Nihilismo, Filosofía y Creación Poética

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    Nihilismo, filosofa y creacin potica

    Lectio inauguralis

    Ruth Mara Ramasco

    UNSTA, 25 de marzo de 2013

    Antes de emprender el desarrollo del tema propuesto para esta lectio inauguralis,

    explicitar dos preguntas que dan cuenta de su eleccin. En primer lugar, nos

    preguntamos si el esfuerzo filosfico, esa tarea en la que los hombres nos hemos

    empeado durante largos siglos, no resulta deslegitimada, irrevocablemente

    deslegitimada, por la accin del nihilismo que atraviesa nuestro presente y nuestra

    historia incluso cuando pensemos que el anuncio del mismo, escuchado en nuestro

    mundo latinoamericano, no acusa recibo suficiente de la impronta vitalista que acucia

    nuestras culturas. En segundo lugar, nos planteamos si la consumacin y superacin

    del nihilismo por obra de la creacin de valores, obra que nos remite a la trama misma

    de la creacin artstica1, no es capaz de encontrar una va hacia la comprensin de su

    posibilidad y su dificultad en el carcter mismo de la creacin potica. Pues es esta

    creacin y no otra la que ha oscilado entre los avatares de la hostilidad de la filosofa

    en Platn y su cercana admirada en Heidegger. Es esta creacin la que no ha sido slo

    un problema particular de la Filosofa del Arte, sino un problema para el todo de la

    Filosofa. De manera tal que su dilucidacin nos permite ahondar en la trama de la

    reflexin filosfica sin ms.

    A. Nihilismo y filosofa

    El diagnstico de nihilismo, vertido por Nietzsche sobre la historia misma de

    Occidente, ese diagnstico, a juicio de Heidegger2, no equivale a la mera descripcin

    de una corriente entre otras muchas, sino al movimiento fundamental de la historia

    de Occidente3. Es la marcha misma de esta historia la que se halla constituida por el

    nacimiento y el desenvolvimiento del nihilismo. Pues es ella la que ha erigido en

    valores supremos aquello que se separaba del hontanar bullicioso y potente de la vida,

    el mundo suprasensible, las ideas, Dios, la ley moral, la autoridad de la razn, as como

    la humildad, la mansedumbre, la abnegacin, tambin a distancia y en contradiccin

    con el vigor de la vida victoriosa. Pero esta misma obra implicaba ya, desde su gnesis,

    1 Cf. Luis Enrique de Santiago Guervs, Nihilismo y creatividad. y > en F. Nietzsche, en Remedios vila, Juan Antonio Estrada, Encarnacin Ruiz (Editores), Itinerarios del nihilismo. La nada como horizonte, Arena, Madrid, 2009, 199-219. 2 Cf. Martn Heidegger, La frase de Nietzsche: Dios ha muerto, en Sendas perdidas, Losada, Madrid, 1979, 174-221. 3 Martn Heidegger, Sendas, 181.

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    una lgica intrnseca. Es por esto que su separacin inicial da cuenta de su subversin

    final. Su apartamiento de la vida no poda sino llevar a su progresiva despotenciacin,

    como un Anteo que ha sido elevado por encima de la tierra, su madre y la fuente de su

    fuerza, y al que no le es permitido tocarla para recuperar su vigor y recuperarse a s

    mismo. El dominio de la metafsica occidental, como estructuracin de un todo en el

    que se distinguen lo sensible y lo suprasensible, siendo lo primero sostenido y

    soportado por lo segundo, distinguindose como la apariencia y la realidad; este

    dominio es donde acontece la devaluacin de tales valores. En palabras de Heidegger,

    es all donde pierden la fuerza constructiva y se anulan4. Por qu? Porque han

    puesto de manifiesto su imposibilidad de llevarse a cabo en lo concreto; porque su

    idealidad se muestra como aquello que es constitutivamente irrealizable. De manera

    que, en la medida en que esto sigue su curso, su obligatoriedad vacila. En palabras de

    Nietzsche5: Qu significa nihilismo? Que los valores supremos se subviertan. Falta el

    objetivo, falta la respuesta al porqu. En palabras de Heidegger6: para qu esos

    valores si no garantizan al mismo tiempo la seguridad y los caminos y medios de una

    realizacin de los fines que encierran?.

