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    Debates| 2008

    Independencias Doss ier coordinado por Alejandro Gmez et Federica Morelli

    FEDERICAMORELLI

    La redefinicin de lasrelaciones imperiales: en tornoa la relacin reformasdieciochescas/independenciaen Amrica[17/05/2008]

    Resumen| Indice| Tabla de contenidos| Texto| Notas| Cita|Autor

    Resmenes

    El propsito central del artculo es mostrar cmo el discurso sobre la reforma delimperio, en la segunda mitad del siglo XVIII, tuvo consecuencias importantes en lamanera en la que tanto los espaoles como los americanos perciban sus mutuasrelaciones, a ntes del colapso del la Monar qua en 1 808. Factores como la Guerr a delos Siete Aos y el amplio debate que se haba desarrollado a partir del principio delsiglo XVIII sobre los imperios, sobre las formas de m odernizarlos y conserv ar los,contribuyeron a cambiar la imagen poltica y cultural de la misma monarqua, lacual no conformaba ya una nica comunidad en la que tena vigencia el iuscommune incorporado en la persona del Rey, sino una federacin en la que elcomer cio, m s que el domin io poltico, deba g ar ant izar la unin. De ah el fra caso detra nsform ar , luego de iniciada la crisis de la Monar qua, el Imperio en Nacin.

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    Entradas del ndice

    Mots cls : federacin, commerceKeywords : At lantic Em pir es, autonomy, Bourbon reforms, federation, nationGeogrfico : Cuba, Hispanoamrica,Am rica Espa olaCronolgico : Siglo XVIIIPalabras claves : autonoma, Imperios atlnticos, nacin, reformas borbnicas,comercio

    Texto integral

    La historiografa sobre las Reformas Borbnicas en Hispanoamrica tieneuna tray ectoria que se r emonta a los aos cincuenta del siglo XX[1]. Aquellasprimeras obras, escritas por historiadores del derecho y de las instituciones,tenan, en gran medida, una perspectiva y un enfoque meto dolgico comn: ladel imperio espaol, es decir, que la articulacin de ste con los distintosniveles administrativos en Amrica, era observada desde la perspectivametropolitana. El mtodo empleado era en lneas generales el histrico-

    jur dico-instituc ional, que consista en analizar la amplia legislac inmetropolitana. Segn esta perspectiva, que miraba slo una parte de ladocumentacin, el programa reformista de los Borbones cambi de maneraradical las relaciones entre la Madre Patria y colonias, y a que introdujo v arioscambios sobre el plano comercial, fiscal, militar y administrativo.

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    Paralelamente, la co le des Annales en Francia y la historiografaanglosajona empezaron a reo rientar hacia los problemas ec onmicos-socialesla inv estigacin sobre la poc a colonial hispanoamericana, e incluso sobre la

    bo rbnic a[2]. Esta tendencia adquiri un fuerte enfoque cuantitativo, y lasfuentes utilizadas provenan en gran parte de archiv os nacionales, regionales y

    locales de los distintos pases latinoamericanos. Este enfoque contribuy, encontraste con el precedente, a subrayar los lmites de las reformasprogramadas desde la metrpo li. Unos lmites que se han evidenc iado an mscon los estudios y las investigaciones de los aos ochenta y nov enta que hanintentado articular las aprox imaciones el institucional y el eco nmico-social,insistiendo ms en los aspectos polticos que resultaban de ese complejo juegode relaciones[3]. De esta manera, la historiografa ha insistido ms en lasrebeliones de la segunda mitad del siglo XVIII, considerndolas ya no comomovimientos precursores de las independencias, sino ms bien como

    verdaderas rev ueltas anti-fiscales de ant iguo r gimen[4].

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    Ahora bien, en esto s lt imo s quinc e-v einte ao s, son raras las obras que sededican exclusivamente al periodo borbnico, siendo generalmenteconsiderado como parte de una poca ms amplia que va desde la segundamitad del siglo XVIII hasta la segunda mitad del XIX aproximativamente; esdecir, desde el final de la Guerra de los Siete A os en 1 7 63 hasta el periodo quesigue a las guerras de independencia y que coincide con el difcil proceso deconstruccin y formacin de los estados nacionales. En realidad, el primero apropo ner esta per iodizacin fue el historiador argentino Tulio Halpern Donghien 1985 [5]. Una cronologa que en seguida se ha revelado fundamental parainvestigar el tema de las formaciones estatales de la primera mitad del sigloXIX, abordado por los estudios de Historia Poltica [6].

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    Sin embargo, la articulacin que en estos ltimos quince/veinte aos haintentado establecer la historiografa entre reformas borbnicas einde endencia es totalmente diferente de la relacin casi mecnica

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    El nuevo escenario internacional y la

    modificacin del Pacto Colonial

    determinista que la historiografa positivista y liberal latinoamericana intentestablecer entre las dos desde el final del siglo XIX, la cual consideraba laindependencia como una reac cin a las reformas anti-criollas de los Borbones.En los ltimos aos, la articulacin entre reformas e independencia se ha

    vuelto un po co ms compleja y contr adicto ria: po r un lado, hayinvestigaciones que insisten sobre los lmites de las reformas en los territoriosamericanos, explicando por esta va el resurgimiento, al momento de la Crisisde la Monarqua Hispana iniciada en 1808, de unos compo rtamientos y de una

    cultura poltica tradicional; por otro lado, otras investigaciones demuestranque las reformas contribuyeron, por el contrario, a reformar las estructurasecon micas, sociales y polticas, y a introducir nuevo s modelos c ulturales. Si

    bie n esto s ltimos trabajo s han tenido el mrito de po ner en ev ide ncia la grancomplejidad de la poca que no puede reducirse al intento de la corona deincrementar su control sobre los territorios coloniales y sobre las entradasfiscales, dado que las reformas favorecieron tambin algunos sectores de lasociedad americana-, hay que preguntarse hasta qu punto los proyectosreformistas han co ntribuido a poner en tela de juicio -para dec irlo en trminostocquev illanos- los v alores sobre los cual se fundaba la sociedad?[7]

    En tal sentido, creemos que una de las perspectivas ms interesantes paracontestar esta pregunta es la ofrecida por los estudios sobre los imperios delespacio A tlntico, sobre las ideologas en las que se fundaban, y sobre lasdinmicas de su crisis, su reforma y eclosin entre la segunda mitad del sigloXVIII y las primeras dcadas de l XIX. Esta perspectiv a nos permite, en efecto ,considerar las reformas en Amrica no como algo distinto del mismo proc esoreformador espaol, sino como parte integrante de ste e incluso de undiscurso de alcance europeo. Aunque muchas reformas no fueron realmente aplicadas, los discursos tanto de los reformadores espaoles como de loseuropeos lograron cambiar la imagen poltica y cultural de la misma

    monarqua, la cual ya no conformaba una nica comunidad en la que tenav igenc ia el ius commune incorporado en la persona del Rey. Estos lenguajestuvieron un impacto increble en los territorios americanos, lo cual fueparticularmente evidente en el momento de la Crisis de la Monarqua a partirde 1808.

