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Morgado en el Club Philidor [A.R. Pablo Javier Herrera y Luis Emilio Ferrari] El GM Juan Sebastián Morgado ofreció el viernes una conferencia sobre historias del ajedrez argentino en el Club Philidor, de Morón. Presentó una síntesis de sus últimas investigaciones, fruto de las cuáles son sus recientes libros Ajedrez en la historia argentina (tomos 1 y 2), y Sangre y ajedrez en el Parque. Gran parte de la exposición estuvo dedicada a destacadas figuras que vivieron en Morón en distintas épocas, como Benito Villegas, José Pérez Mendoza y el escritor Witold Gombrowicz. También dedicó una mención a la última obra del profesor Zoilo Caputto, Recuerdos con jaque. También expuso sobre algunos temas tratados en su libro Los años locos del ajedrez argentino, inédito aún, que trata sobre el período 1919/25. El Club Philidor, cuya sede está en la calle 9 de julio 613, Morón, nació del proyecto de dos amigos: Oscar Rojas y el Arquitecto Daniel Carmuega, que en enero de 1998 soñaron con brindarle a la comunidad ajedrecística un lugar de encuentro para todo aquél que quiera participar de esta apasionante actividad. Es un club con un afectis societatis muy especial: está orientado a la familia, y busca proporcionar, en especial, a niños y jóvenes, un espacio para el enriquecimiento cultural y social, promoviendo la cultura. El Club debe su nombre al notable jugador francés de ajedrez: François André Danican Philidor (1726-1795), que en el siglo XVIII se reunía en el conocido café de la Régence. El edificio donde se emplaza es una construcción que data de 1880 de estilo barroco, donada por Oscar Rojas, y restaurada con el apoyo y ayuda de Daniel Carmuega, y de muchísimos amigos que aportaron su tiempo, sacrificio, voluntad y empeño. En abril de 2011, había visitado la institución el Gran Maestro Oscar Panno, quien ofreció una charla muy amena donde relató entretenidas anécdotas. Posteriormente, en mayo se disputó el Magistral Panno (Categoría VIII), organizado en homenaje al Gran Maestro, que fue ganado por el GM Sandro Mareco.

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Morgado en el Club Philidor[A.R. Pablo Javier Herrera y Luis Emilio Ferrari]

El GM Juan Sebastián Morgado ofreció el viernes una conferencia sobre historias del ajedrez argentino en el Club Philidor, de Morón. Presentó una síntesis de sus últimas investigaciones, fruto de las cuáles son sus recientes libros Ajedrez en la historia argentina (tomos 1 y 2), y Sangre y ajedrez en el Parque. Gran parte de la exposición estuvo dedicada a destacadas figuras que vivieron en Morón en distintas épocas, como Benito Villegas, José Pérez Mendoza y el escritor Witold Gombrowicz. También dedicó una mención a la última obra del profesor Zoilo Caputto, Recuerdos con jaque. También expuso sobre algunos temas tratados en su libro Los años locos del ajedrez argentino, inédito aún, que trata sobre el período 1919/25.El Club Philidor, cuya sede está en la calle 9 de julio 613, Morón, nació del proyecto de dos amigos: Oscar Rojas y el Arquitecto Daniel Carmuega, que en enero de 1998 soñaron con brindarle a la comunidad ajedrecística un lugar de encuentro para todo aquél que quiera participar de esta apasionante actividad. Es un club con un afectis societatis muy especial: está orientado a la familia, y busca proporcionar, en especial, a niños y jóvenes, un espacio para el enriquecimiento cultural y social, promoviendo la cultura. El Club debe su nombre al notable jugador francés de ajedrez: François André Danican Philidor (1726-1795), que en el siglo XVIII se reunía en el conocido café de la Régence. El edificio donde se emplaza es una construcción que data de 1880 de estilo barroco, donada por Oscar Rojas, y restaurada con el apoyo y ayuda de Daniel Carmuega, y de muchísimos amigos que aportaron su tiempo, sacrificio, voluntad y empeño. En abril de 2011, había visitado la institución el Gran Maestro Oscar Panno, quien ofreció una charla muy amena donde relató entretenidas anécdotas. Posteriormente, en mayo se disputó el Magistral Panno (Categoría VIII), organizado en homenaje al Gran Maestro, que fue ganado por el GM Sandro Mareco.

Morgado junto a M. Wester, M. Ardiles, A. Campesi, V. Guzmán, P. Gerola, P. Barrionuevo, D. Chan, L. E. Ferrari, M. Coria, C. Gilges, P. Herrera, S. Medina, M.

Parternoste,A. Conde, A. Medina y A. Candia.

Morgado firma una dedicatoria al club, junto a Pablo Herrera, de la Comisión de Torneos, Dr. Carlos Gilges, el Presidente Miguel Coria, el ex Presidente Luis Ferrari,

el Dr. Daniel Chan y el MI Pablo Barrionuevo

Síntesis de la conferencia, Club Philidor, Morón, el 30 de nov – 2012[Juan Sebastián Morgado]

Historia de Morón y los Villegas Después de la revolución del 11 de septiembre de 1852, la provincia de Buenos Aires quedó como Estado autónomo, formado por dos partes: la capital y la campaña. Esta última se componía de varios partidos. El 16 de octubre de 1854 se promulgó una ley de municipalidades.La elección de los municipales estaba a cargo de los vecinos del distrito. El Juez de Paz era nombrado por el Gobierno del Estado, de una terna propuesta por el municipio. La renovación del Juez de Paz sería anual, junto con la de dos municipales titulares y un suplente. El Juez de Paz tenía funciones ejecutivas, equivalentes a un alcalde. Los municipales tenían roles específicos: uno de ellos como procurador, otro a cargo de la inspección de negocios, un tercero como inspector de escuelas y síndico de templos, y el cuarto encargado de la recaudación de rentas.Elecciones de municipalesLos gobiernos nombraron Jueces de paz y aprobaron las elecciones municipales anuales de Morón, desde 1855.El Registro Oficial dio cuenta de las siguientes elecciones para Morón:Serapio Villegas fue Municipal en 1855, 1860, 1863Serapio P. Villegas fue Municipal en 1883.Serapio P. Villegas fue Juez de Paz en 1884.

Fue comisionado electoral Mariano Castellano (Tío de Benito), en 1887.

Benito Villegas según Paulino Alles MonasterioVillegas fue un enamorado de lo nuestro. Había sido criado en la estancia paterna, y quizá por eso fuera el más consumado ‘caballista’ de nuestros jugadores. Tendría alrededor de 60 años cuando lo vimos revolear la pierna por encima de un flete, una tarde, en la quinta de Piazzini en Castelar, con esa agilidad que sólo conservan los que de niño se prendieron en las crines de un petiso para montarlo. Aquella facilidad explicaba mejor lo ambiguo de esa frase suya: los alfiles son más ágiles, pero los caballos son más nobles. Y no era una simple frase, sino una convicción. Cuando le tocó medirse con el Dr. Tartakower en un cotejo de responsabilidad, confió su partida a los dos pingos. El resultado adverso no anula su espléndida labor de seis horas, arruinada en un solo instante: los nobles caballos de Villegas ya habían demostrado ser más eficaces que los ágiles alfiles de Tartakower. (…) Era un roble de antigua raigambre salteña. Nació y creció sobre esta tierra, y no hubiera podido crecer en otra. [Nota de Paulino Alles Monasterio en PBT nº 817 del 16 de mayo de 1952. Alles Monasterio nació el 14 de agosto de 1897, y falleció el 20 de noviembre de 1984. Fue un millonario que dedicó gran parte de su vida al ajedrez]

Personalidad de Benito Higinio VillegasBenito Villegas era llamado a principios de siglo el Hamlet del ajedrez porteño, por ser el más batallador defensor del rey. Constituye toda una preciosa reliquia, toda una magnífica historia. Nació el 11 de enero de 1877, y falleció el 27 de abril de 1952. A los cinco años ya era un ajedrecista precoz, entrenado por su tío Mariano Castellanos, por entonces jugador de primera clase. Don Benito se revela en 1899 al ganar el certamen organizado por el Club del Progreso; en 1905, nuevamente primero en el del Club Argentino. En realidad, es el toro qu e prueba a los diestros más famosos que llegan al país, con la displicencia de los que esperan encontrarse con becerros, y ocurre que topan con un imponente bicho de lidia que les ensarta de entrada nomás, batiéndolos a las primeras de cambio. Tal lo que les pasa, primero, al maestro alemán Richard Teichmann, y después, a Jean Taubenhaus. Ya en 1922 se consagra Campeón Nacional, y desde entonces lo tenemos siempre en el primer plano de nuestro ajedrez. [Gary Sherwood, PBT nº 806 del 29 de febrero de 1852. Una hija de Villegas se casó con Jacobo Bolbochán]Tal era el magnetismo de Villegas en el seno del Club Argentino, que encontrándose él con algunos problemas económicos, el 5 de abril de 1910 la Comisión Directiva de la entidad resuelve condonarle las cuotas adeudadas, ¨por considerar que la presencia de éste es beneficiosa para el Club¨. Se

acuerda que saldará sus cuotas mediante dos conferencias.En la Peña Radical de la circunscripción 20ª, que presidía César Carman, se jugó una simultánea en la que participaron Villegas y Piazzini. [19 de julio de 1935. Diario Tribuna Libre]

Ernesto Andía fue discípulo de José María Ramos Mejía, quien tituló su primera obra Neurosis de los hombres célebres en la historia argentina, un estudio en que analizaba desde las patologías psíquicas a distintos gobernantes, políticos y caudillos argentinos, como Rivadavia, Guillermo Brown, Monteagudo o Juan Manuel de Rosas. Ernesto escribió en 1929 un pequeño librito, La neurosis de nuestros ases del ajedrez, en el que describe de manera casi escatológica a varios de los mejores jugadores argentinos de la época. Era socio del Club Jaque Mate.

Benito Higinio Villegas (Descripción de Ernesto Andía)Andía coincide con muchas de las numerosas descripciones que se han escrito sobre Villegas a lo largo del tiempo:

Es el más viejo de nuestros ajedrecistas, el más amante del ajedrez. Maniático polarizado. Vive soñando partidas, variantes, aperturas y finales. Aún en la más indigente situación económica le dedicaba sus entusiasmos a su delirio. Al hablar de cualquier tema, en cualquier conversación, diálogo o tertulia, interrumpe inopinadamente con el análisis de tal o cual jugada o variante. Obsesionado. Ignora los hechos más notables que acontecen en el mundo. Cuando se firmara el armisticio de la gran guerra estaba completamente en ayunas del hecho, y se anecdotiza su sorpresa al saberlo con la frase que exclamara:

—¿Cómo?¿Ya terminó la bolada?— De relativa cultura general, amable, chistoso, con algo de poeta, guitarrista y cantor. Posee un ameno equipaje de dichos criollos. Fumador empedernido. Con tal de jugar una partida olvida hasta de comer. No tiene a menos hacerlo con un jugador recién iniciado, tomándose el mismo interés que si disputara la partida a un oponente de igual categoría. Durante la misma, no se distrae absolutamente para nada. Posee el record de tiempo (jugando partidas de ajedrez): 30 horas (seguidas).Es un gran teórico, pero desgraciadamente con tesis propias de dudoso valor. Por ello es un maestro mediocre, rutinario. Muy nervioso, disimula su intranquilidad hasta despistar por completo, pero que pone de manifiesto cuando toma el vaso en que bebe, momento durante el cual puede observarse el temblor violento que lo ataca y que no puede reprimir, a pesar de los esfuerzos visibles que hace para conseguirlo.

Para finalizar, sólo nos quedaría por decir lo que expresara, no recuerdo qué campeón extranjero (N. del A.: Boris Kostic), sobre él:

—Si atacara como se defiende, sería sin duda alguna el campeón— La rutina y las teorías propias mal encaminadas son el poderoso obstáculo que detiene totalmente su camino al éxito.

Una nota a Villegas firmada por Gary Sherwood en la revista PBT, lo consideraba como un patriarca del ajedrez nacional:

Benito Villegas era llamado a principios de siglo el Hamlet del ajedrez porteño, por ser el más batallador defensor del rey. Constituye toda una preciosa reliquia, toda una magnífica historia. Nació el 11 de enero de 1877, y falleció el 27 de abril de 1952. A los cinco años ya era un ajedrecista precoz, entrenado por su tío Mariano Castellanos, por entonces jugador de primera clase. Don Benito se revela en 1899 al ganar el certamen organizado por el Club del Progreso; en 1905, nuevamente primero en el del Club Argentino.

