MUERTE Y MODELOS DE MUERTE EN EDAD MEDIA...

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  • EDAD MEDIA. Revista de Historia. 6 (2003-2004) pp. 11-31

    MUERTE Y MODELOS DE MUERTEEN LA EDAD MEDIA CLSICA

    EmiLIO MITRE FERNNDEZUniversidad Complutense

    No es la primera ocasin (y sospecho que no va a ser tampoco la ltima) enla que se me pide escribir sobre la historia de la muerte. Dada la persona que meha transmitido la invitacin (mi colega y viejo amigo Julio Valden) y el rganoencargado de materializarla (la revista del Departamento de Historia Medievalde mi tambin vieja amiga la Universidad de Valladolid) me ha sido difcilcontestar con una negativa. Soy consciente de que el texto que va acontinuacin puede resultar familiar a algunos lectores. No slo por lo queescribl hace ya tres lustros y que me otorg un oficioso ttulo de especialista enla materia l . Tambin por algunas pginas de muy reciente publicacin 2 queconstituyen la columna vertebral de la primera parte del discurso. A l hemosaadido otros aportes producto de esas reflexiones a las que todo historiador seve permanentemente empujado.

    I La muerte vencida. Imgenes e historia en el Occidente Medieval (1200-1348). Madrid1988.

    2 Vid. para ello La muerte primera y las otras muertes. Un discurso para las postrimeras enel occidente medieval, ponencia presentada en el seminario Ante la muerte. Actitudes, espacios yformas en la Espaa medieval (Ed. De J. Aurell y J. Pavn). Pamplona 2002, pp. 27-48. Tambinlos captulos fmales titulados Sobre la muerte, un discurso para el clasicismo medieval y Elotoo del Medievo y la sensibilidad ante la muerte que cierran mi libro Fantasmas de lasociedad medieval. Enfermedad. Pese. Muerte editado por el Secretariado de Publicaciones de laUniversidad de Valladolid. 2003.

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    LA MUERTE Y LA EDAD MEDIA: ESBOZO PARA UNATRAYECTORIA HISTORIOGRFICA

    Entre los principios bsicos del Cristianismo se encuentran dos muertes: lamuerte universal a la que todo el gnero humano ha sido abocado comoconsecuencia de la culpa original; y la muerte de su fundador3.

    Sobre la primera, uno de los clsicos del Medievo, Santo Toms deAquino, dira que la muerte y los dems efectos corporales consecuentes, sonpena del pecado original. Y aunque estos defectos no tratara el primer hombrede adquirirlos, los ha impuesto con razn la justicia divina 4 . La muerte deCristo, dada su terribilidad, necesitaba dotarse de una especial lgica que SanAnselmo se esforz en elaborar a travs de la teora de la satisfaccin condigna.La magnitud de la falta cometida por la humanidad a travs de los primerospadres exiga una expiacin de dimensiones similares que slo el propio Hijo deDios era capaz de sobrellevar. 5 Como contrapartida, Cristo haba vencido a lamuerte ya que su resurreccin, seg n el texto paulino, se eriga en prenda de laresurreccin de los muertos: Pero Cristo, primicias de los que se durmieron, haresucitado de entre los muertos. Porque as como por un hombre vino la muerte,por un hombre viene la resurreccin de los muertos 6

    Hablamos de teologa de la muerte, filosofa de la muerte, sociologa de lamuerte, antropologa de la muerte, tanatosemiologa... historia de la muerte endefinitiva. ,Cmo han Ilegado a sernos familiares estos trminos, especialmenteel ltimo?

    Aunque sea incurrir en un lugar comn, forzoso es remitirse a la estrecharelacin entre el tema que nos ocupa y el desarrollo de la escuela de Annaleshija del manifiesto lanzado en 1 929 por L. Febvre y Marc Bloch. Enfticamentehablamos de nueva historia al referirnos a la investigacin de fenmenoscolectivos poco tratados por los historiadores ms acadmicos y que suponan,

    3 La cristiandad fue el culto a un DiosHombre que nace, padece, agoniza, muere yresucita de entre los muertos para transmitir su agona a los creyentes. La pasin de Cristo fue elcentro del culto cristiano. Y como smbolo de esa pasin. la eucarista, el cuerpo de Cristo, quemuere y es enterrado en cada uno de los que con l comulgan. Miguel de UNAMUNO. Laagona del cristianismo. Buenos Aires 1966, p. 30.

    4 Santo TOMAS DE AQUINO: Tratado de los vicios y de los pecados, en SumaTeolgica. t. IV, vol. 122 de Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid 1954, p. 845.

    5 Recogido en su Cur Dus homo. Algunas interesantes reflexiones sobre este texto, en H.KUNG. Ser cristiano. Madrid 1977, pp. 534-541. Santo Toms de Aquino corregira ese rigoranselmiano y en vez de plantear la redencin en la cruz como una suerte de necesidad racional, larecondujo a la categora de conveniencia racional.

    6 1 Cor. 15,20-21.

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    en expresin de G. Duby, una especie de terra incognita por explorar y roturar7.Dichos fenmenos han marcado profundamente el devenir material y mental delas sociedades: las grandes catstrofes naturales, la pobreza, la violencia, lascarestas de todo tipo, las hambrunas, las enfermedades y, el lgico colofn demuchas de esas desgracias: la muerte8.

    De la historia de la muerte se dijo hace aos que constitua un jardnfrancs cultivado especialmente por modernistas. Clara mencin a autoresfranceses de nacimiento o de adopcin como P. Aris 9 , M. Vovelle I9 o A.Tenenti n . Estamos ante figuras de obligada referencia al margen de la pocahacia la que se muestre proclividad como investigador. Tan lrica como rotundaafirmacin no haca justicia a las pginas excelentes que sobre la visin de lamuerte y sus secuelas en la Edad Media escribieron otros autores: J. Huizinga yE. Mle a principios del siglo XX I2o H. Patch a mediados de la centuria.I3

    Un coloquio celebrado en Strasburgo en 1975 organizado por la Societdes Historiens Mdivistes de l'Enseignement Suprieur Public, tendradecisiva importancia para impulsar el estudio de la historia de la muerte enpoca medieval m . A partir de esta fecha, en efecto, se fue reforzando todo unutillaje conceptual, se multiplicaron los encuentros cientficos que permitieronel intercambio de puntos de vista y, por supuesto, creci sin cesar el n mero de

    7 Refirindose en concreto a la historia de las mentalidades Cf. La Historia continua.Madrid 1992, p. 100.

    8 Vid. para ello J. LE GOFF, R. CHARTIER y J. REVEL: La nueva historia, en la serieDiccionarios del saber moderno, Bilbao 1988.

    9 Entre otras obras de este autor destaca su L'homme devant la mort. Pars 1977.I Entre sus ttulos ms relevantes, La mort et l'Occident de 1300 nos jours. Pars 1983.11 A destacar entre otros trabajos de este autor el muy conocido de La vie et la mort

    travers de l'art du XV sicle, en Cahiers des Annales 1952.12 No hay poca que haya impreso a todo el mundo la imagen de la muerte con tan

    continuada insistencia como el siglo XV, deca J. HUIZINGA, al inicio de un captulo de suarchiconocida obra El otoho de la Edad Media. (Ed. en castellano de Madrid 1961) tituladoprecisamente La imagen de la muerte. Al Ars moriendi a su vez, dedic bellsimas pginas E.MLE que sintetiz en una obrita publicada en Francia en 1945, posteriormente traducida alcastellano: El arte religioso del siglo XII al siglo XVIII. Mxico 1966, pp. 134 y ss.

    13 En una obra excelente enmarcable dentro de la ms clsica de las historias de la literatura:El otro mundo en la literatura medieval. Mxico 1983 (la edicin inglesa original es de 1950). Seacomparia de un utilsimo apndice a cargo de M. Rosa LIDA DE MALKIEL: La visin detrasmundo en las literaturas hispnicas

    14 Bajo el ttulo La mort au Aloyen ge. Colmar 1977. Se trataba, seg n deca BernardGUILLEMAIN en el prlogo no tanto de presentar una summa sobre el tema, sino simplementede ensayar algunas aproximaciones a l. No habra que olvidar tampoco una obra colectiva defecha anterior: 11 dolore e la morte nella spiritualit dei secoli XIIX111. Todi 1967.

