Nº 6 .Noviembre de 2013 Revista - Boletín Informativo de...

Nº 6 .Noviembre de 2013Revista - Boletín Informativo de la Asociación Amigos de la Capa Española de Murciahttp://www.asociaciondelacapa.com

AMIGOS DE LA CAPA DE MURCIA

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JUNTA

DIRECTIVA

Presidente:D. Evaristo Llanos Sola

Vicepresidente:D. Diego Hernández-Yllán García

Secretario-Archivero:D. Aníbal J. Torregrosa Meseguer

Tesorero:D. Miguel Navarro Alcaraz

Vocal Letrado-Asesor:D. Carlos Fernández Salmerón

Vocal Sugerencias y Relaciones con Socios:D. Manuel Sánchez-Guerrero Melgarejo

Vocales Teatro y Conciertos:D. Luis Campillo VeguillasD. José del Campo Iglesias

Vocales Relaciones Institucionales y Protocolo:D. Emilio Robles OñateD. Esteban De la Peña Sánchez

Vocales Exposiciones:D. Alfonso Avilés SánchezD. Abelardo Yáñez Gestoso

Vocal Viajes:Dña. Pilar Martínez Fernández

Vocal Revista:D. Rafael Orenes Pino

Asesora Presidencia:Dª Mª Cruz Siso Oliver

CONSEJO DE REDACCION

D. Rafael Orenes Pino, Director

D. Aníbal J. Torregrosa Meseguer

Indice

PRESENTACIÓNEvaristo Llanos Sola 3

CARTA A ANTONIO SOTO NICOLÁSEvaristo Llanos Sola 4

LOS CINCO BRAZOS DEL DRACOAlfonso Pacheco 6

CASTILLO NAVARRO. LA POÉTICA DE LA HUERTA, LA PÁGINA EN BLANCO. EL PASO AZULAndrés Porlán Torroglosa 10

IN MEMORIAMDiego Hernández-Yllán García 13

CUANDO EL IMAFRONTE NOS CONTEMPLAJosé Antonio CobachoJuan Ramón Robles 18

ANHELOAlberto Sevilla Albarracín 21

JAIME BORT. Arquitecto y EscultorAníbal J. Torregrosa Meseguer 22

A ILUSION DEL PRIMER BESOAntonio José Buendía Martínez 24

LA MURCIA DE HACE UN SIGLOPEDRO SOLER 26

LO SÉ, MARÍAAgustín Sánchez Martínez 29

“Epitafio”Rafael Orenes Pino 30

XXX CICLO CULTURALPROGRAMA DE ACTOS 2013 31

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Una auténtica alegría ver cómo se aproximan estas fechas para disfrutar de la prenda que motiva esta Asociación, nuestra querida Capa Española. Un año más vamos a poder pasear o asistir a reuniones o

actos sociales ataviados de idéntica forma a como lo hacían nuestros padres y demás antepasados, pero sobre todo, lo más importante, relacionarnos con los otros socios, sus familiares y amigos, cuya compañía siempre es tan agradable y enriquecedora.

Esta temporada podremos disfrutar de actos culturales variados, tales como

representaciones teatrales, la exposición de pintura, una excursión -¡¡ por fin una

excursión!!- a la entrañable villa de Alcantarilla, donde a buen seguro disfrutaremos

de una bonita jornada, sin olvidar nuestra cena de gala, donde podremos lucir, socios y

socias, las capas, además de deleitarnos con la belleza de nuestras damas y del colorido

y elegancia de sus vestidos.

Tampoco puedo dejar de expresar mi recuerdo para todos los socios y familiares

que nos han dejado y que nos dejan cada año, con los que hemos compartido momentos

tan felices y siempre en nuestra memoria.

Mostrar también un sincero agradecimiento a la Comunidad Autónoma, al Banco

Sabadell, al Club Taurino y al Real Casino de Murcia, y en particular también a los

artistas –pintores, actores- así como demás entidades y personalidades de Murcia que

colaboran y nos apoyan todos los años de forma absolutamente desinteresada.

Por último, les deseo a todos que disfruten de este otoño y les pido, tanto a los

miembros de esta Asociación de Amigos de la Capa, como a todos los que simpaticen

con ella, que asistan y participen en nuestros actos.

Evaristo Llanos Sola

Presidente

Asociación de Amigos de la Capa de Murcia


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CARTA A ANTONIO SOTO NICOLÁS.

“Descubrióla el hombre, y pareció ser la de San Martín puesto a caballo, que partía la capa con el pobre; y apenas la hubo visto don Quijote, cuando dijo:

—Este caballero también fue de los aventureros cristianos, y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad; y sin duda debía de ser entonces invierno, que, si no, él se la diera toda, según era de caritativo”

No sé por qué me acuerdo de ti cuando leo este capítulo, o sí que lo sé y simplemente me cuesta trabajo discernir si es la liberalidad, la caridad o el idealismo lo que me lleva a esa evocación. Te has ido

sin una mala palabra, ni un mal gesto, tan siquiera un ínfimo enemigo, y sin embargo nos dejas lo mejor que se puede heredar de cualquier persona, la amistad fraternal y la alegría de vivir.


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Qué difícil a quien está acostumbrado a escribir, redactar una carta para quien no la puede leer, y sin embargo sentir la necesidad de hacerlo porque por una estúpida sensación de vergüenza no te dijo todo lo que sentía durante todos estos años. Decirte que has sido un quijote, sería demasiado rácano, porque no sólo has derrochado una visión idealista de la vida cotidiana, sino que también has actuado con la mayor de las sensateces ante los problemas de quienes te hemos rodeado. De hecho, si Dios te hizo un cuerpo tan grande es porque no te habría cabido de otra manera tanta generosidad y buen hacer.

Ahora todo son recuerdos, ora cercanos, ora lejanos en el tiempo, todos vienen al unísono, en torbellino, supongo que enviados por ti, imágenes de tu boda, de la cantina del instituto, de cenas o comidas en grupo de amigos, de verte pasear de la mano por Alfonso X con tu entonces novia y después amada esposa, nochesviejas en el Casino de Murcia o en Archena, la entrega que me haces de un pañuelo rojo, el tuyo, para llevarlo y correr en San Fermín, y por si me pareciese poco, convencer a tu propio hermano para que me acompañase a mi despedida de soltería, sin olvidar tu participación en los actos de nuestra Asociación de la Capa, o tus andares pausados y seguros, todas las imágenes al mismo tiempo, y todas con un elemento común, siempre acompañadas de una sonrisa.

Algún día tendrás que explicarme -ojalá llegue, porque será señal de que Dios me ha enviado al mismo sitio que a ti- cómo lo has hecho para que pareciese tan fácil conseguir ser buen hijo, buen hermano, buen padre y esposo, y buen amigo, y tener tiempo además para ser un buen abogado, o perdonar que los más dejados no supiésemos cultivar la relación diaria que a ti se te daba tan bien, con un sencillo y frailuisiano “decíamos ayer”, pese al tiempo transcurrido desde la última vez, como si tal cosa.

Ha tenido que venir el otoño para que nos dejes, porque una sola estación no era suficiente, no, ni un mes, ni dos, de manera que cada mensaje o wassap de los remitidos por tus más íntimos durante ese tiempo resultaba tan contrario a la lógica como esperanzador. ¿Sabes? Nos has legado algo –al menos a mi-aún desde la unidad de cuidados intensivos, ese mensaje sordo de que hay que vivir, por uno mismo, y por la lección que se da a los demás. Y también nos has enseñado que no es verdad que no se pueda hacer nada más por tí, siempre se podrá apoyar de una u otra forma a los tuyos, como tú lo has hecho con todos y cada uno de los que te hemos rodeado. Queda por tanto tranquilo, que tu ejemplo tendrá recompensa.

“Estos santos y caballeros profesaron lo que yo profeso, que es el ejercicio de las armas, sino que la diferencia que hay entre mí y ellos es que ellos fueron santos y pelearon a lo divino y yo soy pecador y peleo a lo humano. Ellos conquistaron el cielo a fuerza de brazos, porque el cielo padece fuerza, y yo hasta agora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos”.

Hasta siempre, amigo.

Pd.: No olvides dar un abrazo de mi parte y de todos los capistas a tu padre, al mío y a D. Carlos, y por supuesto tomar con ellos un chato de vino.

Evaristo Llanos Sola


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LOS CINCO BRAZOS DEL DRACO

A mí me contaron que debía tener cuidado con los cinco brazos del Drago. Nunca comprendí lo que esta advertencia significaba, no conocía al Drago, jamás lo había visto de cerca, en fotos e incluso

en grabados de época sí, pero nunca había estado junto a él. Es verdad que en la mayoría de jardines y bosques de clima subtropical, más o menos por debajo del paralelo treinta y ocho, en la línea de Norte a Sur, Madeira, Canarias y Cabo Verde, en un entorno apropiado podían criarse estas extrañas e interesantes plantas. Yo mismo, antes que ocurriesen los misteriosos sucesos, nunca había notado su presencia cerca de mí, después descubrí que el banco del jardín donde solía sentarme en las agradables tardes de otoño a la puesta de Sol, estaba situado justo delante de uno de ellos. Siempre creí que se trataba de una yuca de cierto porte, se demuestra de esta manera mi total ignorancia de botánica. Era un Drago. La máquina corta-césped al pasar junto a él le dio un pequeño corte junto a la tierra y rompió la cuchilla. Me acerqué y pude contemplar que de la herida brotaba un reguero de un líquido viscoso de color rojo. Era la primera vez que veía sabia de ese color, después me enteré que esta planta era la única que la tenía roja como la sangre de…Dragón.

