N 1 El Reino Musulman de Murcia en El Siglo XIII

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El reino musulmán de Murcia en el siglo XIII POR JUAN TORRES FONTES Profesor Adjunto de la Facultad de Filosofía y Letras La batalla- de las Navas de Tolosa significaba el fin del poderío al- mohade en España, pues, aunque aun duraría algunos años, el resque- brajamiento de la España musulmana sería cada día mayor y los sínto- mas de decadencia aparecían ya en alarmante forma. No pudo Alfon- so VIII aprovechar la victoria de las Navas tanto por haber calculado mal las energías de la hueste castellana como porque, casi inmediata- mente, años de malas cosechas impidieron volver a insistir en la. direc- triz que su victoria de 1212 le marcara para futuras expediciones al en- contrarse con la entera posesión del estratégico puerto del Muradal. Al año siguiente de las Navas ganaba nuevas plazas de manos musulmanas, entre ellas la de Alcaraz, pero la sequía que asoló las tierras castellanas le obligaron a firmar unas treguas que se fueron prorrogando durante el resto de su reinado. Aunque si bien, estos años de paz serían aprovecha- dos para reorganizar la hueste castellana, lograr y afirmar la unión caste- llano-leonesa, asegurar la disciplina del reino y preparar políticamente las futuras expediciones. En vertiginoso avance de muy pocos años cam- bia la faz política de Castilla y una sólida unidad asienta a una esplén- dida Monarquía dispuesta a realizar, y de forma muy brillante, su obli- gada misión reconquistadora. En tanto, enfrente, nos encontramos con un imperio almohade inte- grado de un conjunto de reinos, poderosos en apariencia al comenzar el

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  • El reino musulmn de Murcia en el siglo XIII

    POR

    JUAN TORRES FONTES Profesor Adjunto de la Facultad de Filosofa y Letras

    La batalla- de las Navas de Tolosa significaba el fin del podero al-mohade en Espaa, pues, aunque aun durara algunos aos, el resque-brajamiento de la Espaa musulmana sera cada da mayor y los snto-mas de decadencia aparecan ya en alarmante forma. No pudo Alfon-so VIII aprovechar la victoria de las Navas tanto por haber calculado mal las energas de la hueste castellana como porque, casi inmediata-mente, aos de malas cosechas impidieron volver a insistir en la. direc-triz que su victoria de 1212 le marcara para futuras expediciones al en-contrarse con la entera posesin del estratgico puerto del Muradal. Al ao siguiente de las Navas ganaba nuevas plazas de manos musulmanas, entre ellas la de Alcaraz, pero la sequa que asol las tierras castellanas le obligaron a firmar unas treguas que se fueron prorrogando durante el resto de su reinado. Aunque si bien, estos aos de paz seran aprovecha-dos para reorganizar la hueste castellana, lograr y afirmar la unin caste-llano-leonesa, asegurar la disciplina del reino y preparar polticamente las futuras expediciones. En vertiginoso avance de muy pocos aos cam-bia la faz poltica de Castilla y una slida unidad asienta a una espln-dida Monarqua dispuesta a realizar, y de forma muy brillante, su obli-gada misin reconquistadora.

    En tanto, enfrente, nos encontramos con un imperio almohade inte-grado de un conjunto de reinos, poderosos en apariencia al comenzar el

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    siglo XIII en su forma, puesto que conservaban el brillo esplendoroso del Califato y de las victorias obtenidas al finalizar el siglo XII sobre las armas cristianas por las huestes musulmanas, pero el fondo era muy dis-tinto. Ya antes de la batalla de las Navas haba comenzado en*al-Anda-lus la desmembracin del imperio almohade y surgan los primeros chispazos de su decadencia, manifestados en repetidas ocasiones por la debilidad patente de su gobierno. Al imperio musulmn de Andaluca le faltaba la robustez interna de sus primeros aos; haba desaparecido su espritu militar que tanta grandeza les haba, proporcionado y faltaban tambin sus virtudes esenciales, su fe, energa, fanatismo y decisin. As, haba surgido una mayor tolerancia, la caracerstica de los musul-manes espaoles, y una constante indisciplina que trastornaba al imperio en continuas convulsiones interiores. De aqu se derivaran numerosas causas, que iremos sealando, y que ocasionaran la decadencia total de los musulmanes espaoles.

    El llamado a conseguir el fruto de la batalla de las Navas de Tolosa fu el nieto de Alfonso VIII, Fernando III el Santo, y no slo esto sino que en un cuarto de siglo lograra la conquista de la Baja Andaluca, afianzara la unidad castellana y asegurara la fusin castellano-leonesa de una manera ya definitiva. La habilidad de San Fernando sera aun mayor en el campo poltico y diplomtico que en el militar. Firma pac-tos, concede treguas, otorga alianzas, media entre los musulmanes y consi-gue enfrentar unos contra otros _para--que ellos mismos se exterminaran y debilitaran aun ms. Mrito grande es tambin las grandes sumas que consigue al conceder treguas, sumas que no slo empobrecen al musul-mn y alzan al vasallo contra el seor que le exige nuevos tributos, sino que le sirve tambin para fomentar la guerra civil dentro de territorio musulmn y para pertrechar el ejrcito que preparaba contra ellos. Y cuando la debilidad poltica de los sarracenos sea un hecho y los almoha-des peninsulares hayan sido exterminados ser el momento oportuno para su intervencin en la lucha al lado de uno de los bandos enfrenta-dos, pero lo hace para cambiar cuando le conviene, para ayudar al ms dbil o empujar ambiciones de aspirantes al trono, y pagando siempre con dinero recaudado entre los rabes. Despus movilizara a su ya ague-rrido ejrcito, cada vez ms numeroso, que en corto espacio de tiempo conquistara Crdoba, Jan, Sevilla y ocupara el reino de Murcia.