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    publicaciones sobre el tema con el Medievo como escenario: extensasmonografas, articulos varios, puestas al da, trabajos de sintesis, etc... 15

    Toda fecha como punto de arranque para un determinado impulsoanterior incluida tiene mucho de convencional. Con todo, vamos a destacarcomo significativa para el mundo hispnico el 1985. En ese afio, se celebr enBarcelona la XIII Semana Internacional de Estudios Medievales, dedicada altema que ahora vuelve a ocuparnos. Los organizadores de dicho evento tuvierona bien invitar al que estas pginas ahora redacta y quiz por ello se permite lavanidad de resaltar su trascendencia. 1 6

    A lo largo de los ltimos aos ha sido tambin muy crecido el n mero detrabajos dedicados a la visin de la muerte en el mundo hispnico medieval. Enalgunos casos estamos ante el estudio de unos discursos dominantes que sedesea calen en el conjunto de la sociedad I7 . En otros se trata de monograflas quetienen como escenario un mbito territorial de mayor o menor extensin. Puedetratarse de todo un estado como la Corona de Castilla tratada por S. Royer deCardenal o Ariel Guiance I8 ; o de una ciudad y su entorno: el estudio sobre Reusde Daniel Piol 9 por citar algunos ejemplos cercanos. La muerte se haestudiado, asimismo, como dimensin de una sociedad a la que se analiza desdelas ms variadas perspectivas. La Barcelona bajomedieval lo ha sidorecientemente por dos investigadores catalanes 20 . Y la muerte se ha abordadotambin desde la perspectiva de los miedos a lo desconocido caractersticos dela sociedad medieval 21 . En ningn caso hay que olvidar tampoco el importanteimpulso que se ha dado a los estudios sobre la muerte a travs de las artesplsticas: diversas artes moriendi, escultura fimeraria, etc... en donde la

    15 Una buena visin para rastrear en el tema, la recoge J. AURELL: La transversalidad dela Historia de la muerte en la Edad Media, en Ante la muerte. pp. 9-26.

    16 El titulo de la Semana era tambin el de La muerte en la Edad Media. Se abord por losasistentes desde distintas perspectivas. No se Ilev a cabo, sin embargo, la publicacin en bloquede las conferencias pronunciadas.

    17 Esa fue la intencin que nos gui en la redaccin del libro citado en nota 1. En uno de suscaptulos se recogia el texto de la intervencin pronunciada en la Semana antes citada.

    18 S. ROYER DE CARD1NAL: Morir en Espana (Castilla Baja Edad Media) Buenos Aires1992, y A. GUIANCE: Los discursos sobre la muerte en la Castilla Medieval (siglos VIIXV)Valladolid 1998. Este ltimo arranca en sus planteamientos de fecha muy anterior a la formacinde la corona de Castilla.

    19 D. PIOL ALABART: A les portes de la mort. Religiositat i ritual funerari al Reus delsegle XV. Reus 1998.

    29 J. AURELL y A. PUIGARNAU: La cultura del mercader en la Barcelona del siglo XV.Barcelona 1998, especialmente pp. 251 y SS.

    21 M. L. BUENO DOMINGUEZ: Espacios de vida y de muerte en la Edad Media. Zamora2001, pp. 435-446.

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    renovacin ha sido tambin notable 22 . Reuniones de carcter congresualcelebradas en los ltimos aos han facilitado, asimismo, el intercambio depuntos de vista entre estudiosos de diversos campos.23

    Todos estos trabajos e iniciativas pueden tomarse como una muestra msde la normalizacin del medievalismo hispnico alineado con losmedievalismos de los pases ms avanzados en lo que se reflere al estudio de losmismos temas y de los mismos problemas.24

    Hechos estos sumarios planteamientos historiogrficos fue eldiscurso que en torno a la muerte leg la Edad Media en sus momentos deplenitud y hasta qu punto seguimos condicionados por l?

    A. Gurievich ha recordado que la cultura dominante del Medievo concibiel mundo de las realidades visibles como un reflejo de esencias superiores msperfectas (archetypus mundus) 25 . De ah que, junto a la muerte real con todassus connotaciones evidentemente dramticas 26, se encuentre esa otra muerteideal que acaba por crear modelos y estereotipos.

    MORIR DE LA PROPIA ENFERMEDAD: LO FSICO Y LOTRASCENDENTE DE LAS LIMITACIONES HUMANAS

    Aunque las enfermedades tengan una historia27 , no resulta fcil sabercules eran aquellas de las que mora el hombre de a pie (el adulto, se entiende)en la Edad Media. Los textos narrativos son extraordinariamente vagos, incluso

    22 Vid. a este respecto los dos ciclos de conferencias celebrados en la Universidad deSantiago bajo el ttulo La idea y el sentimiento de la muerte en la Historia y en el Arte de la EdadMedia en 1986 y 1991. De uno de los coordinadores de estas jomadas. M. N EZ es el excelentey pionero La idea de inmortalidad en la escultura gallega (La imagineria fitneraria del caballero,s. XXIVXV). Orense 1985. Tambin de este mismo autor: Muerte coronada. El mito de los reyesen la Catedral compostelana. Santiago de Compostela 1999. Suponen estas obras una renovacinde viejos planteamientos como los de Ricardo del ARCO en sus dos clsicas obras: Sepulcros dela casa real de Aragn. Madrid 1945 y Sepulcros de la casa real de Castilla. Madrid 1954.

    23 Aparte de las citadas en notas 2 y 21 es de inters recordar tambin: Muerte, religiosidady cultura popular. Siglos XIIIXVIII. Zaragoza (1990). 1992.

    24 G. DUBY, en una de sus ultimas publicaciones, reconoca como el medievalismo espafiolno se diferenciaba ya del de los pases de su entomo. La historia continua. Madrid 1992. p. 138.

    25 A. GURIEVICH: Las categorias de la cultura medieval. Madrid 1990, p. 82-83.26 Vid. a este respecto el excelente trabajo de sintesis realizado por D. ALEXANDRE-

    BIDON: La mort au Moyen Age. XIIIXVI sicle. Madrid 1998.27 Cf. La interesante recopilacin de breves pero rigurosos artculos Ilevada a cabo por J. LE

    GOFF Y J. SOURNIA. Les maladies ont une histoire. Pars. 1985, que no se refieren tanto a lahistoria de la medicina en su sentido cientfico como a los males ms caractersticos en sudimensin social y mental.

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    cuando se refieren a personajes tan de lite como los monarcas. Dirn, as:muri de su propia muerte, muri de su propia enfermedad, le sali elalma del cuerpo, haba cumplido el tiempo de su vida, ingres en el destinouniversal de la carne, etc...28

    Las enfermedades mejor documentadas son las ms impactantes por sucarcter epidmico, su letalidad o la especial repugnancia que producen. Serndistintas clases de fiebres, fundamentalmente las de carcter pal dico. Aunqueno mortales por si mismas constituyen una verdadera tortura que hacen que elcuerpo sea extremadamente vulnerable frente a otras contrariedades. Ser latisis o languidez, considerada por alg n autor como autntica gran pesteblanca29 . Ser el ergotismo conocido como mal de los ardientes, fuego deSan Antonio, fuego de San Andrs o fuego del infierno. Se trata de unfiagelo asociado a otro de los grandes riesgos de la poca: la ingestin dealimentos en malas condiciones; en este caso, pan cuya harina de centeno habasido contaminada por el cornezuelo 30 . Ser la lepra, con especial incidencia enlos siglos XII y XIII, que convierte al enfermo en una especie de muerto en viday en objeto de un estricto aislamiento 31 . 0 ser la peste negra, con dos brotesespecialmente generalizados: el de mediados del siglo VI 32 y el biendocumentado de mediados del siglo XIV 33 . En este ltimo momento, se calculaque la epidemia se cobrara un tercio de la poblacin europea. En tales trminosse expresan distintos testimonios: desde las grandes crnicas de Jean Froissart34

    a otros escritos mucho ms modestos. Uno referido a la Escocia del momento

    28 Cf. El viejo articulo de A. RUIZ MORENO: Enfermedades y muertes de los reyes deAsturias, Len y Castilla, en Cuaderttos de Historia de Espaa, 6, 1946, p. 100. Trabajosposteriores entre ellos alguno redactado por el que estas pginas suscribe no han podido sertampoco mucho ms esclarecedores.