El suceso y el descubrimiento de esta planta formo parte del capítulo de curiosidades preferentes, anotadas en la libreta de apuntes de mi cabeza. Aquello se fue alejando de mi curiosidad, hasta llegar al olvido. Aunque nunca se borró totalmente. Pasaron los años y en uno de mis viajes a tierras de ensueño y fantasía, descubrí que los moradores de un pueblo en las montañas cerca del Rio Amarillo en China, salían a despedir al Sol cuando marchaba a descansar en la noche, y contemplaban con deleite

su ocaso. En alguna ocasión señalaban con la mano hacia alguna nubecilla fina y alargada que, normalmente acompañada de otras, acudían a despedir al Astro Rey. Entonces todos se ponían de pie y susurraban entre ellos, con respeto, una palabra que no comprendía. Pregunté qué significaba y eludían la repuesta, pero llegando a la posada en la que me hospedaba, y después de una frugal cena, me senté junto con la familia que regentaba el modesto negocio, en un patio interior donde existía un pequeño jardín con puente de madera, río, senderos que no conducían a ninguna parte, y como no, una zona donde se encontraban las Piedras de los Antepasados, junto a ellas las varitas de sándalo humeaban perennemente. Permanecí en silencio todo el tiempo y cuando la familia se retiró a descansar, quedamos solos el abuelo que era un anciano de edad


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imposible y yo. Me miró a los ojos en un par de ocasiones como esperando mi pregunta. Carraspeé un poco y juntando mis manos en señal de súplica sobre mi pecho, con las puntas de los dedos tocando mi barbilla, le pregunté por el significado de la palabra, la que con respeto y alegría pronunciaban los que contemplaban la puesta del Sol, mientras señalaban con su mano las sonrosadas nubes alargadas, me respondió con una sola palabra:

«Dragón» al pronto no comprendí el susurro de su voz, pero él repitió: «Dragón»Significa Dragón. Algunas veces, en ocasiones especiales, se dejan ver en el ocaso. Es signo de paz y buena suerte, por eso contenta a los que tienen la dicha de verlos y los hace felices.

Estaba estupefacto, no salía de mi asombro, el viejo había dicho ¡Dragones!... Hoy, en pleno siglo XXI, Cuando las costumbres se derrumban estrepitosamente, cuando todo está revuelto, cuando la gente guerrea sin cesar, cuando la inocencia desaparece rápidamente… el venerable anciano, me hace retroceder como mínimo a la Edad Media, mostrando un rostro beatífico y firme. No cabe la más pequeña duda de que él sabía el efecto que causaría con su respuesta. Me di cuenta que esperaba que mi asombro pasase para continuar hablando y así lo hizo. Con un gesto indicó que me sentase junto a él y comenzó a hablar lenta y pausadamente, para que yo no perdiese una sola palabra. Me encontraba con la mente totalmente despejada de la somnolencia producida por la cena y la agradable noche y tan atento que hasta el canto de los grillos cesó. No me atreví a ir por mi libreta de apuntes por no interrumpir el hechizo. El anciano, se arrebujó en su especie de capa de lana roja y comenzó a hablar.

«Hubo un tiempo en el que los Dragones volaban por los cielos y descansaban en las altas montañas. Protegían a los humanos y ahuyentaban a las bestias feroces. No había poblado que no tuviese a su Dragón, digamos, “en nómina”, eran herbívoros y por consecuencia no comían ningún tipo de carne. Algunos decían que se alimentaban del fuego de la tierra que brotaba en los volcanes. Nunca raptaron a ninguna princesa desvalida y jamás comieron niños perdidos. Cuando uno de ellos moría miles de dragones lo cortejaban a la puesta de Sol para que entrase acompañado por él al ocaso. Entonces los hombres lloraban y se entristecían por la gran perdida. Poco después, otro aparecía en el pueblo y al amanecer se posaba en la plaza, para que lo conociesen y lo tocasen y los niños se columpiaban en su larga cola, y todos reían felices. Había llegado su protector y su gran amigo.

Pero… los malos, en toda historia que se precie hay hombres buenos y malos, no estaban protegidos por estos maravillosos seres y como consecuencia sufrían su castigo cuando atacaban un poblado robando, violando, matando y arrasando todo lo que caía a su alcance. Entonces aparecía el Dragón y los barría con su poderosa cola o les lanzaba chorros de fuego por la boca, persiguiéndolos hasta que se alejaban huyendo. Pero ya habían causado algo de daño o mucho según lo lejos que estuviese el Dragón y lo que tardase en llegar.

Pasaron los milenios y en los últimos siglos, en épocas remotas, existían cazadores de Dragones que se metían en las cavernas para matarlos y arrancarle el Corazón con el fin de demostrar lo valientes que eran y ofrecer el sangriento despojo a la dama de sus sueños. Pero no hay constancia de ninguno de estos “supuestos hechos” y queda relegada a la fantasía de cada uno.

Pero… cuando ya no quedaba ni un solo Dragón en toda la tierra, los cazadores colgaron sus espadas y lanzas y conquistaban a sus damas con un coche descapotable, en


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vez de un corazón ensangrentado… Apareció, entonces, un Dragoncito pequeño y dulce, había nacido en una nube, su madre, huyendo de la matanza, había abandonado la caverna que sirvió de casa a varias generaciones dragoniles, y subió alto muy alto hasta una nube blanca y grande y más cercana al Sol y allí nació nuestro pequeño amigo, su mamá murió un par de siglos después del parto, posiblemente o a consecuencia de este, y…se fue…en un ocaso… acompañada por el Sol. Sin ningún ser humano que la llorase. Esto dejó desconsolado a nuestro Dragoncito que había recibido grandes enseñanzas de su madre, se podría decir de él que sabía todo sobre su historia conociendo la maldad de los humanos o más bien, su estupidez. Pasado un solitario tiempo decidió visitar los lugares de los que su madre le habló y siguió su consejo lo haría de noche ocultándose de día. Visitó China y reconoció, talladas en piedra, imágenes de sus antepasados, y fiestas para Dragones, contempló como en algunos pueblos se despedía al Sol y las gentes miraban las nubes, incluso algún día se situó entre ellas, bien estiradito, escuchando como algunos lo veían y señalaban con sus manos. Esa noche dormirían felices.

Recorrió el mundo y no encontró un lugar donde habitar…pero un día volando a pleno Sol por encima del mar, divisó una gran humareda y grandes chorros de fuego que brotaban de las aguas, rápidamente se dirigió allí y contempló cómo la lava que salía se endurecía poco a poco creciendo alrededor del enorme cráter formando una isla, conocida hoy como Tenerife, Ya había una montaña alta, muy alta, y por sus laderas la tierra fundida e incandescente se deslizaba hasta el mar. Contento se dio una ducha de lava y un baño de fuego en el cráter al que puso de nombre Teide. Había encontrado su casa, su hogar, su tierra. Era feliz. Ahora necesitaba una compañera para multiplicarse, su madre le había dicho que él era el último Dragón de la tierra y que con él desaparecería la especie. Todavía era joven, solo tenía unos pocos cientos de años.

El tiempo pasaba, el volcán ya no echaba humo y menos salía fuego de su corazón, aunque estaba vivo, cada vez se encontraba más cansado y no podía darse baños de lava. Como nadie le molestaba, no había humanos en la isla, se pasaba el día tumbado en la ladera del volcán, comía plantas que crecían en su entorno y se adornaba con flores silvestres. Su piel era dulce y brillante y en algunas épocas se estiraba y se cubría de escamas multicolores. Más tarde descubrió que cada tres o cuatro lustros, de las escamas


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semienterradas brotaba una plantita que crecía derecha al cielo y con un penacho de hojas largas y puntiagudas, cuando pasaban unos años (Años de Dragón, se entiende) a ese tallo grueso y plateado le comenzaban a salir como brazos, también coronados de verdes hojas puntiagudas. En su soledad, comenzó a comprender que sus escaman producían la multiplicación de su especie transformada en vegetal y entonces empezó a quererlas como si de sus hijos se tratase. Estaba orgulloso de los tronquitos plateados y brillantes con el sombrerete de hojas coriacias, como si de un jovencito de engominada cabellera se tratase.

Ya el volcán no roncaba, sus hijos crecían a su alrededor formando bosquecillos. Draco comprendió que había llegado su momento, tenía las fuerzas justas para volar. Dio los últimos consejos a sus Draconcitos, subió hasta el cráter del volcán, que le obsequió con un baño de incandescente y bondadosa lava, comprendiendo lo que sucedía, y se convirtió en nube a su alrededor al ocaso. El Sol le acompaño hasta la noche prometiéndole que cuidaría de sus hijos y que no los dejaría alejarse de su isla.

