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Jesucristo, tú que has nacido en Belén... Entra en mí, en mi alma. Navidad Navidad Navidad Navidad - C C C C 2012 2012 2012 2012-13 13 13 13 Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 Madrid www.accioncatolicageneral.es [email protected]

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Jesucristo, tú que has nacido

en Belén... Entra en mí, en mi alma.

Navidad Navidad Navidad Navidad ---- C C C C

2012201220122012----13 13 13 13

Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º

28014 Madrid

www.accioncatolicageneral.es

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CELEBRACIÓN DE LA MISA DEL GALLO

EN LA NOCHE BUENA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

BENEDICTO XVI

Jueves 24 de diciembre de 2009

Queridos hermanos y hermanas:

"Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha da-do" (Is 9,5). Lo que, mirando desde lejos hacia el futuro, dice Isaías a Israel como consuelo en su angustia y oscuridad, el Ángel, del que emana una nube de luz, lo anuncia a los pastores como ya presente: "Hoy, en la ciudad de David, os ha naci-do un Salvador: el Mesías, el Señor" (Lc 2,11). El Señor está presente. Desde este momento, Dios es realmente un "Dios con nosotros". Ya no es el Dios lejano que, mediante la creación y a través de la conciencia, se puede intuir en cierto modo desde lejos. Él ha entrado en el mundo. Es quien está a nuestro lado. Cristo resucitado lo dijo a los suyos, nos lo dice a nosotros: "Sabed que yo es-toy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). Por vosotros ha nacido el Sal-vador: lo que el Ángel anunció a los pastores, Dios nos lo vuelve a decir ahora por medio del Evange-lio y de sus mensajeros. Ésta es una noticia que no puede dejarnos indiferentes. Si es verdadera, todo cambia. Si es cierta, también me afecta a mí. Y, entonces, también yo debo decir como los pas-tores: Vayamos, quiero ir derecho a Belén y ver la Palabra que ha sucedido allí. El Evangelio no nos narra la historia de los pastores sin motivo. Ellos nos enseñan cómo responder de manera justa al mensaje que se dirige también a nosotros. ¿Qué nos dicen, pues, estos primeros testigos de la en-carnación de Dios?

Ante todo, se dice que los pastores eran personas vigilantes, y que el mensaje les pudo llegar preci-samente porque estaban velando. Nosotros hemos de despertar para que nos llegue el mensaje. Hemos de convertirnos en personas realmente vi-gilantes. ¿Qué significa esto? La diferencia entre uno que sueña y uno que está despierto consiste ante todo en que, quien sueña, está en un mundo muy particular. Con su yo, está encerrado en este mundo del sueño que, obviamente, es solamente suyo y no lo relaciona con los otros. Despertarse significa salir de dicho mundo particular del yo y entrar en la realidad común, en la verdad, que es la única que nos une a todos. El conflicto en el mundo, la imposibilidad de conciliación recíproca, es consecuencia del estar encerrados en nuestros propios intereses y en las opiniones personales, en nuestro minúsculo mundo privado. El egoísmo, tanto del grupo como el individual, nos tiene pri-sionero de nuestros intereses y deseos, que con-trastan con la verdad y nos dividen unos de otros.

Despertad, nos dice el Evangelio. Salid fuera para entrar en la gran verdad común, en la comunión del único Dios. Así, despertarse significa desarro-llar la sensibilidad para con Dios; para los signos silenciosos con los que Él quiere guiarnos; para los múltiples indicios de su presencia. Hay quien dice "no tener religiosamente oído para la música". La capacidad perceptiva para con Dios parece casi una dote para la que algunos están negados. Y, en efecto, nuestra manera de pensar y actuar, la mentalidad del mundo actual, la variedad de nues-tras diversas experiencias, son capaces de reducir la sensibilidad para con Dios, de dejarnos "sin oído musical" para Él. Y, sin embargo, de modo oculto o patente, en cada alma hay un anhelo de Dios, la capacidad de encontrarlo. Para conseguir esta vi-gilancia, este despertar a lo esencial, roguemos por nosotros mismos y por los demás, por los que parecen "no tener este oído musical" y en los cua-les, sin embargo, está vivo el deseo de que Dios se manifieste. El gran teólogo Orígenes dijo: si yo tuviera la gracia de ver como vio Pablo, podría ahora (durante la Liturgia) contemplar un gran ejército de Ángeles (cf. In Lc 23,9). En efecto, en la sagrada Liturgia, los Ángeles de Dios y los San-tos nos rodean. El Señor mismo está presente en-tre nosotros. Señor, abre los ojos de nuestro co-razón, para que estemos vigilantes y con ojo avi-zor, y podamos llevar así tu cercanía a los demás.

Volvamos al Evangelio de Navidad. Nos dice que los pastores, después de haber escuchado el men-saje del Ángel, se dijeron uno a otro: "Vamos de-rechos a Belén... Fueron corriendo" (Lc 2,15s.). Se apresuraron, dice literalmente el texto griego. Lo que se les había anunciado era tan importante que debían ir inmediatamente. En efecto, lo que se les había dicho iba mucho más allá de lo acostumbra-do. Cambiaba el mundo. Ha nacido el Salvador. El Hijo de David tan esperado ha venido al mundo en su ciudad. ¿Qué podía haber de mayor importan-cia? Ciertamente, les impulsaba también la curio-sidad, pero sobre todo la conmoción por la gran-deza de lo que se les había comunicado, precisa-mente a ellos, los sencillos y personas aparente-mente irrelevantes. Se apresuraron, sin demora alguna. En nuestra vida ordinaria las cosas no son así. La mayoría de los hombres no considera una prioridad las cosas de Dios, no les acucian de mo-do inmediato. Y también nosotros, como la inmen-sa mayoría, estamos bien dispuestos a posponer-las. Se hace ante todo lo que aquí y ahora parece urgente. En la lista de prioridades, Dios se en-cuentra frecuentemente casi en último lugar. Esto - se piensa - siempre se podrá hacer. Pero el Evangelio nos dice: Dios tiene la máxima priori-dad. Así, pues, si algo en nuestra vida merece premura sin tardanza, es solamente la causa de Dios. Una máxima de la Regla de San Benito, re-za: "No anteponer nada a la obra de Dios (es de-cir, al Oficio divino)". Para los monjes, la liturgia es lo primero. Todo lo demás va después. Y en lo

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fundamental, esta frase es válida para cada perso-na. Dios es importante, lo más importante en ab-soluto en nuestra vida. Ésta es la prioridad que nos enseñan precisamente los pastores. Aprenda-mos de ellos a no dejarnos subyugar por todas las urgencias de la vida cotidiana. Queremos aprender de ellos la libertad interior de poner en segundo plano otras ocupaciones - por más importantes que sean - para encaminarnos hacia Dios, para dejar que entre en nuestra vida y en nuestro tiem-po. El tiempo dedicado a Dios y, por Él, al prójimo, nunca es tiempo perdido. Es el tiempo en el que vivimos verdaderamente, en el que vivimos nues-tro ser personas humanas.

Algunos comentaristas hacen notar que los pasto-res, las almas sencillas, han sido los primeros en ir a ver a Jesús en el pesebre y han podido encon-trar al Redentor del mundo. Los sabios de Oriente, los representantes de quienes tienen renombre y alcurnia, llegaron mucho más tarde. Y los comen-taristas añaden que esto es del todo obvio. En efecto, los pastores estaban allí al lado. No tenían más que "atravesar" (cf. Lc 2,15), como se atra-viesa un corto trecho para ir donde un vecino. Por el contrario, los sabios vivían lejos. Debían reco-rrer un camino largo y difícil para llegar a Belén. Y necesitaban guía e indicaciones. Pues bien, tam-bién hoy hay almas sencillas y humildes que viven muy cerca del Señor. Por decirlo así, son sus veci-nos, y pueden ir a encontrarlo fácilmente. Pero la mayor parte de nosotros, hombres modernos, vive lejos de Jesucristo, de Aquel que se ha hecho hombre, del Dios que ha venido entre nosotros. Vivimos en filosofías, en negocios y ocupaciones que nos llenan totalmente y desde las cuales el camino hasta el pesebre es muy largo. Dios debe impulsarnos continuamente y de muchos modos, y darnos una mano para que podamos salir del en-redo de nuestros pensamientos y de nuestros compromisos, y así encontrar el camino hacia Él. Pero hay sendas para todos. El Señor va poniendo hitos adecuados a cada uno. Él nos llama a todos, para que también nosotros podamos decir: ¡Ea!, emprendamos la marcha, vayamos a Belén, hacia ese Dios que ha venido a nuestro encuentro. Sí, Dios se ha encaminado hacia nosotros. No podría-mos llegar hasta Él sólo por nuestra cuenta. La senda supera nuestras fuerzas. Pero Dios se ha abajado. Viene a nuestro encuentro. Él ha hecho el tramo más largo del recorrido. Y ahora nos pi-de: Venid a ver cuánto os amo. Venid a ver que yo estoy aquí. Transeamus usque Bethleem, dice la Biblia latina. Vayamos allá. Superémonos a noso-tros mismos. Hagámonos peregrinos hacia Dios de diversos modos, estando interiormente en camino hacia Él. Pero también a través de senderos muy concretos, en la Liturgia de la Iglesia, en el servi-cio al prójimo, en el que Cristo me espera.