    29 J C. RUSSELL: La poblacin en Europa del ao 500 al 1500. en Historia econmicade Europa (I) La Edad Media. (Ed. De C. M. Cipolla) Barcelona 1979. p. 58.

    39 Un resumen de esta enfermedad, cuya etiologia slo consigui ser esclarecida en el sigloXIX, se encuentra en M. J. IMBAULTHUARTS. Le mal des ardents, en Les maladies ont unehistoire, pp. 66-67.

    31 Para este terrible mal vid. el n mero monogrfico de Razo num. 4, Universit de Nice1984 bajo el titulo Le corps suffrant. Maladies et medications, con un bloque especial dedicado ala lepra.

    32 Cf. P. FUENTES HINOJO: Las grandes epidemias de la temprana Edad Media y suproyeccin en la Peninsula Ibrica, en En la Espaa Medieval, 15, 1992, pp. 2-29.

    33 Cf. La til sintesis de R. S. GOTTFRIEED: La muerte negra. Mxico 1989 y la coleccinde textos de R. HORROX: The Black Death. Manchester 1994. Ello sin olvidar el excelente y yacasi un clsico de JN. BIRABEN: Les hommes et la peste en France et dans les pays europenset mediterranens. ParisLa Haye 1975.

    34 FROISSART: Chronicles (Ed. y seleccin de G. Bereron) Londres 1978, p. 111.

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    dice que la pestilencia atac a todos los habitantes/de forma que mat a untercio de los vivos/tanto hombres como mujeres y nirios 35

    Al margen de las consideraciones tcnicas hechas en los tratados demedicina36, la enferrnedad tiene en el Medievo un valor instrumental y moral deprimer orden. Valor no exento de ambigriedad.

    La enfermedad es la potenciadora del milagro que es la mejor prueba desantidad 37 . Los distintos males acaban tomando el nombre de los santos a losque se invoca para la curacin 38 : la gota ser el mal de San Mauro; la peste elmal de San Roque; la epilepsia el mal de San Juan... Las escrfulas sern elmal del Rey dada la creencia en los poderes curativos poseidos por algunosmonarcas, especialmente los de Francia e Inglaterra, tal y como magistralmenteestudi en su momento Marc Bloch39.

    La enfermedad sirve tambin para medir la fortaleza de nimo depersonajes de excepcin. Hildegarda de Bingen, la gran visionaria del Rin,padeci desde su misma infancia casi de modo constante dolorosasenfermedades... Cuantas ms fuerzas del hombre exterior le faltaban, tanto msacceda al interior a travs del espritu de la sabidura y de la fortaleza. Mientraslanguideca el cuerpo, creca y creca de un modo asombroso el ardor deespritu40 . Y por seguir con personajes de las lites sociales: las enfermedadespadecidas por algunos monarcas pueden servir para resaltar la entereza de sucarcter: la lepra de Balduino IV de Jerusaln; las fiebres peridicas de Luis IXde Francia; la parlisis que postr a Carlos V de Francia buena parte de su vida;o esas enfermedades difusas que minaron la salud del rey castellano Enrique IIIEl Doliente pero que no mermaron su nimo para preparar, en los ltimosdas de su vida, una camparia contra el reino musulmn de Granada 41 . Una

    35 Recogido en J. C. CRAPOULET: Histoire de FEcosse. Pars 1972, p. 42.36 Tal y como recientemente lo han hecho autores como M. V. AMASUNO con La peste en

    la Corona de Castilla durante la segunda mitad del siglo XIV. Valladolid 1996. o L. GARCIABALLESTER con La bsqueda de la salud. Sanadores y enfermos en la Espaha medieval.Barcelona 2001.

    37 Cf. El prlogo de Guillermo de SAINTPATHUS a la compilacin de milagrosrealizados por San Luis, en donde el monarca aparece como sanador de espaldas curvadas,tumores, gota, fstula, fiebre, languidez, ceguera, sordera, etc... Les miracles de Saint Louis. Ed.de P. B. Fay. Pars 1932, p. 1.

    38 Quizs porque, segn J. HUIZINGA, eran ellos quienes las enviaban como vicarios de laclera divina. Ob. cit, p. 236.

    39 Nos referimos, naturalmente a su Les rois thaumaturges. Etude su le carcter surnaturelattribe a la puissance royale particulierement en France et en Angleterre. Una de las ltimasediciones francesas (1983) corri a cargo de Jacques le Goff que destacaba en el prlogo elcarcter vanguardista de esta obra.

    40 Hildegarda de BINGEN: Vida y visiones. Ed. de V. Cirlot. Madrid 1997, p. 41.41 Tal y como recogemos en nuestro libro Una muerte para un rey: Enrique 111 de Castilla

    (Navidad de 1406) Valladolid 2001 passim.

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    enfermedad tan terrible como la lepra puede gozar de alguna que otra una visincompensatoria: iRecuerda que ests muerto al mundo, pero volvers a vivir enDios, por lo cual, ten paciencia! se dice en los estatutos del leproso de laciudad de Bayeux42.

    Como contrapartida, la enfermedad al igual que cualquier otra limitacindel hombre es expresin del castigo divino en el sentido ms estricto. Castigoque se da a nivel personal pero tambin colectivo tal y como se manifestar antelas grandes mortandades. El cronista florentino Juan Villani, ante la epidemia de1348, hablar de conjuncin de planetas, de efluvios venenosos surgidos delseno de la tierra tras conmociones sismicas... pero, a la postre, acabarremitindose al juicio de Dios como causa del terrible ma143.

    Por una especie de deslizamiento semntico, la enfermedad consecuenciadel pecado se convierte en metfora del pecado mismo. Asi, bajo la palabralepra se designar al paganismo de Constantino o Clodoveo 44 antes de suconversin al cristianismo. Y en el siglo XII, Eckberto de Schtinau, uno de losgrandes debeladores del catarismo, definir la herejia como lepra volatilis.Una expresin a la que se sumarn otras que, igualmente, identificanheterodoxia con enfermedad: ceguera, cncer, peste, etc. 45 La identificacin dela herejia con la locura no es tanto en los trminos actuales de enfermedad, sinoms bien de necedad, de estulticia.46

    Las metforas en torno a la enfermedad tienen su equivalente en otras queacaban rodeando el discurso sobre la muerte. En el lxico utilizado seconjugarn elementos biblicos, patristicos y de la Antigtiedad clsica (ideasestoicas, neoplatnicas, etc.). Estamos ante una filosofia que fragua en lostiempos del clasicismo medieval siglos XII-XII1 fundamentalmente, seplasma en las grandes sumas y, con distintas alternativas, se transmite mas allde los estrictos limites de la Edad Media.

    42 Vid. J. ROVINSKI: L'isolement du lepreux au Moyen Age (Genese et ralisation) EnLe corps souffrant: maladies et medications. Razo num. 4. Niza 1984. p. 93.

    43 Juan. VILLANI: Crnicas florentinas. Seleccin de Nilda Guglielmi. Buenos Aires 1967,p. 138.

    44 Cf. Gregorio de TOURS: Histoire des francs. Ed. de Andre Duby. Pars 1970 p. 59.45 Para estos juegos de palabras vid. R. MOORE: Heresy as disease, en The concept of

    heresy, en Medievalia Lovaniensia 1976, pp. 1-11, y E. MITRE: Muerte, veneno y enfermedad,metforas medievales de la hereja, en Heresis num. 25,1995, pp. 63-84.

