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Las Madres del hip hop Actitud María Marta, el trío pionero de un género que se convirtió en la banda de sonido de estos tiempos, se crió en los escraches y los festivales contra la impunidad y el olvido. Ahora, suena en Europa y ancla en Venezuela para seguir poniéndole ritmo a la rebeldía. el periódico de lavaca verano 08-09 / año 2 / número 21 Valor en kioscos $ 5 qué los parió Cómo nos está marcando la generación

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La biopolítica, o un viaje por los desafíos que nos plantea H.I.J.O.S, organización que no existe formal ni legalmente, pero desde hace más de diez años genera acciones y reflexiones que impactan en toda la sociedad. Algunos forman parte del gobierno, otros del Estado, otros de la oposición, y algunos siguen apostando a los lazos comunitarios como forma de construcción del futuro. Pero todos reprsentan una forma única de hacer y pensar la política. ¿Qué nos señala hoy esta generación?

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Las Madres del hip hopActitud María Marta, el trío pionero de un género que se convirtió en la banda de sonidode estos tiempos, se crió en los escraches y los festivales contra la impunidad y el olvido.Ahora, suena en Europa y ancla en Venezuela para seguir poniéndole ritmo a la rebeldía.

el periódico de lavacaverano 08-09 / año 2 / número 21Valor en kioscos $ 5

qué los parióCómo nos está marcando la generación hijos

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Biopolítica

arlos vio cómo eran las cosascuando se llevaron a sus pa-dres. Tenía 37 días. Dice quetuvo suerte: “Los militares meentregaron a una vecina. Por

lo menos no fui uno de los bebés apropia-dos”. Tiene un tatuaje en el brazo, una Vperonista, una cadena que se rompe, elnombre de sus padres Rolando e Irene, yuna estrella de cinco puntas. Sus padreseran montoneros, organización que usabauna estrella de ocho puntas. “Viste, soy untipo amplio, ésta es la del Che y los zapa-tistas” sonríe. En la canilla derecha luceotro tatuaje que últimamente refleja ciertoestoicismo: el escudo de River.

Ricardo percibió las cosas un poco antes.Faltaban once días para su nacimiento,cuando mataron a su padre. Ricardo se iba allamar Manuel, pero su madre le puso elnombre de su marido recién fusilado. “Y yole puse Manuel a mi hijo” cuenta como bur-lándose por ese desafío al destino y al Re-gistro Civil. También habla de suerte. “Por lomenos tengo la suerte de poder visitar a miviejo en el cementerio, y que no sea un de-saparecido, como pasó con la mitad de mifamilia”. Paola en cambio vio cómo eranlas cosas cuando supo que en Buenos Aireshabía desaparecido su padre, Luis (delegadogremial metalúrgico, del prt). Ella vivía enRawson, donde a los 5 años aprendía can-ciones de jardín de infantes, y la suerte deestar lejos de ciertos lugares. “Tuve la posibi-lidad de crecer con mi mamá y mi herma-no. No podíamos hablar fuera de casa, perosabíamos cómo era la historia”.

En este viaje hacia los hijos uno puedetoparse también con el metro y pico que

mide la cabellera negra de Emiliano: “Merapé a los 18, un cambio de look, pero ha-ce 13 años que no me lo corto. Es mi iden-tidad”. No tiene tatuajes pero sí le ha que-dado una marca en la oreja izquierda. Sela hizo Mirta, su madre, cuando Emilianonació en la esma en agosto de 1977. Mirtaera corredora de vinos Peñaflor, empresaen la que su marido Lautaro, chileno, eraempleado administrativo. Ambos milita-ban en el Partido Comunista. Mónica usóun alfiler para marcarle la oreja a su hijo,con la esperanza de poder buscarlo algúndía. Mónica y Lautaro desaparecieron.Emiliano fue el primer nieto recuperado,cuando no existían las Abuelas y él tenía 4meses de edad. Nació en el infierno, tieneuna hija de 8 años, y está esperando otra.Es enfermero en el Hospital de Niños deLa Plata, sala de lactantes. Se acomoda elpelo que le llega a la cintura: “En ciertamedida, tuve suerte”.

Carlos y Emiliano tienen 31 años. Paola35, Ricardo 32. Sus padres, eran más jóve-nes aun. La mayoría no había llegado a los30. Pronuncian la palabra suerte como“buena fortuna”, pero hay otros sinónimos,como destino, azar, o riesgo. Elegir cuál usares tal vez una cuestión de tiempo.

El tiempo de los humanos, según losgriegos, estaba gobernado por Crono, untitán, y un tipo difícil. Castró a su padreUrano, y como la profecía indicaba que al-guno de sus hijos lo iba a derrocar, cuan-do nacían se los comía para así garantizarque conservaría su poder. Cuando parió aZeus, la astuta Rea cambió el menú, y en-tregó a su marido una piedra envuelta enpaños infantiles. Crono era un gourmet

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VIAJE POR LOS DESAFÍOS QUE NOS PLANTEA HIJOS

La organización h.i.j.o.s. no exis-te formal ni legalmente, pero des-de hace más de diez años generaacciones y reflexiones queimpactan en toda la sociedad.Algunos forman hoy parte delgobierno, otros del Estado y otrosde la oposición. Algunos mássiguen apostando a los lazoscomunitarios. Pero todos repre-sentan una forma única de hacery pensar la política. ¿Qué nosseñala hoy esta generación?

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La Red Nacional de H.I.J.O.S. se reunió a principios de diciembre en Ezeizapara intercambiar experiencias y opiniones. Los campamentos forman partedel ritual de esta organización que comenzó a mediados de los 90.

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sub.coop

discutible, se tragó la piedra y el engaño.Así Zeus se salvó, pero ¿podrían salvarsesus hermanos?

Los chicos que cambiaron la historia

i.j.o.s. es una organización que noexiste, y que cambió la historia. Noexiste, si se tienen en cuenta los re-

gistros de personas jurídicas y otros miste-rios por el estilo. Es una organización de he-cho, de palabra y de acción, una expresióngeneracional que se puso en movimientocuando muchos de estos chicos tenían alre-dedor de 20 años. En Arquitectura de La Pla-ta se había producido en 1994 un homenajea los estudiantes desaparecidos, y los prime-ros encuentros de sus hijos. En Semana San-ta de 1995 se realizó un campamento y seformó Hijos por la Identidad y la Justicia,contra el Olvido y el Silencio. Poco despuésocurrieron las declaraciones del marinoAdolfo Scilingo, reflejadas en el libro El Vue-lo de Horacio Verbitsky y amplificadas porlas apariciones televisivas del represor. Sci-lingo confesó su participación en los “vue-los de la muerte”, donde decenas de secues-trados eran drogados y luego arrojados almar desde los aviones de la Marina.

Ese 1995 era un momento orgásmico delmenemismo, el neoliberalismo, las privati-zaciones, el pensamiento único y el fin dela historia, entre otros mitos menos entrete-nidos que los griegos. Tiempos de indultosy olvido (o amnesia). ¿Qué planteaban losh.i.j.o.s.? Para decirlo en dos palabras: jui-cio y castigo, lo cual en aquel momento pa-recía lisa y llanamente imposible.

Pero hubo más. Independencia con respecto a las insti-

tuciones y partidos políticos.Horizontalidad: asambleas para decidir,

y ningún cacique. Escrache a los represores, buscando la

condena social. Mucho de lo que años después funcio-

nó como novedad de organización y deradicalidad, se estaba gestando allí. Perosobre todo descubrieron que era posiblehacer cosas, evitar resignarse, y producirun clic de vida asombroso: aprender jun-tos a superar el miedo.

Pronto fueron 600 en todo el país, aun-que nunca hubo una cuestión con la canti-dad, sino con un mensaje esparcido a fina-les de los 90: si no hay justicia, hay escrache.

Ginecología del escrache

l primer escrache formal y organi-zado fue en el Sanatorio Mitre, deBuenos Aires, contra quien había

sido jefe de Ginecología del Hospital Na-val, Jorge Luis Magnacco: “Íbamos del sa-natorio a la casa del tipo, que quedabacerca. El tema era hacer algo frente a la im-punidad de tipos que andaban librementepor la calle. No éramos muchos, no llega-ríamos a 100, pero fue importantísimo”,describe Carlos Pisoni (el del tatuaje de laV y la estrella de cinco puntas). Magnaccotuvo que dejar el establecimiento: las em-barazadas no querían ser tocadas por al-guien acusado de robar bebés.

Los padres de Carlos eran montoneros,él se crió con su abuela Aurora, que inte-

gra Madres de Plaza de Mayo Línea Fun-dadora. Estudió Ciencias de la Comunica-ción, escribió el Manual del buen tortura-dor, sobre el policía Luis Patti.

La llegada del kirchnerismo, en su caso,se refleja en su pasaje de motoquero a Di-rector General de la Comisión de Dere-chos Humanos de la Legislatura porteña,que preside el nieto recuperado número77, Juan Cabandié: “Por eso estoy con unalicencia en h.i.j.o.s., no queremos que semezclen las cosas, h.i.j.o.s. no tiene quequedar pegado al gobierno. Para mí lo quehacen Madres o Abuelas está mal, estar entodas las fotos, más que exigir políticas”.Carlos cree que el escrache tuvo dos mo-mentos. Uno mediático: “Venían los dia-rios y canales, pero pronto vimos que lomediático no era tan importante como lacondena social del barrio. Trabajábamoscon las asociaciones de vecinos, los co-merciantes, toda una preparación previa”.Se creó la Mesa de Escrache Popular, se hi-cieron fotos, mapas, señalizaciones, reu-niones en cada barrio, toda una matriz decomunicación y denuncia que rompía laimpunidad. Hubo escraches a militares co-mo Videla, Massera, Harguindeguy, Galtie-ri, al ex ministro Alemann; al cardenalAramburu, entre muchos otros. Fue unaforma de no estancarse en el reclamo, enlo defensivo. Un modo de salir de la victi-mización, y de pasar a la acción.

Eduardo Nachman es el hijo más viejo,52 años, hijo de Gregorio, director teatraldesaparecido. “Conocí h.i.j.o.s. en el 95,en una de las primeras marchas, y mi hi-jo Alejo, que tenía 10 años me dijo: ‘¿porqué no estás con ellos?’ Así tomé la deci-

sión de entrar”. Eduardo recuerda el es-crache al ex comisario Miguel Etchecolatz,en 1998, que incluyó una danza de chicoscon lápices gigantes (por la Noche de losLápices, desaparición de adolescentesque pedían boleto escolar). Les tiraronbolsas de yeso desde el edificio del poli-cía, en la Avenida Pueyrredón, y la poste-rior represión mostró a Hebe de Bonafinisacando a la fuerza chicos de los patrulle-ros y una persecución buscando refugioen las facultades de la zona. Nachman:“Para preservar la autonomía universita-ria, la policía no entraba. Nos tiraba losgases lacrimógenos desde afuera”.

Limón, 19 y 20 y el efecto K

l 19 y 20 de diciembre puede servisto como el estallido de la “gene-ración hijos” y, como sugiere la ca-

nadiense Naomi Klein, como el fin de ladictadura, el momento en el que se perdióel miedo. h.i.j.o.s. tuvo un rol protagónicoen plena Plaza de Mayo, acompañando alos caceroleros, gritando “que se vayan to-dos” y presenciando otra sinfonía de asesi-natos de jóvenes. Nachman: “Nuestro localestaba en Venezuela y Piedras, ahí nosagrupábamos todos. Un verdulero nos re-galó un cajón de limones, nos tapábamosla cara con pañuelos doblados por la diago-nal, y adentro del pliegue rodajas de limón.El gas no te afectaba tanto, y le podíamosdevolver las granadas a la policía”. Pisoni:“A mí me dio mucha alegría ver tanta gen-te saliendo a la calle. Dicen que era por elcorralito, pero la verdad es que todo ocu-

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Paula, de Córdoba con panza y pañuelo. De Rosario, Ingrid con Francisca y Nadiacon Juana. Hubo dos días de debate político, y de charlas de vida. Tras el campa-

mento organizaron un escrache para denunciar la lentitud judicial en las causaspor violaciones a los derechos humanos.

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pués, y junto a su otra hija, María (deuna pareja anterior) huyeron primero aIsrael. Allí supieron que el padre de Ma-ría había desaparecido, y también losdos tíos maternos de Ricardo. “Volvimosa Argentina en 1984, yo tenía 7 u 8 años,y me inventé la historia de que mi papátenía que correr una prueba de atletismo,y que si perdía lo mataban. Y perdió. Esole contaba a mis amigos”. Judith militabaen Montoneros y hoy coordina el Archi-vo Nacional de la Memoria. “Kirchneristade la primera hora”, informa Ricardo.María juega con otro tipo de equilibrios:es trapecista de circo.

Ricardo integra gen y comparte sus di-lemas con Pisoni: “Participé relativamentepoco de h.i.j.o.s, recuerdo un escrachecontra la Iglesia, frente a la Catedral, conpueblos originarios y organizaciones so-ciales. Me gustó siempre lo de la hori-zontalidad. Hoy con gen queremos inci-dir en las políticas, formar cuadros paraestar en el Estado y no quedarnos sola-mente en la protesta desde afuera. Tene-mos muchas críticas al acompañar alkirchnerismo, pero queremos jugar enesas contradicciones. Sabemos que estátodo lleno de rosquetas y miserias per-sonales, pero si tanta gente valiosa en lu-gar de estar afuera cuestionando, estu-viese adentro trabajando, creo que sepodría lograr mucho”. Varios movimien-tos sociales que opinaban lo mismo sehan apartado del kirchnerismo: “Tienenrazón en algunas cosas, pero con los mis-mos argumentos podrían estar adentro.No puedo pensar que están criticandopara negociar algo mayor. Pero creo quelas tensiones en el poder son muy cru-das, y que el kirchnerismo no reconoce alos que lo apoyan. La lista partidaria del

generación de hijos e hijas, en lo personaly en lo colectivo, de la dictadura más san-grienta de nuestra historia y sus conse-cuencias”. No todos en gen son hijos devíctimas del terrorismo de Estado, pero laimpronta es obvia. Si este grupo está enuna lógica política, la cuestión sería:¿van a tener un presidente? Carlos se ríe:“No creo, pero en 10 o 15 años nuestra ge-neración tendrá un movimiento que pue-da expresar nuestros ideales. Y confío enque todos los que participamos enh.i.j.o.s nos podamos encontrar. La dife-rencia con nuestros viejos, es que ellos lu-chaban por la patria socialista y un mon-tón de ideales que llevamos bien alto,pero nosotros –nuestra generación– va-mos a tener una experiencia de gestiónen el Estado, que es muy importante parasaber cómo gobernar un país. La genera-ción de los hijos, no sólo hijos de desapa-recidos, va a gestionar políticas, y ojalápodamos seguir manteniendo las bande-ras por las que nuestros viejos luchaban.No digo que sea fácil. Siempre es más fá-cil estar en la oposición”.

Adentro o afuera

¿Usted viene a ver a Dios? Va atener que esperarlo: está aten-diendo a otra persona”. Este tipo

de oraciones ya no sorprende a nadie enla Defensoría del Pueblo de la Ciudad deBuenos Aires. Ricardo Dios es abogado,trabaja en dicha institución, tiene 32 añosy lleva el nombre de su padre, montone-ro muerto en 1976 y a los 28 años, en unoperativo en la fábrica de ropa Montgo-mery, de su abuelo materno Moisés Said.Judith Said parió a Ricardo once días des-

A dónde ir

Ese ingreso al Estado no implicaperder aquello que uno quería ha-cer, y ser digerido? “Yo creo que

sos digerido por el sistema, pero está enuno dejarse digerir. Y en la organizaciónpolítica a la que pertenecés. El sistema po-lítico es corrupto y perverso, está colapsa-do, y minado por muchas corporaciones.¿Hasta dónde ir? Ésa es para nosotros unapregunta constante. Pero la historia políti-ca argentina nos ha demostrado que ha te-nido personajes muy valorables que hanpodido luchar contra lo peor de la política.No son muchos, pero los hay”. Le pregun-to en quién está pensando. Se ríe. Piensa.Se vuelve a reír. Mira hacia la calle comobuscando una imagen, hasta que respon-de: “Alfredo Bravo. Un tipo honesto, desta-cable. Luchó contra el sistema político y ala vez, estaba adentro”.

Hay temas en los que no se observavoluntad transformadora del gobierno,como el de la minería, o el andar relati-vamente impune de diversas corporacio-nes económicas: “Es una pelea muy fuer-te contra el poder económico, muchospersonajes de la política, incluso dentrodel kirchnerismo, responden a esas cor-poraciones. Pero estoy convencidísimode que a la vez es un momento histórico,donde muchos que venimos del campopopular estamos en lugares de gestión.No sé si se va a dar otra vez. Sé que haymuchos políticos de mierda, pero creoque la política no es una mierda, sinouna herramienta para lograr cosas”.

Carlos, Juan Cabandié y algunos otrosjóvenes crearon una agrupación kirchne-rista, Generación por la EmancipaciónNacional (gen), que se define así: “Una

rrió cuando De la Rúa decretó el Estado deSitio. Fue un clic de poner el cuerpo, y rom-per el miedo a manifestarse”.

El intento de volver a la parálisis tuvocomo símbolo el Puente Pueyrredón, en2002, con una represión a los piqueteros ydos homicidios. “Me siento más hermanode Darío y Maxi que ‘hijo de’… ”, reconocePisone. Por esos crímenes Eduardo Duhal-de anunció las elecciones que, posterior-mente, instalaron a Néstor Kirchner en lapresidencia. Carlos se introduce en un te-rritorio que reconoce difícil: “Kirchnerprodujo un quiebre. Es muy fuerte, porquea mis viejos los secuestró el Estado y hoysoy funcionario del Estado. Me consideroperonista, pero era bastante anarco, paramí todo lo que hacía el Estado estaba mal.Pero Kirchner levantó las banderas queplanteábamos nosotros. Me costó empe-zar a sentirme oficialista, valorar la políti-ca. Pero creo que desde un lugar así sepueden hacer muchísimas cosas”.

¿Cómo empalma el oficialismo con lalucha de los desaparecidos? “Reivindica-mos los objetivos de nuestros viejos, nolas formas de intentar cumplirlos. Todosluchaban por un cambio del sistema, deeste capitalismo. Pero cuando hablo deobjetivos me refiero a que no haya gentemuriéndose de hambre, que haya vivien-da, educación y hospitales. Todo es difícil:el Estado es el principal violador de losderechos humanos, y responsable de queun pibe tenga hambre. Lo tengo clarísimo.Pero también sé que no es fácil hacer todode golpe. Este gobierno hizo el 30 porciento de las cosas que yo sueño. Y así ytodo creo que es el mejor gobierno quehemos tenido desde que tengo uso de ra-zón. Creo que casos como Bolivia, Vene-zuela, Ecuador, marcan un camino”.