Stahlberg y VillegasPor demás ilustrativa es la opinión del gran maestro sueco Gideon Stahlberg sobre Villegas, en uno de sus libros editados en sueco:

Benito Villegas era en su momento empleado bancario. Se cuenta que una vez fue enviado como correo por su banco a otro banco para entregar importantes papeles. En camino hacia allí pasó por un café donde se jugaba al ajedrez y entró a tomar una cerveza. Allí se encontraba uno de sus mejores amigos, y fuerte jugador de ajedrez, Arturo Quiroga. Los amigos decidieron jugar un par de partidas rápidas y así fue como Villegas se olvidó de su comisión. El juego prosiguió durante dos días, con las únicas pausas necesarias para ir al baño o comer algo. Para ese entonces ambos bancos habían dado la alarma y medio Buenos Aires buscaba a Villegas. Finalmente un colega del banco que también jugaba al ajedrez lo descubrió en el café. Demás está decir que el episodio le costó a Villegas el empleo y su carrera bancaria. [Gideon Ståhlberg, "Strövtåg i schackvärlden", Estocolmo, Suecia, Rabén & Sjögren 1965. Citado por Tullio Zannoni en www.ajedrezargentina.org]

El atornillamiento—Me apasionaban las improvisadas clases de Benito Villegas, cuando explicaba la superioridad del caballo sobre el alfil, y atornillaba las piezas sobre las casillas. Las hacía girar hasta que parecían ajustadas al tablero— [Reportaje a Julio Bolbochán en el diario La Prensa, marzo de 1962]

¿Dar codillo a Benito? ¡Imposible! Villegas y Capablanca

Durante algún tiempo, se armaba en el Club Argentino una partida clásica de tute codillo, con la participación del veterano Benito Villegas, Stahlberg, y un par de socios de la institución. Dar codillo a Benito es casi imposible, porque es tanto o más conservador en el tute que en el ajedrez. Cuando Benito dice juego, ya pueden arrojar sus adversarios los naipes sobre la mesa. Es que tiene unas cartas bárbaras. Por eso, decía Capablanca, quien también profesaba una gran simpatía a Villegas y pasaba ratos muy amenos con él: —No hay cosa que me guste más en el mundo que darle codillo a Benito—

El vozarrón, según Carlos GuimardTodos los años la FADA lo designa como comentarista del Torneo de Mar del

Plata. No hay quien lo haga con mayor amenidad. El trueno de su voz conmueve a la sala y se pierde en el auditórium. La última vez, mientras daba su conferencia, vino un mensajero y le habló al oído:

—¡Bueno, ahora sí que estamos arreglados!——¿Qué pasa, maestro?——¡Me piden que hable más despacio! ¿Les parece que hablo fuerte?——¡Qué esperanza, don Benito!——La concertista no opina lo mismo que ustedes—En efecto, su voz llegaba hasta la sala de conciertos… a 50 metros…El miércoles 11 de enero de 1949 cumplió 73 años. Querido por todos, afectos

viejos y afectos nuevos, porque basta verlo para sentir crecer hacia él simpatía imborrable, Benito sigue enseñando a maestros y aficionados a través de sus análisis, cuya profundidad es apreciada por quienes han develado ya algunos secretos de Caissa, y lucen algún título como el que estas líneas escribe.

[Fragmento de Los años locos del ajedrez argentino, Juan Sebastián Morgado, inédito]

Los primeros clubes sociales y la revista uruguayaSegún los registros históricos, la primera organización con las características de club fue el Club de Residentes Extranjeros, fundado en mayo de 1841, principalmente constituido por inmigrantes británicos, aunque también norteamericanos y de otros países europeos. Eran mayormente ricos comerciantes, que aprovechaban la libertad de comercio que se estableció paulatinamente desde la Revolución de Mayo. Regía en él un machismo absoluto, y estaba prohibida por sus estatutos la presencia de mujeres. Los concurrentes jugaban mayormente al billar y a juegos de cartas, aunque también hubo algo de ajedrez. Posteriormente, apareció el Centro Catalá, que

nació en 1857 en el barrio de Montserrat, y entre sus diversas actividades, también se fue incorporando el ajedrez. El 15 de enero de 1880 se publica en Montevideo el primer número de Revista de Ajedrez, Periódico Quincenal, fundada, dirigida y costeada por el Ingeniero de Caminos Ignacio Pedrálbes. En el acápite figuraba publicada por varios aficionados, pero en realidad, como lo descubrió en 1934 el periodista del diario El Plata Alejandro Carreras Doria, ¡los varios aficionados se reducían a uno solo: el mencionado Pedrálbes! La revista se vendía en Montevideo en la Librería de don Antonio Barreiro y Ramos, y en Buenos Aires en la Librería Hispano-Americana. Costaba 30 centésimos uruguayos. A mediados de 1880 Pedrálbes comienza a publicar las partidas de un match por correspondencia que se libraba ese año entre el mencionado Club Catalán de Buenos Aires y el Club Español de Montevideo. Este encuentro se jugaba a 8 tableros; los 4 primeros eran a nivel de club, desconociéndose quiénes eran los jugadores, y los cuatro restantes por 2 representantes de cada club, que jugaban partida y desquite. Representaban al Club Catalán el doctor Arturo Galcerán y don Arturo De Ased; y al Club Español el doctor en medicina don Guillermo Suhr, de origen prusiano, y don Ramón Padró, catedrático de la universidad y secretario de la entidad por muchos años. Cuando en 1882 el tanteador indicaba 4:2 a favor de los uruguayos, cesó repentinamente la información sobre las restantes dos partidas. [Silva Nazzari] Si tomamos las dos partidas pendientes con el resultado 1:1, el detalle del encuentro sería:Decía la revista el 30 de setiembre de 1880:Tocando ya a su fin el torneo por correspondencia entre Buenos Aires y Montevideo, se trata de organizar otro más general (Sic) en que van a tomar parte mayor número de aficionados. Hasta el presente son ocho los aficionados de Buenos Aires que van a luchar con otros tantos de Montevideo, y esperamos confiadamente que esta lucha será más interesante que la primera, la cual puede considerarse como un ensayo.El Club CatalánEn el Club Catalán también se jugaba ajedrez internamente, aunque curiosamente su actividad ha quedado registrada solamente por citada Revista Uruguaya. Decía el Presidente de este club, señor Luciano Ortuño, al presidente del Club Español de Montevideo, el 14 de agosto de 1880:

Deseando hacer un regalo para el segundo torneo de ajedrez que tiene lugar en el Centro Social, y habiendo ya la comisión especial determinado los premios para los vencedores, dedico el mío al señor don José Parra, por su

galante ofrecimiento de un cuadro al óleo, pintado por dicho señor para el primer premio, y además por los méritos contraídos por ese Centro en general, y por el ajedrez en particular. Así, suplico a Vd. Se sirva ofrecer en mi nombre a dicho señor, la mesita de salón con su juego correspondiente, que tengo el honor de remitir. Le saluda a usted con todo respecto su afectísimo S. S. Q. B. S. M.Luciano Ortuño

Publicó 8 partidas jugadas en el Club Catalán entre Arturo Galcerán y Arturo De Ased, todas ellas ganadas por el primero. [Fragmento de Sangre y ajedrez en el Parque]

Pérez Mendoza, el abuelo del ajedrez argentino, y su relación con Morón No intento escribir nada para los extraños a mi hogar; sólo dejar a mis hijos una ligera relación de mi existencia. Es ésta bien escasa de actos importantes que puedan interesar a otros, habiendo sido mi actuación muy sencilla, pues ni el arte, ni la ciencia, ni la política me han preocupado seriamente.Nací en la ciudad de Buenos Aires el 10 de noviembre de 1855; fueron mis padres Don José María Pérez Mendoza y Doña María Crespo, quienes formaron un modesto pero respetable hogar. Tuve cuatro hermanos: Horacio, María, Isabel y Alfredo. He cumplido 61 años de edad (1916) y siento ya que el atardecer del largo día comienza a apoderarse de mi físico y aún también de mis facultades mentales, pues la actividad y resistencia en el trabajo declinan violentamente, y la memoria y otros actos psicológicos no existen con el rigor de tiempos anteriores ni presente. No me entristece esto, ni me atemoriza la proximidad del fin, pues veo en estas manifestaciones del organismo la evolución natural de la materia a la que ineludiblemente estamos sujetos. Frente al sepulcro de los míos se dice: ¨Aquí yacen cenizas, polvo, nada¨, o para darle su nombre, diré: ¨profeso el naturalismo¨. Hasta los cinco años mi vida fue igual a la de todos los niños. A esa edad comencé a ir a la escuela elemental donde enseñaba un maestro particular. Los medios de instrucción eran la cartilla que comenzaba con las letras A B C y un catecismo del padre Astete, que aprendía de memoria y del que recuerdo que enseñaba entre otras cosas: ¿qué es la fe? Creer en lo que no vemos... Y una pizarra donde se escribían palotes y letras. Hoy ya pasado casi un siglo, diré que años después, conversando con mi padre sobre sistemas de enseñanza y haciéndole notar el adelanto producido en los sistemas, me contaba que en su niñez se aprendía a escribir en cajones chatos llenos de arena, la que se alisaba con un palito y se escribían las letras con el mismo.

Mi inclinación y afán de aprender era intenso, pues recuerdo que pocos años después, mandado al pueblito de Morón a traer el diario y otros encargues, el regreso lo hacía al paso lento de un petiso, para durante el viaje leer el folletín del diario La Tribuna. Ésta y cuanto libro podía conseguir mitigaban en parte mi ansia de entender los conocimientos.En 1862 mi familia me llevó a vivir a Morón, y la travesía ya se hacía en tren, pues la primera línea que se inauguró en el país en 1857 llegó en su primer tiempo hasta La Floresta, hoy Liniers; y en la época de nuestra traslación llegaba a Moreno.Seis años (1862-1868) transcurrieron en uno de los primeros establecimientos de cría de animales finos de raza ovina, y al fin de este largo período, habiéndose liquidado por sus malos resultados, regresamos a Buenos Aires. En este ínterin mi educación adelantó escasamente. Un corto tiempo en la escuela del pueblito vecino y algunas páginas de escritura que hacía en el hogar, fueron toda mi preparación educativa. (…)Y fue el 1º de enero de 1895 cuando abandoné para siempre las ocupaciones comerciales. Cesé en la actividad en la lucha por la vida, después de más de un cuarto de siglo de labor continua y activa, y de haber realizado el propósito que me había formado allá en los ensueños de mi juventud. Obtener un pasar suficientemente holgado sin aspirar a grandes fortunas, con un nombre honorable, y en edad en que pudiera dedicar mis energías a otros ideales y la educación de mis hijos.Los hechos se habían realizado según mis deseos y esperanzas, y al dejar generosamente la casa comercial que cada año daba una fuerte suma, puedo decir que éste fue sólo un acto de desprendimiento y algo del poco amor que tenía por la acumulación de bienes, pues he considerado que el dinero debe ser el esclavo de uno y no permitir que los roles se inviertan. Trabajar es necesidad y obligación, pero hacerlo hasta el fin de sus días para obtener más y más fortuna, sin aspirar a un ambiente más elevado y hacer algo por el bien común, he considerado esto como una enfermedad psicológica. Puedo citar un caso de este mal. Me encontraba hace poco tiempo en un balneario por razones de salud de mi compañera de existencia; allí encontré un señor de más de 75 años que había ido a procurar mejoría a sus males. No había concluido ésta de producirse, cuando se despide por ausentarse con familia.—¿Por qué no se queda mayor tiempo?—, le pregunté. —Porque tengo que ir a atender mis negocios; a quien Dios le ha dado bienes, debe cuidarlos y aumentarlos—. Y ese señor es poseedor de una fortuna de 20 o más millones. [Apuntes de mi vida, José Pérez Mendoza, inédito]

Pérez Mendoza según Alles Monasterio—Hace muchos viajaba en tren un aficionado, como la hacen ustedes ahora, y pidió un ajedrez para reproducir algunas partidas, respondiendo el mozo que no había, y entonces sacó de su bolsillo una cartera de ajedrez y se dispuso a la tarea. Era otra la idea que le bailaba en la cabeza sin dejarlo tranquilo. Pidió recado de escribir, y se puso a redactar sendas cartas, todas de semejante tenor. Allá a las cansadas, recibió alguna contestación, pero como no era un hombre que se amilanara, insistió en su pedido, y recibió por fin la información que deseaba. Decía ésta, poco más o menos, que aceptaban todas sus razones, pero no podían destinar ninguna suma a la compra de ajedreces para la los coches restaurantes. Fue entonces, cuando el aficionado de mi cuento, sin preguntar cuántos coches comedores tenían los ferrocarriles en aquel tiempo, proveyó a todos de tableros de ajedrez——¿Y quién era ese hombre?—, preguntó alguien. —Uno que se llamó en vida José Pérez Mendoza— [Archivo de Paulino Alles Monasterio, inédito][Fragmento de Los años locos del ajedrez argentino, inédito]

La Revolución de 1890 y una sangrienta batalla ajedrezada (I)

Circunstancias de una investigaciónLa feliz circunstancia de encontrarme con un artículo del destacado periodista de La Nación Eduardo A. Maschwitz (1930-2010) fue el hilo conductor para el hallazgo de un notable encuentro ajedrecístico en 1890. Decía la nota, publicada el 12 de julio de 1990 en la sección Cien años atrás:

El 12 de julio de 1890, el Club Buenos Aires de Ajedrecistas –el primero– establecido en el Club Oriental, se concertó un interesante match entre Eduardo Gijena (el de Juvenilia), y Pablo Tagliaferro. Aquél, conocido profesor de latín, y el segundo, fuerte jugador que acababa de enfrentar al famoso ruso Chigorin, ganando una partida y perdiendo dos.

