Moscovici, S., La Era de Las Multitudes (XXXI-LV)

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    X X X I . E L P R E S T I G I O Y E L C A R I S M A

    E n l a psico loga de las multitudes., el jefe es la cuadra tu ra del crculo .Todos cuantos han intentado resolver su enigma se han mostrado os-curos o titubeantes. Algunos han obtenido de ello incluso gloria, al

    repetir por su cuenta las palabras de Pascal: No se nos reprche-la oscuridad, porque hacemos profesin de ella. Actitud nefasta ycensurable puesto que no han tratado de esclarecer la naturaleza delos fenmenos de que se han servido, acumulando as dificultad sobredificultad. He sealado algunas a medida que avanzbamos. Ha lle-gado el momento de abordar la ms inquietante de todas.

    Examinando el retrato que Le Bon, Tarde y Freud trazan.del con-ductor, se experimenta una sensacin extraa. Visto desde cierto n-gulo, dicho retrato parece verosmil. Est de acuerdo con los hechosdescritos por la historia. Contemplado desde un ngulo distinto, ya noes sino una mala estampa, exagerada, caricaturesca. Refleja ms bien lospreju ic io s de una poca que la observacin im personal de la nuestra.En efecto, la diversidad de los lderes es tal, que corresponde a unasformas de autoridad muy variadas comprense Roosevelt con Robes-

    pie rre, G andhi con Mao, Charles de G aulle con V al ry Gisca rd dEstaing, o tambin a Len Blum con Marchais o Mitterrand, a quienesnos repugna meter en el mismo saco. Cmo incluirlos en una misma

    clase, mientras no se ha separado el elemento que les es comn, su-ponie ndo que exista?

    As, nos quedamos perplejos. Corresponden los conductores dequienes trata la psicologa de las multitudes a una realidad sociol-gica, o nicamente a una ficcin creada de arriba abajo? Si se revelara,imposible responder a esta pregunta, no valdra la pena proseguirnuestro trabajo. No se sabra a qu se aplican las explicaciones dadas,puesto que no puede explicarse lo que no existe, m onstruo o q u i-

    mera, poco importa. Una teora puede ser verdadera o falsa, y la mayorparte de las teoras son ta n p ron to verd aderas como falsas. Pero sinun objeto concreto, no es ni lo uno ni lo otro. Tan slo un mito,,y no se hace ciencia nicamente con mitos.

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    :364 LA PSICOLOGA DEL JEFE CARISMTICO

    II

    Ahora bien, en el mundo social, existe un gnero de autoridad que perm ite concebir lo qu e es, en el m un do psquico, un a d om inacin ejercida menos en virtu d de u n po der fsico, ann imo , qu e de una influe nc ia espiritual, person al: tal es la au torid ad carismtica. En el.sentido tradicional, la palabra carisma se refiere a un personaje sagra-do. Califica los dogmas de una religin, y evoca una gracia: la que

    : alivia un su frimiento , la luz qu e invade el e sp ritu atorm en tad o delcreyente, la palabra viva del profeta que toca los corazones, en fin,la armona interior del maestro y de sus discpulos.

    En nuestros das, siguiendo al socilogo alemn Max Weber, esta^gracia se les reconoce a los jefes, que fascinan a las masas y se convier ten en su ob jeto de ado racin . C hu rch ill la posea, as como Mao

    Tsetung, Stalin, De Gaulle, Tito. Es tambin el atributo del papaJuan Pablo' II, cuyo ascendiente sobre los millones de fieles que loaguardan y lo escuchan con fervor ha impresionado a los observa-dores. El reportero del diario L e Figaro que cubri su viaje a Polo-

    nia apunta: La gran fuerza de Juan Pablo II reside en efecto tantoen la claridad de sus discursos como en su carisma. Y el del muy aus-tero semanario ingls, The Economist , encarece: "Such magnetism i,s

    power [tal magnetismo es una fuerza].Hoy, la palabra carisma se ha hecho tan popular que hasta los pe-

    ridicos de gran tirada la utilizan, suponindola comprendida por suslectores. Su fortuna le debe mucho a su obscuridad y a su impreci-sin. Despierta en nosotros unos ecos misteriosos. En cambio, las ideasde Max Weber, su inventor, son mucho ms claras. Segn l, estetipo de autoridad es especficamente ajeno a la economa. Constitu-ye, o aparece como, un a vocacin en el sen tido enftico del t rm ino,

    como m isin o 'lab o r in te rio r .1Dicho de otro modo, la influencia del lder carismtico sobre las

    masas no depende ni de la riqueza, ni de la industria, ni del ejrcito,los cuales parecen subsidiarlos desde su punto d vista, puros asuntosde intendencia cotidiana.

    Propiamente, el carisma denota un don, cierta cualidad de rela-

    cin entre los creyentes o los proslitos y el maestro en quien tienenfe, a quie n obedecen . Este don , esta cualidad la facu ltad de cura r

    1 M. Weber: conomie e t socit, Plon, Pars, 3971, p. 251. [Hay ed. en esp.:FCEf 1964.]

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    EL PRESTIGIO Y EL CARISMA 365

    atr ibuid a en otro tiemp o a los reyes, po r ejem plo estn definidospor una creencia, por una visin comn.

    Una vez reconocido, este don acta como un placebo simblico.Produce el efecto deseado en aquellos que entran en contacto conquien lo tiene. Lo mismo que el medicamento inofensivo que atenael dolor cura porque ha sido prescrito y administrado por un mdico,,cuando en realidad no tiene propiedades fsicas o qumicas intrn-secas. A pesar de todos los progresos de a ciencia, se comprueba cons-tantemente que el hombre es un remedio para el hombre, la msuniversal de las drogas. Sin dudajj^Lfarisma reposa ms sobre las creen-cias de la masa que sobre los talentos personales de un individual

    Pero "stos desem pean un pap el no despreciable. No es cham n conductor todo aquel que quiere! De lo contrario, por qu habratantos llamados y tan pocos elegidos? Cualquiera que sea la dificul-tad de definir estos talentos, cada, cual parece captar inmediatamenteque designan al jefe. Shakespeare ha fijado la escena en un dilogoejemplar:

    L e a r : Me reconoces,' camarada?Ke n t : N o , s e o r , p e r o t e n i s e n v u e s t r o a s pe c to a l g o q u e m e i n -

    f u n d e e l d e s eo d e l la m a r o s a m o y s e or .L e a r : Qu?Ke n t : La autoridad.

    Como todos los poderes primarios, irracionales, el carisma es a la vez.una gracia y un estigma. Confiere a su poseedor el signo de un valorextraordinario, y tambin la marca de un exceso, de una violencia,intolerable. Presenta analogas con el poder de los jefes africanos deirradiar una fuerza no habitual, y con el talismn de triunfo de Ios

    reyes homricos, el Kudos, se supone les da una superioridad mgicaabsoluta.

    Todos estos signos tienen por particularidad comn la de ser si-multneamente atrayentes y amenazadores. Protegen e infunden mie-do. Sustrayndose a la razn, el carisma desencadena, como los poderesque acabo de enumerar, unas pasiones contradictorias de amor y deodio, de desafo y de repulsin. Desde tiempos inmemoriales, provoca,una reanimacin de los afectos. Arranca a las multitudes de su entor-

    pecim ie nto para galvanizarlas y ponerla s en movim iento . Volver so-

    bre esta am biv ale ncia de los sentim ie nto s a su respecto, porque esesencial.

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    LA PSICOLOGA DEL JEFE CARISMATICO

    II I

    El jefe carism tico est dotado,, segn se cree, de cua lidades fue ra de"*r " l o com n, por encima de lo cotidiano. Pero las relaciones que se man

    '.tienen con t sSn "3 orE en 'perso na l. Relaciones sub jetivas, segura"mente, descansando sobre una ilusin ele reciprocidad. Permiten, sinembargo, a cada individuo de la multitud imaginar que se encuen>

    HrrTrT cofitacto directo con el hom bre a qu ien adm ira. Con el fin deestar convencido de ello, le basta con haberlo visto, rozado al paso,

    acercndose a l, una sola vez, quiz en el campo de batalla o en unbao de multitud. Y el hombre vuelve diciendo: Lo lo he visto,yo lo he tocado, Me ha hablado, de la misma manera en que losveteranos del Imperio contaban: Yo he estado en las Pirmides, enAusterlitz, o en la Berezina con l. Max Weber lo subraya: En suforma autntica, la dominacin carismtica es de carcter especfica-mente extraordinario y presenta una relacin social estrictamente perso-nal, vinculada al valor carismtico de las cualidades personales y a suconfirmacin.2

    En otras palabras,Ja autoridad del conductor pasa por encima detodos los cuerpos intermedios, organizaciones, partidos, medios de in-formacin masiva, y todas las instituciones que, en cada Estado, con-vierten al Estado en monstruo fro e impersonal. En torno de su

    persona s crea una especie de com unid ad de fid elidad y de esperan-za, que se sustrae a la jerarqua. Cada cual puede declararse disc-pulo, partid ario , compaero, sin te ner la im presi n de venir a menoso de quedar empequeecido. La agrupacin de dominacin es unacomunidad emocional. 3

    ElJefe y sus partidarios parecen elegirse mutuamente. El capri-cho del conductor se disimula bajo la arbitrariedad del corazn^.TejeTos lazos que lo unen a sus hombres. stos confan en l y depositansu suerte en sus manos, en una identificacin total. Ellos mismos no"saben jams exactamente por qu lo hacen. Justifican este abando-no por una decisin reflexionada, por una revelacin ntima o tam-

    bi n por las dos, a eje m plo de los cardenales cuando entran encnclave pa ra eleg ir un papa. E l resultado es siem pre id n tico1: el caris-

    ma de uno solo es vlido para todos. El socilogo alemn describe lasituacin en estos trm inos: E l reconoc im iento po r quienes son clomi

    2 M. Weber: conomie et socit, op. d i . , p. 253.3 M. Weber: idem, p. 250.

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    EL PRESTIGIO Y EL CARISMA 367

    nados, reco noc im iento libre, garantizado po r la con firma cin (en elorigen, siem pre po r el prodigio) , cread o por el aband on o a la reve-lacin, a la veneracin del hroe, a la confianza en la persona del jefe,decide en cuanto a la validez del carisma.4

    El reverso de la medalla puede imaginarse fcilmente: la sumisin.Una sumisin que parte evidentemente de una fe comn, puesto queconsiste en un don puro y entero de la persona. El ser sometido noespera ni recompensa ni salario. Su don va incluso ms all: unaentrega de la persona, una renuncia a la voluntad propia en favorde la voluntad del otro, investido por este gesto que hace de l unverdadero amo.

    IV

    Las circunstancias en las que nace tal autoridad son tambin excep-cionales. Una ruptura franca del orden social existente, un gravedesgaste de las creencias, una decepcin respecto de las institucionesque pierden su vitalidad, la preceden. Las masas tienen entonces lasensacin de que todo se desploma en torno de ellas. Unas fuerzasinsensatas amenazan sumergirlas, la tempestad est a punto de em-

    puja rla s hacia puerto s in seguro s.' La vid a social se desarrolla fuera delos carriles ni paz, ni guerra, sino algo que participa de ambos. Locotidiano parece anulado por su misma rutina. Los hombres estndispuestos a dejarse arrastrar por oleadas de entusiasmo y de furia. Seinclinan a zanjar, por soluciones simples, los problemas estropeados

    por continuos compromisos y reto ques burd os. Detrs de la lluvia ce-nicienta, ven brillar los colores del arco iris.

