El recuerdo de Marcos todavía vive muy hondo en muchos camaradas obreros,

particularmente en los que no son miembros del partido y por ello ese sentimiento a mí me

merece el más grande respeto.

¡Yo mismo amo y admiro la memoria de Marcos Ríos! Nunca lo conocí. Pero mi padre, en

el 38, fue uno de los “veinticinco del Arsenal”, que murieron gritando “¡viva Marcos

Ríos!”, antes de hacer valer con sus propias manos la posición que defendían.

Marcos se pasea nerviosamente. Luego se detiene.

327. Marcos: [Con entonación colérica] ¿Por qué Marcos Ríos? ¿Por qué? ¡De ningún

modo debe llevar ese nombre! ¡De ningún modo! ¿Comprendes?

Ernesto despierta y se incorpora

328. Ernesto: ¿Qué sucede?

En ese momento llaman a la puerta en forma apremiante según las señales convenidas.

Renata se vuelve a los presentes e indica silencio con el índice en los labios. Todos callan.

329. Renata: Deben ser los propagandistas [A Marcos y Damián] Esperen en el otro

cuarto… [A Ernesto que hace intento de imitarlos] Tú puedes quedarte… Ya no importa

que te vean.

Marcos y Damián entran al cuarto vecino y cierran la puerta. Los golpes en la puerta de

salida vuelven a escucharse con un ritmo perentorio. Renata va hacia la puerta y abre.

Entra entonces, sumamente agitada, llorosa, jadeante, una de las propagandistas, Paula,

mujer como de veinte años. Renata se apresura a cerrar la puerta.

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330. Paula: ¡Es horrible! ¡Es espantoso lo que ha ocurrido! [Se deja caer en una silla, ante

la mesa y cubre su rostro con las manos] ¡Estoy temblando de ira y de miedo! ¡Fue una

verdadera masacre, un asesinato sin nombre…!

Prorrumpe en histéricos e incontenibles sollozos. Ernesto se aproxima a la muchacha,

mientras Renata trata de calmarla. Al escuchar los gritos que lanza Paula, aparecen

Marcos y Damián, quienes se aproximan. Renata lleva un vaso de agua y se lo ofrece a

Paula.

331. Renata: [Apartándole las manos del rostro le aproxima el vaso de agua] ¡Paula! ¡Ten

calma! Te hace daño dejarte llevar así. Bebe un poco de agua. ¡Anda!

Paula intenta beber, pero el vaso se desprende de su mano temblorosa. No ha dejado de

sollozar temblorosamente

332. Paula: [Dominando difícilmente el ataque de histeria] ¡No puedo! ¡No puedo! ¡Ya

ven que no puedo! ¡Tengo ganas de gritar! ¡Tengo ganas de gritar con toda el alma! ¡Tengo

ga…!

Paula misma se cubre los labios con los las manos y se muerde convulsivamente los dedos.

Lanza unos gemidos sordos, inarticulados. Renata toma la cabeza de Paula y repega el

rostro de la muchacha contra su propio cuerpo. Se vuelve hacia Marcos sin abandonar la

cabeza Paula.

333. Renata: ¡Félix! La botella de alcohol está en el estante. Empapa tu pañuelo y dámelo.

[Marcos cumple lo indicado y mientras Renata insiste en tranquilizar a Paula] ¡Serénate!

[Marcos se aproxima con el pañuelo empapado de alcohol].

334. Marcos: Toma, Renata.

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335. Renata: [Toma el pañuelo y lo aplica en la nariz de la muchacha] Aspira hondo, con

ganas, lo más que puedas.

Paula aspira, tiene ahogo y aparta la mano de Renata

336. Renata: Cuéntanos ahora lo que sucedió… pero en calma, sin dejarte llevar por tus

emociones…

Paula tiene la actitud de una sonámbula y habla con una expresión fija, llena de estupor.

337. Paula: Sí, sí… Ya pasó. Fue una crisis momentánea.

338. Renata: [Con súbita aprensión] ¿Estás segura de que nadie te siguió hasta aquí?

339. Paula: Segura. No vengo del sitio donde sucedieron las cosas. Di no sé cuantas

vueltas y luego me mezclé con las gentes que salían de un teatro… ¡Ya estoy bien! [Paula

se domina finamente, habla con lógica, pero sin salir de su aire de estupor, como mirando

otras cosas no presentes] Bueno… Todo comenzó así. Cristóbal y yo habíamos logrado

subir a la azotea de un edifico de regular altura. El sitio ideal. Seguimos el sistema de la

“balanza de la justicia”. No todos lo conocen: en el extremo de una tabla, un bote lleno de

agua, y en el extremo opuesto la propaganda, mientras la tabla se apoya por la mitad en el

antepecho de la azotea. El bote con agua, mucho más pesado que la propaganda, se asienta

en el piso de la azotea, en tanto la propaganda queda del lado de afuera, pendiente, al aire

libre sobre la calle. El bote está agujerado y el agua va saliendo poco a poco, haciéndole

perder peso, hasta que se rompe el equilibrio y la propaganda se derrama en todas

direcciones sobre los transeúntes.

