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EL Mu NOO ILUSTRADO AÑO IX.--TOMO !.--NÚM. 25. Director: LIC. RAf'AfL Rfl'f& &PINDOU.

MÉXICO, JUNIO 22 DE 1902. SulJsc r i pci,'5n m etI S U,.,] fo r nl1t:II , $ 1.50 l df:m. I rJem. en / ; , (: ... p l t lf l . .. 1.25

Cierente. LlJll> ~tltl> :!>PI"'DOLA.

SERA CORONADO EL 26 DEL ACTUAL.

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Domingo 22 de Junio de 1902.

CA.BTA. A. 'U'lI POBTA.

Los versos de Enrique Torres Torija. Mi querido Enrique:

Llegaron á mí los versos de usted como van las abejas al panal: cada uno con su gota de miel. Los he leído todos; he releído algunos, y como son tañ ju~el1i~es y ~~escos, me ha!l dejado una tranqUIla ImpreSIOl1 en el espín­tu y una buena sonrisa entre los labios.

Los poetas así, como usted, .que abren su pecho - un joyero de ingenmdades - para mostrar sencillamente lo que poseen; los poe­tas que no alardean de saberlo to~o., de sen­tirlo todo 'de llevar en el alma VISIOnes pro­féticas y ~ublimes secretos, los poetas delica­dos y humildes, que pasan entonando .en voz baja su cancioncita tierna y dulce, sm más esfuerzo que el que hacen los pájaros para abrir las alas y las flores para abrir las coro­las me causan una amable y sutil emoci6n <le 'bienestar, qm: se parece much? á la 9ue experimento cuando me extasío mIrando Jar­dines solitarios.

Hago yo en libros como el suyo, lo mismo que en esos jardines: me pongo á pensar en cosas mías, muy íntimas, mu:y escondidas, muy frágiles pequeñeces de la VIda; granos de oro de la felicidad que guardamos avaramen­te por el temor de que la realidad grosera y prosaica nos las eche á v~lar de un soplo. Sí estos libros son los que SIrV6n para las au­to' confidencias para las remembranzas.

En el de ust~d, hay una deliciosa sinceri­dad casi infantil. Es un libro que huele á ro­sas. No es usted un complicado, un refinado, un morboso' es usted un joven, es usted un poeta. Y c~n esos dos supremos y divinos do­nes como con dos prodigiosos talismanes, ri­ma'usted armoniosamente, sin rebuscamien­tos ni pompas, los latidos de su corazón, y realiza el milagro de acordar con la suya la palpitación de otros corazones.

La inspiración <le usted sube con dos alas, la del amor y la del dolor; sólo que S? dolor no es desesperado, no es voraz, no es Iracun­do no es el ala recia de un buitre, no golpea el ~ire y sube hasta el sol con enfurecimi~n­tos de rapiña' es un ala de paloma henda que vuela tod~ trémula con desfallecimientos de angustia, y el amor ,no es t:ampoco ala de aguila que de una sacudIda ascIende. ha~ta las confusas lejanías; es un ala de rmsenor: se abre en busca del granado que sombrea el bal­cón de J ulieta.

Usted se queja C~)J1 la alta resignación de los creyentes:

Vengan las amarguras! no te im porte; mírame' yo sufrí las asechanzas del destino, las sufro todavía; pero sus rudo~ ~olpes no me ~añan.

Así debes VIVIr; conserva sIempre para. el combate las mejores armas, y no llores jamás tu desventura si te vuelve la suerte las espaldas. Ten fe, como la tengo, hermano mío, y también como yo, ten esperanza.

Usted ama con los éxtasis puros de los i<lea­listas:

Ojos de negro azabache, 'Ojos de amor infinito, Ojos de inmenza dulzura, Ojos lindos; Yo los quiero, yo los aI?o, yo los sueño, yo los mIro, y en el fondo de mi alma, santuario de mis cariños, esos ojos de tu rostro, esos tus ojos magníficos, tiener) su altar y su culto, su adoración y sus himnos.

He aquí mi querido Enrique, su alma de soña<lor, s{lave y exquisita, diciendo, hel~a­mente, las dos eternas trivialidades de la eXIS­tencia: sufro, amo,

Los versos de usted, si carecen en ocasio-

EL MUNDO ILUSTRlADO

nes de adornos líricos y atavíos platerescos, tienen en cambio una fragancia primaveral, , , , que es el vago perfume de su poesla,

Una ruborosa y velada ;ri~teza envue~v~ el libro. Es una tristeza romantlCa, melancohca, aterciopel~da. Es más bien m~lancolía que suspira y que por momentos qUIere,llorar,:

¡Ah, buena compa~era de los, vemte anos, inspiradora de las pnmeras eleglas, te conoz­co! Eres la musa blanca y pálida de los poe­tas jóvenes; les dictas las más bellas estrofas, los sumerges en los más azules ensueños ......

y bien Enrique' aquí quedan sobre mi me-" , . sa de trabajo llena de papeles burocratlcos, los versos de 'usted. Muchas gracias. Me son­río, porque pienso: quizá 1?or equivocaci6? su­cedió que estas lindas marIposas se detUVIeron en los zarzales de mi vida.

cCuis ~. Urbin a. • •

LA NOVE:LAMPQIMA.

El alma humana es como la mar, no deja el lugar á las arenas sino ' para volve~ más profunda y más agitada hacia otras nberas que invade y que fecunda. ., ..

En el siglo XIX, ella se refugIO al prmcI­pio en la música. Beethoven, Weber, Men­delssohn Shumann, Berlioz, Chopin, y des- , pués, y por sobre todos, Ric~rd<? Wa~ner, fue­ron los intérpretes de esta VIda mtenor que la Filosofía y la Literatura desconocían cada vez más. Bayreuth fué, ante todo, el teatro del alma del alma sufriente, militante y triunfal, , . fuera y por encima de todas las convenCIOnes y todas las contingencias. .

Hacia el mismo tiempo, dos grandes escn­tares septentrionales, Enrique Ibsen y León Tolstoi, genios severos é inquietos, reno,:aban el espíritu <lel drama y la novela, ?aCl~ndo penetrar en .ellos el ~uidado . de la VIda ~nte­rior. Ese mIsmo CUIdado, mmando poco a po­co los viejos dogmas y los viejos prejuicios, llevaba un gran número de espí~itus j.6venes á la concepción religiosa de la e~IS~en?la, bau­tizada con el nombre de neocnstIamsmo, y penetrando en la democracia, le asignaba, de más en más como ideal, la creación de los-hé­roes y la for~ación de una (célite¡¡ espiritua~, profetizada por Carlyle, Emersson y Sc~ure.

y es esa literatura del alma la que baJO los diversos nombres de Simbolismo, Misticismo, Idealismo han ilustrado con sus nombres Maurice Mooterlinck, Henry de Regnier, Ga­briel Sarrazin, Gabriel Trarieux, Louis de Cardonell Eugene Hollande, Fernand Gregh.

Eh el arle como en la naturaleza, las for­mas no son ~ino figuraciones de la vida. Para que la forma se renueve, basta que la vida sea renovada. '

A medida que la atmósfera idealista modi­ficaba para la Europa las condiciones de su vida interior, la forma de los generos evolu­cionaba tan:. bién.

En 1894 Gabriel Sarrazin publicaba las «Me­morias de un Centauro;)) en 1895, Gabriel d' Annunzio escribi6 las (cVírgenes de las Ro­cas')) Edouard Schuré, «el Angel y la Esfinge;)) y e~ 1896, G. Sarrazin escribió (cEI Rey del Mar.))

Esas cuatro novelas, bastante desdeñosa­mente acogidas, salvo una, por la gran crítica y el gran público, pero. festejadas J)or u~a «élite,)) constituyen las pnmeras mamfestaclO­nes osémoslo decir los primeros modelos, de

, , 1 1 ' lo que se puede llamar la 1Iovela de a ma, o mejor, lo que debería llamarse la Novela­Poema.

J. M. VARGAS VILA.

EL OTRO CANTO DE BAILE.

Acabo de mirarte á los ojos, vida; he visto relucir oro en tus ojos nocturnos, y esa volup­tuosidad me ha paralizado el coraz6n; ¡he VIS­

to brillar una barca de oro en aguas nocturnas, una barquilla. dorada que se hundía y reapa­recía haciendo señas!

Tú dirigías una mirada hacia mis pies, lo­cos por bailar; una mirada arrulladora, derre­tida risueña é interrogadora.

D'os veces tan sólo agitaste con tus maneci­tas tus cr6talos, y ya me bailaban ebrios los pies.

Los talones se empinaban; los dedos escu­chaban para comprenderte-el ba~larín ¿no lleva los oídos en los dedos de los pIes?

Salté á tu encuentro; tú retrocediste ante mi impulso, y hacia mí serpenteaba tu voladora y fugitiva caballera.

De un brinco me alejé de tí y de tus ser­pientes; tú te erguías ya, medio vuelta, con los ojos henchidos de deseos.

Con torcidas miradas me enseñas sendas tortuosas; por tortuosas sendas aprende a"ltu­cias mi pie.

Te temo cuando estás cerca; te amo cuando estás lejos; tu huída me at.rae; tus pesquisas me detienen. -Sufro; pero, por tí, ¡qué no su-friría yo de buen grado!. .

¡Oh, tú, cuya frialdad enCIende, cuyo OdIO seduce, cuya huída ata, cuyas burlas ......... conmueven!

¡Quién no te odiaría, gran atadora, arr~lla­dora seductora eseudriñadora y descubndo-, '/. .. ra! ¡Quién no te amana, mocente, ImpaCIen-te arrebatada pecadora de ojos infantiles!

'¿Dónde me arrastras ahora, ind6mito pr?di­gio? ¡ Y ya vuelves á huir de mí, dulce esqUIva, dulce ingrata! , - Bailando sigo tus menores huellas. ¿Donde

estás? ¡Dame la manol ¡O aunque s610 sea un dedo!

Hay por ahí cavernas y espesuras; nos va­mos á extraviar! jAlto! ¡Detente! ¿No ves re­volotear buhos y murciélagos?

¡Eh, tú, buho! ¡Murciélago! ¿Quiéres bur­larte de mí'? ¿Dónde estamos? De los perros has aprendido á aullar y gañir.

Graciosamente me enseñabas los blancos dientecitos; tus mal vados ojos me asaeteaban al través de tus rizadas melenas.

¡Qué danza por montes y por valles! y~ soy el cazador; ¿quieres tú ser mi perro 6 mI gamuza?

¡Ahora, á mi lado! ¡y vivo, endiablada sal­tarina! ¡Arriba ahora! ¡Y á la otra parte!-¡Mal haya! ¡Al saltar he faído y~! .

¡Mirac6mo estoy tendIdo Il:qUI! ¡mlr~,. al­tanera, c6mo imploro tu graCIa! yo qUISIera seguir contigo,.. senda¡;; más agradables!-las sendas del amor al través de esmaltadas espe­suras! ¡6 las que allá costean el lago, donde nadan y bailan dorados peces!

¿Estás rendida ahor~? Allá abajo hay ove­jas y arreboles vespertmos. ¿No es buena co­sa dormir cuando tañen la flauta los pasto­res?

¿Tan rendida estás? Voy á ll~varte allí; de­ja siquiera caer los brazos. ¿Y tIenes sed? .. : ... Algo podría yo darte; pero tu boca no qUIere beberlo. .

¡ Maldita serpiente éEta! ¡ hechicera esc~rn­diza, veloz y ágil! ¿En dónde te has metido? Pero en mi cara siento dos marcas de tu ma­no dos manchas rojas!

Estoy harto de veras de seg~irte siempre como cándido corderillo! HechIcera, para tí he cantado yo hasta ahora; ahora para «mí" debes tú ...... gritar! . ,

¡Debes bailar y gritar al compás de mI la­tigo!

¿Pero no he olvidado ellátigo?-¡No!

FEDERICO NIETZSCHE.

-Una cosa hella es una alegría perenne.­KEATS.

-La alegría del coraz6n conserva la edad florida: la tristeza seca les huesos.-SALOMON.

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EL SR. IIAGISTRADO

FRANCISCO DE P. SEGURA

El día 16 del corriente dejó de existir en la capi~al el Sr. Lic. D. Francisco de P. Segura, MagIstrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Fué el Sr. Segura un hombre de elevadas dotes intelectuales, y un abogado en que se hermanaban la ilustración más amplia y la rectitud más bien entendida.

Al sepelio de su cadáver, que se verificó el día siguiente por la tarde en el Panteón Fran­cés, concurrieron, entre otra~ distinguidas per­sonalidades, el Sr. Seaetario de Hacienda el Presidente de la Suprema Corte, Magistr~do Don Félix Romero, los Sres. Lics. Pablo y Miguel Macedo, Jacinto PalIares, Indalecio Sánchez Gavito y Francisco de la Barra.

En representación de la Corte hizo el elo­gio fúnebre del Sr. Segura el ~Ia~istrado D. Manuel García Méndez, hablando después, á nom bre de: la, Escuela de Jurisprudencia el joven!Enrique Rodríguez Miramún. '

Este es el caso; ustedes resolverán si mi hombre estaba loco ó no lo estaba. El practi­cante-un buen chico-me aseguró que en su concepto era un far¡;;ante, un hom hre que tenía la suficiente fuerza de volulltad para fingir ((su locura» cada día, con objeto de pasársela en­tre los locos, que es siempre llIenos odioso que vivir entre criminales, menos doloroso que trab~jar en .1111 cast}llo embutido en el mar, y vestIr el urüforme a ravas azules. lTstedes sa­brán si es creíble ese fingimiento, sin que á fuerza de repetirlo llegara un elía en que se convirtiese en locura real.

Tengo que apretarme hien el cráneo para que no se me salga esta idea. A ver (co11tan­do) una; ya oigo una; la oí bien; á ver, otra; ya oigo otra. Esto es lo malo, que es otra, que son otras; no son aquellas mismas que no ?í, y .que. ?ebía haber oído. ¡Qué torpe es la ~magmaCl~m que yo tengo! ¿La que yo tengo, o la que tIenen todos los locos? porque dicen que yo estoy loco-¿la que yo tengo, ó la que tIenen todos los hombres? Todos, sÍ. ¡Qué bien abarcan estas palabras al conjunto: todos los ~~mbres, ¡todos los locos! Es muy torpe, deCIdIdamente; yo no he podido oir esas cam­panadas que necesitaba oir; no puedo.

Si las hubiera oído, no sería extraño que pudiera oírlas otra y otra vez, así corno escu­cho muchas veces la voz de aquel maldito: ((Urge, pues, señ~)re'i jura.dos, un castigo ejem-plar para el acusado ...... »

Pero ¡por Dios! ¿por qué no podré oir en la imaginación aquellas seis de aquella mañana? No; y culpa del reloj no fué; es decir, yo creo que no fué. ¡Ah! el reloj es un gran invento; pero deberían tener repetición, no sólo una vez, sino muchas; una, dos, tres, cuatro, cin­co, ¡;;eis, y luego, una, dos, tres, cinco, 8eis; ¿qué tonto soy! entonces se confundirían y tampoco habría oído yo la hora que necesitl~­ba; ¿cómo saber cuándo acahaba una vez, y cuándo empezaba la repetición? Una, dos ..... . hasta seis, y luego siete, quince, Veinte, ¡im-posible! un repique continuado ........ eterno! La eternidad sería insoportable; qué fastidio!

EL .1I1Gl'iDO ILUSTRADO

Fot. de Mora.

Esto es lo curioso; yo me figuro bien y oigo bien todo, me!lOS aquellas seis campanadas, ha8ta este repIque que oigo ahora. ¡Ea! basta; hasta; me aturden esas campanas; ya he oído como ochenta horas; al fin; ya nada; como si las campanas se hubieran vuelto de papel, co­mo en aquella mañana; las campanaf' de pa­pel, con lenguas de trapo.

iSi hubieran podido guardarme aquellos so­nidos para hacérmelo.s oír cuando desperté; pero no; yeso que eXIste otro gran invento; el fonógrafo, y ¿de qué me sirve el fonógrafo y el cinematógrafo, y todo eso? Todo estA muy bueno; se puede volver á oir y volver ú ver, y á oler, y á sahorear; no, eso no; enton­ces se habría ~opiad() bien la vida' cuando asistiendo á una escena puesta en un 'aparato, veamos y oigamos y olamos y gustemos y to­quemos todo, todo C01110 era en aquel instan­te, ¡qué hermoso descubrimiento! Pero ¿por qué no podelllOs oír lo que nunca hemos oído?

