No Despidas El Presente Word Formato Para Autorese Ditores

No despidas el presen-te

Formas de tiempo y percepciónque gobiernan nuestro cuerpo

Francisco Ramos Cuncanchún

Bogotá, D.C., ColombiaSeptiembre, 2013

© Francisco Ramos Cuncanchúne-mail: [email protected]

ISBN: 978-958-8592-32-9

Foto carátula: Espejo de aguaTécnica: Foto –celularAutora: Mary Soel León CastilloAño: 2012

Concepto gráfico de carátula: Sonia Castillo Ballén

Diagramación, impresión y acabados:Ediciones Ántropos Ltda.gerencia@edicionesantropos.comwww.edicionesantropos.comBogotá, D. C.Octubre de 2013

Impreso en ColombiaPrinted in Colombia

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Dedico este trabajo a mis hijos David y Larissa, a mi esposa

Patricia, y a quienes con amor y generosidad com-parten mi presente

Contenido

INTRODUCCIÓN............................................................................12

EL SIGNIFICADO DEL TIEMPO PARA LA CONCIENCIAHUMANA.........................................................................................25

La Cita..........................................................................................25La noción de espacio-tiempo y la experiencia corporal.........30Concurrencia de diversos presentes en un mismoespacio-tiempo............................................................................33Percepciones distintas, unificadas al serviciode un propósito...........................................................................37La duplicación de la realidad.....................................................41La división esquemática del tiempo.........................................45El espacio-tiempo en la compra de la ilusión..........................50La integración del cuerpo con el entorno................................54La homogenización del espacio-tiempo como fuentede poder.......................................................................................60El tiempo del reflejo....................................................................65El espacio tiempo de nuestras pertenencias..........................72El Sonido del Tiempo.................................................................76Tiempo y Ensoñación.................................................................79

EL TIEMPO COMO RECURSO UTILITARIO.............................84La Última Crisis...........................................................................84El cambio de percepción con la electricidad...........................90El predominio de la visión..........................................................93El cuerpo olvidado......................................................................97De cómo se manifiesta el pensamiento linealen la era digital..........................................................................102La irreversibilidad de la linealidad en los comportamientos cotidi-anos............................................................................................106

Colisiones ante el quebrantamiento de la linealidad............110El aporte del individuo al pensamiento lineal........................115

La ciudad del siglo XXI: negación de la linealidad del espacio-tiempo...............................................................120

LA EXPERIENCIA VITAL DEL TIEMPOEN EL CONTEXTO SOCIAL.......................................................124

Los seres verticales..................................................................124Las consecuencias de una noción generalizadade espacio-tiempo en la sociedad..........................................130El espacio-tiempo del individuo como recurso negociable. 133Encierros Espacio-Temporales...............................................144Multiplicación del espacio tiempo...........................................152

APÉNDICE....................................................................................160

BIBLIOGRAFÍA.............................................................................165

Francisco Ramos Cuncanchún es Doctor en Ciencias Pedagó-gicas del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varo-na de la Habana-Cuba. Recibió el título de Especialista en In-

fancia, Cultura y Desarrollo de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y de Realiza-dor de Cine y Televisión de la Universidad Na-cional de Colombia.

Ha publicado los libros Propuesta para la Crea-ción de un programa de Licenciatura en Educa-ción Básica con énfasis en Educación Artística(coautor), The adventures of Pinochio for classroom work, Me rio para enseñar, Spa-re joy spoils de child, Interacción de docentes expertos y novicios para mejorar la calidad de la educación y Cenizas de la roza.

Dirige el grupo de Investigación en Creación Artística, y es Investigador Principal de los gru-pos Vivencias y Didáctica del Inglés y Tecnolo-gía de La Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Fue designado como comisionado de la sala de artes de CONACES del Ministerio de Educación Nacional entre los años 2009 y 2012.

Actualmente se desempeña como profesor titu-lar en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas de la especialización en Gerencia de Proyectos Educativos Institucionales, y de la Maestría en Investigación Social Interdiscipli-naria en la cual hace parte del comité de docto-rado en Estudios Sociales.

PRESENTACIÓN

El presente trabajo parte de lo que significa la experiencia del tiempo para cada uno de noso-tros, experiencia que no coincide con la medida establecida en los relojes y en los calendarios. A partir de esta comprensión se adentra sobre la vivencia que tenemos, diferente para cada persona, de espacio-tiempo, marcada por dos elementos básicos: el recuerdo, presente en la percepción, y el momento histórico, distinto para todos, que cada uno vive.

El primero implica la profunda diferencia para cada ser humano que corresponde a las pro-pias experiencias, las cuales no se repiten en-tre una persona y otra. Esto hace que el espa-cio-tiempo sea distinto en cada individuo.

El segundo trata de la forma como en un mis-mo espacio- tiempo convencional, el actual, ca-

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racterizado por las nuevas tecnologías, nos reunimos, cada uno viviendo un momento his-tórico diferente. Aquí se asume una crítica, no al surgimiento del mundo virtual, tan importan-te y decisivo para nuestra sociedad actual, sino a la manera como las personas reducen su pro-pia condición vital, renunciando para ello a for-mas de percibir y de sentir que les son esencia-les en la experiencia plena de su existencia.

La metodología para desarrollar la propuesta consiste en la consideración de tres aspectos de la vivencia espacio-temporal que se analizan de manera independiente. El primero corres-ponde al significado del tiempo para la con-ciencia humana, que presenta una visión de có-mo se experimenta la noción espacio-temporal, teniendo en cuenta las condiciones que le im-pone al individuo la vida contemporánea. El se-gundo, el tiempo como recurso utilitario, en el que se explora la vinculación espacio-temporal de las personas con las transacciones que cons-tituyen la irrigación dinamizadora de las orga-nizaciones humanas. Finalmente, se considera la experiencia vital del tiempo en el contexto social, que muestra las diferentes facetas que asume el espacio-tiempo de cada uno de noso-tros en la cotidianidad.

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INTRODUCCIÓN

Estamos acostumbrados a aceptar la noción de tiempo que conocemos desde nuestro naci-miento, y que está presente en todos los entor-nos en los que transitamos durante nuestra vida. No imaginamos la posibilidad de otras no-ciones, y creemos que esta constituye simple-mente la realidad. De tal forma, este aspecto es uno de los tantos que rigen en nuestra mente, o mejor, que rigen nuestra mente, consagrados como “dados”, es decir, como aquello que sim-plemente existe, y es concebido en el pensa-miento de una manera única considerada como verdadera. Esto ha determinado grandes limi-taciones para la existencia humana pues se ha construido un modo de pensar, de percibir y de ser percibido para el individuo, que lo ha sus-traído a unos reducidos esquemas de conoci-miento.

Como consecuencia de esto grandes posibilida-des para la experiencia vital quedan eclipsa-das, pues la concepción tradicional de visión cronológica y lineal del tiempo (cuyo concepto aunque no siempre se explicita, está por fuerza presente en los diferentes campos del conoci-miento), ha obrado en dirección opuesta al flu-

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jo de la naturaleza. Esto se evidencia en la exis-tencia de patrones y marcas para direccionar y guardar pedazos de realidad, con el fin de te-ner el control sobre ella. Dichos pedazos de realidad son sustraídos de la vida y tratados como partes inertes, limitadas y estáticas, úni-ca forma de poderlas analizar, con el fin de ex-traer con este procedimiento conclusiones ge-nerales. Estas conclusiones muchas veces excluyen las particularidades y las dife-rencias, lo cual se justifica aplicando a la situa-ción que no se ajuste a los parámetros establecidas el postulado de que la excepción confirma la regla.

El procedimiento en sí mismo ha sido necesario para poder desarrollar el conocimiento y aten-der diferentes necesidades humanas. Sin em-bargo, su generalización, al establecerlo como forma absoluta de concebir y obrar frente a toda la experiencia de la vida, ha llevado a dis-tanciarse de lo inmediato y del contacto directo de los sentidos con el mundo. De esta manera, se da prelación a lo simbólico en calidad de ca-tegoría valida, que termina en muchos casos sustituyendo a la misma realidad.

Esto ha llevado a la tradición de imponer a la naturaleza de manera contundente, categorías correspondientes a la organización de las so-ciedades humanas, tratándola como súbdita de un reinado. De hecho “el hombre” (término que 14

por más de veinticinco siglos se ha utilizado para definir a toda la raza humana, descono-ciendo la existencia de las mujeres y de los ni-ños, y equiparándolos a este), se ha declarado como el rey de la naturaleza. Así, se habla de leyes universales, igual a los códigos jurídicos; de reglas inmutables, a la manera de cómo fun-cionan las normas de comportamiento; de prin-cipios inalterables, similar a los fallos legislati-vos que han sido finalmente sancionados en las repúblicas; de comportamientos de la materia, como si esta fuera un ser responsable de sus actos.

Mediante este procedimiento nos hemos que-dado con un paquete de conceptos, que tienen una existencia independiente de la naturaleza, cuya aplicación es válida para innumerables circunstancias. Es así como se cuenta con la existencia de símbolos matemáticos que cum-plen una función específica, pero nadie puede explicar cuál es la justificación para que un sig-no determinado tenga una forma específica y no otra. Por ejemplo, ¿por qué el menos es una raya corta horizontal y el más esta raya atrave-sada por otra vertical para indicar la operación opuesta? De la misma forma las letras, las pala-bras y las frases, recurso que nos permite co-municarnos verbalmente, no nos dan una pista para explicarnos por qué tienen esta apariencia

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y no otra, ¿por qué la palabra casa debe darse en ese orden: c, a, s, a y no en otro?, y ¿cuál es su relación con esos miles de estructuras exis-tentes por todo el mundo, de varios metros cuadrados, cada una de las cuales alberga a un grupo de seres humanos?

La reacción a esta tendencia de linealidad, así se presente con diferentes apariencias, no por ello contribuye a eliminar las limitaciones en el modo que tiene el individuo de pensar, de per-cibir y de ser percibido. Es decir, la oposición desde el mundo intelectual a este orienta las limitaciones que genera en otra dirección, manteniéndonos en el mismo encierro. El es-quema del que procede la linealidad se preser-va, aunque se declara un rechazo hacia ella. Esto sucede al emplear nuevas figuras geomé-tricas para proponer otras formas de percibir el mundo, pero que continúan siendo figuras geométricas. El procedimiento se evidencia cuando para librarse de la línea, esta simple-mente se reemplaza por el círculo, con la justi-ficación de que hay que concebir procesos cíclicos y no lineales, concepción ante la cual reacciona el planteamiento de que es necesario concebir los diferentes fenómenos de la natura-leza como procesos en espiral o en bucles. Re-cientemente se han puesto de moda los plan-teamientos de los rizomas o las redes, que no logran liberarse de la concepción geométrica lineal.16

Estas concepciones vigentes sobre la forma de percibir la realidad implantan la creencia de que un pensamiento libre, un involucramiento de todos los sentidos en la percepción, no es posible, si no se da a partir de estos esquemas. Desde este enfoque la existencia no puede ser concebida de otra forma, distinta a la encajada dentro de modelos geométricos, los cuales dan la comodidad de sentir que se tiene dominio sobre el denominado “objeto de conocimiento”. Este procedimiento ubica al pensador de mane-ra imaginaria fuera de la naturaleza y fuera del tiempo. El poseedor de conocimiento está por encima del mundo, y con su sentido especiali-zado, la visión, observa este mundo desde afue-ra.

El procedimiento señalado ha estado vigente por varios siglos, rigiendo el pensamiento hu-mano, el cual, al considerar dicho procedimien-to como “lo dado” no ha tenido en cuenta el he-cho de que se genera una duplicidad de la na-turaleza al colocar como ideal que esta debe ser percibida únicamente mediante modelos. Estos modelos han terminado siendo el princi-pio y el resultado final del conocimiento, hasta el punto de que el teórico termina distanciado de la realidad, y las construcciones conceptua-les se erigen como un mundo aparte y diferen-

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ciado de la naturaleza misma, con la que no tie-ne ninguna conexión. Este fenómeno nos puede dar, de alguna manera, la explicación de por qué se produce la desarticulación entre la edu-cación y la vida, las cuales debían darse inte-gradas de acuerdo con el ideal griego, hecho que no se ha producido de manera amplia por la humanidad, debido a las limitaciones señala-das en la manera de concebir el mundo.

Lo anterior motiva el desarrollo del presente trabajo, orientado a la reflexión sobre las expe-riencias espacio-temporales que vivimos en el contexto social. Esto con el fin de ubicarnos por fuera del sofisma que nos hace sentir que toda la humanidad de repente ha entrado a una interacción generalizada. Si bien es cierto esta interacción, denominada globalización, nos da alcance desde los niveles de la información y la comunicación, no involucra las dinámicas de nuestra vida con las diferentes culturas del mundo. Este sofisma se establece al plantear que hoy en día vivimos a escala planetaria, planteamiento que se soporta en el desarrollo que ha adquirido la nueva etapa que comenzó con la invención de la electricidad y que fue ca-nalizada de una forma muy eficiente para el de-sarrollo de los instrumentos que facilitan la ob-tención de información y la ampliación de las comunicaciones.

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Esta visión instaura la superioridad del ser hu-mano sobre el planeta, presentando a este últi-mo como un ente que debe ser considerado porque está en peligro de deterioro y destruc-ción. En la realidad lo que se ha puesto en pe-ligro con procesos tan abrumadores como la contaminación, son las condiciones para la vida, no la existencia misma del planeta. Tam-bién está el sofisma del cambio fundamental de la existencia humana al plantearse un mundo virtual hacia el cual debemos desplazarnos de manera masiva. Dicho mundo, de acuerdo con este sofisma, ya tiene habitantes originarios a quienes denominan “nativos digitales”, que se-gún este planteamiento serían todos los niños, porque nacen en la época de las nuevas tecno-logías. Estos planteamientos invitan al ser hu-mano a volverse pasivo porque ya no necesita memoria, ni inteligencia, ni imaginación, ni ha-bilidades manuales, pues todo esto lo propor-cionan a borbotones las tecnologías de la infor-mación y la comunicación.

Estas han dado un importante aporte para el mejoramiento de la adquisición de la informa-ción (pues este es el único papel que cumplen, sea dando la hora o mostrando con precisión la parte del organismo que requiere un trata-miento específico). Sin embargo, se han consti-tuido en un imperio que irrumpe en todos los

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niveles de espacio-tiempo del ser humano. Se ha acorralado tanto la manifestación del cuer-po, materializada en la expresión y la acción, como el uso pleno de los sentidos preceptúales. Estos deben apagarse frente al predominio de la visualidad, de la cual el sentido auditivo, y en menor medida el sentido táctil, se constitu-yen en recursos auxiliares. Por contraste, exis-ten culturas que no pertenecen al mundo de la escritura y preservan sus tradiciones orales. Esto nos puede dar pistas para reconocer for-mas de conocimiento humano que parecieran ya muertas y que tienen un mayor espectro para la percepción, posibilitado por el ejercicio amplio de todos los sentidos. Además, en estas culturas se asume la existencia de manera inte-grada con la naturaleza, con la humildad que implica para la inteligencia el hecho de saber que se es parte de ella.

De tal manera que este trabajo busca llevar a la reflexión sobre la noción de tiempo impuesta por el pensamiento occidental, la cual termina siendo una forma de discriminación y de reci-claje de seres humanos. Esta situación parte del culto a la juventud, expresión suprema de esta concepción de tiempo, consagrada por los medios de comunicación y ahora por las nuevas tecnologías. Se oculta el carácter transitorio de este estado de la vida, la juventud, la cual es un paso obligado para toda la raza humana, pero solo un paso en el camino de la existencia. 20

Igualmente se esquematiza sobre las etapas del tiempo, simplificando su descripción en pa-sado, presente y futuro, y enfatizando siempre en el presente como el único tiempo válido en el que se debe enfocar el individuo.

Sin embargo, a lo largo de este trabajo se plan-tea que no hay un solo presente, es decir, que cada ser humano vive un presente diferente, condicionado por los múltiples factores que constituyen y que han constituido su existen-cia. Aunque coincidimos en un mismo espacio y en un mismo tiempo cronológico, que es el tiempo impuesto convencionalmente por la cul-tura occidental, todos vivimos en tiempos dis-tintos.

La reflexión busca promover una forma de pen-sar que valore la existencia plena de cada per-sona, desde la infancia hasta la vejez. Todas las etapas de la vida son de gran valor y únicas en el universo, por constituirse en experiencias que dan cuenta del maravilloso e irrepetible producto de la naturaleza que puede pensar su propia existencia: la vida humana. Es necesario alcanzar una nueva forma de percepción com-prendiendo la importancia de superar la visión cuantitativa y simplificadora que se da sobre el tiempo, y que como muchos otros conceptos vigentes en el pensamiento occidental, no tie-

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nen tras de sí un soporte que pueda darle la ca-tegoría de absoluto que se le atribuye.

Se hace referencia de la misma manera a la du-ración de la vida de un ser humano que en pro-medio es entre sesenta y noventa años, a como se consideran largas duraciones. Por ejemplo, los dos y medio millones de años que se calcula llevan los homínidos en el planeta, o los ciento sesenta millones de años que duraron los dino-saurios, o su extinción hace unos sesenta millo-nes de años. De manera que se instauran en nuestra mente unas simples convenciones nu-méricas que en un texto escrito pueden ser co-locadas en un cuadro donde tiene el mismo peso la referencia a años que a millones de años. Estos datos no nos pueden dar una di-mensión de la significación real para la existen-cia de la vida en el planeta, pero cumple los re-quisitos de ajustarse a un esquema a la manera como se percibe toda la información de la reali-dad por la conciencia humana en occidente.

Abordar esta temática implica partir de esta-blecer el alcance de la herencia del pensamien-to del que fue pionero el filósofo francés René Descartes, el racionalismo, que dejó instaurada una idea simplificadora de tiempo. Esta, ajus-tándose a la necesidad de uniformidad propia de la emergente organización mercantilista que daría origen a la era industrial-capitalista de las sociedades, consagraba el tiempo como 22

un factor independiente de los seres que lo ex-perimentaban, y lo asimilaba al espacio, defi-niéndolo en la categoría de contenedor que de-bía ser llenado.

En la implantación de esta concepción de tiem-po se estaba marcando una fuerza invisible que cambiaría de una manera definitiva la integra-ción del individuo con su medio natural. El es-pacio-tiempo del individuo se configuraba como un recurso independiente que podía ser desprendido de él, y desplazado para hacerlo parte, unido con muchos otros espacios-tiem-pos materializados, de la forma física que to-marían las sociedades, extendiéndose como ríos sólidos para definirse en ciudades y gran-des centros de producción.

De esta manera, se logró consolidar la idea del tiempo como un recurso separable de la exis-tencia, y las teorías económicas lo colocaron como elemento fundamental de la generación de valor. A partir de entonces se implantó la idea de progreso como futuro inevitable, al ser-vicio del cual se podrían colocar muchas vidas, y arrasar con muchas culturas, que se consti-tuían en un obstáculo para esta forma de pen-sar. Estas culturas se convirtieron en fuente de riqueza en cuanto contaban con bienes consti-tuidos por el espacio-tiempo dejado en los teso-

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ros almacenados en su desenvolvimiento histó-rico.

La idea de progreso anula todas las direcciones y deja una sola posible, desapareciendo el con-tenido del entorno, de manera que solo se pue-de avanzar en la búsqueda compulsiva de co-nocimiento, definiendo un paso de marcha fir-me hacia el objetivo trazado. Debido a esto re-sulta válida la implementación de tácticas y es-trategias que no son más que el ejercicio de la violencia. El ser humano por su parte queda abandonado en sus necesidades individuales, y el progreso se erige como la causa suprema del poder. Este consolida una civilización dentro del mismo criterio de lo absoluto que lleva en sus entrañas el germen de su destrucción, ali-mentado por las acciones que implican el creerse eterna e inmutable. La prueba irrefuta-ble la constituye el camino seguido por podero-sas sociedades antiguas que terminaron en las sombras de la decadencia, y de las cuales po-demos formarnos una idea total gracias al he-cho de que son civilizaciones muertas.

El avance en línea recta hacia el progreso en muchos casos no coincide con la búsqueda del bienestar de las personas. Por oposición a esa tendencia lineal en la realidad nos encontra-mos con procesos que siguen transcursos im-previsibles y aleatorios que generan múltiples combinaciones. Esto significa que los procesos 24

sociales no pueden predecirse sino que deben entenderse como el tiempo de la existencia hu-mana misma, que alberga los muchos tiempos individuales que han pasado por ella. Desde esta propuesta resulta de interés profun-dizar sobre la manera como está instalado el concepto del tiempo a partir de la visión occi-dental, y las limitaciones que esta implica para el desenvolviendo del individuo. De tal manera que serán considerados tres aspectos esencia-les los cuales nos pueden llevar a la compren-sión de esta situación. Ellos nos permitirán acercarnos a una trasformación en la manera de percibir, remontando esa parte que es apor-tada por el individuo para favorecer sus pro-pias limitaciones, con el fin de que puedan abrirse nuevos caminos en su relación con el entorno. Estos aspectos corresponden al signi-ficado del tiempo para la conciencia humana, las nociones de tiempo utilitaristas, y la expe-riencia vital del tiempo en el contexto social.

El primer aspecto, el significado del tiempo para la consciencia humana, busca establecer la relación entre el tiempo, la percepción y la acción, aproximándose a una comprensión del significado del devenir como dinámica inevita-ble que conduce del futuro al pasado, dejando una sensación de un presente. Este correspon-de al momento propio de la existencia corporal,

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a su manifestación en la realidad, y se constitu-ye en una condición temporal inasible para la lógica del pensamiento. En este aspecto es fun-damental considerar las importantes reflexio-nes desarrolladas por Bergson, H (2010) sobre la manera como se genera ese encuentro del individuo, desde su dimensión de recuerdo, con la porción de realidad con la que se pone en contacto a través de los sentidos.

En el segundo aspecto, las nociones de tiempo utilitaristas, se considera la manera como el tiempo, desprendido de la noción relacionada con el espacio a la que corresponde, en este caso el del cuerpo humano, se articula como un recurso importante en las transacciones socia-les. Desde esta perspectiva se consideran las fuertes implicaciones que el pensamiento lineal que define un tiempo cronológico tiene, al con-figurar unas formas características para los comportamientos de las agrupaciones humanas occidentales de la época actual.

Finalmente, será presentada una reflexión so-bre la experiencia vital del tiempo en el contex-to social, que se centra en la disyuntiva entre la forma de vivir el tiempo desde nuestra inte-rioridad humana, y la forma como se nos enca-dena a este desde los diferentes dispositivos sociales. Estos se nos brindan como la única posibilidad para desenvolvernos en el entorno social, y terminan usufructuando el espacio-26

tiempo individual, e imponen un espacio-tiem-po general en el que se pretende encasillar a toda la población, de la que esta sale cuando se sufren soluciones de continuidad como el pade-cimiento corporal o el luto familiar.

Para finalizar esta introducción debo señalar que he elegido una metodología distinta a la que suele utilizarse tradicionalmente en la ela-boración de libros de este tipo. Esto con el áni-mo de ser consecuente con el fuerte énfasis que en este se hace sobre la valoración de la dimensión intuitiva, que implica además de ha-blarle al cerebro, hablarle al corazón del lector. Para ello he decidido utilizar tres historias que presento antes del inicio de cada capítulo.

La primero de ellas llamada “La Cita”, y corres-ponde a un cuento de juventud que duró extra-viado por más de veinticinco años. Este de re-pente se actualizó por estos días como una de mis imágenes-recuerdos que de nuevo se volvió presente, demostrando como el pasado no es un estado dormido para siempre de nuestra existencia. La segunda denominada “La Última Crisis”, basado en una obra también escrita en mi juventud denominada “La Quema”, que da cuenta de hechos reales de mi vida familiar. Finalmente, presento un cuento titulado “Los Seres Verticales”, escrito de manera simultá-

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nea con este libro, y que estructuré inspirado en unas pocas palabras que recordé de una in-tervención que hizo el periodista Jaime Garzón en la Universidad del Valle, en las cuales se re-fería a los seres humanos como personas que habitaban en cajas. Estas palabras, aunque bo-rrosas, resonaron en mi mente por varios años, y me hicieron pensar en la distancia que es ne-cesario tomar para poder contemplar muchos absurdos implicados en la rigidez de la organi-zación social actual.

Además, presento al final de la obra un apéndi-ce de mi experiencia actual con el ánimo de re-saltar la presencia de los diferentes presentes en los lugares que han formado parte de nues-tra propia existencia, los cuales se actualizan tan pronto accedemos a ellos.

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No despidas el presente

EL SIGNIFICADO DEL TIEMPO PARA LA CONCIENCIA HUMANA

La Cita

Todas las horas fueron llegando sigilosas al gran campanario donde habría de efectuarse la reunión puntual, llamada así por el cumplimiento estricto de sus participantes. En ese momento de media noche el tiempo se paraba, y como todos dormían, nadie se percataba de ello. Las horas aprovechaban la situación para evaluar sus actividades.

En esta ocasión la discusión se inició con la discrepancia sobre la mayor o menor importancia de cada una de ellas. Las Seis de la Mañana se estiró cuan larga era, y luego de sacudirse numerosas gotitas de la escarcha matutina que se aferraban indefensas a su puntero empezó a presumir de ser imprescindible para asistir a la parte más hermosa del amanecer, pues, dijo, doy comienzo a toda actividad y revitalizo los pensamientos; conmigo la vida comienza cada día. Las Once, siempre bostezando afirmó que la madrugada era mala porque producía resfriados y debilitaba; además ella era la consentida de los espíritus privilegiados que no

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estaban sometidos a trabajar porque lo tenían todo.

Las Siete de la Mañana apoyaba a las Seis, pero se quejó de que con frecuencia tenía que andar en carreras para que los dormilones no llegaran tarde a cumplir sus obligaciones. Debido a esto prefería el uso de los minuteros livianos que le permitían ser más elástica, y dijo que su situación era de las mejores porque podía apreciar todos los días el humo que salía del pocillo del tinta fresco, y el ruido limpio de las voces que se empezaban a encontrar en las calles.

No hablen de ruido, exigió Las Cinco de la Mañana, que se mostraba irritable, pues sostenía que el timbre del reloj era nocivo y estaba contra la naturaleza; la prueba de ello estaba en que muchos segundos le amanecían retorcidos como fibras de esponja y los perdía para siempre. He ahí la contradicción, afirmó victoriosa Las Cuatro de la Mañana, mientras un elemento ajeno a la vida y estridente viene a perturbar la armonía de nuestro paso, un hermoso producto de la naturaleza, un sonido que brota de ella espontáneamente no ocupa el lugar privilegiado de despertador. Las Cuatro, por su nivel de claridad debido al lugar que ocupaba en la mañana, se destacaba por las más lúcidas disertaciones y estudiaba Derecho para recuperar El Tiempo Perdido. Me refiero,

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continuó, al gallo, cuyo canto sencillo y armonioso embarga a quien lo escucha de alegría y entusiasmo, porque es la voz de la existencia que penetra en todos los sueños. Bravo, gritaron todas las horas nocturnas, y aplaudieron a su vocera favorita, en vista de que casi todas se sentían lesionadas con el despertador.

El debate se interrumpió súbitamente por el incidente que se presentó con Las Dos de la Mañana quién dejó caer al piso un estuche de viento que servía para guardar los escalofríos con los que los habitantes de esta hora solían envolver en las calles oscuras a los incautos. Las Doce de la Noche como moderadora increpó a L a Una, y le prohibió volver a infundir en las conciencias la consigna de "robar un minuto de su tiempo” que hasta el momento esta hora venía introduciendo en los sueños. Aprovechó la interrupción para insistir en que la reunión no se podía prolongar más de lo previsto, pues Las Dos de la Mañana podía utilizar esto coma disculpa para sacar a relucir su permanente tic-tac que la afectaba desde la noche anterior, y quedarse en vela amparando a la impunidad. Frente a la observación tomó la palabra Las Cinco de la Tarde para pedir cambio de turno a la noche, pues siempre estaba fatigada y triste, confundida entre el humo de las fábricas y de los buses urbanos, y

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se desesperaba con el deseo de caminar, sin poder siquiera darle una vuelta al reloj montada en el horario. Sacando de su lonchera un trozo de neblina se acercó La Una de la Tarde para exigir más lentitud a sus antecesoras y sucesoras, porque todos los días vivía acosada y no podía disfrutar el almuerzo al que tenía derecho más que nadie por llamarse la hora del almuerzo.

Las Ocho de la Noche considerando llegado su turno para hablar se levantó produciendo un estruendo por estar cargada de sonajeras, muñecas, carritos, ábacos, y cajitas de música, que al instante empezaron a dejar escuchar sus infantiles melodías. Ya se le ha advertido dijo Las Doce de la Noche enfurecida, que cuando quiera intervenir no se pare; es la única que está dispensada para hacerlo por todo ese alboroto que arma al moverse con esa cantidad de juguetes. Esta, por ser la hora en que los niños y las niñas duermen, se quedaba siempre custodiando todos los juguetes, los cuales debía entregar a su hermana las ocho de la mañana para que ella los retornara a sus pequeños dueños. A ver, ¿qué es lo que va a decir?, inquirió Las Doce de la Noche muy molesta. Las Ocho de la Noche formó un cuadrado con sus labios, y apretando los ojos, empezó a llorar; enseguida se sentó frunciendo los hombros. De inmediato se levantó Las Tres de la Mañana tambaleándose para protestar.

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Las palabras le salían con dificultad por encontrarse mareada debido al elevado número de copas consumidas por quienes solían esperar su llegada. Me perdonan en toda caso, usted podrá ser la mandamás de los relojes, pero no tiene derecho a asustar a las Ocho de la Noche a quien todos queremos y consentimos tanto y....y....y..., bueno, mejor dicho, ¿qué estaba diciendo?, le preguntó a Las Cuatro de la Mañana, y esta, que se encontraba concentrada leyendo un grueso libro sobre Tiempo, la miró muy molesta por lo que Las Tres de la Mañana se sentó y al poco rato empezó a roncar.

Las doce de la noche exigió más seriedad, y puso su mirada en Las Nueve de la Mañana, quien había hecho una grave acusación por el extravío de algunos minutos en su turno del día anterior. Ella ya los consideraba perdidos, porque nadie daba razón de su paradero. De la pérdida sindicaba a Las Siete de la Mañana y a La Una de la Tarde, por ser las horas más acosadas del día. Las Dos, ofendida aclaró que ella podría ser pobre pero honrada. Las Nueve golpeó con fuerza sobre la mesa y exigió justicia, por ser ella la más estricta y calculadora de las horas, siendo su turno aquel en que se firmaban todos los contratos.