    Dios, como fundamento suprasensible del mundo y fin de toda su realidad, ha muerto;

    las ideas no pueden ser ya tampoco el fundamento del mundo sensible. Esta prdida

    de su carcter de fundamento no constituye slo una deslegitimacin de estos

    fundamentos sino de todo fundamento, del movimiento mismo en el que los hombres,

    en aras de alcanzar la verdad, buscan o establecen algo, alguna instancia, como

    fundamento que soporta lo fundamentado. Es este trnsito el que se halla objetado y

    deslegitimado. Por qu? Por su inanidad vital. La voluntad de verdad ha constituido

    una fuerza de negacin de la vida. La prdida de valor de los valores por ella

    sustentados es slo la consecuencia de la misma. La subversin de los valores es,

    entonces, la consumacin del nihilismo, es nihilismo consumado. Pues toda otra

    estrategia de sustitucin, que quitara a Dios y a lo suprasensible como valor, pero

    pusiera algo en el lugar del fundamento, verbigracia las doctrinas de redencin

    universal mediante el socialismo, sera slo un nihilismo incompleto. Habra retenido el

    lugar ahora vaco del fundamento, asignndole otro contenido; es decir, no habra

    aceptado la desnudez de tal lugar. Dicha aceptacin, dicha desnudez, supone producir

    otros principios y modos de valorar.

    Esta produccin, esta creacin, se presenta como creacin artstica, pues es el arte y su

    fuerza quienes poseen la prerrogativa antinihilista7. En efecto, la creacin artstica

    presupone una vitalidad exuberante, acumulada y en aumento8, una vitalidad que se

    4 Martn Heidegger, Sendas, 184. 5 Federico Nietzsche, La voluntad de poder (Ensayo de transmutacin de todos los valores) ,Edaf, Madrid, 2006, L. I, af. 2. 6 Martn Heidegger, Sendas, 185. 7 Cf. Luis Enrique de Santiago Guervs, Nihilismo y creatividad, 199. 8 Cf. Luis Enrique de Santiago Guervs, Nihilismo y creatividad, 200.

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    desborda y sobreabunda. Esta exuberancia es sobreabundancia de poder. La actividad

    creadora es quien permite crear otros valores, ya no hueros de vida, ni afirmados

    como incondicionados, sino procedentes de la vida y su voluntad de crecimiento y

    expansin vital; es decir, de su voluntad de poder. La creacin se torna creacin de

    valores y el concepto mismo de artista extiende su sentido hacia una dimensin

    antropolgica y tica. De esta creacin ha de surgir el hombre, se de quien Niezsche

    dice9:

    Este hombre del futuro que nos liberar del ideal existente hasta ahora

    y asimismo de lo que tuvo que nacer de l, de la gran nusea, de la

    voluntad de nada, del nihilismo, ese toque de campana del medioda y

    de la gran decisin, que de nuevo libera a la voluntad, que devuelve a la

    tierra su meta y al hombre su esperanza, ese anticristo y antinihilista,

    ese vencedor de dios y de la nada alguna vez tiene que llegar.

    Sin lugar a dudas, cualquiera fuese la distancia crtica que tuviramos con el

    pensamiento de Nietzsche, no podemos sino decir que sus palabras han interpelado a

    la filosofa, pues constituyen una aguda deslegitimacin de todo platonismo y de toda

    metafsica que se enuncie desde la separacin del mundo sensible y las ideas, desde la

    contraposicin entre apariencia y realidad. Lo cual no afecta slo al platonismo sino a

    la multitud y variedad de los pensamientos que de l se derivaron. Esa misma variedad

    que haca decir a Antoco de Ascalona, en el siglo I, que el Liceo y la Stoa posean un

    mismo origen, el platonismo, y por ende sus resultados podan ser asumidos por la

    Academia. O la que hizo que el medievalista tienne Gilson describiera la edad

    histrica que era objeto de sus investigaciones como una trama atravesada por un

    conjunto de vasos comunicantes de distintos tipos de platonismos o que Alain de

    Libera sealase a San Agustn y al Pseudo Dionisio como las dos vertientes diferentes

    del platonismo en el Medioevo, que tambin circula por Boecio y tambin por la

    literatura hermtica, el platonismo de Chartres, el pensamiento del Islam y muchos

    otros lugares, corrientes, autores. Observaciones similares podramos realizar sobre la

    importancia del platonismo en el Renacimiento. Y de ah en ms, hasta nosotros.