    46 El conocido poema de SEBASTIN BRANT La nave de los locos, redactado a finalesdel siglo XV, ha sido acertadamente vertido al castellano bajo el ttulo de La nave de los necios.Ed. De A. Regales Serna. Madrid 1998. Algo similar podra decirse de la conocida obra deErasmo DE RTTERDAM Elogio de la locura, cuyo ttulo original es el de Morias enkomion,literalmente, Encomio de la estulticia, Prlogo de Pedro Voltes Bou a la Edicin de col.Austral. Madrid 1975.

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    LA MUERTE SERENA, EL FIN DE UNA PEREGRINACIN

    Refirindose a los inicios del siglo XIII y al caballero Guillermo elMariscal, Georges Duby ha recogido en hermosas palabras lo que deba de ser,a los ojos de las minoras rectoras, la mejor de las muertes: El hombre cuyamuerte se acerca, debe, en efecto, deshacerse poco a poco de todo, y abandonaren primer lugar los honores del siglo. Primer acto, primera ceremonia derenuncia. Ostentatoria, como van a serlo los actos que seguirn; pero las bellasmuertes, en este tiempo de fiestas, se despliegan como sobre un teatro ante grannmero de espectadores, ante gran nmero de oyentes atentos a todas lasposturas, a todas las palabras, esperando del moribundo que manifieste lo quevale, que hable, que acte segn su rango, que deje un ltimo ejemplo de virtuda todos los que le seguirn. Cada uno, de este modo, al dejar el mundo, tiene eldeber de ayudar por ltima vez a afirmar esta moral que hace mantener en pie elcuerpo social, y sucederse las generaciones en la regularidad que complace aDios.47

    Lo que resulta ejemplarizante cuando el protagonista es un destacadomagnate muerte serena con todos los pronunciamientos favorables y lasliturgias propias de la iglesia romana lo es ms cuando ste es un rey. Lostestimonios narrativos medievales facilitan abundante informacin al respecto.Para el caso de la Corona de Castilla, la muerte de Fernando III resultamodlica: vio que era conplido el tiempo de la su huida et que era llegada laora en que auia de finar, se humilla arrojando los pannos reales que uestie ymanda venir a sus hijos para estar rodeado por ellos. Al primognito, comosucesor le transmite un conjunto de consejos para el buen gobierno. Recibidoslos sacramentos, demand la candela que todo cristiano deue tener en mano alsu finamiento y elev las manos a Dios invocndole Sennor, desnudo sali delvientre de mi madre que era la tierra, et desnudo me ofresco a ella. Et Sennor,recibe la mi alma entre conpanna de los tus siervos. 48

    Ese final sea del caballero, del clrigo o del plebeyo es el ms acordecon aquello que no se desea: la muerte imprevista (la subitanea mors) sinninguna preparacin y que puede llegar a constituir toda una obsesin para elcristiano.

    47 G. DUBY. Guillermo el Mariscal. Madrid 1985, p. 9.48 Primera Crnica General de Espaa. Ed. De R. Menndez Pidal, Madrid 1977 p. 773. A

    fin de no pecar de reiterativos, remitimos al lector a dos de nuestros trabajos: La muerte del rey;la historiografia hispnica (1200-1348) y la muerte entre las elites, en En la Espaa medieval,num. 11. 1988, y Muerte y memoria del rey en la Castilla bajomedieval, en La idea y elsentimiento de la muerte en la historia y el arte de la Edad Media (II). Santiago de Compostela1992, pp. 17-26. Para el caso de otra muerte modlica de un monarca vid. tambin mi Unamuerte para un rey: Enrigue 111 de Castilla. Navidad de 1406. Valladolid 2001.

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    Para prevenirla, la ms spera asctica cristiana haba proclamado elcontemptus mundi, el ms absoluto desprecio hacia las cosas mundanas queimplicaba la consiguiente miserabilizacin del cuerpo.

    R. Bultot escribi hace arios una excelente obra sobre este tema cubriendoun amplio arco cronolgico: desde el triunfo del cristianismo hasta finales delsiglo X11 49 . Inocencio III, en efecto, sera autor poco antes de su ascenso alpontificado en 1198, de una obra de extraordinaria proyeccin tituladaprecisamente De contemptu mundi. Pocas veces se ha llevado a cabo unescarnecimiento mayor de la vida: La mujer concibe con suciedad y fetidez,pare con tristeza y dolor, amamanta con dificultad y trabajo, vigila con ansiedady temor... Para preguntarse ms adelante: qQuin ha pasado ni siquiera unsolo da totalmente agradable y placentero... o que no le haya ofendido unamirada, una voz, un golpe alguno?. Estos pasajes, seleccionados por Huizinga,resultaban a juicio del historiador holands un tanto incomprensibles, viniendodel pontfice ms poderoso y ms favorecido por la fortuna59 . Quizs en esamisma razn, han pensado otros autores, estaran la bases de esas amargasreflexiones. Inocencio III consideraba al hombre tan limitado que crea de todopunto necesaria una fuerte estructura eclesistica para poner remedio 51 . El Decontemptu mundi gozara de numerosas imitaciones a lo largo de los siglossiguientes, entre ellas la castellana Libro de miseria de omne. 52 Y, habra queariadir, seguira inspirando la filosofa de las relaciones vida-muerte a lo largode los siglos siguientes.

    Esta agria visin de todo lo tenenal tendra, sin embargo, suscontrapartidas. V. Fumagalli ha recordado, por ejemplo, que un San Franciscode Ass no condena sin paliativos la corporeidad sino que ve en ella unaexpresin de la naturaleza considerada, a su vez, espejo de Dios. La muerte, ental contexto, no es tanto una vergonzosa derrota del cuerpo como un dormirsesereno de la vida. 53 . Las relaciones cuerpo-alma, presentadas como antitticaspor la ms estricta ascesis y por algunos grupos disidentes de signo dualista,seran reconducidas por la iglesia oficial hacia posiciones ms equilibradas. En

    49 R. BULTOT: Christianisme et valeurs humains. La doctrine du mepris du monde enOccident de Saint Ambrose a Inocent 111. Pars 1972.

    El texto de 1nocencio 111, recogido en Innocentius IIL de contemptu mundi sive de miseriaconditionis humanae libri tres, en Migne. P. L. T. CCXII. Las reflexiones de Huizina en Ob. cit,p. 194.

    51 F. HEER: El mundo medieval. Madrid 1963, p. 367.52 Datado hace algn tiempo por Artigas a finales del siglo XIV. Para P. TESAURO se

    tratara de la copia (que poda ser tambin de principios del XV) ya que el original se redactaraen la primera mitad del XIV. Introduccin a su edicin de Libro de Miseria de Omne. Pisa1983, pp. 18-19.

    53 Vito FUMAGALLI: Solitudo carnis. El cuerpo en la Edad Media. Madrid 1990, pp. 8795.

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    el concilio de Vienne de 131 1 tomara oficialmente cuerpo la idea de que elalma es la forma que informa al cuerpo defendiendo con ello el principio dela unidad del hombre. Es lo que en nuestros das H. Vorgrimler ha expresado enlas siguientes palabras: El cuerpo es la manifestacin del espritu personal, elalma, que slo llega en el cuerpo a la realidad concreta54

    A niveles menos oficiales (11mense populares o simplemente ajenos a losmedios estrictamente acadmicos) si no la dualidad, si la ambigtiedad siguivigente.

    As lo veremos en un texto redactado hacia 1 400 el dilogo entre elcampesino de Bohemia y la muerte donde se da una manifiesta ambivalenciaen cuanto a la percepcin del cuerpo. Por un lado se nos habla de l como dealgo miserable: comida de gusanos, cajn de moho, pestilente cazuela de barro.Pero por otro, la idea que se nos transmite del hombre y consiguientementetambin de su cuerpo es la de la ms perfecta y libre obra de Dios55.