Las Doce de la Noche le dijo que no se afanara, que para todo había tiempo. La

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mayoría de las horas miraron de soslayo a Las Dos de la Mañana que desde que salió a relucir este tema se puso muy nerviosa.

Las Siete de la Noche reflejando numerosos destellos en su cara, se levantó con actitud de ruego, para pedir que se reconsiderara la decisión milenaria de prender todas las veladoras a los santos en el momento de su turno, no porque se sintiera mal en dicho lugar sino porque tenía gran curiosidad por presenciar los milagros. Las Doce de la Noche le pidió que se contentara con el tiempo que le correspondía, pues cada una tenía que desempeñar un papel con análogas dificultades, y citó su propio ejemplo: ella no llegaba a conocer ni el día que se terminaba ni el que empezaba, pero ambos la consideraban su amiga y confidente. Las Siete de la Noche se sentó musitando una oración con respeto.

Intempestivamente se escucharon golpes en las puertas que daban al campanario y todas las horas sorprendidas se pusieron en punto, recogiendo sus minuteros. Se escuchó el rugir del viento con gran intensidad. Una presencia silenciosa se acercaba a la asamblea. De repente traspasó el umbral. Era un personaje envuelto en un halo de humo con olor a incienso, vestido de negro, con sombrero y bastón. Su expresión tenía la sombra dejada por la ausencia del tiempo. No había duda, era

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El Minuto de Silencio. Miró hacia Las Tres de la Tarde que tenía puesto su traje negro, y en ese instante las campanas empezaron a doblar.

La noción de espacio-tiempo y la experien-cia corporal

En nuestra experiencia de vida tenemos la sen-sación de vivir un tiempo unificado para todos, como si existiera un paso de tiempo general, el cual es asimilado al concepto de espacio. Es decir se le da una medida específica al asumir-lo dentro de una dimensión generalmente de tipo longitudinal. De tal manera que todos nos sometemos a ese tiempo cuya medida está dada por el reloj y los calendarios, y termina constituyéndose en un poder que rige nuestro comportamiento. De acuerdo con él ajustamos nuestro organismo a las horas señaladas para

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comer, estudiar, trabajar o descansar. Tenemos que ponernos al unísono con la división unifica-da para todos del día y la noche, que nos da las nociones de tarde, de temprano, o de estar de manera oportuna ejerciendo una actividad.

Sin embargo, de manera simultánea tenemos la conciencia de una sensación de tiempo que, permaneciendo el mismo, varía de acuerdo con las circunstancias específicas que se relacionan con lo que esperamos del entorno y con lo que se nos exige de él. Por ejemplo, una vivencia que nos representa alegría parece reducir su extensión en relación con una vivencia que nos representa desagrado. La percepción del tiem-po de quien espera en un sitio el cumplimiento de una cita es diferente de la que tiene quien está siendo esperado. Igualmente, podemos ve-rificar la variación que implica el cambio de condiciones históricas en relación con la sen-sación del tiempo que duran determinadas acti-vidades. Así, la obtención de información hace cincuenta años, buscada en los libros o en los periódicos, implicaba el paso de minutos y ho-ras, mientras que en la actualidad esta acude en el ordenador en fracciones de segundos.

Esta primera consideración nos lleva compren-der que la concepción de tiempo se relaciona directamente con nuestra experiencia corporal la cual varía de acuerdo con las condiciones históricas en las que nos desenvolvemos. Es

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como si en nuestro cuerpo se inscribieran rela-ciones específicas del tiempo en proporción di-recta a las expectativas que tenemos del en-torno en que este se involucra, en una época determinada. Siendo la percepción de tiempo posible solamente gracias a que nuestro cuer-po se encuentra en un flujo de acciones ininte-rrumpidas desde nuestro nacimiento, cuerpo que por sí mismo construye un espacio, el tiem-po que percibimos está inevitablemente vincu-lado con el espacio. Es inimaginable la expe-riencia del tiempo sin la experiencia igualmen-te de la espacialidad, por lo tanto es necesario concebir siempre esta relación de espacio-tiem-po, aspecto que desde la física señaló Einstein (Hawking S. 1988), es necesario aclarar que la referencia al tiempo en este trabajo implica la referencia a esta relación inseparable del espa-cio-tiempo.

En nuestra cotidianidad vital experimentamos múltiples tiempos, de manera que no podemos reducir el planteamiento a la disyuntiva de su vivencia como físico y psicológico, como suele hacerse cuando se abordan las denominadas vivencia interior y vivencia exterior de la perso-na. Nuestros estados interiores (que no están desligados de la realidad exterior sino que for-man parte de ella) tienen una gran diversidad de trasformaciones. Cada una de estas implica una experiencia distinta del tiempo. Igualmen-te, nuestras relaciones con el entorno (y con

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los seres humanos con quienes nos relaciona-mos) nos generan múltiples experiencias de temporalidad.

Podemos afirmar que el presente, es decir, la experiencia determinada por nuestro cuerpo en el encuentro con la realidad de manera cons-ciente, como lo señala Bergson H. (2010), se desenvuelve de forma diferente en las percep-ciones que se tienen de paso del tiempo de acuerdo con la especificidad de cada persona. Estas no corresponden a una reducción cuanti-tativa como se acepta de manera general en la sociedad occidental, regida por la marcación de los relojes. Mi día no dura lo mismo que dura tu día, ni lo que dura el día de otras per-sonas, por cuanto somos completamente distin-tos. Para cada individuo los factores que entran a determinar las duraciones específicas de cada episodio de su rutina son múltiples. Dife-rentes circunstancias y combinaciones entre estas circunstancias concurren de manera si-multánea frente a un presente determinado para darle una forma particular al tiempo per-cibido por cada uno.

Otro aspecto se relaciona con la manera como interviene el pasado de cada uno para configu-rar la experiencia única que tenemos de tiem-po. La percepción de una imagen-objeto (pues como aclara Bergson percibimos imágenes, no objetos, siendo el cuerpo mismo una imagen

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desde el campo de la percepción), se hace posi-ble no solamente por el contacto de los senti-dos con esa imagen-objeto. Es necesario que se produzca una actualización de las imágenes-re-cuerdo que se ajustan de manera específica para la percepción de esa imagen-objeto. Es decir, la comprensión de la percepción, la con-ciencia de esta, solo es posible en la medida en que se capte del presente lo que se asemeja al pasado. Así, de manera inmediata, se vienen desde ese pasado hacia el presente las imáge-nes-recuerdo apropiadas, las cuales completan la percepción. Es de destacar aquí que si com-paramos el suceso presente y la presencia de los recuerdos actualizados, podemos darnos cuenta que esta temporalidad acumulada del pasado resulta ser de un volumen mayor, y a ella se suma lo nuevo del presente que también devendrá pasado.

Para comprender este proceso podemos pen-sar, por ejemplo, cuando observamos una re-cepcionista en su escritorio: en este caso nos hacen falta no solamente las imágenes-recuer-do que nos permiten identificar que se trata de una mujer, con una edad y un color de piel de-terminado. La parte no visible de ella aunque está oculta por el escritorio también la percibi-mos, y esto solo lo hacen posible las imágenes-recuerdo que nos remiten a la completitud del cuerpo humano.

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Concurrencia de diversos presentes en un mismo espacio-tiempo

La percepción avanza más allá de posibilitar la adquisición de conocimiento. Como lo muestra Bergson esta invariablemente conduce a la ac-ción que resulta matizada no solamente con aquello que constituye el contenido de la per-cepción, sino con las imágenes-recuerdo actua-lizadas. Teniendo en cuenta que cada uno de nosotros es distinto pues las imágenes-recuer-do son específicas y corresponden a las expe-riencias personales relacionadas con la percep-ción, no se puede esperar que esta sea igual para todos ni que las acciones que realizamos en respuesta sean siempre las mismas.

Este aspecto es de suma importancia si se tie-ne en cuenta que en la sociedad occidental cir-culan paradigmas de uniformidad, exigencias de respuestas similares a las mismas pregun-tas, cuestionarios para medir las competencias. Estas últimas deben tener las mismas caracte-rísticas para la totalidad de las personas, lo cual lleva a generar expectativas de adquirir conjuntos específicos de aptitudes a partir de asimilar un paquete homogéneo de conoci-mientos, hecho que va en contra de la naturale-za de la percepción.

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El análisis del proceso de la percepción nos permite comprender que nuestras acciones no tienen la originalidad y la espontaneidad que generalmente suelen atribuírseles. Estas accio-nes vienen con una determinación que por fuerza nos puede llevar a encontrar una para-doja al ejecutarlas. Esta consiste en que, si bien estas acciones corresponden a la novedad de nuestra intervención en el devenir, dicha novedad deja de serlo en cuanto cobran vida situaciones de nuestro pasado que parecían no tener fuerza ni vigencia como hechos reales. Dichas situaciones consideradas dormidas en nuestro pasado y destinadas al olvido, en reali-dad pueden estar cobrando vida una y otra vez, matizando nuestras acciones siempre de la misma forma, desvaneciendo así la novedad.

Esto hace que nos constituyamos en portadores activos de aquello que ya hemos vivido. Obede-cemos a los registros guardados en nuestra memoria, y solo mediante ellos podemos darle curso a nuestro devenir. Esto coloca a cada ser humano en una dimensión distinta con relación al momento considerado presente. Es decir, hay una gama infinita de presentes, dentro de los cuales se ubica el nuestro, determinado por nuestras imágenes-recuerdo concretas, es de-cir, por porciones de nuestro pasado, actualiza-do.

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En un extremo de esta gama se encuentran los presentes de quienes están instalados en otros momentos de su propia existencia, e incluso en la existencia de sus antepasados. Esta vivencia en un pasado determinado orienta sus acciones con una especie de reserva que bloquea la po-sibilidad de nuevas alternativas para su vida. Esto debido a que el pasado en el que se en-cuentran constituye su presente. En el otro ex-tremo de la gama están quienes solamente re-cogen, de una manera que podríamos denomi-nar económica, los datos de conocimiento bási-cos del pasado para realizar la percepción, y hacer surgir la acción correspondiente.

Cuando se menciona este hecho de manera ge-neral, sin ubicarlo en una vivencia concreta de alguien, esa distancia entre los seres humanos que conviven en un mismo presente, sin coinci-dir espacio-temporalmente, aparece como un hecho inofensivo. Esto debido a que el mante-nerse en esta generalidad no produce ningún efecto en la verdadera vivencia espacio-tempo-ral humana, como sucede con toda generali-dad. Pero al ubicarnos de manera específica en las marcas de pasado que constituyen la reali-dad de un individuo o de una sociedad, nos da-mos cuenta de que las personas, atendiendo a estas marcas, pueden generar acciones des-tructivas para resarcir un sufrimiento de otro momento, y de cuyos causantes no queda ras-tro en el presente actual.

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Con estas consideraciones podemos observar la inutilidad de categorías que universalizan, y que han constituido una práctica común esta-blecida desde el pensamiento occidental. Me-diante este procedimiento se divide tanto la historia como todas las instancias de la expe-riencia social e individual, sin considerar la realidad que se despliega a partir de múltiples vivencias de tiempo, cubiertas por la atmósfera de los recuerdos.

Estas vivencias específicas que nos permiten la singularización de la experiencia nos llevan a identificar la presencia constante del pasado como una referencia de identidad del indivi-duo. En su desenvolvimiento se producen de manera constante actualizaciones de los dife-rentes aspectos que constituyen su historia personal. Estos son episodios o vivencias que se preservan como material disponible para el momento presente gracias a la integración in-disoluble que el individuo tiene con su entorno total. A la vez, este entorno lo constituye a él, pues no se puede pensar en un individuo sepa-rado por ejemplo del aire que irriga de oxígeno su cuerpo, del agua, elemento esencial para la vida, de la tierra que le produce los nutrientes necesarios para reproducir su biología, del fue-go que significa la temperatura misma de su propia existencia, es decir, que los límites de su cuerpo no están en su piel.

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Siendo tan decisivo el pasado en las acciones presentes, la sociedad no puede plantearse una proyección hacia el futuro desconociendo las especificidades de las historias de las personas que la componen. De tal manera que resulta inútil imponer una planificación absoluta para la vida humana en sociedad, pues esta es una modelación en filas y columnas, en las que se presentan cifras y resúmenes de las acciones futuras. La dinámica de la existencia está más relacionada con la turbulencia de una corriente de agua o con los remolinos de un huracán, que con los diseños lineales rectos, curvos o cuantificables de los esquemas geométricos. Es decir, resulta imposible sustituir con un siste-ma de puntos y líneas la fluidez de la naturale-za en su despliegue sobre el planeta.

Este despliegue incluye la naturaleza interna de la persona la cual percibe promesas y ame-nazas del entorno, y genera acciones no me-diante mecanismos de causa y efecto, sino en procesos cargados de vida. Estos procesos in-cluyen las condiciones de la conciencia, las condiciones biológicas, las condiciones físicas y las condiciones ambientales, en que estos se inscriben. Los procesos vitales despliegan mo-vimientos de flujos y reflujos a los que la cultu-ra simplemente puede contribuir retirando sus barreras limitadoras, para que pueda expandir-se la capacidad humana en todo su alcance.

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Percepciones distintas unificadas al servi-cio de un propósito

Como se ha mostrado, se produce un intento de enmascaramiento desde la organización social, para distorsionar la esencia de la experiencia personal, guardada en la memoria con todas las características aportadas desde los diferen-tes campos de existencia social. De tal manera que la imagen-recuerdo que concurre con la percepción producida en el presente no es uni-forme para todos los seres humanos. El sello de la experiencia propia hace reconocer un núme-ro, una forma, un color, desde la particularidad propia del sujeto, de tal manera que para su comprensión resulta con un matiz único.

Este hecho contrasta con la pretensión de con-siderar que todas las personas perciben lo mis-mo y lo perciben de la misma forma. La preva-lencia de la particularidad permite comprender por qué se hacen tan fuertes las diferencias frente a los resultados esperados ante condi-ciones de realidad similares en los procesos so-ciales. Esto genera desconcierto en relación a la expectativa que se tiene al implementar, por ejemplo, una reforma que pretenda mejorar la calidad de vida para una población específica.

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De manera que la vivencia de un tiempo pre-sente que se hace entendible a partir de un tiempo pasado es radicalmente diferente entre un ser humano y otro. Además, lejos de pensar en la posibilidad de una aproximación objetiva a la realidad, nos encontramos frente a muchas variaciones de percepción de esa realidad, equivalentes a las mismas alteraciones genera-das y registradas en la memoria, y correspon-dientes a los diferentes presentes anteriores.

Esto nos aleja de poder establecer parámetros exactos de percepción que nos puedan reportar regularidades irreversibles, y de plantear gene-ralizaciones que impongan la similitud de una misma percepción para todos. Referencias so-bre la percepción de un individuo solo pueden ser conocidas mediante el reporte que él hace de su propia experiencia aunque la verbaliza-ción la presenta distorsionada. Es imposible pe-netrar en alguien y conocer las características de su percepción.

El enigma que implica las percepciones de los otros ha llevado a indagaciones aprovechando el desarrollo tecnológico, desde el campo vi-sual. Se ha procedido mediante la realización de registros fotográficos para establecer lo que un individuo ve durante el lapso de un año. En el experimento se logran recoger una gran cantidad de visiones, pero simplemente se pro-duce un registro en movimiento de las imáge-

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nes-objeto. Las verdaderas visiones percibidas no se pueden conocer mediante dicho registro, pues no se tiene acceso a la presencia de las imágenes-recuerdo del sujeto que posibilitan su percepción. Quienes hacen el estudio, al re-visar el material, tendrán a su vez una percep-ción distinta, correspondiente a imágenes-obje-to grabadas y relacionadas con sus propias imágenes-recuerdo de investigadores.

Lo anterior nos lleva a considerar que, si bien es cierto se logra uniformizar a todos los indivi-duos de una sociedad desde instancias como la educación, la participación política o la discipli-na militar, este procedimiento no significa que pueda desaparecer de manera total en la per-sona su individualidad. Esta queda temporal-mente absorbida por una fuerza superior que le impone transitoriamente un comportamiento determinado, en el que se produce una cierta renuncia a las acciones implicadas en sus pro-cesos preceptúales. El individuo en estado de constreñimiento está destinado a obedecer, lo que implica hacer aquello que se le señala, y que es ajeno a su propia decisión.

En el primer caso, el de la educación, se esta-blecen programas de estudio para guiar la acti-vidad docente en la institución, y en esta se im-plementan una serie de normas que deben ser seguidas por los estudiantes. Quien se margina del comportamiento impuesto de manera gene-

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ral es considerado como afectado por anoma-lías o problemas de tipo cognitivo o conductual. Sin embargo, a pesar del señalamiento que se le impone, la persona logra seguir su desarro-llo. Sí por ejemplo, alguien sufre dislexia, es rechazada por su incapacidad para leer o iden-tificar números, o escribirlos. Simplemente se considera que debe ser atendido en una institu-ción para discapacitados mentales. Sin embar-go, muchas de estas personas logran alcanzar altos niveles de conocimiento y acceder a gra-dos de estudio superiores mediante el ejercicio intenso de la memoria, de la asociación visual y de la oralidad, demostrando que no tienen difi-cultad alguna en el aspecto cognitivo. Este ha sido el caso de importantes artísticas y científi-cos en la historia.

En el caso de la participación política se suelen utilizar consignas en los partidos como “un solo cuerpo, un solo hombre, marcha por la con-quista del poder”. Con procedimientos de este tipo se logra que las personas renuncien a su individualidad, produzcan una especie de ador-mecimiento de su intelección, como lo señala Le Bon G. (2005), y encaminen sus acciones en la dirección que señala el líder. En este caso se acude a imágenes-visuales evocadas por el dis-curso, las cuales llevan a la actualización de las imágenes-recuerdo de los deseos, de las nece-sidades cotidianas y del respeto por los muer-tos. Debido a esta actualización se produce una

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adhesión incondicional a los propósitos políti-cos de quienes orientan el partido, adhesión de la masa humana que representa un poder físico real a la manera como se constituían los ejérci-tos en la antigüedad en sus luchas cuerpo a cuerpo.

Este mismo mecanismo es el que se convoca mediante el futbol, el cual constituye una for-ma de entrenamiento para la guerra en cuanto en él entran todos los símbolos constitutivos de esta: las banderas, los colores, los uniformes, los cantos de victoria, la presencia de un capi-tán, de unos jueces. Estas no son simplemente formas metafóricas de una preparación alegóri-ca sino procedimientos que comprometen vidas reales, dando muestra del alcance de su radica-lidad. La población entera se alinea en un lado y otro, nadie puede quedar aislado. Es un fenó-meno que al igual que la guerra, aparenta bo-rrar las diferencias sociales, pues en este grito de batalla participan desde el lustrabotas hasta el ministro. El alcalde de la ciudad asiste al es-tadio y une su voz a la del obrero para hacerle barra al mismo equipo, porque ya se han borra-do las diferencias, todos están alineados en bandos.

Finalmente, en el caso de la disciplina militar también se obra anulando la individualidad, pero en este caso no mediante la utilización de la palabra, sino con la intimidación que produ-

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ce la fuerza. La persona obedece por temor, y renuncia a sus necesidades personales, para entrar a formar parte de un aparato poderoso que se mueve de manera mecánica. Aquí la verbalización es mínima pero es contundente, y se emite con la fuerza de la agresión para im-poner obediencia. Se logra constituir así un solo cuerpo, que en este caso tiene en sus ma-nos la violencia, mediante la cual se alcanzan los propósitos que se señalen desde los cargos de dirección estatal.

Este procedimiento tiene una aceptación tran-sitoria, no permanente, de toda la población, pero logra una aceptación permanente de algu-na parte de la población, como garantía para que se mantenga el control de la sociedad (son los que militan para siempre en un grupo). Controlar a toda la población todo el tiempo es imposible.

La tendencia a pretender generar una iguala-ción mecánica, convirtiendo a todos los seres humanos en unidades similares que actúen al unísono desconoce la especificidad de cada existencia, la cual implica procesos distintos de percepción y de acción. Como se señaló esto se logra de manera transitoria, pero a la vez se realiza de forma permanente si se considera desde la estrategia de cambiar cada vez el gru-po humano controlado. El procedimiento impli-ca desconocer el espacio-tiempo de la persona,

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encajándola de una manera forzada en un es-pacio-tiempo general totalmente ajeno al suyo.

La duplicación de la realidad

La generalización de un espacio-tiempo se ve reforzada por los medios de comunicación que tienen el poder de hacer que un hecho sea co-mún para millones de personas, de involucrar-las en este. Para ello generan expectativas y direccionan las percepciones y las acciones in-dividuales en el sentido requerido por quienes tienen el control social. Además, configuran lo que podríamos denominar la presencia de una nueva realidad, mediante la cual se desconoce la realidad específica del individuo.

Este proceso de duplicación de la realidad par-te del desarrollo y aprovechamiento de un as-pecto fundamental para la conformación del cerebro como está concebido actualmente en el mundo occidental. Este corresponde al papel que cumple el lenguaje en una de sus etapas históricas, la correspondiente al momento en que se independiza, adquiriendo vida propia, y prescindiendo de la realidad para poder imitar aspectos de esta. Ante la ausencia del objeto, el lenguaje lo nombra, no solo con la palabra oral, sino mediante su representación a través de signos gráficos. Esta duplicación de la realidad adquiere tal fuerza e independencia que termi-

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na gobernando la vida misma de las personas, como lo evidencia el proverbio “las palabras vuelan, lo escrito queda” atribuidas al orador romano Caio Titus. Pilatos se hizo famoso por sus palabras “lo escrito, escrito está” para sal-var su responsabilidad. Esta fuerza del texto escrito lo podemos evidenciar considerando el poder que tienen en todo el mundo los diferen-tes códigos, constituciones, legislaciones, de-cretos y normas emanadas a diario, que son la base para decidir el destino de millones de per-sonas.

De tal manera que el ser humano pasa a ser el súbdito de esta realidad inventada, hasta el punto de que bajo el imperio de lo escrito se han producido condenas a muerte, guerras, sa-queos, y grandes movimientos que cambiaron para siempre el rumbo de la humanidad. Basta pensar, por ejemplo en como los europeos lle-garon a América con títulos reales, textos escri-tos, mediante los cuales la corona les otorgaba la propiedad de los territorios de América, in-cluyendo a sus habitantes.

La duplicación aludida de la realidad se vio fa-vorecida con la sustitución histórica de la expe-riencia colectiva de las personas hasta finales de la edad media, por la imposición del racio-nalismo que se impuso en el siglo XVII. Sus postulados condujeron a imponer un criterio individualista en perjuicio de la concepción de

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grupo. Esta concepción, que se volvió la prácti-ca de la sociedad occidental le otorgaba a la persona el derecho de escoger y el ejercicio de su libertad. De esta manera ella avanzaba ha-cia el progreso, pero el avance implicaba obe-decer a esta duplicación de la realidad en con-signas de guerra y conflictos de diferente or-den, cuyo fondo estaba en el interés específico de determinados grupos instaurados en el po-der.

En esta etapa de la humanidad se impulsó el desarrollo de la ciencia, el cual dio inicio, en una escala mayor, al avance tecnológico, bajo el criterio de crear reservas de recursos para la sociedad. También se favorecieron requeri-mientos tan importantes como la salud con el desarrollo de la medicina. Sin embargo, a la par del aporte positivo de estos progresos, se sentaron las bases para la instauración del po-der nuclear, de las guerras con armas de exter-minio masivo, y de la contaminación del plane-ta. Estos hechos son inimaginables sin el desa-rrollo alcanzado hasta ahora, cuya constante es la existencia de realidades paralelas, construi-das en las mentes de las personas, para que asuman y actúen de acuerdo con determinadas orientaciones de un espacio-tiempo general que impone un hoy para todos.

En la actualidad dentro de estas realidades in-ventadas se encuentra la denominada realidad

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virtual, que cuenta con autopistas informáticas, navegación en internet, nativos digitales, redes sociales, piratas informáticos, etc. Ante ella es importante asumir una posición que les permi-ta a las personas darse cuenta de los efectos que tiene en la conformación de su conducta. Es decir, es importante que el individuo tome conciencia de que dicha realidad no es la totali-dad de su existencia pues esta tiende a abarcar la vida, ausentando al individuo de las acciones que le plantean los procesos perceptuales con su entorno real. Así, no le queda más alternati-va que orientar sus sentidos hacia las pantallas rectangulares y los teclados como única opción de imagen-objeto.

La realidad artificial constituida por la virtuali-dad tiene como característica que materializa el ideal presentado por la sociedad contempo-ránea de eterna juventud. No presenta en ella ningún devenir pues siempre mantiene a las personas en un presente de infinitas posibilida-des de tipo cuantitativo pero solo de una alter-nativa en términos cualitativos. Es la simulta-neidad de la interfaz que, en cuanto solo se puede escoger una opción, deja de ser simultá-nea. Esta le ofrece al individuo el ingreso por cualquier ruta, sin que se requieran nociones del orden del antes y el después, en contraste con la realidad a la que el individuo vuelve al seleccionar apagar el equipo, momento en el

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cual retorna a sus propias condiciones de espa-cio-tiempo.

En este no solo existen saludos y diálogos de lo cotidiano, como los que se dan a través de las redes sociales, sino que aparece la existencia, con todo su poder revelador de la condición hu-mana. Aquí se despliega la fragilidad física de la persona en la naturaleza: alegrías y satisfac-ciones pero también enfermedades y sufrimien-tos causados por las necesidades materiales y la muerte, la cual está siempre latente en todos los que nos rodean y en nosotros mismos.

La división esquemática del tiempo

El ideal posicionado por occidente de eterna juventud parte de la implantación de una dife-renciación rígida entre pasado, presente y futu-ro, establecidos como instancias espaciales que tienen un mismo patrón longitudinal, es decir, una definición cuantitativa dada por los instru-mentos de medición del tiempo. A partir de esta instancia espacial todo acontecimiento vi-vido por la humanidad queda ubicado a una distancia mayor o menor en el pasado a partir del presente. Para esto se recurre a situar refe-rencias arbitrarias que permiten, desde la me-dición matemática, dar la cifra correspondien-te. De esta manera, se habla de A. C. y D. C. para referirse a acontecimientos que ocurrie-ron antes de Cristo y después de Cristo. Lo

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considerado en A. C. puede referirse a miles de años y lo considerado en D. C. a decenas de años, lo cual da la tranquilidad de tener encajo-nado y controlado el tiempo.

Igualmente, se tiende a considerar que el ser humano ha tenido un comportamiento y unas características similares a las actuales en cual-quier época de la historia. Es como si en las di-ferentes culturas hubieran existido las mismas formas de hablar, de relacionarse, de convivir. Es decir, se tiende a desconocer que las per-cepciones son únicas para cada individuo, ya no solamente partiendo de los múltiples espa-cios-tiempos que concurren en un mismo pre-sente, sino de los que corresponden a épocas diferentes. Por ejemplo, el ser humano del siglo XIII D. C. nos parece igual al ser humano del siglo XII, o el ciudadano griego del año 400 A. C. nos parece igual al griego del año 300 A. C. Se generan así una serie de referencias con-vencionales de las cuales solo se presenta una cuenta de manera numérica. Así que se desco-noce plenamente la vitalidad de la existencia a la que se hace referencia a pesar de que esta es la que tiene importancia cuando se trata de la historia humana.

La situación se hace más compleja si tenemos en cuenta que solo podemos conocer las cultu-ras pasadas por algunos rastros sobre la forma como se desenvolvía su vida encontrados por

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los arqueólogos. En este conocimiento se incu-rre en la tendencia a hacer generalizaciones, que terminan imponiéndose como un hecho ab-soluto, sin dejar la reserva para poder conside-rar que en esa cultura determinada se darían otra multitud de situaciones de las cuales no tenemos información. Hay estudios por ejemplo sobre el tipo de música en la cultura griega de los siglos anteriores a Cristo, pero no podemos imaginarnos como sería una noche griega de entonces, y que atmosfera se construiría cuan-do se entonaba esta música. Aquí se sigue con la generalización de los siglos que no nos hace posible imaginar la diferencia por ejemplo en-tre el año 395 y el año 394 A. C.

De esta manera, no nos queda más alternativa que entrar en un diálogo con los muertos de diferentes épocas, quienes a través de sus obras de tipo artístico o científico nos dan algu-nas referencias que nos permiten figurarnos las características de espacios-tiempos diferen-tes a los nuestros. Sin embargo, no podemos generalizar, y dar como un hecho la ubicación de la historia humana de manera esquemática como lo ha marcado e impuesto la cultura occi-dental en la educación. En este aspecto cultu-ras como las indígenas, que tienen otras vías de comunicación con sus comunidades, con su entorno y con sus antepasados, son ignoradas en el recuento histórico. No obstante, ellas tie-nen una mayor posibilidad de conocimiento de

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sí mismas, por la preservación en la memoria colectiva de los acontecimientos y las experien-cias de generaciones pasadas. Esta posibilidad es muy importante porque nos muestra una al-ternativa, diferente al culto a la eterna juven-tud que hace occidente. En dichas comunida-des se tiene un gran respeto por los ancianos y por los ancestros, de cuyos conocimientos se nutren todas las personas, y constituyen la base para desplegar su existencia. Para estas comunidades no hay una división tan rígida y esquemática del tiempo en pasado, presente y futuro como sucede en nuestra sociedad.

Para occidente el presente tiene una extensión, es decir, es medible espacialmente, y su escala es el reloj, que determina de manera estricta una única opción de acciones que deben se-guirse dentro del denominado itinerario. Este se marca con elementos como el timbre del co-legio, el reporte de entrada y de salida del cumplimiento de turnos, o del desarrollo de ta-reas en el trabajo, etc. Contrario a las culturas ancestrales, la noción de presente occidental niega el cuerpo, el cual es traspasado de su ca-tegoría vital a la condición de ente que cumple funciones. Es decir, el cuerpo es negado en la medida en que es considerado como un meca-nismo que llena y hace llenar espacios. De esta manera, sobrevive en una especie de somno-lencia de la cual solamente despierta por el do-lor, que inmediatamente lo remite a su ubica-

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ción espacio-temporal biológica, hecho que mu-chas veces ocurre cuando su espacio-tiempo se aproxima al fin.