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    En la base de esta reformulacin de las relaciones entre Espaa y A mrica o,mejor dicho, entre Europa y Amrica, estn dos elementos fuertementeentrelazados: por un lado, los efectos de la Guerra de los Siete Aos; y, por elotro , la amplia literatura que se haba desarrollado a partir del principio delsiglo XVIII, sobre los imperios, sobre las formas de modernizarlos y, enparticular, sobre cmo conservarlos. La redefinicin de la idea de imperio

    produjo por primera vez una distincin en la concepcin de la calidadterritorial entre Europa y Amrica; una distincin que tendr consecuenciasfundamentales para comprender los efecto s de la crisis de 1808.

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    El periodo que v a de la Guerra de los Siete Aos a las Guerras Napolenicas,

    fue un perodo de mx ima tensin entre Gran Bretaa y Franc ia por el dominiodel Atlntico y del Ocano I ndico, co n repercusiones que alcanzaron de lleno alas otras todava importantes potencias coloniales del mundo (Espaa,

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    Portugal y Holanda), co n co nsecuencias muy amplias. No se trat tan slo delo que en la superficie podra considerarse como una pugna por el co ntrol delas grandes rutas de navegacin y comercio martimo, sino de unatransformacin completa de los equilibrios entre la naturaleza de losintercambios, las economas implicadas, y los sistemas coloniales, los cualeseran un factor esencial de su continuidad y profundizacin[8].

    El desencadenante de estos grandes cambios fueron las consecuencias de laGuerra de los Siete Aos, punto de arranque de la reorganizacin poltica,

    militar y econ mica de los sistemas coloniales de todo s los pases europeos yque, en el caso britnico, condujo a la crisis norteamericana, por un lado, y ala colonizacin de Bengala, por el otro. Este conflicto internacional fueesencialmente una lucha por la hegemona entre Gran Bretaa y Francia, en elcual Espaa se v io directamente invo lucrada en las fases finales, alindose conFrancia contra los ingleses. Los efectos que tuvo su participacin fueronconsiderables: en un par de audaces operaciones militares y navales quedemostraron las nuevas dimensiones globales de la guerra en el siglo XVIII,una fuerza expedicionaria britnica zarp de Portsmouth, se uni en el Caribea fuerzas profesionales y milicias norteamericanas, y juntas asediaron y

    tomaron La Habana, mientras otra fuerza expedicionaria, enviada desdeMadrs a las Filipinas, tom Manila, el puerto de enlace comerc ial entre A sia yel virre inato de Nueva Espaa.

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    La cada simultnea de estas dos ciudades -una de ellas la llave del Golfo deMxico, la otra del comercio transpacfico- fue un golpe devastador para elprestigio y la moral de los espaoles. Como ha afirmado Elliot en su recientetrabajo sobre los imperios del Mundo Atlntico, en ambas potenciasimperiales la guerra haba dejado al descubierto importantes debilidadesestructurales, a las que la adquisicin de nuevas regiones bajo los trminos deltratado de paz (Florida a Inglaterra y Luisiana a Espaa) slo poda

    perjudicar

    [9]

    . En efecto, co n Francia ex pulsada de Nor teamrica, Gran Bretaay Espaa quedaron solas frente a frente a ambo s lados de regio nes fronter izasescasamente pobladas y v astas extensiones de territorio interior habitado porindgenas[10]. Tanto en Madrid como en Londres, las reformas estaban a laorden del da. A pesar de las victo rias, los ministros ingleses eran plenamenteconscientes de que era slo cuestin de tiempo para que Francia y Espaaunieran sus fuerzas para cuestionar su supremaca. Cunto tardaran dependade la rapidez con la que los secr etarios de estado de Carlos III pudieran poneren prctica un programa de reformas fiscales y comer ciales, que v enan siendoobjeto de largas discusiones en crculos oficiales. El fracaso de las fuerzasdefensoras en La Habana y Manila increment la urgencia de la tarea.

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    El problema ms apremiante para los gobiernos tanto britnico comoespaol, era mejorar las medidas para la defensa imperial. Para vencedores y

    vencido s, las tensiones y presiones de guerra haban puesto en ev idencia lasdeficiencias del sistema existente. La cuestin principal, tanto para Londrescomo para Madrid, era cmo conseguir una distribucin aceptable de loscostes y las obligaciones de la defensa entre la metrpoli y los territorios deUltramar, de modo tal que produjeran resultados ms efectivos. Ahorasabemos que los resultados fueron muy diferentes: mientras que lasautoridades espaolas -movidas tambin por la estrechez econmica-decidieron ampliar e integrar las milicias locales, reorganizadas, en el nuevo

    sistema imperial, sus homlogos britnicos enviaron a Amrica un ejrcitopermanente desde Inglaterra, no teniendo en cuenta las sensibilidadescoloniales a la hora de establecer esta dsitribucin.

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    El proyecto reformador no concerna slo el plano militar, sino queabarcaba tambin los aspectos comerc iales, fiscales y polticos; como muestrael exc elente trabajo de Josep Fradera, el caso de las periferias insulares es muyrevelador de las lneas generales del proceso de transformacin al que nosestamos refiriendo [11]. Si co ntemplamos el enorme mundo imperial espaol, sepuede observar que, hasta la segunda mitad del siglo XVIII, tanto lasposesiones del Caribe (Cuba y Puerto Rico) como las Filipinas, fueron muchoms importantes como plazas fuertes militares, como baluarte defensivos del

    imperio, que como sociedades donde proyectar formas consistentes deexplotacin colonial. Sobre esta base, los factores de cambio que aparecen araz de la Guerra de los Siete Aos, pueden ser individualizados con ciertodetalle. En el espacio caribeo, la cara ms dinmica del universo imperialhispnico tardo, la economa de plantacin con esclavos en torno a algunospocos pero muy decisivos productos de la agricultura tropical, permiti queCuba y Puerto Rico pasasen en pocos aos de ser bsicamente enclavesmilitares con una agricultura extensiva y ganadera de co mplemento, a ocuparun lugar destacado entre los pro ductores mundiales de azcar, caf, tabaco yotros producto s tropicales de exportacin[12].