    Y decir de esa mistica que, a la b squeda de la unin con lo divino,con los poderes trascendentes, implica una preparacin laboriosa, un rechazode todo lo que sea el mundo visible y sus placeres, y en muchos casos inclusouna severa austeridad fsica?56

    En cualquier caso cuerpo tomado como prisin o cuerpo consideradosagrario del alma el hombre era en la tierra una especie de transeunte/peregrino/viador en marcha hacia un status totalmente distinto al de este mundovisible.57

    La historia del cristianismo brinda numerosos ejemplos en esta direccinya desde los mismos orgenes:

    La Epistola a los Hebreos dice al respecto: Todos stos vinieron a moriren su fe, sin haber recibido los bienes que se les han prometido, contentndosecon mirarlos de lejos y saludarlos, y confesando ser peregrinos y huspedessobre la tiena. Ciertamente los que hablan de esta suerte dan a entender quebuscan patria. Y caso de que pensaran en aquella de donde haban salido,tiempo sin duda tenan de volverse. Luego aspiran a otra mejor, esto es, a lacelestial58

    Cipriano de Cartago a mediados del siglo III y a propsito de una epidemiade peste escribira: vivimos aqu durante la vida como huspedes y viajeros...

    54 H. VORGR1MLER: El cristiano ante la muerte. Barcelona 1981. p. 106.55 Johannes von TEPL: El campesino de Bohemia y otros escritos. Madrid 1999 p. 91-93.56 H. GRAEF. Historia de la ndstica. Barcelona 1970 p. 11.57 Tema tratado por G. B. LADNER. Homo viator. Medieval ideas on alienation and

    order en Speculum vol. XLII. abril 1967, pp. 233-259. Recientemente tomado de nuevo por E.MITRE: Las peregrinaciones medievales: realidades, analogas y anagogas en XX Siglos,1999, pp. 47-60.

    58 Heb. 11.13-16.

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    z,quin estando lejos no se apresura a volver a su patria? 59 . Una patria que noes ya el lugar en el que se ha nacido o el conjunto del Imperio Romano tomadoen el sentido de communis patria. La patria es el paralso ya que, observaKantorowicz, despus de todo, la comunidad de todos los santos era laasamblea cvica de la patria celestial, a la cual el alma deseaba unirse 60 . Untema sobre el que volveremos ms adelante.

    Los principios bsicos de esa idea de peregrinacin-viacin, cruzanprcticamente todo el Medievo. A fines del siglo XIII, Jacobo de Vorgine sepronunciara en trminos parecidos al inicio de su ms popular obra: El tiempode Peregrinacin es este de la vida presente en la que viajamos y combatimossiempre61.

    Por los mismos aos, el vulgarizador Vicente de Beauvais (o undesconocido discpulo suyo) hablara de la muerte en su Speculum moralecomo: salida de la crcel, fin del exilio, fin de las penalidades, evasinde todos los peligros, vuelta a la patria, ingreso en la gloria, ingreso en lavida eterna...62.

    z,Intentos de desdramatizar el momento supremo tomado como simpletrmite para el ingreso en un mundo mejor? La figura, desde luego, habr detener extraordinario xito. A mediados del siglo XIV F. Petrarca volvera aabundar en ella en uno de sus Triunfos: La muerte es fin de una prisinsombra/para las almas nobles, y amargura/ para aquellos que viven en elfango63 . Una forma de vivir en el pecado que el cristianismo identific conotra muerte peor que la fsica (primera): era la muerte segunda, la muerte delalma64 . El mismo Petrarca, que se movi no slo bajo el influjo de laAntigedad, tomar de la Edad Media importantes ideas que le servirn demotivo para la meditacin. La que haga en torno a las Confesiones de SanAgustin le servira para redactar su Secretum; un dilogo sobre la salvacin delpobre alma humana que a alg n autor le ha merecido tambin el ttulo de Decontemptu mund(55.

    59 En De mortalitate, en Obras completas. Ed. de J. Campos. Madrid 1963, p. 271.60 E. KANTOROWICZ: Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teologa poltica medieval

    Madrid 1985. p. 225.61 Jacobo. de VORAGINE: La legende dore. Ed. de J. B., Roze y H. Savon. T. I. Pars

    1967, p. 25.62 Recogido por E. MITRE en La muerte vencida, pp. 75-76. Jugar con la idea de

    peregrinacin en esta vida como paso a la otra. o jugar con una larga peregrinacin en losespacios del otro mundo, desde las profundidades del infiemo al paraso cuenta con ese granparadigma que es la obra de Dante. Cf. E. M1TRE: Las peregrinaciones medievales: realidades,analogas y anagogas, p. 58.

    63 Francesco PETRARCA: Triunfos. Ed. de J. Cortines y M. Carrera. Madrid 1983, p. 123.64 Cf. Mi trabajo La muerte primera y las otras muertes, citado en nota. 2.65 K. VOSSLER: Historia de la literatura italiana. Barcelona 1925. p. 46.

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    El trnsito tranquilo de un mundo a otro, representado como una suerte depacfica dormicin, poda ser el mejor modelo de una buena muerte. Aunqueextremos, ciertos pasajes extrados de la literatura mendicante y referidos a losfundadores pueden resultar ilustrativos en relacin a ese ideal.

    San Francisco de Asis, informado por el mdico de la gravedad de susituacin levant sus manos hacia el cielo con gran devocin y reverencia yexclam con inmenso gozo interior y exterior: Bienaventurada sea mi hermanala muerte66.

    De Santo Domingo de Guzmn dir uno de sus bigrafos: antes de sumuerte asegur confiado a los frailes que les sera ms til despus de muerto.Saba a quien haba confiado el depsito de sus trabajos y de su fecundaexistencia, no dudando que le estaba preparada la corona de la justicia,alcanzada la cual sera tanto ms poderoso en obtener gracias cuanto ms seguroentrase en los dominios del Serior67.

    Las dolorosas enfermedades que acompafian ese salto a la otra vidaintroducen, sin embargo, un importante matiz a la idea de tranquilo trnsitoaceptado pasivamente. La muerte de San Francisco, verdadero alter ego delSalvador, narrada por San Buenaventura ayuda a jugar con esa variante:Clavado ya en cuerpo y en alma a la cruz juntamente con Cristo... a una conCristo crucificado, estaba devorado por la sed de acrecentar el n mero de losque han de salvarse68.

    La presencia del dolor nos ayuda a entrar en una muerte con dimensinmuy especial: la martirial. Aparentemente habra que subrayar lo deaparentemente supona una contradiccin con esa serena actitud tomada comoideal.

    EL MARTIRIO Y SUS FORMAS; UN SEGURO PARA EL MS ALL

    El discurso sobre la muerte del pleno Medievo llev a cabo m ltiplesajustes a veces muy forzados como el que acabamos de mencionar. Merced aellos, el dolor e incluso la violencia que pona fin a una vida, eran compatiblescon la tranquila aceptacin de la muerte. Disponemos de algunos ejemplos

    66 Leyenda de Perusa en San Francisco de Ass. Escritos. Biografias. Documentos de lapoca. Ed. J. A. Guerra. Madrid. 1980. p. 666.

    67 Beato JORDN DE SAJONIA: Origenes de la orden de los predicadores, en SantoDomingo de Guzmn. Su vida. Su obra. Sus escritos. Ed. De M. Gelabert, J. M. Milagro y J. M.Garganta. Madrid 1966 p. 176.

    68 San BUENAVENTURA. Levenda Mayor, en San Francisco de Ass. Escritos.Biografias. Documentos de poca. Ed. de- J. A. Guerra. Madrid 1980, p. 468.

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    protagonizados, igualmente, por los fundadores de las dos grandes rdenesmendicantes. Santo Domingo de Guzmn, acosado por herejes, les manifiesta:No soy digno de martirio; an no he merecido esta muerte 69. Y a SanFrancisco sus hagigrafos lo presentarn tambin ansiando el martirio, con losmusulmanes de distintos lugares del Mediterrneo como potenciales verdugos76.Que los antiguos mrtires tuvieran asegurado por derecho propio un lugar en lagloria contribuy a mantener el prestigio de una muerte especialmente cruel.