Esta noción de presente, que reduce el cuerpo a la condición de ente, no le deja al individuo más que su referencia a la comunicación diaria con su doble interior y con su doble exterior. Estas dos presencias no están ubicadas en el tiempo pues no ocupan un espacio real. Una presencia es la de la imagen del espejo, con la que este cuerpo-ente se encuentra todos los días cuando se sume en su propia intimidad en cumplimiento de sus labores para mantener la apariencia, requerida por la sociedad. La otra, la del doble interior, que es esa imagen infor-me e inextensa que cada uno de nosotros tene-mos dentro. Con ella dialogamos durante el día, le contamos los problemas, le hacemos preguntas (siempre en primera persona) por-que somos nosotros mismos. A ella nos dirigi-mos cuando hacemos gestos de vergüenza por haber violado el cumplimiento de una coerción al hacer o expresar lo que no debíamos. Estos gestos los realizamos refugiándonos en el giro de nuestro cuerpo para no ser vistos en públi-co, procedimiento que seguimos también para gritar en volumen bajo una maldición al sentir inconformidad con una situación que nos re-presenta desagrado.

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De otra parte el futuro, una instancia temporal que no se hace presente en el ahora, es presen-tado desde el pensamiento occidental con una medida exacta, y no posible, sino real, en un curso irreversible. Así, existen los planes de de-sarrollo de las instituciones, el plan de trabajo del empleado, el programa del curso para el estudiante, el proyecto de vida para la persona. El carácter de modelo inexorable de estos contrasta con la realidad que se expande de una manera independiente, muchas veces igno-rando cualquier constreñimiento en el ejercicio cotidiano. Pero en la mayoría de los casos se impone la tiranía del reloj y se descuida la cali-dad del trabajo realizado. Por ejemplo, un pro-fesor puede durar ciento veinte minutos ense-ñando en un salón sin que sus estudiantes ad-quieran nuevo conocimiento. De manera que la medida desde el tiempo desconoce tanto las ca-racterísticas emergentes para una situación concreta que tiene el ser humano, como la aleatoriedad del movimiento en la sociedad. Esta aleatoriedad puede ser motivada por los obstáculos que erige la naturaleza, que gene-ran otras personas, o también por las condicio-nes mismas del desenvolvimiento de la cotidia-nidad social. El programa del curso, para poner un ejemplo, contrasta de manera muy notoria con la realidad que lleva al estudiante a no en-contrar una relación entre su vida y su educa-ción. El alcance dramático de este hecho se verifica cuando este termina su ciclo educativo

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y se ve enfrentado a condiciones de desempleo o de subempleo, porque su proceso formativo de muchos años no encaja en términos labora-les en la organización de la sociedad.

A pesar de la existencia de estas paradojas se insiste en la pretensión de tener un control preciso sobre el camino que debe seguir la vida, hasta el punto de que una peripecia que cambie la dirección de los acontecimientos es-perados aparece como un hecho inaceptable. Como se pretende tener un control absoluto, y todo debe estar encajado en las normas y en lo escrito, cualquier incidente se supera de mane-ra retórica dando argumentos que demuestran que para el futuro todo está controlado. Este puede ser el caso de una inundación que sim-plemente se aborda desde el terreno de lo abs-tracto pasando a la realidad simulada para tranquilizar a todo la población. Se informa por ejemplo sobre las cifras de dinero que se van a invertir para la construcción de obras que ha-brán de prevenir los desastres ocasionados por imprevistos como este.

La otra opción, la de no pasar a la realidad si-mulada, es generar una alternativa fría, desco-nociendo toda la construcción cultural de la so-ciedad, como ocurre cuando fallece alguien. Este fallecimiento se constituye en una especie de desafío para el orden imperante pues la ins-titución oficial es la dueña de la vida de las per-

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sonas (esto se evidencia en el rechazo a la eu-tanasia que obliga a la persona a seguir vivien-do en condiciones deplorables); como el occiso no forma parte de la sociedad, en él no hay es-pacio-tiempo, rápidamente es desterrado, y el requerimiento que se hace es el de reemplazar-lo lo más rápidamente en la institución a la que pertenecía.

El espacio-tiempo en la compra de la ilu-sión

Teniendo en cuenta el papel que el conjunto de las personas cumple con sus actividades en función de la preservación de la sociedad, el futuro se presenta medido y cuantificado, pre-sentándose las ofertas al alcance de todos. Cada uno tiene la opción de escoger la forma que le resulte más conveniente para entrar en el proceso. El individuo, quien ha intercambia-do una fracción de su espacio-tiempo, el cual desaparece como tal al dar nacimiento al pro-ducto material o espiritual, cuenta ahora con el recurso para beneficiarse de las adquisiciones. Puede comprar prestigio (un carro último mo-delo), comprar el éxito (ropa de marca fina), comprar el amor (la crema o la loción ofertada por las divas más admiradas), comprar la satis-facción (el televisor inteligente).

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Efectivamente, el uso de implementos como el carro genera trasformaciones en el cuerpo: este se prolonga, se extiende, asumiéndose apropiado de un nuevo poder. La ropa fina agrega nuevos comportamientos y movimientos que muestran seguridad y decisión. Los pro-ductos promocionados por mujeres muy bellas adquiridos por los hombres, generan en estos la sensación de que mediante su uso tienen ac-ceso a dichas modelos. Finalmente, el uso de recursos tecnológicos inteligentes produce un relajamiento corporal y una sensación de pla-cer por la actividad que ahorran con su eficien-cia.

El primer paso de la participación en estas ofertas es la visualización del propio futuro, en el cual la persona queda incluida en un grupo de población privilegiado, enmarcado en los cá-nones ideales. Su manifestación son los prototi-pos humanos ideales de la televisión, o los ga-lanes de las películas y telenovelas, quienes se constituyen en ejemplares de la más fascinante apariencia física, y en el testimonio vivo de la alegría y la felicidad.

Estas condiciones de participación ofrecidas mediante la adquisición de artefactos o ele-mentos que le garantizan a la gente una posi-ción superior en el futuro, dan un matiz parti-cular a la concepción espacio-temporal presen-tado desde el pensamiento occidental. No se

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trata simplemente del esquema de tiempo divi-dido, se trata del establecimiento de una escala en la que se materializa la encarnación indivi-dual del progreso.

La esquematización mecánica que permite la visualización del tiempo equiparado al espacio, define momentos separados y claramente cons-tituidos cualitativamente. Un atrás, no solo como lo que ya pasó, sino como un estado atra-sado del progreso del individuo. Un presente, que con relación al pasado, debe ser por fuerza un estado superior de lo que ya pasó, pero que abre siempre un estado expectante por lo que implica el devenir. Finalmente, un futuro, que se anuncia siempre partiendo de lo que el indi-viduo va a tener, de cómo se va a engrandecer gracias a los objetos, tanto materiales como es-pirituales, que poseerá.

Como se puede notar de entrada, el pensa-miento occidental descalifica el pasado, este se constituye simplemente en una información útil, pero no representa ningún valor dentro del esquema de desarrollo que muestra los má-ximos logros en el futuro. El presente dentro de este esquema es señalado como un estado pujante que lanza a la sociedad hacia adelante. De tal manera que el pasado termina represen-tando lo que no tiene validez, lo que toma la apariencia de ridículo por la extravagancia de sus características con respecto al presente

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(nótese a este respecto la reducción de los ob-jetos especialmente de tipo tecnológico que se da con el paso del tiempo. Por ejemplo la pri-mera edición del computador era del tamaño de un salón y ahora apenas abarca unos cuan-tos centímetros, lo que hace aparecer exagera-do el tamaño en el pasado).

Dentro de esta concepción el tiempo es presen-tado como un espacio que se está recorriendo, del cual cada vez dejamos atrás una mayor ex-tensión, reduciéndose su dimensión hacia ade-lante, lo cual nos aproxima progresivamente hacia el fin. Desde esta perspectiva la enorme implicación de nuestra vitalidad individual y colectiva queda oscurecida dejándonos simple-mente en una carrera en la que no quisiéramos participar porque nos dirige a la muerte.

Aquí se abre la disyuntiva entre lo que pensa-mos y lo que somos, entre la forma como consi-deramos la realidad y lo que es la realidad. Esto se pone de manifiesto cuando se tienen en cuenta las concepciones sobre el tiempo de las culturas indígenas. Desde el pensamiento occi-dental el problema se ha abordado contempo-ráneamente comprendiendo que se trata de una tendencia a esquematizar. Sin embargo, se ha considerado que la dificultad que le subyace es, no que sea necesario liberarse del esquema geométrico, sino que se debe cambiar la figura geométrica para abordar la situación. Entonces

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se plantea que se abandone la concepción li-neal asumiendo una de tipo circular, sin tener en cuenta que manteniendo esta nueva concep-ción se sigue manejando una concepción de tipo lineal, pues el círculo no por ser circulo deja de ser una línea. Esto refleja que liberarse del esquema construido es más complejo, en cuanto se trata de liberarnos de la concepción racionalista en que ha sido circunscrita toda posible representación de la naturaleza en nuestra mente.

Esta liberación implica concebir la realidad de una forma que trascienda la lógica y asumir una posición desde la intuición, lo cual nos re-mite a formas de percepción alejadas de la ins-trumentalización cuantitativa. La intuición, a diferencia de la razón, se instala en la vida y no en lo inerte, como lo señala Bergson, y por lo tanto nos permite tener una aprehensión de no-sotros mismos y del mundo desde niveles que no nos limitan con criterios de exactitud. La aprehensión desde lo intuitivo no es medible, no constituye modelos de repetición de la reali-dad sino que se adentra en la realidad misma.

Al despojarnos de esta tendencia a cuantificar podemos percibir (no medir) el tiempo de nues-tra vida, apartados de la clasificación de etapas en tránsito: “lo que soy, lo que fui, lo que seré”. El tiempo ya no va a aparecer dividido en mo-mentos en un avance cuantificado que separa

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al individuo de sí mismo al llevarlo a concebir-se diferente de acuerdo con la etapa en que se le considere.

No se puede por tanto decir “lo que soy” como un estado diferenciado que nos remite a una conquista única de nuestra vida sin pasado y sin futuro. Tampoco se puede decir “lo que se-ré”, en cuanto el flujo de nuestra vida no se en-marca en esquemas hacia los cuales debamos ajustar nuestros pasos. La única referencia im-portante y fundamental para todo ser humano es tener un sueño que lo impulse a avanzar. Este sueño trasciende el simple cálculo de lo que se podría denominar un proyecto, pues no se trata de desplegar un mapa para seguirlo, o de realizar una agenda para cumplirla. El curso vital se relaciona más con los fenómenos de la naturaleza no orgánicos como las tormentas o las mareas, que con los bosquejos ideados por la razón. De otra parte no se puede decir “lo que fue” como un estado diferenciado corres-pondiente a la experiencia anterior, que le nie-ga al pasado su vigencia mediante la cual se actualiza de acuerdo con las múltiples percep-ciones que tenemos.

La forma de asumir el tiempo en bloques defi-nidos nos presenta como seres mutilados. Nuestra realidad humana corresponde a la in-tegralidad constituida por lo que ya hemos vivi-do, lo que estamos viviendo y lo que esperamos

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vivir. Se conforma así una unidad que determi-na quienes somos, y que nos hace seres únicos como integrantes de una especie animal sobre la tierra.

La integración del cuerpo con el entorno

Nuestras acciones están impregnadas con nuestro espacio- tiempo como totalidad que nos constituye. Nuestra mirada cuenta todas nuestras experiencias, pero también todas nuestras esperanzas. Cada una de nuestras percepciones dice algo sobre nosotros pues en ellas se refleja la condición frágil o fuerte en la que nos encontramos. En ellas se presentan las amenazas o las promesas del entorno como lo señala Bergson H. (2010), en un escenario de encuentro simultáneo del pasado, el presente y el futuro de nuestra propia vida. Este determi-na la acción que vamos a realizar y que nos permite juzgar el acierto o el desacierto de esta acción.

La medida de nuestras acciones la da nuestra necesidad la cual no se puede confundir con la libertad, como se ha procedido tradicionalmen-te en la filosofía, pues esta última se relaciona más con la satisfacción de la necesidad. Los procesos mentales siguen cursos flexibles que no se ajustan a criterios de exactitud sino de fluidez espontánea a partir de las convenien-

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cias del individuo que le señalan cuál es su ne-cesidad. Esto debido a que los procesos que se dan en nuestra mente no están libres de todas las marcas que nos han dejado las diferentes experiencias a través de nuestra vida, y de nuestra propia intención, de acuerdo con la tendencia que tenemos. Esto nos puede llevar a la realización de dos acciones opuestas en mo-mentos distintos frente a una misma percep-ción. El empleado puede reírse de los chistes de su jefe aunque estos no tengan ninguna gra-cia, pero el día que es despedido puede mani-festarle simplemente lo desagradables que son estos chistes. Estas diferencias de acción se de-ben, como se evidencia en el ejemplo, en el diá-logo que llevamos a cabo permanentemente con nuestro doble interno, con ese ser al que le hacemos comentarios no solo mentalmente sino también de manera verbal. Gracias a este diálogo tomamos la decisión más apropiada, así el empleado le puede decir a su doble interno: es un chiste estúpido pero me conviene reírme para quedar bien con el jefe.

Esta dinámica nos permite considerar la pro-funda integración que tiene el cuerpo consigo mismo en todas sus dimensiones, como con el entorno, en cuanto cuerpo físico, biológico, mental, espacial e histórico. El cuerpo no se puede considerar de manera separada del en-torno, de la misma manera que no se puede se-parar la mente del cuerpo, lo objetivo y lo sub-

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jetivo, ni la teoría (o existencia de conceptos en la mente) de la práctica (o interacción del indi-viduo con su entorno). Todos estos aspectos ha-cen parte del fenómeno total de la existencia humana, así que ninguno puede darse de ma-nera aislada, no puede por ejemplo pensarse en la teoría sin la existencia de seres humanos.

El cuerpo como tal entidad viviente solo lo es en su interacción permanente con el entorno que le da la vida. El entorno a su vez es esto, con referencia al cuerpo viviente que lo tiene como tal, la mente solo lo puede ser de un cuerpo y referirse a este como parte integrante de él, que es quien la hace posible. De la mis-ma manera, el hablar aisladamente de cuerpo implica hablar de lo inerte, pues este solo pue-de existir en relación con la mente en la que está presente y a la que contiene como condi-ción para poder estar inscrito en un devenir.

Lo objetivo como contenido de lo real, externo al ser humano, solo es posible desde la referen-cia de lo interno del ser humano, entidad que también es objetiva como condición para poder existir. Lo subjetivo por su parte no se puede concebir aislado, pues tiene que tener relación con un objeto del cual se constituye en su refe-rencia, en la misma condición de la mente y el cuerpo. Igualmente la teoría, como construc-ción o duplicación en la mente humana de las imágenes-objeto no puede darse sin estos, y no

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tiene existencia sin que pueda nuevamente re-vertirse en estos. La práctica solo puede ser tal en tanto exista lo que le da su impulso, donde se origina, que corresponde a una instancia vi-viente. De manera que no puede darse aislada de la teoría, que es la construcción mental que le da sentido.

Por lo anterior es necesario avanzar en la iden-tificación y puesta al descubierto de las creen-cias fijas y esquematizadas que se sustentan, como en una verdad absoluta, en “lo dado”, es-pecie de postulado enraizado en la historia que se presenta como incuestionable. Este sirve de parapeto a posiciones y comportamientos que acostumbran a poner los aforismos y argumen-tos lingüísticos por encima de la existencia mis-ma. Las creencias fijas tienen como caracterís-tica el mantenerse en estados aislados, desco-nectados, con existencia propia, independiente de la dinámica que constituye el universo.

Este hecho se manifiesta en la supervivencia de corrientes como el pensamiento racionalis-ta, al cual no podemos adscribir solamente el planteamiento del filósofo francés René Des-cartes que lo postuló en el siglo XVII, sino a un modo de ver el mundo que se remonta a la mis-ma cultura Griega. Corresponde a una organi-zación del conocimiento a partir de silogismos lógicos que termina encontrándole un lugar preciso a cada elemento del entorno, de mane-

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ra que el ser humano se erige por encima de este.

El racionalismo no corresponde simplemente a un estilo intelectual sobre el que se puede re-flexionar para transformarlo, sino a múltiples y pesadas capas de cultura que mantienen some-tido el comportamiento general de la sociedad. En este tipo de pensamiento podemos rastrear la concepción lineal de tiempo que lo consagra de manera irreversible como cronológico, con lo cual se cuenta con un soporte “dado” para generar discriminaciones, imposiciones, degra-daciones y clasificaciones sociales.

Esto se produce mediante una conducta para-dójica que de una parte atribuye a la antigüe-dad el privilegio de dotar a los individuos de condiciones especiales, y de otra, de despojar-los de privilegios. En el primer caso unos gru-pos humanos exigen mediante la violencia a otros, que cedan sus derechos sobre la propie-dad, e incluso sobre su propia libertad, pues los primeros cuentan con los títulos correspon-dientes, otorgados desde la tradición o por lí-nea hereditaria. En el segundo caso se conside-ra que el paso de los años implica el deterioro de los derechos en el contexto social. Así, se configura una culpa por estar sometido a pro-cesos de envejecimiento. Las instituciones ins-taladas para controlar el pensamiento de la po-blación, como lo son los medios de comunica-

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ción, promueven el desprecio a la apariencia corporal del individuo en su realidad inmediata y lo incita a que cambie dicha apariencia.

Esta concepción de tiempo lleva el signo de “lo dado”, pasa por el filtro de la razón, procesa la realidad para volverla puntos de vista, marcos de referencia, mapas conceptuales, líneas de estudio, círculos de conocimiento, etc. A pesar de esto se da el flujo incesante de la existencia espacio-temporal, que no se detiene, por cuan-to la condición de existencia es el movimiento, la inmovilidad es la negación de la vida. Esta condición de flujo continuo suministra a la mente diferentes nociones de tiempo, las cua-les se relacionan con los movimientos y los des-plazamientos que llevan a adquirir una percep-ción diferente de tiempo de acuerdo con el cuerpo que los produce. Esto significa que la velocidad, la agilidad, la disposición, etc. de-penden de la edad y de las condiciones de salud del organismo. Por eso se afirma desde esta reflexión, que el paso del tiempo para to-dos los seres humanos es diferente, pues no solo hay tantas nociones de tiempo como per-sonas existen en el planeta, sino que estas no-ciones se multiplican por las diversas circuns-tancias que se han vivido, que se viven y que se esperan vivir.

Lo anterior implica un presente distinto para cada uno de nosotros de acuerdo a nuestro es-

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tado físico, biológico, mental y ambiental. A ello se agregan las diferentes combinaciones y organizaciones que se establecen con las pro-pias capas de pasado en relación con una per-cepción determinada. La acción resultante de la percepción que tenemos depende de la ela-boración que hacemos en cuanto a la reacción más apropiada, juzgando sobre nuestra conve-niencia personal a partir de las promesas o las amenazas reales o virtuales de la imagen-obje-tó de percepción.

Teniendo en cuenta que la percepción, al asu-mir nuestro cuerpo desde lo sensorial, nos po-sibilita procesos de conciencia, y luego de pen-samientos, estos son facilitados mediante nues-tra propia memoria. Así que en nuestra mane-ra de pensar hay un alto componente de la ten-dencia correspondiente a nuestro pasado. Esto ha sido determinante para que se asuman las posiciones radicales, los postulados inaltera-bles o las ideas fijas, pues nos encontramos frente a un inmenso material maleable como lo es el recuerdo que constituye el trascurrir de nuestra vida, que a manera de brújula nos per-mite orientarnos en cada momento de nuestra existencia.

Aunque las condiciones convencionales espa-cio-temporales sean las mismas, la experiencia de tiempo es diferente para cada uno. De ma-nera que por ejemplo en una esquina puede

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concurrir una vendedora ambulante, una enfer-mera y una presentadora de televisión. Aunque el paisaje es el mismo y el tiempo cronológico, el marcado por el reloj es el mismo para las tres personas, su realidad de presente es com-pletamente distinta. La vendedora tiene la ten-sión que significa su lucha diaria por la super-vivencia, permanentemente amenazada por el riesgo de que le sea decomisada la mercancía y la priven de la libertad. La enfermera, dedicada a su devoción al servicio, está centrada en el cuerpo (la salud) de los demás, y se apresta a cumplir con responsabilidad su labor humanita-ria. La presentadora de televisión, por su parte, está enfocada en su apariencia física para ase-gurarse de aparecer bonita ante las cámaras, como imagen ideal que ella constituye para un medio de comunicación. De manera que ningu-na de las personas que se encuentran en el lu-gar ajusta su vivencia espacio-temporal a esta coincidencia paisajística y cronológica.

La homogenización del espacio-tiempo como fuente de poder

Como se ha señalado en la cotidianidad se pro-cede bajo la estandarización que implica supo-ner un espacio-tiempo similar para todas las personas, por lo cual se exige la homogenei-dad, y se obra mediante el principio de causa y efecto. Esto implica que con los mismos estí-

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mulos las personas den las mismas respuestas. Los estudiantes en el salón de clase deben reaccionar de la misma manera y seguir el cur-so de aprendizaje que se mide después por un examen escrito. Los trabajadores deben cum-plir las mismas funciones, mostrando un nivel de rendimiento esperado, de acuerdo con las reglas de la empresa. Los televidentes deben estar atentos a los dramatizados y permanecer sentados, es decir, no suspender su condición de televidentes cuando se interrumpe el pro-grama para pasar los comerciales.

Esta homogeneización espacio-temporal se constituye en una fuente de poder en cuanto el individuo desaparece como tal al renunciar a los diferentes espacios-tiempos en los que tras-curre su existencia, para sumarse a uno artifi-cial, lejano, distanciado de su propia vida. En esta condición queda a disposición de la mani-pulación que tiene un propósito determinado de acuerdo con el interés que esté dirigiendo y manejando el proceso. Él acepta esa alteración de su naturaleza, porque tiene la sensación, de manera transitoria, de formar parte de algo que posee el poder de muchas presencias. De repente obtiene una identidad con otros, y au-tomáticamente adquiere la fuerza de todos ellos. El medio que convoca esta aglutinación de individuos constituye un poder en sí mismo: el partido de futbol, el concierto de música en el estadio, la marcha política, la congregación

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religiosa. Dentro de este nuevo cuerpo podero-so la voz del individuo resuena con gran poten-cia, sus pasos se vuelven implacables, sus mo-vimientos se agigantan. Esto hace que le en-cuentre un sentido, más que a su existencia, a su presencia, pues esta presencia corporal es la que le otorga en este espacio-tiempo concre-to el poder que de manera individual nunca tendrá.

Aunque esta experiencia le permite ausentarse de su propia soledad le niega el derecho a su relación corporal con la realidad inmediata de sus propias dimensiones de espacio-tiempo. Queda así enajenado de su experiencia al su-mirse en un espacio-tiempo colectivo que se desplaza con un poder arrollador sin que él tenga influencia sobre ese movimiento. En la manifestación política el líder dice su discurso y lleva a la multitud aglutinada a gritar consig-nas, a realizar movimientos, a ondear bande-ras, a producir sonidos, etc. Todas estas son acciones previas a una materialización concre-ta que corresponde a votar por este político y ubicarlo en un alto cargo en el gobierno. En este cargo él se constituye en significado de los miles o millones que lo eligieron, multiplicando de una manera exorbitante su poder personal.

En el caso del futbol las multitudes acuden or-ganizadas de manera sectaria para apoyar a un equipo con su presencia, y con la manifestación

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de esta mediante gritos, cornetas y exhibición de un uniforme con un color distintivo. Con su participación aceptan asumir el espacio-tiempo correspondiente al partido, que abarca, no solo el de los asistentes al estadio, sino el que quie-nes presencian el evento por televisión mos-trando los mismos signos de apoyo y participa-ción, es decir, los gritos y uniformes del color correspondiente para apoyar al equipo. De tal manera que el espacio para todos es la cancha, el tiempo es la duración del partido, y la acción personal correspondiente a la percepción gene-ral se centra en el apoyo a los movimientos de los jugadores. Esto se da en un estado de ten-sión que suspende los espacios-tiempos indivi-duales durante los noventa minutos que dura el juego.

En este panorama de uniformidades, gracias a la coincidencia artificial impuesta de tipo espa-cio-temporal, las diferencias quedan borradas, y el evento se constituye en un ejercicio de in-tegración humana total con la cual se pretende pasar por encima de la realidad social, hecho que se logra solo de manera coyuntural, pues terminada la actividad, la uniformidad se extin-gue. Las personas se marchan para vivir sus propios presentes extinguiéndose esa momen-tánea potencialidad adquirida por haber hecho parte del presente de una gigantesca masa. El individuo debe asumir la condición misma de

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su existencia con las múltiples situaciones de espacio-tiempo que le corresponden.

Desde las diferentes instancias de poder social cada día se persiste y se obtiene provecho de la unificación del espacio-tiempo de toda una po-blación, con el procedimiento señalado. Esto se hace mediante gigantescas acciones desple-gadas en todas las instancias de la vida del in-dividuo. De esta manera, se copa cada instante de su existencia generando sentimientos de culpa y expectativas de gratificación si se sigue el curso lineal señalado. Así, cada uno de ante-mano sabe que va a pasar mañana, que eventos vienen la semana siguiente, cuales son los tor-neos de este año, que diversiones van a reali-zarse en el próximo.

Esta práctica genera la paradoja de vivir en una sociedad escéptica y al mismo tiempo pre-monitoria. El mundo antiguo ambicionó tener un conocimiento del futuro mediante los orácu-los, las pitonisas, y los sueños, y de hecho im-portantes sucesos históricos fueron determina-dos por estos medios. La sociedad actual con su alto desarrollo tecnológico ha reemplazado los postulados de la fe por los criterios de la ciencia, aplicada de manera plena a los recur-sos estadísticos y los planes en todos los cam-pos. Sin embargo, de manera similar a las cul-turas antiguas, busca no solo conocer de ante-

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mano el futuro, sino disponer del espacio-tiem-po futuro de los individuos.

Las personas encaminadas hacia el porvenir viven, como ya se ha dicho, bajo el sentimiento de culpa que genera el avance vertiginoso del tiempo desde el esquema occidental. Este hace miserable sus vidas, y su condición se re-duce a ser testigos pasivos de la forma como se va disolviendo su existencia. Ante este plantea-miento se podría afirmar que pretendemos ne-gar el proceso de envejecimiento y de deterioro de los órganos humanos. Esto no es así, simple-mente proponemos asumir otra forma de perci-bir que nos permita situarnos más allá de la po-sición esquemática, en la naturaleza misma. Si-tuados en ella tenemos la oportunidad de apre-ciar la belleza que tiene cada momento de la existencia de los diferentes seres vivos. Ade-más, estamos en la condición de considerar la muerte como un proceso importante el cual solo puede ser presenciado por quienes están vivos. El que muere pasa a una condición don-de cesan diferentes situaciones que lo han ve-nido sometiendo y retorna al momento en que se encontraba antes de nacer. No podemos re-lacionar ese estado irreversible de la condición humana con criterios vitales como el agrado o el desagrado. En este sentido cualquier período de la vida es una etapa perteneciente a la mis-ma condición, la muerte es un cambio de condi-ción, es la no vida. Entre la juventud y la vejez

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hay una diferencia de grado pero no de natura-leza. En cambio, entre la muerte y la juventud o la muerte y la vejez hay una diferencia de na-turaleza. Al morir se sale del ciclo que estable-ce las diferentes etapas de la existencia, es otra forma fenomenológica en el universo.

Aceptar otras concepciones de tiempo implica para nosotros compenetrarnos más profunda-mente con la vida, con todas las dimensiones que constituyen nuestro ser, las cuales tende-mos a pasar desapercibidas por atender a espa-cio-temporalidades impuestas. Es necesario distanciarnos de los formalismos que nos obli-gan, desde las diferentes imposiciones cultura-les, a aceptar los esquemas que se anuncian como verdades. La vigencia de estos procedi-mientos desconoce incluso la dinámica de nuestro sentimiento, de nuestro pensamiento y de nuestra realidad corporal.

El tiempo del reflejo

Resulta curioso preguntar por el tiempo que vive esa imagen que proyectamos y que está dentro del reflejo, ese doble nuestro que nos niega, porque no comparte nuestro estado cor-poral material, pero que se manifiesta como la única referencia externa de este. Nos surge la inquietud por establecer las coincidencias que esa imagen-reflejo tiene con nuestra propia

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imagen-cuerpo, por conocer cuál es la inciden-cia que tiene en nuestra propia vida, conside-rando que a esa imagen-reflejo tenemos acceso desde que iniciamos nuestra vida, y nos va a acompañar hasta que esta termine.

La imagen del reflejo es distinta de acuerdo con el lugar cultural que la contempla. Algunas sociedades no occidentales encuentran en ella una dimensión que conecta la existencia de una manera profunda y ritual con la naturale-za. Esto hace que sean tan recelosas con las fotos que intentan tomar los turistas para lle-várselas como muestras curiosas de sus viajes, pues encuentran que al serles quitada esta imagen les están sustrayendo una parte de su existencia.

En el caso del mundo occidental, la imagen del reflejo gracias al desarrollo tecnológico que ha podido producir la fotografía, se constituye en un estancamiento espacio-temporal. Es una for-ma de presencia que deja de fluir en existencia vital y que se instala en la conciencia del indivi-duo, como en estado inerte del devenir. Esto le produce nostalgia del pasado, pues encuentra que esta imagen es una presencia viva, capaz de despertar sentimientos y emociones. Como señala Morin, E (1961, 27) “En la fotografía, la presencia es lo que evidentemente da vida. La primera y extraña cualidad de la fotografía es

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la presencia de la persona o de la cosa, que sin embargo, están ausentes”.

Dentro de las imágenes fotográficas, las corres-pondientes a la juventud son las que tienen ma-yor fuerza en la vida personal en cuanto son las únicas válidas para el paradigma occidental. El individuo tiene mediante estas una referencia de la cual se va alejando cada día más. De tal manera que desde el punto de vista de la ima-gen del reflejo las personas dedican su vida a vivir de una imagen ausente. Esto debido a que la realidad corporal de presente de esta ima-gen ya no existe, y podríamos afirmar en tal sentido que la persona tiene una existencia ne-gativa al rechazar su realidad corporal llamada presente. Con esto, toda la existencia de la per-sona, toda su calidad vital, todo el valor que re-presenta el cúmulo de recuerdos actualizables que constituyen valiosas experiencias, quedan por debajo de la imagen-reflejo que no es pre-sente.

Frente a esta situación es necesario resaltar la importancia de superar el paradigma occiden-tal basado en la aceptación de la juventud como única categoría valida de existencia. Con este procedimiento podremos acceder a una realidad de nuestra existencia que hemos aprendido a ignorar completamente cegados por el paradigma de la juventud. Cada momen-to de nuestra existencia tiene una validez su-

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prema en cuanto nos representa dando cuenta de nosotros como seres plenos. Aquello que so-mos en un momento dado es todo lo que tene-mos como seres humanos.