Emiliano Hueravilo nació en la ESMA. Fue el primer nieto recuperado y subió al es-cenario en el acto con que el gobierno de Néstor Kichner quitó ese predio a la Ma-rina para transformarlo en un espacio dedicado a la memoria. Pero a no confun-

dirse: Emiliano crítica duramente al kichnerismo. “Es igual a todos”, asegura. Tra-baja como enfermero en el Hospital de Niños de La Plata y tiene una hija de 8años. Lleva en la oreja la marca que al nacer le hizo su madre, para identificarlo.

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Lo nuevo.

HIJOS aporta una nueva visión a los dere-chos humanos a partir de algo muy con-creto: tuvieron que enfrentarse a la tareade construir la propia identidad y recons-truir la de sus padres. Y esa reconstruc-ción fue completa. Por lo tanto, hicieron“aparecer” la lucha política y la causali-dad del proceso genocida.

Sobre-vivir.

Lo que hace históricamente una sociedadcon genocidas es proyectar en el sobrevi-viente del campo de concentración suspropias miserias, culpas, miedos. Cual-quiera se erige en juez moral de lo que hi-zo o no hizo el sobreviviente y de ese mo-do clausura la pregunta sobre lo que hizoo no hizo él. A mí siempre me ha sorpren-dido esa paradoja. Cómo el conjunto de losocial es capaz de juzgar con mucha li-

viandad qué hizo una persona sobre unamesa de tortura y, al mismo tiempo, utili-za una lógica totalmente exculpatoria pa-ra juzgar qué es lo que hizo cada uno delos que estaba afuera del campo de con-centración, para los cuales el terror es ex-cusa suficiente. Entonces, los periodistasque siguieron trabajando sin poder hablarde lo que ocurría, los jueces que siguierontrabajando sin hacer lugar a los hábeascorpus, los funcionarios políticos que se-guían ocupando puestos municipales oprovinciales, ninguno siente que debieraexplicar cómo es que pudo brindar nivelesmayores o menores, pero niveles de com-plicidad, al fin. HIJOS rompe esa paradojaporque representa un tipo de sobrevivien-te que no tiene posibilidad de que nadieproyecte sobre él ninguna culpa.

Colectivo.

Nadie puede elaborar solo lo que repre-senta para una sociedad un campo de con-

centración. No pasa por tener mayor o me-nor lucidez, sino porque un proceso de es-tas características requiere la elaboracióncolectiva. Y quienes han podido hacerlo,aún con todos sus problemas, son estoschicos que se han nucleado para discutirentre pares los efectos de esta experiencia.

Museos.

Cómo plantearse los lugares de memoriaes parte de esa necesaria elaboración co-lectiva. Creo que se pregunta poco, porejemplo, para quién son esos lugares. Lapeor respuesta es la que ha primado enotras experiencias: pensar que estos luga-res son para afuera. Es decir, para que losdemás conozcan el horror que se vivióaquí. Es una manera de terminar de ajeni-zar la experiencia, de encapsularla y des-truir la posibilidad de su elaboración so-cial. Es como armar circos comerciales.Otra posibilidad de respuesta, quizás másdominante aquí y muy problemática, espensar que esto sólo interpela a las vícti-mas directas. Y por eso los espacios dememoria son lugares para que gestionen,trabajen y habiten los organismos de de-rechos humanos. Lo problemático es queeste tipo de respuesta parte a la sociedaden dos y no le permite ver que es el con-junto el que se encuentra atravesado porla necesidad elaborar esa experiencia. Hayotras alternativas que resultan más intere-santes y que se han articulado con los ba-rrios, donde lo que se intenta es justa-mente interpelar a los vecinos, a quienesvivían alrededor de un campo de concen-tración en esa época. Son el tipo de expe-riencias que ha aportado HIJOS.

La pregunta.

Después de tanto silencio y tanta nega-ción, la elaboración del trauma no sepuede realizar en un plazo breve ni lapueden hacer sólo con víctimas directas. Yaquí se abre un abanico de posibilidadesy de opciones cuyo resultado va a depen-der mucho de lo que hagan los organis-mos, de lo que haga el gobierno, de loque haga la sociedad, de lo que haga ca-da uno de nosotros, cada generación. De-pende si va o no va poder ser reestable-cido ese diálogo generacional pendiente,que parte de una pregunta precisa: quéhiciste vos durante la dictadura. El grandesafio es saber si los hijos van a poderhacerse cargo de esa interpelación o si elsilencio va a quedar instalado hasta laspróximas generaciones, como sucedió enel caso español, donde la generación delos hijos fue incapaz de producir ningúndiálogo y la interpelación recién aparececon la generación de los nietos. Lo cual escomplejo, porque interpelan a un padreque tiene que dar cuenta de un silencioque no es el propio. La oportunidad la te-nemos ahora: que sean los hijos quienesconversen con sus padres. Aun cuando nosepamos cuál será la respuesta.

Lo imposible.

La posibilidad de perseguir un imposible–expresado, por ejemplo, en la consigna“aparición con vida”- es lo que diferencióla experiencia argentina del conjunto delas otras experiencias genocidas. El he-cho de que jamás se haya resignado a laimpunidad, por lo menos un núcleo durode sobrevivientes, organismos de dere-chos humanos y familiares, generó laaparición de este otro momento históricode revisar elementos no sólo jurídicos, si-no morales: la posibilidad de zanjar losotros niveles de responsabilidad, los quedevienen de la vergüenza y de la culpa.

Abrir.

Ciertos hechos se ven con más claridadcon más distancia histórica. No es lo mis-mo lo que podemos ver hoy que lo quepodíamos ver en los 80. Pero sin duda nollevar a cabo una discusión a fondo delrol jugado por cada sector social en elproceso genocida explica la década delnoventa y mucha de la degradación polí-tica y moral que vivimos hoy. Nadie, ni enla sociedad, ni en la política, revisó cuálhabía sido su propio error. Y esto estámás allá de la justicia, porque a excep-ción de quienes cometieron delitos, todasestas prácticas de acompañamiento, decomplicidad, de silencio o renunciamien-to moral no son juzgables desde el apa-rato jurídico. Nadie puede ser condenadopor tener miedo, ni por ser cómplice nipor escribir un artículo favorable al geno-cidio. Pero que nadie pueda ser condena-do no quiere decir que estos hechos noexistan y que no que merezcan ningunasanción. Me parece muy interesante lareflexión de Jasper cuando dice: “la san-ción con respecto a la responsabilidadpolítica es la expulsión”. No hay delito -yno debiera haberlo- por prestar una cola-boración intelectual a un proyecto políti-co genocida. La gran pregunta es si lapersona que prestó esta colaboraciónpuede seguir perteneciendo al ámbitopúblico. Y hasta ahora la sociedad no hizoesta reflexión. Es una discusión muy difí-cil. Muy dura. Pero necesaria. HIJOS ga-rantiza -con herramientas como el escra-che, la movilización, la acción barrial, ladiscusión permanente– al menos una im-posibilidad de cerrar este tema.

El desafío.

El gran desafío de HIJOS es si podrá o nointerpelar al mundo de los hijos. Es decir,si su experiencia va a quedar limitada sóloa los hijos de desaparecidos o si van a sercapaces de ser el motor de una interpela-ción generacional. Ese desafío implica en-contrar los elementos en común para vin-cular su experiencia con esa generacióncon la que comparten un montón de pre-guntas y un montón de problemas.

La pregunta incómoda Pasajes de una conversación con Daniel Feierstein, sociólogo y autor de la investigación El genocidio como práctica social.

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vencida de que se podía y por eso dio lapelea, le metió horas, cabeza y sueños atodo ese proyecto. Creo que lo bueno espoder contagiarnos de la idea de que esposible vivir de otra manera”.

Estos h.i.j.o.s. patagónicos también sehan alejado de la Red Nacional de h.i.j.o.s.:“Pero ojo, el gobierno de Kirchner no es elque provocó el debate sobre dónde pararse,sino que lo cerró. Ya se venían viendo dife-rencias entre quedarse sólo con la consignade memoria y justicia, o accionar sobre losconflictos de hoy”. En el sur las cosas ibanobligando a dar respuestas. “Muy rápido,ya en 1997, estuvimos en las rutas con losprimeros piqueteros, en Cutral Có cuandomataron a Teresa Rodríguez, en los conflic-tos docentes, en las amenazas a Zanón. Di-jimos: ¿dónde irían nuestros viejos? ¿a unencuentro de debate en Buenos Aires, o sequedarían junto a los piqueteros? Ahí to-mamos la decisión”.

Quedaron para h.i.j.o.s., piensa Paola,varios puntos en común: “Los principiosbásicos como la horizontalidad, que la vozde cada compañera y compañero se escu-che, no tener presidentes, ni personería ju-rídica, sino asambleas. Eso nos representaen todo el país. Después, en cada regionalse construye algo particular, según el con-texto socioeconómico y según las perso-nas”. Paola rechaza los acercamientos algobierno, pero plantea el problema parán-dose en un lugar original: “Si tengo quepensar esto como que unos miran el vasomedio lleno, y otros el medio vacío, yo di-ría que estamos discutiendo sin ver que elproblema puede ser el mismo vaso. Ycuando empezamos a verlo más de cerca,podemos pensar si lo damos vuelta, lo va-ciamos, le ponemos otra cosa. Quedamospresos de la lógica del lleno/vacío, y el pro-blema es otro”. Para Paola ningún gobier-no es del pueblo. Pero tampoco se pliega acierta actitud clásica. “No me convenceesa izquierda que habla a las supuestasmasas, critica a todos y no hace absoluta-mente nada”. Sobre la entrada al Estado,Paola es tajante: “Cada compañero queentra, se pierde. Deja de hacer aquello porlo que estaba luchando. Desde el Estado elmandato es para otra cosa, no para loscambios reales”.

Poder hacer

Qué es el poder? Paola no lo vecomo un lugar, un sillón: “Para míes un movimiento, algo no quieto,

que circula, que se pasa de mano en ma-no. Tiene que ver con una acción”.

¿Y entonces, qué hacer? h.i.j.o.s. en-contró un camino en las escuelas y conlos otros movimientos sociales. “No que-ríamos sólo hacer marchas, ni quedarnoshablando siempre entre los mismos so-bre el pasado. Fuimos a las escuelas tra-tando de hablar sobre lo que pasa hoy.Los chicos nos contaban de la falta de tra-bajo de sus padres, de la incertidumbresobre si podrían o no seguir estudiando,sobre lo que ven en sus barrios y sus ca-sas. Todo eso tiene causas. Tratamos dediscutirlas, y así empezamos a enlazar lascosas que ocurren hoy con aquellas rela-cionadas con la memoria. Encontramoscabezas pensantes, creativas, sensibles”.Para h.i.j.o.s. Alto Valle lo que intentóquebrar la dictadura fue la construcciónde nuevas relaciones sociales, capaces depensar el trabajo, la salud, la educación,de otros modos. Esa idea implica que latransformación no es algo que haya queesperar en un futuro (después de una re-volución, por ejemplo) sino que en tiem-po presente ya se pueden ir generandonuevos modos de relación que son en símismos democráticos, vitales y transfor-madores. Por eso lo que buscan es la re-construcción de aquello que se rompió.“Hicimos un trabajo llamado Justicia convos, donde los propios chicos debatierony escribieron, tomaron su voz y su lugar,y esto generó presentaciones, muestras,recitales. Ya no hablamos sólo nosotros,hablamos todos”.

militantes de organismos de derechos hu-manos? Sus viejos compañeros dicen quees el mejor gobierno que conocen. Emilia-no define: “Para mí es igual a los otros. Haycompañeros que no son traidores, perocompraron un discurso. Por esas cosash.i.j.o.s. surgió como independiente de to-do, horizontal, después del fracaso de la iz-quierda en los últimos 30 años o más. Elgobierno de Kirchner lo que hizo fue abrirla agenda que venían planteando desde dé-cadas anteriores los organismos. No es quevio la luz y dijo ‘éste es un gobierno de de-rechos humanos’. Ni de lejos. Hay miles deprocesados por cuestiones políticas, se pagala deuda externa mientras sigue el hambre,sobre todo en las provincias más pobres.De lo estructural no cambió nada”.

Las paradojas saltan a cada paso: Emi-liano militaba en el más trotskista de lospartidos, casi una herejía ante sus padresque militaban en el Partido Comunista,pero se separó del grupo cuando se le qui-so imponer que no fuese al acto de recu-peración de la esma. “Yo pertenezco ah.i.j.o.s. y mi organización decidió que yoestuviese ahí. Esa actitud de tener estruc-turas, jefes, de bajar línea, es lo que ya nosirve de los partidos políticos”.

h.i.j.o.s. La Plata tiene un aula quecomparte con el grupo feminista Las Azu-cenas, en una vieja escuela ocupada porel Frente Darío Santillán. Acaba de editarun calendario 2009 al que le falta unmes. “Exigimos juicio y castigo a los res-ponsables de la desaparición de Jorge Ju-lio López. Basta de impunidad y encubri-miento. A este almanaque le falta Julio. Aesta democracia también”.

Se puede

En un momento quisimos buscarqué cosas movían a esa genera-ción de nuestros padres. Y encon-

tramos dos palabras clave: se puede”, dicePaola Panizza, maestra de escuela e inte-grante de h.i.j.o.s. Alto Valle, de Río Negroy Neuquén. “Esa generación estaba con-

Pero tanto él como todo h.i.j.o.s La Platase plantan en oposición al gobierno, endebate con los organismos más cercanosal poder K, y no integra la Red Nacionalde h.i.j.o.s: “Tenemos puntos de vista dis-tintos. Para nosotros los derechos huma-nos no son sólo del 76 al 83. Hay gatillo fá-cil, pibes que se mueren de hambre, elaparato represivo está intacto, Julio Lópezdesaparecido”. Si bien la aparición de Ló-pez es un reclamo general de los organis-mos, el énfasis y compromiso en La Plataresultan de otra magnitud, y cuestionanfrontalmente al gobierno: “Para nosotrosfue muy chocante. La abogada de Julio,Verónica Bogliano, es de h.i.j.o.s. Desapa-reció él, como me pudo pasar a mí o acualquiera de nosotros”.

Vigencia de los escraches

.i.j.o.s La Plata ha seguido conlos escraches. El de 2006 a Ro-dolfo González Conti muestra el

estado de las cosas: este policía era el 3°en la Bonaerense, detrás de RamónCamps y Miguel Etchecolatz, y se descu-brió que no cumplía la prisión domici-liaria, y ni siquiera había vigilancia paracontrolarlo. Según h.i.j.o.s. GonzálezConti “es dueño de una empresa de se-guridad privada que maneja a través detestaferros”. Emiliano: “Cuando denun-ciamos la cuestión al juez Corazza, nosdijo: ‘Tráiganme una foto’. O sea que envez de poner un vigilante en la puerta,nosotros teníamos que salir a perseguira González Conti”. Si no hay justicia,hay escrache: h.i.j.o.s. La Plata se movi-lizó, tapió la casa de la calle 46 con ma-deras, la mancharon de pintura, la ador-naron con alambrado de púas. Laconsigna: “La paciencia tiene un límite”.

“Yo creo que desde afuera es que se lepuede exigir al Estado que haga algo. Decir-le a la sociedad que este gobierno es igual alos demás”. ¿Pese a la anulación de las le-yes de Obediencia Debida y Punto Final, ala cuestión esma y a la incorporación de

pj es toda impresentable. Ahora, si el go-bierno lograra que los impresentables–excluyo a Aldo Rico, que ya es demasia-do– hagan un proyecto que permita másjusticia y cosas positivas, yo no lo veríacriticable. El problema es que en este pa-ís te encontrás 20 por ciento de gestión y80 por ciento de rosca. Así y todo veoque el kirchnerismo es lo mejor que nospuede pasar”.

El trabajo de este grupo tiende a lasuniversidades, pero el corazón de su pro-yecto apunta a los barrios y villas. En Vi-lla Cartón, por ejemplo, colaborandocon asesoría jurídica para los vecinos deese lugar incinerado por el 80 por cientode rosca. Recorrimos con Dios ese lugarque es una pesadilla provisoria en Par-que Roca, tras la pesadilla de las llamas.Hay trabajos de alfabetización, de difu-sión con respecto a salud sexual, vih, yun comedor popular que dirige MabelQuintero. Ricardo: “Todo cambio es co-lectivo. Me gustaría un gobierno muchomás comprometido, a la vez más prolijo,y con mucha gestión. Yo no quiero queme den la Secretaría de Derechos Huma-nos, quiero que me den la infraestructu-ra hospitalaria, ahí cambiás lo que pasacon la sociedad. Tal vez es medio pobreen términos de utopías de los 70. Pero esmás real. El tema es: ¿cómo cambiar esoaunque sea en los próximos 20 años? Yla verdad es que no tengo la respuesta”.Tal vez sea algo más que una broma fá-cil: ni Dios tiene la respuesta.

En la vereda de enfrente

ara Emiliano Hueravilo, 31 años,de h.i.j.o.s. La Plata, el lugar deesa posible respuesta no es el de

los cargos en el gobierno. Tiene una hijade 8 años, una melena que ya cumplió 13,y un código secreto de resistencia al terrorde la esma: la marca en la oreja izquierdaque le hizo su madre. Emiliano subió alescenario cuando Kirchner le quitó la es-ma a la Marina, el 24 de marzo de 2004.

A la izquierda, Carlos Pisoni en el acto de H.I.J.O.S. frente a Tribunales. Fue motoquero, hoy trabaja en la Comisión de Dere-chos Humanos de la Legislatura porteña. A la derecha, Ricardo Dios, abogado de la Defensoría del Pueblo porteña.

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Paola y los demás hijos buscaron de esemodo encarar un enigma de vida: “Soy hijade desaparecidos, ¿qué hago con eso?”.