    En puridad etimolgica, mrtir (de la expresin griega martys) es el testigo,el que da testimonio de algo. De acuerdo a los criterios veterotestamentarios, elpueblo de Israel haba sido llamado como testigo ante los pueblos de queYahvh era el nico y verdadero Dios: Vosotros sois mis testigos y siervos aquienes escogi a fin de que conozcis, creis y comprendis que yo soy. No fueformado antes de mi Dios alguno, ni lo ser despus de mi 71 ... En el NuevoTestamento, los apstoles se convierten en los testigos de la Buena Nueva de lasalvacin. Llevada esa idea a su extremo, el testigo de Cristo llega a sellar sutestimonio con su propia sangre: Y mientras se derramaba la sangre de tutestigo Esteban, yo me hallaba presente, consintiendo y guardando la ropa de losque le mataban72 . De lo aspticamente etimolgico estamos derivando a lo msacentuadamente teolgico.

    Para la ms com n tradicin hagiogrfica, el mrtir era ante todo quien, pordefender su fe, haba muerto violentamente a manos de las autoridades romanaspaganas. San Ignacio de Antioqua, mrtir l mismo, consideraba esta forma demuerte como una participacin sacramental en el ministerio de la fe. Frente a lasreservas de algunas voces significadas, los montanistas, uno de los gruposradicales del cristianismo antiguo, abogaron abiertamente por el martirio.Conocida es la sentencia de Tertuliano, quien acab integrndose en la secta, aldirigirse a las autoridades imperiales: Nos hacemos ms numerosos cada vezque nos cosechis: ies semilla la sangre de los cristianos!73.

    Las muertes martiriales en el sentido ms com n cesaron oficialmente apartir del giro constantiniano. Como va de santidad dejaron su lugar a otrosideales como la virginidad o la ascesis monstica que implicaban tambin unacierta renuncia al mundo aunque exenta de violencia. Con todo, la idea delmartirio, por la razn antes expuesta, no se perdi: aprovech nuevascircunstancias como las pugnas entre catlicos y herticos o la irrupcinmusulmana. La Espafa visigoda y la del primer al-Andalus facilit nuevos

    69 PEDRO FERRANDO: Leyenda de Santo domingo, en Santo Domingo de Guzmn, p.304.

    70 SAN BUENAVENTURA: Ob. cit, P. 439-440.71 IS. 43, 10.72 Act. 22, 20.73 TERTULIANO: El apologtico. Ed. De J. Andino. Madrid 1997 p. 186.

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    casos. Fue el del principe Hermenegildo, considerado como mrtir siguiendo latradicin forjada por el papa Gregorio Magno aunque su canonizacin seaplazara diez siglos74 . Y fue el de aquellos mozrabes que, ante las crecientesdefecciones hacia el Islam, defendieron de forma crispada sus tradicionesculturales y religiosas ante las autoridades mahometanas75.

    Los tiempos del clasicismo medieval, con los avances de una iglesiatriunfante en la forma de teocracia pontificia, difcilmente podan dar unaamplia nmina de mrtires como siglos atrs. Sin embargo, una parte delelevado nmero de muertes de la violencia dominante ser susceptible deinterpretacin en clave de martirio.

    Es de sobra conocido el caso de Toms Becket, asesinado por un grupo decaballeros ingleses inducidos por unas imprudentes palabras del rey Enrique II.A diferencia de lo ocurrido en otros casos, su canonizacin no se hara esperar(1173). Su tumba en Canterbury se convertira en importante centro deperegrinacin al que acuda un elevado n mero de penitentes para ser ayudadosen la curacin de sus enfermedades76.

    El enfrentamiento entre catlicos y ctaros facilit a la hagiografiaejemplos que, en algunos casos, entraron un tanto a pie forzado. Fue el caso dellegado Pedro de Castelnau asesinado en 1208 por un escudero del conde deTolosa acusado de protector de herejes y de serior de ladrones 77 . Fue el casode los inquisidores dominicos de Avignonet muertos en 1242: martirizados porlos herejes en defensa de la fe de Cristo 78 . Y ser el caso de Pedro de Verona,dominico inquisidor en Miln, asesinado posiblemente por un grupo de ctarospor los mismos arios 79 . El martirio aparece en los hagigrafos como unacondicin que se adopta voluntariamente la victima no huye y en toda suconciencia cristiana80 . Cruelmente Ilamativo resulta, as, el caso del fanticoSimn de Montfort, responsable de las mayores atrocidades cometidas por el

    74 Para este problema y sus distintas implicaciones vid. L. VAZQUEZ DE PARGA: SanHermenegildo ante las fuentes histricas. Madrid 1973. p. 23.

    75 Para los enfrentamientos de los autores mozrabes con el mundo islmico cf. Entre otros.E. P. COLBERT: The martyrs of Cordoba (850-859). A study of the sources. Washington 1962 yD. MILLET GERARD: Chretiens mozarabes et culture islamique dans 1 Espagne de VIIIIXsicles. Paris 1984.

    76 G. CHAUCER: Cuentos de Canterbuty. Ed. De P. Guardia. Madrid 1987, p. 65.77 La chanson de la croisade albigeoise. Ed. De G. Duby, H. Gougaud y M. Zink. Paris

    1989, p. 43.78 Gerardo de FRACHET: Vidas de los frailes predicadores, en Santo Domingo de

    Guzmn. Su vida. Su orden. Sus escritos. p. 622-623.79 Jacques de VORGINE. La legende dore. Vol. I, Pars 1967, pp. 320-321.8 A. BOUREAU: La lgende dore. Le s-ysteme narratif de Jacques de Voragine. Paris

    1984. p. 114.

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    ejrcito cruzado en la represin de la hereja 81 . Su muerte como resultado delimpacto de una piedra arrojada desde los muros de Toulouse en 1218 lleg aequipararse con la del protomrtir Esteban, muerto por lapidacin82.

    Desde el lado de la disidencia religiosa tambin se potenci la imagen demrtires propios. Los donatistas norteafricanos impulsaron esta tradicinresaltando la disposicin al martirio (amore martyrum) de los suyos. Unaactitud reprochada por San Agustn que la consideraba como una suerte deinduccin al suicidio... 83 Con los arios volveremos a encontrar unas valoracionessemejantes. Joaqun de Fiore, entre otros autores, recuerda como los disidentesreligiosos de su poca consideraban mrtyres Dei a aquellos de los suyos quemurieron en defensa de sus principios. 84 Algn testimonio procedente delmundo ctaro destacara que ellos eran la verdadera Iglesia de Dios ya que erala que sufra tribulaciones, persecuciones y martirio en el nombre de Cristo amanos de la Iglesia de Roma cuyo comportamiento era el propio de los lobos85.

    Sin embargo, para los autores catlicos ms comprometidos en la luchafrente a la hereja, los sufrimientos y muertes de sus oponentes no merecieron lams mnima consideracin. No es ya el caso de un personaje de trgico destinocomo el rey Pedro el Catlico, muerto en defensa de los seriores filoctaros delMidi86 . Lo es el de esas gentes a menudo annimas victimas de las operacionesmilitares o de la represin inquisitorial para los que San Bemardo tiene duraspalabras: no se parece en nada la constancia de los mrtires y la contumacia delos herejes; los primeros desprecian la muerte por su devocin; los segundos porla dureza de su corazn87.

    Una apreciacin consecuente con quien deca, asimismo, que no pecacomo homicida sino dira yo como malicida, el que mata al pecador paradefender a los buenos. Es considerado como defensor de los cristianos y

    81 A propsito de la matanza de Beziers vid. J. BERLIOZ: Tuez les tous, Dieu reconnaitrales siens. Toulouse 1994.

    82 Pierre des VAUX DE CERNAY: Histoire albigeoise. Ed. P. Guebin y H. Maisonneuve.Paris 1951 p. 234.

    83 W H. C. FREND: Voz Donatismo, en Diccionario patristico y de la antigiiedadcristiana p. 638 y E. ROMERO POSE: A propsito de las Actas y Pasiones donatistas, enStudio StoricoReligiosi.. Universit di Roma 4 (1980), pp. 59-76.

