Nomadas 33 7 b Formacion Del Estado

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    3.polticasdelreconocimiento

    ReCoGniTion PoliCies

    negrillo fmao y mamao |grabado| armandreclus| exploracionesalosistmosdepanamydarinen1876, 1877y1878. madrid, 1881.

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    {original

    recibido:08/08/2010

    aceptado:27/09/2010}

    noma

    das@ucentra

    l.e

    du.co

    Pgs.9

    3~107

    forMACIN Del eStADo Y BIogrAfA

    De lAS CAtegorAS*

    * Este artculo recoge algunas de las discusiones de la investigacin colectiva en curso sobre Formacin del Estado y desarrollo de lainstitucionalidad poltica en zonas de conficto armado en Colombia, desarrollada por el Centro de Excelencia de Ciencias Sociales-Colciencias y Odeco. Vase: . Present una primera versin de este texto en el seminario sobre Conficto arma-do y Territorio organizado conjuntamente por el Cidse de la Universidad del Valle, el Icesi y Odeco en Cali (Colombia) en marzo de2010. Agradezco los comentarios de los asistentes al evento y especialmente a los proesores Jorge Hernndez, Alvaro Guzmn y FernnGonzlez. Adems, agradezco los comentarios y el trabajo editorial que sobre este texto hicieron los dos jurados de Nmadas.

    ** Politloga e historiadora y Magster en Antropologa Social. Proesora asistente del Departamento de Ciencia Poltica de la Universidadde los Andes, e integrante del grupo Violencia Poltica y Formacin del Estado, Cinep, Bogot (Colombia). E-mail: [email protected]

    Ingrid Johanna Bolvar**

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    ceptualizacin sobre el Estado. Identico una transor-macin de las uentes, discuto los supuestos de algunascategoras y llamo la atencin sobre las dicultades deteorizar sobre lo local. La reconstruccin sistemtica deeste tipo de cuestiones podr ayudarnos a identicar qucompartimos con la historia europea, pero igualmente,

    qu lugar conceptual y poltico tiene nuestra propia ex-periencia poltica.

    Antes de seguir quiero hacer tres comentarios sobre elestilo del texto. Uno, quise que las secciones reconstru-

    yeran los puntos undamentales del argumento que aququiero exponer: los rasgos centrales de una perspectivasociohistrica e interesada en las dimensiones espaciales

    y regionales de la ormacin del Estado. Por eso, envi alas notas al nal las reerencias concretas sobre resulta-dos anteriores de la investigacin, as como las citas ms

    extensas o las aclaraciones que me ayudan a encuadraro proundizar en algn punto. Proced de esta manerapara enatizar lo nuevo de este texto rente a anteriorespublicaciones, y para imprimirle cierta simplicidad. Dos,presento de manera interesada ycondensada los argu-mentos de algunos autores que me sirven para pensar losrasgos de la ormacin del Estado en Colombia. Aqu meconcentro en el qude sus enunciados y no tanto en elcmo llegaron a stos, cundo, dnde o por qu2. La dis-cusin sustantiva sobre los procesos histricos en juegoaqu y el esquema interpretativo sobre el Estado en Co-

    lombia o el Estado en Putumayo, en el Eje Caetero, enel Magdalena Medio, que resulta de esta revisin, sonobjeto de otras publicaciones de Odeco. Tres, la prime-ra versin de este texto ue presentada oralmente (Va-se la nota correspondiente al ttulo). Decid conservar eltono oral porque siento que me conecta ms con loslectores y comunica mejor mi proundo deleite con es-tos temas. Decid tambin conservar unas inspiradorascitas de ilustres varones europeos muertos para recor-darnos que, en el seno de nuestras propias eurocntricasdisciplinas, podemos encontrar parte de los trazos quenecesitamos para acoger ms amorosamente la expe-riencia poltica de los dierentes grupos sociales. Recalcoesto de acoger amorosamente la experiencia poltica deotros grupos y lo hago a sabiendas de las resistencias queesto puede generar entre colegas y lectores, porque yano quiero seguir buscando ansiosamente al Estado en lapoltica que la gente vive, y porque quiero que nuestrasormulaciones tericas recuerden que la gente comnen un da normal, conoce, teoriza, sabe.

    El objetivo de este artculo es presentar algunasdiscusiones conceptuales y metodolgicas de-sarrolladas en el marco de la investigacin co-

    lectiva en curso sobre ormacin del Estado, violenciapoltica y conguracin regional en Colombia. Dicha in-

    vestigacin muestra que algunas dinmicas de violencia

    poltica regional no son laprueba del racaso del Estadocolombiano como aseveran las versiones sobre Estadosallidos sino la expresin de las luchas territoriales ysociales propias de su proceso de ormacin1 o recon-guracin. El desarrollo del estudio ha implicado la iden-ticacin y discusin de varias cuestiones. Aqu presentotres de stas. Las eleg pensando en mostrar cmo y porqu el conocimiento producido sobre el Estado tiende acolonizar, ignorar y/o despreciar las experiencias polti-cas locales y regionales. Un conocimiento que no recoge

    la experiencia poltica regional, si no es entendindolacomo en trnsito, como una poltica que va o debe irhacia algo ms moderno, ms integrado al Estado na-cional. La otra mirada, la que radicaliza la dierencia yse aproxima a la experiencia poltica de los colonos, losribereos o de los pobladores urbanos pobres como uncaso de dierencia cultural tampoco me deja tranquila.Siento que ni por el camino de la estatalizacin esaansiedad que nos hace ver si la gente est integrada ono al Estado, si el Estado ha logrado o no penetrar la

    sociedad regional, si ahora los lazos polticos son masmodernos, ni por el camino de la celebracin olclricao del realismo mgico ese que nos hace creer que losribereos son tan nicos o los costeos tan autnticosen la poltica, podemos comprender el sentido que lapoltica tiene para varios de los grupos regionales y losactores sociales concretos.

    Me anima entonces la intencin de construir una com-prensin ms ajustada y ms amorosa de las experienciaspolticas de varios grupos de pobladores colombianos.Dicha intencin me ha llevado a reconstruir detallada-mente los supuestos de las categoras analticas con lascuales usualmente trabajamos a la hora de pensar el Es-tado y los enmenos polticos. Considero que la recons-truccin de lo que me gusta llamar la biograa de lascategoras es til y polticamente puede ser ms con-

    vincente, que la crtica a la modernidad colonial desdeauera de la propia teora sociolgica.