Entonces, el rostro de juventud que tuvimos como referencia suprema de nuestra existencia corresponde a una etapa más de la totalidad que constituye nuestro presente. De manera que nuestra apariencia actual, nuestra presen-cia inmediata, es la verdadera referencia que recoge toda nuestra existencia. Esta, vista como la de la riqueza que constituye nuestra vida, no puede estar soportada en estanca-mientos en los que quisiéramos quedarnos para siempre, pues tanto valor tiene la juven-tud como cualquier otra etapa de la vida.

En varias comunidades no occidentalizadas to-dos los períodos de la vida son importantes, y la experiencia junto con la tradición tienen una alta valoración, tanto individual como social-mente. En estas comunidades no existe el cul-to a la imagen reflejo de la juventud. Ellos re-conocen el momento de la existencia que se es-tá viviendo como referencia de los momentos anteriores y posteriores. Estos últimos tienen un gran valor para ser ahí, para su presencia de cuerpo de realidad inmediata como presen-te. Lo anterior implica que el viejo es venerado, que la mujer es respetada, que el niño es acogi-do y protegido, que el adulto desempeña su

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función social, no de manera egoísta, sino como un partícipe activo de la comunidad, la cual funciona a manera de organismo viviente.

Como se puede observar, esta percepción del tiempo es de tipo cualitativo, no es de tipo di-reccional, es concebido a manera de fenómeno que se involucra como parte plena de la vida. Por contraste, el pensamiento occidental se ha conformado con decir que todos los seres hu-manos vivimos un tiempo en nuestras mentes y otro tiempo en nuestros cuerpos. Este hecho cuantifica de manera simplificada la realidad de los espacios-tiempos que nos constituyen.

Planteada de esta manera la concepción del tiempo, este corresponde por un lado al reflejo del cuerpo y por el otro a la vivencia interior del cuerpo. Dicha concepción está en concor-dancia con el criterio de establecer al sentido de la vista como el supremo para el ejercicio de las funciones humanas. Los otros sentidos se quedan con poca o nula actividad por no consi-derárseles tan necesarios. El proceso que llevó a esta forma de pensar se vio favorecido por corrientes filosóficas como la del francés René Descartes en el siglo XVII quien en la obra “La Óptica” planteó: “puesto que la vista es el más noble y el más exhaustivo de los sentidos, los inventos que sirven para incrementar su poder indudablemente están entre los más útiles que puedan existir” (Ingold, T. 2000, 254).

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La afirmación de la consagración del sentido de la vista como el más importante se puede comprender al reflexionar sobre el hecho de que nuestro cuerpo es observado, no sentido al preparar la presentación de nuestra apariencia ante los demás. La única posibilidad que tene-mos para reconocer el estado exterior de nues-tro cuerpo en un momento determinado es me-diante su reflejo. No contamos con la posibili-dad de manera directa de ser testigos más que de algunas partes de este, inclinando la cabeza en diferentes direcciones. Todos sabemos que no podemos darnos cuenta sin intermediación, de nuestra propia expresión facial, y estamos lejos incluso de presenciar las variaciones de nuestra expresión corporal. Dicha expresión tiene innumerables matices de acuerdo con las distintas situaciones que se nos presentan du-rante la vida. No podemos por tanto ser testi-gos de nuestro propio cuerpo de la misma ma-nera que no lo podemos ser de las percepcio-nes de los demás, ya que estas son únicas para cada ser humano.

El encuentro con la totalidad de nuestro cuerpo mediante su reflejo es a la vez la negación de esta imagen-cuerpo. Esto se debe a que vemos en ella nuestro cuerpo de manera inversa, y es solamente una imagen sin un contenido. Esta constituye el doble nuestro al cual nos aproxi-mamos todos los días como única forma para

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saber si nuestra presencia es aceptable para aquellos con quienes debemos interactuar, pues solo nos podemos aceptar a nosotros mis-mos sin una apariencia preparada, en la priva-cidad.

La contemplación de la propia imagen implica la suspensión del flujo de acciones cotidianas, pues vernos en el espejo es quedarnos quietos, inmovilizar por un instante nuestro cuerpo para poder contemplarlo, de la misma forma que nos debemos inmovilizar para poder ser fotografiados. El reflejo implica la sustracción del cuerpo del devenir, pues posado frente al recurso que produce su imagen simplemente se suspende como ser viviente que tiene por rasgo esencial las acciones, para contemplarse y deja de ser en su esencia fundamental. Este es un intento de exploración de tipo visual, de algo inerte en la naturaleza, pues la imagen no está viva de la misma manera como se procede en los laboratorios. El cuerpo se constituye en un ente para ser contemplado por sí mismo. Esto debido a que en esta imagen apenas se pueda tener una noción muy elemental y dis-tante de la vitalidad que implica lo que noso-tros constituimos como seres humanos. Por esta razón nos encontramos al servicio de una imagen que no da cuenta de nuestra existencia. Al considerar los diferentes mecanismos de nuestro organismo, la perfección de sus teji-dos, el flujo sanguíneo, la regularidad del movi-

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miento del corazón para posibilitar ese flujo, el funcionamiento de la respiración y la nutrición, nos damos cuenta que la imagen está muy lejos de reflejar nuestra realidad humana. Piénsese por ejemplo en el hecho de que para poder sa-car el pasaporte no nos aceptarían una foto co-rrespondiente al escáner que dé cuenta de nuestro cerebro, aunque este hace parte de nuestra identidad.

Sin embargo, la apariencia del rostro como for-ma de identificación de nuestra condición de ciudadanos termina siendo la única aceptada dentro de los requerimientos para saber quié-nes somos, lo cual se complementa con la asig-nación de un número de identificación que nos muestra simplemente eso: que numero somos en la organización cuantificada de la sociedad. Así, la apariencia general de nuestro cuerpo se ha convertido en el elemento sustitutivo de toda nuestra existencia gracias a los esquemas fijados que establecen una imagen-cuerpo ideal. Este ideal sería impensable en otro tipo de culturas, donde no es suficiente ver la apa-riencia externa del individuo, sino que este debe ser considerado en toda su profundidad humana: debe ser escuchado y sentido, como forma de poder reconocerlo de manera inte-gral.

La experiencia de la imagen reflejada, única que nos permite conocer la totalidad de la apa-

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riencia de nuestro cuerpo, nos hace creer que nos revela lo que somos. En realidad nos mues-tra lo que no somos, pues como se ha señalado, recoge referentes externos que constituyen apenas un aspecto, el de una apariencia unila-teral, superficial, e incluso preparada. Hay que tener en cuenta que siempre que nos van a to-mar una foto tratamos de mostrar la mejor cara posible para presentársela al futuro.

Esta apariencia llega a generar la infelicidad en cuanto se reduce a ella la existencia. Una persona totalmente sana, al sentir que tiene una mala apariencia se siente deprimida a pe-sar del privilegio de su condición corporal. Sin embargo, es tan poderosa esta dependencia de la imagen del reflejo, que constituye una fuente de explotación y lucro para la sociedad occi-dental, al plantear como ideal el no deterioro de esta imagen del reflejo que da revela el paso del tiempo. Esto se convierte en un fenómeno que favorece el lucro y el beneficio comercial pues la imagen del cuerpo de la persona puede ser construida mediante ropa, maquillaje, jo-yas, cremas y perfumes. Este proceso llega hasta el punto de intervenir sobre la naturaleza misma del cuerpo al corregirla con diferentes procedimientos de ortodoncia, de cirugía, de terapia, etc. para hacer que la imagen-cuerpo que se reproduce en el reflejo se ajuste a los cánones establecidos.

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Estos recursos, proporcionados desde las dife-rentes instancias de la producción están orien-tados a alimentar el narciso, es decir, esa ima-gen de juventud que se quedó en el espejo, o que está registrada en una foto, y que perma-nece mirando desde el recuerdo con su mejor sonrisa. De tal manera que al individuo solo le queda como alternativa volver a esa imagen ac-tuando de una manera vana a partir de los dife-rentes productos comerciales que ofrecen, a cambio de entregar nuestro espacio-tiempo convertido en dinero, regresar a ese narciso que tiene una imagen en el reflejo ideal. Real-mente lo que se produce es el efecto contrario, es decir, el distanciamiento del narciso, en cuanto el hecho de entrar en el circuito comer-cial nos quita, en la dirección del vendedor, el espacio-tiempo que podría constituir otra alter-nativa satisfactoria de nuestra vida. Resulta en-tonces importante lograr liberarse del narciso que cada uno tenemos, pues la importancia que le damos está en detrimento de la valoración del presente de cuerpo-realidad que tenemos y que resulta constituirse en lo mejor que hemos alcanzado de nuestra existencia. Para ello es importante comprender que el momento en el que estamos corresponde a la síntesis de la vida que hemos recorrido. Esta síntesis guarda toda la riqueza de nuestra experiencia, la cual nos ha proporcionado conocimientos, senti-mientos, habilidades, y muchos más aspectos

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con los que nuestro narciso contaba apenas de manera incipiente.

Por tanto, es importante aprender a realizar el camino contrario al que nos ha señalado la so-ciedad occidental. No se trata ya de dedicarse cada día a devolvernos hacia el pasado, tratan-do de alcanzar esa imagen congelada de juven-tud. Esta correspondió a una parte obligada de la vida, la cual consistió simplemente en una apariencia pasajera de nuestra existencia cor-poral. Es necesario que comprendamos cómo nuestras imágenes-recuerdo se actualizan en cada percepción, y aprovechemos de manera consciente nuestras capas de pasado como una oportunidad de hacer más el presente gracias a la experiencia acumulada guardada en ellas. De esta manera, se le podrá dar más calidad a la vivencia inmediata, posibilitada por la per-cepción que experimentamos, y se le otorgará una mayor valoración a nuestra imagen actual. Esta es la única verdadera para el momento que vivimos y es todo lo que verdaderamente poseemos.

El espacio tiempo de nuestras pertenen-cias

Muy diferente al tiempo del reflejo que nos re-mite a una imagen sin extensión y sin tiempo tenemos una manera de relacionarnos con

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nuestras pertenencias, que nos presenta una forma particular en la que compartimos nues-tros espacios-tiempos. En la imagen-reflejo no los compartimos, pues nos encontramos con un doble que se incrusta en nosotros mismos como nuestra propia identidad. Nos engaña-mos así adjudicándole a esta imagen-reflejo un espacio tiempo que no tiene, pues corresponde al mundo de la virtualidad. Por el contrario, nuestras pertenencias no nos son indiferentes dentro del espacio de nuestra realidad pues a ellas les atribuimos una especie de vivencia subjetiva como si ellas nos esperaran, nos ob-servaran, nos requirieran, pidieran nuestra compañía.

Esto corresponde a una construcción de lazos afectivos fuertes, equivalentes a los vínculos que se llegan a tener con otro ser humano. Basta pensar en las lágrimas que le produce al niño el juguete que cae el piso y se rompe, o el dolor que nos produce el trastearnos del lugar donde hemos estado viviendo por varios años con nuestra familia y que nos vemos obligados a vender. Esto se debe a que se produce una relación mutua, un intercambio, en el cual el objeto nos da su presencia, pero no la presen-cia cruda y fría, definida desde la ciencia, del objeto que ocupa un espacio, o desde la econo-mía que lo caracteriza como un valor de uso. De un objeto solemos decir: lleva conmigo tan-tos años o me ha estado acompañando desde

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hace mucho tiempo. Esta pertenencia nuestra nos ofrece un afecto, nos da un tipo de compa-ñía especial de tipo sensorial, podemos captar-la con nuestro cuerpo y sentir la tranquilidad de que continúa ahí. Cuando ya no está no ve-mos el espacio vacío, vemos su ausencia, el es-pacio que ha quedado es el perteneciente a ese objeto. Mediante sus características, sus dispo-siciones, su cambio de apariencia a partir de la influencia de nuestro cuerpo sobre ella, nues-tra pertenencia adquiere formas caprichosas que establecen una identidad entre ella y noso-tros.

Para comprender esta existencia espacio-tem-poral de nuestras pertenencias que solo puede ser considerada en relación con nosotros mis-mos, tenemos que seguirle la pista a ese proce-so de trasformación que sufre el objeto al en-trar a formar parte de nuestra vida. No pode-mos calificarlo simplemente como un valor de uso, no se trata de la relación fría con el ele-mento para que cumpla una función exacta cuando se le requiere. Su existencia es para nosotros mucho más profunda.

El seguimiento que requerimos implica consi-derar que el objeto adquiere unas característi-cas espacio-temporales solamente cuando se relaciona con nosotros a condición de que per-dure esta relación. Es decir, un objeto, que apenas se tiene y de inmediato se va no genera

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afectos en nosotros. Es lo que ocurre con el co-merciante que no puede apegarse a sus mer-cancías pues su función es venderlas, no nos podemos imaginar por ejemplo al tendero en-cariñado con las botellas de vino.

Aquí aparece el aspecto que vincula el objeto a nuestros espacios-tiempos. Es la acumulación de presentes que se constituyen en los recuer-dos en los que el objeto está presente acompa-ñándonos. Un objeto en su estado puro en la naturaleza como una hoja de un árbol que mi hijo pequeño recogió del piso y me la entregó, queda como constancia de lo que su infancia significó para mí. Aunque en la hoja no se ha dejado un espacio-tiempo en forma de trabajo, pues ya se encuentra en su condición definitiva para nosotros, termina constituyéndose en un objeto que nos genera afecto.

También podemos relacionarnos con un objeto ya trasformado, como por ejemplo un anillo de bodas. Este objeto en la vitrina se observa de manera indiferente en términos afectivos por los compradores. Merece la admiración de ellos por la forma y las características que tie-ne. Es una mercancía que está disponible para quien la quiera adquirir. En él existe un espa-cio-tiempo inerte, ha quedado ahí trasfigurado en la forma anillo, que corresponde al que le fue requerido al joyero para su elaboración. Este tuvo que renunciar a su propio espacio-

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tiempo de vida, de existencia personal, para dar cabida en su cuerpo al espacio-tiempo im-plicado en la elaboración del anillo. Sin embar-go, para el joyero no existe una condición afec-tiva frente a él. Cuando alguien toma la deci-sión de comprarlo viene con la decisión de in-corporar dicho objeto en su propio-espacio tiempo. Aquí se da una relación inversa a la del joyero, el comprador no renuncia sino que afir-ma su propio espacio-tiempo con esta transac-ción. El anillo adquiere una significación defi-nida dentro de su condición afectiva personal.

Durante muchos años la persona lleva el anillo en su dedo formando parte de sus propias vi-vencias. Cada vez que se hace consciente de manera sensorial de su presencia siente satis-facción pues este corresponde a una parte des-tacada incrustada en su propio cuerpo que le merece un reconocimiento especial. Si en al-gún momento tiene que empeñar o vender el anillo se encuentra con que le cuesta trabajo desprenderse de él, esa posibilidad le produce un verdadero sufrimiento emocional. A estas alturas, es decir, después de una larga viven-cia, el objeto adquiere cualidades humanas para el sujeto. Como suelen decir las personas, guarda muchos recuerdos, es decir, en este ob-jeto también están las vivencias espacio-tempo-rales del individuo. A diferencia de la imagen del reflejo, es una imagen de la realidad, co-rresponde a una materialidad tangible para él.

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De esta manera, nuestra vida involucra innu-merables objetos con los que ya existe una pro-funda relación, que se constituyen en personifi-caciones de nuestras propias experiencias pa-sadas, carga que los liga de manera extraordi-naria a nosotros. Además, en el presente si-guen formando con nuestra vivencia una parte de nosotros, porque ya están incrustados en nuestra vida. La parte con la que cuentan estos objetos para enfrentar la competencia de las mercancías ofrecidas en las vitrinas es la con-dición afectiva que las envuelve, y su vincula-ción en una estrecha intimidad con nosotros. Nuestras pertenencias generan así lazos para nosotros, no son simplemente extensiones de nuestro cuerpo, son componentes del mundo cercano a él, están dentro de su halo de exis-tencia caracterizando significativamente su vi-talidad.

El Sonido del Tiempo

El recuerdo esta siempre dispuesto a actuali-zarse gracias a que no está en el orden de un antes y un después, no se encuentra ordenado de una manera particular, y por lo tanto su pre-sencia se puede producir a partir de una rela-ción espontánea que surja en el presente. Gra-cias a esta condición particular, este no depen-de del concepto cronológico para actualizarse

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es decir, para volver a entrar en nuestro espa-cio-tiempo del presente y constituirse en su es-encia. Al no estar enmarcado en una relación espacio-temporal en su condición de recuerdo, puede provenir de un estado inmediato o de un estado lejano de nuestra existencia. Es decir, podemos traer a este momento un recuerdo de nuestra niñez o un recuerdo del día anterior con la misma intensidad, siempre y cuando es-tos recuerdos correspondan a experiencias que hayan marcado de una manera significativa nuestra vida.

Este proceso de evocación se intensifica cuan-do el sentido auditivo es el encargado de la percepción correspondiente, quizá por el ca-rácter táctil que implica la llegada a través del oído. Ella genera más que una cercanía una identificación, por la fusión que se produce en-tre el cuerpo y el objeto sensible. En este senti-do lo audio-táctil es completamente lo opuesto de lo visual. Mientras en esta última experien-cia sensorial el individuo genera una distancia con la imagen-objeto, en el caso audio-táctil la imagen-objeto genera una afección en el indivi-duo al entrar en contacto con él.

Por este motivo la música tiene una gran fuer-za evocativa, pues cuando escuchamos una me-lodía que tiene una significación en nuestra historia personal vivimos una trasformación de nuestra noción de presente que no correspon-

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de, como suele decirse, a un viaje hacia el pa-sado. Las imágenes-recuerdo vienen del pasado y entran a formar parte de nuestro presente, involucrando de manera simultánea varias sen-saciones.

En este caso la melodía o imagen-objeto se constituye en una promesa para nosotros, que implica el recrear diferentes momentos de nuestra existencia con los estados agradables que estos implicaron. Esta experiencia es dife-rente a la vivida en los sueños en los cuales nuestro cuerpo se mantiene en la inmovilidad. En dicho estado, de manera privilegiada nues-tra mente recrea percepciones del pasado y produce acciones ante estas con nuestro cuer-po soñado. Al escuchar la melodía las imáge-nes-recuerdo se aglomeran en nuestro presen-te dándonos la oportunidad de saborear las sensaciones que tuvimos en el momento en que estas fueron presente.

Este poder del estímulo auditivo, posibilitado por la canción, es de mayor intensidad que su equivalente visual, por ejemplo en una foto de nuestra juventud o de nuestra niñez. La acción de respuesta al estímulo visual tiende a estar limitado por la configuración espacial en la que se enmarca. El estímulo auditivo por su parte abarca el entorno total de nuestro cuerpo, no se circunscribe a un ángulo específico para po-der ser percibido.

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Cuando yo tengo otro tipo de percepción, la cual necesariamente no representa la inclusión de mi experiencia emocional, por ejemplo cuando observo la hora, se actualizan imáge-nes-recuerdo que me hacen posible el reconoci-miento del reloj. Los números que aprendí en la escuela, la convención del tamaño de las ma-necillas que me indica que el horario es más corto y más grueso que el minutero. Que dicho minutero es a su vez más grueso que el segun-dero. Con dichas referencias puedo ubicar y comprender la información que me brinda la imagen-objeto reloj. Por el contrario, al escu-char la canción no aparecen estos elementos que ponen límites, no se imponen coordenadas que restrinjan mi pensamiento para ajustarlo a la imagen objeto. Se produce un despliegue que sacude toda mi condición corporal, pues se trasciende el nivel semántico de identificación intelectivo, para pasar al nivel intuitivo. No hay una mediación de códigos que intercedan des-de la razón, simplemente tengo la oportunidad de volver a vivir una experiencia con muchos de sus matices originales.

Esto nos muestra que, si bien es cierto se da una tendencia a centrar la percepción en el sentido de la vista en las diferentes funciones sociales, el poder de la percepción audio-táctil no se encuentra diezmado en cuanto a capaci-dad del ser humano. Se ha presentado una re-

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ducción de su papel en el despliegue del indivi-duo en su entorno y en su relación con sus se-mejantes. Sin embargo, en la experiencia per-sonal sigue manteniendo toda su fuerza. Quizá esto nos puede explicar el alcance irresistible que tienen hoy en día las canciones de todo gé-nero y sus intérpretes, denominados ídolos. Ellos lo son no de una manera figurada, sino real, son semidioses que en sí mismos se cons-tituyen en el símbolo de esta evocación audio-táctil. La imposición que ha generalizado el uso de la vista como el sentido preponderante, re-duciendo la función de los otros sentidos, quizá nos podría explicar por qué las multitudes bus-can asistir a grandes conciertos, en los cuales viven unas experiencias extremas de tipo deli-rante con el audio a un volumen extremo. In-cluso esto explicaría la fascinación por los de-nominados reality shows en los que se le da la oportunidad al ciudadano del común de exhibir sus capacidades de cantante, llegando a consti-tuirse en referencia importante de los medios de comunicación. Por eso llegan a ocupar los primeros puestos en las noticias: el ser humano común y corriente puede convertirse en un ído-lo, en un semidiós. Se le permite construir con su voz un espacio-tiempo transitorio en el cual sus semejantes pueden traer y vivir de nuevo sus propias experiencias de pasado.

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Tiempo y Ensoñación

Hemos mostrado que de acuerdo con el estudio de Bergson sobre la percepción, tan pronto es percibida la imagen-objeto se genera una ac-ción correspondiente a esta percepción. Aquí sería necesario preguntarse si la acción que se produce es la requerida por la imagen-objeto, o si la conciencia cumple algún papel modifican-do este impulso inicial de acción. La observa-ción cotidiana nos permite darnos cuenta que el proceso no es tan mecánico en todos los ca-sos como pudiéramos suponer. Hay algunas ac-ciones inmediatas que deben darse de una úni-ca forma, como por ejemplo cuando se empieza a derrumbar el techo y salimos corriendo para no quedar debajo.

En aquellas percepciones en que no captamos que nuestra integridad o nuestros intereses se ponen en riesgo inmediato, pueden darse una serie de factores internos que determinan la acción que realizamos frente a la percepción de la imagen-objeto. Es decir, en nuestra men-te se pueden producir, de manera muy rápida, las valoraciones correspondientes que nos per-miten seleccionar la acción conveniente para nosotros, antes que la más adecuada para la situación.

Lo anterior genera una contradicción tanto en el desarrollo del curso de vida del individuo

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como en el de la sociedad, pues por un lado se establece la posibilidad de predicción frente a las diferentes situaciones (normalmente, se es-pera que estas tengan un curso determinado), y por otro lado, los desarrollos se dan de acuer-do con las conveniencias existentes en el indivi-duo.

Cuando una persona construye en su mente una respuesta frente a una percepción, viendo su propia imagen actuando hacia la realidad externa a él, produce lo que se denomina la en-soñación. Esta corresponde a la dramatización mental de un hecho futuro en la cual el indivi-duo como protagonista presenta su mejor res-puesta. Esta ensoñación en muchas ocasiones no tiene relación con la acción: de esa figura-ción y actuación ideal solo queda una acción posible, que se lleva a cabo al sobrevenir la percepción, que podríamos llamar “desconcer-tante”. Ella desdice de la personalidad misma, de las capacidades del individuo, incluso suele suceder que posterior a la experiencia de la percepción él compensa en su mente, mediante otra ensoñación, la deficiencia presentada en la acción real.

Este proceder es muy generalizado, hasta el punto de que las múltiples acciones de las per-sonas quedan represadas en la dimensión que Bergon, H (2010) llama virtual. La no supera-ción de esta etapa da testimonio de la impoten-

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cia del individuo para dar la respuesta adecua-da a su entorno. Este fenómeno es un impor-tante recurso canalizado para la manipulación de las personas cuando se las trata en masa, es decir, cuando pueden obrar orientadas hacia unos intereses particulares ajenos a los suyos.

Esta falta de coherencia entre percepción y ac-ción configura una separación entre la ensoña-ción y el espacio-tiempo. La primera es una ela-boración mental que se constituye en inútil frente a la experiencia del individuo al no ma-terializarse como espacio-tiempo, al no devenir real. En su reemplazo se genera una acción arbitraria, diferente en intensidad frente a la imagen-objeto percibida, que no tiene la forta-leza que implica la situación del momento.

Teniendo en cuenta que este proceso se da de manera intencional, podemos referirnos a él como la corrupción de la consciencia, valiéndo-nos de la expresión de Collinwood, R (1960). La disyunción entre responder a la espacio-temporalidad del momento o sustraerse a esta respuesta con una mínima acción es el resulta-do de la preeminencia de la conveniencia. Esto sucede principalmente en las situaciones socia-les y se ha constituido en un importante motor de los acontecimientos del mundo. Como se ha señalado, se abren las condiciones para la ma-nipulación, pero no una manipulación ciega, sino una manipulación concertada. El individuo

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se coloca en la posición cómoda, exenta de riesgo, de no tener que actuar de la manera apropiada, ya que hay una acción mucho más grande, la propiciada por su participación en un cuerpo social de enormes proporciones, que lo respalda. Este puede ser el partido político, el equipo de futbol, el bando de la empresa, la comunidad religiosa, etc.

Como conclusión podemos establecer que vivi-mos bajo un paradigma que separa el espacio-tiempo de nuestra experiencia, y lo coloca en un curso lineal, que ubica el pasado atrás y el presente adelante, dentro de unas coordenadas espaciales. Este hecho reduce para el individuo la dimensión de futuro, al privarlo de su impul-so vital, pues considerar el porvenir como pre-meditado, mediante cálculos precisos, no re-quiere ningún esfuerzo adicional cuando se pretende acceder a él.

Esto se evidencia al notar las formas sociales de organización donde se crean límites, siendo lo que está por fuera del límite lo no aceptado, lo que se opone, lo que altera el orden estable-cido. Los límites están dados por los planes que se imponen para la vida tanto personal como institucionalmente. Esto llega hasta el punto de que quienes han sobrepasado la tercera edad deben sacar un certificado de supervivencia para cobrar su pensión, pues si no acreditan este papel escrito, simplemente no están vivas,

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lo que lleva al absurdo de que los ancianos en-fermos al no poder hacer presencia deben re-nunciar a su pago.

Dicho procedimiento hace que el ser humano se distancie de su propia interioridad orgánica y conciba el presente como un fenómeno exte-rior a él, al que debe adaptarse. Es un sentido utilitarista del tiempo de las personas que crea la ilusión de instantes congelados los cuales se pueden aislar del flujo del devenir. Mediante este modo de actuar el individuo es dejado a disposición de fuerzas que lo utilizan para atender necesidades catalogadas de “importan-tes”, las cuales se erigen de una manera inexo-rable para señalar la conducta obligada de toda la sociedad. Tal es el caso del progreso que en sí mismo contiene la paradoja del imperio del límite sin límites que hace avanzar a la humani-dad de manera resignada por un camino que le promete cada vez más desarrollo tecnológico pero que no le asegura alcanzar la felicidad.

El esquema mental señalado frente al tiempo, genera en las personas desconsuelo y sentido de culpabilidad. La desarticulación entre el sig-nificado total de la existencia presente en el re-cién nacido y consolidada en el anciano como una riqueza de experiencias siempre viva, y la cotidianidad de la separación de momentos que se impone en la sociedad, obliga a la persona a

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despreciar su vida, su pasado, sus ancestros y su lugar de procedencia.

EL TIEMPO COMO RECURSO UTILITARIO

La Última Crisis

Jairo Cifuentes no podía comprender cómo de repente estaba gateando por el piso. Tenía ape-nas un año de edad y su madre rodaba entre sus manos una botella de gaseosa para enfriar-la y podérsela dar con un chupo. Apenas hacía un momento él estaba trabajando en el taller, lijando con mucho afán un carro que tenía que pasar a pintura, pues su tío se había compro-metido a entregar el trabajo en tres días, y ape-nas estaban en el tiempo justo.

No se explicaba por qué de repente había re-sultado ahí en el suelo de tierra de la enrama-da, apenas con un pañal y una camiseta sin mangas, sin la capacidad de hablar para poder expresar su inquietud. Le hubiera gustado pre-guntarle a alguien que estaba pasando. Como estaba en el piso su mamá al correr apresurada a su lado para retirar una olla de la estufa de carbón que ya estaba hirviendo, le pisó uno de sus pies descalzos, por lo cual él empezó a llo-rar inconsolablemente. En cuanto pudo la ma-dre se aproximó a él, se inclinó, lo alzó entre

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sus brazos y empezó a darle el tetero, arrullán-dolo para tratar de lograr que se durmiera. Fi-nalmente, cuando estuvo dormido lo colocó cui-dadosamente en la cuna metálica con baran-das, en la que solían dejarlo para que pasara la noche en la misma alcoba de sus padres.

Al despertar se encontraba en una cama y ya no tenía pañal sino pantaloncillos. Se dio cuen-ta de que no necesitaba gatear. Se acercó has-ta una mesa donde había un espejo pequeño de bolsillo. Lo levantó y pudo ver su cara imberbe y su cabello negro ensortijado. De repente se dio cuenta de que no había terminado la tarea para llevar al colegio, así que saco rápidamen-te la cartulina y las acuarelas y empezó a dibu-jar el circo

Hoy era el día de la calificación final de obras manuales, y él había logrado que la profesora le aceptara no hacer artefactos con palos de paleta o con latas de gaseosa y de cerveza. Es-tos eran los materiales que todos los estudian-tes solían usar. Él, a cambio, podía usar colo-res, y pintar, lo cual era una de las cosas que hacía con mayor facilidad y que le gustaba mu-cho.

Terminó su trabajo y se preparó para marchar-se ante la presión de su madre quien estaba preocupada porque se le podía hacer tarde. Al llegar al colegio asistió a la formación, luego

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entró al salón, y al escuchar su nombre se acer-có orgulloso con la acuarela del circo y se la entregó a su profesora. Cuando levantó la mirada para saber que pen-saba ella, se encontró con que un policía lo ob-servaba con mirada severa, y en vez de la pin-tura sostenía su cartera mientras le decía: pero usted aquí no tiene ningún documento que lo identifique. Jairo miró hacia un lado y vio su ci-cla en el piso, en la que se transportaba a tra-bajar todos los días en la obra de construcción. También estaba el porta-comida en el que solía llevar su almuerzo. Al otro lado vio la patrulla de color gris que se interpuso en su camino y de la que dos policías descendieron y lo obliga-ron a su vez a bajarse de la cicla para exigirle que les mostrara sus documentos de identidad. Él solo tenía en su cartera la cédula, así que el policía le requirió por su libreta militar, anun-ciándole que si no la tenía, ellos lo entregarían al ejército.