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    Desde este punto de v ista, el ejemplo c ubano, un punto crucial como lugarde experimentacin del propio pro ye cto reformista, puede rev elar claramentelos rasgos fundamentales del mismo. Los trabajos de Allan J. Kuethe[13] handemostrado co n acierto uno de los aspectos c ruciales del proceso reformista:la negociacin entre la burocracia imperial y una selecta representacin de losintereses criollos para establecer las bases de un nuevo Pacto Colonial, en elque la aportacin de la eco noma c ubana a la defensa imperial tuviese mayo rpeso. La sustancia de l acuerdo no resulta difcil de sintetizar: la refundacin delos derechos sobre los principales renglones de exportacin (el azcar, lasaguardientes, y las mieles de caa), a cambio de un conjunto de medidas de

    liberalizacin del comercio exterior y, cuestin fundamental, la importacinde mano de obra esclava. Estos fueron los pilares de una reorganizacincompleta de la eco noma cubana, en particular de la relacin entre eco nomalocal y el comercio internacional, libre o con restricciones monopolistas decorte mercantilista tardo. No es entonces una casualidad si el escrito demayor relevancia de Francisco Arango y Parreo, el Discurso sobre la

    Agric ultura de la Habana y medio s de fomentarla, de 1 7 92 est en sintonacon el espectacular despegue del sector azucarero. Toda la armaznintelectual del texto de Arango est pensada para situar el sector azucarero enel centro de la expectativa de crecimiento econmico cubano, y para hacerloreceptor de la proteccin de la administracin colonial en la que el mismo ysus colabo radores fuesen parte activ a hasta la tercera dc ada del siglo XIX[14].

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    A trav s del caso cubano , resulta claro que el proy ec to refor mista noconsista nicamente en un proceso de centralizacin que habra implicado laimposicin de condiciones grav osas para los territorios americanos: ademsde la introduc cin de ciertas medidas fiscales y administrativas, el estado tuv oque repropo ner el modelo de Pacto Colonial, negociando con los intereses delos grupos locales. Resulta por tanto evidente que si bien las reformasexcluyeron a los criollos de los altos puestos de gobierno y atacaron losprivilegios y las propiedades de la iglesia, tambin lograron importantesprogresos en el comercio y en la produccin, favoreciendo algunos intereses

    locales y ciertos cambios en la manera de pensar la poltica y la economa.

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    De la decadencia a la federacin de

    los imperios

    la decadencia de Roma fue el efecto natu ral e inev itable de sugr andeza desmesur ada. La prosperidad madur el germen de la cada;las cau sas de la destruccin se multiplicar on con la extensin de lasconquista y cua ndo el tiem po o el caso removier on sus apoy osartificiales, aquella estupenda mole cedi bajo la presin de su propriopeso. La historia de su r uina es simple y obv ia; y en lugar depregun tar se porqu el im perio romano fue destruido, hay quesorprenderse que haya sobrevivido tanto (t. II, cap. XXXVIII)

    Paralelamente a los efectos de la guerra, en Europa y en Espaa se habadesarrollado un debate muy amplio so bre los imperios. Un debate que lleg asu pice en las dcadas de los sesenta y los setenta del siglo XVI II, c uando y a

    era evidente que la rebelin de los colonos americanos podra prov ocar co moresultado la cada del Imperio Britnico. Justo en esa poca sali, como unasuerte de profeca, la clebre obra de Edward Gibbon, Histo ria de ladecadencia y ruina del imperio romano[15]. Sus lectores tanto en Espaa yPortugal como en las co lonias, no de ban esforzar demasiado su imaginacinpara recono cerse e n las palabras de Gibbon:

    14

    La concepc in de Gibbon se fundaba no s lo en el clsico modelo narrativode los ciclos del tiempo histrico, sino tambin en otro discurso anti-imperial, tpico de la Ilustracin, o sea la ex cesiva ex tensin de los imperios.Se trataba de un argumento el de la dificultad de gobernar imperiosdemasiados grandes- ya utilizado por otros crticos del imperio en los siglosanteriores que, sin embargo, en el XVIII se focaliza sobre una cuestin clav e:la imposibilidad de mantener una comunidad verdadera a causa de la

    distancia. Esta conviccin radicaba en la idea, tpica de la ilustracin, que lafelicidad pblica estaba condicionada por la felicidad privada, ya que, segnlas palabras de Richard Price, la complicidad que se or igina entre las personasen la vida privada meda el v erdadero v nculo poltico[16].

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    En resumidas cuentas, se trataba de la misma conv iccin expresada co n msv igo r por Rousseau cuando indicaba que los lmites de una comunidad polticaestaban establecidos por el rea en la que era posible tener contactoshumanos. La creac in de estados muy amplios llev aba a la corrupcin de lasformas originarias de fundacin de la comunidad. Los imperios modernos nosolamente eran extensos, sino que englobaban una amplia variedad de

    culturas dive rsas, a v eces co nflictuales. Adems haban sido creados por unamasa de gente emigrada de un hemisferio al otro. Para la Ilustracin europea,el hecho de que los colonos presentes en Amrica, en India o en fricahubiesen dejado sus tierras de origen y creado nuevas culturas hbridas,constituy el aspecto ms destructivo de todo proc eso c olonial. La v erdaderasociabilidad poda sobrevivir slo en comunidades de dimensiones limitadas yhomogneas; los imperios, al contrario, eran necesariamente sociedadesdivididas entre dueos y esclavo s

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    Esta misma idea la encontramos en una de las crticas ms destacadas de laIlustracin al imperialismo europeo, Lhistoire philo sophique et politique des

    tablissements et du commerce des Europens dans les deux Indes del abateRaynal. Esta obra, publicada por primera v ez en 17 7 2, se transform en unverdadero best seller, siendo objeto de ms de 30 ediciones entre 1770 y

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    17 87 . Es conoc ido que la ltima versin de esta obra, que apareci en Ginebraen 1780, no fue exclusivamente obra de Raynal, sino que contena contribuciones de varios filsofos, entre ellos Diderot. Estas habantransformado la obra en una verdadera Encyc lopdie dedicada a los efectospolticos, culturales y sociales que Europa haba sufrido con lacolonizacin[17]. Sin embargo lHistoire no es slo una co ndena de la av enturacolonial europea, es tambin una celebracin de los efectos humanos ycivilizadores del comercio internacional. En lugar de considerar los dosfenmenos como dependientes el uno del otro, tanto Raynal co mo Diderot los

    vean c omo antittic os. Sobre este punto v olv eremos ms adelante. Lo que meinteresa ahora subrayar es que el objeto de la crtica ms explcita de lHisto ireno fue simplemente el proceso colonial, sino ms bien el individuo nacido deese proceso.