Aunque Rí podemos, sí, sí; ro oigo todo lo que quiero, sin haberlo oído antes; ft yer, ¿có­mo rugen las fieras en un oosque?

Así; aRÍ. ¿Cómo reirá el Diablo'? A"í; a;;Í. Ahora, ¡ "alllo¡;;! me ayudaré. Me levanto pre­cipitadan!ent~ de mi poore cama; ya deben ser las SeIS; SI. ¡Qué! no han sonado? Voy á oírlas; una, otra . ..... nada más! ise han vuel-to de papel las campanas, campanas de papPl con lenguas de trapo!

VerdaderamE'nte, yo tuve la culpa; ya esta­ba resignado con mi suerte; había oído con admirable preci¡;ión todas las horas; ¿quién iba á creer que cuando sólo faltaoa una, me dur­miera'? Y me dormí, y soiié ~on el perdón de la Justicia; ¡quién sabe cuántlts cosaR Illás'? Esos ensueños, y lo que entre dos f'ueiios he pensado, he visto, he oído-¡oh, qué palabra.: «oído!)}-lo he olvidado siempre fácilmente ' he desperdiciado por et<o Illuy buenas illeas ' porque luego 110 he podido recordarlas. '

El desptrtar fué hOlTible; aun me parece ver á aquellos hombres de caras nE'gruzcas, inconmovibles, mudos, como lo>' n1uerto>" cua.ndo les preguntaba yo si habían sonad<¡ las seis, si ya iban por el'o á agujerearme el cuerpo, para hacer justicia al otro, ú mi muer­to, es decir, al que yo quité de esta vida.

Nada me qui8ieron <.:ontestar, y ya se oían los pasos ((rechinantes)} en aquel corredor lar­go, estrecho y oscuro, como eañón de fU8il, por donde me habían llevado tantas veces á la reja del Juzgado; y ya se oía el ruido de las armas, pero las seis no sonahan, ¿.por qué no sonaban ya? ¡Campana enlel, campana maldita, reloj maldito!

Domingo 22 tic Junio tic 1902.

Al menos el personaje del drama veía en el reloj los momentos que le quedaban de vida

, h b' ' pero para mI se a la muerto aquel reloj. ¿También habría matado á un semejante, á

otro reloj, y también lo habrían fusilado? ¿Quién sabe qué sería peor? Yo me asomé

una vez á una ventana, y allá ahajo, . un vie­jo, parecido al tiempo, marcaba en un libro los momentos de mi vida q'le pasaban, y ya había muchas hojas marcadas, y muy poca.s en blanco; ¡por poco muero esa noche! ¡Aja­já; ahora oigo un ruido metálico semejante al de mi reloj de comedor cuando se apercibe pa­ra dar la hora. ¿Serán las seis que no pude oir? Porque hasta eso; las seis me persiguen todas las mañanaf', pero yo me tapo las orejas por­que no quiero oirlas, porque ilO son aq~ellas seis que no pude oir, y que-¡como si fuera Url delito 110 oirlas!-son el origen de que me hayan traído aquí.

En efecto, grité que no había oído las seis y después me trajeron á este nuevo encierro:

Cuando ya era hora, es decir, debe haber sido la hora, porque yo nunca miento, yo no la oí, entraron unos hombres, y me dijeron algo del Juez, y ¡qué sé yo qué relación tenía el .Juez con un nombre de mujer: era Soledad?

Creo que sí; debe haber sido, porque me tienen aquí solo, absolutamente solo cQn mi pensamiento, que corre, corre mucho, y luego salta y rueda, ó se levanta y vuela, ó se hun­de y baja, baja mucho, hasta allá debajo de la tierra; va á. visitar á mi muerto. . Cuando corre y salta ó vuela y suhe, nada Importa; lo malo es cuando se detiene cuando "d ' se para en una 1 ea: las seis; entonces rompe

con una horripilante solución de continuida.d la paz de mi espíritu. ¡Las seis!

¿Cuando oiré aquellas seis? Estoy seguro de que, en cuanto las oiga, moriré, porque es la hora marcada para mi fusilamiento, y es pre-ferible morir á llevar esta vida. .

Ahora oigo horas: una, una ...... ¡sólo una! Como si se arrepintiera de seguir ese reloj; ¡los relojes que se burlan de mí! se quedan riendo después de que suena la última hora. Por eso me parecen muy naturales los cariños y los odios que yo siento por las cosas; creo que nunca he querido á una persona como quiero ;1 ese portapluma¡;; negro, regalo de un amigo. i Pobre portaplumas! El dehe extrañarme mu­cho si es agradecido y es bueno. Quiero á ese portaplumas COIl un grande cariño paternal, paternal, ¡qué raro y qué curioso fuera eso ¡un hombre que tiene un hijo portaplumas, y lue­go negro!

En cambio, tengo un odio á los relojes, un odio á los fusiles, un odio á ese hidraute que arrojaba agua perennemente. ¡Qué grandes oelios! creo que no es posible odiar á una perso­na con ese odio, porque es mucho, ni es posi­hle amar á un hijo con este amor que profei'o ú mi portaplumas negro; es mucho amor!

y hay que convenir en que tengo razón cuando amo con esa fuerza á las cosas; éstas son merecedoras, porque son absolutament.e huenas 6 abRolutamente malas; todo depende de la utilidad que prestan; mi espejo roto es absolutamente malo, siempre malo; y las per­¡;onas teIwlllOS esta mezcla de bondad y de nu­lidad que nos hacen menos dignos de amor y menos dignos de odio.

¿Ven ustedes? Ahora se ha ido el pensamien­to; ahora es cuando me salta, y corre, V tro pieza y cae, para levantarse nuevamente, pe­ro no, se ha detenido haciéndome mucho rui­do dentro del crÚi1eo, como esos focos eléctri­eos que se apagan, y se quedan murmurando quién sabe cuúntas (;osas, runruneando fuer­temente.

.-\.I'í me pasa; ya oigo una, dos, tres; oh, los reloje>, de eterna repetición; hasta seis, veinte, ochellta ...... pero no son las seis que necesito oir; ¿porqué no podré oir las seis de aquella ma­iiana'? Esto es lo que me canso de preguntar.

y así, todo sucede; no se llegará la hora de mi fusilamiento, la hora de mi muerte, y en-tonce;; ...... ¡nunca moriré! quedaré ¡toda la vi-da!» en este martirio enorme, esperando unas fieis que no llegan, que no pueden llegar, por­que .va pasaron, porque ya se fueron.

¡Y así habrá tontos que no quieran morir! FRANCISCO ZÁRATE RlllZ,

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Domingo 22 de Junio de 1902.

DE PRINCIPE DE GALES A REY DE INGLATERRA.

Si el nacimiento del primer hijo varón es el acofitecimiento más importante de la vida ma­trimonial; cuando ese hijo es el presunto he­redero de uno de los tronos más podero­sos de l&, tierra; cuando la pareja que cifra en él sus más risueñas ilusiones es una pa.re­ja real, el suceso adquiere, no sólo el encanto idílico de una cuna rodeada por el amor de los padres, sino la importancia de un asunto

E ,luar.lo VII ylR Reina Victoria . .,n 1846.

de estado, y el infante eH el mimado, n0 sola · mente de un hogar, sino de todo un pueulo.

Así, para la Rein!l. Victoria de Ingl!l.term y para el príncipe consorte, el día 9 de noviem­bre de 1841, fecha en que nació el príncipe heredero de'la corona de Inglaterra, fué uno de los días memorables-y cuántos dichosos ó terribles viópasar la augusta señora!-de esos días que la historia recoge y la crónica adorna con detalles de todo género.

A las cuatro semanas de su nacimiento, el hijo, que fué durante toda la vida de la rei­na el amor de sus amores, fué elevado, por mandato expreso de Su Majestad, á la digui­dad de Príncipe de Gales y Conde de Chester. Generalmente se cree que el título de prínci­pe de Gales es hereditalio, que deben llevar desde que nacen los herederos de la corona de Inglaterra. Es un error: el título que co­rresponde al primer hijo del soberano inglés, es el de Duque de Cornuailles; el otro da lu­gar á nueva creación en cada caso.

El título de Príncipe de Gales ha sido con­ferido treinta y siete veces: diez y nueve ú príncipes independientes, y diez y ocho á príncipes ingleses. No todos éstos, sino úni­camente once, han llegado á ocupar el trono, pues varios han muerto antes que el soberano reinante.

Alberto Eduardo, el heredero de Victoria I y que va á ser coronado rey dentro de muy pocos días, con el nombre de Eduardo VII; fué bautizado, con los nombres de su padre y de su abuelo materno, Eduardo de Kent, el día 25 de enero de 1842, por el arzobispo de Cantorbery. en las pilas de oro de la Torre de Londres, y con agua del Jordán, llevada ex­presamente para la ceremonia.

La infancia, la adolescencia, la vida esco­lar, transcurridas al lado de sus preceptores, ó bien en las Universidades de Oxford y Edimuurgo, no hicieron prever cuál sería la

EL MUNDO ILUSTRADO

vida futura del príncipe, aí'ios más tarde. El amor del príncipe consorte, la tierna solicitud de la reina; el empeño de ambos esposos de exaltar- á su hijo á los ojos del pueblo sobre el cual debería más tarde reinar, son, en lo general, la norma de la educación que hubie­ron de hacerle dar.

Desde edad muy tempmna, la reina quiso hacer de su heredero algo como un lazo de unión entre el trono y el pueblo; lazo de tIue carecía, primero, por haber elegido un esposo de origen alemán, y mÍls tarde por haber que­dado viuda.

Esta intención fué realizada á maravilla, y no contribuyeron poco al éxito las cualiria­des del príncipe. Muy joven aún, fué envia­do á una visita á la India. Después al Cana­dá, al Egipto, á la Tierra Santa; y todos es­tos viajes tu vieron por re!:mltado efectivo . e:i­trechar los lazos que unían á las culonias con la metrópoli. En todas partes fué.recibido con gran entusiasmo; de la India regresó cargado de presentes de los príncipes indios y llevan­do las simpatías de los colono_s:

Del Canadá pasó á los Estados Unidos. La reina y :iU esposo temían~que, no extin­

guidos aún los resentimientos dejados por la lucha de independencia, ,.el pueblo americano recibiese con e i e r t a ' frialdad al representan­te de la Corona,al des­cendiente de Jorge 111. El presidente Bucha- ' nan insistió en solicitar la visita, y entoncl s se deciJió que el prínci pe Alberto Ed uardo hicie­ra un viaje á la gran República, pero sin lle­"ar la representación de la reina, y sólo bajo HU título de barón Ren­irew.

simpatías, y á afianzar los eslabones que ligan á la metrópoli con los miembros del imperio desgregados en todas partes del mundo. 'En esta tarea política emplea buena parte de su ju­ventud.

Desafecto á la marina y á la milicia, á las que sólo ama por lo que tienen de esportivo; un tanto alejado de la corte rígida y severa de 'Víndsor, aprovecha el tiempo en una lahor que será seguramente fructífera en lo futuro: mirar de cerca á los pueblos, tan diversos en su origen y en sus condiciones, cuyos desti­nos ha de regir algún día.

Todo contribuye, además, para que el pue­blo le ame. Este 110 había visto con buenos ojos la elección de esposo, que hizo la reina.

Tampoco aprobaba del todo la inclinación decidida de la soberana al imperio alemún, y hubiese sido para él una grave contrariedad que el heredero del trono ¡;:e hubiese casado, conforme á los deseos de la soberana, con uua princesa de origen alemán.

Lejos de esto, el príncipe hace un matrimo­nio que tiene algo de novelesco. En 1860, en­contrándo¡;e en la catedral de 'Vorms, ve por primera vez, admirando los frescos, á la pt'in­cesa Alejandra de Schleswig-Holstein-Son­derboing-Gluckshourg, que á la sazón no con­taba más de 16 aí'ios. Tras ese primer encuen­tro, el príncipe de Gales procura volver tí \'er

El recihinlÍento he­cho en los Estados Uni­dos al heredero del tro-110 inglés, fué delos más entusiastas, .v disi pó los temores (le la reina:. Desde que cruzó la fron ter a canadiense, el Príncipe de Gales en­contró todo un pueblo

Marlborougb-House. (Asiento de ' la;Corte del PrlndJ e de Gales.

que acudía á darle la bienvenida, que le-acla­maba á cada paso: el hielo quedaba desecho; las ciudades más importantes se disputaban el honor de una visita, y por primera vez se vió, en armonía completa, ondear el pabellón tri­color de la R.epública junto al «Union Jackn de la antigua metrópoli.

Un rasgo delicado del príncipe acabó de con­quistarle la popularidad. Su primer cuidado fué ir á Mont Vernon, á visitar la tumba de Washington. E~ hijo de la reina permaneció unos momentos con la cabeza descubiel;ta an­te el mausoleo del fundador de la Unión Ame­ricana, en actitud respetuosa, sin desplegar siquiera los labios, como para no turbar la so­lemnidad del recinto. Después, allí mismo, plantó un castaño, y el «Times)) decía á pro­pósito de este acto, que el príncipe heredero había enterrado allí, al lado del héroe ameri­cano, la semilla de la discordia.

A partir de ese momento, había ganado pa­ra sí todos los corazones. Jamás personaje al­guno de Europa había sido recihido de ma­nera tan brillante y había conquistado tanta pCJpularidad.

*** l\fás tarde, en 1868, casado ya, hace en

compaí'iía de la princesa de Gales, un viaje á la hla de Esmeralda, y del pueblo irlandés recibe marcadas muestras de simpatía,que no dejan de redundar en beneficio del prestigio real.

En suma, por todas partes, en la~ colonias yen el extranjero, va á borrar resentimientos, á prodigar á' los pueblos alge de la realeza que éstos gustan de tener más ó menos á la vista; ú afirmar el prestigio de la Corona; á cosechar

El matrimonio de Eduardo VIl, en 1863.

á la princesa; y por fin, en 1862, envía á su escudero al castillo ele Bernsdorff, en dpman­Ja formal de la mano tle la princesa.

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El casamiento, por amor, de un príncipe heredero del trono inglés, es para cautivar los corazones de los súbditos, y más aún cuando el príncipe, en vez de ir á buscar alianza con la poderosa casa de Hohenzolern, como lo de­seaba la Reina., se une á la hija de un prínci­pe, por entonces alejado de las gradas de un trono, que vivía en el retiro la vida más mo­desta que pueda sufrir un príncipe, y á quien sólo una serie de sucesos im previstos debía seh­tal' después en el trono de Dinamarca, y aliar con casi todas las casas reinantes de Europa.

*** Si el papel político de Alberto Eduardo, en los primeros a.ños de su juventud, fu é muy importante para el gobierno de la reina Vic­toria, más tarde, después del matrimonio, de­bía ganar en interéi:'. El heredero del trollO instaló su residencia oficial en Marlborough House, mansión adquirida por la eorona ei'i­pecialmente para el prín cipe. Allí se forma una segunda corte, más popular y menos rí­gida que la de Wínd flor, que la muerte del príncipe consorte llenó de luto; allí acude la aristocracia de la sangre, del dinero y del ta­lento, á rEcibir la consagraeión de su fama en los salones de los príncipes. Desde allí, el fu ­turo rey de Inglaterra organiza clubs, patro­cina obras de caridad, rige la elegancia, es, en suma, el "leader" de la sociedad inglesa que acude á él para prestigiar ó para confirmar sus actos. En esa tarea le ayuda dignamente la princesa Alejandra: mujer elegante en sumo grado, inteligente y abierta á todo sentimien­to benévolo, es también la que norma la vida aristocrática de la alta sociedad londinense.

Así, la vida en Marlborough House fué su­mamente laboriosa para el príncipe, que, fiel á su programa, no dejó pasar oportunidad al­gUha para ganar popularidad. De tales fati­gas, los príncipes van á reposarse en el domi­nio de Sandrigham, en el condado de Norfolk una residencia campestre digna de un sobera~ no, donde sólo tienen acceso los íntimos, don­de se efectúan las famosas cacerías en las cua­les el príncipe y ocho ó diez amigos abaten en tres ó cuatro días cerca de cinco mil piezas de pelo y pluma.