    He dividido el texto en tres secciones que se ocupan dela revisin de algunos hbitos de pensamiento y de con-

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    hBITOS de PeNSAMIeNTO y fORMAS

    de CONCePTuAlIzACIN del eSTAdO

    MOdeRNO

    El inters por comprender las relaciones entre Estado yenmenos de violencia poltica nos llev a preocupar-

    nos no slo por la historia del Estado y de sus principalesmecanismos e instituciones3, sino tambin por la historiadel estudio del Estado como tal. Y es que la historia dela conceptualizacin de los objetos dene ormas espe-ccas de preguntar y de proceder metodolgicamente4que necesitamos conocer para tener claro qu implicaapostar por perspectivas histricas y sociolgicas del Es-tado, y ya no por las perspectivas normativas o orma-listas que tienden a predominar hoy, tanto en la polticapblica como en la relacin entre ciudadanos y Estado.Una aproximacin desprevenida a la orma como los po-

    bladores, los polticos y los analistas hablan del Estado yla poltica, revela el predominio de visiones centradas enla ley, los derechos, la norma. Esto es, aproximacionesnormativas que hacen nasis en el Estado como un or-denamiento jurdico que debe ser capaz de monopolizarla violencia, asegurar los derechos de los asociados, entreotras cuestiones. Esa impresin inicial es acertada. El li-bro States o Imagination (Blom y Finn, 2001) identica

    varios lenguajes de estatalidad languages o statenessaround the world esparcidos por el mundo y que, a

    pesar de ciertas dierencias, tienden a presentar el Esta-do como una construccin universal y sin historia, a ha-blar de l a travs del discurso legal, a tratarlo como elrepresentante de la voluntad general y como la agenciaque es o debe ser capaz de crear y proteger los derechosde determinadas poblaciones. La constatacin histricadel predominio de este tipo de lenguajes sobre el Esta-do no debe ocultar el hecho de que esos lenguajes sonusados, invocados e investidos con signicados distintosen diversas sociedades, que se pueden investigar y re-construir a travs de la indagacin histrica y etnogr-

    ca, y que recuerdan hasta qu punto la conguracin delEstado tiene trayectorias especcas en cada sociedad,tiempo y grupo social5.

    Ahora bien, aunque no se puede negar la existencia delEstado como orden jurdico, s se puede enatizar que lo

    jurdico es uno de los rasgos sociolgicos undamentalesdel Estado en tanto orden poltico. Adems, y como ve-remos en lo que sigue, el predominio de la perspectivaque ve al Estado como orden jurdico, expresa la preva-

    lencia histrica de las ormas doctrinales en el estudiode los enmenos polticos y el triuno de unos sectoressociales sobre otros en el proceso de conguracin delEstado.

    fueNTeS y PROCedIMIeNTOS PARA

    el eSTudIO del eSTAdO

    Cuando adoptamos una perspectiva histrica y sociol-gica sobre el Estado, recalcamos losprocesos sociales delargo plazo que caracterizan la emergencia de ese Esta-do como unaorma especca de organizacin del poderpoltico. Esto puede parecer obvio pero es necesario re-calcarlo por cuanto, como ha mostrado Norberto Bobbio(1985), el estudio del Estado y de los enmenos polti-cos ue primero, y undamentalmente, un estudio de las

    Mjer e las mias el Caca |grabado| dibujodea. deneuvillecharlessaffray| voyagelanouvelle-grenade. pars, 1869.

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    doctrinas polticas que haban quedado consignadas enlas obras de pensadores importantes. El conocido autoritaliano recuerda que

    [...] para el estudio del Estado las dos uentes princi-pales son la historia de las instituciones polticas y lahistoria de las doctrinas polticas []. Por razones cil-mente entendibles, pero undamentalmente por la grandicultad que presenta la recopilacin de las uentes, la

    historia de las instituciones se desarroll despus quela historia de las doctrinas, de manera que recuente-mente los ordenamientos de un sistema poltico deter-minado han sido conocidos o nos hemos conormadocon conocerlos, mediante la reconstruccin, e incluso,la deormacin o idealizacin hecha por los escritores(1985: 69)6.

    Ya en el terreno de la historia de las instituciones, sedesarroll primero el estudio de las instituciones jurdi-cas y luego s pudo estudiarse la emergencia o las ormasespeccas de uncionamiento de institutos polticos de-

    terminados.Para nuestros propsitos, resulta til saber que estu-

    diar el Estado nos expone, permanentemente, a visio-nes doctrinales de la poltica y de la evolucin de lasinstituciones. Visiones e idealizaciones doctrinales quehan jugado importantes papeles en las luchas polticasde la sociedad moderna y que permanecen agazapadasen los anlisis que queremos hacer de los enmenospolticos7.

    Michel Foucault tambin ha discutido este problema.En su libro Deender la sociedad. Genealoga del racismo(1992), ha preguntado de manera sistemtica de qu me-dios disponemos hoy para analizar el poder y con culeseectos de verdad. En ese texto, el autor muestra hastaqu punto el anlisis del poder ha quedado atrapado en

    los supuestos y en la ormas de explicacin de la doctri-na jurdica de la soberana. Esto, incluso, a pesar de lasgrandes transormaciones en las relaciones de poder y enla vida social en general.

    Tanto Foucault (1992), como Bobbio (1985), mues-tran que el anlisis del poder poltico se desliza con mu-cha acilidad hacia el anlisis doctrinal y hacia la rei-cacin del derecho o de las doctrinas. A lo largo de sulibro, Foucault recalca en que la teora de la soberana,en tanto modelo jurdico-poltico de interpretacin del

    poder, es la teora poltica de los triunadores. Son losvencedores quienes hablan en trminos de contrato-opresin, individuos, ley ypacto. Foucault resea lascuatro unciones que ha tenido la doctrina jurdico-po-ltica de la soberana, a la que trata como un hecho his-trico especco y no como la emanacin o expresinde realidades trascendentes. Entre las unciones queFoucault (1992) resea estn, precisamente, las de ha-ber servido de

    [...] instrumento y de justiicacin a la constitucin

    de las grandes monarquas administrativas [...] [y] apartir del siglo XVI y sobre todo del XVII, pero yadesde el momento de las guerras de religin, la teorade la soberana ha sido un arma que circula en uncampo y otro, [y que] ha sido utilizada en uno y otrosentido, ya para limitar, ya para reorzar el poder real(44 y ss).

    Luego de describir con detalle los problemas analti-cos, metodolgicos y polticos que estn implcitos enla adopcin de las teoras de la soberana, como marcoanaltico de las relaciones de poder (vase, sobre todo,

    la tercera leccin), Foucault reconstruye con detalle loque l llama elprimer discurso histrico-blico de an-lisis del poder. Un discurso que no comprende el poderen trminos de soberana, contrato, individuos, sino entrminos de la guerra perpetua que una raza o un grupoespecco hace a otro. Dice el autor

    [...] este discurso de la guerra perpetua no es entoncesslo la triste invencin de algunos intelectuales por mu-cho tiempo tenidos al margen. De hecho conjuga ms

    ua vea e egros |grabado| alcidedorbignyvoyagepittoresquedansledeuxamriques. pars, 1836.