    Se comprende bien que se trata de una crisis, de un desorden lar-vado o agudo. Las masas buscan, sin saberlo, a un ho m bre capaz

    de forzar el curso de las cosas, de soldar de nuevo el ideal y lo real, loimposible y lo posible.En suma, de trastocar el o i ' d e n existente, exp e-rimentado como un desorden y de hacer que vuelva una sociedadente ra a su ob jeto autn tico.' Surge entonces la necesidad de un tipode autoridad que pueda transformar la situacin desde el interior. Y loslderes dotados de carisma responden a esta necesidad./Quines sonstos? |

    ^Unos usurpadores, unos desviacionistas, unos extranjeros que llegande fuera o de la p er ife ria |N apolen , de Crcega; H itler, de A ustria;

    Stalin, de Georgia. Es tambin la usurpacin, fcilmente regicida, deun Robespierre, de un Cromwell, de un Lenin; la de los grandes

    4 M. Weber: conom ie et soc ie t, op . c i i p. 250.

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    368 LA PSICOLOGA DEL JEFE CARISMATICO

    jefes de la Resistencia, De G aulle o T ito ,*que condena a los m ante-nedores del p oder legtim o al exilio, a la guillotina, a la prisin.t O

    la del lapa actual, elegido al nj.argen de una tradicin que impona. que fuera italiano. 'De una m ane ra o de otra, po nen trmino a la dom ina cin de, l.ps ,.antiguos ldere s envarados ensus, costum bres, que han"decolorado y racionalizado un a au toridad que no puede du rarsino mientras conserva unos colores brillantes y mantiene jadeante la im aginacin. ^Las co nd icione sdel carism a_sonpor, ln_ tanto , unabrecha en el tejid o de la sociedad, v el reconocim ie nto de la au to ri-dad del jefe por quienes se someten a l.J

    En el sentido ms plen o del trm im vfseg n W eber, el car.isma. esel del profeta. Quiz de algunos, guerreros heroicos, Los profetasform ulan nuevas reglas para la sociedad! Se los venera y se los obe

    ^, reconociendo sus mritos ejemplares. Cada cual jura fidelidadpersonal a estas figuras histricas, respecto de las cuales^Hegel escriba :"Se los puede llamar a todos hroes, por el hecho de que lian obte-nido sus fines y su vocacin no de l curso re gular de las cosas, sancio-n ad o . por el orde n existente, sino en rea lidad de un a fuente , de eseespritu interior, siempre oculto bajo la superficie, que choca con el

    mundo exterior y lo hace romperse en pedazos, conio un pollo rompesu cascarn. l ales eran A lejandro . Csar, N ap ole n .Como ya he dicho, Max Weber piensa ms bien en los profetas,

    en aquellos que supieron conducir a los pueblos y darles una nuevacreencia, una nueva ideologa y sobre todo una nueva fe. Y ms pre-cisamente en los profetas judos. Incluso en la esfera religiosa es-cribe un sabio norteamericano al respectoAdonde..existe. Ja continui-dad ms. direc ta con el pro fetism o israelita, al qu e debe tan to elconcepto [de carisma], hacen su aparicin nuevos estilos de leadership.5J

    Se puede objetar.que la definicin de este tipo de autoridad omitelos intereses econmicos, reales y de ningn modo profticos. stos sehan servido de los conductores, han dispuesto de ellos y los han im-

    puesto. La re spuesta est sin embargo preparada. Seguramente , esposible tomarlos en cuenta . Esto no im pid e que la masa de los in tere-ses econmicos, militares, etc., haya tenido necesidad, para llegar a susfines, de un Napolen y no de un Fouch, de un Csar y no de un

    Pompeyo por lo tanto, del poseedor de un don particular, de un maes-tro en psicologa de las masas.

    6 B. R. W ilson: The Noble Savage, University of California Press, Berkeley, Los A ng eles, L ond res, 1975, p, 56.

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    EL PRESTIGIO Y EL CARISMA 369

    V

    Vuelvo a tomar ahora el hilo. Aguijoneado por la duda, me habrapre gunta do si el conducto r desc ri to por los psiclogos de masas co,rresponda a una realidad social definida. Haba no pocas razones parapensar que no. Ahora bien,, en contra de toda previs in, hemos descu

    bierto que el poder carismtico cubre exactamente esta realidad. Loque hemos dicho del prestigio, de su carcter personal y simblico,del magnetismo ejercido sobre las masas, de la fe espontnea, de laobediencia sin coaccin, de la admiracin que aqullas profesan al con

    ductor, todo esto se aplica igualmente al carisma. Entre las dos no-ciones, no existe diferencia esencial, como no sea que el carisma tieneun aspecto ms proftico y el prestigio un aspecto ms afectivo que locoloca en el or ige n de toda fo rma de poder. ftLa teora del p restigio ,ha precedido, incluso inspirado, a la teora del carisma. En todo caso,propuestas casi por la misma poca, trataron de resolv er el mismo n>blem~T>ol ico: el del gobierno y de la democracia en una sociedad !. d e j o a s a s Z S ~

    Esta sim ilitud nos perm ite avanzar p or un ter reno menos frgil y .

    disponer de un campo ms amplio de observacin. Regresemos ahoraa nuestra preocupacin principal: explicar lo que es el elemento ca-rismtico. Por qu seduce a las multitudes? Cmo aceptan stas se-guir a un conductor? Qu es lo que las lleva a renunciar a una partede sus recursos, de su tiempo, de su libertad, a romper sus compro-misos y sus vnculos sociales para hacer que triunfe su visin? Culesson los mviles de su psicologa? Y cundo estn ms inclinados losindividuos a seguirlo?

    Cuestiones tericas stas, son tambin cuestiones prcticas. Cada

    vez ms, lejos de buscar el carisma en aquellos que lo poseen natu-ralmente, mass inedia, publicistas, periodistas y otros se esfuerzan enfabricarlo. Y lo logran en algunos casos.

    Pensnd olo m ejor, advierto, sin embargo, u na dificu ltad. Este tipo ,de conductor no es nicamente excepcional, nos parece de natura-leza arcaica. Se lo creera propio de las sociedades de otros tiempos,

    por lo ta nto , de in te rs puram ente anecdtico en los nuestro s. Perono lo vemos subsistir y difundirse contra toda previsin? La cuestin noest evidentemente en aureolarlo con no s qu virtud que lo inmu-nizara contra las fatigas de la historia. Hay que aceptar al conductor

    0 M. Weber: Gesmmelte polil ische Schriften, Tbingen, 1958.

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    370 LA PSICOLOGA DEL JEFE CARISMATICO

    de multitudes como una realidad, dirigir sobre l la mirada firme delconocimiento. Menciono este punto porque, en el amanecer de la po-ca de las multitudes y de los partidos de masas, la psicologa de lasmultitudes previo esta ascensin y sostuvo, con Le Bon, que el tipode hroe caro a las multitudes tendr siempre la estructura de unCsar. Su brillantez las seduce, su autoridad les infunde respeto y susable las atemoriza.7

    Opuestamente, la mayora de los sabios pensaban y siguen pensan-do que, en la poca actual, el jefe carismtico no subsiste ya msque en el no mans land entre las fases sociales estables, en las estre-

    chas fajas histricas de las crisis en las que reinan la fe espontnea yla admiracin irrestricta. Y que la expansin de la democracia, y so-

    bre todo de los partidos de masas, que tienen un vn culo m uy estre-cho con la vida econm ica, lleva consigo su desaparicin . El filsofoy lder del Partido Comunista Italiano Gramsci pareca estar segurode que en la func in de direccin , los organ ismos colectivos (lospartidos) susti tu yen a los individuos singulares, a los jefes ind iv idua-les (o carismticos, com o dice Michels) .8

    Estas palabras heroicas han sido desmentidas por los partidos co-munistas a los que hacen alusin. En el momento en que Gramscilas escriba, en la prisin fascista de la que no sali sino para morir,esos mismos partidos llevaban a su cabeza a los jefes individualesde los que se supona eran los antdotos. Si el papel de aqullos estabadestinado a disminuir con la evolucin de las sociedades modernas,laprevisin ha sido categricamente desmentida por los hechos. Y loms sorprendente es que apenas si se muestre sorpresa. Esperemos queen el futuro los sabios, y sobre todo los polticos, prestarn una mayor

    atencin a los motivos por los cuales la psicologa de las multitudeslia tenido razn en cuanto a este cajitulo. Por parte de aqullos, serauna aplicacin de las reglas elementales de la ciencia.

    ^ 7 G. L e Bon : La Psychologie des jo ules , op. ci t. , p. 28.8 A. Gram sci: 11 Materialismo storico e la Filosofa di Benedetto Croce, Einau-

    di, Turin, 1952, p. 227.

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    XXXII. EL POSTULADO DE LA PSICOLOGADE LAS MASAS

    i

    . A c a b a m o s de echar una rpida ojeada a nuestro tema para hacernosuna idea de su dificultad. Nos hemos limitado a exponer la relacinentre el carisma y la psicologa de las masas. Conviene preguntarse

    ahora qu es lo que hace que esta relacin sea posible. Slo despus podre mos aventu rarnos a explicarla . Observemos esto .^el carism a tiene las caracterstica s de una evocacin del pasado, d es per tar de senti

    m ientos y de imgenes sepultados en la mem oria, a uto rid ad de una .tradicin. Por esta connivencia con el universo de los recuerdos escorno el conductor .suscita una reaccin inmediata de obediencia._|Se

    . dira que le basta con presentarse para que la masa reconozca en l aotro conductor que ha desempeado un papel en un escenario distin-to, en otras circun stancias . Parece despertar en ella u n a especie de

    dem onio interior, del mismo modo que el hipnotizador de spierta 'en su sujeto u na here ncia arcaica.^ El nico verdad ero dem onio dev/ los hombres: la menuociaJ

    "* For lo dems, esta asociacin entre el carisma y los rastros delpasado fue estable cid a ya por el p ro p io ^ a x .W e b e r: "E l carisma es >cr ibe es la gran fuerza revoluc ionaria, de las pocas ligadas a la trad icin . ^ T od o ira lo m ejor posible si llegramos a im aginar cmo 1es posible esta asociacin, cules son sus manifestaciones psquicas.Realmente esto es en extremo difcil. Para vencer tal obstculo, habre-

    mos en primer lugar de admitir un postulado, despus suponer unmecanismo, el tercero que, junto con la pulsin ertica y la identifi-cacin, nos permite explicar los fenmenos de la psicologa de lasmasas. Un mecanismo que, a diferencia de los dos primeros, establece 1vnculos entre la evolucin de las relaciones colectivas y el tiempo. '

    ii

    He aqu unas precisiones. Una de las razones invocadas para expli

    car las reacciones exageradas de las multitudes, desproporcionadas con

    1 M. Weber: conom ie et societ, op. c i t p. 252.

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    372 LA PSICOLOGA DEL JEFE CARISMATICO

    los hechos objetivos, as como su sinrazn, es^ia persistencia de los pensam iento s y de los sentim iento s del pasado, cuyo re to rno osen v

    r ece el esp ritu de los hom bres ^ Las op iniones de los m ue rtos se mez-c la n con los asuntos de los vivos, de un a m an era onerosa para stos./No se trata sino de la buena y antigua verdad de que el pasadocomo lo dice muy bie n Paul Valry, ms o menos fantstico, act asobre el futuro con una fuerza comparable a la del propio presente.^

    Se dira que, en la vida psquica, nada se pierde, todo puede retor-nar de. un m om ento a otro, ^ u e le decirse que los pu eblos tien en lam em oria corta. Hroes y acontecim ientos extrao rdinarios olvidan

    rpidamente. En realidad, es todo lo contrario. Los pueblos tienen la

    m em oria larga y no ap arta n jams la mirada de l espejo del pasado, tLe Bon. y T ar de estaban convencidos de ello y lo adm itan sin tra -

    bajo. F reud tam bin, pero tiene una gran dificultad en explicarlo .Una doble dificultad, relacionada con la supervivencia de los recuerdos

    . y de las tradic iones, y con el mecan ismo de su transmisin ,i Es un hecho: todo lo qu e ocurre en la vida de los individu os dejaun rastro mnsico, se inscribe en su cerebro. Pero cmo hablar delos rastros mnsicos de las masas? El problema se vuelve insoluble

    en cuanto a la transmisin de los recuerdos de una generacin a otra.Individuo o masa, poco importa: no hay herencia de los caracteres'adquiridos, no hay memoria del grupo o de la especie. Toda especu-lacin en la materia tropieza, desde Darwin, con el veto de la ge-ntica.