* * * Cosa extraña: ni la reina ni sus ministros creyeron nunca necesario familiarizar al prín­cipe de Gales con los asuntos del gobierno. Hace pocos años, cuando se trató de la abdi­cación de la soberana, en la posibilidad de que tal aconteciera, el heredero tuvo acceso á los negocios públicos; pero n o se le llevó hasta las intimidades de la alta política.

Mas ¿para qué tomarse tal es molestias, para prepararRe á un gobierno en el cual la acción del monarca está limitada por una estricta constitución y por la voluntad del pueblo?

Más, mucho más cuerdo y previsor fué po­nerlo en contacto con la sociedad inglesa; ha­cer de él un modelo del noble inglés, lo mismo que del miembro de la alta burguesía.

Así, al pasar de príncipe de Gales á rey de Inglaterra, Eduardo VII promete ser un so­berano liberal, bien querido por la aristocra­cia y por el pueblo, y perfectamente compe­netrado de su papel en el trono de la Gran Bretaña.

De miras amplias, no ha tenido empacho en manifestar su grande admiración bacia Gladstone; no ha vacilado en distinguir á los judíos ricos en una sociedad puritana. Ha declarado su deReo de que en las ceremonias de la coronación se suprima la imposición del óleo, como significando que le parece impro­pio en los tiempos actuales hacer pasar á un rey como un elegido dp. Dios, y tamhién ha querido que se modifique la fórmula del jura­mento, eh atención á que entre los centena­res de millones de súbditos, los hay de tOdOR los credos y de todas las religiones.

Nadie puede dudar que, por su educación, por su papel cerca del p\leblo, .por sus miras personales y por la situación q-ue ocupa, Eduardo VII será el tipo del soberano moder­no, abierto á todas las evoluciones, el que ne­cesitan' los p,:e?los, que . ~an de ser monárqui-

EL MUNDO ILUSTRADO

PE. RUANA.

Robó el oro su lustre á tu cabello, y á tu boca el coral su sangre pura; O~tenta el mármol, como tú, S11 albura y el cisne arquea, como tú, su cuello.

En tu sonrisa se estremece el sello De un beso del amor á la hermosura, y en tu mirada trémula fulgura La lucha de una som bra y un destell o.

Loh engrin te ha soñado como un rubio Querub, envuelto entre fl otantes tules, Sobre su cisne blanco, en el Danubio;

y ha visto que halagando sus antojos, No son tus ojos como el cielo azules Sino el cielo es azul como tus ojos. '

JosÉ S. CHOCANQ.

Domingo 22 de Junio de 1902.

COLOMBIANA.

Helénico perfil , rico atavío, Que nácar inviolado esculpe y dora; Es su hermosura enamorada aurora, Que lleva airosa como eterno estío.

Ama. con frenesí, con desvarío, En su negra pupila tentadora Lleva el fuego de un beso que enamora, Hecho lu z, hecho carne en el vacío .... ..

Es Ofelia si 1 ucha enamorada, O Nidia de fulgores indecibles Que ríe con el alma desgarrada.

Mas olvida cantando en la alborada, "Porque vive en el cáliz de la -pom-pa "Que ener\' a como \\01' em-pon'l.oñada.»

:¡ USTO P .>"S'f OR R10S.

-Vivir es mOTir un poco cada d1a. -CATU­

LLE MENDES.

*** -Una huena madre vale por cien maestros de escuela. -SPENCER.

Bamboleándose cándido y suave, va el Señor con sin par gentileza como encima del a.1a de una ave; y la chusma fanática y grave, en coreada 'Oración, zumba y reza.

A una cruz q~le enlutada camina, en altar que entre incienso se esfuma y que cruge y retiem bla y se empina, el ya muerto Señor se avecina sobre un leeho cuajado de espuma.

Se deslizan dos ;argas hileras ; y rodeando al Señor como adorno de rojizas y extrañas lumbreras, van del lecho clavadas en torno temblorosas las pálidas ceras.

Un runrún infinito que atruena los oídos, palpita y estalla en la gran procesión nazarena; allá lejos, al fin .. ...... . triste suena destemplado clarín de batalla.

Larga tropa de fríos soldados acompaña los santos dolores; mal seguros y mal enfilados, los clarines al par destemplados, destemplados al par laR tambores.

Casi en medio, J esús, ya rendido por el peso de un árbol que asombra, pUf>S no tiene una hoja ni un nido, va de túni ca obscura vestido como pálida y trémula sombra ......

El buen eura entre cien feligreses con un mífiti co orgullo se entona para alzar fi US católicas preces; un rayito ele luz cae á veceR en la tersa y rapada corona ......

Torios ll evan los ojos clavados en el Dios de los grandes martil'i03, por la fe de ese Dios arrastrados . .... . y jazmines, y rosas y lirios

á sus pies van cayendo mezclados ......

Sopla el viento y apaga los cirios!

JOS E S. CHOCAKO.

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Domingo 22 de Junio de 1902.

La fiesta del agua y del cartón. El pueblo hace por un día la vida del anfibio; y la legión de chicuelos ~e echa, de la frente ai occipital, el untado chacó de cartón que está luciendo sus marcialidad es en las alacenas de Merca­deres.

Así se celebra el día del Bautista. La costumbre de zambullir el cuerpo en el

agua de las albercas, importa toda una bo­rrascosa solemnidad. Aquel chapoteo, que en los ocurrentes símbolos del pueblo, sin duda significa una reverencia á las aguas del río ¡<a­grado, no es saludable si las proezas natato­rias primero y luego las libativas dejan de acudir á tan memorable ma!>ifestación.

El devoto menos ferviente del Bautista ((ce­lebra)) arrojándose de cabeza desde el piso má~ alto de los que circundan la alberca, con el fin de probar que sabe sufrir un chicotazo de las aguas y contener la respiración más ó me­nos tiempo. El acto reviste sem:ación; desde que el bañador viene dando volteretas hasta que se hunde en las aguas; y después, desde que la figura desaparece hasta que toma á surgir con la melena untada ¡<obre los tempo­rales, los ojos inyectados y fijos con la ansie­dad de la asfixia, la boca ahierta dando paso á un torrente de oxígeno, y, en todo pI sem­blante, pintado el gesto de una brutal violen­cia. El «esforzado)) sonríe, la multitud aplau­de,y uno ((que no se quiere quedar atrás,)) tre­pa á una altura mayor y el espectáculo vuelve a comenzar ........ .

. Tantas y tantas proezas COlllO allí se suce-. den, obligan á las más calurosas feli citaciones y éstas llegan con su ((natural)) complemento. Las barracas se concurren; el pulque escürre su hebra por debajo de el puñado de vasos que el escanciador hunde en el tonel "del me­jor)), y da principio otra {i ésta .... .. tam hil~n de carácter líquido.

Oh! si aquellas ilustres personas que han pasado Ít la categoría · de santos, supieran 6 hubieran presentido (para estar ele acuerdo) la manera como se las había de honrar en este mísero mundo, tengan ustedes por un hecho que dan con ~us huenas acciones al traste ó se

EL ~{UNDO ILUS'l'RADO

las e,.:conden, de manera que ni los X moder­no:-; i<e In s t:'ncontraran.

y vamos con la con~t:'cuente ósea Illejor la incon~ecuente fiesta Iíquidn .

. ..... los únimos se enardecen; los bañado­relS t.ocan al dictado de héroes; las charolas de ellchiladas no se dan repo:-;o y los vasol':', lo!" grandes y repletos vasos, están prisioneros entre los' dedos, de puntns arrugadas por el remojo. Se ponderan los triunfos, . la gritería se levanta; cae el brazo I:'obre el hombro del recién conocido, se ma8clllla el "tÚ)) ami8toso y ......

Bajo el cielo ¡.{l'iH-San J nan siem pre eu bre su fiesta con un manto plomizo-\'a inter­nándo8e la Hombm de la noche. Allá, en la cercanía de las alhereaH, ~e oye la canción del último "devot.o)) elltret.ejida f'n el ronronear de 10H boruone:-; de un bajo. La barra('a trans­parenta una luz d('bll; UI el fondo del tonel hav heceH nausea bundas.

i<:n la alherca las lIguas e¡.;tán tranquila ,, ; duermen <le:-;pués de In ruda faena ; ha pasado 8U día.

El cartlin :-;Í deSelll)leiia un papel noble cn la fi esta del Bautista: corona las ca.becitas de la le¡.{iún qlle ('st{¡ al pilo de la pintoresca ram-pa <le las e(lades. . .

ltl chaeú <le Cll.l'tÓIl el' la figura lj ue arranca la primera sonrisa al <lespertnr de los chicue­los. San Juan es el patl'ón <le la milicia in­vencihle, de esos jdel:itoH que gozan de un <:on­tinuado triunfo en el eampo de batalla donde por t.ollo clarín de úrdelws suena el estridente grito del llanto I))'O\'ocac!o por la ra bieta; por devastaci(m He tiehe la degollina de varios po" lichinelas,y !'l0r haiHlera ele tregua las cortina8 del pequei'io lecho, cubriendo la e8cena del más beato reposo.

A los militares de San .J unn se les conceden

todos" los grados posibles, se les permite faltar á la diHciplina, no acuden á ningún toque de llamada y llega la. "inmoralida~¡" hasta el ex­tremo de que cada quien compra su categoría Hegún el alcance del bolsillo.

Los hijos del eHcribiente del juzgado resul­tan cabos; los del jefe de sección pueden lle­gar á capitanes, y los del banquero se gradúan generale8 de división, con uniforme, espada y ...... condecoraciones. El papelero es reclu-ta, y va tan campante por esas calles, exhi­biendo lo que debía haber cubierto con el pe­dazo de trapo que hubiera obtenido con los mismos centavos que dió por el chacó de car­tón; el hijo del portero es asistente y sólo con ese carácter puede marchar en la columna que de¡.1fila por los amplios y floridos corredores de la morada rica.

. y ...... hay también "ciudadanos)) que no pueden pertenecer á la milicia; son. inváli~os, les falta una mano ...... que vaya al bolSIllo del chaleco y cambie monedas por chacós.

Estos inválidos forma.n toda una multitud que se constituye espectadora triste del bélico desfile. Para ellos la fiesta de San Juan es una derrota. Las espadas, los caballos de otate, las mochilas, los chacóH, les arrancan miradas de angustia; ellos no pueden marchar con aquellos arreos. Si piden su puesto en las fi­Ia.s, se les contesta con una eva.siva; si gritan, :-;e les arresta ó se les aplica la pena ...... glutea, por insubordinación con víal':' de hecho.

San .J uan es cruel para ellos; al igual que el eielo del día memorable llora con la sombra de su manto plomizo, así los chicuelos pobres dejan caer sus lágrimas en el suelo gris de la harriada, á donde los confina la miseria que 110 los deja comprar los militares arreos del día del Bautista.

¡ Pobres inválidos!

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EL MUNDO ILUSTRADO Domingo 22 de Junio de 1902.

excursiones

Las excursiones al Popocatepetl están ahora de moda y casi no hay semana eñ que no se verifique una nueva ascensión.

Un viaje al volcán, nos decía hace poco uno de los excursionistas, es de lo más hermoso que pueda concebirse; por una parte, la majes­tad de aq.uella mole inmensa coronada de nieves perpetuas que brillan

Ascensión, principio del hielo.

al sol y que deslumbran, y por otra, las campiñas de belleza incom­parable, con sus grupos de árboles y sus aguas rumorosas, que pare­cen esfumarse á medida que se aF'ciende...... El árbol, el corpulento árbol á cuya sombra descansamos, allá abajo, á la orilla del caserío, para emprender la jornada, iba, poco á. poco, pareciéndonos más y más pequeño, hasta que, por fin, lo perdimos de vista; las cállejas del pueblecillo eran cada vez más estrechas, y, como si las fincas se en­cogieran en un "apifiamiento)) imposible, las mirábamos alejarse de .10sotros, cada vez más, hasta confundirse en la risuefia lejanía, con

Labio occidental del cráter.

los~peña¡;cos y las hondas ...... De lo alto, aquel panorama del case-río, simula un "nacimiento)) iluminado, por la noche, con lucerillos mtermitentes.

El viaje es de lo más difícil para los que estamos hechos á la vida de las ciudades y acostumhrados á. tomar la n cera v la sombra. Se ha­':e, muchas' yeCeS, cayendo y levantando: aquÍ He'trepa por entre ris­cos; allí, la finísima arena hace casi imposible el paso."". más allá. la nieve, la nieve que cubre aquella testa enorme que se hunde en el azul desafiando el azote de las tempestades y las inclemencias de los siglos" " ... "

Nuestra excursi6n, sin embargo -seguimos en sus disquisiciones poéticas á nuestro joven "alpinista,))-fué de' lo más grdo para nos­otros, que teníamos hambre y sed de trepar', al Popocatepetl. Los «guías)) que pagamos á buen precio allá abajo para que.nos encamina-

al ¡opocafepefl. •••••

ran por sendas má!:l cortas y seguras, lo hicieron bien, hasta donde podían hacerlo, y así logramos llegar hasta el cráter. ¿Quién, después de ese ,cligero ejercicio», iba á sentirse rendido por la fatiga? Ninguno, es claro; en la noche "nos servimos') una cena confortable, y antes de las t~es' d~ la mañana, con "la fresca)), que dicen los «guías,ll comen­zamos a subIr ......

Las cabalgaduras que montábamos la tarde en que comenz6 la as­censión, quedaron en Tlamaca, rancho á 3,027 pies sobre el nivel del mar. Lo demás del camino, se hizo á pie.

Nada anormal--entró aquí nuestro informante en el terreno cientÍ­fico--observamos en el volcán: vimos escarparse columnas de humo por los siete respirntorios del cráter, y los vapores sulfurosos que se des­prendían nos impidieron acercarnos más. Lo del humo, no es nuevo; hace muchos años que se observa.

Estábamos, agregó, nada menos que á 18,420 pies sobre el nivel del mar, y, sin embargo, la temperatura no se mantenía muy baja: era de cuatro grados sobre cero. Por la parte del volcán que ve al va-

Labio S. E. del cráter.

11e de Puebla, ha habido algunos deshielos que han dejado descubier­ta la arena, dando ocasión á que, entre los indios, circule como segu­ra la opinión de que el volcán tiene «tiña.ll Provistos de un «aneroide,ll hicimos algunas observaciones, emprendiendo en seguida el regreso rumbo á Tlamaca y Amecameca, punto éste último donde, tomamos pasaje á bordo del tren que nos condujo á Mé~ico.

*** Aquí nos dejó el narrador y nos despeditllos de él, agradeciéndole

su visita. Las fotografías que ofrecemos fueron tomadas en una de tantas excursiones hechas al Popocatepetl por el Sr. Ing. Beltrán y Puga.

El Ixtacihuatl visto desde el Popocatepetl.

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Domingo 22 de Junio de 1902 EL MUNDO ILUSTRADO

últimos 61as del c1mperic.

El Museo Nacional de Artillería acaba de enriquecerse con la illteresantÍsima. donación que de algunas reliquias históricas que exis­tían en su poder, hizo ú favor de ese Estable­cimiento, á su muerte, el ilustre veterano Ge­neral Don Mariano Escobedo.

Forman ese legado, entre otros t:UlI hién lllUy valioso~, lo~ objetos cuya.s reproduccione:;

- ..

de l¡t toma; y e8 una prueba ue la nohleza de flentimientos del veterano, porque al publiear­lo, levantó con él el estigma. de traidor que pesaba, no sobre uno de sus amigos, ñi siquie­ra sobre un compañero; sino sobre MiguelLó­pez, con quien jamás lo unieron lazos de com­pañ erismo ó de amü.;tad.

Otro ue :1uestro:; grabados representa la es-

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~7~~~~ ~---~z:.­/~~---Jv-/~/o/~ __ ~ ~~ /~ ,Z~~ /~~ ... / /~----~--?~ ~~ ;/ --~7~ ~7'---/~ ~7-:---~~~~ ~~ ~ .~~¿,-- -'h~ __ ____

·AC~A.-- ~/7----

Carta de Maximiliano á Miguel López.

en fotograbado ilustran esta" púginas y que pa­samos (t enumerar, puntualizando, hasta dOIl­de nos er; posihle, sus detalles.