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    all de los grandes sistemas losco-jurdicos que des-hace, un saber que es quiz el de los aristcratas nos-tlgicos y decadentes, con grandes pulsiones mticas ycon el ardor de las victorias populares. Repito, estamosquiz rente al primer discurso exclusivamente histricopoltico de Occidente en oposicin al discurso losco

    jurdico [] creo que construido (undamentalmente y

    estructuralmente) al margen del discurso de los lso-os y juristas este discurso ha iniciado su curso (o quizun nuevo curso) en Occidente entre nes del siglo XVI

    y XVII, en relacin con la doble rebelda popular yaristocrtica hacia el poder real (1992: 67).

    Reproduzco con detalle estas reerencias porque, comoestablec antes, las ormas doctrinales de pensar el poder

    y el modelo jurdico de la soberana, tienden a estar aga-zapadas en nuestras conceptualizaciones del Estado y lapoltica. Al continuar usando esos trminos (soberana,ley, contrato) sin conocer las luchas polticas en donde

    ueron acuados, quedamos presos de la comprensindel Estado que juristas y reyes conguraron. No estoysuponiendo aqu la existencia de unas categoras nocontaminadas para pensar el Estado. S que no hay unauera y comprendo bien los enunciados de aquellosautores que insisten en que la dicultad de pensar el Es-tado tiene que ver con que esa orma de poder ha acu-ado las categoras que usamos para pensarlo (Abrams,1987; Bourdieu, 1994).

    Lo que anhelo dejar claro es que el estudio del Esta-

    do naci como un examen de doctrinas losco-jurdi-cas. Doctrinas que ueron elaboradas por juristas, quese ueron concentrando y codicando a travs de unalgica propia (Bourdieu, 1994), que ueron transor-mando el poder, convirtindolo en Estado, y que ue-ron traducidas como medidas polticas determinadas.Y es que esas doctrinas acompaaron, hicieron posible,comprensible y deseable la concentracin de uerzasarmadas y de recursos nancieros que reconocemoscomo rasgos distintivos del Estado. Esas doctrinas ue-ron programas de accin poltica (Bourdieu, 1994), y

    jugaron roles decisivos en contextos como el de la Re-volucin Francesa8.

    Nosotros no podemos ignorar la importancia de esasdoctrinas al analizar el proceso de ormacin del Esta-do, pero tampoco podemos usarlas sin conocer su socio-gnesis, so pena de ser cmplices de la versin de losganadores9. Nosotros no podemos tratar esas doctrinascomo simple manipulacin o alsa conciencia, perotampoco como descripciones neutrales o contribucio-

    nes intemporales a la losoa del Estado o de los proce-sos polticos (Bourdieu, 1994).

    Este punto es de gran importancia. Recordar que elestudio del Estado y de la poltica naci como estudiodoctrinal y aprender entonces a desconar de tales doc-trinas, no signica negar que el Estado unciona y estambin una poderosa realidad simblica. En el primercaso, estamos hablando de la historia de la conceptuali-

    zacin y los medios para producirla, en el segundo, nosreerimos a las doctrinas como encarnacin o expresinde un modo de operacin y de existencia del Estado, oincluso un rasgo de los enmenos polticos10.

    Es muy revelador que los lsoos y juristas que par-ticiparon en la construccin del primer tipo de Estadomoderno, el Estado absolutista, hablaran en trminosdeprincipios, mientras que los nobles derrotados en talproceso expresaban su experiencia no ya en trminos deprincipios, sino en trminos deguerra, experiencia e his-

    toria11.Otra cuestin que est en juego con una perspectiva so-

    ciolgica sobre la ormacin del Estado, es el nasis enla discontinuidad entre ordenamientos polticos anterio-res y emergencia del Estado moderno. En eecto, recal-car la discontinuidad implica subrayar la importancia delas transormaciones histricas, de los lazos sociales en elcontexto de ormacin de los Estados territoriales. Ade-ms, ese nasis implica reconocer que eran viables ti-

    negros raajao |grabado| alcidedorbignyvoyagepittoresquedansledeuxamriques. pars, 1836.

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    pos dierentes de ordenamiento poltico, y que la varia-bilidad de los sistemas polticos europeos y su tendenciaa converger en ormas de Estado nacional es importantepor s misma (Tilly, 1992).

    Hacer nasis en la discontinuidad no niega que, en al-gunos tpicos centrales, como aquel reerido al Estadoen tanto ordenamiento jurdico, hay una gran continui-dad entre derecho romano y Estado moderno (Strayer,1981; Grossi, 1996). Pero recalcar la discontinuidad nosayuda a precisar que, desde nuestra perspectiva, el Es-tado [aparece] como una ormacin histrica que no slono ha existido siempre, sino que naci en una poca rela-tivamente reciente (Bobbio, 1985: 90). Y, aadiramos,

    en unas condiciones geogrcas e internacionales tam-bin muy especcas.

    As como he llamado aqu la atencin sobre el papelcentral que las doctrinas y la historia de las institucioneshan jugado en nuestras conceptualizaciones de la poltica

    y el Estado, tendra que investigar cmo se han desarro-llado las ormas especializadas de pensar el Estado enlas disciplinas de la sociologa, la historia y la ciencia po-ltica. Tengo que investigar de qu medios conceptuales,

    metodolgicos y documentales se han valido tales disci-plinas; de cules disponemos hoy; cules tomamos; y porqu12. Mientras avanzo en esa desaante tarea, quisieraintroducir otra discusin que merece atencin aparte: ladicotoma entre Estado y sociedad.

    lA dIfeReNCIACIN eNTRe eSTAdO y SOCIedAd ylA hISTORIA de lAS CATegORAS

    Varios autores han llamado la atencin sobre los proble-mas implcitos en el uso de la dicotoma Estado/socie-dad, y en trminos ms amplios, sobre el uso por partede los cientcos sociales de las categoras y contrapo-siciones que los actores de una poca acuaron. Mannrecuerda:

    Durante el siglo XVIII ue un hecho convencional y con-tina sindolo desde entonces distinguir entre dos ese-ras undamentales de la actividad social: la sociedad

    y el Estado [...] una divisin tajante entre sociedad yEstado encierra ciertos peligros. Es, paradjicamente,muy poltica, porque asigna la libertad y la moralidada la sociedad, no al Estado []. Y as, era, en eecto,para los autores del siglo XVIII enrentados a lo que lespareca despotismo (Mann, 1997: 44).