Escuchemos directamente el Evangelio una vez más. Los pastores se dicen uno a otro el motivo por el que se ponen en camino: "Veamos qué ha pasado". El texto griego dice literalmente: "Veamos esta Palabra que ha ocurrido allí". Sí, ésta es la novedad de esta noche: se puede mirar la Palabra, pues ésta se ha hecho carne. Aquel Dios del que no se debe hacer imagen alguna, porque cualquier imagen sólo conseguiría reducir-lo, e incluso falsearlo, este Dios se ha hecho, él mismo, visible en Aquel que es su verdadera ima-gen, como dice San Pablo (cf. 2 Co 4,4; Col 1,15). En la figura de Jesucristo, en todo su vivir y obrar, en su morir y resucitar, podemos ver la Palabra de Dios y, por lo tanto, el misterio del mismo Dios viviente. Dios es así. El Ángel había dicho a los pastores: "Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pese-bre" (Lc 2,12; cf. 16). La señal de Dios, la señal que ha dado a los pastores y a nosotros, no es un milagro clamoroso. La señal de Dios es su humil-dad. La señal de Dios es que Él se hace pequeño; se convierte en niño; se deja tocar y pide nuestro amor. Cuánto desearíamos, nosotros los hombres, un signo diferente, imponente, irrefutable del po-der de Dios y su grandeza. Pero su señal nos invi-ta a la fe y al amor, y por eso nos da esperanza: Dios es así. Él tiene el poder y es la Bondad. Nos invita a ser semejantes a Él. Sí, nos hacemos se-mejantes a Dios si nos dejamos marcar con esta señal; si aprendemos nosotros mismos la humil-dad y, de este modo, la verdadera grandeza; si renunciamos a la violencia y usamos sólo las ar-mas de la verdad y del amor. Orígenes, siguiendo una expresión de Juan el Bautista, ha visto expre-sada en el símbolo de las piedras la esencia del paganismo: paganismo es falta de sensibilidad, significa un corazón de piedra, incapaz de amar y percibir el amor de Dios. Orígenes dice que los pa-ganos, "faltos de sentimiento y de razón, se trans-forman en piedras y madera" (In Lc 22,9). Cristo, en cambio, quiere darnos un corazón de carne. Cuando le vemos a Él, al Dios que se ha hecho niño, se abre el corazón. En la Liturgia de la Noche Santa, Dios viene a nosotros como hombre, para que nosotros nos hagamos verdaderamente humanos. Escuchemos de nuevo a Orígenes: "En efecto, ¿para qué te serviría que Cristo haya veni-do hecho carne una vez, si Él no llega hasta tu al-ma? Oremos para venga a nosotros cotidianamen-te y podamos decir: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí (Ga 2,20)" (In Lc 22,3).

Sí, por esto queremos pedir en esta Noche Santa. Señor Jesucristo, tú que has nacido en Belén, ven con nosotros. Entra en mí, en mi alma. Trans-fórmame. Renuévame. Haz que yo y todos noso-tros, de madera y piedra, nos convirtamos en per-sonas vivas, en las que tu amor se hace presente y el mundo es transformado.

© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana

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● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Lucas 2, 1-14 1 Por aquellos días salió un decreto de César Augusto para que se empadronara todo el mundo. 2 Éste es el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. 3 Todos iban a empadronarse, cada uno a su ciudad. 4 También José, por ser descendiente de Da-vid, fue desde la ciudad de Nazaret de Galilea a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, 5 para empadronarse con María, su mujer, que estaba encinta. 6 Mientras estaban allí se cumplió el tiempo del parto, 7 y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada. 8 Había en la misma región unos pastores acampados al raso, guardando por turno sus rebaños. 9 Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos se asustaron. 10 El ángel les dijo: «No tengáis miedo, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. 11 En la ciudad de David hoy os ha nacido un salvador, el mesías, el Señor. 12 Esto os servirá de señal: Encontraréis un niño envuelto en pañales acostado en un pesebre». 13 Y en seguida se unió al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: 14 «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que él ama».

El estudio del la Palabra de Dios nos conduce al conocimiento, al encuentro personal con Jesucristo, de manera que nos permite entrar en una relación dialogal con Jesús. Esta experiencia de encuentro es además el alma de la misión. El Espíritu a través del estudio del Evangelio nos conduce, como a Jesús en la sinagoga de Nazaret, a ir a los pobres para abrazar su vida y anunciarles la Buena Nueva del Evangelio. La meta es poder decir como S. Pablo en su carta a los Gálatas: “Ya no soy yo quien vivo es Cristo quien vive en mi”.

● Si nos detenemos en el aspecto de esperanza del texto podríamos mirar ante el Señor: ���� ¿De qué se ha de liberar nuestro mundo? ���� ¿De que nos hemos de liberar? ���� ¿Qué quiere decirme el Señor cuando me habla de estar despiertos? ���� ¿Qué quiere decirme cuando me pide que permanezca en pie ante el Hijo del Hombre? ���� ¿Lo hago alguna vez?

● Le pido al Señor lo que me está diciendo: “fuerza para escapar de todo lo que está por venir.”

● Llamadas.

Oro a partir de todo lo que he contemplado.

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● El evangelista sitúa a Jesús dentro de la historia humana y nos habla de un censo, de unas personas, de unos lugares y de unas circunstancias que rodea-ron el nacimiento de Jesús. José y María están de viaje, fuera de casa cumpliendo con unas obligacio-nes civiles, como todo ciudadano del imperio.

● Jesús, el Hijo de Dios, el Señor de los señores viene al mundo en un ambiente de pobreza, rodeado de pocas cosas pero de un gran amor de María y José. María con sumo cariño y delicadeza acoge entre sus brazos al que llevó nueve meses en su seno. Aquellos brazos mismos brazos serán, más tarde, los que lo recibirán al bajarlo de la cruz.

● Dios, por medio del ángel entra en escena y pone letra a la música, nos muestra lo que está suce-diendo: “Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llena-ron de gran temor. El ángel les dijo: No temáis os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la se-ñal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”

● La presencia de Jesús en el mundo es la Buena Noticia para la humanidad. Toda su persona: sus actos y sus palabras serán Buena Noticia y sus se-guidores continuamos anunciando la Buena Noticia.

● El que nace, el Niño que está en brazos de su madre o recostado en el pesebre es el Salvador, el Mesías, el Señor. Jesús vino al mundo para salvar, así lo vivieron los primeros cristianos y así se ex-presó Jesús a lo largo de su vida pública. No ha venido para amedrentar, ni para fastidiar a nadie, sino que ha venido para darnos la dignidad de hijos de Dios. Ha venido para darnos la vida de Dios. Ha venido para plantar cara al pecado y a la muerte. Ha venido para darnos la auténtica felicidad.

● Jesús es acompañado por los ángeles, por Dios y por los pastores, por gentes humildes que en aquella época eran poco valorados. A esos pasto-res, a las personas que serán sus primeros compa-ñeros el ángel les da una señal para que lo reco-nozcan: el pesebre. Todo un símbolo, como la cruz. En ambos estuvo el Salvador. Los dos nos mues-tran sufrimiento, pobreza, desprendimiento, debili-dad. Y nosotros, como contrapunto, buscamos tan-to la seguridad. Todo un camino para sus seguido-res. ¿No nos está diciendo el relato que Dios se encuentra en la debilidad? ¿Dónde buscamos noso-tros la presencia de Dios? Los pastores creen en el mensaje de los ángeles, van al encuentro del Niño y se convierten en sus mensajeros.

● En Navidad no podemos olvidar ni a María ni a José, ambos están presentes y participan directa-mente en tan gran acontecimiento, especialmente María, que junto con Jesús es la gran protagonista. El plan de Dios, escondido a lo largo de los siglos, da un gran salto y se hace presente en la historia de la humanidad

Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador Señor Jesús, hoy te contemplo

como uno de esos niños pequeños, recién nacidos, con sus ojos cerrados y un poquito de pelo en la cabe-za, con muy poco peso, envuelto en unas telas blancas

que abultan más que todo tu cuerpo, acunado en brazos de tu madre, María.

A ella la veo contenta, satisfecha teniendo entre sus manos

ese gran tesoro que eres Tú. A ella la veo que está enseñándonos, ofreciéndonos

a su Hijo que eres Tú, Jesús. Ella nos lo muestra y nos lo da.

No se lo guarda sino que lo comparte. Gracias María por tu disponibilidad.

Viniste al mundo, Señor Jesús, y lo hiciste desde el principio hasta el fin

como uno más de nosotros.

No tomaste tu venida como un juego, como un espectáculo

sino que te hiciste totalmente como nosotros, menos en el pecado.

Tú el Salvador, el Mesías, el Señor… tomas el camino estrecho de la humildad y del servicio.