Cuidadosamente eOI1-servada, se encuentra allí la cé lebre carta es­crita de puño y letra, clelArchiduque deAus­tria á su compadre Mi­guel López, ellcare­ciéndole la completa reserva en todo lo re­lativo á la comisión que lo lIev{¡ á confe­renciar con el Jefe del Ejército Republicano, el 14 de Mayo de 1867, víspera de la ocupa­ción de la plaza y de la C'on8iguiente caída dd Imperio.

La publicación de este precioso documen- . to constituye, sin du­da, uno de los hechos más salientes de la vi­da militar del General Escohedo, tod'l \'ez que a I dar ú conoeer s II co­pia en 18Ri , <l eeli n {¡

(~on Ulla ll10destia ep\('

lo enaltece m lI cho mús, algo de la gloria que se le concedió por la toma de Querétaro. Este es \In rasgo de mod estia, de humildad plldi~ra­mos J.ecir, porquA es inconcuso que ese do­

i'luma de oro con que se con- cumento rebaja el mé-ftrmóla sentencia de muerte. rito del hecho militar

pada que, al relldirse pnSlOnero de la Repú­blica, puso el Archiduque en manos del Ge­neral en Jefe del Ejército ¡.:itiador. El arma re­ferida tiene la empuñadura dorada, y en ella el escudo del Imperio, y una magnífica hoja en la que se ven distintas figura~ primorosa­lIlente grabadas. Pendiente del pllfio ]Jor Un t:ordón de oro, tiene una "borla)) (le eallutillo del mismo m etal; la cubierta es de piel 3ell1e­jante al "glacé, )) y e¡;tá adornada con aplica­ciones de metal dorado al fuego. El cinturón y los tirantes son de galón de oro, y en el cha-

]Jetón, (l e forma ('uadrangular, se ven también las armas i Ill]wriales.

En \111 elegante estl1(·he carmesí se guarda UllO de los ":\laximili,,nos))-pieza de oro rle \'t'inte pesos-c()n que el Archiduque obsequió en los illstantes en que iba ú ser fusilado, al pelotón encargarlo dA f'U ejecución . .Juntos COII

esta pieza, pstán el lnpicel'O y pluma de oro con que el General Escobedo confirmó la sen­tencia de muertA dietada el 14 de .Junio á las once y media de la noche c~ntra Maximiliano, Miramón y lV[ejía, por el Consejo de Guerra, el 16 del mismo Junio en las primeras horas de la mañana.

deliqulas «is lóric as.

Son también dignos ele mencionarse tanto los cinco fusil eR, que se conservan, empleados en la ejecución de D. Fernando Maximiliallo y de sus dof' generales, como los que sirvieron para d~~r el tiro de gracia al Archiduque y á D. Tomás l\lejía. Uno de éstos es sistema "Al­len)) y otro "Peabody .))

*** Por último, rel )ror! uci mos, exactamente igual en tamaño, el retrato que el titulado Empera­dor envió al tlr. (-;'en eral Escobedo la víspera del día de su ej e<.: uciím. Este retrato es foto­gráfico y se guarda en un mareo de madera barnizada de l1 egro, con vidrio. La dedicato­ri a, escri ta en el reverso, puede verse en cliché separado.

Nos parece oportuno hacer notar que la fra­~e "Al ~r. General en .Jefe)) y la fecha "Quen;­taro 18-B-Ci7)), no Ílwron escritas por Maxi­llliliano, que Re limitó únicamente á poner ~u firma. La forma de la letra, como puede apre­ciarse desde luego, es muy distinta. Sin que nacla se sepa de cierto sobre quién escribió esa breve dedicatoria, para recoger la firma del Ar­chiduque, no es aventurado suponer que haya ~ido el mismo Padre Soria que el 18 de Junio escribiú la carta á que se refiere el artículo del sa bio historiador D. Agustín Rivera, que re­producimos en seguida.

--------_. Confidencias del Padre Soria.

Todos los historiadores, al narrar los últi­mos días de Maximiliano, hablan del «(Padre tioria)); pero ninguno dice ni su nombre. Voy pues, á decir quién era el "Padre Soria)) y lo que me refirió. El muy Reverendo Padre Lic. D. Manuel de 80ria y Beña tenía en 1867 poco más de. cincuenta años, pertenecía á la nación otomí, era de baja estatura, moreno, de cuerpo endeble y enfermizo, ele genio tími­do, de huella capacidad intelectual, humilde y virtuoso, de dulces palabras y modales, abo­gado recibido por el tribunal de Querétaro, lllOnje del Oratorio de San Felipe Neri, de la rnisma ciudad, canó­nigo de la catedral de la misma y Yicnrio Capitular, ó sea, el que /1:obernaba {t toda la J.ióce¡,;is de Querétaro, en la sede vacante por muerte de su primer Obispo D. Bernardo Gárate.

Desde 1853, en que estuve la primera vez en Qu erétaro y conocí y traté al Padre Súria en el Oratorio, tuvimos amistad y correspon­dencia epistolar hasta su muerte. Así e¡;; que el día 12 de marzo de 1868, en que ll egué á Querétaro de paso pa­ra Lagos, ú. mi vuelta de Europa, á poco que me bajé de la diligen­cia, me fuí ú visitar al Padre ::ioria; 110 le ha­ll é, le dejé mi tarjeta, v á las cinco de la tar­Je fu é á la casa de di­ligencias y tuvo la bon­dad de hacerme una visita de algunas ho­ras, eh las que ha bla­mos principalmente de La espada del Archiduque.

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mi viaje á Europa y de lo que en el mismo tiempo había acaecido en México, y especia.l­mente de lo que había. intervenido en los úl­timos sucesos de Maximiliano, y me refirió lo siguiente:

"El día 15 de junio en la tarde, fué la pri­mera vez que visité á l\Iaximiliano, porque me llamó para que recibiera su confesión sacra-

• Retra,t,> fotográfico del Archiduque.

mental (que no hizo esa ta!"de, sino al día si~ guiente) y lo auxiliara en sus últimos mo­mentos. En los días siguieutes lo visité á ma­ñana y tarde. Visité tambi én una que otra vez á Escobedo para arreglar algunas cosas. Cuando yo le hablaba á Maximiliano, lo tra-

taba de "Su Majestad" v cuando lo mentaha delante de Escobedo, le decía "el Archidu­que, "porque tenía mie­do, ja, ja, ja. En la cel­da donde estaba Maxi­mili ano no había más que un catre, algunas sillas de tule, dos baú­les y dos meRaR: en una escribía Maxi11li­liano y en otra estaban siem pre escribiendo dos personas, y me pa­recía eReribían en ale­mán.

La cflda tenía una puerta y una venta­na para el clauf'tro, y l\'Iaximili an o ten í a ",iempre cubierta con su capa la ventana, por­que no tenía vidrios y le molestaba el aire. Lo primero que me dijo Maximiliano el día 15 fué esto: "He recibido la noticiade que laEm­peratriz h a muerto. Ahora f'í ya muero trallquilo. El único tor­mento que yo lleyaba al ~epulcro era el dejar Ú, e~a mujer, y más en el c['tado en que esta­lw ;" y cuaudo dijo es­to, se ie rodaron la s FusilA. con que se <lió el ti ro <lA

grllcia á MaximiliRDo y á MejlR. lúgrimas. Esta fu~ la única vez que lo ví

llorar.. Mejía fu ~ el q1le le dió la noticia de que había IlIUerto Carlota, y era que él y Mi­ramón fraguaron Pf'to para hacE'rle más Ropor­table la muerte Íl Maxiliano, pOfClue se afligía acordándose de::;u espOi:>a."

"El día 16 en la maflana lo confesé y le ad­ministré el Sagrado Viático. El mismo día 16 en la ta,rde, me dijo Maximiliano: "H~game

EL ~fUNDO ILUSTRADO

usted favor de facilitarme un libro:«valiente." Como no hablaba bien el castellano, me que­ría decir «un libro que le diera fuerzaiS para morir." Yo le llevé al día siguiente un tomo de los Sermones de Massillón, y á la otra vez que lo visité, dándome un abrazo y refirién ­dose al libro, me dijo: ,,¡Magnífico, magní­fico!"

"El día lí tratamos de una carta que había de dirigir al ~anto Padre, pidiéndole perdón ele todas las faltas que había conwtido corno emperador católico; él se prestú luego de muy buena voluntad y me dijo: "Redacte usted la ca rta .Y yo la firmo.)) Yo le dije que era me­jor que la redaetara él para que expresara es­pontáneam ente sus sen timientos ; mas él in­",istió en que la redactara yo y cedí. Al día :>ig~liellte ell la lllaíiana le llevé el horrador de la ca rta . .'" al lIt>gar Ú la~ palabras "su humilde hijo, ,, lil e d ¡jo «y 01 'eel il' ntp, ohediente, e¡.;cri­ha u,.;tecl;".'" Il' \'antímdo¡.;p dP!'ll asiE'nto, m e dió un abrazo, elieienclo: «¡Excelente! . ¡exce ­lente!::;olarnellte agregue uf'ted que le supli­co ú Su :::iantidad que se digne decir una misa por mi alma. )) Ei"cribí la carta con las adicio­nes hechas por Maximiliano, E'I cual la firmó y yo me la eeh~ E' n el bolsillo para remitirla á Roma."

Unos de los fusiles empleados en el fusilllmiento.

Yo le dije al Sr. ::-ioria que deseaba t(' ner una copia de esa carta y me dijo que me la remitiría por el correo. Me la remitió en efee­to, y es la siguiente: "Prisión en el Monaste­rio de Capuchinas, en Querétaro, á IR de ju­nio de 186í.-Beatísimo Padre. --Al partir para el patíbulo á sufrir una muerte no mere­cida, conmovido vivamente mi corazón y con todo el afecto de hijo de la Santa Igleflia, m e dirijo á Y. Santidad, dando la más cabal y cumplida f'atisfaeción por las faltas que pueda haber tenido para con el"Vicnrio de Jef'ucri¡,:to)) ~' por todo aquello en que haya sido lastilllU­do su paternal eorazón; ~mplica11do alcallztH, ('OIllO lo espero, de tan buen Padre, el corn';;-­pondi ente perdón.-Tambiéll rtlE'gO humil<1p­mE'l1tc á V. ~antidad 110 ser olvid'ado E'11 su;; cristianu,r; y fervorosas oracione~, y:;i posible fuere, aplicar una mi f'a por mi pohrecita al­ma.-De V. Santidad humilde y obediellte hijo, que pide su bendición apostólica.-MAxl­MILIANO."

La carta, pues, no fué escrita en latín, que

Domingo 22 de Junio de 1902.

es el idioma de la Corte Romana, porque aun­que lo conocía el Sr. Soria, no lo conocía l\faxi­miliano, ni fué escrita en alemán, que era el idioma dc Maximiliano, porque éste ¡lO lo co­nocía el Sr. Soria, sino en idioma español, que era el que conocían los dos. Todas las histo­rias y muchos periódicos han referido que l\Iaximiliano en sus últimos días escribió una carta al Papa; pero hasta hoy se publica esta carta al pie de la letra. Luego que Pio IX re­eibió la carta, hizo una alocución muy i"enti­da á los Cardenales sobre los últimos mome/l­tos de l\1aximiliano, y se celebraron solem nes exequias en la capilla Sixtina, con asistencia del Papa, de los Cardenalef', del Cuerpo Di­plomático y demás grandes de Roma.

El Sr. Soria, prosiguiendo en su narración, me dijo: «En la tarde del mismo día 18 fuí Ít visitar {¡ E~cobedo para arreglar la hora en que le había de deci r la misa [t l\iaximiliano al día siguiente. Le dije: "Diré la misa á las siete" .Y me eontestó: «No, no señor, dígala us­t.ed á las einco. n Le fuí ú com unicar esto á l\Iaximiliano y me contestó: ,,¡Ah, ah, quiere decir que la CORa ha de ser temprano! Bien , bien, á las cuatro de la manan a me ti ene us­ted listo. n En efecto, fuí á las cuatro de la ma­ñana y ya lo encontré con la cara lavada, muy bien peinado y vef'ticlo con aseo. Lo volví á confesar. dije la misa, despuéf' de ella lE' volví á adll1inii<trar el Sagrado Vi(ttico, dimof:' gra­cias, se desayunó y platicamos un rato.

nA las seis de la mañana comenzaron á so­nar los tam bores y las cometas en el patio, y por la escalera subía la tropa que iba á con­ducir á Maximiliano al suplicio. Este se puso muy pálido y cortó la conversaeión. Esta fué la única vez que lo ví turbado. Salimof' luego de la celda,y cuando íbamos en el corredor, ya él iba con su color natural y sus modales fo­gosos. Luego que montamos en el coche, co­mencé yo á temblar, porque me c1ió una es­pecie de conyulsióll, y l\Iaximiliano sacó lue­go un pomito con álcali y aplicándomelo á las narices, me decía: ,,¡Oh, no, no hay que tener miedo, no hay que tener miedo!" De manera que en lugar de auxiliarlo yo, él me iba auxilian(lo, ja, ja, ja. Maximiliano lI eva­ha en la mano derecha un pafiuelo y un cru­cifijo mediano, de bronce, de mi propiedad, que tengo siempre sobre la mesa de mi estu­dio, y en la izquierda llevaba un rosario que le había regalado su señora madre. Luego que el coche paró al pie del Cerro de las Campa­nas, Maximiliano se puso el sombrero, el cual era de color morado oscuro, de felpa v de co­pa baja, y luego se lo quitó y arrojó en el asiento del coche, diciendo: ,,¡Ah! esto ya 110

Dedicatoria para el Gral. Escobedo, del retrato del Ar­chiduque.

sirve!" Trató de abrir la portañuela, y no ha­biendo podido hacerlo pronto, se salió del co­che sin abrirla, lo que me admiró, porque era

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Domingo 22 de Junio de 1902.

muy largo, é iba subiendo tan aprisa por el cerro, que no lo podía alcanzar."

Después de haberme referido el Sr. Soria el modo con que se colocaron :Maximiliano, Mi­ramón y Mejía, y las arengas que dijeron el primero y el segundo, me dijo: "Estando pa­rado Maximiliano en el lugar donde lo iban á fusilar, me entregó el crucifijo, el pañuelo, el pomito (;on álcali y el rosario. Antes me había encargado que remitiera el rORario á la archiduquesa Sofía. Dió algullos pasos hacia los soldados que lo iban á fusilar, llevando algunas onzas de oro en la marío; el oficial que mandaba la ejecución le dijo: "Atrás;» Maximiliano le dijo: ,,¿Qué no se permite dar­les esto?" El oficial contestó que sí, y Maximi­liano se acercó á los soldados y dió á cada uno un "maximiliano,» que era una onza de oro de á 20 pésos, con RU busto. Luego que fusilaron á los tres, hubo una gritería de <qMuera el Imperiol" ,,¡Viva la República!» sonido de tambores y cornetas y desfile de tropas, y yo me quedé parado y entontecido, hasta que un oficial se acercó á mí y me dijo: "Padre, la misión de usted está concluí da y me parece que no está usted en su lugar.» Luego bajé de prisa por el cerro, me metí en el coche, me fuí á mi ,casa y estuve algunos días en cama, enfermo del estómago. Des­pués un alemán me ofrecía 500 pesos por el crucifijo y yo no se lo quise vender, diciéndo­le que también quería conservarlo como un recuerdo.»

Luego que se fué el Sr. Soria, me acosté, porque jamás, ni en mi juventud, he acos­tumbrado leer ni escribir nada después de las nueve de la noche. Otro día, en Guanajuato, eséribí estos apuntamientos, para conservar en mi memoria, ~al pie de la letra, lo que me había dicho el Sr. S~)fia.

jigusfi'l1(ivera.

------------~--,.~,_.------------

EL DÉCIMO

¿La historia de mi boda? Oiganla ustedes: no deja de ser rara. Una esc,uálida chiquilla de pelo greñoso, de

raído mantón, fué la que me vendió el décimo de billete de lotería á la puerta de un café, á las altas horas de la noche. La dí de prima una enorme cantidad, un duro. ¡Con qué hu­milde y graciosa sonriRa recompensó mi lar­gueza!