    En el decado campo almohade primero, y en los reinos de taifa des-pus, la desintegracin hizo sus efectos; los alzamientos, sublevaciones, conjuras, sediciones, exterminio de africanos y divisin del territorio fueron constantes por lo que la resistencia que se pudo ofrecer a las armas cristianas fu cada da menor. A su vez la decadencia del poder almohade hizo resurgir el particularismo racial, llegndose a extremos

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    de crueldad en la persecucin del almohade, dominador hasta entonce como nunca se haba podido preveer. Por otro lado la consiguiente des-membracin social, ya que los nobles, clase preponderante, nicamente -se preocupaban de mantener y acrecentar sus dominios, asegurar su per-manencia en los territorios que dominaban, o pertenecientes a su go-bernacin, y conservar sus elevadas posiciones cerca del reyezuelo de turno, despreocupndose en absoluto de las clases inferiores. La descom-posicin hubo de hacerse cada da mayor porque el acendrado particula-rismo resurgi al desaparecer la traba de la presencia de los africanos y dentro de los lmites del imperio almohade en nuestra pennsula volvie-ron a vivificarse los reinos de taifa y no slo esto sino que la lucha de los pretendientes al trono unitario del al-Andalus trajo como consecuen-cia contraria la desmembracin de estos reinos de bandera y la desinte-gracin alcanz mayores vuelos, llegndose a nuevas divisiones, no ya por coras, sino tambin por ciudades y comarcas.

    Al desaparecer el espritu y la fe que haban animado a las huestes islmicas y que les haba proporcionado una energa extra,ordinaria, los ejrcitos musulmanes, sin alma que les incitara a la lucha, dejaron de ser las fuerzas ofensivas de los siglos anteriores y ni an la defensa de sus fronteras les haca buscar tma unin necesaria para mantenerlas, ni recuperar la energa que anteriormente haban desplegado y empleado contra el enemigo comn. Al descuidarse la proteccin de las fronteras frente al enemigo cristiano se olvidaba la defensa y los contingentes fronterizos fueron escaseando de manera alarmante. Casi podra asegu-rarse la falta de un ejrcito potente porque lo que llevaba tal nombre estaba falto de jefes, de ideales, de armas, de adiestramiento, de unin y sobre todo, de espritu de lucha.

    La divisin les debilitaba y si al perder sus caractersticas ofensivas no supieron conservar las defensivas, menos iban a encontrar en sus turbu-lentos reinos un ideal que les agrupara. Ambiciones desmedidas convir-tieron al Islam espaol en un estado polticamente agonizante y blica-mente derrotado de antemano porque ni siquiera les quedaba la esperan-za de la menor ayuda de frica. Las crisis anteriores del imperio mu-sulmn haban sido salvadas por las aportaciones africanas, pero al faltar stas slo poda pensarse en una estrecha unin de todos los musulmanes frente al enemigo comn, pero ni esto se consigui, sino todo lo contra-rio, pues el resquebrajamiento del estado musulmn espaol lleg a. lmi-tes insospechados al crearse numerosos reinos de taifa con abundancia de pequeos caudillos que llegaron a crear, a base de audacia, un equili-brio inestable entre los reinos musulmanes de la Pennsula, que sin de-searlo ellos mismos, favorecan al enemigo religioso del Islam, puesto que sin necesidad de lucha lograba nuevos avances polticos y territoria-

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    les. Por otra parte, perdidas las virtudes seculares y adquiridas nuevas costumbres, tan fastuosas como intiles y sin las magnficas cualidades del alma castellana, no supieron crear un nuevo espritu de subsistencia y de lucha que les permitiera romper el cerco asfixiante y agobiador que les amenazaba con la ocupacin total de sus territorios y consiguiente expulsin al otro lado del Estrecho.

    Luego, la decrepitud en el orden econmico ocasionada por las dife-rencias sociales y los cuantiosos tributos que haban de entregar a los reyes castellanos producan un malestar natural y nada fcil de solucio-nar, aparte de que los judos que, la cada vez ms amplia tolerancia mu-sulmana permita toda clase de ocupaciones y la plena convivencia con ellos, haban acaparado la mayor parte del numerario y riquezas musul-manas. Por ltimo, la falta de los mejores, la degeneracin de la clase directora, puesto que los mismos autores rabes sealan tambin como causa que influye poderosamente en la descomposicin de los reinos de al-Andalus el espritu de rebelin e independencia de los nobles rabes, aumentada por los continuos cambios estatales, los cuales eran promovi-dos por su indisciplina y por las favorables condiciones que encontraban los caudillos para satisfacer sus ambiciones en la anarqua gubernamen-tal. Este desorden no pudo ser resuelto por ninguno de los numerosos caudillos que se alzaron al frente de alguno de los reinos musulmanes y cuando alguno de ellos lograba forzadamente la unidad, slo duraba el tiempo suficiente para que triunfara una nueva sedicin en cualquiera de las desunidas provincias, llevando siempre consigo un nuevo fraccio-namiento de los principados ya independientes. La solucin pareca difcil de hallar y slo una serie de causas ajenas a los propios musulma-nes les permiti la subsistencia durante ms de dos siglos en un reduci-do reino, bien protegido por su naturaleza geogrfica y por que resulta-ba difcil una ocupacin permanente de las abruptas montaas granadi-nas, falto el rey castellano de hueste numerosa para poblar tanta exten-sin territorial como haba conquistado hasta entonces; junto a que sur-gi un ltimo y enrgico esfuerzo defensivo en Granada que uni a mu-sulmanes y a la vez las distintas causas que encaminaron los ideales castellanos hacia otros derroteros.