    En ese caso, no se puede establecer analoga vlida entre la psico-loga de los individuos y la de las masas, no se puede transferir lasnociones de la una a la otra. Segn Freud, esta segunda dificultadrelativa a la transmisin en la psicologa de las masas es con mucho la

    *ms importante, porque suscita un nuevo problema que se refiere a los principios^^Plantase ln cuestin de saber en q u form a la tra dic in eficaz esta presente en la vida dp los pueblos.^ Cuestin estaque no se plantea en cuanto al individuo, porque aqu est resueltapor la existenciad.e los rastros mnsicos del pasado en el in conscie nte .2

    Pero ciertas evidencias permiten rodear este obstculo, salir del dilema^ l lenguaje^parece un excelente vehculo de transmisin de Jos rastros mnsicos de un a gen eracin a o tra^Los smbolos qu e arrastra

    son inmediatamente reconocidos y comprendidos, v esto desde l'pri'mera iancia.^Adems,~~To arriba del lenguaje, disponemos de los/mitos y de las religiones^que renen y conservan durante milenios

    2 S. Freud: Mo ses and M on o t h e i s m , op . cit. , t. XXIII, p. 93.

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    EL POSTULADO DE LA PSICOLOCA DE LAS MASAS 373

    ideas y ritos mu y an tiguo s^ R o a bajo, se observa el med io monu mental del grupo, que comprendejl|odos los lugares de celebracin^de

    los Garandes acon tecim ientos (el nac im ien to de Cristo, la Rev olu cin, la victoria sobre los enemigos, etc.) y de conmem oracin del propio grupo.,fDe una generacin a otra, este medio conserva la misma carga

    de em ocin^ Los archivos vivientes, qu e llamamos la Tierra, rep re 1> sentan una geografa y una biografa imaginarias. Crean la ilus in de ^

    una continuidad, de un vnculo que une a cuantos ocupan el planeT desde tiempos inm em oria l es J^Lo qu e se apoya sobre tales eviden ,

    vi cas no puede ser prob ado sino n icam ente postulado. ----- . / ,

    E1 postulado estipula que las impresiones del pasado se conser- j

    van, en la vida mental de las masas igualmente, en forma de rastros I'mnsicos. E n algun as condicion es favorables, se los pued e re stitu ir | y )reviviticar.^ e conservan, por lo dems, tanto mejor cuan to ms antiguos sorr^

    Este postulado es realmente exorbitante desde el punto de vistacientfico^Significa que todo cuanto sucede en nuestra vida presente iest determinado por las reminiscencias del pasado.^Y que las causas 1

    psquicas, inte rnas de nuestros actos ti enen ms im porta ncia que las'causas fsicas y sociales. Pero, por exorbitante que sea, hay que acep-

    tarlo: De lo contrario, no podemos dar un paso ms en el caminoen que nos hemos adentrado, ni en el anlisis ni en la psicologa delas masas. Es una audacia inevitable.3

    ni

    Hagamos una observacin muy simple, pero que tiene su importan cia. N o es tanto la po sibilidad de que el pasado se conserve en la i

    vida mental lo que nos obliga a suscribir este postulado; como sus con >secuencias. Y en especial la ms chocantera historia es un movimien 1

    to cclico. Y las multitudes recorren unos ciclos. Retoman a lugares va ~visitados, repiten actos antiguos, sin tener conciencia de ello.\EI caris Jma es de este nmero. Se puede ver en l uno de ess materiales "

    . subsistentes desde timpos arcaicos. De ma nera peridica, resurge,cuando la rueda de la sociedad vuelve a traerlo al aire libre, y des-pus desaparece de nuevo. Dejemos, pues, nuestras vacilaciones ypregunt m onos cul es su mecanismo.y^Los seres y las situaciones del

    pasado revis te n en nuestro psiq uism o la fo rm a de m a g o , de repre

    " S. Freud: Moses and Mo not he i sm, op . cit. , p. 100.

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    374 LA PSICOLOGA DEL JEFE CARISMATICO

    sentacxones figuradas, iAnlogas a las estampas infantiles, hacen pre sente un a ausencia, sim plific an do sus rasgos.^Se tra ta, en peneral, de

    seres y de situaciones con los nue nos hemos identificado, como nues' , " . , ---------- ------ _.------ -tros padres, nuestra nacin, una guerra o una revolucin, a los que

    i s asocian emociones pa rtic ula rm en te fuertes: L a imago escriben: La planch e y Po ntalis puede, pues, objetivarse tanto en sentim ientos1y con duc tas com o en im genes .4 x = ------------------------------------------------

    j v |L a m ayor parte de las im ago llevan la m arc a de haber sido, en un m om ento o en otro, proh ibida s por razones morales, polticas o cul-

    turales. Provienen de una seleccin que intentaba horrarlas de la

    histo ria de u n pue blo. La se nten cia de G alileo o la ejecucin de LuisXVI, la persecucin de los judos o la crucifixin de Cristo, estabandestinadas a impedir que el pueblo se identificara con ellos o consus ideales. Tendan a eliminarlos de una vez para siempre. Ahorabien, lejos de desaparecer, esos elementos pro hib id os y se leccionadosse^reagrupan y se reconstituyen en la memoria. En las escenas, desga-rradoras del M decin de campagne, muestra Balzac, con la penetra-cin del genio, cmo los veteranos dispersos y clandestinos de la

    G rande Arme sue ldan en el calor de su corazn los pedazos de re

    cuerdos de su Na polen y crean la leyenda del ho m bre cuyo nom bre,b a j la Resta uraci n, estaba prohib ido pronunciar.

    Simen su terrible obstinacin^ la memoria comienza por conven-cionalizar el menor~pensamiento, el menor dato de lo real as como

    cada personaje. (uiero de cir qu e los desem baraza d e sus co ntrastes,de sus complejidades, que los estereotipa para reproducirlos de acuerdocon ciertos esquemas tipicos.^Los hroes tendrn siempre una muerte'tra fica , y .grandiosa, los grandes jefes la figura majestu oszP*c[I pa dre

    severo y(_sereno^ los profetasiuTaTrga barba y Ios~cntos de la clera y de la justicia, etc.^Y se nos vuelven ceixarroTVTamlllares, pare-cidos los unos a los otros.Mil trabajo de identificacin fija automtica-mente los personajes en vietas. Lo cual soportan ellos con valor.

    Despus,^la memoria los dota de una fuerza de emocin arrolladora. Llammosla, a falta de expresin meior. la seduccin de la.nos ta lg ia . ^or un juego de con tras te entr e el presente y "el pasadcT

    n ^ p s t r a m e m o r i a o p o n e a l a s p e r s o n a s , a l a s r e a l i d a d e s q u e t e n e m o s

    a j i t e l o s o j o s , l a i m a g o e l e s u s e q u i v a l e n c e s , c o n s t i t u i d o s p o r n u e s t r o

    ^spri>2^'l ^iarfanrlii rnrln r\ n-rnriz,Kl p ngnra o table, tendemos a retener los aspectos agradables, positivos, reinune

    4 J. Laplanche y J. B. Pontalis: Vocabulnire de la psychanalyse. PUF, Paris,] 967, p. 196.

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    EL POSTULADO DE LA PSICOLOGIA DE LAS MASAS 375

    radores. E incluso si se trata de los tiranos ms sanguinarios de lahistoria, o si evocamos periodos lamentables de nuestra vida, traemos

    siempre a la imaginacin los recuerdos ms satisfactorios y ms con-formes con nuestros deseos.

    /P o r lo general, esta seduccin de la n ostalgia sup rim e la viru len ^cia dp los conflictos del pasadakas cuando pensamos en nuestra in 1fancia o en a historia de nuestro pas. Hace compatibles cosas incom 'Lpatibles, y hasta plausib les las que no lo son. R ed ibu ja las imago r ,segn el principio de la coincidentia oppsitorurrij de la cohesin delas ideas, de los sentimientos y de los personajes opuestos. De maneraque las cosas del pasado jams se nos aparecen tales como se desarro

    liaron. P ero, filtrad as po r los grandes temas de nu es tra pro pia histo esde la ejjfcdn deJuan Pablo II, y este es el tercer tiempo, se observa una resurreccin de la imagodel Papa, padre nico de la Iglesia, un retorno a unas identificaciones y unasreglas que se haban credo barridas por el progreso. Agreguemos que el Papaes polaco, elegido en ruptura con la tradicin, para comprender que al subir,usurpador en cierto modo, al trono de los papas, recibe su carisma. Las masasacuden hacia l, como para hacerle don de toda una reserva de veneracin y deamor que haban conservado en espera de que viniese un lugarteniente de padre.

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    XXXVII. CAUDILLOS MOSAICOS YCAUDILLOS TOTMICOS

    Los caudillos ejercen su poder debido a dones excepcionales y a unaidea, a una visin del mundo que proclaman. sta deviene la pasin

    dominante de una clase, de un partido o de un pueblo. La presen-

    cia de estos dones, realmente carismticos, nos sorprende en un in-dividuo, sobre todo cuando unas palabras que pareceran ridiculasen boca de cualquiera, unos gestos que juzgaramos falsos en otro, noson en modo alguno risibles ni impropios en l. Por el contrario,,

    producen fuerte im pre si n en todos. Vemos en ellos los signos de una.conviccin fuerte en un individuo que forma cuerpo con su pensa-miento y su misin.

    Pero contemplemos la variedad de los caudillos modernos. Se ad-

    vierte que se separan en dos categoras principales: los caudillos mosai-cos y los caudillos totmicos. Se piensa inmediatamente en los pro-fetas, en los fundadores de las repblicas (la de los Estados Unidos, porejem plo) , en los cread ores de movimientos sociales y religiosos, unMahoma, un Marx, un Gandhi, de una parte. Y de otra parteen los tiranos, en los retricos demagogos, en los reyes magos o cha-manes de las sociedades llamadas primitivas.