EL MUNDO ILUSTRADO

-Se lleva usted la suerte, señorito-afirmó con la insinuante y clara pronun"CÍación de las muchachas del pueblo de Madrid.

-¿Estás segura?-le pregunté en broma, mientras deslizaba el décimo en el bolsillo del gabán entretelado y subía la chalina de seda quP me servía de tapabocas, á fin de preser­varme de las pulmonías que dispersaba el re­musguillo barbero de diciembre.

-¡Vaya si estoy segura! Como que el déci­mo se lo lleva usted por no tener yo cuartos, señorito. El número ...... ya lo mirará usted cuando salga ...... Es el 1,420; los años que tengo, catorce, y los días del mes que tengo sobre los años, veinte justos. Ya ve si com­praría todo el billete.

-Pues, hija - respondí echándomela de generoso, con la tranquilidad del jugador em­pedernido que sabe que no le ha caído jamás ni una aproximación ni un mal reintegro,-­no te apenes; si el billete saca premio ....... la mitad del déCimo para tí. Jugamos ÍI mpdias. Una alegría loca se pintó en las demacradas facciones de la billetera, y con la fe más ah­soluta, agarrándome de una manga, exclamó:

-¡Señorito! por su padre y por su madre, déme su nom bre y las señas de su casa. Yo sé que de aquí á cuatro días cnhramm:.

Un tanto arrepentido ya, le dije cómo me llamaba y donde vivía; y diez minutos des­pués, al subir á buen paso por la Puerta del Sol á la calle de la Montera, ni recordaba el incidente.

Pasados cuatro días, estando en la cama, oí vocear "la lista grande.» Despaché á mi criado á que la comprase, y cua.ndo me la subió, mis ojos tropezaron inmpdiatamente con la cifra del premio gordo; creí soñar; no soñaba: allí decía claramente 1,420 .... .. mi décimo, la edad de la billetera, la suerte para ella y para mí! Eran muchos, muchos miles de duros los que representaban aquellos benditos guarismos­v un deslumbramiento me asaltó al leyantar­ine, mientras mis piernas flaqueaban y un su­dor ligero enfriaba mis sienes. Hágame justi­cia el lector: ni se me ocurrió . renegar de mi ofrecimiento ...... La chiquilla me había traído la suerte, había sido mi. "mascota» . ..... Era una asociación en que yo sólo figuraba como socio industrial. Nada más justo que partir las ga­nancias.

Al punto deseé sentir en los dedos el con­tacto del bienaventurado papelito. Me acor­daba bien; lo había guardado en el bolsillo ex­terior del gabán, por no desabrocharme. ¿Dón­de cRtaba el gahán? ¡Ah! allí, colgano ('11 la

EL VALLE DE MEXICO.-Cuadro de Velasco.

percha ...... A ver ...... Tienta de aquí; registra de acullá ...... Ni rastro del décimo.

Llamo al criado con furia, y le pregunto si ha sacudido el gabán por la ventana ...... ¡Ya lo creo que lo ha sacudido y vareado! Pero no ha visto caer nada de los bolsillos; nada abso­lutamente ...... Le miro á la cara: su rostro ex­presa veracidad y honradez: en cinco años que hace que estú á mi servicio, no le he cogido jamás en ningún gatuperio chico ni grande ... Me sonroja lo que se me ocurre, las amenazas, las injurias, las barbaridades que suben á mis labios .......

Desesperado ya, enciendo una bujía, escu­driño los rincones, desbarato armarios, paso re\'Ísta al cesto de los papeles viejos, interro­go á la canasta de la basura ...... Nada y riada: estoy sólo con la fiebre de mis martos, la se­quedad de mi amarga boca y la rabia de mi corazón!

A la tarde, cuando ya me había tendido so­bre la cama á fumar, para ver de ir tragando y digirielldo la decepción horrible, suena un campanillazo vivo y fuerte, oigo en la puerta discusión, alboroto, protestas de alguien que se empeña en entrar, y al punto veo ante mí á la billetera, que se arroja en mis brazos, gritan­do col) muchas lágrimas:

-¡Señorito, señoritor ¿Lo ve usted? Hemos sacado el gordo.

¡Infeliz de mí! Creía haber pasado lo peor del disgusto, y me faltaba este cruel y afren­toso trance: tener que decir, balbuceando co­mo un criminal, que se había extraviado el billete, que no lo encontraba en parte alguna, y que por consecuencia nada tenía que espe­rar de Iníla pobre muchacha, en cuyos ojos negros, ariscos, temí ver relampaguear la duda y -la desconfianza mús infamatoria ......

Pero la billetera, alzándolos todavía húme­uos, me miró serenamente y dijo encogiéndose de hombros:

-¡Vaya por la Virgen! Señorito ...... 110 na­cimos ni. usted ni yo para millonarios.

¿Cómo podía recompensar la confianza de aquella desinteresada criatura? ¿Cómo indem­nizarla de lo que la debía--sí, de lo que la debía? Mis remordimientos y la convicción de mi grave responsabilidad pesaban sobre mí de tal suerte, que la traje á casa, la amparé, la eduqué y por últ.imo me casé con ella.

Lo más notable de esta historia es que he sido feliz.

E~lfLIA PARDO BAzÁN.

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EL MUNDO ILUSTRADO

Don José Maria Velasco en su estudio

cArlistas cJJ(ezicanos.

Viejo pintor que con su perseverancia y talento ha logrado una fa­ma tan justa como merecida, Don José María Velasco es, hoy por hoy, uno de nuestros más celebrados artistas.

De su paleta han brotado cuadros llenos de luz y de verdad, que tanto aquí, como en el extranjero, le han valido siempre elogios en­tusiastas. En las exposiciones de París, Filadelfia. Chir'ago, New-Or­leans y España, sus obras fueron premiadas, y su nombre consig!la- ' do con encomio en las crónicas.

En la actualidad, cl Sr. Velaseo sinoe la clase de Paisaje y Perspec­tiva en la Escuela de Bellas Artes, y es profesor dibüjante en el Mu­seo Nacional.

Como maestro, profesa un decidido amor á la enseñanza, y ha forma­do discípulos que le honran por su amplia información artística y su empeño. Entre otros, nwrecen citarse Mercedes Zamora, Dolores So­to, Carlos lUvero, Cleofas Allllanza y Muteo Saldaña, ventajo~amen­te conocidos.

De SUH antecedentes, como artista, podemos "decir que fué discípulo . del notable pintor Don Eugenio Landesio y que, deiSde los comienzo¡; de su carrera; dió pruehaH inequívocas de su facilidad para tradu<.:Ír á la tela, ora el soberbio espectáculo de un crepúsculo, ora el imponen­te panorama en que los volcanes He de¡;tacan fin~iendo enormes tes­tas coronadas de hielos eternos. La campiña con todos sus primorei"; el río, el árbol, el cielo C011 todas sus gala!:'; lo que ¡;iempre es bello, lo que siempre ofrece el1cantos á los ojos y expansi{m al alma, ha si­do HU fuente de inspiración predilecta.

Pocos, como el Sr. Velasco, se' ha.brán dedicado-estamos ciertos-­con tanta constan<.:Ía á 101' f>studiof' de pai:,;aje, y pOCOH, COhlO él, habrá que logren bordar HUS obras con el d('rroche de detalles y de puntua­lidad que se observa en ¡.;us cuadroH. S{~ cOl)oce que estudia mucho, y que no desperdicia nada de 10 .que puede servir de motivo á su pincel.

Por lo demás, el Maestro ha sido objeto de distinciones tan honro­¡.;m3, como laque recibió siendo estudiante aÚII, de habérsele nombra­<lo profe¡.;or de la Academia de San Carlos. Hace poco le fué conferida la Cruz de la Legión de Honor y la de caballero de la orden de Fmn­ciseo José. Como miembro de la Sociedad Mexicana de Historia l' a­tUl'al, ha prestado muyjJUenos serviciol? ..

Ilustramos estas planas con una fotografía que representa al Maes­tro en su estudio de la Escuela de Bellas artes, y con la copia de dos de sus cuadros más notables.

Domingo 22 de Junio de 1902.

Peiias.-Cuadro de ~e1ucio.

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Domingo 22 de Junio de 1902.

La catástrofe de la Martinica LAS RUINAS DE S.AINT PIERRf:

La terrible catástrofe de la Martinica, casi sin precedente en la historia contemporánea, y que tan dolorosa impresión ha causado en todos los pueblos de la tierra, aparece cada día, con los relatos que de ella hacen los que estuvieron pré.'lentes en Saint-Pierre horas des-pués de la completa destrucción de la ciudad, más, mucho más tremenda de lo que en mi

principio se creía. Toda una población entregada á las fecun­

das labores de la paz y del trabajo, que eran, hacía mucho tiempo, su patrimonio, desapa­reció al paso de un torrente de lava que fué á derramar al Océano. Los templo!", los edificio>; más suntuosos, las chozas más humildes, to­do, en un solo día, quedó convertido en mon­tones de escombros y cenizas; el afán de mu­chos años; la obra realizada con tantos Bacri­ficios ' y á costa de numerosos esfuerzos, se deshizo como la sal en el agua, y donde antes velaban el amor maternal, junto á l,a cuna, y

EL MUNDO ILUSTRADO

Ruinas de la Catedral.

"Al llegar á la ciudad-dice,-me dí inme­diatamente cuenta de que aquello era una in­mensa hoguera. Hice salvar algunos sobrevi­vientes que se encontraban á bordo del vapor inglés "Roraima)) y sobre las cenizas en tierra .

. Todos estaban más' ó menos abrasados, y al­gunos murieron durante el camino."

Todos los habitantes de Saint-Pierre mu­rieron por el fuego y la asfixia; los navíos fue­ron volcados, incendiados, y los máRtiles cor­tados al ras de los fondos. El "Suchet" se sal­vó por una mera casualidad; pues habiendo ordenado el Gobernador al Comandante que estuviera en Saint-Pierre el día 8 de mayo á las siete de la mañalIa-cineuenta minutos antes de que sobreviniera la catástrofe, exac­tamente,-retardó su marcha, debido á que tuvo que hacerse alguna reparación á las ma­quinarias.

En la plaza de Bertin: restos del Semáforo.

A su llegada á Saint-Pierre, el Comandante envi6 á tierra cuatro escuadras de obreros y exploró en persona, con una de ellas, toda la ciudad, cerciorándose de que todos sus habi­tantes habían desapárecido. Después salió pa­ra el puerto de Precheur, que estaba seriamen­te amenazado, y con el auxilio de dos buques, logró poner en salvo á los angustiados mora­dores ele aquella población.

el genio de la civilización, sobre todo un pue­blo, sólo queda un cuadro triste, inmensa­mente triste: la desolación bajo el manto ele brumas de la desgracia.

La calle de Víctor Hugo.

El comandante del crucero "Suchet)) descri­be, con los colores más vivos, la terrible es­cena que surgió á su vista cuando horas des­pués de la hecatombe, llegaba á Saint-Pierre.

El relato del comandante del "Suchet)) bas­ta, por sí solo, para dar exacta idea de la

La plaza de la Catedral.

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EL MUNDO ILUSTRADO

Un cadáver encontrado en la plaza.

magnitud de la catástrofe. ~ El Capitán de la goleta "Gabriela" describe también á un ami­go RUyO ele Fo. t-de-France aquel cuadro ate· rrador con todo!" SUR eRpel uznantes detalle~.

Completamos la información gráfica que he­mos estado publicando acerca del teni bl e RU­c~!"o, ('on algunas vistas muy int.(~rrsantes, ¡J I'

las ruinas (11' S • .int-Pierre.

CUPIO DISSOL VI.

¿Cuándo, Heíior, el (lía Ilegari't (le la eterna bienHll(lanZll, radiar.te lle alegría, en pos del cual se lanza con amoroso anhelo mi e!"pemnza?

Rota ya la cadena de la materia vil del bajo suelo, ¿cuándo el alma serena podrá romper el vuelo y las mansiones habitar del cielo?

Ella "Casa de oro," ¿cuándo gozarla le serú ya dado? de su inmortal tesoro, ¿hasta cuándo privado

Domingo 22 de Junio de 1902

¡Traspasar tus fronteras anhelo ya, mansión de mis amores, sentarme en tus riberas, ceñirme con tus flores, y escuchar de tus fuentes los rumores !

¡Ver los muros lucientes que te circundan, celestial palacio, bañarme en tus corrientes, y por el leve espacio, cabalgar en tus nubes de topacio!

Mas ...... ¡ay! que es trance duro, cerca la orilla Yer; casi tocarla, juzgarse ya Reguro, y luego ...... ¡oh Dios! dejarla cuando el barco feliz iba á gozarla.

¡Ah no, Seíior! tus brazos tiende bond oso al pobre navegante; quebranta ya RUS lazos, y, pueela en un instante, ¡ir la gloria {t brber en tu semblante!

FeDerico €scobeDO

ha de quedar el pobre desterrado? Ceremonia en Nuestra Señora de París, por las víctimas de la catástrofe.

Á LA MEMORIA DE ALEJANDRO 111.

El grabado que reproducimos á continua­ción, repreRenta la espada que el Presidente de la República Francesa, M. Loubet, depo­tó :ante la tum ba del Czar Alejandro IlI, en BU última visita á Rusia, corno un homenaje á su memoria y eri prueba de las cordiales rela-

... _ .1

ciones que unen ú su pueblo eon el imperio de Nicolás II.

La espada es una primorosa obra de arte: su empuñadura es de oro y marfil, trabajados con exquisito gusto, y la hoja, de acero muy fino. Un gran ramo de olivo, de oro, enyuel-

ve la empuñadura, y en el lazo que lo sujeta se ve cincelada esta frase: "F(f'(leris memo\'. " ,,(Recuerdo de alianza).))

M. Loubet obsequió al Metropolitano de San Petersburgo y á la Municipalidad, con valiosos objetos de arte.

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EL' CA' BEL' LO' Después de nuestro artículo ?el primero del presen~e, muchos lectores nos han pedIdo datos complementarlOs •

sobre el método empleado por el INSTITUTO CAPILAR. Creemos que lo mejor, es invitarlos para que escriban al Direc-tor del Instituto Capilar, 10 RUE DE I'YSL Y, PARIS, el que con gusto dará gratis todas las indicaciones que se le pidan.

LAS AGUAS DE POZOS Son en general malsanas. Si ellos son abiertos en las

cercanías de las casas 6 poblados y á poca profundidad del

suelo, puede asegurarse que no son verdaderos nacimiE:'n­

tos naturales, sino las infiltraciones de albañales y desa­

gües de las mismas casas y, por tanto, los agentes segu- ,

ros de

LAS INFECCIONES DEL INTESTINO. Si los pozos son abiertos á gran profundidad, consti­

tuyendo la tierta una especie de gran filtro, la cavidad de

un pozo es una oportunidad para que los gérmenes reteni­

dos en las capas inferiores del suelo, las infiltraciones de

los cementerios y por consiguiente, las materias orgáni-

, cas derivadas de los cadáveres en descomposici6n y, en

general, las matenas fecales absorbidas por la tierra é in­

filtradas por las lluvias, encuentran desahogo, á lo largo

de las paredes de los pozos cuando éstos no están revesti­

dos, llevando á los individuos que toman tales aguas, los

microbios patógenos del

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, ~ las sefioras no tendrán necesidad de recurrir al mé iico, • ~ pue3 ellas mismas podrán haces ce sus curaciones, ni ten- ~ • dfán que hacer cama y evitarán lon tal método una ~

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El fosfato de c8I1 que entra e& la

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res," estA preparado por UD procedl·

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~ito y 110 se encuentra en el co·m-erclo

lI..sconffen ~as Lmltaclooes y falsl ·

ficarlones.

Eu lJrfezico : :S. LABa.DIE Suo'" y c'.