La consiguiente investigación me llevó escrutar los diarios La Nación de ese año, y a la posterior comprobación histórica de que el match de ajedrez había sido interrumpido por la Revolución del 90.

Revolución de 1890La irrupción de El Zorro

La llamada generación del 80 hace su ingreso a la alta política argentina. Son liberales, masones, positivistas, e importan desde Europa y Estados Unidos el sistema de vida. Promueven una masiva inmigración, y no vacilan en demoler a gauchos y a los indios. Positivismo puede definirse como la afición extrema al goce de tipo material y la tendencia a priorizar los aspectos materiales de la realidad por sobre todas las cosas, con el llamado progreso como meta principal.Para que tengan una idea, el censo municipal de 1887 había arrojado algo más de 430.000 habitantesEl 12 de octubre de 1880 el tucumano Julio Argentino Roca asume la presidencia de la República. Las oligarquías del interior habían llegado finalmente al Puerto. Con un programa llamado paz y administración, gobernó hasta 1886, en que le pasó la posta a su cuñado Miguel Juárez Celman. [Fragmento de Ajedrez en la historia argentina (Tomo I)]

Buenos Aires, una ciudad vertiginosaCirculaba mucho dinero. Todos corrían detrás de negocios rápidos y ganancias fabulosas. Por eso, a Buenos Aires los viajeros llamaban Cartago, o ciudad fenicia.

La afluencia repentina de tantos extranjeros amenazaba constituir un emporio, más que una nación. La Europa, pletórica, derramaba sus ahorros en Argentina, el paraíso de las ganancias fáciles. Se estaba en el punto máximo de la curva ascendente iniciada en 1880 con la conquista del desierto, la capitalización de Buenos Aires y el programa Paz y Administración cumplido por el presidente Roca. Emisarios de la banca europea cruzaban el país ofreciendo empréstitos a los gobiernos de provincia y hasta a las municipalidades de lugares apartados. Se crearon más de 50 bancos que difundían las embriagueces del crédito en los últimos reductos de la modestia provinciana. Buenos Aires es, en la ilusión, París o Londres. La especulación se irradia al campo: la tierra sube de valor, a saltos. Los viejos propietarios se encuentran millonarios de golpe, y muchos quieren igualarlos. Había prendido como un virus la fiebre del dinero. El capital extranjero se asociaba rápidamente a la especulación. Los $ 1.500.000 de las pizarras de la Bolsa no son negocios reales, sino una pequeña parte. Se juega a las diferencias, y a diario se producen de 40 o 50 puntos, que enriquecen o arruinan. Pero nadie quiebra: la confianza y la fiebre mantienen inflado el globo [Hoy lo llamamos burbuja]. Las diferencias se pasan de un mes a otro, y en último término van a saldarse con el dinero de los bancos, que prestan a mano abierta.

El sistema del unicato adjudicado a Juárez Celman, pero en realidad impuesto por Roca, consistente en que el presidente de la República fuese a la vez el jefe absoluto del partido oficialista, había uniformado políticamente el país. Pero hacia 1889 los primeros síntomas de la crisis comienzan a aflorar: la fiesta financiera, que ha llenado de billetes el país, comienza a mostrar su lado pérfido. En la Bolsa, la especulación domina a los financistas, que sólo piensan en ganancias fáciles.

Juárez Celman, para quien todo era nada más que crisis de progreso, empieza a darse cuenta que todas las variables se descontrolan.

La disgregada oposición, se une En agosto de 1889 comenzaron a reunirse en lugares de moda –Café de París– algunos jóvenes universitarios disconformes. El 24 de julio deciden constituir un Club Político. Se organiza un banquete patriótico al que concurren, entre otros, Leandro N. Alem, Bernardo de Irigoyen, Aristóbulo del Valle, Emilio Mitre, Pedro Goyena, José Manuel Estrada, Lucio Vicente López. Hay de todo: mitristas, católicos, ex autonomistas; también roquistas, ya que hacia esa fecha ya era evidente el distanciamiento entre Roca y Juárez Celman, actitud hábilmente preparada para deslindar responsabilidades ante el desastre que se presagiaba. Este club tenía por objeto cooperar al restablecimiento de las prácticas constitucionales en el país y a combatir el orden de cosas existentes. De la idea inicial de un banquete, se pasó a la organización de un mitin público. El acto se hizo en el Jardín Florida, un recreo levantado en la manzana baldía comprendida entre las calles Florida, Maipú, Córdoba y Paraguay. Se realizó el domingo 19 de setiembre de de 1889 a la 1.30 de la tarde. La noche anterior se resolvió denominar al grupo como Unión Cívica de la Juventud. Sus miembros son, entre otros el joven Francisco Barroetaveña, Juan B. Justo. A las 2 de la tarde el Jardín Florida estaba lleno. El público reclamó la palabra de Alem, que dijo:—Si alguna vez necesitáis la ayuda de un hombre joven con largas barbas blancas, pronunciad mi nombre y correré presuroso a ocupar mi puesto entre vosotros, con el ardor de los primeros años—

El 4 de enero de 1890 se realizó una fiesta de camaradería del ejército en honor del presidente Juárez Celman, que en su discurso culpó de sus desventuras a la prensa minoritaria. Dijo:

—Cuento con el ejército para hacer preponderar mi política contra el pequeño grupo de los que miran todo al revés de la pasión política, aguijoneados por la prensa extraviada—

Juárez Celman se refería a las notas críticas de La Nación y La Prensa. Aparecen algunos síntomas favorables. Un estremecimiento de alarma sacude la ciudad. En marzo el oro está a $ 255, y la Bolsa es un hervidero. Se vieron comerciantes con lágrimas en los ojos cuaando el apuntador marcaba la cotización de $ 272. Los acuerdos de ministros se suceden. Al fin, el 22 de marzo de 1890 salen los decretos salvadores. Para estudiar la situación legal de la Bolsa y los medios legales para evitar el agio, se nombra una comisión. Se nombra un interventor en todas las sociedades anónimas, que eran centenares. Se reduce el presupuesto de $ 10.000.000. Pero economías en el presupuesto no parecen influir sobre la fiebre: el oro sigue oscilando entre $ 250 y $ 265. El gobierno es acusado de una emisión clandestina: $ 58.000.000 en billetes que habían sido retirados de circulación para ser quemados, son volcados nuevamente al mercado. ¡Como para retirar la emisión, faltando dinero por el desbarajuste bancario, que hacía ya imposible el servicio de la deuda externa, el pago de sueldos, y hasta la devolución de los depósitos de los bancos garantidos y del Banco Nacional! El 28 de marzo las acciones de este banco se derrumbaban hasta $ 105. ¡Hace poco los corredores se atropellaban para comprar esos títulos a $ 340! ¡Centenares de millones han sido perdidos en este juego, y la pobreza bate sus siniestras alas sobre el país! El 9 de abril de 1890 el oro sube a 278, y el 12 de abril a $ 310. Los acontecimientos se precipitan. Una revolución anda por las calles buscando quien la dirija. Circula una invitación para un mitin en el Frontón de Buenos Aires.

Una inmensa multitud en El FrontónRelata Barroetaveña que fue sumamente difícil encontrar un local para celebrar el meeting, pues los gubernistas amenazaban a los empresarios de teatros con multas, serios perjuicios y todo género de persecuciones si alquilaban el local para el fin indicado. El 13 de abril de 1890 se produce un estallido social. La multitud convocada a El Frontón, cancha de pelota a paleta situada en Córdoba 1130, no cabe en el recinto y desborda por los alrededores. Era el sitio de mayor capacidad que existía en ese tiempo en la ciudad de Buenos Aires, disponiendo de una gran cancha abierta y de otra menor, cerrada. Tenía capacidad para 2.500 personas sentadas, y a su inauguración, el 28 de octubre de 1889, asistió –verdadera ironía del destino– especialmente invitado el presidente Juárez Celman. Jamás se había visto nada igual. Ráfagas de aplausos, atmósfera de tempestad, pero los anuncios de desorden y agresión no se cumplen: no hay gritos sediciosos.

La Junta Ejecutiva de 10 miembros surgida del mitin, convenida a través de difíciles tramitaciones de las que es el alma Francisco Barroetaveña, tendrá como presidente a Leando N. Alem. La invitación donde se insta al pueblo a concurrir aparece firmada por un comité de Presidentes Honorarios donde figura la plana mayor de los políticos opositores: Leandro Alem, Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre, Aristóbulo Del Valle, Gelly y Obes, Luis Sáenz Peña, y otros. Satirizará Groussac, afín al gobierno: son todos políticos en disponibilidad. Pero se equivoca: es una conjunción opositora demasiado importante como para no tenerla en cuenta. Se calcula la concurrencia en 10.000 personas, que es mucho en el Buenos Aires de aquel entonces. El movimiento se denomina, desde este momento, Unión Cívica, a secas. Como presidente figura Alem, que, siempre fogoso y agresivo, entusiasma al público. Lo aplauden y ovacionan; es la primera vez que alguien ha empalidecido a Mitre en materia oratoria en una misma reunión. Aristóbulo del Valle repite el gran tema de los últimos días: la denuncia de las emisiones clandestinas.Del debate interno que surge de esta agrupación de voluntades, se decide que el camino debe ser la revolución, ya que la opción de luchar contra el fraude por las vías legales es imposible. A la búsqueda de un jefe militar, deciden contactar al general Manuel Campos, quien acepta.

El Parque de Artillería El sitio elegido para la revolución fue el Parque de Artillería. que estaba situado frente a la manzana que hoy ocupa el Palacio de los Tribunales (Lavalle, Tucumán, Talcahuano, Uruguay). Por muchos años esta plaza fue un simple baldío, llena de basura, y refugio de asaltantes y desocupados. En 1857, en el lugar ocupado por el teatro Colón, se levantó la estación del FCO. En el sitio donde se encuentra la Escuela Presidente Roca existió un cuartel de infantería, donde se alojó la junta revolucionaria los días del 90. El Parque de Artillería había sido fundado en 1810, y para 1890 había perdido mucha de su anterior importancia, pues ya existía el Arsenal de Guerra en Pozos y Garay. [Alvaro Yunque].

La revolución vista por Alem Convinimos hacer estallar el movimiento el 9 de julio a las 9 de la noche, atrayendo a un teatro, con algún espectáculo extraordinario, o durante las fiestas julias, al presidente y demás hombres que necesitábamos apresar. Tomé casas en las cercanías de la Opera y el Politeama. En la hora convenida, estallaría la revolución, atacando al teatro los grupos civiles; nos apoderaríamos de los personajes aunque se desmayaran las damas con el

primer sobresalto, porque en seguida aplaudirían al pueblo. Los cuerpos saldrían oportunamente de sus cuarteles para llegar en el momento preciso, detener la policía y ocupar la ciudad. Pero también desistimos por dificultades para sacar los cuerpos en las primeras horas de la noche, y cuando ya empezaba a vigilarnos mucho la policía. Este plan hubiera dado buenos resultados, aunque era ya más difícil el apresamiento de los personajes.El plan definitivo de las operaciones militares fue confeccionado en la penúltima reunión que tuvimos con los oficiales representantes de los cuerpos en casa del doctor Castro Sundblad –Alsina 317–, a la cual asistieron éstos, el general Campos, los coroneles Figueroa e Yrigoyen, el doctor Del Valle y yo. En la subsiguiente y última conferencia se comunicó el día que debía estallar la revolución. El plan era el siguiente: a las 4 de la mañana saldrían los cuerpos de sus cuarteles marchando en seguida con rapidez al Parque, lugar de reunión de todos nuestros elementos. Reunidas las fuerzas revolucionarias en la plaza del Parque, inmediatamente se desprenderían dos columnas compuestas de infantería y artillería; una de ellas llevaría el ataque a la Policía Central, donde estaba el cuerpo de bomberos y vigilantes escogidos, si no se entregaban, se les batiría. Una vez tomada la policía y rendidas o dispersadas las fuerzas gubernistas, debíamos ocupar inmediatamente la Casa de Gobierno, el telégrafo, las estaciones de ferrocarriles y todas las posiciones estratégicas; en una palabra dominar toda la ciudad.