Zapatistas y setentistas

ay chiquilines corriendo, bebésen cochecitos, y unas cinco ron-das de conversación, de unos 20

jóvenes cada una. Así es el encuentro dela Red Nacional de h.i.j.o.s. en el CentroNacional de Desarrollo Deportivo, deEzeiza. Conversan sobre los juicios a re-presores en los que varios de ellos parti-cipan investigando y colaborando conjueces y fiscales. Sobre cómo relacionar-se con el gobierno, sobre las responsabili-dades que varios de ellos han asumidoen los diversos espacios y museos de lamemoria en que se están convirtiendoalgunos campos de concentración por losque pasaron sus padres. Cuando llega elmomento de las fotos, empieza el jolgo-rio. Cantan primero una burla a muchasorganizaciones políticas: “No tenemosgente / somos todos / dirigentes”.¿h.i.j.o.s. es mayoritariamente peronista?“No, sólo el 99 por ciento” bromea Emi-liano Fessia, que no es peronista (y cuyospadres militaban en Poder Obrero, mar-xista leninista), y está a cargo del proyec-to de convertir en un Espacio de la Me-moria nada menos que a La Perla, centrode asesinatos y torturas cordobés. Variosempiezan a cantar la Marcha Peronista.“Pero mirá cuántos son los que no can-tan” retruca Emiliano señalando a por lomenos la mitad de los hijos que andanpor allí. Eduardo Nachman postula: “Nosé si son más, pero son los que hacenmás ruido”. Eva Arroyo, de Jujuy, que esde las que cantan, aclara: “Ojo que no to-dos los hijos de peronistas son hijos demontoneros. Mis viejos militaban en elFrente 17 de Octubre, que venía de la lí-nea de John William Cooke”.

Fessia arma un rompecabezas: “Para losde nuestra edad, somos setentistas, porquetenemos la retórica de la organización y lamirada política para defender los derechos.Pero los viejos setentistas nos dicen: ‘Uste-des no hacen política en serio, con eso dela horizontalidad y lo cotidiano’. La ideaes: si no tenés aparato, no hacés política. Yla idea contraria es: si te organizás, si bus-cás formas de institucionalizar la lucha, tepasaste al enemigo. ¿Hay algo en el medio?Yo digo que una búsqueda. Tampoco digoque tengamos la papa”.

Sin la papa, Fessia apuesta al kirchne-rismo: “Para mí es lo más progresista pos-dictadura. Pero es mi opinión, no la deh.i.j.o.s. Quiero que haya políticas públi-cas, quiero organización, pero tampocoquiero la lógica del aparato que te atrapa.Creo que hay que abrir brechas en el po-der para colarse. No quedarse afuera con

el dedo acusador, sino entrar en la com-plejidad. La cuestión es si mantenés y am-pliás la brecha, o si se cierra y te deja en-cerrado”. Fessia nada en esa complejidad.¿El poder es un lugar al cual acceder?¿Una posición? ¿Un sustantivo? ¿O se tratamás bien de un verbo, una acción, un mo-vimiento, como lo sugiere Paola (y no pa-rece dejar de pensarlo el propio Fessia),que se anula cuando se lo fija a un cargo?¿Cómo combinar organización, libertad,acción política, horizontalidad? ¿Hay mo-dos de pensar estos problemas para quelos lugares comunes y el esquematismono sean una cárcel?

Sobre vivir

duardo Nachman el hijo másviejo (52), es un setentista poredad, una especie de bi-genera-

cional. “Pero los que siguen hablando desetentismo, atrasan 30 años”. ¿Cómo seplanta frente a estos laberintos? “Política-mente más bien me considero anarco-za-patista. Estoy en la Red de Solidaridadcon Chiapas. Vos preguntabas quiénesson kirchneristas y peronistas, y para míel problema no es de cantidades. Mu-chas cosas no tienen que ver con las es-tadísticas. Si fuera por eso no habríamosllegado al juicio y castigo, ni hubiera na-cido h.i.j.o.s.”. ¿Y la cooptación estatal?“Que haya compañeros trabajando en elEstado, o con simpatías políticas, noquiere decir que la organización haga lomismo. Hay muchos que tratan de coop-tar. El asunto es saber mantener la inde-pendencia de los partidos políticos, elEstado y los otros organismos”. Pero va-rios de sus compañeros de h.i.j.o.s sehan convertido en funcionarios oficiales.Empieza a gotear en Ezeiza, y Eduardopropone: “Desde mi postura como do-cente creo que hay que vivir la experien-cia, aprender de de esa experiencia. Y te-ner paciencia”.

La paciencia está hecha de tiempo.Crono, el titán que comía a sus hijos pa-ra que no le disputaran su poder, y queaquí podría haber sido declarado ciuda-dano ilustre, fue engañado por Rea cuan-do le dio a comer una piedra para salvara Zeus. Y Zeus inventó una pócima queobligó a Crono a vomitar a sus hijos de-glutidos (y hasta la piedra) que así se sal-varon y lo derrotaron.

La búsqueda que han encarado estoshijos tal vez sea un poco griega, y consistaen descubrir –cada quien a su modo– sipueden recuperar el poder sobre el tiem-po, con piedras y pócimas para los titanesde la muerte. Como exploradores de unproyecto político inédito, a la vez indivi-dual y colectivo, conjugado en presente yelaborado con la materia que se hacen lossueños: que todos puedan hacer su vida.

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A estos chicos no se los espanta conagua. En último caso –como sucedióen el Ruidazo– se ponen la banderade paraguas y avisan que van a volver.Había pasado el mediodía del lunes 1ºde diciembre de 2008 y dieciséis va-llas separaban a un centenar deH.I.J.O.S. del Palacio de Tribunales,cuando se largó tremendo aguacero.El fin de semana habían realizado elencuentro número 13 de la Red Nacio-nal y discutido sobre dos cosas –entreotras– que incumben a los tribunales:los juicios y la búsqueda de sus herma-nos nacidos en cautiverio y apropiados.“Por la lentitud con que avanza la justi-cia, a cinco años sólo hubo nueve jui-cios orales sobre 1.042 causas. Hay 35condenados. A este ritmo, como los ge-nocidas están grandes, se van a moririmpunes”, dijo Eva Stoltzing. Ya murie-ron 185 y otros 39 están prófugos. Diferentes señales viales recreadas porel Grupo de Arte Callejero (como la re-donda, blanca y roja, que bajo una go-rra de uniforme pide Juicio y Castigo)acompañaban el cartel que pedía porla aparición con vida de Julio López. En-tre las vallas y esos puntos, comple-mentados por el gran pasacalles deH.I.J.O.S., se delimitó el escenario dondesucedió la performance sobre la justiciadormida. Una estatua viviente la inter-pretaba, con su balancita de cartón y suvenda, todo en el mismo color blanco. Asu alrededor, sobre almohadas tendidasen el asfalto, cinco personas fingíanuna siesta, abrazadas a expedientesatados con piolines.

Los oradores agregaron que estabanallí para pedirle a la Corte Supremaque cumpla su función y destrabe losjuicios. “Pasaron 25 años de democra-cia y 5 años desde el fin de las leyesde impunidad y la reapertura de losjuicios, pero seguimos con una deuda.Porque cuando la justicia es lenta noes justicia. La impunidad genera másimpunidad”, dijeron, y enumeraronmuestras: “el gatillo fácil, la mano du-ra, dos años sin respuesta por la desa-parición de Julio López, la tortura enlas cárceles, el fusilamiento de Kostekiy Santillán, el asesinato del maestroFuentealba, la exclusión”.Los hijos cantaban “Cárcel común, per-petua y efectiva. / Ni un solo genocidapor las calles argentinas” cuando les pi-dieron que aunaran esfuerzos respirato-rios y tocaran silbatos y cornetas, mien-tras La Chilinga entraba con sus“tambores en lucha” –como dicen susremeras– y se preparaban para el Rui-dazo. A la cuenta de tres, bongós, redo-blantes, bocinas, aplausos sonaron enun largo estruendo. La performance ter-minó con los hijos arrojando los pape-les sobre la vereda de Talcahuano al500, bajo la lluvia, mientras los orado-res repetían: “Queremos exigir una vezmás el fin de la impunidad”.Algunos, en la retirada, retomaron untema del encuentro de la Red Nacio-nal para una próxima manifestación:insistir en el pedido de una política deEstado para la búsqueda de sus her-manos apropiados. Ya habían avisadoque iban a volver.

Mucho ruido y pocos juicios

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Los chiches de ChichaMaría Isabel Chorobik de Mariani –Chicha– es la fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, aunque se separóen 1989 por razones que prefiere no revelar. En noviembre cumplió 85 años y sigue buscando a su nieta ClaraAnahí, desaparecida tras un ataque descomunal dirigido por los propios Camps y Etchecolatz, contra una casaque hoy es museo, en la que mataron a cinco personas, incluyendo a la nuera de Chicha. En medio de lasinvestigaciones y denuncias, esta mujer compraba una muñeca por cada viaje, por cada reclamo. Son más de200. Un símbolo de paño, plástico y corazón, para que los nietos sepan que nunca dejaron de ser buscados.

LA FUNDADORA DE ABUELAS

sub.coop

Chicha en su cuarto de trabajo, rodeada por las carpetas de los juicios, y más de200 muñecos que traía de cada viaje reclamando por su nieta. Hay de Brasil, Espa-ña, Australia, Italia, Estados Unidos, siete del Vaticano: "Supe que Juan Pablo II te-

nía la carpeta que llevamos en su mesa de luz. Me esperancé, pero la debe haberusado para practicar castellano, porque nunca hizo nada, ni dijo una palabra". Conla Asociación Anahí, Chicha continúa aportando a que haya juicio y castigo.

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Es difícil saber si María Isabel Chorobik deMariani ve cada vez menos, o cada vezmás. El bastón revela a una persona cie-ga: "En realidad todavía veo bultos, perosobre todo los colores. Ver los colores mesalva". Chicha fue la fundadora de Abue-las junto a Alicia Licha De la Cuadra. "Fue en la Plaza San Martín, bajo un ja-carandá florecido, el 21 de noviembre de1977, después de que Azucena Villaflorme ayudara a darle el testimonio de labúsqueda de mi nieta al secretario de Es-tado norteamericano, Cyrus Vance". El señor Vance ponía coronas de floresante la estatua de San Martín, la plazaestaba brotada de policías, y las Madreshabían organizado allí una protesta sor-presa, una especie de escrache a los mili-tares ante Vance. "Me asombró la tran-quilidad de esas mujeres, y el coraje.Aprendí muchísimo de ellas. Me gustaríasacar de mi cabeza, por ejemplo, parapode mostrártela, la imagen de Azucenacorriendo hacia mí para agarrar el testi-monio que escribí a máquina, y la foto deClara Anahí, para dársela a Vance". Volvíaa su casa de Gonnet con una madre quevivía a dos cuadras: Hebe Bonafini. "Nosdistanciamos, pero le admiro el coraje.Una vez hubo un tiroteo y ella se fue conuna canasta con comida, a ver qué podíahacer. Sola. Para ayudar. De esas cosas esdifícil olvidarse".

Sus viajes e investigaciones buscando asu nieta le valieron que funcionarios ita-lianos la llamaran 007. "Cuando dejéAbuelas, dejé de tener esa infraestructu-ra. La Asociación Anahí me permitió se-guir trabajando". Su cuarto favorito tiene decenas de carpe-tas de causas por violaciones a los dere-chos humanos. "Pudimos hacer el juicio aEtchecolatz, pero desapareció Julio López.Yo lo había visto poco antes, y escuché susdeclaraciones allí y en el Juicio por la Ver-dad. Nombró a cantidad de policías queno estaban acusados. Y además, creo quesin contar a Adriana Calvo (de la Asocia-ción de Ex Detenidos-Desaparecidos) o aalgún otro, nadie profundizó tanto comoél los detalles sobre la represión". Chicha está segura de que su nieta estáviva: "Los testimonios sobre que se la lle-varon son muy descriptivos. Pero hay unateoría según la cual se la dieron a unafamilia de mucho poder político. Algo rarohay, porque se nos cierran todos los ca-minos". Cada camino cerrado implicó unanueva gestión. "No me quedé sentada es-perando que alguien la devuelva. Esperétrabajando". Hay más de 200 símbolos deesa acción. La preferida de Chicha es unhada abrazada a la Luna.Cuando el 12 de agosto Clara Anahí cum-plió 32 años, Chicha le escribió la siguien-te carta: “Soy tu abuela Chicha y te busco

desde el momento que Etchecolatz y sutropa mataron a tu madre y te secuestra-ron. Desde ese momento con tu padre tebuscamos hasta que a él también lo ase-sinaron. (…) Quiero contarte que tuabuelo materno se dedicó a la música yyo a las artes plásticas; que tu mamáamaba la literatura y tu papá era licen-ciado en Economía. Ambos tenían ungran sentido de solidaridad y compromiso

con la sociedad. Algo de todo eso tendrásen tus inclinaciones de vida, porque a pe-sar de que hayas sido criada en un hogardistinto, uno guarda los genes de sus an-tepasados. Seguramente hay muchaspreguntas sin respuesta que aletean entu interior. A mis más de 80 años mi aspi-ración es abrazarte y reconocerme en tumirada. Clara Anahí: mientras te esperoseguiré buscándote”.

¿Cómo era un operativo militar? La casa Mariani-Teruggi ya es Monumento Histórico.El 24 de noviembre de 1976 allí mataron a Diana Teruggi, la nuera de Chicha, a cua-tro personas más, e hicieron desaparecer a Clara Anahí. Se ven las paredes derrum-

badas por los morteros, las marcas de los fusilamientos y el lugar oculto donde fun-cionaba una imprenta clandestina. Daniel, el hijo de Chicha, fue acribillado un añodespués. La casa está en 30 y 55 de La Plata. Se la puede visitar los sábados.

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cualitativo de la Historia) y 1983 (desinte-gración del gobierno militar, y devenir dela guerra social en guerra imperial cuyoresultado será la impantación de “elAmerican Way of Life [como] el género devida propio del período post-histórico”6).En su corazón, una herida metafísica: elgolpe de 1976, que no puede entendersecomo una astucia de la Historia para pro-seguir su marcha inclaudicable, sino co-mo la irrupción de lo siniestro, la cuali-dad inevitable de lo trágico, una unidadde la imaginación de la catástrofe que,por eso mismo, tuvo que esperar paraobtener un nombre.

La memoria de ese período es todavíaconfusa y está atravesada por las contra-dicciones que nos constituyen. La prece-dencia (cronológica, pero no lógica) delas cosas (y sus quale) con respecto alnombre no proviene, por lo tanto, de unprejuicio adánico, hipótesis trivial, sinodel hecho de que “Dictadura” es antesuna palabra que describe un universoimaginario y, al mismo tiempo, se aferraa otro imaginario para hacerlo. Pensadadesde la posición histórica en la que secoloca Masotta, la “Dictadura” sería elcumplimiento de la Historia y el tiempoadopta la forma de la escatología. Desdeel punto de vista de Walsh, naturalmente,no (su tiempo es más bien el tiempo me-siánico). Pero además, en ninguno de losdos existe la posibilidad de singularizarun proceso histórico cualquiera con esenombre, que sigue siendo demasiado si-métrico de “La tiranía”.

No hay, entonces, para terminar con es-te largo y tedioso rodeo, un “después de laDictadura”, porque “la Dictadura” (esa ca-tástrofe en la herida abierta que es mi vi-da) sigue sucediendo para siempre, comocualquier fotografía vieja que señala queeso va a morir y con esa certeza antropoló-gica nos toca.

Si la “Dictadura” es inolvidable, lo es enlos términos propuestos por Giorgio Agam-ben: Existen una fuerza y una operación delolvido que no pueden ser medidas en términosde memoria consciente ni acumuladas comosaber, pero cuya insistencia determina el rangode todo saber y de todo conocimiento. Lo queexige lo perdido no es ser recordado o conme-morado, sino el permanecer en nosotros encuanto olvidado, en cuanto perdido, y única-mente por ello, como inolvidable.

No hay “después de la Dictadura”, sal-vo, claro, que nosotros desmoralicemos, esdecir, que interroguemos críticamente laspolíticas de la memoria desde un más alláde la Catástrofe que recién ahora (despuésde la estatalización de las políticas de lamemoria) estamos en condiciones de co-menzar a imaginar.

1. Oscar Masotta (1939-1979) es uno de los in-telectuales paradigmáticos de las décadas delcincuenta, sesenta y setenta en Argentina.

2. “La explosión de la palabra no se debe a la‘ignorancia’ de las audiencias de masas, pues-to que entre otras cosas, no son los receptoresde los mensajes masivos quienes redactanesos mensajes, sino los periodistas. Esto es, uncierto tipo de trabajador intelectual sobre elque pesan no sólo tensiones semejantes a lasque soportan aquellos para quienes escriben,sino también las tensiones teóricas del mediointelectual y de la situación de producción ar-tística que lo rodea”.

3. En una nota que en 1958 Alexander Kojèveagrega a su “Introducción a la lectura de He-gel” esa relación de mero “contentamiento”entre el hombre y el mundo, entre el sujetoy su práctica.

4. Para un análisis del tiempo mesiánico,Agamben, Giorgio. El tiempo que resta. Ma-drid, Trotta, 2006.

5. Los Pichiciegos de Fogwill sirve para fe-char el final de una época.

6. Para utilizar la humorística referencia deAlexander Kojève en su “Introducción a lalectura de Hegel”.

zo Masotta había situado en 1969) es superíodo de amasamiento y combustión.El sentido histórico de lo que llamamos“Dictadura” fue fijado el 24 de marzo de1977 por Rodolfo Walsh en su “Cartaabierta a la Junta Militar”. Ese texto, quepodemos considerar sin riesgo a equivo-carnos como una onda estacionaria dememoria, jamás nombra como Dictadu-ra, sin embargo, al “infausto gobierno”cuyas “atrocidades cometidas” denuncia,“sin esperanza de ser escuchado, con lacerteza de ser perseguido, pero fiel alcompromiso que asumí hace muchotiempo de dar testimonio en momentosdifíciles”. La verdad de la “Dictadura” enlo económico y en lo político quedó es-crita en la “Carta abierta de RodolfoWalsh a la Junta Militar”, junto con suverdad “absoluta, intemporal, metafísi-ca”. Una encarnación del Mal que se re-velaba, para Walsh, en el modo en quesometió toda regla a un solo imperativomoral, “al impulso de machacar la sus-tancia humana” más allá de todo fin, “lafuente misma del terror que ha perdidoel rumbo y sólo puede balbucear el dis-curso de la muerte”.

El significado de lo que será la “Dicta-dura” aparece limpiamente trazado a par-tir de un par de series. “Lo que ustedesllaman aciertos son errores, lo que reco-nocen como errores son crímenes y loque omiten son calamidades”.