El silencio nos envolvía, en el pequeño jardín solo se escuchaba el sonido del agua de la pequeña cascada, las estrellas nos iluminaban permitiéndome ver un poco el rostro del anciano. El perfume embriagador del sándalo envolvía. Hacía tiempo que la lámpara de aceite se había apagado, de pronto noté como si una gran sombra cruzase sobre nuestras cabezas mientras un escalofrío recorrió mi piel.

Alfonso PachecoEn Tenerife

(Fotografías: Adriumbí Chels)

Nota: Mi asombro llegó al límite cuando al regresar a la península, descubrí frente a mi casa de la playa, un drago que había llegado allí antes que yo. Nunca noté su presencia. Me sonreía malévolo.


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CASTILLO NAVARRO.LA POÉTICA DE LA HUERTA,

LA PÁGINA EN BLANCO. EL PASO AZUL

Cuando pensamos en la Literatura murciana del siglo XX son muchos los nombres que a cualquier curioso lector le recorren la memoria. Sin embargo pocos, muy pocos, destacarían o recordarían a un escritor único por su calidad,

sus textos de firme arraigo en la geografía murciana y su narrativa plenamente poética: el lorquino José María Castillo Navarro. Ello se debe, no lo podemos negar, a un olvido injusto, pero también a una trayectoria literaria única por extraña. Castillo escribió una decena de libros en menos de una década. Después dejó de escribir. Y hoy, cincuenta años después, sigue sin conocerse el auténtico motivo que llevó a este excepcional observador de la realidad de mediados del siglo XX a dejar, para siempre, la página en blanco. Un caso único que hizo que una trayectoria brillante y prometedora haya quedado sepultada por los años de silencio.

José María Castillo Navarro nace en la lorquina Calle Redón, donde hoy una plaza homenajea su relato El niño de la flor en la boca, en 1928. Cursa sus primeros estudios en Lorca para a los doce años ingresar en el Colegio Seráfico de Nuestra Señora de las Maravillas de Cehegín, comenzando la carrera hacia el noviciado. A los diecisiete años contrae la tuberculosis, siendo ingresado en el alicantino sanatorio de Torremanzanas. Durante la convalecencia se vuelca en la lectura, más allá de los clásicos de la literatura religiosa que había estudiado hasta el momento, y en la reflexión y toma una determinación: convertirse en escritor. Tras realizar el servicio militar y vivir poco tiempo en Madrid, Castillo llega a Barcelona en 1949 con el sueño de ser escritor. En Barcelona desempeña oficios de lo más variopinto para poder ganar un jornal con el que comer: obrero de cerámica, estibador, albañil, dependiente de droguería o empleado en un comercio de juguetes, donde en el mismo papel de embalaje escribiría sus primeras narraciones.

En 1954 ha finalizado su primera novela Caridad la negra. Al año siguiente, La sal viste de luto queda segunda en el Premio Ciudad de Barcelona, noticia que conoce su autor a través de la radio de su modesta pensión. Pero sería en 1957 cuando finalmente se alzara con este prestigioso premio gracias a Las uñas del miedo. El Premio Ciudad de Barcelona marca un antes y un después en su vida. De humilde obrero pasa a convertirse en personaje célebre para la cultura barcelonesa compartiendo aventuras literarias con Ignacio Agustí, Mercedes Salisachs o Juan Antonio Samaranch. Entre ese año y el siguiente publica tres novelas y en el mismo 1958 Manos cruzadas sobre el halda es finalista del Premio Planeta. Se convierte en colaborador de las más prestigiosas revistas del momento y escribe también en el diario La Vanguardia. Al año siguiente publica el libro de relatos El niño de la flor en la


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boca, que se convierte en un enorme éxito y en 1961 publica dos nuevas novelas. Vive en Roma, donde se publica la traducción Il bimbo dal fiore in bocca. Reside en Amsterdam, en Alemania y viaja a París, donde ve publicada su primera novela traducida al francés, Con la lengua fuera o Morts aux encheres, premio de la crítica francesa al mejor libro extranjero, y que posteriormente aparece en rumano con el título Moarte la licitatie. Intenta publicar El grito de la paloma que al no pasar la censura (se publicaría en España ya en 1974 como El cansado sol de septiembre) ve la luz en Francia como Le chernier natal en 1963. Ahí termina su carrera. De repente y para siempre.

Entre 1957 y 1963 Castillo Navarro ha publicado nueve libros, consiguiendo amplísimas ventas, el reconocimiento de la crítica y los más importantes galardones literarios de la época. Pero el autor decide dejar de publicar y, prácticamente, dejar de escribir. Es cierto que en el medio siglo transcurrido desde su última publicación Castillo ha compuesto, al menos, tres obras más, pero no ha publicado ni una sola página desde entonces. La

que estaba llamada a ser una carrera literaria prometedora se sumerge en el olvido empujada por el cruel silencio de la página en blanco. No se trata pues de un escritor que se vea condenado al anonimato por los años, por el declive creador o por la desconfianza del lector. Es él quien decide dar la espalda a la Literatura cuando se encuentra en un momento cumbre, en una decisión única y nunca explicada. Sin embargo, cuando tal momento llega, Castillo Navarro ha dejado ya algunas de las mejores creaciones de la Literatura española del siglo XX. En las obras de Castillo podemos apreciar una progresión narrativa que le conducía de manera directa al Olimpo de los narradores españoles y que, sin embargo, por su extraña decisión se quedó solo en una fase inicial.

Frente la narrativa realista de su época, Castillo se impone como un autor que exprime la poesía y la vuelca en la novela y el cuento. La temática es realista sí, cotidiana, de a pie de calle, pero sin embargo se envuelve en un estilo cargado de ritmo en el que la realidad no está reñida, ni mucho menos, con la belleza expositiva. Esta poética narrativa es innovadora por la manera de contar, pero también lo es por lo que cuenta. Y es que una de las grandes virtudes del autor lorquino es tomar temas de la más pura cotidianeidad y transformarlos en temáticas universales. Es la huerta murciana la protagonista de gran parte de sus escritos; la huerta y sus gentes, especialmente los que sufren y trabajan de sol a sol, que en la escritura del lorquino se convierten en héroes o antihéroes expuestos para la posterioridad. Con la lengua fuera es el relato de la lucha por el agua en el que el hombre de campo da hasta lo que no tiene para que pueda germinar su huerta. Y si no llega el agua, regará con sangre y sudor. Por no hablar de Ginés, el auténtico protagonista del conmovedor relato El niño de la flor en la boca, un pequeño dios vencido, agotado, tumbado por el infortunio. Ginés lo ha dado todo y todo lo ha perdido, y vuelve a casa con el vacío como único patrimonio con el que afrontar los días que le quedan. Consigue Castillo Navarro que los elementos lo cuentan de tal forma que llega a configurar una hermosa y única poética de la huerta murciana.

Cuando la narrativa de Castillo evolucionaba por delante de los tiempos, su acción literaria se frenó de golpe. Dejó de publicar, dejó casi de escribir. Pero no dejó de crear, aunque toda su capacidad para crear belleza se trasladara del folio a la calle. Si hoy paseamos, por ejemplo, por la mítica Corredera de Lorca y preguntamos a cualquier viandante por José María Castillo Navarro, serán pocos, muy pocos, los que recuerden alguna de sus obras. Sin embargo, prácticamente todos coincidirán en señalar el oficio por el que Castillo ha quedado fijado a la historia y a la leyenda de esta ciudad. Si pregunta por Castillo, el lorquino le contestará definiéndolo como “El Presidente del Paso Azul”. Y eso es algo que en Lorca es más importante que un legado literario.


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La Semana Santa de Lorca es un espectáculo diferente y único. No se puede definir de otra forma. Durante diez días de primavera esta ciudad se echa a la calle para contar de una forma única la Historia de la Redención y hacerlo a través del caballo, el carro, el bordado único, la devoción y la pasión de colores. Pues bien, todo este mayúsculo festejo no sería hoy posible sin el impacto de la participación de Castillo Navarro. Entre 1969 y 1978 Castillo presidió la Hermandad de Labradores, Paso Azul. Y como ya había hecho durante su actividad literaria, el empuje, la energía y el trabajo casi obsesivo fueron las pautas que definieron su mandato. Pero por encima de todo, Castillo creó hasta la extenuación, configurando una nueva manera de desfilar que es la que hoy impera en las grandes cofradías lorquinas y que provocan, absolutamente siempre, la sorpresa y la admiración del espectador. A partir de unos cimientos riquísimos, Castillo narró la historia bíblica a través de un lenguaje explosivo y apasionado. Castillo reinventó las cuádrigas, carros mitad romanos mitad hollywodienses lanzados por la ira de cuatro caballos; crea la majestuosa litera en la que Cleopatra desfila custodiada por sus esclavos nubios; incorpora a las filas azules al gran Julio César; crea un espectacular palacio romano en forma de carroza desde la que Nerón gobierna al mundo; promueve la creación de la Escolta, grupo a caballo en el que el Arcángel San Gabriel y los cuatro evangelistas acompaña en el desfile a la titular del Paso Azul, la Virgen de los Dolores. Nuestra Madre, como siempre la llamaría Castillo Navarro.