    Este discurso se articula y hace eco a otro debate de la poca: el de lainferioridad del mundo americano respecto al europeo, magistralmentedescrito por Antonello Gerbi en La disputa del Nue vo Mundo [18]. El primerautor a difundir estas tesis fue el naturalista francs Buffon, quien afirm que, acausa del ambiente, las formas de vida presentes en Amrica eran ms

    pequeas, mal estructuradas y menos co herentes en sus funciones[19]. Las tesisde Buffon tuvieron gran popularidad en Europa y fueron retomadasparcialmente por Robertson, Raynal y sobre todo por el naturalista holands,Cornelius de Pauw, cuya obra, Rec he rche s philo sophiques sur les Amricains[17 69], ofreci un panorama alarmante de un continente total eirremediablemente degenerado. Sin embargo, tanto Raynal como para Diderotla decadencia moral de los colonos no e ra solo la co nsecuencia de la supuestainferioridad de Amrica, sino ms bien el efecto de la decisin misma deemigrar. Si la civilizacin perteneca slo a las comunidades estables, los quehaban decidido abandonar esas co munidades abandonaban la civitas[20].

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    La nica excepcin a esta regla eran los ingleses, ya que slo ellos habanllegado al otro lado del ocano sin los impulsos de la avidez o de la sed del oro ,y sin la voluntad de imponer su re ligin a otros: ellos hab an abandonado supatria para buscar la libertad. Mientras que los mestizos espaoles,portugueses y franceses eran ms o menos unos degenerados, los inglesesnorteamericanos haban logrado mantener y desarrollar el inters por lalibertad hasta superar a una Madre Patria, siempre considerada como mstirnica. En la base de este discurso hay la idea de la diferente concepcin delos imperios entre los ingleses y los dems. Como ha demostrado David

    Armitage, lo s escritores republicano s ingleses, a partir de la segunda mitad delsiglo XVII, haban proclamado que el imperio ingls deba conce birse como unprotectorado de intereses distintos. Retomando la descripcin que Cicernhaba hecho del Imperio Romano en la Tarda Edad Republicana, JamesHarrington afirmaba que la corona inglesa no ejercitaba un imperium sobresus dominios, sino slo un patro cinium, o sea, un protectorado [21].

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    Los pensadores ingleses sustentaban las diferencias que perciban entre suimperio y el espaol y tambin el francs- en la distincin entre imperiosgriego y romano: mientras que Espaa y Francia eran los autnticos heredero sde Roma, el imperio ingls se acercaba ms al de los atenienses que, adiferencia del de los romanos, haba establecidos colonias que eran sociosindependientes de la Madre Patria. En base a esta imagen, las c olonias inglesas,

    contrariamente a las francesas y espaolas, haban sido empresas privadas. Enconsecuencia, se deduca que, como las colonias griegas en el pasado, lasinglesas se haban constituido desde el principio como comunidades semi-

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    El comercio como factor de

    integracin

    independientes desde un punto de v ista poltico y en cierta medida cultural[22].La indignacin de los revolucionarios norteamericanos surgi de lapercepcin q ue los Samp Acts y to do s los esfuerzo s en negar a los colonos suindependencia legislativa y su derecho a la representacin poltica v iolaban suimagen de imperio ingls, como una versin moderna de la Liga Achea, esdecir, como un conjunto de estados libres que se juntaban gracias a la

    voluntad de to do s sus miembros.Aunque las percepciones de angloamericano s e hispanoamericano s so bre la

    idea de imperio no so n tan distantes -como afirmaban los autores ingleses de lapoca, y como subraya todava una parte de la historiografa- lo que nosinteresa subrayar aqu es que la idea de imperio federativo no slo exista sino,como veremos, era considerada como la nica alternativa para solucionar elproblema de la dec adencia.

    21

    El ejemplo del imperio ingls, tan diferente de los otros, ofreca incluso unarespuesta a quienes, partiendo de las observaciones de Gibbon sobre elImperio Romano, se preguntaban cmo transformar la expansin enconservacin. Esta consistira en el sustituir la conquista con el comercio,dado que, como argumentaban muchos ilustrados incluso Gibbon- no habasido la riqueza o el lujo la causa principal de la cada de Roma, sino eldespotismo.

    22

    Durante el siglo XVIII, se empez a considerar el comercio como la nicasolucin al prob lema del futuro de los imperios. Como escribiera Campomanes

    en 17 62: todas las naciones cree n que la riqueza por medio del comerc ionavegacin e industria es el nico manatial de la pblica felicidad[23]. Uno delos proyectos ms influyentes fue el de Jos Campillo y Cosso, escrito entre1741 y 1743, pero publicado slo en la dcada de los ochenta [24]. Espaa,subrayaba Campillo, era fuerte en trminos de posesiones territoriales, peroera el ms dbil imperio de Europa en trminos polticos y econmicos.Espaa sacaba de las posesiones americanas menos de lo que Inglaterra yFrancia ganaban respectivamente de las islas Barbados y Martinica. SegnCampillo, la causa principal de esta situacinera el hecho que la AmricaEspaola se haba fundado y todava se mova alrededor de un siniestro y

    maligno espritu de conquista. A partir del siglo XVII, afirmaba Campillo, laverdadera po tenc ia poltica de las nac iones se funda en la riqueza, la c ual ya nodepende del saqueo sino del desarrollo.

    23

    Era por lo tanto necesario suprimir todas las restricciones c omerc iales queEspaa haba impuesto a partir del siglo XVI, y liberar el comercio con losterritorios americanos. Campillo, como Montesquieu, consideraba elcomercio como algo ms que un simple intercambio de objetos. Para l, eldoux commerce tena tambin una dimensin comunicativa fundamental: loshombres no intercambiaban slo lo que necesitaban, sino tambin una partede ellos mismos y de la cultura a la que pertenec an. El resultado era quedevenan ms civiles, ms tolerantes y menos aptos a recurrir a la v iolencia.Sin embargo, co mo otros ilustrados, Campillo no tena ninguna confianza en laclase de los co merciantes, que slo perseguan sus propios intereses. Para que

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    ,

    y protegido po r un estado paternalista[25]. Adems, continuaba el autorespaol, era necesario que la Corona cambiase la cultura poltica de lascolonias: en lugar de explotar y someter a los indgenas, los espaoles y loscriollos habran tenido q ue comerc iar co n ellos, transformndolos en v asallostiles y fieles a la monarqua[26].

    El programa de los reformadores espaoles reconoca a los territoriosamericanos un papel estratgico en el renacimiento de la potencia espaola.Haba en primer lugar que reconsiderar la relacin entre los dominioseuropeos y los reinos de las Indias. Campomanes, en particular, fue el primeroa hablar con insistencia de colonias americanas y a considerarlas no comouna parte dependiente de Castilla, sino como una comunidad comparable a lascolonias que Francia e Inglaterra haban establecido en Norteamrica:comunidades que se haban fundado y conservado gracias a los interesescomerciales de la metrpoli. Por primera vez se defina a los americanosespaoles como habitantes de un rea perifrica, vinculada a Espaa graciasal comer cio.