Jairo Cifuentes logró salir finalmente del pro-blema gracias a que en su misma cartera tenía un billete que el policía sacó y él le dijo: si quiere cójalo para ustedes pero déjeme ir por-que si no, me van a echar del trabajo. Ellos aceptaron y él tomó su cicla y empezó a peda-lear ganando cada vez más velocidad.

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Al sentir como su cuerpo se movía cortando el aire tenía la sensación de flotar. Se dio cuenta de que sus pequeñas muñecas estaban sujeta-das fuertemente por las manos de su padre quien dando vueltas sobre su propio eje lo mantenía elevado, horizontal, girando a gran velocidad para luego detenerse, inclinarse ha-cia él y ofrecer comprarle un helado. Jairo se puso muy contento y avanzó llevado de la mano, hasta el puesto de helados del parque. En un momento aprovechó para correr y mon-tarse una vez más en el rodadero. Su padre le compró el helado y le advirtió de que no fuera a chorrearse. Jairo pudo sentir contra sus la-bios el frío y agradable sabor de la fresa y el chocolate, frio que de repente fue penetrando más en su cuerpo.

La sensación helada se hacía insoportable. Es-taba acostado y sentía como la aguja introducía el líquido. Un médico le dijo que no se preocu-para, que su cuerpo iba a experimentar al prin-cipio mucho frío y después mucho calor, que era la forma como obraba esta droga para po-der realizarle el examen. Recordó que hacía pocos días, al llegar a su casa y empezar a to-marse un trago después de un extenuante día de trabajo, repentinamente tuvo dificultades para respirar, lo cual angustió mucho a su es-posa y a sus dos hijos quienes se lo llevaron de urgencias para el hospital. Allí le dijeron que era necesario practicarle varios exámenes,

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pues podría estar sufriendo de una enfermedad muy grave, y aunque se trataba solo de una conjetura, era necesario aclarar lo que estaba sucediendo. Así que dejó que el líquido le obra-ra, y poco a poco fue sintiendo que sus fuerzas se agotaban.

Se levantó alterado y recordó que estaba com-pletamente solo en su vida: su padre había muerto un año después de morir su hermano. Su novia lo había dejado, pues se aburrió no porque él fuera desagradable o poco cariñoso, o un mal amante, sino porque ya llevaban va-rias años y la rutina había carcomido completa-mente las posibilidades de novedad. Él solo pensaba que debía morirse, pues aunque esta-ba muy joven sentía que ya no le quedaba nada por hacer en su vida: nunca iba a tener una fa-milia ni a tener oportunidades laborales para conseguir dinero y vivir en buenas condiciones, no le esperaba ningún futuro. Pensó que sería ideal emborracharse mucho, y ya en el momen-to extremo de la borrachera tomar la decisión, que podría ser con cianuro, así que salió del cuarto arrendado en el que vivía hacía un mes, se dirigió a una tienda cercana y se compró una botella de aguardiente. El cianuro estaba a su alcance, pues siendo un componente nece-sario para los líquidos de revelar fotografías que estaba en el patio de esa casa de acuerdo con lo que le informó la dueña, podría disponer de él sin dificultad. Empezó a tomar grandes

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sorbos de aguardiente hasta sumirse completa-mente en la oscuridad de la borrachera y todo el mundo desapareció ante sus sentidos.

Ahora corría por las oscuras calles muy afana-do, pues tenía que alcanzar a llegar tiempo para la celebración del fin de año. Ya faltaban cinco minutos para las doce, y su madre, su pa-dre y sus hermanos lo estaban esperando. Él les había dicho que no se iba a demorar mucho pues solo visitaría un momento a su novia, la encantadora adolescente que le había adverti-do que él tenía que aprender a quererla a ella más que a su familia, y que la prueba de eso sería que la acompañara hasta el año nuevo, decisión que tomó pero que tuvo que echar atrás cuando empezó a sonar la canción “faltan cinco pa’las doce. Al escucharla se arrepintió de su promesa, y salió corriendo en busca de su familia. Llegó a su casa justo a tiempo. So-naba el tictac del reloj de las emisoras anun-ciando que ya faltaban pocos segundos para terminar el año. Cinco, cuatro, tres, dos, uno. El tiempo ha terminado gritó alguien, y toda su familia corrió hacia él. Lo alzaron para meterlo a la fuerza en una caja de madera. Jairo deses-perado empezó a luchar para librarse de ellos y gritaba: no, no, no me vayan a enterrar vivo. Forcejeó mucho derribando a algunos de sus familiares, y empezó a dar vueltas y a golpear-se la cabeza contra las paredes. Sus familiares lo volvieron a sujetar y él lanzó puños y pata-

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das. En un momento vio como la sangre man-chaba su cuerpo, pues con los golpes contra la pared y el forcejeo se había golpeado la nariz y se había causado varias heridas. Finalmente, después de mucha gritaría y muchos ruidos es-tridentes por los objetos que cayeron en la lu-cha, lo lograron dominar metiéndolo en la caja. La taparon, y la sellaron con clavos para que no se pudiera volver a salir. Él golpeó contra los lados y contra la tapa hasta que finalmente el gigantesco esfuerzo que realizaba quedó diezmado.

Al abrir los ojos vio al sacerdote que terminaba de aplicarle un aceite con el dedo pulgar en su pecho y su frente. Él desesperado le preguntó: ¿qué fue lo que pasó, dígame que es lo que ha estado pasando todo este tiempo? El padre con actitud comprensiva le dijo: si tienes alguna pe-tición especial puedes hacérmela que yo te complaceré con mucho gusto. Él trató de levan-tarse pero no pudo pues se encontraba comple-tamente amarrado a la cama, así que le dijo: páseme un espejo. El doctor le puso un espejo enfrente y Jairo Cifuentes pudo ver una cara con una barba de varios días y un rostro algo marchito. Aterrorizado empezó a gritar y a tra-tar de liberarse: ¿qué es lo que pasa, que es lo pasa, que es lo que pasa, que está pasando?

El padre salió del cuarto, lo cerró, y en el patio habló con su esposa y sus hijos adolescentes

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que esperaban impacientes. Les dijo: deben te-ner mucha resignación y asumirlo con entere-za. La última alucinación de los dementes es la que tienen sobre su propio entierro. El tiempo ha terminado. Es mejor para él. Fueron cuatro largos años de locura.

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El cambio de percepción con la electrici-dad

La percepción y la forma de asumir el espacio-tiempo en que esta se produce están en una re-lación estrecha con todos los elementos que constituyen el entorno del individuo. No es lo mismo la percepción que tenían los habitantes de la edad media a la percepción que tenemos nosotros en esta época de las denominadas nuevas tecnologías. Aunque exista similitud de condiciones: las montañas de la edad media son las mismas de hoy, así como el pasto, los animales, las lagunas, etc., las condiciones cul-turales hacen que estas percepciones se asu-man de manera diferente. Por ejemplo, un bos-que en la edad media podía tener brujas y es-tas brujas tenían la capacidad, mediante sus sueños, de matar a las personas. El bosque de hoy puede percibirse como un espacio de peli-gro frecuentado por ladrones o violadores.

Pero además de estas diferencias, relacionadas con las características de la población histórica a que se haga mención, la percepción espacio-temporal es diferente de acuerdo con la mane-ra como los objetos, o los recursos para adqui-rir el conocimiento, se relacionan con el ser hu-mano. No es igual la percepción en una socie-dad donde la iluminación nocturna se produce con la llama de una antorcha o de una vela, a la de una sociedad que cuenta con la electricidad.

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El desarrollo llevado a cabo partiendo de los recursos del entorno, por parte de la sociedad en la era de la electricidad conduce a que pase de ser un medio básico para alumbrar los obje-tos a un medio para modificar de manera cons-ciente las percepciones de la gente. En el pri-mer caso, el del uso de la electricidad para alumbrar un objeto, tenemos una función utili-taria del recurso electricidad dentro de las ne-cesidades primarias de la vida, la variación en-tre la luz y la oscuridad. En el segundo caso, donde esta se constituye en un medio para mo-dificar las percepciones, estamos asistiendo a una poderosa síntesis del desarrollo cultural. Sigue siendo la misma electricidad, el cable se conecta a la corriente eléctrica para cargar la batería del celular, pero este celular tiene el poder de trasformar significativamente la for-ma de percibir.

Antes de la electricidad la percepción nocturna era posible gracias a la compañía de la llama de la vela o de la antorcha y el individuo tenía que desplazarse en busca de los objetos para percibirlos. La electricidad, que posibilita la iluminación de un espacio de varios metros, de-tiene al individuo en su desplazamiento, el cual ya no es necesario, pues puede percibir los ob-jetos desde la distancia. En este caso se pre-senta una reducción del despliegue necesario, tanto en la dimensión espacial como en la di-

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mensión temporal: el sujeto no recorre un es-pacio, el requerido para llegar al objeto, ni des-pliega un tiempo, el necesario para aproximar-se a él y aprehenderlo. Pero en el momento en que la electricidad pasa de ser un medio para el descubrimiento del espacio-tiempo del en-torno total del individuo, a constituirse en un recurso esencial para la creación de la imagen que va a guiar la vida de la sociedad, nos en-contramos ante un medio muy poderoso que contiene al individuo. Este se despliega desde la imagen conformada en las pantallas de todo tipo: celulares, tablas, portátiles, reproductores de música, etc., hasta las ondas que abarcan el entorno atmosférico, generadas por las torres trasmisoras en diferentes puntos estratégicos para los operadores, o por emisiones desde los múltiples satélites lanzados al espacio.

Cuando la electricidad tenía solamente la fun-ción básica de alumbrar el individuo encendía la bombilla y podía identificar los objetos de su cuarto, seleccionando de manera voluntaria las percepciones que le interesaban. Otro es el caso de la utilización de la electricidad para orientar las percepciones hacia determinadas imágenes del objeto. Es diferente la experien-cia de percibir un pájaro parado en una rama en el parque a perciba una foto en el celular del mismo pájaro en la rama, caso en el cual se presenta una imagen de la imagen-objeto. En este caso estamos ante un manejo externo de

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la percepción. El individuo es puesto enfrente de una serie de interfaces entre las cuales debe tomar decisiones pero dentro de unas rutas obligadas. Él no se puede distanciar de la pan-talla ya que esa es la alternativa de interacción preponderante que se impone en la sociedad actual. Ya no hay personas que le escriban car-tas a la novia, que la llamen por teléfono para dedicarle una canción o que le pidan un bucle para guardarlo de recuerdo. Las cartas han sido sustituidas por chats, las canciones sue-nan en todos los aparatos de la era de las nue-vas tecnologías a los que la mayoría de perso-nas permanecen conectadas con audífonos, y los bucles fueron reemplazados por archivos de imagen y video.

En esta nueva experiencia en la cual se da una separación espacio-temporal con el objeto real, los recuerdos del individuo pueden ser convo-cados de manera diferente a como se convocan en el proceso de la percepción directa. En esta suplantación del objeto aparecen nuevos com-ponentes que le dan a este una dimensión nue-va, y finalmente termina siendo suprimido. En este sentido, categorías como globalización sig-nifican des-globalización pues yo puedo entrar, por ejemplo, al restaurante de la torre Eiffel de París sin moverme de mi cuarto, pero estoy muy lejos de saborear los platos que se sirven allí o de sentir el aroma de los vinos que ofre-cen. De hecho, hacer realidad esa visita implica

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contar con condiciones que no posee la gran mayoría de los habitantes del mundo globaliza-do.

Teniendo en cuenta que el objeto es presenta-do desde la realidad virtual debe tener las ca-racterísticas de esta. Su imagen se extrae de la apariencia construida, no solo mediante la in-tensidad de la luz, que proporciona múltiples opciones, sino con el color y la alteración de los entornos, y puede ser reelaborada por quien la percibe en la pantalla, mediante el software que le proporciona los cambios que él quiera. De esta manera, se genera una nueva imagen que apunta directamente hacia el deseo. Ante el individuo se presenta otra capa de realidad, diferente a la que lo alberga, muy relacionada con la constituida por la imagen que se produ-ce en el reflejo, ese doble de la realidad que no está ubicado espacio-temporalmente.

El predominio de la visión

Para que se pueda producir está nueva situa-ción de la percepción es condición la híper-es-pecialización de la visión (que coloca a la audi-ción como su medio auxiliar, pero que siempre debe remitirse a ella) en detrimento de otros sentidos (el tacto, el gusto, el olfato, y en gene-ral los relacionados con la cenestesia o expe-riencia de vivir en el propio organismo). Los

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primeros, es decir, la vista y la audición, son los sentidos que para la cultura occidental posi-bilitan por excelencia el aprendizaje, hecho que genera grandes distorsiones entre el conoci-miento teórico y la realidad práctica.

La indagación para conocer cómo se dio el pro-ceso que perfiló la percepción de tipo visual para el mundo occidental nos lleva necesaria-mente a MacLuhan, M. (1985) quien estudió el significado que tuvo la aparición de la imprenta en la configuración del pensamiento occidental contemporáneo. Él señala cómo en las culturas de la oralidad, es decir, las que no desarrollan un sistema de signos fonéticos que puedan es-cribirse, las personas perciben su entorno con todos los sentidos, adquiriendo una aprehen-sión total de él. Esta percepción no excluye ninguna faceta de la experiencia, hecho que les permite estar inmersas de manera plena en la naturaleza, como parte de esta que dichas per-sonas de la oralidad saben que son, es decir, ellas no mantienen la distancia del teórico mo-derno con respecto al objeto de estudio.

Teniendo en cuenta que el aprendizaje en las culturas orales se lleva a cabo mediante la par-ticipación proporcional de los sentidos en la percepción del entorno, este resulta de una gran riqueza porque permite un involucramien-to pleno con el mundo, penetrando en él de ma-nera profunda. Con la occidentalización del

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pensamiento muchos aspectos de la naturaleza quedan completamente ocultos a la percepción. Para comprender esto basta pensar en la forma como un campesino de una zona rural alejada se comunica con otro o con la tierra en la que vive, para notar que él ve y escucha lo que no-sotros no podemos ver ni escuchar en ese espa-cio.

En las culturas predominantemente orales cada miembro de la comunidad se diferencia del otro, no existe la uniformidad. Su vida tras-curre no dentro de secuencias rígidas, ya que el tiempo no es concebido de manera cronoló-gica. Para ellos no existe preocupación por la perfección corporal, y siempre está abierta la posibilidad de seguir nuevas alternativas evi-tando la uniformidad y la repetición.

Por lo tanto, el pensamiento en esta cultura oral se constituye integrado con las cosas, no separado de ellas por ninguna mediación. Esto implica una integración del individuo con sus dimensiones de espacio-tiempo, que lo llevan a estar presente en su propio pasado (entendido no solo como el suyo sino también como el de sus ancestros). Igualmente se integra con su propio futuro, del cual tiene la noción por su ajuste de la percepción de realidad corporal presente con las nociones del devenir que pue-de establecer a partir de las diferentes señales de la naturaleza.

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En ellos prima el sentido del oído sobre la vi-sión, hasta el punto de que esta última termina siendo relegada a un segundo plano, pues como se señala en la obra The perception of the envioronment:

Entre los Suyá, (de Mato Grosso, Brasil) de acuerdo con Seeger, la facultad de escuchar es altamente valorada, como lo son las faculta-des complementarias del hablar y el cantar. El habla es distinguida del canto en la clasificación Suyá, no tanto en términos del despren-dimiento de las palabras del soni-do, sino como polos de un continuo de combinaciones alternativas de fonética, texto, tiempo, tono y tim-bre. El significado unánime de la escucha así como del habla y del canto, es aumentado mediante la expansión de los lóbulos (y para los hombres) del labio inferior, en los cuales se insertan grandes discos de madera o de hoja de palma en-rollada. La palabra Ku-mba, en el lenguaje Suyá, se traduce no solo como escuchar, sino también como entender y conocer bien, lo cual define a la persona como un ser social pleno. Donde podríamos des-

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cribir la memoria o las palabras habladas en términos visuales, como imágenes en la mente, los Suyá describen inclusive un fenó-meno visual tal como un modelo ondeante, como alojado en la oreja.

El sentido de la vista, por el con-trario, es asociado en el pensa-miento Suyá con lo moralmente criminal, con las tendencias anti-sociales. Una persona con un ex-traordinario poder de escuchar es un parangón de virtud, pero al-guien con extraordinaria visión es un hechicero. Los hechiceros lo ven todo, el suyo es un mundo trasparente que no ofrece barre-ras a la vista. Él puede observar y ver el pueblo de la muerte en el cielo; él puede mirar abajo y ver el fuego de las personas que viven bajo la tierra; y puede mirar alre-dedor y ver los indios enemigos a lo lejos en sus propios pueblos (In-gold, T. 2000, 250)

En una condición mental de este tipo donde hay una forma de percepción diferente a la nuestra en la cual el individuo se siente plena-mente incluido en la naturaleza, y no como un ser aparte de ella, no existen condiciones para

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la discriminación generada por el paso del tiempo. El anciano es venerado y respetado, y es tenido en una alta dignidad. Él integra su sabiduría a la cotidianidad de la comunidad para beneficio de esta. Para esta comunidad la muerte es parte integrante de su existencia. Los antepasados están con ellos en la toma de decisiones y en las diferentes actividades, pues el morirse no significa para ellos dejar de estar presente.

El cuerpo olvidado

Aunque nos parece plenamente normal que pa-semos nuestra vida sin relacionarnos con nues-tro cuerpo, y que acudamos a él solamente para propósitos utilitarios, esta es una confor-mación que se ha ido desarrollando histórica-mente. Esta parte del momento en que el ser humano se separa del objeto real para dirigirse a la representación de este, de manera que di-cha representación lo sustituye. El proceso lle-va a que la mente se convierta en la parte fun-damental de la persona, y el cuerpo sea consi-derado como un recurso funcional de escala in-ferior. Es una situación que cada vez se acen-túa más, primero considerando al cuerpo como fuente de pecado, luego como fuerza útil para ser canalizada en la trasformación de la natu-raleza en beneficio de la sociedad. En la actua-lidad nos encontramos con que se genera un

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cuestionamiento al movimiento y al desplaza-miento mismo del cuerpo, al hablar de visitar los portales, de navegar en internet o de ser habitante de la virtualidad. Es decir, el cuerpo queda paralizado, cuestionando así su espacio-temporalidad.

Como este es un supuesto que puede sustituir imaginaria y momentáneamente la realidad corporal, no afecta de manera práctica el curso vital de la persona. Sin embargo, altera la rela-ción que esta mantiene con su propio cuerpo al profundizar en su tratamiento como objeto. Si en un primer momento histórico este era consi-derado objeto del pecado, tenía la oportunidad de la redención, pero al darse la supresión de lo real por lo virtual simplemente se produce un olvido del cuerpo. Esto se marca de manera contundente al inmovilizarlo frente a la panta-lla del equipo electrónico, al fijarle la mirada en un solo espacio y al generarse una interac-ción vocal o digital orientada linealmente.

Rastrear el proceso señalado nos lleva por fuerza a determinar que un primer paso corres-ponde a un ordenamiento estricto de los movi-mientos corporales, lo cual a su vez implica un ordenamiento de la percepción. En este caso la vista es el sentido que se presta para conside-rar la realidad de manera ordenada. El tacto se extiende de una forma más amplia, pudiendo captar las diferentes dimensiones de la reali-

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dad sin que medie ninguna distancia. Es decir, este puede sentir el volumen, la superficie irre-gular o lisa, y en general el estado material del cuerpo con el que se relaciona. La audición por su parte capta desde la esfericidad que el cuer-po como punto central determina para su en-torno, la presencia de una imagen-sonido ape-nas esta se produce. Es además un sentido que no se puede cerrar, que está disponible perma-nentemente para la percepción.

El pensamiento centrado en la visualidad y la linealidad, según MacLuhan, M. (1985) tiene su origen en el alfabeto fonético. De acuerdo con el autor, este implica una disposición orde-nada, lo cual crea inmediatamente la noción de sucesión, que suspende la posibilidad de perci-bir el entorno y de utilizar los sentidos de ma-nera simultánea. Esta simultaneidad hace refe-rencia a una posibilidad de percepción total-mente desconocida para nosotros en la cual el cuerpo se inscribe dentro de su totalidad espa-cio-temporal no como objeto sino como ser consciente.

Al referirnos al cuerpo como objeto, señalamos la tendencia a considerar sus partes de manera utilitarista, sin que estas se valoren como expe-riencia plena para cada instante de nuestra vida. Es decir, estas partes se convierten en so-portes para la exhibición de ropa, de zapatos, de gafas, de cascos, de automóviles, etc., y se

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identifican de manera aislada para nuestra comprensión, como si cada una de ellas no fue-ra en sí misma el propio cuerpo.

De tal forma que la experiencia de la percep-ción de tipo lineal priva al cuerpo del ejercicio completo de sus sentidos para interrelacionar-se con el entorno y consigo mismo. Por eso es que se da ese fenómeno de privación y limita-ción que no deja que cada parte vaya más allá de su función utilitaria. Al desconocer los al-cances de la percepción que nos puede brindar la totalidad de nuestro cuerpo, este queda en una especie de aletargamiento, de la que solo toma consciencia al presentarse una enferme-dad o un sufrimiento. Es decir, la valoración o aprecio que le damos a nuestro cuerpo solo se produce cuando este entra en riesgo, cuando se niega su función humana como tal por una alteración determinada ya sea temporal o per-manente.

El ordenamiento en una dirección y en una dis-posición específica que empieza por nuestro propio cuerpo y por nuestros propios sentidos sienta las bases para que el mundo sea conce-bido por partes, sin ninguna conexión entre ellas. Esta partición del mundo para estudiarlo le otorga al teórico un poder especial, porque posee esa fracción de la naturaleza que ha en-cajonado. Él puede definir la tierra con una pa-labra, puede afirmar con certeza cuál es su

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comportamiento, puede dictaminar qué medi-das se deben tomar hacia ella para que dé más rendimiento, puede bosquejarla, puede hacer registros desde satélites en el espacio sobre sus ciclos.

De esta manera, el espacio-tiempo presentado ante la comprensión humana en una reducción esquemática, lleva a que la inconmensurable diversidad de la naturaleza desaparezca como posibilidad de percepción. Se hacen así inal-canzables muchos aspectos que pueden ser percibidos por los seres humanos al realizar un uso pleno de sus sentidos.

El tiempo para occidente avanza por un sende-ro preciso, y su punto de referencia son las ma-necillas del reloj que permiten calcular minu-tos, horas, días, semanas, meses y años. Este procedimiento encamina a los seres humanos a ajustar sus acciones de acuerdo con esta medi-ción, colocando al tiempo como la guía supre-ma de sus acciones, y haciendo que cada uno sienta la necesidad de correr para superar su velocidad y ganarle la carrera.

Esta visión tiene su origen en la separación producida entre la mente y los objetos, la cual se produce, como señala MacLuhan, M. (1985) con la imprenta, que lleva a acentuar este dis-tanciamiento iniciado por la escritura. En el momento en que se puede reproducir un texto

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sacando de él varios ejemplares, este adquiere otro carácter como medio trasportable. A partir de entonces el conocimiento puede ser nego-ciado, entra en la circulación general de las mercancías. Aquí el aspecto más destacado para nuestra reflexión es el cambio que sufre la percepción, pues en la etapa anterior a la im-prenta la elaboración de libros era realizada por los escribas. Estos mantuvieron durante veinte siglos, del siglo V A. C. al siglo XV D. C. una forma de elaboración escrita que daba cuenta del conocimiento adquirido. Para ello sincronizaban sensorialmente el tacto, el oído y la vista. El escriba escuchaba atentamente la voz del maestro, y debía ser capaz de reprodu-cir con sus propios órganos de la fonación el texto, para luego reproducirlo con su mano, y por decirlo así, dibujarlo con letras. Estas le-tras cumplían requisitos especiales, de forma que estaban destinadas a influir al lector quien llevaba a cabo un proceso visual y audio-táctil mediante el cual interiorizaba el contenido de este texto a partir de escucharse, leyéndolo en voz alta.

La generalización del uso de la imprenta llevó a que el individuo no se preocupara más por la forma de la letra, forma que antes era necesa-ria para que el texto pasara de lo visual a lo oral. Ahora solo se preocupaba por lo que re-presentaba el símbolo. El papel de los escribas, su destreza manual, ya no tenía importancia

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frente a la reproducción de la información aportada de manera masiva por los caracteres de la imprenta. Así fue como terminó tanto el trabajo de los escribas como la misma profe-sión que duró veinte siglos. Pero el efecto para la sociedad consistió en el cambio de una ma-nera de percepción, aunque ya mediada por el libro hecho por los escribas, más cercana a la vida, que se caracterizaba por una integración sensorial amplia del individuo con la naturale-za. Con la imprenta, como lo plantea Ma-cLuhan, M. (1985), se abrió el espacio para una concepción organizada y esquematizada de vi-vir, determinante en la organización de las nuevas sociedades que llegan hasta el momen-to actual. Esta concepción se caracteriza por la linealidad, el encajonamiento, el orden cuantifi-cado, estadístico, etc., producto de la orienta-ción señalada para la historia por la línea for-mada con los caracteres.

De esta manera, tal como se presenta el espa-cio-tiempo para la comprensión humana, es re-ducido al esquema cronológico o secuencial construido en la mente del individuo. Se simpli-fica así la inconmensurable diversidad de la na-turaleza, hecho que lleva a hacer indistingui-bles muchos aspectos (los que están por fuera de las construcciones lineales señaladas), y que se pueden captar desde otras formas de per-cepción. Es como sí por ejemplo, un ser que tu-viera dos dimensiones, digamos el dibujo de un

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perro en el piso, quisiera saber cómo es un pe-rro de tres dimensiones que estuviera pasando. El dibujo solo podría tener la noción de las hue-llas dejadas por el perro y pensaría que estas huellas correspondían a la totalidad de este.

En esta concepción, que crea una mentalidad inversa a la existencia, en la medida en que considera al tiempo como un vacío que debe ser llenado, es decir, que no corresponde al de la existencia misma, se amplía la distancia y la diferencia de la persona con su entorno. El alejamiento se fortalece con la separación de la idea de la realidad, del significante y del signi-ficado, del sujeto y del objeto, como entidades absolutas y diferentes.

Para MacLuhan, M. (1985) el libro se constitu-yó en el medio de conocimiento por excelencia, es decir, ya no hacía falta la realidad directa para que el ser humano penetrara en los distin-tos campos del saber. Multiplicado por la im-prenta en varios ejemplares adquirió un nuevo carácter como un conocimiento ambulante que se trasforma espacialmente de acuerdo con los mismos requerimientos del mercado.

De cómo se manifiesta el pensamiento li-neal en la era digital

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Al referirse a las características que tiene el pensamiento de alguien se habla de “la forma de pensar”. ¿Por qué no se puede utilizar en vez de la forma de pensar, la expresión “el con-tenido de pensar”? Precisamente esta es una muestra del pensamiento lineal. Cuando se menciona la palabra forma nos referimos a un contorno, a algo que limita, a algo que separa del resto. Siendo esta la manera de expresar-nos con respecto al pensamiento, desde el len-guaje reconocemos que este está encajonado, que prima el límite que se le coloca a la idea por sobre aquello de la realidad a que esta hace referencia. Por eso es que no se le pre-gunta a una persona: ¿cuál es su contenido de pensar?, porque la preocupación fundamental es mantener el pensamiento estructurado en moldes.

Si nos ponemos a considerar los elementos del lenguaje que conforman nuestra orientación al expresarnos nos damos cuenta que este empie-za por el punto y termina por el globo, pasando por múltiples figuras geométricas. Cuando que-remos referirnos a “desde donde se habla”, de-cimos, “desde el punto de vista”. Si se quiere cambiar el foco a nuestras expresiones decimos “desde otro punto de vista”. Algunas veces se prefiere sustituir “el punto de vista” por “la óp-tica”, recalcando de todas maneras que se asu-me la preponderancia de la visualidad, como la única válida para dar cuenta de la percepción a

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la que se hace referencia. No se dice por ejem-plo “desde esa sensación de tacto”, o “desde esa percepción auditiva”, porque estos sentidos están excluidos.

Igualmente es común hablar de la línea de pen-samiento, de la línea de estudio, de la línea de investigación. Esta delimitación unidimensio-nal, reduce al más estrecho límite la posibili-dad de la actividad señalada. Se le muestra ais-lada, desconectada, independiente, no necesi-tada de vinculación con el resto de conocimien-to. Entonces, a partir de la línea surgen los li-neamientos que van a guiar diferentes corrien-tes de pensamiento o inclusive diferentes con-ductas humanas. Al enunciar el término línea queda establecido de manera previa que quien asume esa posición no puede apartarse de ella, debe mantenerse invariable en la zona trazada.

Otra referencia común es hablar del marco de referencia, del marco de trabajo, del marco de pensamiento. Aquí se manifiesta la necesidad de la linealidad como oportunidad para ence-rrar, para dejar un afuera y un adentro, de tal manera que se instauran las bases para gene-rar muestras encajadas de la realidad, modela-das mediante la teoría. Lo que entra en este marco debe aceptar el límite que este señala para lo cual se establecen afinidades, relacio-nes que hacen posible ese encajonamiento.

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Igualmente se plantea el círculo, que corres-ponde a un grupo de pensamientos organiza-dos: el círculo literario, el círculo científico, el círculo de bellas artes. La curvatura del círculo implica una separación menos aguda que la de un marco con respecto al entorno, al desapare-cer las aristas geométricas. Sin embargo, se mantiene el límite que excluye el afuera, y que da una sensación inmediata de exclusividad de quien está dentro de él.

Para la percepción de un objeto se suele utili-zar la expresión “depende del ángulo que se le mire”, de manera que solo se puede mirar des-de ángulos, no hay una forma distinta a la li-nealidad de observar los objetos. Es decir, los objetos están en el extremo opuesto al vértice del ángulo, y ese vértice es nuestro ojo. Este recurso, más que ningún otro, ilustra la rela-ción estrecha entre el pensamiento lineal y la preponderancia de la visión, pues no se hace referencia al ángulo auditivo, o al ángulo táctil, gustativo u olfativo de percepción.

Esta linealidad tiene la característica de que considera el pensamiento de forma unidimen-sional, que es el caso mismo de la línea, o bidi-mensional como corresponde a las figuras del cuadro o el círculo. No se considera un pensa-miento tridimensional, no se hace referencia a la esfera o al cubo para referirse por ejemplo al cubo de pensamiento. Esto sería tan ridículo

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como cualquier intención de colocar en una, dos o tres dimensiones una idea. Sin embargo, el pensamiento lineal le suele reconocer a la categoría “planteamiento” la cualidad de alber-gar la tridimensionalidad. Se dice por ejemplo que “este planteamiento engloba”, es decir, él es un globo que mete algo dentro de él.