Es cierto que más allá de las fronteras de la Ciudad del Sol es muy difícil cuantificar la importancia histórica de la participación de Castillo Navarro en la Semana Santa. Pero lo cambió todo, lo mejoró todo, introdujo nuevas pautas para la procesión que siguen presentes medio siglo después. Y lo hizo para una ciudad que permite que le mienten todo menos su Semana Santa y su Madre, que es la titular de cada cofradía. Los lorquinos, y ahí me incluyo como vecino y como azul, perdemos la cordura por nuestro festejo magno. Dijo el propio Castillo Navarro que era más importante Ser Presidente del Paso Azul que Premio Nobel de Literatura. Y tenía razón. Solo así podemos poner en valor el impacto de este hombre en esta locura colectiva, que tan bien le describe. Y es que solo así se entiende que cada Semana Santa Castillo abandone la huerta de Lorca, la misma que describía en sus obras y que acoge ahora su retiro del mundanal ruido, y la cambie por la ciudad. Entonces el escritor, el Presidente, el hombre y el genio vuelve a la calle, a su iglesia de San Francisco, incluso a la procesión, y con sus ojos supervisa el trabajo de los azules. Durante unos minutos acompaña a su Madre, la Virgen de los Dolores, y la escolta en el desfile. Y entonces, quien estaba llamado a formar parte de los anales de la literatura española del siglo XX, quien en pleno éxito decidió un día dejar de escribir, quien se vació hasta la extenuación por el milagro de la procesión lorquina, ve cómo por un instante las puertas de la eternidad se abren de par en para bañarlo con su luz. Y entonces, más excéntrico y genial que nunca, Castillo Navarro rejuvenece ante la mirada atónita de hombres y mujeres que entienden, que saben que a lo largo de la historia ha habido muy pocos creadores como él. Porque José María Castillo Navarro ha sabido crear en lo literario, pero también en lo divino y en lo humano.

Andrés Porlán Torroglosa(Fotografías: Jaime Insa)


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“IN MEMORIAM”

En la isla de León y aislados del resto de la Nación, se discute acaloradamente el articulado de una posible constitución. Ésta será promulgada el 19 de mayo del año 12. El pueblo español

la llamó jocosamente “La Pepa”.

Murcia es tomada por las tropas napoleónicas mandadas por el general Soult en enero de 1812. Dicho general se instala en el palacio episcopal, expulsando de él al obispo de la diócesis, dedicándose a comilonas y francachelas mientras sus tropas saqueaban y asesinaban a los pobladores indefensos de ciudad y huerta adyacentes.

Tropas españolas al mando nominal del general José O’Donell (mando nominal puesto que O’Donell no se encontraba al frente de las fuerzas por él mandadas), se acantonaron en los alrededores de Alcantarilla con órdenes de entrar por el barrio del Carmen. Otro contingente esta vez de caballería, se encuentra en Espinardo, mandados sobre el terrero por el Mariscal de Campo D. Martín de la Carrera que debían atacar Murcia por la Puerta de Castilla.

Fiel a la palabra empeñada D. Martín al frente de sus tropas se introduce en Murcia por la Puerta de Castilla, arrollando a los franceses que en un principio se le oponen.

Cuenta el Mariscal con cien hombres de a caballo y con ellos avanza hacia el centro de la ciudad sin encontrar gran resistencia, deshaciéndose de los enemigos que salen a su paso.

Las fuerzas que desde Alcantarilla debían operar sobre el Carmen, no se mueven, bien por falta de mando o por otras causas dejando solos a los cien jinetes del Mariscal de Campo, que son prontamente cercados a la altura de la Plaza de Sta. Catalina. La caballería de D. Martín ya bastante mermada, rompe el cerco y se retira hacia la calle de San Nicolás, donde los franceses sin saber muy bien lo que hacer le dan un pequeño respiro.

Avisado el general Soult en medio de una de sus francachelas de lo que acontece en las murcianas calles, sale tan precipitadamente que resbala y cae rodando por las escaleras de palacio. Magullado monta a caballo y ordena a sus tropas pongan fin sin misericordia al para él, incidente banal.

El 26 de enero de 1812 toda la guarnición francesa ataca a los pocos jinetes que aún quedan en pie en la calle de San Nicolás, sin escapatoria posible van cayendo uno a uno los hombres del Mariscal hasta que éste se encuentra solo frente a innumerables enemigos. Derribado del caballo por un pistoletazo se defiende a pie a sablazos. Le conminan a la rendición, pero prefiere morir luchando a entregar su espada a los enemigos de la “patria”.

Acuchillado y con múltiples heridas por las que se le escapa la vida cae finalmente exánime. El enemigo para dar ejemplo a la población, abandona su cadáver en plena calle, manos piadosas de los vecinos de Murcia recogen sus restos mortales dándoles cristiana y provisional sepultura en la Puerta de Orihuela.

Así entregó su vida el Mariscal de Campo D. Martín de la Carrera, quién pese a haber nacido en la ciudad de Málaga, los murcianos le consideramos nuestro héroe de la guerra de la independencia.

Diego Hernández-Yllán García


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CUANDO EL IMAFRONTE NOS

CONTEMPLA

Nos observaba el Imafronte de la Catedral, grande, majestuoso, repleto de historia y añoranza, mientras cruzábamos la plaza, en ese punto central en que se enfrentan los edificios religiosos y civiles,

como en un pulso entre el poder del concejo y de la iglesia. En ese lugar en el que los ciudadanos, como diminutos personajes de un cuento, deambulan entre gigantes y vetustas construcciones que nos contemplan y comparan con los habitantes que por el mismo lugar pasaron hace años, lustros y siglos. Creemos ser nosotros los que, desde nuestra egocéntrica posición moviéndonos en torno a ellos, protagonizamos el devenir del tiempo. Como jueces que, mientras paseamos ensimismados en nuestros asuntos o saboreamos un refresco en una de sus terrazas, damos nuestra aprobación o ponemos reparos a las construcciones que nos rodean. Pero no es más que una ilusión. Ya lo decía Einstein, la diferencia entre el pasado y el futuro no es más que una mera ilusión, y qué razón tenía. Creemos ser protagonistas porque hemos realizado algunas obras y modificado el entorno pero no dejamos de ser meros figurantes a nuestro paso por la plaza. No hace falta estar muy entrado en años para recordar que en aquel lugar había una pequeña fuente central rodeada de jardines, en torno a los cuales circulaban los vehículos. También es fácil recordar la gran cantidad de años que estuvo en estado de abandono el antiguo edificio de la familia Puxmarina, hasta que el Ayuntamiento consiguió comprarlo. Por fin el Consistorio irrumpía, tras siglos intentándolo, en esa plaza en la que como en un escenario, mediante edificios se representaba el duelo entre los poderes civil y religioso. Pero ni la supresión de la fuente, de jardines, de gran cantidad de naranjos, ni la construcción de una plaza “desnuda” de adornos, plantas, frescura o verdor, ni la construcción del edificio “Moneo”, tan desnudo como su plaza, han supuesto más que una mera “operación de maquillaje” frente a la magnificencia de la Catedral. No hay parangón. Ninguna edificación de esa plaza posee la fuerza ni el alma con que cuenta la Catedral y, aún menos, su faz, el impresionante Imafronte, obra de Jaime Bort y del esfuerzo de la Diócesis, del Concejo y de miles de personas anónimas a quienes jamás agradeceremos suficientemente el legado que dejaron a Murcia.

Esos bloques de piedra son de otra época, en la que el tiempo también tenía su valor y su precio, pero muy alejados del vertiginoso ritmo que nos imprime la vida actual impidiéndonos saborear olores de azahar, contemplar puestas de sol o el juego de los niños en la calle, sin cierto remordimiento por estar realizando alguna de esas obligaciones o deberes que nunca tienen fin. Pero si fuésemos valientes y nos marcásemos nuestro propio ritmo, recuperaríamos el sosiego y podríamos escuchar el mensaje que desde el pasado nos quieren transmitir las imágenes de ese el maravilloso conjunto escultórico que es el Imafronte de la Catedral de Murcia. Entonces valoraríamos en su justa medida las frases que tantas veces pronunciaban nuestros mayores. Aquellas que, acompañadas de una cariñosa sonrisa, nos recordaban que para valorar las cosas había que conocerlas, saber porqué estaban ahí y quién las había puesto. Aquellas frases en las que te decían que para apreciar buena corrida de toros había que saber porqué


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los toreros se situaban en un determinado lugar o, en un concierto, había que ser capaz de cerrar los ojos y distinguir el sonido de cada uno de los instrumentos. Algo parecido sucede con nuestro Imafronte. Se concibió por sus promotores como un gran “cartel propagandístico” de la cristiandad en el sureste de la península y, para ello, hubieron de escoger con prudencia y sabiduría cada una de sus figuras y motivos, de manera que el mensaje llegase con su mayor amplitud al pueblo. Pero, la cuestión que inmediatamente surge cuando nos situamos frente a él es ¿Vemos lo mismo que las personas que lo crearon? Ciertamente, la piedra es la misma, el esfuerzo de canteros, artesanos y arquitectos también lo es, pero la evocación es distinta. De entrada, sólo especialistas en arte saben el nombre de los santos, alegorías y personajes representados en estatuas y medallones, siendo muy difícil de provocar similar fervor religioso o efecto didáctico en el pueblo. Si le preguntásemos a cualquiera de los murcianos o turistas que pasean frente al Imafronte dónde se halla la estatua de San Poncio Porcario, cómo se llama cada una de sus tres puertas o quiénes son los personajes que aparecen representados en esas esculturas, en su mayoría, se sonreiría y, con cortés saludo, seguiría caminando.