Prevenciones del gobierno Pese a contar con la información de traidores a la revolución, el gobierno no había dado con todos los hilos de la conspiración. Si bien tenía algunas pruebas, no conocía su magnitud. A partir de entonces, el jefe de policía Capdevila mantuvo acuarteladas las fuerzas a sus órdenes, reforzó la vigilancia sobre los cuerpos de línea y transmitió a los comisarios instrucciones reservadas y precisas para actuar en caso de que se produjera el estallido. La circular enviada a las comisarías decía:

—Es inminente que estalle de un momento a otro una revolución—

Un peculiar match de ajedrez en el Club de Buenos Aires 1890 (I)

12 de julio de 1890El match de ajedrez entre Pablo Tagliaferro y Eduardo Gijena acapara la atención de los ajedrecistas. Se dice que Tagliaferro ha vencido en una partida a Chigorin. No habiendo equivalencias ajedrecísticas entre ellos, cabe preguntarse: ¿Cuándo pueden haber jugado, y en qué circunstancias? La investigación se ve frustrada en un primer momento, pues no hay datos de Tagliaferro en las Guías Peuser de la época. Sin embargo, en el Mulhall Handbook aparecen Tallaferro & Sánchez, accionistas, con domicilio en San Martín 51. Y ya sabemos que Tagliaferro y Tallaferro son seguramente la misma persona, pues hasta el propio José Pérez Mendoza los confunde en su libro. De estos datos, surge la hipótesis de que Tagliaferro pudiera haber sido un empresario o comerciante de cierta importancia que viajaba al exterior. Pero, ¿Tagliaferro iría a San Petersburgo a jugar con Chigorin? Rusia no era un destino corriente para viajeros argentinos en aquel momento. ¿Entonces? La clave está en que, en noviembre de 1889, ¡Chigorin había estado en La Habana jugando su match frente a Steinitz, –jugado entre el 20 de enero y el 4 de febrero de 1889– que perdió por 10½:6½! Entonces sí era factible pensar en un encuentro entre Chigorin y Tagliaferro, ya que Cuba realmente constituía un lugar frecuente en los viajes de los hombres de negocios argentinos. El encuentro podría haberse producido en una sesión de simultáneas, de las tantas que ofreció Chigorin en aquella ocasión. ¿Qué sabemos acerca de los contrincantes? Bastante poco. De Tagliaferro podemos citar la referencia de Carlos Portela en La Nación:

El cojo Tallaferro (Tagliaferro) era muy gracioso y lleno de dichos y pareados, como aquellos de Y la noble dama gala, quedó tendida en la sala, cuando tomaba esa pieza del adversario, o Y el Sultán Mehemet Alí salió cojeando de allí, si su propio rey se veía en trance de ponerse a salvo.

Matchistas [La Nación, 12 de julio de 1890]

En el Club Buenos Aires de ajedrecistas, establecido en el Club Oriental, se ha concertado un interesante match de dicho juego entre los Sres. Eduardo Gijena y Pablo Tagliaferro. Conocíamos la fuerza del primero de los matchistas en el latín, pero no en el ajedrez. En cuanto al segundo, se dice que de tres partidas que jugó con Tschigorin, el gran jugador ruso, ganó una y perdió dos. Veremos lo que dan de sí sobre el tablero y lo haremos conocer á los aficionados.

Pérez Mendoza, Nemo y un match con handicapLa sección A la pesca de noticias de La Nación estuvo dedicada esta vez al

ajedrez. Todo hace suponer que fue redactada por José Pérez Mendoza, tanto por su mención al Capitán Nemo, por su estilo de redacción, o por su conocida afición por los animales. Debe notarse el estilo festivo del autor de la nota. Veamos:

1ª partida, 15 de julio de 1890Hoy tuve la suerte de encontrar á Nemo [Paulino Alles Monasterio indicó que era el apodo de Pérez Mendoza] paseando por la calle Florida en compañía de una damisela de su raza. El pícaro robaba, en vez de haber sido robado, y no estaba muerto, sino de amor. Hasta tratándose de perros hay que preguntar quién es ella. En fin, ya lo tengo y vuelvo al trabajo ordinario.Buena parte del día de hoy la pasé muy agradablemente, pescando en el templo consagrado a los manes [Entre los romanos, almas de los muertos considerados como divinidades] de Murphy y Filidor (Sic), vale decir el Club de Ajedrez, que estaba lleno de sacerdotes, esto es, de aficionados. Comenzaba ayer el match concertado entre los señores Pablo Tagliaferro y Eduardo Gijena, que ha despertado tanto interés entre los entendidos, y no vacilé en ser testigo de la apertura en la seguridad de poder decir algo interesante a mis amables lectores, por mas que en cuestiones de jaques no conozca sino el que todos sufrimos en común por las jugadas que nos hacen los que dominan el tablero político, y en punto á mates mis conocimientos no vayan mas allá de los cimarrones. El match en cuestion es á siete partidas, dando el Sr. Tagliaferro, que se las ha visto con Tchigorin, cuatro partidas ganadas á su adversario el Sr. Gijena. A las 2.15 p.m. comenzó la de hoy, siendo presenciada, como decía antes, por un número crecido de socios del Club de Ajedrez. Desempeñaban funciones de padrinos del pacífico duelo los Sres. Carlos Malcorra y Eugenio Zamudio, el primero en reemplazo del Sr. Arturo C. Massey, que no pudo asistir. El Sr. Tagliaferro (blancas) hizo la salida, adoptando las negras la defensa llamada siciliana, y empeñándose la partida con verdadero interés en medio de un silencio tan profundo, que en cierto momento pudo oirse claramente el rumor de los pasos de una mosca que caminaba por el paño de un billar próximo. El triunfo se decidió por el Sr. Tagliaferro, cuando el reloj marcaba las 3,50 p.m. El match se halla, pues, a razón de una partida para aquel caballero y cuatro para su adversario. Tan considerable ventaja dada por el

ganador de la de hoy, es un incentivo poderoso para el interés de los aficionados. Deseoso de que mis lectores manejadores de torres y alfiles puedan seguir comodamente desde sus casas las partidas, les ofrezco enseguida el detalle de la de inauguración del match, prometiéndoles hacer lo propio con las siguientes.

Tagliafero da mate2ª partida, 17 de julioA la pesca de noticias continúa dedicando su espacio al promocionado match

Tagliaferro – Gijena, mencionando el periodista Pérez Mendoza los boletines del match Steinitz – Chigorin realizado en La Habana.

JAQUE-MATELa partida de hoy fue ganada, como la primera, por el Sr. Tagliaferro y ha sido, sin duda, mucho más interesante que aquella. Las blancas (Sr. Gijena) hicieron una defensa reñida hasta que las negras, con jugadas decisivas, las hicieron vacilar. El número de espectadores era mucho mayor que anteayer, lo que prueba que el match despierta un interés creciente entre los aficionados. Las hermosas salas del club Oriental viéronse asi sumamente animadas. Con las formalidades del caso, dió comienzo la partida á las 2 p.m. prolongándose hasta las 3.50 p.m. Ofrezco enseguida, como lo tenia prometido, el detalle de la partida, que es un gambito de dama rehusado.

Vuelve Gijena y logra empatarLa afición estaba ansiosa por presenciar una nueva partida del match Tagliaferro – Gijena, y no fueron defraudados. Esta vez Gijena pudo hacer tablas. Además, el periodista agrega una de las partidas simultáneas jugada anteriormente por Tagliaferro.

3ª partida, 22 de julio de 1890Nueva sesion ajedrecista hoy en el club Buenos Aires, para proseguir el match Tagliaferro-Gijena. La partida –tercera del match– resultó tablas, comenzando a las 2. p.m. y terminándo a las 3.50 p.m. Fue una defensa siciliana, en esta forma:

¿Tagliaferritis aguda? Nuevamente la ausencia de Gijena ocasiona una exhibición de simultáneas de

Tagliaferro, publicándose dos de ellas. La nota de La Nación es sumamente graciosa. Veamos:

Nueva postergación del match Tagliaferro – Gijena, 24 de julio de 1890 En los dominios de MorphySesion plena hoy en el club de ajedrez Buenos Aires. No se prosiguió el match, Gijena – Tagliaferro, por no haber podido concurrir el primero, pero en cambio el segundo concertó una interesantísima partida con los Sres. Massey, Zamudio y Lafuente, jugando estos en consulta. Por más que los facultativos eran diplomados, de la consulta no pudo resultar mas que prolongar hasta donde fue posible la vida confiada á sus manos. Al fin murió el enfermo, de una tagliaferritis aguda. Los tres adversarios hicieron una admirable defensa, demostrando mucho conocimiento del difícil juego. La partida se prolongó tres horas y media.

Aquí se suspende el match por los acontecimientos de la Revolucion del Parque.

La Revolución de 1890 y una sangrienta batalla ajedrezada (II)

El gobierno descubre una parte del plan revolucionario, y detiene al general Campos. La vigilancia sobre él en la prisión donde se aloja no es rigurosa. Recibe visitas, incluso de varios revolucionarios. Finalmente es liberado por los revolucionarios luego de algunos hechos curiosos: su vigilador personal era el coronel Toscano, que aparentemente no oye el ruido de un tiro que se le escapó a alguien que estaba rescatándolo. Campos y todos los revolucionarios se reunen en el Parque de Artillería.

El manifiesto de la revoluciónUn fragmento del Manifiesto de la Junta Revolucionaria del Parque, del 26 de Julio de 1890, firmado por Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Mariano Demaría, Miguel Goyena, Juan José Romero y Lucio V. López, decía así:

La Junta Revolucionaria no necesita decir al pueblo de la nación y a las naciones extrañas los motivos de la revolución, ni detallar cronológicamente todos los desaciertos, todos los abusos, todos los delitos, todas las iniquidades de la administración actual. El país entero está fuera de quicio, desde la Capital hasta Jujuy. Las instituciones libres han

desaparecido de todas partes: no hay república, no hay sistema federal, no hay gobierno representativo, no hay administración, no hay moralidad. La vida política se ha convertido en industria lucrativa.El presidente de la república ha dado el ejemplo, viviendo en la holgura, haciendo la vida de los sátrapas con un menosprecio inaudito por el pueblo y con una falla de dignidad que cada día se ha hecho más irritante. Ni en Europa ni en América podía encontrarse en estos tiempos un gobierno que se le parezca; la codicia ha sido su inspiración, la corrupción ha sido su medio.

Los aprestos militares según BalestraLos últimos acontecimientos obligaron a los revolucionarios a ajustar y modificar sus planes una y otra vez.