    Este ltimo es el punto central aqu. Las categorascon que se hace el anlisis ueron acuadas en las dis-

    putas polticas de actores concretos y, por lo tanto, tie-nen una orientacin que es preciso conocer. En esa par-te de su trabajo, Mann menciona que la contraposicinentre Estado y sociedad es deendida por ciertos libe-rales en su lucha contra lo que ven y viven como despo-tismo. Hoy, al usar esa contraposicin sin conocer susantecedentes, dejamos de comprender cmo y por quhay grados tan dierentes de entrelazamiento entre Es-tado y sociedad en regiones y de cara a unciones pol-ticas especcas.

    Aclaro ms el punto. Mann discute la dicotoma Esta-do/sociedad no por un purismo terico o porque aspirea categoras no contaminadas por la experiencia de losactores. Lo hace porque la uerza de esa dicotoma nonos deja comprender que los Estados se dierencian mu-tuamente, dado su mayor o menor grado de entrelaza-miento, autonoma o aislamiento con respecto a las otrasormas de poder social y, en esa medida, con respecto asociedades regionales concretas y a unciones polticasespeccas.

    Esclavos rasileros |grabado| 1852

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    Mann critica la divisin Estado/sociedad porque lsabe que an en contra de ciertas ideas extendidas so-bre la ormacin de los Estados, las tradicionales or-ganizaciones de poder rivales de las clases y las nacio-nes segmentales o seccionales y transnacionales o localregionales no ueron eliminadas sino transormadas

    (1997: 36). Ms adelante dir transormadas y sujetasa un proceso de integracin-cooptacin especco, quehace del Estado un conjunto abigarrado y contradicto-rio de entrelazamientos entre lites estatales y actoressociales regionales y locales, articulados en torno a un-ciones especcas.

    Para Mann, la contraposicin Estado/sociedad puedehacer perder de vista la importancia poltica e histricade otras uentes de poder social. Fuentes que generan,redes de relaciones de poder que se interceptan y se su-

    perponen a otras dinmicas y ronteras socioespaciales;esta interrelacin presenta consecuencias involuntariaspara los actores (1997: 26). De ah la insistencia del au-tor en que Estado y sociedad no son realidades puras.Y en que las dierentes partes del cuerpo poltico delEstado estn abiertas a la penetracin de diversas redesde poder (86).

    Reconstruyo con mucho detalle esta cuestin por dosrazones. Primero, porque siento que pensar en Estado

    y sociedad como entidades separadas ha retrasado, terri-blemente, nuestra capacidad para describir y entenderlos ambiguos entrelazamientos que encontramos entreciudadanos y uncionarios, entre agencias del Estado ypobladores locales. La segunda razn es que las discusio-nes sobre ormacin del Estado en el Tercer Mundo hantenido que lidiar con esta dicotoma, y se han esorzadopor mostrar que sta impide comprender cmo agenciasestatales se relacionan con sociedades organizadas en tor-no a distintas ormas de poder (Barkey y Parish, 1991).

    Pero no hay que esperar por las investigaciones sobrerica, Asia o Amrica Latina, para criticar los medios

    conceptuales con los cuales la teora social clsica seaproxima al tema del cambio social o de la transorma-cin en las distintas sociedades.

    En su investigacin sobre las ormas de cristalizacindel Estado en distintos pases de Europa y en EstadosUnidos, Mann denuncia el carcter limitado y errneode algunas de las categoras que han guiado el anlisis.El socilogo hace reerencia aqu a ciertas ideas y auto-res que articularon visiones teleolgicas del proceso so-

    cial. Visiones que, aunque se encuentren muy vivas en elsentido comn de analistas y pobladores, limitan la com-prensin de las transormaciones polticas. Mann cita,por ejemplo, el

    [...] paso de la sociedad eudal a la sociedad industrial(Saint Simon), la transicin de la etapa metasica a la

    cientca (Comte), la de la sociedad militante a la indus-trial (Spencer), la del eudalismo al capitalismo (Smith,los economistas polticos y Marx), la del estatus al con-trato (Maine), la de la comunidad a la asociacin (Ton-nies) y la de las ormas mecnicas a las ormas orgnicasde la divisin del trabajo (Durkheim) (1997: 28)13.

    El autor muestra hasta qu punto estas teoras tienenimplcita una comprensin especca del cambio social,tal y como aquel era experimentado por los actores. Alrespecto, establece: [...] los macroprocesos del siglo XIXueron identicados por participantes refexivos; de ah laaparicin de las propias teoras dicotmicas, que en rea-lidad constituan slo versiones relativamente cientcasde las ideologas contemporneas de la modernizacin(Mann, 1997: 33)14. Teoras y/o ideologas que ocupan lu-gares centrales en las ormas de conocimiento que de-nominamos ciencias sociales y que, precisamente, radi-calizan e idealizan la rapidez e inevitabilidad del cambiosocial en Europa en un tiempo determinado. Teoras quehacen del cambio social como ue experimentado en Eu-ropa, el destino deseable y esperable para otras socieda-

    des15

    .De nuevo, el problema de tales teoras dicotmicas no

    radica en que hayan sido acuadas por actores socialesespeccos, o que estn en uso en la sociologa hoy. Elproblema es que esas teoras dicotmicas, al exagerar lanovedad de la modernidad, lanzan sobre el mundo pre-moderno o sobre sociedades no occidentales un modelogenrico y evolutivo de interpretacin de la poltica y elEstado16. Bajo este esquema analtico no puede dudarsede la inevitabilidad o siquiera de la deseabilidad de lamodernidad, y de que haya un slo camino para arribara sta (Sayer, 1995). En trminos ms especcos y ree-ridos ya a la ormacin del Estado, tenemos la insistenciade Charles Tilly en que l mismo y otros colegas se equi-

    vocaban en los aos setenta, cuando suponan que losEstados europeos seguan todos una sola va principalla marcada por Gran Bretaa, Francia y Brandenbur-go-Prusia y que las experiencias de otros Estados cons-tituan versiones atenuadas o racasadas de este mismoproceso (1992: 34)17.

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    Y es que, precisamente, el uso de estas dicotomas os-

    curece la comprensin de las ormas en que las distintasuentes de poder social se entrelazaron en los Estadosmodernos. Y la oscurecen porque suponen que este pe-rodo siglo XVIII en adelante transorm cualitativa-mente el conjunto de la sociedad y achacan la transor-macin a un conjunto muy limitado de causas (Mann,1997: 29). Mann no quiere subestimar la novedad de lahistoria de la conormacin de la sociedad moderna, yentonces propone distinguir entre poder distributivo ypoder colectivo. El primer tipo de poder es el poder delactor A sobre el actor B. Para que B adquiera ms poder

    distributivo A debe perderlo en alguna medida. Pero elpoder colectivo es el poder conjunto de A y B que cola-boran para explotar la naturaleza o a un tercer actor C(1997: 17). A partir de esa dierenciacin, el autor ar-ma que el poder colectivo (el de A y B sobre C o sobreel medio) experiment una revolucin; [pero] la mayorparte de las ormas de poder distributivo (entre estamen-tos, clases o regiones por ejemplo) experimentaron alte-raciones, pero no revoluciones (33).