    De modo tal que no es posible deslegitimar el platonismo sin que se experimente una

    inmensa conmocin en toda la historia de la filosofa, y ello sin que importe cun a

    distancia del platonismo se encuentren muchsimos pensadores y pensamientos. Un

    diagnstico y una deslegitimacin que abren el camino hacia la creacin artstica,

    porque es su rostro el que asoma en esa instancia radical en la que el nihilismo es a la

    vez consumado y superado. Por ende, la enunciacin del nihilismo en la historia sin

    que importen las crticas que pueda recibir o las distancias tericas frente a l

    enuncia para el quehacer filosfico la prdida de los escenarios conocidos o incluso de

    9 Federico Nietzsche, Genealoga de la moral, Alianza Editorial, Madrid, 1996, III, 24.

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    todo escenario y hasta borra las otrora tranquilizantes fronteras que separaban los

    espectadores de la accin dramtica. O nos dice que ya no hay nada para ver, que si

    queremos hacerlo debemos ponerlo en la realidad desde nuestra potencia, desde

    nuestra fuerza, irreductible al conocimiento, puesto que siempre lo que hemos visto

    ha sido algo puesto desde aqulla.

    Este inmenso desafo del nihilismo tiene el vigor de conducirnos hacia algunas

    afirmaciones bsicas sobre el quehacer filosfico. Lo primero que queremos sealar es

    una afirmacin que, enunciada, parecera de Perogrullo pero, vivida y ejercida, pierde

    a veces toda su obviedad. La afirmacin es sta: los hombres hemos instaurado la

    filosofa en el flujo de los tiempos y la historia. Como lo hemos hecho con la tcnica, la

    poltica, el arte,... con todo. Hemos distinguido su mbito y delimitado su objeto.

    Hemos asumido tambin la crtica a sus pretensiones cognoscitivas, hasta ser

    inclementes con nosotros mismos, hasta llegar a negarnos la posibilidad de certezas.

    Porque la distancia crtica que la razn exige a quienes la tratan nos impide el reposo.

    A veces, experimentamos que la filosofa es un persistente insomnio, una conciencia

    en vigilia que en ocasiones anhela la placidez de los ojos cerrados y la ausencia de

    miradas. Pero una vez que la inquietud por la lucidez ha desembarcado en los propios

    ojos, muy difcilmente podemos devolver su navo al mar. No sabramos si al hacerlo

    no se los llevara consigo a nuestros ojos, digo y nos dejara ciegos. Parafraseando

    a Macedonio Fernndez10, quien dijo que no todo es vigilia la de los ojos abiertos,

    nos animamos a decir no todo es sueo el de los ojos cerrados. Hay ojos cerrados

    que esconden insomnios irreductibles. Aunque proyecten cegueras sobre lo real,

    aunque piensen que no hay ninguna realidad en lo que se presenta, aunque a veces

    slo atisben pequeas sendas en un mundo intransitable. S, a veces la filosofa es slo

    un insomnio que no alcanza la gracia ligera y alada del sueo.

    Por otra parte, las tareas que los hombres realizamos, aquellas acciones que

    instalamos en la historia y se tornan su trama, la consistencia de su pasado, la

    dinmica de sus bsquedas, hasta la memoria de su fracaso, no permanecen aisladas

    entre s. Ni siquiera cuando la complejidad y especializacin requeridas para sus

    respectivos desarrollos parecieran construir lmites slidos entre las mismas, ni

    siquiera cuando los debates epistemolgicos nos mostraran la dificultad de

    constitucin de las diversas reas del conocimiento. Incluso as, aquello que hemos

    instaurado y fluye en el tiempo, atravesado por nuestras decisiones y nuestras

    contiendas, se encuentra, se separa, se opone, se superpone, se sustituye, se

    contradice, se excluye, se vuelve a veces casi idntico. Como si contemplramos una

    danza en la que los movimientos produjeran el desplazamiento hacia diversos lugares,

    la separacin de los cuerpos, o su bsqueda afanosa, o en ocasiones un mutuo

    hallazgo que parece transformarlos en un nico ser. Y si hubisemos perdido la mirada

    10 Macedonio Fernndez, No todo es vigilia la de los ojos abiertos y otros escritos metafsicos, Obras Completas, Vol. 8, Corregidor, Bs. As., 2007.