    Sin embargo, clasificarlos en categoras no es suficiente. Es precisoadems saber cul es, a la luz de la psicologa de las multitudes, el

    criterio de divisin. Sin duda alguna, el principal, con frecuencia des-conocido, que resume todos los dems, es la prohibicin de hacerimgenes. Equivale a combatir el recurso a los rituales, a los procedi-mientos mgicos, a las doctrinas que se fabrican una representacinconcreta de sus dioses y de sus jefes. Para Moiss, se trata del princi-

    pio de autoridad: "N o hars d olo alguno, ni una im agen cualquierade lo que hay en lo alto de los cielos, ni de lo que hay abajo sobre latierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

    Cualquiera que aplique y respete esta interdiccin aparta sus mi-radas de las figuras que. van y vienen para volverlas hacia las realida-des invisibles. Sus odos se tienden para captar el sentido, y no el so-nido de las palabras, porque lo importante es lo que se dice y no cmose dice. En fin, lo que los hombres deben admirar y respetar, son

    427

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    428 HIPTESIS SOBRE LOS GRANDES HOMBRES

    las ideas superiores y no los individuos que las encarnan. En una pala-

    bra , los dolos en carne y hueso . Por este m andam ie nto, Moiss quisoimpedir el retorno de aquellos a quienes haba expulsado: magos,fetichistas creadores de ilusiones e hipnotizadores de los pueblos: En-tre los preceptos de la religin de Moiss, hay uno cuya importanciaes mayor de lo que parece a primera vista. Es la prohibicin de hacerun a imagen de Dios la obligacin de ado rar a un Dios que no se puedever. . . Quiz se trata ba de una m edida n ueva c on tra el abuso de lamagia. Pero suponiendo que la prohibicin se aceptara, deba teneruna profunda repercusin, porque significaba que la percepcin sen-

    sorial quedaba relegada a segundo plano, en favor de lo que se puedellamar u na idea abstracta un a victoria de la es piritualidad sobre lasensualidad, o, estrictamente hablando, una renunciacin a los instin-tos, con todas las consecuencias psicolgicas que lleva consigo.1

    Al hacer de la interdiccin de representaciones una medida delprogreso de la cu ltura y de la in te ligencia , F reud considera tal bu li-mia de imgenes, de adulacin y de homenajes fastuosos el signo deuna regresin y de un retorno a la servidumbre de los instintos. Laregresin se observa en una sustitucin que se opera: en lugar de

    la obedien cia im personal a lo que re presen ta el condu ctor dios, reli-gin, doctrina social, etc., la obediencia personal a l mismo y a sunombre. Tales son las aagazas que deben rechazar masas y conduc-tores para recobrar una parte del terreno perdido de la razn. Conesta sola condicin, pueden pretender vivir un da en el mundo talcomo debe ser, el mundo del que el Zohar dice que ser un mundosin imgenes en el cual no existir comparacin entre la imagen y loque sta representa.

    n

    Me propongo ahora dar consistencia a este breve esbozo del repartoentre las dos categoras de lderes o caudillos. Pretendo hacer resal-tar mejor su carcter concreto y dar un alcance ms general a sus opo-siciones. La primera, y la ms importante, reside precisamente en su

    propensi n a deste rrar o favorecer su propia representa ci n en unasimgenes, a rechazarla o a hacer de ella el instrumento de su poder.Abstenindo se o casi de usa r de ellas, los caud illos mosaicos tien-

    den a dominar la fuerza radiante del hombre grande. Frenan la ten-tacin de los dems de querer imitarlos, de ver la realidad por los

    1 S. Freud: M oses a n d M o n o th e i sm , op . ci t. , p. 113.

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    CAUDILLOS MOSAICOS Y CAUDILLOS TOTMICOS 4 2 9 '

    ojos de ellos. Esperan as evitar que la creencia se convierta en supers-ticin, el carisma en amuleto y su persona en un pseudodios, objeto,

    de adoracin. No es una casualidad que la prohibicin de Moiss hayasido renovada varias veces en el curso de la historia. Todava recien-temente por Marx, al escribir a uno de sus camaradas: Cuando nosadherimos, Engels y yo, a la asociacin de los comunistas, fue a condi-cin de que se desterrara de sus estatutos todo cuanto se relacionaracon la adoracin supersticiosa de la autoridad.

    Los caudillos totmicos, por el contrario, hacen cuanto pueden porfomentar el culto de su personalidad. Tratan siempre de crear en

    torno suyo y de la idea en la que se apoyan una leyenda ilustrada,,cargada de metforas. Las toman, y esto es ms fcil, de las costumbres,y los modos de pensamiento tradicionales. Lo que les permite preser-var, bajo el aderezo de lo nuevo, el contenido antiguo y familiar, elbecerro de oro de la imaginacin al que la multitud sucumbe muyrpidamente.

    As hicieron los padres de la religin cristiana, que, para conquis-tar a los pueblos, asimilaron todo un caudal de costumbres paganas, dedivinidades locales, rebautizados santos. Y, para afianzar su poder, la

    Iglesia orden los fastos deslumbrantes, las ceremonias y los ritos m-gicos del mundo conquistado, adquiriendo la posibilidad de tenerlo'firmemente en mano. Se pleg a la ley que pareca creada para cam-biar de a rriba abajo . La relig i n de masas en particu lar observaMax. W eb er dep ende a m enu do y directam ente de procedim ientosartsticos, para alcanzar el poder requerido de sus efectos, puesto quese inclina a hacer concesiones a las necesidades de las masas, que entodas partes tiend en a la magia y a la ido latra . 2 M ucho tiem po antes,

    el caballerode Jancourt haba hecho ya la misma observacin: Quie-nes han gobernado los. pueblos en todos los tiempos han hecho siem-pre uso de p in turas y esta tuas para m ejo r in spirarle s los sentim iento sque queran imbuirles, ya fuese en religin, ya fuese en poltica.

    N o b ien se aden tran por este camino, los caudillos construyenun panten vivo en el que depositan los signos de su autoridad. Ellosocupan el lugar central. Se hacen dolos para captar la mirada de lasmultitudes, directores de escena de su persona y de su funcin parasubyugarlos mejor. Haced una imagen, mi imagen, y confiad en ella,,

    declaran desde bastidores. Una marea de retratos y de emblemas lleva-dos por la masa imponen su personaje, y se los encuentra por doquier,,en las casas lo mismo que en los lugares pblicos.

    2 M . W e b e r : The Soc iology of Re l ig ion, op . c i t . , p. 244.

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    430 HIPTESIS SOBRE LOS GRANDES HOMBRES

    A menos que gocen del extraordinario privilegio de cambiar lam u ltitu d misma en un a imagen, en su imagen, como, hace algunos

    aos, la multitud aglomerada en la Plaza Roja de Pekn, de maneraque trazaba el retrato de Mao, que la contemplaba desde la tribunay se vea en ella. Cuando el espejismo se opera, los individuos atra-pados por todas partes en el espejo del jefe, dominados por la sensa-cin, pierden el uso del pensamiento crtico. El lder que sabe con-vertirse en un dolo croza de la soberana absoluta del hombre sobre losOhombres, puesto que reina directamente sobre su memoria.

    La segunda diferencia entre caudillos mosaicos y caudillos to-tmicos se. debe a que los unos quiere n iden tificar la masa con una

    religin, con una idea, y se eclipsan detrs de ella, y los otros quierenidentificar la masa con ellos mismos, abrirse camino hasta su centro.Los primeros se esfuerzan, por lo tanto, en anular los signos exterio-res del poder. Con la modestia de su actitud, tratan de afirmar suadhesin a la hu m anid ad ordinaria, como si tem ieran hacer sombraal ideal al que sirven. En toda circunstancia, su actitud se mantienesobria y su autoridad discreta. Tienden a empequeecerse, conscien-tes de la fragilidad de la obra realizada, sin hacerse ilusiones sobre, lasposib il id ades de to da accin hum ana. La B ib lia dice de Moiss: "E l

    hombre era muy humilde, ms que todo hombre sobre la superficiede la tierra.

    Este rasgo de carcter ha llegado a ser el criterio por el cual sejuzga el tem ple de un gran hom bre. Expresi n de madurez, del re-nunciamiento a los goces del poder, tranquiliza y responde a la aspi-racin de las multitudes a la pureza. Las reconcilia con la autoridad.Se lo subraya incluso en el famoso informe secreto de Jruschov sobrelos perjuicios del culto de la personalidad: La gran modestia delgenio de la revolucin, Vladimir Ilich Lenin, es conocida. En efec-

    to, y todos los testimonios nos lo confirman, hablaba sin ostenta-cin, viva sobriamente y se conduca con extremada cortesa. Trotskyrelata que, con ocasin de las manifestaciones de masas, una vez aca-bado el discurso, Lenin ha recogido ya sus notas y abandona r pid a mente la tribuna para sustraerse a lo' inevitable. Los gritos y losaplausos se multiplican y el tumulto aumenta por oleadas sucesivas.

    N ada en esto de comn con sus herederos, que se hic ie ron y se hacenaplaudir siempre obligadamente.

    Aplicadas a un caudillo, las palabras de humildad y de modestia

    suscitan una idea simple: el hombre ha plegado sus ambiciones antela causa, y no al revs. Cada cual reconoce en esto el sello de una feverdadera, de un a riqueza autntica. As can taba el poeta R u m i,

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    CAUDILLOS MOSAICOS Y CAUDILLOS TOTMICOS 431

    una rama cargada de muchos frutos se inclina hacia la tierra, una ramasin frutos se mantiene enhiesta, como lamo. Cuando los frutos son

    en gran abundancia, tienen apoyos con el fin de que la rama no searra stre por el suelo. El pro feta (la salud se de rram e sobre l) era.muy modesto, porque todos los frutos del mundo, del principio al fin,estaban reunidos en l. Por eso era el ms modesto.

    En cuanto a los caudillos totmicos, constantemente hacen alar-de de sus cualidades extraordinarias. Para atraer sobre ellos la aten-cin de la colectividad, crean un aura de omnipotencia de la personay de infalibilidad de la accin. Todo lo que hacen y todo lo que son,quieren que sea incomparable y lo recuerdan sin cesar. La gran con-fianza en s mismos de qu e dan pru eba es contagiosa. A fuerza de persua-dir de ello a la multitud, sta acaba por creerlos por encima del nivelcomn. Su lder es capaz de llevar a cabo grandes cosas, incluso mi-lagros, se dice la multitud. El hombre as distinguido parece designa-do por Dios, por la historia o por la naturaleza. As llega a ser, comoStalin, jefe ejemplar de esta categora, "un superhombre dotado decualidades sobrenaturales al igual que un dios. Tal hombre se supo-ne que lo sabe todo, que piensa por todo el mundo, que lo hace todo

    y es infalible.3N o hay que decir que las dos categoras de caudil los no se com-

    prenden sino la una en relacin con la otra. Indudablem ente , no po-demos juzgar acerca de su importancia en la vida de una sociedad, nidecir a qu tipo de multitud conviene la una mejor que la otra. Son,stas, cuestiones que encontrarn una solucin un da, si es necesario.Pero observamos sin dificultad que los caudillos mosaicos utilizan loscaminos..de cresta, porque piden ante todo y sobre todo a las masasque renuncien, que se nieguen a toda satisfaccin en lo inmediato desus deseos y de sus instintos, no con un fin de autoridad o de absti-nencia, sino nicamente como medio de afrontar el mundo exterior,las. coacciones del trabajo y de la vida social. Reconociendo los lmitesdel mundo, interiorizndolos en funcin de un ideal, es como cadacual deviene dueo de s mismo, porque es el dueo de sus instintosy de sus deseos. Por consiguiente, se identifica ms con su comuni-dad y con su objeto, puesto que se los ha sacrificado.