    25

    Esta redefinicin de las relaciones entre Espaa y territorios americanos noconce rna sin embargo slo los aspectos econ micos, sino que se trataba de un

    proyecto mucho ms amplio y articulado que implicaba la participacin degrupos y cuerpos americanos. En efecto, como la historiografa reciente hasubrayado, hay que rev isar el lugar co mn que interpreta todo el conjunto demedidas de lo que conoc emos como Reformas Borbnicas como la realizacinde un proyecto de despotismo ministerial sin ms. Numerosos estudiosdemuestran a este respecto que no slo las reformas favorecieron lascorporaciones de comerciantes americanos, los consulados[27]; demuestrantambin que la introduccin de intendencias se concretiz ms como unproceso de refuerzo de poderes autnomos que como una centralizacin decarcter estatista[28]. De la misma manera, los resultados sobre las reformas

    militares han demostrado como la redefinicin del sistema defensivo imperialse ha resuelto en un incremento y una difusin de dere chos y privilegios (losllamados fueros), en favor de las lites americanas[29].

    26

    Como subraya Annick Lemprire, la oposicin a las reformas ilustradas nose expres solamente, salv o exc epciones, contra el contenido de las reformas,sino co ntra los proc edimientos de gobierno con que el poder re gio pretendillevarlas a cabo. En efecto, aunque la novedad modernizadora de las reformasreside en algunas de sus propuestas, lo ms novedoso se encuentra en elproceder, o sea, en las ideas y las prcticas de corte absolutista que fueronmovilizadas para llevarlas a cabo [30]. En este sentido , el fracaso no fue tanto el

    de las reformas como el del proyecto poltico que las acompaaba: elregalismo de nuevo cuo que quera sustituir a la figura del monarca pactistacon otra que tuviera la apariencia de una pura voluntad soberana. Sinembargo, como demuestra el caso cubano antes citado y tambin otrasregiones ms perifricas del imperio [31]-, los procedimientos no siempre serevelaron de corte absolutista, pues en muchos casos se asisti a una

    verdadera reformulac in del pacto entre el mo narca y los grupos de po derlocales.

    27

    Como propone Jeremy Adelman en su reciente trabajo sobre el AtlnticoIbrico, el acento, cuando se habla de reformismo bo rbnico, debe ser puestoen el trmino de integracin ms que en el de centralizacin. Las reformas no

    lograron centralizar el poder, sino que intentaron integrar los territoriosamericanos en una nueva idea de imperio, en la cual la metrpoli setransformaba en nacin las rovincias del anti uo orden im erial en

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    Nacin y federacin

    una exigencia ms general, una pregunta insistente sobre lo quedeba ser la r azn de v ida de Espaa en el pasado y en el futuro. Elnfasis caa en el renacimiento y las miradas que intentaban penetrar

    m s a fondo en la natu ra leza y la historia de la nac in. La cr isis de lasreform as se conjuaba con u na crisis de identidad[33].

    colonias integradas en un sistema comercial atlntico[32]. La nacin espaolahubiera podido salvarse gracias a un imperio potencialmente ms lucrativ o yseguramente ms fiel. Como el mismo Campillo haba afirmado, slo unasustancial autonoma poltica de los territorios americanos poda garantizaraquel crecimiento econmico, til tanto para la Madre Patria como para lascolonias.

    La necesidad de reformar el imperio se haba transformado en algo msimportante que construir una asociacin de dominios econmicamenteproductiva y polticamente obediente. Se haba transformado, comoclaramente ha subrayado Venturi, en

    29

    Es decir, la redefinicin de la idea de imperio abri paso, en la mismaEspaa, a la formulacin de un nuev o c oncepto de nacin.

    30

    En realidad, el debate sobre el patriotismo ya haba aparecido en lapennsula en la primera mitad del siglo XVIII. Como ha claramente mostradoJos Mara Portillo, los intelectuales espaoles estaban construyendo en laRepblica de las Letras una idea de nacin espaola, identificada co n el mundoeuropeo y peninsular[34]. Fue en los discursos de los ilustrados como JosCaldaso o Jovellanos- donde de una manera ms viva se dibuj una

    segregacin conceptual entre Nacin y Monarqua. Si la segunda era todo loque abarcaban los dominios del Rey Catlico, la nacin haca referencia a unespacio estrictamente europeo de virtudes morales y de identidadcivilizadora.

    31

    No poca responsabilidad en la fabricacin de tales imgenes tuvieron losliteratieuropeo s que hicieron tambin motivo de su reflexin el debate sobrela mayor o menor vala de las glorias de la nacin espaola. El pensamientoespaol del setecientos puede entenderse en el escenario de los debates einquietudes europeas, como la cuestin levantada en las dcadas finales de lacenturia sobre la significacin de la nacin espaola en la Repblica de las

    Letras[35]

    . Como Antonio Mestre ha claramente ex plicado, la idea de nacin dela Ilustracin Espaola se nutri abundantemente de aquel debate en el quetuvo que defender las glorias de la literatura espaola, frente a una potentelnea de interpretacin de Espaa como espacio alienado de la civilizacin[36].Como consecuencia, quienes defendieron las glorias de la nacin espaolatuvieron y sostuvieron una imagen perfectamente utilitaria de Amrica: elNuevo Mundo serv a de referencia slo para mostrar la potencia ex pansiva deEspaa y su aporte significativo a la civ ilizacin. Cuando Jov ellanos reflex ionasobre la ley agraria o el derecho patrio no inclua a Amrica en e l espaciode nacin que era o bjeto de su reflex in: para la ilustracin jurdica el derec hopatrio fue slo el produc ido en la Espaa europea. La prueba ms co ntundente

    de esta dicotoma entre Monarqua y Nacin v endr luego, precisamente e n elcontexto de la crisis, cuando la bsqueda de una antigua constitucin senutrir exclusivamente de a ortes eninsulares.

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    Conclusin: la imposible Monarqua

    Nacional

    La redefinicin de la idea de imperio acentu la distancia entre Espaa y losterritorios coloniales. No slo el concepto de Nacin Espaola qued algolimitado y restringido al espacio civilizado europeo, sino en las mismascolonias la nueva visin imperial que las reformas intentaron aplicar produjoel desarrollo de un discurso patritico criollo, por medio del cual se quisodemonstrar que Amrica haba tenido una antigedad equiparable a la deEuropa[37]. Contrariamente a lo que pensaba buena parte de los ilustrados

    europeos, no era su co ntinente el nico c apaz de alumbrar una c ivilizacin.