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    en slo uno de los cuerpos, la irrupcin intempestiva de otro, o de muchos otros,

    podra a veces abrir su clausura y llevarla hacia otros lugares. Pues bien, en ocasiones y

    en los diversos momentos de nuestra vida histrica, social y poltica, la concentracin

    en el quehacer filosfico, concentracin requerida para su desarrollo, es solicitada

    hacia otros aspectos de nuestra vida comn, hacia otras actividades. La poltica, el arte,

    la educacin, la tecnologa, la teologa, el derecho No slo por afinidad individual, por

    esas afinidades electivas de las que hablaba Goethe, sino porque la dinmica misma

    de la vida social y poltica produce su aproximacin. Lo que no veamos o no nos era

    cercano ingresa a la visibilidad y a la proximidad. Su presencia nos seduce; o se impone

    a nuestra vida y mirada. O nos atrae con la fuerza de un remolino, tal como el Dante

    describe ese crculo del infierno en el que Paola y Francesco son arrastrados por ese

    viento intenso que junta sus cuerpos y los aleja incesantemente. De muchas maneras,

    el filosofar se encuentra en la interseccin de muchos otros caminos y es conducido

    hacia ellos; de muchas maneras, tambin, se aproxima y aleja de otras aristas de las

    acciones humanas. Y en ese acercarse y tomar distancia, su misma identidad es

    reflejada, inditamente, por una multiplicidad de espejos diversos. O quizs,

    agregando sentido a lo que seala el personaje de la Filosofa descripto por Boecio en

    la Consolacin, con su vestido desgarrado por las contiendas entre las escuelas

    filosficas, quizs algo de s misma ha quedado guardado en otras manos que se han

    vuelto distantes y lejanas, o que no sabemos an cmo acercar a nuestra vida, o a las

    que tal vez perdamos para siempre y con ellas, lo que posean de nuestra identidad y

    sus caminos.

    Desde este horizonte, nos interesa plantear la aproximacin y la distancia de la

    filosofa con la creacin potica. Pues, de muchas maneras, pensamos que sta guarda

    algo de la misma Filosofa. O puede proporcionar, quizs, algn hilo de Ariadna que

    nos permita caminar por los laberintos, encontrar nuestros Minotauros, esos que a los

    que entregamos las vidas de nuestros jvenes, como Tebas entregaba los suyos a

    Creta; encontrarlos, acabar con ellos y poder salir de nuestros laberintos y nuestras

    muertes. Aunque nada nos asegure que no olvidaremos bajar de los mstiles de

    nuestras embarcaciones la bandera negra que anuncia falsamente la muerte de Teseo

    y produce la muerte desesperada de su padre, pues a veces hemos abandonado ya la

    muerte, pero nuestros smbolos o nuestras palabras an no logran abandonarla y

    continan sumergiendo a otros en aqulla.

    B. Creacin y poesa

    Segn los eruditos y concisos anlisis de W. Tatarkiewicz11, el trmino griego

    significaba, en general, cualquier proceso de produccin, significado que luego se

    limit al de la produccin de versos, as como significaba cualquier 11 Cf. Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas. Arte, belleza, forma, creatividad, mmesis, experiencia esttica, Tecnos, Madrid, 2008, 103-151.

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    productor. Anlogas distancias semnticas con nuestras concepciones, se encuentran

    tambin en los trminos referidos respectivamente a la msica y a la arquitectura,

    pues significaban, originariamente, todo tipo de actividad promocionado por las Musas

    o la direccin de obras. Slo lentamente fueron desplazndose hasta referirse

    exclusivamente a ciertas divisiones del arte. As como los trminos no poseen

    significados equivalentes a los nuestros, tambin el esquema general de las artes

    difera, como la divisin del trabajo artstico. Entre todas las distancias que subraya el

    autor entre nuestra poca y la griega, nos interesa destacar una: la que produce una

    distancia entre las artes visuales y la poesa. Pues las primeras corresponden o se

    incluyen dentro de las artes, pero la poesa no. La poesa no es considerada arte.

    Por qu? Porque esta nocin, en la antigua Grecia, se relacionaba a todo tipo de

    produccin que se realizara con destreza. Esto es, de acuerdo con principios y reglas

    establecidas. No slo requera la habilidad fsica necesaria para la ejecucin, sino una

    habilidad intelectual, que permitiera comprender lo que se hace. Es decir, implicaba o

    era un conocimiento que produca, ms elevado que la experiencia, puesto que era

    general. Se contrapona a la naturaleza, porque proceda del hombre; a la percepcin,

    porque era una actividad prctica; al azar, porque supona propsitos y destrezas

    adquiridas, y a la experiencia, porque apelaba a reglas generales. El carpintero y el

    tejedor, el constructor de navo, el pintor y el escultor, producan con destrezas sus

    obras.