    Iba a ser este el momento propicio para que la decisiva intervencin de un rey cristiano como San Fernando, de relevante personalidad pol-tica, audaz y prudente a la vez, enrgico y emprendedor, apreciara la favorable coyuntura que se le presentaba. Un medio fsico que, era ya bien conocido de los adalides cristianos, no sera obstculo para su pene-tracin en Andaluca. Unas bases de partida tan favorables que no slo no estorbaban el avance sino que lo facilitaban pese a los obstculos y la distancia de las comunicaciones. Una poltica liberal, pero siempre enr-

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    EL REINO MUSULMN DE MURCIA EN EL SIGLO XIII \'^^>\^l'J . ,

    gica, asegur la unidad de Len y Castilla y en esta unin encontrariiN2__2i^ eficaces estmulos y generosos ofrecimientos . de ayuda de un pueblo afanoso de conseguir un triunfo definitivo. Momento de fcil penetra-cin por no existir motivos inquietantes que obstaculizaran su avance, ni temiores de riesgos perjudiciales, todo lo contrario, confianza bien cimentada en los subditos y en la esplndida perspectiva de un horizon-te musulmn ensombrecido por la anarqua y propenso a la conquista.

    Lo coyuntura pues, que se presentaba en la primera mitad del dcimo tercero siglo, era apetecible para las aspiraciones cristianas. Todo era favorable para los propsitos de San Fernando. Los estados musulmanes, en el corto perodo que transcurre desde las Navas a la conquista de Sevilla, haban dado patentes pruebas de su falta de salud. No haba autoridad que supiera hacerse obedecer y las anrquicas disensiones pro-dujeron una profunda conmocin y la descomposicin poltica y social del estado musulmn como anteriormente indicbamos. Slo escasas muestras de reaccin, tmidas y sin un sentido director y unitario, que cortara la decrepitud y agotamiento de los musulmanes andaluces. Todo pues, era favorable a la accin y esto nos hace pensar en la necesidad de una corta sntesis del agitado perodo que llena las primeras dcadas del siglo trece en el territorio musulmn que nos har percibir con mayor claridad el estado decrpito de al-Andalus.

    En 1224, cuando muri en Marruecos el Miramamoln al-Mustansir bi-Uah y en su lugar fu elegido Abu Muhammad Abejuadeh el Majlu, a ste le reconocieron como a tal en todo el imperio almohade a excep-cin del gobernador de Murcia Abu Muhammad al-Adil ben Almansur, que se proclam en Murcia Miramamoln el da 8 de marzo de 1224, solicitando seguidamente de todos los gobernadores de al-Andalus que reconocieran sus pretensiones y proclamacin. En efecto, su hermano Abu-1-Ala, gobernador de Crdoba y Granada le proclam en estas po-blaciones, y el gobernador de Sevilla, Abd-Allah ben Muhammad el Ba-yas el Baezano se puso igualmente a su lado. nicamente el de Valencia, hermano del Bayas, Sid Abu Zayd se neg a seguirle (1) al sentirse amparado por sus vecinos aragoneses- y catalanes. Finalmente al-Adil logr ser reconocido en Marraquex cOmo califa, aunque para ello hubiera necesariaraente de marchar a frica. Esta obligada estan-cia en Marraquex, centro del imperio almohade, hubo de producirle fu-nestas consecuencias porque abandonando la Pennsula era muy proba-ble que inmediatamente surgiera alguna sedicin o rebelin, tanto por la ambicin de algunos, como por la falta de disciplina de los ms y la ca-rencia de energa en el gobierno de los otros. Aparte de ello influa tam-

    il) Annimo de Madrid, trad. de Huici, pgs. 127-132.

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    bien el hecho de que produca gran disgusto el mayor inters que los monarcas almohades demostraban hacia frica que por al-Andalus, ya que el alejamiento de la Pennsula no slo favoreca la anarqua sino tambin la conquista castellana o la amenaza aragonesa.

    El cambio que al-Adil efectu entre los' gobernadores antes de su marcha, nombrando a su hermano Abul-1-Ala para el gobierno de Sevi-lla y al Bayas, de quien tena menos confianza, para Crdoba y Jan, produjo el descontento de ste y su inmediata sublevacin en Baeza. El Bayas gan varias poblaciones para su causa, pero pronto las perdi ante el empuje de las fuerzas almohades, y temiendo perder tambin su ltimo reducto, el lugar de su proclamacin, envi una embajada a San Fernando reconociendo su seoro. El Baezano, con la ayuda que le prest el rey castellano gan nuevamente numerosos lugares, incluso Crdoba, pero termin por morir asesinado a consecuencia de su alianza con los cristianos.

    Ms tarde, en 1227, el que se sublev fu el propio Abu-1-Ala contra su hermano el califa al-Aciil, logrando el reconocimiento de todas las ciudades andaluzas, incluso de Sid Abu Zayd de Valencia, y despus, el de los jeques marroques que asesinaron a su hermano al-Adil. Al poco tiempo, temerosos los jeques del castigo de Abu-1-Ala por el asesinato de su hermano, aunque este acto le hubiera proporcionado el trono, le quitaron la obediencia y proclamaron a Yahya en su lugar. Es .este el momento histrico que va a aprovechar San Fernando interviniendo ac-tivamente en la poltica andaluza en forma similar a como anteriormen-te lo haban hecho Alfonso VI y Alfonso VIL El rey castellano pudo comprender las ventajas que se le ofrecan y la necesidad, como forma ms sencilla para conquistar el territorio andaluz, de apoderarse del reino de Jan, ya que por su alto valor militar como cruce de todos los cami-nos de al-Andalus, era el portillo de entrada a Andaluca y bastin de ataque sobre el reino de Murcia, por lo que tena que conquistar el reino de Jan si. quera asegurar e ir con paso firme en la baja Andalu-ca, acometer la conquista de Granada o afianzar sus posiciones en el de Murcia (2).