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Mientras tanto uno ha tenido tiempo sobrado de bajar a la calle y contemplar desde ahí,

impunemente, el espectáculo. Así fue. Cristóbal y yo dejamos instalada “la balanza de la

justicia” y poco tiempo después, sentados en un café de la esquina, esperábamos en una

mesa, mirando a través de los cristales. Los minutos pasaban lentos… Yo no podía apartar

los ojos de una muchacha que nos daba la espalda, en la esquina opuesta. Se me ocurrió que

nada era más estúpido que una muchacha esperando al novio en la calle.

Estos eran mis pensamientos cuando empezaron a caer los volantes desde la azotea del

edificio. Algunos de los transeúntes se apresuraron a recoger la propaganda, entre ellos la

muchacha de la esquina. Quien se puso a leer vorazmente una de las hojas, sin duda para

disimular con esto el desamparo en el que se sentía por el abandono del novio… [Pausa,

como si hubiera perdido el hilo de sus pensamientos. Parece despertar de pronto.]

Los guardias de asalto brotaron como demonios por todas partes y en unos segundos

bloquearon las calles con sus motocicletas y sus carros. Las ráfagas de los fusiles-

ametralladoras, breves y secas, hacían caer en un abrir y cerrar de ojos a todos los que

llevaban algún volante en la mano y que no habían tenido tiempo de arrojarlo al suelo. Uno,

dos, cuatro, seis. De pronto en la calle había más de una docena de cuerpos tirados sobre el

asfalto. Al principio la muchacha no pudo comprender qué significaba aquél guardia de

asalto, plantado frente a ella con el fusil ametralladora en las manos. Pero de súbito,

enloquecida, giró sobre sus pies y echó acorrer en dirección a donde Cristóbal y yo nos

encontrábamos. Cristóbal me clavó las uñas en el brazo al apretarme rabiosamente con sus

manos, mientras miraba fascinado a la muchacha, más blanco que una sábana. “¡Pero si es

josefina! -escuché que exclamaba con una voz que parecía la de un viejo gramófono- ¡Es

nuestra pequeña y querida Josefina!” Antes de que Cristóbal terminara de decirlo, Josefina

caía de frente sobre la acera, hacia nosotros, con expresión de terror y de asombro increíble

al recibir por la espalda la lluvia de plomo que el fusil del fascista disparaba.

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Hay un largo silencio, terrible, vacío como un abismo. Damián está blanco, las mandíbulas

tensas, como si hubiera sido arrancado del mundo en ese instante. Todos giran lentamente

el rostro hacia él y luego bajan la vista con una especie de pudor. Sólo Paula no vuelve la

vista, sino que continúa en su actitud de estupor sollozando a breves y cortados espacios,

como lloran los niños mucho después de que se les ha pegado. Damián se vuelve

lentamente hacia Ernesto.

340. Damián: [La voz impregnada de lágrimas, pero firme, hueca, sobre natural] Decías

que lo que uno se imagina, por más terrible que sea, siempre es inferior a lo que en realidad

sucede, por más simple y natural que esto haya sido. Pues bien, Ernesto [con aire de una

desolación suprema] yo no sé si esto es espantoso, o no lo sé, si es terrible o no, ni siquiera

si en alguna ocasión yo pude haberlo imaginado… o si jamás lo pensé. No sé nada, Ernesto

[volviéndose hacia el vacío] No sé nada, camarada Josefina, sino que yo no acudí a la cita y

tú habrás pensado que el enemigo me tendría en sus manos. Pero he resistido a tu muerte y

sabré resistirla. De eso si estoy seguro [transición, se vuelve hacia todos] me marcho,

camaradas… hay otra cita a la cual no debo faltar. Camarada Félix, nos esperan en abril…

Marcos: [firme, serio, solemne] Estaré en punto, camarada.

341. Renata: [Se vuelve a Damián con un movimiento impetuoso, apasionado] Yo también

iré con ustedes, camarada Damián. Avisa a los guerrilleros que el camarada Félix y yo

seremos dos combatientes más en la guerrilla de Marcos Ríos.

342. Marcos: [Con actitud tensa] ¡Tú no puedes hacer eso Renata!

343. Renata: [Retadora] ¿Por qué no, si tú lo haces…? [En estos momentos suena el

teléfono. Hay una honda expectación. Renata toma el aparato en medio del mayor silencio.

Al teléfono] ¿Sí? [Larga pausa] ¿Cuántos? [Pausa] Por su puesto, inmediatamente. [Pausa]

Sí, en menos de media hora [cuelga el teléfono y se vuelve lentamente a todos los presentes.

Silencio].

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Era Cristóbal. Han sido arrestados algunos de los camaradas que vendrían esta noche a

recoger la propaganda… se les atribuye la tarea que realizaron a Paula y a Cristóbal

344. Paula: [Seria, alterada por dentro] Esta casa no tardará en caer en manos de la policía

fascista… los agentes ya deben estar registrando todo el barrio.