    Pero la poesa se hallaba a su juicio desprovista de dos rasgos que eran caractersticos

    del arte: a) no era una produccin en sentido material, b) no se rega completamente

    por leyes. No era el producto de reglas generales, sino de ideas individuales; tampoco

    de la rutina, sino de la creatividad; no de la destreza, sino de la inspiracin. De manera

    que, no slo es apartada de los dominios del arte, sino, en muchos casos, considerada

    como su opuesto. El artista pareca limitarse a conservar o incrementar el

    conocimiento heredado de sus antepasados; el poeta, en cambio, pareca ser un

    instrumento de las fuerzas que dirigen el mundo; alguien animado por lo divino. Por

    eso, la poesa influa en la vida espiritual, a travs de esta fuerza de las palabras, fuerza

    que tambin obraba en la retrica y la accin de los oradores y de los filsofos. Pero, a

    diferencia de esta ltima, la poesa era asociada a la irracionalidad, por su fuerza de

    seduccin, de fascinacin, de embrujo.

    Sin embargo, otro concepto de poesa, ms asociado a la forma, se entrecruza con el

    anterior y, en cierto modo, lo oscurece. En palabras de Gorgias12, la poesa es el

    nombre que doy al habla que tiene una construccin mtrica. Aristteles conden

    esta definicin en su Potica, sealando que la versificacin, accin que realiz

    Empdocles o que podra llevarse a cabo con la obra de Herodoto, no transforma a sus

    obras en poesa. sta no puede reducirse al habla versificada. Esta afirmacin abre las

    12 Gorgias, Encomio de Helena, Ediciones Winograd, Bs. As., 2011, 9.

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    puertas, ya abiertas por otra parte, a la idea de que la inspiracin puede producirse en

    otros dominios de la actividad humana.

    La cercana se realiza con la msica, no con las artes visuales. En primer lugar, porque

    se practicaban en forma conjunta (la poesa se cantaba y la msica se vocalizaba); en

    segundo lugar, porque ambas eran producciones acsticas. Pero haba un vnculo an

    ms profundo: la msica y el baile, en ese sentido, opuestas a la arquitectura y la

    escultura, podan tener un carcter manaco y ser fuente de frenes o de xtasis. Luego

    va a predominar la idea de la msica como capaz de purificacin moral. Esta cercana

    no se produce con las artes visuales. Prueba de ello es la apreciacin diferente que se

    produce sobre sus artistas. Tal como aparece en las palabras de Luciano:

    Supongamos que te conviertes en un Fidias o en un Policleto, y que

    realizas numerosas obras maestras; todo el mundo admirar entonces

    tu arte, pero ninguna persona razonable desear ser como t, porque

    siempre sers considerado un operario o un artesano, y se degradarn

    igual que quien se gana la vida trabajando manualmente.

    Esto contrasta notablemente con la actitud que se posee respecto de los poetas, sobre

    todo respecto de Homero, a quien se hace objeto de culto.

    La tensin o el cruce de una poesa inspirada y una poesa (la tcnica de versificacin),

    capaz de ser incluida entre las artes, se hace presente en Platn y permite comprender

    su inclusin de la poesa entre las artes mimticas, junto con la pintura13, y hablar de

    su degradacin, a la vez que la presentacin realizada en el Fedro14, en la que es

    planteada como un noble arrebato, producida por inspiracin de las Musas. La poesa

    arrebatada forma parte de las funciones ms nobles del hombre; la que surge de la

    tcnica de versificacin equivale simplemente a las funciones de los oficios manuales.

    Por eso en el Fedro15 y su jerarqua de las almas, el poeta aparece dos veces: una, en

    sexto lugar, cercano a los artesanos y agricultores; otra, nombrado como ,

    elegido por las musas, inspirado por ellas. En el Ion16, la inspiracin divina aparece

    como el elemento central de la poesa:

    La Musa inspira ella misma a los hombres y despus a travs de estas

    personas inspiradas, la inspiracin se extiende a otros Los buenos

    poetas picos no expresan los poemas bellos por medio del arte, sino

    como consecuencia de un arrebato de inspiracin y posesin, e igual

    sucede con los buenos poetas lricos El poeta no puede nunca

    componer hasta que no se siente inspirado y le ha sido arrebatada su

    facultad de juzgar, habindole abandonado su mente Pues, no es a

    travs del arte como se expresan estas cosas, sino por inspiracin

    divina.