Lo que se lee es un deslizamiento dela cadena significante, donde lo que enel imaginario de la Junta Militar apareceen segundo término en el del escritoraparece en primero. El “error” se deslizaa una posición diferente, y el contenidode la serie cambia en su totalidad. Si bienes cierto que “la Dictadura” como figurade lo imaginario que nos constituye hoycomo argentinos puede deducirse deldeslizamiento de esas series de sentido,todavía no estaba formada. No podía es-tarlo sino hasta su desaparición comohecho de la Historia: y es eso lo que nosdice la tardía aparición del nombre: loque nombra, necesariamente, ya tieneque haber sido. Lo que nombra es lo queya no es, lo que nunca será y lo quenunca coincidirá con lo que fue, auncuando insista (o precisamente por eso)en retornar eternamente.

Después de 1983 (cuando la década delsetenta ya había terminado, con la cons-trucción de la guerra como cosa exterior ala nación y que moviliza todas sus fuer-zas5), lo que se llamará “Dictadura” lleva elrastro de esos medios sin fin o, si se prefie-re una formulación más clásica, de esa ne-gatividad inoperante: una violencia almargen de la Historia y de su lógica, unaviolencia de la que, todavía hoy, nos es di-fícil hablar en voz alta.

Tenemos este arco históricamentebien definido: 1969 (fin de fiesta y salto

nio de un período ya agotado, porque “al-gunos cambios históricos muy recienteshan terminado por desbaratar las fiestas,por hacer evidente el absurdo.”

Los acontecimientos a los que Masottase refiere son, sin duda alguna, el Mayodel 68 (aventura europea que conmemora-mos este año), pero también resuena enesa frase (porque la resonancia es una pro-piedad acrónica de los textos, una avenidade doble dirección, una retombée) la expe-riencia de la cgt de los Argentinos (en laque Rodolfo Walsh intervino decisiva-mente), Tucumán arde, el Mayo de 1969,que entre nosotros se recuerda como elCordobazo, e incluso su forzado exilio amediados de la década siguiente.

Ese “fin de fiesta” anunciado por Ma-sotta es el pasaje de la algarabía de losaños sesenta a la seriedad de muerte delos años setenta. Resultado de ese cambiohistórico: el crecimiento y multiplicaciónde agrupaciones de izquierda radicalizada,algunas de las cuales derivaron en organi-zaciones políticas armadas (erp, Monto-neros, far, entre las más recordadas). Pa-recía que la Historia había entrado, enefecto, en una nueva fase, tal vez la última,en pos del cumplimiento de su propio lí-mite y su transformación en otra cosa. Enla adhesión a un imaginario semejante(en el que la concepción mesiánica deltiempo juega un papel fundamental4), Ma-sotta no se equivocaba. El tono de Masot-ta es particularmente significativo, porqueinvoca, para citar palabras de Beatriz Sarlo,“esa cualidad inevitable de lo trágico” queasociamos con los años setenta.

l golpe de 1976 fue, entonces, elcumplimiento de lo trágico. Ladécada del setenta (cuyo comien-

ucho antes de que la Dicta-dura existiera como tal (esdecir: mucho antes de suconstrucción como objeto dediscurso, pero también mu-

cho antes del golpe de Estado de 1976),en un día de julio de 1967, Oscar Masotta1

leyó en el Instituto Di Tella una conferen-cia a la que llamó “Después del pop, no-sotros desmaterializamos”. Allí Masottaexplicaba un determinado malestar sobreuna palabra (para Masotta, el malestarfue su musa) que no vale la pena traerahora a cuento, sobre todo porque la hereemplazado por la palabra “Dictadura”.Esa palabra, digamos, una palabra qua-lunque que sólo se distingue de otras porun qualia, la adherencia, había tenidotanto éxito que, escribía Masotta, “invadeel interior de la tira cómica y alcanza fi-nalmente el afiche publicitario”.

Ante una inflación semejante de la pala-bra, pensaba Masotta, había que determi-nar, en primer término, sus razones y, en se-gundo término, dar un salto hacia adelante2.En su perspectiva, que tal vez ya no puedaser la nuestra, la historia no era sino lairrupción de negaciones sucesivas, la últimade las cuales nos encontraría libres y en es-tado de contentamiento, como animalesposthistóricos para quienes el mundo notendría secretos ni misterios (y no sería, porlo mismo, ni verdadero ni falso)3.

En el “Prólogo” a Conciencia y estructu-ra, el libro en el que un año y medio des-pués aparecería publicada la citada confe-rencia, Masotta agrega una “Advertencia”,que no hace sino alertar al lector sobre eladvenimiento de los nuevos tiempos (deun nuevo ciclo de negación). En “un paíscasi sin memoria”, Masotta imagina losensayos que ha reunido como el testimo-

Después de la dictadura

UNA HIPÓTESIS

Esta reflexión sobre literatura y genocidio fue leída porDaniel Link en el simposio Escribir después de la dicta-dura realizado en Berlín el pasado mes. Para pensar.

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casa con una botella de vino y un pollo. Pe-ro no. Eso era como pretender que mamávolviera un día con las balas que la habíanmatado colgadas alrededor del cuello, her-moso collar-trofeo.

Imposible.Desde la casa llamé a mi mujer para

decirle que había tenido un problema conel auto y que no iba a volver a dormir.

Después de colgar me concentré en losgolpes que el hombre tenía en todo elcuerpo, debían ser dolorosos. Por suerteestaba inconsciente. Y no sangraba, perocreo que estaba destrozado por dentro yque las ratas del techo podían oler esasangre que pronto empezaría a salir por laboca o la nariz o las orejas; o quizá podíanoler la muerte próxima y entonces empe-zaban a correr desesperadas. Algunas,más eufóricas, emitían fuertes chillidosque parecían gritos.

Luego el hombre volvió en sí y empe-zó a querer decir algo. Movía las manos,señalaba algo que parecía estar por enci-ma del cielorraso, de las ratas, del techo,algo de afuera pero también de arriba.Entonces golpearon, afuera. Abrí o reven-tamos la puerta, dijo una voz aguda quese mantuvo algunos segundos haciendoeco en el recibidor.

Busqué en la caja de herramientas algoduro, una llave de fuerza, una maza, paraenfrentar al que quería entrar.

Pero resultó que eran varios, no sé cuán-tos porque algunos se quedaron afuera, yno pude hacer nada. Me ataron y me pre-guntaron dónde estaba el tucumano. En elbaño, dije, y ellos fueron y volvieron. Deci-nos dónde lo metiste, dijo el de voz agudaempuñando una escopeta. No sé.

Revisaron toda la casa. Confundidoscon los ruidos de las ratas, subieron al en-trepiso y buscaron en el techo. Despuésme ataron y me dijeron que si no hablabaiba a pasarla mal, muy mal. A ése lo bus-camos por durazno, dijo el de voz aguda,¿vos sabés lo que es un durazno? No. Du-razno, ya vas a ver, dijo, y me dio un cula-tazo en la mandíbula.

Cuando recobré el conocimiento mi mu-jer estaba atada a una puerta. Vine para queno estuvieras solo, dijo, no sabía que... En-tonces el de voz aguda le pegó y me mostróuna foto. Hablá, dijo, si no querés que a tumujer le pase esto. En la foto, una nena deonce o doce años, atada, mutilada y conuna rata mordiéndole una oreja.

Hablé.Al día siguiente, hacía algo de frío, no

mucho, volvimos al departamento. Mimujer cada tanto lloraba y en un momen-to me preguntó qué íbamos a hacer contodo lo que había pasado. No sé, dije.

Al llegar nos tiramos en la cama. Dormi-mos. Muchas horas después, no sé cuántas,me levanté, solo, me preparé un café, y abríla guía de teléfonos. Desratizadores, busqué.Por suerte había varios números.

ca desmantelada, justo antes de los mono-blocks. Recorrí la fábrica varias veces yhasta escalé algunas instalaciones para te-ner una mejor perspectiva. Pero como ha-bía cada vez menos luz todo empezaba aparecer inútil y me senté a esperar. Enton-ces escuché los gemidos.

¿Podía alguien sobrevivir de semejantecaída?

Sí: yo vi un documental donde un aficio-nado contaba de la vez que saltó de unavión y el paracaídas no se abrió. Pero tuvosuerte: terminó estrellándose contra unosfardos que le salvaron la vida. Sólo se rom-pió un hombro. Así que me quedé en silen-cio hasta identificar de dónde venían los ge-midos. Pronto lo supe: del cañaveral junto alarroyo. No fue fácil llegar hasta el sitio exac-to –cañas tupidas, hojas filosas– y muchomenos sacar al hombre de entre la maleza.¿Dónde convenía llevarlo? Hospitales no.Seguramente era un perseguido, alguien aquien yo debía proteger. Mientras lo carga-ba siguiendo el lecho del arroyo pensé quemi papá también podía haber sobrevivido asu caída y que cualquier día podía llegar a

subieron al avión que luego lo arrojó al mar.A mi mujer no le dije nada, pero el te-

ma de la cercanía de Campo de Mayo metuvo mal por unos días. Ella, con tal decuidar mi salud mental, sería capaz devender la casa y buscar algo –seguro quealgo peor– en cualquier otra parte. Y con lasuerte que tuvimos, y lo feliz que está ellacon la casa, mejor que no pase nada de to-do eso, pensé.

Pero entonces, otro día, vi a uno deesos aviones militares sobrevolando la zo-na. Pasó justo por sobre la plaza. Volababajo. Hélices ruidosas. Trompa gorda. Colaen forma de rampa.

Y eso no fue nada, una tarde pasó unoque dio varias vueltas en redondo, como siestuviera haciendo algún tipo de ejercicio oreconocimiento, y al final abrió la rampa deatrás para que saltaran varios paracaidistas.

Abrió la rampa, sí.Esa noche mi mujer me preguntó si me

pasaba algo. Nada, le dije. Bueno, dijo.Al tiempo –azulejaba las paredes de la coci-na, empezaba a anochecer– pasó otro avión.Éste volaba alto y por momentos quedabaoculto tras las nubes. Igual, era fácil ponersea mirarlo porque hacía mucho ruido. Asíque también fue fácil ver el momento enque se abrió la rampa y un hombre cayó alvacío. Otro paracaidista, pensé. Pero no, elhombre cayó como una plomada.

Durante algunos minutos no supe quéhacer. El hombre había caído y el aviónhabía continuado su rumbo. Pensé en laposibilidad de que aquello no hubiera si-do cierto. Después corroboré que sí: en laplaza, dos jóvenes se hamacaban y seña-laban hacia el cielo.

Salí. Algo tenía que hacer. Mientras ca-minaba pensé cosas horribles. No tengoque hacer la denuncia, pensé, esto debeser un asunto delicado. Y como estaba se-guro de saber dónde había caído el hom-bre me dirigí hacia el lugar lo más rápidoque pude. Había que pasar el terraplén ybordear el arroyo hasta llegar a una fábri-

l Comandante Pedro, militan-te del erp que iba a estar almando durante el asalto aMonte Chingolo, lo atraparonpoco antes de la fecha previs-

ta para la operación. En Campo de Mayo,donde lo torturaron, uno de los tormentosfue el de abrirle el vientre y hacer que unarata le caminara por las tripas. Globos desangre del tamaño de piñatas se inflabana la altura de su estómago y explotabanuna y otra vez bajo las patas del animal.Pedro no habló. Lo mataron. Dicen que siél hubiera estado al mando las cosas ha-brían salido mejor. Mi mamá, por ejem-plo, una vez adentro del regimiento, nohabría muerto ametrallada.

Me acuerdo de esto porque hace poco,con mi mujer, compramos una casa conratas en el techo. Ya desde la primera vezque fuimos a ver el lugar detecté el proble-ma. No importa, dijimos, enfrente hay unaplaza: nuestros hijos, cuando los tenga-mos, van a poder jugar todo lo que quie-ran; además el precio es realmente bueno.Mi mujer estaba muy contenta, yo nuncala había visto así. Apenas concretamos lacompra nos pusimos a pensar en las refac-ciones que podrían hacerse antes de mu-darnos. Y como soy azulejista empezamospor ahí: levanté las alfombras, todas po-dridas, y me puse a azulejar.

En cuanto termine cancelamos el con-trato de alquiler del departamento y nosmudamos acá, le dije a mi mujer. Y todofue bien hasta que una noche, después deazulejar varias horas, mientras volvía porun camino que no conocía –habían cerra-do la barrera, varias máquinas viales toda-vía trabajaban, supongo que iban a cons-truir un túnel o un puente, algo grande–descubrí que nuestra casa estaba cerca deCampo de Mayo.

En ese lugar, aparte de haber matado alComandante Pedro, habían matado a papá.Es decir, no lo habían matado sino que fueallí donde estuvo secuestrado hasta que lo

UNA PRAXIS

Ratas en el techoEste cuento de Félix Bruzzone es apenas una muestra de su talento literario. Y unaforma de acercarse a la potencia de ese imaginario que la generación de hijos dedesaparecidos aporta a la decadente escena cultural criolla. Cómo transformar elhorror, el dolor y la muerte en algo que valga, literalmente, la pena.

A Félix Bruzzone nació en 1976, estudióLetras en la Universidad de BuenosAires y fue maestro primario. Publicócuentos, repartió volantes y helados,reparó piletas de natación y acaba depublicar su primera novela Los Topos.Un libro que “no podría haberse es-crito diez años atrás”, señala la críti-ca Beatriz Sarlo, sin la labor de HIJOSpara “poner en el terreno ideológicolo que antes se veía sólo como dere-chos humanos”. “La política no marca directamente laliteratura, pero crea condiciones de es-critura”, concluye Sarlo.

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Tal como lo había prometido, la presidenta de la Asocia-ción Madres de Plaza de Mayo celebró con una fiesta dedisfraces su cumpleaños número 80 el pasado 6 dediciembre. Se disfrazó de bruja. “Con todo lo que segui-mos haciendo, nos merecemos diversión”, dice. La reu-nión ocurrió en el auditorio de la Casa de las Madres,con 104 invitados que lucieron ingeniosos trajes. Días después, Hebe recibió a mu en su austera casa deLa Plata para abrir su álbum de fotos familiares y polí-ticas. Imágenes que van desde la niñez hasta las querecorren parte de la historia de la lucha por los dere-chos humanos en Argentina.

HEBE DE BONAFINI

Sólo 80

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"Con disfraz, careta o antifaz, dejemos nuestras broncas atrás". Ése fue eltexto de la invitación de Hebe Bonafini a su cumpleaños 80, en una tarjetaque -puede verse- la muestra andando en un auto de carreras.

En su casa de La Plata, Hebe recibió a MU para elegir algunas fotos de su vi-da, y comentar la fiesta de disfraces: "Fue increíble. Siempre me había que-dado con la espina de no poder ir a las fiestas, de chica, con linda ropa. Peroel traje de bruja estaba espectacular. Y todos cumplieron la consigna. Sergio(Shocklender) se disfrazó de obispo y su hermano Pablo, de cosaco. Uno delos abogados vino de rockero, otro de Bin Laden. De las otras Madres, Juanitase vistió como en los años 30, y Chela se disfrazó de Doña Florinda, la delChavo. Parece que si uno tiene 80 no hay derecho a divertirse. Llegó la horade que la vida tenga sal, porque si no, no se puede vivir".

La polémica gira a su alrededor por el apoyo al gobierno. ¿Está de acuerdoentonces con la idea de que militantes de movimientos y organismos ingre-sen a los cargos públicos? "Para nada, nosotras nunca dejamos la Plaza, nila calle. La lucha es desde afuera, agrupándose para ser fuertes. Eso te da li-bertad. Los que van al Estado terminan entrando en la lógica del sistemaque queremos combatir".

Hebe cuenta que habrá una colonia para ancianos en la parte de la ESMAque corresponde a las Madres. "Para llegar al socialismo, todos los días hayque crear, inventar, hacer". Como es una mujer planificadora, anuncia queestá organizando una murga. "Pero eso va a ser para cuando cumpla 85".

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De derecha a izquierda. Hebe a los 2 años, con su papá. La comunión. El casamientocon Humberto, en 1949 ("una vecina me prestó el traje de novia"). El bautismo deAlejandra, junto a sus hijos Jorge (el mayor) y Raúl, luego desaparecidos. En el marde San Clemente. En 1978, marcha de las Madres (se ve a Juanita Pargament, Adeli-

na Alaye y Nora Cortiñas alzando a un niño). La policía montada acosando a Hebe en1982 ("en la bolsita llevaba una bombacha por si caía presa y el pañuelo"). La Plazade Mayo inundada de Madres, y el primer viaje a Cuba, en 1988. Debajo, la fiesta dedisfraces: Hebe-bruja, junto a un Bin Laden y Sergio Shocklender como obispo.

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archivoprensamadresdeplazademayo

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Cuándo viene Actitud? La pre-gunta, que se hace unánimeentre las mujeres que estándelante nuestro, no encuentrarespuesta siquiera en el pro-

grama que las acomodadoras reparten adiestra y siniestra. Lidia Borda, que sobre elescenario y junto a su hermano entona al-guna chacarera o tan tango bien porteño,no sugiere nada al respecto. ¿Cuándo tocaMaría Marta? No sé si la señora que mepregunta espera a Serra Lima, o piensa quedentro del trío de mujeres de hip hop exis-te alguna integrante con dicho nombre.Igualmente respondo que no lo sé y, juntocon la impaciente señora y sus impacientescompañeras, pienso que no queda otra op-ción que esperar.

Dos cosas me resultan, de movida, ex-trañas. El 90 por ciento del teatro Coliseoestá repleto de mujeres; la segunda, queel 70 por ciento de esas mujeres lleva al-guna prenda o atuendo de color verdemanzana. Rápidamente me doy cuentade mi estupidez. En el I Festival Latinoa-mericano por los Derechos, la Vida y laSalud de las Mujeres, ¿a quién esperabaencontrar? ¿A Baby Etchecopar? Escuchoque las mujeres de verde, por otro lado,están entonando cánticos en contra delPapa, la Iglesia, y otras desgracias. Deduz-co, entonces, que ese color es el distintivode las que apoyan a gritos -literalmente-la Campaña por el Derecho al Aborto Le-gal, Seguro y Gratuito, consigna estampa-da sobre sus remeras.

Todo muy agradable, sí. La música, losmúsicos, la gente, los cantos, el verde. Perohay un pero. La gente está alegre, tiene ga-nas de divertirse y hasta bailar, pero la ofer-ta musical no da más que para estar senta-do y escuchar. Falta conexión entre esosdos mundos: el de ese público y el escena-rio, el de la música y los sentidos.