¡Qué lección más grande para todos nosotros! ¡Cuánto, Señor Jesús,

nos cuesta entrar por tus caminos!

Y en lo pequeño, en ese niño recién nacido está el futuro de la humanidad, la salvación del género humano,

la Gran Buena Noticia. Yo quedo prendado de tanto misterio y te doy gracias

por hacer las cosas a tu manera Que nosotros sepamos hacer nuestras cosas a tu manera, a la manera de hacer de Dios.

Señor Jesús, ya desde el principio te escoge Dios Padre

los pequeños, los marginados... representados en aquellos pastores.

Una vez más he de decirte, Señor Jesús, que no dejas de desconcertarnos.

Nosotros, seguramente, lo hubiéramos puesto en algo deslumbrante, luminoso, rico… y Tú, Padre bueno,

por medio de los ángeles, les dices a los pastores que el signo de Dios es

la debilidad “envuelto en unos pañales… recostado en un pesebre”.

Gracias, Señor Jesús por haber nacido, por la manera como lo hiciste y por el fin con que viniste.

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Jn 1,1-18 1 En el principio existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 3 Todo fue hecho por él y sin él nada se hizo. 4 Cuan-to ha sido hecho en él es vida, y la vida es la luz de los hom-bres;5 la luz luce en las tinieblas y las tinieblas no la sofocaron. 6 Hubo un hombre enviado por Dios, de nombre Juan. 7 Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él. 8 No era él la luz, sino testigo de la luz. 9 Existía la luz verdadera, que con su venida a este mundo ilumi-na a todo hombre. 10 Estaba en el mundo; el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. 11 Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. 12 A todos los que lo reciben, a los que creen en su nombre, les da el ser hijos de Dios; 13 él, que no nació ni de sangre ni de carne, ni por deseo de hombre sino de Dios. 14 Y aquel que es la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria, gloria cual de unigénito venido del Padre, / lleno de gracia y de verdad. 15 Juan daba testimonio de él y procla-maba: «Éste es del que yo dije: El que viene detrás de mí ha sido antepuesto a mí, porque era antes que yo». 16 De su plenitud, en efecto, todos nosotros hemos recibido, y gracia sobre gracia. 17 Porque la ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la fidelidad / vinieron por Cristo Jesús. 18 A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo úni-co, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Si el Verbo de Dios vino al mundo por obra del Espíritu Santo… nosotros no podremos conocer a Jesu-cristo y menos aún imitarlo sino es por obra de ese mismo Espíritu Santo. Conscientes de ello pidamos a Dios Padre que su Espíritu nos ilumine para conocer a su Hijo Jesucristo.

● Somos conscientes que la Palabra, el Verbo se hizo presente entre nosotros y esa Palabra es la que escuchamos, esa Palabra es la vida del mundo. Con gran respeto acerquémonos a la Palabra para que ella ilumine nuestra existencia y ponga luz en nuestro mundo.

���� ¿Qué es lo que Dios me está diciendo por medio de esta Palabra de hoy?

● Contemplo misterio del nacimiento del Hijo de Dios y de María y le pido a Dios que me ayude a com-prender la trascendencia de este momento para la humanidad, para los grupos y comunidades y para cada persona.

���� ¿Qué es la Navidad en mi entrono? ���� ¿Qué es la Navidad para mí?

● Le doy gracias a Dios Padre por aquella Navidad y por todas las navidades. ● Le pido al Señor que la Navidad sea para mí un punto central de mi vida. ● Llamadas Oro lo contemplado.

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Nos encontramos ante un texto denso y bello.

● Es un antiguo himno que San Juan ha recupera-do para ponerlo al comienzo de su Evangelio, co-mo síntesis de lo que fue la vida del Hijo de Dios en nuestro mundo.

● Es una prolongada meditación de lo que supuso la venida del Hijo de Dios al mundo.

● Dios no es un Dios lejano que se desinteresa de los humanos, al contrario es un Dios que pretende comunicarse con las personas para mostrarnos el camino de la vida, para darnos vida, su misma vida.

● El relato empieza con la fuerza de aquella pala-bra del relato de la creación capaz de dar origen a todo lo que existe.

● En el texto de Juan aparecen unas expresiones que se repiten: La Palabra, luz, testigo, mundo, casa, carne, acampar, venir, conocer… cada una de ellas son utilizadas por el evangelista o por el que compuso este himno para tratar de mostrar-nos el misterio de la Encarnación, de la venida del Hijo de Dios al mundo que era su casa para salvar el mundo, para encauzar los asuntos de este mun-do y de la humanidad.

● El Hijo de Dios vino, es el gran misterio de estos días y vino por amor. Tanto Dios amó al mundo que quiso compartir su existencia entre nosotros, ¿pero cómo vino y cómo fue recibido?

● Vino en la humildad, en la sencillez y en la po-breza. No podemos olvidarlo para imitarlo.

● La recepción no fue la adecuada, más bien se le cerraron las puertas. Y a cuantos lo recibieron les da potestad de ser hijos de Dios, les hace partíci-pes de lo que Él es.

● Todavía aquí aparece el testimonio de Juan so-bre Jesús: el que existía antes que él y que pasa delante de él.

● San Juan al Hijo de Dios lo denomina “La Pala-bra” “el Verbo”. El Hijo de Dios es la expresión de la comunicación de Dios.

● El Dios que recordamos estos días en su naci-miento vino para comunicarse, para hablarnos. Él es la verdadera palabra de vida para todo ser humano.

● En este mundo en el que hay tantas palabras y tantos sonidos su Palabra, la del Verbo, no puede ser una más. Ha de ocupar un espacio importante.

● Gracias Padre bueno por venir y quedarte.

● Gracias porque has querido comunicarte con no-sotros por medio de tu Hijo.

La Palabra se hizo carne y acampó ente nosotros

Padre bueno ¡Qué ocurrencia has tenido:

mandar a tu Hijo al mundo para ser luz del mundo, para salvarnos, para darnos tu misma vida,

para hacer de todas las personas una única familia!

¡Qué maravilla! Dios ha venido a esta tierra nuestra, nos ha visitado y se ha quedado.

Y ha venido para colmarnos de bienes: nos diste la inteligencia

y nos hiciste semejantes a Ti, capaces de estimar y de transformar nuestro mundo y ahora el vaso se ha llenado hasta desbordarlo:

has querido introducirnos en tu propio ser.

Para ello mandaste a tu Hijo que es el Verbo, la Palabra.

Él es tu presencia entre nosotros. Él nos muestra tu ser y lo que Tú esperas de nosotros.

Él es fiel reflejo tuyo. Él es el prototipo para todo ser humano.

Nuestro mundo ya jamás estará en la oscuridad porque tiene a tu Hijo.

Gracias Padre bueno. Ese Hijo tuyo que nos dices es la Palabra, el Verbo. Él nos comunica tu pensamiento, lo que Tú Padre, el Hijo y el Espíritu sois en si y para el mundo.

Él nos transmite todo lo que Tú esperas de nosotros.

No hay pues mejor palabra que “La Palabra”.

¡Señor! que sepamos escucharla y ponerla en práctica.

Asimismo te pido Señor que sepa acoger la palabra de mis hermanos que me hablan

y que sepa con mis palabras transmitir “La Palabra” para darla a conocer.

Por otra parte “La Palabra”, “El Verbo” ha entrado en nuestro mundo vestido de humildad,

de pobreza y de servicio y desde un principio se rodeó de los sencillos.

Esa es la forma de hacer las cosas Dios Padre bueno.

Haz Padre bueno que, como Tú hiciste, sepamos revestirnos de humildad y de sencillez para que “La Palabra” resuene con más fuerza

en nuestro mundo.

Perdón porque, a veces, no sabemos apreciar “La Palabra”.

Perdón porque recubrimos tu presencia con colorines que ocultan lo fundamental:

el amor inmenso que hay detrás de tu presencia entre nosotros. .

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VER - JUZGAR – ACTUAR El Agen

te Infiltrado

El Agente Infiltr

ado

VER:

E n el trabajo policial, a veces un Agente camuflado se introduce en un grupo de delincuentes para conocer sus planes y poder capturarlos.

Ese Agente “infiltrado” no se diferencia externamente de los delincuen-tes, ni por el habla, ni por la forma de vestir, ni por los gestos… pero sus intenciones son, desde dentro, desbaratar los planes delictivos. El Agente se mueve entre ellos y con ellos, pero siempre tiene presente su misión, está atento, va conociendo sus intenciones… y cuando llega el momento consigue que sus Compañeros puedan detener a toda la ban-da.