    En una palabra, estos caudillos les piden a los dems lo que se

    piden a s mismos, los dom inan en la m edid a en que a s mismosse dominan. Su autoridad tiene, pues, un origen tico, puesto que,

    3 B. Lazitch: L e R n p p o r t de K h r o u ch tch ev et son hist oire, Le Seui], Pars,1976, p. 53.

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    432 HIPTESIS SOBRE LOS GRANDES HOMBRES

    como escribe Freud, la tica es una limitacin de los instintos. Losprofe tas no se cansan jams de afirm ar que Dios no le pide o tra cosa

    a su p ueblo sino un a condu cta de vida jus ta y virtuosa es dec ir laabstencin de toda satisfaccin instintual que nuestra moral de hoycondena tambin como viciosa.4

    Con todo, este sacrificio, lejos de rebajar a los individuos desde el .punto de vista psicolgico, los realza, les da confianza en s mismos.Por qu? Pues bien, poi~que los caudillos que se lo piden desem-

    pean respecto de todos el papel de un supery severo pero justo,como se cree que son los padres. Y el hecho de responder a sus exi-gencias, de conformarse con sus ideales, de ser aprobado, constituye

    para muchos hom bres una fuente de sa tisfaccin. Su yo se siente trans-porta do y fo rtalecido, lo que es capital. C uando el yo ha hecho alsupery el sacrificio de u n a re nu nc ia al instin to, espera ser po r ellorecompensado recibiendo de l ms amor. La conciencia de merecereste amor, la experimenta como un orgullo. 5

    Su propia estimacin se acrecienta con ello, hasta el punto de que .se siente superior a los dems hombres que han permanecido embru-

    jados por los in stinto s y los deseos, y han fracasado all donde l hatriunfado. Se sienten aparte y experimentan un vivo sentimiento de ser

    un pueblo elegido para una misin exclusiva, como lo fueron los pri-meros cristianos, los franceses de la Revolucin y, ms recientemente,los socialistas.

    No extraar ver que los caudil los to tmicos se doblegan antelas masas tal como stas son. Evitan pedirles todo lo que podra herirlasy que ellas se negaran a comprender. Por el contrario, tratan siemprede tranquilizarlas en cuanto a la rectitud de sus instintos y de susnecesidades, de los que les prometen una satisfaccin completa, a re-serva de limitarla, por otra parte, empleando medios de represin

    exterior, los ms temibles de los cuales son el ejrcito y la polica.Ahora bien, este gnero de garanta tiene dos series de consecuencias.De una parte, los individuos como la masa esperan, por decirlo as,milagros. Recobran su creencia infantil en la omnipotencia de un

    personaje o de una frm ula mgica. sta ju stif ic a su aum ento hastael infinito, como lo hace a diario la publicidad. Encierra as a lasmasas en un mundo de ilusiones, en una utopa de abundancia o de

    justicia il im itada, que es precisam ente un m undo mgico.Puede decirse que la autoridad de estos caudillos tiene un ca-

    4 S. Freud: Afo ses an d M o n o th e i s m , op. ci t. , p. 119.I d e m , p. 117.

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    rcter econmico en la medida en que deriva de su facultad de satis-

    facer las necesidades o de prometer que sern satisfechas. Las propiasideas se consideran desde este ngulo: Por ejemplo, el cristianismocomo medio de satisfacer el deseo de inmortalidad, de dicha; elsocialismo, como medio de satisfacer el deseo de bienestar, de gocede las riquezas terrenas. Deriva de ello obligatoriamente un descen-so de la estimacin de s mismo del individuo y de la masa, por razo-nes opuestas a las que se acaban de ver. Es decir que las recompensasesperadas no provienen del supery. Por el contrario, ste ejerce unacrtica severa respecto de los actos de cada cual. El yo sale de ello de-

    bil itado. Y los hom bres se siente n in ferio re s a los ldere s de los quedepende ahora la satisfaccin, en parte ilusoria, de los deseos. Inferio-res tambin a las personas que han consentido un abandono que losreconcilia con los ideales del yo. En dos palabras: los caudillos mo-saicos no pueden gobernar ms que fortificando este yo, y los caudi-llos totmicos ms que quebrantndolo. Por lo menos la lgica loquiere as. Pero la realidad rara vez se deja reducir a una lgica.

    En fin, el hecho es que la psicologa de las multitudes ha comen-zado por describir sobre todo a los caudillos totmicos cuyo proto-tipo fue Napolen. Y ha acabado, en manos de Freud, por ofrecer unanlisis de los caudillos mosaicos que tienen por portotipo al pro-feta de Israel. Lo que opone los unos a los otros se expresa en laprohibicin hecha a las masas de fabricarse im genes, y a los cau-dillos de seducir a las masas. El paso de los primeros a los segundosrepresentara .:n progreso anlogo al del paso de una ciencia teidade magia a una ciencia fundada en la razn, de una sociedad que re-chaza la autonoma de la vida privada y de la vida pblica a una

    sociedad dividida que la reconoce y la consagra por la tica inculcadaa sus caudillos. Volviendo a la tica escriba Freud, podemos de-cir en conclusin que una parte de sus preceptos se justifica racio-nalmente por la necesidad de delimitar los derechos de la sociedadfrente al individuo, los derechos del individuo frente a la sociedad ylos de los individuos los unos frente a los otros. G

    Pero, en las sociedades de masas, se observa por lo general lo in-verso. Queda, pues, una incgnita, a saber: por qu sta que aparececomo una progresin histrica va a la par con una regresin psquica?

    El hecho mismo de que no podamos resolverla demuestra que toca-mos al lmite de las hiptesis que hemos anticipado para dar un pocode sentido a una realidad que espera bastante ms.

    6 S. Fre ud : M oses a nd M o n o t h e i s m , op. ci t. , p. 122.

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    434 HIPTESIS SOBRE LOS GRANDES HOMBRES

    III

    No quis ie ra correr el riesgo de dar la im presi n de que estas h ip -tesis no tienen aplicacin precisa y ni siquiera contempornea. Paradisiparla, he elegido a ttulo de ilustracin la historia del movimientosocialista. Desde sus primeros pasos, ha estado bajo una sucesin decaudillos mosaicos y totmicos, y agitado por un debate con motivode ellos, el cual no est cerca de terminarse. Yo me limito, queriendoser breve, a la comparacin esbozada ya entre Marx y Lassalle, y des-pus a la de L enin y Stalin. , .

    Sabemos que Marx prosigui simultneamente su obra de terico

    del socialismo y de dirigentes de la asociacin internacional de traba-jadores, mezclado con los episodios esenciales del nacim ie nto de lospartidos socialdem cratas en Europa. Es in til hacer el rela to de suvida, cuya modestia e indigencia son bien conocidas. En su calidadde revolucionario, se concit muchos enemigos, entablando speraspolmicas para defender sus ideas y vencer las de sus adversarios. Perop ronto se reconoci su im porta ncia y, todava en vida, los partidario safluyeron. Tanto sus escritos como su correspondencia son muestrade una negativa sin concesin a toda confusin entre la teora y el

    mito. Rechaz resueltamente la organizacin poltica subordinada ala autoridad de un individuo, as fuese un dspota ilustrado, y se pro-nunci, en sus reflexiones sobre el programa de Gotha, contra los f-rragos palabreros y las generalidades indigentes que engaan a la inte-ligencia al dirigirse al prejuicio.

    Por otra parte, y los testimonios son irrecusables, Marx se decla-r resueltamente hostil a toda manifestacin relativa a su persona, re-chazando los mensajes fervientes dirigidos a su genio y desalentandoal coro de los aduladores dispuestos a aclamarlo, tnicamente lo ocu-

    paba el trabajo , la elaboraci n y la discusin de su doctr ina, conven-cido de que era preciso propagarla por estos nicos medios: el libro, laeducacin de los obreros y la prctica de la revolucin. Sin embargo,y Marx se lo confi al socialista alemn Bloss, despus, Lassalle hizoexactamente lo contrario.

    Este ltimo consideraba en efecto el socialismo bajo la forma deuna religin, y vea la asociacin de los trabajadores construida por elmodelo de una iglesia. l mismo se figuraba en la funcin de un jefe

    que eleva la masa hacia la libertad. Por eso propona que la dictadurapersonal, exis tente de hecho, recibiera , una justificacin terica y fueseproclam ada indispensable en la prctica. Peda abie rta m ente que lostrabajadores asociados siguieran ciegamente al conductor. Una asocia-

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    CAUDILLOS MOSAICOS Y CAUDILLOS TOTMICOS 435

    cin deba parecerse a un martillo en manos de su jefe. Uniendo losactos a las intenciones, se rode Lassalle de una corte de admiradores

    y se dej idolatrar por la masa delirante. Yendo de mitin en mitin,recibido en todas partes con entusiasmo, daba pruebas de dones in-discutibles de agitador y de organizador de reuniones puestas en esce-na de manera grandiosa.

    U na dip uta ci n iba a esperar a Lassalle a la e stacin refiere unhistoriador, las asociaciones corales daban un concierto bajo las ven-tanas de su hotel. Se diriga a la sala de reunin escoltado por cochesadornados con flores, y all tambin con frecuencia acompaado poruna coral. En algunas localidades, el cortejo pasaba bajo arcos de triun-fo que cruzaban la calle. Pero el punto culminante de cada reuninera el discurso, que poda durar ms de dos horas y, en esta ocasin,el orador o el contenido de su mensaje tenan una importancia deci-siva, habiendo la liturgia de estas reuniones transformado al oradoren sm bolo. 7 Ms exactam ente, en hipno tizador que sabe fascinara las masas con su verbo mgico. La lucha entre las fracciones socia-listas rivales, marxistas y lassaliianas, de 1863 a 1875,. marc profun-damente el movimiento obrero alemn. Se centr especialmente sobre

    el modo de autoridad y de accin sobre las masas. Pa ra hacer poca en el m un do declaraba G oe the , dos cosas,como es sabido, son necesarias: la primera es tener una buena cabeza,y la segunda, recibir una gran herencia. Napolen, heredero de laRevolucin francesa, Federico el Grande, de la guerra de Silesia, etc.Lenin. hizo poca, al recoge r la doble herenc ia de la prim era G uerraMundial y de la revolucin socialista anunciada pero jams realizada.