Después de Lidia, aparece un hombre deropas anchas que –asomando como una es-peranza– comienza a enchufar aparatos.Ahora se desliza una base de rap, una suertede intro a lo que viene después: Malena D'A-lessio y las Karen (Pastrana y Fleitas) irrum-pen en el escenario ya cantando, como si nohubiera nada que esperar ni tiempo que per-der. Ese pero, ahora entiendo, tenía nombrepropio. Entonan Sonrisa Macabra, tema delúltimo disco dedicado al –por suerte– ex pre-sidente norteamericano, George Bush:

Degenerado, criminal, terrorista de estadoGenocidio o suicidio, qué dilema, eh.

El festival da un vuelco abrupto: el trío demujeres baila e invita a bailar, toca y conta-gia el ritmo, canta y transmite puro el men-saje. Se mueve ahora la marea verde por lospasillos y trepa al escenario lista para bailar.Los del pullman y súper pullman hacen lopropio desde sus butacas. El teatro Coliseoen este momento es una suerte de bolichebailable donde no hay dj’s, sino tres muje-res y ganas de divertirse. ¿Hace falta agregarmucho más? Actitud.

De escraches y musicoterapia

l hip hop exige rimas, letras exten-sas y un cantar veloz y rítmico co-mo pocos, en relación con otros

géneros musicales. Las palabras se mez-clan, las frases se entrecortan y las chicasimprovisan bailes al compás del sampler.“¿Se entiende la letra?”, pregunta una delas tres. Sí, se entiende, y el mensaje llegaclarito: ahora suena Hijo Mío, y es una delas frases de esa canción la que me reapa-rece el día después, cuando me siento acharlar con Malena:

“La rima me ha enseñado a vomitar mi mierday convertirla en arte.”La estrofa representa lo que Malena

nos contará a continuación: Actitud Ma-ría Marta nace casi simultáneamente a laagrupación h.i.j.o.s. (de la que fue miem-

bro fundadora, allá por el 95) como ban-da soporte de la Comisión Escrache, ycon una formación distinta a la actual.“Era una época donde las manifestacio-nes se veían con un dejo de nostalgia,una marcha era algo triste, amargo, y no-sotros a eso le opusimos la fuerza del es-crache como algo de confrontación. Erasalir del llorisqueo y pasar a la lucha. Po-co a poco, además, fueron evolucionan-do: lo que primero era solamente unamanifestación en la puerta de la casa deun tipo, después se transformó en unevento cultural, con grupos de músicaque tocaban, de percusión, de teatro… eraalgo muy creativo y alegre. Se podría de-cir que fueron mis terapias”.

Malena ríe y contagia la risa. Tiene laasombrosa capacidad de transformar lomalo –y me estaría quedando corto coneste adjetivo– en algo alegre y lleno deenergía. En palabras de ella: "una energíaque puede ser de protesta, pero que de to-dos modos es una expresión artística, noes solamente una cuestión de militanciapolítica. Poder combinar la creatividad,poder canalizar la historia de uno, y conun espacio como éste, tan potente y enér-gico fue algo que a mí me hizo muchobien en lo personal."

Lecciones de hip hop

Nosotras hacemos un hip hop su-damericano, digamos, con bastan-te identidad argentina, en el senti-

do de que se despega de los grupos queson un calco del rap norteamericano. Quehay muchos, ¿no?”. La pregunta, digámos-lo, revela cierto desprecio. Malena se sien-te más familiarizada con el continente ne-gro, por su música y su ritmo, que con losque nos aplastan desde arriba, al norte. Elrap, aclara, no es más que un envase queuno rellena "con el contenido que quiere",pero que no necesariamente debe llevarconsigo la estética del prototipo del raperode ropas anchas, cadenas de oro, letras conapologías a las armas, al sexo y al dinero.“Me parece interesante despegarse de eso.En Latinoamérica el rap está retomandocada vez más las raíces y la esencia que te-nía al comienzo. Las estéticas no respon-den a algo necesariamente pautado. Porejemplo, en Bolivia hay quienes rapean enaymara y usan sus ropas tradicionales. Enla parte melódica lo que hacen es fusionar-la con músicas regionales autóctonas, des-de africana y flamenco, hasta el tango y elfolklore, como hacemos nosotras. Tambiéntenemos mucho de reggae y dance hall,que son ritmos jamaiquinos”.

Cuenta, además, la fuerza del hip hopen casi toda Latinoamérica -estuvo en lasfavelas brasileñas y en los barrios de la pe-riferia cubana conociendo en directo lo quesuena y cómo- hasta que su itinerario sedetiene en ese casi nuestro país. “Argentinaes el que menos cultura del rap y hip hoptiene de todo el continente”, se lamenta yacusa al rock de tal desgracia. Tal vez poreso viaje tanto y conozca todo el continen-te y más. “En cada lugar donde vamos in-tentamos involucrarnos y conocer un po-quito más allá del evento musical en el quenos presentamos. Averiguamos qué estapasando, un poco de la historia, de cómose van entrelazando los movimientos socia-les y políticos que están emergiendo ahora,especialmente mirando el escenario delmapa mundial en Latinoamérica, que esuna de las cosas más interesantes que estánpasando en el mundo”.

Identidad y religión

alena y Actitud han encontrado,por azarosa causalidad de la histo-ria o quizá por un triste determi-

nismo del destino, un envase en el mediode su camino que les ha servido para de-volverle al rap y a ellas mismas sus propiasraíces. Es un envase que han rellenado a lolargo de estos años -aunque todavía no es-té saturado-, de pura fuerza y lucha políti-

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Poder hip hopACTITUD MARÍA MARTA

Grupo pionero del hip hop local, nació como banda sonora de escraches y marchasy desde allí consolidó un estilo que lo convierte en una de las expresiones más ori-ginales de la escena argentina. Vienen de una gira por Europa y de un romance conVenezuela que les marca el ritmo de sus pasiones actuales.

www.actitudmariamarta.blogspot.com

Un medio propio para difundir fechas derecitales y, casi como un diario de viaje,resumir en afiches y fotos las giras quelas tienen de acá para allá. Fotos, audiosy mail de contacto completan el menúde la página propia.

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Cátedra Autónoma deComunicación Socialpara pensar y crear alternativas

Diplomado en Autogestión de Medios Socialesabierta la inscripción 2009

Más Infowww.catedraautonoma.org.arww.lavaca.orginfolavaca@yahoo.com.ar

en cada verso su propio cuero. El hip hopes un arma que le vino “como anillo aldedo” para hacerlo latir al ritmo de suspasiones. Canta y baila y a ese ritmo cu-ra las heridas. Las propias –su padre eramilitante montonero y desapareció en1977– y las ajenas, como ahora mismopuedo ver en este Coliseo donde no haynadie, nadie, sentado: la marea verde seagita en esta ceremonia que une y con-mueve. En el escenario, Malena está en elcentro, escoltada por las Karen. Una esdueña de tal vez la mejor voz y de un es-píritu más sereno. La otra usa los típicospantalones anchos y la típica agresividadrapera. Malena parecería ser el equilibrioentre las dos Karen, aunque la palabraequilibrio tiene en ella otro sentido. ¿Ha-ce falta explicarlo? Desde el escenario mellega, salvadora, la estrofa perfecta paradejar de dar vueltas:

Conciencia, rebeldía que día a día crece.Mi cuerpo fortalece, espíritu engrandece,Actitud María Marta, le pese a quien le pese.

mado en Aló Presidente, en donde se leexplica a la gente de manera accesible unmontón de cuestiones que se están ha-ciendo, políticas, económicas. Va cada mi-nistro y habla con la gente y le explica.Hay gente que opina que eso es demago-gia, que es populismo, pero el pueblo ca-da vez está más exigente y más críticocon el gobierno mismo. Ése es el mejortermómetro de lo que esta pasando”.

Su entusiasmo por Venezuela es explí-cito y forma parte de su catecismo; allí vioen acción algo de su fe y le interesa quequede claro, como si necesitara ese ejem-plo para transmitir en qué cree y en quéno. Cree en la política, por supuesto (“es lamejor herramienta que tenemos para so-lucionar los grandes problemas. Es lo quedefine quién come y quién no, así que có-mo no le vas a dar bola.”) y no cree en loslíderes (“las cosas se solucionan con lagente en la calle, presionando”). Cree en lamúsica (“reemplazó a la militancia”) y nocree en los discursos (“prefiero lo concreto:en poner el cuero”).

Malena está muy lejos de cantar untango pero sí, como dice la canción, pone

influenciada directamente por los medios,habla de dictaduras, de cosas que si te po-nés a hablar cinco minutos y le empezás adecir: ´bueno, pero Venezuela es el paíscon más cantidad de elecciones y referen-dums en la historia de las democracias la-tinoamericanas´… no saben qué contes-tar”. Para Malena es complejo tener queluchar de manera constante contra unosmedios de comunicación tan claramenteposicionados políticamente, pero no poreso desesperanzador. “Porque ni siquieraes algo sutil, digamos, es bastante grotesco.Sobre todo en el caso venezolano”, reiteray evidencia su puntual interés por contarlo que considera “la verdadera realidad”del país bolivariano. Malena mira, toca,conoce y luego -recién luego- habla. Y lle-va y cuenta su testimonio a donde haya aquién contárselo.

Conexiones

e tanto gobierno latinoamericano,nos olvidamos del nuestro. ¿Quépensará esta muchachita rebelde

de un gobierno que apoyó uno de suspuntos débiles: los derechos humanos?Revela: “La verdad que sí, que se han ocu-pado muchísimo del tema y me parecebien, y no es subestimable y hay que re-conocerlo”. Y sin que se lo pregunte, seanima también con una crítica. “Falta co-nexión con el pueblo. Hay una desinfor-mación terrible. Y cuando digo esto se mevienen a la cabeza el tema de las retencio-nes a las exportaciones agrícolas. Meacuerdo que fue un momento crucial, enel que se dividieron las aguas y era intere-sante eso como fenómeno político. Perso-nalmente nunca terminé de entender eltema, la parte técnica, y no me parecióque desde el gobierno hubiese una políti-ca de difusión masiva, de bajar toda laparte técnica a tierra y explicarle a la gen-te en palabras simples eso que era tancomplejo. Hay como una especie de so-berbia en ese sentido, y ése es para mí elcostado malo de este gobierno”. Y sí, porsupuesto; dicho esto, a Malena se le cruzapor la cabeza el programa del gobiernovenezolano. “En el caso venezolano esetipo de comunicación está muy bien plas-

ca, de esperanza latinoamericana y ritmoafricano. “Creo que la música es una de lasherramientas que tienen más potencialtransformador porque es una de las ramasdel arte más masiva, más influyente en losjóvenes”. Malena se detiene. No la inte-rrumpo porque sé que va a seguir, sé queestá tomando carrera para continuar, séque es como una maquinita que piensa ydice, que dice y hace, que hace y sueña.“La música es como una conexión con al-go que va más allá de lo intelectual y lo ra-cional. En ese sentido, tiene cierto grado detrascendencia, aunque suene así, religio-so”. Y agrega con total espontaneidad: “Y tedigo que si tengo que tener una religiónviene más por ese lado. Tiene que ver conla energía, con cosas que están en otro pla-no de la existencia”.

Le creo más que a cualquier cura.

La mirada de los otros

e su gira de este año por Europacuenta de todo: que se animó conel francés y el inglés arriba del es-

cenario y que hubo una muy buena re-cepción del público. Menciona cómo tra-tó, ante la ignorancia de la opiniónpública respecto a los procesos latinoame-ricanos, de dejar su testimonio en otro ca-pítulo más de una lucha emprendida yahace tiempo contra lo que considera unadversario hostil, de difícil confrontación:los medios masivos. “Estamos en una épo-ca donde el bloqueo mediático es uno denuestro grandes enemigos, y donde es asíde literal: hay un bloqueo en lugares comoVenezuela o Bolivia. Esto dentro de Lati-noamérica y ni hablar del resto del mun-do. Para los europeos, en el caso de Vene-zuela, al presidente le faltan los cuernos yla capa para que sea el diablo. Mismo des-de la izquierda europea hay una subesti-mación de todos los procesos políticos ysociales que están ocurriendo acá.” Que-da en claro que esta mirada europea no escercana a la Actitud Malena: no tiene ni sucuriosidad ni su experiencia. “Subestimantodo, como si ya lo hubiesen vivido y no-sotros somos para ellos unos ingenuosque seguimos pensando que los cambiosson posibles. La opinión pública masiva,

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n su perfil de blogger diceque tiene 31 años, que es mu-jer, que nació bajo el signo deCáncer y en un año de la Ser-piente, que su sector es el ar-

te y su profesión “dramaturga y politóloga,en ese orden”.

El énfasis importa mucho. Mariana Eva Pérez escribe desde chi-

ca: “Era lo más divertido que podía ha-cer”. Mira hoy sus cuadernos y se asom-bra de la imaginación que tenía, “y ladesvergüenza para escribir lo que se meocurría”. Tenía 13 años cuando la Asocia-ción Abuelas de Plaza de Mayo –de laque eran parte sus dos abuelas, Rosa Roi-sinblit, actual vicepresidenta, y ArgentinaRojo, que murió hace tres años– publicóuna selección de sus poemas y relatos.

“Pero después la cuestión de la militan-cia vino a tapar todo. Ahora veo que fue-ron años en los que me propuse buscar ami hermano, y lo encontré y seguí y noparé. Años en los que no le di bola a loque quería hacer, muy marcados por elmandato que sentía”.

Todo en la cabeza

l 6 de octubre de 1978 el padre deMariana, José Manuel Pérez Rojo,y su madre, Patricia Julia Roisin-

blit, fueron secuestrados y llevados a uncentro clandestino de detención en la zo-na Oeste del Gran Buenos Aires. Allí Fran-cisco Gómez, quien participaba en los gru-pos de tarea de la Aeronáutica como

personal civil, vio el embarazo de ochomeses de Patricia, que al mes siguiente fuellevada a parir a la Escuela Superior deMecánica de la Armada. El 15 de noviem-bre el médico Jorge Luis Magnacco asistióal nacimiento del hermano de Mariana, aquien su madre llamó Rodolfo Fernandopero Gómez y su esposa, Teodora Jofré,inscribieron con otro nombre, como hijopropio nacido en su hogar el día 24.

Hace ocho años, cuando un estudiogenético estaba a punto de confirmarleque había encontrado a su hermano, Ma-riana estudiaba Ciencia Política y traba-jaba en Abuelas, y así se presentaba. Susplanes eran avanzar en esa dirección: serecibió, compiló publicaciones y colabo-ró en el mensuario de Abuelas, obtuvobecas de investigación de la Universidad

de Buenos Aires y la Fundación Antor-chas para sus investigaciones sobre me-moria e identidad.

“Hacía lo que tenía que hacer, lo queyo me había dicho a mí misma que teníaque hacer. Para mí hay un llamado de misviejos y de los desaparecidos en general,estas miles de almas en pena: es un llama-do que no se puede desatender pero queal mismo tiempo amenaza con copar to-do, aplastar toda la vida. Con sólo mirarlas fotos yo podía decir quién era cadauno, más o menos las fechas de caída,dónde lo habían llevado. Lo tenía todo enla cabeza. No es por jactarme, a lo mejorno tendría que haber sabido tanto. Desa-tendí mi deseo de todo, incluido el artísti-co que quedó limitado al consumo: iba aun museo, iba a un recital. Pasé años dán-dole al teatro el residuo de mí, lo que que-daba de mí después de toda la jornada delaburar y estudiar”.

El residuo

ños después Mariana Pérez escu-charía a Mauricio Kartún decirque “se escribe con la basura, con

lo que perdió valor”. Pero, lo dicho: falta-ban años. Por entonces ni siquiera era vo-luminoso el residuo –fuera esto lo que fue-se– de sí: “Abuelas no es una oficina, no esun trabajo que termina a las 6 y chau, nosvamos de after office con las chicas alhappy hour. Es otra cosa. Creo que paratrabajar todos los días con este tema tandoloroso era necesario estar un poco anes-tesiada. A mí no me dolía; recuerdo queuna sola vez lloré tomando una denuncia.No podía vivir emocionada ahí adentro, ycreo que eso mismo llevaba a la vida deafuera. Desde que me fui, siento muchomás todo. Siento todo”.

Durante el verano pasado viajó al in-vierno de Europa y lloró en todas partes.En los museos, frente a los edificios, so-

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BioteatroMARIANA EVA PÉREZ

Nieta de Abuelas de Plaza de Mayo e hija del 77, recuperó a un hermano y un desti-no: escribir. Blogger por elección y dramaturga por pasión, estudió Ciencia Política ytrabajó en el hilván de Teatro por la Identidad. Sus propias obras están lejos de com-placer los lugares comunes de esas temáticas y tocan las heridas más profundas dela batalla por resignificar la memoria.

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la historia de una mujer argentina actualque sueña con Rosa Luxemburgo, y enesos sueños asume su voz, en la vísperade decidir si después de todos estos añostestimonia o no sobre su paso por uncampo de concentración. Tomo cosasprestadas de la vida de Alejandra y tam-bién de las compañeras de cautiverio demi vieja. El personaje es docente, es di-rectora de una escuela, y en su militanciaen los 70 hizo una experiencia de alfabe-tización en villas. También tomo histo-rias de los campos, que leí y no puedoolvidar, y encuentran su lugar ahí. Peroes difícil porque una obra no es un testi-monio y serle fiel a la historia significaotra cosa, no contar literalmente. Me pre-guntaba el otro día, a propósito de untexto no testimonial con un nivel de de-talle, de morbo, ¿a quién le sirve eso? ¿Enqué lugar queda puesto el lector?”

El travelling de Kapo

n su libro Perseverancia, Serge Da-ney propone una respuesta posible,que mu le comparte a Mariana,

para continuar la charla en otra ocasión.Daney cita el artículo de Jacques Ri-

vette que acaso lo decidió a ser el grancrítico de cine que fue. “Observen, enKapò, el plano en que Riva se suicidaarrojándose sobre los alambres de púaelectrificados (del campo de concentra-ción): el hombre que en ese momentodecide hacer un travelling hacia delantepara encuadrar el cadáver en contrapica-do, teniendo el cuidado de inscribirexactamente la mano levantada en unángulo del encuadre final, ese hombremerece el más profundo desprecio”.Kapò, como Portero de noche, es para Da-ney una película que intenta mezclar lapornografía concentracionista –diría Je-an-Luc Godard– con el arte. Y encuentrala abyección que da título al texto de Ri-vette en muchas obras contemporáneasque glamourizan la pobreza o ensalzanel detalle anatómico en la tortura: esaspiezas que apelan a la seducción estética“en una situación en la que sólo es nece-saria la conciencia (aunque sea mala) deser un ser humano y nada más”.

juntas. Al año siguiente comenzó a leercuando la segunda convocatoria estabatodavía abierta, y se malhumoró progre-sivamente al ver que era otra vez lo mis-mo, la abuela y el nieto que se recono-cen mágicamente, se sientan en unbanco de una plaza, se abrazan y seaman. “Yo decía: ‘Pero ¿¿qué es esto??¿Dónde está la obra que va a decir queesto no es así? ¿Dónde la que va a con-tar lo que siente el familiar que buscacuando encuentra?’. Lo que me estabapasando a mí, ¿no? Y leía, y leía, y leía,y esa obra no estaba”.