JUZGAR:

H oy estamos celebrando la Navidad. Estamos celebrando que Dios, viene a asumir nuestra naturaleza humana, que se hace uno de no-

sotros, para que nosotros podamos llegar hasta Él. Dios hoy, como en tiempos del emperador Augusto, se hace hombre y, como un Agente infiltrado, se hace en todo semejante a nosotros, me-nos en el pecado. Hoy celebramos que nació como pobre y entre los pobres y últimos, en un pesebre porque no tenían sitio en la posada, para, desde dentro y desde lo más humilde de la humanidad, iniciar su tarea transformadora, para enseñarnos cómo podemos y debemos luchar contra todo tipo de mal y desbaratar las estructuras de pecado que nos esclavizan. En la 2ª lectura, san Pablo decía: Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres. Hoy celebramos que el Hijo de Dios, naciendo entre nosotros porque nos ama, porque quiere nuestro bien, es el Agente Infiltrado que nos muestra el camino para saciar nu-

estros deseos de amor y felicidad, para traernos la salvación verdadera, el sentido de nuestras vidas. Y eso lo hará atacando el mal en su misma raíz, desde dentro de las personas, venciéndolo a base de hacer brotar en nuestro corazón el bien. Jesús, naciendo en nuestra realidad, viviendo una vida como la nuestra, acompañándonos en nuestro caminar, nos enseña que, a pesar de las muchas formas de dolor y de mal con que nos encontramos, por duras que sean las situaciones que atravesemos nosotros o quienes nos rodean, podemos tener y mantener la esperanza y trabajar en la construcción de ese mundo nuevo que Él quiere para todos, si-guiendo su ejemplo. Ése es el misterio de la Navidad, que hoy celebramos.

ACTUAR:

J esús, el Agente de Dios infiltrado en nuestra humanidad para renovarla y transformarla, nos muestra con su presencia discreta, su sencillez, su pobreza y, sobre todo, con su amor, qué actitudes debe-

mos potenciar para que nosotros, con Él, venzamos el mal a fuerza de bien, aunque hacer el bien, en muchas ocasiones, nos cueste “dolores de parto”. Quizá debamos ser “ángeles” que con su testimonio de palabra y de obra muestren y anuncien la pre-sencia discreta, oculta pero activa de Dios entre nosotros. Quizá tengamos que ser “pastores” que saben hacer un alto en sus tareas para ponerse en oración en la presencia de Dios, al que encontramos en lo más sencillo y humilde. Y quizá también nosotros debamos ser Agentes infiltrados, católicos en acción que, viviendo una vida como todos, trabajando como todos, sufriendo las contrariedades de todos, sabemos a la vez ser perso-nas de esperanza, sabemos vivir nuestra misión como seguidores de Cristo, para hacer presente su sal-vación en los distintos ámbitos y ambientes en que nos movemos. Que la Eucaristía de hoy la vivamos como ese punto máximo de encuentro entre Dios y nosotros. Que al recibir su Cuerpo y su Sangre, abramos nuestro ser entero a su presencia pidiéndole que Él, desde lo más íntimo de nuestro ser, se infiltre en nuestra vida y, a través de nosotros, en la vida del mundo, para que todos podamos vivir la gran alegría de la Navidad: que hoy, en nuestro “hoy”, nos ha nacido un Sal-vador, el Mesías, el Señor.

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Lc 2,16-21 16 Fueron deprisa, y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. 17 Al verlo, manifestaron lo que les habían dicho acerca del niño. 18 Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. 19

María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20 Los pastores volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído. Todo tal y como se les había dicho. 21 A los ocho días, cuando debían circuncidarlo, le pusieron el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

He pedido a nuestro Señor y lo sigo pidiendo todos los días que os llenéis de su Espíritu. Que el estudio de Jesucristo sea para vosotros un estudio muy querido en vuestros corazones, que todo vuestro deseo sea conformar vuestras vidas a la del Maestro” (Beato P. Chevrier). ● Le pido al Espíritu que me ayude a entrar en el conocimiento del texto para poder conocer mejor a Jesús e identificarme con Él. ● Contemplo a Jesús entre los doctores, a María y José buscando a Jesús. ● Contemplo el encuentro de Madre e Hijo. ● Escucho las palabras de María y las de Jesús que muestra su pertenencia a Dios Padre. ● Me detengo en la descripción final, resumen de la vida de Jesús en Nazaret: Jesús iba creciendo…

���� ¿Dios Padre es también en mi vida mi absoluto?

● Llamadas.

Oro con lo que he contemplado y descubierto.

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● En este domingo de la Sagrada Familia se nos ofrece contemplar la dimensión familiar de la pre-sencia del Hijo de Dios en nuestro mundo.

● Esta festividad puede conectar perfectamente con los encuentros familiares que en torno a la Navidad se producen en nuestro entorno.

● También podemos dar el salto y descubrir a la comunidad de seguidores de Jesús como una gran familia o para pedirle al Señor por tantas familias.

● Mirando el texto vemos como la familia de Jesús celebra las fiestas religiosas de su pueblo y se su-jeta a las tradiciones, costumbres y obligaciones de sus gentes al igual que hacía otros paisanos devotos de Nazaret. Es la dimensión comunitaria de la fe, de la expresión religiosa. Y cómo entre estas celebraciones religiosas la de la Pascua, que era la gran fiesta judía en la que celebraban la mano liberadora de Dios para con su pueblo, Jesús y su familia participa.

● Además tenían otras fiestas como Pentecostés y los Tabernáculos, fiestas de peregrinación. Todo ello es una muestra del clima profundamente reli-gioso del entorno de la vida de la familia de Jesús.

● Jesús crece en medio de un intenso clima reli-gioso dentro da la familia de Nazaret. El texto da a entender que era una costumbre en la familia su-bir a Jerusalén a celebrar estas solemnidades.

● María y José doloridos por la ausencia del niño recorren dos jornadas en su búsqueda. Y lo en-cuentran en el templo dialogando con los entendi-dos de la Palabra de Dios.

● El dialogo entre María y Jesús es el centro de este relato. No es fácil comprender la respuesta de Jesús a la pregunta de María:

- Hijo ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados?

- Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi padre?

● Respondiendo la pregunta de María: Hijo ¿Por qué…” Jesús revela su identidad: Jesús es el Hijo de Dios, lo que ya había anunciado a María el ángel Gabriel, lo que se nos dice en el momento del Bautismo y en ocasión de su Transfiguración.

● Aquí está el centro del episodio que nos revela la centralidad del Padre en toda la vida de Jesús. En su infancia y a lo largo de su vida Jesús vive su pertenencia al Padre. Jesús siempre buscó perma-nentemente cumplir la voluntad de Dios Padre. Dios Padre será siempre el centro de su vida. Desde su infancia Jesús vive su filiación divina de modo in-tenso. Es su causa, el objetivo de toda su vida.

● Al final en una línea, en pocas palabras el evan-gelista resume toda la vida de Jesús en Nazaret, como síntesis de toda su presencia en Nazaret.

¿No sabías que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?

Señor Jesús, te veo un niño cerca de la adolescencia, con uso de razón mezclado entre los entendidos de la Palabra de Dios en el Templo de Jerusalén

hablando con ellos, discutiendo.

Te veo que te has separado de tus padres mostrando que Tú tienen a Dios como a tu Padre.

Veo, Señor Jesús, que desde tu niñez haces una apuesta por Dios Padre y eso duele a los de tu entorno

y a veces resulta difícil de comprender. Dios Padre será tu guía hasta el final de tus días.

En Él encuentras el sentido de tu vida ¡Cuántas horas pasaste conversando con el Padre:

por la noche, al amanecer y en pleno día…! A Él se lo contaste todo, en Él descansaste

Enséñame a relacionarme con Dios Padre. Enséñame a hablarle y a escucharle, para buscar siempre hace su voluntad.

Tú viviste en este mundo en una familia: José, María y Tú rodeado de otros muchos familiares.

En Nazaret viviste la mayor parte de tu vida. Aquellos familiares tuyos estaban tan habituados

a tu persona que cuando en tu vida pública te mostraste como el enviado de Dios

no llegaron a reconocerte. Ello fue fuente de gran sufrimiento para Ti.

¡Cuánto bien recibirías de tu familia, de José y María y de tu gran familia!

¡Cuánto bien nos hacen las buenas familias! Señor Jesús, gracias por la familia,

por tantas buenas familias que se aman y en las que unos viven por los otros.

Es cierto que hay familias desestructuradas en las que se vive la desunión, la violencia...

Perdón por que son causa de dolor. En ellas los que peor lo pasan son los débiles

los niños y los ancianos.

Ayuda a nuestras familias para que lo sean de verdad, para que se quieran y vivan unidas.

¡Qué bonito es el resumen que el evangelista hace de tu vida en Nazaret:

“Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.

Tú quieres que nuestro crecimiento sea armónico, de cuerpo, alma y mente, de amor a las personas y a Dios

Enséñanos a crecer en armonía. Ayúdanos a que sepa-mos acompañar a las personas para que crezcan

y para que su crecimiento sea armónico.

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VER:

S i me pongo a pensar en las familias que conozco, me encuentro con una gran variedad: la formada por el

matrimonio y dos hijas adolescentes; la de una mujer di-vorciada y su hija, también adolescente; la del matrimonio con 2 hijos, todos en paro; la de un viudo reciente y su hijo de pocos años; la de unos recién casados sin hijos… cada una de ellas con una historia y unas circunstancias. Si me pongo a pensar, creo que muy pocas de las familias que conozco “cumplen los cánones” de la (mal) llamada “familia tradicional”, o se parecen a esas familias que en-contramos en películas y series de televisión de éxito. Y sólo en un par de ellas todos los miembros son creyentes; lo habitual es que uno, o dos a lo sumo, de los miembros de la familia lo sean. Los demás “pasan”.