Pero este pensamiento lineal se desborda y traspasa lo conceptual para volverse materia. Los puntos se marcan con mojones para seña-lar los límites de los terrenos donde se van a construir edificios; con escritorios para consa-grarlos como puntos de atención al cliente o puntos de venta; con acuerdos convencionales para marcar puntos de encuentro en caso de una catástrofe. Las líneas se extienden por to-das las ciudades: son las líneas que forman los niños en los patios de los colegios, las líneas de los pupitres en los salones de clase, las líneas de los soldados en los cuarteles, las líneas de los presos en las cárceles para entrar a las cel-das, las líneas de los ciudadanos en los bancos para cancelar sus cuentas, las líneas de los transeúntes para pagar el trasporte público, las líneas de los empleados ingresando a su traba-jo.

De otra parte la idea del marco se ha vuelto hoy en día más contundente que en cualquier época de la historia humana. Los marcos se aparecen en las pantallas de cine en tercera

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dimensión, de los computadores, de los celula-res, de las tablas, de los reproductores de mu-sica, de las cámaras digitales. Se constituyen así en la forma más familiar para la mayoría de los habitantes de la tierra que tienen una cita varias veces al día con ellos para consultar sus mensajes de información.

Pero además de esta presencia del pensamien-to lineal en la realidad, este se incrusta en las tradiciones y las creencias de las personas, ha-ciendo que se asuman posiciones inalterables. Por eso el padre le dice al hijo: yo soy recto y tú también debes ser recto. Se señalan unos límites precisos para todo tipo de comporta-miento, y aquí ya se habla de encajarse, de ajustarse, de circunscribirse, de no pasarse de la raya.

A pesar de toda esta linealidad se genera una realidad desbordada que no puede encajar den-tro de ella. No existe el control esperado para ella desde la linealidad. Proliferan las conduc-tas que se salen del margen establecido. Se producen escapes mediante las drogas, que cada vez se extienden más, y abarcan a las ge-neraciones en unos rangos más amplios de edad; mediante el alcohol; mediante el cigarri-llo; y se generan conductas que son el abierto rechazo a un encajonamiento. Sin embargo, se revisan las conductas de los infractores a la luz de la norma, pero no revisan las directrices

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que son las que le han dado vida al pensamien-to lineal en la era digital.

La irreversibilidad de la linealidad en los comportamientos cotidianos

Los efectos del pensamiento lineal se pueden evidenciar en la conservación no solo de la lí-nea como tal, sino de sus características en los diferentes procedimientos de la actividad dia-ria.

MacLuhan, M. (1991) señaló que la aparición de los nuevos recursos de comunicación pro-ducto de la electricidad como el teléfono, la ra-dio y la televisión, estaba orientada a cambiar la percepción de tipo lineal. De esta manera las personas pertenecientes a esta era tendían a retornar a una percepción de tipo simultáneo similar a la de las comunidades orales. Por eso él se refirió a esta nueva etapa como la de “la aldea global”. Sin embargo, en la era digital podemos evidenciar un reforzamiento del pen-samiento lineal, que refleja la consolidación producida durante siglos, y consagrada ahora por la rapidez de la información, de las carac-terísticas de esta linealidad.

Esto lo podemos evidenciar en la tendencia a sustituir pasos para llegar de manera directa al propósito. El rayo infrarrojo marca sobre el

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diagrama para que el conferencista pueda guiar al estudiante en la pantalla; el escáner penetra el cuerpo humano o la maleta de viaje en el aeropuerto; el cinemómetro o radial vial devuelve a él la señal lumínica, para detectar la velocidad que trae un vehículo en la carrete-ra. Es decir, la linealidad se mantiene como una necesidad para adelantar diferentes activi-dades esenciales en nuestra sociedad contem-poránea, lo cual deja constancia del inmenso progreso reflejado en la reducción de tiempo en el desarrollo de diferentes procesos.

Este aspecto, que resulta de gran beneficio para la sociedad y que se manifiesta en todas las actividades de tipo informático, se constitu-ye en una dificultad cuando se transforma en pensamiento lineal en el comportamiento de las personas. Igual que el libro el cual resultó ser un salto gigantesco de la humanidad, no puede ser juzgado en sí mismo, pues lo que debe ser juzgado es la forma generalizada como los seres humanos sometieron su percep-ción, para limitarla a estrechos alcances, ve-dándole otras posibilidades de conocimiento y de relación con el mundo.

El pensamiento lineal en el comportamiento de las personas se ve traducido en la rigidez que asumen frente al desarrollado de diferentes procedimientos en la cotidianidad social. De esta manera, se restringen y restringen, ciñén-

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dose a patrones básicos de comportamiento los cuales no pueden ser alterados bajo ninguna circunstancia. Por ejemplo, si en una puerta dice entrada y en la otra dice salida, nadie pue-de intentar salir por la puerta de entrada, algo que es justificable pensando en tener en cuenta el orden que se busca establecer. Pero si al-guien se encuentra en una situación de extre-ma urgencia y requiere salir por donde sea, in-mediatamente se hace sentir la presencia del vigilante para exigirle que cumpla la regla. Para ilustrar esto podemos citar el caso del in-cendio de una gigantesca discoteca donde mu-rieron muchas personas porque los celadores le echaron candado a la puerta para que nadie saliera sin pagar. Igualmente ocurre con la per-sona a la que le es estrellado su carro por un autobús. El carro queda atravesado en mitad de la vía totalmente averiado y botando humo. El agente de tránsito se apresura a obrar ante el accidente, pero no para colaborarle al afec-tado, sino para hacerle el recibo multándolo porque el auto estrellado se encuentra obstacu-lizando la vía. Un fenómeno enmarcado en esta misma linealidad se presenta en el hospital cuanto se procede a realizar una cirugía, am-putando el miembro equivocado en atención a una orden escrita que lo indica así, sin escu-char al paciente quien pide que no le operen la parte sana.

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El pensamiento lineal se constituye en la rigi-dez que no permite salirse de lo establecido, ni cambiar la forma de obrar que se ha tenido siempre. Esta señala que cada acción debe de-sarrollarse dentro de un mismo curso, que to-dos los objetos deben estar dispuestos siempre en el mismo orden, que los procedimientos para cualquier gestión deben ser siempre los mismos. Ante este estancamiento es necesario que la sociedad se dé la oportunidad, aprove-chando los nuevos recursos informáticos, de cambiar la percepción de tipo lineal, asumien-do una actitud más flexible que involucre un mayor alcance, acercando al individuo a su en-torno total. Esta se podría constituir en una apertura de los sentidos de tipo simultáneo. Pero en general no se considera la oportunidad ofrecida por los nuevos medios electrónicos para alcanzar este propósito. De esta manera el ser humano mismo se encarga de erigir es-tos medios como un obstáculo para poder ejer-cer la plenitud total del cuerpo con su posibili-dad sensible.

La ampliación de la percepción implica que el individuo pase de la condición de verse como un desconocido, a actuar desde sí mismo. Para ello debe sustraerse del espacio-tiempo exte-rior impuesto desde el esquema social que tie-ne su referencia definitiva en el reloj, y pase a habitar sus propios espacios-tiempos interio-res. Estos le van a dar otras condiciones tam-

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bién reales, pero que son las suyas, y que le di-cen cuál es su tiempo personal, y cuales son las diferentes instancias en que se desenvuelve su propio ritmo interno.

La existencia de la sensación es la única opor-tunidad que tenemos para lograr esta vivencia total, pues no podemos sentir las partes de nuestro cuerpo con nuestra vista, pero si las podemos sentir por ellas mismas, en cuanto constituyen sentidos fundamentales que captan lo interior y lo exterior. Esta experiencia cada vez se hace más lejana en cuanto se consolida la centralización de toda nuestra percepción en la visualidad. Ahora se refuerza con la moda consistente en intervenir el cuerpo con la tec-nología. Lo más usual del mundo contemporá-neo es la instalación de implementos que, lejos de ser considerados como una invasión al cuer-po, son admirados como un avance cultural que algún día nos permitirá ejercer como humanos y como androides.

Ante este desarrollo contundente de la lineali-dad es importante volver a preguntarse por las funciones que tenemos tanto individual como socialmente. Estas, como se ha mostrado am-pliamente, han sido de alguna manera limita-das, pero no por ello pueden desaparecer, pues constituyen la esencia de nuestra propia exis-tencia.

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Colisiones ante el quebrantamiento del pensamiento lineal

El pensamiento lineal, que como ya se ha seña-lado determina una serie de formas de organi-zación en la distribución y acción dentro de la sociedad, lleva implícita la aspiración de la pre-servación sin fin de un orden establecido. El concepto de orden corresponde a una expre-sión lineal. Una línea se define como una suce-sión continua de puntos. Esa definición estable-ce el principio fundamental del orden, la dispo-sición continua señala una única opción, la de que se dé una presencia permanente, ininte-rrumpida y en secuencia. Esto nos da elemen-tos para comprender la organización social y la forma como se dan sus diferentes instancias.

A partir de lo señalado debemos considerar como se encarna en la sociedad esta concep-ción lineal. En primer lugar podemos encontrar que este concepto supremo se consagra me-diante la noción de pirámide social, figura geo-métrica que da cuenta de manera precisa de la organización social lineal actual. Esta disposi-ción humana no nos permite considerar concu-rrencias de condiciones diferentes a las inscri-tas entre un vértice y una base. Se instituye como la condición natural de existencia de las sociedades actuales, y en este caso no hay op-

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ciones de organizaciones que planteen formas diferentes para la distribución de la ubicación humana. Las culturas de tipo oral no conocen la pirámide social, no hablan desde diferentes planos del grupo humano. Su existencia refleja que la pirámide no es la única opción para la comunidad. La pirámide es tan generalizada en el pensamiento occidental que incluso socieda-des que han buscado cambiar las relaciones so-ciales de producción para establecer diferentes órdenes sociales, han constituido nuevos tipos de pirámide. El vértice fundamentalmente es la habitación del poder, y el poder siempre es de-tentado por un grupo determinado que tiene a su disposición el control de la fuerza sobre el conjunto de la población

En el caso específico de sociedades como la nuestra la intención fundamental es la de pre-servar indefinidamente el orden establecido. La población está ubicada en diferentes planos de existencia, es decir, con formaciones geométri-cas de dos dimensiones que ascienden desde la base hasta el vértice de la pirámide, en un acuerdo implícito que hace posible una convi-vencia inalterada. Quienes habitan los planos inferiores aceptan su vida limitada como una condición “dada” de existencia. Es lo que pode-mos evidenciar en las actividades cotidianas de las ciudades y de los campos que mediante transacciones diarias que involucran el espa-cio-tiempo individual mantienen una estabili-

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dad en cuanto se sostiene una rutina vital. Los medios de comunicación y las estadísticas se encargan de mostrar que todas las personas viven felices con su situación. Este cuadro es lo que podemos denominar el orden.

Algunas veces desde el vértice de la pirámide se produce una decisión para alterar este or-den. Esto sucede por ejemplo cuando se decide reducir las posibilidades de adquisición de las condiciones básicas para que los diferentes planos sociales, que van hasta la base de la pi-rámide puedan sobrevivir. Ellos han contado normalmente con estas condiciones, y al sus-penderse repentinamente se produce el rompi-miento del orden.

Ante esta alteración de la estabilidad en los di-ferentes planos se genera un impulso espontá-neo que pretende restablecer la normalidad. Esto lleva a la colisión para enfrentarse a quie-nes han producido la alteración. Es decir, cuan-do viene la acción desde los diferentes planos de existencia de la pirámide, el orden ya estaba alterado, fue alterado por el vértice, y ellos lo que tratan de hacer es restablecerlo.

Frente a esta acción, en el vértice se recurre a lo que hemos llamado en este trabajo el tiempo del reflejo, es decir, la inversión de las cosas, la utilización de la imagen como lo real, y lo real como la imagen. Aunque ellos, el vértice, han

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alterado el orden, presentan a quienes estaban en el orden, ahora alterado, como los que han realizado esa alteración.

De esta manera se habla desde el pensamiento geométrico de la necesidad de mantener una línea de conducta recta, de la presencia de in-tenciones torcidas (no rectas) por parte de in-filtrados, es decir, de personas que no pertene-cen a la pirámide, y de la urgencia de salva-guardar las instituciones. Estas no han sido al-teradas en cuanto todas las capas de existen-cia, hasta el momento de la decisión desde el vértice no habían dado ninguna muestra de querer alterar lo establecido, pues esto no les convendría en cuanto implicaría alterar las condiciones básicas que aceptan por su propia conveniencia. Por el contrario, ellos son los que quieren salvaguardar las instituciones, altera-das desde el vértice con la decisión que de re-pente alteró la existencia de toda la pirámide.

En esta colisión finalmente se impone la deci-sión de tomar medidas para impedir la altera-ción del orden. En realidad lo que se busca es impedir la alteración del desorden, es decir, que este desorden creado por el vértice pros-pere. Estas medidas, nuevo término de la li-nealidad, consisten en acciones cuantificadas, realizadas por seres humanos que son unida-des precisas, las cuales no deben tener interna-mente ninguna actividad de reflexión, es decir,

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se requiere que actúen como autómatas. Ellos se encargan, no de restablecer el orden inicial, sino de encajar, o mejor, de meter en la nueva pirámide, alterada desde el vértice, a todas las capas que en un momento reaccionaron, como alternativa mecánica, ante la alteración realiza-da. Finalmente, las nuevas capas de existencia deben renunciar a algo con lo que contaban como derecho propio en la pirámide inicial, y aceptar la alteración del orden como si fuera el orden, y quedar como si ellos fueran los cau-santes del desorden.

Esta situación lineal de existencia, al determi-nar una organización social piramidal, significó una pérdida de grandes dimensiones para la convivencia humana. Es una pérdida que no va a permitir recuperar la opción inicial del ser humano de la época de la oralidad cuando des-conocía la noción de secuencia cronológica y de planos sociales. Dicho desconocimiento po-sibilitó que espontáneamente la comunidad oral se organizara de una manera diferente, más relacionada con la naturaleza, lejana del modelo geométrico como se aleja el símbolo químico del aire, del aire que respiramos cada día. En esta organización cada uno podía ser valorado plenamente y constituirse en una par-te, no alegórica, sino real, encarnado en ella. Por fortuna hoy en día subsisten comunidades en diferentes partes del mundo que preservan esta tradición.

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Para el mundo occidental, la esperanza de una forma de organización de este tipo no está en el horizonte histórico futuro. Esto debido a que se ha desarrollado en el ser humano el senti-miento de poder, materializado en elementos tan contundentes como la violencia de las ar-mas. Estas determinarán en diferentes momen-tos la presencia de pirámides con un vértice que tome las decisiones con los planos más cer-canos a su servicio, y múltiples planos que se alejan hasta llegar a la base.

A veces desde el vértice son llamados algunos individuos de los planos inferiores, que son considerados útiles por su capacidad de lide-razgo, para ser ubicados en los planos superio-res. Allí deben funcionar como recursos útiles para generar el desorden, de acuerdo con las conveniencias que se vayan presentando, si-guiendo de esta manera en forma permanente el proceso señalado arriba. A veces puede ocu-rrir que se produzca una fuerte alteración de la pirámide y el vértice caiga, pero simplemente se reemplaza por otro vértice que continúa con la misma forma de organización que se puede desorganizar de acuerdo con las conveniencias.

Como conclusión de esta última reflexión sobre las colisiones ante el quebrantamiento de la li-nealidad podemos señalar que la implantación de la concepción lineal encajonó en formas

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geométricas, no solo el pensamiento humano, sino toda la organización social, con niveles, planos, parámetros, pirámides sociales, etc. De esta manera, consolidó la aceptación de un tipo de organización que tiene como regla un orden alterable permanentemente por quienes tienen en sus manos el control de toda la sociedad, y siempre culpan al conjunto de la sociedad de la alteración de ese orden. Este hecho, que gene-ra una serie de acciones que apuntan hacia la negación, hacia la alteración de ese orden, fi-nalmente, termina perdurando.

Teniendo en cuenta que la organización pirami-dal ha sido no solamente definida como una forma ideal de sociedad para occidente, sino que se ha consagrado dentro de lo denominado “dado”, es decir, aquello que siempre ha existi-do y que no puede ser cuestionado porque es considerado como una verdad absoluta, su re-moción, tanto de la mente del ser humano como de la realidad en que se materializa, se constituye en una utopía irrealizable en el mo-mento histórico que vivimos.

El aporte del individuo al pensamiento li-neal

Es necesario considerar las dos condiciones con las que se enfrenta el individuo en su des-envolvimiento en el entorno que le corresponde

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vivir. La primera está constituida por las deter-minaciones de las cuales él no es participe, pero que lo definen, y ante las cuales no tiene mayor posibilidad de acción. La segunda tiene que ver con la decisión de validar su forma de percepción, o cambiarla de acuerdo con las múltiples experiencias que le presentan alter-nativas diferentes a las tradicionales.

En cuanto a las determinaciones de las que el individuo no es participe podemos citar múlti-ples aspectos que lo constituyen como persona, y que realizan esta función determinante. En-tre estas están el nombre, que es su equivalen-te desde el campo de los caracteres fonéticos. El individuo aparentemente es diferente a los otros ante la sociedad, para lo cual se recurre a su nominación, pero esta cumple un propósito completamente contrario al que se le supone. Se le asigna un nombre no exclusivo para él como lo posibilitaría incluso la secuencia im-puesta desde la linealidad de la palabra. Es de-cir, si nosotros nombramos la palabra Carlos, inmediatamente entendemos que se trata de un nombre. Para que esto ocurra debe cumplirse la condición de que las letras se coloquen en el orden señalado. Si nosotros cambiamos la posi-ción a una letra, el nombre desaparece. Por ejemplo, si cambiamos de lugar a la a, y deci-mos Cralos, se rompe la linealidad, y con ella el nombre que se pretende mostrar. Sin embargo, este cambio que hemos hecho da origen a una

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nueva palabra que podría constituir otro nom-bre.

En la práctica general no se procede mediante la creación de nombres sino utilizando los ya existentes. Se coloca por ejemplo el nombre Carlos a miles de personas. El individuo queda nominado de una forma que lo aleja de ser úni-co. Igualmente a este nombre se le agregan unos apellidos, el del padre y el de la madre, apellidos que también están repetidos muchas veces, así que el individuo termina teniendo un nombre completo que lo tienen muchas perso-nas, y que por lo tanto está muy lejos de identi-ficarlo con originalidad.

Este procedimiento nos muestra como la ins-cripción del individuo en la sociedad corres-ponde a ajustarlo de una manera ordenada dentro de esquemas verbales ya establecidos. Se procede aquí igual a como se da la repeti-ción señalada por MacLuhan, M. (1985) en la secuencia tipográfica, donde el individuo de ser único, pasa a formar parte de una serie, con un lugar determinado dentro de ella.

Entre otras determinaciones sobre las que no se puede actuar están el origen, las relaciones de parentesco y la educación. El origen no pue-de ser elegido por la persona, pero sin embar-go se le hace responsable de él, pues se consti-tuye en una marca definitiva para toda su vida.

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Un individuo que nace en la condición más hu-milde es despreciado por quienes están en un nivel superior. De la misma manera, si nace en una condición social alta, inmediatamente des-pierta la admiración. Se le encuentran innume-rables cualidades y virtudes, es un aconteci-miento que incluso se cubre por los medios de comunicación. Por otra parte, el individuo no puede decidir sus relaciones de parentesco, aspecto que, muy relacionado al origen, va a determinar su futu-ro. Generalmente hay una estrecha relación en-tre la baja condición social y la distancia que se abre entre los padres y los hijos en su relación. Esto se explica por las dificultades económicas que obliga a los padres a estar lejos, buscando el sustento, o a veces simplemente separándo-se para siempre de su familia.

Igualmente, la educación no es escogida por la persona: si nació en nivel social bajo, esta es la que le brinde el azar. A veces no corresponde siquiera a condiciones de educación institucio-nal. Es decir, aprende del entorno, que en el caso del mundo occidental, es un entorno hostil a la individualidad a pesar de basarse en ella. De manera que los procesos que la persona si-gue son aleatorios y no están ajustados a nin-guna proyección de la vida. Por contraste, exis-ten otros sectores que tienen un acceso a la

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educación predeterminado, el cual les asegura una situación precisa y estable en la sociedad.

A pesar de estas determinaciones, se pueden tomar decisiones frente a las posibilidades de percepción, y aquí está la oportunidad para lo-grar una expansión de la experiencia humana. Para esto es necesario empezar a resquebrajar los hábitos de pensamiento que se vuelven un obstáculo. Aunque hubo factores decisivos en la condición de la persona de los cuales ella fue ajena, él se pone a disposición de estos, incons-ciente de las consecuencias que tienen para su vida. Esto se refleja en su posición de aceptar la situación social como algo “dado” que no puede ser cambiado. Es decir, valida ese hecho como necesario, disponiéndose a aceptar por ejemplo que es ignorante y no puede aprender, o que no tiene futuro y debe resignarse con una realidad que no va a cambiar. Son formas de autopercepción que deben ser reestructura-das en los hábitos de pensamiento.

A pesar de las dificultades que puedan existir, el individuo no puede ser visto de manera abso-luta como un ser sometido, oprimido, en condi-ciones de desigualdad para su propio desarro-llo. Él alberga capacidades que puede utilizar en cualquier momento actualizando todos los elementos de su propia experiencia, las cuales le pueden dar alcances impensados a sus accio-nes, determinantes para su mejoramiento. De

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hecho él es la base sobre la que se erigen los grandes poderes de la sociedad. El poder por lo tanto termina emanando del mismo individuo que no está en él. Esto es lo que hace posible como lo demuestran muchas experiencias his-tóricas que determinadas personas en las más bajas condiciones humanas hayan llegado a de-tentar un poder muy grande. Es el caso de Hi-tler, quien pasó por la condición de mendigo.

Esta realidad humana muestra que la estructu-ra de la pirámide presentada más atrás no es inalterable, por el contrario, su esencia es la alteración permanente. Todos los seres huma-nos tienen la posibilidad de estar tanto en la más baja condición de humildad como en la más alta condición de poder. Eso de manera simple se puede evidenciar al considerar el tra-bajador sometido a las más duras condiciones, el cual es un tirano para con sus hijos. Esta ca-racterística humana del cambio que la persona puede tener de acuerdo con las condiciones en que se encuentre es ilustrada de manera muy clara en la película de Lars Von Trier llamada Dogville. Esta nos remite de las imágenes que damos los seres humanos unos a otros, a la profundidad misma de los actos nacidos en nuestra conciencia.

La reflexión anterior nos permite darnos cuen-ta que se ha dado nacimiento a una forma de organización social individualista, en la que

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anidan inmensos poderes, dispuestos a actuali-zarse en cualquier momento. Esto hace más di-fícil la posibilidad de consolidar una sociedad no definida en planos geométricos, sino erigida de acuerdo con el orden general de la naturale-za.

Ante este hecho no se pueden presentar fórmu-las que den soluciones precisas para acabar si-tuaciones como lo que se denomina desigual-dad, otro término lineal, este proveniente de las matemáticas, que solo es aplicable allí don-de se encuentran unidades uniformes. La prác-tica social muestra que su condición es seguir un curso incontrolable de manejos de poder que obran sobre los seres humanos, alejándose cada vez más de la posibilidad de ser una pro-mesa, para constituirse en una amenaza. Esta se desarrolla en una gama que va desde ligeras violaciones a los derechos individuales, hasta las atrocidades más extremas, que involucran la mutilación o la destrucción misma del cuer-po.

La ciudad del siglo XXI: negación de la vi-sión linealdel espacio-tiempo

La configuración lineal enseñó al individuo con-temporáneo la rigidez y la rectitud, y enfatizó los postulados básicos de la geometría, como

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es el caso del que señala que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Este, que fue determinante para el trazado de calles y carreteras, bloques y cuadras en las ciuda-des, llega a una situación de paradoja en el si-glo XXI.

Teniendo en cuenta que la característica esen-cial de la ciudad es el movimiento incesante, por las líneas trazadas para recorrer todos sus espacios, la crisis sobreviene cuando este movi-miento cesa.

Conociendo dos puntos: aquel del que se parte y aquel al que se debe llegar, el camino se hace más corto mediante el uso del vehículo, recur-so que en un principio estuvo disponible para los sectores sociales de más alto nivel. Poco a poco se fue generalizando, pues finalmente, siendo este un producto industrial, debía se-guir su curso como cualquier otra mercancía. Era necesario que la mayoría de la población comprometiera su espacio-tiempo futuro a cambio de obtener este maravilloso sustituto del desplazamiento humano. Así, las personas de diferentes sectores sociales comprometen cinco o diez años de su vida para poder hacer uso del vehículo y disfrutarlo recorriendo las líneas trazadas en la ciudad.

Esta nueva situación hizo que los cuerpos se ensancharan, que ya no se abarcara el espacio

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implicado en el eje individual, como cuando el campesino transita por un camino, sino que se abarcaran varios metros al cuadrado, es decir, el tamaño del vehículo. Esta desproporción es-pacio-temporal generada por la misma socie-dad contemporánea trae aparejada su propia negación.

El vehículo ya no puede circular, el espacio no alcanza porque sobre el espacio general se in-terponen los espacios personales ampliados. Se intenta manejar el tiempo mediante los semáfo-ros, los controles de tránsito, las cámaras para infractores, pero la absoluta desproporción es-pacio-temporal generada pone en crisis la mis-ma concepción lineal reinante en la ciudad.

Ahora el camino más corto para llegar de un punto a otro no es la línea recta: si el individuo opta por esta se decide por la inmovilidad, por la suspensión del tiempo, un tiempo muerto frente al espacio-tiempo general instituido. Esto se debe a que los vehículos quedan atas-cados, no tienen posibilidad de avanzar, de re-troceder o de desviarse. Deben seguir la línea, una línea que de repente deja de cumplir su función de sucesión de puntos. Finalmente, los vehículos logran avanzar a un paso muy lento, paso que niega totalmente el efecto de este re-curso moderno para el desplazamiento: la ave-nida como línea que acelera el proceso de mo-vilidad. Esta opción, que en un momento, en el

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siglo pasado, generó mágicamente una trasfor-mación espacial de las personas y de los obje-tos de manera eficiente, ahora los deja estanca-dos en el tiempo, in-transformados, sin porve-nir. El vehículo, ampliación del cuerpo, su geo-metrización en materiales resistentes, para po-nerlo a moverse con mayor velocidad, de re-pente se constituye en una jaula de la que el individuo no puede salir. Él no puede dejar abandonado el carro en mitad de la calle y huir, pues este representa el espacio-tiempo futuro de varios años que tiene empeñados, así que irremediablemente debe permanecer ahí, a la espera del azar.

Este proceso no tiene un camino de retorno, cada día se siente más la inmovilidad, cada día las personas buscan más desvíos, curvas, giros, para poder evadir la condición estática impues-ta por la línea recta. Teniendo en cuenta que la planificación de las ciudades falla, es decir, que el esquema no funciona porque las actividades siguen una dinámica desprendida de cualquier predeterminación, se hace muy evidente que se empieza a presentar la negación de todo lo que se ha erigido como lo funcional para la socie-dad moderna. Ya no hay racionalidad en las ca-lles, se habla de caos, de colapso, pero no de racionalidad. Cualquier intento de racionaliza-ción de la circulación se convierte al poco tiem-po en un nuevo caos, en otro colapso. Por lo tanto, estas aplicaciones esquemáticas de re-

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pente se quedan vacías, no tienen a quien refe-rirse. Se produce la repetición señalada por Marx a propósito de Luis Bonaparte quien re-presentaba una caricatura de Napoleón Bona-parte. Marx señalaba que las cosas en la histo-ria suceden dos veces, la primera como trage-dia y la segunda como comedia. Nos encontra-mos en la segunda edición histórica de la apli-cación de la linealidad y de la manipulación del espacio-tiempo de los habitantes de la ciudad. Es decir, nos encontramos en su edición cómi-ca, en la cual los grandes despliegues de aveni-das, calles y vehículos, junto con los relojes marcando un tiempo único para todos, se vuel-ve una situación cómica. Resultan no tener la funcionalidad para lo que fueron ideados. Ya nadie puede llegar a tiempo a ninguna parte, la puntualidad se vuelve risible. El reloj impuesto para marcar la hora colectiva tiene que espe-rarse a que pase el trancón de los automóviles. Es decir, no puede convivir con la quietud, debe esperar a que vuelva el movimiento, y a que la espontaneidad de los acontecimientos sin ningún control se ajuste de nuevo a un es-pacio-tiempo que, de alguna manera, empate con los requerimientos impuestos desde el con-trol social.

Esa repetición cómica se ve ejemplarizada con la utilización de las calles para ambientes festi-vos, para carnavales, para torneos, para even-tos de disfraces y payasos, para presentaciones

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de tragadores de fuego. Estos, ocupando las calles y las avenidas, se mofan de quienes toda-vía pretenden vanamente seguir las líneas rec-tas para llegar en su vehículo a cumplir pun-tualmente con sus obligaciones.

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LA EXPERIENCIA VITAL DEL TIEMPO EN EL CONTEXTO SOCIAL

Los seres verticales

Son unos seres que se desplazan sosteniendo el equilibrio, pero no se pueden desprender del planeta porque están imantados a él, de mane-ra que el máximo espacio que pueden ocupar hacia arriba en promedio no sobrepasa los dos metros, espacio en el que deben tomar aire todo el tiempo para poder moverse.

No tienen contacto directo con el planeta que los imanta, están aislados mediante una corte-za en su base para aislarse del piso, ya que es-tán hechos de un material muy susceptible de rasgarse y agrietarse, incluso hasta el punto de quedar horizontales por el magnetismo del pla-neta y tener que ser introducidos dentro de este.

Aparecieron primero de manera esporádica; estaban agrupados en espacios muy distantes entre uno y otro en el planeta y de vez en cuan-do se distinguían entre las grandes formacio-nes verdes verticales que los ocultaban.

Poco después de aparecer empezaron a aprove-charse de otros seres que se desplazan sobre

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cuatro soportes, derribándolos y desintegrarlos para introducirlos en sus propias estructuras, o encerrándolos en reducidas cajas formadas por hilos metálicos, o sujetándolos por el extremo delantero con líneas extraídas de las formacio-nes verdes. De esta misma manera empezaron a proceder entre ellos. Algunos de estos seres aprovechando el uso de instrumentos de hierro afilados le cortaban la parte superior a los otros seres, o los extendían verticales, despren-didos del piso contra unidades rectas, una hori-zontal y otra vertical. De esta manera, estos nunca más se podrían desplazar verticales so-bre el planeta.