Campos da comienzo a las operaciones: hizo formar efectivos y ordenó cantar el Himno Nacional (N. del A.: Sommi acota con intención: parece que ésta fue la única orden de combate que dio durante el movimiento). El plan ideado por Campos se adecuaba más para un desfile militar que para una revolución. La falla principal de los sublevados consistía en colocar desde el primer momento a la revolución a la defensiva. El tiempo que se perdió en el Parque se debió ganar en ocupar objetivos estratégicos. Todo hace suponer que ese plan estaba concebido con la idea de que una demostración de fuerzas condujera a un acuerdo. Las fuerzas revolucionarias no salían del Parque, mientras las fuerzas gubernistas comenzaban a reunirse en Retiro, a las órdenes de Levalle. A las 7 de la mañana, en la imprenta de La Nación se imprimía un manifiesto revolucionario, que estaba firmado por la Junta Revolucionaria: Alem, Del Valle, Demaría, M. Goyena, J. J. Romero y Lucio López. No firma ningún militar. Constituía un verdadero memorial de agravios. Se hacen referencias concretas a la política económica lesiva a los intereses nacionales:

—Se han aumentado considerablemente las obligaciones del país con el extranjero; se ha entregado a la especulación más de $ 50.000.000 oro que había producido la venta de fondos públicos, de los bancos garantizados, y hoy día la Nación no tiene una una sola moneda metálica y está obligado al servicio en oro de más de 50 millones de títulos emitidos para ese fin...—

No hay intención acuerdista en la proclama, lo que quizá explica la ausencia del Coronel Campos (entre los firmantes). Hacia las 9 de la mañana, las intimaciones enviadas por Campos a las fuerzas gubernistas no han sido contestadas, ni tampoco se ha tomado disposición alguna para salir a pelear. El Parque amenazaba con convertirse en una ratonera. El presidente Juárez

Celman, apenas tuvo conocimiento del levantamiento, abandonó su casa de la calle 25 de Mayo, y se dirigió al cuartel de Retiro, donde ya se encontraban Pellegrini, Roca y Levalle. Dueños del teléfono y el telégrafo, comenzaron inmediatamente a requerir informes e impartir órdenes. Los dos gringos fuertes del gobierno, Pellegrini y Levalle, lanzaban la contrarrevolución a la ofensiva. Capdevila comienza a establecer cantones gubernistas en la calle Artes, actual Carlos Pellegrini, a fin de que el Parque quedara aislado del centro de la ciudad por el este.

Juárez Celman no renuncia y se aleja de la ciudadEntre las 8 y 9 de la mañana del 26 de julio tiene lugar en Retiro una reunión de gabinete con la presencia de Roca. Hay indicios de que allí se le pidió la renuncia a Juárez Celman, pero éste contestó que estaba dispuesto a resistir.

Se resolvió que Juárez abandonase la Capital, que Pellegrini quedara al frente del gobierno en la ciudad, y que Roca se hiciese cargo de la Casa de Gobierno, como jefe militar de la misma. La revolución seguía encerrada en el Parque.

Crueldad extrema: Levalle y Espina matan a sus propios soldadosLa estrategia de Levalle fue completamente errónea, y expuso a sus soldados al fuego franco de los revolucionarios. Las primeras batallas fueron muy desfavorables para sus tropas, que sufrieron grandes bajas y fueron desbandadas. En ese momento, Levalle tomó su revolver, persiguió y disparó contra sus propios soldados, obligándolos a reagruparse. Balestra lo relató así:

Levalle mandó a formar su columna, y horas después la mayor parte de la fuerza que quedó en el Retiro, de unos 800 hombres, fue llevada a la calle Artes. Levalle dio la orden de avanzar lor las calles Santa Fe y Cerrito hasta la Plaza Libertad. En el Parque se aprestaron para la defensa, y empezaron a salir pelotones armados, y se formaron en breve tiempo unos 30 a 40 cantones de civiles o mixtos. De éstos, se batieron con denuedo el de Córdoba y Talcahuano, el del Palacio Miró –Libertad y Viamonte, en la manzana de enfrente del anterior– y el del Frontón. Las primeras descargas sonaron después de las 9 de la mañana en la esquina de Corrientes y Paraná, por donde pasaban unos tranvías en que, además del pasaje ordinario de hombres y mujeres, iba al Retiro una compañía de vigilantes. Fueron acribillados a balazos sin intimación previa desde un cantón civil que acababa de formarse en esa esquina. Casi al mismo tiempo era tiroteada desde un cantón de la calle Viamonte otra partida de vigilantes que avanzó hasta Viamonte y Cerrito. Estos dos pequeños tiroteos fueron aclamados en el Parque como triunfos significativos. Se produjo una sensación trágica en

la población, y empezó un desbande vertiginoso. Los carruajes, tranvías y carros huían a toda la disparada de sus caballos. Las calles quedaron desiertas. Poco después llegaba a Santa Fe y Cerrito la columna de Levalle, que allí tuvo que hacer un alto para dar paso al Regimiento 11º de Caballería, que con el coronel Supisiche, el coronel Leyría y el comandante Morosini al frente, venía galopando impetuosamente por Santa Fe y dobló al norte por Cerrito, rumbo al Retiro. Por la calle Santa Fe, varios cantones y baterías que acababa de ubicar el revolucionario, mayor Day, rompieron el fuego. La bocacalle quedó cubierta por un montón de 30 a 40 hombres, muertos y heridos, y más de 50 caballos destrozados. La columna de Levalle había avanzado por Cerrito, y cuando llegaban las primeras filas a la Plaza Libertad, estalló el fuego de quién sabe cuántos cantones revolucionarios. La cuadra quedó sembrada de muertos y heridos. A Levalle y sus cinco ayudantes les mataron los caballos, y la tropa se dispersó en dos trozos. Una parte corrió a resguardarse en la Plaza, donde muchos soldados se escondieron entre los andamios del Teatro Coliseo, entonces en construcción, y la otra retrocedió en confusión a la calle Santa Fe, donde le mataron el caballo al teniente coronel Calaza. Pero mediante los esfuerzos del propio Calaza, Parkinson y sus oficiales, toda la tropa dio vuelta a la manzana y volvió por grupos a la Plaza Libertad por la calle Charcas. Fue opinión de los hombres de guerra que si en ese momento los revolucionarios hubieran avanzado las dos cuadras que los separaban, o si hubieran situado hacia el norte los cantones que esparcieron hacia el sur, la batalla habría terminado. Pero el general Levalle, desembarazado de la caida de su caballo, corre a pie detrás de la tropa que huye hacia la Plaza, voltea con su revólver a los primeros soldados que lo desobedecen por el pánico, y exhortando a unos, amenazando a otros y hasta sacando de entre los andamios del Coliseo a cintarazos y empellones a los despavoridos y remisos, logra formar una línea despareja y vacilante, en medio de las balas con que los alcanzaban otros cantones. Entonces, lanzando con voz estentórea el subordinación y valor, mandó avanzar las banderas, ordenó presentarle las armas, e hizo tocar el Himno Nacional. Dijo luego: ¡ahora la victoria es nuestra; sólo es cuestión de tiempo! Distribuyó sus fuerzas en cantones a lo largo de la calle Paraguay, desde Cerrito hasta Talcahuano, ocupando los lugares más altos. Espina recorría las baterías y trincheras de la calle Libertad, sobre la plaza del Parque. Un veterano del Regimiento 5º –revolucionario– donde Levalle era un ídolo, vio o creyó verlo a distancia, y le dijo a un compañero:—Allá está el viejo— Le respondió Espina:

—Pero aquí estoy yo—Y le partió la cabeza de un hachazo.

Brillante estrategia ajedrecística de GarmendiaAl anochecer, el pedestal de la estatua de Adolfo Alsina, en la Plaza Libertad, se iba llenando de un número cada vez mayor de cadáveres, mientras flameaban las llamaradas rojizas de los vivaques que se habían improvisado en las cercanías del monumento del caudillo autonomista. En la tarde la situación de las fuerzas gubernistas empezó a volverse crítica: las bajas sufridas eran considerables. La artillería revolucionaria, a la que no había cómo contener, seguía haciendo estragos. Las municiones se agotaban. El tiroteo atronador de los cantones diseminados al sur y al oeste hacían imaginar una sublevación en masa. Pero los revolucionarios, en realidad, sólo libraban una batalla de plaza a plaza. Ante las ingentes pérdidas, y frente a la imposibilidad de llevar un ataque frontal, el coronel José Ignacio Garmendia 1

propuso un plan que consistía en perforar las dos manzanas que nos separaban de la posición que ocupaba el enemigo en la Plaza del Parque, donde estaba situada su artillería, que nos hacía bastante daño. Pellegrini aceptó. Con un grupo de 26 hombres, dotándolos de picos y barretas, Garmendia logró atravesar la calle Córdoba, dominada por el enemigo. La situación cambió después de las 3 de la tarde: a esa hora llegó a Plaza Libertad el Batallón de Artillería de Costas. Una hora después llegaba el Regimiento 8º de Línea con cinco carros de municiones. Garmendia anoticiaba de que la perforación avanzaba en la segunda manzana, y que había atravesado la calle Córdoba. Media hora después avisaba que habían tomado a la bayoneta todos los cantones de la segunda manzana: Córdoba, Libertad, Cerrito y Viamonte. Pero estos hechos, lejos de abatir, parecieron exasperar a las fuerzas del Parque. Se inició entonces, a 200 metros, un duelo de cañón con la misma precisión y esmero que si se estuviera tirando al blanco. Hubo piezas y armones desmontados por un disparo enemigo, y bombas que estallaron dentro del ánima del cañón contrario. No había intersticio de las trincheras por donde no pasara un proyectil. Se vio volar por lo aires al cuerpo descuartizado de los artilleros. Al mismo tiempo hacía fuego la fusilería de todos los cantones y trincheras. Fue ése el momento más intenso del combate. Después de la medianoche reinaba un silencio fatídico. Desde el Parque se oía cierto ruido metálico, agrio y trepidante que venía del campo enemigo. Se calculó que era la construcción de trincheras, pero provenía de la carretilla con

1 José Ignacio Garmendia (1841-1925) fue un militar de larga carrera: 51 años de servicios. Combatió en la Guerra del Paraguay, y en la por ese entonces frontera de Nueve de Julio, derrotando a los indios. En 1904 ascendió a general de división.

que eran transportados los cadáveres a la Plaza Libertad. Su número, que nunca se precisó, fue calculado en cerca de 150, con 300 heridos, cifra sólo explicable por el fuego de artillería casi a boca de jarro. Después de más de una hora de lucha en las tinieblas, cada fuerza se replegó y el combate quedó indeciso, aunque ambos bandos se atribuyeron el triunfo. Mientras tanto, el resto de la fusilería del Parque atacaba furiosamente las posiciones de Garmendia, pero éstas resultaron tan seguras que no tuvieron ninguna baja. Los cañones revolucionarios no eran utilizables a más de 100 metros, contra los 200 fusiles atrincherados en la esquina de Viamonte y Libertad, que no dejaban en pie un artillero. Por eso, las piezas del Parque habían sido cambiadas de lugar. La revolución, como solía decir Garmendia, jaqueada en la misma puerda de su cuartel general, se había dejado dar el mate del pastor.El general Garmendia, años después de los sucesos, daba esta original explicación delante de un tablero de ajedrez, en que acababa de vencer:

La idea estratégica de la perforación era elemental. La indica el general Mitre en su crítica al asalto de los ingleses de 1807. La guerra en un campo edificado en manzanas cuadriculadas, como Buenos Aires, se parece al ajedrez, con la diferencia de que cada bando, en ocasiones, puede hacer ocultamente su jugada. El enemigo no la previno ni la sintió, sino cuando rompimos el fuego desde Viamonte y Libertad sobre la puerta misma del cuartel del Parque. Eso importaba tomarles el peón alfil rey, ¡y el mate del pastor! La partida militar estaba concluida. Lo demás fueron trámites políticos. [Balestra. Otros historiadores calculan la cantidad de muertos en 800, y de heridos en 4000] [Ver mapa correspondiente, tapa de Sangre y ajedrez en el Parque]

Morgado explica cómo fue la batalla ajedrezada de 1890

Miguel Ángel Gelly, un ajedrecista en la batallaEl Batallón de Cívicos Buenos Aires fue destinado a defender las posiciones revolucionarias en el cantón de Córdoba y Talcahuano, donde se desarrollaron los combates más intensos. Integró esta fuerza Miguel Ángel Gelly, el conocido ajedrecista. Fue comandado por el coronel doctor Juan José Castro, teniendo como segundo jefe al comandante Pedro Campos. La plana mayor estaba formada por el capitán ayudante Manuel Curutchet, y los ayudantes mayores Eduardo Amaro, Juan María Campos, Ventura Martínez Campos, Rodolfo Aráujo Muñoz y Miguel Ángel Gelly. Gelly:

Nació en Buenos Aires en 1867 y murió en Montevideo en 1929. Pintor, se especializó en el retrato, y entre otros ejecutó al pastel el de su padre, teniente general Juan Andrés Gelly y Obes, el del general Viamonte. En 1881, junto a Emilio Carranza, Cupertino del Campo y otros, fundó el Club de Ajedrez. Se halla representado en el Museo Histórico Nacional, en el Museo Colonial Histórico de Luján, y en el Consejo Supremo de Guerra y Marina. [Abad de Santillán]