    Es muy importante en la argumentacin de Mann, ladierenciacin entre estos dos tipos de poder y su insis-tencia en que slo ha habido grandes revoluciones en loque atae al poder colectivo. Poder de las sociedades hu-manas sobre la naturaleza y de las sociedades europeassobre otras sociedades (Mann, 1997). Esta claridad lleva

    al autor a discutir la idea, segn la cual, la ormacin delos Estados produjo una intensa transormacin en lasestructuras de estraticacin. Para Mann, hubo algunoscambios, pero la estraticacin, y con sta el poder dis-tributivo, no se transormaron tanto como supone el mo-delo terico que habla demodernizacin como un trn-sito de los estamentos a la clase (Mann, 1997). En suspalabras, exceptuando el gnero, el poder distributivoevolucion en el perodo, menos de lo que sugiere la tra-dicin terica. Las clases y los Estados no revolucionaronla estraticacin social (36).

    Esta cuestin central en el modelo analtico de Manntiene tambin importantes consecuencias en el esuerzopor comprender la ormacin del Estado en Colombia.La dierenciacin que realiza Mann entre poder distri-butivo y poder colectivo, y su insistencia en las ormasde poder social que continuaron atrincheradas en algu-nas regiones y desde all redenieron las articulacionesentre grupos sociales, corrige la perspectiva que ve laormacin del Estado como un proceso de homogeniza-cin de territorios y grupos sociales. Adems, la visin de

    Mann recalca la importancia que las polticas segmen-tal y accional han tenido y tienen en la conguracin yel uncionamiento de los Estados modernos. El autor esentico al respecto: el Estado moderno no arrasa, noarrastra, no elimina ormas segmentales y accionales deorganizacin de los grupos humanos en los territorios18.El Estado moderno unciona a partir de esas modalida-des de organizacin del poder social, y las articula en sutejido organizativo. El Estado en Mann puede cristalizarde distintas maneras, precisamente, porque, entre otrascosas, se montasobre las ormas de poder social que pre-dominan en regiones y localidadesy las reinscribe19. Estaconstatacin llev a Mann a preguntarse por qu las teo-ras del Estado han tendido a ignorar lo local y las dimen-siones territoriales de la conguracin estatal.

    TeORAS del eSTAdO SIN lO lOCAl

    En la revisin de los hbitos de pensamiento y de las or-mas de conceptualizacin del Estado, una cuestin im-

    Preparaci e la haria e maioca |grabado (detalle)m. f. denis| lunivers, histoire setdescri ption. pars, 1937.

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    portante ha sido la comprensin de lo regional y lo lo-cal. En su revisin sobre las distintas teoras del Estado,Mann denuncia que lo local y, ms especcamente, lasrelaciones entre el gobierno central y el local han sidoignoradas por la mayor parte de las teoras del Estado(1997: 122). El autor comenta:

    Los pluralistas y los tericos de las clases emplean elmismo modelo para analizar el gobierno central y el lo-cal; los tericos elitistas y Weber apenas mencionan elltimo, pese a que la poltica de los Estados modernosha consistido undamentalmente en distribuir el poderentre los distintos niveles (123).

    Mann muestra que ese vaco en la teora tiene que vertambin con modelos diusionistas y progresivos de la ac-cin estatal. Diusionistas, porque pretenden explicar elEstado precisamente desde la diusin de las medidas quese toman en los centros polticos, y progresivos, porquecuentan una historia de crecimiento constante del Estado

    y sus ingresos sin hacer las debidas precisiones sobre el ni-vel territorial en juego (Mann, 1997).

    Antes de Mann, Stein Rokkan (1967) ya haba llama-do la atencin sobre las variantes locales de los sistemaspolticos europeos, sobre la necesidad de conceptualizarlas dierentes articulaciones entre centros y perierias,

    y sobre el prejuicio que haca que los anlisis polticosse concentraran en la perspectiva de las instituciones y

    de los actores del nivel nacional. Tambin en los aossetenta, Sidney Tarrow (1977) haba mostrado que lasmodernas ciencias sociales adolecan de una perspec-tiva diusionista que inevitablemente caracterizaba lasperierias como aisladas, distantes del centro y tradicio-nales. En su trabajo sobre las relaciones entre centros

    y perierias polticas en Francia e Italia, Tarrow insistaen que el modelo diusionista no capturaba lo que ldenomina lamodernidad esencial de la contraposicinentre centro y perieria, incluso en las sociedades avan-

    zadas (1977).Como hizo Mann aos despus, Tarrow muestra que

    las ideas de un centro modernizador y una perieriatradicional cuyas lites se resisten, estn muy enrai-zadas en las ciencias sociales20. A partir del trabajo deRokkan, Tarrow recalca que las visiones modernizantesignoran las ormas de organizacin segmental y los tiposde cleavages que orientan, median y se entrelazan conla accin organizativa del Estado central (1977).

    Estos distintos autores coinciden en sealar la gran va-

    riabilidad local de los procesos polticos, y en recordarque las condiciones locales operan como actores con-dicionantes de la ormacin de instituciones especcas.Para Mann y Tilly, por ejemplo, el predominio de or-mas agrarias de economa ortalece la variabilidad de losrdenes polticos, mientras que el desarrollo de ormasde economa industrial y de asentamientos urbanos a-

    vorece la consolidacin de las instituciones polticas cen-trales del Estado-nacin (Tilly, 1992). Pero, qu explicala tendencia de las teoras sociales y polticas a ignorarlas dimensiones locales de los procesos polticos y, por

    esa va, a ignorar el papel de la geograa, el espacio y lalocalidad? En la historia de las ciencias sociales encon-tramos algunas claves. La Comisin Gulbenkian estable-ce que el espacio era tericamente irrelevante para lasciencias sociales por cuanto se asuma que las sociedadeshumanas, en determinadas condiciones temporales, se-ran capaces de dirigir el cambio social. El espacio apare-ca como plataorma, como escenario para la accinhumana dirigida y sus infuencias podran corregirse

    Preparaci e la haria e maioca |grabado (detalle)m. f. denis| lunivers, histoire setdescri ption. pars, 1937.