Si fuésemos justos con nuestros antepasados y consecuentes con nuestro cariño a la fachada principal de la catedral de Murcia, debiéramos conocerla y, o bien recurrir a especialistas, como el profesor Elías Hernández, quien realizó el más completo estudio sobre el Imafronte, o bien hacer algo que casi nadie hace: situarse frente al mismo y dedicar un largo espacio de tiempo para, como sucede con los distintos instrumentos de una orquesta, ver cada uno de los elementos que le dan forma. Entonces nos daríamos cuenta de que, como afirma el citado profesor, el Imafronte de la Catedral es como un gran retablo que cuenta la historia de la Diócesis de Cartagena, partiendo de la llegada del apóstol Santiago, cuya imagen hubo de ser desmontada de la parte superior del antiguo Imafronte, ya que se le atribuía por su gran peso la ruina y grietas de la parte superior del mismo. Quizás esta afirmación sorprenda a algunos, pero este Imafronte es el segundo de la Catedral, pues existió uno durante siglos que en mayo de 1734 fue demolido porque las continuas grietas, caída de piedras y cuantiosos gastos para su mantenimiento aconsejaron dejarlo caer hacia la plaza y construir otro nuevo, que es el que ahora conocemos. Cuesta pensar el mal día que debieron de pasar los murcianos cuando viesen caer una obra tan querida como lo es para nosotros el actual Imafronte.

Pero pronto se iniciaron las obras de la nueva fachada principal de la Catedral. A ésta se le dotó de tres puertas denominadas, respectivamente, del Cabildo (junto a los soportales), que tiene sobre ella la escultura representando a San Juan Bautista; la central y de mayor tamaño llamada del Perdón, coronada con un grupo escultórico en honor a nuestra Señora de la Gracia, escoltada por el Ángel de la Guarda y San Rafael, y la tercera puerta, más cercana al Palacio Episcopal se denominó del Concejo, teniendo sobre ella la representación de San José, a cuyos pies se representó el escudo de Murcia.


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Junto a ellas se representó la historia de la Diócesis de Cartagena, incorporando los principales padres de la cristiandad, así como los que tenían mayor raigambre con el pueblo de Murcia. De este modo, a los lados de la puerta del Perdón, se situaron dos hornacinas con las imágenes de San Joaquín y Santa Ana. Ambas esculturas están flanqueadas por columnas que les separan de los personajes más importantes de la iconografía murciana, como son los cuatro santos de Cartagena, dos a la izquierda, San Leandro y San Fulgencio y, a la derecha, San Isidoro y Santa Florentina. Todos ellos eran hijos del Duque de Cartagena llamado Severiano. ¿Quién puede dar más? Cuatro hijos y todos santos. Incluso parece que tuvo una quinta hija que no alcanzó la santidad, aunque sí la corona, pues parece que llamada Teodora fue la esposa del rey Leovigildo. En una época como la nuestra no habrían faltado las peticiones de asociaciones de feministas que, con no poca razón, habrían hecho público un manifiesto en el que se proclamase que la verdadera heroína tenía que haber sido declarada la madre de tanto portento. Para terminar este breve repaso de las esculturas de la primera planta del Imafronte hay que citar la presencia de Santa Teresa de Jesús, a la derecha de la puerta del Concejo y la de Santo Tomás de Aquino en la parte opuesta, a la izquierda de la puerta del Cabildo, junto a los soportales. Precisamente sobre cada uno de ellos, y ya en el segundo cuerpo, se pueden apreciar las imágenes de los dos santos, pilares de la Iglesia, San Pedro y San Pablo. Y en el centro la gran ventana, con su reja negra y toda una serie de santos y reyes que la rodean, como Fernando III el Santo y San Hermenildo. A esa misma altura la Diócesis mandó situar a siete santos hoy poco conocidos como son San Poncio Porcario, San Licianiano, San Petronio de Solonia, San Sasileo, San Ginés de la Jara y San Patricio. Estos dos últimos más conocidos por su raigambre con Murcia y por tener este último un lugar de oración junto al Mar Menor que fue importante lugar de peregrinación durante siglos, tanto de musulmanes como de cristianos y que en la actualidad se derrumba ante el olvido de la administración. Para terminar este brevísimo recorrido, debemos observar que sobre la reja central se representó la Cruz de Caravaca, acompañada de las esculturas de las virtudes de la Prudencia y la Justicia, y todo ello con un gran conjunto escultórico referido a la asunción de la Virgen.

Conociendo a los representados se sabe del gran trabajo realizado por el Cabildo y el mensaje que se pretendía transmitir aunque no produzca el mismo efecto que antaño. Ya no suele embargar el fervor religioso la contemplación del Imafronte. Vemos belleza, esfuerzo personal, económico. Apreciamos arte y técnica. La piedra sobrevive y asombra a generaciones de paseantes. Admiramos la Torre, que parece tras ella, con sus ventanas y campanas de los conjuros, que se utilizaban en épocas de sequía. Nos sorprendemos de que parezca una gran fachada que nada tiene detrás pero, sobre todo, cuando estamos ante el Imafronte tenemos la familiar sensación de estar en casa. Allí pasearon, rieron y rezaron nuestros antepasados, se guardaron los pasos de Salzillo durante la Guerra Civil y allí puede ir cualquier persona, todavía sin pagar, a hablar con Dios, o, como decía Machado, para hablar con el hombre que siempre va conmigo.

No necesita el Imafronte que se le cante o escriba para seguir siendo el alma de Murcia, sólo precisa que pasemos a verlo de vez en cuando y que le hablemos, entonces nos responderá y nos contará historias de amistad, como la de los que suscriben estas líneas, o nos explicará, con una sonrisa de anciano, por qué nos sentimos afortunados y en paz cuando estamos frente a él.

José Antonio CobachoJuan Ramón Robles


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ANHELO

Andaba la tarde por sus últimas luces, y una dulce sensación de calma se instalaba en aquel lugar, siempre apetecible para el descanso.

Quedaban atrás los ruidos propios de la ciudad en su avatar diario, ese trajín cotidiano con el desconcierto de actores en marcha,

pitidos, sirenas de ambulancia, voces de gente presurosa en su incesante ir y venir, a veces, con destino a ninguna parte.

El monocorde canto del cuco ponía su nota al viento, indicándonos algo distinto, como un contrapunto, mientras en el entorno se producía el último revoloteo, en busca de la rama donde pasar la noche.

Se apagaban las chicharras y se encendían los grillos, y a la puerta de aquella casica, con la tierra recién rociada desprendiendo ese vaho dulzón de su entraña, nos dispusimos a contemplar la luna que se mostraba limpia y clara.

Se hace noche para el sosiego, para el recuerdo y la añoranza, y nos distrae el pestañeo de infinitas estrellas, en el inmenso tul colgadas.

Allí nos vencerá el sueño que nos hará volar en sus alas, llevándonos hacia el silencio, donde nada empieza ni acaba, donde levitan las horas sin oír sus campanadas.

Cuando ya no estemos y se apaguen los ecos, ausente lo tangible y secas las lágrimas, cuando soplen los silencios …, esas brisas del alma, quedaremos en el recuerdo y sonaremos en la nostalgia.

En este punto, y sin saber porque, viendo a los nietos crecer, una sensación de sentimiento de apego a la vida parece anidar en nuestro adentro, algo que nos impulsa a un intento vano de detener su inexorable paso, quizá movida por un egoísmo amoroso que nos impulsa a verlos evolucionar en su vital andadura, gozar de sus logros y alegrías, y sufrir con sus inevitables vicisitudes.

Está claro que deseamos para ellos todo lo mejor, es humana aspiración, y cuando se barruntan tiempos difíciles y llenos de zozobra, nos gustaría sobremanera poderles ofrecer lo mejor de nuestro esfuerzo y experiencia, por si les sirve, a modo de mostrarles el camino.

Que busquen en la sencillez lo trascendente, y hallarán la, felicidad, limpia y sin fisuras.

Que huyan de la lisonja y el oropel, de la palabra vana y engañosa, y hallarán el sendero del bien, y la verdad desnuda de las cosas.

Y llegado el momento, cuando amanezca, y los claros del día irradien luces de esperanza, recuerden y sientan el calor de nuestra mano, y el eco de nuestra voz en la amorosa palabra, y que rindan culto a ella, a esta palabra, esta que cuenta y canta, la que te dice y quiere, la que te sale del alma, la que une y enaltece, la que ennoblece y ama.

Las palabras que llenarán vuestras horas en el árbol de la vida, que crecerá con vosotros y poblará sus ramas.

A su sombra y a vuestros pies, siempre que penséis en él, estará el que hoy os canta.