    84 Cf. G. GONNET: Gioacchino da Fiore e gli eretici del suo tempo, en Storia e Messagioin Gioachino da Fiore (Atti del I Congresso internazionale di Studi Gioachimiti. 1979). SanGiovanni in Fiore 1980, p. 62.

    85 Extraido del Ilamado Ritual occitano de Dublin. Recogido por A. BRENON: Lescathares. Vie et mort d'une eglise chrtienne. Paris 1996, p. 153-154.

    86 Vid. la exhaustiva inforrnacin recogida al respecto en M. ALVIRA: 12 de septiembre de1213. El jueves de Muret. Barcelona 2002.

    87 SAN BERNARDO: Sermones sobre el Cantar de los Cantares. Sermn 66, en Obrascompletas, vol. V Ed. De 1 Aranguren y J. M. De la Torre. Madrid 1987, p. 835.

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    vengador de Cristo en los malhechores 88 . Un pasaje que, escrito en el contextode las cruzadas, nos Ilevara a una nueva forma de interpretar la idea demartirio.

    El trmino cruzada, que es de tarda aparicin, compiti con otros como elde passagium, passagium generale, Iter Ierosolymitanum, bellum sacrum,bellum justum. Remitindonos a estos dos ltimos vocablos, la cruzada seridealizada hasta el punto que los expedicionarios llegan a ser equiparados a losmrtires, no slo por el hecho de morir en la empresa, sino simplemente por laspenalidades que la expedicin comportaba 89 . Morir o padecer combatiendo conlas armas en la mano en defensa de la fe, es todo un sucedneo de martirio enuna poca en la que las muertes martiriales stricto sensu son escasas90 . Un granfracaso militar como el de Luis IX en la cruzada contra Tnez en 1270, esobjeto de sublimacin incluso por un decrois, un desengaado de lasoperaciones en Ultramar, cual era el seor de Joinville. La muerte del rey deFrancia, resultado de un vulgar disentera, es equiparada a la del propio Cristo:portando la cruz y a la misma hora en que expir el Salvador91.

    88 BERNARDO DE CLARAVAL: Elogio de la nueva milicia templaria.. Ed. De J. M.Lalanda. Madrid 1994, p. 175.

    89 Se ha discutido en qu momento surgiria esta idea. J. RILEYSMITH ha sostenido queno naci del discurso de Urbano 11 en Clermont sino que fue tomando cuerpo con el ejrcitocruzado en marcha. The First Crusade and the idea of Crusading. Londres 1986, p. 114-115. Porsu parte, J. FLORI piensa que el modelo se haba eestado ya antes de la predicacin de la cruzadaen los medios monsticos: Mort et mrtyre des guerriers vers 1100. L'exemple de la prmierecroisade. En Cahiers de Civilisation Mdivale. 1991.

    90 Aureola martirial se ha concedido a la muerte de Ramon Llull. M. CRUZ HERNNDEZha escrito sobre ella que respecto a su muerte, es muy dificil expresar una opinin terminante;carecemos de documentos inmediatos a ella. La tradicin habla de un viaje al norte de Africa endonde el 29 de junio de 1315 fue objeto de un intento de linchamiento por una turba demusulmanes. Su muerte, sin embargo, piensa este autor, no se producira ms que a principios delao siguiente. El pensamiento de Ramon Llull. Madrid 1977, p. 28. Sentido martirial ms estrictose otorgara a otra muerte que se produce en torno a esos mismos aos: la del obispo de JaenPedro Pascual. Apresado por los musulmanes de Granada, fue Ilevado a la capital nazar en la quegoz de cierta libertad para debatir en torno a su fe contra judos y musulmanes. Ciertos excesosverbales desembocaran en su liquidacin fsica el 6 de diciembre de 1300, fecha en la que escelebrado en el martirologio romano. Cf. P. SAINZ RODRGUEZ: Antologia de la literaturaespiritual espaola. I. La Edad Media. Madrid 1980, p. 389.

    91 Jean de JOINVILLE: Histoire de Saint Louis, en Historiens et chroniqueurs du MoyenAge. Paris 1952, p. 201-203. Sobre la figura de este monarca francs existe una abundantebibliografia. Uno de los trabajos ms reputados publicado en los ltimos aos se debe a J. LEGOFF: Saint Louis Paris 1996. Ha dado pie a distintos aportes crticos, entre ellos, el de Ch.LUCKEN: L'evangile du roi. Joinville. temoin et autour de la Vie de Saint Louis, que cubre laspp. 445-467 del dossier La Royaut Franaise. Mises en scene du discours politique. Publicadoen Annales. Histoire. Sciences sociales. 2001, pp. 445-517. Para la muerte del monarca comosucedneo de martirio, vid. especialmente pp. 4457-461.

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    Entrado el siglo XIV, D. Juan Manuel hablaba de su abuelo Femando IIIcomo de un hombre que, aunque no hubiera muerto con las armas en la mano,tanto afan e tanta lazeria tom en servicio de Dios, e tantos buenos fechosacab, que bien le deben tener por martir et por sancto 92 El magnate escritorcastellano mantena, sin embargo, algunas reservas al negar la condicin demrtires a aquellos cristianos que luchaban contra los moros por dineros que lesdan, o por ganar fama del mundo, et non por entencion derecha etdefendimiento de la ley et de la tierra de los cristianos93

    Luchar por la ley y la tierra, sacrificarse por ellas, llega a ser equiparable almartirio en los tiempos del Medievo clsico. (:,Cmo se llega a esa situacin?

    La idea de patria por la que, de acuerdo a la mxima de los romanos,resultaba dulce y digno morir, experiment una notable mutacin desde finesdel mundo antiguo. Ya hemos anticipado lo que a este respecto se deca desdelos tiempos iniciales del cristianismo, cuando ese concepto se asimil con elmundo celestial, autentica patria de los fieles. La patria entraba en el terreno dela pura trascendencia 94 . En el 848, el papa Len IV, cuando llama a los francosen auxilio de Roma acosada por los sarracenos, promete el proemium coeleste aquienes muriesen por la verdad de la fe, la salvacin de la patria y la defensade los cristianos. Los guerreros muertos en auxilio de Roma, paradigma de lafe cristiana, seran venerados all como mrtires 95 . Este principio impregnara laposterior idea de cruzada tanto en Tierra Santa como en otros rincones96 . La fe yla patria pasan a ser conceptos difcilmente separables.

    92 DON JUAN MANUEL: El libro de los estados. Ed. De I. R. Macpherson y R. B. Tate.Madrid 1991, p. 226. Una condicin que algunos textos extenderan a Enrique III, por morir enplenos preparativos de una guerra contra el reino musulmn de Granada. Vid. para ello lasconsideraciones hechas en mi Una muerte para un rey. Enrique 111 de Castilla. Navidad de 1406.Valladolid 2001.

    93 DON JUAN MANUEL: Ob. cit. p. 225.94 Vid. las sugerentes reflexiones recogidas por E. KANTOROWICZ, Ob. Cit. pp. 223 y ss

    en donde retoma las ideas expuestas en un artculo anterior: Mourir pour la patrie et autres textes.Pars 1984, pp. 105-141. Una fiel aplicacin de este modelo al caso hispnico en A. GUIANCE:Morir por la patria, morir por la fe: la ideologa de la muerte en la Historia de RebusHispaniae. Cuadernos de Historia de Espaha 1991, pp. 75 a 106. Se recogen en este artculodiversas reflexiones sobre la muerte tal y como la aborda Rodrigo Jimnez de Rada en suprincipal texto histrico.