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    (Wallerstein et l., 1996). Otros autores (Massey, 1994;Sewell, 2001) han mostrado que en las ciencias sociales,hasta bien entrada la dcada del sesenta, predominaron

    las concepciones abstractas y lineales del espacio, pre-cisamente, porque se estaban buscando leyes geogrcasuniversales (Sewell, 2001). Ellos insisten en que habraque esperar hasta los aos setenta y ochenta para que sedesarrollaran investigaciones sobre el espacio concreto,lleno de signicado y convertido ahora en lugar.

    Ahora bien, el predominio de concepciones abstractasdel espacio o la aproximacin al espacio como escenarionatural y neutral tena lmites. Sewell (2001) recuerda queel Estado, como orma de organizar el poder, reclama su

    preeminencia poltica sobre un mbito espacial, un terri-torio especco y sobre el conjunto de las personas que allse relacionan. Eso, en contraste con lo que pasaba en lasormas polticas eudales con lmites territoriales fuidos

    y con ormas de regulacin del comportamiento, basadasms en el estatus de las personas que en su localizacin).

    Adems, las ciencias sociales se ocupaban de los pro-cesos sociales que tenan lugar en el espacio que corres-ponda con las ronteras estatales.

    En la prctica la ciencia social se basaba en una visinparticular de la espacialidad aunque no era declarada[] los territorios soberanos []. Casi todos los lso-os sociales daban por sentado que esas ronteras pol-ticas determinaban los parmetros espaciales de otrasinteracciones claves [] Cada uno de ellos supona unacongruencia espacial entre los procesos polticos, socia-les y econmicos (Wallerstein et l., 1996: 30).

    Este punto es muy interesante porque, precisamente,quienes investigan la ormacin de los Estados en Euro-pa y otros continentes, llaman la atencin sobre el gradoo no de congruencia espacial entre dierentes procesossociales (Barkey y Parish, 1991). De acuerdo con estosautores, en las sociedades centrales europeas, procesos

    polticos, econmicos, administrativos, entre otros, ten-dieron asobrelaparsey a coincidir con el recinto territo-rial denido por los lmites poltico-administrativos. Encambio, en otras sociedades de Asia y rica especial-mente, cada uno de esos procesos tiene dierentes es-pacialidades. Slo algunas de stas se superponen a lasronteras poltico-administrativas del Estado, mientrasotras se orientan hacia espacialidades que hoy pertene-cen a otras entidades polticas21.

    daza el amco e el pelo e El boro |grabadodesirouy| douardandr. lamriquequinoxiale(colombia-equateur-perou).pars, 1875-1876.

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    En este punto, es til recordar, siguiendo a Sewell, quela Revolucin Francesa ue, por lo menos hasta la ejecu-cin de Robespierre, una movilizacin poltica parisina.Sewell recuerda que en su esuerzo por regenerar elenmaraado y altamente regionalizado ancien orden, losrevolucionarios pusieron en marcha signicativas reor-

    mas. Dice el autor que[...] para aniquilar la desigualdad espacial del viejoorden, ellos abolieron las provincias, cancelaron los pri-

    vilegios de las ciudades y elaboraron una nueva divisinespacial del territorio nacional. Las viejas provinciasreales ueron remplazadas por nuevos departamentos(2001: 78).

    Los revolucionarios intentaron que tales departamen-tos ueran similares en trminos de extensin y pobla-cin, y les asignaron nombres alusivos ya no a procesoshistricos sino al paisaje natural. Sewell seala que talesdepartamentos ueron convertidos en las unidades pol-ticas y administrativas de la nacin, y que la legislacinposterior trat esas unidades como polticamente equi-

    valentes (2001)22.

    Dada la centralidad que la Revolucin Francesa y susreormas institucionales tienen en la imaginacin polti-

    ca de Occidente, y la historia doctrinal del estudio de lapoltica, es posible suponer que la construccin jurdi-ca de una reorma territorial avoreci la imaginacin deun slo espacio estatal, y oscureci la necesidad de com-prender cmo eran la poltica y el Estado en determina-dos territorios.

    Estas tres cuestiones, el pasado doctrinal del estudiodel Estado, las luchas polticas implcitas en algunas delas categoras centrales del pensamiento sociolgico y laalta de atencin a lo local y regional en las aproximacio-nes al Estado, nos ayudan a entender mejor por qu enel anlisis de los enmenos polticos, se tiende a ignorarla experiencia de distintos grupos sociales y a asumir comodeseable la dominacin estatal. Estas tres cuestiones nosayudan a comprender por qu con tanta recuencia ennuestros esuerzos al estudiar las experiencias polticas de

    distintos grupos sociales, de los colonos putumayenses ode los pobladores urbanos pobres en Montera y Cartage-na, terminamos echando de menos al Estado, echando demenos la ley, esperando que lazos verdaderamente mo-dernos o ciudadanos emerjan en estas tierras. Conocerla biograa de nuestras categoras puede ayudarnos a vivircon mayor libertad nuestro lazo con stas.

    NOTAS

    1 En el desarrollo de esa investigacin, hemos insistido en quelos enmenos de violencia poltica expresan momentos y or-mas especcas de articulacin de territorios y grupos socialescon la poltica y el Estado nacional. Vase Gonzlez, Bolvar y

    Vsquez (2003).

    2 S que toda conceptualizacin se elabora a partir de experien-cias o situaciones especcas. En ese sentido, la presentacin delos planteamientos de un autor est completa cuando al lado delo que el autor dice, se aclara cmo lleg a eso, qu sociedad odnde estaba trabajando, cundo escribe lo que escribe y, dealguna manera,por quen trminos analticos y polticos.

    3 En otras publicaciones hemos reconstruido con detalle losprincipales procesos histricos que llevaron a la ormacin delEstado europeo, y hemos distinguido entre cuatro grandes di-nmicas que convergieron en la conguracin del tipo de orde-namiento poltico que reconocemos como Estado. Hablamosentonces de 1) enjaulamiento de la poblacin en un territorio

    e integracin territorial, 2) transormacin de la naturaleza dela estraticacin e integracin de estratos, 3) centralizacinpoltica y paso del dominio indirecto al dominio directo y 4)construccin simblica del Estado. En trabajos previos hemosdescrito cada una de estas dinmicas y hemos mostrado a quenmenos especcos aluden. Adicionalmente, y a travs deluso de la analoga entre la historia europea y la colombiana,hemos aplicado esa conceptualizacin al estudio de la trans-ormacin histrica de la violencia poltica en Colombia. VaseGonzlez, Bolvar y Vsquez (2003). Tambin hemos estudia-do la conguracin de mecanismos polticos especcos comoel monopolio de la violencia (Bolvar, 1998). En estos trabajosel nasis estaba puesto en mostrar que la violencia en Colom-bia no era una desviacin o una anomala. Insistimos por esoen los parecidos entre la ormacin del Estado en Colombia

    y en los pases europeos. Ahora estamos trabajando en lo quees dierente. Nos hemos apoyado mucho en Barkey y Parikh(1991) y en Tilly (1992, 2005).