    Comenz Fernando III alindose con el Bayas en condiciones ente-ramente beneficiosas, proporcionndole esta alianza la conquista y ocu-pacin de numerosas fortalezas, entre ellas las de Martos, Alcaudete, Priego, Loja, Andjar, Salvatierra, Baos, Capilla y Baeza, entre los aos 1224 y 1226, en que era asesinado el Bayas. Entr despus en relaciones con Abul-1-Ala que deseaba la ayuda militar castellana para intentar la

    (2) GONZLEZ, JULIO. Las conquistas de Fernando III en Andaliica, Hispania, XXV, p-g.na 517.

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    conquista de Marraquex y proclamarse en ella Miramamoln. No dud San Fernando en prestarle el auxilio solicitado a cambio de una larga serie de concesiones del almohade, entre ellas la entrega de diez fortale-zas fronterizas libremente elegidas por l, permiso para levantar iglesias en Marraquex si se conquistaba, un cuantioso tributo y otras ventajas, pero en especial lograba un objetivo mucho ms interesante para su po-ltica y era el alejamiento de las principales fuerzas almohades de la Pennsula y la prosecucin de la guerra civil en el campo musulmn, en tanto que aprovechaba el tiempo de paz para reorganizar su hueste y prepararse activamente en espera del momento favorable para intervenir nuevamente.

    La marcha de Abu-1-Ala a Marruecos hizo posible una violenta reac-cin antialmohade que vena incubndose haca tiempo entre los musul-manes espaoles descontentos del gobierno africano. Fu el momento, como dice ABEN JALDN, en que los descendientes o clientes de la anti-gua nobleza rabe tramaron alzarse contra los almohades y expulsarlos de la Pennsula, aprovechando tambin el que Marruecos se hallaba en continua revuelta. En junio de 1228, dice la Crnica General, que le-an tose en el castiello Ricot, en trmino de Murcia, vn moro que dizien Abenhut; et coment d guerrear contra los almohades... onde ganada Murcia et las otras uillas et los castiellos todos cerca Murgia, descabe-zo el todos los almohades que auer pudo (3). Era el caudillo Abu Abd AUah Muhammad ben Yusuf Aben Hud al-Chudam que se alz con el auxilio de unas bandas en el reino de Murcia, en el lugar de Assojairat, cerca de Ricote. El cuadro oscuro de la Espaa musulmana se ensombre-ce aun ms, porque si la anarqua existente la haba producido la ambi-cin de los prncipes gobernadores de provincias, ahora la rebelin toma distinto cariz con la intervencin de la antigua nobleza rabe en el cam-po gubernamental con iguales pretensiones que los prncipes almohades, y que como consecuencia lgica, aumentada desmesuradamente al que-rer conseguir la unidad de al-Andalus frente a cristianos y almohades; ms cerca de aqullos que de stos, sus hermanos de raza y religin, por-que las afrentas recibidas haban sido mayores y espiritualmente se hallaban y sentan ms afines con los castellanos que con los almohades. Va a comenzar la intervencin de la nobleza hispano-musulmana en la direccin poltica de al-Andalus con Aben Hud, caudillo murciano descendiente de los antiguos reyes de Zaragoza. La rebelin de Aben Hud alcanz el xito apetecido, pues vencido el gobernador murciano se proclam el da 4 de agosto en Murcia con el ttulo de al-Mutawakkil

    (3) Estoria de Espaa, que mand componer ALFONSO EL SAIO, edic. de Mencndez Pidal, pg. 721.

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    el que confa en Dios y con objeto de que su alzamiento tuviera carcter legtimo enarbol el estandarte negro de los abases orientales.

    Afianzado en Murcia Aben Hud realiz seguidamente un violento exterminio de almohades en todo el reino de Murcia y venci al gober-nador Sid Abu Zayd de Valencia, aunque sin lograr ocuparle el reino. Ms tarde sera vencido por Abul-1-Ala de Sevilla en una rpida cam-paa militar que emprendi contra l, pero como la preocupacin de Abu-1-Ala era siempre su expedicin a frica, abandon pronto la Pe-nnsula sin deshacer por completo a las fuerzas del rebelde murciano. La ausencia de las fuerzas almohades de al-Andalus fu aprovechada por Aben Hud para recuperar parte del territorio perdido, ensanchar sus dominios y lograr ser reconocido por as principales ciudades andaluzas, hasta conseguir dominar en todo el territorio musulmn de la Pennsula a excepcin de Valencia. Parte de su xito lo deba Aben Hud a la ayu-da castellana, o por mejor decir, a la no intervencin castellana, pues medida poltica y sabia de San Fernando fu la de no entrometerse por entonces en los asuntos musulmanes, alentando en cambio la existencia de dos o ms bandos en lucha, buscando su aniquilamiento y sobre todo el alejamiento de los almohades de la Pennsula.

    Logrado el reconocimiento de Aben Hud por los reinos musulmanes espaoles y pacificando al-Andalus es entonces cuando se le presenta a Fernando III la esperada ocasin para reanudar sus conquistas en Anda-luca, ya que no tena firmada con Aben Hud tregua, alianza o pacto al-guno. Durante los aos .1230 y 1231 realiz las conquistas de Palma del Ro y todo el territorio que se llam adelantamiento de Cazorla, lo cual supuso un nuevo fraccionamiento del Islam espaol y una vuelta a la guerra civil debido al descontento producido por las conquistas cristia-nas, y as, frente a Aben Hud se levant en Arjona un caudillo llamado Muhammand ben Ysuf ben Nasir al-Ahmar, que muy pronto aadi a Arjona el dominio sobre Guadix, Baza y Jan. Trujillo caa en poder de los cristianos en 1233 y Niebla y Sevilla se alzaban tambin frente a Aben Hud. El desmoronamiento del reino hudita se fu haciendo mayor conforme aumentaban las conquistas castellanas y sobre todo cuando, como consecuencia afortunada de la campaa del rey Santo, la ciudad de los Califas pas a poder de los castellanos y San Fernando haca su entrada en Crdoba el da de San Pedro de 1236. Las conse-cuencias funestas para Aben Hud de la cada de Crdoba se tradujeron en que Granada rechaz su gobierno y proclam a al-Ahmar, hasta que finalmente, en Almera, donde preparaba su ejrcito para intentar la re-conquista de Granada, fu asesinado el da 12 de enero de 1238.