    95 P. ALPHANDERY y A. DUPRONT: La cristiandad y el concepto de cruzada. Lasprimeras cruzadas. Mxico 1959. p. 11.

    96 Desplegadas as las lneas, alzadas las manos al cielo, puesta la mirada en Dios,dispuestos los corazones al martirio desplegados los estandartes de la fe e invocando el nombredel Serior. Llegaron todos como un solo hombre al punto decisivo del combate R. JIMNEZ DERADA: Historia de los hechos de Esparia. Ed. De J. Femndez Valverde. Madrid 1989, p. 320.Observaciones al respecto, las recoge A. GUIANCE: Morir por la patria, morir por la fe, p. 99.

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    Andando el tiempo ese culto a la patria y la muerte martirial por ella seiran diversificando y, a su modo, retornaran a sus originales dimensiones. Sevaloraran de forma especial los sacrificios realizados en defensa del reino. E.Kantorowicz ha dicho que No hay duda de que el amor patriae romano tanapasionadamente resucitado, cultivado y glorificado por los humanistas hamodelado la mentalidad secular moderna 97 . Toma para ello como ejemplo lasituacin que se produce en Francia en torno a 1300 a propsito del conflictosuscitado entre Felipe IV y el papa Bonifacio VIII. Los legistas que rodearon almonarca francs lo expresarn en los siguientes trminos: Como la forma msnoble de muerte es la agona por la justicia, no hay duda de que aquellos quemueren por la justicia del rey y del reino, sern coronados por Dios comomrtires 98.

    En los afos siguientes, los reinos ibricos produjeron tambin algunaspiezas importantes para esa nueva identificacin.

    As, el cronista Ferno Lopes, a propsito del cerco de Lisboa por lasfuerzas castellanas en 1384, pregunta retricamente a la ciudad convertida enuna especie de esposa matriarcal: Oo cidade de Lixboa, famosa amtre ascidades, forte esteo e columpna que sostem todo Portugal! Quegemdo he a teuesposo? E quaaes forom os martires que te acompanharo em tua persseguicome dorido cerco?99

    Dos afos ms tarde, en las cortes de Segovia de 1386, Juan I de Castilla,ante la invasin del pretendiente al trono duque de Lancaster, se dirigir a losrepresentantes de los tres estados en los siguientes trminos: Ca bien sabedescommo todos los ommes del mundo deuen trabajar e deuen morir por quatrocosas la primera por su ley, la segunda por su rey, la tercera por su tierra, e laquarta por sy mesmo l No se habla expresamente de una muerte asimilada almartirio pero s de unas obligaciones para con la tierra similares a las contradascon la fe.

    La tierra, el reino, la patria... acaban por convertirse en vocablosprcticamente intercambiables que a medida que avanzamos en el Medievoencubren mbitos territoriales dotados de una marcada concrecin. El sacrificiopor ellos se manifiesta tambin en la lealtad debida a los principes que los

    97 Los dos cuerpos, p. 238.98 Recogido en ibid. p. 245.99 Ferno LOPES: Crnica de D. Joao 1 Ed. H. Baquero Moreno y A. Sergio. Barcelos 1983

    Vol. 1, p. 343. Interesentes consideraciones hace A. J. SARAIVA para destacar el papelprotagonista del pueblo y su identificacin con el reino frente a la agresin exterior. FernetoLopes. Lisboa 1965. p. 39. El apoyo documental para ese papel de Lisboa lo estudia V. VIEGAS:Lisboa. A forea da revolugao (1383-1385). Os documentos comprovam Ferno Lopes. Lisboa1985.

    1 Cortes de los antiguos reinos de Len y Castilla, vol. II. Madrid 1863 p. 351.

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    gobiernan y a la institucin que encarnan. Ella es despus de todo la expresinde esa patria que, aunque progresivamente secularizada, no perdi del todo elsentido mistico del que se haba dotado en los arios anterioresp91.

    FIN DE UN TRAYECTO? (DEL PLENO MEDIEVO AL OTOSTODE LA EDAD MEDIA)

    Nunca estuvo la muerte tan revestida de pudor como en el siglo XIII.Nada podra imaginarse de ms puro y suave que algunas figuras grabadas sobrelas losas funerarias o acostadas sobre las tumbas... Pero he aqu que a fines delsiglo XIV la muerte aparece en todo su horror...12.

    Lo sabios de la alta iglesia, por el razonamiento y la meditacin misticahaban llegado a desterrar lo que la muerte tiene de terrorfica. Habanamansado a la muerte y disimulado el cadver bajo las siluetas tranquilizantesde la resurreccin. El miedo vuelve al galope en el siglo XIV. La muerte es denuevo trgica, un abismo negro y abierto13.

    Treinta y cuatro arios separan las obras de las que hemos extrado estos dospasajes. Aunque siguiendo distintas vas y por no idnticos motivos, hay unfondo de coincidencia entre ambos: en el siglo XIV la percepcin de la muertepor el hombre occidental experimenta un importante giro. Sobre su magnitud eincluso sobre su propia realidad se ha especulado ampliamente y se seguirespeculando en la misma forma que se ha discutido y discute sobre el alcance dela crisis de la Baja Edad Media14.

    El fantasma de la muerte en la Edad Media (y ,cundo no?) era laculminacin de esos otros tres fantasmas que se trataban de exorcizar en unavieja invocacin a la divinidad: iLbranos Serior, del hambre, de la peste y dela guerra!. Las tres calamidades se agudizaron y conjugaron en el BajoMedievo l 5 . Ser la gran hambre de 1316 y carestas posteriores. Ser la guerraque se convierte en un mal endmico hasta el punto que, en el terreno msacadmico, hablamos de Guerra de los Cien arios. Y, por ltimo, ser la Peste

    1 I Una identificacin que trasciende ampliamente los lmites del Medievo. Joseph ROTH,cuya obra refleja la nostalgia de una monarqua austroh ngara perdida, dir del jefe de distritobarn von Trotta, un hijo de esloveno ennoblecido por Francisco Jos: Era austriaco, servidor yfuncionario de los Habsburgo, y su patria era el Palacio Imperial de Viena. La marcha Radetzkv.Barcelona 2000. p. 138. (La novela fue publicada originalmente en 1932).

    102 E. MLE: El arte religioso del siglo XIII al siglo XVIII. Mxico 1966, p. 124.103 G. DUBY: Europa en la Edad Media. Barcelona 1986, p. 138.I" Entre los recientes aportes al tema, vid. G. BOIS: La grande depresin mdivale. XIV et

    XV sicles. Le precedent d'une crise systemique. Paris 2000.105 H. MARTIN. Mentalits medivales. XIXV sicles, Pars 1996, p. 375.

  • MUERTE Y MODELOS DE MUERTE 31

    Negra que, en ciclos peridicos, se ceba en las poblaciones del Occidente, apartir de 1348. Est fuera de duda que la sociedad europea sufri un notableretroceso demogrfico que caus un profundo impacto en todos los niveles:desde las relaciones econmicas a las psicologas colectivas. Janto como paraimpulsar un discurso sobre la muerte radicalmente distinto al elaborado en lostiempos de plenitud?

    Resulta tentadora una respuesta rotundamente afirmativa y construir sobreella un discurso mas mtico que histrico. Si recurrimos a los testimoniosestrictamente literarios que seran los que permitieran elaborar el primero,encontraramos, sin embargo, numerosas figuras que los tiempos del clasicismomedieval transmite al Bajo Medievo. Algunas han sido citadas en las pginasanteriores. Quizs como hemos tenido ya ocasin de escribir la abundantedocumentacin de la que disponemos para los ltimos siglos medievales hapermitido crear la imagen de un cambio radical de las mentalidades yrepresentaciones que posiblemente no fue tan amplio. Los discursos y losmodelos de muerte que pervivirn, al menos en el mundo catlico, as comotambin los gestos y ceremonias que rodean la muerte y las imgenes del MsAll, seguirn inspirndose en aquellos que la Plenitud del Medievo habaelaborado 16.

    106 Cf. E. MITRE: La muerte primera y las otras muertes, pp. 42 a 44.