MORADA DE LA PRESENCIA DIVINA...

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BOLETÍN 2013 13 LA IMAGEN DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE, “SHÊKINÂH DE DIOS”, MORADA DE LA PRESENCIA DIVINA OCULTA. Mons. Salvador Diez de Sollano y Ortega FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD Es que Tú eres extremadamen- te sabio y nadie es más capaz de ocultarse que Tú. Por ello tu siervo Isaías solía llamarte “El Dios oculto”. “¡Realmente, tú eres un Dios que se oculta, Dios de Israel, Sal- vador!” (Is 45,15). Tú te ocultas en la creación. Te ocultas en la historia. Te ocultas en la Encarnación. Te ocultas en la Eucaristía. Te ocultas dentro de nosotros. Te ocultas siempre. Y quie- res que te descubramos… así… por nuestra cuenta. Libremente. Si es que sentimos necesidad de ello”. (CARLO CARRETO). La imagen de la Virgen de Gua- dalupe se nos muestra simbólica- mente como una maravillosa SHÊ- KINÂH mística, morada, personal y cósmica de la presencia de Dios. La palabra caldea shekînâh, en he- breo bíblico empleada con el verbo shâkan,”permanecer”, “morar”, “ha- bitar” y se refiere a la presencia o cer- canía de Dios a su pueblo (Gn 9.27: «Y habite en las tiendas de Sem». Moisés recibe una orden: «Que me hagan un santuario, y yo habitaré en medio de ellos» (Éx 25.8 ). Esta pa- labra también expresa en el Nuevo Testamento la «morada» del Espíri- tu Santo en la Iglesia (Ef 3.17). Ma- ría, y nosotros por el Bautismo y la Eucaristía, fuimos convertidos en la shêkinâh de Dios: «Y el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn. 1,14). La Gloria de la presencia oculta de Dios que se manifiesta en la creación entera, es cantada en nu- merosos salmos y textos bíblicos. En la idea judía de la Shêkinâh -la “habitación” de Dios- encontramos el antecedente veterotestamentario de la idea cristiana de kénosis, y su equivalente judío del “tsimtsum”, “auto-repliegue” amoroso del Crea- dor en favor de sus creaturas. Este concepto se aplica actualmente en SEÑOR DIOS, TU TE OCULTAS EN LA IMAGEN VIVA DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE

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BOLETÍN • 2013 • 13

LA IMAGEN DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE,

“SHÊKINÂH DE DIOS”,MORADA DE LA PRESENCIA

DIVINA OCULTA. Mons. Salvador Diez de Sollano y Ortega

FORMACIÓN Y ESPIRITUALIDAD

“Es que Tú eres extremadamen-te sabio y nadie es más capaz de ocultarse que Tú. Por ello tu siervo Isaías solía llamarte “El

Dios oculto”. “¡Realmente, tú eres un Dios que se oculta, Dios de Israel, Sal-vador!” (Is 45,15). Tú te ocultas en la creación. Te ocultas en la historia. Te ocultas en la Encarnación. Te ocultas en la Eucaristía. Te ocultas dentro de nosotros. Te ocultas siempre. Y quie-res que te descubramos… así… por nuestra cuenta. Libremente. Si es que sentimos necesidad de ello”. (CARLO CARRETO).

La imagen de la Virgen de Gua-dalupe se nos muestra simbólica-mente como una maravillosa SHÊ-KINÂH mística, morada, personal y cósmica de la presencia de Dios. La palabra caldea shekînâh, en he-breo bíblico empleada con el verbo shâkan,”permanecer”, “morar”, “ha-bitar” y se refiere a la presencia o cer-canía de Dios a su pueblo (Gn 9.27: «Y habite en las tiendas de Sem». Moisés recibe una orden: «Que me hagan un santuario, y yo habitaré en medio de ellos» (Éx 25.8 ). Esta pa-labra también expresa en el Nuevo Testamento la «morada» del Espíri-tu Santo en la Iglesia (Ef 3.17). Ma-

ría, y nosotros por el Bautismo y la Eucaristía, fuimos convertidos en la shêkinâh de Dios: «Y el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros» (Jn. 1,14). La Gloria de la presencia oculta de Dios que se manifiesta en la creación entera, es cantada en nu-merosos salmos y textos bíblicos.