Después de muchas rotaciones del planeta los seres verticales cambiaron la modalidad de suspender a otros seres verticales en estos so-portes vegetales. Empezaron entonces a utili-zar líneas vegetales para elevarlos, dejándolos suspendidos por su extremo superior, con su parte inferior separada del planeta. Eran deja-dos así hasta que estos perdieran la posibilidad para siempre de desplazarse en su posición vertical, y tuvieran que ser depositados dentro del planeta.

Los seres verticales aumentaron, y a medida que esto fue pasando, destruyeron gran parte de las formaciones verdes, a las cuales final-mente reemplazaron por forro solido que colo-caron sobre varias porciones del planeta para

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desplazarse sobre él. Igualmente empezaron a dividir la parte sólida de este, hasta el punto de constituir millones de pedazos, en todos los cuales los seres verticales han hecho cajas para entrar y salir de ellas todo el tiempo. Tam-bién dividieron el agua mediante largas líneas huecas que penetran a cada caja, y la vuelven negra con lo que ellos producen desde su pro-pia estructura vertical.

Un ser vertical logró encerrar a montones simi-lares a él en porciones de planeta rodeadas por líneas metálicas cortantes, y poco a poco fue derribando a la mayoría con gases o con instru-mentos que producen una explosión de fuego estruendosa en la punta, y que derriba a quien esté enfrente, arrojándolo horizontal por el magnetismo del planeta. Posteriormente unos seres verticales subidos sobre una gigantesca caja redonda que se elevó varios metros del planeta, arrojó una bola metálica produciendo un gigantesco círculo negro gaseoso debajo del cual quedaron carbonizados montones de seres verticales en posición horizontal y fueron guar-dados y tapados dentro del planeta.

En este momento se ven miles de millones de estos seres, avanzando incesantemente en dife-rentes lugares, aunque no hay ninguno en las grandes extensiones de agua desplazándose verticalmente. Se introducen en estructuras

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hexagonales que se erigen también verticales en el agua sobre la cual se deslizan.

Al amanecer empiezan a salir de unas cajas gi-gantescas hechas de roca sólida, con muchos agujeros rectangulares cubiertos con cristales o con material vegetal. Otros salen de peque-ñas cajas, algunas de las cuales se desintegran por el magnetismo del planeta.

En algunos lugares se ve con el trascurrir del día mucho movimiento en unas cajas acumula-das una sobre otra que constituyen estructuras verticales altas. Desde la cumbre de estas es-tructuras los seres verticales suelen descender en unas pequeñas cajas metálicas movidas por corrientes eléctricas. A veces salen montados en cajas metálicas por un agujero de la alta caja en la que han permanecido todo el día, y van a encontrarse con miles de cajas metálicas de estas que se amontonan sobre el forro sóli-do, y se quedan quietas por largos períodos de tiempo guiadas por una luz cambiante que pro-duce una línea metálica vertical.

Otros seres verticales se desplazan por diferen-tes espacios, cada uno con una caja diminuta que coloca contra la parte superior de su es-tructura sostenida por el extremo de uno de sus apéndices laterales. Realizando esta acción suben por una curva metálica, entran en cajas de lata muy largas, que tienen la altura prome-

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dio de los dos metros que caracteriza a los se-res verticales. Esta caja que rueda sobre aros gruesos lleva a los seres verticales al sitio de donde partieron inicialmente. La mitad del pla-neta se oscurece y empiezan a aparecer luces por todas partes y estas permiten distinguir en-tre la oscuridad las cajas de diferentes tama-ños, tanto las que están fijas como las que se resbalan por diferentes superficies del planeta. Muchos seres verticales entran en las cajas de donde salieron en la mañana, y rara vez salen de allí durante la oscuridad; se ubican frente a una caja pequeña luminosa y permanecen in-móviles. Después se estiran horizontales y es-peran que esa parte del planeta vuelva a tener luz total para poder salir. En varios puntos se ven cajas a las que entran montones de seres muy corticos. Son reparti-dos en las subdivisiones de estas cajas donde son acomodados cada uno en una estructura rectangular, todos orientados hacia una misma dirección, y un ser largo vertical enfrentado a ellos hace algunos movimientos. Los seres cor-ticos deben quedarse todo el día en la misma posición y solo pueden volver a salir hasta la tarde para regresar a las respectivas cajas de donde salieron en la mañana muy temprano. Esta actividad la deben repetir hasta que se convierten en seres largos; para entonces ya se les deja salir de la caja a la que han llegado to-dos los días, y deben dirigirse a otra gigantes-

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ca, donde permanecen de nuevo encerrados durante el día.

No todos los seres tienen esta rutina. Algunos se desplazan todo el día sobre el forro sólido en diferentes direcciones, y repentinamente esti-ran uno de sus apéndices laterales hacia otros seres quienes los eluden, y a veces los derriban y les arrebatan la caja diminuta que estos por-tan sostenida por el extremo de uno de sus apéndices, para luego desplazarse muy rápido y perderse entre los muchos seres que vertical-mente deambulan por diferentes espacios del planeta.

A veces ocurre que uno de los seres verticales se destaca entre un montón de ellos que pre-sionados unos contra otros se sostienen entre sí en posición vertical, y avanzan hacia donde les indica el destacado. Otro grupo, cada uno con un caparazón en la parte superior, y posa-do ante una placa de cristal que cubre parte de su estructura, se mueve al mismo tiempo orien-tado hacia el montón. A veces se lanza contra este haciéndolo mover muy rápido, quedando algunas veces los seres verticales que no alcan-zan a huir tan rápido estirados contra el piso por el magnetismo del planeta.

En algunos sitios se ven unas cajas en las que están seres verticales encerrados, y allí se mueven por un mismo espacio todo el día, a ve-

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ces con la parte inferior sujeta por unidades de hierro. Durante la noche son metidos en casi-llas que tienen tapas laterales hechas de barras de hierro.

De vez en cuanto se ven unas cajas metálicas que se llenan de estos seres y avanzan por un espacio extenso sobre el forro sólido puesto a esa porción del planeta. Avanzan cada vez con más velocidad, y se elevan hasta sobrepasar las nubes. Después de un tiempo vuelven a descen-der en otro espacio extenso donde los seres verticales salen de la caja curva para correr a buscar una caja de lata que luego empieza a moverse sobre gruesos aros, que los lleva hasta diferentes cajas donde estos se van introdu-ciendo.

Ahora los seres verticales han preparado una parte del planeta para lanzar cilindros metáli-cos que se quedan imantados en la región ga-seosa que rodea el planeta. Estos cilindros son los que orientan a los seres verticales en sus movimientos, pues ahora que han dividido el planeta y el agua, van a dividir toda la parte gaseosa con la que adquieren la energía que les permite moverse

En este proceso ha habido momentos en que, ayudados por estos cilindros metálicos, algunos de estos seres verticales han podido alejarse bastante del planeta y llegar hasta cerca de

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otros cuerpos celestes. Sin embargo, el magne-tismo del planeta los ha devuelto a su lugar de origen, donde terminan en las mismas cajas desde donde salen cada día.

El planeta se ve resquebrajado en varias par-tes, parece que los volúmenes de agua que flu-yen de los brotes altos del planeta se están re-duciendo. El espacio gaseoso que les permite a los seres moverse verticales, los está paralizan-do. Como el movimiento es una condición que no se suspende, estos miles de millones de se-res verticales que pululan por todo el planeta en poco tiempo entrarán dentro del planeta en posición horizontal y quedarán tapados para siempre.

Las consecuencias de una noción generali-zada de espacio-tiempo en la sociedad

Definido el carácter inmanente del espacio-tiempo en todas las instancias de nuestra pro-pia existencia, podemos intentar hacer una re-flexión sobre las diferentes condiciones en que esa parte fundamental de nuestra vida se ve alterada por los moldes sociales. Esto requiere considerar la pretensión de encerrar al conjun-to de la población en una sola noción de espa-cio-tiempo, y las implicaciones que esto tiene, tanto para el desenvolvimiento individual como

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social, junto con las colisiones que este hecho genera.

El abordar esta situación requiere que conside-remos básicamente tres cuestiones sobre lo que podríamos llamar en general el dominio y control sobre el espacio tiempo colectivo en nuestro contexto social. Si bien es cierto, estas no abarcan todos los aspectos relacionados, por lo menos nos abren un camino para identi-ficar hechos importantes del fenómeno señala-do. Estas cuestiones que aparentemente son irrelevantes y permanecen ocultas a la percep-ción de nuestra cotidianidad, en gran medida determinan la manera de funcionar de la socie-dad, y las condiciones de constreñimiento que establece.

Ellas son “la oferta del espacio-tiempo” que nos permite hacer una reflexión sobre el papel que este tiene dentro del funcionamiento de nues-tra sociedad, y que no se puede encasillar en el esquema tradicional que señala un único curso posible, cuya referencia fundamental corres-ponde a la irreversibilidad de un orden social determinado por el que todas las comunidades humanas deben pasar.

Nuestra sociedad tiene unas particularidades que impiden encajarla de manera mecánica o equipararla a las culturas europeas, para pre-tender que debe parecerse a dichas estructu-

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ras sociales. En nuestro contexto se da la con-currencia de múltiples culturas, de tipo oral, de tipo alfabético, de tipo tipográfico, de tipo au-diovisual, de tipo digital, en el que se entrete-jen diferentes formas de manejo y de vivencia de la realidad social.

El espacio-tiempo de los individuos se maneja de acuerdo con la forma como se puede inter-cambiar y volverse un recurso de circulación. Este proceso, a diferencia de los presentados en otros momentos históricos, donde se daba de manera específica una transacción inmedia-ta del espacio-tiempo por dinero o el espacio-tiempo por especies, corresponde a una nego-ciación tanto inmediata como mediata. En este último caso el espacio-tiempo pasado se puede intercambiar, como sucede con la compra del prestigio obtenido gracias a una formación aca-démica o por la experiencia: la firma del conta-dor, el poder otorgado por escrito al abogado o el apoyo de una personalidad del mundo de la política. A la vez, la transacción de espacio-tiempo futuro corresponde al intercambio co-mercial que se tendrá, y que se vincula estre-chamente con el riesgo, pero también con la pérdida del prestigio o de prebendas futuras. Es el caso del individuo que acepta trasportar algo de manera ilegal a otro país, teniendo en-tre las alternativas pagar una condena en la cárcel, hecho que él conoce desde el principio. También podemos citar el caso de la personali-

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dad reconocida públicamente, que acepta ha-cer un comercial de televisión sobre un produc-to de uso doméstico, dejando su imagen futura vinculada con ese producto. Igualmente el fun-cionario que vende sus servicios aprovechando la condición que tiene en un organismo del es-tado, arriesgándose a una muerte política o a una inhabilidad por varios años para ejercer cargos públicos.

Estos ejemplos no significan que el proceso mediato de intercambio del espacio-tiempo no cobije a toda la población. Dicho proceso es una constante de la vida actual que debemos entrar a examinar a partir de caracterizar la condición del individuo en relación con los dife-rentes aspectos del espacio-tiempo en los esce-narios en que se desenvuelve diariamente.

De manera que el primer aspecto que vamos a considerar es la condición correspondiente al espacio-tiempo del individuo como recurso ne-gociable. Partimos del hecho de que las socie-dades contemporáneas de corte occidental ba-san su desenvolvimiento en las transacciones que buscan diferentes clases de usufructos. Esto implica que el espacio-tiempo como condi-ción del trascurso de todas las acciones resulta ser en sí mismo un elemento ponderado como fuente de intercambio, y por tanto como recur-so negociable.

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El segundo aspecto corresponde a los encierros espacio-temporales a los que se ve sometido el individuo en el trascurso de su rutina. Son epi-sodios de suspensión de su posibilidad de ac-ción que establecen el contraste entre el ejerci-cio de la libertad, consagrado en las diferentes formas de normatividad social, y el encierro im-puesto en la vida diaria como alternativa para el control de muchas transacciones. Este co-rresponde al instituido en la organización que busca alternativas para dar soluciones a dife-rentes necesidades sociales, pero que las otor-ga a cambio de coartar las mismas libertades. Es el proceso que se da dentro de una concep-ción de mejoramiento de la calidad de vida y de progreso. Al ser analizado en relación con el despliegue espacio-temporal de cada uno resul-ta como un propósito que avanza en el sentido opuesto al presentado oficialmente.

Por último, consideraremos el aspecto corres-pondiente a los duplicadores del espacio-tiem-po que afectan diariamente al individuo. Estos nos permiten ver como se construyen mundos paralelos de espacio-tiempo que lo marginan de sí mismo, poniéndolo en lo que hemos deno-minado el tiempo del reflejo, al dejarlo en el campo de su propia imagen, donde deja de es-tar en sí mismo sin embargo, continúa teniendo una serie de obligaciones y responsabilidades de las cuales no se puede sustraer. Como con-dición para formar parte de la sociedad debe

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aceptar su incorporación en un mecanismo de nivel sistémico que no se detiene y que lo arrastra sin que para ello medie ningún tipo de consenso.

El espacio-tiempo del individuo como re-curso negociable

Necesariamente debemos vincular el espacio-tiempo del individuo con el esfuerzo que este debe realizar para obtener su subsistencia. En esta relación encontramos tres configuraciones diferentes, una correspondiente a un desplie-gue de espacio-tiempo superior al resultado que se obtiene de este. Es el caso que se pre-senta cuando las personas deben dedicar mu-cho esfuerzo en la obtención de un resultado mínimo. Ejemplos de esto lo constituyen los vendedores ambulantes, las personas que ven-den productos en los buses, quienes reciclan recorriendo la ciudad de un extremo a otro, o trabajadores vinculados por la acción de terce-ros a instituciones, obligados a realizar jorna-das extensas a cambio de un reconocimiento mínimo.El otro caso corresponde al intercambio del es-pacio-tiempo del individuo por una retribución que responde a la atención de las necesidades de este, de tal manera que se produce una es-pecie de compensación justa que le genera la sensación de estar en una situación de confort.

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Finalmente, podemos considerar el caso del in-dividuo que intercambia un mínimo o nada de su espacio-tiempo a cambio de una alta retribu-ción, como corresponde a varios cargos o con-diciones de alta posición en el gobierno o en las instituciones privadas.

Es importante considerar que en cualquiera de los casos, la percepción de la retribución se de-fine como ganancia, no como compensación, de tal manera que se suele decir: me gané tanto por hacer esto, es decir, el individuo no es consciente de que entrega su espacio-tiempo, el cual se materializa en el producto. Al consi-derar lo recibido como una ganancia no se da cuenta de que una parte de su vida se ha que-dado allí a cambio de dicha compensación. El individuo renuncia a vivir sus espacios-tiem-pos presentes durante la actividad, correspon-dientes a su condición biológica, física, espiri-tual y emocional. A cambio le sirve a un espa-cio-tiempo, el implicado en la acción, que pasa a ser un recurso de otro. Este le otorga una compensación para disponer de él. Es el espa-cio-tiempo inscrito en lo que Marx denominó la fuerza de trabajo, la cual constituye la acción correspondiente a la percepción del individuo del contexto obligado. En este debe rendir su existencia por lapsos precisos, medidos por el

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reloj, bajo la vigilancia de quien le otorga la compensación correspondiente.

Como es bien sabido Marx estableció en el ca-pital que el individuo no recibe todo el valor de su fuerza de trabajo sino una parte de ella, pues la otra se la apropia el patrón constitu-yendo la denominada plusvalía. Al considerar el intercambio del espacio-tiempo por la compen-sación entregada al individuo no se puede esta-blecer una relación que pueda señalar una equivalencia entre espacio-tiempo y pago. La primera categoría es del orden de la existencia, es parte de ella, es el propio desenvolvimiento vital. La segunda es una categoría de tipo cul-tural que solo puede medirse partiendo de pa-trones artificiales.

Es el mismo caso de la libra de carne del cuer-po de Antonio que el prestamista judío Shylock exige como compensación por el incumplimien-to de este en el pago de la deuda de manera oportuna. Porcia, la amada de Antonio, disfra-zada de abogado, acepta las condiciones del mercader, pero le aclara que solo puede cortar una libra de carne exacta, sin derramar ni una gota de sangre. Ante esto Shylock se ve preci-sado a renunciar a su propósito. Realmente lo que Shakespeare está mostrando aquí es la im-posibilidad de equiparar la carne humana al di-nero, hecho que en el razonamiento de Porcia

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desvirtúa todo intento de cuantificación del ser humano.

En las condiciones actuales se presentan gran-des diferencias en relación con la sociedad es-tudiada por Marx. Ahora existe superpoblación, alto desarrollo tecnológico, sustitución de innu-merables procesos en el campo del trasporte y de las comunicaciones. Esto lleva a la angustia de las personas por no encontrar ofertas que le permitan renunciar a su espacio-tiempo perso-nal, y vincularse a un espacio-tiempo ajeno a cambio de una compensación.

Frente a este hecho se presentan formas de ge-neración de este proceso de renuncia de espa-cios-tiempos personales, a condición de some-terse a uno ajeno, el cual no se basa en una ne-cesidad social. Es el caso de las personas de mucho prestigio que aprovechando sus cargos en el sector público se inventan formas de ge-nerar el intercambio de espacio-tiempo de sus propios familiares y amigos, sin que exista nin-guna actividad por parte de ellos, es decir, sin que efectivamente entreguen sus propios espa-cios-tiempos.

Otra situación corresponde a las personas que poseen de manera permanente su espacio-tiempo y por lo tanto no reciben ninguna com-pensación, así que deben dedicarse a descubrir dónde intercambiarlo, de manera que deambu-

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lan buscando un sitio donde este sea aceptado. En muchos de los casos no les queda más alter-nativa que inventarse una actividad en la calle para ser observados y compensados por otros, o atienden necesidades inexistentes de quienes transitan por las avenidas.

Reconocida esta necesidad social de encontrar un depositario para el espacio-tiempo, es desde las posiciones de poder desde donde se puede generar la captación de este, y las diferentes instancias dominantes se ponen al servicio de este proceso generando una realidad paralela a la consagrada en el orden oficial.

La diferencia de reconocimiento del espacio-tiempo entre un individuo y otro se legitima a partir de la instalación en la mente de las per-sonas de este hecho como “lo dado”, lo cual se hace con la utilización de recursos simbólicos, entre ellos el denominado estrato. Las perso-nas están todas clasificadas en una escala que va del estrato uno al estrato seis, siendo esta clasificación “lo dado”. Esta expresión signifi-ca, como se señaló en otro aparte de esta obra, una situación que es considerada como prees-tablecida, y sobre la cual no se puede presen-tar ninguna clase de discusión. La generalidad de la población habla del estrato sin darse cuenta que está siendo parte de la legitimación de una estructura de discriminación. En esta aparentemente se pertenece a la escala consti-

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tuida (inscrita dentro del esquema geométrico reinante en los diferentes planos de la socie-dad).

Este procedimiento establece en la población la validación de un esquema mental para encajar la realidad en él. Un número sirve para ence-rrar a millones de personas que constituyen mundos distintos. Sus manejos y vivencias es-pacio-temporales son completamente diversos, su realidad en el contexto en el que se desen-vuelven es única, tanto en la forma que asume su supervivencia como su vida emocional, su concepción de la vida y sus expectativas.

Esta alternativa simplificadora de la existencia humana en una sociedad corresponde a la creación de un sofisma que se desbarata al considerarlo desde el mismo plano geométrico en el que se formula. Una persona no puede decir que es del estrato uno y que simplemente va a esforzarse para ascender, de acuerdo con la escala, al estrato seis. Simplemente se cae en el absurdo de llevar a la comparación y plantear una posibilidad que solo se puede re-forzar desde el plano de la ficción, la de equi-parar dos estratos opuestos como si estuvieran en una misma escala.

Las condiciones espacio-temporales de una persona que trabaja con toda su familia, desde el amanecer hasta el anochecer, es decir, que

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entrega la espacio temporalidad completa de todos sus seres queridos para obtener una mí-nima porción de alimento deja grandes porcio-nes de su vida para que su espacio-tiempo y el de su familia no llegue de manera inmediata a su fin.

Por otro lado, una familia de estrato seis, po-seedora de fortuna, no tiene el menor riesgo de pasar de un momento a otro al estrato uno, pues su enraizamiento en el poder le garantiza una estabilidad que le va a mantener asegura-do no solo su porvenir inmediato, sino también el de sus generaciones futuras.

En el planteamiento de una escala generalmen-te se manejan tipos de relaciones entre un ni-vel y otro, de tal manera que este es un instru-mento estrictamente cuantitativo en el que se genera algún tipo de posibilidad de ascenso o descenso. Se consideran cuantificaciones que en un momento determinado constituyen cuali-ficaciones. Por lo tanto, la existencia numérica de estratos sociales termina constituyéndose doblemente en un sofisma. Ella no da cuenta propiamente de una escala numérica como se plantea ser, y tampoco da cuenta de ninguna relación de los contenidos a los que hace refe-rencia, es decir, a los estratos sociales.

La ilusión construida con la instauración de la escala de los estratos se orienta directamente

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hacia la ilusión que cada individuo elabora para sí mismo, la cual le otorga sentido a su existencia. Cada ser humano tiene una espe-ranza que mueve su vida, la condición temporal de la esperanza es el futuro, pero a diferencia del futuro en general, corresponde al espacio-tiempo que el individuo visualiza para sí en su propio porvenir. Ese espacio-tiempo, esa cons-trucción ideal, es la que coloniza la constitu-ción de los estratos, pues encontrándose den-tro de una escala que crea la apariencia de mo-vilidad se generan diversos comercios en torno a la expectativa del individuo.

La mujer pobre de un estrato bajo debe esfor-zarse por ser bonita y atractiva sexualmente. Ante esta necesidad se presenta la oferta de la moda que se constituye en un símbolo del im-pulso que puede llevarla a tener el acceso a un estrato superior. De tal manera que ella perci-be la posibilidad de tener acceso a prebendas de beneficio y placer que su nueva condición implicará: relacionarse con personas importan-tes, tener dinero y viajar por el mundo. La ma-terialización de esta ilusión es un resplandor que muy pronto la deja en la oscuridad. Ella viaja a otros países atendiendo a tentadoras ofertas laborales, especialmente en el campo del modelaje, de la televisión y del cine, que re-sultan ser ofertas para convertirse en prostitu-ta encarcelada por mafiosos. Aquí se evidencia cómo en el intento de ascender en los estratos

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sociales la mujer ha comerciado su espacio-tiempo futuro, el cual ya deja de pertenecerle, a cambio de un intento posibilitado por un ti-quete aéreo y una pequeña suma de dinero.

También se brinda la oportunidad de cambiar de estrato mediante la participación en activi-dades relacionadas con el negocio de las dro-gas. Este atiende a la expectativa de hacer más corto el período correspondiente al espacio-tiempo que implicaría un trabajo prolongado. Corresponde a una acción de pocas horas, las suficientes para realizar un vuelo en un avión, que en algún momento significan el encierro o suspensión del flujo de espacio-tiempo futuro del individuo.

Otra posibilidad es la adquisición rápida de abundantes recursos entregando simplemente el espacio-tiempo acumulado que se posee en un momento determinado. De manera que se otorga el espacio para habitar, el vehículo, o los recursos económicos acumulados, a cambio de una oferta muy lucrativa que resulta ser simplemente un sofisma para poder ser expro-piado de dichos recursos.

También existen ofertas a través de los medios de comunicación para que las personas exhi-ban sus emociones, arriesguen su vida o reali-cen los mayores esfuerzos, mostrándose con cualidades superiores al resto de habitantes. El

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individuo puede visualizar aquí que el arries-garse a participar en estas convocatorias le permite ahorrarse el uso de su espacio-tiempo al servicio de otros durante muchos años. Tie-ne la expectativa de llegar a convertirse en una estrella de la televisión, y la opción se presenta como accesible para cualquier persona, sin im-portar a que estrato pertenezca. Así, en los torneos presentados por televisión se pueden encontrar profesionales, vendedores ambulan-tes, cantantes, lustrabotas, etc., con lo cual se refuerza la validez institucional del esquema de la división de la sociedad en estratos, y de la posibilidad de ascender en esta escala.

Este caso cae en la categoría de quienes entre-gan su espacio-tiempo futuro, pues están ven-diendo su imagen y desatendiendo los requeri-mientos de su realidad inmediata. Pierden la porción de su vida que deberían dedicar al es-tudio o a obtener una experiencia significativa ajustada a sus posibilidades reales.

El individuo capta esta participación como una oportunidad, sin darse cuenta que está obs-equiando su espacio-tiempo en la compleja di-mensión que implica el que su imagen-cuerpo sea difundida por todo el país. El empresario de televisión puede de esta manera llenar los espacios de televisión con actividades intere-santes por el riesgo que muestran, que atrapan la atención de gran parte de la sociedad. De

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esta manera obtiene la mayor rentabilidad gra-cias a la captación de los pagos que deben ha-cerle los anunciadores de productos.

Al mismo tiempo que se generan estas cons-trucciones en torno a la ilusión del individuo, que le comprometen su espacio-tiempo futuro, circulan por los medios de comunicación de todo tipo, los símbolos que sirven para disfra-zar la realidad otorgándole a las personas un papel que resulte aceptable para el sistema so-cial. Para esto se procede de la misma manera que se hace al declarar los estratos sociales: se construye un esquema destinado a un conjunto humano para, de manera adjetivada, encasillar-lo. El adjetivo otorga la comodidad de poder anular las múltiples características y solo dejar existiendo una, la enunciada por él, desapare-ciendo así el individuo mismo, y colocándolo dentro de una generalidad. A este procedimien-to lo vamos a denominar el disfraz simbólico, mediante el cual se oculta el drama que implica una realidad determinada.

Los disfraces simbólicos realizan una desarti-culación de la persona de sus propias dimensio-nes espacio-temporales para colocarla en un espacio-tiempo general, abstracto, que permite ubicarla en el esquema geométrico vigente para toda la sociedad. Organizado así, queda más cómodo incluirla en las estadísticas, en los

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medios de comunicación, en los estudios e in-vestigaciones sobre poblaciones, etc.

A partir de este disfraz simbólico desaparecen de la calle las presencias con sus espacios-tiempos molestos, y son reemplazados por la etiqueta. Ya no se habla de desechables (tér-mino acuñado para designar a aquellas perso-nas sin un hogar ya sea por el alto nivel de po-breza vivida por generaciones, o por efectos del consumo de drogas adictivas). Se habla de “habitante de calle” (la calle es la negación de la habitación), para diferenciarlo del habitante de casa, trazando una división entre la familia y la soledad del individuo abandonado.

De la misma manera se procede para designar a las mujeres que comercian con su cuerpo a quienes se les deja de llamar prostitutas, para denominarlas “trabajadoras sexuales”. Al ha-cerles este renombramiento, ellas entran en la normalidad del comercio del espacio-tiempo laboral. A partir de entonces se crea la aparien-cia de que dejan de ser personas que debido a sus necesidades, tanto personales como fami-liares, deben aceptar la vejación de su propio cuerpo en el comercio sexual. Pasan a ser un gremio que tiene carta de presentación para la sociedad, hecho que de ninguna manera impli-ca que su deteriorada condición mejore gracias a la etiqueta otorgada por la institución oficial.

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A los vendedores ambulantes, personas que re-buscan el sustento en puestos improvisados en las calles, se les denomina con el apelativo de “trabajadores informales”. Esta es una forma elegante para presentarlos, dentro de la ten-dencia a mostrar una organización social salu-dable, donde todos tienen asignado un papel. Este hecho no libra a estas personas de ser dia-riamente los fugitivos de la justicia por el ejer-cicio de su actividad.

En cuanto a las personas que tienen deficien-cias físicas como carencia de la vista, del oído, problemas cerebrales, mutilaciones físicas, etc., se les coloca el marbete de “personas con necesidades educativas especiales”. Así se evi-ta el problema de tener que tratar las indivi-dualidades en todos sus requerimientos, y se cuenta con la tranquilidad de que todos son in-cluidos en un mismo proceso.

Un disfraz simbólico que cumple un importante papel a través de los medios de comunicación es el de señalar a las personas que disienten de los procedimientos institucionales y que lo ex-presan mediante manifestaciones de rechazo, como “desadaptados”. Bajo este adjetivo caben todo tipo de comportamientos que no se ajus-ten a las reglas establecidas oficialmente, in-cluyendo en este a los campesinos, a los traba-jadores, así como también a los delincuentes. De manera que el orden social cae en una

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contradicción: se le plantea a la población que ejerza el derecho a la protesta, pero al mismo tiempo se le exige que no utilice recursos de la protesta como bloquear el tráfico con su pre-sencia, alterar la rutina, o bloquear el normal desarrollo de las actividades laborales, pues si lo hace se convierte en desadaptada.

La preocupación fundamental es la alteración del orden, palabra que se vuelve también para-dójica, pues si las cosas están en orden no tie-ne sentido protestar. Este es otro de los usos de esa separación que se hace entre las pala-bras y las cosas, entre el pensamiento y la rea-lidad. Como se señaló en el aparte de la con-cepción geométrica de la pirámide social, nece-sariamente las personas protestan porque se ha alterado el orden establecido, ellos quieren estar en el orden, en la normalidad que les ga-rantice el ejercicio de sus vidas en condiciones más o menos estándar. Así que a quienes se en-cuentran más adaptados se les denomina desa-daptados cuando responden a la invitación ofi-cial a la colisión, producto de la tensión emer-gente. Con este disfraz simbólico el orden insti-tucional inviste al campesino inconforme o al comerciante o al trasportador, que no soporta más dicha tensión, y a la vez disfraza su propio papel en la confrontación.

Igualmente se da el disfraz simbólico para el delincuente que procede de las altas clases so-

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ciales, al cual, cuando evade la justicia, no se le denomina reo ausente como se señala al con-junto de infractores de las normas legales que están huyendo, sino que se le denomina “perso-na ausente”. Y aquellos que están presos perte-neciendo a estos altos estratos no se les llama reclusos, sino que se les preserva la designa-ción con que se les conoce como figuras públi-cas: “el doctor”.

De esta manera, podrían buscarse diferentes características que adquieren los disfraces sim-bólicos para producirse, y que básicamente co-rresponden a una adjetivación aceptable o con-veniente dentro de los cánones generales im-puestos sobre la población

Encierros Espacio-Temporales

De acuerdo con la evolución de la sociedad vi-vimos en un contexto en el cual es plenamente vigente el principio de que todas las personas son libres y por lo tanto pueden desempeñarse en su entorno, con la única limitación que im-plica el respetar los derechos de los demás. Este hecho hace que desde la legislación se contemplen severos castigos a quien retenga ilegalmente a una persona privándola de su li-bertad en beneficio de intereses particulares.