Conmoción por el discurso de Pizarro: ¡el gobierno está muerto!Firmada la rendición y establecida la amnistía para los revolucionarios, el miércoles 30 de julio se reunieron, por primera vez después de los combates, las dos Cámaras, en el viejo recinto de la Plaza de Mayo. La banca de Del Valle estaba vacía, La Cámara de Diputados sancionó el Decreto de Estado de Sitio desde el 26 de julio. El Senado había recibido de inmediato los proyectos aprobados en diputados, y se maliciaba un programa inocuo en el Senado. Pero al ponerse en discusión el Estado de Sitio, el senador Pizarro pidió la palabra y pronunció con mucha pausa y emoción el siguiente discurso:

—No creo que ese proyecto de Estado de Sitio, propuesto como medida constitucional de pacificación, pueda eximirnos a los senadores de la República de considerar el estado general de la Nación. (...) El estado general del país reclama, en mi concepto, del Senado, consejos más amplios y sinceros. Por eso, al hablar quizá por última vez en este recinto, lo haré con toda la efusión del patriotismo y con toda la verdad, por desnuda y hasta cruel que sea. Se notará en todo el estado psicológico en que me encuentro: mis palabras van a producir una impresión desagradable en muchos de los que me oyen: (…) ¡el triunfo y la victoria lloran! En presencia de esta victoria, que como miembro de las tendencias gobernantes me alcanza, siento, a pesar de todo, entristecido mi espíritu, y una lágrima de sangre que cae sobre mi corazón lo conmueve y agita con los más encontrados sentimientos. La Providencia ha velado por los destinos del país al ahogar esta revolución, que contaba con elementos tan poderosos y

fuertes. ¡Pero los entusiasmos y las dianas de la victoria no acompañan al vencedor! La revolución, señor presidente, está vencida, ¡pero el gobierno está muerto! (…) Vengo a pedir, no leyes de Estado de Sitio, sino la renuncia patriótica en masa de los miembros del Poder Ejecutivo: presidente, vice, ministros, y el mismo presidente del Senado— Acto seguido, se puso de pie, entregó al secretario su renuncia, y se retiró del recinto. El plan de renuncias que acababa de proponer Pizarro salía de todo reglamento: no era un proyecto, no era una moción: ¡era la revolución en el Congreso!

Desolación y censuraLa ciudad estaba paralizada. Las noches eran tenebrosas. No había tranvías ni carruajes, ni se encendían los faroles de gas. No funcionaban los teatros ni la Bolsa de Comercio, ni los bancos, que reabrieron sus puertas el 31 de julio. La policía había quedado deshecha: faltaban vigilantes en las esquinas, ya porque no los pusieran, ya porque desertaban de su puesto y hasta se despojaban del uniforme por temor a la caza de vigilantes. A intervalos se oían tiros clandestinos. Desde el día de la revolución no salían los periódicos. El día 31 salieron La Nación y La Argentina. La Nación publicaba el discurso de Pizarro, y por eso fue secuestrada la edición y quemada en la calle, frente a la Comisaría 1ª, al lado de la casa del presidente. La frase de bronce de Pizarro corría de boca en boca. La Argentina del 31 no publicaba el discurso de Pizarro, pero traía en cambio el discurso del presidente.

La traición de Roca a Juárez Celman y una increíble cartaSupongo conocerán tan bien como yo mismo los sucesos que han dado por resultado inesperado mi retiro del gobierno. Vencida la más grande y más inmoral (Sic) de las revoluciones que registra la historia de nuestro país y perdonados sus autores, surgió del seno de mis propios amigos y colaboradores la conjuración más cínica y más ruin de que haya memoria en los anales de la miseria humana. Yo, que era un político por accidente, demasiado bueno y demasiado honrado (Sic) para alternar con la chusma que ha monopolizado entre nosotros el oficio de politiquero, había podido resistir a las contrariedades que impone la lucha sin cuartel, mientras ella era provocada por nuestros adversarios, es decir, por los que estando fuera del gobierno pretendían alcanzarlo. (…) [Carta de Miguel Juárez Celman a Agustín González del 14 de agosto de 1890, citada en Enrique Germán Herz, op. cit., pág. 263/4]

A poco de renunciar, asombran las palabras de este corbobés, que permanece en el limbo retórico de los supuestos elegidos por algún dios de las élites.

El país, en quiebra. Los banqueros y Pellegrini, eufóricos [Balestra]El domingo 3 de agosto, sólo una semana después de la revolución, tiene lugar una misteriosa reunión en la Casa de Gobierno a una hora desusada: las 10 de la noche. El presidente Juárez Celman, que aún intenta resistir su renuncia, convoca a los senadores y diputados adictos. Dice Balestra, testigo presencial:

Hay un pequeño debate, y finalmente se resuelve que se designen en el momento comisiones para entrevistar a los tres personajes para que aclararan su posición. Así se hace, y los congresales que van a ver a Pellegrini son sorprendidos por la pregunta sobre si ya les habían dicho lo de la deuda externa. Una vez que las comisiones, esa misma noche, regresaron a la la Casa de Gobierno, todos querían saber qué era eso de la deuda externa que había dicho el gringo Pellegrini. Entonces tomó la palabra el ministro Sáenz Peña, y dijo:

—Debo hacer saber a los señores miembros del Congreso que, interrogado por varias de nuestras legaciones sobre la garantía real de los millones de bonos hipotecarios que el Gobierno está tratando de negociar en Europa para salvar las actuales urgencias, he debido responder que no existe ninguna hipoteca realizada, y por tanto, ninguna garantía. Y he procedido así porque es preferible para el país aparecer como insolvente antes que como fraudulento—

Acto continuo, habló el Ministro de Hacienda, doctor García, quien añadió: —Pues es preciso que sepan ustedes que el 15 del corriente tenemos que pagar en Europa 500.000 libras esterlinas por el servicio de la deuda externa y la garantía de los ferrocarriles, y no disponemos más que de $ 35.000 m/n—

El efecto que produjo esta revelación fue primero de asombro y luego de espanto y rabia… ¡La República estaba en quiebra! Los congresales hablan atropelladamente. La Bolsa se venía transformando desde el año anterior en un monstruo amenazante. El oro, que a principios de 1889 empezó valiendo $ 147, había llegado rápidamente a $ 240. En los momentos más álgidos, los bancos restringieron los créditos y se produjo un principio de pánico en la Bolsa. Pero ahora, ¡la realidad era esta bancarrota! Esa noche terminó la presidencia del doctor Juárez Celman. Todo lo demás fueron los trámites de sucesión, espectáculo siempre melancólico y a veces deplorable.

Efectivamente, los trámites de la sucesión culminaron en el Congreso, cuando se aceptó la renuncia del presidente. Pellegrini accedía al sitial presidencial. Pero en su casa de Florida y Viamonte se iba a desarrollar el ultimo acto del drama del 90. Mientras en las calles el pueblo, ingenuamente, festebaja la

renuncia de Juárez Celman con un ya se fue, ya se fue, el burrito cordobés, allí, en su residencia, Pellegrini reunía a los principales banqueros del país y les decía:

—Necesitamos reunir 8 a 10 millones para pagar en Londres el 15 del corriente mes, es decir, de aquí a 9 días, el servicio de la deuda externa y la garantía de los ferrocarriles. En el Banco Nacional no tenemos nada. Si no pagamos seremos inscriptos en el libro negro de las naciones insolventes. Sólo la ayuda de los que están en condiciones puede salvarnos. Se trata de una contribución inmediata y reservada. Aquí, en este pliego, he proyectado las bases de un empréstito interno. Los invito a ustedes a suscribir y pagarlo de inmediato y al contado; será una deuda de honor para la Nación— Dicho esto, Pellegrini pasó a una habitación contigua, de la que sólo volvió cuando el pliego fue suscripto. Tomó el papel, y haciendo la suma, exclamó:—¡16 millones! Bueno, ahora sí soy presidente!—Los banqueros habían ungido presidente a Pellegrini. Nuestro sistema seguía siendo republicano y representativo sólo en el papel. [Balestra]

De la depresión a la euforia: el síndrome bipolar de la ArgentinaPor un día, Pellegrini gozó de la euforia popular. La población había desviado su horror por la muerte y desolación, hacia la figura del gringo, depositando en él las esperanzas del futuro.

La toma del mando por Pellegrini el jueves 7 fue un acto desbordante. Los banqueros y bolsistas habían resuelto reunirse en los alrededores de la casa del presidente a medio día, para acompañarlo a la Casa de Gobierno. Pero en breve la afluencia de público convirtió la calle Florida en una inmensa ola popular. Al pasar el presidente, las damas arrojaban flores. En la Plaza de Mayo una inmensa muchedumbre, excitada, alegre, bulliciosa, esperaba la llegada del doctor Pellegrini. Al penetrar el presidente a la Casa Rosada, como la guardia quisiera detener a la muchedumbre, ordenó que se dejara entrar a todo el mundo, y que la policía se retirara del edificio. Llamado por el público, Pellegrini salió repetidamente a los balcones y pronunció un discurso en que indicó la necesidad de dedicarse de inmediato al trabajo. Durante cuatro días la Casa de Gobierno fue una romería. Toda clase de gentes recorrían los salones, ocupaban los sillones ministeriales, iban de un lado a otro.

El pueblo y Pellegrini: contracaraPoco le duraría a Pellegrini la popularidad; aquellos días de romería en la Casa Rosada habían pasado, y la crisis económica golpeaba con la misma

intensidad que antes de la revolución. Por eso, debe cerrar el Banco Nacional, luego de una asamblea a la que concurre el ajedrecista doctor Julián Balbín, miembro del directorio. El empréstito que tanto éxito había tenido en 1890, ahora se caía estrepitosamente. En 1891 comienzan las quiebras bancarias. El Banco Hipotecario deja de pagar los cupones, y dos dos bancos principales, el Nacional y el de la Provincia, son objeto de corridas: la gente retira sus depósitos precipitadamente. Hay feriados continuados, y el pánico hace subir el oro: 240, 290, 340. El gobierno debe aceptar, a regañadientes, la formación de una comisión especial, que sugeriría posibles caminos para salir de la grave situación El asesoramiento es previsible: la emisión de un empréstito de 100 millones de pesos, que se utilizarían para salvar a los bancos oficiales. El empréstito es un fiasco: sólo se suscriben 28 millones, y los bancos, tanto públicos como privados, deben cerrar, y el Estado debe hacerse cargo de todo. Muchísimos ahorristas quedan en ruinas, y la figura de Pellegrini pasa del amor al odio. Así nace el Banco de la Nación.

El triste final de AlemAlem tuvo en su infancia una terrible experiencia: presenció el ahorcamiento de su padre en la plaza pública. Alem fue también líder de los revolucionarios en 1893, y también fue derrotado. Estas derrotas tuvieron mucho que ver con su posterior suicidio en 1896. En 1895 le escribía a un amigo: «Los radicales conservadores se irán con Don Bernardo de Irigoyen; otros radicales se harán socialistas o anarquistas; la canalla de Buenos Aires, dirigida por el pérfido traidor de mi sobrino HipólitoYrigoyen, se irá con Roque Sáenz Peña y los radicales intransigentes nos iremos a la mismísima mierda».