    33

    Sin embargo, y contrariamente a lo que hace buena parte de lahistoriografa, el discurso patritico americano no puede concebirsenicamente en oposicin a la cultura ilustrada europea y al debate sobre lareforma de los imperios. Pensamos, al contrario, que el primero se nutri delos argumentos del segundo: de la polmica sobre la degeneracin de losimperios y del concepto de una comunidad civilizada como algoespacialmente y polticamente - limitado; de la idea de los efecto s benficosdel comercio, y que este slo poda desarrollarse en un contexto de mayorautonoma poltica. El resultado de todo este intercambio de ideas y discursosfue que, para los americanos, en lo sucesivo el imperio poda sobrevivir a

    menos que se trasformase en federacin. Como lo haba ex presado Turgot enun memorial largo y particularmente perspicaz, escrito en 17 7 6 y publicadoslo en 1 7 91 -en el pleno del deb ate sobre el futuro de las colonias francesas-,en el cual adverta que si la monarqua espaola quera sobrevivir tena quetransformarse de un imperio fundado en la dominacin y la dependencia, enalgo ms cercano a una federacin que se basase en los principios de unarelacin fraternal fundada en la identidad de origen, del lenguaje, de lascostumbres, sin oposicin de intereses[38]. Turgot, co mo otro s ilustrados de lapoca (Smith, Hume, Filangieri), apoyaba la substitucin de los vnculos

    jur dicos ex istentes entre metrpo lis y colonias con una sociedad comerc ial,

    sustentada por un acuerdo poltico flexible.

    34

    En Espaa, los ministros ilustrados de Carlos II I haban llegado a las mismasconclusiones desde el principio de los aos 17 80. En su famosaExpo sic in al

    Rey Carlo s III sobre la convenienc ia de crear reino s independientes enAmrica, el Conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, escriba en17 83: Vuestra majestad deber despojarse de todos sus dominios en las dos

    Amricas , manteniendo slo las islas de Cuba y Puerto Rico como bases parael comercio espaol. Los restantes territorios, sugera, deban sertransformados en reinos independientes (correspondientes a los tres

    v irreinatos), soste nidos po r una federac in muy blanda gobernada no po r el

    rey sino por el emperador, restableciendo de esta forma el ttulo utilizado porCarlos V[39]. Una v ez unidos, los tres reinos habran sido polticamente msaptos y dispuestos a resistir el tipo de amenaza exterior que Aranda creaanidarse en la independencia de las colonias meridionales, al interior de losnuevos Estados Unidos[40].

    35

    Aunque los proy ec to s de una Federacin Imperial no dejaron deproponerse[41], los ilustrados espaoles estaban conscientes de que la

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    corta duracin en nombre de una ganancia ec onmica de largo alcance. Hastalos pases ms razonables como Inglaterra, afirmaba Turgot, estaban todav ainclinados a perseguir el honor y la reputacin antes que todo[42].

    Uno de los resultados ms evidentes del proyecto reformador fue latransformacin de la idea de imperio a un lado y otro del Atlntico. Ladistincin en la c oncepc in de la calidad territorial europea y americana quela redefinicin del imperio produjo, pesar como lastre en el momento en que

    los gobiernos metropolitanos espaoles en tiempos de la crisis (Junta Central,Regencia, Cortes) quisieron hacer efectivo el principio de igualdad entre lasdistintas provincias de la monarqua. El intento de los constituyentesgaditanos de refundar la monarqua sobre la idea de soberana nacional,transformando el imperio en nacin, fracas justamente porqu chocaba conla idea de federacin del imperio que los discursos reformistas habanev oc ado. La misma idea de nacin que se haba impuesto en la pennsuladurante el siglo XV III , contrade ca la imagen de una nacin ampla que incluaterritorios muy alejados de Europa y c on una poblacin hbrida. A esterespecto, cabe subrayar cmo en una y otra direccin el factorheterogeneidad fue esgrimido como condicin determinante en la

    resolucin de los problemas de articulacin del espacio colonial espaoldurante y despus del colapso imperial. Para los liberales espaoles, laheterogeneidad motivaba una representacin desigual, y todas las cautelas e ncuanto a la distribucin del poder; para los americano s, obligaba precisamentea la igualdad poltica y a otro tipo de distribucin del poder, que lo hiciese mscercano a soc iedades con c aractersticas distintas.

    37

    El argumento de la heterogeneidad fue tambin la esencia de la crtica deJeremy Bentham contra la constitucin gaditana y, ms all, contra la ideamisma de una reconciliacin entre Espaa y sus ex c olonias[43]. Como muestraBartolom Clavero, la reco mendacin de aquel filsofo britnico a los liberales

    espaoles, no er a la de liberarse de las co lonias porqu estas fuesen tales, sinoporque sus estructuras sociales no iban a permitir encajarlas en el mismodiseo constitucional, introduciendo, de esta forma, un grave factor deincongruencia en la poltica espaola[44]. Segn Clavero, Bentham creeimposible la existencia de un rgimen constitucional comn a Europa y

    Amrica. A su juicio, el intento slo prov ocara corrupcin, una perv ersi ninterna[45]. En efecto, la recomendacin de Bentham a los liberales espaolesno responda al ideal smithiano de un comercio sin colonias, incitado ycausado por diferencias de productividad que se expresaban en las llamadasventajas comparativas, sino a una consideracin esencialmente poltica. l

    recoga como fundamento de su opinin la experiencia dramtica y todavareciente de la separacin de las trece colonias britnicas de Norteamrica,como argumento de orden esencialmente poltico y constitucional. Losespaoles y americanos podan compartir muc has cosas; sin ir muy lejos, uncomercio lucrativo. Lo que no podan compartir era un mismo e idnticosistema constitucional, ya que eran distintos.

    38

    El problema, como hemos intentado mostrar, no resida tanto en lainadaptacin de los territorios de la Monarqua a la modernidad, como lahistoriografa ha ido sosteniendo por mucho tiempo. Resida ms bien, paradecirlo con Jos Mara Portillo, en los lmites que manifestaba tener elLiberalismo en resolver la relacin autonoma/independencia[46]. Unacuestin que no haba surgido de repente con la Crisis de la Monarqua en1808, sino que y a haba empezado a aparecer, en trminos modernos y no de

    -

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    Notas

    [1 ] Vase, por ejemplo : Jos Mara Ots y Ca pdequ, Las Instituciones del nuevo reinode Granada al tiempo de la independencia, Madrid, Instituto Gonzalo Fernndez de

    Oviedo - Instituto colombiano de cultura hispnica, 1958 ; Alfonso Garca Gallo, Elderecho indiano y la independencia de Amrica, Madrid, 1947 ;John Lynch, SpanishColonial Administration, 1782-1810. The indendant system in the Viceroyalty of the Rode la Plata, Londres, Athlone Press, 1958 [trad. : Administracin colonial espaola1782-1810. El sistema de intendencias en el Virreinato del Rio de la Plata , Buenos Aires,Eudeba, Editorial Univ ersitaria, 1 962 ].