Nunco S8 apUqo8uYejlgalorio sin haber.epl'OcurCldoeaverd.dero

~~~~~~~ UlIG1'ORlO de1LRESPDS PAPELdaALBEIPE1REI para mantener los Vejioatorios Bin olor ni dolor. .

PUIIOtJZE·ALBESPEYRES. 78, Faubourt St·D.ni., 'ARIS. J •• loIulu ..... IIC1H1.

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EXTRAÑO PODER MENTAL. COMO LA GENTE ES SUGESTIONADA

PALABRAS SORPRENDENTES DEL COMITÉ FORMADO PARA INVESTIGAR EL HIPNOTISNO PARA BIEN PUBLICO.

EL JUEZ H ENRY S¡·HAFER.

101 Crutchfield S t o Dalias, Texas.

, DIl. G. S. LrNcOLN.

Conductor de F errocart' iles, Pueblo, Col.

Ya no es un mito el hipnotismo, no es una creación fantflstica de la imaginación, sino una realidad. el mfls grandioso poder, que pue­de producir bien infinito. Con el fin de apreciar el verdadero valor de este tan decantado poder, se ha formado un comité, compuesto de un médico, un jurisconsulto bien cúnocido, un prominente ministro y un ferrocarril ero de nota, para invcs tigar el Hipnotismo.

El comité hizo una serie de iu vestigaciones con respecto al poder del Hipnotismo para influir en las acciones y hechos de la gente, en sus pasos de cada uno de los Jías de su vida.

El primer paso dado por 10'3 Iuiembros del Comité , fué el dominar esta ciencia en todos sus detalle;;, 1> ara de esta manera poder juzgar y decir por experiencia propia y per sonal , el bien ó mal que este extra­ño pOder produce. Escribieron al Instituto de Ciencias de Nueva York, en Rochester, N. Y., que es la Escuela de Hipnotismo y Cien­cias ocultas mfls grande -del lllun do, y recibieron plenas y completa$ instrucciones con respecto fl la manera de cómo se puede usar el Hip­notismo para influir en la gente sobre sus negocios . cómo usarlo pa­ra el tratamiento de enfermeda,le:>, etc .. etc. En pocos días se hicie­ron completo ca.rgo de estas inst l'ucciones , volviéndose los hipnotis­tas mfls acabados.

Estalla clala.nente demostrallo que el Hipnotismo puede ser em · pleado de tal modo, que la P(~l\;(llla hipnotizada estfl enteramente in ­consciente del hecho de que t!3tá siendo sugestionada ; y , tomando an

'consideración todas estas cosas, el Comité estimÍ! esto como el ma,;; valioso descubrimiento de los tiempos modernos. Este conocimienlo es de lo más esencial para tener éxito en la vida y estar bien en so­ciedad.

El Dr. Lincoln dice lo siguiente : " Después de una concienzurla investigación, considero el Hipnotl smo como el más maravilloso agen­te terapéutico ó curativo de la época"_

El Juez Schafer, aunque una emin encia en Leyes, puso su atención

Dirigi l':<e al Instituto dr (,i r neias de ~ uem York .

HE\'. P AUL W ELLER .

Oorham, N. Y . F. H , S 'fOUFEH, S ECo y TESORERO DE

. . Fl em ington N .. J.

en curar (;)nfermedades, y con pocos trata.mientos, curó fl John 1<1. Myers, de Flemington, N. J., de una rara enfermedad que lo había te­nido postrado en la cama por nue ve años , y la cual, según opinión de los doctores , acabaría por matarlo. La fama del Juez ::Schafer se ex­tendió por muchas leguas fl la redonda, y centenares de personas ocu­rrieron á él para recibir el tratam iento.

El señor Stoufer ejecutó ~a asombrosa proeza de hipnotizar fl Mr. Cunningham, de Pueblo, Col., á una distancia de varias calles. Tam­bién hipnoclzó fl un anciano caball ero , haciéndolo que recorriera las calles gritando : ' -Se venden cacahuates tostados al rojo". En opinión de Ml'. Stoufer , el hipnotismo es i ndisl.ensabl e para el éxito en los ne­gocios de todos.

El Reverendo Paul Weller op ¡na c_ue todo ministro y toda madre deberian ('onoeer el Hipnotismo ]la ra el bien que con él se puede im­partir á las personas con quienes se ti ene diario contacto.

Al hablar sobre este maravillo so poder . el Presidente del Colegio Harvad , se ñor Eliot, dijo á SUd <iis cipulos: "Jóvenes , existe en cada uno de ustedes un poder sutil late nte, el cual mu y pocos han sabido desarrollar, pero que si se desarro liara, haría de ustedes hombres irresistibles . Este se llama el magnetismo personal ó hipnotismo, aconsejo á ustedes que lo posean.

E l Instituto ae Ciencias de ~iueva York , acaba de publicar 10,000 ejem plares de un libro que explica y enseiia todos los secretos de es­te sorprendente poder y da instruc ciones explícitas para poder llegar á ser un prflctico hipnotista, de ta I mod o que usted puede hacer uso de esta fuerza, sin el conocimiento de nadi e. Cualquiera persona pue­de aprend er , se garantiza el éxito.

Est e libro contiene también un informe completo, dado por los miembros <I e l Comité . Se mandará enteramente gratis á quien lo pida y esté inte resado ; se puede pe¡lir por tarjeta postal. Escriba usted

hoy.

Dellal'talllento 4;"í1 , \r., ROe'he:<tel'. K. Y. -- U. S. A.

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EL MUNDO ILUSTRADO Domingo 22 de Junio de 1902

MUSAS Y BUJKHKS.

Tengo un amigo que de la vida só­lo ama el ensueño; de la realidad sólo estima la linea, el ritmo, el co­lor, elementos de lo bello, milagro­sa exudaci6n ideal que la naturale­za arranca de las cosas. El mira con soberbio desdén la frívola galante­da que el incontable vulgo confun­de con el amor, y tiene por este sen­timiento el má.s religioso respeto.

El sabe historias que yo creo In­teresantes, y tiene pasiones que yo creo amables. La sinceridad de él en su correspondencia conmigo es por si sola estimable, porque el má.s raro de los fenómenos es, acaso, la perfecta transparencia de una alma para otra alma: esa expansi6n su­prema del esplritu que los misticos llaman consust&nciación y sin la cual ningiín afecto ' es pleno, ni es sino egoismo el cariño, ni es sinu talsia el amor.

Es de la correspondencia de ese amigo que copio algunos pirrafos.

"Bien sé-me escribi6 una aCR" si6n-que en estos tiempos de aná.­lisis el amor es neurosis perdonable s610 á. temperamentos impresiona­bles de artistas y de poetas; que s6-lo éstos pueden narrar la intangible vaguedad del dolor y del éxtasis con­tenida en las historias del coraz6n; evocar con las f6M:nulas de la ins­piración eSQs arcanos del verbo que caben s610 en los arcanos l:lel ritmo, y hacerlos comparecer como en mar­co de luz en la harmonla. del verso, vibraci6n sonora del beso con que la musa enciende la frente de los bardos.

"Bien sé c6mo los espiritus fuerte~ compadecen á. quienes incurren en tan adorable debilidad; pero recuer­do que el mismo Voltaire escribi6 al pie de una copia del "Amor" de .I:'raxiteles: "Qui que tu sois, voici ton maitre: il U est, le fut ou devra l' etre;" é imagino que á. despecho de las burlas de quienes no saben ó :la pueden ya sentir, cabe tratar en se­rio lo que Renan llama "el misterio por excelencia de la creación, el nudo de las cosas y el má.s profun­do secreto del ser." "Para mi tengo que amor eS re­

dención, y su impulso virtud, y su ternura escala por. donde suben las almas al empireo, y su beso plega­ria, y su ley ,la ley.

"Td sabes-me decia en otra de

sus cartas-que sólo una vez he amado; que franqueaba yo los um­brales de' la adolescencia, cuando "Ella" pasó ante mi, en la vida, cual por la amplia nave g6tica ade­lanta en el inmenso drama Marga­rita, y desde entonces la profesé el intimo ' culto que se les profesa Ii. los ideales imposibles; que siempre en los caminos sin fin de la peregri­nación, 6 desde la cubierta de la na­'ve, vi su imagen alzarse en la obs­cura lejanfa, coronada la frente por todas las estrellas del cielo, besa­das sus plantas por todas las espu­mas del océano, y que los mejores recuerdos mios está.n hechos de ful­gores de sus ojos y de resplandores de su Juventud, irradiados cuando pasaba ante mi altiva y serena co­mo extasiada por celestes mdsicas; que yo, el indolente, llegué á. pensar cómo la lucha en la. existencia es bella bajo el tendal ~e luz de su mirar, y que la muerte alcanzada al rescoldo de su seno piadoso y di­vino, s610 haria que hiciese yo vi­brar los antros de la nada al eco del dltimo, supremo contacto de sus labios.

"Eso sabes; pero no c6mo duran­te este largo silencio he sido egots­ta contigo. No te perdonaba ni el acusarme de hacedor de frases, ni que esas confidencias salidas de den­tro mi pecha como de una cá.lida fragua, .merecieran de U el califica­tivo de bostezante prosa de soña­dor_ Me dijiste cómo esa forma de enagenación tenia un remedio, cual er~ ei de acercarme, hablarla, al­canzar lo que imaginaba yo impo­sible, palpar la realidad y darte gra­cias por haber logrado que se desva­neciera como por encanto ese ele­mento perturbador de mi cerebro. Probé á. segUir tu consejo, y ....• cuando un dla tuve fuerzas para na­rrarle la historia de mi' coraz6n, ella tuvo para mi la suprema piedad fl)­menina: el amor_

:'En vano he aguardado para es­cribirte el advenimiento de ese á. quien llamas el libertador: el has­Uo fatal del tiempo; lejos de sen­tir que se aprOXima, noto c6mo des­de que ascendi hasta ella va mi ca­riño acendrá.ndose y expandiéndose gozosamente como la luz orgullosa de iluminar más. "Esta mañana, por ejemplo, experi­

menté una sensaci6n intensa y ex­traña por referirte la cual reanudo mi correspondencia contigo tras lar­gos afias de silencio.

Sombrero de paja, adornado con grandes ramos de florea.

Un traje de mañana y uno de tarde, propios para la estación.

"¿Has observado tú esa como al­ba fosforescencia de las formas be­llas en las estatuas de las diosas?' Al verla hoy noté que, como esos má.rmoles de los cuales es herma­na, ella también es sagrada y res­plandece. Ño hablo del brillar de sus pupilas, de la fascinación de su sonrisa, de la rftmica majestad ra­diosa de su andar, sino de esa Dlan­ca esplendidez turbadora que, cual aroma luminoso, se escapa de toda

su persona y la envuelve en manto inconsútil de apacibles esplendores. Bella es la onda de luz que se des­prende de las deidades marmóreas, las envuelve en albor de luna, y les da vida en el mundo de la idea; pe­ro la refulgencia de la belleza nue vive y vibra, ' es inefable. La carne, sonrosada y alba, enemiga de los fariseos y camarada excelso del al­ma pagana, flecha por cada uno de los poros la saeta de Cupido; sacra fuerza que conturba, hace postrar de hinojos, mueve á adorar, y despier­ta en el pecho el ansia de que ni un á.tomo de blancura quede sin la huella del labio reverente, hasta que arropada en faná.tlcos besos duerma la beldad, cual radiante visian coro­nada de azahares.

"-¿Azahares? "-Digno eres de compasión si ig­

noras que en el mundo del amor la inmaculada flor del limonero es siempreviva que I!unca se deshoja: que la amada es siempre el tipo in­superable de lo bllllo y de 10 bue­no, á. la cual se acerca el sacerdote de aquel templa, el sefior de aquella alma, como el supersticioso al ara de su Dios: que ' cada beso es el primero, y en el mismo religioso temblor epitalámico, la memoria y la conciencia de lo real se desvane­cen en los limbos del éxtasis, altu­ra cuasi infinita, en la infinita es­cala".

Copiada más; pero me detiene el temor de que, no conociéndole, no

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Domingo 22 de Junio de 1902. EL MUNDO ILUSTRADO

de Teresita; un abanico muy pinto­resco que tenfa por' un la,do la "rue­da de la fortuna" llena de números, y por el otro varias contestaciones también numeradas.

Quedóse Jacinto mirando distraf­damente la' profética rueda, y ' le di­jo ella de pronto:

-Oye .... ¿por qué no le preguntas algo al abanico, á propósito de nues­tra suerte para el año que viene?

-¿ Tú crees en esas tonterfas? -Algunas ,salen verdad; ... ... naz

una pregunta cualquiera. Mira, no tienes más que poner un dedo en el borde de la rueda, cerrar los ojos, preguntar lo qlLe te parezca, y mar­cando despuéS circulo s alrededor de la rueda, te detienes cuando quieras. Luego se ve el número que señala el dedó y se busca la contestación correspondiente del mismo número, que está á la vuelta.

Por complacer á Teresita, formuló Jacinto esta pregunta: -¿Qué me espera el año q\Le viene? Y después de hacer las operaciones indicadas, buscó la contestación. -¡ Calabazas!, leyó, poniendo cara

de vinagre. Yeso q\Le no era supers­Ucioso, Teresita bajó la cabeza de­solada; ella crefa en brujas.

11

De regreso Jacinto á la capital, pa­ra cursar otra vez la insuperable asignatura, no 'se Le borraba del ma­gfn la predicción del abanico.

Colección de trajes de 'campo, para niños de 3, ,6 Y 8 años.

-Conque. . . .. ¿ Calabazas ?-se de­cfa.-Pues yo prObaré que el tal a>Ja­nico miente como un bellaco; este año apruebO la Medicina legal, ó pierdO mi nombre.

encontréis á mi amigo tan sincero ni . tan interesante como mi simpa­tia lo supone.

CESAR ZUMETA

•••

ALBORADA Despertando está la aurora

que colora De una nuoe el blanco tul ; y la luz desgarra el velo

que del cielo Ocultaba el limpio azul.

Ya la noche que se aleja sólo deja

Tras las sombras ' al huir, Un lucero :vacilante

que un instante Brillará para morir. Murmurando está la fuente

dulcemente Entre el verde platanar; Y se .escucha en la espesura

la voz pura De las aves al cantar.

Y las brisas rumorosas que á las rosas

Agitaron al pasar, Los aromas reCOgieron

que les dieron Las violetas y el azahar.

Ya la luz primera baña la cabaña

Del humiláe labrador; ): la poética capilla

donde brilla Con viYfsimo fulgor.

¡Dulce luz de la mañana que galana

Ya comienzas á brillar ; Da la paz á mi pObre alma

que la ca1ma No puede jamás hallar!

¡ Esa luz que allá en el cielo rompe el velo

De la negra obscuridad, Que penetre hasta mi mente

y me aliente Con su alegre claridad!

JOSEFINA NANDIN.

---LA PBEDlCCION DEL ABANICO

1

Con l~s orejas gachas y más co­rrido que ,'una mona, volvió Jacintp á su pueblo aquel verano, llevándose

en la maleta las "quintas calabazas" de la asignatura de Medicina legal, única que le faltaba aprobar para hacer los ejercicios de reválida.

El pobre ' Jacinto vióse obligado á dar cuenta á su familia, y ¡ay! á su novia, del desastre. El caso no era de , suma gravedad; Teresa, la linda prometida de 'Jacinto, esperaba á que éste obtuviera el Utulo de l'lé­dico, para casarSe con su novio, y al oir la 'infausta"nueva, ¡'e (lijo: ~Jacinto. ya sabes lo qlle te qllie­

ro; pero también sabps q;le mi pri­mo Roque bebe los vientos por mi; él es rico, y mi madre está empeñada en' hacerle mi marido. . . .. . Ha em­pezado tres años después que tú su carrera de abogado,' ;' te pre"engo

que si te alcllnza, y luego te deja atrás, y pesca el UtuJ-) antes que tú .. .. . . no me será posihle evitar que me case con él. ~¡Teresita, que me estás matando! -Pero, hijo. . . .. si llevas ya tres

años con esa maldita asignatura! Va­ya, que te has atascado ahf..... y no te sacan d,el atolladero , ni dos pares de mulas.

-Es que ~olofernes me tiene ti­rria ..... ¡Asf reviente!

-¿ Quién es Holofernes '? -El catedrático de Medicina legal;