    Su vida de desterrado y de dirigente del partido bolchevique re-cuerda la de Marx. Ambos recibieron una educacin tradicional y vivie-

    ron en un medio anlogo, removiendo las ideas y pasando por difi-cultades semejantes. Durante largo tiempo, sus actividades prcticas sedividieron entre las bibliotecas y las reuniones. Esto demuestra quelos Estados deberan desconfiar mucho ms de los hombres aislados,encerrados entre las paredes cubiertas de libros de un gabinete de tra-bajo , que de los caudil lo s extrovertidos, que frecuenta n las m ulti-tudes y sacrifican su persona. La influencia de los primeros penetraen profundidad y no existe ningn recurso contra el contagio de suejemplo y de sus ideas.

    Volvamos a Lenin. Es cierto que, durante un breve periodo, tres

    7 G. L. Mosse: L a N az ional izzazione de lie mase, II Mulino, Bolonia, 1975,p. 184,

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    435 HIPTESIS SOBRE LOS GRANDES HOMBRES

    o cuatro aos cuando ms, tuvo que afrontar la prueba de la inicia-cin en la violencia y en el poder. Les hizo frente con determinacin,

    llegando hasta la eliminacin brutal de sus adversarios. A pesar detodo, y esto es una realidad de la historia, poco' tacaa con los rauda-les de sangre derramada en la memoria de los pueblos y con las trai-ciones cometidas en su nombre, Lenin parece haber permanecido fiela su principio de transformar la idea de socialismo en fuerza efectivapor la accin del partido, la propaganda y la discusin enconada. R e-nunci a toda pompa y a toda liturgia del poder, a los signos exorbi-tantes de la auto ridad . En el K rem lin escribe Vctor Serge ocu pab aun reducido alojamiento construido para un criado del palacio. Du-

    rante el invierno transcurrido, como cada cual, no haba tenidocalefaccin. Cuando iba al peluquero, aguardaba que le llegara suturno, pues juzgaba indecente que alguien le cediera el suyo. De losquehaceres domsticos y del arreglo de su ropa se ocupaba una ancia-na ama de llaves. Saba que era el primer cerebro del partido, y re-cientemente, en una situacin grave, no emple amenaza ms seria quela de dim itir del Com it C en tral con el fin de ap ela r a la base. 8

    Sus capacidades filosficas no estuvieron ciertamente a la alturade su genio poltico. Pero no se sirvi ni de las unas ni del otro para

    ocupar el puesto vacante de dolo del pueblo ruso, el del zar, doloque acababa de caer despus de siglos de opresin. Por el contrario,consciente de la propensin de los caudillos a elevarse sobre un pe-destal y la de las masas a profesarle alegremente un culto trat cons-tantem ente de evitarlo. Le nin recu erda Jrusch ov estigmatiz sin

    pie dad toda manifestacin del culto al in div id uo, y combati in exora-ble m ente las ideas extraas al marx ismo so bre el hroe y la m ulti-tu d , as como todos los esfuerzos tendientes a opon er el hroe a lasmasas y al pueblo. 0

    Sin duda alguna, esas ideas son ajenas al marxismo. Pero no lo son,ni a la realidad, ni a la psicologa de las multitudes. El hecho de quesea necesario combatirlas patentiza bien su fuerza; que el culto delindividuo haya acabado por instaurarse es testimonio de su eficacia.Estas ideas han hecho que, una vez muerto Lenin, sus herederos hayan

    proclamado sagrado su nom bre, embalsamado y expuesto su cadverfrente al Kremlin, como una reliquia sagrada y un dios inmortal. Sesabe que su viuda y una parte de la capa dirigente se opusieron a este

    8 V. Serge: M em o irs of a R e v o lu t io n a r y , Oxford University Press, Londres,1963.

    41 B. Lazitch: L a R a p p o r t K h r o u c h tc h e v et so n histoire, op . ci t. , p. 55,

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    CAUDILLOS MOSAICOS Y CAUDILLOS TOTMICOS 437

    gesto, ms propio de la religin de los zares y de los faraones que de

    la ciencia de Karl Marx. Pero sus sucesores haban comprendido lo queGorki reconociera mucho tiempo antes que ellos: la imagen de unhombre a quien todos veneran salta por encima del pensamiento yla emocin para arrebatar la adhesin. En una pa'abra, convinieronen tratar a la m ultitu d como a una m ultitud : L enin escriba yaG orki en 1920 se conv ierte en un person aje legendario , lo cual estbien. Digo que est b ie n, y la m ayora de la gente tiene absolutam en-te la necesidad de creer para poder comenzar a actuar. Sera demasiadolargo esperar que se pongan a pensar y a comprender, y durante ese

    tiempo el genio malo del capital los sofocara cada vez ms rpida-mente por la miseria, el alcoholismo y el agotamiento.

    Es de buena poltica utilizar a un muerto contra los vivos, subor-din ar a la adm iracin po r el ho m bre el respeto por su misin a finde cuentas, desviar la admiracin en su provecho. He aqu, pues, aLenin sobre el catafalco, envuelto en la mortaja de su leyenda, y.abierta su sucesin. Varios compaeros haban entrado en liza, entreellos Trotski, el ms prestigioso, y Bujarin, el ms evidente. Sin em-bargo, uno solo llevaba en el co razn la vo lun tad de ganar a todacosta: Stalin. Ms tarde, los elimina uno por uno y se convierte en elhroe de una lucha sin cuartel contra los enemigos que ha creado a losojos de un pueblo conquistado. De este modo, el mausoleo de Leninencuentra su verdadero destino: servir de estribo y de pedestal. Lamultitud que marcha en peregrinacin para inclinarse ante el diosmuerto, se prosterna a los pies del jefe vivo y terribe.

    El resto est expuesto en todos los escritos contemporneos. Elms autntico es a mis ojos el informe de Jruschov, porque es inte-

    resado y constituye un documento poltico. Todo se encuentra en l:la determinacin del personaje, su sentimiento de omnipotencia, sucrueldad sin escrpulos y su espritu de venganza. Estos rasgos del in-dividuo Stalin son, sin embargo, secundarios. Lo principal es la orques-tacin de un conjunto de medios destinados a suscitar la devociny el amor a l, a su figura paternal, constantemente rodeada de nios,circundada por un pueblo feliz y sumiso.

    Apoderndose de todos los ttulos civiles y militares a los que podap re tender un hom bre, el Jefe y Seor ilu stra la concentracin en unasola persona de los poderes hasta no haca mucho tiempo distribuidosentre varios hermanos de armas y de partido. Simultneamente, elbautizo de calles, de ciudades, de in stituciones que llevan su nom breestableci un vncu lo d irecto en tre el caudillo y .la masa que lo ce-lebra cantando el himno en su alabanza: Stalin nos educ en el esp

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    438 HIPTESIS SOBRE LOS. GRANDES HOMBRES

    ritu de la fidelidad al pueblo. Nos educ en la realizacin de nuestrotrabajo grandioso y en nuestros actos, etctera.

    De todos, exigi que participasen en el mantenimiento continuode su culto con homenajes a su gloria, la referencia a su genio y su

    propia abnegacin. Incluidos aquellos a quie nes ib a a asesinar, com oKirov, o destinar a procesos infamantes, como Bujarin. En el mis-mo decimosptimo congreso, el primero declara a Stalin el jefe msgrande de todos los tiempos v de todos los pueblos, y el segundo loprocla m a el glorioso mariscal de las fuerzas prole ta ria s, el m ejo r delos mejores revolucionarios.

    Los pases, comenzando por el suyo, son inundados por los millo-

    nes y millones de retratos que hacen omnipresentes al personaje y asu imagen rectificada por la propaganda. Y tiene bajo su mirada a lospueblo s lejanos, lo m ism o que cuid a de tener a cuanto s le rodeanbajo el im perio de la m irada. Como hipnotiz ador apasionado, Sta linse crea capaz de. impresionarlos y de dominarlos. Este rasgo se im-pone lo su fic iente m ente para que Jruschov lo su braye: E ra capaz demirar a alguien y de decirle: Por qu las miradas de usted son hoytan huidizas? o Por qu se aparta usted hoy y evita m irarm e a losojos?. 10

    Lejos de reflejar una sospecha enfermiza, estas preguntas son otrastantas rdenes. Tienden precisamente a someter la mirada al poderde la mirada y a revelar su fuerza. Vctor Hugo conoca su fuerzacuando escriba: Obligar a la multitud a examinarnos, es hacer actode poder. Al apartar de s poco a poco a aquellos que le desagradano que se le resisten, el caudillo rene en. torno suyo un vasto espe-

    jo que le devuelve sus pensamientos, su volu ntad y que refle ja su om-nip ote nc ia.11

    Este comentario puede parecer un tanto corto, sabiendo hasta qupun to el hom bre ha sido obedecido, adula do, venera do por m u ltitu -des humanas de toda condicin y de todas naciones. Pero este comen-tario habr alcanzado su objeto si logra fijar un poco mejor nuestrasideas relativas a la ndole de los caudillos totmicos. No hay quedejarse obnubilar jams por la inmensidad de los fenmenos: su ex-plicaci n es siempre relativam ente sencilla , y u n poco decepcio nan-te. Hasta el punto de que nos preguntamos: No es ms que eso?S, y en el caso de Stalin, probablemente, no fue ms que eso. Sin

    duda, debemos tambin tener en cuenta el estado de la sociedad y

    10B, Lazitch; L e R a p p o r t Kh. rou cht ch .ev et son hi st oire, op. ci t. , p. 97.11 I d e m , p. 177.

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    CAUDILLOS MOSAICOS Y CAUDILLOS TOTMICOS 439

    de la economa soviticas, para comprender mejor las circunstancias enlas que lleg a la cima de un poder a la que pocos hombres se eleva-

    ron. Pero la floracin de caudillos, totmicos y su morfologa con-tempornea no comenzaron con l. En todo caso, no fue una novedadni en el movimiento socialista ni en la Unin Sovitica. Tuvo muchosherederos, tanto como imitadores. Y, a pesar de todo lo que se haescrito estos ltimos aos, 110 creo que hayamos visto su fin.

    La dualidad de las dos clases de caudillos debe ser ilustrada enotros m edios histricos.12 Lo im po rtan te 110 es que exista, porque todose puede, dividir por dos, ni que las oposiciones sean las que he des-crito. Lo importante es que deriva de una prohibicin esencial de

    convertir al hombre en un dios, que modela la civilizacin fuera de nos-otros y ei yo ms ntimo en nosotros.

    12 El mismo psicoan lisis no est ex en to de caud illos totmicos. Vase F.Georges: L 'E f f e t ya u de pole , Grasset, Paris, 1979.

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    X X X V I I I . E L S E C R E T O D E U N A R E L I G I N

    H a s t a aqu, hemos considerado a los caudillos en cuanto que po-seen un carisma. Los hemos definido como la reunin de dos perso-najes en uno solo: sombra proyectada del padre fundador y del hijoheroico. Pero estas sombras estn vinculadas a una doctrina, a un ob-

    je to que se han fijado co mo mis i n realizar. T odo esto es claro , in clu-so si la explicacin expuesta sorprende.

