Mulata Del Demonio, Artículo

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Una somera aproximación a los significados de la leyenda de la Mulata de Córdoba, desde la perspectiva de género, raza y clase.

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¡MULATA DEL DEMONIO! CELEBRACIÓN DE UNA MUJER EMPODERADA

“¿Qué anhelos / y qué zozobras /siembra cuando se abanica?”

(Del guión de la ópera “La Mulata de Córdoba”; Xavier Villaurutia)

La conjugación cultural que históricamente se gestó en México es rica en relatos con alto contenido simbólico, que revelan significados profundos cuya lectura permite comprender las relaciones entre los distintos grupos sociales que han conformado nuestro país, y sus respectivas características, problemática y proyecto. La leyenda de la Mulata de Córdoba concentra emblemáticamente tres (y más) características de la mujer empoderada intolerablemente incómoda para el poder patriarcal. Bruja, negra, plebeya… Soledad se llamaba, según una tradición que la sitúa en un tiempo difuso entre los siglos XVII y XVIIII, y en la villa de Córdoba, Veracruz; zona que concentraba un gran número de población de origen africano, y escenario famoso de la rebelión cimarrona de Yanga y la fundación del primer pueblo libre de la esclavitud en América, San Lorenzo de los Negros.

Como toda leyenda, esta alude a elementos históricos redimensionándolos en función de referentes mitológicos: se trata de hacer encajar los primeros en el marco simbólico de los segundos, y en ese sentido, la propia existencia (o no) de los actores de la narrativa en cuestión pasa a segundo plano, pues si no existe el personaje, existe el símbolo, y eso es lo que importa: no tanto si fue y cómo fue, sino lo que significa, y por qué. De modo que… “cuenta la leyenda” que Soledad era huérfana, y tal como se debe, bella y misteriosa. Su propia identidad como mulata la coloca en una zona simbólica de tensión, por ser producto de la mezcla racial de los extremos de la sociedad colonial (negros y blancos). La literatura abunda en referencias a las mulatas como símbolo sexual, que en el caso de la tentadora Soledad se complementaba con sus dotes de curandera, su conducta piadosa y altruista para con los necesitados, y su actitud esquiva para con los hombres, desdeñando incluso al alcalde de Córdoba (“Martín de Ocaña”, de quien no se conocen referentes históricos), lo cual haría que el despechado la acusara ante la Inquisición de haberlo embrujado. Presa la mulata (en la propia Córdoba, en San Juan de Ulúa o en el convento de Santo Domingo de la Ciudad de México, según las distintas versiones), y condenada a morir en la hoguera, escapa a bordo de un barco que ha dibujado en la pared con un trozo de carbón, ante la mirada atónita de sus captores, y con una sonrisa en los labios.

Detalles más o menos, la leyenda se ha escrito muchas veces desde su primera aparición documentada (el cuento de José Bernardo Couto, 1838), y es posible que sus elementos vengan de tradiciones locales recreadas con la óptica del romanticismo literario en boga; de ahí que se construyera un personaje ambivalente: tentadora y casta, hechicera y piadosa, misteriosa y sensual. Es una mujer empoderada frente al sistema social y cultural, y al poder económico y político: su condición mulata le impide pertenecer plenamente a algún grupo social, pero sus habilidades de curandera y adivina la hacen necesaria aunque temible en la comunidad; siendo plebeya, su desprecio por el alcalde desafía al

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poder, y finalmente, cuando la venganza social por todo ello se traduce en la condena a muerte, burla a sus verdugos merced a su magia: literalmente se burla del poder en el gesto final, con el cual se identifica sin duda el pobrerío jarocho, vengado simbólicamente de la opresión y la injusticia por el desplante de la bruja.

Hay que agregar los elementos míticos: a Soledad no se le conoce pareja, pero la acompaña siempre un indio viejo, y en algunos relatos los coyotes la salvan de sus perseguidores. Podemos ver en esto la tradición indígena: el viejo es Ueuekoyotl, el Coyote Viejo, advocación de Yayaujki Texkatl ipokaj, el Espejo Oscuro, patrón de los hechiceros y eterno bromista (el joven guerrero sacrificado, señor del rumbo de los muertos y protector de los esclavos; pintado de negro, por cierto, que gusta de transformarse en viejo), que aquí funciona también como nahual (protector y alter ego) de nuestra heroína. Para sus enemigos se trataba del mismísimo Chamuco, su protector y amante. Por otra parte, la huida por mar en el barco mágico simbolizaría el retorno a África (por la costa del Golfo) y probablemente relaciona a Soledad con Yemanyá, la Madre del Agua de la tradición yoruba, venerada como la Virgen de la Candelaria (sagrada unión de agua y fuego, tal como el atl-tlachinoli indígena).

En nuestro México, las mujeres afrodescendientes son generalmente ignoradas, discriminadas y al mismo tiempo, mitificadas. En el umbral del Decenio Internacional de los Afrodescendientes, y en vísperas del Día Internacional de la Mujer, queremos con esto ofrecer un sencillo homenaje a las mujeres que son símbolo de la dignidad y de la resistencia. Soledad, la Mulata de Córdoba, real o no, sigue volando libre como pesadilla para los poderosos, y sueño de reivindicación para los oprimidos.

“¡Ay, soledad, / soledad que así decía:‘Regálame un vaso de agua, / que me muero de sequía!”

(Del folklore mexicano)https://www.youtube.com/watch?v=k_ax_5qlZEk