    13 Cf. Platn, La Repblica, X, 602, B. 14 Cf. Platn, Fedro, 245. 15 Cf. Platn, Fedro, 248, D. 16 Platn, Ion 533 E 534 E.

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    Es Aristteles, sin embargo, pese a cun conocida y estudiada es la expulsin de la

    poesa de La Repblica platnica, quien proporciona una taxonoma de las artes que

    rechaza la poesa vaticinadora y retiene la poesa imitativa. Resulta curioso pensar que

    su posibilidad de inclusin en las artes y de cercana con la pintura y la escultura resida

    en su extraccin o su apartamiento del carcter creador, slo pensable como

    inspiracin divina. Es el carcter mimtico, su propiedad de imitar a la naturaleza,

    quien logra establecer esta nocin general de arte. El arte visual, que comprenda la

    arquitectura, la escultura y la pintura, pudo as fusionarse en un nico concepto con el

    arte acstico, que comprenda la poesa, la msica y la danza. De manera que esta

    cercana no se produjo por una elevacin de las artes visuales, sino por una

    degradacin de la poesa. Por eso, podemos encontrar en la Potica17 y en la Retrica18

    ntidas afirmaciones de su carcter imitativo y productor de semejanzas.

    Lejos de nosotros considerar que la concepcin mimtica del arte en Aristteles

    constituya un bloque cerrado y homogneo. Su carcter catrtico, tal como se hace

    presente en los anlisis de la tragedia, y su capacidad de producir imgenes y

    conmociones, se integra en ste, no sin dificultad. Por otra parte, el profundo carcter

    dinmico y originante de la nocin de nos vincula, indirectamente, a este bullir

    de los seres y su surgimiento. Pero no nos es posible negar la inclusin de la poesa

    dentro de las artes.

    Nos interesa en este momento subrayar un aspecto. De diversas maneras, tal vez por

    la misma fuerza de conmocin que habitaba la poesa, tal vez por su misma capacidad

    para producir una morada para la vida de los hombres o desarraigarlos de las moradas

    en las que habitan, fue ella quien recibi los embates ms duros de aquellos

    pensadores que configuraron la historia del pensamiento filosfico. Pues a veces

    hemos pensado que Platn, uno de los filsofos ms atravesados de poesa, no expuls

    la poesa slo por su pregnancia mtica, o por su alejamiento persistente de la

    direccin epistmica de los ojos, sino tambin por su capacidad de arraigar siempre al

    hombre en las dimensiones ms vibrantes de su vitalidad y su sensorialidad. Pues la

    poesa a distancia de ciertas crticas que, al dejarse or, slo ponen de manifiesto su

    desconocimiento de ella no nos permite desor la vida y el bullir de las sensaciones y

    los afectos. La poesa cava en nosotros itinerarios; itinerarios para que nuestras manos

    experimenten de nuevo el tacto de las cosas, para que nuestros odos escuchen sus

    pasos; senderos para que nuestros ojos vean, no desde la distancia y la pregunta, sino

    desde el gozo o el horror de la imagen que se incrusta en la mirada y la vuelve suya.

    De ah que el esquema platnico de la visin y la contemplacin, su jerarqua

    ontolgica que vertebra y produce la jerarqua de la convivencia y la ciudad, no pueda

    admitir esta vibracin sonora del tiempo en la que el hombre se escucha rugir de dolor

    y aoranza, enardecer de deseo, celebrar la presencia, morir de vida truncada y

    17 Aristteles, Potica 1460 b. 8. 18 Aristteles, Retrica 1371 b. 5.

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    arrancada. O recuperar la memoria de sus hroes, sus batallas, sus guerras. As como

    los espartanos apartaron a los hombres de sus familias y los confinaron en moradas de

    batallas e incitaron los vnculos que los haran pelear con ms bro, pues es el amigo o

    el amante quien pelea y puede morir en las cercanas, as tambin Platn expuls a la

    poesa de la convivencia de los hombres. Poetas, mimos y flautistas deben abandonar

    la ciudad; cantores y trgicos deben ser desterrados. En primer lugar, porque la ficcin