Se acercó a Patricia Zangaro, autora deA propósito de la duda cuyo currículumincluye, entre otras cosas, Pascua rea, Porun reino, Última luna; las versiones deShylock y La tempestad, de William Sha-kespeare, que dirigieron Robert Sturua yLluis Pascual; los ensayos sobre el teatroDesmontajes. “Tengo esta idea para unaobra pero nunca escribí teatro”, le dijoMariana. Hoy el archivo de word en quela autora guarda esa obra –“me da ternu-ra y vergüenza”– se llama Instruccionescorregido con Patricia. Siguió en el tallerde Zangaro hasta el año pasado y se hu-biera quedado, pero le dijeron que cincoaños habían sido más que suficientes,que ya estrenaba sola, que inclusive es-cribía por encargo, como le sucedió conPeaje y ahora le sucede con una obra sintítulo, porque los títulos se le ocurrensiempre al final.

“La convocatoria partió de una actriz,Alejandra Arístegui, que quería trabajaralgo sobre Rosa Luxemburgo, y empecé aescribir luego de unas charlas con ella. Es

–pronuncia la actriz Cecilia Belmonte– “co-mo una perrita a la que de todos modosvienen a buscar pronto”.

La abuela sobre quien Mariana hablanunca supo de la existencia de la obra.“La escribí en 2004 y Argentina murió en2005.” Y, aunque no haya sido su elec-ción, tampoco su hermano né Rodolfo vioInstrucciones para un coleccionista de mari-posas, el monólogo de una joven que en-cuentra a su hermano nacido en cautive-rio y descubre que no van a vivir felices ycomer perdices.

“Durante muchos meses no nos vimos,porque vos no querías verme. Y yo tam-poco quería verte, porque me harté deque me culpes de que porque te busqué yte encontré, ahora resulta que te cagué lavida”, dice el personaje de su primeraobra, que se vio en Teatro por la Identidady tuvo muy buenas críticas pero en Abue-las no gustó. “Les parecía contradictorioque yo tuviera una mala relación con mihermano, escribiera sobre eso y siguierabuscando a los chicos desaparecidos. Perouna cosa es adherir a una causa que meparece justa –hay que encontrarlos– y otraes el vínculo. El vínculo no es una causa.Con mi hermano me di cuenta de eso: nose puede remar una relación como si fue-ra una militancia”.

Después tampoco gustó La muñeca, elmonólogo de una mujer que sobrevivió asu hermana militante, “una hermana no-militante que expresa una mirada crítica,que no está de acuerdo con la opción desu hermana por la lucha armada”. Maria-na siguió escribiendo mientras asimilabaesas perplejidades, mientras su escriturase iba limpiando del léxico académico yhallaba otro tono: Manos grandes, Mi hijotiene ojos celestes, Sin voz, Cerrar la puerta,Las secuelas y Ábaco fueron sus pasos.

Esto no es así

a abuela Rosa la había llevado alteatro varias veces, y con esaidea de la cultura-culta hasta le

había instilado el gusto por el ballet, pe-ro sólo cuando participó en la Comisiónde Lectura Mariana se enfrentó por pri-mera vez a decenas de obras de teatro

bre los ríos, al cruzar algunas calles. “Meconmovía todo. Se me abrieron unascompuertas, sobre todo con la experien-cia estética.”

Y “el temita” –como nombra con ayudadel humor a esa cuestión que le marcó lavida, la desaparición forzada de personasdurante el terrorismo de Estado– decantópor caminos de transfiguración.

Mariana utiliza mucho la herramientadel blog. Tiene uno en el que ordena susrecuerdos y averiguaciones sobre suabuelo paterno y otro en el que juegacon su novio Jose (sin acento) a inventarla historia de un matrimonio suburbano;tuvo otro sobre su obra Ábaco en el quesubsisten detalles deliciosos de la direc-ción que hizo Fernando Suárez. Y escri-bió durante su viaje en ¿Mochila o valli-ja?, escala de Barcelona:

“En estos días venimos hablando muchocon Silvia. Yo le cuento que por primeravez me siento libre para hacer lo que seme antoje, liberada de la responsabilidadpara con la historia que sentía. Que des-de esta libertad puedo elegir escribir o in-vestigar sobre ´el temita´, pero buscandoun lugar propio desde donde hacerlo,que no tiene por qué ser una oficina deun organismo de derechos humanos odel Estado, ni una columna en una mar-cha. Poner el cuerpo de otra manera.¿Cuál? No sé bien. Pero mía. Tengo queinventarla. Estoy en eso.Una vez más, el recuerdo de mi viejome rodea y me elude.Papá: a mí sí me importaba tu vida. Y sí,lloro, estoy llorando ahora. Y también si-go. Y te necesito y te extraño y me dabronca que no nos hayamos ido al exilio.Y estoy orgullosa de vos. Y quiero saberde vos y temo que no voy a saber másque esta pena de no tenerte y esta ternu-ra que sé que pusiste en mí y el dolor desaberte torturado y algo que me inventoque nos pasa con la música. No hay victoria donde vayamos a encon-trarnos, papá. No hay un ´hasta la victo-ria siempre´ posible. No hay ninguna fra-se de ésas para cerrar este post”.

Sobre gustos

caso no sea casual que luego de supartida de Abuelas las primerasideas que se le ocurrieron hayan

sido de comedia. “Textos breves, juegoscon humor”.

Peaje es el primer texto largo de esacosecha. Se estrenará en marzo, con di-rección de Javier Margulis y asistenciade dirección de Mariana, que ya habíaprobado ese papel en Ábaco. Trata de unhijo (Mariano Campetella) que regresa ala casa de sus padres porque se ha sepa-rado, y la obra se desarrolla en el diálo-go con su madre (Isabel Quinteros). “Laempecé a escribir en noches de insom-nio, después de que mi ex se fuera. Apartir de imaginarlo a él de vuelta en lacasa de los viejos, salí disparando paraotros lados”.

La autobiografía es clave en la obrade Mariana Pérez, que en algún puntoquizá siga siendo la nenita que escribelo que se le ocurre –inclusive cuando eslo que le ocurre– con desvergüenza. “Meda mucho placer tomar algo que mecausó mucho dolor y jugar como si fue-ra una plastilina, estirarlo, mezclar co-sas, deformarlo”.

Después se siente muy nerviosa por loque hizo.

Cuando escribió Ábaco, por ejemplo.Una joven pasa de la iracundia al derrum-be a la ternura a la imposibilidad de ha-blar claramente del asunto: “Algo hizo nobien mi abuela”, la primera frase que leapareció para articular esta historia, se re-pite, siempre dislocada, porque no haymodo de decir que hizo algo mal o no hizoalgo que hubiera estado bien. La abuela quecrió a la protagonista, luego del secuestrode sus padres, es una mujer que arroja suinfortunio sobre los demás: creció sinamor y se casó sin amor y crió a esa nieta

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Algunos de los blogs de Mariana:

Sobre su abuelo materno:http://deciamiabuelo.blogspot.com/Sobre su obra Ábaco:http://abacoteatro.blogspot.com/Sobre su viaje a Barcelona:http://mochilaovalija.blogspot.com/

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a foto está en la pared del es-tudio tapizado de libros y nisiquiera ocupa un lugar cen-tral. Es apenas un pequeñocuadrado enmarcado por el

que asoman tres jóvenes cancheros. Nomiran a cámara, sino al futuro, que está alcostado, desafiándolos. De izquierda a de-recha: Tomás Eloy Martínez, Mario VargasLlosa y Carlos Fuentes. El cuarto integran-te de la banda está a cargo de la toma y sellama Guillermo Cabrera Infante. “El díaque fuimos al cine con Los Beatles”, medirá Tomás.

Ajá. ¿Y qué fueron a ver?“El estreno de 2001, Odisea del Espa-cio”. Ajá.Significa, entonces, que la toma es de

1968, cuando los Beatles acababan deparir su Álbum Blanco y Tomás tecleabasus notas en la revista Primera Plana. Sig-nifica, también, que este hombre de jean

y remera que tengo enfrente tiene ahora74 años y el paladar negro de los perio-distas de raza.

Tomás es, ante todo, un caballero y conesa hidalguía cabalga su condición de so-breviviente –hincó el diente al pastel de laHistoria, conoce su sinsabor y no se que-ja– que lo enfrenta ahora a una nueva ba-talla. Su salud no es buena, pero su actitudse parece a la de aquel muchacho de la fo-to, que mira hacia el costado dispuesto alo que venga.

Tomás acaba de publicar su última novela,Purgatorio, que comienza con un párrafoperfecto:

“Hacía treinta años que Simón Cardosohabía muerto cuando Emilia Dupuy, suesposa, lo encontró a la hora del almuerzoen el salón reservado de Trudy Tuesday”.A partir de este desaparecido que apare-

ce en la fantástica locura de su esposa, lahistoria corre hacia atrás, hacia la genealo-gía de ese delirio que comenzó cuando la

dictadura rompió todas las barreras de larazón y de la vida. Dos cosas se imponenen este Purgatorio: cómo está escrito y des-de dónde. La escritura tiene un perfume aclásico, entendiendo por esta palabra eseestilo que nunca envejece porque no res-ponde a las modas, sino a los modos másnobles del lenguaje. Dónde se coloca el na-rrador es ya una marca de este autor queen todas sus obras elige estar al lado del lec-tor, susurrándole la historia. En este caso,esa historia está en función de demostrar laomnipresencia del desaparecido, esa au-sencia tan presente, tan palpable, tan vívi-da, ante la cual se desvanecen las artima-ñas más crueles de construcción del olvido.

La novela permite, sin duda, muchaslecturas, pero la mía se detiene en losdetalles que Tomás zurció con el mate-rial que encontró en las revistas de laépoca y que dan cuenta de hasta dóndese hundió en la cloaca la profesión pe-riodística. Se lo pregunto a él, que es ca-si un príncipe del oficio:

Me niego a generalizar, porque genera-lizar es siempre una actitud fascista ycada tema tiene sus grises, sus contra-dicciones. Pero muchos, muchos textosde los que leí me produjeron un pro-fundo asco. Me hicieron preguntar có-mo es posible que la conciencia de unser humano pueda caer tan bajo, pue-da negar cualquier tipo de compasión,de comprensión por el otro, por lo otro,por aquello que es y piensa diferente.Creo que el peor de los daños, el máspermanente de la dictadura fue la in-tención violenta de convertir a este pa-ís a una ideología de cuartel.

¿Creés que por eso la literatura y el periodis-mo perdieron su capacidad de creación, quees finalmente hija de la desobediencia?

Es que la literatura si no es desobedien-cia, no es. La literatura, como el perio-dismo, son centralmente actos de trans-gresión, maneras de mirar un poco másallá de tus límites, de tus narices. Todolo que he escrito en la vida han sido ac-tos de búsqueda de libertad. Nada medaba más placer –cuando publicabamis primeros artículos en La Gaceta deTucumán– que mi madre les dijera amis hermanas: “Tenemos que ir a misaa rezar por el alma de Tomás que estátotalmente perdida”.

En nombre propio

a primera vez que Tomás perdió elalma fue a los 9 años, cuando de-cidió ir detrás de un circo. La aven-

tura le valió un mes de encierro, sin lectu-ras ni juegos. Dedicó el tiempo libre aescribir un cuento: la historia de un chicoque burla el castigo de sus padres metién-dose dentro de una estampilla para asíviajar por el mundo.

A los 16 ganó un premio provincial depoesía y al año siguiente, uno de narrativaque le otorgó el dinero necesario para per-derse por segunda vez: viajó a Buenos Ai-res con la intención de conocer escritores.Cuando regresó a Tucumán, comenzó aestudiar Derecho, tal cual deseaba su fami-lia, pero al poco tiempo se perdió por ter-cera y definitiva vez: cambió su carrerauniversitaria por Letras y empezó a traba-jar en el diario La Gaceta. No hubo rezoque pudiera torcer ese destino.

Comenzó como corrector, y al pocotiempo pasó a la redacción como críticode cine. Así llamó la atención del porteñodiario La Nación, en el que trabajó desde1957 hasta 1961. Su salida forma parte de lamitología periodística, pero la versión re-mixada que cuenta hoy, con pasión y sinrencor, le otorga un nuevo significado. Di-rá Tomás, antes de que lleguemos al epi-sodio de La Nación:

De chico era un católico cerrado, creyen-te de todo lo que se tiene que creer paraser miembro de la Acción Católica.

¿Y cuál es tu fe ahora?Me da una gran paz y una enorme feli-cidad saber que del otro lado no haynada. Todo lo que queda de vos es loque dejaste.

“Tu identidad son tus recuerdos”. Es una fraseque escribiste en Purgatorio y en La Novela dePerón. ¿Cuál es la identidad que forman tusrecuerdos, si pudieses elegir entre dos o tres?

La primera vez que escribí, que fue esaprimera señal de rebelión, en ese casocontra mis padres. El segundo, quizá,sea esa sensación de extrañeza a la queme enfrentó el exilio. Es algo que inten-té reflejar en esta novela, en la escenade la visita al Jardín del Exilio del Mu-seo del Holocausto.

¿Tus libros también forman parte de esos re-cuerdos que te definen?

Reflejan momentos distintos y distintasactitudes mías para enfrentarlos.

Tomemos el caso de La novela de Perón: apa-reció por entregas en la revista El Periodista,año 1985: fin de la dictadura.

Fue una sublevación contra el cartónpintado con el que quería construirseesa historia. Lo que pretendía, al publi-carla por entregas, era una mímesis con

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El evangeliosegún Tomás

TOMÁS ELOY MARTÍNEZ

Su última novela, Purgatorio, narra una historia fantástica, en más de un sentido. Lapersistente presencia de los desaparecidos, la cotidianidad de los represores y elhumillante papel del periodismo durante la dictadura forman parte de la escenogra-fía de este libro y de esta charla, donde el autor repasa su propia historia. La censu-ra en La Nación, las aventuras en Primera Plana y el valor de las utopías.

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ahora. Ésa fue la desgarradora alter-nativa que afrontaron los internadosde los campos de concentración, don-de quiera existieron esos campos: enAuschwitz, en la isla Dawson, en las“peceras” de Buenos Aires. ¿Enfrentar-se al Poder con la certeza de la derro-ta o fingir resignación ante el Poderpara dar luego testimonio de la igno-minia? Pero cuando el silencio durademasiado tiempo, la palabra corre elriesgo de contaminarse, de volversecómplice. Para hablar hace falta valor,y para tener valor hace falta tener va-lores. Sin valores, más vale callar”.“Hay que cuidar las formas, me repe-tía un jefe de redacción en el diariodonde me inicié cuando era adoles-cente. Hay que conciliar, me decía,hay que entender el juego del Poder.Ésa fue la primera enseñanza contrala cual me sublevé. Siempre he pensa-do (y éste es un tema para discutir lar-gamente) que el periodismo no tienesino dos formas que cuidar: la de suherramienta –el lenguaje–; y la de suética, que no responde a otro interésque el de la verdad. No tiene por quéconciliar, con nada ni con nadie. Sumisión es en eso idéntica a la del ar-tista: revelar los abismos y las lucesmás secretos del hombre, agitar lasaguas, estimular la imaginación, pro-vocar el cambio, luchar sin sosiegopara que las perezas y los conformis-mos que adormecen la inteligenciasean derribados con el mismo estrépi-to liberador que hace tres milenios hi-zo caer las murallas de Jericó.”“El periodismo no es un circo para ex-hibirse, sino un instrumento para pen-sar, para crear, para ayudar al hombreen su eterno combate por una vidamás digna y menos injusta. Afirme-mos, entonces, nuestro derecho a recla-mar un mundo que no se parezca aningún otro, y pongamos nuestra pala-bra de pie para ayudar a crearlo”.

Tomás me dirá ahora una sola cosa al res-pecto: “Las utopías son lo único que nospermite desafiar a la muerte”.

Y así y de pie, me despide con un abra-zo intenso que me regala como recuerdo.

sobre esa novela: “El cadáver de Evita esel primer desaparecido de la historia ar-gentina. Durante 15 años nadie supo endónde estaba. El drama fue tan grandeque su madre (Juana Ibarguren) clama-ba de despacho en despacho pidiendoque se lo devolvieran. Y murió en 1970sin poder averiguar nada. A diferenciade los cadáveres desaparecidos durantela dictadura, que ruegan por ser enterra-dos, el cadáver de Evita clamó por serofrecido a la veneración. De algún mo-do, Santa Evita es el relato de esa con-versión de un cuerpo muerto en uncuerpo político”.

Elogio de la utopía

penas un año después y cuandosaboreaba ser best-seller, Tomásescribió un artículo con un título

provocador: “Defensa de la utopía”. Regre-saba en ese texto el periodista, legitimadopor el éxito del escritor, para decirnos:

“Un hombre no puede dividirse entreel poeta que busca la expresión justade nueve a doce de la noche y el gace-tillero indolente que deja caer las pala-bras sobre las mesas de redacción co-mo si fueran granos de maíz. Elcompromiso con la palabra es a tiempocompleto, a vida completa. Puede queun periodista convencional no lo pien-se así. Pero un periodista de veras notiene otra salida que pensar así. El pe-riodismo no es algo que uno se poneencima a la hora de ir al trabajo. Es al-go que duerme con nosotros, que respi-ra y ama con nosotros”.“El periodista no es un agente pasivoque observa la realidad y la comunica;no es una mera polea de transmisiónentre las fuentes y el lector sino, antetodo, una voz a través de la cual sepuede pensar la realidad, reconocerlas emociones y las tensiones secretasde la realidad, entender el porqué y elpara qué”.“Es verdad que, en algunos casos, labrutalidad del Poder impone la retóri-ca excluyente del silencio. Para poderhablar después hay que sobrevivir

“Perfecto –le contesté–. Entiendo lo queme dice: ustedes me dan las órdenes ypublican lo que yo escribo, pero sin mifirma. Porque mi trabajo está en venta,mi firma, no”. A partir de ahí me man-daron a la sección Movimiento Maríti-mo. Aguanté tres días y renuncié.