asf le llamamos los estudiantes. ¡ Ah! , si yo pudiera convertirme en Judith por una hora tan sólo!

Mientras sostenfan los novios este palique, jugueteaba él con el abanico

Era verdad que Holofernes, como él siempre le llamaba, le tenfa entre ceja y ceja d.esde cierto dfa que Ja­cinto fué cabeza de un moUn estu-diantil .... . . . ¿ Cómo domar el mons-truo?

Expnmiendo el meollo acabó por ' ocurrfrsele una idea magna; habia que jugar el todo por el todo, y ya que no le era posible vencer a Holo­fernes con las armas de la sabidu': da, vencerfale con las de la astucia.

Tenia el doctor una hija llamada AtanaSia, más fea que un paUbulo á media noche, y á la cual nadie habia dIcho una sola palabra de amor .en los tremta y cinco años Il.ue lleva­ba de vida.

Jacinto, que era bastante guapo

Capa tul ó ga8a, propia para la , eitación., Talle estilo torero, sobre blu8a de seda cruda.

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E)L MUNIDO ILUSTRADO Domingo 22 de Junio de 1902.

Elegante traje de mañana, pa'ra calle.

y , seductor, le puso los puntos y aca­bó por imloquecerla : regalitos de fio­res y dulces, paseos por las calles, cartas incendi,ariaS , ... ... nada omi-tlónuestro ,estudiante para volver tarumba á la ya rancia doncella.

A lo mejor de una "juerga" con sus amigos. despedfase de ellos di­Ciendo :

-Me voy á estudiar la Medicina legal.

y se iba á rondar la calle d,e Ata­násia.

En las cercanfas de J.unio, mes fa­Udico de ' los h á.menes, dijo 5. . ¡fu cortejo:

-Es preciso, si quieres que nos casemos por la posta, que hables , ~ tu papá roecomendándole sea indul­gente conmigo y lio me deje suspen-so por sexta vez. '

-Cuenta con ello ... . .. ¡vida mfa! -contestó la enamorada hija de Ho-lofernes.

III En efecto, tan oe1j.caz : fué )a reco­

mendación, ' que ' 'cÚarido llegó el mo­mento supremo de) ' eJÚt:men, casi to­do se to ,'dijoel' fli.~uro suegro, y ' le dió la nota ' "notabl'1lmeilte ' aprove-chado." ' ¡ •

' ¡ Por ,fin ,! Corrió 'Jacmto á 'tm café, loco de alegrfa., y sin acordarse de pon'er en conocimiéiltode su novia número ' dOs el feliz resultado :.oI'l.e,~ examen,' apl"esur6se á escribir á 9Jl novia núinero uno esta carta : '

" Adoradfsirb.4I: ' 1,'eresita : Rompe el abanico en d en pedazos, por menti~

roso; acabo de examinarme ' y he,. :&b~ tenido la nota de "notablemente aprovechado." Si en estos efas te

escribo poco, no te extrañoe, ' pues pienso dedicarme á repaSar todas las asignaturas de la carrera., para hacer, sin pérdida. de tiempo, los ejercicios de reválida."

Dos dfas después riecibió Jacinto esta respuesta:

"Jancinto : No te tomes la moles­tia 'de escribirme, ni ahora ni nun­ca. Mi primo me ha entregado una de las cartas que escribiste á tu amada Anastasia; el pobre chico se gastó cinco duros en comprárSela á

la criada de Holofernes. El ' añ'o que viene me caso con ltoque."

-¡Calabazas! , exClamó Jacinto, de­jando caer la ter'riuLe misi~. ¡Tenfa razón el abanico:

'RAM I RO BLANCO. . .-. . LO QUE SOBRA.

Yo no sé cómo se llama, ni me importa nada, un tal que fué á la estación centtal á expedir un telegrama:. Sólo sé que el tal,' oon suma presteza y estilo gráfic'o; ' puso el parte tele'gráfléb a'sf al correr de lá":plu'ml.;:

¡'Don Cayetano' Sblar, farmacéutico.-AlgodoJ'. ' • Te a visamos g&.n.(.d~r'i padre acaba de' "eX,¡¡lr¡lr'. Ven á Madrid al momento' tí. arreglar disposiciones ; hoeredados seis millones;

martes abre testamento;" y flrmando la receta, ,saca el precio del bolsillo, de un telegrama sencillo: es decir, una peseta. ~Aquf hay palabras de más,

dice uno de los que cobran, 6 hay que quitar las que sobran ó hay que pagar algo más. y el hijo, desconsolado, leyendo en acento quedo, y contando con el dedo las palabras que ha estampado, dice por fln : -Sf, señor. Sobran dos; da el telegrama, y tras una pausa exclama: quftele usted "gran dolor."

LA MUÑECA.

E. P.

Amanecfa . .. . .. sobre el más alto picacho de la sierra, el d'isco solar enorme y rojo, mordido por la fina arista de la montaña, irradiaba, ga­llarno, majestuoso; como un rostro encenaido que se asoma para mirar desde la inmensa' altura.

A lo lejos, como un mar, se ex­tiende el dilatado valle, esmaltado de flores y sembrados ...... aquf y a.llá las manchas obscuras de los bosques.. . . . . un rfo azul quebrán-

dose, serpeando bajo el dosel de frondas. . . . . . y 'en la más remota le­janla, un lago semejando un inmenso espejo, copia en sus dormidas aguas el cielo diáfano y azul . . .. . .

Es un domingo . . .. . . Por las ca­lles de un pueblecillO pintoresco, si­tuado en la falda de un peñón, los aldeanos, con sus vistosos trajes de dfas festivos, charlan en grupos, con alegre tono y con ingenua confu­sión .... .. .

Las mujeres, luciendo sus manto­nes de largos flecos ondeantes al contacto del aire, se cuentan sus aventuras y se hacen mutuas con­fidencias de ilusión y de amor.

Llevan sus cabellos cuajados de flores, húmedas aún por el rodo ma-tlnal. .. . .. .

El sol. d'~bordaba su intensa y pura claridad ; dora el follaje espe­so" ilumina los rostros juvenHes, salpica de chispas luminosas lOS fle­cos de seda, los bordados de vivos colores, los adornos de vidrio y de abalorio ; y prende gentilmente entre las 'cabelleras abundantes de aque­llas mozas, pletóricas de juventud y de alegrfa, prismas luininosos de oro , y de cristal.

Por el camino que conduce á la ciudad, una hermosa niña marcha rá­pidamente. , va 'á comprar una muñeca ; va á

realizar un ideal. .. . . " La pobre ni-

Traje de calle ,para mañana, 'Y aombri IIa con blondas.

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Domingo 22 de Junio de 1902. EL M~DO ILUSTlMDO

Bata lisa, vista por la e.spalda. Traje de visita, estilo sastre.

fía ha tenido la energia suficiente para privarse · de toda clase de ju· guetes y golosinas para invertir en aquella empresa sus pequefíos aho-rros . .... ... . aquella muñeca largo tiempo ha constituido su único pen­samiento, su más bello sueño, su más dulce ilusión.

Ahora, después de muchos esfuer­zos y afanes, después de larga cons­tancia, po~ee, por fin, el din~ro que necesita para adquirir la hermosa muñeca de ojos azules y cabellos dorados, la soñada muñeca que pue­de decir "papa" y "mamá," y, ade­más, desesperarse ó dormir.

La niña corre por el sendero flan­queado de inmensos árboles som­brioso

Penetra en las primeras calles de la ciudad; ansiol;la, anhelante, pen­saooo cuántos goces le esperan, mien­tras oprime con su manecita su pe­queño tesoro.

¡ Ya se ve á 10 lejos la tienda con sus grandes escaparatoes de cristal! ....

De pronto volvió la cabeza al es­cuchar una voz doliente que pedia "una limosna por amor de Dios."

La niña inconscientemente se acer-có ..... . . un anciano, con los ojos blancos, apagados, casi desnudo, tem­blando de hambre y de frfo, exten· dfa la mano convulsiva, enflaqueci­da ........

Una piedad infinita llenó el alma de la niña, sintió impulsos de llorar, se acercó más aún, conmovida, des-bordante doe ternura y Dondad ...... .

El anciano volvió á implorar con su voz dohente un pedazo de pan .... ..

Entonces, sin pensarló, sin vaci­lar, la niña da al viejo mendigo todo el dinero que llevaba y le -dice tier­na, dulcfsimam:ente:

-'loma, toma, para que compres pan. ,

El pobre viejo, al escuchar aqueo

l1a voz, cree que es un ángel que l~ habla.

Busca á tientas la cabecita infan­til, la _encuentra y ahf posa su mano descatnada, mientras de su corazón á sus ojos sube una ola de lágrimas.

¡El Viejo ha visto lo invisible! ¡el alma, la piedad, el amor! ¡Llora de dicha, extasiado por la bella con­templación!

La niña acaricia la mano senil; el ancl-ano la bendice con el alma en-tera ...... . .

La niña se despide y se va . . ...... . Corre por los campos floridos, jun­

to á la margen del rfo rumoroso y azul.

Una dulzura mfinita llena su al­ma, se siente incomparablemente fe­liz, mucho más que 51 hubiera cqm-prado la muñeca ....... .

Los pájaros gorjean suavemen­te, el viento canta entre las flo-res ..........

Col,cciQ" d, .ombrero ••

La elevada silueta del anciano cie­go se destaca majestuosa y mclancó­lica sobre el fondo - azuL...... sus cabellos blancos brillan como un<t corona de plata, heridos por los ra­yos del sol .... ~ ..

La niña sigue corriendo. blanca y pura, envuelta en luz ..... . .

Vibrante, sonora, dulcfsima, como un canto de amor y de paz, la cam­pana de la humilde parroquia convi­da á la oración.

Rafael RamQs Pedrueza. . _. LA MURMURACIÓN. Hay que notar-como dice el Cri·

sóstomo-un prodigio, ó mejor di­cho, una monstruosidad, que se ha­lla en el vicio de la maledicencia, y es que se le detesta y ama 4 un

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EL 11UNDO ILUSTRADO Domingo 22 de Junio de 1902.

Dos trajes para interior. Traje escolar, para niña de 13 años.

tiempo; se le aborrece cuando se muestra á las claras, y se aplaude cuando se disimula graciosamente; se le odia dirigiéndose contra nos­otros, y parece divertido cuando se ceba en los demás.

Si un hombre, por ejemplo, po-

see la habilidad de murmurar con destreza, sazonando la conversaci6n con dichos agudos y festivos, disi­mulando la maledicencia con tér­minos equlvocos 6 con alusiones sa­Uricas, se le permitirá que hable sin tasa ni medida acerca de los de-

fectos ajenos, y con tal que lo haga siempre con sal picante, no causa­rá nunca fastidio; y aun se dará el titulo de hombre discreto al que por via de chanza maltrate del mo­do más duro la fama, la honra y virtud ' de los otros.

Sombrero "81g10 XX". Talle deacotado y de manga cortA.

Pero, si él mismo nos acomete A nosotros, aunque sea en el tono fes­tivo que tanto nos divertia cuando del pr6jimo se trataba, le miramos cop horror, le amenazamos y nos ponemos en contra suya iracundos; y aquel discurso tan celebrado por su agudeza no es ya. según nuestro juicio, sino un hombre peligroso por su carácter, un gracioso por su ma­la fndole, un imprudente que no po­ne freno á su lengua, una plaga pd­bl\ca que debiera desterrarse del trato social.

Las causas de la murmuraci6n son : el orgullO, el cual se vale de ella para rebajar todo cuanto es su­perior, para vengarse de un rival 6 consolarse de un fracaso. El odio se hace con ella una arma para matar moralmente aquel á quien no puede matar realmente con una pu­fialada.

Hay un orgullo que llaman noble, que emprende abiertamente las co­sas; pero la envidia no anda sino en las vlas secretas. Se avergUen7.3. de si misma, y nada teme tX>mo es­tar en vista. Asf es la murmura­ci6n; se oculta y destlla su veneno en secreto.

La mayor prueba de que la mur· muraci6n tiene su fuente principal en la envidia, es que el murmura­dor no ataca por 10 regular á los que son menos que él, mas siempre á sus rivales, 6 Ii. los que son supe­riores por el rango, por el m6r1to, por tal ventaja 6 por los favores de la .fortuna.

PRAY .. A8~N810.

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Domingo 22 : de Junio de 1902.

La buena Sociedad Parisiense POR LA, '"

BARONESA DE ORVAL.

EL JIATRIJIONIO. CONTINUA.

Conduce el esposo á., su consor· te al nido delicioso que ha prepa­rado para recibirla, y alU pasan en dulcisima compañia las primeras semanas de su unión, convirtiendo aquella mansión en testigo de sus nuevas emociones. Trocará.se en morada. á. donde con alegria torn~­rá. la desposada, recordando con fruición los primeros dias de su luna de miel. .

Es mejor que salir desde luego 1\, esparcir por los cuatro. vientos tan preciosos recuerdos, recorrien­do hoteles al hacer un viaje capri­choso.

• • • Cuando los recién casados re­

suelven viajar, 10 hacen, como que­da dicho, algún tiempo después de su matrimonio. Mientras corre ese plazo, se han habituado el uno al otro, se han fundido los caracte­res, y esta comunión de ideas les hace desear la soledad completa, la cual les permitirá. continuar su sueño de amor, pasando descono­cidos por entre la gente.

Es entonces cuando piensan en emprender el vuelo. No es ya Ita­lia el parafso suspirado para to." dos les viajes de bodas; se ha vuelto, por el contrario, la mirada hacia el Norte, y Suecia y Norue­ga, con su poesia salvaje, son la predilección de los espiritus aman­tes de 10 ideal.

Por otra parte, para la desposa­da tiene el viaje las más veces to­dos los atractivos de la novedad, y

EL MUNDO ILUSTRADO

Modelo para carpeta.

los sitios que se contemplan, las, manifestaciones má.s puras del al'­

. te, provocan la admiración y el entusiasmo,

VISITAS DE MATRIMONIO, Las visitas llamadas. de '·'matri­

monio" se hacen al· regresar del viaje, cuando la joven pareja ha acabado de instalarse,

Hoy· es may'or el eclecticismo en cuanto á. la obligación de estas vi­sitas; se las substituye I!- las ve-

reducirá.n los jóvenes esposos el circuló de sus relaciones, á. bene­pÍá.cito, sin tener que dar cuenta. · á. nadie_ ' ,

Esto es excelente, pará las per­sonas poco estrictas en punto de etiqueta.

En provincias y entre , ciertas fa­milias. se observa, por, ' el, contra­rio, mucho ' rigor en 10 rela,t;ivo á. estas visitas, y las casas -olvida­d'as. por, los esposos ' s.e, ' considera­rian excluidas. de ' sus relaciones 'y,

menos , á las que le ofrecen la garan­Ua necesaria para la ' presentacion.

Las visitas 'que es preciso hacer inmediatamente , después de las de los parientes, son , las de aquellas personas de quienes se recibió al­iún ,regalo, aun cuando se les ha­yan dado las gracias por 'medio de carta ó de , viva voz. ' ' Las personas que han recibido

la 'visita de los' recién casados, la corresponderán dentro de seis se­manas á. . 10 má.s, si qu~eren mante­ner , relaciones c.on , , los , nuevos es­posos, pues en caso contrario, re­miten su tarjeta.'

BODAS DE PL:ATA

(,elébranse las '~bodas ,de ,plata" a los veinticinco años de unión; son motivo de una ceremonia con­movedora.

Trátase ' de una gran fiesta de familia, á la que , se invita sólo á los ' amigos Intimos.

En ' 10 posible se escoge á las personás, que concurrieron á. la bo­da.' ,

Ofrece , esta, reunIón un espec­táculo enterneced'or . que puede ser provechoso á los hijos y nietos, los cuales piensan emocionados cuá.n sQlidos debieron de ser la ternura y el afecto de aqUellos dos seres, Para sostenerlos hasta ese dia sin desmayar en el camino de la vida ,

i Hermosa y ~anta ternura la que asi resiste, y al cabo de veinti­cinco años es más viva que en loa primeros dIas!

• • • Sucede á menudo que la esposa

Bordado para tapicería. Porta-retratos, con marco de madera

ces con tarjetas cuyo objetó es ma­nifestar que han vuelto ya los re­cién casados, Poco á. poco se va volviendo á. casa de los parientes y de los amigos, y asi se reanu­dan las relaciones, sin necesidad de las molestas visitas de matri-monio.

De esa manera ensancharán ó

adornado con fierro al rojo. por su parte, tendrian excluirlos.