    y sus imgenes slo podan entenderse como falsas frente a la verdad y no posean

    ningn otro estatuto. Una irrealidad capaz de ser tomada por verdad y mover desde

    all, sobre todo a los jvenes. En segundo lugar, porque el mbito de lo concreto y

    particular posea otro vrtice: la poltica, y era sta quien deba sustituir todas las

    acciones dramticas19. Como lo seala en Leyes 817b, son los legisladores los autores de

    la ms bella tragedia, al erigir la constitucin, pues es sta el drama ms bello, el que

    puede crear la ley. La creacin de la ley es la obra ms bella y es sta la razn por la

    que la tragedia tiene contendiente y rival. Es la ley la que debe constituirse y el

    esfuerzo de los hombres no puede ser llevado hacia ficciones, conmociones y

    arrebatos.

    En cambio, no era la pintura un contendiente amenazante para la visin de las ideas.

    De su pequeez poda pasarse a esta contemplacin de lo real, all donde no haba

    imitacin sino originales. Al contrario, es esta misma pequeez la que favorece la

    altura ontolgica de las Ideas y de la visin. Todo el esfuerzo dialctico se orienta a la

    memoria de la visin, no a la produccin de un objeto; no origina imgenes que son

    slo copias y apariencias, sino que se desprende de todo arte, de toda artesana,

    precisamente porque las ideas no son objeto de produccin. Tambin el arte del

    alfarero, ese mismo que en la explicacin de su hacer resulta semejante al del escultor

    y su trabajo con la medida y las formas geomtricas, es reclamado para explicar la

    gnesis del mundo. Imagen donde el arte, al producir slo semejanzas, produca el

    anhelo del modelo. Pero no la poesa, pues sta era irreductible a la visin y la

    eternidad.

    Tambin es necesario considerar, pues anacrnicamente transformamos la creacin

    potica en experiencia visual, en letra que se lee, que no slo en la antigedad, sino

    hoy, la experiencia potica sigue siendo la de una palabra sonora y su audicin, pues

    las voces y los tonos; la respiracin y la fuerza audible de su dilatacin y su

    concentracin; las pausas y los apuros, las cadencias y los ritmos, se tornan vivos,

    presentes, escuchados, al llevar nuestra mirada a sus renglones. No hay poesa sin

    audicin y tiempo. Ya en el siglo I d. C., el escritor Do, llamado Crisstomo, sealaba

    que el artista visual crea una representacin que no se desarrolla en el tiempo y no

    puede hacer que los ojos crean lo imposible, como en cambio s pueden hacerlo las

    palabras20.

    19 Cf. George Steiner, La poesa del pensamiento. Del helenismo a Celan, FCE-Siruela, 2012, 63-65. 20 Cf. W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, 139.

  • [10]

    No podemos ahora reproducir la totalidad del itinerario histrico que da cuenta de la

    variacin experimentada, tanto por la nocin misma de arte, como de las sucesivas

    cercanas y distancias con la poesa. Tampoco podemos deslindar el camino por el que

    el carcter inspirado y creativo de la poesa fue ampliando su sentido hasta incluir a

    todas las otras artes. O llegar a situarse como la esencia misma del lenguaje, all donde

    el poeta y el pensador se pertenecen, all donde ambos son guardianes del lenguaje

    como la morada del ser, tal como lo expresa Heidegger.

    No podemos sino asombrarnos de que la fuerza creativa haya dejado de considerarse

    un rasgo humano cuya fuerza descubrimos y experimentamos en la experiencia

    artstica. Por el contrario, se ha tornado categora de comprensin de nuestra tcnica,

    de nuestros planteos y teoras gnoseolgicas, de nuestras perspectivas ticas. Al

    hacerlo, no slo ha incluido el vigor de la inspiracin, sino que ha retenido tambin

    para s la capacidad de produccin, dando otros alcances a su significado. Ya no slo

    producimos objetos ni utensilios. Producimos mundos y moramos en ellos, producimos

    cultura, producimos nuestra humanidad.

    Sin embargo, pese a todo el asombro y todo lo que no puede ingresar en nuestras

    palabras, s podemos sealar, por lo menos provisoriamente, que la creacin potica,

    que sin dudar no equivale al arte de la versificacin ni queda enclaustrada en el gnero

    de la poesa como opuesta a la prosa y la narracin, produce de suyo la ruptura del

    arco que distancia lo sensible y lo suprasensible, fundamentando el uno en el otro.