    La muerte en Almera de Abu Abd AUah Aben Hud al-Chudam dej al ,reino de Murcia sin jefe y los murcianos, rechazando las propuestas que

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    surgieron a su alrededor para que reconocieran la soberana almohade o de al-Ahmar de Granada, conforme al testamento del difunto Aben Hud que as lo haba ordenado y a peticin tambin de las principales personas de la ciudad, proclamaron como rey de Murcia a un hijo de Aben Hud llamado Abu Bakr Muhammad ben Ysuf Aben Hud Al-mutec, que tom el ttulo de Almutec bi-Uah al-Mustansir Bihi (4).

    Unos meses ms tarde, descontentos los murcianos del gobierno de Almutec, muy lejano de poseer el carcter de su padre, y probablemen-te por la intervencin tutelar de un to suyo, se alzaron contra l, lo depusieron y encerraron en una prisin. Para sustituirle fu nombrado Aziz ben Abd al-Malik ben Muhammad Abenjotab, sabio alfaqu con fama de ser hombre de grandes conocimientos. Abenjotab haba sido tiempo antes gobernador de Murcia por Aben Hud, en los primeros tiempos de la sublevacin del Chudam contra los almohades, pero como todo hombre dedicado al estudio result un mal gobernante y hubo de sustitursele. Volvi despus a sus trabajos y estudios y continu as viviendo en Murcia hasta que la revolucin que destron a Almu-tec le llev, aun contra su voluntad, de nuevo al gobierno de Murcia en 7 de agosto de 1238, pero ahora con mayor responsabilidad, pues su t-tulo no era ya el de gobernador sino el de rey. Se titul Diaodaula y em-prendi una campaa contra los cristianos en la que sufri una estrepi-tosa derrota. De tal forma fracas frente a los castellanos y en la direc-cin del gobierno murciano que en 23 de abril de 1239 se promovi una revolucin contra Aziz, fu asaltado el alczar Nasir, encerrado en una prisin y a los pocos das asesinado.

    Los revolucionarios murcianos entablaron negociaciones con Aben Zeyan, el ex-rey de Valencia que haba perdido su trono frente a Jaime I el Conquistador y que destronado se haba retirado a vivir en Alcira primero y despus a Denia, en cuya posesin se mantuvo algn tiempo por concesin del rey aragons. Acept Aben Zeyan el gobierno que se le ofreca del reino de Murcia. Pronto se hizo cargo de su nuevo reino e inmediatamente reconoci la soberana de Abu Zakariyya Yahya de Tnez, que no slo le concedi el ttulo de emir de Murcia sino que tambin le envi ayuda militar y econmica.

    Los destronamientos, con regicidio o sin l, las sublevaciones y rebe-liones haban roto la unidad de la Espaa musulmana y aceleradamente se propag al interior de los reinos de taifa formados a la desmembra-cin del imperio almohade. La anarqua se hizo total en al-Andalus. Si a ello unimos la escasa capacidad estatal de los sucesores de Aben Hud, su impotencia manifiesta para evitar las arbitrariedades y las miras am-

    (4) GASPAR REMIBO, M. Historia de Murcia Musulmana, Zaragoza, 1905, pg. 292.

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    biciosas de las facciones interiores de su reino, nos podremos imaginar cmo se desarrollaba el gobierno de estos reyezuelos o arreces en un ambiente de fracaso y faltos totalmente de las virtudes seculares musul-manas. Aun ms, la sombra y apariencia de su gobierno eran controla-dos activamente por una nobleza vida de poder y de libertad que sin importarle la intensa intervencin castellana que en el transfondo se adivina, asista y presenciaba impertrrita a la prdida paulatina de sus ms importante plazas fronterizas.

    As hemos de encontrarnos con que al poco tiempo de la entroniza-cin de Aben Zeyan, representante del ltimo esfuerzo defensivo, sur-gieron dos importantes sublevaciones contra su gobierno dentro del reino de Murcia. Orihuela, que se independiz a las rdenes de Abenassam, y Lorca donde se levant el alfaqu Muhammad, hijo de Al Abenasl, y a la que pronto aadi las ciudades de Mua y Cartagena, hacindose independiente desde 1240 a 1244, en que se verifica la conquista cristia-na, del territorio comprendido desde la sierra de Espua hasta guilas, y desde el cabezo de la Jara a la rambla de Sangonera (5). El ex-rey valenciano y nuevo gobernador de Murcia bajo la soberana espiritual de Tnez, Aben Zeyan, fracas en sus propsitos de dominar las rebe-liones y de lograr la unidad musulmana del reino de Murcia para hacer frente al enemigo comn y vecino, la amenaza castellana.

    Dos aos llevaba al frente del gobierno de Murcia Zeyan, cuando un to de Aben Hud el Chudam, llamado tambin Muhammad Aben Hud, titulado Bahaodaula, se sublev contra l y restableci en Murcia la dinasta hudita, expulsando a Aben Zeyan. Este se retir a Alican-te (6), entablando desde all negociaciones con Jaime I de Aragn para entregarle Alicante a cambio de la soberana de Menorca, bajo feudo de Aragn, pero el Conquistador se neg a realizar tal transacin por considerar que Alicante y su trmino pertenecan a la conquista del rey de Castilla.