Y ésas son “las familias” que conozco, que tenemos, de las que salen las personas que forman y confor-man nuestra sociedad: no son “familias tradicionales”, pero son familias. ¿Qué les hace serlo?

JUZGAR:

E n este tiempo de Navidad, junto con el nacimiento de Jesús en nuestra carne celebramos que nació en una familia. Y nos volvemos a contemplar la Familia de Jesús, pero rompiendo la imagen excesiva-

mente almibarada e irreal que nos han transmitido, procurando acercarnos a la realidad, a lo que les hacía “ser familia”, más aún, ser la Sagrada Familia. La familia de Jesús es, sobre todo, una familia en la que el amor está muy presente y se concreta en ac-titudes: partiendo del amor de ambos a Dios, encontramos el amor entre José y María, la confianza del uno en el otro, el apoyo incondicional cueste lo que cueste, el amor hacia Jesús, el Hijo de Dios e hijo suyo, el respeto y el diálogo… siempre buscando cumplir la voluntad de Dios, que a veces es misteriosa, aunque eso provoque sobresaltos, aunque esa voluntad no se entienda. Ese amor con sus concreciones crea el ambiente que posibilita que todos los miembros de esta Familia vayan creciendo y madurando humana y espiritualmente, vayan progresando en el conocimiento del misterio de Dios y de su voluntad, mediante la oración y el diálogo, y que no sólo en su vida íntima, sino en medio de las tareas propias de cada uno, y tanto en las alegrías como en las dificultades, se note el crecimiento en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres. Eso es lo que les hace “ser familia”, eso es lo que les hace ser la Sagrada Familia.

ACTUAR:

S olemos decir que la Navidad es “una fiesta de familia”, pero no es así: es una fiesta religiosa, de fe, que puede cobrar mayor sentido cuando se puede celebrar en familia, pero cuya celebración no de-

pende de la familia. Y esto hay que tenerlo presente precisamente porque pocas de nuestras familias podrían verse reflejadas en la Familia de Jesús si la presentamos como algo irreal y almibarado; y además, si nos fijamos sólo en la parte “familiar”, podemos pensar que la Navidad no es para nosotros o no la podemos celebrar adecuadamente porque no somos una “familia tradicional”. Y no es así. Ante la realidad de nuestra familia, tal como es, y siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia, lo primero que los miembros creyentes de la familia deben cuidar es su relación profunda de amor con Dios, a partir de la oración, la Eucaristía y la Reconciliación. Y a partir de ahí cada uno, según las circunstancias de su familia, verá qué puede hacer para “ser familia”, para ser sembrador de las actitudes que la Sagrada Fa-milia nos enseña: amor al otro, confianza mutua, apoyo, entrega, escucha, servicio… Siguiendo el ejem-plo del día de Navidad, tenemos que ser “Agentes infiltrados” en la realidad de nuestra familia, que a partir de una fe celebrada, formada y hecha vida en la normalidad del día a día, vamos creando el am-biente necesario para ir transformando nuestras familias y aunque el terreno nos parezca árido, se note la presencia, oculta pero real, de Dios entre nosotros. Y puesto que a veces la familia carnal no ofrece el clima adecuado, convirtamos nuestras Comunidades Parroquiales en “familias de acogida”, cuyos miembros, alrededor de la mesa de la Eucaristía, como la familia de los hijos de Dios, encuentran el amor y el aliento para “crecer en gracia ante Dios y los hom-bres” y seguir siendo, en el corazón del mundo, “Agentes infiltrados” y evangelizadores que siembren y transmitan el amor de Dios, como la Sagrada Familia lo hizo.

VER - JUZGAR – ACTUAR ¿Qué hac

e “ser familia”?

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Lc 2,16-21 16 Fueron deprisa, y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. 17 Al verlo, ma-nifestaron lo que les habían dicho acerca del ni-ño. 18 Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. 19 María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20 Los pastores volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído. Todo tal y como se les había dicho. 21 A los ocho días, cuando debían circuncidarlo, le pusieron el nombre de Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

“Cristo, Redentor del hombre y del mundo, es el centro de la historia:”Jesucristo es el mismo, ayer y hoy…” Si nuestros pensamientos y nuestros corazones permanecen dirigidos a El en la perspectiva del segundo Milenio, que está para concluirse y que nos separa de su primera venida al mundo, por esto mismo están dirigidos al Espíritu Santo, por obra del cual ha tenido lugar la concepción humana; y se dirigen también a Aquella por la cual fue concebido y de la cual nació: la Virgen María” ( Juan Pablo II)

● Le pido a Dios Padre que con la luz del Espíritu Santo me haga descubrir lo que quiere decirme con la Palabra de hoy.

���� Cómo los pastores ¿estoy apunto para ir en busca del Señor?

● Ellos lo encontraron con María y José.

���� Y yo, ¿Dónde lo encuentro?

● Los pastores alaban a Dios…comparten su experiencia…

���� ¿cuál es mi reacción?

● María conservaba…

���� ¿qué es lo que yo conservo?

● Llamadas. Oro lo que he ido comprendiendo y lo que Dios me ha mostrado.

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Los pastores que estaban guardando sus reba-ños han recibido el anuncio del ángel. ¿Qué hacen? Lo mismo que hizo María cuando el ángel le comunica que su prima Isabel está encinta. De prisa se van a ver lo que ha acontecido.

● Es la prontitud. Es la misma reacción que apare-ce en las primeras narraciones de vocación en las que se destaca la prontitud por dejar lo que esta-ban haciendo (sus redes, la pesca…) y comienzan una nueva vida (seguir a Jesús, ser pescadores de hombres). Así los apóstoles dejan sus ocupaciones y van a verificar lo que ha acontecido. Todo ello es fruto de la alegría que produce en ellos el anuncio y fruto también de la Gracia de Dios.

● Los pastores encuentran lo que se les había anunciado: María, José y el Niño, en pañales, re-costado en un pesebre. Es la imagen que se ha hecho tan popular y que encontramos en todos los belenes, es la imagen central de estos días de Navi-dad. ¿Qué querrá decirnos con ello el evangelista?

● Es un cuadro, es una escena bonita para pintar y para representar…. pero ¿qué hay detrás de ella?: humildad, pobreza, sencillez, normalidad, vida de familia, anonadamiento, encarnación con todas sus consecuencias… amor, amor de Dios.

● Pero en este día festividad de María Madre de Dios bueno será que nos detengamos especialmen-te en María. Ella está junto al Niño, es la Madre.

● El evangelista se detiene en el relato que tiene como protagonistas a los pastores y a María.

● De los pastores nos dice que ellos se convirtieron en anunciadores de lo que habían visto y contempla-do. Ellos comunican a los demás lo que han vivido, son testigos de las maravillas del amor de Dios. Y su admiración y entusiasmo contagia a los que les oían.

● Y María es el otro protagonista en quien se fija el evangelista al decirnos que conservaba todas es-tas cosas meditándolas en su corazón. ¿Qué nos quiere decir con ello?

● Posiblemente que ante Dios, como primera reac-ción o actitud, hemos de callar, adorar, agradecer como hacía María. Posiblemente esta actitud debió ser frecuente a lo largo de toda su vida. María contempla en silencio lo que acontece y trata de mirar la vida con los ojos de Dios.

● ¿No actuaría así especialmente en los momentos importantes de la vida de Jesús cuando la vemos al pie de la cruz o cuando contemplaría alguno de sus milagros o escucharía sus muchas palabras?

● Jesús, también, buscaba lugres solitarios para permanecer en contacto con Dios Padre, para orar, para buscar la voluntad de Dios Padre. Era su primera preocupación y ocupación.

● Al final del relato vemos que José y María hacen con su hijo lo que habitualmente hacían todos los padres, se sujetan a las costumbres del momento: lo circuncidan y le ponen el nombre de Jesús.

María conservaba todas estas cosas meditándolas

María, Madre de Jesús, hoy es otro día tuyo dentro de nuestro calendario.

Un día este que seguramente expresa con más justicia la raíz de tu grandeza,

el papel más grande de tu vida: Tú eres la Madre de Jesús, el Redentor.

Estamos estos días de Navidad celebrando el nacimiento del Hijo de Dios.

Él es el centro de nuestra atención. Y en estos días no podemos olvidarte porque Tú, María, eres su Madre.

Gracias María por asumir ese papel y por la manera como fuiste, siendo la Madre de Dios:

esta misión la llevaste con humildad y sencillez.

Tú, María, fuiste la del SÍ con todas sus consecuencias Tú María, que guardabas y meditabas

todas aquellas cosas que iban sucediendo en tu vida, todo lo que Dios iba haciendo, toda la vida de tu hijo Jesús.

¿Qué es lo que yo guardo y medito en mi corazón? ¿Qué es lo que me alimenta?