¿Cuál era tu situación personal?Tenía dos hijos, así que tuve que salir abuscar trabajo inmediatamente. Y noconseguía porque estaba en la lista ne-gra. En esa época pelearse con una em-presa periodística era pelearse con todas.

Ahora también. Pero, a pesar de todo, ¿no fueesa renuncia la que te convirtió en TomásEloy Martínez?

Sin duda. Tuve la enorme alegría de quegente como Godard, Truffaut y todos losgrandes directores y críticos cinemato-gráficos del momento firmaran un ma-nifiesto en defensa de Ernesto y mía,contra la censura que el diario y las dis-tribuidoras ejercían. Quizás ahora estono sea tan extraño, pero por esa épocaera completamente novedoso. Y se pu-blicó en todos los diarios europeos. Sinembargo, en mi vida concreta, tuve quetrabajar un año llevando bandejas consándwiches para alimentar a las mode-los en una agencia de publicidad, ganan-do mendrugos. Recién después de eselargo año me llamó Jacobo Timermanpara trabajar en Primera Plana.

¿Y qué pasó cuando contaste todo esto en LaNación?

Los chicos me aplaudieron. ¿Qué otracosa iban a hacer si estaba el dueñoadelante?

Cómo viajar a Japón

omás fue jefe de redacción de Pri-mera Plana desde 1962 hasta abrilde 1969, cuando la dictadura de On-

ganía la cerró. Fueron épocas tan épicas co-mo aquella foto que lo muestra como unBeatle, aunque el beat criollo tenía sus lími-tes que aprendió a sortear con imaginación.

Una vez fui a platearle al administradorque quería ir tres meses a Japón parahacer una nota sobre los sobrevivientesde Hiroshima. La respuesta fue la desiempre: hizo cuentas. Luego de sumarprolijamente los costos de pasajes, esta-día y comida, me dijo que esa nota re-presentaba unos 5.000 dólares. No leimportó el argumento que le di sobrecuánto ganaría una publicación capazde hacer una nota como esa, así que leofrecí un trato: “Mándeme a Japón y letraigo la nota y su dinero”. Y así fue. Es-tuve en Japón tres meses, hice la nota ycomo el vuelo de regreso hacía escalaen París, aproveché para ir a L´Express yofrecerle la nota a Françoise Giroud, ladirectora periodística de esa revista.Cuando se mostró interesada, le plan-teé los inconvenientes: primero teníaque publicarla Primera Plana y además,costaba 5.000 dólares. Aceptó y fue ta-pa de L´Express. Cuando volví a BuenosAires le entregué al administrador dePrimera Plana los 5.000 dólares.

¿Y te los aceptó?¡Por supuesto!

Best seller

errado el capítulo Primera Plana,Tomás se convirtió en correspon-sal de Editorial Abril en París. Des-

de allí regresó para hacerse cargo de la di-rección de la revista Panorama. FueMassera, por entonces capitán de navío,quien pidió su cabeza por la nota que pu-blicó sobre la masacre de Trelew. La tuvo:renunció. Luego, la Triple A lo persiguiócon amenazas que lo llevaron al exilio enVenezuela, donde vivió desde 1975 hasta1982. De allí partió a Washington, comobecario, a terminar La novela de Perón. Na-cía el escritor.

Ya en 1985, Santa Evita lo convirtió enel autor nacional contemporáneo mástraducido a otras lenguas. Dirá Tomás

el Facundo de Sarmiento. Transmitir loque yo creía que era el verdadero Perón:un Perón intervenido por López Rega.

Que es el Perón que vos, generacionalmente,viviste…

Que fue el que viví y padecí. A mísiempre me sorprendió cómo gente co-mo Enrique Raab pudo notar inmedia-tamente y desde la plaza cosas sobreeso en lo que se había convertido el pe-ronismo, que en esa época nadie veía.Enrique era militante del prt y desapa-reció en el 77. Poco antes me escribióuna carta –yo ya me había exiliado enVenezuela– para contarme que queríaneditar una revista crítica al gobierno ypara pedirme que colaborara. Le con-testé que era un honor inmenso, peroque me parecía muy peligroso para él,no sólo que yo escribiera sino que edi-tara ese tipo de publicación. Me dicuenta, entonces, hasta qué punto nose veía en este país que el gobierno deVidela era represor, opresor y asesino.No se veía.

Muchas cosas no se veían. ¿A qué atribuís esaceguera?

A todo ese aparataje de publicidadpuesto al servicio de la propaganda.

¿Tanto poder tiene para vos la palabra escrita?La palabra escrita siempre crea opinióny es poderosa. Pero ese poder no de-pende sólo de la dimensión de un me-dio. Ese poder también está presente enla fuerza y en la pasión con que se es-cribe. Si hay algo que me inquieta delperiodismo actual es esa falta de pa-sión, esa comodidad con que se expre-san las cosas. Para nosotros cada pala-bra siempre fue un juego de todo onada, de vida o muerte. Y no quierohablar como los viejos de un pasadoideal, sino que digo esto en honor a unfuturo deseable. El otro día hablabacon unos chicos sobre la crítica literaria,que es un género prácticamente extin-guido. ¿Por qué? Porque si hoy criticanun libro de Piglia o de Aira tienen mie-do de sufrir represalias…

Y se sufren... Vos las sufriste: del diario La Na-ción te fuiste cuando censuraron tus críticascinematográficas…

El otro día Luis Saguier (actual directorperiodístico de La Nación) reunió a to-da la redacción y me pidió que les na-rrara el episodio, casi como una cere-monia pública vindicatoria. Comencépor recordar que Ernesto (Schoó, el otroprotagonista de esta historia) y yo éra-mos muy irreverentes. Ernesto con unestilo más educado, podría decirse, yyo con uno más irónico, pero los dosescribíamos realmente lo que se noscantaba. Ernesto se burlaba de MujicaLainez, por ejemplo o yo de Mallea,que eran intocables. Eran los Piglia oAira de hoy. Por esa época, además, LaPrensa comenzó a firmar las críticasque publicaba y La Nación no tardó enimitarla. Se firmaba con iniciales, perotodos los lectores nos identificaban. Undía publiqué una crítica sobre Los diezmandamientos que decía, burlonamen-te, “al fin puede escuchar a Dios hablaren letra gótica”. Y las grandes distribui-doras cinematográficas –United Artist,Paramount, entre otras– se enojaron yretiraron la publicidad. Representabaalgo así como un millón de pesos pormes, mucho dinero. Lo que pedían, enconcreto, era que nos despidieran a Er-nesto y a mí. O que nos domesticaran.En honor a la verdad, debo decir queLa Nación aguantó una semana, luegootra, hasta que finalmente me llamó eladministrador, Enrique Drago Mitre, yme dijo: “¿Usted tiene conciencia decuál es su trabajo en este diario?” Lecontesté: “Por supuesto”. “¿Usted sabeque tiene que escribir lo que se le pi-de?” Le contesté: “Por supuesto, si mepagan mi salario”. El hombre consideróque estaba todo claro y pasó a darmelas instrucciones: a partir de ese día de-bía remitirme a las órdenes que me da-ría un secretario de redacción, que mediría lo que tenía que escribir y cómo.

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mes pasado fue relanzado por Eudeba,dado el interés que despierta la expe-riencia de este itinerario.

Sin recetas

na Longoni recuerda que hacia1992, cuando comenzó la investi-gación, las acciones de las van-

guardias artísticas eran temas sin lugaren la agenda académica. “No había nin-

entre el arte y la política. Los protagonis-tas: artistas argentinos en medio de la pro-fecía neoliberal del general Juan CarlosOnganía, que no era artista pero a su mo-do era un tipo imaginativo: bautizó a sugobierno “Revolución Argentina”.

Ana Longoni y Mariano Mestman,docentes e investigadores de la Carrerade Ciencias de la Comunicación de lauba editaron hacia el año 2000 el libroDel Di Tella a Tucumán Arde -VanguardiaArtística y Política en el 68 argentino. El

tan a los expertos en qué jaula tenerlomanso, y bien alimentado.

Pero Argentina ha tenido experienciasque muestran que el arte habita en la ima-ginación, y en lo que ésta sea capaz de ha-cer. Por ejemplo, escaparle a los códigos,romperse a sí mismo como molde, fluir ala calle, pensar la vida como algo más quemateria prima para la estética.

Algo de todo eso tuvo Tucumán Arde,1968, que fue muestra, provocación, de-nuncia, e intento de derribar las fronteras

adie sabe muy bien cuálpuede se el domicilio del ar-te, ni su código postal. A ve-ces puede habitar en unahoja escrita de apuro, en

una tela impecable, o en otra manchadade vida. Los curadores, mecenas, críticosy expertos (si existen tales gremios) sue-len querer alojarlo en los museos. Losdiarios, en suplementos insufribles. Losgobiernos saben que el arte puede serun bicho difícil de domesticar, y consul-

Gracias por el fuego40 AÑOS DE TUCUMÁN ARDE

Cuando la dictadura de Onganía clausuró la muestra “Tucumán Arde” encendió la hoguera: las fronteras delarte y de la política definitivamente comenzaron a fundirse, a pesar de la censura. Ana Longoni, una de lasprotagonistas de esa experiencia, analiza en esta charla los alcances de esta experiencia.

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ciólogos, periodistas. En el enorme gru-po estaban desde Noemí Escandell, Gra-ciela Carnevale, María Teresa Gramuglio,Martha Greiner, María de Arechavala,Estela Pomerantz, Nicolás Rosa, AldoBortolotti y Juan Pablo Renzi, de SantaFe, hasta León Ferrari, Roberto Jacoby yBeatriz Balvé de Buenos Aires, entre mu-chos otros.

“Devinieron en investigadores -relataLongoni-. Viajaron a la provincia, se vin-cularon con el movimiento obrero, con elmoviendo estudiantil, con la fotia. Lle-garon a los ingenios, en condiciones desemi clandestinidad. Registraron con fo-tografías, filmaciones, encuestas, entre-vistas. Documentaron todo lo que veíana nivel de pobreza, desnutrición infantil,condiciones laborales pasmosas, aban-dono de la capacidad productiva de laprovincia, y el acaparamiento del azúcaren pocas manos”.

Mientras se investigaba el lugar inicia-ron una campaña utilizando los recursospublicitarios, se pegaron afiches, obleas,diapositivas en las exhibiciones de cine,pintadas edificios y calles de Rosario yBuenos Aires, volanteadas. El título de lamuestra, para que el gobierno de Onganíano sospechara tanto, fue Primera Bienal deArte de Vanguardia.

La exposición se hizo en Rosario, don-de rápidamente quedó de manifiestoque la bienal era, en realidad, TucumánArde. Hubo fotos, diapositivas, cortome-trajes, grabaciones de entrevistas a lostrabajadores. Se entraba pisando losnombres de los dueños de los ingenios.Las luces del evento se apagaban cada30 segundos, lapso que indicaba cadacuánto alguien moría de hambre en laprovincia. El café era sin azúcar.

Hubo fuertes presiones del gobiernoque terminaron con la clausura de la se-gunda muestra, en la cgt de los argen-tinos. Las otras muestras previstas tam-poco se realizaron. “Se precipitó tantoen los rosarinos como en los porteñosuna sensación de inutilidad o de inefi-cacia. Esto determinó que el grupo deartistas de Rosario votara no volver aparticipar en producciones dentro delcircuito de arte, y esta decisión implicópara muchos el abandono del arte du-rante muchos años”.

Revolución en la esquina

ucumán Arde fue también unaruptura con lo estético. Ana: “Loartístico está totalmente ausente.

Había carteles con porcentajes, organigra-mas con el mapa de las complicidades delpoder económico-político-empresarial.Había un recurso que no era el de esteti-zar la crisis social, sino desbordar el terri-torio del arte, para producir un aconteci-miento que tiene que ver con otrasformas de hacer y redefinir la política”.

A partir de los 80 empieza a reactivar-se esta experiencia muy marginalmente.Longoni dice que eso sucedió “sobre to-do con capataco, un grupo que hastaahora no se ha investigado nunca. De to-das formas a pesar del silenciamientobrutal que significó la dictadura, hubouna rearticulación muy capilar de accio-nes culturales y performances antirrepre-sivas a fines de la dictadura”. En esta ins-tancia señala el surgimiento de h.i.j.o.s.y la invención del escrache.

las políticas neoliberales que años des-pués se aplicarían en todo el país. Se hi-zo el recambio de la producción azuca-rera hacia la soja”.

Llegado el mes de marzo de 1968 lacgt se dividió. El grupo que colaborabacon la dictadura se quedó en la calleAzopardo (la acutual sede), con su má-ximo dirigente, el Lobo Vandor. En lavereda de enfrente, políticamente ha-blando, el gráfico Raimundo Ongaro or-ganizó la cgt de los argentinos que ter-minaría editando un diario a cargo deRodolfo Walsh y Rogelio García Lupo(ver Mu número 8).

El arte de la contrainformación

ucumán Arde fue un punto culmi-nante de un proceso de radicaliza-ción muy intenso de varios núcle-

os de artistas de vanguardia de BuenosAires y Rosario. Se cuenta que el nombresurgió pensando en Arde París, películabélica del 66 que tenía en su pequeñoelenco a Orson Welles, Kirk Douglas,Alain Delon, Yves Montand, Anthony Per-kins, Jean Paul Belmondo, Simone Signo-ret, Glen Ford y otros aprendices.

Más allá del nombre, Longoni asegu-ra: “La radicalización que se produjo noera sólo política sino también artísticaporque los protagonistas de TucumánArde rompieron con las instituciones, so-bre todo con el instituto Di Tella”. Aban-donaron el lugar que era, en aquellosaños, el cobijo y la vidriera de las prácti-cas experimentales, de cierta psicodeliaen boga. Fuera del Di Tella, estos artistasse vincularon a la cgt combativa.

Con la idea de definir una nueva prac-tica artística (ellos la llamaban 'nueva esté-tica') acordaron llevar adelante un proyec-to procesual. Cuenta Ana: “No implicabaningún acontecimiento puntual sino untrabajo que durara varios meses y que im-pactara sobre la opinión pública porque lapreocupación era que ese arte tuviera al-gún tipo de eficacia, eficacia en la con-ciencia de la gente.”

Longoni indica que “más allá de losnombres, hubo un sujeto colectivo quedecidió tomar como punto central de surealización uno de los programas deemergencia de la cgt. Éste consistía endenunciar la situación en la provincia yla falsedad de los anuncios de la dicta-dura de Onganía con respecto a la inter-vención estatal para paliar las condicio-nes de extrema pobreza en Tucumán”.Para esto los artistas decidieron hacer unoperativo de contrainformación recu-rriendo a los más variados recursos ar-tísticos, publicitarios y también de inves-tigación en el área económica y social.Reunieron a dirigentes estudiantiles, so-

gún tipo de afinidad con episodios comoTucumán Arde, en cambio, hoy sí hay un'revival' del arte político, e incluso hay uninterés muy fuerte de las institucioneseuropeas por acopiar material”. (La razónpor la cual las instituciones europeas va-loran más estas experiencias que las ar-gentinas es un enigma que tal vez no de-pende sólo de euros, sino de neuronas,pero el debate queda para otra vez).

La artista considera que, lejos de losvaivenes del mercado, después de 2001hubo una reverberación de las prácticasde arte activista. “Éstas no buscan repli-car lo que fue Tucumán Arde, tampocolo toman como un recetario ni como unpadre mítico; tienen un diálogo crítico yactúan en función de su tiempo y sucontemporaneidad”.

Eso redundó en nuevas formas queadquirió la política. Dice Ana: “Se fueconfigurando una dimensión, no diríaartística, sino creativa. Hay un plus enbuscar recursos novedosos para interfe-rir, para denunciar. Entonces si hay unlegado interesante de Tucumán Arde noes que la experiencia sea conocida sinoque hay repertorio de ideas o conceptosdisponibles que se pueden usar, retomary re-potenciar”.

Esperando la carroza

l 29 de junio de 1966 el tenientegeneral Juan Carlos Onganía de-rrocó al radical Arturo Illia y se

apoderó del sillón presidencial. Entre lossectores que adherían a este cambio seencontraba una variedad que iba desdelas propias fuerzas armadas hasta el go-bierno de Estados Unidos, los sectoresdel establishment terrateniente (Onganíaera ovacionado durante sus entradas encarroza a la Sociedad Rural), monopoliostransnacionales, todo el empresariadoperiodístico, y buena parte del peronis-mo, con el jefe de la cgt a la cabeza: elmetalúrgico Augosto Timoteo Vandor (a)El Lobo, que terminó acribillado por laguerrilla años después.

A pocos días de asumir, Onganía dispu-so la prohibición de toda forma de actua-ción política mediante la ley 16.894.

En tanto, la situación de la industriaazucarera en la provincia de Tucumánempeoraba; y el gobierno anunció unproyecto que buscaba “una expansiónindustrial real y una diversificación agra-ria”. La iniciativa se denominó Operati-vo Tucumán. Detrás de las palabras rim-bombantes la provincia entraba en unaetapa de achicamiento de su producciónazucarera, desocupación y violencia.

A comienzos del 67 la policía repri-mió violentamente a los obreros de tresingenios tucumanos. Durante estas ac-ciones asesinó a un trabajador. En pro-testa por la intervención policial, la polí-tica del gobierno y la agresión a lostrabajadores, la Federación Obrera deTucumán de la Industria del Azúcar (fo-tia) dispuso un paro.

Solo un poco más tarde las autorida-des comenzaron a admitir que la situa-ción de la provincia era crítica. AnaLongoni cuenta que el cierre de variosingenios azucareros provocó un desas-tre: “Comenzó la emigración de cientosde familias, el surgimiento de pueblosfantasmas, el desmantelamiento del sis-tema productivo. Fue un caso piloto de

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Ana Longoni es Doctora en Artes (UBA),escritora, investigadora y profesora de Te-oría de los Medios y Cultura en la Facul-tad de Filosofía y Letras de la UBA. Ha pu-blicado, entre otros trabajos, los libros Delos poetas malditos al video-clip (Cánta-ro, 1998) y Del Di Tella a Tucumán Arde(El cielo por asalto, 2000).