    El nuevo rey de Murcia se encontraba con una serie de problemas de difcil resolucin. Frente a su gobierno se encontraban sublevadas las ciudades de Lorca, Orihuela, Mua y Cartagena con sus trminos, y si bien pudo reconquistar Orihuela, no pudo hacer nada por rescatar las dems poblaciones rebeldes de su reino. Por otra parte el problema ms grave que se le presentaba era la amenaza persistente que exista alre-dedor de las fronteras de su reino, puesto que el peligro exterior era an ms grave que el interior. De un lado la constante presin d al-Ahmar de Granada' al S. O., que dueo ya de Almera, ambicionaba anexionar

    (5) MERINO ALVAREZ, A. Geografa histrica de la actual provincia de Murcia. (6) ABENJALDN, ed. del Cairo, VI, 285.

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    el reino de Murcia al poderoso estado que haba formado a la muer de Aben Hud el Chudam, con o sin autorizacin de Castilla, lo que ocasionara no slo la terminacin en el gobierno de Murcia de la fami-lia hudita, sino tambin la prdida de la supremaca que haba tenido el reino de Murcia durante los siglos XII y XIII sobre los dems reinos de taifas y con ello la decadencia de esta ciudad para pasar a un lugar secundario del que slo se acordaran para exigir tributos o levas de soldados. Aparte de que la unin con Granada bajo el cetro de al-Ahmar no hara desaparecer la amenaza cristiana por el norte y oeste de su reino. Exista tambin la amenaza de Jaime I de Aragn por- el norte, porque acabada la conquista del reino de Valencia avanzaba a marchas forzadas hacia, la frontera murciana, algunas de cuyas fortalezas haba intentado ocupar por medio de varios de sus barones.

    El peligro mayor lo representaba' la pujanza de Castilla asomada ya al interior del reino murciano. Las vanguardias castellanas, en especial la Orden de Santiago, dominaba su frontera occidental. Segura era de la Orden santiaguista desde 1214, cuya donacin haba ratificado San Fer-nando en 1242. Alcaraz perteneca al arzobispado de Toledo desde 1218. Torres de Albanchez de la Orden de Ucls por donacin real hecha en 1235, as como Hornachos. Tambin santiaguista, a partir de 1239, Hor-nos. Por ltimo. Chinchilla conquistada por las huestes de D. Pelay Prez Correa y la donacin, en 15 de febrero de 1243, de Galera, Hues-ear, Orce, Caztalla y otras ms, significaban el completo dominio de toda la frontera occidental del reino murciano por la Orden de Santiago y denotaban que la reconquista del reino de Murcia haba ya comen-zado....

    Para enfrentarse y resolver estos problemas no poda contar con el problemtico y lejano socorro que pudiera enviarle Abu Zakariyya de Tnez, a quien se le tena reconocido por califa desde los tiempos de Aben Zeyan, pues su soberana era meramente nominal y no tena ya el prestigio suficiente como para paralizar las acciones hostiles que se verificaban contra el reino murciano. De esta improbable ayuda tenemos una muestra de su solicitud en la bella pero poca esperanzada qasida que BEN AL-ABBAR, secretario de Aben Zeyan, dirigi en Tnez a Abu Zakariyya pocos aos antes:

    Auxilio te demanda la bella Andaluca; La libertad espera de tu heroico valor.

    En mil ciudades flota de Cristo el estandarte; Espantado el creyente, no puede resistir.

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    Los cristianos, por mofa, nos cambian las mezquitas En conventos, llevando doquier la destruccin Y doquiera suceden las campanas malditas A la voz del almudano, que llama a oracin. Cundo volver Espaa a su beldad primera?

    Dnos cundo, tu ejrcito libertador envas: Esto, seor, tan slo anhelamos saber.

    . Era intil esperar ayuda de Tnez, Aben Hud bien claro lo saba y con lamentaciones no poda detener la aguda crisis que se precipitaba, era necesario un remedio ms eficaz que fuera capaz de detenerla. El horizonte musulmn se ensombreca en todas direcciones. Tampoco poda pensar en solicitar ayuda de los almohades marroques despus de la matanza y exterminio general de almohades que haba llevado a cabo su sobrino el Chudam cuando se alz en las cercanas de Ricote contra el califa almohade, ya que en Marraquex se guardaba por ello un odio profundo a los musulmanes murcianos, aparte de que los almohades se encontraban bien apurados e imposible de prestar el menor apoyo, de-bido a la larga y agotadora lucha que sostenan en frica con los beni-merines.

    No poda pues encontrar la menor ayuda exterior y en cuanto a pen-sar en resistir resultaba quiz ms difcil, pues su fortaleza interior era totalmente nula ya que gran parte de su reino no le obedeca, lo cual le alejaba de cualquier idea de ganar glorias guerreras, tanto por su escaso poder poltico entre los musulmanes espaoles y falta de dotes estatales, como por la situacin geogrfica del reino murciano, puesto que todas sus fronteras se encontraban amenazadas. Esto nos lleva a la necesidad de sealar de un modo aproximado los lmites del reino hudita en sus ltimos meses de vida independiente. El reino de Murcia nos dice la Crnica General que comprenda en este tiempo los seoros de Crevi-Uen et dAlicante et dElche et de Orihuela et dAlhama et dAlaedo et de Ricot et de Cie^a et de todos los otros lugares... que eran, en especial, Cartagena, Mua y Lorca, por entonces independientes de Muhammad Aben Hud. Podemos pues comprender al reino hudita dentro de unos lmites que, aproximadamente, trazaramos al norte de Alicante aunque por algn tiempo Alicante, junto con Denia, estuviera en poder de Aben Zeyan, el ex-rey de Valencia primero, y de Murcia despus. Continua-ramos luego la lnea fronteriza al norte de Elche, por Petrel, Elda, Sax, al este de Villena y Ayora, hasta terminar al norte, donde el Ca-briel desemboca en el Jcar, hacia las proximidades de Cofrentes. Se-guimos despus hacia el oeste, por Jorquera, bajando al este de Chinchi-lla, la cual acababa de ser ocupada por los santiaguistas. Pasamos ms