En la idea judía de la Shêkinâh -la “habitación” de Dios- encontramos el antecedente veterotestamentario de la idea cristiana de kénosis, y su equivalente judío del “tsimtsum”, “auto-repliegue” amoroso del Crea-dor en favor de sus creaturas. Este concepto se aplica actualmente en

SEÑOR DIOS, TU TE OCULTAS EN LA IMAGEN VIVA DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE

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la teología cristiana a la Creación y aún a la vida intra-trinitaria de Dios (según Hans Urs Von Balthasar). El Dios eterno e infinito, a quien ni los cielos pueden contener, “baja” (Ex. 3,8) para “habitar” en medio de su débil pueblecito, oculto ante Moisés en la zarza ardiente. La historia de Israel cuenta esta habitación de Dios en términos vívidos y coloridos. Dios sacó a su pueblo de la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra pro-metida, y fue delante en forma de “columna de nube durante el día” y de “columna de fuego” durante la noche. Él habitó en el Arca de la Alianza hasta que David la llevó al Monte Sión, donde el Rey Salomón le construyó el Templo. En el Santo-de-los-Santos del Templo se hacía presente la “habitación” invisible de Dios en medio de los israelitas.

Santa María de Guadalupe es la dul-ce y maternal Shêkinâh de Dios que acompaña a nuestro pueblo “en este valle de lágrimas”, como la Shêkinâh divina era la compañera de camino y

sufrimiento para los israelitas erran-tes. El pueblo sufría persecución y exilio, y la presencia de Dios sufría con él. “De todas sus aflicciones fue Él afligido” (Isaías 63:9). La Shê-kinâh de Dios que va a morar en su pueblo, que se separa de Sí mismo, que se entrega compasivo a él, vive sus esperanzas, sus alegrías, va con él a la miseria del exilio, es errante con él. La “redención de Dios” con-siste en que la Shêkinâh desterrada vuelva a la plenitud del Dios Uno. El Dios de Jesucristo en la huma-nidad estará finalmente redimido y unido cuando el Dios Uno llegue a ser el Dios Todo-Uno, y sea “Todo en todo” (cfr. 1 Corintios 15,28); entonces la Ciudad Santa vendrá a ser la Morada definitiva de Dios en-tre los hombres (cfr. Ap. 21,1-4), la kénosis concluirá en el momento es-catológico con el “auto-despliegue” epifánico de Dios en una “Nueva Creación”, en la que ya no habrá ningún mal, en la que “María Reina y Madre de Misericordia nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre”.

Santa María de Guadalupe es la

dulce y maternal Shêkinâh de Dios que acompaña a

nuestro pueblo “en este valle de

lágrimas”

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Dios “no impone” su presencia ante la razón humana; ha escogido en la creación la vía de su ocultación, del “vaciamiento” o “anonadamiento”, de la humildad de su presencia di-vina. La presencia invisible de Dios, su eterno Poder y Sabiduría, se ma-nifiestan ocultos (kénosis) desde la creación del mundo. Toda teología y toda mística, si quieren ser fieles a su objetivo, necesariamente tienen que ser humildes a la manera de la hu-mildad del Dios de Jesucristo, pues confesamos nuestra limitación e ig-norancia ante el Misterio divino. El Dios oculto no está absolutamente oculto, ya que el universo está dise-ñado con un equilibrio entre ocul-tamiento y manifestación que hacen posible a los humanos acceder a Dios en la contemplación de la fe y a través de la sabiduría y la ciencia, y no hay excusa para no poder des-cubrirla (cfr. Rm 1,20). La kénosis de Dios en la creación está en entera consonancia con la kénosis del Ver-bo (Lógos) en Cristo (Flp 2,5-11). El gran teólogo y místico Hans Urs von Balthasar interpreta la kénosis en el contexto de la doctrina de la Trinidad. Es naturaleza esencial del Hijo eterno del Padre eterno, el ser-le “obediente” en completo amor y auto-rendición hasta la cruz, del mismo modo como es naturaleza esencial del Padre eterno el entregar-se al Hijo en completo amor. Y el Espíritu Santo en total entrega, va-ciamiento, de su Amor al Padre y al Hijo. Al tomar “la forma de un sier-vo” no renuncia a su condición di-vina, sino que la revela en humildad y obediencia hasta la cruz. Por ser el Amor perfecto e ilimitado, la vida íntima de la Trinidad es la autoen-trega recíproca de amor kenótico: El Hijo, en su entrega existe totalmen-