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odría comenzar a contar estahistoria a partir de un cartelitoque Lucila Quieto colocó en ellocal de h.i.j.o.s. Capital.“Ahora podés tener la foto que

siempre quisiste.” La propuesta, en ese lu-gar, era transparente: la foto imposible con-sistía en posar junto al padre o madre (oambos) desaparecido. “Me divertí muchohaciendo ese trabajo”, dice Lucila ahora,con ese tono tan h.i.j.o.s. que le resta den-sidad a todo. En la mesa está el libro que re-produce la serie que obtuvo, luego de pro-yectar la imagen de la ausencia y ponerdelante a sus compañeros. El resultado es,ante todo, una obra de arte. Por su técnica,por su belleza y por su capacidad de inter-pelación. Como toda obra de arte, mereceser leída en toda su intensidad. Y aunque eltono tan hijos de Lucila intenta simplifi-carla, no hay caso: cada foto es en sí mismaun entramado de representaciones, todasdesafiantes. En principio, porque los desa-parecidos aparecen. Debería parar en estafrase, por suficiente, pero no. Hay que agre-garle lo esencial: los desaparecidos apare-cen con vida. Casi todos sonríen, los queno, bailan; y los que ni sonríen ni bailan, sebesan (¡y qué beso!). Algunos tienen la mis-ma edad que los hijos que posan a su lado,más de veinte años después de haberlosperdido y quién sabe cuántos años másdesde que se sacó esa foto que ahora esotra, nueva, diferente, rompiendo tantas ba-rreras que de solo contemplarla se te rompetambién la cabeza. “Estas fotos las generéyo, pero emergen de un proceso colectivo.Son el resultado de mi historia personal,pero procesada a partir y desde h.i.j.o.s.”,dirá Lucila para que quede claro lo que allíaprendió: solo no se puede.

Un ejemplo de esa elaboración colecti-va que Lucila refleja en su trabajo es el cri-terio que usó para seleccionar cada retratofamiliar. “En h.i.j.o.s. siempre tratamos dehumanizar la figura de nuestros viejos, sa-carle el bronce. Si bien en muchos prima-ba una imagen idealizada –que en generalnos venía de afuera– no es lo mismo res-petar o incluso admirar a todos los que es-tuvieron involucrados en un cambio deproyecto que construir un mártir o un hé-roe a partir de eso. La gran elaboración co-tidiana de h.i.j.o.s. fue reconstruir la per-sona que es un desaparecido. Unapersona que tenía una vida, una profe-sión, un rol familiar, social. Mi trabajo re-fleja ese proceso de eludir el bronce.”

Dos veces mencionás en una frase la palabrabronce y me imagino que es todo un desafíosacarte ese peso ahora que trabajás en el Ar-chivo Nacional de la Memoria…

No, porque nunca tuve la idea de un ar-chivo como un mausoleo, sino como al-go dinámico. Lo que pienso todo eltiempo en mi trabajo es cómo lo que ha-

Nada se pierdeLUCILA QUIETO

Su obra expone los mecanismos de construcción de la memoria, dejando en cla-ro la tarea que significó crear su propia identidad. “Mi trabajo es el resultado demi historia personal y de la elaboración colectiva de esa historia”. Por supuesto,Lucila es hija. Hoy trabaja en el Archivo de la Memoria en la esma.

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Arqueología de la ausencia, la serie deretratos que Lucila sacó a sus compañe-ros de H.I.J.O.S. fue subida a varias pági-nas de Internet. Una de ellas: www.tarin-ga.net/posts/imagenes/1486583/Llenando-Ausencias-(dictadura-militar).html

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hay otra. Es inevitable: en algún mo-mento todos nos morimos y, ¿qué pasasi no lográs que otros tomen esa tarea?Se muere con vos.

Pero cuando vos dejás esos tesoros de la me-moria en manos de un Estado como el nues-tro ¿no temés que algún día llegue alguien,otro, que le de a todo ese material un signifi-cado o un uso diferente?

Si pensás así no podés hacer nada, por-que estás desconfiando de lo que vos es-tás haciendo. Por supuesto que se mecruza: mañana viene Macri y chau. Peromás pienso en que estamos armando al-go hacia adelante y que lo que constru-yamos depende del compromiso no só-lo de los que trabajamos con respecto ala memoria, sino de cualquier personaque esté interesada en eso. Que la exis-

tencia de la memoria trascienda lo insti-tucional, partidario, coyuntural dependede muchas cosas, pero también del entu-siasmo que pongas en tu trabajo por lo-grar una construcción social de la me-moria. Y si finalmente y de todas formasse termina perdiendo eso que nosotrasllamamos “tesoro” es porque antes seperdieron otras cosas más importantes.

DNI

inalmente, esta historia debe con-tarse desde el principio: Lucila eshija de Carlos Alberto Quieto. Su

padre fue secuestrado el 30 de agosto de1976, cinco meses antes de que ella nacie-ra. Recién fue Lucila Quieto cuando cum-plió 16 años, porque sus padres no esta-ban casados y su madre prefirió anotarlacon el apellido de soltera, por miedo. To-davía recuerda cuando pasó lista su profe-sor de Educación Física y le dijo: “¿Quie-to? ¿Pero, cómo, vos no te llamabas deotra manera? No me cambiés las cosas”.“Lo que pasa es que cuando yo nací mipapá estaba desaparecido y ahora, des-pués de un trámite, pude tener el apellidode él.” “Ah, como la hija de Scioli, qué di-vino”, me dijo. Porque justo era el mo-mento en que Scioli había reconocido a suhija. Yo me quedé helada y le dije “No”.

No. La historia del papá de Lucila es unrompecabezas que ella fue armando de apiecitas, minuciosamente. “La terminé dereconstruir hace poco tiempo… Lo único quesabíamos, durante treinta años, con mamá,es que había sido secuestrado, que militabaen Montoneros, en el barrio de Mataderos.Y lo único que sabíamos es que en la casade la organización donde él estaba habíanhecho un operativo que duró tres días, en elque estuvieron la Policía y el Ejército enconjunto, y que de allí secuestraron a todos.Nunca supimos ni adónde había ido, ni enqué lugares había estado, ni conocimos anadie que lo hubiera visto… nada, nada. Eraun agujero.” Cuando en 1995 ingresó ah.i.j.o.s. comenzó a recoger testimonios quefueron iluminando ese hueco. “Hasta quehace tres años fui a Antropólogos Forensesy Maco Somigliana me dice: ´¿Te dije quepor los datos que tenemos, posiblemente tuviejo, como estaba en zona oeste Capital,haya estado secuestrado en Superintenden-cia de Seguridad Federal y luego trasladadoal Garage de Azopardo?´”. El Garage Azopar-do no es un lugar cualquiera. Es el sitio queregistró Lucila en una de esas obras inquie-tantes: una video-instalación que montójunto a Carolina Golberg para recordarnosqué destino tiene hoy. Si vive en la Capital ytiene que renovar su cédula o sacar el pasa-porte, no se preocupe si siente que algo se ledesacomoda en el alma. En un síntoma deque su memoria reconoce que fue un cam-po de concentración.

El escrache fue una herramienta que se cons-truyó en la calle y con otros. Ahora vos estásen la ESMA, otros en un despacho ¿El desafíoes cómo habitar los lugares institucionalessin perder lo lazos sociales?

El desafío es qué hacés en cada lugar.Si creás en cada espacio un lugar dediscusión y de creación o un coto paraun grupo cerrado. En el caso de los es-pacios de memoria, por ejemplo, nadiequiere discutir eso. Los que se erigieronen custodios de la memoria, por su his-toria, por su lucha, por su familiaridadcon el tema, no abren este debate.

¿No te parece una tarea difícil restaurar loslazos entre los organismos de derechos hu-manos y esa sociedad que les dio durantetanto tiempo la espalda?

Puede serlo y, a la vez, no. Porque no

go le puede servir a más gente, cómo irarmando un tesoro abierto a la consulta.

El tesoro

tro comienzo de la misma historia:Lucila y su amiga Inés Ulanovsky leproponen a la Asociación de Repor-

teros Gráficos (argra) clasificar su archivo.El entonces secretario general, Gonzalo Mar-tínez (hijo del Tomás Eloy, vecino de esta pá-gina), las recibe con dos bultos. Uno conbolsas que contienen “algo que tiraron delarchivo del diario La Razón y que uno losreporteros de ARGRA rescató de la basura”,les dijo. El otro es una caja “con cosas raras,muy raras, que no tuvimos tiempo de anali-zar”. Después de meses de trabajo de clasifi-cación lo que quedó ordenado fue el tesorodel que habla Lucila. “Había desde fotos dela primera unidad básica femenina, decora-da con ramilletes de evitas y perones hastafotos de operativos militares, presos políti-cos, reuniones de organismos de derechoshumanos, escenas del regreso de exiliadosque se reencontraban con sus familias y deallanamientos, mapas, prontuarios, docu-mentos. Todo inédito.

¿Es decir que durante los años de la dictadu-ra hubo registro de lo que pasaba, pero no sepublicaba?

Sí, pero también había fotos publica-das, como las que registran actos delDía de la Bandera en la esma, en tiem-pos en los que ahí funcionaba un cam-po de concentración.

Ahí trabajás vos ahora….Todos los días.

Las flores de la ESMA

a secuencia es así: Lucila e Inés lle-varon el tesoro al Archivo Generalde la Nación y Antropólogos Fo-

renses para obtener información que lespermitiera descifrar y contextualizar lasimágenes. Cuando, finalmente, pudieronconvertir los bultos en un trozo de historia,decidieron hacer copias de todo el materialpara ponerlo a disposición de la mayorcantidad de gente posible. Un juego deesas copias lo entregaron al Archivo Nacio-nal de la Memoria y desde entonces, allíestán trabajando: las autoridades le ofre-cieron a argra un espacio en el mismoedificio donde funciona el Archivo, la anti-gua Escuela de Guerra de la esma. “Alprincipio no podía ir ni al baño. Parecíauna ciudad devastada, porque al irse se lle-varon todo lo que pudieron y rompieron elresto. Era la imagen del saqueo. Pero unavez que lo vas habitando… lo vas habitan-do. Te impresionan los árboles, la cantidadde flores que crecen en un lugar así, cómola naturaleza le gana a lo tétrico. Y de a po-co te vas apropiando de ese espacio. El pro-blema es que hay mucha disputa entre losorganismos que comparten el predio y,aunque se dividieron el espacio, en mu-chos lugares hay solo un cartel y un granvacío. Es como si no quisieran habitarlo.

O no pudieran. ¿No pensás que ese lugar te in-terpela sobre qué proyecto de memoria tenés?

Sin duda: qué construís con eso por loque trabajaste durante 30 años, en losque resististe y generaste un montónde cambios. Es un lugar que te interro-ga sobre todo eso y te pregunta: a par-tir de ahora, ¿qué vas a seguir hacien-do para adelante?

¿H.I.J.O.S. lo pensó?Creo que donde claramente puede verseesa elaboración es en la herramienta delescrache y en lo que generó en h.i.j.o.s.y en la sociedad. Fue lo más importanteque pudimos crear y dejar en manos dequien lo necesite. Pienso que sin escra-che, por ejemplo, no se habrían logradolos juicios a los represores. El trabajo quehicimos en cada barrio no fue en vano:la condena social no habrá sido masiva,pero fue sólida y sirvió de base para quesucedan otras cosas importantes.

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Jorge Julio López, 76 años, ex albañil,testigo crucial y querellante en el primerjuicio oral y público por genocidio tras laanulación de las leyes de impunidad, es-tá desaparecido desde el 17 de septiem-bre de 2006.

Fue un desaparecido durante la dicta-dura. Es un desaparecido ahora en de-mocracia.

La investigación de su desaparición estáa cargo del juez Arnaldo Corazza. No haydetenidos ni imputados.

Este calendario está basado en la idea dela agrupación H.I.J.O.S. La Plata, que siguereclamando que se investigue qué pasó.

www.lavaca.org

por Carolina Golder

¿Y Julio López?

CARTOGRAFÍAS

La presente edición de nuestro periódico MU sumó el esfuerzo de:Redacción: Claudia Acuña, Sergio Ciancaglini,Mariana Collante, María del Carmen Varela,Gabriela Esquivada, Romina Dalfonso, FrancoCiancaglini, Franco Danussi y Carlos Melone.Diseño: Lucas D’Amore y Nomi Galanternikpara másSustanciaCorrección: Graciela DaleoIlustración: El Niño RodríguezWebmaster: Diego GassiAtención online: María del Carmen VarelaFotografía: Sub, cooperativa de fotográfosImpresión: Cooperativa de Trabajo GráficaPatricios. Av. de Patricios 1941 Distribución en Capital: Vaccaro Sánchez y Cía. Moreno 794 9º, CapitalTel/Fax: (011) 4342-4031/32 Distribución en Interior: DISA (DistribuidoraInterplazas SA). Pte. Luis S. Peña 1832/6(1135) Capital. Tel (54 11) 4305-0114/3160MU es una publicación de la Cooperativa de Trabajo Lavaca Ltda. Hipólito Yrigoyen 1440 Ciudad Autónoma deBuenos Aires, Argentina 4381-5269Editor responsable: Claudia Adelina Acuñ[email protected] / www.lavaca.org

a plaza Pizzurno (que no sé sise llama así) tiene algunasparticularidades (que tampo-co sé si llamarlas así). Ubica-da frente al imponente Pala-

cio Sarmiento (sede del Ministerio deEducación de la Nación) y acariciada enun costado por el no menos imponenteColegio del Carmen, tiene en una esquinaun amenazante Rodríguez Peña, cruzadode brazos y mirando hacia abajo, con ges-to severísimo. Se ve que ser patriota signi-fica agreta.

En la otra punta de la plaza está Bernar-do de Irigoyen (sí: va con I) en un ¿monu-mento? donde Don Bernardo parece estarde mejor humor que su colega, a pesar deestar paradito, soportando detrás a un se-ñor y una señora medio en bolas, en unaespecie de imagen olímpica y horrorosa, yunos gauchos corriendo con caballos enuna dirección y otros gauchos corriendocon vacas en otra dirección.

Jamás lograré comprender los misteriosdel arte.

La plaza tiene además senderos en vezde veredas embaldosadas, bellísimos árbo-les y un césped diezmado. Bancos clásicoscon desesperados inquilinos sin techo, algu-na pareja besándose burocráticamente yotra con entusiasmo amateur, y hacia el“fondo” (de espaldas a la ruidosa Callao)una movediza marea negra.

Me acerco cauteloso, por puro prejui-cio, a dos muchachos que, solitarios y apa-cibles, toman una cerveza. Visten de negroy lucen rastas, tachas, aros, cadenas. Otraque Acindar. Les pregunto sobre la movi-da de la plaza. Sonríen y, muy cordiales,me responden que no saben porque sonviejos, que ya se quedaron afuera, que

Lcualquier cosa que me digan va a estarfuera de tiempo.

Observo la ferretería que llevan enci-ma y calculo: ninguno de los dos debe te-ner más de 23 ó 24 años.

Empiezo a considerar seriamente la po-sibilidad de suicidarme, mientras sientoque con mis 51 pertenezco al Paleozoico.

Camino hacia la marea negra y ratifico loque sospechaba: pertenezco al Paleozoico.

Decenas de chicos reunidos en grupospequeños comparten el espacio y una esté-tica muy divertida: pelos multicolores ymultipeinados cuidadosamente produci-dos, cinturones metálicos, zapatones de pa-yaso, simulaciones de Marilyn Manson enlos ojos y el vestir (feíto para mi gusto, perobueh), tapados tipo Humphrey Bogart oBlade (¡hace mucho calor!), minifaldas conligas de novias en los muslos, botas consuelas que deben tener más de 15 centíme-tros (si se caen de ahí se matan), demasiadaropa y poca exhibición de cuerpos, arosmúltiples, muuuuuuucho maquillaje enellas y en ellos, todo de color oscuro y exa-gerado, como si se tratara de una fiesta dedisfraces al aire libre.

Hablo con varios de ellos, invariable-mente muy educados. Son chicos de entre14 y 18 que se juntan y charlan.

Eso.Algo de cerveza circulando, no dema-

siado, alguna aislada botella de licor dedulce de leche (hay que tener estómagohermano, son las 6 de la tarde y con el ca-lor doña…), no pude oler ni un porro (mequedé en Woodstock, maldición…) y niuno, ni uno, clavado de cabeza. Bueno,uno. Un desorientado que me vino a pre-guntar cómo había salido River 48 horasdespués de haber jugado, pero no sé si su

desorientación era producto de ingestaquímica o la pasión riverplatense.

¿Qué hacen estos pibes ahí? Repito:charlan. Bloggers, emos, punks, metaleros,anarcos... Todo el mundo en paz, salvocuando (a veces) los célebres neonazis(¿porqué neo? Para mí siempre son losmismos…) joden y se arma alguna. Estánahí. Se juntan. Conversan frente al impasi-ble Palacio Sarmiento.

Nada che: ni un escandalete, ni decla-mación acerca de la maldad del mundo ode los adultos, ni alguno/a mostrando elculo para alguna causa inhóspita, ni unaactitud de romper todo y arrojar botellas alos micros o molestar a las buenas fami-lias “normales”.

Nada. Sólo pibes y pibas charlandoalrededor de un desabrido mástil rodea-do de rejas, vaya uno a saber para prote-gerlo de qué, porque sólo tiene una ins-cripción premalvinas acerca de que labandera nunca estuvo atada al carro deningún vencedor de la tierra, bla bla bla,y del otro lado una placa derruida queanuncia (en 1971) que allí se instalará elmausoleo a Domingo Faustino. Las cosastardan en Argentina. Supongo que Sar-miento no tiene apuro.

Por supuesto, no hay bandera.Y la foto de la plaza, la foto que no pu-

de sacar porque soy un tarado y no llevécámara: 6 (seis) señoras mayores (de 60),algunas sentadas en un banco y otras pa-radas, en el medio de todos los pibes, char-lando de sus cosas animadamente, conesos perritos impresentables que dan ga-nas de pisarlos o patearlos, todas vestidascon colores muy claros por lo que el con-traste era doble: maravilloso.

Por supuesto, es lo que estás pensando:ahí nadie molesta a nadie.

Claro, clarísimo: esos pibes no asumenrepresentar nada. Se exhiben y no, son tri-bu y no, están ahí y no.

Cualquier alegoría con el Monstruo Pú-blico Educativo que les sirve de escenogra-fía corre por tu cuenta o por la mía. (Y nohablo del ministro, faltaba más.)

Me subí a mi Mamut y me fui pensan-do acerca de nada porque hace rato, hacemucho rato que dejé de entender.

Por suerte.

lavaca es una cooperativa de trabajocreada en 2001. Editamos una páginade Internet que todas las semanas di-funde noticias bajo el lema anticopy-right. Mensualmente profundizamosestos temas en mu.

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Raúl Zibechi

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A este almanaque le falta Julio. A esta democracia también.