  • EL REINO MUSULMN DE MURCIA EN EL SIGLO XIII 271

    adelante el lmite por Peas de San Pedro, bordeando la sierra de Alca-raz al este, tambin castellana, y continuando al este de Segura de la Sierra, igualmente santiaguista, cuya donacin haba ratificado el prn-cipe D. Alfonso en agosto de 1242 y de la que exceptuaba a Villas, Castro y Torres por pertenecer al reino de Murcia. La lnea divisoria iba despus probablemente por los actuales lmites de las provincias de Al-bacete y Granada, al este del macizo de la Sagra, a continuar el este de Huesear, Orce, Galera y Caztalla, donadas igualmente a la Orden de Santiago en febrero de 1243. Proseguira al nordeste de la sierra de las Estancias para terminar hacia los actuales lmites de las provincias de Almera y Murcia, al sur de guilas.

    Tal era aproximadamente la situacin.y delimitacin exterior del reino musulmn de Murcia en los primeros meses del ao 1243. Aun-que esto no significaba que Bahaodaula mantuviera en sus manos total-mente la gobernacin interior del reino puesto que, como hemos ya in-dicado, la anarqua divida al reino hudita y Cartagena, Lorca y Mua se mantenan independientes de su gobierno y un tanto separada Alicante.

    Aben Hud comprendiendo estas poderosas razones exteriores y los problemas interiores pudo apreciar que la solucin ms aceptable que tena a su alcance era la de adelantarse a los acontecimientos, puesto que la conquista del reino de Murcia era inevitable por alguno de sus ene-migos ms tarde o ms temprano, y todo intento de resistencia resulta-ra intil. Por ello, con objeto de obtener el mayor beneficio posible de su delicada situacin, tanto para s como para su reino, busc una capi-tulacin favorable. No slo era esta la nica solucin aceptable sino que tena slidas razones para busca' el que la ocupacin, y en su caso la conquista del reino murciano, la realizara Castilla. Estas razones estaban fundadas en la situacin geogrfica de Murcia con Castilla y los dere-chos tradicionales de los castellanos a estas comarcas, reconocidos en el tratado de Cazla, firmado por Alfonso de Aragn y Alfonso VIII de Castilla haca ms de medio siglo (7). Tambin la mayor pujanza de. Castilla bajo el cetro de San Fernando sobre los dems estados peninsula-res y el propsito castellano encaminado a obtener una salida al Medi-terrneo por el el levante peninsular que era una vieja aspiracin que no desaparecera aunque Aragn o Granada ocuparan temporalmente el reino hudita; y finalmente, el carcter del santo rey bien demostrado en las capitulaciones concedidas en la Campia cordobesa a las ciudades que se le haban rendido sin combatir.

    (7) Vid. nuestro trabajo La delimitacin del Sudeste peninsular. (Tratados de particin de la Reconquista). Murcia, Publicaciones de la Universidad de Murcia. 32 pgs.

  • 272 JUAN TORfES F O NT ES

    Todas estas razones hicieron que Aben Hud se decidiera por el pro-tectorado castellano e inmediatamente, antes de que pudiera cambiar la situacin favorable en que se hallaba para realizar su propsito, puesto que las miras castellanas estaban dirigidas en aquellos momentos haca Andaluca, envi a Castilla sus mensajeros presididos por su hijo Ahmed a ofrecer la capitulacin del reino de Murcia a Fernando III, conforme a la decisin que haba tomado (8).

    La fecha de ia Reconquisfa de la ciudad de Murcia

    Desde mucho tiempo a esta parte se ha venido discutiendo la fe-cha de la entrada de las tropas castellanas del infante D. Alfonso en la ciudad de Murcia. En principio se confundi incluso el ao de la entre-ga del reino murciano debido a los errores cronolgicos de Cscales, Zurita y P. Mariana. ltimamente los trabajos de un eminente historia-dor, recientemente fallecido, D. Antonio Ballesteros, han dejado plena-mente demostrado no slo el que la reconquista se efectu en el ao 1243, sino que aproximadamente sealaba los meses de mayo o junio, como fecha de la entrada de las tropas cristianas (9). Nuestro intento va a ser el de polarizar fechas y sealar, con las reservas necesarias, el da exacto de la llegada de D. Alfonso a la capital murciana. Esta hipo-: ttica fecha es la de primero de mayo de 1243. Pero antes conviene re-cordar algunos antecedentes histricos.

    Se encontraba en Toledo al mando de lucida hueste el infante D. Alfonso con propsito de continuar la campaa andaluza, ya que su padre se encontraba en Burgos, donde adolesci muy mal. All le lle-garon los mensajeros de Aben Hud con objeto de ofrecer la soberana del reino murciano a Castilla. La Crnica de Alfonso X explica el por qu los mensajeros del rey hudita presentaron su embajada al infante castellano y no siguieron hasta Burgos a entrevistarse con D. Fernando. La causa se deba a que el rey castellano estaba todava aliado con al-Ahmar de Granada, al que haba ayudado a conquistar este reino, contra Aben Hud precisamente, y por ello no se encontraba en condicio-nes de aceptar este ofrecimiento y en cambio la situacin para llevarlo a su realizacin por l infante D. Alfonso era completamente distinta.