Alberto Sevilla Albarracín


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Jaime Bort. Arquitecto y Escultor

El 27 de octubre de 2012 aparecía publicado en el Diario La Verdad un artículo de la periodista Mª José Montesinos, amiga

e hija del tambien periodista e inolvidable Antonio Montesinos, en el que recogía la reivindicación que miembros del Aula Senior de la Asociación Universitaria Saavedra Fajardo venían realizando, desde hacía año y medio, solicitando que se le dedicara una calle o plaza principal como un acto de desagravio y de reconocimiento público a la figura del arquitecto y escultor barroco Jaime Bort, cuya obra principal es el imafronte de la Catedral de Murcia.

Informaba asimismo que, fruto de meses de intenso trabajo y de entrevistas con los concejales de Cultura, Rafael Gómez, y de Patrimonio, Cosme Ruiz, se había aprobado en el último Pleno municipal la colocación de una placa en el imafronte de la Catedral, pero los directivos de la asociación querían ir mas allá, querían que hubiera un acto de desagravio hacia Jaime Bort, que debía incluir algún tipo de acto institucional, para lo que contaban con el apoyo de importantes instituciones como la Universidad de Murcia, la Real Academia Alfonso X El Sabio, la Real Academia de Bellas Artes, el Colegio de Arquitectos de Murcia y el Obispado de Cartagena.

Pero, ¿quien es realmente Jaime Bort? ¿Quién este personaje tan desconocido para los murcianos y murcianas?

Se sabe que nació en Castellón, aunque no el lugar exacto, unos lo sitúan en Cuevas de Vinromá, otros en San Mateo, ni tampoco la fecha, aunque hay quien la sitúa en el año 1693.

Tampoco se conoce mucho de su formación profesional, aunque se sabe que estuvo en contacto con el barroco tardío de la época y relacionado con figuras como Nicolás de Bussy y Honrad Rudolf, autor de la fachada barroca de la catedral de Valencia, lo que explicaría la originalidad de los elementos germánicos, franceses e italianos presentes en su obra capital, el imafronte murciano.

Los primeros datos que se conocen de él se remontan a 1725 en que acude a la ciudad de Cuenca, como maestro mayor de la Catedral y arquitecto mayor del Ayuntamiento, y donde contrae matrimonio con Antonia Redondo Ladrón de Guevara.

Se sabe que estando en Cuenca realizó los planos del Ayuntamiento conocidos como el proyecto de Casas Consistoriales de Cuenca (1733), que fue realizado más tarde por Lorenzo de Santa María y que conforma un conjunto de edificios muy representativos del barroco conquense.

Durante su estancia en Cuenca también realizó otros edificios del barroco conquense, como la ermita del Santo Rostro en Honrubia (Cuenca), de estilo barroco,


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cuyas tejas son del barroco valenciano y que tiene un precioso retablo realizado también por Jaime Bort.

En 1736, a causa de unas riadas del río Segura, la primitiva fachada de la catedral había quedado en irremediable estado de ruina, y el Cabildo Catedralicio encarga a Sebastián Feringán, director de obras del Arsenal de Cartagena, el proyecto de demolición de la arruinada fachada y la construcción de una nueva, y requirió a Jaime Bort para su reconstrucción.

Se trasladó a Murcia, recalando en la ciudad en febrero de 1737, donde firmaba con el Obispo y el Cabildo Catedralicio el contrato de obligaciones y condiciones para la construcción de la que sería su obra más importante, el Imafronte de la Catedral, obra maestra de la arquitectura barroca europea y claro exponente de la rica y compleja personalidad artística de Jaime Bort.

En 1738, Sebastián Feringán envía al cabildo el plano de cimentación y el diseño de la nueva fachada de la catedral, y en abril de ese mismo año comienzan las obras de la nueva fachada sobre los planos enviados por Feringán y bajo la dirección de Jaime Bort, quien llevó a cabo esta obra entre 1738 y 1753 planteándola como un gran retablo con planos curvados y que es considerada como una de las obras maestras del barroco español y un buen ejemplo de la estética barroca en su apogeo, que juega deliberadamente con salientes y entrantes que intensifican el contraste entre claros y sombras.

Durante su estancia en Murcia, también trabajó dirigiendo las obras del Puente Viejo sobre el río Segura (1739) -popularmente llamado “Puente de los Peligros”-, obra que había iniciado Toribio Martínez y que Jaime Bort finalizó en 1940; proyectó y construyó la Plaza del Marqués de Camacho, concebida para la celebración de corridas de toros; participó en la realización de la fachada del Santuario de la Virgen de la Fuensanta, labrando la hornacina central con la imagen de la Virgen flanqueada por San Patricio y San Fulgencio; y realizó el retablo de la Iglesia de La Merced reproduciendo en él la parte superior de la Catedral.

Así mismo, durante su estancia en Murcia, realizó las obras del Matadero Municipal, de la presa de la Contraparada, de la Fuente del Oro de Lorca; participó en el diseño del Ayuntamiento de Caravaca, y es considerado por algunos autores como el autor de la Ermita de Roda en San Javier (Murcia).

En la vecina Orihuela se le atribuye la construcción del Palacio del Conde de la Granja, uno de los palacios más impresionantes de la localidad alicantina, tanto por su volumetría, como por la grandiosidad de su portada barroca que tiene un gran parecido a la de la Catedral de Murcia, aunque no existe prueba documental sobre su autoría. Así mismo, en esta misma ciudad, trabajó en la Iglesia de Santa Justa y Rufina diseñando su nueva Sacristía, trabajo documentado, al que posiblemente se añadiese el trazado de la Capilla de la Comunión contigua a la anterior estancia del templo.

Algunas fuentes estiman que labró la portada sur de la Basílica de Santa María de Elche.

Proyectó una solución para la evacuación de las aguas residuales de Madrid.

Fallece en Madrid en 1754.

Aníbal J. Torregrosa Meseguer


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LA ILUSION DEL PRIMER BESO

Al llegar al pueblo, por cualquiera de sus dos entradas, nos encontramos bajo unas escasas bombillas desnudas

de un color amarillo cerilla que luchan por sobresalir en una tarde negruzca, fría y amenazante de lluvia del mes de enero. Una tela, colocada a la manera de pancarta, que “corta” la calle de un extremo al otro, pese a tener unos orificios para dejar pasar el aire, se mueve con un vaivén constante y bailón, a la manera de bienvenida o saludo, para todo aquel que viene al barrio. En ella se puede leer, no sin cierta dificultad: “Fiestas de S. ….”.

“¡Al rico pirulí de la habana!”, grita una voz estridente, y al girar la cabeza vemos abundante cascaruja, pelotas de serrín o gutapercha unidas a una goma, rollitos de anís reunidos en grupos de seis por un cordel azul, “medias lunas” de coco, tramusos, palmito, “San Blas” dorados con largo cordel rojo, petardos, turrón duro, mascaras de cartón y un largo etcétera de atractivos productos, todos ellos colocados sobre un tablón de madera protegidos por una gran tela con los colores de la bandera española. De nuevo, vuelve a oírse el grito estridente de antes, “¡Al rico pirulí de la habana!”.

Hay trasiego de las gentes en el barrio, los niños con su “artillería ruidosa” provocan algún que otro susto, y los “más mayores” persiguen a las “zagalicas” para golpearlas en el trasero con una pelota de serrín, los cuales en justo premio a su osadía, algunas veces reciben una sonora bofetada. En la panadería, el kiosco, la farmacia, el “super”, se escucha ruidos y bocinas, pasan coches, motos. El barrio sigue siendo un hervidero de ir y venir de sus gentes. Hay vida.

Callejeando por el pueblo, observamos a los vecinos agolpados y jadeantes a ambos lados de la calle, esperan disfrutar y participar en uno de los numerosos actos preparados para las fiestas de este año.

De repente, se escucha un largo e intenso derrape (“¡¡¡¡Zafffff!!!!”), proveniente de la rueda trasera de una bicicleta, y aparece él, vestido inmaculado, como la ocasión requiere, su camisa “Macson” azul cielo abotonada hasta el cuello, su pantalón de tela gris (de esa que pica), zapatos “Gorila” y una impecable y rectilínea raya en su pelo negro azabache, (como si la hubiese realizado con escuadra y cartabón), y todo su cuerpo se encuentra encima, o mejor dicho suspendido, sobre un sillón negro de escay, perteneciente a su nueva y flamante bicicleta roja “BH”, de cuyos puños brota un ramillete de cintas multicolores, agitadas de manera desafiante, por la brisa del momento. Es la primera vez que “cabalga” sobre aquel “sueño” alcanzado al fin.

Al fondo, distingue una cuerda que “parte” la calle de manera horizontal, salpicada de multitud de aros de colores que cuelgan de ella.

Él sigue buscando entre la multitud, como un caballero andante busca a su amada. De pronto su corazón da un vuelco, allí esta ella, apenas puede tragar saliva, en su ya reseca garganta; sus grandes ojos negros se han cruzado con los de él. Observa


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cuidadosamente su larga cabellera negra, acariciada insultantemente por la brisa reinante, su vestido de encaje, adornado con grandes lazos de color rosa, y sobre su pecho, una banda cruza con los colores de la bandera española, sobre la que se puede leer “Dama de Honor 1980”.