    Por otra parte, la psicologa de las masas nos ha enseado que loscaudillos no pueden llevar a cabo su misin sin reclutar unos indi-viduos momentneamente separados de su grupo habitual. stos for-man el embrin de una multitud. Experimentan el ascendiente de un

    jefe que transform a su encuentro en una organizacin estable. La Ig le-sia y el ejrcito, y reconocerlo fue la audacia de un Tarde y sobretodo de un Freud, son el modelo de toda multitud de esta ndole. El

    partido es la traducci n de la una y de la otra en u na sociedad comola nuestra que ya no est regida por la tradicin familiar, local yaristocrtica. En una palabra, los partidos son a la vez las iglesias y losejrcitos de la poca de las multitudes. A esto se debe que, tanto en elinterior de cada partido, como de cada ejrcito o Iglesia, haya unamultitud que luche por salir de ellos. El temor que atormenta ms acada jefe poltico, religioso o m ilitar ms fue rte q ue su tem or a laderrota o incluso a la rebelin, es el temor de ver regresar su org;a' O Onizacin al estado de m u ltitu d a consecuencia de algn erro r que l

    pud iera cometer. Puesto que la m u ltitu d es la anttesis de l ej rc ito,de la Iglesia, etc., una reunin de hombres que no agrupa ya la dis-ciplina, sino el humor o la tradicin, es abandonada al juego de emo-ciones poderosas y contagiosas, capaces de disolverla. Soldados o parti-darios manifiestan el ms profundo desprecio por los jefes Gamelin,Kerensky, C ado rna y mucho s otros cuyo ejrcito o pa rtido se les hadeshecho entre los dedos.

    La caracterstica comn a todas esas multitudes artificiales, la pruebade su buena salud, es siempre y por doquier un sistema de creencias.

    Un caudillo no podra fundir ni dirigir tal partido, necesario parasu obra, si no poseyera tal sistema. Porque las masas no actan sinomovidas por una creencia, y las creencias no existen sino por las masas.

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    444 LAS RELIGIONES PROFANAS

    El profeta se ha convertido en el arquetipo de lder contemporneopre cisamente por esta razn: es preciso que susc ite una fe robusta en

    torno suyo.Ahora bien, el ejemplo y la forma ms cabal de un sistema decreencias es la religin. Extraa paradoja. Bajo la influencia de laciencia, los hombres se han apartado de la religin sagrada en el mo-mento mismo en que los demiurgos polticos, para reunir partidariosy movilizar las masas, la han reinventado bajo otra forma, lo cualresume as Gramsci: Una parte importante de El pr inc ipe modernodeber estar consagrada a la cuestin de una reforma intelectual omoral, es decir a la cuestin religiosa o de una concepcin del mun-

    do .1 Evide ntem ente, las masas no pueden v ivir bajo un cielo vaco.

    II

    Me refiero, como es natural, a una religin profana. En primer lugar,sta no presupone ni dios, ni vida despus de la muerte. Se puede serateo y compartirla. Cada nacin se ha forjado una. Y es en calidadde religiones profanas, digmoslo, como las diversas visiones socialis-

    tas han exaltado y levantado a las masas oprimidas en el mundo, ycontinan hacindolo. Su accin implica ese acceso de locura de lafe descrito por Zola en Germinal . Llevan consigo un dogma, unostextos sagrados a los que se obedece, unos hroes con calidad de santos.

    Adems, tal religin profana responde estrictamente a determina-das necesidades psquicas la necesidad de certidumbre, la regresinde los individu os a la masa, etc y a na da ms. E n ningn caso sefunda sobre un supuesto sentimiento religioso inherente a la natura-leza humana. No cuenta con la intervencin, ni siquiera disfrazada,

    de un ser divino en los asuntos humanos. Muy al contrario: invocaseres cualesquiera la naturaleza, la historia, la patria, la industria,etc. que se supone dirigen nuestro destino de m anera objetiva. Encuanto a lo esencial, se la concibe apta para movilizar a los hombresapelan do a su adhesin a unos valores la libertad, la justicia, la revo-lucin , etc. o a unas com unidades los franceses, los trabajado res,etc., po rqu e la religin es un poder inm enso que tiene a su servi-cio las emociones ms fuertes de los seres humanos.2

    Al penetrar en los poros de la sociedad de masas, se convierte en

    1 A. Gramsci: N o te su l M achiavel l i , op. ci t. , p. 8.2 S. Freud: N e w I n t ro d u c to ry L ec tu res on Psychoanalysis, op. ci t. ,p. 161,

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    EL SECRETO DE UNA RELIGIN 445

    la sustancia de la vida humana, en la energa de una fe vacante sin Jacual todo muere. La nocin de tal religin es uno de los descubri-

    mientos de la Revolucin francesa. Robespierre, el primero, recono-ci en ella el medio ms poderoso de regenerar a una nacin. Vio enella el instrumento que permita instaurar la repblica en lugar dela monarqua. Las fiestas cvicas de la Razn y del Ser Supremo con-sagraron este descubrimiento.

    Examinemos ms detenida m ente tal religin,8 dejando a parte susmanifestaciones espectaculares, que ya hemos descrito. Cules son susfunciones? La primera es componer una visin total del mundo, que

    palie el car cte r fragm enta rio y div id ido de cada ciencia, de cada tc-

    nica y del conocimiento en general. Existe, en lo ms recndito de lanaturaleza humana, una necesidad elemental de armonizar, en el senode un conjunto perfecto, todo lo que, en nuestra experiencia, nosparece in com patible e inexplicable . Cuando no poseem os ya prin ci-pios simples, de modelo n ico para explicar lo que pasa en nosotrosy en torno de nosotros, nos sentimos amenazados. Peor todava: re-ducidos a la impotencia, frente a la diversidad de las fuerzas econ-micas, de los problemas psquicos y de la masa de los acontecimientosincontrolados. Esta falta de coherencia nos impide participar en unaaccin social definible. No hay ni orden ni seguridad posible para losindividuos en una sociedad en la que el nmero de interrogacionesexcede el nmero de respuestas.

    Indudablemente, el hombre de ciencia o el tcnico pueden confor-marse con esta divisin, aceptar la oscilacin perpetua entre unassoluciones contradictorias y la incertidumbre de unas verdades efme-ras. Pero el hombre, en su vida ordinaria, la rechaza. Est vido decertidumbres slidas, de verdades inmutables, tnicamente ellas le per-

    miten dominar las fuerzas del presente y hacer proyectos para el fu-turo. Experimenta la necesidad de una visin de conjunto, teniendoun a causa nica la clase social, la raza, etc., un prin cip io univer-sal la luc ha de clases, la seleccin natura l, etc. y un a imag en defi-nida del mundo humano y no humano. Por esencia, las religiones pro-

    3 E xtra a r' quiz que no evoque yo a este prop sito el concepto de ideolo-ga. De hecho, lo evito, por dos razones. En primer lugar, no forma parte, nidel campo de estudio, ni del vocabulario clsico de la psicologa de las multi-

    tudes. No se encuentra ni en Le Bon, ni en Tarde, ni en Freud. Adems, lareligin profana difiere de la ideologa en que supone una fe, por lo tanto unainfluencia del pasado sobre el presente, en parte independiente de los factoreseconmicos. Dicho de otro modo, a diferencia de la ideologa, no sera una su-

    pere structu ra .

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    446 LAS RELIGIONES PROFANAS

    fanas le proporcionan tal visin total. Ofrecen una concepcin delmundo en la que cada problema encuentra su solucin. Tales son a

    doctrina liberal, las doctrinas nacionalistas, o tambin la teora marxista, que, segn Freud, en la Rusia sovitica ha alcanzado la ener-ga y el carcter autnomo y exclusivo de una Wel tanschauung , peroal mismo tiempo una semejanza inquietante con lo que ella combate.4

    Se puede afirmar que el progreso constante de las ciencias moder-nas, al acrecentar su fragmentacin, ai multiplicar las preguntas sinrespuesta, ha expulsado a Dios de los espritus. Al mismo tiempo, haacrecentado el peso, la utilidad, la necesidad de una visin del mundoque no retiene de la ciencia sino el vocabulario, los argumentos y lasimgenes que vuelve a combinar a su antojo. Advirtamos, sin embar-go, una diferencia esencial. Todas las religiones sagradas proponen unaconcepcin del mundo fsico. Explican el origen del universo y pre-vn su futuro. En cambio, las religiones profanas se constituyen entorno de una visin del mundo social. Explican el origen de la socie-dad (la nacin, la raza, la clase, etc.) y desc riben m inu ciosam en te lasetapas de su devenir hasta un estado perfecto, que se espera sea defi-nitivo. Este cambio se explica probablemente por el progreso mismo

    que he mencionado: hemos expulsado a la divinidad de la naturale-za, y ella ha encontrado refugio en la sociedad.La segunda funcin de una religin profana consiste en armoni-

    zar las relaciones entre el individuo y la sociedad, en reconciliar en llas tendencias sociales y antisociales. Lo logra sustituyendo las fuer-zas exteriores por las fuerzas interiores, remplazando las coaccionesde la represin bruta por las de la conciencia individual. Esto exigeun trabajo paciente, el trabajo mismo de la civilizacin. Permite ob-tener, de la adhesin a un ser y del consentimiento de sus valores, lo

    que se obtena bajo la amenaza, por el efecto de la dominacin vio-lenta. Se opera nicamente, como sabemos, por medio de una iden-tificacin. La alternativa es clara: Hemos aprendido escribe Freudque hay dos cosas que mantienen unida una comunidad: la coaccinde la fuerza y los vnculo s afectivos (se les llam a tcnicam ente iden -tificaciones) de sus m iem bro s :5

    Sin duda se pueden establecer estos vnculos por muchos medios:el sistema de parentesco, la inclusin en un cuerpo militar o en una

    pro fe sin, y as sucesivamente . Pero , en la sociedad de masas, todos

    estos medios han perdido su prestigio, y por lo tanto su eficacia. ni

    4 S. Freud: N e w In t r o d u c to r y Lec tu res on Psy choanalys is, op. ci t. , p. 161:5 S. Freud: Warum Krieg?, op. cit . .3 p. 19.

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    EL SECRETO DE UNA RELIGIN 417

    cam ente las religiones (y sus partidos misioneros) pue den suscitar to-dava tales vnculos. Llevan a los individuos a aceptar en su fuerointerno lo que la colectividad exige de ellos. Ms generalmente, tomanen cuenta y en mano los temores de cada cual relativos a su cuerpo,a la enfermedad, a la muerte, y tambin al trabajo, a la injusticia, a laexplotacin de que es objeto en la vida material. Las religiones reco-nocen la aspiracin a la felicidad,, la necesidad de proteccin que ex-

    perim entan los hom bres desde la in fa ncia . Despus de haber pinta docon los colores ms sombros las fuerzas que los amenazan, las religio-nes proponen una solucin. Indican crrio y por qu vendr un mundo

    transparente y seguro: un cuerpo sin enfermedad, una sociedad sinconflictos ni clases, una comunidad de amor universal, una democra-cia sin amo ni Dios, y as lo dems.

    Son, pues, religiones de la esperanza. Garantizan a los hombres quesaldrn victoriosos de la tormenta y definitivamente, a condicin deidentificarse con el ideal'que los sobrepasa y de respetar las prescrip-ciones que ellas dictan. Esto les da la posibilidad de proponer unaescala de valores que distingue claramente entre dos categoras de actos,de pensamientos, de emociones: los unos estn permitidos, los otros

    vedados. Al respetar las reglas, cada cual evita el conflicto que podraoponerlo a la sociedad. Est descargado del peso de elegir y evita elriesgo de desviarse respecto de los dems. De este modo se ahorranmu chos sufrimientos m entales y morales. La religin advierteF re ud restringe el juego de la eleccin y de la adap tacin, puesto queimpone igualmente a todo el mundo su propio camino hacia la ad-qu isicin de la felicidad y la proteccin respecto del sufrim iento. 6 Deeste modo, la religin reconcilia a los inconciliables. Da un sentido

    social a la existencia individual, confiere un objeto a una vida queno adquiere ninguno sino a condicin de renunciar a sus. deseos y decontemplar su realidad propia por los ojos de los dems. Son los ojosdel supery colectivo, que forma en adelante parte del individuo y alcual obedece.