te en el Padre, el Padre totalmente en el Hijo, el Espíritu totalmente en el Padre y el Hijo; y así es en to-das sus obras “externas” (la creación, reconciliación, y redención de todas las cosas).

La kenosis inter-trinitaria es parte de la perichoresis (la compenetración perfecta mutua en el amor pleno). La tradición teológica usó este con-cepto para interpretar la unidad de Dios Padre y Jesús el Hijo de Dios como una unidad sin mezcla y sin separación. Uno está en el Otro, como el evangelio de Juan dice de Jesús: “Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí” (14,11). Ellos son una Comunidad, por su cohabitación mutua. Cada persona de la Trinidad

“El amor es paciente, es

servicial... Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo

soporta”.

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está en éxtasis de amor fuera de sí en el otro. “El Padre está totalmente en el Hijo y totalmente en el Espíritu. El Hijo está totalmente en el Padre y totalmente en el Espíritu. El Espíri-tu Santo está totalmente en el Padre y totalmente en el Hijo” (Concilio de Florencia, 1438-1445). ¿Cómo poder reconocer a Dios en Cristo? ¿Cómo reconocerlo en la ké-nosis de la Creación? ¿Cómo poder descubrirlo y adorarlo en la Shêkinâh kenótica de María de Guadalupe? En las cualidades o atributos espirituales que constituyen la naturaleza esencial de Dios: Verdad, Santidad, Amor, Mi-sericordia, Compasión, Justicia, Vida. Porque el acto de kénosis es un acto del libre amor de Dios por nosotros

que “se vacía de su divinidad” para dárnosla en condición creacional y hu-mana. Podemos decir que Dios nunca aparece más poderoso que en su acto de auto-limitación, de su misericor-dia y compasión, y nunca más grande que en el acto de su auto-humillación. Lo que es todopoderoso es su Amor, sobre el que dice Pablo: “El amor es paciente, es servicial... Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor. 13,4-7). Mediante el poder de su paciencia, Dios sostiene este mundo con sus contradicciones y conflictos. Él es “paciente y de gran bondad” como dice el salmo 103:8. Los salmos de Israel nunca se cansan de alabar la gran bondad y paciencia de Dios “Esperar” no es nunca pasi-vidad desinteresada, sino la más alta forma de interés en el otro. Esperar significa aguardar, aguardar significa invitar, invitar significa atraer, seducir e incitar.

La imagen toda de la Virgen Santa María de Guadalupe es la expre-sión de una extraordinariamente rica SHÊKINÂH o PRESENCIA KENOTICA de Dios: en su ser de mujer Virgen y Madre, en su vien-tre, su cuerpo, su rostro, su mirada, sus manos, en su amor y su ternura, en su lenguaje y su delicadeza, en el cosmos celeste de su manto, su tú-nica jardín florido de rostros huma-nos, en la luz solar que la rodea y la penetra, en la luna, en la tierra y en el mar, en las nubes y la niebla que la envuelven; SE OCULTA Y SE MANIFIESTA a la Sabiduría de la Fe como la Trinidad Divina, como el Dios que la habita y se comunica, el Dios Creador, el Dios Dador de la Vida, la Verdad, el Dios Santo y Dios misericordioso, el Dios Salva-dor, el Emmanuel, el Omnipresen-te, el Amor.