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    4 Bourdieu analiza en varios de sus trabajos la relacin entresentido comn y ciencias sociales. Insiste en que tenemos queexigir a la historia social de las ciencias sociales que saque ala luz todas las adherencias inconscientes al mundo social quelas ciencias sociales deben a la historia de las que son ruto,problemticas, teoras, mtodos, conceptos (1994: 96). A eseinvestigador le preocupaba mucho que las ciencias socialesle compraran al sentido comn la ormulacin de los pro-

    blemas. De ah su inters por construir ormas de ruptura.Bourdieu seala la prioridad cientca undamental y msapremiante [] sera la de tomar por objeto de estudio el tra-bajo social de construccin de ese objeto preconstruido. Allreside el punto de apoyo de una ruptura genuina (319). Msadelante comenta: [...] uno de los instrumentos ms podero-sos de ruptura yace en la historia social de los problemas, ob-

    jetos e instrumentos de pensamiento, vale decir, dentro de lahistoria del trabajo de construccin social de la realidad [].Para evitar convertirse en objeto de los problemas que tomanpor objeto, deben rastrear [se reere a los socilogos] la his-toria de la emergencia de esos problemas, de su constitucinprogresiva [] (Bourdieu y Wacquant, 2005: 330 y ss).

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    Vase especialmente la introduccin y los captulos de Nu-gent (2000 y 2004) y Stepputat (2001). Vase tambin a Josephy Nugent (1994).

    6 Las cursivas son mas.

    7Cedo aqu a la tentacin de hablar de ese refejo pavlovianoque hace que al pensar o al intentar conversar sobre un en-meno poltico, los implicados empiecen a invocar doctrinas yteoras polticas sobre el individuo, la libertad, los derechos,la obligacin de la autoridad poltica... y claro, la naturalezahumana (etctera). Ese acto refejo nos evita pensar en la com-plejidad de relaciones y circunstancias y nos deja reposar en lasesencias. En una conerencia sobre cmo uncionan la poltica

    y el Estado en lugares complicados, el antropolgo Cliord

    Geertz desarrolla estos problemas (Geertz, 2004).8 Varios autores han llamado la atencin sobre el papel que lasdoctrinas y los lsoos jugaron en el advenimiento de la pol-tica moderna y de los enmenos de revolucin. Vase Mann(1997), Skocpol (1994), Tocqueville (1998). Me he ocupado deeste problema y de sus relaciones con la conguracin sim-blica del Estado en otro texto. Aqu vale la pena reproducirun comentario de un testigo de la Revolucin. En el captulo1 del libro III de El antiguo rgimen y la revolucin, tituladoCmo los hombres de letras se convirtieron en los principalespolticos del pas a mediados del siglo XVIII, y de los eectosque de ello se derivaron, Tocqueville seala: Cuando se es-tudia la historia de nuestra revolucin, se ve que se desarrollprecisamente dentro del mismo espritu que llev a escribirtanto libros abstractos sobre el gobierno. La misma inclinacinpor las teoras generales, los sistemas completos de legislacin,

    y la exacta simetra en las leyes, el mismo menosprecio por loshechos existentes, la misma conanza por la teora, la mismaacin por lo original, lo ingenioso y lo nuevo en las institu-ciones [] aterrador espectculo! Pues lo que es cualidad enel escritor, en ocasiones es vicio en el hombre de Estado, y lasmismas cosas que a menudo inspiraron buenos libros puedenconducir a grandes revoluciones (Tocqueville, 1998: 229).

    9 Considero undamental tener presente que contrariamentea lo que sostiene la teora losco-jurdica, el poder polti-

    co no comienza cuando cesa la guerra. La organizacin, la es-tructura jurdica del poder, de los Estados, de las monarquas,de las sociedades, no encuentra su principio all donde calla elclamor de las armas. La guerra nunca desaparece porque hapresidido el nacimiento de los Estados: el derecho, la paz y lasleyes han nacido en la sangre y el ango de las batallas y rivali-dades que no eran precisamente como imaginaban lsoos

    y juristas batallas y rivalidades ideales. La ley no nace de la

    naturaleza, junto a las uentes a las que acuden los primerospastores. La ley nace de confictos reales: masacres, conquis-tas, victorias que tienen su echa y sus horrorcos hroes [].La ley no es pacicacin, porque detrs de la ley la guerra con-tina encendida y de hecho hirviendo dentro de todos los me-canismos de poder (Foucault, 1992: 59). Siento que tener estopresente nos puede ayudar a desconar de las versiones de losganadores y sus insistencias en la ley.

    10 Bourdieu ha dierenciado y ha estudiado los distintos nive-les del problema. En el libro Razones prcticas (1997), estudialos procesos histricos especcos que le permitieron al Estadorancs ir concentrando el capital jurdico, que es una de lasormas objetivadas y codicadas del capital simblico. El autor

    adems insiste en que el capital simblico, crecientementemonopolizado por el Estado e ignorado en las teoras sociol-gicas, tiene un rol undamental en la construccin del Estado

    y en su uncionamiento. Papel que parte o que est amparado,y con esto pasamos al tercer nivel del problema, en que lasestructuras mentales, de percepcin y de pensamiento sonconguradas y modeladas en las relaciones y por stas. Y enese sentido, las ormas de organizacin del poder se expresantambin como estructuras mentales y se encarnan en actoscognitivos (Bourdieu, 1994). Geertz tambin ha tenido quelidiar con la dierenciacin de estos dos niveles del problema.En su crtica a la teora poltica europea, Geertz se lamentade la prounda incomprensin que esta teora muestra de laceremonia estatal o de los aspectos semiticos del Estado.

    Segn este autor, en la teora poltica la simbologa poltica esideologa poltica, y la ideologa poltica es hipocresa de clase(2000: 219). El autor critica lo que ve como un regalo del siglo

    XIX, la oposicin entre algo simblico y algo real. SegnGeertz, para interpretar las expresiones del Estado-teatro,para aprehenderlas como teora, ese prejuicio se debe dejarde lado, y se debe dejar de lado junto con aquel otro segn elcual, la dramaturgia del poder es externa a su uncionamiento.Lo real es tan imaginado como lo imaginario. Que la polticabalinesa como cualquier otra, incluyendo la nuestra ueseaccin simblica no implica que todo estuviese en la mentede los balineses o que todo consistiera nicamente en danzase incienso (2000: 232). El posesivonuestra alude en la cita deGeertz a la tradicin europea u occidental donde adems la

    contempornea dramaturgia del Estado incluye la divisin depoderes y la invocacin constante de palabras numinosas comoEstado,pueblo,soberana, derecho, ley.