    Comprender estas dos funciones de las religiones profanas pro-poner una concepci n del m undo social e id entif ic ar a los in div id uoscon la colectiv idad no significa evide ntem en te q ue se las preconice.

    N i que se aprenda nada nuevo a su respecto. Pero era necesario fija r

    las ideas.

    0 S. Freud: Civi l i zat ion and i t s Discontents , op. c i t . , p. 84.

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    448 LAS RELIGIONES PROFANAS

    I I I

    Y he aqu su tercera funcin, su gran empresa: disimular un miste-rio. Cada religin tiene el suyo. En su nombre, la religin imponereglas y proclama verdades sobre las cuales no da explicaciones. Porel contrario, cubre sus razones con sombras espesas y las disimula demanera que nadie las perciba. Se hace todo lo posible para evitarun contacto fortuito. Todo coopera a impedir la revelacin del se-creto sustrado as a las miradas del pblico de los fieles. Este secretose presenta ora como una cosa beneficiosa, ora como una cosa mal-fica. nicamente circunstancias extraordinarias inducen a revelarlo.

    El que lo descubre expa su acto, a veces a costa de su vida. As como loexpi el matemtico griego que haba expuesto el secreto del trin-gulo rectngulo, celosamente guardado por la secta de los pitagricos.Toda la comunidad que comparte la religin parece, en semejante caso,

    pre sa de la vio lencia y postrada por un te rror pnico y desproporcio -nado con el valor de la revelacin.

    Pu ed e afirmarse qu e la mayora de las m ultitu de s artificiales ejr-citos, iglesias, partido s estn en relacin con tal misterio. Poseen ungran nm ero de ceremonias, de emblemas, de santos y seas (recu r-

    dense los masones!) , que lo protegen y censuran todo intento de des-cubrirlo. Sirve para justificar la jerarqua. El individuo que sube susescalones se acerca al punto sagrado, en tanto que los dems perma-necen a distancia. De dnde le vienen su importancia, su fuerza deinterdiccin? Por qu el riesgo de su revelacin provoca reaccionestan violentas?

    Podrase invocar una causa social, como es la defensa contra unmundo exterior hostil, contra los enemigos y los perseguidores. La ma-yora de los movimientos sociales han padecido tales persecuciones.

    Una parte de su existencia se ha desarrollado de manera clandestina.Pinsese en los cristianos refugiados en las catacumbas a fin desobrevivir en el seno de una sociedad inhospitalaria. Todos han paga-do el precio del martirio, testimoniando su oposicin a negar su fe yconfesando cul era su vnculo y lo que ese vnculo ligaba. El secretosera, pues, el de la creencia por amor a la cual los hombres padecenlos peores suplicios. Cierto.es que cada movimiento, de los cristianosa los socialistas, conserva los vestigios de un temor del peligro exter-no, el de ser descubierto, y del peligro interno, el de ser traicionado.

    Continan comportndose como si pertenecieran todos a un mismotipo de sociedad, la sociedad del secreto. En nuestros das, se recono-

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    EL SECRETO DE UNA RELIGIN 449

    cen todava sus rasgos en numerosos partidos, en la Iglesia y las aso-ciaciones de corte masnico. Ouiero decir los rasos de una sociedad' % O

    secreta encajada en una sociedad abierta.7Hay en esto una parte de verdad. Sin embargo, no explica ni la

    pers is tencia de ta l connivencia , cuando ese doble peligro ha desapare-cido, ni las reacciones excesivas cuando es descubierto lo que tantocuidado se pone en ocultar. Se dira que, en este caso, el suelo de lahistoria va a abrirse bajo los cimientos y a tragarse todo el edificiopol tico o social. La confesin parece una eventualid ad tan inquietan-te que, incluso cuando el misterio es conocido en parte, se sigue ig-norndolo. Se ha tenido recientemente la ocasin de comprobarloen la manera en que los partidos comunistas han tratado la actuali-zacin del culto profesado a Stalin. Pues bien, incluso cuando Jruschovdecidi afrontar la interdiccin, se limit a ampliar el crculo de quie-nes compartan el secreto. Para la gran masa del partido y del pueblosoviticos, nada transpir al exte rior: Deb eram os e xam inar deca'r muy seriam ente la cuestin del culto de la personalidad. N ing un anoticia relativa a este asunto deber filtrarse al exterior; la prensa, es-pecia lm ente , no debe ser info rm ada. Por tal razn examinamos esta

    cuestin aqu, en sesin del Congreso, a puerta cerrada.8Se pusieron todos los medios para que el reconocimiento de los

    errores y de los embustes mortales no quebrantara el muro de silen-cio y para convertir "n misterio la existencia del propio informe: puer-ta cerrada, silencio en la prensa, comunicacin reservada a los crculosdirigentes, prohibicin a los congresistas de tomar notas y de relatarla reunin en el exterior. Hasta el punto de que a un miembro del Co-mit Central que lo interrogaba sobre su autenticidad, Maurice Thorez pudo replicar: Ya lo ves, este informe para m, no existe, y prontono habr existido jams.9

    IV

    En este punto, puede alguien inclinarse a creer que mantengo curiosasilusiones en cuanto a las posibilidades de la psicologa de las multi-tudes de esclarecer estos hechos extraos y generales. Pronto ver quetales temores estn justificados. Todo lo que decimos rebasa amplia-mente los datos histricos y sociolgicos disponibles, lo cual no debe,

    7 G. Simmel: Soziologic, Dunker et Humbold, Leipzig, 1908.8 B. Lazitch: L e ra p p or t K h r o u c h tc h e v e t so n se cret, op. cit. p. 1500 P. R obrieu x: M au rice Th o rez , sa vie se cre te et sa vie p u b l i q u e , Fayard,

    Pars, 1975, p. 466

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    LAS RELIGIONES PROFANAS

    sin embargo, desalentar de seguir con nosotros una bsqueda que otrosdatos podran justificar un da. Sin tales aventuras en la novela de

    ideas, no hab ra ni astronom a, ni cosmologa, ni qumica. N o causa-r asombro comprobar que esta advertencia prepara una vuelta a lahiptesis del ciclo totmico inaugurado por el asesinato del padre pri-mitivo. Siempre que volvemos a l, lo abordamos, sin embargo, desdeotro ngulo, y tomando otro punto de partida.

    Si las vctimas esclavizadas de la opresin paterna se rebelan, esnecesariamente porque han comenzado a fabricarse, con la ayuda desu experiencia, la visin de una sociedad mejor. Se puede suponer queesta sociedad era igualitaria en sus miras, y admita una moral razo-

    nablemente abierta. Pero a fin de ponerla en prctica, fue precisoque los hermanos conspirasen. El instrumento de su conspiracin porla libertad fue el asesinato del tirano. Es fcil imaginar la escena: todoslos parricidios e incluso a veces los genocidios se parecen.

    Qu ocurri despus? Segn Freud los conjurados, atormentadospor el rem ordim iento y el te m or, re solv iero n hacer de su vctim a undios. Esperaban borrar as los rastros de su crimen. Pero es posible

    preguntarse si no encontraron en sus rem ordim ie ntos una ju sti fic acinpara deificarse ellos mismos, un medio de converti rse ellos, lo s u sur-

    padores, en sucesores. En una pala bra , de es ta m anera, los hijos selegitimaron. Disfrazaron una muerte violenta de muerte natural. Noolvidemos qu e el grito El rey ha m ue rto, viva el rey! disim ula am en ud a este otro: El rey ha sido asesinado, vivan sus asesinos! A

    p artir de estos elemen tos, en tre otros, se puede proponer una obse rva-cin. Toda religin es por definicin obra de los hijos conjurados yno de los padres fundadores. Tienen una razn psquica y poltica paratejer una red de ilusiones relativas al origen de la nueva sociedad yal papel que cada uno de ellos ha desempeado en l.

    Como consecuencia, cul fue el efecto del crimen? El de crear unvnculo entre los hermanos, pero un vnculo social que contiene dos.Voy a explicarme. Una vez cometido el asesinato, renuncian a lasrelaciones sexuales con sus madres y sus hermanas, se comprometena respetar el derecho de cada cual, y establecen las instituciones apro-piadas. Este es el prim er vn culo . Al mismo tie m po, 110 lo olvidemos,son cmplices. Su conjuracin los ha encadenado a un secreto comn,imposible de revelar tal cual a cualquiera, comenzando por ellos mis-mos. No hablan de l sino a medias palabras y en determinados

    lugares, por temor a reavivar un recuerdo penoso, por temor tambina descubrir los detalles de lo ocurrido. Este segundo vnculo es eviden-tem ente de complicidad. L a sociedad escribe F reu d se fun dab a

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    EL SECRETO DE UNA RELIGIN 451

    ahora sobre la complicidad en el crimen comn: la religin se fun-

    daba sobre los sentimientos de culpabilidad y de remordimiento re-lacionados con aqul, en tanto que la moral se fundaba en parte sobrela.s exigencias de esta sociedad y en parte sobre la penitencia recla-m ada po r el sentimien to de cu lpa bilid ad . 10

    Hay en cada sociedad una mancha ciega, que corresponde a la cons-titucin del ojo. En la sociedad como en el ojo, se la advierte slocon dificultad. Sabemos ahora que tiene los contornos de un complot,de una conjuracin que se urdi en sus orgenes para trastornar elorden de las cosas y termin con un crimen espantoso, insoportablepara sus propios autores. Sin el temor, sin la sangre derram ada, su in -surreccin hubiera sido ineficaz. No habra marcado al mismo tiempoun fin y un comienzo. Una vez derramada la sangre, cada cual quedamaniatado por su complicidad. Ella es el ncleo comn, la fuerzaque mantiene unidos a los miembros de la sociedad, ms todava que losintereses o las leyes de asociacin. Aadamos que tal complot, que con-tina porque preciso es ocultarlo, est quiz en los cimientos de lamayora de las instituciones.

    Despus de estas dos series de observaciones, podemos cerrar estecaptulo rpidamente. Las religiones son obra de los hijos, de lossucesores del padre fundador de un pueblo o de una sociedad deter-minada. Ellas los disculpan y los legitiman a la vez, disimulando sucrimen hasta el punto de que nadie ve ya en ellos a sus autores.

    Lo esencial me parece, sin embargo, esto. Mientras que disimulanlos rastros de su crimen y de su conspiracin, las religiones mantie-nen, reanudan y celebran el lazo que existe entre ellos, perpetan laconnivencia que subsiste detrs de la sociedad legal, porque nada man-tiene ms estrechamente juntos a los hombres como la complicidaden una serie de fechoras de las que ninguno quisiera ser reconocidocomo autor. Prestar atencin a lo que se ve, descubrir lo que se sabe,sera provocar la irri