    Pues el acto potico no consiste en la experiencia de un ms all o detrs de las

    palabras, ni en el hallazgo de la clave alegrica de sus imgenes, ni en un porqu que

    torna enunciados sus expresiones y los sobrecarga con preguntas que indagan su

    verdad. El acto potico nos instaura, a nosotros, escritores o auditores de sus slabas,

    en la temporalidad sonora del lenguaje y nos entrega la fuerza y el estremecimiento de

    lo real. O de su sombra, como dira Artaud. La poesa nos torna tiempo, pues slo

    podemos experimentarla en la distentio que sostiene las palabras, mientras las

    acompaa en su trnsito acompasado a travs del ser (como esas palabras finales de

    una poesa, que nos dejan en suspenso, experimentando con gozo su acabar de

    pasar). No hay en ella trasunto de eternidad, si es que as la considerramos, que no

    retenga para s la floracin, la exuberancia, la intensidad sensorial y afectiva de sus

    objetos, de sus seres hechos palabras. Nada hay en la poesa de desmemoria del

    mundo y sus vrtices de tierra, ni tan siquiera cuando canta a la gloria o al cielo. No

    posee un porqu, es un porqu sin porqu (warum ohne warum), al decir de Meister

    Eckhart, no porque no pueda entramarse con la vida, los dolores, los anhelos de los

    hombres y los pueblos; no porque no pueda enaltecer sus hazaas o llorar sus derrotas

    y sus miserias, no porque no tenga motivos, sino porque su afirmacin, su instalacin

    como canto que pertenece a la historia de los suyos, es instauracin de una palabra

    que sera dicha aunque nadie la hiciera suya; se dara, incluso sin para qu, incluso sin

    por qu. Ha de producirse, como seala Rilke, no porque nos consta la vibracin

  • [11]

    potica de las palabras que logramos, sino porque no hay camino para nuestra vida sin

    su empeo, llegue ste a trmino o no. La poesa nos muestra, ostensible, impiadosa,

    persistentemente, pese a todas nuestras guaridas y encierros, que los hombres no slo

    necesitamos verdad, distancia crtica y preguntas: necesitamos ser atravesados, casi

    fsicamente, por los seres que forman nuestro mundo y nuestra historia; necesitamos

    que, al decirse en nosotros, palpemos la conmocin de nuestra humanidad. Pues si

    slo tenemos verdad y distancia, en algn momento dejaremos de ser hombres.

    Por otra parte, nos obliga a sentir que no podemos transformar a todos nuestros actos

    de habla en enunciados sostenidos por una pretensin de verdad, sin que importe cul

    sea la concepcin gnoseolgica de la misma. Pues el estatuto o el rango lingstico de

    nuestras metforas, de nuestras imgenes, no es la falsedad, no es la mentira. A veces,

    nos sentimos tentados de apelar a la expresin heideggeriana de la apertura o el

    develamiento del ser. Pero tal vez no responde a nuestra experiencia, tal vez nos

    resulta poco poderoso. Y la poesa es poderosa. Preferimos sealar que tienen el rango

    de la recreacin del mundo, como si se tratara del dinamismo de la physis, pero en el

    tiempo de las palabras. Al escucharlas, no nos preguntamos si son verdaderas, sino si

    nos entregan un mundo que emerge, asombrado de s mismo, asombrndonos a

    nosotros, de manos de las palabras.

    Mucho ms podramos decir. Pero ya es suficiente. De muchas maneras, el arte en

    general y la creacin potica en particular, resultan, por s mismos, vigorosos

    contrapesos del nihilismo. La filosofa no es poesa. Sin embargo, quizs esta ltima

    nunca debi ser expulsada de la ciudad, o nunca debi quedar sujeta a la taxonoma

    que la guardaba en la imitacin. De hecho, no fue ella quien experiment las

    consecuencias, sino la filosofa. Quizs lo que el pensamiento contemporneo ha

    logrado hacer es experimentar la nostalgia de su presencia imprescindible. Tal vez

    quienes filosofamos hoy o quienes lo hagan en tiempos posteriores podamos o puedan

    encontrar aquellas otras vas en las que filosofa y poesa nunca perdieron su mutua

    cercana, no para transformarse la una en la otra, sino para no perderse cada una.

    Quizs las nuevas preguntas y desarrollos de la Metafsica requieran la cercana clida,

    estremecida, potente, de una nueva floracin de la poesa.