Ya situado sobre la línea de salida, observa con más atención, ve que a unos sesenta metros de él, las cintas multicolores enrolladas sobre una cuerda que cruza la calle, se mueven de manera desafiante. Mantiene esa frialdad mortecina, propia de los que están sumamente concentrados en conseguir su empeño, gira su cabeza lentamente hacia la izquierda, para más tarde hacerlo hacia la derecha, ve a ambos lados a sus amigos de siempre, amigos de fútbol, travesuras y correrías, aunque hoy y solo por este momento, son enemigo a batir, “ladrones” que quieren robarle el beso de su amada, o mejor aún, “gigantes” que movidos por el viento osan enfrentarse a don Quijote.

Él solamente sueña con alcanzar una de las anillas, sin importarle el color de la cinta, y poder entregársela a ella, para que a su vez, sea ella quien le de el beso que recibe todo campeón. Desliza su mano derecha hacia el bolsillo y saca dos punzones de rama de morera que se había preparado para lo ocasión, observa atentamente (dimensiones, gordura, punta, etc), y se decide finalmente por el que piensa que le ofrece más garantías para conseguir su premio.

Solamente queda un “enemigo” y después le toca a él partir hacia la gloria. La situación no era mala, pues hasta ahora solamente habían conseguido llevarse una cinta y ese chico buscaría llevarse el beso de Lucia.

“Te toca” escucha decir. Inmóvil estaba cuando siente que le tocan el hombro, se da cuenta que es su turno. Comienza con pedaleo decidido, aunque sin fuerza para evitar pasarse de velocidad, punzón en su mano derecha apuntando hacia la anilla de cinta azul, “¡Que no me pase!” se repetía mentalmente“¡Que no me pase!”, tan despacio quiso ir que el destino se conjuga en su contra, aunándose fuerzas telúricas y planetarias que lo empujan irremisiblemente al árido y polvoriento suelo.

Ayudado por algunos de los presentes, se levanta como puede, con su vista clavada en el suelo, pues avergonzado no quiere cruzarla con nadie, y desea estar en ese momento a miles de kilómetros de allí. Coje su bicicleta de manera apresurada, y a trompicones, se aleja como puede en dirección a su casa.

Ya en su habitación, a oscuras, donde se siente protegido y a salvo de todo el mundo, mira sus pantalones rotos caídos sobre el suelo, su nueva bicicleta rallada, heridas en ambos codos y un sinfín de moratones por todo el cuerpo, pero todo ello, no es nada comparado con la vergüenza que ha sentido al recordar que allí estaba ella y que lo había visto todo, así que no puede reprimir que sobre sus mejillas sonrojadas y doloridas comiencen a resbalar innumerables lágrimas procedentes de lo más profundo de su ser.

Al día siguiente, sentado en el viejo banco que se encuentra bajo la higuera del colegio, todavía avergonzado y dolorido, ensimismado en la repetitiva visión de lo ocurrido el día anterior, siente un cariñoso y ardiente beso en su mejilla, que proviene de alguien situado a sus espalda. Girándose de forma agresiva y rápida, como a quien le tocan un resorte, pero solo descubrió unos grandes ojos negros frente a él.

Antonio José Buendía Martínez Dedicado a todos aquellos que

han vivido la ilusión del primer beso


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La Murcia de hace un siglo

La región sufrió una calamitosa etapa, por la sequía de los cultivos y la ruina de la minería.

Hubo huelgas, manifestaciones, rebaja de sueldos, despidos y miles de emigrantes a Sudamérica y Europa.

Los empleados públicos estuvieron a punto de quedarse hasta sin su “paga reglamentaria” de diciembre.

Se suspendió El Entierro de la Sardina, y al Hospital le cortaron el agua, por no pagar el consumo.

“Con estrépitos de truenos tormentosos y amedrentadores y con fulminaciones de rayos exterminadores de la democracia surgió la cárdena nube de la crisis, que ha sorprendido al país y ha puesto en revolución a todos los diversos elementos que en la política tienen puesto militante”. No es de ahora. Esto lo escribía hace más de un siglo “El Liberal”, aunque con retintín. La situación que se vivía parecíale una campaña política. Algo similar o peor a la crisis que sufre España ya sucedió, y hay innumerables muestras de evidencia.

Centrándonos en los irrefutables testimonios de hace 101 años, cómo estarían de vacías las arcas de organismos regionales que, en 1912, hasta se suspendió el Entierro de la Sardina. Cuando el alcalde, José Clemares Illán preguntó, en un pleno, si se acordaba suprimirlo, “los concejales, como un solo hombre, contestaron que sí. Descanse en paz”. Y respecto a la economía de la Diputación –que tenía embargados los ingresos del ayuntamiento- se leía: “Ayer fue cortada la cañería conductora del agua de Santa Catalina que abastece el Hospital de San Juan de Dios, y la causa no ha sido otra que la falta de pago del servicio”. Tampoco hubo paga extra de Navidad para los funcionarios. No solo no la hubo, sino que corrían el riesgo de no percibir su “mensualidad corriente”, que cobraban con retraso de hasta un año. “Se da el triste caso -escribía “El Liberal”, a mediados de diciembre- de no saber a estas fechas, si podrán disponer de una siquiera de sus atrasadísimas pagas (...). Procuren abonar por lo menos una mensualidad completa”, ya que “la mayor parte de empleados de distinta oficinas y dependencias cobran una paga extraordinaria: la llamada paga de pascua”. La campaña de “El Liberal”, junto a “las quejas y lamentos” de los funcionarios, dio sus frutos; y, aunque no hubo “extra”, el presidente de la Diputación prometió que habría “Turrón para todos”.

Tan crítica era la situación que se vivía en la provincia que en la capital aún se recordaba la huelga general de septiembre, en la que hubo batallas campales en plena calle entre manifestantes y Guardia Civil. “El Tiempo” afirmaba que “motines y huelgas, tumultos y sediciones, ley marcial y llamas siniestras han enrojecido varias veces nuestro horizonte social”.

Los obreros de la Fábrica de la Pólvora visitaron la redacción de “El Liberal”, “rogándonos nos hagamos eco cerca de los Poderes públicos, con el fin de que no sean despedidos por faltarles trabajo en dicha fábrica. De no ser atendidos, quedarían cien


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familias en el mayor desamparo”. A las trabajadoras de la Fábrica de la Seda, se les había rebajado los salarios un diez por ciento, pese a que “son tan mezquinos que se considera feliz la que llega a ganar tres reales, siendo el sueldo casi común el de sesenta céntimos”.

Aquella patética crisis económica, la “Crisis del hambre”, no se debía a la explosión de “burbuja inmobiliaria” alguna, sino a la sequía que vivían la agricultura murciana y a la quiebra que asomaba en la minería de la sierra cartagenera, que habían provocado muchos miles de parados.

Hace un siglo, en Murcia, “obreros y agricultores se ven en un estado tan precario o más que los de las restantes provincias. Los obreros demandan trabajo y no hay obra alguna en que darles ocupación. La pertinaz sequía ha convertido nuestros fértiles campos en asolados eriales, llevando a la enorme población rural toda la tristeza, toda la amargura, toda la desesperación que produce la falta de los elementos más indispensables a la vida. Y hasta tal extremo ha llegado la miseria, que las armas constantes de grave alteración se dejan notar ya en la mayor parte de los pueblos de la provincia, en los que el hambre se deja sentir en los estómagos de nuestros pacientes y honrados trabajadores de los campos murcianos”.

Desde Yecla, el Sindicato Agrario pedía que se condonara la contribución, porque “la miseria es tanta que ha llegado a constituir una verdadera amenaza, pues familias numerosas se ven precisadas a implorar la caridad pública”. Desde Sucina, urgían la construcción de trozos de carreteras, que facilitaran la comunicación, pero, sobre todo, “por la enorme ventaja de dar colocación a unos cientos de obreros y proporcionar alimento a otras tantas familias”. Similares lamentos, desde fuente Álamo, se estrellaban con el ministerio de fomento, que “hace oídos de mercader a las voces de angustia de tantos infelices obreros”. Pliego, “población agrícola sin comercio, sin industria y sin agua, resulta seguramente como uno de los pueblos que, de seguir las cosas como van, estaría condenado a desaparecer. Aquí encontrarían barrios enteros, donde sus vecinos ni tienen que comer, ni ropa para cubrir sus míseras desnudeces”. De sus 2900 habitantes, unos 600 habían emigrado a Sudamérica, y otros tantos a otras ciudades españolas y países europeos. Lo mismo hadan los vecinos de Alhama, que marchaban a Argentina, Argelia o Marsella, donde “tienen noticia que pueden vivir”. La localidad protagonizó,