A veces pienso que soy más dado a guardar y meditar los fracasos, los desaires, las afrentas…

A veces constato que suelo guardar muchas tonterías y cosas banales, cuando no perjudiciales.

¿Por qué no guardo y medito más las obras de Dios? Porque Dios sigue haciendo maravillas en nuestro

mundo.

Enséñame María a guardar y meditar la obra de Dios en nuestro mundo. Enséñanos a guardar y meditar como Tú lo hacías

Yo quisiera también estar a punto como los pastores para ir al encuentro de tu Hijo,

al encuentro de lo que Dios está haciendo en nuestro mundo.

Yo quisiera, como ellos, encontrar en la vida a tu Hijo, el gran tesoro.

Y a su vez, como ellos, compartir con otros ese encuentro

para que otros muchos experimenten el bien inmenso de Jesucristo.

Danos, María, muchos pastores para nuestros grupos y comunidades.

Tú sabes que tenemos necesidad de ellos. Es quizás esta una de nuestras mayores necesidades

Felicidades María, por ser la escogida por Dios para ser la Madre del Salvador. felicidades por tu SI.

Felicidades por su tu estilo de vida. Gracias.

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VER - JUZGAR – ACTUAR La paz, do

n y tarea

VER:

A ntes había una especie de acuerdo tácito por el cual el día de Navidad se detenían las guerras y los com-bates. Sin embargo, no es extraño que ese acuerdo táci-to no se respete, a gran y pequeña escala, y en estos días continúen surgiendo muchas noticias violentas que todos los días se producen. La ausencia de paz, en dis-tintas formas, en mayor o menor grado, más cerca o más lejos, nos rodea. Y sin embargo, el deseo de paz es uno de los grandes anhelos de la Humanidad.

JUZGAR:

E n este primer día del año, desde que sonaron las famosas campanadas, nos repetimos unos a otros: “¡Feliz año nuevo!” Y dentro de ese deseo, va implícito el deseo de que haya paz. Así lo expresa, de

un modo más completo, la 1ª lectura, con la fórmula de bendición: El Señor te bendiga y te proteja, ilu-mine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz. El Señor es la fuente de toda bendición, la fuente de la verdadera paz, de esa paz que no es una simple ausencia de enfrentamientos, que no es tampoco “la paz de la tumba”, sino la paz que brota del corazón, de lo pro-fundo de las personas que no se dejan guiar por sus intereses y partidismos, sino que se dejan iluminar por Dios. De ahí que el Papa todos los años haga llegar su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz. Porque tra-bajando por la justicia como Dios quiere, respetando a la persona, se promueve la paz. Y construyendo la paz se prepara un futuro sereno para las nuevas generaciones. La paz, como escuchábamos en Noche-buena, es un don de Dios, porque nos ama, para quienes acogen a su Hijo en sus vidas. Por ese motivo, la paz es también una tarea, porque acoger a Jesús en nuestra vida conlleva esforzarnos en la conviven-cia, la justicia y la solidaridad. Para que la paz, don y tarea, sea posible, Dios mismo nos pone el modelo a seguir: María, cuya fiesta más importante celebramos hoy. María, Madre de Dios, nos muestra el camino para que se haga posible en nuestra vida, en nuestro corazón, la paz. Y ese camino consiste en estar dispuestos a acoger la Buena Noticia, dejar que Dios nos llene, actuar en consecuencia y “meditar en nuestro corazón” lo que observa-mos para que el Señor nos ilumine y muestre el camino a seguir. Y todo esto, en un proceso repetitivo pero que cada vez va calando con mayor profundidad en nuestro ser, para que Jesucristo, nuestra paz, habite realmente en nuestro corazón e impregne nuestras palabras y obras.

ACTUAR:

Q ue el deseo de felicidad en el nuevo año no sea sólo una fórmula vacía de contenido. Las noticias de violencia nos tienen que servir de estímulo para, siguiendo el ejemplo de María, meditar en nuestro

corazón y, como creyentes, comprometernos en ser promotores de paz, porque la paz es un don de Dios y una tarea nuestra. Por eso el Papa todos los años nos hace un llamamiento para que todo cristiano se sienta comprometido a ser un trabajador incansable a favor de la paz y un valiente defensor de la dignidad de la persona humana y de sus derechos. El cristiano no se debe cansar de implorar a Dios el bien fundamental de la paz, como don suyo, pero a la vez sentirá el compromiso de asumir la causa de la paz, ayudando a los hermanos, especialmente aquellos que, además de sufrir privaciones y pobreza, carecen también de este precioso bien. Jesús, naciendo entre nosotros nos ha revelado que «Dios es amor», y que la vocación más grande de cada persona es el amor. Son razones suficientes para agradecer profundamente ese don y a la vez hacernos constructores de la paz. Hoy comenzamos un año nuevo, y aunque rodeados de incertidumbre, o precisamente por eso, nos hemos deseado que sea feliz. Que María, la Madre de Dios, nos enseñe en su Hijo el Camino de la Paz, e ilumine nuestros ojos para que sepamos reconocer su presencia aun en medio de las dificultades y así encontremos la paz que necesitamos.

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Mt 2,1-12 1 Jesús nació en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes. Unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén 2 pregun-tando: «¿Dónde está el que ha nacido, el rey de los judíos? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a ado-rarlo». 3 Al oír esto el rey Herodes, se inquietó, y con él toda Jerusalén; 4 convocó a todos los sumos sacerdotes y a los maestros de la ley y les preguntó por el lugar de nacimiento del mesías. 5 Ellos le contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta: 6 Y tú, Belén, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel. 7 Entonces Herodes llamó en secreto a los magos y se informó cuidadosamente de ellos sobre el tiempo en que había aparecido la estrella; 8 luego los envió a Belén, y les dijo: «Id y averiguad todo lo que podáis sobre ese niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para que vaya yo también a adorarlo». 9 Ellos, después de oír al rey, se marcharon; y la estrella que habían visto en oriente iba delante de ellos, hasta que fue a posarse so-bre el lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella experimentaron una grandísima alegría. 11 Entra-ron en la casa y vieron al niño con María, su madre; se pusieron de rodillas y lo adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. 12 Luego regresaron a su país por otro camino, pues les habían dicho en sueños que no volvieran adonde estaba Herodes.

● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Pongámonos en presencia de Dios.

● Invoquemos al Espíritu Santo para nos ilumine y nos muestre lo que Dios quiere decirnos por medio de esta palabra.

���� ¿Qué es lo que Dios nos muestra por medio de este relato? ¿Qué es lo que las primeras comunida-des cristianas quisieron transmitirnos por medio de este hecho?

���� ¿A qué personaje de los tres que aparecen en la escena nos asemejamos nosotros: a Herodes, a los Magos o a los sacerdotes y letrados?

���� ¿En mi vida he encontrado “estrellas” que me han llevado a Jesús? ¿Los encuentro ahora? ¿Soy yo una “estrella” para los que me rodean?

���� ¿Nos postramos para adorar al Dios verdadero?

● Llamadas que percibimos

Concluyo hablando con el Señor dándole gracias, formulando alguna petición, contemplando la escena de la adoración de los magos.

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● Nos encontramos en el último domingo de Ad-viento, preparación para la Navidad. El relato de este Evangelio nos dispone a la celebración de la Navidad. ● Una vez más María nos acompaña en este tiempo en el que nos disponemos a festejar el nacimiento del Hijo de Dios. ● María camina con nosotros para vivir este hecho tan fundamental de la entrada de Dios en el mundo por el que el Hijo de Dios se hace uno como nosotros. ● Una vez María recibió la visita del Ángel con su anuncio y conoció la situación de su prima Isabel, corriendo va a encontrarse con ella para ayudarle y para compartir juntas los Proyectos de Dios, para cantar las alabanzas a Dios. María comparte con su prima su gozo por las maravillas de Dios. ● Las dos primas se encuentran y entre ellas surge el gozo y la alegría por todo lo que Dios ha hecho. ● Dios, con su presencia, con su actuación es fuen-te de gozo. Y hasta en el vientre de Isabel llegan los efectos de tanta alegría. Gozo y alegría es para nosotros nuestra fe. ● María piensa más en los otros que en ella misma, por eso deja su casa y se va a encontrarse con su prima para ayudarle. ● El Espíritu Santo acompaña a estas dos mujeres. En María fue la causa de su concepción y en Isabel la que le inspira para que reconozca en María a la mejor de todas las mujeres y a la que lleva en su vientre al Salvador. ● Isabel no se ve digna de esta visita. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Y ala-ba a Dios por las obras que hace, por lo que ha hecho en su prima María. ● Esa es la actitud básica de todo ser humano: dar gracias a Dios, alabarlo, reconocer su grandeza y su bondad. Isabel da gracias a Dios porque María se fía de Dios, tiene fe en Dios. ● La fe es básica para nuestra experiencia religiosa. María fue una mujer de fe. ● Como Isabel nosotros también deberíamos pre-guntarnos ¿Quién soy yo… quiénes somos noso-tros…? Es una pregunta fundamental si nos la hace-mos sobre todo en relación con Dios. Dios nos ha visitado, Dios nos ha hecho hijos e hijas suyos y nos ha introducido en su familia, Dios nos habla, Dios nos da su Cuerpo, Dios nos ha escogido, Dios nos da su Espíritu, Dios nos confía una misión, Dios nos ha dado su Hijo, Dios nos espera para vivir con Él la vida definitiva… ¿Quién soy yo… par ser digno te todo eso? ● Jesús también se preguntaba y respondía a esta pregunta que le hacían: Yo soy la luz, el camino, la verdad y la vida… Nosotros estamos invitados a decir como Isabel: No somos dignos… Es lo que decimos como aquel per-sonaje del Evangelio antes de comulgar: Señor yo no soy digno de que entres en mi casa…

Vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron

Herodes quería matarte; los sumos sacerdotes y los letrados

conocían las Escrituras pero de poco les sirvió pues no llegaron a encontrarte.