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El derecho señalado queda suspendido repenti-namente cuanto se trata de atender determina-das necesidades de empresas particulares o ac-tividades del estado. Por ejemplo, si va a pasar la caravana presidencial, o si va a transitar un político por las calles de la ciudad, los ciudada-nos simplemente quedan retenidos en el sitio por donde van circulando, y no tienen la posibi-lidad de realizar la menor apelación. Si un fun-cionario importante habita en un edificio de apartamentos, sus moradores quedan retenidos por un lapso de tiempo, mientras se hace el despliegue para que el funcionario abandone el edificio o retorne a él. En los dos casos nos en-contramos con lo que denominamos los encie-rros espacio-temporales en los cuales el libre flujo individual queda suspendido en beneficio del espacio-tempo de la personalidad a quien se le da prelación.

Aquí nos encontramos con otro fenómeno de lo que hemos denominado “lo dado”, algo que no se discute, que es así, como una verdad absolu-ta, y que se acepta por todos sin ningún tipo de cuestionamiento. En este caso esto “dado” co-rresponde a la disposición que se tiene de to-das las personas para ser aisladas o circunscri-tas a determinadas condiciones espacio-tempo-rales ajenas a las suyas. La persona simple-mente es despojada de manera arbitraria de su propio espacio-tiempo.

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Este fenómeno se produce en el funcionamien-to posibilitado por la aplicación de la alta tec-nología en cuyo proceso se busca establecer condiciones exactas, olvidando que esta depen-de de la electricidad y de otros factores que pueden suspender el funcionamiento cronomé-trico de la actividad cotidiana de un lugar de-terminado. Así por ejemplo cuando una perso-na va a pedir una cita médica y le informan que el sistema está caído, esta queda sometida a que el sistema se restablezca. No hay ninguna alternativa porque en este caso la situación hu-mana está por debajo del dominio de las má-quinas procesadoras de información. Ningún soporte del mundo real es válido, solamente tiene validez el mundo de la virtualidad.

El trasporte público es otra forma de retención espacio-temporal. Teniendo los autobuses con-troles muy precisos en los paraderos y en las terminales de trasporte, el individuo queda re-tenido si se presenta un obstáculo para que el vehículo avance de manera normal en su reco-rrido. El conductor no está autorizado para abrir la puerta y si lo hace debe pagar una mul-ta por infringir una norma, así que no le queda más remedio que servir de intermediario para realizar una retención masiva por el tiempo que dure el obstáculo presentado. Es decir, al abordar el vehículo para abandonar un sitio, el individuo abandona también su libertad, lo cual implica que su espacio-tiempo queda bajo la

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custodia del sistema de trasporte. Él, que al abordar el vehículo era un “pasajero”, deja de serlo y se convierte en un “permanente”, es de-cir, su espacio-tiempo queda a disposición de la circulación.

Igual situación viven las personas cuando van a realizar una transacción bancaria. Ellas no son libres de salir de la oficina cuando ya se ha ce-rrado la puerta al final de la jornada, y deben esperar a que, a juicio del celador haya un sufi-ciente número de personas que haga justifica-ble que la puerta se abra. Igualmente las per-sonas quedan en condición de prisioneras si una trasportadora de valores llega a recoger el dinero, pues deben permitir que su espacio-tiempo se suspenda en beneficio de los requeri-mientos del sector financiero.

De la misma manera podemos encontrar otras condiciones en que las personas quedan reteni-das, como es el caso del estudiante en el salón de clase. Debe permanecer encerrado e incluso confinado al espacio del pupitre, del cual solo se puede levantar si el profesor lo autoriza, y hay un momento convenido en que se le autori-za la recuperación de su libertad correspon-diente al sonido del timbre.

Los sitios de trabajo terminan siendo lugares de reclusión concertados. El acuerdo expreso corresponde a que el espacio-tiempo de la per-

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sona es enajenado en un acuerdo mutuo. Debi-do a esto ella está obligada a permanecer en el sitio de trabajo, del cual no se puede ausentar, hasta terminar la jornada, para lo cual se utili-zan diferentes métodos que registran las horas y los minutos de entrada y de salida, en un ré-gimen que se impone de manera implacable.

Otro lugar de reclusión lo constituyen los cen-tros comerciales en los que también se estable-cen normas de circulación y de reclusión que obligan a las personas a seguir determinados senderos y a observar ciertos comportamien-tos. El espacio-tiempo se ve restringido por la imponencia impuesta por la construcción, que finalmente termina dejando a la gente confina-da de manera prolongada, y muchas veces su salida solo se puede dar cuando lo determine el funcionario de acuerdo a la situación de movili-dad interna.

A este mismo orden corresponden las que po-dríamos llamar mega-construcciones, alternati-vas arquitectónicas instituidas en las ciudades como respuesta a la alta demanda en el tras-porte, el comercio, la vivienda, la educación, etc. Su papel consiste en el empequeñecimien-to del individuo. Sus características de inmen-sidad que abarcan de manera horizontal y ver-tical grandes espacios, ponen el cuerpo del in-dividuo a hormiguear en busca de salidas y en-tradas, que se constituyen en un atrapamiento

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para acceder a un servicio determinado. El pa-sajero, por ejemplo, debe realizar largos reco-rridos por pasadizos, escaleras y rampas, y tie-ne que acertar en el movimiento que hace, pues de lo contrario resulta en el destino equi-vocado o cruza la registradora que no es, y pierde el pago que ha realizado para ingresar.

El individuo pierde su propio espacio-tiempo, el espacio-tiempo le pertenece a la mega-cons-trucción; al servicio de esta queda una porción de la vida de la persona, sin ninguna opción a sustraerse de ella, pues es el arresto obligado para poder contar con el servicio. Un elemento inerte de repente se convierte en el controla-dor de muchas vidas. Alberga en su vientre un flujo interminable de personas que se precipi-tan a reducir lo más posible su encierro en ellas, para que su vida pueda seguir fluyendo.

Además de estos encierros espacio-temporales fijos, existen otros que paralizan en cualquier momento la actividad del individuo, y que son los encierros espacio-temporales móviles, los cuales están determinados fundamentalmente por la tecnología. Están constituidos por los aparatos electrónicos como el computador por-tátil, que suspende el flujo de la vida y solo per-mite la vigencia de autopistas de información. En diferentes momentos de su cotidianidad, y muchas veces de manera compulsiva, el indivi-duo abandona el ejercicio de su actividad cor-

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poral, suspende el desarrollo de sus propias ac-ciones físicas en la naturaleza, reduciendo a su espacio-tiempo a los portales que permiten ac-ceder al mundo virtual. Es como si el tiempo vital se suspendiera en beneficio de un fluido directo de la pantalla al cerebro, de una tor-menta de información, en muchos casos desar-ticulada de las verdaderas necesidades.

Otro aspecto que se destaca en esta nueva rea-lidad es la correspondiente al papel de la músi-ca. Esta, de ser un aporte pasajero de disfrute que irrumpía gratamente y de manera espontá-nea en la secuencia de actividades del indivi-duo, se ha convertido en un torrente sonoro que no puede cesar en ningún momento de su vigilia. Ya no corresponde a una parte más, que le da matiz al silencio, sino en la necesidad de suspender el silencio de manera radical. El re-productor de música o la memoria del celular se constituyen en un encierro temporal para el sentido auditivo, el individuo se ve desarticula-do, sus percepciones colisionan, no para rela-cionarse con el entorno tecnológico, sino para ser atrapadas en él.

En este atrapamiento hecho por el celular este se constituye en el prototipo envolvente por ex-celencia. Además de contar con la función de trasmisor musical, que como se señala, debe llenar todos los momentos del individuo: el trasporte, el estudio, el trabajo, el sueño, capta

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la visión del individuo mediante juegos, paisa-jes, figuras, diseños, etc. Este elemento recoge todos los descubrimientos posibilitados por la electricidad: el telégrafo, el teléfono, el cine, la radio y la televisión, a lo que se agrega el inter-net, el escáner, la fotografía digital, el video, y diferentes recursos de tipo informático. Esta condensación de recursos se convierte en un poder suficiente para llevar a cabo el encierro temporal de una manera contundente e ininte-rrumpida. Por todo el planeta los individuos manipulan el celular como un apéndice de su cuerpo, mientras el celular los manipula a ellos mediante los timbres y las vibraciones que son la orden para que ellos se conecten.

Dentro de las cualidades que la sociedad occi-dental le ha encontrado al ordenador corres-ponde la posibilidad que brinda para utilizar juegos interactivos. Estos son una forma dra-mática de maquillar la soledad de las personas. Antes de la era eléctrica el tiempo podía estar dedicado a muchos aspectos que llevaban a una interacción con el entorno, con la naturale-za, con otras personas o con el ejercicio de ac-tividades culturales. El centro dinámico radica-ba en el cuerpo del individuo.

Con el sumergimiento actual del individuo en los juegos de tipo digital se produce un aisla-miento radical de este de la sociedad. Ya no es necesario el otro para la interacción, las perso-

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nas pasan a habitar el tiempo del reflejo. Esto significa que se suspende su espacio-tiempo, y este es reemplazado por el instaurado dentro de la pantalla. En esta se puede hacer todo el despliegue de acciones y emociones sin que exista otra persona con quien compartir la ex-periencia. La contraparte del individuo es él mismo, él se sume en la ilusión de una compe-tencia, donde el ordenador le da respuestas y estímulos a partir de sus incitaciones (pues debe haber una manipulación humana para que se generen las reacciones computariza-das).

De manera que lo que queda es la más rotunda soledad, la cual puede evidenciarse si abstrae-mos la pantalla del frente de los ojos del juga-dor durante las tres o cinco horas que dura en-cerrado en la habitación manipulando el com-putador. En estas condiciones, se observa sim-plemente un cuerpo inmóvil dando algunas pul-siones de los dedos sobre el teclado o sobre un control remoto.

Pero no solamente encontramos encierros tem-porales en la interacción directa con los apara-tos electrónicos de las nuevas tecnologías. La vida del individuo ha sido orientada hacia la administración de la información por parte de estas tecnologías, de manera que todo tipo de transacción social debe darse por medio de ellas. El salario se debe retirar con tarjeta, la

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compra de un producto se hace por medio elec-trónico, el ejercicio como ciudadano solo es po-sible cumpliendo con las reglas impuestas por las diferentes diligencias de tipo digital. El pase, el carné de la seguridad social, los docu-mentos de identidad, los viajes aéreos, la com-pra del mercado, la ida al cine, son impensa-bles sin los medios electrónicos. En todas estas situaciones las personas no pueden decidir, de-ben esperar la respuesta del sistema para que su espacio-tiempo quede libre.

Así que ya hace mucho tiempo que no se habla de dinero en efectivo sino de dinero plástico, correspondiente a las tarjetas de crédito o dé-bito. Esto implica que el dinero no debe estar presente en la realización de cualquier transac-ción, lo cual sienta las bases para que el espa-cio-tiempo sea empeñado. Aquí nos encontra-mos con un confinamiento no del espacio-tiem-po que el individuo tiene sino del espacio-tiem-po que tendrá. Él decide cuánto dura el confi-namiento en la medida en que se compromete a un pago futuro que no puede eludir, y que im-plica que su espacio-tiempo se oriente a ser en-tregado a cambio del importe que debe pagar, y que difiere a voluntad en el momento de la compra.

En esta misma categoría entran los planes post-pago, modalidad que regía para los servi-cios básicos, y que ahora se ha ampliado al ser-

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vicio electrónico, de manera que el individuo puede realizar consumos y comprometer su es-pacio-tiempo futuro para responder por el cos-to de estos.

Dentro de esta clasificación entran también las cláusulas de permanencia, que son la nueva modalidad para la utilización de los inventos iniciales provenientes de la electricidad, y del último invento dentro de esta misma línea de información y comunicación correspondiente al internet de banda ancha. Aquí el individuo debe comprometer un espacio-tiempo futuro como condición para poder tomar el servicio.

Todas estas condiciones de encierros espacio-temporales son reconocidas, aceptadas e inclu-so anheladas en nuestra sociedad. Esta no es solo la imposición de las nuevas tecnologías, como la única posibilidad que la persona tiene para vivir en el contexto actual, sino que hay un reforzamiento desde campañas que invitan a que cada uno tome la iniciativa devolverse también programador. De manera que puede entrar a crear sus propios caminos informáti-cos. Su vinculación con la tecnología es la con-dición para ser exitoso, tener prosperidad, sal-vaguardar su prestigio y su comodidad, e inclu-so para preservar las condiciones esenciales de su familia.

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Esta categoría de la preservación se constituye en una poderosa fuerza persuasiva, para lo cual se utiliza el miedo a la posibilidad de que se desestabilice la condición actual, el riesgo siempre de que sobrevenga una crisis que pon-ga en peligro lo que se tiene, por lo cual es im-portante contar con recursos para el futuro. En últimas, podríamos concluir esta parte diciendo que la aceptación de los encierros temporales del individuo está estrechamente relacionada con su plena asimilación, en cuanto estos en-cierros contribuyen a preservar el orden gene-ral de la sociedad y lo librarán de potenciales amenazas que acabarían con la posición obteni-da con mucho esfuerzo.

Multiplicación del espacio -tiempo

Ahora es necesario reflexionar sobre un aspec-to determinante característico de la tecnología que lleva a impedir que el individuo pueda te-ner un uso pleno de la propia existencia desple-gando la vitalidad de su ser corporal. En esta parte es necesario señalar que el presente aná-lisis no se constituye en un juicio a las nuevas tecnologías, ni una posición maniquea frente a su implantación. Estas han sido un paso impor-tante para la humanidad que ha llegado a ge-nerar grandes beneficios, al permitir el acceso a la información en niveles anteriormente inac-cesibles para el ser humano. Mediante su uso 196


se ha posibilitado mejorar los tratamientos mé-dicos, prevenir grandes riesgos a las poblacio-nes, descubrir nuevas alternativas frente a las epidemias, mejorar los procesos productivos, etc.

Sin embargo, se asume una crítica cuando se considera que a la par de todas las bondades que las nuevas tecnologías tienen aparece una serie de factores que son también parte esen-cial de su implementación. Entre ellos está la híper-información, que admite desde la oferta de una gama inmensa de productos invadiendo toda ventana de internet que se abre, hasta la proliferación sin límite de la pornografía. Tam-bién está la adicción que atrapa al ciudadano en la pantalla convirtiendo a esta en el recurso básico de su vida. Los medios informáticos pue-den disponer de todos los tiempos de su día de manera que no queda ningún intervalo libre. La cotidianidad misma de las personas queda si-tiada por la tecnología que se le coloca como única opción de su actividad vital.

La ganancia es la obtención de lo que se ha de-nominado un universo informático, y que viene a través de innumerables pistas de informa-ción. El precio que debe pagar por este recurso el cuerpo humano es la reducción a su mínima expresión del ejercicio de su propia vida. Esto sucede mediante el bloqueo de caminos de per-cepción que fueron naturales durante el curso

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de la historia de la humanidad. Igualmente, la expresión, correspondiente a toda la vitalidad corporal, queda supeditada a los códigos visua-les impuestos en la pantalla tecnológica.

Aquí podemos encontrarnos con un fenómeno que denominaremos la duplicación o clonación del espacio-tiempo, de lo cual podemos estable-cer como signo contundente la presencia de la copia que se vuelve original. La impresora pue-de reproducir muchos originales, el escáner puede digitalizar cualquier documento escrito o cualquier imagen. Se construye así la ilusión de que los hechos, las experiencias, se pueden reproducir, quedando las copias siempre idén-ticas a los originales. Simplemente aparece la oportunidad de la eternidad tan anhelada en todas las culturas. La nueva producción de la realidad declarada desde el mundo virtual ter-mina generando la reproducción digital del in-dividuo. Este ya tiene su equivalencia median-te los diferentes usuarios y claves, que utiliza para identificarse y comportarse en los espa-cios virtuales: el cajero automático, la tienda en línea, la biblioteca, el juego, etc.

Con este proceso la personalidad se diversifica: de los espacios-tiempos personales desaparece la existencia material del individuo, de manera que se genera una contradicción respecto al espacio-tiempo. El individuo, considerándose así mismo un habitante del mundo virtual, or-

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ganiza en este su vivienda para empezar a al-macenar cosas como lo hace en la realidad: guarda innumerables archivos de texto, foto-grafías, videos, imágenes digitalizadas, llegan-do a confundir la noción de las cosas y su re-presentación visual o gráfica.

Esto es producto del mérito de la copia de per-mitirle guardar infinitamente más registros de los que podría almacenar por fuera de la vir-tualidad. Con el paso de los años termina per-diéndose en tantos archivos, en la medida en que no puede tener un control y una ubicación precisa de ellos. Todos los momentos que guar-dó para eternizarlos en fotos o en videos que-dan en carpetas de donde no vuelven a salir nunca más. Al principio tiene conciencia de ellos pero luego los olvida, quedan allí como tiempo embalsamado, a la espera de un virus que los consuma y ya no quede rastro de ellos.

El hecho de que este procedimiento esté al al-cance de todos, crea la sensación de una socie-dad igualitaria, incluso se siente la obligación de hacer parte del mundo virtual. Se pierde así la dimensión que este tiene, y que es la de ser un recurso importante para lograr procesos de información y comunicación de óptima calidad. Sus resultados como recurso deben ser reverti-dos al mundo de la realidad para cumplir una función útil en el desarrollo de actividades es-

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pecíficas, correspondientes a la materialidad misma en la que se desenvuelve el ser humano.

La desorientación de la forma de percibir la virtualidad lleva al individuo a considerar que muchos de sus funciones vitales, que se desem-peñan en su entorno real, devienen inútiles. Entonces deja de ser importante la actividad manual la cual se relega a los campos producti-vos industriales o artesanales y no al ejercicio corporal de todo ser humano. Ya no se conside-ran útiles habilidades de pensamiento como el análisis, la síntesis, los cálculos matemáticos, todo lo cual puede hacerlo el procesador, ce-rrándose una posibilidad de percepción y ac-ción cuyo desarrollo ha implicado muchos si-glos de evolución cultural.

Es decir, nos encontramos frente a un empo-brecimiento de la realidad corporal espacio-temporal. Se crea una duplicación del mismo espacio-tiempo del individuo, que de la ampli-tud de su realidad se reduce al rectángulo del equipo. En este, mediante las dos dimensiones del plano iluminado se crea la ilusión de la existencia de la totalidad del mundo. Este es el motivo para que cada cual diga que vive en un mundo globalizado. Cuando prende el ordena-dor, el individuo siente que ya por este solo he-cho se encuentra en contacto con el planeta, lo cual dramáticamente se reduce cuando se sus-pende la electricidad, o se cae el internet.

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Cuando se da la interacción con el mundo vir-tual se pueden obtener informaciones específi-cas, que solo son eso, informaciones, no viven-cias ni experiencias con la realidad. El indivi-duo se limita a participar en las redes sociales comunicándose con muchas personas conoci-das y desconocidas con las cuales, si tuviera la oportunidad de encontrarse de manera directa, no podría interactuar, porque la manifestación física de su interlocutor de la red, no corres-ponde al fantasma del tiempo del reflejo de la pantalla.

En esta nueva relación la persona ya no habita en un mundo sino en dos, uno de los cuales es la realidad, el otro es la copia de esa realidad o mundo virtual. La persona actúa en la realidad como es él mismo, y con su doble en el mundo virtual, lo cual lo lleva a renunciar a su espa-cio-temporalidad. Debe reconocer las nuevas reglas impuestas con respecto al espacio-tiem-po que implica un control total de la virtualidad sobre él. Desde esta nueva opción las vivencias anteriores dejan de ser de interés porque las personas ya no tienen pasado, todo el que lo desee puede permanecer en la juventud, ya hay un control absoluto sobre la naturaleza y sobre el tiempo. Este ha sido domesticado para po-nerlo al servicio de los medios de comunica-ción.

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Las cirugías y otras formas de tratamientos es-téticos que incluyen toda una gama de produc-tos y actividades para el cuerpo solucionan el problema del paso de la juventud, borrando el pasado e implantando una nueva imagen. Esta imagen es muy cercana al tiempo del reflejo, al tiempo dentro de la pantalla (que es precisa-mente un tiempo estancado, el tiempo de la in-terfaz siempre presente). Este milagro de la ciencia crea la ilusión de suspender el devenir y de eternizar el instante a la manera como se presenta cualquier elemento analizado en el laboratorio. En este caso el momento del indivi-duo se muestra aislado del contexto de la natu-raleza, paralizado en la misma condición en que se coloca un tejido orgánico para ser estu-diado.

Este episodio de rejuvenecimiento no puede aceptar el paso del tiempo y mucho menos la muerte. Tal vez por eso es que en esta socie-dad se conjura la muerte como algo que no puede incluirse dentro de la naturaleza huma-na. Cuando alguien muere debe ser llevado por las autopistas a gran velocidad, lejos de las zo-nas pobladas, a sitios que se denominan par-ques, para ocultar el significado doloroso del episodio, y equipararlo con uno diversión. En la cotidianidad, el muerto rápidamente es reem-plazado en cuanto a la función social que venía desempeñando, mientras que familiarmente el dolor se mezcla con las necesidades que impli-

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ca un proceso tan difícil como lo es la pérdida de un ser querido.

En relación con el presente, la información y la comunicación aparecen como un recurso inme-diato hacia donde se pueden encaminar las ac-ciones del individuo, pues habita un entorno social que le brinda todas las posibilidades para ocupar el cargo que desee en la organiza-ción social. Siente que es incluido, que partici-pa de las propuestas políticas; incluso los can-didatos opositores al régimen oficial son ubica-dos en los cargos políticos de dirección. En ellos sirven eficientemente al sistema social im-perante, sometiéndose a la carga sociocultural que ya tiene una forma de proceder, y una ten-dencia precisa de la que ningún dirigente se puede marginar. Es decir, aquí aparece la ima-gen del opositor, pero correspondiente a la imagen del reflejo, es decir, a la imagen al re-vés, donde los lados se invierten. Es la imagen que conviene para continuar las condiciones que se mantienen sólidas y estables en la orga-nización social imperante.

De esta manera, se crea plenamente la imagen del reflejo para toda la sociedad, se crea una sociedad virtual en la realidad. El habitante del barrio marginado puede de repente volverse reportero de televisión, se le entrega el micró-fono para que informe la noticia. El dirigente político sale del palacio de gobierno y despacha

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desde pueblos remotos o desde sectores popu-lares, generándose así una mayor solidez de los parámetros que tiene la sociedad, los cuales con estos procedimientos, quedan asegurados desde el presente.

En cuanto al futuro, se configura un control del espacio-tiempo del individuo mediante el con-trol del destino. Los medios virtuales posibili-tan hacer promedios, cálculos, simulaciones. De manera que la persona experimenta alivio al poder sentir que hay un control del devenir mediante la obtención de seguros de vida, se-guros contra incendio, seguros contra terremo-to. A la naturaleza no le queda ninguna posibi-lidad de poner en riesgo el futuro de la socie-dad. En esta misma línea están ofertas como las de ahorros programados, pólizas de riesgo y hasta el pago anticipado del funeral para que la familia no tenga que sufrir asumiendo este gasto.

En nuestra condición humana, bastante limita-da frente a la configuración que nos podemos construir en la mente del universo, no tenemos acceso a muchos misterios de la naturaleza y de la vida. El tiempo se nos presenta como un fenómeno en estrecha relación con nuestra propia existencia. No podemos cambiar las ma-nifestaciones que nos permiten intuir un deve-nir del que es testigo nuestro cuerpo con sus trasformaciones, pero podemos intentar darnos

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la oportunidad de tener otras percepciones de la realidad, y asistir a otras vivencias de las di-ferentes espacio-temporalidades que se dan en el trascurso de nuestras propias existencias, las cuales estando presentes en nosotros nunca las llegamos a conocer.

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APÉNDICE

Nuestro cuerpo en contacto con la realidad de la que hace parte es todo lo que poseemos, lo que llevamos con nosotros, y lo que nos consti-tuye como seres humanos. En él portamos todo lo que hemos vivido, por lo cual cada instante que hemos pasado está ahí con nosotros, junto a aquellos que nos antecedieron en nuestra fa-milia, y que construyeron las pautas sin las cuales no sería posible todo nuestro desempe-ño en este planeta como seres humanos. No puede haber personas sin pasado, sin ances-tros, esas son las profundas raíces que nos per-miten seguir construyéndonos. También están presentes los espacios y los objetos que se constituyeron en estas diferentes existencias anteriores a nosotros.

Esta consideración me impulsa a presentar una experiencia que de repente me hizo sentir toda la fuerza que nos hace ser humanos colectivos, integrados con todos aquellos elementos que han formado parte de nuestro paso por la tie-rra, y a los que tenemos que mirar frecuente-mente para tener el impulso que necesitamos hacia el devenir.

Tuve la oportunidad que de visitar a una tía de ochenta y siete años de edad (nótese que así es

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como hablamos al referirnos a seres humanos que constituyen presencias vitales inteligentes y creativas en la naturaleza, simplemente como números de uno o dos dígitos) a quien práctica-mente no conocía.

La visité por casualidad, y descubrí que la casa en la que habita estaba en mi recuerdo aunque yo había ido acompañando a mi mamá cuando estaba muy niño. Fue tal la impresión que me produjo el encontrarme con ella, pues mis pa-dres y tíos paternos murieron hace muchos años, que tuve un deseo irrefrenable de llevar a mis hijos, consciente del significado que para ellos tenía el encontrarse con una familiar des-conocida hasta entonces.

En la visita realizada con los niños se produjo en mí un gran encanto, pues la charla con mi tía me generó gran tranquilidad de espíritu, por la forma como fluían acontecimientos del pasado hacia el presente, dejándome sumergir en el contenido de experiencias ajenas a mí las cuales habían sido vividas por mi padre y su fa-milia. De repente me di cuenta de que nuestra dimensión personal no termina en nuestra piel sino que se extiende hacia todos los seres hu-manos y los elementos que tienen que ver con nuestra existencia.

Esto me hizo traer a la mente un cuento que escribí cuando estaba en el colegio. En este

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planteaba que nuestro sistema solar era un áto-mo de un gigante que a su vez estaba en un sis-tema solar que correspondía a un átomo de un ser que con relación a él era a su vez un gigan-te, y así indefinidamente. Igualmente mostraba que nuestros átomos eran sistemas solares con un planeta como el nuestro, donde había habi-tantes cuyos átomos eran a su vez sistemas so-lares, y así de una manera infinita. En el cuen-to señalaba que medidas como el metro o el re-loj simplemente eran un auxilio para podernos mover en esas condiciones de infinitud inimagi-nable.

Al marcharnos del lugar permanecí en silencio, recordando diferentes aspectos de lo que aca-baba de pasar. Repentinamente mi esposa me permitió aproximarme a lo que pudo ser la ra-zón que me llevó a sentir tal encanto. Ella me hizo reflexionar sobre las veces que mi padre y otros familiares suyos habrían traspasado el mismo umbral y entrado a esa casa: ¡cómo ha-brían resonado sus voces en los diferentes apo-sentos! Lo que pudo suceder para producir hoy tal afectación, me refirió ella, es que mi llegada permitía producir el encuentro de mis pasos con los de mi padre y sus hermanos. De tal ma-nera que todo lo que ellos habrían tocado: las paredes, las puertas, la alberca gigantesca en el patio, los cuadros en las paredes, la loza de diminutos pocillos, los muebles, todo, mantenía

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intacto el registro de esas presencias como ob-jetos con una memoria propia.

Esto me lleva a comprender que en esa casa pasado, presente y futuro están juntos, que ella contiene estos momentos del tiempo simultá-neamente. En su estructura se conservan intac-tos muchos episodios, las acciones allí realiza-das siguen teniendo el mismo poder de influir a quien transita por el patio o la escalera. Igual-mente, la casa sigue teniendo la misma fortale-za física que tuvo en el pasado, y por lo menos en el futuro próximo se va a mantener igual. Mañana puedo volver y la voy a encontrar ahí, en el mismo lugar, intacta, no como una cons-trucción casual sino como el tiempo mismo. Esto me da la sensación de poder entender lo que significa no estar en el engaño de trabajar para la imagen del reflejo, de ser su habitante, es decir, de estar en esa condición que hace a los seres humanos infelices porque se esfuer-zan por mantener en la apariencia de su cuer-po la imagen que quedó registrada en alguna fotografía.

La única aspiración que me queda al saber la existencia de esa casa es que se pueda mante-ner esa magia que nos libera de la rigidez que impone de manera aplastante la cotidianidad. Esta liberación nos permite sentir que hay co-sas más allá de las obligaciones diarias, y de la

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lucha por cumplir las metas. Que el pasado tie-ne la capacidad de volver a ser presente.

Al permanecer allí no hice un viaje al pasado, los recuerdos hicieron su viaje hasta el presen-te, o tal vez se encuentran en el presente, ocul-tos en cada uno de los objetos que componen el lugar.

Me doy cuenta de que, contrario a lo que po-dría creerse en cuanto a que evocamos perso-nas ya fallecidas, esta experiencia nos permitió encontrarnos con una vitalidad rebosante, con acciones producidas en diferentes presentes, durante muchas décadas. Dichos presenten en-traron a entrecruzarse con mis capas de pasa-do, las cuales constituyen mi propia experien-cia, y por lo tanto sé que ellas están aquí con-migo y que las llevo para dondequiera que voy. Comprendí que el pasado no es un problema personal, es un tejido que se construye entre muchas personas y que no es un elemento de la vida que simplemente se muere. Los rostros que vienen de los álbumes de fotografías en blanco y negro y ya con un poco de color sepia, son recubrimientos de una vitalidad que se ma-nifiesta en los gestos y en las acciones de las que las fotos dan cuenta. Incluso los paisajes de los cuadros de las paredes hacen resonar su voz para mostrarme que tienen una gran actua-lidad, porque en este instante están constitu-yendo mi propio presente, y generan sensacio-

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nes que solo pueden darse en los seres huma-nos.

De repente se me ha quitado el afán que suele acompañarme, producto de la obligación que nos impone la sociedad, de seguir avanzando. Siento que soy parte de una presencia colecti-va que tiene mis propios gestos, mi mirada, y las maneras que tengo de actuar. Estos aspec-tos los podré encontrar en todos aquellos luga-res que me han acompañado en una existencia que no es personal sino familiar y social. Com-prendo entonces que constituyo un organismo humano con otras personas, que mi corazón da los latidos con otros corazones, con los que so-mos uno solo, que no nos encontramos en un viaje inexorable hacia la muerte, sentimiento que a cada paso nos hace sentir culpables por creer que nos envejecemos y nos deterioramos. Tengo la certeza de que el latir de la vida no se detiene, y que nuestra existencia abarca todo lo que se involucra con nosotros en el tiempo y en el espacio.

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