345. Renata: ¡Es preciso que nos vayamos! Ernesto, ocúpate de avisar a todos los

compañeros para que nadie se presente aquí. El camarada Félix y yo nos quedaremos a

destruir los documentos importantes. ¡Pero váyanse todos, sin pérdida de tiempo!

Salen todos. El ultimo, Damián, se queda en el umbral de la puerta y desde ahí se vuelve

hacia a Renata y Marcos.

346. Damián: ¡Que nada les haga faltar a la cita camaradas!

Sale Damián. Quedan solos Renata y Marcos. La primera se lanza en los brazos de

Marcos, sollozando.

347. Renata: ¡Marcos, Marcos! ¡Amor mío!

348. Marcos: Ya nada podrá sepáranos, Renata, ni la vida ni la muerte.

Renata se aparta de Marcos de pronto, la actitud aprensiva.

349. Renata: ¡Disponemos de muy poco tiempo, Marcos! Los fascistas no tardaran en estar

aquí. Ayúdame a quemar los documentos.

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Renata abre los cajones más importantes que hay en los muebles y empieza a sacar papeles

que amontona sobre la mesa. Marcos por su parte, echa mano del lavamanos y poniéndolo

también sobre la mesa, ahí arroja los papeles y les prende fuego. Después de esto, toma

una cuartilla en blanco, la introduce en la máquina de escribir y comienza a teclear con

rapidez. Renata se vuelve hacia él con asombro.

350. Renata: ¿Qué haces…?

351. Marcos: [Termina de escribir antes de contestar. Luego saca la hoja y se vuelve hacia

Renata. Con un dejo de ironía] Mi acta de defunción… En términos muy breves, de

acuerdo con lo apremiante de las circunstancias…

352. Renata: ¡Qué tontería!, ¿estás bromeando?

353. Marcos: ¡No! [Extiende el papel sobre la mesa y firma] Se trata de la declaración

política que me pide el partido… [Se la tiende] ¡Toma! ¡Tú eres la única que la podrá

entregar!

354. Renata: [Lee rápidamente y se vuelve hacia a Marcos, la expresión desorbitada]

¿Qué cosa, Marcos? ¿Qué quieres decir con esto? ¿Aceptas…? [Desgarradamente]

¿Aceptas lo que te propone el partido? ¡Nos esperan en Abril! ¿Ya eso no importa?

355. Marcos: He decido esperar aquí, esperaré a morir en manos de los fascistas.

356. Renata: [Firme. Avanza] ¡No, Marcos! No harás eso, porque entonces yo me quedaré

aquí a morir a tu lado.

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357. Marcos: [Triste, herido ante la actitud de Renata] ¿No comprendes, amada mía? Esta

muerte no es la tuya, sino únicamente la mía, la que no debí rechazar hace seis años y que

tú querías que yo aceptara en silencio, sin dar oídos a las palabras de los falsos sacerdotes.

No puedes traicionar mi muerte. Tú tienes tu vida y una tarea que cumplir. Mi última tarea

ha sido la de escribir esas cuantas palabras. Si tú mueres a mi lado, nadie sabrá de lo que

muero y todo habrá sido en vano: tu muerte y la mía. Ahora ya sabes que no terminaré mis

días como enemigo, sino bajo nuestras banderas. [Pausa breve] Yo estaba condenado,

porque se me había arrebatado la vida y se me había arrebatado la muerte. Hay una muerte

esposa, la que nos espera para los esponsales, la única. Hoy al fin, la encuentro. Hoy, por

fin, tengo una cita con ella, la verdadera, la que estaba destinada para que yo muriera. Si no

me muero de esta muerte, nada ni nadie podrá salvar jamás mi vida. No es sólo morir de

cualquier cosa, Renata, pues morir físicamente siempre es muy fácil.

Mi muerte es el amor que te tengo y que me tienes. Ella es lo que más amas en mí… Pero,

¿dónde quedará mi muerte?, ¿dónde quedaría nuestro amor, si yo no muero por el partido y

prestándole un último servicio al partido? ¡Déjame, Renata! ¡Vete! ¡Déjame morir para

salvar mi vida!

358. Renata: Sí, Marcos… Perdóname… Lo comprendo todo. Tu muerte también será un

último acto de amor entre nosotros y yo debo aceptarla. [Ha hablado en voz queda,

trémula, con una especie de entonación alucinada].

359. Marcos: Gracias, Renata.

360. Renata: Mañana los guerrilleros nos esperan en Abril, Marcos.

361. Marcos: Sí, mañana.

362. Renata: No sabrán lo que ha ocurrido sino hasta mucho después… Al principio tal

vez renieguen de los camaradas Félix y Renata, que jamás acudieron a la cita… Pero

siempre se sentirán llenos de orgullo por haberle puesto a su guerrilla el nombre de Marcos

Ríos…

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363. Marcos: Espero que sea así.

364. Renata: Así será.

365. Marcos: Adiós

366. Renata: Adiós.

Sale Renata. Marcos no se mueve. Pionero se suma al comando guerrillero en formación.

Canción –marcha de música final.

OSCURO ABRUPTO

Fin de “Nos esperan en Abril”.

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