    [2 ] David Brading,Miners and Merchants in Bourbon Mxico, 1763-1810, Cam bridge,19 7 1 ; Brian Hamnet, Politics and Trade in Southern Mexico, 17 50-1821 , Cam bridge,Cambridge University Press, 1 97 1 ; John Fisher,Minas y mineros en el Peru colonial,1776-1824, Lima, Instituto de Estudios Perua nos, 1 97 7 .

    [3 ] Jaques A. Barbier, Reform and Politics in Bourbon Chile,1775-1796, Ottawa,1980 ; John Fisher, Gobierno y sociedad en el Per colonial : el regimen de las

    intendencias, 1784-1814, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1981 ; JosefnaZoraida Vzquez (ed.), Interpretaciones del siglo XVII I mexicano. El impacto de lasreformas borbonicas , Mxico, Nuev a Imag en, 19 92 .

    [4] Scarlett OPhelan Godoy , Un siglo de rebeliones anticoloniales. Per y Bolivia,1700-1783,Cusco, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolom de las Casas,1988 ; John Fisher, Allan J. Kuethe y Anthony McFarlane (ed.), Reform and

    Insurrection in Bourbon Peru and New Granada, Baton Rouge - Londres, LouisianaState Univ ersity PressLondra , 1 99 0; Kenneth Andr ien, "Economic Cr isis, Taxes andQuito Insurrection of 1765", Past and Present,n . 12 9, 19 90, pp. 104-131 ; RebeccaEarle, Indian Rebellion and Bourbon Reform in New Granada: Riots in Pasto ,1780-1800, Hispanic American Historical Review , vol. 73, n. 1, 1993, pp. 99-124;Char les F. Walker (dir.), Entre la retrica y la insurgencia: las ideas y los movimientossociales en los Andes, siglo XVIII, Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos

    Bar tolom de las Casas, 1 99 6.[5] Tulio Halpern Dongh i, Reforma y disolucin de los imperiso ibricos, Madrid,

    Al ia nza Editoria l, 1 985.

    [6] Ver , a ttulo de ejemplo : Jaime O. Rodrg uez (ed.), Mexico in the Age ofDemocratic Revolutions, 17 50-1850, Boulder, Lynne Rienner Publishers, 1994 ;Gabriela To V allejo,Antiguo Regimen y liberalismo. Tucumn, 17 70-1830, Tucumn,Universidad Nacional de Tucumn, 2001 ; Federica Morelli, Territorio o Nazione .

    Riforma e disso luzione dello spazio imperiale in Ecuador, 17 65-1830, SoverriaMannelli, Rubbettino, 2001 (traduccin : Territorio o Nacin. Reforma y disolucindel espacio imperial en Ecuador, 1765-1830, Madrid, Centro de Estudios Polticos yConstitucionales, 2005) ; Jeremy Adelman, Sovreignty and Revolution in the Iberian

    Atlantic, Princeton, Princeton University Press, 2006; Jordana Dym , From

    Sovereign Villages to National States. City, State, and Federation in Central America,1759-1839, Albuqu erque, Univ ersity of New Mexico Press, 20 07 .

    [7 ] Esta cu estion ha sido av anzada de form a mu y clar a por Horst Pietschman n en Justicia, discurso poltico y reformismo borbnico en la Nueva Espaa del sigloXVIII , enM. Bellingeri (ed.), Dinmicas de antiguo Rgimen y orden constitucional.

    Representacin, justicia y administracin en Iberoamrica. Siglos XVII I-XIX, Turin,Otto ed., 20 00.

    [8] La mejor descripcin de conjunto, aun que ceida exclusiv am ente al desarr ollodel Segundo Impero britnico, en C.A. Bayly, Imperial Meridian. The British Empireand the World, 1780-1830, Londres, Longman, 1989.

    [9] John H. Elliot, Imperios del mundo atlntico.Espaa y Gran Bretaa en Amrica,1492-1830, Madrid, Tauru s, 2006, p. 435.

    [10] Fred Anderson, Crucible of War. The Seven Years War and the Fate of the BritishEmpire in British North America, 1754-1766, New York, Vin tage, 2001 , pp. 504-506.

    [11] Josep Fradera , Colonias para despus de un imperio, Barcelona, Bellaterra,

    reformista y el debate sobre la reforma del imperio.

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    .

    [12] Josep Fradera, op. cit., p. 18 .

    [13] Allan J. Kuethe, Cuba, 1753-1815. Crown, Military and Society, Knoxville, TheUniversity of Tennessee Press, 1986 ; del mismo, La desregulacin comercial y lareforma im perial en la poca de Carlos III : los casos de Nuev a Espaa y Cuba ,

    Historia Mexicana, 2, 1991 , pp. 265-292 .

    [14] Sobre Ar ang o, vase Dale Tomich , The Wealth of Empire : Fra ncisco Ar ang oy Par rea, Political Economy an d th e Second Sla v ery in Cuba , ComparativeStudies in Society and History, 45, 1 , 2003, pp. 4-27.

    [15] Edward Gibbon, The History of the Decline and Fall of the Roman Empire,Londres, 1 7 7 6-17 89.

    [16] Richa rd Price, Observations on the Nature of Civil Liberty, the Principles ofGovernment, and the Justice and Policy of the War with America [1776], en D.O.Thomas (ed.),Political Writings, Cambridge Univ ersity Press, 1 991 , p. 30, citado por

    An th ony Padgen, Lords of All the World. Ideologies of Empire in Spain, Britain andFrance, 1500-1800, New Hav en-London, Yale Univ ersity Press, 1 995, p. 16 1 .

    [17] Sobre las contr ibuciones de Diderot a LHistoire, vase, Gianluigi Goggi (ed.),Denis Diderot. Penses dtaches. Contributions l Histoire des Deux I ndes , 2 v ol.,Siena, Universit di Siena,1976-77 y Michle Duchet, Diderot et l Histoire des

    Deux Indes , ou lcriture fragmentaire, Paris, A.G. Nizet, 1 97 8.

    [18] Ant onello Gerbi, La disputa del Nuovo Mondo. Storia di una polemica (1750-

    1900), Miln-Napols, Ricciardi, 1955 [trad. : La disputa del Nuevo Mundo : historiade una polmica, 1 75 0-1900, Mxico, Fondo de Cultur a Ecnomica, 1 96 0].

    [19] Buffon,Histoire naturelle, Paris, Imp. Roy ale, 1 7 49-17 67 , v ol. IX.