derecho de conserva todavia rasgos de belle­

Son breves las visitas de matri­Qlonio; bastan doce ó quince miLU­tos para ,la presentación de los nue­vos cónyuges.

En nuestros

• • OC'

dias creen inútil al­gunas jóvenes hacer en compañia de sus maridos esta prime­ra visita á amigas suyas cuyos esposos no están jamá.s en casa; tal abstención

cae bien en el caso de que hemos ha-blado primero; mas

á casa de las per­sonas muy apegadas á ,la etiqu"lra. debe siempre el marido acompaiíar á su con­sorte en la visita.

za; y brilla en su rostro la inefa­ble luz de la felicidad cuando llega este aniversario.

Ataviase muy' coqueta mente, con el delleo de agradar á su querido esposo, y hacer que se inunde de orgullo el corazón de sus hijos al verla tan guapa.

Claro y alegre será. pa'ra el ca 'So su vestido; ' en la hermosa cabelÍe­ra, que apenas colIlJienza á enca­necer, se pondrá una esp'ecie de mantilla-tocado blanca, y blancas también serán las flores ' que la adornen. .

Saldrán á lucir ese dIa las jo­yas más resplandecientes con que ha sido Obsequiada por su mari­do, y contribuirán á la riqueza de su atavfo.

Portan frac el esposo y todos los varones concurrentes; las seño­ras se presentarán con elegante vestirlo de calle. '

Cojín para respaldo de sofá.

Por '3t' parte, debe llevar el marido A. su esposa á todas las casas donde era re­cibido antes de su matrimonio, .por 10

En honor de los cónyuges, ' qUe asisten del ' brazo, se dice una so­lemne misa, semejante á las de matrimonio. No pocas veces en­tran en la iglesia los esposos mlÍl¡

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conmovidos que á. la ce­'emonia que se conmemo­ra.

A veces toma la esposa el brazo de su hijo mayor, y el esposo ofrece el su­yo á. la hija de má.s edad.

Si hay nietos, siguen inme­diatamente después, con gran­des ramilletes en las manos.

Van luego los hijos. las hi­jas con los yernos y nueras,

los parientes má.s cercanos, los amigo~ y todos los sirvientes.

Sale ' de la iglesia el cortejo en el mismo orden que á. la entrada, y esta ' procesi6n evoca el ' recuerdo de las reuniones particulares de que habla la Biblia.

Llegados' á. la casa, todos los hi­jos Y. nietos abrazan á. sus padres al darles · el plá.ceme.

Consagra el esposo á. su mujer un recuerdo, que acompaña los ' re­galos ofrecidos por todos.

La comida es suntuosa; adornan la mesa luces y flores á. granel y reina en ella tanta solemnidad, que deja impresi6n imborrable en el á.nimo de los hijos.

Dicen . éstos brindis en loor de sus padres.

• • • Bien se puede en este caso ha­

cer ostentaci6n de toda la riqueza adquirida, ya que representa en­tonces, no un alarde de vanidad, sino el fruto del orden y actividad de los esposos.

Sigue al festin un baile, inicia­do por el padre con su hija, y pl!lr la madre con su hijo 6 con el ma­rido de su hija.

Antes de las bodas de plata se celebra una fiesta enteramente in­tima entre los dos esposos, ~l ca­bo de cinco años de matrimonio: son las bodas llamadas "de made · ra".

BODAS DE ORO.-BODAS· DE DIAMANTE

A los cincuenta años de matri­monio se celebran las "bodas de oro" de igual modo que se celebran las de plata; pero se evitan en lo posible las emociones y fatigas pa­ra los esposos, pues su edad re­quiere cuidados 'que es fuerza tri­butarles sin que lo noten.

Es alegre' esta fiesta, sin ser bri­llante; una dulce emoci6n reune á. todos los hijos y nietos en torno de aquellos dos seres cuya dicho­sa y prolongada uni6n ha sido una serie de buenos ejemplos para to­dos.

La. esposa puede engalanarse todavia, sobre todo por amor al hombre · de quien ha sido fiel y afec­tuosa compañera.

En esta fiesta llevará. ella un vestido de raso, ó mejor de ter­ciopelo. Disimulará las hebras de plata de su cabellera bajo una gra­ciosa mantilla de fina blonda ne­gra, y lucirá. ~n la cabeza y en el talle pensamientos mezclados con rosas té.

'rodos los asistentes llevarán pensamientos al ojal.

Tendrá el festin tanta solemni­dad como las de. las. . bodas prece­dentes, y abrirán el baile los ' dos

EL llUNDO ILUSTRADO

abuelos, con el nieto y nie­ta respectivamente.

.. .. .. Vienen luego las "bo­

das de diamante" á. los sesenta años de matrimo­nio. Son raras 'j ay! pues muy pocos llegan á cele­brarlas.

El ceremonial es el mismo que para las bodas de oro.

CASOS EXCEPCIONALES

No siempre va todo en el casamien­to como fuera de desearse; urge prever las circunstancias que pue­den causar retardos 6 impedimen­tos inesperados.

Lo ' primero es juzgar friamente las cosas Y' obrar con mucha co­rrecci6n; así queda tranquila la conciencia, casi naturalmente se evita quebrantar las reglas de buel).a crianza.

.. .. . Cuando un pretendiente se vea

sistemá.ticamente rehusado por los padres de la novia, sin que SI' la haya informado de la demanda, puede entonces aquél, á. pesar de la etiqueta, hablar él mismo muy discretamente de su proyecto, y preguntarla si lo acogeria favora-

. blemente, añadiendo: "¿me autori­za usted, señorita, para hablar ' i sus padres?"

Si un joven no tiene ningún pa­riente que haga la 'petici6n en su nombre, podrá.; en vez de hacerla personalmente, escribir al padre de la joven ' exponiendo con toda claridad su situaci6n, anteceden­tes, esperanzas y Il-fectos. .

En ocasiones permiten los pa­dres que el pretendiente mismo haga la declaraci6n ' á. la joven, y le éonsienten una corta entrevls-

. tao . Por lo démá.s, no consienten es­

ta il'lfracci6n á las reglas habitu/l' les sino cu'ando está.n casi seguros del asentimiento de 'su hija.

Modelo para bordado, sobre nido de abeja.

=

Muy cortado se ve en ocasiones el pretendiente, porque no sabe ex­presar su deseo.

Por su párte, la joven tiene que adivinarlo todo.

En Francia no saben los j6venes hablar á las jÓvenes, tal vez por la distinta educaci6n ,que han' re­cibido.

No sucede así en Inglaterra, donde la educaci6n los reune con­tinuamente.

En las circunstancias seducto­ras que dan origen á. los esponsa­les y luego I al matrimonio, sa.ben los ingleses presentar por si mis· mos su petici6n donosamente, ora en un paseo, ora en uno de esos ra­tos de intimidad autorizados por las costumbres de Inglaterra, y la joven sabe contestar con naturali­dad, asintiendo 6 rehusando, se¡nin sus sentimientos.

En algunas aldeas de Italia se

Estuche de pared, para relojera,

Domingo 22 de Junio de 1902

hace muy en silencio la proposi­ción de matrimonio. Deposita el aldeano hojas de rosa á. la puer­ta 6 á. la velltana de su adorada. Si se acoge bien la declaraCI6n, los pétalos quedan en su sitio; en ca­so conrtario, son barridos sin mi­sericordia. El pretendiente, que se ha mantenido á. la vista para que se sepa quién ha depositado el Obsequio, es testigo del desva­necimiento de sus esperanzas.

De modo semejante declaraba Sl.i amor el ateniense de la antigiie­dad, pues orreda un ramo de flo­res; si era admitido, ya sabia que se aceptaba la ofrenda de su cora­z6n y de su vida.

• •• Otro caso extrafio: cuando una

joven se casa fuera de su hogar y de su tierra natal, debe alojar­se en casa de una parienta 6 de una amiga de respeto, donde se ataviará. para ir á. la iglesia con sus testigos.

Puede suceder que á. última hora falte algún testigo; substitúyesele inmediatamente por una de las personas má.s caracterizadas de la concurrencia, quien no puede- darse por ofendida de ser electa de im­proviso y en último caso.

Puede ocurrir. un rompimIento . después de envil!-r el canastillo de bodas: deben entonces los padres de la señorita devolver todos los Obsequios recibidos; por eso no se deben aceptar del novio regalos d9 valor antes de la firma del contra­to.

Si ha habido cambio de cartas, retratos, ~tc., debe hacerse sin tardanza la devoluci6n · por una y otra parte.

Si manifiesta ' el novio deseo de volver á tomar la palabra dada, está. autorizado el padre de la jo­ven para pedirle explicaciones for­males ; y cuando el novio ha ex­puesto los motivos serios de su mudanza, se le devuelve su liber­tad, sin dar muestras de senti­miento, á. menos que las razoneR manifestadas signifiquen una ofen­sa para la joven, pues en ese cl!­so el padre 6 .los parientes deter­minará.n 10 conveniente.

Cuando sobrevienen ruptura 6 . aplazamiento casi en visperas 'le la ceremonia nupcial , se debe mandar cartas de aviso á. . todo.s 10!1.

invitados, para evitar molestias inútiles. Formúlanse asi dichas cartas:

"Se ha diferido para tal fecha el matrimonio del sefior X y de ' la señorita K, matrimonio que debe­rIa verificarse tal 6 cual dia".

Si no se dice para cuá.ndo se aplaza el acto, habrá. que poner: "para fecha posterior".

Cuando es sincero el motivo del aplazamiento, como cuando sobre­viene luto 6 enfermedad, mAR va­le expresarlo con claridad.

Cuando se ha desbaratado el proyecto de matrimonio, sé anun­cia en esta forma la penosa nue­va:

"N o se realIzará. . el matrimonio convenido entre ·el señor X y la señorita K".

[CONTINUARA.]

Antimacasar, para fondo de charola. papel, pañuelos y perfumes. Antimacasar, para fondo de charola.

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Domingo 22 de Junio 3e 1902. EL MUNDO ILUSTRADO

Entremeses dulces. MANZANAS CON MANTECA

Se toma una. docena de manzanas, se pelan y se les quita el corazón' con un cuchillo de poco ancho ó un ins· trumento á propósito. Colócanse las manzanas en una tortera, sobre un pedazo de migajón duro, del tamafio de la manzana, y remojado en man­teca derretida. Llénese con azúcar el hueco que se ha dejado en cada man­zana, al retirar el corazón, y póngase 'encima de éste azúcar y un pedazo de manteca muy fresca. La tartera ' se coloca sobre un fuego dulce, con brasa por encima.

MANZANAS AMERENGADAS

Se hace una jalea de manzanas, guisándolas con azúcar y canela. Una vez fritas, se coloca en una fuente, dándole la forma de pirámide. Es­ta pirámide se cubre con dos ó tres claras de huevo, bien batidas, es­polvoreando luego con azúcar, á que se mezcla una cáscara de limón ó de naranja, picada lo más finamente , posible, y dése consistencia á la su­perficie con azúcar en granitos. Se hace tomar color en un horno apenas tibio

MANZANAS CON RON Se eligen manzanas pequeñas y se

colocan en el fondo de una cacerola,

Cuellos para niños.

los frutos susceptibles ue ser corta­dos en ruedas 6. en cuartos, como las peras, los duraznos, las naranjas y los albaricoques. LOS duraznos y albaricoques se hacen en cuatro de arriba abajo, pues el hueso impide cqrtarlos en ruedas.

SUSPIROS DE MONJA Pongo suspiros, pero el verdadero

Q", leche, una cucharada grande de fior en un poco de agua, y después agua de azahar, sesenta y dos gra­mos de azúcar, ciento veinte y cinco de manteca y un poco de sal. Cuando empieza á hervir la leche, échase con una mano la harina desleída, dando vueltas con una cuchara 'que se tiene en la otra, hasta que la pasta se haya hecho sumamente espesa. Continúese

Tarjetero para sala.

dando vueltas hasta que esté cocida. Retiresela del fuego , rómpase en ella un huevo , dando vueltas á la pasta para qu.e se efectúe la incorporaci6n ; r6mpase otro, y asi sucesivamente hasta ocho. Es esencial, soore todo, no dejar ni por un momento de agi­tar y dar vueltas ji la pasta: esto es ' lo que le dará ligereza. Téngase á mano fritura bien caliente, t6mese .con una cuchara un poco de pasta (el volumen de una nuez) y déje~ caer ese pedazo de pasta en la fri­tura. Continúese asi hasta consumir toda la pasta, retirando cada suspiro á medida qu.e se hace.

• • •

Petaquilla bordada. Sombrero para campo.

Una señorita dice á un solter6n: -¿ Cree usted que sea una desgra­

cia el casarse en viernes? -Naturalmente. Y no sé por qué

el viernes ha de constituir una ex­cepci6n.

después de pelarlas. Póngase agua bastante para que las cubra, con azúcar, cáscara. de limón y canela ú otra corteza aromática. Hágasel~s

cocer, deteniéndose antes de que las manzanas queden demasiado blan­das. ReUreselas una á una de la ca­cerola y póngaselas, cuando todavia están calientes, sobre un plato en forma de pirámide. Espolvoréeselas con azúcar rallado, sobre el cual se verterá ron. Dése fuego y sirvase.

BUNUELOS DE MANZANAi

Se cortan en ruedas varias man­zanas, después de pelarlas. Quitaseles el corazón y las pepitas, y se ponen de remojo durante algunas horas,

Sombrero para señorita.

en aguardiente con azúcar. cáscara . de limón y fior de azahar; introdúz­caselas luego en una pasta de freir. Fríase hasta dar buen color, espolvo­réese con azúcar, y sfrvase. ~ueden hacerse bufiuelos con todos

México, D. F., Mayo 5.-Me es grato manifestar--escribe el Dr. Francisco de P. Leal-que es muy conocida la preparación llamada Emulsión de Scott, y I)ue la recomienda con bas­tante empefio á todos aquellos de mis clientes que se encuentran dema­siado . linfáticos, lo mismo que en los escrofulosos, pues son muy satisfac­torios los brillantes resultados que siempre he obtenido con dicha pre­paración, la cual posee también la cualidad de no ser desagradable ni á los nifios que son los que hacen ma­yor consumo.

nombre de este plato, en la cocina francesa, es el de "peditos de mon­ja." He aqui cómo se prepara. Des· Uese medio cuartillo de harina de flor en un poco de agua, y despuéS se pone en una cacerola medio . litro

Orizaba, Junio 21; dI) :¡!l(\l.

Sr. D. Donato Chapeaurouge, Di­rector General de ' ''T.a Mut'Ja. "-!\Jé­xico,

Muy sedor mro:-Acllso ti usted recibo de la P6iil:a. Dot:\l n:ímelO 1.054, . 1, qua por conducto de su Agente Gent:t:11 en la Sucursal ¡h' Puebla, solicIté por la canti.la,1 oe 10,000 llbras esterlinas (máS de .... $100,000. pIara me'Clcanal, y l~uya p6liza ha tenido a bleD extender á mi favor la Comp:l.ñia de "La Mu­tua," de Nueva Yorit, que u::;ted lau ... g!l8mente representa, y la he re­visado y encontrado de entera con­formidad como debia ser, siendo emitida por una Compañia tan co­nocida y recomendarla como "La Mutua."

Al solicitar este .lleguro, mi idea fué invertir mi dinero en un nego­cio bueno, tenIendo la seguridad de sacar con el tiempo, si vlv:J, un ca­pital regular con el solo hecho de haber pagado interés, y si muriera antes del período de di,Ilribuci6n 6 de la fecha del vencimiento del con­trato, dejar fondos disponiblcs con que activar mis negocios que tengo ahora entre manos.

Elegí "La Mutua," porque tengo conocimiento de los inmensos rccur­sos con que cuenta para cubrir sus obllgaciones ,sus métodos de orga­nizaci6n y los planes tan activos de seguros que ofrece, y que á mi pare­cer son tan justos y buenos, que no admiten competencia.

Este seguro lo he tomado pOl' lo pronto; pero con la determinaci6n de aumentarlo dentro de poco, y tan pronto como mis deD1á.s negocioJ me lo permitan, pues creo haber hecilo la operaci6n más segura de mi vida, al tomar esta p61iza con "La Mu­tUL"

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