En cambio, esos personajes, los Magos, que viven en tierras lejanas se han puesto en camino,

han buscado y te han encontrado

No eran ciudadanos del pueblo judío y en cambio saben reconocerte

como el Salvador: “cayendo de rodillas te adoraron”.

Tú, Señor Jesús, eres israelita, nacido en esa tierra, perteneces a una cultura y una raza determinada

pero eres el Salvador de todos, Tú eres para todos. Tú eres universal.

Para ti no hay fronteras. ¿Por qué las tenemos que poner nosotros?

Así quieres, Señor Jesús, que seamos tus seguidores: universales, para todos y especialmente para los po-

bres y los que son marginados. Por otra parte, este relato nos está diciendo que lo que

cuenta no es saber sino buscar, vivir, seguirte. Los “saberes” solos no salvan,

es preciso también ponerse en camino, tener fe.

Haz, Señor Jesús, que sepa ponerme en camino, para encontrarte, adorarte y seguirte.

Los Magos tuvieron una ayuda, la estrella. A lo mejor otros muchos también la vieron pero no supieron mirar en profundidad,

habían perdido la capacidad de admirarse, de mirar con detenimiento

y continuaron su vida de siempre.

Señor Jesús, siembra nuestro mundo de estrellas que nos guíen a Ti.

Siembra nuestro mundo de estrellas que alimenten la esperanza verdadera.

Siembra estrellas de paz, de fraternidad, de justicia, de amor a Dios.

Seguramente, Señor Jesús, tus estrellas siempre serán como Tú: humildes, sencillas, serviciales, solidarias, compasivas, entregadas, apasionadas por el Reino y

por Dios Padre.

Haz, Señor Jesús, que sepamos descubrir esas estrellas que nos conducen a Ti.

Al fin y al cabo siendo hoy “los Reyes”, el protagonista no son ellos los “Reyes de Oriente”

sino Tú. Porque hoy es la Epifanía,

tu manifestación a todo el mundo.

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VER:

H asta hace poco, cuando queríamos ir a un si-tio y no sabíamos cómo llegar, consultábamos

en un mapa cómo llegar a la localidad en cuestión y, una vez allí, preguntábamos a los vecinos cómo llegar a nuestro destino. De un tiempo a esta par-te, se ha popularizado el GPS, un aparatito con una pantalla, en el que introducimos los datos de nuestra posición inicial y los de nuestro destino, y una voz nos va indicando el camino que tenemos que recorrer, por dónde tenemos que girar, avisándonos con la suficiente antelación para que nos podamos preparar…. incluso, si nos pasamos de largo o nos equivocamos, nos lo hace saber y nos vuelve a calcular la ruta. Eso sí, el GPS hay que actualizarlo con las nuevas direcciones y ru-tas para que nos siga sirviendo.

JUZGAR:

L os Magos tuvieron que preguntar para llegar a su destino: sólo habían visto una señal, la estrella; una estrella entre millones, pero que ellos intuyeron que tenía un significado especial, y se pusieron en

camino, pero desconocían el lugar concreto al que debían dirigirse, y por eso iban preguntando dónde podían encontrar a Aquel cuya estrella habían visto, y después de mucho caminar y de muchas vueltas, llegaron adonde estaba el Niño y le adoraron. En Navidad estamos celebrando que nosotros ya no necesitamos preguntar, tenemos el GPS que hace que ya no vamos por la vida con incertidumbre, ya sabemos dónde está nuestro destino, nuestra Luz. Celebramos que conocemos el lugar concreto en el que podremos encontrarle, allí donde nos llenaremos de alegría y podremos adorarle y, a partir de nuestro encuentro con él, nuestra vida discurrirá por otro camino, un camino nuevo de esperanza, un camino bien iluminado por su Luz.

ACTUAR:

E l ejemplo de los Magos nos tiene que llevar, en estos días finales de la Navidad, a reflexionar y a hacernos unas preguntas: ¿Estoy “despierto”, alerta, para captar las señales de Dios, sus “estrellas”,

aunque a simple vista parezcan insignificantes? ¿Me paro a reflexionar para interpretar los signos de los tiempos, o soy sólo un espectador u oyente que no ve o quiere ver nada más allá? Del mismo modo que hoy en día las nuevas tecnologías facilitan los viajes, ¿aprovecho los abundantes medios que están a mi alcance para acercarme más al Señor? Puesto que nosotros, a diferencia de los Magos, sabemos quién es y cómo encontrar a nuestro Rey, ¿me he dado cuenta de que tengo una espe-cie de “GPS espiritual”? ¿Lo tengo bien actualizado a base de oración, de la Eucaristía y de la formación, para que me indique el camino que he de seguir? ¿Hago caso de las indicaciones que se me hacen en mi caminar como cristiano, cambiando la dirección cuando me lo recomiendan, o prefiero seguir mi rumbo, aun a riesgo de pasar de largo de donde está el Señor? Los hechos de vida, sencillos y poco vistosos la mayoría de las veces, son como señales en nuestro cami-nar siguiendo al Señor. Como los Magos, no nos detengamos; a partir de esos hechos de vida, reflexio-nemos, dejémonos cuestionar e iluminar por la Palabra de Dios, por las distintas “estrellas” que Dios po-ne en nuestro camino, sigamos las indicaciones de nuestro GPS, para que podamos contemplar y adorar la presencia de Dios, sencilla y discreta, en nuestra realidad, y que esa contemplación nos mueva a vivir la vida de cada día por otros caminos, en un proceso creciente de conversión y, por tanto, de testimonio de fe. Porque como veremos en la fiesta del Bautismo del Señor, nuestra misión como bautizados es ser luz para los demás, ser también “estrellas” que ofrecen la Luz del Señor a quienes caminan a ciegas y en la oscuridad, ser GPS que les guíen ayudándoles a reconocer al Señor en este Niño para que, entre todos, hagamos posible que su Luz brille cada vez en más corazones y en todo el mundo.

VER - JUZGAR – ACTUAR Tenemos el GPS

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● Ruego/rogamos para pedir el don del contemplar el Evangelio y poder conocer y estimar a Jesús y, así poder seguirlo mejor.

● Apunto algunos hechos vividos esta semana que ha acabado.

● Leo/leemos el texto.

● Después contemplo y subrayo.

Lc 3,15-16.21-22 15 Como la gente estaba expectante y se pre-guntaba si no sería Juan el mesías, 16 Juan de-claró públicamente: «Yo os bautizo con agua, pero ya viene el que es más fuerte que yo, y a quien no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y con fuego. 21 Después de bautizar Juan al pueblo y a Jesús, aconteció que, mientras Jesús estaba orando, se abrió el cielo, 22 descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma, y se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto».

“El estudio de las escrituras es el estudio de la Persona de Jesucristo que busca no un cúmulo de infor-maciones sobre Jesús, sino la comunión y el ser uno con Cristo, como lo refleja la experiencia del nuevo conocimiento de Jesucristo que ha adquirido el apóstol Pablo: “Ya no soy yo quien vivo… es Cristo quien vive en mi”(Beato P. Chevrier).

● Invoco al Espíritu Santo para que me acompañe en este tiempo de oración.

● Contemplo la escena. Dejaste Nazaret y te acercaste al grupo de Juan que estaba en el desierto ani-mando, formaste parte de su grupo, recibiste su bautismo y vino sobre Ti el Espíritu Santo que te acom-pañaría a lo largo de tu vida pública para realizar la obra que el Padre te había encomendado.

● En la vida hay que dejar lugares, personas, actitudes, cosas… para ser fiel al Proyecto de Dios Padre.

���� ¿Qué he dejado?

���� ¿Por qué he optado?

● Y en el momento de tu bautismo Dios Padre revela tu identidad de la que yo participo porque Tú nos lo has dado.

● Llamadas.

Oro con lo que he contemplado y descubierto.

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NOTAS PARA SITUAR ESTE EVANGELIO

● San Lucas, después del Evangelio de la infancia, nos pre-senta la predicación de Juan Bautista y el bautismo de Jesús. Jesús se unió al entorno de Juan y de allí escogió a sus primeros seguidores.