Jaque Mate al soborno: el escándalo de las aguas servidas [Lotersztain]Juárez Celman y su ministro Eduardo Wilde, flojo ajedrecista que jugaba asiduamente con los aficionados de la época, entre otros Tagliaferro, se vieron implicados en un escándalo de enormes coimas, que fue relatado por el periódico El Obrero.Monstruosas coimas, contratos que se rescinden, acreedores furiosos. Toda una tradición nacional que se remonta al siglo XIX. Los tanques del Palacio de Aguas de la calle Córdoba, sede del negociado histórico. Esa historia, detalles desopilantes incluidos, fue reconstruida por el ingeniero, físico e historiador Israel Cacho Lotersztain, en base a un periódico marxista de la época, El Obrero, cuyo antecesor fue Vorwärts (Adelante), fundado por inmigrantes alemanes social-demócratas. Lotersztain explicó a Página/12 que los grandes

diarios, consustanciados con el poder, se cuidaron de reflejar la verdad de lo sucedido. Pero el 18 de julio de 1891, El Obrero titulaba:—Jaque mate. El ex Presidente Juárez Celman y su Ministro del Interior Eduardo Wilde, denunciados por coimeros—La denuncia provenía de Londres, la metrópoli. Lotersztain pertenece al CeDinCI, entidad que realiza un valioso trabajo de recuperación histórica. Juárez Celman había resuelto privatizar Obras Sanitarias de la Ciudad de Buenos Aires, las primeras de Sudamérica, pese a la generalizada opinión adversa. Hasta Julio Argentino Roca, expresidente y líder del oficialista PAN, escribía:—Yo aconsejé en contra pero no me hicieron caso. A estar por estas teorías (privatizadoras) de que los gobiernos no saben administrar, llegaríamos a la supresión de todo gobierno porinútil y deberíamos poner bandera de remate a la Aduana, al Correo, al telégrafo, a los puertos...—Como se advierte, las recientes controversias en torno de la cuestión no son muy novedosas. Explica Lotersztain:—En junio de 1888 fue entregada la concesión por 45 años a una subsidiaria de la Baring: The Buenos Aires Supply and Drainage Co., a cambio de 21 millones de pesos oro. La casabancaria se comprometió a suscribir el empréstito necesario para el pago de esta suma en tres cuotas y para proveer los fondos requeridos para la continuación de las obras. Pero laprivatización fue un fracaso—Lord Baring retuvo especulativamente los títulos recibidos, esperando lanzarlos al mercado a mayor precio porque la Argentina hacía furor. Pero debió hacerlo cuando ya empezaban a llegar a Londres las primeras noticias de la crisis nacional, que estallaría en 1890, desalojando a Juárez Celman. Lord Baring sólo pudo colocar un 35% de las acciones de la emisión, debiendo afrontar el resto con fondos propios.El Banco de Inglaterra acudió en su auxilio porque su sobreexposición al riesgo argentino lo estaba hundiendo. Mientras tanto, en Buenos Aires la concesionaria pretendía tarifas más altas y cobrar en divisas tras la devaluación de la moneda local. La concesión tuvo que ser finalmente rescindida. Carlos Pellegrini arribó a un trabajoso acuerdo en 1891 con los ingleses. También entonces la Argentina estaba en default (situación en la que se mantendría técnicamente hasta 1906), por lo que la concesionaria se resistía a recibir títulos a largo plazo.Los accionistas, dueños de aquel 35%, sintiéndose estafados, se reunieron en Westminster Hall, recinto con que la Bolsa londinense contaba para esos

avatares. El South American Journal envió a cubrir el agitado encuentro. Su cronista contó, en el número de mayo de 1891, que un tal Mr. Burstall preguntó al Honorable H. R. Grenfell, designado por Lord Baring para presidir la empresa, si las 322.000 [Serían unos U$S 20.000.000 de hoy] libras esterlinas pagadas a Mr. (Juárez) Celman y Mr. (Eduardo) Wilde podrían ser recuperadas.El interpelado ofreció una ironía por respuesta. Comparó:—Creo que es lo mismo que preguntar si el rey James I devolverá lo recibido por la concesión del New River Canal—Hete aquí que ese monarca, hijo de María Estuardo y sucesor en el trono de Isabel I, llevaba unos 270 años muerto. Pero la dirección del Journal calificó de disparate histórico esa mención, precisando que Jaime I había aportado dinero del tesoro real para terminar el canal londinense, de manera que el rey no había sido un coimero sino un socio inversor. En cambio, según el periódico británico, (Juárez) Celman y Wilde cobraron por adelantado y en efectivo, sin haber puesto nada.Aunque 322 mil libras era en aquellos tiempos una suma exorbitante, a nadie podía sorprender en Inglaterra un soborno en Sudamérica, y menos a gobernantes argentinos. Aquí, en cambio, estalló el escándalo cuando por barco llegaron a Buenos Aires unos ejemplares del Journal. Decía El Obrero:—La interpelación deMr. Burstall importa una jugada de JAQUE al rey, a los miembros de la clase cuyos intereses defiende el partido gobernante, clase más diabólica que no pudierahaber inventado el seso del mismo Satanás. ¿La liga oficialista Pellegrini, Roca, Mitre seguirá garantizando la impunidad de los coimeros y de los ladrones públicos? Es que si no los defendieran terminarían por acusarse a sí mismos, pero si los siguen protegiendo pisotean el honor del país y lo arrastran por el fango. De uno u otro modo están perdidos. JAQUE y MATE, señores caudillos. Se acabó el juego—Juárez Celman, ex catedrático de Derecho en la Universidad de Córdoba, exigió al Journal que se retractara, amenazando a sus redactores con un juicio, que, decían, inevitablemente perderían, porque el soborno es siempre indemostrable, pues requeriría para comprobarlo el testimonio de quien pagó, quien a su vez con ello se autoincriminaría. Esa cínica defensa del ex presidente implicaba toda una confesión.Publicó en respuesta el Journal:—En laArgentina, míster Celman, quizá sea indemostrable un soborno. Pero le aclaramos que aquí es diferente. Se ha hecho muchas veces y los culpables están en la cárcel—

A su vez, como más tarde el presidente Luis Sáenz Peña se negó a seguir entregando bonos, la casa Rothschild, involucrada con garantías ante el Banco de Inglaterra, pidió al gobierno inglés que despachase navíos de guerra al Río de la Plata. Pero el liberal Primer Ministro Gladstone rechazó la pretensión:—El gobierno de Su Majestad no intervendrá con las armas para beneficiar a los súbditos que inviertan imprudentemente en el extranjero—Una temprana versión del moral hazard (riesgo moral)

Balance de la Revolución de 1890: fue derrotada, pero Juárez Celman tuvo que renunciar: ¿Empate? No. ¡Argentina perdió 26 años!

Un peculiar match de ajedrez en el Club de Buenos Aires 1890 (II)

Luego de los hechos de sangre, se reanuda el matchTagliaferro sigue ganando

4ª partida, 12 de agostoClub de ajedrezAyer continuó el interrumpido match concertado entre los Sres Gijena y Tagliaferro, jugándose la cuarta partida, que fue ganada por el segundo. El Sr. Tagliaferro lleva así ganadas tres, habiendo quedado la tercera del match tablas, como se recordará. Como el mismo señor da cuatro de ventaja, en siete, a su adversario, el match se halla tres por cuatro. La partida de ayer es la siguiente:

Tagliaferro gana en el tablero y empata el matchUna nueva victoria obtuvo Pablo Tagliaferro en la 5ª partida, llevando el score a 4½:½, aunque, de acuerdo a las reglas del match, se encuentra empatado en 4½, ya que Gijena recibe cuatro partidas de ventaja.

5ª partida, 14 de agostoEl match Gijena – Tagliaferro Se jugó ayer la quinta partida de este match que fue una nueva victoria del Sr. Tagliaferro. El match se halla, pues, en este estado: cinco partidas jugadas, de las cuales una tablas, y las demás ganadas por el Sr. Tagliaferro. El señor Gijena tiene en su haber cuatro partidas, que son las que su adversario da de ventaja. Como se recordará, el match es á siete partidas ganadas. La de ayer es la siguiente: Defensa Siciliana. Blancas Tagliaferro, Negras Gijena.

Tagliaferro pasa al frenteEn la 6ª partida Tagliaferro volvió a demostrar su superioridad, imponiéndose com las negras claramente en un Gambito Dama muy deficientemente planteado por su adversario.

6ª partida, 16 de agostoClub de ajedrez

Se jugó ayer la sexta partida del match Gijena – Tagliaferro, ganandola este último, que se ha puesto asi cinco a cuatro. Va enseguida el detalle de la partida: Partida del peón de la dama.

Miniatura de TagliaferroUna nueva y contundente victoria logró Tagliaferro, aprovechando el error posicional de Gijena en la apertura, 3…Db6. Las piezas de Gijena fueron rapidamente rechazadas de sus casillas centrales, y el muy tardío 0-0-0 no pudo evitar que Tagliaferro lo derrotara en sólo 24 jugadas.

7ª partida, 25 de agostoClub de ajedrezEn este centro se jugó ayer la sétima partida del match Gijena – Tagliaferro, ganandola este último, que tiene asi en su favor seis partidas contra las cuatro de su adversario. Se recordará que la tercera fue tablas. Hé aquí la partida de ayer: Defensa siciliana. Tagliaferro blancas, Gijena negras.

Aplausos para GijenaEn forma inesperada Eduardo Gijena obtuvo su primera victoria sobre el tablero frente a Pablo Tagliaferro. Teniendo en cuenta los desarrollos anteriores, fue toda una sorpresa, resultando el ganador muy aplaudido. El score del encuentro es de 6½:1½ en favor de Tagliaferro, aunque ahora, por la ventaja de cuatro partidas otorgada por éste, es de 6½:5½

8ª partida, 28 de agostoEl match Gijena – Tagliaferro Ayer se jugó en el club de ajedrez la octava partida de este match, correspondiendo el triunfo al Sr. Gijena. El match, que es á siete partidas, se halla asi en este estado: cinco partidas el Sr. Gijena por seis del Sr. Tagliaferro. El ganador de la de ayer fué vivamente felicitado por los numerosos aficionados que presenciaron la partida. He aqui el detalle de ésta última: Gambito escocés, Gijena blancas, Tagliaferro negras.

Gijena, elogiado; Tagliaferro, ganadorLa 9ª y última partida tenía un cierto suspenso debido a que una victoria de Gijena empataría el encuentro. Sin embargo, luego de una larga lucha de 73 jugadas, Tagliaferro obtuvo la victoria, venciendo en el encuentro por 7½:5½, con una sola derrota frente al tablero.

9ª partida, 1º de setiembre de 1890La última partidaEl lunes último (lunes 1º) quedó decidido el match Gijena – Tagliaferro, siendo de este la victoria definitiva. El Sr. Tagliaferro daba ventaja de cuatro partidas en siete, y llegó al término, habiendo su adversario ganado solamente una y conseguido hacer tablas otra. La defensa original del Sr. Gijena, fue muy elogiada por los circunstantes.

Julio Morosini y el ajedrez en la Patagonia

Ya vimos que Julio Morosini participó en la Revolución de 1890 en el bando gubernista. También participaría posteriormente en la Revolución de 1893, siempre en el mismo bando. Fue un militar todo-terreno.

Una foto, cuatro militares ajedrecistasDentro del valioso patrimonio fotográfico conservado en el Archivo General de La Nación, nos encontramos esta imagen. El epígrafe indica: ¨Campaña al desierto al mando del General Conrado Villegas. Interior de la Mayoría del Regimiento 3 de Caballería, con los jefes Capitán Julio Morosini, Sargento Mayor José Silvano Daza, Mayor Rafael Solís, y el cirujano del la brigada. Campamento de Ñorquín, 1881/3¨. Se los ve en una pieza de material, construida luego de la victoria sobre el indio del año 1879. Se observan dos cortinas separando un ambiente, armarios, elementos de escritorio, varios libros, y un juego de ajedrez con las piezas dispuestas. Sobre la pared se destaca un escudo nacional enmarcado. La foto es una evidencia de que los militares solían llevar juegos de ajedrez para entretenerse durante sus largos viajes. Coincide con el testimonio de Wenceslao Frías, desde La Rioja, a Pérez Mendoza, publicado en la página 138/9 de su libro. [Fragmento de Ajedrez en la historia argentina (Tomo III), aún inédito]

Alberto CapdevilaCapdevila, militar verticalista, ¿arrepentido? Alberto Capdevila nació en Buenos Aires el 27 de junio de 1856 y falleció trágicamente el 15 de marzo de 1905, cuando aún no había cumplido los 50 años. Durante la jefatura del teniente coronel Alberto Capdevila tuvo lugar la creación de Revista de Policía, fundada el 7 de mayo de 1888.

Escribió el libro Táctica para las maniobras y el Combate de la Infantería, impreso por el gobierno en 1893, que se distribuyó luego en todos los regimientos. En la sesión del 27 de agosto de 1894, se sanciona una ley que ordena remunerar de manera especial al general Capdevila por la redacción de esa obra.

Capdevila contra Riccheri y el servicio militar obligatorioHacia 1901 existía un ardoroso debate acerca de la estructura militar. Era evidente que la leva, el viejo sistema de reclutamiento forzado en los barrios pobres llevándose personas con el argumento de que eran vagos y malentretenidos, ya no era sostenible. En ese marco, la discusión entre los proyectos de los generales Alberto Capdevila y Pablo Riccheri fue determinante. Dice Eduardo Saguier:

La nueva función del ejército, que desvirtuaba el rol de la Guardia Nacional, y venía a expropiar las funciones que siempre fueron indelegables de las instituciones de la sociedad civil, devendría ahora con el servicio compulsivo, para encarar la formación cívica y moral de la juventud y paralelamente ser el antídoto contra el cosmopolitismo que se había generalizado. Mientras los oficiales del ejército, entre ellos el general E. Godoy, adhirieron al proyecto de servicio militar del general Alberto Capdevila, que establecía el servicio mercenario –es decir, voluntario y profesional– con instrucción obligatoria combinada con las guardias nacionales, los diputados civiles suscribían el proyecto del Ministro de Guerra Pablo Riccheri, de servicio militar obligatorio.