    11 Una lista tentativa de los vencidos en la ormacin de estosEstados centralizados, de esos a quienes no leemos y de quie-nes no sabemos cmo conceptualizaban el Estado, incluira alos nobles locales pero tambin a los curas y representantes dela Iglesia. Hablar de los vencidos no es, pues, invocar a sub-alternos, ms bien es recordar que la centralizacin polticacontaba con enemigos en los niveles imperiales (el Papa y laIglesia), y tambin en los niveles ms locales-regionales. Ade-ms, tendramos que hacer una periodizacin de aquello que

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    agudos contrastes (entre el pasado y el presente) quesustentan virtualmente todas las teoras sociolgicas del siglo

    XIX y comienzos del XX []. Las tipologas y teoras undadasen la presunta peculiaridad neta de la modernidad continansiendo los recursos corrientes del pensamiento sociolgico(Sayer, 1995: 24).

    15 Aunque las historias de las ciencias sociales reconstruidaspor Theodoro Porter (2003) y por la Comisin Gulbenkian(Wallerstein et l., 1996) enatizan aspectos parcialmente die-rentes (relacin con el poder poltico, historia de los objetos deindagacin y de las categoras, historia de las ormas de insti-tucionalizacin de esas ciencias como disciplinas, por ejemplo)ambas aproximaciones recalcan la centralidad que tienen cam-

    bio social y modernidad en la constitucin de esas ormas deconocimiento. Eso sin contar con la historia particular que lasciencias sociales tienen en las distintas sociedades europeas yen Estados Unidos, y con la orma como esas historias distintasaectan la conceptualizacin de los enmenos.

    16 Basta con leer las descripciones del mundo precapitalistaque hacen los grandes socilogos y que hacemos hoy, y enlas que se destaca la importancia de los lazos personales, elescaso desarrollo de la individualidad, la limitada presencia delmercado. Vase una interesante resea de este asunto en Sayer(1995: cap. 1). La Comisin Gulbenkian tambin comenta este

    Elias denomina luchas de integracin para poder identicar alos derrotados en los diversos momentos. En su libro, Deen-der la sociedad (1992), Foucault recuerda que ellos tendana pensar el poder no como derecho ni como soberana, sinocomo guerra y guerra de razas. Adems, muestra cmo esediscurso histrico-blico aliment corrientes del materialismohistrico y ormas de nacionalismo.

    12Esto tomando como punto de partida que la propia cienciasocial es, desde sus inicios, parte integrante de este esuerzo deconstruccin de la representacin del Estado que orma partede la realidad misma del Estado (Bourdieu, 1997: 96). Otrostrabajos de utilidad aqu son el captulo sobre La construccinhistrica de las ciencias sociales desde el siglo XVIII hasta 1945

    en el libro de la Comisin Gulbenkian para la reestructuracinde las ciencias sociales (Wallerstein et l., 1996). El volumendedicado a la historia de las modernas ciencias sociales enThe Cambridge History o Science (2003) y, especialmente, elartculo de James Farr sobre historia de la ciencia poltica.

    13 Vanse los comentarios de Tilly sobre este punto (1992:282 y ss).

    14 En una direccin similar se orienta el socilogo DerekSayer cuando recuerda que la modernidad ue el objeto deindagacin por excelencia que und a la sociologa comodisciplina acadmica independiente. [As] Lo atestiguan los

    Paormica e Qi |grabado| p.s. duval& companysteamlithpressphiladelphia, s. xix.

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    punto y recuerda la anidad ideolgica y la coincidenciahistrica entre teora de la evolucin, doctrinas liberales,ciencias sociales y expansin de Europa (Wallerstein et l.,1996).

    17Una muy pedaggica presentacin de cmo ideas evolucio-nistas y desarrollistas guiaron la investigacin histrica sobre loque se llam desarrollo poltico, y luego especcamente sobrela ormacin de los Estados, puede leerse en Tilly (2005).Tambin Skocpol comenta las transormaciones de las visionesevolutivas de estudio de lo poltico y de las revoluciones (1979

    y 1994).

    18 Mann quiere matizar aquellas visiones de la ormacindel Estado moderno que insisten en el paso de estamento aclase social, de ah su insistencia en las ormas segmentales yaccionales de accin poltica.

    19 Mann llega a este enunciado luego de haber examinado lasdistintas trayectorias polticas de la conguracin de los estadosen cinco sociedades: Francia, Inglaterra, Austria, Prusia y Es-tados Unidos. Es muy signicativo que ese enunciado desaela sociologa del Estado, incluso todava en los aos noventa, y

    que, al mismo tiempo, constituya un punto de partida o, por lomenos, un enunciado compartido y popular entre antroplo-gos interesados en la poltica. Para estos ltimos y ya desde losaos cuarenta era claro que el Estado-nacin posea muchosde los rasgos de la poltica segmental que se sola considerarla poltica propia de grupos humanos marginales y exticos(Herzeld, 2001: 118 y ss).

    20 Estos autores estn discutiendo aqu la literatura sobremodernizacin, sobre la transormacin de sociedadestradicionales en sociedades modernas. Esta literatura uedesarrollada en los aos cincuenta y sesenta. Un interesantecomentario sobre los eectos de esta bibliograa en el posteriordesarrollo de la historia comparativa, puede leerse en Skocpol(1994: 10 y ss). Tambin Tilly comenta que empez su trabajode archivo sobre resistencias rurales a la Revolucin Francesa a

    nales de los aos cincuenta con ideas de este tipo (2008: 3).21 Vase, particularmente, State Formation in the Non Wes-tern World en Barkey y Parish (1991).

    22 Sobre los revolucionarios que pusieron en marcha esasreormas contra la desigualdad espacial, Tocqueville seala:[...] ueron mucho ms atrevidos en sus innovaciones, msamantes de las ideas generales y los sistemas, ms desprecia-tivos de la sabidura antigua y an ms conados en su raznindividual de lo que comnmente sucede entre autores queescriben libros especulativos sobre poltica. Ya antes habadicho: [...] viviendo tan alejados de la prctica, ninguna ex-periencia vena a moderar su natural ardor; nada les advertade los obstculos que los hechos existentes podan producirincluso a las reormas ms deseables, no tenan la menor ideade los peligros que siempre acompaan an las revolucionesms necesarias. Ni siquiera los presentan, pues la ausencia porcompleto de libertad poltica haca que el mundo de los nego-cios pblicos no slo les uera poco conocido sino invisible(Tocqueville, 1998: 223-224).

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