    Los embajadores

  • EL REINO MUSULMN DE MURCIA EN EL SIGLO XIII 273

    ofrecimiento que le hacan y les notific que en Alcaraz se entrevistara con ellos. Antes de dirigirse a Alcaraz envi noticias de lo ocurrido a causa de ella haba diferido la capitulacin, a su padre y con su respuesta y consejos se puso en marcha. Ocurra esto en los primeros meses de 1243. La estancia-en Toledo del infante est atestiguada por un privilegio de donacin que D. Alfonso concedi a la Orden de San-tiago de las villas de Galera, Orce y otras en recompensa del servicio prestado en la toma de Chinchilla, expedido en Toledo a 15 de febrero de 1243 (11) y confirmado por los caballeros que no mucho tiempo ms tarde recibiran magnficas donaciones del infante en el reino de Murcia. El ltimo da de marzo estaba el ejrcito castellano en Montiel, donde se trat el matrimonio del mayordomo D. Rodrigo Gonzlez Girn con Doa Teresa Snchez, hija del rey de Portugal (12).

    Ya en Alcaraz o en sus proximidades, se entrevistaron D. Alfonso y los plenipotenciarios, murcianos, los cuales firmaron la capitulacin de su reino; documento que no se ha conservado pero que puede reconstruir-se por las noticias que nos proporcionan las Crnicas y documentos y por los hechos que se sucedieron. Cuestin no resuelta es la del da en que concretamente entr el Prncipe en la capital de los Banu Hud. Tene-mos otro documento de D. Alfonso, fechado en Murcia el da 5 de julio de 1243 en el que San Fernando, al evocarle su hijo, aparece con el ttulo de rex Murciae. Es una confirmacin de la villa de Segura a la Orden de Santiago (13). El que confirmen este documento todos los caballeros que le haban acompaado, con indicacin de los castillos y fortalezas que les haba cabido en suerte, nos demuestra que la conquis-ta y distribucin de las fortalezas haba sido algn tiempo antes.

    En efecto, otro documento nos adelanta fechas y es uno firmado en Murcia el ltimo da de mayo, donde se atestigua cmo D. Gil Gmez Dovial fu hecho Comendador de Paracuellos y de lo que tena la Orden en Segovia (14). Cabe preguntarse si con el maestre de Santiago estaba ya el infante D. Alfonso en Murcia o aqul iba en vanguardia del ejrcito real y haba entrado antes. Pero no es de omitir el hecho de que cierta tranquilidad y seguridad habra para que pudiera celebrarse captulo de la Orden en Murcia. Lo cual nos hace pensar que la entrada del Prncipe en Murcia debi verificarse bastantes das antes.

    Un dato de extraordinario inters para esta cuestin encontramos en

    (11) ApiintaTniento en defensa de la jurisdiccin de la Orden de Santiago en el reino de Murcia, contra un papel que present a la Junta Apostlica, y dio al Rey, D. Luis Belluga, obispo de Cartagena. Publicado por A, BAQUERO ALMANSA en Cartagena, Cehegn, Mua y Mur-cia. Murcia, Paz, 1881, pi5gs. 75-88; pg. 78 y BALLESTEROS BERETTA, o b . cil. , pgs. 3-5.

    (12) puntamienlo, cit. pg . 79. (13) BALLESTEROS BERETTA, ob. cit., pg. 7 (14) Apuntamiento, pg. 80.

  • 274 JUAN TORRES FONTES

    el Archivo Municipal de Murcia y que a mi entender nos puede servir de ayuda para sealar la fecha exacta de la entrada en la capital del Segura de las fuerzas castellanas. Fu publicado sin comentario alguno, mezclado entre otras noticias del siglo XV por FRUTOS BAEZA en su Bosquejo histrico del concejo murciano. En la reunin del concejo de Murcia de 28 de abril de 1444 (15) se dice lo siguiente: otrosy, por quanto el viernes prximo que viene es primero dia del mes de mayo e en tal dia fue ganada esta ciudad de los moros por los christianos, orde-naron e mandaron que se faga procesin solepne.... Ahora bien, si examinamos en qu da de la semana caa el primero de mayo de 1444 nos encontramos con que efectivamente era viernes.- Pero tambin resulta que el da 1 de mayo de 1243 era viernes, lo cual nos da un testi-monio histrico, con slo dos siglos de retraso, de la fecha fija de la en-trada del prncipe D. Alfonso en Murcia, porque la seguridad con que los regidores dicen refirindose al da 1 de mayo de que en tal da fu ganada esta ciudad de los moros por los christianos s tan firme como la exacta coincidencia de que ambos primeros de mayo cayeran en vier-nes, junto a que esta noticia no hemos vuelto a encontrarla en los siglos posteriores, ya que en ellos no se daba esta circunstancia.

    Por ello creemos muy firme esta fecha', la de que el viernes uno de mayo de mil doscientos cuarenta y tres fu exactamente el da en que las huestes del prncipe heredero de Castilla y sus acompaantes entra-ban en la capital del reino musulmn de Murcia. Desaparece con esto, por imposibilidad cronolgica, la fecha de 2 de abril indicada por GASPAR REMIRO, como la nica citada por los autores musulmanes y con-servada, segn manifiesta, por la tradicin murciana.

    Tras la ocupacin pacfica, la conquista blica de las plazas que no se quisieron rendir e inmediatamente la castellanizacin de todo el te-rritorio murciano. Como dice EUGENIO MONTES ciertamente al Mayo, al Mayo! Aqu los caballeros, a la toma de Murcia y al rescate de Lot-ea.... La castellanizacin fu rpida y el reino musulmn de Murcia pas muy pronto a ser recuerdo nostlgico de los poetas emigrados a le-janos pases despus de su conquista por los cristianos. As, la bella y melanclica qasida de BEN SAID desde Egipto:

    Y tambin, Murcia ma, con tu recuerdo lloro, oh, entre frtiles huertas, deleitosa mansin! All se alz a mi vista el sol a quien adoro, y cuyos vivos rayos an guarda el corazn. Pasaron estas dichas, pasaron como un sueo; nada en pos ha venido que las haga olvidar; cuanto Egipto me ofrece menosprecio y desdeo; de este mal de la ausencia no consigo sanar.

    (15) Archivo Municipal de Murcia. Actas Capitulares de 1443, en esta fecha.