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el12 de marzo, un “movimiento inusitado”, con la manifestación de centenares de obreros que exigían “trabajo y poder dar de comer a sus familiares”. El alcalde recordaba que el Ayuntamiento “carecía por completo de fondos para poder atenderlos”. Una comisión de Torre Pacheco, presidida por el párroco, visitaba al gobernador, para exponerle “el cuadro de miseria que reina en aquella villa. Y no piden regalos, ni limosna de dinero, sino una limosna de trabajo honrado para poder comer”. En Moratalla, se vivía “la triste miseria que sufre multitud de seres humanos, que no han cometido otro delito que el de ser trabajadores de unas tierras que solo reciben el agua del cielo, cuando el cielo tiene a bien”. En Mazarrón hubo “una manifestación imponente, para demandar del Gobierno auxilios para remediar la miseria espantosa”, y “el pueblo en masa” pedía rebaja de impuestos mineros; obras públicas, para contratar a braceros, y “socorros pecuniarios para aplacar el hambre”. En Mula, el alcalde repartió doscientas libras de pan, aunque “este acto caritativo no solucionó” el arduo problema, porque “la miseria toma carta de naturaleza y destruirá los hoy míseros hogares de la numerosa clase trabajadora”. En La Unión -“ese pueblo de todos, abandonado, que está amenazado a desaparecer”-, se inició “el paro de las minas, como protesta, de que algunos patronos se negaban a conceder la jornada de nueve horas”. Cartagena “que sufre profunda crisis minera, se propone vencerla, elevando al Gobierno los clamores de sus desdichas”. Se exigía “el abaratamiento de los explosivos y rebaja y supresión de impuestos que graban la minería, dar salida a los géneros de tipo bajo que tanto abundan, y “todo cuanto sea necesario para cortar la emigración y aplacar el hambre”. En Totana “una imponente manifestación de jornaleros se ha presentado en esta alcaldía pidiendo pan y trabajo”.

Para Martínez Tornel, “la agricultura y la minería son en esta provincia las dos fuentes de riqueza y bienestar, y las que más brazos ocupan, por lo que sus crisis trascienden a todas las clases sociales”. Ante tal estado de necesidad “El Tiempo” del 16 de marzo de 1912 escribía: “No podemos ni debemos tolerar que siendo evidente la realidad de nuestra desgracia, se prodigue a manos llenas la protección para determinadas provincias y, con respecto a la nuestra, el Gobierno se muestre tan seco y tan inclemente”. O sea que para Murcia, ni pan, ni agua. Y se añadía: “Llueve mucho en una región que es su gran beneficio como en Andalucía; piden dinero al Gobierno y se le da. Otra Región quiere celebrar una Exposición, y el Gobierno da dinero. Otras celebran centenarios de las Cortes de Cádiz, de las Batallas de Arapiles y las Navas y a todos socorre solícito el Gobierno en sus necesidades o en sus regocijos. Con más derecho se debe pedir para tapar el hambre”.

Y, ¿qué era de los pobres? Se pedía la extinción de “la plaga de la mendicidad” que inundaba pueblos y ciudades, y más que ayudas, “repetidas y enérgicas campañas para combatirla. No ha pasado gobernante por al Poder que no haya intentado quitar da las calles ese vergonzoso espectáculo de la miseria, más fingida que real”. Se pedía la prohibición de la mendicidad, impidiendo que los mendigos ambulantes accediesen a pueblos y ciudades, y fuesen castigados y expulsados, si lograban hacerlo.

Pese a tan trágica situación, lo peor estaba por llegar. Dos años después, ya en 1914, los empleados del Ayuntamiento de la capital , “para dar puchero a un hijo enfermo han tenido que ir al abastecimiento municipal, que no da más que judías y patatas”. En el hospital se utilizaban “las vendas infeccionadas por los tísicos para ligar a otros heridos, por falta de jabón y de utensilios desinfectantes”.

Así era la Murcia de hace un siglo.

PEDRO SOLER


29

Lo sé, María, lo sé.

Cualquiera que ver pudieraese rostro que las lágrimas

humedecen con su huella,sabría sin duda algunala inmensidad de tu pena.

Ya han pasado nueve mesesdesde que diste tu veniapara que Dios encarnasesu Divina Descendenciaen tu seno virginal. ..¡Y el parto sientes muy cerca!

Lo sé, María, lo sé,que esta tierra no es tu tierray que José te acompañasin que cobijo hallar puedapara el momento sublimeque a un tiempo temes y esperas.

Mas en tu Alma, siempre pura,el más grande amor albergasy, preferida de Dios ,conoces que Él no te deja.

Basta un mísero portaly el aliento de unas bestiaspara ampararte del fríomientras que tu Niño, llega.

Lo sé, María, lo séque, aun sin tener la certeza,tus lágrimas de alegríacon las de dolor se mezclanporque intuyes que una Cruzaguarda al Hijo que besas.

Lo sé, María, lo sé,Virgen y madre, mas piensaque sólo el Hijo de Dioscon su sacrificio puedaredimir de sus pecados,a una Humanidad entera,aunque tu pecho de madreen su dolor no lo entienda.

Lo sé, María.... lo sé,de Dios madre y madre nuestra

Agustín Sánchez Martínez

Lo sé, María


30

“Epitafio”“Cuando vuelvas a casa,

háblales de nosotros,y diles que, por su futuro

entregamos nuestro presente”

Este epitafio está escrito en la lápida del “cementerio inglés” donde están enterrados todos los soldados que murieron durante la Segunda Guerra Mundial en Birmania, luchando contra Japón, y simboliza la entrega de sus vidas para que los demás tuvieran un futuro.

Y eso es precisamente lo que necesita nuestra Asociación, que los socios reaccionemos y entreguemos nuestro presente colaborando con ideas para que los encuentros y actividades que realizamos no se limiten a la quincena cultural, sino que durante todo el año podamos tener un programa de actividades fluido, entretenido y lo suficientemente atractivo para conseguir estimular la incorporación de nuevos socios que permitan nuestra continuidad, para poder así asegurar el futuro de nuestra Asociación e impedir que la misma desaparezca.

Para enumerar las actividades que podrían hacerse necesitaría muchas páginas de esta revista, y no las tengo, pero en la Asamblea anual, si Dios quiere, lo haré, y espero que, por el futuro de nuestra Asociación, todos empecemos a entregar nuestro presente.

No quisiera terminar sin hacer un emotivo homenaje a todos los que han pasado por la Asociación y ya no están, recordando especialmente a los que nos han dejado este año, que son D. Francisco Boceta Ostos y D. Antonio Soto Nicolás y por los que, alzando mi copa al cielo, brindo por ellos y sus familias. Vaya por ellos.

Hasta el año que viene.

Rafael Orenes PinoDirector de la Revista

Lunes 11 de noviembre, 20:00 horas. Iglesia Parroquial de San Pedro

MISA EN HONOR DE SAN MARTIN DE TOURS

A continuación vino a escote en la Peña San Isidro La Panocha

Jueves 14 de noviembre, 20:00 horas. Aula Cultural CAM-Sabadell

EXALTACION HUERTANA

“Sábado sin sol” y “La enfermeá del orvío”, por el Grupo de Teatro de la Peña La Menta

“Bailes Regionales”, por el Grupo de Baile La Purísima

Viernes 15 de noviembre, 20:30 horas. Jardín de la Pólvora y Club Taurino

HOMENAJE Y OFRENDA MONUMENTO AL CAPISTA

ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA

A continuación, vino de Honor en el Club Taurino de Murcia ofrecido por la Asociación

Lunes 18 de noviembre, 20:00 horas. Real Casino de Murcia, Sala baja

INAUGURACION EXPOSICION PINTURA

“Murria”, de Antonio José Buendía

Hasta el sábado 29 de noviembre de 2013

Jueves 21 de noviembre, 20:00 horas. Aula Cultural CAM-Sabadell

TEATRO

“Los ladrones somos gente honrada”, de Enrique Jardiel Poncela, por el Grupo de Teatro de la Asociación Rector Sabater, Aula Senior, Universidad de Murcia

Viernes 22 de noviembre, 21:00 horas. Hotel Silken 7 Coronas

GRAN CENA DE GALA. En la misma se entregarán las siguientes Distinciones 2013:

Distinciones a Entidades: Federación de Moros y Cristianos y Estrella de Levante

Emblema de Plata: D. Manuel Sánchez-Guerrero Melgarejo, D. Abelardo Yáñez Gestoso y D. José Luis Martín Ramos

Capistas de Honor: D. Juan Diego Sánchez Vega y D. Miguel Guijarro Bustos

Sábado 30 de noviembre, 10:30 horas

EXCURSION A ALCANTARILLA: Recepción en el Ayuntamiento, visitas a la Iglesia de San Pedro, la Ermita Virgen de la Salud y el Museo de la Huerta. Comida

Salida desde Cortefiel. Regreso a las 16,30 horas

Domingo 29 de diciembre, 20:00 horas. Iglesia Parroquial de San Pedro

MISA DE NAVIDAD DEL CAPISTA

A continuación vino a escote en la Peña San Isidro La Panocha

Enero/Febrero 2014 (fecha por determinar)

JORNADA DE DESPEDIDA DE LA CAPA:

VISITA A BODEGAS PACHECO DE JUMILLA y/o A GANADERIA NAZARIO DE YECLA

En la misma se entregarán las siguientes Distinciones 2013:

Emblema de Plata: D. Alfonso Avilés Sánchez y D. Francisco Eytor Coira

xxX Ciclo CulturalPROGRAMA DE ACTOS 2013

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Nº 6 .Noviembre de 2013 Revista - Boletín Informativo de...

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