● El mensaje de Juan y su testimonio han impresionado al pueblo que está a la espera del Mesías por ello se inte-rroga si no será Juan el Mesías.

● Ante esta expectativa Juan mismo se sitúa ante el Mes-ías: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus san-dalias, Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.

● Lucas quiere mostrarnos por medio de las palabras de Juan Bautista, sin quitarle importancia, la radical nove-dad de Jesús con lo que defiende la superioridad de Jesús ante Juan.

● Los romanos usaban sandalias que se sujetaban en torno a la pierna con largas cuerdas. Los judíos tomaron esta costumbre. El oficio de atarlas era propio de los es-clavos. Juan ante el Mesías dice que ni siquiera es su es-clavo. Con lo que el evangelista una vez más pone en relieve a la persona de Jesús.

● Por otra parte también Juan, comparando su bautismo con el del Mesías sitúa al de Jesús por encima del suyo. El de Jesús es obra del Espíritu Santo. La imagen del fuego viene a decir la fuerza del Espíritu. La presencia del Espíritu sobre Jesús puede representar con un grado más sublime el rito que tenían los judíos de ungir la cabeza de los reyes y profe-tas mostrando que Dios les había conferido una misión. En el caso de Jesús al principio de su vida pública, de la realización de la misión que Dios le había encomendado Dios lo llena no de aceite sino del mismo Espíritu.

● Este es uno de los significados de este hecho: Jesús toma conciencia que el Espíritu ha tomado posesión de Él y que le ha confiado una misión. Así lo proclama Juan Bautista: “Yo os bautizo con agua; pero viene…Él os bau-tizará con Espíritu Santo y fuego.”

● Jesús quiso comenzar su vida pública incorporándose al movimiento religioso iniciado por Juan que será un punto clave según San Pedro para entrar en el colegio apostóli-co: haber acompañado a Jesús desde el bautismo de Juan. No hay ruptura sino continuidad entre Juan y Jesús, entre el Antiguo y el Nuevo Testamento

● En el momento del Bautismo, dentro de un contexto de oración, el evangelista nos revela a Jesús como el Enviado del Padre, son las señas de la identidad de Jesús y además su bautismo: es su Pentecostés. El bautismo de Jesús hace referencia a Pentecostés: dos venidas del Espíritu con las que comienza el tiempo nuevo de la misión.

● Lucas nos está hablando de la importancia del Espíritu y de la oración en la vida de la Iglesia y en la vida de to-dos los seguidores de Jesús.

● A partir del bautismo Jesús aparece como “el hombre para los demás”, comenzando a realizar su misión por los poblados y caminos de Palestina. Era la realización del encargo que el Padre le había confiado.

● A nosotros, seguidores suyos, también se nos da el mismo Espíritu para continuar la misión, el trabajo de Jesús tal como lo anuncia Isaías y Jesús lo asume en su visita a Nazaret: trabajar por la justicia, la paz, el anun-cio de la salvación de Dios, el año de gracia, la defensa de los débiles…

● Concluye el texto con la revelación que Dios Padre hace de Jesús: “TÚ ERES MI HIJO, EL PREDILECTO”.

Bajó el Espíritu sobre Él en forma de paloma

No tengo duda de que el Espíritu Santo permanentemente estuvo en Ti, Señor Jesús.

Pero ahora que has dejado tu pueblo y comienzas una nueva etapa en tu vida,

ahora que vas a proclamar la Buena Noticia, ahora que vas a expresar ante el mundo

la compasión de Dios y a manifestar el gran amor que Dios nos tiene…

ahora el Espíritu se hace presente de una forma visible para acompañarte en esa misión.

En el primer Pentecostés que es el prototipo del segundo

en el que los Apóstoles comprendieron la razón de tu persona y fueron empujados

a mostrar al mundo su fe, a anunciar la Buena Nueva… la evangelización.

Ahora en este primer Pentecostés a partir de ese instante tu vida toda entera derramará esperanza

y vida de Dios por donde pasarás.

Danos, Señor Jesús, tu Espíritu y haz que seamos dóciles a su acción

en cada uno de nosotros para que seamos también los evangelizadores

de nuestro mundo.

Me llama la atención tu comportamiento tan discreto. Te unes a lo que ya existía,

formas parte del grupo de Juan y entras en comunión con sus seguidores

de los cuales escogerás algunos para formar tu grupo de Apóstoles. Recibes su bautismo, el de Juan,

como uno más, tal vez queriendo mostrar que los planes de Dios tienen una línea,

son una continuidad de capítulos, una cadena con muchos eslabones.

Así es la vida. Con frecuencia vivimos de renta, de lo que otros han sudado.

Basta mirar el calendario de los Santos. ¡Cuántas veces, por desgracia, actuamos como si en nosotros comenzase todo! ¡Cuántas veces no tenemos en cuenta

a los que nos han precedido!

Gracias, Señor Jesús, por todos nuestros antepasados en la familia,

en la parroquia, en el movimiento... por tantas personas que se dejaron la piel

para mejorar nuestro mundo, implantando parcelas del Reinado de Dios y hacer más vivas nuestras res-

pectivas Comunidades Cristianas.

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VER - JUZGAR – ACTUAR Nuestro “

Padrino”

VER:

E n algunos clubes, asociaciones, partidos políti-cos… para ingresar como miembro no es sufi-ciente el propio deseo de ingresar, hace falta que el candidato sea presentado por uno o dos miem-bros de dicho club o partido, que vienen a ser co-mo sus “padrinos”. Éstos se encargan de hacer saber al candidato cuáles son las normas de ese club, qué actitudes y comportamiento debe man-tener. De este modo se pretende hacer ver que el ingreso en esa asociación es algo serio, no es cuestión de un gusto temporal, y a la vez se bus-ca que el candidato tenga una mayor conciencia y compromiso de lo que implica y a lo que le com-promete pasar a ser miembro de ese grupo. El incumplimiento o la dejadez por parte del candi-dato conllevaría su expulsión y, además, haría quedar mal a esos “padrinos” que le avalaron.

JUZGAR:

C omo colofón de las fiestas de Navidad hoy celebramos el Bautismo del Señor, una festividad que marca también, a partir de mañana, el inicio del tiempo ordinario. Tras celebrar que Dios se implica

en nuestra vida, naciendo como uno más entre nosotros, hoy le contemplamos iniciando su vida pública, como el Hijo, el amado del Padre, recibiendo el Espíritu para llevar a cabo la tarea que Isaías había anunciado: para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no voceará por las calles. La caña cas-cada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho… luz de las nacio-nes. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas. Al finalizar las celebraciones navideñas, Jesús mismo se pone delante de nosotros para que sepamos cómo aplicar lo que estos días hemos contemplado y reflexionado. Aunque Jesús no había pecado, recibió el bautismo de Juan para, con el respaldo del Padre y del Espíritu, ser el fundador y el primer miembro, la cabeza del grupo de sus seguidores, y así poder ser Él quien nos fuera introdu-ciendo en ese grupo que es la Iglesia. De algún modo Él es nuestro Padrino. El verbo bautizar tiene el sentido de “introducir, sumergir a alguien en un medio”. Nosotros, por el Bau-tismo que recibimos del Señor, somos introducidos también en ese “medio” que es el estilo de vida que Jesús nos ha mostrado como el camino para llegar un día a compartir la vida divina.

ACTUAR:

E n la fiesta de la Epifanía, decíamos que teníamos que ser luz para los demás, “estrellas” que ofrecen la luz del Señor, GPSs que les guían. Y el sacramento del bautismo nos capacita para desempeñar

esa misión, ser también “padrinos” de otros siguiendo los pasos y el ejemplo de Jesús. Por eso hoy, a punto de volver a la rutina diaria, es bueno que nos preguntemos: ¿qué significa para mí haber recibido el bautismo? ¿Me sé y siento introducido en ese “medio” que es el estilo de vida de Jesús? ¿En qué se me nota en mi actuar diario? ¿Qué hago para promover fielmente el derecho, para abrir los ojos de los ciegos? Quizá la falta de credibilidad que tiene la Iglesia en muchos ambientes se deba a que sus miembros, tan-to laicos como consagrados, no potenciamos y hacemos notar suficientemente el sentido de introducción a la vida divina que tiene el bautismo, y no incidimos en el compromiso que adquirimos al recibir el bau-tismo, o la responsabilidad que asumimos como padres o padrinos, convirtiendo el bautismo en un sim-ple rito que a nada compromete. Hemos recibido un gran don, poder formar parte de la familia de Dios; pero ese don es también una tarea, debemos vivir con el estilo que requiere pertenecer a esa familia. Que la celebración del tiempo de Navidad que hoy culminamos nos ayude a tomar mayor conciencia de lo que significa haber sido bautizados y, siguiendo el ejemplo de Jesús, nuestro Padrino, con la fuerza de su mismo Espíritu, nuestro actuar diario en coherencia con nuestra fe nos haga ser testigos creíbles del Evangelio de salvación que Jesús, naciendo entre nosotros, nos ha traído.