La trágica decisión de CapdevilaDos años más tarde, el 15 de marzo de 1905, habiendo fallecido su mujer, derrotado en la Cámara de Diputados su proyecto en dos debates, y ya no encontrando sentido a su vida, el general Capdevila se suicidó con un disparo al corazón, estando sentado en un sillón. Dejó una emocionante carta explicando los motivos de su decisión, parte en francés y parte en castellano:

—Que vivre est dificile, ó mon coeur fatigué——Lo inevitable… eso es la voluntad de Dios! Es necesario resignarse, pues, virilmente, y aceptar la fatalidad del destino. Cúmplase el mío! ——La mort, celá ne sera rien!...— [Fragmento de Ajedrez en la historia argentina (Tomo II)]

Juan Manuel de Rosas y Juan LavalleLa mayor parte de los juegos, tableros y mesas de ajedrez anteriores a la mitad del Siglo XIX que se conservan en nuestro país, fueron comercializados por la Compañía Británica de las Indias Orientales (Honourable East India Company). Lavalle, Rosas y el ajedrezEn el famoso juego de Pedro Somellera figuraba el nombre de Juan Galo de Lavalle como participante de veladas ajedrecísticas. Él también tenía su propio juego de marfil, que se conserva en el Museo Histórico Nacional (Carpeta 2246). Sus medidas son: altura del rey 13cm, altura del peón 5cm. Cuando fue donado al museo por la señora Dolores L. de Lavalle, el 14 de julio de 1915, se encontraban las 32 piezas –16 blancas y 16 rojas– pero en el inventario realizado el 8 de enero de 1931, había 31 piezas, que se conservan en la actualidad. Las piezas tienen un paño verde en su base. Las torres están representadas por elefantes, los alfiles, son frailes, y los peones, escuderos. En este momento se encuentra expuesto en la Sala Independencia del Museo.En el Museo Histórico Nacional, registrado en misma carpeta, se conserva el juego de ajedrez de marfil que perteneció a Juan Manuel de Rosas. Las proporciones de las piezas: altura del Rey14cm, altura de los peones 7cm. Fue adquirido por el Museo a Manuel M. Terrero, teniendo ya en ese momento solamente 21 de las 36 piezas, 11 blancas y 10 rojas. El marfil está artísticamente esculpido. Las unidades tienen un pedestal, compuesto por una esfera calada con orificios circulares, que permiten ver en su interior otra esfera de menor tamaño, que a su vez encierra una más pequeña aún. Las piezas pueden destornillarse, separándose en tres partes: la figura, la esfera y la base. El tablero correspondiente se encuentra en el Museo Histórico de Luján.[Fragmento de Ajedrez en la historia (Tomo III), aún inédito]

Witold Gombrowicz, un ácrata existencial en Morón

Llegó una nueva nave de bandera polaca: el Chrobry. Conduce a un calificado grupo de figuras de esa nacionalidad y turistas. Luciendo un vistoso empavesado, y a los acordes de los himnos nacional y polonés, tendió sus amarras ayer a las 11, aproximadamente, en el desembarcadero de la Dársena Norte, la flamante motonave Chrobry, de la Gdynia America Linea, poniendo término a su feliz viaje inaugural. (...) Entre los viajeros que llegaron en el Chrobry se encontraban (...) los escritores Bohdan Pawlowicz, Witold Gombrowicz y Czeslaw Strazewicz (Sic) (...) Witol (Sic) Gombrowicz es un humorista moderno, de vasta cultura. Acaba de tener un éxito de resonancia con un folleto titulado ¨Ferdydurke¨.

[Fragmento de la nota del diario La Nación del 21 de agosto de 1939, página 8]

Gombrowicz x Gombrowicz (en Argentina)Cómo habrá sido este asunto de partir... fue como si una gigantesca mano me hubiese tomado del cuello de la camisa para sacarme de Polonia y arrojarme en esta tierra perdida en el medio del océano –perdida pero europea– apenas un mes antes de la guerra. Me pregunto porqué aquella mano no me puso en Europa occidental. Porque, supongo, hubiese terminado en París. Si no hubiera dejado Europa hubiese vivido en París después de la guerra, casi con seguridad. Pero la mano no pareció quererlo así porque, a la larga, París me hubiese convertido en un parisino. Y sentía el deber de ser anti-parisino. Miren el mapa. Sería difícil elegir mejor lugar que Buenos Aires. La Argentina es un país europeo. Uno siente allí la presencia de Europa, aun más fuertemente que en la propia Europa, pero al mismo tiempo uno está fuera de Europa –y además, en aquel país ganadero– no se aprecia la literatura. Desembarcamos en Buenos Aires el 22 de agosto (el 2 es mi número) de 1939 (la suma de los dígitos es también 22) después de un tranquilo cruce que duró tres semanas. La situación internacional parecía mejorar. Pero el día siguiente a nuestro arribo los telegramas de Moscú y Berlín anunciando el pacto Nazi-Soviético cayeron en el mundo como un rayo. ¡Guerra! Una semana después las primeras bombas alemanas caían en Varsovia. Todavía vivía en el barco con mi amigo Straszewicz. Cuando escuchó que se había declarado la guerra, el capitán decidió regresar a Inglaterra (no había ya discusión alguna sobre si volver a Polonia). Straszewicz y yo tuvimos un concejo de guerra. Él optó por Inglaterra. Yo permanecí en la Argentina. Doscientos dólares, toda mi fortuna, me duraron casi seis meses. La Argentina era increíblemente barata. Viví en hoteles de tercera categoría. Algunos polacos me ayudaron y empecé a escribir un poco para los periódicos –más que nada series de notas bajo seudónimo. Por algún tiempo nuestra Embajada me dio un modesto subsidio. Pero eso no era suficiente; no sabía cómo sobreviviría el mes siguiente, y tuve que tomar prestados unos pesos para comer. Así siguió todo, a veces mejor, a veces peor, de acuerdo a las

circunstancias, hasta 1947, para luego trabajar los siguientes siete años en el Banco Polaco. Fue muchísimo más aburrido. Pero el amargo, trágico, poético sabor de los primeros años dejó su marca en mí. Apenas si puedo hablar de mis primeras experiencias en la Argentina, pero no puedo dejarlas afuera. Viví, como dije, en los hoteles más baratos, hasta en conventillos. ¡Yo, el Sr. Gombrowicz, me sumergí en la degradación con pasión! Luego, repentinamente, rejuvenecí, moral y físicamente. Un día, caminando por la calle Corrientes, fijé mi mirada, prolongada, en una vidriera. Le dije al muchacho que estaba conmigo que tenía hambre. Dijo:—No te preocupes. Tengo un muerto. Habrá suficiente para los dos—Tomamos un tranvía y fuimos a los suburbios, a una casa en un barrio proletario donde, efectivamente, un hombre muerto yacía en su ataúd. No sé de qué nacionalidad sería, pero estaba cubierto de flores. Y su familia, amigos y conocidos aceptaban su partida en un silencio macabro. Después de decir nuestras oraciones pasamos al cuarto contiguo donde había un buffet para los participantes –¡sandwiches y vino!. Mientras comíamos mi amigo me dijo que por lo general buscaba muertos en aquel barrio, y que la mejor manera de obtener las direcciones era preguntando al sacristán. Mantuve cierta prudencia burguesa y nunca me dejé entreverar en actividades más peligrosas. La cana me llevó en varias ocasiones, pero nunca por mucho tiempo, y casi siempre por culpa de mis amigos y no por crímenes que yo haya cometido. Y he aquí otro recuerdo, que también resulta simbólico: en Marzo de 1942 el dueño de mi hotel comenzó a insistir demasiado enérgicamente por los seis meses atrasados que le debía, así que debí mudarme. Una noche dejé el hotel y mi vecino, Don Alfredo, generosamente me alcanzó las bolsas por la ventana. Me las llevé a un café, me senté en una mesa y no supe qué hacer. Mi crédito se había acabado. De pronto oigo: —¿Tú aquí? — Era un polaco, un periodista llamado Taworski que había vivido en la Argentina muchos años. Le conté lo que me había pasado. Replicó:—¿Sabes? Ahora tengo unos socios y alquilamos un chalet cerca de Buenos Aires, en Morón, para poner una pequeña fábrica textil. Puedes vivir allí—El chalet no estaba mal: tenía cinco habitaciones con vista al jardín, aunque estaba casi completamente desamueblado. Taworski dormía en una cama y yo sobre una parva de diarios. Desde que llegué me avisó misteriosamente: —Si entra alguien, ya sea por la ventana o de noche, por el amor de Dios no te muevas. No delates signo de vida alguno—Pasé unas cuantas noches tranquilas sobre mi parva de diarios. Después, una noche, a eso de las tres de la mañana, unos ruidos me despertaron y vi dos

tipos grandotes que estaban desenroscando las bombitas de luz y removiendo los fusibles. No me moví. Desaparecieron. Resultó que eran los socios de Taworski, que no podían deshacerse de él y que trataban de hacerle todo tipo de jugarretas. Taworski, que tenía por su cuenta sentencia de prisión en suspenso por alguna pequeña travesura, no se atrevía a protestar, y los tipos lo sabían. Así que estas brutales y ebrias visitas nocturnas (por lo general estaban borrachos), junto a nuestra imposibilidad de defendernos, tomó la calidad de un símbolo, tan patético como significativo. Pasé unos seis meses en el chalet, que era gradualmente desvalijado. Taworski era la bondad en sí misma y me cuidaba como un padre. Vivíamos casi exclusivamente a base de carne ahumada y choclo, que él cocinaba una vez a la semana. Yo era muy popular en Morón, tanto en la pizzería de la plaza como en el café donde jugaba billar y ajedrez. Tomaba mi diario vaso de leche y comía mi pan al sol, sentado en el pasto, mirando la calle. En la pizzería, un mozo que me tomó cariño me dio un sandwich de veinte centavos con una feta de jamón cuatro veces más gruesa que lo usual –era casi un bife. Y luego, de repente, en el suplemento literario de La Nación, un artículo mío apareció en la primera página. Desde ese momento mi posición social en Morón se iluminó. Empezaron a tratarme con consideración. La vida no era fácil. Me mantenía por catástrofes. Mi catástrofe, la catástrofe de Polonia, la catástrofe de Europa. Pero al mismo tiempo actuaba en otro, más elevado nivel. [Del capítulo IV de W. Gombrowicz - "A kind of testament" (1973). Calder & Boyars, London, traducción Ernesto Resnik]

Personalidad de Zoilo Rudecindo Caputto (1923...)Nació en Banfield, y se graduó como profesor en la Academia de Bellas Artes. En su juventud publicó siete libros de torneos, culminando esa labor con el Torneo del Siglo, editado en 1960 por el recordado bibliófilo Eugenio G. Pider, y fue colaborador del Gran Maestro Miguel Najdorf en 15 Aspirantes al Campeonato Mundial, editada en dos tomos por El Ateneo, Buenos Aires, 1954. Publicó artículos ajedrecísticos en revistas nacionales y extranjeras. Como compositor de estudios tuvo fugaz notoriedad a fines de la década del cuarenta, reapareciendo con la publicación de El Arte del Estudio, obra en cinco tomos.

Lazarillo de Borges

El gran escritor y poeta argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) era muy aficionado al ajedrez, y aunque nunca pude saber qué fuerza tenía en el arte de mover los trebejos, recuerdo que él sentía tanto respeto por nuestro juego que hasta lo usó como tema en alguna de sus poesías. La primera vez que lo vi, y de manera absolutamente casual, fue en el barrio porteño de San Cristóbal. Era una fría mañana de invierno, y un hombre delgado, vestido con un largo sobretodo azul y una boina, iba caminando lentamente por la calle México, con la auyda de un bastón de mango curvo que le servía de guía. Recién cuando nos cruizamos lo reconocí: era nada menos que Borges!En ese momento él se detuvo y pidió ayuda para acceder a la entrada de un edificio que parecía conocer bien. Entonces lo acompañé a subir aquellos odiosos escalones de granito gris, hasta la puerta giratoria. Él la palpó, como si de pronto hubiera encontrado un amigo confiable; murmuró algo que pudo ser un agradecimiento para el desconocido que tenía a su lado, y sintiéndose seguro para continuar solo, entró en la casona de los libros…¡el director de la Biblioteca Nacional![Recuerdos con Jaque]