    [20] A. Padgen,Lords of All the World, op. cit., p. 16 6.

    [21] Dav id Ar mit age, The Cromwellian Protectorate and the Lang ua ges ofEmpire , The Historical Journal, n. 35, 1992, pp. 531-555 ; vase tambin delmismo autor, The ideological Origins of the British Empire, Cambridge, CambridgeUniversity Press, 2000.

    [22] A. Padgen,Lords of All the World, op. cit., pp. 12 7 -1 29 .

    [23] Pedro Rodrguez Cam pomanes, Reflexiones sobre el comercio espaol a lasIndias [17 62 ], ed. por V. Llombar t Rosa, Madrid, Institut o de Estudios Fiscales,

    19 88, pp. 1 1-12.[24] Jos del Cam pillo y Cosso,Nuevo sistema de gobierno para la Amrica, Madrid,1789.

    [25] Jos del Cam pillo, op. cit., pp. 181 -189 .

    [26] Jos del Cam pillo, op. cit., p. 1 5.

    [27] Vase, por ejemplo, John Fisher "The Effects of Comercio Libre on theEconomies of New Granada and Peru: a Comparison", en John Fisher, Allan J.Kuethe y Anthony McFarlane (ed.), Reform and Insurrection in Bourbon Peru and

    New Granada, op.cit., pp. 147 -1 63 .

    [28] John Preston Moore, The Cabildo in Peru under the Bourbon : a Study in theDecline and Resurgence of Local Government in the Adiencia of Lima, 1700-1824,

    Durham , 1 986 ; Gabriela To Vallejo,Antiguo Regimen y liberalismo, op. cit.[29] Jua n Marchena Fern ndez, Ejrcito y milicias en el mundo colonial americano,Madrid, Mapfre, 1 992 .

    [30]Annick Lemprire, La recepcin negat iv a de una gra nde idea: el absolut ismoen Nueva Espaa en la segunda mitad del siglo XVIII, en Monica Quijada y JessBustamante (ed.),Elites intelectuales y modelos colectivos. Mundo ibrico (siglos XVI-

    XIX), Madrid, Consejo de Inv estiga ciones Cientficas, 200 2, pp. 1 99 -21 8.

    [31] Vase por ejemplo el caso neogra na dino y el de la Audiencia de Quito, donde lano aplicacin de las reformas se intendencias fue el resultado de negociaciones entrelos funcionarios y las lites locales. Por el caso neograndino, vase John LeddyPhelan,El pueblo y el rey. La revolucin comunera en Colombia, 1781, Bogot, 1980 ;por el caso quiteo, vase Federica Morelli, Las reformas en Quito. La redistribucin

    del poder y la consolidaccin de la jurisdiccin municipal, Jahrbuch fr Geschichtevon Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas , n. 34, 1 997 , pp. 183-207.

    [32] Jeremy Adelman, Sovereignty and revolution, op. cit. , p. 54.

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    33 ranco entur , ettecento ormatore, or no, nau , 1 97 -1 9 4, v o . ,

    t. II. , p. 2 04.

    [34] Jos Mara Port illo Vldes, Revolucin de Nacin .Orgenes de la culturaconstitucional en Espaa : 1780-1812, Madrid, Centro de estudios Polticos yConstitu cionales, 2000. Vase tam bin del mismo autor, Crisis Atlntica. Autonomae independencia en la crisis de la Monarqua hispana, Madrid, Marcial Pons, 2006 .

    [35] Francisco Snchez-Blanco, Europa y el pensamiento espaol del siglo XVII I,Madrid, Alianza Editorial, 1 992 .

    [36] Antonio Mestre,Apologa y crtica de Espaa en el siglo XVII I, Madrid, Marcial

    Pons, 2 003 .[37] Nos referim os aqui a la s obra s de los jesuitas expulsados de la monar qua(Clavijero, Velasco, Molina, Vizcardo). Sobre este punto, vase Jorge Canizares-Esguerra, How to Write the History of New World. Histories, Epistemologies, and

    Identities in the Eighteenth-Century Atlantic World, Stanford, Stanford UniversityPress, 2 001 .

    [38]Mmoires sur les colonies amricaines, sur leurs relations politiques avec leursmtropoles, et sur la manire dont la France et lEspagne ont d envisager les suites delindpendance des Etats Unis de lAmrique [17 7 6], Paris, 17 91 , pp. 34-35.

    [39] Manuel Lucena Giraldo,Premoniciones de la independencia de I beroamrica: lasreflexiones de Jos de balos y el Conde de Aranda sobre la situacin de la Amricaespaola a finales del siglo XVIII, Madrid, Fundacin Mapfre Tavera ; Aranjuez,

    Doce Calles, 2 003 .[40] Sobre este punto, v ase, Joaqun Oltra y Mara Angeles Prez Sam per, ElConde de Aranda y los Estados Unidos, Barcelona, PPU, 1987.

    [41] Hacemos alusin aqui a los proy ectos de reform a de la monar qua av anzadospor varios ilustrados como Alejandro Malaspina y Victorin de Villaba. Sobre elprimero, vase, Juan Pimentel, La fsica de la monarqua. Ciencia y poltica en el

    pensamiento colonial de Alejandro Malaspina (1754-1810), Ar an juez, Doce Calles,1 99 8. Por lo que conciern e el segundo v ase su escrito,Apuntes para una reforma de

    Espaa sin trastorno delgobierno monrquico, n la Religin [1797], Buenos Aires,Imprenta de Alv rez, 1 822 .

    [42] Turgot,Mmoires, op. cit. , p. 3

    [43] El texto de Bentham que se coment a y otros con l relacionados en PhilipScofield (ed.), Colonies, Commerce and Constitucional Law : Rid Yourselves ofUltramaria and Other Writings on Spain and Spanish America, Oxford, ClarendonPress, 1995.

    [44] Bartolom Clav ero, Libraos de Ultram ar ia ! El frut o podrido de Cdiz , enJ.M. Iurritegui y J.M. Portillo (eds.), Constitucin en Espaa : orgenes y destinos ,Madrid, Centr o de Estudios Polticos y Constitucionales, 19 98, pp. 1 09-1 7 7 .

    [45] B. Clav ero, Libraos de Ultram aria ! , op. cit., p. 11 2.

    [46] J.M. Portillo, Crisis Atltica, op. cit.

    Para citar este artculo

    Refere ncia e lec trnicaFederica Morelli, La redefinicin de las relaciones imperiales: en torno a la relacinreformas dieciochescas/independencia en Amrica , Nuevo Mundo Mundos Nuevos,Debates, 2008, [En lnea], Puesto en lnea el 17 mai 2008. URL :http://nuevomundo.revues.org/32942. Consultado el 06 septembre 2011.

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